tos contra los otros codeudores, es menester que ellos no ejerciten defensas que tengan el carácter de personales con respecto al acreedor (art. 715), ya que para las comunes funciona precisamente el efecto de la cosa juzgada, vedando, por consiguiente, un replanteo de las mismas. Colmo i*») limita aún más su aplicación, pues sostiene que si el deudor cuenta con una excepción común que no sea la ya resuelta, no hay cosa juzgada al respecto. Es decir, puede alegar otras defensas, aunque no sean personales, siempre que éstas no se hubiesen invocado anteriormente. Busso («) también se pronuncia en ese sentido. Tampoco puede hacerse valer la cosa juzgada si eí fallo fue fruto de una colusión entre el acreedor y un deudor solidario, o si la sentencia se hubiere referido a la existencia misma de la solidaridad ( 50 ). Fundamento de los efectos secundarios de la solidaridad. •: El tema abre un ancho campo a la polémica por la dificultad conceptual de dar un fundamento preciso a dichos efectos. Y¡a hemos visto que en virtud de ellos ciertas circunstancias de carácter personal de uno de los deudores (v. gr.: la mora o culpa) afectan a los demás. ¿Cómo se concilia la pluralidad de vínculos —que hemos admitido— con el efecto extensivo de los actos de un sujeto de la obligación sobre los restantes? Si cada vínculo es independiente el uno del otro, ¿cómo trascienden esos efectos? No puede argüirse al respecto la unidad de prestación, que exigiría un tratamiento igual para todos, ya que al decir de Colmo (si); "esa unidad es objetiva, al paso que aquí se trata de lo subjetivo de los actos de uno de los deudores". Los romanistas se basaron en la existencia de una presunta sociedad o comunidad de intereses, para explicar esos efectos de la solidaridad. En el Derecho francés se -desarrolló la idea del "recíproco mandato" o "mutua representación" entre los deudores solidarios. De acuerdo a esta tesis, sustentada ya por (48) Op. Cit., núm. 517, pág. 363. («) Op. cit., t. 5, coment, art. 718, núm. 69, pág. 168. (60) El Proyecto de Reformas al Código civil, modifica substancialmente esta materia. En efecto, el art. 667 dispone al respecto: "La sentencia en el Juicio que siguiera el acreedor contra uno de loa deudores solidarios, no producirá efecto en cuanto a los demás; pero éstos podrán invocarla » menos que se fundare en una causa personal • para el deudor litigante. Se observará la misma regla cuando el Juicio hubiere sido promovido por uno de los acreedores contra el único obligado". (51) Op. cit., núm. 533, pág. 374. la doctrina con anterioridad a la sanción del Código, el acto de uno de los sujetos de la obligación se reputa efectuado en representación de los restantes. Esta teoría, que se robusteció con el aporte de los comentaristas del Código civil ( 52 ), ha sido consagrada por la jurisprudencia de los superiores tribunales franceses. En la doctrina italiana (w) y alemana (54) también ha hallado eco esta construcción. Sus sostenedores no están contestes en lo relativo a la extensión de los poderes de los codeudores en su carácter de recíprocos mandatarios. Según Demolombe (™) y otros autores, el mandato debe considerarse circunscripto á los actos que importen conservar o perpetuar la obligación, pero no a aquellos que la aumentan o agravan. Este enunciado, que responde a la fórmula clásica, ha sido objeto de severas críticas; La teoría de la representación, que inicialmente gozó del consenso casi unánime de la doctrina, halló luego detractores entre los mismos expositores franceses (s«). Se arguye en contra de la misma que parte de una premisa ficticia, y que se aparta de los antecedentes históricos, ya que toda la teoría de la solidaridad viene del Derecho romano, que no conocía este planteo («). Prueba de lo irreal de esta construcción —sostienen— es la imposibilidad en hallar un criterio uniforme entre sus partidarios, en lo relativo a su caracterización, ya que, como vimos, difieren las opiniones sobre el alcance de ese pretendido mandato. Transportado el debate a nuestra legislación, observamos en primer lugar que si bien Vélez, pulsando el sentir de la época, fue influenciado por esta doctrina —como surge de modo incontrastable de la nota al artículo 711 y también de las referencias contenidas en las notas a los artículos 706, 714, 853, etc.^-, ello no obsta a una hermenéutica orientada a la verdadera elucida(52) Demolombe, C., Cours de Code Napoleón; t. 26, núms. 144 y sigs.; Aubry, C., y Rau, O.. Cours de Droit civil, 5» ed., t. 4, 298 bis, París» 1902; Baudry-Lacantinerie y Barde, Obi., t. 2, número 1213, págs. 324 y sigs.; etc. (53) Giorgi, J., Teoría de las obligaciones en el Derecho moderno, t. 1, núms. 192 y sigs., Madrid, 1909. (54) Brinz, Zur Lehre von de Korrealoobligationem, 1873; Kritische Víerteljahrsschrift fur Rechtaswissenschaft, 16, págs. 1 y sigs. (55) Op. cit., núms. 341 y sigs.; Mercadé, t. 4, pág. 608. (56) Huc (t. 7, núms. 316, 318 y 321) expresa que esta tesis es un producto de la imaginación de los intérpretes. Sálenles (L'obligation, número 117); Colín y Capitant (t. 2, pág. 207) y otros autores, también se pronuncian en sentido adverso. (57) Aisladamente se ha sostenido lo contrario (Baudry-Lacantinerie y Barde, op. cit., núm. 1213). ción de este problema. Tanto es así, que pese a ese precedente, la mayoría de nuestros tratadistas se ha pronunciado en contra de su admisión. Resulta muy singular ese poder por el cual cada deudor sería mandatario de sus compañeros a objeto de conservar la obligación y no para hacerla menos onerosa, al decir de Colmo. "¿Se concibe un mandato semejante —agrega a continuación— en cuya virtud los deudores en vez de ayudarse mutuamente van a ayudar al acreedor y a perjudicar sus propios intereses? Si es admisible el mandato entre los acreedores, en cuyo mérito ninguno de éstos puede hacer nada en perjuicio de.sus compañeros, es intolerable el mandato que puedan darse los deudores para que la culpa o la mora de uno 'de ellos dañe a todos los demás" ( S8 ). Para este autor las notas del codificador, no tienen, frente a los textos legales, otro valor que el de un simple antecedente psicológico y científico, de eficiencia interpretativa asaz secundaria ( 5!l ). Bibilonni es otro de los juristas que la rechaza, esgrimiendo vigorosos argumentos. Al comentar la prohibición de ejercitar por uno de los deudores defensas personales de uno de sus compañeros (art. 715) manifiesta: "cabe preguntarse qué clase de representación es ésta que no permite defender al representado con sus propias defensas" («O) . Lafaille («i) y De Gásperi (62) también se pronuncian en ese sentido. Salvat («3), por el contrario, se muestra partidario de esta tesis, lo mismo que Busso (« 4 ), quien se adhiere al principio de la recíproca representación. La jurisprudencia, por su parte, en alguna oportunidad ha hecho aplicación del mismo (os). Por nuestra»parte, entendemos que no es posible pretender explicar diversos efectos de la solidaridad recurriendo a la idea del mandato. Aun los partidarios de este sistema han tenido que hacer tantas concesiones en cuanto al alcance del mismo, que han desnaturalizado la esencia de la figura jurídica en que, precisamente, apoyaban toda su construcción. Prueba de ello lo da el hecho de que las legislaciones modernas han prescindido de esta teoría. III) Excepciones que cada uno de los deudores puede oponer al acreedor. Esta cuestión, como ya se ha visto, está íntimamente vinculada con el alcance de la cosa juzgada. Cabe aclarar que al decir excepciones no se refiere el texto a las así tienominadas por el Derecho procesal, sino que la locución está tomada en un sentido lato, pues comprende toda clase de defensas substanciales. En tal sentido es concordante la opinión de la doctrina, especialmente teniendo en cuenta que a idéntica conclusión se llegó en el Derecho francés con respecto al artículo 1208 citado por el codificador como fuente del artículo 715, en la correspondiente nota. De conformidad a dicha disposición legal, cada uno de los deudores solidarios puede oponer a la acción del acreedor dos clases de excepciones: comunes y personales. Vélez se apartó de la legislación francesa, que distingue cuatro categorías de excepciones («e) f agrupando éstas en la forma expuesta precedentemente, ajustándose a la doctrina dominante en ese país ( 67 ). 1) Excepciones comunes: Son también denominadas objetivas, generales o reafes y pueden ser opuestas por cada uno dé los deudores, ya que la obligación es la misma para todos ellos. "Son por un lado, las excepciones llamadas intrínsecas por la doctrina francesa, en el sentido de que nacen con la obligación misma y tienen en ella su fundamento, como, verbigracia, lo ilícito de la obligación, la falta de forma, etcétera. Por otro lado, comprenden las excepciones comunes, nacidas con posterioridad a la obligación, tales como la extinción de la misma mediante el pago o uno de sus sustitutos (artículo 707)" (68). 2) Excepciones personales: Son las que sólo pueden ser invocadas por uno de los deudores, y tienen su razón de ser en la pluralidad de vínculos, que permite a cada uno de ellos oponer las defensas que le sean propias con relación al acreedor: verbigracia, el error, el dolo o la violencia sufridos o cualquier otra circunstancia que le sea específica (arts. 702 y 703). Como lo destaca Colmo (69) algunas de las excepciones personales tienen efectos parcialmente extensivos o generales: ello ocurre con la confusión y la remisión que aprovechan a los otros codeudores hasta la (66) a) Resultantes de la naturaleza de li Op. cit., núm. 534, pág. 375. Op. cit., núm. 535, pág. 377. (60) Anteproyecto, nota al art. 1145. (61) Op. cit., núm. 1125, pág. 221. (62) Obi., t. 2, pág. 835. <63) Op. cit., núm. 922. pág. 85. (64) Op. cit., t. 5. coment. art. 699, núm. 218, pág. 89. (65) Cám. Civ. 2?, L. L., t. 27. pág. 566. (58) (59) obligación; b) comunes a todos los deudores; c) personales; d) puramente personales a uno de los deudores. (67) Baudry-Lacantinerle y Barde, t. 2, número 1238; Mercadé. t. 4. núm. 612; Planlol-RlpertBoulanger, t. 2, núms. 1867 y slgs. (68) Busso, op. cit.. t. 5, coment. art. 715, núm. 7, pág. 159, in fine. (69) Op. cit., núm. 508, pág. 350. concurrencia de la parte objeto de la liberación. Esta circunstancia explica la falta de coincidencia en las distintas legislaiones en lo concerniente a la clasificación de las excepciones. IV) Extinción de la solidaridad. El acreedor puede renunciar a la solidaridad con respecto a todos los deudores, en cuyo caso la obligación pasa a ser simplemente mancomunada. Ello resulta de lo preceptuado por el artículo 704, 1 parte: "La obligación solidaria perderá su carácter en el único caso de renunciar el acreedor expresamente a la solidaridad, consintiendo en dividir la deuda entre cada uno de los deudores''. Esta renuncia general o absoluta, debe ser, como lo indica el texto legal, expresa. El artículo 704, en su parte segunda se refiere a la renuncia relativa o particular, es decir, la efectuada solamente a favor de uno o de varios codeudores: "Pero si renunciare (el acreedor) a la solidaridad sólo en provecho de uno o de algunos de los deudores, la obligación continuará solidaria para los otros, con deducción de la cuota correspondiente al deudor dispensado de la solidaridad". Los efectos de esta renuncia son, por lo tanto, los siguientes: 1°) El deudor liberado de la solidaridad pasa a ser simplemente mancomunado. 2?) Los restantes codeudores siguen obligados solidariamente, con deducción de la cuota correspondiente a aquél. Contrariamente a la renuncia absoluta, la relativa puede efectuarse en forma tácita. Ello resulta de lo dispuesto por el artíqulo 705, 4^ parte, ya comentado (í<>). E) Relaciones de los codeudores solidarios entre si. I) Acciones recursorias. Como hemos señalado, el principal efecto de la solidaridad pasiva consiste en la facultad otorgada al acreedor para hacer efectiva la totalidad del crédito contra cualquiera de los deudo- res solidarios. Pero, una vez que ello ocurre, ¿cómo se distribuye la deuda entre les que se obligaron conjuntamente con el deudor o los deudores que satisfacieron íntegramente ia prestación? Esta cuestión ha motivado una gran controversia entre los jurisconsultos, no habiéndose aún agotado el debate. La nota al artículo 708 es muy ilustrativa al respecto, ya que en ella el codificador, después de reseñar las distintas opiniones sobre el tema, expresa sus preferencias doctrinarias, adoptando el sistema que acuerda la acción de reembolso, según si ha existido o (70) V. supra, relaciones entre el acreedor y los codeudores solidarios (3-c-A-I-l"-b). no comunidad, de intereses entre los codeudores solidarios. Se lee en la aludida nota: "Nosotros juzgamos que la solución de la cuestión debe únicamente determinarse por las relaciones especiales que existan entre los cointeresados, independientemente de toda solidaridad, y que varíen según las circunstancias particulares de los casos". En otro párrafo desarrolla esta tesis, al manifestar: "Si yo me he obligado solidariamente con Pedro por hacerle un favor, sin sacar ninguna ventaja de la obligación, es evidente que si él paga toda la deuda, no tiene ningún recurso contra mí: si por el contrario, yo hubiese pagado toda la deuda, puedo exigir de Pedro el reembolso de todo lo que hubiese pagado. Si Pedro y yo hubiésemos contraído solidariamente una obligación en la cual el uno y el otro tuviera'un interés, el que de nosotros hubiese hecho el pago, podría obligar al otro al reembolso de la parte que le correspondía en la deuda, y esa parte no sería precisamente la mitad, sino que sería determinada por las relaciones particulares que hubiese hecho nacer entre nosotros la comunidad de intereses". Se puede, por lo tanto, extraer las siguientes reglas del pensamiento del legislador: 1) Si hay "comunidad de intereses", procede el recurso en la medida del interés que tenga cada uno en la operación. 2) Si no hay "comunidad de intereses", el pago debe ser soportado, en definitiva, por el deudor en cuyo interés fue contraída la obligación. En este orden de ideas dispone el Código que las relaciones de los codeudores solidarios con respecto a aquél o aquéllos que hubiesen pagado íntegramente la deuda se reglarán de conformidad a lo dispuesto en el artículo 689 (art. 717, 1? parte). Por su parte, ese artículo establece las siguientes normas: 1°) cada uno de los codeudores "debe pagar una cuota igual o desigual, designada en los títulos de la obligación, o en los contratos que entre sí hubiesen celebrado''; 2°) si no hubiese títulos, o si nada se hubiese convenido sobre la forma de di-* vidir la deuda, "se atenderá a la causa de haberse contraído la obligación conjuntamente, a las relaciones de los interesados entre sí, y a las circunstancias de cada uno de los casos"; 3°) si no fuese posible establecer las relaciones de los codeudores entre sí, "se entenderá que son interesados en partes iguales, y que cada persona constituye un deudor". Al deudor que pagó la totalidad de la deuda le asiste, por lo tanto, el derecho de dirigirse contra sus codeudores para hacerse reintegrar de éstos lo que ha abonarlo de más. ¿Cuáles son las acciones recursorias que posee para hacer efectivo ese derecho? 19) Acción que nace de la causa misma de la solidaridad. Esta acción pue-^ de ser de naturaleza diversa, ya que ello depende de la relación que existia entre el que pagó y los restantes coobligados (acción de mandato, de gestión de negocios, etcétera). 2°) Acción de subrogación. La subrogación legal está expresamente establecida a favor del que paga una deuda al que estaba obligado con otros (art. 768, inc. 29), principio éste que es perfectamente aplicable a la situación analizada (71). En virtud de esta acción, el deudor viene a colocarse "ministerio legis" en el lugar del acreedor originario, con respecto a sus codeudores. Sin embargo, en este caso especial, sufren una importante limitación los principios generales que gobiernan la subrogación, pues la demanda del deudor no puede efectuarse por el total abonado por él —con deducción, claro está, de su cuota—, sino que se ve precisado a dividir el reclamo, fraccionando lo pagado con exceso, teniendo en cuenta el interés que cada uno de los codeudores tenia en la obligación común. Como bien dice Colmo ( ' - ) : "La acción recursoria que le pertenece no es solidaria. La solidaridad existía entre los deudores y el acreedor. Desaparecido el acreedor, la solidaridad también desaparece, por lo mismo que han cesado las razones y motivos que le dieron nacimiento". La división de la deuda se opera, por lo tanto, de pleno derecho entre los codeudores, los cuales no están obligados entre sí sino por su parte y porción (arts. 716 y 771, inc. 39). Esta solución, si bien, como hemos anticipado, contradice los efectos propios de la subrogación, sin embargo es la más apropiada, pues evita un sinnúmero de juicios entre los coobligados para restablecer entre los mismos el equilibrio patrimonial. Pese a que la acción de subrogación trae aparejada la ventaja de que transmite al sucesor las garantías accesorias del crédito primitivo, puede en ocasiones resultar más conveniente al reclamante ejercer la acción nacida de la solidaridad, ya por poseer ésta su plazo propio de prescripción o por otras razones derivadas de la naturaleza de la treiaeión existente entre los sujetos de la obligación. II) Insolvencia de uno de los deudores. (71) "El codeudor solidario que abona el crédito en su totalidad, se subroga eii los derechos del acreedor y en tal carácter puede perseguir a los codeudores por su parte" (Cám. Civ. 1', J. A., 1944-III, pág. 806; Cámara Paz Letr., J. A., t. 61, pág. 778). (72) Op. ctt.. núm. 524, pág. 387. "Si alguno de los deudores resultare insolvente, la pérdida se repartirá entre todos los solventes y el que hubiese hecho el pago (art. 717, 2a parte). No obstante esta disposición, si por incuria en efectuar la acción reversiva por parte del deudor que efectuó el pago, alguno de los codeudores cayera en insolvencia, los restantes podrían oponerse a contribuir al reembolso de esa cuota, alegando que la misma debe ser exclusivamente soportada por aquél, en virtud de que debe cargar con las consecuencias de su negligencia. No se trata sino de una aplicación de los principios generales de la culpa. Un problema interpretativo se plantea con relación $1 codeudor liberado de la solidaridad por el acreedor: ¿debe éste contribuir a soportar la parte del deudor insolvente? La cuestión fue controvertida aun en ¡a doctrina francesa, pese a que esa legislación cuenta —a diferencia de la nuestra, que guarda silencio sobre el particular— con un texto (art. 1215), que expresamente resuelve la cuestión en sentido afirmativo. La doctrina nacional se ha inclinado por la solución del Código francés, es decir, que el deudor dispensado de la solidaridad no por ello queda exceptuado de contribuir a soportar, en forma proporcional, la parte del codeudor insolvente. Para arribar a esa solución se tuvo principalmente en cuenta que el mecanismo de las acciones recursorias —las que, como sabemos, reglan las relaciones de los codeudores en sí— no puede verse modificada por un acto de un tercero, como lo sería en este caso el acreedor, máxime considerando que dicho acto redundaría en per-uicio de los restantes deudores, que no fueron parte en el mismo (73) . III) Caso exceptuado de la acción recursoria. El principio general que acuerda acción de repetición al deudor que cumple íntegramente la prestación, no se aplica en el caso especial de que la solidaridad tuviese como fuente la comisión de un (délito. En efecto, el artículo 1082 del Código (73) La Reforma estableció sobre el particular las siguientes normas: "Los deudores solidarla en sus relaciones reciprocas, están obligados por partes iguales, salvo cláusula distinta Sel titulo constitutivo. El que desinteresó al acreedor o aquel en quien se hubiere producido la confusión, podrá exigir de los restantes que contribuyan cada cual en su medida. La cuota de los insolventes será dividida entre los deudores originarlos, Incluyendo a los exonerados por el acreedor, ya * la solidaridad, ya de la obligación, o de su par» en !a deuda. La acción de regreso no procederá en caso de haberse remitido gratuitamente el crédito" (art, 668 del Proyecto). priva de acción reversiva al deudor que indemniza todo el daño, con relación a sus coautores, consejeros o cómplices. Esta solución, si bien limita el alcance de las acciones que engendra la solidaridad, no por ello instituye la modalidad denominada "imperfecta", a la cual yaM nos hemos referido precedentemente ( ). Simplemente, el legislador, movido por razones éticas, dispuso que los principios comunes de la materia no tengan, en este caso, aplicación total. Se trata más bien, de acuerdo a nuestra opinión, de una sanción legal, ya que en definitiva consiste en la sible la obligación o el objeto de la prestación (art. 3996). 4) LEGISLACIÓN COMPARADA. Las más recientes codificaciones, particularmente la alemana, tienden a agrupar las obligaciones solidarias y las indivisibles, a las que aplica las mismas. reglas, por cuanto ambas contradicen el principio general de la división de la obligación, tanto en su aspecto activo como pasivo. Asimismo se destaca la tendencia a debilitar el vínculo solidario, circunstancia ésta que se pone de manifiesto especialmente en la forma cómo han sido legislados los efectos secundarios, verbigracia, la interrupción de la prescripción, la culpa, etcétera, son estrictamente personales (art. 425, Cód. civ. alemán). Podemos por lo tanto decir que del mismo modo que la solidaridad de nuestro Código responde al tipo de la correalidad, la del Derecho alemán se inclina a la forma imperfecta admitiéndose, claro está, ese distingo. Quizá ello explique la controversia suscitada acerca de las innovaciones introducidas en el Proyecto de Reforma de 1936, inspiradas, en su mayor parte, en esas modernas orientaciones. privación de un efecto propio de este tipo de obligaciones, instituido en beneficio del deudor que hizo el pago. d) Codedudores solidarios y prestación indivisible. Ya hemos señalado anteriormente, al referirnos a la solidaridad y la indivisibilidad, que se trata de conceptos distintos. Hasta ahora hemos desarrollado la teo^ ría de las deudas solidarias, partiendo de la base de que el objeto de ellas era divisible. Veremos ahora, las variaciones que suíren cuando su objeto es indivisible, circunstancia ésta que es índice elocuente de la independencia de aquellas categorías juJURISPRUDENCIA. — La citada en el texto y notas. rídicas. Por lo tanto, la clasificación entre BIBLIOGRAFÍA. — La mateada en el texto y notas, deudas.de prestación divisible e indivisible, es aplicable tanto a las simplemente manDEUDORES SOLIDARIOS. (V. DEUDORES comunadas como a las solidarias. MANCOMUNADOS Y SOLIDARIOS.) Los principales efectos de las obligaciones solidarias indivisibles, los hallamos en DEVOLUCIÓN DE IMPUESTOS. (V. REnuestro Código, en los casos siguientes: PETICIÓN DE IMPUESTOS.) 1?) Fallecimiento. Sabemos que los herederos del deudor solidario sólo responden DÍA CIVIL. Se entiende por día civil el por su parte (art. 712), pero ello única- tiempo transcurrido entre una media noche mente ocurre si el objeto de la obligación y la media noche siguiente, a diferencia es divisible; porque si fuera indivisible del otro uso diario que recibe la palabra cualquier heredero de cualquiera de los _ día para significar las horas durante las deudores tendría que cumplirla íntegra- cuales alumbra el sol por oposición a la mente (art. 686). noche. Este último, llamado dies naturalis 2?) Prescripción. Ya habíamos señalado por los romanos, tiene una duración de sólo que la suspensión de la prescripción en las doce horas, mientras que el día civil (dies deudas solidarias, no podría ser invocada civüis) se prolonga por veinticuatro horas, sino por'la persona a beneficio de la cual coincidiendo con el día del calendario. estaba establecida y no por sus cointereEl tiempo ejerce preponderante influensados (art. 3981 y su nota). El artículo 3982 cia sobre los actos jurídicos, siendo en nuestablece que esa norma no se aplica a las merosas oportunidades el factor decisivo en obligaciones indivisibles. la' adquisición o pérdida de un derecho. Por su parte, el artículo 3995 dispone que Esta importante cuestión mereció ya la la demanda interpuesta contra uno de los atención de los romanos, que se dieron a herederos del codeudor solidario, no in- la tarea de crear un sistema uniforme paterrumpe la prescripción respecto a sus co- ra la computación de plazos en derecho. herederos; y que no la interrumpe respecto Tomaron como eje de ese sistema el día civil a los otros deudores, sino en la parte que (dies civilis)', o sea la menor fracción de e! heredero demandado tenía en la deuda tiempo conocida en Roma para acordarle solidaria.. Ello no se produce siendo indivi- efectos jurídicos. Dice Paulo (D. II 12, 8) que "el día comienza desde la media noche y termina en la mitad de la noche siguien(M) v. supn, 3-a. te; y así todo aquello que se hizo durante estas veinticuatro horas, es decir, entre las dos media noches y en el día intermedio, es lo mismo que si estuviera hecho en cualquier hora del día". El Código civil argentino ha consagrado este principio al establecer su artículo 24: "El día, es el intervalo entero que corre de medianoche a medianoche; y los plazos de dias no se contarán de momento a momento, ni por horas, sino desde la medianoche en que termina el día de su fe- festejos que se celebraban entre el 19 y 21 de Thargelion, en los cuales se purificaban por medio de prácticas secretas el santuario y la imagen de la diosa Atenea). Además, por una superstición que aún subsiste en nuestros tiempos, los días trece, como así también los martes, eran considerados desfavorables. En Roma, los días nefastos superaban en número a los fastos, es decir, que los días hábiles eran los menos. La atribución de fijar los días fastos o nefastos estaba recha". (A. P. B.) servada a los pontífices, debiendo los ciudadanos consultarlos con bastante freDÍA COMPLEMENTARIO. Cada uno de cuencia a fin de disipar sus dudas sobre si los cinco o seis días que se contaban al íin la realización de un acto o negocio corresdel año en el calendario republicano francés pondía en tal o cual fecha. De esta forma, para completar el número de 365 o de 366. aquellos patricios llegaron a gozar de una prerrogativa que les otorgaba una especie DÍA DE HACIENDA. Día dedicado al tra- de supremacía en los negocios privados (i). bajo. Día en 'que se permite trabajar. El calendario romano marcaba como días nefastos o aciagos: el cuarto antes de las 'DÍA DE INDULTO. Se designan con este nonas de octubre; el sexto de los idus de nombre aquellos días que los reyes o sobe- noviembre; el cuarto antes de las nonas de ranos dedican a la conceción de indultos de agosto; el que seguía a las Vulcanales; el penas de muerte u otras aplicadas a los de los idus de marzo, fecha en que fue asesinado Julio César; los dias del mes de delincuentes. mayo, dedicados a la fiesta Lemaria, a las DÍA INTERCISO. Día en que por la ma- nonas de Julio o Caprotinas y los siguienñana era fiesta y por la tarde laborable. tes a las calendas, nonas e idus. También La voz deriva del latín endotercisus o in- eran nefastos los dias consagrados a los tercisus, que significa cortados, debido a que manes de los muertos. (A. P. B.) sólo unas horas de esos días podían ser DIÁCONO. (V. ORDEN SAGRADO.) dedicadas a los negocios. DÍA NEFASTO. En la antigua Roma se clasificaban los días en fastos y nefastos. Se consideraban fastos aquellos en que el pretor podía pronunciar las palabras solemnes: do, dico, abdico, y en que era lícito tratar libremente los negocios públicos, administrar justicia y celebrar comicios. Eran nefastos los días en que ninguno de «stos actos podía ser realizado. No fueron', sin embargo, los romanos los primeros en establecer esta clasificación. Los egipcios y los griegos los precedieron en ese sentido, fijando los días propicios y desfavorables para el desarrollo de sus principales actividades. Egipcios, griegos y romanos basaron en una especie de superstición la creencia de que cualquier acto iniciado en un día nefasto no podía alcanzar un resultado feliz. Los griegos consideraban nefastos el quinto y los tres penúltimos días de cada mes, y en Atenas, además, aquellos en que se celebraban las antesterías (fiestas en honor de Baco, que tenían lugar el 11, 12 y 13 del mes de Antesterion, y en el cual los amos servían a los esclavos) y las plinterias (o sea los dos días principales de los DIARIO. (V. LIBROS DE COMERCIO.) DIARIO DE NAVEGACIÓN.* I. Concepto. El artículo 927 del Código de comercio obliga al capitán a llevar asiento formal de todo lo concerniente a la administración del buque y ocurrencias de la navegación, a cuyo efecto establece tres libros distintos, que deberán ser encuadernados y foliados, con fojas rubricadas por la autoridad a cuyo cargo estuviere la matricula del buque, so penai de responder por los daños y perjuicios que resulten de la falta de asientos regulares. Dichos libros son: el de cargamentos, el de cuenta y razón y el diario de navegación. Coinciden todos los autores en que, de los tres libros mencionados, el más importante es el Diario de navegación. Asi, Malvagni afirma que lo es porque "debe reproducir la historia detallada de todo el viaje, y contener asentado todo hecho que (1) Ortolán, M., Explicación histórica de la Instituciones del emperador Justiniano, pág. 45, Madrid, 1873. * Por el Dr. HUGO CHARNT. pueda tener importancia y ser fuente de derechos u obligaciones para cualesquiera de los interesados en la expedición" ( i ) . Por su parte, Fernández sostiene que es el más importante de los libros marítimos, "tanto por el contenido, que es sumamente amplio, como por la eficacia probatoria de sus asientos en múltiples cuestiones: transporte, trabajo, disciplina 2 a bordo,'actas de estado civil, etcétera" ( ). La generalidad de las legislaciones exige un solo libro o registro, llamado libro de a bordo. Así ocurre en el Derecho marítimo de Francia, Alemania, Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Estados Unidos. - - • En el Derecho italiano, el reciente Código de la navegación, en su artículo 169, inciso c), se refiere al diario náutico, el que a su vez se divide (art. 173) en los siguientes libros: a) Inventario de a bordo; b) Diario general y de contabilidad; c) Dia- de comercio contiene la siguiente enumeración de asientos que deberán hacerse en el Diario de navegación: 1° El estado diario del tiempo y los vientos; 2° El progreso y retardo diarios del buqué; 3° El grado de longitud y de latitud en que se halla el buque día por día; 4° El estado sanitario de los pasajeros y tripulantes; 5? Los nacimientos y defunciones qwe ocurrieren a bordo; 6° Los servicios extraordinarios prestados por los individuos de la tripulación; 79 Las penas correccionales que se hubieren impuesto, con expresión de sus causas; 8? Los testamentos otorgados a bordo, con arreglo a las disposiciones del Código civil; 9° Todos los daños que acaezcan al burio de navegación; d) Diario de carga o de que o a la carga y sus causas; 10. El estado, en cuanto sea posible, de pesca, según el destino de la nave. El artículo 174 se refiere al contenido, y, en lo todo lo que se perdiere por accidente y de relativo al Diario de navegación, expresa todo lo que se hubiese cortado o abandoque sobre el mismo se anotan la ruta se- nado; 11. La derrota seguida, y los motivos de guida y el camino recorrido, las observaciones, los relevamientos y las maniobras las separaciones, ya sean voluntarias o relativas, y en general todos los hechos forzosas; 12. Todas las resoluciones tomadas por relativos a la navegación (•">). Nuestro Código ha seguido el modelo del el consejo del buque; 13. Las despedidas que se hayan dado a Código de comercio de España de 1829, estableciendo los tres libros separados que oficiales, u hombres de la tripulación, así menciona y determina el artículo 927 (t). como sus motivos. La enumeración que hace el artículo 927 H. Contenido. El artículo 927 del Código no es taxativa, y es ampliada en parte por el Digesto Marítimo y Fluvial, artículo 313, (1) Malvagnl, A., Curso de Derecho de navegación, núm. 31, Bs. Aires, 1950. que dispone que los capitanes de buques de (2) Fernández, R. L., Código de comercio de la más de 500 toneladas, que naveguen denRepública Argentina comentado, t. 4, pág. 627, Bs. tro de cabos o ríos interiores de la RepúAires, 1952. blica y los patrones de buques que trans(3) Es interesante destacar que en la Relación al Código de la navegación, núm. 109, sus autores porten pasajeros y sean de un porte mayor afirman con respecto al diario que tiene carácter de 50 toneladas, deberán asentar en el Diapublkistico y privatístico a un mismo tiempo, en rio de navegación (al que llama Libro cuanto refleja algunas de las varias y complejas de navegación) las siguientes constancias: actividades del capitán en sus múltiples funciones. Se agrega que el diario de navegación es un "Día, hora y puerto de salida, punto de registro de carácter técnico en cuanto señala la destino, estado del tiempo y vientos reiruta seguida y las maniobras efectuadas. Aunque nantes, nacimientos y defunciones que ocu- . no pueden desconocerse notables efectos privados rriesen durante el viaje, los testamentos en relación a la determinación de la responsabilidad del capitán en la conducción de la nave. otorgados a bordo con arreglo a lo dispues(4) Igualmente exigen tres libros los códigos to por el Código civil, penas correccionade Portugal, Holanda, del año 1924. y Brasil. Este les que se apliquen a bordo con indicación último código, en su art. 594, establece que deben de sus causas, varaduras, colisiones, in- • anotarse en el Diario de navegación: la derrota del viaje, las observaciones diarias que deben hacer cendics o cualquier otro siniestro que ocucapitanes y pilotos, todas las ocurrencias intererriera, día y hora en que acaeciere y cualsantes de la navegación, acontecimientos extraorquier otra novedad o hecho importante que dinarios que puedan tener lugar a bordo, especiala bordo ocurriere. El día y hora de llegada mente temporales y los daños y averías que el buque o la carga puedan sufrir: las deliberaciones a los puertos de escala o de tránsito y el que se tomaren por acuerdos de oficiales y los de destino, deberá constar en el libro de competentes protestos; asi como los trabajos y reparaciones que se hicieren estando la nave en navegación, como así también la hora de amarre y la en que hubiere sido puesto en puerto. libre plática". Los capitanes o patrones de buques nacionales están asimismo obligados a anotar en el libro o diario de navegación, "con la mayor precisión posible, la hora, rumbo, posición exacta, número de matrícula, tipo, altura, estado del tiempo, viento, visibilidad y cualquier otro dato que reputen conveniente, el paso de todo avión, globo o dirigible que hubiere sido avistado durante la navegación". Esta obligación se extiende a los capitanes de buques extranjeros cuando "avistaren aviones, globos o dirigibles, encontrándose en navegación en aguas jurisdiccionales argentinas" (artículo 313, incs. a y b). Las constancias del Diario de Navegación pueden clasificarse, según Fernández, en cuatro grupos, a saber: a) De carácter técnico: artículo 927, incisos 1, 2, 3 y 11; b) De índole laboral: incisos 6 y 13; c) Actuaciones del capitán como representante de la autoridad pública: incisos 4, 5, 6 y 8; d) Actuaciones del capitán como jefe del buque y encargado del cuidado y conservación de la carga: incisos 9, 10 y 12. III. Formato y modo de llevarlo. El artículo 927, en su apartado final, dispone: "Este libro deberá ser continuado, datado y firmado día por día, por el capitán y su segundo, si el tiempo y las circunstancias lo permitieren..." Respecto a este punto, entienden los autores que es de aplicación lo dispuesto por el inciso 2 d,el artículo 54, que establece que los libros de comercio deberán llevarse sin "dejar blancos ni huecos, pues sus partidas se han de suceder unas a otras, sin que entre ellas quede lugar para intercalaciones ni adiciones" ( 5 ). Conforme a lo prescripto por el artículo 312 del Digesto Marítimo y Pluvial, los buques que naveguen cabos afuera deben llevar el Diario de Navegación ajustado al modelo aprobado por la Prefectura Nacional Marítima, compuesto de doscientas páginas, numeradas y rubricadas por la misma y registrado en la oficina correspondiente. En la primera página debe llevar insertas las disposiciones del citado artículo 312 y las de los artículos 927, 937 a 942, 946, 947. 948, 965, 966, 971 y 1009 del Código de comercio. El Diario de Navegación se halla dividido en singladuras, o sea el lapso de navegación que va desde la hora doce de un día hasta (5) Fernández. K. J., op. cit., t. 4, pág. 626, nota 73; Segovia, L., Explicación y crítica del nuevo Código de comercio de ia República Argentina, t. 2. nota 3068, Bs. Aires, 1892; Malagarriga, C., Có- digo de comercio comentado, t. 6, núm. 223, Bs. Aires, 1929. la misma hora del día siguiente. Al respecto sostiene Malvagni que los asientos sólo pueden hacerse en navegación («). Agrega que los hechos ocurridos estando el buque en puerto, sobre todo si se refieren a tripulantes (accidentes de trabajo, despidos, castigos disciplinarios, etc.) sólo pueden ser hechos constar por el capitán o patrón formulando la correspondiente exposición ante la autoridad marítima (si el buque se halla en puerto argentino) o ante el cónsul argentino (en puertos extranjeros) recaban- do una copia autorizada para constancia ( < ) . IV. Sanciones. El articulo 312 del Digesto Marítimo y Fluvial establece como sanción, para los buques que no tengan a bordo el Diario d.e Navegación, que los mismos no sean despachados. Por otra parte, el artículo 314 impone multa de 80 pesos o, en su defecto, 24 horas de arresto, para los capitanes o patrones que no lo tengan o no lo lleven en debida forma. V. Valor probatorio de los asientos. Mientras los asientos de actos públicos (estado civil, testamentos) tienen fuerza probatoria de actos públicos y hacen fe mientras no se formule querella de falsedad, los asientos de carácter comercial tienen la misma eficacia limitada de los que 8figuran en libros de comercio comunes ( ). a) Actos públicos. Ya se ha visto que el artículo 927 del Código de comercio, al enunciar las anotaciones que deben hacerse en el Diario de Navegación, prescribe en su inciso quinto: "Los nacimientos y defunciones que ocurrieren a bordo". Tales actas tienen validez reconocida por el Código civil. Así, el artículo 81 del mismo dispone que el día del nacimiento, con las circunstancias de lugar, sexo, nombre, apellido, paternidad y maternidad de los nacidos en alta mar, se probará por copias auténticas de los actos que por ocasión de tales accidentes deben hacer los escribanos de los buques de guerra y el capitán o maestre de los mercantes, en las formas que prescriba la respectiva legislación. Y el artículo 104 establece que la muerte ocurrida en alta mar se prueba como el nacimiento en iguales casos. El inciso octavo del artículo 927 del Código de comercio se refiere a los testamentos otorgados a bordo con arreglo a las dl¡ (6) (7) Diario ¡no se Malvagni, A., op. cit., núm. 31. En España, por el contrario, aunque el también se lleva por singladuras, en el mi» anotan diariamente todos los hechos que ocurran durante el viaje, tanto en la mar como en puerto. (8) Scialoja, A., Sistema asi Derecho ie Id JWvegación, trad. de Delta-Vltteíbo de Friedíí y.Santiago Sentís Melendó, pág. 139, Bs. Aires, 195Í. posiciones del Código civil, entre las anotaciones que deben hacerse en el Diario de Navegación. El Código civil se ocupa de los testamentos otorgados tanto en buques de guerra como en los mercantes, siendo las normas semejantes en uno y otro caso. Según el artículo 3679 del Código civil, los que navegan en un buque de guerra de la República, sean o no individuos de la oficialidad o tripulación, podrán testar ante el comandante del buque y tres testigos, de los cuales dos a lo menos sepan firmar. El testamento debe ser fechado. Se extenderá un duplicado con las mismas firmas que el original. Además, como lo prescribe el artículo 3680, el testamento será custodiado entre los papeles más importantes del buque y se hará mención de él en el Diario. En lo que se refiere a los buques mercantes, que naveguen bajo la bandera argentina, dispone el artículo 3683 que se podrá testar en la misma forma que en los buques de guerra, haciéndose el testamento ante el capitán, su segundo o el piloto, observándose en lo demás lo dispuesto para los testamentos hechos en un buque de guerra. Entre las reglas que deben observarse, figura,-por lo tanto, la mención en el Diario de Navegación. Cumplidos los demás requisitos de forma y procedimiento que «I Código civil exige para la validez de los testamentos marítimos (arts. 3681, 3682, 3684 a 3686), las anotaciones del Diario de Navegación sirven a los fines probatorios de la existencia y contenido del testamento. El mismo valor probatorio tienen los asientos que hace el capitán como representante de la autoridad pública: delitos, accidentes de trabajo, castigos disciplina- rios, etcétera (incs. 4, 6 y. 7 del art. 927 del Cód. de com.). En resumen, las anotaciones que el capitán hace en el Diario, sea como oficial del Registro Civil (nacimientos o defunciones) , como notario (testamentos) o como representante de la autoridad pública (delitos, castigos, accidentes, etc.), son instrumentos públicos en la forma que establece el inciso segundo del artículo 979 del Código civil, y hacen plena fe mientras no se demuestre su falsedad (art. 993 Cód. civ.) (»). Al llegar un buque a uno de nuestros puertos, la autoridad marítima concurre a bordo y visa el Diario, después de lo cual no se puede hacer ninguna anotación. b) Actos primados. Brunetti se ponuncia en contra de la opinión que sostiene que el (9) En Igual sentido se pronuncian SclaloJt, A., op. cií., pág. 139. y Brunetti, A., Derecho Diario, llevado de conformidad a la ley y legalizado en el puerto de destino, o bien en caso de arribada voluntaria o forzosa, constituye una presunción de exactitud y fidelidad en favor del capitán por razón de las anotaciones, contra las cuales se admite prueba en contrario. Afirma que un principio tan absoluto no sería ni prudente ni exacto y que es preciso fijar el contenido de cada una de las anotaciones o averiguar los actos del capitán en relación con los hechos particularmente registrados ( 10 ). En un fallo de la Cámara Federal de la Capital, de fecha 16 de junio de 1943, a raíz de un accidente ocasionado por el vapor Aliakmon al chocar contra un muelle del Ferrocarril Central Agentino, en el puerto de Villa Constitución,-se confirma la sentencia de primera instancia, que toma como hora del accidente la anotada en el libro de cubierta. Dice el fallo, en la parte pertinente: La manifestación contenida en asientos del libro de cubierta, acerca de la hora en que se produjo el accidente, "hace fe, por tratarse de un instrumento público, de acuerdo al artículo 927 del'Código de comercio'^11). La conclusión es válida para casos como el citado, en que los asientos del libro no son destruidos por ninguna prueba en contrario ( 12 ). La anotaciones de carácter técnico, relativas a la ruta, condiciones meteorológicas, estado del buque, de las personas y de la carga, adquieren importancia en casos de acontecimientos extraordinarios, de los que pueden resultar o resultan daños al buque, a las personas o a la carga. Sostiene al respecto Malvagni que la minuciosidad con que el capitán redacte estos asientos, los detalles que haga constar o los que omita, beneficiarán o perjudicarán los intereses de su armador, ya que el contenido de aquéllos constituirá la base y prueba de los derechos que aleguen los distintos interesados en la expedición ("). El capitán está obligado, dentro de las veinticuatro horas siguientes a su llegada a un puerto cualquiera, a presentar su Diario de Navegación y a declarar: 1? El lugar y tiempo de su salida; 2? La derrota que haya seguido; 3? Los peligros que haya corrido, los da(10) Brunetti, A., op. cií., núm. 256. (11) L. t., t. 31, pág. 7. (12) Sin embargo (sobre todo habiendo pruebas en contrario) debe recordarse que los asientos hechos en el diarlo mientras el buque está amarrado no tienen valor ni como presunción ni como, principio de prueba, principalmente si el capitán está directamente interesado en los hechos marítimo privado, trad. de R. Gay de Montellá. relatados (Smeesters, cit. por Malvagnl, op. cit.,. t. 2, núm. 256, Barcelona, 1950. V. Malvagnl, op. Cit, pág. 191, nota 279. P*g. 31). (13) Malvagni, A., op. cit., núm. 208. ños sucedidos en el buque o carga, y las demás circunstancias notables de su viaje (art. 941, Cód. de com.). Esta presentación y declaración deben .hacerse, arribando a un puerto extranjero, ante el cónsul de la República o, en su defecto, ante la autoridad competente del lugar; y en puertos de la República, ante el Tribunal de Comercio o la autoridad que designen los reglamentos (art. 942). La exhibición que exige el Código, en cada puerto de arribada, del Diario de Navegación, está destinada a salvaguardar todos los intereses públicos y privados en juego, a mantener el control de la respectiva autoridad sobre el uso por el capitán de sus amplias facultades y a informarse sobre la forma como se ha desarrollado la navegación. También está destinada a darle autenticidad y evitar alteraciones, ya que se trata de un documento de prueba para los interesados. La presentación debe efectuarse en todos los puertos14de arribada, sea ella voluntaria o forozsa ( ). La autoridad ante la que debe presentarse el Diario en caso de arribada a puertos de la República, es la Prefectura Marítima, tal como lo dispone la ley 3445. En casos de acontecimientos extraordinarios durante la navegación, que obliguen a mudar el rumbo, o que requieran realizar ciertos actos de los que pueda sobrevenir daño a las personas, la carga o el buque, el capitán debe reunir la junta de oficiales de a bordo, a fin de consultarlos. En tales casos, el consejo toma sus resoluciones por mayoría, y deben asentarse en el Diario de navegación. El capitán no está obligado a seguirlas, y puede obrar contra la mayoría bajo su responsabilidad personal (art. 933). El capitán debe proce- der en los casos de echazón, averías u otros siniestros o pérdidas cualesquiera. En todos los casos está obligado a asentar en el Diario de navegación, lo más minuciosamente posible, las causas determinantes del accidente, la enunciación de los objetos echados o averiados y las firmas de los que hayan sido consultados, o la expresión de los motivos que hayan tenido para no firmar {art. 938). Para tales circunstancias dispone, además, el artículo 939 del Código de comercio: "Todas las protestas formadas a bordo, tendientes a comprobar echazón, averias u otras pérdidas cualesquiera, deben ser ratificadas con juramento del capitán, dentro de veinticuatro horas útiles, ante la autoridad competente del primer puer- to donde llegara. Esa autorodad, siendo dependiente de la República, deberá interrogar al mismo capitán, oficiales, hombres de la tripulación y pasajeros, sobre la verdad de los hechos, teniendo presente el Diario de navegación, si se hubiera salvado. Queda reservada a las partes interesadas la prueba en contrario". Esta exposición que la ley exige al capitán, con asiento en el Diario y posterior ratificación y comprobación sumaria ante la autoridad competente del primer puerto de arribo, constituyen la llamada Protesta de mar ( 15 ). Se trata de una institución muy antigua, que ya recogían recopilaciones tales como el Guidon de la Mer, los Roles de Oléron y la Ordenanza francesa de 1681, de donde ha pasado a la mayor parte de las legislaciones modernas ( > « ) . Consta de dos fases: de la exposición o relación de loa hechos, y de la ratificación y comprobación por la autoridad del primer puerto de arribada, dentro de las veinticuatro horas de llegada (a contar desde el momento en que diese fondo) (art. 943). Sea cual fuere el lugar donde el capitán verifique su protesta —dispone el art. 940— está obligado a hacer visar su diario de navegación por la autoridad que reciba la protesta. El capitán está obligado a exhibir en cualquier tiempo ese diario a las partes interesadas, y a consentir que saquen copias o extractos. La presentación del Diario, en juicio'O fuera de él, a pedido de parte interesada, es obligatoria. Su no presentación podría quitar fuerza probatoria a la protesta correspondiente. Segovia (") y Malagarriga O») sostienen que, en lo concerniente a la exhibición del Diario de navegación a los interesados y a la extracción de copias o extractos, debe aplicarse por analogía lo dispuesto en el artículo 59 del Código de comercio, en cuanto a libros de comerciantes, que limita tal derecho a los asientos referentes al asunto que les interesa. Fernández opina, en cambio, que si bien la solución a que arriban los dos primeros autores es exacta, no puede aplicarse por analogía-el artículo 59, por existir grandes diferencias entre los libros de comerciantes y •este autor que, aunque el artículo no lo dice, la (15) Protesta de Mar, o protesta contra el mar que incluían las Ordenanzas de Bilbao; ir. Rapport de mer; ing. Report (Sea protest): it. fletezione; alm. Seeprotest. En la Edad Media tomaba el nombre de Consulat en los puertos del Mediterráneo (Brunettl, t. 2, pág. 235). (16) V. OMEBA, voz PROTESTA DE MAR. V. también ECHAZÓN. autoridad a la cual se presenta el diario debe vl.sarlo. tal como se determina en el art. 940. (17) Segovia, L., op. cit., t. 2, núm. 3117. (18) Maiagarrlga, C.. op .cit., t. 6, núm. 291. (14) Fernández, B., op. cit., pág. 648. Entiende los libros de a bordo: en tanto que los primeros son en principio reservados y sólo se exhiben en determinadas circunstancias y con 'muchas restricciones, los libros de a bordo deben exhibirse constantemente, a la llegada a cada puerto (art. 941) (i«). La protesta debidamente efectuada y el asiento correspondiente del Diario de navegación constituyen una prueba preconstituída para el caso de una litis con relación a los hechos consignados en la misma. Aun así, no es prueba definitiva y admite toda clase de pruebas en contrario, pero no cabe duda de que se trata de un instrumento probatorio de indudable valor. (V. DOCUMENTACIÓN DEL BUQUE.) BIBLIOGRAFÍA. — La señalada en el texto. DIARQUIA.* SUMARIO: Qap. I. Formas de gobierno: l. Diversas clasificaciones. 2. Características principales en la doctrina. 3. Poliarquía, monarquía y diarquía. Cap. II. Definición y concepto de la diarquía: 1. Etapas y evolución histórica. 2. En Esparta y Boma. 3. Decadencia y ocaso. 4. En Andorra. 5., Dualismo y diarquia. -, Capítulo I FORMAS DE GOBIERNO 1. Diversas clasificaciones. La determinación de las formas del Estado y de los géneros de éste, es uno de los problemas más antiguos' de la ciencia política. La teoría de las formas del Eátado desempeña un gran papel en Platón y Aristóteles. Aquél considera a los Estados según que concuerden con el ideal o se desvíen más o menos de la naturaleza de éste. Aristóteles ve en la forma la esencia de las cosas, y trata, por tanto, de fijar el principio determinante de las formas del Estado. Bajo el ascendiente enorme de Aristóteles, especialmente, se ha seguido tratando, hasta llegar a la época contemporánea, la doctrina y división del Estado, doctrina que nos enseña a comprender la vida y suerte de éste, partiendo de un centro inestable (O. Un prestigioso tratadista alemán señala los innumerables intentos que se han hecho en la doctrina y aun en los códigos, y constituciones, para clasificar las formas del Estado; esto es, las diversas estructuras gubernativas. Algunos ejemplos darán una idea del subjetivismo y confusión que reina en- esta materia: des(19) Fernandez, B..op. cit., t. 4, pág. 647. • Por el Dr. MATEO GOUJSTEIN. • X I ) Jellinek, o., Teoría general del Estado, trad. de Fernando de los Ríos, pág. 501. Ed. Albatros, Bs. Aires. potismo, teocracia, Estado de derecho (Welcker); repúblicas, autocracias, despotismo (Heeren); Estados orgánicos y mecánicos; y entre los primeros, Estados nómadas y agrícolas; entre los últimos; jerarquías e ideocracias, regímenes militaristas, plutocracias, Estados idólatras, individualistas, de razas, formales; particulares, patrimoniales, Estado antiguo, Estado dé Derecho de la época moderna (Mohl); soberanía de uno, que se divide en monarquías y repúblicas democráticas o plenocráticas. Autores modernos, como Schwarcz (Elemente der Politik, pág. 79 y siguientes) señalan infinidad de formas, según las distintas direcciones: aristocracias, timocracias (-), democracias puras, democracias de cultura y formas mixtas; dominaciones hereditarias y Estados libres"; Estado policíaco y Estado de Derecho; Estados centralizados y Estados organizados sobre la base del self-government; Estados que descansan sobre la autonomía provincial y municipal, y formas mixtas; Estados con una sola lengua, con varias; territoriales, nacionales y de nacionalidades; Estados homodoxas y polidoxas, e infinidad de otras subdivisiones. Pero debe destacarse que tradicionalmente, ha surgido y se conserva," una división suprema entre las diversas formas del Estado: en monarquía y república, aunque dentro de la primera y de la segunda subsisten y se presentan matices infinitos. Aristóteles, a quien se tiene por el primero en caracterizar estas dos formas, oponía la monarquía a los Estados no monárquicos; la palabra república recién aparece con Machiavello para indicar exclusivamente a los Estados reo monárquicos, y este vocablo ha pasado a todos los idiomas. Montesquieu, que tanta gravitación ha ejercido en el juego y desenvolvimiento de las ideas políticas modernas, distingue tres clases de gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico. Para distinguirlos, basta la idea que de ellos tienen las personas menos instruidas: una que "el gobierno republicano es aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; otra, que el gobierno monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero con suje(2) Llámase "timocracia", en el Derecho griego, al gobierno ejercido por los ciudadanos que poseen determinadas rentas o pagan contribuciones fiscales igualmente determinadas. En distintos pueblos, entre ellos España, se exigió durante el siglo XIX, para burlar en parte la democracia que se ensalzaba, acreditar el pago de alguna contribución para ser elector o elegible; a fin de restringir las posibilidades de los partidos socialistas o populares. (Conf. Cabanellas, Diccionario de Derecho usual, t. 3, pág. 709). ción a leyes fijas y prestablecidas; y por último, que en el gobierno despótico, el poder también está en uno solo, pero sin ley ni regla, pues gobierna el gobierno según su voluntad y capricho". Y caracterizando a cada uno de estos tipos, agrega que cuando "en la República, el poder soberano reside en el pueblo entero, es una democracia. Cuando el poder soberano está en manos de una parte del pueblo, es una aristocracia. El pueblo —concluye—, en la democracia, es en ciertos conceptos el monarca; en otros conceptos es el subdito" ( 3 ). Es evidente que la clasiíicación de Montesquieu, en cuanto se refiere al gobierno despótico, sólo importa una deformación de cualquiera de las otras dos formas, y no puede aceptarse como una forma específica de gobierno; en lo demás, no innova en absoluto con referencia a la clásica distinción entre monarquía, república y democracia. 2. Características principales en la doctrina. Una rápida exégesis nos dará los caracteres fundamentales que distinguen a una y otra forma de gobierno, o de Estado, que en este aspecto constituyen una sola y misma cosa. La formación monárquica de las instituciones estatistas tiene una estrecha relación con la guerra, que pugna por centrar la dirección del Estado en unas solas manos. Por esto la monarquía apareció en el mundo —señala Jellinek— como la forma normal del Estado, tan pronto cor mo hubo de fijarse el sistema del mismo. Esto no sólo cabe decirlo respecto de los pueblos sedentarios del Oriente, sino de los países donde más tarde se han formado Estados republicanos; en las Ciudades-Estados de Grecia e Italia, la república no es la forma primitiva del Estado, sino que ha nacido eri oposición a una organización monárquica que hubo en el comienzo, cuyos detalles no nos han sido transmitidos de modo que podamos emitir un juicio acabado sobre ella. Los orígenes de la república en Roma son claros, y su proceso de formación parece ser típico del EstadoCiudad. La república apareció allí en oposición intencional a la monarquía; es más, en la conciencia de sus fundadores era simplemente no-monarquía. Su contenido originario estaba reducido a la negación del dominio de uno solo, lo que se expresaba con la palabra de que se servían para designarla: "Para los romanos, res publica correspondía exactamente a lo que los ingleses llaman commonwelth, y designaba exclusivamente lo que es coraún" (*). La concentración del poder en las manos de un solo hombre, es para la conciencia del pueblo de tal suerte típica para designar la forma de Estado, que toda otra forma posible de éste la considera como opuesta a la monarquía («). Desde el primer momento, una vez que se puso fin en Roma a la autoridad de Tarquino el Soberbio, el pueblo, reunido en comicio por M. Junio Bruto, tras de aprobar la destitución del rey y su expulsión de Roma, juntamente con sus familiares —refiere Arángio Ruiz—, sustituyó el monarca por dos jefes electivos y temporales, con lo que se dio entrada, en el Derecho público romano, al nuevo concepto de la magistratura (magistratus)... Esta se organizó de modo a representar la más profunda y perfecta oposición a la realeza: en adelante, no la desempeñaría una sola persona, sino dos; no sería perpetua, sino anual y, consecuentemente, su irresponsabilidad únicamente duraría el año de su ejercicio" (6). Este fue el primero y decisivo golpe contra la monarquía, y por consiguiente, el primer indicio de la república romana. Ahora bien, para caracterizar a la república, y diferenciarla, por ende, de la monarquía, cabe mencionar que la soberanía política ofrece dos manifestaciones de que es preciso hacerse cargo: una es la personificación de la soberanía, otra el ejercicio de esa misma soberanía. Personificar la soberanía equivale a concretarla y por ello a exteriorizarla. En las monarquías absolutas, como el monarca lo absorbe todo, según la conocida frase de Luis XIV: "el Estado soy yo", la personificación es pura, porque ninguna otra libertad puede invocarse en el Estado que no sea la propia libertad del príncipe, rey y señor respecto , de los subditos. En las monarquías limitadas, sea cualquiera la moderación del poder que en la sociedad arraigue (y que por este solo hecho es denominada, con razón, moderación orgánica) en cuanto es expresión de soberanía, la personificación es representativa. El rey no es todo el Estado, en este segundo supuesto, pero personifica a todos los miembros de la comunidad social, y en cuanto lo hace, la concreción soberana no tiene forma directa, sino únicamente representativa... Pero además de la personificación, hemos aludido al ejer(4) Mommsen, T., Historio de Soma y de las provincia» romanas. (5) Jellinek, G., ob. cit., págs. 536 y 537. (3) Montesquieu, Del espíritu de las leyes, trad. de Nicolás Estévanez, t. 1, pág. 11, Ed. Alba tros, Bs. Aires. (6) Aranglo-Ruiz, V., Historia del Derecho ro- mano, trad. de F. de Pelsmaeker E. Iváñez, pág. 31, Ed. Reus, Madrid. ^^ «ció de la soberanía. Y ciertamente que este ejercicio o actuación del poder soberano no tiene en todos los momentos idéntica significación. Actuación de la soberanía es en un Estado el desenvolvimiento de todas y cada una de las atribuciones del Gobierno, tomando esta palabra en sentido amplio, como sinónima de autoridad. El ejercicio de la soberanía a que la institución monárquica se contrae es la participación más o menos extensa, pero participación al fin, en todo lo que sea organización del Estado en la Constitución, ya que el poder soberano 7constituyente es el mismo poder soberano ( ). • La república, en cambio, descansa sobre el carácter de la comunidad del pueblo como órgano supremo del Estado, esto es, sobre la participación de todos les nacidos (por lo común, meramente los ciudadanos varones), en la soberanía del Estado. En ella, la voluntad dominante debe nacer solamente, .y de un modo fundamental, de la comunidad de los miembros del pueblo. Montesquieu establece una distinción en cierto modo elemental, al puntualizar que "la naturaleza del gobierno republicano es, que el pueblo en cuerpo, o bien ciertas familias, tengan el poder supremo; y que la del gobierno monárquico es, que el príncipe tenga el supremo poder, pero ejerciéndolo con sujeción a ciertas leyes preestableci- das", con los consabidos atributos de la virtud, que sería la base del primero, y del honor, la del segundo, pero no hay dudas de que damos ejemplos ilustrativos y caracterizantes de ambos sistemas. En definitiva: la fundamental diferencia consiste en el punto en que reside la soberanía: si es en el pueblo (con las exclusiones que establecen las constituciones y las leyes), tendremos la república, y si se quiere, la república democrática; si el poder se encuentra compartido entre el monarca y el Parlamento (en el caso de la monarquía constitucional) o solamente al arbitrio del monarca (en el caso de las monarquías absolutas). Entre uno y otro régimen existe un sinnúmero de variaciones y matices, dividiéndose las opiniones acerca de las bondades del uno o del otro, aunque la realidad histórica ha evolucionado de modo tal que ya no quedan en el mundo sino algunas pocas testas coronadas: lo cual evidencia, por lo menos, que las monarquías han sido más ineficaces que las repúblicas, en la dura faena de gobernar a los hombres y mover los resortes del poder. (7) Enciclopedia Jurídica Española, Barcelona. nota de Gonzalo del Castillo Alonso, voz Uonarqnia, t. 22, pág. 596. 