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Economía social
y cooperativismo
Graciela Mateo
Lisandro R. Rodríguez
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Economía social
y cooperativismo
Graciela Mateo
Lisandro R. Rodríguez
E
CV de los autores
Graciela Mateo: Profesora y Licenciada en
Historia por la Universidad Nacional de
La Plata y Magíster en Metodología de la
Investigación Científica por la Universidad
Nacional de Lanús. Profesora Adjunta Ordinaria del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes.
Investigadora del Centro de Estudios de la
Argentina Rural (CEAR). Ha publicado Cooperativas agrarias y peronismo. Acuerdos
y discrepancias. La Asociación de Cooperativas Argentinas, Buenos Aires, Editorial
CICCUS, 2012. Ha compilado cuatro libros
sobre la problemática agraria y es autora
de una decena de capítulos de libros y de
artículos publicados en revistas nacionales y extranjeras de reconocido nivel científico. Su actual línea de investigación es la
economía social y el cooperativismo agrario en vinculación con el desarrollo local.
Lisandro R. Rodríguez: Profesor en Historia
por la Universidad Nacional de Misiones.
Becario CONICET. Tema de estudio: Las
cooperativas yerbateras en el NEA (19352001), bajo la dirección de la Dra. Noemi
Girbal- Blacha. Lugar de Trabajo: Centro de
Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de
la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Profesor instructor del departamento de
Ciencias Sociales (UNQ). Ha participado en
diversos congresos, es autor de capítulos
de libros y artículos que fueron publicados
en revistas nacionales y extranjeras.
l globalizado mundo del siglo XXI
está atravesado por el individualismo, la lógica del lucro y la obtención del máximo beneficio al menor
costo posible. El neoliberalismo ha vestido de un único color a la sociedad, a sus
valores y hasta sus relaciones más triviales.
Sin embargo, desde el mismo sistema han
comenzado a cuestionarse los mecanismos en los que se fundamenta el capitalismo imperante y sus consecuencias sobre
el entramado social. De esta forma han
ido surgiendo experiencias alternativas
de organización socioeconómica y cultural para contrarrestar el efecto corsé del
pensamiento único. ¿Es posible eliminar
la brecha, cada vez más profunda, entre
los que todo poseen y los que nada tienen?
¿Cómo evitar que dentro de los países –ricos o pobres- sean sólo unos cuantos los
que acaparan riquezas sin límites amprados en injustas dinámicas económicas que
parecen inamovibles? Desde diferentes
ámbitos se reconoce que una transformación es necesaria, deseable y posible. Diversos aportes teóricos, desde la llamada
economía crítica, pasando por el paradigma del buen vivir hasta la economía social
y solidaria; y diversas prácticas, como las
redes de autoproducción e intercambio, el
comercio justo y el consumo responsable,
acreditan genuinas aspiraciones de cam-
bios que se expresan en otros tipos de relaciones económicas –utópicas, quizás-,
donde la colaboración y la solidaridad hacen posible ese otro mundo del que muchos hablan y pocos viven.
En este escenario cobra una renovada vigencia la economía social como otra forma de producir, distribuir y consumir.
Compartir conocimientos, técnicas y beneficios es el fundamento de las asociaciones que no buscan el lucro por el lucro
mismo sino el bien común. Se concibe a
la economía al servicio del hombre y de la
sociedad, armonizando la dimensión social e individual. La economía social pretende conectar los problemas económicos
con el entorno natural-ecológico, ampliando la visión ortodoxa -centrada en la
asignación de recursos- hacia cuestiones
relativas a la distribución, condiciones de
producción, desempleo, pobreza y calidad
de vida.
En Argentina este enfoque se ha ido configurando como una combinación entre la
perspectiva sectorial, que la concibe como
un subsector de la economía – diferente
del público y del capitalista -, y un proyecto de transformación que considera a sus
distintos actores como potenciales protagonistas de otro modelo de desarrollo.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Economía social
y cooperativismo
El cooperativismo, pieza
clave de la Economía Social
El cooperativismo es el que aparece como
uno de los componentes más significativos de esta economía social, llamada de
primera generación que incluye también
al mutualismo. Es la expresión de diversas
iniciativas asociativas que agrupan a personas con necesidades económicas y sociales comunes, la acción conjunta para
satisfacerlas se orienta al bien colectivo,
antes que a intereses individuales. Al mismo tiempo, es la expresión de corrientes
filosóficas, o cosmovisiones comunitaristas y asociacionistas que tienen su correlato en una doctrina, en un sistema cuyo
propósito consiste en transformar a través
del proceso económico a los actores involucrados en el mismo, en el componente
de una economía (la economía social y solidaria) y un enfoque político social.
