Descargue el artículo del anuario 2016 sobre Guatemala

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Guatemala
En Guatemala existe una población indígena estimada en más de 6 millones
de habitantes, equivalente al 60% de la población total del país. Los principales grupos étnicos son los siguientes: Achi’, Akateco, Awakateco, Chalchiteco, Ch’orti’,Chuj, Itza’, Ixil, Jacalteco, Kaqchikel, K’iche’, Mam, Mopan, Poqomam, Poqomchi’,Q’anjob’al, Q’eqchi’, Sakapulteco, Sipakapense, Tektiteko,
Tz’utujil, Uspanteko, Xinka y Garífuna. El país sigue careciendo de una base
estadística diferenciada sobre los pueblos indígenas y, especialmente, sobre
mujeres indígenas. El informe de Desarrollo Humano de 2008 señala que
73% de los indígenas son pobres y, de ellos, el 26% extremadamente pobres, contra el 35% de pobres en los no indígenas (entre estos, sólo el 8% en
extrema pobreza). Aun así, la tasa de participación económica de los indígenas en el conjunto de la economía del país es de 61,7 %, mientras que llega
al 57,1% para las personas no indígenas. Guatemala ratificó el Convenio 169
de la OIT en 1996 y, en 2007, votó a favor de la Declaración de la ONU sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas.
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urante el año 2015, la situación de los pueblos indígenas en términos sociales,
económicos y políticos, mostró poca variación con respecto a los años anteriores. La publicación del informe sobre condiciones de vida por parte del Instituto Nacional de Estadística, reveló el aumento de la pobreza a nivel general y, particularmente, sobre la población indígena, entre ellos las mujeres y los pobladores rurales.
A pesar de la movilización indígena y las diversas propuestas que emanan de los
debates de sus organizaciones, el Estado continúa haciendo caso omiso a estos
planteamientos, razón por la cual, problemas como la pobreza, la discriminación y el
racismo, continúan siendo los principales lastres sociales.
Contrariamente, a pesar del gran problema de violencia e inseguridad ciudadana
del país que lo ubica entre los más violentos del mundo, diversos estudios han demostrado que en las zonas indígenas la violencia es mínima en comparación con
otras regiones. Este elemento puede constituir un aporte interesante para que las
autoridades diseñen nuevos métodos de seguridad basados en la participación so-
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cial, obteniendo lecciones sobre la manera en que se realiza en las comunidades indígenas.
Los aspectos que se destacan en este informe se relacionan principalmente con
la crisis política que atravesó el país durante el año, en donde la movilización social
y las denuncias judiciales llevaron a la renuncia del presidente y vicepresidente. También se destaca la participación indígena en el proceso electoral y los esfuerzos para
la restitución de los derechos colectivos sobre la tierra y los territorios.
Crisis política y elecciones generales
2015 fue para Guatemala un año sin precedentes en materia de crisis política, movilización social contra la corrupción y elecciones generales. Todo comenzó en el mes de
abril de 2015, cuando la Comisión Internacional Contra la Corrupción e Impunidad en
Guatemala (CICIG), en conjunto con el Ministerio Público (MP), sacó a luz varios casos
de corrupción que involucraban a las más altas autoridades de gobierno, incluyendo al
entonces presidente y vicepresidente del país, Otto Pérez y Roxana Baldetti, respectivamente, así como a los funcionarios a cargo de la administración tributaria. Estos
funcionarios fueron capturados y sometidos a juicio, pero no los gobernantes, ya que
por su cargo gozaban de inmunidad. Esta situación provocó la inmediata movilización
social de la población en demanda de la renuncia de ambos gobernantes, lo que llevó
a la renuncia de la vicepresidenta en mayo y, en septiembre, del presidente, quien quiso
resistir hasta el último momento, agobiado y deslegitimado de su cargo por la creciente
indignación de los más diversos sectores de la sociedad.
Nunca antes se había encauzado una investigación judicial de este tipo contra
funcionarios de la más alta investidura en servicio y, menos aún, acusados de corrupción. Pero la corrupción en el sector tributario no fue la única causa, ya que simultáneamente aparecieron otros casos -sobre todo en el seguro social y en varias inversiones públicas- que evidenciaron que la corrupción, el tráfico de influencias y la
evasión fiscal se encuentran profundamente enraizados en la función pública.
