El Desarrollo Mantenible, el Agua

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“EL DESARROLLO MANTENIBLE”
Dr. Manuel Guerrero Legarreta.
TEMARIO:
1. El desarrollo mantenible
2. El agua, uno de los ingredientes del desarrollo mantenible.
3. El agua: ¿cuánta tenemos realmente?
3.1.
3.2.
3.3.
¿De dónde salió tanta agua?
El agua en la Tierra
El ciclo hidrológico: el eterno devenir.
4. El agua y el progreso de la humanidad
4.1.
4.2.
El agua y la vida
El agua y la sociedad
5. El agua y la justicia social
5.1.
5.2.
5.3.
5.4.
5.5.
Escandalosa desigualdad
Pero el problema es más de accesibilidad que de cantidad
Problemas que acarrea la falta de agua
Problemas que acarrea la mala calidad del agua
Problemas asociados con la falta de higiene
6. Las soluciones accesibles requieren cooperación
6.1.
6.2.
El tratamiento doméstico del agua
El cosechado de aguas pluviales
7. La mantenibilidad de las soluciones también requiere cooperación
7.1.
7.2.
7.3.
7.4.
7.5.
Monitorear los avances
La administración del agua: la gobernanza.
Valorar y cobrar el agua
El agua embotellada
Las normas internacionales.
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8. Conclusión
9. Referencias
Existe el pensamiento entre algunos paleoantropólogos que los seres humanos
evolucionaron para alcanzar dos notables características: por un lado la capacidad de
aprender sobre el mundo que les rodea e interpretarlo; la segunda la facultad de manipular
al entorno a su voluntad. i La evolución produjo a un animal con una gran capacidad de
enfrentarse a cualquier reto del medio ambiente, dominarlo y convertirlo en su provecho.
El hombre, dentro de razonables límites, puede vivir en cualquier entorno, lo que se
manifiesta en un rico sistema de culturas que florecen en todo el planeta.
En los pasados tres millones de años esta flexibilidad condujo a un comportamiento que
quedó fuertemente impregnado en el cerebro: la cooperación. Ella tuvo un impacto hasta
en la anatomía del ser humano.
El paso a desplazarse consistentemente sobre sus extremidades inferiores, con el costo de
perder la velocidad de los cuadrúpedos y su capacidad de trepar, parece haber sido dado
con un beneficio de poder desarrollar grupos de cooperación: la hembra puede cuidar mejor
de sus crías y el macho proveer protección y alimentos a ambos. ii
Las primeras comunidades fueron de cazadores recolectores, pequeños grupos de una
veintena de individuos en donde se perfiló una primitiva definición de papeles dentro del
grupo: las hembras recolectaban y cuidaban a sus crías, los machos cazaban para
complementar la dieta.
Es interesante notar que la subsistencia básica estaba en la
recolección; la caza proveía alimento adicional e historias que contar en las reuniones en
las que el grupo socializaba; las historias dieron lugar a mitos y leyendas, que fueron
conformando la cultura.
En esa cultura se agradecía a la naturaleza, personificada en seres superiores, que les
brindara cuidado y protección. En algunas culturas relativamente aisladas subsiste algo de
esa primitiva armonía entre el ser humano y su entorno. Los Popolucas, en la región de los
Tuxtlas, en la parte sur de Veracruz, cerca de Catemaco creen que los chenekos, unos
duendecitos que cuidan de los animales, sueltan algunas piezas para que cacen los
humanos, que no deben tomar más que lo que necesitan. iii Cuando cazan una pieza o
cortan una rama piden perdón al animal por matarle, y le explican que lo hacen porque
necesitan alimentar a los suyos, pero nunca toman más de lo que necesitan; cuando cortan
una rama le piden perdón al árbol y le dicen que solamente cortarán lo indispensable.
Entre los Tzotziles, otro grupo de esa misma región, es muy difícil acumular riqueza. El
peor pecado consiste en acaparar cosechas, animales domésticos o vestidos, o construir una
casa mayor que los otros. Si un individuo eleva su nivel de vida por encima de los demás,
es víctima de brujería.
La agricultura fue un cambio radical a esta primera organización social, pues al mismo
tiempo que permitió el crecimiento y mayor organización social, trajo consigo el
materialismo es decir la posesión de bienes que otros grupos podían codiciar. La
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cooperación que dio lugar a la organización social dio también, en estas nuevas
circunstancias, a las primeras agresiones entre comunidades.
Poco a poco las necesidades fueron creciendo y en consecuencia la transformación del
entorno inmediato, en casos a tal grado que se provocó deforestación y agotamiento de
las tierras, desde tiempos muy lejanos, lo que sucedía es que el planeta era todavía muy
grande para la población que lo ocupaba y el impacto era reversible.
El camino hacia el desarrollo de la civilización se entremezcló con perturbaciones al medio
ambiente.
Sin embargo hoy en día las comunidades han crecido a un grado
extraordinariamente complejo, de tal suerte que sin el recurso de la tecnología hace tiempo
que el planeta sería inhabitable.
Aunque hubo voces en el siglo XIX que se alzaban para alertar sobre un sombrío horizonte,
en realidad fue hasta mediados del siglo pasado que hubo esfuerzos más sistemáticos para
despertar la conciencia sobre la finitud de los recursos y la interrelación – a un nivel
planetario – de los daños al medio ambiente.
Bárbara Ward y René Dubos, en su espléndido libro “Solo una Tierra”, subtitulado “el
cuidado y mantenimiento de un pequeño planeta” iv expresan su preocupación sobre una
población creciente, los recursos del planeta para mantenerla, la energía y su problemática,
la tecnología y su impacto tanto para bien como para mal. Este libro sirvió como base, no
oficial, para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el “ambiente humano” celebrada
en Estocolmo en 1972. En su introducción los autores recopilan la opinión de 151
expertos de 40 países, y es muy interesante notar diferencias conceptuales que ilustran el
pensamiento de aquel entonces:
§ Algunos enfatizaban más la resilencia del medio ambiente que su debilidad
§ Otros se dividían entre priorizar los problemas del agua, de la atmósfera o del
manejo de las tierras.
§ Unos pensaban que había que arreglar primero cada país antes de pensar en
interacciones globales.
§ Unos creían que la contaminación del medio ambiente se debía controlar por los
individuos, otros por la industria, otros por políticas sociales o por estilos de vida.
§ Algunos creían que la solución de los problemas ambientales radicaba en un mejor
conocimiento científico, otros en mejor tecnología, otros en una moralidad
socioeconómica, otros en el cultivo de valores espirituales.
En realidad en el curso de las siguientes décadas se fueron corroborando estas
observaciones, y lo más interesante (y preocupante) fue que todas las conjunciones “o” se
sustituyeron por “y”; es decir, la afectación de un sitio del planeta más temprano que tarde
se propaga por todo él; no es posible arreglar por separado ni los problemas del agua, ni del
aire y ni de la tierra, ni los de cada país. La solución tiene que provenir de la ciencia, la
tecnología, la política, la economía y los valores espirituales al unísono.
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Y aunque los intentos cuantitativos de predecir esta interrelación global quedaron cortos
(véase por ejemplo Los Límites al Crecimiento) el espíritu fue correcto: la única solución
debe provenir de un enfoque integral, considerando todos los ángulos, técnicos y sociales,
de conocimiento y de justicia social.
El desarrollo de la humanidad seguirá, no cabe duda, pero no por el sendero que lo ha
hecho. Hay que preservar la esencia del desarrollo, que fue el fruto de la cooperación entre
las primeras especies en donde, con los recursos que se tenían a la mano, se crecía en
armonía con la naturaleza. Es por ello que le llamamos desarrollo mantenible, es decir, en
donde se preserve su esencia – crecimiento en armonía – sosteniéndole para que no se caiga
o se tuerza.
El agua, uno de los ingredientes del desarrollo mantenible
El agua es un elemento esencial para la vida, así como para el surgimiento de la
civilización, es por ello que la historia de cómo el Hombre la ha incorporado a su
crecimiento ejemplifica muy bien las cuestiones del desarrollo mantenible.
El agua es la sustancia más extraordinaria. Casi todas sus propiedades parecen encontrarse
al revés: es un líquido a temperatura ambiente cuando debería ser un gas; su forma sólida
(hielo) flota en su forma líquida; lejos de parecerse a un líquido normal en el que sus
moléculas se mueven con mucha independencia, en el agua existe un cierto orden colectivo,
es decir, las moléculas se "pegan" unas a otras y ello le confiere valores extremadamente
altos en su viscosidad, tensión superficial y calores latentes de evaporación y solidificación.
El agua disuelve una gran variedad de sólidos, pero no reacciona químicamente con ellos;
por eso pueden purificarse las aguas contaminadas, aunque a expensas de mucha energía.
En realidad poco se pone uno a meditar sobre estas discrepancias entre lo que es y lo que
"debería" ser el agua, quizá por lo común de esta sustancia. Adentrándose un poco en la
ciencia del agua, uno descubre que las sutiles interacciones moleculares son las
responsables de tan curioso comportamiento; resulta que es la particular asociación de dos
átomos de hidrógeno con uno de oxígeno lo que se traduce en las peculiaridades del agua;
tal cosa no sucede con la molécula de ácido sulfhídrico, dos átomos de hidrógeno y uno de
azufre, que, desde el punto de vista químico podríamos considerar una molécula "hermana"
de la del agua.
En efecto, el ácido sulfhídrico es perfectamente "normal" desde todos los mismos puntos de
vista por los que llamamos "anormal" v al agua: es gas a temperatura ambiente, su forma
sólida es más densa que su forma líquida y el líquido posee muy poca estructura.
El estudio de las propiedades fisicoquímicas es importante porque esclarece muchos de los
misterios sobre el comportamiento de esta nada común sustancia. La investigación sobre la
naturaleza molecular ha mostrado que una de las principales claves, quizás la más
importante, es la ligadura de hidrógeno.