3. Poliarquía, monarquía y diarquía. Conócese en la doctrina bajo el nombre de "Poliarquía", el régimen político en el cual el poder de gobernar se ejerce por una pluralidad; es precisamente, lo contrario, de una manera abstracta, de Monarquía, que ha de considerarse entonces como el gobierno de uno solo. La poliarquía refiérese, pues, a la forma de gobierno o de la constitución política—estructura—, conforme al criterio clásico que culmina en Aristóteles, y según el cual el Estado gobernado por una persona, es monarquía —forma pura que puede degenerar en tiranía—, el gobernado por pocos —los mejores—, es aristocracia, mientras el gobernado por la mayoría o por la multitud de los ciudadanos, es una república o democracia, que puede degenerar en demagogia. Pero con la idea o concepto de la poliarquía, señala Adolfo Posada, se pretende modificar el punto de vista de las tres formas de gobierno determinadas y definidas por razón del número de los participantes en el ejercicio del poder soberano, ..reduciéndolas a dos: de un lado, los Estados en los cuales la soberanía se atribuye, y la ejerce, una sola persona: monarquías, y de otro lado los Estados, en los cuales la soberanía se atribuye o se ejerce por 'varios, por una pluralidad-poliarquías ( s ). Un tratadista europeo, haciéndose car- go de las dificultades que entraña la caracterización aristotélica, expresa que así como no hay más que dos clases de personas, las físicas y las morales, esto es colectivas: individuos o asociaciones compuestas de varios hombres reunidos, así no puede haber más que individuos independientes y corporaciones independientes; y, consiguientemente, todos los Estados son o Principados o Repúblicas, Monarquías o Poliarquías. Es imposible imaginar —puntualiza el mismo autor— una tercera especie. Esta división, la única exacta, se encuentra confirmada por la experiencia universal, y todos los buenos espíritus la han reconocido constantemente... La clasificación ordinaria de los Estados en Monarquías, Aristocracias y Democracias, tomada de Aristóteles, no es exacta, y conduce a todo género de ideas falsas: porque la Aristocracia y la Democracia no son más que subdivisiones de la República. Si se pretendiese que la autoridad suprema puede pertenecer a uno solo o a varios, o a todos; que, por tanto, debe haber monarquías, poliarquías y pantocracias, expresiones basadas únicamente en el número, supondríais) Enciclopedia Jurídica Española, Barcelona. nota de Alfonso Posada, t. 25, pág. 15. mos que jamás iodos los hombres, iodos los habitantes de un país pueden ser independientes, y que, en tal sentido, jamás ha habido y jamás podrá haber ni democracias, ni pantocracias (»). En suma, dice Posada, sólo puede hablarse de Monarquías y Eepúblicas —Poliarquías—; la oligarquía y la oclocracia ( 10 ) no son más que Repúblicas degeneradas, como el despotismo y la tiranía no son más que una corrupción de la Monarquía. No es pacífica, sin embargo, la opinión de la doctrina en el punto. Para algunas autoridades en la materia, la forma más típica de la poliarquía es la república, partiendo de la base que es la denominación de aquella forma de gobierno en que la autoridad civil reside en una colectividad más o menos amplia, a lo cual replican otras figuras magisteriales aduciendo que en la actualidad no se conocen otras formas gubernativas que las poliarquías, ya que no se concibe, ni siquiera en las escasas Monarquías supérstites, el gobierno de uñó solo, el monarca. En verdad, no se puede imaginar siquiera una oposición actual entre Poliarquía y Monarquía, si se da a los términos un sentido numérico, y manteniendo frente a frente lo uno y lo múltiple: las Monarquías actuales de los pueblos civilizados, son de gobierno múltiple, tanto como las poliaquías democráticorepublicanas. Por este motivo puede afirmarse que en los tiempos presentes, los Gobiernos por fuerza tendrán que ser poliárquicos, y los Estados pueden ser Monárquicos o Republicanos. Probablemente la mejor distinción entre Monarquía y República, prescindiendo del atributo de la multiplicidad que se pretende hallar en esta última fórmula, para contraponerla a la primera, es la que nos da en síntesis Jellinek, cuando distingue: (9) Haller, Restauration de la scíence politi- que, t. 1, págs. 579 y slgs., París, 1844. (10) Gobierno, o mejor, Imperio de la multi- tud; degeneración de una de las formas puras de gobierno, en el sentido de Aristóteles; en este caso del gobierno de muchos, de la multitud. República o democracia; significación moderna de la oclocracia. Bluntschli dice que a la democracia pura, en la terminología moderna, debe llamarsa "oclocracia", o sea la dominación arbitraria de las masas pobres e ignorantes. Opónense, pues, demo- cracia y oclocracia: en aquélla el poder se atribuye al pueblo, que lo ejerce bajo cualquiera de Ir.s formas propias: v.gr.: democracia directa o democracia representativa, pero estableciendo y manteniendo un régimen de leyes, para realizar el fin del Estado; en cambio, en la segunda, se realiza o practica la "dominación de la muchedumbre que gobierna por decretos improvisados y haciendo imposible toda administración regular" (Enciclopedia Jurídica Española. Barcelona, nota de Adolfo Posada, voz Oclocracia, t. 23, págs. 752 y 753). "La Monarquía es el Estado dirigido por una voluntad física"... La República "se la puede concebir como la no Monarquía, como la negación de la dirección del Estado por una persona física". La poliarquía, en este caso, puede ser generalizada a los dos sistemas. Establecidas las relaciones históricas y científicas entre el gobierno monárquico y el poliárquico, veamos el .exponente de una forma casi desvanecida, aunque no carente de interés, conocida bajo la denominación de diarguíu. Capítulo II DEFINICIÓN Y CONCEPTO DE LA DIARQUÍA 1; Etapas y evolución histórica. Surgió como una reacción, violenta y revolucionaria contra el-absolutismo y la degeneración de las organizaciones gubernativas depositadas en las manos de un rey, o de un déspota. Evolucionó a medida que las clases dominadas fueron adquiriendo conciencia de sus propias fuerzas y rescataban jirones de la soberanía detentada por quien resumía la suprema autoridad de la nación. Imperó este sistema, en que el sumo poder se distribuyó entre dos personas, en vez de la sola persona del monarca o del tirano, durante nueve siglos en Esparta, y en Roma advino paralelamente a la República, allá en el año 509, antes de nuestra Era. 2. En Esparta y Roma. En la segunda época del primer período de la historia de Grecia, un siglo después de la famosa guerra de Troya, fueron los heráclidas arrojados del Peloponeso; al retornar muy luego a sus comarcas, en compañía de los aqueos y de los jonios, arrojaron a los que los habían desplazado, y se establecieron firmemente, los dorios en el Peloponeso y los jonios en el Ática. Al entregarse parte del país a los heráclidas, dióse a Aristodemo la Laconia, pero el monarca no alcanzó a gobernar, pues le sorprendió la muerte, y su cónyuge, que había quedado al morir el caudillo con dos hijos gemelos, se halló con la dificultad insoluole de no saber a quién atribuir el poder. Consultado el oráculo de Delfos —cuenta la tradición— se pronunció en favor de que ambos herederos de Aristodemo compartieran el poder, surgiendo desde entonces la forma diárquica, que gobernó a Esparta durante novecientos añod. El sistema se prolongó hasta Licurgo, quien dio una respuesta saludable a la serie continuada de guerras intestinas, rencillas de palacio y otras calamidades, regulando la monarquía con una sola persona física en la cumbre de la soberanía. __ Roma conoció, como hemos dicho, este sistema de gobierno bicéfalo, y asimismo sus relativas ventajas y desventajas, aunque esta vez sobre una organización republicana. Fue instituida para corregir los vicios y crímenes instaurados por Tarquino el Soberbio, último rey etrusco, quien -dio un golpe definitivo a la ya vacilante monarquía. Arangio-Ruiz nos relata con detalles la evolución de las instituciones republicanas de Roma y la institución de los dos caudillos que gobernaron aquel vasto mundo. Según relata la tradición —comienza—, una vez que se puso fin a la autoridad de Tarquino el Soberbio, mediante una conjura familiar, reunido el pueblo en comicio por M. Junio Bruto, tras de aprobar la destitución del rey y su expulsión de Roma, sustituyó al monarca por dos jefes electivos y temporales, con lo que se dio entrada, en el Derecho público romano, al nuevo concepto de la magistratura (magistratus). Desde el primer momento ésta se organizó de modo a representar la más profunda y perfecta oposición a la realeza: en adelante no la desempeñaría una sola persona, sino dos; no sería perpetua, sino anual y consecuentemente, su irresponsabilidad únicamente duraría el año de su ejercicio. La autoridad suprema se confirió, inmediatamente, a esos dos magistrados, militares y civiles a la par, quienes, por el hecho de marchar al frente del ejército, se les dio en un comienzo el nombre de praetores y después, por la relación de colegialidad que les unía, se les llamó cónsules. Los primeros en ser elegidos fueron: el propio Junio Bruto y Tarquino Colatino; al poco tiempo, y para ocupar el puesto de este último (que se retiró voluntariamente a la vida privada, a causa del recelo que veía despertaba en todos ser miembro de la gens Tarquinia), fue designado P. Valerio, a quien se le dio, ,más tarde, el sobrenombre de Publicóla, por sus atenciones con el pueblo. El sistema de las dos magistraturas fue respetado hasta el año 451, en cuyo año, en vista de la obra legislativa que había de llevarse a cabo, fue concedido el poder supremo a un colegio más numeroso: el Decenvirato. Este régimen duró escasamente, y debido a la tiranía de un presidente del Decenvirato, provocóse la liquidación del colegio y el retorno» de la diaquía con los dos cónsules. Los acontecimientos posteriores, y especialmente al cruenta lucha de plebeyos y patricios, perturbaron el sistema, por lo que el pueblo se vio precisado a renunciar casi todos los años a elegir cónsules, confiriendo en cambio, los poderes consulares a los tribuni militum, quienes debían ser elegidos anualmente, con la exclusiva función del mando del ejército./. Habiéndose llegado, en el año 367, a un acuerdo entre patricios y plebeyos, por el cual, en lo sucesivo, uno de los cónsules debía ser elegido cada año entre estos últimos, el consulado quedó restablecido definitivamente y continuó como magistratura suprema durante el resto del período republicano, pasando al Principado de Augusto y de sus sucesores, donde se conservó como la más elevada entre las magistraturas ordinarias («). 3. Decadencia y ocaso. Pero no debe menospreciarse el valor del Consulado romano como impulso hacia las ideas e instituciones republicano-democráticas: es lo cierto que la diarquía luchó con las formas del gobierno único, desde la monarquía hasta la tiranía, puesto que la misma dignidad consular, ocupada por primera vez por Junio Bruto y Tarquino Colantino, se vio precisada, no solamente a rechazar las furiosas tentativas de reposición de los Tarquinos, sino a reconstituir aquella forma dual de su aparición en la vida política, con ocasión de la abdicación que Colantino hizo de su cargo, por haberse hecho sospechoso a la república. Los esfuerzos de los Tarquinos, por retornar al poder, fructificaron en el sentido de que la diarquía hubo de desembocar en una forma unipersonal, con la Dictadura. Pero ésta tampoco perduró, a la Dictadura siguió otra vez la poliarquía, representada" por el Decenvirato, que ya hemos mencionado anteriormente, que después de haber elaborado, grabadas en bronce, las famosas XII Tablas —"conjunto admirable de lo más sabio que tenían las antiguas .costumbres de los romanos; y de lo mejor que se habían traído de los griegos", según la apologética de Dionisio Halicarnaso—, el Decenvirato fue derribado para ceder, nuevamente, lugar a la Diarquía. Pero en la lucha tenaz que sobrellevaron los patricios y los plebeyos, los ricos y los pobres, esta forma dual de gobierno no pudo resistir mucho tiempo los embates, y cedió para transformarse en una poliarquía de tribunos militares, dando paso a los plebeyos a los seis elevados puestos que la integraban (12). 4. En Andorra. La Diarquía, sin embargo, no ha finalizado con su accidentada y sí que larga historia en Roma. Una minúscula república europea, que integra la península española, instituyó este sistema, de gobierno, en respuesta a su compleja ubicación (11) Arangio-Ruiz, V., ob. cit., págs. 30 a 33. (12) Enciclopedia Jurídica Española, nota de Gonzalo del Castillo Alonso, t. 12, págs. 169 y sigs. geográfica y política, y la conserva hasta Nuestros días. Nos referimos a la República de Andorra, soberanía que mencionan los autores más por curiosidad que por su gravitación en los destinos del mundo. Desde los tiempos de Carlomagno, este pequeño Estado goza de la inestimable garantía de la neutralidad, y se rige merced a una Carta que data de los comienzos del siglo ix, mediante un tratado llamado de paréage, de 1278, por una cosoberanía que asignó, de una parte, el obispo de Urgel, y de otra, el entonces conde de Foix, en cuyos derechos se halló más tarde subrogado el rey de Francia. La primera república francesa abandonó esta participación soberana diárquica, pretextando las reminiscencias feudales que entrañaba; pero este abandono no fue más que momentáneo, pues en la época del imperialismo napoleónico, un decreto de 27 de marzo de 1806 restablecía el antiguo estado de cosas, con lo que volvió a reanudarse la diarquía gobernante. El principio que encarna esta forma especial de gobierno se encuentra de tal manera arraigada, que cada uno de los diarcas andorranos nombra un veguer, que tiene atribuciones delegadas para desempeñar las más altas funciones judiciales, militares y de policía. El gobierno francés elige un veguer francés y el obispo de Urgel un veguer de Andorra. Y no sólo se lleva la diarquía hasta este punto, sino que, dos también son los cónsules que cada parroquia designa para que lleven su representación en el Consell deis Vinti-Quatre. De esta manera, y teniendo en cuenta que este Consejo es eminentemente ejecutivo, y que los veguers esencialmente institución de carácter judicial, puede afirmarse que en todas las funciones del poder, desde la legislativa, representada por los diarcas propiamente dichos, hasta la ejecutiva y judicial, aparecen manifestaciones dobles de potestad pública, que es precisamente la característica del gobierno de la diarquía. Algunos tratadistas apuntan el régimen que presidió el antaño poderoso imperio austrohúngaro, que actualmente se divide en dos naciones distintas y soberanas, Austria y Hungría, como una expresión de gobierno diárquico. El mismo soberano conducía ambas naciones, que gozaban de parlamentos e instituciones propias y específicas, así como de distintos gabinetes. Existía, no hay dudas, una esfera de negocios comunes, dirección de los asuntos extranjeros, intereses políticos, etcétera, pero resulta difícil aplicarle la estructura de una diarquía, tratándose más bien de un dualismo en el orden político. Siendo exacto que el emperador de Austria era al propio tiempo rey de Hungría, e incluso que ambos países contaban con un solo Parlamento —en cierto respecto—, compuesto de dos Delegaciones, de sesenta miembros, representando una a Austria y otra a Hungría, como la actividad parlamentaria y ministerios de cada uno de esos Estados gozaban de absoluta autonomía e independencia entre sí, más bien puede hablarse de dualismo que de diarquía. Siendo la analogía muy estrecha, no se deben confundir esas dos concepciones y estructuras. 5. Diarquía y dualismo. Aún resta esclarecer debidamente, y a la luz de los principios de la ciencia positiva, la interrelación que existe entre dos fenómenos políticos que suelen confundirse en la doctrina. Ya hemos mencionado la situación de dos Estados, como el de Austria y Hungría —de antes de la última conflagración mundial— que llevando administraciones distintas y autónomas, gozaban del "trait-d'union'' de un mismo monarca; dijimos que se estaba en presencia de un dualismo y no de una diarquía propiamente dicha. Estos dualismos se han presentado en la historia con harta frecuencia y en ciertas formas subsisten, aunque las diarquías hayan pasado a mejor vida. Refiriéndose a la formación de la monarquía germánica, en la Edad Media, señala un serio tratadista que el mundo germánico es monárquico y su realeza se desenvuelve, históricamente, de modo que viene a reunir en sí dos elementos esenciales: el poder soberano sobre las personas y la propiedad igualmente suprema sobre todos los bienes territoriales. Ambos derechos, al nacer, no tenían un carácter ilimitado: junto al rey existía un tribunal popular y a la propiedad suprema del rey oponíase en muchas ocasiones la propiedad privada intangible para el poder de los reyes. El reino germano nace, pues, como un poder limitado; por consiguiente, desde su comienzo lleva en sí un dualismo: el derecho del rey y el derecho del pwebZo, dualismo que jamás ha llegado a superarlo la Edad Media. Este Estado era dualista, en tanto que el Estado antiguo fue, y permaneció siempre, esencialmente monista (13). Otra expresión fácilmente apreciable de dualismo medioeval, es la situación de la Iglesia frente al Estado o los Estados. Desde la desaparición del Imperio romano en Occidente, surge la unidad de la Iglesia cristiana frente a la infinita variedad de los Estados en formación. Algunas veces logró imponer su superioridad con relación (13) Jellinek. O., ob. clt., pág. 239. surge en un período de la historia griega (siglos vi y vn a. de J. C.) caracterizado por agudos conflictos sociales e institucionales. En el curso de tales conflictos, la nueva clase media enraizada en las ciudades comerciales e industriales, y en lucha contra la nobleza territorial hereditaria por un reparto más equitativo del poder, busca frecuentemente aliados entre los sectores más pobres de la población (campesinos endeudados, arrendatarios, obreros), a los que la nueva táctica —infantería, marina— confiere creciente valor militar y posibilidades de exigir mayor participación política. Los movimientos dirigidos contra el gobierno aristocrático triunfan en muchas ciudades griegas con el apoyo de los mercaderes y el liderazgo de nobles descontentos. Los caudillos provenientes de la nobleza toman y conservan el poder, con el apoyo de las masas populares —aún inmaduras para un ejercicio más directo— y el ejercicio arbitrario de la fuerza armada. Tales gobiernos reciben el nombre de tiranías, para distinguirlos de las monarquías hereditarias. Los tiranos cumplen medidas progresivas: nueva distribución de las tierras, restricción de abusos en cuanto a hipotecas y régimen esclavista, desarrollo de obras públicas, patrocinio de las actividades intelectuales, debilitamiento de las fuerzas políticas tradicionales, y en general, contribución a una mayor democratización de la vida pública y cultural. No obstante, la institución y el nombre mismo de la tiranía nos ha sido transmitido desde Grecia con una impronta y resonancia peyorativas, en parte por retener la carga de prejuicios derivados de los intensos conflictos sociales que engendraron esa instiBIBLIOGRAFÍA. — La citada en las notas. tución; y en parte, por los actos arbitrarios y opresivos cometidos por muchos de los DÍAS DE FIESTA. (V. FERIADOS.) tiranos. Se explica así que los principales DICTADURA.* Se entiende comúnmente pensadores políticos de Grecia concuerden por dictadura la forma de gobierno en que en considerar a la tiranía como el peor una o varias personas llegan a ejercer el de los gobiernos, por representar la aplipoder político de modo absoluto e irrestric,- cación de la fuerza ilegítima que, aunque to, sin control ni responsabilidad de nin- pueda ser beneficiosa en sus fines y reguna especie. Esta forma de gobierno, no sultados, es perniciosa en la medida en que obstante, no ha poseído igual contenido, ni no respeta la autonomía como fuente de ha llegado a revestir idéntico significado, a la obediencia política. La dictadura romana. Esta institución través de sus diversas manifestaciones históricas. Se analizan brevemente a conti- aparece en el proceso de lucha entre patrinuación, como ilustración concreta de las cios y plebeyas por el poder político, en el vicisitudes históricas de esta compleja ins- cual los segundos van ganando posiciones, titución, la tiranía griega, la dictadura ro- sobre todo a partir del siglo v a. de J. C. La mana, los despotismos renacentistas, la dic- creación de la dictadura refleja la aspiratadura del proletariado y los regímenes fas- ción de los patricios a conservar y centralizar el mando supremo en las épocas cistas. La tiranía griega. Este fenómeno político de crisis. El cargo dura un semestre. El Senado determina la conveniencia de designar un dictador, que en caso afirmativo • Por el Dr. MAHCOS T. KAPLAN. al Estado —siglos xi a xm—, otras, el Estado se impuso, y en la generalidad de los casos, "ella representaba la existencia de un amplio dominio de la vida humana en común que escapaba a la soberanía y al influjo del Estado". Recién en la Edad Moderna, primer siglo, la polémica entre el Estado y la Iglesia se definió a favor del primero, y habiéndose logrado la unidad del Estado —en torno de la monarquía absoluta—, surgen los doctrinarios y los realizadores de la idea de la hegemonía y unitarismo del Estado. Con esto se da un cariz definitivo a la predominancia del Estado sobre la Iglesia católica, si bien no es posible desconocer el vigente dualismo entre ambos poderes, bien -entrada la Edad contemporánea, en algunos Estados. Mas, en la actualidad, han surgido nuevas expresiones dualistas del Estado, cuyos efectos—al decir de Jellinek—, se reflejan en la formulación abstracta de los derechos de libertad, los cuales pretenden expresar de un modo legal la idea del sometimiento limitado del individuo, como persona con derechos propios, al Estado. Una de las formas más específicas es la que se nos brinda con las Constituciones escritas, que son como un contrato suscripto entre el representante de la soberanía y el pueblo, para quienes están dirigidas. Pero es claro de toda evidencia que todas estas diversas formas de dualismo estatal se hallan lejos de constituir reminiscencias de aquel sistema en que el poder se repartía, o era compartido, por dos jerarcas o cónsules o veguers, según hemos hallado en Esparta, en Roma o en Andorra, constituyendo un método basado en la Diarquia. es designado por los cónsules. El haberse desempeñado anteriormente como cónsul es requisito indispensable para ser erigido dictador. La institución cae en cierto desuso a partir de las postrimerías del siglo ni a. de J. C. Vuelve a surgir en la época de agudas luchas sociales y políticas, que llevan a la destrucción de la República romana, siendo ejercida entonces, con amplitud y violencia muy superiores a la dictadura tradicional, por Sila y, sobre todo, por Julio César. Despotismos renacentistas. El proceso de desarrollo capitalista, iniciado en Italia antes que en el resto del mundo occidental, determina en las ciudades de ese país intensas conmociones sociales y políticas, agudos conflictos intestinos e internacionales, la disolución de las costumbres y ética tradicionales, la ruptura de las normas ideológicas e instituciones vigentes. Como consecuencia, en la mayoría de las ciudades italianas se encaraman en el poder tiranos advenedizos, carentes de todo título legítimo, apoyados sólo en la fuerza, contra cuya gestión no cabe "otro recurso que el asesinato". Aunque estos tiranos buscan legitimar su poder con títulos otorgados por los emperadores, su principio fundamental es la razón de Estado. "Están fuera de toda tradición —dice Pirenne—; no se sienten ligados por nada, ni señorío, ni cartas juradas, ni costumbres, ni cualesquiera privilegios, menos aún por un pensamiento ya religioso, ya jurídico. Como los antiguos emperadores romanos, pueden permitírselo todo". Maquiavelo, padre del pensamiento político moderno, es expresión teórica culminante, pero ya superación también, de esta fase de la evolución institucional de Occidente. La teoría marxista del Estado y la dictadura del proletariado. La concepción del Estado, desarrollada en diversos trabajos por Carlos Marx y Federico Engels, y luego por Nicolás Lenin, es premisa teórica de comprensión imprescindible para la captación precisa de la teoría materialista dialéctica de la llamada "dictadura del proletariado". Según el marxismo, el análisis histórico revela que la división del trabajo, la separación del trabajo material y del trabajo intelectual, la formación de la propiedad y de las clases, los conflictos entre éstas, son acompañadas por una separación de las funciones dirigentes (mando, organización, administración) de las necesidades sociales concretas que las originaron. Tales funciones adquieren una creciente diferenciación y una concreción específica, y son acaparadas por las castas y clases eco- nómicamente dominantes. Las funciones dirigentes adquieren así un carácter político, y el Estado surge en condiciones históricas determinadas: cuando la sociedad, escindida irreversiblemente en castas y clases de intereses encontrados, se ve desgarrada por antagonismos irreconciliables que no puede superar y que amenazan consumirlo todo. Frente a la rebeldía de grupos oprimidos, para impedir que los excesos de la propia clase dominante contra los oprimidos lleguen a suprimir las condiciones mismas de la dominación, para arbitrar los conflictos entre los individuos y los grupos, resulta necesario un poder que domine a la sociedad y solucione los conflictos o, por lo menos, los mantenga dentro de los límites del orden favorable a las clases dominantes. Surge así el Estado, que se va separando y colocando cada vez más por encima de la sociedad. Aunque asuma una apariencia de independencia e imparcialidad, el Estado funciona siempre prácticamente en un sentido propicio a los intereses de la clase dominante. En síntesis, el Estado político ha reflejado siempre la estructura clasista y el dominio de una clase en la sociedad por él regida, incluso los elementos introducidos por la resistencia y presión de los sectores oprimidos o postergados. Desde este punto de vista, todo Estado constituye una forma de dictadura, la dictadura de las clases y castas dominantes] sobre el resto de la población. Esta afirmación es mantenida por los marxistas in-1 cluso en relación a la democracia liberal burguesa, a la que se analiza y describe como resultado de un compromiso entre clases. Por una parte, es expresión de la dictadura efectiva de la burguesía, ejercida no sólo por el contralor restrictivo del aparato estatal (sistema electoral, trabas al ejercicio de los derechos individuales, falta de democracia directa, etc.), sino como consecuencia de la propia estructura del sistema (miseria o escasez que dificultan la intervención activa del pueblo trabajador, su capacitación cultural, sus posibilidades de reunión y propaganda; acción corruptora del capital sobre partidos y funcionarios). Por otra parte, el capitalismo se ha visto obligado a tolerar la expresión de los intereses políticos de las clases dominadas, que a través de las vicisitudes de la lucha contra el feudalismo y la monarquía absoluta, de las consecuencias del trabajo industrial y de la propia ideología liberal-burguesa (exaltación de las libertades de expresión y organizazación), van irrumpiendo y ocupando po- siciones en la vida social y política contemporánea. Tal dictadura resulta de las necesidades de la transición, de la subsistencia de caLas instituciones democrático-burguesas racterísticas y problemas provenientes del han reflejado este carácter dual y contra- régimen anterior (restos de las clases dodictorio, este compromiso íluctuante y pre- minantes y de su ideología, diferiencias encario que resulta de las relaciones mo- tre distintos trabajos y entre sectores promentáneas de fuerzas en cada país y en ductivos), todo lo cual exige el manteniel plano internacional, y que confiere a miento de un Estado, aunque se trata de este régimen un carácter inestable y tran- un Estado de tipo distinto. Esta concepsitorio. A raíz de los conflictos clasistas ción rechaza, aún para la etapa de tranbásicos que trabajan incesantemente en el sición, la necesidad de la dictadura poliseno del sistema, y que no pueden ser solu- cial de un Estado burocrático. El Estado cionados en los marcos del mismo, y en se va transformando progresivamente; la función de una serie de factores circuns- función política va cediendo paso otra vez tanciales (relaciones momentáneas de fuer- a las funciones de gestión, en las que las zas, individuos representativos, etc.), la de- masas mismas intervienen de modo cada mocracia burguesa tiende cada vez más ha- vez más directo; el Estado, como maquinacia una crisis de transformación. Dicha cri- ria represiva de una clase sobre otra, se va sis presenta para los marxistas dos alter- extinguiendo, reabsorbido en la sociedad por desaparición de la función política. nativas fundamentales. La desaparición del Estado corresponde La primera alternativa, de tipo reaccionario, consiste en la liquidación del régi- a una sociedad sin clases, plenamente libre, men democrático-liberal y el regreso a for- donde el prolongado hábito de una vida mas más o menos abiertas y brutales de social sometida a un plan racional y hudictadura minoritaria sobre las masas (bo- mano y la inexistencia de clases y castas napartismo; fascismo). La segunda alter- explotadoras hayan suprimido la necesidad nativa consiste en la revolución socialista de un aparato represivo. Esta Sociedad coy la implantación de la dictadura del pro- munista presupone y exige: un prodigioso letariado. La vanguardia revolucionaria del desarrollo de las fuerzas productivas que proletariado, a la cabeza de las masas tra- unlversalice la abundancia, la desaparibajadoras y de las capas pequeño-burgue- ción de todo vestigio clasista, la superasas pauperizadas, se apodera revoluciona- ción de la división del trabajo, la expanriamente del poder estatal, y asume en for- sión del individuo libre en una sociedad ma abierta y directa la gestión de la eco- libre que suprima toda oposición entre amnomía y de todos los asuntos públicos, ges- bos términos. El marxismo se ha abstenido tión que se cumple en un sentido favora- de formular predicciones detalladas y terminantes sobre la sociedad comunista, y ble a los intereses de la mayoría. Ello implica la expropiación económica y política no ha sostenido nunca que ella constituya de la clase burguesa, la liquidación del ca- un "paraíso terrenal", la solución definipitalismo y de la estructura estatal que lo tiva y absoluta de todos los problemas huexpresa y representa, la instauración de manos ni la estación final de la historia. EZ Estado soviético. El primer experiun régimen intermedio de dictadura del proletariado, apoyada en otras capas po- mento histórico de revolución socialista, pulares sobre la minoría burguesa, la ges- iniciado en la Rusia zarista en 1917, se destión de la economía y del poder político de arrolla en condiciones históricas muy peacuerdo a una planeación científica inte- culiares: país atrasado; bajo nivel econógral y bajo control y en interés directo mico, político y cultural; predominio del de la mayoría de la población. Por ello, campesinado; aislamiento de los países oces decir por implicar este régimen el ejer- cidentales, substraídos a una posible cadena cicio del poder social total por y para la de revoluciones sociales. Estas circunstanmayoría y contra una minoría, y por cons- cias determinan serios retrasos y deficientituir así una expansión sin precedentes cias en la construcción de una economía de la democracia, la fórmula "dictadura y de una sociedad socialistas, la liquidadel proletariado" resulta menos clara y ade- ción de las formas relativamente amplias cuada que la de "democracia proletaria", de democracia socialista vigentes en la primera época de la Revolución, y el entrotambién usada por los marxistas. La "dictadura del proletariado" o "de- nizamiento gradual de una casta burocrátimocracia proletaria" no es todavía el co- ca que ha regido totalitariamente el desmunismo en sí. Constituye la expresión arrollo económico y cultural —en muchos política de la transición del capitalismo al aspectos notable y progresivo— de la Unión comunismo, es decir, de una etapa socialista Soviética. Este proceso ha influido en el tema trade duración y alternativas imprevisibles. tado, es decir, en la teoría y práctica de la dictadura del proletariado. Lo evidencian el desarrollo hipertrofiado de los siguientes rasgos: abolición de todo vestigio democrático en el Partido Comunista, en el Estado, en los sindicatos y en todos los aspectos de la vida soviética; ejercicio de una dictadura burocrática; fortalecimiento de un aparato policíaco prácticamente omnímodo; manipuleo de "elecciones" plebiscitarias; teoría de la necesidad del fortalecimiento del Estado en la marcha hacia el comunismo; terrorismo ideológico general, etcétera. Los propios progresos económicos, políticos y culturales de la U.R.S.S. y el desarrollo de los acontecimientos internacionales (Revolución china, etc.), han producido una crisis creciente en la vieja estructura de la U.R.S.S. y del bloque soviético, cuyos rasgos y consecuencias son aún de difícil captación y valoración. Las dictaduras fascistas. Esta forma política, manifestada a través de diversas formas nacionales (Italia, Alemania, España, etc.) desde la tercera década aproximadamente del siglo xx, surge a través de un proceso social y político de raíces y características muy definidas. Ellas son, desde un punto de vista muy general, las siguientes: crisis del sistema social vigente, inestabilidad de las relaciones capitalistas, pauperización de las clases medias, surgimiento de importantes grupos de elementos desclasados, irrupción y exigencias cada vez más avanzadas y amenazadoras de las masas proletarias, necesidad en que los grupos capitalistas más concentrados (monopolios, industria pesada y alta finanza) se van hallando de defender sus posiciones e intereses mediante la liquidación del sistema parlamentario y el uso de una dictadura directa. Los grupos monopolistas, principales sostenedores y promotores del fascismo, atraen y recluían sus elementos de combate o bandas armadas en la clase media y parte de la clase obrera, explotando y satisfaciendo su descontento ante la crisis económica y política permanente; y en general cumplen su política a través de la demagogia social, la corrupción, el terrorismo interno y la política exterior agresiva. En especial, la demagogia se despliega en la exaltación de la idea nacional y del Estado, el corporativismo, el racismo, los ataques al capital usurario y a los defectos del sistema parlamentario. Desde el punto de vista jurídico-político, ^los regímenes fascistas exaltan el Estado' creador y/u órgano de la Nación, al nivel de mito o absoluto, al que deben subordinarse y en el que deben absorberse todos los aspectos de la actividad individual y social de los hombres. "Para el fascismo —escribió Benito Mussolini— el Estado es un absoluto ante el cual individuos y grupos sólo son relativos... Individuos y grupos sólo son concebibles en el 'Estado... El Estado se ha convertido en la verdadera realidad del individuo... Para el fascista, todo está en el Estado y nada humano o espiritual existe ni tiene valor fuera del Estado". El Estado y/o la Nación pueden regular todos los actos o intereses de los individuos o grupos, en la medida en que lo requiera el bienestar nacional según la valoración efectuada automáticamente por quienes ostentan el poder estatal. Objetivo fundamental de la política fascista es la utilización del poder estatal para paralizar la resistencia del movimiento obrero y de las corrientes doctrinarias vinculadas o afines al mismo, ejerciendo un terrorismo ideológico absoluto, destruyendo los sindicatos independientes, extirpando todo germen de lucha de clases en las organizaciones gremiales oficializadas, y desarrollando el llamado "corporativismo". (V. ABSOLUTISMO. AUTOCRACIA. COMUNISMO. COOPE*' RATIVISMO. DERECHO SOVIÉTICO. DEMOCRACIA. FASCISMO. TIRANÍA. TOTALITARISMO.) BIBLIOGRAFÍA. — Sobre teoría marxista del Estado y de la dictadura del profanado: Marx, C., El XVIII Brumario de Luis Bonaparte y Crítica del Programa de Gotha. — Marx, C., y Engels, F., El Manifiesto comunista; Correspondencia. — Engels, F., El Anti-Dühring. — Lenin, N., El Estado y la Revolución. — Frondizi, S., Lo realidad argentina (2 vola.) y DEBECO SOVIÉTICO, en esta Enciclopedia. Sobre el régimen soviético: Stalin, J., Cuestiones del leninismo. — Trotsky, L.. La Revolución traicionada. — Deutscher, I., La Russia dopo StaUn. Sobre los regímenes fascistas: Neumann, F., Benemotn. Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo. — Guerin, D., Fascisme et grana capital. — Palme Dutt, R., Fascism and social revolution. DICTADURA SINDICAL.* Denomínase así la que ejercen los sindicatos frente a sus asociados, imponiéndoles una determinada conducta profesional, bajo pena de expulsión de la organización sindical, lo que frecuentemente equivale a la privación de toda posibilidad de trabajo".' El problema reviste extraordinaria gravedad, porque, en definitiva, representa la imposición de una pena, no sólo sin decisión de la autoridad judicial, sino sin garantías de defensa y, lo que es más inadmisible, por decisión unilateral de quien es parte en la contienda. Cierto que esa facultad disciplinaria o punitiva se da en todo género de asociaciones civiles, pues• Por el Dr. MANUEL OSSORIO r Fionrr. to que estatutariamente se suele estable- liberal, la dictadura sindical se ejerce con cer el derecho de la junta directiva o de más facilidad cuando el sindicato es únila asamblea general de expulsar del seno co. Cuando hay varios, es decir, cuando de la asociación a cualquiera de los aso- hay libertad sindical, las garantías indiciados, bien sea porque hayan realizado viduales son mayores y el ejercicio de la actos sancionados con tal medida, bien sea dictadura sindical se hace poco probable, porque su presencia resulte incompatible no sólo porque la precitada cláusula de con el sentir de la mayoría. Pero en todos exclusión sindical resulta más difícil de esos casos, la exclusión del socio ofrece imponer, sino porque los trabajadores desescaso interés, porque se limita a privarle amparados por un sindicato pueden enconde actividades recreativas, deportivas, cul- trar defensa en otro. Precisamente por eso, turales,' benéficas, religiosas, etcétera, pe- los trabajadores entienden que su tendenro no le impiden desarrollarlas en otra cia ha de ir hacia el sindicato único que asociación similar, ni mucho menos afec- significa, a su juicio, un mejor instrumento ta a las posibilidades de trabajo y, con- de lucha, por lo mismo que permite ejersecuentemende, de vida; en tanto que la cer más eficazmente esa dictadura sindical. Cabanellas, en su Tratado de Derecho expulsión del sindicato puede suponer la exclusión de todo trabajo. No se olvide que laboral, tomo III, página 145, atacando la en los convenios colectivos de condiciones organización corporativa de tipo totalitade trabajo se tiende a introducir la "cláu- rio, señala que las múltiples conflictos, cusula de exclusión", en virtud de la cual la yo origen está en las diferencias y antaparte patronal se compromete a no admi- gonismos de clase, provocan situaciones de tir al trabajo a los trabajadores que no violencia, para salvar las cuales "vuélvense pertenezcan al sindicato contratante. Dada los ojos a las antiguas situaciones, y el hombre —incapaz de crear algo nuevo, instila extensión de los contratos colectivos a todas las asociaciones profesionades, aun tuciones jurídicas acordes con los tiemcuando no hayan intervenido en el mis- pos—, echa mano de los recursos gastados, mo, no es exagerado decir que la expul- y es en esa forma como preténdese por alsión del sindicato puede suponer la exclu- gunos el restablecimiento del régimen gresión del trabajo. (V. CLÁUSULA DE EXCLU- mial incorporado al Estado. Y en la tercera SIÓN SINDICAL) . El tema presenta una ma- década de este siglo se alza con vehemenyor trascendencia en aquellos países en cia inigualada la exaltación de la vieja orque —como en la ley federal del trabajo de ganización corporativa. Entramas en una México del año 1934— se consagra la cláu- nueva y esporádica era sindical, a la cual sula de exclusión como un derecho gre- se trata de amoldar la economía capitamial mediante el cual se reconoce a los lista, conjuntamente con la organización trabajadores el derecho de pedir y de ob- estatal. Y como en los viejos tiempos en tener del patrón la separación del trabajo que la desobediencia a los reglamentos a sus agremiados renunciantes o despe- impuestos por las corporaciones era casdidos del mismo, cuando el contrato colec- tigada con encarcelamiento, penas de azotes y marcas de feugo, viene ahora a retivo así lo determine. Claro es que el ejercicio de esa dictadu- sucitarse el mismo procedimiento; y aquel ra sindical resulta tanto más fácil cuanto que no entra con bagajes —materiales y mayor sea la concentración de la organi- espirituales— en los sindicatos, es condezación gremial. En los países de régimen to- nado con una pena mayor aún: la de su talitario, donde el sindicato vertical no es exclusión en el trabajo. Se ejerce así, lesino un instrumento que el gobierno maneja galizada con falso espíritu liberal, una a su antojo en servicio no de los intereses nueva dictadura: la sindical, tan nefanda del gremio, sino de los intereses políticos como todas las dictaduras; y más cuando del grupo que detenta el Poder, la coacción su propio beneficio se aprovecha de la lisobre los miembros sindicales es absoluta. bertad que utiliza a su acomodo. SuspenEn ellos la dictadura sindical es una con- de sobre el obrero libre, como nueva essecuencia lógica de la dictadura general. pada de Damocles, la posibilidad de ser Un tirano no podría subsistir si no tuviese expulsado del sindicato y perder, por sólo sometidos a los organismos gremiales, y a ese hecho, las ventajas y mejoras no contravés de ellos a todos sus componentes. quistadas por la acción sindical, sino por Asi, pues, el sindicato en los regímenes to- la incesante lucha de la clase trabajadora talitarios, o sencillamente despóticos, no en reivindicación de sus derechos". Dejando aparte la discutible afirmaes otra cosa que un medio más de anulación de las libertades individuales y tam- ción de que la clase trabajadora haya mantenido una lucha reivindicatoría de bién de las colectivas profesionales. En los países de régimen democrático y sus derechos, fuera de la acción de los sin- dicatos —más o menos desarrollados—, no hay duda de que la posibilidad de excluir del trabajo a un trabajador por simple decisión sindical, impuesta a veces por la violencia, constituye un atentado a la libertad de trabajo, en abierta violación de aquellos preceptos constitucionales que reconocen el derecho al trabajo como uno de los más característicos derechos individuales. "La dictadura sindical —termina diciendo Cabanellas— es común al espíritu de asociación, incluso para los de tipo corporativo. En el régimen sindical libre, la dictadura se ejerce por presiones diversas; en tanto que, de acuerdo con el sistema corporativo la dictadura se apoya en la fuerza coercitiva de los poderes públicos". DICTIO DOTIS.* En el Derecho romano, la constitución de la dote podía lograrse con algunas especies de negocios jurídicos. Uno de los tipos de convención para tal fin, lo constituía la dictio dotis, al lado de las otras convenciones como la datio dotis y la estipulación. Debe tenerse en cuenta que la evolución de esta clase de contrato verbal, a los efectos señalados, tuvo una práctica restringida, en cuanto a las personas que podían formularlas y en cuanto a su uso, del que se tienen muy pocas noticias históricas y que terminó con un desuso legal en el año 428. En el aspecto esencial de la constitución de la dote, este procedimiento estaba reservado para la mujer sui juris, su padre o su ascendiente paterno. Más tarde, en la época clásica, también pudo usar este contrato verbis, el deudor de la mujer, quien quedaba obligado verbis respecto del marido y liberado de su obligacipn con la mujer. Como se observará, por el procedimiento de la dictio dotis o del uso de la estipulación, el marido se constituía en acreedor del constituyente. En el aspecto de la práctica de los contratos, la dictio dotis representaba uno de los tres tipos de tales contratos verbales, que además eran, la estipulación y el iusiurandum liberti, o la promissio iurata liberti. Como tales contratos verbis, se perfeccionaban mediante el empleo de fórmulas verbales prescriptas por la ley, y estos eran sus caracteres comunes: !•?) Formales o solemnes, teniendo en cuenta que quedaban concluidos por la estricta observancia de dichas formalidades; 2<?) de derecho estricto, donde el juez sólo debía tener en ~ Por el Dr. ARMANDO V. SILVA. cuenta al interpretarlos el contenido del contrato, en su forma verbal; 3<?) eran unilaterales, porque sólo nacían de ellos, obligaciones para una sola de las partes contratantes; 4"?) se consideraban del Derecho civil, porque en la época antigua y la del Derecho clásico sólo podían ser utilizados por los romanos. En el término de la evolución institucional del Derecho privado, fueron accesibles también a los peregrinos. Caracteres de la dictio dotis. Cuando la dote se constituía en una de las formas de contrato verbal señaladas, verbigracia, la datio dotis se hacía el marido propietario de las cosas dótales o titular de los bienes que se deseaban constituir en dote. A tal efecto, a título de datio se efectuaba la mancipación respectiva de fundos y esclavos o la tradición de las cosas nec mancipi. Mediante la estipulación y la dictio dotis, el esposo se hacía acreedor del constituyente (Ulpiano, IV, párr. I ó Líber singularis regularum: Dos aut datur aut disitur aut promittitur). A título de la dictio dotis y de la promissio dotis y en ejecución de las mismas, ya que eran fuentes de obligaciones para el constituyente, se hacían también la mancipación de fundos y esclavos y la delegación de un crédito o la acceptilatio de una deuda. La dictio dotis consistía en una solemne declaración verbal hecha por las personas autorizadas por ley, es decir, la mujer que va a casarse, su ascendiente varón o el deudor de aquélla. Su fórmula exacta se desconoce por falta de documentación histórica actual. "Por los vestigios conservados de Gayo (III, 95^) y por los epítomes posteriores, sabemos que podían ser objeto de este contrato cosas muebles e inmuebles, corporales e incorporales; y que su solemnidad consistía en una fórmula pronunciada sólo por el constituyente de la dote, probablemente doti tibí erit, o dotis nomine tibí dico, con la mención de las cosas totales". (Arangio Ruiz, V., ¡nstit. de Der. romano, pág. 358, Bs. As., 1952). Como se observará, la fórmula era más simple que la de la estipulación, y consistía en una declaración unilateral, que al parecer no exigía la interrogación típica previa, ni la aceptación expresa del marido con tal que estuviese presente en el acto. El uso de este contrato verbal fue muy restringido, porque podía ser reemplazado por la estipulación en forma de una promissio doíis. No se conocen, de acuerdo a las fuentes que existen, qué protección jurídica y quó efecto producía este contrato. No se sa- be si trasmitía inmediatamente la propiedad y los otros derechos o si solamente generaba obligaciones, según las palabras de Gayo, en uno de los epítomes encontrados: Hae tantum tres personae nulla interrogatione praecedente possunt dictione dotis legitime obligan (Gayo; Epitome II, 9, párr. 3). Este problema según los romanistas aún no está resuelto. En el manuscrito de las Instituciones de Gayo existe una laguna en esta materia, que los romanistas subsanan con el texto inseguro sobre la misma del Epitome, contenido en el Breviario de Alarico. Esta forma verbal del contrato de constitución de dote dejó de usarse en la época imperial y una Constitución de Teodosio II y Valentiniano III,. en el año 428, acordó fuerza obligatoria a la simple promesa de dote y la convirtió en un pacto legítimo. . En la época de Justiniano ya no se trata de esta institución en el Digesto ni en las Institutos. BIBLIOGRAFÍA. — Arangio Ruiz, V., Instituciones de Derecho romano, Bs. Aires, 1952. — Bon- íante, P., Instituciones de Derecho romano, Madrid. — Caramés Ferro, J. M., Curso de Derecho privado romano, Bs. Aires, 1953. — Petit, E., Tratado elemental de Derecho romano, Bs. Aires, 1954. DIETA. En el orden cronológico, el nombre de dieta aparece en la evolución histórica de las instituciones políticas, para designar a las asambleas deliberantes y de carácter nacional, que periódicamente reunían los antiguos germanos, y que constituían uno de sus principales órganos de gobierno, destinado a debatir los asuntos públicos y a administrar justicia. Al parecer, el primitivo nombre de ding con que las tribus germanas designaban a ese cuerpo político, dio origen al de dicta que utilizaron los carolingios para sus asambleas nacionales. De allí pasó a Alemania en la época del Santo Imperio, donde las reuniones realizadas de vez en cuando al principio, cambiaron a partir del siglo xni, por una convocatoria regular en períodos de diez años. Constituía entonces una junta o congreso de los Estados o círculos del Imperio alemán, integrado por los prelados, los señores del Imperio y los representantes de la Liga hanseática, cuyas ciudades soberanas mantenían por este medio el vinculo con el Imperio. Desde el año 1523 se amplió dicha representación con dipudatos provenientes de la burguesía comunal. La Dieta funcionó en diversas ciudades como Francfort, Nuremberg, Worms, Augsburgo, Colonia, Constanza, Tréveris y Batisbona, ciudad en que se reunió a par- tir de 1593, adquiriendo el carácter de Dieta permanente en 1663, hasta la disolución del Imperio en 1806. El hombre fue también aplicado en la Edad Media y parte de la moderna, a las Cortes de Polonia, a las Asambleas nacionales de los cantones suizos y también a las de Hungría, Suecia, Dinamarca y Croacia. Con el advenimiento del constitucionalismo, en el siglo xix principalmente, algunas Asambleas legislativas fueron denominadas asimismo Dietas, como en ciertos países de Europa central, especialmente Austria, Hungría y Croacia, así como también en Japón. (O. G. U.) DIETAS.* I. Acepciones. Etimología. La voz "dieta" deriva de la locución latina dies (día), y en todas sus acepciones es notoria la vinculación con dicha raíz, es decir, con el significado de día, jornada o tarea realizada en la jornada. Es evidente que la primera acepción del vocablo, el primer sentido en que fue utilizado, coincide con el de viático o retribución a los representantes, mandatarios o funcionarios que debían realizar una tarea específica fuera de su lugar de residencia, o simplemente, ya que eran elegidos para desempeñar una función pública, como indemnización por el tiempo durante el cual estaban obligados a descuidar sus negocios particulares. En este sentido, debemos señalar que la institución es antiquísima. Recordemos simplemente a los atenienses, que participaban en los tribunales o foros, y a los cuales se abonaba un sueldo de tres óbolos por sesión, hecho, en su hora, ridiculizado y expuesto en sus abusos por Aristófanes (Los Acarnienses, Los Caballeros, Las avispas). Esta indemnización o viático se adjudicaba de acuerdo a los días que duraba la ocupación extraordinaria de las personas elegidas. Este es el origen señalado por la mayoría de los autores, como Orgaz (')-, Cabanellas ('-), el Diccionario de la Real Academia Española, la Enciclopedia Británica, etcétera. Dice Orgaz que en su origen, dieta no fue propiamente un sueldo o paga, sino a manera de viático que las ciudades o villas asignaban a sus representantes cuando éstos debían concurrir a Asambleas o Parlamentos, Cortes o Estados Generales. Esto perdura en aquellas leyes que asignan una determinada can* Por el Sr. ERNESTO GUELPERÍN. (1) Orgaz, A., Diccionario de Derecho y ciencias sociales, págs. 135 y 136. (2) Cabanellas, G., Diccionario de Derecho usual, pág. 177. tidad como retribución por cada legua o kilómetro distante del lugar de residencia habitual. Un ejemplo de ello lo tenemos en la misma legislación argentina.s La ley 125, del 5 de septiembre de 1857 ( ), aprobaba en su articulo 19, la remuneración a diputados y senadores, consistente en dos mil cuatrocientos pesos divididos en cinco mensualidades, y en su artículo 2? un viático de un peso por legua, contado desde la Capital de Provincia electora. El artículo 3<? señala que en sesión extraordina- ria o prórroga, los legisladores sólo gozan de viáticos. En épocas más recientes, el proyecto de ley electoral italiana de 1911, fija el principio de indemnización a los representantes, expresando que de esa manera se facilita la concurrencia de los diputados provenientes de las clases modestas, que dada su condición económica no pueden hacerlo de otra manera. Posteriormente, como lo señalan los autores en general, la voz "dieta" fue asimilada a Asamblea deliberante, Cámara o Parlamento, cuerpo al que concurrían los legisladores o representantes que gozaban de la remuneración antes señalada. Aún en vocablos pertenecientes a idiomas no latinos, como por ejemplo, Landtag o Bundestag, se conserva la raíz tag, es decir: "día". Fueron famosas: las Dietas de Colonia (1530), que coronó a Fernando —hijo de Carlos V— en oposición a los protestantes ds Augsburgo (1518-1539 y 1547-1548), las de Nuremberg, Ratisbona, Worms, Francfort, etcétera. En Polonia, Suiza y Hungría también se denominaron Dietas a los cuerpos colegiados, especialmente en la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. Pero es evidente que el concepto más difundido y por otra parte el más importante en la actualidad, es el de la retribución a los representantes. II. Naturaleza jurídica y caracteres de la dieta legislativa. Soluciones jurisprudenciales y doctrinarias. Ya en las Constituciones de 1819 (art. 2<?) y en la de 1826 (art. 22), así como en el Proyecto constitucional de Alberdi, que éste incluye en sus ilustres "Bases", se sienta el principio de la retribución de los servicios de los diputados y senadores. Dice en este sentido el Proyecto citado: "Sus servicios (los de los legisladores) son remunerados por el tesoro de la Confederación" (art. 43). El artículo 66 de la Constitución de 1853 (con las reformas de 1860, Í866 y 1898) (3) Suplemento de Anales de Legislación Ar- gentina 1852-1880, pág. 154. afirma estos antecedentes al disponer, en términos parecidos: "Los servicios de los senadores y diputados son remunerados por el Tesoro de la Nación, con una dotación que señalará la ley". Este artículo, así como el precepto del Proyecto Alberdiano, tienen su origen en el artículo 6°, primera parte de la Constitución de los Estados Unidos de Norte América, del cual han sido extraídos casi literalmente. Remuneración por servicios, es decir, estipendio o indemnización patrimonial, esta .es la esencia, la naturaleza de la dieta jurídicamente considerada, en el Derecho patrio. Y así es, como lo vemos, por tradición y por lógica. Luego veremos que se ha cuestionado esta nítida concepción de la dieta legislativa, por lo menos dentro de nuestro ordenamiento. Al tratar el tema, González Calderón 0) deduce de los términos expresados, "remuneración a los servicios" que el sistema en la práctica debe ser el de la retribución al que concurre, según su asistencia y según las épocas o meses de sesiones, y no como remuneración mensual, tal como se acostumbra. En ello coincide Bielsa ( 5 ). Esto no es exacto a nuestro juicio. Creemos que de tal manera se destruiría la principal finalidad de la dieta, puesto que, al no retribuirse los meses de receso, el legislador debería buscar los medios de subsistencia necesarios, extraños a su función, que a nuestro juicio no se interrumpe y dura a lo largo del término del mandato. En otro sentido, aceptando que así ocurriera, el medio de vida estaría expuesto a las contingencias de un extemporáneo llamado a sesiones extraordinarias, por ejemplo. Por su parte, un distinguido constitucionalista6 argentino, el doctor Montes de Oca ( ) señala en primer término la casi universalidad del principio de retribución a los legisladores. En Inglaterra, por ejemplo, existe una antiquísima ley que fija el estipendio a los parlamentarios, pero la misma no se aplica desde Carlos II. Debido a ello, agrega el mencionado tratadista, se han producido situaciones graves, tales como las del miembro de la Cámara de los Comunes, Marwell, quien en 1660 vióse obligado a implorar a los electores de su distrito los medios de subsistencia necesarios, exponiendo su situación económica angustiante. Más tarde ocurrieron situaciones parecidas con Earth (1879), dipu(4) González Calderón, Derecho constitucional, t. 2, pág. 544. (5) Bielsa, R., Derecho constitucional, págs.3W a 403. (6) Montes de Oca, Derecho constitucional, t. 2, pág. 155. tado por Norfolk, y con Mac Donald, representante de Stratford. Se ha planteado en alguna oportunidad, a pesar de las razones en contrario, la polémica doctrinaria entre aquellos que deseaban imponer la gratuidad de los servicios y los que abogaban por la retribución justa. Los argumentos de ambos sectores son fácilmente inferibles. Los que defendían la gratuidad —posición ya casi absolutamente abandonada por tratadistas modernos— manifestaban que de esta manera se aleja la posibilidad del ingreso a las Cámaras de personas sin escrúpulos, que sólo tienden al beneficio pecuniario que significa la dieta. Luego, en sus derivaciones, la fundamentación se torna completamente discriminatoria, al sostener que sólo los hombres de fortuna deben representar al pueblo, teniéndose por mérito sus "facultades intelectuales, que les han permitido obtener su fortuna" ( ? ) . Y de esta manera, los cuerpos legislativos se constituirían con aquellos que son capaces de vivir de su propio peculio. Eielsa ( s ) recuerda la calificación de "carga pública" que se ha querido asimilar a la función parlamentaria. Es simple advertir la falta de solidez de los escrúpulos que concurren a las argumentaciones precedentes. La progresiva democratización institucional ha tratado de barrer los obstáculos que cerraban el acceso a las Cámaras legislativas a representantes de todas las clases sociales, inclusive asalariados. No se concibe en el presente la calificación o discriminación por posición económica o social, y un verdadero estado democrático, representativo, no puede serlo si excluye del seno del Parlamento a las clases económicamente débiles. Por otra parte, es bien sabido que el peligro de la inescrupulosidad en el ejercicio de la elevada función parlamentaria, no proviene ni mucho menos del interés respecto de la dieta o remuneración por servicios. Si tales lacras han podido ocurrir, ello se habrá debido a la situación excepcional del legislador que, en su presunta inescrupulosidad y su falta de patriotismo, puede defender o atacar refcrmas y proyectos de acuerdo a los intereses extraparlamentarios, con los que se vincule. Por otra parte, como el mismo Montes de Oca lo señala, las tareas del moderno legislador son vastas. Además, el principio de la remuneración del trabajo es universalmente reconocido. Y agregamos, no puede la Nación beneficiarse con el servicio de los representantes del pueblo sin que éstos ten(7) Montes de Oca, op. cít.. loe. dt. (8) Bielsa, op. cit., loe. cít. gan una retribución patrimonial adecuada y equitativa. Al considerar el acierto del artículo 66 de la Constitución, Montes de Oca acota que si tal precepto no existiera, las provincias deberían elegir sus representantes en la capital, en desmedro de sus propios intereses y de la representación equitativa. La posición al respecto del ilustre jurista argentino doctor Rafael Bielsa (°) es de las más fundamentadas. Justamente en oposición a las razones de aquellos que consideran el mandato como "carga publicar", sostiene que existiendo una retribución adecuada se alejan los peligros del soborno y se fomenta el ingreso de ciudadanos de probado patriotismo, justamente en base a sus méritos individuales y no a su erigen o fortuna. El destacado tratadista centra luego su atención en el problema del monto del estipendio. Como se sabe, la Constitución, en su artículo 66, deja a los legisladores, en forma expresa, la facultad de discernir la cantidad adecuada a sus honorarios. A veces, el gobierno de •fació, en virtud de sus facultades legislativas provisionales, ha dictado decretos sobre el particular. Así, en 1946, después de realizadas las elecciones, y antes de la constitución del cuerpo, el gobierno decidió aumentar de mil quinientos a dos mil quinientos pesos la dieta legislativa. El gobierno provisional surgido en septiembre de 1955, en su decreto número 3838, dictado el 12 de abril de 1957, convocando a la Convención Reformadora, en su artículo 10, otorga a los convencionales una única retribución por todo el tiempo que dure su mandato, veinte mil pesos, adjudicación que fue aprobada por la misma Convención en una de sus primeras reuniones. Para Eielsa, si bien es indiscutible el derecho a la retribución o dieta, debe cuidarse celosamente la proporción y el sistema de fijación de las sumas. En este sentido, no concordamos con el método propuesto por el autor que estudiamos. En resumen, Eielsa propone la remuneración en razón de asistencia y limitada al período de sesiones. Ya hemos determinado nuestra opinión respecto a la misma aseveración contenida en el Tratado del doctor González Calderón. Además, agrega el precitado autor, la remuneración debe ser módica y determinada hasta un máximum fijo "de acuerdo con los ingresos que el titular tenía antes de ser elegido". En primer término no nos parece práctico el camino indicado. La Constitución de Santa Pe, cota) Id., loe. dt. mo el mismo Bielsa lo reconoce, fijaba una suma máxima para la dieta de los legisladores provinciales. Sin embargo, a pesar de tal precepto de la Constitución, en 1950 se En la Cámara de Apelaciones, apoyando la doctrina de 1^ instancia, se hicieron consideraciones que hacen al fondo del problema que tratamos. Expresan los considerandos que, al existir una ley provincial como la ley 722, puede analizarse si la misma es válida en cuanto a la excepción que sanciona. El actor sostenía la invalidez del precepto basándose en que: a) No existe en la Constitución de la provincia ninguna referencia a la dieta legislativa, al contrario que en la Constitución Nacional (art. 66) y b) Corresponde al Congrerso Nacional la legislación sobre embargabüidad e inembargabilidad, puesto que dicho campo, que la ley 9511 reglamentó, ha sido considerado ampliatorio del Código civil por fallo anterior de la Corte Suprema de la Nación, y como es sabido, es facultad del Congreso de la Nación dictar los Códigos de fondo. sobrepasó el límite constitucional (dos mil ochocientos pesos) sancionándose la ley número 3642 (i») que íijó una dieta de tres mil pesos, y en 1951, la ley número 4000 aumentó el monto a tres mil ochocientos pesos mensuales ( n ). Juzgamos con respecto al monto de la dieta, que es acertadísimo el criterio seguido por la Constitución de 1853. La historia, la vida práctica, han enseñado que la fijación de máximos en materia de retribuciones choca con la realidad, y debe ser forzosamente pasada por alto. El caso de Santa Fe, si bien excepcional, ha señalado cómo la evolución jurídica y económica hace caer en desuso normas expresas Luego el tribunal de alzada efectúa el hasta de la ley suprema de la provincia. El monto de la dieta es una cuestión de he- siguiente planteo: La primera argumentacho, que debe ser reconsiderada cada vez ción —que reconocemos débil— se rebate que así lo exija la concurrencia de factores citando la discusión entre los convencionacircunstanciales. Sin embargo, no negamos les constituyentes provinciales, en la cual la razón al aserto de que no deben pasarse se rechazó un proyecto que establecía la gratuidad, y la intervención del convenciolos límites del buen criterio y caer en la exageración que convierta este estipendio nal doctor Del Castillo que defendía la suequitativo en una vía de enriquecimiento presión de cláusulas sobre dieta "para dejar en libertad al Poder Legislativo y que de los representantes. III. La cuestión de la embargabüidad de éste resuelva lo que estime más convenienlas dietas legislativas. Un problema que ha te". El concepto determinante de la Cásido largamente debatido, tanto en el cam- mara de Apelaciones (voto de los doetores po doctrinal como en el de la jurispruden- Leí va y Eomán Moretti) es, en cambio, cia de nuestros tribunales, es el de la em- otro. Si la dieta legislativa —expresa— es bargabilidad o inembargabilidad de las die- una mera remuneración de servicios, es tas legislativas. La cuestión está íntima- decir, una relación del Derecho privado, mente vinculada con la posición que se dsl Derecho creditorio, entonces la ley 722 ha invadido la órbita jurisdiccional del adopte respecto de la naturaleza jurídica de dicha remuneración. En los tratados y Congreso Nacional. Pero, para los camaen los fallas se han tocado problemas esen- ristas citados, si se trata de una cuestión ciales relativos a la caracterización de la de Derecho público, y esto es justamente lo dieta, tal como se verá en las líneas si- que opinan, la ley provincial es válida, la legislatura provincial no ha invadido juguientes. Una interesante contradicción se plan- risdicciones, ha actuado dentro de su esteó en la provincia de Mendoza in re "Di- fera, según la organización política del mov, Abraham vs. Ahumada, Ciro". Se tra- país, su sistema de gobierno, y la delegataba la procedencia o improcedencia de un ción constitucional a las provincias. En seembargo contra la dieta de un legislador guida sienta el principio —básico para el provincial por parte de un acreedor. La 1* fundamento de la doctrina sostenida— por Instancia, en su decisión, no hizo lugar al el cual "no puede ponerse en duda que la embargo, en base a lo estatuido por la ley dieta legislativa tiene por objeto el mejor de la provincia de Mendoza número 722, funcionamiento del Poder Legislativo y no dictada el 6 de setiembre de 1918. Dicha ley es una ventaja, ni- un sueldo, remuneración declaraba inembargable la dieta de los di- o estipendio, es un medio constitucional o legal para asegurar ese mejor funcionaputados y senadores (12). (10) Anales de Legislación Argentina, t. 9-B, pág. 2998. (11) Anales de Legislación Argentina, t. 11-B. pág. 1934. (12) Fallo de 1' instancia, el 3 de marzo de 1932. miento, vale decir, es algo inherente al cuerpo mismo y que está regido por las normas legales que le son propias: las de Derecho público". Este criterio de la Cámara de Apelacio- nes de la provincia es totalmente opuesto I a la corriente general sostenida por la doctrina y la jurisprudencia moderna acerca de la naturaleza de la dieta legislativa. En su intento de adecuar la materia a la órbita señalada, el íallo ha querido despojar de toda significación concreta, desmaterializar, diríamos, la institución q.ue tratamos. Por supuesto, el hecho de que los legisladores no tengan preocupaciones ajenas al menester parlamentario, en procura de medios de subsistencia, coadyuva a que las funciones del representante, y por ende, las de todo el cuerpo legislativo, sean desempeñadas más eficazmente. Pero ésta es una consecuencia del verdadero fondo de la cuestión. Esa ventaja, estipendio, indemnización, o como quiera llamársele, es una suma de dinero que se otorga en mérito a servicios tan loables, éste es el fondo de la cuestión. Y justamente, la Constitución Nacional, sin ambigüedades, así lo reconoce. No se habla allí de "medios para asegurar el mejor funcionamiento", se habla, lisa y llanamente, de remunerar los servicios de los diputados y senadores. De la misma manera se expiden las fuentes del precepto y las Constituciones extranjeras. Esta retribución es eminent'-Tients personal, eminentemente privada, sólo que es el Tesoro Nacional (o provincial, en el caso) quien la proporciona. En ello coincide Bielsa, para quien la supuesta maniobra encaminada a trabar el ejercicio del mandato del legislado? que significaría un embargo sobre la dieta, 710 puede afectar la garantía de los acreedores, su derecho a hacer efectivo el crédito; y en segundo lugar, el embargo no es total y en cuanto a las dificultades que puedan surgir por traslados (pago de los pasajes, gastos de viaje) existen otras facilidades o ventajas para I :los legisladores, tales como el pase Hbre ( í ). Aún las razones de González Calderón —que se pronuncia por la inembargabilidad— no parten de la negación del carácter de estipendio de la dieta, sino que, por el contrario, con un criterio atendible, sostiene que dicha medida puede afectar la actividad del legislador en cuanto tal, si no posee recursos. La jurisprudencia citada por este tratadista es antigua, y en general se ha evolucionado hacia la embargabilidad (Cáms. Apels. Civ. y Com., Fallos, t. 27, pág. 113; t; 53, pág. 264; t. 73, págs. 370 a 372). Tampoco es aceptable el criterio de la Cámara Federal de Paraná (t. 9, pág. 94) que considera a la dieta cubierta por las inmunidades parlamentarias. Por fin, volviendo al caso "Dimov vs. Ahumada", señalamos en primer lugar el voto (13) Bielsa, op. cit.. pág. 402. en disidencia del camarista doctor O'Donell, quien sostuvo la competencia del Congreso Nacional para dictar las leyes de fondo y principalmente las cuestiones relativas a los efectos de las obligaciones en el patrimonio del deudor, y por consecuencia, sólo al Congreso Nacional corresponde eximir de embargos. Mendoza, con la ley 722, se ha adjudicado facultades privativas del Congreso Nacional. Rebate luego las razones aducidas sobre el carácter de la dieta, sosteniendo que la misma no está comprendida entre las inmunidades o privilegios que otorga la Constitución a los representantes, y "jurídicamente no tiene otro significado que ser un estipendio que se da a los que ejecutan algunas comisiones o encargos por cada día que se ocupe de ellos''. El Tribunal Superior adoptó, finalmente, la buena doctrina. El doctor Julián Paz, procurador general, en su dictamen sobre el caso, anotó la contradicción entre la ley nacional 9511 y la provincial 722, puesto que, como es sabido, la primera no sanciona la inembargabilidad de los estipendios de parlamentarios. A la afirmación de la Cámara de Apelaciones de que la presente era una cuestión de Derecho público, contesta: a) que las dietas no son inherentes a la función del legislador, puesto que existen legislaciones donde ello no se aplica; b) No forman parte de las inmunidades o privilegios parlamentarios, enumerados taxativamente por la ley. El fallo de la Corte Suprema, de acuerdo con el dictamen del procurador general, señala nuevamente la anteposición de las leyes 9511 y 722, considerada la primera como ampliatoria del Código civil, y concede el recurso extraordinario solicitado por el actor. Dos fallos posteriores de la Corte Suprema han decidido la orientación final de la jurisprudencia hacia la embargabilidad, solución justa y lógica. Los conceptos que encontramos en los vocabularios y repertorios o diccionarios de Derecho, coinciden con la tesis sustentada. En el Diccionario de Derecho y ciencias sociales del doctor Arturo Orgaz se manifiesta que "dieta es remuneración, o sueldo que se paga en la actualidad a los legisladores o miembros del Parlamento". El Diccionario de Derecho usual del doctor Cabanellas se expresa: "Dieta es el honorario percibido por el juez o funcionario mientras dura la misión que se le confía fuera de su residencia, y también el sueldo que en algunos países perciben los diputados..." JURISPRUDENCIA. — La citada en el texto y notas. BIBLIOGUAFÍA.