el sistema español de innovación. diagnósticos y recomendaciones

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EL SISTEMA ESPAÑOL
DE
I N N O VA C I Ó N .
DIAGNÓSTICOS
Y
RECOMENDACIONES
EL SISTEMA ESPAÑOL
DE
I N N O VA C I Ó N .
DIAGNÓSTICOS
Y
RECOMENDACIONES
L IBRO B LANCO
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Depósito Legal:
1998
Índice
Prólogo
7
Resumen
11
1. Introducción: El concepto de innovación
39
2. Descripción del sistema español de innovación
45
Introducción
47
2.1. Administraciones públicas
49
2.2. Infraestructuras de soporte a la innovación
67
2.3. Sistema público de I+D
75
2.4. Empresas
81
2.5. Entorno
95
3. Diagnósticos y recomendaciones para el sistema
español de innovación
107
Introducción
109
3.1. Administraciones públicas
111
3.2. Infraestructuras de soporte a la innovación
123
3.3. Sistema público de I+D
133
3.4. Empresas
143
3.5. Entorno
153
Bibliografía
163
Lista de abreviaturas
167
Anexo I. Metodología y participantes en la elaboración
de este documento
169
Anexo II. Diagnósticos y recomendaciones del Libro Verde
199
5
Prólogo
Cuando estamos a punto de doblar al siglo XXI, tenemos el privilegio de poder
examinar retrospectivamente la trayectoria que las principales economías industriales han seguido a lo largo de este siglo. Desde la emergencia de los sistemas
de producción seriada en las dos primeras décadas, hasta su transformación en
economías intensivas en conocimiento, característica del último tercio de siglo. A
la vez, y junto al florecimiento del sector servicios, hemos venido asistiendo a un
renacimiento industrial de nuevo tipo y a la aparición de vínculos estratégicos entre
el sector servicios y el industrial. Y caben ya muy pocas dudas de que una de las
características fundamentales del fin de siglo está siendo la creciente interdependencia entre la capacidad de generar conocimientos científicos y tecnológicos, por
una parte, y la creación de riqueza, por otra. Cualquier previsión sobre el futuro,
medianamente informada, tendrá por fuerza que tener en cuenta que esta asociación ha de verse cada día más reforzada.
Porque hoy las sociedades avanzadas son ya economías intensivas en conocimiento, alta y crecientemente dependientes tanto de la capacidad de generar,
cuanto de la de difundir y aplicar nuevos conocimientos de manera ininterrumpida. A lo largo de este siglo hemos visto sucederse diversas “oleadas” de cambios
tecnológicos, trasladados posteriormente a innovaciones radicales de procesos y
productos, pero ha sido precisamente en los últimos años cuando esos cambios
han cristalizado en un notable avance sostenido de innumerables áreas estratégicas, como los nuevos materiales, la electrónica, la informática, las telecomunicaciones o la biotecnología. Avances científicos que se han ido traduciendo en la
aparición de nuevas empresas, en productos escasamente imaginables hace tan
sólo un par de décadas, y en la emergencia de nuevos subsectores de actividad
económica.
Por todo ello, los países líderes están reconociendo ya con sus decisiones el
fundamental valor económico de la innovación tecnológica, y están tratando de
asegurar su promoción sostenida con instrumentos y fórmulas diversas. Muchos
de esos instrumentos toman la forma de políticas públicas, tanto las que son específicamente de I+D, como las políticas industriales, las de comunicación y transporte y, por supuesto, las de educación. Y bajo distintos mecanismos de coordinación, todas esas políticas han incorporado como una dimensión fundamental el
apoyo al avance científico-tecnológico, a su difusión y a su aplicación, como fuente de ventajas competitivas estratégicas.
Como complemento fundamental de esas actuaciones públicas, todos los países avanzados han venido realizando un importante esfuerzo tecnológico, incor7
porando como elemento central de las estrategias empresariales el reforzamiento
de la capacidad de innovación. Y desde los centros de educación superior y los
de investigación se ha reconocido que la propia capacidad de asegurar una financiación adecuada, así como la captación competitiva de personal, son muy
dependientes de una serie de transformaciones profundas de su arquitectura institucional (haciéndola más flexible), de los modos de gestión (incrementando su eficiencia) y de la inclusión clara de objetivos del entorno productivo (dando primacía
a los objetivos y demandas del entorno sobre los intereses del colectivo profesional de su personal).
En todo caso, hay que destacar que el resultado en los últimos años de todas
esas actuaciones de los sistemas de innovación de los países líderes, tanto públicas como privadas, ha sido una continua producción de “doctrina”, de esquemas
conceptuales, y de análisis empíricos, sobre la estructura y la dinámica de la innovación. Análisis y doctrina que han permitido a algunos países disponer de un
mapa definitorio de los distintos procesos de la innovación capaz de orientar las
diferentes actuaciones y de identificar los espacios de convergencia que optimizan
el resultado.
La trayectoria histórica del caso español, como es conocido, ha sido sin embargo diferente, porque durante décadas, nuestro desarrollo ha sido divergente respecto al seguido por los países de nuestro entorno. Ello explica que en los momentos de integración y convergencia con la Europa comunitaria, la problemática
multidimensional de la innovación apenas haya merecido la atención de los responsables de la toma de decisiones, tanto del sector público como privado. Y de
esta manera, nuestro tardío proceso de industrialización y nuestra débil tradición
de creación científica, han dado como resultado una baja capacidad de innovación
en las estrategias empresariales y en las políticas públicas. Como consecuencia,
los avances conseguidos en algunos de los componentes del sistema de innovación, particularmente en el sistema público de I+D, apenas han beneficiado a los
restantes elementos del sistema, y la explotación de las potenciales sinergias derivadas de la actividad de los centros públicos de investigación y de las estrategias
empresariales, continúa siendo una tarea pendiente.
Cotec lleva ocho años contribuyendo a que la problemática de la innovación
cuente con “voz” en la opinión pública, así como que vaya ganando el peso que
merece en la consideración de los agentes públicos y privados, aspirando a que
antes de entrar en el nuevo siglo pueda alcanzarse un compromiso nacional de
fomento de la innovación. Un plan o un programa a medio y largo plazo de impulso de la innovación, que se convierta en un componente esencial de la convergencia con Europa y en el que las distintas comunidades autónomas tengan un
destacado papel.
Acercarnos a ese macroobjetivo exige contar con una adecuada cartografía de
los puntos fuertes y débiles del sistema de innovación tecnológica, de sus procesos y de sus ritmos. Por ello, y a lo largo de los dos últimos años, Cotec ha promovido y dirigido un profundo proceso de reflexión, análisis y debate, con exper8
tos en diferentes cuestiones, para poner a disposición de la sociedad española un
documento que haga posible elaborar ese plan o programa de impulso de la innovación. Un documento que primeramente tomó la forma de “Libro Verde sobre la
Innovación” y que, tras un amplio debate en las diecisiete comunidades autónomas, y en otras instituciones conectadas con lo tecnológico, ha cristalizado en el
presente “Libro Blanco Cotec”.
A todos los que en él hemos trabajado, nos gustaría que la contribución que el
Libro Blanco Cotec signifique, fuera vista como un primer mapa de la innovación
en el sistema español, en el que ya aparecen apuntadas las distintas rutas de
avance, tanto las principales como las secundarias. Un mapa que deberá ser afinado y desarrollado en el futuro, pero que nos va a permitir desde ahora orientar
la transición desde nuestra situación actual de esfuerzos débiles e inconexos, a
metas de convergencia con los países europeos líderes en el plano de la innovación. Una convergencia en la que nuestros científicos y tecnólogos y nuestras
empresas, en definitiva nuestro país, ya han logrado acortar distancias en otras
áreas.
José Ángel Sánchez Asiaín
Presidente de la Fundación Cotec
Madrid, 25 de mayo de 1998
9
Resumen
■
11
Introducción
El cambio tecnológico proporciona constantes oportunidades a las empresas, y al
mismo tiempo es un reto para su actividad. Las empresas de los países desarrollados están en mejor situación para acceder a la tecnología y conocer el comportamiento de los mercados más exigentes y de mayor poder adquisitivo. Éstas son
sin duda dos de sus más claras ventajas competitivas. Por ello, su estrategia de
largo alcance es ofrecer novedades, basadas en las oportunidades que desvela el
cambio tecnológico, que el mercado sepa apreciar.
En este contexto se define el proceso de innovación como aquél que convierte
ideas en productos o servicios nuevos o mejorados, que el mercado valora. Este
camino debe ser el utilizado por las sociedades avanzadas para aumentar su competitividad sin destruir empleo. La innovación puede tener su origen, básicamente, en tres tipos de conocimiento: el comercial, el gerencial y el tecnológico. Es
posible, por lo tanto, hablar de innovaciones comerciales, gerenciales y tecnológicas. La vitalidad actual del cambio tecnológico hace que la mayoría de las innovaciones comerciales o gerenciales se beneficien de nuevas soluciones tecnológicas
o que sean sólo posibles recurriendo a la tecnología. Muchas veces, cuando se
habla de innovación tecnológica, se hace referencia a todo tipo de innovación.
El proceso de la innovación tecnológica incluye tanto la generación de conocimiento tecnológico como su aplicación. Hoy se sabe que estas dos componentes
del proceso no son secuenciales, ni se desarrollan en forma aislada por las instituciones especializadas en cada una de ellas. Así, si bien es evidente que la generación del conocimiento científico y tecnológico es la principal preocupación de las
organizaciones públicas o privadas de investigación y desarrollo (I+D), es muy frecuente que este conocimiento se ofrezca en forma de aplicación. También el tejido productivo, naturalmente orientado a la aplicación, descubre en su trabajo
habitual nuevos conocimientos, que pueden plantear cuestiones que serán objeto
de nuevas investigaciones. Estas dos componentes comparten y contribuyen a
ampliar la base de conocimiento que alimenta el continuo cambio tecnológico.
Además de las empresas y las organizaciones dedicadas a I+D, los países
avanzados se han dotado de un conjunto de instituciones que de una u otra manera participan en el proceso de innovación. Desde los años ochenta se estudia la
innovación tecnológica admitiendo que tiene lugar dentro de un sistema implantado en una realidad geográfica. Esta idea, debida principalmente a Freeman,
Lundval y Nelson, define el sistema nacional de innovación como el conjunto de
elementos y relaciones que, tanto a favor como en contra, actúan en la creación,
difusión y uso del conocimiento económicamente útil. Numerosos estudios han
extendido esta definición a los sistemas regionales y locales de innovación.
El presente documento parte de esta idea para analizar el sistema español de
innovación y lo considera compuesto por cinco elementos o subsistemas. En este
análisis, la empresa constituye el elemento central, siendo los otros cuatro: las administraciones públicas, las infraestructuras de soporte a la innovación, el sistema
13
público de I+D y, por último, el denominado entorno, que reúne todas las otras instituciones que tienen una vida propia al margen de la innovación, pero que sin ellas
el proceso innovador no sería realmente posible. Entre éstas tienen un papel destacado el sistema educativo, el sistema financiero y los mercados privado y público.
Metodología
El contenido de estas páginas es fruto de un largo trabajo de recopilación y análisis de muchas opiniones, desarrollado en dos fases. La primera, guiada por una
metodología de Andersen Consulting, produjo el “Documento para el debate sobre
el sistema español de innovación” (Libro Verde). La segunda, la han constituido
sesiones de debate, de un día de duración, organizadas en las diecisiete comunidades autónomas de España, en un ayuntamiento, en el Ministerio de Industria y
Energía, en las tres Universidades Politécnicas, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en el seno de la Federación Española de Entidades
de Innovación y Tecnología (FEDIT).
El Libro Verde se escribió después de discutir el contenido de un documento inicial en cuatro mesas redondas y en reuniones individuales con más de cien expertos. Este libro contenía un diagnóstico formado por veinte conclusiones, y un conjunto de diecinueve recomendaciones. Las veinticuatro sesiones de debate se han
desarrollado a partir de él, como base de discusión, y han valorado los diagnósticos y las recomendaciones.
Las opiniones de unas ochocientas personas, que han dedicado más de cinco
horas cada una a este debate, y las de muchas otras, que han conocido el contenido del Libro Verde y las conclusiones de cada sesión gracias a su participación
en los actos públicos con los que se ha cerrado cada jornada, han sido el material de partida para la revisión del citado Libro Verde y que constituye el contenido
del presente documento.
Esta nueva versión consta de tres capítulos y dos anexos. Después de un primer capítulo de introducción, el segundo está dedicado a describir el sistema
español de innovación. En él se presenta una visión general de cada uno de los
cinco subsistemas, incluyendo, cuando se ha creído conveniente, una referencia a
su evolución histórica. Su objetivo es ayudar a entender el funcionamiento global
del sistema español de innovación y facilitar la comprensión de las conclusiones y
recomendaciones, que son el resultado del trabajo.
El último capítulo contiene un diagnóstico de la situación actual de cada subsistema y una serie de recomendaciones que podrían mejorar la evolución de cada
uno de ellos. Su objetivo es aumentar la eficacia de la innovación, medida en una
mayor y más rápida entrada de productos y servicios españoles en el mercado
natural de nuestras empresas. Tanto los diagnósticos como las recomendaciones
están basados en datos y hechos verificados, en las opiniones de los expertos que
participaron en la primera fase del trabajo y, sobre todo, en las ideas expuestas y
contrastadas en las numerosas sesiones de debate de la segunda fase.
14
Descripción del sistema español de innovación
El sistema español de innovación es fruto de nuestra particular evolución histórica,
caracterizada por la tardía industrialización del país y desarrollada en el seno de un
mercado protegido, en la que los centros públicos se han preocupado fundamentalmente de atender las necesidades de la administración. La situación actual se
describe a continuación, desglosada en los cinco subsistemas citados.
Administraciones públicas
La participación de las administraciones españolas en el sistema español de innovación quedó regulada por primera vez en 1986 con la publicación de la Ley de la
Ciencia, que creó la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT), dos
Consejos Asesores y el Plan Nacional de I+D como instrumento de coordinación
a nivel estatal. Este Plan dispone de un Fondo Nacional de I+D, incluido en los
Presupuestos Generales del Estado, cuyo importe es del orden del 4% del total de
los recursos que España dedica a actividades de investigación y desarrollo.
Mediante esta reducida cantidad ha sido posible, durante el periodo de vida de los
dos primeros planes (1988-91 y 1992-95) y del tercero que estará vigente hasta
1999, desarrollar una coordinación del sistema público de I+D.
En diciembre de 1996, la presidencia de la CICYT fue atribuida al Presidente del
Gobierno y en enero de 1998 se creó una Oficina de Ciencia y Tecnología en la
Presidencia del Gobierno, con funciones de apoyo a la CICYT para la planificación,
coordinación, seguimiento y evaluación de las actividades de ciencia y tecnología.
Si bien las funciones de coordinación gravitan en torno al Plan Nacional de I+D,
muchos ministerios, y prácticamente todas las comunidades autónomas, desarrollan actividades de investigación y desarrollo tecnológico, o para su fomento.
Programas importantes en objetivos y cuantías presupuestarias no están incluidos
en el Plan Nacional de I+D y, aunque supuestamente están coordinados en el seno
de la CICYT, es un hecho que su aplicación no sigue pautas uniformes. Dentro del
gobierno central, el Ministerio de Industria y Energía y el Ministerio de Defensa
mantienen los programas más importantes fuera del Plan Nacional.
El gasto anual de I+D ejecutado en España es inferior al 0,9% del PIB (640.000
MPta en 1996), muy por debajo de la media de la Unión Europea (UE) que se sitúa
en el 1,82% del PIB comunitario. En valor absoluto representa una décima parte
del de Alemania y el 4% del correspondiente al conjunto de los cuatro países
mayores europeos, cuando nuestro PIB significa el 11% del de éstos. El número
de personas que se dedican a actividades de I+D, y el número de investigadores,
están en consonancia con estas cifras. Sólo el 11% de la I+D de financiación pública se ejecuta en la empresa, frente a porcentajes superiores al 25% en países de
nuestro entorno.
La administración española utiliza, con mucha más frecuencia que las demás
europeas, el crédito como instrumento de fomento de la innovación. Aunque la fis15
calidad española de la innovación no es muy diferente de la vigente en la mayoría
de los países de nuestro entorno, es un hecho que las empresas utilizan menos
estas ventajas. Existen razones para pensar que la escasa tradición innovadora de
las empresas no les ha llevado a adaptar sus procesos contables a los requisitos
que se exigen para obtener los beneficios fiscales a la innovación.
Las administraciones autonómicas han incluido el fomento de la ciencia, la tecnología y la innovación entre sus objetivos. En estos últimos años se han iniciado
múltiples acciones, cuyo presupuesto anual total se cifra en unos 60.000 MPta,
cerca de tres veces la cantidad asignada al Fondo Nacional de I+D. La importancia económica e institucional de las políticas autonómicas de innovación es extremadamente diversa y no ha tenido marco alguno de referencia, ni ha sido objeto
de coordinación. Por regla general, estas políticas se han centrado en el desarrollo tecnológico industrial y se han concretado en ayudas a las empresas y en la creación de infraestructuras de soporte a la innovación: centros y parques tecnológicos y organizaciones de ayuda administrativa.
La administración de la comunidad europea ha tenido una indudable influencia
en la consolidación de nuestro sistema público de I+D. Ha facilitado su contacto
con instituciones y grandes empresas europeas y ha contribuido a modernizar sus
métodos de trabajo. La empresa se ha beneficiado mucho menos de este camino
de acercamiento a Europa. Los Programas Marco, que están finalizando su cuarto periodo de cuatro años, están orientados por las necesidades en tecnología de
los grandes grupos industriales europeos y sus objetivos son difícilmente compatibles con las estrategias de negocio de las empresas españolas, más centradas
en las necesidades del corto plazo y menos basadas en las ventajas del cambio
tecnológico. En todo caso, es necesario admitir que esta ventana al mercado
europeo tiene indudables ventajas y que es necesario un continuo esfuerzo para
obtener beneficios, que potencialmente son muchos.
Infraestructuras de soporte a la innovación
Las infraestructuras de soporte a la innovación son elementos destacados de
cualquier sistema nacional de innovación, pero su importancia es mucho mayor
cuando las empresas son de pequeñas dimensiones y están concentradas en sectores tradicionales, como es el caso español. En este subsistema se incluyen
todas aquellas entidades cuya misión es proporcionar medios materiales y humanos, y que se responsabilizan de llevar a cabo trabajos tecnológicos de muy diversa índole, que van desde la realización de proyectos de I+D a ensayos y medidas.
Todos los países han hecho importantes esfuerzos, muchas veces desde el ámbito público, para que aparezcan estas infraestructuras que sólo se han mostrado
eficaces cuando han gozado de la confianza del empresariado, expresada en
aportes financieros y en su participación en los órganos rectores. Pertenecen a
infraestructuras de esta categoría las alemanas del Instituto Fraunhofer y de la
Fundación Steinbeis, los Engineering Centers de EE.UU. y los centros tecnológicos del MITI japonés, por citar unos pocos ejemplos.
16
En España existe una significativa muestra de infraestructuras de este tipo, que
corresponden a una variedad de modalidades y son, generalmente, consecuencia
de las políticas autonómicas de fomento de la innovación, aunque a veces tienen
su origen en antiguas acciones de asociaciones empresariales que han sobrevivido a lo largo de los años por haberse mostrado útiles a sus creadores. Los centros tecnológicos son verdaderos proveedores de servicios que tienen una entidad
muy dependiente de la comunidad autónoma en la que están radicados. En total
son alrededor de unos ciento cincuenta, de los cuales cincuenta están agrupados
en la Federación Española de Entidades de Innovación y Tecnología (FEDIT), creada en 1996. Sus centros ocupan a más de tres mil personas y facturaron en 1996
unos 26.000 MPta. Según sus informaciones, atienden anualmente a unas 18.000
empresas, con unos 16.000 clientes habituales. También en 1996, la CICYT creó
un registro de este tipo de centros, que denominó centros de innovación y tecnología (CIT), con el objetivo de facilitar su integración en el sistema español de innovación mediante la homologación de esta clase de entidades. A finales de 1997 se
habían inscrito en este registro alrededor de sesenta centros.
Los parques tecnológicos fueron operaciones emblemáticas de las políticas
autonómicas de fomento de la innovación. Actualmente existen alrededor de una
quincena con diferentes grados de implantación. Los que están incluidos en la
Asociación de Parques Tecnológicos de España (APTE) reúnen a unas quinientas
empresas, que facturan más de 177.000 MPta anuales. Ahora existe mayor interés por los denominados parques científicos, que surgen de un campus universitario con la intención de albergar a las empresas que nazcan de las tecnologías
que crea o asimila la universidad. Son menos exigentes en inversiones y se consideran instrumentos adecuados de las políticas locales de innovación.
Los laboratorios de ensayo y medida, los centros de empresas e innovación
(CEI), las fundaciones universidad-empresa, las oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRI) y los organismos y agencias de fomento de la innovación son otras de las infraestructuras presentes en España. Aunque tienen una
distribución poco uniforme en la geografía nacional, todas ellas tratan de facilitar el
acceso de las empresas a fuentes de tecnología, de información técnica o administrativa y, en algunos casos, gestionan fondos públicos o privados para el fomento de la innovación.
Sistema público de I+D
El sistema público de I+D es la mayor fuente de nuevo conocimiento del sistema
español de innovación. Está compuesto por las universidades, en tanto que entes
investigadores, por los denominados organismos públicos de investigación (OPI) y
por otros pocos centros de investigación de titularidad pública a los que la Ley de
la Ciencia no les atribuyó este nombre. En este documento todos los centros de
investigación públicos son considerados OPI, ya que no existen de hecho circunstancias que obliguen a un tratamiento específico para el objetivo presente.
17
El sistema público de I+D contaba, en 1996, con unos 40.000 investigadores,
frente a los 11.000 que trabajaban en las empresas. En esta proporción se
demuestra la mayor importancia relativa de nuestro sistema público, pues en
Europa casi la mitad de los investigadores desarrolla su actividad en el sector privado. En cifras absolutas, el número de investigadores públicos españoles es del
orden de un tercio de los de Alemania y alrededor de la mitad de los del Reino
Unido.
La universidad española aporta actualmente más del 60% de los investigadores
públicos españoles y ejecuta el 63% del gasto del sector público. Desde 1991, la
universidad supera a los OPI en ejecución de gasto y la distancia se incrementa de
forma continua.
Los OPI, considerados en el sentido amplio comentado, son alrededor de una
veintena, pero tienen dimensiones y orientaciones muy diversas. Un caso muy particular lo constituye el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, que cuenta con el 50% de los
efectivos (investigadores y personal auxiliar) del conjunto de OPI y se dedica a,
prácticamente, todos los campos de investigación. Su profesionalización le permite producir alrededor del 18% de todas las publicaciones científicas y el 24,6% de
las patentes del sistema público. Los demás OPI tienen una orientación sectorial y
sus dimensiones son muy diferentes.
Empresas
Aunque la empresa es el elemento fundamental de todo el proceso de innovación,
por ser el único especializado en ofrecer productos y servicios al mercado, en el
caso español es considerado el eslabón más débil de la cadena.
La estructura productiva española presenta una terciarización similar a la de los
restantes países desarrollados. La estructura sectorial de la industria española ha
registrado modificaciones en los últimos años que han supuesto un aumento de la
participación de los sectores más innovadores y dinámicos. Así, por ejemplo, el
valor añadido generado en los sectores con nivel tecnológico alto pasó de representar el 10% en 1990 al 11,8% en el año 1996, valorado todo ello a precios constantes de 1990.
Aún así, es preciso decir que la empresa española no ha basado su expansión
en la innovación. Según la encuesta sobre innovación tecnológica de las empresas en 1994 (INE, 1997a), sólo el 11% de las empresas industriales españolas son
innovadoras frente al 25% de las europeas. En términos de I+D, los porcentajes
sobre el PIB son del 0,4% para España y del 1,2% para Europa. De acuerdo con
esta misma encuesta, de las 17.483 empresas consideradas como innovadoras,
solamente el 25% realiza I+D y el 17% tiene un departamento de I+D.
Por otra parte, las empresas españolas parecen innovar principalmente reaccionando a estímulos externos (exigencias de los clientes, presión de los compe18
tidores), más que como consecuencia de su iniciativa de explotar nuevas oportunidades tecnológicas. Su objetivo final de innovación es aumentar, o mantener, la
cuota de mercado a partir de la diversificación del producto principal, con una presencia menor de motivaciones tales como la apertura de nuevos mercados o la
obtención de ventajas derivadas de una pronta presencia en nuevos subsectores.
Entorno
Se reconoce que el entorno español de las empresas es menos estimulante que
el de nuestros países vecinos. El análisis comparativo de España con otros países
desarrollados en cuanto a la demanda de algunos bienes y servicios de alto contenido tecnológico, revela una situación de cierto retraso en nuestro país, que
seguramente es tanto consecuencia de nuestro nivel de desarrollo como de la cultura general y tecnológica de la sociedad.
La demanda pública de bienes y servicios ha descendido gradualmente a partir de 1992, situándose en el 3,9% del PIB en el año 1995, y nunca ha sido utilizada de forma eficaz para estimular la capacidad tecnológica y de innovación del
sector empresarial español.
Las peculiaridades del proceso de innovación hacen que los mercados financieros y las entidades financieras tradicionales, no resulten con frecuencia los más
adecuados para su financiación. Se hace necesaria la existencia de instituciones
especializadas en la financiación de la innovación, tales como las entidades de
capital-riesgo, los inversores privados y unos mercados bursátiles adecuados
(segundos mercados).
El volumen de los recursos gestionados por las instituciones de capital-riesgo
en España suponía el 8% del total de las europeas. En esta comparación debe
tenerse en cuenta el muy escaso desarrollo de la institución del capital-riesgo en
Europa.
Los segundos mercados de valores nacieron para responder a la creciente
necesidad de dinamizar la creación y el acceso al mercado de capitales de las
pequeñas y medianas empresas (PYME), al estar éstas más capacitadas para el
fomento del empleo y de la innovación, aunque han registrado escaso éxito en
Europa. España no ha constituido una excepción a este comportamiento.
Las condiciones laborales españolas han presentado históricamente diferencias
con las de nuestro entorno, pero la evolución reciente tiende a disminuirlas. La
evolución del empleo no ha sido ajena al grado de intensidad tecnológica de los
sectores, beneficiándose los más exigentes en tecnología.
El análisis de la evolución de los gastos de formación muestra que España está
realizando un esfuerzo grande de convergencia con los países comunitarios en el
terreno de la educación, de manera que el gasto español ha pasado de representar un 2,5% del PIB en 1980 al 4,5% en 1993. El esfuerzo inversor realizado en los
últimos años comienza a reflejarse en la mejora paulatina de la cualificación de los
19
recursos humanos en España. Así, dentro del grupo de población con edades
comprendidas entre 25 y 34 años, el porcentaje de aquéllos que, como mínimo,
han cursado estudios secundarios asciende al 45%, mientras que en el grupo de
población entre los 25 y 64 años este porcentaje sólo es del 11%.
Otro hecho significativo de las características de nuestro sistema educativo es
la disparidad existente entre la demanda de la industria y la oferta de titulaciones.
Todo parece indicar que la orientación hacia las carreras de carácter técnico es
menor en España que en otros países europeos. Paralelamente, las empresas
españolas cuentan con menos técnicos que las europeas. Según la clasificación
de ocupaciones laborales ISCO, aquellas ocupaciones en las que se ubican estos
profesionales representaban en 1991, y sobre el total de los empleados, un porcentaje 10,9 puntos inferior en las empresas españolas que en las europeas, frente a los 11,4 puntos de diferencia en 1982.
Finalmente, debe decirse que la formación continua está siendo bien recibida
por empresarios y trabajadores, aunque es posible que no se oriente con la debida intensidad a capacitar para la innovación en las empresas.
Diagnósticos del sistema español de innovación
La primera conclusión a que lleva el análisis de la situación actual del sistema
español de innovación es su tamaño reducido y el peso excesivo de la administración pública. Es justo concluir, sin embargo, que el sistema público de I+D ha
sabido responder a los estímulos que ha recibido, fundamentalmente de la administración, y ha alcanzado una más que aceptable presencia internacional en
cuanto a la producción científica. Por esta razón, los científicos españoles son respetados tanto en España como en el exterior. Sin embargo, serán necesarios
todavía grandes esfuerzos para mantener esta calidad, a medida que el sistema
se desarrolle más y vaya adquiriendo la dimensión adecuada.
El sistema productivo español no ha mejorado de forma tan clara, ni tampoco
ha sido capaz de aprovechar el aumento de calidad del sistema público de I+D.
Las empresas que innovan no recurren con suficiente intensidad a la tecnología.
Cuando lo hacen, prefieren adquirirla del exterior y a ser posible incorporada a los
equipos de producción. Son aún menos las empresas que realizan internamente
actividades de investigación y desarrollo, y la cooperación con el sistema público
de I+D no es muy frecuente. La obligada preocupación por el aumento de la calidad científica y una falta de orientación desde la propia empresa son las causas
de que ésta todavía no se haya beneficiado de la vitalidad de la I+D pública.
El análisis realizado para cada uno de los subsistemas ha llevado a los treinta y
seis diagnósticos particulares que se detallan en el tercer capítulo. Éstos se recogen en los cuadros que figuran al final de este Resumen. A continuación se presentan una serie de comentarios para facilitar el camino para su comprensión.
20
Administraciones públicas
Las administraciones públicas en sus niveles europeo, central, autonómico y local
han asumido diferentes responsabilidades, aunque no siempre convenientemente
coordinadas. Existe una preocupación pública por el fomento de la innovación y
se han creado las estructuras normales en Europa. Sin embargo, los mecanismos
de ayuda a la empresa no están adaptados a las exigencias de sus negocios ni
siguen las pautas de aplicación consagradas en los países europeos.
Es necesario todavía buscar caminos que garanticen la especialización de cada
nivel administrativo, en aquellas etapas de la innovación que les interesan más
directamente para que sean más eficaces y, en este sentido, es preciso reconocer
que hasta ahora ha habido más preocupación por ocupar posibles campos de
actuación, que por la detección de los más idóneos a las necesidades.
A nivel del gobierno central no ha existido hasta ahora un enfoque global del
fomento de la innovación y tampoco las diversas políticas específicas han tenido
la necesaria continuidad. Los gobiernos autonómicos tienen un creciente interés
por la innovación, aunque sus políticas son muy diversas por carecer de marcos
de referencia. La preocupación de las administraciones locales es relativamente
reciente y son escasos los ejemplos. Los programas de la administración comunitaria, aunque beneficiosos para el conjunto del sistema español de innovación, no
están adaptados a los objetivos empresariales de las compañías españolas.
El énfasis de estas políticas públicas se ha puesto en la mejora de la capacidad
de investigación científica, lo cual era necesario en el caso español. Sin embargo,
la transferencia de resultados a la empresa ha ocupado un segundo plano y ha
adolecido de una falta de coordinación, tanto dentro de la administración central
como en las comunidades autónomas.
Infraestructuras de soporte a la innovación
No es posible aventurar un diagnóstico general sobre las infraestructuras españolas de soporte a la innovación, salvo decir que son menos y de dimensiones más
pequeñas de lo normal en los países desarrollados. Por diversas razones, se puede afirmar que no están todavía plenamente integradas en el sistema español de
innovación. La falta de una inquietud uniforme en el tejido empresarial por su desarrollo, que no puede ser sustituida por el interés del sector público, es con toda
certeza la principal causa de su actual situación.
Los centros y los parques tecnológicos son las infraestructuras de soporte que
más incidencia tienen en la innovación. Las restantes entidades de soporte tienen
una actuación más concreta y se adaptan a modelos uniformes. Las OTRI son tratadas como una parte del sistema público de I+D, dado que las nuevas oficinas
adscritas a otros subsistemas son demasiado recientes para ser analizadas.
Los centros tecnológicos no han sido objeto, hasta fechas muy recientes, de
una atención especial por parte de la administración central. Ésta es una de las
21
posibles razones por las que su función de interfaz, o puente, entre la I+D pública
y la empresa no esté suficientemente desarrollada y de que todavía no existan
redes de centros a nivel nacional que faciliten a todas las empresas del país el
acceso a los centros más especializados, lo que evitaría muchas de las innecesarias duplicidades detectadas.
La presencia empresarial en los órganos de gestión de los centros tecnológicos
no ha sido garantía de una oferta y una gestión de servicios más adaptadas a las
necesidades de las empresas de su entorno. Es posible que la creación de muchos de ellos respondiera más a la voluntad política que a una necesidad sentida
por las empresas de su entorno. Esto contrasta con la actividad desarrollada por
otros centros, que demuestra que estas infraestructuras son capaces de convertirse en uno de los pilares del crecimiento de ciertos sectores españoles y del sostenimiento de otros.
Los parques tecnológicos españoles no han completado su proceso de creación con el establecimiento de verdaderos mecanismos internos de transferencia
de tecnología. Actualmente, existen más de 500 empresas de base tecnológica
instaladas en sus terrenos, con una facturación anual superior a 170.000 MPta.
Sistema público de I+D
El número de grupos de excelencia, especialmente en las materias que son más
próximas al tejido empresarial español, es todavía pequeño, al igual que lo es el
tamaño de muchos de ellos, lo que dificulta la transferencia de tecnología al tejido
productivo.
La escasa movilidad del personal investigador, dificultada por el actual ordenamiento administrativo, es una de las causas más importantes de la separación que
existe entre el mundo científico y el productivo. La empresa no se beneficia del
conocimiento técnico de los investigadores y el sistema público de I+D no puede
conocer directamente los problemas que tiene la empresa, ni los condicionantes
de ésta para resolverlos.
Se ha comprobado que las empresas tienen un profundo desconocimiento de
la capacidad tecnológica del sistema público. Además, muchas empresas pequeñas y medianas consideran muy difícil relacionarse con la universidad y con los
organismos públicos de investigación que pudieran ayudarles.
El actual reglamento de los OPI tampoco es adecuado para facilitar la relación
con el tejido productivo, pues impone demasiadas rigideces a la gestión de sus
medios materiales y humanos. Se tiene el convencimiento de que la aplicación de
la Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado
(LOFAGE) en su actual estado puede agudizar el problema, pero sin duda ha puesto de manifiesto la necesidad de idear un nuevo modelo que debería tener en
cuenta las necesidades de financiación de los proyectos, las peculiaridades del
personal investigador y la flexibilidad de la gestión.
22
La enseñanza tampoco tiene en cuenta las necesidades de la empresa; ésta es
una consecuencia más de la escasa importancia que se ha atribuido a la relación
continua entre los sistemas productivo y educativo. En el caso de la enseñanza
superior, la figura del profesor asociado, que creó la Ley de Reforma Universitaria
de 1983 con este objetivo, no se ha utilizado correctamente.
Empresas
La empresa española basa su innovación fundamentalmente en tecnología adquirida y está más interesada en la innovación en procesos que en productos. No es
frecuente que las empresas consideren a la tecnología como una componente
esencial de sus estrategias de negocio.
Los datos demuestran que los recursos aplicados a la innovación son mucho
menores que los que dedican sus competidores europeos, y tienen mucho menos
personal cualificado para entender y obtener ventajas del cambio tecnológico.
Por otra parte, la estructura del tejido empresarial español está concentrada en
sectores cuyos caminos habituales de innovación parten de la tecnología suministrada por sus proveedores, por lo que tiene poca necesidad de resultados propios
de I+D. Las empresas de base tecnológica son muy escasas en España.
También ha quedado constatado en los debates que no existe en España una
cultura de investigación cooperativa; y que solamente cuando las administraciones
han tomado la iniciativa se han emprendido acciones para identificar necesidades
tecnológicas compartidas por las empresas de un mismo sector y sus posibles
soluciones.
Entorno
El entorno español no ha favorecido tradicionalmente la innovación tecnológica.
Los mercados interiores, las finanzas y la educación no han sido inductores de
actitudes innovadoras en la sociedad española. La demanda privada ha sido poco
exigente en cuanto al contenido tecnológico de sus compras, seguramente debido a su bajo nivel educativo.
Las administraciones se han comportado en contadas ocasiones como compradores inteligentes para inducir el aumento de la capacidad tecnológica de
nuestras empresas; y además hay que añadir que las compras públicas nunca han
sido utilizadas eficazmente como un instrumento de la política tecnológica.
El sistema financiero tampoco ha creado instrumentos para compartir riesgos
en el proceso de innovación, ni ofrecer caminos para la rápida desinversión en
empresas ya consolidadas y con expectativas de rendimientos más seguros pero
menores.
El sistema educativo no prepara para la vida empresarial, menos para la innovación. La formación profesional, que debería capacitar al trabajador para promo23
ver innovaciones incrementales desde su puesto de trabajo, está muy poco desarrollada. La universidad no ha sido capaz de estimular un espíritu emprendedor en
sus alumnos y en las carreras técnicas y de ciencias experimentales no se insiste
suficientemente en transmitir las peculiaridades de la aplicación empresarial de los
conocimientos que enseñan.
Recomendaciones para el sistema español de
innovación
El análisis realizado para cada uno de los subsistemas ha sugerido treinta y cuatro recomendaciones de actuaciones concretas, que están justificadas en el tercer
capítulo y reunidas en los cuadros que siguen. A continuación se expone una apreciación global de las recomendaciones para cada uno de los subsistemas.
Administraciones públicas
La innovación tecnológica debe formar parte de las políticas estratégicas de la
administración central. Para ello es necesario un único organismo administrativo
del máximo nivel político, capaz de gestionar y coordinar eficazmente las actuaciones del Estado destinados al fomento de la innovación. Sus responsabilidades
serían la coordinación e integración de los objetivos y prioridades de los ministerios sectoriales, la coordinación con las políticas afines de las comunidades autónomas, el establecimiento de las prioridades estratégicas en materia de innovación
y el control y asignación de todos los fondos destinados por la administración central a estos fines.
Se propone como instrumento para esta política la creación de un Plan de
Innovación, en el que se presenten las líneas estratégicas del Estado en esta materia, y se desarrollen mediante una serie de programas que contemplen todo el proceso innovador desde la creación del conocimiento hasta la absorción de la tecnología por el tejido empresarial. Cada programa debe definirse de forma que se
establezcan criterios específicos para la evaluación y el seguimiento de cada una
de las etapas de la innovación. Los programas de dicho Plan se implantarían
mediante proyectos propuestos por los diferentes agentes del sistema español de
innovación.
Asimismo, se dan recomendaciones para que este Plan de Innovación desarrolle la mejora e integración de las infraestructuras de soporte y la coordinación con
las políticas regionales de las comunidades autónomas.
Infraestructuras de soporte a la innovación
Para una mayor integración de los centros tecnológicos en el sistema nacional de
innovación, se recomienda que los objetivos de estos centros, en su provisión de
soporte y servicios, se enfoquen hacia una especialización en tecnologías y conocimientos relevantes para su entorno empresarial o sectorial. Es este sentido los
24
niveles de calidad de los servicios prestados a las PYME deben enmarcarse en
parámetros competitivos, internacionalmente aceptados, y su gestión debe llevarse de acuerdo con criterios de eficacia, propios del sistema empresarial.
Para conseguir estos objetivos se precisa: una mayor participación e implicación de los representantes de su entorno empresarial en los órganos de dirección;
un funcionamiento en red para conseguir un mejor aprovechamiento para las
empresas, evitando así duplicidades o insuficientes masas críticas; y que cada
centro actúe para las empresas de su entorno geográfico y sectorial como vía de
entrada a su red cuando las demandas no correspondan al campo de especialización del centro. El Plan de Innovación de la administración central debe contemplar mecanismos que fomenten este planteamiento.
En cuanto a los parques tecnológicos se recomienda que su utilidad, como instrumento de política de innovaciones, debería basarse en el fomento de las acciones de transferencia de tecnología entre sus empresas y de éstas con los centros
de investigación de su entorno. Estos objetivos deben guiar la estrategia de todo
parque. Asimismo, no deben emprenderse nuevas creaciones de parques tecnológicos mientras no se haga un cuidadoso análisis de las posibilidades de sinergia,
anteriormente apuntadas, que conduzcan a un valor añadido en materia de transferencia de tecnología y fomento de la innovación. El parque científico puede ser,
además, un adecuado instrumento de política local para aprovechar el potencial
de los campus universitarios.
Sistema público de I+D
El sistema público de I+D debe crecer tanto en sus aspectos científicos como tecnológicos. Debe hacerlo poniendo preferencialmente su atención en las etapas de
transferencia de tecnología al tejido productivo. Es preciso que los organismos
públicos de investigación (OPI) adapten su tamaño y modos de gestión a este fin.
Todo ello supone algunos cambios en los objetivos, gestión, organización y motivación de dichos organismos para cumplir su papel de generadores de tecnología
con destino al tejido empresarial.
De igual forma, la universidad debe entender el quehacer y las necesidades
empresariales a la hora de definir sus planes de formación e investigación si quiere mejorar su influencia social. El grado de satisfacción del entorno socioeconómico de una universidad debe formar parte de los criterios para la evaluación de la
calidad de su labor.
El sistema público de I+D debe partir de las necesidades de investigación de las
empresas españolas para orientar su especialización y crecimiento. Los estudios
de prospectiva llevados a cabo por la administración deben ofrecer suficiente información para este fin.
En la creación de institutos universitarios debe considerarse de la mayor importancia la participación de empresas en su constitución, para que este tipo de
investigación universitaria se oriente hacia las necesidades empresariales.
25
Empresas
La empresa española debe modificar su gestión para aprovechar las oportunidades del cambio tecnológico. La tecnología debe gestionarse como cualquier otro
recurso de la empresa, por lo que debe estar integrada en los planteamientos
estratégicos de negocio. Las empresas españolas deben intensificar la cooperación entre ellas y con los centros de investigación y tecnológicos.
La estrategia empresarial debe considerar la tecnología como recurso clave
para la competitividad diferenciadora y sostenida. La empresa no sólo debe orientarse a nuevas formas de planteamientos estratégicos, sino a estructuras organizativas que apoyen la innovación tecnológica. Esto supone el desarrollo de mecanismos para crear el compromiso de todos los empleados con los objetivos de
negocio y para gestionar su conocimiento y competencia. Para ello deberá poner
los medios para absorber la información relevante de sus entornos científico, tecnológico y de mercado, así como para valorizar los conocimientos y habilidades
tecnológicas que posee.
Asimismo, las administraciones regionales y locales deben fomentar el asociacionismo y cooperación sectoriales entre las empresas pequeñas y medianas de
su entorno, creando foros de discusión e infraestructuras que mejoren la calidad,
capacidades, prácticas de gestión, competitividad y comercialización del tejido
empresarial inmediato.
Entorno
Las compras públicas, la legislación del mercado financiero y el contenido de las
enseñanzas deben ayudar a crear una actitud innovadora en la sociedad y, especialmente, en su clase empresarial. Las adquisiciones de la administración y los
proyectos nacionales o regionales de modernización, debidamente coordinados
con las políticas tecnológicas, deben ser un instrumento para aumentar la capacidad tecnológica de las empresas. Para ello, la administración central debe elaborar programas directores que orienten las futuras normalizaciones y homologaciones, y la redacción de las especificaciones técnicas de los concursos públicos y
los proyectos de modernización.
La legislación del capital-riesgo debe modificarse para facilitar la creación de
nuevas empresas y la realización de activos de las ya consolidadas. Las sociedades de capital-riesgo precisan de criterios de gestión privada para conseguir eficacia. Es preciso avanzar hacia una mayor participación del capital privado en
estas sociedades.
Es necesario movilizar a la sociedad española, en su conjunto, hacia una mayor
cultura científica y tecnológica, empezando por los primeros niveles educativos, a
lo que deben contribuir también los medios de comunicación social. Los sistemas
educativos superiores han de dar relevancia a la cultura empresarial en los planes
26
de enseñanza de las escuelas técnicas y facultades experimentales e, igualmente,
a la formación tecnológica en las empresariales. Es fundamental fomentar, mediante la reglamentación apropiada, el trasvase de científicos y tecnólogos entre el
mundo académico y el empresarial.
27
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
DIAGNÓSTICOS
Las políticas científica, tecnológica y de transferencia de resultados al tejido empresarial no han estado coordinadas. No ha existido una estrategia integrada de ámbito estatal para el fomento de la
innovación.
Las políticas de apoyo a la I+D no han formado parte, con la necesaria continuidad, de las prioridades presupuestarias de la administración central del Estado. De hecho, los recursos totales dedicados
al fomento de la innovación están muy por debajo, tanto en términos absolutos como relativos, de lo que es habitual en los países de
nuestro entorno.