Estos hechos se dieron coincidentemente durante el periodo electoral y, en consecuencia, provocaron un drástico cambio en el panorama político, de tal manera que
finalmente el ganador de las elecciones presidenciales fue un candidato que antes de
todos estos acontecimientos no tenía la menor posibilidad, pero que los electores
prefirieron como voto de castigo a la política tradicional.
Varias de las organizaciones indígenas se sumaron a las protestas contra la corrupción y se movilizaron para canalizar su inconformidad contra la forma de hacer
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Chiquimula
gobierno en un país en donde el abandono a los pueblos indígenas se justifica casi
siempre por la falta de fondos públicos, mientras que es ampliamente sabido que se
debe a la corrupción y a la evasión fiscal.
Con respecto al proceso electoral, es posible que la lucha contra la corrupción
haya llegado un poco tarde, pues los partidos políticos ya habían definido su plantilla
de candidatos. Es por ello que se eligieron muy pocos diputados indígenas –15 de
158–, y aunque en aquellos municipios con mayoría indígenas ganaron, por lo general, los candidatos indígenas, tanto los diputados como los alcaldes municipales responden normalmente a los intereses de los grandes partidos políticos y no a las de-
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mandas concretas de los pueblos indígenas. Con certeza se puede afirmar que solo
cuatro diputados de dos partidos políticos minoritarios representarán a los pueblos
indígenas en el Congreso.
Juicio contra exmilitares y resarcimiento a pueblos indígenas
Durante el año continuaron los esfuerzos para someter ante la justicia a los militares
acusados de crímenes de lesa humanidad durante el conflicto armado interno, toda
vez que estos crímenes no prescriben, según los acuerdos internacionales suscritos
por el país. Se retomó el juicio contra el exgobernante Efraín Ríos Mont, cuya sentencia había sido anulada por la Corte de Constitucionalidad. Sin embargo, este juicio ha
sido retardado maliciosamente por la defensa, que argumenta falta de condiciones
mentales y físicas del acusado para ser sometido al proceso judicial.
El resarcimiento económico y social a favor de las comunidades víctimas de masacres durante el conflicto armado interno, que había sido ordenado mediante sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), comenzó a concretarse a pesar de la oposición gubernamental. En un inicio, las autoridades gubernamentales plantearon que no harían efectivo el pago y negaban la participación del
ejército en las masacres. Sin embargo, la presión internacional y, sobre todo, de los
grandes organismos de cooperación internacional, hizo que finalmente el gobierno
estableciera un plan de pagos que se inició durante el presente año.
Por otra parte, avanzó significativamente el juicio contra exmilitares, acusados de
violación y esclavitud de mujeres indígenas q’eqchi’ del departamento de Alta Verapaz
durante el conflicto armado interno, llegando a sentencia condenatoria a principios del
año 2016. Este juicio ha sido emblemático, porque es la primera vez que exmilitares son
sometidos ante la justicia por estos crímenes, lo cual abre la posibilidad de brindar justicia y resarcimiento a miles de mujeres víctimas del conflicto armado interno.
Restitución de derechos
Durante 2015 tuvieron lugar dos casos emblemáticos de restitución de derechos colectivos en favor de los pueblos indígenas. El primero se refiere a una sentencia de la
Corte de Constitucionalidad (CC), la más alta magistratura del país, en favor de comunidades indígenas del pueblo Ch’orti, a quienes el gobierno municipal de Camotán,
departamento de Chiquimula, había suspendido el derecho de ser inscritas como co-
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munidades indígenas en los registros municipales. En su sentencia, la CC determinó
que la municipalidad había violentado el derecho de las comunidades indígenas, obligando a la municipalidad a respetar ese derecho y a rehabilitar el libro de inscripción de
comunidades indígenas. El caso sienta un precedente contra las municipalidades que
durante mucho tiempo han negado y despojado los derechos de los pueblos indígenas.