— La indicada en las notas. por esto es llamada primicia. E mandola dar primeramente nuestro Señor Dios a Moysen en la vieja Ley; que assi es escripto en el libro que llaman Éxodo que es en la Biblia, do le mando: No tardaran en ofrescer primicias a la cosa de tu Señor Dios. E aun después desto, en la Ley nueua establescieron los Santos Padres, que diessen las primicias fielmente a la Eglesia de Dios". ma, que pagaban los fieles a la Iglesia. En Se afirma en la Partida precitada, ley esa forma define el vocablo al Academia III, qeu Moisés no fijó en sus libros la cuantía de las primicias, pero que San Jede la Lengua. Cabanellas (Diccionario de Derecho usual) rónimo señala que fue costumbre dar una afirma que se llamaban diezmos de la mar parte de cada cuarenta o de cada sesenta, a los correspondientes a mercaderías que sin que los clérigos pudiesen pedir más. se traficaban por vía marítima, y diezmos Las primicias eran pagadas a las iglesias de puertos secos a los relativos al tráfico parroquiales. en que se recibían los sacrade mercaderías por las fronteras. Afirma mentos, correspondiendo a los obispos detambién dicho autor que los diezmos ecle- terminar la forma de repartirlas. Se podía siásticos se dividían en: reales o prediales, imponer la excomunión a quienes se neque eran los percibidos de los frutos de la gasen a satisfacer las primicias o los dieztierra; personales, que eran los proceden- mos. tes de las ganancias o de la industria de La Partida primera, título XX, ley I, deuna persona; y mixtos, que eran los que fine el diezmo con estas palabras: "Dieztenían una doble causa predial y personal. mo es la décima parte de todos los bienes, Los diezmos reales se pagaban a la iglesia que los ornes ganan derechamente: e esta del distrito en que estaban, sitos los bienes, mando Santa Egelsia, que sea dado a Dios, y los personales a la iglesia donde se re- porque el nos da todos los bienes, con que cibían los sacramentos. Muimos en el mundo. La una es aquella que La finalidad de los diezmos eclesiásticos llaman en latín, predial, que es de los fruera subvenir a las necesidades de la Igle- tos que cogen de la tierra e de los arboles. sia, y la institución está' relacionada con la La otra es llamada personal, e es aquella de las primicias, mediante la cual se ofre- que los ornes dan por razón de sus persocían y consagraban a Dios los primeros nas, cada vno segund aquello, que ganan frutos de la tierra. Esto que fue una cospor su servicio, o por su menester". tumbre entre los pueblos de la antigüeDe acuerdo con lo dispuesto en las Pardad, para los hebreos fue una ley divina. tidas, "los judíos, e los moros, que moraren Los cristianos dieren sus primicias que, uni- en tierra de los Christianos, deuen dar diezdas a los diezmos, servían para mantener mo de todas las heredades... de sus ganaa los ministros de la religión, obligación dos e de sus colmenas... el del loguer de que para aquellos es de Derecho divino po- las cosas que ouiessen entre los Christiasitivo expresada en el Nuevo Testamento, nos ... ca non es guisado, que la Eglesia igual que lo estaba para los hebreos en el pierda, nin menos cabe el derecho, que ha Antiguo Testamento. La diferencia consiste en las cosas, maguer passe el señorío deen que para los hebreos es también de dere- llas a los judíos, o a los moros". cho divino la forma y modo en que la obliLos diezmos y primicias fueron suprimigación ha de cumplirse, en tanto que para dos en España por la ley de 29 de julio los cristianos es de derecho divino la obli- de 1337. (M. O. y F.) gación, pero no el modo de cumplirla. Sin duda por esto, en algunos países los catóDIFAMACIÓN.* SUMARIO: I. Introducción: 1. Injuria y difamación. 2. Evolución del licos han dejado de cumplir dicha obligadelito de difamación. 3. La situación acción, haciendo recaer directamente sobre el tual. II. Concepto y formas de la difamEstado e indirectamente sobre quienes prodon: 1. Concepto: a) Conducta dolosa; b) Ausencia; c) Imputación; d) Divulgafesan ctra religión o no tienen ninguna, la ción. 2. Formas. III. Bien jurídico prottcarga del sostenimiento del culto y clero. giáo. IV. La pruebo de la verdad. V. Expresa la ley I, del título XIX de la Partida primera: "Primicia tanto quiere de• Por el Dr. MANUEL LÓPEZ-RET AKEOJO, qu'en cir como «primera parte o la primera cosa constar que las opiniones expuestas en este que los ornes midieren, o contaren de los hace artículo no son necesariamente las de la Secreta- DIEZMOS Y PRIMICIAS. Diezmos es el derecho del diez por ciento que se pagaba al rey, del valor de las mercaderías que se traficaban y llegaban a los puertos, o entraban y pasaban de un reino a otro donde no estaba establecido el almojarifazgo (o derecho que se pagaba por la entrada y salida del reino, o por aquellos con que se comerciaba de un puerto a otro de España)'. Parte de los frutos, regularmente la déci- frutos que cogieren de la tierra, o de los ganados que criaren para darla a Dios. E ría de las Naciones Unidas, a la cual el autor pertenece. tiones varias: 1. Formas de comisión. 2. Sujetos activo y pasivo. 3. Aspectos procesales; 4. Exenciones. 5. Relación con otros delitos. VI. Consideraciones finales. I. INTRODUCCIÓN 1. Injuria y difamación. Dentro del concepto general de injuria, el de difamación no es más que un aspecto particular del mismo. Esta relación, que ha sido caliíicada por algunos como la de género y especie, hace que no poco de lo que es aplicable a la injuria lo sea a la difamación con todas las ventajas e inconvenientes que ello significa. Las primeras se derivan de la mejor sistemática que toda construcción de un tipo genérico alcanza a través del tiempo; las segundas, porque como un género la injuria abarca aún una extensión tan grande que resulta difícil conocer claramente sus confines. La vastedad del ámbito de la injuria depende aún 'de la gran amplitud que, desde el primer momento, tuvo en Derecho penal la palabra injuria. Aunque más tarde, especialmente por los prácticos, dicha vastedad fue reducida a límites más de acuerdo con la expresión de "delitos contra el honor", dicha limitación conceptual fue en parte contrarrestada por la casuística creada por los mismos prácticos y por la variedad de medios mediante los cuales las diversas formas de injuria, en nuestro caso, la difamación, puede ser cometida. Amplitud y casuismo son todavía hoy las características de los delitos contra el honor. La primera se explica no sólo por la Influencia del Derecho romano, todavía visible en no pocos códigos penales modernos, sino también por los extensos y vagos confines del bien jurídico honor; el segundo, por el afán providencialista de no pocos códigos penales que, a través de más o menos felices enumeraciones de medios, circunstancias y casos, tratan de captar una realidad presente y futura que sólo puede serlo mediante la formulación de tipos penales exentos lo más posible de párrafos y subpárrafos. 2. Evolución del delito de difamación. En Derecho romano, lo opuesto al Derecho, tes, era la injusticia, iniuría. Según Mommsen, técnicamente, esta voz se aplicaba en un sentido postivo a las ofensas causadas a un tercero en su cuerpo o cosas en contraposición a la apropiación ilegítima de cosas ajenas, o sea el furtum (i). Posteriormente, la injuria se dividió en iniuría propiamente dicha: forma antijurídica causada a una (1) Respecto a los autores aquí citados, consúltese la bibliografía al final del trabajo. Véase Mommsen. op. cit.. págs. 241 y sigs. persona, y damnum iniuria, daños en la propiedad. En el Derecho romano antiguo la iniuria consistía únicamente en una especie de lesión corporal, en el hecho de ponerle uno la mano encima a otro y no en una ofensa a lo que después se llamó y se llama aún en algunos códigos penales personalidad física o moral ( 2 ) . Al parecer la iniuria en su concepto más antiguo podía ser causada tanto dolosa como culposamente, mientras que más tarde, entendida como ofensa a la personalidad, parece que sólo podía ser causada dolosamente. En suma, el Derecho romano, tras una interesante evolución jurídica, admitió la acción de injuria en los casos de ofensa al cuerpo, a la condición jurídica y al honor. Fácil es ver que el contenido heterogéneo del término injuria suscitó no pocas dificultades técnicas y prácticas. En realidad, la acción de injuria era concedida incondicionalmente en los casos de golpes o lesiones corporales y mucho más difícilmente en los otros casos para los cuales no existía siquiera un término técnico (3). Esa desconfianza judicial frente a los abusos posibles de las acciones por injurias contra el honor, hizo que sólo se concediera la acción en los casos más evidentes y notables y que poco a poco, a nuestro entender, se exigiera implícitamente el que la ofensa hubiera sido causada dolosamente, ya que generalmente dolo y evidencia son paralelos. Surgió así, dentro del amplio concepto de injuria, un grupo de ellas —las dirigidas contra el honor— que para ser punibles tenían por lo general que ser cometidas dolosamente. Ello constituía una excepción y dio lugar a que, salvo ciertos (2) Clara influencia romanistica es visible aún en los códigos penales. En el boliviano, se considera como ultraje la bofetada en la cara y ciertos golpes o maltratos que por su naturaleza son insultos. Dichas infracciones, aunque penadas como delitos contra las personas y por tanto separadamente del titulo dedicado a los delitos contra la honra y fama, constituyen delitos de ultraje. Más modernamente, el Código penal mejicano mantie- ne casi exactamente el mismo punto de vista, al considerar como delitos contra el honor los golpes y otras violencias físicas simples. Los términos personalidad física y moral del hombre son usados por el Código penal del Uruguay. (3) Parece ser que las ofensas a la condición jurídica no lo tuvieron nunca; las ofensas al honor recibieron en ciertos casos el de convicium. El término contumelia, aunque refiriéndose a los delitos contra el honor, tenía, según Mommsen, un sentido ético que transcendía de la esfera Jurídica. La vaguedad de este término es visible en los prácticos. La dificultad de su concreción es Igualmente visible en los esfuerzos que Carrara hizo para mantenerla, a nuestro Juicio sin gran éxito, como una entidad propia. Para algunos, el ultraje constituye la antigua contumelia. Una tal identificación no nos parece muy apropiada. casos graves, la injuria contra el honor fuera considerada como iniuria levis. De una manera general, la injuria contra el honor va poco a poco aumentando su contenido y abarca así ciertos atentados al pudor, la violación del domicilio ajeno como perturbación de la paz doméstica; el causar ciertas molestias o incomodidades domésticas; el tratar a una persona en forma que supone una negación o desconocimiento de su clase o condición social o de ciertos derechos; el cantar públicamente cantos ofensivos (carmen famosum), y el escrito difamatorio (libellus jamosus) (•'). Las dos últimas formas contienen ya el germen de los elementos que, mucho más tarde, han de considerarse como constitutivos del delito de difamación, como algo separado pero relacionado con el concepto de injuria. En dichas dos formas aparecen ya los requisitos de publicidad, imputación, comunicación y ausencia del ofendido que, en nuestros días y con más o menos variaciones, estructuran el tipo de la difamación. A medida que ésta evoluciona, se acentúan y concretan sus características frente a la injuria simple. En términos generales, y si tenemos en cuenta- su origen —ponerle uno la mano encima a otro— la injuria suponía la presencia inmediata del ofendido. Dicha forma de injuria no significaba necesariamente publicidad, ni el comunicarla a terceros. Más tarde, surgió la necesidad de protegerse jurídicamente contra otras formas de injurias hechas en ausencia del ofendido y comunicadas a otras personas. La importancia de ciertos medios de comunicación, especialmente el carácter permanente asignado a la palabra escrita y la creencia de que la injuira en ausencia era más odiosa que la hecha en presencia del ofendido, contribuyeron a la emancipación no sólo del delito de difamación, sino todavía más concretamente a la del libelo famoso, que no es más, como dice Carrara, que una difamación calificada por el modo F>). Estas cuestiones de modo en que la difamación era cometida dieron lugar, entre los prácticos, a un casuísmo no siempre fructífero que en no poca medida ha llegado a nuestros días. Dicho casuísmo condujo más tarde a la construcción del delito de calumnia que, en el fondo, no es más que una^ difamación consistente en la imputación de un delito perseguible de ofi(4) Como atentados contra el pudor considerados como Injurias cabe citar, entre otros, la adsectatio y la appellatio. La primera consistía y consiste en acompañar a una mujer o en seguirla en la calle contra su voluntad; la segunda en llamar o silbar a la mujer a su paso. (5) Carrara, § 1721. ció (<•). Surge así, una trilogía: injuria, difamación y calumnia, a veces sobrepasada en algunos textos con la consideración especial del libelo famoso y de los ultrajes. Dichas divisiones responden a una concepción de la técnica y sistemática jurídica que debe estimarse inadecuada en nuestros días. Estas exigen economía de tipos penales ('). Un examen detenido de la evolución del delito de injuria, de la que forma parte el de difamación, muestra que, en la redacción de los delitos contra el honor, o en su caso contra la honra, predomina el casuísmo y por ende una técnica jurídica defectuosa. Dicha conclusión es no sólo aplicable a los códigos penales iberoamericanos^, pbjeto de consideración especial en este trabajo, sino también a los de otros países, señaladamente en los anglosajones. 3. La situación actual. En los países iberoamericanos contienen el delito de difamación como figura específica de delito contra el honor o la honra o su equivalente, los códigos de Solivia, Brasil, República Dominicana, Haití, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela. En no pocos de estos códigos penales (Bolivia, Haití, Paraguay, Perú y Puerto Rico), la descripción de lo que es difamación se halla aún muy próxima a la del libelo famoso. En otros, como en los del Brasil y México, Uruguay y Venezuela, la definición dada es mucho más flexible y moderna. Es importante hacer notar que mientras los códigos penales de Brasil y México contienen además el delito de calumnia como un delito contra el honor, no asi los de Uruguay y Venezuela. Para estos últimos, la calumnia es un delito contra la administración de justicia ( » ) . Respecto a los países cuyos códigos penales no contienen la figura específica de la difamación cabe preguntarse si tal omisión implica que aquélla no es punible. La respuesta es que la misma es punible bien cómo calumnia o como injuria, según las circunstancias de la comisión y la forma en que los tipos penales de la calumnia o de la injuria son formulados. Esta solución podrá encontrar en casos extremos ciertas. (6) Más tarde y como adelanto técnico un tanto discutible, la calumnia fue considerada por algunos como un delito contra la administración de justicia. (7) El tema no puede ser tratado aquí. Baste decir que somos partidarios de una técnica Jurídica a condición de que la misma tenga una finalidad jurídico-social y no se convierta en un preciosismo o bizantinismo jurídico que si explicable en el pasado, no tiene hoy justificación. (8) El del Brasil contiene además como delito contra dicha administración, la denuncia calumniosa. dificultades, pero a nuestro parecer ninguna de ellas sería invencible o contraria a los preceptos" legales respectivos. No se debe olvidar que, conforme a su evolución histórico-penal, la difamación y la calum- nia no son más que aspectos más o menos agravados bien por la índole de la imputación o por las modalidades del acto, del concepto genérico de injuria. Por regla ge- neral si la imputación comunicada a terceros es la de un delito perseguible de oficio, la difamación puede encuadrarse en la calumnia y si es de un delito no perseguible de oficio se consideraría como una in- juria grave. Tal sería el caso con el Código •penal español, que reconoce tal distingo, y todavía más, contiene preceptos que se reíieíen.a la calumnia y la injuria graves he;chas.-jior escrito-y co.n publicidad. Lo mismo cabría decir respecto a estos códigos penales: Chile, Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua y San Salvador que, con ligeras variantes, mantienen la sistemática del Código penal español. En cuanto a aquellos que, como el Código penal argentino, se apartan de la sistemática del grupo arriba indicado, no creemos que dada la flexibilidad de los tipos descritos en los artículos 109 y 110 exista dificultad alguna en encuadrar en ellos lo que por otros códigos penales ha sido construido separadamente como difamación ( !) ). El Código penal portugués contiene como delitos contra la honra, los delitos de difamación, calumnia e injuria. Tal trilogía es, sin embargo, más aparente que real en cuanto la calumnia no aparece en verdad descrita como un tipo aparte de los otros dos. 1.a. referencia a la calumnia se hace al penar como calumniador al que no lograre probar la imputación en los casos específicos admitidos por la ley (10). Por lo que respecta al Código penal francés, es interesante hacer notar que el antiguo delito de calumnia fue reemplazado por el de difamación por la ley de 1819. Este delito es definido, así como el de injuria, por la ley de 1881 sobre la prensa. Como certeramente hace notar Goyet, al regular estos y otros delitos, la ley indicada fue más allá de su cometido, ya que la difamación y la injuria pueden ser l lcometidas por otros medios que la prensa ( ); el Có(9) Aparentemente ésta es también la opinión de Soler, op. cit., págs. 292 y sigs., quien se ocupa de esta cuestión al examinar la discrepancia entre los propósitos del legislador y la regulación de los delitos contra el honor en el Código penal argentino. (10) La denuncia calumniosa se regula por el mismo Código en las falsedades. (11) Goyet, op. cit.. págs. 480 y sigs. El Código penal francés regula bajo la rúbrica de calumnias, digo penal italiano considera como delitos contra el honor la injuria y la difamación y como delito contra la administración de justicia la calumnia y la autocalumnia o sea la denuncia calumniosa respecto a un tercero o a sí mismo; el Código penal alemán, bajo el título genérico de injuria, regula ésta, la difamación y la calumnia. Como delitos contra la dignidad, el Código penal soviético regula dos figuras amplias que pueden considerarse coma equivalentes a la injuria y calumnia de los códigos penales europeos. Dada la amplitud de dichos tipos penales, la difamación, aunque no específicamente mencionada, se halla comprendida en uno u otro, según las circunstancias del caso. Bajo el doble titulo de delitos contra el honor y la buena reputación, el Código penal yugos'lavo de 1951, regula la difamación y la injuria; el checoslovaco de 1950, conforme a una sistemática influida en forma más visible por la concepción política dominante, no contiene ningún titulo, capítulo o sección regulando los delitos contra el honor o la reputación. En este respecto existe una notable diferencia entre los códigos penales yugoslosvo y checoslovaco y en2 menor medida entre éste y el soviético í* ). No hemos hallado en el texto checoslovaco referencia alguna a la injuria, calumnia y difamación como delitos contra las personas. Existe si, la acusación falsa y la difamación, que son reguladas bajo el general epígrafe de delitos contra el orden u ordenamiento de asuntos públicos. Mucho más de acuerdo con la concepción tradicional, el Código penal búlgaro de 1951 contiene una sección de ultrajes (o injurias) y calumnias bajo el genérico titulo de delitos contra las personas. Conforme al texto consultado dichos delitos son concebidos como ataques al honor o a la dignidad. Dada la amplitud de dichos delitos, uno u otro puede aplicarse, según los casos, a la difamación («). En los países de habla inglesa, la situación ofrece, como ya dijimos, no menos casuísmo que la existente en los ya examinados. Los términos defamation, libel y slander, aunque próximos a los nuestros de difamación, calumnia e injuria, no pueden Injurias y revelación de secretos, la denuncia calumniosa. (12) El estudio del Código penal checoslovaco, con su acentuada protección del sistema imperan- te, que exige una multitud de deberes y obligaciones, en suma, una sujeción casi total de la persona, deja una impresión de aplanamiento que difícilmente puede evitarse. (13) V. Le Code penal bulgare, "Notes et etudes documentaires", núm. 1638, Ministére de la Justice, París, 1952. considerarse exactamente como correspondientes. En Inglaterra la Defamation Act, 1952 ha dado al término difamación un mayor carácter genérico y ha ensanchado al mimso tiempo el contenido del término líbel, regulado por la Lavo of Líbel Amendment Act, 1888, todavía aplicable. En realidad libel y slander son dos aspectos de la difamación. El primero, tiene lugar cuando ésta se realiza mediante un medio que tiene un carácter más o menos permanente: escritura, impreso, dibujos, etcétera, y el segundo, es .la difamación hecha oralmente o por otro iugitive médium ( u ). Conforme a Dean esta 'distinción, aunque ha sobrevivido a la ley de 1952, tiene más bien un carácter histórico. Desde el punto de vista práctico, la diferencia más importante es que en el libel el querellante no tiene que probar el haber sufrido daños para obtener una reparación pecuniaria. Tan pronto se ha sido difamado mediante libelo, la ley presume los daños. La consecuencia, es que al no ser éstos probados por el querellante, su posición es bastante fuerte dadas las dificultades de la prueba en los casos en que dicha prueba se admite. El resultado ha sido el que no pocos abusos se han cometido, abusos que la nueva ley de 1952 trata de evitar. En el slander los daños tienen que ser probados por el querellante y de tenerse a la experiencia, parece muy difícil el probarlos. El Código penal de Canadá, 1954, sigue un sistema un tanto diferente en cuanto bajo el título de delitos 'contra la persona y la reputación, se ocupa exclusivamente del defamatory libel y no menciona el slander. Aquél es la ofensa contra la reputación causada por un medio más o menos permanente. La regulación del libelo difamatorio es más bien detallada y por ende, excesivamente casuística. No hemos hallado referencia alguna a la presunción de daños y la más cercana referencia a la injuria verbal son las frases insultantes de la sección 160, en la Parte IV, sobre delitos sexuales y contra la moral y el orden público (i»). En los Estados Unidos, la distinción entre (14) La distinción parece desvanecerse un tanto si, conforme a la ley de 1952, la transmisión por radio es considerada como publicación teniendo carácter permanente. Todavía más, si según la sección 16 de dicha ley la expresión "palabras" (words) debe entenderse como incluyendo fotos, imágenes visuales, gestos y todo método que pueda significar algo. (15) V. Criminal Code and Selected Statutes, 1955, Queen's Printer Otawa, 1954. Por otra parte, en no pocos países anglosajones la injuria oral da lugar a una acción civil. Se exceptúa de esta regla en los Estados norteamericanos el slander, que supone un ataque a la honestidad de la mujer. libel y slander parece mantenerse más acusadamente que en Inglaterra. Al igual que en ésta, el término difamación es considerado cerno el género al1(ique pertenecen las dos especies indicadas ( ). u. CONCEPTO Y FORMA DE LA DIFAMACIÓN 1. Concepto. Dada la variedad de los sistemas indicados, puede deducirse la dificultad de dar un concepto general válido de la difamación a efectos penales. Grama-. ticalmente, difamar significa desacreditar a uno respecto a terceros. Supone un ataque a la fama o reputación de un persona, es decir, rebajar a alguien eri la estima o concepto que los demás tienen de él. Este concepto es sustancialmente el aceptado por los códigos penales. Estos, por lo general, introducen algunas exigencias típicas que han dado lugar más que a una cierta uniformidad, a una diversidad de las características del delito de difamación. En no pocos casos, el legislador llevado de un afán providencialista y del deseo de deslindar una figura delictiva a base de las modalidades de su comisión —lo que técnicamente no es aconsejable— describe la difamación en forma que no permite extraer fácilmente los elementos esenciales del tipo penal("). En términos generales, las dificultades para formular una definición y por ende, diferenciación de la difamación en los códigos penales provienen de que la misma, aunque considerada como una especie del género injuria, basa sus características propias en algo externo a su naturaleza o esencia. Si la especie significa rasgos comunes con el género y al mismo tiempo una individualidad propia, ésta a nuestro juicio no existe en la difamación. Según algunos, su característica esencial se basa en la ausencia del difamado, según otros, en la divulgación o la publicidad, para otros en la índole de lo imputado, etcétera. Ninguna de estas modalidades es de índole' esencial, sino modal), como veremos más adelaivte (i»). (16) V. Thomas, op. cit. (17) Como casos típicos cabe señalar los códigos penales del Paraguay y Perú. El primero, en su art. 369 emplea casi un centenar de palabras para describir lo que da lugar a la difamación; el segundo, necesita más de cien. Añádase que en cada caso, tal cúmulo de palabras constituye una sola larga y confusa frase o párrafo. (18) Contra el argumento expuesto de que 1» injuria es el género y la difamación la especie, podría aducirse, i.a., que las legislaciones anglosajonas parecen adoptar un sistema inverso. Ello es cierto, pero no debe olvidarse que dichos países mantienen aún el viejo concepto de la injuria del Derecho romano para referirse a ciertas lesiones (bodily injury). Por el contrario, y pese a ciertas A fin de dar, conforme al propósito de este trabajo, una definición o concepto lo más acabado posible de la difamación, seleccionaremos como base para su estudio analítico unas cuantas descripciones más o menos variadas de la difamación, tomadas de los códigos penales iberoamericanos, precedidas como un antecedente histórico de la clásica definición de Carrara. Para Carrara, la difamación es la imputación de un hecho criminoso o inmoral, dirigida dolosamente contra un ausente y comunicada a varias personas separadas o reunidas (i»). \ > Conforme al Código penal brasileño, en su artículo 139, la difamación consiste en imputar a alguien un hecho ofensivo a su reputación. La pena es detención de tres meses a un año y multa de quinientos mil reís a tres contos de reis. El Código penal de Haití considera en su articulo 313 como culpable de difamación, el que, sea en los lugares o reuniones públicos, sea en un acto auténtico y público, sea en un escrito impreso o no, que haya sido fijado, vendido o distribuido, haya imputado a un individuo cualquiera hechos que atenten a su honor y a su consideración. En el Código penal mexicano, artículo 350, la difamación consiste en comunicar dolosamente a una o más personas, la imputación que se hace a otra persona física o persona moral, en los casos previstos por la ley, de un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado que pueda causarle deshonra, descrédito, perjuicio o exponerle al desprecio de alguien. . El Código penal peruano se ocupa de la difamación en su articulo 187, al decir: El que ante varias personas reunidas o separadas, pero de manera que pueda difundirse la noticia, o en documento público, o por medio de impresos que no sean diarios o periódicos, o con escritos, caricaturas o dibujos de cualquier género divulgados o expuestos al público, atribuyere a una persona o a una corporación, un hecho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar el honor o la reputación de la primera o de las personas que componen o representan a la segunda, será culpable de difamación y reprimido, a arbitrio del juez, con prisión no mayor de seis meses o multa incongruencias terminológicas en los países europeos e iberoamericannos, la evolución iniciada en el Derecho romano condujo a que el término Injuria quedara confinado a los delitos contra el honor. Excepcionalmente, algunos códigos penales, entre ellos el boliviano y el. mexicano, consideran aún los golpes y otras violencias físicas como delito contra el honor. (19) V. Carrara, § 1714. correspondiente a la renta de tres a sesenta días. El artículo 333 del Código penal del Uruguay dice: El que ante varias personas reunidas o separadas, pero de tal manera que pueda difundirse la versión, le' atribuyere a una persona un hecho determinado, que si fuera cierto, pudiera dar lugar contra ella a un procedimiento penal o disciplinario, o exponerla al odio o al desprecio público, será castigado con pena de cuatro meses de prisión a tres años de penitenciaría o multa de 400 pesos a 4.000. En Venezuela, el artículo 444 de su Có^ digo penal establece: El que comunicándose con varias personas reunidas o separadas, hubiere imputado a algún individuo un hecho determinado capaz de exponerlo al desprecio o al odio público, u ofensivo a su honor o reputación, será castigado con prisión de tres a dieciocho meses. Si el delito se cometiere en documento público o con escritos, dibujos divulgados o expuestos al público, o con otros medios de publicidad, la pena será de seis a treinta meses de prisión. Conforme a Carrara, los elementos de la difamación son: conducta dolosa, ausencia del imputado o injuriado; imputación de un hecho determinado bien sea criminoso o inmoral; comunicación o divulgación de lo alegado o imputado (20) .Para él la sustancia de la difamación se encuentra en el hecho de andar divulgando una imputación deshonrosa contra alguien a) Conducta dolosa. De los seis códigos penales arriba indicados sólo el de México habla específicamente de "comunicar dolosamente", siguiendo en esto bien de cerca a Carrara. ¿Qué, respecto a los otros? La solución vendrá dada por la forma en que la culpabilidad es regulada. Así, el Código penal venezolano regula ésta en forma no muy clara en su artículo 60 y siguientes, y el artículo 61 no ayuda tampoco gran cosa. Con tcdo, la conclusión sería que el artículo 444 concerniente a la difamación, parece más bien contemplar un delito o.ue sólo dolosamente puede ser cometido. Pese a una terminología defectuosa, la solución parece más fácil en el Código penal uruguayo, cuyo artículo 19 dice: "el hecho ultraintencional y el culpable sólo son punibles en los casos determinados por la ley". Más correctamente, el Código penal brasileño dice en su artículo 15: "Salvo en los casos expresa- dos por, la ley, nadie puede ser castigado por hecho previsto como delito, sino cuando lo practica dolosamente". Una disposición tendiente a la misma finalidad es la (20) V. op. ctt.r$ 1710. contenida en el artículo 81 del Código pe- dique al honor o a la reputación; en el de nal peruano. La defectuosa técnica del Có- Uruguay es la (atribución de un hecho dedigo penal de Haití y el no conocer su juris- terminado que si fuere cierto, puede dar prudencia, impiden formular una conclu- lugar a un procedimiento penal o disciplisión definitiva respecto al mismo. Con todo, nario o al odio o desprecio público; por últeniendo en cuenta sus antecedentes nos timo, en el de Venezuela se requiere impuinclinaríamos a pensar que el delito debe tar un hecho determinado capaz de exponerlo al desprecio o al odio público, u ofenser cometido dolosamente. b) Ausencia. Aunque históricamente, la sivo a su honor o reputación. Con la excepción del Código peruano, toausencia del injuriado era indispensable en la difamación, este requisito no aparece dos los indicados exigen la imputación, o siempre claramente exigido en los códigos atribución de un hecho ("»). Este, habida penales antes citados. Conforme a la re- cuenta de los tipos penales puede o no ser dacción de los tipos existentes, la difama- uno de índole delictiva. La mayor amplitud ción puede tener lugar estando el inju- aparece más clara en el Código penal del riado presente. Esta conclusión parece aún Perú, que habla además de la imputación más sostenible en el Código penal venezo- de una cualidad o de conducta. Este debililano que al regular en el artículo 446 la tamiento de la concreción de la imputación, injuria en forma que no puede alabarse, derivado en parte de haberse convertido parece admitir el que la misma tanto pue- en calumnia la imputación de un hecho dede cometerse en presencia o en ausencia lictivo perseguible de oficio, hace que los del ofendido. Dicha posibilidad parece apli- límites entre la difamación y la injuria sean cable a la difamación. Si no lo fuera, el no sólo arbitrarios, sino también confusos. Esto es particularmente cierto si se rehecho de que la injuria puede tener lugar tanto en ausencia como en presencia del cuerda que los códigos penales que no conofendido, reduce considerablemente en es- tienen la difamación, contienen en no pote respecto- la diferencia entre injuria y di- cos casos la injuria grave, una de cuyas formas es la imputación de un delito no famación (21). c) Imputación. El término imputación perseguible de oficio. En .vista de una tal significa atribución de algo concreto, gene- amplitud y en contra de lo que históricaralmente un delito o una acción vitupera- mente fue la difamación, ésta puede conble, en suma, da a entender que entre esta sistir en ciertos códigos penales en la atriacción o delito y la persona imputada exis- bución de un vicio o falta de moralidad. d) Divulgación. La divulgación de lo imte una estrecha relación, análoga a la de causa y efecto. Este carácter de concreti- putado, a la que tanta importancia atribuía zación y relación fue elaborado más o me- Carrara para estimar la existencia de la nos cuidadosamente por los prácticos y difamación, es exigida por no pocos códimantenido por Carrara, para el cual el gos penales en forma que no corresponde término imputación, dado su propio signi- exactamente a dicha importancia. En todo ficado, no exige el añadir que la imputa- caso, la divulgación o la publicidad no es ción sea tal que exponga al desprecio o al ya un requisito sólo de la difamación, sino también de la injuria, especialmente de la odio de los ciudadanos (22). La situación es un tanto diferente en los llamada grave. códigos penales que se ocupan de la difaAunque limitado sólo a ciertos códigos pemación. Limitándonos a los códigos ya exa- nales, el análisis anterior muestra, a nuesminados veremos que en el del Brasil la tro juicio, la dificultad de construir un imputación es la de un hecho ofensivo a la concepto claro y definido de la difamación reputación; en el de Haití se habla de la que permita deslindar a ésta de la calumimputación de hechos que atentan a su ho- nia y de las injurias graves. Ninguno de nor y a su reputación; en el de México se los cuatro elementos señalados por Carrara exige la imputación de un hecho cierto o puede considerarse ya como elementos exfalso, determinado o indeterminado, que clusivos de una conducta delictiva difepueda causar deshonra, descrédito, perjui- rente de la injuria. Todos cuatro, se refiecio o exponerlo al desprecio de alguien; en ren á modalidades de la conducta injuriosa el del Perú se habla de atribuir un hecho, que si bien pueden aumentar el daño suuna cualidad o una conducta que perju- frido, no por ello merecen elevarse a la ca(21) El Código penal italiano exige en su artículo 594 la presencia del ofendido en la injuria. Este criterio, no era ni es, el seguido por el sistema francés. El Código penal uruguayo que, en tantos aspectos se inspiró en el italiano, sigue, sin embargo, un criterio distinto al de este último. (22) Op. cíí., § 1718. (23) No se olvide que por razones de espacio y tiempo no nos ocupamos aquí de los otros códigos que de una manera u otra regulan la difamación y de aquellos que, sin regularla específicamente, la comprenden en los tipos de calumnia e injurias graves. tegoría de elementos de un tipo penal especial. Esta artificialidad explica en buena parte los defectos técnicos de los tipos penales de la difamación antes examinados. El Código penal del Brasil .define uno tras otro en sus artículos 138, 139 y 140 los delitos de calumnia, difamación e injuria en la forma siguiente: calumnia es la falsa imputación de un hecho definido como delito; difamar es imputar un hecho ofensivo a la reputación, e injuria es la ofensa a la dignidad o decoro. Esta trilogía da una impresión de perfección técnica que, en realidad, no existe. La diferencia entre calumnia y difamación es puramente circunstancial en cuanto la ofensa al honor puede ser mayor en unos casos imputando un hecho que no es delito que imputando uno que lo es. Todo dependerá de una serie de circunstancias, no pocas de ellas independientes del concepto de delito. Por último, cabe preguntarse hasta qué punto cabe hacer una gradación general entre honor, reputación, dignidad y decoro. Sin negar que en ciertos casos, tales distingos son posibles, lo cierto es que no cabe admitir que, como regla general, toda ofensa al honor es más grave que las dirigidas contra la reputación y éstas más que las que hieren la dignidad y el decoro. Nuevamente hemos de concluir que sería preferible el servirse de una sola figura delictiva que tenga la suficiente flexibilidad para aplicarse al mayor número posible de variadas circunstancias. Z Formas. El término formas tiene varias interpretaciones. Pueden referirse tanto a la culpabilidad en la difamación como a las modalidades de la misma y a los medios empleados para cometerla. Respecto a la culpabilidad, ya hemos indicado que, en general, es la forma dolosa la considerada por los códigos penales examinados. Al usar la palabra doloso no identificamos éste con el famoso y para nosotros un tanto desacreditado animus iniuriandi atribuido a la injuria. En consecuencia, no creemos en la existencia de un animus difamandi. Teórica y en algunos casos prácticamente, la difamación tanto puede ser cometida dolosa como culposamente. La jurisprudencia moderna de los países anglosajones muestra que una tal responsabilidad culposa es posible al condenar como difamatorias algunas películas, libros, anuncios, etcétera, y ello pese a haberse utilizado como protección la conocida frase de que cualquier coincidencia entre los personajes de la película o publicación con personas reales es puramente fortuita o accidental. Conforme a la doctrina ya más o menos generalizada, dicho aviso no exime de res- ponsabilidad cuando la película o la publicación contiene elementos más que suficientes para establecer una identificación. Otro aspecto de responsabilidad no dolosa por difamación es la responsabilidad en cascada establecida por ciertas leyes sobre los llamados delitos de prensa. La difamación ofrece más posibilidades de una comisión culposa que la injuria simple. La publicación de ciertos hechos más o menos personales o sensacionales respecto a personalidades ó celebridades, especialmente en la política, deporte, teatro y cine; el afán de servirse de estas celebridades para fines publicitarios de productos y marcas, etcétera, da lugar en la vida moderna a un mayor número de casos de difamación de índole culposa, especialmente en los países anglosajones. Ello ha conducido también a no pocos abusos. No han faltado personas que han vivido de la difamación, es decir, se han servido de la severidad de la ley y del automatismo que ésta otorga respecto a la indemnización, como de un medio de chantaje (24). Tales- abusos son más difíciles de ocurrir en aquellos países donde la industria publicitaria y las publicaciones sensacionales sobre artistas, políticos, deportistas, etcétera no tienen la falta de escrúpulos suficiente para aventar la vida privada de las personas. Por otra parte, no se olvide que el ataque al honor mediante difamación implica en los países anglosajones una reparación casi automática de daños. Esta valoración económica de los ataques al honor o a la reputación no se halla, ni mucho menos, tan extendida en los otros países donde es frecuente que, como indemnización, se pida una cifra puramente simbólica. En Inglaterra, el ganar una causa de difamación con una indemnización que'pudiera considerarse como más o menos simbólica o sin el pago de las costas, es considerada como algo equivalente a la admisión de la verdad de la -afrenta hecha. Vemos pues que las formas de la difamación en cuanto a la culpabilidad.se refiere, se hallan en relación directa con las formas de vida. Son éstas las que en suma acaban por imponerse si el legislador no las tiene debidamente en cuenta. Decimos debidamente, porque aquél debe ser en todo caso prudente en el aumento de las diferentes modalidades de la culpabilidad. Tina admisión demasiado amplia de aquéllas puede dar lugar no sólo a abusos, sino también a un descrédito de la función penal. Con respecto a las modalidades y medios, (24) V. entre otros algunos de los casos cita- dos por Dean, op. cit. la comisión de la difamación suponía, históricamente, el uso de un medio de comunicación con carácter de cierta permanencia. Se creía entonces que esta última aseguraba automáticamente una mayor publicidad. Con el adelanto de ciertos medios de publicidad y difusión, una tal exigencia ha perdido un tanto su valor. Lo que importa ahora no es la permanencia física del me- dio, sino si, con independencia de aquella condición, se logra una divulgación efectiva. En suma, aunque la exigencia de permanencia tiene aun en ciertos supuestos un valor, especialmente cuando la misma significa una mayor o menor perpetuidad de la difamación, actualmente es más la efectividad de la divulgación, cualesquiera sean los medios empleados, lo que en no pocos casos da lugar a la difamación. Los códigos penales aquí considerados reflejan esa correlación entre Técnica y Derecho penal y muestran la inutilidad de que éste se sirva de criterios descriptivos o enumerativos al referirse a los medios que pueden utilizarse en la comisión de delitos. Así, mientras el Código penal de Haití todavía mantiene casi exclusivamente la importancia del medio de comunicación impreso, los de Brasil, Méjico, Uruguay y Venezuela no hacen en sus definiciones específicas referencia a los medios típicos de cometer la difamación. Con todo, los dos últimos mencionan como formas separadas el servirse del documento público. Más ingenuamente el Código penal peruano emprende la inútil tarea de una enumeración de medios. Ante el aparente carácter de numerus clausus -de la enumeración, podría preguntarse si en Perú la ofensa al honor hecha por radio, en televisión o mediante películas puede constituir una difamación. En principio, parece que no. Cabe entonces preguntarse si constituiría injuria. Parece que ello sería posible a condición de que la injuria no signifique la presencia o el cara a cara del ofensor y ofendido como requisito de la misma ( 2B ). III. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO Aunque en términos generales, la injuria, la calumnia y la difamación son consideradas como delitos contra el honor, sólo los códigos penales de Argentina, Brasil, Cuba, Guatemala, Honduras, México, Perú y El Salvador contienen este título, elevando así, . específicamente, el honor a la condición (25) Algunos códigos penales con una apariencia de modernidad más aparente que real mencionan la radio al ocuparse de la calumnia y de la injuria. V. arts. 334 y 511 de los códigos penales de Colombia y Cuba, respectivamente. El primero menciona también el cinematógrafo. de un bien jurídico penalmente protegido (2fi). El Código penal del Paraguay se aparta un tanto de dicho sistema al calificar el título correspondiente de delitos contra el honor y la reputación. Otro grupo numeroso de códigos: Chile, Costa Eica, República Dominicana, Haití, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico y Venezuela, no usan título alguno especial y tratan de los referidos delitos bajo el epígrafe general de delitos contra las personas. Bolivia usa el título de delitos contra la honra, la fama y la tranquilidad de las personas; un tanto cercano a dicha concepción se halla el de Ecuador, que emplea el título de delitos contra la honra. Por último, dos códigos penales, el de Colombia y Uruguay, usan títulos más lejanos de los anteriores; el primero el de delitos contra la integridad moral, y el segundo, el de delitos contra la personalidad física y moral del hombre. Las diferencias señaladas son más aparentes que reales. Con respecto a los códigos de Colombia y Uruguay sus títulos no son más que una etiqueta más o 2 menos novedosa con un contenido clásico ( ?). Las dificultades surgen cuando se trata de determinar lo que debe entenderse por honor a los efectos penales. Para no pocos autores del pasado y aun del presente, existen dos conceptos del honor: subjetivo y objetivo. Subjetivamente significa: a) la representación o concepto que una persona tiene de su propio valer o valor 'conciencia del honor); y b) la vo- luntad para la conservación o mantenimiento de dicho valer o valor (sentimiento del honor) ( 2 S ). Una posición extrema en este sentido fue la mantenida por Carrara, para quien los del.'.'js contra el honor son delitos naturales ya que el bien que por esta (26) Recuérdese que, aunque no todos estoá códigos penales contienen el delito de diíanmción, el mismo puede ser embebido en la injuria o en la calumnia, según los casos. (27) La incongruencia del término "integridad moral" es visible si se tiene en cuenta que el texto colombiano no admite la prueba de la verdad respecto a la imputación de ciertos hechos inmorales (delitos contra las buenas costumbres). Es decir, el Código protege aquí una ausencia de integridad moral que por otra parte parece exigir de todos y cada uno. Por lo que se refiere al de Uruguay, baste decir que el término personalidad moral puede interpretarse diversamente, no pudiendo tal expresión ejercer la función de conocimiento y concreción asignada a los títulos o capítulos de un código. Aunque moral y Derecho se hallan íntimamente relacionados, parece erróneo elevar a la categoría de bien jurídico penalmente protegido la moral, bien exgiendo su integridad, bien protegiendo el ambiguo concepto personalidad moral. En todo caso, los contenidos atribuidos a la moral 3 pectos. (28) V. Prank. op. cit., pág. 388. clase de delitos se quita al hombre, no proviene de la co-asociación, sino verdaderamente de la ley de la naturaleza. Para Ca~ rrara, el honor es inherente a la propia personalidad ( 29 ). En sentido objetivo,-el honor puede ser considerado: a) como el valor que una persona tiene (honor interno); y b) como el concepto que los demás tienen sobre el valor o valer de una persona (honor externo, fama, consideración) (so). Conforme a esta distinción, no faltan cpiniones que se inclinan a considerar que la injuria es un delito contra el honor subjetivo, mientras que la difamación y la calumnia lo son contra el objetivo. Aunque aparentemente satisfactoria, esta división difícilmente puede ser mantenida. Al igual que acontece con todo bien jurídico penalmente protegido, no todcs los aspectos del honor son tenidos en cuenta per el Código penal. Lo que éste protege es una determinada extensión del concepto del honor contra ciertos ataques y no contra todo ataque. Esa extensión del honor penalmente protegida es cada vez más de índole objetiva, más y más el resultado de una convivencia social regida por un sistema de valores, a su vez, resultado de una complejidad de apreciaciones. Estas no son más que expresión de la inter-acción de una serie de factores de muy diversa naturaleza que afectan tanto al individuo como a la sociedad y en los que, a su vez, ésta y aquél juegan un papel que no es siempre fácil deslindar. Así, por ejemplo, el factor económico influye en el individuo y en la sociedad, pero su actuación puede ser modificada por la acción respectiva de ambos. Cuando la sociedad se hallaba más o menos claramente deslindada en clases sociales: nobleza, clero, burguesía, pueblo, etcétera, cada grupo social, aunque participando en la formación del sistema general de valores, tenía a su vez, dentro de si propio, un diferente concepto respecto a un mismo valor. Así, con respecto al honor, aunque éste era patrimonio de todcs, la nobleza no sólo tenía un concepto propio un tanto distinto del honor en general, sino también con respecto al honor sentido y mantenido por los otros grupos sociales. Esta diversidad explica cómo el concepto de honor de un grupo se hallaba más bien representado por la conciencia y sentimiento del honor de dicho grupo, como una clase que, por el valer atribuido al grupo mismo. También, como defendiendo celosamente ese honor de grupo, un miembro del mismo podía cometer ataques contra el honor de un miem(29t V. Carrara, § 1702. V. Frank. ibíd. bro de otro grupo inferior sin ser por ello siempre considerado como reo de una injuria. El ofendido, sin embargo, era respecto a su propio grupo, injuriado. A medida que la sociedad se transforma, estos conceptos grupales del honor de índole subjetiva tienden a desvanecerse y en ciertos países a desaparecer completamente. Hoy día, en no pocos países, el ofender el decoro de una mujer se halla igualmente penado, cualquiera que sea su condición social. Por otra parte, difícilmente se consideraría hoy como injuria el no observar ciertas reglas de precedencia o el no usar el debido tratamiento o título al dirigirse a determinadas personas. Poco a poco, el individuo ha ido perdiendo la protección penal de un sentimiento subjetivo del honor referido a su grupo o a sí mismo. Por ctra parte ha ido adquiriendo un sentido valorativo del honor de índole social. Tal evolución, no significa que un sentimiento y conciencia individual del honor hayan desaparecido, sino solamente que el honor penalmente protegido es más, el derivado de un concepto social: apreciaciones y valoraciones de terceros que auto-apreciaciones o valoraciones del individuo mismo. Una tal evolución es visible en los códigos penales y ello pese a que en no pocos de éstos, subsisten aún conceptos subjetivos del honor como reflejo de una clase social. Esa objetivación del honor a efectos penales es todavía más visible en los países anglosajones, donde la injuria ha sido relegada al campo civil en no pocos casos o su importancia penal considerablemente reducida cuan comparada con la difamación. En los países iberoamericanos, Costa Rica ofrece un caso interesante al regular en el Código de Policía y solamente como faltas contra el honor, la injuria y la calumnia. Esa necesidad de tener en cuenta lo que por unos se llama honor externo u honor en sentido objetivo y que nosotros preferimos considerar como concepto penal del honor, es también visible en otros códigos penales. Así, por ejemplo, en el de Bolivia, que define la injuria como todo acto hecho, toda palabra dicha con intención de deshonrar, afrentar, envilecer, desacreditar, hacer odiosa, despreciable o sospechosa, o mofar o poner en ridículo a otra persona, siempre que efectivamente el acto, hecho o palabra sea bastante para poder causar algunos de estos efectos en la opinión común, o en la más generalmente recibida entre las gentes del pueblo en que se comete el delito. Una interpretación análoga es la que merece la clásica definición de la injuria como toda expresión proferida o acción ejecuta- da en deshonra, descrédito o menosprecio de una .persona. En contra de lo que se hasostenido por algunos, dicha redacción no contiene ningún elemento subjetivo del injusto no cabiendo por tanto ver en ella la exigencia de un animus iniuriandi. Esta objetivación progresiva de la injuria y en términos generales de los delitos contra el honor es la lógica consecuencia de la función protectora atribuida al Derecho penal. Este debe evitar en lo posible el convertir sentimientos subjetivos referidos a un grupo o clase, en bienes jurídicos. Por otra parte, la objetivación de los bienes jurídicos no significa deshumanización del Derecho penal y sí simplemente que puras apreciaciones subjetivas sólo deben ser admitidas excepcionalmente y ello no por su incorporación en el tipo legal, sino mediante un adecuado arbitrio judicial que permita apreciar las circunstancias personales de cada caso. Tal como generalmente es construida, la difamación refleja esa índole social del concepto del honor, ha dado lugar a los conceptos de reputación, fama o consideración que significan una íntima relación con la comunidad o grupo a que se pertenece. Aunque la reputación o fama son en cierta medida el producto de una continuada conducta individual que cubre una pluralidad de aspectos: familia, profesión, negocios, etcétera, una y otra son en realidad concedidas por el grupo o comunidad al individuo y no creadas por éste sólo. Lo que éste crea es una conducta conforme a un cierto cisterna-de valores. La concordancia de dicha conducta y el sistema da lugar a la reputación. Que ésta sea merecida o no, constituye otro problema. En el fondo, lo que a la sociedad le interesa respecto a la función penal, es una conducta adaptada a ciertas normas, aunque el individuo tenga ideas criminales, inmorales o de otro orden. Por tanto, si el individuo tiene una buena fama o reputación, esto basta para que aquél sea penalmente protegido. Esa referencia a terceros, en suma, o un grupo social más o menos determinado en el que uno se mueve o actúa, es visible en las expresiones generalmente utilizadas por los códigos penales que hablan de deshonra, descrédito, menosprecio, fama, mofa, exponer a la animadversión, desprecio público, atentar a la consideración, etcétera. Es esa relación de consideración entre el individuo y el grupo a la que la difamación, al igual que la injuria, se refiere. IV. LA PRUEBA DE LA VERDAD La prueba de la verdad en los delitos contra el honor, ha sido y es uno de los cam- pos más fértiles de discusión. Brevemente expuestas las teorías se resumen así: a) las que niegan toda admisión de prueba dada la índole especial del bien jurídico protegido; b) las que propugnan una admisión general de la prueba en virtud de un interés social, y c) las intermedias' que admiten la prueba sólo en ciertos casos. Las últimas han prevalecido en la mayoría de las legislaciones. Una prohibición absoluta correspondería a una concepción extremadamente subjetiva del honor que no puede sostenerse ya. Los partidarios de un régimen general de prueba hablan de la necesidad de proteger o defender la verdad o el interés público o social. La respuesta a tales puntos de vista sólo puede derivarse de la naturaleza de la función del Derecho penal. Aquélla tiende a proteger al individuo y a la comunidad no contra todo ataque, sino contra ciertos ataques de índole grave. La extensión de dicha protección se halla relacionada con la jerarquía del bien jurídico que se trata de proteger penalmente. Por tanto, aun admitiendo que la verdad y el