La consolidación del Estado de las autonomías ha motivado una
potenciación de las actividades de fomento de la innovación, con un
importante crecimiento de los recursos e iniciativas, aunque su
cuantificación es difícil dada la carencia de datos oficiales. Sin
embargo, a esta dinámica, claramente positiva, le ha faltado madurez y un marco de referencia para su coordinación, tanto entre las
diversas autonomías como de éstas con la administración central.
Las políticas públicas de apoyo a la innovación han estado más
orientadas a la mejora de la capacidad científica que al aumento de
la competitividad del tejido empresarial.
Los mecanismos de financiación pública de la I+D empresarial
están poco adaptados a la realidad de las empresas y no coinciden
con los patrones europeos. Las administraciones hacen un uso
excesivo de créditos blandos y los plazos de las subvenciones no
son compatibles con el ritmo de los negocios. Las empresas no
saben aprovechar las ventajas fiscales existentes.
Los mecanismos de coordinación de las políticas de los diferentes
ministerios no han sido eficaces. La recientemente creada Oficina
de Ciencia y Tecnología es un primer paso para su mejora, pero su
bajo nivel administrativo puede ser un grave inconveniente para que
cumpla adecuadamente su función de coordinación.
La coordinación de las políticas de innovación dentro de las administraciones autonómicas ha sido prácticamente inexistente, aún
siendo esencial en el caso de las pequeñas y medianas empresas.
Los criterios que guían los programas de la Unión Europea no están
adaptados a los objetivos de negocio de la gran mayoría de las
empresas españolas.
28
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
RECOMENDACIONES
La coordinación, planificación, asignación de fondos y gestión de
la política de innovación de la administración central del Estado
deben ser responsabilidad de un organismo del mayor rango
político.
La planificación de la política de innovación de la administración
central deberá basarse en un Plan de Innovación. Este Plan deberá desarrollarse mediante un conjunto de líneas estratégicas de
innovación, que integre las políticas científica, tecnológica, de
transferencia de resultados y cualquier otra que se requiera para
fomentar la innovación.
Las líneas estratégicas del Plan de Innovación deberán estar
desarrolladas en una serie de programas que sustenten la estrategia. Los programas deberán concretarse en convocatorias a las
que concurrirán proyectos propuestos por los diferentes elementos del sistema español de innovación.
El Plan de Innovación deberá considerar el tratamiento diferenciado de los proyectos de generación de conocimiento y de los
orientados al fomento de la innovación empresarial basada en la
tecnología, así como de aquéllos tendentes a coordinar políticas
regionales de innovación.
La asignación de recursos al Plan de Innovación deberá estar en
consonancia con sus objetivos. Es necesario un fuerte incremento de las partidas presupuestarias correspondientes para ajustar
el gasto español a los patrones europeos.
Los criterios de evaluación y seguimiento de los proyectos deben
ser específicos para cada una de las etapas de la innovación.
Estos criterios deberán ser suficientes tanto para fomentar la creación de conocimiento como para incentivar la coordinación en el
ámbito nacional y entre comunidades autónomas, y también
desencadenar los procesos de transferencia de tecnología en
todas sus facetas.
El énfasis en la coordinación de las administraciones central,
autonómicas y locales deberá ponerse en las etapas de las líneas
temáticas del Plan de Innovación más directamente relacionadas
con el desarrollo tecnológico empresarial.
29
INFRAESTRUCTURAS DE SOPORTE A LA
INNOVACIÓN
DIAGNÓSTICOS
Los centros tecnológicos no han alcanzado un grado aceptable
de integración en el sistema español de innovación.
Los centros tecnológicos dedican poco esfuerzo a su papel de
interfaz entre el sistema público de I+D y el tejido empresarial.
Esto se deja sentir más en las tareas de marketing tecnológico,
por lo que no ejercen en su debida extensión su importante función de articulación dentro del sistema de innovación.
La participación de los centros tecnológicos en el sistema español de innovación no ha alcanzado la importancia relativa que le
correspondería dentro del marco europeo.
Por lo general, el reducido tamaño de los centros tecnológicos es
una clara limitación para satisfacer la amplia gama de servicios
que demandan los sectores a los que sirven.
La participación empresarial en los órganos rectores de los centros tecnológicos no ha dado, por lo general, los frutos esperados.
Aún reconociendo las necesidades regionales específicas, se
producen numerosas, y no siempre necesarias, duplicidades en la
oferta y orientación de los centros tecnológicos. No se aprovecha
la potencial sinergia de una coordinación entre centros.
La mayoría de los parques tecnológicos españoles no están dotados de medios e instrumentos para el incentivo y fomento de una
estrategia de transferencia de tecnología entre los centros de
investigación y las empresas, ni tampoco entre éstas últimas.
Los parques tecnológicos han perdido interés como instrumentos
clave de política de desarrollo regional. Aparecen tímidamente los
parques científicos como un nuevo campo de actuación de la
política local.
30
INFRAESTRUCTURAS DE SOPORTE A LA
INNOVACIÓN
RECOMENDACIONES
Los centros tecnológicos deben enfocarse a la especialización en
tecnologías y conocimientos relevantes para las PYME de su
entorno geográfico y sectorial, sin renunciar a una presencia
nacional e internacional.
Los centros tecnológicos deben organizarse en red para, en su
conjunto, dar soluciones a las necesidades sectoriales, evitando
así innecesarias duplicidades o redundancias. Deben desarrollar
plenamente, dentro de este concepto de red, su función de interfaz entre el sistema público de I+D y el tejido empresarial. El Plan
de Innovación deberá apoyar ambos objetivos.
El conjunto de los centros tecnológicos debe conseguir que cualquiera de ellos esté en situación de canalizar, a otros centros de
la red, las demandas tecnológicas y de servicios que por su especialización no pueda satisfacer. Éste sería un camino adecuado
para conseguir su integración en el sistema, por lo que el Plan de
Innovación deberá fomentar este objetivo.
Los centros tecnológicos deberán definir su misión y objetivos en
un plan estratégico revisado periódicamente por sus órganos rectores. Este plan deberá concretar la implicación real en la financiación y gestión del centro de su tejido empresarial.
Los órganos de gestión de los centros tecnológicos deberán definir indicadores clave de rendimiento que permitan la continua
evaluación de su eficacia.
Los parques tecnológicos, para distinguirse de unas meras operaciones inmobiliarias, deberán definir, o en su caso profundizar, en
acciones enmarcadas dentro de una estrategia que fomente la
transferencia de tecnología entre las empresas y centros de investigación, así como del parque con su entorno y con otros parques.
La promoción de nuevos parques tecnológicos sólo deberá llevarse a cabo allí donde un cuidadoso análisis de viabilidad
demuestre la posibilidad de sinergia entre organismos de investigación productores de tecnología con proyectos empresariales
capaces de absorberla.
Las políticas locales de fomento de la innovación pueden encontrar
en los parques científicos un adecuado instrumento, siempre que
se basen en las capacidades reales de los campus universitarios.
31
SISTEMA PÚBLICO DE I+D
DIAGNÓSTICOS
La calidad del sistema público de I+D ha mejorado considerablemente, aunque es todavía necesario que aumente el número de
grupos de excelencia en muchos campos de la ciencia y la tecnología.
El potencial tecnológico del sistema público de I+D no es suficientemente conocido por el tejido productivo español. Muchas
de las pequeñas y medianas empresas consideran muy difícil
relacionarse con la universidad y con los organismos públicos de
investigación (OPI).
En la práctica, la transferencia de tecnología mediante personas
sólo tiene lugar a través de recién licenciados. La actual reglamentación del sistema público de I+D hace casi imposible la
movilidad de personal investigador hacia y desde las empresas.
La Ley de la Ciencia considera un único modelo de OPI y no presta especial atención a sus características como proveedores de
servicios tecnológicos a las empresas. La Ley de Organización y
Funcionamiento de la Administración General del Estado (LOFAGE)
no tiene en cuenta las peculiaridades de estos organismos y seguramente dificultará su gestión.
La actual gestión de los OPI no tiene la flexibilidad necesaria para
adaptarse a las diferentes etapas de la innovación.
Las oficinas de transferencia de resultados de investigación
(OTRI) no han alcanzado enteramente el papel que les fue atribuido cuando fueron concebidas. Una razón puede ser que no han
asumido, seguramente por falta de recursos adecuados, la función comercial que les corresponde. Ni los centros a los que están
adscritas, ni la CICYT, les han dedicado la atención que su misión
requiere.
La empresa no tiene un adecuado nivel de confianza en la universidad española. Considera que las enseñanzas no atienden sus
necesidades y que es difícil encontrar en ella una respuesta a su
demanda de innovación. Existe el convencimiento de que es necesario un mayor número de profesores con experiencia empresarial.
32
SISTEMA PÚBLICO DE I+D
RECOMENDACIONES
Deberán introducirse mecanismos específicos de organización y
gestión para facilitar la transferencia de tecnología desde los OPI
a las empresas. Es necesario que sea posible incentivar a los
investigadores para esta importante misión.
Las diferentes etapas de la innovación requieren métodos de gestión y de motivación diferenciados. No debe excluirse dotar a los
OPI de regímenes de gestión que permitan la creacción de unidades internas de orientación y dimensión adecuadas.
El Plan de Innovación, mediante acciones específicas en sus programas, deberá promover la orientación de los OPI hacia la transferencia de tecnología.
Las necesidades de I+D de las empresas españolas, identificadas
por la administración mediante sus estudios de prospectiva y el
continuo diálogo con los empresarios, deberán guiar la orientación y el crecimiento del sistema público de I+D en sus aspectos
educativo, científico y tecnológico.
La universidad, como institución, a la hora de definir sus enseñanzas, sus investigaciones y sus estrategias, debe dotarse de capacidad para entender las necesidades de las empresas y hacer económicamente rentables sus conocimientos tecnológicos.
Los institutos universitarios, creados con la participación de empresas, deben ser utilizados con más frecuencia cuando se intente orientar la investigación universitaria a las necesidades empresariales.
33
EMPRESAS
DIAGNÓSTICOS
La cultura empresarial dominante recurre a la tecnología, como
base de su innovación, en mucha menor medida que sus competidoras europeas.
Las empresas españolas se caracterizan por una mayor frecuencia en la innovación en procesos, generalmente inducida por sus
proveedores de equipos y materias primas, que en la de productos. En general, su actitud básica es la reacción frente a las acciones de sus competidores y no la anticipación.
Entre los caminos para materializar la innovación, el basado en la
ciencia es mucho menos frecuente que en los países de nuestro
entorno. Es notorio el bajo porcentaje de empresas que realizan
tareas de investigación y desarrollo.
Las empresas españolas no dedican los suficientes recursos
financieros y humanos a mejorar su capacidad tecnológica, cada
vez más necesaria para entender y atender las crecientes exigencias del mercado. Estos escasos recursos son causa de la baja
intensidad tecnológica de nuestro tejido productivo.
Las empresas españolas carecen de experiencia en programas
de investigación cooperativa y emprenden acciones de innovación de forma aislada, tanto de otras empresas como de los restantes agentes del sistema español de innovación.
Son poco usuales las iniciativas empresariales emprendidas para
identificar necesidades tecnológicas comunes y sus soluciones.
Son muy escasas las comunidades autónomas en las que se han
constituido “clusters” y éstos han sido, normalmente, impulsados
por los gobiernos regionales.
34
EMPRESAS
RECOMENDACIONES
Las empresas, independientemente de su tamaño, deben asumir
la tecnología como un recurso básico para su competitividad, lo
que exige que se integre en todos sus planteamientos estratégicos y de gestión.
La dirección de la empresa debe implicarse en la gestión de la
innovación y de la tecnología, y conseguir que éstas figuren en
todas las políticas empresariales.
La dirección de la empresa debe tener en cuenta el potencial que
representa, para el desarrollo de su innovación, la cooperación
con otras empresas, centros de investigación y tecnológicos. Las
administraciones autonómicas y locales deben fomentar esta
actitud en sus entornos geográficos.
Las empresas, en sus procesos de adaptación de sus organizaciones para la innovación, deberán considerar el recurso a los
equipos de trabajo multidisciplinares, que se han demostrado eficaces para crear actitudes de responsabilidad, confianza y compromiso entre sus empleados.
La innovación tiene su origen en el conocimiento. Las empresas
deberán capacitarse para absorber información relevante de su
entorno científico, tecnológico y de su mercado, para enriquecerla en su propio contexto (gestión del conocimiento).
35
ENTORNO
DIAGNÓSTICOS
La demanda del gran público, como impulsora de innovación tecnológica, es menos activa en España que en otros países.
La globalización de la economía y la privatización han dado lugar
a una demanda empresarial más exigente en innovación.
Las compras públicas y los grandes programas de modernización
planteados por las administraciones no han tenido consecuencias
significativas para el fomento de la innovación tecnológica.
Los instrumentos financieros diseñados para la innovación no
están suficientemente desarrollados en España. La creación de
nuevas empresas y la desinversión en empresas consolidadas se
ven especialmente dificultadas por las características actuales
del mercado financiero español.
El reducido mercado que ofrece España para las operaciones
innovadoras más frecuentes es considerado como uno de los
principales obstáculos para una verdadera implantación y consolidación de los inversores de capital-riesgo.
Las necesidades de innovación y las peculiaridades regionales no
se reflejan en los planteamientos que han guiado el reciente crecimiento de la oferta universitaria.
La formación universitaria, tanto en ciencias experimentales
como técnicas, no ha incorporado en sus curricula formación
para que los estudiantes adquieran una visión del quehacer
empresarial. Las escuelas de negocios tampoco han incluido de
forma regular las enseñanzas de gestión de la innovación.
36
ENTORNO
RECOMENDACIONES
La administración central deberá elaborar, dentro del Plan de
Innovación, unos programas directores para acompañar cualquier plan de modernización o de políticas sectoriales, dando
especial consideración a las futuras exigencias de normalización
y homologación. Estos programas orientarán la redacción de las
especificaciones tecnológicas de los concursos públicos de
adquisición de productos y servicios, y las condiciones técnicas
de las acciones de modernización.
La administración deberá revisar la legislación de capital-riesgo
teniendo especial cuidado en facilitar las acciones de creación de
nuevas empresas y la desinversión en las ya consolidadas.
El sistema financiero deberá crear segundos mercados orientados a las PYME con un alto potencial de crecimiento. Por razones
de dimensión y liquidez su alcance debe ser europeo y aprovechar las ventajas de la moneda única.
Las administraciones autonómicas y locales deberán emprender
acciones de difusión de los objetivos de las sociedades de capital-riesgo.
La consolidación de la cultura tecnológica de la sociedad debe
ser un objetivo prioritario de todas las instituciones educativas,
administrativas y de la sociedad civil.
Los consejos sociales deben asumir, como una de sus tareas prioritarias, la responsabilidad que les atribuye la Ley de Reforma
Universitaria para la adecuación de la oferta universitaria a las
necesidades empresariales y sociales de su región.
Deberán fomentarse las acciones de incorporación de científicos
y tecnólogos de distintos niveles al mundo empresarial aprovechando el potencial del colectivo de jóvenes investigadores. La
formación continua debe ser un instrumento para incrementar la
capacidad tecnológica de las empresas.
Deberán fomentarse acciones de formación de tecnólogos para la
asunción de responsabilidades de gestión empresarial.
37
1
Introducción:
El concepto de innovación
■
39
La innovación es, para los propósitos de este documento, el complejo proceso
que lleva las ideas al mercado en forma de nuevos o mejorados productos o servicios. Este proceso está compuesto por dos partes no necesariamente secuenciales y con frecuentes caminos de ida y vuelta entre ellas. Una está especializada en la creación de conocimiento y la otra se dedica fundamentalmente a su
aplicación para convertirlo en un proceso, un producto o un servicio que incorpore nuevas ventajas para el mercado. La primera usará recursos materiales y
humanos para generar nuevos conocimientos, mientras que la segunda lo hará
para que estos conocimientos, normalmente integrados con otros más antiguos,
se conviertan en riqueza. Ambas partes son necesarias para que exista innovación, aunque debe admitirse que su importancia puede ser muy distinta de unos
casos a otros.
El conocimiento en el que se basa la innovación puede referirse a un mejor
entendimiento del mercado, a una mejor comprensión de la organización empresarial o también tener un contenido tecnológico. Se habla por esta razón de innovaciones comerciales, de innovaciones organizativas y, por supuesto, de innovaciones tecnológicas. En los primeros casos, las ideas iniciales inciden fundamentalmente en el coste de los productos y servicios, tanto en sus componentes de
producción como de distribución. Cuando se trata de innovación tecnológica, la
novedad podrá afectar tanto a costes como a prestaciones, y éstas últimas dan,
por regla general, libertad a la empresa para determinar, aunque sea temporalmente, el precio de su oferta. En cualquier caso, cualquier innovación debe tener
consecuencias positivas para los beneficios presentes o futuros del empresario.
A pesar de las evidentes diferencias entre estos tipos de innovaciones, es necesario tener muy presente que en el momento actual es muy difícil encontrar innovaciones que sean posibles, o que no se vean dificultadas, sin recurrir a usos nuevos de la tecnología. Por ello, con mucha frecuencia, cuando se habla de innovación tecnológica se incluyen, implícita o explícitamente, todas las demás. En todo
caso, este documento está orientado específicamente a la innovación tecnológica
y en él se supone que si bien puede haber, y sin duda existen, empresas que
sobreviven en el competitivo mercado actual gracias a los otros tipos de innovación, sus resultados serían mucho mejores si recurrieran sistemáticamente a la
tecnología como fuente y factor potenciador de sus innovaciones.
Mucho se ha escrito sobre las diferentes actividades que son necesarias para
que exista innovación tecnológica. Se tiene hoy la evidencia que éstas son prácticamente todas las que puede desarrollar la empresa, ya que ninguna de sus funciones debe ser ajena a los procesos de innovación, y ésta es la razón por la que
en el modelo de la figura 1.1 se representa todo el proceso productivo. La actividad de investigación y desarrollo es sólo una parte de la innovación, ciertamente
la que crea la mayor cantidad de conocimiento tecnológico, y que puede tener
lugar tanto en la propia empresa como en el exterior.
41
Figura 1.1.
Un modelo del proceso
de innovación
Pesetas constantes
INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
Los estudiosos de la gestión de la innovación han pretendido identificar diversas
etapas en la actividad de investigación y desarrollo con el objetivo de establecer criterios de dirección de un trabajo creativo, que se escapan de las tradicionales reglas
de la “gestión científica” de Frederick Taylor. Lo que sigue siendo válido de aquellos
estudios es la diferenciación por finalidad “a priori” de los trabajos de investigación
y desarrollo. Así, mientras unos pretenderán fundamentalmente aumentar el conocimiento, o sea crear ciencia, otros buscarán su aplicación y se orientarán a la creación de tecnología, es decir, intentarán mejorar de forma sistemática, ayudados
por el conocimiento científico, la utilización de recursos para obtener resultados
prácticos (Badawy, 1997). Desde el punto de vista de su gestión, la principal conclusión es que, para los segundos, el factor tiempo se convierte en una magnitud
de primera importancia ya que la tecnología queda rápidamente obsoleta, mientras
que la ciencia será siempre útil. Sin embargo, la complejidad actual de la actividad
de investigación y desarrollo demuestra cada día que la diferenciación “a posteriori” resulta muy difícil y carente de sentido.
La innovación es, por las anteriores razones, un hecho característico de la empresa y sobre el que ésta debe tomar la principal responsabilidad. Sin embargo,
muchos otros agentes pueden llegar a ser imprescindibles en múltiples circunstancias y por ello uno de los métodos más eficaces para entender la innovación es
admitir que ésta tiene lugar dentro de un sistema nacional, regional o local. Este
método, que se describe en el capítulo 2, es el que se sigue en este documento
para hacer un análisis a nivel nacional.
Los demás agentes o subsistemas que, además de la empresa, componen el
modelo de sistema nacional de innovación utilizado, son las administraciones
públicas, en sus diferentes niveles, las infraestructuras de soporte a la innovación,
el sistema público de I+D y el entorno constituido por un amplio conjunto de instituciones que, aún no habiendo sido creadas para la innovación, sin ellas ésta
42
sería imposible o mucho menos eficaz. Sirvan como ejemplos el sistema educativo, el sistema financiero, las infraestructuras comerciales y, por supuesto, el mercado.
Debe advertirse, sin embargo, que el objetivo del presente documento es analizar la situación de la innovación desde el punto de vista de la empresa. Así, cuando se estudian los diferentes subsistemas, no se abordan muchas de las cuestiones que no tienen una directa consecuencia empresarial. Éste es el caso de las
consideraciones que se hacen del sistema público de I+D, de las que quedan
excluidas la mayor parte de las actividades en humanidades, por citar sólo un
ejemplo. Lo mismo ocurre con el análisis, necesariamente parcial, del sistema
financiero, que sólo recoge los aspectos relacionados con la financiación de la
innovación. Otro tanto puede decirse del sistema educativo.
Tal como se describe en el Anexo I, el contenido de este documento es el resumen de las numerosas opiniones recogidas en un gran número de debates desarrollados por toda la geografía española y en los que han participado muchos
expertos de la empresa, del mundo científico y de las administraciones. El punto
de partida de estos debates, y también del presente documento, ha sido el denominado Libro Verde de Cotec, que fue elaborado después de un extenso trabajo
de consulta bibliográfica, de discusiones en mesas de trabajo y entrevistas individuales a conocedores de la situación de la innovación en España.
El presente documento se compone de este capítulo de introducción y de otros
dos capítulos adicionales con objetivos diferentes y complementarios. El capítulo
2 ofrece una descripción del sistema español de innovación y para ello define y
concreta sus agentes y muchos de los elementos que los componen y, en la
medida de lo posible, describe las relaciones que se establecen entre ellos. El
capítulo 3, intenta diagnosticar la situación general, la de sus agentes y la de las
relaciones que se establecen entre ellos y, a partir de las conclusiones obtenidas,
deducir una serie de recomendaciones dirigidas a las empresas y a las administraciones, que podrían hacer más eficaces, en tiempo y recursos, los procesos de
innovación.
43
2
Descripción del sistema español
de innovación
■
45
Introducción
Aunque la innovación es un fenómeno fundamentalmente empresarial, muchos
expertos (Porter, 1993; Nelson, 1993) han demostrado que incluso las empresas
indudablemente mundializadas reciben una enorme influencia de sus países de
origen a la hora de definir sus estrategias tecnológicas. Se calcula que menos de
un 10% de las actividades de innovación de las 500 mayores empresas mundiales están localizadas fuera de sus países de origen. Este porcentaje contrasta con
las actividades de producción, internacionalizadas en más de una cuarta parte, y
con las actividades comerciales, internacionalizadas en proporciones mucho mayores (Tidd y otros, 1997).
La conclusión más importante es que las fortalezas y debilidades del potencial
innovador de las empresas están, de hecho, condicionadas por la preocupación
que existe en sus países de origen por desarrollar la actitud innovadora en su
sociedad. Esta actitud se apoya en una serie de instituciones implicadas en la
generación y transmisión del conocimiento y en la promoción del mismo. Entre
ellas ocupa de nuevo un lugar importante la empresa y, por supuesto, los incentivos y presiones que ejerce la demanda, bien en forma de exigencias sobre prestaciones de productos y servicios o como consecuencia de la competencia entre
los propios ofertantes.
Una herramienta que se está mostrando particularmente eficaz para analizar la
propensión de un país a promover, o por lo menos a facilitar, la innovación de sus
empresas es la propuesta por autores como Nelson, Lundvall y Freeman (Nelson,
1993), denominada sistema nacional de innovación. Este mismo concepto se ha
mostrado útil para analizar entornos geográficos más reducidos, siendo frecuente
encontrar estudios de este tipo referidos a regiones y a municipios.
El sistema nacional de innovación se define como “el conjunto de elementos
que a nivel de una nación actúan e interaccionan, tanto a favor como en contra de
cualquier proceso de creación, difusión o conocimiento económicamente útil”.
Admitido que la innovación tiene lugar dentro de un sistema, es necesario para su
estudio determinar cuáles son los elementos que lo componen y cuáles son las
relaciones que se establecen entre ellos y sus consecuencias favorables o desfavorables para la innovación.
En todo caso, el análisis de un sistema de innovación deberá buscar como último objetivo entender la estructura y competencias de todos los agentes que
deben intervenir en la producción propia de conocimiento que pueda llegar a ser
económicamente útil. No menos importante será comprender cómo se produce
la transferencia de estos conocimientos hacia la empresa, único elemento que
realmente puede convertirlos en riqueza y, por supuesto, qué otros elementos
intervienen en este último proceso. El comportamiento de otras instituciones,
nacidas para otros fines, es también fundamental a la hora de que la empresa
alcance mayores cotas en la intensidad y eficacia de su innovación. Ejemplos evidentes son el sistema financiero, el educativo y muchas de las infraestructuras
47
convencionales e instituciones de la sociedad civil características de los países
avanzados.
Una consideración especial merece el mercado más cercano a las empresas.
Muchos estudios empíricos han demostrado que las pautas de innovación de las
empresas están muy influenciadas por los hábitos de compra de sus conciudadanos privados y públicos, por los esquemas locales de precios y por las materias
primas y semielaboradas que les son accesibles.
El presente documento ha sido desarrollado tomando como herramienta de
análisis el sistema nacional de innovación que acaba de describirse. Una larga y
detallada reflexión aconsejó “partir” el sistema español de innovación en los cinco
subsistemas siguientes:
■
■
■
■
■
Las administraciones públicas
Las infraestructuras de soporte a la innovación
El sistema público de I+D
Las empresas
El entorno (la demanda y los recursos financieros y humanos)
Los nombres de cada subsistema dan una idea de sus contenidos, que serán
analizados en detalle en las páginas que siguen. Es de advertir también que se
optó deliberadamente por estudiar las relaciones entre estos subsistemas desde
la perspectiva de cada uno de ellos, teniendo especial cuidado en evitar la duplicidad de las consideraciones. Aunque es necesario tener siempre presente, como
se irá poniendo claramente de manifiesto a lo largo del texto, que las principales
disfunciones de nuestro sistema de innovación tienen su principal origen en las
relaciones entre los subsistemas, razones de orden práctico, dado el objetivo fundamental del documento, aconsejaron optar por este procedimiento de análisis.
Un enfoque complementario puede encontrarse en la obra de Fernández de Lucio
y Conesa (Fernández de Lucio y otros, 1996) sobre estructuras de interfaz en el
sistema español de innovación.
48
2.1. Administraciones públicas
Marco general
En la actualidad, las administraciones públicas de todos los países avanzados
apoyan activamente el proceso de innovación tecnológica. Este apoyo se concreta en una serie de políticas y actuaciones que afectan a todas las etapas de creación, difusión y uso del conocimiento. La ciencia, la tecnología y su utilización por
el tejido productivo son objeto de muy diversas acciones por parte de las administraciones, cuyos principales objetivos se describen a continuación:
■ El fomento de la innovación. Se concreta en la concesión de subvenciones y
créditos blandos y en normas de política fiscal sobre las actividades de innovación. Además, son frecuentes acciones intangibles como la emisión de recomendaciones o la realización de programas de prospectiva tecnológica.
■ La difusión de innovaciones y la transferencia de tecnología. Son cada vez más
frecuentes los programas de comunicación cuyo objetivo es la difusión de soluciones tecnológicas o la información al mundo empresarial de las capacidades
tecnológicas que les son accesibles dentro de su entorno. Forman parte también de estos objetivos la creación o el apoyo a instituciones orientadas a este
fin, tales como oficinas de transferencia de tecnología, centros empresariales de
innovación, fundaciones universidad-empresa, etc.
■ La regulación de aspectos técnicos (calidad, seguridad de los usuarios, normalización) y jurídicos (propiedad industrial, competencia), relacionados con la
innovación tecnológica.
■ La organización del sistema público de I+D. Las denominadas genéricamente
agencias de política científica y desarrollo tecnológico tienen esta misión, que
puede ir desde la preparación de normas legislativas hasta la gestión de las ayudas a las empresas, pasando por el diseño de acciones de orientación de las
actividades científicas y tecnológicas de los centros públicos de investigación,
los cuales constituyen el sistema público de I+D. Sin embargo, y por razones
metodológicas, se han excluido expresamente de este subsistema la creación
y transferencia de conocimientos y las acciones de fomento de la innovación,
basadas en el poder de compra de las administraciones, que son analizadas en
otros subsistemas.
Si bien la intensidad del apoyo público a la innovación tecnológica es materia de
discusión, la necesidad de su existencia no se pone en cuestión, e incluso países
que tradicionalmente se han resistido a definir políticas de innovación de ámbito
estatal han dado ya ese paso, como es el caso de los EE.UU. (Shapira, 1994).
49
Cuadro 2.1.
Razones del apoyo
público a la innovación
tecnológica
Existen dos líneas de justificación de la necesidad del apoyo público en el sistema de innovación (Sanz, 1995). La primera de ellas se refiere a las imperfecciones del mercado, relacionadas con el carácter de bien público de la tecnología
y con el riesgo inherente a todo proceso de investigación.
De este modo, las administraciones públicas deben intervenir para incentivar
a las empresas a alcanzar el nivel óptimo de inversión, en función de su propio
beneficio y de las externalidades que se generan para el resto del sistema económico. Este enfoque tomó cuerpo a finales de la década de los cincuenta y
principios de los años sesenta, e inspiró el desarrollo de políticas públicas de
apoyo a la innovación en los países tecnológicamente más avanzados del mundo, que se produjo en la década de los sesenta.
La segunda línea de justificación del apoyo público en el sistema de innovación pone el énfasis en los aspectos relativos a la difusión de las innovaciones
más que en la incentivación del proceso innovador en sí mismo. En esta óptica,
los problemas fundamentales son los que se refieren a la dificultad de convertir
el resultado de la investigación básica en nuevos productos o procesos y de
transformar conocimiento tácito, intransferible por definición, en conocimiento
codificado, que sí puede ser transferido y generar difusión de innovaciones. El
papel de las administraciones públicas en este contexto sería de catalizador del
proceso de difusión y de articulador del sistema de innovación. Esta línea de
pensamiento se ha desarrollado en la década de los ochenta (Rosenberg,
1982), y recientemente comienza a influir decisivamente en las políticas públicas
de algunos países.
Fuente: Elaboración propia
Evolución y situación actual de las políticas
públicas de innovación en España
La descripción de la evolución de las políticas de I+D e innovación en España se
completa cuando se realiza en el contexto de la experimentada en los países más
desarrollados. Éstos crearon instituciones de gestión y coordinación de las actuaciones en materia de fomento de la innovación en la década de los sesenta, en el
marco de las reflexiones y recomendaciones que la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) llevó a cabo durante aquellos
años. En 1965, la mayor parte de los países de la organización contaban con políticas explícitas de ciencia y organismos encargados de su coordinación (Sanz y
otros, 1993). Ya desde entonces, estas políticas se tradujeron en un decidido apoyo público a la innovación tecnológica.
En España, los pasos que se dieron en este sentido fueron de menor alcance.
En 1958 se creó la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica
(CAICYT), que posteriormente se encargó de gestionar el Fondo Nacional para el
Fomento de la Investigación Científica y Técnica, creado en 1964 con una dota50
ción de 100 MPta. La CAICYT surgió como un intento de deslindar de la ejecución
de la investigación las competencias en materia de gestión de la política científica,
hasta entonces desempeñadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Durante las décadas de los sesenta y setenta, aumentó el desfase entre la realidad española y la de los países occidentales. Mientras que éstos intensificaron los
recursos aplicados a la ciencia y a la tecnología, la situación en nuestro país fue de
un cierto estancamiento. Esta situación apenas cambió substancialmente durante
los denominados años de la transición política, que abarcan la segunda mitad de la
década de los setenta. La ciencia y la tecnología quedaron rezagadas en el núcleo
de las políticas públicas. No obstante, se dieron algunos pasos tales como la creación en 1978 del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) y, en el mismo
año, la creación de un Ministerio de Universidades e Investigación, que tuvo una vida
efímera. En 1982 se redactó un proyecto de Ley de Investigación Científica y Técnica, que la disolución de las Cortes y el cambio de gobierno impidieron aprobar.
No fue hasta la segunda mitad de la década de los ochenta cuando en España
se abordó de forma sistemática la definición y el desarrollo de políticas públicas de
apoyo a la ciencia y a la tecnología. Los veinte años de retraso se traducían en una
situación de partida muy desfavorable respecto de los países occidentales. Así,
mientras que en España el gasto total (público + privado) en I+D se situaba en
1986 en el 0,3% del PIB, en Europa la media rondaba el 2% (Sanz y otros, 1993).
Desde entonces la situación ha evolucionado favorablemente, habiendo influido
significativamente el ingreso de España en la Comunidad Europea en 1986 y la
preocupación mostrada por los gobiernos autonómicos. Por estas razones, a la
hora de describir las políticas públicas de apoyo a la innovación es conveniente
distinguir entre los ámbitos administrativos europeo, estatal y autonómico.
Administración central
Políticas de fomento
La reciente política de apoyo a la I+D de la administración central tiene su origen
en la Ley de Fomento y Coordinación General de la Investigación Científica y
Técnica de 1986, conocida como Ley de la Ciencia. La Ley creó la figura del Plan
Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico, que constituye “el
instrumento de planificación y ejecución de la política científica y tecnológica del
Gobierno”. La Ley prevé que el Plan se financie con fondos de los Presupuestos
Generales del Estado y de otras administraciones públicas, así como con aportaciones públicas y privadas y con fondos procedentes de tarifas fijadas por el
Gobierno. Parte de esta financiación se canaliza a través del Fondo Nacional para
el Desarrollo de la Investigación Científica y Técnica (Fondo Nacional de I+D).
Hasta la fecha se han completado la primera y segunda fases del Plan Nacional,
correspondientes a los periodos 1988-1991 y 1992-1995, y está en plena ejecución el III Plan Nacional, que debe cubrir el periodo 1996-99. Para esta fase se han
51
elaborado unos supuestos escenarios de financiación, de los cuales el de nivel
presupuestario intermedio prevé alcanzar en 1999 un gasto total en I+D equivalente al 1% del PIB 1, con una participación de la administración central en ese gasto algo superior al 25%. El III Plan establece un horizonte presupuestario para el
Fondo Nacional de algo más de 30.000 MPta anuales en promedio para su periodo de vigencia. Es necesario advertir que el Plan Nacional de I+D es fundamentalmente un instrumento de coordinación y su importe es aproximadamente sólo el
4% del total de los recursos que el país dedica a investigación y desarrollo.
La Ley de la Ciencia creó la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología
(CICYT), órgano de planificación, coordinación y seguimiento del Plan Nacional, y
legisló que es competencia del Gobierno establecer los ministerios que deben
estar representados en ella y determinar qué ministro debe presidirla. Desde su
creación, esta responsabilidad había recaído en el Ministro de Educación y
Ciencia. Sin embargo, la Ley 13/1996 de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales,
Administrativas y de Orden Social, modificó la redacción de los apartados 1 y 2 del
artículo 7 de la Ley de la Ciencia, atribuyendo la presidencia de la CICYT al
Presidente del Gobierno o al ministro en quien éste delegue. Según esta misma
Ley, y en lo que se refiere a la estructura orgánica, al personal y a los medios necesarios con que contará la Comisión Permanente de la CICYT, los mismos estarán
adscritos al Ministerio de Educación y Cultura.
La Ley de la Ciencia creó asimismo dos consejos. El primero de ellos, el Consejo General de la Ciencia, está orientado a facilitar la coordinación de las políticas
de la administración central y de las administraciones autonómicas. Lo preside el
presidente de la CICYT y está integrado por un representante de cada comunidad
autónoma y por los representantes de la administración central que designe el
Gobierno. Asimismo, para la participación de los agentes económicos y sociales
en la elaboración, seguimiento y evaluación del Plan Nacional, la Ley constituyó el
Consejo Asesor para la Ciencia y la Tecnología, presidido por el ministro que el
Gobierno determine. Hasta la fecha esta responsabilidad ha recaído en el Ministro
de Industria y Energía.
Finalmente, la Ley de la Ciencia otorgó nuevas competencias al CDTI, en particular: la evaluación del “contenido tecnológico y económico-financiero de los proyectos en los que intervengan empresas”; la contratación “con las universidades,
organismos públicos de investigación (OPI) y empresas, la promoción de la explotación comercial de las tecnologías desarrolladas por ellas”; y la colaboración “con
la CICYT en la obtención de los adecuados retornos científicos, tecnológicos e
industriales de los programas internacionales con participación española”; así
como la gestión de los que ésta le encomiende. Asimismo, la Ley establece que
“el CDTI gestionará sus recursos de acuerdo con las orientaciones y criterios que
se determinen en el Plan Nacional”.
1 Es de destacar que las previsiones del I Plan Nacional de I+D establecían que la barrera del 1% del
PIB en gasto en I+D se alcanzaría en 1990.
52
Un reciente Real Decreto de la Presidencia del Gobierno (30 de enero de 1998)
estableció la creación de la Oficina de Ciencia y Tecnología en la Presidencia del
Gobierno, con funciones de apoyo a la CICYT para planificación, coordinación,
seguimiento y evaluación de las actividades de ciencia y tecnología de los distintos
departamentos ministeriales y organismos públicos. Dicha oficina se adscribe al
Gabinete de la Presidencia del Gobierno con rango de dirección general y se nutrirá de personal de la antigua Secretaría General del Plan Nacional. La creación de
esta oficina, con clara vocación de coordinación, es demasiado reciente para
poder valorar la eficacia de su actuación, habiéndose creado ciertas expectativas,
y también dudas, en cuanto a los resultados que pueden esperarse de la misma.
Con la creación de esta oficina, la gestión del Plan Nacional, que antes ejercía la
Secretaría General del Plan Nacional, se adscribe a la Secretaría de Estado de
Universidades, Investigación y Desarrollo y, específicamente, a la Dirección General
de Enseñanza Superior e Investigación Científica.
En el seno de las políticas y actuaciones que gravitan alrededor del Plan
Nacional, algunos ministerios han desarrollado actuaciones en materia de I+D e
innovación. Así, el propio Ministerio de Educación y Cultura cuenta con el Programa Sectorial de Promoción General del Conocimiento, el Ministerio de Sanidad
con el Fondo de Investigaciones Sanitarias y el Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación con el Programa Sectorial de I+D Agrario y Alimentario.
Sin embargo, otros ministerios han diseñado y puesto en práctica actuaciones
de promoción de la I+D y la innovación que no se integran en el Plan Nacional,
como son los casos del Ministerio de Defensa y del Ministerio de Industria y Energía
(MINER), destacando por su generalidad las de éste último.
Gasto en I+D
El gasto en I+D ejecutado en España es motivo de una encuesta anual del Instituto
Nacional de Estadística (INE), siguiendo en lo fundamental las recomendaciones
del Manual de Frascati recomendado por la OCDE. En 1994 se recogieron además, y por primera vez, datos referentes a innovación de acuerdo a lo recomendado por el Manual de Oslo. Estos resultados fueron publicados por el INE en
1997. España ha dedicado desde el año 1991 alrededor de medio billón de pesetas corrientes anuales a esta actividad. Los últimos datos adelantados por el INE
para 1996 dan un cifra de 641.024 MPta. La figura 2.1 muestra la variación que
esta cantidad ha experimentado entre 1988 y 1996, así como las contribuciones
de las administraciones públicas y de las empresas, en pesetas corrientes y en
pesetas constantes de 1988.
Cuando estas cifras se comparan con las de los países de nuestro entorno,
resulta que España gasta en cifras absolutas una décima parte que Alemania y una
quinta parte que el Reino Unido. Es preciso decir que entre los años 1985 y 1990,
España tuvo el mayor crecimiento de este indicador de la OCDE, con un 11,5%
medio anual. Esta especial atención a la investigación y desarrollo nos acercó a los
países avanzados de una forma espectacular, pero desgraciadamente fue seguida
53
Cuadro 2.2.
La iniciativa ATYCA
La iniciativa de apoyo a la tecnología, la seguridad y la calidad industrial (ATYCA)
del MINER, que estará vigente durante el periodo 1997-99, tiene como objetivo
fundamental la promoción de la innovación tecnológica, la calidad y la seguridad
industrial. Esta iniciativa recoge la experiencia de las distintas actuaciones que se
han desarrollado en esta línea en los últimos años (véase cuadro 2.2.1), tales
como:
■ Plan de Actuación Tecnológico Industrial (PATI), compuesto por cinco programas sectoriales y uno horizontal, y dirigido a incentivar el esfuerzo en desarrollo tecnológico y en la incorporación de tecnologías avanzadas de las
empresas españolas.
■ Programa Industrial y Tecnológico Medioambiental (PITMA), con el objetivo de
promover la I+D y la adaptación tecnológica de las empresas a la normativa
medioambiental en vigor, y fomentar la consolidación de una oferta industrial
medioambiental nacional.
■ Plan Nacional de Calidad Industrial (PNCI), para impulsar la competitividad de
la industria española a través de la mejora de la calidad de las empresas y sus
productos.
■ Iniciativa PYME: acciones dirigidas a las pequeñas y medianas empresas en
los campos de la cooperación, la creación de redes de cooperación tecnológica, el diseño, etc.
A estas acciones hay que añadir el Programa de Fomento de la Capacidad
Tecnológica (PFCT) y el Plan de Desarrollo en Sectores Básicos y Transformadores (SBT).
Cuadro 2.2.1. Programas de subvención a la innovación del
MINER, anteriores al ATYCA
Programa
PATI
SBT
PFCT
PNCI
PITMA
Periodo
1991-1996
1991-1996
1991-1996
1990-1995
1990-1995
Proyectos
presentados
7.680
2.061
422
13.227
8.020
Proyectos
aprobados
Subvención
concedida
(MPta)
Inversión
total
(MPta)
3.428
856
103
3.741
3.292
39.363
10.186
1.988
13.814
29.158
365.180
175.567
2.782
48.500
424.658
Fuente: MINER, 1997a.
El cuadro 2.2.2 muestra la distribución geográfica de las ayudas del PATI que,
como se puede comprobar, se encuentran bastante concentradas en las áreas
de Madrid y Cataluña, seguidas del País Vasco y la Comunidad Valenciana.
La iniciativa ATYCA se centra en la innovación tecnológica, la calidad, la seguridad industrial y el diseño como “vectores” de generación de valor añadido y de
ventajas competitivas en la empresa española. Está dividida en dos programas:
54
el Programa de Fomento de la Tecnología Industrial y el Programa de Calidad y
Seguridad Industrial. Su asignación presupuestaria se recoge en el cuadro 2.2.3.
Cuadro 2.2.2. Distribución regional de las ayudas del PATI
durante el periodo 1994-1996
Comunidad
Autónoma
Proyectos
presentados
Proyectos
aprobados
Presupuesto
total (MPta)
Subvención
(MPta)
Andalucía
Aragón
Asturias
Baleares
Canarias
Cantabria
Castilla y León
Castilla-La Mancha
Cataluña
Com. Valenciana
Extremadura
Galicia
Madrid
Murcia
Navarra
País Vasco
La Rioja
202
109
72
17
18
23
87
65
801
275
17
86
1.092
44
108
483
52
90
47
33
6
8
9
45
27
376
107
4
43
545
24
49
231
27
8.801
5.025
1.953
104
354
788
3.039
1.819
54.668
11.438
140
1.750
49.997
803
5.410
29.042
1.842
979
578
269
16
63
54
439
252
4.349
1.279
12
292
6.004
183
571
2.835
126
Total
3.551
1.671
176.253
18.301
Fuente: MINER, 1997a.
Cuadro 2.2.3. Recursos previstos (MPta) para la iniciativa ATYCA
durante el periodo 1997/1999
Programa de Fomento de la
Tecnología Industrial
Programa de Calidad y Seguridad
Industrial
Total
1997
1998
1999
Total
18.603
19.600
19.700
57.903
2.900
2.700
2.800
8.400
21.503
22.300
22.500
66.303
Fuente: MINER, 1997a.
El Programa de Fomento de la Tecnología Industrial abarca las siguientes áreas: tecnologías de la información y de las comunicaciones, tecnologías de la producción, biotecnologías, tecnologías de los materiales, tecnologías farmacéuticas, tecnologías para el medio ambiente industrial, desarrollo y diseño industrial,
e infraestructuras y redes de innovación.
