david garcía garcía - monografia - CCHLA

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UNIVERSIDADE FEDERAL DA PARAÍBA
CENTRO DE CIÊNCIAS HUMANAS, LETRAS E ARTES
DEPARTAMENTO DE LETRAS ESTRANGEIRAS E MODERNAS
CURSO DE LETRAS ESPANHOL
LA INVENCIÓN DEL DESCUBRIDOR DE AMÉRICA:
UN MITO, MÚLTIPLES VISIONES
DAVID GARCÍA GARCÍA
Orientador: Prof. Dr. Juan Ignacio Jurado-Centurión López
João Pessoa
Agosto/2013
DAVID GARCÍA GARCÍA
LA INVENCIÓN DEL DESCUBRIDOR DE AMÉRICA:
UN MITO, MÚLTIPLES VISIONES
Monografia
apresentada
ao
Curso
de
Licenciatura em Letras da Universidade
Federal da Paraíba como requisito para a
obtenção do título de Licenciado em Letras –
Espanhol.
Orientador: Prof. Dr. Juan Ignacio JuradoCenturión López
João Pessoa
Agosto/2013
Catalogação da Publicação na Fonte.
Universidade Federal da Paraíba.
Biblioteca Setorial do Centro de Ciências Humanas, Letras e Artes (CCHLA).
García, David García.
La invención del descubridor de América: un mito, múltiples
visiones / David García García. - João Pessoa, 2013.
42f.
Monografia (Graduação em Língua Espanhola) – Universidade
Federal da Paraíba - Centro de Ciências Humanas, Letras e Artes.
Orientador: Prof. Dr. Juan Ignacio Jurado-Centurión López.
DAVID GARCÍA GARCÍA
CRISTÓBAL COLÓN: EL DESCUBRIDOR DE AMÉRICA. UN MITO, MÚLTIPLES
VISIONES
Monografía apresentada como requisito parcial para a obtenção do título de Licenciado em
Letras no Curso de Letras-Espanhol da Universidade Federal da Paraíba.
Fecha de aprobación:
21 / 09 / 2013
Tribunal examinador:
______________________________________________
Prof. Dr. Juan Ignacio Jurado-Centurión López
Tutor
(UFPB)
______________________________________________
Profª. Drª. Maria Luiza Teixeira Batista
Examinadora
(UFPB)
______________________________________________
Profª. Drª. María del Pilar Roca Escalante
Examinadora
(UFPB)
João Pessoa,
2013
AGRADECIMIENTOS
A mis padres, por su apoyo desinteresado, su participación activa en el trabajo con la compra
y envío de libros y su constante disposición para realizar las indagaciones que estaban a su
alcance. Les agradezco también el esfuerzo que siempre hicieron, a pesar de los tiempos
difíciles, para darme una buena educación y formación académica, así como el amor y la
atención que nunca me han faltado. Ahora, por fin, podrán ver los primeros frutos de sus
inversiones.
A mi mujer, por animarme a realizar el vestibular en un momento en el que no creí estar
preparado para ello, por su ayuda con la burocracia académica, por su apoyo y, especialmente,
por su amor en el día a día.
A mi orientador, el profesor Juan Ignacio, por haber aceptado trabajar conmigo, por el enorme
tiempo dedicado a hacerme crecer académicamente, por su paciencia, su amistad, el buen
consejo y el haberme enseñado, con el ejemplo de su persona y espíritu humanista, a perseguir
infatigablemente la vía del conocimiento, así como a compartirlo con los demás.
A mi hermano, por mostrarme la importancia de reducir las situaciones complicadas a otras
más simples, por el humor que rige nuestro día a día y por el propio cariño de hermano.
A mis hijas, por enseñarme, aún sin ser conscientes de ello, a relativizar los problemas y a
mostrarme cuáles son las cosas realmente importantes en la vida.
A la profesora María Hortensia, por haber estado ahí siempre que la he necesitado, por sus
enseñanzas y su amistad verdadera.
A la profesora Rosilma, por sus críticas constructivas.
A mis suegros y a Nalva, por el apoyo técnico.
De forma general, les estoy agradecido a todas aquellas personas con las que he coincidido en
la vida que me han ayudado de alguna forma a llegar hasta aquí.
“¡Oh vosotros, que deseosos de escucharme habéis seguido en
una pequeña barca tras de mi batel que navega cantando, virad
para ver de nuevo vuestras playas! No os internéis en el piélago,
porque quizá, perdiéndome yo, quedaríais perdidos. El agua por
donde sigo no fue jamás recorrida; Minerva sopla en mi vela,
Apolo me conduce y las nueve Musas me enseñan las Osas.
Y vosotros, los que en corto número levantasteis ha tiempo las
miradas hacia el pan de los ángeles, del cual se vive aquí, pero
sin que nadie quede harto, bien podéis dirigir vuestra nave por la
alta mar, siguiendo mi estela sobre el agua que se reúne en
breve”
(La Divina Comedia, Dante Alighieri, 1265-1321)
“Cansado, me adormecí gimiendo; una voz muy piadosa oí
diciendo: ¡Oh, estulto y tardo a creer y a servir a tu Dios, Dios
de todos! ¿Qué hizo él más por Moysés o por David sus siervos?
Desque naciste, siempre él tuvo de ti muy grande cargo. Cuando
te vido en edad de que él fue contento, maravillosamente hizo
sonar tu nombre en la tierra. Las Indias, que son parte del
mundo, tan ricas, te las dio por tuyas; tú las repartiste adonde te
plugo, y te dio poder para ello.”
(Diario del Cuarto Viaje, Cristóbal Colón, 1451?-1506)
RESUMEN
Esta monografía tiene por objetivo mostrar cómo la literatura juega un papel
fundamental en la configuración de la historia a través de la forja de mitos, discrepando de la
visión de la literatura como reflejo de esta última. El estudio surge a partir de la reflexión
sobre la imagen de Cristóbal Colón como descubridor de América, que contrasta con la
opinión de algunos historiadores, como Edmundo O’Gorman, que defiende que el propósito
de Colón era establecer contacto por occidente con Asia. Para llevar a cabo esta tarea, se ha
realizado un recorrido a lo largo de la literatura en lengua española, desde los tiempos del
Almirante hasta el presente, contando con el apoyo de teóricos como el propio O’Gorman,
Beatriz Pastor, Consuelo Varela, etc., para hacer un seguimiento de los textos literarios más
significativos en relación al proceso de elaboración del referido mito del Genovés. En
contadas ocasiones, se ha recurrido a textos de autores extranjeros por su relevancia para el
objetivo del trabajo. El resultado no es otro sino una visión de la historia elaborada a partir de
sucesivas capas, de acuerdo con las diferentes circunstancias e intereses de cada época que, en
conjunto, van dando forma al mito, con los textos literarios como protagonistas de esta
construcción. Finalmente, se supone que esta imagen de Colón seguirá cambiando conforme a
las nuevas ideologías e interpretaciones venideras y abrirá espacio para nuevos estudios
dentro de esta aporética cuestión colombina que no deja de abrir nuevas reformulaciones.
Palabras clave: Colón Descubridor de América. Literatura y mito. Configuración
histórica.
RESUMO
Esta monografia objetiva mostrar como a literatura tem um papel decisivo na
configuração da história através da forja de mitos, discordando da visão da literatura como
reflexo desta última. O estudo surge a partir da reflexão sobre a concepção de Cristóvão
Colombo como descobridor das Américas, que contrasta com a opinião de alguns
historiadores, como Edmundo O’Gorman, que defende que o propósito de Colombo era
estabelecer contato pelo ocidente com a Ásia. Para dar conta desta tarefa, foi realizado um
percurso ao longo da literatura, desde os tempos do Almirante até o presente, contando com o
apoio de teóricos como o próprio O’Gorman, Beatriz Pastor, Consuelo Varela, etc., para fazer
um acompanhamento dos textos literários mais significativos em relação ao processo de
elaboração do referido mito do Genovês. De maneira excepcional, foram utilizados textos de
autores estrangeiros pela sua relevância para o objetivo do trabalho. O resultado é uma visão
da história elaborada a partir de sucessivas capas, de acordo com as diferentes circunstâncias e
interesses de cada época que, em conjunto, moldam o mito com os textos literários como
protagonistas desta construção. Finalmente, supõe-se que esta imagem de Colombo seguirá
mudando conforme as novas ideologias e interpretações que estão para chegar e abrirá espaço
para novos estudos dentro desta aporética questão colombiana que não deixa de abrir novas
reformulações.
Palavras-chave: Colombo descobridor das Américas. Literatura e mito. Configuração
histórica.
SUMARIO
1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 9
2. EL MITO ........................................................................................................................ 13
3. MITO Y LITERATURA............................................................................................... 16
4. MITO Y LITERATURA COLONIAL ........................................................................ 17
5. EL DESCUBRIDOR DE AMÉRICA EN LA LITERATURA ................................. 18
5.1. Colón se construye a sí mismo
19
5.2. Turbulencias en la imagen de Colón
21
5.3. Primeras reivindicaciones: un mito toma forma
24
5.4. Evolución posterior y consolidación del mito
26
6. CONSIDERACIONES FINALES ............................................................................... 32
REFERENCIAS ................................................................................................................ 36
APÈNDICE A – CRONOGRAMA DE HECHOS HISTÓRICOS RELEVANTES
DESDE EL NACIMIENTO HASTA LA MUERTE DE COLÓN ............................... 40
9
1. INTRODUCCIÓN
Si se lanzase la pregunta, principalmente en España, ‘¿quién fue Cristóbal Colón?’, la
respuesta popular más común probablemente sería ‘el descubridor de América’, ‘el que
descubrió América’ o algo parecido. Esta idea de descubridor y descubrimiento, ampliamente
divulgada por la escuela y que constituye, como afirma O’Gorman (1977, p. 15), “uno de los
dogmas de la historiografía universal”, se suele mantener incuestionada cuando se llega a
adulto. Al realizar lecturas de autores como el propio Edmundo O’Gorman, Beatriz Pastor,
etc., uno se percata de que en realidad se trata de una imagen elaborada y mitificada a lo largo
de la historia.
Partiendo de esta otra noción, se pretende mostrar, de modo general, cómo la literatura
ejerce influencia en el flujo de la historia, interviniendo, manipulando e ideologizando ésta, a
través de la forja de mitos, bajo las acepciones1 de Mircea Eliade, el cual tomamos como
referencia para este trabajo en lo que concierne a mitología.
