CIENCIAS FISICAS.

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CIENCIAS FISICAS.
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FÍSICA.
Sobre la sensación de calor que produce el gas ácido carbónico
al tocar á la piel; por Mu. BOUSSINGAULT.
(An. de Quiín. y Fis., Junio ^S'á^.}
En una interesantísima noticia sobre los baños comunes y
de chorro de gas ácido carbónico que hace años se administran á los enfermos en varios establecimientos termales de
Alemania, dice Mr. Herpin que la primera impresión que se
esperimenta al entrar en la capa de gas es una sensación de
calor suave y agradable, parecida á la procedente de un vestido grueso de lana fina ó entretelado. A esta sensación sigue
una picazón, un hormigueo, y luego una especie de ardor com-parable con el de un sinapismo al empezar á obrar. En Marienbad, Carlsbad, Kissingen, etc., emplean el gas carbónico,
ya puro, ya mezclado en proporciones mayores ó menores
con aire ó con gas sulfhídrico.
No trato de entrometerme en la cuestión médica, dice
Mr. Boussingault, sino ceñirme á referir que he tenido ocasión de comprobar la singular sensación de calor que el contacto del gas ácido carbónico frió desenvuelve en la piel, porque acaso en los hechos que voy á contar encuentren algo de
provecho los prácticos.
Hay en Quindiu (Nueva-Granada) un criadero de azufre
que presenta la curiosa particularidad de estar en un esquisto
micáceo. La cordillera donde está el paso de Quindiu separa
al valle de la Magdalena del de Cauca, y á dos jornadas del
'ugar de Ibacue se halla el azufre.
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El azufraL como alii lo llaman, está situado en una profunda garganta abierta en un esquisto muy impregnado de grafito. Junto â un torrente hay un cobertizo donde están los utensilios necesarios para fundir y purificar el azufre que se saca
de las muchas grietas de la roca, donde se halla en estado pulverulento. De las grietas sale gas que huele á ácido sulfhídrico. Verifican el laboreo á cielo descubierto, y á veces en
galerías que rara vez llegan á 2™ de largo, por causa de que
en metiéndose el minero á trabajar, tiene que contener la respiración. En escavaciones se veian insectos, serpientes y pájaros muertos por los vapores mefíticos. Entré en una abierta
un poco mas arriba del torrente, de I",6 de largo, 0°,7 de
ancho y l m ,7 de hondo, llevando conmigo un tubo graduado dispuesto para recojer gas, y un termómetro. Al bajar, y durante
el cortísimo tiempo que tardé en poner los instrumentos, sentí
un calor sofocante, que me pareció de 40° centígrados, y
mucho picor en los ojos. Se me encendió el rostro, y al salir
sudaba copiosamente. Atribuí lo primero á la suspensión de
la respiración, y lo segundo me pareció resultado natural de
la temperatura del intermedio en que habia estado metido.
Al cabo de tener alii una hora los instrumentos, volví á
bajar para sacarlos. Noté la misma sensación incómoda de calor, el mismo picor de ojos; pero me sorprendió en estremo ver que el termómetro marcaba solo 19°,5, cuando otro
espuesto al aire libre y á la sombra lo hacia de 22°,3. Asi
pues la atmósfera en la cual, según mis sensaciones, habia esperimentado un calor sofocante, estaba en realidad menos caliente que la esterior.
Analizado el gas, dio:
Acido carbónico
Aire atmosférico
Acido sulfhídrico
93
S (1 )
Señales.
100
(l) lio mirado como aire el gas no absorbido por una disolución de potasa cáustica, porque mantenía la combustión.
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A corta distancia de donde hice esta observación vi otro
agujero que daba á una grieta, de donde salia gas àcido carbònico. En la zanja abierta por los azufraros había mucho azufre en la roca, en hojas secas y en ramaje llevado por el viento. Metiendo el brazo se sentia un calor como de 4'0°, y eso
que en el fondo de la zanja no pasaba la temperatura de 18°,2,
al paso que en el aire libre y á la sombra marcaba un termómetro 23°,2.