El Programa de Calidad y Seguridad Industrial comprende las siguientes áreas de actuación: difusión, formación e información en calidad y seguridad industrial, infraestructura para la calidad y la seguridad industrial, seguridad y calidad
de los productos e instalaciones industriales, y seguridad y calidad de las empresas industriales.
55
Pesetas corrientes
700
Total I+D
600
Miles de MPta
Figura 2.1.
Gasto total español de
I+D y las
contribuciones de las
empresas y de las
administraciones, en
pesetas corrientes y
en pesetas constantes
de 1988
Administración
Empresas
500
400
300
200
100
0
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1995
1996
Año
Pesetas constantes de 1988
500
Total I+D
Administración
Empresas
450
400
Miles de MPta
350
300
250
200
150
100
50
0
1988
1989
1990
1991
1992
Año
1993
1994
Fuente: INE, 1997b
por retrocesos del orden del 4% en los años 1992 a 1994, que también fueron de
los mayores de la OCDE.
En ellos se observa, de forma preocupante, cómo durante la última década, el
gasto en I+D resulta excesivamente procíclico, como puede verse en la figura 2.2.
Así, resulta que el gasto sigue los ciclos económicos, es decir, una participación del
PIB creciente durante los periodos de bonanza económica y decreciente durante las
recesiones, lo que vendría a acentuar sobre la economía los efectos de los ciclos
económicos. No obstante, las cifras de los años más recientes permiten apreciar signos de cambio de tendencia, en especial en lo que respecta a la I+D empresarial.
56
La encuesta anual del INE proporciona información sobre la financiación y ejecución del gasto español en I+D. Los datos de 1995 muestran que las empresas
ejecutaron I+D por valor de 284.892 MPta, el 48,3% de todo lo realizado en
España. El 84,4% de esta cantidad fue financiada por las mismas empresas, lo que
es mayor que lo habitual en nuestro entorno. Las empresas españolas recibieron
Figura 2.2.
Evolución del gasto
en I+D en España en
% del PIB
1
Gasto en I+D en porcentaje del PIB
0,95
0,9
%
0,85
0,8
0,75
0,7
0,65
0,6
1988
1989
1990
1991
1992
Año
1993
1994
1995
1996
Fuente: INE, 1997b
unos 26.000 MPta de las administraciones (un 9,2%) y otros 18.300 MPta del
extranjero (6,4%). El origen y la aplicación de los fondos totales españoles se han
resumido en el cuadro 2.3.
La internacionalización de la actividad española de I+D está reflejada en el cuadro 2.4, cuyos datos, referidos a 1995, están también tomados de la estadística
del INE publicada en 1997.
Financian
%
Ejecutan
%
Diferencia
Empresas
Admón. Pública
Enseñanza Superior
IPSFL*
279.206
277.755
27.451
4.718
47,4
47,1
4,7
0,8
284.892
110.000
189.166
6.630
48,3
18,6
32,0
1,1
-5.686
167.755
-161.715
-1.912
Total
589.130
100
590.688
100
-1.558
Cuadro 2.3.
Origen y aplicación de
los fondos totales
españoles dedicados a
I+D en 1995 (MPta)
* Instituciones privadas sin fines de lucro
Fuente: INE, 1997b
Financian
en España
Financian en
el extranjero
Ejecutan
con fondos
nacionales
Ejecutan
con fondos
extranjeros
Empresas
Admón. Pública
Enseñanza Superior
IPSFL
263.026
257.325
26.158
4.668
16.180
20.430
1.293
50
266.615
102.268
175.843
6.451
18.277
7.732
13.323
179
Total
551.177
37.953
551.177
39.511
Fuente: INE, 1997b
Cuadro 2.4.
Grado de
internacionalización de
la I+D española (MPta)
57
Incentivos fiscales
Además de las actuaciones citadas, las empresas cuentan con la posibilidad de
acogerse a los beneficios fiscales existentes en España para la incentivación de las
actividades de I+D e innovación. Estos incentivos fiscales son cada vez mejor
aceptados por el mundo empresarial europeo como vía de financiación indirecta
de la innovación; ello se debe a que suponen una menor carga burocrática que los
otros tipos de ayuda y a que permiten que la empresa tome decisiones concretas
sobre la conveniencia o no de optar a los mismos. En contraste, los empresarios
españoles todavía están, en general, poco habituados a estos mecanismos de
estímulo a la innovación y existe el convencimiento de que no se aprovechan de
los mismos en la medida adecuada.
El punto de partida de las medidas e instrumentos fiscales de fomento de la I+D
es la definición de esta actividad. En general, en la mayor parte de los países esta
definición se centra estrictamente en las tareas de investigación y desarrollo, no
considerando las demás etapas o pasos del proceso de innovación (CDTI, 1993).
Tal es el caso de la legislación española, que expresamente elimina de los beneficios fiscales a muchas de estas etapas, como se pondrá de manifiesto más adelante. Sin embargo, algunos gobiernos están ampliando el espectro de los beneficios fiscales. Tal es el caso de los EE.UU., que los extiende a los gastos derivados
del registro de patentes, con tasas especiales para las PYME (CE, 1995).
A este respecto, la Ley del Impuesto sobre Sociedades actualmente vigente en
España establece la siguiente definición de las actividades que se pueden acoger
a los beneficios fiscales que en ella se establecen:
“A los efectos de lo previsto en el apartado anterior, se considerará investigación
a la indagación original y planificada que persiga descubrir nuevos conocimientos y
una superior comprensión en el ámbito científico o tecnológico, y desarrollo a la
aplicación de los resultados de la investigación, o de cualquier otro tipo de conocimiento, para la fabricación de nuevos materiales o productos o para el diseño de
nuevos procesos o sistemas de producción, así como para la mejora tecnológica
sustancial de materiales, productos, procesos o sistemas preexistentes.
También se considerará actividad de investigación y desarrollo el diseño y elaboración del muestrario para el lanzamiento de productos”.
De esta manera, puede comprobarse que las restantes fases del proceso de
innovación quedan excluidas de los beneficios fiscales. De hecho, la Ley establece una lista de conceptos excluidos, entre los que se encuentran la supervisión de
ingeniería, los esfuerzos rutinarios para mejorar la calidad de materiales, productos, procesos o sistemas, los servicios legales y administrativos, incluidos los relativos a la propiedad industrial, la enseñanza, adiestramiento y la formación del personal. Asimismo, se excluye cualquier otra actividad que no incorpore nuevas tecnologías.
58
Sin embargo, la Ley abre una puerta a la inclusión de los gastos derivados de
estas actividades cuando establece que “...podrán acogerse a la deducción cuan-
do formen parte de un proyecto de investigación y desarrollo que reúna los requisitos para poder disfrutar del incentivo fiscal”.
Los beneficios fiscales se aplican, en general, con independencia del éxito o fracaso del proceso de innovación en el que se integra la I+D realizada.
La actual Ley del Impuesto sobre Sociedades establece, con determinadas limitaciones y restricciones 2, el siguiente esquema de incentivos fiscales a la realización en España de actividades de I+D, conceptuadas conforme a la anterior definición:
■ “La realización de actividades de investigación y desarrollo dará derecho a practicar una deducción de la cuota íntegra del 20 por 100 de los gastos efectuados en el periodo impositivo por este concepto.”
■ “En el caso de que los gastos efectuados por la realización de actividades de investigación y desarrollo en el periodo impositivo sean mayores que la media de los
efectuados en los dos años anteriores, se aplicará el porcentaje establecido en el
párrafo anterior hasta dicha media y el 40 por 100 sobre el exceso de la misma.”
■ “El importe de los gastos de investigación y desarrollo a que se refieren los dos
párrafos anteriores se minorará en el 65 por 100 de las subvenciones recibidas
para el fomento de dichas actividades e imputables como ingreso en el periodo
impositivo.”
Asimismo, en el artículo 11, la Ley establece que los activos inmovilizados materiales e inmateriales, excluidos los edificios, afectos a las actividades de I+D
podrán amortizarse libremente. El mismo criterio de amortización se establece
para los gastos de I+D activados como inmovilizado inmaterial, excluidas las amortizaciones de los elementos que disfruten de libertad de amortización. Los edificios, en la parte en la que se relacionen con la I+D, podrán amortizarse por partes
iguales en 10 años.
Diferentes expertos han considerado algunos de los aspectos de la actual Ley
del Impuesto sobre Sociedades como mecanismo de incentivación para la realización de actividades de I+D. Asi, argumentan que la Ley confiere a la I+D una
gran importancia, ya que ésta es la principal actividad que se pretende incentivar
en la misma de forma estructural, dejando los objetivos de desgravación coyunturales para las leyes anuales de presupuestos (Garde, 1995).
Habida cuenta de su reciente promulgación, el efecto de la actual Ley está aún
por producirse. La anterior regulación contaba con coeficientes de incentivación
menores y, para ella, algunos expertos situaron en 50.000 MPta el techo total de
las deducciones de las que se podrían beneficiar, de forma conjunta, las empresas españolas (CDTI, 1993).
2 El artículo 37 de la Ley establece un límite superior al conjunto de las deducciones por todos los conceptos del 35 por ciento de la cuota íntegra, minorada en las deducciones para evitar la doble imposición interna e internacional y las bonificaciones. Las cantidades no deducidas podrán aplicarse, respetando igual límite, a los periodos impositivos de los cinco años siguientes.
59
Según los expertos, la fiscalidad actual de la investigación y desarrollo en
España es bastante favorable, ya que estas actividades gozan de una serie de
importantes incentivos fiscales que no han sido otorgados a otro tipo de actividades, si bien en otros países de nuestro entorno existen algunos incentivos adicionales a estas actividades.
Por otra parte, de acuerdo con la normativa fiscal española, los gastos incurridos en actividades de I+D son, en principio, deducibles fiscalmente, siempre que
estén recogidos en la contabilidad del sujeto pasivo. Este requisito de inclusión en
la contabilidad es, por tanto, básico para poder aprovechar las ventajas que la normativa fiscal otorga a la investigación y desarrollo.
Sin embargo, los sistemas de información de una parte significativa de las
empresas españolas, especialmente PYME, no están preparados para gestionar
directamente la contabilidad de costes por proyectos, necesaria para poder beneficiarse al máximo de estas ventajas fiscales.
Este aspecto, unido a un relativo desconocimiento por parte de las PYME españolas de las ventajas fiscales derivadas de la normativa fiscal actual, se traduce en
que las empresas españolas, especialmente las PYME, no están aprovechando en
su totalidad dichas ventajas fiscales, como lo indica el hecho de que el gasto en
I+D acreditado por las empresas a efectos de la declaración en el Impuesto sobre
Sociedades es inferior al gasto ejecutado en las empresas según las estadísticas
oficiales.
Administraciones autonómicas
Las administraciones autonómicas desarrollan actuaciones de promoción de la innovación, que son de importancia creciente en el conjunto nacional. Se estima que en
1997, los fondos propios de las comunidades autónomas destinados a fomentar la
innovación tecnológica superaron los 60.000 MPta, unas tres veces los procedentes
del Plan Nacional de I+D. A diferencia del Plan Nacional, estos fondos regionales fueron aplicados tanto a salarios como a inversiones y a gastos corrientes.
Sin embargo, estas actuaciones difieren significativamente tanto en su importancia económica, como en su soporte organizativo e institucional y, por supuesto, en su orientación.
Así, el Plan de Ciencia y Tecnología del Gobierno Vasco prevé dedicar en cada
uno de los años de aplicación (1997-2000) unos 10.500 MPta anuales, y los programas de la Generalitat de Cataluña alcanzaron un montante económico de
19.600 MPta en 1995, frente a los fondos propios de muchas otras comunidades
que, en este mismo año, no alcanzaron los 1.000 MPta.
También el grado de institucionalización de las políticas varía de unas comunidades a otras. Casi la mitad de las comunidades han aprobado, o están en trance de hacerlo, leyes de la ciencia, frecuentemente similares en todos sus aspectos a la del Estado. Las otras se están limitando a crear planes de fomento de la
60
innovación o a establecer ayudas para esta actividad. La Constitución Española
prevé la posibilidad de que los gobiernos autonómicos asuman competencias en
investigación científica y tecnológica, y así lo están haciendo muchos de ellos.
Desde el punto de vista de la distribución en el seno de cada comunidad de las
responsabilidades administrativas en lo que se refiere al fomento de la innovación,
de nuevo la diversidad es la tónica característica. Se encuentran comunidades,
muy pocas, en las que las competencias han sido atribuidas a una o dos organizaciones, mientras que lo normal es que aquellas aparezcan dispersas, llegándose a encontrar casos en que son más de una decena los organismos competentes. Como se verá más adelante, lo mismo ocurre con las infraestructuras de
soporte a la innovación.
Finalmente, por razones que tienen un origen anterior a la creación del estado
de las autonomías, la presencia de unidades pertenecientes o que han pertenecido a los centros públicos de I+D, tampoco escapa a esta diversidad.
Por otra parte, las políticas desarrolladas por las administraciones autonómicas
en lo que se refiere al fomento de la innovación coinciden en una mayor orientación a la componente empresarial de la innovación que a la científica. Este enfoque está facilitado por la cercanía de los gobiernos regionales a los problemas de
las empresas de sus regiones, lo que es una garantía de mayor eficacia de estas
políticas.
También es común a casi todas las políticas regionales, la atención a las infraestructuras de innovación y su consideración de instrumentos centrales de sus
políticas. Las comunidades han impulsado el desarrollo de centros tecnológicos,
parques tecnológicos, incubadoras de empresas innovadoras y laboratorios de
ensayo y medida. Este impulso ha variado desde el apoyo a instituciones existentes, como ha hecho la Administración Vasca con sus centros tecnológicos, hasta
la creación de otras nuevas, como ha ocurrido con la totalidad de los parques tecnológicos españoles.
La coordinación de las políticas de las administraciones autonómicas en el conjunto del sistema español de innovación no parece haber sido tan efectiva como
se preveía en principio. Aunque la Ley de la Ciencia establece la inclusión en el
Plan Nacional de programas de las comunidades autónomas, hasta ahora sólo se
han beneficiado de este mecanismo dos programas, uno de Cataluña y otro de la
Comunidad Valenciana. Asimismo, el Consejo General de la Ciencia, una de cuyas
funciones es velar por la coordinación de las políticas de I+D e innovación de las
diferentes administraciones públicas, ha restringido su papel a informar los planes
y programas del Plan Nacional, sin ejercer plenamente su papel coordinador.
La estructura regional de aplicación del gasto en I+D nacional presenta una
fuerte concentración. En 1995, en Madrid se ejecutó el 34% del gasto total en I+D
y en Cataluña el 21% (INE, 1997b). Los fondos del Plan Nacional de I+D siguen
una distribución parecida: así, en 1996, Madrid absorbió el 31,7%, Cataluña el
21%, la Comunidad Valenciana el 9,3% y Andalucía el 8,3%, siendo estas comu61
VABcf (MPta)/P. Ocupada
Gasto I+D (MPta)/P. Ocupada
7
0,14
VAB / Ocupada
Gasto I+D / Ocupada
La Rioja
País Vasco
Navarra
Madrid
0
Cataluña
0
Baleares
0,02
Aragón
1
Objetivo 1
0,04
Murcia
2
Galicia
0,06
Extremadura
3
Com. Valenciana
0,08
Castilla La Mancha
4
Castilla y León
0,1
Cantabria
5
Canarias
0,12
Asturias
6
Andalucia
Figura 2.3.
Valor añadido bruto al
coste de los factores y
gasto en I+D ejecutado
en cada comunidad en
MPta por persona
ocupada
Fuente: INE, 1997 y elaboración propia
nidades las de mayor porcentaje (Cotec, 1998). Esta concentración es aún más
acusada si se analizan los gastos ejecutados en las empresas: en 1995, Madrid
concentró el 36,5% y Cataluña el 26,7% (INE, 1997b). Este comportamiento se
encuentra también, como es lógico, en la concentración de los investigadores en
las comunidades autónomas más favorecidas por el reparto: el 34% de los investigadores se localizaban en Madrid y el 16% en Cataluña (INE, 1997b).
Una muestra de esta diversidad son las diferencias que aparecen entre el valor
añadido generado en cada comunidad y los gastos en I+D ejecutados en ella,
cuando se refieren a personas ocupadas, como muestra la figura 2.3, en la que
también se ha incluido la media de las regiones españolas clasificadas como de
Objetivo 1 por la Comisión de la Unión Europea (UE).
Administración europea
Con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en
1951, se inicia la política europea en I+D mediante la instauración de un sistema
de ayudas a la investigación en ambos sectores. No obstante, la idea de que la
colaboración en I+D debía ser parte constituyente del proyecto de una Europa unida no tomó forma hasta el Consejo de Ministros de la Comunidad Europea de
1974, que extendió las actividades comunitarias de I+D a todo el ámbito científico
y tecnológico y puso en marcha diferentes programas de investigación.
62
En 1987, con la entrada en vigor del Acta Única Europea, la colaboración comunitaria en materia científica y tecnológica experimentó un cambio cualitativo a tra-
vés de la adición al Tratado de Roma del Título VI sobre I+D tecnológico, alcanzando la ciencia y la tecnología pleno rango como elemento constitutivo prioritario
de la Comunidad. Finalmente, el nuevo Tratado de la Unión (1994) supone un paso
más en el desarrollo de la política comunitaria de I+D, a la que dedica el Título XV
en el que se establecen los principales mecanismos de política industrial de tipo
horizontal destinada a cubrir el desfase tecnológico con los Estados Unidos y
Japón.
Los instrumentos fundamentales de las políticas de I+D de la administración
europea son los actuales Programas Marco de I+D, tal y como establece el Acta
Única Europea (Art. 130). En estos Programas se establecen las líneas de investigación prioritarias, agrupadas en forma de programas específicos de I+D, los fondos que se aplican a cada una de ellas y las actuaciones mediante las que se han
de desarrollar.
Hasta el momento se han aprobado cuatro Programas Marco. El IV Programa
Marco cuenta con un presupuesto de 12.300 MECU (equivalentes a 1,9 billones de
pesetas) para el periodo 1994-1998. Este presupuesto es prácticamente el doble
que el del III Programa Marco, y las diferencias más notables con éste último son:
■ El incremento de los fondos que se dedican a las tecnologías difusoras (tecnologías de la información y de las comunicaciones, biotecnología) y al medio
ambiente.
■ La inclusión, por primera vez, de una línea dedicada al estudio de los sistemas
de transportes y otra a estudios socioeconómicos ligados a los nuevos sistemas productivos y a los sistemas educativos.
■ El aumento del peso relativo de los fondos destinados a las ciencias de la vida
(biotecnología, agricultura), que son de gran importancia para España.
Este Programa otorga un peso económico importante a las actividades de difusión y valorización de la tecnología y también a la formación y movilidad de investigadores y tecnólogos muy cualificados, aspectos ambos que son de gran interés
para España. El Programa incluye, además, una actividad para financiar la cooperación en ciencia y tecnología con terceros países y con otros programas internacionales de I+D.
El Parlamento, el Consejo y la Comisión son las instituciones de la Unión
Europea que se encargan de definir y llevar a cabo la política comunitaria de
fomento de la innovación.
La organización y el esquema de funcionamiento de todos los programas son
similares. La Comisión gestiona el día a día de los programas a través de las direcciones generales competentes. En estos cometidos es auxiliada por Comités de
Gestión, formados por los representantes nacionales, que en el caso español son
nombrados por la CICYT.
Los planes de trabajo de los programas se gestan mediante un mecanismo,
más o menos formalizado, en el que las empresas y las instituciones de I+D de los
63
distintos países elevan a los órganos de la UE sus intereses, hasta llegar a una propuesta definitiva. Posteriormente, se celebran convocatorias de propuestas en las
que participan consorcios formados por empresas, grupos universitarios, centros
de I+D y usuarios de al menos dos países. La concesión de las subvenciones se
produce a través de un esquema de competencia entre propuestas.
Cada país recibe subvenciones para sus empresas y entidades de investigación
que consiguen ver aprobados los proyectos que presentan. Como la aprobación
de los proyectos se lleva a cabo en régimen de competencia, los diferentes países
obtienen fondos en función de la calidad de los proyectos que presentan. España
recibió en el III Programa Marco subvenciones equivalentes al 6,3% del total. Esta
cifra es inferior a la aportación española a los presupuestos de la UE, que se sitúa
alrededor del 8%. Sin embargo, cuando se toma en consideración que el conjunto de investigadores españoles apenas supone el 5% de los de la UE, la cifra citada no se puede considerar insatisfactoria.
Hasta 1995, la evolución del IV Programa Marco, que se extenderá entre los
años 1994 y 1998, puede considerarse algo mejor para España que lo ocurrido en
ocasiones anteriores. España ha contribuido con el 6,2% de sus fondos y ha recibido participaciones por valor del 6,1%. La disminución del porcentaje de contribución se debe al aumento a 15 países de la UE, pero es de resaltar que a pesar
de este aumento la participación española se mantiene en el mismo porcentaje.
España ocupa la quinta posición en cuanto a porcentaje de participación y la sexta en términos de proyectos aprobados. De éstos últimos, los investigadores españoles son líderes en el 6,1%, mientras que antes sólo lo eran en el 4,2%. Las convocatorias resueltas en 1995 supusieron para España unos 38.000 MPta.
Si bien las empresas y centros de investigación españoles recibieron en 1995
de los programas de la UE un retorno equivalente a la dotación del Fondo Nacional
de I+D, es necesario señalar que la participación española, en la mayoría de los
proyectos, no alcanza la entidad que sería deseable para que éstos se orienten de
acuerdo con los intereses de las empresas españolas.
Las aportaciones de los Fondos Estructurales de Desarrollo Regional (FEDER)
de la UE, creados para mejorar el equilibrio entre las regiones europeas, también
se aplican al fomento de la innovación. Tradicionalmente, la CICYT ha gestionado
para España la parte de los fondos FEDER que están destinados a infraestructuras científicas y tecnológicas y a proyectos de I+D, los cuales son asignados a universidades y OPI situados en las Regiones Objetivo, así denominadas por la UE
aquellas que pueden beneficiarse de estos fondos, y en el caso de los proyectos
también a las empresas que colaboren con los centros públicos de investigación.
En el periodo 1994-99, la inversión total será de 874 MECU, de los cuales la Unión
Europea aportará 580 MECU. De ellos, 174 MECU se destinarán a proyectos y el
resto a infraestructuras.
64
Adicionalmente a estas acciones, el denominado artículo 10 de los fondos
estructurales prevé medidas específicas destinadas a la innovación, que en la presente edición tienen un carácter fundamentalmente experimental, ya que consu-
men menos del 1% del total de los recursos puestos en juego. Estas acciones se
gestionan directamente desde Bruselas y deben ser ejecutadas en cada región en
cooperación con las empresas y las autoridades comunitarias, tener un efecto
demostrador de sus resultados y aprovechar la dimensión europea. En España se
están desarrollando en muchas comunidades autónomas proyectos de identificación de necesidades y recursos tecnológicos con cargo a estos fondos, que son
denominados proyectos RIS (Regional Innovation Strategies) y RITTS (Regional
Innovation and Technology Transfer Strategies). Su intención es recoger la información necesaria para crear nuevas medidas de política de cohesión basadas en
el fomento de la innovación, ya que se pretende que en el futuro éste sea uno de
los objetivos fundamentales para disminuir las diferencias de desarrollo entre las
diversas regiones europeas.
En el momento de redactar este documento, está en discusión por la UE el V
Programa Marco. El presupuesto total es todavía un punto de desacuerdo, pero
se estima que no diferirá considerablemente del asignado al IV Programa Marco.
Sin embargo, su estructura será muy diferente, pues ya existe acuerdo para ello.
Se articulará en cuatro áreas temáticas, que en la terminología de la Comisión de
la UE se califican de orientadas a soluciones y no a problemas científicos, y en tres
actividades horizontales. Como es habitual, una pequeña parte del presupuesto,
del orden del 5,4%, se destinará al mantenimiento del Centro Común de Investigación (JRC) de la UE.
Los cuatro áreas temáticas se refieren a la vida, a la sociedad de la información,
al aumento de la competitividad y a la energía y medioambiente. Las áreas horizontales, que absorben alrededor del 17% del presupuesto, son las relaciones
científicas con terceros países, el fomento de la innovación, especialmente en las
PYME, y la investigación socioeconómica. Para cada área temática se han definido también 21 acciones clave, que se dirigen a problemas más concretos. Aunque
no están todavía claros los mecanismos de gestión, es evidente que el Programa
sigue estando poco adaptado al tejido empresarial español. Es muy posible que
continúe siendo beneficioso para elevar el nivel tecnológico del país a través de
nuestro sistema público de I+D, pero también que la mayoría de nuestras empresas encuentren las habituales dificultades para participar en los proyectos, frecuentemente guiados por las necesidades de aumento de la capacidad tecnológica de los grandes grupos empresariales europeos.
65
2.2. Infraestructuras de soporte a la
innovación
Naturaleza y funciones
Por infraestructuras de soporte a la innovación, o más brevemente, infraestructuras
de innovación, se entiende el conjunto de entidades de muy diversa titularidad concebidas para facilitar la actividad innovadora de las empresas, proporcionándoles
medios materiales y humanos para su I+D, tanto propios como de terceros, expertos en tecnología, soluciones a problemas técnicos y de gestión, así como información y toda una gran variedad de servicios de naturaleza tecnológica.
Las infraestructuras constituyen un poderoso instrumento de articulación del sistema de innovación, al situarse como interfaces entre las empresas, por una parte,
y las administraciones y los centros públicos o privados dedicados a la investigación científica y tecnológica, por la otra.
Las infraestructuras de innovación son particularmente importantes en el caso
de las PYME. Éstas, especialmente las de sectores productivos tradicionales1,
Japón y EE.UU. son países en los que el protagonismo de la innovación tecnológica corresponde a la iniciativa privada. Sin embargo, uno y otro otorgan un
fuerte apoyo público a sus infraestructuras de innovación, reconociendo su
carácter central para la competitividad del tejido industrial.
Cuadro 2.5.
Infraestructuras de
innovación en Japón
y EE.UU.
En el caso de Japón, destacan el programa de tecnópolis, impulsado por el
Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI), y la red de 300 centros
de tecnología y ensayo, que responden al acrónimo de Kohsetsushi, financiados
mayoritariamente por las autoridades regionales y locales, y en promedio en un
20% por la autoridad central.
Por su parte, las autoridades de EE.UU. impulsaron, a través del Acta de
Transferencia de Tecnología de 1988, la creación de 300 centros destinados a
dicha función. Asimismo, el Acta de Comercio y Competitividad del mismo año
creó el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST), principal promotor
a escala federal de la modernización industrial. El Proyecto de Reinversión
Tecnológica de 1993 incrementó las actividades del NIST, de forma que en 1995
existían 35 Centros de Tecnología de Producción y 19 Centros de Mejora de la
Producción, previéndose un número de 100 centros de las dos categorías para
1997.
Fuente: Elaboración propia.
1 Se entiende por sectores productivos tradicionales aquéllos cuya cadena de valor añadido no incorpora un alto componente de I+D. La OCDE establece una clasificación en virtud de la cual se pueden
considerar sectores tradicionales aquéllos en los que el gasto en I+D no supera el 1% de los costes de
producción.
67
acceden más difícilmente a información, recursos humanos, recursos financieros
e instalaciones para completar por sí mismas sus procesos de innovación. Las
infraestructuras se configuran así como entidades de servicios avanzados orientadas a complementar los recursos de las empresas en su función innovadora.
En ocasiones se consideran infraestructuras blandas de soporte a la innovación
a las entidades que proporcionan formación y recursos financieros para la innovación, que en este documento se incluyen en el subsistema que se ha denominado entorno.
El reconocimiento de esta importancia ha conducido a que tanto Japón como
EE.UU. o los países de la UE, cuenten con redes de infraestructuras de innovación
que constituyen elementos clave en sus sistemas nacionales de innovación y en el
desarrollo de sus tejidos industriales (véase cuadro 2.5).
Las infraestructuras en España
En España las infraestructuras de innovación se han desarrollado fundamentalmente en la última década. En este desarrollo, el mayor protagonismo ha correspondido a las administraciones autonómicas, que con frecuencia han recurrido a las
infraestructuras como instrumentos de apoyo a la modernización del tejido productivo regional y, en general, como una manifestación de sus políticas industriales.
Existen diferentes tipologías de infraestructuras de soporte a la innovación, en
las que no coinciden los expertos. En España, una posible clasificación que resulta práctica a la hora de su análisis es la que se describe a continuación. Otras clasificaciones pueden encontrarse en otros trabajos que utilizan las mismas o muy
diversas denominaciones. Buenas referencias son las obras del antiguo Instituto
de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial, (IMPI, 1993) y la ya citada de
Fernández de Lucio y Conesa (Fernández de Lucio y otros, 1996).
Centros tecnológicos
Los centros tecnológicos son, según el criterio usado en este documento, organismos cuyo objetivo es la prestación de servicios de carácter tecnológico, como la
realización de I+D bajo contrato, la transferencia y difusión de tecnología, la información y asesoría en materia de gestión de la innovación o, incluso, la formación.
Su objetivo último debería ser facilitar la implantación en las empresas de la cultura
de la innovación y demostrar que es posible para ellos la necesidad de innovar.
Según el antiguo IMPI, en España existían en 1993 alrededor de 130 centros en
el conjunto de la geografía nacional (IMPI, 1993) que podrían considerarse comprendidos en la anterior definición. En 1996 se produjeron dos hechos que ayudan
a clarificar, por lo menos desde el punto de vista administrativo, la situación de
estas infraestructuras.
Por una parte, la creación el 28 de marzo de 1996 de la Federación Española
de Entidades de Innovación y Tecnología (FEDIT), por fusión de las antiguas Fede68
ración Española de Asociaciones de Investigación Industrial (FEDIN) y Federación
Española de Organismos de Innovación y Tecnología (FEIT), y la aprobación de sus
estatutos en noviembre del mismo año, que estableció unos criterios de afiliación
que caracterizan a este colectivo. Por otra parte, el 20 de diciembre del mismo año
se publicó el Real Decreto 2609/1996 que define el concepto de centro de innovación y tecnología (CIT) y crea un registro oficial que confiere carta de naturaleza
a estas instituciones.
Como es lógico, los dos criterios citados no son coincidentes. Así, la pertenencia a la FEDIT supone que el organismo es privado, sin ánimo de lucro, con participación empresarial y trabajando para las empresas, y con gestión independiente de las administraciones. La FEDIT cuenta a comienzos de 1998 con 49 centros
numerarios.
El citado Real Decreto exige a los centros de innovación y tecnología (CIT) que
tengan personalidad jurídica propia sin fines de lucro, que desarrollen actividades
en España de investigación y desarrollo con medios adecuados para ello, y que
estos servicios a empresas se hayan prestado de forma ininterrumpida durante los
dos años inmediatamente anteriores a su inscripción en el registro. A finales de
1997 estaban inscritos en este registro unos sesenta organismos.
En todo caso, la principal característica del conjunto de los aquí denominados
centros tecnológicos es su gran variedad, que cabe entender tanto en el grado de
excelencia tecnológica como en la gama de servicios que prestan y en su orientación geográfica y sectorial. Los empresarios tienen conceptos muy diferentes de
lo que debiera ser un centro tecnológico, al igual que sucede en las administraciones autonómicas.
Los centros integrados en FEDIT, ya sea en calidad de numerarios o de asociados, que son unos 60, facturaron en 1996 alrededor de 26.000 MPta y atendieron a unas 18.000 empresas. Para ello cuentan con más de tres mil personas
y un activo inmovilizado bruto de unos 16.000 MPta. En esta Federación se han
integrado la mayoría de los centros más activos nacidos de las antiguas
Asociaciones de Investigación Industrial. Estas asociaciones fueron creadas a partir de 1961 en virtud de un Decreto que fue derogado en 1997, cuando se estableció en la CICYT el registro de los centros tecnológicos, lo que ha dado naturaleza a los actuales CIT.
Parques tecnológicos
Los parques tecnológicos son nuevas tipologías de suelo industrial, nacidas para
tratar de replicar el éxito de modelos como el del asentamiento de industrias de
alta tecnología en el Silicon Valley en California.
En general, los parques son iniciativas urbanísticas de ámbito local o regional,
destinadas a estimular la inversión en actividades de alta tecnología, fomentar la
comunicación entre los sectores investigador e industrial y crear empleo mediante
la concentración física de empresas con base tecnológica.
69
Los parques pretenden crear un medio en el que se produzca un fenómeno de
difusión de innovaciones y transferencia de tecnología, que debiera culminar con el
nacimiento, en el parque y sus inmediaciones, de un tejido de PYME innovadoras.
La consecución de este fin supone la presencia en el parque, o en su entorno,
de universidades o centros de investigación que generen un flujo de conocimiento útil para las empresas y de entidades dispuestas a financiar la creación de
PYME innovadoras, asumiendo este riesgo (Castells y otros, 1994).
Tras los primeros parques implantados en Asturias, Barcelona, Bilbao, Tres Cantos
(Madrid), Málaga, Orense, Sevilla, Valencia y Valladolid, existen en el momento actual
otros seis más.
La Asociación de Parques Tecnológicos de España (APTE), que en este momento tiene 15 miembros repartidos por 8 comunidades autónomas, trata de mantener
una diferenciación frente a otros asentamientos industriales, basada precisamente
en su papel como infraestructura de innovación. Con este objetivo, procura que
estén próximos a una universidad o centro de investigación, que las empresas que
acogen tengan un perfil innovador y que sus estándares urbanísticos e infraestructuras logísticas y de comunicaciones tengan un elevado nivel.
La APTE, empezó siendo un foro de transferencia de experiencias en la gestión
de los parques y en los últimos años ha iniciado, con el apoyo del MINER, un trabajo en red que incluye el desarrollo de cooperaciones comerciales y de formación
y la demostración de nuevas tecnologías.
En el momento actual, sus parques reúnen alrededor de 500 empresas, con
una facturación total de alrededor de 180.000 MPta, y ubican además a unos 50
centros tecnológicos, estimándose que dan empleo a unas 13.000 personas.
La APTE forma parte de la International Association of Science Parks (IASP),
que agrupa del orden de 200 iniciativas de estas características repartidas por 48
países y otras tantas en fase de creación. La sede de la IASP se ha fijado en el
Parque Tecnológico de Andalucía, situado en Málaga.
La financiación de este tipo de iniciativas es en España eminentemente pública,
encuadrándose, en la práctica totalidad de las ocasiones, en iniciativas de creación de infraestructuras tecnológicas de las administraciones autonómicas.
Bajo la denominación genérica de parques tecnológicos se engloban frecuentemente las denominadas tecnópolis y también los parques científicos. Especialmente éstos últimos deben ser considerados como unos instrumentos más
enfocados a la creación y consolidación de empresas nacidas de campus universitarios geográficamente muy próximos, o que se instalan en ellos, atraídas por la
capacidad tecnológica de una universidad. Por regla general, estas instalaciones
son menos exigentes en inversiones y con frecuencia han sido utilizadas como instrumentos de políticas locales de fomento de la innovación.
En España, los parques científicos están en fase de creación y son muy pocos,
por lo que es prematuro juzgar su eficacia. La Universidad de Alcalá de Henares,
70
el campus de Gijón de la Universidad de Oviedo y, en cierta manera, el Park BIT
de Palma de Mallorca siguen este esquema. La Universidad de Barcelona ha optado por una solución parecida, aunque con menos compromisos inmobiliarios.
Laboratorios de ensayo y medida
Los laboratorios de ensayo y medida son aquellos organismos cuya función es la
realización de pruebas y ensayos sobre materiales o productos finales. Dentro de
sus funciones está la certificación de que los citados productos se adecúan a la
normativa existente. La Red Española de Laboratorios de Ensayos (RELE), constituye la organización que agrupa a las entidades que ofrecen este tipo de servicios a las empresas españolas. La creciente importancia del cumplimiento de las
correspondientes normativas, derivada de la integración europea y de la necesidad de buscar mercados de exportación, ha mantenido una demanda creciente
de estos servicios en los últimos años.
La naturaleza sectorial de la actividad de los laboratorios de ensayo (las normas
son definidas y aplicadas en el seno de comités sectoriales) y la centralización
impuesta por la necesaria homogeneidad de las medidas, han aislado la actividad
normalizadora de la dinámica regional de los centros y parques tecnológicos. Así,
la mayoría de los casi sesenta existentes se encuentran en Madrid, si bien destacan los laboratorios de ensayo de la Generalitat de Cataluña por su capacidad y
equipamiento.
Centros de empresas e innovación
Los centros de empresas e innovación (CEI) son organismos cuyo objetivo es favorecer la creación de empresas innovadoras o potenciar las existentes. Toman formas muy diferentes, de las que no se excluyen los denominados semilleros o incubadoras de empresas y generalmente extienden sus servicios al asesoramiento
sobre innovaciones y a la formación de empresarios. Estos centros han sido fuertemente promovidos y financiados, desde 1984, por la Dirección General XVI de
Política Regional de la Comisión Europea, y están integrados en la asociación
European Business Centers Network (EBN), financiada por la Unión Europea. En
España se han unido en la Asociación Nacional de CEI Españoles (ANCES), que
cuenta con una veintena de miembros y desarrolla proyectos en cooperación tendentes a la creación de nuevas empresas desde ámbitos universitarios y empresariales y a la detección de oportunidades de negocio.
La figura jurídica y la financiación de cada centro siguen fórmulas muy diversas,
aunque en su mayoría son sociedades con capital público, contando a lo sumo
con participaciones simbólicas de asociaciones empresariales o grandes empresas presentes en la zona. El hecho de que los CEI procedan de la iniciativa pública revela, por una parte, la inexistencia en España de oferta privada suficiente de
capital semilla y, por otra, la debilidad de una demanda potencial que pudiera
estimular dicha oferta.
71
Fundaciones universidad-empresa
En España existen, desde hace 25 años, fundaciones universidad-empresa que
han sido creadas por una o varias universidades y algún tipo de organización
empresarial, frecuentemente Cámaras de Comercio. Actualmente hay más de una
veintena que actúan como centros de información y coordinación para las empresas en sus relaciones con las universidades, contribuyendo de esta manera a un
mejor conocimiento de la universidad en su contexto socioeconómico.
Las actividades principales de estas fundaciones son la gestión y administración
de proyectos, la organización de actividades de formación, la promoción de prácticas en empresas y la difusión de publicaciones técnicas. Más recientemente,
muchas de ellas han acogido oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRI), que se describen a continuación.
Oficinas de transferencia de resultados de investigación
(OTRI)
En 1989, la CICYT creó la figura de la oficina de transferencia de resultados de
investigación (OTRI) para activar las relaciones de los centros públicos de investigación con otros elementos del sistema español de innovación. Desde entonces,
se han creado pequeñas oficinas en muchas universidades y organismos públicos
de investigación que han asumido la misión de identificar resultados capaces de
ser transferidos a la empresa, difundir la oferta tecnológica de sus creadores, ayudar en la negociación de contratos y en la protección de la tecnología generada y,
en menor medida, identificar necesidades de I+D en su entorno.
Más recientemente, en febrero de 1996, se ha dado la posibilidad de que entidades privadas sin fines de lucro (asociaciones empresariales, fundaciones universidad-empresa, …) obtuvieran fondos de la CICYT para crear este tipo de oficinas,
previa inscripción en un registro creado al efecto y gestionado por la propia CICYT.
Su objetivo sería activar la demanda de los resultados de investigación como complemento de las acciones de oferta que principalmente desarrollan las primeras
OTRI.
A finales de 1997 se habían registrado más de un centenar de oficinas, la mayoría de ellas todavía de pequeña dimensión, pero que mostraban un cierto dinamismo que les había llevado a agruparse en dos redes, una formada por las
dependientes de las fundaciones universidad-empresa y otra por las creadas en el
seno de las universidades. Es de esperar que en esta nueva etapa asuman una
actividad más comercial, perdiendo peso relativo su función administrativa que
hasta ahora ha absorbido la mayor parte de sus recursos que, por otra parte, tenían muy poca capacidad técnica.
La función administrativa ha sido, sin embargo, bien asumida por las OTRI
pues mientras existe el convencimiento de su escasa dedicación a la promoción
de las acciones de transferencia, es un hecho que han gestionado contratos por
72
importes anuales importantes. Así, en 1995, su facturación total fue de unos
35.000 MPta, de los cuales más de 18.500 MPta correspondían a contratos con
empresas.
Organismos y agencias de fomento de la innovación
La mayoría de los gobiernos autonómicos han creado o están creando entidades,
denominadas genéricamente agencias, con cierto grado de autonomía, que de forma general tienen responsabilidades de fomento económico, pero que no excluyen una especial dedicación al fomento de la innovación. Sus actividades van desde acciones de difusión de la tecnología hasta la subvención de actividades tecnológicas y provisión de servicios de información y asesoramiento. En algunas
comunidades estas funciones son asumidas directamente por las consejerías, bien
en exclusiva o simultáneamente con las entidades antes comentadas, aunque en
este caso tienden a seguir líneas sectoriales específicas.
Muchas de estas agencias se han convertido en los instrumentos más activos de
las políticas autonómicas de fomento de la innovación y así son vistas por el mundo empresarial. Son casos dignos de análisis las agencias de Andalucía (IFA),
Asturias (IFR), Galicia (IGAPE), Murcia (INFO), País Vasco (SPRI) y Valencia (IMPIVA),
entre otras.
73
2.3. Sistema público de I+D
Definición y funciones
El término sistema público de I+D se refiere al conjunto de todas las instituciones
y organismos de titularidad pública dedicados a la generación de conocimiento
mediante la investigación y el desarrollo. En el presente documento, la discusión
se refiere fundamentalmente a aquellas instituciones orientadas a la generación de
conocimiento científico y tecnológico con el objetivo último de su aplicación por el
tejido empresarial 1. Esta definición engloba principalmente a las universidades y a
los organismos públicos de investigación (OPI) 2.
El sistema público de I+D, tanto por ser generador y origen de conocimientos
científicos como por su labor casi exclusiva en la formación de investigadores, tiene un importante papel en cualquier sistema de innovación. Su influencia no se
deja sentir sólo en los sectores de alta tecnología sino que, en el actual mercado
competitivo y globalizado, debe estar conectado estrechamente con la totalidad
del sistema productivo. En España tiene sin duda una mayor responsabilidad que
en los países de su entorno, pues en él se concentra con mucha más intensidad
que en ningún otro país la capacidad de generación de conocimiento.
Sin duda, la utilidad para la innovación del sistema público de I+D depende no
sólo de la calidad de la ciencia y tecnología que desarrolla, sino también de su articulación con el tejido empresarial. Dicha articulación depende tanto de la orientación a la industria del sistema público de I+D, incluyendo las oficinas de transferencia de tecnología que sirven de interfaz en contratos con empresas (red
OTRI/OTT 3 ) ya descritas, como del buen funcionamiento de las otras infraestructuras de soporte a la innovación.
En España, la evolución del sistema público de I+D tiene un último hito destacado en la década de los 80 con el diseño del sistema español de ciencia y tecnología que se concretó en la publicación en 1983 de la Ley de Reforma Universitaria (LRU) y en 1986 de la llamada Ley de Fomento y Coordinación General
de la Investigación Científica y Técnica, popularmente conocida como Ley de la
Ciencia.
1 La orientación directa al tejido empresarial no debe ser la única guía para las actividades del sistema
público de I+D. Numerosos expertos coinciden en señalar también la importancia de mantener actividades de investigación básica con el nivel suficiente para mantener la competitividad tecnológica futura. En cualquier caso, el presente trabajo se centra específicamente en las necesidades tecnológicas
de las empresas.
2 Asimismo, la definición incluye las instituciones privadas sin fines de lucro que acceden a subvenciones públicas en igualdad de condiciones con los anteriores organismos, aunque con un papel mucho
menos significativo. Estas instituciones realizan en general investigación con fines sociales, sin ánimo
de lucro, y a través de becas y otros instrumentos de financiación a investigadores. No deben confundirse con los centros tecnológicos, instituciones de interfaz proveedoras de soluciones y servicios tecnológicos que forman parte de las infraestructuras de soporte a la innovación.
3 Las oficinas de transferencia de tecnología fueron creadas por el Plan Nacional de I+D en universidades, OPI y algunas asociaciones de investigación empresariales, como instrumentos de interfaz que
pudieran acercar la oferta del sistema público de I+D al entorno socieconómico.
75
Los objetivos iniciales de los responsables de este nuevo diseño eran suprimir
las, cada vez más artificiales, barreras entre investigación básica y aplicada, o
entre ciencia y tecnología; potenciar el papel investigador de las universidades; y
coordinar los centros de I+D dependientes de cada ministerio, reforzando el papel
de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT).
