Secretaría General del Sistema de la Integración Centroamericana SG-SICA FORO DE DIÁLOGO “LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE Y LA COOPERACIÓN AL DESARROLLO”. INTERVENCIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DEL SICA Madrid, 30 de enero de 2014 La integración ha sido un sueño de la región casi desde su independencia. Sin embargo una de las más grandes apuestas para lograr el sueño de Morazán y otros, se presenta en los ´60s con la creación de la ODECA. Los conflictos internos, las expresiones de la guerra fría y la convulsividad social de los 80s, se constituyeron en el principal obstáculo para que dichos esfuerzos se desarrollaran y es hasta la década de los 90, que surge una nueva apuesta por la integración creando el Sistema de la Integración Centroamericana. A lo largo de su historia, y aunque siempre ha mantenido como referentes otros procesos similares (como el europeo u otros latinoamericanos), Centroamérica ha terminado definiendo un modelo propio de integración regional. Estamos claros que se trata de una construcción teórico-política aun por consolidar y que el propio desarrollo del proceso ha ido definiendo unas características idiosincrásicas, que sitúan al Sistema de la Integración Centroamericana a medio camino entre el marcado carácter comunitario de su arquitectura institucional, su base jurídica (que alcanza su máxima expresión en el Protocolo de Tegucigalpa de 1991), y la intergubernamentalidad que en buena medida implementa en la práctica. Aun así, y sin que por ello se nieguen sus dificultades y limitaciones, puede afirmarse que ese modelo propio ha hecho del proceso de integración centroamericano uno de los más avanzados, después del de la Unión Europea. Una de sus características más evidentes, como sabemos, es su multidimensionalidad, según la cual el fortalecimiento institucional y la construcción de políticas regionales avanzan de manera simultánea, aunque heterogénea, en una amplia variedad de ámbitos políticos, sectoriales e institucionales. 1 Así, la integración puede avanzar a diferentes ritmos basada en las particularidades , características y desafíos de cada Estado pero caminando juntos hacia un mismo destino. A veces se ha empezado con tratados bilaterales hasta llegar a un tratado único como con México. El germen de la multidimensionalidad está, probablemente, en las propias raíces jurídicas e históricas del proceso. La estructura institucional que emana de ahí, en los 90, con una Secretaría General coordinadora del Sistema, y una serie de Secretarías para cada uno de los “Subsistemas” identificados (SIECA para el Económico, SISCA para el Social, SG-CECC para el Educativo-cultural y SE-CCAD para el Ambiental), no refleja sino la decisión de generar políticas, bienes públicos y actuaciones regionales en una amplia variedad de ámbitos. Un desafío que ha tenido esta visión multidisciplinar ha sido la amplitud de iniciativas promovidas y la dispersión de temáticas abordadas en el extenso abanico de mandatos presidenciales que han emanado de las Cumbres de Presidentes y Jefes de Estado, órgano supremo del Sistema. Al no haber existido una focalización clara de temáticas, ni un manejo ordenado y con suficiente seguimiento de los citados mandatos, las orientaciones fijadas para el Sistema por los Presidentes han ido oscilando de unos temas a otros, y no siempre con igual intensidad, generando en ocasiones incluso solapamientos y contradicciones. Todo esto fue generando que en la actualidad se buscara un ordenamiento de ese entusiasmo y consecuente proliferación de iniciativas, de tal forma que con plena conciencia de la situación, los presidentes hacen un esfuerzo en 2010 por relanzar la integración estableciendo 5 prioridades temáticas: Seguridad, Gestión Integral del Riesgo y Cambio Climático, Integración Social y Lucha contra la pobreza, integración económica y fortalecimiento institucional. Así, la región después de tener una serie de temas dispersos, decide enfocarse en estas cinco prioridades temáticas. En esa misma dirección, recientemente hemos conseguido cerrar un catálogo de mandatos presidenciales vigentes, que fue aprobado en la Cumbre de Panamá, y para cuya gestión se está definiendo un mecanismo que permita garantizar la aprobación de su seguimiento, así como el mecanismo de aprobación de nuevos mandatos. Además, se está aplicando una profunda reforma institucional que pretende racionalizar y hacer más eficiente la estructura del Sistema. Dicha reforma institucional comprende aspectos como la sistematización del funcionamiento de la comisión de secretarías que le da coherencia a todo el sistema, la definición de un sistema de rotación por país para las principales secretarías y el establecimiento de un rol más caro y activo para los países observadores. Pero además de las prioridades temáticas y la reforma institucional, la SG ha establecido sus prioridades de trabajo para el próximo cuatrienio: La eficacia, eficiencia y alineación de la cooperación, en el entendimiento de su rol complementario a las acciones nacionales; el avanzar en un funcionamiento