Este estudio, que tiene como base la construcción discursiva en la narrativa colombina,
es pertinente, ya que algunos alumnos de los cursos de graduación en Letras adjudican a la
literatura un papel meramente descriptivo de lo que ocurre en la historia. Al destacar el papel
interpretativo de la literatura, se intenta mover al lector hacia la reflexión sobre la importancia
de ésta en la sociedad actual. Además, al cuestionar los hechos históricos como verdades
absolutas, se fomentan los estudios críticos en la universidad.
En este momento podría surgir la pregunta: ¿por qué considerar a Colón como tal
mito? La respuesta a esta cuestión no es demasiado compleja, pero requiere cierto espacio,
por lo que para no extender demasiado la Introducción, baste con indicar por ahora que se ha
tratado de forma más extensa en el capítulo 2, donde se describen las características
principales del mito y la relación que guardan con el navegante genovés. En conjunto, todas
ellas justifican el por qué se puede considerar a Colón de esta forma.
El motivo de realizar un estudio semejante se debe, por un lado, a una imposición
académica para finalizar la fase de graduación y, por otro, a la evolución de un interés
personal nacido hace algún tiempo, cursando la asignatura Literatura Hispanoamericana I del
1
Según Eliade, existe una doble acepción del mito, trabajada en el capítulo 2.
10
Curso de Letras Español (CLE). En aquel momento, se realizó un análisis de los motivos que
habrían llevado a Cristóbal Colón (14512-1506), en la Carta enviada a la Corona española a la
vuelta de su primer viaje, a utilizar un lenguaje que podría calificarse como llamativo o, según
los formalistas rusos, un lenguaje que “se volvía extraño, y por esto mismo también el mundo
cotidiano se convertía súbitamente en algo extraño, con lo que no está uno familiarizado”
(EAGLETON, 1998, p. 6), especialmente si se tiene en cuenta lo que se entiende hoy por una
descripción objetiva3. Quedaba así sembrada la semilla que acabaría germinando en un gusto
personal por todo lo que rodea al enigmático4 Almirante.
Ahora ha llegado el momento de dar un paso más en lo que a la literatura colombina se
refiere, objetivando, de una manera más específica, arrojar luz sobre cómo se originó y se
configuró, a través de la literatura de las diferentes épocas, el mito de Colón como
descubridor de América. La utilización de un caso concreto, el mito de Colón, ejemplifica y
hace más evidente la relación existente entre la literatura y las áreas transversales
(principalmente la historia, aunque también está presente la mitología), relación tantas veces
trabajada por los profesores de forma teórica a lo largo de la licenciatura. De esta manera, se
muestra que no son elementos tan fácilmente disociables como se pueda pensar, que son más
numerosos los aspectos unitivos que los divergentes, y que sólo se los debe dividir para
facilitar algún estudio específico o unidisciplinar.
Satisfacer la curiosidad de investigar más sobre Colón es uno de los factores que han
desencadenado este trabajo, aunque también existen otros tantos decisivos. En primer lugar,
ante la imposibilidad personal de cribar alguna de las áreas del CLE entre las que el alumno se
ve obligado a discernir tajantemente ––lingüística o literatura––, el hecho de ya tener un
ensayo anterior en el que basar tal decisión ha influido bastante.
Una vez resuelto este problema y situado en el campo de la literatura, me resultaba
atrayente el eco de los relatos de Julio Verne, Robert Michael Ballantyne, Karl May, etc.,
2
Fecha de nacimiento aproximada indicada por varios autores, entre ellos Julio José Chiavenato. Investigaciones
más recientes, como el del catalán Alfonso Enseñat de Villalonga, indican como fecha de nacimiento probable
1446. Ver ENSEÑAT, A. El Nuevo Colón. Historia 16. Madrid, n. 288, p. 10-36, abr. 2000.
3
Éste sería uno de los motivos que apuntan hacia el carácter literario de la Carta de Colón. La forma de describir
la naturaleza contrasta, por ejemplo, con la objetividad utilizada en la descripción de Miguel de Cuneo, tripulante
del 2º viaje.
4
Varios son también los autores que describen las incógnitas que rodean todo lo que tiene que ver con Colón:
nombre, firma, lugar de nacimiento, su pasado histórico, etc. Algunos de ellos son el propio Chiavenato o
Consuelo Varela.
11
literatura de la etapa juvenil que sedimentó el interés personal por los libros de aventuras. Al
tomar contacto con la realidad brasileña, estos relatos reaparecieron en mi vida bajo la figura
de Amyr Klink y, posteriormente, una vez en el CLE, fue Colón, con su Carta, quien llamó la
atención de mi espíritu aventurero.
El halo de misterio, provocado por la falta de datos concretos, que rodea a la figura del
Almirante, es otro punto a favor de su elección, sin olvidar el hecho de que el Genovés sea el
primer vínculo oficial entre los llamados, con mejor o peor fortuna, ‘Viejo’ y ‘Nuevo
Continente’ o, si se quiere, entre el continente que me vio nacer y el que me ha acogido
recientemente, lo que vendría a sumarse a la lista de motivaciones.
A nivel didáctico, la parte analizada del mito colombino está muy arraigada en la
cultura española, que a su vez forma parte del acervo cultural del mundo hispánico, por el
cual el alumno del CLE debería interesarse para completar sus estudios de graduación.
En otro orden de asuntos, en lo que atañe a los aspectos metodológicos, a falta de un
acuerdo institucional en la UFPB sobre las normas concretas de la ABNT que el alumno del
CLE deba aplicar, se han tomado como modelos las proferidas por la Universidade do Vale
do Rio dos Sinos (UNISINOS) y João Bosco Medeiros, intentando conciliar los intereses
personales con la apariencia de algunos modelos anteriores de TCC. Ambos documentos se
encuentran referenciados en la sección bibliográfica.
No se ha creído conveniente profundizar demasiado en lo referente a la teoría sobre el
mito debido al tiempo necesario para dominar el contenido de los muchos autores que
trabajan el tema, a la necesidad académica de delimitar la bibliografía, a la adecuación del
nivel con las expectativas ––no se trata de una disertación ni de una tesis, sino de un TCC––,
y, en cierto modo también, al foco del trabajo, pues la intención no es estudiar la noción
abstracta de mito en sí misma.
La elaboración del texto ha sido llevada a cabo no sin esfuerzo, a través de numerosas
lecturas y de un contacto casi constante con el orientador. Podría afirmarse que el referido
proceso de confección ha seguido, en lenguaje metafórico, una trayectoria en espiral, donde el
eje de la citada espiral figuraría como la línea del tiempo.
12
En secuencia cronológica sobre el eje, se situarían eventos tales como la investigación
de fuentes bibliográficas, la acotación del objetivo general, la creación de un sumario, la
posterior selección de la bibliografía relevante para cada capítulo y la postrera redacción del
texto de cada uno de ellos.
Envolviendo esa línea esquemática temporal, en la espiral propiamente dicha,
encontrarían su lugar las lecturas de las obras (relevantes o no), las dudas, la lectura de nuevas
obras para resolver las dudas, las conversaciones con el orientador (en las que se incluyen las
sucesivas discusiones y revisiones del texto, de las ideas y de la bibliografía), la
reconstrucción textual y, en definitiva, todas las idas y vueltas del proceso de escritura.
Durante este proceso, uno tiene la percepción de estar siempre volviendo al punto de
partida, de construir y acto seguido echar abajo innecesariamente lo realizado. Uno es
abordado por un sentimiento de pérdida de tiempo, de andar en círculo, que no es agradable
porque, en muchos casos, el resultado no parece corresponderse con el esfuerzo realizado. Al
final, al volver la vista atrás, como ha sido referido anteriormente, se tiene que admitir que en
realidad hay un avance producido por todos esos esfuerzos del día a día. Hay cierta
desconstrucción sobre lo ya construido, pero tiene la función de pulir el contenido y darle
forma.
En último lugar, de forma orientativa, se ha considerado adecuado anticipar
resumidamente el contenido de los próximos capítulos. Así pues, en el apartado siguiente, el
segundo, se reúnen las principales características generales del término mito y se relacionan
con Colón de forma general, no necesariamente con su imagen de descubridor de América.
En el capítulo 3, se introduce un nuevo término, literatura, y se asocia con el presentado en el
capítulo anterior, mito. Acto seguido, el capítulo 4 se torna más específico en lo que se refiere
al tipo de literatura en que se encuadran los textos5 colombinos y su época. Finalmente, en el
capítulo 5, se expone, mostrando algunas de las obras más representativas en cada período
histórico, el proceso de configuración del mito de Colón como descubridor de América.
5
Entiéndase por texto “un acto verbal conservado en la memoria colectiva y de alta significación en la
organización de una cultura” (MIGNOLO, 1982, p. 57). Queda justificado, por tanto, para el autor el carácter
literario del mismo a través de la cultura, que es lo que le confiere esa alta significación.
13
2. EL MITO
El mito es uno de aquellos conceptos que no se dejan encuadrar en un área
determinada del conocimiento por ser complejo, como todo lo relacionado con el género
humano.
Consecuentemente resulta complicado también realizar una definición exacta de mito
o escoger alguna definición concreta a partir de todas las disponibles en el complejo
entramado de éstas que los teóricos han puesto a nuestra disposición hasta el momento. Esta
dificultad no pasa inadvertida para Mircea Eliade, quien afirma que “el mito es una realidad
cultural extremamente compleja, que puede abordarse e interpretarse en perspectivas
múltiples y complementarias” (ELIADE, 1982, p. 12).
Coherentemente, los teóricos que trabajan con el mito también son múltiples y
proponen diferentes formas de acercamiento: desde la dialéctica, por ejemplo, Aleksei Losev6;
desde la antropología estructuralista, podría citarse a Claude Levi-Strauss7; destaca el propio
Eliade en la visión ofrecida por la historia de las religiones; Joseph Campbell8, explorando el
lado psicológico del mito; desde el punto de vista de la estética, sobresale Roland Barthes9;
bajo la óptica de la metafísica, entre otros, Georges Gusdorf10, etc. Todos ellos tocan algún
aspecto humano diferente que no debe despreciarse si lo que se pretende es tener un
conocimiento profundo del mito, como ya ha sido corroborado por Eliade, pero que, sin
embargo, no son utilizados aquí por los motivos ya aducidos.