Las universidades y los organismos públicos de investigación (OPI) son los
agentes más característicos del sistema público de I+D español. Adicionalmente,
existen otros centros públicos dedicados a realizar I+D dependientes de distintos
departamentos ministeriales. En 1995 reunían de forma conjunta cerca de treinta
y cinco mil investigadores, algo menos de las tres cuartas partes del total de investigadores (INE, 1997b). Esta proporción es la más alta de la UE, donde casi la
mitad de los investigadores están en la empresa (OCDE, 1997a). En relación al
gasto total, el gasto público ejecutado por universidades y OPI en I+D asciende al
50,6%, siendo el gasto privado del 49,4%. En línea con el resultado anterior, sigue
siendo significativo que universidades y OPI españoles absorban un alto porcentaje del gasto nacional en I+D en comparación con otros países, tanto de la UE
como de la OCDE. El gasto en I+D ejecutado por las universidades en 1995 (INE,
1997b) ascendió a 189.166 MPta, mientras que el incurrido por los OPI fue de
110.000 MPta. Para el periodo 1987-1996, se observa una tendencia al aumento
relativo del gasto público ejecutado en las universidades respecto a los OPI (véase figura 2.4).
200
OPI
Universidades
160
Miles MPta
Figura 2.4.
Evolución del gasto
en el sistema público
de I+D
120
80
40
0
1983
1987
1989
1991
1993
1995
Fuente: CICYT, 1997
Según el informe Cotec sobre tecnología e innovación en España (Cotec, 1998),
a escala autonómica se observan en 1995 grandes discrepancias de una región a
otra, tanto en la distribución del gasto en I+D entre sistema público y privado
(empresas y instituciones privadas sin fines de lucro 4 ), como en la ejecución del
gasto público (universidades y OPI).
4 Las instituciones privadas sin fines de lucro fueron responsables sólo de 6.630 MPta en el año 1995
(INE, 1997b). Su importancia dentro del sector privado, que ejecutó 291.522 MPta, puede ser considerada mínima.
76
Estas diferencias permiten distinguir tres subsistemas de soporte a la innovación:
■ El primero englobaría a las regiones de objetivo 1, con la excepción de CastillaLa Mancha y Baleares, cuyos gastos en I+D son realizados principalmente por
el sector público y, en concreto, por las universidades. El sector privado en ningún caso supera el 33% del total.
■ El segundo agruparía al resto de las regiones con la excepción de Madrid. Sus
gastos en I+D son realizados principalmente por el sector privado. El sector
público, a su vez, concentra la mayor parte de su gasto en las universidades.
■ Madrid constituiría por si sólo el tercer grupo que, al beneficiarse del 52% del
gasto en I+D destinado a los OPI, ejecuta en estos organismos la mayor parte
de su gasto público en I+D. El sector privado realiza el 52% del gasto en I+D (el
36% del nacional privado).
Evolución reciente y situación actual
Universidades
En la actualidad, el sistema de educación superior en España es de titularidad
mayoritariamente pública. Por este motivo, y dado que la actividad de I+D en las
universidades privadas es aún limitada, se discutirá el conjunto de universidades
existentes en nuestro país como perteneciente al sistema público de I+D.
Hasta no hace mucho, las universidades eran fundamentalmente centros de formación superior, con débil actividad de I+D. El órgano de investigación por excelencia, en el periodo comprendido entre las décadas de los cuarenta y setenta, fue
el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
A finales de la década de los sesenta y en la de los setenta, comienzan a organizarse grupos de investigación en las universidades españolas, iniciándose un largo y
discontinuo proceso que culminó con la publicación en 1983 de la Ley de Reforma
Universitaria (LRU). La LRU confirmó a las universidades como agentes diferenciados dentro del sistema público de I+D, relativamente independientes de la administración y con una notable autonomía de gestión (Sanz, 1994). La LRU consolidó el
cambio de modelo en la universidad española cuya gestación había comenzado en
la década anterior a su promulgación: se pasó del centro de formación a la universidad investigadora, regida con criterios de calidad investigadora, organizada en
departamentos independientes con incentivos económicos para realizar I+D bajo
contrato con el sector privado, y con un alto grado de autonomía en la gestión, que
pasaba a ser responsabilidad de la comunidad académica de cada universidad. En
resumen, la LRU estableció las bases para una cultura de colaboración con la
empresa, anteriormente poco desarrollada en las universidades.
Es de destacar que numerosos expertos señalan que los Consejos Sociales,
creados por la LRU para orientar la relación de la universidad con la sociedad en
general, han tenido una incidencia escasa y, en concreto, no han dedicado sufi77
Cuadro 2.6.
Universidades españolas
por comunidades
autónomas
Comunidad
autónoma
Andalucía
Aragón
Asturias
Baleares
Canarias
Cantabria
Castilla y León
Castilla-La Mancha
Cataluña
Número de
universidades
10
1
1
1
2
1
6
1
11
Comunidad
autónoma
Comunidad Valenciana
Extremadura
Galicia
Madrid
Murcia
Navarra
País Vasco
La Rioja
Total
Número de
universidades
5
1
3
13
1
2
3
1
63
Fuente: Elaboración propia
ciente atención a analizar las necesidades empresariales para que fueran atendidas dentro de la actividad docente e investigadora.
El proceso de desarrollo del estado de las autonomías en España a lo largo de
los ochenta, supuso un impulso para la creación de nuevas universidades. La LRU
ya preveía un destacado papel de las comunidades autónomas en la creación y en
el ordenamiento normativo de la actividad de las universidades. Este papel se ha
hecho efectivo con la paulatina cesión de las competencias en materia de educación superior a las diferentes administraciones autonómicas.
El resultado de este proceso queda reflejado en el cuadro 2.6. En 1998, existían en España 63 universidades de las que 13 se radicaban en la Comunidad de
Madrid, 11 en Cataluña y otras 10 en Andalucía. Contrastan entre las universidades españolas aquéllas con una existencia y una tradición centenarias, con las de
creación reciente: 27 de las 63 se han creado con posterioridad a 1989. Es de
destacar que entre éstas se encuentran algunas de las universidades privadas,
especialmente en Madrid y Cataluña.
Como resultado de la consolidación del papel investigador de la universidad y
de la creación de nuevas universidades, el número de investigadores en universidades pasó de 13.033 en 1983 a 28.488 en 1994 (véase cuadro 2.7). El gasto en
I+D ejecutado por ellas, sobrepasó al realizado por los organismos públicos de
investigación (OPI), al pasar en dicho periodo de 25.000 MPta a 189.166 MPta.
Entre las universidades españolas con mayores vínculos con la industria destacan
las Politécnicas de Madrid, Barcelona y Valencia. Por otra parte, entre las universidades con mayor volumen de producción científica cabe destacar la Universidad
Autónoma de Madrid, la Universidad Central de Barcelona, la Universidad
Complutense de Madrid y la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyas publicaciones tienen un impacto comparable al obtenido por las mejores universidades
internacionales (Ayala, 1995).
78
1987
1991
1993
1994
1996*
Universidades
• Personal de I+D
• Investigadores
15,4
15,1
20,8
20,7
30
24
35
28,5
38,9
30,8
OPI
• Personal de I+D
• Investigadores
12,5
4,5
17,6
8,1
17,5
7,7
17,5
8,2
17,9
9,1
Cuadro 2.7.
Evolución del personal
en el sistema público
de I+D (equivalencia a
dedicación plena en
miles de personas)
Fuente: INE,1997b.
* Datos adelantados por el INE (28-4-98).
Organismos públicos de investigación (OPI)
Los organismos públicos de investigación (OPI) son instituciones públicas generadoras de ciencia y tecnología que, a diferencia de las universidades, no desempeñan actividades de enseñanza superior reglada. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el OPI de mayor tamaño, ha creado unidades de investigación
conjuntamente con departamentos universitarios, denominadas institutos mixtos y
unidades asociadas (26 centros mixtos con universidades y 40 unidades asociadas con 23 universidades de todo el país), las cuales están ayudando a descentralizar este OPI que ya cuenta con el 59% de sus efectivos fuera de Madrid.
Al igual que las universidades, los OPI han experimentado cambios significativos en la última década. La publicación en 1986 de la Ley de la Ciencia (que define en la actualidad el marco jurídico y administrativo en el que los OPI desarrollan
su actividad) realizó ciertas reformas estructurales y atribuyó a los OPI un papel
central como instrumento directo para la implantación de las políticas públicas de
ciencia y tecnología.
En rigor, sólo los organismos que la Ley de la Ciencia definió como OPI, o que
en su creación se definieron como tales conforme a la propia Ley, merecen esa
consideración. Sin embargo, otros organismos de la administración desarrollan
actividades de I+D similares a las de los OPI. Para simplificar la exposición, se hará
referencia a unos y otros organismos bajo la denominación genérica de OPI. El
cuadro 2.8 ofrece una relación de la mayoría de los entes españoles pertenecientes a la administración central, que pueden considerarse OPI en un sentido amplio.
A pesar del papel central que atribuye la Ley de la Ciencia a los OPI en el sistema español, la I+D universitaria los superó en gasto ejecutado en 1991 (INE,
1995). Los fondos gestionados por los OPI pasaron, entre 1983 y 1995, de 31.000
MPta a 110.000 MPta, creciendo a un ritmo anual inferior al de las universidades
(véase figura 2.4).
Al hacer referencia a los OPI, es necesario diferenciar entre los de ámbito claramente sectorial, especializados en cierto tipo de tecnologías o sectores de aplicación, y los de carácter multidisciplinar, cuya actividad abarca un amplio espectro
de campos. El máximo exponente de éstos últimos en España es el Consejo
79
Cuadro 2.8.
Centros de
investigación que
pueden ser
considerados OPI y
ministerios en los que
se integran 5
Ministerio
OPI
Ministerio de Educación y Cultura
CSIC; IAC; CIDE
Ministerio de Industria y Energía
CIEMAT; IDAE
Ministerio de Medio Ambiente
ITGME; INM
Ministerio de Defensa
INTA; CEHIPAR; IHM;
ROA; LIE; CIDA
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
INIA; IEO
Ministerio de Fomento
CEDEX; IGN
Ministerio de Sanidad y Consumo
ISC III
Ministerio de Justicia
CEJ
Ministerio de la Presidencia
CEP, CIS
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales
INSHT
Figuran en negrita los OPI que aparecen en el último texto legal que se ocupa de ellos: el Real Decreto
574/1997 de 18 de abril
Fuente: Elaboración propia
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que depende del Ministerio de
Educación y Cultura y aglutina a 107 institutos de investigación repartidos por toda
España. El CSIC, el OPI de mayor dimensión en España, representa el 50% de los
efectivos (económicos y humanos) del conjunto de OPI y con el 6% de los investigadores del país, produce el 18% de las publicaciones científicas y el 24,6% de
las patentes del sistema público de I+D.
Respecto a los OPI sectoriales, los más significativos dependen de diferentes
ministerios, aunque existen también organismos en parte dependientes de las
administraciones autonómicas o de la administración europea. Su actividad está
más orientada al asesoramiento y a la asistencia técnica especializada a su ministerio de tutela y al sector socioeconómico al que pertenece. Su localización casi
exclusiva en la Comunidad de Madrid (con la excepción del IEO que tiene centros
en todas las costas españolas), es un hecho que debe tenerse en cuenta para articular una política de innovación más eficaz.
5 CSIC, Consejo Superior de Investigaciones Científicas; IAC, Instituto de Astrofísica de Canarias; CIDE,
Centro de Investigación y Documentación Educativa; CIEMAT, Centro de Investigaciones Energéticas,
Medioambientales y Tecnológicas; IDAE, Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía; ITGME,
Instituto Tecnológico Geominero; INM, Instituto Nacional de Meteorología; INTA, Instituto Nacional de
Técnica Aeroespacial; CEHIPAR, Canal de Experiencias Hidrodinámicas del Pardo; IHM, Instituto
Hidrográfico de la Marina; ROA, Real Instituto y Observatorio de la Armada de San Fernando; LIE,
Laboratorios de Ingenieros del Ejercito; CIDA, Centro de Investigación y Desarrollo de la Armada; INIA,
Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria; IEO, Instituto Español de
Oceanografía; CEDEX, Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas; IGN, Instituto
Geográfico Nacional; ISC III, Instituto de Salud Carlos III; CEJ, Centro de Estudios Jurídicos; CEP,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales; CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas; INSHT,
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo.
80
2.4. Empresas
Empresa e innovación
La innovación tecnológica es la conversión de conocimiento en nuevos productos
o procesos para su introducción con éxito en un mercado, siendo, por tanto, fundamentalmente un fenómeno empresarial. Por eso en las economías de mercado
son las empresas las que innovan. Otros agentes pueden facilitar o catalizar el proceso, pero sólo las empresas innovan.
Algunos ejemplos pueden servir para ilustrar la importancia competitiva de la
tecnología y los efectos de la innovación:
■ Cuando el transistor reemplazó a los tubos de vacío en la década de los cincuenta, el comportamiento de las diez firmas que lideraban el mercado de
tubos fue diferente. Mientras seis de ellas despreciaron el efecto de la nueva
tecnología, cuatro trataron de reaccionar desarrollando líneas de investigación
en la nueva dirección. Sin embargo, la virulencia del cambio determinó la
desaparición de las diez empresas de las posiciones de liderazgo del sector.
Cuadro 2.9.
Trascendencia
competitiva de la
innovación tecnológica
■ La irrupción de la microelectrónica y de las técnicas de control numérico en
el sector de máquina-herramienta ha forzado a las empresas europeas a
una sobreespecialización en productos a medida, incapaces de hacer frente a las japonesas en los productos normalizados.
■ La posibilidad de continuar compitiendo en el mercado siderúrgico ha venido, para los países occidentales, de la mano de la acería compacta, mucho
más competitiva en costes que la siderurgia integral, más intensiva en mano
de obra. Parte de la crisis de la industria siderúrgica española ha venido
dada por el retraso en la adopción de esta nueva tecnología.
Fuente: Elaboración propia.
La innovación tecnológica sitúa a la empresa en una posición de ventaja competitiva. La empresa que no innova se ve, por tanto, sometida a una fuerte presión por
parte de las que sí lo hacen. Por ello, la empresa que no innova sólo puede sobrevivir a medio plazo en mercados protegidos. En mercados abiertos, regidos por la libre
competencia, la innovación es un recurso competitivo imprescindible para las empresas. En una época caracterizada por la generalización de los mercados abiertos,
sólo son viables las empresas que innovan. En palabras de Peter Drucker, solamente merece la consideración de empresario aquél que innova (Drucker, 1993).
Para culminar con éxito el proceso innovador (Dankbaar, 1993), es necesario
que la empresa:
■ Incluya la innovación en su estrategia
■ Se organice para innovar
■ Domine los conocimientos tecnológicos que deben fundamentar su innovación.
81
La innovación tecnológica es un proceso integral, que afecta al conjunto de las
funciones en una compañía. Por tanto, su gestión es responsabilidad directa de
los máximos responsables empresariales.
Cuadro 2.10.
La innovación
tecnológica y el modelo
de competencias clave
(core competences)
Según Prahalad y Hamel (Prahalad y otros, 1990), los ejecutivos de los noventa
serán juzgados por su habilidad para identificar, cultivar y explotar las competencias clave que hacen posible el crecimiento. Esto implica que los ejecutivos
tendrán que replantear el concepto mismo de la corporación. Las tres características que estos autores identifican para las competencias clave son aquéllas
que permiten a la compañía acceder a una gran variedad de mercados, que
proporcionan valor añadido perceptible por los clientes y que son difícilmente
imitables por los competidores. La estrategia corporativa que se deriva del modelo de competencias clave pasa por la concentración de los recursos y esfuerzos en las mismas, externalizando las restantes.
Sin embargo, por lo que a las competencias tecnológicas respecta, la situación parece ser distinta. Los estudios acerca de esta materia llevados a cabo
por Pavitt y Patel (Pavitt y otros, 1995) revelan que las grandes empresas presentan estrategias tecnológicas poco concentradas, debido a la cada vez mayor
interrelación entre tecnologías. De este modo, los investigadores concluyen que
el concepto de competencias clave no puede explicar el rango y la variedad de
los perfiles tecnológicos de las grandes empresas.
Fuente: Elaboración propia
El proceso de innovación tecnológica es, por otra parte, complejo y de difícil
gestión. Ello se debe a algunas de sus características, como son:
■ El carácter multidisciplinar de las competencias y de los recursos humanos
necesarios.
■ La incertidumbre asociada a la novedad de sus resultados y a la imposibilidad
de planificar conforme a modelos de proyección del pasado.
■ La necesidad de una continua adaptación de la estructura de la empresa al cambio que la innovación supone. Algunos autores hablan de la gestión de la innovación como gestión del caos (Quinn, 1988).
■ La necesidad de otros criterios, además de los financieros, para determinar “a priori” el interés de los proyectos de innovación tecnológica (Cobbenhagen, 1994).
82
La complejidad del proceso innovador conduce a que no todas las empresas
innoven de la misma forma. Mientras que unas desarrollan internamente la tecnología, otras la absorben. Unas orientan sus innovaciones a crear nuevos productos, otras a mejorar los procesos productivos. El establecimiento de clasificaciones tipológicas de las empresas, según sus patrones de innovación, ha atraído el
interés de numerosos estudiosos e investigadores. Sus trabajos han conducido a
diferentes taxonomías de empresas innovadoras.
Una importante aportación teórica al estudio de esta cuestión se debe a
K. Pavitt (Pavitt, 1984). El análisis de 2.000 innovaciones efectuadas en el Reino
Unido entre 1945 y 1979, condujo al autor a establecer una clasificación de cuatro patrones o tipologías sectoriales de innovación. En el cuadro 2.11 figura un
esquema de su clasificación. Asimismo, a modo de ejemplo, en el cuadro 2.12
puede hallarse la aplicación de la taxonomía de Pavitt a algunos sectores de la
economía española.
El análisis de 2.000 innovaciones realizadas en el Reino Unido entre 1945 y
1979, permitió a Keith Pavitt formular la siguiente clasificación taxonómica de los
sectores en función de sus características innovadoras:
Sectores de proveedores especializados. Se caracterizan por su alta intensidad competitiva y porque la tecnología que se emplea para innovar procede
del propio sector (tecnología endógena). Las empresas compiten en segmentos
de mercado que exigen estrategias de especialización tecnológica. El tipo de
innovación que prima es la de producto, siendo la actividad innovadora principal el diseño de producto. Sectores de este tipo son el de la maquinaria, el de
los instrumentos de precisión o el del software a medida.
Cuadro 2.11.
La taxonomía de
tipologías sectoriales
de innovación de
Pavitt
Sectores basados en la ciencia. Se caracterizan por una intensidad competitiva relativamente baja y por el carácter mayoritariamente endógeno de la
tecnología que emplean en sus procesos e incorporan a sus productos. Las
empresas registran altos índices de diversificación, compitiendo mediante una
variada gama de productos en diferentes mercados, en los que se sitúan cerca de la frontera tecnológica. Son sectores de este tipo el electrónico o el químico.
Sectores intensivos en escala. Se caracterizan por una intensidad competitiva relativamente baja y por proceder la tecnología que emplean para innovar
de otros sectores (tecnología exógena). La competencia en estos sectores se
fundamenta en las ventajas que se derivan de las escalas de producción, de forma que la oferta de los sectores suele mostrar altos índices de concentración.
Los procesos productivos de los sectores intensivos en escala son complejos y,
en algunos casos, incorporan tecnologías de alto nivel de sofisticación. Sectores
de este tipo son el del automóvil o el siderúrgico.
Sectores dominados por los proveedores. Se caracterizan por una alta
intensidad competitiva y por el carácter exógeno de la tecnología que emplean
en sus procesos productivos y que incorporan a sus productos. La denominación de estos sectores se debe a que la mayor parte de las innovaciones las
incorporan por medio de los equipos que les proporcionan sus proveedores.
Entre los sectores dominados por sus proveedores se encuentran muchos de
los de las industrias tradicionales, como el textil, la confección, el calzado, el
mobiliario o la transformación de la madera.
Fuente: Pavitt, 1984
83
Cuadro 2.12.
Sectores españoles
en las tipologías de
Pavitt
La aplicación, como se explica más abajo, de los criterios de clasificación de
Pavitt a un conjunto de sectores de la economía española, permite establecer
una taxonomía de los mismos en función de su forma de innovar. Este ejercicio
revela un comportamiento innovador cualitativamente similar al que el citado
autor halló para el Reino Unido.
Endógeno
Sectores de proveedores
especializados
• Maquinaria obras públicas
• Material eléctrico
• Máquina herramienta
• Componentes de electrónica
• Ordenadores
• Servicios de informática
• Química industrial
Sectores intensivos en escala
Exógeno
Origen de la tecnología
Sectores basados en la ciencia
• Petroquímica
• Fertilizantes
• Electromedicina
• Productos de limpieza
• Farmacia
• Pintura y barnices
• Plásticos
• Aceros especiales
• Pequeño electrodomestico
• Aparatos de telefonía
• Hormigón preparado
• Vehículos industriales
• Envases y embalajes metálicos
• Automóvil
• Electrodomésticos de línea blanca
• Electrodomésticos de línea marrón
• Distribución de productos farmacéuticos
• Cervezas
• Agua y gas
• Cemento
Sectores dominados por los
proveedores
• Confección masculina
• Confección femenina
• Componentes auto
• Construcción
• Mueble de hogar
• Mueble de oficina
• Calzado
• Industria textil
• Comercio de electrodomésticos
• Indústrias lácteas
• Elaborados cárnicos
• Agua envasada
• Touroperadoras
• Artes gráficas
• Editorial
• Papel y cartón
• Juguetes
• Fundición
• Cuero
• Prefabricación de hormigón
Baja
Alta
Intensidad competitiva
La elaboración del cuadro se ha llevado a cabo de la siguiente forma:
■ El origen de la tecnología de los sectores se ha determinado mediante tres
indicadores: el tipo principal de innovaciones en el sector (producto o proceso), el tipo principal de investigación (básica, aplicada o de desarrollo) y la
posición del sector en la cadena de comercialización. Se ha empleado para
determinar el origen de la tecnología la información de los proyectos financiados por el CDTI entre 1992 y 1995.
■ La intensidad competitiva se ha determinado mediante tres indicadores: el
grado de concentración de la oferta, las estrategias competitivas predominantes en el sector (diferenciación frente a coste) y la madurez de los productos en la curva del ciclo de vida.
Fuente: Andersen Consulting sobre datos CDTI, MINER, DGII de la UE y DBK, 1995
84
En 1997, el MINER, en colaboración con el Institut Catalá de Tecnología, ha
publicado los resultados del análisis del proceso de innovación en la industria
española (382 encuestas postales y 124 encuestas personales 1 ). La distribución
por grupos de Pavitt de estas empresas permite constatar que casi los dos tercios
de la muestra son empresas cuya capacidad innovadora está dominada por los
proveedores (el 64,3% están dominadas por los proveedores, el 21,4% pertenecen a sectores de producción masiva a gran escala, el 8,6% son proveedores
especializados y el 5,7% son empresas de base científica).
Características estructurales del tejido empresarial
español
Existe una relación entre las características de un tejido productivo y el modo en
el que sus empresas innovan (Pavitt, 1984). En los párrafos que siguen se presenta
una breve descripción del sistema productivo español, basada en: el peso relativo
de los sectores primario, secundario y terciario en la economía; el contenido tecnológico de los productos de los sectores industriales; la dimensión de las empresas; y el comercio exterior de bienes, servicios y tecnología.
La estructura productiva española presenta una terciarización similar a la de los
restantes países desarrollados. En 1995, el 3% del PIB a precios de mercado procedió del sector primario, el 24,1% de la industria, el 8,2% de la construcción, el
45,2% de los servicios destinados a la venta, el 13,7% de los servicios no destinados a la venta y el 5,8% restante del Impuesto sobre el Valor Añadido y de otros
impuestos.
La estructura sectorial 2 de la industria española ha registrado importantes
modificaciones en los últimos años, que han supuesto un aumento de la participación de los sectores más innovadores y dinámicos.
■ El valor añadido generado en los sectores con nivel tecnológico alto pasó de
representar el 10%, en 1990, al 11,8% en el año 1996, valorado todo ello a precios constantes de 1990. Estos valores fueron del 28,5% y del 31,8% en el caso
1 Las empresas encuestadas pertenecen a todos los sectores industriales y a todas las comunidades
autónomas, con una fuerte representación de Cataluña, Madrid y País Vasco. Más de la mitad son
pequeñas empresas (< 50 empleados), el 40% son medianas (50-500 empleados) y algo menos del
10% corresponde a grandes empresas.
2 La agrupación de los sectores manufactureros de acuerdo con su nivel de intensidad tecnológica se
basa en la definición de sectores de alta, media y baja intensidad tecnológica establecida por la OCDE.
La composición sectorial de cada una de estas agrupaciones es la que se indica a continuación. El nivel
tecnológico alto lo integran: 8.1.- Productos farmacéuticos, 11.- Equipos informáticos, 12.- Máquinaria
eléctrica y electrónica, 14.1.- Construcción aeronáutica y espacial y 15.- Instrumentos de precisión. El
nivel tecnológico medio lo forman: 5.2.- Metales no férreos, 8.2.- Fibras artificiales y sintéticas, 8.3.Resto de la industria química, 10.- Maquinaria y equipo mecánico, 13.- Vehículos, 14.3.- Material ferroviario, 14.4.- Otro material de transporte, 22.- Caucho y plástico y 23.- Otras industrial manufactureras. Por último, el nivel de intensidad tecnológico bajo lo constituyen: 5.1.- Siderurgia y primera transformación, 7.- Productos de minerales no metálicos, 9.- Productos metálicos, 14.2.- Construcción
naval, 16.- Alimentación, bebidas y tabaco, 17.- Textil, 18.- Cuero, 19.- Calzado, vestido y otras confecciones, 20.- Madera, muebles y corcho y 21.- Papel, artes gráficas y edición.
85
de las ramas de nivel tecnológico medio, mientras que los sectores de baja intensidad tecnológica pasaron de representar el 61,5%, en el año 1990, al 56,5% en
el año 1996.
■ El análisis de la evolución del empleo en la industria en función del grado de
intensidad tecnológica (véase figura 2.5) refleja el fortalecimiento de una tendencia observada en la distribución sectorial del PIB en los últimos años: la creciente reorientación de la actividad productiva hacia sectores de mayor contenido tecnológico.
Figura 2.5.
Evolución del empleo
industrial (%)
según la intensidad
tecnológica
4
ALTA
MEDIA
BAJA
2
0
-2
-4
-6
-8
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
Fuente: MINER, 1997b
■ En el periodo anterior a 1996, la creciente importancia relativa de los sectores
con mayor contenido tecnológico no se traducía en un trasvase de la población
ocupada hacia éstos, sino que era resultado de mayores crecimientos de la productividad del factor trabajo.
■ En el año 1996 se han producido importantes incrementos de la población ocupada en los dos sectores de intensidad tecnológica mayor (3,9% en el nivel tecnológico alto y 1,6% en el medio).
Si bien se ha experimentado una evolución hacia los sectores de contenido tecnológico medio y alto en sus productos, el grueso del tejido industrial español continúa formado por sectores de bajo contenido tecnológico: dos de cada tres
empleos industriales están en sectores de este tipo. Cabe señalar, no obstante,
que muchos de los sectores de bajo contenido tecnológico en productos pueden
emplear tecnología muy avanzada en sus procesos productivos.
Si se toma en consideración la dimensión de las empresas, el tejido productivo
español está formado, como en la mayoría de los países europeos, fundamentalmente por empresas pequeñas y medianas, PYME (se define la PYME como la
empresa que emplea menos de 250 trabajadores).
■ Según datos del Instituto de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial (IMPI), el
99,8% de las empresas españolas son PYME y el 93% son microempresas de
86
menos de 10 empleados. Las PYME emplean al 80% de los trabajadores y
generan el 70% del PIB (INE, 1995).
■ Cuando se compara con la UE, España cuenta con un mayor número de PYME
y un menor número de grandes empresas. La nota distintiva española es la
escasez de grandes empresas y de empresas multinacionales.
Desde el punto de vista del comercio exterior, las principales características de
la actividad española son las siguientes:
■ Su aún limitado volumen, pues a pesar del importante crecimiento de las importaciones y exportaciones, ambas representan todavía una proporción relativamente reducida del PIB.
■ La comparación entre las exportaciones e importaciones industriales arroja, en
el año 1996, un saldo todavía deficitario. Sin embargo, este resultado supone
una reducción significativa del déficit comercial y apunta a una tendencia de
mejora que ya se venía observando en los últimos años.
■ El análisis del saldo comercial en función de la tecnología que se incorpora a los
productos (véase figura 2.6), revela que existe una relación inversamente proporcional entre el resultado del comercio exterior y la intensidad tecnológica. La
práctica totalidad del déficit manufacturero para 1996 es imputable a los sectores de alta tecnología. Sin embargo, cabe destacar que desde su adhesión a la
UE, España ha mejorado su competitividad en los sectores de demanda e intensidad tecnológica alta.
Figura 2.6.
Saldo del comercio
exterior industrial
según la intensidad
tecnológica
MPta
400.000
ALTA
200.000
MEDIA
BAJA
0
-200.000
-400.000
-600.000
-800.000
-1.000.000
-1.200.000
-1.400.000
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
Fuente: MINER, 1997b
87
■ La balanza de pagos tecnológica 3 es tradicionalmente deficitaria en España.
Según los resultados globales de la encuesta 4 de balance tecnológico, el déficit tecnológico ha aumentado casi un 60% entre 1993 y 1995. Sin embargo, se
observa un aumento de los ingresos por venta de tecnología. Así, los ingresos
tecnológicos representaban el 5% de los pagos en 1993, el 9,7% en 1994 y el
7,2% en 1995.
Indicadores de innovación en las empresas
Con el fin de ilustrar algunas de las características de la innovación tecnológica en
las empresas españolas, se ofrecen a continuación una serie de indicadores.
Como es sabido, es muy difícil medir una variable cualitativa como la capacidad
de innovación y todos los indicadores suelen ser muy discutibles. Presentamos
aquí los resultados de algunos trabajos, elaborados por la Comisión Europea, por
el Círculo de Empresarios, el INE y el MINER, que pretenden arrojar alguna luz
sobre la materia, pero que conviene analizar y valorar con prudencia y cuidado.
Empezando por los de tipo cuantitativo, podría señalarse que:
■ El número de empresas innovadoras según el número de empleados. Definiendo como empresa innovadora a aquélla que en un periodo dado desarrolla
nuevos productos o procesos productivos, tecnológicamente diferentes de los
anteriores, el 29% de las empresas españolas de menos de 50 empleados se
pueden considerar innovadoras, el 49% de las empresas con un número de
empleados comprendido entre 50 y 249 merecen dicha consideración, el 74%
de las empresas de entre 250 y 500 empleados pueden calificarse como tales
y, finalmente, el 90% de las empresas de más de 500 empleados son innovadoras (CE, 1996) 5. Otras fuentes matizan este resultado. La proporción de grandes empresas innovadoras se situaría, como máximo, en el 72,8% (Círculo de
Empresarios, 1995), y en promedio, el número de empresas innovadoras en
España sería el 43,2% del total (Pradas, 1995). Este último resultado dista bastante del obtenido por la encuesta sobre innovación tecnológica de las empresas 1994 (INE, 1997a) que cifra en el 10,71% el número de empresas innovadoras sobre el total. El cuadro 2.13 proporciona una comparación del número
de empresas innovadoras para diez países europeos.
3 El comercio de tecnología se refiere a pagos por transferencia de licencias, patentes o simplemente
de conocimientos tecnológicos y asistencias técnicas.
4 Desde finales de 1992 la principal fuente de información estadística sobre las transacciones en materia de transferencia de tecnología, el Registro de Contratos de Transferencia de Tecnología del MINER,
ha dejado de existir como resultado de los procesos de liberalización que caracterizan la creación del
Mercado Único. A partir de 1993, las estadísticas de la balanza tecnológica se establecen mediante un
procedimiento de encuesta. Los resultados de la tercera encuesta de transferencia tecnológica en la
empresa, relativos al año 1995 (MINER, 1996) se refieren a 372 empresas (el 36% de las empresas
encuestadas).
5 La encuesta de la innovación comunitaria consideró el periodo 1990-1992 como el de referencia para
determinar el carácter innovador de las empresas.
88
Dimensión de las empresas
Alemania
Bélgica
Dinamarca
España
Francia
Holanda
Irlanda
Italia
Luxemburgo
Noruega
< 50
empleados
50-249
empleados
250-499
empleados
500 ó más
empleados
68
54
46
29
33
45
67
27
16
30
87
65
65
49
45
74
77
46
34
62
93
87
81
74
62
82
77
63
57
75
91
97
90
90
88
95
91
88
100
90
Cuadro 2.13.
Porcentaje de
empresas innovadoras
en diferentes países
europeos en 1992
Fuente: CE, 1996
■ El número de empresas innovadoras según la cifra de negocios. El 8,72% de
las empresas que facturan menos de 400 MPta son innovadoras. El 31,9% de
aquéllas que tienen cifras de negocio entre 400 y 1.599 MPta y el 58,9% de las
que venden por encima de los 1.600 MPta, merecen también esta consideración según la encuesta sobre innovación tecnológica de la empresa española
en 1994 (INE, 1997a).
■ El impacto de la innovación en las ventas. Para las empresas innovadoras españolas, el porcentaje de los nuevos productos sobre las ventas oscila entre el 3035%. Este porcentaje llega a alcanzar al 93% para el sector de maquinaria de
transporte no automóvil (CE, 1996). En el estudio realizado por el MINER sobre
el proceso de innovación (MINER, 1997c), el 60% de las empresas encuestadas valoró el impacto de las innovaciones en los resultados empresariales como
“fundamental” y “mucho”. En promedio, el impacto de las innovaciones sobre
las ventas es en España menor que en Alemania, Italia, Irlanda y Holanda, similar al de Dinamarca y superior al de Bélgica.
■ La proporción entre gastos en I+D y otros gastos de innovación. En España,
según la encuesta sobre innovación tecnológica de las empresas 1994 (INE,
1997a), las empresas invierten 620.000 MPta en innovación tecnológica, aproximadamente el 1% del PIB español, cifra todavía baja si se compara con el
conjunto de países de la Unión Europea. En términos de I+D, los porcentajes
sobre PIB son del 0,4% para España y del 1,2% para Europa.
■ De acuerdo con esta misma encuesta, de las 17.483 empresas innovadoras,
solamente el 25% realiza I+D interno o contratado y el 17% tiene un departamento de I+D (INE, 1997a).
■ En función de la tecnología que se incorpora a los productos. La figura 2.7 muestra cómo a medida que aumenta el nivel tecnológico de la empresa, aumenta el
porcentaje de empresas innovadoras y, dentro de ellas, el de empresas que efectúan I+D.
89
Figura 2.7.
Distribución de la
actividad innovadora
según la intensidad
tecnológica
80
% del total de las empresas
70
% de empresas innovadoras en el sector
60
% de empresas innovadoras que realizan I+D en el sector
50
40
30
20
10
0
Baja
tecnología
Media
tecnología
Alta
tecnología
Fuente: Sánchez y otros, 1998
■ La tendencia mostrada en el párrafo anterior también se pone de manifiesto
cuando se realiza un análisis por tamaño de la empresa, medido tanto por
número de empleados como por cifra de negocio. A medida que aumenta el
tamaño de la empresa, aumenta el número de empresas innovadoras y, dentro
de ellas, el de empresas que efectúan I+D (INE, 1997a). Para los cuatro tramos
de tamaño de empresas antes definidos en el cuadro 2.13, los porcentajes de
gastos en I+D sobre los gastos totales de innovación fueron, respectivamente,
del 28%, 39%, 42% y 47% (CE, 1996). En la figura 2.8 puede encontrarse la
comparación internacional de este indicador.
Figura 2.8.
Porcentaje de gastos
en I+D sobre los
gastos totales de
innovación, en función
del número de
empleados
Alemania
Bélgica
Dinamarca
España
Grecia
Holanda
Irlanda
Italia
Luxemburgo
80
60
40
20
0
<50
50-249
250-499
>500
Fuente: CE, 1996
■ El gasto en I+D ejecutado por las empresas. Es la cantidad de fondos económicos que éstas dedican a esta actividad, con independencia de que procedan
de ellas o de ayudas que reciban de la administración. Este indicador se suele
expresar como un porcentaje sobre el PIB. Según la OCDE (Cotec, 1998), en
1996 dicho valor se situó en España en el 0,35%, en Alemania en el 1,50%, en
Francia en el 1,43% y en Italia en el 0,65% del PIB.
90
■ El gasto en I+D financiado por las empresas. Se define por la cantidad de recursos propios que las empresas dedican a realizar I+D. Este indicador se suele
expresar como un porcentaje sobre el PIB. En España, la estructura de financiación de los gastos en I+D difiere de la que presentan la Unión Europea y la
mayor parte de los países industrializados, donde la empresa es la mayor fuente de financiación. En 1994, las empresas españolas financiaron un gasto de
I+D equivalente al 0,31% del PIB, mientras que las francesas lo hacían en un
1,15% y las alemanas en un 1,41%.
■ El número de empresas que desarrollan actividades de I+D. Los datos procedentes de la encuesta sobre innovación tecnológica en las empresas 1994 (INE,
1997a) sitúa en 4.360 el número de empresas que realizan en España actividades de I+D. Según esta misma encuesta, el 47,47% de las empresas industriales con más de 200 empleados y la práctica totalidad de empresas pequeñas,
no realizan actividades de I+D.
■ La distribución del gasto en I+D por dimensión de las empresas. El esfuerzo en
I+D del tejido empresarial español muestra signos de concentración. El INE
muestra que en 1994, el 75,85% del gasto y el 76% de los empleados en I+D se
concentraba en las empresas de más de 200 empleados (INE, 1997a).
■ Cuando las empresas adoptan estrategias tecnológicas activas, la figura 2.9
muestra que el esfuerzo relativo (expresado en % de gastos en I+D sobre el
volumen de ventas) de las PYME es superior al de las grandes empresas.
También se observa que tanto en las empresas de menos de 200 empleados
como en las de más de 200 empleados, los gastos en I+D han disminuido.
Figura 2.9.
Evolución del gasto
en I+D según el
tamaño de las
empresas españolas
expresado en
porcentaje del
volumen de ventas
3,5
1990
1992
1994
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
Total de
empresas de
200 y menos
trabajadores
Total de
empresas de
más de 200
trabajadores
EMPRESAS
CON
INVERSION
EN I + D
Empresas que Empresas que
invierten en I+D invierten en I+D
de 200 y menos de más de 200
trabajadores
trabajadores
Fuente: MINER, 1994b
■ La distribución sectorial del gasto en I+D. La citada concentración no sólo se
produce en las empresas de mayor dimensión, sino que además también lo
hace en algunos sectores. Por grandes sectores, se observa una concentración
91
del gasto en I+D en la industria, que representa el 77% del gasto total para
1995. La distribución del gasto en I+D dentro de la industria se agrupa a su vez
en tres sectores: el químico, el eléctrico y electrónico, y el de fabricación de
materiales de transporte. Estos tres sectores por sí solos realizan las tres cuartas partes del gasto en I+D en la industria y el 56% del gasto total en I+D de las
empresas (Cotec, 1998).
■ Las solicitudes de patentes. Las solicitudes de patentes por empresas (o personas individuales) residentes en España, han tenido un crecimiento importante, más del 23%, entre 1988-1990, y han quedado prácticamente estancadas
en el nivel de 2.100/2.200 solicitudes anuales entre 1991 y 1994. Esto representa un total de 55 patentes por millón de habitantes para agentes residentes
en España, cuando este número de patentes es muy superior en otros países:
458 en Alemania, 219 en Francia y 316 en Gran Bretaña (Cotec, 1998).
Otros indicadores caracterizan, desde el punto de vista cualitativo, la innovación
de las empresas españolas. Algunos de estos indicadores son: las razones que
han movido a las empresas a innovar; el modo de generación o absorción de la
tecnología; el tipo de innovación (de producto o de proceso); los problemas que
las empresas afrontan a la hora de innovar; y el grado de colaboración y cooperación con otros agentes a la hora de innovar.
■ Las empresas españolas parecen innovar reaccionando principalmente a estímulos externos (exigencias de los clientes, presión de los competidores), más
que como consecuencia de su iniciativa de explotar nuevas oportunidades tecnológicas. El objetivo final de su innovación es aumentar o mantener la cuota de
mercado a partir de la diversificación del producto principal, con una presencia
menor de motivaciones tales como la apertura de nuevos mercados o la obtención de ventajas derivadas de una pronta presencia en nuevos subsectores
(IMADE, 1995; Círculo de Empresarios, 1995; Pradas, 1995; MINER, 1994a; CDTI,
1992; MINER, 1993; García, 1993; Buesa y otros, 1992).
■ La fuente principal de tecnología de las empresas que innovan depende significativamente de los sectores a los que pertenecen, adaptándose el comportamiento a las tipologías de Pavitt, antes citadas. Así, en el caso de los sectores
de proveedores especializados, la fuente de la tecnología es principalmente
interna y reside en el I+D que las empresas llevan a cabo. Sin embargo, un número elevado de empresas, especialmente entre las de reducida dimensión, no
desarrolla actividades de I+D ni innova, alejándose de las características de su
patrón sectorial. En el caso de las empresas de los sectores basados en la ciencia, el origen de la tecnología es interno. En el caso de los sectores intensivos
en escala, la tecnología que se emplea para innovar procede con igual peso del
interior y del exterior de la empresa, destacando los departamentos de I+D y de
producción propios y la cooperación con los proveedores y los equipos proporcionados por éstos. Finalmente, la tecnología de las empresas de los sectores dominados por sus proveedores es esencialmente externa, procediendo de
sus suministradores de equipos productivos (IMADE, 1995; Círculo de Empre92
sarios, 1995; Pradas, 1995; MINER, 1994a; CDTI, 1992; MINER, 1993; García,
1993; Buesa y otros, 1992).
■ La distribución del gasto de innovación de las empresas innovadoras difiere según
el tamaño de la empresa. Para el caso de la empresa de más de 200 empleados,
la mayor parte de este gasto se realiza en actividades de I+D, tanto internas (44%)
como externas (13%). Las compras de equipos de ingeniería en estas empresas
no llegan a alcanzar el 25%. Esta partida de gastos de innovación es la que absorbe la mayor parte del gasto en las empresas de menor tamaño: 83% en las de
menos de 5 empleados, 75% en aquéllas con un tamaño entre 5 y 19 empleados, 67% para las que tienen un número de empleados entre 50 y 199, y casi un
50% para las empresas de más de 200 empleados (INE, 1997a).
■ El tipo principal de innovación también muestra un patrón sectorial similar al de
las tipologías de innovación de Pavitt. En los sectores de proveedores especializados y en los sectores basados en la ciencia, las empresas innovadoras lo
hacen principalmente en productos. En el caso de los sectores intensivos en
escala, las empresas de mayor dimensión innovan en productos, mientras que
las más pequeñas lo hacen en procesos. Las empresas innovadoras de los sectores dominados por sus proveedores innovan principalmente en procesos
(IMADE, 1995; Círculo de Empresarios, 1995; Pradas, 1995; MINER, 1994a;
CDTI, 1992; MINER, 1993; García, 1993; Buesa y otros, 1992).
■ En lo que a las barreras para la innovación respecta, las empresas señalan que
la principal de ellas es el difícil acceso a la financiación, seguida de la falta de
competencia y de la falta de información (CE, 1996; IMADE, 1995; Círculo de
Empresarios, 1995; Pradas, 1995; MINER, 1994a; CDTI, 1992; MINER, 1993;
García, 1993; Buesa y otros, 1992). Según indica la encuesta de innovación
comunitaria, estos problemas parecen tener mayor importancia en el caso de
las empresas españolas que en las de los restantes países de la UE, especialmente en lo referido a la dificultad de acceso a la financiación.
Figura 2.10.
Grado de colaboración
de las empresas
españolas con otras
empresas y centros
tecnológicos o de
investigación
60
Menos de 200 empleados
Más de 200 empleados
50
40
30
20
10
Universidades
Organismos
públicos de
investigación
Asociaciones
de
investigación
Expertos
y firmas
consultoras
Empresas
conjuntas
Competidores
Proveedores
Clientes
Empresas
del mismo
grupo
0
Fuente: INE, 1997a.