sistémico del SICA; Fortalecer y generar las relaciones de bloque a bloque, buscar alianzas con UNASUR, CAN, MERCOSUR, CARICOM, ASEAN y además se contempla la idea de buscar relaciones con los Países del Golfo; otra prioridad es la redefinición del rol de los Países Observadores del SICA; así mismo la participación de la 2 sociedad civil en el proceso de integración que incluye: academia, sindicatos, jóvenes, entre otros para generar un debate sobre integración entre todos los actores del proceso. En cuanto a la prioridad de la cooperación internacional, ya se ha avanzado pues fue aprobado en la citada Cumbre de Panamá un mecanismo de gestión que va a fortalecer las capacidades del Sistema para garantizar el alineamiento de la cooperación con sus prioridades, la apropiación de sus resultados por parte de los Estados miembros y la rendición mutua de cuentas. Todo esto en al marco que la cooperación internacional tiene cada vez más una mayor apuesta por la integración regional. Sobre esto y ahora que estamos definiendo un marco de cooperación con España y UE nos parece fundamental enfatizar en lo siguiente: Dichos marcos deben estar alineados con las prioridades de la región, deben buscar que dicha cooperación llegue a las poblaciones que más lo necesitan, se debe trabajar por fortalecer la integración desde abajo considerando la institucionalidad como un medio para lograrla y no como el fin último; así mismo se debe tomar en cuenta que los procesos en la región (y en cualquier parte del mundo) no son lineales y por lo tanto debe haber cierto margen de flexibilidad para realizar giros en el camino cuando se enfrenten situaciones trascendentales imprevistas. Estos factores, entre otros, nos garantizarían una mayor apropiación, visualización y por consiguiente un mayor impacto positivo de los proyectos. Pese a estos cambios, el SICA aún enfrenta retos sustanciales en su futuro inmediato. Uno de los más evidentes es el de su sostenibilidad, entendida en términos económico-financieros. Es necesario encontrar una solución a un sistema de cuotas que, además de insuficiente para cubrir la estructura de las instituciones, supone aportaciones no diferenciadas entre los países y cuyo ingreso no está automatizado, generando saldos pendientes en la mayor parte de las instituciones regionales. De hecho, ya se han comenzado a tomar decisiones en este sentido, como se vio en la reciente Cumbre de Panamá, en la que los países aprobaron un incremento de las cuotas dirigido a cubrir con recursos propios el funcionamiento del Sistema. Sin duda alguna el paso estratégico en este campo se dará con la creación del mecanismo único de financiamiento. Aunque un reto más relevante incluso que el de la sostenibilidad económico-financiera, y estrechamente relacionado con ésta, es el acercamiento y la generación de resultados concretos para la ciudadanía de la Región. La institucionalidad del SICA ha conseguido un sustancial fortalecimiento en los últimos años, que la ha dotado de una alta capacidad para diseñar y desarrollar políticas y estrategias regionales tan relevantes como la ESCA, PRESANCA, la ECADERT o la transversalización del enfoque de género, entre otras. Pero sus resultados deben estar más claramente orientados a generar bienes públicos y beneficios directos a los ciudadanos y ciudadanas centroamericanos, y más intensamente comunicados, de manera que el Sistema consolide su legitimidad social, base para la sostenibilidad de una institución de carácter público. El Sistema está demostrando su capacidad para generar este tipo de beneficios para la ciudadanía, como son, entre otros, los casos de la Negociación conjunta de medicamentos, la marca turística conjunta “Centroamérica”, las vedas normadas para la pesca de productos sensibles como la langosta, el Plan Maestro de formación en cooperación regional en materia de seguridad para Jueces, Fiscales y Policías, etc. Pero debe convertirse en la orientación principal y sistemática de las actuaciones de las instituciones del SICA. 3 Sin duda alguna, a la par de esta serie de prioridades y desafíos tendrá que avanzarse también en un mayor posicionamiento internacional del SICA que le permita traer más beneficios a través de una acción exterior coordinada como las bases que ya se sentaron con la negociación del Acuerdo de Asociación con la UE, así como con la definición de diálogos y marcos de cooperación con otras contrapartes como España y con una mayor coordinación en los organismos multilaterales. La navegación por los caminos de la integración no siempre ha sido fácil, siempre es necesario conjugar las particularidades de los diferentes actores pero algo que han comprendido los países de la región es que se abren muchas más oportunidades de jugar un rol en el concierto internacional, juntos que en solitario. Por eso, aunque algunas veces hemos tenido que hacer giros, que caminar a diferentes ritmos, estamos claros que este esfuerzo que iniciaron nuestros padres fundadores y que continuaron las subsiguientes generaciones nos llevará a buen puerto, a una región de paz, desarrollo, seguridad y democracia. 4