Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia

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Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia
GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR
MARCOS ALBERTO COVARRUBIAS VILLASEÑOR
Gobernador Constitucional
ARMANDO MARTÍNEZ VEGA
Secretario General de Gobierno
INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA
JESÚS SILVESTRE FABIÁN BARAJAS SANDOVAL
Director General
JOSÉ GUADALUPE OJEDA AGUILAR
Subdirector General
SANDINO GÁMEZ VÁZQUEZ
Coordinador de Fomento Editorial
Universidad Autónoma de Baja California Sur
GUSTAVO RODOLFO CRUZ CHÁVEz
Rector
Dante ARTURO Salgado González
Secretario General
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
RAFAEL TOVAR Y DE TERESA
Presidente
SAÚL JUÁREZ VEGA
Secretario Cultural y Artístico
MARCO ANTONIO VERA CRESTANI
Director General de Vinculación Cultural
Los usos del patrimonio cultural
en Sudcalifornia
Turismo, museos y políticas culturales
como herramientas de desarrollo regional
Alexandra Sauvage
y Alba E. Gámez
editoras
Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Gobierno del Estado de Baja California Sur
Universidad Autónoma de Baja California Sur
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Primera edic ión, 2013
D.R. © 2013 Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez Vázquez ­
D.R. © 2013 Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez
Antonio Navarro y Héroes de Independencia s/n,
La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000,
tel. +52 612 122 91 01
culturabcs.gob.mx
Diseño de forros: Alejandra Barrera Arizmendi
Diseño de interiores: Marisol Zárate Bravo
ISBN: 978-607-9314-06-4
IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO
La investigación en que se basa este libro fue apoyada por el Programa de Mejoramiento del Profesorado (promep), —ahora Programa para
el Desarrollo Profesional Docente del Tipo Superior, de la Secretaría
de Educación Pública— a través de la convocatoria 2011 para Nuevos
Profesores de Tiempo Completo. Agradecemos a dicho Programa los
recursos brindados, a la Universidad Autónoma de Baja California Sur
las facilidades otorgadas para la culminación del proyecto y al Instituto
Sudcaliforniano de Cultura su colaboración para que los resultados se
difundan.
Introducción
Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez
Baja California Sur suele ser definido como un estado singular en el
concierto mexicano, por su colindancia con el Golfo de California,
que lo separa del continente; por los más de mil kilómetros que distancian sus ciudades principales de las de Baja California Norte; así
como por la aridez de su territorio, elemento relevante para explicar su reducida población. Sin embargo, la media península tuvo una
presencia notable en los mercados internacionales a lo largo del siglo
xix. La explotación de aceite de ballena, perlas, oro, plata y cobre,
así como productos primarios se cerraría en las primeras décadas del
siglo xx pero dejaría una herencia cultural en mucho marcada por
el asentamiento de extranjeros atraídos por el crecimiento económico de enclave en la media península y la propia conformación de
una entidad donde la presencia indígena autóctona fue suprimida, en
todas sus dimensiones, a partir del proceso de colonización misional.
En el marco de esa internacionalización, mecanismos de
desarrollo social auspiciaron el desarrollo de las artes y la cultura
—reflejada, por ejemplo, en las festividades de Todos Santos, en los
artefactos musicales de El Triunfo, en la arquitectura de Santa Rosalía, y en el desarrollo de una tradición literaria e intelectual de las
clases pudientes— que llevaría a la conformación de un discurso
7
social basado en la herencia clásica occidental, en mucho explicado
por el proceso de despoblamiento indígena y la apropiación del territorio y la economía por los colonos. Tras un largo impasse producto
de la contracción económica de la Crisis de 1929, en la década de
los cincuenta sería reactivado el contacto, especialmente con los
connacionales, a través de un modelo basado en la agricultura de
exportación (reactivado actualmente) que auspició la llegada de nuevos inmigrantes y comenzó a cambiar la formación social local. El
surgimiento de los nativistas y el regionalismo de los años setenta (ver
Almada y Rodríguez Tomp en esta obra) implicó un afianzamiento de
la concepción cultural tradicional de lo sudcaliforniano, aunque nuevas expresiones fueron consolidándose con el aumento y diferente
composición de población atraída por el crecimiento turístico en las
décadas subsecuentes, especialmente en el sur de la entidad.
Sin embargo, en medio de ese panorama, en Baja California Sur
la cultura es raramente considerada como un elemento integral en las
políticas de desarrollo regional. Si bien la discusión conceptual en
torno a lo que es desarrollo regional escapa al propósito de esta obra,
tomamos la idea de que es un proceso permanente de progreso de la
propia región, de la comunidad o sociedad que habita en ella y de
cada individuo miembro de tal comunidad y habitante de tal territorio (ver Boisier en Gámez et al., 2012). En ese sentido es resultado
de una construcción social también en movimiento que abarca más
que el mero crecimiento económico en el territorio. Posiblemente la
igualación de desarrollo con crecimiento (ver Castorena et al., 2012)
ha incidido en la desvaloración de la cultura como un elemento cotidiano útil, siendo encasillada en la apreciada pero relegada función
de divertimiento o educación personal. Crecientemente, conceptos
como competitividad y creatividad son asociados al desempeño en el
mercado laboral, pero estos no se identifican con el marco general
8
de las formas de producción y creación de significados en la sociedad; ni con un análisis de sus orígenes y contradicciones.
Así, en Sudcalifornia la cultura no es un sector mayor de la
actividad económica: los empleos generados por la gestión y el uso
del patrimonio no representan una cifra considerable. Esa situación ocurre incluso en los países que tienen una larga tradición en
dar importancia a su patrimonio, como es el caso de los europeos
(Greffe, 1999) y también de México. Pero si consideramos las ramas
productivas que se generan a partir de la cultura, desde el turismo
cultural hasta la producción artística, así como el fomento y la educación, se vuelve evidente que el sector cultural es en realidad una
base que favorece el desarrollo económico y social.
A nivel académico, el interés por estudiar los usos de la cultura en México es relativamente reciente y se encuentra en proceso.
Como indica el antropólogo y sociólogo Gilberto Giménez, la gran
mayoría de los estudios se ha concentrado en establecer un inventario
de las culturas populares en todas sus expresiones (artesanías, bailes, etc.). La investigación, así, tiene escasos análisis de fondo sobre
otras formas de cultura y sus usos políticos y económicos. Si bien la
vertiente cultural mencionada por Giménez tiene alguna presencia
en Sudcalifornia, son pocos los trabajos que existen a nivel regional que incluyan, por ejemplo, un análisis de los usos de la cultura
integrando la historia de la creación de las instituciones culturales
sudcalifornianas y un análisis crítico de las normas identitarias que
éstas producen; el desarrollo de políticas culturales por distintos
gobiernos; la historia de la constitución de un patrimonio natural
y cultural propio; o las acciones concertadas entre el Estado y el
sector turismo en los usos del patrimonio. Sin embargo, lo anterior
no significa una ausencia de datos relacionados con estos temas; de
hecho, mucha de esta información ya existe, pero difuminada en
9
investigaciones que tienen propósitos distintos al estudio de los usos
de la cultura.
Este libro se basa en la investigación Turismo y patrimonio cultural. El rol de los museos en el municipio de La Paz, Baja California Sur,
concluida en 2012 y financiada por el entonces Programa de Mejoramiento del Profesorado de la Secretaría de Educación Pública. Su
propósito es dar visibilidad a los usos de la cultura para contrarrestar
el dicho local, familiar a interesados y actores de la cultura sudcaliforniana, de que en “Baja California Sur no hay cultura”, cuando es
un hecho que sí la hay y de muchos tipos. También se propone resaltar el mérito de sus funciones socioeconómicas.
Las relaciones entre “cultura” y “desarrollo”
Con la segunda revolución industrial, los estados-nación se dotaron
de instituciones para organizar las estructuras sociales establecidas
por la ley y la costumbre, y aplicarlas a la sociedad; el siglo xix se
convirtió en el de la institucionalización de la cultura en Occidente.
Esto permitió, por una parte, desarrollar medidas de protección del
patrimonio nacional frente a la rápida industrialización y urbanización
y, por otra, la regulación pacífica de los conflictos sociales que estos
procesos también generan. Así, con la escolarización masiva y el
acceso público a la cultura a través del museo, el Estado reorganizó
sus relaciones de poder con la población y utilizó sus instituciones
para implementar un proyecto cultural que organizara a la sociedad,
asegurara el orden público dentro de las ciudades, y diera legitimidad
a sus actividades comerciales y decisiones políticas.
Como otros países en desarrollo, en su proceso de modernización México ha seguido este movimiento global. El proceso
10
de institucionalización se completó con la creación del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (inah) en 1939, cuya labor complementaría a la de la Secretaría de Educación Pública (sep), creada en
1921. Ambas instituciones comunican un proyecto cultural nacional
coherente, en un contexto internacional marcado por la tendencia a
la creación de una cultura nacional homogénea y dominante (Florescano, 1997).
Esta primera fase de uso de la cultura como regulador social tuvo
como prioridad la constitución de un patrimonio nacional para establecer referentes culturales nacionales y desarrollar un sentimiento
de identidad nacional idéntico para todos los ciudadanos; reorganizó
a la sociedad según el orden requerido por el Estado nacional y sus
valores. En la segunda mitad del siglo xx, a raíz de varios procesos
y factores, surgió una nueva función de la cultura: la de apoyar al
desarrollo humano y económico. El nuevo proceso de globalización
iniciado después de la Segunda Guerra Mundial significó varios cambios en la organización de la sociedad. El tiempo de paz internacional
que se establece en Occidente, después de la segunda guerra mundial,
y las revoluciones tecnológicas (como el avión y la computación para
usos civiles) es propicio para el turismo a gran escala.
La idea de ligar las políticas culturales al desarrollo se expresa
en un estudio preliminar de la unesco publicado en 1969, y en la
subsecuente ratificación de la Convención para la Protección del
Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1972. En México, el inah
es nuevamente el organismo quien se encarga de articular protección
del patrimonio nacional y su consumo turístico (Olivé y Urteaga,
1988: 29). Esta tendencia a relacionar la cultura con el desarrollo
se confirma cuando los gobiernos se reúnen en México en 1982 en
la ocasión de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y
declaran que sólo se puede asegurar un desarrollo eficiente “mediante
11
la integración de los factores culturales en las estrategias diseñadas
para alcanzarlo; en consecuencia, estas estrategias deberían trazarse
siempre a la luz del contexto histórico, social y cultural de cada
sociedad” (Arizpe, 2006).
Al empezar el siglo xxi, el desarrollo del internet, que permite
la transmisión instantánea de información, textos e imágenes a nivel
mundial, así como el de los medios de transporte, que facilitan el
desarrollo de las actividades turísticas y los movimientos migratorios, llevan a un interactividad cultural de una escala sin precedente
para la humanidad (Arizpe, 2006) y una subsecuente reorganización
y reformulación de los referentes identitarios locales, culturales,
nacionales y globales. Por ello, en esta última década, la cultura se ha
vuelto un criterio determinante en todos los aspectos de la organización política y socio-económica, al punto que los gobiernos están
reestructurando sus modos operativos para integrar la cultura como
base de sus líneas de acción, no sólo a nivel cultural e histórico, sino
también económico.
Un ejemplo mexicano de lo anterior es la reciente orientación
de la Secretaría de Turismo (sectur). En el Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural, realizado en Monterrey los 27 y
28 de septiembre de 2007, el subsecretario de Operación Turística,
Francisco Madrid Flores, afirmó que “las tendencias actuales indican que la evolución de los mercados señala hacia la diversificación y
diferenciación”. Por ello, “en un futuro próximo el gran diferenciador de México en los mercados turísticos será la Cultura” (Madrid,
2007). Las tendencias actuales sugieren que los viajes motivados por
la cultura seguirán creciendo de manera importante, lo cual tendrá
como consecuencia el aumento tanto de la competitividad entre las
naciones por atraer turistas como una mayor exigencia de los viajeros en su proceso de elección del destino.
12
A su vez, esta exigencia de contenido cultural lleva a definir,
identificar, valorar y evaluar la oferta cultural. Claramente, Sudcalifornia no queda fuera de este contexto globalizado y recibe presiones
diversas a las cuales tiene que responder. Evidencia de esto es el
reciente impulso a la ruta de las misiones, la promoción de las tradiciones rancheras y de los oasis, y la integración estatal al programa
pueblos mágicos de la Secretaría de Turismo federal. Sin embargo, ese
impulso resulta poco estructurado y no se inserta en un programa
institucional del uso del patrimonio cultural ni de sus consecuencias sobre las identidades locales o respecto a su potencial y efectos
económicos (ver, por ejemplo, Almada, 2006). Las decisiones que
se están tomando (o no) acerca de la cultura y la formulación de una
política cultural en el estado de Baja California Sur tendrán consecuencias fundamentales para el desarrollo económico y social de la
entidad en el corto, mediano y largo plazos.
Como se expone en este libro, además del valor intrínseco
del patrimonio cultural tangible e intangible en tanto manifestación
histórica y contemporánea de la sociedad sudcaliforniana, los recursos culturales tienen un alto potencial para contribuir al desarrollo
regional. Una forma es a través de la diversificación de los productos
y servicios turísticos que se ofrecen a los visitantes y la derrama económica que esto representa; una segunda lo es como oportunidad
de integración social de los inmigrantes recientes, tanto nacionales
como extranjeros; y, muy relevantemente, como mecanismo para
el fortalecimiento de la identidad y cohesión social de la población,
ya establecida, ante las transformaciones económicas, políticas,
ambientales, sociales y culturales del estado.
Indudablemente es necesario develar más profunda y ampliamente la relación de la cultura con las otras dimensiones de la
acción social, económica y política sudcalifornianas; abundar en las
13
percepciones de los actores públicos y de los sectores privado y social
en torno a sus alcances como herramienta de desarrollo; debatir
sobre las características y procesos de transformación del patrimonio
cultural y sus efectos en la vida social de la entidad; indagar sobre
sus manifestaciones en y entre los distintos grupos sociales nacionales
y extranjeros; atender los procesos de construcción de las políticas
relacionadas con la cultura considerando el componente regional y
también el tipo de vínculos establecidos con las instancias federales.
Aunque limitado en el alcance temático, este volumen espera brindar opciones para la construcción de una política cultural propia de
Sudcalifornia que refleje, en un todo coherente, tanto sus diversas
identidades como el potencial productivo de un uso concertado del
patrimonio cultural.
Sobre el contenido del libro
El libro está formado por cinco capítulos, como sigue:
En el primero, El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural en
el municipio de La Paz, Baja California Sur, Alexandra Sauvage analiza
la relación entre turismo y patrimonio cultural a partir del rol de los
museos en el municipio de La Paz, Baja California Sur. La importancia que esos elementos pueden tener sobre la identidad nacional y
local, y como un mecanismo de generación de ingreso para comunidades o grupos. Con relación a Baja California Sur, los museos y las
colecciones han sido insuficientemente integrados en la política cultural y en la oferta turística regional; de lo que es muestra la escasa
afluencia a sus instalaciones y su presencia social. Esta situación
llama la atención, considerando que en el estado y en el municipio
de La Paz, el turismo es un sector dinámico. De esta situación surge
14
la necesidad de examinar las maneras en que se concibe la política
cultural vinculada a los museos y colecciones y su uso, a efecto de
realizar una propuesta que recupere esos espacios como mecanismo
de identidad y desarrollo locales.
En el segundo capítulo, El proceso de transformación ideológica en
Baja California Sur. Episodios en la historia de la formación de identidades
políticas, Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp
explican la construcción y reconstrucción de antiguas y nuevas
identidades políticas a partir de las transformaciones ideológicas en
una región impactada por una serie de cambios impulsados por los
distintos poderes fácticos a lo largo de la historia. Ambos aspectos,
identidades e ideologías pueden ser seguidos en su relación con los
procesos de cambio mayor y de carácter no sólo cultural sino social
y económico. Se ha hecho un esfuerzo por vincular las dinámicas de
cambio locales con las dinámicas de cambio mayores. Se ha puesto
énfasis en explicar cómo se construyen, reconstruyen y transforman
las identidades locales en relación con las ideologías políticas; cómo
la permanencia también implica una lucha y el poner en práctica
formas específicas de resistencia pero además cómo son moldeadas,
al tiempo que modifican los procesos de cambio mayor
En el tercer capítulo, El patrimonio cultural como recurso turístico
en el municipio de La Paz, Baja California Sur, Eduardo Juárez León se
refiere al uso de los recursos culturales locales en la oferta de las
agencias de turismo radicadas en la ciudad de La Paz. Las agencias
turísticas son un indicador útil de la vinculación cultura-turismo,
toda vez que fungen como enlaces directos con los visitantes. Aunque
el autor reconoce que es necesaria una investigación más comprehensiva, los resultados de su estudio muestran que sólo una mínima parte
de las agencias incluyen el turismo cultural en su oferta de servicios.
Atendiendo al desarrollo de ese segmento en otras partes del país
15
y a los recursos culturales de que se dispone en el municipio, esa
situación muestra la necesidad de consolidar una vinculación efectiva entre los sectores cultura y turismo que beneficie la inclusión
del patrimonio cultural como un recurso productivo y, por tanto, se
le reconozca su incidencia en el desarrollo regional.
En el cuarto capítulo, Migración estadounidense e identidad en
Baja California Sur, Frederick J. Conway y Alba E. Gámez abordan
la afluencia de jubilados norteamericanos (de Canadá pero especialmente de Estados Unidos) residentes en Baja California Sur y su
participación e impacto en la vida social, cultural y económica de las
localidades donde se asientan. Parte de un proceso más amplio de
migración internacional de retirados, en aumento desde la década de
los noventa, su permanencia es un tema controvertido pero a la vez
razón para el surgimiento de un espacio de interculturalidad entre
los recién llegados y los residentes locales. Los ciudadanos estadounidenses que viven en la península son diferentes entre sí en términos
socioeconómicos, respecto a sus aspiraciones de vida en México, y
en sus relaciones con sus vecinos mexicanos. Los autores sostienen
que estas consideraciones deben de tenerse en cuenta en la elaboración de mecanismos para la integración de los extranjeros, que
signifiquen beneficios mutuos para ellos y las sociedades locales.
En el quinto capítulo, Política cultural y uso social del turismo en
Los Cabos, Baja California Sur, Alexandra Sauvage, Alba E. Gámez
y Vania Castro Ramos enmarcan el crecimiento del turismo en la
zona sur del estado, a raíz de la creación, a principios de los noventa,
del centro turístico integralmente planeado (ctip) de Los Cabos. Es
éste uno de los ejemplos más recientes del turismo llamado “sol y
playa”, desarrollado mundialmente desde la posguerra. Al igual que
los otros ctip creados en México, Los Cabos ha crecido a partir de
una inversión turística enfocada al mercado de Estados Unidos y
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Canadá. La necesidad de mano obra para la construcción de los resorts
y la atención a los visitantes extranjeros ha significado un rápido
incremento de la población inmigrante que, junto a la asentada en el
lugar desde hace décadas, ha dado lugar a una sociedad pluricultural.
En este capítulo se plantea la necesidad de una política cultural que
reconozca y dé sentido a la diversidad cultural en Los Cabos para
aprovecharla como un recurso económico con fines turísticos a
través de la difusión de las tradiciones locales y aquéllas traídas por
migrantes nacionales, ambas ahora subordinadas e infravaloradas;
y, también para propiciar una vinculación más equitativa entre
la población local y flotante. Con ello se fortalecería el sentido de
pertenencia, y el intercambio cultural incidiría en el desarrollo de la
comunidad cabeña favoreciendo la armonía social, elemento esencial
en todo destino turístico.
17
Referencias
Almada, R. (2006). Juntos, pero No Revueltos. Multiculturalidad e Identidad en Todos Santos, bcs, ciesas, El Colegio de Michoacán y
Universidad Autónoma de Baja California Sur, México.
Arizpe, Lourdes (2006). Culturas en Movimiento: Interactividad
cultural y procesos globales. México, Cámara de Diputados lix
Legislatura-unam-crim-Editorial Miguel Ángel Porrúa.
Castorena, Lorella, Gámez Alba, Peña, B. Olivia y Lola Frutos
(2012). “Enfoques de género aplicados al desarrollo. Una
aproximación a las políticas de desarrollo con enfoque de
género en Baja California Sur (México)”, en Eugenio Sánchez
Alcázar (coord.), Desarrollo local y cooperación internacional,
Editum Ediciones, Universidad de Murcia, España.
Florescano, Enrique (1997). El Patrimonio Nacional de México, fce, México.
Gámez, Alba E. Antonina Ivanova y Angélica Montaño (2012). “Introducción. Turismo, sustentabilidad y desarrollo regional”,
en Alba E. Gámez, Antonina Ivanova y Angélica Montaño
(eds.), Turismo, sustentabilidad y desarrollo regional en Sudcalifornia, uabcs, La Paz, B.C.S., 9-25.
Giménez, Gilberto (2003). “La investigación cultural en México.
Una aproximación”, en Valenzuela, José Manuel (coord.) Los
Estudios Culturales en México, fce, México, 56-79.
Greffe, Xavier (1999). La gestion du patrimoine culturel, Antropos, París.
Madrid Flores, Francisco (2007). “El desarrollo de productos de
turismo urbano desde la perspectiva de la gestión pública
turística”, Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural.
27 y28 septiembre. sectur Monterrey, N. L.
Olivé Negrete, Julio César y Augusto Urteaga Castro-Pérez (1988,
coords.). inah. Una historia, inah, México.
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I
El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural en
el municipio de La Paz, Baja California Sur
Alexandra Sauvage
Este capítulo tiene como propósito analizar la relación entre turismo
y patrimonio cultural a partir del rol de los museos en el municipio
de La Paz, Baja California Sur. La importancia que esos elementos
pueden tener sobre la identidad nacional y local, y como un mecanismo de generación de ingreso para comunidades o grupos. En
Baja California Sur, los museos y las colecciones han sido insuficientemente integrados en la política cultural y en la oferta turística
regional; de lo que es muestra la escasa afluencia a sus instalaciones
y su presencia social. Esta situación llama la atención, considerando
que en el estado y en el municipio de La Paz el turismo es un sector
dinámico. Examinar las maneras en que se concibe la política cultural vinculada a los museos y colecciones, y su uso, se convertiría
en una oportunidad de recuperar esos espacios como mecanismo de
identidad y desarrollo locales.
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Turismo y patrimonio cultural
El turismo cultural, reconocido como la forma más antigua de
turismo de nuestra época moderna, ha logrado en los últimos veinte
años un éxito a nivel mundial que lo ha vuelto un elemento indispensable en los proyectos de desarrollo urbano y/o regional. Gran parte
de este apogeo se debe a la transformación de los museos: de un
mausoleo oscuro y polvoroso al borde de la extinción en la década de
1960, la institución se ha convertido en un lugar de visita obligada
durante una estancia turística.
Históricamente hablando, el turismo cultural y los museos
han sido afectados en la misma medida por el postmodernismo y
la crítica del modelo colonial. Desde el surgimiento de la historia
social y de los movimientos de minorías culturales en los años 1970,
el nuevo interés popular por la cultura llevó a percibirla como un
producto de consumo turístico. Al mismo tiempo, los museos, por
motivos tanto sociales como económicos, se acercaron a los intereses de sus públicos, quienes son su razón de existir, además de ser sus
clientes. El éxito reciente de los museos se explica por una transformación de fondo (un cambio radical de la narrativa que organiza las
colecciones en exposición), así como de forma (los museos aplicaron las reglas de marketing del turismo). Experiencias recientes en la
conceptualización y manejo de los museos en el mundo han llevado
a que los museos se tornen parte de la oferta turística, además de
permitir el uso social del patrimonio que albergan.
En Baja California Sur, un estado que tiene en el turismo a
uno de sus sectores económicos más dinámicos y da cuenta de aproximadamente 40% del producto estatal bruto (Ángeles, 2008), el
turismo de museos no figura como un elemento central ni de la política turística ni de la cultural. El municipio de La Paz contiene a la
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ciudad capital y es el sitio de mayor concentración del patrimonio
cultural de la entidad. Sin embargo, y aunque sus museos figuran
como atractivos turísticos, la generación de una dinámica de turismo
cultural a través del museo es insuficiente. Cambiar esto podría servir a la región en varios niveles: como elemento de identificación de
la población local con su región de manera interactiva y como consumo de un producto local tanto para los turistas, nacionales y no
nacionales, como para los residentes norteamericanos que vienen a
pasar el invierno en el municipio.
