XX domingo del Tiempo Ordinario • AÑO / C • Lc 12, 49-53 ● Primera lectura ● Jr 38, 4-6.8-10 ● “Me engendraste hombre ● Segunda lectura ● Hb 12, 1-4 ● “Corramos la carrera que de pleitos para todo el país”. nos toca, sin retirarnos”. ● Salmo responsorial ● Sal 39 ● “Señor, date prisa en soco- ● Evangelio ● Lc 12, 49-53 ● “No he venido a traer paz, sino división”. rrerme”. Lucas 12, 49-53 49 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! 50 Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. 52 En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» Para situar el Evangelio * El contexto en el que estamos en el Evangelio de Lucas, que vamos siguiendo domingo tras domingo, es el de un diálogo entre Jesús y los discípulos en el que se afrontan las dificultades de un camino, el de Jesús, que van compartiendo. * En las páginas anteriores de este mismo capitulo 12, hemos oído tres veces el no tengáis miedo (Lc 12,4.7.32). En esta página de hoy, como si los discípulos ya estuviesen preparados, sin miedo, Jesús les plantea dificultades muy concretas y que tocan el fondo de la persona, como son las que hay cuando las relaciones familiares se quiebran. Pero también les invita a discernir, a afrontarlas de cara. He venido a prender fuego: a encender las conciencias apagadas, a despejar las mentes embotadas, a levantar los ánimos decaídos, a infundir energía a los abatidos. A eso he venido, a eso os envío: a alentar, a estimular, a espabilar a los postrados, a reconfortar a los esforzados, a avivar las mechas humeantes, a prender fuego. Notas para fijarnos en el Evangelio La primera frase de Jesús en este texto, “he venido a prender fuego en el mundo” (49), es dura. Quien la lee ya se da cuenta de que no debe tomarse en sentido literal. Pero cuando sigue leyendo y encuentra la afirmación de que “he venido a traer división” (51), las dudas empiezan a surgir. Y más cuando pone los ejemplos concretos (vv. 52ss). Sobre la primera afirmación, la del “fuego” (49), conviene recordar que, al empezar el camino hacia Jerusalén, ante las primeras dificultades, los discípulos tienen un pronto incendiario que Jesús apaga en seguida y les ayuda a mirar hacia delante (Lc 9,54-55). El “fuego” aquí representa el mensaje de Jesús, el Evangelio, la Buena Noticia, la Palabra profética que purifica y renueva la tierra: él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16). En la obra de Lucas, el “fuego” es una imagen del poder del Espíritu Santo (Hch 2,3). El “bautismo” que Jesús espera es su muerte y resurrección, con la que ha de traer la salvación a la humanidad. En estos términos se habla también de ella en otras páginas de los evangelios (Mc l0,38-39). Esta muerte se entiende como culminación de una vida de obediencia sin matices a la voluntad de Dios, que no quiere la muerte de nadie sino la entrega total por amor. Jesús desea que la vida nueva sea ya un hecho para todos. (50) Sobre la “división” (51), hay que decir que Jesús no predica la violencia, sino que anuncia la paz (Mt 5,9; Jn 14,27; 16,33). Pero Jesús es ocasión de que haya divisiones porque ante él todos se posicionan. Y puede pasar que una persona que hace una opción radical por su seguimiento, es decir, por vivir según su Evangelio, se encuentre con que las demás personas de su entorno no la hagan, y ello provoque divisiones y enfrentamientos, La Palabra profética de Jesús —palabra y acción—, ciertamente, provoca transformaciones en la persona que la deja entrar en su vida. La carta a los Hebreos lo expresa muy bien: La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón (Heb 4,12). En esta página vemos al Jesús que se encuentra identificado con la experiencia de los profetas, es decir, la experiencia de ver que el anuncio del Reinado de Dios se convierte en denuncia de la injusticia, de todo lo que rompe con el plan de Dios. De hecho, el versículo 53, donde anuncia divisiones en el seno de las familias, es una cita del profeta Miqueas (Mi 7,6). Por otro lado, en estas palabras de Mi- queas, seguro que había miembros de la comunidad de Lucas que se sentían reconocidos. Son palabras, por tanto, que expresan experiencias vividas, tanto por Jesús (Mc 3,21) como por los discípulos, no son expresión de una consecuencia necesaria —ni, en absoluto, querida— del seguimiento de Jesús. “El Evangelio en medio de la vida” (Domingos y fiestas del ciclo-C) José María Romaguera Colección Emaús Centro de Pastoral Litúgica Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado. Leo el texto. Después contemplo y subrayo. Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo. ¿Cómo me posiciono ante Jesús? ¿Me dejo seducir por Él y su Palabra profética? Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? ¿Qué ejemplos contemplo de “divisiones” producidas por el seguimiento de Jesús? Llamadas que me hace -nos haceel Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso. Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Préndeme, Señor, con tu Fuego He venido a prender fuego: el mío es el fuego de la verdad, el amor que quema y cura. Pasaréis por un bautismo de fuego que os purificará, que os abrasará las entrañas. A eso he venido, a eso os envío: a saltar la hoguera, a caminar sobre ascuas, a prender fuego. He venido a prender fuego: mi Palabra es fuego abrasador, llamarada incontenible, es antorcha en lo alto y lumbre interior; rayo, volcán, horno y brasero. A eso he venido, a eso os envío: a elevar la temperatura humana, a dar calor al mundo, a cauterizar heridas, a reavivar los recoldos, a prender fuego. Joaquín Suárez dos” a l l a c i n s o t i “Ni quietec VER En la Oración de los Fieles de la Misa Común de Mártires se hace una petición Por los que ocultan su condición de creyentes por temor a la incomprensión o al ridículo: para que el ejemplo admirable de los mártires los estimule y aliente. Y ésta es una experiencia que todos, en alguna ocasión, hemos vivido: cuando nos hemos encontrado en situaciones, conversaciones o ambientes contrarios a nuestra fe, hemos optado por callarnos para no crear o buscarnos problemas. Se produce lo que indica el documento Ser y Misión de la Acción Católica General, del que vamos a citar unos párrafos: el mensaje cristiano se reduce a aquello que sabemos que no va a crear un roce con el contexto cultural actual. Algunos cristianos omiten elementos fundamentales de la fe para no entrar en desacuerdo con los no creyentes. Pero esto tiene unas consecuencias: Aunque aparentemente pueda parecer que se establece una relación más cordial, en realidad estamos ante una renuncia por parte de los cristianos de anunciar el mensaje íntegro de Jesucristo. JUZGAR D esde siempre, quienes han querido seguir a Dios con fidelidad han tenido que enfrentarse a rechazos más o menos directos, han tenido que sufrir algún tipo de martirio. Lo hemos escuchado en la 1ª lectura: Muera ese Jeremías… lo arrojaron al aljibe… y Jeremías se hundió en el lodo. Hoy siguen siendo muchos los cristianos que sufren y mueren por su fe. En los países del Primer Mundo quizá no sea así, pero también se produce un rechazo más o menos declarado que nos hace sufrir: Nuestra presencia evangelizadora es percibida por sectores de la sociedad como una invasión. Tenemos mala prensa, y si pasamos a la acción, si hacemos lo que nos corresponde por nuestra identidad cristiana, nuestra prensa es todavía peor. Acarreamos un descrédito general de la Iglesia como institución, que en algunos casos se concreta incluso en un cuestionamiento a cada uno de los cristianos. Se nos pide a veces, de forma explícita, que nos estemos quietecitos y callados. Pero no podemos quedarnos “quietecitos y callados”, por lo que hemos escuchado en la 2ª lectura: Una nube ingente de espectadores nos rodea. Somos herederos y continuadores de quienes han sufrido diferentes martirios por anunciar a Cristo: ¿cómo vamos a quedarnos “quietecitos y callados”? Es cierto que debemos ser capaces de adecuar el mensaje, buscando medios y formas nuevas de comunicación, pero esto no puede ser a costa de reducir o disfrazar el Evangelio. Porque el Evangelio no es “cómodo”, debe cuestionar, como ha dicho Jesús: He venido a prender fuego en el mundo… ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. Una división siempre dolorosa, a veces entre los más cercanos a nosotros: el padre contra el hijo… la madre contra la hija… Pero que, si queremos ser realmente fieles a Cristo, no vamos a poder evitar ni atenuar. Precisamente por eso, necesitamos tener fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús; necesitamos tener la certeza de que esa división es por Él y no por nuestro interés o cerrazón, porque le estamos anunciando a Él: Hoy más que nunca debemos situar en el corazón del anuncio la figura de Jesucristo (…) este tiempo requiere redoblar los esfuerzos para que no quede ningún género de duda de que lo que anunciamos con nuestras palabras y testimonia- amos con nuestra vida, es a Jesucristo y su Evangelio. Y entonces ya no ocultaremos nuestra condición de creyentes por temor a la incomprensión o al ridículo, porque si Él soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, también nosotros, unidos a Él y siguiendo su camino, podremos hacerlo. ACTUAR ¿En qué ocasiones y ante quiénes he ocultado u oculto mi condición de creyente? ¿Cómo me afecta esa ocultación? ¿He sufrido o sufro división por mi fe en Cristo? ¿Los demás perciben que a quien anuncio con mis palabras y testimonio con mi vida es a Jesucristo y su Evangelio? ¿Por qué? Decía la 2ª lectura: corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús. Hagamos vida estas palabras porque de nosotros depende en gran medida que [el Evangelio] sea percibido como "lo de siempre", como algo caduco que no produce la más mínima curiosidad en las personas; o por el contrario, como un tesoro único que ha pasado de generación en generación y que trae la salvación para todos. El testimonio de los apóstoles y de los primeros cristianos nos puede servir de referencia. Su pasión, coraje y ardor por llevar el Evangelio a todo el mundo son un buen punto de partida para reflexionar sobre cómo evangelizar hoy.