interés social o público, son importantes, ello no significa que la protección de una y otra dé lugar a una derogación de la protección penal de un bien jurídico determinado. Asi, aunque el conocimiento de la verdad es importante, al Derecho penal no le interesa ese conocimiento más que en ciertos casos. La' determinación de éstos a título de excepción, viene dada al sopesar la importancia de dichas excepciones con la atribuida a la protección penal de ciertos bienes jurídicos. Así, respecto a la regla general de la protección social del honor el hecho de que lo que se impute sea verdad respecto a un individuo, interesa mucho menos que cuando lo imputado es verdad respecto a la función pública. Lo mismo cabe decir en cuanto a la tesis de que el interés social o público exige, como regla general, la prueba de la verdad. Dicho interés ha sido ya tenido en cuenta por el Derecho penal, pero no en forma total o absoluta. Otra cosa sería convertir el Derecho penal en un Derecho de finalidad político-administrativa, cosa que, por desgracia, acaece aún en ciertos regímenes. Teniendo en cuenta lo anterior puede mantenerse que el decir la verdad puede constituir injuria. También que, en no pocos casos, al interés social no le importa saber si el señor X cumplió una condena o si la señora Z, al presente dama respeta ble, fue en el pasado una meretriz. En esto, el Derecho canónico, aunque más tarde ad mitió ciertas excepciones, mantuvo la buena doctrina de que no debe admitirse la divulgación o publicidad de hechos deshonrosos, aunque sean verdaderos. Dicho punto de vista se ajusta a las necesidades de la convivencia social que, por razones que aquí no pueden ser examinadas, no exige la verdad, especialmente la dura y cruel, sino cuando la misma es necesaria. Vida humana significa relación y ésta exige una serie de convencionalismos que no necesitan basarse en la estricta verdad. Proteger el interés público o social a ultranza, lleva a serios peligros y daños para los derechos humanos. Algunos autores, como Florián, llegan a extremos que no pueden admitirse. Para dicho autor, no cabe una distinción entre personalidad pública y privada de las personas, ya que psicológicamente la personalidad es una. Consecuentemente, niega que quien en la vida privada es un mal padre pueda ser un buen funcionario. Para Florián el hombre es honesto o deshonesto en todos los aspectos de su múltiple actividad ( 31 ). Llevado de .sus concepciones positivoides y fascistas, Florián llega a la conclusión de que todo antisocial debe ser desenmascarado y de que como parte de una función social, la prueba de la verdad debe ser admitida (32). Los razonamientos de Florián no tienen en cuenta el que un mal funcionario puede ser un excelente padre o marido, en suma que, si bien la personalidad es una, esta unidad no es lineal, sino estructural. Esto explica por qué el hombre actúa muy diversamente en los distintos aspectos y situaciones de la vida. Esa diversidad no significa contradicción, sino complejidad de las reacciones de la personalidad humana. Por lo antedicho, cabe afirmar que es igualmente erróneo identificar la admisión general de la prueba de la verdad con una concepción democrática. Probablemente, la democracia sufriría con una tal admisión. Añádase que un sistema democrático no exige el que en todo momento las personas puedan decirse la verdad respecto a su pasado o presente. Sin recurrir a tales acciones individuales, el sistema democrático ofrece los medios necesarios para exigir responsabilidades o para prevenir la inmoralidad o deshonestidad en los casos donde tales cosas deben prevenirse. Tampoco resulta conveniente el decir que, con un sistema de prohibición o con uno (31) V. Florián, op. cit.. págs. 442 y slgs. (32) Florián parece pretender que su punto de vista, que no fue el seguido por el Código penal Italiano de 1931, es el que verdaderamente se ajusta a la doctrina fascista. En esto también se equivocó, pues al adoptar prácticamente un sistema de prohibición, el referido Código no hacía mis que proteger la función pública fascista. intermedio, lo que se hace es facilitar el mantenimiento de falsas reputaciones o famas. Se olvida aquí nuevamente la función del Derecho penal, que no consiste en mantener toda la verdad en todo momento y en toda circunstancia. Si existen reputaciones que no son merecidas, el problema es ajeno al Derecho penal, de la misma manera que lo es el nombrar como jueces o magistrados a personas que no debían serlo. Añádase que una generalización de la prueba de la verdad no haría más que facilitar la extorsión o el chantaje. En suma, una concepción penal del bien jurídico honor, aunque esencialmente social no significa necesariamente la 'admisión general de la prueba de la verdad. Al contrario, dadas las características y necesidades de la vida social, dicha concepción exige un sistema de prohibición con razonables excepciones admitiendo la prueba de la verdad en ciertos casos. La dificultad estriba en determinar cuáles deben ser éstos. Como cuestión previa cabe preguntarse si cabe hacer una distinción entre la prueba de la verdad de un hecho y la prueba de la notoriedad de ese mismo hecho. Algunos códigos, como el peruano y el uruguayo, prohiben ambas clases de prueba, lo que puede crear la duda de si allí donde la prohibición sobre la notoriedad no existe, la prueba de la misma sería admisible. Aunque notoriedad significa que un hecho es público y sabido de todos, esa publicidad y conocimiento no significa necesariamente que lo que es notorio, es verdadero. En realidad, notoriedad y rumor público están demasiado relacionados para conceder al primero directamente y al segundo en forma indirecta, una relevancia penal. El Derecho penal exige más que notoriedad y si la difamación es la imputación de un hecho más o menos determinado pero generalmente grave, sería un contrasentido jurídico el pensar que la prueba de la notoriedad de un hecho podría ser suficiente para considerar como probado ese mismo hecho. A nuestro juicio, una referencia a tal distinción en los códigos penales es innecesaria. La misma no indica ni sabiduría ni buena técnica jurídica y sí sólo temor de una aplicación ignorante del texto penal (33). En los códigos penales antes utilizados como especímenes, la prueba de la verdad se admite en general cuando la difamación (33) El Código penal mejicano sigue un procedimiento menos criticable al establecer en su artículo 355 que no servirá de excusa de la difamación, ni de la calumnia, que el hecho Imputado sea notorio. va dirigida contra un funcionario o empleado público y la imputación se refiere a hechos concernientes al ejercicio de su función o cargo. En tal sentido, los códigos de Brasil, Haití, México, Perú, Uruguay y Venezuela, aunque usando diferentes redacciones, mantienen la excepción apuntada. Una excepción menos extendida, es la del artículo 351, II, del Código penal mejicano, que se refiere a cuando el hecho imputado esté declarado abierto por sentencia irrevocable y el acusado obre por motivo de interés público o por interés privado, pero legítimo y sin ánimo de dañar. Aunque no exactamente lo mismo, el Código penal peruano contiene en su artículo 190 una admisión de prueba basada igualmente en un antecedente procesal, al decir que la prueba se admite cuando por los hechos atribuidos estuviere aún abierto o acabado de iniciarse un procedimiento penal contra la persona ofendida. Casi las mismas palabras son utilizadas por el Código penal uruguayo al regular en su artículo 336 idéntica excepción. Esta es también admitida en el artículo 445 del Código penal de Venezuela. Un análisis de esta, más bien curiosa excepción, exigiría un tiempo y espacio del que no disponemos. Decimos curiosa porque la misma parece asumir que si una persona ha sido o es objeto de un procedimiento penal (:!4), prácticamente cualquiera puede difamarla, todavía más si por el hecho imputado existe un procedimiento judicial. En primer lugar, la existencia de un procedimiento judicial no significa necesariamente que el hecho judicialmente imputado sea cierto o que aun siéndolo, será probado. En este último caso, es como si no existiera; en segundo lugar, no será siempre fácil establecer una identidad legal entre Ib imputado en el procedimiento y lo atribuido o imputado en la difamación; en tercer lugar, la excepción ofrece al difamador una impunidad. Para lograrla bas- tará que un testaferro inicie previamente un procedimiento penal obteniendo así además y con el concurso judicial, una doble difamación. Frente a las observaciones hechas puede argüirse que si el difamador no prueba la verdad, puede ser condenado. Tal riesgo es sólo relativo y si se materializa es a través de una larga lucha procesal. Aun suponiendo una rápida decisión y condena, el daño (34) Algunos códigos, como los de México y Venezuela, DO mencionan específicamente la índole del antecedente judicial procesal, pero es lógico deducir que se reíleren a uno de índole penal. En otro caso, el alcance de la excepción sería por demás injustificado, especialmente habida cuenta cíe lo dicho en el texto. al honor ajeno suele persistir y por otra parte, dadas las penalidades generalmente señaladas a los delitos de difamación, el difamador puede obtener la remisión condicional de la pena. Lo acabado de exponer, no debe entenderse como un razonamiento en favor de un aumento de la sanción, sino como uno tendiente a mostrar la incongruencia de la excepción. ¿Cuál es el interés social en abrir sobre el mismo hecho un segundo procedimiento cuando el primero tuvo lugar o sa ha iniciado ya? Asistimos aquí al curioso espectáculo tíe una actitud emocional del legislador en contra del difamado, actitud que acredita aún la existencia de elementos primitivos en el encargado de hacer la ley. En yuma, el legislador, o más bien los redactores de los preceptos examinados, han racionalizado su emocional actitud mediante la hipótesis de que la existencia de un procedimiento penal pasado o presente indica automáticamente en el difamado un honor ya más o menos deteriorado y por tanto, merecedor de una menor protección penal. Dicha actitud y por ende, excepción, parecen difícilmente justificables. Otra excepción es la consignada en los códigos penales del Perú, Uruguay y Venezuela, según la cual la prueba de la verdad es admisible cuando el querellante pidiere formalmente que se establezca judicialmente la verdad. Esta excepción, es a nuestro juicio admisible, cuando se deja al juez la facultad de decidir sobre tal petición. Al no hacerlo así, se vuelve por otro camino a una concepción privativa de la justicia y del Derecho penal que debe ser evitada lo más posible. Una tal libertad de las partes puede además dar lugar a serios entorpecimientos en la administración de justicia. Añádase que cuando la difamación, como sucede en algunos códigos, puede referirse a una cualidad o a un hecho determinado o no, las dificultades de la prueba son realmente serias y dan lugar a largos y costosos procesos en los que no siempre la justicia y las partes salen bien paradas. Lo expuesto nos llevó, en la redacción del Proyecto de Código penal para Bolivia, a admitir como excepción si lo pidiere el querellante, salvo si el juez o el Ministerio fiscal, estimare improcedente la petición (38). Los códigos de Perú y Uruguay establecen que la .prueba será admisible cuando fuere evidente que el autor del delito ha obrado en interés de la causa pública. Reconocemos la atracción que esta excepción suscita en no pocos autores y textos pena(35) V. art. 453, op. oit. les. Para nosotros, tras larga reflexión, la creemos no sólo innecesaria, sino también peligrosa. Lo primero, en cuanto «na correcta interpretación de la excepción generalmente admitida: cuando la imputación fuere dirigida contra empleados o funcionarios públicos, sobre hechos concernientes al ejercicio de su empleo o cargo, puede absorber no pocos de los casos considerados como en favor de la causa o interés público. Para aquellos que no pueden ser adscritos, el ordenamiento jurídico ofrece medios más aconsejables que los que dan lugar a una difamación. Añádase que el convertir a toda persona en celoso vigilante del interés aludido es siempre un tanto peligroso y ha sido un medio que ha gozado siempre de no poca preferencia en regímenes no democráticos (36). El Código peruano parece complicar aún más las cosas al admitir la prueba de la verdad cuando la imputación difamante se ha cometido en defensa propia. Límites de espacio nos impiden examinar lo injustificado de una tal excepción. Por último, el mismo Código, en su artículo 190 introduce dos excepciones a las excepciones, al decir que no se admitirá en ningún caso la prueba sobre imputación de cualquier hecho punible que hubiere sido materia de absolución definitiva en el Perú o en el extranjero o sobre cualquier imputación que se refiera a la vida conyugal o a la de familia, o a un delito contra las buenas costumbres que no pueda perseguirse por acción pública o cuyaSPpersecución dependa de instancia privada ( O . (36) Esta fue la posición que sostuvimos en la redacción del proyecto para Bollvia, ya citado. Como una especie de compromiso se admitió la prueba cuando la misma afectare en forma notoria a la defensa o protección de un verdadero interés nacional o público. Dicha fórmula ofrece más garantías contra posibles excesos que las generalmente adoptadas por los. códigos penates.. (37) Una fórmula casi idéntica a la anterior, salvo en su parte final, se halla en el art. 335 del Código penal de Colombia, que prohibe también la prueba cuando lo imputado como calumnia es un delito contra las buenas costumbres. Lo malo es que este Código no contiene ningún título o capítulo o sección con dicha denominación, lo que da lugar a problemas que no sabemos cómo habrán sido resueltos. ¿Tuvo en cuenta el redactor colombiano para redactar esta excepción el corres- pondiente texto peruano? Si así fue, olvidó que en el último aparecen como delitos contra las buenas costumbres lo que el redactor colombiano prefirió llamar delitos contra la libertad y el honor sexuales. Este título, que también coincide exactamente con el usado por el Código peruano al regular el primer grupo de los delitos contra las buenas costumbres, plantea el problema de la V. CUESTIONES VARIAS En la imposibilidad de examinar detenidamente todas las demás cuestiones que la difamación presenta, nos limitamos en e&ta sección al examen breve de' algunas de " • / 1. Formas de comisión. Aunque, en principio,-la divulgación, elemento considerado como típico de la difamación, exige una acción, ello no excluye el que la misma pueda realizarse en ciertos casos mediante omisión. Esta, por sí misma, puede dar lugar a que lo que no debía divulgarse, lo sea como consecuencia de un omitir querido. 2. Sujetos activo y pasivo. En términos generales tanto uno como otro pueden serlo, la persona individual como la moral. Algunos códigos penales, como los de México y Perú, hacen específica referencia a ello. La posibilidad de que la persona moral pueda ser sujeto activo o pasivo de la difamación, muestra que el Derecho penal tisnde más y más a admitir la responsabilidad penal de las personas jurídicas. El problema a resolver es el de las sanciones aplicables a las mismas, lo que no es difícil. Dicha responsabilidad muestra igualmente la dificultad de basar el concepto del honor en una concepción subjetiva del mismo, ya que no parece fácil mantener tal concepción respecto a la persona moral. Lo que se protege en ésta es la estimación, consideración o reputación de que la misma goza respecto a terceros. Algunos códigos penales, entre ellos el de México, Uruguay y Venezuela, al ocuparse del ejercicio de la acción privada en los delitos contra el honor, admiten claramente que la difamación puede ser cometida contra la memoria o reputación de los difuntos. Esta posibilidad muestra una vez más, la dificultad de construir los delitos contra el honor sobre la base de un derecho subjetivo o como un sentimiento subjetivo referido a sí mismo. 3. Aspectos procesales. La difamación como parte del grupo de los delitos contra el honor, es un delito perseguíale sólo a instancia de parte. En los casos en que la misma va dirigida contra los jefes de Estado, instituciones o corporaciones del misellas..' pendientes? Un examen del contenido de los artículos bajo dichos epígrafes, no nos ha permitido determinar cuándo el honor sexual es el bien Jurídico en causa. Una interpretación podría ser el considerar que la violencia carnal de una mujer virgen supone un ataque a su libertad y a su honor sexual. Sin embargo, cabe admitir que una distinción entre el honor en general y el sexual mujer virgen no es necesariamente honesta. A más en particular, y en suma, en qué consiste este último. ¿Se refieren dichas expresiones a un solo o a dos bienes Jurídicos relacionados pero inde- digo colombiano autoriza la distinción, al hablar de mujer virgen o de irreprochable honestidad. de apoyarse en la realidad de ciertos casos, el Có- mo, etcétera, el ejercicio de la acción corresponde al Ministerio público. Algunos códigos penales, como el mejicano, mencionan los casos de difamación contra una nación o gobierno extranjeros o contra sus agentes diplomáticos. En general, el ejercicio de la acción en estos casos corresponde igualmente al Ministerio público. 4. Exenciones. En general, se entiende que no hay lugar a difamación cuando se manifieste un parecer crítico sobre una obra literaria, artística o científica. El Código de México habla también de obra industrial. Tampoco suelen dar lugar a la acción por difamación cuando ésta se comete en escritos presentados en un procedimiento judicial, ni en los juicios desfavorables emitidos por un funcionario público en apreciación o información formulada en el ejercicio de los deberes del cargo. Cabe preguntarse si estas y otras excepciones merecen ser reguladas -separadamente de las causas generales de justificación: ejercicio de un derecho, deber, oficio o cargo. A nuestro juicio, dichas especificaciones son innnecessarias y su omisión aligeraría la regulación de los delitos contra el honor, que es, además, casuística y pesada en no pocos códigos penales. ^ 5. Relación con otros delitos. La difamación no se halla sólo relacionada con la injuria y la calumnia, de las cuales, en verdad no es más que un aspecto, sino también con otros delitos tales como el falso testimonio, la acusación o denuncia falsa, la revelación de secretos, el quebrantamiento del secreto profesional, etcétera. En no pocos casos puede darse un concurso delictivo de no fácil solución. Algún código, como el de Haití, regula la revelación de secretos juntamente con la difamación, la calumnia y la injuria. VI. CONSIDERACIONES FINALES A nuestro juicio, el delito de difamación como un tipo delictivo aparte no tiene razón de ser, como no lo tiene tampoco la calumnia. Ambos pueden perfectamente ser subsumidos en la descripción penal de la injuria. Este es el punto de vista que mantuvimos en el proyecto de Código penal para Bolivia. Un análisis de los códigos penales aquí examinados, lleva asimismo a idéntica conclusión. Las diferencias entre injuria, calumnia y difamación son puramente circunstanciales y su mantenimiento da lugar a una regulación casuística, confusa y larga. Dicha regulación crea problemas innecesarios y en suma significa mantener un sistema de delitos contra el honor que no corresponde a las necesidades y a la técnica actuales. No pocas de las regulaciones de los códigos penales examinados revelan supervivencias emocionales que el Derecho penal moderno debe evitar. Sabemos que el acusado individualismo de los pueblos latinos podría usarse como argumenta para justificar el mantenimiento de una regulación de estos delitos en la que el.sentimiento subjetivo del Iionor juega aún un papel importante. Reconocemos que dicho razonamiento tiene una cierta fuerza, pero ésta es derivada de ciertas supervivencias que sería deseable atenuar en vez de reforzarlas con preceptos penales. Desde un punto de vista técnico creemos haber mostrado suficientes ejemplos para concluir que una simplificación de los artículos sobre delitos contra el honor parece ser necesaria. El Código penal mejicano contiene nada menos que veinte artículos, algunos de ellos con tres o cuatro párrafos, lo que parece excesivo si se tiene en cuenta que sólo otros dos títulos: el de delitos contra la vida y la integridad corporal y el de delitos contra el patrimonio, contiene más artículos que el que nos ocupa («S). El estudio de los preceptos penales sobre los delitos contra el honor da a veces !a impresión de una preocupación temerosa en el legislador. Este, o en su caso los redactores efectivos de los textos, se da cuenta de la importancia de ciertas supervivencias respecto al honor y de la necesidad de proteger a este último, sin por otra parte querer dar demasiada entrada a dichas supervivencias. De estos dos deseos o fines, nace un casuísmo legal, no siempre feliz, que suele caracterizar la regulación de los delitos contra el honor. A nuestro juicio, la solución podría hallarse en la facultad de dirección inherente a la función legisladora. Esta no significa sólo recoger o mantener todo lo que la vida social ofrece, sino más bien seleccionar 'aquello que debe ser elevado a la condición de bien jurídico penalmente protegido. 2sa selección supone también encauzamiento y dirección. Estos aspectos del Derecho penal, que, a nuestro juicio, forman parte de la Sociología del Derecho penal, ya mencionada, no han sido debidamente estudiados, pero, sin duda, son los que juntamente con la técnica jurídica, justifican una me(38) Este y otros ejemplos de otros países, muestran el interés que tendría el estudio comparativo de los títulos y contenido de los códigos penales a efectos de una Sociología del Derecho penal que no cabe identificar con la Sociología criminal. jor economía en la formulación de los tipos penales. BIBLIOGRAFÍA (se cita sólo lo consultado en este trabajo).— Mommsen, T., Derecho penal romano, Madrid, s/£. — Biaza, E., El Derecho penal de las Partidas, Madrid, 1822. — Gutiérrez, J. M., Práctica, criminal, t. 3, Madrid, 1828. — López-Rey, M., Un práctico castellano del siglo XVI, Madrid, 1935. — Carrara, F., Programa del Curso de Derecho criminal, "Parte especial", t. 8, Bs. Aires, 1946. — Florian, E., Injuria e diffamasione. 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Equivalía en el Derecho de familia a la potestad del pater familias, cuanto más antigua la fecha que se considere, más absoluta y arbitraria. Las noticias importantes sobre esta clase de matrimonios y la concesión de la manus, por su intermedio, se obtienen a través de las fuentes clásicas y, especialmente Gayo, entre los jurisconsultos. (V. Gayo, I, párrs. 110 y sigs.) El efecto civil de la manus, era hacer salir a la mujer de su familia para que ingresara a la del esposo. La potestad asi adquirida sólo se extinguía por causales de divorcio contra el marido. Se debía tener en cuenta, en tales casos, la forma en que se hubo realizado el matrimonio: si se realizó por confarreatio o por coemptio. En el primer caso, la ceremonia que disolvía la unión solemne anterior era la diffarreatio. En el segundo caso, como se había supuesto una venta, la ceremonia contraria significaba una reventa fingida o remancipatio. La mujer romana, en esas condiciones podía obtener su divorcio, según la causal legítima que alegare, mediante estas ceremonias religiosas consagratorias de su voluntad de separarse definitivamente. De este modo la sujeción de la manus debía ser, obligatoriamente, renunciada por pi marido repudiado. En su lugar correspondiente se describió la ceremonia de la confarreatio, para consagrar un matrimonio patricio. Se debe dejar constancia que esta forma de matrimonio fue de uso excepcional, por lo limitado, en cuanto a las personas y al sentido religioso que se le daba en la antigua Roma (época de la monarquía y primeros tiempos de la República). De ahí, que también la ceremonia de la diffarreatio fuera rarísima y las fuentes no citan ningún caso real, aunque debió suceder, a estar a las noticias que dan los clásicos latinos. Consistía esta ceremonia en un sacrificio solemne celebrado en casa del esposo, delante de los pontífices. La mujer renunciaba al culto doméstico de la casa del marido y contrariamente a lo hecho en la anterior ceremonia de la confarreatio, donde los esposos se hacían promesas recíprocas, en esta oportunidad la renuncia se hacía por medio de imprecaciones contra el es^ poso. Con la equiparación de las clases patricias y plebeyas en el ius connubium, hecho producido a raíz de la legislación plebiscitaria promovida por el tribuno Canuleyo, en .445 a. de J. C,, lo que motivó la lex Canuleia, desapareció el fundamento de estos matrimonios con formas exclusivas y el desuso fue total desde entonces, en épocas avanzadas de la República. (A. V. S.) DIGESTO.* En el concepto de digesto, junto a la clásica significación de compendio de las instituciones de la legislación civil del Derecho romano, existe también en la terminología jurídica actual para calificar la compilación de decisiones emanadas de una autoridad administrativa. En este sentido, comprende lo que en Derecho administrativo se denomina legislación secundaria, dictada por el Poder adimnistrativo y que alcanza a los decretos, las resoluciones ministeriales y los reglamentos de ejecución, autónomos o independientes; los estatutos administrativos, las ordenanzas, y en general, toda decisión originada en un acto administrativo emanado de una autoridad de la Administración pública, centralizada o descentralizada.. La confección y publicación de estas recopilaciones, no obedece a normas preestablecidas; sino qué la repartición pública suele dictar su digesto para facilitar la tarea de los funcionarios y 'el conocimiento de los administrados, del conjunto de normas que rigen ciertos actos administrativos. En Argentina tiene mucha importancia la publicación del Oigesto Marítimo, que contiene las * Por el Dr. OWSN G. USINCER. disposiciones sobre la política marítima y rrespondía extractar aquellas proposiciones fluvial y las normas de navegación; y en- fundamentales del Derecho civil. Asimismo, tre las reparticiones autárquicas, los diges- encareció el mayor cuidado en la coordinatos de las Universidades y^ aun de las Fa- ción para evitar ias antinomias y'poner los cultades que integran dichas entidades. fragmentos compendiados en armonía con Estos digestos reúnen las resoluciones y el Derecho de la época. . ordenanzas de los Consejos Directivos y Los miembros de la comisión trabajaron todas las que en orden a la enseñanza uni- en el palacio imperial durante tres años, versitaria provengan del ministerio respec- distribuyéndose las tareas en varias subtivo del Poder Ejecutivo nacional. comisiones que presidían Teófilo, Cratiano, - En el Derecho romano, el Digesto apa- Doroteo y Anatolio en mérito a que eran rece como el primer código que poseyeran además profesores de Derecho. En las delilos romanos, desde aquel núcleo funda- beraciones participó también Justiniano, de mental que constituyera la Ley de 3as Doce origen dálmata y muy versado en latín, Tablas, dictada durante la República al que había recibido en su juventud una esparecer hacia el siglo v a. de J.C. Desde esa merada preparación superior en las cienépoca se fueron sumando las leyes aproba- cias cultivadas por los romanos. La labor das en los comicios republicanos, los sena- demandó la revisión de unos dos mil volútusconsulta, los edictos de los pretores, la menes correspondientes a los comentarios jurisprudencia y las constituciones impe- de jurisconsultos romanos antiguos, que hariales. Recién en el siglo vi, esta legislación bían obtenido la concesión del jus responromano-bizantina, constituida por millares dendi y que sumaban unos tres millones de disposiciones dispersas y a veces contrade versículos o sentencias, Bobre' ellos fuedictorias, aunque todas con igual fuerza de ron redactando una compilación compuesley, fue organizada y coordinada merced al ta por estractos, logrando de esta manera empeño de Justiniano I, emperador del Im- reducir los volúmenes a uno solo, que comperio de Oriente y bizantino. Con este ob- prend.a 50 libros, divididos en siete partes jeto encargó Ja codificación tíe la legisla- y bajo 422 títulos aparecieron clasificadas ción civil romana a una comisión de juris- 9.123 leyes, conservando en cada una el consultos que designó por la Constitución nombre de su autor; y los versículos fueDeo Auctorex del 15 de diciembre de 530: ron resumidos a su vez en 150.000. En la primera parte se agrupó bajo el confiando la presidencia a su ministro de Justicia Triboniano, cuestor de palacio que título de Frota, las doctrinas generales; era oriundo de Sida, ciudad de la antigua en la segunda, llamada Judiéis, las acciones comarca de Panfilia, situada al sur del Asia reales; y en la tercera, De rebus y con el Menor. La personalidad de este jurista subtítulo Rebus credltus, todos los contraoriental sobresalía entonces, por el domi- tos, excepto las estipulaciones. El título nio del Derecho que había demostrado te- Ltt>ri singübris encabezó tanto a la cuarta ner a través de su larga práctica forense parte, que abarcaba todo lo referente a] y sus amplios conocimientos del latín; pero matrimonio y la tutela, como a ¡a quinta también reunía cualidades de literato, sóli- parte, sobre testamentos y legados. Los dedos conocimientos de las ciencias de go- más temas del Derecho figuraban en las bierno o políticas y notable versación en partes sexta y séptima, pero sin denominamatemáticas y astronomía. De su valiosa ción especial. La división en partes no ha y bien dotada biblioteca, la comisión ob- tenido tanta importancia práctica como la tuvo los manuscritos que fueron objeto de agrupación por libros, que tienen también sus correspondientes títulos, con excepsu estudio. En calidad de colaboradores de Triboniano, se nombraron a los jurisconsul- ción de los libros 30, 31 y 32, que tratan de tos Teófilo, profesor de Derecho en Cons- los legados y fideicomisos; temas que están citados en forma especial. tantlnopla; Doroteo, profesor en Berytha; Todo el ordenamiento de las materias en Cratino, Anatolio, Constantino Esteban, Timoteo,. Menna, Proscio, Eutolomio, Leóni- capítulos y artículos fue realizado metódidas, Leoncio, Platón, Jacobo, Constantino camente y con notable rigor científico, observando estrictamente las fuentes de dony Juan. Al fijar el cqmetido de dicha comisión, de había sido extractada cada una de las Justiniano señaló que haciéndose debida- disposiciones y escribiendo al pie la cita mente cargo de la imposibilidad material. pertinente: particularmente de los antiguos para lograr con fines útiles una sistemati- jurisconsultos romanos. Estas referencias zación que alcance el sinnúmero de casos han servido de valiosos testimonios para y do decisiones existentes; y si bien los restaurar muchos de los originales utilizajurisconsultos debían examinar todas las dos por la comisión de Triboniano, que dafuentes del Derecho romano, solamente co- taban de los tiempos de la República y del apogeo del Imperio romano y que desaparecieron en el transcurso de los años. La obra fue terminada después cíe tres años de labor en diciembre de 533, publicada el día 16 y empezó a regir con fuerza de ley para todo el Imperio de Oriente el 30 de diciembre del mismo año. Se la tituló D'tgesto sive Pandecta juris, indicando COK el nombre de digesto o "asuntos ordenados", que las leyes estaban allí clasificadas con método, y con la palabra de origen griego pandectas u "obra que abarca todo", que incluía toda la jurisprudencia romana. Justiniano, al promulgar el Digesto, dictó una serie cíe reglas, como la pérdida de toda autoridad jurídica de las decisiones de los antiguos jurisconsultos romanos, que no figuraban en el código: ¡a prohibición de comentarlo, para evitar que sobrevengan controversias; y a los copistas prescindir de abreviaturas al transcribirlo, y a los intérpretes hacer su traducción únicamente palabra por palabra. En cuanto a las copias manuscritas en idioma extranjero, fueron. permitidas únicamente las realizadas en griego, cuya traducción también tenía que ser literal. Por último, autorizaba a hacer sumarios o índices para facilitar el uso del Digesto en li,. práctica forense, y aun en este sentido, completar laa disposiciones de un título haciendo un renivtnen de las normas que así lo permitían y que figuraban en otros títulos, pero correspondientes siempre a la misma materia. Todas estas sabias prevenciones no impidieron, sin embargo, que en la práctica surgieran soluciones y , dictámenes fundados en las disposiciones del Digesto, pero en franca oposición a sus propias normas. Tan- frecuentes como importantes fueron estas contradicciones, que para remediarlas se dictaron las conocidas por "50 Decisiones de Justiniano", Algunas, desde luego las menos comunes, habían quedado inadvertidas por sus autores en el Digesto; pero las más provenían de la inteligencia de los mismos textos, por quienes convertían las interpolaciones realizadas por la comisión de Triboniano, en alteraciones que terminaban modificando el contenido de sus disposiciones. El fenómeno se reagravaba con la consulta imprescindible que prestó el Digesto, si se tiene en cuenta que, además de la ventaja que significaba su ordenación metodológica, ya en la época de su aparición eran raras en Constaníinopla algunas obras de Derecho reputadas fundamentales. Estas dificultades tuvieron su origen en las interpolaciones que Triboniano y los juristas que le ayudaron en la tarea, se vieron obligados a introducir en cumplimiento de las instrucciones de Justiniano, de salvar toda antinomia entre las fuentes y el Derecho vigente en ese entonces. Estas modificaciones, realizadas en virtud de la autorización conferida a los compiladores por la Constitución Dea auctorex de Justiniano, y que fueron denominadas con el término tribonianisino, resultaban a veces difíciles de apreciar en todos sus alcances y con tal motivo se píoducían contradicciones con el texto del Digesto. Las alteraciones se prodigaron todavía con la difusión de las copias escritas en griego, donde se sumaron traducciones confusas de las interpolaciones originarias y el agregado de otras nuevas. ^ Se distinguen tres clases de ediciones del Digesto que, según las diversas lecciones' adoptadas, recibieron los nombres de lectio Florentina, lectio Vulgata y lecíio Nortea. La lectio Florentina, o littera Piscma, constituye ia reproducción de un manuscrito considerado el más antiguo e importante, y aun el más paro a pesar de sus incorrecciones, fisie códice sólo contiene las Pandectas y íué escrito sobre pergamino por copistas griegos en el siglo vn en Constantinopla; desde donde se lo transportó a Amalí'i. Conquistada esta ciudad en el 1135 por las fuerzas del emperador de Alemania, Lotario II. quien después de hallar el manuscrito resolvió donarlo a Pisa. En 1406 fue transportado a Florencia, que hasta la actualidad lo ha conservado en el museo de la "Biblioteca Lorenciana". Este códice, el único que ha subsistido, constituye el verdadero original cuyo texto ha servido para todas las copias y ediciones posteriores del Digesto de Justiniano. La lectio Vulgata, que fue escrita por los glosadores teniendo corno modelo un manuscrito que reproducía en general la Florentina y un- manuscrito al parecer original o muy antiguo, que luego desapareció. La lectio Narica, es un trabajo crítico basado sobre la Vulgata y la Florentina, cuya publicación se realizó en 1529 en Nuremberg, ciudad de donde viene su nombre. El descubrimiento de las interpolaciones en el siglo xvi, originó en Europa una serie de estudios y publicaciones, especialmente en Francia; y en el siglo xvín el romanista francés Photier realizó una notable edición en la que aparecieron reordenadas las leyes del Digesto, siguiendo una armónica clasificación metódica para los textos correspondientes a cada título. (V. DERECHO HOMANO [CIVIL].) BIBLIOGRAFÍA. —Blocli, L., Instituciones romanas, Barcelona, 1930. — Sclim, R., Instituciones de Derecho privado romano, Barcelona, 1928. — Seraflni, P.. Instituciones de Derecho romano, Barcelona, s / f . — Von Mayr, R., Historia del Derecho romano, Barcelona, 1926. — Ortolán, Explication hlstorique des ¡nstitutes de l'empereur Justinien. París, 1863. — Brenkmann, Historia Pandectarum, ütrech, 1722, — Savigny, M. P. C. de, Sistema del Derecho romano actual, Madrid, 1878. — Ulpiano, Cuerpo del Derecho civil o Digesto, Novelas e Institutos de Justiniano, Madrid, 1872. — Montreuil, Histoire du Droit ttyzantm, Paris, 1846. DIGNIDADES. CV. HONORES.) DIGNIDADES. (V. CABILDO ECLESIÁSTICO .) DILAPIDACIÓN. (V. PRODIGALIDAD.) DILATORIAS. (V. EXCEPCIONES.) DILIGENCIA.* SUMARIO: I. Concepto jurídico. II. Diligencias indicíales: a) Diligencias preparatorias y preventivas; b) Diligencias de tramitación o Instrucción; c) Diligencias de notificación y citación; d) Diligencias probatorias e informativas; e) Diligencias ejecutivas. III. Diligencias de instrucción en ia justicia militar. IV. Diligencias previas a la celebración • del matrimonio. V. Diligencias usuales en el comercio: a) Inscripciones en el Beglstro Público de' Comercio; b) Rúbrica de libros; c) Trámites relativos a la compraventa de casas de comercio, establecimientos industriales, etcétera; d) Trámites para la obtención de patentes de invención; e) Formalidades y trámites para adquirir la propiedad de marcas de fábrica, comercio o; agricultura; cretados. Y se caracterizan igualmente como diligencias a ciertos actos que realizan los escribanos públicos, tales corno la extensión de actas, la formulación de protestos y testamentos, el requerimiento de informes y certificaciones previas al* otorgamiento de una escritura de venta, la inscripción de títulos y documentos en los registros, de propiedades, mandatos y representaciones, etcétera. . Pero el vocablo es también aplicado con referencia a la actividad que realizan los particulares ante cualquier dependencia del Estado o ante un oficial público con el propósito, según el caso, de peticionar ante las autoridades, de requerir la prestación de un servicio público, de cumplir una obligación fiscal, de formular una denuncia, de solicitar una inscripción o certificación, de concretar ciertos actos jurídicos de registrar derechos reales o intelectuales, o de asegurar facultades jurídicas que eventualmente puedan ejercer en un proceso. Por lo demás, y aún dentro de un determinado procedimiento judicial, no todas las diligencias constituyen la ejecución o cumplimiento de una resolución judicial. Exis• ten actos —como la interposición de demandas y recursos o la formualción de defensas y requerimientos que efectúan los interesados en un proceso y otros como las f ) inscripción de contratos prendarios. investigaciones, búsqueda de antecedentes e indicios, secuestro de armas y detencioI. CONCEPTO JURÍDICO nes preventivas, etcétera, efectuadas por La significación más amplia y general del la autoridad policial ante la comisión de vocablo diligencia es la de cuidado, activi- un hecho delictuoso— que constituyen sendad, prontitud, prisa o desvelo en la ejecu- das diligencias de carácter procesal y no ción de un acto. se realizan en ejecución de resolución juEn el lenguaje forense se ha venido con- dicial' alguna sino en ejercicio de facultafiriendo al término un sentido por demás des o en cumplimiento de deberes determiestricto y específico: el de cumplimiento o nados por las leyes pertinentes. ejecución de un decreto o resolución judiAsimismo se emplea en Derecho el vocacial. blo diligencia con el primero y más amplio Sin embargo, es notorio que el actual sig- de los sentidos expuestos; es decir, como nificado jurídico del vocablo es mucho más cuidado, actividad o prontitud en el- cumextenso que esta mera acepción forense. plimiento de un acto a cuya realización se En efecto, se alude también con la palabra está obligado. El artículo 512 del Código cidiligencia a todo trámite que realizan los vil argentino lo usa con esta última signifuncionarios y empleados del Estado den- ficación al establecer: "La culpa del deudor tro de determinado procedimiento adminis- en el cumplimiento de la obligación, contrativo. Así, las investigaciones, los pedidos siste en la omisión de aquellas diligencias y recepciones de informes, las inspeccio- que exigiere la naturaleza de la obligación nes, las citaciones y emplazamientos, los y que correspondiesen a las circunstancias actos de ejecución de reglamentos y orde- de las personas, del tiempo y del lugar". La nanzas, los actos de ejercicio del poder de palabra diligencias que el texto legal empolicía, la instrucción de sumarios admi- plea, refiérese al deber de cooperar (dilinistrativos, las certificaciones e inscripcio- gentiam prestare) en todo lo que sea connes, etcétera, tienen el carácter de diligen- ducente al cumplimiento de la prestación, cias de función dentro de los respectivos Es, pues, aquí, sinónima de cuidado, de acprocedimientos en que esos actos son con- tividad y prontitud, según surge de la nota correspondiente al artículo citado. Todo lo expuesto nos permite conferir al * Por el Dr. JUAN CARLOS SMITH. vocablo en estudio tres acepciones jurídi- cas, a saber: Primera acepción: Diligencia es el cuidado, actividad y prontitud con que se realiza un acto al que se está jurídicamente obligado. Segunda acepción: Diligencia es toda actuación que realizan el juez, sus auxiliares o comisionados y las partes interesadas dentro de un proceso judicial o con relación a éste. Tercera acepción: Diligencia es toda tramitación que efectúan los funcionarios públicos en ejercicio de sus respectivas funciones y toda actividad que realizan los particulares ante las dependencias del Estado u oficiales públicos. II. DILIGENCIAS JUDICIALES Constituyen diligencias judiciales las actuaciones que realizan, dentro de un determinado proceso judicial, el juez, sus auxiliares o comisionados legales y las partes interesadas o sus representantes. Esta actividad, que en unos casos depende de la instancia de los recurrentes y en otros, del facultamiento legal de los jueces y funcionarios judiciales, encuéntrase regulada por las .leyes de forma. Por el carácter y función que tienen dentro del proceso en que son realizadas, esas actuaciones pueden clasificarse en: a) diligencias preparatorias y preventivas; b) diligencias de tramitación o instrucción; c) diligencias de notificación y citación; di/diligencias probatorias e informativas; e) diligencias ejecutivas. a) Diligencias preparatorias y preventivas. Constituyen diligencias preparatorias las actuaciones preliminares de un juicio que son realizadas con la finalidad de preparar o asegurar determinadas pruebas o comprobaciones que han de servir de fundamento para el ejercicio de una acción. Los juicios ordinarios pueden prepararse medíante la adopción de ciertas medidas contempladas, con algunas variantes, por los respectivos códigos de procedimientos. Los artículos 67 a 70 del Código de la Capital Federal establecen los siguientes actos preparatorios que puede requerir el que pretenda demandar: 19) Que la persona contra quien se proponga dirigir la demanda preste declaración jurada sobre algún hecho relativo a su personalidad, sin cuyo conocimiento no pueda entrarse en juicio; , 2?) La exhibición de la cosa mueble que haya de pedirse por acción real y su secuestro1en los casos establecidos por la ley; 3 ?) La exhibición de un testamento cuan- do el solicitante se crea heredero, coheredero o legatario; 49) Que el vendedor o el comprador, en caso de evicción, exhiba los títulos u otros documentos que se refieran a la cosa vendida; 59) Que el socio o comunero presente las documentos y cuentas de la sociedad o comunidad que tuviere en su poder; 6?) La recepción de declaración de algún testigo de muy avanzada edad, o gravemente enfermo, o próximo a ausentarse. El artículo 85 del Código de la Provincia de Buenos Aires establece expresamente que la providencia que ordene las diligencias preparatorias es inapelable, pero las que las deniegue es apelable en relación. Fuera de los casos expresados —establecen el artículo 70 del Código de la Capital y el 84 del de la Provincia de Buenos Aires— no podrá pedir el demandante absolución de posiciones, información de testigos ni otras diligencias de prueba antes de entablar la demanda. La acción ejecutiva, por su parte,'admite también diligencias preparatorias consistiendo éstas en el reconocimiento, por parte del deudor, de los documentos que por sí solos no son pasibles de ejecución, bajo apercibimiento, en caso de incomparencia, de tenerlos por reconocidos. Asimismo, en la ejecución por arrendamientos puede requerirse que el demandado manifieste previamente si es locatario, y en caso afirmativo, que exhiba el último recibo (arts. 466 y 468 del Código de la Capital Federal y 479/481 del de la Provincia de Buenos Aires). En cuanto a las diligencias preventivas, ellas consisten en los actos de tramitación que se autorizan y ejecutan con el objeto específico de verificar, asegurar o conservar una situación jurídica determinada cuyo resguardo o conservación podrían tornarse dificultosos o imposibles durante el desarrollo del proceso. . Encuéntranse encuadradas dentro de esta clasificación, las medidas cautelares, en general, que se adoptan con el fin de asegurar bienes o personas, o mantener situaciones de hecho o satisfacer necesidades urgentes. Tales son, verbigracia: 1) La diligencia de embargo preventivo mediante la cual se afecta un bien de un presunto deudor para asegurar su eventual ejecución futura (i). (1) Dice Podetti sobre esta iredida: "Como el embargo preventivo afecta los óUrechos de una persona, antes de que la pretensión de quien lo pide sea reconocida por los jueces, la ley, cuando fija casos y recaudos para su procedencia, debeser interpretada restrictivamente. Salvo casos excepcionales, el embargo preventivo sólo procede a pedido del interesado y para resguardar &'i per- 29) La diligencia de secuestro, cuyo objeto es desapoderar a una persona de un bien mueble o inmueble, motivo del litigio, para someterlo a custodia judicial. 39) La diligencia de inhibición preventiva, que impide la disposición de derechos sobre bienes inmuebles o que inmoviliza un patrimonio. 49) La intervención judicial, cuya efectivación interfiere en la administración que ejerce una persona con respecto a sus propios bienes, limitándola, con el objeto de asegurar derechos de un tercero, 59) La diligencia de anotación preventiva sobre bienes, con el objeto de advertir la existencia de derechos litigiosos respecto a los mismos. 69) El depósito de cosas, diligencia que tiende a proteger el interés del depositante. 79) La guarda provisoria de personas y la satisfacción de sus urgentes necesidades. 89) El depósito de fianzas y arraigos y las cauciones juratorias. 99) La confección de inventarios. Precisamente, porque las medidas cautelares son provisorias, sus efectos de asegurar personas, bienes, situaciones jurídicas o pruebas pueden estar sujetos a mutabilidad conforme a las conclusiones definitivas del proceso. Existen y se adoptan asimismo, ciertas diligencias típicas en los procesos penales, tales como la detención y la prisión preventiva de sospechados e imputados; la clausura de establecimientos; la interceptación de correspondencia epistolar, el secuestro de los instrumentos del delito o cualesquiera otros que puedan servir para el objeto de las indagaciones, etcétera. Estos actos tienen por finalidad lograr la determinación concreta de la comisión de un sonal interés. El objeto público de la medida se asegura en función del interés particular, como acaece, por lo regular, en el proceso civil. El articulo 113 de la ley 12.948 constituye una excepción-a esa regla cuando autoriza al Ministerio Público del Trabaja a pedir embargo preventivo en bienes del empleador para evitar que se comprometa «la efectividad de los derechos concedidos por las leyes del trabajo». "El embargo preventivo, en general, procede en cualquier tipo de proceso, cuando se dan los supuestos que la ley prevé; antes de Iniciado o en el curso de su desarrollo, mientras la sentencia definitiva no baya pasado en autoridad de cosa Juz- "La calificación de «preventivo», que sirve para diferenciarlo de las otras especies de embargo, lo ubica dentro de las medidas cautelares, ya que su objeto es «prevenir» un posible daño, anticipándose al reconocimiento del derecho que se asegura" (Podetti, J. R., Tratado de las medidas cautelares, pags. 170 y 171, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1956). hecho delictuoso, sus alcances y circunstancias conexas y asegurar la individualización y la eventual sanción de sus autores y cómplices. b) Diligencias de tramitación o instruc- ción. Las diligencias procesales de tramitación o instrucción consisten en la ejecución de los actos formales necesarios para la «fectjvación y desarrollo del proceso judicial (¿). Toda tramitación de un proceso —prescripta y determinada para cada especie de juicio por los códigos y leyes de forma— es dirigida por el juez o tribunal competentes a quienes secundan el secretario de actuación y demás funcionarios y empleados judiciales. Pero esa tramitación sólo puede efectivarse mediante la necesaria intervención de las partes. Ellas son las que provocan el movimiento del mecanismo judicial y son ellas las que aportan el material de conocimiento que ha de valorarse y dilucidarse en el acto de jurisdicción. El interés en obtener una sentencia favorable motiva, pues, en ellas, el ejercicio de actos procesales en beneficio propio o en beneficio de terceros a quienes representan. La activación de las diligencias de tramitación depende, ante todo, de la posición en que la ley coloca a las partes frente al juez conforme a los intereses y bienes jurídicos tutelados mediante el proceso mismo. En unos casos la iniciativa del proceso está reservada a las partes y en otros, al órgano jurisdiccional. En los primeros el impulso procesal depende de las partes, quienes son dueñas de su acción, y están, por tanto, facultadas a realizar o requerir (2) Nuestra organización procesal adopta, como forma fundamental, el procedimiento escrito. No obstante existen excepciones en que se autoriza la forma de expresión verbal, como por ejemplo: 1») El proceso verbal y actuado establecido por el art, 34 de la ley 11.924 para la Justicia de Paz Letrada de la Capital Pederá! cuando el monto del litigio no" excede de doscientos pesos y adoptado por los códigos y leyes procesales de las provincias para la Justicia de Paz de sus respectivos territorios. 2?) El procedimiento establecido para los tribunales federales por el art. 60 de la ley 50. 3") El procedimiento adoptado en algunos Juicios especiales como los interdictos de retener y recobrar previstos por los arts. 575 y 582 del Código de procedimientos civil y comercial de la Capital Federal y la convocación expresa de las partes a Juicio verbal que algunos códigos contienen. 4'-') Ciertas diligencias de prueba como las relativas a la absolución de posiciones, deposición de testigos, cotejos de letras y documentos y proposición de peritos. 5?) El Juicio oral establecido « materia penal por los Códigos de procedimiento» de Buenos Aires y Córdoba. 6') Los informes ¡n uoce a que se refieren los arts. 252 del Código de procedimientos civil y comercial de la Capital Federal modificado por la ley 4128 y 535 del Código de procedimiento criminal de la misma Capital, etcétera. J las diligencias de tramitación correspondientes. Pero si no las realizan o requieren el juez no procede de oficio. Tal es el caso, por ejemplo, de los juicios ordinarios. En los segundos, el impulso procesal depende de la actividad del juez, quien tiene la obligación de conducir el proceso, de investigar los hechos, de requerir el aporte de pruebas y de adoptar todas las medidas tendientes a haqer efectivo el avance del procedimiento. Es el caso, por ejemplo, del proceso penal. Finalmente hay casos en que la misma ley impone al juez y a las partes la ejecución de determinadas diligencias procesales "estableciendo sus condiciones y las consecuencias de su omisión, y asegurando el desarrollo del proceso mediante términos preclusivos cuyo vencimiento produce la caducidad del derecho a ejecutar un acto procesal mediante el solo transcurso del tiempo sin necesidad de requerimiento de parte (términos perentorios)" (3). Las diligencias de tramitación o instrucción son, pues, un conjunto de actos concretos —cuyas formalidades son legal o < consuetudinariamente determinadas—, que deben efectuar en las pertinentes oportunidades o estancias del proceso el juez, los funcionarios, auxiliares y comisionados judiciales y las partes interesadas u obligadas, ya sea en ejercicio de sus facultades como en cumplimiento de sus obligaciones procesales. Estos actos, cuya efectivación es documentada en el respectivo expediente, son: Presentación de escritos: Las demandas, recursos, peticiones y alegatos que las partes formulan en un proceso son diligencias que se concretan, en nuestro procedimiento, mediante escritos cuya redacción, formalidades y términos de presentación están determinados por las leyes reglamentariasrespectivas. Actos: Son las relaciones escritas, expresivas de ciertos hechos y actos procesales como de las circunstancias de personas, tiempo y lugar en que ellos se realizan, que extienden los secretarios u otros funcionarios judiciales. Así, pues, en los casos de actuación verbal autorizados por las leyes, o en los que se realizan directamente por el juez o sus comisionados ciertas diligencias—tales como inspecciones oculares, confección de inventarios, entrega de posesión, secuestro o embargo de cosas muebles, etcétera—, el secretario del juzgado o el funcionario de actuación consigna detalladamente en el tex(3)' Alsina, H.. Tratado teórico práctico de Derecho procesal civil y comercial, "Parte general, t. 1, pág. 449, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1956. to del acta, el lugar y la fecha en que la diligencia se realiza, el motivo del acto, la individualización de las personas asistentes, la actividad realizada y las peticiones, observaciones, oposiciones, incidentes y controversias que se formulen o susciten. El texto del acta es suscrito por quienes intervienen en la diligencia y por el secretario o funcionario de actuación. Constancias, notas y certificaciones: Todo trámite o movimiento procesal; toda recepción o entrega de instrumentos; toda comparecencia de parte interesada o su inasistencia cuando debiere concurrir; todo reclamo, requerimiento u observación relacionados con el proceso son documentados mediante una serie de constancias, notas y certificaciones que extiende el secretario de actuación ya sea en 'el cuerpo del expediente respectivo como en registros o libros especiales. Estas diligencias documentales tienen por objeto registrar y comprobar la realización efectiva de las operaciones propias del procedimiento al tiempo que determinan -las fechas, términos y modalidades en c,ue los diversos trámites son cumplidos. Así, la presentación de escritos que efectúan los litigantes e interesados, es documentada en el instante de realizarse la diligencia, mediante el cargo o constancia que el secretario extiende al pie del mismo escrito consignando la fecha, hora y condiciones de su presentación. Así también, la entrega de los autos cuando ella está autorizada, o la remisión de los mismos a los ministerios públicos o tribunales de alzada, son documentadas en recibos que se extienden en libros especiales y se suscriben por el encargado de la oficina receptora. Expedición de testimonios: Esta diligencia, consistente en la realización y otorgamiento de transcripciones literales de actuaciones o resoluciones judiciales, es ejecutada por el secretario del juez o tribunal que entiende en el proceso y extendida y documentada con las formalidades prescriptas por cada ordenamiento adjetivo. Traslados y vistas: Puesto que en el proceso no existe la intercomunicación directa de las partes —excepto en los casos de juicio verbal—, las peticiones formuladas por una de ellas es puesta en conocimiento de la otra mediante las providencias de traslado y vista. Son numerosos los casos en que el traslado está previsto por las leyes de forma. Están entre ellos, por ejemplo las excepciones de,previo y especial pronunciamiento, la reconvención, las excepciones en los juicios ejecutivos, las expresiones de agravio, la oposición a la declaratoria de con- curso civil, etcétera. Pero en otros —especialmente los relativos a las incidencias— son facultativos del juez. En todos los casos en que se debe correr traslado de una petición a la contraparte, es menester la presentación, por el peticionante, de las copias del escrito respectivo. En cuanto a la vista, si bien ella no aparece reglamentada por los códigos sino en contadas oportunidades, es criterio general que procede siempre qué se requiera la conformidad de las partes o ministerios públicos que intervienen en un proceso, para la ejecución o aprobación de un acto de procedimiento. Audiencias: Son los actos procesales mediante los cuales —en los casos previstos por las leyes— el juez escucha a las partes, o recibe informaciones o elementos de prueba propuestos por aquéllas o dispuestos de oficio. Las audiencias, salvo pocas excepciones, son públicas en nuestro procedimiento y la presencia personal del juez en las mismas para interrogar a los litigantes o a los testigos o para recibir informes periciales es un elemento fundamental dentro del sistema procesal. Pese a esta publicidad, deben disponerse las medidas idóneas para que los litigantes que deben absolver posiciones (en caso de ser varios) o los testigos que aún no han declarado, no puedan enterarse de lo ocurrido en la audiencia, hasta el instante de su propia deposición. La fecha y la hora de la realización de una audiencia es notificada con la antelación establecida por las distintas leyes a las partes, a los ministerios públicos cuando la actuación de éstos fuere procedente, y a terceros (peritos, testigos, etc.) que deban comparecer. Todo lo actuado en el curso de una. audiencia como las resoluciones que el juez dicte en su desarrollo deben ser consignados en un acta que labra el secretario y suscriben los intervinientes. Nombramientos y designaciones: Para la realización de aquellos trámites en que es necesaria la prestación de servicios especializados ( 4 ) como para proveer a la representación de la persona o a la administración de bienes de incapaces o ausentes (5), (4) Tales son. por ejemplo. los que deben realizar un abogado o un contador ejerciendo la sindicatura de un juicio de quiebra o de concurso civil; un martiliero en la subasta pública de un bien; un agrimensor en el procedimiento de mensura, deslinde y amojonamiento o un _médico en un reconocimiento atinente a su especialidad. ( 5 ) Es el caso de discernimiento de tutela (arts. 400 y sigs. del C*ód. civ.) o de nombramiento de curador (arts. 115. 468, 471 y sigs. del mismo Código) o de defensor del ausente con presunción de fallecimiento, etc. el juez procede a nombrar a las personas habilitadas o capacitadas para llevar a efecto tales actos. Dicho nombramiento puede recaer en las personas idóneas que propone la parte interesada cuando la ley autoriza o no impide tal designación y cuando no existe inhabilidad en el propuesto o disconformidad de la contraparte o de los ministerios públicos. Pero en caso de oposición o disconformidad, la designación de administradores, representantes, síndicos, peritos o auxiliares en general es efectuada —cuando procede— de oficio por el juez. Es de práctica que las designaciones de oficio se efectúen mediante sorteo o desinsaculación de nombres de los inscriptos en las listas generales que se confeccionan, para cada especialidad o función, en las distintas jurisdicciones. Pero ello no impide que en caso de inexistencia de inscriptos el juez efectúe directamente la designación. Respecto de la designación de peritos en materia civil y comercial, el Código de procedimientos de la Capital, en sus artículos 162 y 163 establece que cada parte nombrará uno y el juez un tercero, salvo el caso de que los interesados se pusieren de acuerdo sobre el nombramiento de uno solo. Si fueran más de dos los litigantes, nombrarán uno los que sostengan unas mismas pretensiones y otro los que las contradigan. Si en este último caso los interesados no se pusieran de acuerdo, el juez insaculará los que se propongan y el que designe la suerte se tendrá por nombrado. Si los litigantes no comparecieran o no se pusieran de acuerdo en la elección, la hará el juez, limitándose a un §olo perito si se tratase de un objeto de poco valor. Igual criterio, en lo general, adoptan el Código de procedimiento de la Provincia de Euenos Aires y otros que siguen su sistema. Tocante a la designación de defensor en una causa penal, no puede decirse, en rigor, que tal designación sea efectuada por el juez. El principio constitucional de inviolabilidad de la defensa en juicio tiene en esta materia su más plena vigencia. El abogado defensor de un imputado en un proceso penal, es designado por éste y la única medida que adopta el juez, ante la designación, es tenerlo por nombrado mediante una providencia. Claro está que a falta de designación o en caso de que el designado no acepte el cargo o estuviere inhabilitado, la defensa es asumida por el defensor de pobres respectivo. Aceptación del cargo: .Es la diligencia mediante la cual una persona nombrada para ejercer determinada función procesal, acepta su designación. Con la aceptación del cargo, el titular del nombramiento contrae las obligaciones y adquiere los derechos inherentes a su fundón. La diligencia respectiva es documentada mediante una constancia que extiende el secretario en las actuaciones, certificando la fecha de comparecencia del aceptante, su nombre y apellido, el domicilio que constituye a los efectos legales y la manifestación de su aceptación. Esta constan- cia es suscrita por el designado y por el secretario. Libramiento de giros: En los casos en que corresponde hacer efectiva a determinada persona la entrega total o parcial de los fondos depositados en la cuenta de los autos respectivos, el juez libra a favor del Interesado una orden de pago que es cumplida en la institución bancaria donde exis- te la cuenta. La libranza previamente ordenada por el juez, contiene los datos relativos al lugar y fecha de su expedición, su número de or- den, denominación de la cuenta respectiva, Importe que debe pagarse, concepto en que se entregan los fondos y la enunciación de la orden de entrega, siendo suscrita por el juez y el secretario. Como recaudos se deja constancia en los autos de la recepción del giro por parte del interesado y se envía al Banco un aviso del libramiento, a fin de que haga efectivo su importe. Cédulas de notificación: (Véase en esta misma voz el epígrafe referente a .diligencias de notificación y citación). Mandamientos: (Véase en esta misma voz el epígrafe referente a diligencias ejecutivas) . O/icios y exhortas: Llámase oficio a la comunicación escrita que cursa un funcionarlo a otro y, eventualmente, a una corporación, empresa o particular. Dentro de un proceso judicial el oficio puede ser cursado: 1?) Por un magistrado a otro magistrado, en los casos en que el oficio puede reemplazar al exhorto. 