Este cooperativismo se erige como un movimiento plural, de impacto transversal,
que hace pie en todos los sectores sociales. Tiene sus propios valores: autoayuda,
democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Y sus propios principios, que son
las pautas mediante las cuales las cooperativas ponen en práctica los valores. 1)
Adhesión voluntaria y abierta, 2) gestión democrática, 3) participación eco4
nómica de los asociados, 4) autonomía
e independencia, 5) educación, formación e información, 6) cooperación entre cooperativas y 7) preocupación por
la comunidad.
La Alianza Cooperativa Internacional
(ACI), define a las cooperativas como una
asociación autónoma de personas que se
unen voluntariamente para enfrentar necesidades y aspiraciones económicas, sociales, culturales comunes por medio de
una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada. La característica particular de esta forma de asociación
económica no reivindicativa es que se basa
en el esfuerzo propio y la ayuda mutua de
los asociados. Atienden a los intereses socio- económicos de sus miembros, pero
sólo en la medida en que esos intereses
coinciden o por lo menos no se oponen
a los intereses generales de la comunidad.
Las cooperativas adaptan su práctica a las
diversas franjas productivas y laborales
de las cuales se nutren. Es una organización democrática policlasista, que integra
en un solo ente la dimensión asociativa y
la dimensión empresaria, que deben interactuar a fin de integrar armónicamente el interés económico y el social. Puertas
adentro, priva el control de sus asociados
(un hombre-un voto en las entidades de
primer grado), pero hacia fuera se impone la competitividad que exige la economía global.
Estas entidades surgen en Europa, hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX,
como reacción popular de defensa frente
a las situaciones de injusticia y abuso derivadas de las condiciones generadas por
el capitalismo industrial. Sus precursores
sientan las ideas básicas que habrían de
desarrollarse en Europa Occidental, especialmente entre los trabajadores franceses
e ingleses. En el contexto de la evolución
del cooperativismo se destacan los Probos
Pioneros de Rochdale (Inglaterra), 28 tejedores que en 1844, se reúnen para analizar
las posibles soluciones de sus problemas
de sobrevivencia y optan por la fundación
de un almacén cooperativo, considerado la
primera cooperativa de consumo.
En América Latina, el origen del cooperativismo, como forma institucional se vincula
a la influencia de las corrientes migratorias
de las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Su influencia se manifiesta en el ámbito de las asociaciones de
consumo, financieras y agropecuarias y en
el mutualismo urbano, ligado al sindicalismo, que impulsa la formación de cooperativas urbanas de consumo y producción.
Se distinguen en este sentido, tres corrientes sucesivas de ingreso del cooperativismo: la corriente inicial que introducen los
inmigrantes europeos, principalmente italianos, franceses, ingleses y alemanes que
conforman las primeras cooperativas en
Argentina, Brasil, Chile y Perú. La corriente sindical y mutualista, que organizan las
primeras experiencias de asociación solidaria y; la corriente social de pensadores y
políticos latinoamericanos que promueve
organizaciones cooperativas para establecer condiciones de justicia social.
La experiencia cooperativa
en el agro argentino
Las cooperativas agrícolas son aquellas que
asocian a personas físicas o jurídicas, titulares de explotaciones agrícolas, forestales
o ganaderas cuyo objeto es la prestación
de servicios y la realización de operaciones
orientadas al mejoramiento económico y
técnico de las explotaciones de sus asociados. En nuestro país, este tipo de instituciones surgen a fines del siglo XIX, en un
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Las cooperativas conforman una experiencia
centenaria del agro argentino. En el siglo XXI,
su desarrollo es uno de los principales ejes del
Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial
Participativo y Federal 2010-2020 para el logro
de objetivos de competitividad y equidad social.
contexto de exclusión de los grupos subalternos rurales de las agendas estatales y de
los esquemas de poder vigentes.
El modelo cooperativo prevaleciente en
el agro argentino es el de corte rochdaleano, razón por la cual corrientes críticas le
imputan no perseguir un cambio profundo de la estructura económica y de poder. Resulta entonces, según opinión del
Dr. Dante Cracogna, uno de los referentes
argentinos en la materia, un cooperativismo, caracterizado por un avanzado refinamiento técnico y pragmático pero con un
desarrollo ideológico precario y débil: un
elemento de afirmación y consolidación
del statu quo, más que de reforma agraria.
Las causas del surgimiento del cooperativismo en la Argentina son variadas. Pero,
sin duda, entre ellas, la cuestión inmigratoria aparece como elemento gravitante. Las crecientes corrientes migratorias
que llegan al país indican que – más allá
de motivaciones exógenas como las crisis europeas, empresas colonizadoras, etc.
