Presentacion IIEC, Instituto de Investigaciones Economicas Dos imágenes describen, en toda su complejidad, las perspectivas de vida del mundo que nos ofrece este sistema desgastado hasta la perversidad. Por un lado tenemos la que quiere ser la imagen del progreso, del desarrollo tecnológico que domina las fuerzas de la naturaleza, las transforma para su beneficio y las va convirtiendo en su contrario. Ésa es la imagen de los soldados de "la alianza", fuertes, valientes, bien alimentados y maravillosamente pertrechados. Con botas lustradas y las mejores armas, egresados de buenas escuelas donde han aprendido la disciplina del que recibe órdenes, del que no cuestiona y no piensa por sí mismo pero asume su papel de gendarme del mundo, portador del lenguaje de la muerte y del poder. Por el otro lado vemos las imágenes de la gente sencilla de Afganistán (o de cualquier parte del mundo; obviamente del tercero) que ha sido expulsada de sus tierras con su miseria a cuestas pero con marcas que no la dejarán olvidar que no se puede desafiar al poder o que no se puede vivir pacíficamente en un territorio que otros consideran estratégico. Las imágenes de gente mutilada, de niños condenados a usar piernas o brazos de madera, muletas, con caras quemadas y deformes por la acción de miles de bombas que, dicen, son para combatir al terrorismo. Las imágenes del terror están en Afganistán. Una, es el terror de convertirnos todos en máquinas de la guerra, en soldados obedientes y defensores de una patria que niega la patria del otro. Es el terror de entregar la libertad a cambio de un terrorismo que combate a otro. Es el terror de pensar en un mundo militarizado que renuncie al placer de las relaciones intersubjetivas y al ejercicio de la politicidad inherente al ser humano, que renuncie al diálogo y al juego, a la risa y al placer de disentir. Otra es el terror de convertirnos en parias en nuestra propia tierra, en mutilados y expulsados, en desplazados permanentes y esclavos temporales. Ésas son las imágenes que se nos ofrecen como alternativas: o eres de los nuestros o eres enemigo y se te negará todo, se te arrancará todo, no tendrás descanso. La guerra genocida emprendida por los grandes poderes que rigen este mundo no inició el 11 de septiembre ni es sólo en Afganistán. Ocurre a diario en las selvas de Chiapas o del Amazonas, en las favelas y las ciudades perdidas de todo el mundo, en Timor y Kosovo, en casi todo el territorio africano y al lado de nuestras casas. De las dos imágenes del terror no podemos elegir ninguna: ni parias ni asesinos; ni expulsados ni gendarmes. Nuestra imagen es la del otro mundo, la del mundo de los otros, la de la resistencia, la del mundo en que lo deseable se hace posible, la del que abarca a todos los mundos. La única manera de derrotar la guerra, de impedir asesinatos como el de Digna Ochoa y de convertir en ley el mandato popular y no dictámenes sin legitimidad ni respaldo consiste en dar forma y cuerpo a esa otra imagen, que es la nuestra. Militar por la paz es empezar a construir ese otro mundo derrotando la guerra como herramienta para dirimir los conflictos. Militar por la paz, por la autodeterminación de los pueblos y contra las guerras imperialistas, declaradas o encubiertas, nos pone en el camino de reencuentro y articulación de las dignidades de los pueblos. Nada justifica el genocidio y la impunidad La territorialidad de la dominacion. Estados Unidos y America Latina Ana Esther Ceceña Si la tecnología representa uno de los pilares fundamentales de definición de la competencia internacional y de construcción de la hegemonía, otro, de similar envergadura aunque de muy distinta naturaleza, es el territorio. Una vez conformado y generalizado un nuevo paradigma tecnológico y retrazadas las líneas principales de la valorización del capital y de sus mecanismos de dominio, el diseño de una nueva geografía, correspondiente al nuevo momento tecnológico y a sus búsquedas, se ha constituido en el campo privilegiado de disputa. Dilucidar cómo se construye esa nueva geografía y quiénes son sus agentes es asunto de la mayor importancia si queremos entender los procesos sociales que subyacen a los movimientos económicos aparentemente impersonales e inapelables, y si queremos recuperar nuestra capacidad de autorganización contribuyendo a una deconstrucción radical del sistema de dominación. El territorio complejo, entendido como espacio material y simbólico de asentamiento y creación de la historia y la cultura, así como de la construcción de utopías colectivas y alternativas societales, es el punto de partida de la construcción de identidades y el lugar donde se forjan las comunidades de destino (Otto Bauer), el origen de los significantes primarios de la simbólica regional (Giménez, s/f) y "el espacio de derechos, libertades y posibilidades para vivir y crecer en la propia cultura" (Robles, 1998: p. 2). El diseño de una nueva geografía y la construcción/modificación de los modos de uso del territorio implican entonces una transformación profunda de las relaciones sociales, de las relaciones entre naciones, de las historias y culturas regionales y del imaginario colectivo como expresión del juego de fuerzas entre las distintas visiones del mundo. La concepción y uso del territorio es un ámbito de lucha civilizatoria, cuyo significado e implicaciones son muy profundos. Al respecto, la diferencia no resuelta entre los pueblos y culturas del mundo y los agentes del proceso capitalista, en el sentido más amplio del término, se expresa, entre otras formas, en que "Occidente es la única civilización designada con un referente geográfico, y no con el nombre de un pueblo, religión o zona geográfica particulares [sic]. Tal denominación saca a la civilización de su contexto histórico, geográfico y cultural" (Huntington, 1997: p. 52). La trascendencia de este proceso de lucha por el establecimiento de una nueva territorialidad no se restringe al uso económico de la tierra y sus recursos o al uso político estratégico de los espacios geográficos en sí mismos, sino que conlleva un cambio de contenido y dinámica en todas las dimensiones de la vida social. No se trata, como en otros casos, de una simple privatización de algún espacio estatizado (por complicada que ésta sea), sino de la expropiación de territorios y riquezas naturales junto con el sentido de la vida que han construido históricamente. Modifica conceptos como nación y soberanía, poniendo en primer plano de discusión la capacidad de autonomía o autodeterminación de la sociedad. ¿Quién, cómo y por qué se deciden los destinos de la humanidad? ¿Cuáles son los límites y los contenidos específicos de estos poderes abstractos que se ciernen sobre la humanidad? ¿Cuáles son sus vehículos o correas de transmisión? ¿Cómo puede la sociedad retomar las riendas de su historia y construir sus utopías? Desde nuestra perspectiva, el proceso de construcción de la hegemonía que emana de las relaciones mismas de competencia y de la expropiación creciente e ilimitada es protagonizado, desde el poder, por un sujeto dicotómico, que se desdobla y se reintegra con dos lógicas y estilos distintos, pero confluyentes: en uno de sus desdoblamientos se manifiesta bajo la figura de los empresarios poseedores del capital y, en el otro, bajo la del estado que formula las estrategias generales de apropiación y dominación y que, en esa medida, los representa, les abre fronteras y los protege (Ceceña, 2001p). En este trabajo nos proponemos demostrar cómo las estrategias y políticas de reposicionamiento territorial de Estados Unidos, particularmente en América Latina, responden a las exigencias tanto de crear condiciones más favorables para la competencia que tienen que enfrentar las empresas de origen estadounidense, como a las de control político-territorial de regiones insubordinadas o en proceso de insubordinación, y son abiertamente conducidas por el estado a través de sus agencias de investigación científica, conservación del medio ambiente, control del narcotráfico o policiaco-militares. Es decir, responden a la exigencia de permanente validación y renovación de la capacidad hegemónica del sujeto dominante, a saber: la burguesía originaria asentada en Estados Unidos (Ceceña, 2001p). Este comportamiento desdoblado o esquizofrénico (característico de una sociedad sustentada en el antagonismo), que en las actuales circunstancias concede la dirigencia del proceso al estado, no desestima la importancia de la injerencia directa y decidida de las empresas. Nuestra convicción es que el proceso de establecimiento de la nueva territorialidad sobre la que se construye la hegemonía estadounidense proviene de una acción combinada entre estado y empresas, la cual se ha adaptado a las circunstancias particulares. Los ámbitos y posibilidades de acción de las empresas llevan a la promoción de intereses mucho más específicos. El estado, en cambio, al velar por estos intereses particulares, se encamina hacia el establecimiento de políticas y acuerdos generales que abran brecha para la entrada de capitales o que garanticen un funcionamiento general adecuado a las necesidades de disponibilidad y expansión de su control sobre recursos y territorios que se consideran estratégicos, o de manejo de poblaciones y conflictos. Sostenemos aquí que en este periodo de reposicionamiento territorial de Estados Unidos sobre América Latina, la combinación de los llamados Plan Colombia y Plan PueblaPanamá constituye el mecanismo de redefinición general de las relaciones en el continente, que posiblemente será confirmado por la instauración del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por lo tanto, toca al estado construir las condiciones que garanticen el mejor desempeño y despliegue de las empresas y demás instancias de poder. Las razones Tecnología y nuevas materias de trabajo (biodiversidad) El advenimiento de la informática sirvió como detonador del desarrollo en gran escala de las ciencias y actividades vinculadas al conocimiento genético, y en un tiempo menor del estimado permitió realizar la lectura del genoma de mayor complejidad y que ofrece las mayores posibilidades: el genoma humano. Desde el momento en que se automatiza el delicado trabajo genético, la búsqueda de especímenes y la investigación sobre sus principios activos, sus usos tradicionales y sus potenciales aplicaciones comerciales se perfila como una de las actividades de punta tecnológica y mercantil y, consecuentemente, como uno de los espacios privilegiados de la competencia. La concepción de la naturaleza como biodiversidad (Escobar, 1997) y la percepción de las actividades de conservación como medio de posicionamiento sobre los espacios de mayor densidad o especificidad germoplásmica han conllevado a las instancias de poder mundial participantes en la disputa[1] a renovar la dimensión territorial de la misma. En ese sentido, las regiones tropicales que todavía conservan por lo menos una parte de sus riquezas naturales y que, como ocurre en la mayoría de los casos, están habitadas por poblaciones que han contribuido a su evolución y conocen muchas de sus aplicaciones prácticas son elemento esencial de potenciación de nuevos desarrollos tecnológicos, así como de muchísimos productos susceptibles de crear y conquistar amplios mercados. Ninguna región de la Tierra es igualable a la franja media del continente americano que abarca desde la extensa zona amazónica hasta las montañas y zonas frías de Puebla, pasando por un corredor de variada topografía, historia y culturas que alberga una infinidad de especies con un alto grado de endemismo y que, por sus condiciones históricas y coyunturales de relación con el sistema mundial, es en muchos sentidos un territorio cautivo, o potencialmente cautivo, de Estados Unidos.[2] El monopolio biológico natural que ostenta la franja tropical americana puede ser percibido midiendo su variedad y exclusividad como hábitat de especies pertenecientes a las ramas más estudiadas del universo biológico del planeta. Basten unos cuantos datos como ejemplo: Brasil tiene 55 mil plantas raras, Colombia 45 mil, México y Perú 20 mil cada uno y Venezuela, Bolivia y Ecuador entre 15 y 20 mil cada uno (World Resources, 19921993). Perú tiene 1 642 especies de aves y Brasil 1 567; este último tiene 485 especies de anfibios mientras Perú sólo 233 (Estrada, 1995). Por su contenido, la posesión o control de estas tierras es fundamental dentro de un esquema de competencia intercapitalista, pero también, y sobre todo, cuando las contradicciones generadas por un desarrollo intrínsecamente excluyente ponen bajo amenaza la libre disponibilidad de los recursos y los territorios. El aprovechamiento y monopolización de la biodiversidad exige una presencia in situ. Por el momento no es posible prescindir de las muestras de especies, ni se tiene un catálogo completo de las mismas. Algunas son reproducibles en laboratorio o en ambientes ajenos al original; pero muchas otras, la mayoría, no. En muchos casos, la especie no prospera fuera de su cadena y de su hábitat natural, sus posibilidades de evolución se empobrecen o se cancelan por el aislamiento, de manera que la competencia no puede tampoco prescindir de la mediación territorial. Recursos energéticos y reproducción industrial La relevancia del petróleo para poner en movimiento la inmensa planta industrial del planeta no requiere ser argumentada y, después de la crisis provocada por la OPEP en la década de los setenta, es objeto de un cuidado y una política especial por parte de las agencias gubernamentales que tienen a su cargo la seguridad nacional de Estados Unidos (Ceceña, 2001p; DOD, 1998; DOE, 2001). Capaz de desatar guerras como la del Golfo Pérsico, el petróleo es responsable de algunas de las decisiones de movilización de tropas, financiamientos y personal de inteligencia de Estados Unidos y de organismos internacionales que, hasta ahora, han respondido puntualmente a sus sugerencias. La región tropical de América, territorio rico en biodiversidad, lo es también en minerales orgánicos sumamente importantes para el sostenimiento de la posición de autosuficiencia de Estados Unidos en el mercado mundial. Los estados de Tabasco y Chiapas, el Golfo de México y una franja amazónica que incluye regiones de Colombia, Venezuela y Ecuador principalmente forman la cuenca petrolera que sirve de contrapeso a la OPEP y que ha permitido equilibrar la explotación y los movimientos de petróleo en beneficio de los intereses norteamericanos. Si consideramos conjuntamente a estos países, Estados Unidos y Canadá, es decir, toda la zona de influencia directa de Estados Unidos, la producción de petróleo se equipara a la del Medio Oriente (http://www.doe.gov). Territorialmente, el mayor complejo industrial del planeta se concentra en Estados Unidos y, por ello, es también la mayor región consumidora de energéticos. La invulnerabilidad de su producción está fuertemente ligada a su disponibilidad de petróleo, gas y, cada vez más, electricidad, en la medida en que se incrementa el uso de tecnología informática.[3] Las previsiones estratégicas del estado norteamericano han elevado a materia de seguridad nacional el suministro energético para los próximos veinticinco años y, la política del presidente Bush sobre el ramo calcula como base de su diagnóstico los yacimientos y potencialidades de generación de toda el área norteamericana, Canadá y México incluidos (Bush, 2000; DOE, 2001). Desde 1960 [...] la demanda de energía de Estados Unidos ha crecido a más del doble [...] Actualmente, Estados Unidos consume un cuarto de la energía mundial -cuyo 28 por ciento se importa del exterior. Para hacer de la seguridad energética una prioridad de la política exterior estadounidense, el gobernador Bush va a promover el desarrollo de una "Política Norteamericana de Energía" con Canadá y México (Bush, 2000). En efecto, el funcionamiento de la enorme planta industrial estadounidense, por sus altos requerimientos de energéticos, ha ido incrementando su vulnerabilidad frente a las contingencias internacionales. Desde esta perspectiva, es apropiado enfrentar el problema como una amenaza a la seguridad nacional y buscar mecanismos de compensación que permitan contrarrestar la incertidumbre. Nunca antes en su historia Estados Unidos había sido más dependiente del petróleo extranjero. En 1973, el país importó 36 por ciento de sus necesidades petroleras. Hoy en día, Estados Unidos importa 56 por ciento de su petróleo crudo [...] El gasto estadounidense en petróleo extranjero ha pasado a más del doble en el último año (Bush, 2000). Las previsiones del Departamento de Energía indican un nivel de importaciones de petróleo del 64 por ciento para el año 2020, dadas las actuales condiciones de uso y control del recurso. Uno de los campos en los que el estado estadounidense ha construido su solidez económica y su capacidad hegemónica es el del diseño de estrategias de autosuficiencia relativa. Los mecanismos son diversos pero permiten confluir en una posición nacional de relativa invulnerabilidad, mientras que promueven los desequilibrios y vulnerabilidades en el resto del mundo.[4] Un ejemplo elocuente es el de la actual insuficiencia alimentaria en países que hace poco eran autosuficientes y modernizaron su sector alimentario mediante las especializaciones (monocultivos y empobrecimiento de especies), la producción en gran escala y la introducción de los fertilizantes y demás químicos que acompañaron la revolución verde. En este sentido, la esencialidad del petróleo y en general de los energéticos (gas, uranio, agua/electricidad, carbón) es una de las principales líneas rectoras de la política exterior de Estados Unidos en todas sus vertientes. Lo fundamental, en este caso, es el acceso a yacimientos fijos geográficamente. Costo salarial y competencia En el terreno de la competencia y de la posición en el mercado, los sistemas de producción maquiladora[5] y el uso de trabajadores inmigrantes han sido las mejores soluciones encontradas para reducir los costos salariales al mínimo posible y, con ello, abaratar las mercancías producidas. Una eficiente combinación de ambos mecanismos en la frontera sur de Estados Unidos ha permitido, en momentos difíciles, un relanzamiento de los productos estadounidenses y una recuperación de su competitividad internacional. No obstante, la estabilización de la maquila en el norte de México ha permitido a los trabajadores organizarse para exigir algunos derechos que inciden, aunque sea ligeramente, sobre el costo salarial. La disparidad del desarrollo a ambos lados de la frontera y el desmantelamiento de la planta productiva en México en los últimos veinte años condicionaron una afluencia excesiva de trabajadores hacia la franja maquiladora en el norte de México y hacia el sur de Estados Unidos, generando una situación social conflictiva dentro de sus propias fronteras. Esa frontera laboral, que atrae y recibe trabajadores precarizados de todo el continente, ha adquirido un peso demasiado grande y, al mismo tiempo que es rechazada por grupos de trabajadores y ciudadanos estadounidenses que se sienten afectados en sus derechos,[6] ha creado estructuras o redes organizativas de inmigrantes que impiden una expulsión ágil y adecuada en momentos de recesión. La situación general prevaleciente en el sur del continente, desde el centro de México, brinda condiciones de mayor ventaja para el abaratamiento de costos salariales y la instalación de maquiladoras sin demasiado riesgo social. Elimina la necesidad de traslado de los trabajadores, manteniéndolos en su región de origen, y sólo requiere la movilización de las plantas de producción que, para el caso de la maquila, son relativamente ligeras. La abundancia de fuerza de trabajo, la precariedad en las condiciones de vida de las poblaciones, la corrupción sindical y administrativa y la impunidad generalizada abren la perspectiva de trasladar la frontera maquiladora, junto con los conflictos sociales que genera, hacia el área sur de México y Centroamérica. Esto permitiría, simultáneamente, detener el flujo migratorio hacia Estados Unidos y obtener el mayor provecho de la indefensión de los trabajadores potenciales. La territorialidad de los mercados Un proyecto largamente acariciado por Estados Unidos es el de construir un canal de paso en el istmo de Tehuantepec. De hecho, esta posibilidad se plantea por primera vez en la Cuarta Carta de Relación de Her-nán Cortés; en 1808 Humboldt vuelve a hablar del tema: En 1852 apareció el libro El istmo de Tehuantepec, resultado del reconocimiento que para la construcción de un ferrocarril de comunicación entre los océanos Atlántico y Pacífico ejecutó la comisión científica bajo la dirección del Sr. J. G. Barnard [...] El ingeniero Barnard llegó a México en 1850, contratado por la Tehuantepec Rail-road Co. of New Orleans (Presentación a Brasseur, 1981: p. 10). Directamente el presidente Buchanan se ocupó de gestionar la concesión del paso por el istmo en 1859 y finalmente se firma un tratado que concede derecho de tránsito de personas y mercancías, a perpetuidad, por el istmo de Tehuantepec y las vías Guaymas-Nogales y Matamoros-Mazatlán; protección a estas vías de parte del gobierno mexicano o en su defecto, libertad a los americanos para hacerlo -en situación de emergencia incluso sin su autorización; libertad de tránsito de tropas americanas (ibid.: p. 14). Por fortuna, el estallido de la guerra civil en Estados Unidos impidió concretar el acuerdo, porque "los americanos insistían en la posibilidad de intervenir militarmente para proteger a sus ciudadanos o propiedades aun sin el consentimiento del gobierno [mexicano]" (ibid.: p. 13). La apertura del canal de Panamá en 1914 atenuó las exigencias sobre Tehuantepec. No obstante, tratándose de la zona de mayor densidad productiva del mundo, por el peso de la economía estadounidense, y considerando la caducidad del tratado con Panamá, el asunto de construir un paso en Tehuantepec asume una urgencia renovada (ver mapa 1). Más cercano que Panamá, este canal de paso, ferroviario y carretero en un primer momento, permitiría establecer un corredor de ensamble de mercancías provenientes de las tierras de ultramar en las dos direcciones, sea del este y oeste de Estados Unidos, sea del norte y sur del continente americano. En el periodo 1996-1997, se presenta en la cámara de senadores de México el proyecto de construcción de un "canal multimodal" en el istmo de Tehuantepec -bajo el nombre de Megaproyecto de desarrollo integral del istmo de Tehuantepec-, que se organizaría en torno a la línea de ferrocarril construida ahí en 1907, antes de que se hiciera el acuerdo en Panamá.[7] Con este corredor como eslabón de paso de los valiosos recursos naturales de la región y como área de ensamble industrial, no sólo se abaratarían los productos finales sino que el acceso a los grandes mercados, empezando por el de Estados Unidos, se tornaría mucho más ágil. El establecimiento de este paso como eje del comercio intra e intercontinental, como punto de encuentro de los productos intermedios fabricados en todas partes del mundo con las mayores ventajas comparativas, como corredor de ensamble industrial al más bajo costo y como canal de comunicación casi ineludible lo convierte en una de las apuestas estratégicas de mayor alcance geopolítico (ver mapa 2). El continente americano, por lo pronto, dado que su comercio mundial se realiza de 70 a 80 por ciento con Estados Unidos, quedaría eslabonado a través de este paso que constituiría un nuevo punto de control y de disciplinamiento. En la otra punta del continente, el posicionamiento en lugares estratégicos de América del Sur, aislándola territorialmente del norte, controlando la franja amazónica e imposibilitando financieramente el acuerdo entre sus principales naciones (Mercosur), logra construir las condiciones necesarias para convertir a Estados Unidos, una vez más, en el mediador indispensable y en el organizador de la economía y la política continentales. No está por demás recordar la vieja frase "América para los americanos" como un peligro que no ha podido, todavía, ser conjurado. Los mecanismos La guerra y el desarrollo como estrategias de control territorial En nombre de la ciencia, el progreso y la democracia el estado estadounidense ha justificado su incursión en el planeta. La legitimación, que sin duda ha logrado con algunos sectores de la población, se acompaña, y en muchas ocasiones es precedida, por un entramado de mecanismos de presión que combinan intervenciones militares con intervenciones económicas de diversos tipos. La planeación estratégica para estos fines está construida sobre la base de redes muy amplias que la mayoría de las veces impiden percibir su conexión con los propósitos articuladores declarados por el Departamento de Defensa, entre los que se cuentan los de garantizar el acceso a todos los recursos necesarios para su seguridad nacional y velar por los intereses de los estadounidenses sin importar el lugar del planeta en que se encuentren (DOD, 1998; Ceceña, 2000).[8] Efectivamente, como declara el secretario de Defensa William Cohen, Estados Unidos pretende jugar un papel de liderazgo en la comunidad internacional trabajando de manera cercana y cooperativa con las naciones que comparten sus valores y metas e influenciando a aquellas que pueden afectar su bienestar nacional. [...] Estados Unidos se encuentra en un periodo de oportunidad estratégico. La amenaza de guerra global ha retrocedido y los valores fundamentales de la nación de democracia representativa y economía de mercado son adoptados en muchos lugares del mundo (DOD, 1998). Y así Estados Unidos se apronta sobre el territorio latinoamericano, como un paso decisivo para consolidar su invulnerabilidad económica y su estrategia geopolítica, convirtiendo al continente americano en eslabón y eje del comercio mundial, evidentemente lidereado por el estado estadounidense. Geográficamente, el control de la zona Puebla-Colombia, que contiene los tres canales de paso, reales y/o potenciales, más eficientes del mundo,[9] además de las condiciones óptimas para establecerse simultáneamente como el gran espacio de ensamble mundial,[10] garantizaría la emergencia de esta región como bisagra de la economía del planeta. Ahí está el Comando Sur del ejército estadounidense para asegurar que esta oportunidad tenga viabilidad (ver mapa 3). No es nuevo el uso de políticas externas de financiamiento al desarrollo como mecanismos de compatibilización o directamente sujeción de las economías del tercer mundo a la estadounidense. Tampoco lo son las intervenciones militares o políticomilitares directas[11] en cualquier área problemática que no pueda ser disciplinada con otras medidas. Lo que sí resulta novedoso es la dimensión territorial implicada y la magnitud de la apuesta que está en juego: ni más ni menos que el liderazgo mundial total. Como la única nación en el mundo que tiene la capacidad para proyectar un poderío militar de envergadura planetaria para conducir con efectividad operaciones militares de gran escala lejos de sus fronteras, Estados Unidos tiene una posición única [...] Para mantener esta posición de liderazgo, Estados Unidos debe contar con fuerzas prestas y versátiles capaces de enfrentar un amplio espectro de actividades y operaciones militares: desde la disuasión y derrota de agresiones en gran escala hasta la participación en contingencias de pequeña escala y el enfrentamiento con amenazas asimétricas como el terrorismo ("La estrategia de seguridad nacional del presidente", DOD, 1998). Si bien la incursión en la zona amazónica ha sido complicada por el lado de Brasil y Venezuela, la comunicación con el norte del continente tiene como punto estratégico a Colombia. Geográficamente, Colombia es el punto de enlace con el norte del continente, pero además ofrece condiciones inigualables para la consecución del proyecto estratégico. La guerra interna provocada por indudables problemas sociales ha sido aprovechada para mantener una situación de inestabilidad e incertidumbre que, aunada a la culpabilización de los productores colombianos de coca por el narcotráfico mundial, sirve como plataforma de legitimación/ intimidación de la intervención directa del gobierno de Estados Unidos y de su ejército en Colombia. En verdad, el control de la principal materia prima del jugoso negocio de la droga es ya un argumento de relevancia para entender la importancia de Colombia en esta estrategia de reposicionamiento de Estados Unidos; sin embargo, hay por lo menos otros tres que permiten valorar el interés geoestratégico del territorio colombiano. El paso de Darién en Colombia-Panamá y la Selva Lacandona en Chiapas son los dos puntos de concentración y encuentro de las especies tropicales de América, y son el enlace con especies del área andina y del dominio neoártico que sube hacia el polo norte. Por ello, conforman dos epicentros fundamentales de la biodiversidad americana.[12] El territorio colombiano es rico en yacimientos petroleros. A los yacimientos conocidos y explotados hay que agregar una reserva potencial recientemente detectada que camina a lo largo de la cordillera que atraviesa el país. Colombia, por su posición geográfica y por contar con el más importante movimiento armado de la región, resulta un punto clave para el enfrentamiento de la insubordinación, bajo sus formas diversas, en la zona, además de ser la base del embudo que comunica las dos grandes partes del continente. Y si en Colombia y Ecuador la justificación para la presencia estadounidense y la instalación de bases militares, es decir, la ocupación estratégica del territorio, son el narcotráfico y la insubordinación, en otras zonas es el impulso al desarrollo o la conservación y aprovechamiento supuestamente sustentable de la naturaleza (ver mapa 4).[13] Así es como en la región que se extiende desde el centro de México hasta el límite entre Panamá y Colombia, después de más de treinta años de guerra y dictaduras sangrientas en Centroamérica, están en marcha una serie de proyectos de recuperación de la naturaleza (destruida por las guerras y el saqueo) y de erradicación de la pobreza. Estos proyectos, generalmente emprendidos y controlados por organismos como el International Cooperative Biodiversity Group (ICBG) de Estados Unidos y por el Banco Mundial, han ido estableciendo convenios con los gobiernos de la zona y ocupando poco a poco toda el área de lo que el Banco Mundial llama el Corredor Biológico Mesoamericano (ver mapa 5). El estudio del ICBG, dependiente del Technical Assessment Group (TAG)[14] y de sus áreas de trabajo en el mundo, es altamente ilustrativo sobre la manera como el estado estadounidense asume y emprende, como política de estado, el acercamiento/posesionamiento de los principales puntos de biodiversidad generadores de endemismos. Con siete proyectos ubicados en once países,[15] el TAG controla todos los conocimientos y bancos de información que se han ido construyendo y que se mantienen custodiados por diferentes universidades estadounidenses. Las muestras, como ha sido denunciado entre otros por la Rural Advancement Foundation International (RAFI), son entregadas a empresas privadas para que realicen las investigaciones de sus principios activos y potenciales aplicaciones. Pero quizá lo más interesante, además de la abierta relación entre agencias gubernamentales y empresas privadas, es que en países como Nigeria, catalogada como políticamente riesgosa, es directamente el ejército estadounidense quien está a cargo del proyecto (Giménez, p. 174 en este mismo volumen). El papel del estado es la construcción de la hegemonía. La división de funciones entre las agencias del estado y las empresas permite poner en práctica tanto mecanismos de presión económica como legitimaciones científicas respaldadas por el sistema de universidades estadounidenses que hasta ahora han disimulado el empleo lucrativo que las empresas hacen de estos recursos. Como hegemón, el estado estadounidense pasa por encima de sus empresas particulares y, por supuesto, de los estados circundantes. Rompiendo fronteras, las rediseña de acuerdo con sus necesidades de expansión bautizadas como seguridad nacional. La nación estadounidense se ensancha tanto como sus previsiones estratégicas lo indican, como la legitimación del american way of life lo permite, como su superioridad militar lo impone y como los pueblos del mundo son desestructurados y subordinados. La actual coyuntura restringe las posibilidades individuales de las empresas para allegarse los recursos que precisan y para hacer frente a una competencia por el espacio que, por implicar una disputa por la vida y por su asiento territorial, es necesario poner en juego, articuladamente, todos los mecanismos del poder y renovar, simultáneamente, la convicción sobre la pertinencia histórica, o por lo menos inevitabilidad, de este proceso. Esta necesidad dicotómica de apropiación/legitimación lleva a la diversificación de los agentes del proceso y de los mecanismos que lo hacen posible. Las ocupaciones militares del Golfo Pérsico, la antigua Yugoslavia o Colombia muestran una cara más amable, por lo menos en apariencia, en el territorio comprendido en el Plan PueblaPanamá o en algunas partes de la Amazonia. The Nature Conservancy (TNC), Conservation International (CI) y algunas otras poderosas organizaciones conservacionistas han ido estableciendo los criterios generales de la conservación, por encima de la opinión de los pueblos que históricamente se han ocupado de ella, apropiándose de las principales reservas de la biosfera con la idea, en algunos casos, de preservarlas de la mano del hombre, es decir, de expulsar a sus pobladores, y, en otros, de explorar sus potencialidades recuperando todos los conocimientos y saberes desarrollados a lo largo de milenios. Al justificar su injerencia en ocasiones con un supuesto combate a la pobreza (Banco Mundial), lo importante es que su ubicación geográfica tiene una estricta coincidencia con la que indican los proyectos estratégicos de seguridad nacional de Estados Unidos, como puede observarse en el mapa 6. Conclusiones La batalla de Estados Unidos por mantenerse a la cabeza de la burguesía mundial o, como lo ha calificado Pablo González Casanova, del empresariato mundial (2001), ha desatado una agresiva disputa por el control de la vida y del territorio. América Latina, históricamente encadenada a los destinos que Estados Unidos diseña para el continente, se encuentra nuevamente frente a una disyuntiva civilizatoria. La dominación construida en los terrenos comercial y financiero es insuficiente para garantizar la primacía y velocidad en el desarrollo tecnológico que impone la competencia por apropiarse todo lo objetivamente apropiable y por dominar todo lo dominable. La capacidad apropiadora desarrollada por el capitalismo rebasa, con mucho, sus límites sociales. La carrera de la competencia exige llevarla hasta sus últimas fronteras y eso implica, en el momento presente, la posesión directa de los territorios complejos. En la actual circunstancia de profunda transformación del paradigma tecnológicosocietal, el estado es indispensable para regular las nuevas condiciones de desempeño de la economía (valorización del capital, posición en la competencia) y de la sociedad (disciplinamiento de los actores), así como para garantizar la construcción de la nueva territorialidad reclamada por este proceso. En estas condiciones, es el estado -y en todo caso las instancias supranacionales de definición estratégica global como puede ser el G8, que son expresión también de una relación hegemonizada- quien detenta la facultad de disponer las políticas generales de reordenamiento mundial que lo hagan posible. Los mecanismos (militares, financieros, políticos, ideológicos, culturales) y los medios (FMI, Banco Mundial, medios de comunicación, sistema educativo, etcétera) son su prerrogativa. La supranacionalidad del estado estadounidense y el reconocimiento general implícito y/o explícito de su figura hegemónica se acompaña, en el caso latinoamericano, de su capacidad para deslegitimar, presionar y virtualmente anular las facultades independientes de los estados de la zona.[16] La nueva territorialidad que se pretende construir en el territorio latinoamericano pasa por el control de las monedas induciendo una dolarización que cancela la soberanía de estas naciones frente al mercado mundial; pasa también por la invalidación de sus sistemas de justicia atrayendo los casos de los considerados grandes delincuentes hacia la justicia estadounidense; pasa también por promover la incapacidad de estos países para garantizar la paz social. Con estos y otros recursos similares el estado estadounidense legitima su reposicionamiento continental y crea la situación de vulnerabilidad y desarticulación en el área latinoamericana que le eliminará obstáculos para su libre movilidad. La nueva territorialidad que se construye no anula las posiciones adquiridas anteriormente por Estados Unidos. Más bien se trata de un movimiento englobante (embedding) que les otorga un contexto y un sentido ampliados. Así, el viejo proyecto de ocupar el istmo de Tehuantepec quedó subsumido en el de la ocupación de todo el cinturón de América llamado Puebla-Panamá. Las nuevas capacidades tecnológicas, políticas y militares de Estados Unidos vuelven más ambiciosos sus planes de control del mundo. Están, como dice el secretario de Defensa, ante una oportunidad única. Es el momento de conquistar definitivamente América Latina. El único problema son sus pueblos, cargados de dignidad. No parece haber duda de que nos encontramos, como señala Prigoggine, en un periodo de bifurcación histórica, de alta inestabilidad sistémica y, consecuentemente, de enormes desafíos, tanto como de enormes esperanzas, para el conjunto de la humanidad. La magnitud y dimensiones del poder acumulado son inmensas y su vocación es ganar. Los pueblos, desde esa perspectiva, están condenados a aceptar el fin de la historia. Sin embargo, algo no funciona en el modelo. Algo como una empeñosa voluntad de ser y de vivir que está abriendo espacios, por todos lados, para la emergencia de una sujetidad social desbordada y caótica, en el mejor y más moderno significado de la palabra, que estrenando una nueva visión libertaria no cesa de crear sentidos y esperanzas. Esa sujetidad que fluye desde lo más profundo de nuestras sociedades para decirle al gigante (en todas sus presentaciones) ¡ya basta! está empezando a dar vuelta al curso de la historia y a demostrar que sólo hay una manera de deconstruir el sistema de dominación: dejando de ser dominados; ejerciendo la dignidad y el sentido colectivo de la vida; reconstruyéndonos como humanidad y emprendiendo ¡ya! nuestro propio proyecto de mundo. Referencias bibliográficas Blum, William, "Breve historia de las intervenciones de Estados Unidos desde 1945", Chiapas, n. 10, Instituto de Investigaciones Económicas-UNAM-Era, México, 2001. Brasseur, Charles, Viaje por el istmo de Tehuantepec. 1859-1860, Lecturas Mexicanas, n. 18, Fondo de Cultura Económica, México, 1981. 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Una versión de este trabajo fue presentada como ponencia al seminario de la Red de Estudios de la Economía Mundial en el año 2000 y se encuentra en http://redem.buap.mx --- y Paula Porras, "Los metales como elemento de superioridad estratégica", en Ana Esther Ceceña y Andrés Barreda (coords.), Producción estratégica y hegemonía mundial, Siglo XXI, México, 1995. Conservación Internacional, http://www.conservation.org/web/fieldact/regions/mcareg/Mexico.htm, 27 de septiembre de 2000. Department of Defense (DOD), National Security Strategy for a New Century, 1998; http://www.defenselink.mil Department of Energy (DOE), National Energy Policy, 2001; http://www.doe.gov Escobar, Arturo, "¿Qué es la biodiversidad? ¿De quién es la naturaleza? La conservación desde la ecología política de los movimientos sociales", ponencia al IV Foro del Ajusco, PNUMA-COLMEX, México, 19-21 de noviembre de 1997. 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[2] Las otras dos zonas del planeta señaladas por su riqueza y originalidad biológica están en el sureste asiático la primera y más importante de ellas (Indonesia y las islas) y en algunos puntos de la costa occidental de África que abarcan Nigeria y Congo. Éstas son, junto con la franja central de América que es objeto de este trabajo, las regiones de mayor densidad/diversidad biológica del mundo. [3] El área industrial californiana, la más moderna tecnológicamente, se ha destacado como creciente consumidora de electricidad encendiendo un foco rojo dentro de la política energética de ese país. [4] Para una referencia detallada de la construcción específica de una situación de suficiencia/invulnerabilidad en el campo de los metales estratégicos, ver Ceceña-Porras, 1995. Ahí se desarrollan de manera desglosada los diferentes mecanismos utilizados para asegurar el abastecimiento de metales indispensables que muchas veces se encuentran en áreas conflictivas del planeta, entre las que se cuentan los países independientes o rebeldes a los lineamientos estadounidenses. [5] Fábricas con alta densidad de mano de obra que responden a la estrategia de desmembramiento internacional de los procesos productivos con el fin de abaratar costos (salariales); por esta razón, son fábricas que se ocupan de las fases más empleadoras de mano de obra y no del proceso de producción completo; producen mercancías parciales (sólo motores; ensamblan piezas previamente cortadas o fabricadas, etcétera). Su creación fue el antecedente de la flexibilización/precarización del trabajo. [6] No hay que desdeñar que estos mecanismos de atracción de fuerza de trabajo barata y cautiva sirvieron para debilitar a los propios sindicatos estadounidenses y para generar una baja general de salarios y prestaciones. Por supuesto esto no afectó la brecha entre niveles salariales que se mantiene alrededor de 10 a 1. [7] Su aprobación fue obstaculizada temporalmente por una protesta social generalizada en la que participaron activamente las organizaciones de campesinos e indígenas de la región directamente afectada. Para un análisis detallado de este proyecto remito a Ceceña, 1997. [8] Los intereses vitales de Estados Unidos, asentados en el documento National Security Strategy for a New Century (DOD, 1998), incluyen: 1) proteger la soberanía, el territorio y la población de Estados Unidos; 2) prevenir la emergencia de hegemones o coaliciones regionales hostiles; 3) asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos; 4) disuadir y, si es necesario, derrotar cualquier agresión en contra de Estados Unidos o sus aliados; 5) garantizar la libertad de los mares, vías de tráfico aéreo y espacial y la seguridad de las líneas vitales de comunicación. [9] Además de Tehuantepec y Panamá, existen condiciones topográficas para abrir un canal similar en Nicaragua. [10] Sólo en la región Puebla-Panamá el número de habitantes asciende a 62 millones. Considerando las condiciones políticas y socioeconómicas del lugar, cabe esperar una sobreoferta de mano de obra que asegure salarios estructuralmente bajos. [11] Para una revisión de las intervenciones norteamericanas desde 1945 ver Blum:2001. [12] Tanto el gobierno de Estados Unidos (a través de organizaciones conservacionistas y/o filantrópicas muchas veces) como algunos organismos internacionales han consagrado buena parte de sus proyectos hacia estos dos puntos. [13] La articulación de las decisiones militares y los proyectos de investigación de la naturaleza o de apoyo al desarrollo no es evidente. Sólo se percibe al revisar los cruces entre universidades y agencias de investigación, el Departamento de Defensa, el de Energía y el de Salud, así como la conformación de los directorios o concejos de administración de organismos aparentemente no gubernamentales y/o agencias gubernamentales. [14] El ICBG se coordina desde Estados Unidos a través del TAG, conformado por miembros sobresalientes de tres instituciones públicas estadounidenses: el Servicio de Agricultura Extranjera (FAS), la Fundación Nacional de Ciencia (NSF) y el Instituto Nacional de Salud (NIH). Este último está conformado a su vez por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmones y Sangre (NHLBI), el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA), el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) y el Centro Internacional Fogarty (FIC). El representante del FIC asume el cargo de Director del Programa de Biodiversidad, en pocas palabras el director del ICBG, cuya función principal es la de coordinar todo el proyecto y cuidar que se cumplan las políticas y las actividades estipuladas. Ver Giménez, 2001p. La mayor parte de la investigación en genética se realiza en este momento en las instituciones mencionadas, que son las que concentran el presupuesto dedicado a estos propósitos. Muy importantes son, en este campo, investigaciones relacionadas con enfermedades tropicales (que se realizan en África y Asia también), entre otras cosas para encontrar los antídotos que permitan al ejército estadounidense asentarse con menores riesgos en esas regiones. [15] El TAG controla el proyecto en los once países donde actúa agrupándolos en siete subproyectos: sureste mexicano (ICBG Maya); Panamá; Argentina, Chile y México (ICBG Zonas áridas); Perú; Surinam y Madagascar; Nigeria y Camerún; Vietnam y Laos. [16] Evidentemente, los gobiernos latinoamericanos están muy lejos de corresponder a la dignidad de sus pueblos. Su deslegitimación es auténtica. Por ello, la liberación de los pueblos latinoamericanos tiene que ser, al mismo tiempo, antiimperialista y anticapitalista. Nuestra America. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribucion Boaventura de Sousa Santos El siglo europeo-americano Según Hegel, la historia universal transcurre de Oriente a Occidente. Asia es el principio, mientras Europa es el fin último de la historia universal, el sitio donde culmina la trayectoria civilizatoria de la humanidad. La idea bíblica y medieval de la sucesión de los imperios (translatio imperii), en Hegel se torna la forma triunfal de la Idea Universal. En cada era, un pueblo asume la responsabilidad de conducir la Idea Universal, convirtiéndose así en el pueblo universal histórico, un privilegio que por turnos ha pasado de los pueblos asiáticos a los griegos, luego a los romanos y, finalmente, a los germanos. América, o más bien Norteamérica, conlleva para Hegel un futuro ambiguo, en tanto no choque con el cumplimiento último de la historia universal en Europa. El futuro de (Norte) América es aún un futuro europeo, conformado por las sobras de la población europea. Esta idea hegeliana subyace a la concepción dominante de que el siglo XX fue el siglo americano: el siglo europeo-americano. Implícita queda la noción de que la americanización del mundo, empezando por la americanización de Europa misma, no es sino un efecto del ardid universal de la razón, propio de Europa, que al llegar al Extremo Occidente, y sin reconciliarse con el exilio al que Hegel lo ha condenado, es forzado a desandar sobre sus huellas y de nuevo trazar el camino de su hegemonía sobre Oriente. La americanización, como forma hegemónica de globalización, es entonces el tercer acto del drama milenario de la supremacía occidental. El primer acto, en gran medida un acto fallido, fueron las Cruzadas, que dieron inicio al segundo milenio de la era cristiana; el segundo acto, iniciado a mitad del segundo milenio, fueron los descubrimientos y la subsecuente expansión europea. En esta concepción milenarista, el siglo europeo-americano conlleva poca novedad; no es sino otro siglo europeo, el último del milenio. Después de todo, Europa ha contenido siempre muchas Europas, algunas dominantes, otras dominadas. Estados Unidos de América es la última Europa dominante; como las previas, ejerce su poder incuestionado sobre las Europas dominadas. Los señores feudales de la Europa del siglo XI desearon y tuvieron tan poca autonomía respecto del papa Urbano II, aquel que los reclutó para las Cruzadas, como los países de la Unión Europea actuales tienen respecto de Estados Unidos de Clinton, que los reclutan para las guerras balcánicas.[1] De un episodio al otro, lo único que se ha restringido es la concepción imperante del Occidente dominante. Mientras más restringida es la concepción de lo que es Occidente, más cerca queda Oriente. Jerusalén es ahora Kosovo. Bajo estas condiciones es difícil imaginar alternativa alguna al régimen actual de relaciones internacionales que se ha vuelto un elemento central de lo que llamo globalización hegemónica. No obstante, tal alternativa no es sólo necesaria sino urgente, dado que el régimen actual se torna más violento e impredecible conforme pierde coherencia, agravando así la vulnerabilidad de los grupos sociales, las regiones o las naciones subordinados. El peligro real, que ocurre tanto en las relaciones intranacionales como en las internacionales, es la emergencia de lo que llamo fascismo societario. Al huir de Alemania pocos meses antes de su muerte, Walter Benjamin escribió sus Tesis sobre la teoría de la Historia, impulsado por la idea de que la sociedad europea vivía entonces un momento de peligro. Pienso que hoy vivimos también un momento así. En tiempos de Benjamin el peligro era el surgimiento del fascismo como régimen político. En nuestro tiempo, el peligro es el surgimiento del fascismo como régimen societario. A diferencia del fascismo político, el fascismo societario es pluralista, coexiste con facilidad con el estado democrático y su tiempo-espacio preferido; en vez de ser nacional, es a la vez local y global. El fascismo societario está formado por una serie de procesos sociales mediante los cuales grandes segmentos de la población son expulsados o mantenidos irreversiblemente fuera de cualquier tipo de contrato social (Santos, 1998a). Son rechazados, excluidos y arrojados a una suerte de estado de naturaleza hobbesiana, sea porque nunca han formado parte de contrato social alguno y probablemente nunca lo hagan (me refiero a los descastados precontractuales de cualquier parte del mundo y el mejor ejemplo es tal vez la juventud de los ghettos urbanos), o porque fueron excluidos o expulsados de algún contrato social del que eran parte (éstos son los desclasados poscontractuales, los millones de obreros del posfordismo, los campesinos después del colapso de los proyectos de reforma agraria u otros proyectos de desarrollo). En tanto régimen societario, el fascismo se manifiesta como el colapso de las más triviales expectativas de la gente que vive bajo su dominio. Lo que llamamos sociedad es un manojo de expectativas estabilizadas, que van de los horarios del Metro al salario a fin de mes, o un empleo al terminar la educación superior. Las expectativas se estabilizan mediante una serie de escalas y equivalencias compartidas: a un trabajo dado le corresponde una paga dada, a un crimen particular le corresponde un castigo particular, para un riesgo hay un seguro previsto. La gente que vive en un fascismo societario está privada de estas escalas y equivalencias compartidas y, por ello, no tiene expectativas estabilizadas. Vive en un constante caos de expectativas donde los actos más triviales se empatan con las más dramáticas consecuencias. Afrontan muchos riesgos sin seguridad alguna. Gualdino Jesús, un pataxó del noreste brasileño, simboliza la naturaleza de tales riesgos. Había llegado a Brasilia a participar en la marcha de los Sin Tierra. La noche era tibia y decidió dormir en una banca, en la parada del autobús. En las primeras horas de la mañana fue asesinado por tres jóvenes de clase media; uno, hijo de un juez, otro, de un oficial del ejército. Cuando los jóvenes confesaron a la policía, dijeron que mataron al indígena por divertirse. "Ni siquiera sabían que era un indio, suponiendo que era un vagabundo sin hogar." El hecho se menciona aquí como una parábola de lo que llamo fascismo societario. La expansión del fascismo societario es entonces un futuro factible. Existen muchos signos de que esta posibilidad es real. Si se permite que la lógica del mercado se desparrame de la economía a todos los campos de la vida social y se convierta en el único criterio para establecer interacciones sociales y políticas, la sociedad se tornará ingobernable y éticamente repugnante. El resultado será que cualquier orden que se logre será de tipo fascista, como ya lo predijeran hace décadas Schumpeter (1962 [1942]) y Polanyi (1963 [1944]). Sin embargo, es importante no perder de vista, como mi ejemplo muestra, que no es el estado el que puede tornarse fascista, sino las relaciones sociales -locales, nacionales e internacionales. Este desfasamiento en las relaciones sociales, entre inclusión y exclusión, se ha profundizado tanto que se torna más y más espacial: los incluidos viven en áreas civilizadas, los excluidos en áreas salvajes. Se levantan barreras entre ellos (condominios cerrados, comunidades cercadas). Por ser potencialmente ingobernables, en las zonas salvajes el estado democrático se ha legitimado democráticamente para actuar de un modo fascista. Es más probable que esto ocurra mientras menos se revise el consenso que mantiene a este estado débil. Hoy queda más claro que sólo un estado democrático fuerte puede expresar eficazmente sus propias debilidades, y que sólo un estado democrático fuerte puede promover la emergencia de una fuerte sociedad civil. De otra manera, una vez cumplido el ajuste estructural, en lugar de confrontarnos con un estado débil lo haremos con mafias fuertes, como ocurre ahora en el caso de Rusia. Argumento entonces que la alternativa a la expansión de un fascismo societario es construir una nueva pauta de relaciones locales, nacionales y transnacionales, basada en el principio de la redistribución (equidad) y en el principio del reconocimiento (diferencia). En un mundo globalizado, tales relaciones deben emerger como globalizaciones contrahegemónicas. La pauta que las sustente debe ser mucho más amplia que una serie de instituciones. Dicha pauta conduce a una cultura política transnacional encarnada en nuevas formas de socialidad y subjetividad. A fin de cuentas, implica una nueva ley "natural" revolucionaria, tan revolucionaria como lo fueron las concepciones de la ley natural en el siglo XVII. Por razones que trataré de aclarar, a esta ley "natural" la denomino ley cosmopolita barroca. En los márgenes del siglo europeo-americano, arguyo, emergió otro siglo, uno en verdad nuevo y americano. Yo le llamo el siglo americano de Nuestra América. Mientras el primero entraña una globalización hegemónica, este último contiene en sí mismo el potencial para globalizaciones contrahegemónicas. Debido a que este potencial yace en el futuro, el siglo de Nuestra América bien puede ser el nombre del siglo que comienza. En la primera sección de este texto explico lo que entiendo por globalización, y en particular globalización contrahegemónica. Luego especifico con algún detalle los rasgos más sobresalientes de la idea de Nuestra América tal como fue concebida en el espejo del siglo europeo-americano. En la segunda sección analizo el ethos barroco, concebido como el arquetipo cultural de la subjetividad y la sociabilidad de Nuestra América. Mi análisis resalta aspectos del potencial emancipador de la nueva ley "natural" barroca, concebida como una ley cosmopolita, una ley que no se basa en Dios ni en la naturaleza abstracta, sino en la cultura social y política de grupos sociales cuya vida cotidiana recibe su energía de la necesidad de transformar sus estrategias de sobrevivencia en fuente de innovación, creatividad, transgresión y subversión. En las últimas secciones trato de mostrar por qué este potencial emancipador y contrahegemónico de Nuestra América está lejos de haberse materializado y cómo puede llevarse a la práctica en el siglo XXI. Finalmente, identifico cinco áreas, todas ellas profundamente incrustadas en la experiencia secular de Nuestra América, las cuales, desde mi punto de vista, serán los principales terrenos de disputa en la lucha entre las globalizaciones -hegemónica y contrahegemónica-, que conformarán el espacio para que surja una nueva cultura política transnacional, y para la ley "natural" barroca que la legitime. En cada uno de estos terrenos, el potencial emancipador de las luchas obtiene su premisa de la idea de que una política de la redistribución no puede conducirse con éxito sin una política del reconocimiento, y viceversa. Las globalizaciones contrahegemónicas Antes de proceder, debo aclarar lo que quiero significar con globalización hegemónica y contrahegemónica. La mayoría de los autores conciben sólo una forma de globalización y rechazan la distinción entre globalización hegemónica y globalizaciones contrahegemónicas.