2?) Por un magistrado a un funcionario de otro poder y viceversa. 39) Por un magistrado a empresas, corporaciones o particulares. El exhorto, denominado también rogatoria, es, en cambio, uniformemente usado como medio de eomunicac ion entre jueces. "Los jueces —dice Podetti— como depositarios de un poder del Estado, son todos iguales y no pueden dar ni recibir órdenes a o de sus pares. De allí que cuando se encomiendan diligencias judiciales por un juez a otro, se haga mediante exhorto, donde sei ruega el cumplimiento del encargo, ofreciendo reciprocidad en feasos análogos. No obsta a ello el artículo 20 de la ley 13.998, que sólo recoge el principio en la comisión de diligencias de jueces nacionales a jueces provinciales, estableciendo que debe ser cumplido el «encargo», siempre, claro está, que reúna los requisitos y formalidades legales. Esta norma no faculta a los jueces nacionales a dar órdenes a los provinciales, ni implica que los primeros puedan negarse a cumplir análogos «encargos». Deja sentado el principio para evitar la posibilidad de una negativa infundada" («). La forma del exhorto, como medio de comunicación, es viable entre magistrados de igual categoría. Pero en los casos en que un juez o tribunal encomienda una diligencia a un juez de grado inferior de su propio fuero o circunscripción, se emplea el oficio y no el exhorto. Cuando la diligencia debe efectuarse por un juez inferior de otro fuero o circunscripción, corresponde entonces que el juez o tribunal requiriente exhorte al de igual categoría del fuero o circunscripción correspondiente al que deba realizar la diligencia, para que aquél, a su vez, imparta la orden en cumplimiento de la rogatoria. Mas en la práctica, con miras a una mayor economía procesal, se estila el encargo o comisión directa entre magistrados de distintos 7 fueros o circunscripciones ( ). (8) Podetti. J. R., Tratado de los actos proce- sales, pág. 531, Ed. Edíar, Bs. Aires, 1955. (7) Expresa Podetti en su Tratado de la competencia (pág. 57). que "la ley del juez exhortante tiene vigencia extraterritorial, sea nacional o provincial, primando el principio de unidad del procedimiento, en razón de la comunidad jurídica nacional, sobre el principio de la territorialidad de la ley procesal. El juez exhortado por otro juez argentino no actúa en ejercicio de facultades propias, sino por delegación de las correspondientes a otro Juez. Solamente actúa en ejercicio de su propia función jurisdiccional, al denegar el diligenciamiento de la rogatoria por invadir su propia competencia o al disponer su diligenciamiento en caso contrario. "Es posible que parezca un poco rara esta afirmación, porque en la práctica, las diligencias que se realizan ante el Juez exhortado, siguen su propia ley. Pero ello se debe, en primer lugar, a que el Juez exhortante no pide que el cumplimiento de la medida, v. gr., una notificación, se practique según lo dispone su propia ley procesal, y en segundo lugar, el desconocimiento de las leyes procesales provinciales. Pero cuando el caso se planteó, fue bien resuelto. Un juez de la Provincia de Buenos Aires comisionó a uno de la Capital Federal la recepción de una prueba de confesión en el domicilio del absolvente «sin la concurrencia de la contraria», conforme al art. 158 del Cód. de proc. civ. de dicha Provincia. El juez exhortado dispuso que la diligencia debía cumplirse con arreglo a lo dispuesto por el art. 134 del Cód. de la Capital, que permite la asistencia de la contraria. La Cámara Civil 1\ aunque invocando, como el senté en su destino o la que exhiba el comprobante de su presentación, es la autorizada para recabar los informes inherentes a su trámite y gestionar su cumplimiento. El artículo 21 de la ley 14.237 faculta a los jueces para señalar un plazo para el diligenciamiento de los oficios. Si el mismo rio se cumpliere, el requerimiento podrá ser a) el libramiento de un oficio a fin de que reiterado y en caso de negativa o demora éste exhorte al destinatario final de la co- —supuestos que configuran el delito de desmunicación; b) el libramiento, por parte acato previsto por el artículo 239 del Códel tribunal de grado superior, del exhorto digo penal—, deberán remitir los antecedentes respectivos a la justicia en lo penal. pertinente. Existe y se usa asimismo —en casos urEn los fueros y procedimientos en que el impulso procesal depende de la actividad gentes o especiales, y a costa del solicitante de las partes, el diligenciamiento de oficios en los procedimientos dependientes de insy exhortes encuéntrase a cargo del solici- tancia privada—, ia forma de oficios y tante o interesado quien los recibe del juz- . exhortos telegráficos que algunos códigos, gado oficiante o exhortante bajo recibo o como el mendocino (art. 101, IV), prevén y simple atestación. Es menester que en el autorizan expresamente. En el fuero penal y en el laboral —cuyos texto de los oficios y rogatorias se indique la persona que se encuentra facultada para impulsos procesales no están subordinados diligenciarlos. Pero a falta de tal indica- a la actividad de las partes—, el diligenciación, se presume que la persona que los pre- Para las comunicaciones que deben cursar los jueces de un grado inferior a jueces o tribunales de grado superior del mismo fuero o circunscripción es usual la forma de oficio. Pero las que deben cursarse a jueces o tribunales de grado superior pertenecientes a distintos fueros o circunscripciones exigen un doble procedimiento: a quo, disposiciones de Derecho internacional, inaplicables a mi juicio a cuestiones relativas a leyes argentinas, revocó el pronunciamiento y dispuso que la diligencia se cumpliera como lo había pedido el juez exhortante. "La unidad de procedimiento se quebrarla admitiendo la aplicación de la ley del juez exhortado y podrían plantearse difíciles cuestiones respecto a los efectos —con relación a la ley territorial del proceso— del acto cumplido de acuerdo con ia ley". (Conf. Podetti, J. R., Derecho procesal civil, comercial y laboral, t. 1, Ed. Edíar, Bs. Aires, 1954.) Cabe destacar, empero, que en el ordenamiento jurídico internacional rige un principio contrarío: es decir, la ley procesal tiene vigencia únicamente dentro del territorio donde ejerce su jurisdicción el país que la dictó. No obstante, la existencia de tratados y convenios internacionales celebrados con el objeto de armonizar procedimientos, impide que se susciten, en la actualidad, inconvenientes notables en la realización de diligencias requeridas por jueces o tribunales extranjeros. Los jueces de nuestro país envían con frecuencia rogatorias a las autoridades extranjeras para lograr el cumplimiento de determinadas medidas que decretan, y hacen lugar a requerimientos análogos que proceden del extranjero, toda vez que la ley argentina no se opone a ello. El tratado de Derecho procesal de Montevideo celebrado en 1889 entre Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú y Bolivia contiene las siguientes disposiciones relativas a la materia: "Art. 9") Los exhortos y cartas rogatorias que tengan por objeto hacer notificaciones, recibir declaraciones o practicar cualquiera otra diligencia de carácter judicial, se cumplirán en los Estados signatarios, siempre que dichos exhorto» o cartas rogatorias reúnan las condiciones establecidas en este tratado. "Art. 10?) Cuando los exhortos o cartas rogatorias se refieran a embargos, tasaciones, inventarios o diligencias preventivas, el juez exhortado proveerá lo que fuere necesario respecto al nombramiento de peritos, tasadores, depositarios y en general a-'fodo aquello que ssa conducente al mejor cumplimiento de la comisión. "Art, lio) LOS exliortos y cartas rogatorias te diligenciaran con arreglo a las leyes del país en tionde se pide la ejecución. "Art. I2i) Los interesados en la ejecución de los exhortos y cartas rogatorias, podrán constituir apoderados, siendo de su cuenta los gastos que estos apoderados y diligencias ocasionen". Aparte de este tratado multilateral, existen, como Derecho positivo en nuestro país, diversos convenios bilaterales sobre diligenciamiento de carta» rogatorias suscriptos: con España en 1876; coa Uruguay en 1872; con Brasil en 1880; con Italia en 1887; y con Perú y Paraguay (leyes 10.080 y 10.081 sancionadas en 1916). Respecto de la tramitación de estos extaortos intsrnacionales deben, en nuestro Derecho, distinguirse dos situaciones: 1?) La relativa al trámite de exhortas que proceden del exterior. Con relación a ellos el decreto del gobierno nacional de fecha 24 de Julio de 1918, establece la obligación de legalizar el exhorto extranjero ante el cónsul argentino en el país de donde procede o ante la legación o agent? diplomático o consular de una nación amiga. Lai firmas que suscriben las constancias de estas legalizaciones deben ser. a su vez, legalizadas en el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país. 2?) La relativa al trámite de exhortos que (t nuestro país se dirigen al exterior. Por decreto del gobierno nacional de fecha 11 de octubre de 1872 reiterado en decreto del 30 de diciembre de 1922. se autoriza a los jueces dirigirse directamente a los representantes argentinos en el erttrior sin la mediación del Ministerio de Relaciono Exteriores. Para la tramitación de estas cartas rogatorias debe indicarse en ellas la persona encsrgada de su diligenciamiento y acompañarse Inducción riel exhorto en el idioma del tribunal ahortado, o en francés. Jurisprudencia. En materia de trámite en nuestro país, de exhortos internacionales, pueden consultarse los fallos publicados en: Folios, t. «, pág. 416; t. 101. pág. 165; t. 113, pág. 442 7 1.1», pág. 227; G. del P., t. 117, pág. 340; L. L, t. H. pág. 326; t. 30, pág. 651; t. 44, pág. 749; t. U, pág. 969; t. 46, pág. 327; etc. miento de oficios y exhortes se realiza mediante remisión postal o telegráfica o por el personal dependiente del juzgado. La diligencia de las partes interesadas, en estos casos, se circunscribe a requerir la activación de los trámites pendientes. La Instrucción de sumaries en materia pena/. El proceso penal está dividido en dos partes: una de instrucción (sumario), cuyo objeto es reunir antecedentes y elementos que permitan apreciar si hay lugar a la formación de causa y adoptar medidas qpnservatorias que aseguren la acción de la justicia; y otra de sentencia (plenario) cuya sustanciación tiene por finalidad recibir la acusación y la defensa del procesado, producir la prueba que fundamenta a una y a otra y dictar la pertinene sentencia. La instrucción de los sumarios en materia penal corresponde a los jueces a quienes compete el juzgamiento de los delitos que dan origen a la formación del proceso, sin perjuicio de las obligaciones y facultades que tienen los funcionarios de policía en los procedimientos de prevención («). (8) La organización judicial de la Capital Federal establece, en materia penal, un juez de instrucción y otro de sentencia. De ahí que, salvo las medidas de prevención, todas las diligencias atinentes a la Instrucción del sumario son dispuestas directamente por el juez instructor. El art. 184 del Coligo de la Capital establece las siguientes obligaciones y facultades para los funcionarlos de policía: 1») Averiguar los delitos que se cometan en el distrito de su jurisdicción. 2') Recibir las denuncias que se les hicieren sobre los mismos delitos. 3f) Verificar s)n demora las diligencias necesarias para hacer constar las huellas o rastros aparentes del delito, cuando haya peligro de que esas huellas desaparezcan si se retardasen estas diligencias. 81 el retardo no ofreciese peligro se limitarán a tomar las medidas necesarias a fin de que las huellas del hecho no desaparezcan y que el estado de los lugares no sea modificado. 4') Proceder a la detención del presunto cul- p»ble. 5') Recoger las pruebas y demás antecedentes que puedan adquirir en los documentos de la ejecución del hecho y practicar todas las diligencias urgentes que se consideren necesarias para establecer su existencia y determinar los culpables. 8') Poner en conocimiento del Juez competente, dentro de 24 horas, las denuncias recibidas y lu informaciones y diligencias practicadas a los objetos de la investigación criminal. 7') Disponer que antes de practicarse las averiguaciones y exámenes a que deba precederse, no luya alteración alguna en todo Jo relativo al objeto del crimen y estado del lugar en que fue cometido. 8') Proceder a todos los exámenes, indagaciones Jpesquisas que Juzgaren necesarias, recibiendo las declaraciones de los ofendidos, y los informes, noUclu y esclarecimientos que puedan servir al des- El artículo 180 del Código de procedimientos en lo criminal de la Capital Federal establece expresamente el secreto del sumario. Durante su formación el defensor del procesado sólo está facultado a hacer las indicaciones y proponer las diligencias cubrimiento de la verdad, de las demás personas que1 1puedan prestarlas. 9 - ) Secuestrar los instrumentos del delito, o cualesquiera otros que puedan servir para el objeto de las indagaciones. 10'-') Conservar incomunicado al delincuente, si la investigación criminal lo exigiere. 11») Impedir, si Jo juzgan conveniente, que ninguna persona se aparte del lugar del delito o sus adyacencias antes de concluir las diligencias de investigación, y remitir a los contraventores a la autoridad competente, a fin de que les sean aplicadas ias penas en que hubieren incurrido, sí no tuvieren alguna ex'cusa o justificación legal. 12?) Hacer uso de la fuerza cada vez que fuese indispensable para el debido desempeño de sus atribuciones. Los arts. 185 y stgs., por su parte, determinan: Artt 185. La intervención conferida a los funcionarios de policio en la .prevención del sumario, cesará luego que se presente a formarlo el juez a quien corresponda la instrucción. La policía, sin embargo, continuará como auxiliar de este último sí así se le ordenare. Las diligencias practicadas, los instrumentos y efectos del delito y la persona de los delincuentes, en el caso de haber sido detenidos, deberán ponerse en el acto a disposición de dicho puez. Art. 186. Los funcionarios a quienes corresponde ¡a instrucción de las primeras diligencias, podrán ordenar, siempre que lo creyesen necesario, qu? les acompañen los dos primeros médicos que fueren habidos, para prestar, en su caso, los oportunos auxilios de su profesión. Los médicos que siendo requeridos por dichos funcionarios, aun verbalmente, no se prestasen a lo expresado en el párrafo anterior, incurrirán en una multa de cincuenta a doscientos pesos, a no ser que hubiereu incurrido por su desobediencia en responsabilidad criminal. Art. 187. En el caso en que los funcionarios cié policía encargados" de la prevención del sumario no estuvieren facultados para entrar, en ejercicio de sus funciones, a un establecimiento público, deberán solicitar previamente permiso de la autoridad o empleado a cuyo cargo estuviere e! establecimiento. Este permiso no podrá ser negado sin causa legítima. Art. 183. Cuando, con el mismo objeto de la investigacióii criminal o aprehensión del delincuente fuere necesario penetrar en el domicilio de algún particular, el funcionario de policía de' berá recabar de! Juez competente la respectiva orden de allanamiento. Art. 189. Se exceptúa de lo dispuesto en el artículo anterior, los casos siguientes: 1») Cuantío se denuncie por uno o más testigos, haber visto personas que han asaltado lina casa, introduciéndose en ella, con indicios manifiestos de ir a cometer algún delito. 2?) Cuando se introduzca en la casa un reo de delito grave a quien se persigue para su aprehensión. 3') Cuando se oigan voces dentro de la casa que anuncien estarse cometiendo algún delito, o cuando se pida socorro. Art. 190. Los funcionarios de policía deberán formar proceso de todas las diligencias que practiquen en la prevención del sumario. que juzgue convenientes. Distinto en cambio es el sistema adoptado por la provincia de Buenos Aires y las que siguen su método, cuyas diligencias sumariales son públicas y accesibles a las partes. El Código de Buenos Aires, con el fin de allanar los inconvenientes derivados de su extensión territorial, autoriza a los jueces a delegar en los comisarios de policía la f a1 cuitad de realizar directamente todas las diligencias de instrucción de los sumarios. Además, en su artículo 80, adopta, como una innovación en la materia, la institución del particular damnificado que puede intervenir en todo proceso incoado por razón de " un delito de acción pública, con las siguientes facultades: 19) Solicitar las diligencias útiles para comprobar el delito y descubrir a los culpables. 2?) Pedir el embargo de bienes suficientes para asegurar el pago de la indemnización civil y costas. Este embargo procede cuando se haya decretado la detención del acusado y el juez fijará la cantidad en que ha de hacerse efectivo. El auto respectivo es apelable en relación y al solo efecto devolutivo. 39) Asistir a la indagatoria del prevenido y a las declaraciones de testigos, con facultad para tachar y repreguntar a éstos. 49) Recusar, en los casos que le está permitido al acusado. 59) Activar el procedimiento y pedir el pronto despacho de la causa. 69) Apelar y decir de nulidad del auto de sobreseimiento y de la sentencia absolutoria de primera instancia. Si el fiscal de Cámara no mantuviere dicho recurso, se le correrá vista al querellante para que exprese agravios en el mismo término fijado para aquel funcionario, debiendo declararse desierto el recurso, con costas, si no se expidiere en el traslado conferido. Dentro del mecanismo procesal penal de la provincia, el particular damnificado no reviste el carácter de parte. Con un criterio general, las leyes de forma en nuestro país determinan que la instrucción de un sumario .en materia penal puede iniciarse por denuncia, por querella, por prevención y de oficio. La base del -procedimiento es la comprobación de la existencia de un hecho o de una omisión que la ley penal tipifique como, delito o como falta. Cuando el delito que-se investiga ha dejado huellas, el juez las hará constar y adoptará las medidas tendientes a su conservación. En caso de ser hallada la persona o la cosa objeto del delito, debe procederse a la descripción detallada de su estado y circunstancias consignándose, en caso de muerte por heridas, la naturaleza, situación y número de éstas, haciéndose además constar la posición en que ha sido hallado el cadáver. Asimismo, el juez hará consignar en los autos la descripción del lugar del delito y de las armas, Instrumentos o efectos hallados que tengan conexión aparente con el mismo. Cuando sea necesario, y con el fin de aportar mayores elementos de juicio, se levantará un plano del lugar, suficientemente detallado o se fotografiarán las personas que hubieren sido objeto del delito y, de ser posible, los objetos o instrumentos utilizados para su comisión o conexos con ella (arts. 208, 209, 210, 211 y 216 del Cód. de proc. de la Capital Federal). Cuando no hayan quedado huellas o vestigios del delito debe investigarse, siendo posible, si la desaparición de las pruebas na sido producida natural, casual o intencionalmente. Y cuando el delito fuere de los que no dejan huellas de perpetración (caso, por ejemplo, del hurto), se hará constar por declaraciones de testigos u otros medios de comprobación, la ejecución del acto delictuoso y sus circunstancias, como la preexistencia de las cosas sustraídas o destruidas (arts. 217 y 218 del mismo Código y 100 y 101 del de la provincia de Buenos Aires). En caso de que el sumario se instruyera por la muerte de una persona cuya identidad se desconoce y se atribuyese el deceso a la comisión del delito de homicidio, antes de proceder al entierro del cadáver o después de su exhumación, se procederá a identificarlo por medio de testigos que lo hayan conocidu en vida. No habiendo testigos de reconocimiento, si el estado del cadáver lo permitietie, se expondrá al público antes de practicarse la autopsia, durante veinticuatro horas por lo menos, anunciándose por la prensa o carteles el lugar, día y hora en que fue hallado a fin de que las personas que puedan proporcionar informes contribuyan al reconocimiento del cadáver o al esclarecimiento del delito (artículos 219 y 220 del Cód. de la Capital y 102 y 103 del de la provincia de Buenos Aires) Si a pesar de tales diligencias el cadáver no fuera reconocido, se recogerán las vestiduras y demás objetos encontrados en el a fin de que puedan servir oportunamente para hacer la identificación (arts. 221 de! Código de la Capital y 104 del de la proviscia de Buenos Aires). Cuando no aparezca de una manera manifiesta e inequívoca la causa de la muerte de una persona, se procederá a la autopsia del cadáver por los médicos de los tribunales —o por el de policía en el procedimiento de la provincia de Buenos Aires— o, en su caso, por los que el juez designe. El perito o los peritos encargados de la autopsia deberán describir exactamente la operación e informar sobre la naturaleza de las heridas o lesiones. Los médicos deben expresar en su informe, en cuanto sea posible, la clase y condiciones del arma empleada y el origen del fallecimiento y sus circunstancias. Asimismo deben expresar si, en su opinión, la muerte ha sobrevenido a consecuencia de las heridas o lesiones que presenta el cadáver, o si ha sido el resultado de causas preexistentes o posteriores al hecho consumado. En los casos de proceso por lesiones corporales los peritos deben determinar prolijamente en su informe la importancia de aquéllas y el tiempo que han inutilizado para el trabajo al paciente. El examen pericial tiende, en general, a constatar: a) si las lesiones han inutilizado al paciente de una manera permanente; b) si le han ocasionado deformaciones permanentes del rostro; c) si han puesto en peligro su vida; d) si le han producido un debilitamiento permanente en la salud, o en un órgano o en un sentido; e) si le han ocasionado una dificultad permanente de la palabra, o una enfermedad mental o corporal, cierta o probablemente incurable; f ) si le han producido la pérdida de un sentido o de un órgano, o del uso de los mismos, o de la palabra o de la capacidad de engendrar o concebir; g) si el paciente ha sido inutilizado para el trabajo por menos o por más de un mes. Tratándose de infanticidio los peritos deben expresar en su informe la época probable del parto declarando si la criatura ha nacido viva, el tiempo que ha vivido, las causas que razonablemente hayan podido ocasionar el deceso y si en el cadáver se advierten o no lesiones. En los casos de aborto deberá hacerse constar la preexistencia de preñez, los signos demostrativos de la expulsión violenta del embrión, las causas determinantes del hecho y la posibilidad de haber sido provocado por la madre o por algún extraño (arts. 224 y 225 del Código de la Capital Federal y 102 y 109 del de la provincia de Buenos Aires). La diligencia de autopsia en los casos de envenenamiento debe tender a determinar los efectos que el veneno pueda haber producido sobre los distintos órganos de la víctima. El juez, por su parte, deberá ordenar el análisis químico de los órganos o sustancias que se presuma contienen veneno, para lo cual mandará a recoger todas las cosas que puedan servir de base a la operación. Cuando se instruye un sumario por de- lito de robo u otro hecho cometido mediante efracción, violencia o escalamiento, el instructor debe describir las huellas y rastros del delito y ordenar que los peritos expliquen de qué manera, con qué instrumentos o medios y en qué época probable consideran que el hecho pudo haber sido cometido. El Código de la provincia de Buenos Aires establece en su artículo 111 que, en su caso, también deberá hacerse constar si por las violencias ejercidas para consumar el robo, se ha puesto en peligro de muerte a alguna persona o se ha alterado permanentemente su salud; o si el robo se ha cometido en despoblado o en banda; o en despoblado y con armas; o en lugares poblados y en banda. En los sumarios que se instruyen por robo o hurto deben asimismo realizarse las diligencias necesarias para comprobar la preexistencia y la desaparición de las cosas robadas o sustraídas. Para el supuesto de que esa comprobación no pueda verificarse, el Código de la Capital Federal admite la declaración jurada del dueño de la cosa siendo persona de notoria honradez y que, además, por su estado, haya podido estar en posesión de las cosas robadas o sustraídas (art. 229). El Código de la provincia de Buenos Aires determina en su artículo 113 las diligencias que deben realizarse en los casos de falsedad cometida en instrumento público o privado. El juez ordenará el cotejo, mediante peritos, de los instrumentos verdaderos con los falsos; y en caso de tratarse de falsedad cometida contrahaciendo o imitando letra, firma, sello o marca dispondrá se practique el cotejo de la firma, letra, sello o marca argüidos de falsos, con otros indubitados. Cuando debe investigarse un caso de incendio voluntario los peritos designados deben realizar las diligencias tendientes a comprobar el lugar, la manera y la época en que el hecho se ha cometido; la calidad de las materias incendiarias; el mayor o menor peligro para la vida de las personas o para la ruina o deterioro de las propiedades; las desgracias personales que haya producido; el lugar en que comenzó el siniestro; la causa de su desarrollo y si pudo o no extinguirse. Asimismo debe determinarse la importancia aproximada de los daños y perjuicios ocasionados por el incen- dio. El Código de la Capital Federal contiene asimismo una norma que prevé el caso de delitos cometidos en viajes por tren, al tiempo que establece las diligencias a realizarse en tales supuestos. El artículo 232 prescribe que si durante el viaje de un tren se cometiere algún delito, el conductor deberá tomar las medidas necesarias para asegurar la persona del delincuente, el que será puesto a disposición del juez respectivo en Las declaraciones indagatorias que no hayan sido prestadas ante el juez deben ser ratificadas judicialmente, a los efectos de su validez, la primera estación que se tocare, acompañándole un parte detallado del hecho, con expresión de las personas que lo presenciaron. Para el cumplimiento de este Cuando se imputa la comisión de un delito a una persona cuyo nombre se ignora o es común a varias, el juez o funcionario encargado de la instrucción debe ordenar el reconocimiento personal del imputado por parte de quien le dirija la imputación. deber, el conductor tendrá las facultades y autoridad que son inherentes a los agentes de policía. Cuando en la instrucción de un sumario surgen suficientes elementos para considerar que una persona es autor, cómplice o encubridor del delito que se investiga debe recibírsele declaración indagatoria. Esta diligencia debe realizarse dentro del plazo de veinticuatro horas prorrogable, por un término igual. En caso de que el imputado se negase,a declarar, se hará constar tal circunstancia en un acta que será suscrita por el juez, el procesado, su defensor si concurriere y el secretario de actuación. En la diligencia de recepción de declara- La diligencia pertinente se practica haciendo comparecer al imputado en compañía de otras personas de circunstancias ex- teriores semejantes. En presencia de ellas, quien debe practicar el reconocimiento manifestará si el imputado se encuentra en la rueda o grupo de personas, debiendo designarlo en forma indubitada. De lo actuado en la diligencia se labrará un acta con especificación de lo acontecido y de los nombres de quienes integraron el grupo. Una forma de actuación frecuente en el ción indagatoria, el inculpado debe ser preguntado por su nombre, apellido, edad, na- proceso penal es la del careo o confronta- cionalidad, domicilio, estado, profesión y sobre las circunstancias conexas con el hepara su descargo o para la explicación de ordenan cada vez que de la instrucción del sumario resultan contradicciones notables entre testigos; entre éstos y los inculpados o entre autores, cómplices y encubridores. La diligencia pertinente se realiza en la au- los hechos, evacuándose de inmediato las diencia designada al efecto, sin que pue- cho que motiva su detención. Se le permi- tirá manifestar cuánto estime conveniente ción directa de deposiciones que los jueces diligencias que propusiera en caso de que el dan carearse más de dos personas en un juez las estime conducentes para la comprobación de sus manifestaciones. El procesado puede dictar por sí mismo mismo acto. su declaración, pero si no lo hace, proce- derá a examinarlo el instructor. Concluida la declaración indagatoria, el procesado podrá leer personalmente el texto del acta donde aquélla ha sido asentada y si no lo hiciera por sí mismo o por medio de su defensor deberá leerla íntegramente el secretario, bajo pena de nulidad. El acta expresiva de la declaración indagatoria debe ser suscrita por todas las perr sonas que han intervenido en la diligencia y, si el declarante lo requiriese, podrá rubricar cada una de sus fojas o pedir que las rubrique el juez en caso de que no supiera o no pudiera hacerlo. Una vez concluida la declaración indagatoria, o negándose el inculpado a prestarla, se le hará saber inmediatamente la causa de la formación de! proceso o de su detención. Asimismo debe hacérsele conocer el derecho que tiene de nombrar defensor si no lo hubiera nombrado con anterioridad, designación que podrá efectuar en el mis- mo acto (»). (9) En lo relativo a las diligencias de recepción En estos casos los careados son informados, mediante la pertinente lectura que se da a sus declaraciones, de las contradicciones existentes e invitados a reconvenirse mutuamente con el objeto de aclarar la verdad. Otra especie de diligencia autorizada por los códigos en el procedimiento penal ss la detención y apertura de la correspondencia epistolar y telegráfica del procesado que se lleva a efecto en los casos en que el juez estima que la interceptación de dichas piezas puede suministrar medios de comprobación. Tocante a la declaración de testigos, producción de informes periciales y recepción de pruebas documentales en el sumario, nos remitimos a lo que más adelante se expresa al tratarse las diligencias probatorias e informativas. c) Diligencias de notificación y citación. La metodología procesal moderna acepta la de declaración indagatoria se sigue en el texto la metodología adoptada por los arts. 236 a 255 del Código de procedimientos en lo criminal de la Capital Federal y territorios nacionales y 118 del Código de procedimiento penal de la provincia de Buenos Aires. premisa de que toda resolución judicial carece de eficacia en tanto no sea puesta en conocimiento de la parte interesada. Sólo a partir de su notificación tales resoluciones producen consecuencias jurídicas. En el procedimiento escrito, la diligencia de notificación adquiere relevancia extraordinaria, ya que constituye el medio legal por excelencia para hacer conocer a las partes las actuaciones relativas a su interés jurídico. No ocurre lo mismo en el procedimiento oral donde, precisamente por la inmediación con que se vinculan el juez y las partes, existe un conocimiento general, personal y directo de las actuaciones. En nuestro sistema procesal las diligencias de notificación y citación son reatadas por un funcionario público (i») que actúa conforme a las formalidades prescrip- tas por las leyes. "Como acto jurídico —dice Alsina— está revestido de las formalidades legales y su documentación constituye un instrumento público, porque es ejecutado por un funcionario público en ejercicio de sus facultades (Cód. civ., art. 979, inc. 2?), y, por consiguiente, hace fe hasta la querella de falsedad. Es necesario, para el efecto, que el acto haga mención del cumplimiento de las formalidades impuestas por la ley, porque es un principio que los instrumentos públicos deben probar su regularidad por sí mismos, y así como sería absurdo que hubiese que recurrir a otros medios para justificar que los testigos estuvieron presentes al otorgarse una escritura pública, tampoco sería admisible una prueba supletoria de que en la notificación se cumplieron las exigencias legales. Esto impone la necesidad de que la diligencia se ajuste estrictamente a los términos de la ley, no por simple espíritu formalista, sino porque es el único medio de asegurar su eficacia y. como consecuencia, requiere la aplicación de las sanciones correspondientes si se llegara (10) Pueden serlo, según los casos, el secretario del juzgado; el ujier de los tribunales superiores; el oficial notiíicador; el alguacil del juzgado de paz en las provincias: la autoridad policial; el empleado de correos en los casos de notificación telegráfica, etc. Cabe señalar que las diligencias de notificación difieren de las de citación o emplazamiento, sólo en relación a su finalidad procesal. Mientras que las primeras tienen por objeto hacer conocer lina resolución, las segundas son realizadas con la fi- nalidad de requerir, bajo determinado apercibimiento, la comparecencia del citado o emplazado, en la fecha o dentro del término fijado para c::da caso. Pero tanto unas como otras se concretan bajo las mismas formas y con análogos requisitos procedimentales, excepción hecha de la diligencia de notif-caeión personal que, en lo general, no resulta aplicable al sistema de la citación. a declarar la nulidad por omisión de algún requisito indispensable" ("). Las diligencias de notificación judicial se efectúan, en la actualidad, bajo alguna de las siguientes formas: notificación por cédula; notificación personal; notificación telegráfica o postal y notificación edictal (J-). Notificación por cédula: Los códigos y leyes reglamentarias del procedimiento judicial en nuestro país prevén esta forma de notificación en los casos de respluciones que tienen una importancia relevante en el proceso. En razón de ello, dichos cuerpos legales determinan qué resoluciones judiciales deben hacerse conocer mediante esta diligencia. Sobre este respecto cabe señalar que el Código de procedimiento civil y comercial de la Capital Federal trae, en su artículo 33, una enumeración de casos que no puede considerarse taxativa, ya que, de ser así, quedarían excluidas de esta forma de notificación otras providencias interlocutorias no menos importantes que las que enuncia ('•'•). Tan es ello así que, en la prác(11) Alsina, H., ob. cit., pág. 697. (12) No consideramos a la notificación ficta. que se produce de pleno derecho por el solo transcurso del tiempo, como una diligencia o actuación procesal, toda vez que esta forma de notificación es automática y su admisibilidad por las leyes de forma tiene por fin evitar los inconvenientes que plantea la no concurrencia de los interesados a secretaría. Excluímos, pues, a esta figura del cuadro de las diligencias precisamente porque funciona, en modo eventual, a falta del cumplimiento efectivo de las diligencias de notificación personal relativas a las providencias de mero trámite. Dice Alsina; "Puede ocurrir que una providencia que debe notificarse por nota lo haya sido por cédula, y se presenta entonces la cuestión de saber desde cuándo la notificación surte sus efectos legales. Ella está vinculada con la que se refiere a la facultad de los jueces para ordenar que sean notificadas por cédula otras providencias que las enumeradas en el artículo 33 del código. Parece evidente que si la notificación por cédula se hizo sin que el juez lo hubiese ordenado, ella surte sus efectos desde el día designado para la notificación por nota independientemente de aquella diligencia. Lo mismo ocurriría si el interesado se hubiese notificado personalmente en los autos con posterioridad a aquel en que debía concurrir a la secretaría. Pero si mediara orden judicial, en la solución procedente está dividida la jurisprudencia, pues en algunos casos se ha declarado que, estando consentido el auto que ordenó la notifica- ción por cédula, no corresponde la nota, mientras que en otro se estableció que tal circunstancia es indiferente, porque la notificación se produce por ministerio de la ley, y, en consecuencia, ella surte sus efectos desde el día que corresponda la nota, aunque ésta hubiese sido omitida. Pensamos que la primera solución es la más exacta, porque está más de acuerdo con el principio de preclusióri". (V. Alsina, H., ob. cit., págs. 722 y 723.) (13) Establece la referida norma legal: "Serán notificadas en el domicilio de los litigantes: I?) La providencia de emplazamiento de la demanda. tica, los jueces han ampliado los casos de notificación por cédula mediante disposición expresa en las mismas resoluciones dictadas. Esta deficiencia ha sido salvada por el artículo 9 de lar ley 14.237 que establece esta forma de notificación cuando expresamente lo determine la ley o en los casos excepcionales en que el juez así lo disponga mediante auto fundado. Más amplio, en cambio, es el criterio adoptado por el Código de procedimientos civil y comercial de la provincia de Buenos Aires que, además de los casos enumerados taxativamente en los cuatro primeros incisos del artículo 58 (emplazamiento de la demanda; providencia • que ordene la absolución de posiciones; auto que reciba la causa a prueba, declare la cuestión de puro derecho o llame autos para sentencia; sentencias definitivas e interlocutorias con fuerza de taíes) autoriza, por el inciso 5° del mismo artículo, la procedencia de la notificación por cédula en los casos que la decrete el juez y los que mencione expresamente el Código. La diligencia de notificación por cédula se realiza mediante la concurrencia personal del secretario o de los funcionarios o empleados dependientes de los organismos habilitados al efecto por las leyes de organización ("), al domicilio (w) de la parte , 2') La que ordene absolución de posiciones. 3») El auto de prueba. 4») Las sentencias definitivas y las Interlocutorias con fuerza de tales. 5«) Las demás providencias de que Be haga mención en esta ley. Los funcionarios judiciales serán notificados en •su despacho". (14) Con respecto al procedimiento de notifi- cación en la Capital Federal, expresa Alsina en la obra citada: "La cédula debe ser diligenciada, según el artículo (se refiere al art. 38 del Cód. de proc. civ. y com.) por el actuario, disposición que fue modificada por el art. 2? de la ley 4128, según el cual la notificación de las providencias dictadas por los jueces de primera instancia se hará por el secretario o por el empleado que el juez designe en cada caso. Pero en la actualidad, esa función está encomendada a órganos especiales. "En el fuero civil existía una oficina de mandamientos y notificaciones creada por ley 11.671 y reglamentada por la acordada del 10 de marzo de 1933; en el fuero comercial, una oficina análoga fue creada por la ley 12.345 y reglamentada por la acordada del 12 de febrero de 1937. En la justicia de paz la ley 11.924, en su art. 31, establecía que •en cada Sala habría una oficina de notificaciones y mandamientos, cuyas funciones serían reglamen- tadas por la Cámara de Paz en Pleno; pero suprimida la división- territorial por la ley 11.558, la Cámara dictó una acordada el 17 de febrero de 1939 estableciendo una oficina central integrada •por el personal de todas aquéllas y que funcionaba bajo la dirección del secretario de la Cámara. "Por decreto 25,559/48 se unificaron estas reparticiones, organizándose una Oficina de Mandamientos y Notificaciones de la justicia ordinaria interesada o que se presume interesada en el conocimiento de la resolución. El notificador debe llevar, por duplicado, una cédula en la que figure transcripta (total o parcialmente según los casos) la resolución que se va a notificar. Después de proceder a la lectura de ésta, entregará al interesado una de las copias con la documentación agregada, y al pie de la otra, que debe agregarse al expediente, hará constar la diligencia expresando el lugar, el día y la hora en .que la diligencia se ha realizado. La constancia pertinente debe ser suscrita por el notificador y por quien recibe la notificación. Si éste no supiese o no pudiese firmar, lo hará a su ruego un testigo. Si, en cambio, no quisiese firmar, lo harán dos testigos requeridos al efecto por el notificador. Se denomina cédula a un documento escrito y suscrito por el secretario del juez o tribunal que ha dictado la resolución —o que ha recibido la comisión de notificar la misma—. Este documento debe contener las siguientes enunciaciones: 1°) El nombre, apellido y domicilio de la persona a quien va dirigida la notificación; 2°) La denominación de la carátula de los autos respectivos; 3°) La determinación del juzgado o tribunal donde éstos tramitan; 4°) 'La transcripción (total o parcial, según los casos requeridos por las leyes) de la resolución que se notifica; 5°) El lugar y la fecha donde se ha redactado el documento. Puede ocurrir —y ocurre frecuentemente— que al efectuarse la diligencia de notificación no se encuentre persona alguna de la Capital, a cuyo cargo estará diligenciar loi mandamientos y cédulas de notificación que «ipidan las Cámaras y juzgados civiles, comerclaM y de paz de la Capital Federal, la que funclonui bajo la superintendencia de la Cám, Civ., las cuales por acordada del 15 de abril de 1948 dictaron la respectiva reglamentación. Posteriormente li ley 13.998 dispuso que dicha oficina tendrá también a su cargo el diligenciamiento de los marstamíenlos y notificaciones que expidan la Cámara J los juzgados especiales (ex-federales.) y contenclc- so-adminlstrativos. Incorporándose a ese efecto Id oficiales de justicia de los juzgados federales en lo civil y comercial (art. 50) y colocándola bajo li superintendencia de la Corte Suprema, que regiamentaráa su organización y funcionamiento (art. 51). "Como la Corte hasta la fecha no ha dictado la mencionada reglamentación, rigen las dltpotlciones de la acordada de las Cámaras Civiles dtl 15 de abril de 1948 a que hemos hecho referencia precedentemente. De acuerdo con el procedimiento establecido en ella, cada juzgado remite diaria- mente a primera hora a la oficina central las cédulas confeccionadas por sus respectivas secretarías, distribuyéndose luego entre los diferente! nottficadores, según la zona que se les huble» asignado. Las providencias de las Cámaras sea notificadas por los ujieres de las mismas", (15) Debe, «1 efecto, distinguirse en cada caao, en el domicilio pertinente. En tales casos, previstos con criterio casi uniforme por los códigos y leyes de procedimiento, el notificador debe requerir la recepción de la cédula y los documentos acompañados a cualquier vecino que sepa leer, debiendo preferirse los más inmediatos (art. 39 del Código de la Capital) (i«) y en caso de que éstos se negaren a recibirla, procederá a fijarla en la puerta del domicilio (constituido o denunciado) donde debe practicarse la notificación. Dentro del procedimiento judicial la'policía utiliza la denominada cédula de citanon cuando requiere la comparecencia a sus oficinas, comisarias o destacamentos, o a juzgados en lo penal o tribunales del trabajo, de testigos y absolventes. Notificación personal: Esta diligencia se concreta mediante la personal concurrencia de las partes o sus representantes a la secretaría actuaría, en los días designados al efecto, a fin de tomar conocimiento de las resoluciones que no deben ser notificadas en su domicilio. Con esta forma de notificación, que vincula a las partes con la realización del procedimiento mismo, se persigue una mayor 3leridad procesal en los trámites de poca importancia. La diligencia de- notificación personal se realiza mediante.'constancia escrita que se extiende en las actuaciones con mención de la persona que se notifica, providencia a que la notificación se refiere y fecha en que se practica. Es del caso señalar que el uso ha constituido a esta diligencia en supletoria de la notificación por cédula, puesto que excluentre: domicilio real, determinado por el art. 89 del Código civil; domicilio legal, a que se refiere «1 art. 90 del mismo Código; domicilio constituido i los electos del cumplimiento de una obligación; legislado por el art. 101 del Código civil y domicilio constituido en juicio, que reglamentan los distintos códigos de procedimiento. Con respecto a este último, expresa la ley 14.237: "El domicilio legal en la Capital Federal deberá constituirse dentro del radio que ella comprende. En el primer escrito toda persona que litigue por su propio derecho o en representación de un tercero, deberá constituir un domicilio legal dentro del radio de la Capital Federal cuando se presentase ante los tribunales de esta jurisdicción y a no más de dos kilómetros del asiento del juzgado en los territorio» nacionales. Los jueces exigirán de olicio el cumplimiento de esta obligación y no proveerán a ninguna petición mientras ella no se cumplí». A ese efecto se les intimará a los interesados bajo apercibimiento de que si asi no lo hicieren dentro del término de cuarenta y ocho horas s-.1 les U'iidrú por constituido el domicilio en los estrados del ju?> pdo, donde ss practicarán Ins notificaciones de ¡os actos de juicio, que correspondan". (16) El nrt. 64 del Código de procedimientos civil y comercial de la provincia de Buenos Aires omite el requerimiento de vecinos. ye a ésta cuando se realiza con relación a providencias que deben nulificarse en domicilio y que aún no han sido notificadas. En general, es la adoptada por los códi- gos y leyes procesales para la notificación de funcionarios judiciales y ministerios públicos. Notificación telegráfica y pastal: Esta forma de notificación, adoptada por el fuero laboral y por los códigos de Jujuy y La Kioja, ha sido incorporada por la ley 14.237 que dispone: "Artículo 10: Serán notificadas por telegrama colacionado si las partes asi lo solicitasen: 19) la citación de testigos, peritos e intérpretes; 2°) las audiencias de conciliación y juicios verbales en general". "Artículo 11: La notificación que se practique por telegrama colacionado contendrá las enunciaciones esenciales de la cédula. SI telegrama colacionado se emitirá en doble ejemplar, uno de los cuales, bajo atestación, entregará el secretario para su envío, y el otro, bajo su firma, se agregará al expediente. La constancia oficial de la entrega, establece la fecha de la notificación". Por su parte, el artículo 39 de la ley 12.948, al establecer las formas de notificación en el procedimiento laboral, expresa: ".. .Las sentencias y las citaciones a la audiencia de conciliación y de prueba se notificarán por despacho telegráfico, que podrá ser colacionado. En la notificación de la sentencia se transcribirá sólo la parte dispositiva". Asimismo, en el fuero penal de las provincias, úsase la forma de notificación por telegrama entre los juzgados y la policía. Aun cuando permite gran celeridad en las comunicaciones este sistema de notificación ha tardado mucho en implantarse si se tiene en cuenta que ya la ley de telégrafos nacionales dictada en 1875, lo preveía. Uno de los inconvenientes que ocasiona a menudo consiste en la carencia de constancia de haberse practicado la notificación. En realidad, como bien lo señala Podetti, la colación no documenta que el despacho haya sido entregado en su. destino, ya que no es más que la retransmisión del texto que efectúa la oficina receptora a la transmisora, "antes de ser entregado a su destinatario, para comprobar su exactitud" (^). Otro de los inconvenientes radica en la dificultad que existe para establecer qué persona ha recibido el despacho toda vez que el empleado de correos efectúa la entrega pertinente sin tomar recaudo algu(17) Podetti, J. R. Tratado del proceso laboral, pág. 216, Ed. Ediar. 3s. Aires, 1949. no que determine la identidad del receptor. "Para subsanar estos inconvenientes —dice Podetti— convendría establecer que la entrega de despachos telegráficos notificatorios, será hecha en días y horas hábiles; que un recibo contendrá la firma de la persona a quien se entrega el telegrama o de un testigo si no hubiera nadie en el domicilio o se negaran a firmarlo, aclarado el nombre del firmante con indicación de un documento de identidad; la fecha y hora de la entrega, y la firma, aclarada también, del empleado público que la entrega. Y por último, que la colación se remitirá al tribunal, una vez entregado el despacho, conjuntamente con el recibo al cual me refiero" (18). Notificación por edictos; La citatio edictalis o edicto es una publicación que se efectúa por mandato judicial con el objeto de citar o de hacer conocer a los interesados en un proceso, la resolución judicial que atañe a sus intereses. Esta diligencia es decretada en los casos en que un demandante ignore la identidad o el domicilio del demandado (art. 80 del Cód. de proc. civ. y com. de la Capital Federal y 94 del de la provincia de Buenos Aires); o bien en los juicios de sucesiones intestadas, citando a todos los que se creyeren con derecho a la sucesión (arts. 687 del Cód. de la Capital Federal y 642 del de la provincia de Buenos Aires); o en los juicios de convocatoria de acreedores y declaración de quiebra conforme lo determinan los artículos 14 y 54 de la ley número 11.719; o en los juicios de formación de concurso civil (arts. 728 del Cód. de la Capital Federal y 720 del de la provincia de Buenos Aires); o bien cuando se ignore el paradero de un procesado en causa penal (art. 139 del Cód. de Proc. en lo Crim. de la Ca, pital Federal), etcétera. Los requisitos que deben cumplirse para llevar a efecto la citación edictal varían para cada procedimiento. Pero, en lo general, la diligencia debe ser concretada con las formalidades esenciales a toda notificación; esto es: a) consignándose el nombre de los interesados cuando sean conocidos; o del causante en los casos de las sucesiones -áb intestato, de las quiebras y concursos civiles; b) individualizándose en todo lo posible los bienes subordinados a litigio cuando se ignore a quién pertenecen; c) transcribiéndose (total o parcialmente/según los casos) las resoluciones que se deben notificar; d) requiriéndose la comparecencia de los interesados cuando el (18) Podetti, J. B., ob. cit., pág. 217. objeto fuere de citación o emplazamiento e) mencionándose la carátula de los auto el juzgado y la secretaría donde tramita] y toda otra circunstancia necesaria para e conocimiento de los interesados. Estas publicaciones se efectúan en la órganos periodísticos que determine el jue¡ o tribunal —uno de los cuales será el oficial de la jurisdicción del juzgado— y poi el término y condiciones establecidos, para cada caso, por las respectivas leyes de forma. Asimismo se realiza la diligencia, en algunos casos, mediante el sistema de publicaciones en tablillas que consiste en la fijación de las copias de las resoluciones o de las citaciones o emplazamientos en el lugar público destinado al efecto por los juzgados. ' El artículo 65 de la ley 50, por ejemplo, establece que la citación por edictos debe efectuarse por medio de carteles fijados en los lugares más públicos y por los periódicos, donde los haya. Por su parte, el artículo 164 del Código de Jujuy introduce una innovación en la diligencia de citación edictal al disponer: "En todos los casos en que este código autoriza la publicación de edictos, el juez, cuando razones especiales lo aconsejen, podrá ordenar que los mismos se anuncien por radiodifusión". d) Diligencias probatorias e infcrmafívas. Son tales las que se realizan con la intervención conjunta o separada del juez, de sus auxiliares o comisionados, de las partes interesadas o de terceros, con el objeto de recabar 9 aportar elementos de juicio necesarios para determinar o fundamentar las situaciones o relaciones jurídicas que han de dilucidarse en el proceso. Puesto que incumbe a las partes .producir las pruebas en que fundan su acción o su excepción, son ellas las que, de un modo especial, deben activar las diligencias pertinentes. En los procesos no subordina- dos a instancia de parte, esa activación procede de oficio. Las diligencias de prueba deben ser pedidas, ordenadas y practicadas dentro del respectivo término probatorio. En general, todas ellas tienen carácter público, excepción hecha de los casos en que tal publicidad resulte peligrosa para las buenas costumbres (art. 120 del Cód. de proc. clv. y com. de la Capital Federal y 133 del de la provincia de Buenos Aires). Es obligación del juez asistir a las diligencias de prueba que deban practicarse dentro de la ciudad donde el juzgado tenga su asiento, pero en caso de que deban realizarse en otros lugares comisionará a los jueces de las respectivas localidades (arts. 121* y 122 del Cód. de la Capital Federal y 134 y 135 del de la prov. de Buenos Aires citados). Para la realización de toda diligencia de prueba debe señalarse el día en que ella tendrá lugar y citarse a la parte contraria con la antelación determinada por las leyes de forma. Este requisito no tiene aplicación en los casos de pedidos y producción de informes documentales los cuales son, en la práctica, agregados, a los autos o a los cuadernos respectivos a medida que son recibidos en secretaría. Las diligencias probatorias e informativas que se realizan en el procedimiento judicial, conforme a los medios de prueba admitidos por los distintos códigos y leyes procesales, son: Absolución de posiciones: Consiste en el examen a que somete el juez a una de las partes litigantes sobre hechos concernientes a la cuestión que se ventila en un proceso contencioso, y a requerimiento de la parte contraria. Las posiciones o preguntas respectivas deben ser formuladas al absolvente en la audiencia señalada al efecto y contestadas personalmente por éste, bajo juramento. Las contestaciones serán afirmativas o negativas pudiendo el examinado agregar las explicaciones que estime convenientes o que el juez le pida. Las declaraciones del absolvente deben ssr extendidas en acta por el secretario, a medida que sean formuladas, debiendo conservarse, en cuanto fuera posible, el lenguaje del declarante. En caso de que el absolvente n.o comparezca al acto se lo tendrá por confeso respecto de las 19preguntas que debieron serle formuladas ( ). Recepcion.de declaración indagatoria en las causas penales: Véase lo expuesto más arriba en el parágrafo relativo a la instrucción de sumarios en materia penal. Pedidos de informes: Son diligencias integrativas del aporte de prueba documental, mediante las cuales se requieren informes a otros magistrados, funcionarios, empresas o particulares, sobré hechos relativos a la causa. En el procedimiento escrito, tales diligencias se realizan mediante el libramiento de oficios y exhortos cuya tramitación es efectuada por los mismos interesados en los procesos subordinados a instancia privada. Requerimiento y producción de dictámenes: Consiste esta diligencia en la vista que se confiere en una causa a los ministerios (19) Sobre la naturaleza, formas y valor probatorio de la absolución de posiciones, véase la ioz CONFESIÓN EN JOTCIO, en el t. 2 de esta misma Enciclopedia. públicos, y su pertinente evacuación, en las oportunidades prescriptas por las leyes. El dictamen es la opinión emitida en un proceso por los ministerios públicos, sobre situaciones jurídicas sometidas a su consideración. Tiene, para el juzgador, un valor informativo, ya que fija la posición procesal de dichos organismos sobre determinada cuestión, posición que es estimada en el acto de dictarse la resolución pertinente. Cabe señalar que el ministerio fiscal, cuando actúa en un proceso, no es parte ni representa a ninguna de éstas, excepción hecha de los casas en que ejerce la repre- sentación promiscua de incapaces, como ccurre en el fuero laboral y en que actúa como representante del fisco ejerciendo las acciones viables. Fuera de estos casos, la actividad procesal que realiza en defensa de los intereses públicos, no puede interferir a la de los litigantes. Tampoco adquiere el carácter de parte el ministerio pupilar cuando ejerce la re- presentación promiscua de los incapaces, pero, en este caso, su capacidad procesal lo faculta para interferir en la actividad de los sujetos del litigio. La expresión "parte legítima" con que los códigos y leyes carac- terizan al facultamiento de los ministerios públicos sólo implica, pues, el reconocimien- to expreso de su necesaria capacidad procesal con las excepciones anotadas. Dice al respecto Podetti: "El artículo 59 del Código civil atribuye al ministerio de menores el carácter de «parte legítima y esencial», pero en realidad, lo que ello significa es que necesariamente «debe inter- venir en todo acto o pleito sobre la tutela o cúratela» y en general en todos aquellos que interese «a las personas o bienes de los menores e incapaces» (arts. 493 y 494). Es un complemento necesario e imprescindible de la representación de los incapaces, para protegerlos (art. 58), pero ello no implica que participe en la legitimación de éstos (ao) ". Reconocimiento de firmas: Esta diligencia tiene por objeto conferir eficacia o invalidar la fuerza probatoria de los instrumentos privados que en un proceso se atribuyen a una de las partes y se lleva a efecto mediante el procedimiento de citación y comparecencia a la secretaría de la persona a quien se atribuye el instrumento. Como el reconocimiento o desconocimiento de firmas es un acto unilateral es, en realidad, inoperante la realización de una audiencia ese solo efecto. En la práctica la diligencia se realiza con la mera con(20) Podetti. J. R., Tratado de los actos procesales, pág. 22, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1956. currencia del citado y la constancia, en los autos, de su manifestación. Toda persona contra quien se presenta en juicio un documento privado que se le atribuye está obligada a declarar si es o no suya la firma que suscribe el mismo; y si considera inauténtico el documento, a manifestar en qué consiste esa inautenticidad. Los códigos establecen en general, dos citaciones, para el caso de incomparecencia del interesado a la primera de ellas. Cuando citado por segunda vez no comparece, se hace efectivo el apercibimiento de darle por reconocido el instrumento. En el supuesto de que las firmas sean desconocidas, debe procederse al cotejo respectivo, a cuyo efecto son convocadas previamente las partes para convenir sobre los documentos que han de servir de base a la comprobación y nombrar peritos. La comprobación pertinente se realiza en audiencia publica señalada al efecto, debiendo el juez efectuar por sí mismo el cotejo después de escuchar las. observaciones que formulen las partes y el informe que produzcan los peritos. Si de estas diligencias surgen indicios de falsedad de los instrumentos presentados, deben cursarse los nienúo ias conclusiones relativas a los hechos probados ( 22 ). Declaración de testigos: Cuando la prueba testimonial procede, ella es recibida en audiencia pública señalada ai efecto. Los testigos son citados a deponer con la antelación y bajo los apercibimientos dispuestos por las leyes respectivas. Iniciada la audiencia y llamado a declarar, debe el deponente prestar juramento conforme a su creencia religiosa o afirmación o promesa de decir verdad, cumplido lo cual es preguntado: 1<?) Por su nombre, edad, estado, profesión y domicilio; 2?) Si es pariente por consanguinidad o afinidad de alguna de las partes (o del procesado en las causas penales) y en qué grado; 3?) Si tiene interés directo o indirecto en la causa; 4°) Si es amigo íntimo o enemigo de las partes (o del procesado); 5?) Si es dependiente, acreedor o deudor de alguiur de los litigantes (o del procesado) y sí lo afecta alguno de los impedimentos o inhabilidades legales que lo incapaciten para declarar. En los procesos contenciosos los testigos son examinados a tenor de lofc interrogatorios presentados por las partes en las deantecedentes respectivos a la justicia en lo bidas oportunidades; pero en los sumarios penal (2i). . que se instruyen en el proceso penal son Diligencias periciales: Consisten en las in- interrogados y deben deponer con referenvestigaciones y comprobaciones realizadas cia a todos los hechos vinculados con el por peritos, en un proceso, sobre hechos y delito que se investiga, y que hayan caídfl ; circunstancias cuya apreciación requiere bajo la directa percepción de sus sentidos, i No todas las leyes de procedimiento exiconocimientos y métodos especializados. Con un criterio uniforme los códigos y le- gen que los testigos deban ser examinados ¡ yes de procedimiento exigen que los peritos directamente por el juez o por el funcionatengan títulos de tales en la ciencia, arte rio encargado de la instrucción del proceso. I o industria a que corresponda el hecho que En los casos en que el juez no hace acto ha de someterse a pericia. Pero en caso de de presen -ia, es el secretario quien debí, que la profesión o arte respectivos no estu- recibir la prueba testimonial. Las declaraciones son expresadas en viesen reglamentados, o estándolo no hubiesen peritos de ellos en el lugar del juicio, a medida que se prestan conservándose, en pueden ser nombradas otras personas en- lo posible, el modo de expresión de los detendidas aun cuando no posean títulos ha- clarantes. Terminado el examen, el texto de la declaración es leída al testigo requiriénbilitantes. En los casos en que las comprobaciones dosele, generalmente, que exprese si tiene pertinentes deban ser efectuadas por dos o algo que agregar, quitar o declarar. En caso más peritos, es exigido, en general, que és- afirmativo, los agregados o rectificaciones tos deban practicar unidos las diligencias, se anotan a continuación suscribiendo el pudiendo las partes asistir a ellas y formu- acta todos los intervinientes, y por último lar las observaciones que estimen condu- el secretario. En los casos en que el testigo centes (art. 172 del Cód. de proc. civ. y com. no sepa, no pueda o no quiera suscribir el debe hacerlo conjde la Capital Federal y 191 del de la pro- texto de su declaración tar así el actuario ( 23 ). vincia de Buenos Aires). Inspecciones oculares: Son las diligendsi Dentro de los términos y en las condiciones fijadas por las leyes de forma, los que realiza personalmente el juez con astóperitos deben presentar su informe conte- tencia del secretario y de las partes Jntere(21) TIt. 2, sec. 8, cap. 2 del Código de procedimientos civil y comercial de la Capital Federal. y tit. 3. cap. 4 del de la provincia de Buenos Aires. (22) V. la voz PERITOS, en esta misma Enciclopedia. (23) V. también la voz TESTIGO, en esta misma Enciclopedia. sadas en el proceso, con el objeto de adquirir una información directa sobre lugares o ambientes cuya ubicación, características y condiciones sea necesario determinar. La diligencia pertinente puede ser decretada a petición de parte o de oficio debiendo designar la