El segundo caso se refiere a la sentencia que la CC contra la inscripción anómala
que particulares hicieron de una finca estatal ubicada en Sierra Santa Cruz, en el departamento de Izabal, sobre un territorio ancestral habitado por comunidades indígenas
q’eqchi’. A principios del siglo XX, algunos individuos habían falsificado documentos
mediantes los cuales lograron inscribir a su nombre esta finca, tras lo cual se produjeron
varias transacciones de compra venta. El Estado siempre había negado el derecho a
las comunidades indígenas que reclamaban la posesión ancestral, aduciendo que dicha finca era propiedad privada. Sin embargo, luego de una investigación exhaustiva,
se logró demostrar que la inscripción en favor de los particulares era anómala, por lo
que luego de un largo juicio la CC sentenció la anulación de dicha inscripción y de todas
las transacciones subsiguientes, ordenando que la propiedad vuelva a manos del Estado. Con ello se abre la posibilidad de que las comunidades indígenas puedan avanzar
en el reclamo histórico de la restitución de sus derechos territoriales. Sin duda, este
caso se torna emblemático, para demostrar que muchas de las grandes propiedades
actuales tienen su origen en transacciones anómalas.
Desastres socioambientales y costos sociales
En la noche del 1 de octubre de 2015, un deslizamiento de tierra, luego de lluvias
intensas, soterró el poblado El Cambray, del municipio de Santa Catarina Pinula,
en el departamento de Guatemala, ubicado a escasos 12 km de la ciudad capital,
provocando más de 300 muertos y cerca de 600 desaparecidos, entre ellos muchos indígenas, ya que este poblado fue fundado por inmigrantes provenientes de
varias partes del interior del país. Este caso demuestra la falta de inversión por
parte de las autoridades gubernamentales –en especial de los gobiernos municipales– en la gestión respecto a riesgos por desastres. El país tiene un gran déficit en
el diseño e implementación de los planes de ordenamiento territorial, lo que trae
como consecuencia la recurrencia de desastres y su alto costo en vidas humanas.
Por otra parte, ocurrió una gran contaminación en las aguas del río La Pasión,
en el departamento de Petén, que provocó la muerte de miles de peces y otras
formas de vida acuícola de la que dependen los medios de vida de miles de fami-
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lias, la mayoría de las cuales pertenecen al pueblo Q’eqchi’. Según fuentes especializadas, el desastre ecológico fue provocado por los desechos que provienen de
una empresa procesadora de aceite de palma ubicada en los alrededores del río.
El cultivo de palma de aceite ha tenido un crecimiento vertiginoso en el sur de este
departamento, debido a que las empresas han acaparado tierras a gran escala en
la región. Muchas de estas tierras han sido adquiridas mediante engaños a sus
propietarios indígenas, que no han podido escapar a las presiones para ceder sus
derechos a las tierras que luego pasan a engrosar las grandes plantaciones de este
cultivo. La contaminación del río La Pasión se extendió sobre una longitud de más de
cien kilómetros, imposibilitando las actividades de pesca durante más de seis meses.
Además, fueron asesinados algunos de los líderes locales que denunciaron el desastre ecológico, sin que hasta ahora se haya encontrado a los responsables.
Otro desastre tuvo lugar sobre una comunidad indígena q’eqchi’ en el municipio de El Estor, en el departamento de Izabal, luego del desbordamiento de dos
ríos que afectó a más de mil familias que perdieron sus viviendas y sus cultivos.
Llama la atención que la zona del desastre se encuentre en el área de influencia de
una gran mina de níquel. Incluso los pobladores locales indican que la destrucción
de uno de los puentes de la ruta principal hacia el poblado de El Estor fue provocado por el excesivo tránsito del transporte pesado de la compañía minera.
Continuidad de las consultas populares
Varios municipios del país se sumaron al proceso de celebrar consultas populares
para expresar su aceptación o no a la instalación de inversiones extractivas sobre
su territorio. Tal como se ha expresado en consultas anteriores, las comunidades consultadas manifestaron en forma mayoritaria su rotunda negativa a estas inversiones.
Sin embargo, tanto las empresas como las autoridades gubernamentales han negado
el carácter vinculante de las consultas, indicando que el resultado de las mismas aporta
solamente elementos indicativos, pero que, de todas maneras, el gobierno tiene la potestad absoluta de otorgar las licencias para la explotación de los recursos del subsuelo.
Frente a esta esta postura, las organizaciones comunitarias han recurrido a los tribunales de justicia, tanto nacionales como internacionales.
El caso de la comunidad de La Puya, ubicada a escasos veinte kilómetros de
la capital, muestra la contradicción de las decisiones estatales. Los tribunales de
justicia declararon la anulación de la licencia minera otorgada por el Ministerio de
Minería debido a la evidente falta de consulta a las comunidades. Sin embargo, el
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ministerio ha hecho caso omiso de esta sentencia judicial, argumentando que las
consultas no constituyen un requisito para el otorgamiento de las licencias mineras.