Como indican Gámez et al. (2006), en ese sentido es de mencionar que durante un largo periodo de tiempo la vocación turística
de Baja California Sur se concentró en el municipio de La Paz y,
más específicamente, en la ciudad del mismo nombre. En este lugar,
el desarrollo de las empresas consideradas turísticas como hoteles y
restaurantes se vio ligado a la calidad de zona libre, la cual generó
un mercado dinámico a su amparo y atrajo un flujo creciente de
mexicanos del macizo continental, ante la oportunidad de comprar
productos importados de difícil adquisición en el interior por los
altos aranceles. La Paz, también beneficiada por su condición de ciudad capital, se convirtió en el destino turístico de mayor importancia
en el estado. Sin embargo, pese a que la zona libre se mantuvo, en
los años siguientes el turismo en La Paz continuó su declive relativo,
lo que se puede explicar fundamentalmente por tres elementos. Por
una parte, las devaluaciones del peso en 1976 y 1982, y su depreciación diaria con relación al dólar en los años siguientes, menguaron
sistemáticamente la afluencia de visitantes nacionales, grupo que
más alimentaba el turismo paceño.1
1 Entre 1982 y 1983 cerraron 11 hoteles, 8 de ellos en La Paz, que tenían
21
Por otro lado, la apertura comercial con la firma del Acuerdo
General sobre Aranceles y Comercio (gatt), que permitía obtener
mercancías importadas en el macizo continental, a partir de 1985
redujo la afluencia de connacionales a La Paz. Un tercer factor fue
la consolidación en el estado del proyecto federal que impulsaba la
formación de los centros turísticos integralmente planeados (ctip)
de los corredores turísticos de Loreto-Nopoló y de San José del
Cabo-Cabo San Lucas. Paradójicamente, aunque el turismo se ha
convertido en un sector relevante para la economía de Baja California Sur, y ha contribuido a que el sector servicios dé cuenta de más
de 70% del producto interno bruto estatal (inegi, 2004), el municipio de La Paz ha quedado a la zaga con relación al de Los Cabos.2 El
patrón de crecimiento basado en turismo de sol-playa en el municipio de Los Cabos no se ha repetido completamente en el de La
Paz, pese a que empieza a tener similitudes. Atendiendo a que ese
modelo de crecimiento turístico ha tenido impactos negativos sobre
los recursos naturales como en el caso del agua y el bienestar de las
comunidades rurales y pesqueras aledañas, así como en la conformación de la identidad regional, y dado que el turismo es un sector
altamente dinámico, fortalecer los recursos culturales que significan
los museos permitiría diversificar la oferta turística a la vez que contribuiría a una mayor cohesión social local.
como características ser pequeños y de baja categoría, lo que los hacía albergue para los
nacionales que venían a la compra de importaciones (Ivanova y Sermeño, 1987:17).
2 La dinamización de la economía cabeña como producto del desarrollo de la
actividad turística se circunscribe al espacio entre dos puntos principales: las ciudades
de San José del Cabo y de Cabo San Lucas, entre las cuales se forma el Corredor Turístico, que da vida al centro turístico integralmente planeado de Los Cabos. Extensiones
de esta concentración se dan en la Costa Este, aunque ahí se sigue el mismo patrón en
pequeña escala.
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Turismo cultural y museos: el mercado de la curiosidad
“Sin la cultura no se explica el turismo” (sectur, 2008: 4). El resumen ejecutivo sobre turismo cultural en México publicado por la
Secretaría de Turismo refleja fielmente las más recientes conclusiones de las instituciones y organizaciones internacionales relacionadas
con el turismo. La omt define el turismo cultural como “aquel viaje
turístico motivado por conocer, comprender y disfrutar el conjunto
de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social de
un destino específico” (ídem: 5). La amplitud de la definición revela
en primer lugar la dificultad en aprehender lo que el turismo cultural abarca dentro del marco de la industria turística, a tal punto que
el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (icomos) concluyó
diciendo que el concepto “significa tantas cosas para tanta gente, que
allí reside su fuerza y su debilidad” (McKercher, 2002: 3). ¿Por qué
tanta dificultad cuando el turismo cultural es unánimemente reconocido como la forma más antigua del fenómeno turístico?
Una explicación probable es que nos limitamos a una definición
eurocentrista del turismo y su existencia como práctica socioeconómica. Por lo general, se ubican los orígenes del turismo recreativo
con el ‘Grand Tour’ de los aristócratas occidentales del siglo xviii, el
cual proviene de las peregrinaciones religiosas medievales y luego se
amplifica con la industrialización y el desarrollo de los transportes.
De allí, las actividades culturales que motivan a los turistas incluyen
“sitios arqueológicos, museos, castillos, palacios, edificios históricos, edificios famosos, ruinas, arte, esculturas, artesanías, galerías,
festivales, eventos, música y baile, artes folklóricos, teatro, ‘culturas primitivas’(sic), subculturas, comunidades étnicas, iglesias” y sus
equivalentes (McKercher, 2002: 5). Pero, notan Mckercher y Du
23
Cros, la motivación sola resulta insuficiente para explicar de manera
satisfactoria el obvio entusiasmo por conocer otras culturas. Si bien
presienten un factor fuera de consideraciones socioeconómicas, que
llaman “aspiración” (ídem: 4), no logran brindar una respuesta más
precisa. Allí la antropología resulta ser un mejor apoyo para entender
lo que sostiene este impulso que en otras ocasiones llamamos curiosidad, del latín curiositas “deseo de conocer”, palabra que a su vez viene
del latín cura ‘preocupación’, ‘interés’ (cnrtl, 2008).
Para el antropólogo Erve Chambers, esta visión del turismo
como producto de la expansión colonial occidental es una distorsión
de nuestro entendimiento de su existencia como fenómeno global.
Si bien el impacto de la hegemonía occidental sobre el desarrollo
del turismo es indubitable, considerar la actividad humana como el
producto de la conquista por las riquezas y el poder es reductor. Por
lo tanto, asociar el turismo recreativo exclusivamente con la expansión del capitalismo y el crecimiento de la clase media occidental,
lo es también (Chambers, 1999: 5). Esta distorsión es debida principalmente al tipo de información que usamos como fuentes: los
movimientos de los pueblos autóctonos son mejor rastreados por las
trazas dejadas por el comercio de bienes tangibles (no hay forma
de conocer razones que no dejaron huellas); mientras que el registro de
los viajes europeos fuera de Europa está basado en general por los
diarios de la élite política y económica, y reflejan sus intereses específicos (ídem: 6). Los trabajos de la antropóloga Mary Helms sobre
las élites y su poder a través de las culturas y del tiempo señalan dos
cosas. En primer lugar, es la búsqueda del conocimiento, más que
de la riqueza material, lo que ha nutrido la propensión al viaje; los
grupos humanos siempre han tratado de poseer los saberes profanos
y espirituales que existen más allá de sus fronteras. La segunda es que
el viaje aparece “como una expresión de la individualidad y un deseo
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de libertad de las restricciones sociales”, motivos que siguen expresados en varias de las formas de viaje hoy (ídem, 6). Mientras el primer
aspecto parece confirmar la sensación de “aspiración” evocada por
Mckercher y Du Cros, el segundo está directamente relacionado con
la etimología de la palabra turismo mencionada en la introducción. El
turismo resultaría entonces de una gran tradición humana que radica
en la naturaleza curiosa y móvil del ser humano, y no es una práctica exclusivamente occidental. Un ejemplo en la cuenca del Pacífico
es el de Japón: Kanzaki Noritake ha rastreado las características del
turismo japonés moderno en las convenciones de viajes del siglo xvii,
cuando guías profesionales llamados oshi organizaban viajes religiosos, pero también de aventuras y ocio más de un siglo antes de que
Thomas Cook estableciera la primera agencia de viajes moderna en
Europa. Esas características se encuentran todavía hoy y son visibles
al ojo occidental —la tradición de viajar en grupos compactos, el
gusto por el souvenir, la propensión a fotografiar lo que visitan— justamente porque traducen una forma de viajar heredada culturalmente
y con la cual los europeos no se pueden identificar (ídem, 6). Tanto el
souvenir como la fotografía son aspectos claros de la curiosidad que
motiva el viaje fuera de sus fronteras por algo diferente a lo conocido
y, aun sea de manera simbólica, la voluntad de apropiárselo.
De igual manera, los museos sólo pueden ser entendidos por
la naturaleza curiosa y móvil del ser humano, y no es ninguna coincidencia si el encargado de cuidar los objetos del museo se llama
en inglés curator y en español curador, recordando la raíz latina del
interés por cuidar lo que fue colectado. El museo moderno, al contrario del turismo, sí es plenamente una institución occidental3
3 Lo diferenciamos del coleccionismo, que sí es una práctica universal, y que
25
que se desarrolló con el descubrimiento de culturas ‘lejanas’, tanto
geográficamente (la conquista de América) como en el tiempo (el
redescubrimiento de la Antigüedad en el Renacimiento italiano).
Espacio privado con el elocuente nombre de “gabinete de curiosidades”,4 los nobles colocaban allí sus colecciones privadas. Los objetos
eran generalmente clasificados en tres secciones, las cuales luego
darían lugar a los diferentes tipos de museos: naturalia (con elementos que pertenecían al reino animal, vegetal y mineral), artificialia
(las creaciones del hombre occidental: pinturas, esculturas, pero
también armas, astrolabios y telescopios) y exóticas (lo que provenía
de países lejanos, tanto naturales como manufacturados, y que parecían raros al ojo europeo).
Los cambios radicales del siglo xix, de los cuales se destaca
el advenimiento del Estado-nación, llevaron progresivamente a
una nueva organización societal que da prioridad a los valores de la
burguesía. El gabinete privado se transforma entonces en un lugar
público cuyo objetivo es dar a conocer la grandeza del genio y del arte
de la nación, y toda nación que se respete debe de tener su museo
(Hooper Greenhill, 2000). Los museos de bellas artes y de ciencias
tienen a su cargo la sensibilización de los nuevos ciudadanos sobre la
necesidad de la unidad nacional, y contribuyen al desarrollo de un
sentido agudo del patriotismo; mientras que los museos de ciencias
(naturales y tecnológicas) tienen un papel esencial en el despegue de
sigue existiendo hoy. El coleccionismo no procedería de una curiosidad por conocer
sino por una necesidad de reorganizar el mundo según un orden propio. El origen de
este análisis reside en el texto de Benjamin (1968).
4 Studioli, cuarto de maravillas o gabinete de curiosidades son los tres nombres que fueron utilizados a través de Europa para designar este espacio de exposición
(ver Mauries, 2002).
26
la ciencia moderna y en la legitimización de los imperios coloniales,
tanto en Europa como en los países colonizados, contando la historia gloriosa de los conquistadores, sus tecnologías, sus estrategias
militares y sus victorias (Bennett, 1995). México tiene un camino
similar: la creación de museos también se da a finales del siglo xviii,
con colecciones prehispánicas, naturales y artísticas. El propósito
del Museo Nacional Mexicano, establecido en 1825, es el de concentrar antigüedades de “utilidad y lustre nacional” bajo la custodia del
Estado: a partir de esta fecha “las piezas del pasado fueron consideradas como nacionales, en un sentido político, geográfico y cultural, y
utilizadas por las diferentes administraciones como elementos indispensables para sus programas de gobierno” (Rico Mansard, 2004:
68). Lo que había empezado como curiosidad personal encuentra un
uso oficial a través de una política cultural de formar a los ciudadanos
dentro del marco político y socioeconómico de las jóvenes naciones.
Si desde esa época el museo y el turismo cultural comparten
el ámbito de dar a conocer el patrimonio, tanto a los nuevos ciudadanos como a los visitantes extranjeros, el propósito común sólo está
explícito en la tendencia general de glorificar a la nación y suscitar la
admiración de las fuerzas europeas imperiales. En este sentido, los
eventos que asimilan los conceptos de exposición y turismo en una sola
entidad son las exposiciones universales. A partir de la primera, en
Londres en 1851, y hasta la segunda guerra mundial, hubo más de 25
exposiciones coloniales en Europa, Estados Unidos y Australia, atrayendo millones de visitantes, hecho excepcional al principio del siglo
xx (Hodeir, 1999). Tanto los objetos etnográficos como las invenciones
tecnológicas fueron luego conservadas por los museos y constituyeron
sus colecciones permanentes, muchas veces hasta el día de hoy.
Con el declive de los imperios y el impacto psicológico de la
segunda guerra mundial, la relación de las poblaciones con el patri27
monio cultural cambia radicalmente. Los occidentales pierden interés
en la glorificación del Estado-nación, volviendo obsoleto el objetivo de los museos y vaciando de gente las salas de exposición. En la
búsqueda de ubicar su historia personal dentro del movimiento de
mundialización sobresale tanto la importancia del papel social del
patrimonio cultural como su vulnerabilidad. De esta evolución de lo
nacional a lo individual y a lo comunitario en los años 1960 y 1970
surge la historia social y el reconocimiento de las minorías culturales, tendencia que va a tener un impacto tanto en los museos como
en el turismo. Los museos reposicionan progresivamente su papel
dentro de la sociedad: por motivos tanto sociales como económicos se acercan a los intereses de sus públicos, quienes son su razón
de ser, además de ser sus indispensables clientes. Proponen exposiciones que valorizan historias regionales e historias de minorías
culturales, modificando así su función de representación, mientras
surgen los ecomuseos, los cuales relacionan estrechamente la cultura con el entorno natural. Más que servir al patriotismo nacional,
el museo se sirve de su fuerte reconocimiento social como institución altamente prestigiosa para valorizar las historias de los grupos
culturales que expone, confiriéndoles un valor social positivo dentro
del marco nacional (McIntyre y Wehner, 2001). Esta nueva museología que se desarrolla a partir de los años 1980 también integra nuevas
estrategias de comunicación a través de sus exposiciones, posicionando el museo no como el almacén del patrimonio cultural local
y extranjero, sino como un medio de comunicación gracias al cual
los visitantes pueden reflexionar sobre su propia historia, cultura y
entorno, respondiendo así a las exigencias de sus públicos.
El turismo cultural empieza a ser reconocido como una
categoría especial también a finales de los años 1970, cuando los
investigadores y los vendedores del sector turístico se dan cuenta
28
que una parte no prescindible de los turistas viajan con el propósito
específico de tener un entendimiento más profundo de la cultura
o del patrimonio del destino seleccionado. Si bien al principio se
trataba de un nicho en el mercado, constituido por la parte más
educada de los viajantes, el factor cultural se impone como un
elemento indispensable de las vacaciones, ya que más y más turistas
quedan insatisfechos de la formula ‘sol y playa’ para estancias más
largas. Pero es con la fragmentación del mercado en los años 1990
que el turismo cultural se establece como una actividad del mercado
de masa de alto rendimiento (McKercher, 2002:1) —aprovechando
el impulso natural del ser humano por conocer— para transformarlo
en una de las actividades más lucrativas del sector.
Este éxito por parte del turismo especializado en la cultura
lleva a las instituciones culturales a integrar las estrategias de mercado de éste por varias razones. En primer lugar, los museos están
concientes de que el declive nacional también significa una baja de
sus recursos financieros tradicionales y la necesidad de diversificar
sus fuentes de patrocino. En segundo lugar, los gobiernos occidentales los usan como instrumento de regeneración urbanística
y social, a través de la renovación, construcción y/o ampliación
de sus museos y galerías, al punto de que “durante las décadas de
1980 y 1990 la variedad de experiencias museísticas es inagotable”
(Bellido Grant, 2001: 192). Así, “el museo se convierte en un elemento activo para el desarrollo, ligado al sector servicios en el que
la hostelería, la promoción cultural y el consumo permiten generar
numerosos puestos de trabajo y hacer socialmente rentable la creación de infraestructuras culturales” (ídem: 203). En tercer lugar y a
consecuencia de lo anterior, los turistas internacionales constituyen
una parte cada vez más considerable de su mercado. Esto obliga a
los profesionales del museo a organizar sus exposiciones de modo
29
que sea fácilmente digerible para el consumo turístico, y a promover
una serie de servicios complementarios que provienen directamente
del sector turístico: asegurar que la visita sea una experiencia grata
y confortable a través del uso del espacio museístico para tiendas,
librerías, mediatecas y restaurantes de calidad dentro del museo.
El conjunto de estos factores lleva a los museos a convertirse en un
aspecto importante del turismo cultural y un recorrido indispensable en la subcategoría de turismo urbano.
El ámbito compartido de vivir de la preservación del patrimonio para su consumo vuelve los papeles del museo y del turismo
cultural más similares. Las dos entidades siguen trabajando todavía
en paralelo, más que en conjunto. Sin embargo, mientras el museo
ha copiado las estrategias de mercado del turismo, este último ha
entendido también el valor agregado de la institución en su oferta
cultural: la transformación exitosa de los museos en lugares que
mezclan educación y diversión resultando ser una fórmula adecuada
a los productos de lo que se ha vuelto, para ambos, un verdadero
mercado de la curiosidad.
Turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz,
Baja California Sur: el rol del museo
Los usos de los museos como recurso turístico y patrimonial en el
municipio de La Paz, Baja California Sur, podrían tener una alta
incidencia sobre la identidad nacional y local, así como representar
un mecanismo de ingreso para comunidades o grupos. Sin embargo,
los museos y las colecciones han sido insuficientemente integrados
en la política cultural y en la oferta turística regional, como muestra
la escasa afluencia a sus instalaciones y su presencia social. Esta
30
situación llama la atención, considerando que en el estado y en el
municipio de La Paz, el turismo es un sector dinámico pero poco
desarrollado. Por ello es necesario examinar las maneras como se
concibe la política cultural vinculada a los museos y colecciones, y
su uso, a efecto de poder servir para recuperar esos espacios como
mecanismo de identidad y desarrollo locales.
El turismo cultural, reconocido como la forma más antigua
de turismo de nuestra época moderna, ha logrado en los veinte
últimos años un éxito a nivel mundial que lo ha vuelto un elemento
indispensable en los proyectos de desarrollo urbano y/o regional.
Gran parte de este apogeo se debe a la transformación de los museos:
de un mausoleo oscuro y polvoroso al borde de la extinción en la
década de los 1960, a una institución convertida en un lugar de visita
obligada durante una estancia turística. Históricamente hablando, el
turismo cultural y los museos han sido afectados en la misma medida
por el postmodernismo y la crítica del modelo colonial. Desde el
surgimiento de la historia social y de los movimientos de minorías
culturales en los años 1970, el nuevo interés popular por la cultura
llevó a percibirla como un producto de consumo turístico. Al mismo
tiempo, los museos, por motivos tanto sociales como económicos,
se acercaron a los intereses de sus públicos, quienes son su razón de
existir, además de ser sus clientes.
La renovada y reciente presencia de los museos se explica
por una transformación de fondo (un cambio radical de la narrativa
que organiza las colecciones en exposición) y de forma (los museos
aplicaron las reglas de marketing del turismo). A partir de experiencias recientes en la conceptualización y manejo de los museos en el
mundo, este proyecto surgió con el propósito de analizar el rol de
los museos como parte de la oferta turística, así como el uso social
que se hace del patrimonio que alberga. Se definió al municipio de La
31
Paz, en el estado de Baja California Sur, como el espacio geográfico
de estudio. Lo anterior se debe a que esta región contiene a la ciudad
capital, sitio de la mayor concentración del patrimonio cultural de la
entidad y a que, adicionalmente, los museos se han utilizado en sus
subregiones como atractivos turísticos en un estado que tiene en el
turismo a su sector económico más dinámico. El sentido era aportar
elementos para la generación de una dinámica de turismo cultural
a través del museo, que podría servir a la región en varios niveles:
como elemento de identificación de la población local con su región
de manera interactiva y como consumo de un producto local tanto
para los turistas, nacionales y no nacionales, y para los residentes norteamericanos que vienen a pasar el invierno en el municipio, el cual
integra a 60% de sus habitantes, así como la mayor infraestructura del
estado que busca posicionarse mejor en el mercado turístico estatal.
Los museos del municipio de La Paz: posibilidades y
beneficios de su uso económico y social
En el estado son escasos los estudios que presenten de manera explícita e interdisciplinaria explicaciones sobre las causas y los efectos
del estado de las políticas culturales y su relación con los proyectos de crecimiento económico. La identificación de oportunidades
viables para la integración y fortalecimiento de los museos en la
conformación social y económica del municipio, a través de su vinculación con el sector productivo, es aún una tarea pendiente.
La ciudad de La Paz y su municipio cuentan con cinco lugares
que tienen la denominación de “museo”. Sin embargo, el único que
cuenta con las actividades comúnmente reconocidas en el ámbito
museístico y que le dan todo su sentido a la institución, de recolec32
ción, conservación, análisis y exposición es el Museo Regional de
Antropología e Historia (mrah). Los demás lugares, si bien son espacios de exposiciones o de conservación y estudio, no cuentan con
el conjunto de dichas actividades al momento de la investigación y,
por lo tanto, resultó imposible integrarlos a la investigación que va
dirigida a un uso turístico y de política cultural. No obstante ello, el
Museo Comunitario de la Ballena Prof. César Piñeda y el Museo de
Historia Natural de la Universidad Autónoma de Baja California Sur
podrían, con inversión de recursos financieros y humanos, volverse
lugares de alto interés para el sector turismo, además de la comunidad local y científica. El último museo que se identificó en La Paz
fue el Museo Postal, que se ubicaba en el antiguo edificio de correos,
pero que no está activo al cierre del proyecto de investigación.
Para evaluar el grado de identificación de los museos por la
población local se realizaron acercamientos al azar en el centro de
la ciudad. Los resultados muestran que se identifica más fácilmente
al Museo de la Ballena, por ubicarse dentro del Unidad Cultural
Profesor Jesús Castro Agúndez, donde toma lugar una gran parte de
la oferta cultural de la ciudad, así como por su arquitectura única en la
región. El mrah, pese a su importancia institucional, muy pocas veces
está identificado inmediatamente por la población, y sólo les viene en
mente después de algún tiempo de reflexión, lo cual es revelador del
lugar que ocupa en la vida colectiva en comparación de la Unidad
Cultural Profesor Jesús Castro Agúndez. Sin embargo, el museo es
el único que ha podido recibir grupos de turistas, proviniendo de
cruceros de manera suficientemente constante para proveer una base
de estudio pertinente, además de contar con su rango institucional.
Una explicación de lo anterior, que se puede aplicar a todos
los museos antes mencionados, es que el sector turístico no los usa
porque no se adecuan a sus necesidades. Las empresas turísticas
33
necesitan contar con un espacio suficientemente amplio para recibir
grupos, con constancia en horarios y días de apertura, y con una
presentación atractiva según los criterios de sus clientes. El único
museo en responder a esos criterios es el mrah aunque no de manera
totalmente satisfactoria, ya que el edificio no cuenta con elevadores y las mismas escaleras resultan estrechas para grupos mayores de
30 personas; para los turistas que no hablan español no hay traducción de las explicaciones, lo que evita que se enteren del valor de los
artefactos e historias narradas. En el caso de la empresa Limbladt,
especializada en cruceros prestigiosos con guías de historia natural
y cultural altamente capacitados —y por lo tanto la empresa más
interesada en usar el museo como parte de su recorrido— tuvo que
abandonar la idea por el perfil de sus clientes, mayores de edad y con
movilidad parcialmente reducida.
Resultados más refinados del análisis identificaron otros obstáculos que tiene el museo para desarrollar un papel constructivo dentro de una política cultural estatal, pero que podrían ser fácilmente
rebasados, ya que tienen que ver con la información presentada.
El Museo Regional de Antropología e Historia, inaugurado en
marzo de 1981 y ubicado en el centro histórico de la ciudad capital
de La Paz, pretende explicar “el desarrollo cultural de este rincón
del país”, como lo estipula el Instituto Nacional de Antropología e
Historia (inah, institución federal de la que depende el mrah) en su
presentación del museo (inah, 2008). Con 800 metros cuadrados
de museografía, cuenta con colecciones paleontológicas, arqueológicas e históricas muy valiosas tanto a nivel regional como a nivel
mundial, ya que su acervo de fósiles atestigua una diversidad natural
de sesenta millones de años, y el de objetos arqueológicos da cuenta
de la presencia humana en la isla Espíritu Santo (frente a La Paz y
34
registrado como patrimonio mundial de la humanidad) fechada en
aproximadamente cuarenta mil años.
Pocos museos en el mundo, grandes o pequeños, pueden presumir tal patrimonio. Lamentablemente, la originalidad del mrah
y la calidad de sus colecciones no están valoradas como se merecen, y es obvia la ausencia de una política cultural que permita a
la institución ocupar su función de enlace entre la población local
y la externa (sean turistas o emigrantes, nacionales o extranjeros).
Mientras el potencial del museo es indudable —tanto por su espacio
como por su contenido— la carencia de apoyo político y económico
se nota en la penuria de recursos museográficos contemporáneos
básicos comunes, como fichas multilingües a la entrada de cada sala
y material audiovisual que complementen las colecciones.
Las explicaciones que acompañan los objetos reflejan el discurso
museográfico de la época de su apertura, es decir, dan un enfoque
regional pero previo al de la transformación que los museos conocieron
desde los años 1990 y que los distancia de la narrativa eurocentrista.
Por estas razones, la experiencia de la visita resulta casi siempre frustrante para los turistas, quienes representan más de la mitad de los
visitantes: los turistas constituyen 55% de los visitantes: 25% provienen del turismo nacional y 30% del turismo extranjero. Mientras
están dispuestos a conocer algo diferente, la falta de una coherencia
explícita en el hilo conductor que guía las exposiciones no les permite
entenderlo en su justo valor. Acostumbrados a una museografía renovada desde hace diez años, los turistas ya no pueden identificarse con
la presentación obsoleta de los eventos que hacen la historia y la cultura del estado; en vez de entender por qué el estado cuenta con tres
sitios clasificados como patrimonio mundial, se quedan con la sensación errónea de que en Baja California Sur hay poca cultura.
35
El apoyo de una política cultural proviniendo del estado
podría fácilmente remediar estas carencias y facilitar los cambios
que el museo necesita para asegurar a los turistas una experiencia
museística satisfactoria y que posicione a la institución en la ciudad
de manera más interactiva, por ejemplo a través de la herramienta
clásica y siempre exitosa del “café del museo”. Ya que la cultura local
sea valorada, una buena parte de su financiamiento puede provenir
del propio consumo de la cultura y de sus productos derivados.
La valoración del museo y de su papel de enlace es fundamental
por la ubicación fronteriza de Baja California Sur y la intensidad
de los flujos humanos —que llevan con ellos sus flujos culturales
respectivos— entre las Californias mexicanas y la estadunidense.
Aquí también los datos encontrados por la Secretaría de Turismo
sobre la viabilidad del turismo cultural para el desarrollo es
ilustrativa del papel que el turismo cultural puede tener en la entidad.