93
■ La colaboración con otras empresas y centros tecnológicos o de investigación
es aún escasa entre las empresas españolas que realizan I+D. Según la encuesta de 1994 sobre innovación tecnológica de las empresas, el 60% de las empresas que realizan I+D no tiene establecido ningún tipo de cooperación (INE,
1997a). Este porcentaje se reduce al 43% cuando se consideran sólo las
empresas de más de 200 empleados. El 41% de las empresas de este tamaño
cooperan con algún OPI y el 54% con alguna universidad. Estos porcentajes
pasan a ser del 20% y del 27% cuando se trata de empresas de menos de 200
empleados (véase la figura 2.10). En el caso de las grandes empresas, la tecnología absorbida de los centros tecnológicos y de investigación supone un
gasto del 4% del gasto total en I+D, y la que procede de otras empresas del 6%
(Círculo de Empresarios, 1995). Por otra parte, las empresas que para innovar
colaboran con centros públicos son el 2-4% del total (IMADE, 1995; Pradas,
1995). Algunas medidas indirectas sitúan a las empresas españolas como
menos cooperadoras a la hora de innovar que las de países como Alemania,
Bélgica, Dinamarca, Francia u Holanda (CE, 1996).
94
2.5. Entorno
Definición y funciones
Además de los agentes anteriormente descritos, una serie de factores en el entorno de las empresas influyen en sus procesos de innovación. La estrecha relación
entre tres de estos factores, como son la demanda de bienes y servicios, los
mecanismos de financiación de las empresas y las características del capital
humano, con respecto a la actitud innovadora de las empresas, ha sido puesta
de manifiesto por numerosos expertos. Esta sección trata la influencia de dichos
factores sobre la innovación en las empresas españolas que, a diferencia de los
agentes descritos en las secciones anteriores, no forman un subsistema homogéneo.
■ En los mercados interiores de bienes y servicios, la demanda ejerce un efecto
dinamizador en el sistema de innovación (Rosenberg, 1993; Von Hippel, 1988;
Dosi, 1982). Las características de la demanda privada derivadas de la cultura
tecnológica (conocimiento tecnológico y grado de exigencia) y el compromiso
con el desarrollo tecnológico de la demanda pública, explican muchos aspectos del comportamiento innovador de las empresas de las sociedades desarrolladas (Deschamps, 1995; Abernathy y otros, 1979).
Otros aspectos de los mercados de bienes y servicios, como son su grado de
apertura y la consiguiente presencia de competidores internacionales, influyen en
la actitud innovadora de las empresas.
■ La importancia del sistema financiero para la innovación ha sido puesta de
manifiesto por la Comisión Europea en los siguientes términos: “La capacidad
de innovación de la Comunidad Europea depende en gran medida de la financiación de la innovación (...). La financiación es el obstáculo a la innovación más
citado por las empresas, independientemente de su dimensión, en todos los
países de la UE y prácticamente en todos los sectores (CE, 1996)”.
■ La innovación depende en buena medida de formas de conocimiento tácito,
incorporado a las personas y difícilmente codificable. Por ello, para el éxito del
proceso innovador es crítica la existencia de capital humano adecuado y de su
posterior incorporación al mundo laboral (Dertouzos y otros, 1989).
Características en España
Demanda de bienes y servicios
En este apartado se describen la demanda privada, formada por empresas y particulares, la demanda pública y la competencia de empresas extranjeras.
Demanda privada
Una caracterización de la demanda de los hogares en España viene dada por la
Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) del Instituto Nacional de Estadística.
95
Su análisis revela una evolución hacia formas más sofisticadas de consumo, con
un peso creciente de las partidas relacionadas con el ocio, la cultura y la adquisición de aparatos que incorporan tecnología.
■ Así, si en 1980 las partidas 7, 8, y 9 de la EPF (que recogen estas formas de consumo) reunían el 22,4% del consumo de los hogares, en 1991 suponían el
26,6%.
■ La comparación de la demanda global de electrónica de consumo española
con la de otros países europeos muestra para España un cierto retraso, aunque
se aprecia un cierto paralelismo con otros países europeos si se tiene en cuenta el nivel de renta del país (véase cuadro 2.14).
Cuadro 2.14.
Equipamiento electrónico
de los hogares en España
y otros países
desarrollados (porcentaje
de hogares equipados)
PC
Modem
CD-ROM
TV por satélite
TV por cable
Teléfono
Vídeo
TV Color
Reino Unido
Alemania
Francia
Italia
UE
España
24,0
4
7
12,4
2,0
89,0
65,0
93,0
28,0
3
11
17,5
31,0
74,1
43,0
96,0
16,0
1
4,5
3,0
95,0
47,9
92,9
20,4
6
0,2
88,4
24,0
84,0
20,8
20,5
83,8
46,4
92,6
11,5
7
7,2
1,0
75,0
43,9
94,1
Fuente: ANIEL, 1994; OCDE, 1997b
Un análisis de la evolución de la demanda industrial revela un cambio en la
estructura de la demanda hacia productos de mayor intensidad tecnológica.
■ En 1996, el consumo de los productos manufacturados con mayor contenido
tecnológico ha aumentado en un 4,9% y el de los productos de contenido tecnológico medio en un 0,9%. Por el contrario, el consumo de los productos de
nivel tecnológico más reducido ha descendido en un 4,2%. A pesar de esta tendencia, todavía los sectores de bajo nivel tecnológico representan un 53,7% del
mercado industrial español, frente al 31,4% y el 14,9% de los sectores de contenido tecnológico medio y alto, respectivamente (MINER, 1997b).
■ El análisis comparativo de la demanda en España y otros países desarrollados de
algunos bienes y servicios de alto contenido tecnológico, revela una situación de
cierto retraso en nuestro país (OCDE, 1997b), que seguramente es consecuencia
tanto de nuestro nivel de desarrollo como de la cultura general y tecnológica de la
sociedad. Aunque este tipo de comparaciones es muy discutible, pues es necesario tener en cuenta el distinto grado de desarrollo económico, pueden resaltarse algunos datos orientativos que conviene manejar con cuidado:
96
• La inversión en informática sobre el PIB (véase cuadro 2.15) fue en 1994, en
España, del 1,14%. En EE.UU. ascendió al 3,05%, en el Reino Unido al 2,50%,
en Alemania al 2,41%, en Francia al 2,09% y en Italia al 1,37%. La media en la
UE fue del 2,04%, casi el doble que en nuestro país (ANIEL, 1994).
• La inversión en informática por persona como porcentaje de la renta por persona fue, en 1994, en España del 1,1%. En EE.UU. ascendió al 3,2%, en el Reino
Unido al 2,4%, en Alemania al 2,3%, en Francia al 2,2% y en Italia al 1,3%. La
media de la UE se situó en el 2,1% (ANIEL, 1994; y elaboración propia).
EE.UU.
Reino
Unido
24.753
17.965
23.561
Inversión informática
sobre el PIB (%)
3,05
2,50
Inversión en informática
por persona (ECU) (B)
634
B/A (%)
Ordenadores por
empleado público*
Ordenadores por
oficinista
Renta por persona
($) (A)
Alemania Francia
Italia
UE
España
22.363
19.623
18.195
13.646
2,41
2,09
1,37
2,04
1,14
344
434
387
204
312
119
3,2
2,4
2,3
2,2
1,3
2,1
1,1
174
24,8
10,8
18,8
16,3
0,83
0,73
0,79
0,60
0,50
Cuadro 2.15.
Indicadores de la
demanda de
informática en
algunos países
desarrollados, 1994
12,9
0,72
0,44
Fuentes: ANIEL, 1994
* Datos de 1993, OCDE, 1997b
Demanda pública
La demanda pública de bienes y servicios ha descendido gradualmente a partir de
1992, situándose en el año 1995 en el 3,9% del PIB, como consecuencia principalmente de la necesidad de reajuste por los compromisos derivados del Tratado
de Maastricht (MINER, 1997b).
■ Entre las partidas que en mayor medida han soportado el peso del ajuste presupuestario destaca el equipamiento social.
■ Con relación a los sectores o productos de alta tecnología, si bien la mayor parte de la demanda publica no guardó relación con ellos, es posible identificar en
los últimos años programas de compras públicas con un alto potencial de dinamización de la innovación tecnológica de las empresas españolas, en determinados sectores. A título de ejemplo destacan en el sector de aeronáutica y
espacio los proyectos Airbus, EFA y Saab-2000, orientados estratégicamente al
mantenimiento y mejora de la cualificación operativa y tecnológica; y en el sector de tecnologías de información, las inversiones en equipos y programas informáticos y sistemas electrónicos para el programa EFA y el avión Harrier.
■ La inversión pública en infraestructuras ha mostrado un perfil continuamente
descendente a partir del año 1992. Sin embargo, considerada dentro de la
inversión pública global, esta inversión ha pasado de representar un 57,4% en
el año 1990, a un 61,5% en el año 1995. A pesar de ello, continúa siendo patente el déficit en infraestructuras que tiene España, sobre todo en relación a los
otros países comunitarios, lo que ha llevado a desarrollar el Plan Director de
97
Infraestructuras que, con horizonte en el año 2007, cuenta con un presupuesto de casi 19 billones de pesetas, actualizadas al año 1992.
■ En la figura 2.11, que recoge el destino de la inversión en infraestructuras, se
observa una pérdida del peso de la inversión en carreteras y en el transporte
ferroviario, aunque siguen siendo los principales destinos de la inversión pública, a favor de las obras hidráulicas, urbanización y aeropuertos.
■ Durante 1996 se ha continuado potenciando la gestión de compras corporativas,
dentro de las empresas que componen la Agencia Industrial del Estado, de productos que por su naturaleza permiten obtener ventajas por actuaciones conjuntas.
Figura 2.11.
Inversiones en
infraestructuras (%),
según destino
(1992-1995)
45
1992
40
1995
35
30
25
20
15
10
5
Otras
Urbanización
Saneamientos
Obras
hidráulicas
Comunicaciones
Aeropuertos
Puertos y
costas
Transporte
ferroviario
Carreteras
0
Fuente: MINER, 1997b
Competencia
La competencia que las empresas españolas han sufrido en España por parte de
empresas extranjeras ha registrado un importante incremento en los últimos años,
especialmente tras el ingreso de España en la entonces denominada Comunidad
Económica Europea. Un indicador de este incremento es la creciente apertura del
mercado español, que se ve reflejada tanto en la evolución de las importaciones y
la penetración de éstas en la demanda interna de productos industriales, como en
la inversión extranjera en España. El análisis según el MINER revela los siguientes
datos (MINER, 1997b):
■ En términos absolutos, se observa una moderación en el crecimiento de las
importaciones industriales. El crecimiento nominal para 1996 ha sido del 10,3%.
Atendiendo a su contenido tecnológico, el crecimiento de las importaciones de
los productos que incorporan una intensidad tecnológica media, ha sido del
11,8%, frente al 5,3% y 5,1% de los productos de contenido tecnológico alto y
bajo, respectivamente.
98
■ En términos relativos, la relación entre las importaciones y la demanda interna se
ha situado en el año 1996 en el 30,6%, frente al 13% de 1985. La tendencia al
crecimiento de la participación de las importaciones en la demanda de productos industriales es prácticamente generalizada entre los sectores que conforman
la industria española. Sin embargo, los valores más altos en esta relación se han
dado en el sector energético y en las empresas de alta (48,2%) y media (51,9%)
intensidad tecnológica. Estos datos contrastan con la participación del 16% que
han supuesto las importaciones en el consumo aparente de los sectores de
menor intensidad tecnológica. Otra muestra de la creciente apertura del mercado español es la fuerte inversión extranjera en España, asimismo de las mayores
registradas entre los países de la OCDE. En el año 1996, las actividades terciarias han absorbido el 51,5%, desplazando a la industria del puesto de principal
sector receptor de la inversión extranjera. A pesar de este descenso en participación relativa, el flujo de capital extranjero invertido en la industria ha aumentado un 5,7% frente al descenso del 38,9% que se registró en el año 1995.
■ El análisis de la orientación sectorial de la inversión extranjera en España en el
periodo 1991-1996, revela que el capital extranjero se ha orientado principalmente a sectores de intensidad tecnológica media-alta. Destacan la industria
química, que en el año 1996 se consolida como principal sector industrial
receptor de capital extranjero, seguido del sector del automóvil con un 14,3% y
del de maquinaria eléctrica y electrónica, con un 13,3%.
Recursos financieros
Las peculiaridades del proceso de innovación (elevado riesgo, difícil apropiabilidad
de los resultados, complejidad de los proyectos) hacen que los mercados financieros tradicionales y las entidades financieras comunes (bancos y cajas de ahorros) no sean con frecuencia los instrumentos más adecuados para su financiación. Por ello, se hace también necesaria la existencia de entidades especializadas
en la financiación de la innovación, como las entidades de capital-riesgo, los inversores privados y los mercados bursátiles adecuados (segundos mercados).
Figura 2.12.
Volumen de fondos
capital-riesgo en
España (MPta)
250.000
Recursos totales
acumulados
200.000
Nuevos recursos
captados en el año
150.000
100.000
50.000
0
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
Fuente: Martí Pellón, 1995
99
Cuadro 2.16.
Situación de las
inversiones de
capital-riesgo en
varios países
País
Recursos
acumulados
(MECU)
Inversión 1996
(MECU)
% sobre PIB
Crecimiento
sobre 1995
Reino Unido
Francia
Alemania
Italia
España
25.653
11.687
5.168
4.884
1.323
2.973
849
715
510
193
0,32%
0,07%
0,04%
0,05%
0,04%
12,9%
-0,3%
7,5%
101,2%
18,7%
Total Europa
49.668
6.752
0,09%
21,7%
N/D
10.023
0,14%
25,9%
EE.UU.
Fuente: EVCA, 1997
Los fondos gestionados por entidades de capital-riesgo en España ascendían
al 31 de diciembre de 1996 a unos 190.000 MPta, siendo aproximadamente el
50% de los fondos de inversión española. Los recursos totales acumulados en
capital-riesgo en España representan un porcentaje del PIB muy bajo en comparación con la media europea. La evolución de estas inversiones, puede verse en la
figura 2.12. Adicionalmente, las inversiones anuales en capital-riesgo, que en 1996
ascendieron a 31.023 MPta, son asimismo mucho menores que en el resto de
Europa y más aún si se compara con el volumen alcanzado en Estados Unidos,
tal y como se observa en el cuadro 2.16.
Los aspectos destacables de la situación del capital-riesgo en España son los
siguientes:
■ El capital-riesgo en España está concentrado en relativamente pocos operadores, con una gestión elevada de fondos.
■ La distribución geográfica de los fondos capital-riesgo se caracteriza por una
fuerte concentración en Madrid, Cataluña y País Vasco. La presencia en zonas
menos desarrolladas industrialmente es debida a la participación de sociedades
promovidas por algunas comunidades autónomas.
Figura 2.13.
Porcentaje de inversión
capital-riesgo anual
suscrita, según el
número de empleados
de la empresa
45
1992
40
1993
1994
35
30
25
20
15
10
5
0
0-9
10-19
Fuente: Martí Pellón, 1995
100
20-99
100-199
200-499
>500
La figura 2.13 muestra un aumento paulatino en los últimos años del tamaño de
las empresas receptoras de estas inversiones. La reducción en un 50% de las
inversiones en empresas con menos de diez trabajadores, contrasta con el
aumento en casi un 140% de la cantidad inmovilizada en empresas con más de
200 trabajadores, que acumularon el 37% de la inversión total del año 1994 (Martí
Pellón, 1995).
La inversión de capital-riesgo en España se centra en empresas en fases de
expansión y LBO/MBO, con un porcentaje muy bajo dedicado a inversiones en
fases de semilla o arranque. Esta aparente falta de interés por parte de las entidades de capital-riesgo en invertir en las fases iniciales del desarrollo de las empresas, agravada en los últimos años, es común en el resto de Europa, como puede
verse en el cuadro 2.17, pero presenta una diferencia sustancial con Estados
Unidos, según se observa en dicho cuadro.
Inversión en 1992-96
Fase
Europa
España
EE.UU.
Semilla
Arranque
Otros
0,7%
5,3%
94,0%
0,9%
10,8%
88,3%
4,6%
28,6%
66,8%
Cuadro 2.17.
Destino por fases
de los fondos de
capital-riesgo
Fuentes: EVCA, 1997; ASCRI, 1997; NVCA, 1997
Otra de las características diferenciales del capital-riesgo en España es la escasa importancia relativa de los sectores más intensivos en tecnología, particularmente si se compara con lo que sucede en otros países. En Estados Unidos, la
mayor parte de las inversiones de capital-riesgo se centran en los sectores con
mayor componente tecnológico (en 1996 las inversiones de capital-riesgo en el
sector de las tecnologías de la información representaron el 60% de las inversiones totales del capital-riesgo).
Adicionalmente, la procedencia de los recursos de las entidades españolas de
capital-riesgo difiere sustancialmente de las fuentes de financiación de capital-riesgo en Europa y Estados Unidos. Las principales diferencias radican en la gran
importancia del sector público y la inversión extranjera en España, frente a una
escasísima participación de los fondos de pensiones y compañías de seguros, tal
y como se muestra en la figura 2.14.
Existe una práctica unanimidad entre los expertos en que una de las condiciones
básicas para el rápido desarrollo de proyectos innovadores es la existencia de un
mercado capaz de dar liquidez a los inversores y posibilitar las desinversiones en un
periodo de tiempo razonable. En este sentido, una de las principales razones que
justifican el éxito de la innovación en Estados Unidos es la existencia de un eficiente segundo mercado, el National Association of Securities Dealers’ Automated
Quotations (NASDAQ), donde cotizan en la actualidad más de 5.500 empresas que
dan empleo a más de 9 millones de trabajadores, fundamentalmente en el sector
101
Figura 2.14.
Fuentes de capitalriesgo en Estados
Unidos, Europa y
España
Fuentes de capital-riesgo
Europa-Media 5 años
Compañías
de seguros
12%
Otros
22%
Fondos de
pensiones
16%
Plusvalías
realizadas
17%
Fuentes de capital-riesgo
España 1996
Otros
14%
Inversores
extranjeros
37%
Bancos
18%
Bancos
33%
Sector
público
28%
Fuentes de capital-riesgo
EE.UU., media 1991-1992
Particulares
12%
Grandes
empresas
4%
Plusvalías
realizadas
2%
Compañías
de seguros
1%
Fondos de
pensiones
0%
Inversores
extranjeros
12%
Fundaciones
20%
Bancos y
compañías
de seguros
11%
Fondos de
pensiones
41%
Fuentes: EVCA, 1997; ASCRI, 1997; NVCA, 1997
de empresas de alta tecnología, cuyas características, y en particular las necesidades de financiación para hacer frente a un rápido crecimiento, se ajustan mejor a
las condiciones de un segundo mercado. En los últimos 10 años, el NASDAQ ha
sido un mercado mucho más rentable que la bolsa general, si bien la volatilidad es
1,83 veces superior.
El éxito de NASDAQ (no sólo en Estados Unidos, ya que durante 1996 las instituciones europeas invirtieron un 13,8% de sus fondos en participaciones americanas, de las cuales el 92% se realizaron a través de NASDAQ) y la inexistencia
de un segundo mercado eficiente en Europa, llevó a la creación de la European
Association of Securities Dealers’ Automated Quotations (EASDAQ).
A principios de 1998 cotizaban en EASDAQ 25 sociedades (de las cuales 22
correspondían a sectores de alta tecnología), con una capitalización bursátil de
aproximadamente 800.000 MPta. El EASDAQ está todavía en fase de desarrollo,
y los expertos lo señalan, por el momento, como demasiado conservador al aceptar únicamente empresas consolidadas que buscan financiación para su crecimiento. Este conservadurismo es atribuido, posiblemente, a temor a un fracaso en
sus primeros años de funcionamiento.
102
Los segundos mercados han venido a responder a la creciente necesidad de
dinamizar la creación y el acceso de las PYME al mercado de capitales, al estar
estas empresas más capacitadas para el fomento del empleo y la innovación.
Estos mercados, que surgieron en el mundo como un mecanismo orientado a
rellenar el hueco existente entre los mercados de valores oficiales y los mercados
informales y no regulados en los que empresas e inversores intercambian acciones, han registrado un escaso éxito en Europa. España no ha constituido una
excepción a este comportamiento. En España existen tres tipos de mercados de
valores: el Mercado Nacional Continuo, los corros locales y los segundos mercados. Éstos últimos son mercados muy marginales, esgrimiéndose como razones
de su fracaso la exigencia de un capital muy reducido para garantizar la liquidez
en Bolsa de una sociedad, la escasa diferencia respecto al capital mínimo para
cotizar en el primer mercado, la no existencia de ventajas fiscales, etc. (Parejo y
otros, 1996).
El número de emisores en el segundo mercado alcanzó en 1995 la cifra de 30
(frente a los 33 de 1994), de los que 19 corresponden a la bolsa de Barcelona, 8
a la de Bilbao y 3 a la de Madrid, no funcionando este segundo mercado en la de
Valencia. El volumen total de contratación, que en 1995 fue de 2.237 MPta (3.173
en 1994) y el de capitalización de 20.693 MPta, pone de manifiesto su escasa
importancia relativa.
Se puede concluir, por lo tanto, que los segundos mercados en España no han
alcanzado volúmenes significativos de capitalización, ni han concitado el interés de
las PYME (CE, 1994a). Este hecho supone un problema para la innovación ya que
los segundos mercados se concibieron como una vía de acceso de las PYME a
capital y financiación, tanto para propósito general como para sus procesos de
innovación tecnológica.
Capital humano
Si bien la comparación internacional suele caracterizar a España por su elevada
tasa de desempleo y por las barreras existentes en el mercado de trabajo, en la
actualidad esta situación está cambiando.
■ En 1996 se consolida el incipiente proceso de creación de empleo industrial iniciado en 1995 tras cuatro años consecutivos de tendencia descendente. La evolución del empleo por grado de intensidad tecnológica puede observarse en la figura 2.5.
■ La reforma laboral de 1997 permite anticipar mayores crecimientos de la ocupación en la empresa durante los próximos años. Las principales medidas de
las que consta dicha reforma pueden agruparse en tres: medidas para combatir la precariedad en el empleo, reforma de la negociación colectiva y clarificación de la extinción del contrato por causas objetivas.
■ En relación con la actividad de I+D, en el periodo 1988-1994 el empleo de la
I+D en España ha crecido a una tasa anual del 5,5%, lo que ha supuesto la cre103
ación de más de 25.000 nuevos puestos de trabajo. El empleo en I+D en los
cuatro grandes países de la UE también ha aumentado entre 1988 y 1993, aunque a un ritmo mucho más lento, el 1,3% de media anual (Cotec,1998).
■ El porcentaje de investigadores (diplomados universitarios) sobre el total de personal de I+D en España, en 1994, es superior al porcentaje de los cuatro grandes países europeos. Esta diferencia puede ser debida a una menor actividad
relativa de la investigación técnica aplicada en España (para la que se requieren
mayores aportaciones de técnicos y personal de apoyo) o a una mayor ocupación de los investigadores diplomados españoles en tareas menos cualificadas.
■ A pesar de la moderación salarial registrada en los últimos años, los costes salariales han aumentado en el año 1996. El análisis de su evolución en función del
grado de intensidad tecnológica, muestra que el crecimiento de dicha variable
sólo se ha producido en el grupo de sectores con nivel de intensidad tecnológica bajo, mientras que los incluidos en el grupo de intensidad tecnológica
media presentan un crecimiento nulo y el grupo con nivel de intensidad tecnológica alta un descenso del 0,8% (MINER, 1997b).
■ La comparación de los costes salariales a nivel comunitario revela que dichos
costes son más bajos en España que la media europea. Solamente Irlanda,
Italia y Finlandia disfrutan de menores costes salariales.
■ Esta misma comparación en términos de gasto por investigador pone de manifiesto que la alta proporción de investigadores sobre el total del personal de I+D
hace que el gasto por investigador sea proporcionalmente mucho más bajo que
en el resto de Europa. En España, el gasto medio anual por investigador ha sido
de 94.000 $ cuando la media de los cuatro grandes países de la UE ha sido del
orden de 160.000 $ (Cotec, 1998).
Otro elemento a analizar relacionado con los recursos humanos es su formación. La existencia de una oferta de recursos humanos, amplia y cualificada, va a
determinar la difusión y la asimilación de nuevas tecnologías, ya que ésta sólo es
factible si los trabajadores están convenientemente cualificados y tienen capacidad de adaptación. Existe por tanto un vínculo directo entre tecnología, formación
y competitividad.
■ En España, el gasto público en educación y formación representó en 1993 un
4,5% del PIB, lo que sitúa a nuestro país en una posición intermedia, igual a la
media de los países de la OCDE. La situación relativa de España en comparación con la UE es algo peor, ya que el gasto público medio en Europa para ese
mismo año ascendió al 5,3% del PIB (MINER, 1997b).
■ El análisis de la evolución de los gastos de formación muestra como España
está realizando un esfuerzo grande de convergencia con los países comunitarios en el terreno de la educación, ya que el gasto español ha pasado de representar un 2,5% del PIB en 1980 al 4,5% en 1993. Mientas tanto la UE en su
conjunto ha registrado un ligero descenso en la última década pasando del
5,6% del PIB en 1980 al 5,3% en 1993 (véase figura 2.15).
104
Figura 2.15.
Gasto público en
educación y formación
en relación al PIB,
1993
4,9
Media OCDE
5,3
Media EU
4,7
Reino Unido
España
4,5
Alemania
4,5
5,6
Francia
3,7
Japón
5,1
EE.UU.
0
1
2
3
4
5
6
Fuente: OCDE, 1997a
Figura 2.16.
Gasto total por
alumno*, 1993
4.762
Media OCDE
4.422
Media UE
España
2.916
Irlanda
2.881
1.616
Grecia
5.450
Alemania
4.548
Francia
4.727
Japón
7.341
EE.UU.
0
1.000
2.000
3.000
4.000
5.000
6.000
7.000
8.000
* Gasto público en dolares ajustados según la paridad de poder de compra
Fuente: OCDE, 1997a
■ El gasto español por alumno (véase figura 2.16) es menor que la media de la
OCDE, lo cual, sin duda, influye en la calidad de la enseñanza.
■ El esfuerzo inversor realizado en los últimos años comienza a reflejarse en la
mejora paulatina de la cualificación de los recursos humanos en España. Así,
dentro del grupo de población con edades comprendidas entre 25 y 34 años de
edad, el porcentaje de aquéllos que como mínimo han cursado estudios secundarios asciende al 45%, mientras que en el grupo de población entre los 25 y 64
años este porcentaje sólo es del 11%. Si en 1980 sólo el 26,2% de la población
activa tenía estudios medios o superiores, en 1992 esta cifra se había elevado al
54,81% (Mas y otros, 1995). De los trabajadores empleados en 1993, el 56%
contaba como máximo con estudios secundarios frente al 13% de universitarios
(Mas y otros, 1995). Sin embargo, entre los empleados con contrato fijo, los universitarios contaban con una cuota del 41% (Mas y otros, 1995).
105
■ El bajo nivel relativo de educación que caracteriza a la población española contrasta con el porcentaje aparentemente elevado de universitarios, que representan el 11% de la población adulta en España, frente al 11% de la UE y el
12% de la OCDE: No obstante hay que tener en cuenta la escasa enseñanza
terciaria, no universitaria, en España (MINER, 1997b).
■ Otro hecho significativo de la situación española, es la disparidad existente entre
la demanda de titulaciones por parte de la empresa y el volumen de la oferta.
En comparación con otros países europeos, el capital humano español muestra una menor orientación hacia las titulaciones de carácter técnico. Mientras
que en éstos la mayoría de graduados universitarios corresponden a carreras
científicas y técnicas, en España el porcentaje de los estudiantes en carreras
jurídicas y de humanidades triplica al de los estudiantes en carreras técnicas
(Palafox y otros, 1995; IRDAC, 1994). Dado que los estudios técnicos son los
que, en principio, parecen estar más adaptados a las necesidades de la industria y a la adopción de nuevas tecnologías, este dato supone para la industria
un déficit competitivo en relación con los países de su entorno. Paralelamente,
las empresas españolas cuentan con menos técnicos que las europeas. Según
la clasificación de ocupaciones laborales ISCO de 1988, aquellas ocupaciones
en las que se ubican estos profesionales representaban en 1991, y sobre el total
de los empleados, un porcentaje 10,9 puntos menor en las empresas españolas que en las europeas, frente a 11,4 puntos de diferencia en 1982 (Collado,
1995).
■ Si tenemos en cuenta la formación continua como elemento que potencia la
mano de obra, se observa que ésta es superior cuanto mayor es el nivel de
estudios oficialmente recibidos. Un rasgo común a los países de la OCDE es
que la formación continua es recibida en mayor proporción por los ocupados
que por los parados. Las únicas excepciones se registran en España y Bélgica.
(MINER, 1997b).
106
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 107
3
Diagnósticos y recomendaciones
para el sistema español de
innovación
■
107
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 108
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 109
Introducción
Los debates organizados en todas las comunidades autónomas y los celebrados
con la colaboración de colectivos académicos y empresariales han aportado informaciones y opiniones que recomiendan reelaborar las conclusiones sobre los
diagnósticos y las recomendaciones que contenía el Libro Verde.
Fruto de esta reelaboración es el contenido de este capítulo, que está estructurado en los cinco subsistemas que, de forma general, han sido descritos en el capítulo
anterior. Para cada uno de ellos se recogen una serie de diagnósticos sobre su estado actual, que están apoyados por datos, descripciones de situaciones concretas y
sus comparaciones internacionales y, sobre todo, por las opiniones convenientemente contrastadas en las mesas de debate. Estas conclusiones se refieren a los aspectos más relevantes de cada subsistema, tanto para los expertos que participaron en
la redacción del Libro Verde como al resultado de los diferentes debates.
A estos diagnósticos siguen, para cada subsistema, una serie de recomendaciones sugeridas tanto por las características del propio subsistema como por las de
los otros, con los que necesariamente se relacionan. Éstas sugieren caminos que
afectan a diversas actuaciones mejorables y no sólo al subsistema en cuestión.
Con el fin de facilitar el estudio de los subsistemas, cada uno de ellos se ha dividido en una serie de componentes característicos o líneas de análisis que, en su conjunto, definen el subsistema y sus relaciones con los demás. Así, por ejemplo, bajo el
de administraciones públicas se establecen los componentes o líneas de análisis: alcance de las políticas de innovación de las administraciones central y autonómicas;
orientación de estas políticas; coordinación entre ellas… Dentro de cada línea de análisis se han agrupado los datos (contrastados por hechos objetivos o publicaciones) y
las opiniones, con alto grado de consenso, vertidas en los debates. Todo ello refleja
su estado actual y permite resumir la situación real de ese elemento en uno o varios
diagnósticos que presentan sus fortalezas y debilidades. Estos diagnósticos, unidos
a los de las otras líneas de análisis, dan una visión del subsistema en cuestión.
El estudio conjunto de los diagnósticos de los cinco subsistemas sienta las bases para el establecimiento de las recomendaciones sobre cada subsistema, mediante acciones encaminadas a mejorar la eficacia de cada uno de ellos, en particular, y del sistema español de innovación, en general. El sistema seguido para la
elaboración de las recomendaciones ha sido, igualmente, el debate en las sesiones y el análisis comparativo con otros países.
Por esta razón, no hay una relación biunívoca entre los diagnósticos y las recomendaciones, ya que éstas últimas, en su mayoría, suponen acciones que contribuyen a la mejora de las debilidades puestas a la luz por varios diagnósticos y que,
como se ha dicho, se han elaborado teniendo en cuenta el subsistema en cuestión dentro del contexto global del sistema español de innovación.
Los diagnósticos y las recomendaciones del Libro Verde que fueron objeto de
debate se han incluido en el Anexo II.
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3.1. Administraciones públicas
Diagnósticos
La trascendencia, los objetivos y la coordinación de las políticas de las diversas
administraciones con respecto a la innovación son las cuestiones que centran los
diagnósticos de este subsistema. A escala estatal no ha existido, hasta ahora, un
enfoque del fomento de la innovación, ni tampoco las diversas políticas individuales han tenido la necesaria continuidad. El énfasis puesto en la mejora de la capacidad de la investigación científica, un paso previo necesario, no ha permitido alcanzar todavía el nivel suficiente. La transferencia de resultados a la empresa ha
ocupado un segundo plano y ha sufrido una falta de coordinación, tanto en la administración central como en las administraciones autonómicas.
Alcance de las políticas de la administración central y de
las administraciones autonómicas
■ Reducida aportación pública a la I+D, en términos económicos, en relación con
otras actividades de las administraciones. Mientras que en países como Alemania,
Francia, EE.UU., Reino Unido o Japón, el gasto público en I+D representa porcentajes iguales o superiores al 3% del gasto público total, en España se sitúa en
el 1,8%.
■ Falta de continuidad del crecimiento presupuestario. Con independencia de que
su valor absoluto sea bajo, la aportación de las administraciones a la I+D ha presentado un comportamiento excesivamente vinculado al ciclo económico y presupuestario: fuerte crecimiento entre 1986 y 1991, por encima de la mayor parte de los países de la OCDE, y descenso en pesetas constantes entre 1992 y
1995.
A pesar de estas variaciones en el gasto publico en I+D, el número de investigadores en España ha tenido un fuerte crecimiento, pasando de algo más de
26.000, en 1987, a más de 51.000, en 1996. Sin embargo, el gasto medio por
investigador en I+D sí ha seguido las fluctuaciones cíclicas. En 1989 fue de
97.000 $ PPC (poder de paridad de compra), para llegar a su máximo en 1992
con 113.500 $ PPC y descender hasta 94.200 $ PPC en 1994.
■ La aplicación de políticas tecnológicas se ha empleado, con frecuencia, para
justificar actuaciones de reconversión industrial, pasando a un segundo plano
los objetivos de innovación.
■ Ha sido escasa la atención a la prospectiva tecnológica. La Agencia Nacional
de Evaluación y Prospectiva (ANEP), órgano encargado de gestionar esta línea
de actuaciones, no ha dispuesto de recursos adecuados para afrontar esta actividad. Contrariamente, países como Alemania, Francia o el Reino Unido han
desarrollado iniciativas de prospectiva tecnológica, que han influido en sus políticas nacionales.
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■ La responsabilidad sobre las diferentes etapas de la innovación tecnológica
(desde la generación de conocimiento hasta la introducción en el mercado) ha
estado dispersa entre los diversos organismos y niveles administrativos del Estado.
■ Los organismos de la administración central del Estado no han estado coordinados, y en ocasiones se ha dado lugar a duplicidades y conflictos, a pesar de
la escasez de recursos puestos a disposición de las políticas de innovación.
■ Desde el ingreso de España en la Unión Europea en 1986, las políticas de I+D
se han beneficiado de una mayor disciplina, calidad, continuidad y alineamiento con las tendencias internacionales.
■ Las comunidades autónomas han establecido medidas de fomento y han legislado en materias de ciencia y tecnología, creando, asimismo, una gran variedad
de infraestructuras de soporte, como parte de sus políticas de fomento a la innovación.
■ No se ha realizado ningún esfuerzo para coordinar criterios de política autonómica de innovación. La manifiesta carencia de datos sobre las acciones y resultados de las políticas desarrolladas por las diferentes administraciones autonómicas, imposibilitan las comparaciones y la consolidación de un modelo de
referencia.
Diagnóstico sobre la estrategia estatal de innovación:
Las políticas científica, tecnológica y de transferencia de resultados
al tejido empresarial no han estado coordinadas. No ha existido una
estrategia integrada de ámbito estatal para el fomento de la innovación.
Diagnóstico sobre la continuidad de las políticas de fomento a la
innovación:
Las políticas de apoyo a la I+D no han formado parte, con la necesaria continuidad, de las prioridades presupuestarias de la administración central del Estado. De hecho, los recursos totales dedicados
al fomento de la innovación están muy por debajo, tanto en términos
absolutos como relativos, de lo que es habitual en los países de
nuestro entorno.
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Diagnóstico sobre la importancia de las políticas autonómicas:
La consolidación del Estado de las autonomías ha motivado una potenciación de las actividades de fomento de la innovación, con un importante crecimiento de los recursos e iniciativas, aunque su cuantificación es difícil dada la carencia de datos oficiales. Sin embargo, a
esta dinámica, claramente positiva, le ha faltado madurez y un marco de referencia para su coordinación, tanto entre las diversas autonomías como de éstas con la administración central.
Orientación de las políticas de innovación de las
administraciones
■ La orientación del I y II Plan Nacional de I+D fue esencialmente científica, tal como requería la situación en el momento de su elaboración. Ello permitió obtener
buenos resultados en su ámbito de aplicación, al mejorar la calidad científica de
la investigación del sistema público. El III Plan incluía ya un programa específicamente destinado a articular el denominado entorno científico y tecnológico
con el productivo, el Plan de Articulación del Sistema de Ciencia-TecnologíaIndustria (PACTI).
■ En España, al igual que en otros países de nuestro entorno, el sector de servicios sobrepasó hace años al industrial y agrario juntos. Una orientación de los
esfuerzos de investigación y desarrollo hacia los servicios requeriría una adaptación de los programas de innovación previstos y en curso.
■ En España, los mecanismos tradicionales de fomento de la I+D empresarial por
parte del sector público han sido las subvenciones, los créditos blandos y las ayudas fiscales. Contrariamente a lo que ocurre en Europa, el mecanismo más utilizado ha sido el crédito blando. Así, mientras que en España el 56% de las ayudas
corresponden a este concepto, la media europea está en el 15% (Landabaso,
1997).
■ Las ayudas fiscales que permite la legislación española no son básicamente diferentes de las de cualquier otro país europeo. Sin embargo, según los datos
disponibles, no son utilizadas habitualmente por las empresas españolas
(Landabaso, 1997).
■ El porcentaje del gasto público en I+D e innovación ejecutado por la industria
española fue del 10,1% en 1995, mucho menor que en países de la OCDE, como EE.UU., Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Suecia o Noruega, y muy inferior a la media de la Organización, que se sitúa alrededor del 27,2% (OCDE,
1994).
■ El peso de las actuaciones de difusión de innovaciones y transferencia de tecnología es muy reducido. En el caso del II Plan Nacional, éstas se han limitado
al Programa de Estímulo a la Transferencia de los Resultados de la Investigación
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(PETRI), realizando un gasto, durante 1994, del orden de los 600 MPta con cargo al Fondo Nacional de I+D, y a la creación de la red de oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRI). Ésta, a su vez, gestionó en 1995
alrededor de 18.500 MPta en contratos con empresas, que es un resultado notable.
■ Los mecanismos de financiación de los programas de fomento de la innovación
están poco adaptados a la realidad empresarial: los procedimientos de solicitud
de créditos y subvenciones son complejos, la tramitación de las solicitudes es
larga, la liberación de los fondos se produce a ejercicio vencido y sin plazo conocido, etc. Estos problemas son particularmente graves en el caso de las PYME
y de las microempresas, frecuentemente aquejadas de dificultades financieras
en el corto plazo y agobiadas por su actividad diaria. Esto les retrae de acudir
a las ayudas públicas (IMADE, 1995).
■ Los mecanismos de financiación pública están todavía en un continuo proceso
de adaptación a la realidad del sistema español de innovación. Así, por ejemplo, solamente desde el año 1994 los consorcios formados por empresas y
centros tecnológicos pueden participar en las convocatorias del Plan Nacional
de I+D.
■ La planificación de las ayudas públicas no asigna habitualmente recursos para
una difusión proactiva, ni tampoco incluye medidas de seguimiento de los proyectos ni de la evaluación y promoción de sus resultados.
■ Es de destacar que el Consejo Asesor de Ciencia y Tecnología, que debería haber tratado de influir en la orientación de las políticas de I+D a las necesidades
empresariales, se ha mostrado muy poco eficaz en este cometido.
Diagnóstico sobre los objetivos de las políticas de innovación:
Las políticas públicas de apoyo a la innovación han estado más
orientadas a la mejora de la capacidad científica que al aumento de
la competitividad del tejido empresarial.
Diagnóstico sobre las ayudas a la financiación:
Los mecanismos de financiación pública de la I+D empresarial están
poco adaptados a la realidad de las empresas y no coinciden con los
patrones europeos. Las administraciones hacen un uso excesivo de
créditos blandos y los plazos de las subvenciones no son compatibles con el ritmo de los negocios. Las empresas no saben aprovechar las ventajas fiscales existentes.
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Coordinación de las políticas de innovación de las
administraciones
■ En el ámbito de la administración central, el Plan Nacional de I+D, concebido como principal instrumento de planificación y gestión de la política científica y tecnológica del Estado, no integra las políticas de algunos ministerios relevantes,
como por ejemplo el Ministerio de Industria y Energía o el Ministerio de Defensa.
Este problema se encuentra estrechamente relacionado con el del bajo rango
político de los órganos directamente responsables de las políticas de innovación.
■ El Plan Nacional no ha sido capaz de integrar eficazmente las iniciativas de política tecnológica surgidas en las comunidades autónomas. Las comunidades
autónomas solamente cuentan con el cauce del Consejo General de la Ciencia
y la Tecnología para influir en la orientación del Plan. Sin embargo, éste apenas
ha llevado a cabo alguna actuación en este sentido. El PATI II propone la creación de comités tecnológicos regionales, formados por representantes de las diferentes administraciones y con la tarea de definir objetivos, actuaciones e instrumentos que permitieran alcanzar la coordinación, si bien estos comités nunca fueron desarrollados.
■ En otros países de la UE, la coordinación de las políticas de las distintas administraciones ha conseguido frutos positivos. En Alemania, la coordinación entre
la administración federal y los Länder llega incluso a la cogestión de las instituciones de investigación. Francia canaliza la coordinación a través de los denominados contratos-programa, que establecen los compromisos recíprocos de
las administraciones central y regional para alcanzar objetivos comunes.
■ La decisión recientemente tomada de crear una Oficina de Ciencia y Tecnología
puede ser un primer paso para aumentar la capacidad de coordinación y planificación de la administración central, aunque es evidente que su rango administrativo actual no es el adecuado para el fin que se propone.
■ En el ámbito de las políticas de la UE, España continúa encontrando dificultades
para que los objetivos de los Programas Marco, definidos según criterios de estricta subsidiariedad, se orienten según sus intereses, ya que tradicionalmente
han surgido de las necesidades de los países más desarrollados y de los grandes grupos industriales.
■ En el momento de redactar este libro, está muy próxima la aprobación del V
Programa Marco, que debe cubrir el periodo 1998-2002. Este nuevo programa
está diseñado con criterios muy diferentes de los anteriores, especialmente en
la orientación de los programas y en lo que se refiere a los mecanismos de gestión. No obstante, puede decirse que la anterior crítica sigue siendo válida y no
existen razones para pensar que las nuevas pautas de gestión vayan a suponer
una mejor situación para España.
■ La materialización de las políticas tecnológicas y de innovación en el ámbito de
las comunidades autónomas presenta dificultades muy parecidas a las descri115
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tas más arriba para las políticas de la administración central. Ello no es de extrañar, ya que las leyes y los reglamentos autonómicos han intentado reproducir los esquemas centrales.
■ Las políticas de innovación son consideradas cada vez más como instrumentos
para la convergencia entre las regiones de la UE. Análisis como los de este documento pueden ser una guía para definir estas políticas.
Diagnóstico sobre la coordinación a escala nacional de las políticas
de innovación:
Los mecanismos de coordinación de las políticas de los diferentes
ministerios no han sido eficaces. La recientemente creada Oficina de
Ciencia y Tecnología es un primer paso para su mejora, pero su bajo
nivel administrativo puede ser un grave inconveniente para que cumpla adecuadamente su función de coordinación.
Diagnóstico sobre la coordinación de las políticas de innovación:
La coordinación de las políticas de innovación dentro de las administraciones autonómicas ha sido prácticamente inexistente, aún
siendo esencial en el caso de las pequeñas y medianas empresas.
Diagnóstico sobre la coordinación de las políticas de innovación con
la Unión Europea:
Los criterios que guían los programas de la Unión Europea no están
adaptados a los objetivos de negocio de la gran mayoría de las empresas españolas.