[2] Si la globalización se concibe como una sola, la resistencia a ella por parte de las víctimas -concediendo que sea posible que resistan- sólo puede asumir la forma de la localización. Jerry Mander, por ejemplo, habla de "la viabilidad de economías diversificadas y localizadas, de escala más pequeña, enganchadas a las fuerzas externas pero no dominadas por ellas" (1996: p. 18). Douthwaite afirma que dado que una insustentabilidad local no puede cancelar sustentabilidades locales en otra parte, un mundo sustentable consistiría en un número de territorios, cada uno sustentable independientemente de los otros. En otras palabras, en vez de una economía global que dañara a todo el mundo hasta el colapso, un mundo sustentable podría contener una plétora de economías regionales (subnacionales) que produjeran todo lo esencial para vivir de los recursos de sus territorios, y que fueran, como tal, independientes unas de otras (1999: p. 171). Desde este punto de vista, el viraje a lo local es obligado. Es la única manera de garantizar la sustentabilidad. Parto de la presuposición de que lo que llamamos globalización consiste en series de relaciones sociales; conforme estas series de relaciones sociales cambian, también lo hace la globalización. En sentido estricto, no existe una entidad aislada llamada globalización; hay, más bien, globalizaciones, y deberíamos usar el término únicamente en plural. Por otra parte, si las globalizaciones son paquetes de relaciones sociales, éstos tienden a implicar conflictos; de ahí la idea de los vencedores y los derrotados. Con más frecuencia de lo que parece, el discurso de la globalización es el recuento de los vencedores en su propia versión. En ésta, su victoria es aparentemente tan absoluta que los vencidos terminan desapareciendo del cuadro por completo. Y aquí mi definición de globalización: el proceso por el cual una condición o entidad local dada logra extender su alcance por todo el globo y, al hacerlo, desarrolla la capacidad de designar como local a alguna entidad o condición social rival. Las implicaciones más importantes de esta definición son, primero, que en las condiciones del sistema-mundo capitalista occidental no existe una globalización genuina. Eso que llamamos globalización es siempre la globalización exitosa de un localismo dado. En otras palabras, no existe condición global alguna para la que no podamos hallar una raíz local, un fondo cultural específico. La segunda implicación es que la globalización entraña localización, esto es, la localización es la globalización de los derrotados. De hecho, vivimos en un mundo de localización, tanto como vivimos un mundo de globalización. Sería igualmente correcto en términos analíticos que definiéramos la situación actual de nuestros tópicos de investigación en términos de localización y no de globalización. La razón por la que preferimos este último término tiene que ver con que el discurso científico hegemónico tiende a preferir el relato del mundo según lo cuentan los vencedores. Para dar cuenta de las relaciones de poder asimétricas en el interior de lo que llamamos globalización, he sugerido que distingamos cuatro modos de producirla: localismos globalizados, globalismos localizados, cosmopolitismo y herencia común de la humanidad (Santos, 1995: pp. 252377). Según esta concepción, los primeros dos modos abarcan lo que llamo globalización hegemónica: surgen de las fuerzas del capitalismo global y se caracterizan por la naturaleza radical de la integración global que posibilitan, sea por exclusión o por inclusión. Los excluidos -países o pueblos, incluso continentes como África- están integrados a la economía global por las formas específicas en que son excluidos de ésta. Esto explica por qué hay tanto en común, más de lo que estamos dispuestos a admitir, entre los millones de personas que viven en las calles, en los ghettos urbanos, en las reservas, en los campos de la muerte de Urabá o Burundi, en los Andes o en la frontera amazónica, en los campos de refugiados, en los territorios ocupados o en los "talleres de sudor" que utilizan a millones de niños como trabajadores cautivos. Las otras dos formas de globalización -el cosmopolitismo y la herencia común de la humanidad- son lo que llamo globalizaciones contrahegemónicas. Por todo el mundo los procesos hegemónicos de exclusión encuentran diferentes formas de resistencia iniciativas de base, organizaciones locales, movimientos populares, redes transnacionales de solidaridad, nuevas formas de internacionalismo obrero- que intentan contrarrestar la exclusión social abriendo espacios para la participación democrática y la construcción comunitaria, ofreciendo alternativas a las formas dominantes de desarrollo y conocimiento; en suma, en favor de la inclusión social. Estos vínculos locales/globales y el activismo transfronterizo constituyen un nuevo movimiento democrático transnacional. A partir de las manifestaciones en Seattle en noviembre de 1999 contra la Organización Mundial de Comercio y aquellas en Praga en septiembre de 2000 contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, este movimiento se está convirtiendo en un nuevo componente de la política internacional y, de manera más general, es parte de una nueva cultura política progresista. Las nuevas redes de solidaridad local-global se enfocan en una amplia variedad de asuntos: derechos humanos, medio ambiente, discriminación étnica y sexual, biodiversidad, normas laborales, sistemas de protección alternativa, derechos indígenas, etcétera (González Casanova, 1998; Keck y Sikkink, 1998; Tarrow, 1999; Evans, 2000; Brysk, 2000). Este nuevo "activismo más allá de las fronteras" constituye un paradigma emergente que, siguiendo a Ulrich Beck, podríamos denominar una subpolítica emancipadora transnacional, el Geist político de las globalizaciones contrahegemónicas. La credibilidad de tal subpolítica transnacional está aún por establecerse y su sustentabilidad continúa siendo una cuestión abierta. Si medimos su influencia y éxito a la luz de los cuatro siguientes niveles -creación de tópicos y establecimiento de un programa; cambios en la retórica de quienes deciden; cambios institucionales; impacto efectivo en políticas concretas-, existe fuerte evidencia para afirmar que ha tenido éxito en confrontar la globalización hegemónica en los dos primeros niveles de influencia. Está por verse qué tanto éxito puede tener, y en cuánto tiempo, en los dos últimos niveles de influencia, que son más demandantes. Para los propósitos de mi argumentación, hay que resaltar dos características de la subpolítica transnacional. La primera, una positiva, es que a diferencia de los modernos paradigmas occidentales de transformación social progresista (la revolución, el socialismo, la socialdemocracia), la subpolítica transnacional está por igual involucrada con la política de la equidad (redistribución) y con la política de la diferencia (reconocimiento). Esto no significa que estas dos clases de políticas estén presentes por igual en diferentes clases de luchas, campañas o movimientos. Algunas luchas privilegian una política de la equidad. Éste es el caso de las campañas contra los "talleres de sudor" o los nuevos movimientos de internacionalismo laboral. Otras luchas, por el contrario, pueden privilegiar una política de la diferencia, como son las campañas contra el racismo y la xenofobia en Europa o algunos movimientos por derechos indígenas, aborígenes o tribales en Latinoamérica, Australia, Nueva Zelanda e India. Otras luchas más pueden explícitamente combinar la política de la equidad con la política de la diferencia. Tal es el caso de algunas campañas contra el racismo y la xenofobia en Europa, los movimientos de mujeres en todo el mundo, las campañas en contra del saqueo de la biodiversidad (o biopiratería), casi todas ellas localizadas en territorios indígenas, y la mayoría de los movimientos indígenas. La articulación entre reconocimiento y redistribución se torna aún más visible cuando contemplamos estos movimientos, iniciativas y campañas como una nueva constelación de significados emancipadores políticos y culturales en un mundo globalizado de manera dispareja. Hasta el momento, tales significados no conllevan una autorreflexión. Uno de los propósitos de este trabajo es apuntar un posible camino hacia este fin. La otra característica de la subpolítica transnacional es negativa. Hasta ahora, las teorías de la separación han prevalecido sobre las teorías que pregonan la unión entre la gran variedad de movimientos, campañas e iniciativas existentes. De hecho, lo verdaderamente global es sólo la lógica de la globalización hegemónica, que fija un equilibrio que mantiene tales movimientos separados y mutuamente ininteligibles. Por ello, la noción de una globalización contrahegemónica tiene un fuerte componente utópico y su significado pleno puede asirse sólo mediante procedimientos indirectos. Yo distingo tres procedimientos principales: la sociología de las ausencias, la teoría de la traducción y la puesta en práctica de nuevos Manifiestos. La sociología de las ausencias es el procedimiento por el cual aquello que no existe, o cuya existencia es socialmente inasible o inexpresable, se concibe como el resultado activo de un proceso social dado. La sociología de las ausencias inventa o devela cualquier condición, experimento, iniciativa o concepción política y social suprimida con éxito por las formas hegemónicas de la globalización, o aquellas que no se ha permitido que existan ni sean pronunciables como necesidad o aspiración. En el caso específico de la globalización contrahegemónica, la sociología de las ausencias es el procedimiento mediante el cual puede rearmarse el carácter incompleto de una lucha antihegemónica o la ineficacia de la resistencia local en un mundo globalizado. Dicho carácter incompleto y tal ineficacia se derivan de los vínculos ausentes (suprimidos, inimaginados, desacreditados) que podrían conectar tales luchas con otras en algún otro lugar del mundo, lo que fortalecería su potencial para construir alternativas contrahegemónicas creíbles. A mayor precisión de esta sociología de las ausencias, mayor claridad habrá en la percepción de una ineficacia o un carácter incompleto. De todas maneras, aquello universal o global construido por la sociología de las ausencias, lejos de negar o eliminar lo particular o local, los alienta a mirar más allá como condición para una resistencia exitosa y para generar alternativas posibles. La noción de que la experiencia social está formada por inexperiencia social es nodal para la sociología de las ausencias. Ésta es tabú para las clases dominantes que promueven la globalización hegemónica capitalista y su paradigma cultural legitimador: por un lado, la modernidad eurocéntrica o lo que Scott Lash (1999) llama alta modernidad; por el otro, lo que yo llamo posmodernidad celebratoria (1999b). Las clases dominantes siempre tienden a dar por hecho que, en su experiencia particular, sufren las consecuencias de la ignorancia, la vileza o la peligrosidad de las clases dominadas. Lejos de su consideración, en verdad ausente, está su propia inexperiencia de lo que representan el sufrimiento, la muerte y el pillaje impuestos como experiencia a las clases, grupos y pueblos oprimidos.[3] Para estos últimos, sin embargo, es crucial incorporar a su experiencia la inexperiencia de los opresores en torno al sufrimiento, la humillación y explotación que les imponen. La sociología de las ausencias confiere a las luchas contrahegemónicas un cosmopolitismo, es decir, una apertura hacia los otros y un conocimiento más amplio. Éste es el tipo de saber que Retamar tiene presente cuando asegura: "Sólo hay un tipo de persona que realmente conoce a plenitud la literatura de Europa: el colonial" (1989: p. 28). Para generar tal apertura, es necesario recurrir a un segundo procedimiento: la teoría de la traducción. Una lucha particular o local dada (por ejemplo, una lucha indígena o feminista) sólo reconoce a otra (digamos, una lucha obrera o ambiental) en la medida en que ambas pierden algo de su particularismo o localismo. Esto ocurre cuando se crea una inteligibilidad mutua entre tales luchas. La inteligibilidad mutua es un prerrequisito para lo que denomino autorreflexión interna, una que combine la política de la equidad con la política de la diferencia entre movimientos, iniciativas, campañas y redes. Esta ausencia de autorreflexión es lo que permite que prevalezcan las teorías de la separación sobre las teorías de la unión. Algunos movimientos, iniciativas y campañas se agrupan en torno al principio de la equidad; otros, en torno al principio de la diferencia. La teoría de la traducción es el procedimiento que permite una inteligibilidad mutua. A diferencia de la teoría de la acción transformadora, la teoría de la traducción mantiene intacta la autonomía de las luchas como su condición, ya que sólo lo diferente puede traducirse. Hacerse mutuamente inteligibles significa identificar lo que une y es común a las entidades que se hallan separadas por sus diferencias recíprocas. La teoría de la traducción permite identificar el terreno común que subyace a una lucha indígena, a una lucha feminista, a una lucha ecológica, etcétera, sin cancelar nada de la autonomía o la diferencia que les da sustento. Una vez identificado, lo que une y es común a diferentes luchas antihegemónicas se convierte en un principio de acción en la medida en que se identifica como la solución al carácter incompleto y a la ineficacia de las luchas que permanecen confinadas a su particularismo o localismo. Este paso ocurre al poner en práctica nuevos Manifiestos. Es decir, planes de acción detallados de alianzas que son posibles porque se basan en denominadores comunes, y que movilizan ya que arrojan una suma positiva, porque confieren ventajas específicas a todos los que participan en ellas de acuerdo con su grado de participación. Así concebidas, la subpolítica emancipadora o la globalización contrahegemónica entrañan condiciones demandantes. Es de esperar un equilibrio tenso y dinámico entre diferencia y equidad, entre identidad y solidaridad, entre autonomía y cooperación, entre reconocimiento y redistribución. El éxito de los procedimientos arriba mencionados depende, por tanto, de factores culturales, políticos y económicos. En los ochenta, "el turno de lo cultural" contribuyó decisivamente a resaltar los polos de las diferencias, la identidad, la autonomía y el reconocimiento, pero con frecuencia lo hizo en forma culturalista, es decir, minimizando los factores económicos y políticos. Así, no se consideraban los polos de la equidad, la solidaridad, la cooperación y la redistribución. En el inicio de un nuevo siglo, después de casi veinte años de una fiera globalización neoliberal, debe recobrarse el balance entre estos polos. Desde la perspectiva de una posmodernidad de oposición, es central la idea de que no puede haber reconocimiento sin redistribución (Santos, 1998a: pp. 121-39). Quizá la mejor manera de formular esta idea sea recurrir a un dispositivo modernista, la noción de un metaderecho fundamental: el derecho a tener derechos. Tenemos el derecho a ser iguales siempre que las diferencias nos disminuyan; tenemos el derecho a ser diferentes siempre que la igualdad nos reste características. He aquí un híbrido normativo: es modernista porque se basa en un universalismo abstracto, pero está formulado de tal forma que sancione una oposición posmoderna basada tanto en la redistribución como en el reconocimiento. Como lo he expresado, las nuevas constelaciones de significado que trabajan en el interior de la subpolítica emancipadora transnacional no han alcanzado aún su momento de autorreflexión. Es crucial que este momento ocurra si ha de reinventarse la cultura política de los nuevos siglo y milenio. La única forma de alentar su emergencia es excavando en las ruinas de las tradiciones marginadas, suprimidas o silenciadas sobre las que la modernidad eurocéntrica construyó su propia supremacía. Son, sin duda, "otra modernidad" (Lash, 1999). A mi entender, el siglo americano de Nuestra América es el que mejor ha formulado la idea de una emancipación social basada en el metaderecho de tener derechos y en el equilibrio dinámico entre reconocimiento y redistribución que éste presupone. También ha mostrado, dramáticamente, la dificultad de construir, sobre esa base, prácticas emancipadoras trascendentes. El siglo americano de Nuestra América "Nuestra América" es el título de un breve ensayo de José Martí, publicado en el periódico mexicano El Partido Liberal el 30 de enero de 1891. En este artículo, excelente resumen del pensamiento martiano presente en varios periódicos latinoamericanos de su tiempo, Martí expresó una serie de ideas que creo dieron sustento al siglo americano de Nuestra América, una serie de ideas que otros -como Mariátegui y Osvaldo de Andrade, Fernando Ortiz y Darcy Ribeiro- han continuado. Las ideas principales de este programa son las siguientes. Primero, Nuestra América se halla en las antípodas de la América europea. Es la América mestiza fundada por el cruzamiento, a veces violento, de mucha sangre europea, india y africana. Es la América capaz de sondear profundamente en sus propias raíces para después edificar un conocimiento y un gobierno que no fueran importación, y que estuvieran adecuados a su realidad. Sus raíces más profundas se hallan en las luchas de los pueblos amerindios contra los invasores; es ahí donde están los verdaderos precursores de los independentistas latinoamericanos (Retamar, 1989: p. 20). Se pregunta Martí: "¿No es acaso evidente que América fue paralizada por el mismo golpe que paralizó a los indios?" Y se responde: "Hasta que los indios no caminen, América misma no comenzará a caminar bien" (1963, vol. vii: pp. 336-37). Aunque en "Nuestra América" Martí aborda principalmente el racismo antiindio, en otro pasaje se refiere también a los negros: "Un ser humano es más que blanco, más que mulato, más que negro [...] Las dos clases de racistas son igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro" (ibid., vol. ii: p. 299). La segunda idea en torno a Nuestra América es que en sus raíces mezcladas reside su infinita complejidad, su nueva forma de universalismo que enriqueció al mundo. Dice Martí: "No existe el odio de raza porque no hay razas" (ibid., vol. vi: p. 22). En esta frase reverbera el mismo liberalismo radical que había animado a Simón Bolívar a proclamar que América Latina era "una pequeña humanidad", una "humanidad en miniatura". Esta suerte de universalismo ubicado y contextualizado habría de convertirse en una de las consignas más perdurables de Nuestra América. En 1928, el poeta brasileño Osvaldo de Andrade publicó el Manifiesto antropófago. Por antropofagia entendía la capacidad americana para devorar todo lo ajeno e incorporarlo para crear así una identidad compleja, una nueva y constantemente cambiante identidad: Sólo aquello que no es mío me interesa. La ley de los hombres. La ley del antropófago [...] Contra todos los importadores de conciencia enlatada. La palpable existencia de la vida. La mentalidad prelógica para estudio del señor Levy-Bruhl [...] He preguntado a un hombre qué es la ley. Me dijo que es la garantía de ejercer la posibilidad. Su nombre era Galli Mathias. Me lo tragué. Antropofagia. La absorción del enemigo sagrado. Convertirlo en tótem. La aventura humana. La finalidad terrena. Empero, sólo las élites puras han conseguido la antropofagia carnal, aquella que guarda en sí misma el más alto sentido de la vida y que evita los males identificados por Freud, los demonios catequéticos (Andrade, 1990: pp. 47-51). Este concepto de antropofagia, irónico en relación con la representación europea del "instinto caribe", es bastante cercano al concepto de transculturación desarrollado en Cuba por Fernando Ortiz, algunos años después, en los años cuarenta (Ortiz, 1973). Buscando un ejemplo más reciente, cito al antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, que en un arranque de humor brillante dijo: Es bastante fácil hacer una Australia: tómese a unos cuantos franceses, ingleses, irlandeses e italianos, láncelos a una isla desierta, maten entonces a los indios y hagan una Inglaterra de segunda, maldita sea, o de tercera, qué mierda. Brasil debe percatarse que eso es una mierda, que Canadá es una mierda, porque sólo repite Europa. Esto sólo para mostrar que la nuestra es una aventura en pos de una nueva humanidad, el mestizaje en cuerpo y alma. Mestizo es lo que está bien (1996: p. 104). La tercera idea fundadora de Nuestra América es que para poder construirla sobre fundamentos genuinos debe conferírsele conocimiento genuino. Martí de nuevo: "Valen más las trincheras de las ideas que las trincheras de piedra" (1963, vol. vi: p. 16). Pero para lograr esto, las ideas deben estar enraizadas en las aspiraciones de los pueblos oprimidos. "Así como el mestizo auténtico conquistó al exótico criollo, el libro importado fue conquistado en América por el hombre natural" (ibid.: p. 17). Por eso Martí argumenta: La universidad europea debe rendirse ante la universidad americana. La historia de América, de los incas al presente, debe enseñarse a la perfección, aun si no enseñamos los argonautas de Grecia. Nuestra propia Grecia es preferible a una Grecia que no sea nuestra. Tenemos más necesidad de ella. Los políticos nacionales deben remplazar a los políticos extranjeros y exóticos. Injértese el mundo en nuestras repúblicas, pero el tronco debe ser aquel de nuestras repúblicas. Y dejemos en silencio al pedante conquistado: no hay patria de la cual un individuo pueda estar más orgulloso que nuestras desdichadas repúblicas americanas (ibid.: p. 18). Este conocimiento ubicado, que demanda una atención continua a la identidad, a la conducta y al involucramiento en la vida pública, es en verdad lo que distingue a un país, no las atribuciones imperiales de niveles de civilización. Martí distingue al intelectual del hombre cuya experiencia de vida lo ha hecho sabio. Y dice: "No hay pugna entre civilización y barbarie sino entre falsa erudición y naturaleza" (ibid.: p. 17). Nuestra América conlleva así un fuerte componente epistemológico. En vez de importar ideas extranjeras, uno debe buscar las realidades específicas del continente desde una perspectiva latinoamericana. Ignorarlas o menospreciarlas ha ayudado a los tiranos a acceder al poder, y ha dado pie a la arrogancia estadounidense de cara al resto del continente. "El desprecio del vecino formidable que no la conoce es la mayor amenaza a Nuestra América, y con urgencia debe conocerla para dejar de despreciarla. Siendo ignorante, tal vez la codicie. Una vez que la conozca, deberá, respetándola, quitarle las manos de encima" (ibid.: p. 22). Por lo tanto, un conocimiento ubicado es condición para un gobierno ubicado. Como lo expresa Martí en otra parte, uno no puede gobernar nuevos pueblos con arreglos singulares y violentos, con leyes heredadas de cuatro siglos de prácticas liberales en Estados Unidos y diecinueve siglos de monarquía en Francia. Uno no detiene un golpe en el pecho del caballo del hombre común con alguno de los decretos de Hamilton. Uno no hace fluir la sangre coagulada de la raza india con un aforismo de Sieyes. Y Martí añade: "En una república de indios, los gobernadores aprenden el idioma" (ibid.: pp. 16-17). Una cuarta idea fundadora de Nuestra América es que es la América de Calibán, no la de Próspero. La América de Próspero se halla al Norte pero habita también en el Sur entre aquellas élites intelectuales y políticas que rechazan las raíces indias y negras y miran hacia Europa y Estados Unidos como modelos a imitar en sus propios países, con persianas etnocéntricas que distinguen civilización de barbarie. En particular, Martí tiene presente una de las más tempranas formulaciones sureñas de la América de Próspero, el trabajo del argentino Domingo Sarmiento titulado Facundo. Civilización y barbarie publicado en 1845 (Sarmiento, 1966). Es en contra de este mundo de Próspero que Andrade empuja su "instinto caribe": Sin embargo no fueron los cruzados los que vinieron sino los evadidos de una civilización que ahora nos tragamos, porque somos fuertes y vengativos como los jabuti [...] No teníamos especulación, pero teníamos adivinación. Teníamos política, que es la ciencia de la distribución. Es un sistema social-planetario [...] Antes de que los portugueses descubrieran Brasil, Brasil había descubierto la felicidad (Andrade, 1990: pp. 47-51). La quinta idea básica de Nuestra América es que su pensamiento político, lejos de ser nacionalista, es internacionalista, y está fortalecido por una actitud anticolonialista y antiimperialista, dirigida contra Europa en el pasado y ahora contra Estados Unidos. Aquellos que piensan que la globalización neoliberal, del tlcan a la Iniciativa de las Américas y la Organización Mundial de Comercio es algo nuevo, deberían leer los reportes de Martí acerca del Congreso Panamericano de 1889-1890 y de la Comisión Monetaria Internacional Americana de 1891. He aquí los comentarios de Martí sobre el Congreso Panamericano: Nunca en América, desde la independencia, hubo asunto que demandase más sabiduría, que requiriese más vigilancia o llamado a una atención más clara y detallada, que la invitación que el poderoso Estados Unidos, pleno de productos invendibles y determinado a expandir su dominación sobre América, dirige a las naciones americanas con menos poder, vinculadas por un libre y amigable comercio con Europa, para formar una alianza contra ella y cortar sus contactos con el resto del mundo. América se las arregló para librarse de la tiranía de España; ahora, habiendo escrutado con ojos juiciosos las causas y factores antecedentes de tal invitación, es imperativo declarar, porque es cierto, que ha llegado el momento de que la América hispana declare su segunda independencia (1963, vol. vi: pp. 4-6). Según Martí, las concepciones dominantes en Estados Unidos respecto de América Latina debían incitar a esta última a desconfiar de todos los propósitos provenientes del Norte. Enfurecido, Martí acusa: Ellos creen en la necesidad, el derecho bárbaro, como único derecho, de que "esto es nuestro porque lo necesitamos". Ellos creen en la incomparable superioridad de "la raza anglosajona contra la raza latina". Creen en la vileza de la raza negra que ellos esclavizaron en el pasado y que ahora humillan, y en la de la raza india que exterminan. Ellos creen que los pueblos de la América hispana están constituidos sobre todo por indios y negros (ibid.: p. 160). El hecho de que Nuestra América y la América europea estén geográficamente cerca, y la conciencia de los peligros que devienen del desequilibrio entre ambas, pronto forzaron a Nuestra América a exigir su autonomía desde un pensamiento y una práctica provenientes del Sur: "El Norte debe quedar atrás" (ibid., vol. ii: p. 368). La visión de Martí surge de sus muchos años de exilio en Nueva York, durante los cuales trabó conocimiento cercano con "las entrañas del monstruo": En el Norte no hay sustento ni raíz. En el Norte los problemas aumentan y no hay caridad ni patriotismo que los resuelva. Allí, los hombres no aprenden cómo amar a los demás, ni aman el suelo donde nacieron por azar. Allí se echó a andar una máquina que puede satisfacer con productos la voracidad del universo. Aquí los ricos se apilan de un lado y los desesperados del otro. El Norte se encierra y se llena de odio. El Norte debe quedar atrás (ibid.). Sería difícil encontrar una predicción tan transparente de lo que fue el siglo europeoamericano y de la necesidad de encontrar una alternativa. Según Martí, tal alternativa reside en una Nuestra América unificada que declare su autonomía frente a Estados Unidos. En un texto fechado en 1894, escribe: "Poco se sabe de nuestra sociología y de nuestras leyes precisas, como la siguiente: mientras más lejos nos mantengamos de Estados Unidos, más libres y prósperos serán los pueblos de América" (ibid., vol. vi: pp. 26-27). Más ambigua y utópica es la alternativa de Osvaldo de Andrade: "Queremos una revolución caribeña más grande que la revolución francesa. La unificación de todas las revueltas eficaces en pro de la humanidad. Sin nosotros, Europa no tendría ni su pobre declaración de los derechos del hombre" (Andrade, 1990: p. 48). En suma, para Martí el reclamo de igualdad sustenta la lucha contra la diferencia inequitativa tanto como el reclamo de la diferencia sustenta la lucha contra la igualdad inequitativa. La única legítima canibalización de la diferencia (la antropofagia de Andrade) es aquella de los subalternos porque sólo a través de ésta Calibán reconoce su propia diferencia de cara a las diferencias inequitativas que le han sido impuestas. En otras palabras, la antropofagia de Andrade digiere de acuerdo a sus propias entrañas. El ethos barroco: prolegómenos para una nueva ley cosmopolita Nuestra América no es un mero constructo intelectual para su discusión en los salones que dieron tanta vida a la cultura latinoamericana en las primeras décadas del siglo XX. Es un proyecto político, o más bien, una serie de proyectos políticos y un compromiso con los objetivos que conllevan. Ese compromiso arrastró a Martí al exilio y después a la muerte luchando por la independencia de Cuba. Osvaldo de Andrade lo dijo en forma de epigrama: "contra las élites vegetales. En contacto con el suelo" (ibid.: p. 49). Pero antes de convertirse en proyecto político, Nuestra América fue una forma de subjetividad y sociabilidad. Es una forma de ser y vivir permanentemente en tránsito y transitoriedad, cruzando fronteras, creando espacios fronterizos, acostumbrada al riesgo -con el cual ha vivido muchos años, mucho antes de la invención de la "sociedad del riesgo" (Beck, 1992)-, acostumbrada a perdurar con un nivel bajo de estabilidad en sus expectativas, en nombre de un optimismo visceral que nace de la potencialidad colectiva. Tal optimismo condujo a Martí a aseverar, en un periodo de pesimismo cultural vienés de fin de siècle: "Ser gobernador de una nueva nación significa ser creador" (1963, vol. vi: p. 17). La misma suerte de optimismo hizo a Andrade exclamar: "El gozo es una prueba en contrario" (1990: p. 51). La subjetividad y la sociabilidad de Nuestra América son incómodas para el pensamiento institucionalizado y legalista, pero son afines al pensamiento utopista. Por utopía entiendo aquella exploración imaginativa de nuevos modos y estilos de capacidad y voluntad humanos, y la confrontación imaginativa de la necesidad de todo lo que existe -sólo porque existe- en pos de algo radicalmente mejor, por el cual vale la pena luchar, algo que la humanidad se merece plenamente (Santos, 1995: p. 479). Este estilo de subjetividad y sociabilidad es lo que denomino, siguiendo el pensamiento de Echeverría (1994), el ethos barroco.[4] Sea que se le mire como un estilo artístico o como época histórica, el barroco es específicamente un fenómeno latino y mediterráneo, una forma excéntrica de la modernidad, del Sur al Norte, digamos. Su excentricidad deriva, en gran medida, del hecho de que haya ocurrido en países y en momentos históricos en los cuales el centro del poder era débil e intentaba esconder su debilidad dramatizando una sociabilidad conformista. La relativa ausencia de un poder central confiere al barroco un carácter abierto e inacabado que permite la autonomía y la creatividad de los márgenes y las periferias. Debido a su excentricidad y su exageración, el centro se reproduce a sí mismo como si fuera un margen. Es una imaginación centrífuga que se torna más fuerte conforme transitamos de las periferias internas del poder europeo a sus periferias externas en América Latina. Toda ella fue colonizada por centros débiles: Portugal y España. Portugal fue un centro hegemónico durante un breve periodo, entre los siglos XV y XVI, y apenas un siglo después España comenzó a declinar. Del siglo XVII en adelante, dejaron más o menos solas a las colonias, una marginación que posibilitó una creatividad cultural y social específica, a veces muy codificada, a veces caótica, a veces erudita o vernácula, a veces oficial, a veces ilegal. Tal mestizaje está tan fuertemente enraizado en las prácticas sociales de estos países que ha llegado a considerarse como el fundamento del ethos cultural típico de América Latina, manteniéndose desde el siglo XVII hasta nuestros días. Esta forma del barroco, en tanto manifestación de una instancia extrema de la debilidad del centro, constituye un campo privilegiado para el desarrollo de una imaginación centrífuga, subversiva y blasfema. Como época de la historia europea, el barroco fue un tiempo de crisis y transición: una crisis económica, social y política particularmente obvia en el caso de los poderes que apoyaron la primera fase de la expansión europea. En el caso de Portugal, la crisis provocó incluso que perdiera su independencia. Por motivos de sucesión monárquica, Portugal fue anexado a España en 1580, y no recuperó la independencia sino hasta 1640. Particularmente bajo el reinado de Felipe iv (1621-1665), la monarquía española atravesó por una severa crisis financiera que la arrastró también a una crisis política y cultural. Como apunta Maravall, ésta comenzó como una cierta conciencia de desasosiego y dificultad que "se agravó conforme el tejido social se vio seriamente afectado" (1990: p. 57). Los valores y los comportamientos eran cuestionados, la estructura de las clases sufrió algunos cambios, el bandolerismo y las conductas desviadas aumentaron, la rebelión y la sedición eran una amenaza constante. Fue por cierto un tiempo de crisis, y un tiempo de transición hacia nuevos modos de sociabilidad que el capitalismo emergente y el nuevo paradigma científico hicieron posibles; hacia nuevos modos de dominación basados no sólo en la coerción sino también en la integración cultural e ideológica. En gran medida, la cultura barroca es un instrumento de consolidación y legitimación del poder. Sin embargo, lo que para mí sigue siendo inspirador de la cultura barroca es su veta de subversión y excentricidad, la debilidad de los centros de poder que durante ese periodo buscaba legitimarse, el espacio de creatividad e imaginación que abrió, la turbulenta sociabilidad que alimentó. La configuración de la subjetividad barroca que quiero impulsar es un collage de diversos materiales históricos y culturales, algunos de los cuales, de hecho, no podemos, técnicamente, considerar que pertenezcan al periodo barroco. La subjetividad barroca vive confortablemente en la suspensión temporal del orden y los cánones. Siendo una subjetividad de la transición, depende tanto del agotamiento como de las aspiraciones de los cánones; su temporalidad privilegiada es transitoriedad perenne. Carece de las certezas obvias de las leyes universales, de la misma manera que el estilo barroco carecía del universalismo clásico del Renacimiento. Debido a su dificultad para planear su propia repetición ad infinitum, la subjetividad barroca le apuesta a lo local, a lo particular, a lo momentáneo, a lo efímero y transitorio. Pero lo local no es vivido en modo localista, es decir, no se experimenta como ortotopia; lo local aspira, más bien, a inventar otro lugar, una heterotopia, si no ya una utopía. Dado que se deriva de un profundo sentimiento de vacío y desorientación causado por el agotamiento de los cánones dominantes, el confort proporcionado por lo local no es el confort del descanso, sino un sentido de dirección. De nuevo, podemos observar aquí un contraste con el Renacimiento, como nos lo muestra Wölfflin: "A diferencia del Renacimiento, que buscaba en todo permanencia y reposo, el barroco tuvo desde el primer momento un sentido de dirección definido (Wölfflin, 1979: p. 67). La subjetividad barroca es contemporánea con todos los elementos que integra, y por tanto desdeña el evolucionismo modernista. Así, podríamos decir, la temporalidad barroca es la temporalidad de la interrupción. La interrupción es importante en dos sentidos, pues permite reflexividad pero también sorpresa. La reflexividad es la autorreflexión necesaria cuando se carece de mapas (sin mapas que guíen nuestros pasos debemos pisar con doble cuidado). Sin autorreflexión, en un desierto de cánones, el desierto en sí mismo se torna canónico. La sorpresa, por su parte, es en realidad suspenso; deriva de la suspensión alcanzada por la interrupción. Al suspenderse momentáneamente, la subjetividad barroca intensifica la voluntad y enciende la pasión. La "técnica barroca", argumenta Maravall, consiste en "suspender la resolución como para darle aliento, después de un momento transitorio y provisional, y así empujar, con más eficacia, auxiliados por dichas fuerzas retenidas y concentradas" (Maravall, 1990: p. 445). La interrupción provoca maravillamiento y novedad, e impide el cierre y la consumación. De aquí surge el carácter inacabado y abierto de la sociabilidad barroca. La capacidad de maravillamiento, sorpresa y novedad es la energía que facilita una lucha en pos de una aspiración que es más convincente en tanto nunca podría cumplirse a plenitud. El fin del estilo barroco, dice Wölfflin, "no es representar un estado perfecto, sino sugerir un proceso incompleto y un momento hacia la consumación" (Wölfflin, 1979: p. 67). La subjetividad barroca mantiene una relación muy especial con las formas. La geometría de la subjetividad barroca no es euclidiana; es fractal. La suspensión de las formas resulta de los usos extremos a los que recurre: es la extremosidad de Maravall (Maravall, 1990: p. 421). Para la subjetividad barroca, las formas son el ejercicio de la libertad par excellence. La gran importancia del ejercicio de la libertad justifica que las formas sean tratadas con seriedad extrema, pese a que el extremismo pueda resultar en la destrucción de las formas mismas. La razón por la que Miguel Ángel es considerado con justicia uno de los padres del barroco se debe, según Wölfflin, "a que abordó las formas con una violencia y una seriedad terrible que sólo pueden encontrar expresión en lo informe" (Wölfflin, 1979: p. 82). Es lo que los contemporáneos de Miguel Ángel denominaron terribilità. El extremismo en el uso de las formas se fundamenta en un deseo de grandiosidad que es también el deseo de sorprender, tan bien expresado por Bernini: "Que nadie me hable de lo pequeño" (Tapié, 1988, vol. ii: p. 188). El extremismo puede ejercerse en muchas maneras distintas, para resaltar la simplicidad o aun el ascetismo, o la exuberancia y la extravagancia, como ya lo apuntó Maravall. El extremismo del barroco permite que emerjan rupturas de las continuidades aparentes y mantiene las formas en un estado inestable de bifurcación permanente, para ponerlo en términos de Prigoggine (1996). Uno de los ejemplos más elocuentes es El éxtasis místico de santa Teresa. En esta escultura, la expresión de santa Teresa está dramatizada de tal suerte que la representación más intensamente religiosa de la santa es aquella imagen profana de una mujer que disfruta de un orgasmo profundo. La representación de lo sagrado se desliza subrepticiamente hacia la representación de lo sacrílego. El extremismo de las formas por sí solo permite que la subjetividad barroca entrañe la turbulencia y la excitación necesarias para continuar con la lucha en pos de las causas emancipatorias, en un mundo donde la emancipación se ha colapsado o ha sido absorbida por la reglamentación hegemónica. Hablar de extremismo es hablar de la excavación arqueológica que se lleva a cabo en el magma de las regulaciones, recuperando de éste los fuegos emancipadores, no importa qué tan débiles. El mismo extremismo que produce formas, también las devora. Esta voracidad asume dos maneras: sfumato y mestizaje. En la pintura barroca, el sfumato es la dilución de los contornos y los colores contra los objetos, tales como nubes o montañas, mar y cielo. El sfumato permite que la subjetividad barroca cree lo cercano y lo familiar entre inteligibilidades diferentes, y hace posibles y deseables los diálogos transculturales. Sólo recurriendo al sfumato, por ejemplo, es posible dar forma a las configuraciones que combinan los derechos humanos del tipo occidental con otras concepciones de la dignidad humana existentes en otras culturas (Santos, 1999a). La coherencia de las construcciones monolíticas se desintegra, sus fragmentos flotantes permanecen abiertos a nuevas coherencias e invenciones en formas multiculturales nuevas. El sfumato es como un magneto que atrae las formas fragmentarias hacia nuevas constelaciones y direcciones, apelando a sus contornos más vulnerables, inacabados y abiertos. El sfumato es, en suma, una militancia antifortalezas. A su vez, el mestizaje es una manera de impulsar el sfumato a su culminación o extremo. Mientras que el sfumato opera mediante la desintegración de las formas y el reacomodo de los fragmentos, el mestizaje opera creando nuevos acomodos en constelaciones de significados, irreconocibles o blasfemos a la luz de sus fragmentos constitutivos. El mestizaje reside en la destrucción de la lógica que preside la formación de cada uno de sus fragmentos, y en la construcción de una nueva lógica. Este proceso de producción-destrucción tiende a reflejar las relaciones de poder existentes en las formas culturales originales (es decir, entre los grupos sociales que las apoyan) y es por ello que la subjetividad barroca favorece aquel mestizaje en el cual las relaciones de poder son remplazadas por una autoridad compartida (una autoridad mestiza). América Latina ha logrado ser un suelo particularmente fértil para el mestizaje, y la región es uno de los terrenos más importantes para construir una subjetividad barroca.[5] El sfumato y el mestizaje son los dos elementos constitutivos de lo que yo llamo, siguiendo a Fernando Ortiz, transculturación. En su famoso libro Contrapunteo cubano, publicado originalmente en 1940, Ortiz propone el concepto de transculturación para definir la síntesis de procesos de aculturación y neoculturación, en extremo intrincados, que han caracterizado siempre a la sociedad cubana. Según su pensamiento, los choques y descubrimientos culturales recíprocos, que en Europa ocurrieron lentamente a lo largo de más de cuatro milenios, en Cuba ocurrieron como saltos repentinos en menos de cuatro siglos (1973: p. 131). A las transculturaciones precolombinas entre indios paleolíticos y neolíticos les siguieron muchas otras después del "huracán" entre las diversas culturas de Europa, y entre aquéllas y las varias culturas africanas y asiáticas. Según Ortiz, lo que desde el siglo XVI distingue a Cuba es el hecho de que todas sus culturas y pueblos fueron igualmente invasores, exógenos, todos ellos desgarrados de su cuna original, perseguidos por la separación y el transplante a una nueva cultura en formación (ibid.: p. 132). Este desajuste y esta transitoriedad permanentes permitieron nuevas constelaciones culturales que no pueden reducirse a la suma de los diferentes fragmentos que contribuyeron a ellas. El carácter positivo de este constante proceso de transición entre culturas es lo que Ortiz designa como transculturación. Para reforzar este nuevo carácter positivo, prefiero hablar de sfumato y no de aculturación, de mestizaje y no de neoculturación. La transculturación designa, por tanto, la voracidad y el extremismo con los que la sociabilidad barroca procesa formas culturales. Esta misma voracidad y este mismo extremismo están muy presentes en el concepto de antropofagia propio de Osvaldo de Andrade. El extremismo con el que son vividas las formas por la subjetividad barroca enfatiza la calidad de artefacto retórico de prácticas, discursos y modos de la inteligibilidad. El artificio (artificium) es la fundación de una subjetividad suspendida entre los fragmentos. El artificio permite a la subjetividad barroca reinventarse a sí misma cuando las sociabilidades que conduce tienden a transformarse en micrortodoxias. Mediante el artificio, la subjetividad barroca es lúdica y subversiva a la vez, como bien lo ilustra la fiesta barroca. La importancia de la fiesta en la cultura barroca, tanto en Europa como en América Latina, está bien documentada.[6] La fiesta hizo de la cultura barroca la primera instancia de cultura de masas de la modernidad. Los poderes políticos y eclesiásticos usaron su carácter ostentoso y celebratorio para reafirmar su grandeza y consolidar su control sobre las masas. Sin embargo, mediante sus tres componentes básicos -la desproporción, la risa y la subversión- la fiesta barroca está investida con un potencial de emancipación. La fiesta barroca es desproporcionada: requiere de una inversión extrema que, no obstante, se consume en un momento y en un espacio extremadamente limitados. Maravall lo dice así: "Se hace uso de medios abundantes y caros, se ejerce un esfuerzo considerable, las preparaciones son amplias, se echa a andar un aparato complicado y todo para obtener efectos en extremo efímeros, tanto en la forma del placer como en la sorpresa" (Maravall, 1990: p. 448). Sin embargo, la desproporción genera una intensificación especial que, a su vez, da pie a la voluntad de moverse, a la tolerancia del caos y al gusto por la turbulencia, sin los cuales la lucha en pos de una transición paradigmática no puede ocurrir. La desproporción hace posibles el maravillamiento, la sorpresa, el artificio y la novedad. Pero sobre todo, posibilita la distancia juguetona y la risa. Dado que no es fácil codificar la risa, la modernidad capitalista le declaró la guerra al gozo, y así la risa fue considerada frívola, impropia, excéntrica, si no blasfema. Únicamente en los contextos codificados de la industria del entretenimiento pudo ser admitida la risa. Este fenómeno puede observarse también en los movimientos sociales anticapitalistas modernos (en los partidos laborales, en los sindicatos e incluso en los nuevos movimientos sociales) que han prohibido la risa y el juego, so pena de subvertir la seriedad de la resistencia. Es particularmente interesante el caso de los sindicatos, cuyas actividades tenían al principio un fuerte elemento lúdico y festivo (las fiestas obreras) que, no obstante, fue sofocado gradualmente, hasta que las actividades sindicales se hicieron demasiado serias y profundamente antieróticas. La prohibición de la risa y el juego es parte de lo que Max Weber llama la Enzäuberung del mundo moderno. La reinvención de la emancipación social, que yo sugiero puede alcanzarse sumergiéndonos en la sociabilidad barroca, apunta al reencantamiento del sentido común, que en sí mismo presupone la carnavalización de las prácticas sociales y el erotismo de la risa y el juego. Como dice Osvaldo de Andrade: "El gozo es una prueba en contrario" (1990: p. 51). La carnavalización de la práctica social emancipadora tiene una dimensión importante de autorreflexión: hace posible la descanonización y la subversión de dichas prácticas. Una práctica descanonizante que no sabe cómo descanonizarse cae fácilmente en la ortodoxia. De la misma manera, una actividad subversiva que no sabe cómo subvertirse cae fácilmente en rutina reguladora. Y ahora, finalmente, el tercer rasgo emancipador de la fiesta barroca: la subversión. Al carnavalizar las prácticas sociales, la fiesta barroca despliega un potencial subversivo que incrementa conforme la fiesta se distancia de los centros del poder, pero que está siempre ahí, aun cuando los centros del poder sean los promotores de la fiesta. Es asombroso entonces que este rasgo subversivo sea mucho más notorio en las colonias. Escribiendo en 1920 sobre el carnaval, el gran intelectual peruano Mariátegui aseveró que pese a que la burguesía se lo había apropiado, el carnaval era de hecho revolucionario porque, al ubicar al burgués en un disfraz, lo volvía una parodia inmisericorde del poder y el pasado (Mariátegui [1925-1927], 1974: p. 127). García de León describe también la dimensión subversiva de las fiestas y procesiones religiosas barrocas en el puerto mexicano de Veracruz durante el siglo XVII. Al frente marchaban los más altos dignatarios del virreinato en plena gala (los políticos, los clérigos y los militares); a la cola de la procesión venía el populacho, imitando a los señores en gesto y atuendo, provocando así la risa y el jolgorio entre los espectadores (García de León, 1993). La inversión simétrica del principio y el final de la procesión es una metáfora social de el mundo al revés, algo que era típico de la sociabilidad veracruzana de aquel entonces: las "mulatas" se vestían de reinas, los esclavos con prendas de seda, las putas pretendían ser mujeres honestas y las mujeres honestas fingían ser putas; portugueses africanizados y españoles indianizados.