El agua está formada por tres átomos, dos de hidrógeno (el elemento más ligero) y uno de
oxígeno, dispuestos en un ángulo de 105 grados, con el oxígeno en el vértice; el ángulo no
varía, ya esté la molécula formando parte de un sólido, un líquido o un gas.
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La distancia entre el átomo de oxígeno y uno de los de hidrógeno es de 0.96 angstrom (1
angstrom es igual a un cien millonésimo de centímetro).
Los átomos están formados por un núcleo que lleva prácticamente toda la masa del átomo,
posee carga eléctrica positiva y está rodeado por una nube de electrones de carga negativa.
Para asociarse, los átomos forman o ceden electrones hasta que adquieren la configuración
más estable.
En una molécula de agua el oxígeno se liga con dos hidrógenos. El hidrógeno es el
elemento más ligero; se halla formado por una sola partícula en el centro (un protón) y un
electrón que lo rodea, así que al unirse el oxígeno a los hidrógenos pasan dos cosas: los
electrones forman una nube alrededor de los tres núcleos, uniéndolos, pero los dos núcleos
de hidrógeno se repelen. El resultado es que se forma el ángulo referido de 105 grados con
el cual la molécula completa alcanza la máxima estabilidad.
La nube electrónica, por su parte, adquiere la forma que se muestra en la figura, que puede
imaginarse contenida dentro de un cubo, con el oxígeno en el centro, los hidrógenos en los
vértices opuestos de una cara y unas protuberancias que se proyectan en la cara opuesta,
que son las nubes electrónicas. Estas nubes atraen a los átomos de hidrógeno de otra
molécula de agua y dan lugar a lo que se conoce como una ligadura de hidrógeno.
No es el agua la única molécula que tiene ligaduras de hidrógeno: el amoniaco, el ácido
fluorhídrico y los alcoholes también la tienen. Lo que parece ser único en la estructura del
agua es que las moléculas fácilmente se aglomeran en redes tridimensionales, con muchos
huecos, cuya geometría depende del ángulo que forman los tres átomos componentes. Esto
le confiere gran cohesión.
Esta estructura, por cierto, se mantiene en las fases líquida y sólida. Para un físico tal
información es muy importante, pues puede relacionarla con las propiedades que
observamos del agua. Por ejemplo, si en vez de estar los átomos dispuestos en un ángulo de
105 grados estuvieran alineados, el agua no sería tan buen solvente como en realidad lo es,
y si así fuera, entre otras cosas no podría acarrear los nutrientes en los seres vivos. Si no
tuviera la estructura que tiene no podría almacenar el calor en tan grandes cantidades como
lo hace (la propiedad se llama capacidad calorífica) y así no serviría para regular la
temperatura de los seres que vivimos inmersos en un medio de aire, en donde las
variaciones externas de temperatura son tan altas.
Los átomos de los extremos (los hidrógenos) interactúan fuertemente con las moléculas de
agua vecinas. En su fase gaseosa las moléculas están muy separadas para sentir entre ellas
un efecto muy importante; así, encontramos normalmente moléculas aisladas y
ocasionalmente dos moléculas unidas, pero en la fase líquida y en la sólida estas
interacciones son muy importantes.
Al congelarse, las moléculas de agua forman rápidamente estructuras ordenadas. A la
presión atmosférica ordinaria, cuatro moléculas se asocian en la forma de un tetraedro, las
que a su vez conforman una estructura de anillos hexagonales.
Ésta, por cierto, es una estructura muy poco compacta (con muchos huecos); es por ello que
el agua sólida es menos densa que el agua líquida y por eso el hielo flota en el agua
ordinaria.
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La distancia Esta peculiar estructura tan fofa rige la variación que tiene la densidad del
agua. Como en cualquier sustancia, ésta cambia con la temperatura, pero de una manera
singular. A cuatro
grados centígrados, muy cerca del punto de congelación, la densidad del agua alcanza su
máximo valor. Esto no se observa en ningún otro líquido común, ni tampoco en los sólidos
comunes. Sucede en sustancias de estructura elástica semejantes al hule.
Por esta misma razón, las masas de agua se congelan de la superficie hacia abajo. No
quisiera dejar pasar esta observación sin reflexionar un poco sobre ella. Si el agua no fuese
así, los océanos se congelarían en las zonas frías del fondo hacia arriba. Ello haría que
durante el verano se deshelaran solamente las capas superficiales del mar; el fondo seguiría
congelado y frío. Con el tiempo cada vez menos agua fluiría hacia los climas templados e
iría perdiendo calor. Al fin todos los mares se convertirían en hielo.
La expansión del agua al congelarse tiene otro papel muy interesante en la naturaleza. En su
forma líquida, penetra en los pequeños intersticios de las rocas por efecto de la presión
capilar y es consecuencia de su alta tensión superficial. Cuando se congela ejerce presiones
tan altas que llega a fracturar las rocas, y de esta manera las convierte en tierra.
En su fase líquida, la tenaz interacción entre las ligaduras de los hidrógenos hace que se
preserve un poco de la estructura del sólido; esto es hay un "orden colectivo". Siendo así,
"romper" la superficie del líquido es difícil, como cualquiera que haya caído en una alberca
podrá haberse dado cuenta: ésta es una manifestación de la tensión superficial.
La estructura del agua líquida es tan extremadamente ordenada que la energía que se le
suministra al calentarla se "absorbe" por las vibraciones moleculares, aceptando grandes
cantidades de calor antes de elevar su temperatura (que representa el movimiento
molecular). Inversamente, al perder energía su temperatura disminuye lentamente. Esta
propiedad se llama calor latente, que para el agua es muy grande. Las implicaciones de este
hecho son muchas y muy importantes, por ejemplo es mucho más templada Europa
Occidental que la parte norte del Canadá, o Siberia, que están a la misma latitud: ello se
debe a que la corriente del Golfo lleva agua tibia del ecuador hacia Europa. El alto calor
latente del agua permitió florecer la civilización en ese continente.
El agua: ¿cuánta tenemos realmente?
¿De dónde salió tanta agua?
La Tierra se formó hace unos 5 000 millones de años por la conglomeración de partículas
sólidas. La desintegración de las especies radiactivas y la conversión en calor de la energía
cinética y potencial del polvo que formó al planeta elevó la temperatura hasta formar un
núcleo líquido de metales que se enfrió liberando gases volátiles que formaron una
atmósfera de agua, gases de carbón y de azufre y halógenos (flúor, cloro, bromo y iodo). Se
calcula que este proceso tomó 500 millones de años.
Cuando la temperatura era de 600 grados centígrados, casi todos esos compuestos estaban
en la atmósfera, pero al descender por debajo de 100 grados centígrados, el agua y los gases
ácidos se condensaron, reaccionando con la corteza terrestre y formando los primeros
océanos.
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Los mecanismos por los que esto sucedió son todavía un gran misterio, aunque se han
sugerido dos caminos: un enfriamiento rápido por el cual el agua y el ácido clorhídrico se
condensaron formando océanos calientes y ácidos que reaccionaron vivamente con la
corteza, o un enfriamiento lento en el que el agua de la atmósfera fue atrapada por las rocas:
en este segundo caso la atmósfera habría sido rica en bióxido de carbono y no habría habido
océanos, siendo nuestro planeta como ahora es Venus; los océanos en este caso se habrían
formado más tarde.
En todo caso la presencia de bacterias y posiblemente algas en rocas de hace 3 000 millones
de años indica que para ese tiempo la temperatura era ya inferior a 100 grados centígrados y
ya se habían formado los océanos.
El agua en la Tierra
Desde el espacio sideral a 160,000 km., nuestro planeta destaca en el fondo negro del vacío
como una esfera azul, cruzada por las manchas blancas de las nubes. Tres cuartas
partes de su superficie la cubren los mares y los océanos y de las tierras emergidas una
décima parte la cubren los glaciares y las nieves perpetuas.
El agua conforma todo el paisaje del planeta: aparente en ríos, lagos, mares, nubes y hielos;
sutil en la humedad superficial; notada sólo en el rocío de la madrugada; oculta dentro de la
corteza terrestre misma en donde hay una gran cantidad, hasta cinco kilómetros de
profundidad.
El volumen de agua en nuestro planeta se estima en unos 1,358 millones de kilómetros
cúbicos. Noventa y siete por ciento del volumen total del agua existente en la Tierra está en
los mares y océanos, dos por ciento en las capas de hielo de los polos, poco más de medio
por ciento dentro de la corteza terrestre, hasta una profundidad de 5 km. El resto en los
glaciares y nieves eternas, en lagos, humedad superficial, vapor atmosférico y ríos.
El agua de los mares y océanos tiene un contenido de sales que le hace inapropiada para su
uso directo por los seres terrestres de manera que puede aprovecharse solamente después de
quitarle esas sales. Este proceso es industrial desde 1869 (aunque la idea no tiene nada de
nueva, pues Aristóteles narra cómo los marineros griegos del siglo IV antes de Cristo
desalaban agua marina por evaporación y condensación); se utiliza en muchos países, entre
ellos México.
El agua dulce de la Tierra es poco menos del 3% del total: la mayor parte está en los hielos
permanentes (2.13%), a los que no es fácil acceder. Otra parte (0.3%) está atrapada en
rocas profundas, y tan solo una fracción (0.3%) está disponible como agua dulce entre agua
subterránea somera, glaciares, lagos y ríos. En la siguiente tabla se muestra la cantidad de
ella
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fuente
océanos
capas de hielo
agua subterránea
glaciares
lagos de agua dulce
mares internos (salados)
humedad de la tierra
atmósfera
ríos
total
volumen (km3)
1,320,500,000
29,000,000
8,300,000
210,000
125,000
porcentaje
97.22%
2.13%
0.611%
0.015%
0.009%
104,000
67,000
13,000
1,250
0.008%
0.005%
0.001%
0.0001%
1,358,320,250
100.00%
Por supuesto estas cifras sólo tienen el propósito de dar una idea de la magnitud del
recurso. De hecho, los científicos que las han estudiado consideran que sus cálculos
fácilmente tienen un error de 10 a 15% o más, inclusive hay evidencias, aunque no
conclusivas, que dentro de la corteza terrestre hay muchísima más agua que lo que aquí se
cita.
