EL NOMBRE DE NUESTROS PUEBLOS (I). EL MUNICIPIO DE REOCÍN Marcelo Cortés ¿Qué significa el lugar en donde vivo o en donde hago mi vida cotidiana? ¿Significa verdaderamente algo? ¿Quién le dio ese nombre? Porque, necesariamente alguien le tuvo que poner el nombre en un momento dado. ¿Y por qué le dio ese nombre y no otro? Algunas de estas preguntas en mayor o menor medida pueden ser contestadas. De ello se encarga la toponimia. ¿QUÉ ES LA TOPONIMIA? La toponimia es la ciencia que se ocupa del estudio del nombre de los lugares. La palabra toponimia procede del griego topos, “lugar” y onoma, “nombre”. El estudio de la toponimia exige la participación de varias disciplinas. La base para trabajar la toponimia es la Historia de la Lengua, disciplina que estudia el origen y la evolución de las distintas Lenguas, aunque es necesario complementarla básicamente con la Historia, pero también con la Botánica, la Geología, etc. La toponimia es también la suma de todas las lenguas que se han hablado en un territorio a lo largo de la Historia, e indirectamente, de todos los pueblos que durante períodos de tiempo han vivido en él. Estudiar la toponimia de un lugar es como cortar una tarta con un cuchillo: en el trozo que dejamos en el plato podemos apreciar las distintas capas que el pastelero ha puesto. Lo mismo ocurre con las palabras: la mayoría proceden del latín, la lengua que nos dejaron los romanos y de la que procede el español, pero otras palabras nos las dejaron los árabes; otras, los visigodos, etc. Incluso hay palabras que existían muchísimos años antes de que llegaran los romanos y que todavía permanecen escondidas en los nombres de los sitios que habitamos. EL MÉTODO DE TRABAJO DE LA TOPONIMIA La toponimia como ciencia a menudo ha estado desprestigiada por la falta de rigor a la hora de estudiar los nombres que figuran en los mapas. A menudo se han explicado los nombres de los lugares por fáciles asociaciones de palabras que se parecen entre sí, pero que nada tienen que ver con la realidad, como decir que Zaragoza era la ciudad de una reina mora llamada Zara o que 1 Benidorm significa “ven y duerme”, como decían algunos folletos de información turística. Un buen ejemplo de esta falta de criterio la tenemos en el topónimo de Reocín. Durante mucho tiempo se ha afirmado que esta palabra significaba “Río de Zinc”, interpretación que se explica lógicamente por hallarse en su término municipal explotaciones mineras que extraen este mineral. Nada más lejos de la realidad: la palabra zinc proviene de la palabra alemana “zinc” y se introdujo en castellano en el siglo XVIII a través del francés (“zinc”), mucho tiempo después de que conozcamos la palabra Reocín. El punto de partida para analizar un topónimo es buscar la primera vez que aparece escrita la palabra, es decir, lo que se denomina la primera mención documental. En el ejemplo anterior, la primera mención de Reocín data de 1352 y aparece escrita como “Rio Foçin”, es decir, “río del Hocín”. Una vez encontrada la forma más antigua de la palabra se analiza al detalle para intentar buscar su origen. En el caso de Reocín claramente se trata de un topónimo compuesto por dos palabras. La primera de estas palabras, es fácil de identificar, “río”, que procede del latín RIVU; la segunda palabra, “Foçin”, remite a la palabra latina FAUX, FAUCIS (“hoz”, con el diminutivo in) que significa “garganta” y que se aplica en toponimia a los lugares en donde un valle se hace más estrecho, se vuelve angosto. Atando los dos cabos llegamos a la conclusión de que la palabra Reocín proviene de la expresión latina RIVU FAUCINU, y que esta expresión viene a significar “río de la hoz pequeña”, aludiendo a la estrechez del valle. Hoy en día éste es un detalle que no podemos comprobar, ya que la explotación minera ha alterado considerablemente el paisaje que vieron nuestros antepasados, pero la toponimia lo pone de manifiesto.1 En los mapas antiguos, sin embargo, esta estrechez sí que es apreciable. TOPONIMIA DEL MUNICIPIO DE REOCÍN Una vez visto cuál es el origen de la palabra que da nombre al municipio, vamos a pararnos a analizar algunos de los topónimos del municipio de Reocín. Algunos de los topónimos son fácilmente identificables por coincidir el término con palabras que usamos en la actualidad. Éste es el caso de Valles, mencionado por primera vez en 1325, palabra que viene del latín VALLIS, IS, o de La Veguilla, diminutivo de “vega”. Otros son fácilmente identificables por tener un nombre religioso, como ocurre en San Esteban. Este nombre aparece escrito por primera vez en el año 987 como “Sancti Estephani”. Dar a un lugar el nombre de un santo es algo habitual en toponimia y fue muy frecuente en el período histórico que 1 Existe también en Cantabria un topónimo idéntico, Reocín de los Molinos, en el término municipal de Valdeprado, con idéntico origen. Allí todavía se puede apreciar cómo el valle se estrecha formando una hoz o garganta. 