Esto es así, sabiendo que el viaje que incorpora una vertiente cultural
es en promedio más largo que las estancias de sol y playa e implica
un consumo más importante de los productos locales: “En cuanto
a los turistas internacionales, el mercado principal por volumen de
personas es el de Estados Unidos. El movimiento fronterizo tiene un
elevado componente cultural en las actividades que desarrollan los
visitantes” (sectur, 2007: 8).
Los resultados de sectur acerca del consumo de los turistas
estadunidenses indican que:
a) Los hogares estadounidenses encabezados por parejas de
baby boomers (edades 35-54) fueron durante 2003 los más propensos
a participar en actividades culturales, que representa 41% del
total de viajes culturales. Sin embargo, la tendencia apunta hacia
36
viajeros culturales progresivamente más jóvenes y de mayor nivel
socioeconómico y educativo.
b) La tercera parte de los viajes culturales estadunidenses es
realizada por familias con un ingreso superior a 75 mil dólares
anuales.
c) 54.5% del total de viajeros internacionales estadunidenses
percibe a México como un destino con “cultura distintiva”, y este
número se incrementa a 58% en el segmento que ya ha realizado
algún viaje de placer a México dentro de los tres años previos
(Behnsen, 2007).
El estado de Baja California Sur dispone de un alto potencial
para articular una política cultural que integre el turismo cultural
al desarrollo regional, ya que los turistas que más llegan a la media
península, por más que vengan por motivos diferentes a la cultura
local, se encuentran dispuestos a consumir productos culturales.
Allí el museo podría asegurar un enlace constructivo entre las
comunidades local y la estadunidense (y la canadiense, cada vez
más importante). La relación de cercanía geográfica tiene un fuerte
impacto en los modos de vida locales: la dinámica que resulta de este
impacto puede resultar destructiva o constructiva para la identidad
cultural local, según se dé el manejo del patrimonio. Sin valoración
del patrimonio y política de identificación con él, es probable que
la identidad local sea absorbida por las prácticas del grupo exógeno
dominante económicamente.
Lo anterior tiene como consecuencia la generación de sentimientos de pérdida de identidad, frustración frente al desequilibrio
de poder económico y el desarrollo de un sentimiento de enemistad
hacia los grupos exógenos, incluyendo a los turistas. Al revés, una
37
política cultural activa en el fortalecimiento de la identificación con el
patrimonio genera un bienestar local, actividades económicas relacionadas con la cultural local que benefician a la población y promueve
la aceptación de parte del grupo endógeno a través de su interés en
compartir su patrimonio. ¿Qué institución además del museo es
más apropiada para tal papel? El rol educativo del Museo Regional
de Antropología e Historia es una parte esencial de su aporte, ya que
30% de sus visitantes proviene de las escuelas de educación básica
paceñas; sin embargo, tiene que extenderse a la población local adulta
que nada más constituye 15% de los visitantes del museo.
La diferenciación de este museo con los de otras partes de
México y de su aporte son, por ejemplo, que los pueblos autóctonos
locales eran nómadas y tenían un extraordinario conocimiento de
su entorno (aspecto exitoso de las culturas aborígenes de Australia);
así como beneficiarse de que en esta región surgió la primera
California. Esto último puede ser de interés tanto para la población
local, nacional, estadounidense e internacional, ya que la mayoría
de los europeos (y posiblemente de otros continentes también)
sólo conocen la California de Estados Unidos. Estos son apenas
dos muestras de cómo Baja California Sur podría aprovechar el uso
sustentable de su patrimonio cultural, y el aporte mayúsculo que su
institución museística principal puede dar al estado, aun cuando no
tenga el renombre de museos más grandes y famosos.
Incluso los museos pequeños pueden contribuir con su
participación en la prolongación de la estancia turística de los visitantes de una región cualquiera, por ello los directores de los
museos deben explicar a los líderes políticos y empresariales el
significado del papel turístico que representa el museo.
38
La cooperación entre los museos y la industria turística es, en
consecuencia, de vital importancia para ambos (…) El turismo
tiene distintas motivaciones —negocios, compras, deporte,
encuentros familiares…— siendo entre ellas la cultural una de las
más fuertes, pudiéndose combinar fácilmente con cualquiera de
las demás. Por ello es tan importante que los museos encuentren
la forma de situarse como parte de la industria turística (Lord y
Dexter Lord, 2005: 72).
Las líneas de acción para el desarrollo de una política cultural
que integre la cultura como parte del turismo sustentable en su ámbito de desarrollo regional implican la coordinación interinstitucional
para la concertación de acciones, la inversión en infraestructura y
fortalecimiento tanto de capacidades locales como de promoción
y de difusión para la recepción de los turistas. También implican
la investigación y el mapeo del segmento cultural como nicho de
mercado en Sudcalifornia. Asimismo, el estado de Baja California
Sur entraría en los ámbitos nacionales trazados de manera ideal en
el Programa Sectorial de Turismo 2007-2012, el cual distinguía
ocho objetivos. Mientras el segundo de ellos abarcaba la importancia del desarrollo regional, definido como (sectur, 2007):
El potencial de los recursos culturales y naturales y su capacidad
para transformarse en oferta turística productiva, creando servicios
y destinos competitivos, dando opciones de desarrollo y bienestar
para los individuos de las comunidades receptoras urbanas, rurales
y costeras, así como para las empresas sociales y privadas.
El tercer objetivo menciona la promoción y la fortaleza de la
identidad regional. En ambos, el papel del museo como enlace entre
39
los desafíos, tanto locales como globales, que esperan a la cultura de
Baja California Sur dentro de su proyecto de desarrollo, tiene toda
su pertinencia.
En términos de desarrollo cultural, los diez últimos años han
sido testigos de un cambio visible en el inicio de una política que
busca articular el patrimonio cultural con el turismo. En general,
puede constatarse un mejor uso socio-económico del patrimonio
cultural a través de la renovación y la construcción de edificios para
valoración y uso patrimonial en todos los municipios del estado y,
en particular, dentro del centro histórico de La Paz; lo que refleja
su importancia tanto a nivel social (población local y turistas) como
a nivel económico (sectores de la construcción y del turismo). De la
misma manera, es de hacer notar que el Plan Estatal de Desarrollo
2005-2011 (ped) integró plenamente las vertientes actualizadas de la
definición de lo que es la cultura en la era globalizada, de sus fines
de desarrollo mencionados en el apartado anterior y de los retos que
significan para Baja California Sur en el siglo xxi. El ped presenta al
sector cultura como:
Un recurso que impulsa nuestro desarrollo, en un tiempo en que la
entidad vive importantes transformaciones económicas, políticas
y sociales, en el marco de la transición nacional y de un acelerado
proceso a nivel internacional y [en el cual], de no aplicarse políticas
públicas correctas, puede resultar seriamente afectado (Gob. bcs,
2005).
Esta visión de la cultura integrada al desarrollo humano y
económico también se nota en la misión que se propuso el gobierno
del estado en materia de cultura en el sexenio 2005-2011:
40
Convertir la entidad en un región de pleno desarrollo cultural a nivel
nacional, que fortalezca las actividades económicas y fundamente
la formación integral de los sudcalifornianos [conjuntando] los
esfuerzos de los tres niveles de gobierno, el sector educativo, la
comunidad artística y cultura, y la iniciativa privada (ídem).
Lo anterior lleva progresivamente a una ampliación de la
oferta cultural y una mejor visibilidad del patrimonio cultural
mediante propuestas de nuevos elementos patrimoniales. El ejemplo
más representativo de esta tendencia es el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares, que desde el 13 de septiembre de 2010
ha abierto sus puertas en la reconstruida antigua Casa de Gobierno
en el centro histórico, y que ha sido muy dinámico en sus propuestas
de exposiciones, seminarios y demás actividades culturales.
Dicha situación hace particularmente favorable el desarrollo del mrah como interfase privilegiada entre el sector turismo y
la entidad, mediante un uso integrado de su patrimonio cultural.
Esto es un buen inicio para rebasar el principal reto percibido en
la entidad, que es una subutilización del sector cultura por falta de
su reconocimiento como palanca de desarrollo regional. Los órganos existentes que son el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y el
Museo Regional están subutilizados y no brindan los servicios culturales de manera adecuada tanto a nivel social (educativo) y económico (turístico). Existe el riesgo que pase lo mismo con los nuevos
recintos culturales que son el Centro Cultural La Paz y el Centro de
Artes, Tradiciones y Culturas Populares, ya que, al momento de la
investigación (2010), no existían los programas ni los presupuestos
adecuados para financiar las actividades para los cuales fueron creados. Considerando lo anterior, es altamente recomendable realizar
41
un diagnóstico del aprovechamiento de los recursos culturales del
estado y del Instituto Sudcaliforniano de Cultura, del cual depende
el mrah (en conjunto con el inah) para el desarrollo de una política
cultural estatal adecuada.
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———— Resumen Ejecutivo del Estudio Estratégico de Viabilidad del
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en: http://www.sectur.gob.mx/wb/sectur/sect_Turismo_
Cultural, (30.06.12)
44
II
El proceso de transformación ideológica en Baja
California Sur. Episodios en la historia de la formación
de identidades políticas
Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp
El presente capítulo se propone explicar cómo se construyen y
reconstruyen antiguas y nuevas identidades políticas a partir de las
transformaciones ideológicas en Sudcalifornia, una región impactada por una serie de cambios impulsados por los distintos poderes
fácticos a lo largo de la historia.
Ambos aspectos, identidades e ideologías pueden ser seguidos
en su relación con los procesos de cambio mayor y de carácter no
sólo cultural sino social y económico. Se ha hecho un esfuerzo por
vincular las dinámicas de cambio locales con las dinámicas de cambio mayores. Se ha puesto énfasis en explicar cómo se construyen,
reconstruyen y transforman las identidades locales en relación con
las ideologías políticas; cómo la permanencia también implica una
lucha y el poner en práctica formas específicas de resistencia, pero
además cómo son moldeadas a la vez que ellas modifican los procesos
de cambio mayor.
45
La ideología como concepto
Como señala Bauman (2003) algunas palabras, además de estar
dotadas de significado, también producen sensaciones: la ideología
es una de ellas. Se trata de un concepto cargado, al menos, con dos
significados diferentes. Por un lado, la vemos como falsa conciencia;
por otro, la pensamos como la forma de ver, entender y proyectar
el mundo, como la lente que nos permite aprehender el contexto
en el que vivimos y al cual pretendemos conservar o transformar a
través de las prácticas y las representaciones sociales. Con base en lo
anterior sugerimos que la ideología es la transpiración de la cultura,
pues la expelemos a través de todos los discursos que emitimos, seamos o no conscientes de ello.
De acuerdo con Eliseo Verón (1998) lo ideológico no es el nombre de un tipo de discurso, sino el nombre de un aspecto inherente
a todos los discursos que se producen en una sociedad. En efecto,
al acercarnos a lo social nos topamos con “paquetes textuales”, es
decir, conjuntos compuestos por una pluralidad de maneras significantes: escritura-imagen, escritura-imagen-sonido, imagen-palabra,
etcétera, construidos con el fin de encaminar el destino de los grupos sociales no precisamente hacia el logro de sus anhelos, sino al de
quienes detentan el poder en cada época.
En la Edad Media el centro de los afanes y de los valores era la
Iglesia. Los sacerdotes determinaban desde el púlpito la conducta de
la sociedad partiendo del pecado y la condena. En el Renacimiento
Maquiavelo y después Hobbes en la Ilustración instauran el poder
del Estado, con éste último se consolida el absolutismo en el que la
ideología giraba en torno del soberano. En el siglo xviii, Holvach y
Helvetius consideraban que la religión ya no constituía un poder espiritual integrador de la sociedad, sino que atentaba contra el bienestar
46
y la felicidad de los ciudadanos. Estos pensadores tenían por objeto
lograr la reconciliación entre interés individual e interés social.
Mientras los autores del siglo xvii vieron en las emociones una
fuerza más o menos negativa, en el siglo xviii predominó la idea de que
las pasiones representan también potencias anímicas insoslayables y
creadoras. En el siglo xix, con base en el pensamiento de Comte, la
sociología de Durkheim pretende ser una ciencia social fundada en
hechos. El “cosismo” de Durkheim considera todos los contenidos
representativos religiosos, morales y jurídico-políticos como hechos
sociales que son determinados en su raíz por la conciencia colectiva
dominante en una sociedad determinada. Lo que una época sanciona
como verdadero, valioso y bueno es también aquello que resulta útil
para la conservación y la subsistencia de la vida social. Por ello las
formas de conciencia prevalecientes en cada caso son ideas e ideales
necesarios, constitutivos de la existencia de las sociedades. (Lenk,
1982: 29-34).
Para Marx el concepto de ideología debía entenderse a partir
de tres raíces: la crítica a la filosofía del Estado de Hegel, la antropología de Feuerbach y la economía política clásica. La crítica de Marx
a la ideología consiste en remitir analíticamente las formas económicas fetichizadas y las ideas en apariencia autónomas a su origen
específicamente humano, o sea, social. Para este pensador, la mayoría de los individuos creen que su comportamiento y sus acciones
son la expresión de sus propios intereses inmediatos, ello se debe a
que en la sociedad capitalista el mecanismo de los procesos sociales
presupone cierto grado de no conciencia y de ceguera en los sujetos actuantes. Esta crítica pasa de las objeciones hechas en el campo
de la teoría a la crítica de la realidad social, cuya expresión y encubrimiento, a un mismo tiempo, son las ideologías. (Marx y Engels,
1982: 11-13)
47
Marx considera ideológico todo pensamiento incapaz de comprender la conexión inescindible de su propio movimiento con el
movimiento de las fuerzas sociales. Teoría y praxis no constituyen
esferas por esencia separadas, sino que la teoría se relaciona con
el proceso global de la sociedad como la parte al todo. Las formas
ideológicas de la conciencia son las relaciones materiales dominantes
apresadas como pensamientos (ídem).
El pensamiento de Freud se vincula con la doctrina de la
ideología de Pareto; ambos parten de la estructura psíquica del
individuo; en su concepción los hombres poseen la capacidad de presentar acciones regidas por las pulsiones como si fueran modos de
conducta racionales, ajustados al código moral convencional.
En el siglo xx, Antonio Gramsci desarrolla el concepto de
hegemonía, según el cual, el poder de las clases dominantes sobre
las clases subordinadas no se basa solamente en el control de los aparatos represivos del Estado, sino que se fundamenta en la hegemonía
cultural que las clases dominantes logran ejercer en las sociedades
a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. Todos ellos “educan” a los
dominados de manera que éstos vivan su sometimiento y la superioridad de las otras como algo natural y conveniente. Algunos grupos
sociales aceptan a la clase hegemónica a través de una especie de
acuerdo; los inconformes, a través del miedo.
Este recorrido nos permite intuir que en el pensamiento
humano, visto como fenómeno reflejo, las sensaciones aparecen
estrechamente ligadas con las funciones sensoriales y con la producción de sentido. Mediante la construcción de la vida representativa
basada en los elementos sensoriales fundamentales se vuelven visibles, al mismo tiempo, los impulsos del alma que contrarían la
razón; estos son los deseos, las simpatías y antipatías, los intereses,
48
las apetencias, el egoísmo, la vanidad. Del análisis de la sensibilidad
brota el problema de cómo ha de estar constituido el medio social
que determina en definitiva las sensaciones y, a partir de éstas, todas
las demás formas de conciencia.
Las identidades como procesos
El concepto de identidad es uno de los más utilizados en las ciencias
sociales hoy día, aunque también es uno de los más problemáticos
porque encierra todo un cambio de paradigma en el estudio de la
cultura, que fue planteado por Geertz (1997) en su Interpretación
de las culturas. En este giro hacia la dimensión simbólica del estudio
de la cultura, el investigador del fenómeno cultural ya no hace descripción de las formas objetivadas, sino de “la organización social
de significados, interiorizados de modo relativamente estable por los
sujetos en forma de esquemas o de representaciones compartidas, y
objetivados en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez, 1996: 8).
Aunque la cultura no puede ser considerada como un repertorio homogéneo, sí dota a los que la comparten de una base común,
generada a través de relaciones directas e indirectas en un espacio
y un tiempo determinados. Ello significa que las identidades colectivas tanto como las individuales tienen como base a la cultura y,
por ello, no son esencias atemporales, sino procesos. Es importante aclarar que, como procesos y como fuentes de diferenciación
entre grupos, las identidades colectivas pueden variar, incluso de
manera radical en el contenido de sus bases culturales y conservar
sus límites (Barth, 1976: 15). En ese orden de ideas, las relaciones
culturales se pueden entender como conjuntos de símbolos, signos,
49
representaciones, modelos, actitudes y valores inherentes a la vida
social, que dotan de significado a la convivencia y permiten el desarrollo de las identidades.
Así, el espacio que sustenta a cualquier comunidad humana se
convierte en un elemento fundamental de la cultura y de la identidad,
porque quienes lo habitan objetivan en él todos sus referentes. Cada
grupo que ha organizado su vida en torno y a partir de determinadas
características espaciales muestra diversos tipos de relaciones que
significan una permanente construcción y reinterpretación de los
componentes físicos de ese entorno. Por otro lado, los seres humanos
percibimos los sucesos a través del cuerpo; los sentidos nos conectan
con la “realidad”. En ella aparecen eventos que no concientizamos
y acontecimientos que nos producen emociones fundamentadas en
experiencias previas. Las emociones son procesadas en el cerebro a
través de redes neuronales, el resultado es un sentimiento al que se
une el razonamiento; con la fusión de estos elementos construimos
y/o nos apropiamos de una forma de ideología, tomamos decisiones y
asumimos comportamientos. (Castells, 2010: 191-211).
Armados de estas categorías conceptuales, revisemos lo que
ocurrió en el espacio político que hoy se denomina Baja California
Sur en algunos de los momentos decisivos de su historia.
Los inicios en la formación de la nación
Después de la consumación de la independencia de México la
situación era difícil para las autoridades del recién independizado
territorio. El naciente Estado mexicano, de naturaleza abstracta y discursiva y con graves deficiencias en el planteamiento de un
proyecto de desarrollo entraba en fuertes contradicciones con las
50
múltiples identidades culturales que se habían ido construyendo a
partir de las instituciones coloniales. Para empezar, era necesario ejercer algún control sobre una enorme extensión territorial y
cambiar a una población de súbditos del rey español en una de ciudadanos mexicanos.
En las Californias todo se complicaba aún más, debido, entre
otras cosas, a la considerable lejanía del territorio con respecto del
centro desde el cual se tomaban las decisiones. Además, la gran
mayoría de los núcleos de población debían su existencia a una
institución: la misional que, si bien no había sido capaz de promover
el desarrollo de pueblos, había creado un entramado de relaciones
en las que los indios de misión y los llamados “gentiles”5 compartían
recursos y relaciones con misioneros, auxiliares, soldados, y hasta
con los evadidos del sistema que luchaban por insertarse en una
incipiente economía de mercado a partir de la explotación de fundos
mineros (Amao, 1997).
Una vez consumada la independencia de México, aunque
reconocía la necesidad de terminar con la existencia de las misiones, el nuevo gobierno tuvo que enfrentar la realidad de la pobreza y
marginación de la Antigua California y ratificó la responsabilidad de
los misioneros; pero, al mismo tiempo, otorgaba ya la calidad de ciudadanos a los indígenas. Esta contradicción provocó serios conflictos
entre autoridades civiles y religiosas, toda vez que mientras los nuevos ayuntamientos presionaban a las misiones en busca de recursos,
los padres insistían en que los alcaldes “no tenían ninguna autoridad
5 Así nombraban las autoridades religiosas y civiles a los grupos indígenas que
no habían sido influenciados por el cambio cultural protagonizado por las misiones.
51
sobre los indios”.6 Y es que los pobladores de la Antigua California
difícilmente podían identificarse con conceptos tales como ciudadanía y poder civil, cuando en su universo de relaciones las identidades
reconocibles eran las que el sistema misional había mantenido por
más de ciento veinte años.
La situación ambigua en la que se encontraban las misiones de
la Baja California durante los primeros años de vida independiente
de México no es más que el reflejo de la falta de un esquema de
gobierno que reconociera las diferencias culturales entre los distintos componentes de la población, especialmente los indígenas. Esto,
aunque puede establecerse como característica general de la política mexicana de la época, adquiere proporciones especiales en el
territorio de nuestro interés, por tratarse de bandas de cazadores-recolectores que eran considerados, tanto por sus misioneros como
por las nuevas autoridades como eternos menores de edad, sin capacidad alguna para hacerse cargo de su vida. Así las cosas, en 1824,
los representantes del recién instaurado gobierno federal asignados
a las Californias se propusieron, para tratar de resolver los múltiples
problemas de aquella lejana provincia, la constitución de un órgano
denominado Junta de Fomento de las Californias (Romero Navarrete, 1995: 127). Dicha institución debía encargarse, entre otras
cosas, de promover entre los naturales una nueva identidad: la de
ciudadanos mexicanos, para que pudieran convertirse, en un plazo
perentorio, en los beneficiarios del reparto de las tierras misionales
que debía llevarse a cabo después de la secularización de las misiones. Los miembros de la Junta, basados en la ideología liberal que
6 Carta de fray José Duró a José Darío Argüello, San Antonio, abril de 1822 (en
Trejo Barajas, 1991: 38).
52
defendían, consideraban desde luego que el atraso que mostraban los
indígenas en los establecimientos misionales se debía:
…a los hábitos monásticos, al sistema de pupilaje y a la comunidad
que los alejaba de la vida activa y laboriosa, y los hacía tan extraños a
las demás clases de la sociedad, como lo son las mismas instituciones
con [las] que se les educa.7
Hacia mediados del siglo la población indígena prácticamente
había desaparecido, mientras que ranchos circundantes dispersos
en la región del sur se desarrollaban en un proceso de integración
económica y social que los ligaba con los pocos centros urbanos
del sur peninsular, como el puerto de La Paz, San Antonio, San
José del Cabo (Trejo Barajas, 1999). El empuje colonizador de la
primera mitad del siglo xix permitió revertir la tendencia declinante
de la población nativa en el sur. El paulatino aumento poblacional
se debió entonces a la llegada de gente interesada en la minería y
la colonización de las tierras que habían pertenecido a las misiones.
Allí, las instituciones del estado mexicano comenzaron a ser algo
más que propuestas y buenos deseos.
¿Quiénes formaban esa creciente población? Los herederos del
espacio del sur peninsular, aunque tuvieran algunos ancestros indios,
se consideraban “gente de razón”. La expresión misma tiene que ver
con aquellos elementos identitarios que refuerzan lazos desde dentro
de la comunidad y hacen más visibles las coincidencias o similitudes
desde fuera. Muy utilizada en la Nueva España colonial, transmite
7 Plan para el arreglo de las misiones de los territorios de la Alta y Baja California propuesto por la Junta de fomento de aquella península (en Romero Navarrete, 1995: 128-129).
53
ideas sutiles, pero complejas, acerca de la diferencia cultural entre
conquistadores y conquistados. Es una categoría de dominio, a la vez
que de discriminación, cuando se la compara con su opuesta: “gente
de costumbre”, el indígena (Bartolomé, 1997).
La gente de razón en la Baja California descendía, desde el
punto de vista cultural, de aquellos hombres y mujeres que habían
sido reclutados por los misioneros jesuitas para ayudar en las labores
de conversión de los indígenas. Sometidos al severo juicio y cuidadosa
selección de los religiosos, alejados por mucho tiempo de los centros
de población que habían dejado para partir en la incierta aventura,
soldados y sirvientes conformaron una sociedad sui generis que por
mucho tiempo había trabajado para cumplir con patrones que la consideraban sólo un instrumento, no un fin en sí misma. Con objetivos
que cada vez divergían más hasta volverse irreconciliables con los de
la institución misional, los primeros colonos tenían seguramente una
relación tan íntima y fundamental con el paisaje que se había convertido en su hogar como la que habían tenido los indígenas, pero su
origen distinto los ponía en abierta oposición a todo lo que tuviera
que ver con los indígenas, a quienes siempre juzgaron como los antagonistas. Es por ello difícil considerar la posibilidad de que hubiera
habido un acuerdo social entre indígenas y auxiliares de misión para
ocupar las tierras que las misiones secularizadas iban dejando.
Lo accidentado del territorio de la Baja California hizo que
durante mucho tiempo los pequeños asentamientos quedaran aislados. Sin embargo, un sentimiento común de carencia y desamparo
pudo haber creado una solidaridad entre el soldado y sirviente misionales, que fue heredada por los posteriores rancheros y pobladores
que los sucedieron en el control de las tierras, tal como lo hace notar
Simón Avilés, soldado jubilado entrevistado por Manuel Clemente
Rojo (en Crosby, 1992: 46):
54
Como los trabajos o actividades eran comunes y muy pocas [las]
familias que había en cada misión, había mucha hermandad y unión
entre ellas, todo se daban y se prestaban unas y otras, hasta la ropa
de uso que tenían; lo mismo se observaba con las personas que
llegaban de las otras misiones. Entonces no había gentes extrañas,
todos se conocían unos a otros y la mayoría eran parientes afines
o consanguíneos. Sólo los padres misioneros reservaban sus casas
para sí mismos y vivían como extraños a nuestras costumbres.
A pesar de que algunos testigos de la azarosa vida que llevaban
aquellos californios de las primeras décadas del siglo xix los juzgaban como “por naturaleza flojos, viciosos, inclinados al ocio, a la
embriaguez, al juego y otros vicios, siendo en ellos desconocida
la gratitud, carácter que casi es general no sólo en los indígenas, sino
también en los que llaman de razón”,8 la población aumentaba de
manera constante. Esto obedecía no sólo a las mayores posibilidades de obtener tierra y ganado para establecerse, sino a que aquella
provincia marginal fue beneficiaria de un aumento en la actividad
marítimo-comercial de diversas naciones en las costas del noroeste
mexicano. Ésta fue más propicia en varios lugares y regiones alejados de los controles hacendarios centrales y los intereses comerciales
monopólicos de la Ciudad de México, como es el caso de la península de California. De esa manera, al entrar en contacto con los
navegantes, los pobladores del sur de la Baja California fueron poco
a poco integrándose a un mercado internacional que se volvió más
8 Noticias estadísticas que para el superior conocimiento del Alto Gobierno
dirige el coronel don Miguel Martínez, relativas al territorio de la Baja California del
que es actualmente comandante principal y jefe político superior [circa 1836], en Trejo Barajas, 2002:107.