Ello se debe principalmente a que las aguas están en continuo movimiento: se evaporan,
se condensan, se filtran por la tierra o son arrastradas por los ríos al mar, los hielos de los
polos se rompen, migran y se funden...
Hay pues tan solo una pequeña cantidad de agua dulce disponible, que además está muy
desigualmente repartida en el planeta.
Por ello, para que un país pueda ofrecer la
seguridad del suministro a sus habitantes, debe conocer con precisión cuánta agua puede
captar y aprovechar, y cuánta tiene como recurso en sus mantos subterráneos y lagos.
La Tierra es un planeta de agua, pero muy poca está disponible para el hombre de manera
que es necesario hacer un esfuerzo para obtenerla y conservarla.
La escasez del agua es el problema ambiental más alarmante del inicio del siglo XXI,
solamente antecedido por el cambio global del clima. Esta crisis no se debe a la falta de
agua: existe la misma cantidad de ella desde que el planeta se enfrió y se formaron los
cuerpos de agua líquida, hace 3 000 millones de años. Es una consecuencia del mal
manejo que históricamente se ha dado a este recurso y lamentablemente se le sigue dando.
Unos dos millones de toneladas de desechos son arrojados diariamente en corrientes
receptoras, incluyendo residuos industriales y químicos, vertidos humanos y desechos
agrícolas (fertilizantes, pesticidas y residuos de pesticidas). Aunque los datos confiables
sobre la extensión y gravedad de la contaminación son incompletos, se estima que la
producción global de aguas residuales es de aproximadamente 1 500 km3. Suponiendo que
un litro de aguas residuales contamine 8 litros de agua dulce, la carga mundial de
contaminación podría ascender actualmente a 12 000 km3. Como siempre, las poblaciones
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más pobres resultan las más afectadas, con un 50% de la población de los países en
desarrollo expuesta a fuentes de agua contaminadas.vi Esta cantidad de agua contaminada
sería aproximadamente igual a la que hay en el vapor atmosférico.
El ciclo hidrológico: el eterno devenir
El agua en nuestro planeta está en continua transformación: se evapora, cae en forma de
lluvia, se filtra por la tierra y fluye en los caudales de los ríos. A grandes altitudes o en las
latitudes altas se halla presente en forma de hielo o nieve y éstos, a su vez, se transforman
también. El agua que existe a profundidades mayores de 1 kilómetro no participa en el ciclo
hidrológico.
En el ciclo hidrológico están presentes muchos fenómenos físicos: el agua se evapora de la
tierra y los océanos; el vapor de agua flota por su baja densidad y es arrastrado por las
corrientes de circulación de aire atmosférico hasta que finalmente se precipita como lluvia,
granizo o nieve. El agua que cae puede ser interceptada y asimilada por las plantas y de
ellas ser transpirada y devuelta a la atmósfera; puede fluir por la tierra hacia corrientes o
ríos o filtrarse a depósitos subterráneos o bien llenar las depresiones formando lagos, de
donde más tarde se evaporará de nuevo. La figura muestra esquemáticamente todos estos
procesos.
La cantidad de agua comprendida en el ciclo hidrológico permanece esencialmente
constante, aunque localmente cambia y mucho. El comportamiento del ciclo hidrológico lo
dicta fundamentalmente el clima y éste varía de lugar a lugar y también en el tiempo. Más
aún, existen factores locales, como el cambio de vegetación o la ocurrencia de fenómenos
geológicos (como la actividad de un volcán) que pueden afectar grandemente al ciclo
hidrológico. La actividad humana, por su parte, tiene una gran influencia: el crecimiento de
las ciudades y la interrupción de ríos por presas o sistemas de riego afecta también el
movimiento natural del agua.
Estas interdependencias de los diversos componentes del ciclo hidrológico no se aprecian
en su totalidad, lo que hace difícil diseñar estrategias adecuadas de protección y
prevención.
La variabilidad anual de la escorrentía superficial puede predecirse con bastante exactitud,
por lo que ya se han ideado soluciones destinadas a contrarrestarla. En cambio, predecir los
ciclos globales de mayor o menor escorrentía que se suceden indistintamente cada cinco o
diez años sigue constituyendo un auténtico reto. Las aguas subterráneas podrían realizar
una contribución muy valiosa a la hora de luchar contra la variabilidad climática y
satisfacer la demanda durante periodos de sequía prolongados. El exceso de escorrentía de
las aguas superficiales durante la estación húmeda podría emplearse para recargar los
sistemas de acuíferos.
Sin embargo, no disponemos de suficientes datos sobre las aguas subterráneas ni sobre los
sistemas de acuíferos, en particular en los países en vías de desarrollo, donde la ausencia de
recursos hídricos superficiales es extrema. En la mayoría de los países en vías de desarrollo,
los programas de seguimiento de la calidad del agua son inadecuados o incluso inexistentes,
por lo que resulta difícil salvaguardar la salud humana.
El agua y el progreso de la humanidad
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El agua y la vida
El agua es constituyente necesario de todas las células, animales y vegetales y la vida no
puede existir en su ausencia ni siquiera por un periodo limitado. El agua que contienen los
organismos vivos varía entre los extremos de 97% en los invertebrados marinos hasta 50%
en las esporas.
El hombre adulto contiene en su organismo 70% en promedio; en los fluidos biológicos,
tales como la saliva, plasma y jugos gástricos, el contenido de agua es hasta de 99.5 por
ciento.
Aproximadamente el 50% del contenido de agua en los organismos se encuentra en las
células, 35% en materia no acuosa, 5% en el plasma y el 10% restante distribuido en el
cuerpo. Es el agua la que da la turgencia a las células.
El agua es el solvente que promueve la digestión, en la que se rompen los carbohidratos y
las proteínas. Los lípidos, aunque no cambian químicamente, se solubilizan en el medio
acuoso para su asimilación.
Otro papel muy importante que desempeña el agua es el control de la temperatura del
cuerpo mediante el aprovechamiento del calor latente del agua. Este proceso impide que
existan zonas demasiado calientes o demasiado frías. La reserva de agua de un humano
adulto de peso promedio (70 kg) es de unos 45 kg, de los que se pierden entre 300 y 400
gramos por la respiración y entre 600 y 800 gramos por la evaporación cutánea. Ello disipa
un 20% del calor producido por el cuerpo.
Los organismos vivos no pueden sobrevivir sin una alimentación mínima de agua, aunque
ésta varía grandemente en los reinos animal y vegetal. Un humano adulto ingiere
aproximadamente 2.5 litros de agua diariamente por medio de los líquidos y sólidos que
toma. Además, un adulto genera diariamente cerca de 350 gramos de agua acompañados
por la liberación de 1.31 kilocalorías de energía por la combustión de la comida.
El agua sirve para irrigar, distribuir nutrientes y remover desechos. La circulación del agua
procede por la absorción intestinal, el flujo de la sangre y la diuresis. Las enfermedades
relacionadas con el agua están conectadas con las irregularidades en la distribución
sanguínea, la composición del agua intracelular y extracelular y la deshidratación.
La ingestión de agua y su generación interna por medio de reacciones químicas se acopla
con la pérdida del agua por la excreción, transpiración y pérdida de vapor por la respiración
para dar lugar al ciclo hidrológico propio de los organismos. Este, a su vez, se acopla al
ciclo hidrológico de la naturaleza.
El subciclo relacionado con las plantas se completa con el proceso de la fotosíntesis, en el
cual se asimilan el vapor de agua y el bióxido de carbono. Los estudios que se han hecho
con isótopos trazadores han demostrado que el oxígeno liberado se reconvierte en agua.
Por lo tanto no es de sorprender que un cambio en las propiedades del agua afecte, en
algunos casos fatalmente, a los seres vivos. Por ejemplo, cada especie tiene un límite de
temperatura del agua arriba del cual le es peligrosa. En los mamíferos, esta temperatura es
de aproximadamente 40 grados centígrados.
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La pureza del agua es fundamental: algunas especies químicas son nocivas, y la tolerancia
varía según su efecto sobre la vida. Puesto que el agua es tan buen solvente, los
contaminantes fácilmente se incorporan a ella y por tanto son llevados a los organismos y
asimilados por ellos.
El agua y la sociedad
La posesión de las fuentes de agua ha sido de extremada importancia para los
asentamientos humanos. Los primeros vestigios de civilización se localizan en la vecindad
de fuentes, pues su posesión le significaba una ventaja a los grupos ahí asentados.
Con el desarrollo de técnicas constructivas los hombres pudieron realizar obras de acarreo,
lo que les dio mayor libertad para escoger la ubicación de sus asentamientos, tomando otros
factores en cuenta.
Los primeros acueductos se basaban exclusivamente en el escurrimiento por gravedad del
manantial a la ciudad, principalmente por la falta de tuberías que resistieran presiones
elevadas, de manera que no era posible salvar grandes desniveles. Los griegos aplicaron
su gran ingenio mecánico en el desarrollo de sifones, lo que les permitió salvar cuestas.
Fue Roma el pueblo que desplegó la más impresionante actividad en ingeniería hidráulica.
Grandes acueductos surcaron los valles del mundo romano: más de seiscientos kilómetros
de acueductos llevaban el agua a la capital del Imperio.