Una vez aclarada esta cuestión, parece pertinente comenzar a adentrarse en el
concepto, considerando que el término sugiere diversos significados: “esta palabra se utiliza
hoy tanto en el sentido de ficción o de ilusión como en el sentido […] de tradición sagrada,
revelación primordial, modelo ejemplar” (ELIADE, 1981, p. 7).
Los mitos, que tienen por base una narrativa, cuentan, según Eliade (1982, p. 15), “las
aventuras maravillosas del héroe nacional, un joven de humilde cuna que llegó a ser el
salvador de su pueblo, al liberarle de monstruos”. A la vez, también cuentan “cómo, gracias a
6
LOSEV, A. F. Dialéctica del mito. Colombia: Universidad Nacional de Colombia, 1998.
LEVI-STRAUSS, C. Mito y significado. Madrid: Alianza Editorial, 1978.
8
CAMPBELL, J. El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito. Madrid: FCE, 2005.
9
BARTHES, R. Mitologías. México: Siglo XXI, 1980.
10
GUSDORF, G. Mito y metafísica: Introducción a la filosofía. Buenos Aires: Nova, 1960.
7
14
las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la
realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un
comportamiento humano, una institución.” (ELIADE, 1982, p. 12).
El carácter ficticio o real de la narrativa mítica depende de la relación de las personas
con ésta. Así pues, mientras que para unos puede ser la verdad, y por ende explicaría algún
fenómeno del mundo, para otros puede no pasar de pura ficción. Bajo la óptica de los
primeros, que no creen en el carácter ficticio de la narrativa, “el mito se considera como una
<<historia verdadera>>, puesto que se refiere siempre a realidades. El mito cosmogónico es
<<verdadero>>, porque la existencia del Mundo está ahí para probarlo; el mito del origen de
la muerte es igualmente <<verdadero>>, puesto que la mortalidad del hombre lo prueba, y así
sucesivamente” (ELIADE, 1982, p. 13).
Para estas personas, el mito actúa como modelo ejemplar, la que es, según Eliade, su
función más relevante: “la función principal del mito es revelar los modelos ejemplares de
todos los ritos y actividades humanas significativas: tanto la alimentación o el matrimonio
como el trabajo, la educación, el arte o la sabiduría” (ELIADE, 1982, p. 14). No obstante, no
hay que olvidar que los mitos sirven para dar explicación a lo desconocido, como ya ha sido
explicitado unas líneas más arriba, es decir, que “describen las diversas, y a veces dramáticas,
irrupciones de lo sagrado (o de lo sobrenatural) en el Mundo” (ELIADE, 1982, p. 12).
Pero ¿cuál es la relación entre la descripción del mito genérico y la figura central de
esta monografía, Cristóbal Colón? En primer lugar, el lector podrá observar el paralelismo
entre la cita de Eliade sobre el origen popular del héroe que salva a su pueblo y las conjeturas
existentes sobre el Almirante, según las cuales podría haber sido un vulgar comerciante en su
tierra natal, ya que “os documentos italianos confirmam Colombo antes de 1474, vivendo em
Gênova ou Savona, comprando vinho e lã” (CHIAVENATO, 1992, p. 23) o, en la otra cara de
la moneda, un humilde navegante: “Colombo era e tinha que ser conhecido como homem do
mar na localidade em que havia nascido” (CHIAVENATO, 1992, p. 23).
En cualquiera de las dos opciones, éste sería el personaje de origen popular que, para
una de las versiones de la historia, libró a Europa de los monstruos del Oceanum
15
Tenebrosum11. Además, nuestro héroe, en su faceta de descubridor, después de vencer todos
aquellos peligros, trae a la realidad no una isla o una especie vegetal, sino todo un continente,
el continente americano, dado a conocer a Europa a partir de sus viajes12. A su vez, América,
presente en el mundo, avala, con su existencia, la veracidad de la historia sobre el
descubrimiento para aquellos que no la ven como ficción.
Por otro lado, el mito, entendido de forma general, le sirve al Almirante para explicar
esa nueva y diferente realidad que aparece ante sus ojos, aventurándose a afirmar, por
ejemplo, que los manatíes son sirenas, seres de la mitología de la Edad Media, como constata
Varela (1984, p. 111). Estas criaturas, junto a las innúmeras bestias del imaginario popular,
seguramente servían, entre otras cosas, para dar una explicación lógica a los sucesivos
desaparecimientos de embarcaciones en una época en la que no se tenían medios para
demostrar que se trataba de simples naufragios.
Lo cierto es que, voluntaria o involuntariamente, Colón encuentra en las sirenas el
artificio perfecto para asemejar la nueva realidad a la conocida en Europa (y también sería
plausible pensar que también era su forma de comprender el mundo, si nos atenemos a las
palabras de Pastor (1984, p. 47), cuando se refiere a la voluntad, por parte del genovés, de
identificación del Nuevo Mundo con las míticas tierras mencionadas en sus supuestas lecturas
previas13), haciéndola más comprensible y creíble para sus lectores14. Un ejemplo de estas
analogías puede verse en la citación de la Carta de Colón incluida en la página 17, donde
compara la hermosura de los árboles con los de España en el mes de mayo.
A la hora de ver el mito como modelo, éste puede presentar diferentes connotaciones.
A modo de ejemplo puede verse acentuado el carácter religioso, como el Colón presentado
por Bartolomé de las Casas, que se autoafirma como el elegido por la Providencia para el
descubrimiento, o pueden ganar fuerza los rasgos heroico-imperialistas, como es el caso del
Colón dibujado por Lope de Vega en el contexto de las recién pasadas monarquías
imperialistas de Carlos I (1500-1558) y de Felipe II (1527-1598). Aunque también puede
11
Tal acepción recibía el Océano Atlántico según la creencia popular. (MORALES PADRÓN, 1988, p. 90).
O’Gorman muestra claramente, en la obra referenciada en este trabajo, la influencia de la literatura en la forja
de esta imagen del llamado descubrimiento y de Colón, por lo que se ha considerado adecuado reflejarla aquí.
13
La divergencia de opiniones sobre las lecturas de Colón se ejemplifica en la conclusión.
14
“Es esta tarea de encontrar la estrategia adecuada para convencer (a la que los latinos llaman inventio) la que
caracteriza la tarea del orador” (ARISTÓTELES, 2002, p. 53).
12
16
encontrarse la adaptación posterior, en el siglo XIX a manos de Washington Irving, que
describía un Colón heroico-romántico, dentro del ambiente del Romanticismo europeo.
3. MITO Y LITERATURA
Ahora que ya se tiene más claro lo que se entiende en este estudio cuando se habla de
mitos, es conveniente aclarar qué es lo que se quiere decir con el otro término del binomio
propuesto en el título de este capítulo: literatura.
Aún a sabiendas de que dar una definición inequívoca de este término también es una
tarea controvertida por la dificultad que entraña ––como ocurre con el término mito––, “puede
considerarse la literatura no tanto como una cualidad o conjunto de cualidades inherentes que
quedan de manifiesto en cierto tipo de obras, sino como las diferentes formas en que la gente
se relaciona con lo escrito.” (EAGLETON, 1998, p. 9). Consecuentemente, “cualquier cosa
puede ser literatura, y cualquier cosa que inalterable e incuestionablemente se considera
literatura […] puede dejar de ser literatura.” (EAGLETON, 1998, p. 10).
Siendo así, debe concederse que también los mitos tienen cabida dentro del mundo
literario. Tal es el caso de la mitología clásica en los poemas de Homero o de los mitos más
recientes y mundanales del Cid o de Don Juan Tenorio en la literatura española, por poner
algunos ejemplos.
Se trata de un camino de ida y vuelta: en unos casos el mito va de lo abstracto a lo
concreto (caso de Homero: se parte de un contexto general, de muchos dioses, y se define un
mito concreto: Aquiles) y en otros de lo concreto a lo abstracto (como el caso aquí tratado de
Colón, en el que a partir de una figura concreta se derivan diferentes mitos: el de la
Providencia, el de Colón Descubridor, etc.).
Se infiere entonces que el mito y la literatura están estrechamente relacionados, pues
nada de lo mencionado podría ser pensado sin la ayuda de ésta.
A pesar de ser un tema muy interesante que podría dar pie por sí solo a otra
investigación, por cuestiones de espacio es preferible no desarrollar más esta parte,
considerando que, con lo ya comentado, las necesidades del presente trabajo han sido suplidas
en lo que atañe a la relación entre el mito y la literatura de una forma genérica.
17
En lo que toca al Almirante, como se ha observado en la nota cuatro del capítulo
segundo, dada la importancia de sus textos para la genérica cultura occidental15, también se le
debe concebir dentro del concepto de ‘literatura’ y más concretamente en la ‘literatura de
Indias’ o ‘literatura colonial’, motivo del siguiente capítulo.
4. MITO Y LITERATURA COLONIAL
Se entiende por literatura colonial, según Echevarría et Pupo-Walker (2006, p. 27), el
conjunto de textos de la literatura hispanoamericana que comprenden el período colonial. Esta
literatura cuenta con autores como Bernal Díaz del Castillo, el Inca Garcilaso, el propio
Colón, Gonzalo Fernández de Oviedo y muchos otros historiadores del descubrimiento y la
conquista de América, en palabras de los propios Echevarría y Pupo Walker.
Uno de los ejemplos más claros que ilustran la relación entre mito y literatura colonial
es el artículo de Antonio Rubial titulado Ángeles en Carne Mortal, que muestra cómo los
mitos forjados en el proceso de evangelización mesoamericana se han ido configurando paso
a paso por medio de una acumulación de sucesivas visiones histórico-literarias ––metáfora de
las capas de barniz referida en la conclusión––, procedentes tanto de los propios frailes
implicados en la evangelización, como de los indígenas e historiadores posteriores.
El carácter histórico-literario mencionado remite al vínculo entre literatura y las áreas
transversales insinuado en la Introducción. Tal concepción no debe llamar la atención del
lector, ya que,
“hasta el siglo XVIII, la historia era considerada un género literario y, como parte de
la retórica, poseía un uso mucho más amplio del que ahora le damos. […] Lo
importante para sus cultivadores era, por tanto, no narrar lo realmente acaecido, sino
lo ejemplar. Los hechos históricos servían para extraer de ellos modelos de virtudes
heroicas […] o de valores cristianos” (RUBIAL, 2002, p. 20).
Al describir lo ejemplar, esta forma de concebir la historia vincula los textos
coloniales con el mito por medio de su concepción modélica, como apuntaba Eliade (1981, p.