Recomendaciones
La política científica y tecnológica de la administración central debe emanar de un
órgano del máximo nivel administrativo, capaz de planificar las acciones a escala
nacional y de coordinar las de los demás niveles administrativos. Su instrumento
debe ser un Plan de Innovación que englobe tanto las acciones de fomento de la
creación del conocimiento científico, como las encaminadas a su aplicación por el
mundo empresarial. Este Plan de Innovación estatal debería tener en cuenta las
necesidades específicas de cada etapa de la innovación y ser capaz de orientar,
como consecuencia de estudios de prospectiva y de consultas al sector productivo, tanto a la investigación pública como a la empresarial. Las diferentes administraciones deberían especializarse en las etapas del proceso de innovación que
les son más propias.
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Un organismo de alto nivel administrativo para coordinar las
políticas de fomento de la innovación
■ La innovación tecnológica debe incorporarse al núcleo de las políticas estratégicas de la administración central. Para ello, es necesario un nuevo organismo
administrativo que asuma las competencias que, como mínimo, según los expertos, son necesarias para diseñar, gestionar y coordinar eficazmente las políticas de innovación (OCDE, 1995). Estas competencias son las siguientes:
• Coordinación e integración de los objetivos y prioridades de los ministerios
sectoriales.
• Coordinación con las políticas de innovación de las comunidades autónomas.
• Planificación de la estrategia de innovación de la administración central, estableciendo orientaciones sobre objetivos y líneas de actuación.
• Control, gestión y asignación de todos los fondos que se distribuyen en convocatorias públicas competitivas.
• Seguimiento de las acciones y evaluación de resultados de la política de innovación.
• Gestión de una agencia nacional para la evaluación y seguimiento.
• Gestión de un organismo de prospectiva tecnológica.
■ La elaboración de un presupuesto marco de innovación de carácter anual
(OCDE, 1995), sería el instrumento para el desarrollo de las políticas de la administración central y reflejaría su estrategia. Este presupuesto debería recoger el
total de las inversiones de la administración central, que gracias a su carácter
centralizado y único, garantizaría la coordinación de las políticas del Gobierno.
País
Órgano de Gestión
Alemania
Ministerio de Educación, Ciencia, Investigación y Tecnología
Austria
Ministerio de Ciencia y Transporte
Dinamarca
Ministerio de Investigación
Finlandia
Ministerio de Industria y Comercio
Francia
Ministerio de Educación, Investigación y Tecnología
Grecia
Ministerio de Fomento
Holanda
Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura
Ministerio de Economía
Irlanda
Departamento de Educación (Ministerio de Estado)
Departamento de Empresas, Comercio y Transporte (Ministerio
de Estado)
Italia
Ministerio de Educación, Universidades e Investigación Científica
Reino Unido
Ministerio de Industria, Energía, Ciencia y Tecnología
Suecia
Secretaría de Estado de Educación
Cuadro 3.1.
Órganos de gestión
de las políticas de
I+D e innovación en
algunos países de la
Unión Europea
Fuente: Elaboración propia
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■ El nuevo organismo tendría la responsabilidad de incorporar a las políticas de innovación una sistemática de evaluación y seguimiento, tanto de las actuaciones
como del propio sistema. La gestión de esta actividad debería realizarse en una
agencia nacional de evaluación y seguimiento, que dependería orgánica y funcionalmente del nuevo organismo, pero con criterios específicos para cada uno
de los programas y de sus etapas.
■ Asimismo, este nuevo organismo también debería impulsar el desarrollo de una
actividad de prospectiva tecnológica sostenida en el tiempo. Sus resultados deberían servir de orientación y referencia para todas las actividades de planificación, tanto científica como tecnológica.
■ El nuevo organismo tendría también la responsabilidad de la interlocución con
las comunidades autónomas en la gestión de las políticas de innovación. El énfasis de esta coordinación debería ponerse, fundamentalmente, en las políticas
de desarrollo tecnológico, y no tanto en las de investigación científica. Para
ello, dentro de su planificación deberían diseñarse instrumentos adecuados
para este fin.
■ Del mismo modo, el nuevo organismo asumiría la responsabilidad de la gestión
de la participación española en programas internacionales de apoyo a la innovación, así como de su inserción en la estrategia global del Gobierno.
Recomendación:
La coordinación, planificación, asignación de fondos y gestión de la
política de innovación de la administración central del Estado deben
ser responsabilidad de un organismo del mayor rango político.
Un Plan de Innovación que integre todas las líneas de
investigación y considere de forma específica las
diferentes etapas del proceso de innovación
■ La innovación tecnológica es un proceso más amplio y complejo que la I+D. De
hecho, en muchos sectores productivos la innovación tecnológica no lleva aparejada la realización de I+D, e incluso, para muchas empresas de reducida dimensión la realización de I+D queda fuera de sus posibilidades. El tejido empresarial español cuenta con muchos de estos sectores y empresas.
■ Incluso en los casos de las empresas que sí llevan a cabo actividades de I+D,
la problemática relativa a la innovación trasciende el ámbito de la investigación
y el desarrollo, afectando a cuestiones de índole estratégica y organizativa.
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■ Las políticas de fomento de la innovación no deben circunscribirse de forma exclusiva a apoyar la realización de I+D. Su espectro debe ser más amplio, tratando de extender su efecto a otras etapas del proceso de innovación, así como a los sectores y empresas que no precisan investigar o no pueden hacerlo.
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Por lo tanto, se hace necesario diseñar un concepto de programa integrado que
incluya de forma continua todas las etapas de la innovación, desde la etapa de
generación del conocimiento hasta la de su conversión en nuevos productos y
servicios.
■ Las diferentes etapas que componen la innovación requieren procedimientos de
gestión, seguimiento y evaluación específicos y distintos. El nuevo concepto de
programa debería ser capaz de permitir la gestión con criterios adecuados a cada etapa. Estos criterios deberían referirse tanto a los procesos de evaluación
previa como a los de su posterior seguimiento.
■ El nuevo concepto de programa debería permitir identificar las etapas del proceso de innovación que se beneficiarían en mayor grado de una coordinación
con las comunidades autónomas. Este concepto debe incorporar los instrumentos necesarios para esta coordinación.
■ Deberían formar parte de estos programas las acciones de prospectiva y los estudios comparativos de la posición tecnológica de los sectores y empresas españolas frente a sus competidores. También se incluirá la asistencia a las empresas en sus programas de organización para la innovación.
■ Finalmente, es necesario que estos programas contengan acciones de fomento
de difusión y transferencia de tecnología en todos sus niveles, recibiendo un apoyo en una medida semejante a las de las tareas puras de investigación. Entre estas acciones deben figurar:
• El fomento de la capacidad tecnológica de las empresas.
• Las necesidades de formación específica, tanto en los centros públicos como
en las empresas, para que tenga lugar la transferencia de tecnología.
• Las peculiaridades de la transferencia desde el sistema público de I+D a los
centros y parques tecnológicos, y la que pueda tener lugar dentro de éstos
últimos.
• La necesidad de fomentar la protección de la propiedad industrial e intelectual
(política de patentes).
• La utilidad de las relaciones interempresariales, incluyendo la creación de redes de empresas para la innovación.
• Acciones complementarias como estudios de viabilidad, asistencia a la organización para la innovación o estrategias de comercialización.
■ El Plan de Innovación debería identificar líneas de investigación y preparar, para
cada una de ellas, un programa siguiendo las indicaciones descritas. Cada programa se compondría de proyectos o acciones, de manera que pudiera tratarse cada etapa del proceso de innovación de modo diferente.
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Recomendación:
La planificación de la política de innovación de la administración
central deberá basarse en un Plan de Innovación. Este Plan deberá
desarrollarse mediante un conjunto de líneas estratégicas de innovación, que integre las políticas científica, tecnológica, de transferencia de resultados y cualquier otra que se requiera para fomentar
la innovación.
Recomendación:
Las líneas estratégicas del Plan de Innovación deberán estar desarrolladas en una serie de programas que sustenten la estrategia. Los
programas deberán concretarse en convocatorias a las que concurrirán proyectos propuestos por los diferentes elementos del sistema español de innovación.
Recomendación:
El Plan de Innovación deberá considerar el tratamiento diferenciado de los proyectos de generación de conocimiento y de los orientados al fomento de la innovación empresarial basada en la tecnología, así como de aquellos tendentes a coordinar políticas regionales de innovación.
Recomendación:
La asignación de recursos al Plan de Innovación deberá estar en consonancia con sus objetivos. Es necesario un fuerte incremento de las
partidas presupuestarias correspondientes para ajustar el gasto español a los patrones europeos.
Recomendación:
Los criterios de evaluación y seguimiento de los proyectos deben
ser específicos para cada una de las etapas de la innovación. Estos
criterios deberán ser suficientes tanto para fomentar la creación de
conocimiento como para incentivar la coordinación en el ámbito nacional y entre comunidades autónomas, y también desencadenar los
procesos de transferencia de tecnología en todas sus facetas.
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Especificidad de las políticas de fomento de la innovación
de los diferentes niveles administrativos
■ Las políticas de desarrollo tecnológico empresarial deben concretarse en los
ámbitos regional y local, dado que las políticas de promoción de la innovación
no pueden concebirse más que a partir de un conocimiento muy profundo de
las necesidades de las empresas, y éstas están muy influenciadas por su entorno. Sin embargo, la política científica puede ser fundamentalmente de ámbito nacional y competencia de la administración central, porque no se beneficia
de las peculiaridades regionales. En el ámbito de la administración central deben tener una especial cabida las políticas sectoriales de innovación.
■ Por su estructura, por su operativa y por su denominación, el Consejo General
de Ciencia y Tecnología no es adecuado para actuar como órgano de coordinación entre las diferentes administraciones. Un nuevo Consejo debería ser el
marco en el que las necesidades, prioridades y objetivos fueran conocidos por
el nuevo órgano de coordinación a partir de las opiniones de los diferentes
agentes de los sistemas regionales de innovación. De esta manera, esta información podría ser tenida en cuenta en los programas que se incluirían en el Plan
de Innovación. Los incentivos de coordinación deberían identificar la etapa del
proceso de innovación adecuada, normalmente más próxima a la aplicación
que a la creación del conocimiento.
■ Si bien los ámbitos a los que afectarían los acuerdos del nuevo Consejo deberían determinarse en su propio proceso de definición, hay uno que no puede estar ausente. Se trata de la potenciación de las infraestructuras de innovación y
de su coordinación al servicio de la estrategia global de innovación de las diferentes administraciones. Conviene resaltar la necesidad de que la administración central las incluya de forma decidida en sus políticas y que las administraciones autonómicas incrementen su actual apoyo.
■ La provisión de infraestructuras de soporte a la innovación, tan característica de
las políticas autonómicas de innovación, precisa de una coordinación a escala
nacional, por pura economía de medios, que facilite a las empresas el acceso a
los centros tecnológicos más adecuados y evite duplicidades innecesarias. El
nuevo concepto de programa deberá identificar también aquellas etapas de la
innovación que sean más propicias para conseguir este aspecto de la coordinación.
■ Las administraciones regionales y locales deberán considerar el fomento de actividades asociativas y cooperativas que tengan como objetivo la innovación, especialmente en los sectores de tecnologías maduras en los que la competitividad
depende fundamentalmente de mejoras de calidad, costes o comercialización.
■ Asimismo, las administraciones locales y regionales deberán desarrollar mecanismos que conduzcan a alianzas entre empresas para conseguir complementariedad, al tiempo que se fomenta la diseminación de resultados de I+D y la
transferencia de tecnología entre empresas.
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Recomendación:
El énfasis en la coordinación de las administraciones central, autonómicas y locales deberá ponerse en las etapas de las líneas temáticas del Plan de Innovación más directamente relacionadas con el
desarrollo tecnológico empresarial.
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3.2. Infraestructuras de soporte a la
innovación
Los centros y los parques tecnológicos son las infraestructuras de soporte que
más incidencia tienen en la innovación. Las restantes entidades de soporte tienen
una actuación más concreta y se adaptan a modelos uniformes. Las OTRI son tratadas como una parte del sistema público de I+D, dado que las nuevas oficinas
adscritas a otros subsistemas son demasiado recientes para ser analizadas.
Diagnósticos
La integración de los centros tecnológicos en el sistema español de innovación, la
naturaleza de sus servicios y la búsqueda de sinergias entre las diferentes ofertas,
son los temas que más preocupan cuando se analiza este tipo de infraestructuras.
En el caso de los parques se debe prestar atención a la transferencia de tecnología en su seno y a su valor como instrumento de las políticas autonómicas y locales de innovación.
Participación de los centros tecnológicos en el sistema
español de innovación
■ La distribución territorial de los centros tecnológicos es muy desigual y su origen muy diverso, lo que dificulta una consideración integral del conjunto de centros en los diseños de políticas tecnológicas. Mientras en las comunidades de
Castilla y León y Valencia el número de centros tecnológicos supera la quincena, en Castilla-La Mancha y Murcia no llega a la media docena (Fernández de
Lucio, 1996).
■ Los usuarios actuales y potenciales de los centros tecnológicos tienen opiniones
muy diversas sobre los objetivos y las funciones que deberían desempeñar.
■ Los centros tecnológicos no han desarrollado, por lo general, relaciones de complementariedad con el sistema público de I+D, siendo frecuentes ciertas situaciones de conflicto, derivadas de actuaciones en campos con fronteras no bien
definidas.
■ Los mecanismos de asignación de los fondos públicos de financiación de I+D
no son capaces, por lo general, de evaluar la calidad e importancia de las actividades de innovación de los centros tecnológicos. Concretamente, se resienten las actividades de difusión y de inducción de soluciones tecnológicas avanzadas en las empresas.
■ La realización por parte del sistema público de I+D de actividades características de los centros tecnológicos, y a precios por debajo de mercado, distorsiona el desarrollo de estas estructuras de interfaz.
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Diagnóstico sobre la participación en el sistema español de innovación de los centros tecnológicos:
Los centros tecnológicos no han alcanzado un grado aceptable de
integración en el sistema español de innovación.
Diagnóstico sobre la relación de los centros tecnológicos con el
sistema público de I+D:
Los centros tecnológicos dedican poco esfuerzo a su papel de interfaz entre el sistema público de I+D y el tejido empresarial. Esto
se deja sentir más en las tareas de marketing tecnológico, por lo que
no ejercen en su debida extensión su importante función de articulación dentro del sistema de innovación.
Servicios ofrecidos por los centros tecnológicos
■ Los presupuestos de los centros holandeses, franceses y británicos cuadruplican a los de los españoles, mientras los de los alemanes les septuplican. En términos relativos al PIB, los presupuestos de los centros españoles sólo superaban a los de los griegos. En el mismo año, el número de empleados en los centros tecnológicos españoles sólo superaba con claridad, entre los países de la
UE, al de los centros griegos, portugueses e irlandeses, siendo claramente inferior al de los centros alemanes, británicos, holandeses, franceses y daneses
(CE, 1994a). Así, mientras la media europea de empleados por centro era de 95
personas, en España era sólo de 30.
■ Las encuestas efectuadas entre PYME innovadoras (Cotec, 1995; IMADE, 1995;
CIRIT, 1990) indican que los centros tecnológicos no figuran entre sus primeras
fuentes de tecnología o de información para la innovación.
■ Algunos centros han destacado del conjunto por su actividad. Sólo en 1994, los
centros tecnológicos de EITE realizaron 519 proyectos de I+D bajo contrato,
con una cifra de negocio superior a los 3.000 MPta (EITE, 1995), y sus actuaciones dieron servicio a unas 1.000 empresas industriales. Los centros agrupados en FEDIT atendieron globalmente a 18.000 empresas, con una facturación,
en el ejercicio de 1996, cercana a los 26.000 MPta.
■ La visión de los centros tecnológicos sobre su función y los servicios que deben proporcionar difiere de los buscados por las empresas, lo que se viene a
manifestar en la escasa presencia empresarial en los centros. Así, mientras las
empresas buscan en los centros tecnológicos ayudas que tengan en cuenta las
formas de operar y las necesidades empresariales, con frecuencia vienen a encontrar en ellos expertos en tecnología, que demandan una formulación más
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técnica que funcional de los problemas, y unos periodos de desarrollo de las soluciones difícilmente compatibles con los requeridos.
■ El origen de estas críticas puede encontrarse en algunas de las características
de los centros tecnológicos españoles:
• La reducida dimensión de los centros, que les impide en muchos casos contar con la masa crítica necesaria y el personal adecuado para ser eficaces.
• El origen público de muchos de los centros, y las ayudas públicas de las que
disfrutan la totalidad, hace que su cultura no pueda ser empresarial. No está
generalizada la elaboración de rigurosos planes de negocio, la definición de
indicadores de eficacia, el uso de herramientas de gestión, etc.
• La distorsión que las ayudas públicas introducen en el mercado de servicios
tecnológicos. Con frecuencia, la concesión de estas ayudas a las empresas
se condiciona a la participación en los proyectos de determinado centro tecnológico. De este modo, en ocasiones el mercado se orienta más según las
características de la oferta (centros tecnológicos) que a las necesidades de la
demanda (empresas).
• Los centros tecnológicos que responden a iniciativas mayoritariamente empresariales, o en los que la participación privada en la financiación es significativa, disfrutan de una mejor imagen en el mundo empresarial, si bien se
constata que la simple presencia empresarial en sus órganos rectores no es
garantía de una mayor eficacia.
Diagnóstico sobre el peso de los centros tecnológicos:
La participación de los centros tecnológicos en el sistema español
de innovación no ha alcanzado la importancia relativa que le correspondería dentro del marco europeo.
Diagnóstico sobre el tamaño de los centros tecnológicos:
Por lo general, el reducido tamaño de los centros tecnológicos es
una clara limitación para satisfacer la amplia gama de servicios que
demandan los sectores a los que sirven.
Diagnóstico sobre la participación empresarial en la gestión de los
centros tecnológicos:
La participación empresarial en los órganos rectores de los centros
tecnológicos no ha dado, por lo general, los frutos esperados.
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Coordinación entre centros tecnológicos
■ Se encuentran centros con ofertas parecidas en distintas regiones, como es el
caso de los servicios tecnológicos ofrecidos en dos regiones adyacentes: el
País Vasco y Castilla y León (Junta de Castilla y León, 1996).
■ Pueden coexistir centros con parecida vocación en la misma región: cuatro de
los centros del País Vasco ofrecen servicios relacionados con la automatización
de la producción y otros cuatro están relacionados con los materiales; en
Castilla y León, ocho se orientan a las tecnologías agroalimentarias, tres a la automatización industrial y tres no muestran especialización alguna. Esta situación
se repite con mayor o menor intensidad en la mayor parte de las comunidades
autónomas.
■ Apenas existen actuaciones conjuntas entre los centros. Los centros tecnológicos se han desarrollado como consecuencia de las políticas de innovación y desarrollo regional de las administraciones autonómicas, las cuales no se han coordinado entre sí ni con las de la administración central.
Diagnóstico sobre la cooperación entre centros tecnológicos:
Aún reconociendo las necesidades regionales específicas, se producen numerosas, y no siempre necesarias, duplicidades en la oferta y orientación de los centros tecnológicos. No se aprovecha la potencial sinergia de una coordinación entre centros.
Acciones de fomento de transferencia de tecnología de los
parques tecnológicos
■ En las estrategias de creación de los parques han predominado objetivos ligados al aumento de la productividad de la región o al desarrollo industrial de la
misma, frente a los estrictamente tecnológicos (Álvarez y otros, 1995). Ello revela que los parques se han concebido más como instrumentos genéricos de
desarrollo regional que como sistemas de transferencia de tecnología.
■ Con alguna excepción, las universidades españolas han adoptado una actitud
pasiva y no se han involucrado en la concepción y planificación de los parques
(del Castillo y otros, 1995). Este hecho revela que no se ha aprovechado el potencial científico y tecnológico de las regiones al concebir estos instrumentos de
política tecnológica.
■ Los expertos destacan que los parques tecnológicos españoles carecen de los
mecanismos técnicos y de negocio suficientes para poner en marcha acciones
de transferencia de tecnología. Por ello, la proximidad física de las empresas en
los parques no ha dado lugar a la sinergia esperada (del Castillo y otros, 1995).
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Diagnóstico sobre acciones de transferencia de tecnología en los
parques tecnológicos:
La mayoría de los parques tecnológicos españoles no están dotados
de medios e instrumentos para el incentivo y fomento de una estrategia de transferencia de tecnología entre los centros de investigación y las empresas, ni tampoco entre éstas últimas.
Los parques tecnológicos como instrumentos de política
regional
■ La incentivación de los intercambios de conocimiento, personal y experiencias;
el desarrollo de proyectos conjuntos entre empresas e institutos de investigación;
los mecanismos de estímulo para la subcontratación con empresas del entorno;
etc., son actividades prácticamente inexistentes en los parques tecnológicos.
Según opiniones recogidas de los responsables de parques tecnológicos, ante
las actuales tendencias de reducción del gasto público, no se perciben perspectivas de que esta situación de indisponibilidad de mecanismos de estímulo
vaya a mejorar.
■ Excepto en las comunidades autónomas en las que existe una estrategia regional de desarrollo que expresamente los contemple, los parques tecnológicos
han dejado de estar presentes entre los instrumentos habituales de las políticas
regionales. Sin embargo una figura parecida, que normalmente es denominada
parque científico, es considerada por algunas administraciones locales como un
medio de obtener nuevos beneficios de los campus universitarios implantados
en sus términos municipales. Dada su dimensión, y su necesaria proximidad a
los campus universitarios ya existentes, este nuevo instrumento es menos exigente en inversión inmobiliaria.
■ Con estas nuevas instalaciones, los ayuntamientos intentan promocionar la aparición de nuevas aventuras empresariales nacidas de los avances científicos que
consiguen sus universidades. Como es lógico, estos instrumentos deben estar
acompañados de otras acciones de promoción, especialmente aquellas que faciliten el acceso a capital-riesgo, que ofrezcan orientación empresarial a los investigadores y, por supuesto, que diminuyan la burocracia para la creación de
nuevas empresas.
Diagnóstico sobre nuevos instrumentos de política local:
Los parques tecnológicos han perdido interés como instrumentos
clave de política de desarrollo regional. Aparecen tímidamente los
parques científicos como un nuevo campo de actuación de la política local.
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Recomendaciones
El ámbito de actuación, la búsqueda de la excelencia técnica y una gestión con
criterios empresariales son las cuestiones objeto de recomendación para los centros tecnológicos. Si se quiere alcanzar un alto nivel de competencia, es necesaria la especialización en un número limitado de tecnologías, aunque ello no debe
impedir que las pequeñas y medianas empresas encuentren en los centros más
próximos un lugar de consulta para sus problemas y de orientación, en caso necesario, hacia otros centros con mejor conocimiento de las posibles soluciones.
Los parques tecnológicos deben asumir su función de promotores de transferencia de tecnología entre las empresas instaladas en ellos y su entorno, lo cual
obliga a incorporar a sus plantillas personal adecuado y a ser más exigentes en el
momento de la ampliación o la creación de nuevas instalaciones. Más recomendable, en la situación de consolidación de la estructura universitaria española, es
el parque científico, que puede ser un adecuado instrumento de política local de
innovación.
Los centros tecnológicos como suministradores de
servicios en los ámbitos regionales y suprarregionales.
Especialización y funcionamiento en red
■ Los centros tecnológicos deben tender a especializarse en las tecnologías relevantes para su entorno, sin dejar de ser por ello buenos interlocutores tecnológicos generalistas.
■ Los centros tecnológicos deben contribuir a reducir las dificultades que las
PYME encuentran en sus procesos de innovación, poniendo a su disposición
recursos humanos y materiales de los que no pueden disponer debido a su tamaño y campo de actividad.
■ La motivación de las PYME para emprender procesos de innovación, y la solución a los problemas que estos procesos suponen, están frecuentemente condicionadas por el nivel tecnológico de su entorno. Por ello, los centros tecnológicos deberán prestar atención primordial a las empresas que les son geográfica o sectorialmente más próximas.
■ La relación de las PYME con los centros se vería facilitada si éstos:
• Recurrieran a técnicas de marketing tecnológico para conocer las necesidades de las PYME geográfica y sectorialmente más próximas.
• Desarrollaran una activa política comercial para demostrar la utilidad de sus
servicios.
• Se dotaran de personal con amplia experiencia profesional en empresas, capaz de entender y poder atender las necesidades de las PYME.
• Consiguieran crear un clima de confianza, caracterizado por la confidencialidad, la competitividad y la calidad.
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■ La preocupación de los centros por sus entornos, no debe excluir la necesidad
de contrastar la capacidad de su oferta de servicios de acuerdo con referencias
internacionales. Es necesario que un centro con vocación de excelencia acceda a amplios mercados competitivos para poder crecer y así ofrecer mejores
servicios a sus empresas próximas.
■ Es necesario que los centros entren en un proceso de cooperación que trascienda de su entorno próximo y que, simultáneamente, permita canalizar las necesidades de las PYME hacia otros centros del país con capacidades más adecuadas.
■ Las administraciones deberán incentivar la cooperación de centros para que
ofrezcan sus servicios en red y que cada uno de ellos actúe como una oficina
de difusión de los servicios de su red.
Recomendación:
Los centros tecnológicos deben enfocarse a la especialización en
tecnologías y conocimientos relevantes para las PYME de su entorno geográfico y sectorial, sin renunciar a una presencia nacional e
internacional.
Recomendación:
Los centros tecnológicos deben organizarse en red para, en su conjunto, dar soluciones a las necesidades sectoriales, evitando así innecesarias duplicidades o redundancias. Deben desarrollar plenamente, dentro de este concepto de red, su función de interfaz entre
el sistema público de I+D y el tejido empresarial. El Plan de Innovación deberá apoyar ambos objetivos.
Recomendación:
El conjunto de los centros tecnológicos debe conseguir que cualquiera de ellos esté en situación de canalizar, a otros centros de la
red, las demandas tecnológicas y de servicios que por su especialización no pueda satisfacer. Éste sería un camino adecuado para
conseguir su integración en el sistema, por lo que el Plan de Innovación deberá fomentar este objetivo.
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La gestión de los centros tecnológicos
■ La gestión de los centros tecnológicos, basada en criterios empresariales, facilitaría su relación con las empresas. Una vía de implantación de estos criterios
sería la asunción efectiva por los empresarios, potencialmente usuarios de los
servicios de los centros tecnológicos, de responsabilidades de gobierno en los
órganos rectores.
■ Los empresarios participantes en los órganos rectores, deberían contribuir a definir un plan estratégico y una serie de indicadores de gestión y rendimiento de los
centros, que permitieran evaluar en qué medida éstos se orientan a satisfacer las
necesidades reales de las PYME y si lo hacen conforme a criterios empresariales.
■ Las áreas de gestión necesitadas de indicadores serían las siguientes:
• La financiación de los centros, con especial atención al grado de autofinanciación de los servicios que prestan.
• Los recursos humanos, valorando la experiencia empresarial de los empleados y la adecuación de sus competencias a las necesidades tecnológicas de
las empresas.
• El grado de satisfacción de los clientes de los centros, con énfasis en el ajuste de tiempos, plazos, costes, funcionalidad de las soluciones, etc.
• La eficacia de los centros, en función de la cantidad y diversidad de los contratos, y de su labor canalizadora de las necesidades de las PYME de su entorno hacia la red de centros coordinados.
• La penetración de los centros tecnológicos en el tejido empresarial de su entorno geográfico sectorial.
■ La existencia de estos indicadores permitirá definir un conjunto de objetivos para los centros y contrastar su grado de cumplimiento. Estos objetivos, junto con
la consideración de la difusión de las innovaciones y su efecto multiplicador en
sus entornos, podrían constituir un criterio para la selección de centros viables
y el establecimiento de las prioridades de apoyo público.
Recomendación:
Los centros tecnológicos deberán definir su misión y objetivos en un
plan estratégico revisado periódicamente por sus órganos rectores.
Este plan deberá concretar la implicación real en la financiación y
gestión del centro de su tejido empresarial.
Recomendación:
Los órganos de gestión de los centros tecnológicos deberán definir
indicadores clave de rendimiento que permitan la continua evaluación de su eficacia.
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Transferencia de tecnología en los parques tecnológicos
■ Es conveniente definir criterios que permitan distinguir los parques tecnológicos
de otros asentamientos empresariales, tales como los parques empresariales o
los tradicionales polígonos industriales.
■ Es necesario promover mecanismos que estimulen la transferencia de tecnología entre los diferentes agentes del parque para facilitar los procesos de innovación. Entre ellos podrían citarse programas de intercambio de información,
proyectos de investigación del parque en su conjunto, o grupos de investigación con personal procedente de múltiples empresas y organismos. Los parques tecnológicos deben ser un foro de formación e información.
■ La estrategia global del parque debe incluir mecanismos de relación tecnológica con su entorno.
Recomendación:
Los parques tecnológicos, para distinguirse de unas meras operaciones inmobiliarias, deberán definir, o en su caso profundizar en,
acciones enmarcadas dentro de una estrategia que fomente la
transferencia de tecnología entre las empresas y centros de investigación, así como del parque con su entorno y con otros parques.
Ambientes adecuados para los futuros parques
tecnológicos
■ El parque tecnológico es un instrumento de transferencia de tecnología hacia y
entre las empresas, y no debería concebirse inicialmente para elevar el nivel de
investigación de la universidad o de otros organismos, ni tampoco únicamente
como un instrumento de política industrial en sentido amplio. La experiencia ha
demostrado que, salvo excepciones, los parques no han sido eficaces para el
desarrollo basado exclusivamente en la eventual atracción de tecnologías externas. Los proyectos de parques tecnológicos no deben iniciarse sin un cuidadoso análisis de viabilidad, interpretada como la capacidad del parque para movilizar los recursos tecnológicos endógenos de la región, con el objetivo de crear un tejido empresarial innovador.
■ En el nuevo contexto, la componente inmobiliaria ha perdido parte de su importancia. Los nuevos proyectos de parques tecnológicos han de desarrollarse
bajo esquemas diferentes de los utilizados anteriormente y donde la componente tecnológica debe ser determinante.
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Recomendación:
La promoción de nuevos parques tecnológicos sólo deberá llevarse
a cabo allí donde un cuidadoso análisis de viabilidad demuestre la
posibilidad de sinergia entre organismos de investigación productores de tecnología con proyectos empresariales capaces de absorberla.
El parque científico, un instrumento para la política local de
innovación
■ La reciente creación de un gran número de universidades, muchas veces en regiones de escasa tradición empresarial, ofrece la oportunidad de diseñar emplazamientos empresariales próximos a los campus universitarios. En ellos pueden encontrar un lugar adecuado para su desarrollo nuevas aventuras empresariales nacidas de la capacidad tecnológica de la propia universidad. Éste es
el concepto de parque científico que, dadas sus reducidas exigencias de inversión, puede ser un instrumento adecuado para las políticas locales de fomento
de la innovación.
Recomendación:
Las políticas locales de fomento de la innovación pueden encontrar
en los parques científicos un adecuado instrumento, siempre que se
basen en las capacidades reales de los campus universitarios.
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3.3. Sistema público de I+D
Diagnósticos
La calidad de la investigación desarrollada por el sistema público español se considera internacionalmente competitiva. Sin embargo, los recursos que España
dedica a la generación de conocimiento son mucho menores que los que le corresponden por su desarrollo económico. Es necesario que aumente el número
de grupos de excelencia, especialmente en las materias que son más próximas
al tejido empresarial español. De esta manera se verá aumentada la posibilidad
de transferencia de tecnología. La escasa movilidad del personal investigador,
que está dificultada por el actual ordenamiento jurídico, es una de las causas más
importantes de la separación que existe entre el mundo científico y el empresarial. La empresa no se beneficia del conocimiento técnico de los investigadores y
el sistema público de I+D no puede conocer directamente los problemas que tiene la empresa ni los condicionantes que ésta debe tener en cuenta a la hora de
resolverlos. El actual reglamento de los OPI tampoco es adecuado para facilitar
la relación con el tejido productivo, al imponer demasiadas rigideces a la gestión
de sus medios materiales y humanos. La enseñanza tampoco tiene en cuenta las
necesidades de la empresa, una consecuencia más de la escasa importancia que
se ha atribuido a su relación continua, que ha llegado hasta una mala utilización
de la figura del profesor asociado, que creó la Ley de Reforma Universitaria de
1983.
Evolución de la producción científica española
■ La producción científica española, en su inmensa mayoría originada por el sistema público de I+D, ha tenido un importante crecimiento cuando se mide en
función del número de artículos en publicaciones especializadas de prestigio.
Según el Science Citation Index, entre 1987 y 1992 tuvo un crecimiento medio
del 9,5%, el mayor de los países de la OCDE. En 1996 alcanzó una cuota del
6,8% de la producción de la UE y del 2,4% de la del mundo. Estos porcentajes
son particularmente significativos si se tiene en cuenta que el número de investigadores españoles representa aproximadamente el 5% de los de la UE (CE,
1997).
■ El número de publicaciones científicas españolas por investigador es mayor que
en países como Alemania, Italia o Estados Unidos, y el coste por publicación
menor (Lafuente y otros, 1993).
■ La calidad de las publicaciones científicas españolas ha registrado una notable
mejoría en los últimos años. Si en 1984 el 25% de los artículos de investigadores españoles se publicaban en las doce revistas de mayor impacto, en 1991 el
mismo porcentaje se concentraba en las seis primeras (Lafuente y otros, 1993),
siendo las citas de autores españoles el 1,8% de las mundiales en este mismo
año (CE, 1997).
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■ Todo lo anterior no significa que la producción española sea suficiente. Nuestro
sistema de I+D, como ya se ha dicho, es de dimensiones excesivamente reducidas, pues representa sólo el 5% en cuanto a personal y el 4% en gasto del total de la UE. Además, nuestras publicaciones se concentran en ciertos campos,
siendo las de ingeniería y tecnología particularmente escasas.
Diagnóstico sobre la evolución de la calidad del sistema público de I+D:
La calidad del sistema público de I+D ha mejorado considerablemente, aunque es todavía necesario que aumente el número de grupos de excelencia en muchos campos de la ciencia y la tecnología.
Relación del sistema público de I+D con el tejido
productivo
■ El número de empresas que colaboran con el sistema público de I+D es reducido. De una muestra de empresas entrevistadas por el Instituto Madrileño para el Desarrollo (IMADE), sólo un 2% habían colaborado con OPI, universidades
o centros tecnológicos para innovar (IMADE, 1995). La reducida magnitud de
este indicador adquiere relevancia al constatar que las empresas madrileñas
son, en promedio, las más innovadoras de España, al gastar en I+D un 1,41%
del PIB de la región (les siguen las empresas vascas, con un 1,22% y las catalanas, con un 0,65%) (Fernández de Lucio y otros, 1994). Otras encuestas de
ámbito nacional elevan aquel porcentaje a valores cercanos al 4% (Pradas,
1995). La comparación de competitividad mundial del IMD y el World Economic
Forum revela, además, que España ocupaba en 1994 el puesto nº 33 (de 41)
en la colaboración entre empresas y universidades para la innovación tecnológica, muy por debajo de sus principales competidores extranjeros (IMD, 1994).
■ Las empresas desconocen el potencial del sistema público de I+D como instrumento de apoyo a la innovación. Este hecho, revelado por algunas encuestas, es una de las causas del bajo grado de colaboración entre las empresas y
el sistema público de I+D. Las empresas, sobre todo las PYME, a menudo desconocen la capacidad de I+D de universidades y OPI: el 94% de las PYME encuestadas manifestaron desconocer esta oferta (Cotec, 1995).
■ Se observan disparidades entre las disciplinas que concentran la mayor parte de
la producción científica y las áreas en las que se firman más contratos con empresas (señal, en parte, de una mayor demanda). Así, una encuesta realizada por
la Fundación Universidad-Empresa en 1994 indicaba que el 36,4% de los profesores universitarios que contrataban proyectos con empresas lo hacía en el área
de ciencias tecnológicas, y sólo un 30,9% lo hacía en ciencias de la vida, ciencias médicas y química, siendo estas áreas responsables del 75,9% de la producción científica española en el período 1981-89 (Fundación Universidad-Empresa, 1995).
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■ Es necesario reconocer que en los últimos años ha sido positiva la evolución de
esta relación, como pone de manifiesto el incremento de actividad de las fundaciones universidad-empresa, la labor de las oficinas de transferencia (red
OTRI/OTT) y el aumento de los proyectos concertados realizados por las empresas en colaboración con OPI y universidades. De 1989 a 1993, la cuantía de
los contratos concertados creció un 20% de media anual acumulativa en ambos casos (Fundación Universidad-Empresa, 1995; CICYT, 1995).
■ A nivel más agregado, en 1995 las empresas sólo financiaron el 7% de la I+D
ejecutada por el sistema público (INE, 1995), aunque se detecta en estos últimos años un aumento de este indicador 1.
■ La movilidad del personal investigador entre el sistema público de I+D y las empresas está dificultada por la reglamentación administrativa. Su práctica inexistencia hace que la transferencia de conocimientos mediante personas sólo sea
relevante a través de recién licenciados, pues es bien conocido que la empresa
española no tiene el hábito de contratar doctores.
■ Aunque la acción del Plan Nacional de I+D para apoyar la contratación de doctores por la empresa tiene menos de un año de vida, y a pesar de la escasa tradición ya comentada, su aceptación por la pequeña y mediana empresa debe
considerarse muy positiva pues ya ha contratado a casi dos centenares de titulados. Esta acción ha tenido, por el contrario, una respuesta muy escasa por
parte de la gran empresa.
Diagnóstico sobre la relación del tejido productivo con el sistema
público de I+D:
El potencial tecnológico del sistema público de I+D no es suficientemente conocido por el tejido productivo español. Muchas de las
pequeñas y medianas empresas consideran muy difícil relacionarse
con la universidad y con los organismos públicos de investigación
(OPI).
Diagnóstico sobre la movilidad del personal investigador:
En la práctica, la transferencia de tecnología mediante personas sólo tiene lugar a través de recién licenciados. La actual reglamentación del sistema público de I+D hace casi imposible la movilidad de
personal investigador hacia y desde las empresas.
1 Mientras que existe un cierto consenso sobre la financiación empresarial de los OPI en torno a una
cifra del 3,8% (INE, 1994; OCDE, 1994), en el caso de las universidades existe una gran disparidad
entre distintas fuentes (Consejo de Universidades, 1995; INE, 1994; OCDE, 1994), probablemente
atribuible a las dificultades de contabilización derivadas del doble papel formativo e investigador de
estas instituciones. En cualquier caso, todas las fuentes coinciden en señalar una evolución positiva en
los últimos años.
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Idoneidad de los OPI para las necesidades de la empresa
■ La Ley de la Ciencia establece como funciones de los OPI: gestionar los programas del Plan Nacional; contribuir a la definición, evaluación y seguimiento del
mismo; y asesorar a los organismos públicos. Sólo, indirectamente, la Ley relaciona a los OPI con la competitividad de las empresas a través de sus objetivos
generales.
■ La Ley no establece marcos de actuación diferentes para los OPI multidisciplinares y los de carácter sectorial. De este modo, la normativa que regula los institutos de investigación académica del CSIC (por ejemplo, el Instituto de Filosofía) es la misma que la de los OPI sectoriales, como el CIEMAT o el INIA, en
principio orientados a la generación de tecnologías. Las características diferenciales de la investigación básica y la transferencia de tecnología no son recogidas por la Ley.
■ La Ley de la Ciencia define a los OPI como organismos autónomos sujetos a
derecho administrativo y afectados por la legislación de contratos con el Estado. De este modo, los OPI quedan insertos en el entorno cultural de la administración pública, sin que la Ley facilite mecanismos para que las necesidades
de las empresas sean tenidas en cuenta al orientar su actividad.
■ La reciente Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General
del Estado (LOFAGE) no ofrece modelos de gestión que resulten adecuados a
los objetivos de los OPI. Los propios OPI han denunciado las dificultades que
se derivan de la aplicación directa de esta Ley y muchos de ellos han sugerido
criterios para su modificación.
Diagnóstico sobre el modelo de los OPI:
La Ley de la Ciencia considera un único modelo de OPI y no presta
especial atención a sus características como proveedores de servicios tecnológicos a las empresas. La Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado (LOFAGE) no tiene en cuenta las peculiaridades de estos organismos y seguramente dificultará su gestión.
La gestión de los OPI
■ Las rigideces del marco normativo y el predominio en los OPI de una cultura
funcionarial, constituyen un obstáculo para la eficacia de la transferencia de tecnología, según confirman los escasos estudios existentes sobre la gestión de
los OPI (Sanz, 1990).
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■ Los mecanismos de promoción profesional de los investigadores toman como casi único criterio las publicaciones científicas, en detrimento de las colaboraciones
con las empresas, restando así incentivos para que esta colaboración tenga lugar.
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■ Los procedimientos administrativos que regulan los OPI no favorecen la obtención por parte de los investigadores de beneficios económicos adicionales. El
sistema arbitrado a tal fin para el CSIC es mucho más reciente, y se considera
menos eficaz que el artículo 11 de la LRU, que permite a los investigadores universitarios complementar sus ingresos a través de la colaboración con las empresas. Este hecho actúa, al igual que el anterior, restando incentivos a la colaboración de los OPI con la industria.
■ De forma similar, la gestión de los recursos materiales de los OPI no es lo eficiente que sería deseable, debido a las limitaciones que la burocracia impone
para la ejecución del gasto. Ello es particularmente evidente en la adquisición
de equipos, muchas veces necesaria para satisfacer necesidades de empresas,
que se demora como consecuencia de los procedimientos de compra de la administración.
■ Muchos OPI atienden una gran variedad de campos científicos y pretenden cubrir diferentes etapas del proceso de innovación. En estos casos, sus grandes
dimensiones dificultan todavía más la coexistencia de gestiones orientadas a los
distintos tipos de trabajo que desarrollan. La opinión generalizada es que los actuales modos de gestión son los menos adecuados para atender los diversos
aspectos de la transferencia de tecnología.
Diagnóstico sobre los modos de gestión de los OPI:
La actual gestión de los OPI no tiene la flexibilidad necesaria para
adaptarse a las diferentes etapas de la innovación.
Estructuras de interfaz del sistema público de I+D
■ La dotación de recursos (humanos y materiales) de la red OTRI/OTT ha estado
en consonancia con la escasez de fondos que el Plan Nacional de I+D ha dedicado tradicionalmente a la difusión de la tecnología. Tampoco las universidades y OPI han dedicado recursos adicionales a estimular esta fuente potencial
de nuevos ingresos.
■ Las oficinas de transferencia de resultados de la investigación (OTRI) fueron concebidas como entidades de difusión y comercialización de la I+D realizada por
centenares de investigadores de una universidad u OPI. Un objetivo de este tipo
exige una gran capacidad tanto técnica como comercial, que permita abarcar
múltiples campos científicos y tecnológicos, así como comprender las necesidades de las empresas.
■ Muchas OTRI, en el citado contexto de escasez de recursos, se han limitado
a tareas de gestión de contratos y de catalogación de la oferta, dejando desatendidas las funciones comerciales, entre las que debe tener especial relevancia la difusión de las capacidades tecnológicas disponibles en sus organismos.
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■ La red OTRI/OTT ha generado un incipiente sistema de información sobre la capacidad de la universidad y los OPI para ofrecer servicios tecnológicos a las empresas. El evidente aumento de los contratos gestionados por la red puede estar relacionado con este hecho.
■ En el caso de las universidades, numerosos expertos coinciden en señalar que
los Consejos Sociales no se han dedicado a promover la orientación de la investigación a las necesidades tecnológicas de las empresas y, en consecuencia, no han contribuido a potenciar el papel de las OTRI.
Diagnóstico sobre las oficinas de transferencia de resultados de
investigación (OTRI):
Las oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRI)
no han alcanzado enteramente el papel que les fue atribuido cuando fueron concebidas. Una razón puede ser que no han asumido, seguramente por falta de recursos adecuados, la función comercial
que les corresponde. Ni los centros a los que están adscritas, ni la
CICYT, les han dedicado la atención que su misión requiere.
Idoneidad de la universidad española para atender las
necesidades de la empresa
■ La condición de funcionario del profesorado se adquiere en plena juventud, lo
que sin duda condiciona la actitud vital de los docentes. La movilidad de este
personal es, como se ha dicho, muy reducida y no es frecuente el profesor con
experiencia empresarial.
■ En la práctica, se ha desaprovechado la figura del profesor asociado que prevé
la LRU como camino para llevar la experiencia empresarial a la universidad. Sin
embargo, esta figura se ha utilizado con otros fines, habiéndose llegado a la
aparición de profesores asociados con dedicación exclusiva.