providencia respectiva el día y la hora de su realización. La audiencia de prueba en el proceso laboral. Conforme lo determina la ley número 12.948, las pruebas instrumental, de información y pericial deben ser producidas y agregadas a los autos antes de realizarse la audiencia de recepción de la prueba oral. A ese efecto el artículo 67 determina una serie de medidas preparatorias que debe adoptar el tribunal, de oficio. En la audiencia de sustanciación de la causa prevista por el artículo 65 se recibe y produce la prueba confesional cuyas diligencias consisten en la interrogación a los litigantes (art. 72) y en la deposición de testigos (art. 78). Esta audiencia es pública, mas, sin embargo, deben adoptarse en su desarrollo las medidas necesarias para que los litigantes que deben absolver posiciones (en caso de ser varios), o los testigos que aún no han declarado, no puedan enterarse de las declaraciones que les preceden. e)-Diligencias ejecutivas. Son diligencias de ejecución las que se realizan en cumplimiento de una sentencia judicial o de una resolución interlocutoria con fuerza de tal. Tienen este carácter las siguientes: Mandamiento de intimación de pago y embargo: El mandamiento es una orden dictada por el juez para que un presunto deudor sea requerido de pago y con el objeto subsidiario de que se trabe embargo sobre sus bienes. Esta orden es dirigida al oficial de justicia. En los casos en que el deudor no tiene.su domicilio en el lugar de asiento del juzgado la diligencia es encomendada a un juea áe paz si corresponde a su misma circunscripción territorial o a otro de igual categoría, mediante exhorto, cuando correspondiese realizarla en otra circunscripción. "El mandamiento —dice Podetti— debe determinar con precisión lo que ha de ser motivo del requerimiento: para la Capital Federal y los códigos que siguen las disposiciones del de ésta, una suma liquida de dinero. Puede agregarse, y generalmente se agrega, otra cantidad fijada prudencialmente por el juez para responder a intereses moratorios o posteriores a los liquidados y a las costas del juicio, ya que el ejecutado responde de ellas aun cuando pague en el acto del requerimiento (art. 483, Cód." proc. civ.). Puede contener la nómina de los bienes, sobre los cuales ha de procederse al embargo (arg. del art. 478), si ello hubiere sido pedido por el ejecutante y procediere. También puede contener habilitación de día, hora y lugar, para impedir que se frustre la diligencia, sea en cuanto al requerimiento, sea en cuanto al embargo. Por último, y con los mismos fines señalados, puede ser autorizado el uso de la fuerza pública y el allanamiento de domicilio, si el caso lo requiere. "La habilitación de día y hora tiene por objeto que la diligencia pueda practicarse en cualesquiera día y hora (arts. 6"? y 7°, Cód. proc.) y la habilitación de lugar, que el demandado pueda ser requerido de pago y trabarse embargo sobre sus bienes, en el lugar donde se le encuentre. Puede ser útil, esta última habilitación, para embargar dinero, alhajas o títulos que el deudor lleve consigo, o el automóvil que usa ( 2 -i)." En cumplimiento de la orden judicial el oficial de justicia debe constituirse en el domicilio (25) del demandado y requerir efectúe el pago ordenado. Puede prescindirse de este requisito sólo cuando la ley expresamente lo dispone (por ejemplo, en el caso de ejecución prendaria regulado por la ley 12.962). Pero de ordinario, la ausencia o vicio del requerimiento o intimación de pago autorizan a oponer la nulidad de la ejecución. Efectuada la intimación sin que se verifigue el pago se hará efectivo el embargo de los bienes del deudor, diligencia que, de acuerdo a lo que autoriza el artículo 471 del Código de procedimiento civil y comercial de la Capital Federal, puede realizarse aun cuando el deudor no se halle presente (26) . Podetti opina que en el procedimiento de embargo debe seguirse el siguiente orden: "1?) Si se ejecuta un crédito con garantía hipotecaria o prendaria, el embargo deberá trabarse sobre la garantía. (art. 479), sin perjuicio de que si ese bien resultare insuficiente, se amplíe el embargo, antes o después de la ejecución. "2?) Si el crédito que se ejecuta tuviera un privilegio especial (arts. 3883 y sigs., Cód. civ.), el embargo deberá trabarse sobre los bienes afectados, según denuncia del acree- dor. Exceptúanse los que señala la ley número 12.296. (24) Podetti, J. R., Tratado de las ejecuciones, págs. 136 y 137, Ed. Ediar. Bs. Aires, 1952. (25) Dice Podetti en ob. cit., pág. 140: "bebe verificarse en el domicilio real del demandado, o en su domicilio legal, si es que lo hubiere constituido en el expediente o en instrumento público,, o en instrumento privado debidamente reconocido o dado por reconocido". (26) V. también la voz EMBARGO, en esta misma Enciclopedia. "3<?) El acreedor puede denunciar los bienes t,uc estime son de su deudor, pidiendo se trabe embargo sobre ellos en cantidad suficiente para responder al crédito reclamado y a la cantidad presupuestada para costas. Pero, aparte de la facultad del deudor de ofrecer otros en cambió si se tratare de bienes que forman parte de una explotación comercial o industrial o del uso familiar y de los casos de inembargabilidad... el oficial de justicia, a pedido del deudor o de oficio, puede resolver otra cosa, tanto respecto a los bienes sobre los cuales ha de trabar embargo, como respecto a su suficiencia" ( 2 7 ). Remate judicial: Es la diligencia mediante la cual el martiliero designado por el juez en un proceso, procede a la pública subasta de un bien cuya venta se ha dispuesto, adjudicándolo al mejor postor. Muy pocas son las normas reglamentarias del acto del remate: La falta de reglamentación en el Código de la Capital Federal ha sido subsanada parcialmente por aplicación extensiva del decreto 27.311/50 que se refiere al anuncio, remate y venta privada de inmuebles. El Código de Córdoba establece en su artículo 898: "El acto del remate dará principio leyéndose la relación de los bienes a rematar y las condiciones de la subasta; se publicarán las posturas que se admitan y se terminará el acto cuando no haya quien las mejore en un espacio de tiempo de dos minutos. El acta que se levante será suscrita por el postor o postores que hubieran obtenido las adjudicación as, y que podrán manifestar si subastaron para ceder lo subastado a tercera persona; por las partes si concurrieran, por el martiliero y por el actuario o funcionario que autorice el acto". En la práctica el acto se realiza en el lugar y hora designados y el martiliero, previo anuncio que hace de las características del bien a rematarse; la orden judicial de la subasta y la mención de los autos respectivos, procede a recibir las ofertas que se le formulan declarando hecha la venta a la persona que haya ofrecido mayor precio. Acto seguido se redacta un boleto de compra-venta con las especificaciones pertinentes, instrumente que es suscrito por el comprador y el martiliero actuante. Lanzamiento: Es la diligencia que realiza el oficial de justicia, en cumplimiento de mandato judicial, con el objeto de efectivar el desalojo de un inmueble. Esta medida compulsiva se realiza, en la generalidad de los casos, con el auxilio de la fuerza pública (27) Podetti j. R., ob. cit.. pág. 147. y del personal necesario para proceder al retiro de los muebles y efectos del ámbito habitable que ha de desalojarse. Entrega de posesión: Es el acto mediante el cual se pone en posesión de un determinado bien a una persona, en cumplimiento de orden judicial. El procedimiento difiere con la naturaleza de los bienes cuya posesión debe entregarse y con las reglamentaciones pertinentes. Así el artículo 531 del Código de procedimiento de la provincia, refiriéndose al remate de bienes muebles, expresa: "Efectuado el remate, si ios bienes fuesen muebles o alhajas, serán entregadas al comprador por el martiliero quien deberá consignar, dentro del quinto día, el precio de la venta en el Banco de la Provincia". Igual temperamento de entrega inmediata se adopta en los casos de remate de muebles por los bancos e instituciones oficiales. Tocante a la entrega de posesión de Inmuebles, ella se realiza mediante la concurrencia del oficial de justicia y del interesado al lugar donde se encuentra el bien, la entrega de llaves cuando procede, y la constatación de la inexistencia de oposiciones de terceros. De lo actuado se labra acta que suscriben el interesado, los testigos del acto y el oficial de justicia. Otorgamiento judicial de escrituras: Es la diligencia mediante la cual el juez, en cumplimiento de lo dispuesto en un proceso, otorga, con las formalidades de práctica y ante escribano, una escritura pública. Esta facultad del juez, es discutida en doctrina. Sin embargo los códigos de procedimientos de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y San Luis la confieren expresamente. Dice el articulo 566 del Códigp de Buenos Aires: "Cuando la sentencia condenara a escriturar, vencido el plazo fijado al efecto, el juez procederá a otorgar la escritura correspondiente, siempre que el bien no hubiera salido del patrimonio del ejecutado". En realidad, dentro de los ordenamientos que no prevén el caso la solución es idéntica ya que la obligación de escriturar es una obligación de hacer, y éstas —como bien lo señala Podetti— pueden ser cumplidas por uri tercero, en este caso, el juez. IÍI. DILIGENCIAS DE INSTRUCCIÓN EN u JUSTICIA MILITAR En la jurisdicción militar, el sumario que se instruye con el objeto de comprobar la existencia de un delito y determinar la persona de su autor, cómplice o encubridor, es secreto y no se admiten en él debates ni defensas. Puede iniciarse por denuncia y por prevención y no podrá durar, en el procedimiento ordinario en tiempo de paz, más de cinco días, no computándose en ese término laji_demoras por diligencias forzosas que deban practicarse fuera del lugar de la instrucción. EÍ instructor puede solicitar directamente de las autoridades civiles o militares del lugar donde el sumario se instruye, todas las diligencias, datos e informaciones que sean necesarios. Está facultado asimismo para incomunicar a los detenidos, siempre que hubiese causa para ello, pero la incomunicación, en ningún caso, podrá exceder de cuatro días (art. 204 del Código de justicia militar). Puede el instructor, igualmente, nombrar peritos y ordenar la comparecencia de toda persona que deba declarar en el sumario, requiriendo el auxilio de la fuerza pública en caso necesario; disponer la detención, apertura y examen de la correspondencia particular del procesado; ordenar registros en el domicilio particular del imputado cuando haya indicios de que éste pueda encontrarse allí, o que puedan hallarse instfumentos, papeles u objetos que sirvan para el esclarecimiento de los hechos; ordenar requisas personales sí presume que alguien oculta consigo cosas relacionadas con los hechos investigados y efectuar reconocimientos en edificios o lugares públicos. Con respecto a las diligencias atinentes a la comprobación de los hechos delictuosos establecen los artículos 217 a 226 del Código de justicia militar: "Artículo 217. Cuando el delito deja vestigios materiales de su perpetuación, el Instructor procederá en la forma siguiente: "1? Procurará recoger las armas, instrumentos, substancias y efectos que hayan servido a la comisión del delito, lo hará constar por diligencia y hará firmar ésta por las personas en cuyo poder hubieran sido aquéllas encontradas. Si lo solicitaren les dará comprobante de la entrega; "2? Describirá detalladamente, en caso de ser halladas, la persona y la cosa objeto del delito, consignando su estado, circunstancias y todo lo que se relacione con el hecho punible; "39 Dispondrá el reconocimiento pericial, cuando fuere necesario, para conocer o apreciar debidamente un hecho o circunstancia; "49 Hará el reconocimiento de algún lugar cuando lo considere necesario, consig- nando en autos el resultado de la inspección ocular; "59 Examinará a las personas que se hallen presentes al hacer las investigaciones antedichas, respecto de todo lo que se relacione con la comisión del delito o fuera objeto de él, exigiendo a dichas personas que declaren cuanto sepan sobre ías alteraciones que observen en los lugares, armas, instrumentos, substancias o efectos recogidos y examinados, así como el estado que hubieren tenido anteriormente; "6<? Dispondrá, cuando fuera necesario, el levantamiento de planos, medición de distancias, etcétera, y que se hagan fotografías, croquis o diseños de los lugares u objetos que puedan conducir al esclarecímiento del delito. "Artículo 218. El instructor sellará y rubricará, agregando a los autos, si es posible, todos los objetos que hubiere recogido durante las investigaciones y que de alguna manera puedan servir o anrovechar a la causa. "Artículo 219. Cuando el delito que se persigue no deje huellas materiales, el instructor hará constar si la desaparición de las mismas ocurrió natural, casual o intencionalmente; así como las causas que hubieren influido para ello, y recogerá las pruebas de cualquier clase que pueda adquirir sobre la perpetración del delito y la preexistencia de las cosas que hubieren sido objeto de él, justificando, en cuanto sea posible, el estado que tuviesen antes de ser destruidas o deterioradas. "Artículo 220. Cuando el delito fuere de ^omicidio, se describirá el estado del cauáver y se procederá a su identificación por todos los medios de prueba posibles. "El instructor deberá guardar las ropas o prendas que el cadáver conserve. ' :.:n cuando sé presuma la causa de la muerte, deberá hacerse constar por informe médico. Cuando el examen externo del cadáver no permita determinar con certeza, a juicio de los facultativos, la causa de la muerte, se practicará la autopsia. "Artículo 221 Cuando el delito fuere de lesiones rcrpjrales, se hará constar el estado ~x nerido y se dispondrá el reconocin ;nto médico correspondiente. rtículo 222.'Si el lesionado estuviese en peh *° muerte, se le tomará declaración inmediatamente, prescindiendo de toda formalidad ordinaria, y se le interrogará principalmente sobre el autor, causas y circunstancias del delito. "Artículo 223. Antes de cerrar el sumario, el juez instructor solicitará de los médicos que asisten al herido, un informe respecto a su estado. "Si el herido hubiere fallecido, los médicos expresarán en su certificación, si la muerte ha sido resultado de las heridas, o si reconoce otra causa. "Si el herido ha curado, los médicos manifestarán: "1<? El tiempo empleado en la curación; "21? El estado en que ha quedado a consecuencia de las lesiones; "3<? Si ha quedado inutilizado para el trabajo y por qué tiempo; "4"? En general, toda circunstancia que pueda influir en la calificación del delito. "Artículo 224. Cuando la infracción fuese de defraudación militar o de malversación, independientemente del expediente administrativo si lo hubiere, el instructor dirigirá sus investigaciones a comprobar: el importe de la suma en descubierto; si se distrajo para uso propio; si se administraba por razón del cargo militar y en caso • que la infracción se hubiere producido en tiempo de guerra, si a consecuencia de ella se ha malogrado alguna operación militar. "Artículo 225. En los delitos de carácter esencialmente militar, se consignará toda circunstancia que pueda influir en la calificación legal y en la imposición de la pena, como por ejemplo: "La parte que cada imputado haya tenido en la comisión del delito. "Si los hechos tuvieron lugar en actos del servicio o fuera de él, con armas, en actitud de tomarlas o sin ellas. "Si hubo concierto o complot. "Si hubo agresión de hecho o simplemente de palabra. "Si se produjo en presencia de tropa formada o no. "Si la infracción ha hecho peligrar alguna operación militar. "Si hubo abandono de puesto o servició, y cómo se produjo. "Si el desertor cometió deserciones anteriores, y qué sanciones tuvo. "Si se llevó prendas de vestuario, armas o pertrechos. "Si medió instigación o auxilio en la perpetración del delito; o encubrimiento. "Si el hecho se produjo en las proximidades del enemigo o si de alguna manera. ha podido favorecer sus planes y operaciones, etcétera. "Artículo 226. En todos los casos, el instructor practicará -.las diligencias que conduzcan a la comprobación del delito y.de sus circunstancias, aunque el procesado confiese desde el primer instante ser su ' autor." El juez instructor debe asimismo tomar declaración a todas las personas que. a su juicio, se encuentren en condiciones de su- ministrar noticias o datos relativos al hecho que investiga y cuando haya motive suficiente para sospechar que una persona ha participado en la comisión de un delito o de una falta reprimidos por el Código procederá a recibirle declaración indagatoria (arts. 227 a 235). Cuando los testigos o los procesados entre sí, o aquéllos con éstos, discordasen acerca de un hecho o de alguna circunstancia de interés el instructor debe proceder a carearlos. Las formalidades de los careos, determinadas por los artículos 283 a 286 son análogas a las establecidas en el procedimiento penal ordinario. Pero el artículo 288 expresa: "No se podrá practicar careo de suboficiales, clases y tropa con oficiales". El Código adopta asimismo, como medios de prueba, el examen pericial y el aporte de documentos. En lo concerniente a IdÁ diligencias de prevención relativas a la persona de los imputados o sospechosos de ser autores o cómplices de un delito sujeto a la jurisdicción de los tribunales militares, ellas se cumplen en la forma de detención y de prisión preventiva. Establecen, sobre este particular, los artículos 310 a 315 del citado Código: "Articulo 310. La detención puede ser ordenada: "!•? Por las autoridades o jefes militares a quienes competa disponer la instrucción; "2<? Por cualquier militar de graduación superior al imputado, en caso de urgencia o de delito flagrante; "3"? Por el juez instructor. "En los dos primeros casos, los detenidos serán puestos a disposición del juez instructor simultáneamente con su designación. "En el último, el juez instructor lo pondrá inmediatamente en conocimiento del funcionario o jefe de quien dependa el detenido. "Artículo 311. Ningún jefe o funcionario militar podrá eximirse de detener a un subordinado y de ponerlo inmediatamente a disposición del instructor, cuando éste se lo pidiera por oficio, o por otro medio de comunicación, en caso de urgencia. "Artículo 312. La simple detención se convertirá en prisión preventiva, cuando coacurran las tres circunstancias siguientes: "1? Que esté debidamente comprobada li existencia de una infracción que este Código reprima con muerte, reclusión, prisión, degradación o confinamiento; "2P Que al detenido se !e haya tomado declaración indagatoria y se le haya hecho conocer la causa de su detención; "3<? Que haya datos suficientes, a juicio del instructor, para creer que el detenido es responsable del hecho probado. "Artículo 313. La prisión preventiva se hará constar en autos por medio de resolución especial y fundada. "Esta resolución se le hará conocer al detenido, recomendándole al mismo tiempo que se prevenga para el nombramiento de defensor en el acto que se le intime. "Artículo 314. La prisión preventiva será rigurosa o atenuada. "Se impondrá la primera, cuando al hecho probado le corresponda pena de muerte, reclusión, prisión mayor o degradación, y la segunda cuando la pena sea de prisión menor o confinamiento. Contra los oficiales, no procede esta última sino cuando pueda corresponder al hecho- comprobado el máximo de la pena de prisión menor. "Articulo 315. La prisión preventiva rigurosa se cumplirá en buque, fortaleza, cárcel o prisión. "La atenuada se cumplirá en la forma siguiente: "1? Los oficiales permanecerán arrestados en sus alojamientos o domicilios y relevados de todo mando y servicio; "2<? Los suboficiales, clases e individuos de tropa permanecerán arrestados en cuartel o establecimiento militar, prestando los servicios que los respectivos jefes consideren convenientes." Practicadas las diligencias necesarias para la comprobación del delito y determinación de los responsables, el juez instructor debe elevar las actuaciones juntamente con un informe sobre el resultado de las mismas a las autoridades que ordenaron la instrucción del sumario. IV. DILIGENCIAS PREVIAS A LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO U ley 2393 de matrimonio civil establece, en sus artículos 17 a 19, una serie de diligencias previas a la celebración de dicho acto constitutivo de estado. Estas diligencias se realizan con la intervención del oficial encargado del Registro Civil correspondiente al domicilio de cualquiera de los futuros contrayentes y tienen por objeto determinar su común voluntad de realizarlo y la falta de impedimentos para las nupcias. Expresan las normas citadas: "Artículo 17. Los que pretendan contraer matrimonio, se presentarán ante el oficial público encargado del Registro Civil, en el domicilio de cualquiera de ellos, y manifestarán verbalmente su intención, que será consignada en un acta, firmada por el oficial público, por los futuros esposos y por stigos: si los futuros esposos no su- pieren o no pudieren firmar, firmará a su ruego otra persona. "Artículo 18. En el acta debe expresarse: "19 Los nombres y apellidos de los que quieran casarse; "29 Su edad; "3? Su nacionalidad, su domicilio y el lugar de su nacimiento; "49 Su profesión; "5"? Los nombres y apellidos de sus padres, su nacionalidad, profesión y domicilio; "69 Si antes han sido o no casados, y en caso afirmativo, el nombre y apellido de su anterior cónyuge, el lugar del casamiento y la causa de su disolución. "Artículo 19. Los futuros esposos deberán presentar en el mismo acto: 19 Copia debidamente legalizada, de la sentencia ejecutoria que hubiere declarado nulo el matrimonio anterior de uno o de ambos futuros esposos en su caso; "29 La declaración auténtica de las personas cuyo consentimiento es exigido por la ley, si no la prestaran verbalmente en ese acto, o la venia supletoria del juez cuando proceda. Los padres, tutores o curadores; que presten su consentimiento ante el oficial público, firmarán el acta a que se refiere el artículo 17; si no supieren o no pudieren firmar, lo hará alguno de los testigos a su ruego; "39 Dos testigos que, por el conocimiento que tengan de las partes, declaren sobre la identidad y que los creen hábiles para contraer matrimonio." V. DILIGENCIAS USUALES EN EL COMERCIO a) Inscripciones en el Registro Público de Comercio. De acuerdo a lo establecido en el artículo 25 del Código de comercio, todo comerciante debe matricularse en el Juzgado de Comercio del lugar de su domicilio o en el Juzgado de Paz cuando no exista Juzgado de Comercio en dicho lugar. A tal efecto el articulo 34 prescribe que en cada tribunal de comercio ordinario "habrá un Registro Público de Comercio a cargo del respectivo secretario, que será responsable de la exactitud y legalidad de sus asientos" ( 2 S ). En la matrícula respectiva se asienta el nombre del comerciante, la denominación y objeto del establecimiento que explota, el domicilio comercial, la fecha y demás da(28) Sin embargo, no en todas las jurisdicciones el Registro Público de Comercio se encuentra organizado de acuerdo a las disposiciones del Código. En la Capital Federal, por ejemplo, el Registro ha funcionado siempre como una oíicina administrativa especializada, con un jefe o encarnado cuyas funciones no son equiparables a J¡».' de los secretarios de los juzgados de comercio y con personal propio. tos y circunstancias relativos a la inscripción. El comerciante que desee matricularse debe presentar al juzgado una solicitud expresando los recaudos requeridos por el artículo 27 del Código de comercio, a saber: 1"?) Su nombre, estado y nacionalidad; y siendo sociedad, los nombres de los socios y la firma social adoptada. 29) La designación de la calidad del tráfico o negocio. 39) El lugar o domicilio del establecimiento o escritorio. 49) El nombre del gerente, factor o empleado que ponga a la cabeza del establecimiento. Esta solicitud debe ser suscrita por el peticionante y mencionar los nombres y circunstancias personales de dos testigos que puedan declarar que el recurrente reúne las condiciones requeridas para ejercer el comercio. En algunas jurisdicciones exígese asimismo la presentación de inventarios y certificados de no inhibición. Ordenada y efectuada la inscripción, toda modificación que se produzca con relación a las circunstancias requeridas por el artículo 27 debe ser llevada a conocimiento del tribunal a los efectos de la pertinente toma de razón. Asimismo, los comerciantes deben inscribir en el Registro Público de Comercio todos los documentos con relación a los cuales la ley exige ese requisito, y que son: 1?) Las convenciones matrimoniales que se otorguen por los comerciantes o tengan otorgadas al tiempo de dedicarse al comercio, así como las escrituras que se celebren en caso de restitución de dote y los títulos de adquisición de bienes dótales; 2?) Las sentencias de divorcio o separación de bienes y las liquidaciones practicadas para determinar las especies o cantidades que el marido deba entregar a su mujer divorciada o separada de bienes; 31?) Las escrituras de sociedad mercantil, cualquiera que sea su objeto, exceptuándose las de sociedades en participación; 49) Los poderes que se otorguen por los comerciantes a factores o dependientes para dirigir o administrar sus negocios mercantiles, y las revocaciones de los mismos í 2 »). 59) En general, todos los documentos cuyo registro se ordena en el Código de comercio. b) Rúbrica de libros. De acuerdo a lo dispuesto por el artículo 53 del Código de comercio, los comerciantes deben presentar al (29) Estos instrumentos pueden inscribirse también en los Begistros de Mandatos' y Representaciones. Juzgado de Comercio de su domicilio —o en el Juzgado de Paz en caso de que en el lugar no hubiese de comercio— los libros requeridos por el artículo 44 para todo comerciante diario, inventario y copiador), a los efectos de que sean rubricadas o selladas todas sus hojas y sea puesta, en la primera de ellas, una nota datada y firmada por el juez y el secretario, sobre el número de hojas que contiene el libro. A tales fines el comerciante debe presentar una solicitud al juez correspondiente acompañando a la misma los libros que han de ser rubricados, c) Trámites relativos a la compraventa de casas de comercio, establecimientos industriales, etcétera. Antes de ser sancionada la ley 11.867, la compraventa de fondos de comercio se efectuaba y perfeccionaba con la mera intervención de balanceadores quienes, previo inventario y balance de las existencias, publicaban avisos en los diarios a fin de que los acreedores e interesados formularan las pertinentes recalmaciones 'u observaciones. La sanción de la citada ley ha tenido por objeto, a la vez que uniformar el procedimiento, dar suficiente garantía a los acreedores de un comerciante contra el posible fraude del deudor que vende su negocio para eludir el cumplimiento de sus obligaciones. Con esa finalidad, la ley 11.867 establece una serie de previsiones y diligencias que deben ser cumplidas en ocasión de transferirse un fondo de comercio. Ellas están determinadas por los artículos 2 a 12, que expresan: Artículo 2? Toda transmisión por venta o cualquier otro título oneroso o gratuito de un establecimiento comercial o industrial, bien se trate de enajenación directa y privada, o en público remate, sólo podrá efectuarse válidamente con relación a terceros previo anuncio durante cinco días en el Boletín Oficial de la Capital Federal o provincia respectiva y en uno o más diarios o periódicos del lugar en que funcione el establecimiento, debiendo indicarse la clase y ubicación del negocio, nombre y domicilio del vendedor y del comprador, y en caso que interviniesen, el del rematador y el del escribano con cuya actuación se realizara el acto. Articula 39 El enajenante entregará en todos los casos al presunto adquirente una nota firmada, enunciativa de los créditos adeudados, con nombres y domicilios de los acreedores, monto dé los créditos y fechas de vencimientos si los hay, créditos por los que se podrá solicitar de inmediato1 las medidas autorizadas por el artículo 4 ?, a pesar de los plazos a que puedan estar subordinados, salvo el caso de la conformidad de los acreedores en la negociación. Artículo I? El documento de transmisión sólo podrá firmarse después de transcurridos diez días desde la última publicación, y hasta ese momento, los acreedores afectados por la transferencia, podrán notificar su oposición al comprador en el domicilio denunciado en la publicación, o al rematador o escribano que intervengan en el acto reclamando la retención del importe de sus respectivos créditos y el depósito, en cuenta especial en el Banco correspondiente, de las simias necesarias para el pago. , Este derecho podrá ser ejercitado tanto por los acreedores reconocidos en la nota a que se refiere el artículo anterior, como por los omitidos en ella que presentaren los títulos de sus créditos o acreditaren la existencia de ellos por asientos hechos en los libros llevados con arreglo a las prescripciones del Código de comercio. Pasado el término señalado por el artículo 59, sin efectuarse embargo, las sumas depositadas podrán ser retiradas por el depositante. Artículo 5<? El comprador, rematador o escribano deberán efectuar esa retención y el depósito y mantenerla por el término de veinte días, a fin de que los presuntos acreedores puedan obtener el embargo judicial. Artículo 6<? En los casos en que el crédito del oponente fuera cuestionable, el anterior propietario podrá pedir al juez que se le autorice para recibir el precio del adquirente, ofreciendo caución bastante para responder a ese o esos créditos. Artículo 7? Transcurrido el plazo que señala el artículo 49 sin mediar oposición. o cumpliéndose, si se hubiera producido, la disposición del artículo 59, podrá otorgarse válidamente el documento de venta, el que, para producir efecto con relación a terceros, deberá extenderse por escrito e inscribirse dentro de diez días en el Registro Público de Cómprelo o en un registro especial crearlo'ui efecto. ".'titulo 89 No podrá efectuarse ninguna enajenación de un establecimiento comercial o industrial por un precio inferior al de los créditos constitutivos del pasivo confesado por el vendedor, más el importe de tos créditos no confesados por el vendedor, pero cuyos titulares hubieran hecho oposición autorizada por el artículo 4<?, salvo el caso de conformidad de la totalidad de los acreedores. Estos créditos deben proceder de mercaderías u otros efectos suministrados al negocio o de los gastos generales del mismo. Artículo 9? A los efectos determinados en el artículo anterior, se presumen simuladas jurls et de jure las entregas que aparezcan efectuadas a cuenta o como seña que hubiere hecho el comprador al vendedor y en tanto cuanto ellas puedan perjudicar á los acreedores. Artículo 10. En los casos en que la enajenación se realice bajo la forma de ventas en block o fraccionadas de las existencias, en remate público, el martiliero deberá levantar previamente Inventario y anunciar el remate en la forma establecida por el artículo 29, ajustándose a las obligaciones señaladas en los artículos 49 y 59 en el caso de notificársele oposición. En caso de que el producto del remate no alcance a cubrir la suma a retener, el rematador depositará en el Banco destinado a recibir los depósitos judiciales, en cuenta especial, el producto total de la subasta, previa deducción de la comisión y gastos que no podrán exceder del quince por cienw to de ese producto. Si habiendo oposición, el rematador hiciera pagos o entregas al vendedor, quedará obligado solidariamente con éste respecto de los acreedores, hasta el importe de las sumas que hubiera aplicado a tales objetos. Artículo 11. Las omisiones o transgresiones a lo establecido en esta ley, harán responsables solidariamente al comprador, vendedor, martiliero o escribano que las hubieran cometido, por el importe de los créditos que resulten impagos, como consecuencia de aquéllas y hasta el monto del precio de lo vendido. Artículo 12. El Registro Público de Comercio o el especial que se organice, llevará los libros correspondientes para la inscripción de las transmisiones de establecimientos comerciales e industriales, cobrando a ese efecto los derechos que determinen las leyes de impuestos. d) Trámites para la obtención de patentes de invención. La persona que desee obtener patente de invención debe presentar la solicitud respectiva en la Oficina de Patentes de la Capital Federal o en la de Correos en las capitales de provincia. La solicitud debe formularse por duplicado y acompañarse a la misma una descripción del invento, los dibujos y muestras necesarias para su inteligencia y la relación de los objetos que se presenten (art. 15 de la ley 111). Deberá asimismo expresar el tiempo por el cual se requiere la patente sin contener restricciones, condiciones ni reservas, indicando el título con que se designe la invención. Los dibujos que la acompañen de- berán ser hechos con tinta y en escala tartículo 19). Presentada la solicitud y efectuada por la Oficina de Patentes la verificación de que el objeto a patentarse es de los comprendidos en el artículo 2? de la ley sin estar afectado por las limitaciones del artículo 4°(:!u), se acordará la patente respectiva sin perjuicio de las 31 nulidades a que se refiere el artículo 46 ( ). Toda innovación o mejora que se introduzca en un invento podrá asimismo ser registrada con relación al invento principal. A tal efecto podrá solicitarse a la Oficina de Patentes —con las mismas formalidades— un certificado de adición que no podrá concederse por más tiempo que el que faltare para el vencimiento de la patente principal, siempre que éste no exceda de diez años, "salvo el caso —expresa el artículo 27— en que hubiese transcurrido la mitad de ese tiempo, o que la mejora disminuya en la mitad, por lo menos, los gastos de producción, el tiempo, los riesgos de las personas o cosas, o tuviese otros resultados análogos, en cuyos casos el comisario determinará prudentemente el tiempo porque se acordare". Al presentarse la solicitud debe abonarse la mitad del impuesto señalado para la concesión de una patente nueva o para la revalidación de una patente extranjera, según 'el caso. La otra mitad, conforme lo establece el artículo 7, debe satisfacerse en anualidades sucesivas. e) Formalidades y trámites para adquirir la propiedad de marcas de fábrica, comercio o agricultura. En materia de marcas de fábrica, de comercio y de agricultura, la ley 3975 del año 1900, sustituyó a la anterior de 1876, acordando protección "a las (30) El art. 2" de la ley 111 confiere el derecho de explotación no sólo con relación a los descubrimientos e invenciones hechas en el país, sino también a las verificadas y patentadas en el extranjero, siempre que el 'solicitante sea el inventor, o un sucesor legítimo suyo en sus derechos y privilegios. Por su pane, el articulo 4'; determina que 110 son susceptibles de patentes las composiciones farmacéuticas, los planes financieros, los descubrimientos o invenciones que hayan sido publicados suficientemente en el país o fuera de él, en obras, folletos o periódicos impresos; para ser ejecutados con anterioridad a la solicitud, los que son puramente teóricos sin, que se naya indicado su aplicación industrial y los que sean contrarios a las buenas costumbres y legislación del país. (31) Son nulos las patentes o certificados ob> tenidos en contravención del artículo 4? o con títulos fraudulentos. o cuando el dibujo o la descripción fueren inexactos o incompletos. Son nulos asimismo los certificados referentes a paten- tes no obtenidas o, cuando siendo un invento extranjero hubiera caducado la patente principal o se explotase ya en el país, a la fecha de la patente, el invento respectivo. mismas por el término de diez años, prorrogable. Esa protección se concreta mediante el registro establecido por la citada ley, cuyos artículos 16 a 41 prescriben una serie de diligencias y formalidades para adquirir la propiedad de las marcas. La solicitud respectiva debe ser presentada ante la Oficina de Patentes y acompañada: 1°) De seis ejemplares de la marca que se pretende registrar; 2°) De una inscripción por duplicado de la marca, si se trata de figuras o emblemas, debiendo indicarse la clase de objetos a que están destinados y si serán aplicados a productos de una fábrica, a productos de la tierra o a objetos del comercio. 3°) De un recibo comprobatorio del depósito del arancel respectivo; 49) Del testimonio de poder, en el caso de que el interesado no efectúe personalmente les trámites respectivos; 5°) De la autorización pertinente, en caso de que la marca a inscribirse sea el nombre o reproduzca el retrato de alguna persona. Las solicitudes que se presenten en la Oíicina de Patentes se harán constar por medio de un acta que expresará el contenido de las mismas, la fecha y la hcra de su presentación y la manifestación del solicitante de si renuncia o no a gestiones judiciales en caso de oposición o negativa de la oficina a otorgar la propiedad de la marca. El acta será firmada por el jefe de la oficina, el secretario de la misma y el solicitante, a quien se entregará un recibo de los documentes presentados en el que constará asimismo el número del acta. Realizada esta diligencia se procederá a publicar oficialmente y a costa del interesado, un extracto de la solicitud, su fecha de presentación, el nombre del solicitante y el grabado de la marca. Esta publicación se efectúa por cinco días consecutivos en la Capital Federal y en la provincia o territorio donde se domicilia el recurrente. Si transcurridos treinta días después de la última publicación no hubiesen oposiciones ni se nubiesen otorgado, con anterioridad, marcas iguales o semejantes, se registrará la solicitada y se expedirá el pertinente certificado de su propiedad. En los casos de que se desee registrar marcas extranjeras, debe precederse a las tramitaciones proscriptas por al referida ley. Los únicos que pueden solicitar este registro son los propietarios de dichas marcas o los agentes o representantes debidamente autorizados. f) Inscripción de contratos prendarios. La ley 12.962 determina que los contratos de prenda con registro deben ser efectuados por instrumentos privados extendiéndose en los formularios que, gratuitamente, facilitarán las oficinas del Registro de Prenda. Por su parte, el decreto número 10.754, reglamentario de dicha ley, establece que "los contratos de prenda-a que se refiere el articulo 6"? del decreto-ley que por el presente se reglamenta, pueden formalizarse por instrumento privado o público", y que, en caso de realizarse mediante escritura pública, "se presentará al Registro el testimonio de la misma y dos copias simples, firmadas y selladas por el escribano autorizante". El contrato debe contener las siguientes especificaciones, determinadas por el artículo 11 de la ley 12.962: 1) Nombre, apellido, nacionalidad, edad, estado civil, domicilio y profesión del acreedor y del deudor; 2) Monto del crédito y tasa del interés con especificación del tiempo, lugar y forma de pagarlo; 3) Datos relativos a la individualización de los bienes prendados; 4) Determinación de los privilegios a que están su jatos los bienes en el momento de celebrarse el contrato; 4) Especificación de los seguros constituidos sobre dichos bienes. La inscripción de prenda fija debe realizarse en los Registros correspondientes a la ubicación de los bienes prendados. Si éstos estuvieran ubicados en otro lugar, el Registro lo comunicará dentro de las veinticuatro horas a los Registros del distrito donde estén situados aquéllos. La inscripción de prenda flotante se hace en el Registro correspondiente al' domicilio del deudor. Los Registros de Prenda funcionan en las oficinas nacionales, provinciales o municipales determinadas por el Poder Ejecutivo y la inscripción respectiva está subordinada al pago del pertinente arancel. Los registros deben asimismo expedir certificados y proporcionar informaciones a requerimiento judicial, de estableicmientos bancarios, de escribanos públicos y de quien compruebe un interés legítimo. Los certificados que determinen la inexistencia de gravámenes prendarios sobre determinados bienes tienen eficacia legal hasta veinticuatro horas después de su expedición. BIBLIOGRAFÍA. — Podetti, J. 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DILIGENCIAS PREPARATORIAS DEL JUICIO EJECUTIVO.* Las características especiales del juicio ejecutivo, su desenvolvimiento general dentro de los límites de determinados casos, estrictamente señalados por el Código de procedimientos, hacen al carácter de las medidas previas a su iniciación, las cuales, por tales motivos, sólo consisten en meros reconocimientos de los documentos o contratos firmados aparentemente por el demandado, cuando éstos, por su sola existencia, no traigan aparejada la ejecución. Por el contrario, no sería necesaria la diligencia de reconocimiento cuando el título lleva en sí fuerza ejecutiva, tal como ocurre con los señalados en el artículo 465 del Código de procedimientos: "1°) los instrumentos públicos presentados en forma; 2°) los documentos privados, suscriptos por el obligado que sean reconocidos en juicio; 3°) la confesión de deuda líquida y exigible hecha ante juez competente; 4°) las cuentas aprobadas o reconocidas en juicio; 5°) el juramento decisorio; 6°) las letras de cambio, vales o pagarés protestados con arreglo a las prescripciones del Código de comercio o en defecto de protesto, reconocidos en juicio; 7°) los créditos por arrendamientos de créditos rústicos o urbanos. Nuestro Código señala en los artículos 466 a 470, los supuestos y el trámite a seguir. Dice el primero de los artículos mencionados en su primera parte: "Puede prepararse la acción ejecutiva, pidiendo previamente que sean reconocidos los documentos que por sí solos no traen aparejada ejecución". El juez fija a los efectos del reconocimiento, una audiencia, citando al futuro demandado por cédula, cumpliendo al efecto los trámites que indica el artículo 77 por expresa remisión del artículo 468. Notificado en forma el deudor, para la audiencia de reconocimiento, su incomparencia acarrea una presunción de certeza sobre el objeto del mismo, quedando por omisión expedito el camino para el juicio posterior. En la ig* Por el Sr. ERNESTO GÜKLPERIN. - norancia sobre el domicilio del demandado, cabe la citación por edictos (i), y en el caso de domiciliarse fuera de la jurisdicción del magistrado ante quien se inician las medidas, salvo que la distancia fuera mínima, puede el juez remitir los documentos al Juzgado de Paz del lugar en que se halla el deudor, para que allí se proceda al reconocimiento ( 2 ) . En un caso en el que posteriormente se opuso la defensa del artículo 1032 del Código civil, es decir, desconocimiento de la firma del causante, la Cámara Civil 1$ dispuso su improcedencia, pues tal manifestación debía haber sido realizada durante las diligencias previas, en ocasión de la audiencia del artículo 468, a la que faltó el demandado (3). Pero, si compareciendo el sucesor, o el mismo deudor, éste niega o desconoce la firma del documento, el artículo 469 indica: "...podrá el acreedor usar de su derecho en el competente juicio ordinario" ( 4 ) , y no pro.cede ninguna clase á° pruebas o pericias para demostrar, en esta etapa del juicio, la verdad o falsedad de alguna manifestación (5). Se debe tener en cuenta que el desconocimiento de la firma no implica anulación ni invalidez, ni siquiera presunción contraria al mérito del documento en cuestión: la única consecuencia derivada de tal negativa, consiste en cerrar la vía iniciada, quedando con todas sus posibilidades para la contradicción planteada, abierta la vía ordinaria (pruebas, excepciones, defensas, etcétera) ( ( 1 ). Si esto vale para el desconoci- miento, en cierto sentido podemos ampliar al reconocimiento mismo, cuando el deudor, a pesar de reconocer su firma (o la del car sante), niega por cualquier causa la existencia en sí de la deuda, según lo ha sentado expresamente la jurisprudencia uruguaya (7). Base de interpretaciones divergentes ha sido, tal como en las medidas semejantes en el juicio ordinario, la declaración judicial de procedencia o improcedencia frente a determinados documentos. Pese a que el precepto legal es bastante claro cuando dice que procede la preparación del juicio ejecutivo originado en "documentos que por sí solos no traen aparejada ejecución", la Cámara Civil í^ in re "Guglielmino v. Maida" ( 8 ) negó la diligencia preparatoria de un juicio sobre presupuesto conformado, afirmando que no procede el reconocimiento de "documento que por sí no abre la vía ejecutiva", con lo cual se derogan —creemos que infundadamente— los principios de la institución. Esta divergencia ha surgido también con respecto al pagaré y a su requisito de previo protesto. El pagaré protestado entra en la enumeración del artículo 465 (inc. 6), y en tal caso no hay problemas, pero cuando un pagaré es devuelto por el Banco por carencia de fondos, mientras un fallo de la Cámara Comercial, en su primera parte, admite la procedencia del reconocimiento, luego la niega por "haberse omitido ¡anormalidad de protesto al librador" ( » ) , lo cual es incomprensible. En cambio, creemos justa la decisión del tribunal roaarino que ha afirmado la fuerza ejecutiva del instrumento privado, aun cuando tal reconocimiento no se haya produ'qido en actuaciones preparatorias (i°), sino en oportunidad de oponer excepciones (i'). Ejecución de alquileres. Al respecto el artículo 466, 2^ parte, dispone como diligencia previa al juicio por cobro de alquileres, el reconocimiento del locatario de su carácter de tal, y en su caso, la exhibición del último recibo. El carácter de inquilino puede ser presumido cuando el demandado lo ha reconocido en otro juicio (de desalojo, por ejemplo) (i 2 ) o en manifestaciones inscriptas en diversos escritos emitidos por el deudor (i 3 ); concurriendo estas exteriorizaeiones, no cabe declarar la nulidad de la acción iniciada sin dilegencias preparatorias. Sin embargo, el Superior Tribunal de Santa Fe, ha exigido como condición indispensable, la diligencia previa concretada según la letra de los artículos correspondientes, "no bastando la existencia de presunciones (8) J. A., 1947-IV, pág. 411; id., 12-11-947, L.-L.. (1) Cám. Coní. Cap., 8-7-942, 3: A., 1942-III, v pág. 482. .•• . . . . (2) Cám. Fea. Bahía Blanca, 7-6-950. J. A., 1950-IV, pág. 30. • (3) Cám. Civ. I* Cap., 25-8-936, L. L., t. 3, pág. 996. (4) Cám. Civ. 29 Cap., 25-5-936, L. L., t. 3. »pág. 535; Supr. Trib. Santa Fe, 22-9-942, L. L. t, 28. pág. 487. ( 5 ) Cám. Civ. 2» Ceíp., 26-10-847, LV L., t. 48, pág. 730. (6) Cám. Com. Cap., 13-8-942, L. L., t. 27, pág. 480. • (7) Trib. Apel. ler. Turno Uruguay, 26MS-947, L. J. U., t,. 16. pág. 74. t. 48, pág. 856. (9) Cám. Com. Cap., 21-10-947, O. del F.,t 191, pág. 191. (10) Caín. Apel. Rosario, Sala 3», 18-9-942. R. S. P., t. 1, pág. 311. Cfr. Cám. Civ. 1» Cap,, 16-9-946, G. del P., t. 187, pág. 253: si hay diver- gencias acerca de alguna de las cláusulas, la discusión debe llevarse a cabo en el juicio propiamente dicho. (11) Cám. Com. Cap. Ped., 14-2-936, L. L, 1.1. pág. 564. (12) Cám. Civ. l-i Cap., 7-7-«37,-L. L, t. 7 pág. 102. (13) Supr. Trib., Santa Pe, 16-11-946, L. L t. 44, pág. 733. sobré la anterior gestión de tales diligencias, ni la prueba del carácter fie inquilino del deudor, ni del precio, etcétera («). En el mismo sentido, se han declarado inexcusables tales medidas, aun cuando el fiador es solidario y primer p?.gadcr. En cambio, el mismo tribunal aclaró que, en circunstancias de existir contrato de locación, no era necesario requerir al deudor para que admita en audiencia del artículo 468, su carácter de inquilino y exhiba por ende el último recibo, bastando el reconocimiento de !a firma en el contrato mencionado, lo cual nos parece inadecuado, ya que una medida no choca con la otra ( i r > ) . El desconocimiento de la firma, ya sea por el demandado (deudor o sucesores) implica la. imposibilidad de la vía ejecutiva y por consiguiente el camino indicado en el artículo 469. Relaciones con las diligencias del juicio ordinario. Las medidas que indica el Código de procedimientos sobre la preparación del juicio ordinario, no pueden aplicarse analógicamente a la misma etapa del juicio ejecutivo. Las diligencias previas para este último son de carácter estricto y cierran las posibilidades que, dada su amplitud, ofrece el juic. ordinario. Es así, que dentro de los ámbitos .nencionados, no caben peticiones de pruebas por ningún motivo, ni pericias o exhibiciones, sino en juicio establecido formalmente y con audiencia de la parte contraria. Por lo tanto, en el caso se distingue lo afirmado por Alsina (!'•) con respecto a los juicios especiales. Pueden pedirse medidas preparatorias en cualquier especie, pero las mismas deben adecuarse al carácter y esencia de la espe- cie en cuestión. En el juicio ejecutivo, por ejemplo, no hay discusión acerca de quién puede solicitar las medidas previas, en estas circunstancias no le cabe sino "al actor tal ejercicio ("). Documentos firmados por poder. En las situaciones del epígrafe, se procede según el artículo 470 del Código de procedimientos, que indica la necesidad de acompañar el instrumento por el que se pruebe la autorización, o mención del registro correspondiente donde se halla inscripta. Así lo ha establecido en un fallo la Cámara Comercial: "Para darse curso al ejercicio ejecutivo contra una sociedad de responsabi(14) Cám. Paz Letr.. Sala 3*. 26-8-948, A., 1948-IV, pág. 651. (15) Id. id, 25-8-948, G. de P., t. 80. pág. 544. (16) Alsina, H., Tratado de Derecho procesal, t. 1. págs. 31 y 32. (17) Ene. Omeba, voz DILIGENCIAS PREPARATOtUS DEL JUICIO ORDINARIO. lidad limitada, debe acreditarse que :las personas que suscriben el documento qut. sirve de base a la ejecución invisten.la calidad de gerentes de aquélla" ( 1S ). Perención de instancia y prescripción. La perención o caducidad de instancia supuesta ante el solo transcurso del término que fija la ley, se opera de pleno derecho aun cuando el juicio no haya pasado de sus diligencias preparatorias, según lo afirman reiteradas decisiones de nuestros tribunales. Esto se plantea porque, aun cuando la diligencia preparatoria no es el juicio en sí mismo, supone o lleva en sí la exteriorización del interés de una persona, que al no continuarse con el desarrollo formal del proceso, se supone ¿ nunciado ( 1!1 ). En cambio, divergen las decisiones en cuanto al poder interruptivo de la prescripción de las medidas que estudiamos. Mientras la Cámara Civil 1a admite la interrupción "no sólo por la iniciación del juicio ejecutivo, sino también por las medidas preparatorias del mismo" (20), ia Cámara Civil 2a declara exactamente lo contrario (21) y en ela mismo sentido se expidió la Cámara 1 de Apelaciones de Córdoba, agregando que tales medidas no tienen el alcance requerido por el artículo 3986 del Código civil ("la prescripción se interrumpe por la demanda contra el poseedor..."), decisión que no compartimos por las razones expuestas supra al referirnos a la perención. Reconocimiento de la impresión digital. Es factible que una persona, analfabeta, haya suscrito un documento que lo obliga, mediante su impresión digital puesta al pie del mismo. Puede llamarse, como diligincia preparatoria del juicio ejecutivo, a "etonocsr tal expresión del consentimien10, similándola a la firma. Alsina, y con su J T icio uo concordamos, niega la procedencia de tal medida, en primer lugar porque la mi ma no puede ser obligatoria, y luego, porque la certidumbre en el caso sólo se adquiere mediante la prueba pericial correspondiente, que está excluida en la enumeración del Código. Sin embargo, la jurisprudencia ha consentido en repetidas oportunidades, ante la solicitud de tal diligencia. Así, la Cámara comercial de la (18) Cám. Com. Cap., 27-2-950, L. L., t. 58, pág. 537. (19) Cám. Paz Letr., Sala 3», 19-10-947, G. de P., t. 47, pág. 25; Cám. Civ. 1 Cap.. 20-5-941, J. A., 1942-1, pág. 825; Supr. Trih Entre Ríos. 12-2-942, J. E. B., t. 42, pág. 88; Can, 1* Apel. La Plata, Sala 2*. 28-6-946. (20) Cám. Clv. 1» Cap., 8-10-936, L. L., t. 4, pág. 374. (21) Cám. Civ. 2» Cap., 23-5-949, L. L . t. .56. pág. 231. Deben diferenciarse, a pesar de ciertas semejanzas, las diligencias que tratamos —cuya función es sólo verificatoria—de las medidas conservatorias, que tienen por objeto el asegurar la permanencia • de algún elemento de prueba; en el punto, estamos de acuerdo- con el fallo que asi lo impone, y no con aquel que manifiesta que ia medida preparatoria tiene como finalidad, además de facilitar el examen de la cosa, "impedir que la misma pueda mudarse, transportarse de un lugar a otro, Instrumentos en idioma extranjero. Se ocultarse, perderse o destruirse" (*). Entenha declarado la procedencia del reconoci- demos que tal aserción implica desnaturamiento de documentos en idioma extran- lizar la esencia propia de las diligencias jero, una vez traducidos (C. S., t. 68, 382, ci- previas. La enumeración del artículo 67 del Códitado por Alsina). go de procedimientos. La fuente más coJURISPRUDENCIA. — La. citada eu «1 texto y notas. común de contradicciones relativas al teDILIGENCIAS PREPARATORIAS DEL ma, consiste en la procedencia o improcedencia de medidas que, solicitadas por JUICIO ORDINARIO.? Podemos definir es- las partes, son calificadas por ellas de preta diligencia, como las medidas anteriores paratorias. En efecto, no es del todo claro a la formal presentación de la demanda, lenguaje del artículo 67, primera parte, solicitadas por un futuro litigante, en fun- el expresa: "El juicio ordinario podrá ción de verificación, integración o indivi- cuando prepararse..." y las interpretaciones chodualización de algún elemento imprescin- can al adjudicar carácter taxativo o simdible para el posterior desarrollo del juicio. plemente enunciativo a los cinco casos enuEs así, que pueden existir pruebas de ca- merados. Se comprende la dificultad al derácter perecedero, antecedentes o simples limitar cuando corresponde o no, la prohechos cuya certificación a príori hacen al cedencia de determinada medida solicitaobjeto y posibilidad de la futura demanda. da como diligencia preparatoria, estando Al tratar el juicio ordinario, el Código de presente el peligro de causar desprocedimientos civil ay comercial de la Ca- siempre equilibrio en beneficio de una de las parpital (tít. II, sec. 1 ), y luego de estipu- tes. lar qué amplitud debe darse a la aplicaUn examen de la jurisprudencia de nuesción de los preceptos sobre juicio ordinario tros tribunales nos conducirá a la com(art. 66) pasa a reseñar en los artículos 67 probación de lo anteriormente expresado. a 70 las condiciones y procedimiento que Así, el inciso 1? del artículo citado, Indeben observar estas diligencias previas. cluye la declaración de la contraEs de hacer notar, siguiendo en el tema parte sobre hechos ojurada datos relativos a su a Alsina (i), que tales medidas pueden ser pedidas en cualquier clase de juicios (aun personalidad "sin cuyo conocimiento no entrarse a juicio". Esto indica la en los especiales) y no solamente en los pueda ordinarios. Ya veremos las diferencias con improcedencia de averiguaciones in exlas medidas del mismo tipo en los juicios tenso que, aunque vinculadas de alguna con la personalidad, entra a la ejecutivos (-'). Es lógico que así sea, pues manera dilucidación de elementos que sólo deben no se concibe la razón para no extender presentarse una vez iniciado el juicio. El a las partes en juicios de otro carácter, pedido debe recaer sobre los conocimienbeneficios que en resumen, y aplicados con tos indispensables (edad, nacionalidad, caprudencia, aseguran el fundamento de su rácter de heredero, legatario, poseedor o acción. En cambio, consideramos justo lo simple tenedor de cierto bien, etc.) W. dispuesto por un tribunal uruguayo al neLos demás incisos del artículo 67 hacen gar la facultad de preparar juicio arbi- procedentes las solicitudes sobre: exhibitral (3). ción de la cosa mueble que haya de pedirse por acción real y su secuestro en los • Por el Sr. ERNESTO OÜH.PEHIN. casos establecidos por la ley (inc. 2); la Capital, tiene establecido que "es procedente la citación de quien presuntivamente ha puesto su impresión jdigital ai pie del documento en que se sustente la ejecución, para que manifieste si dicha impresión es o no suya, sin perjuicio de que se dicte la resolución que corresponda, según íuese el resultado de la diligencia", y refirmando, se afirmó que si el demandado no compareciere al reconocimiento, se lo tendrían por efectuado, como en los casos similares de firma. (1) Alsina, H., Tratado de Derecho procesal, t. 2, pags. 31 y 32. , (2) Ene. Órnela, voz DILIGENCIAS PREPARATORIAS DEL JUICIO EJECUTIVO. (3) Juzg. Letr. 1» Inst. clv. ler. Turna-üruguay. 18-6-941, L. J. U., t. 4. pág. 15. (4) Cam. 2' C. C. La Plata. Sala 1', 2-6-963, L. L., t. 71, pág. 110, y en contra, Cam. Clv. !• Cap,, 26-7-939, L. L., t. 15, pág. 720. (5) Cam. Com. Cap., 13-8-947, J. A., 1947-III, cae. II* exhibición de un testamento cuando el solicitante se crea heredero, coheredero o legatario (inc. 3); la presentación por parte del socio o comunero de los documentos y cuentas de la entidad, que tuviesen en su poder (inc. 5). Respecto al último inciso citado, se ha dispuesto la procedencia del pedido, por parte de socio comanditario, de exhibición de los libros para su examen posterior por parte de técnico designado por el mismo («). El inciso 49 del artículo 67 contempla el caso de "comprador o vendedor" en supuesto de evicción, para que exhiba los títulos u otros documentos que se refieran a la cosa vendida. Este precepto es tomado por Alsina ( 7 ), para fundar su opinión acerca de quiénes pueden solicitar las medidas preparatorias. En efecto, cabe conceder el beneficio, tanto al que demandará, como "al que crea que será demandado" ( 8 ). Tal como lo autoriza expresamente, por otra parte, el articulo 250 del Código de procedimientos de Santa Fe. Sobre la prueba de peritos solicitada en este sentido, existe cierta diversidad de criterios. Asi, en un caso de comprador que solicita la prueba pericial sobre bien raíz adquirido en subasta judicial, para preparar una acción por devolución de precio, fundándola en la menor superficie del inmueble, el tribunal no concedió su autorización, expresando que no estaba incluido en el artículo 67 ( 9 ). En cambio, se declaró procedente el examen pericial solicitado para verificar defectos del bien adquirido, aun en el caso de manifestar la contraparte su desconocimiento sobre la identidad de la En general, la tendencia jurisprudencial ha sido cautelosa, en el sentido de declarar de interpretación restrictiva y no ampliar analógicamente la enumeración citada (•»), y de esa manera, se ha declarado Improcedente: a) el pedido de absolución de posiciones del futuro demandado ( 12 ); b) la prueba de existencia de una socie(6) dad (is); c) la exhibición de los bienes retirados del juicio sucesorio por la heredera universal ("); d) el pedido de intimación al comprador y vendedor de un campo, sobre la profesión de comisionista del que se pretende demandar, (i»); e) pedido de informes sobre profesión o empleo de la contraparte (en qué lugar, condiciones y tiempo) (i°); f) exhibición de testamento agregado a autos y extracción de copia fotográfica del original ("); g) informe previo sobre dominio de un bien raíz (is); etcétera. Sin embargo, como aislada reacción contra esta dirección restrictiva, que no halló eco, evidentemente, la Cámara 2? civil y comercial de La Plata, sala I, ha. emitido el siguiente juicio: "Es procedente la medida preparatoria del juicio ordinario, aunque no sea de las enumeradas en la ley, si aparte de no originar perjuicio a la contraparte, respeta la idea de justa causa analizada según arbitrium judicii y con vistas a la finalidad del instituto" (La Ley: 71-110). A nuestro juicio, está plenamente justificada la actitud de nuestros tribunales en el sentido de limitar al articulado la procedencia de las solicitudes sobre diligencias preparatorias. De cualquier manera, aun cuando se procure no herir los intereses del colitigante, toda aserción, toda actividad previa a la contradicción entraña un elemento que ha de pesar en la emisión de sentencia. Y es poco el cuidado cuando de la defensa en juicio se trata (I!)) (Cfr. art. 70. Cód. proc. civ. com.). Procedimiento. En la solicitud de diligencias preparatorias, debe estar expreso el carácter de la acción que se intentará posteriormente, su enunciado y objeto, el vínculo entre ella y la demanda, etcétera. El juez que entiende en las diligencias preparatorias es el que debe entender en el juicio propiamente dicho, pero, si al momento de la iniciación hubiere algún cambio, es competente el juez del nuevo lugar, pues las diligencias previas no determinan la competencia. Id., 14-5-948, L. L., t. 51, pág. 857. (7) Alsina, H.. loe. cít. (8) Nazar, Proyecto Cód. proc., art. 179. (9) Supr. Trib. San Luis, 19-12-948, L. L., t. 56, pág. 115 (cír. arts. 134 y 55 Cód. proc. San Luis). (10) Cám. Nao. Com., Sala A, 20-5-953, L. L., t. 71, pág. 52 (aunque no se hizo lugar a la orden de entrega de la cosa, que debe pedirse luego, en el juicio). (11) Cám. Cora. Cap., 22-11-945, L. L.. t. 41, pág. 101; Cám. Nac. Com., Sala B, 27-8-952. L. L . t. 68, pág. 148; Id., 24-12-951, L. L., t. 65, pág. 447; Cám. Apel. La Plata, Sala 1', 12*12-946, J. A., 1947-1, pág. 4 (art. 81 Cód. proc. prov. Bs. Aires). (12) Supr, Trib. San Luis. 15-10-946. L. L., i. 45, pág., 703. (13) Cám. Nao. Com., Sala B. 24-12-951, L. L., t. 65, pág. 447. (14) Cám. Civ. 1» Cap., 26-7-939, L. L., t. 15r pág. 720. (15) Cám. Civ. 2» Cap., 29-7-938. L. L.. t. 11, pág. 504. • (16) Cám. Com, Cap., 15-7-938. L, L., t. 11, pág. 359. (17) Cám. Civ. 1« Cap., L. L., t. 18, pág. 496. (18) Cám. Com. Cap.. L. L., t. 12, pág. 415. (19) Alsina, op. cit.; Carnelli, L., "Las diligencias preparatorias de la demanda son elementos de prueba y en tal concepto revisten el carácter de las posiciones", en La Ley. t, 17, pág. 1. see. jur. extr. Es el juez quien, frente a una petición ción, mientras que el vocable renuncia es comprensivo de otras situaciones, siendo de parte sobre medidas de este tipo, debe manifestar si caben o rechazarlas de oficio, 'su alcance más amplio. Así, se dice: renunsegún el artículo 69. Si accede, examinará cia de derechos, renuncia de acciones, rela cuestión, tal como se prescribe para los nuncia de la , herencia, renuncia de la testimonios (art. 69 in f i n e ) , El artículo 68 prescripción, pero sólo se dice: dimisión incluye entre las diligencias preparatorias del empleo, del cargo, de la función. La sila solicitud de parte sobre pronta citación nonimia entre dimisión y renuncia sólo a testigos cuya declaración puede perderse, existe, pues, cuando se utiliza este último ya sea por su edad, salud o proximidad de término con la restringida comprensión de renuncia al empleo o función. ausencia. El criterio para determinar este La definición precedentemente enunciaúltimo supuesto, debe ser, como es natural, sumamente prudente, pues puede prestar- da abarca, como puede apreciarse, tanto la dimisión del trabajador, entendiendo como se a engaño. tal al sujeto del contrato de trabajo que JURISPRUDENCIA. — La persona citada a prestar presta su actividad al patrono (sometido declaración jurada como medida preparatoria del a las disposiciones del Derecho laboral), cojuicio ordinario (art. 67, inc. 1 Cód. proc.) no puemo a. los empleados o funcionarios públicos, de oponerse a que se reserve el pliego con las preguntas a formular hasta el día de la audiencia que desempeñan una función pública, y (Cám. Com. Cap., 13-8-947, J. A., 1947-III, pácuyas relaciones se rigen por normas de gina 114). No es procedente el pedido de exhibiDerecho administrativo. Además, en dicha ción como dilige'ncia preparatoria del juicio ordidefinición se precisan los siguientes caracnario, del instrumento privado que de la actora se habría obtenido "mediante -oacción moral" y teres de teda dimisión: a) Es simple masin la libre determinación que debe existir en la nifestación de poner fin a la relación lacelebración de los actos jurídicos (Cám. Apel. La boral o función pública, ya que la concluPlata, Sala 1«, 12-12-946, J. A., 1947-1, pág. 4 ) . Es improcedente una medida judicial en carácter sión definitiva de éstas sólo se perfecciona de preparatoria del juicio ordinario una ves tracon la aceptación de la renuncia; b) Dicha bada la litis, máxime que el juicio se halla en esmanifestación debe ser voluntaria: si deja tado de recibirse a prueba (Cám. Nac. Com., Sade serlo, estaremos en presencia de otra la A, 22-6-951, L. L., t. 65, pág. 746). El temor de pérdida o deterioro de la mercadería depositada, figura jurídica, o de una dimisión produno autoriza medidas de secuestro como preparacida con algún vicio de la voluntad: igtorias, sino en su caso medidas de seguridad de norancia, error, dolo o violencia, lo cual, otra, índole (Cám. Nac. Com., Sala B, 27-8-952, en la práctica,1 suele generalmente encubrir L. L., t. 68, pfig. 148). No es posible extender por implicancia ninguna de las disposiciones del arun despido t ). tículo 67 del Cód. de proc., ni menos desnaturaExaminaremos en primer término la dilizar el carácter preparatorio del juicio (Cám. Nac. misión del trabajador a su empleo, para Com., Sala B, 24-12-951, L. L., t. 65, pág. 447). entrar a considerar luego ios supuestos de BIBLIOGRAFÍA. — La. citada en notas, y además: dimisión de los funcionarios y empleados Jofre, T., Manual de procedimentos, t. 3. — Ropúblicos. Finalmente serán objeto de anásenbusch. E., "Medidas preparatorias del juicio orlisis los casos que aparecen especialmente dinario", en Jurisprudencia Argentina, 1943-IV, pág. 63, sec. doct. —Caravantes, Tratado de Dereglados en la Constitución argentina: la recho procesal. dimisión del presidente de la República y la de los legisladores. DIMISIÓN.