Estas contradicciones generan incertidumbre en las comunidades pero, además,
alientan el clima de tensión y represión gubernamental contra las comunidades y líderes que se oponen a la explotación minera, provocando con ello enfrentamientos
entre los actores locales y las fuerzas del orden público.
Hacia la construcción de una gobernanza responsable
sobre la tierra y los recursos naturales
A raíz de la publicación de las directrices voluntarias para la gobernanza responsable
de la tenencia de la tierra, los bosques y la pesca, por parte de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), las entidades gubernamentales a cargo de los sectores agrícola, ambiental y forestal han comenzado a
implementar las recomendaciones provenientes de las directrices. La Secretaría de
Asuntos Agrarios (SAA) promulgó la nueva versión de política agraria, en donde se
incorporan los postulados de las directrices, sobre todo las relacionadas con el reconocimiento de las tierras comunales, la tenencia tradicional de los pueblos indígenas
y los sistemas propios de gobernanza de la tierra y los recursos naturales.
En ese mismo sentido, varias organizaciones no gubernamentales se sumaron al
estudio de las directrices y al desarrollo de estudios, con la finalidad de aportar insumos que coadyuven a su implementación. Existe la esperanza entre las organizaciones comunitarias de que la adopción y la implementación de las directrices por parte
de las entidades gubernamentales puedan ayudar a reducir la conflictividad agraria
del país y también a la restitución de derechos sobre la tenencia ancestral en favor
de las comunidades indígenas. Además, las organizaciones consideran que las directrices se suman a los postulados que contiene el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo y la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas.
Sin embargo, el país arrastra un marco legal e institucional que impide la plena
implementación de los postulados sobre los derechos de los pueblos indígenas. Los
sectores más conservadores de la sociedad y los intereses empresariales se oponen
rotundamente a que los pueblos indígenas puedan ejercer estos derechos, utilizando
diversos mecanismos para impedirlo. Por ejemplo, el proceso catastral del país sigue
sin mostrar avances significativos en materia del reconocimiento al sistema de tierras
comunales. Además, se sigue sin reconocer los aportes de las comunidades indíge-
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nas en materia de conservación y manejo de las áreas protegidas, lo que provoca
que las comunidades indígenas se movilicen y planteen un mayor reconocimiento, tal
como está ocurriendo en el sitio denominado Semuc Champey, ubicado en el territorio q’eqchi del municipio de Lanquín en Alta Verapaz, en donde los pobladores locales ocuparon el área en demanda de mayores beneficios generados por ingresos a
este sitio, considerado uno de los atractivos turísticos más importantes del país.
Participación política y vinculación
Las organizaciones de los pueblos indígenas estuvieron muy activas en sus expresiones políticas en los foros nacionales e internacionales. Diversas organizaciones se
aglutinaron en el Consejo del Pueblo Maya (CPO), desde donde hicieron varios planteamientos sobre temas centrales del Estado y la sociedad guatemalteca. A través de
esta organización lograron que tres diputados fueran electos para formar parte de la
recién electa legislatura, desde donde esperan que aboguen por los derechos de los
pueblos indígenas. Es evidente que las organizaciones de los pueblos indígenas necesitan hacer un gran esfuerzo para reconstruir el tejido social y aglutinar en entidades representativas, los intereses y las propuestas para la construcción de una sociedad más incluyente que sea capaz de reducir el peso del racismo y la discriminación
que actualmente afecta la convivencia de la sociedad guatemalteca.
Finalmente, es importante mencionar que gracias a los esfuerzos de varias organizaciones se ha actualizado el mapa de territorios indígenas, ecosistemas, áreas
protegida y áreas protegidas de Centroamérica, en donde se destacan los aportes de
los pueblos indígenas en la protección de la naturaleza y las amenazas que enfrentan
como consecuentica de la creciente expansión de las inversiones extractivas de gran
escala.
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Silvel Elías, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos
de Guatemala. Dirige el Programa de Estudios Rurales y Territoriales, PERT FAUSAC y acompaña iniciativas para el reconocimiento de los derechos colectivos de los
pueblos indígenas.
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