El agua se llevaba a través de conductos, la mayor parte subterráneos, a unos tanques de
distribución elevados, de los cuales se llevaba por tuberías de distribución alojadas en
zanjas o en túneles. Estos últimos estaban a profundidades hasta de 20 metros, con tiros
para prevenir que burbujas de aire detuvieran el flujo, así como para inspeccionarlos y
limpiarlos. A las casas se distribuía el agua en tuberías de plomo. Los romanos apreciaban
mucho al agua; los baños públicos o termae eran sitios de esparcimiento... y
para hacer política. La disposición de las casas romanas comprendía un pequeño estanque
a la entrada, o atrium y fuentes en los patios y jardines. Las ciudades disponían de redes
de distribución, como puede verse actualmente en Pompeya, cuya red llegaba a numerosas
fuentes dispersas por toda la ciudad.
Para el primer siglo a.C. el suministro diario de agua a Roma alcanzó 144,000 metros
cúbicos, que para una población de 1,000,000 en aquel entonces daba un promedio de 144
litros por día, cifra comparable con las ciudades con buen abastecimiento de hoy en día.
Pero además, los romanos eran grandes higienistas, de modo que se preocupaban por
seleccionar fuentes adecuadas de agua.
Vitruvio, ingeniero hidráulico del siglo I a.C. escribió un tratado en el que se señalaban los
cinco criterios básicos:
(1) la salud general de la gente que vivía en las inmediaciones del manantial debía
ser buena,
(2) el agua debía poder ser salpicada en una vasija de bronce y no debía dejar
manchas,
(3) el agua debía poder hervirse y verterse después sin dejar sedimentos,
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(4) las verduras debían cocerse rápidamente, y
(5) el agua debía ser clara, y no tener musgo ni juncos.
Cuando había una evidente diferencia de calidad entre dos fuentes, las aguas no se
mezclaban y se utilizaban para distintos propósitos: la del acueducto de Marcia, por
ejemplo, era potable mientras que la del de Anio Vetus se usaba exclusivamente para
lavado de ropa.
No hay evidencia de que los romanos utilizaran técnicas para el tratamiento de aguas, salvo
una sedimentación en piscinas.
Sin embargo Plinio atribuye al Emperador Nerón el
invento de hervir el agua y luego almacenarla en recipientes de vidrio para dejarla enfriar;
según esto el agua era “más saludable”.
Durante la Edad Media la recomposición de la sociedad trajo en general un retroceso. Las
ciudades perdieron su vigor y la población se hizo fundamentalmente rural; en el campo y
lo que quedó de las ciudades se tuvo que recurrir de nuevo a los pozos pues no había una
administración que se encargara del suministro y distribución del agua.
La excepción fueron las comunidades monacales, complejas y bien organizadas, que
pudieron desarrollar obras de abastecimiento a sus monasterios. En Canterbury, al sur de
Inglaterra, un monasterio benedictino de 1153 contaba con pozos internos que utilizaba
como reserva y un acueducto que le llevaba agua de manantiales cercanos.
Más tarde, tanto por razones económicas, pues los monjes ya no podían costear el
mantenimiento, como de control político, las autoridades civiles se hicieron cargo, aunque
no con el mismo efecto y Europa cayó en épocas de escasez que contribuyeron al
incremento de enfermedades.
Se salvaba de esta situación el mundo árabe, en España. Los árabes tenían tanto aprecio
por el agua como los romanos. Puede verse una imagen de lo que fue en los jardines de
construcciones majestuosas como la Alhambra, en Granada, España.
Los habitantes del México prehispánico construyeron grandes e interesantes obras
hidráulicas. Se dice que el palacio de Netzahualcóyotl incluía un sistema de distribución de
agua fría y caliente, así como de drenaje.
Hasta los siglos XVII y XVIII el agua se seguía distribuyendo por tuberías de madera como
se hacía en la antigüedad pero el avance de la Revolución Industrial hizo posible el uso del
hierro colado, con lo que fue posible incrementar la presión de distribución y
consecuentemente su cobertura.
El agua llegaba a pocos hogares, de manera que el aguador que llevaba agua por las calles
era una figura común en aquel entonces. Los barrios populares tenían, en el mejor de los
casos una toma pública de donde los habitantes tenían que llenar sus recipientes. En las
casas de las clases acomodadas no había una distribución interna, de modo que los
sirvientes tenían que llevarla de la única entrada al resto de la casa.
Ya entrado el siglo XIX los avances tecnológicos permitieron crear los sistemas de
bombeo y tuberías que resistieran presiones elevadas para llevar un caudal suficientemente
grande de manera que las casas pudieron tener su distribución interna.
17
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Para la primera mitad del siglo XIX se tuvieron los primeros cuartos de baño. Se destinó
un cuarto de las casas en donde se podía lavar el cuerpo (antes se hacía en las habitaciones
con aguamaniles y jarras) y se tenían los primeros excusados. Esto se hizo popular muy
lentamente hasta la segunda mitad de ese siglo: los retretes y las bañeras se hicieron por fin
una comodidad más del hogar moderno ¡hace poco más de 150 años!.
Las máquinas de vapor proveyeron la energía necesaria para aumentar la presión en las
redes municipales de distribución. Así, con estos dispositivos, la invención de las válvulas
de compuerta de Jaime Nasmyth y las nuevas tuberías de hierro colado fue posible
introducir redes internas de distribución en los hogares.
En paralelo a la solución de los problemas de suministro de agua, hubo que desarrollar
técnicas para el desecho de las aguas, principalmente pluviales, para prevenir inundaciones.
Se han encontrado restos de drenajes en las civilizaciones de Creta y Asiria (2600 a 1600
a.C.). Los romanos construyeron drenajes pluviales en la Cloaca Máxima de Roma que
todavía están en uso y eran principalmente zanjas a cielo abierto que solamente hasta su
incorporación a la cloaca se hacían subterráneos. La función principal era desaguar la
lluvia y estaba prohibido arrojar desechos, aunque los habitantes lo hacían con frecuencia lo
que provocó una contaminación sustancial del Tíber.
En ese entonces no se relacionaba la suciedad del agua con las enfermedades, por lo que la
población de menores recursos que no tenía acceso a otras fuentes tomaba agua del río.
En la Edad Media las casas de las familias más acomodadas tenían unas fosas sépticas a las
que llegaban las aguas negras. Esto se hacía para aprovechar los desechos, muy apreciados
como fertilizante, y no tenía nada que ver con cuestiones de salud. Cuando se llenaban las
fosas, unos trabajadores las vaciaban y los residuos los llevaban a sus hortalizas o los
vendían.
Hacia el Renacimiento, hubo un resurgimiento en la construcción de drenaje pluvial, pero
al que se continuó la práctica romana de descargarle los desechos.
En las últimas décadas del siglo XIX se unieron los esfuerzos para desahogar de agua
pluvial y evacuar los desechos en lo que fueron los primeros drenajes municipales. La
combinación del agua con los desechos semisólidos hacía más fácil su desalojo.
Sin embargo estos drenajes solamente llevaban el agua de las ciudades hacia el campo, en
donde las aguas pluviales y las aguas frescas se contaminaban.
Cuando se daba
tratamiento al agua era para usos específicos, por ejemplo como los sedimentos arrastrados
causaban problemas para los tintoreros el inglés Juan Simpson desarrolló en 1829 un filtro
de arena para este propósito, lo que marcó el inicio de los modernos sistemas de tratamiento
de agua.
Sin embargo, no era clara en aquel entonces la relación entre la salud pública y la calidad
del agua. A mediados del siglo XIX hubo un brote de cólera en una barriada del centro de
Londres, y el respetado médico Juan Snow no pudo demostrar que se debió a la
contaminación por excrementos en un manantial vecino, aunque tenía el convencimiento
que así lo era. Fue hasta la década de 1860, cuando las investigaciones de Luis Pasteur,
Roberto Koch y otros científicos demostraron la existencia de las bacterias que se sentaron
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las bases para un tratamiento científico del agua. A partir de 1885, en Londres se
impusieron análisis sistemáticos para verificar la ausencia de organismos nocivos en las
redes de distribución.
Hasta finales del siglo XIX los principales criterios para juzgar la calidad del agua potable
eran su transparencia, la ausencia de olor y de sabor, y la ausencia de efectos nocivos
apreciables, no demasiado distintos a los que sugería Vitruvio en la Roma imperial.
Y no fue hasta el siglo XX cuando se alcanzó un conocimiento suficiente para garantizar un
grado de calidad seguro para el agua potable, aunque pocos se daban cuenta, o querían
darse cuenta, que las descargas de aguas contaminadas sin un tratamiento adecuado estaban
generando un problema serio de salud pública.
El agua y la justicia social
Escandalosa desigualdad
El problema con el agua es que al ser esencial para la vida deberían tener acceso a ella
todos los habitantes del planeta, pero no es así. Parte de ello se debe a que la propia
naturaleza no es justa en la distribución del recurso, otra parte se debe al desarrollo social
inequitativo que se ha dado.
Aunque el consumo doméstico es en proporción marginal, comparado con los usos
principales como la agricultura (en primer lugar) y la industria, es el que significa el primer
valor social, pues de la falta de agua se derivan importantes problemas de pobreza y salud
pública.
Una meta de la Organización Mundial para la Salud establece que toda persona,
independientemente del estado de desarrollo en el que viva o de sus condiciones sociales o
económicas tiene el derecho de tener acceso a una cantidad adecuada de agua potable
segura. vii
En este contexto, agua “segura” quiere decir que no signifique un riesgo apreciable para la
salud; cantidad “adecuada” que satisfaga todas las necesidades domésticas, que esté
disponible continuamente, que esté disponible a toda la población y que sea
económicamente accesible. Es decir, cantidad, calidad, continuidad, cobertura y costo.
Las fuentes de agua mejoradas sonviii: conexión doméstica, tubería pública, manantial
protegido y recolección pluvial; se llaman mejoradas porque hay una garantía razonable
que el agua no contiene contaminantes que causen daños severos a la salud. Las fuentes
de agua no mejoradas son los pozos y manantiales desprotegidos y el agua suministrada por
vendedores (agua embotellada o en pipas); en este caso en general la garantía es menor.