55
intenso cuando la presión del comercio inglés sobre el exclusivismo
hispano hizo que México tomara medidas de apertura comercial,
favoreciendo la habilitación de nuevos puertos y el establecimiento
de rutas comerciales por el Pacífico.
Pero, ¿qué tenían que ofrecer los austeros habitantes del sur
a los tripulantes de los barcos ingleses y angloamericanos que cazaban nutrias y ballenas en las costas californianas, y tocaban la costa
para tomar agua y leña? Pues eso, además de otros productos, como
carne, sebo, cuero, frutas secas que eran bien recibidos por los
extranjeros, quienes los cambiaban por diversas manufacturas de las
que los californios estaban ávidos (Trejo Barajas, 1999: 56). Desde
luego que los roces y desacuerdos deben haber sido frecuentes, sobre
todo entre estos contrabandistas y las autoridades locales que veían,
además de ilegal, peligroso y desfavorable el intercambio. Así lo
hacía ver un gobernador:
Soy de sentir que fundándome en los hechos que he referido, hemos
de temer en adelante más recelo en estos buques que continuamente
arriban: no han dejado punto que no han registrado, informe que no
tomen, sean americanos o ingleses. Su porte con nosotros es bastante
altivo y, si me dejara llevar de algunos procedimientos y expresiones de estos navegantes, diría que nos desprecian y nos hacen burla.
Contemplo al mismo tiempo que ya que en nosotros han hallado tan
buena acogida, en adelante serán más frecuentes sus visitas.9
9 Informe del gobernador interino de Baja California, José Joaquín de Arrillaga, al virrey (en Trejo Barajas, 1999:57).
56
Esta paulatina entrada de los californios en el escenario de la
globalización, aunque modesta, dejó huella permanente en la identidad de esos pobladores. Además de que podían, —y así lo hicieron
algunos con mayores recursos— hacerse ellos mismos de embarcaciones e integrarse al cada vez más activo comercio de cabotaje,
también algunos de los extranjeros veían con buenos ojos un cambio
de vida y ya no se embarcaban de regreso a su patria. En los archivos eclesiásticos que se conservan de los antiguos establecimientos
misionales aparecen frecuentemente registros como el matrimonio de Juan Aguilar, que se casó con Narcisa Castillo el primero de
febrero de 1825. Aparentemente no hay nada de particular en ese
acontecimiento, si no fuera porque el padre que efectuó la unión
registró que Juan Aguilar fue el nombre hispano que tomó John
McClish, de nacionalidad irlandesa, al ser bautizado en el templo de
San José del Cabo para casarse (Martínez, 2011: 266).
Hacia 1857 un censo reportaba que existían en el centro y sur
de la península 104 extranjeros avecindados en los distintos pueblos y
ranchos. De ellos, 62 estaban casados con mujeres de la región. Entre
las nacionalidades de estos inmigrantes encontramos una mayoría
de franceses (35) y norteamericanos (20), pero también españoles,
portugueses, italianos, alemanes, peruanos, chilenos, ecuatorianos,
cubanos e ingleses (Lassépas, 1995: 113-114). Esa notable inyección
multicultural produjo algunas de las familias más conspicuas, y propició un particular modo de ser del cual son herederos los actuales
pobladores de ese territorio. Durante todo el siglo xix y parte del xx
los caminos para comunicar a los poblados y los ranchos eran malos e
inseguros, pero las rutas marítimas creaban un lazo fuerte que trasladaba no sólo mercancías, sino, más importante, personas e ideas.
El cambio en las relaciones es moldeado por una serie de símbolos locales (la religión, la familia y las relaciones de clientelazgo)
57
que se hallan anclados en instituciones, organizaciones y prácticas
locales. De este anclaje en instituciones deviene su efectividad para
reorganizar las relaciones entre categorías culturales y las nuevas
formas de organización social y política. Así los pobladores decimonónicos de aquel territorio marginal en el naciente país fueron
acostumbrándose a una vida política liderada por representantes que
eran los propietarios de tierras, minas, ganado y embarcaciones.
Como habían prosperado gracias a su trabajo y alejados de cualquier
ayuda gubernamental, se mostraban recelosos y desconfiados de la
autoridad central, primero del reino y luego de la república. Pronto
comenzaron a tomar en sus manos las decisiones políticas que les
afectaban, y se convirtieron en actores principales de la política
local e intermediarios que velaban por sus intereses ante los poderes
regional y nacional.
La emergente actividad económica en el sur peninsular comenzó a desplazar como centro rector político a Loreto, que había
sido la capital del territorio durante el periodo colonial. Sin embargo,
las pugnas entre diversos grupos por el control de las relaciones comerciales y, por tanto, de los asuntos políticos fueron una constante
durante buena parte del siglo xix. Se encontraban peleando por la hegemonía los comerciantes de San José del Cabo, que gozaban de una
relación más frecuente con comerciantes extranjeros y los mineros del
Real de San Antonio, que en 1824 habían asistido al establecimiento
en su población de una subcomisaría subalterna de Hacienda, dependiente en teoría de Loreto, pero con creciente importancia, porque
manejaba rentas más considerables y la vieja capital del territorio dependía de ellas para su supervivencia (Trejo Barajas, 1999: 99).
Pero quienes salieron ganando en esa competencia por el
control político fueron los comerciantes del puerto de La Paz. Este
asentamiento contaba con varias ventajas que hicieron posible su
58
ascenso en unos cuantos años para convertirse, de un almacén con
unos cuantos vecinos en 1823, a la población más importante y sede
de la Aduana Marítima a partir de 1830 (Trejo Barajas, 1999: 129).
Las ventajas consistían en una bien resguardada bahía, que hacía más
fácil la actividad portuaria, así como una cercanía relativa, tanto
de los centros de producción agropecuaria como de los mineros.
Además, a La Paz estaban llegando muchos de esos comerciantes
extranjeros que primero se habían acercado a las costas peninsulares
para traficar eludiendo a las escasas autoridades hacendarias, pero en
el transcurso de las primeras décadas del siglo comenzaron a asentarse, adquirir propiedades y establecer negocios que prosperaron
bajo la vigilancia de sus dueños. Como afirma Trejo Barajas (1999:
130), fue ahí donde “se tendió a la concentración monopólica de las
funciones de intermediación, tanto para la salida de las producciones
peninsulares como para la introducción de todas aquellas mercancías
de que carecía la población bajacaliforniana”.
Estos fueron los actores que figuraron en los acontecimientos que conectaron el lejano territorio de la Baja California con los
episodios estelares de la política nacional. Aunque en todas esas
participaciones se manifiesta el interés por figurar, no para tomar
partido en los vaivenes políticos que determinaban los cambios entre
federalismo y centralismo, sino para mantener una reserva cautelosa
que les permitiera, en medio de toda la compleja situación política
de la época, sacar el mejor partido y defender sus intereses. Esos son
también los orígenes del regionalismo sudcaliforniano.
59
Baja California Sur: de territorio a estado
Como se señaló en el apartado anterior, la sociedad sudcaliforniana10
es un híbrido que nace de la migración nacional y extranjera inaugurada por los misioneros jesuitas en el siglo xvii. A los clérigos
se unieron viajeros y piratas provenientes de Europa, además de
chinos, filipinos, algunos latinoamericanos y también grupos nacionales, criollos, mestizos e indígenas. Este contingente multicultural
fue poblando desde entonces la media península y de su convivencia
nacieron los sudcalifornianos, que con base principalmente en la
herencia europea y blanca construirían una forma de cohesión social
sumamente compacta.11
Los pueblos originarios de la región fueron declarados extintos
desde la segunda mitad del siglo xviii, por lo que la sociedad sudcaliforniana está formada de migrantes. Por tanto, sólo existen dos tipos
de sudcalifornianos: los que llegaron antes y los que llegaron después. En esta permanente construcción del sujeto sudcaliforniano,
los que llegaron primero argumentan que su primogenitura les da
un mayor derecho a opinar sobre la vida social, a vivir, a trabajar y
a gobernar en estas tierras con base en cuántas generaciones nacidas
en la entidad forman parte de su árbol genealógico; otros arguyen al
menos haber nacido aquí, aunque de padres fuereños y, otros más,
al menos tener hijos nacidos en Baja California Sur.
10 Sudcaliforniano (a) es el gentilicio de los nacidos y/o arraigados en Baja
California Sur. También se usa Sudcalifornia para abreviar en una sola palabra el largo
nombre del estado.
11 Los sudcalifornianos suelen hacer alarde de una herencia europea que se
evidencia en la blancura de la piel y en los ojos claros de muchos de ellos.
60
Ser reconocido como sudcaliforniano lleva años de trabajo
y sometimiento a la “carrilla”, práctica muy cercana a la burla que
confirma el principio de exclusión-inclusión propuesto por Morin
(2005:76). Por un lado, ese concepto significa la aceptación de los
locales, pues no recibir carrilla encarna una exclusión permanente; y,
por otro, es una forma de control social destinada a lograr la aprehensión de la cultura sudcaliforniana por parte del migrado, asumiendo
los roles sociales que de acuerdo con la condición de cada cual establezcan las convenciones propias de la entidad: la recompensa es la
aceptación y la consecuente incorporación a la sudcalifornidad.12
Quienes cursamos exitosamente este rito de pasaje en poco tiempo
estamos defendiendo lo sudcaliforniano a través de un discurso
regionalista que excluye a los otros; a esos que aunque mexicanos,
no son como nosotros; pero esto no ocurre con los extranjeros provenientes de Estados Unidos y Canadá; ellos son bienvenidos porque
son blancos, traen dólares y dan trabajo a los lugareños. (Almada,
2006: 250-258).
Numerosos trabajos de investigación realizados por colegas
locales hacen referencia al aislamiento de la entidad, basado principalmente en su posición geográfica, sin embargo, sugerimos que
dicha situación es multicausal; si bien su condición prácticamente
insular dificultó durante muchos años la comunicación y el transporte, también se trata de una perspectiva imaginada que dio pie
a la construcción de un sujeto colectivo, evidenciado a través del
12 Cabe apuntar, sin embargo, que la Constitución Política de Baja California
Sur establece que “la calidad” de sudcaliforniano se obtiene por nacimiento, matrimonio
o residencia. Así, para este último caso son sudcalifornianos los “mexicanos que tengan
domicilio establecido y una residencia efectiva de tres años, por lo menos, dentro del
territorio del estado, y manifiesten su deseo de adquirir esta calidad.” (Art. 23, iii)
61
principio de exclusión-inclusión del que hablamos líneas arriba. Los
habitantes de B.C.S. nos vemos a nosotros mismos como externos al
país y al mismo tiempo parte a él. Para referirnos al resto de México
lo llamamos “el interior”, lo que significa que nosotros somos “el
exterior”. Asimilamos con mayor facilidad a los inmigrantes blancos, extranjeros, que a los nacionales a quienes solemos dar nombres
despectivos: tahualilas13 y chúntaros,14 entre otros.
La sudcalifornidad, término que alude a un “nosotros” y a lo
“nuestro”, se construyó sólidamente con base en el aislamiento y la
dependencia que la entidad ha vivido en relación con el centro del
país. El resultado de ello es la necesidad incuestionable de que los
cargos de elección popular recaigan en personas nativas o arraigadas
en B.C.S. Con base en los valores que dicha condición sustenta, la
sociedad confía en que los gobernantes están dispuestos a trabajar
por el bien de la colectividad; es decir, internamente no se duda de
que los ungidos puedan cometer errores, pero se espera que sean
ampliamente compensados a través de beneficios para la mayoría de
los sudcalifornianos; pero no hay que perder de vista que hay unos
más sudcalifornianos que otros.
Lo sudcaliforniano, como lo entendemos en la actualidad, se
cimenta en su insularidad, aislamiento y juventud como entidad. Por
eso, la ideología sudcaliforniana nació de las lealtades personales que
se construyeron durante los siglos xviii y xix y que florecieron en los
movimientos regionalistas del siglo xx para culminar en la transformación de territorio en estado el 8 de octubre de 1974.
13 Les empezaron a decir tahualilas a los trabajadores agrícolas que llegaban
del centro del país, para referirse a ellos despectivamente.
14 Chúntaros es una forma ofensiva de nombrar a los indígenas.
62
Foto de página 65: Acequia de la época misional en los alrededores
de la misión de San Javier de Viggé Biaundó.
Foto de página anterior: Muelle Inglés en la Laguna Ojo de Liebre.
Peregrinación hacia la misión de San Javier de Viggé Biaundó.
Tumba de Gastón Vives en el panteón de los San Juanes en la ciudad de La Paz.
Ruinas de la salinera Santa Rosa y el faro de Guerrero Negro.
Siguiente página: Retablo de la Misión de Loreto.
Foto de página 73: Interior de la Misión de San Javier de Viggé Biaundó.
Faro de la Isla Margarita.
Detalle de la arquitectura de la Misión de San Javier
de Viggé Biaundó.
Siguiente página: Felipe Cuevas, pescador de El Pardito, captura
tortugas para medirlas, pesarlas y obtener muestras de tejidos.
Los resultados del estudio se usaron con fines de conservación.
Rancheros hacen escala en la misión de San Luis Gonzaga durante
una cabalgata a la misión de San Javier de Viggé Biaundó.
Siguiente página: Sudcalifornianos atienden a las tradicionales fiestas de la Misión de
San Javier de Viggé Biaundó cada año los días 1,2 y 3 de diciembre.
Foto de página 79: Rafaela termina una olla de barro de la región hecha
completamente a mano en su rancho La Semilla, en el área de Los Divisaderos, B.C.S.
Foto de página 80: Antigua tumba en el panteón chino de El Triunfo.
Familia de pescadores disfrutando de un amigable ballenato y su
madre en la Laguna de San Ignacio.
Al final del siglo xx, la población se había triplicado (424,041
habitantes) debido a un importante contingente migratorio nacional
y extranjero. Los nuevos vecinos, junto con la llegada de medios de
comunicación digitales e internet, se convirtieron en una ventana
que conectaba a Sudcalifornia con un mundo globalizado y con la
problemática nacional, modificando la fisonomía social e ideológica
de la entidad. Es esa época las circunstancias políticas, económicas y
sociales se habían transformado en el mundo: una década atrás había
tenido lugar la caída del Muro de Berlín, símbolo del fin de la Guerra
Fría y del socialismo soviético; el neoliberalismo se abría paso sobre
los remanentes del Estado Benefactor; la globalización se posicionaba
en el centro de la discusión de las ciencias sociales; políticamente la
democracia se erigía en valor incuestionable y la posmodernidad se
instalaba como clima cultural de la época (Brüner; 1999: 47-62).
B.C.S. no escapó de este proceso.
Los primeros cambios sociales se dejaron sentir a mediados de
la década de los noventa. La parte sur de la media península se vio
impactada por un flujo migratorio de dos sentidos: una migración
laboral que llegaba del interior del país, y otra plácida15 procedente
de Estados Unidos y Canadá. A esto se suma la llegada de medios
de comunicación digitales que acercaron a B.C.S. con el resto del
país. Los problemas nacionales, aunque nunca estuvieron ausentes
en Sudcalifornia, empezaron a ser más cercanos (Almada, 2006:
186-230), con consecuencias relevantes para la formación social sudcaliforniana.
15 “...una movilidad espacial de individuos relativamente adinerados (…)
por cortas o largas temporadas a lugares que por varias razones les ofrecen una mejor
calidad de vida” (Lizárraga, 2011: 20).
79
Consideraciones finales
En este breve panorama sugerimos que el caso de B.C.S. confirma las
tesis teóricas de las diferentes épocas: sin duda, la ideología se construye desde el poder. Sudcalifornia nunca estuvo totalmente aislada
de los enfrentamientos políticos en los niveles regional y central. Sin
embargo, en la percepción de sus escasos pobladores era importante
mantener cautela y un discurso de aceptación de los movimientos
legitimados por lo que entonces era llamado el “Supremo Gobierno”.
Al mismo tiempo, entre los grupos de “notables” se hacían pactos y
alianzas para mantenerse en los puestos clave del gobierno territorial, siempre manteniendo como primer objetivo la defensa de sus
intereses. Durante todo el siglo xix fueron los comerciantes del sur
peninsular los que se mantuvieron a la cabeza de este juego político.
Desde comienzos del siglo xx, la cercanía del territorio norte con
Estados Unidos determinó el meteórico ascenso de las poblaciones
cercanas a la frontera con este país. Esto produjo un poder económico que catapultó al entonces Distrito Norte hacia la consecución
de su categoría de Estado a mediados del siglo, mientras que el territorio que había sido puntero en importancia económica y política
desde la época colonial tuvo que conformarse con mantener la categoría de territorio hasta 1974.
La influencia de la globalización a través de la presencia de
migrantes laborales y plácidos, más la llegada de los medios digitales de comunicación e internet a Sudcalifornia, han modificado la
estructura social y política en la entidad produciendo variaciones
ideológicas. Los migrantes avecindados en la entidad traen consigo
una conducta consumista e ideales individualistas que resultan novedosos y, por tanto, atractivos. Esta visión es reforzada por los medios
a través de la publicidad de una serie de valores y mercancías que
80
se confunden, es decir, los valores se convierten en mercancía y las
mercancías en valores.
Por un lado, la democracia como valor supremo ha producido
una confusión ideológica a través de la cual se pierde el rumbo. En
su nombre los políticos cambian de membrete con base en intereses
personales y de grupo, sin una perspectiva ideológica que verdaderamente se encamine a mejorar la vida de las mayorías. Incluso, al
menos en el nivel del discurso, cada vez resulta más difícil encontrar
la frontera ideológica entre los diferentes partidos.
Quedan sin cobijar aspectos fundamentales de la vida de las
sociedades, por ejemplo: en términos de políticas culturales no se
encuentran proyectos viables destinados al desarrollo cultural de la
entidad. Consideramos que esto se debe a que los gobiernos estatales
priorizaron aspectos tales como la infraestructura, el comercio, el
turismo y la venta del paisaje por encima de un aspecto tan importante como el desarrollo y crecimiento cultural de su población, que
además podría representar un atractivo turístico más.
81
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84
Entrevistas
Elsa de La Paz Esquivel. 04/06/11
Anónimo. 12/08/11
Urbano Barrera. 22/06/11
85
III
El patrimonio cultural como recurso turístico en el
municipio de La Paz, Baja California Sur
Eduardo Juárez León
Este capítulo se refiere al uso de los recursos culturales locales en la
oferta de las agencias de turismo radicadas en la ciudad de La Paz.
Los recursos o productos turísticos comercializados por estas agencias son un indicador útil en la valoración del vínculo entre cultura y
turismo. Si bien las preferencias de sus usuarios inciden en el tipo de
servicios que brindan, las agencias turísticas también pueden crear
opciones para el mercado en función de las facilidades y beneficios
que perciban. Aunque es necesaria una investigación más comprehensiva, los resultados del estudio muestran que sólo una mínima
parte de las agencias incluyen el turismo cultural en su oferta de servicios. Atendiendo al desarrollo de ese segmento en otras partes del
país y a los recursos culturales de que se dispone en el municipio,
esa situación muestra la necesidad de consolidar una articulación más
efectiva entre los sectores cultura y turismo que favorezca la inclusión del patrimonio cultural como un recurso productivo y, por
tanto, se le reconozca su incidencia en el desarrollo regional.
87
Introducción
El turismo es uno de los principales sectores de la economía mundial.
En 2011 representó 11% del producto bruto y, con un crecimiento
promedio de 7% de arribos en 2010, generó un ingreso de 919 mil
millones de dólares (5% más que respecto a 2009). Adicionalmente,
uno de cada 11 empleos en el mundo se vinculan con el turismo
(siimt, 2012). En el caso de México, ese sector contribuyó con cerca
de 9% del producto interno bruto en 2011, cuando arribaron 22.68
millones de visitantes, representando un crecimiento de 1.9% respecto al año anterior; a la vez, la captación de divisas fue de -0.83 %
(ibídem). Esta tendencia a la baja de la actividad turística en nuestro
país no es nueva, sino que su comportamiento se remonta aproximadamente a la última década; en el que la presencia de México como
destino turístico internacional ha disminuido paulatinamente. Entre
las razones de ello figuran una mayor competencia en el mercado
internacional y un conjunto de razones internas que requieren de
mayor atención a la que aquí se puede ofrecer. A pesar de ello, el
turismo continúa siendo relevante a nivel nacional y central para
algunas regiones del país.
En Baja California Sur, área geográfica donde está inserto el
municipio de la Paz, en 2011 el turismo aportó 14% al producto
interno bruto estatal (pibe); en 2008 había generado 5,256 millones
de pesos por concepto de alojamiento y alimentos. Asimismo, la
afluencia de turistas al estado creció de 1’383,964 visitantes en 2010,
a 1’521,760 en 2011. En el municipio de La Paz, este último año el
peso de esta actividad se estimó en el orden de 15.4%, lo que significó
un decremento de 1% con relación al año previo (sectur-bcs, 2011).
Aunque el municipio de La Paz es segundo en importancia
turística en Sudcalifornia, su brecha con Los Cabos es amplia. Como
88
se explica en otros capítulos de este libro, el turismo es un sector
que ha incidido importantemente en la economía de Baja California
Sur a partir de la creación del corredor turístico entre San José del
Cabo y Cabos San Lucas, que se ha convertido en uno de los destinos
turísticos de playa más relevantes de México. El municipio de La Paz
tiene un perfil turístico más bajo, pero alberga regiones como Todos
Santos y la propia capital del estado (que es a la vez cabecera municipal) que, junto a sus atributos naturales, lo hace un destino atractivo
para un mercado diferente al de Los Cabos. Con todo, el municipio
no ha conseguido definir una identidad turística clara y recursos,
como su patrimonio cultural, están subutilizados.
Las oportunidades del turismo cultural
Aunque en los últimos 10 años se ha fortalecido la estructura del
sector turismo en el municipio de La Paz, es el de Los Cabos, al
que se hace referencia en otras partes de este libro, donde se tienen los mejores indicadores de crecimiento turístico: ahí llegan tres
cuartas partes de la afluencia estatal (74% en 2010 y 79% en 2011)
(gob-bcs, 2011). Lo anterior obliga a repensar el modelo de desarrollo para el municipio de La Paz, ya que no puede competir bajo
las condiciones actuales con ese centro turístico. Alternativamente,
sería recomendable generar estrategias que repunten la actividad del
turismo a través de la diversificación de la oferta turística.
La diversificación de los productos y servicios que se brindan
a los turistas ha sido una estrategia seguida en diversas partes del
país y del mundo para transformar la oferta turística hacia esquemas alternativos, que coexisten junto al tradicional turismo de
sol y playa o turismo de masas. Otros tipos de turismo, como el
89
de aventura, rural y ecoturismo son términos que engloban nuevas
manifestaciones. En el turismo tradicional se encuentra el turismo
cultural. Definido como aquel “viaje turístico motivado por conocer,
comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos,
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a
una sociedad o grupo social de un destino específico” (sectur-cestur,
2002), en el turismo cultural se encuentran subcategorías, como:
religioso, urbano, monumental, museográfico, arqueológico, etnográfico, literario, ecoturismo, agroturismo, gastronómico, deportivo
e, incluso, sexual (ageteca y Ministerio de Cultura de España, 2009).
Aunque las definiciones y sus categorías varían, el elemento común a
ellos es el aprovechamiento de rasgos particulares de la conformación
social o cultural, que la hace atractiva a visitantes externos.
Pese a las muchas posibilidades de la dupla turismo-cultura,
se reconoce que la complejidad del análisis del turismo ligado con la
cultura se relaciona con que estos dos sectores, que pueden ser complementarios, tienen “lógicas y necesidades diferentes, aunque ambas
se determinan en el entorno político, social, económico y ambiental
de los sitios en que se ubica” (Ibídem: 4). A esa complejidad se añade,
o la explica, que no existan datos precisos del turismo cultural y que
su oferta sea escasa: de los productos que el país ofrece, solamente
19.3% corresponde al ámbito cultural, cuando el promedio mundial
es de 37% (Milenio, 2012).
Actualmente, el gobierno federal mexicano promueve el desarrollo y creación de productos turísticos culturales como una
forma de incrementar el aprovechamiento del patrimonio del país
y sus regiones. Se ha encontrado, en la evaluación estadística sobre
las intenciones de viaje, que el turismo especialmente motivado por
la cultura representa 5.5% de los viajeros nacionales y 3% de los internacionales (sectur-cestur, 2002), mientras que el interés por los
90
destinos culturales alcanza a 35.7% en el mercado nacional y 37% en
el internacional. Por otra parte, más de 40% de los turistas que viajan a México realizan actividades culturales como parte de su viaje.
Datos reportados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia respecto a las visitas a los espacios bajo su resguardo muestran
el potencial de esa forma de turismo: 16.4 millones de visitantes en
2002, de la que la mayoría (80%) eran visitantes nacionales. Estos
resultados reflejan que el desarrollo del turismo cultural amerita
atención en aquellas regiones donde es incipiente, así como la importancia del mercado interno en ese rubro (sectur-cestur, 2002).