* SUMARIO: 1. Dimisión o renun2. Dimisión del trabajador a su empleo. cia. 2. Dimisión del trabajador a su empleo: a) Caracteres. La dimisión al empleo es a) Caracteres; b) Dimisión y abandono del trabajo; c) Obligaciones del trabajador dí- el medio por el cual el trabajador expresa mltente; d) La obligación de preavisar en su voluntad de poner fin al 'contrato de los estatutos especiales; e) Jurisprudencia. trabajo. Cuando igual manifestación de 3. Dimisión de los agentes públicos. 4. El voluntad proviene o emana del patrono, se presidente de la República. 5. Los legisladores. llama despido. Como lo hace notar Krola manifestación pertinente del 1. Dimisión o renuncia. Consiste la di- toschin, trabajador no tiene un nombre propio en misión en la manifestación unilateral y voluntaria del trabajador, empleado o fun- nuestro Derecho, pero le parece aceptable cionario público de poner fin a la relación (1) En cuanto a la terminología sobre la dede empleo, cargo o función que desempe- ña. Es término sinónimo de renuncia, pero resulta preferible, sin embargo, la §xpre- sión dimisión, porque ella comprende exclusivamente la dejación del empleo o fun* Por el Dr. LEÓN SCHUSTEB. nuncia de la relación de trabajo, véase Fernández Gianotti, E., Concepto jurídico del despido (Apartado del Boletín del Instituto de Enseñanza Practica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, t. 8, núm. 37), Imprenta de la universidad, Bs. Aires, 1944. El au- tor examina los actos susceptibles de confusión: resolución, revocación, rescisión, nulidad y mutuo disenso. el de dimisión. Destaca este autor la necesidad de distinguir entre la dimisión propiamente dicha, cuya característica es la voluntariedad, y el llamado "despido indirecto", o sea la situación en que el trabajador pone fin a la relación laboral, pero determinado por la conducta del patrono que ha2 conducido a la rescisión del contrato ( ). La dimisión es, pues, una de las formas en que el trabajador puede denunciar el contrato laboral, pero no la única. Ramírez Oronda distingue tres tipos de dimisión del trabajador: la dimisión voluntaria, la dimisión forzada y la dimisión justificada. La primera se origina en el libre arbitrio del empleado. La segunda se configura cuando el trabajador se ve precisado a dimitir por causales que no le sonexclusivas, ya sea porque se le obliga a renunciar bajo amenaza o presión, o porque se ¡o coloca en situación de despido. Y la tercera, intermedia entre las dos anteriores, se basa en una causa distinta tanto del hecho de la empresa como de la voluntad arbitraria del trabajador: tales los supuestos de matrimonio, traslado a lugar distinto por razones, de enfermedad del empleado o de sus familiares ( 3 ). Cabe observar respecto de esta clasifica» ción que el tercer tipo de dimisión, aunque justificada, no deja de ser voluntaria, desde que no media presión sobre la voluntad del trabajador. Reconocer como antecedente de su actitud de dimitir una circunstancia de su vida privada, no implica exclusión de voluntariedad, ya que todo acto se halla más o menos determinado por las circunstancias. Cualquier decisión que adopte el trabajador con respecto a la vinculación laboral tiene necesariamente una causa, que es, precisamente, su justificación. No creemos que sea necesario tomar partido en la clásica polémica entre libertad y determinismo para afirmar que toda dimisión reconoce siempre un justificativo —mas no por ello se la priva de voluntariedad—. Por ello, estimamos que los tres tipos de dimisión pueden reducirse a sólo uno: la dimisión voluntaria. Como dice Cabanellas: "Normalmente, el trabajador dispone pocas veces de libertad para renunciar al contrato de trabajo que le liga a su patrono; como no se considera probable el deseo de trocar la seguridad de un empleo y salario por la incertidumbre del paro voluntario. Mas la (2) Krotoschin, E., Tratado práctico de Derecho del trabajo, t. 1, pág. 489, Ed. Roque Depalma, Bs. Aires, 1955. (3) Ramírez Oronda, J. D., El contrato de trabajo, pág. 613. Ed. La Ley, Bs. Aires, 1945. regla no debe expresarse en términos absolutos, y conviene estimar que la renuncia del empleo se realiza casi, siempre por no encontrarse cómodo en el trabajo o por haber encontrado el trabajador otra ocupación mejor remunerada o más de acuerdo con sus aptitudes. Naturalmente, cuan- do la renuncia o dimisión se haya obtenido por dolo, error, violencia o fraude, es nulo el consentimiento prestado, conforme a los principios que regulan la manifestación de éste en Derecho civil'' ( 4 ). b) Dimisión y abandono del trabajo. Conviene distinguir la dimisión de otra figura jurídica que también importa voluntad de poner fin a la relación laboral uniíateralmente por el trabajador: el abandono del trabajo (5). El trabajador que dimite cumple las disposiciones legales en cuanto al preaviso que debe dar al principal (véase infra, c) y d) de este capítulo), o recaba la conformidad del principal, mientras que quien abandona el trabajo, lo hace intempestivamente, sin mediar aviso previo y omitiendo el cumplimiento de los requisitos legales, por lo cual es deudor del principal por el monto equivalente al período de preaviso (Código de comercio, art. 157, inc. 6°). La dimisión se formula por escrito y consta fehacientemente la voluntad del trabajador. En el abandono del trabajo falta la manifestación categórica y expresa del trabajador de que cesará en sus tareas aj servicio del principal. En el caso de dimisión, mientras ésta no resulte afectada por algún vicio susceptible de anularla, el principal queda libe-ado del pago de toda indemnización al trabajador dimitente (en el régimen de la ley 11.729) ( c ). En el supuesto de abandono, esta actitud puede configurar la injuria a los intereses del empleador, y, al acreditarse debidamente el hecho, resolviéndose la arbitrariedad de la ruptura del contra. to, recién se considera liberado el principal del pago de indemnización (Cód. de comercio, art. 159). En suma, la dimisión es expresa e incuestionable, mientras que el abandono es una dimisión presunta. c) Obligaciones del trabajador dimitente. En el Derecho argentino, la dimisión del trabajador se halla reglada, en general, por (4) Cabanellas, O., Tratado cte Derecho laboral, t. 2, pág. 810, Ed. El Gráfico, Bs. Aires, 1949. (5) V. la voz ABANDONO DEL TRABAJO, en esta Enciclopedia, t. 1, pág. 52. (6) El art. 46 de la ley 12.908 (Estatuto del Periodista Profesional), en cambio, establece una bonificación al empleado con antigüedad superior a. cinco años que se retire voluntariamente. Jas disposiciones contenidas en el Código de comercio, reformadas por la ley número 11:729, de 25 de septiembre de 1934. Los supuestos vinculados con reglamentaciones especiales se encuentran en distintos estatutos, que serán examinados más adelante Unfra, d). En virtud-del artículo 157, inciso 6"? del Código de comercio (reformado por la ley 11.729), se impone al empleado que, por su voluntad quiera disolver el contrato, la obligación de preavisar al principal en,los plazos establecidos, o sea de un mes, si la antigüedad en el servicio no es mayor de cinco años, y de dos meses si lo es (art. 157, inc. 21?), La falta de cumplimiento de dicha obligación es sancionada con el pago de la indemnización \ por falta de preaviso que se establece para el empleador: el equivalente a la retribución que corresponde al período legal del preaviso (art. 157, inc. 2? in f i n e ) . Debe tenerse presente que el plazo del preaviso corre desde el último día del mes en que se comunica la dimisión (Cód. cit., art. 157, inc. 2°). Se ha resuelto que "el empleado que notifica la renuncia de su empleo, tiene derecho a continuar en su ocupación hasta el vencimiento del plazo determinado por la ley como preaviso; y por lo tanto, si su empleador prefiere despedirlo antes de ese día, tiene derecho a • exigir el sueldo cororrespondiente" (Cámara comercial de la Capital, 31/5/1940, en rev. Derecho del trabajo, tomo I, pág. 29). Y, en un caso se decidió que el principal, al impedir al empleado continuar trabajando durante el término de preaviso, incurrió por su parte en ruptura del contrato, con la consiguiente obligación de indemnizar por despido y falta de preaviso. (Cámara de paz, Cap. La omisión del preaviso por parte del empleado ha originado la cuestión de decidir si el principal puede ejercer sobre los haberes adeudados al empleado el derecho de retención, hasta la suma que pudiera corresponderle. Aunque la hipótesis no se halla prevista por la ley 11.729, la solución negativa debe prevalecer, en presencia de lo establecido en el artículo 4? de la ley 11.278, promulgada el 9 de septiembre de 1926, que dice: "En ningún caso podrá deducirse, retener o compensarse suma alguna que rebaje el monto de los salarios o sueldos, ni demorar su pago. Quedan comprendidos especialmente en esta prohibición los descuentos, retenciones o compensaciones por concepto de multas, entrega de mercaderías, provisión de alimentos, locación de sitio, uso de herramientas y cualesquiera otras prestaciones en especie o en dinero..". Pozzo, después de exponer el problema, formula dos observaciones a la ley 11.278, que refuerzan considerablemente el argumento del texto expreso del artículo 4° transcripto. Dichas observaciones son: "1°), que el único caso en que se autoriza la retención de la remuneración, es el daño intencional causado por el empleado «en talleres, instrumentos o materiales de trabajo», situación que no puede ser equiparada, evidentemente, a la falta de preaviso de la denuncia; 2"?>, que aun cuando se equiparasen estas situaciones, tampoco el empleador podría retener la remuneración del empleado, sinc depositarla judicialmente a las resultas del juicio consiguiente que debe seguir por cobro de indemnización" (»). Krotoschin, coincidiendo con este criterio, dice: "La prohibición de compensar no se limita a la prohibición del truck, sino qué Fed., 19/8/938, en La Ley, tomo 11, página abarca, en principio, a toda deuda que el 850. cit. por Krotoschin y Ratti, Código del trabajador podría tener frente al patrono. trabajo anotado, ed. R. Depalma, Es. As., Este tiene que perseguir su crédito con in1956, t. I, pág. 130) (T). dependencia del de salario que corresponde al trabajador, pero también indepen(7) "¿El preaviso dado por el empleado u obredientemente de los créditos de este último ro faculta al empleador para prescindir" inmediapor indemnización y despido y otras" ( 9 ). tamente de sus servicios, sin Incurrir en ninguna En procura de una síntesis respecto a la responsabilidad? Durante el periodo de preaviso, situación de renuncia del empleado u obreo más exactamente, desde la denuncia del contrato de trabajo hasta su disolución definitiva, las ro, que omite el preaviso, Colotti y Feito partes están vinculadas por^-tóT misma disciplina, destacan tres supuestos que pueden preporque la relación jzirídíca se mantiene en toda sentarse: a) Que el patrono acepte la resu integridad, como si no exlstlese-el despido o la nuncia, liberando de toda obligación al renuncia, salvo la facultad qué la ley act'.erda al trabajador de gozar de una licencia de dos horas subordinado, en cuyo caso se operará la exdiarias, sin descuento eti su remuneración. El principal está obligado, pues, no obstante el preaviso, a mantener al renunciante en su puesto y a abonarle su salario con toda puntualidad; si arbitrariamente deja de cumplir con cualquiera de estas obligaciones durante dicho período, la otra parte podrá pedir la disolución inmediata del contrato de trabajo y exigir el pago de las indemnizaciones por falta de preaviso y por antigüedad en el ein- pleo" (Francisco y Julio A. García Martínez, £1 contrato de trabajo en el Derecho argentino j comparado, pág. 495, Ed. Imprenta López, Bs. Aires, 1945. (8) Pozzo, J. D., Derecho del trabajo, t. 2 pág. 596, Ed. Ediar. Bs. Aires, 1948. (9) Krotoschin, E., op. cií.. t. 1, pág. 297. tinción del contrato de trabajo por común de multa equivalente a un mes de sueldo, acuerdo de partes; b) Que el patrono no duplicándose en caso de reincidencia (aracepte la renuncia y exija del trabajador tículo 21). el cumplimiento de las obligaciones inheLa ley número 12.867 (Estatuto de los rentes al preaviso que impone el artículo Chóferes Particulares), del 26 de octubre 157, inciso 19 del Código de comercio: en de 1946 (modificada por las leyes 13.270, tal hipótesis, el asalariado deberá conti- de 1948, 13.517, de 1949, y 14.055, de 1951), nuar la prestación de servicios durante el establecía en el artículo 19 de su texto plazo que íija la disposición citada, man- primitivo que el preaviso de quince días teniéndose en su integridad la vigencia del es obligatorio por parte del empleado u contrato, de modo que "es justificado el obrero para con su empleador en caso de despido del empleado durante el plazo de retirarse voluntariamente del servicio (inpreaviso dado por el mismo al patrono" ciso d). Pero, dictada la ley número 14.055, (La ley, t. 49, pág. 58); y c) Que, no obs- cuya publicación data del 4 de octubre de tante la no aceptación de la renuncia por 1951, dicho artículo 19 fue suprimido y el principal, el trabajador persista en su sustituido por otro en virtud del cual se actitud de excluirse de la empresa, en cuyo estableció que quedan comprendidos en las caso igual incurre en abandono de servicio, disposiciones de la ley 11.729 todas las y su actitud arbitraria le obliga a abonar . personas que trabajan por cuenta ajena la indemnización prevista en el artículo como conductores de motores móviles y al 157, inciso 29, in fine, del Código de comer- servicio de particulares, cualquiera fuese el cio (">). carácter jurídico del empleador y siempre d) La obligación de preavisar en los es- que el empleado u obrero acreditare una tatutos especiales. La disposición premen- antigüedad mínima de sesenta días al serclonada del Código de comercio (art. 157, vicio de aquél. Por lo tanto, rigen para estac. 2? y 69), referente a la obligación del tos trabajadores los términos de preaviso preaviso es aplicable a todos los trabaja- de uno o dos meses según la antigüedad dores comprendidos en la ley 11.729, inclu- menor o mayor de cinco años (Cód. de com, sive a los obreros de la industria, en virtud ref. por la ley 11.729, art. 157, inc. 29 y 69) _ El decreto número 3750/46, (Estatuto del de la corriente jurisprudencial que actualmente predomina («). Pero, en diversos Tambero Mediero), del 12 de febrero de 1946^ estatutos referentes a reglamentaciones es- ratificado por la ley número 42.921, estapeciales, se establecen distintos términos y blece en su artículo 33, que "para rescincondiciones para el cumplimiento de la dir el contrato, sin causa que lo justifique, obligación del preaviso. Indicamos a con- el tambero-mediero deberá dar un preaviso con una antelación mínima de un mes tinuación las disposiciones respectivas: Por la ley 12.908 (Estatuto del Periodsita y asegurar la explotación por sí o por terProfesional), del 20 de octubre de 1948, el cero, a satisfacción del propietario duranpreaviso que el empleado debe formular al te el período referido. En caso contrario principal es de un mes cuando la antigüe- deberá abonar al propietario una indemdad del empleado es inferior a tres años, y nización equivalente al beneficio que éste dedos meses-si lleva más de tres años de hubiera obtenido en ese período de tiempo. A falta de prueba se reputará que este servicios prestados (arts. 43 y 45). La ley número 12.981 (Estatuto de los beneficio será igual al término medio del encargados de Casas de Renta y Propiedad obtenido durante los últimos doce meses o Horizontal), del 20 de mayo de 1947 (mo- el total del tiempo de la explotación 'en dificada por las leyes 13.263 de 1948, y 14.095- común, si fuere menor de un año. El pade 1951), impone a los empleados la obli- trón podrá eximirlo de esta obligación, hagación de dar aviso al empleador con ciéndose cargo de la explotación. El decreto-ley número 326/56 (Beneficios, treinta días de anticipación, cuando decidan rescindir el contrato (art. 4 in fine). obligaciones y derechos para el personal que Su incumplimiento trae aparejada la pena presta servicios en casas de familia), publicado el 20 de enero de 1956, establece en su artículo 89 que, a partir de los 90 días (10) Colotti, J. E., y Peito, B., Patrones, etnplesdos y obreros ante el contrato de trabajo, de iniciado el contrato de trabajo, éste no t> ed., pág. 218, Ed. Pulso. Bs. Aires. 1951. podrá ser disuelto por voluntad de ninguna (11) Cám. Apel. Trab., Sala 1», 20-7-946, en de las partes sin previo aviso dado con cinnr. D. del T., t. 7, pág. 37; Sala 2», 12-4-946, Paco días de anticipación, si la antigüedad Uoa de la Justicia del Trabajo, t. 1. pág. 131, y D. del T., t. 6, pág. 255; Sup. Corte Bs. Aires, 27del empleado fuera inferior a dos años y 13-949, L. L., t 58. pág. 415; Cám. Apel. La Plata, diez cuando fuere mayor. (V. ABANDONO DEL M-949, J. A., 1949-11, pág. 132: Cám. Apel. RoTRABAJO. CONTRATO DE TRABAJO. DESPIDO. PREwrto, 21-11-947, Repert. La Ley, t. 11, voz "ConAVISO.) trato de trabajo", sumarlo 73. 3. Dimisión de los agentes públicos. Es incuestionable el derecho que asiste al agente público a la ruptura del vínculo con la Administración pública, al que lo liga en virtud de la función que desempeña. Ello es consecuencia de la voluntariedad del individuo, ya que su actividad en el empleo o la íunción tiene una nota esencial: no es obligatoria í11). La dimisión de los empleados de extinción del vinculum inris por su propia voluntad y, por ende, por causas extrañas a la voluntad de la Administración pública. Y, como dice Villegas Basavilbaso, "aunque la ley no establezca positivamente el derecho de dimisión, su exisT tencia en los Estados sometidos a un régimen de derecho debe ser considerado como un axioma'' (i 2 ). El agente público dimitente está obligado a permanecer en el cargo hasta tanto su renuncia sea aceptada, o recaiga pronunciamiento de la Administración pública. "El silencio de la administración pública o la desestimación de la dimisión, en principio, son ilegítimos. En los casos normales la aceptación no debe ser retardada sinde die. No obstante, la aceptación no es obligatoria de una manera absoluta. En efecto, la administración pública puede demorar provisionalmente la aceptación por razones de mejor servicio o por motivos disciplinarios. En estos supuestos está justificada la demora en la aceptación, pero una oposición arbitraria puede fundar un recurso del dimisionario contra la Administración pública y liberarlo de toda responsabilidad" (i 3 ). El Código penal argentino, en su artículo 252, dispone que será reprimido con multa de 50 a 500 pesos e inhabilitación ' especial de un mes a un año, el funcionario público que, sin habérsele admitido la renuncia de su destino lo abandonare con daño del servicio público. "Es una disposición prudente —comenta Bullrich— pero más bien teórica, porque en general, el interés de los gobernantes consiste en tener vacantes. Quizás por esa misma razón es que la ley no se ha pronunciado sobre la situación que se crearía a la persona a la cual no se le aceptara la renuncia, ni haya (11) Villegas Basavilbaso,. B., Derecho admi- nistrativo, t, 2, pág". 572, Ed. T.E.A., Bs. Aires, 1951. (12) Op.*cií., pág. 572. El autor cita la siguiente frase de Laband: "El empleado o el funcionario halla la salvaguardia de su libertad e individualidad en el derecho de dimisión, que le permite substraerse a la obligación de servir". (13) Jéze, G.,"Théorle jvridique de la démission", en Revue de Droit 'Y'.bZic, 1928, t. 45, pág- ginas 724 y sigs., citado poi- Villegas Basavilbaso, op.'oit., páig. 573. legislado el tiempo que debe esperar para que se tramite su aceptación" ("). Debe tenerse presente que el citado autor emitió ese concepto hace más de' quince años y recién en 1957 se estableció en el decretoley número 6666 (Estatuto el personal civil de la Administración publica nacional) que el término en que e} personal debe permanecer en el cargo, en caso de renuncia, es de treinta días si antes no fuera reemplazado o aceptada su dimisión, o autorizado a cesar en sv., funciones (art. 6?, inc. h). Pero, además de la precedentemente citada sanción penal para el funcionario público que abandone el cargo sin habérsele aceptado la renuncia (is), existe la sanción administrativa de cesantía. Es pasible de ella el agente público que abandona el servicio sin causa justificada (decreto-ley número 6666/57, art. 37, inc. c). Y a ello debe agregarse la responsabilidad civil si con ello se causa daño en el servicio público (arts. 1112 y 1109 del Código civil) (i 6 ). Con respecto al alcance del citado artículo 252 del Código penal argentino, existen discrepancias entre los tratadistas. Mientras algunos sostienen que 'él delito se configura aunque el funcionario no hubiese presentado su dimisión, bastando el abandono y el daño para el servicio público, otros, en cambio, esgrimen argumentos tendientes a demostrar que la presentación de la renuncia es esencial y a falta de este requisito desaparece la figura delictiva. ' Así, Díaz dice: "Aunque esta es una condición establecida para, precisar el concepto, no significa en manera alguna limitar el delito al caso particular en que la renuncia del destino se hubiera interpuesto; pues también se da si el abandono ocurre sin haberla presentado" (»). Y Molinario califica este último criterio de "gravísimo error". Aludiendo al doctor Díaz, dice: "Entiendo que esta interpretación es extensiva y, por lo tanto, inadmisible. La exigencia de la presentación de la renuncia es un elemento constitutivo del delito. La ley no prevé ni incrimina el supuesto de no haber renuncia, y sí, en cam(14) Bullrich, B., Principios generales de Dencho administrativo, pág. 386, Ed. Kraít, Bs. Aires, 1942. (15) Debe tenerse presente que* para que te configure el delito debe' existir, además, producción de daño para el servicio público. (16) Bielsa, R., Derecho administrativo, 5» «i., t. 3, pág. 126, Boque Depalma, Bs. Aires, 1956. (17) Díaz, E. C., El Código penal para la República Argentina, Comentario de sus disposiciones, 3» ed., pág. 466, La Facultad, Bs. Aires, 1028. bio, el caso de haberla. Por otra parte, el origen del artículo 252 nos autoriza a sostener la interpretación que hacemos: Código español de 1850. El Código español de 1850 había incorporado a sus disposiciones una ley anterior. Esta ley se había dictado por lo siguiente: Las Cortes habían dictado una ley de impuestos, y los receptores de rentas, con el objeto de obstaculizar su cumplimiento, presentaron la renuncia de sus cargos, haciendo acto continuo abandono de ellos. De este modo, el Estado no pudo percibir los impuestos. Prácticamente los receptores de renta, haciendo causa común con el pueblo, impedían la percepción de impuestos. Por eso se erigió en delito esta actitud. En consecuencia, la presentación de la renuncia es fundamental. No mediando renuncia, no procede la aplicación del artículo" («O. Moreno sostiene la tesis de que la presentación de la renuncia es imprescindible. "El agente —dice— no puede ser sino un funcionario público que hay?, presentado la renucia de su cargo y que no se le haya admitido" (19). . Gómez omite toda referencia a la polémica, aunque parece inclinarse hacia el criterio de que es necesaria la jenuncia. "Dos condiciones —dice— son esenciales para que este delito exista: la de que el abandono del destino tenga lugar antes de habérsele aceptado la renuncia al funcionario; y la de que, a consecuencia del abandono, resulte daño para el servicio público"*20). Soler, en cambio, es categórico al sostener y fundamentar la interpretación de Díaz precedentemente enunciada. Dice este penalista: "El abandono de la función pública, en cuanto genera daños a la administración, es punible por ese artículo (el 252), independientemente de los hechos concretos de omisión de deberes que la ley castiga en numerosos artículos (195, 235, 248, 249, 250, 273, 277, 69). Aquí se trata del abandono total de la función. No obstante la redacción del artículo, debe entenderse que no solamente existe el delito cuando el abandono se produce después de haber presentado la renuncia, sino simplemente sin que haya sido admitida, es decir, que el abandono no puede ser hecho ni cuando se ha presentado la renuncia. A (18) Molinario, A. J., Derecho penal, pág. 351, Ed. Revista Jurídica, Bs. Aires, 1937. (19) Moreno, B. (h.), BZ Código penal y sus antecedentes, t. 6, pág. 182, Ed. Toramasi, Bs. Aires, 1923. (20) Gómez, E., Tratado de Derecho penal, t. 5, pág. 502, Ed. Cia. Argentina de Editores, Bs. Aires, 1941. fortiori, por lo tanto, existe el delito cuando el imputado ni siquiera la había presentado. El delito requiere la existencia de daño en el servicio público. En este sentido, debe distinguirse la situación de algunos cargos que tienen reemplazante legal preestablecido en forma concreta. La apreciación del daño debe hacerse tomando en cuenta la eficiencia ordinaria del servicio administrativo con relación a los actos de administración que debe cumplir. Con ese criterio también deberá determinarse cuándo la inasistencia o el incumplimiento constituyen abandono. Para ello se requiere cierta duración cuando el abandono es hecho sin presentación de renuncia. Cuando media renuncia, el abandono está constituido por el hecho de retirarse con el propósito de dejación. Una •vez aceptada la renuncia, el delito de abandono no es posible, aunque no exista reemplazante o no haya sido designado el nuevo funcionario, o éste no se haya hecho cargo todavía de su nuevo destino" (21). En consecuencia, de todo lo expuesto vinculado con la dimisión de los agentes públicos, resultan las siguientes conclusiones: 1? En un Estado de Derecho, los agentes públicos pueden extinguir voluntaria y libremente la relación de empleo o función públicos. 2° Es obligación del- agente público dimitente continuar desempeñando sus funciones hasta tanto recaiga pronunciamiento de la Administración pública con respecto a su dimisión; 3° El término máximo a que el agente público dimitente está obligado a permanecer en sus funciones es de treinta días (decreto 6666/57, art. 6, inc. h); 4° El incumplimiento de la obligación referida o el abandono del cargo sin dimisión, trae aparejada contra el agente público la sanción de cesantía (decreto 6666/ 57, art. 37, inc. c). 5° Si el agente público, sin habérsele aceptado la renuncia, o no presentándola, abandona su destino y ello ocasiona daño al servicio público, comete delito sancionado con multa de cincuenta a quinientos pesos e inhabilitación especial de un mes a un año (Código penal, art. 252). 6° El agente que se encontrare en la situación a que se refiere el punto anterior, incurre, además, en responsabilidad civil (arts. 1112 y 1109 del Código civil). (V. ABANDONO DE EMPLEO. ABANDONO DE SERVICIOS.) (21) Soler, S., Derecho penal argentino, 3* reimpresión, t. 5, págs. 165 y 166, Ed. T.E.A., Bs. Aires, 1956. *' 4. El presidente de la República. La dimisión del presidente y del vicepresidente de la República ha sido considerada expresamente en la Constitución argentina. El artículo 67, inciso 18, atribuye al Congreso la facultad de "admitir o desechar los motivos de dimisión del presidente o vicepresidente de la República, y declarar el caso de proceder a nueva elección..." Aunque el texto constitucional no lo dice en forma expresa, se ha interpretado que la dimisión debe ser considerada por ambas cámaras reunidas en Congreso, o sea asamblea legislativa. Este criterio interpretativo surge del texto del artículo 82 de la Constitución, que establece que ambas cámaras se reúnen para hacer el escrutinio de la elección de presidente y vicepresidente de la Nación. Resulta perfectamente lógico que si tal procedimiento lo estipula la Constitución rpara hacer el escíutinio de la elección, también lo sea para considerar la posibilidad de que termine, por renuncia, el mandato del funcionario que el Congreso reunido en asamblea consagró al practicar aquel escrutinio. Se consideró que dicho temperamento era razonable y conforme con el espíritu de la misma Constitución (22). Por otra parte, en la práctica constitucional de ese principio, siempre se procedió así. La primera vez que el Congreso argentino ejerció la facultad conferida por el artículo 67, inciso 18 de la Constitución, fue con motivo de la renuncia presentada por el presidente Miguel Juárez Celman, en agosto de 1890. La renuncia le fue aceptada por 61 votos contra 22. La segunda oportunidad de considerar una renuncia presidencial fue en 1895, cuando el presidente Luis Sáenz Peña dimitió con fecha 22 de enero de ese año, y el Congreso, reunido en asamblea, aceptó su dimisión. Finalmente se registran las dos renuncias del presidente Roberto M. Ortiz. Primero la presentó el 22 de agosto de 1941 y el Congreso la rechazó el 24 del mismo mes y año. Casi un año después, el 27 de junio de 1942, Ortiz renunció otra vez, y, en esta oportunidad, el Congreso aceptó su-dimisión. Son esas cuatro las únicas oportunidades en que se puso en práctica la aludida disposición constitucional. El doctor Bielsa plantea un interrogante: "Esta disposición (la del art. 67, inc. 18), ¿prevé la posibilidad de la no aceptación en razón de los motivos, o limita simplemente su juicio a ellos?" Y él responde: "Esta última es la interpretación lógica. En la teoría general de la función pública (22) V. Vedia, A. de. Constitución argentina, págs. 319 y 320, E. Coni Hnos., Bs. Aires, 1907. la Administración puede no aceptar la renuncia de un funcionario o empleado, si ella es intempestiva o se trata de evitar una investigación que puede resultar causa para la cesantía o destitución. Pero este principio no podría aplicarse tratándose del presidente de la Nación, no en razón de jerarquía, sino por las consecuencias perturbadoras que produciría. En todo caso correspondería la suspensión y el enjuiciamiento político" (23). 5. Los legisladores. La Constitución argentina establece en su artículo 58 que las renuncias de los legisladores serán consideradas por cada cámara, destacando que las decisiones que se adopten podrán serlo por simple mayoría. Se señala la diferencia, perqué el mismo artículo requiere dos tercios de votos para decidir sobre corrección, exclusión y remoción por incapacidad de los miembros de cada cámara. Para la dimisión, como queda dicho, basta la "mayoría de uno sobre la mitad de los presentes". González explica el sentido de esa diferencia: "Las renuncias son actos voluntarios por causas diversas que no pueden despertar pasiones ni suscitar venganzas de partido, y la sola mayoría basta para decidir" (24) . En cuanto a la forma de la dimisión de los legisladores opina Bielsa que "la presentación debe ser directa y personal, de no mediar fuerza mayor. La consideración debida al cuerpo lo impone. Además, esto impide esas maniobras de los partidos, o comités, en los que se presentan renuncias anticipadas o en blanco, lo que implica un acto de deslealtad a los electores" ( 2S ). JURISPRUDENCIA (sobre dimisión del trabajador a su empleo). — Además de la citada en el texto y notas, la siguiente: En principio, las renuncia de los dependientes, que importen la rescisión de los contratos de trabajo, son aptas para producir los -efectos legales pertinentes, salvo que se acredite fehacientemente la concurrencia de los victo estatuidos por el art. 1045 y concordantes del C6digo civil (Cám. Apel. Trab. Cap., en pleno, 18-10955, D. del T., t. 16, año 1956, pág. 30). El emplea- do que renuncia al empleo no tiene derecho a la licencia diaria durante el plazo de preaviso, Ho procede condenar al empleado renunciante al pago de la Indemnización por falta de preavi» cuando la inobservancia del mismo fue debida i la errónea creencia de tener derecho a la Ucead» diaria que le fuera negada por el empleador (Cám. Apel. Trab. Cap, Sala 4', 5-7-956, D, de! T, t. 17, 1957, pág. 48). Corresponde admitir la acumulación de la antigüedad de servicios de 1» empleados que después de retirarse voluntar!»- (23) Bielsa, E.. Derecho constitucional, 2' ed. pág. 504, Roque Depalma, Bs. Aires, 1954. (24) González, ¿. V., Manual áe la Conittttdon argentina, 16' ed., Ed. Ángel Estrada y CU., Bs. Aires, s/f. (25) Bielsa, E.. Derecho constitucional, página 394. mente del trabajo, son reincorporados por el patrón (Sup. Corte Bs. Aires, 24-7-956, D. del T., t. 17, 1957, pág. 291). El empleado que denuncia el contrato, observando el plazo de preaviso, no tiene derecho, durante ese plazo, a la licencia diaria prevista para el caso de despido (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 4', 19-10-956, D. del T., t. 17, 1957, pág. 561). La aceptación de la renuncia al empleo, notificada por el trabajador, no convierto esc receso unilateral en una rescisión consensúa!. Por consiguiente el empleado dimitente tiene la obligación de abonar la indemnización por falta de preaviso (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 4», 12-3957, D. del T., t. 17, 1957, pág. 408). El empleador puede autorizar al empleado renunciante a dejar el servicio inmediatamente, sin observar el plazo de preaviso (óám. Apel. Trab. Cap., Sala 3', 27-6957, D. del T., t. 17, 1857, pág. 653). Carece de validez la renuncia que el dependiente presentó "para jubilarse" después de haber sido preavisado con ese fin, si las circunstancias del caso evidencian que no constituyó dimisión voluntaria del empleo, sino abandono de derechos no susceptibles de abdicarse, como son los. que confiere la ley 11.728 (Sup. Corte Bs. Aires, 14-8-956. Acuer- dos y Sentencias Sup. Corte Just. Bs. Aires. 1956. t 4, pág. 537). La noticia de la posible cesantía por razones de una proyectada reorganización, no nlcanza a traducir la coacción moral o intimación suficiente para quitar valjr a la renuncia efectueda por un empleado (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala lt, 1954, D. del T., t. 15, pág. 156). Carece de eficacia la renuncia presentada por el trabajador a su empleo, si la misma no es espontánea por inhibición moral del mismo, debido al hecho de haberse obtenido bajo coacción moral por la amenaza de cesantía (Cám. Nac. Trab. Cap., Sala 3», 12-5-952, D. del T., t. 15, 1952, pág. 504; J. A., 1952-HI, pág. 129; L. L., t. 67, pág. 235). Ha de tenerse por válida la renuncia escrita del trabajador, si no resulta que fue sorprendido en su buena fe u obtenida mediante argucias y engaños (Trib. Trab. Mar del Plata, 2-7-956, Diario Jur, Jud. Prov. Bs. Aires, t. 49, pág. 552). Es válida la renuncia al empleo, no obstante haberse convenido el recibo de determinada suma en concepto de gratificación, si no se prueba haberse obrado sin discernimiento, intención y libertad (Trib. Trab. Avellaneda núm. 4, 29-5-952, L. L., t 67, pág. 550) No implica un vicio del consentimiento el hecho de haber presentado la renuncia al empleo sin ningún motivo aparente (Cám. Apel. 2' Rosario, 4-5-951, D. del T., t. 12, 1952, pág. 251). Es nula la renuncia al empleo firmada ton posterioridad al despido concretado en forma documentada (Cám. Trab. Cap., Sala 3', 29-6-951, O, del T., t. 19, pág. 97). Es válida —salvo prueba ea contrario— la renuncia al empleo hecha en \m recibo por salarios (Cám. Apel. Trab. Rosario, 31-6-951, G. del T., t. 19, pág. 115). La renuncia de un trabajador que. por su educación, aleja cualquier posibilidad de error, es plenamente váMa (Cám. Apel. Trab. Cap.. Sala 3», 11-3-950, L, L, t 62, pág. 581). El contrato por tiempo de- terminado que contiene una cláusula penal que !lj» la indemnización a cargo del empleado por la ruptura ante tempus es nulo: en consecuencia el empleado que violó ese contrato no tiene que abonar indemnización alguna (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 1», 25-2-953, D. del T.. t. 14, 1954, pág, 106). El patrón tiene derecho a la indemnización por hita de preaviso sólo cuando el contrato se diraelve. sin previo aviso, por voluntad del empleado; voluntad que no existe cuando el empleado K ha colocado en situación de despido por considerar erróneamente que existió injuria del patrón |8up. Corte Bs. AJres. 22-9-953, D. del T., t. 14, 1954, pág. i 74). La indemnización substitutiva de! preaviso, que el art. 157 de la ley 11.729 pone a cargo del empleado renunciante, no ha sido modificada por el art. 67 del decreto 33.302/45 (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 4', 2-9-952, D. del T., t. 13, 1953, pág. 173). No configura injuria el hecho de la empresa que, al recibir la renuncia del empleado, otorga al mismo vacaciones extraordinarias durante el plazo de preaviso, abonándole —sin objeción del empleado— el importe promedio de lo que presumiblemente hubiera ganado durante dicho plazo (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 1», 14-11-952, t. Í3, 1953, pág. 232). La renuncia que le fue exigida al empleado bajo amenaza de ser dejado cesante, no es válida por carecer de espontaneidad e importa un despido indirecto del empleador, con la obligación de pagar las indemnizaciones correspondientes (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 3', 12-5-952, D. del T., t. 12, 1952, pág. 504). El em- pleado que expresó la voluntad de retirarse bajo la condición ,de que la empresa le pagara los haberes hasta que se los liquidara la Caja de Jubilaciones, no puede con posterioridad revocar tal propósito por el motivo de que la jubilación que le fue acordada es inferior al sueldo (Corte Sup. Nac., 18-9-950, D. del T.. t. 11, 1951. pág. 20). Son inválidas las "renuncias" al empleo que no fueron el producto de una acción espontánea y reflexiva por parte de los empleados, sino la consecuencia de una estrategia desarrollada por el empleador, el cual entregó cierta cantidad de dinero como precio por las mismas (Cám. Apel. Trab, Sala 3', 30-3-949. D. del T.. t. 9, 1949, pág. 256). Es nula la renuncia al empleo de un trabajador analfabeto, cuya impresión digital aparece al pie de la misma, si niega que se le haya leído el texto y la certificación de los testigos firmantes es dudosa (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 3', 30-9-954, G. del T.. t. 32, pág. 269). Es nula la renuncia del obrero suscripta en el plazo de espera por enfermedad establecido en el art. 155 del Código de comercio, sobre todo si se tiene en cuenta que las presunciones que indican que no fue un acto de libre voluntad son graves, precisas y concordantes (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 4'. Fallos de la Justicia del Trabajo, ed. of., t. 14. 1952, pág. 340). Es nula la renuncia al empleo si ha sido suscripta en estado de semialienación, por psicastenia o depresión neurótica (Trib. Trab. La Plata núm. 2, 199-950. G. del T., t. 16, pág. 88; J. A., 1951-111. pág. 145; L. L., t. 61, pág. 748). Carece de validez la carta dirigida al empleador en la que manifiesta su voluntad de retirarse para acogerse a la jubilación, no teniendo ningún reclamo pendiente si por una serie de circunstancias surge que aquélla le fue extraída por error, sin determinar sus alcances, aunque no pueda imputarse mala fe (Cám. Apel. Trab. Cap., Sala 3», 11-7-949, L. L., t. 56, pág. 634). Renunciando el trabajador a su cargo como consecuencia de las injurias de que fuera objeto por su empleador, tiene igualmente derecho a las indemnizaciones por despido (Sup. Corte Bs. Aires, 13-12-949, J. A., 1950-1, pág. 567). Debe tenerse por valedera la renuncia al empleo contenida en un recibo, si e! obrero reconoció judicialmente su firma y no aportó pruebas sobre la inexactitud o falsedad del contenido del instrumento (Juzg. Trab. núm. 17 Cap., 20-3-950, Fallos de la Justicia del Trabajo, ed. oí., t. 8, pág. 148). El hecho de que el trabajador, al quedar suspendido, ingresara a otro establecimiento, no implica que haya mediado rescisión del contrato por propia voluntad,' puesto que por elementales razones de carácter social es evidente que un obrero que se halle en esas condiciones trate de compensar la falta de salarios que le significa la suspensión en sus tareas (Cám. Paz Letr. Cap., Sala 2v 1411-945, D. del T., t. 6, 1946, pág. 268). BIBLIOGRAFÍA.—La indicada en el texto y notas. DINASTÍA.* Es una institución que designa al linaje de una familia noble cuyos príncipes tienen el legítimo derecho de sucesión al poder monárquico de un Estado, que ejercen de por vida y sucesivamente, de acuerdo a normas constitucionales preestablecidas. El principio dinástico, que ha tenido gran importancia en el desarrollo histórico de las instituciones políticas que han fundamentado la organización monárquica del Estado, no llegó a integrarse con los elementos que caracterizan a la dinastía hasta que se produjo el tránsito de la monarquía electiva a la hereditaria. De allí que, a partir de la Eedad Media y sobre todo después de la desaparición del feudalismo, el poder monárquico se conformó sobre la institución de la dinastía, llegando finalmente a tomar su expresión jurídica moderna con el advenimiento del constitucionalismo, incorporándola como una institución regida por los principios del Derecho constitucional. El término dinastía deriva del nombre griego dunasieia, que denotaba un sentido de autoridad aplicado a la descendencia o sucesión de soberanos de un país, pero restringido a la significación de dunastes', de donde provenía aquella palabra, y que los griegos usaban para nombrar al príncipe o señor de un Estado pequeño, o para los que solamente reinaban a título precario o 'iajo la tutela de un imperio poderoso. **V ss orígenes etimológicos sirvieron de antecedente a la idea primitiva y fundamental del sujeto en quien se perpetúa el poder o la autoridad pública. En el lenguaje común suele emplearse el concepto de dinastía, con un alcance más bien figurado, a ciertas familias en cuyos miembros ha perdurado a través del tiempo una influencia política, económica o cultural. En sus lincamientos generales, la dinastía se presenta como una familia reinante donde los ascendientes y descendientes forman un tronco común en virtud del principio de sangre que le aseguran un vínculo de permanencia, cuya expresión aparece en una ley genealógica de sucesión hereditaria. De esta manera, el punto esencial del concepto dinastía lo testifica la casa reinante en la cual el oficio de rey es hereditario, y en cuanto institución, se constituye por la línea de descendencia legítima y se constituye por un derecho sucesorio que rige .el orden de primogenitura y represen* Por «1 !>r. O.WBN, G. USINGEE. tación. En consecuencia, a partir del vínculo de la sangre se sumaron en el carácter de elementos fundamentales que caracterizan a la dinastía, la institución de la herencia vinculada al poder monárquico, la legitimidad que expresa el consentimiento o reconocimiento universal en favor del titular y de su sucesor, y por último el régj, men normativo que configura el derecho de sucesión al poder. En la antigüedad se fueron perfilando las primeras ideas sobre aquellos principios, pero no llegaron a plasmar la institución dinástica en una época donde regia el principio electivo para la designación del rey. Este surgía de entre los jefes por indicación del pueblo, como en Judea, o de las asambleas nacionales, como sucedía en los germanos, o bien, según la costumbre de Roma, por el ejército y la guardia pretoriana que elegían al princeps, quien luego recibía del Senado la investidura formal de los poderes imperiales, de acuerdo a la lex curíala. Esta forma de elección era el medio para asegurar la sucesión en el trono, pero no tenía en cuenta un orden hereditario y el poder supremo y único concedido al elegido, no se extendía más allá de su propia vida. Pero cuando mayor era el poderío del jefe elegido, se fue afirmando con energía una voluntad heredita* ría en el rey electivo, que aspiraba transmitir ese poderío y su autoridad a su descendencia. Contra estas primeras manifestaciones del principio hereditario, conspiraron la rivalidad de los jefes excluidos de la elección y la irregularidad de las relaciones matrimoniales. El primer factor provocó los cambios frecuentes de las estirpes que pretendían mantenerse en el poder, pero que terminaban sustituidas por otras más poderosas. En cuanto al desorden de los connubios, causado por las esposas legítimas y las concubinas que compartían el lecho del soberano, y por la frecuencia de los divorcios, trajo aparejada la confusión de maternidades y la consecuente indeterminación entre los derechos que, frente a la sucesión, se arrogaban por igual los hijos legítimos y los bastardos. Estas pugnas por asegurarse la continuidad del poder, originaron en la historia antigua sangrientas guerras civiles y horribles matanzas de hijos a padres, y de hermanos entre si. Estos sucesos fueron las primitivas expresiones de algunos elementos de la dinastía durante la antigüedad, donde la sucesión se mantuvo en un verdadero estado de prelegitimidad hereditaria definido por la ausencia de las normas más elementales de un derecho hereditario. En la Edad Media actuaron m;evos fac- lores, que coadyuvaron a la cristalización de la regla de sucesión hereditaria y a la organización efectiva de la dinastía como institución política. En primer lugar, tuvo gran importancia la estabilización de las relaciones de familia, difundida y arraigada por el Cristianismo, que permitió la determinación más precisa del parentesco y de los derechos inherentes a cada miembro de la institución familiar. La permanencia del lazo conyugal contribuyó a solucionar el problema de las garantías de la descendencia legitima, con lo que la primitiva voluntad hereditaria del soberano electivo, pudo ser encauzada normativamente en la sucesión por el vínculo de la sangre y la antigua monarquía fundada en la elección del rey se transformó bajo un sistema regido por el principio hereditario. De esta ihanera, la dinastía se corporizó sobre el principio de la sangre y sus titulares recibían el poder por indicación de la heredad biológica. Además, la perduración de la dinastíaxse vio asegurada con el principio de legitimidad originado en la nueva concepción genealógica, que importaba el consentimiento activo o pasivo del pueblo acerca del derecho de la familia reinante para ejercer el poder político, y que sustituyó al antiguo consensus de la comunidad al jefe elegido como soberano. El principio de la legitimidad facilitó la concreción, precisa y estable, de la regla de sucesión hereditaria al poder monárquico, que dio origen al derecho sucesorio que rige la institución dinástica. Ese derecho se formó con las normas del Derecho feudal y en sus primeras etapas se identificó con la sucesión de Derecho privado; caracterizándose por la concepción del Estado como patrimonio del príncipe reinante, y por la falta de una idea acerca del rey como funcionario público. El Estado era el objeto de posesión de la familia o dinastía reinante y constituía en sí una herencia, cuya transmisión se regía por los mismos principios aplicables al patrimonio del- de aijus. Con el advenimiento del constitucionalismo y luego con el arraigo del espíritu democrático de gobierno que se impuso al absolutismo monárquico, la dinastía adquirió su moderna fundamentación jurídica y pasó a ser una institución regida por el Derecho constitucional. La sucesión al trono, determinada por su naturaleza de Derecho público, fue objeto de la legislación especial de cada Estado organizado bajo la forma monárquica. Si bien en cada una de las constituciones y en las leyes dictadas en consecuencia, se tuvieron en cuenta las tradiciones dinásticas nacionales, se advierte 1 en el Derecho constitucional comparado la observancia de normas comunes y fundamentales consagradas por el constitucionalismo. En consecuencia, la dinastía es considerada la base del poder político dentro del régimen especial de la monarquía, y la institución que asegura la unidad y permanencia del Estado. A su vez, en virtud del carácter hereditario de la monarquía que implica la condición excepcional de la magistratura real, su desempeño corresponde con carácter vitalicio al titular de la dinastía y que pasa a ser el rey legítimo. El régimen sucesorio se estructuró sobre la base de aceptar que la ley hereditaria es, en principio y originariamente, inmutable; pero haciendo prevalecer la ley de sucesión del Estado por encima de la ley dinástica. En consecuencia, la Constitución reconoce a la dinastía un derecho sobre el poder monárquico, anterior a ella misma, cuyo ordenamiento surgía del derecho de nacimiento que se reconocía a la línea de descendientes legítimos o linea directa determinada por el principio de la sangre. Sobre estos principios, quedaba determinado un orden regular de primogenitura y representación, según un régimen de preferencias derivado del parentesco más próximo dentro de la dinastía, prevaleciendo de esta manera la línea anterior a la pos-, terior, y el grado más próximo al más remoto. Generalmente, la sucesión está reservada, en el mismo grado, a la línea masculina; aunque la legislación• moderna ha tendido a formular excepciones en favor de la mujer, manteniendo la primacía del varón cuando concurren iguales méritos en el grado de parentesco. También, con respecto a la edad, en el mismo grado y sexo, prevalece el derecho del miembro de la dinastía de mayor edad. Toda variante en el orden establecido por la Constitución sobre el régimen sucesorio, debe ser materia de una ley especial; tal como en los casos de exclusión de una sucesión, la substitución del rey imposibilitado y la institución de la regencia. En este último supuesto, el regente debe ser un miembro de la misma dinastía, que detente el grado de parentesco más próximo y no se encuentre excluido de la sucesión. Requieren también una ley constitucional complementaria los casos que pueden ocurrir en la extinción de la dinastía. En primer lugar, la extinción puede provenir de la falta de sucesores al trono por derecho de nacimiento, tanto de la linea directa como de las líneas colaterales. Como frente a tal hecho excepcional, la monarquía hereditaria no se altera, se requiere el llama- do de una nueva dinastía, por el último titular de la que se extingue o por una ley constitucional. En segundo término, la dinastía puede también extinguirse por ser depuesta, por el Parlamento o por un acto, de fuerza; hecho que da lugar a la instauración de una nueva dinastía. Por último el trono puede ser adquirido ^x>r una dinastía por usurpación, que tiene por efecto extinguir a la anterior cuando obtiene la confirmación mediante un plebiscito. Toda nueva dinastía importa un acto de creación jurídica, que se resuelve en la elección del rey de entre los miembros de una determinada dinastía, y además requiere la confirmación extraordinaria mediante una ley constitucional complementaria que consagra formalmente la situación. En la elección, donde el llamado no se entiende realizado a una determinada persona individual, sino a una dinastía, el autor del acto puede ser el mismo rey de la dinastía que se. extingue, o bien una ley especialmente dictada al efecto. .En principio y en la mayoría de las legislaciones, se reconoce al Parlamento como el único órgano inmediato y permanente para tomar la iniciativa en materia de elección y por consiguiente para concretarla llamando a una nueva dinastía. Cuando el órgano de creación es el último titular de la dinastía que se extingue, la situación sólo puede ser legalizada por la confirmación extraordinaria del Parlamento. • Son también materia de leyes especiales ciertos aspectos de la vida de los miembros de una dinastía reinante, tal como la minoría y mayoría de edad y la educación del que por orden de primogenitura le corresponde ser titular del derecho de sucesión; y el matrimonio tanto del rey como de su sucesor inmediato, que sólo pueden contrerlo con personas no excluidas de la sucesión a la corona. En este aspecto, además de la finalidad de conservar para la dinastía la legitimidad hereditaria del poder monárquico, los matrimonios reales han seguido con preferencia la costumbre de sumar a la condición precedente la unión del poder y de la riqueza. El primer supuesto originó el fenómeno frecuente en la historia dinástica, de la concentración de dinastías; hecho que terminó por imponerse al principio aristocrático-monárquico, dando lugar a la'formación de los grandes imperios formados con los territorios de dinastías pequeñas que terminaron bajo el poder de la dinastía reinante, por matrimonio que llevaba con el tiempo la extinción de aquéllas o por guerras de sucesión. En Europa, en el último tercio del siglo xix, los mayores territorios se concentraron en cinco di- nastías: Eorbón, Habsburgo, Hohenzollern, Romanoff y Saboya, y en el resto reinaban pequeñas dinastías emparentadas con aquéllas. El Estado sostenía también a la dinastía mediante una ley especial o régimen de la lista civil, que comprendía la dotación del rey y su familia, y que se dictaba cada vez que operaba el advenimiento del heredero al trono. (V. MONARQUÍA.) 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Este concepto general de diploma, que corresponde a la terminología jurídica moderna, es de origen más bien reciente, puesto que desde la antigüedad la palabra se utilió para designar a los documentos que emanaban de una autoridad la palabra se utilizó para designar a los fueron los griegos, llamando precisamente diploma, que significa cesa doblada, a los manuscritos redactados sobre papiro y especialmente sobre pergamino, que * Por el Dr. OWEN G. USINGEB. en esa íorma en lugar de hacer los scapus o rollos que luego reunían cu byblos. En Boma existía el Diploma para el grado mi- transcripciones realizadas por los destinatarios cuando así convenía a sus interese's. Tan importante ha sido la trascendencia litar y que tenia la particularidad de ser de los diplomas, que la Eurística considera extendido en planchas de plomo, y el Diploma civitatis, que era la cédula o nom- a los Diplomata los documentos en sentido estricto que constituyen la más valiosa, de las fuentes históricas clasificadas dentro bramiento de ciudadano romano. En la Edad Media, el término diplomata sirvió para todos los documentos llamados reales, diferenciándolos de los otros llamados pontilicios y privados, y que comprendían las actas, cartas, títulos, despachos, privilegios, etcétera, que procedían del príncipe o de un señor. Sin embargo, ya a fines de la Edad Media se había generalizado la tendencia de emplear la palabra diploma, más bien para los documentos llamados privilegios, en virtud de su propio contenido. Los diplomata, particularmente los distinguidos con el agregado de sclenmcs por referirse a asuntos importantes, respondían en su redacción y contenido a ciertas for- de la categoría /".3 "Restos monumentales''. El estudio de esos testimonios .dio origen incluso a la formación de la ciencia auxiliar de la Historia denominada Diplomá- tica, derivando tal nombre precisamente de los documentos que constituyen su objeto específico de investigación; demostrando a través de su autenticidad la fe histórica y fuerza probatoria de los diplomas. El desarrollo de esta ciencia comenzó con la obra de Juan Mabillon De re diplomática libri sex, publicada en 1681 y cuyos principios fundamentales desenvolvieron también en Francia, Toustain y Tassín en su Nouveau traite de diplomatique, aparecido entre los años mas regularizadas, que originaron la crea- . 