A 30 ó 40 metros mas arriba, en un punto donde pierde
la roca la brillantez del grafito, está en capas verticales, y sus
hojas se repliegan en torno de muchos núcleos de cuarzo blanco. La hendidura á que llegué estaba abierta en el plano de
la estratificación del esquisto; tenia 1° de alto, O m ,65 de ancho y 2°,6 de hondo. Metiéndome por aquella estrecha boca
sentí el mismo calor y picor de ojos que antes, y aún mas
cuando solo tenia metida la parte inferior del cuerpo, pareciéndome entonces estar en un baño de aire caliente de 45° á
48°. Pero no .esperimenlé, ni otros esperimentaron, el ardor
que Mr. Herpin compara con el de un sinapismo. Acaso no
duró bastante el baño; acaso, y es lo mas probable, la vida
del Acampo, los hábitos que se adquieren residiendo en un
múñelo muy interesante de seguro, pero donde se tiene por
bijo cualquier vestido entero, hacen perder á la piel parte de
su sensibilidad.
Algunos meses después volví al azufral. En dos escavaciones marcó el termómetro 18°,3 y 19°,í, al paso que era
de 20° la temperatura del aire. Para llegar alii tuve que atravesar el torrente de un estrecho valle, cuyas aguas, muy altas entonces, estaban á 14°; temperatura friísima respecto de
la del valle de la Magdalena (2T á 28°) que acababa de recorrer. Al salir del torrente me apresuré á calentarme tomando un baño frió de gas ácido carbónico, y sintiendo gratísimo efecto.
Tres años mas larde, en enero de 1830, volví al azufral
del Quindiu para estudiarlo geológicamente. Al cabo de ocho
dias llegué á las nieves perpétuas del pico de Tourna, y comprobé que el volcan por ellas cubierto estaba todavía en plena actividad. Bajando hacia la quebrada de San Juan, pude seTOMO v.
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guir Ias traquilas desde la cúspide de la cordillera hasta su
contado con los mica-esquislos del azufral, que Ia masalraquítica ha enderezado evidentemente rompiéndolos al tiempo
de levantarse. La aparición de vapores sulfurosos y del gas
ácido carbònico en las rocas esquistosas del Quindiu, procede
pues simplemente de un fenómeno volcánico, cuya acción reside en las traquitas del Tourna.
Cerca del volcan observé una producción abundantísima
de azufre, que benefician los azufreros; circunstancia feliz,
porque liberta á los obreros de los graves inconvenientes resultantes de trabajar en una atmósfera de gas ácido carbónico. Los azufreros del Quindiu me decían que la mayor parte
de ellos acaban por debilitárseles sumamente la vista, y que
algunos hasta llegan á cegar. Con efecto, vi bastantes ciegos
entre los mineros viejos del azufral del Quindiu.
Calor producido por la influencia del imán en los cuerpos en
movimiento; por MB. FOUCAULT.
(L'Instilut, 49 setiembre H855.)
En 1824 observó Aragó el fenómeno notable de la atracción de la aguja imantada por los cuerpos conductores en estado de movimiento; y aunque se tuvo como muy singular,
permaneció sin poderse esplicar, hasta que Mr. Faraday anunció el importante descubrimiento de las corrientes de inducción. Desde entonces se hizo evidente que, en la esperiencia
de Arago, produce el movimiento corrientes, las cuales,
obrando á su vez sobre el imán, tienden á asociarlo al cuerpo móvil, y á arrastrarlo en el mismo sentido. Puede decirse
de un modo general, que el imán y el cuerpo conductor tienden por influencia mùtua al reposo relativo.
Si se quiere que subsista el movimiento á pesar de esa
influencia, es preciso producir constantemente cierta fuerza:
la parle móvil se halla oprimida al parecer por un freno, y
esa fuerza que se pierde causa necesariamente un efecto dinámico, que en mi concepto dcbia convertirse en calor.
La misma consecuencia se deduce considerando las cor-
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