Que casi la mitad de los turistas se relacionen con sus atractivos culturales revela la vital importancia que este segmento
representa para el fortalecimiento turístico.16 La diversidad patrimonial cultural de México le da al país un elemento de diferenciación
en el mercado, que puede aún aprovecharse más. El gasto por viaje
de la demanda turística relacionada con la cultura, en términos del
consumo diario y estadía, es mayor a la de otros tipos de turismo. La
dimensión cultural es un componente de la competitividad turística,
concepto que se considera importante en términos de desarrollo regional, y ha sido incluido en los planes de desarrollo nacional
mexicanos. En el ámbito turístico, la competitividad ha sido definida como el “conjunto de habilidades y capacidades que le permiten
alcanzar sus objetivos en un marco de competencia frente a otros
estados, generando así desarrollo económico y social en su territorio” (cietec, 2009: 18).
16 Es ese el caso incluso a nivel mundial, donde parámetros lo ubican en 40%
(Conti, 2011).
91
De acuerdo con el Índice de Competitividad Turística de
México, que evalúa 10 dimensiones para determinar la productividad y determinar las potencialidades turísticas de cada estado de
la república, Baja California Sur (con 51 puntos), ocupa el segundo
lugar entre las 32 entidades evaluadas. El estado se ubicó sólo por
debajo de Quintana Roo, que obtuvo 62.1 puntos; mientras que el
promedio nacional fue de 34.8 (ver cuadro 1).
92
La Fig. 1 muestra visualmente la distribución porcentual del
Índice de Competitividad Turística de Baja California Sur de acuerdo
a las 10 dimensiones que lo integran, como sigue:
Como se desprende de la observación del Índice, dos elementos
son de destacar: primero, que el patrimonio cultural aún no se ha
integrado a la oferta turística de Sudcalifornia en concordancia con
su alto potencial; y segundo, que la participación gubernamental
93
está rezagada. Excluyendo lo que se refiere a los grupos indígenas
autóctonos, la entidad cuenta con los elementos culturales para ser
competitivo en el uso turístico de sus recursos. Sin embargo, el
patrimonio cultural tangible e intangible17 de Baja California Sur no
ha sido suficientemente aprovechado en la esfera del turismo.
Incluso, en el caso de la herencia indígena, se ha desestimado
el bagaje cultural de las decenas de miles de connacionales que han
migrado a Sudcalifornia desde estados donde la presencia indígena
es amplia. Quizás por ello, la entidad fue ubicada en el lugar 21 (de
32) dentro del indicador de competitividad turística relacionado
con la dimensión Recursos y actividades culturales. Esta dimensión fue
calificada con 11.1 puntos cuando el promedio nacional fue de 17.9
de México (ver cuadro 1). La región que obtuvo la mayor calificación
fue el Distrito Federal con 62 puntos, mientras que el estado de
Durango fue la entidad federativa con menor calificación, al alcanzar
un puntaje de 3.1.
Enseguida se presentan los criterios utilizados en la variable
Recursos y actividades culturales:
17 De acuerdo a sectur, el patrimonio cultural intangible está formado por:
“los valores no materiales que forman parte del patrimonio, como las técnicas de
producción e intercambio, las crónicas y leyendas, los emblemas y las figuras históricas, las fiestas y ceremonias, las representaciones teatrales y musicales, entre otros”;
por su parte, el patrimonio cultural tangible se refiere a los elementos materiales de
valor monumental, artístico o simbólico que los pueblos van elaborando o edificando
a través de su historia y pueden ser observados, palpados y disfrutados en el momento
actual. Ese concepto abarca todo tipo de objetos muebles e inmuebles que forman parte del acervo del país” (sectur-cestur, 2002).
94
Como puede observarse, la utilización de los recursos culturales como producto turístico tiene un área de oportunidad,
especialmente en aspectos donde el estado (y el municipio de La
Paz) son únicos. Depositarios de un pasado indígena que se remonta
a entre 10 y 40 mil años, museos con antiguas colecciones, grupos
sociales (rancheros) depositarios de un patrimonio cultural intangible único en el concierto nacional, e infraestructura cultural
(teatros), una política cultural enlazada con planes de desarrollo
turístico podría dar a La Paz una diferenciación de mercado con
95
relación a Los Cabos, pero aprovechando la enorme afluencia de
visitantes que llegan a este último destino.
Las características comunes de las entidades líderes en la
dimensión cultural y que podrían emularse, considerando las proporciones estatales, son:
a) presencia de importantes sitios arqueológicos;
b) ciudades con gran importancia histórica en el país, muchas
de ellas de riqueza colonial;
c) fuerte promoción de la cultura por parte de las autoridades
y las instituciones estatales, reflejada en la diversidad y calidad de
festivales y el número e importancia de los centros culturales existentes en la entidad;
d) una amplia oferta de museos;
e) presencia y arraigo de pueblos indígenas (ibídem).
En el Plan Estatal de Desarrollo 2011-2015 (gob-bcs, 2012a) de
Baja California Sur se considera como de alta prioridad el apoyo al
desarrollo cultural del estado, promoviendo y gestionando la difusión, rescate, valorización y preservación del patrimonio cultural.
La vía son programas de expresión, participación y reafirmación de
su identidad con base en el respeto a la diversidad, y con la visión
y perspectiva hombre-naturaleza-cultura. Aunque no de manera
explícita, tal situación abre la posibilidad de que el flujo de recursos
económicos para la remodelación de la infraestructura cultural por
parte de las instituciones gubernamentales facilite el desarrollo de
proyectos para la creación de galerías de arte, y el impulso a foros y
festivales donde confluyan diversas disciplinas y temáticas, abriendo
nuevos panoramas a nuevos y actuales usuarios de los servicios culturales ya existentes.
96
Las posibilidades del turismo cultural
en el municipio de La Paz
De acuerdo con los registros del sistema de información cultural de
Baja California Sur, el municipio de La Paz dispone de recursos culturales que pueden ser incorporados a la actividad turística. Algunos
de los espacios culturales que se enumeran son: 5 museos (3 en la
ciudad de La Paz, 1 en Todos Santos y 1 en El Triunfo); 5 teatros (4 en
la ciudad de La Paz y 1 en Todos Santos); 11 centros culturales (10
en la cabecera municipal y 1 en Todos Santos); y 12 galerías (8 en la
ciudad de La Paz y 4 en Todos Santos). Asimismo, se registran 10
festivales en las diferentes fechas del año; se es parte de la Ruta de las
Misiones con dos sitios: una misión en la ciudad de La Paz (nuestra
Señora de El Pilar de La Paz, fundada en 1720), la otra en Todos Santos (Santa Rosa de las Palmas o Santa Rosa de Todos Santos (que data
de 1733); así como los panteones de la ciudad de La Paz, El Triunfo
y San Antonio; una variada gastronomía; y la cultura de los ranchos
que le ha dado identidad y orgullo a la zona rural del estado de Baja
California Sur.
La infraestructura turística reportada por la Secretaría de
Turismo estatal en el municipio de La Paz está integrada por 90 establecimientos de hospedaje. La mayoría de ellos se ubica en la ciudad
de la Paz (63), en Todos Santos (14), y en Los Barriles (6). Los restaurantes son 124 siendo la cabecera municipal donde está la mayor
concentración (98), y se encuentran registradas 18 agencias de viajes
(17 en la ciudad de la Paz y una en Los Barriles). También existen 28
agencias especializadas en ecoturismo y 16 de guías de turistas, establecidas todas en la ciudad de La Paz.
Aquí es relevante señalar que, en su mayoría, las agencias
de viajes se dedican al turismo asociado al uso y disfrute de los
97
recursos naturales y no a los atractivos culturales. De hecho, sólo 6
de las 18 agencias establecidas, es decir 30%, contemplan actividades de turismo cultural. De las empresas orientadas al ecoturismo,
el porcentaje es menor: únicamente 7% ofrece o considera alguna
actividad cultural dentro de su oferta turística (ver gráficas 1 y 2).
98
Los recursos culturales en la oferta turística
en el municipio de La Paz
Para la realización del presente trabajo se utilizó información en
internet de las agencias turísticas y documentos de trabajo recabados
en la Secretaría de Turismo, el Instituto Nacional de Antropología
e Historia, así como de algunas organizaciones relacionadas con el
tema del turismo y la cultura en Baja California Sur, como el Instituto de Cultura del municipio de La Paz. Se solicitó, a las oficinas
del inah Baja California Sur, información sobre lo que se considera
capital histórico y cultural que puede servir como dinamizador de
la actividad turística. Asimismo, obtuvimos el documento sobre el
Programa de Empleo Temporal 2011, que ilustra los lugares que
el Instituto designó como relevantes para su aplicación.
La Secretaría de Turismo de la entidad proporcionó información sobre la infraestructura turística tanto del estado como por
municipios para el año 2011. Un dato relevante fue el número de
agencias de viajes que ofertan servicios de turismo cultural. Partiendo de este insumo se procedió a contactar vía telefónica a cada
uno de esos negocios preguntándoles si dentro de sus paquetes de
viajes incluían aspectos de índole cultural y/o histórica. Desafortunadamente, sólo 6 de las 18 agencias de viajes contemplan el capital
cultural dentro de su oferta turística; se entrevistó a cuatro de estos
6 negocios. Igualmente, se realizaron entrevistas con 2 (de 28) agencias que se especializan en ecoturismo, de las que tiene registradas la
Secretaría de Turismo del estado, y que son las únicas en ese grupo
que prestan algún servicio cultural como parte de sus actividades de
recreación. Es de mencionar que ambos registros, agencias de viajes y agencias ecoturísticas, no son excluyentes sino que comparten
miembros.
99
Las cuatro agencias ecoturísticas entrevistadas fueron Eco Baja
Tour (José López Soto), Fun Baja (Enrique Castillo), Choya Tours (Ignacio Castro Paniagua), y Baja Outdoors Activities (Alejandra Guzmán
de la Campa), contactadas entre el 22 y 25 de marzo del 2012. Estas
entrevistas cubrieron también el caso de las empresas que se encuentran en la clasificación de agencias de viajes que integran los atractivos
culturales en su oferta: en esta lista sólo Choya Tours y Baja Outdoors
Activities incluyen aspectos relacionados con el patrimonio cultural.
Los prestadores de servicios turísticos que operan en la ciudad de La Paz constataron que los recursos más demandados son
aquellos de índole natural, como la observación de ballenas, viajes a
las islas aledañas para actividades de esnórquel, kayak, senderismo,
campamento, y ciclismo de montaña. Estos recursos son utilizados
especialmente por el turismo extranjero. A pregunta expresa sobre
la negativa de incluir aspectos culturales en los servicios turísticos
que ofrecen, la respuesta es que no son suficientes y los que existen
carecen de infraestructura complementaria para garantizar un buen
servicio que permita competir con zonas de alto valor cultural como
es la región del sureste de México.
Algunas empresas, las menos, están más abiertas y contemplan la posibilidad de incluír recursos turísticos, siempre y cuando
exista la demanda específica. Si se da la posibilidad de que algún
grupo interesado en actividades culturales decida visitar la ciudad
de La Paz, dichas empresas diseñan rutas o paquetes turísticos con
los atributos culturales de la región, dependiendo de los intereses del
cliente. Sin embargo, estas actividades son de carácter intermitente
y sólo se establecen a petición de los clientes, o cuando las condiciones climáticas impiden el desarrollo de las actividades acuáticas.
En el municipio de La Paz, y concretamente en la cabecera
municipal, resulta impostergable la consolidación de la actividad
100
turística. La incorporación y desarrollo de las potencialidades del
patrimonio cultural podrían ser una vía de esa diversificación, en
opinión de empresarios dueños de agencias de viaje. No obstante
ello, es necesario reducir tarifas: viajar a la ciudad de La Paz resulta
casi 20% más caro que el traslado a otros destinos turísticos dentro
del macizo continental, por lo que no es casual que las autoridades
turísticas del estado en el Tianguis Turístico México 2012 contemplaran, dentro de su agenda, la firma de un convenio con compañías
aéreas para incrementar el número de vuelos y reducir los costos
(gob-bcs, 2012b).
Otra de las manifestaciones aludidas en las entrevistas es la
falta de coordinación entre los prestadores de servicios y los responsables de coordinar los esfuerzos de apoyo desde las instituciones
públicas. Al presente no existe una ruta de trasporte urbano a las
playas que facilite el acceso a éstas; e instalaciones como en la playa
El Coromuel se encuentran subutilizadas, además de que faltan actividades permanentes y promoción de eventos culturales y artísticos
en los espacios más emblemáticos de la ciudad, como puede ser el
malecón. Actualmente el H. Ayuntamiento de La Paz dispone, en su
página de internet, de un espacio para la promoción turística de los
espacios culturales en el contexto de otros recursos como los naturales (H. Municipio de La Paz, 2012). Es necesario, sin embargo,
una mayor comunicación con el sector privado para el diseño de
actividades y una política compartida sobre turismo cultural.
Aun cuando los dueños de las empresas turísticas reconocen
que la vocación del turismo en nuestro estado está asociado con
los recursos naturales más que con los recursos culturales, consideran importante que sectur e inah promuevan la valoración del
patrimonio cultural tangible e intangible vinculado al turismo. Esto
permitiría que éste sirviera como recurso para la actividad turística
101
y se convirtiera en un detonante del desarrollo económico, elevando
el nivel de bienestar de las comunidades y pueblo de la geografía sudcaliforniana.
Consideraciones finales
Como se ha indicado, el turismo cultural pudiera ser un elemento
de diferenciación turística en el municipio de La Paz. Especialmente
por contener a la ciudad capital dentro de su geografía, el municipio
disfruta de ventajas comparativas con relación a otras regiones del
estado. Esto se da en términos de la infraestructura de comunicaciones y cultural como museos, teatros, por ejemplo; también, al ser
sede de las principales dependencias de gobierno, se beneficia de los
programas culturales que las diferentes instancias gubernamentales
organizan, además de las que actores académicos (como las univesidades) y la sociedad civil promueven.
Sin embargo, pese al patrimonio tangible e intangible de que
se dispone, aún no se ha consolidado el componente cultural como
uno de los elementos representativos en el estado, ni tampoco en el
municipio como lo demuestra la demanda por mayor comunicación
con las autoridades gubernamentales de los prestadores de servicios
turísticos. Atendiendo a que Sudcalifornia disfruta de una posición
ventajosa en el concierto turístico nacional, el escaso aprovechamiento de los recursos culturales debiera ser revertido.
Lo anterior es así, no sólo por las posibilidades de negocio que puede representar en zonas como las de La Paz, que no
está en condiciones de competir contra la oferta turística de Los
Cabos; sino como mecanismo de identidad a través del uso social,
interno, del turismo; y como marco del proceso de examinación que
102
indudablemente tendrá que darse a la hora de definir la oferta turística-cultural. De ahí se sigue la necesidad de disponer de un análisis
continuo que identifique los recursos culturales actuales y potenciales; incluya la experiencia de los prestadores de servicios turísticos
y las preferencias de los visitantes; potencie la disposición y visión
de las autoridades relacionadas con el turismo cultural; y proponga
opciones para salvar las barreras que impiden el reconocimiento y la
utilización de la cultura como un elemento productivo en el desarrollo de la región.
103
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General de Cooperación y Comunicación Cultural, Madrid,
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105
IV
Migración estadounidense e identidad
en Baja California Sur
Frederick J. Conway y Alba E. Gámez
Introducción
La globalización genera flujos migratorios y, con ellos, cambios en la
identidad y la cultura. Entre México y Estados Unidos, la migración
hacia el norte se ha estudiado mucho más que la de los flujos de estadounidenses (en su mayoría, jubilados) hacia el sur. El impacto de los
inmigrantes de Estados Unidos a México quizás se ha experimentado con mayor intensidad en la península de Baja California, por su
larga zona costera y baja densidad de población. En años recientes,
la adquisición de propiedades, comparativamente más baratas que en
Estados Unidos, ha intensificado el aumento de la población de origen estadounidense en la parte sur de la península. Este fenómeno ha
hecho cada vez más difícil para los mexicanos adquirir una vivienda
cerca de la costa y ha trastocado la conformación de las comunidades
mexicanas.
La apropiación de la costa por parte de extranjeros relativamente ricos es un tema controvertido, pero también ha significado
el surgimiento de un espacio de interculturalidad entre los recién
107
llegados y los residentes locales. Los ciudadanos estadounidenses
que viven en la península son diferentes entre sí en términos socioeconómicos, de sus aspiraciones de vida en México y en sus relaciones
con sus vecinos mexicanos. Una comparación de dos comunidades
distintas de Estados Unidos en Baja California Sur, haciendo hincapié en el arte (Todos Santos) y la pesca deportiva (Mulegé), revela
la complejidad de la identidad y la afiliación a la cultura y la gente
mexicana; tal aseveración es notoria en la región de Los Cabos,
donde está la comunidad extranjera más grande en el estado. Estas
consideraciones deben de tenerse en cuenta en la elaboración de
mecanismos para la integración de los extranjeros, que signifiquen
beneficios mutuos para ellos y las sociedades locales.
En este capítulo se tratan las características de los jubilados
norteamericanos (de Canadá pero especialmente de Estados Unidos)
inmigrantes en Baja California Sur (B.C.S.), con respecto a su participación e impacto en la vida social, cultural y económica de las
localidades donde se asientan. La afluencia de residentes extranjeros
a la entidad es parte de un proceso más amplio de migración internacional de retirados, pero que se ha incrementado desde la década de
1990 (Stokes, 1990). En Europa, especialmente a lo largo de la costa
mediterránea, países como Portugal, Italia, Grecia, Turquía, Hungría y España han sido de especial preferencia para los jubilados de los
países nórdicos; Túnez y Marruecos para franceses; así como Oceanía, Australia y Nueva Zelanda para los europeos del norte y del este
asiático. En Latinoamérica, Costa Rica, Guatemala, Colombia, Brasil, Argentina y, especialmente, México reciben numerosos jubilados
de Estados Unidos y canadienses (Lizárraga, 2010; Warnes, 2009).
En las últimas tres o cuatro décadas la mayoría de las investigaciones sobre la migración se ha centrado en aquella relacionada con
los mercados de trabajo (la migración de sur a norte) (Appleyard,
108
1990) y, más recientemente, en la migración sur-sur a partir de la
dinamización de economías emergentes (United Nations, 2012). Sin
embargo, el movimiento de los jubilados al sur es un elemento significativo en la migración mundial, especialmente por sus impactos
en los países receptores, aunque oficialmente sólo representa 6% de
la población migrante mundial, en comparación con 34% sur-sur y
35% norte-sur (ibídem).
La migración de jubilados es un fenómeno relevante en las
esferas económica, social y cultural, y por ello se ha convertido en un
área creciente de investigación, tanto en América como en Europa.
En México, estudios han señalado la necesidad de medir adecuadamente la presencia creciente de los jubilados migrantes; atendiendo
a que su tiempo de estancia y situación jurídica varía se ha gestado
una “zona gris” (Hiernaux-Nicolas, 2010a), que toca la investigación de la migración y el turismo. Según las autoridades migratorias
mexicanas, en 2010 había apenas 108 mil extranjeros en México,
de los cuales cerca de un tercio se encontraban en la península de
Baja California. Aunque en el interior del país hay varios ejemplos
de comunidades de retirados establecidas desde hace mucho tiempo,
la cercanía con Estados Unidos ha provocado la preferencia por las
ciudades de Baja California, como lo demuestra la enorme población extranjera en el circuito Tijuana-Rosarito-Ensenada (Mendoza,
2010). Esta situación es parte de una tendencia más amplia que se
remonta a la década de los noventa, relacionada con el desarrollo del
turismo y la liberalización de inversiones en bienes raíces, en el contexto de la pertenencia de México al Acuerdo de Libre Comercio de
Norteamérica (tlcan).
Existe una creciente literatura respecto a los efectos de las
comunidades estadounidenses y canadienses de jubilados en México.
En el caso del “turismo residencial” o “turismo inmobiliario”, que
109
se expresa en la adquisición de segundas residencias para habitación
temporal o permanente, el tema es reconocido como nuevo (ver
los trabajos en Hiernaux-Nicolas, 2010b). Sin embargo, en sitios
importantes para la migración de retirados como Chapala (Jalisco)
y Tepoztlán (Morelos), hay estudios desde los ochenta. No obstante
ello, relativamente pocas investigaciones comparativas se han realizado, y menos aún que incluyan a Baja California Sur. Un estudio
etnográfico de la relación de residentes norteamericanos, población
oriunda y migrantes de otras partes de México en Todos Santos, al
sur de la capital de Sudcalifornia, es la obra más completa hasta la
fecha (Almada 2006). Un artículo de Topmiller, Conway y Gerber
(2011) contiene una descripción de los jubilados de la comunidad de
América del Norte de Mulegé, y numerosas otras obras (incluyendo
Gámez, 2008; Ganster, Arizpe e Ivanova, 2007) hacen referencia a
estas poblaciones. Un estudio más profundo basado en la realización
de una encuesta a extranjeros residentes en el estado fue hecho por
Lizárraga (2010) en Los Cabos, que comparte los resultados similares que en otras partes del país.
En la terminología clásica de los estudios sobre migrantes
internacionales, los jubilados son atraídos por el clima, la belleza del
paisaje y la cultura, y “expulsados” por los altos costos de vivienda,
alimentación y salud en su país de origen. A pesar de que sus recursos económicos no siempre son abundantes, todos los jubilados
disfrutan de un mejor nivel de vida en algunos aspectos, en comparación a si se hubieran quedado en casa; al menos en términos del
nivel de la vivienda y el acceso a empleados domésticos. Además, por
lo general, suelen tener un nivel significativamente más alto de vida
que los mexicanos entre los que viven.
A pesar de que la actual crisis económica se ha traducido en
una fuerte disminución de la inversión en vivienda desde 2008, la
110
tendencia a largo plazo es que la migración continúe hacia el sur, en la
península de Baja California y en general en las áreas turísticas costeras a lo largo del Pacífico hasta Panamá. Un estudio realizado por el
Instituto de Política Migratoria de Estados Unidos (mpi, 2006: 5-6)
identifica varias razones de la importancia de la migración internacional de jubilados. El Instituto estima que entre los años 2000 y 2030 la
población de más de 65 años en Estados Unidos se duplicará; adicionalmente, un número creciente de estadounidenses, que se acercan a
la edad de jubilación, están preocupados por si van a tener los recursos financieros para sostener su estilo de vida en Estados Unidos a
medida que envejecen. En esas condiciones, y por la cercanía geográfica, hay razones para suponer que la migración internacional de
retirados seguirá afectando a B.C.S. en los años por venir.
Turismo y migración en Baja California Sur
El turismo se ha convertido en un sector económico dinámico en
todo el mundo; para muchos países ha significado una forma de
financiar el déficit comercial y como una fuente de creación de empleo. En particular para las economías pequeñas, y debido a sus
desventajas comparativas, el turismo se ha vuelto la oportunidad de
beneficiarse de los cambios en las tendencias del mercado turístico,
a partir de una revaloración de los recursos naturales, la apertura a
la inversión extranjera, y el bajo costo de transporte, por mencionar
algunos de los factores (omt, 2012).
Se considera que el turismo tiene un impacto positivo a través
de la generación de oportunidades de trabajo, entrada de inversión
extranjera y desarrollo de vínculos intersectoriales. Sin embargo,
por el lado negativo, el papel de las corporaciones multinacionales,
111
la falta de control local sobre los ingresos generados, la demanda de
trabajadores poco calificados, los cambios en los patrones tradicionales de producción, el carácter de “enclave” de los lugares turísticos
y por lo tanto la dependencia de los mercados extranjeros, así como
las economías externas adversas, tales como la contaminación, la
sobrepoblación y otros problemas sociales han cuestionado el enfoque armónico que prevalecía respecto al crecimiento del turismo
(Tisdell, 2001). Este escenario ilustra las recientes tendencias económicas y sociales en Baja California Sur (B.C.S.), y en particular en
Los Cabos, el destino turístico más dinámico en el estado (Gámez y
Ángeles, 2010).
A pesar de que B.C.S. ha sido tradicionalmente una economía
basada en el sector servicios, históricamente se ha integrado a los
mercados internacionales a través de las exportaciones de productos
generados por actividades extractivas y agrícolas. En la década de
los 80, sin embargo, una nueva tendencia inició en México como
resultado de un programa del gobierno federal para desarrollar nuevas áreas turísticas. El carácter casi insular de B.C.S., que permite
una gran riqueza marina y diversidad biológica terrestre, junto con
paisajes valiosos, atrajo la atención nacional y extranjera. Así Los
Cabos, una de cinco regiones en el país promovidas en ese programa, recibió enormes cantidades de inversión que se dedicaron a la
construcción de infraestructura turística para extranjeros y de altos
ingresos. Esto impulsó a B.C.S. como un destino turístico internacional y tuvo impactos positivos localmente, lo que se esperaba
se extendería a toda la región tanto por sus efectos en el comercio,
bienes raíces y otros sectores relacionados. La creación de empleos
(principalmente a través de la construcción y hotelería) ha sido un
resultado claro y dado lugar a tasas medias anuales de crecimiento de
la población cercanos a 10% durante las últimas dos décadas en Los
112
Cabos, tasas que han sido alimentadas por inmigrantes nacionales y
extranjeros (Gámez y Ángeles, 2010); en este último caso, muchos
de ellos jubilados.
Aunque el crecimiento del turismo tendió a centrarse en el
área de Los Cabos (el corredor turístico de 32 kilómetros que une a
San José con Cabo San Lucas), nuevos complejos turístico-residenciales se han extendido a lo largo del territorio del estado durante
los últimos cinco años. De ello son muestra Loreto (si bien el
fomento del turismo en esa ciudad data de la época de Los Cabos) o
incluso comunidades rurales como Mulegé y San Ignacio, al norte.
