¿Qué hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17 de octubre?i Juan Carlos Torre INTRODUCCION En 1998 fue publicado un libro con el título Historia Virtual, en el cual se reunieron varios estudios bajo la coordinación de Niall Ferguson, de la Universidad de Oxford, los cuales giraban en torno a preguntas como éstas: Y si Gran Bretaña se hubiera mantenido al margen de la Primera Guerra Mundial? Y si España no hubiera experimentado una Guerra Civil? Y si Hitler hubiera derrotado a la Unión Soviética? Y si el presidente John Kennedy no hubiese sido asesinado? A pedido de la editorial que publicó Historia Virtual escribí un trabajo a partir de otra pregunta: Y si hubiese fracasado el 17 de Octubre de 1945? Estas preguntas hipotéticas son llamadas “contra-fácticas” porque se interrogan acerca de lo que hubiese ocurrido si no hubiera ocurrido lo que realmente ocurrió. No son pocos los que al escuchar estas preguntas se interrogan, a su vez, y dicen: para qué molestarse en hacerlas? por qué deberíamos ocuparnos de lo que no ha ocurrido? A manera de justificación, digamos que esta clase de preguntas contra-factuales son una costumbre bastante generalizada en nuestra vida cotidiana, en la que, por ejemplo, a la hora de tener que pagar una multa de tránsito nos preguntamos: y si hubiera respetado el límite de velocidad? o, también, cuando salimos sin un peso del casino, nos preguntamos: y si hubiera apostado al negro en lugar de hacerlo al rojo? Habitualmente no resistimos la tentación de imaginar en forma retrospectiva escenarios alternativos. Muchas veces estos ejercicios son el fruto de algo más que lamentos. Desde luego, somos concientes de que no podemos viajar hacia atrás en el tiempo y volver a hacer las cosas de manera diferente. Sin embargo, ocuparnos de imaginar contra-factuales suele ser la forma que adopta nuestra manera de aprender. En efecto, cuando debemos decidir sobre el futuro muchas veces sopesamos las consecuencias potenciales de cursos de acción alternativos y, para escoger entre ellos, a menudo comparamos los resultados posibles de lo que podríamos haber hecho. Retomando en forma sintética los argumentos de Niall Ferguson en la introducción a Historia Virtual, estos ejercicios hipotéticos con vistas al futuro no tiene cabida en la práctica convencional de la historia. El conocido historiador inglés, E.H.Carr, en su libro ¿Qué es la Historia? los ha descalificado en forma rotunda, presentándolos como un “simple juego de salón”. A su juicio, la cuestión no tiene vuelta de hoja. Las preguntas que comienzan con un “y si?” no merecen que uno se tome el trabajo de responderlas. Por lo general, son las preguntas típicas de los malos perdedores. Así sostiene Carr: Muchas son las personas que habiendo sufrido directa o indirectamente a consecuencias de la victoria bolchevique desean dejar constancia de su protesta contra ella. Por eso 1 cuando leen la historia dan rienda suelta a su imaginación destacando las cosas mejores que podrían haberles sucedido si ella no hubiera ocurrido. Esta es una reacción puramente emotiva y anti histórica. La historia es una crónica de lo que la gente ha hecho, no de aquello que dejó de hacer.” Es sugestivo, sin embargo, que el propio Carr no haya podido resistir a la tentación de los argumentos contra factuales. En su célebre libro sobre la Revolución Rusa, al referirse a las calamidades que trajo consigo el stalinismo no pudo evitar preguntarse si éstas fueron la consecuencia inevitable del proyecto bolchevique o si, en el caso en hubiera vivo en los años veinte y treinta en plena posesión de sus facultades, Lenin no hubiese actuado de manera menos tiránica. Al publicar la segunda edición de su libro volvió más explícitamente sobre esa cuestión argumentando que un Lenin con más años en el poder hubiera sido capaz de minimizar y mitigar el componente coercitivo del régimen bolchevique. Nuevamente, la preocupación de Carr es establecer cuáles fueron las condiciones de posibilidad de la implantación de un orden represivo en la Rusia bolchevique. En esa búsqueda considera primero una hipótesis, que la represión política era intrínseca al proyecto bolchevique, y luego la descarta para volcarse luego por una segunda hipótesis, en la cual el acento no está en la naturaleza del proyecto bolchevique sino en las características del liderazgo de la revolución, sugiriendo al respecto que Lenin era un líder con menos inclinaciones despóticas que Stalin. Para Carr, la muerte prematura de Lenin fue la causa de que el nuevo régimen se deslizara sin freno hacia un sistema opresivo bajo la conducción de Stalin. No vamos a discutir la explicación que Carr propone