En el año 2000 se estimaba que aproximadamente una sexta parte de la humanidad (1,100
millones de personas) no tenían acceso a fuentes de agua mejoradas a menos de 1 kilómetro
de sus hogares. Frente a esta escandalosa desigualdad, se estableció dentro del séptimo
objetivo de desarrollo del milenioix (asegurar la mantenibilidad ambiental) “reducir (para
2015) a la mitad la parte de la población que no tiene acceso sostenible al agua potable
segura”.
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La falta de acceso a fuentes de agua mejorada trae consigo el incremento de enfermedades
y mortalidad, sobre todo en los grupos más vulnerables. Ello constituye un severo
problema de salud pública y agrava la pobreza por la carga económica y del esfuerzo que
representan sea comprar una cantidad de agua o tener que acarrearla desde distancias
considerables No es posible tener un desarrollo mantenible, que contemple crecer e impedir
daños al entorno para generaciones futuras, sin tomar en cuenta a los que se quedan fuera
por falta de oportunidades.
Los marginados provocarán daños al entorno porque su primera prioridad será sobrevivir;
serán una amenaza como factores de contaminación y depredación de los recursos naturales
para el futuro porque como bien señala Camdessusx, la pobreza es la contaminación más
grave. La pobreza conlleva una educación limitada, por lo que su visión de los trastornos
al medio ambiente (si es que la hay) será también muy limitada. El problema es de todos.
Se necesita una adecuada gestión de los recursos hídricos, que en ocasiones implican la
negociación internacional, recursos económicos adecuados, patrones de consumo
responsables y esquema de fomento apropiados. Tomando en cuenta que un ser humano
puede vivir hasta algunas semanas sin comer, pero solamente unos cuantos días sin tomar
agua, el problema del agua no puede seguir siendo dejado a las buenas intenciones.
Primero es necesario conocer la magnitud del problema. En primer lugar se necesita saber
cuánta agua es una “cantidad adecuada”, y cuáles son las penalizaciones que se imponen al
individuo y a la comunidad por no tener esa cantidad; habrá que ver cuál es la calidad del
“agua segura”. Muchos no tienen ni la cantidad adecuada ni la poca agua que tienen es
segura.
En general, se considera que un ser humano requiere diariamente para garantizar la
satisfacción de sus necesidades básicas (hidratación, higiene, cocinado y disfrute) entre 20
y 50 litros de agua libre de contaminantes nocivos (es decir que se mantenga un riesgo
tolerable para la salud). El proyecto WELL del Centro para la Ingeniería del Agua y el
Desarrollo de la Universidad de Loughboroughxi dio la recomendación de un mínimo de 20
litros diarios por habitante, mientras que en un estudio del Instituto del Pacífico para
Estudios en Desarrollo, Medio Ambiente y Seguridadxii recomienda un mínimo de 50 litros
diarios por habitante.
Pero el problema es más de accesibilidad que de cantidad
El derecho de cualquier persona al agua implica que debe lograrse un acceso adecuado,
como se reconoce en las metas del milenio de las Naciones Unidas.
Una fuente muy distante o intermitente apenas puede soportar las necesidades elementales.
Así es necesario analizar las consecuencias de la distancia de la fuente y el tiempo de
recolección del agua. La distancia de acceso a la fuente marca la primera diferencia entre
los que la tienen y los que no. Aquellos que o la tienen en el predio o dentro del hogar a
través de varias salidas tienen sus necesidades básicas cubiertas y posiblemente en exceso.
Los que tienen que ir por ella a una fuente pública tienen una limitación de antemano. El
tiempo que toma recolectar una cantidad de agua es una mdida del acceso al agua.
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Nivel de
servicio
Sin acceso
Acceso
básico.
Medida de la distancia
Más de 1000 m.
Tiempo de recolección 30 min.
Entre 100 y 1000 metros.
Tiempo de recolección 5 a 30
min.
Agua suministrada a través de
una sola toma en el lote o a
Acceso
menos de 100 metros.
intermedio
Tiempo de recolección inferior
a 5 min.
Agua suministrada
Acceso
continuamente a través de
óptimo.
tomas múltiples dentro del
.
hogar.
Volumen de recolección probable
Nivel de peligro para la salud
Muy alto, pues no puede asegurarse la
higiene y las necesidades de consumo
Muy poco, posiblemente 5 litros per pueden estar en riesgo. Es difícil asegurar
la calidad.
cápita por día
Debe promoverse el uso efectivo e
higiene en el manejo del agua
Bajo. Es improbable que el
promedio exceda los 20 litros per Medio.
cápita por día. El lavado de ropa y No pueden satisfacerse todos los
enseres y el baño pueden hacerse en requerimientos.
la fuente suponiendo que haya
Es difícil asegurar la calidad.
suficiente agua.
Bajo
Medio, probablemente alrededor de La mayoría de los requerimientos de
50 litros per cápita por día; una
consumo e higiene pueden satisfacerse. Es
mayor cantidad seguramente
posible hacer el lavado y baño en el sitio,
demandaría un gran esfuerzo físico lo que puede aumentar la frecuencia de
para acarrearla.
lavado.
La calidad puede asegurarse.
Varía mucho pero ciertamente está Muy bajo.
por encima de 100 litros per cápita Se satisfacen todas las necesidades. La
por día.
calidad puede asegurarse fácilmente.
Si el nivel de servicio es malo, los riesgos para la salud son altos. En consecuencia, la
primera prioridad debe ser asegurarse que se tenga acceso a una fuente de agua mejorada a
menos de un kilómetro, equivalente a un tiempo de recolección inferior a 30 minutos, lo
que puede llamarse un acceso razonable
El tiempo que toma recolectar una cantidad de agua es una medida del acceso al agua. Se
ha encontrado una correlación empírica entre el volumen recolectado y el tiempo de
recolección. xiii Si el tiempo es inferior a 3 minutos, la cantidad disponible de agua es
grande; entre 3 y 30 minutos se recolecta la misma cantidad, y si toma más de 30 minutos
significa que el suministro es pobre.
Problemas que acarrea la falta de agua
El cuerpo humano requiere un mínimo de suministro de agua para evitar problemas de
salud debidos la deshidratación.
La propia actividad provoca una pérdida diaria de agua de aproximadamente 2.6 litros,
entre el sudor, la orina y la defecación, aunque esta cantidad varía sustancialmente
conforme al medio ambiente. Una pérdida de fluidos mayor trae consigo la deshidratación,
que puede ser leve o severa. Según el Instituto para la Salud de los Estados Unidosxiv la
deshidratación leve representa una pérdida de entre 3 y 5% del peso; la pérdida de entre 9 y
15% es deshidratación severa y se considera como una emergencia médica.
La
deshidratación severa no se revierte por la sola toma de agua: es necesaria una estrategia
especializada de rehidratación.
La deshidratación leve es reversible si se suministra agua a tiempo, aunque se ha asociado
con varios efectos adversos para la salud, incluyendo la formación de cálculos renales,
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cáncer renal y mala salud oral. Por ejemplo, se ha demostrado que hay una incidencia
mayor en la formación de cálculos renales cuando se toma menos de un litro de agua diario;
varios autores sugieren que debe expulsarse un mínimo de 1.5 litros diarios de orina para
evitar estos problemas.
La deshidratación puede tener efectos fatales a corto plazo, como cuando su causa es la
diarrea, que es una de las principales causas de muerte en el mundo y además el 88% de su
incidencia se debe a beber agua contaminada.
Otros efectos de la deshidratación a corto plazo más benignos se deben al exceso en el
consumo de alcohol, o a pérdidas de agua debido a condiciones climáticas extremas. Los
viajes aéreos también provocan deshidratación.
Problemas que acarrea la mala calidad del agua
Muchos estudios han dejado perfectamente claro que la mala calidad bacteriana del agua es
un factor determinante en la transmisión de enfermedades. Esto afecta a todos los países
por igual, aunque quienes más lo padecen son los niños de los países pobres.
Puede haber también problemas serios debidos a la contaminación con productos químicos
nocivos, especialmente el arsénico y el flúor. Se estima que tan sólo en Bangladesh hay
entre 35 y 77 millones de personas en riesgo por contaminación de arsénico, y 60 millones
están en peligro en la India y China debido a la presencia excesiva de flúor. En menor
grado están los nitratos, aunque también con alto riesgo para la salud. En Bangladesh hubo
un triste ejemplo de soluciones a un problema que llevaron a problemas mayores.
La diarrea es una de las principales causas de muerte, sobre todo en niños pequeños. Antes
de la década de los 70 la mortalidad infantil era muy grande debida a malos sistemas de
purificación de agua y drenaje. Con el apoyo de la UNICEF y del Banco Mundial se
perforaron más de 11 millones de pozos profundos en los que se suponía que no habría
contaminación bacteriológica. No la hubo: la mortandad infantil por diarrea se redujo a la
mitad, pero a lo largo del tiempo se descubrió que el 40% de los pozos estaban
contaminados por arsénico. Afortunadamente, el compromiso de un científico originario de
ese país y residente en los EEUU, Abdul Hussam, le llevó a desarrollar un filtro simple que
se construye con materiales de fácil adquisición local y remueve al arsénico.
Naturalmente no existe el agua libre de contaminantes, por su misma gran avidez para
disolver sólidos, líquidos y gases, por lo que se han establecido tablas con valores máximos
para los diferentes contaminantes. xv
Los estándares primarios son los que regulan
aquellos contaminantes que significan un riesgo para la salud; los estándares secundarios
son los que se refieren a propiedades como mala apariencia, color, sabor u olor, que no
necesariamente le hacen nociva aunque sí desagradable.