7) en el capítulo 2.
15
Según Mignolo (1982, p. 59), la cultura los convierte de discurso en texto, debido a la importancia del hecho
cultural que relatan.
18
Éste parece ser el caso de los textos descriptivos de Colón ––Carta a Luis de Santangel
y Diarios de a bordo–– en los cuales se puede apreciar, más que una realidad plausible, un
modelo de tierras imaginario o de conveniencia discursiva para su autor. He aquí un
fragmento que prueba de qué guisa se nos aparecen retratadas las tierras alcanzadas por el
Almirante en la Carta citada:
muy muchas sierras y montañas altíssimas, sin comparación de la isla de Tenerife,
todas fermosíssimas, de mil fechuras, y todas andábiles y llenas de árboles de mil
maneras i altas, i parecen que llegan al cielo; i tengo por dicho que iamás pierden la
foia […] que los vi tan verdes i tan hermosos como son por Mayo en Spaña; y
d’ellos stavan florridos, d’ellos con fruto, i d’ellos en otro término […] Y cantava el
ruiseñor i otros pajaricos de mil maneras […] ay miel i de muchas maneras de aves y
frutas muy diversas (VARELA, 1984, p. 141)
La ausencia de peligros, los adjetivos en grado máximo, así como las comparaciones
con lugares floridos, hermosos, etc., remiten no sólo a una simple concepción bucólica, sino al
mítico Edén.
En muchos casos, estos textos coloniales, que en su día, según Mignolo, tenían otra
función diferente a la literaria, pues “tanto las cartas como las relaciones se escriben con la
obligación de informar a la Corona y no con la intención de pasar a la dimensión del libro”
(MIGNOLO, 1982, p. 59), han alimentado con el paso del tiempo procesos mitopoyéticos,
como el caso referido, que ha desembocado en la actual e irreal visión europea de la América
tropical como lugar de ensueño y de descanso.
5. EL DESCUBRIDOR DE AMÉRICA EN LA LITERATURA
Una forma bastante simbólica de empezar este capítulo es haciendo alusión a la
pregunta retórica de Edmundo O’Gorman acerca de “si eso fue lo que en verdad él, Colón,
hizo o si eso es lo que ahora se dice que hizo” (O'GORMAN, 1977, p. 15), es decir,
¿descubrió América o es lo que ahora se cuenta? La segunda parte de este cuestionamiento
abre la puerta a un mundo de ideas y adjetivos que unas veces colorean la figura del
Almirante y otras la ensombrecen. Se entra, pues, en el reino de las metáforas, de la
imaginación y de los intereses, es decir, en la literatura colombina propiamente dicha.
Se ha decidido comenzar por la trayectoria de la figura de Colón a partir de sus
propios textos, pues estos permiten entender la posterior construcción del mito. Es una
imagen inicial en una primera fase que abarca hasta su segundo viaje, momento en el que
19
sufre un revés a raíz del mal gobierno ejercido en la colonia. Se inicia entonces una segunda
fase de denuncia y acusaciones sobre éste que le acompañarán hasta su muerte. Su hijo
Hernando Colón y Bartolomé de las Casas, en una tercera etapa, harán lo posible por reanimar
esa imagen desvalorizada. Posteriormente, las concepciones acerca de Colón sufrirán
modificaciones de carácter positivo y negativo hasta llegar a la actualidad.
Se ha preferido no asociar estas fluctuaciones con las denominadas leyenda negra16 y
leyenda rosa17, ya que parece tratarse de dos etiquetas historiográficas que están asociadas
principalmente al contexto de Felipe II ––período en el que, por cierto, no se han encontrado
obras sobre Colón–– y que, sin embargo, quizá por la definición de Julián Juderías, ambas
parecen aplicarse al contexto español en cualquier época posterior de manera extendida. Por
tanto, en consonancia con la opinión de Antonio Cornejo Polar, su utilización indiscriminada
se considera una prueba más de la “infatigável inoperância de nossa historiografia literária”
(CORNEJO POLAR, 2000, P. 47) y por eso han sido evitadas.
Cabe indicar, por último, que, como apoyo para la lectura del primer apartado, se ha
introducido en las últimas páginas, en el Apéndice A, un cronograma que permite localizar
mejor el contexto de los hechos históricos en vida del navegante genovés.
5.1. Colón se construye a sí mismo
En un primer momento, unos meses antes de zarpar para su famoso primer viaje
(octubre de 1492-marzo de 1493), Cristóbal Colón realiza una serie de peticiones a la Corona
en las que se perfila como un personaje que se excede en la búsqueda de reconocimiento y de
recompensas.
Esa grandeza sólo se concretará cuando se cumpla efectivamente el acto de
descubrimiento, después del cual, y siguiendo lo acordado en las citadas Capitulaciones de
Santa Fe18, automáticamente Colón pasará a ser considerado almirante19, gozando incluso de
la protección que le brindan los Reyes Católicos a través de los Salvoconductos.
16
Según Julián Juderías, “entendemos por leyenda negra, la leyenda de la España inquisitorial, ignorante,
fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre á las
represiones violentas; enemiga del progreso y de las innovaciones” (JUDERÍAS, 1914, p.15).
17
Leyenda rosa es el nombre dado a la reacción que surge, sobre todo en España, en oposición a la leyenda
negra. Por tanto, la leyenda rosa enfatizaría los rasgos positivos de España.
18
Las Capitulaciones es un documento firmado en abril de 1492 en el que se estipulan las ganancias y títulos que
le corresponderían a Colón por llevar a buen puerto su empresa. Por su parte, los Salvoconductos es otro
20
A la vuelta de este primer viaje, en la Carta enviada a Luis de Santangel, Colón se
presenta con mucho vigor, mostrándose victorioso y seguro de sí mismo, especialmente
cuando se refiere a “la grand vitoria que nuestro Señor me ha dado en mi viaje” (VARELA20,
1984, p. 139). Esta seguridad, de nuevo, revierte en cierto egocentrismo y sed de gloria, ya
que, al examinar más detenidamente el texto, se ve que está redactado en una predominante
primera persona (narrador-protagonista), como si no hubiera nadie más con él en la
expedición, para lo que puede servir de ejemplo la misma citación anterior.
El mismo estilo será utilizado por los conquistadores posteriormente, tal como afirma
Aracil Varón refiriéndose a Cortés, pero claramente aplicable a Colón. Éste “asume en sus
relaciones una primera persona del singular que destaca su protagonismo, llegando a
emplearla para referirse a las que son sin duda hazañas colectivas” (VARÓN, 2009, p. 66).
Por lo tanto, al utilizar esta técnica de escritura, “se eleva a la categoría de perfecto militar,
gobernante y vasallo del rey, al tiempo que como elegido de Dios para la empresa indiana“
(VARÓN, 2009, p. 63).
Colón incluso se acuerda, en la última página del Diario de su primer viaje, de
aquellos que se reían de su proyecto:
a tanto tiempo qu’estoy en la Corte de Vuestras Altezas con oppósito e contra
sentençia de tantas personas prinçipales de vuestra casa, los cuales todos eran contra
mí, poniendo este hecho que era burla, el cual espero en Nuestro Señor que será la
mayor honra de la Cristiandad, que así ligeramente aya jamás acaeçido (VARELA,
1984, p. 138).
Ésta sería una forma de reafirmar su valía y demostrar que él, después de todo, tenía
razón.
documento que actuaría como carta de presentación de Colón y certificaba que era enviado por los Reyes
Católicos ante posibles desavenencias con quien se cruzase en su camino (cf. M.C.U, 1970, p. 11-13).
19
Según el texto de las propias Capitulaciones: “almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su
mano o industria se descubriran o ganaran en las dichas Mares Oceanas para durante su vida, y después de
muerto, a sus herederos e successores” (M.C.U., 1970, p. 21). En añadidura, exige a la Corona que, de todo el
botín que capture, “haya e tome la dicha decima parte para si mismo, e fagadello a su voluntad” (M.C.U., 1970,
p. 21).
20
Dada la dificultad que entraña la cuestión de la autoría de los textos colombinos y, puesto que aquí se citan
varios de ellos, se ha decidido utilizar el nombre de la recopiladora para hacerles referencia.
21
5.2. Turbulencias en la imagen de Colón
Tal como recuerda Chiavenato, “ele começou a ser ofuscado logo ao realizar sua
grande proeza” (CHIAVENATO, 1992, p. 34). Es en el segundo viaje (1493-1496) cuando
tiene lugar el punto de inflexión en la carrera del Almirante. “Fray Juan Buil y P. Margarite a
su vuelta a Castilla difunden quejas sobre el mal gobierno del Almirante, razón por la que en
octubre de 1495 llega a la Española Juan Aguado como Pesquisidor de parte de los Reyes”
(VARELA, 1984, p. LXXIII).
Las quejas de ambos personajes se ven corroboradas por el panorama insinuado en la
relación de Miguel de Cuneo, también miembro de esta segunda expedición. El relato de su
estancia en el nuevo territorio no dice mucho a favor de Colón, pues confiesa abiertamente,
entre otros detalles, cómo “estando yo en la barca tomé una cambala21 bellísima, la cual me
regaló el señor Almirante” (GIL FERNÁNDEZ ET VARELA, 1984, p. 242) o cómo
ajusticiaron a uno de los indios ante la indiferencia del Genovés:
un cambalo fue herido de una lanza, por lo que pensamos que estaba muerto; y
dejándolo en el mar por muerto, lo vimos nadar de repente; por eso lo cogimos y con
un garfio lo izamos a bordo de la nave, donde le cortamos la cabeza con un hacha
(GIL FERNÁNDEZ ET VARELA, 1984, p. 242).
Con estas premisas, se concluye que el Colón que retrata Cuneo es un hombre sin
escrúpulos que permite violaciones, muertes y todo tipo de excesos a su alrededor.
Su reputación a partir de este momento irá de mal en peor. Durante el tiempo que
permaneció en territorio americano en el transcurso de su tercer viaje (1498-1500), recibe la
visita del comendador Francisco de Bobadilla, que viene acompañado por frailes de la orden
seráfica. La imagen de Colón que se desprende de las cartas que estos franciscanos remitieron
al cardenal Cisneros, después de su estancia en los nuevos territorios, tampoco es muy
favorable.