El turismo también ha creado presión sobre recursos escasos, como
el agua, elevado considerablemente el precio de los bienes raíces,
y redirigido el uso tradicional de la tierra en favor de oportunidades en el turismo e inversiones relacionadas con la construcción
de segundas residencias, especialmente para ciudadanos estadounidenses. En particular, la compra de propiedades en México por
residentes de Estados Unidos, aunque común a lo largo de la frontera México-Estados Unidos, ha alentado en B.C.S. una migración
semi-permanente y permanente Norte-Sur (Holguín, 2006).
La legislación mexicana dispone de mecanismos para que los
extranjeros compren tierras. De éstos, el arreglo legal más común
es un contrato de fideicomiso con un administrador, que forzosamente ha de ser un banco mexicano (Troncoso, 2007). Como parte
de las disposiciones del tlcan, los bancos de Estados Unidos y otras
entidades de crédito han establecido programas de préstamos para
financiar la compra de propiedades en México. Puesto que el crédito
en México es más caro que en Estados Unidos (las tasas de interés en
ese país varían de 3-8%, mientras que en México son 13-20%); esto
podría explicar la proliferación de empresas que ofrecen propiedad
de la tierra en Baja California Sur para ciudadanos estadounidenses
113
(Microfinance Africa, 2011) y el atractivo que tiene para mudarse
a México, considerando el costo de vida más bajo, en comparación
con Estados Unidos o Canadá.
Estados Unidos es el principal mercado para las exportaciones
de B.C.S., así como para los sectores de servicios como el turismo y
bienes raíces. Cada vez más, residentes en Estados Unidos que viajan
por placer o para decidir establecerse en el estado están cambiando
no sólo los patrones demográficos de B.C.S., sino también las interacciones locales sociales y económicas. La pertinencia de examinar el
impacto específico de las actividades turísticas en las diferentes regiones en B.C.S. desde una perspectiva económica es alta, pero también
lo es en términos de las relaciones sociales que estas actividades económicas han promovido en las comunidades locales (Solari, 2005).
El caso anterior es aún más urgente en la medida en que regiones con ecosistemas frágiles, como los oasis de Mulegé y San Ignacio
están siendo integrados a proyectos de mega-turismo y segundas
residencias, similares a las que existen en el corredor de Los Cabos,
Loreto y La Paz. Esta tendencia ha sido motivo de controversia,
especialmente ante la desigual oportunidad que tienen las personas
y comunidades mexicanas de participar del desarrollo de centros
turísticos como Los Cabos y Loreto, pero también lo es en pequeños
oasis de la media península. Hasta el momento, aunque los cambios
en los patrones de migración norte-sur y el alza de los precios de bienes raíces puede ser fácilmente percibido, se sabe poco sobre cómo
se genera este proceso, en gran parte porque no se dispone de información por el lado de la demanda.
114
Clasificación internacional del migrante
La estimación del número de migrantes internacionales de jubilados
en un país es claramente un primer paso para identificar su impacto
pero, desafortunadamente, hay dificultades para hacer una estimación exacta. Dos, básicas, son determinar quién es un residente (en
comparación, por ejemplo con un turista) y separar a migrantes
jubilados de otros residentes extranjeros. Los censos nacionales distinguen entre residentes y turistas, mediante el establecimiento de
una longitud mínima de la estancia en el país para que una persona
cuente como residente. Este período mínimo es comprensible pero
arbitrario: en México es de seis meses. Esto significa que un jubilado
que pasa cinco meses al año viviendo en una comunidad en B.C.S. se
considera como turista, aunque otros factores, como que sea propietario de una vivienda indique un alto nivel de compromiso (al menos
económico) con la comunidad mexicana. Los migrantes retirados
son incluidos en los censos como “Residentes Mexicanos Nacidos en
Estados Unidos”. Además de los jubilados, esta categoría incluye a
los niños nacidos de ciudadanos mexicanos que residen temporalmente en Estados Unidos en el momento de su nacimiento y que no
han sido registrados como mexicanos (Topmiller et al., 2011: 52).
De este modo, los censos de población en México (y en otros
lugares) no captan con precisión el número y características de las
personas a quienes los investigadores designan como jubilados o retirados migrantes internacionales. Incluso entre éstos hay diferencias
significativas: algunos residen en México todo el año, con viajes ocasionales de regreso a su país de origen; mientras que otros vienen
sólo durante los meses de invierno o salen de México durante la temporada de calor. Algunos verdaderamente se han retirado de todas
las actividades económicas; en tanto que otros han dejado su vida
115
laboral en Estados Unidos o Canadá pero para dedicarse a actividades económicas en México, desde la gestión de restaurantes hasta la
realización de servicios de impuestos para sus compatriotas.
International Community Foundation (Kiy y McEnany, 2010)
recientemente encuestó a más de un mil jubilados de Estados Unidos que residen en comunidades costeras mexicanas. Un tercio de
ellos lo hacía en B.C.S. Entre los encuestados, más de la mitad de jubilados tenía una edad menor a 65 años y un alto nivel educativo; dos
tercios con título universitario y casi un tercio con título de maestría
o superior. Casi la mitad reportó que tenían al menos un nivel intermedio de dominio del español y 77% informó que eran propietarios
de una casa en México.
Integración: el lenguaje y el espacio social
Aunque los jubilados norteamericanos desean vivir en un ambiente
cultural mexicano también crean sus propias redes sociales, lo que
les impide establecer relaciones fuera de esas redes, es decir, con los
mexicanos. Esto es muy característico de los inmigrantes en general,
especialmente de aquellos en edad adulta que no llegan con sus familias, o son parejas casadas o personas solteras que han dejado a sus hijos
o parientes en su país de origen. Sus hijos son adultos que probablemente viven de forma independiente, con sus propios descendientes.
Esta situación contrasta con la de los inmigrantes con hijos
menores de edad. Tener hijos pequeños inevitablemente pone a una
familia de inmigrantes en contacto con las instituciones locales, las
escuelas en particular y las redes sociales. Los niños inmigrantes
aprenden los idiomas locales de forma rápida y con frecuencia sirven de enlace o traductores entre sus padres y la sociedad receptora.
116
Estos fenómenos, comunes en otras situaciones de migración, están
ausentes aquí. Los migrantes jubilados tienen mucho menos acceso
a las redes sociales fuera de la comunidad migrante, especialmente
cuando su conocimiento de la lengua es deficiente, situación que
ocurre frecuentemente.
Stokes (1980, 1991) observó que los jubilados estadounidenses
que estudió han tenido que hacer frente a su diferente estatus en tres
ámbitos: el marco jurídico/político, en el que consideraban que su
estatus era bajo; el económico, donde es alto; y el social, que dependía de la condición social de los mexicanos con los que interactuaban.
En el trato con los empleados domésticos la falta de fluidez era un
inconveniente, pero en la negociación de los asuntos oficiales se trataba de una grave vulnerabilidad. Stokes (1981: 166-178) proponía
como hipótesis que los jubilados estadounidenses que estudió se resistían a ser bilingües, porque hablar sólo inglés reflejaba (en su propia
percepción) su superioridad cultural sobre los mexicanos más pobres
con los que interactuaban, y les permitía evitar contacto con las élites
mexicanas, donde su sentido de superioridad cultural podía peligrar.
El etnocentrismo descrito por Stokes, en el que los jubilados
creen que su propia forma de vida y valores son superiores, es una
característica cultural frecuente, que no necesariamente ha de mover
a sorpresa o ser siquiera necesariamente preocupante. Si un grupo de
refugiados procedentes de, por ejemplo, el sudeste de Asia, se establecieran en La Paz, sin duda también desplegarían algunas actitudes
etnocéntricas, especialmente durante su adaptación a las costumbres
mexicanas. Es probable que los miembros mayores de las familias de
refugiados fueran más etnocéntricas que sus hijos y nietos, particularmente si los niños establecen más vínculos con la población local
y adoptan ideas de lo que es aceptable y da prestigio. Ciertamente,
hay mexicanos en Estados Unidos que asumen que las maneras
117
mexicanas son mejores que las de Estados Unidos. El problema con
el etnocentrismo de los jubilados migrantes internacionales es que su
poder económico les permite desplegar su etnocentrismo desde una
posición de poder en la sociedad receptora.
El tamaño de la comunidad de jubilados y la segregación residencial son factores que pueden determinar la voluntad de aprender
el español y el grado en que los migrantes jubilados pueden involucrarse socialmente con los mexicanos. En una comunidad grande
de expatriados18 los migrantes retirados solteros son más propensos
a buscar redes sociales para tener compañía y ayuda en su vida en
México. Donde la gente vive en étnicamente (y por tanto lingüísticamente) vecindarios segregados, la frecuencia de las interacciones en
inglés se incrementa. Una de las características de las comunidades de
jubilados expatriados en México es su apertura a los recién llegados
(Migration Policy Institute 2006: 60). A los jubilados que desean trasladarse a México, en general, no les faltan compañeros en la misma
situación que están dispuestos a ayudarles a adaptarse Esto es evidente
no sólo por los comentarios de los jubilados mismos, sino por el gran
número de sitios web, blogs y periódicos en lengua inglesa orientadas
a ellos. Dado que estos recursos esenciales están disponibles en inglés,
los migrantes jubilados sienten que tienen poca necesidad de recurrir
al español para obtener información. A la vez, al no entender los programas de televisión y radio y periódicos en español no tienen acceso
directo a los puntos de vista y experiencias mexicanas, incluyendo
aquéllos sobre los propios migrantes internacionales.
Kiy y McEnany (2010) notan:
18 Empleamos aquí este término para referirnos a jubilados que han establecido una residencia fuera de su país.
118
Debido al interés de los jubilados de Estados Unidos en el establecimiento de un sentido de comunidad en su hogar “adoptado”, crean
redes sociales propias que crecen en tamaño y fuerza con el tiempo.
Ceremonias religiosas en inglés, juegos de Bingo (en lugar de la
lotería mexicana), y sitios de reunión de habla inglesa como restaurantes y cafés han ganado popularidad en comunidades de jubilados
más establecidas, como Mazatlán y Puerto Vallarta. Periódicos de
habla inglesa, revistas, listas de internet y sitios web también son
comunes en todas las comunidades costeras de México. Estas interacciones cómodas y culturalmente familiares hacen que sea difícil
para los jubilados acercarse a sus vecinos mexicanos, restringiendo
aún más el potencial de integración social.
El Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, 2006: 9) señala que numerosos estudios en Estados Unidos
y Europa han indicado que la capacidad de los migrantes por jubilación para hablar los idiomas locales es baja, y que también lo es
su participación en las organizaciones locales. La fluidez en el lenguaje no sólo permite a los migrantes la mejor y mayor interacción
cotidiana, como ir de compras, lidiar con funcionarios (como los
agentes de inmigración) y establecer relaciones con personas locales,
incluyendo amistades fuera del círculo de su lengua materna. Stokes
(1980) encontró que los jubilados de América del Norte en el Lago
de Chapala, con un mínimo de español, ocupan a otros jubilados
y algunos mexicanos bilingües para proporcionarles información y
ayuda para tratar con las autoridades mexicanas. Estos jubilados, por
supuesto, no tenían acceso a medios de comunicación mexicanos, y
su fuente de información sobre los eventos en México se basaba en
los periódicos estadounidenses o en inglés.
119
La motivación para aprender español puede disminuir, cuando
la vida de los migrantes en una comunidad grande de habla inglesa
es resuelta por los residentes bilingües, que ayudan a los hablantes
monolingües en sus interacciones con mexicanos monolingües. Al
mismo tiempo, la incapacidad de hablar español tiende a aumentar
la separación de la comunidad de expatriados, como han indicado
investigaciones sobre jubilados británicos en España. Por otro lado,
una mayor capacidad lingüística ha sido asociada con un mayor
bienestar para los jubilados (Banks, 2004: 363).
Varios estudios indican que los inmigrantes que hablan español
y se consideran mejor integrados en la comunidad mexicana menosprecian a los demás que ni siquiera aspiran a aprender el idioma
nacional. En su estudio sobre los jubilados migrantes en México y
Panamá, el Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, 2006: 58) observó que:
… en ocasiones había una tensión notable en los grupos de jubilados que podía hablar español y los que no podían. Algunos de los
que hablaban español señalaban que otros jubilados no tenían interés en aprender el idioma. Sin embargo, aquellos que no hablaban
español describían la dificultad de aprender el idioma y se disculpaban por no saber español. En la amplia comunidad de jubilados
de San Miguel de Allende, Guanajuato, a más largo plazo de los
jubilados residentes describieron a los recién llegados en términos negativos. En grupos focales, un jubilado los caracterizaba de
esta manera: ‘Muchos americanos nuevos están… llegando. No se
toman el tiempo para aprender el idioma... No están interesados en
la cultura. Se trata de un enclave norteamericano.’
120
Otro dijo:
Debido al desarrollo de San Miguel, la gente viene aquí con la idea
de vivir en los suburbios y a practicar el golf, nunca habían pensado
en venir aquí antes, y no son el tipo de personas que valoran la
cultura y quieren integrarse y aprender el idioma (Migration Policy
Institute, 2006: 59).
Investigación entre los migrantes de jubilación, en la zona del
Lago de Chapala en Jalisco, mostró una tendencia similar. A más
largo plazo, los inmigrantes jubilados (que se habían retirado a una
edad más temprana y más activa que los recién llegados) se referían
a un grupo de jubilados post-tlcan como quienes “importaban su
estilo de vida” en lugar de adaptarse a uno mexicano (o cuasi-México). Truly (2002: 273) describe a los nuevos inmigrantes de la
siguiente manera:
El grupo de los nuevos inmigrantes no es tan móvil como los
grupos tradicionales y visitó la zona muchas menos veces antes
de establecerse en el área que los migrantes tradicionales...
La característica más llamativa del nuevo grupo fue su falta de
participación económica y social en la comunidad local. Por el
contrario [los migrantes] jubilados anteriores eran más activos
en organizaciones benéficas locales, tenía más amigos mexicanos
que los nuevos inmigrantes, y apoyaban a las empresas locales a
diferencia de los nuevos inmigrantes que fueron particularmente
aficionados a las franquicias multinacionales (por ejemplo, WalMart)... [E]n general, el análisis sugiere que los nuevos inmigrantes
prefieren menos interacción con la cultura local y la comunidad,
121
lo que contrasta marcadamente con los [anteriores] migrantes que
habían optado por aceptar o adaptarse a la vida en México.
La preocupación de Truly (2002: 273) era que el nuevo tipo
de migrante alteraría radicalmente la dinámica de la comunidad de
expatriados en el Lago de Chapala.
Los encuestados que respondieron a Kiy y de McEnany (2010)
estaban preocupados por el desarrollo de una comunidad de expatriados demasiado americana:
… el ambiente que se respira en las pequeñas poblaciones y la
cultura de las comunidades costeras es una parte sumamente
importante del por qué nuestros encuestados adquirieron una
propiedad para establecerse. Los encuestados no buscaron recrear
una comunidad de retiro típica como las que se encuentran en los
EE. UU., por lo que podrían decidir dejar México si su comunidad
“adoptiva” empezara a evolucionar en esa dirección.
Estos recuentos de diversas fuentes sugieren que la preferencia por radicar en México no necesariamente se relaciona con el
ambiente cultural mexicano. Debido a la mayor disponibilidad de
servicios y productos a los que los norteamericanos están acostumbrados en sus propios países, los propios jubilados temen que lleguen
inmigrantes aún más desligados de una participación activa con las
comunidades de mexicanos. El acceso a conexiones a internet, como
el correo electrónico y Skype, facilita lo anterior en la medida que
favorece el tener medios de comunicación sencillos y baratos con
familiares y amigos en el país de origen.
En contraste con lo anterior, quienes inmigraron antes de existir esas facilidades tuvieron que equilibrar su deseo de vivir en una
122
comunidad mexicana con la pérdida de algunos bienes y servicios a
los que estaban acostumbrados en casa. En tanto más pueda ser replicado el ambiente del país de origen, menor es la conexión que tienen
jubilados migrantes con su nueva localidad. Los jubilados migrantes
internacionales tienden a considerarse como aventureros y abiertos
a otras culturas, y de hecho es muy probable que así sea cuando se
comparan con otros jubilados que no han optado por establecerse en
un país diferente. Si las comunidades de retirados en México llegaran a ser similares a las comunidades mexicanas en Estados Unidos,
esto probablemente atraería a jubilados menos aventureros.
Integración: participación con la comunidad mexicana
Debido a las necesidades de los inmigrantes jubilados y, especialmente, por su más alto poder adquisitivo, la mayoría de sus
relaciones con los mexicanos tiende a ser de servicio, ya sea como
empleados en sus casas o prestando servicios ocasionales. La interacción principal de la mayoría de los jubilados migrantes en México
con la población local es con las personas que trabajan para ellos en
los alrededores de sus hogares. Una jubilada entrevistada por Banks
(2004: 371) describía a su empleada doméstica como “una ‘buena’
amiga”, y porque habían tenido viajes de turismo religioso en autobús
junto a otros mexicanos. Pero resultó que la jubilada había pagado el
pasaje a la empleada y ésta sirvió como guía turístico, debido a la
falta de conocimiento del español por parte de su empleadora. Lo
que se percibe como una amistad era en realidad una extensión de la
relación empleador-empleado.
Si la comunidad de expatriados es lo bastante grande, las
personas migrantes encuentran relaciones sociales suficientemente
123
satisfactorias entre los compañeros jubilados con los que la comparten. Participar en la amistad con los mexicanos en pie de igualdad
requiere una inversión mucho mayor en la adquisición de competencias lingüísticas, aceptar las diferencias culturales, y experimentar la
vulnerabilidad de cometer errores sociales. En su investigación en
la región del Lago de Chapala, Banks (2004) analizó las narrativas
de los jubilados de su vida en México. Los entrevistados afirmaron
tener amistad con los mexicanos, pero que estas amistades eran más
bien superficiales. Los estadounidenses describían a los mexicanos
como amistosos, pero tan involucrados con sus familias que relaciones estrechas con los expatriados no eran posibles. En su análisis,
Banks (2004: 374) señala que los retirados perciben como impenetrable a la sociedad mexicana, que les quita la responsabilidad de
crear una relación estrecha, y refuerza la idea de que la amabilidad
y atención de los mexicanos son sentimientos y actos no profundos.
Cuando los jubilados se refieren a su participación en la comunidad mexicana en la que viven, a menudo lo hacen como una labor
filantrópica (Stokes, 1991: 176-177). Esto puede ser en el nivel personal, como cuando se ofrece dinero a la empleada doméstica para
que envíe a sus hijos a la escuela. Frecuentemente la filantropía se
ha institucionalizado y se explica como una manera de retribuir a
la comunidad mexicana. Un patrón común es que estas actividades filantrópicas sean organizadas por los propios jubilados, con la
participación formal y simbólica de mexicanos (Stokes, 1980: 91).
Una cuestión importante es el grado en que se realiza la asignación
de fondos por los jubilados o los miembros de la comunidad mexicana. Así, mientras que los jubilados, sin duda, retribuyen a sus
comunidades a través de estas actividades, no está claro hasta qué
punto su trabajo filantrópico los integra en las redes sociales de las
comunidades mexicanas. Por otra parte, estas actividades refuerzan
124
inevitablemente la imagen pública del mayor poder económico de
los jubilados extranjeros, lo que puede influir en su percepción de sí
mismos como culturalmente superiores.
La diversidad entre las comunidades
de jubilados inmigrantes
Sería un error pensar que todos los jubilados y las comunidades de
expatriados estadounidenses son similares. Las dos mayores comunidades que se han estudiado, en San Miguel de Allende y en el Lago
de Chapala, son más grandes y tienen una historia más larga que
cualquier otra comunidad de expatriados en B.C.S. Para dar una
idea de la diversidad de estas últimas comunidades, describiremos
brevemente dos de ellas en B.C.S., las de Mulegé y Todos Santos,
ciudades que son importantes oasis históricos. Mucha de la información sobre estos dos lugares se pueden encontrar en Topmiller et al.
(2011) y Almada (2006). También hay una referencia a Los Cabos,
donde se encuentra casi 50% de la población extranjera residente en
B.C.S. (Lizárraga, 2010).
Heroica Mulegé es una ciudad de alrededor de 3,800 personas en la costa del Golfo de California, en el municipio de Mulegé.
Siguiendo a Topmiller et al., oficialmente el gobierno mexicano
reportó una población residente nacida en el extranjero de menos de
200 personas en el año 2000, pero los extranjeros residentes indican
que la población de la ciudad se incrementa en más de un mil durante
el apogeo de la temporada turística. Tanto la población y la pequeña
infraestructura turística de Mulegé se han mantenido relativamente
estables durante varias décadas, a diferencia de otros destinos,
especialmente Los Cabos. Mulegé es relativamente remota, por lo
125
general un viaje de dos días desde la frontera con California y dos
horas del aeropuerto más cercano a Loreto. Las principales actividades para el residente jubilado en Mulegé se relacionan con el mar: la
pesca y las playas de la cercana Bahía de Concepción.
Mulegé ofrece un ambiente de pueblo pequeño y los bajos precios de bienes raíces en comparación con los destinos costeros de
más al sur lo hacen atractivo; pero tiene pocos servicios para los residentes norteamericanos, en cuanto a la obtención de los productos
a que están acostumbrados o a servicios de salud especializados. El
hospital más próximo se encuentra en Loreto, Ciudad Constitución
y La Paz, a muchas horas por tierra hacia el sur. La falta de servicios
de salud, sin duda, ha llevado a que los jubilados dejen Mulegé en
la medida en que se deteriora su salud con la edad. No hay grandes
tiendas al por menor en la región. Apenas en la última década es que
Mulegé cuenta con servicios bancarios.
La comunidad de jubilados migrantes en Mulegé parece caer
en el mismo tipo de espectro reportado en San Miguel de Allende y
Lago de Chapala, como se decía, dos comunidades mucho más grandes. Algunos de los emigrantes jubilados hablan español con fluidez
y están bien integrados en la comunidad mulegina. Otros viven en
comunidades separadas: una en un pequeño enclave al norte del río
Mulegé y dos más en zonas residenciales al sur del río Mulegé. Los
jubilados residentes que hablan poco español y tienen muy poca relación con la comunidad mexicana son los más propensos a vivir al sur
del río; también son más propensos a ser residentes estacionales.
Aunque Mulegé está en la costa no tiene una playa atractiva,
por lo que las exclusivas viviendas de los jubilados se asientan junto
al río Mulegé y no en el centro del poblado. Esto implica que no han
desplazado a los residentes mexicanos como ocurre en otras localidades, pues las márgenes del río no solían ser espacios residenciales
126
hasta que llegaron los extranjeros. La razón de esto es que son zonas
de inundación: Mulegé se ha inundado tres veces por los huracanes y una tormenta tropical, en 2006, 2008 y 2009 y esto causó
que muchos jubilados se desanimaran y abandonaran sus hogares,
especialmente los del sur del río, donde se sintieron los efectos más
fuertemente.
La comunidad de retirados expatriados se enorgullece de sus
actividades filantrópicas que realizan con acciones personales y voluntariado, a través del Club Rotario Internacional que apoya a un
dispensario médico/dental en la ciudad, y de una variedad de grupos
locales, tales como Los Amigos de los Niños. Un torneo de pesca
anual, organizado por los estadounidenses recauda fondos para el
Departamento de Bomberos y otras causas. También hay cada año
un “chile bake-off”, competencia celebrada en la plaza del pueblo
para recaudar fondos para la caridad. Es ésta la única ocasión durante el año en que la comunidad de expatriados se hace presente en el
espacio público mexicano. La participación es mayoritariamente de
extranjeros, aunque muleginos participan tanto como concursantes
como consumidores.
Por su parte, Todos Santos, en el municipio de La Paz, es un
poco más grande que la población de Mulegé con alrededor de 5 mil
habitantes. Almada (2006: 275) estima que cerca de un mil (o 20%)
de ellos son extranjeros. Todos Santos no está tan aislado como
Mulegé: se llega a la ciudad a menos de una hora desde La Paz y Cabo
San Lucas. Su costa junto al Océano Pacífico le da un clima más
moderado que Mulegé, especialmente en invierno. La participación
de la comunidad de expatriados en Todos Santos es muy distinta de
la de Mulegé, empezando por su visibilidad. A diferencia de Mulegé,
el centro de Todos Santos ha sido transformado por los extranjeros
en una comunidad de artistas. El “padre fundador” de la comunidad
127
de expatriados en Todos Santos fue Charles Stewart, un artista estadounidense que compró una casa en el centro de la ciudad en 1983.
Su movimiento atrajo a otros que también compraron casas y establecieron galerías en el centro histórico de la ciudad. Este “núcleo”
difícilmente puede ser descrito como una comunidad de retirados,
ya que se trasladaron a México a realizar actividades económicas. Lo
que han hecho es crear un ambiente cómodo para los jubilados norteamericanos, que han construido sus viviendas en la zona costera al
oeste de la ciudad.
Todos Santos fue designado como “Pueblo Mágico” por la
Secretaría de Turismo en 2006, como estrategia para atraer más
visitantes. Llegar al pueblo es fácil desde Los Cabos y La Paz, y esto
atrae a un flujo constante de turistas de día. Dos eventos importantes
son el Historic Home Tour, que recauda fondos para los bomberos, y la
Sociedad de la Palapa (The Palapa Society), un grupo sin fines de lucro
con la participación de gran parte de expatriados. La Sociedad de la
Palapa también recauda fondos a partir de un festival de música para
fines educativos.