[7] Ese mismo mundo al revés es celebrado por Osvaldo de Andrade en su Manifiesto antropófago: "Pero nunca hemos admitido el nacimiento de la lógica entre nosotros [...] sólo que donde hay misterio no hay determinismo. ¿Pero qué hacemos con esto? Nunca hemos sido catequizados. Vivimos bajo una ley sonámbula. Hicimos que Cristo naciera en Bahía. O en Belén-Pará" (Andrade, 1990: p. 48). En la fiesta, la subversión está codificada -en tanto transgrede el orden aunque conozca el lugar de éste y no lo cuestione-, pero el propio código es subvertido por los sfumatos entre fiesta y sociabilidad cotidiana. En las periferias, la transgresión es casi una necesidad. Es transgresión porque no sabe cómo ser orden, aunque sepa que ese orden existe. Es por eso que la subjetividad barroca privilegia los márgenes y las periferias como campos para reconstruir las energías emancipadoras. Todas esas características hacen de la sociabilidad generada por la subjetividad barroca una sociabilidad subcodificada: algo caótica, inspirada en una imaginación centrífuga, posicionada entre la inquietud y el vértigo, ésta es una clase de sociabilidad que celebra la revuelta y revoluciona la celebración. Tal sociabilidad no puede sino ser emocional y apasionada, rasgo que más distingue a la subjetividad barroca de la alta modernidad o primera modernidad, como la nombra Lash (1999). La alta racionalidad moderna, particularmente después de Descartes, condena las emociones y las pasiones como obstáculos al progreso del conocimiento y la verdad. La racionalidad cartesiana, apunta Toulmin, dice ser "intelectualmente perfeccionista, moralmente rigurosa y humanamente inexorable" (Toulmin, 1990: p. 198). Casi nada de la vida humana y la práctica social encajan mucho en esta concepción de la racionalidad y, sin embargo, resulta bastante atractiva para aquellos que atesoran la estabilidad y la jerarquía de leyes universales. Hirschman, por su parte, ha mostrado con claridad las afinidades electivas entre esta forma de racionalidad y el capitalismo emergente. Conforme los intereses de la gente y los grupos comenzaron a centrarse en torno a las ventajas económicas, los intereses que antes fueron considerados pasiones se tornaron lo opuesto a las pasiones e incluso los domesticadores de la pasión. De ahí en adelante, dice Hirschman, "al buscar sus intereses, se asumió o se esperó que los hombres fueran expeditos, metódicos y testarudos, en total contraste con la conducta estereotipada de los hombres que eran presa o caían cegados por la pasión" (Hirschman, 1977: p. 54). El objetivo era, por supuesto, crear una personalidad humana "unidimensional". Y Hirschman concluye: "En resumen, el capitalismo debía lograr, exactamente, lo que pronto se denunció como su rasgo más atroz" (ibid.: p. 132). Las recetas capitalistas y cartesianas son bastante inútiles para reconstruir una personalidad humana que tenga la capacidad y el deseo de emanciparse socialmente. A principios del siglo XXI, el sentido de las luchas emancipadoras no puede deducirse de un conocimiento demostrativo ni de una estimación de intereses. Así, la indagación emprendida en este ámbito por la subjetividad barroca debe concentrarse en las tradiciones suprimidas o excéntricas de la modernidad, en las representaciones que han ocurrido en las periferias físicas o simbólicas donde eran más débiles las representaciones hegemónicas -los vía crucis de la modernidad-, o en las representaciones de la modernidad más tempranas y caóticas que ocurrieron antes del cierre cartesiano. Por ejemplo, la subjetividad barroca busca inspiración en Montaigne y en la inteligibilidad erótica y concreta de su vida. En su ensayo "Sobre la experiencia", después de decir que odia los remedios que son peores que la enfermedad, Montaigne escribe: Ser víctima de un cólico y someterse uno mismo a la abstinencia del placer de comer ostras son dos males, no uno. La enfermedad nos acuchilla por un lado, la dieta por el otro. Y existiendo el riesgo de error, es mejor asumir, de preferencia, el propósito del placer. El mundo hace lo opuesto y considera que nada es útil si no es doloroso; lo fácil levanta sospechas (Montaigne, 1958: p. 370). Cassirer (1960; 1963) y Toulmin (1990) han demostrado que el Renacimiento y el Iluminismo, respectivamente, crearon una subjetividad congruente con los nuevos retos intelectuales, sociales, políticos y culturales. El ethos barroco es la base de una forma de subjetividad y sociabilidad capaz e interesada en confrontar las formas hegemónicas de globalización, abriéndole espacios a las posibilidades contrahegemónicas. Tales posibilidades no están plenamente desarrolladas y no pueden, en sí mismas, prometer una nueva era. Pero son lo suficientemente consistentes como para brindarle piso a la idea de que entramos a un periodo de transición paradigmática, un interregno, y como tal una era ansiosa de seguir el impulso del mestizaje, del sfumato, la hibridación y todos los otros rasgos que he atribuido al ethos barroco y por lo tanto a Nuestra América. La credibilidad creciente alcanzada por las formas de subjetividad y sociabilidad alimentadas por dicho ethos se traducirá gradualmente a nuevas normatividades intersticiales. Tanto Martí como Andrade toman en cuenta un nuevo tipo de ley y una nueva clase de derechos. Para ellos, el derecho a ser iguales implica el derecho a ser diferentes, y viceversa. La metáfora de la antropofagia en Andrade es un llamado a una compleja interlegalidad. Está formulada desde la perspectiva de la diferencia subalterna, el único "otro" reconocido por la alta modernidad eurocéntrica. Los fragmentos normativos intersticiales que colectamos en Nuestra América serán las semillas de una nueva ley "natural", una ley cosmopolita, una ley desde abajo que hallaremos en las calles, donde la sobrevivencia y la transgresión creativa se fundan en tendencia cotidiana. A continuación abordaré esta nueva normatividad, en la cual la redistribución y el reconocimiento estén juntos en la elaboración de nuevos planes emancipadores a los que denomino nuevos Manifiestos. Pero antes quiero detenerme un momento en las dificultades enfrentadas por el proyecto de Nuestra América a lo largo del siglo XX. Esto ayudará a iluminar las tareas emancipadoras que falta emprender. La contrahegemonía en el siglo XX El siglo americano de Nuestra América fue uno cargado de posibilidades contrahegemónicas, muchas de las cuales venían de una tradición que arranca del siglo XIX después de la independencia de Haití en 1804. Entre ellas, podemos contar la revolución mexicana de 1910; el movimiento indígena encabezado por Quintín Lamé en Colombia en 1914; el movimiento sandinista en Nicaragua en los años veinte y treinta, y su triunfo en los ochenta; la democratización radical en Guatemala en 1944; el surgimiento del peronismo en 1946; el triunfo de la revolución cubana en 1959; la llegada al poder de Allende en 1970; el movimiento Sin Tierra en Brasil desde los ochenta, y el movimiento zapatista desde 1994. La avasalladora mayoría de estas experiencias emancipadoras ha apuntado contra el siglo europeo-americano o, por lo menos, tenía como acicate las ideas hegemónicas y las ambiciones políticas de este último. Es un hecho que la globalización hegemónica neoliberal estadounidense, que hoy se esparce por todo el globo, tuvo su campo de entrenamiento en Nuestra América desde principios del siglo. Al no permitírsele a Nuestra América ser el Nuevo Mundo con el mismo enraizamiento que la América europea, se vio forzada a ser el Mundo más Nuevo de la América europea. Este envenenado privilegio hizo de Nuestra América un campo fértil para todo tipo de experiencias emancipadoras, cosmopolitas, contrahegemónicas, tan exhilarantes como dolorosas, tan radiantes como sus promesas y tan frustrantes como sus logros. ¿Qué falló y por qué en el siglo americano de Nuestra América? Sería tonto proponer un inventario a las puertas de un futuro abierto como el nuestro. No obstante, arriesgo algunos pensamientos que, en realidad, más pretenden dar cuenta del futuro que del pasado. En primer lugar, vivir en las "entrañas del monstruo" no es tarea fácil. Permite un profundo entendimiento de la bestia, como lo demuestra Martí; pero, por otra parte, hace muy difícil salir con vida, incluso haciendo caso de la advertencia de Martí: "El Norte debe quedar atrás" (Martí, 1963, vol. ii: p. 368). Desde mi punto de vista, Nuestra América ha estado viviendo en las entrañas del monstruo dos veces: porque comparte con la América europea el continente que esta última considera su espacio vital y su zona de influencia privilegiada, y porque como dice Martí, "Nuestra América es la América que trabaja" (ibid., vol. vi: p. 23). Por tanto, en sus relaciones con la América europea comparte todas las tensiones y penas que plagan las relaciones entre trabajadores y capitalistas. En este último sentido, Nuestra América no ha fracasado más, ni menos, que los trabajadores del mundo en su lucha contra el capital. Un segundo pensamiento es que Nuestra América no ha tenido que luchar únicamente contra las visitas imperiales de su vecino del Norte. Este último tomó el control y se instaló en el Sur, no sólo socializando con los nativos sino asumiendo la forma de élites locales que mantienen alianzas transnacionales con los intereses estadounidenses. El Próspero sureño estaba presente en el proyecto cultural de Sarmiento, en los intereses de la burguesía agraria e industrial, especialmente después de la segunda guerra mundial, en las dictaduras militares de los sesenta y setenta, en la lucha en contra de la amenaza comunista y en los drásticos ajustes estructurales neoliberales. En este sentido, Nuestra América ha tenido que vivir atrapada y dependiente de la América europea, tal como Calibán frente a Próspero. Es por eso que la violencia latinoamericana ha tomado con más frecuencia la forma de una guerra civil que aquélla de una Bahía de Cochinos. El tercer pensamiento se refiere a la ausencia de una hegemonía en el campo contrahegemónico. Aunque el concepto de hegemonía es un instrumento crucial en la dominación de clases en las sociedades complejas, es un concepto igualmente crucial en las luchas contra dicha dominación. De entre los grupos dominados y oprimidos, alguno debía ser capaz de convertir sus particulares intereses de liberación en interés común de todos los oprimidos, tornándose así hegemónico. Gramsci, recordemos, estaba convencido de que los trabajadores constituían ese grupo. Sabemos que las cosas no ocurrieron así en el mundo capitalista, menos hoy que en los tiempos de Gramsci, y mucho menos en Nuestra América que en Europa o en la América europea. Los movimientos y luchas indígenas, de campesinos, obreros, pequeño burgueses o negros ocurrieron siempre aislados, con antagonismos entre unos y otros, sin una teoría de la traducción y sin poner en práctica los nuevos Manifiestos que ya hemos referido. Una de las debilidades de Nuestra América, bastante obvia en el trabajo de Martí, fue sobrestimar la comunidad de intereses y la posibilidad de unificación en torno a éstos. Más que unirse, Nuestra América sufrió un proceso de balcanización. Ante esta fragmentación, la unión de la América europea resultó muy eficaz; se unió en torno a la idea de una identidad nacional y un destino manifiesto: una tierra prometida a los llegados de fuera, destinada a cumplir con sus promesas a toda costa. Mi pensamiento final se refiere al proyecto cultural de Nuestra América en sí mismo. A diferencia de lo que deseaba Martí, la universidad europea o estadounidense nunca abrió paso a la universidad americana. Ello lo atestigua el "patético bovarismo de escritores y académicos [...] que conduce a algunos latinoamericanos [...] a imaginarse como metropolitanos exilados. Para ellos, un trabajo producido en su órbita inmediata [...] merece únicamente cuando ha recibido la aprobación de la metrópolis, aprobación que les da ojos para mirarlo" (Retamar, 1989: p. 82). Pese a la afirmación de Ortiz, la transculturación nunca fue total, y de hecho fue minada por las diferencias de poder entre los diferentes componentes que contribuían a ésta. Por mucho tiempo, y quizá ocurra hoy más en un momento de transculturación, desterritorializada a modo de hibridación, las cuestiones en torno a la inequidad del poder permanecen sin respuesta: ¿quién hibrida a quién y qué? ¿Con qué resultados? ¿Quién se beneficia? En el proceso de transculturación, ¿qué no fue más allá de la aculturación o del sfumato y por qué? Si en verdad la mayoría de las culturas eran invasoras, no es menos cierto que algunas invadieron como amas y otras como esclavas. Sesenta años más tarde, no es arriesgado pensar que fue exagerado el optimismo antropófago de Osvaldo de Andrade cuando dijo: "No vino cruzado alguno sino los evadidos de una civilización que ahora nos tragamos, porque somos fuertes y vengativos como los jabuti" (Andrade, 1990: p. 50). El siglo europeo-americano terminó triunfante, protagonizando la última encarnación del sistema-mundo capitalista: la globalización hegemónica. Por el contrario, el siglo americano de Nuestra América terminó con pena. América Latina ha importado muchos de los males que Martí viera en las entrañas del monstruo. La enorme creatividad emancipadora que atestiguan los movimientos de Zapata y Sandino, los movimientos indígenas y campesinos, Allende en 1970 y Fidel en 1959, los movimientos sociales, el movimiento de sindicatos de abc, los presupuestos participativos en muchas ciudades brasileñas y el actual movimiento zapatista terminaron en fracaso o encaran un futuro incierto. Esta incertidumbre crece al vislumbrarse que la polarización extrema en la distribución de la riqueza del mundo requerirá un sistema de represión mundial aún más despótico que el existente, si ha de continuar como en las últimas décadas. Con asombrosa previsión, en 1979 Darcy Ribeiro escribió: "Los medios de represión requeridos para mantener este sistema amenazan con imponerle a los pueblos regímenes despóticos y rígidos sin paralelo en la historia de la iniquidad" (1979: p. 40). No es sorpresa que el clima político y social de América Latina haya sido invadido en las últimas décadas por una ola de razonamiento cínico y pesimismo cultural, irreconocible desde el punto de vista de Nuestra América. Posibilidades contrahegemónicas para el siglo XXI A la luz de lo anterior, debemos cuestionar si en verdad Nuestra América tiene las condiciones para continuar simbolizando la voluntad utopista de emancipación y globalización contrahegemónica, que se basa en la mutua relación de equidad y diferencia. Mi respuesta es positiva pero depende de la condición siguiente: Nuestra América debe desterritorializarse y convertirse en la metáfora de la lucha que emprenden las víctimas de la globalización hegemónica por todas partes, sea el Norte, el Sur, Oriente u Occidente. Si revisamos las ideas fundadoras de Nuestra América, observamos que en las últimas décadas se han creado las condiciones para que estas ideas florezcan en otras partes del mundo. Examinemos algunas de ellas. Primero, el incremento exponencial de interacciones transfronterizas -de emigrantes, estudiantes, refugiados, ejecutivos y turistas- está propiciando nuevas formas de mestizaje, antropofagia y transculturación por todo el mundo. Este mundo se vuelve cada vez más un mundo de invasores escindidos de un origen que nunca tuvieron, o de uno en el cual su experiencia era estar invadidos. Al distanciarnos del primer siglo de Nuestra América, con su posmodernismo celebratorio, debemos prestar más atención al poder que ejerce cada uno de los participantes en el proceso de mestizaje. Las iniquidades subyacentes nos muestran que ocurrieron perversiones en la política de la diferencia (el reconocimiento se tornó una forma de desconocimiento) y en la política de la equidad (la redistribución acabó por convertirse en una forma de paliativo a los pobres como el que promueven el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional). Segundo, el feo resurgimiento del racismo en el Norte parece preparar una agresiva defensa contra la construcción imparable de múltiples pequeñas humanidades como las invocadas por Bolívar, donde las razas se cruzan e interpenetran en los márgenes de la represión y la discriminación. Así como el cubano, en voz de Martí, podía proclamar que era más que negro, mulato o blanco, así el sudafricano, el mozambiqueño, el neoyorquino, el parisino, el londinense pueden proclamar que son más que negro, blanco, mulato, hindi, kurdo, árabe, etcétera. Tercero, la demanda de producir o mantener un conocimiento ubicado o contextualizado es hoy un reclamo global en contra de la ignorancia y el silenciamiento producidos por la ciencia moderna tal como la utiliza la globalización hegemónica. Este aspecto epistemológico obtuvo enorme relevancia en tiempos recientes con los nuevos desarrollos de la biotecnología y la ingeniería genética, y la consecuente lucha por defender la biodiversidad de la piratería. En este ámbito, América Latina, uno de los mayores depositarios de biodiversidad, continúa siendo el hogar de Nuestra América, pero otros países están en esta posición en África y Asia. Cuarto, conforme se profundiza la globalización hegemónica, las "entrañas del monstruo" quedan más cerca de otros pueblos en otros continentes. Este efecto de cercanía lo produce hoy el capitalismo de la información y la comunicación, así como la sociedad de consumo. En ellos se multiplican los amarres del razonamiento cínico y el impulso poscolonial. No asoma en el horizonte internacionalismo contrahegemónico alguno, pero algunos internacionalismos caóticos y fragmentarios se han vuelto parte de lo cotidiano. En una palabra, la nueva Nuestra América cuenta hoy con las condiciones para globalizarse y proponer, a la vieja y localizada Nuestra América, nuevas alianzas emancipadoras. La naturaleza contrahegemónica de Nuestra América yace en su potencial para desarrollar una cultura política transnacional progresista. Dicha cultura política se concentrará en: 1) identificar los múltiples vínculos locales/globales entre luchas, movimientos e iniciativas; 2) promover choques entre tendencias y presiones de globalización hegemónica, por un lado, y las coaliciones transnacionales que resisten contra ellas, abriendo así la posibilidad de que ocurran globalizaciones contrahegemónicas; 3) promover autorreflexión interna y externa para que las formas de redistribución y reconocimiento establecidas entre los movimientos reflejen las formas de redistribución y reconocimiento que la subpolítica emancipadora transnacional quiere ver instrumentadas en el mundo. Hacia nuevos Manifiestos En 1998, el Manifiesto comunista celebró su 150 aniversario. El Manifiesto es uno de los textos clave de la modernidad occidental. En pocas páginas y con claridad insuperable, Marx y Engels lograron una visión global de la sociedad de su propio tiempo, una teoría general del desarrollo histórico y un programa político de corto y largo plazo. El Manifiesto es un documento eurocéntrico que transmite una fe inquebrantable en el progreso, aclama a la burguesía como la clase revolucionaria que lo hizo posible y en la misma línea profetiza la derrota de la burguesía ante el proletariado como clase emergente capaz de dar continuidad al progreso más allá de los límites burgueses. Algunos de los asuntos, análisis y propuestas incluidos en el Manifiesto son todavía actuales. ¿Quién no reconocería en el siguiente pasaje una descripción precisa de lo que hoy designamos como globalización hegemónica? A través de su explotación en el mercado mundial, la burguesía le ha conferido un carácter cosmopolita a la producción y al consumo en todos los países. Para gran mortificación de los reaccionarios, le ha movido a la industria el piso nacional en el que se hallaba. Todas las industrias nacionales establecidas de antaño han sido destruidas o están siendo destruidas y son desplazadas por industrias nuevas, cuya introducción es un asunto de vida o muerte para las naciones civilizadas; son industrias que ya no ocupan materia prima de la localidad sino materia prima de las más remotas zonas; industrias cuyos productos se consumen, ya no sólo en casa, sino en cualquier rincón del globo. En lugar de las viejas necesidades, satisfechas por la producción del país, hallamos nuevas necesidades, que requieren ser satisfechas con productos que vienen de tierras y climas lejanos. En vez del viejo encierro o la autosuficiencia local o nacional, tenemos intercambios en toda dirección, una interdependencia universal de las naciones (Marx, 1973: p. 71). Sin embargo, las profecías de Marx nunca se cumplieron. El capitalismo no sucumbió a manos de los enemigos que creó él mismo, y la alternativa comunista fracasó rotundamente. El capitalismo se globalizó mucho más eficazmente que el movimiento proletario, y los logros de este último, sobre todo en los países más desarrollados, consistieron en humanizar al capitalismo, más que derrotarlo. No obstante, los males sociales denunciados por el Manifiesto son hoy día tan graves como entonces. El progreso alcanzado desde entonces ha ido de la mano con guerras que han asesinado y continúan matando a millones de personas; la brecha entre ricos y pobres nunca fue tan ancha como ahora. Si encaramos dicha realidad, es necesario crear las condiciones para que emerjan no uno sino muchos nuevos Manifiestos con potencial para movilizar a todas las fuerzas progresistas del mundo. Por fuerzas progresistas entiéndase todas aquellas irreconciliables con la difusión del fascismo societario -al cual no se le juzga inevitable- y que como tales continúan luchando en pos de alternativas. La complejidad del mundo contemporáneo y la visibilidad creciente de la vasta diversidad e iniquidad hacen imposible la traducción de principios de acción en un manifiesto único. Por tanto, tengo en mente varios manifiestos, cada uno de los cuales abre posibles senderos hacia una sociedad alternativa que enfrente al fascismo societario. Es más, a diferencia del Manifiesto comunista, los nuevos manifiestos no serán el logro de científicos particulares que observen el mundo desde una perspectiva privilegiada y única. En cambio, serán mucho más multiculturales, estarán en deuda con diferentes paradigmas de conocimiento y emergerán, en virtud de la traducción, como redes y mestizaje, en "conversaciones de humanidad" (como dijera John Dewey), involucrando a científicos sociales y activistas comprometidos en luchas sociales por todo el mundo. Los nuevos Manifiestos deberán enfocarse sobre aquellos tópicos y alternativas que conlleven más potencial para construir globalizaciones contrahegemónicas en las próximas décadas. Desde mi punto de vista, son cinco las áreas más importantes en este respecto. De acuerdo con cada una de ellas, Nuestra América proporciona un vasto campo de experiencia histórica, emergiendo así como espacio privilegiado desde el cual confrontar los retos planteados por la cultura política transnacional emergente. Democracia participativa Junto con el modelo hegemónico de democracia (aquella representativa y liberal), siempre han coexistido otros modelos subalternos, no importa qué tan marginados o desacreditados estén. Vivimos en tiempos paradójicos: en el mismo momento en que la democracia liberal obtiene sus triunfos más convincentes por todo el planeta, se torna menos creíble y convincente, no sólo en los países de "nueva frontera" sino en aquellos donde tiene sus más profundas raíces. Las crisis gemelas de la representación y la participación son los síntomas más visibles de dicho déficit de credibilidad y, en última instancia, de legitimidad. Por otra parte, las comunidades locales, regionales y nacionales en diferentes partes del mundo emprenden experimentos e iniciativas democráticas basados en modelos alternativos de democracia, en los que las tensiones entre democracia y capitalismo, entre redistribución y reconocimiento, se avivan y se convierten en la energía positiva que respalda pactos sociales más justos y abarcadores, no importa qué tan circunscritos sean por el momento.[8] En algunos países de África, América Latina y Asia se están revisando las formas tradicionales de autoridad y autogobierno, y se explora la posibilidad de que se transformen internamente y se articulen con otras formas de gobierno democrático. Sistemas alternativos de producción Una economía de mercado es un curso posible y, dentro de ciertos límites, incluso deseable. Por el contrario, una sociedad de mercado es imposible y, si lo fuera, sería moralmente repugnante, ingobernable incluso: nada menos que fascismo societario. Una posible respuesta a éste son los sistemas alternativos de producción. Las discusiones en torno a la globalización contrahegemónica tienden a enfocarse sobre iniciativas sociales, políticas y culturales, y rara vez se centran en las campañas económicas, es decir, en las iniciativas locales/globales que implican una producción y una distribución no capitalistas de bienes y servicios, sea en escenarios rurales o urbanos: las cooperativas, las mutualidades, los sistemas de crédito, el cultivo de la tierra invadida por campesinos sin tierra, los sistemas acuáticos sustentables y las comunidades pesqueras, la forestería ecológica, etcétera. En estas iniciativas, los vínculos locales/globales son más difíciles de establecer, sobre todo porque confrontan más directamente -no sólo a nivel de la producción sino también a nivel de la distribución- la lógica del capitalismo global que está detrás de la globalización hegemónica. Otra faceta importante de los sistemas alternativos de producción es que nunca son exclusivamente económicos en su naturaleza. Movilizan recursos culturales y sociales en tal forma que impiden la reducción del valor social a un precio de mercado. Justicias y ciudadanías multiculturales emancipadoras La crisis de la modernidad occidental ha demostrado que el fracaso de los proyectos progresistas -aquellos que tienen que ver con el mejoramiento de las expectativas y las condiciones de vida de los grupos subordinados dentro y fuera del mundo occidental- se debe en parte a una falta de legitimidad cultural. Esto priva incluso en los movimientos por los derechos humanos, dado que la universalidad de los derechos humanos no puede darse por sentada (Santos, 1999a). La idea de la dignidad humana puede formularse en diferentes "lenguajes". En vez de suprimir dichas diferencias en nombre de los universalismos postulados, deben traducirse para hacerlas mutuamente inteligibles mediante lo que denomino hermenéutica diatópica. Entiendo esta última como la interpretación de preocupaciones isomórficas de diferentes culturas, algo que pueden llevar a cabo antagonistas capaces y deseosos de argumentar con un pie en una y otra culturas (Santos, 1995: pp. 340-42). Dado que la construcción de las naciones modernas se consiguió las más de las veces vapuleando la identidad cultural y nacional de las minorías (y en ocasiones la de las mayorías), el reconocimiento de un multiculturalismo y una multinacionalidad entraña la aspiración a la autodeterminación, es decir, la tendencia hacia reconocimientos equitativos y equidades diferenciadas. El caso de los pueblos indígenas es la cima de este punto. Pese a que toda cultura es relativa, el relativismo es incorrecto como punto de partida filosófico. Es importante entonces desarrollar criterios (¿transculturales?) para distinguir las formas emancipadoras de multiculturalismo y autodeterminación, de las regresivas. La aspiración de multiculturalismo y autodeterminación asume con frecuencia la forma de una lucha por la justicia y la ciudadanía. Implica el reclamo de formas alternativas de justicia y derecho, de nuevos regímenes de ciudadanía. La pluralidad de órdenes legales, que se han hecho visibles con la crisis del estado-nación, conlleva, explícita o implícitamente, la idea de ciudadanías múltiples que convivan en el mismo campo geopolítico y, por tanto, la idea de la existencia de ciudadanos de primera, segunda o tercera clases. No obstante, los órdenes legales no estatales pueden ser el embrión de esferas públicas no estatales y la base institucional de la autodeterminación, como es el caso de la justicia entre los indígenas: formas de justicia popular, local, informal, comunitaria, que son parte del conjunto de luchas e iniciativas que se aplican a las tres áreas ya mencionadas. A modo de ejemplo, citemos aquellas formas de justicia popular o comunitaria, que son un componente central de las iniciativas de democracia participativa; la justicia indígena como componente integral de la autodeterminación y la conservación de la biodiversidad. El concepto de "ciudadanía multicultural" (Kymlicka, 1995) es el lugar privilegiado sobre el cual puede asentarse la relación mutua entre redistribución y reconocimiento que he intentado impulsar en este texto. Biodiversidad, saberes rivales y derechos de propiedad intelectual Debido al avance de las ciencias de la vida, la biotecnología y la microelectrónica en las últimas décadas, la biodiversidad se ha convertido en el más precioso y buscado "recurso natural". Para las firmas farmacéuticas y de biotecnología, la biodiversidad crece como corazón del más espectacular y rentable desarrollo de nuevos productos en los años venideros. En su mayor parte, la biodiversidad ocurre principalmente en el llamado tercer mundo, y es predominante en los territorios históricamente poseídos u ocupados de antaño por los pueblos indígenas. Conforme los países desarrollados tecnológicamente intentan extender a la biodiversidad los derechos de propiedad intelectual y las leyes de patente, algunos países periféricos, algunos grupos de pueblos indígenas y las redes transnacionales de apoyo a su causa intentan garantizar la conservación y la reproducción de la diversidad buscando se otorgue un estatus de protección especial a los territorios, formas de vida y saberes tradicionales de las comunidades indígenas y campesinas. Cada día es más evidente que las nuevas desavenencias entre el Norte y el Sur se centrarán en la cuestión del acceso a la biodiversidad a escala global. Aunque todas las áreas mencionadas ponen de manifiesto una cuestión epistemológica, ya que reclaman la validez de saberes descartados por el conocimiento científico hegemónico, la biodiversidad es probablemente el punto donde el choque entre saberes rivales será más evidente y eventualmente más desigual y violento. En esto, la equidad y la diferencia construyen bloques a partir de nuevos reclamos epistemológicos mestizos. Nuevo internacionalismo laboral Es bien sabido que el internacionalismo laboral fue una de las predicciones menos cumplidas del Manifiesto comunista. El capital se globalizó a sí mismo, el movimiento obrero no lo ha logrado. El movimiento obrero se organizó a nivel local y, cuando menos en los países centrales, se hizo cada vez más dependiente del estado benefactor. Es cierto que en nuestro siglo los lazos y las organizaciones internacionales mantuvieron viva la idea del internacionalismo laboral, pero fueron presa de la guerra fría y su suerte fue la de ésta. En el periodo de la posguerra fría y como respuesta a los más agresivos asaltos de la globalización hegemónica, han emergido nuevas aunque precarias formas de internacionalismo laboral: el debate sobre las normas laborales, los intercambios, los acuerdos e, incluso, la congregación institucional entre sindicatos obreros de distintos países que integran el mismo bloque económico regional (tlcan, la Unión Europea, el Mercosur), la articulación de las luchas, reclamos y demandas de los diferentes sindicatos que representan a los trabajadores que laboran para la misma corporación multinacional en diversos países, etcétera. El nuevo internacionalismo laboral confronta la lógica del capitalismo global en su terreno más privilegiado -la economía- aún más frontalmente que los sistemas alternativos de producción. Su éxito depende de los lazos "extraeconómicos" que sea capaz de construir con las luchas agrupadas en torno a las cinco áreas. Tales lazos serán cruciales para transformar la política de la equidad, que dominó al viejo internacionalismo laboral, en una nueva mezcla política y cultural de equidad y diferencia. Ninguna de estas áreas o iniciativas temáticas, tomadas por separado, logrará impulsar la subpolítica emancipadora transnacional o la globalización contrahegemónica. Para tener éxito, sus preocupaciones emancipadoras deben traducirse y convertirse en redes, expandirse hacia movimientos híbridos socialmente, pero políticamente aterrizados. A principios de siglo, lo que está en juego en términos políticos es la reinvención del estado y de la sociedad civil en tal forma que el fascismo societario se desvanezca como futuro factible. Esto se tendrá que lograr mediante la proliferación de esferas públicas locales/globales donde los estados-naciones sean socios importantes, pero ya no los dispensadores exclusivos de legitimidad o hegemonía. Conclusión: ¿de qué lado estás, Ariel? A partir de un análisis de Nuestra América como punto de vista subalterno del continente americano a lo largo del siglo XX, he identificado su potencial contrahegemónico y he indicado algunas de las razones que le impidieron alcanzar sus fines. Al revisar la trayectoria histórica de Nuestra América y su conciencia cultural, el ethos barroco, he reconstruido las formas de sociabilidad y subjetividad que podrían ser capaces de afrontar los retos impuestos por las globalizaciones contrahegemónicas. La expansión simbólica que fue posible gracias a la interpretación simbólica de Nuestra América permitió ubicar a esta última como un programa para la nueva política transnacional necesaria en los nuevos siglo y milenio. Los reclamos normativos de esta cultura política echan sus raíces en las experiencias de la gente por la que habla Nuestra América. Tales reclamos, embrionarios e intersticiales si se quiere, apuntan hacia un nuevo tipo de "ley natural": una ley cosmopolita, ubicada, contextualizada, poscolonial, multicultural y de base. El hecho de que las cinco áreas seleccionadas como campo de pruebas y ámbitos de acción de esta nueva cultura política tengan raíces profundas en América Latina justifica la difusión de la idea de Nuestra América, propuesta en este texto, desde un punto de vista histórico y político. Sin embargo, para no repetir las frustraciones del último siglo, esta expansión simbólica debe ir un paso más allá, para incluir al tropo más negado de la mitología de Nuestra América: Ariel, el espíritu del aire en La tempestad, de Shakespeare. Como Calibán, Ariel es el esclavo de Próspero. Sin embargo, además de no ser deforme como Calibán, recibe mucho mejor trato por parte de Próspero, quien le promete la libertad si lo sirve fielmente. Hemos visto que Nuestra América se ha visto a sí misma casi siempre como Calibán, manteniendo una constante y desigual lucha contra su amo. Así es como la ven Andrade, Aimé Césaire, Edward Brathwaite, George Lamming, Retamar y muchos otros (Retamar, 1989: p. 13). Ésta es la visión dominante, pero no es la única. Por ejemplo, en 1898 el escritor franco-argentino Paul Groussac habló de la necesidad de defender la vieja civilización europea y latinoamericana en contra del "yanqui calibanesco" (ibid.: p. 10). Por otra parte, la ambigua figura de Ariel ha inspirado varias interpretaciones. En 1900, el escritor José Enrique Rodó publicó su propio Ariel, donde identifica a América Latina con Ariel, mientras Estados Unidos queda caracterizado implícitamente como Calibán. En 1935, el argentino Aníbal Ponce ve en Ariel al intelectual, atado a Próspero de manera menos brutal que Calibán, pero no obstante a su servicio, más de acuerdo con el modo en que el humanismo renacentista concebía a los intelectuales: una mezcla de esclavo y mercenario, indiferente a la acción y conformista al encarar el orden establecido (ibid.: p. 12). Éste es el intelectual Ariel, reinventado por Aimé Césaire en su obra de fines de los sesenta: Une tempête: Adaptation de La tempête de Shakespeare pour un théâtre nègre. Convertido en mulato, Ariel es el intelectual que está en crisis permanentemente. Dicho esto, sugiero que es el momento de darle una nueva identificación simbólica a Ariel y valorar qué tanto uso puede tener en la exaltación del ideal emancipador de Nuestra América. Concluiré, por tanto, presentando a Ariel como un ángel barroco que sufre tres transfiguraciones. La primera es su transfiguración en Ariel, el mulato de Césaire. En contra del racismo y la xenofobia, Ariel representa la transculturación y el multiculturalismo, mestizaje en cuerpo y alma, como diría Darcy Ribeiro. En este mestizaje se inscribe la posibilidad de una tolerancia interracial y un diálogo intercultural. El mulato Ariel es la metáfora de una posible síntesis entre reconocimiento y equidad. La segunda transfiguración es el intelectual de Gramsci, que ejerce la autorreflexión para conocer de qué lado está y en qué puede servir. Este Ariel está sin duda del lado de Calibán, del lado de los pueblos y grupos oprimidos del mundo, y mantiene una vigilancia epistemológica constante y política de sí mismo para no hacerse inútil o contraproducente. Este Ariel es un intelectual entrenado en la universidad de Martí. La tercera y última transfiguración es más compleja. Como mulato y como intelectual orgánico, Ariel es una figura de intermediación. Pese a las más recientes transformaciones de la economía mundial, pienso que hay países (o regiones y sectores) de desarrollo medio que cumplen una función de intermediación entre el centro y la periferia del sistema-mundo. Son especialmente importantes países como Brasil, México e India. Los dos primeros no reconocieron su carácter pluriétnico y multicultural sino hasta finales del siglo XX. Dicho reconocimiento llegó al final de un doloroso proceso histórico donde la supresión de la diferencia -y no la apertura de un espacio de igualdad republicana- condujo a formas muy abyectas de iniquidad (en Brasil, por ejemplo, esto ocurrió con la "democracia racial"; en México con el "asimilacionismo" y la visión del mestizo como "raza cósmica"). Como el Ariel de la obra de Shakespeare, en vez de unirse entre ellos y con muchas otras naciones calibanes, estos países de intermediación utilizan su peso económico y poblacional para tratar de obtener un trato privilegiado por parte de Próspero. Actúan solos esperando maximizar sus posibilidades para ellos mismos. Como lo he argumentado en este texto, el potencial de sus poblaciones, que les permitiría comprometerse con una subpolítica emancipadora transnacional y con las globalizaciones contrahegemónicas, depende de su capacidad para transfigurarse en un Ariel que sea inequívocamente solidario con Calibán. En esta transfiguración simbólica reside la tarea política más importante de las siguientes décadas. De ellos depende la posibilidad de un segundo siglo de Nuestra América que tenga más logros que el primero. Traducción de Ramón Vera Herrera Referencias bibliográficas Alberro, Solange, Del gachupín al criollo, El Colegio de México, México, 1992. Andrade, Osvaldo, A utopia antropofágica, Globo, São Paulo, 1990. Arrighi, Giovanni y Beverly Silver (comps.), Chaos and Governance in the Modern World System, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1990. 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Nuestras diferencias se deben en parte a los distintos focos de lo barroco sobre los que basamos nuestro análisis; Europa en el caso de Lash, América Latina en mi caso. [5] Ver, entre otros, Pastor, et al. (1993) y Alberro (1992). En referencia al barroco brasileño, Coutinho (1990: p. 16) habla de un complejo "mestiçajem barroco". Véase también el concepto del "Atlántico negro" (Gilroy, 1993) como manera de expresar el mestizaje que caracteriza la experiencia cultural negra, una experiencia que no es específicamente africana, americana, caribeña o británica sino todas ellas al mismo tiempo. En el mundo de habla portuguesa, el Manifiesto antropófago de Osvaldo de Andrade es el ejemplo más contundente de mestiçajem. [6] Véase García de León para el caso de México (1993) y Ávila (1994) para el caso de Minas Gerais en Brasil. La relación entre la fiesta, particularmente la barroca, y el pensamiento utopista permanece aún inexplorada. Véase Desroche (1975) para acercarse a la relación entre el fouriérisme y la société festive. [7] Ávila concuerda, enfatizando la mezcla de motivos religiosos y del páramo: "Entre las hordas de negros que tocaban gaitas, tambores, pífanos y trompetas, podía estar, por ejemplo, un excelente intérprete alemán ‘que rompía el silencio del aire con el profundo sonido del clarinete’, mientras los creyentes cargaban, devotos, banderas e imágenes religiosas" (1994: p. 56). [8] He estudiado los presupuestos participativos en la ciudad de Porto Alegre (Santos, 1998c). Resistencia internacional a la globalizacion neoliberal Julio C. Gambina El último cuarto del siglo XX se caracterizó por una importante ofensiva del capital que resultó en variaciones regresivas de las relaciones sociales capitalistas,[1] en el marco de un clima de época que había generalizado la ausencia de alternativas globales en el imaginario popular. Sin embargo, en los últimos tiempos se vive un cambio de clima social, particularmente a partir de la batalla de Seattle en noviembre de 1999. Desde entonces se han sucedido importantes manifestaciones populares que rechazan el orden existente y que incorporan propuestas, tal como el encuentro de Porto Alegre en enero de 2001. Puede pensarse, así, en el comienzo de un proceso de constitución de un proyecto alternativo global. El punto a enfatizar no transita tanto por el programa sustentado, sino por la posibilidad de llevarlo a cabo. De sujetos que lo hagan viable. La afirmación se vincula a la existencia de propuestas programáticas que, teniendo antigüedad desde su formulación inicial, no contaban con fuerza social y política para hacerlas realidad. Lo nuevo está dado por sujetos que actúan en el escenario conflictivo de la resistencia callejera y enarbolando un arco ampliado de demandas, bastante lejos de la homogeneidad y, sin embargo, coincidente en señalar el obstáculo común que afecta a trabajadores, ecologistas, representantes de los derechos de las mujeres, los jóvenes, las minorías sexuales y otros actores. En algunos casos se agota el reclamo en propuestas de reformas y en otros asume carácter anticapitalista. La reestructuración capitalista tuvo epicentro en la valorización financiera, en tanto respuesta del capital a la crisis capitalista expresada en el deterioro de la tasa de ganancia, especialmente entre los últimos años de la década del sesenta y los primeros de los setenta. Hay que recordar para ese mismo periodo la existencia del auge de la resistencia de los trabajadores y de los pueblos a escala global. El resultado de ese ejercicio del poder del pueblo se podía medir por la instalación en el conjunto de la sociedad de una agenda global favorable a las demandas por mejoras en la calidad de vida de la mayoría de la población. La crónica periodística cotidiana, en el despertar del nuevo siglo, devuelve una realidad de signo contrario. El desempleo y subempleo global involucra a un tercio de la población económicamente activa en todo el mundo. Según datos de la OIT, se estiman en mil millones los parados en el planeta. La misma fuente denuncia que la mitad de la población vive con menos de dos dólares diarios. Son cifras alarmantes y que contrastan con el dato provisto para 1997 por el PNUD, que asigna a 225 fortunas individuales igual capacidad de apropiación de riquezas que a 47 por ciento de la población mundial, o sea, 2 500 millones de personas. A fines de los años sesenta se hacía evidente la caída de la tasa de ganancia de los capitales más concentrados en el orden mundial. El economista chileno Orlando Caputo[2] resalta el fenómeno en Estados Unidos: En los noventa la economía estadounidense continuó con un crecimiento de la masa y de la tasa de ganancia, inaugurando un periodo en que la acumulación capitalista se da en condiciones de una tasa de ganancia relativamente elevada. Situación que es muy diferente de la de la década de los setenta y gran parte de los ochenta en que la economía estadounidense funcionaba con una tasa de ganancia relativamente baja. La situación en otros países capitalistas desarrollados no será distinta y, tanto en Europa como en Japón, se procesan transformaciones importantes en las últimas dos décadas para intentar restablecer un ciclo expansivo de la tasa de ganancia. Se trata de un proceso que está más allá de la actual crisis estadounidense. Crisis y cambios Una de las respuestas de los capitales altamente concentrados ante la crisis de rentabilidad en los sesenta/setenta fue el refugio en las formas dinerarias de acumulación, alimentando un ciclo de negocios especulativos nunca visto con anterioridad, por su extensión y velocidad de circulación. Este fenómeno sería acompañado de una veloz transformación operada en el campo de la ciencia y de la técnica y sus aplicaciones por las instituciones del mercado de capitales. La suma de ambos asuntos (mercado de capitales y desarrollo tecnológico) derivó en el tramo final del pasado siglo en importantes mutaciones en las formas de organización económica de la sociedad. Son variaciones que se procesan en el capitalismo, manteniendo incólume la explotación de la fuerza de trabajo e incorporando nuevas formas de su manifestación. El impacto regresivo sobre el conjunto de la sociedad se hace visible en el desempleo, la pobreza y exclusión de millones de personas. Al mismo tiempo, las grandes ganancias de las corporaciones transnacionales, junto a las fusiones y absorciones de capitales que concentran y centralizan la propiedad, definen la contracara de los beneficiarios del orden surgido de la crisis de los sesenta/setenta. Por esos años, el economista estadounidense James Tobin[3] proponía obstaculizar el nuevo fenómeno colocando "un grano de arena en el engranaje" del nuevo régimen de acumulación que emergía. La propuesta se conoce como Tax Tobin y trataba de establecer un impuesto a las operaciones de compra y venta de divisas, para ser administrado por los organismos financieros internacionales y que pudiera intervenir en un mercado que iniciaba un trayecto de volatilidad y que actualmente asume características inusitadas. En efecto, se estima que circula en todo el mundo una cifra cercana a los 2 billones de dólares por día.[4] Son recursos que incluyen el endeudamiento externo, el lavado de dinero, la venta de armas, el tráfico de personas y drogas, la corrupción y múltiples formas que asume la especulación financiera. En los años ochenta y subsiguientes, las políticas económicas que se impusieron a escala global fueron denominadas "neoliberales", aunque no eran ni nuevas, ni liberales. El viejo ideario liberal sirvió de argumentación ideológica para reducir los salarios y el gasto público, en tanto forma de recomponer la rentabilidad del capital, y contaron con todo el peso del estado para su implantación, incluso aplicando estrategias represivas, apoyadas con iniciativas ideológicas de manipulación del consenso por intermedio, entre otros, de los medios masivos de comunicación. Fueron políticas ejecutadas en Chile desde 1973 y en Argentina de 1976 en adelante, durante los respectivos procesos dictatoriales que cumplieron el papel de "ensayo general" que permitió su posterior aplicación en Gran Bretaña y Estados Unidos, con Thatcher y Reagan en 1979-1980, para generalizarse después en buena parte del mundo.[5] La propuesta de Tobin de poner freno al desarrollo de la especulación financiera había fracasado. La extensión de los mercados de capitales se transformó en una realidad. El endeudamiento externo fue uno de los mecanismos privilegiados para ese fin en los años setenta, que luego sería complementado con los fondos de pensión. Según datos del Comité de Anulación de la Deuda del Tercer Mundo,[6] la deuda estadounidense supera los 5 billones y un monto similar acusa la deuda de Europa y Japón, siendo la del resto de los países cercana a los 2.5 billones. La suma de 17.5 billones da cuenta del fenómeno de expansión de la deuda en todos los países y, al mismo tiempo, relativiza la importancia del peso del endeudamiento de los países "emergentes" (eufemismo para esconder el carácter dependiente) y debilita los argumentos grandilocuentes sobre las consecuencias mundiales que acarrearía el default (cesación de pagos) de alguno o todos los países capitalistas dependientes, por caso: Argentina, Brasil o México. Un estudio de Sevares[7] señala que, "según estimaciones del FMI, en el mercado internacional de capitales entran entre 300 mil y 500 mil millones de dinero sucio cada año. Naciones Unidas estima, a su vez, que cada año se lavan 600 mil millones, una suma equivalente a 2 por ciento del PIB mundial, dos veces el PIB argentino, una vez el español y casi un año de exportaciones estadounidenses". El informe de Sevares continúa señalando que "las ganancias anuales del tráfico de droga se calculan en 300 a 500 mil millones de dólares, es decir, de 8 a 10 por ciento del comercio mundial; la "facturación" de la piratería informática es de 200 mil millones; las falsificaciones, de 100 mil millones". Desde la formulación de la iniciativa Tobin, más que obstáculos, la política económica que se hizo hegemónica en casi todos los países del mundo ha favorecido la "globalización neoliberal". De ese modo, se generalizó el uso de términos tales como "apertura", "desregulación", "privatizaciones". El común denominador fueron las regresivas reformas estructurales, con epicentro en el aliento a la "iniciativa privada y los mercados" y el desarrollo de nuevas funciones de los estados nacionales. La socialdemocracia gobernante en los años ochenta en Europa terminó aplicando las políticas "neoliberales", las que se generalizaron en el Este europeo en los noventa con la caída del Muro de Berlín y la desarticulación de la URSS. América Latina potenciaría en la década del noventa los experimentos "neoliberales" inspirados en el Consenso de Washington.[8] Con la crisis asiática, dichas políticas desembarcan en el área de influencia del yen.[9] Los propósitos reformistas del economista estadounidense habían fracasado y el "capitalismo de casino"[10] se había terminado imponiendo en el paso del siglo XX al XXI. Variaciones en las relaciones capitalistas de producción Junto al crecimiento de las relaciones capitalistas y de intercambio se verifica un proceso de salarización informal en el conjunto de los países. Ello trae aparejado una tendencia a la desindicalización de la fuerza laboral y define nuevos problemas sociales, económicos y políticos que es necesario abordar. Son cambios en las formas que asume el trabajo en la actualidad, que se extiende en flexibilización y afecta las formas de vida de la mayoría de la población. Actualmente se constituye en norma el trabajo a tiempo parcial e informal y resulta minoritario el empleo permanente y registrado. El impacto es regresivo en la masa salarial y actúa en la recomposición de la tasa de ganancia. Son cambios que afectan a la clase trabajadora y que han dificultado procesos de recomposición en su capacidad para enfrentar con éxito la resistencia al nuevo cuadro de relaciones sociales capitalistas. Apuntamos a una reflexión local y global, es decir, a respuestas desde los trabajadores en sus lugares de empleo o actividad económica, y en el ámbito regional y mundial. Es decir, una estrategia de aquellos que siguen siendo la mayoría de la población, aunque una parte esté en una creciente situación de desempleo, exclusión o marginación. Son todas formas que asume la explotación capitalista al inicio del tercer milenio. No puede pensarse el régimen capitalista actual sin considerar las modificaciones ocurridas en el estado capitalista. En todos los países se han operado procesos de transformaciones bajo el denominador común de las reformas estatales. Se destacan entre todas el fenómeno de las privatizaciones, las desregulaciones y las reformas administrativas. Son en conjunto una batería de acciones que, con matices en cada país, apuntan al fortalecimiento de la iniciativa privada. El lenguaje se concentra en la eficiencia de la actividad privada por encima de la estatal, en los beneficios del libre mercado contra las regulaciones estatales y en una mayor eficiencia de los agentes del estado en función de las nuevas demandas del bloque social en el poder. Todo es, en definitiva, una estrategia para mejorar los negocios de los capitales más concentrados a escala global. Así, el capital transnacional negocia con los estados nacionales la radicación de sus inversiones en función de las ventajas ofrecidas. Eso reduce el papel de cada estado-nación a simple competidor por la recepción de capitales ávidos de ganancias. La diferencia tiene que ver con los distintos grados de soberanía con que ejercen sus funciones los gobiernos nacionales. Ello determina un conjunto de países con un grado mayor de autonomía y de ejercicio de su poder imperial: Estados Unidos, Europa Unida y Japón. Claro que con disputas por la hegemonía mundial entre ellos, pero contenida en el acuerdo inestable que implica el Grupo de los 8 (G8) que nuclea a los principales países capitalistas: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y Japón, más Rusia recientemente incorporada, y los distintos foros y ámbitos de discusión y elaboración de políticas de la escena internacional, tales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otros. Lo dicho define una tríada de ejercicio del poder mundial: las empresas transnacionales, los gobiernos de los países capitalistas más desarrollados y los organismos internacionales. Claro que ese poder no es posible sin la mediación de los capitales más concentrados con actuación a nivel local y regional, los gobiernos de los estados-nación que disputan la atracción de esos capitales internacionales y un conjunto de organizaciones e individuos que actúan en la lubricación de un conjunto sistémico que favorece el modus operandi de la realidad capitalista. Un lugar simbólico de importancia en ese sentido se define todos los años en el Foro Económico Mundial, que se realiza en Davos, Suiza. Ése es otro de los rasgos de las relaciones capitalistas de este tiempo: la tendencia a la ruptura de las fronteras económicas y políticas en el ámbito global. Vulgarmente denominado "globalización", es la nueva forma que asume la expansión de las relaciones capitalistas en tiempos de transnacionalización del capital, internacionalización de la producción y privilegio a la valorización financiera. Aun con la simplificación que representa, es bueno citar a Henry Kissinger cuando señaló que "la llamada globalización no es otra cosa que el rol dominante de Estados Unidos".[11] Cita que resalta la tendencia a la recomposición de la hegemonía estadounidense y que se expresa económica, militar y culturalmente. La ruptura de la polaridad en los años noventa es un dato central del nuevo escenario en el proceso de la lucha de clases. El conjunto de reestructuraciones del capitalismo en el ámbito mundial demandó la adecuación de las estructuras supranacionales de coordinación del capital transnacional y de los países más desarrollados. Nació así el G7, luego G8. Dicho organismo pretende asumirse como la dirección de los procesos de acumulación a escala global. Su última cumbre se realizó en Génova, Italia, en julio de 2001 y discutió los caminos para profundizar el proceso de desregulación.[12] Es una agenda que los capitales más concentrados intentaron instalar, primero en las discusiones frustradas por un Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), negociado secretamente en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y posteriormente en la también abortada Ronda del Milenio de la OMC. Ambas negociaciones sostenían la necesidad de otorgar seguridad jurídica a las inversiones internacionales y alentaban a una nueva ronda de desregulaciones, tal como se sostiene también en las secretas negociaciones por el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En síntesis, se trata de variaciones en las relaciones capitalistas que se definen en la relación capital-trabajo, en el ámbito del poder del estado y en la nueva dinámica de las relaciones internacionales a favor del proceso de transnacionalización, representando la afirmación de un poder global que se asienta en una fase de expansión parasitaria de la economía global sustentada en la disminución de la masa salarial y el gasto público social. Son dos caras de la lucha por la disminución de los costos de producción y mejora de la competitividad de los capitales y aun de los países en el escenario mundial. El objetivo pretendido es el aumento de la tasa de ganancia. Tendencias de una contraofensiva: de Chiapas a Seattle Al contemplar la realidad desde los perjudicados por las variaciones de las relaciones capitalistas, nos encontramos con una multiplicidad de fenómenos. Están aquellos que expresan claramente una pérdida de ingresos económicos y un deterioro de la calidad de vida. También aquellos que afectan a las personas por razones de género, edad, raza o territorio de vivienda. La afectación del medio ambiente y las condiciones de trabajo y vida discriminan regresivamente a los sectores de menores ingresos o sin ellos. El impacto en materia de salud y educación es notorio, máxime en una época donde la formación continua se constituye en un imperativo. Pero también debe prestarse atención a aquellos fenómenos derivados de la fragmentación social, política y cultural que se ha generado. El resultado es la falta de respuesta integral a la ofensiva del capital. Claro que no es un aspecto absoluto y en ese sentido se pueden consignar variadas experiencias de resistencia, muchas de las cuales pueden ser consideradas exitosas. En el ámbito latinoamericano no es un dato menor constatar la supervivencia de Cuba y una diversa lucha política sostenida en un abanico que incluye la insurgencia colombiana, las potencialidades electorales e incluso experiencias gubernamentales de fuerzas populares y de izquierda. Por la importancia que asumen y el carácter de este artículo, sólo tomaremos aquellas desarrolladas en los últimos años y que en nuestra opinión contribuyen al cambio en la situación social y política mundial, generando tendencias de transformación del clima de época desde su manifestación explícita contra la "globalización neoliberal". Entre ellas, y por su reconocimiento internacional, vale destacar la lucha zapatista en Chiapas,[13] que desde 1994 puso en el primer nivel de visibilidad antiguos reclamos de las poblaciones originarias del sur de México y que promoviera, en 1996, el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, donde participaron cientos de militantes y dirigentes políticos y sociales de cuarenta países. También aquella protagonizada por los trabajadores ferroviarios en París a fines de 1995, que concluyó con el alejamiento del gobierno de derecha y su programa de reestructuración regresivo en Francia y que tuvo un impacto en el ámbito mundial, ya que en París el activismo de treinta países organizados en entidades de resistencia global a las políticas hegemónicas protesta ante la reunión de la OCDE y lleva a la suspensión del AMI.