sobre los avatares del poder en la Rusia soviética. El ejemplo sirve para llamar la atención sobre la forma cómo se construyen las explicaciones históricas. Toda pregunta sobre el por qué de un acontecimiento histórico nos conduce naturalmente a ese ejercicio mental en el que barajamos y contrastamos distintas condiciones antecedentes a dicho acontecimiento histórico con el objetivo de establecer cuál de todas ellas es la más probable. Este procedimiento es conocido en la metodología histórica como la prueba del sine qua non, según la cual “el efecto no puede ocurrir o existir a menos que la causa ocurra o exista”. En este sentido, el argumento de Karl Popper afirma: Existen innumerables condiciones antecedentes posibles de una tendencia determinada. Para examinar dichas posibilidades tenemos que intentar imaginar unas condiciones bajo las cuales desapareciera la tendencia en cuestión. En el problema de Carr – el deslizamiento de la Rusia soviética hacia un régimen opresivo- desaparece cuando postulamos que otra hubiera sido la situación si Lenin no hubiera muerto prematuramente. Ahora bien, una de las objeciones más fuertes contra la idea de considerar escenarios alternativos es que no hay en principio un límite al número de escenarios alternativos a tomar en consideración. La respuesta de quienes defienden a las hipótesis contra- factuales como procedimientos válidos consiste en afirmar que sí, que hay un límite. Adonde poner, pues, el límite? El límite es el que resulta de la aplicación de un criterio, la plausibilidad. A propósito, Isaiah Berlin se ha representado al historiador como un detective que va descartando hipótesis para terminar investigando sólo aquellas posibilidades que tienen una cierta plausibilidad. Pero, cómo se determina la plausibilidad? Aquí evocaremos, siguiendo siempre a Niall Ferguson, la opinión de otro gran historiador, Marc Bloch, quien sostuvo: 2 Juzgar la probabilidad de un acontecimiento equivale a sopesar las posibilidades de que ocurriera. Admitido esto, ¿es legítimo hablar de la posibilidad de un hecho pasado? Evidentemente no, en un sentido absoluto del término. Sólo en el futuro hay contingencia. El pasado es algo ya dado que no deja margen a la posibilidad… Sin embargo, en un análisis correcto, el uso de la idea de probabilidad que hace la investigación histórica no es en modo alguno contradictorio. Cuando el historiador se pregunta sobre la probabilidad de un acontecimiento pasado, lo que hace es trasladarse, mediante un audaz ejercicio mental, a un tiempo anterior al acontecimiento mismo, con el objetivo de estimar sus posibilidades, según éstas se presentaron en vísperas de que se produjera. Quisiera subrayar en el argumento de Bloch la última frase, cuando sostiene que el historiador lo que hace es estimar las posibilidades de un acontecimiento según éstas se colocaron a los actores de la historia antes de que dicho acontecimiento tuviera lugar. En forma congruente, debemos juzgar plausibles sólo aquellas alternativas para las que podamos demostrar, usando los documentos de la época, que fueron contempladas por los actores. Esto reduce claramente el ámbito del análisis contrafactual. Sólo podemos considerar legítimamente aquellos escenarios hipotéticos que los hombres del pasado dejaron registrados en documentos que se han conservado y que podemos examinar en el presente. Por lo tanto, el análisis contrafactual no es un simple juego de salón en donde los partícipes compiten en su capacidad de inventiva; más bien, se trata de un procedimiento sujeto a reglas que puede ser útil para “comprender” la trayectoria de la historia. Voy a detenerme aquí, sin avanzar más sobre los problemas teóricos asociados a esta forma de abordaje de la materia histórica. Lo dicho sirve para destacar a partir de qué marco de referencia encaré la pregunta que me fuera formulada por los editores de Historia Virtual: Qué hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17 de Octubre de 1945? Como se ha dicho, el 17 de octubre fue un acontecimiento que dividió en dos la historia de la Argentina contemporánea. Ahora bien, cuando se reconstruye ese acontecimiento se advierte que no hubo nada de inevitable en su desenlace. Durante esa jornada crucial se insinuaron cursos de acción que hubiesen llevado a un final diferente, esto es, el fracaso de la movilización popular y, eventualmente, al eclipse político de Perón. Estos son los escenarios que vamos a explorar a continuación. i Versión reducida del capítulo que fue publicado en Historia Virtual compilado por Niall Ferguson y publicado en 1999 por Editorial Taurus a quién se agradece la autorización para reproducirlo. 3