La remodelación de edificios históricos por parte de extranjeros se ha traducido en tensión por el patrimonio histórico de la
ciudad. Para los extranjeros la historia del pueblo reside en sus edificios, y se consideran los salvadores de este patrimonio a través de
la “restauración” de las casas, en un estilo que es claramente más
estadounidense que mexicano. Para los todosanteños, el patrimonio de la ciudad se conserva en la memoria de sus familiares y en
las casas de sus antepasados que ahora están ocupadas por los recién
llegados. Así, el Todos Santos restaurado es más “históricamente
mexicano” para un norteamericano que para los locales. A diferencia
de Mulegé, donde la comunidad extranjera ocupa el espacio público
mexicano una vez al año, en Todos Santos hay un conflicto sobre
128
quién define y controla la identidad histórica de la ciudad. A pesar
de que la comunidad de expatriados tiene poco poder político o jurídico, sus ventajas económicas le han permitido imponer su visión de
Todos Santos, por lo menos en parte del centro de la ciudad, la que
atrae a la industria turística. Al igual que en Mulegé, la afiliación al
Club Rotario se ha convertido en un espacio en el que extranjeros
y población local coexisten (Almada 2006: 252). Es seguro que el
impacto de la migración internacional de retirados seguirá siendo
mayor en Todos Santos que en Mulegé, por el más fácil acceso que se
tiene ahí al transporte aéreo y a los bienes y servicios (desde La Paz y
Los Cabos), así como a propiedades con vista al mar y un clima más
templado.
Con relación a Los Cabos, la región turística y destino de
inversión inmobiliaria más importante en Baja California Sur, en
una encuesta a inmigrantes extranjeros Lizárraga encontró que 61%
de ellos eran dueños de la casa en donde vivían —valorada en 350
mil dólares estadounidenses (usd) o más— y 53% tenía un alto nivel
educativo (preparatoria o universidad); tendían a vivir en comunidades cerradas por la orilla del mar, expresaban poco o nulo interés
en la interacción con la comunidad local y disfrutaban de un mayor
ingreso económico en comparación con los pobladores locales (25%
ganaba 2,500 dólares o más por mes, mientras que 20% percibía más
de 6 mil usd), lo que les permitía gastar cerca de 2 mil dólares al
mes en bienes de consumo y servicios. El clima, la cultura local y la
economía fueron las tres razones principales para vivir su etapa de
retiro en México (Lizárraga, 2010). La presencia de los jubilados
ha sido señalada como una oportunidad para financiar obras sociales y se han ideado mecanismos para fomentar las relaciones entre
las comunidades de extranjeros con los grupos desfavorecidos de la
sociedad de Los Cabos (cie, 2006).
129
Al igual que con el turismo en la región, la inmigración internacional ha tenido importantes efectos sociales y ambientales en Los
Cabos y otros lugares en Baja California Sur. Uno de estos aspectos
se relaciona con el crecimiento inmobiliario que, sin duda, ha significado una fuente de ingresos para los lugareños que vendieron sus
tierras, pero que es manejado principalmente por extranjeros, que
tienen las habilidades de negociación y comunicación para hacer
que los compradores se sientan cómodos. Por otro lado, precios de
la tierra desproporcionados, alentados por un mercado que se dirige
a extranjeros, han auspiciado tal especulación con los precios de la
tierra, que los locales no pueden permitirse pagar viviendas junto
al mar. Además de esa apropiación privada de los recursos paisajísticos y de otros muy escasos, como el agua, la polarización social
se ha traducido en una forma de subordinación económica. Esto
es así, no sólo por el establecimiento de relaciones de trabajo en el
que la población mexicana provee de servicios básicos, tales como
jardinería, limpieza, entre otros, sino también por el desarrollo de
actitudes sociales a partir de ese tipo de relación laboral, que en
mucho se basa en la supuesta superioridad de la cultura de Estados
Unidos (Almada, 2006; Holguín, 2004).
A diferencia de otras comunidades de jubilados en México, en
Los Cabos el español no es una herramienta necesaria para la comunicación. La orientación hacia el turismo extranjero y un mercado de
bienes raíces en dólares ha propiciado el establecimiento de cadenas
comerciales estadounidenses, como Costco, City Club y Sam’s que
ofrecen mercancías a las que están acostumbrados; además de que los
empleados de restaurantes y bares hablan inglés. Así, no hay incentivos para aprender español a efecto de realizar actividades cotidianas
en la localidad como el abastecimiento de alimentos o diversión.
Sin embargo, para muchos resulta difícil lidiar con asuntos legales
130
o procedimientos administrativos como, por ejemplo, el pago de
impuestos o de servicios. Algunas empresas, la mayoría dirigidas por
extranjeros, atienden estas necesidades, aunque se han propuesto
canales directos de comunicación con las instancias de gobierno, y se
han adoptado medidas para facilitar sus relaciones con las autoridades locales (El Informador de Baja California Sur, 2012).
Consideraciones finales
Al presente, no existen políticas claras para integrar a los extranjeros, turistas o inmigrantes a la sociedad sudcaliforniana. Aunque
existen escuelas privadas para aprender español, no hay una política
explícita para que la cultura local sea parte de su vida. En Los Cabos,
esta situación se puede explicar por la novedad y origen de la ciudad;
si bien es el resultado de un proceso de ya tres décadas, Los Cabos
respondió a un modelo de creación instantánea que se basaba en el
paisaje, y tenía como mercado objetivo a uno que no buscaba la integración con lo local. Por el contrario, como se puede observar en
localidades más pequeñas, como Mulegé, el aislamiento es preciado
para muchos jubilados y su necesidad de gregarismo se resuelve a
través de sus asociaciones con otros retirados.
Indudablemente se requiere más investigación para comprender de mejor manera las relaciones sociales con los inmigrantes
internacionales en Baja California Sur, y reducir la brecha social
entre ellos y las comunidades locales. Sin embargo, ya hay estudios
que muestran una visión general, y a veces particular, de sus percepciones y expectativas sobre su vida en México y los mexicanos. Dado
que es muy probable que su presencia en el país y en el estado continúe, es deseable entablar una mejor comunicación. Los inmigrantes
131
extranjeros oficialmente representan una pequeña proporción de
la población en Baja California Sur (3.8%), pero la vida cotidiana
demuestra lo contrario. Los beneficios de tener una sociedad diversa
pero comunicada son muchos en términos de seguridad, capital
humano y social, conservación del medio ambiente y equidad social
y económica. Pero esto implica un programa de política deliberada
de integración que también incluya a la población local, y ciertamente a los miles de mexicanos que anualmente llegan al estado en
la búsqueda de una vida mejor.
132
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136
V
Política cultural y uso social del turismo en Los
Cabos, Baja California Sur
Alexandra Sauvage, Alba E. Gámez y Vania Castro R amos
Introducción
En pleno crecimiento en la década de los ochenta, el centro turístico
integralmente planeado (ctip) de Los Cabos, en Baja California Sur,
México, es uno de los ejemplos más recientes del turismo llamado
“sol y playa” (García Villa, 1992; fonatur, 2011), modelo que se
reprodujo mundialmente desde la posguerra. La cercanía con Estados Unidos y, por extensión con Canadá, ha conformado el perfil de
los turistas que visitan la media península. Aunque no automáticamente, esto también ha marcado el éxito del destino y el subsecuente
crecimiento poblacional sobre la costa entre los pueblos de Cabo San
Lucas y de San José del Cabo, hoy reunidos por un corredor hotelero
de 32 kilómetros que forma el ctip cabeño. La necesidad de mano de
obra para la construcción de los resorts y la atención a los turistas ha
significado un rápido incremento de la población inmigrante. Entre
ésta, es de notar el alto componente de población obrera, mucha de
ella indígena; de una clase media nacional, más calificada para el
servicio directo con turistas; así como de contingentes de población
norteamericana residente en Los Cabos (Gerber, 2007).
137
Como se indicaba anteriormente, que el ctip tenga como eje de
su existencia a los visitantes extranjeros (la primera lengua de comunicación con los extranjeros es el inglés y una moneda común de
intercambio es el dólar de Estados Unidos, incluso entre la población
local) ha conferido un rol central a la reproducción de costumbres
de consumo de ese país. Sin embargo, a la par, se ha gestado una
amplia diversidad cultural que es escasamente reconocida y menos
aún promovida. La llamada cultura local ha cambiado pero hacia una
esfera de indefinición que hace común el decir que no existe cultura;
paradójicamente, podría decirse que tampoco los locales perciben el
turismo como un objeto de disfrute, de uso social, pese a que lo crean
con su trabajo cotidianamente. Es así, que la cultura, entendida como
el total de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y
emocionales que caracterizan a una sociedad o grupo social, y que
integra las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las
costumbres (conaculta, s/f), ha quedado fuera de las consideraciones de política a la hora de implementar el turismo en Los Cabos.
Basada en un significativo impulso público y privado a la inversión en el turismo y de servicios vinculados a ese sector, la región de
Los Cabos ha experimentado un notable crecimiento económico y
poblacional desde su integración al proyecto de centros turísticos,
integralmente planeados del gobierno federal a fines de los sesenta.
En 1982 se creó el municipio de Los Cabos a partir de su separación
del municipio de La Paz, y desde entonces las estadísticas demográficas y turísticas para la zona muestran el relevante papel que ha
tenido esta región en la integración de la entidad con el exterior.
En términos absolutos, de recibir unos pocos cientos de visitantes
en la década de los setenta, los datos de afluencia sobrepasaron el
millón de turistas en años recientes, demanda que es atendida con
138
una oferta hotelera de lujo creciente, acompañada de un dinámico
sector de bienes inmuebles.
Por su parte, el crecimiento de la población ha ido en paralelo al despegue turístico de Los Cabos. En 1970 habitaban la media
península 128,019 personas, lo que reflejó un crecimiento de poco
más de 36 por ciento con relación a la década previa. El aumento
posterior de la población sudcaliforniana en mucho respondió al
establecimiento de nuevos asentamientos en la zona de Los Cabos,
al amparo del crecimiento de la industria turística y sectores relacionados. Así, en 1990, la población cabeña era de 43,920 habitantes
(14 por ciento del total estatal), en 2000, de 105,469 (25 por ciento)
y en 2010, de 238,487 personas (37.4 por ciento); este último dato
significó una tasa de crecimiento media anual durante 2000-2005
de 8.1 por ciento (inegi, 2006). Los datos para 2010 señalaron una
concentración de 238,487 habitantes o 37.4 por ciento del total estatal (inegi 2011), lo que muestra tasas de crecimiento promedio de 9
por ciento anual en el último quinquenio, y de 12.6 por ciento por
año si se toma la última década.
Así, la inmigración ha sido determinante en el crecimiento
poblacional, particularmente en la zona sur. A mediados de la
década pasada, los flujos migratorios que arribaban a Los Cabos provenían principalmente de Sinaloa, Guerrero y del estado de México
(inegi, 2006: 3); sin embargo, es de notar también la presencia de
extranjeros, principalmente provenientes de Estados Unidos, como
residentes semipermanentes (Sherrer, 2009) como parte de una tendencia creciente en algunas zonas de México. Como resultado, se
ha generado una formación social distinta del resto del país, pero
común a los ctips de México. Los Cabos se han convertido en un
centro esencialmente laboral para los primeros y en uno de recreo
o de segunda residencia para los segundos, y esto ha significado una
139
desigual apropiación de recursos escasos y del espacio geográfico
(entre nacionales y extranjeros, entre turismo y otros sectores).
Falta aún mucho por investigar en términos de las implicaciones sociales de la situación anterior pero es claro que, aunque
existe un grupo de ingreso intermedio, grandes áreas marginadas
coexisten con otras centradas en el consumo suntuario de bienes
y servicios (Gámez y Ángeles, 2010). Un ejemplo relativamente
reciente de los resultados del rápido crecimiento económico y la
polarización social en Los Cabos es la evaluación que hizo la organización International Community Foundation de las necesidades
de financiamiento en el área social (icf, 2006). Si la planeación de
la infraestructura pública y social está rezagada con relación a las
necesidades de una población creciente, no es de sorprender que sea
mayor la brecha en el ámbito de la superestructura; esto es, de la
atención a las manifestaciones y necesidades culturales.
Un paso hacia la atención de esa brecha se dio en el año 2010,
marco de las conmemoraciones de la independencia (1810) y revolución (1910) en México, que representó una oportunidad particular
para la (re) valoración del patrimonio nacional. En Baja California
Sur, los recursos federales para los festejos se invirtieron casi íntegramente en la construcción del Pabellón Cultural de la República
Nabor García Aguirre en la marina de Cabo San Lucas. Esta ciudad,
corazón del ctip de Los Cabos, ha enfocado sus actividades turísticas
alrededor de la playa y la vida nocturna. El proyecto original consta
de salas de exposiciones permanentes y temporales para exhibir el
patrimonio natural y cultural de Baja California Sur y de México.
El proyecto del Pabellón busca resarcir una falta notable en el desarrollo turístico tradicional de la región. El anterior presidente de ese
municipio sudcaliforniano, Luis Armando Díaz, exponía su propósito en los siguientes términos (Live from Cabo, 2008):
140
Queremos a través del arte y la cultura hacerle frente al creciente
problema de la desintegración social que impacta en forma negativa
a una parte de nuestra sociedad. Buscamos que el Pabellón Cultural
de la República se convierta en un organizador de avanzada de la
sociedad cabeña capaz de revertir problemas sociales que hoy nos
aquejan. Asimismo queremos que sea un excelente receptor del turismo, en el que los visitantes encontrarán una importante oferta
de arte y cultura nacional y local.
Del proyecto original sólo se construyó la mitad referente a
los foros; aún así tiene un potencial internacional para la realización
de espectáculos. Fue abierto al público en 2011 y el gobierno del
estado trasladó su operación al Ayuntamiento de Los Cabos. Desde
su apertura ha carecido de un presupuesto asignado y se encuentra
adscrito a la Dirección de Cultura y Acción Cívica del municipio.
La necesidad de una política cultural
para un uso social del turismo en Los Cabos
Como se ha indicado, el tipo de turismo que se desarrolla en Cabo
San Lucas es esencialmente de lujo, que se complementa con el
llamado turismo de aventura; si bien en algunos casos se ofrecen
alternativas dentro del turismo cultural. Así, a efecto de tener una
mejor idea de la oferta de turismo cultural en Cabo San Lucas, se
efectuaron entrevistas a personas y empresas del medio turístico.
En particular, se eligió a seis compañías turísticas que operan en la
región, de las más conocidas en el destino, que ofrecen actividades
culturales como parte de sus productos. La información siguiente
141
proviene de la revisión de las páginas de internet de estas compañías,
realizada en octubre de 2011.
1. Rancho Tours. Es una operadora de paseos establecida en
Cabo San Lucas desde 1997 y se especializa en la parte sur del estado
de Baja California Sur, incluyendo el área de Los Cabos y otros lugares más al norte. Hasta el momento, Rancho Tours cuenta con 11
paseos diferentes: Paseo Explora Los Cabos, Paseo de Cabo San
Lucas, Paseo Pueblo Mágico Todos Santos, Paseo a La Paz, Esnorqueleo por el Arco, Paseo por Land’s End, Lancha Fondo de Cristal,
Paseo Avistamiento de ballenas y en 2009 iniciaron el “Paseo de
Pueblos Escondidos” y el Paseo de “San José de Lujo”.
2. Transcabo. Fundada en diciembre de 1997 en San José del
Cabo con la visión de proveer transportación terrestre y servicios de
primera clase en el área de Los Cabos. Actualmente cuenta con 40
tours y actividades para ofrecer al turista.
3. Olympus. Es una de las más grandes operadoras en
México. En octubre de 1994 abrió sus puertas en Cancún, México.
Olympus Tours opera en las principales playas de México y cuenta
con 18 tours y actividades en Cabo San Lucas.
4. cta. Cabo Travelers Advisors (cta) es un líder reconocido
en viajes de lujo, ofrece una variedad de servicios, tales como actividades, eventos espectaculares, transportación, servicios de villa
privados y programas de bienestar para grupos y clientes exigentes.
cta ha estado en operaciones durante casi una década y tiene oficinas
sólidas y experimentadas en servicios turísticos. cta cuenta con 15
tours y actividades turísticas.
5. Panchito Tours. Es una empresa que ha participado en el
desarrollo de la industria turística de Los Cabos durante los últimos
17 años. De acuerdo a la promoción de la empresa, esa experiencia
142
le permite estar a la vanguardia en los cambios que el destino presenta. Actualmente cuenta con 4 paseos turísticos.
6. Terramar. esta compañía se denomina la empresa líder
de servicios turísticos en el destino y cuenta con 16 años de experiencia. Tiene diferentes divisiones, según el tipo de servicio que
se requiera. Para paseos turísticos, su división es Baja Outback, y
ofrece 15 opciones.
De estas seis compañías, solamente Panchito Tours no incluye
las actividades culturales en sus servicios. Las demás ofrecen por lo
menos una actividad cultural, que consiste en un paseo por la ciudad. Este paseo se ofrece solamente en Cabo San Lucas y San José del
Cabo. Las visitas culturales se realizan en diferentes lugares, como la
fábrica de vidrio, la misión de San José del Cabo, galerías de pintura
y escultura, artesanías, tiendas de ropa mexicana típica y contemporánea, el mercado de Cabo San Lucas, el Palacio de Gobierno en
San José del Cabo y la primera empacadora de atún (aunque no todas
las compañías pasan por este último punto). Todas estas compañías
manejan sus precios en dólares, la mayoría tiene sitio de internet por
lo menos en inglés, y algunas en español e inglés. A continuación, se
presenta un cuadro que resume el número de actividades que ofrece
cada compañía, el número de actividades culturales, lengua que utilizan para presentar su compañía y tipo de moneda para vender sus
servicios.
143
Medida como el porcentaje que ocupan las actividades culturales dentro del total de actividades de las empresas, el cuadro anterior
da una idea de qué tan valorada está la cultura dentro del turismo
en Cabo San Lucas. De las seis empresas, sólo Terramar y Rancho
Tours ofrecen un paseo cultural completo que incluye una visita a
rancherías y pueblos escondidos. Esta actividad consiste en sumergir
al visitante en las costumbres de los pueblos de Cabo San Lucas y
descubrir los saberes locales como la talabartería. Los pueblos que se
visitan son Miraflores, Los Barriles, Santiago y San Bartolo. El cuadro que se presenta a continuación se extrajo de la página de internet
de Rancho Tours (2011) y describe las actividades que se realizan
durante el paseo cultural que ofrecen.
144
A través de llamadas telefónicas se contactó a diferentes
empresas turísticas, para recopilar información con los agentes
de ventas sobre los paseos turísticos y culturales que ofrecen. Sin
embargo, al momento de pedir información sobre actividades culturales, la mayoría de las personas que trabajan en estas empresas
se mostró incomoda con la palabra “cultura”; incluso decían que no
tenían ninguna actividad cultural que ofrecer. Fue hasta que se les
preguntó por lugares culturales específicos, como por ejemplo la
misión de San José del Cabo, galerías de pintura, que entonces cambiaban su respuesta y decían que sí contaban con estas actividades.
Estos paseos están clasificados dentro de sus páginas de internet como City Tours pero las actividades no eran relacionadas, por
parte de los empleados, con la palabra cultura. Es importante mencionar que las únicas empresas que se mostraron muy cómodas con
la palabra cultura, fueron Rancho Tours y Terramar, las que ofrecen este servicio. Éstas brindaron amplia información sobre las
actividades turísticas culturales que ofrecen. Comentaron que son
extranjeros, en su mayoría, los que solicitan este servicio; a los que
les interesa conocer la historia de Cabo San Lucas y de los pueblos,
145
así como su comida y sus costumbres. Estas actividades son relativamente nuevas, pero les han dado buenos resultados. Al preguntarles
a las demás compañías qué actividades son las más solicitadas por el
turista, respondieron que por lo regular eran los paseos en la ciudad,
golf o actividades acuáticas.
Análisis de la oferta cultural por parte de los servicios
hoteleros del corredor turístico en Cabo San Lucas.
El caso del hotel Marquis Los Cabos
Se entiende por servicios hoteleros los que se dan en establecimientos donde se ofrezca alojamiento a personas con o sin suministro de
comidas y/o bebidas. Las categorías de los hoteles varían en función
de las condiciones de su infraestructura, pero también por el tipo de
servicios adicionales al alojamiento que brindan, como en el caso
de Spa, concierge (el servicio personalizado que ofrecen los hoteles
para dar información, orientar y facilitar al turista en lo que requiera
durante su estadía en y respecto al destino visitado), salones de reuniones, campos de golf, etcétera.
A efecto de tener una aproximación a la manera en que los
hoteles del corredor turístico de Los Cabos incluyen el componente
cultural en la oferta turística, se aplicaron encuestas en el hotel Marquis Los Cabos. Este es un hotel representativo del turismo de lujo
ofrecido en el corredor turístico entre Cabo San Lucas-San José del
Cabo.19 Ahí se utilizaron dos herramientas para medir la oferta cul-
19 Miembro de The Leading Hotels of the World, el hotel Marquis Los Cabos
es de cinco estrellas, dispone de 237 suites y 26 villas privadas, y es considerado uno
146
tural dentro del hotel: un cuestionario estuvo dirigido a los concierges
de los hoteles y otro dirigido a los turistas. El cuestionario dirigido a
los concierges consistía en tres preguntas:
a) ¿qué tipo de actividades recomienda a los turistas?,
b) ¿qué actividades son las más solicitadas? y
c) ¿específicamente que actividades culturales son más solicitadas por los turistas?
Con este cuestionario se pretendía escuchar directamente
de los concierges cuáles son las actividades que más se ofrecen, así
como conocer su percepción sobre el patrimonio cultural de Cabo
San Lucas.
Ante las preguntas planteadas, la mayoría de los concierges
contestó que las actividades que recomiendan al huésped son la
pesca, el golf y los restaurantes. Al inquirir si el huésped solicitaba
alguna actividad cultural, titubeaban al responder. En algunos casos
preguntaban qué significaba una “actividad cultural” o simplemente
contestaban que no las solicitaban. Hubo que mencionar ejemplos
de algunos lugares turísticos que podría solicitar el huésped, y hasta
entonces contestaban que sí los solicitaban, principalmente paseos
por la ciudad, galerías, y la fábrica de vidrio. Sin embargo, la mayoría
de las veces el huésped prefería descansar o practicar otros deportes
como el golf y la pesca.
El segundo cuestionario, que se aplicó a los turistas, consistía
en las siguientes preguntas:
de los más lujosos del corredor. Sus tarifas van desde 400 a más de 1,200 dólares por
noche, lo que lo hace un hotel relativamente exclusivo (Hotel Marquis Los Cabos,
2011).
147
a) ¿qué idea o imagen se le viene a la mente cuando escucha la
expresión “cultura mexicana”?,
b) ¿por qué eligió Cabo San Lucas para su paseo?, ¿espera vivir
algún aspecto de la “cultura mexicana”?,
c) ¿qué actividad cultural le gustaría realizar?,
d) ¿está satisfecho con la oferta cultural del destino hasta el
momento?
El objetivo de este cuestionario fue medir las expectativas del
huésped sobre la cultura de Cabo San Lucas, así como comprobar si
están satisfechos con la oferta cultural brindada hasta el momento.
Las entrevistas fueron realizadas de manera informal a los
turistas que se acercaron a la galería de arte del hotel; lo anterior,
porque se partió del supuesto de que los huéspedes que se acercaban a la galería serían más susceptibles de tener un conocimiento
o preferencia mayor por los aspectos culturales de Los Cabos (en
comparación, por ejemplo, con los que estaban disfrutando de las
actividades acuáticas). La mayoría de los huéspedes que visitaron la
galería mostraron suficientes conocimientos e interés sobre la cultura de México. El tipo de mercancía que se encuentra en la galería
del hotel Marquis Los Cabos es artesanía de diferentes partes de
México; desde pinturas, trabajos de concha hechas a mano, tapetes
procedentes de Oaxaca, ropa de manta hecha a mano por mazahuas,
jarrones, etc. El huésped quedaba impresionado por los artículos
que se tenían a la venta, lo cual reconfirma su interés por la cultura de México. Lamentablemente, no conocían mucho o nada de la
cultura de Cabo San Lucas e incluso preguntaban qué caracterizaba
culturalmente este destino.
Aunque en ocasiones no se pudo completar todo el cuestionario, emergieron unas claras conclusiones: la mayoría de los turistas
que visitan Los Cabos vienen por el clima y el estilo de vida, y les
148
gustan las bellezas naturales, la comida, la hospitalidad de la gente y
el servicio que reciben en los hoteles. Como es conocido, efectivamente son atraídos a Los Cabos principalmente por deportes como
el golf y la pesca, pero aún así, los huéspedes entrevistados mostraron interés por la cultura local.
El discurso que se maneja de Cabo San Lucas como destino
turístico no es exactamente de un lugar cultural, por lo que el
turista llega sin expectativas de experimentar elementos culturales
de la región. De hecho mientras se conversaba con los turistas sobre
su interés en la cultura, los visitantes preguntaban por algunos objetos o mercancías representativos de la región. Como una reflexión
final podemos decir que al turista sí le interesa la cultura, pero llega
con la idea que Los Cabos no la tiene, y que es esencialmente un
destino de diversión y relajación. Claramente, la falta de referencia
al patrimonio cultural se traduce en el hecho que los turistas desconocen la existencia de una oferta cultural, que quizá podría ser de
gran interés para ellos.
En el contexto anterior, ¿cómo puede un lugar claramente
planeado como un destino de “sol y playa” integrar exitosamente el
elemento cultural en su oferta turística?, y ¿cómo se puede articular
un uso social del patrimonio, para que beneficie no sólo a la actividad económica de la entidad sino también asegurar la armonía social
en un lugar críticamente afectado por la globalización? Enseguida se
presenta una revisión de la utilización de políticas culturales como
un mecanismo de desarrollo turístico, pero también social que
permita la consolidación de una identidad regional en pro de la construcción de una sociedad más armónica y desarrollada.