2 denominamos Reconquista. A los nombres de lugar que toman un nombre religioso se les denomina hagiotopónimos.2 Lo mismo ocurre con Puente San Miguel, aunque aquí el matiz es diferente, ya que el nombre del santo aparece asociado a un elemento civil como es el puente (de la palabra latina PONS, PONTIS). Históricamente los puentes no sólo han sido un simple elemento arquitectónico que permitía a las gentes atravesar los ríos, sino también un punto importantísimo y vital en las vías de comunicación; de ahí que desde antiguo se hayan establecido núcleos de población y asentamientos de personas junto a los puentes. En nuestro caso, la primera vez que el topónimo aparece mencionado es en el año 1228 y se le denomina únicamente como “Puent”, (“Puente”). Sin embargo, apenas cuatro años más tarde ya aparece el nombre completo de Puente San Miguel: en 1232 aparece escrito en los documentos como “Sancti Michael de Ponte”. Como ocurre con mucha frecuencia, algunos de los nombres de lugares de Reocín toman su nombre de la geografía del terreno. Es el caso de Cerrazo, que proviene de la palabra latina CIRRUS, “cerro, lugar elevado menor que una montaña”. Cerrazo es, pues, un aumentativo de la palabra “cerro”, una palabra que en Cantabria toma el significado peculiar de “pequeña montaña que acaba en punta”. Otros nombres del municipio de Reocín deben su origen a la vegetación característica del lugar. Así ocurre con el topónimo de Helguera, muy frecuente en Cantabria. La palabra proviene de la palabra latina FILICARIA, que significa lugar en donde abundan los helechos (en latín, “helecho” se dice FILIX, FILICIS). Con el nombre de Helguera se nombran aquellos terrenos alejados de los núcleos de población que antiguamente servían como pasto y que, pasado el tiempo, han servido para el asentamiento de personas. En otras ocasiones el origen de un término hay que buscarlo en el nombre de aquellas personas que fueron propietarias de esos terrenos. Es decir, el nombre de los antiguos propietarios se ha convertido con el tiempo en el nombre actual de un lugar. Esta circunstancia fue muy común en tiempos de los romanos, que denominaban VILLA a sus fincas seguido de su nombre o de su sobrenombre. Éste es el origen, por ejemplo, de Villapresente, que procede de la expresión latina VILLA PRAESENTII, que significa la “villa o la finca de Praesentius”, un sobrenombre de varón muy usado en tiempos de los romanos. Quiere esto decir que el antiguo dueño de lo que hoy es Villapresente con casi toda seguridad fue conocido entre sus vecinos con el nombre de Praesentius. Algo parecido ocurre con el topónimo Golbardo, del que existen más dudas, aunque pudiera proceder de un antiguo nombre propio ya en tiempos de los visigodos. No todos los topónimos son tan claros como los que acabamos de ver. El problema se plantea cuando el topónimo procede de una palabra que no es latina, es decir, de una palabra anterior a la llegada de los romanos. Es lo que 2 La raíz “hagio-“ significa santo o sagrado. Para que relaciones esta raíz y se te quede grabada, recuerda que en los libros de texto de Lengua y Literatura de 3° de ESO y de 1° de Bachillerato se dice al hablar del poeta del siglo XIII Gonzalo de Berceo que este autor escribió “hagiografías”, es decir, libros en donde se cuentan vidas de santos. 3 denominamos una voz prerromana. Como se conoce relativamente poco de las lenguas que se hablaban en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos, los lingüistas han intentado reconstruir algunas de estas palabras, en algunos casos con éxito, formulando algunas hipótesis por comparación entre palabras que se parecen entre sí. El asterisco (*) que va delante de las palabras que a continuación vamos a comentar indica que es una palabra reconstruida por los estudiosos. El nombre de Caranceja es una de esas palabras. Para explicar este topónimo hay que partir de la palabra prerromana *KAR-, a la que se le ha atribuido el significado de “piedra”. Es la misma base de nombres de lugares de Cantabria como Carmona, Cartes, Carazón, etc. En el caso de Caranceja, a la raíz o lexema *KAR-, se le añadieron distintos sufijos latinos. La forma originaria tuvo que ser *KAR-ANTI-ICULA, que evolucionó a Caranceja más adelante. Otra de las palabras del municipio de Reocín que plantea problemas es Barcenaciones, palabra muy común en Cantabria bajo distintas formas (Bárcena, Barcenilla, El Barcenal, La Bárcena, Rubárcena, etc.). Todos los estudiosos están de acuerdo en afirmar que es una palabra prerromana que han reconstruido como *BAR-KENA. Sin embargo, no se ponen de acuerdo sobre cuál es exactamente su origen: para uno se trata de una palabra vasca, para otros tiene su origen en los antiguos nombres de ríos... En el caso de Cantabria, y poniendo en común todos los nombres con idéntica raíz, se llega a la conclusión de que Bárcena, y su compuesto Barcenaciones, sirve para nombrar un terreno generalmente llano y cultivable que se encuentra en el recodo de un río y que tiende a inundarse fácilmente. Por último, hay nombres del lugar sobre los que los estudiosos de la toponimia no aciertan a proponer una hipótesis satisfactoria. Es el caso, por ejemplo, de Quijas o de El Burco. Ninguna de las opiniones que se han propuesto sobre estos nombres tienen una mínima base científica. [Continuará] [En el próximo número de Renglones comentaremos la toponimia de Santillana del Mar] BIBLIOGRAFÍA: ALBERTO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Diccionario etimológico de la Toponimia Mayor de Cantabria, Santander, Librería Estudio, 1999. 4