[14] Son experiencias notorias que se suman a otras de igual magnitud y conocimiento, y a muchas desconocidas por la prensa mundial y por ello con escasa socialización. Todas ellas expresan luchas locales y/o nacionales con repercusión internacional, a tal punto que pueden considerarse como iniciadoras de una protesta global y que años más tarde se haría visible al conjunto de la sociedad mundial, particularmente desde la "batalla de Seattle", ciudad sede de la promocionada Ronda del Milenio de la OMC,[15] hasta la actual "contracumbre" que organizan los movimientos de protesta global en Génova, Italia. Creo que son acontecimientos clave para entender la crisis capitalista procesada en el último lustro del siglo XX. Es que no puede entenderse la manifestación mexicana de la crisis en 1994-1995 (devaluación de la moneda mexicana en diciembre de 1994), las devaluaciones europeas en el periodo o las dificultades para instalar en toda Europa el Tratado de Maastricht, ni las expresiones de la crisis en Asia de 1997, Rusia de 1998 y las más recientes de Brasil en 1999, y ahora Turquía y Argentina a fines de 2000 y comienzos de 2001, sin pensar en la dinámica social en confrontación en ese lapso en el ámbito local y mundial. Es una crisis que se procesa entre bolsas, maniobras sobre monedas y mercados de capitales, pero que tiene como trasfondo la reorganización regresiva del capitalismo y, por lo tanto, las respuestas de los distintos actores sociales y políticos. Son viejos y nuevos actores sociales subordinados que intentan articular una respuesta global a la ofensiva del capital. De Seattle a Porto Alegre Un nuevo fenómeno de la resistencia al capitalismo deviene de las protestas globales, transitada entre los acontecimientos de Seattle en noviembre de 1999, la promocionada Ronda del Milenio de la OMC y el encuentro del Foro Social Mundial en Porto Alegre en enero de 2001. Antes de Seattle existió Chiapas y París, tal como dijimos, pero la seguidilla de luchas globales fueron muchas: el 14 de junio de 1997 en Amsterdam (Holanda) se reunieron 50 mil manifestantes contra el desempleo, la precariedad y las exclusiones sociales derivadas de las políticas neoliberales; a fines de febrero de 1998 en Ginebra (Suiza) se convoca la primera Conferencia Mundial de Acción Global de los Pueblos (AGP), intentando coordinar la resistencia global y que convocaría a sucesivas protestas simultáneas en varias ciudades, las que se denominaron "Día de acción global", en 1998 contra la reunión del G8 en Birmingham (Inglaterra) y de la OMC en Ginebra, y en 1999 contra la reunión del G7 en Colonia (Alemania) y en Millau (Francia) contra el juicio a José Bové por la acción de desmantelamiento de un McDonald’s impulsada por la Confederación Campesina Francesa. En junio de 1999, se reúne en París el encuentro internacional Contra la Dictadura de los Mercados convocado por ATTAC, CADTM y otras organizaciones de resistencia global que, entre otras cosas, reclama la anulación de la deuda externa del Tercer Mundo y donde participan mil representantes de ochenta países, culminando en una manifestación callejera sobre la bolsa de París. Luego de Seattle el movimiento se acelera y adquiere dimensiones mayores. En enero de 2000 se realiza la protesta global contra el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza); en marzo de ese año tiene lugar la marcha mundial de las mujeres que concluye en octubre con una movilización frente a la sede mundial de la ONU; en abril de 2000 en Washington (Estados Unidos) se reúnen 30 mil manifestantes para protestar contra la reunión conjunta del FMI y el BM y por la anulación de la deuda del Tercer Mundo, la cual se acompaña con movilizaciones en varias ciudades; el 1° de mayo será día de acción global y Londres se transforma en el epicentro de las masivas protestas y de la represión; se suceden acciones con miles de manifestantes en Windsor (Canadá), Boloña (Italia), Okinawa (Japón), Filadelfia, Los Ángeles y Nueva York (Estados Unidos), Melbourne (Australia), Bangkok y Chiang Mai (Tailandia), Belén, Brasilia, Bangalore (India), Bruselas (Bélgica), Niza (Francia), Dakar (Senegal). Se destaca la contracumbre del FMI y el BM en Praga (República Checa), donde 15 mil activistas protestan y son reprimidos, logrando la anticipación del final de la reunión. Fue también día de acción global y se registran movilizaciones en cuarenta ciudades del mundo. En la Argentina se ganaron las calles y fue resaltado periodísticamente el accionar de un grupo que en Plaza de Mayo se encolumnó para bajarse pantalones y mostrar en qué situación dejan al pueblo las políticas de los organismos financieros internacionales. Quizá en el momento de mayor acumulación de la resistencia a la globalización neoliberal, se realiza la reunión del Foro Social Mundial (FSM) a fines de enero en Porto Alegre, Brasil,[16] también llamado el antiDavos, por realizarse en simultáneo y con objetivos alternativos. Con gran presencia en la prensa mundial, 20 mil personas protagonizaron una experiencia de protesta y propuesta al orden global neoliberal. Tarea realizada en veinte conferencias multitudinarias y más de cuatrocientos talleres, inaugurada con una interminable marcha callejera y festival artístico; incluyó un foro de parlamentarios que recogió entre sus propuestas el establecimiento de la Tax Tobin y la anulación de la deuda externa de los países del Tercer Mundo, y otro foro de ciudades que alentó las experiencias de protagonismo popular, tal como la del presupuesto participativo experimentada por la administración de la ciudad anfitriona. Fue un encuentro que balanceó el nuevo fenómeno de la resistencia global y relanzó con perspectivas de programa la constitución de un movimiento internacional con estrategia propia. Estamos hablando de una experiencia protagonizada por viejos luchadores con historia militante de "otra época" y que convergen con nuevas generaciones e incorporan nuevos sentidos a la confrontación. Muchos de los nuevos militantes de la protesta global son desempleados con historia en el movimiento obrero, en los partidos de izquierda y la lucha anticapitalista, y que articulan su experiencia bajo nuevas identidades de movimientos sociales con el movimiento sindical y los partidos políticos. Hay que insistir en la categoría "articulación", ya que aparecen nuevos movimientos que asumen globalmente la lucha anticapitalista (no es un problema de antiglobalización o "globafóbicos", como algunos sostienen, sino de resistencia a la globalización capitalista) y también el clásico movimiento sindical que reasume perspectiva de confrontación internacional. Debe señalarse que la "batalla de Seattle", o las recientes contracumbres de Buenos Aires o Quebec contra el ALCA, no hubieran sido posibles sin la convocatoria del movimiento sindical. Sobre Buenos Aires se encolumnaron militantes sindicales convocados por la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur. Claro que el peso principal de la convocatoria se concentró en la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), que viene desarrollando una política de articulación de un bloque popular. Junto a la CTA se articula un amplio bloque de personalidades y organizaciones sociales y políticas en el camino de formular un proyecto alternativo que tiene un eje en la coyuntura en la lucha por realizar una consulta popular para resolver el tema de la pobreza en Argentina.[17] En diciembre de 1999 tuvo lugar la primera cumbre sindical del Mercosur con 400 dirigentes, en paralelo a la cumbre de presidentes. Allí se cuestionó la estrategia de integración impulsada por los gobiernos de la región y las negociaciones con Estados Unidos, decidiéndose acciones convergentes con la protesta global. En agosto de 2000 se realizó en Brasilia una reunión alternativa de dirigentes sindicales contra la reunión de presidentes de América Latina, y en diciembre de ese año en Florianópolis,[18] 700 dirigentes protagonizaron, también paralelamente a la cumbre de presidentes del Mercosur, una reunión convocada por la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS) que entre otras resoluciones impulsó la protesta global contra el ALCA en Buenos Aires y Quebec. Las autoridades de Quebec montaron un cerco de tres metros de altura y más de cuatro kilómetros de extensión para aislar la protesta del lugar de funcionamiento de la III Cumbre de Presidentes convocada por la OEA. Mientras los activistas derribaban parte del muro de contención tras lanzar rollos de papel higiénico, la respuesta de las fuerzas de seguridad se materializó con gases. La movilización porteña del 6 de abril pasado contó con la presencia de manifestantes de varios países del continente americano (mayoritariamente provenientes del movimiento sindical) e incluso europeos, y fue convocada regionalmente por la CCSCS y también por el FSM. Las luchas globales habían desembarcado en Argentina. No resulta aventurado pensar en una nueva generación de luchadores internacionales. Es que durante medio siglo, el recorrido entre las crisis de los años treinta (aun previamente) y los setenta, el capitalismo remitió la organización de la sociedad al desarrollo privilegiado de los mercados locales. Las fronteras tendieron a cerrarse y se expandió un capitalismo centrado en el mercado interno y que difundió, con matices que variaban entre los países, las características del estado del bienestar. No sólo las guerras mundiales cerraron las fronteras al comercio de bienes y servicios; también la confrontación política e ideológica entre naciones limitó las esferas de la circulación mercantil entre actores de distintos países. La guerra fría es expresión de la división del mundo en bloques comerciales, sin acceso para todos los pretendidos actores en el mercado internacional. En rigor, es a fines del siglo y con la reestructuración transnacional que aludimos cuando observamos una recuperación de los flujos internacionales de mercancía y dinero, los que habían sido frenados en buena parte del siglo XX. Como una vuelta al pasado, vuelve a instalarse la dimensión mundial en la protesta de los actores subordinados. En efecto, la consigna "Proletarios del mundo, uníos" daba cuenta del tipo de organización que se requería para la confrontación exitosa del capitalismo existente en oportunidad de la publicación del Manifiesto comunista en 1848. La realidad de la organización para la confrontación en buena parte del siglo XX estuvo dada por organizaciones de tipo nacional que proponían un programa de reivindicaciones con impacto nacional. Lo nuevo en la actualidad está dado por la aparición de actores globales, de una nueva dimensión de la lucha internacional contra la hegemonía del capital. Esta afirmación nos obliga a incorporar nuevos interrogantes a la resistencia cotidiana que levanta un programa reivindicativo y un conjunto de acciones y medidas que se "resuelven" en el ámbito local. ¿Se puede pensar en vencer la ofensiva capitalista en la reestructuración de las relaciones capital-trabajo, restringiendo las luchas al ámbito de una empresa, o incluso de un país? ¿O ello requiere de la articulación de reclamos en esferas regionales (Mercosur, América Latina, por ejemplo) o incluso internacional? Las patronales hegemónicas en países como Argentina remiten sus decisiones a casas centrales localizadas en el exterior, particularmente Europa y Estados Unidos, y desde allí ejercen una acción combinada de lobby sobre los gobiernos locales, aprovechando el peso de los gobiernos de países capitalistas desarrollados en los organismos mundiales. Por otra parte, el accionar de los movimientos reivindicativos, e incluso políticos, estuvo orientado durante años a demandar al estado-nación. Con las nuevas funciones de los estados asumidas en las sucesivas reformas estatales, se pone en discusión la efectividad de la absolutización de la demanda de satisfacer necesidades mediante el accionar del estado. La "autonomía" en la organización de la respuesta popular para satisfacer necesidades se inscribe como parte importante del carácter que asumen nuevas experiencias del movimiento social. Es necesario entonces tener en cuenta los nuevos fenómenos que se presentan en la lucha de clases global, tanto por los cambios hacia el interior de las empresas y el nuevo contenido de la categoría de trabajadores -que se extiende en el conjunto de la sociedad, independientemente del carácter de empleado o no-, como por la nueva función estatal y, además, por el proceso de internacionalización en curso. Ello exige pensar en sujetos sociales que confronten local y globalmente la estrategia del capital más concentrado y que hoy se expresa como "globalización neoliberal". Pensando en alternativas ¿Se puede confrontar el parasitismo de la economía capitalista actual? ¿Es posible poner freno a la exclusión propia de este modelo de acumulación de capitales? ¿Es dable pensar en reorganizar la sociedad a pesar del autoritarismo de las clases sociales dominantes en el poder? Son interrogantes que podrían cerrar nuestra reflexión. Sin embargo vale la pena intentar un esbozo de propuestas. Se trata de pensar en respuestas globales que, por lo menos, obstaculicen la estrategia del capital. En ese sentido destacó la "iniciativa Tobin", asumida por la red ATTAC[19] en todo el mundo y que apunta a limitar el movimiento internacional del capital especulativo. Contra aquellos que minimizan el impacto económico y/o político de la medida en cuestión, deberían prestar atención a la negativa que pronuncian en los centros mundiales de poder económico ante tamaña pretensión por restringir el "libre movimiento de los capitales". Se trata de una propuesta que tiene sentido de aplicación global y que no es operativa en forma aislada. Puede ser un punto de partida para enfrentar el centro estratégico de la propuesta de variación de las relaciones capitalistas que se sustentan en ese eufemismo llamado "libertad de los mercados", particularmente de los movimientos de capitales. Recordemos que estamos transitando una época con eje en la acumulación hegemonizada por la forma dinero del capital. En ese sentido, adquiere relevancia la necesidad de discutir el orden económico mundial y las instituciones que lo conforman. El sistema de gobierno transnacional que definen los organismos multilaterales y las cumbres de jefes de gobierno de las principales potencias capitalistas debe ser puesto en discusión. Ello implica poner fin a la injerencia de los ajustes y las políticas de reestructuración de primera y segunda generación que impulsan el FMI y el BM. Del mismo modo que obstaculizar la recreación de la agenda sustentada por la Ronda del Milenio en el marco de la OMC y para generalizar la liberalización favorable a la seguridad jurídica. Una agenda internacional para discutir el problema del endeudamiento externo es fundamental. El programa podría completarse con demandas que acentúen las reivindicaciones de los trabajadores por el pleno empleo, la elevación de los salarios, las jubilaciones o los ingresos de los sectores populares, la reducción de la jornada laboral, las condiciones de trabajo, la educación y salud para todos, por la cuestión de género, medioambientales, etcétera. Siempre nos interrogan si hay recursos para tantas demandas y nos cansamos de reiterar que una redistribución progresiva del ingreso[20] y, aún más, la eliminación de la explotación, son escenarios posibles. Sin embargo, debe ponerse énfasis en la capacidad que se logre para organizar social y políticamente a los actores populares. Organizarlos en la perspectiva de generalizar sus propuestas en el ámbito social y lograr la masividad de la movilización para la transformación de la realidad. Una transformación que muchos seguimos identificando con el socialismo. Se trata de pensar en otra sociedad, tal como sostiene el FSM cuando nos convoca a pensar que otro mundo es posible. Alguna vez sostuvimos que el mayor éxito de los impulsores de las políticas neoliberales radicaba en la destrucción de sujetos resistentes. Es el efecto logrado luego de aplicar mecanismos de violencia explícita, como las dictaduras militares, o implícita, mediante la transferencia de ingresos desde los más empobrecidos a los más enriquecidos. Redes sociales como ATTAC, Jubileo Sur y muchas otras son parte de un proceso que incluye a antiguos militantes sociales y políticos, junto a nuevas camadas de jóvenes, hombres y mujeres que buscan un lugar para construir un nuevo tiempo que privilegie las aspiraciones, necesidades y deseos de la humanidad. Notas: [1] La aceleración de las relaciones de intercambio en el ámbito mundial ha privilegiado el ciclo de circulación de la forma dinero del capital, superando por varias veces la circulación de mercancías. Incluso, debe consignarse un retraso relativo en la evolución de la forma productiva en relación con el proceso de valorización financiera. [2] Orlando Caputo, "La economía de Estados Unidos y de América Latina en las últimas décadas", ponencia presentada en la reunión del Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre en enero de 2001 y en el Encuentro de Economistas sobre la Globalización, en La Habana, Cuba, en enero de 2001. [3] James Tobin, "A Proposal for International Monetary Reform" ("Propuesta para una reforma monetaria internacional"), Eastern Economic Journal, vol. 4, julio-octubre de 1978, pp. 153-59. Tomado de la sección documentos del sitio de ATTAC en internet: http://www.attac.org/argentina. [4] El Banco de Basilea estimaba en 1998 que la circulación diaria de capitales superaba los 1.8 billones de dólares. Ibid. [5] Perry Anderson, La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social, Eudeba, Buenos Aires, 1998. [6] Eric Toussaint, sitio de ATTAC en internet, serie documentos. [7] Julio Sevares, documento presentado al Consejo Académico de ATTAC-Argentina. Puede leerse en el sitio en internet mencionado. [8] Emir Sader (comp.), El ajuste estructural en América Latina. Costos sociales y alternativas, Clacso, marzo de 2001. [9] Ponencia coordinada por el autor en el seminario internacional organizado conjuntamente por Clacso y ATTAC-Argentina: "El impacto social del movimiento internacional de capitales", de próxima aparición como libro editado por Clacso y compilado por el autor. [10] Denominación impuesta por Susan Strange. [11] Citado por Kim Moody en Against the Current: "What is called globalization is really another name for the dominant role of the United States", Henry Kissinger, 1999. [12] Génova fue el escenario de la mayor manifestación contra la globalización neoliberal y el saldo represivo incorpora, a cientos de reprimidos, la muerte de Carlo Giuliani, un joven abatido por las fuerzas represoras de una confrontación desigual entre resistentes y fuerzas de seguridad fuertemente armadas. [13] El zapatismo demostraba que era necesaria y posible la confrontación y en un momento muy especial: se iniciaba el NAFTA o Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México. El TLC expresó el inicio de una estrategia que Estados Unidos intenta extender con el ALCA a todo el continente en 2005, con excepción de Cuba. Justo cuando Estados Unidos mostraba su intención hegemónica en territorio considerado propio, uno de los pueblos más afectados por la explotación capitalista señalaba el carácter contradictorio de las relaciones sociales y la existencia de "otredad" que se expresa en todo escenario social. La lucha de clases se hacía visible y daba por tierra con las concepciones finalistas de las ideologías o de la historia. [14] El Observatorio de la Mundialización, con sede en París, conformado por destacadas personalidades y presidido por Susan George, jugó un gran papel en la difusión de una crítica documentada sobre las implicaciones del AMI en sus pretensiones por asegurar derechos excepcionales a las inversiones de las corporaciones transnacionales. [15] La Ronda había sido convocada para noviembre de 1999 en Seattle. La contracumbre o "batalla de Seattle" ha hecho imposible hasta ahora su discusión. Se anuncia que en noviembre de 2001 y en Qatar se podrán iniciar los debates, ya que se trata de uno de los pocos lugares del mundo que podría impedir la realización de una contracumbre. [16] Folleto de ATTAC-Argentina, "En el Foro Social Mundial", editado por ATTACArgentina. Puede leerse en internet: http://www.attac.org/argentina. [17] La consulta popular trata de un Seguro de Empleo y Formación de 380 dólares mensuales para cada jefe(a) de hogar desempleado(a) y 60 dólares por mes de asignación universal para los menores de dieciocho años, posibilitando para una familia tipo un ingreso superior a los montos que establece la línea de pobreza en el país. [18] Reunión donde participó la CTA como miembro de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur. [19] Es un movimiento que resignifica la propuesta de Tobin, ya que agrega como destino de la potencial recaudación unos 100 mil millones anuales a satisfacer necesidades insatisfechas de carácter alimentario, sanitario o educativo a escala planetaria. Se presenta como una organización de estudio sobre el funcionamiento del capitalismo actual y de organización social para contribuir a resolver la fragmentación social imperante. En ATTAC-Argentina se sostiene, a diferencia de la propuesta original de Tobin, que la administración de los recursos podría realizarla el FSM. [20] Para el caso argentino, la sola eliminación del pago de intereses de la deuda externa eliminaría el déficit fiscal que justifica los ajustes actuales. El logro de la demanda del movimiento por la consulta popular eleva el piso de los ingresos de los trabajadores y, aunque parcial, contribuye a superar los actuales niveles de pobreza. Lo mismo vale en relación con la implementación de la tax Tobin en el ámbito internacional. El solo hecho de las campañas de movilización impulsadas es parte de la lucha por constituir sujetos e incidir en la batalla por la distribución del ingreso, e incluso la perspectiva de transformación social. La selva y la polis. Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo* Atilio A. Boron La excepcional trascendencia del zapatismo La emergencia del zapatismo está destinada a dejar una profunda huella en las sociedades latinoamericanas. La práctica política contemporánea, tanto como la reflexión sobre las circunstancias sociales por las que atraviesa nuestra región, han sido decisivamente influidas por la fulminante aparición del movimiento armado chiapaneco. Como era dable esperar, las ciencias sociales no pudieron sustraerse a sus influjos -ni hubiera sido deseable que tal cosa ocurriera, en caso de haber sido posible. En consecuencia, a partir de 1994 un número creciente de trabajos, estudios e investigaciones en América Latina tanto como fuera de ella se han dedicado a examinar desde los más diversos ángulos el fenómeno del zapatismo. No pretendemos agregar un nuevo título a la voluminosa bibliografía ya existente sino proponer una reflexión preliminar en torno a algunos temas fundamentales de la teoría política del socialismo puestos en cuestión por el discurso y la práctica del zapatismo. Tres son los rasgos que definen la singular trascendencia del zapatismo en la escena contemporánea. Por una parte, se trata del primer movimiento de masas que convoca a una resistencia global, armada y sin cuartel contra el neoliberalismo. En esta perspectiva sería difícil exagerar los alcances de su impacto, sentido con fuerza no sólo en México y América Latina sino también en Europa, Estados Unidos y en muchos otros países. La articulación de la rebelión de los indígenas y campesinos del estado más pobre de México con las modernas tecnologías de comunicación demostró poseer una fuerza expansiva inusitada. En pocas semanas, el EZLN y su figura más visible, el subcomandante Marcos, se convirtieron en iconos y referentes imprescindibles del creciente movimiento antimundialización que lentamente iba tomando cuerpo tanto en el Norte como en el Sur. El uso inteligente de las posibilidades abiertas por los más recientes desarrollos de la informática hizo que los avatares de la guerrilla zapatista desde sus enfrentamientos con el ejército mexicano hasta sus comunicados y grandes encuentros internacionales en la selva Lacandona- se incorporaran a la experiencia cotidiana de millones de personas en todo el mundo que de esa manera contemplaban cómo, en un apartado rincón de América, el neoliberalismo era resistido con las armas en la mano. A estas alturas de los acontecimientos resulta ocioso subrayar la importancia que muy pronto adquirió el movimiento chiapaneco como fuente de inspiración para el surgimiento de otras fuerzas contestatarias en todo el mundo. En segundo lugar, el zapatismo produjo la mayor conmoción en la larga historia del estado surgido de la revolución mexicana de 1910. Una vez más, no sería exagerado afirmar que la insurgencia chiapaneca desempeñó un papel fundamental en precipitar la derrota electoral del PRI al plantear con inigualada crudeza y contundencia todas las lacras del sistema, y sobre todo al denunciar la vergonzosa deuda histórica que la revolución tenía con aquellos a quienes, supuestamente, había venido a redimir: los campesinos e indígenas de todo México. Y, tras de ellos, la incapacidad del partido gobernante para dar respuesta a las necesidades y expectativas de grandes sectores de las clases y capas populares, que especialmente luego del "giro neoliberal" experimentado a mediados de los ochenta y llevado al paroxismo durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, tuvieron que absorber todo el peso de la crisis sobre sus hombros. La insurgencia del EZLN ratificó por enésima vez la verdad contenida en un viejo axioma de la política latinoamericana: en estas latitudes nada se cambia si no es bajo la amenaza de una revolución. En el continente donde se registra la mayor desigualdad económica y social del planeta, en esta región de extremos, en ausencia de una impetuosa movilización popular que coloque a la sociedad a las puertas de una revolución, las políticas reformistas del gradualismo y la moderación sólo sirven para consolidar el status quo. El flemático reformismo que en Europa se tradujo en un lento pero sostenido progreso hacia una sociedad más igualitaria es entre nosotros dolorosa ratificación de la injusticia. La historia enseña que en América Latina, para hacer reformas, se requieren revoluciones (Boron, 1997: cap. 2 y 5; Boron, 2000b: cap. 6). Tercero, el zapatismo ha tenido, en el plano de las ciencias sociales, un mérito enorme: el de haber reintroducido en la enrarecida atmósfera académica de los noventa -envuelta en los nada inocentes vapores embriagantes del posmodernismo, el "giro lingüístico", el posmarxismo, el individualismo metodológico y otras extravagancias por el estilo- la problemática de los sujetos y del conflicto social que en su extravío teórico había sido abandonada por los intelectuales poseídos por eso que Platón denominaba "el afán de novedad". Como bien observa John Holloway, el 1° de enero de 1994 los zapatistas "llegaron como gente prehistórica saliendo de sus cuevas, hablando de dignidad y humanidad" (Holloway, 2001a: p. 172). La súbita irrupción de campesinos, indígenas y otros "condenados de la tierra" que habían sido olvidados por el saber convencional que tuvieron que cubrir sus rostros para que los poderosos se dignaran verlos- puso fin a estériles escolasticismos y precipitó la reconfiguración de la agenda de las ciencias sociales de la región. Es por todo lo anterior que le asiste plenamente la razón a Pablo González Casanova cuando subraya, en su intervención en el diálogo de Cuernavaca, la "contribución universal" hecha por el zapatismo, que según este autor transita por diversos carriles. Por una parte, porque en la selva Lacandona se está "pensando con una profundidad extraordinaria [...] en un proyecto de democracia universal, de democracia alternativa que [...] pone el acento en la estructuración de los poderes en las comunidades sociales sobre la base de un tipo de democracia plural, respetuosa de todas las religiones, de todas las ideologías". Pero además, nos recuerda este autor, el carácter civilizatorio del zapatismo se afianza en su singular sensibilidad para capturar la problemática moral de las revoluciones y de los movimientos sociales, a la vez que "descubre la importancia de un valor extraordinario que es la dignidad" (Arguedas, 1999: p. 34). En otro de sus escritos dedicados al tema, González Casanova hace justicia al zapatismo cuando lo define como un movimiento posmoderno extraordinariamente original y creador. Esta tesis se confirma cuando por posmoderno se entiende un movimiento histórico que ocurre y aprovecha las experiencias de los proyectos anteriores socialdemócratas, nacionalistarevolucionarios y comunistas, para no cometer los errores que aquéllos cometieron [González Casanova, 2001a: p. 8]. Una vez planteada la excepcional singularidad y novedad del zapatismo -y la importancia extraordinaria que, para todo este continente, tiene la plena satisfacción de sus demandas- conviene interrogarse sobre las enseñanzas que los movimientos sociales contestatarios y las fuerzas progresistas de América Latina podrían extraer de algunas tesis políticas sustentadas por el EZLN y por algunos de sus voceros, ciertamente no siempre "oficiales" y no pocas veces autoproclamados. Para mantener la opción de izquierda viva en nuestro continente es preciso tener la audacia necesaria como para ejercitar un persistente revisionismo, tal como el de Marx y Engels cuando proponían una crítica implacable a todo lo existente, incluyendo su propia obra. O como el que caracterizara la actitud de algunas de las más grandes cabezas del movimiento socialista internacional, desde Lenin y Trotsky hasta Gramsci, pasando por Rosa Luxemburgo y Lukács. Por eso no podríamos estar más de acuerdo con Marcos cuando alertó sobre los peligros de "una izquierda obcecada en vivir del y en el pasado". Un socialismo vuelto hacia el pasado y empantanado en él mismo no sólo se vuelve en contra del legado fundamental del pensamiento marxista sino que se condena a sí mismo a la inoperancia e irrelevancia políticas. Pero este peligro no es el único. Otro, que infelizmente hemos conocido en algunas experiencias históricas, es el de postergar para las calendas griegas el debate sobre las cuestiones cruciales de la estrategia y la táctica de los movimientos insurgentes, evitando someter a discusión esa "guía para la acción" que es la teoría. Lo que sigue es, en consecuencia, una propuesta para reflexionar en torno a algunas de las tesis políticas centrales del zapatismo. El zapatismo ha introducido una innovación radical en las concepciones teóricas de la izquierda, trayendo un soplo de frescura sobre dogmas acartonados o pragmáticos consignismos disfrazados de sesudas categorías analíticas. Por eso mismo es que nos parece pertinente examinar y discurrir en torno a algunos problemas emanados de la renovación teórica que se desprende de la guerrilla zapatista. Conviene aclarar, eso sí, que se trata de tesis que no siempre fueron formuladas por la dirigencia zapatista; en muchos casos son elaboraciones efectuadas por intelectuales vinculados más o menos indirectamente al zapatismo, y que aparecen prima facie como consistentes con las orientaciones políticas del movimiento chiapaneco. Pero, además, hay una segunda razón para este ejercicio: tesis que guardan una cierta "afinidad de sentido" con las que se adjudican al zapatismo han aparecido, a veces en forma grotesca, en ciertos documentos de la llamada "centroizquierda" latinoamericana. Por supuesto hay un abismo que separa al zapatismo de planteamientos como los que se plasmaron en el así llamado Consenso de Buenos Aires, abismo tanto de naturaleza teórica y doctrinaria como práctica. Una averiguación sobre algunos de los interrogantes que suscitan las tesis del zapatismo puede, por tanto, colaborar para clarificar los términos de un debate en un ámbito que trasciende la especificidad del caso mexicano y, eventualmente, evitar la reiteración de los errores cometidos en anteriores experiencias revolucionarias. Sociedad civil y democracia En diversas alocuciones de Marcos y en muchos documentos del EZLN aparecen reiteradas referencias a la "humanidad" y la "sociedad civil", así como frases tales como "democracia de todos" y otras por el estilo. La Segunda Declaración de la Selva Lacandona (1994) es un conmovedor llamado a la sociedad civil "a que se organice en las formas que considere pertinentes para lograr el tránsito a la democracia en nuestro país" (Arguedas, 1999: p. 131). Afirmaciones similares jalonan el texto y reaparecen más acentuadamente en la Quinta Declaración de la Selva Lacandona (1998): "la sociedad civil nacional ha sido el factor fundamental para que las justas demandas de los zapatistas y de los indígenas de todo el país continúen por el camino de las movilizaciones pacíficas" (ibid., p. 179); "es esta la hora de la sociedad civil nacional y de las organizaciones políticas y sociales independientes" (ibid., p. 181); "queremos la democracia, la justicia y la libertad para todos" (ibid.). Es cierto que, tal como lo observaba Palmiro Togliatti a propósito de la lucha antifascista, en ciertas ocasiones podía admitirse una cierta laxitud del lenguaje y utilizar la palabra "fascismo" para caracterizar a cualquier régimen despótico. Pero el dirigente italiano advertía acerca de los peligros que entrañaba el uso indiscriminado de una expresión exitosamente establecida como slogan denunciativo en la imprescindible tarea de caracterizar con precisión la naturaleza específica de la dictadura que se estaba combatiendo. Dado lo anterior, ¿qué decir de expresiones tan ambiguas como "humanidad" y "sociedad civil", caras al acervo doctrinario del zapatismo y a ciertas variedades del pensamiento político latinoamericano contemporáneo? Lo menos que uno podría asegurar es que el uso, y abuso, de tales categorías -no sólo en boca del zapatismo sino de buena parte del pensamiento crítico latinoamericano- puede inducir a serios equívocos y, por qué no, a catastróficas derrotas cuando insensiblemente se las convierte en categorías interpretativas de la realidad política para orientarse en las tinieblas de la coyuntura. Veamos algunas de las perplejidades e interrogantes suscitadas por el uso que el zapatismo hace de categorías como "sociedad civil" y "democracia". Primero, en relación a la "sociedad civil". Se trata de una categoría profusamente utilizada en el discurso político latinoamericano desde los años noventa y no sería una exageración afirmar que, en su significado actual, es una de las más confusas y enmarañadas de las ciencias sociales. No siempre fue así, sobre todo si pensamos en la economía política clásica, la filosofía hegeliana y la tradición marxista. En esta última, el concepto de "sociedad civil" tiene un significado bien claro; pero su resuelta adopción como consigna movilizadora en las luchas contra las autocracias de los antiguos países del así llamado "socialismo realmente existente" la rodeó de un aura de bondad que no hacía sino acentuarse en proporción directa a su creciente vaciamiento conceptual. A partir de la situación particular de los países del Este europeo y la Unión Soviética la "sociedad civil" pasó a ser concebida, en forma maniqueísta, como todo aquello que no era estado y que, supuestamente, era antitético y opuesto a él. En una posterior vuelta de tuerca, efectuada una vez producido el derrumbe de los socialismos autoritarios, la "sociedad civil" se convirtió en emblema y sinónimo de la esfera de la libertad, mientras que el estado quedó crucificado como la del despotismo y la coerción. Probablemente éste haya sido el sentido en que el zapatismo comenzó a utilizar la expresión desde su aparición pública, para señalar la profunda crisis orgánica que separaba a la sociedad mexicana de su sistema de representación política hegemonizado por esa "dictadura perfecta" en que, al decir de Mario Vargas Llosa, se había convertido el estado priísta. Pero la consigna está erizada de peligros, como veremos a continuación. La genealogía del concepto y su tortuosa historia comienza con el Iluminismo escocés y muy especialmente con Adam Ferguson-, sigue luego con Hegel y Marx y culmina, en una brillante reconstrucción, en la reflexión gramsciana.[1] Por el momento basta con tomar nota de la verdadera revolución copernicana desencadenada por Marx al plantear, a diferencia de sus predecesores, que "la anatomía de la ‘sociedad civil’ hay que buscarla en la economía política" (Marx, 1859: p. 76). Es esa anatomía la que nos exhibe las clases sociales y los fundamentos materiales sobre los cuales reposa el conjunto de la vida social, y si bien éstos, al decir de Marx, "pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales", no ocurre lo mismo con la multiplicidad de formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas mediante las cuales los hombres adquieren conciencia de su ser social. En su análisis, Meiksins Wood somete a crítica el "nuevo culto a la sociedad civil" subrayando cómo, a diferencia de lo planteado por la tradición marxista, la categoría deja de ser utilizada como un instrumento crítico de la sociedad capitalista para convertirse en una sutil apología de la misma. Es que, señala nuestra autora, si con Gramsci el concepto de "sociedad civil" se amplía hasta superar las connotaciones fuertemente económicas que tenía en la tradición clásica (y no sólo marxista) para dar cuenta de los elementos ideológicos, culturales y políticos inherentes a la hegemonía burguesa y plantear, desde allí, una estrategia de lucha contra el capitalismo, en las versiones contemporáneas la "sociedad civil" aparece precisamente como la expresión del agotamiento (o la futilidad) de esa lucha. La "sociedad civil" aparece, en consecuencia, como una verdadera congerie de grupos y categorías sociales, instituciones, identidades y organizaciones (muy especialmente las ONG),[2] ante la cual, y como si respondiera a un irresistible mecanismo reflejo, el progresista bienpensante de nuestro tiempo no demora un segundo en celebrar este magnífico florecimiento de las diversidades, "otredades" y diferencias que nos obsequia el capitalismo moderno. Sin embargo, esta ensordecedora exaltación de las diferencias y las identidades oculta en su cacofonía el hecho de que una de esas "diferencias", la que se deriva de la pertenencia a una clase social, lleva en su frente el signo del pecado. Contrariamente a las demás, su despliegue implica necesariamente dominación y explotación pues supone dominados más sometidos y explotados más indefensos. Va de suyo que la venturosa "fortuna" académica y política de la categoría de "sociedad civil" no ha sido para nada casual. En la sutileza de su reconstrucción actual no niega la existencia de las clases sociales, pero diluye por completo su relevancia y desdibuja el conflicto estructural que las opone, fundiéndolas en la miríada de sujetos que componen la "sociedad civil". Tal como señala Meiksins Wood, la categoría de "sociedad civil" cumple una función muy precisa en la batalla ideológica de nuestros días: obstaculizar la percepción de la sociedad de clases y la explotación que le es inherente, e invisibilizar al capitalismo que, de este modo, queda completamente "naturalizado" y, por eso mismo, al margen de toda crítica. Como dice Hayek, ¿qué sentido tiene hablar de la "maldad" o "injusticia" de un terremoto? No fue casualidad entonces que, habida cuenta de la enorme popularidad adquirida por una expresión como "sociedad civil" -la cual, supuestamente, aludía a las nobles reservas morales, espirituales y políticas que en los países del Este contrastaban luminosamente con los siniestros perfiles de una omnímoda nomenklatura-, dicha expresión no pasara inadvertida para los intelectuales orgánicos de la gran burguesía financiera global quienes, ni lerdos ni perezosos, no tardaron en incorporarla a los discursos y análisis llevados a cabo en los "tanques de pensamiento" del capitalismo. Se produjo, de esa manera, la coincidencia entre los discursos de los agentes políticos y sociales que estaban protagonizando las "transiciones hacia la democracia" durante los últimos años del pasado siglo y los argumentos de los ideólogos del capital que, desde el Banco Mundial y otras usinas similares, promovían incansablemente una cruzada en contra del estado democrático, a quien tratan de "redimensionar" hasta convertirlo en un pigmeo insignificante y a merced de las fuerzas del mercado. En este marco, cabe entonces que nos interroguemos acerca del papel de las clases sociales y su conflicto en la "humanidad" y la "sociedad civil". ¿Es razonable suponer que los zapatistas puedan adherir, aunque sea por omisión, a la tesis que anuncia que en el capitalismo globalizado han desaparecido las clases sociales y que, por lo tanto, su antagonismo se diluyó en el diáfano aire de la "sociedad civil"? ¿O que sean solidarios con una visión apologética del capitalismo como la que ofrece Manuel Castells en su concepto de "sociedad red"? No nos parece, dada la clara inspiración que la dirigencia zapatista encuentra en el materialismo histórico (aunque no sólo en él), pero el persistente empleo de una categoría tan ambigua como la que estamos criticando no deja de despertar un fundado escozor. Creemos que el saludable rechazo del zapatismo a algunas de las tristemente célebres tesis del "marxismo oficial" de la Unión Soviética que reducían la conflictividad de lo social solamente a la lucha de clases, ignorando todo lo demás- no debería hacerse al precio de adoptar una postura ecléctica ante la concepción definitivamente "premarxista" de los teóricos del "poscapitalismo" que niegan la existencia de las clases sociales y la explotación capitalista. Si algo ha podido comprobarse en los turbulentos finales del siglo XX, es que ciertas realidades tempranamente advertidas por Marx y Engels en el Manifiesto comunista fueron notablemente ratificadas con el devenir del proceso histórico, y la relevancia estratégica de las clases sociales en la sociedad capitalista, lejos de atenuarse, no hizo sino acrecentarse a lo largo del siglo (Boron, 2000b: cap. 1; Meiksins Wood, 1998). Siendo esto así, invocaciones genéricas a la "sociedad civil" y la humanidad podrían convertirse en obstáculos formidables a la hora de caracterizar adecuadamente las coyunturas en donde se despliega el antagonismo entre los movimientos sociales contestatarios y las "fuerzas del orden". ¿O es que los latifundistas de Chiapas y los paramilitares que utilizan la violencia para perpetuar la sujeción del indígena no forman parte de la "humanidad" y la "sociedad civil"? ¿No forman también parte de la "sociedad civil" los grupos paramilitares que perpetraron la masacre de Acteal? ¿Y qué decir de las grandes empresas que quieren desalojar a los campesinos de la selva Lacandona, representantes, al decir de Marx, de "la furia del interés privado"? No pareciera haber asidero alguno para suponer que los zapatistas crean que la "sociedad civil" pueda ser concebida como una entidad que supera la escisión capitalista entre explotadores y explotados, pero es preciso reconocer que la laxitud con la que emplean ciertas expresiones propicia la confusión y podría llegar a tener consecuencias sumamente negativas para el futuro del zapatismo y, por añadidura, para las fuerzas de izquierda de nuestros países. En segundo lugar, y en relación a la democracia, cabría preguntarse hasta qué punto no se introducen en el discurso zapatista ciertos elementos de una concepción del estado y la democracia propios del liberalismo político. En efecto, por momentos no parece haber una clara conciencia de que la democracia es una forma estatal, y que en el capitalismo -más aún: mientras exista la sociedad de clases- incluso la más evolucionada de las democracias no será otra cosa que la cristalización de un pacto por el cual las clases subalternas abdican de su derecho a la revolución y negocian (en mejores o peores condiciones según la históricamente variable correlación de fuerzas) las condiciones de su propia explotación. La teoría marxista de la política asegura por eso que la democracia también es su opuesto, es decir, una dictadura clasista.[3] La metodología y los aparatos institucionales y legales mediante los cuales se realiza la imposición de la minoría propietaria de los medios de producción sobre una mayoría de desposeídos pueden respetar, hasta cierto punto, algunos derechos y garantías constitucionales (lo cual no es un dato menor ni una mera "formalidad"), pero esto no altera de ninguna manera la naturaleza despótica de un orden político en el cual las minorías prevalecen sistemáticamente sobre las mayorías. Y como nos lo recuerda Aristóteles, dado que los pobres son siempre más, no se trata de una simple cuestión aritmética sino de una cuestión social, o de cómo una clase dominante prevalece sobre el conjunto apelando a métodos democráticos (Boron, 1997: cap. 7; Boron, 2000b: cap. 2 y 4). En la tradición liberal, por el contrario, la democracia se vacía de contenidos igualitarios y emancipadores y se repliega sobre la abstracción fetichizada del puro procedimiento administrativo. Es por ello que, en una verdadera apoteosis de la sinrazón, Joseph Schumpeter escribió a mediados del siglo pasado que la democracia es un método para la toma de decisiones mediante el cual una comunidad puede decidir "democráticamente" si habrá de perseguirse a los cristianos, enviar las brujas a la hoguera o exterminar a los judíos (Schumpeter, 1942: p. 242). Al ser un simple procedimiento o método, la democracia es indiferente ante los contenidos de las decisiones o los valores que las orientan. Tal es el deplorable legado del refundador del liberalismo político contemporáneo, que tan duradera influencia ejerciera sobre el saber convencional de las ciencias sociales y, muy especialmente, de la ciencia política. En resumen, el estado es antes que nada un "pacto de dominación clasista", y esto es tan cierto en los capitalismos periféricos regularmente azotados por brutales dictaduras como en los desarrollados, en donde al decir de V. I. Lenin la democracia burguesa es la "fórmula más conveniente" para imponer el predominio de una clase, o alianza de clases, sobre las demás. Por lo tanto, cualquier proyecto que se proponga la construcción de una "democracia universal" -¿una en donde opresores y oprimidos convivan pacíficamente?- no parecería ser una guía suficientemente segura para orientar la acción de los agentes sociales del cambio y la transformación estructural de América Latina. La "democracia de todos" del zapatismo constituye un noble ideal por el cual vale la pena luchar pero cuya puesta en marcha supone, previamente, nada menos que la superación de la sociedad de clases. Sin satisfacer esta condición la consigna se vacía por completo de sentido, convirtiéndose en una fórmula tan hueca como la democracia con base en el sufragio universal propia de los estados capitalistas. Esto, a su vez, nos remite al problema del tránsito de una formación social capitalista a otra que, para evitar discusiones prematuras, nos limitaremos a denominarla como "poscapitalista", lo cual nos coloca de bruces frente al problema del poder y el estado. La cuestión del poder y la "ilusión estatal" Según Holloway, "el núcleo de lo nuevo del zapatismo es el proyecto de cambiar el mundo sin tomar el poder" (Holloway, 2001a: p. 174). En términos más amplios, los zapatistas dicen que "no es necesario conquistar el mundo. Basta con que lo hagamos de nuevo". Para Holloway el zapatismo permite a la izquierda superar la "ilusión estatal", rémora doctrinaria expresiva de una concepción estadocéntrica de la revolución en la cual ésta era asimilada "a la conquista del poder estatal y la transformación de la sociedad a través del estado" (ibid.). Según nuestro autor, el clásico debate marxista que contraponía reforma y revolución ocultaba, pese a las aparentes diferencias, un acuerdo fundamental en torno al carácter estadocéntrico del proceso revolucionario. De ahí que "la gran aportación de los zapatistas haya sido romper el vínculo entre revolución y control del estado" (ibid.). No sabemos si la formulación de Holloway representa la concepción a la cual adhiere la dirigencia del EZLN.[4] Se trata de temas muy polémicos y es muy probable que en las filas de los insurgentes coexistan distintas corrientes de pensamiento en relación a los mismos. Pero, en todo caso, se trata de un argumento desarrollado por un intelectual de primera línea y una de las cabezas más lúcidas de la nueva izquierda. Por si lo anterior no fuera suficiente, su argumentación no sólo tiene un innegable mérito propio -toda vez que los problemas a los que se refiere son de gran trascendencia teórica y práctica- sino que, además, tiene el valor de ilustrar un rango de preocupaciones comunes a buena parte del pensamiento alternativo y progresista de comienzos del siglo XXI. Prueba de ello nos la ofreció Boaventura de Sousa Santos cuando escribió, inspirado por la entrada de los comandantes zapatistas al Zócalo de la ciudad de México, que "si son muchas las formas del poder, de nada vale conquistar el poder del estado si la sociedad no fue transformada" (De Sousa Santos, 2001: p. 1). Ya en un trabajo anterior el propio Holloway se había dedicado extensamente al tema (Holloway, 1997): "La revuelta de la dignidad", decía en esa ocasión, "no puede aspirar a tomar el poder estatal" dado que "el rechazo al poder estatal es simplemente una extensión de la idea de la dignidad". Y remataba su argumento de la siguiente manera: El estado, cualquier estado, está tan integrado en la red global de relaciones sociales capitalistas que, cualquiera que sea la composición del gobierno, está obligado a promover la reproducción de dichas relaciones [...] Asumir el poder estatal ("democráticamente" o no) implicaría inevitablemente abandonar la dignidad. La revuelta de la dignidad sólo puede aspirar a abolir el estado, o, más inmediatamente, a desarrollar formas alternativas de organización social y a fortalecer el (anti)poder antiestatal. [...] El problema de la política revolucionaria, entonces, no es tomar el poder sino desarrollar formas de articulación política que obligarían a los que detenten los cargos estatales a obedecer al pueblo (de tal forma que, una vez que tal organización esté bien desarrollada, la separación entre estado y sociedad quedaría superada y el estado efectivamente abolido) [ibid., p. 24]. Toda esta trama argumentativa es muy rica y remite a venerables discusiones que animaron al movimiento socialista internacional desde mediados del siglo XIX. Obviamente que no es éste el momento de pasar revista a las mismas. Bástenos por ahora con examinar varias objeciones que podrían oponerse al planteamiento precedente. En primer lugar, nos parece que habría que llamar la atención ante un rasgo soslayado en el planteamiento de Holloway y que es de fundamental importancia, a saber: que es el propio capitalismo el que ha ido adoptando cada vez más un patrón estadocéntrico de organización, y que si en el pensamiento marxista clásico se advierte con nitidez la presencia de un cierto estadocentrismo -más o menos marcado según los casos-, ello obedece a dos causas. Por un lado, al hecho de que el marxismo como teoría reproduce en el plano del pensamiento los acontecimientos, procesos y estructuras que existen en la realidad. Sería muy grave que la evidente "estatificación" del capitalismo pasara inadvertida por los teóricos marxistas, y que éstos siguieran pensando que la gravitación del estado en el mundo contemporáneo es la misma que tenía cuando Marx visitaba a diario la biblioteca del Museo Británico y todos los civil servants de la reina Victoria eran muchos menos que los trabajadores que hoy emplea Pemex. Por el otro, porque como teoría el marxismo no puede quedar inmune ante la influencia que sobre las fuerzas contestatarias ejerce la forma predominante de organización de sus opresores. Esto fue percibido con singular claridad no sólo por teóricos y protagonistas tan destacados como Lenin y Gramsci, sino también por estudiosos ajenos al marxismo como el sociólogo alemán Georg Simmel. Si una estructura como la capitalista acentúa cada vez más el papel del estado en la perpetuación de sus condiciones de dominación, no parece demasiado razonable que sus adversarios hagan caso omiso de este rasgo para concentrar sus esfuerzos -tanto en el plano teórico como en el de la lucha práctica- en otras direcciones. En efecto, ¿cómo ignorar el papel crecientemente importante que el estado ha adquirido en la acumulación capitalista, y cuyo ritmo de acelerada gravitación se acentuó a partir de la gran depresión de 1929, dando lugar a una inocultable "estatificación" del proceso de acumulación? (Boron, 1997: cap. 3 y 4). Este fenómeno puso de relieve un rasgo esencial del estado capitalista: su papel como organizador de la dominación de los capitalistas y, simultáneamente, como desorganizador de las clases subordinadas. Y si bien en los países de la periferia el estado se ha debilitado en gran medida, quedando a merced de las oligarquías que controlan los "mercados", aun en estos casos ha seguido cumpliendo fielmente la doble tarea señalada más arriba. Una fuerza insurgente y anticapitalista no puede darse el lujo de ignorar, o subestimar, un aspecto tan esencial como éste. El capitalismo contemporáneo promueve una cruzada teórica en contra del estado, mientras en el plano práctico no cesa de fortalecerlo y asignarle nuevas tareas y funciones. En realidad, la "ilusión estatal" parecería más bien anidar en aquellas concepciones que, pese a las evidencias en contrario, no alcanzan a distinguir la retórica antiestatista de la práctica estatizante del capitalismo "realmente existente", ni a percibir el carácter cada vez más estratégico que el estado ha asumido para garantizar la continuidad de la dominación capitalista. Las limitaciones de este diagnóstico se tornan aún más clamorosas cuando Holloway incorpora una tesis muy cara al pensamiento neoliberal y al posmodernismo en general, que asegura "que los estados no son los centros de poder que asumían las teorías estadocéntricas de Luxemburgo y Bernstein" (ibid., p. 174). Este razonamiento culmina proclamando la supuesta desaparición del capital nacional y su remplazo por un capital global carente de una base estatal-nacional, operando a partir del sustento que le ofrece la mundialización de las operaciones económicas. En una línea que corre paralela a la de Holloway, encontramos la rica y sugerente formulación de De Sousa Santos cuando plantea la tesis de la transformación del estado nación en un "novísimo movimiento social" (De Sousa Santos, 1999: p. 38). Según este autor, se ha producido un proceso de "descentramiento" del estado a causa del declive de sus capacidades regulatorias, lo cual sentencia a la obsolescencia a las teorías de inspiración liberal tanto como a las que se reclaman en el marxismo. A consecuencia de lo anterior, la despolitización del estado y la desestatización de la regulación social [...] indican que bajo la denominación "estado" está emergiendo una nueva forma de organización política más amplia que el estado: un conjunto híbrido de flujos, organizaciones y redes en las que se combinan y solapan elementos estatales y no estatales, nacionales y globales. El estado es el articulador de este conjunto [ibid., p. 39]. El tema de la transformación epocal del estado es muy complejo y excede los objetivos de estas notas. Pero quisiéramos reafirmar nuestro desacuerdo frente a las tesis planteadas arriba y cuyo común denominador estaría dado por un diagnóstico, a nuestro juicio insatisfactorio, que a partir del reconocimiento de los cambios operados en la anatomía y el funcionamiento de los aparatos estatales concluye postulando su dilución. Hemos criticado estos planteamientos en otros lugares, razón por la cual no habremos de reiterar esos argumentos en esta ocasión (Boron, 1997: cap. 3, 4 y 8; Boron, 2000b: cap. 3 y 4). La evidencia disponible demuestra que las transformaciones sufridas por el estado burgués lejos de debilitarlo lo que hicieron fue cambiar las modalidades y los instrumentos de su intervención en el proceso de reproducción capitalista, redefiniendo más que nunca su perfil clasista y opresor en relación a las clases subalternas y perfeccionando la funcionalidad de sus comportamientos para las clases dominantes. El propio De Sousa Santos habla, en un pasaje de su obra, de un estado fascista y "hobbesiano" para los pobres y de otro democrático para los ricos (De Sousa Santos, 1999: p. 22). Ahora bien, si se profundiza en un aspecto mucho más específico como la naturaleza del vínculo estado/clases dominantes, las tesis que afirman el desdibujamiento estatal tropiezan con irrefutables evidencias aportadas por una pléyade de autores que demuestran lo equívoco de esta interpretación y los graves perjuicios que puede ocasionar a las fuerzas insurgentes que adhieran a esta perspectiva. La creencia de que los principales actores de la escena económica global, las "megacorporaciones", se han independizado por completo de cualquier "base nacional" no es nada más que una leyenda neoliberal desmentida inapelablemente por los datos concernientes al mundo empresarial de nuestros días. ¿Cómo reconciliar el carácter supuestamente "posnacional" de las grandes corporaciones "globales" con el hecho de que menos de 2 por ciento de los miembros de los directorios de las megacorporaciones americanas y europeas son extranjeros, y que más de 85 por ciento de todos sus desarrollos tecnológicos se originan dentro de sus fronteras "nacionales"? A pesar del alcance global de sus operaciones, cosa que no está en discusión, la Boeing o la Exxon son firmas estadounidenses, como la Volkswagen y la Siemens son alemanas y la Toyota y la Sony son japonesas. Cuando algún gobierno amenaza sus intereses, o cuando algún competidor "desleal" pone en cuestión su dominio del mercado, no son el secretario general de la ONU o el Consejo de Seguridad quienes toman cartas en el asunto, sino los embajadores de Estados Unidos, Alemania o Japón que tratarán de corregir el rumbo y proteger a "sus" empresas. La experiencia recogida en este sentido en la Argentina de los noventa es abrumadora. El mismo subcomandante Marcos nos dice que las doscientas grandes transnacionales responsables de casi un tercio del PIB mundial "pertenecen" a diez países: Japón, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza, Corea del Sur, Italia y los Países Bajos (Marcos, 1997: p. 124). Noam Chomsky, por otra parte, remite a una encuesta efectuada por la revista Fortune en donde las cien principales firmas transnacionales del mundo, sin excepción, declararon haberse beneficiado de una manera u otra con las intervenciones que realizaron en su favor los gobiernos de "sus países", y 20 por ciento de ellas reconocieron haber sido rescatadas de la bancarrota gracias a subsidios y préstamos de diverso tipo concedidos por "sus gobernantes" (Boron, 1999: p. 233). En la misma línea de razonamiento, Ellen Meiksins Wood escribió hace poco que "detrás de cada corporación transnacional hay una base nacional que depende de su estado local para sustentar su viabilidad, y de otros estados para darle acceso a otros mercados y otras fuerzas de trabajo". La conclusión de su análisis es que "el punto central de la globalización consiste en que la competencia no es tan sólo -ni siquiera mayormente- entre firmas individuales, sino entre economías nacionales. Y en consecuencia el estado-nación ha adquirido nuevas funciones como un instrumento de la competencia" (Meiksins Wood, 2000: p. 116). Es por eso que los estados nacionales siguen siendo actores de primer orden del capitalismo contemporáneo. Es más, la mundialización está bien lejos de ser un resultado "natural" o espontáneo del sistema sino que es, como se ha demostrado hasta el cansancio, la consecuencia premeditadamente buscada de las políticas estatales de los capitalismos metropolitanos. Sería imprudente desconocer un hecho tan crucial como éste. Pero hay otros problemas que emanan de la tesis de la "ilusión estatal", los cuales se arraigan en una lectura un tanto apresurada de las experiencias revolucionarias del siglo XX. Si la acusación de "estadocentrismo" es justa para caracterizar al marxismo soviético en la fase termidoriana de la revolución rusa, signada por la consolidación de Stalin en el poder, cuando se la dirige a las teorizaciones de Lenin sobre el significado y los obstáculos del avance revolucionario en Rusia, los errores pueden ser de gravísimas proporciones. Lenin advirtió bien desde el principio la importancia de distinguir entre: a) la "toma del poder", un acto eminentemente político por el cual las clases explotadas se apoderaban del estado, y b) la concreción de la revolución concebida como una empresa fundamentalmente civilizatoria. Comparando la revolución en Oriente y Occidente decía, en un pasaje luminoso de su obra, que "la revolución socialista en los países avanzados no puede comenzar tan fácilmente como en Rusia, país de Nicolás y Rasputín [...] En un país de esta naturaleza, comenzar la revolución era tan fácil como levantar una pluma". Y continuaba afirmando que es "evidente que en Europa es inconmensurablemente más difícil comenzar la revolución, mientras que en Rusia es inconmensurablemente más fácil comenzarla, pero será más difícil continuarla" (Lenin, 1918: pp. 609-14). Fue precisamente a partir de estas lecciones que brindaba la historia comparativa de las luchas obreras y socialistas en los albores del siglo XX que Lenin insistió en la necesidad de distinguir entre los "comienzos de la revolución" y el desarrollo del proceso revolucionario. Si en el primer caso la conquista del poder político y la conversión del proletariado en una clase dominante era condición indispensable -mas no suficiente- para el estallido del proceso revolucionario, su efectivo avance exigía una serie de políticas e iniciativas que trascendían largamente lo primero. En relación a este tema, no podemos soslayar la trascendencia de las contribuciones teóricas de Antonio Gramsci, quien señaló en múltiples escritos que la creación de un nuevo bloque histórico que desplazara a la burguesía en el poder suponía una doble capacidad de las fuerzas contrahegemónicas: éstas debían ser dirigentes y dominantes a la vez. Es más, en realidad las fuerzas insurgentes debían primero ser dirigentes, es decir, capaces de ejercer una "dirección intelectual y moral" sobre grandes sectores de la sociedad -esto es, establecer su hegemonía-, antes de que pudieran plantearse con alguna posibilidad de éxito la conquista del poder político y la instauración de su dominio. Pero dirección intelectual y moral y dominación política eran dos caras inseparables de una misma y única moneda revolucionaria: sin la primera la insurgencia social naufraga en el aparatismo; sin vocación de poder la lucha política deviene en etérea polémica cultural. Nos parece que en ciertas expresiones del zapatismo la segunda parte del programa gramsciano -precisamente, la relacionada con el poder y la dominación- se diluye introduciendo una escisión entre dirección y dominio que compromete seriamente la viabilidad del proyecto revolucionario. No se construye un mundo nuevo, como quiere el zapatismo, si no se modifican radicalmente las correlaciones de fuerzas y se derrota a poderosísimos enemigos. Y el estado es precisamente el lugar donde se condensan las correlaciones de fuerzas. No es el único lugar pero sí es, de lejos, el principal. Es el único desde el cual, por ejemplo, los vencedores pueden transformar sus intereses en leyes y construir un marco normativo e institucional que garantice la estabilidad de sus conquistas. Un "triunfo" en el plano de la sociedad civil es importantísimo pero carece de efectos imperativos: ¿o alguien duda de la arrasadora victoria que los zapatistas cosecharon con la Marcha de la Dignidad? Sin embargo, poco después el congreso produciría una vergonzosa legislación que retrotrajo la crisis chiapaneca a sus peores momentos, con total prescindencia del "clima de opinión" prevaleciente en la sociedad mexicana. Conclusión: por más que algunos teóricos hablen de la "desestatización" o el "descentramiento" del estado, éste seguirá siendo por bastante tiempo un componente fundamental de nuestras sociedades. Y más nos vale contar con diagnósticos precisos acerca de su estructura y funcionamiento, y con estrategias adecuadas para enfrentarlo.