1750-1765; hasta que en 1821 se fundó en Padon de una serie de formularios, que se rís la Ecole de'Chartes, que organizó la enremontan al siglo vil, y a la organización señanza sistematizada. El plan de esta es- de las cnancillerías reales encargadas de expedirlos y a la propagación de los oficios de notarios y escribanos públicos. Eran documentos públicos perqué eran expedidos en nombre de autoridad real y según las formalidades preestablecidas y porque versaban sobre materia de interés público. Los requisitos formales comprendían tres par- tes consideradas esenciales en su estructura y que recibían los nombres de protocolo, texto y escatocolo. En el "protocolo", debían figurar la intitulación, que exigía el nombre del autor del diploma y del destinatario, ambos con sus títulos honoríficos; luego la invocación divina, si procedía, y finalmente la fórmula de saludo. El "texto" se componía de la arenga, que en los otros documentos que no fueran diplomas solemnes se llamaba exordio; y en donde se hacían los considerandos previas las cláusulas siguientes denominadas: notificación o"Notum sit ómnibus, Hago saber", luego la parte dispositiva y por fin la sanción, que incluía la resolución final. En el "escatocolo" se escribían las fórmulas finales, la fecha de la expedición del diploma y la firma auténtica del rey que al principio ejecutaban con un signo similar a una cruz. Hacia el siglo vm aparecieron las firmas del notario palatino y de los testigos y desde fines del ix, los sellos y armas del príncipe o señor como medio de autenticar y revalidar los diplomas. Por último, los diplomas solían transcribirse en libros llamados Regesta o Registros, donde el rey que loa expedía hacía ejecutar la copia pertinente, y los Cartularios, que contenían las cuela de diplomas sirvió a Teodoro Sickel para crear en Viena, en el año 1854, el Instituí für osterreichishe Geschitsforschung; y más tarde la enseñanza de la Diplomática se extendió por todas las Universidades europeas. De la misma manera, el examen de la escritura de los diplomas originó otra ciencia auxiliar de la Historia, llamada Paleografía, y el estudio de los sellos, la Sigilografía. En los siglos xn y sm, al surgir de los claustros docentes las primeras Universidades o studium genérale, tanto el poder civil como el pontificado expidieron las autorizaciones y privilegios de conferir grados a las Universidades ex consuetudine y ex autoritate —según su forma de creación—, en los documntos que el uso consagró para esos fines con el nombre de Diplomata o Privilegia. La denominación se aplicó también a los documentos que otorgaban privilegios para dotar de rentas propias a la Universidad, y a todos aquellos emanados de la autoridad papal que servían para conseguir donaciones o legados de las podero- sas órdenes monásticas en favor de las Universidades, y que al mismo tiempo determinaban la validez de los estudios cursados en cualquiera de ellas en todos los países de la Cristiandad. Con el significado relativamente moderno de la universitas facultatum, cuya difusión data del siglo xrr, y el régimen estatal de enseñanza que comenzó con la era napoleónica, el diploma pasó a constituir un documento oficial que establecía un privilegio o distinción, ya sea para conferir un supremo grado académi- co, o bien concediendo un premio a los concursantes de institutos y Universidades declarados sobresalientes en los exámenes ordinarios de íin de curso. Frente a este signiíicado honorífico que representaba el diploma, la legislación por esos siglos se refería a los grados o^títulos con relación a las profesiones, cuyo testimonio dependía concretamente de un certificado extendido por la autoridad competente. En este sentido se expresan, en la legislación española, los títulos del Libro VIII, sobre las "Ciencias, artes y oficios", de la Novísima Recopilación, y el real decreto del 28 de agosto de 1850, y en América, aparecen en las numerosas reales cédulas que determinaron los principios sobre los cuales debían formularse sus propias "constituciones", las Universidades de Charcas, Córdoba y Buenos Aires; así como también los Protomedicatos de Perú y de Buenos Aires. En la actualidad el significado de diploma se circunscribe al testimonio, instrumento o credencial que expide una corporación, para justificar una calidad que confiere; constando fundamentalmente de una certificación redactada según requisitos formales, como el nombre de la institución o autoridad que lo otorga y el de aquel a quien se extiende, el mérito o la razón que lo justifica, la distinción concedida, y el lugar, fecha, sellos, y firmas de las autoridades competentes. A estas formalidades se suman otras, según las distintas categorías que se reconocen en los tiempos modernos. En este sentido, existe el Diploma académico, que puede referirse a un grado obtenido en una Facultad o ciencia, o al título de capacidad indispensable para ejercer una profesión, y al título o credencial de miembro de las Academias oficiales o autorizadas, o de instituciones científicas nacionales y extranjeraá. La segunda categoría está integrada por el Diploma honorífico, cuyo merecimiento corresponde en los casos de distinciones oficiales autorizadas por ley a determinadas personas; por ejemplo el doctorado honorís causa, un premio por calificaciones sobresalientes o por una produc^ ción científica o una obra literaria, etcétera; y también cuando se confiere por una marca o invención, a una persona determinada o bien a una razón social. El diploma que confiere un grado académico es un documento extendido totalmente en caracteres impresos, que se entrega por una sola y única vez a una persona determinada, cuyo nombre y datos de identificación quedan allí consignados y con la constancia de haber cumplido satisfactoriamente con las disposiciones inherentes a los planes de estudio correspondientes al instituto superior o Facultad de la Universidad que otorga el diploma. Los requisitos de autenticidad demandan la estampa de los sellos oficiales, las firmas de las máximas autoridades en la Universidad y en la Facultad respectiva, y el respectivo refrendo del secretario. Figura asimismo la rúbrica del interesado, que desde el momento que ha procedido a agregarla al documento, se le considera su legítimo poseedor; aunque la entrega en sí del diploma tiene lugar en un acto tradicional, denominado "Colación de grados", y en donde lo recibe previo el juramento de honor. En esta categoría de diplomas se encuentran los que configuren títulos superiores, especialmente el doctorado en una ciencia, y que son expedidos por los institutos de enseñanza superior o Universidades de un Estado. Si bien este signnificado es el que corresponde, strictu sensu, al diploma oficial, actualmente existe la costumbre de otorgar tal documento para los diversos grados universitarios y cuya certificación acredita una licencia o título profesional correspondiente a una profesión llamada liberal, expresamente excluida por la ley de libre competencia. Las legislaciones modernas en general, hablan de "diploma o título" o viceversa, ocupándose de señalar las instituciones que pueden expedirlos, el reconocimiento del alcance de la certificación que contienen, las garantías en favor de su legítimo poseedor y las penalidades contra los que se arroguen sin corresponderles los derechos que solamente puede conferir la posesión legítima de un diploma. Las leyes de los distintos Estados se fundamentan en principios comunes, con respecto a los diplomas en sus diversas categorías, en particular en cuanto comportan un título de capacidad indispensable para ejercer una profesión. En primer lugar, existe la norma de que el diploma sólo puede ser expedido por el organismo competente del Estado para conferir grados académicos; categoría en la que se influyen todos los establecimientos de enseñanza superior. En algunos países, suele reco'•> nocerse esta facultad a institutos privados, por una ley especial que generalmente convalida una antigua tradición. En segundo término, el diploma constituye un requisito esencial a los efectos del ejercicio legal de las profesiones llamadas liberales, y que el Estado exige en virtud de su poder de policía y la autoridad hace cumplir, velando por la seguridad, salud e interés públicos. El cumplimiento de esta condición, requiere que el diploma se refiera a un título profesional, que habilite en alguna de las profesiones reglamentadas por la legisla- ción estatal, y se presente a la autoridad competente para ser inscripto en la matrícula profesional, que determina la jurisdicción territorial donde se permite el ejercicio de la profesión. La inscripción en la matricula o registro no invalida uno de los caracteres fundamentales del diploma, como testimonio de capacidad para profesar en todas partes aquella Facultad o ciencia en que una persona se graduó, y que, una vez expedido por la Universidad no requiere ulterior autorización. La exigencia del Estado nace de su propia finalidad de bien común, y del ejercicio natural de su potestad reglamentaria y jurisdiccional. En los casos,, en que el diploma no haya sido otorgado por Universidad nacional, su validez legal está sujeta a la reválida por ese establecimiento de enseñanza superior, excepto que su reconocimiento haya sido previamente establecido en tratados internacionales. Del mismo modo, los diplomas de Universidades creadas por las provincias, tienen validez en la jurisdicción local, y su reconocimiento en las demás provincias o en la jurisdicción nacional, depende de los instrumentos legales expresos que así lo consagren. Las legislaciones coinciden asimismo en aceptar la validez de las copias fotográficas del diploma, 4ebidamente legalizadas. Esta excepción ha sido contemplada teniendo en cuenta que el diploma que recibe el graduado, es original y único ejemplar del que es imposible obtener duplicado, por su propio carácter, en caso de pérdida o destrucción. En la legislación argentina están considerados todos estos principios fundamentales, que caracterizan la naturaleza jurídica del diploma. En sus disposiciones aparece la sinonimia diploma o titulo, con los alcanas ya considerados, y en cuanto a la validez de los diplomas extranjeros se ajusta al régimen de reválida estatuido según la ley 4416, que señala tal atribución a los Consejos superiores de las Universidades. Además, por la ley 3192 del 11 de diciembre de 1894, fue aprobado el convenio sobre habilitación de títulos de profesiones liberales, sancionado por el Congreso de Derecho Internacional privado de Montevideo, 'del año 1888, por el que se estableció la competencia para ejercer la profesión a los que hubiesen obtenido titulo o diploma expedido por autoridad competente. Las disposiciones de este tratado fueron ampliadas en el Segundo Congreso de Derecho Internacional Privado, que tuvo lugar también en Montevideo en 1939, en el sentido de que los planes de estudio guardan cierta equi- valencia y que el interesado, al presentar su diploma a los efectos del reconocimiento, se encuadre dentro de los requisitos generales establecidos por la Universidad del Estado donde intente su gestión. Pero estas modificaciones no fueron sancionadas por el Congreso argentino. Sobre el reconocimiento de diplomas o títulos, la Argentina cuenta también con algunos tratados internacionales de carácter bilateral. En materia de penalidades, el artículo 247 del Código penal reprime con multa de cincuenta a mil pesos, la atribución de grados académicos, títulos profesionales y honores sin haber sido conferidos. La comisión de este delito demanda la usurpación de los derechos que sólo otorga la posesión legítima de un diploma expedido por autoridades oficiales o por instituciones oficialmente reconocidas. Por último, algunos diplomas suelen adoptar otras denominaciones; por ejemplo en las Fuerzas Armadas, se llama Despacho al diploma que merece el oficial que egresa del colegio o instituto respectivo, y se reserva en ciertos ca...-, la denominación originaria como ocur^i con el Diploma de oficial áel Estado Mayor, conferido a los graduado en las ' scuelas Superiores de Guerra. En 'os paíse americanos es común el nombre de ^iplom •, aplicado al nombramiento que en ac'o cL proclamación recibe de la Junta Electoral un ciudadano que ha sido elegido para ocupar el cargo de legislador. BIBLIOGRAFÍA. — Giry, A., Manuel de diplomati- que. Diplomes et charles. Chronologie technique^ Elements critiques et parties constitutives de la teneur des chartes. Les cJiancilleries. 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El origen del vocablo di* plomada resulta del latín diploma que dederiva, a su vez, de diploum, del verbo griego plegar, doblar y que no tiene ninguna relación con otra palabra griega, que significa doble en la acepción de falsedad. * Por el Dr. RAÚL RODRÍGUEZ ARAYA. La misma raíz ha servido para diploma, que se aplica a todo documento oficial, con sello y armas del soberano, confiriendo un privilegio a su titular y cuyo original queda archivado; nombre éste que se utilizó en Roma para designar ciertas clases de pasaportes, permisos de circulación y licencias militares, emitidos en nombre del Senado y más tarde del emperador, grabados en dos placas de bronce que se plegaban en forma de díptico. Quizás a ello se deba la curiosa definición de Flasan, en la Histoire de la diplomatie frangaise, considerando a la diplomacia como "ciencia de las relaciones exteriores, que tiene como fuentes los diplomas o actos escritos emanados de los soberanos". Por su parte, el conde de Garden atribuye erróneamente a diploum el sentido de duplicado cuando, en realidad, éste corresponde a la palabra diplois. La confusión puede resultar de que en la antigüedad se conocían por diplomatarius aquellas personas que se dedicaban a copiar los diplomas. No obstante, el empleo de la palabra diplomacia en el lenguaje de las relaciones internacionales, es moderno, ya que anteriormente se empleaba el término negociaciones, como en la obra clásica de Calliéres: De la maniere de négocier avec les souverains, de l'utilité des négociations, du choix des Ambassadeurs et des Envoyés et des qualites necessaires pour réussir dans ees emplcys (París, 1716) y en las de Pecquet, Discours sur l'Art de négocier (París, 1737) y Lescalopier de Nourar, Le Ministére du Négociateur (Amsterdam, 1763). En su significación actual, sólo fue utilizada a mediados del siglo xvín como consecuencia lógica del establecimiento de embajadas permanentes ante las cortes extranjeras. Si bien, con anterioridad, Leibnitz la utilizó en el Codex Juris Gentium Diplomaticus (1693) y Dumont en Corps universel diplomatique du Droit des gens (1726), se referían a una colección de tratados y otros documentos de Estado sobre asuntos de carácter internacional. B. Definición. De las muchas definiciones de la diplomacia podemos citar la de sir Ernest Satow, que la caracteriza como "la aplicación de la inteligencia y del tacto a la dirección de las relaciones oficiales entre Estados", añadiendo estos'bellos conceptos: "El fin de la diplomacia es conciliar los intereses de su propio país con los de aquel en que se está acreditado, mantener elevado el honor de la patria y cultivar una mentalidad internacional". Menos idealista, es la del Libro Blanco (1943) de Gran Bretaña, según la cual "el arte de la diplo- macia consiste en realizar la política internacional del gobierno de Su Majestad para que pueda ser comprendida y, si es posible, aceptada por los demás Estados". Pradier-Fodéré olvida el aspecto jurídico al definirla "el arte de representar al gobierno y a los intereses de su país ante otros gobiernos extranjeros, de velar que los derechos, intereses y dignidad de su patria no sean desconocidos en el exterior; conducir los asuntos internacionales o dirigir y seguir, conforme a las instrucciones recibidas, las negociaciones políticas". Mucho más concisa y completa es la que nos proporciona Rivier en Príncipes du Droit des Gens (París, 1896) al calificarla de "ciencia y arte de la representación de los Estados y de las negociaciones". En efecto, la política exterior —que debe absorber acciones y reacciones fuera del contralor interno de un Estado— no puede vivir de idealismos, sino de realidades. Le corresponde a ella a justar los hechos accidentales a las leyes permanentes que presiden los destinos de las naciones. Por ende, la diplomacia es ciencia en la que es necesario aprender las reglas y arte de sorprender los secretos. Ciencia, en cuanto implica el conocimiento profundo de las relaciones jurídicas y políticas entre los diversos Estados, sus respectivos intereses, tradiciones históricas y ligazones convencionales. Arte, por la habilidad para realizar los objetivos de una dirección política determinada. Aparte de este concepto, existen otras acepciones para designar con la palabra diplomacia varias cosas completamente diferentes. Así, unas veces se la emplea como sinónimo de política exterior, como cuando decimos "la diplomacia argentina en las conferencias panamericanas"; otras, significa el proceso y el mecanismo de una negociación, por ejemplo al afirmar que "la unificación de Alemania sólo podrá ser resuelta por la diplomacia o por la fuerza'1. Una tercera interpretación es la que se refiere a ella como carrera o título profesional. Por último, también puede considerársela como cualidad o habilidad que, desfigurada, llega hasta la "cortesanía aparente e interesada" como reza uno de los significados aceptados por el Diccionario de la Lengua Española La vulgarización del concepto de duplicidad en las relaciones entre Estados se ha extendido a tal grado que muchas veces sé considera al término diplomacia como equivalente a falsedad. El príncipe Czartoryski en Essai sur la Diplomatie (París, 1864) señala esta deformación conceptual expresando: "¿Qué cualidades caracterizan al perfecto diplomático? A la invocación de esta sola palabra, se ve representado un hombre fino que dice raramente la verdad, o la dice a medias; que sabe construir sus frases de manera tal que destruye al final lo que al comienzo parecía decir; que finge saber cuando ignora y de ignorar cuando sabe; que, sin abandonarse jamás, está siempre en acecho para sorprender a los demás; que en sus relaciones sólo considera lo útil y lo aprovechable, sin consideración alguna para lo verdadero y lo justo; un hombre, en fin, que en caso de que lo considere necesario, no tendrá escrúpulos para hacer caer en una trampa al crédulo o al inocente, siempre que se guarden las apariencias, bien o mal, o que una ventaja importante cubra lo odioso de su conducta. Decir de alguien que es diplomático no es elogio y, teniendo 2n cuenta exclusivamente esta reputación, Jadié estará tentado a ser su amigo". De antiguo linaje, rodeada de aparente ,'splendor e hija de la necesidad de la vida ie relación entre los Estados, la diplomacia ba padecido juicios severos en los que, muchas veces, el ingenio juega con una realidad más o menos desfigurada; omitiendo sus reales características y atribuyéndole, en cambio, modalidades o defectos que exteriorizó en sus primeras manifestaciones: boato, simulaciones, intrigas, rivalidades, sobornos y conflictos. Por eso perdura aún la definición que en 1604 sir Henry Wotton asentara en el álbum de un comerciante de Hamburgo —lo que le valiera caer en desgracia'ante el rey Jacobo I y el libelo de Gaspar Scippius—, al escribir: Legatus est vir bonus, peregre missus ad mentiendum reipublicae causa (Un embajador es un hombre honesto enviado al extranjero para mentir en beneficio de la República). Idéntica resonancia conservan los conflictos de precedencia mantenidos por las cortes de España y Francia —rivalidad secular motivo del resentimiento de Felipe U con el Papa Pío IV—, que terminarían provocando en 1661 una batalla campal en las calles de Londres entre el séquito del conde dTSstrade, embajador de Francia, y el de su colega español, barón de Watteville. Lo mismo ocurre con el recuerdo de la prisión por deudas del embajador ruso Matucof, origen real del acta del Parlamento británico (Statute of Anne, 7), de 1711, para conservar los privilegios e inmunidades de los representantes de príncipes extranjeros. El pretendido desdoblamiento de la persona del soberano en su enviado, la ficción antijurídica de extraterritorialidad —agravada con la franchise de quartier que se toleró en Roma, Genova, .Venecia y Madrid, motivando un violento conflicto entre Luis XIV e Inocencio XII—, el carácterreservado de las negociaciones políticas y la no menor deformación profesional, alejaron al diplomático del público. Este, no conociendo lo complejo de su labor, estaba frecuentemente desvinculado de aquél y se inclinaba a juzgarlo con severidad. Para quienes desconocían los entretelones de la función, la diplomacia no era más que intriga y cuando un embajador no intrigaba, era sólo hombre de placeres, preocupado únicamente en recepciones y banquetes. El mismo Ortega y Gasset en Memorias de Msstanza, al recordar la iniciación de Stendhal en la diplomacia, afirma que fue "el mejor antifaz que un hombre distante de los demás hombres puede elegir para circular entre ellos sin que se sospechen los ricos hontanares de espíritu que lleva dentro". C. Orígenes. Se ha afirmado que la diplomacia es tan antigua como el mundo. En principio, puede decirse que es contemporánea de los primeros contactos entre clanes y tribus, ya que el arte de persuadir y la ciencia de las negociaciones nacieron con los primeros hombres y participaron de la misma necesidad —o utilidad— que sentían por la guerra o por la atracción del amor, que luego fueron factores para la elaboración de normas jurídicas de convivencia. Así entendida, en toda la amplitud del sentido, es una de las más antiguas ciencias ya que nació al desbordar las relaciones privadas para intervenir en las relaciones de los principes. Trató de conocer las afinidades entre los diversos Estados —producidas por necesidades comunes, lazos religiosos, raciales, consuetudinarios e intereses o ambiciones políticas—, buscando unidad de dirección encaminada a establecer una justa ponderación para asegurar la paz y la independencia de todos. O bien, para favorecer empresas de conquista, de adquisiciones territoriales o de dominación universal. Algunos autores han pretendido encontrarle un origen más ilustre, y así La Mothe Le Vayer asevera, aprovechando la mitología, que la diplomacia se convirtió en necesidad desde aquellos tiempos en que fue abierta la fatal caja de Pandora y los males se esparcieron por el mundo y prosperaron, encontrando terreno fértil y bien roturado. Gentil! en De legationibus (Londres, 1585) recuerda que el rey Herodes, cuando su representante fue condenado a muerte por los árabes, hizo notar lo execrable de ese acto ya que "hemos recibido nuestras santas leyes de Dios por intermedio de sus ángeles, que son los heraldos y embajadores". Otros comentaristas recuer- dan que en los Proverbios de Salomón se dice que "el embajador fiel es para aquél que le ha enviado como la frescura de la nieve durante la cosecha, proporcionándole reposo a su alma". Exageradas o no, lo cierto es que, trece siglos antes de nuestra era, la existencia y necesidad de la diplomacia aparece confirmada, en forma de conse'jos al rey, en las Leyes de Mami (libro VII, sastras 63 al 68), indicándole la forma de elegir embajadores y la importancia de sus funciones; y, mucho más tarde, en el tratado sobre las Embajadas atribuido a Aristóteles o e^ De legationibus, la obra de Cicerón. Si bien es cierto que los egipcios y' aún los caldeos, los griegos y los persas, los romanos y los cartagineses, se enviaron a veces oradores, heraldos y mensajeros en ocasiones especiales y con un propósito, determinado, esta práctica constituyó lo que podemos llamar diplomacia intermitente. Las primeras manifestaciones orgánicas aparecen en el siglo xm y, desde entonces, crece su importancia y con la aparición cío las embajadas permanentes su desarrollo trae como consecuencia la creación de consejos o departamentos de asuntos exteriores. Ya con anterioridad, la diplomacia papal revestía un carácter especial enviando ante los emperadores de Constantinopla apocrisarios que no tenían realmente carácter representativo, ya que su misión consistía en sostener los intereses, no del Papa, sino de la diócesis a que pertenecían. Los primeros Legados fueron acreditados por León IX ad visitandas ecclesias y, aceptados en Europa, ellos se multiplican a partir de Gregorio VII, dando lugar sus procedimientos a protestas de los príncipes que establecieron que los legados no podían entrar en sus territorios sin autorización previa. En Francia, Gran Bretaña y Alemania, los reyes defendieron celosamente sus derechos de soberanía, pediendo citarse al efecto la convención firmada por Urbano II con Inglaterra, estableciendo que el Papa no podría enviar como legado sino persona elegida por el soberano. En las ciudades italianas es donde la diplomacia se organiza y despliega una sorprendente 'actividad. Se hacen y deshacen alianzas, desplazando sucesivamente la hegemonía, robusteciendo una ciudad y debilitando otras, en busca do establecer un equilibrio entre las fuerzas de los príncipes y de las repúblicas existentes en la Península. La diplomacia es tan fructífera en resultados que no hay ciudad italiana que no esté orgullosa de la habilidad de sus negociadores. Florencia, en los siglos xrn y xiv cuenta con enviados como Dante, Petrarca y Bocaccio. Venecia —llamada con razón "escuela y piedra de toque de la diplomacia"— desempeña una. función, importante en la historia del derecho de embajada. Roma misma, fecunda en diplomáticos de genio, actúa tan hábilmente que la Santa Sede logra hacer admitir, como obligación de los soberanos, la institución de las llamadas embajadas de obediencia. La organización de la diplomacia veneciana merece cita especial, ya que ella funcionaba con regularidad mientras en el resto de Europa era incipiente. Hotman de Villiers en su trata jo sobre L'Ambasadeur (1603) recuerda la institución declarando que los enviados venecianos no tienan nada que aprender en él, ya que eran maestros en la materia. En el siglo xm, una de las preocupaciones de la República fue adoptar medidas de protección del interés público en cuestiones relativas a la diplomacia. En 1236, un decreto prohibe a los enviados ante la corte de Roma aceptar cualquier beneficio, y en 1268 se ordena que todos los embajadores deberán entregar a su regreso los obsequios que hubieran recibido. Una ley de 1288 dispone que" los agentes diplomáticos deberán informar por escrito sobre su misión, a los quince días de su regreso, dejando constancia de lo que hubieran hecho "en honor y en interés de Venecia". Estas disposiciones fueron reiteradas en 1296, 1425 y 1533, y es a consecuencia de ellas que han perdurado las famosas relazioni que sirven hoy de testimonio de la perspicacia, habilidad y sabiduría política de los negociadores venecianos. Otra serie de prudentes medidas fueron dispuestas, tales como la que establecía que ningún veneciano podría actuar como enviado en países donde tuviera propiedades o alejarse de su puesto. En el siglo xni se fijó como duración para las embajadas, de 3 a 4 meses; en el siglo xv, que no podía exceder de 3 años en la misma corte, prohibiéndoseles hablar con los extranjeros de los asuntos de la República y escribir sobre cuestiones políticas ajenas al gobierno. El envío de los agentes diplomáticos era atribución del consejo de Pregadi y, después de 1497, del Senado. La elección se hacía por votación y nadie podía substraerse a la carga pública de ser fRviaáo como embajador. Los gastos de un diplomático no estaban en relación con los sueldos y eran frecuentes las quejas —como las de Maquiavelo— por la falta de fondos para cumplir su misión. Sin embargo, Venecia sabía recompensar los servicios prestados, y sus diplomáticos, al retirarse de una misión, eran designa- dos en importantes cargos públicos y sobre todo en lucrativas posiciones en Oriente. Las relazioni diplomáticas de Venecia, que eran leídas en sesión secreta del Senado, presidido por el Dux y por el gabinete, adquirieron rápidamente gran renombre, y muchas de ellas circularon manuscritas y, a veces, impresas. Las misiones diplomáticas se extendieron más allá de las fronteras de Italia y, desarrollando una política positiva y práctica, Venecia supo sacar ventajas de las guerras contra ios infieles. En 1201, el dux Dándolo concluyó varias convenciones con los jefes de las cruzadas, por las cuales se comprometía a transportar las fuerzas y abastecerlas por un período de nueve meses, mediante un precio estipulado, entregando "cincuenta galeras armadas para el bien de Dios, a condición míe mientras la sociedad dura- ra, de ü >, conquista hecha en tierra o dinero, en mar o tierra firme, Venecia recibiría la mitad". x Al propio tiempo que estrechaba sus relaciones con las cortes europeas, la diplomacia veneciana no descuidaba sus intereses en el Levante, y fue lo suficiente hábil como para mantener sus conquistas, negociar con los griegos y —ocurrida la decadencia de Rávena— convertir a la Serenísima República en dueña del Adriático. Acreditó en Constantinopla un representante diplomático llamado bailo, colocado en un pie de igualdad con el soberano. Este funcionario tenía bajo su autoridad todo un barrio de la ciudad, aparecía en público rodeado de guardias, estaba autorizado a ejercer plena jurisdicción sobre sus connacionales -y hasta tomaba bajo su protección a extranjeros, en especial, armenios y judíos, que pagaban tributos para excluirse de la jurisdicción territorial. La institución del baüaggio, aceptada después por los turcos, decreció en importancia política con el transcurso del tiempo, convirtiéndose en una canonjía que proporcionaba enormes beneficios personales. Durante el siglo xvi, Venecia contaba con 23 bailas y 27 embajadores extraordinarios acreditados en Viena, París, Madrid, Roma, Ñapóles, Turín, Milán, Londres y en los cantones suizos, enviando misiones, a países tan lejanos como lo eran entonces Egipto y Persia, y a participar en las grandes reuniones internacionales. La organización de la diplomacia pasó después de Italia al resto de Europa, donde durante cierto lapso se mantuvo indecisa e indefinida. No había regularidad ni continuidad en las misiones, pues las cortes titubeaban en enviar sus agentes al extranjero, ya que miraban con desconfianza que los otros príncipes acreditasen legaciones ante ellos; Fernando V consideraba a los diplomáticos "espías e intrigantes", y Enrique VII no deseaba que prolongasen la permanencia en sus dominios. Felipe de Comines, que conocía el oficio por haber sido embajador, escribía a mediados del í-.iglo xv en sus Mémoires: "No es cosa muy segura tantas idas y venidas de embaja- das; pues a menudo tratan en ellas malos asuntos; sin embargo, es necesario enviarlos y recibirlos", y Callieres decía "se llama al embajador un honorable espía, porque entre sus principales preocupaciones está la de descubrir los secretos de la Corte donde se encuentra y no cumple con su empleo si no hace los gastos necesarios para atraerse a los que están en condiciones de instruirlo". En las centurias siguientes la diplomacia se perfecciona realizando progresos paralelos al del Derecho internacional. Fue obra suya la paz de Westfalia (1648), que puso fin a la guerra de los treinta años con la firma de los tratados de Munster y Osnabrück, significando la primera manifestación de la comunidad internacional y señalando el establecimiento de las legaciones permanentes. Desde ese entonces se la ha visto crecer, progresar y perfeccionarse constantemente. Se suceden ios congresos y conferencias internacionales y se acreditan las relaciones diplomáticas, mientra? que en el ejercicio de la función surgiere maestros consumados que modelaron xa política internacional europea. Entre < ros nombres, Francia con Choiseul y T-.Y.eyrand; Austria, con Kaunitz y Mettr ¡ich; Italia, con Cavour; Alemania, ce.i Bísmarck, y Gran Bretaña, con Di aeli y Palmerston. D. Importancia. Carlos Calvo, , n el Dictionnaire de Droit internationcC public et privé (París, 1885), señala corr objeto de la diplomacia "asegurar el bie ,ustar de los pueblos, mantener entre ello la paz y la buena armonía, garantizando la seguridad, tranquilidad y dignidad de cada uno de ellos''. La ¿ola enunciación ue esos propósitos señala la importancia e la acción diplomática que debe SPI tjucida desde dos aspectos distintos: uno, positivo, fundamental, jurídico; otro, abstracto, variable, obra exclusiva de la política. Esta última, regida por la flexibilidad de las circunstancias, de las instituciones y de los hombres ya que, como decía Federico II, el verdadero éxito de la política no está en suscitar ocasiones, sino en sacar provecho de ellas. La diplomacia, independientemente de su carácter representativo, desarrolla una triple función en beneficio de la convivencia internacional: observar, proteger y negociar. Le corresponde observar, por encima de los intereses privados y de los partidos políticos, cuanto se refiere a las relaciones recíprocas entre Estados. Debe proteger los intereses nacionales y los de sus ciudadanos, velando por la observancia de los tratados y por el respeto de las normas jurídicas internacionales para evitar o reparar las infracciones al Derecho o la lesión a los intereses legítimos. Negociar sobre los objetos más variados y con los más diversos motivos, tanto para prevenir, apaciguar y resolver conflictos, como para encauzar las relaciones políticas, económicas, jurídicas, sociales y culturales en un plano de colaboración internacional. La organización política de los Estados y la interdependencia existente entre ellos ha hecho imprescindible la intervención directa y constante de los gobiernos en los asuntos internacionales que se han multiplicado a consecuencia de la comunidad de ideas e intereses y que constituye uno de los fenómenos sociales más característico desde la terminación de la segunda guerra mundial. Lo mismo que ert él plano nacional, la actividad del Estado tiende a abrazar prácticamente el conjunto de la vida social, la cooperación internacional extiende a cada instante su campo de acción y los lazos de dependencia recíproca se multiplican y anudan. De estas situaciones, que se han acrecentado, surgió el contralor de la diplomacia mediante el cual cada Estado puede vigilar la ejecución de los compromisos internacionales y la aplicación de las reglas' de Derecho. El fundamento de ese contralor deriva del derecho subjetivo del beneficiario y está subordinao al interés legítimo.. Se basa en prácticas consuetudinarias que no han requerido, la mayoría de las veces, estipulación expresa en los tratados. Se exceptúan aquellos casos en los que se resuelven situaciones extraordinarias que desbordan los límites habituales, como cuando Francia y Rusia- adquirieron por el régimen de capitulaciones el derecho de vigilar en Turquía el tratamiento a los católicos y a los ortodoxos, respectivamente, excluyendo a otros Estados del ejercicio de esa función. El contralor sobre las normas de Derecho internacional establecidas por tratados está ejercido por la diplomacia en la medida en que su inobservancia causa perjuicios morales o materiales al Estado interesado o a sus connacionales (protección diplomática) o pueda afectar la paz o la seguridad internacionales (Carta de las Naciones Unidas o de la Organización de los Estados Americanos)'. Como- excepción, ese contralor puede ser efectuado, en tiempos de guerra, por un Estado neutral que no tenga un interés directo (protección de los intereses de una nación beligerante). La diplomacia no tiene hoy por finalidad seguir una intriga política, hacer o deshacer alianzas; su objeto es más vasto y el diplomático es hoy un informador permanente, cuyas inmunidades y privilegios le permiten investigar con absoluta independencia la v¡da política, económica y social del país de residencia, por medio de análisis continuos y completos, ya que cualquier factor que afecte la soberanía o el equilibrio de una nación puede repercutir en los intereses de los demás. Mientras exista vida de relación entre los distintos pueblos, la importancia de la diplomacia es incuestionable. Metternich, el artífice del sistema del equilibrio europeo —a quien sus contemporáneos llamaron Cochero de Europa— nos ha legado los siguientes axiomas de la diplomacia: 1"? El hilo de una negociación no puede ser cortado jamás; en especial si se trata de salvar o restablecer la paz; 2<? Todo acto diplomático, toda reunión de ministros o jefes de Estado, toda redacción de un acuerdo, deben ser preparados cuidadosamente; y> Ningún compromiso debe ser prematuro, hay que reservar libertad de acción el mayor tiempo posible; 4P En política, no hay asuntos sin importancia; una gran nación, aunque se mantenga dentro de un sistema, debe estar presente en todas partes; y 5"? Estar informado de los menores detalles en las actividades de los países amigos y, con mayor razón, de los rivales, y de las razones públicas y ocultas de esas actividades. Todos estos axiomas rebosan experiencia, pero el diplomático no debe olvidar nunca el primero. Con anterioridad Chambrun había escrito estas magníficas palabras: "En el arte infinito de la diplomacia no existe punto final..." E. Diplomacia secreta. Una de las críticas más a-cerbas contra la diplomacia ha sido el carácter secreto que rodeaba, en el pasado, la negociación, conclusión y vigencia de los tratados internacionales. En la antigüedad, el Derecho público atribuyó al monarca una competencia ilimitada en materia de política exterior: los reyes no quedaban obligados por normas jurídicas, excepto aquéllas formuladas o aceptadas por ellos mismos; no admitían otros jueces de sus decisiones que sus propios juicios o el de sus delegados; y no aceptaban ninguna sanción jurídicamente organizada. Robustecido jurídicamente el fundamento de la monarquía centralista —con la doctrina de la soberanía expuesta por Bodin en Six livres de la République—, los monarcas detentaron hasta fines del siglo xvm una competencia funcional en el marco de la política exterior, realizando la llamada diplomacia de boudoir y la internacional de los monarcas, alrededor de la cual giraban los conflictos sucesorios y las rivalidades de las casas reinantes. Ejemplo de esa política fue el Congreso de Viena (1815), al que concurrieron dos emperadores, dos em- peratrices, cuatro reyes, una reina, dos herederos de tronos y media docena de archiduques y príncipes. El secreto o reserva en la diplomacia era habitualmente acompañado de una diplomacia secreta, a la que recurrían los jefes de Estado y los cancilleres, utilizando todos los recursos sin consideración alguna, según Maquiavelo, "a lo justo o injusto, a la clemencia o crueldad, a lo loable o a lo ignominioso". Ejemplos de ella fueron La Correspondance Secrete de Luis XV y el no menos misterioso Gabinete Negro de íMettemich. Napoleón III recurrió a ella, a espaldas de su propio Ministro de Negocios Extranjeros y, por su parte, Bismarck la empleó hasta'para vigilar sus propios embajadores, llegando en Alemania —con- von Holstein y el príncipe de Lichnovsky, según Nicolson— a ser elevada a "categoría artística". El tratado de Fontainebleau, entre Napoleón y Godoy, acordando la repartición de Portugal, la alianza defensiva francorusa de 1891, el acuerdo personal entre Guillermo II y Nicolás II, firmado en Bjorkoe, en 1905, la Triple Alianza, y tantos otros convenios internacionales, fueron documentos secretos cuya exacta naturaleza y alcances eran totalmente desconocidos para los pueblos, aunque los impulsaron a la guerra o a quebrantar la buena fe nacional. Cansados los subditos de que se dispusiese caprichosamente de sus vidas e intereses, hicieron valer sus prerrogativas naturales y reivindicaron para sí participar en la política exterior, mediante el contralor parlamentario, en la ratificación de los trata- dos y en el repudio a los acuerdos secretos. Nuevas disposiciones fueron incorporadas en la estructura constitucional de los Estados y, paralelamente, se inició un movimiento de desconocimiento internacional de los acuerdos de esa especie, que cristalizó en uno de los Catorce Puntos, que el 8 de enero de 1918 sostenía el Presidente Wilson al proclamar la diploma- cia pública. Finalizada la primera guerra mundial, el pacto de la Sociedad de las Naciones dispuso, en su artículo 18, que la validez jurídica de los tratados dependería, en lo sucesivo, de su registro y publicación; posteriormente, la carta constitutiva de las Naciones Unidas incorporó, en su artículo 102, una disposición idéntica, agregando que su incumplimiento impediría que ese tratado pudiera ser invocado ante los órganos de la entidad internacional. Esta tendencia a la diplomacia pública o abierta se manifestó especialmente en los Estados Unidos de América, influyendo la decisión de Adams de informar al Congreso los pormenores del asunto X, Y y Z —los agentes secretos de Talleyrand: Sainte Foy, Montrond y D'Arbelles—, en el que aparecieron tentativas de soborno confundidas con reclamaciones norteamericanas sobre violaciones francesas al derecho de neutralidad. En el Senado —cuya intervención en los asuntos internacionales es decisiva— se inició una campaña contra las sesiones a puertas cerradas, logrando en 1794 que sus sesiones fueran públicas, "con excepción de los casos que en opinión del mismo Senado, sea requerido el secreto". Mantenido este carácter en las negociaciones diplomáticas no terminadas, el creciente interés del pueblo y la prensa presionan las decisiones del Departamento de Estado, que publica regularmente volúmenes con su correspondencia diplomática. En la actualidad los más candentes problemas se discuten públicamente en las organizaciones internacionales, y las distintas Cancillerías acostumbran a formular declaraciones sobre los principales acontecimientos de política exterior, dando a publicidad comunicados o notas intercambiadas con otros gobiernos. Como excepción de esta política se recuerda el caso del Presidente Roosevelt, que negoció el acuerdo de Yalta, rodeándolo de tanto secreto que ni siquiera dejó copia del mismo en los archivos del Departamento de Estado. No obstante, la supresión del secreto en las negociaciones es todavía objeto de controversias. Es cierto que en una democracia el público tiene derecho a estar informado y que, en principio, una política exterior comprendida y- apoyada por la opinión pública es más efectiva y firme; pero también es real que ,el desarrollo de negociaciones públicas puede originar dificultades, ya que la diplomacia democrática descansa muchas veces en emociones populares más que en las opiniones técnicas. Uno de los objetos de la diolomacia es el ajuste de las diferencias entre Estados y .se hace difícil llegar a un arreglo si las ^e denominó la mayoría de ellos, no falta el autor que recomienda reserva en lo que partes se han comprometido a una cam- respecta "a Venus, Baco, las conversaciopaña electoral, en debate público, a soste- nes, los sarcasmos y los rasgos de ingenio" ner las máximas pi ' nsiones de su pais. y otros —corno Vera y Zúñiga— que recha"Si queréis comprai un caballo —decía zan los defectos físicos visibles en los diBismarck en el Landtag de Prusia— no plomáticos, aunque toleran la calvicie con iréis pregonando el precio más elevado el argumento irrefutable de que César fue que pensáis dar por él; y si queréis desem- calvo y nada le hubiera impedido, si se lo barazaros del vuestro, no iréis publicando hubiera propuesto, ser tan buen embajador el más bajo precio al que os resignaréis a como gran general. cederlo. La diplomacia debe obrar con esta Generalizadas las Legaciones permanenprudencia elemental". tes, prosiguen los autores encareciendo una El principio democrático del contralor selección de condiciones naturales, espepolítico mediante el libre debate es de más cialización de conocimientos y explicando fácil aplicación en la política interna que el manejo de las herramientas del oficio. en la internacional; pero admitir la opi- Calliéres exige espíritu atento que no se nión de las minorías, la crítica y la necedeje distraer por los placeres y diversiones sidad de responder a esa crítica, proporfrivolas; claro sentido de la realidad; pecionan a la diplomacia base moral y obli- netración para leer el corazón humano; gan a una continuidad de principios, de la espíritu fecundo para allanar dificultades; que carecen sistemas dictatoriales que tra- presencia de ánimo; igualdad de humor bajan en la penumbra de los gabinetes y a y bondad de carácter; soltura de modales, espaldas de la opinión pública. Pero el re- que inspiren confianza y simpatía; y, fichazo de la dipolmacia secreta no implica nalmente, dominio de sí mismo, pernard du necesariamente el desconocimiento de la Rosier compone una lista de veintiséis necesidad del secreto eri la diplomacia. virtudes moderadas de las que debe estar Richelieu decía "disimular con el silencio dotado —sin perjuicio de ser magnífico, es necesario y no reprensible'', y el pro- fuerte y audaz cuando convenga— y otra pio Talleyrand —cuyos actos no siempre no menos larga de los defectos a evitar. El se ciñeron a sus palabras— se vio obligado barón De Szilazzi enumera otras, en las que a reconocer que "la buena fe no autoriza no falta la autoridad moral, sin olvidar la jamás el engaño, pero admite la reserva; preparación técnica, y Chateaubriand rey ésta tiene una particularidad: inspira comienda el estudio profundo y sereno de confianza". El abate Montgon —enviado la Historia, en el curioso diálogo con los por Felipe V a la Corte de Versalles— re- diplomáticos franceses, contemporáneos susultó inhábil e indiscreto, y fracasó en sus yos, que reproduce en Memorias de ulnegociaciones por crédulo y parlanchín. tratumba. Aún hoy, para los funcionarios P.ero, la reserva debe mantenerse en su de la carrera y los aspirantes a serlo, no justa medida para no adaptarse a los con- pierde su interés las Instrucciones de un sejos irónicos que Beii Jonson ponía en embajador a su hijo, que se dedica a la uno de los 'personajes de Volpone: sir Poli- carrera de las negociaciones, incluidas en tick Woii Be: "En principio, vuestro as- el tratado del conde de Garden. Existen en pecto debe ser grave y serio; sed muy re- ellas enseñanzas fecundas y la pintura al servado, muy hermético; no confiéis se- desnudo de ciertos complejos diplomáticos, creto a nadie, aunque sea vuestro padre; como cuando exhibe al plenipotenciario a lo más, contadle alguna fábula, y aun concentrado interrumpidamente en una así, con precaución". gravedad metódica, lleno de sí mismo, ocuF. La diplomacia como ciencia. A par- pado en formalidades insignificantes y que tir del siglo xv, ¡a diplomacia fue objeto sólo conoce de su ministerio si una silla de tratados en latí" francés y español, está bien colocada, a quién debe dar la donde se describen y entuñan el arte de mano y cómo componer su rostro; olvidanlas negociaciones, las funciones del em- do que revela un espíritu mediocre que no bajador y sus privilegios, las calidades re- podrá entender un hecho esencial, interqueridas —incluidas la fortuna y el naci- pretar su espíritu, prever los motivos y miento ilustre—, el estilo diplomático y las determinar las consecuencias. Surgió después la necesidad de una seconsiguientes recomendaciones sobre costumbres, vestidos, modales, religión, tratos, lección cuidadosa del diplomático, basada gastos y hasta la conveniencia de hacerse en la capacidad y la experiencia. Las cancillerías que anteriormente establecieron acompañar con la esposa "si vale la pena hacerlo y sabe compartir secretos". En alcomo condición la nobleza hereditaria, la gún Manual del perfecto embajador, como formación militar, y aun los bienes de for- tuna, comprendieron que la diplomacia era arma de doble filo que en manos inhábiles y sin un cerebro vigilante podía ser peligrosa. Los xliversos Estados comenzaren a exigir exámenes y títulos profesional •, para la práctica del difícil arte de las negociaciones. Trocada así la diplomacia en disciplina, Enrique VIII encarga a Thomas Dentón, Nicolás Bacon y Roberto Cary el proyecto para organizar una escuela de Derecho de gentes y de diplomacia; y en 1697, se crea en Francia, bajo los auspicios del marqués de Torcy, una especie de se-' minario, donde los aspirantes a diplomáticos aprendían la carrera de secretarios; a pedido del mismo Torcy, el abate Legrand prepara su Projet d'Etude, memorial donde quedaron expuestas la razón de ser y la organización de la futura Academia de Política. En 1701 se funda, en Roma, la Escuela Diplomática Pontificia, reformada en 1879, de la c"Ual egresaron figuras tan eminentes como Clemente XIII, León XII, León XIII y Benedicto XV. Con el transcurso de los años, las universidades europeas incorporaron a sus planes de estudio cursos especializados y hasta Estados Unidos de América, poco dispuestos al reconocimient.o de la base científica imprescindible a la diplomacia, inaugura en 1919 —para no citar sino una— la School cf Foreing Service de la Georgetown University y se multiplican los cursos dedicados al estudio de las relaciones internacionales. En la República Argentina se organiza, en -1911, 3n '* Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, un curso especial de estudios en diplomacia —suprimido en 1929— y en 1920 se organiza una carrera verdaderamente universitaria en la Facultad de ciencias económicas, comerciales y políticas de Rosario. Los proyectos de ley presentados al Congreso por Quirno Costa (1879), Roca (1884), Orma (1902), Drago (1902), Del Barco (1912 y 1914), Antelo (1933), Escobar (1933) Lago (1933), Saavedra Lamas (1934 y 1937) reconocieron —al igual que en la ley 12.951— la necesidad de una preparación técnica en la diplomacia. Carlos Calvo ha enumerado como preparación científica indispensable para la diplomacia: el Derecho internacional, el Derecho diplomático, el Derecho público de los principales Estados, la geografía y la estadística, la historia política y militar, los diferentes sistemas de dominación, supremacía, conveniencia, conservación, equilibrio, centralización, confederación, etcétera, y el arte de la composición diplomática. La complejidad de los problemas internacionales y el desarrollo de las aoti- vidades correspondientes, requieren hoy una mayor especialización y un campo de conocimientos más amplios y profundos. Pese a estos antecedentes, debemos reconocer que la alquimia universitaria, como la de la naturaleza, no ha logrado la generación espontánea. Como en todas las instituciones integradas con seres humanos, hay un elemento natural que escapa a reglas fijas, por sabias y prudentes que sean. La base de la preparación diplomática es la cultura profesional, pero ésta no constituye por sí toda la .educación. El verdadero diplomático, como el parlamentario, se complementa en la acción, que le permite aplicar sus conocimientos y su tacto. La ciencia de la diplomacia requiere, entonces, tiempo y dedicación, para la cual todos no son aptos y ninguno la adr quiere por intuición: requiere las enseñanzas de los libros y el conocimiento de las formas, de los usos y de los hombres. En su campo de acción —ha dicho Metternich— "los derechos se enfrentan y las fuerzas se miden: no hay voces de mando ni de obediencia. Es necesario evitar 1* lucha abierta y llegar al fin. Intervienen por consiguiente, los hombres con sus ca lidades y sus defectos." ' DIPLOMACIA PUBLICA (V. DIPLOMACIA.; DIPLOMACIA SECRETA. (V. DIPLOMACIA.) DIPLOMÁTICA. (V. DIPLOMA. TRATADOS INTERNACIONALES.) DIPLOMÁTICOS. (V. AGENTES DIPLOMÁTICOS. CUERPO DIPLOMÁTICO. EMBAJADOR. ENCARGADO DE NEGOCIOS. ENVIADO EXTRAORDINARIO.) DIPUTACIÓN.» El término Diputación aparece e/i la terminología jurídica usual aplicado con criterio más bien genérico, que alcanza al conjunto orgánico integrado por los diputados o representantes, al ejercicio y duración del mandato con que ha sido investido un legislador y al tiempo de duración de un Congreso, desde que se constituye y hasta su disolución. En la doctrina moderna, prima la tendencia de referir el concepto a los cuerpos colegiados que han sido elegidos para administrar los intereses de un Estado autónomo o provincia; usándose con preferencia la expresión Diputación provincial para nombrar el cuerpo legislativo y aun al palacio donde ordinariamente celebra sus sesiones, y la palabra rjiputación para el cargo y el mandato del legislador provincial. * Por el Dr. OWEN G. USINGEE. pítulo X estableció la organización de la "Diputación permanente" de las Cortes, inrepartimiento o imposición de contribucio- tegrada por una sola Cámara según el tines; función que realizaban en las ciuda- tulo III de dicho texto constitucional. En des unas juntas o pequeñas corporaciones. los años 1837 y 1845 se dictaron nuevas Este carácter administrativo-financiero de Constituciones, donde no figuró la comisión la deputatio se vinculó con el desarrollo del permanente, pero fue restablecida en la régimen local a funciones de los muni- Constitución de 1856, llamada non nata cipios rústicos y urbanos, y luego, cuando porque no llegó a promulgarse por la caída los distritos dejaron de ser simples demar- del gobierno del general Espartero; exprecaciones administrativas con la incorpora- sando en su artículo 47 la constitución de ción de nuevos territorios municipales, ta- una Diputación permanente que debía veles funciones pasaron a los órganos de las lar por la observancia de la Constitución entidades descentralizadas. De esta mane- y por la seguridad individual. Desde entonra, la deputatio siguió consubstanciada con ces no figuró en los textos constitucionales los conceptos de representación del pueblo posteriores, hasta que la Constitución de la y de la afirmación de las autonomías regio- República española sancionada en 1931 revivió en su artículo 62 la antigua institunales, a través del sistema de sucesión insción que, por otra parte, había inspirado titucional de cabildos, a salas capitulares, a legislaturas y a provincias. En México ha las llamadas Comisiones permanentes creaperdurado la tradición, fundada en las an- das en varias Constituciones europeas, santiguas leyes españolas donde la deputatio cionadas después de la primera guerra consistía en uno de los fines primordiales mundial; como ocurrió, por ejemplo, en la de los ayuntamientos, de llamar Diputación Constitución de Weimar, artículo 35, y en a la Casa consistorial o palacio municipal. la de Checoslovaquia de 1920, entre otras. En las Constituciones de los países ibero- La Constitución española de 1931 estipulaba americanos, la Diputación no aparece para en el artículo precitado que el Congreso nombrar a las Asambleas legislativas, ni debía designar de su seno una Diputación expresamente a otra institución de Dere- permanente de Cortes, compuesta, como cho público; pero sí en cambio suele ser máximo, de 21 representantes de las disempleada por los tratadistas como sinóni- tintas fracciones políticas, en proporción mo del cuerpo de diputados de las Legislaa su fuerza numérica, presidida por el preturas provinciales, y a veces, en el lenguaje sidente del Congreso. Su competencia se común, para expresar el ejercicio de la fun- extendía a los casos de suspensión de gación de diputado. rantías constitucionales, de promulgación En el Derecho público español y en el de decretos-leyes, de la detención y proceitaliano, la Diputación es una institución samiento de los diputados y en los asuntos definida dentro de su respectivo régimen en que el reglamento de la Cámara le diera constitucional. En España ha existido la expresa atribución. Diputación General de los Reinos, integraEn el régimen local español existe la da por el cuerpo de diputados de las ciu- Diputación provincial como uno de los órdades de voto en las Cortes, y en el carác- ganos de gobierno de la provincia, que ter de órganos representativos, la Diputa- constituye la circunscripción política y adción permanente, en el Derecho constituministrativa más importante dentro del cional, y la Diputación provincial, en el régimen local, formada de términos o parDerecho público provincial. Además, en el tes de territorio sometido a la autoridad de Derecho parlamentario español, la palabra los ayuntamientos. Substancialmente se diputación se aplicó al período de sesiones trata de un cuerpo civil y administrativo, empleado por las Cortes Constituyentes, de carácter representativo e integrado con para elaborar y aprobar una Constitución. los diputados provinciales elegidos por suLa Diputación permanente era una co- fragio universal en los distritos. Los antemisión de carácter permanente que tenía. cedentes de este'órgano institucional se van el poder representativo de la autoridad de plasmando a través de la historia dol molas Cortes, durante el tiempo en que éstas vimiento descentralizador, en el constituno se hallaban reunidas o cuando se en- cionalismo español que se inicia con la contraban disueltas. Su designación estaba Constitución de 1812 elaborada por las prevista en las normas constitucionales, que Cortes Constituyentes de Cádiz, cuyo títual mismo tiempo señalaban el límite de sus lo VI sobre el "gobierno interior de las profunciones. La institución tuvo en España vincias y de los pueblos" señala los lineasus precedentes tradicionales en las anti- mientos del régimen provincial con las Diguas Cortes de Aragón, que fueron recogi- putaciones sobre bases electivas, sus fundos en la Constitución de 1812, en cuyo ca- ciones de inspección de las cuentas mnniciSus orígenes etimológicos derivan del término latino deputatio, que significaba el pales y la designación, por nombramiento real, del jefe superior en las Diputaciones, que servía entre el Poder central y el cuerpo provincial. Además, estas normas fueron ampliadas con la "instrucción para el gobierno económico-político de las provincias", del 23 de julio de 1313, donde se expresan las atribuciones administrativas concedidas por la Constitución a las provincias, dentro de su circunscripción territorial. Por ley del 3 de enero de 1845 se organizaron las Diputaciones provinciales, cíe acuerdo a lo ordenado en los artículos 72 y 74 de la Constitución de 1845, y como consecuencia de la reforma constitucional de 1869, se dictó la ley provincial y municipal de 1870 que, dentro del sistema político imperante entonces en España, establecía una descentralización ordenada y • equilibrada. En el proyecto de Constitución federal que las Cortes Constituyentes, convocadas por la primera República española, habían comenzado a tratar en 1873, las Diputaciones figuraban bajo el título XIII, "De los Estados", que consideraba a las provincias dentro de un régimen de amplia autonomía. En el régimen centralizado instaurado por la Constitución de 1876, donde predomina el carácter absorbente del Poder central, logran sin embargo subsistir algunas manifestaciones en sentido descentralizador, al legislar en el título X sobre el régimen local. Entre los principios fundamentales que allí se consignan, queda consagrado que en cada provincia habrá una Diputación provincial, elegida en la forma y con el número de individuos que determine la ley; debiendo ajustarse su organización y atribuciones a las siguientes normas: gobierno y dirección de los intereses de la provincia, por las respetcivas corporaciones; publicación de sus presupuestos y cuentas; intervención del rey o de las Cortes para impedir extralimitaciones en perjuicio de los intereses generales, por parte de las Diputaciones provinciales, y por último, la determinación de sus facultades en materia de impuestos, evitando toda oposición con oí sistema tributario del Estado. Sobre estos principios se dictaron las leyes orgánicas municipal y provincial de 1877 y 1882, que rigieron hasta el decreto-ley del 20 de marzo de 1924. Los antecedentes legislativos enunciados dieron forma institucional al régimen provincial, organizado de acuerdo al sistema político unitario, y que se ha distinguido por una mayor centralización y acusado predominio de la jerarquía representada por el Poder central, recobrando recién su tradicional orientación autonómica con las normas consagradas por la Constitución ee 1931. Según lo 'estatuido en la Constitución de 1876 y por las leyes posteriores dictadas en consecuencia, la Diputación provincial constituye una corporación representativa que comparte con el gobernador y la Comisión provincial el régimen de gobierno en la unidad territorial llamada provincia, que es considerada como una circunscripción para la administración de los intereses públicos en su esfera de acción local. Integran la Diputación provincial los ciudadanos elegidos por sufragio universal, que sean naturales de la provincia o cuenten con cuatro años de residencia permanente en ella y reúnan las demás condiciones exigidas para los candidatos a Cortes. La renovación de las Diputaciones se realiza por mitades cada dos años y las reuniones del cuerpo tienen lugar en la capital de la provincia, en sesiones ordinarias, en el primer día útil de los meses quinto y décimo del año económico, y en sesión extraordinaria en los casos que así lo resuelva el gobierno, el gobernador o la Comisión provincial. La lista de candidatos a diputados provinciales se confecciona en proporción a cuatro por cada uno de los distritos de la respectiva provincia, y el cargo de diputado provincial, una vez aceptado, no es renunciable sin causa valedera. Las atribuciones de las Diputaciones provinciales se extienden, en general, al gobierno y dirección de los intereses de la provincia, y especialmente a determinar: los servicios obligatorios que requieren ser atendidos con los recursos locales, a fijar las fuentes de ingreso, a la aprobación de las cuentas provinciales, a la revisión de los acuerdos de los ayuntamientos, que le deben subordinación jerárquica, y además están facultadas para formar el presupuesto y una vez aprobado, vigilar su ejecución. Por otra parte, las Diputaciones provinciales están sujetas a la responsabilidad administrativa y judicial, siempre que incurran en infracción de leyes, desobediencia, negligencia u omisión. En cuanto a sus autoridades, !rs dipv.trdos eligen de entre ellos al presidente de la Diputación provincial, pero la representación ejecutiva corresponde a la llamada Comisión provincial que integran los diputados provinciales, pero cuya presidencia ocupa el gobernador que, por otra parte, es quien convoca a la Diputación provincial para sesionar. Por el real decreto de 18 de diciembre de 1913 se propendió a la reorganización del régimen local con la creación de las Mancomunidades provinciales, con pcrso- nalidad jurídica y competencia administrativa conjunta de las Diputaciones mancomunadas. En 1925 se dictó el real decreto del 20 de marzo, publicándose el "Estatuto provincial", que permitía a los ayuntamientos acordar la modificación del régimen provincial en el sentido de sustituir la Diputación provincial por otros organismos o alternando su estructura administrativa y económica según el sistema de "Cartas rios, Madrid, 1932. — Amendola, La •provincia e la amministrazione provinciale, Roma, 1914. — Ranellettl, O., Istituzioni di Diritto pubblico, Padua, 1937. DIRECCIÓN DEL PROCESO.* SUMARIO: 1. Introducción. 2. Poderes de dirección formal. 3. Poderes de dirección material. 1. Introducción. A los t únales se conceden una serie de facultades, con el fin de que encarrilen el procedimiento en la intermunicipales". forma más conveniente. Todas ellas se La Constitución de 1931 consideró am- comprenden bajo el concepto de dirección pliamente, bajo el título I y artículos 8 a 10 del proceso (Prozessleitung), y pueden ser especialmente, la reestructuración del régi- poderes de dirección formal y de dirección men autonómico; dejando íortalecida cons- material (véase: Goldschmidt, Derecho protitucionalmente la institución de la Dipu- cesal civil, pág. 186 y sigs.; Kisch, Elementación provincial fundada en sus tradicio- tos de Derecho procesal civil, núm. 29, y nales principios de representación popular. Schónke, Derecho procesal civil, pág. 112 y Pero tanto este régimen de plena autono- sigs.). mía como el principio esencial de la elecMediante los primeros, el juez coadyuva ción como medio para constituir las Dipua que la marcha externa del procedimientaciones, quedaron derogados con los de- to se desarrolle ordenada y normalmente; cretos dictados desde el 23 de junio de 1937 los poderes de dirección material se encuenpor el gobierno de facto, sobre reorganiza- tran establecidos para obtener una mayor ción de las Diputaciones y los ayuntamien- economía y, en algunos casos, responden a tos, que terminaron bajo la dependencia la necesidad de evitar sentencias contradirecta del Poder central. dictorias o que una sentencia se pronuncie En el sistema político constitucional de inútilmente: inutüiter data. Italia, anterior a las modificaciones dictaAl confiarse la dirección del proceso al das por el régimen fascista según la ley juez, se atempera el principio dispositivo, del 27 de diciembre de 1928, existía la Di- pero no se lo suprime. putación provincial como uno de los órgaUno de los aspectos interesantes que nos de la provincia, que a pesar de presenpresenta el nuevo Código de procedimiento tar su estructura legal la forma colegiada, civil italiano lo constituye el fortaleciconstituía el órgano ejecutivo de la provinmiento de los poderes del juez para la dicia. Al frente del cuerpo se encontraba el rección del proceso (Del Grandi, núm 12). presidente de la Diputación, cuyas funcio"El juez ha de estar proveído de los pones se limitaban a ejecutar aquellas deci- deres de orden y de disciplina indispensasiones que necesariamente requerían la ac- bles para que el proceso no se paralice y tuación de un órgano unipersonal; como, no se desvíe: debe ser su director y el propor ejemplo, la función de representación pulsor vigilante, solícito y sagaz". Esta dijudicial, que correspondía a la Diputación rección efectiva del proceso encomendada provincial. al juez, no es incompatible con la autonoBIBLIOGRAFÍA. — Bielsa, B., "Denominación y mía que conservan las partes para disposubstancia üe algunas instituciones jurídicas. Soner del Derecho subjetivo material que se berania y autonomía", en Revista de la Facultad cíe Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, hace valer en el litigio, esto es, de la relación sustancial debatida. Rosario, 1930, t. 1, 3? serie; Principios 'de régimen municipal, Bs. Aires, 1940; Estudios de Derecho "No podría admitirse que el juez permaPúblico. III; Derecho constitucional, Bs. Airéis, nezca como un simple expectador impasi1952; Los conceptos jurídicos y su terminología, ble y a veces impotente, como si fuera un Bs. Aires, 1954; Ciencia de la administración, Bs. arbitro en un campo de gimnasia que se Aires, 1955. — González, J. V., Manual de ¡a Cosstitución argentina, Bs, Aires. — Alberdi, J. B., Delimita a marcar los puntos y controlar que recho público provincial argentino, Bs. Aires, 1917. sean respetadas las reglas del juego". -— Gonzáíez Calderón, Introducción al Derecho púEn todas las legislaciones podemos enblico provincial, Bs. Aires. — Gil, O., Autonomía contrar estas facultades de dirección forprovincial, Bs. Aires, 1928. — Martínez Marina, Teoría de las Cortes, Madrid, 1913. — Borrego, mal y de dirección material que se conceHistoria de las Cortes de España durante el siden al juez, pero es indudable que la sisglo X I X , 1885. — Fernández Martín, Derecho partematización de ellas se encuentra en los lamentario español, Madrid, 1885-87. — Posada, A., Códigos modernos. La reforma constitucional, Madrid, 1931. — Fernández Azcarza, Constitución, de la República esP á g i n a pañola. Madrid. 1932. — Pérez Serrano, La Cons- S i g u i e n t e titución española. Antecedentes, texto, comenta- * Por el Dr. RICARDO REIMUNDIN.