■ La actual situación no favorece la aparición de una sana competencia entre las
universidades. Cuando se establecen comparaciones entre universidades, éstas se intentan objetivar a través de las publicaciones científicas, el mismo criterio que se utiliza en la promoción de sus profesores. Para aumentar la calidad
de nuestro sistema universitario es una urgente necesidad la evaluación de las
universidades con criterios que tengan en cuenta el grado de satisfacción de las
empresas que emplean a sus titulados y de las que contratan su investigación.
■ Los Consejos Sociales previstos en la LRU no están cumpliendo su misión de
hacer llegar a la universidad las necesidades de la sociedad. No han actuado
como promotores de la profesionalización de la gestión universitaria. Esta gestión debería conseguir la idoneidad y calidad de las titulaciones ofrecidas y de
la capacidad investigadora para las necesidades de su entorno. Los Consejos
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Sociales deben ejercer esta responsabilidad, por cuanto el profesorado debe
estar más dedicado a ofrecer una docencia y una investigación de excelencia
que a procurar los medios materiales que la hacen posible.
Diagnóstico sobre la universidad:
La empresa no tiene un adecuado nivel de confianza en la universidad española. Considera que las enseñanzas no atienden sus necesidades y que es difícil encontrar en ella una respuesta a su demanda de innovación. Existe el convencimiento de que es necesario
un mayor número de profesores con experiencia empresarial.
Recomendaciones
Se considera necesario que el sistema público de I+D preste más atención a las
etapas de transferencia de tecnología al tejido productivo, adaptando para ello el
tamaño y los modos de gestión de sus OPI. El crecimiento del sistema público de
I+D debe tener en cuenta las necesidades empresariales, que deben ser detectadas mediante los estudios de prospectiva que desarrolle la administración. Por
otra parte, es necesario que la universidad entienda el quehacer empresarial para
que le sirva de guía al diseñar sus planes de estudio y para cuando sus órganos
rectores opten por orientar su investigación tecnológica.
Naturaleza y gestión de los organismos públicos de
investigación
■ La transferencia de tecnología a las empresas constituye para los OPI un proceso aún más complejo que la propia generación de conocimiento. Cuando esta transferencia tiene lugar en la interfaz entre el sistema público de I+D y las
empresas o centros tecnológicos, las principales dificultades tienen su origen en
las distintas percepciones de los problemas que tienen los mundos empresarial
y académico, cuyas culturas, estructuras y modelos de funcionamiento responden a objetivos no coincidentes.
■ La presente situación favorece los trabajos de creación de conocimiento pero
no propicia su transferencia. El tamaño actual y la diversidad de campos científicos abarcados por muchos OPI dificultan todavía más la gestión de las actividades de transferencia, las cuales, por su propia naturaleza, son menos atractivas para los investigadores que los trabajos puramente científicos.
■ Aunque no parezca recomendable la diferenciación en OPI transferidores y no
transferidores de tecnología, sí es necesario establecer mecanismos de gestión
interna que incentiven la dedicación a las relaciones con las empresas, lo que
obligará a contar con un marco de actuación, modelos de organización y gestión y mecanismos de incentivación que estimulen dicho fin.
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■ Se ha comprobado la inquietud de muchas comunidades autónomas ante la falta de centros OPI. La implantación de centros mixtos, de la universidad con el
CSIC, se ha demostrado en muchos casos como una vía recomendable.
■ La posibilidad de realizar contrataciones de servicios y concesiones de licencias
de forma ágil y poco burocrática es un requisito imprescindible para favorecer
la citada transferencia de tecnología. Para ello es necesario que cerca de las
unidades científicas existan adecuados soportes administrativos y que aquéllas
tengan delegadas capacidades de decisión.
■ El actual sistema de evaluación de los investigadores es poco adecuado al fin
que se comenta en este apartado, ya que más bien induce al científico a evitar
estos contactos al no ser reconocidos para su promoción profesional. Es necesario que el investigador se vea motivado, económica y profesionalmente, para
dedicar su tiempo y su capacidad a transferir sus resultados a la empresa.
■ El concepto de programa que incluiría el Plan de Innovación deberá amparar estas etapas de transferencia para poder ser un instrumento de orientación de la
capacidad tecnológica de los OPI.
Recomendación:
Deberán introducirse mecanismos específicos de organización y
gestión para facilitar la transferencia de tecnología desde los OPI a
las empresas. Es necesario que sea posible incentivar a los investigadores para esta importante misión.
Recomendación:
Las diferentes etapas de la innovación requieren métodos de gestión
y de motivación diferenciados. No debe excluirse dotar a los OPI de
regímenes de gestión que permitan la creación de unidades internas
de orientación y dimensión adecuadas.
Recomendación:
El Plan de Innovación, mediante acciones específicas en sus programas, deberá promover la orientación de los OPI hacia la transferencia de tecnología.
Orientación a áreas de intensa aplicación empresarial
■ La planificación estratégica de los OPI debe tener en cuenta los estudios de
prospectiva tecnológica que debería impulsar el nuevo organismo responsable
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de coordinar la política de innovación. Estos deberán identificar las necesidades
de I+D de la empresa española, teniendo en cuenta la realidad presente y su
potencial de desarrollo futuro.
■ Los programas del Plan de Innovación utilizarán las conclusiones de los citados
estudios de prospectiva para orientar la capacidad tecnológica del sistema público de I+D.
■ Los programas del Plan de Innovación deberán estimular la transferencia de
tecnología a los centros tecnológicos, los cuales deben encontrar también suficientes incentivos para adecuar los resultados de los centros de investigación a
la capacidad tecnológica de sus empresas clientes.
Recomendación:
Las necesidades de I+D de las empresas españolas, identificadas
por la administración mediante sus estudios de prospectiva y el continuo diálogo con los empresarios, deberán guiar la orientación y el
crecimiento del sistema público de I+D en sus aspectos educativo,
científico y tecnológico.
Una universidad adaptada a la necesidad empresarial
■ La universidad cuenta con la suficiente autonomía para detectar y atender las
necesidades de su entorno. Dentro de un marco bien definido de necesidades,
el profesor universitario debe ser capaz de determinar las enseñanzas más adecuadas, si cuenta con una clara visión de la forma de trabajar de la empresa.
■ La gestión de las relaciones con las empresas, y especialmente las actividades
de transferencia de tecnología, no es atractiva para el personal académico. Es
necesario que la universidad cuente con profesionales en este tipo de gestión,
que descarguen al profesorado de estas tareas, aunque siempre será necesario que éste asuma el trato directo con la empresa, que deberá considerar como su cliente.
■ La profesionalidad en la transferencia de tecnología debe ser un criterio de evaluación de una universidad, al igual que la calidad de sus titulaciones y de su investigación.
Recomendación:
La universidad como institución, a la hora de definir sus enseñanzas, sus investigaciones y sus estrategias, debe dotarse de capacidad para entender las necesidades de las empresas y hacer económicamente rentables sus conocimientos tecnológicos.
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La orientación de la investigación universitaria
■ Las universidades, tal y como las regula la LRU, deben preservar el principio de
libertad de cátedra y de investigación. La Ley afirma que “la libertad académica
(de docencia y de investigación) (es) fundamento pero también límite de la autonomía universitaria (...)”. Las universidades no pueden obligar a los investigadores a desarrollar su actividad conforme a una estrategia dada, ya que la LRU
confiere a éstos el derecho de investigar según sus propias líneas de interés.
■ La propia LRU establece un mecanismo para poder instrumentar una cierta
orientación de las actividades de investigación en la universidad. Este mecanismo lo constituyen los institutos universitarios. La LRU establece que la tarea
fundamental de los institutos universitarios es la investigación, pudiendo desarrollar actividades de docencia especializadas o de tercer ciclo. Establece, asimismo, que mediante convenio podrán adscribirse a las universidades como
institutos universitarios “instituciones o centros de investigación (...) de carácter público o privado”.
■ La incorporación de los profesores universitarios a los institutos es voluntaria, y
supone la aceptación de los estatutos y la renuncia a una parte de la autonomía investigadora que prevalece en el entorno universitario más genuino.
■ Aunque en 1992 existían ya en España 203 institutos universitarios, es preciso
reconocer que su potencial de orientar la investigación universitaria hacia las necesidades empresariales sólo ha tenido éxito en contadas ocasiones. En estos
casos, sin embargo, la figura del instituto universitario se ha mostrado eficaz y
constituye un modelo digno de imitación. A partir de los ejemplos válidos, deben definirse criterios de éxito para la creación de nuevos institutos universitarios y la continuidad de los existentes.
■ Los institutos universitarios pueden constituir mecanismos de orientación a la
aplicación empresarial de la investigación realizada en la universidad, lo que se
vería potenciado mediante la presencia de empresas en estos organismos, como prevé la Ley.
■ Deberá fomentarse la figura de los institutos universitarios mixtos, con grupos
de investigadores públicos y privados, ya que ofrece un camino que permite
mejorar la articulación y sinergia del sistema público de I+D.
Recomendación:
Los institutos universitarios, creados con la participación de empresas, deben ser utilizados con más frecuencia cuando se intente
orientar la investigación universitaria a las necesidades empresariales.
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3.4. Empresas
Diagnósticos
La empresa española basa su innovación fundamentalmente en tecnología adquirida y está más interesada en la innovación en procesos que en productos. Los
datos demuestran que los recursos que aplica a la innovación son mucho menores que los que dedican sus competidores europeos y que tienen menos personal
cualificado para entender y obtener ventajas del cambio tecnológico. Por otra parte, la estructura del tejido empresarial español está concentrada en sectores cuyos caminos habituales de innovación parten de tecnología suministrada por sus
proveedores, por lo que tiene poca necesidad de resultados propios de I+D.
Ha quedado constatado en los debates que en España no existe una cultura de
investigación cooperativa y que solamente cuando las administraciones han tomado la iniciativa al respecto, se han emprendido acciones para identificar necesidades tecnológicas compartidas por las empresas de un mismo sector y sus posibles soluciones.
La cultura empresarial de innovación
■ El porcentaje de empresas innovadoras en España es menor que en los demás
países desarrollados. La principal fuente que permite llegar a esta conclusión es
la encuesta de innovación tecnológica realizada por la Comisión Europea (CE,
1996). En el caso de las de menor dimensión, las PYME, que son la mayoría en
nuestro país, España ocupa la octava posición entre los diez países analizados.
■ La reciente encuesta del INE realizada con datos de 1994 (INE, 1997a), demuestra que sólo el 11% de las empresas españolas pueden ser consideradas
innovadoras, mientras que la encuesta europea equivalente, más estricta en la
definición de empresa innovadora, cifra su media en el 25%.
■ Según la misma encuesta del INE antes citada, el 59% de las empresas españolas corresponde a sectores de baja tecnología. Además, cerca del 80% de
las empresas innovadoras que lo hacen, basan su innovación en sugerencias de
sus proveedores. Solo un 6% tiene innovación de base científica, lo que es una
razón más para explicar la baja demanda de I+D.
■ De forma menos directa, otros indicadores relativos a la I+D o al registro de patentes también apuntan en la misma dirección:
• El bajo gasto en I+D de las empresas españolas, tanto en su relación al PIB
como en proporción al gasto total nacional.
• El escaso número relativo de empresas españolas que desarrollan actividades
de I+D. Según la encuesta de la innovación comunitaria (CE, 1995), el porcentaje de empresas españolas que normalmente realizan I+D es menor que
en países como Bélgica, Dinamarca, Irlanda, Noruega u Holanda. Según la
anteriormente citada encuesta del INE, sólo el 3% de las empresas españo143
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las realizan actividades de I+D y únicamente un 2% tienen un departamento
con esta función (INE, 1997a).
• El bajo número relativo de empresas españolas que participan en programas
de apoyo a la innovación tecnológica de la UE, comportamiento que genera
preocupación entre los responsables de la gestión de los citados programas
comunitarios.
• El bajo índice de registro y solicitud de patentes de las empresas españolas.
El número de patentes solicitadas en España por residentes en nuestro país
es 18 veces menor que este mismo indicador en Alemania y 6 veces menor
que en Francia.
■ Es de destacar también que en España existe un desequilibrio entre los diversos modos de innovar. Estudios parciales, avalan que es mayor la innovación en
procesos que en productos.
■ A pesar del incremento de publicaciones en el ámbito español de I+D, es escasa la contribución de publicaciones de investigadores que trabajan en la empresa, siendo además esta contribución decreciente.
■ Las empresas españolas innovan para situarse al nivel de sus competidores y no
para superarlos. Este comportamiento es coherente con las estrategias globales
de las empresas, más orientadas a conservar los mercados actuales que a ganar otros nuevos, como demuestra su baja propensión exportadora (MINER,
1993). Algunos indicadores de esta característica de las estrategias de innovación son:
• El carácter reactivo de la innovación en las empresas españolas. En su origen, la
innovación se produce para responder a las exigencias de la demanda o a la presión de los competidores, y sólo ocasionalmente para tomar la iniciativa competitiva en los mercados (Pradas, 1995; MINER, 1994a; Círculo de Empresarios,
1995; IMADE, 1995). El objetivo de las innovaciones es más mantener la cuota
de mercado que ampliar la gama de productos o la de tecnologías.
• El escaso énfasis en el desarrollo de tecnologías clave. Las tecnologías clave
son las que otorgan ventajas competitivas en los mercados. Sin embargo, las
empresas españolas innovadoras se autoevalúan como de igual o menor nivel tecnológico que sus competidoras extranjeras (IMADE, 1995; Buesa y
otros, 1992), poniendo de manifiesto la inexistencia de tecnologías clave propias. Se puede así decir que la empresa española que innova se contenta con
mantener el nivel competitivo. Por otra parte, el carácter de las innovaciones
es raramente radical (Círculo de Empresarios, 1995; Pradas, 1995).
■ Existe la convicción de que la nueva generación de empresarios incorpora una
cultura más orientada a la innovación tecnológica, lo que ha de tener consecuencias positivas en la competitividad de nuestra industria.
■ En España son muy escasas las grandes empresas con proyección internacional, capaces de actuar como locomotora tecnológica de sus empresas suministradoras.
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Diagnóstico sobre el recurso a la tecnología:
La cultura empresarial dominante recurre a la tecnología, como base de su innovación, en mucha menor medida que sus competidoras
europeas.
Diagnóstico sobre las innovaciones más frecuentes:
Las empresas españolas se caracterizan por una mayor frecuencia
en la innovación en procesos, generalmente inducida por sus proveedores de equipos y materias primas, que en la de productos. En general, su actitud básica es la reacción frente a las acciones de sus
competidores y no la anticipación.
Diagnóstico sobre los caminos de innovación:
Entre los caminos para materializar la innovación, el basado en la
ciencia es mucho menos frecuente que en los países de nuestro entorno. Es notorio el bajo porcentaje de empresas que realizan tareas de investigación y desarrollo.
Recursos dedicados a la innovación y capacidad
tecnológica de las empresas
■ El porcentaje sobre el total europeo del gasto empresarial de I+D que realiza
España ha tenido un comportamiento excesivamente seguidor de los ciclos
económicos, acusando además unas inercias muy perjudiciales. Así, mientras
que entre 1980 y 1991 se produjo un rápido crecimiento anual, que nos llevó
desde un 1,5% a casi un 3,3%, en los años siguientes se produjo un vertiginosos descenso, situándonos en 1995 por debajo del 2,5%.
■ La mayor parte de las encuestas sobre la innovación tecnológica en las empresas españolas destacan que el principal problema interno al que se enfrentan es
la dificultad de acceso a recursos financieros para la innovación, dificultad que
es mayor en España que en otros países desarrollados (CE, 1996; MINER,
1994a; Cotec, 1995; IMADE, 1995; Circulo de Empresarios, 1995). Como ya se
ha dicho, una de las principales carencias del sistema español de innovación es
la falta de capital-riesgo para la financiación de la innovación en las empresas.
Siendo éste un problema general, es particularmente agudo para las empresas
de los sectores de proveedores especializados, las cuales muestran un alto potencial innovador, muchas veces frustrado por esta razón (MINER, 1994a).
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■ El número de empleados dedicados a tareas de I+D en las empresas españolas 1 es menor que en los países de nuestro entorno. Mientras que el PIB español representaba el 3,1% del total de la OCDE en 1991, los investigadores en
empresas españolas eran el 0,7% del total. El problema no es sólo de orden
cuantitativo. Incluso entre las mayores empresas del país, la falta de personal
capacitado es uno de los factores internos que más dificulta el proceso de innovación (Círculo de Empresarios, 1995), situación que se generaliza al conjunto del tejido empresarial (IMADE, 1995; MINER, 1994a).
■ Se constata que las empresas necesitan personal cada vez más capacitado,
simplemente para seguir la evolución del cambio tecnológico. En la encuesta
del MINER recogida en el estudio “La industria española ante el proceso de
innovación”, el 60% de las empresas que basan su innovación en sus proveedores y las intensivas en escala, declaran de gran importancia para su innovación la falta de personal cualificado (MINER,1997b). También pone de manifiesto que son escasísimos los casos en que se dedican atención y recursos
a la vigilancia tecnológica.
■ Es notorio el bajo porcentaje de investigadores que trabajan en la empresa (el
20% en España frente al 50% de la media europea). La sociedad española
cuenta ya con un elevado número de investigadores con grado de doctor que,
sin embargo, no absorbe el tejido productivo.
■ Se ha podido observar, igualmente, que la empresa española tiene dificultades para entender las repercusiones tecnológicas derivadas de los aspectos
de normalización y homologación de un mercado cada vez más exigente.
Esta es una clara consecuencia de la baja intensidad tecnológica del sistema
español de innovación.
Diagnóstico sobre los recursos dedicados a la innovación:
Las empresas españolas no dedican los suficientes recursos financieros y humanos a mejorar su capacidad tecnológica, cada vez más
necesaria para entender y atender las crecientes exigencias del
mercado. Estos escasos recursos son causa de la baja intensidad
tecnológica de nuestro tejido productivo.
Cooperación para la innovación
■ Se ha podido constatar, a través de los debates ya referidos, que son muy poco frecuentes los casos de cooperación entre empresas durante las primeras
etapas del proceso de innovación, circunstancia que caracteriza a los sectores
1 El número de empleados dedicados a la I+D es un buen indicador para medir los recursos humanos
dedicados a la innovación, ya que son empleados específicamente dedicados a este proceso
empresarial.
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más dinámicos de los países desarrollados. La necesidad de esta cooperación
puede ser especialmente acuciante en casos de dificultades financieras y de acceso a la información, y ante la urgencia de innovaciones radicales.
■ Las organizaciones patronales no han tenido entre sus principales objetivos el fomento de la cooperación tecnológica. Las Asociaciones de Investigación han sido activas solamente en sectores muy concretos, y su ejemplo no se ha generalizado.
■ A pesar de que existe una larga tradición en el Ministerio de Industria de acciones de fomento para la cooperación empresarial, que incluyen específicamente
la tecnología, su repercusión ha sido muy escasa, pues el total de acciones difícilmente supera las 200 anuales en todos los campos (MINER, 1994a).
■ No existe la práctica de alcanzar progresos y masa crítica a través de alianzas
estratégicas con competidores del sector o con proveedores y clientes. Solamente han aparecido agrupaciones virtuales de empresas con clientes y proveedores (“clusters”) para emprender acciones de estudio de demanda y de necesidades tecnológicas, cuando ha habido un impulso de las administraciones
regionales.
■ La encuesta del Círculo de Empresarios de 1995 demuestra que las grandes
empresas españolas no están adecuadamente vinculadas al sistema público de
I+D. Solamente un 30% de ellas considera esta colaboración como factor catalizador del éxito de la innovación.
■ Una encuesta sobre innovación tecnológica (MINER, 1997c), indica que más del
60% de las empresas que realizan I+D no tienen establecido ningún tipo de cooperación con el sistema de innovación.
Diagnóstico sobre la investigación cooperativa:
Las empresas españolas carecen de experiencia en programas de
investigación cooperativa y emprenden acciones de innovación de
forma aislada, tanto de otras empresas como de los restantes agentes del sistema español de innovación.
Diagnóstico sobre identificación de necesidades compartidas:
Son poco usuales las iniciativas empresariales emprendidas para
identificar necesidades tecnológicas comunes y sus soluciones. Son
muy escasas las comunidades autónomas en las que se han constituido “clusters” y éstos han sido, normalmente, impulsados por los
gobiernos regionales.
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Recomendaciones
La empresa española debe modificar su gestión para aprovechar las oportunidades del cambio tecnológico. La tecnología debe gestionarse como cualquier otro
recurso de la empresa, por lo que debe estar integrada en los planteamientos estratégicos de negocio. Toda empresa, grande o pequeña, participa en el cambio
tecnológico asumiendo el papel de impulsora, beneficiaria o, desgraciadamente,
de víctima del mismo. Existen herramientas de gestión que se adaptan fácilmente
al tamaño de la empresa, por pequeña que ésta sea, habiéndose demostrado muy
conveniente que la responsabilidad de la gestión de la innovación sea asumida por
personas pertenecientes a los más altos niveles directivos. Estas personas deben
procurar que intervengan equipos multidisciplinares en las actividades de innovación, y que el conocimiento adquirido durante su desarrollo sea incorporado a la
empresa y continuamente enriquecido.
El plan tecnológico empresarial, un instrumento de gestión
■ Todas las empresas, independientemente de su tamaño, deben considerar la
tecnología como uno de sus recursos productivos. Ésta debe formar parte de
su estrategia y debe estar integrada en su gestión diaria. Para ello, los expertos
recomiendan la utilización de una herramienta de gestión denominada “Plan
tecnológico de la empresa”.
Cuadro 3.2.
Ejemplo del contenido
de un plan tecnológico
de la empresa
Partiendo de las fortalezas y debilidades empresariales, en el marco definido por
las tecnologías relevantes en cada momento, el plan tecnológico debe establecer:
■ Cuáles serán las tecnologías necesarias para alcanzar los objetivos competitivos definidos por la estrategia global de la empresa.
■ Qué actitud adoptará la empresa respecto de las mismas, que puede variar
desde el liderazgo hasta el retraso calculado.
■ En qué medida se desarrollarán las tecnologías en la propia empresa, bien individualmente, bien en colaboración con terceros o absorbiéndolas del exterior.
■ Qué grado de conocimiento tecnológico mínimo debe poseer la empresa en
cada caso y qué competencias se requieren.
■ Qué fuentes externas de tecnología se utilizarán: CPI, centros tecnológicos,
ingenierías, etc.
■ Cuál es la política de cooperación con competidores, clientes y proveedores
en la generación o absorción de tecnología con terceros.
■ Cuántos recursos humanos y financieros se deben dedicar a la innovación
tecnológica.
Por la propia naturaleza del proceso de innovación, extenso en el tiempo, el
plan tecnológico se establece a medio y largo plazo, constituyendo una de las
más claras opciones de futuro de las empresas.
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■ El plan tecnológico es una percepción, continuamente actualizada, de las fortalezas y debilidades de la tecnología que posee la empresa. Esta visión debe incluir la repercusión que para el negocio tienen las tecnologías disponibles y también sus propias limitaciones.
■ La extensión y organización del plan dependerán del tamaño de la empresa y
de la naturaleza de su negocio. Es más importante que este plan sea compartido y asumido por los empleados claves de la empresa, que su materialización
en un documento formal. Si se acepta que la tecnología es un factor empresarial clave, como lo pueden ser las finanzas o el marketing, el plan tecnológico es
tan necesario como el plan financiero o el comercial.
■ La importancia del plan tecnológico como herramienta para la gestión de la innovación justifica sugerir el apoyo para su elaboración desde diversos agentes:
• Las administraciones públicas podrían valorar positivamente la existencia de
planes tecnológicos en aquellas empresas que deseen acogerse a los programas de apoyo a la innovación tecnológica.
• Los centros tecnológicos deberían ofrecer a las PYME el servicio de elaboración del plan tecnológico. Ésta podría ser una vía para colaboraciones
futuras.
• Las asociaciones sectoriales deberían promocionar la realización de planes
tecnológicos y así evidenciar las ventajas que se derivan de ellos.
Recomendación:
Las empresas, independientemente de su tamaño, deben asumir la
tecnología como un recurso básico para su competitividad, lo que
exige que se integre en todos sus planteamientos estratégicos y de
gestión.
Presencia de la tecnología en todas las políticas
empresariales
■ La gestión de la innovación tecnológica debe desarrollarse al máximo nivel jerárquico en las empresas, donde los máximos órganos de dirección deben asumir y desarrollar de una manera efectiva las funciones inherentes a esa responsabilidad:
• Los temas tecnológicos deben habitualmente formar parte de los asuntos tratados en las reuniones de dirección, independientemente del tamaño de la
empresa.
• Los temas tecnológicos deben ser un componente más de las políticas empresariales de motivación y comunicación.
• La implantación, seguimiento y evaluación de las decisiones tecnológicas no
deben ser responsabilidad exclusiva del personal técnico.
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■ Los planes de innovación deberán ser explícitos, tanto para el personal de la
empresa como para sus proveedores y clientes.
■ Para las empresas de cierta dimensión, la complejidad organizativa puede hacer recomendable la creación de una figura específica que asuma funciones
tecnológicas a alto nivel. Esta figura, cada vez mas presente en las empresas
de los países tecnológicamente avanzados, podría definirse tomando como
modelo las vicepresidencias de tecnología, frecuentes en empresas norteamericanas y, sobre todo, japonesas (Roberts, 1996).
Cuadro 3.3.
Ejemplos de las
responsabilidades de
los gestores de la
innovación
■ Establecimiento de la estrategia tecnológica plasmada en el plan tecnológico
a partir de los objetivos de negocio.
■ Organización del proceso de innovación, lo que supone la formación de los
equipos de trabajo (ver siguiente recomendación) y la definición de mecanismos de seguimiento y revisión de los proyectos.
■ Seguimiento del grado de cumplimiento de los objetivos fijados por el plan
tecnológico.
■ Seguimiento y análisis de la evolución de las tecnologías relevantes en su sector, así como la valoración de las competencias de la empresa respecto de
las mismas.
■ Establecimiento de programas orientados al desarrollo interno de competencias tecnológicas o de absorción de tecnología, bien sea de centros de investigación, de centros tecnológicos, de proveedores o de clientes.
■ Coordinación de todas las fases del proceso de innovación y su interrelación
con las tareas funcionales de ingeniería, marketing y producción.
Recomendación:
La dirección de la empresa debe implicarse en la gestión de la innovación y de la tecnología, y conseguir que éstas figuren en todas
las políticas empresariales.
Recomendación:
La dirección de la empresa debe tener en cuenta el potencial que representa, para el desarrollo de su innovación, la cooperación con
otras empresas, centros de investigación y tecnológicos. Las administraciones autonómicas y locales deben fomentar esta actitud en
sus entornos geográficos.
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La integración de conocimientos diversos como base de
la innovación
■ Los equipos de trabajo multifuncionales son los más adecuados para todo proceso de innovación, que abarca desde la detección de oportunidades tecnológicas o de mercado hasta la comercialización del nuevo producto. Además exigen que el personal que interviene asuma de forma simultánea diferentes papeles (Roberts y otros, en Roberts, 1996).
■ En estos equipos multidisciplinares deben formar parte representantes de las
distintas áreas funcionales afectadas por el proceso de innovación (I+D, ingeniería, producción y marketing, etc.). La coordinación de los diferentes equipos,
así como el seguimiento del cumplimiento de sus objetivos, debería ser objeto
de las reuniones de dirección de la empresa.
■ La organización en torno a equipos de trabajo multidisciplinares puede contribuir
de forma decisiva a implantar en las empresas una cultura de compromiso y confianza, como primer paso para la materialización de una actitud innovadora.
■ Los mecanismos de relación entre las diversas funciones son más importantes
en las pequeñas empresas que en las grandes, y por ello deben adoptarse en
la realidad operativa.
■ El carácter plano y poco jerarquizado de su estructura.
■ La existencia de mecanismos formales e informales de comunicación horizontal entre profesionales asignados a diferentes áreas funcionales.
■ El empleo intensivo de tecnologías electrónicas de información y comunicación, que permitan una eficiente gestión de los conocimientos y la reunión virtual de profesionales físicamente alejados.
Cuadro 3.4.
Características de
las organizaciones
empresariales
innovadoras
Recomendación:
Las empresas, en sus procesos de adaptación de sus organizaciones para la innovación, deberán considerar el recurso a los equipos
de trabajo multidisciplinares, que se han demostrado eficaces para
crear actitudes de responsabilidad, confianza y compromiso entre
sus empleados.
El conocimiento como un activo de las empresas
■ La empresa debe hacer un continuo esfuerzo para conseguir que su patrimonio
de competencias, representado por el conjunto de conocimientos de sus empleados, sea accesible, difundido y compartido por todos los miembros de la
empresa. De esta manera será más fácil hacerlo evolucionar y evitar su pérdida
o no utilización.
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■ Las empresas deben capacitarse para poder absorber el conocimiento generado por las instituciones de su entorno, capitalizarlo y transferirlo a lo largo de su
estructura interna.
■ Los programas de reclutamiento y de formación deben tener como objetivo la
preparación de la empresa para afrontar las tecnologías que se prevén claves
en su futuro.
■ La empresa debe aprovechar las oportunidades de aprendizaje que ofrece el
mercado y el análisis de la competencia. Su política de gestión del conocimiento debería asegurar que su función de marketing tuviera la capacidad de absorber estas enseñanzas para influir en su estrategia.
■ La organización de la empresa deberá enfocarse hacia la innovación, propiciando la transferencia del conocimiento entre su personal y mediante nuevas
incorporaciones.
Recomendación:
La innovación tiene su origen en el conocimiento. Las empresas deberán capacitarse para absorber información relevante de su entorno científico, tecnológico y de su mercado, para enriquecerla en su
propio contexto (gestión del conocimiento).
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3.5. Entorno
Diagnósticos
El entorno español no ha favorecido tradicionalmente la innovación tecnológica. Los
mercados interiores, las finanzas y la educación no han sido inductores de actitudes innovadoras en la sociedad española. La demanda privada ha sido poco exigente en cuanto al contenido tecnológico de sus compras, seguramente debido a
su bajo nivel educativo. Las administraciones se han comportado en contadas ocasiones como compradores inteligentes para inducir el aumento de la capacidad tecnológica de nuestras empresas. Es preciso señalar que las compras públicas nunca han sido utilizadas eficazmente como un instrumento de la política tecnológica.
Las instituciones del sistema financiero han mostrado escaso interés en abordar los riesgos e incertidumbres inherentes al proceso de innovación, que en
España se acentúan por ofrecer unas expectativas de beneficios bajas en aquellos
casos en que los proyectos se terminan con éxito, ya que el volumen de este tipo
de negocios es reducido. El sistema financiero adolece, además, de falta de flexibilidad para ofrecer caminos de desinversión en empresas ya consolidadas y con
expectativas de rendimientos más seguros pero menores.
El sistema educativo no prepara para la vida empresarial. La formación profesional, que debería preparar al trabajador para inducir innovaciones incrementales
desde su puesto de trabajo, está muy poco desarrollada. La universidad no ha sido capaz de estimular un espíritu emprendedor en sus alumnos, y en las carreras
técnicas y de ciencias experimentales no se insiste suficientemente en transmitir
las peculiaridades de la aplicación empresarial de los conocimientos que se enseñan.
La demanda de la sociedad y de la empresa
■ Los indicadores sociales de España (INE, 1997c) revelan que la demanda privada española es menos exigente en productos de alta tecnología, y tiene una
cultura tecnológica menor, que otros países desarrollados. Estas exigencias dependen significativamente del grado de desarrollo y del nivel de renta por persona. El desequilibrio significativo existente entre las diferentes comunidades
autónomas hace que en España sea más patente la afirmación anterior. Existe
una relación de 2 a 1 entre los extremos de las rentas familiares netas disponibles en las regiones (El País, 1998).
■ Aunque el interés de la sociedad española por los temas científicos y tecnológicos es comparable al existente en otros países de la UE, la demanda privada se
sitúa entre las peor informadas en materia de avances tecnológicos y científicos,
sólo por delante de la portuguesa. En el grado de conocimiento de cuestiones
científicas y tecnológicas sólo supera a las de Portugal, Grecia e Irlanda y su
comprensión del impacto de la tecnología en el desarrollo industrial es inferior a
la de la media de la UE (CE, 1993).
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■ En un momento de globalización y privatización, la demanda de las empresas
recurre al mercado mundial, lo que es particularmente desfavorable para un tejido empresarial tecnológicamente poco evolucionado, como es el nuestro. En
España, la importación de productos de alta tecnología se ha duplicado en los
últimos diez años (Cotec, 1998).
Diagnóstico sobre la demanda de la sociedad:
La demanda del gran público, como impulsora de innovación tecnológica, es menos activa en España que en otros países.
Diagnóstico sobre la demanda empresarial:
La globalización de la economía y la privatización han dado lugar a
una demanda empresarial más exigente en innovación.
La demanda pública
■ En España, ha faltado una actitud de previsión y planificación, tanto de grandes
compras como de proyectos temáticos de modernización. Ello ha hecho que no
haya sido posible adelantar procesos de normalización y homologación de tecnologías y productos, lo que en todos los países desarrollados ha sido una herramienta de fomento de la innovación.
■ Cuando se ha intentado este camino se han originado dificultades, tanto por la
falta de continuidad de las políticas como por la escasa confianza de las propias empresas, lo que les ha impedido participar activamente en los programas,
y les ha llevado incluso a apoyar soluciones extranjeras.
■ Las administraciones públicas no utilizan regularmente de forma efectiva sus
compras para apoyar la innovación en las empresas españolas. La falta de coordinación entre la planificación de las compras, las competencias del tejido
empresarial español y las políticas de desarrollo industrial y tecnológico, hace
que los proveedores nacionales no puedan estar preparados convenientemente en el momento de participar en los concursos de la administración, y que no
existan posibilidades reales de potenciar a largo plazo sectores de interés estratégico de titularidad nacional.
154
■ Ejemplos pasados que evidencian este hecho son la negociación de los contratos de retorno en la industria aeronáutica militar, la dotación de maquinaria y
equipamientos para el tren de alta velocidad AVE, el desarrollo y construcción
del satélite Hispasat, etc. La falta de planificación a largo plazo de la demanda
de alta tecnología del conjunto de las administraciones públicas, y su insuficiente alineamiento con las políticas de desarrollo industrial y tecnológico, ha dificultado probablemente que las empresas orienten sus estrategias y cuenten
con el tiempo necesario para poder competir con proveedores extranjeros.
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■ En España no existe tradición de grandes instalaciones de investigación científica, lo que en otros países ha tenido favorables consecuencias tanto en el desarrollo de la capacidad tecnológica de su industria en el corto plazo, como en
su desarrollo científico.
Diagnóstico sobre la demanda pública:
Las compras públicas y los grandes programas de modernización
planteados por las administraciones no han tenido consecuencias
significativas para el fomento de la innovación tecnológica.
El sistema financiero
■ La financiación de la innovación tecnológica no se adapta a los instrumentos financieros tradicionales, cuyas garantías deben descansar en activos reales. Esto obliga
a que las empresas deban financiar la innovación mediante recursos propios.
■ La institución de capital-riesgo fue creada para proporcionar fondos propios necesarios para innovar. Esta institución solamente es plenamente viable cuando
existen mecanismos ágiles de desinversión, como los denominados segundos
mercados de valores.
■ El volumen del capital-riesgo en nuestro país es reducido cuando se compara
con Estados Unidos y Japón. Mientras que en países como los Estados Unidos
y el Reino Unido inversores de este tipo prestan mucha atención a las empresas de tecnología punta, en España (y en otros países europeos) estos fondos
se dirigen más bien a la financiación de actividades establecidas en sectores
consolidados con posibilidades claras de crecimiento futuro (especialmente a la
expansión de operaciones comerciales y productivas), en lugar de emplearse en
financiar procesos puramente innovadores. Como muestra, un 86% de los
31.023 MPta de capital-riesgo invertidos en 1996 correspondió a operaciones
de crecimiento para sociedades consolidadas, y sólo un 6,2% de la inversión de
dicho ejercicio se dedicó a capital semilla y arranque (ASCRI, 1997).
■ Además de los riesgos adquiridos, en línea con los asumidos en otros países,
las expectativas de beneficios de estas inversiones son reducidas, no sólo por
los riesgos, sino principalmente por el bajo volumen de proyectos relacionados
con estas inversiones, lo que no permite compensar pérdidas y beneficios.
■ La apertura a mercados exteriores no viene a ofrecer al inversor nuevos incentivos, por considerarse que esta estrategia obliga a incurrir en nuevos riesgos e
inversiones, debido a las barreras que deben superarse: monetarias, comerciales, idiomáticas, homologaciones, legislaciones diferentes en cada país, etc.
■ La legislación vigente dificulta la creación de capital-riesgo. Así, mientras que en
otros países los fondos de pensiones y las compañías de seguros son los principales inversores en capital-riesgo, en España los primeros son participantes
minoritarios y a las últimas les está vetada su participación.
155
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Cuadro 3.5.
Problemas del
capital-riesgo en
España
El capital-riesgo, instrumento de financiación fundamental para la innovación en
el tejido empresarial, presenta un desarrollo muy limitado en España. El análisis
de la situación en nuestro país y en otros países desarrollados, revela diferentes
causas de este problema:
■ Limitación, provisionalidad y rigidez de la legislación vigente.
■ Inadecuado tratamiento fiscal.
■ Escasez de vías de desinversión de las participaciones, especialmente en los
mercados de valores.
■ Carencia de índices de rentabilidad y riesgo de las carteras de capital-riesgo.
■ Escasa actividad de fondos de pensiones y compañías de seguros.
■ Carencia de una cultura individual de emprendedores.
■ Desconocimiento del concepto de capital-riesgo entre las PYME.
■ Carencia de analistas formados en capital-riesgo en las entidades financieras.
■ Determinadas malas experiencias en el pasado con resultados decepcionantes.
Fuente: Adaptado de Martí Pellón, 1995 y Mesa de Expertos sobre el Mercado y la Innovación, 1995
■ Dada la atonía de la oferta privada, las administraciones públicas han tomado la
iniciativa en la creación de estos fondos, lo que constituye una anomalía frente
a los países más adelantados. La experiencia demuestra que ha sido más fácil
el éxito de estas sociedades de titularidad pública cuando han tenido una gestión profesionalizada o han sido transferidas al sector privado.
■ Los mercados de valores tradicionales no están orientados hacia la innovación
tecnológica. Esto dificulta el desarrollo del capital-riesgo al no facilitar vías para
la realización de participaciones. Esta situación contrasta con la realidad estadounidense, donde un segundo mercado, especializado en empresas medianas de alto crecimiento (NASDAQ, actualmente fusionado con AMEX), tiene una
capitalización que supera a la del primer mercado. En el ámbito de la UE, el segundo mercado, EASDAQ, se ha convertido ya en una realidad operativa, aunque todavía con un escaso número de empresas. La necesidad de tener un amplio mercado hace muy deseable que esta iniciativa se extienda con rapidez y
eficacia por toda la Unión Europea.
Diagnóstico sobre el sistema financiero:
Los instrumentos financieros diseñados para la innovación no están
suficientemente desarrollados en España. La creación de nuevas
empresas y la desinversión en empresas consolidadas se ven especialmente dificultadas por las características actuales del mercado
financiero español.
156
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Diagnóstico sobre las inversiones de capital-riesgo:
El reducido mercado que ofrece España para las operaciones innovadoras más frecuentes es considerado como uno de los principales
obstáculos para una verdadera implantación y consolidación de los
inversores de capital-riesgo.
El capital humano
■ El nivel de educación en España ha experimentado una notable mejora en los últimos años. Así, mientras que solamente un 8% de las personas nacidas entre
1928 y 1937 tenían estudios de bachillerato, este porcentaje para las nacidas entre 1958 y 1967 es ya del 41%. Es de resaltar que, a pesar de esta sustancial
mejora, nos encontramos todavía muy alejados de países como Alemania (89%),
Reino Unido (81%) o Francia (67%) (CECS, 1996).
■ El déficit histórico español de educación es muy considerable, pues el 8% anteriormente citado debe ser comparado con el 69% para las personas nacidas
en Alemania en el periodo 1928-1937, con el 29% de los franceses y con el
51% de los ingleses con estas mismas edades. No es de extrañar que la formación del empresario medio español sea considerablemente menor que la de
sus homólogos europeos, como indican diversas estadísticas (Palafox y otros,
1995).
■ Es una opinión muy extendida que este déficit de formación de la sociedad española es una de las principales causas de que el sector productivo no sea capaz de transmitir sus necesidades de formación e innovación al sistema docente y a la administración en general, y seguramente sea productor de la sensación de falta de planificación de la oferta universitaria.
■ Las empresas españolas cuentan con menos personal técnico que las europeas. Según la clasificación de ocupaciones laborales ISCO de 1988, estos profesionales representaban, sobre el total de los empleados en España, 10 puntos porcentuales menos que la media europea, si bien nueve años antes esta
diferencia era de 12 puntos.
■ Los graduados en ingenierías y ciencias suponen en España aproximadamente
un 5% del total de los titulados españoles, mientras que en países como
Francia, el Reino Unido, Irlanda, Alemania o Dinamarca superan o se aproximan
al 10% (CE, 1994b). A pesar de ello, la tasa de desempleo de nuestros graduados es similar a la de dichos países (IRDAC, 1994).
■ En los últimos años se ha producido un aumento de los estudiantes de carreras de ciencias experimentales y técnicas. En el curso 94-95 casi un 30% de los
estudiantes universitarios cursaban este tipo de estudios (Consejo de Univer-
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#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 158
sidades, 1995).
■ La oferta de formación empresarial es muy escasa en las escuelas de ingeniería y prácticamente inexistente en las de ciencias experimentales. Tampoco las
escuelas de negocios han sentido la necesidad de desarrollar programas específicos de gestión de la innovación tecnológica. Todo ello constituye un indicador indirecto de la débil demanda en las empresas de recursos humanos
Diagnóstico sobre el sistema universitario:
Las necesidades de innovación y las peculiaridades regionales no se
reflejan en los planteamientos que han guiado el reciente crecimiento de la oferta universitaria.
Diagnóstico sobre formación empresarial:
La formación universitaria, tanto en ciencias experimentales como
técnicas, no ha incorporado en sus curricula formación para que los
estudiantes adquieran una visión del quehacer empresarial. Las escuelas de negocios tampoco han incluido de forma regular las enseñanzas de gestión de la innovación.
con este perfil.
Recomendaciones
Las compras públicas, la legislación del mercado financiero y el contenido de las enseñanzas deben influir en la actitud frente a la innovación de la sociedad y especialmente de la clase empresarial. Las compras públicas, debidamente coordinadas con
las políticas tecnológicas, son un buen instrumento para aumentar la capacidad tecnológica de la empresa, sin ser un elemento que pueda distorsionar el mercado.
El mercado financiero debe adoptar nuevos mecanismos para facilitar actividades empresariales innovadoras, aportando recursos en forma de capital y facilitando los procesos de desinversión cuando las empresas se hayan consolidado.
El sistema educativo, en sus diferentes niveles, debe ofrecer formación empresarial para facilitar la rápida incorporación a la empresa no sólo de los recién graduados, sino también de aquellos investigadores que en un momento de su vida
profesional decidan reorientarse al mundo de la empresa.
Poder de fomento de la innovación de las inversiones del
Estado
158
■ Las administraciones deben emprender planes internos de modernización y planes sectoriales con importantes consecuencias económicas y amplios conteni-
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dos tecnológicos, los cuales pueden ser vehículos adecuados de políticas de
fomento de la innovación.
■ Las administraciones del estado deberían elaborar y publicar periódicamente,
con carácter plurianual, unos programas directores de innovación tecnológica
para las compras públicas, que se incorporarían al Plan de Innovación. Ello permitiría que las administraciones desarrollasen una política tecnológica planificada
a medio y largo plazo y coordinada con las políticas de innovación, así como que
las empresas pudieran utilizar esta referencia tecnológica en sus planteamientos
estratégicos. Estos programas deberían convertirse en una guía para definir las
especificaciones tecnológicas de las futuras adquisiciones públicas.
■ Para la elaboración de estos programas directores, se partiría del potencial actual de las empresas españolas y, adicionalmente, se ofrecerían ayudas para cubrir todas las etapas de innovación, permitiendo de este modo situar a las empresas españolas en un nivel competitivo en tecnología de cara a los proyectos
de compras públicas.
■ Los programas directores deberían incorporar en sus propuestas los programas
de grandes instalaciones y proyectos científicos que, como se ha dicho, no han
sido frecuentes en España, y son dinamizadores del incremento de la capacidad tecnológica de las empresas.