[5] De lo anterior se desprende que no más aceptable puede resultar la tesis de la "ilusión del poder", que engloba a la anterior y que predica la necesidad de abandonar la conquista del poder político. "No es un proyecto de hacernos poderosos", dice Holloway, "sino de disolver las relaciones de poder" (Holloway, 2001a: p. 174). Concedamos por hipótesis que Holloway está en lo cierto, pero admitamos también la legitimidad de las siguientes preguntas: ¿cómo disolver esas cristalizadas relaciones de poder que, por ejemplo en Chiapas, han condenado a los pueblos originarios a más de quinientos años de opresión y explotación? ¿Es razonable suponer que los beneficiarios de un sistema insanablemente inhumano e injusto -los latifundistas, los paramilitares, los caciques locales, etcétera- aceptarán hidalgamente su derrota en el plano de la sociedad civil y la disolución de sus estructuras de poder sin oponer una encarnizada resistencia? ¿Cómo se construyen esas "formas alternativas" de organización social y "el antipoder antiestatal" del que nos hablaba Holloway más arriba? ¿Será posible que la revolución requerida para fundar esas formas alternativas "avance preguntando"? ¿Basta sólo con preguntar, con imaginar, con soñar? Si es así, y reconociendo la extraordinaria creatividad del zapatismo en estos terrenos, ¿cómo es que la revolución ya no se ha consumado? ¿Cómo hacer para obligar a los detentadores del poder para que de ahora en más "manden obedeciendo"? ¿Se resuelven estos candentes problemas prácticos recurriendo a ingeniosos juegos de palabras? ¿No son esas "formas alternativas" de organización social, de poder y de estado si no otros nombres para referirse a una revolución social que destruye el orden capitalista e instaura otro nuevo? ¿No estará acaso esta revolución también ella oculta, como los rostros de los zapatistas, detrás de un discurso bellamente poético? ¿No son estos los problemas con que se han topado todas las experiencias revolucionarias desde la Comuna de París hasta nuestros días? Holloway argumenta, en una inevitablemente breve crítica a una primera versión de este trabajo, que las fuerzas transformadoras no pueden "adoptar primero métodos capitalistas (luchar por el poder) para luego ir en el sentido contrario (disolver el poder)".[6] Me parece que la lucha por el poder, sobre todo si la situamos en el terreno más prosaico de la política y no en el de las abstracciones filosóficas, no puede ser concebida como un "método capitalista" a partir de la afirmación de que "la existencia de lo político es un momento constitutivo de la relación del capital". ¿Qué significa esto? ¿Que no hubo política antes del nacimiento del capital? ¿O que la política como proyección de una voluntad nacional-popular en el sentido gramsciano, o como "poder constituyente" (Toni Negri) no es sino un epifenómeno del capital, incapaz por ello de oponerse al mismo y derrocarlo? ¿No corremos acaso el riesgo de culminar este razonamiento afirmando que todo lo existente no es sino un reflejo de la potencia omnímoda del capital? En tal caso, ¿no llegaríamos por esta vía a una especie de "fukuyamanismo de izquierda", sólo que en vez de celebrar el triunfo definitivo del capital se entonan marchas fúnebres a las fuerzas contestatarias encerradas para siempre en la supremacía de aquél? En fin, las interrogantes serían interminables y rinden tributo a la originalidad del zapatismo como movimiento social y también a la riqueza de los planteamientos de quienes se han dado a la noble tarea de elaborar intelectualmente sus legados. Digamos, para concluir con esta parte, que a los insurgentes chiapanecos les asiste toda la razón cuando previenen en contra de la ilusión de que basta con la toma del poder para producir los formidables cambios que tiene en su agenda una revolución que no se nombra pero que se presiente. El rotundo fracaso del sandinismo en Nicaragua conquista del poder no seguida de una transformación revolucionaria y malograda por la degeneración burocrática del proceso- fue tan aleccionador que desoír la advertencia de los zapatistas sería un imperdonable error. Pero no se combate al reduccionismo aparatístico o vanguardista de quienes agotan el proyecto revolucionario en la sola conquista del poder con un error simétrico, pero de sentido contrario, y consistente en pretender que la cuestión del poder se resuelve en el plano del discurso. ¿Rebeldes o revolucionarios?, o el discreto encanto de la "antipolítica" En su entrevista con Scherer García publicada en la revista Proceso, Marcos se define -y define al zapatismo- de la siguiente manera: "Nosotros nos ubicamos más como un rebelde que quiere cambios sociales. Es decir, la definición como el revolucionario clásico no nos queda". Y prosigue diciendo que "el revolucionario tiende a convertirse en un político y el rebelde social no deja de ser un rebelde social. En el momento en que Marcos o el zapatismo se conviertan en un proyecto revolucionario, es decir, en algo que devenga en un actor político dentro de la clase política, el zapatismo va a fracasar como propuesta alternativa" (Scherer García, 2001: p. 14). Afirmación por cierto intrigante. Porque, ¿cómo tratar de construir un nuevo mundo sin que esta empresa se transforme, objetivamente y con independencia de la voluntad de sus protagonistas, en un proyecto revolucionario? A pesar de lo que afirma el catecismo de la ultraizquierda, las revoluciones mal pueden ser explicadas por la conciencia de sus protagonistas o los propósitos explícitos de sus líderes. La dialéctica de la historia -o la hegeliana "astucia de la razón", o la "fortuna" de Maquiavelo- hace que las más de las veces ellas sean el resultado imprevisto (y algunas, francamente no deseado) de la forma en que se resolvieron ciertos conflictos en una coyuntura política determinada. ¿Sabían los desarrapados parisinos que tomaron la Bastilla por asalto que estaban cumpliendo el primer acto de una revolución destinada a sepultar nada menos que al ancien régime? Y los campesinos y obreros que iniciaron la larga marcha con Mao, ¿sabían que en un punto del camino los aguardaba el socialismo? El Movimiento 26 de Julio se propuso derrocar a Fulgencio Batista, ¿pero quería también construir una sociedad socialista? ¿Y qué decir de los obreros, campesinos y soldados que tomaron el Palacio de Invierno de los zares en San Petersburgo, en febrero de 1917? Por ello, ¿cómo evitar que las demandas del zapatismo -tierra, trabajo, vivienda, libertad, democracia, autonomía comunitaria, etcétera- sean descifradas por el poder como una violenta convocatoria a la revolución, como un llamamiento sedicioso que debe ser reprimido "con todo el rigor de la ley"? ¿Cómo olvidar la relación dialéctica existente entre rebelión, reforma y revolución, que hace que un trivial incidente pueda, bajo ciertas circunstancias, ser el disparador que ponga en marcha un proceso revolucionario? Recordemos, por otra parte, que para las clases dominantes no hay "demandas razonables" procedentes desde abajo, y mucho menos en Chiapas. Así como la extorsión de las grandes empresas y sus amenazas de "golpe de mercado" son embellecidas por la ideología dominante como un sensato llamado de las fuerzas del mercado para que los gobiernos se reconcilien con la realidad, las más elementales peticiones de los oprimidos son automáticamente condenadas como insensatas, irracionales e irresponsables, y por eso mismo merecedoras de castigos ejemplarizadores. La argumentación de Marcos tiene un propósito impecable: evitar una reiterada distorsión de los procesos revolucionarios. Pero se equivoca cuando dice que "[...] un revolucionario se plantea fundamentalmente transformar las cosas desde arriba, no desde abajo, al revés del rebelde social. El revolucionario se plantea: vamos a hacer un movimiento, tomo el poder y desde arriba transformo las cosas [...] El rebelde social organiza a las masas y desde abajo va transformando sin tener que plantearse la cuestión de la toma del poder" (ibid., p. 15). Sin embargo, la desviación burocrática de la revolución -flagrante como nunca en el caso soviético- expresa precisamente la capitulación de su dirigencia y el agotamiento del impulso revolucionario. En otras palabras: quien se plantea transformar las cosas desde arriba confiesa que la revolución ya se ha frustrado. Entonces, ¿por qué tomar como paradigma de "la revolución" lo que es a todas luces su fracaso? Una revolución motorizada "desde arriba" es cualquier cosa menos una revolución socialista o anticapitalista. Más bien se emparenta con aquello que Gramsci denominaba "revolución pasiva" o, lo que es lo mismo, una contrarrevolución. Pero además, ¿cómo hace un rebelde social para organizar a las masas e ir transformando la realidad desde abajo sin suscitar la violenta réplica de los de arriba? ¿O es que en un proyecto histórico de creación de una nueva sociedad se puede prescindir de un dispositivo estratégico tan importante como el estado? Y si así fuera, ¿por qué es que el EZLN está aún esperando la sanción de una legislación que le otorgue plena autonomía a las comunidades indígenas, siendo que la estrategia de transformación "desde abajo" de los zapatistas cuenta con un impresionante grado de legitimidad? ¿No es este un reconocimiento práctico de que pese a la retórica antiestatista el estado-nación sigue siendo un componente crucial de los capitalismos contemporáneos? Plantearse la toma del poder puede resultar un asunto complicado y desagradable, pero evitar la discusión del tema no hace avanzar un centímetro la marcha de la historia. Todo lo contrario: lo más probable es que la retrase aún más. Por otra parte, no deja de llamar la atención una cierta idealización de los "rebeldes sociales". La historia latinoamericana está repleta de líderes sociales que pese a su inmensa y bien ganada legitimidad de origen fueron presa de los sutiles mecanismos de cooptación, asimilación e integración en los cuales es pródiga la sociedad burguesa. Tal presunción refleja la existencia de una especie de verdad axiomática que declara la supuesta incorruptibilidad de los líderes sociales al paso que proclama la inevitable corruptibilidad de los políticos, y como tal dicho axioma es indefendible. La historia de la revolución mexicana y del estado priísta demuestra la enorme capacidad del establishment para reclutar para sus filas a algunos de los más brillantes luchadores sociales provenientes de las clases y capas subalternas. Tal como se dice en México, antes de ser "charro" es preciso ser líder social y contar con la representatividad de la base. La "antipolítica" del zapatismo es peligrosa: primero, porque se trata de un grave error, sobre todo para un movimiento empeñado nada menos que en construir un mundo nuevo; segundo, por su proximidad semántica con la prédica neoliberal que fulmina a la política como un "ruido" o una "externalidad negativa" e irracional que altera el sereno funcionamiento de los mercados. En este sentido, flota en el argumento de los zapatistas una cierta satanización de la política y lo estatal que refleja tanto el profundo desencanto de la sociedad mexicana ante la descomposición de la vida pública luego de décadas de predominio priísta como el zeitgeist de nuestra época dominada por el sentido común construido por el neoliberalismo. Chiapas y la Comuna de París El EZLN se ha convertido, desde su aparición, en uno de los más nobles emblemas de las resistencias al neoliberalismo, la dictadura de los mercados y toda forma de opresión. Por eso hacemos nuestras las palabras de Pablo González Casanova cuando lo define como el movimiento "más importante de nuestro tiempo en el orden teórico, práctico, retórico, pedagógico y de prácticas de la resistencia y la lucha" (González Casanova, 2001b). Su efectividad como impulso transformador que pone en cuestión el estado de cosas existente ha sido impresionante. Las luchas que hoy vemos prosperar por doquier, de Seattle a Génova pasando por Porto Alegre y Gotenburgo, tuvieron su primer grito en Chiapas. Precisamente por ello es necesario evitar que, tal como ha ocurrido en otras oportunidades, un movimiento emblemático que resume en sí mismo las universales aspiraciones de la humanidad sea sacralizado, sus dirigentes convertidos en profetas y sus palabras transformadas en dogmas inapelables e indiscutibles. El heroísmo, la abnegación y los sufrimientos de las comunidades indígenas y campesinas zapatistas, así como la entrega que hacen sus dirigentes en pos de un proyecto de redención universal, no deberían traducirse en una actitud de religiosa aceptación de todo lo proveniente del EZLN. Esto nos parece importante porque la historia de las luchas sociales y del socialismo en América Latina ha dado muestras más que contundentes de nuestra irresistible tendencia a "ser más papistas que el Papa", y a endiosar dirigentes y convertir sus pronunciamientos en revelaciones divinas. Esto ocurrió con la revolución cubana y sucedió también, aunque en menor medida, con el sandinismo. Retomando una vieja frase del joven Marx, es imprescindible que las armas de la crítica no sean acalladas por la crítica de las armas, y que seamos conscientes de que la mejor manera que tenemos muchos de nosotros de contribuir al éxito de la lucha emancipadora del zapatismo es mediante el ejercicio de la crítica. Una crítica que, como ésta, contiene más preguntas que aseveraciones y que pretende cuestionar con dureza pero fraternalmente algunos planteamientos polémicos que deben ser discutidos con franqueza y seriedad. Hay un indudable paralelo, con sus semejanzas y diferencias, entre las experiencias de autogobierno de las comunidades indígenas zapatistas en Chiapas y la Comuna de París. Lo principal es que en ambos casos se está en presencia de un acontecimiento excepcional de autonomía y autogobierno de las clases y grupos explotados y oprimidos, lo cual los dota de una merecida relevancia histórico-universal. Claro está que cada uno de ellos exhibe rasgos que contrastan fuertemente con el otro: el zapatismo se desenvuelve en el marco de un capitalismo periférico y dependiente y en una región muy especial del mismo como es el Sureste mexicano; la Comuna, por el contrario, tuvo como escenario nada menos que París, una ciudad situada en el corazón de Europa y en el centro mismo del capitalismo metropolitano. Hay también otras diferencias, relativas a la etapa histórica por la que atravesaba el capitalismo como sistema internacional (de "libre concurrencia" al promediar la segunda mitad del siglo XIX versus la etapa imperialista que caracteriza al mundo actual); a la composición social de los insurgentes (campesinos e indígenas en un caso, obreros y algunos sectores de la pequeña burguesía en el otro), y last but not least, los largos años de supervivencia del zapatismo que contrastan con la fugacidad de la tentativa liderada por los obreros parisinos. Podríamos seguir enunciando otras diferencias pero no tiene mucho sentido en la medida en que lo que pretendemos ahora es concluir nuestra argumentación con una reflexión sobre las enseñanzas que pueden extraerse de ambas experiencias. Como se recordará, la Comuna de París marcó con rasgos indelebles el desarrollo de la teoría marxista de la política. A un año del aplastamiento de la Comuna, Marx y Engels escribieron un nuevo prefacio al Manifiesto del Partido Comunista. En él nuestros autores subrayaban la gran enseñanza dejada por la insurrección del pueblo de París: "la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines". Poco antes, en un pequeño texto escrito sobre los acontecimientos de la Comuna, Marx afirmaba que ese fugaz gobierno de la clase obrera, que había elevado por primera vez en la historia al proletariado al poder político, había sido "fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo" (Marx, 1871: I, p. 511). Deseo llamar la atención sobre esta frase: "la forma política al fin descubierta". En efecto, ni Marx ni Engels sabían muy bien cómo iría a ser el gobierno de los productores directos -la célebre y tantas veces distorsionada "dictadura del proletariado"- cuyo advenimiento pronosticaban en sus análisis sobre el curso y posterior desenlace del desarrollo capitalista. Esta dificultad no obedecía a la pobre imaginación de ambos autores -que sabemos la tenían y en grado extremo-, sino a la ausencia de instancias históricas concretas que le proporcionaran una encarnadura real a las postulaciones del materialismo histórico. Según Marx, la Comuna vino a "destruir el poder estatal moderno" (ibid., p. 509) y a establecer "un régimen de autonomía local" que sancionaba la obsolescencia del estado (ibid., p. 510). En línea con este análisis, Engels proclamó en la introducción a La guerra civil en Francia que escribiera en 1891 para conmemorar el vigésimo aniversario de la Comuna de París: "¿Queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París. ¡He ahí la dictadura del proletariado!" (ibid., p. 472). La visión de Engels sobre el estado se expresa inequívocamente en ese mismo texto: "El estado es [...] en el mejor de los casos, un mal que se transmite hereditariamente al proletariado triunfante en su lucha" (ibid.). Poco antes había asegurado que el estado no es un instrumento que la clase obrera puede empuñar para luchar para sus propios fines sino que aquélla debe crear un conjunto de nuevas instituciones idóneas para afrontar con éxito la tarea de fundar un nuevo tipo de sociedad. Tales instituciones deben maximizar la democracia -a un grado tal que ninguna estructura capitalista sería capaz de admitir- mediante un genuino "empoderamiento" del pueblo, lo que exige inexorablemente la liquidación del aparato represivo y la total revocabilidad de los mandatos de sus funcionarios y representantes. Esta "revolucionaria reforma" del estado es concebida como una fase de corta duración hasta que "una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del estado" (ibid.). Releyendo estas viejas páginas uno no puede menos que evocar la afinidad existente entre el proyecto zapatista de "mandar obedeciendo" y la forma política del gobierno de los productores descubierta en la práctica por los obreros parisinos de la Comuna. Es obvio, pues, que tanto la experiencia de las comunidades indígenas y campesinas del zapatismo como la de la Comuna permiten extraer importantes conclusiones teóricoprácticas en relación a la problemática del poder y el estado. En ambos casos se comprueba un radical rechazo al estado y la necesidad de crear una institución política nueva que torne posible el gobierno de los oprimidos y la construcción de una nueva sociedad o, como quiere el zapatismo, la creación de un mundo nuevo. ¿Podríamos suponer que quizá los zapatistas nos estén revelando el secreto de una nueva forma política, como en su tiempo lo hicieran los proletarios franceses? Tal vez; son muchos quienes responden entusiastamente de modo afirmativo a esta pregunta. Pese a la simpatía que nos despierta la insurgencia chiapaneca y la coincidencia que registramos con sus objetivos políticos fundamentales, nuestra respuesta es un poco más escéptica. De todos modos el punto central de la discusión se encuentra, a nuestro juicio, en un momento anterior: ¿cómo generar ese "antiestado" y ese "antipoder" que un autor como Holloway considera una de las marcas políticas distintivas del zapatismo? Y este "cómo llegar" está, a nuestro modo de ver, muy influido por la forma en que la dirigencia zapatista percibe el territorio social, no meramente geográfico, donde habrá de desenvolverse su lucha. Pablo González Casanova nos recordaba, en la cita al comienzo de este artículo, de lo importante que era evitar la reiteración de los errores cometidos en anteriores proyectos de transformación social. Marx y Engels señalaron, a propósito de la experiencia de la Comuna, las graves consecuencias que tuvo una lectura defectuosa de las complejidades del capitalismo francés. Sería conveniente que no incurriéramos hoy en el mismo error del pasado, esto es: soslayar la necesaria discusión sobre los problemas que suscitaban el diagnóstico, la estrategia y la táctica de las luchas populares parisinas después que la Comuna hubo sido derrotada. Silenciar nuestras dudas sería hoy mucho más imperdonable que en el pasado, y éste es el sentido de estas páginas. Éste y no otro ha sido el propósito de estas líneas: invitar a una discusión en torno a ciertos puntos problemáticos del zapatismo cuya importancia para la teoría marxista de la política y el futuro de las luchas políticas populares en este continente es más que evidente. La propuesta zapatista de construir un movimiento que subvierta el orden desde abajo es inobjetable y reconoce una larga y venerable tradición en el pensamiento socialista desde Marx y Engels hasta nuestros días. A riesgo de que se me acuse de "eurocentrista" diría que las resonancias (para usar una palabra tan cara a los zapatistas) de la Comuna de París se sienten con fuerza en las montañas del Sureste mexicano, todo lo cual realza aún más el significado histórico-universal de la epopeya de los insurgentes chiapanecos. Pero sus ambiguos diagnósticos sobre la sociedad civil y la democracia, y la errónea manera en que se plantea la problemática del poder y el estado son muy preocupantes, y flaco favor le haríamos a esos ejemplares luchadores silenciando nuestras inquietudes, o reprimiendo las dudas que nos provoca la aparente subestimación, tanto teórica como práctica, de las imprescindibles mediaciones políticas que requiere un movimiento interesado en construir no tan sólo el socialismo sino nada menos que un mundo nuevo. Los equívocos que nos ha parecido advertir en el tratamiento de esta clase de cuestiones podrían llegar a ser fatales para la causa zapatista y, por extensión, para los pueblos de América Latina. Es necesario enfrentar con resolución tanto los nuevos desafíos que nos impone la coyuntura como las modificaciones estructurales del capitalismo globalizado, en donde las viejas formas de "hacer política" -el vanguardismo, el aparatismo y otros "ismos" similares- han demostrado, una vez más, su insanable inutilidad. Pero el camino de salida no habremos de encontrarlo en una difusa "antipolítica" o en románticas invocaciones a la sociedad civil, la humanidad y la democracia; tampoco en el vacío discurso posmoderno sobre "las nuevas formas de hacer política" que, como lo demuestra hasta el cansancio la experiencia de la Alianza en Argentina, no es sino un taparrabos para disimular la feroz dictadura de los mercados. La solución de los enigmas que plantea el capitalismo mundializado de fines de siglo nos remite al antiquísimo "arte de la política", una de cuyas reglas fundamentales es la total identificación entre los intereses, los ideales y las condiciones de existencia de líderes y pueblo, suturando de ese modo la escisión entre unos y otros que constituye la naturaleza alienada de la política en el mundo moderno. Esa identificación entre gobernantes y gobernados fue claramente discernida por Marx en la Comuna de París, y también la podemos comprobar en la actualidad en las comunidades indígenas del EZLN. En este terreno, las enseñanzas prácticas del zapatismo constituyen un acervo de inigualable riqueza tanto para el pensamiento crítico cuanto para las prácticas transformadoras de nuestros pueblos. Riqueza práctica que también se advierte en otras iniciativas transformadoras como las del "presupuesto participativo" que con tanto éxito pusiera en práctica el PT en Porto Alegre y, más recientemente, en el estado de Río Grande do Sul, Brasil. Experiencias muy valiosas si se examinan a la luz de una perspectiva socialista de larga duración, puesto que, en diferentes grados y bajo diferentes formas, ambas demuestran con hechos el realismo y la viabilidad del viejo proyecto marxista de reabsorción del estado por la sociedad civil, poniendo fin a la histórica distinción entre gobernantes y gobernados, y, de este modo, a la prehistoria misma de la humanidad. Referencias bibliográficas Arguedas, Sol (comp.), Chiapas en el mundo actual. Diálogo académico en el CRIMUNAM, CRIM, Cuernavaca, 1999. Boron, Atilio A., Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Oficina de Publicaciones del CBC, Buenos Aires, 1997. ---, "‘Pensamiento único’ y resignación política. 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[2] Patricio Nolasco ha observado, con preocupación, que "la comandancia indígena presenta a las organizaciones no gubernamentales como ‘la vanguardia de la sociedad civil’" (Nolasco, 1997: p. 60). Por razones de espacio no nos dedicaremos ahora a examinar las peligrosas implicaciones que podría llegar a tener un planteamiento político como ése. Nolasco concluye que estamos en presencia de "una laguna teórica que los zapatistas deberían aclarar". [3] Para una discusión en torno a las diferencias entre una "teoría marxista de la política" y la "teoría política marxista" véase Boron, 2000b: pp. 313-15. [4] Véase, por ejemplo, el trabajo de Nolasco cuando asegura que "tendríamos aquí elementos para matizar la opinión de John Holloway, según la cual el pensamiento zapatista estaría marcado por un rechazo del estado" (Nolasco, 1997: p. 56). [5] Hemos examinado en detalle este tema de las transformaciones del estado capitalista en su calidad de escenario, actor y ámbito institucional en Boron, 1997. [6] Véase Holloway, 2001b. La lucha de clases es asimetrica* John Holloway El artículo de Atilio Boron (Boron, 2001) plantea con una claridad ejemplar temas que son centrales para cualquier discusión de la estrategia de la izquierda hoy. Espero que esta respuesta breve ayude a abrir la discusión. Para mí, la cuestión central es la asimetría de la lucha de clases. En cualquier discusión del poder o de la "toma del poder" en la sociedad capitalista es importante ver que el término "poder" oculta dos sentidos diametralmente opuestos. A veces se refiere a estos dos sentidos con los términos de "potentia" y "potestas", pero prefiero hablar de poder-hacer y poder-sobre. Por "poder-hacer" quiero decir nuestra capacidad de hacer cosas. Éste es el sentido que usamos muchas veces cuando decimos, por ejemplo, que nos sentimos poderosos o que el movimiento feminista ha dado a las mujeres un sentido de su poder. El poder-hacer es siempre social: nuestro hacer depende siempre del hacer de otros, en el pasado o en el presente, y nuestro hacer crea normalmente las condiciones del hacer de otros. El poderhacer refiere al flujo social del hacer. En el capitalismo (o en cualquier sociedad clasista, pero es el capitalismo el que nos interesa aquí), el poder-hacer se metamorfosea en poder-sobre. El poder-sobre es la ruptura del flujo social del hacer. Los que ejercen el poder-sobre separan lo hecho del hacer y del hacedor, y dicen "esto es mío". Este hecho es una precondición para el hacer de otros, de tal forma que los que apropian lo hecho se han apropiado las condiciones de hacer ("los medios de producción") y pueden comandar entonces el hacer de los otros. Cuando lo hecho está separado del hacer, la capacidad de hacer (el poder-hacer) se transforma en poder-sobre, en la capacidad de mandar el hacer de otros. Para estos otros, el poder-hacer se convierte en impotencia. El hacer es todavía social, pero su carácter social está negado por su forma de existencia. El poder-sobre se basa en la negación del carácter social del hacer (su subordinación a la propiedad privada). El término "poder" oculta por lo tanto dos movimientos antagónicos. Por un lado, el poder-sobre es un movimiento de separar: de separar lo hecho del hacer, lo hecho del hacedor, los hacedores el uno del otro, los hacedores del flujo social del hacer. El capital, en otras palabras, es la metamorfosis del poder-hacer en poder-sobre. "La separación", dice Marx, es "el verdadero proceso de generación del capital" (s/f: p. 351). Por otro lado, el poder-hacer es necesariamente un movimiento en contra de su existencia actual como poder-sobre, un movimiento de unificación, un movimiento para restaurar o crear el flujo directamente social del hacer. Nuestra lucha es la lucha del poder-hacer, la lucha del capital es para transformar el poder-hacer en poder-sobre. Las dos luchas son fundamentalmente asimétricas. La lucha de ellos es para separar, la lucha de nosotros es para unificar. Nuestra lucha no es la lucha del contrapoder: es la lucha del antipoder (ver Holloway, 2001). En cualquier sociedad clasista, la ruptura del flujo del hacer (la metamorfosis del poderhacer en poder-sobre) involucra el uso de la fuerza. El capitalismo se distingue de sociedades clasistas previas por el hecho de que la fuerza necesaria para asegurar la apropiación de lo hecho se concentra no en los hacedores sino en lo hecho (como propiedad). En el capitalismo, los hacedores son formalmente iguales a los apropiadores de lo hecho (los capitalistas), así que el uso de la fuerza se concentra en la propiedad de los apropiadores. Esto se puede hacer sólo cuando el uso de la fuerza está separado del proceso inmediato de separar lo hecho del hacer. En otras palabras, la dominación capitalista implica la separación entre el estado y el proceso de explotación, entre lo político y lo económico, una separación que constituye lo político y lo económico como tales. La existencia misma de lo político (el estado) es una parte necesaria de la separación de lo hecho del hacer. El estado, por lo tanto, no es el sitio del poder. El estado, más bien, es un momento en el proceso de separar lo hecho del hacer que es la transformación del poder-hacer en poder-sobre; un momento, en otras palabras, de la fetichización de las relaciones sociales. El hecho de que el estado parece ser el sitio del poder refleja simplemente el hecho de que la sociología y la ciencia política toman la separación de lo hecho del hacer como su punto de partida, como algo tan obvio que no requiere ser percibido. En eso no cambia nada la expansión del estado que es, por supuesto, una característica del neoliberalismo tanto como de las formas anteriores del capitalismo. ¿Por qué todo esto en lo que quiere ser una respuesta rápida y sencilla al artículo de Atilio Boron? El punto fundamental es que nuestra lucha es y tiene que ser asimétrica con respecto a la lucha del capital. El capital es capital no en virtud de lo que hace sino en virtud de cómo lo hace, en virtud de la forma de relaciones sociales que es. Las formas capitalistas de organización no son nunca neutrales: siempre participan en el proceso de separar, que es el capital. El capital invita constantemente a los que se oponen a él a meterse en su terreno de organización. Araña inteligente. Si se oponen a nosotros, organicen un partido para ganar el control del estado por la elección. Si no pueden hacer esto, organicen un ejército para vencernos y ganar el control del estado por esa vía. Si eso es demasiado extremo para ustedes, pueden organizar una ONG y ayudarnos en el proceso de formación de políticas. La existencia de la política capitalista es una invitación para hacer nuestra lucha simétrica a la lucha del capital. Esto es realista, nos dicen: el poder capitalista se organiza de esta forma y para vencerlo tenemos que adoptar sus métodos. Pero una vez que aceptamos la invitación, hemos perdido la lucha antes de empezar. Las formas capitalistas no son neutrales. Son formas fetichizadas y fetichizantes: formas que niegan nuestro hacer, formas que tratan a las relaciones sociales como cosas, formas que imponen estructuras jerárquicas, formas que hacen imposible expresar nuestro simple rechazo, nuestro NO al capitalismo. Si participamos en lo político sin cuestionar lo político como forma de actividad social, entonces, no importa qué tan progresivas sean nuestras políticas, estamos participando activamente en el proceso de separación que es el capital contra el cual supuestamente estamos luchando. Decir por tanto, como lo hace Atilio en la primera de sus objeciones a mi argumento, que el estado es "la forma predominante de organización de [los] opresores" no es un argumento a favor de luchar a través del estado, como él supone, sino, al contrario, un argumento para desarrollar otras formas de lucha. El capital nos invita todo el tiempo a colocarnos sobre su terreno de lucha: si aceptamos, ya perdimos antes de empezar. Atilio habla de "un rasgo esencial del estado capitalista: su papel como organizador de la dominación de los capitalistas y, simultáneamente, como desorganizador de las clases subordinadas". Tiene razón y no hace ninguna diferencia quién "controla" el estado: mientras exista el estado, el capital lo va a controlar, simplemente porque el estado es una forma burguesa de relaciones sociales. Las otras objeciones que avanza Boron se caen también. Decir, como lo hice yo, que los estados no son los centros de poder que parecen ser, no es caer en la teoría neoliberal, sino simplemente tomar a Marx como punto de referencia en lugar de Lenin y Gramsci. Según Marx, es el capital, esto es, la separación de lo hecho del hacer, que es el centro del poder. La multiplicidad de estados que existen se pueden entender sólo en relación con este proceso básico de separación (acumulación del capital). También, el capital es, y siempre ha sido, una relación aterritorial y por lo tanto global: esto se desprende del hecho de que la relación de explotación está mediada por el dinero. Pensar en el capital como capital nacional es, y siempre ha sido, absurdo: es pensar en el capital como una cosa y no una relación social (ver Holloway, 1995). Luego, decir que Lenin hizo una distinción clara entre "los comienzos de revolución" y "el desarrollo del proceso revolucionario" refuerza el problema en lugar de resolverlo. Mi argumento es precisamente que no es posible hacer esta distinción. No podemos decir que es necesario primero adoptar métodos capitalistas (luchar por el poder) para luego ir en el sentido contrario (disolver el poder). La historia nos grita que esto no funciona: el termidor estalinista ya está presente en la distinción leninista entre comienzos y desarrollo. Nuestra lucha es y tiene que ser asimétrica con respecto a la lucha del capital (lo he dicho ya, pero vale la pena repetirlo). Esto significa de hecho pensar en nuestra lucha como antipolítica, simplemente porque la existencia misma de lo político es un momento constitutivo de la relación del capital. La antipolítica es necesariamente experimental, ya que el movimiento del capital es un movimiento constante para imponer simetría, para institucionalizar e integrar las formas anticapitalistas de lucha. Siendo experimental, la antipolítica es propensa a equivocarse, y precisamente por eso la crítica es de una importancia fundamental (y comparto algunas de las dudas de Atilio). Sin embargo, esta crítica también se tiene que entender como parte del experimento, parte de la búsqueda de nuevas formas de luchar que no sean el espejo en ningún sentido de las del capital. Criticar a los zapatistas por "su desinterés, tanto teórico como práctico, por las imprescindibles mediaciones políticas que requiere un movimiento interesado en construir un mundo nuevo, no sólo el socialismo", es repetir sin querer lo que los gobiernos mexicanos han dicho constantemente desde el 1° de enero de 1994. No hay "mediaciones políticas imprescindibles", o, más bien, las únicas "mediaciones políticas imprescindibles" que existen son la aceptación de la simetría, la aceptación de la dominación capitalista. Sin embargo, a pesar de todo esto, parece que el argumento de Boron tiene al realismo de su lado. Sitúa su argumento "en el terreno más prosaico de la política y no en el de las abstracciones filosóficas", y en este terreno, dice, es absurdo pensar que la lucha por el poder es un método capitalista. Sin embargo, hablando prosaicamente, ¿qué es lo que ha logrado la lucha por el poder en los últimos cien años? La opresión miserable de la Unión Soviética, la corrupción de los gobiernos socialdemócratas, los millones de cadáveres de los movimientos de liberación nacional. ¿Qué más? La amargura y la desilusión en todo el mundo. Por eso, en todas partes y con los zapatistas como inspiración, la gente está buscando ahora formas de lucha que evitan a propósito las "imprescindibles mediaciones políticas", formas de lucha que son orientadas no a la toma del poder sino a la disolución del poder. Es un error grave pensar, como lo parece hacer Boron, que en el levantamiento zapatista, "detrás de un discurso bellamente poético" hay otra "revolución oculta" (y prosaica) que continúa simplemente la vieja tradición revolucionaria. Es un error grave, no porque no existan distinciones y contradicciones dentro del movimiento zapatista, sino porque implica cerrar a propósito los ojos a la idea de que pudiera haber algo radicalmente nuevo en el movimiento zapatista, algo que no quepa en los esquemas cansados y fracasados de pensamiento de la izquierda. La gran belleza del movimiento zapatista es que han mostrado que en los días más oscuros de derrota surgen luchas nuevas, y que las luchas nuevas significan formas nuevas de pensar y formas nuevas de hacer las cosas que son experimentales, creativas, asimétricas. Referencias bibliográficas Boron, Atilio, "La selva y la polis. Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo", Chiapas, n. 12, Instituto de Investigaciones Económicas-UNAM-Era, México, 2001. 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La izquierda latinoamericana en el siglo XXI Emir Sader El regreso de los debates estratégicos en la izquierda latinoamericana es una buena señal: significa que los grandes problemas históricos vuelven a la agenda de las fuerzas políticas comprometidas con las grandes transformaciones de nuestras sociedades. Las derrotas suscitan balances que se concentran en el pasado hasta que nuevas prácticas anuncian nuevos temas y nuevos debates en torno a ellas. El debate entre John Holloway y Atilio Boron apunta hacia la relación entre continuidad y ruptura en las estrategias de la izquierda frente al desafío de la construcción de un proyecto hegemónico capaz de superar al neoliberalismo, y se desenvuelve como una especie de diálogo entre los problemas que emergen de la novedad del movimiento zapatista y su discurso y los de las experiencias acumuladas por el movimiento revolucionario; entre los caminos y descaminos del pasado y el futuro por definir del movimiento anticapitalista. Nuevos tiempos, nuevas polémicas El tránsito a una nueva fase política, correspondiente a una nueva relación de fuerzas contraria a los movimientos populares, cuyo momento de inflexión por razones históricas generales puede colocarse en 1989, estuvo marcado en América Latina por: el paso de la revolución cubana a una fase defensiva; la crisis de los partidos comunistas; la conversión de los reformismos clásicos (populistas, nacionalistas, socialdemócratas) a políticas neoliberales; la derrota y fin del régimen sandinista. A eso se suma el fortalecimiento de nuevas agrupaciones de la derecha, la difusión de las ideologías neoliberales, el aislamiento de los sindicatos y de las fuerzas de izquierda que resistieron y, en general, el establecimiento de nuevas relaciones de fuerza desfavorables a la izquierda. En este contexto, los debates se dirigieron hacia el cambio de fase, particularmente hacia la naturaleza y consecuencias del neoliberalismo, así como hacia las dificultades para luchar contra ese nuevo modelo hegemónico del capitalismo en escala nacional y mundial. Las formas de resistencia más eficaces al nuevo modelo hegemónico provinieron más de nuevos movimientos sociales -tales como el zapatismo, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, los movimientos indígenas andinos, las rebeliones locales, las movilizaciones contra la privatización- que de las luchas directamente políticas y, en particular, de las protagonizadas por partidos políticos. Los debates sobre la relación de fuerzas desembocaron en el significado del protagonismo social y en la debilidad política en la lucha contra el neoliberalismo, intentando definir la novedad de las condiciones de lucha en el nuevo periodo. El caso del debate entre Holloway y Boron se refiere ya a las prácticas del nuevo periodo. No es casual que se ocupen fundamentalmente de la práctica y el discurso del movimiento zapatista, que es el primero que se propone explícitamente la resistencia con respecto a la hegemonía neoliberal. También es significativo que el debate se centre en el sentido de términos como "democracia" y "sociedad civil" y, en consecuencia, en la naturaleza de la estrategia de poder y el significado de las prácticas políticas antisistémicas. Una izquierda en busca de estrategia La izquierda latinoamericana nació con estrategias importadas del movimiento obrero internacional, sin raíces directas en la historia concreta del continente: clase contra clase, frente antifascista, transición pacífica al socialismo. El triunfo de la revolución cubana ubicó la actualidad de la revolución en la agenda de América Latina pero, al mismo tiempo, tendió a reificar una estrategia determinada -la guerra de guerrillascomo la vía pretendidamente generalizable para el continente. La experiencia de "vía pacífica al socialismo" de la Unidad Popular chilena fue otra estrategia con raíces nacionales, fundada en la larga y profunda tradición democrática de Chile. Su fracaso, así como la derrota de la guerra de guerrillas y del régimen sandinista, concluyó el periodo histórico abierto con el triunfo cubano de 1959. La conversión de las guerrillas guatemalteca y salvadoreña a la lucha institucional, así como el inicio en Cuba del "periodo especial" y el fin del régimen sandinista constituyeron los hitos de una inflexión histórica, aunque esa inflexión estuvo también presente en la aplicación de políticas neoliberales por los "nacionalismos" peronista y priísta, en la socialdemocracia de Acción Democrática en Venezuela, del Partido Socialista en Chile, de la socialdemocracia en Brasil y en el aislamiento de los partidos comunistas, incluso los de Uruguay y Chile que eran los que mayor fuerza tenían en el continente. Al redefinir las relaciones de clase y, con ellas, el lugar y las funciones del estado, el neoliberalismo reubicó los términos del debate estratégico latinoamericano, comenzando por el peso de las relaciones formales de trabajo, del movimiento sindical y de la propia clase trabajadora, en su sentido clásico. A esto contribuyeron también las transformaciones radicales del escenario político internacional, con la desaparición de un aliado como el entonces llamado "campo socialista". En el inicio del debate entre Holloway y Boron se aborda el significado de términos como "sociedad civil" y "democracia". Esos términos fueron introducidos con fuerza a partir de los regímenes dictatoriales en el continente, particularmente en el cono sur, trasladando los temas centrales de discusión sobre la cuestión nacional, antiimperialista, social y socialista hacia la cuestión democrática. La izquierda revolucionaria, en situación de debilidad -por haber sido la víctima privilegiada de los regímenes de terror del cono sur como resultado de su aguerrida resistencia a las dictaduras-, acabó siendo presa fácil de las propuestas de la democracia liberal. Se trataba de "restablecer la democracia" -lo que, en el mejor de los casos, significaba volver a los regímenes democrático-parlamentarios previos a los golpes de estado- como tema central de unión de todas las fuerzas opositoras a las dictaduras. La izquierda -en gran parte los nuevos movimientos sociales surgidos de la lucha contra las dictaduras y partidos como el Partido de los Trabajadores de Brasil- incorporó categorías como "ciudadanía", "sociedad civil", "democracia", y se presentó como la fuerza más democrática, aunque sin articular las luchas política y social y sin tener un proyecto de democracia distinto. Se generó la expectativa de que el "retorno" de la democracia resolvería los problemas básicos de países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia, y esto terminó pesando decisivamente en los términos del debate político más general de la izquierda del continente. Faltó conciencia de que lo que se había agotado -al menos en esos países, si no es que en toda la región, en el tránsito del ciclo largo expansivo del capitalismo de la segunda posguerra, a su ciclo largo recesivo desde mediados de los años setenta- no eran los regímenes políticos dictatoriales sino un modelo de acumulación y las formas de estado y régimen político que conlleva. La expectativa desmesurada con respecto a la democracia no podía más que frustrarse, porque esa crisis encaminó su resolución no sólo a una recuperación del estado sino a una reforma radical de la economía y el estado y a una redefinición profunda de las relaciones sociales operada por el neoliberalismo. Como suele suceder históricamente, una vez agotado el modelo de acumulación, si la izquierda no rompe con él, la derecha lo hace. Y lo hizo introduciendo un nuevo patrón de acumulación centrado en la desregulación, en la integración subordinada a los mercados internacionales, en la privatización de empresas, en la centralidad del ajuste fiscal y del control inflacionario, con el abandono de las metas de desarrollo económico. La lucha de resistencia -primero a las dictaduras, después al neoliberalismo- marcó a la izquierda latinoamericana a lo largo de las dos últimas décadas del siglo XX, al tiempo que cambiaba radicalmente su fisonomía con el distanciamiento de la socialdemocracia y de los nacionalismos argentino y mexicano, con el debilitamiento de los partidos comunistas y la fragmentación y división generalizada, con algunas excepciones significativas entre las que se cuentan Uruguay, Brasil y México. Esa lucha defensiva produjo una bifurcación entre los movimientos sociales y los partidos políticos. Entre los primeros, el movimiento sindical pasó a una situación claramente defensiva, presionado por la elevación notable de los índices de desempleo y, sobre todo, por la precarización e informalización de gran parte de la fuerza de trabajo. La resistencia vino de otros sectores situados, en principio, más en la periferia del sistema -trabajadores rurales, comunidades indígenas, trabajadores desempleados- que fueron gestando nuevos movimientos sociales, especialmente en Brasil, México, Ecuador, Bolivia y Argentina. La lucha antidictatorial había incorporado a la izquierda a la cuestión de la democracia a través de la concepción liberal- incluyendo los conceptos, temáticas y lenguajes correspondientes. La polarización entre sociedad civil y estado, por ejemplo, tuvo un sentido durante las dictaduras militares, llevando incluso al nuevo movimiento sindical brasileño a luchar por apartar al gobierno de las negociaciones con las entidades empresariales. La descalificación del estado y, en particular, de sus regulaciones, cobró un nuevo sentido conforme las dictaduras fueron siendo sustituidas por regímenes democrático-parlamentarios de carácter liberal y el neoliberalismo se fue imponiendo como política económica. El "antiestatismo" adquirió connotaciones nuevas y bien definidas en el marco de la ofensiva neoliberal, provocando grandes ambigüedades y confusiones entre una buena parte de las organizaciones no gubernamentales (ONG) e incluso en algunas fuerzas partidarias de izquierda. Del mismo modo, conceptos como "ciudadanía", "derechos humanos", "sociedad civil", "estatal" y "privado" empezaron a ser objeto de definiciones poco precisas y de generalizaciones indebidas. La ambigüedad de las ONG -su estatuto social, su relación con la izquierda y con el liberalismo-, por ejemplo, se apoya en gran parte en interpretaciones y utilizaciones confusas o incorrectas de esos conceptos. En su origen liberal, el concepto "sociedad civil" recubría y enmascaraba -como recuerda muy bien Boron a partir de los textos de Marx- las relaciones mercantiles, buscando imprimirles legitimidad teórica y alcance social mediante una prestidigitación ideológica de hacerla pasar como la totalidad de la sociedad en oposición al estado. Todo el pensamiento político clásico, incluyendo el de Marx en sus obras de juventud, es víctima de esa polarización que esconde mal en su antiestatismo, y en la aglomeración de todas las clases sociales con intereses contradictorios en la noche de gatos pardos de la "sociedad civil", su carácter de disolución ideológica de los conflictos y de su sustitución por la oposición entre "individuo" -la mónada que conformaría la "sociedad civil"- y estado. Más recientemente, en la lucha democrática, como bien destaca Carlos Nelson Coutinho1 con relación a Brasil, "sociedad civil" se volvió sinónimo de todo lo que se contraponía al estado dictatorial; con mayor razón porque en Brasil "civil" significa lo contrario de "militar". Todo lo que provenía de la "sociedad civil" era visto como algo positivo, mientras a todo lo que provenía del estado se le asignaban características negativas. Un Gramsci aguado servía de cobertura para esa operación ideológica, siendo que para el marxista italiano la "sociedad civil" es una arena privilegiada de lucha de clases, donde se entabla una feroz y permanente lucha por la hegemonía. En ese sentido la sociedad civil no es "el otro" del estado sino, junto con la "sociedad política", uno de sus elementos constitutivos. El movimiento de resistencia al neoliberalismo se sustentó en la idea de sociedad civil con algunos sentidos diferenciados. Por un lado, está el planteamiento de las ONG en oposición al estado, que comporta un sentido coincidente con el de las tesis neoliberales. La crítica del estatismo fue incorporada también por sectores de la izquierda como una extensión de la crítica al modelo soviético. El resultado es algo muy confuso en que "el otro" de la sociedad civil es el estado y, con él, los partidos e incluso la política. Lo menos que se puede decir es que si tiene algún sentido la reivindicación de la sociedad civil es en términos de una comunidad compuesta por ciudadanos, sujetos de derecho, que tiene en la política -como esfera de lucha por los intereses públicos- su continuidad. Otra manera de concederle sentido es en referencia a la "sociedad civil mundial", considerando su oposición seria a las estructuras de poder mundial actualmente existentes -G7, FMI, Banco Mundial, OMC, OTAN y las corporaciones transnacionales-, aunque su significado no deja de ser impreciso, con fronteras poco delimitadas. Es, no obstante, perfectamente posible la utilización de esa categoría, aun con sus limitaciones, para designar -aunque con un carácter descriptivo- un movimiento naciente cuyos contornos todavía no están suficientemente definidos, del mismo modo que la categoría "pueblo" designa una fuerza social sin un contorno perfectamente caracterizado. Uno de los objetivos centrales en la construcción de un nuevo proyecto hegemónico que niegue y supere al neoliberalismo es el rescate de la política, con particular énfasis en su carácter público. Se trata de la lucha por una reforma democrática radical del estado -en la que el presupuesto participativo es una de las propuestas- como un momento de la lucha por la emancipación general. La lucha contra el neoliberalismo requiere hoy la construcción -teórica y práctica- de un modelo hegemónico alternativo. ¿Se trata de tomar el poder? Desde la Comuna de París el movimiento anticapitalista se propuso otro objetivo: construir un poder transitorio a la disolución del estado, como resultado de la supresión de las clases, con la posibilidad de emancipación general de la humanidad. Las formas históricas pueden cambiar pero, para no subestimar el poder del capitalismo, debemos colocarnos como objetivo la construcción, desde abajo, de un poder popular, que desemboque en un estado controlado directamente por la ciudadanía organizada. Sin ese objetivo no conseguiremos construir otro mundo. Porque nuestra fuerza social, moral, política, debe desembocar en la construcción concreta de ese nuevo mundo, en nuevas formas de convivencia social, de producción material y cultural. En fin, en un mundo en el que, en todos los aspectos, quepan todos los mundos. La lucha por una nueva hegemonía Hoy nos enfrentamos a un mundo todavía hegemonizado por el neoliberalismo, con marcado énfasis en los planos económico, político, militar y en los medios de comunicación. Nuestro mayor objetivo es hoy el de la construcción de un nuevo modelo hegemónico, alternativo al neoliberalismo, que imprima un carácter anticapitalista al movimiento de resistencia a la globalización liberal. Para eso precisamos, antes que nada, crear un amplio y profundo consenso sobre el nuevo mundo que queremos construir. Sus bases se encuentran en la lucha contra la mercantilización del mundo, forma que asume la explotación capitalista en esta etapa de la hegemonía neoliberal. Se trata, igualmente, de luchar contra la hegemonía estadounidense como cabeza del bloque de fuerzas que domina el planeta y de colocar las bases para construir una coalición alternativa, donde confluya la gran mayoría de la humanidad -ubicada en el sur del mundo- en alianza estrecha con las fuerzas radicalmente democráticas del primer mundo, de las que son ejemplos expresivos los movimientos formados a partir de ATTAC y los que se han movilizado desde Seattle. Necesitamos construir una amplia alianza con todos los movimientos que se han congregado en estas manifestaciones y que participaron en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, en toda su diversidad. Esa alianza requiere combinar el máximo de flexibilidad con algunos grados de centralización estratégica que permitan poner en práctica un proceso de acumulación de fuerzas que va de la fuerza social, moral, ideológica y teórica existente a las fuerzas económica y política indispensables para que la construcción de un nuevo mundo -solidario, humanista, pacífico- sea realmente posible. Formará parte de ese proceso de construcción, obligatoriamente, la lucha por la paz -no como lo contrario al terrorismo fundamentalista islámico sino como lo opuesto a todo tipo de guerras. Nos corresponde asumir la lucha para demostrar que un mundo sin guerras es posible, desactivando los focos de guerra existentes con propuestas efectivas e interlocutores reales para conflictos como los de Medio Oriente, Colombia, Chiapas, el país vasco, Irlanda del Norte y Cachemira, entre otros, así como desarticulando el complejo industrial-militar que las fomenta y lucra con ellas, las inversiones bélicas que siguen gastando recursos necesarios para la humanidad en jactanciosos proyectos militares, tanto como el comercio clandestino de armas que abastece todas las guerras en el mundo y los paraísos fiscales, donde se reciclan esos recursos. La lucha por un mundo nuevo requerirá mucha creatividad y sensibilidad de todas las fuerzas sociales y políticas que luchan por él. La historia no empieza ni termina hoy. Aprender de las experiencias del pasado con conciencia de las nuevas situaciones que enfrentamos es la condición que permitirá colocar a nuestro favor los avances y reveses que tuvimos, para que estemos a la altura de las victorias que el nuevo mundo posible reclama y que la izquierda tiene la responsabilidad de protagonizar en el siglo XXI. Traducción de Ana Esther Ceceña Notas: [1] Prefacio a Giovanni Semeraro, Gramsci e a sociedade civil, Vozes, Petrópolis, 1999. La crisis del sujeto leninista y la circunstancia zapatista Sergio Tischler René Zavaleta Mercado (in memoriam) La tradición de los oprimidos nos enseña entretanto que el "estado de emergencia" en que vivimos es la regla. Debemos llegar a un concepto de historia que resulte coherente con ello. Se nos planteará entonces como tarea la creación del verdadero estado de emergencia, y esto mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. La fortuna de éste proviene desde hace bastante del hecho de que sus adversarios lo combatenen nombre del progreso como ley histórica. El estupor porque las cosas que vivimos sean "aún" posibles en el siglo veinte no es nada filosófico. No es el comienzo de ningún conocimiento, salvo el de que la idea de la historia de la cual proviene carece ya de vigencia. Walter Benjamin A partir del 1° de enero de 1994 muchas cosas han pasado en México con el surgimiento del zapatismo, pero es innegable que los indígenas chiapanecos que lo integran y su principal vocero, Marcos, se han convertido en figuras centrales, cuando no en iconos, de las luchas y de los movimientos sociales de resistencia en el mundo contra el sistema dominante. Hasta la fecha, sin embargo, quizás como resultado del desarrollo desigual del movimiento zapatista, no ha habido un esfuerzo sostenido, y menos una polémica sistemática profunda, en torno a los problemas teóricos de la acción revolucionaria en la circunstancia actual, problemas que el mismo zapatismo suscita -nos referimos, desde luego, a una polémica abierta, pública. Si bien es cierto que ha habido una abundante producción en torno al tema de la autonomía indígena y la cuestión étnica, no ha sido lo mismo en lo que respecta a la formulación de problemas generales de la acción revolucionaria. Lo cual resulta comprensible dado el clima ideológico y la sensibilidad dominantes (la "cultura de la derrota") después del fracaso del comunismo soviético y de la idea de revolución a él asociada. Más vale ir con tiento, pues la palabra revolución, después de aquella experiencia, suena a ironía, cuando no a chiste de mal gusto. En ese contexto, los trabajos teóricos de John Holloway[1] han sido de gran importancia. Inspirado en la experiencia zapatista, Holloway destaca la urgencia de la revolución, pero fundamentalmente la necesidad de reinventarla rompiendo con el canon clásico en que fue pensada e imaginada. La virtud de estos trabajos es, entre otras cosas, subrayar la necesidad de abrir las categorías, en particular la de sujeto revolucionario, virtud que el movimiento zapatista expresaría, por lo menos en forma potencial. Recientemente, Atilio Boron (2001) escribió el ensayo "La selva y la polis. Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo", donde polemiza en particular con Holloway y cuestiona algunos de los principales postulados del zapatismo. El ensayo es preciso en su argumentación, denso en su reflexión y bien escrito, como la mayor parte de los trabajos de Boron. Una de sus principales cualidades es la de iniciar una polémica abierta y seria, de carácter teórico, en torno al zapatismo y la acción revolucionaria; es decir, es una invitación a reflexionar críticamente sobre esos temas. Las breves reflexiones que de manera fragmentaria presentamos a continuación están inscritas en ese contexto. Habría que señalar que estas ideas no se refieren de forma directa a los textos de los autores antes señalados, sino a ciertos temas que de manera específica o lateral engarzan con ellos. Por eso, si algún nombre fuera necesario escoger para reunir ese conjunto de ideas (a veces intuiciones), éste sería la crisis del sujeto leninista como sujeto revolucionario clásico y la circunstancia zapatista. Ahora bien, la crisis del sujeto leninista es un asunto histórico y a la vez teórico. Histórico, porque uno de los acontecimientos que marcan hoy la escena contemporánea y la actual "relación de fuerzas" es el fracaso de la revolución inspirada en el canon leninista. Teórico, porque el concepto de sujeto y de lucha de clases asociado al leninismo es parte de ese fracaso. Esto quiere decir, entre otras cosas, que la construcción de un sujeto alternativo atraviesa por la asimilación crítica de esa forma política; sin ello es difícil pensar una verdadera negación como parte de la construcción de una crítica social al sistema dominante. Lo que sigue son reflexiones generales de carácter provisional sobre temas relacionados con dicha crisis, inspiradas en el marxismo como teoría negativa y en el zapatismo como movimiento y discurso. Reflexiones que tienen por tema central el impacto del leninismo en el proceso de reificación de la lucha de clases, cuestión que nos parece central en la discusión sobre el zapatismo y la teoría social. Reificación Uno de los principales problemas que ha marcado la acción y la teoría revolucionarias es la reificación (ver Tischler, 2001). Por alguna razón, quizá porque el pensamiento revolucionario casi siempre fue parte de una "correlación de fuerzas cultural" (P. Anderson, 1998) dominada por el capital; o porque el habitus, como parte de esa relación de fuerzas, no deja de impregnar nuestra sensibilidad y manera de pensar por más que intentemos rebasar la cotidianidad mediante la potencia de la lucha. En fin, siempre existió dentro del movimiento revolucionario moderno la tendencia a hacer de la teoría de Marx una teoría positiva, en consonancia con lo que, quizás tomando un tanto arbitrariamente un término de Foucault, podría nombrarse algo así como la episteme del sistema. Dicho movimiento teórico comienza temprano con Engels, cuya doctrina de las "leyes objetivas independientes" (ver Holloway, 2001b) preparó el terreno para el reduccionismo economicista de Kautsky. El núcleo teórico de ese proceso fue la transformación del pensamiento de Marx en una teoría del capital como objeto. Del concepto dialéctico de relación social (el capital como relación social, como lucha de clases) se pasa al concepto positivista de ley que subordina al sujeto. En otras palabras, se produce lo que Martínez (2001) llama "naturalización" del marxismo, cuestión que implica que la noción de lucha de clases queda congelada dentro del concepto de reproducción del sistema. Una reificación de sentido inverso es la que se desprende de la teorización de Lenin, quien en el ¿Qué hacer? formula una teoría de la política directamente relacionada con el problema de la organización revolucionaria. Los pasajes más significativos de esa obra fundamental del pensamiento revolucionario moderno son bastante conocidos. Por la misma razón, no es nuestro interés exponerlos de manera más o menos extensa. Lo que nos interesa subrayar es el énfasis leninista en la división entre lucha económica y lucha política, así como el papel de la conciencia de clase y el partido revolucionario en la lucha de clases. Nos parece que en esos temas se expresa no sólo una teoría del sujeto revolucionario y de la organización, sino que la argumentación de Lenin implica una trama teórica menos explícita respecto a esos problemas, la cual se relaciona con el problema de la reificación. En líneas generales, la argumentación de Lenin es la siguiente: en su lucha contra el capital, los obreros pueden llegar a desarrollar una conciencia económica (tradeunionista). Dicha actividad configura una tendencia "espontánea" dentro del movimiento obrero, tendencia derivada del propio conflicto de clase, y se expresa en un determinado tipo de organización, el sindicato. Éste, como forma de organización y lucha, se mueve en el terreno de las relaciones económicas, en la esfera de negociación de la venta de la fuerza de trabajo; es decir, no implica una lucha que vaya más allá del capital. Para que exista una "verdadera lucha de clases" es necesaria una organización de profesionales (el partido), que lleve la conciencia de clase a los obreros, los cuales de otra manera no pueden producir acción revolucionaria consciente, pues la conciencia de clase solamente puede ser llevada a éstos "desde afuera" (por el partido). Habrá matices que se escapan, pero el pensamiento del ¿Qué hacer? podría ser resumido en esas tesis centrales.[2] ¿Cómo interpretar la cuestión del sujeto y la acción revolucionaria a partir de dicho planteamiento? Una posibilidad es la que nos permitimos delinear a continuación. Las tesis leninistas sobre la organización, la conciencia de clase y el partido implican la idea básica que dentro del capital es imposible que se produzca una conciencia de clase. Dentro de esa relación, los sujetos están inmersos en el horizonte conceptual de la "falsa conciencia". Quiere decir entonces que la conciencia revolucionaria (conciencia de clase) se produce fuera del capital (digamos en alguna zona de la superestructura, para utilizar la nomenclatura clásica pero cuestionable). Por tanto, son los intelectuales los llamados a comprender el verdadero sentido de la lucha de clases (el núcleo teórico de esa lucha), cuestión que se explica por la condición social que les permite acceder a la ciencia (la ciencia de El capital, para el caso), y, al mismo tiempo, por estar inmersos en el conflicto de clase, en una trama de relaciones de fuerza. En ese mismo sentido, el partido revolucionario expresa la conciencia organizada de la clase porque se mueve en el terreno de las relaciones entre "todas las clases", es decir, en el terreno específico de la política, lo cual equivale a señalar que su horizonte teórico es adquirido precisamente por estar fuera de la relación directa capital/trabajo. Sabemos que Lenin tomó de Kautsky la idea de la conciencia de clase como especialización de la política ("desde el exterior"). Aquí lo que interesa destacar es el nexo teórico entre un autor y otro: ambos parten de la consideración del capital como economía u objeto más que como relación social, o mejor, como área separada y plenamente diferenciada de la política. El capital, así concebido, es contrapuesto a lo político que se entiende como plano de la totalización de las relaciones sociales, lugar de la superación de la inmediatez de las relaciones económicas. En otras palabras, la teorización leninista reproduce la base teórica reificada de su época (Kautsky era considerado el principal teórico de la socialdemocracia). El planteamiento de que la "verdadera" lucha de clases tiene por centro al partido, así como la tesis de que la conciencia de clase le llega al movimiento obrero "desde el exterior", es parte de una teorización que escinde sujeto y objeto, y que, por lo mismo, produce una noción reificada de la lucha de clases equivalente a la conceptualización del capital como cosa. Al parecer, tanto Kautsky como Lenin carecen de una idea de mediación para intentar resolver ese problema desde una perspectiva dialéctica. Esa dimensión es incorporada por Lukács cuando en Historia y conciencia de clase plantea que la organización es la mediación entre teoría y práctica; pero aquí estamos en otro terreno teórico. Partido y estado Como lo señala De Giovanni (1981), el pensamiento de Lenin es una teorización moderna de la política en la medida que se construye a partir de los temas clásicos de la "separación" y de la "especialización", tan centrales, por ejemplo, en Max Weber. Se podría decir, en ese sentido, que dicha teorización es la producción de un conocimiento a partir de una forma cultural dominante. En este mismo tenor, podemos preguntarnos si puede existir la producción de algún tipo de conocimiento, socialmente significativo, que no se mueva dentro de una forma dominante. La respuesta sería que lo dominante no es total, y que la fisura social implica heterogeneidad y conflicto, lo cual es condición de producción de conocimiento; en este caso, de conocimiento de resistencia y de conocimiento contra lo dominante. Un conocimiento que penetra y rebasa la forma. Pero el problema central aquí no es el de esa posibilidad, sino que el conocimiento emergente puede llegar a ser reproductivo al construirse a partir de los parámetros de la forma hegemónica. En ese caso, no se llega a alterar a profundidad la forma y menos a negarla. El hecho de que el pensamiento político de Lenin sea parte de una forma cultural dominante, como planteamos, no quiere decir que no se proponga la transformación de la sociedad burguesa y la construcción de otra alternativa, es decir, no niega que su eje haya sido la revolución. Nos referimos fundamentalmente a los parámetros o a la trama teórica no explícita en ese pensamiento, trama mediante la cual se articulan los conceptos básicos del mismo. Ése es el lugar donde se encuentra un terreno común entre Lenin y Max Weber. Al respecto, De Giovanni plantea: En Lenin hay un primer aspecto de la forma de la política vinculado a una dimensión específica de la realidad rusa entre los siglos XIX y XX -la autocracia, con una notable restricción del terreno de la política al de la organización represiva del aparato estatal. Pero no es éste el punto decisivo. La tesis de Lenin no está condicionada por la realidad política quizá más atrasada de la Europa de comienzos de siglo XX. En ese caso sería incomprensible su efecto perturbador sobre toda la historia teórica y práctica del movimiento obrero, y su capacidad de proporcionar el horizonte político y organizativo de dos fases históricas enteras de la vida de la Internacional comunista. El verdadero vínculo, la verdadera relación está en otra parte. La imaginación va inmediatamente a uno de los puntos más altos de la teoría política burguesa, que recoge ampliamente el sentir histórico de una transformación de la morfología política en el Occidente capitalista. 1918: La política como profesión de Max Weber señala un momento muy determinado de ese proceso teórico. La complejidad de la relación estado-desarrollo capitalista se define en el progresivo aumento de la autonomía de la política, en la concentración del poder político en un foco determinado por la unidad del poder del estado (De Giovanni, 1981: pp. 183-84). Dicho punto de encuentro es el estado moderno y su equivalente teórico proletario. Lo que identifica a Lenin con la temática weberiana del poder es pensar la revolución a partir de un centro simétrico al del estado capitalista. Por lo que el tema clave, tanto de la política burguesa como proletaria, es planteado como la concentración del ejercicio del poder. En ambos pensadores se encuentran propuestas de clase diferentes con una problemática común que se mantiene: la política como separación y concentración. Los dos teorizan, en dicho sentido, la modernización del estado o lo que en palabras de De Giovanni es la "productividad autónoma de la política". Porque como bien lo argumenta Weber, la modernización del estado es un proceso análogo al de la acumulación originaria de capital. En el caso de la acumulación originaria, la cuestión es la expropiación de los productores directos. En el del estado, la expropiación de la soberanía de manos privadas y su concentración en un foco radicalmente diferente de lo que es la sociedad. De allí la idea del estado como "monopolio de la violencia legítima". En Lenin, el lugar de concentración legítima del poder es el partido, equivalente al estado weberiano. Como lo plantea el ya citado De Giovanni: Toda crítica de Lenin al economicismo debe leerse en el cuadro históricamente determinado de un antagonismo de clase y de una organización de las relaciones entre las clases que se mantiene sobre una forma de primacía de la política correspondiente al mecanismo de un estado determinado. A la primacía de la política en función de las clases dominantes es preciso responder con una elevadísima concentración de la productividad de la política del movimiento obrero. Aquí está el sentido moderno de ¿Qué hacer? Aquí también el significado de la conciencia que proviene del exterior (De Giovanni, 1981: p. 185). Rosa Luxemburgo criticó el ¿Qué hacer? precisamente por el espíritu estatal que define sus principales tesis: "El ultracentrismo defendido por Lenin se nos aparece como impregnado no ya de un espíritu positivo y creador, sino del espíritu del vigilante nocturno" (Luxemburgo, 1980: p. 41). El problema, según se desprende de su argumentación, es que el concepto mismo de lucha de clases se ve profundamente alterado al rematar en el estado, al ser reducido a una productividad que sólo se encuentra en la esfera separada de la política que encarna el partido; es decir, al producir una noción vertical de la política que también categoriza la lucha de clases en términos semejantes. Sobre esto volveremos más adelante. Lo que ahora nos interesa destacar es que la dichosa "productividad autónoma de la política" no sólo introduce el tema de lo político como dominio de las élites en el campo revolucionario, sino que impregna la lucha de clases de una noción reificada: el partido. Del fetichismo de las "leyes objetivas independientes" se pasa al fetichismo del partidoestado que construye "desde afuera", a partir de su propia lógica, la lógica que corresponde al Leviatán moderno. Esto opera sobre la base teórica antes señalada. Sólo considerando el capital como un objeto y a las masas como soportes de la política se puede imaginar el vuelo autónomo del partido como sujeto total. La crítica al economicismo produjo la fetichización de la política en la forma partido: una construcción teórica a partir de las mismas preocupaciones de la forma burguesa, la forma valor. Lo que Weber y Lenin teorizan de la política es la forma valor expuesta como consagración de la razón instrumental; en última instancia una forma homogeneizante, vertical y represiva de lo social inscrita en el horizonte de la acumulación de poder. Sobre este asunto, la tesis de Holloway (2001) acerca de la asimetría de la lucha de clases parece dar en el clavo. Si no interpretamos mal, lo que tiene en mente con ese término es que el concepto de revolución hoy no puede reproducir el canon burgués de la lucha de clases que remata en el estado. En otras palabras, que en las actuales circunstancias no se puede pensar el cambio social radical en términos de una teoría de la organización que sea equivalente a una teoría del estado. El "mandar obedeciendo" del zapatismo va en esa dirección. Esa cuestión es de suma importancia pues implica romper con el núcleo de la teoría política leninista y apunta hacia una crítica de toda teoría política. El horizonte de la revolución sería entonces abolir la política como cristalización conspicua de la separación y fragmentación propias del capital (ver Bonefeld, 2001a), es decir, como forma de poder reificada y reificante. También podríamos plantear que Lenin operó un quiebre fundamental respecto a Marx al construir una teoría positiva de la política, simétrica, como hemos visto, a la teoría burguesa, en una línea que se remonta hasta Maquiavelo. Como sabemos, un legado de este tipo se encuentra también en Gramsci, cuestión que vendría a confirmar una línea de fuerza dentro del pensamiento revolucionario: en su calidad de pensadores de la subalternidad, los intelectuales revolucionarios han tendido a producir una teoría legítima de poder. Legítima en el sentido de tener un contenido científico que compite en paridad de condiciones con la teoría dominante. De aquí, en parte, el énfasis en la "teoría política marxista" como respuesta a esa "ausencia" que la teoría liberal le achacaba al marxismo. Frente a ese planteamiento, en Marx encontramos algo radicalmente diferente: la crítica a la teoría política como parte de la crítica al capital y al estado (ver Bonefeld, 2001b). Dicha crítica no la encontramos en obras sistemáticas puntuales (una teoría de la subjetividad, una teoría del estado, una teoría del sujeto, etcétera), precisamente por el hecho de que para él ésas son formas de la relación capitalista. No podemos detenernos en este problema, de suyo complejo, pero sí plantear que en El capital no se encuentra una teoría del estado porque dicha obra es una crítica a la teoría del estado. En el mismo sentido se podría plantear, siguiendo a Adorno (1975), que lo que existe en El capital es una teoría negativa de la política. Revolución y estado-nación Así como el nombre de Lenin está indisolublemente ligado a la revolución rusa, el leninismo no puede ser interpretado sino como parte constitutiva de esa gran fractura histórica y la construcción del estado soviético como una de sus principales consecuencias. De tal suerte que es casi imposible diferenciar el concepto de revolución derivado de esa experiencia del de una forma de estado. En esa línea, se puede plantear que no es la revolución lo que supera la forma del estado-nación, sino que la categoría del estado-nación subsume la revolución. Parte de esa tensión se expresó en la famosa polémica en torno a la construcción del "socialismo en un solo país". El dilema no era tanto salvar la revolución en una marcha aislada hacia el socialismo como argumentaba Stalin, sino salvarla de su antítesis: la estatización y nacionalización del proceso. Porque la idea de una revolución que se hace estado reproduce las categorías burguesas del poder, pues el horizonte de la acción está dado por el estado-nación, con todo lo que históricamente esto implica. Como hemos planteado, la concepción leninista de la política contiene la noción de estado como núcleo de la acción revolucionaria. Dicha condición, junto con el proceso soviético de estatización, permitió la transformación de las formulaciones teóricas de Lenin en el paradigma de la organización y la acción revolucionarias. Por extensión, la misma revolución rusa fue codificada como el modelo de la revolución. Todo ello como parte de un proceso ideológico ligado a la construcción del estado soviético, cuyas cartas de legitimidad eran las de presentarse en aquellas circunstancias históricas como el único poder alternativo a la barbarie capitalista. Sin embargo, por contradictorio que pudiera parecer desde una perspectiva positivista, el fenómeno del leninismo fue, hasta cierto punto, más el fruto de un fracaso que el de una victoria: el fracaso de la revolución europea. Con esto queremos plantear que la toma del poder por los bolcheviques no era condición suficiente para la transformación del leninismo en el modelo ideológico de la revolución, y que las "condiciones de posibilidad" más profundas habría que buscarlas en un fenómeno más complejo como el de la derrota de la revolución socialista europea y la transformación de la revolución rusa en una forma estatal particular (defensiva frente al exterior y represiva en el interior), en parte como respuesta a esa derrota. Se podría decir, en el mismo sentido, que el ¿Qué hacer? pudo irradiar el poder de convocatoria y seducción debido, de alguna manera, a que la ola revolucionaria mundial no logró transformarse en revolución triunfante en el centro del sistema y, por consiguiente, en experiencia a seguir, ya que también la derrota se estabilizó o cristalizó como fracaso teórico de grandes consecuencias culturales. Una buena parte de la relevancia teórica de ese problema se encuentra entonces en ese límite y fracaso, y no precisamente en el triunfo (positividad) de la revolución, en el "eslabón más débil de la cadena". Y de esto no podemos culpar a Lenin, pues era consciente del carácter subdesarrollado de la experiencia rusa frente al Occidente más desarrollado. Pensar la revolución desde su fracaso es tomar el lado oculto, negado y reprimido de la historia para pensarla "a contrapelo" (Benjamin, 1982). En ese sentido, sólo lo negado revelado alumbra lo existente, pues lo existente como afirmación positiva se construye aniquilando la conciencia de lo reprimido. La historia como narración objetivista de lo existente aniquila la fuerza de lo reprimido en la conformación de la "objetividad", y por lo tanto, el sentido de lo múltiple y diverso. La historia, entendida como tiempo lineal, esconde siempre la fractura, la escisión, la pluralidad de sentidos, o mejor, al sujeto. Por eso, siempre la historia objetivista es represiva. La objetividad como construcción de una identidad con lo existente esconde siempre una historia reprimida (Adorno, 1975). De allí que la pregunta más importante desde un ángulo teórico crítico ("a contrapelo") sea la que nos hacemos por la historia reprimida en la afirmación de un fenómeno político e histórico, en este caso, del leninismo. Se podría decir, en ese sentido, que la afirmación del leninismo fue un proceso de negación represiva de otras formas de pensar la revolución. Sin el rescate de ese "lado oculto" tendríamos dificultad para salir del círculo vicioso de la positivización del pensamiento revolucionario. Entonces, un problema fundamental sería el rescate del sentido múltiple de la lucha de clases y la revolución; sacarla de su trama conceptual de carácter centralista y homogeneizante. O, como lo plantea Jameson (1998: p. 17), romper con el "pasado destructivo" de la utopía asociado al bolchevismo y estalinismo. Hay, sin embargo, un tema fundamental del leninismo que habría que explorar más detenidamente y que aquí no podemos hacer más que enunciarlo: la construcción de la soberanía moderna y de una dimensión nacional-popular del poder en condiciones de dependencia propias de los países periféricos. Como se sabe, parte fundamental de la teorización de Lenin gira en torno a la revolución democrática en condiciones de decadencia general de la burguesía como sujeto democrático, una cuestión central en Rusia, dadas las características del país como el atraso económico y la ausencia de una burguesía con "apetito estatal". De allí el tema permanente de la revolución como locomotora de la modernización o como línea de fuerza que dibuja la revolución en el horizonte de la consolidación del estado-nación, más que como la negación radical de la sociedad capitalista, de tal suerte que la forma burguesa será constitutiva del proceso revolucionario. La teoría del imperialismo y de la forma nacional de la revolución es parte de esa trama conceptual. Desde esa perspectiva se desarrollaron los trabajos más conspicuos del pensamiento crítico en América Latina, sobre los cuales tendríamos que debatir con mayor detenimiento para resignificar, a la luz de la circunstancia actual, aquellos presupuestos teóricos que hoy han entrado en profunda crisis.[3] Dialéctica y lucha de clases La idea leninista de sujeto implica una concepción instrumentalista de la clase y de la lucha de clases. Proyecta, en el nivel teórico, la escisión entre sujeto y objeto. En ese juego, el sujeto termina por reducirse al partido o al estado, mientras que la clase "empírica" juega el papel de soporte, en el mejor de los casos; o bien se presenta como una reconstrucción desde un centro que le da consistencia política "real". Si la clase es considerada como objeto, entonces es imposible la dialéctica revolucionaria como dialéctica negativa. La dialéctica como un "método" que permite conocer de "mejor forma" la realidad y operar sobre ella sólo confirma la escisión, el carácter "externo" de la dialéctica respecto a la clase. Sólo la concepción de la clase como lucha permite romper con la visión objetivista y rescatar la dialéctica de la clausura instrumental. Eso significa que en la teoría del sujeto (revolucionario) está implícita una concepción de la clase y de la lucha de clases, y que ésta puede ser dialéctica o instrumental. En tiempos más recientes, E. P. Thompson elaboró una de las principales críticas a la idea instrumental de la clase. La tesis central de Thompson es que la conciencia de clase es el resultado de la experiencia (mediada por la lucha) de la propia clase, y no de algo externo al movimiento obrero. Es mediante la experiencia de clase que los hombres adoptan una posición de clase.[4] La concepción de este autor en la línea de que una clase "se define por sus propios hombres, según y cómo vivan su propia historia" ha sido criticada por muchos autores, a veces con argumentos muy sólidos (Perry Anderson, 1985). Sin embargo, aparte de criticar la visión instrumental dominante en la izquierda, plantea una cuestión fundamental: con un concepto autoritario de la clase nunca se podrá construir un socialismo democrático. Ahora bien, Thompson nos permite dar un salto hacia atrás para retomar el asunto de la dialéctica. Ese salto nos lleva a Rosa Luxemburgo, en la que encontramos una de las más brillantes interpretaciones de la lucha de clases y de la clase. En Rosa Luxemburgo, la dialéctica no es un método abstracto, sino conciencia (parte) de la lucha de clases, de su carácter necesario y contradictorio en la sociedad capitalista. Al sacar la dialéctica de ese terreno se vuelve filosofía, ciencia o método. Desde su perspectiva, la clase no se puede fijar en relación a una forma organizativa o a la "colocación estructural"; es un proceso contradictorio que se mueve en la temporalidad de la lucha, no en la temporalidad lineal de la lógica instrumental (la planificación de un partido o la temporalidad del capital definida por la rotación y la ganancia). Por tal razón, la "organización" no sustituye a la clase ni a la lucha de clases, sino que es parte del mismo proceso, en el cual la lucha adquiere diversas formas, ya que no existe un "centro sólido" permanente que la articule y jerarquice, o que la congele en un canon a repetir. Al referirse a la socialdemocracia y a la organización en general, plantea: Ella [la socialdemocracia] surge históricamente de la lucha de clases elemental, y se mueve en esta contradicción dialéctica. Sólo en el curso de la lucha se recluta el ejército del proletariado y a su vez este último toma conciencia de los fines de ella. La organización, los progresos de la conciencia y la lucha no son fases particulares, separadas mecánicamente en el tiempo, como en el movimiento blanquista, sino por el contrario son aspectos distintos de un mismo y único proceso. Por una parte, fuera de los principios generales de la lucha, no existe una táctica ya elaborada en todos sus detalles que un comité central podría enseñar a sus tropas como en un cuartel; por la otra, las peripecias de la lucha, en el curso de la cual se crea la organización, determinan incesantes fluctuaciones en la esfera de influencia del partido socialista (R. Luxemburgo, 1980: p. 46). La organización y la conciencia no pueden ser externas a la clase, porque ambas son parte de ese movimiento contradictorio que es la lucha de clases. Dice: En realidad, la socialdemocracia no está ligada a la organización de la clase obrera, ella es el movimiento mismo de la clase obrera. Es necesario, por tanto, que el centralismo de la socialdemocracia sea de naturaleza fundamentalmente distinta del centralismo blanquista. [...] Es, por así decirlo, un "autocentralismo" del estrato dirigente del proletariado, es el reino de la mayoría en el interior del mismo partido (ibid.: p. 47). Precisamente porque la lucha de clases es contradictoria no existe un "sujeto puro", sino formas dominantes y emergentes de lucha, las cuales son parte también de la lucha del capital contra la organización autónoma de los trabajadores.[5] En Rosa Luxemburgo, las formas son constituidas por la lucha, por el conflicto, lo cual las hace inestables y perecederas.[6] El socialismo es entendido como un proceso en acto, como una lucha destinada a abolir la sociedad capitalista a partir de la autorganización de los trabajadores. No es un golpe concentrado que cambia el poder político de una élite por otra. La dialéctica revolucionaria implica ese acto de negación a partir de la autorganización. A diferencia de la idea de partido separado que perpetúa o consolida la clase, la autorganización es un proceso de negación de la clase como resultado de la lucha. Aquí se afirma el mundo del trabajo contra el capital, el valor de uso contra el valor, es decir que en ese movimiento la clase se afirma para negarse. Sin ese "todavíano" de la negación el concepto de clase se naturaliza. Al parecer, ése es el sentido del planteamiento luxemburguista de que la socialdemocracia es el movimiento mismo de la clase obrera. Quizá por eso se podría afirmar que la lucha no nos lleva a ninguna parte, a puerto seguro. Y es que la dialéctica revolucionaria es una forma de incertidumbre del mundo moderno; no calza bien en la razón instrumental y su principio de poder. Se sale por los costados. Es la fisura-desgarramiento del sujeto y mundo modernos que la dimensión aparencial de la ideología trata de cerrar en el famoso principio de identidad (Adorno, 1975). Desde esta incertidumbre, la clase sería una suerte de "iluminación": la fuerza material de la imaginación que traspasa lo existente a partir de la "redención del pasado", la incertidumbre de la multiplicidad de sentidos de la lucha.[7] Vista así, la clase no tiende a la totalidad, al sistema, sino a su fractura..., a diferencia de la idea de clase-objeto-sistema que deriva de la vertiente totalitaria que Horkheimer y Adorno (1987) encuentran en la Ilustración. En dicho sentido, la clase es un concepto negativo.[8] Lo de la clase como "iluminación" puede parecer absurdo, pero quizá por eso sea importante; en todo caso, nos conduce a Walter Benjamin. En su obra podemos encontrar una de las cumbres del pensamiento marxista sobre la clase y la lucha de clases, pensamiento enfilado contra el positivismo y la forma burguesa de pensar la revolución. Desde su perspectiva, la revolución no es "progreso" sino un llenar el presente de "tiempo-ahora", haciendo saltar el continuum de la historia; es la creación de otro tiempo a partir de la "emergencia". Por lo tanto, la clase sería el principio crítico que logra romper con el tiempo moderno como tiempo (homogéneo y abstracto) del capital y su dominio; lo libera redimiendo el pasado, llenándolo de significado. La lucha de los oprimidos, en este sentido, sería una lucha contra el progreso, la posibilidad de "suspender" el tiempo porque el progreso es entendido como barbarie y su marcha como abismo.[9] Es decir que no se puede seguir pensando la revolución a partir de la idea de progreso, con categorías positivas; es necesario pensarla "a contrapelo".[10] La clase pensada en términos positivos es una afirmación de lo existente que no configura un sujeto revolucionario. El sujeto del conocimiento histórico -escribe- es la misma clase oprimida que combate. En Marx aparece como la última clase esclava, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de liberación en nombre de las generaciones de vencidos. Esta conciencia, que ha vuelto a afirmarse durante breve tiempo en el movimiento Spartacus, ha sido siempre desagradable para la socialdemocracia. En el curso de treinta años la socialdemocracia ha logrado apagar casi completamente el nombre de un Blanqui, que con su timbre metálico hacía temblar al siglo precedente. La socialdemocracia se complacía en asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras. Y así cortaba el nervio principal de su fuerza. En esta escuela la clase desaprendió tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados oprimidos y no del ideal de los descendientes libres (Benjamin, 1982: pp. 119-20). La imagen apocalíptica de la revolución que nos presenta Benjamin poco tiene de pensamiento religioso. Su lenguaje es decididamente antipositivista. Un lenguaje violento que denuncia la reificación conceptual de la idea de historia dentro del movimiento obrero. Y esto es posible en una situación de emergencia, de peligro, como él señala. Más que una certeza, la revolución es un pensamiento de "emergencia". El capital sigue siendo la principal expresión teórica de esa condición. Marx, en su obra fundamental, analiza el capital como trabajo alienado, es decir, como relación social basada en la separación del productor respecto a las condiciones objetivas del trabajo. El tema de la separación, llevado a otros niveles, permite pensar las formas sociales dominantes (burguesas) en términos de particularizaciones de esa fractura constitutiva y del conflicto que implica (la cuestión de "la política" es parte de esa relación) (Bonefeld, 2001b). En la misma línea, podemos plantear que el tema central de la clase no es la "colocación" en un sistema de relaciones, sino el de la fractura, el de la separación. Quizás por eso Benjamin rechaza todo conocimiento objetivista en la definición de la clase, pues para él el sujeto es siempre la clase que combate. En la acción de la lucha se produce la clase como movimiento de la negatividad del trabajo frente al capital (ésta no se puede reducir a un grupo, ya que implica a todos los explotados por el capital). En ese movimiento, la clase tiende a superar la separación constitutiva del capitalismo y a superarse como clase. Por eso, para Benjamin la clase es una suerte de negación de la "modernidad" y el "progreso", así como de sus categorías, entre ellas el estado. • Frases del discurso zapatista como "mandar obedeciendo", "caminar hasta encontrarnos nuestra espalda", o las que van en el sentido de luchar hasta "no ser necesarios" implican una noción de lucha que no remata en la toma del poder o en el estado. Son imágenes de un pensamiento de "emergencia" contra el poder, más que una elaboración teórica sistemática sobre el mismo. Imágenes que expresan una "estructura de sentimiento" (Williams, 1980), cuyo núcleo es el rechazo a la idea elitista e instrumentalista de revolución. Lejos de rechazar el concepto de lucha de clases, plantean la conciencia de la necesidad de reelaborarlo, de resignificarlo. Aunque no se plantea de manera explícita, quién sabe por qué razones, ese pensamiento emergente contiene una crítica al leninismo y guarda una filiación con Benjamin, en el sentido que expresa una lucha contra la reificación e implica la tensión por liberar el concepto de lucha de clases de su clausura instrumental. En dicho sentido, por ejemplo, el concepto de "sociedad civil" del zapatismo no es ajeno a la lucha de clases, la contiene como su línea de fuerza. Es una propuesta de resignificación del concepto liberal de sociedad civil a partir de desarrollar las contradicciones de clase que éste contiene, pero reconociendo su peso en la "correlación de fuerzas cultural" contemporánea (ver Tischler, 2001). A nivel teórico, los conceptos del "antipoder" y de "asimetría de la lucha de clases" de Holloway son parte de la elaboración de un concepto desreificado de la lucha de clases. A partir de esos conceptos, se puede comenzar a desarrollar una teoría de la lucha cuyo centro no es la certidumbre, ya que ésta, como hemos tratado de exponer, es parte de una trama de poder. O, como lo dice Holloway: Las teorías marxista-ortodoxas buscaron captar la certidumbre al lado de la revolución con el argumento de que el desarrollo histórico conducía inevitablemente a la creación de una sociedad comunista. Este intento fue fundamentalmente erróneo, ya que no puede haber ninguna certeza en la creación de una sociedad autodeterminante. La certeza sólo puede estar por el lado de la dominación (Holloway, 2001a: p. 104). En todo caso, la asimilación teórica de la crisis de una forma particular de asumir la lucha de clases es parte fundamental del proceso de constitución de un nuevo sujeto. En ese sentido, más que defender la supuesta fortaleza de una teoría política (marxista) habría que enfrentar sus cárceles constitutivas. Referencias bibliográficas Adorno, Theodor, Dialéctica negativa, Taurus, Madrid, 1975. Anderson, Perry, Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson, Siglo XXI, Madrid, 1985. ---, "Marshall Berman: modernidad y revolución", Campos de Batalla, Anagrama, Barcelona, 1998. Benjamin, Walter, Para una crítica de la violencia, Premià, México, 1982. Bilbao, Andrés, Obreros y ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera, Trotta, Madrid, 1993. Bonefeld, Werner, "Clase y constitución", Bajo el Volcán, n. 2, Posgrado de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-Universidad Autónoma de Puebla, México, 2001a. ---, "The State and Capital: On the Critique of the Political", 2001b, texto inédito. Boron, Atilio, "La selva y la polis. 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[3] En esa línea son particularmente significativos por su profundidad los trabajos de René Zavaleta Mercado. Ver El poder dual. Problemas de la teoría del estado en América Latina, Siglo XXI, México, varias ediciones; Lo nacional-popular en Bolivia, Siglo XXI, México, 1986. [4] Oponiéndose al concepto de clase como objeto, plantea: "Todavía hoy, opera la sempiterna tentación de suponer que la clase es una cosa. No fue éste el significado dado por Marx en sus obras históricas, aunque este error vicia escritos ‘marxistas’ de fecha muy posterior. Se supone que la clase trabajadora tiene una existencia real susceptible de ser definida casi matemáticamente: cuántos hombres están en una determinada relación respecto a los medios de producción. Si se acepta esta afirmación, es posible entonces deducir la conciencia de clase que ésta debería tener pero que raras veces tiene si la clase en cuestión tuviese una apropiada conciencia de su posición particular y de sus intereses reales. Existe una superestructura cultural a través de la cual este reconocimiento se manifiesta de modo ineficiente. Estos retrasos culturales, estas distorsiones, constituyen un elemento molesto y pernicioso, hasta el punto que es fácil pasar de aquéllos a cualquier tipo de teoría de sustitución: un partido, una secta o incluso un teórico, que revelan la conciencia de clase, no como es en realidad, sino como debería ser" (Thompson, 1977: pp. 8-9). [5] De esa manera podríamos entender el parlamentarismo como parte de la lucha de clases, como una mediación que surge en ese terreno; también la tendencia revisionista (oportunista) que existe en la organización al absolutizar ese campo de acción, así como la respuesta ideológica radical contraria, tendiente a crear una suerte de "sujetos incontaminados", como en el leninismo, por la contradicción de la lucha. Ver Rosa Luxemburgo, 1980. [6] Aquí tenemos una versión diferente a la de Foucault en Vigilar y castigar, donde las formas sociales son cerradas por estar constituidas por el poder. [7] Las certidumbres como reificaciones y formas represivas de cultura son analizadas por Erich Fromm en El miedo a la libertad, Paidós, Buenos Aires, 1977. [8] Para una concepto no analítico sino crítico de la clase, ver el excelente ensayo de Werner Bonefeld "Clase y constitución", Bajo el Volcán, n. 2, Posgrado de Sociología, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-Universidad Autónoma de Puebla, México, 2001. Una crítica al concepto objetivista de la clase como parte del pensamiento de Smith y Ricardo se puede encontrar en Andrés Bilbao, Obreros y ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera, Trotta, Madrid, 1993. [9] Benjamin plantea al respecto: "Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irremisiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso" (Benjamin, 1982: pp. 113-14). [10] "El estupor porque las cosas que vivimos sean ‘aún’ posibles en el siglo XX no es nada filosófico. No es el comienzo de ningún conocimiento, salvo del de que la idea de la historia de la cual proviene carece ya de vigencia" (ibid.: p. 112). Lekil kuxlejal. Aproximaciones al ideal de vida entre los tseltales* Antonio Paoli Con este trabajo queremos aproximarnos a la manera como los tseltales[1] piensan el mundo bueno, a lo que ellos quisieran que fuera y que en gran medida es, o ha sido y ha dejado de ser. Queremos mirar su modelo del buen vivir. Al parecer, el contraste entre lo que ven y lo que quisieran ver es ya un fermento revolucionario. Sin embargo, aquí no nos detendremos en su perspectiva revolucionaria. En este artículo más bien hemos querido explorar sus ideales de paz y de vida cotidiana armónica. Su cotidianidad, más que su epopeya; sus valores, sus formas de apreciar la vida, la gente y las cosas; introducirnos a cómo quisieran que fuera el mundo, la pareja, la familia; sus ideales de integración, de solidaridad íntima, de justicia, de autonomía personal y colectiva. Queremos acercarnos a sus sueños; a su poética más que a su política, a su sensibilidad más que a su lucha, a los caminos de su creatividad personal más que a su airado grito de guerra. Porque su declaración de guerra, de esta guerra larga y dramática, inclemente y sórdida, se sostiene gracias a sus sueños de paz y de armonía, de igualdad, de unidad, de autonomía, de cooperación y de justicia. Lekil kuxlejal y la paz Lekil kuxlejal es la vida buena por antonomasia. No es una utopía porque no se refiere a un sueño inexistente. No, el lekil kuxlejal existió, se ha degradado pero no se ha extinguido y es posible recuperarlo. No sólo pertenece a este mundo, también al más allá. Veamos al lekil kuxlejal desde uno de sus aspectos fundamentales: la paz. La concepción de paz entre los tseltales supone la dimensión sagrada y perfecta del silencio. Aproximémonos a esta visión y con ella a la idea de lekil kuxlejal. Posteriormente contemplaremos cómo se aplica la idea de perfección del lekil kuxlejal como fundamento moral de la vida cotidiana. Un factor necesario, clave para que haya lekil kuxlejal, es la paz (slamalil k’inal), por lo mismo son dos conceptos inseparables. Hay lekil kuxlejal cuando existe slamalil k’inal. Iniciemos con una canción llamada slamalil k’inal.[2] Escogimos esta canción porque presenta una concepción muy generalizada sobre la paz en el mundo tseltal. K’alal ay slamalil k’inal tse’el ko’tantik yu’un k’alal mayuk wokolil ta yohlil komonaltik Yah kalbeyex awayik Swinkilelex jlumaltik jbankil, wix, kitsinab jbahtik jun nax ko’tantik jpisiltik manchuk ya jch’ujuntik lo’loyel yu’un jich pajaluk ko’tantik Tse’el k’inal ya ka’aytik jich bin’ut’il jamal mutetik jichucotik bin’ut’il ya xwihlik ta bahlumilal K’alal ay slamalil k’inal tse’el ko´tantik yu’un k’alal mayuk wokolil ta yohlil komonaltik Jich bin ut’il ek’etik xlip lajan ta toyol jich nix te jahetik xnibet ta bahlumilal Ja yu’un bayel sk’oblal te slamalil k’inal jich bin’ut’il te k’ajk’al ya sakubtes te bahlumilal [Cuando estamos en paz por eso mismo está contento nuestro corazón cuando no hay problema en nuestra comunidad Les digo y ustedes activamente escuchan Señores de nuestro pueblo hermanos y hermanas mayores, hermanitos intersubjetivamente somos todos un solo corazón nosotros no creemos, no adoramos al engaño porque hay igualdad en nuestros corazones Sentimos al ambiente que sonríe así como los pájaros del campo así somos nosotros como ellos que vuelan por el mundo Cuando estamos en paz por eso mismo está contento nuestro corazón cuando no hay problema en nuestra comunidad Así como las estrellas que brillan en lo alto así como las aguas que fluyen tranquilas por el mundo Por eso hay mucha importancia en la paz así como la hay en el sol que ilumina el mundo] Esta canción, como creación cultural, constituye una síntesis de elementos clave y modalidades asociativas que los tseltales reproducen con frecuencia cuando hablan del slamalil k’inal y del lekil kuxlejal. Detengámonos un poco en las palabras slamalil k’inal, traducidas normalmente como "paz". Veamos cómo está compuesta la asociación de sus elementos: s es un prefijo que hace las veces de un pronombre posesivo de tercera persona antes de consonante; lamal significa silencio; il es un sufijo que, al añadirlo a lamal, hace que esta palabra signifique el silencio por antonomasia o el máximo del silencio; k’inal es una palabra que significa medio ambiente. Cuando nos referimos al medio externo hablamos de ecosistema, cuando nos referimos a la interioridad del individuo hablamos de la mente. El prefijo s ya nos indica que hablamos de la paz de alguien, del silencio de alguien, ya que en tseltal, como en otras lenguas mayas, al parecer todos los entes, personas u objetos son sujetos que influyen y son influidos dentro de una constante interdeterminación, una constante intersubjetividad.