Por poner algunos ejemplos, Fray Juan de Robles le pide encarecidamente al cardenal
que “trabajéis cómo el Almirante ni cosa suya vuelva más a esta tierra, porque se destruiría
todo y en esta isla no quedaría cristiano ni religioso” (GIL FERNÁNDEZ ET VARELA,
21
El error del Almirante de pensar que estaba en Asia se transmite al nombre que Cuneo da a los aborígenes.
Cambalo sería una de las ciudades del reino de Tartaria, junto con Quinsay y otras tantas de los dominios del
Gran Khan, en Extremo Oriente (cf. IRVING, 1852, p. 11). Por tanto, Cuneo se refiere aquí a una mujer de
alguna tribu local, probablemente Caribe o Taína.
22
1984, p. 288). Algo más suave se muestra Fray Juan de Leudelle, quien denuncia que a pesar
de que “avía hartas ocupaçiones a cabsa del Almirante e sus hermanos, se an baptisado más de
dos mill ánimas” (GIL FERNÁNDEZ ET VARELA, 1984, p. 286), aunque se muestra más
explícito cuando comenta que “el Almirante e sus ermanos se quisieron alçar e ponerse en
defensa juntando indios e cristianos” (GIL FERNÁNDEZ ET VARELA, 1984, p. 287).
Fray Juan de Trasierra es de la misma opinión que sus compañeros de orden en lo
tocante al Genovés, suplicando a Cisneros que “por amor de Dios. Que, pues Vuestra
Reverencia a sido ocasión que tanto bien se començase en que saliesse esta tierra de poderío
del Rey Faraón22, que faga que él ni nenguno de su nación venga en estas islas” (GIL
FERNÁNDEZ ET VARELA, 1984, p. 288)
Como no podía ser de otra forma, Colón reacciona, aún durante este tercer viaje,
enviando una carta a los Reyes en la que se queja de la falta de crédito que se le ha dado a su
proyecto. En este sentido, en una de ellas, señala que en los siete años que estuvo intentando
convencerles de su proyecto,
[…] nunca en todo este tiempo se halló piloto ni marinero ni philósopho ni de otra
sçiençia que todos no dixessen que mi empresa era falsa; que nunca yo hallé ayuda
de nadie, salvo de fray Antonio de Marchena, después de aquella de Dios eterno
(VARELA, 1984, p. 243).
Aproximadamente en ese período, en una carta enviada a Juana de la Torre, ama del
príncipe Don Juan, también lamenta la poca estima en que le tienen: “mi fama es tal, que
aunque yo faga iglesias y hospitales, siempre serán dichas espeluncas para latrones”
(VARELA, 1984, p. 265). Todo ello, a pesar de su dedicación:
Yo vine con amor tan entrañable a servir a estos Príncipes, y e servido de servicio de
que jamás se oyó ni vido. […] Siete años me passaron en la plática y nueve
executando cosas señaladas y dignas de memoria se passaron en este tiempo; de
todo no se fizo concepto. Llegué yo, y estoy que no ay nadie tan vil que no piense de
ultrajarme. Por virtud se contará en el mundo a quien puede no consentillo
(VARELA, 1984, p. 263-264).
22
Según Gil Fernández et Varela (1984, p. 288), Faraones era el mote de los Colones en la Española.
23
En el discurso colombino puede apreciarse la presencia de los recursos de la retórica
clásica. Por un lado, es bastante evidente la presencia del pathos23, cuya función es la de
conmover para lograr persuadir. Se observa, pues, cómo el lector puede verse afectado por
cierto sentimiento de pena hacia Colón, ya que, según sus palabras, éste se esforzó mucho por
favorecer los intereses de la Corona, pero ahora no se lo reconoce nadie. Está solo y ha sido
despreciado.
Al efecto producido por el pathos se le suma inteligentemente el ethos24. En este
sentido puede comprobarse en las mismas citaciones anteriores que Colón se muestra
servicial, fiel, luchador, etc., valores que le harían digno de mayores atenciones, por lo que la
actuación de la Corona pasa a ser vista como malévola.
Un último argumento discursivo, el logos25, es utilizado por el Almirante en el Libro
de las Profecías, terminado antes de su último viaje (1502-1504). Con su redacción intentará
hacer ver que fue elegido por la Providencia y que, de alguna forma, el descubrimiento había
sido profetizado, razón por la que merecería el apoyo de todos.
En efecto, se lee en este libro, por ejemplo, en la cita de Isaías: 60 lo siguiente: “las
islas me aguardan y las naves del mar en primer lugar, para que conduzca a tus hijos desde lo
lejos; con ellos su plata y su oro, para el nombre del Señor” (COLÓN, 1992, p. 70). Por si
quedaba alguna duda al respecto, en una carta a los reyes, contenida en el mismo libro, Colón
añade: “ya dise que para la hesecuçión de la inpresa de las Indias no me aprovechó rasón ni
matemática ni mapamundos; llenamente se cunplió lo que diso Isaías” (COLÓN, 1992, p. 15)
Por consiguiente, si los Reyes o cualquiera no le toman en serio, es la imagen de estos
la que queda en entredicho, pues estarían obrando en contra de la voluntad de Dios, aunque
“esto es así desde una perspectiva actual, no en el contexto religioso de la época” (PASTOR,
1983, p.43).
23
Según la retórica aristotélica, se trata de un argumento discursivo “por los oyentes: cuando se ven inducidos a
un estado de ánimo por el discurso. Pues no tomamos las mismas decisiones afligidos que alegres, ni como
amigos, las mismas que como enemigos” (ARISTÓTELES, 2002, p. 54).
24
Según Aristóteles, consiste en un argumento “por el comportamiento: cuando el discurso se pronuncia de
forma que hace al que habla digno de crédito” (ARISTÓTELES, 2002, p. 53).
25
Este argumento persuasivo ejerce sus efectos cuando las personas “se convencen por el propio discurso:
cuando manifestamos una verdad o algo que lo parece de lo que es convincente para cada cuestión”
(ARISTÓTELES, 2002, p. 54).
24
Con todos estos argumentos a su favor, Colón se auto-configura de forma a intentar
conseguir el beneplácito de los Reyes y a que estos se interesasen por él, pero nada más lejos
de la realidad. Sus expectativas se ven frustradas cuando los monarcas le prohíben
expresamente que ponga los pies en la isla Española26, justo antes de su cuarto viaje. Tal veto
no hace sino darle la puntilla.
En esta tónica se mantendría el Almirante hasta el final de sus días, viéndose apocado
hasta tal extremo, según las palabras de John H. Elliott, que “cuando murió en Valladolid, el
cronista de la ciudad olvidó recoger el acontecimiento” (ELLIOTT, 1972, p. 23).
5.3. Primeras reivindicaciones: un mito toma forma
Pero el rumbo de la imagen colombina cambiaría tiempo después. Una vez muerto el
Almirante, no había ya ningún obstáculo que impidiese la manipulación de su imagen a
voluntad de unos y otros.
Un nuevo continente se anunciaba, un discurso imperial se alzaba y la historia y sus
protagonistas ganaban nuevos ropajes más adecuados con los nuevos tiempos. Fue así como
surgió la idea de Colón Descubridor, la cual “se gestó en un rumor popular que los eruditos
llaman la leyenda del piloto anónimo” (O’GORMAN, 1977, p. 18).
Según esta leyenda, sin entrar en muchos detalles para no derivar en otros asuntos,
habría existido supuestamente un piloto que llegó antes que Colón a lo que hoy se conoce
como América y le habría revelado, antes de morir, cómo ir y volver hasta las nuevas tierras.
Al aceptar esta teoría, “en lugar de admitir el verdadero propósito que animó a Colón ––que
era llegar al extremo oriental de Asia––, se dice que su finalidad fue revelar unas tierras
desconocidas” (O’GORMAN, 1977, p. 18).
El primer paso hacia la creación del mito del descubridor ya estaba dado. Al poco
tiempo, los escritores comienzan a reflejar esta visión del Almirante. De hecho, “el texto más
antiguo donde aparece Colón como el descubridor de América es el Sumario de la natural
historia de las Indias, de Gonzalo Fernández e Oviedo” (O’GORMAN, 1977, p. 20), que vio
la luz hacia 1526. Con las siguientes palabras se refiere el primer cronista de Indias al
26
Isla encontrada durante su primer viaje y que posteriormente sería el “centro de irradiación colonial en las
Indias” (VARELA, 1984, p. 77).
25
genovés: “descubridor, hablando verdad, ninguno se puede decir, sino el almirante primero de
las Indias don Cristóbal Colón, padre del almirante don Diego Colón, que hoyes [sic], por
cuyo aviso y causa los otros han ido o navegado por aquellas partes” (FERNÁNDEZ DE
OVIEDO, 1950, p. 109).
En esta descripción se advierte cierto tono de elogio, al otorgarle el autor a Colón el
mérito de haber sido el que anunciase el camino a seguir a los que se aventuraron
posteriormente, siendo por esta razón, según Oviedo, el único merecedor de la calificación de
descubridor.
Algún tiempo después, la figura de Colón será reivindicada con mucha más fuerza.
Así, “la determinación de su hijo Hernando de perpetuar su memoria y la publicación en
Venecia en 1571 de su famosa biografía contribuyeron a elevar su nombre ante el mundo”
(ELLIOTT, 1972, p. 24). Véase un fragmento del Proemio de la Historia del Almirante para
comprender mejor lo que se acaba de afirmar:
Siendo yo hijo del Almirante D. Cristóbal Colón, sujeto digno de eterna memoria,
que descubrió las Indias Occidentales, y habiendo navegado con él algún tiempo,
parecía que entre las demás cosas, que he escrito, debía ser una y la principal, la vida
y el prodigioso descubrimiento, que del Nuevo Mundo de las Indias hizo, no
habiéndole dado tiempo para reducir las memorias á historia, los ásperos y continuos
trabajos, y enfermedades que padeció (COLÓN, 1892, p. 1).
Como puede observarse, al mismo tiempo en que se hace referencia a que ‘descubrió’
y al acto mismo del descubrimiento, también se adereza la redacción con expresiones
grandilocuentes, como ‘prodigioso’ o ‘digno de eterna memoria’, que no hacen sino dignificar
la figura de su padre.