149
Las políticas culturales como herramienta
de desarrollo social y turístico
En esta última década, la cultura se ha beneficiado de un renovado
interés por parte de los planeadores en materia turística al punto
que, como nunca antes, se le ha colocado dentro de las prioridades
de estrategias de desarrollo de ese sector. Lo anterior se ha dado, en
parte, porque un segmento importante de los turistas es atraído por
el patrimonio cultural de los destinos visitados. Según la Organización Mundial del Turismo (omt), “el segmento de mercado conocido
como turismo cultural creció a tasas de 15% anual durante la década
1990-2000” (Behnsen, 2007). Esto implica que las estrategias de
mercado han estado evolucionando.
En el Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural que se llevó a cabo en Monterrey los días 27 y 28 de septiembre
de 2007, el subsecretario de Operación Turística de la Secretaría de
Turismo federal de México (sectur), Francisco Madrid Flores,
afirmó que “las tendencias actuales indican que la evolución de los
mercados señala hacia la diversificación y diferenciación”, y que “en
un futuro próximo el gran diferenciador de México en los mercados turísticos será la Cultura” (Madrid, 2007). Las tendencias
actuales sugieren que los viajes motivados por la cultura seguirán
creciendo de manera importante, lo cual tendrá como consecuencia
el aumento tanto de la competitividad entre las naciones por atraer
turistas, como una mayor exigencia de los viajeros en su proceso de
elección del destino.
Este renovado interés del sector turismo por la cultura en realidad sólo redescubre la vieja relación que existe entre la cultura y
el viaje turístico. Un breve recorrido histórico de la práctica cultural del viaje en Occidente nos aclara sobre sus funciones sociales
150
esenciales. En la Grecia antigua, los jóvenes estudiantes emprendían
un viaje cultural al terminar sus estudios; recorrido que venía a confirmar el conocimiento previamente adquirido mediante el estudio
de los libros y la tradición oral. La primera guía turística, la Descripción de Grecia, fue escrita por Pausanias en el siglo ii de nuestra
era. Los turistas romanos, por su parte, podían comprar copias de
espadas de Alejandro Magno o de acorazados de Julio César, en los
lugares de visita, como souvenirs de su recorrido (Patin, 2005: 10).
Los aristócratas ingleses del siglo xviii que emprendían su “Grand
Tour”, expresión que dará lugar a la palabra turismo, lo hacían porque ese viaje cultural articula tres funciones fundamentales en la
sociedad: complementa la adquisición del conocimiento, permite la
construcción de la identidad y fomenta el comercio.
A la hora de constituirse como naciones soberanas, los estados
se dotaron de un patrimonio cultural con objetivos similares, ahora
adaptados al marco colectivo nacional: el de formar a los ciudadanos
en una nueva identidad nacional dentro del marco y las actividades
socioeconómicas de las jóvenes naciones. Esta articulación oficial del
patrimonio con la identidad y el turismo da lugar a la primera forma
de política cultural del estado. El siglo xix es, de hecho, el de la
institucionalización de la cultura en Occidente. Tal institucionalización obedeció a la necesidad de paliar las consecuencias de la rápida
industrialización y urbanización de los polos productivos. Dos situaciones confluyen en ello.
Por una parte, el desarrollo industrial y urbano condujo a la
destrucción de lo que se definió como patrimonio nacional, y llevó a
los Estados a implantar las primeras medidas de protección del patrimonio histórico y arquitectónico (Poulot, 2001). México, en su proceso
de modernización, sigue este movimiento global. Por otra, el proceso de urbanización y la consolidación de condiciones de trabajo
151
arduas (peligrosas, inestables, física y psicológicamente) generaron
intensos conflictos sociales, que se reflejaron en una mayor organización política de la sociedad en contra del orden estatal.
Si bien el Estado había mantenido el orden social a través de
mecanismos de represión, en el siglo xix las teorías de la Ilustración
sobre la condición humana empiezan a ponerse en práctica. De ese
modo, la cultura y el recreo se perciben como agentes pacíficos de
regulación social que pueden debilitar las demandas sociales (Bennett, 1995). En otros términos, mientras los insatisfechos estén
dentro del museo, no estarán en la calle. La educación pública se
encarga de la reproducción de los valores nacionales a largo plazo y,
con la escolarización masiva y el acceso público a la cultura, el Estado
reorganiza sus relaciones de poder con la población. El ejemplo más
famoso de este uso social y económico del patrimonio que mezcla
educación y diversión es el de las exposiciones universales. A partir
de la primera, realizada en Londres en 1851, y hasta la segunda guerra
mundial hubo más de 25 exposiciones coloniales en Europa, Estados
Unidos y Australia que atrajeron millones de visitantes, hecho excepcional a principios del siglo xx (Hodeir y Pierre, 1999).
En México la labor del inah viene a complementar la de la
Secretaría de Educación Pública (sep), creada en 1921, y ambas instituciones comunican un proyecto cultural nacional coherente en
el contexto internacional de la época de crear una cultura nacional homogénea y dominante (Florescano, 1997). Esta primera fase
de uso de la cultura como regulador social tuvo como prioridad la
constitución de un patrimonio nacional. El propósito fue establecer referentes culturales nacionales y desarrollar un sentimiento de
identidad nacional idéntico para todos los ciudadanos. Así, se reorganiza a la sociedad según el orden requerido por el Estado nacional
y sus valores.
152
Este uso de la cultura como regulador social se expresa hasta
el día de hoy: el propósito de la unesco, desde su creación el 16
de noviembre de 1945, ha sido “contribuir a la consolidación de la
paz, la erradicación de la pobreza, el desarrollo sostenible y el diálogo intercultural mediante la educación, las ciencias, la cultura,
la comunicación y la información” (unesco, 2011). A este uso de la
cultura como regulador social se añade, a partir de los años sesenta
y setenta, un manejo del patrimonio para el sector económico: el
nuevo proceso de globalización que inicia entonces significa varios
cambios en la organización de la sociedad. El tiempo de paz internacional que se establece en Occidente después de la segunda guerra
mundial y las revoluciones tecnológicas (como el avión y la computación para usos civiles) es propicio para el turismo a gran escala.
La idea de ligar las políticas culturales al desarrollo se expresa
en un estudio preliminar de la unesco publicado en 1969, y en la
subsecuente ratificación de la Convención para la Protección del
Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1972. El turismo cultural empieza a ser reconocido como una categoría especial también a
finales de los años 70, cuando los investigadores y los vendedores del
sector turístico se dan cuenta que una parte relevante de los turistas
viajan con el propósito específico de tener un entendimiento más
profundo de la cultura o del patrimonio del destino seleccionado.
En México, el inah es el organismo que se encarga de la protección del patrimonio cultural nacional (se trata en prioridad del
patrimonio indígena antiguo y en segundo lugar, del patrimonio
arquitectónico y artístico colonial de los criollos) y esta tendencia se
acentúa a medida que el desarrollo económico del país se traduce por
la vulneración de los sitios prehispánicos. Su acción culmina, en los
años sesentas, en el proyecto de exploraciones de Teotihuacán y, en
1962, en la construcción de un edificio en el Bosque de Chapultepec,
153
para albergar al Museo Nacional de Antropología (Olivé et al., 1988:
29). Trabajando en colaboración con la unesco, la línea de trabajo
del inah se basa en la “conciencia del significado de los museos en
la cultura popular y su importancia educativa, y de la presentación
apropiada y digna de la historia cultural, que al mostrarse a mexicanos y extranjeros contribuye a incrementar el turismo” (idem).
Esta tendencia a relacionar la cultura con el desarrollo se
confirma cuando los gobiernos se reúnen en México en 1982, en
la ocasión de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y declaran que sólo se puede asegurar un desarrollo eficiente
“mediante la integración de los factores culturales en las estrategias
diseñadas para alcanzarlo; en consecuencia, estas estrategias deberían trazarse siempre a la luz del contexto histórico, social y cultural
de cada sociedad” (Arizpe, 2006). De hecho, a partir de mediados
de los ochentas, el Banco Mundial y el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (pnud) integran los factores sociales y culturales como variables de sus estudios, al constatar que la mayoría de
sus programas de desarrollo tienen fallas derivadas de no tomar en
cuenta la cultura de la región estudiada.
Al empezar el siglo xxi la popularización del internet favoreció el desarrollo de las actividades turísticas y de los movimientos
migratorios, y llevó a una interacción cultural de una escala sin
precedente para la humanidad. Por ello, en esta última década, la
cultura se ha vuelto un criterio determinante en todos los aspectos de la organización política y socio-económica, al punto que los
gobiernos están reestructurando sus modos operativos para integrar
la cultura como base de sus líneas de acción.
Claramente las políticas culturales se han vuelto una herramienta esencial no sólo para educar a su población, sino también
para regenerar el paisaje urbanístico de un barrio deprimido y/o
154
promover las actividades socioeconómicas a través del consumo
cultural (Greffe, 1999; Hernández, 2006; McKercher y Du Cros,
2002). La cultura se vuelve, así, una herramienta eficaz de control
social integrado, más aún en tiempos de cambios rápidos y radicales,
como los que las naciones modernas del siglo xix conocieron, y como
el que ahora conoce la ciudad de Cabo San Lucas al experimentar las
vicisitudes de la globalización.
Al nivel de mercado, el turismo “sol y playa” sigue siendo
un atractivo para la población urbanizada del hemisferio norte
del planeta, que busca evadirse de un cotidiano estresante, gris y
sobrepoblado. Pero ese modelo también ha encontrado sus límites: una multitud de destinos se han vuelto fáciles de acceso en
todos los continentes y, consecuentemente, los turistas empiezan a
exigir “experiencias auténticas” durante su estancia. Es en el reconocimiento de la necesidad acuciosa de proponer algo único que se
fomenta la alta competencia entre los destinos turísticos, lo que a su
vez puede explicar por qué la parte del sector con mayor crecimiento
es la cultura. Así, 37 por ciento de los turistas internacionales viene
a México con un interés ocasional por la cultura; pero aunque su
visita se base fundamentalmente en un motivo diferente a la cultura,
quieren que su estancia en México integre una vertiente cultural
(Madrid, 2007). Esto nos indica dos cosas:
a) En primer lugar, que el elemento cultural se ha vuelto esencial, así se trate de un viaje motivado por negocios, aventura, sol y
playa, visita a familiares, u otro.
b) En segundo lugar, que el factor cultural se puede constituir
en el diferenciador también de los destinos que promueven productos diferentes a los culturales.
A la luz de este contexto emergente, y en el contexto social en
el cual se encuentra el ctip de Los Cabos, resulta claro que el futuro
155
desarrollo de la entidad debe de articularse a través de una política
cultural. Los resultados del estudio mostrado en la sección precedente, que se hizo con algunos de los principales actores del sector
turismo en Los Cabos corroboran esta necesidad, ya que la misma
noción de “cultura” esta percibida como un elemento generalmente
ausente, tanto para los habitantes como para los turistas.
Consideraciones finales
La necesidad de una política cultural que dé sentido a la diversidad
cultural, para aprovecharla con fines turísticos y como recurso económico en Los Cabos, Baja California Sur, es evidente; pero también
es necesaria a efecto de desarrollar su uso social para la población
local y flotante. Siendo el centro turístico integralmente planeado
de Los Cabos un destino vacacional y residencial de sol-playa dirigido al mercado extranjero, la ausencia de una política cultural que
promueva y difunda las tradiciones locales y aquéllas traídas por
migrantes nacionales ha propiciado una subvaloración de esas tradiciones ante lo extranjero o, incluso, su invisibilidad.
El éxito del modelo de sol-playa seguido en Los Cabos se
refleja en un flujo continuo de visitantes y de residentes, pero a la
par se ha dado una polarización del ingreso evidente en la desigual
distribución de la infraestructura social y turística, lo que favorece la
desconexión social. Sin embargo, no es clara la evaluación cualitativa
que se ha hecho de la actividad turística en términos de sus usos o
efectos sociales. Este capítulo ha buscado contribuir a una comprensión de al menos una parte de los usos sociales del turismo, a través
de la lente de trabajadores que atienden turistas de alto ingreso, así
como de las percepciones de los propios turistas interesados en la
156
cultura mexicana. Lamentablemente en ambos casos es notoria la
ausencia de una proyección cultural del destino Los Cabos.
Los resultados de un análisis del lado de la oferta más especializada en turismo cultural permiten percibir una demanda por la
cultura regional que, aunque reducida en el espectro y perfil de la
oferta de turismo tradicional general de Los Cabos, alienta respecto
a las posibilidades de su desarrollo. Este es el caso particularmente
de los paseos a las rancherías y pueblos escondidos, aunque varios
elementos deben cuidarse. Sin embargo, el que sea la demanda de productos culturales lo que incentive la promoción del turismo cultural
conlleva el riesgo de mercantilizar la cultura misma. Esto implicaría
la recreación de la cultura local, por ejemplo ranchos tipo Disney, sin
un componente cultural auténtico ni por lo tanto una consolidación
de la identidad regional, que además incluya las manifestaciones propias de una sociedad tan multicultural como lo es la cabeña.
Es por lo anterior que es necesaria la existencia de una política
cultural, cuyo diseño y ejecución sea dirigida tanto a los residentes
nacionales como a las personas foráneas. De esa manera se incidiría
en el desarrollo de la comunidad y se promovería un sentido de pertenencia que favorezca la armonía social, elemento esencial en todo
destino turístico. A la par, esto permitiría el propio desarrollo de
usos sociales del turismo que incluyan a la comunidad de nacionales,
que actualmente se inserta fundamentalmente como empleada en la
actividad turística.
157
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161
Sobre los autores
Rossana A. Almada Alatorre es profesora-investigadora del Departamento de Ciencias Políticas y Administración Pública, del Área
de Conocimiento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Es doctora en Ciencias
Sociales con especialidad en Antropología Social por el Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas)
en Occidente y tiene maestría en Antropología Social por el Colegio
de Michoacán. Su licenciatura es en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Baja California sur
(uabcs). Tiene reconocimiento al perfil preferente desde 2005 y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores desde 2006 (Nivel I).
Tiene varias publicaciones entre las que destacan dos libros: El vestido
azul de la Sultana. Historia del pan en Zamora, Michoacán (1945-1995)
publicado por el Colegio de Michoacán; y Juntos, pero no revueltos.
Multiculturalidad e identidad en Todos Santos, B.C.S., publicado por ciesas-uabcs y el Colegio de Michoacán. Coordinó la edición del libro
titulado Procesos de identidad y otredad en Sudcalifornia: cuatro miradas,
el cual contiene un capítulo de su autoría. Asimismo, coordinó el
libro titulado Difuminando el rancho. Identidades emergentes en Los Planes,
B.C.S., en el que además participó como autora de cuatro capítulos.
163
Ha publicado tres artículos en la revista Espiral, que edita la Universidad de Guadalajara, se trata de una revista indexada de reconocido
prestigio nacional e internacional. Asimismo, sus trabajos se han
publicado en la revista Trayectos de la uabcs, y en Arenas de la Universidad de Sinaloa. Es miembro fundador del Cuerpo Académico
Cultura y Comunicación, y coordinadora en Baja California Sur de
la Red sobre la Calidad de la Democracia. Es responsable (2013) del
proyecto de investigación Identidad y subjetividad en Baja California
Sur. Sus líneas de investigación son: identidades, globalización y
democracia; identidad, multiculturalidad e instituciones políticas; y
globalización: economía, política y sociedad.
Correo-e: [email protected].
Frederick J. Conway es profesor asociado del Departamento de
Antropología de San Diego State University (sdsu), donde es también
miembro de la facultad del Centro de Estudios Latinoamericanos.
Es licenciado (B.A.) en Antropología por Yale University (Estados
Unidos). Obtuvo su doctorado en Antropología por la American
University (Estados Unidos). Sus publicaciones más recientes incluyen “Migration to Mexico: Numbers, issues, and scenarios” (con J.
Gerber y M. Topmiller) en Mexican Studies/Estudios Mexicanos (2011),
“Fire Wood certification in Chile: Equity in an innovative form of
alternative trade” en Human Organization (2013) y “Public and private
heritage in a World Heritage site” en Annals of Tourism Research (2014).
Ha conducido un diagnóstico socioeconómico de la comunidad ranchera de la Sierra de San Francisco en Baja California Sur y colaboró
con investigaciones de campo en el oasis de los Comondú en el proyecto de investigación sobre el desarrollo sustentable de los oasis de
Baja California Sur (conacyt), que derivó el libro Evocando el edén:
conocimiento, valoración y problemática del oasis de los Comondú (Cariño,
164
ed. gral.; Icaria, 2013). Sus investigaciones actuales se enfocan en la
historia ambiental, la ecología política y las relaciones entre paisaje
e identidad. Ha colaborado con colegas de la Universidad Autónoma
de Baja California Sur (uabcs) en docencia e investigaciones desde
2007, cuando participó en un curso de verano uabcs/sdsu. Ha realizado investigaciones en Chile (sobre la política forestal respecto a
los bosques nativos) y en Haití (sobre la integración de árboles en
sistemas de cultivo). Especialista en antropología aplicada, dirigió
un proyecto nacional de agrosilvicultura en Haití y ha servido como
consultor para Naciones Unidas, el Banco Mundial y varias agencias
públicas y no-gubernamentales.
Correo-e: [email protected].
Alba E. Gámez es profesora-investigadora del Departamento Académico de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California
Sur (uabcs) desde 2000. Es licenciada en Economía por la uabcs
(México), maestra en Estudios Internacionales (uab-cidob, España),
y doctora en Relaciones Internacionales (Universidad de Essex,
G.B.). En 2005-I, y en 2008-2009 fue profesora visitante en la Universidad Estatal de San Diego (sdsu, California). De enero de 2011
a julio de 2012 fue responsable del posgrado en Ciencias Sociales:
Desarrollo Sustentable y Globalización, inserto en el pnpc, donde
sigue siendo miembro del Núcleo Académico Básico; desde agosto
de 2012 es directora de Investigación Interdisciplinaria y Posgrado
en la uabcs. Tiene Perfil Preferente desde 2002 y es miembro del
Sistema Nacional de Investigadores del conacyt desde 2001. Ha
publicado en revistas mexicanas y extranjeras (Pasos, Foro Internacional, cidob, Revista de Affers Internacionals, Comercio Exterior, Aportes, La
Ventana, Journal of Borderland Studies, Revista Iztapalapa, Tyrydes, Urban
Anthropology, Revista Asia y América), y como autora de capítulos y
165
editora de libros. Es miembro del Cuerpo Académico Región, Economía y Desarrollo (cared) de la uabcs, desarrollando como líneas
de investigación: cambio global y desarrollo; y turismo y desarrollo
regional.
Correo-e: [email protected].
Eduardo Juárez León es licenciado en Economía y maestro en
Economía del Medio Ambiente y los Recursos Naturales por la
Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs). Se ha desempeñado como profesor-investigador en el Departamento de
Economía de esa misma institución desde 1998, actualmente es Titular A, impartiendo entre otros cursos los de Economía y ambiente,
economía de los recursos naturales y Economía ecológica. Como parte de
sus actividades académicas ha fungido como ponente en diversos
foros, nacionales e internacionales. Es autor y coautor de capítulos
en libros, sus colaboraciones más recientes son: “Los Comondú:
opciones de agregación de valor a los productos locales” en el libro
Opciones de desarrollo en el oasis de los Comondú (2013); “Economía y
Comercio” en el libro Evocando al Edén: Conocimiento, valoración y
problemática del oasis de los Comondú (2013); “Vulnerabilidad social
ante el cambio climático” en el libro Baja California Sur ante el cambio climático: Vulnerabilidad, adaptación y mitigación (2013); “Turismo
alternativo y aptitud turística en el municipio de Los Cabos” en el
libro Los Cabos: Perspectivas de un paraíso natural y turístico (2012); y
“Revaloración socioeconómica de los oasis en Sudcalifornia” en el
libro Recursos marinos y Servicios ambientales en el desarrollo regional
(2009). Actualmente forma parte del Cuerpo Académico Región,
Economía y Desarrollo, uabcs.
Correo-e: [email protected].
166
Rosa Elba Rodríguez Tomp es profesora-investigadora Titular
B, definitiva, en el Departamento Académico de Humanidades de la
Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs). Es licenciada
en Antropología Física por la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, inah- sep (tesis: “Factores naturales y culturales involucrados en la extinción de los pericúes”), es maestra en Historia
Regional por la uabcs (tesis: “Cautivos de Dios. Los cazadores-recolectores de Baja California durante la época 2 colonial”). En 2005
obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social con la tesis
“Los límites de la identidad. Los indígenas de Baja California ante
el cambio cultural”. Ha impartido los cursos “Cultura y sociedad
del mundo antiguo”, “Grecia y Roma en la edad antigua”. “Cultura
y civilización mexicanas” i y ii, “Historia de Baja California i”, y
“Comunicación intercultural”. Cuenta con Perfil promep Preferente
otorgado por la sep a profesores de educación superior desde 2007
y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de conacyt
Nivel i. Recibió mención honorífica en el premio Francisco Javier
Clavijero en 2005, que el Instituto Nacional de Antropología e Historia otorga a las mejores tesis doctorales. Es miembro del Cuerpo
Académico Cultura y Comunicación, reconocido por promep como
“en consolidación”. Sus líneas de investigación son: historia cultural;
etnohistoria de Baja California; identidad étnica; cultura y comunicación; multiculturalidad e instituciones políticas; y globalización:
economía, política y sociedad.
Correo-e: [email protected].
Alexandra Sauvage es doctora en Estudios Anglosajones por
parte de la Universidad de Paris4-Sorbonne (Francia) y doctora en Historia por la Universidad de Sydney (Australia). Ha sido
167
ponente en conferencias internacionales y publicado artículos en
revistas como Culturales, Revue Française de Géopolitique, Cultures of the
Commonwealth, Frontières, y Recollections. Entre sus publicaciones más
recientes se encuentran: el artículo en Pasos. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural sobre el vínculo entre desarrollo, identidad cultural y
turismo en los oasis de Baja California Sur; así como capítulos sobre
el rol de los museos en la construcción de la identidad social de Baja
California Sur (uabcs/sdsu, 2012), sobre el impacto del proceso de
reconciliación nacional sobre la historia escolar australiana (Universidad Libre de Berlín, 2011), sobre museos y racismo (uabc, 2010),
y un artículo sobre las herencias coloniales de las colecciones etnográficas en
los museos occidentales (uabc, 2010). Fue profesora-investigadora en
la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs) de 2007 a
2012, después de haber impartido clases sobre “Historia contemporánea de la Commonwealth e instituciones británicas” (París 12 and
París 13); y haber laborado en 2003 como consultora voluntaria en
el Centro del Patrimonio Mundial de la unesco (París) y, en 2006,
para Survival International for Tribal Peoples (Londres) en las áreas
de educación y racismo institucional. Fue colaboradora del Cuerpo
Académico de Estudios Regionales y del Pacífico (caerp), reconocido por el promep como Consolidado y obtuvo el Reconocimiento
al Perfil Preferente. Sus investigaciones se enfocan a la teorización
del discurso museológico en Occidente. Entre sus líneas de estudio
destacan: usos de la cultura, políticas culturales, turismo cultural;
racismo institucional y herencias coloniales; patrimonio, identidad
y discurso; identidad, multiculturalidad e instituciones políticas, y
globalización: economía, política y sociedad.
Correo-e: [email protected].
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Vania Fabiola Castro Ramos es licenciada en Lenguas Modernas, programa educativo adscrito al Departamento Académico de
Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur.
En 2012 concluyó el diplomado Turismo y patrimonio cultural en
Los Cabos. Ha laborado en el sector turismo en el municipio de Los
Cabos.
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Índice
Introducción7
Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez Las relaciones entre “cultura” y “desarrollo” 10
Sobre el contenido del libro14
Referencias18
I El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural
en el municipio de La Paz, Baja California Sur19
Alexandra Sauvage
Turismo y patrimonio cultural20
Turismo cultural y museos: el mercado de la curiosidad23
Turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz,
Baja California Sur: el rol del museo30
Los museos del municipio de La Paz: posibilidades y beneficios
de su uso económico y social32
Referencias42
II El proceso de transformación ideológica
en Baja California Sur. Episodios en la historia
de la formación de identidades políticas45
Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp
La ideología como concepto46
Las identidades como procesos49
Los inicios en la formación de la nación50
Baja California Sur: de territorio a estado60
Consideraciones finales80
Referencias82
III El patrimonio cultural como recurso turístico
en el municipio de La Paz, Baja California Sur87
Eduardo Juárez León
Introducción88
Las oportunidades del turismo cultural89
Las posibilidades del turismo cultural en el municipio de La Paz97
Los recursos culturales en la oferta turística en el municipio de La Paz99
Consideraciones finales102
Referencias104
IV Migración estadounidense e identidad en Baja California Sur107
Frederick J. Conway y Alba E. Gámez
Introducción107
Turismo y migración en Baja California Sur111
Clasificación internacional del migrante115
Integración: el lenguaje y el espacio social116
Integración: participación con la comunidad mexicana123
La diversidad entre las comunidades de jubilados inmigrantes125
Consideraciones finales131
Referencias133
V Política cultural y uso social del turismo
en Los Cabos, Baja California Sur137
Alexandra Sauvage, Alba E. Gámez y Vania Castro R amos
Introducción137
La necesidad de una política cultural para un uso social
del turismo en Los Cabos141
Análisis de la oferta cultural por parte de los servicios hoteleros
del corredor turístico en Cabo San Lucas. El caso del hotel
Marquis Los Cabos146
Las políticas culturales como herramienta de desarrollo social
y turístico150
Consideraciones finales156
Referencias158
Sobre los autores163
Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia. Turismo, museos políticas
culturales como herramientas de desarrollo regional se terminó de
imprimir el 15 de mayo de 2013 en los talleres gráficos de Formas
e Imágenes, S.A. de C.V. Av. Universidad 1953-Edif. 2 Coyoacán,
México D.F. Se imprimieron 1000 ejemplares.
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