[3] En este caso ese "alguien", poseedor del lamalil k’inal, es un sujeto colectivo, una congregación de personas que se influyen mutuamente y conforman la comunidad. Así, en el párrafo segundo el k’inal se refiere al medio ambiente externo conformado por una unidad donde todos influyen y toman la influencia de los otros para formar "un solo corazón". En la canción se nos habla explícitamente de la interdeterminación intersubjetiva entre los humanos: jbankil, wix, kitsinab jbabhtik jun nax ko’tantik jpisiltik [hermanos y hermanas mayores, hermanitos intersubjetivamente somos todos un solo corazón] Slamalil k’inal es un estado de silencio de la persona, de su mente. También es un estado de armonía del ecosistema. Realidad colectiva donde naturaleza y sociedad están necesariamente integradas, bien avenidas y conforman el lekil kuxlejal. Los tseltales y los tsotsiles hablan de la paz como de una cuestión social y cósmica, aunque experimentada por el individuo. Slamalil k’inal supondrá normalmente la unidad de voluntades que intersubjetivamente la generan y así conforman jun nax ko’tantik (un solo corazón). La paz interna no es ajena a esta interdeterminación colectiva. Si alguien está en paz en su mente, en su k’inal interior, normalmente es porque vive alguna forma de armonía colectiva donde nos incluimos todos (sbuts k’inal yu’un jpisiltik). Esto constituye al lekil kuxlejal, y este kuxlejal (vida) no pertenece sólo a este mundo y a esta vida material; es una de las diversas dimensiones a que viajará el ch’ulel (el alma) cuando deje aquí en la tierra el cuerpo que hoy posee. El tseltal y el tsotsil al hablar de paz hablan de silencio (lamal) y ésta es una cuestión sagrada. La siguiente anécdota parece aclarar la cuestión. Una noche, antes de cenar, los promotores del Comité de Derechos Humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada seguían con gran recogimiento un pat o’tan (saludo del corazón), que es una advocación en tseltal donde se le da gracias a Dios o se le pide algo. Una persona conduce y otra va hablándole a Dios a partir de lo que el anterior ha dicho. Manuel Hernández Pérez, secretario ejecutivo del comité y promotor tseltal de la comunidad de Santa Cruz, ubicada allí donde nace el río Perla, se tapó los ojos con la mano derecha. Terminado el pat o’tan le pregunté: "Manuel ¿por qué te pones la mano sobre los ojos?", y me respondió en castellano: "para atraer el silencio". Esta práctica es muy frecuente. Mirando estos comentarios posteriormente nos explica Manuel que el silencio es para respetar la palabra: Sok nix ja jun yich’el ta muk’te jTatik ta Ch’ul Chan. Sok nix tey yax chiknah te yich’el ta muk’te jMe’jTatik k’alal ya ya’botik tsitsel. [Con esto respetamos a nuestro Padre que está en los Cielos. Así también aparece nuestro respeto por nuestras Madres Padres cuando nos dan un consejo.] Nuestro bankil (hermano mayor) Francisco, promotor también de los derechos humanos por parte del Fray Pedro en la comunidad de Santa Elena, allá por donde se inicia la cañada del río Perla, comenta: Tulan sk’oblal yich’el ta muk’te jTatik Dios sok te jMe’jTatik sok ch’abal k’inal. Como ja tsitsel yu’un. Jich ya xbenotik ta lekil beh sok jich yax nahtik jkorahiltik. [Hay mucha importancia en darle respeto a nuestro Padre Dios y a nuestras Madres Padres con un ambiente de silencio, es como cuando se escucha un consejo. Así caminamos por el buen camino y también conocemos nuestra duración[4] de vida.] El silencio es algo sagrado. Se le nombra también ch’ab. Y cuando los principales de una comunidad quieren solucionar un conflicto, hacer la paz, oran y ayunan a veces varios días. A esta ceremonia se le nombra ch’abajel y suelen traducir este término como "pacificación". También cuando se ha terminado un conflicto el que ofendió sirve refresco, a veces también reparte dulces y comida para sellar otra vez la amistad y hacer la paz o el silencio. A esto también se le llama ch’abajel. El silencio es algo sagrado y fundamental para generar armonía y con ella el lekil kuxlejal. El slamalil k’inal genera contentamiento. Así lo dice la canción y lo dice la gente: K’alal ay slamalil k’inal tsel ko’tantik yu’un [Cuando estamos en paz por eso mismo está contento nuestro corazón] El lekil kuxlejal supone una integración perfecta entre la sociedad y la naturaleza. En la canción se juega a formas de integración de los seres humanos y la naturaleza mediante comparaciones retóricas. El contento de la comunidad se proyecta y se siente en el medio ambiente automáticamente y el ecosistema feliz hace ligeros y alegres a las personas. Veamos con más cuidado este cuarteto: Tsel k’inal ya ka’aytik jich bin’ut’il jamal mutetik jichukotik bin’ut’il ya xwihlik ta bahlumilal [Sentimos al ambiente que sonríe así como los pájaros del campo así somos nosotros como ellos que vuelan por el mundo] En el primer verso de este cuarteto la sonrisa humana se le atribuye metafóricamente a la naturaleza: tsel kinal ya kaitik ("sentimos al medio ambiente que sonríe"). En el segundo verso se hace una comparación metafórica para referir la sonrisa a los pájaros: jich bin’ut’il jamal mutetik (así como los pájaros del campo). En los versos tercero y cuarto ya somos nosotros los seres humanos como ellos jichukotik bin’ut’il (así nosotros como ellos); nos parecemos a los pájaros en su volar por el mundo: ya xwihlik ta bahlumilal. Las anáforas jich del segundo verso y el jich de jichukotik en el verso tercero, constituyen la repetición intermitente de la idea de analogía o similitud, o tal vez sea mejor decir de identidad: la naturaleza y los pájaros se ríen como nosotros y nosotros volamos como pájaros. La paz y el lekil kuxlejal presuponen integración armónica con la naturaleza que aquí se representa mediante estas comparaciones metafóricas. Identidad igual de aquí para allá y de allá para acá. Ellos son alegres como nuestra risa y nosotros somos ligeros como su vuelo. Así es el lekil kuxlejal. En los próximos versos la anáfora continúa con su intermitencia para reiterar la idea de nuestra similitud o identidad con la naturaleza, pero ahora para identificarnos con las estrellas que manan luz y el agua que fluye tranquila: Jich bin’ut’il ek’etik xlip lajan ta toyol jich nix te jahetik xnibet ta bahlumilal [Así como las estrellas que brillan en lo alto así como las aguas que fluyen tranquilas por el mundo] Somos así como las estrellas que emiten luz desde el firmamento y como las aguas que fluyen tranquilas. Somos como el cosmos de aquí y como el cosmos infinito del allá. Todo nos es familiar en el mundo de la paz y del lekil kuxlejal. La trascendencia de la paz Termina nuestra canción subrayando la importancia de la paz. Es tan importante como el sol que ilumina el mundo: Ja yu’un bayel sk’oblal te slamalil k’inal jich bin’ut’il te k’ajk’al ya sakubtes te bahlumilal [Por eso hay mucha importancia en la paz así como la hay en el sol que ilumina el mundo] La palabra sk’oblal es difícil de traducir, porque significa importancia, pero según el modo y el contexto en que se le emplee también significa valor, alabanza, objetivo, significado, fuerza moral, salud. Podríamos decir, forzando un poco la traducción pero respetando el sentido de la palabra sk’oblal, que hay mucho valor en la paz, que hay mucha alabanza en la paz, que hay mucho sentido y significado en la paz, que hay mucho poder y salud en la paz. Y con la misma anáfora jich reitera la similitud y la identidad; la misma identidad que hallamos en la unidad de los hermanos, en la alegría del medio ambiente, en el vuelo del pájaro, en la luz de las estrellas, en la frescura y tranquilidad del fluir del agua. Así es la paz. La paz es tan importante "como la luz del sol que ilumina el mundo". La paz, el lugar del silencio, slamalil k’inal es la dimensión trascendente por excelencia. Cuando está plenamente en el mundo la vida es perfección, éste es el tiempo del lekil kuxlejal. Para tener una mejor idea de lo que esto significa veamos lo que los intérpretes y autores de esta canción le dijeron al público después de cantarla: K’alal ay slamalil k’inal mayuk mel o’tan, mayuk uts’inel, mayuk o’kel, mayuk xiwel, mayuk lajel; ay lekil kuxlejalil, jun ko’tantik ay, jun nax ayotik; pajal ay kocheltik, pajal ay ich’el ta muk’, ay kuxultayel, ay pajal ko’tantik. [Cuando hay paz no existe la tristeza en el corazón, no hay molestia, no hay llanto, no hay miedo ni hay muerte; existe la vida buena en su esplendor, somos un solo corazón; somos unidad, es igual el derecho para todos, todos toman por igual la grandeza de todos, hay amor, hay igualdad en nuestros corazones.] Nos hemos introducido a esta concepción trascendente y sagrada de la paz, en la que no hay tristeza, ni miedo, ni muerte. Ésta es con frecuencia una referencia poderosamente presente, que constituye un aspecto fundamental del lekil kuxlejal y, mediante ella, hemos tocado el centro de la vida buena. Ahora veamos cómo se aplica el ideal de lekil kuxlejal como fundamento moral de la vida cotidiana. Salta a la vista que el lekil kuxlejal es un conjunto de condiciones ecológicas y morales, donde ambos factores se interdeterminan. Presentaremos una entrevista que nos muestra diversos aspectos de cómo tender al lekil kuxlejal. Nos explica qué es el lekil kuxlejal Manuel Aguilar, promotor de los derechos humanos del Fray Pedro en la comunidad de Betania, allá por el bajo Jataté. Lekil kuxlejal y matrimonio Ma ja nax chahp, como lekil kuxlejal ya soch ta skuenta te jun pareja, winik sok ants; te lekil kuxlejal ya soch ejuk te kal kuntikiltik; te lekil kuxlejal ya soch ta skuenta te bin’ut’il te yip te ka’teltik -ta k’axlan k’op, te economía-, te ch’ijtesel te ka’teltik; te lekil kuxlejal ya soch ejuk sok te binti ay ta bahlumilal, te ja’te ma’pasbiluk ta winike, ja nix Dios yak’o jilele. Ya soch ehuk ta skuenta te lekil kuxlejal te winiké; ya soch ta pas te k’inetik yu’un te komonal. [No se sostiene solo el lekil kuxlejal, surge por la acción de la pareja, hombre y mujer; el lekil kuxlejal llega con los hijos de nuestra familia; el lekil kuxlejal se genera también según la fuerza de nuestro trabajo "economía", dicho con palabra ladina-, la germinación de nuestra milpa, la germinación de nuestro trabajo; el lekil kuxlejal se desarrolla con lo que existe en el mundo, que no lo crea el hombre sino lo entrega Dios. Se genera también con las fiestas que hace la comunidad.] Te winike ma xu ya x jil ta stukel pisil ora soltero, ya sk’an xnupun, ya sleh te yinam. Teme ya jtah te jparejatik, te joytik, te kinamtike, teme lekil ants ehuke, entonces ya sk’uxultay te smamalale, ya sk’uxultay ta bayal, ya sk’an ta bayal, sok te winike ehuke ya smulan te yimane, entonces ya sk’uxultay ta bayal. Ay wan ya sk’ax k’opetik, tut wokolil te ya x k’ax. Jaxan, mero melel, ya x k’ax ku’untik ta pisiltik. Jaxan te slekil kuxlejal ya x och k’alal te winik sok te ants ya yich’ta kuenta te yinam te winike, sok te yiname ya yich’ta kuenta te smamalale. Ma’yu’ unuk ya spas mandar ja’nax winike, ya spas mandar ja’nax ants, ma’uk, ta schebal ya yich’sbahik ta cuenta. [El hombre no puede permanecer soltero todo el tiempo, quiere matrimonio y busca su mujer. Si hallamos nuestra pareja, nuestra compañera, nuestra esposa. Si es buena ella amará a su marido, lo querrá mucho. Al marido también le gusta su mujer y la ama mucho. Claro, a veces se harán de palabras, tendrán pequeños problemas. La verdad es que eso les pasa a todos. No obstante, el lekil kuxlejal se genera cuando el marido de veras toma en cuenta a su mujer y la mujer de veras toma en cuenta a su esposo. Que no sólo mande el hombre, que no mande sólo la mujer. No, los dos se toman en cuenta entre sí.] Pisil bintik ya jtahtik te teb te jtak’intike, bin la jchontik, ya jcha’jchahp k’optik ban ya jlajintik. Ay jun cahpbil k’op ku’untik yaiyel tey ta yutil nahtike. Ja’te buts’an a te kuxlejal yu’un ma’yuc tsobol wocolil, mayuk k’op, mayuk tentamba sok te awiname. Te bintik ya jpastik teme ka’teltik ma’ba yax sch’ij, ya cha’jnoptik sok te kinamtike: ¿bin ya jpastik te ma x smoh te ka’ateltike? Te winike, te antse ya x kah ta snopel bin’u’til lek ya jpastik yu’un yax ch’ij te ka’teltike. Teme ya snopik ta schebaltike ya x kah ta a’tel te winike yax a’tej te antse ta schebal te la snopike tsam ta t’uhunel bahel te a’telil. Yax lekub a te ka’teltike, sok ya xtal ku’untikiltik. [Todo aquello en lo que hallamos un poco de dinero, lo que compramos, las conversaciones mediante las cuales decidimos. Cuando hay un acuerdo, un arreglo en nuestra casa. Es agradable la vida cuando no hay muchos problemas, cuando no se sobajan ni se oprimen el hombre y la mujer. Cuando hay acuerdo frente a nuestras carencias, cuando no germina nuestro trabajo y nos acercamos y aprendemos juntos: ¿qué hacemos si nuestro trabajo no crece adecuadamente? Cuando hombre y mujer aprendemos a la vez cómo hacer para que nuestra labor germine bien. Si aprendemos juntos y trabaja el hombre y la mujer se esfuerza también será agradable seguirnos el uno al otro en nuestro mutuo empeño, mejora nuestra tarea y surge nuestra familia.] Ya x cha’tal jku’untikiltik te untike ya sk’an ay jun lek tohobtesel, toh mandar, j’axan teme ay ta k’op te Me’ilTatile jich ehuk te alaletike, ja’nix jich ayik ta k’op sok sMe’sTate ehuk. Ja’yu’un te jkuxlejaltike, te lekil kuxlejale ja’nix sok te jkinamtik te alal untiketik te ya sch’unotik te ya jch’untik ehuk te jkal ku’untikiltik. Jich te Meel Tatil hay slamalil k’inal ta yo’tan, manchuk ay wokoliletik ta yutil natik. Ja nix ehuk te kuntikiltik ya sk’an ya jk’opintik ta lekil k’opetik. [Nuestros hijos requieren de una buena forma de corrección, un mandar con rectitud, porque si hay pleito entre la Madre Padre así también habrá pleito entre los hijos. Por eso para la vida, para el lekil kuxlejal, tenemos que tener confianza mutua y así también tiene que haberla con nuestros hijos. Así la Madre Padre tienen la paz en su corazón aunque haya muchas necesidades en la casa. Asimismo a nuestros hijos que necesitan nuestra palabra de cariño.] Lekil kuxlejal y cuidado Te bintik ay te bintik yak’oj jilel te Dios, te ma x ju’ta ixlanel te ma x ju’bintik yax och kuts’inlantik ja’ya yak’botik ehuk te jlekil jkuxlejaltike. Ma ja’uk nax ya sk’an ay lekil kuxlejal ta yutil a nah sok awinam sok awu’untikil lom t’uhbil ay. K’alal yax lok’a wil ta jamalal ma butsanuk ta ilel, ma tsamuk ta ilel te spat a nah nojel ta abakeh, nojel ta te’tikile, ta ts’etbil te’etike te k’alal yax lok’ate ma butsanuk ta ilel te spat a nah. Te lekil kuxlejal ya sk’an ehuk te smesbil, pokbil, kusbil te yutil sok te spat nahtik ma’yuk abak. Yax lok’otik bahel ta yut uk’umaltik ta montaña, ma’yuk ban ts’etbil te’etik t’uhbil te yan montaña yu’un ya awaiy paxial. T’uhbil te yan jamaletik te ban ayate ma’ba lek a ixlanel ya sk’an kanantayel yu’un ja’ya yak’botik talel te lekil kuxlejal jku’untike. Ya yal te jMejTatike teme ya kixlanbetik te ya’tel te Diose mayuk jal jkuxlejaltik. [La naturaleza, lo que Dios nos dio y permanece, no podemos maltratarlo, no debemos disturbarlo ya que eso nos da nuestra vida buena. El lekil kuxlejal no sólo queremos que sea bello al interior de nuestra casa con nuestra mujer y nuestros hijos. Cuando sales a mirar el campo no será agradable verlo si está mal, no disfrutarás ver tu casa si por detrás está llena de cochambre, si está llena de pedazos de leña cortados y regados por doquier. El lekil kuxlejal requiere de estar barrido, lavado, sin polvo, que tu casa no esté negra por el humo. Cuando salimos y vamos por los arroyos de la montaña no andamos por donde están cortados los árboles, sino por donde es agradable pasear. Bellas son también las plantas bajas, los arbustos, así como los árboles donde no hay maltrato, y para eso se requiere cuidado. Así hacemos venir al lekil kuxlejal a nuestra familia. Decían nuestras Madres Padres que si maltratamos el trabajo de Dios no durará nuestra vida.] Lekil kuxlejal y respeto Te mach’a ma x yich’ta muk’te sMeTat, te mach’a ma x yich’ta muk’te bintik yak’oj jilel te Diose ma la ayuk jal skuxlejal. Ay mamaletik ya kiltik bayal k’ajk’al kuxinemikix ayix ta nopol sjo’winik (100) jabil, yu’un lek ta winikil a ini to, ja’yu’un ak’ bil bayal kuxlejal yu’un te Diose. [Quien no respeta a sus Madres Padres, quien no respeta lo que Dios nos ha dado, no le dura la vida. Hay ancianos que viven muchos días, hasta cerca de cien años porque son buenas personas, por eso Dios les concede mucha vida, y un lekil kuxlejal.] Ja’nix jich ehuk te lekil kuxlejale, yax och ta skuenta yu’un bin ut’il yak awich’ ta muk’te yan amololab, te yan ajo’tak ta ch’ihel, te yan aMeaTat, ta alumal. Te bin ut’il ya a wich’ta muk’ehuk te ya’tel te amololab, te toh yax k’opojat, te ma x awaiy lote, te ma x alebey smul yan amolol, ma x bat ta yuts’inbeyel yinam te a molole, ma x baht a wuts’inbey snich’an yan a molol ajoy ta ch’ihel sok yuntikil aMeaTat. Jich ma x tal wokolil ta atojol, spisil ora buts’an k’inal ayotik. Buts’an te kuxlejale melel ay te yich’el jbahtik ta muk’e. [Asimismo, el lekil kuxlejal llega si tomas la grandeza de los que te acompañan, de tus compañeros que germinan junto contigo, de tus Madres Padres, de tu pueblo. Viene a ti también según cómo respetes el trabajo de tus iguales, de la rectitud de tus palabras, de que no atiendas a las mentiras, que no le atribuyas delito a tu compañero, que no molestes ni la mujer ni a los hijos de los otros, tampoco a las personas que han crecido contigo ni sus familias, ni a tus Madres Padres. No vendrá a ti problema si todo el tiempo estás a gusto. La vida será verdaderamente agradable si reconocemos mutuamente la grandeza los unos a los otros.] Te lekil kuxlejale, ja’nix te bintik ay yu’un te amolole, jich bit’il jchambahlamtik, jpisiltik ya kich’tik ta muk’. Ya k’opintik k’alal ay jun wokolil ku’untike, yax a’beyajotik sok bit’il yax ju’ya yak’botik ta tojel. Jich yax och spisil a te bintik lek yu’un te jkuxlejaltike. [El lekil kuxlejal también es con todo lo que tienen los compañeros, hay que respetarlos a ellos así como a sus animales y a todo, hay que respetarnos mutuamente. Platicamos cuando tenemos un problema, cuando algo se dañó conversar de cómo lo vamos a arreglar o a pagar. Así se genera el lekil kuxlejal.] Jich nix bit’il ehuk te spas k’ine, ja’jun kuxlejal te buts’an k’inal ya yaiy ta ko’tantike. Ay jun lekil pas k’in ay ahk’otal te MeilTatil, ay ahk’otal yu’un keremetik, ay comon we’elil. Ay lok’esel a’telil, te ma ch’aytik ya x och ya’tele sok k’in, yu’un ya kich’tik ta muk’te mach’a yak ta ochel ta ya’tele, na’bilix sbah yax jil ta spisil te lume te ja’jil ta ya’tele. K’alal ayix ta ya’tele ya kich’tik ta muk’, na’otik te ay ta ya’tel ku’untike. Ya sk’an ya yich’ta muk’ehuk te slumale, te ma ja’uk k’alal jutsulix yu’un ja’ya spas mandar, ya x och yuts’in te slumale, ya yotseslan ta chukel. Ma’uk ya sk’an ya slebey sbelalil yu’un chapanwanej ja’te lekil kuxlejal. [Así como se realiza la fiesta y con ella se nos alegra el ambiente y nuestros corazones. Se hace una buena fiesta con baile de nuestras Madres Padres, bailes de los niños, comida común. Los que salen de su cargo y los que entran hacen fiesta con respeto, porque toman la grandeza de quienes inician en el cargo, sabemos que tienen trabajo. Se necesita también que ése con cargo respete al pueblo. No sólo cuando se sienta con autoridad para mandar, también cuando mete a la cárcel a quienes perturban a la gente. Se requiere que abra caminos al arreglo justo, que abra caminos al lekil kuxlejal.] Rectitud, conocimiento y justicia Te lekil kuxlejal ja’nix ehuk te tohil chahpajeletik k’alal ma’yuk slab jko’tantik sok te yan jkermanotik, ja’te sbuts k’inal ya jkaiytik. [El lekil kuxlejal requiere que hagamos justicia con rectitud, y eso puede ser cuando no hay rencor en nuestro corazón hacia otro hermano y sentimos entonces armonía en el ambiente.][5] Y nuestro amigo Manuel, promotor de derechos humanos en el ejido Betania, continúa: K’alal ay jun wokolil ya jtahtik ya sch’ayotik ta snopel ku’untik, toh ya yich’chahpanel, yanix yich’tojel te mulil. Ja’nix jich ehuk te mach’a k’ax ta mandar, ya sk’an ya sna’bey sba ehuk, te ch’ay ta snopojibal yu’une, ma la sna’bin ut’il bath jowih ta snopel yu’un. Teme ya sna’bey sbah melel nix a te ch’ayon, ya jch’un te castigo. Jich chapal yax jil te k’ope. [Si nos encuentra un problema se pierde nuestro aprendizaje, y hay que arreglarlo de buena manera, habrá que pagar por nuestra falta si queremos arreglar el problema. Lo mismo sucede cuando se desobedece. Es necesario que se reconozca, ya que con el problema el infractor perdió su capacidad de reconocer, no sabe cómo se desvió su conocimiento. Si reconozco que en verdad me perdí con la falta, acepto el castigo y así se arregla el problema.] Si nos centramos en las primeras palabras del párrafo anterior veremos varios elementos clave para la comprensión de un conflicto y su resolución. Sin solución no se podrá tender al lekil kuxlejal. La primera cuestión que subrayamos es que el problema "nos encuentra" (stahtik). Detengámonos en esta palabra; s es posesivo de tercera persona antes de consonante, esto significa que se trata de la acción del problema que es un sujeto. Cierto que el individuo es responsable y por eso deberá pagar por su falta; pero no es sólo él, sino el problema que se personaliza. La comunidad debe unirse para eliminar el problema que actúa como tal. Pero hay otra dificultad, que el problema nos hace perder nuestro aprendizaje (nopel ku’untik), que el individuo pierde su instrumento para reconocer, para aproximarse adecuadamente a la situación (ch’ay ta snopojibal yu’une), ya que el conocimiento entra al corazón y para aprender correctamente se requiere de una afectividad armónica. El autorreconocimiento de que el castigo dado por la comunidad es justo permite al infractor reconocer y con el reconocimiento recuperar la razón perdida. Sin embargo, para que él lo reconozca frecuentemente requerirá de la buena actitud del servidor, de quien tiene trabajo en la comunidad. Te ja’teletike ma’ba sok sk’ajk’al yo’tan ya yaiy chahpawanej, te komunal ma’ba sok slab yo’tan ya schahpan, ma ba ya yotses ta chukel te mach’a la stah smuleh, ya sk’an toh ya schahpan lok’el te k’ope, ja’tey yax och ehuk a te lekil kuxlejal. [Si quien ejerce el cargo no tiene ira en su corazón mostrará la actitud de justicia, de arreglo. La comunidad no arreglará los problemas con odio en el corazón. No es por meter a la cárcel a quien halló su delito que se hace justicia, se requiere rectitud en el arreglo para que se elimine el problema. Así es como llega el lekil kuxlejal.] Autonomía, palabra y lekil kuxlejal Detengámonos en una opinión muy parecida a las de nuestro compañero Manuel, pero recabada en una comarca tseltal muy lejana a la suya. Por lo menos se necesita viajar en camión diez horas por caminos de terracería para llegar a ella, ya en el municipio de Chilón. Se preguntaba y se respondía un compañero de Guaquitepec: -¿Mach’a ya spas te slamalil k’inal? -Mayuk mach’a yan ya spasbotik. [-¿Quién puede hacer la paz? -Nadie puede hacerla por nosotros.] Jo’otik nix ta ju jun komonal ya jpastik te slamalil k’inal. Teme ay jun lekil ja’tel patan, teme ya yilotik ta lek, teme ya yochelinotik, teme ya yich’otik ta muk’, teme ya spasbotik ta stojol te wokoltik. Ja yu’un ek te swinkilel komonal, ja nix ya spas lek te slamalil k’inal. ¿Bin yu’un? Yu’un ya sna te bin’ut’il ay ta chahpanel spisil, te banti ya sch’ay yo’tan te yantik, ta banti ya x jowihyotik. Ya jnatik te maba ya spastik te slamalil k’inal teme ya hkuts’in jabhtik. Teme ya jpastike ya jtahtik wokolil, ya jtahtik mel o’tan, sok ay wan stojel te multa. Jaxan teme ay ich’el ta muk’, teme ay kocheltik, ay pasbilotik ta skuenta yu’un te a’tej patan, jichuk ek te swinkilel lum. Jxu ku’un jo’otik nix ya spasotik te slamamlil k’inal. [Nosotros mismos en cada comunidad hacemos la paz. Si hay una buena autoridad, si él nos ve bien, si aplica nuestro derecho, si nos respeta, si hace suyo el problema. Por eso mismo los vecinos de la comunidad harán bien la paz. ¿Por qué? Porque saben cómo arreglarlo todo, sabe lo que olvidaron algunos, sabe en qué nos hemos desviado. Sabemos que no habrá paz si nos agredimos los unos a los otros. Si nos agredimos hallaremos problemas, tristeza y quizá tendremos que pagar multa. Pero si hay respeto, si aplica nuestro derecho la autoridad, así también lo harán los habitantes del pueblo. Podemos nosotros mismos hacer la paz.] Terminemos este artículo con algunas palabras de nuestro compañero Manuel, promotor de los derechos humanos del Fray Pedro: Te lekil kuxlejal ta jun jun jchahpotik ta familia o ta comunal. Ay chahpanbil k’opetik yu’un te komunal, ya sk’an ya jch’uhuntik, yu’un ma’yuk mach’a yan la schahp a k’op ini, ma yu’unuk taluk ta k’ejel, ma ja’uk la stikun talel ajwalil yu’un estado ma’uk. Tey nix ta komunal la hkaltik te lek ya jpastik. Ja’ini chahpanbil k’opetik mamex awuts’in jich in to, mamex a spas jich in to te xchi jk’oplaltik ta tsobajel, ja’me te chahpbil k’op a me ine, ya sk’an ya jch’untik. Te jk’optik ta jujun tsobajel ja’nix te slehel te jkuxlejaltike. K’opetik ta banti yu’un ya yak’kuxlejal, ja’nix te banti ya yak’sbuts jko’tantik. K’opetik ta banti yu’un te kuxlejale yax k’oy ta yo’tan te amolole, sok ta yo’ tan spisil ta alumale. Ja’te jk’optik te ya jlehtik te banti yu’un ya stah skuxinel te jmololtike. Ma ja’uk te kópetik yu’un ya sjim te kuxlejal, ja k’opetik banti yu’un k’ux ya kaiytik ta ju jun tuhl, ta ma butsanuk ta yayel. Ma ja’uk ya jnophtik te k’opetik te banti ya jlajintik te komonal. [El lekil kuxlejal está en cada arreglo de la familia o de la comunidad. Hay acuerdos de la comunidad que requieren ser reverenciados, porque nadie más arreglará las cosas aquí, nadie que venga de otra parte, no será porque se mande traer al gobernador del estado. Es allí mismo, en la comunidad que diremos cómo hacerlo bien. El acuerdo dirá que alguien no moleste, que no se haga algo de tal o cual modo y así nos dicen en las asambleas y será ese acuerdo de asamblea lo que habrá que obedecer. La palabra de cada asamblea será la única manera de buscar la vida nuestra. Palabras que dan vida, palabras que le dan armonía a nuestros corazones. Palabras con las que la vida toca el corazón de tu compañero y el corazón de todo tu pueblo. Esas palabras que buscan dónde y por qué inicia la vida de nuestros compañeros. No las palabras que descomponen la vida, que hieren el sentir de todos y cada uno, que no agradan. No aprendamos las palabras que nos acaban y acaban a nuestra comunidad.] Notas: [*] Este artículo es parte de un libro en proceso que se titulará Autonomía, educación y lekil kuxlejal: aproximaciones a la sabiduría de los tseltales. [1] El autor usa la grafía tseltal en lugar de tzeltal que tiene un uso más difundido. En este punto no hay acuerdo entre los estudiosos y practicantes de la lengua y de ambos lados se aducen razones convincentes. Por esta razón se ha respetado el texto original y con ello la posición del autor en ese debate [N. de E.]. [2] Esta canción fue escrita, musicalizada e interpretada por un grupo de trabajo de la preparatoria Bartolomé de las Casas del pueblo de Guaquitepec, municipio de Chilón, en un taller sobre valores en lengua tseltal, realizado a principios de agosto del 2000. Los autores pertenecen a diversas comunidades de este pueblo o comarca india, ellos son xJuanita Gómez Álvarez de la comunidad de Pinabetal, xMaría Gómez Cruz de la comunidad de San Antonio Bulujib, Bernardo Mesías Núñez del poblado de Guaquitepec, Abraham Gómez Sánchez de la comunidad de San Antonio Bulujib, Pedro Cruz Hernández del poblado de Guaquitepec. (La [x] antes de un nombre indica femenino [N. de E.].). [3] Carlos Lenkersdorf ha trabajado ampliamente el fenómeno de la intersubjetividad en la lengua maya tojolabal. Él nos habla de una multiplicidad de sujetos y de diversos mecanismos en que se articula una constante intersubjetividad de tipos diversos. Los diferentes sujetos se complementan en la estructura sintáctica de las frases. Diversas obras de este autor ejemplifican este fenómeno, que parece repetirse en la lengua tseltal, tsotsil y, quizá, en todas las lenguas mayas. Ver Tojolabal para principiantes, Centro de Reflexión Teológica, México, 1994; Los hombres verdaderos, Siglo XXI, México, 1996; y Cosmovisiones, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM, colección Conceptos, México, 1998. [4] La palabra jkorahiltik equivale a toda la duración de nuestra vida, tanto lo que ya pasó como lo que se vive y lo que vendrá. Esta palabra también se emplea con el sentido de destino, lo que está por venir. [5] En el libro que estamos preparando, especialmente cuando hablemos de la tolerancia (tsikel) en el capítulo nueve, veremos que el rencor es un serio impedimento para realizar la justicia y sin justicia es imposible el lekil kuxlejal. Quien tiene un cargo para mediar entre partes en conflicto tendrá que ser razonable y la razón se descompone con el rencor. Esta descomposición opera en todo aquel que tiene odio en el corazón, tanto en la autoridad como en quien cometió el delito. ICBG:* laboratorio global o negocio redondo Joaquin Gimenez Heau En los últimos años hemos presenciado un auge de la biología molecular y un gran desarrollo de la tecnología en el área de las ciencias, sobre todo en biología y química, lo que ha sido aprovechado para atacar enfermedades que han aquejado al ser humano durante siglos. La estrategia usada por los biólogos moleculares con este fin ha sido la proyección de medicamentos a medida o drug design. Este procedimiento consiste en crear dentro del laboratorio, y con ayuda de computadoras, un medicamento especializado en una enfermedad específica, lo cual se logra conociendo la estructura molecular de la sustancia patógena; entonces, como en un juego de mecano, los científicos construyen una molécula que al adherirse al patógeno lo neutraliza. Es como si la enfermedad fuera un candado que debe ser abierto con una llave fabricada a la medida gracias al conocimiento de su cerradura. Diseñar una molécula por completo desconocida por el hombre, aún con ayuda de potentes computadoras, es una labor muy compleja. Sin embargo existen científicos que desde hace algunos años han abrazado la idea de aprovechar los 4 500 millones de años de experiencia en la fabricación y mejoramiento de moléculas que tiene la naturaleza, en lugar de intentar crearlas en laboratorio. La cantidad de organismos en donde se pueden encontrar distintas moléculas con cualidades medicinales (llamadas activos biológicos) es tan grande como la cantidad de especies que existen en nuestro planeta. Hasta nuestros días se han identificado y clasificado 1.7 millones de especies, pero aún existen muchas más que no han sido registradas por el ser humano. La cantidad de especies que habitan nuestro planeta sigue siendo un punto de debate, pero la mayoría de los taxónomos calculan que esta cantidad se encuentra entre los 8 y los 15 millones de especies, aunque algunos han llegado a calcular hasta 100 millones. Es indiscutible que conocemos sólo una pequeña parte de los seres vivos que nos rodean. Son más exactos los cálculos de la cantidad de estrellas existentes en nuestra galaxia que el número de especies con las que compartimos nuestro planeta. La cantidad de activos biológicos que existen en los organismos que desconocemos es incalculable; por tal motivo se han emprendido verdaderas cruzadas hacia las zonas menos exploradas de la biosfera. Las selvas y los ecosistemas marinos son objeto de exploraciones científicas en busca de curas para enfermedades tales como el sida o el cáncer. Muchos de los activos biológicos capaces de curar enfermedades han dejado de existir antes de que los conociéramos, debido a la extinción masiva de organismos provocada por el hombre. Se ha calculado que la extinción de organismos en el planeta es quinientas veces mayor ahora que cuando apareció el hombre sobre su faz. 500 especies de insectos, 400 de crustáceos y 900 de moluscos se encuentran hoy en peligro de extinción, así como una cuarta parte de los mamíferos, una décima de las aves, 20 por ciento de los reptiles, 25 por ciento de los anfibios y 34 por ciento de los peces. Los ecosistemas que más han sufrido esta acción destructiva son los menos conocidos: los bosques tropicales. En un kilómetro cuadrado de selva existen decenas de miles de especies, mientras que en otros ecosistemas existen en promedio menos de mil. Cada siete años se pierde un millón de hectáreas de selvas, por lo que en el año 2025, si esta destrucción continúa, se habrán perdido la mitad de los bosques tropicales que hoy existen. Se calcula que cada hora desaparecen tres especies, cada día 74 y al año 27 mil. Esto significa que cada año hay 27 mil oportunidades menos de encontrar activos biológicos capaces de neutralizar el sida o el cáncer, entre otras enfermedades. Por este motivo, a la par de la búsqueda de activos biológicos se realizan actividades de conservación. Se llama bioprospección a la búsqueda de activos biológicos en seres vivos con el fin de obtener medicamentos. Se realiza principalmente en plantas vasculares, microorganismos, hongos e insectos. En estos últimos, se busca encontrar las moléculas que les permiten ser portadores de enfermedades producidas por parásitos sin verse afectados. Existen tres métodos para recolectar los materiales usados en la bioprospección. Uno es la recolección al azar de muestras, que consiste en recoger organismos sin seguir ningún criterio establecido; con ello se pretende obtener gran cantidad de muestras cubriendo un rango muy amplio de niveles taxonómicos, de zonas geográficas y ecológicas, así como una muestra amplia de la diversidad genética dentro de una población. Otro método de bioprospección es la quimiotaxonómica, que consiste en la recolección de plantas provenientes de familias o géneros conocidos por la presencia de activos biológicos. Este método tiene la ventaja de que se invierte menos tiempo y recursos para analizar las muestras, ya que la probabilidad de encontrar activos biológicos es alta. No obstante, presenta la desventaja de que se trabaja sobre plantas conocidas, dejando de lado la gran cantidad de especies que aún no se han clasificado. El tercer método de bioprospección es el que aprovecha el conocimiento tradicional de las plantas que tienen las comunidades locales. En los países en desarrollo, 80 por ciento de la gente trata las enfermedades con medicinas tradicionales extraídas de plantas. Esta forma de bioprospección reduce la cantidad de especies que deben ser recolectadas; sin embargo, precisa de un complejo equipo de científicos tanto bioquímicos como sociales para obtener la información de las comunidades y someter las muestras a los respectivos análisis. Una vez que se han obtenido las muestras, éstas se trituran para extraer y purificar los compuestos químicos que contienen. Estos extractos son enviados a laboratorios donde son tratados para encontrar aquellos que presentan una actividad biológica capaz de hacer frente a una enfermedad. En promedio, en cada 100 mil compuestos analizados se encuentra una molécula que puede tener una utilidad farmacéutica, por lo que puede tardar de quince a veinte años el proceso de producción de un nuevo medicamento, desde la recolección de las plantas en el campo, hasta su lanzamiento en el mercado. Las pruebas a las que son sometidos los extractos vegetales en los laboratorios son extremadamente caras, por lo que se acostumbra realizar pruebas tempranas en las zonas de recolección. Estas pruebas son poco exactas, pero pueden definir qué compuestos no tienen ninguna actividad biológica, o cuáles ya existen en otros medicamentos comercializados. Los ensayos bioquímicos de laboratorio muestran las células o componentes celulares con utilidad farmacéutica, sin tener la necesidad de realizar estudios toxicológicos o pruebas clínicas para conocer su mecanismo de acción, ya que con este tipo de análisis se puede entrever el mecanismo que seguirá la droga antes de ser desarrollada. En muchas ocasiones no es un solo compuesto activo el que puede resultar beneficioso en la farmacéutica, sino una secuencia de reacciones entre varios compuestos. Esto se revela utilizando otros métodos bioquímicos de exploración llamados ensayos de sendero, ya que son capaces de hacer un seguimiento de las distintas etapas que atraviesan los compuestos al reaccionar unos con otros. Existen compuestos activos que sólo reaccionan ante la presencia de otra molécula, incluso proveniente de otro organismo. Esto representa un gran problema, ya que para poder observar sus cualidades farmacéuticas en las pruebas de laboratorio, se requiere de la presencia de todas las moléculas involucradas en el proceso, lo que no resulta evidente en el momento de realizar la recolección en el campo. Esto se puede solucionar mediante un exhaustivo estudio ecológico de la región, con el fin de conocer las interacciones que existen entre los distintos organismos, identificando así cuáles requieren de la presencia directa de alguna otra molécula. Pero un procedimiento más sencillo consiste en aprovechar los conocimientos que han adquirido las comunidades locales, a lo largo de miles de años, de su entorno ecológico. Para el procesamiento de los compuestos, se realizan en este caso estudios de las prácticas y medicamentos tradicionales, observando y analizando su vía de ingestión, la forma en que se preparan y si se consumen mezclados con otros organismos. Estos estudios requieren de un fuerte equipo multidisciplinario formado por médicos, epidemiólogos, investigadores y científicos sociales. En la bioprospección no solamente se buscan metabolitos secundarios para ser usados como compuestos activos en medicamentos; también se trata de identificar secuencias génicas con el fin de mejorar los cromosomas de los vegetales, convirtiéndolos en alimentos transgénicos. También las interacciones ecológicas entre los organismos son de gran interés en la bioprospección, ya que se pueden aprovechar para la formación de pesticidas y abonos naturales que disminuyan la contaminación ambiental. Los productos derivados de la bioprospección generan grandes ganancias. En 1995, el valor de mercado previsto para derivados farmacéuticos de la medicina tradicional de pueblos indígenas representaba 43 mil millones de dólares en todo el mundo (OMPI). Las industrias farmacéuticas que elaboran estos productos a partir del conocimiento tradicional buscan asegurar sus ganancias por medio del sistema de patentes, lo que ha desencadenado una gran polémica mundial. ¿Es posible patentar un conocimiento tradicional? La patente representa el reconocimiento de alguna innovación y debe implicar un avance en la tecnología existente. Si existieran escritos previos donde ya se menciona el producto patentado, se da paso al inmediato desconocimiento de los derechos de propiedad intelectual en cuestión. En el caso del conocimiento tradicional, los etnobotánicos y etnofarmacólogos han publicado desde hace años relatos acerca del uso de plantas medicinales en comunidades indígenas, lo que nulifica la obtención de patentes por parte de éstas ya que, aunque sean las comunidades las que han generado el conocimiento, las primeras descripciones escritas están realizadas por personas ajenas a esas poblaciones. Otro motivo por el que las comunidades indígenas no pueden patentar su conocimiento es que no son consideradas sujeto de derecho, a diferencia de las empresas farmacéuticas. Para lograr una patente de algún producto desarrollado por múltiples inventores, como es el caso del conocimiento tradicional, también se requiere que todos ellos estén registrados como tales, cosa que resulta imposible en las sociedades indígenas, donde gran parte de su saber es transmitido oralmente a lo largo de generaciones por centenares de personajes. Inclusive hay conocimientos tradicionales que las comunidades creen que pertenecen a la naturaleza, como es el caso de los aborígenes australianos que habitan la región de Kimberly quienes consideran, dentro de su cultura, que quien les ha transferido sus conocimientos es un ser mitológico llamado Wandjina. En el caso de México, las comunidades indígenas no son consideradas sujetos de derecho sino entidades de interés público, lo que las imposibilita de ser propietarias de patentes. Las empresas, en cambio, sí son sujetos de derecho, lo que les permite la protección legal de sus productos mediante el sistema de patentes. Ello es consecuencia de la homogenización de los sistemas legales en nuestra sociedad. El conocimiento tradicional es un conocimiento colectivo, imposible de patentarse bajo las normas actuales de propiedad intelectual. En la legislación vigente acerca de la propiedad intelectual, no existe ninguna obligación para las empresas que utilicen el conocimiento médico tradicional de los pueblos originarios, ni siquiera la de ofrecer alguna compensación reconociendo su participación en la producción de nuevos medicamentos. Éste es el resultado de leyes diseñadas por las culturas occidentales con base en criterios de imposición y poder. La idea de patentar surgió en Venecia en el siglo XV y se generalizó en los países industrializados en el siglo XIX. Este sistema fue creado entonces para una cultura que presentaba una visión diferente a la de otras culturas sobre la propiedad. En muchas comunidades indígenas no existe el concepto de propiedad individual sobre la tierra, e incluso sobre los recursos que ésta produce; por eso, el concepto de propiedad intelectual resulta absurdo para muchas comunidades. Sin embargo, hoy en día se ven expuestas a estas normas económicas, ya que los intereses comerciales de las empresas farmacéuticas han llegado hasta la cultura de las comunidades indígenas por medio de la bioprospección. Se han creado muchas organizaciones en todo el mundo con el objeto de proteger la propiedad intelectual de los pueblos indígenas, pero hasta el momento las discusiones continúan sin que se generen nuevos reglamentos internacionales al respecto. En 1992 se logró un convenio sobre diversidad biológica por el que se reconoció el valor intrínseco de la biodiversidad, el interés común en su conservación y la necesidad de que las comunidades indígenas y campesinas participen de forma equitativa de las ganancias resultantes de su utilización. El convenio aún no ha sido firmado por Estados Unidos. En marzo de 1991, el Instituto Nacional de Salud (NIH por sus siglas en inglés), la Fundación Nacional de Ciencia y la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos convocaron a una conferencia sobre el descubrimiento de drogas, diversidad biológica y crecimiento económico. Participaron en ella expertos de estas tres instituciones, más los del gobierno de Estados Unidos y de otros seis países con gran biodiversidad. Concurrieron también participantes de la industria farmacéutica y expertos en etnobiología, medicina tradicional y de leyes de propiedad intelectual. A partir de las conclusiones de esta conferencia, en junio de 1992 se lanzó una convocatoria para formar el consorcio: International Cooperative Biodiversity Group (ICBG), que busca la participación internacional para realizar trabajos de bioprospección con fines farmacéuticos, conservación de la biodiversidad y desarrollo de proyectos económicos sustentables en países del tercer mundo.[1] Entre septiembre y noviembre de ese mismo año, noventa y siete solicitudes respondieron a la convocatoria proponiendo proyectos en trece países de Latinoamérica y el Caribe, siete de Asia, cuatro de África y uno del Medio Oriente. Los proyectos fueron analizados por un grupo multidisciplinario proveniente de universidades, museos, compañías farmacéuticas, el Banco Mundial y otras instituciones sin intereses económicos pero con experiencia en química de productos naturales, leyes de propiedad intelectual, sistemática, ecología, etnobiología y desarrollo internacional. Se escogieron cinco proyectos ganadores en diciembre del 1993, los cuales serían nuevamente revisados cinco años después, para analizar la conveniencia de extenderlos por otros cinco años. Estos proyectos recibirían un presupuesto anual del gobierno de Estados Unidos que oscilaba entre los 400 mil y 475 mil dólares, aunque posteriormente éste fue aumentado según las necesidades de cada uno. Cada proyecto tenía que contar también con el apoyo económico de la industria privada. Los cinco seleccionados fueron los siguientes: "Utilización y conservación de la biodiversidad de América tropical", propuesto por el Instituto Politécnico de Virginia. El país donde se desarrolló este proyecto fue Surinam. "Plantas medicinales peruanas como fuente de nuevos fármacos", propuesto por la Universidad de Washington en St. Louis. El trabajo de campo se realizó en la zona amazónica de Perú. "Prospección química en un área de conservación de Costa Rica", que se realizó en el área de conservación de Guanacaste y fue propuesto por la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York. "Desarrollo de drogas y conservación de la biodiversidad en África", dirigido por el Walter Reed Army Institute of Research, con el propósito de trabajar en Nigeria y Camerún. "Agentes bioactivos provenientes de plantas de zonas áridas en América Latina", propuesto por la Universidad de Arizona en Tucson. Los países donde se realizó este proyecto fueron Chile, Argentina y México. En febrero de 1997, estos programas fueron revisados con el objeto de discernir cuáles requerían de un segundo periodo de cinco años. En 1998, se finalizó el proyecto de Costa Rica y el de Perú se suspendió posteriormente. Se abrieron tres nuevos proyectos: uno en el sureste mexicano, promovido por la Universidad de Georgia; otro en Panamá, dirigido por el Instituto Smithsoniano, y otro más en Asia, específicamente en Vietnam y Laos. Además, al proyecto de Surinam se sumó también la bioprospección en Madagascar. El ICBG es entonces un consorcio que extiende su influencia a los tres continentes más pobres: África, América Latina y el Sureste asiático. Con seis proyectos funcionando actualmente, el ICBG ha logrado formar una red de bioprospección en once de los países más ricos en cuanto a biodiversidad: México, Panamá, Madagascar, Surinam, Camerún, Nigeria, Perú, Vietnam, Laos, Argentina y Chile. Esta red se coordina desde Estados Unidos mediante el Grupo de Asesoría Técnica (TAG por sus siglas en inglés), que está conformado por miembros experimentados pertenecientes a tres instituciones públicas estadounidenses: el Servicio de Agricultura Extranjera (FAS), la Fundación Nacional de Ciencia (NSF) y el Instituto Nacional de Salud (NIH). Este último está conformado a su vez por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmones y Sangre (NHLBI), el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA), el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) y el Centro Internacional Fogarty (FIC). El representante del FIC tiene el cargo de director del Programa de Biodiversidad; en pocas palabras, es el director del ICBG, cuya función principal es la de coordinar todo el proyecto y cuidar que se cumplan las políticas y las actividades estipuladas. El TAG controla los proyectos en los once países donde actúa agrupándolos en siete subproyectos: sureste mexicano (ICBG Maya); Panamá; Argentina, Chile y México (ICBG Zonas áridas); Perú; Surinam y Madagascar; Nigeria y Camerún; Vietnam y Laos. Cada uno de estos subproyectos es capitaneado por un Líder de Grupo, que debe pertenecer a una institución no lucrativa de Estados Unidos, la cual será responsable legal y fiscal de la distribución de los fondos del programa. El líder de grupo debe coordinar las actividades científicas y administrativas del ICBG en los países que le corresponden. Región maya El proyecto del ICBG que más resistencia ha encontrado es el de la zona maya, llamado en español "Investigación, farmacéutica y uso sustentable del conocimiento etnobotánico y biodiversidad en la región maya de Los Altos de Chiapas". Con 11.5 por ciento de las especies mundiales de aves, 10.2 por ciento de mamíferos, 9.1 por ciento de anfibios y reptiles y 10.4 por ciento de plantas, México se coloca entre los seis países que encabezan la lista de la biodiversidad. El estado de Chiapas en particular presenta una amplia variedad geológica, climática e hidrológica, lo cual se traduce en una gran diversidad de organismos. Desafortunadamente, esta riqueza experimenta una acelerada destrucción ocasionada por la explotación desmedida de los recursos naturales y por la ampliación de la frontera ganadera. Se calcula que en los treinta municipios principales de Los Altos de Chiapas existen cinco mil especies de plantas vasculares, 15 por ciento del total del país (Conabio), muchas de las cuales son endémicas y aún no clasificadas por el hombre. Con toda esta abundancia en especies vegetales, los nativos de esta zona han desarrollado y heredado a lo largo de los siglos una gran cultura de medicina tradicional basada principalmente en el uso de la herbolaria. Utilizan casi 1 800 especies de plantas medicinales para tratar 250 enfermedades relacionadas con anatomía, fisiología y sintomatología de los seres humanos (CIEPAC, A. C.). A lo largo de los años, las comunidades indígenas han aprendido, con base en el sistema de prueba y error, dónde y cuándo encontrar las plantas con propiedades medicinales. Utilizando la tecnología a disposición de la bioprospección, se pueden identificar y aislar los compuestos activos que proveen a las plantas sus propiedades medicinales, permitiendo la producción de medicamentos comercializables en todo el mundo y el incremento de ganancias de las farmacéuticas. Además de las plantas conocidas por los grupos indígenas, en Chiapas existe una gran cantidad de plantas aún no identificadas y clasificadas por los científicos, de las que se pueden extraer compuestos activos con propiedades medicinales. Para acceder a ellas se requiere realizar actividades de bioprospección. La bioprospección es una de las actividades que realiza el grupo ICBG Maya en la selva chiapaneca. El proyecto se realiza en los municipios de Aldama, Altamirano, Amatenango del Valle, Bochil, Cancuc, Chalchihuitán, Chamula, Chanal, Chenalhó, Chilón, El Bosque, Huitiupán, Huixtán, Jitotol, San Andrés, Maravilla Tenejapa, Mitontic, Ocosingo, Oxchuc, Pantelhó, Pueblo Nuevo, San Andrés Duraznal, San Cristóbal, Santiago El Pinar, Tenejapa, Teopisca, Venustiano Carranza, Yajalón, Zinacantán, Rayón, Simojovel, Sitalá, Motozintla y Bejucal de Ocampo (CIEPAC, A. C.). Los científicos responsables de estudiar las plantas de la región de Los Altos de Chiapas y de obtener el conocimiento sobre su poder curativo provienen de tres instituciones, que son el Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) de México, con sede en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; la Universidad de Georgia (UGA) de Estados Unidos y una compañía biotecnológica fundada en 1999 llamada Molecular Nature Limited (MNL) de Gales, en Gran Bretaña. Esta última se derivó de la venta de otra más grande, llamada Xenova Discovery Limited, fundada en 1987. El director del proyecto (líder de grupo) es el doctor Brent Berlin, un antropólogo graduado en California, profesor e investigador en Ecosur y en la Universidad de Georgia. Este proyecto, como todos los del ICBG, se divide en programas asociados (PA). En este caso son tres, todos bajo la supervisión del doctor Brent Berlin y la Universidad de Georgia. El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) es responsable del Programa Asociado 3, Conservación, Agricultura Sustentable y Crecimiento Económico. Su misión es seleccionar y recolectar plantas con potencial medicinal, agroecológico y mercantil, para enviarlas a la Universidad de Georgia, quien las analizará en sus laboratorios.[2] Ecosur tiene también como objetivos crear jardines botánicos y proyectos sustentables, además de gestionar los permisos locales, estatales y federales para todo el proyecto. El Programa Asociado 2, Etnobiología Médica e Inventario de la Biodiversidad, está a cargo de la Universidad de Georgia y tiene como objetivo analizar en el laboratorio los extractos y muestras con actividad biológica enviados desde Chiapas por Ecosur. Ahí se seleccionan los que son potencialmente explotables para ser enviados al laboratorio de Molecular Nature Limited, en el Reino Unido. Molecular Nature Limited es la empresa encargada del Programa Asociado 1, Descubrimiento de Medicinas y Desarrollo Farmacéutico. Aquí se evalúan los compuestos químicos enviados por la Universidad de Georgia con el fin de identificar los que puedan convertirse en productos comerciales. Una vez que han seleccionado los compuestos viables, se informa a los otros dos programas asociados de qué plantas se trata para que se realicen recolecciones en grandes cantidades. El ICBG Maya está proyectado para cinco años, al término de los cuales se evaluará si debe entrar a un segundo periodo de la misma duración. El presupuesto con el que cuenta para el primer periodo por parte del gobierno de Estados Unidos es de 25 millones de pesos, es decir, aproximadamente cinco millones de pesos por año. Surinam-Madagascar En octubre de 1993, se inició en Surinam y posteriormente en Madagascar otro proyecto de bioprospección bajo la supervisión del Instituto Politécnico de Virginia. En Surinam participan también Conservación Internacional-Surinam, el Jardín Botánico de Missouri, una compañía de distribución de medicamentos de Surinam llamada Bedrijf Geneesmiddelen Voorziening Suriname-BGVS y Bristol-Myers Squibb, que es una farmacéutica transnacional. Este proyecto fue revisado en 1998 y se decidió continuarlo durante cinco años más, integrando al grupo original dos nuevos socios: el Centro Nacional de Aplicación e Investigación Farmacéutica (CNARP, por sus siglas en francés) y otra transnacional de la industria biotecnológica llamada Dow AgroSciences. En este proyecto la responsabilidad de la recolección está dividida en dos equipos. El primero está integrado por el Jardín Botánico de Missouri, el cual, junto con el Herbario Nacional de Surinam, realiza la recolección de plantas con un uso potencial en medicina y agronomía. En 1997, el Jardín Botánico de Missouri había recolectado 1 163 muestras. El segundo equipo lo conforman Conservación Internacional y algunos chamanes locales, quienes comparten su conocimiento ancestral acerca de la vegetación terapéutica de los alrededores de Asindopo, en el centro de Surinam, para encontrar las plantas usadas que puedan presentar activos bioquímicos útiles para la elaboración de medicamentos y agroquímicos. El material recolectado por estos dos equipos es enviado a Bedrijf Geneesmiddelen Voorziening Suriname-BGVS, la compañía de distribución de medicamentos local, la cual prepara los extractos de estas plantas para enviarlos a Estados Unidos, en donde Bristol-Myers Squibb, Dow AgroSciences y el Instituto Politécnico de Virginia se encargan de experimentar con estos extractos para identificar cuáles tienen un potencial médico, con el fin de industrializarlos y comercializarlos. En Madagascar el sistema es muy similar. La zona donde se lleva a cabo el proyecto es en la reserva natural de Zahanmena. La recolección y la conservación de la biodiversidad están bajo la responsabilidad del Parque Botánico y Zoológico de Tsimbazaza, Conservación Internacional y el Centro Nacional de Aplicación e Investigación Farmacéutica. Este último se encarga también de producir los extractos vegetales que son enviados a Estados Unidos. Bristol-Myers Squibb se encarga de identificar los agentes bioactivos útiles en el desarrollo de medicamentos, Dow AgroSciences busca productos naturales que puedan ser usados como agentes agroquímicos y el Instituto Politécnico de Virginia busca productos naturales de la selva que funcionen para la batalla contra el cáncer. Nigeria-Camerún Nigeria y Camerún son dos países en donde el ICBG mantiene un proyecto de bioprospección supervisado por el Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed, con sede en Washington, D. C. Participan además: Pace University, University of Pittsburgh, Southern Research Institute, University of Ibadan, University of Utah, el Instituto Smithsoniano, el Programa Africano de Biorrecursos, Desarrollo y Conservación (BDCP), la Universidad de Dschang en Camerún, el Centro de Plantas Medicinales y Aromáticas de la Universidad de Nigeria, el Programa de Apoyo a la Biodiversidad de WWF y una empresa trasnacional llamada Shaman Pharmaceuticals. El Instituto Smithsoniano debe establecer los terrenos de alta biodiversidad en donde se realizará la bioprospección, así como elaborar un inventario de la vegetación. También provee un entrenamiento continuo en taxonomía de plantas, técnicas de colecciones, monitoreo de la biodiversidad, análisis de datos y manejo ambiental para estudiantes locales y técnicos en recursos naturales. La Universidad de Dschang identifica y caracteriza los activos biológicos de las plantas utilizadas en los remedios tradicionales africanos, obteniendo extractos y realizando los primeros bioensayos en grandes cantidades. Debe mantener un inventario completo de los extractos, su distribución y su papel en los ecosistemas analizados. También realiza phytomedicinas para el mercado doméstico. El Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed busca en estos dos países descubrir drogas antiparásitos y antivirales, además de crear un sistema computarizado de información de plantas medicinales africanas (CISAMAP), incluyendo nombres locales, usos tradicionales, datos florísticos, constituyentes posibles, nivel de conservación y valor agronómico. El Programa Africano de Biorrecursos, Desarrollo y Conservación (BDCP) se encarga de realizar un inventario etnobotánico, promueve la economía botánica mediante el establecimiento de un fondo de recursos para desarrollo rural y medicina tradicional. Por último, debe recolectar y coleccionar las plantas de las zonas de estudio en el Centro para Plantas Medicinales y Aromáticas de Nsukka, incorporándole un herbario de plantas medicinales, una unidad de procesamiento de plantas y una unidad de procesamiento de datos. Vietnam-Laos En el caso de Vietnam y Laos, el ICBG está dividido en cinco programas asociados, todos bajo la coordinación del Programa de Cooperación en Investigación de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Illinois en Chicago. El Programa Asociado 1 se encarga de realizar un inventario de la biodiversidad. Los responsables son la Universidad de Illinois, el Instituto de Ecología y Recursos Biológicos de Vietnam, con sede en Hanoi, y el Parque Nacional de Cuc Phuong, en la provincia de Ninh Binh, en Vietnam. La construcción de un inventario de plantas medicinales es el objetivo del Programa Asociado 2 y lo realiza el Centro de Investigación de Medicina Tradicional de Vietnam y Laos. El Programa Asociado 3 busca el descubrimiento de drogas utilizando muestras y extractos de plantas aportadas por los PA 1 y 2. Como en los casos anteriores, esta parte la lleva a cabo la institución líder, que en este caso es la Universidad de Illinois. También participa en este Programa Asociado el Instituto de Química de Vietnam. El Instituto de Biotecnología de Vietnam se encarga de la producción de biomasa y del crecimiento económico en el Programa Asociado 4. Finalmente, el desarrollo y descubrimiento de drogas lo realiza Glaxo Wellcome, transnacional del Reino Unido. Ninh Binh, en donde se realiza el proyecto de bioprospección, es una provincia de Vietnam muy rica en recursos naturales; presenta bosques tropicales, montañas, colinas y una zona muy fértil para la agricultura. El promedio anual de la temperatura es de 23°C. En esta provincia se encuentra, muy cerca de la frontera con Laos, el Parque Nacional de Cuc Phuong. Toda la información obtenida en este proyecto del ICBG es canalizada al gobierno de Estados Unidos, por medio del director del programa de biodiversidad del Fogarty International Center. Perú El doctor Walter Lewis, de la Universidad de Washington en St. Louis, preside el proyecto ICBG Andino, en la zona noreste de Perú, zona irrigada por el río Amazonas que desciende hacia la selva brasileña. En esta área de bosque tropical la biodiversidad es muy alta, y hay una cultura tradicional con muchos conocimientos etnobotánicos. Este proyecto trabaja, como casi todos los del ICBG, con las comunidades indígenas de la zona para conocer qué plantas utilizan con fines medicinales y cómo funcionan estas plantas en los humanos. Se trata en este caso de los pueblos Aguaruna y Huambisa. Para poder llevar a cabo este proyecto, la Universidad de Washington trabaja junto con el Museo de Historia Natural, la Universidad Peruana Cayetano-Heredia, el Jardín Botánico de Missouri y la farmacéutica transnacional Monsanto Company. Este proyecto se centra en buscar posibles agentes antivirales, sobre todo contra virus que afectan las vías respiratorias, el herpes, levaduras patógenas y la tuberculosis. Según la Rural Advancement Foundation International (RAFI), en 1994, cuando este proyecto llevaba un año de iniciado, el Consejo de los Pueblos Indígenas Aguaruna y Huambisa (CAH) se negó a firmar el convenio de cooperación, ya que cuando pidió una copia del contrato en español, el ICBG no lo entregó porque supuestamente no había recursos suficientes. La RAFI menciona que el proyecto inició la recolección de muestras vegetales en 1995 sin que el CAH hubiera dado su aprobación, lo que provocó que más de cien representantes de las comunidades indígenas firmaran una carta dirigida al Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, el cual se negó a clausurar el proyecto. La RAFI, después de analizar el contrato entre la Universidad de Washington y G. D. Searle & Co. (una subsidiaria de Monsanto), asevera que "si Searle decide que algún valioso extracto proveniente de Perú era ya conocido o accesible para Searle, dicha compañía no tendría obligación alguna de compensar al país o a la comunidad de origen. No obstante, nada impediría a Searle comercializar dicho valioso material genético".