Tiempo después de la muerte de Hernando Colón (1487-1539), Bartolomé de las
Casas (1484-1566) comienza su Historia de las Indias27, obra que ofrece una imagen del
Almirante como enviado por Dios para la misión del descubrimiento. Nuestro protagonista
continúa siendo descubridor, pero ahora con el respaldo divino. De esta forma, “el ser
definido como simple instrumento de la voluntad de Dios […] implicaba el hecho de que cada
una de las acciones del sujeto estuviera inspirada y avalada por el propio Dios” (PASTOR,
1984, p. 44). Esta instrumentalización no se remite tan sólo a Colón, sino que forma parte de
27
Publicada por primera vez en 1875 (http://www.cervantesvirtual.com/obra/historia-de-las-indias-tomo-1--0/).
26
“un proceso de desconocimiento, intstrumentalización [sic] y destrucción de la nueva realidad
americana” (PASTOR, 1984, p. 17), por tanto más amplio y que envolvería a los
conquistadores posteriores, como Hernán Cortés.
El propio título del capítulo 2 de la obra ya adelanta esta imagen providencialista:
Donde se trata cómo el descubrimiento destas Indias fue obra maravillosa de Dios. –
–Cómo para este efecto parece haber la Providencia divina elegido al Almirante que
las descubrió, la cual suele a los que elige para alguna obra conceder las virtudes y
cualidades necesarias que han menester (DE LAS CASAS, 1956, p. 25).
No obstante, para ser coherentes con el propósito literario del estudio y no perder los
detalles que ofrece el texto, conviene hacer hincapié en el contenido del capítulo, donde se
encuentra la siguiente descripción:
Llegado, pues, ya el tiempo de las maravillas misericordiosas de Dios, cuando por
estas partes de la tierra (sembrada la simiente o palabra de la vida) se había de coger
el ubérrimo fruto que a este orbe cabía de los predestinados […] escogió el divino y
sumo Maestro entre los hijos de Adán que en estos tiempos nuestros había en la
tierra, aquel ilustre y grande Colón, conviene a saber, de nombre y de obra poblador
primero, para de su virtud, ingenio, industria, trabajos, saber y prudencia confiar una
de las más egregias divinas hazañas que por el siglo presente quiso en su mundo
hacer. Y porque de costumbre tiene la suma y divina Providencia de proveer a todas
las cosas, según la natural condición de cada una, y mucho más y por modo singular
las criaturas racionales, como ya se dijo, y cuando alguna elige para, mediante su
ministerio, efectuar alguna heroica y señalada obra, la dota y adorna de todo aquello
que para cumplimiento y efecto della le es necesario, y como éste fuese tan alto y tan
arduo y divino negocio […] creedera cosa es haberle Dios esmaltado de tales
calidades naturales y adquisitas (DE LAS CASAS, 1956, p. 25).
En estas líneas se verifica lo ya referido sobre el descubridor y la Providencia, que a su
vez, forma parte de un conjunto de halagos que tienen por objetivo magnificar y revalorizar
una figura del Almirante desprestigiada desde que cayó en desgracia con la Corona. Al haber
sido escogido por el Sumo Maestro, ¿qué hombre estaría a la altura de cuestionar su hazaña?
Concomitantemente, la vinculación de la imagen colombina a la religión la aproxima de una
concepción mítica, pues la incluye dentro de la tradición sagrada, de acuerdo con Eliade
(1981, p. 7).
5.4. Evolución posterior y consolidación del mito
Hasta el siglo XIX, no son abundantes las obras que tratan de Colón: “lembrado
principalmente a partir de 1792, só no século XIX começou, mesmo em meio a fortes
polêmicas, a ser enaltecido e mitificado” (CHIAVENATO, 1992, p. 34). A parte de esta
27
observación, cabe anotar que no ha sido encontrado ningún texto que aluda a Colón de
manera negativa en el período que abarca desde su muerte hasta el siglo XIX. Esto puede
deberse a la actuación de la figura del cronista de Indias, ya que éste
“buscaba reglamentar y controlar el flujo de información que llegaba a las colonias.
El Cronista de Indias tenía, según las palabras de Herrera, el deber de mostrar lo
injusto que era <<que las malas acciones de unos cuantos ensombrecieran los
buenos trabajos de muchos>> (Carbia, La crónica oficial, 102)” (ECHEVARRÍA ET
PUPO-WALKER, p. 170)
De esta forma, de manera casi aislada, “en 1614 apareció como héroe en un drama
español […] de Lope de Vega, ‘El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón’”
(ELLIOTT, 1972, p. 24-25). Muy en consonancia con el entonces recién pasado período
imperialista de los denominados Austrias Mayores, Colón se erige en esta obra como un héroe
imperialista equiparado a Alejandro Magno, quedando su papel de descubridor implícito en la
tarea de ‘ganar el mundo’. También le son asociados los atributos de capitán sin parangón,
santo de los mares y portador de Dios y de su Iglesia, llegando a tener incluso “algo de
Cristo”. He aquí un fragmento donde el personaje del Rey Fernando se refiere a nuestro
héroe:
De que merecéis albricias.
Alzaos, Alejandro nuevo,
aunque mayor y el segundo,
que él ganó en su vida el mundo
que en ocho meses os debo.
No hay antiguo capitán,
con que os dé comparación,
las dé la fama, Colón,
ventaja y lugar os dan.
Vos tenéis lauros y palmas
de capitán sin segundo,
que a España habéis dado un mundo
y a Dios infinitas almas.
Cristóbal, vuestro apellido
os da alabanza, Colón,
que autor de tal redención
algo de Cristo ha tenido.
Vos, Cristóbal, como el santo,
de estos mares ya vecinos,
hoy pasáis los peregrinos
en hombros que pueden tanto.
Y no es como quiera el vuelo
que con ellos podéis dar,
pues pasándolos el mar,
les dais el puerto del cielo.
Y mirad que os digo en esto
de vuestros hombros y vos,
que o se ha puesto en ellos Dios,
28
o al menos su Iglesia ha puesto.
Recibo el don más profundo
que ha dado a rey hombre humano
pues recibo de esa mano
no menos que un Nuevo Mundo,
por el cual, no se qué paga
os pueda dar, pero doy
lo que puedo, porque hoy
se dé principio de paga.
[...] (LOPE DE VEGA, 1986, p. 34).
Cabe alertar al lector de que Colón, muy probablemente, no era visto en la época como
aquí se pinta, sino como Lope de Vega (1562-1635) deseaba que fuese visto, dado que los
escritores del siglo XVI, “salvo una o dos excepciones, mostraron poco interés28 por su
personalidad y por su vida, y algunos de ellos ni siquiera pudieron escribir correctamente su
nombre” (ELLIOTT, 1972, p. 23).
Después de esta comedia, tan sólo se ha podido encontrar un soneto, aún cercano en el
tiempo a la comedia de Lope, de Francisco de Quevedo (1580-1645), titulado Túmulo a Colón
y que vio la luz hacia 1648. El autor lo presenta como Descubridor de América, ––implícito
en el epígrafe del poema: “habla un pedazo de la nave en que descubrió el Nuevo Mundo”––,
pero lo hace bajo una visión de su época gloriosa, al tiempo solemne y nostálgica, propia de la
elegía.
Ante la ausencia de obras de manera general durante este período, se impone la
necesidad de dar un salto en el tiempo hasta la entrada del Romanticismo, momento en el que
se percibe un aumento de publicaciones de todo tipo en relación a Colón, un auténtico
despertar literario, ayudado quizá también por la celebración del IV Centenario del
Descubrimiento y las circunstancias históricas que, como en un triste epílogo, vendrían a
separar los destinos de América y España después de tres siglos imperiales.
Autores como Washington Irving (1783-1859) figuran entre los más destacados
seguidores colombinos, utilizando su pluma para engalanar al Almirante. Como sostiene
Carmen Bernand, fue Irving quien “forjó la imagen romántica de Cristóbal Colón en su libro
28 Después de los estudios marcadamente humanistas del s. XVI en los distintos campos (antropología,
cosmología, medicina, etc.), el interés por las cuestiones americanas y colombinas se irá diluyendo
paulatinamente para resurgir a partir de 1792, cuando el Abate Raynal indagó acerca del impacto de aquellos
nuevos territorios en Europa. (cf. Elliott, 1972, p. 13-14). Cabe destacar, de entre todas las repercusiones del
descubrimiento, los “cambios en la balanza de poderes” (Elliott, 1972, p. 20), derivados de la concepción y
utilización de América como gran almacén de Europa (cf. Elliott, 1972, p. 20), dando inicio a la llamada
polémica del Nuevo Mundo.
29
The life and voyages of Christopher Columbus, publicado en 1827.” (BERNAND, 2006, p.
338).
Siguiendo la lógica del trabajo, se ejemplifican los rasgos de esta imagen de un modo
más claro a través de las palabras del autor. He aquí el momento de la llegada de Colón a
Palos de la Frontera (España):
Cuando llegaron, pues, las nuevas de que uno de los llorados bajeles estaba en el rio
[sic], entregáronse los habitantes á una gran agitación [sic]; pero cuando oyeron que
volvia [sic] triunfante del descubrimiento de un mundo, y le vieron replegando sus
velas en el puerto, trocóse la consternación en trasportes de sin igual alegría
(IRVING, 1852, p. 58).
Los llorados bajeles, la gran agitación de la masa y la sin par alegría son rasgos
inconfundibles del sentimentalismo exacerbado del Romanticismo. Un poco más adelante,
Irving continua narrando cómo fue recibido el genovés en Barcelona por los Reyes Católicos
en una tónica similar:
Accediendo al ruego de sus majestades, hizo Colón una descripción de los sucesos
más interesantes de su viaje, y de las islas que había descubierto […] Escucharon los
soberanos las palabras de Colón con profunda emoción. […] Cuando se retiró Colón
de la presencia real, le acompañó toda la córte á su morada, y le siguió victoreándole
el pueblo (IRVING, 1852, p. 60-61).
Como se puede apreciar, una fuerte vena romántica baña el texto. Unos soberanos tan
autoritarios como los Reyes Católicos se quedan boquiabiertos ante las palabras de Colón,
sintiendo profunda emoción por ellas y asistiendo impávidos al robo de protagonismo que
sufren por parte del genovés, que se lleva su Corte detrás de él vitoreándole.