Recomendación:
La administración central deberá elaborar, dentro del Plan de Innovación, unos programas directores para acompañar cualquier plan de
modernización o de políticas sectoriales, dando especial consideración a las futuras exigencias de normalización y homologación. Estos
programas orientarán la redacción de las especificaciones tecnológicas de los concursos públicos de adquisición de productos y servicios,
y las condiciones técnicas de las acciones de modernización.
■ Como es lógico, este enfoque ha de ser compatible con los principios de transparencia, competencia y economía para el comprador.
Un marco financiero adaptado a la innovación
■ Las administraciones deben promover una regulación del capital-riesgo específica, completa y coherente con la filosofía del mismo. Las disposiciones que
afectan a la práctica del capital-riesgo aparecen en distintos contextos legislativos y, por ello, no han sido específicamente diseñadas para su incentivación.
Frente a la actual dispersión normativa, se hace necesario un marco legal y fiscal estable que incentive a los inversores a comprometer sus recursos a largo
plazo en operaciones de arranque de empresas y desarrollo tecnológico. Este
marco debería:
159
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 160
• Mejorar la fiscalidad asociada a la desinversión, para lo que el instrumento
más directo es la distribución a lo largo de los años de los coeficientes fiscales aplicados a las plusvalías realizadas por desinversión.
• Estimular la participación en nuevos proyectos y eliminar las restricciones legales que hoy impiden a algunos agentes, como las compañías de seguros,
entrar a formar parte de la oferta del sector.
■ Con el objeto de estimular la confianza de los inversores, se debería promover
un programa de elaboración y publicación de índices de rentabilidad y riesgo de
las participaciones mantenidas por las instituciones de capital-riesgo. Las administraciones autonómicas y locales deberían emprender acciones de difusión
de las oportunidades que ofrece el capital-riesgo.
■ En lo referente a los mercados de valores, las posibilidades de acceso a financiación a largo plazo aumentarían con la puesta en marcha de un segundo mercado especializado en PYME, a semejanza del estadounidense NASDAQ 1, modelo que ha seguido el proyecto europeo de mercado de valores, EASDAQ, el
cual debería ser apoyado desde España.
Recomendación:
La administración deberá revisar la legislación de capital-riesgo teniendo especial cuidado en facilitar las acciones de creación de nuevas empresas y la desinversión en las ya consolidadas.
Recomendación:
El sistema financiero deberá crear segundos mercados orientados a
las PYME con un alto potencial de crecimiento. Por razones de dimensión y liquidez su alcance debe ser europeo y aprovechar las ventajas de la moneda única.
Recomendación:
Las administraciones autonómicas y locales deberán emprender acciones de difusión de los objetivos de las sociedades de capital-riesgo.
1 NASDAQ es un mercado continuo (basado en una red telemática) especializado en empresas
relativamente pequeñas, de alto crecimiento y con niveles de riesgo más altos que los normalmente
asociados a empresas que cotizan en los mercados de valores convencionales.
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■ Es necesario avanzar en la profesionalización o en la privatización de la gestión
de las sociedades públicas de capital-riesgo.
Formación de personal tecnológico para la empresa
■ La actitud de una sociedad ante la innovación se induce desde los primeros niveles de la enseñanza. Es necesario, por lo tanto, insistir en el esfuerzo de la formación que debería ir acompañado por campañas de difusión y concienciación
de la opinión pública.
■ Es necesario fomentar la utilización de mecanismos que faciliten el conocimiento de la vida empresarial y de la tecnología a los estudiantes españoles en todos sus niveles. En muchos países (Dertouzos y otros, 1989) se han considerado caminos adecuados a este respecto las prácticas en empresas, la realización de tesis y tesinas en directo contacto con el mundo empresarial, e incluso
las subvenciones para la contratación de personal de reciente graduación de
ciertos niveles o con especialidades técnicas.
■ La gestión de la innovación debería incluirse entre las materias que se enseñan
regularmente en escuelas de ingeniería y de ciencias experimentales. Los consejos sociales de las universidades deberían concretar estas necesidades a las
peculiaridades de su entorno social.
■ Debería asimismo fomentarse la formación teórica en gestión empresarial para
tecnólogos. Un posible camino sería la incentivación de la participación de estas personas en cursos similares a los denominados de “entrepreneurship”,
existentes en prestigiosas universidades anglosajonas. Un objetivo último de esta acción sería propiciar la creación de nuevas empresas por parte de este personal.
Recomendación:
La consolidación de la cultura tecnológica de la sociedad debe ser
un objetivo prioritario de todas las instituciones educativas, administrativas y de la sociedad civil.
Recomendación:
Los consejos sociales deben asumir, como una de sus tareas prioritarias, la responsabilidad que les atribuye la Ley de Reforma Universitaria para la adecuación de la oferta universitaria a las necesidades empresariales y sociales de su región.
161
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 162
Recomendación:
Deberán fomentarse las acciones de incorporación de científicos y
tecnólogos de distintos niveles al mundo empresarial aprovechando
el potencial del colectivo de jóvenes investigadores. La formación
continua debe ser un instrumento para incrementar la capacidad
tecnológica de las empresas.
Recomendación:
Deberán fomentarse acciones de formación de tecnólogos para la
asunción de responsabilidades de gestión empresarial.
162
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:39 Página 163
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166
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:40 Página 167
Lista de abreviaturas
AMEX
ANCES
ANEP
ANIEL
APTE
ASCRI
ATYCA
CAICYT
CDTI
CE
CECA
CECS
CEDEX
CEHIPAR
CEI
CEJ
CEP
CICYT
CIDA
CIDE
CIEMAT
CIS
CIT
CPI
CSIC
EASDAQ
EBN
EE.UU.
EFA
EITE
EPF
EVCA
FEDER
FEDIN
FEDIT
FEIT
I+D
IAC
IASP
IDAE
IEO
IFA
IFR
American Stock Exchange
Asociación Nacional de CEI Españoles
Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva
Asociación Nacional de Industrias Electrónicas y de Telecomunicaciones
Asociación de Parques Tecnológicos de España
Asociación Española de Capital-Riesgo Inversión
Apoyo a la tecnología, la seguridad y la calidad industrial (Iniciativa)
Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica
Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial
Comisión Europea
Comunidad Europea del Carbón y del Acero
Centro de Estudios del Cambio Social
Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas
Canal de Experiencias Hidrodinámicas del Pardo
Centro de empresas e innovación
Centro de Estudios Jurídicos
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales
Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología
Centro de Investigación y Desarrollo de la Armada
Centro de Investigación y Documentación Educativa
Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas
Centro de Investigaciones Sociológicas
Centro de innovación y tecnología
Centro público de investigación
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
European Association of Securities Dealers’ Automated Quotations
European Business Center Network
Estados Unidos de América
European Fighter Aircraft
Eusko Teknologi Ikertegien Elkartea (Asociación Vasca Centros
Investigación Tecnológica)
Encuesta de Presupuestos Familiares
European Venture Capital Association
Fondos Estructurales de Desarrollo Regional
Federación Española de Asociaciones de Investigación Industrial
Federación Española de Entidades de Innovación y Tecnología
Federación Española de Organismos de Innovación y Tecnología
Investigación y desarrollo
Instituto de Astrofísica de Canarias
International Association of Science Parks
Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía
Instituto Español de Oceanografía
Instituto de Fomento de Andalucía
Instituto de Fomento Regional de Asturias
167
#LIBRO BLANCO 3 (107-168) 12/6/98 22:40 Página 168
IGAPE
IGN
IHM
IMADE
IMD
IMPI
IMPIVA
INE
INFO
INIA
INM
INSHT
INTA
IPSFL
IRDAC
ISC III
ITGME
JRC
LBO
LIE
LOFAGE
LRU
MBO
MINER
MITI
NASDAQ
NIST
NVCA
OCDE
OPI
OTRI
OTT
PACTI
PATI
PETRI
PFCT
PIB
PITMA
PNCI
PYME
RELE
RIS
RITTS
ROA
SBT
SPRI
UE
168
Instituto Gallego de Promoción Económica
Instituto Geográfico Nacional
Instituto Hidrográfico de la Marina
Instituto Madrileño para el Desarrollo
Institute of Management Development (Lausanne)
Instituto de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial
Instituto de la Mediana y Pequeña Industria Valenciana
Instituto Nacional de Estadística
Instituto de Fomento de la Región de Murcia
Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria
Instituto Nacional de Meteorología
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo
Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial
Institución privada sin fines de lucro
Industrial Research and Development Advisory Committee
Instituto de Salud Carlos III
Instituto Tecnológico Geominero
Joint Research Center (Centro Común de Investigación)
Leveraged buy-out
Laboratorios de Ingenieros del Ejército
Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración General del
Estado
Ley de Reforma Universitaria
Management buy-out
Ministerio de Industria y Energía
Ministry of International Trade and Industry
National Association of Securities Dealers’ Automated Quotations
National Institute of Standards and Technology
National Venture Capital Association
Organización para la Coperación y el Desarrollo Económico
Organismo público de investigación
Oficina de transferencia de resultados de investigación
Oficina de transferencia de tecnología
Plan de Articulación del Sistema Ciencia-Tecnología-Industria
Plan de Actuación Tecnológico Industrial
Programa de Estímulo a la Transferencia de los Resultados de la
Investigación
Programa de Fomento de la Capacidad Tecnológica
Producto interior bruto
Programa Industrial y Tecnológico Medioambiental
Plan Nacional de Calidad Industrial
Pequeña y mediana empresa
Red Española de Laboratorios de Ensayos
Regional Innovation Strategies
Regional Innovation and Technology Transfer Strategies
Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando
Plan de Desarrollo en Sectores Básicos y Transformadores
Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial (País Vasco)
Unión Europea
Anexo I
Metodología y participantes en la
elaboración de este documento
■
169
El proceso de elaboración de este documento se ha extendido a lo largo de tres
años y se ha desarrollado en dos etapas bien diferenciadas.
La primera dio como resultado el denominado Libro Verde, cuyo título es
“Documento para el debate sobre el sistema español de innovación”, debido a que
su principal objetivo era servir de base a una discusión que debería desarrollarse
en todo el país. Se tenía la certeza de que era necesario abrir un debate nacional
sobre el tema de la innovación tecnológica y que para ello era imprescindible un
soporte documental, que guiara las discusiones.
La segunda etapa ha sido el citado debate, que se ha realizado con determinados colectivos académicos y empresariales en todas las comunidades autónomas.
La preparación del Libro Verde se basó en una metodología ampliamente experimentada por Andersen Consulting, que se encargó de su aplicación a este proyecto. Un largo trabajo de gabinete permitió redactar un primer documento que
seguía el modelo del sistema nacional de innovación de Freeman, Lundwall y
Nelson, y resumió un gran número de referencias bibliográficas referidas tanto a
España como a los países de nuestro entorno y, por supuesto, a trabajos teóricos
y empíricos sobre innovación tecnológica.
La decisión de usar el modelo del sistema nacional de innovación y su partición
en los cinco subsistemas fue motivo de una detallada reflexión. Se ha podido comprobar que esta herramienta es muy adecuada para un análisis destinado a recoger opiniones de personas que participan en el proceso de innovación, pero que
no son estudiosos del mismo. Ha sido muy fácil centrar en este concepto las
numerosas discusiones mantenidas tanto en la primera como en la segunda etapa de elaboración del presente documento. Deliberadamente se optó por el estudio desde cada uno de los subsistemas y no desde las relaciones que se establecen entre ellos. Este segundo enfoque fue descartado porque exige un conocimiento previo de las peculiaridades del sistema y no se consideró adecuado para
el debate público y muy abierto que se quería organizar. Para el lector interesado
puede ser muy recomendable la lectura del libro de Fernández de Lucio y Conesa,
ya citado en estas páginas, que recurre a este enfoque para analizar con gran
detalle las estructuras de interfaz del sistema español de innovación.
El contenido del primer documento, nacido de las múltiples consultas bibliográficas realizadas, fue sometido a análisis por cuatro mesas de trabajo especializadas en subsistemas de administraciones, infraestructuras, sistema público de I+D,
y mercado y factores productivos.
Las opiniones divergentes o no coincidentes con el documento de partida fueron de nuevo analizadas y contrastadas con más de cien expertos, en conversaciones individuales.
La información recogida fue reunida y estructurada en dos capítulos, uno dedicado a una descripción general del sistema español de innovación y otro con las
conclusiones de los diagnósticos, convenientemente soportadas con datos y opi171
niones contrastadas, y las recomendaciones derivadas de estas observaciones,
también justificadas. Este resumen ocupa las ochenta y cuatro páginas centrales
del Libro Verde.
Como ya se ha comentado, un debate nacional sobre innovación tecnológica
ha sido el núcleo de la segunda etapa de preparación de este Libro Blanco. Se ha
organizado una sesión en cada una de las 17 comunidades autónomas con participación de expertos conocedores de la situación regional de la innovación, que
pertenecían a los colectivos empresariales, académicos y de la administración.
Estos expertos han debatido durante más de cuatro horas el contenido del Libro
Verde, intentando dedicar una atención específica a cada uno de los cinco subsistemas.
Además, se han celebrado debates con una estructura parecida en las Universidades Politécnicas de Barcelona, Madrid y Valencia, con el colectivo de la
Federación Española de Entidades de Innovación y Tecnología, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, en el Ayuntamiento de Tres Cantos
y en el Ministerio de Industria y Energía.
El actual Libro Blanco se ha beneficiado extraordinariamente de estos debates,
que han aportado fundamentalmente nuevas visiones desde las diferentes perspectivas regionales. Las conclusiones y recomendaciones del primer documento
han podido ser corregidas y matizadas, y se han aportado nuevas opiniones, que
han podido ser contrastadas en los sucesivos debates, para respaldar la actual
redacción.
172
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Andalucía
Sevilla, 10 de diciembre, 1997
Presidente:
Relator:
Moderadores:
José Luis Pino Megías
José Antonio Moreno
Luis Salvador Martínez
José María Quintana
José Luis Ruiz de la Torre
Participantes:
Pilar Aranda Ramírez
José María Bueno
Salvador Durban Oliva
Juan Carlos Fernández de la Cruz
Juan Gibert Rahola
Javier Iglesias
Juan Ramón Medina Precioso
José Manuel Olías Jiménez
José Olivares Pascual
Felipe Romera Lubias
Belén Sánchez Peinado
José Sánchez Sánchez
José María Sequeiros
Francisco Manuel Solís Cabrera
173
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Aragón
Zaragoza, 26 de febrero, 1998
174
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Luis García Pastor
José Carlos Arnal
Armando Roy Yarza
Carlos Javier Navarro Espada
Francisco Bono Ríos
Participantes:
Jorge Bernabé
María Campo
Antonio Casao
Luis Delgado
José Antonio Domínguez Andreu
José Luis Fandos
Fernando Fernández Cuello
Luis Fernández Ordóñez
José Vicente García Esteve
Juan Manuel Garicano
José Joaquín Gerona de la Figuera
José Enrique Girón Muntadas
Carlos Gómez Ascaso
Abelardo Martínez Iturbe
Manuel Muniesa Alfonso
Victor Orera Clemente
Santiago Pasamar
José Luis Pelegay
Ángel Pérez Navarro
Carmelo Pérez Serrano
Juan Repiso
Vicente Salas Fumás
Javier Sánchez Asín
Gerardo Sanz Sáinz
José Manuel Villarig Tomás
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma del Principado de Asturias
Gijón, 12 de noviembre, 1997
Presidente:
Relator:
Moderadores:
José Antonio Hevia Corte
Beatriz Junquera Cimadevilla
Herminio Sastre Andrés
Emilio Gumiel Bergantiños
Tomás Reinares Fernández
Participantes:
José Luis Baranda
Enrique Cuesta
Juan José del Campo Gorostigui
Alberto Díez González
Javier Fernández
Ángel Fernández Fernández
José Esteban Fernández Rico
Gregorio Fernández Rougeot
Andrés Ferrero
Julio Gavito de Luis
Santos González Jiménez
José Antonio López Brugos
Faustino Obeso Carrera
Emilio Parajón
José Julio Parreño
Amador Pérez
Lucien Poncet
Javier Sebastián Zúñiga
José Luis Suárez
Juan Francisco Suárez
Jorge Xiberta
175
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Canarias
Santa Cruz de Tenerife, 19 de enero, 1998
176
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Teresa González de la Fe
Martín Rodríguez Azero
Rosendo Reboso Barroso
Jorge Lemus Saliangopoulos
Luis Martínez Sáez
Participantes:
Eduardo Bezares
Raquel Blanco Prieto
Eva Rosa Cabrera Cabrera
Antonio Lecuona Ribot
Luis Martínez Doreste
Rafael Maure Lizcano
Roberto Moreno
Antonio Núñez Ordóñez
Elicio Rodríguez Reyes
Francisco Sánchez
José Luis Sánchez de la Rosa
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Cantabria
Santander, 4 de marzo, 1998
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Pedro José Herrero López
Félix Villalba
José Manuel García Díaz de Villegas
Pedro Hernández Cruz
Manuel Ampudia
Participantes:
José Antonio Arroyo Álvarez
Salvador Bracho del Pino
Javier Castillo Cortiguera
Eduardo de la Mora Laso
Carlos de Miguel
Segundo de Pablo
Luis del Río
Antonio Díaz de Paz
Luis Escalante Galán
José Antonio Fernández Madrazo
Eutiquio Fomperosa
Ángel Gandarillas
José Luis García García
Juan Carlos Gil Agudo
Carlos Gómez de Dios
Fidel Gómez Martín
Justo González Tarrio
Fernando Gutiérrez Gómez
Francisco Ibarz
Rufino Landaluce
Ignacio Les Urresola
Roberto Morales
Humberto Moyano
Manuel Ortega Mendi
Luis Pardo
Juan Pares
Angel Pedraja Terán
Manuel Revuelta
José Mª Sarabia Alzaga
Fernando Viadero
177
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha
Toledo, 3 de diciembre, 1997
178
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Miguel Olmeda
Luis del Pozo Barajas
Oscar de Juan Asenjo
José Méndez Álvarez
Félix Rivas Anoro
Participantes:
Javier Díaz Herranz
Justo García Soriano
Ignacio Gavira Tomás
Miguel Ángel Gómez Madrigal
María Luisa Gutiérrez
Francisco Jiménez Peris
Juan Maza Ciorda
Rafael Molina Cantos
Francisco Mombiela Muruzabal
Francisco Montero Riquelme
Joaquín Obis Sánchez
Francisco Pardo Gutiérrez
Eusebio Pérez Pastor
Gregorio Ramírez González-Ortega
Juan José Ramírez Hijosa
Javier Raso Sánchez
Roberto Reina
Manuel Rojo Rojo
José María Tarjuelo
Javier Velasco Mancebo
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Castilla y León
Valladolid, 24 de febrero, 1998
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Jorge Font Ordóñez
Miguel Ángel Quintanilla
María Asunción Orden Recio
Jorge Font Ordóñez
Julio Arias Ruíz de Temiño
Participantes:
Enrique Álvarez-Llaneza Quiros
Alfonso J. Collados
José de No Sánchez de León
Luis Miguel Díez Bueno
Francisco Esteban Redondo
Antonio García
Jesús García Martín
Myriam García Mazorra
Jesús Hernández Méndez
Juan Pablo Hervás Garrachón
Mikel Landabaso
Patricio Llorente Muñoz
Bruno Maltras Barba
Wim Martens
Francisca Martín Tabernero
Juan Miguel Martínez Gabaldón
Ana Núñez Nava
Lázaro Olivares Tafur
Rafael Pedrosa Sáez
Mª José Pérez Marín
Jorge Rovira Carballido
Alfredo Sandoval Campillay
Modesto Santos López
Francisco Tinaut Fluixá
Esteban Villanueva Retuerta
179
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Cataluña
Barcelona, 9 de julio, 1997
180
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Josep A. Plana I Castellví
Eduard Bonet
Enric Banda
Pere Vicens
Miquel Barceló Roca
Participantes:
José Luis Baranda
Xavier Bellés
José Luis Bori de Fortuny
Jesús Carrera Ramírez
Jordi Castell
Pere Escorsa i Castells
Juan Mª Esteban
Antonio Giró
Juan Carlos González
Joaquín Ibáñez
Jordi Isern
Josep Enric Llebot
Juan Llorens
Salvador Maluquer
Daniel Pages
Joao Piloto
Montserrat Ponsa i Fontanals
Fracesc Xavier Rius Ferrus
Luis Santamaría
Francisco Serra Mestres
David Serrat
Albert Serratosa
Rafael Suñol
Josep Mª Surís i Jordá
Xavier Testar
Eduard Valenti
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Extremadura
Mérida, 9 y 10 de octubre, 1997
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Angel Robina Blanco-Morales
José Ramón García Martínez
Ricardo Mª Hernández Mogollón
Miguel Álvarez Bayo
Luis Crespo Rodríguez
Participantes:
Miguel Ángel Aparicio Tovar
Julio Benítez Rodríguez
Mario Blasco Rey
José Luis Cabrera
Julián Cuellar Reynolds
Marcelino Díaz González
Juan Francisco Duque
Miguel Elena Roselló
Alfonso Gómez Morcillo
José Mª Gómez Nieves
José Luis Gurria Gascón
Carlos Gutiérrez Merino
Andrés Holgado Maestro
Natividad Lacasta
Antonio Libran Ronsano
Luis Martínez Ortega
Emilio Osorio
Francisco Javier Prieto Rodríguez
María Dolores Serrano
Jorge Valle Manzano
181
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Galicia
Santiago de Compostela, 26 de enero, 1998
182
Presidente:
Relator:
Moderadores:
José Manuel González González
Antonio Grandio Dopico
Rafael Sánchez
Miguel Ángel Merino Gil
Rogelio Conde Pumpido
Participantes:
Xavier Alcalá
Eloy Álvarez Pelegry
Francisco Cal Pardo
Ramón Cascabelos
Araceli de Lucas Sánz
Merce Faixes i Casals
Xosé Luis Fernández Carnedo
José Manuel Hermida
Juan Manuel López-Valcárcel Cerqueira
Fernando Maldonado de Marco
Enrique Mandado Pérez
Alberto Mariño Fernández
Luis Moreno Diéguez
Alejandro Pazos Sierra
Norberto Penedo
Braulio Pérez Astray
Carlos Pérez de Vega
Carlos Prado
Miguel Ángel Ríos Fernández
Jesús Ruíz Rojo
Francisco Silva
Patricia Somorrostro López
Rafael Valcárcel
Félix Vidal Costa
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de las Islas Baleares
Palma de Mallorca, 27 de noviembre, 1997
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Llorenç Huguet
Enrique Tortosa
Eduard Cesari
José Juan Novas
Andreu Ripoll Muntaner
Participantes:
Bernardo Balaguer
Miquel Bibiloni
Miquel Carrió
Jaime Catalá
Pedro Durán
Luis Fidalgo
Alejandro Forcades
Alejandro Forgas
Juan Gili
Félix Grases
Isabel Guitart
Miguel Llabres Felíu
Antonio Marí
Guillem Mateu
Luis J. Quetglas
Vicente Rotger
Pablo Seguí
Vicenç Tur
Julián Villar
183
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de La Rioja
Logroño, 5 de febrero, 1998
184
Presidente:
Moderadores:
Enrique Lapresa Nogues
Estrella Llanos Barriobero
Javier Ureña Larragán
Arturo Fernández Villamandos
Participantes:
Fernando Aísa Melgosa
José Antonio Alba
Juan Carlos Ayala
Andrés Beracoechea
Mario Calvo
Jesús Ángel Calle
Pedro Campos
Arturo Colina Aguirre
Santiago Enguidanos
Luis Alfredo Fernández
Arturo García Forcada
Juan Antonio Gómez Trinidad
Leonor González
Eduardo González Arroyo
Isaac Gutiérrez
Carmen Lomas
José Martín y Pérez de Nanclares
Miguel Ángel Martínez de Ribeña
Fernando Martínez Landazábal
Telmo Martínez Sáenz
Samuel Puello
Santiago Reig
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de Madrid
Madrid, 18 de febrero, 1998
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Saturnino de la Plaza Pérez
Francisco José Rubia Vila
Julio Álvarez-Builla
Francisco José Rubia Vila
José Luis Castañeda Boniche
Participantes:
José Ramón Alique
Francisco Bas Maestre
José Luis Belinchón
Jesús Blanco Álvarez
Guillermo Castañón
Emilio Criado
Jesús de Benito Sanz
Santiago de Torres Sanahuja
Luis Delgado Martínez
Ricardo Díaz Zoido
Fernando A. Dolz Sahuquillo
Julián González Cid
Enrique Hermana
Joaquín Iglesias Albi
José María Insenser Farré
Francisco Marcellán
Mauro Martín Megía
Jesús Miranda de Larra
Carlos Nieva Martínez
Enrique Otero Huerta
Alfonso Remiro Ballester
José A. Rodríguez
Benito Sáinz Torres
Fernando Sánchez Sudón
José Luis Sotelo
José Ramón Tiscar
Alberto Veboreiro Amaro
Javier Villoslada Prieto
José Luis Virumbrales
185
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
Murcia, 20 de noviembre, 1997
186
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Patricio Valverde Megías
José Antonio Lozano Teruel
Francisco Esquembre
Juan Antonio Aroca
Pedro Molina
Participantes:
Juan Albaladejo Montoro
Regino Aragón Pallarés
Jesús Cánovas López
José Miguel Cascales López
Bruno Dureux
Juan Fernández Aceituno
Manuel García Esquiva
Manuel García Lara
Antonio Garrido Panes
Ernesto Martín
Salvador Martínez-Artero
Rafael Martínez Fernández
Eulogio Molina
Pedro Morales Manzanera
José Luis Pérez Suso
José Mª Salinas Leandro
Francisco Vidal Albaladejo
Vicente Vidal Massó
Antonio Viedma Robles
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Foral de Navarra
Pamplona, 26 de noviembre, 1997
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Emilio Izquierdo
Luis Sarries
Rafael Muguerza
Xabier Ruíz del Portal Anso
José Mª Zabala
Participantes:
José María Aymerich
Javier Baigorri
Javier Barazalule
Alfredo Bastida
Javier Catalán
Javier Chacón
Francisco de Arístegui
Fernando de la Puente
Uldarico García
Javier Gorrochategui
Javier Ibilcieta
Jesús Irrure
Sergio Morella
Miguel A. Munárriz
José Antonio Sarriá Terro
Ramón Sola
Manuel Torres
Jesús Ugarte Zugasti
José Javier Zalacaín
187
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma del País Vasco
Bilbao, 24 de noviembre, 1997
188
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Joseba Jaureguizar Bilbao
José Mª Vázquez Eguskiza
Manuel Fuentes Pérez
Félix Goñi
Jesús Cantera
Participantes:
Alberto Abad
Enrique Bediaga Sagardoi
Juan Colmenero
José Antonio Cristóbal Calleja
Javier de Miguel
Anselmo del Moral Bueno
Juan José Duque Murúa
Ángel Durández Adeva
Juan A. Fernández Tellechea
José Ignacio Goenaga Lumbier
Nestor Goikoetxea
Antón Gorriño
José Ramón Ipiñazar
Agustín Iturriaga Elorza
Andoni Laskurain
Mauricio Lazkano Brotons
Juan Andrés Legarreta Fernández
Iñaki Letona Picaza
Alfonso Martínez Cearra
Rafael Suso Álvarez
Juan Tomé Ruíz
Juan Mª Zorriqueta
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Comunidad Autónoma Valenciana
Valencia, 25 de febrero, 1998
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Carlos Pascual de Miguel
Juan Antonio Tomás Carpi
Ignacio Fernández de Lucio
José Emilio Cervera
José Vicente González
Participantes:
Antonio Aracil García
Rafael Benavent Adrián
Enrique Benede
Vicente Bono
Francisco Jesús Bueno Cañigral
José María Carrillo de Albornoz
Jesús Casanova Paya
José Duato Marín
Agustín Escardino Benlloch
Alfonso Esteban
Jesús Fernández Vigil
Rafael Ferrando Giner
Francisco Ferrer Ripollés
Emilio Gallego
Jesús García López
Juan Manuel García Puchol
Carlos García Sandoval
Vicente Gil Primo
Joaquín Ibáñez Lucía
Florentino Juste
Carmen Martorell Pallás
José Joaquín Mira Solbes
Fernando Monera Olmos
José Núñez
Rafael Oliver Bolinches
César Orgilés Barceló
José Pio Beltrán
Javier Portolés
Jaime Pujol
Javier Quesada
José Luis Ripoll
Manuel Taberner
Enrique Tortosa
José Ramón Valhondo
189
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Ayuntamiento de Tres Cantos (Madrid)
Tres Cantos, 9 de diciembre, 1997
190
Presidente:
Relator:
Moderadores:
Miguel Ángel Zamarrón Moreno
Gregorio Torres Triviño
Ángel García San Román
Emilio Martínez
Luis Fernández de los Rios
Participantes:
Juan José Arriba
Gema de Andrés Pinilla
Oscar Díaz
Baldomero Fernández Rondán
Javier García
Antonio García Blázquez
Francisco Gil
Mercedes López Cabrera
Luis Manovel Tascón
Manuel Jacinto Martínez Álvarez
Gustavo Matías Clavero
Rafael Mingo
Daniel Morera Alonso
Enrique Revilla Pedreira
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Madrid, 10 de febrero, 1998
Presidente:
Moderadores:
Ponentes:
Participantes:
Emilio Lora-Tamayo
Manuel Poza
José Luis Huertas Díaz
Daniel Ramón Vidal
José de No Sánchez de León
Pedro Bádenas de La Peña
Francisco José Baltá Calleja
Enric Canadell Casanova
Antonio Cerdá Cerdá
Ángel Durán Bravo
José Luis García Fierro
Guillermo Giménez Gallego
Manuela Juárez Iglesias
Enrique Macpherson Mayol
Carlos Martínez Alonso
Teresa Mendizábal Aracama
Carlos Miravitlles Torras
Emilio Pascual Vázquez
Francisco Serra Mestres
José Ramón Urquijo Goitia
Serafín Valverde López
191
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Federación Española de Entidades de Innovación y
Tecnología
Madrid, 11 de marzo, 1998
192
PresidenteModerador:
Relator:
José Manuel Giral Mañas
Participantes:
José Luis Bezanilla Rivas
José Manuel Boronat Ramón
Carmen Botifoll Alegre
Francisco Buil Gimeno
Antonio Clavería Pastor
Enrique Cuesta Suárez
José Luis Ercoreca Mota
Luis García Pastor
Francisco Javier García Robles
Javier Iglesias Rodríguez
Miguel Isaacs Abril
Ángel Lanchas Hervalejo
Iñaki Letona Picaza
José Antonio López Egaña
Enrique Mandado Pérez
José Mendía
María Dolores Murria Melé
Joaquín Ocón Carreras
César Orgilés Barceló
Rogelio Pozo Garro
Enrique Reina Reina
Albert Roig Juan
Sebastián Subirats Huerta
Joaquín Temprado Serneguet
Luis Urkidi Valmaña
Mauro Villanueva Monzón
Francisco Javier Zabaleta Merí
José Javier Zalacaín Jorge
Miquel Barceló Roca
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Universidad Politécnica de Cataluña
Barcelona, 22 de enero, 1998
Presidente:
Moderadores:
Ponentes:
Participantes:
Jaume Pagès
Ferrán Laguarta i Bertran
Jesús Carrera
Pere Escorsa i Castells
Francesc Solé Parellada
Antonio Aguado
Ramón Agustí Comes
Eduardo Alonso
José Mª Baldasano
Jaume Barceló Bugeda
Pere Brunet
Olga Casals Torres
Josep Casanovas
Joan Ramón Casas
Luis Castañer Muñoz
Llibert Coll Tortosa
Jordi Corominas Dulcet
Joan de Pablo Ribas
Joan de Sola-Morales Rubio
Josep Dolz Ripolles
Carlos Ferrater
Joan Figueras Pamies
Antonio Forn Alonso
Josep M. Fort
Francisco J. Gil Mur
Andrés López Pita
Josep M. Montaner
Salvador Montserrat
Narcís Nabona
Asensi Oliva
Eugenio Oñate
Xavier Ortega
Josep A. Planell
Albert Prat Bartes
Lluis Puigjaner
Joseba Quevedo
José M. Redondo
Francesc Robusté
Josep Roca Cladera
Josep Antoni Rubio Sola
Sebastia Sallent Ribes
Ramón San Martín
Agustín Sánchez-Arcilla
Lluis Torner
Lluis Torres Urgell
Xavier Tort-Martorell
Mateo Valero
Gregori Vázquez Grau
Robert Vergés Fernández
Ramón Vilaseca
193
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Universidad Politécnica de Madrid
Madrid, 3 de marzo, 1998
194
Presidente:
Ponente:
José Ramón Casar Corredera
Juan Manuel Meneses Chaus
Participantes:
Pablo Amigo Martín
Aurelio Berges García
Ángel Castaño Cabañas
Pilar Chias Navarro
Alfonso Cobo Escamilla
Carlos Delgado Alonso-Martirena
Mario García de María
Narciso García Santos
Fernando Gutiérrez Martín
Antonio Hidalgo Nuchera
Manuel López Quero
Javier Llorca Martínez
Luis Maldonado Ramos
Pilar Martínez García
Isidoro Martínez Herranz
Andrés Monzón de Cáceres
José Manuel Páez Borrallo
Luis Pérez Rojas
Miguel Reyes Castro
José Antonio Sánchez Fernández
Jesús Sánchez López
Juan Ramón Sanmartín Losada
Javier Segovia Pérez
Rafael Serrada Hierro
Pascual Tarín Remohí
Manuel Vázquez-Prada y Grande
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Universidad Politécnica de Valencia
Valencia, 12 de febrero, 1998
Presidente:
Moderadores:
Ponente:
Participantes:
Justo Nieto Nieto
José Francisco Duato Marín
Eduardo Primo Yufera
Ignacio Fernández de Lucio
Laurent Bataille
José Bernabeu Auban
Vicente J. Botti Navarro
José Manuel Campos Quijada
Salvador Castrillo
Francisco Cavallé Sesé
Alfons Crespo i Lorente
Julio Delgado Gomis
Pedro Fito Maupoey
Hermenegildo Gil Gómez
Carlos Gracia López
Antonio Gutiérrez García
Juan Miguel Martínez
Antonio Mocholí Salcedo
Patricio Montesinos
Vicente Moreno Ferrero
Mª Dolores Murnia
Enrique Pallarés
Francisco Payri González
José Antonio Pérez García
Vicente Pérez Plaza
Jaime Primo Millo
Luis Antonio Roig Picazo
195
Participantes en el debate sobre el
sistema español de innovación
Ministerio de Industria y Energía
Madrid, 11 de mayo, 1998
196
Presidenta:
Relatora:
Elisa Robles Fraga
Concha Mayoral Palau
Participantes:
Carlos Bosch
Agustín Campos Flores
Antonio Cortés Ruíz
Carlos de Aguinaga
Manuel de Castro
Ignacio Fonturbel Calleja
Francisco Freire Ortega
José Benito Furones
Cristina García Orcoyen
Cristina Jiménez Pleite
Rafael Lamas Cedrón
Crisanto Las Heras Sanz
Carlos López Cacicedo
Juan Carlos Mampaso
Agustín Morales Bueno
Carlos Piedra Luis-Yagüe
Victor M. Rodrigo
Ángel Ruíz Ruíz
Carmen Vela
Relación de expertos que han
colaborado con Cotec en el proceso
de elaboración de este documento
Equipo de trabajo
Miguel Angel Alario
Enric Banda
Luis Calvo
José Luis de la Fuente
Antonio Fernández-Rañada
Manuel Poza
Elena Revilla
Braulio Tamayo
Gregorio Torres
Enric Tortosa
Manuel Zahera
Expertos consultados
Francisco Albisu
Pedro Echenique Landiribar
Ignacio Fernández de Lucio
Fernando Flores
Eduardo Insunza
Pedro Pascual
Miguel Ángel Quintanilla
Fernando Tejerina Garica
Contribuciones solicitadas
Eloy Álvarez Pelegry
José Luis Fernández Carnero
Mikel Landabaso
Mauricio Lazkano Brotons
Javier López Facal
Mª Teresa Mendizábal
Fernando Palop
José Miguel Vicente Gomila
197
Integrantes de las mesas de expertos
reunidas para la elaboración del
Libro Verde
Administraciones públicas
José Ramón Alique
Mikel Buesa Blanco
José Luis de la Fuente
Antonio de Lara Cruz
Xabier Domingo
Manuel Lázaro Lafuente
Francisco Marín Pérez
Emilio Muñoz
Luis Sanz
Enrique Tortosa
Luis Urkidi
Félix Yndurain
Infraestructuras de soporte a la innovación
Miquel Barceló
José Luis Berlanas
Jesús Castillero
Fernando Cobelo
José Manuel Giral
Arturo Menéndez
César Orgilés
Emilio Pi
Manuel Poza
Felipe Romera
Tomás Sierras
Sistema público de I+D
José Ramón Alique
Julián Alonso
José Luis Becerril
Jesús Blanco
José Antonio Cordero
Manuela Juárez
Carlos López Barrio
José A. Martín
Aurelia Modrego
Emilio Muñoz
Eugenio A. Puente
Miguel Ángel Quintanilla
Tomás Rodríguez
Armando Roy Yarza
Luis Sanz
Mercado interior y factores productivos
Luis Crespo
Manuel Fuentes
Javier Gil
Carlos López
Rafael López de Andújar
Jacinto Monge
Ignacio Olabarri
198
Fernando Padilla
Víctor M. Rodrigo Núñez
Pablo Rubio Pérez
Jordi Serret
Josep Mª Surís i Jordá
Javier Urzay
Anexo II
Diagnósticos y recomendaciones
del Libro Verde
■
199
ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
(LIBRO VERDE)
DIAGNÓSTICOS
Las políticas de apoyo a la I+D y a la innovación no han formado parte de las
prioridades de la administración central del Estado.
Las políticas públicas de apoyo a la I+D y a la innovación han estado más orientadas a la mejora de la capacidad científica que al aumento de la competitividad
del tejido empresarial.
Los objetivos de coordinación previstos por la Ley de la Ciencia no se han alcanzado.
RECOMENDACIONES
La coordinación, planificación y seguimiento de la política de I+D e innovación
de la Administración del Estado debe ser responsabilidad única de un órgano
administrativo del máximo rango posible, como mínimo una Secretaría de
Estado.
La planificación de la política científica y tecnológica de la Administración del
Estado debe basarse en dos instrumentos de igual rango: un Plan Nacional de
I+D y un Plan Nacional Tecnológico. Su financiación y gestión deberán ser específicas, aunque coordinadas y presupuestariamente amparadas por sendos fondos nacionales.
El énfasis en la coordinación de las políticas de las administraciones central y
autonómicas debe hacerse en el ámbito tecnológico y de innovación, utilizándose a tal fin el Plan Nacional Tecnológico.
201
INFRAESTRUCTURAS DE SOPORTE A LA
INNOVACIÓN
(LIBRO VERDE)
DIAGNÓSTICOS
El peso de los centros tecnológicos en el sistema español de innovación es
menor que en otros países europeos.
Las características de la oferta de servicios de los centros tecnológicos no se
ajustan a las expectativas de las PYME.
En un contexto de escasez de recursos para la innovación, se producen numerosas y frecuentes duplicidades en la oferta y en la orientación de los centros
tecnológicos en España, desaprovechándose las potenciales sinergias de una
eventual coordinación.
Los parques españoles han nacido de objetivos genéricos de desarrollo regional, y no del estudio sistemático de su idoneidad como instrumentos de innovación.
La mayoría de los parques españoles no cuentan con una estrategia de transferencia de tecnología entre los centros de investigación y las empresas y entre
éstas últimas.
RECOMENDACIONES
La principal misión de los centros tecnológicos debe ser la prestación de servicios de soporte tecnológico a las PYME de su entorno territorial.
Los centros tecnológicos deben ser centros especializados en tecnologías relevantes para las empresas de su entorno y, simultáneamente, actuar como puntos de acceso a capacidades tecnológicas de otros centros tecnológicos españoles.
Las PYME que sean potencialmente usuarias de los servicios de los centros tecnológicos deben estar significativamente representadas en sus órganos de
dirección. Estos órganos deben definir indicadores clave de rendimiento para los
centros, que permitan la evaluación de su eficacia.
Los parques tecnológicos deben definir acciones dentro de una estrategia coherente que fomente la transferencia de tecnología entre las empresas y centros
de investigación, así como del parque con su entorno.
La promoción de nuevos parques tecnológicos sólo debe llevarse a cabo allí
donde coexistan organismos de investigación productores de tecnología y una
actitud empresarial capaz de absorberla.
202
SISTEMA PÚBLICO DE I+D
(LIBRO VERDE)
DIAGNÓSTICOS
El sistema público de I+D ha mejorado significativamente la cantidad y calidad
de su producción científica.
Las empresas españolas no se benefician suficientemente del potencial científico y tecnológico generado por el sistema público de I+D.
El modelo de los OPI que se deriva de la Ley de la Ciencia no tiene como criterio inspirador principal su orientación a las necesidades tecnológicas de las
empresas.
Las limitaciones derivadas del ordenamiento administrativo de los OPI condicionan negativamente su transferencia de tecnología a las empresas.
Las entidades que constituyen la interfaz entre el sistema público de I+D y las
empresas, que forman la red OTRI/OTT, sólo han obtenido un éxito parcial en su
actividad.
RECOMENDACIONES
Las administraciones deben definir marcos legales y de gestión específicos para
los OPI que desarrollan I+D no orientada, y los que la desarrollan orientada a la
aplicación empresarial.
La Administración debe emplear la prospectiva tecnológica y los programas del
Plan Nacional Tecnológico para especializar a los OPI orientados en áreas tecnológicas de aplicación presente o futura en las empresas españolas, con vocación de constituir centros de excelencia.
La gestión de los OPI orientados debe basarse en un conjunto de “indicadores
clave de rendimiento” que permitan medir su grado real de orientación a la aplicación industrial de su actividad.
La figura del instituto universitario definida en la LRU debe emplearse más frecuentemente como instrumento de orientación de la investigación universitaria.
203
EMPRESAS
(LIBRO VERDE)
DIAGNÓSTICOS
La cultura empresarial dominante no considera a la innovación tecnológica
como un factor clave de la competitividad, y hace a las empresas españolas
más conservadoras que sus competidoras de los otros países desarrollados.
Las empresas españolas que innovan no dedican suficientemente recursos
financieros y humanos al proceso de innovación.
Las empresas españolas que innovan lo hacen de forma aislada, tanto de otras
empresas como de los restantes agentes del sistema español de innovación.
RECOMENDACIONES
Las empresas deben asumir el papel central de la tecnología como recurso
competitivo a través de la formulación de planes tecnológicos que se integren
en su estrategia global.
La responsabilidad sobre la gestión de la innovación tecnológica debe situarse
al máximo nivel jerárquico en las empresas, para garantizar que la estrategia tecnológica y la tecnología se integren en el plan de negocio.
Las empresas deben implantar estructuras más planas y menos jerarquizadas,
que faciliten la creación de equipos de trabajo multidisciplinar, que han demostrado ser muy eficaces para la integración de la tecnología en la estrategia de
negocio, y para crear actitudes de compromiso mutuo y confianza entre los
empleados.
Las empresas deben desarrollar programas de gestión del conocimiento, que
garanticen su capacidad de generar tecnología o de absorberla de otras empresas, centros tecnológicos y de investigación, así como la participación de sus
empleados en la elaboración de los planes tecnológicos.
204
ENTORNO (DEMANDA Y RECURSOS)
(LIBRO VERDE)
DIAGNÓSTICOS
El papel de la demanda privada como incentivo a la innovación es menos activo en España que en otros países desarrollados.
La demanda pública española no utiliza su potencial para impulsar el desarrollo
tecnológico.
El mercado financiero no ofrece a las empresas suficientes posibilidades de
financiación de la innovación.
La demanda de personal técnico por parte de las empresas españolas es
menor, en términos relativos, que en otros países europeos.
RECOMENDACIONES
La Administración del Estado debe elaborar un programa director de investigación tecnológica para las compras públicas, como instrumento de su política de
innovación tecnológica.
Las administraciones deben revisar la legislación del capital-riesgo e impulsarlo
económicamente, así como desarrollar segundos mercados ágiles orientados a
PYME con alto potencial de crecimiento.
El Plan Nacional Tecnológico debería incluir un programa de formación de personal tecnológico para las empresas, que fomentara tanto la incorporación de
tecnólogos a las empresas como su conversión en empresarios.
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