Problemas asociados con la falta de higiene
Las malas prácticas de higiene, tanto personal como de los alimentos, son causa directa de
la transmisión de enfermedades infecciosas. Estas se transmiten por microorganismos de
diversas especies biológicas, que pueden agruparse para efectos de tomar acciones para
atajar la dispersión de las enfermedades en cuatro vías de infección:
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1. la fecal – oral en donde la infección se propaga al consumir agua o alimentos
contaminados por microorganismos provenientes de las heces fecales (por ejemplo
diarrea, hepatitis infecciosa, tifoidea y el gusano de Guinea);
2. la debida al uso de volúmenes inadecuados de agua para la higiene personal o de los
alimentos, o a malas prácticas de higiene (diarrea, amibiasis, hepatitis infecciosa,
tifoidea, tracoma, infecciones de piel y ojos)
3. la que requiere de un huésped que viva en el agua (gusano de Guinea y
esquistosomiasis)
4. la transmisión por vectores, como los mosquitos y otros insectos que incuban en el
agua (malaria, dengue, oncocecosis)
En el caso de la vía fecal – oral hay varios mecanismos de transmisión: las moscas son
eficaces transmisores de la infección; en menor grado el viento puede ser un transmisor que
lleve las heces secas al agua o a los alimentos. El contacto de persona a persona cuando no
se han lavado las manos, puede así mismo llevar la infección como puede hacerlo también a
los alimentos. Cuando los microorganismos llegan a las fuentes de agua se esparcen con
celeridad. Estos mecanismos son muy reales, pero difíciles de cuantificar porque están
sujetos a la intervención de un número grande de variables. Hay dos elementos claros sin
embargo: la calidad de agua y las prácticas de higiene. Estas últimas tienen que ver no
solamente con la educación sino también con la cantidad de agua disponible. En algunos
estudios realizados para correlacionar la incidencia de diarrea con la calidad del agua, su
cantidad y la disposición de las heces fecales se ha apuntado la conclusión que la cantidad
de agua es más importante que la calidad. En otros estudios se encontró
que la reducción en la morbilidad debida a mejoras en el suministro de agua fue
relativamente baja si no estaba acompañada por mejoras en las prácticas de saneamiento.
La existencia de letrinas es un importante factor atenuante para evitar la propagación de
infecciones por esta vía. El problema es muy complejo, pues es necesario tomar en cuenta
los patrones de enfermedad. Por ejemplo, los lactantes sufren menos propensión a adquirir
diarrea; los niños que tienen episodios repetidos de diarrea son más vulnerables a
desenlaces fatales, quizás porque han perdido sus defensas y aumentado su sensibilidad que
los que tienen un solo episodio severo.
Se ha encontrado que la falta de limpieza general (personal y del medio ambiente) junto
con la pobre limpieza de la cocina están asociadas con la incidencia de diarrea.
Otro aspecto importante es la forma de suministro y la distancia de la fuente: si el agua
llega a una fuente comunal la propensión a contraer diarrea es mayor que si llega al predio
o al hogar. En un estudio hecho en Nicaraguaxvi se encontró que hay una diferencia
apreciable (34%) entre los niños que viven en casas con suministro cercano, 500 metros,
con aquellos que viven en hogares más distantes. La incidencia de enfermedad en los
hogares que tienen conexiones dentro de ellos es mucho menor, entre otras razones porque
ello implica un mayor nivel socioeconómico. Sin embargo, existen pocos estudios sobre la
contaminación que significan otros tipos de suministro, pipas por ejemplo.
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La actitud frente a la higiene es muy importante. Como se señaló antes, la oportunidad del
lavado (después de ir al baño y antes de preparar los alimentos y de comer) y el uso de
jabones u otros agentes de limpieza es crucial.
Se ha encontrado que la incidencia del tracoma, la enfermedad más ampliamente estudiada
por el número de casos que se presentan, está relacionada fundamentalmente con la higiene.
Por ejemplo, la limpieza de la cara es más importante que la cantidad de agua empleada.
También se ha encontrado que influyen la presencia de ganado en las zonas rurales y la
disposición de la basura tanto en las zonas rurales como las urbanas.
Así pues, aunque evidentemente el uso de agua es importante para controlar las
enfermedades contagiosas y la falta de acceso trae efectos adversos a la salud, la falta de
higiene puede ser un factor más fuerte que en la cantidad de agua disponible, pues la
infección puede ser llevada a la fuente. Esto es particularmente cierto en las poblaciones
que utilizan aguas comunales, en donde la dispersión de epidemias puede llegar a ser
mayor.
Debe educarse a la población en las prácticas de higiene, como lavarse las manos y usar
algún agente de limpieza, como jabones, lodos o cenizas, que remuevan efectivamente la
suciedad.
Hay otros males causados por tener que acarrear al agua desde grandes distancias.
Normalmente esta tarea recae en las mujeres y en los niños, quienes pueden sufrir
padecimientos causados por lesiones en la columna que pueden extenderse por toda su vida.
El extenuante ejercicio físico (un litro de agua pesa un kilogramo) puede exacerbar los
efectos de la desnutrición.
Las soluciones accesibles requieren cooperación
El tratamiento doméstico del agua
El tratamiento de agua doméstico puede ser más efectivo de mejor costo – beneficio para la
disminución de enfermedades, en particular diarreicas, que los tratamientos
convencionalesxvii y así lo ha señalado la Organización Mundial para la Salud. xviii
Hay varios tratamientos químicos para purificar al agua. Pueden agruparse en cuatro tipos
principales: (1) pretratamientos, como la coagulación – floculación previos a la
precipitación o filtración; (2) adsorción; (3) intercambio de iones y (4) desinfección
química. Todos esos procesos contribuyen a evitar la contaminación bacteriológica.
a. La coagulación – floculación consiste en agregar un compuesto químico (por ejemplo
sulfato de aluminio, o alumbre), que provoca la desestabilización de partículas
grandes suspendidas y su precipitación para ser removidas por filtrado o
sedimentación. Esta técnica se utiliza desde tiempos inmemoriales (registros de
Sumeria narran que utilizaban el contenido de semillas como agentes floculantes).
b. La adsorción es el fenómeno físico en el que se “pegan” las partículas a una superficie
por efecto de interacciones eléctricas. Como elementos adsorbentes se utilizan
arcillas y carbón, y ésta es también una técnica muy antigua. Una desventaja es que
con facilidad se formar “biopelículas” en las superficies que reducen o anulan los
beneficios de este proceso.
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c. El intercambio iónico se basa en una interacción fuerte entre las partículas disueltas
en el agua y las cargas eléctricas de resinas. Las zeolitas naturales pueden reducir el
contenido de metales en el agua (suavización) pero no atacan a los microorganismos.
Para hacer una desinfección por intercambio iónico se necesitan resinas artificiales
que tienen yodo. Las zeolitas naturales se conocen desde hace mucho tiempo; las
artificiales se empezaron a fabricar con el desarrollo de la química después de la
segunda guerra mundial.
d. La desinfección química es el método más seguro y efectivo para desinfectar al agua
potable. En los métodos más comunes se emplean oxidantes fuertes, como el cloro
libre, ozono, cloraminas y oxidantes generados por electrólisis de soluciones de
cloruro de sodio. Pueden emplearse también otros compuestos químicos que alteren
fuertemente la acidez (o basicidad) del agua.
El cosechado de aguas pluviales
Interceptar y recoger las aguas pluviales es una práctica ancestral que se remonta a los
tiempos de las primeras civilizaciones. Estas técnicas se empleaban en Palestina y Grecia
hace 4000 años y han sido aplicadas en el sur de Asia durante los últimos 8000 años. Las
antiguas residencias romanas estaban dotadas de cisternas y patios empedrados que
recogían el agua de lluvia y así complementaban el suministro que proporcionaban los
acueductos a la ciudad; y, ya en el año 3000 a.C., las comunidades agrícolas de Baluchistán
embalsaban el agua de lluvia para destinarla al riego.
La puesta en práctica de la gestión del agua de lluvia en India parece ser una de las más
modernas y actualizadas del mundo. La página web www.rainwaterharvesting.org ofrece
enlaces a casos en los que la gestión del agua de lluvia se ha llevado a cabo con éxito en
distintos países, tanto en medios urbanos como rurales.
Una de las ventajas de esta técnica es que sus costos son relativamente bajos y que permite
que los programas individuales o comunitarios desarrollen y gestionen a nivel local las
infraestructuras necesarias (instrumentos de recogida, embalses, tanques de
almacenamiento, estructuras de recarga de aguas superficiales o subterráneas, pozos,...).
Los planes a gran escala para recoger el agua de lluvia, que interceptan la escorrentía con
montículos de tierra de poca altura o mediante la construcción de diques para aumentar así
la filtración, se han desarrollado también aguas arriba, allí donde la deforestación ha
reducido la disponibilidad de agua.
La cosecha de agua de lluvia es muy flexible, simple y adaptable. Es una solución viable
tanto para comunidades rurales dispersas como para comunidades urbanas, particularmente
en donde los sistema municipales no llegan a todos los hogares, brindan agua de mala
calidad o su intermitencia es grande.
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Hay varios elementos que deben considerarse para tener un cosechado de lluvias exitoso:
a. Un enfoque hacia la mantenibilidad del desarrollo comunitario: participación y
propiedad comunitaria.
b. Establecimiento de normas de operación: criterios de calidad del agua, cuidados con
las primeras recolecciones cuando los techos están sucios), criterios de
almacenamiento.
c. Diseño del sistema: células compuestas por casas individuales o grupos de ellas.
d. Tecnología del sistema: diseño de los techos, materiales y sistemas de
almacenamiento, cuidado de la calidad y recuperación.
Las autoridades deben participar con:
a. El diseño de un esquema de manejo del agua, que incluya la disponibilidad por otras
fuentes la capacidad de abastecimiento por la cosecha pluvial (tomando en cuenta la
disponibilidad histórica de lluvia en el lugar).
b. La asesoría para el diseño y arranque del sistema, incluyendo las modificaciones que
haya que hacer a los techos de las casas y el tamaño de las células (uno o varios
hogares).
c. La vigilancia de la calidad del agua.
d. Generar la especificaciones de materiales económicos y adecuados para techos y
almacenamiento y promover su disponibilidad.