Otro autor, contemporáneo del anterior, que no podría faltar en este seguimiento
histórico-literario es Alexader Von Humboldt (1769-1859), que con gran rigor científico
asienta la concepción positivista de Colón. Obsérvese el siguiente fragmento:
Al surcar Colón un mar desconocido pidiendo á los astros la dirección de la ruta por
medio del empleo del astrolabio recientemente inventado, buscaba el Asia por la vía
del Oeste conforme á un plan preconcebido, no como aventurero que fía su suerte al
acaso. Su éxito fue una conquista de la reflexión, y bajo este punto de vista Colón se
encuentra muy por encima de los navegantes que acometieron la empresa de doblar
el cabo de la extremidad de África. (HUMBOLDT, 1892, p. 8-9).
30
La referencia al astrolabio como instrumento de cálculo de la ruta, el plan
preconcebido a modo de proyecto científico y la reflexión no podían terminar de otro modo,
para el autor, que con el éxito de la operación y además, por estos motivos, sería, según él,
superior a los otros navegantes portugueses de la época.
En lo que a la concepción de descubridor se refiere, podemos atenernos al siguiente
trecho para verificar que efectivamente es concebido de tal modo:
Colón concibió, al mismo tiempo que el florentino Pablo Toscanelli, el atrevido
proyecto de llegar á la India por la vía del Oeste, aventurándose en el Mar
Tenebroso de los geógrafos árabes. Como marino hábil é instruido, realizó lo que
hasta entonces había sido una estéril teoría de gabinete y llegó á ser de tal suerte el
instrumento imprevisto, casi involuntario, del descubrimiento del nuevo continente.
(HUMBOLDT, 1914, p. 16).
Puede observarse que el Almirante es retratado como “instrumento de los designios de
la historia” (O’GORMAN, P. 37), no ya de la Providencia. Igualmente, la referencia al físico
Toscanelli, a su preparación como marino, a los geógrafos árabes y la visión de la empresa
colombina como proyecto, vinculan el texto, de nuevo, directamente con la corriente
positivista.
En el siglo XX también se han escrito muchas obras sobre Colón. A principios de siglo
se pueden encontrar obras que exaltan su figura y aún preservan ciertos aires románticos, pero
ya con predominio de los rasgos modernistas, como el caso de la epopeya La Colombiada, de
Ciro Bayo (1859-1939). Ya bien asentado en el modernismo se encuentra el poema A Colón,
de Rubén Darío (1867-1916), del cual sólo se muestran la primera y última estrofa, las
necesarias para el propósito del trabajo:
¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,
tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.
[…]
Duelos, espantos, guerras, fiebre constante,
en nuestra senda ha puesto la suerte triste:
¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,
ruega a Dios por el mundo que descubriste!
(DARÍO, 1918)
Se ve claramente que la imagen ofrecida es la de un Colón llevado a engaño, por no
identificarse aquellas tierras con lo esperado. Cristóbal Colón es sin duda, según el poema, su
31
descubridor e incluso le pertenecerían por este acto ––posesivo Tu del primer verso––, pero
no hay mérito ni gloria en ello; al contrario, hay fracaso, ya que paradójicamente, en el
espacio de esas tierras, parece haber sido situado el Infierno, en lugar del ansiado Paraíso,
desde la llegada del genovés.
Una vez que se llega al período franquista, la exaltación nacionalista de España
confiere a muchos textos de la literatura crítica un tono exagerado, como es el caso de la obra
Una Epopeya Misionera: la conquista y colonización de América vistas desde Roma. En este
libro se deforma la imagen colombina en dos sentidos: por un lado, dando énfasis a las
cualidades consideradas positivas de un Colón descubridor, enarbolado con adjetivos como
gran, genial o heroico y llegando al punto de vestirse los atuendos de un misionero, como
puede verse en la siguiente citación:
Hermoso recuerdo dedica Pío XII a algunos de aquellos heroicos navegantes y
conquistadores. El gran Almirante y primer descubridor, Cristóbal Colón, abre la
serie. […] La historia ha probado ampliamente el intento principalmente apostólico
del gran navegante al emprender su arriesgada travesía. El mismo Colón nos ha
dejado rasgos no dudosos de su profundo cristianismo, que influyó en toda su genial
obra de descubridor, dándole un cariz inconfundible de misión evangélica. (SOLER,
1962, p. 163-164)
Por otro lado, también se trastoca la imagen del Almirante despreciando las críticas
negativas recibidas por parte de algunos autores, como es el caso del historiador francés
Alfredo Déberle:
Distinguimos al audaz explorador del Atlántico, del fundador de los primeros
establecimientos de España en el Nuevo Mundo. Colón, al hacer esclavos, con
desprecio de los más sagrados principios del derecho de gentes, a estos infortunados
insulares que le habían acogido con los brazos abiertos, que ha ensangrentado por
tanto tiempo el suelo de América y deshonrado los anales de la Cristiandad
(SOLER, 1962, p. 86)
Esta y otras descripciones sobre Colón y América van precedidas en la obra referida
de una introducción que las desacredita, produciendo un efecto de ennoblecimiento.
Hacia finales del siglo XX, el revisionismo crítico parece haber amainado las
efervescencias de etapas anteriores, no habiendo sido posible hallar obra alguna en la que se
aprecien fanatismos a favor o en contra del Almirante.
32
En este período, en un estilo entre Quevedo y Valle Inclán, se localiza la ingeniosa
propuesta de Alejo Carpentier (1904-1980), en su libro El Arpa y la Sombra, de 1978, que
establece la burla como incentivo de ese revisionismo anunciado unas líneas atrás, ayudando a
conducir los derroteros de la imagen colombina ––y de la historia–– hacia una propuesta de
acomodación.
Un ejemplo sería el siguiente fragmento en el que Colón se sincera con el lector,
mientras espera a que llegue su confesor antes de morir:
Y en lo que se refiere a mi conciencia, a la imagen que de mi se yergue ahora, como
vista en espejo, al pie de esta cama, fui el Descubridor descubierto —descubierto,
puesto en descubierto, pues en descubierto me pusieron mis relaciones y cartas ante
mis regios amos, en descubierto ante Dios al concebir los feos negocios que,
atropellando la teología, propuse a Sus Altezas, en descubierto ante mis hombres
que me fueron perdiendo el respeto de día en día, infligiéndome la suprema
humillación de hacerme aherrojar por un cocinero —¡a mí, Don Almirante y
Virrey!—, en descubierto, porque mi ruta a las Indias o la Vinlandia meridional o a
Cipango o a Catay —cuya provincia de Mangui bien puede ser la que conocí por el
nombre de Cuba—, ruta que abrí con harta facilidad por tener conocimiento de la
saga de los normandos, la siguen ahora cien aventureros —¡hasta los sastres dije,
que abandonan la aguja y las tijeras por el remo!— (CARPENTIER, 1979, p. 69).
Es una de las visiones, tal vez, más realistas de Colón. En ella el autor muestra a un
descubridor ‘desnudo’, en el sentido de retratarle como hombre, con sus vicios y virtudes,
quizá más de los primeros que de las segundas, con una forma de pensar un tanto subversiva
y, desde luego, sin un atisbo ni de Dios ni de héroe. De esta manera, Carpentier parece reírse
de los absurdos y anacrónicos excesos ornamentales con los que se sigue adornando
frecuentemente al Genovés, echando por tierra cualquier mitificación.
6. CONSIDERACIONES FINALES
Una de las mayores dificultades enfrentadas durante el desarrollo del trabajo ha sido
prestar atención para considerar el documento histórico como una fuente auxiliar. Entiéndase
la historia, por tanto, como elemento de apoyo, ya que el interés siempre ha estado dirigido
hacia el estudio crítico de la literatura ––no hacia el análisis historiográfico––, el cual muchas
veces es entendido, en el ámbito universitario, como estudio biográfico.
También ha sido difícil hallar estudios que se centren en el estilo de los autores de
Indias. Pocas son las excepciones encontradas: Varon (2009), que enfoca su atención en la
33
utilización de las distintas personas; Joaquín Balaguer29, interesado en el uso del lenguaje;
Pastor (1984), en la construcción discursiva, Winston A. Reynolds30, en la contextualización
histórico-literaria y, en el entorno brasileño, el pequeño volumen Cronistas e Viajantes31.
No ha sido fácil tampoco evitar el impacto de la ‘figura canónica’ de Colón, con la que
irremediablemente uno se acaba chocando de frente. Los especialistas en materia colombina,
de forma general, a veces parecen adoptar de manera axiomática lo que otros han dicho
anteriormente, entrando en un ciclo que retroalimenta al mito. Las ideas no parecen ser
cuestionadas, sino repetidas porque lo han dicho otros anteriormente, aunque no se sepa con
certeza quién ni basado en qué.
Para ser más concretos, póngase como ejemplo el caso de las lecturas previas del
Almirante antes de partir en su primer viaje. Este asunto es tratado por varios autores, entre
los que se encuentra Beatriz Pastor, quien a pesar de poner en duda el momento en que Colón
leyó la Imago Mundi, la Historia Rerum, etc., se decide por una fecha anterior al primer viaje
(PASTOR, 1984, p. 25).
Del mismo modo, Juan Gil Fernández viene a señalar, sobre este tema:
la experiencia africana es, pues, fundamental para comprender la actitud del
almirante al encontrarse con las Indias. Claro es que también actúa de manera
imperiosa sobre Colón el mundo de lo imaginario, de lo leído en los libros, ese
mundo que él quiere a toda costa ver reflejado en la realidad (GIL FERNÁNDEZ,
1984, p. XL).
Esta idea se encuentra también en Morales Padrón (1988), en Chiavenato (1992), etc.
La sorpresa surge cuando, una vez dado por sentado el asunto, se descubre otro planteamiento
antagónico más reciente y proveniente del mismo autor, Gil Fernández, produciéndose un
contraste de opiniones difícil de resolver que conduce al investigador a la duda. Véase el
problema en el siguiente trecho:
A partir de 1496, a su regreso de su segundo viaje a las Indias, los fondos
bibliográficos del descubridor aumentaron considerablemente. Consta que fue
entonces cuando encomendó a un mercader de Brístol, John Day, que le comprase la
29
BALAGUER, J. Colón, precursor literario. Buenos Aires, 1958.
REYNOLDS, W. A. Hernán Cortés y la literatura del Siglo de Oro. Madrid: Editora Nacional, 1978.
31
VOGT, C.; LEMOS, J. G. de. Cronistas e Viajantes. Col. Literatura Comparada. São Paulo: Abril Educação,
1982.