[3] En este contrato, según la RAFI, Searle & Co. donará a la Universidad de Washington 15 mil dólares por un periodo de cuatro años con el fin de que los utilice para el beneficio de las partes participantes en la recolección. También se menciona que se pagarán regalías de hasta uno por ciento si el producto objeto de la licencia "incorpora el extracto vegetal, el producto natural aislado o sintético, o su análogo, o el isómero del mismo presentes en dicho extracto vegetal". También dará el mismo porcentaje de regalías si "es comercializado bajo el mismo uso histórico que de dicha planta hacen las comunidades indígenas de quienes se obtuvo dicho extracto vegetal" (RAFI). La mitad de ese uno por ciento será utilizada para rembolsar a las instituciones individuales por los gastos que se hayan realizado durante la colecta. El dinero restante se divide en cuatro partes iguales para repartirse entre los cuatro participantes, uno de los cuales se denomina "comunidad o pueblo indígena, u otro (s) colaboradores dentro o fuera del área de recolección, de quien (es) se obtuviese la información original que conduzca al desarrollo de cualesquiera patentes que cubran el producto objeto de la licencia" (RAFI). Uno de los motivos por los que la RAFI critica este contrato es que las plantas medicinales no son usadas exclusivamente por una comunidad. Incluso 35 por ciento de las plantas son usadas en más de un país. De esta manera, queda bajo la decisión de la compañía a cuál comunidad reconocer como donante de la información. Este proyecto de bioprospección ya obtuvo resultados, cuando en agosto del año 2000 se anunció que después de realizar un estudio de 1 250 plantas de Perú se encontró que 46 por ciento de éstas presentaban una cierta actividad que impide el crecimiento del mycobacterium tuberculosis, la bacteria causante de la tuberculosis. Éste es el principio de la elaboración de un nuevo medicamento y su respectiva patente proveniente de las selvas tropicales de Perú. Zonas áridas El proyecto de bioprospección en zonas áridas busca, como los otros proyectos del ICBG, el descubrimiento de agentes capaces de proteger las semillas comerciales, medicamentos útiles en veterinaria y fármacos capaces de curar en humanos enfermedades cardiovasculares, del sistema nervioso central, desórdenes gastrointestinales, cáncer y problemas de salud en mujeres. Los trabajos de bioprospección se realizan en plantas y microbios provenientes de zonas áridas y semiáridas de Chile, Argentina y México. Se pretende también lograr un crecimiento económico en las zonas de recolección, además de la protección de sus ecosistemas. Este proyecto está a cargo de la doctora Barbara N. Timmermann, del Departamento de Farmacología y Toxicología de la Universidad de Arizona. Colaboran en los programas asociados el Hansen’s Disease Center de Baton Rouge, Louisiana, American Cyanamid Company, una filial de American Home Products Corporation’s; Wyeth-Ayerst Research Laboratories, la Universidad Pontífica Católica de Chile, en Santiago, el Instituto de Recursos Biológicos de Buenos Aires, la Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina, el Centro Nacional Patagónico y la Universidad Nacional Autónoma de México. Este proyecto se inició en 1993, terminando su primer periodo en 1998, mismo año en el que se autorizó un segundo periodo de la misma duración, que finalizará en el 2003. En este nuevo periodo se pretende expandir el proyecto a las islas de Chile, a la zona del Chaco en Argentina y al sur de México. Las instituciones de los tres países latinoamericanos involucrados deben realizar la recolección de las plantas en las zonas áridas. Como ejemplo explicaremos el contrato entre el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la República Argentina y la Universidad de Arizona. La recolección debe ser de cien especies por año, durante cinco años. Estas plantas deben ser clasificadas y deben prepararse siete especímenes de herbario, para conservación e intercambio. Los especímenes de herbario tienen que contar con información extensa sobre la ubicación geográfica, características ambientales, asociaciones vegetales, etcétera. El Instituto de Recursos Biológicos registra los datos y lleva las plantas a la Universidad Nacional de la Patagonia, donde las muestras son molidas para obtener los extractos vegetales, los cuales son enviados a su vez a la Universidad de Arizona, donde serán codificados y enviados a los laboratorios del GWL Hansen’s Disease Center, Wyeth-Ayerst Research Laboratories y American Cyanamid Company, a fin de que las muestras sean sometidas a análisis biológicos de tecnología avanzada. Si alguno de los extractos codificados presenta actividad biológica, es reenviado a la Universidad de Arizona para que sea decodificado, y se informa al grupo que realizó la colecta original para que se organice una nueva recolección del material correspondiente, con el fin de obtener suficiente material para poder continuar con los experimentos. Si se llegara al caso de producir un nuevo fármaco o fitosanitario se realizará de inmediato una patente por parte de la Universidad de Arizona, y se otorgará la licencia exclusiva a favor de una de las tres empresas participantes, la que tendrá a cargo el desarrollo técnico y la comercialización del nuevo producto. • El ICBG es una de las organizaciones de bioprospección que hoy en día están explorando desde las selvas hasta los desiertos de nuestro planeta, en busca de nuevos medicamentos o de tratamientos genéticos para producir alimentos transgénicos. La participación obligatoria de las empresas privadas en los proyectos del ICBG (el proyecto ICBG Maya fue rechazado en 1993 ya que no contaba con la participación de ninguna empresa privada) muestra que los resultados de tales investigaciones van a rendir frutos económicos únicamente a los grupos participantes que tengan condiciones para ser propietarios de patentes. Al no poder patentar sus conocimientos tradicionales, las comunidades indígenas deben enfrentarse a la bioprospección patrocinada por empresas, sin ninguna ley que las proteja, mientras las industrias farmacéuticas, paradójicamente, utilizan esos conocimientos para producir medicamentos patentados. Los resultados científicos de la bioprospección pueden ser de gran importancia en la lucha contra enfermedades mortales, contra la desnutrición o contra otros males que aquejan a los seres humanos. Sin embargo, resulta evidente que la bioprospección que se está llevando a cabo hoy en día en el tercer mundo es, más bien, con fines lucrativos por parte de las empresas involucradas. Este tipo de bioprospección produce medicamentos que son vendidos exclusivamente por la empresa que los patentó, a precios que no son accesibles para grandes sectores de la población mundial entre los que se encuentran las comunidades indígenas, de donde, paradójicamente, provino el medicamento originalmente. La misma separación del trabajo entre las organizaciones participantes revela el verdadero interés de las empresas farmacéuticas, ya que son ellas junto con las organizaciones norteamericanas las que se encargan de la búsqueda de nuevas drogas en las zonas de alta biodiversidad, mientras que por lo general las organizaciones participantes del país sede se dedican a los proyectos de desarrollo social, económico y de conservación. El gobierno de Estados Unidos guarda siempre un porcentaje de la patente, lo suficiente para tener control sobre el mercado de los medicamentos, es decir que el gobierno guarda siempre la posibilidad de decidir qué países se verán beneficiados por los nuevos descubrimientos que resulten de la bioprospección. Esto convierte a la biodiversidad en un recurso estratégico, prioritario para las naciones desarrolladas, ya que les puede dar el control sobre las curas de enfermedades que hoy acosan a la humanidad. La bioprospección es el resultado de un gran avance tecnológico que ha generado tecnologías capaces de procesar y reestructurar la materia orgánica a favor del ser humano. Sin embargo, éste aún no ha sido capaz de resolver problemas sociales como la desigualdad en que se encuentran las distintas poblaciones del mundo. La bioprospección ha hecho que nuevamente surja la pregunta: ¿seremos capaces de controlar las virtudes de la naturaleza sin controlar, antes, nuestros propios vicios? Referencias bibliográficas África Icbg; http://www.bioresources.org/icbg.htm Biodiversidad UNESCO; http://www.unesco.org/courier/2000_05/sp/doss12.htm CIEPAC, A. C.; http://www.ciepac.org/ Conabio; http://www.conabio.gob.mx Conocimiento indígena médico y leyes pdf; http://www.oiprc.ox.ac.uk/EJWP0300.pdf Costa Rica ICBG; http://www.unesco.org/mab/capacity/ucep/inbio-e.pdf El peligro de una nueva extinción; http://www.unesco.org/courier/2000_05/sp/doss13.htm http://ag.arizona.edu/OALS/ICBG/aboutproject.html http://www.ciepac.org/bulletins/bolec210.htm http://www.ciepac.org/bulletins/bolec211.htm http://www.ciepac.org/bulletins/bolec213.htm http://www.ciepac.org/bulletins/bolec214.htm http://www.rafi.org/web/allpub-display.shtml?pfl=com-list-es.param http://www.uic.edu/pharmacy/research/icbg/ICBG.htm http://www.uic.edu/pharmacy/research/icbg/members.htm http://www.uic.edu/pharmacy/research/icbg/orgchart.htm ICBG; http://www.nih.gov/fic/programs/icbg.html Knowledge? Whose Property? Whose Benefits?; http://guallart.dac.uga.edu/ICBGreply.html La tuberculosis pudiera curarse usando diversas plantas de la selva tropical; http://www.cedamaso.com/cellarda/NUM%2019.htm News from Peruvian Indians on Border War (Spanish); http://nativenet.uthscsa.edu/archive/nl/9503/0064.html Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI); http://www.wipo.intspa/meetings/1999/folklore/docs/iptkrt99-3s.doc Pacto andino; http://ag.arizona.edu/OALS/ICBG/publications/aspectos/carrizosa.html Panamá; http://www.si.edu/stri/What_we_do/ICBG.html Perú Icbg; http://www.nih.gov/fic/programs/chempro.html Perú.pdf; http://www.biodiv.org/doc/meetings/isoc/isoc-01/official/isoc-01-05-es.pdf RAFI; http://www.rafi.org/web/index.shtml Rafi Perú; http://www.rafi.org/web/allpub-one.shtml?dfl=allpub.db&tfl=allpub-onefrag.ptml&operation=display&ro1=recNo&rf1=7&rt1=7&usebrs=true Tercer mundo; http://www.tercermundoeconomico.org.uy/TME-75/actualidades01.html Tuberculosis-Perú; http://ens.lycos.com/ens/aug2000/2000L-08-04-06.html Un bosque de medicamentos; http://www.unesco.org/courier/2000_05/sp/doss24.htm Vietnam; http://www.uic.edu/pharmacy/research/icbg/goals.htm Zonas áridas; http://ag.arizona.edu/OALS/ICBG/bio-home.html Notas: [*] International Cooperative Biodiversity Group. [1] Salvo en caso de indicación contraria, toda la información de este artículo proviene de las páginas y documentos del ICBG. [2] Una vez iniciado el proyecto, el ICBG financió casdi un millón de pesos para instalar en Ecosur la tecnología necesaria para realizar las pruebas preliminares en laboratorio de las muestras recolectadas. [3] La RAFI afirma que obtuvo este contrato de una fuente anónima. Entrevista con Digna Ochoa y Rafael Álvarez El asesinato de Digna Ochoa, defensora incansable de los derechos humanos que contribuyó a dar voz a los sin voz, fue anunciado muchas veces. En 1999, cuando el parlamento europeo valoraba la posibilidad de un Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y México, la Comisión Civil Internacional de Observación de Derechos Humanos (CCIODH), conformada por diputados y miembros de la sociedad civil de varios países europeos, visitó México, hizo un recorrido por Chiapas y se entrevistó con autoridades federales y estatales, así como con miembros relevantes de la sociedad mexicana vinculados con la defensa de los derechos humanos. En esa ocasión, Digna Ochoa y Rafael Álvarez, del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, concedieron esta entrevista a los miembros de la Comisión. Sus señalamientos de entonces pueden resultar reveladores y muestran la entereza y dignidad de aquellos que, como Digna, no podrán ser acallados nunca más porque su labor trasciende su propia vida. Rafael: El trabajo del Centro ha sido público. Llevamos algunos de los casos graves donde están como responsables diversas autoridades militares, diferentes policías o las autoridades migratorias. El hecho de denunciarlos y de trabajar en esta defensa nos ha traído como consecuencia la represión y la intimidación de diferentes maneras. Nosotros últimamente en el Centro hemos estado viviendo esta represión muy de cerca, las amenazas han sido bastante graves y más aún las agresiones directas. Las amenazas han sido directamente contra todo el Centro. Las amenazas son una tortura para todos nosotros sin embargo ha habido la convicción de continuar en nuestro trabajo gracias, entre otras cosas, al apoyo internacional. Esto nos fortalece, nos anima y nos protege. Si no tenemos la cobertura necesaria para continuar, nuestro trabajo será mucho más difícil, sobre todo cuando vemos que la situación se va agravando y que va a agudizarse mucho más este fenómeno. CCIODH: Yo quisiera que me aclarara lo último que dijo. Nosotros hemos escuchado opiniones según las cuales durante el periodo electoral se buscaría dar una imagen muy democrática y muy abierta. Digna: Sí, en cuestiones de discurso efectivamente se ha tratado de manifestar este proceso de democratización en México, en el que finalmente creen muchos, y en el que creo ha habido un avance. Sin embargo hay un doble discurso en este caso: por un lado se manejan elecciones preliminares para elegir a los candidatos, por otro empieza a haber una represión contra líderes sociales, defensores de derechos humanos y líderes de diferentes organizaciones de la sociedad civil. Esta situación se manifiesta desde el momento en que el partido oficial empieza a querer imponerse y ganar las elecciones a toda costa, cuando está viendo que hay una competencia bastante fuerte. Creemos que el partido oficial, al quererse mantener en el poder, va a tratar de ir eliminando cabezas de los líderes; lo hemos visto en diferentes organizaciones. Lo vemos en Guerrero, lo vemos en Oaxaca, en Chiapas, sobre todo en comunidades con presencia de indígenas campesinos, donde hay mayor organización. Algo cotidiano en México es la fabricación de culpables y de delitos. Para poder eliminar de alguna manera lo que pueda significar concientización, movilización, se trata de eliminar a los líderes fabricándoles algún delito, sembrándoles drogas, sembrándoles armas, vinculándolos con grupos guerrilleros. Esto lo intentaron hacer con el Centro Pro. Durante el último interrogatorio que me hicieron todo tuvo relación con esto. Querían que dijera qué armas usamos, dónde estaban, los contactos con grupos guerrilleros... Esto, para poder desacreditar nuestro trabajo. Son tácticas del gobierno para eliminar o quitarle credibilidad a un grupo. CCIODH: ¿Cómo evolucionó la situación desde el año pasado, cuando vino por primera vez la CCIODH? Rafael: En ese momento ya la Comisión alertó sobre algunos signos muy preocupantes de la situación política en México. Creemos que ahora la situación es más grave porque hay un periodo electoral que hace que existan vacíos de poder. Se dice que en el sistema político mexicano, en el último año de gobierno de cada presidente ya no gobierna este presidente, sino su sucesor, y hay también una disputa dentro de la clase dominante por estos puestos de poder. Un problema muy importante que nosotros observamos es el desarrollo de la lógica contrainsurgente, donde están participando el ejército, las policías y una policía que se acaba de crear: la policía federal preventiva, que tiene muy escaso fundamento jurídico, su participación no es legal, pero ahora trata de colocarse por encima de los municipios, de los estados y de la autoridad de cada estado. Hay una lógica contrainsurgente, porque se trata de atacar a los grupos armados, pero desde una concepción de seguridad nacional. Se dice que el enemigo de la soberanía es un enemigo interno, entonces cualquier periodista, misionero, indígena organizado, defensor de derechos humanos está viéndose como sospechoso. Los militares y policías que han sido adiestrados en la lucha contrainsurgente, tanto en Estados Unidos como con los asesores que están aquí en México (de Argentina, de Israel, de Chile), ellos están convencidos de que hay que acabar con los grupos insurgentes de esta manera; dicen: "Los guerrilleros se mueven como peces en el agua, lo que tenemos que hacer es quitarle el agua al pez". Se habla de una guerra irregular, ellos no se preparan para un enfrentamiento con los guerrilleros, sino contra la población civil, que es la que está sufriendo todas las consecuencias. El problema que estamos observando es el ataque, no sólo en Chiapas, también en Guerrero y Oaxaca, contra las comunidades civiles que están fuera del conflicto. No es contra un grupo armado en particular, no es el EZLN, el EPR o el ERPI, sino que es contra cualquier ciudadanía que pudiera servir de cobertura a estos organismos armados. A nosotros, como grupo de defensa de derechos humanos nos ven como parte de esta cobertura de grupos armados, como parte del conflicto, y por eso tratan de atacar nuestro trabajo. Hay una situación de descomposición, de incertidumbre en cuanto hay vacíos de poder, y una creciente participación de miembros de las fuerzas armadas en tareas de civiles, de seguridad pública, de investigación policiaca, de detención; es inconstitucional, ellos no están capacitados legalmente para hacerlo. Otro problema de este último año es que ha habido un cambio muy fuerte de las leyes restringiendo los derechos humanos; las garantías individuales están siendo limitadas y el argumento es la lucha contra el crimen organizado. Hay un endurecimiento de la ley y un cambio del marco jurídico. De un año para acá, muchas cosas antes ilegales son hoy legales. Según nosotros, como los funcionarios públicos no han podido adaptar su comportamiento a la ley, lo que hicieron fue adaptar la ley a su conducta. Esto hace que desde el punto de vista jurídico nosotros tengamos muchas limitaciones para la defensa de prisioneros de conciencia y políticos. De esto se ocupó Digna, por eso la han atacado, incluso intentaron asesinarla. Esta lógica de contrainsurgencia que está imperando nos muestra signos de una guerra sucia en la que los organismos civiles somos parte de lo que es considerado enemigo. Digna: Esto ha sido algo estratégico y diseñado por el gobierno, tomando en cuenta que la mayoría del congreso es del partido oficial, entonces han ido haciendo todas las reformas para crear las condiciones que impidan que ellos puedan ser denunciados por grupos de derechos humanos. Han ido endureciendo las leyes, restringiendo derechos, van preparando un escenario que los grupos de derechos humanos vamos a denunciar; las detenciones, las torturas, las incursiones, todos estos hechos violatorios claramente de derechos humanos están transformando todo el marco jurídico, desde la Constitución, el amparo, los códigos penales. Rafael: También está la tendencia a criminalizar la disidencia política. Personas que se han salido del partido oficial, o misioneros extranjeros en zonas indígenas, periodistas... son tratados como delincuentes. Esto nos habla de un escenario en donde los focos más vulnerables son las organizaciones campesinas e indígenas en zonas rurales, y es una violencia que se ha venido extendiendo no solamente en el sureste, sino también en otras zonas del país. CCIODH: ¿Podrías dar la opinión del Centro acerca de la carta de Diódoro Carrasco del mes de septiembre? Rafael: En esa carta abierta Diódoro Carrasco da respuesta en su mayoría a los puntos que planteaba el EZLN hace tres años cuando se retiró del diálogo. Para nosotros es una maniobra para dar una imagen de cierta apertura y poner del lado del EZLN la iniciativa diciendo: nosotros estamos de acuerdo. Sin embargo, aunque responde a los puntos que el EZLN propuso en ese momento, las condiciones han cambiado mucho en tres años. Por ejemplo, en Chiapas ya no existe lo que se llamaban zonas grises, se han militarizado las comunidades, se ha provocado el desplazamiento de miles de personas. En estas condiciones, responder tres años después a esas peticiones no corresponde a un sentimiento de apertura, de voluntad política. Por ejemplo, un punto esencial que no se toca en la carta es el retiro de militares que están cubriendo las poblaciones civiles. Según la Constitución, ellos tienen prohibido en tiempos de paz avanzar sobre las comunidades, y es lo que están haciendo. Los retenes, los registros, los cateos dentro de las casas, los interrogatorios ilegales, los vuelos rasantes de helicópteros... Esta situación de temor en que tienen a la población es un escenario de guerra, pero una guerra no declarada. Hay gente del ejército que quisiera que se declarara un estado de sitio, para que lo que hacen sea legal. Por el momento, ellos están violando todos los días la Constitución. Por eso decimos que se trata de una guerra no declarada, con enfrentamientos y muertos, pero quieren quitarle el carácter político diciendo que son problemas internos de las comunidades, cuando en realidad es una guerra que se ha estado propiciando a través de los grupos paramilitares, a través del acoso a las comunidades, de la provocación, de los desplazamientos masivos, de la detención de mucha gente inocente acusada de delitos comunes, así van creando una división en las comunidades, siendo la misma presencia militar la que está aumentando el alcoholismo, la prostitución, el tráfico de armas, los conflictos internos, la incertidumbre de los campesinos que no pueden salir a trabajar, porque se han dado casos en que mientras ellos trabajan violan a sus mujeres, así que la presencia del ejército es una amenaza constante, y es parte de la guerra que se está viviendo en Chiapas. Para el exterior el gobierno niega que exista una guerra en México, dicen que es una guerra de tinta y de internet. Pero hay víctimas cotidianamente y de un solo lado. Detrás de esta guerra hay una lógica contrainsurgente propia de las dictaduras militares de América del Sur y de la guerra que se dio en Centroamérica. Esta situación la está sufriendo la población civil, las mujeres, los ancianos, los niños; ya casi no quedan hombres, éstos son perseguidos por sospechosos. Digna: La gente tiene miedo de plantear denuncias, y aparte las autoridades civiles se niegan a recibirlas. Si la denuncia llega es turnada al ministerio jurídico militar, cuando son ellos los responsables de las violaciones. Por todo esto ninguna averiguación hasta el momento ha prosperado. El mismo ministerio militar dice que no hay elementos suficientes. Lógico, ellos no van a evidenciar las violaciones de su propio personal, y así no va a prosperar ninguna denuncia. Esto ocurre en Chiapas, en Oaxaca, en Guerrero, son los militares los responsables de hechos violatorios y se quedan en total impunidad. CCIODH: ¿Cuál es la actividad concreta de las asociaciones oficiales de derechos humanos? Digna: Hay una Comisión Estatal de Derechos Humanos, desgraciadamente no tiene ninguna independencia. Responde más que nada a intereses políticos, tienen muchas restricciones y se dedicaron a defender algunas garantías individuales más que los derechos humanos en general. Su participación es muy pobre y poco comprometida, de hecho hasta ahora no tenemos recomendaciones de la CNDH con relación a acciones del ejército, a violaciones de derechos humanos del ejército en Chiapas. Tenemos algunos casos aislados, como el de El Bosque, pero donde no se ve clara la responsabilidad del ejército; responden a los intereses creados del mismo gobierno. Rafael: En el caso del ejército, según la ley, la CNDH y las comisiones estatales de derechos humanos deben guardar confidencialidad de las denuncias, y la gente que acude a ellos se cree que esto les va a proteger de próximas agresiones. Pero lo que ha hecho la CNDH ha sido pasar el expediente, tal cual, al ejército. De esta manera las personas que hacen la denuncia no tienen ninguna protección. Esto rompe con la confidencialidad que es una obligación de la CNDH. La CNDH está siendo cómplice y encubriendo al ejército, avisándole de qué le están acusando. Ha habido casos en que la persona que acusa a un miembro del ejército después es convocada por un tribunal militar; esto no es legal, y lo hacen como medida de presión para que la gente desista. Digna asistió el caso de unas mujeres que pusieron una denuncia contra miembros del ejército por violación sexual. Digna: Este grupo de mujeres documentó varios casos de violaciones de derechos humanos con mujeres en Chiapas. Cuando, después de un año de haber presentado la queja, la CNDH empieza a citar a las mujeres, los mismos miembros de esta CNDH exigen el nombre del violador, el número de matrícula, a qué batallón pertenece; aquí se ve que se están encubriendo unos a otros, entonces, si los que pretenden defender los derechos humanos tienen esta actitud, qué se puede esperar de los mismos cuerpos policiacos. Esta queja lleva ya dos años y no ha prosperado. Cualquiera sabe que un violador no se identifica. Por supuesto que esta queja no ha prosperado. Aquí se ve clara la complicidad y el encubrimiento que practica esta CNDH sobre todo con los militares; la Secretaría de la Defensa Nacional ha sido un sector que el gobierno ha tratado de mantener intocable. Recientemente el mismo nuevo presidente de la CNDH declaraba que no va a haber intocables; aquí está reconociendo que sí los ha habido, y nosotros llevamos mucho tiempo denunciándolo. Por parte de esta CNDH ha faltado realmente la voluntad de investigar y hacer recomendaciones a la Secretaría General de la Defensa, reconociendo las violaciones de los derechos humanos. Algo que molestó mucho a los militares fue la defensa que efectuó el Centro de algunos miembros de las fuerzas armadas. Esto fue en diciembre pasado, cuando un comando patriótico exigió el respeto a sus propios derechos humanos y laborales. El ejército trata de eliminar a este grupo disidente de la Secretaría, deteniendo, incomunicando, torturando psicológicamente a sus miembros. Nosotros interponemos los amparos. Nadie podía verlos, ni sus abogados, ni sus familiares. Salimos en defensa de estos militares. Esto causa molestia en la misma Secretaría. Exigimos a la CNDH intervenir en esto, porque a nosotros no nos reconocen personalidad -el mismo procurador militar dice que lo único que ellos reconocen es la CNDH-; queremos aprovechar este reconocimiento aparente de los militares, pero ésta se niega a asumir su papel. Cuando nosotros exigimos que vayan a verificar el estado real en que se encuentran estos militares, los de la CNDH nos dicen: es que no nos han permitido entrar a ver a los presos. Nosotros les pedimos que insistan, porque es su obligación aceptar, y la obligación suya es verificar el estado de estas personas. Tuvimos más casos; asumimos la defensa de un ex militar, que como la Secretaría de Defensa no le pudo fincar estos delitos y juzgarlo en procesos militares porque había sido dado de baja antes del surgimiento del Comando Patriótico, trata de fincarle otros delitos como violación a derechos de autor, revelación de secretos y lo que resulte. Nosotros asumimos la defensa de este ex militar, diciendo que no se tipifican los delitos por los cuales está siendo procesado. La Secretaría de la Defensa lo acusa de revelar un manual de guerra irregular. Primero, para que se tipifique el delito debería de haber sido confidencial. El documento dice que es confidencial pero antes de que esta persona haga una crítica a un artículo de ese manual, este manual ya estaba en un medio de comunicación. Segundo, nunca hizo una publicación literal de un artículo, siempre reconoció la autoría de la Secretaría de la Defensa Nacional. Entonces, no se tipificaba el delito. Cuando acudimos a la audiencia pedimos que comparezca el secretario de la Defensa Nacional, el director de la Escuela Superior de Guerra y altos mandos del ejército para demostrar que ese manual es de ellos y que lo dan a todos sus estudiantes. Primero hay una negación y una reticencia por parte de la Procuraduría General de la República a aceptar esas peticiones. Tratan de persuadirme: "Mire, eso no lo pida, no le conviene". Para que el juicio no prosperara, por la insistencia para que comparecieran altos mandos del ejército, consiguieron cerrar la averiguación previa. Esto cuando están en riesgo sus propios intereses y se trata de evidenciar las irregularidades y las responsabilidades, porque ese manual habla de la creación y aprovechamiento de los grupos paramilitares. Nosotros decimos que los grupos paramilitares han tenido el apoyo de diferentes cuerpos policiacos del estado, de otros en el ámbito federal y, sobre todo, del ejército. La Secretaría de la Defensa consigue cerrar el caso para evitar verse involucrada. Tenemos otros casos donde los mismos militares se niegan a aceptarnos las denuncias. El ejército se niega a que tengamos acceso a sus instalaciones, a entrar a una agencia del ministerio público militar, a recibirnos los documentos, a acordarnos las peticiones que hemos hecho, es decir, obstaculizan todo lo que indique alguna responsabilidad de los militares con hechos en relación con los derechos humanos. Este tipo de acciones y, sobre todo, la insistencia y exigencia por parte del Centro hacia la Secretaría de la Defensa, ha sido uno de los elementos de bastante peso para que ellos se sientan atacados, ya que les estamos tocando intereses, que hasta este momento eran intocables. CCIODH: ¿Nos pueden hablar del tema de las expulsiones?, parece que ha habido incluso casos donde se declaró su expulsión no procedente. Rafael: Ha habido un viraje dramático en la política exterior de México. México era considerado como un país de refugio y de asilo político, que promovía la autodeterminación de los pueblos, la no intervención. Desde el exilio de la guerra civil española, luego vinieron los refugiados chilenos, los argentinos, los centroamericanos... Pero en los últimos años, después del conflicto en Chiapas, hay un doble estándar para los extranjeros en México: aquellos que vienen como financieros, inversionistas, especuladores de la banca, éstos son bienvenidos; pero los que vienen como periodistas, como misioneros, como observadores de derechos humanos, o miembros de organismos humanitarios, éstos son vistos como sospechosos y tratados como delincuentes. Ha habido un cambio en la legislación y un viraje en la política para criminalizar a extranjeros vinculados a grupos de la sociedad civil y para impedir su trabajo. Ahora han inventado una nueva forma migratoria, la FM3, para los observadores de derechos humanos. Su objetivo político es obstaculizar el trabajo de los defensores de derechos humanos. Llevamos el caso de doce compañeros detenidos el 12 de abril y expulsados casi de inmediato el año pasado, incluso con una orden de suspensión provisional de la expulsión dictada por una juez. La policía migratoria, desobedeciendo esa orden judicial, ejecutó la expulsión, con el aval de las embajadas de los respectivos países. Aquí pudimos demostrar la ilegalidad con que ellos proceden. Está también el caso de Tom Hansen. Digna: Durante este proceso, una de las pruebas que nosotros ofrecemos ante el tribunal es la ilegalidad en que se basa la autoridad migratoria para la expulsión. El fundamento es una circular, a la que se le está dando mayor importancia que a la Constitución. Declaramos el acto inconstitucional. Primero, están violando un amparo concedido por una juez; segundo, porque no se puede anteponer una circular a un artículo de la Constitución. Luego nos conceden una inspección ocular en las oficinas de Gobernación. Esto era inaudito. Cuando fuimos allí no nos dejaron entrar. Luego argumentaron que nosotros no estuvimos presentes, pues no nos dijeron el lugar exacto donde esto se llevaría a cabo y estuvimos esperando en otra sala. Al final el magistrado que lleva la causa nos niega el amparo. El caso de Tom Hansen lo llevó una abogada amiga, Bárbara Zamora. Ella gana el amparo pero Gobernación dicta una nueva orden de expulsión. Los magistrados se quedan tranquilos y aceptan esta nueva orden. El proceso ha durado más de un año. Lo que quiere Gobernación es que la gente se canse y abandone, porque están proponiendo reanudar este proceso que ya ha durado más de un año; dentro de un año y medio tendríamos la misma resolución y luego podrían dictar una nueva orden de aprehensión. Aquí vemos que el poder ejecutivo está por encima de una resolución judicial y no debería permitirse esto. La defensa va a interponer un recurso jurídico. Desgraciadamente no hay una verdadera independencia de poderes, hay supeditación del judicial al ejecutivo. CCIODH: ¿Conocen ustedes la cantidad de militares presentes en Chiapas? Rafael: En México hay tres temas que no se pueden tocar: el presidente, el ejército y la virgen de Guadalupe. Incluso diputados y senadores han preguntado al ejército cuántos militares hay en Chiapas, y no lo han querido decir. Esta situación es muy grave porque nos habla de la supeditación del poder legislativo al poder ejecutivo. No se sabe, pero nosotros calculamos 60 mil, por lo menos. Están en movimiento permanentemente. Hay gente de Chiapas que ha estado estudiando en la Escuela de las Américas, en Estados Unidos, los hay que después de estar un tiempo en Chiapas se han movido a Guerrero o a Oaxaca, también hay militares bilingües, que conocen la región y la lengua de los habitantes. En el ejército hablan de guerra de movimientos y guerra de posiciones. Nos preocupa mucho que la cooperación con el ejército de Estados Unidos está avanzando muy rápidamente, sin pasar por los congresos respectivos. Desde hace muchos años conocemos la iniciativa de Estados Unidos de crear una sola fuerza armada para toda la región, y esta cooperación en la lucha contra las drogas y en la lucha contrainsurgente está avanzando en equipo, armamento, entrenamiento, trabajo ideológico. En la historia de México y de América Latina el ejército de Estados Unidos ha sido la principal amenaza contra la soberanía nacional. Este cambio de papeles nos preocupa mucho. En cuanto a los desplazados, unos días antes de la masacre de Acteal -eso fue el 22 de diciembre-, el 8 y el 15 de diciembre, por parte de la red se tuvo entrevistas con el gobernador de Chiapas y con el procurador. Ambos negaron la existencia de grupos paramilitares. El procurador decía que sí existían pero como eran clandestinos no sabían dónde estaban. Y el gobernador de plano decía que no existían. Nosotros les advertimos que podía ser peligroso porque podían provocar una gran violencia. La existencia de grupos paramilitares ha sido un tema muy polémico; el gobierno ha aceptado que existen grupos civiles armados, pero dice que son de diferente signo, del partido oficial y de la oposición. Él quiere justificar la violencia como un conflicto intercomunitario. Después de la masacre de Acteal y de la toma del ejército de muchas comunidades, ha habido miles de desplazados; simplemente en Polhó contamos unos ocho mil que, "voluntariamente", han salido de sus comunidades. Eso ha provocado un problema de miseria, de hambre, de enfermedad, de muerte para miles de indígenas en Chiapas. Algunos miembros de organismos civiles como Servicio Paz y Justicia hablan de una guerra de exterminio étnico, por las condiciones de estos desplazamientos. Algunos de estos desplazamientos tienen una orientación provisional, otros son más definitivos. Hablando con Lourdes Toussaint, de Caritas de San Cristóbal, ella me contaba su preocupación: decía que durante un tiempo podían tener alimento ¿pero después? La presencia del ejército y de los grupos paramilitares ha alterado los ciclos de cultivo, ha arrasado los cafetales que tardan años en dar fruto; son miles de personas sin trabajo, sin alimento, y muchas veces la ayuda asistencial del gobierno se utiliza para dividir a las comunidades. El ejército es la principal institución que lleva alimento a estas regiones. Las comunidades se dividen porque mucha gente no quiere ayuda del ejército, otros la aceptan porque es la única forma de obtener alimentos. Se trata de darle una imagen al ejército como que son los que llevan el bienestar a la comunidad. Digna: Con respecto a los retenes, cuando les interesa que no se hagan ver, desaparecen inmediatamente. Por otro lado cabe señalar todo el daño que han causado: las expulsiones, los robos de las pocas pertenencias. Hay comunidades completamente arrasadas y desaparecidas. El ejército destruye sus casas miserables, luego instala sus campamentos. Si uno llega no se puede imaginar que allí hubo una comunidad y es muy difícil tener un registro de cuántas personas vivían allí. Otra manera de dividir ha sido el apoyo a personas claramente identificadas como miembros o simpatizantes del partido oficial. Llegan con apoyos de láminas, agua, alimentos. Se le da mayor cantidad a unas personas que a otras y eso va creando conflictos. Así el gobierno puede decir que los problemas son internos como ocurrió en el caso de Acteal: ellos dijeron que se trataba de problemas internos. Ellos están tratando de provocar este conflicto organizando a los grupos paramilitares. El caso de los desplazados es una situación desesperante. Para la gente es difícil hacer una denuncia: muchas denuncias no son admitidas o ellos no tienen libertad de tránsito. Las comunidades están en total desamparo, lo único que pueden hacer para salvar su vida es irse al monte; es muy difícil luego obtener los testimonios de estos desplazados. Hay muchas comunidades, y sobre todo pequeñas comunidades, que simplemente desaparecen, y no tenemos más rastro de ellas. CCIODH: ¿Nos pueden hablar del papel de la Cruz Roja mexicana? ¿Cuántos miembros tiene el ejército mexicano en su globalidad y el papel del ejército en construcción de carreteras? ¿Qué está pasando en la comunidad de Amador Hernández? Rafael: La Cruz Roja mexicana ha cumplido un papel muy subordinado a los intereses políticos del gobierno. La neutralidad que debe tener la Cruz Roja ha sido bastante manipulada por una cuestión de imagen. Por ejemplo, la Cruz Roja internacional, que para nosotros es mucho más confiable, ha tenido muchas más dificultades para actuar en la región. Ha sido presionada de muchas maneras para salir; está volviendo los últimos meses al terreno. Creemos que es muy importante la presencia de la Cruz Roja internacional, y de la Cruz Roja mexicana tenemos bastantes dudas sobre su imparcialidad -ha habido muchos escándalos, malversación de fondos por colectas públicas- y también sobre la presunta imparcialidad en su trabajo, y lo que obtiene la Cruz Roja como ayuda humanitaria lo distribuye a través del ejército; así ya no es imparcial, sobre todo en una situación de guerra. La gente del gobierno les dirá que en Chiapas se ha invertido mucho dinero en gasto social y en infraestructura. Eso es cierto, pero toda la infraestructura que se ha creado en Chiapas, sobre todo en carreteras, ha sido parte de una estrategia militar de ocupación, para que en dos horas máximo se pueda llegar a cualquier comunidad indígena y así tener el control de éstas. El caso de Amador es muy grave porque lo que ellos trataban de hacer a través de esta carretera era poder llegar a la retaguardia estratégica del EZLN y hacer, como dice Clinton, una operación quirúrgica. Donde se rodea una región se dice que han muerto quince; pudieron ser cinco mil y nadie se va a enterar. Esto sí, el plan de obras públicas tiene una finalidad políticomilitar: poder transportar helicópteros, tanques y armamento en el menor tiempo posible. Y para eso crean la infraestructura. También para dividir a las comunidades a través de las carreteras, para crear conflictos. Y, con relación a las elecciones del año que viene, está el proyecto de remunicipalización, de crear nuevos municipios en las regiones donde la mayoría esté a favor del partido oficial frente a otro que sea de oposición, y así poder generar enfrentamientos entre ellos. Ha habido un gasto público muy importante, ha habido incluso fondos del Banco Mundial que han venido a dar a los grupos paramilitares, con la cobertura de ONG de desarrollo. Estos recursos han servido a los grupos paramilitares para comprar armas y sí se habla de una gran inversión en infraestructura, que es cierta, y que no es en absoluto la voluntad de las comunidades; no se ha escuchado la voluntad de la comunidad, sino que se trata de una decisión autoritaria, unilateral, y que en muchos casos se hace en contra de la voluntad de las mismas comunidades. En el caso de Amador fue muy claro: era el ejército el que protegía a la compañía constructora. Los indígenas preguntaban ¿por qué están ustedes aquí? "Porque lo pidió la compañía constructora." ¿Y desde cuándo el ejército obedece a una compañía privada? Ahí se ve la complicidad entre la constructora, el ejército y el gobierno federal dentro de este plan contrainsurgente. Con respecto a la pregunta del número de soldados en Chiapas, actualmente no tenemos un dato exacto, pero se calcula que dos terceras partes del ejército mexicano están en Chiapas. Digna: Hemos estado bastante atentos a los observadores extranjeros en el caso de que fueran citados, aconsejándoles qué es lo que debían hacer. Porque se van creando precedentes, estamos acumulando elementos para poder intervenir jurídicamente en un momento dado. Estamos recomendando la interposición de los amparos en el caso de que sean citados porque a veces les piden abandonar el país en poco tiempo. Lo que ustedes saquen como informe, como denuncias, eso ya es un gran apoyo para la situación de la defensa de las comunidades. Al gobierno mexicano no le importa lo que digamos los mexicanos dentro de nuestro territorio, lo que más le duele es lo que se dice fuera de nuestras fronteras. El hecho de poder hacer una documentación, una difusión de la situación real, eso puede ayudar mucho a tratar de dar alguna solución a la problemática que estamos viviendo. Por otra parte, si ustedes pueden acudir a sus respectivos gobiernos para informarles lo que vieron aquí, eso es muy importante. CCIODH: No han hablado de presos políticos, ¿los hay? Digna: Sí, sobre todo últimamente ha ido acrecentándose el número de presos. Últimamente ha surgido todo esto de la fabricación de delitos y la fabricación de culpables. Cuando un grupo comienza a fortalecerse y empieza a destacar algún líder, lo que hace el gobierno es encontrarle algún delito como narcotráfico, o portación de armas, o rebelión. Luego el primer recurso es la aplicación de tortura, para obligar a la persona a firmar declaraciones autoinculpatorias, o inculpatorias hacia otros. Con base en estas primeras declaraciones trata de fundamentarse todo un proceso irregular, a veces dictando sentencias bastante altas. A este tipo de reclusos tratan de encerrarlos en reclusorios de alta seguridad, de muy difícil acceso. Así están violando el derecho de defensa, el de un debido proceso, y más aún violando los derechos de una persona, como los de los defensores o familiares. Para poder entrar a algunos reclusorios federales piden que se desnude el abogado o la abogada, sobre todo si son miembros de organizaciones de derechos humanos. Lo que se pretende es obstaculizar el trabajo de la defensa vinculando al abogado con las causas, hecho totalmente ilegal. Son pocos los abogados que se involucran en este tipo de defensas porque saben que el riesgo político, el de su integridad y de su vida privada son grandes. Por un lado la vida de los abogados que llevan la defensa de los presos políticos es difícil, por otro, la vida que llevan los presos políticos es bastante opresiva, para ellos y para sus familiares. Hay un distanciamiento de todo el mundo hacia ellos. Se va acrecentando este tipo de presos independientemente que el gobierno no los reconozca como tales al vincularlos simplemente con grupos guerrilleros. Tratan de desacreditar el trabajo de defensa o de liderazgo que se lleva en una determinada organización. Ahora tenemos el caso del líder de un grupo campesino de Guerrero que se organizó contra una tala inmoderada de bosques desde hace como cuatro años, integrando una asociación ecologista. Allí estaban algunos caciques, el gobernador, diferentes autoridades, una empresa americana de tráfico de madera; entonces empieza la tala inmoderada del bosque que afecta directamente a las comunidades: algunos arroyos empiezan a desaparecer, las mujeres protestan porque tienen que ir a lavar más lejos y los líderes empiezan a denunciar y a concientizar a la gente. Lo que hace el gobierno es pedir que les siembren armas y drogas, luego los acusan de pertenecer al EPR, les ponen propaganda de partidos políticos de oposición y finalmente los encarcelan. Y como se trata de un preso político, el poder judicial empieza a obstaculizar el trabajo de la defensa. Ofrecemos pruebas que creemos procedentes y que están fundamentadas en los códigos y lo que hace el juez es rechazarnos todo. En la primera declaración que logramos tener de comparecencia de los militares, porque son los militares quienes efectúan la detención de estas personas, hacen un allanamiento en la comunidad, los torturan, los tienen incomunicados, los llevan a un campo militar por siete días, entonces pedimos interrogar a los militares. Durante el interrogatorio logramos que se evidencie la participación de los militares en las detenciones ilegales, los cateos ilegales, la detención prolongada, las torturas y, sobre todo, que fueron militares quienes los obligan a firmar, quienes ponen abogados defensores, personas de la confianza de los militares y no de los detenidos. Todo esto se evidencia en una primera audiencia, luego nosotros ofrecemos más pruebas de que los militares intentan legalizar sus acciones violatorias. Cuando pedimos que estas personas comparezcan, el juez lo que hace es desechar todo sin ningún fundamento jurídico. Así es como tratan de obstaculizar la defensa directa de un líder y de un preso político. En este caso hay un gran interés de asociaciones ecologistas que denuncian todas las irregularidades. Este tipo de presos está limitado en todos los aspectos: les han fabricado los delitos, amenazan a la gente que va a comparecer como testigos de descargo -tienen miedo de bajar (son doce horas de viaje hasta la comunidad donde encuentran un transporte)-; ellos temen por su vida y por la de su familia, así que no comparecen a las audiencias. CCIODH: ¿Nos puedes contar lo que te pasó a ti? ¿Quién te molestó? Digna: ¡Ya quisiera yo saber quién me molestó! Por el tipo de personas nosotros decimos: o inteligencia militar, la policía federal preventiva, la PGR o el CISEN. Probablemente uno de estos grupos, primero, porque tienen toda una infraestructura, son profesionales. Y está la gradualidad de las agresiones: el 9 de agosto me asaltan y me tienen secuestrada cuatro horas. Quise verlo como un delito común, y yo no tenía ningún elemento para identificar a las personas. Pero a partir del 3 de agosto nos llegan unas amenazas por el correo ordinario, venía una muy directa hacia el director del Centro y otra hacia mí, venía con ella una tarjeta que me habían robado el 9 de agosto; venía una tarjeta con una cruz como la de las esquelas. Aquí se ve la vinculación y lo denunciamos como tal. El 9 de septiembre vuelven a llegar otras amenazas que vienen en sobres pero ya estaban depositadas dentro de nuestras instalaciones, bajo unas macetas, esto quiere decir que las personas que nos amenazan tienen acceso a nuestras instalaciones. El 14 de septiembre llegan otras amenazas que son depositadas en el cajón de la recepcionista. Nos empiezan a cortar la luz, empieza a fallarnos el teléfono, tenemos problemas con las computadoras, con el correo electrónico, hay llamadas a diferentes domicilios de compañeros, nosotros seguimos con nuestro trabajo. Luego llegan otras amenazas. El 5 de septiembre, estando yo en mi domicilio, encuentro mi credencial de elector con mi domicilio anterior. Y el 9 de octubre llega una amenaza de bomba dentro del área jurídica. El 14 de octubre aparecen ejecutados dos de los policías encargados de proteger el Centro. Curiosamente las amenazas nos llegan coincidiendo con el regreso de viajes a Guerrero. El 28 de octubre cuando llego a mi casa, a eso de las ocho y media de la noche, sentí algo raro. Revisé la casa, no vi nada, y a eso de las diez de la noche un tipo me cubre la boca con algo, pierdo el conocimiento inmediatamente y rápido me somete. Cuando yo reacciono estaba dentro de mi casa, amarrada y con los ojos vendados. Así me tienen durante nueve horas, interrogándome, preguntándome dónde trabajo, qué hace el Centro, cuántas áreas hay, cuántos miembros hay en cada área, qué hace cada persona, con quién vive, si tiene hijos, si tiene armas, dónde las tiene, dónde aprendimos a manejar armas. Luego me leen una lista de nombres para ver si los conozco, cuáles son los contactos con el EZLN, con el EPR, o con los del ERPI. Luego me dan fotos de campesinos para que los identifique, y yo no conocía a nadie. Finalmente, a eso de las 7:30 de la mañana me cambian de cuarto, me llevan a la recámara, me amarran los pies y las manos. En mi casa tengo tres tanques de gas de veinte kilogramos y abren el gas. Me cierran la puerta. No creo que me quisieran matar porque pude desatar mis manos, no estaban bien amarradas. Luego apago el tanque, abro la puerta e intento llamar por teléfono. El cable del teléfono de la casa estaba cortado, entonces utilizo el celular y advierto al Centro. Algunos vinieron a mi casa muy rápido. Luego llegan los judiciales y lo revisaron todo. Yo pienso que podría ser inteligencia militar por varias razones, entre ellas, porque en los últimos tiempos hemos estado insistiendo en la integración de averiguaciones para que se les finque la responsabilidad de los hechos que han estado cometiendo. Presumo que pudiese venir de allí. Desgraciadamente no tenemos ninguna prueba que dé un indicio claro para poder señalarlo abiertamente. Esto nos limita muchísimo. Nosotros decimos que a quien le toca investigar es a la autoridad, nosotros no tenemos la capacidad de llevar una investigación. Aunque diversas autoridades, como la PGR, han dicho "mi gente no es", cuando sabemos que no tienen un control real de toda la gente, cuando vemos que están involucrados en muchos hechos delictivos, de delitos comunes y de delincuencia organizada, donde están participando diversos cuerpos policiacos. Gobernación también ha dicho "mi gente no es". Ninguno va a reconocer que es "su gente". Sería muy ingenuo pensar que, por ejemplo, Gobernación diga que es la policía federal preventiva. O sea que aunque lo llegaran a saber no lo van a reconocer, porque esto sería evidenciarse claramente, sobre todo cuando están teniendo una presión muy fuerte por todos los medios, pidiendo el esclarecimiento de los hechos. Tenemos la esperanza de que un día esto llegue a clarificarse, sobre todo para fincarle la responsabilidad a los actores de estos hechos. CCIODH: ¿Tienen conocimiento de otros hechos similares contra otros defensores de derechos humanos? Digna: Ha habido diferentes casos y se han manejado diferentes técnicas. El 28 fue allanado el Centro. Cuando llegan los compañeros el 29 lo encuentran abierto y todos los escritorios del área jurídica fueron revueltos. La misma noche del 28 de octubre fue allanada mi casa, fui interrogada y fue allanado el Centro. Dejaron un mensaje claro sobre uno de los escritorios que decía: "Poder suicida", que es una frase que está en una de las amenazas. Hay diferentes compañeros que trabajan en diferentes asociaciones de derechos humanos, por ejemplo de Guerrero, que son amenazados; es como que las amenazas obedecen a un patrón, o por teléfono, o por escrito, o directamente, o a través de personas desconocidas; la detención sin justificación tratando de generar intimidación por parte de los militares... Tenemos casos en Platchinola, en el estado de Guerrero, o de los compañeros de Tepeyac, en Oaxaca, tenemos el caso de Consuelo, de Monterrey, compañeros que por estar denunciando hechos concretos empiezan a ser amenazados. Decimos pues que el hecho de las amenazas al Centro no es aislado sino que se suma a esta campaña de desprestigio, de amenazas, de intimidación por parte del mismo gobierno, sobre todo a los grupos que tratan de responder ante hechos graves de violaciones de derechos humanos. A nosotros nos preocupa que esto se vaya acrecentando. CCIODH: ¿Podrían tener problemas ciudadanas mexicanas que vivan en Suiza para regresar si ellas muestran su opinión sobre estos hechos? Digna: Normalmente no deberían tener problemas. No habría problema para regresar al país ya que son ciudadanas mexicanas. Todo este trabajo de difusión, de denuncia, aquí como en el extranjero ha sido de gran peso, y también ha servido de cobertura para nosotros. CCIODH: ¿Qué piensan ustedes de los acuerdos con la Unión Europea y de la cláusula democrática? Rafael: El gobierno de México es muy sensible a su imagen pública y su prioridad son los acuerdos comerciales. Nosotros tenemos muchas dificultades para establecer una interlocución: hacemos informes sobre la situación de los derechos humanos y nunca nos contestan, pero cuando se hacen a través de los organismos gubernamentales de otros países se contestan inmediatamente, de manera distorsionada o con equivocaciones pero siempre se contestan y se contestan pronto. Por eso nosotros decimos que el presidente Zedillo entiende más cuando se le habla en inglés que cuando se le habla en español. Viendo el aspecto positivo de la globalización, gracias a la globalización de la justicia y de los derechos humanos podemos encontrar colegas en otros países; en el ámbito de grupos de derechos humanos, de organizaciones sociales, existe un acercamiento. En este sentido el tema de Chiapas está en la agenda oficial de muchos gobiernos. Para nosotros esto representa la posibilidad de transitar a un régimen democrático por la vía pacífica, eso es lo que está en juego: o un escenario de violencia, o un tránsito pacífico hacia un régimen democrático. Notas: [*] Esta entrevista forma parte de un expediente mucho más amplio elaborado por la CCIODH y que se encuentra en la página del Comité de Solidaridad con Chiapas de Barcelona. La entrevista ha sido ligeramente editada [N. de E.].