Por razones de seguridad el agua para consumo humano preferentemente debe recolectarse
de los techos, aunque la proveniente de otras superficies (como escurrideros a nivel de piso)
puede ser perfectamente segura siempre y cuando se haga la vigilancia periódica de su
calidad.
El sistema tiene tres partes principales:
1. El techo u otra área de recolección. Debe ser de un material adecuado: teja, cemento,
lámina corrugada galvanizada, asbesto, palma, madera o bambú.
Los techos
preferentemente no deben estar pintados o recubiertos a menos que el recubrimiento
esté libre de materiales tóxicos, como el plomo. Si el techo es de material orgánico
debe tenerse cuidado con las plagas que pueden anidar en él. La eficiencia de
recolección puede ser muy alta, hasta el 90%. Las tejas tienen une eficiencia mucho
menor, cercana al 50%.
2. El sistema de conducción: alerones y tubería de drenaje. El sistema de conducción a
tanque de almacenamiento es crucial, pues un mal diseño puede perder hasta el 90% del
agua recolectada. Los materiales más comunes son de metal o de plástico, ambos de
fácil adquisición. En zonas rurales hay materiales naturales como el bambú y la
madera. Es necesario diseñar unas guardas para conducir al agua cundo la lluvia es
intensa que prevengan que el agua se derrame. Hay que tener cuidado con descartar el
agua de las primeras lluvias, pues el techo puede estar sucio y hasta contaminado por
excrementos de aves. La práctica de purgado y la decisión de cuándo el agua ya es
segura es uno de los aspectos en donde el gobierno local debe intervenir.
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También es importante filtrar las hojas y otros desechos que puedan caer en el techo,
antes de que el agua entre a los tubos de drenaje al tanque de almacenamiento. Esto es
especialmente importante en un sistema de recolección superficial.
3. El sistema de almacenamiento. El almacenamiento es la parte más cara de este sistema.
Hay dos formas: tanques sobre la superficie, que son los más comunes para la
recolección de agua del techo y cisternas, para captura de aguas en la superficie. El
tanque tiene que se durable y hermético. Los materiales son muy diversos, por ejemplo
plástico reforzado, metal, madera, ladrillo, tierra apisonada o concreto. La elección
depende de la disponibilidad y el presupuesto. Los tanques de plásticos reforzados son
cada vez más comunes.
Los materiales para las cisternas deben resistir la presión de la tierra cuando están vacías.
Hay que tomar en cuenta el daño que pueden causar las raíces y, si hay un manto freático
cercano hay que tomar en cuenta la posible flotación. Una cisterna requiere de una bomba
para la extracción.
La cosecha pluvial es una excelente aportación a la necesidades de agua siempre y cuando
esté considerada dentro de un manejo integral del agua. Para que la empresa tenga buen
éxito es indispensable que:
1. Los proyectos inicien en una escala modesta, revisar los problemas encontrados en la
práctica de implantación en el sitio en particular y de ahí refinar las estrategias de
implantación.
2. Haya una demanda de agua claramente expresada y cuantificada.
3. Haya un involucramiento total de la población, de ambos sexos y todas las edades.
4. Haya una aportación de todos, autoridades y pueblo, en ideas, fondos y trabajo
manual.
5. El gobierno disponga de los todos datos necesarios o esté comprometido a
completarlos (precipitación, métodos de control de calidad y supervisión, inventario
de materiales disponibles.
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Los impactos benéficos sobre la comunidad son numerosos:
1. Una reducción del peso de tener que acarrear el agua, sobre todo los más pobres.
2. Una reducción de las enfermedades relacionadas con el agua (siempre y cuando se
monitoree su calidad)
3. Mejoras en la salud cuando se destina parte de esa agua al cultivo de legumbres.
4. Menos problemas de salud en la columna, particularmente en mujeres y niños, puesto
que dejan de transportar cargas pesadas.
5. Más tiempo para la educación: el que deja libre no tener que acarrear el agua.
Recirculación de aguas: otros sistemas consideran el aprovechamiento de las aguas de
desecho. Las aguas grises, o jabonosas, pueden tratarse con relativa simplicidad y bajo
costo, mientras que las aguas negras representan un peligro de infecciones que debe
considerarse cuidadosamente. Hay que tomar en cuenta que en las aguas procedentes de la
ducha puede haber contaminación bacteriológicLa mantenibilidad de las soluciones
también requiere cooperación
Monitorear los avancesxix
Monitorear no es una actividad aislada, sino una herramienta que se utiliza para alimentar
con información a otras actividades. De manera que antes que nada debe definirse el
propósito del monitoreo, de otra forma se corre el riesgo de perder el tiempo del grupo
analista y del público objetivo (con la consiguiente pérdida de credibilidad) y el dinero
utilizado. Sin el propósito definido se obtienen datos inútiles que confunden más que
ayudar pues no están relacionados con un problema central.
Los pasos naturales de un monitoreo pueden verse en la figura:
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Los cuatro primero pasos – por qué, qué, cómo, y validar – tienen que ver con la definición
del problema y sus indicadores. El paso de la validación puede redefinir al qué (y por lo
tanto al cómo). Los siguientes tres – muestrear, analizar, e inferir – tienen que ver con los
datos recolectados.
Las conclusiones deben tanto dar lugar a acciones que
retroalimentarán al ciclo como serán diseminadas para informar y generar conciencia.
Un monitoreo correcto puede:
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Establecer metas, objetivos, políticas y tarifas.
Cuantificar cuánta gente o casas tienen acceso al agua.
Hacer comparaciones regionales, nacionales o globales
Evaluar las metas de abastecimiento puestas por las autoridades.
Entender por qué la gente no tiene acceso al agua.
Establecer objetivos para resolver los problemas identificados
Medir la mantenibilidad de acceso.
Planear con mejor equidad
Identificar deficiencias
Tomar mejores decisiones
Controlar costos
Mejorar la justicia en la distribución del recurso
Planear la operación y el mantenimiento
La administración del agua: la gobernanza
La gobernanza es un término que en Europa se ha asociado con el desarrollo mantenible en
cuestiones de agua.
Es una forma de gestión y no un régimen de gobierno; un triángulo de equilibrio de fuerzas
en donde concurren los poderes públicos, los intereses privados (industriales,
agrícolas y comerciales) y la sociedad civil, para vincular a los proveedores con los
usuarios.
El tamaño del triángulo puede abarcar desde una gestión local hasta una
internacional, pasando por el nivel de un país.
En todos los casos, las tres categorías de asociados deben estar presentes; las decisiones
deben considerar a todas las partes: al emitir un voto, ninguna de las tres categorías tiene la
mayoría por sí sola.
La gobernanza es una manera de acotar el poder monopólico del Estado, de despojarle de la
función de representante único del interés general, función que se han ido abrogando los
gobiernos y que les ha alejado de su razón de ser. La gobernanza le fuerza a compartir su
representatividad con las otras dos categorías: la económica y la social.
En la gobernanza, los poderes públicos únicamente representan los intereses del Estado y su
presupuesto, y ejercen las correspondientes funciones de cobrar regalías. Para establecerla
se deben dar tres cambios, paulatinamente:
1. Lograr que los poderes públicos (que no se suprimen ni se sustituyen) equilibren sus
mensajes legislativos y normativos a la sociedad civil con las "buenas prácticas" del
usuario, es decir los usos y costumbres comúnmente aceptados. Si la ley resultante es
buena, los usuarios se atendrán a ella; si el legislador observa y respeta las buenas
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2. prácticas, el derecho seguirá a la costumbre y se le respetará naturalmente. La
autoridad del Estado se respetará porque habrá sido negociada.
3. Considerar los intereses privados en el ejercicio de los poderes públicos. Los poderes
públicos deben reconocer las leyes del mercado: transparencia de la información,
competencia, precios y porcentajes de equilibrio entre la oferta y la demanda; el
Estado debe apartarse de una economía centralmente dirigida y planificada.
Pero no todo se debe dejar a las reglas del mercado. Las prácticas radicales de la
economía liberal debe moderarse por una regulación que ejerzan los poderes públicos
sobre las empresas privadas. Esto se puede hacer fundamentalmente logrando que se
sienten los actores externos (representantes del Estado y de la sociedad civil) con los
accionistas y directivos de las empresas para obtener una confluencia de intereses, lo
que al menos teóricamente evita la confrontación entre las partes.
4. El tercer cambio es entre la sociedad civil y los intereses privados: las empresas y sus
clientes.
Esto tiene que ver con la calidad de los servicios ofrecidos, que incluye su precio y la
naturaleza de la demanda expresada por la sociedad.
Deben considerarse los aspectos cuantitativos de los bienes y servicios ofrecidos, pero
también y sobre todo los cualitativos.
En cuanto al agua, que no es un bien económico tradicional, la calidad del servicio no se
puede limitar al cumplimiento de las normas técnicas y a la continuidad del caudal
disponible, sino que debe abarcar valores como la protección de la naturaleza, las
representaciones psicológicas y sociales complejas (paisajes, calidad de vida), e incluso
principios éticos (transparencia de la gestión, solidaridad con los más pobres, acciones
humanitarias). Esta subordinación de lo económico a lo ético constituye la estrategia de este
último equilibrio.
Cuando funcionan los tres vértices, la gobernanza es estable: pues a todos les conviene
mantener el buen funcionamiento de los vértices opuestos; todos ganan y todos pagan el
precio que les corresponde.
La sociedad civil se asegura que sus intereses sean
efectivamente tomados en cuenta en los compromisos pactados entre los intereses
mercantiles y los de los poderes públicos, pues participa en las decisiones.
El poder central se limita a administrar desde la cúspide, proveyendo incentivos para
alentar la oferta o frenar la demanda. Los legisladores se basan en las buenas prácticas y ni
ejercen un control excesivo ni dejan todo al mercado.