30
34
edición latina de Marco Polo […] El grueso de las demás adquisiciones es de fecha
incierta, pero ha de provenir más o menos de esos años: así la Historia Rerum
Ubique Gestarunt, del Papa Pío II […] o el compacto volumen con las obras
cosmográficas de Pierre d’Ailly. Más tardía aún hubo de ser la compra de la
Historia Natural de Plinio el Viejo (GIL FERNÁNDEZ, 1992, p. IX).
Es a raíz de este nuevo posicionamiento, y no antes, cuando uno se da cuenta del
problema de la imagen canónica de Colón. Se abren aquí varias posibilidades: la primera de
ellas, que Gil Fernández haya progresado en sus estudios colombinos, pero habría que
conocer las, por el momento, inescrutables fuentes de semejante revelación para defender esta
conjetura. Otra opción, sería que Colón hubiese tenido un conocimiento de boca en boca de
Marco Polo que le hubiese hecho perseguir su lectura posterior. La tercera, menos plausible,
es que Gil Fernández esté equivocado, pues se trata de una teoría posterior a los otros autores
que no tendría por qué ser enunciada en caso de duda y trastocaría la visión tradicional sobre
las referidas lecturas previas del Almirante (PASTOR, 1984, p. 24).
Por este motivo, puede afirmarse que la consideración de Colón como descubridor o
no de América depende del autor o teórico al que se haga referencia. Así, por ejemplo,
mientras O’Gorman, en los años cincuenta del pasado siglo XX, sostenía que el objetivo de la
expedición colombina era llegar a Asia (O’GORMAN, 1977, p. 18), Varela, en la penúltima
década del mismo siglo, defendía que sus pretensiones eran descubrir islas ignotas
(VARELA, 1984b, p. 129).
Esta digresión parece formar parte del proceso de composición de la historia que,
como se ha podido comprobar más detalladamente en los capítulos anteriores, ha sido
montada, metafóricamente hablando, a partir de sucesivas capas de barniz, como si de las
restauraciones de un cuadro se tratase, llegando a modificar los colores originales del mismo
con el paso del tiempo. En este proceso de deformación/transformación constante, la literatura
ha jugado un papel fundamental, cabiendo a la actual y a las futuras generaciones, con el
auxilio de nuevos documentos y con la paciencia que este trabajo supone, ir retirando ese
controvertido barnizado.
En cualquier caso, investigar los pormenores relacionados con Colón sin acceso a las
fuentes originales acaba siendo una tarea prácticamente imposible, así como intentar discernir
lo que es mito de lo que no. Si nos atenemos exclusivamente al terreno de la literatura, esta
objeción no resulta tan problemática, ya que lo que interesa, tanto en uno como en otro caso,
35
es decir, tanto si se le considera descubridor como si no, e incluso si se le concibe bajo otras
formas, es que el Almirante siempre va a ser bien recibido en este campo, es decir, que
independientemente de los hechos históricos, siempre va a haber alguien dispuesto a ofrecer
una interpretación subjetiva del navegante, preparado para surcar eternamente los mares de la
literatura.
A esta altura ya habrá sido posible percibir la importancia de esta última, de cómo
ayuda a comprender mejor el pasado y condiciona la escritura de la historia. Mientras que, por
un lado, la literatura refleja, entre otros aspectos, las diversas ideologías de cada autor y los
valores importantes de una sociedad o parte de ella en un determinado momento, por otro,
influye en la manufacturación de la misma historia, lo que queda demostrado con el ejemplo
del Almirante, el cual no ha pasado a la historia de nuestros días como una persona olvidada,
como fuera antaño, sino que popularmente, casi por unanimidad, Cristóbal Colón es conocido
––sobre todo en España–– como el descubridor de América.
Este razonamiento también conduce a pensar que tal vez sea más fácil ver lo que nos
quieren hacer ver que intentar encontrar por nuestra cuenta el sentido de las cosas. Así, pocos
vieron y pocos ven en Don Quijote una obra de corte humanista, en la que, por debajo del
disfraz de locura de su protagonista, se esconde una alta apreciación de los valores humanos,
como la amistad, la lealtad o simplemente la confianza en el hombre como artífice de su
destino. De la misma manera, pocos vieron y pocos ven en Cristóbal Colón al hombre de su
tiempo, sepultado por un alud de construcciones metafóricas al servicio de diferentes
propósitos.
En definitiva, resulta prácticamente impensable que la quijotesca figura de Cristóbal
Colón no vaya a sufrir nuevas modificaciones con el tiempo, fenómeno que, como ha sido
comprobado, constituye casi una tradición. Es de suponer, en este sentido, que el siglo XXI
aporte luz sobre los documentos perdidos de Colón y sobre sus enigmas para avanzar en el
conocimiento histórico y, al mismo tiempo, dar pie a nuevas y oxigenantes interpretaciones
literarias.
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APÉNDICES
APÈNDICE A – CRONOGRAMA DE HECHOS HISTÓRICOS RELEVANTES
DESDE EL NACIMIENTO HASTA LA MUERTE DE COLÓN
AÑO
1451?
SOBRE COLÓN
Año del nacimiento de Cristóbal
Colón, según la hipótesis más
aceptada
1458
1469
1472
1474
1476
1477
1478
1479
Colón llega a Portugal
Posible fecha del viaje de Colón a
Islandia.
Colón viaja a Madeira para comprar
azúcar para la firma Centurione
Posible fecha del matrimonio de
Colón con Felipa Perestrello Moniz
CONTEXTO HISTÓRICO GENERAL
Cruzada de los portugueses en Marruecos: toma de
Alcazarquivir y de su litoral.
Matrimonio Isabel y Fernando
Las naves portuguesas llegan a Fernando Poo y cruzan la
línea ecuatorial.
Isabel la Católica es proclamada reina de Castilla, al morir
Enrique IV
Los Reyes Católicos vencen a los portugueses en Toro.
Los Reyes Católicos instituyen la Santa Hermandad.
Muere Juan II de Aragón; le sucede Fernando el Católico.
Tratado de paz hispano-portugués.
Nace Diego Colón, primer hijo del Almirante.
Establecimiento de la Inquisición en Castilla.
1480
1481
Los Reyes Católicos inician las hostilidades contra
Granada, último reducto de los moros en España
148384
14841485
1486
1488
14891490
1489
1492
1493
Cristóbal Colón propone a Portugal
alcanzar la India por el Atlántico y
su proyecto es rechazado.
Colón llega a España y establece
relaciones con la Rábida y con lo
hermanos Pinzón.
Entrevista de Cristóbal Colón con
los Reyes Católicos.
Isabel la Católica recibe a Colón en
Jaén y le promete que su proyecto
será reexaminado después de la
conquista de Granada.
Abril: Capitulaciones de Santa Fe.
Establecimiento de la Inquisición en Aragón.
El portugués Bartolomé Dias llega al Cabo de las
Tormentas.
Nace Hernando Colón, segundo hijo del Almirante.
Bartolomé Colón, hermano del Almirante, ofrece el
proyecto a Francia e Inglaterra.
Enero: Luis de Santangel decide respaldar a Colón.
Caída de Granada.
3/8: Salida del primer viaje ‘Descubrimiento’.
Se ofrece a los judíos de la Península la posibilidad de
convertirse o serán expulsados.
12/10: llegada a Guanahani.
16/01 – Retorno a España del
primer viaje.
Nebrija publica la primera gramática castellana.
El Papa Alejandro VI otorga derechos a los Reyes
Católicos sobre los territorios que descubran. Traza línea
de delimitación de las zonas de descubrimientos de
Portugal y España.
04/03 – Llegada a Lisboa.
15/03 – Llegada a Palos de la
Frontera
25/09 – Salida del segundo viaje
Fundación de la Española en el
Nuevo Mundo.
1494
05/05 – Colón llega a Jamaica
1495
1496
1497
10/03 – Vuelta del segundo viaje.
España y Portugal firman el Tratado de Tordesillas el 7 de
junio.
01/03 – Guerra en Haití contra los indígenas.
13/04 – Reyes Católicos mandan carta al obispo Fonseca
para que cuide de la libertad de los indios.
Octubre – Juan Aguado es enviado a La Española como
Pesquisidor de los Reyes
01/07 – Comienza la construcción de Santo Domingo.
Muchos españoles no respetan los privilegios colombinos
y lanzan sus propias expediciones.
Se incita a delincuentes a participar en expediciones
colombinas ante la dificultad de reclutar gente.
Vasco de Gama emprende su primera expedición y dobla
el cabo de Buena Esperanza.
Muere el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos.
1498
1499
1500
30/05 – Salida del tercer viaje:
van mujeres por primera vez.
01/09 – Bobadilla apresa a Colón y
a sus hermanos.
01/10 – Son mandados a España
con grilletes.
Primavera: Colón vuelve preso a
España
El indio es considerado vasallo y debe pagar tributos.
Vasco de Gama llega a la India
21/05 – Francisco Bobadilla es nombrado Juez Pesquisidor
para poner orden en la Española.
Exploraciones de Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y
Américo Vespucio en Venezuela.
Diego López llega a la costa brasileña.
Enero: Vicente Yáñez Pinzón navega frente a las costas
del Brasil.
01/04 – Bobadilla asume el mando de la Española. Llegan
con él varios franciscanos en misión evangelizadora que
critican a Colón.
22/04 – Álvarez Cabral llega a Brasil.
20/06 – Los Reyes Católicos emiten una cédula para
liberar y devolver los indios a sus territorios, pues son sus
vasallos.
Juan de la Cosa, a fines de este año crea el primer mapa de
las tierras americanas.
1501
Se autoriza la entrada de esclavos negros en Indias (el
04/01 se registra el primero)
Américo Vespucio confirma las tierras americanas como
un continente.
1502
1503
11/05 – Salida del cuarto viaje.
25 de junio: Colón naufraga cerca
de Jamaica
1504
28/06 – Regreso del cuarto viaje.
Muere Isabel I, protectora de Colón
03/09 – Ovando: nombrado gobernador de La Española.
15/04 – Llegada de Ovando a La Española
Muere el Papa Alejandro VI; le sucede Julio II.
20/01 – Fundación de la Casa de Contratación de Sevilla.
Américo Vespucio analiza los documentos de Eratóstenes,
Ptolomeo, Toscanelli y Marino de Tiro, y concluye que la
verdadera Asia está mucho más al Occidente
Hernán Cortés es trasladado a La Española como
escribano.
1506
1507
Muere Colón
Martín Waldseemüller publica su Cosmographiae
Introductio, donde da el nombre de América, por primera
vez, al novus orbis.
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