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Camdessus cita dos ejemplos exitosos que ilustran bien cómo el camino de la gobernanza
puede desatorar problemas:
El primero, los comités de cuenca en Francia, que tomaron en la década de los sesentas la
responsabilidad de la administración del agua en una situación francamente desesperada.
Lograron revertir la estructura administrativa obsoleta que databa de la época de la
Revolución ha una más lógica acorde con la geografía. En un notable esquema de
gobernanza obtuvieron los recursos para remediar la contaminación y determinar los
precios que deben pagar los usuarios por el recurso. Los comités de cuenca están al
margen de los vaivenes de la política, de ahí su éxito: actúan con el objetivo de favorecer el
mejor uso del recurso hídrico, no de obedecer los intereses del grupo político en el poder.
El segundo caso, de alcance internacional, es el comité del río Rin. De origen también en
los sesentas, estuvo originalmente integrado por funcionarios de los países por los que
cruza el río.
Como cada quien cuidaba su puesto, nadie se atrevía a hacer recomendaciones “riesgosas”
y en veinte años no sucedió absolutamente nada. En los ochentas, cuando el Rin era un río
muerto, las asociaciones ribereñas ejercieron presión sobre los funcionarios del comité,
obligándoles a renunciar y en su lugar se introdujo la gobernanza en la administración del
comité; actualmente vuelve a haber peces en el río.
La gobernanza es una interesante forma de cooperación compleja en sus elementos pero
que descansa en los mismos principios de la cooperación de nuestros lejanos ancestros: lo
que es bueno para la comunidad lo es para el individuo, y debe ser acatado por la autoridad.
Valorar y cobrar el agua
Es importante, antes que nada considerar al agua en lo que es, un elemento esencial para
todos, no un producto cualquiera, y una buena definición es la que dictó el Parlamento
Europeo: el agua no es un producto comercial como cualquier otro sino, más bien, una
herencia que debe ser protegida, defendida y tratada como tal
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Debido a las características únicas y a la importancia sociocultural del agua, los intentos de
valorar el agua o, más concretamente, los servicios hídricos, en términos monetarios no
sólo resulta difícil sino inapropiado. Sin embargo, la valoración económica representa una
herramienta cada vez más importante para los responsables de la formulación de políticas y
los planificadores, que deben enfrentarse a difíciles decisiones relacionadas con la
atribución y el desarrollo de los recursos de agua dulce.
Dado que los precios de mercado no pueden reflejar toda la gama de costos y beneficios
asociados al agua, se requieren técnicas especiales para calcular los valores no mercantiles
de ella, pues además de sustentar la vida es fundamental para la producción de alimentos,
para muchos procesos de fabricación, para la generación de energía y para el sector de los
servicios.
En el establecimiento del precio del agua, es necesario reconocer que con frecuencia los
que menos tienen pagan más, y los que más consumen más la desperdician, como es el caso
de la agricultura tradicional.
En consecuencia, el valor del agua varía para los distintos usuarios en función de la
capacidad que éstos tengan de pagar por ella, el uso al que el agua esté destinada, el acceso
a suministros alternativos y la diversidad de valores sociales, culturales y medioambientales
asociados al recurso.
Se requiere reconocer la totalidad y la interdependencia de los valores relacionados con el
agua para llevar a la práctica una verdadera gestión integrada de los recursos hídricos;
comprender la distinción entre el valor del agua, determinado por su importancia
sociocultural y la amplia gama de beneficios directos e indirectos que ésta ofrece, el precio
del agua, es decir, lo que se cobra a los usuarios, y el costo del agua, que se deriva de los
gastos de suministrar el agua a los usuarios, supone un primer paso esencial para
comprender el papel que desempeña la valoración económica en la gestión y
gobernabilidad del agua.
Hay una crisis de gestión de los recursos hídricos porque en muchos lugares el agua dulce
disponible resulta insuficiente para satisfacer todas las demandas. La demanda de agua va
en aumento porque, a pesar de que las tasas de fertilidad estén descendiendo en muchos
países, la población mundial sigue aumentando, mientras que los suministros de agua dulce
permanecen constantes.
La agricultura y la industria requieren agua para la producción, el procesamiento y el
transporte, mientras que los servicios de abastecimiento de electricidad recurren cada vez
más a la energía hidráulica para satisfacer unas demandas energéticas “limpias”.
La urbanización, una tendencia mundial que parece no detenerse, aumenta aún más la
presión sobre el recurso.
El agua embotellada
A lo largo de la última década, las ventas de agua embotellada han aumentado
espectacularmente, convirtiéndose en una industria con un volumen económico estimado en
100,000 millones de dólares estadounidenses al año.
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De 1999 a 2004, el consumo mundial de agua embotellada aumentó de 99,000 millones de
litros aproximadamente a unos 154,000 millones de litros (IBWA (Asociación
Internacional de Agua Embotellada)
.En varias ciudades de países en vías de desarrollo la demanda de agua embotellada se
deriva, a menudo, del hecho de que el suministro municipal de agua, si éste existe, no
cumple con los niveles de calidad mínimos exigidos para el agua potable. No obstante, las
empresas fabricantes de agua embotellada están también generando grandes ingresos en los
países desarrollados. Los países que encabezan la lista de los diez primeros consumidores
de agua embotellada son México, China, Brasil, Italia, Alemania, Francia, Indonesia,
España e India.
Cuando se pregunta a los consumidores por qué están dispuestos a gastar tanto dinero en
agua embotellada pudiendo consumir agua de la llave, estos frecuentemente expresan su
desconfianza por la calidad del agua del servicio público como una de las principales
razones por las que prefieren el agua embotellada (NRDC, 1999). Mientras que la mayoría
de compañías comercializan este producto partiendo de la base de que el agua embotellada
es más segura que el agua de la llave, diversos estudios indican que las normas relativas al
agua embotellada resultan, de hecho, inadecuadas para garantizar su pureza o calidad. La
Organización Mundial de la Saludxx advierte que el agua embotellada puede contener un
número mayor de bacterias que el agua municipal.
Las normas internacionales.
En la cooperación internacional se ha encontrado que es muy útil estandarizar medidas,
símbolos y métodos de tal forma que diferentes lenguas y culturas puedan ponerse de
acuerdo. Así, los tamaños del papel, los símbolos de las carreteras y las condiciones que
debe reunir una organización para que pueda considerarse “confiable”xxi han sido acordadas
por casi la totalidad de los países. En 1946 se reunieron en Londres delegados de 25 países
y decidieron crear una organización no gubernamental cuyo objetivo fuese “facilitar la
coordinación internacional y unificación de los estándares industriales”.
El resultado fue la organización internacional para la estandarización, ISO, que ha operado
desde 1947 en Ginebra, Suiza.
Actualmente la emisión de normas ISO ha evolucionado mucho y de los estándares
industriales que le dieron origen se discuten temas como la preservación del medio
ambiente y la responsabilidad social. Las normas de alguna manera significan un balance
entre lo deseable y lo posible: tomar en cuenta los elementos más significativos para
establecer mínimos de cumplimiento y programas de mejora incremental. Este es un tema
que amerita investigación interdisciplinar.
Conclusión.
El desarrollo mantenible no puede concebirse sin la concurrencia de todos los factores:
científico, económico, técnico, político y social, así como también espiritual. Este factor
estuvo siempre presente en el desarrollo del ser humano, y sigue estándolo; lo que sucede
es que lo verdaderamente espiritual – compasión por el semejante, disposición a
la colaboración desinteresada, sentido de igualdad hacia el prójimo, el sacrificio ha
quedado enmascarado o demeritado por palabrería hueca. Surge en momentos intensos,
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por ejemplo ante una gran desgracia, pero tal parece que en nuestra sociedad está ausente
en la práctica. Los extremos de injusticia a los que se ha llegado en el mundo actual son
intolerables: son demasiado pocos los que tienen todo y demasiados los que poco o nada
tienen; las consecuencias en muertes de los más desprotegidos que no deberían suceder si
se le ofrecieran alternativas en todo factibles deben sacudir las conciencias de los que viven
confortablemente. Es por ello que hay que despertar las conciencias. La cooperación, que
fue el elemento que dio a nuestra especie su preponderancia sobre las demás se ha reducido
a un nivel alarmante: el egoísmo priva sobre ella. Existen soluciones simples y económicas;
se han señalado algunas. Estoy convencido que será en el seno de las universidades en
donde se desarrollen éstas y otras nuevas; la Universidad de Loughborough de la Gran
Bretaña es para mi un ejemplo; la incidencia que ha tenido en varios países africanos es
notable. Estas soluciones y metodologías para medir la amplitud de la problemática y el
alcance de las soluciones influirán, no me cabe duda, en aquellos que deben tomar las
decisiones, políticas y económicas. Crear conciencia es exhibir la realidad con datos duros,
en donde se rinda cuentas sobre la verdadera realidad, no la que quiera hacerse ver por
algún grupo particular. Conocer, impulsar y participar en la implantación de normas que
ayuden a la estandarización y conocimiento es otra tarea que debe señalarse. El Hombre ha
conquistado la tierra, los cielos y la profundidad de los océanos y se encamina al exterior
del planeta. Sabemos más que nunca y hemos dominado al entorno como nunca antes. Si
la capacidad de aprender sobre el mundo que les rodea e interpretarlo y la facultad de
manipular al entorno a su voluntad llevó al Ramapithecus a ser el Homo Sapiens, es
concebible que con estas dos características pueda darse la vuelta a la situación presente,
repito, intolerable. La cooperación en los grupos de cazadores recolectores fue muy exitosa;
la que puede desenvolverse a través de personas informadas y conscientes, con un acervo
evolutivo de millones de años y cultural de miles, debe serlo todavía más. Para el agua se
ha encontrado que deben confluir cinco C’: cantidad, calidad, continuidad, cobertura y
costo, con lo cual los problemas presentes se irán eliminando. Creo que para las otras
desigualdades sociales aplican las mismas cinco C’, quizás con dos adicionales: conciencia
y cooperación.
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