– prevalecen motivaciones de raigambre
interna, vinculadas con el principio alberdiano de gobernar es poblar y con el proyecto de la generación del ´80 que exige
una fuerza de trabajo capaz de concretar
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el modelo agroexportador que sindica a la
Argentina como granero del mundo.
Los inmigrantes europeos que se insertan en el medio agrario desde que la Ley
Avellaneda promueve su llegada, intentan
replicar algunas de las formas de organización y acción colectiva que habían conocido en sus lugares de origen y que en cierto
modo retroalimentan su identificación y
pertenencia regional. Se genera entonces
un encuentro fraternal entre inmigrantes
de distintas etnias: italianos y españoles
que se destacan en el mutualismo, alemanes del Volga y judíos promotores del cooperativismo. Doctrina inglesa, experiencia
alemana e ideología socialista constituyen
los tres pilares del movimiento cooperativo agrario argentino.
El cooperativismo agrario presta importantes servicios al asociado en materia de
abastecimiento, comercialización y transformación. Una prestación que se traduce
en una utilización más eficiente de la tierra y su mejoramiento, el mayor volumen
de negocios, el mejoramiento en la calidad
del producto, el uso eficiente del capital
(rebaja en el costo de producción y precios más remunerativos), aumento de la
demanda al ampliarse los mercados e in-
troducción de servicios que cada agricultor por si solo no podría tener.
Desde sus orígenes, el cooperativismo
agrario procura cumplir con un doble objetivo: el primero, de carácter social, está
destinado a la prestación de un servicio
basado en principios de solidaridad, libre
asociación y gestión democrática; el segundo, de carácter económico, está orientado a la defensa de los intereses y a la
mejora de los ingresos y situación económica de sus asociados.
Desde un criterio funcional, las cooperativas agrarias pueden cubrir diversas actividades, necesidades o servicios, tales
como el aprovisionamiento, la producción, comercialización, la transformación
o industrialización y el crédito, cumpliendo una o varias de esas fases. No obstante,
las primeras experiencias de cooperativas
registradas en el medio rural argentino
no son precisamente de comercialización
de la producción, sino para cubrir riesgos
climáticos o de consumo o aprovisionamiento. Así surge la decana de las cooperativas argentinas, “El Progreso Agrícola”
de Pigüé, en el sur de la provincia de Buenos Aires, fundada en 1898 por iniciativa
de un grupo de colonos franceses, prove-
nientes de la región de Aveyrón y cuyo estatuto social es redactado nada menos que
por el profesor Charles Gide, titular de la
cátedra de Economía Social en la Universidad de París. De todas las cooperativas
surgidas en esa época, indistintamente del
rubro, es la única que perdura hasta nuestros días.
Así como la historia reconoce a Entre Ríos
como cuna de la colonización, es también
en esta provincia donde en agosto de 1900
se funda la mutual “La Agrícola Israelita”
de Gobernador Basavilbaso, convirtiéndose en 1907 en la “Cooperativa Agrícola
Lucienville” Esta entidad adopta un sistema de actuación que sirve luego de modelo para la mayoría de las cooperativas
mixtas o multiactivas que pronto pueblan
toda la zona cerealera del país. Tres son los
objetivos de sus fundadores: 1) adquirir
conocimientos de índole agrícola, 2) formar una caja de ahorros y préstamos, y 3)
adquirir artículos para la cosecha a precios
ventajosos. Más allá de sus funciones económicas, esta entidad ejerce una verdadera influencia de orden socio-cultural, ya
que ni la educación agrícola ni la organización de bibliotecas le son ajenas.
Las cooperativas agrarias tienen que abar7
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Entre Ríos es una provincia
con nutrida tradición
cooperativa. La ley 26271
del 4/7/2007 declara cuna
del cooperativismo
agropecuario argentino
a la ciudad de Basavilbaso,
donde en 1900 se funda
La Agrícola Israelita.
car las dos funciones básicas del comercio local de aquella época en la campaña:
el negocio de ramos generales que significa ya un primer paso para sustituir al
comercio privado por el cooperativo, y
la provisión de crédito. En 1904 se funda
la entidad que sin dudas aparece como la
primera cooperativa agraria del país, tal
como hoy se las concibe. Es la “Liga Agrícola Ganadera” de Junín (provincia de
Buenos Aires), fundada por un grupo de
agricultores y ganaderos de distintas nacionalidades, para enfrentar los efectos de
una violenta huelga de acarreadores y estibadores de la zona.
En 1908 surge la primera cooperativa agrícola en Santa Fe, la “Mutua Agrícola” de
Moisesville. En 1913, nace también la primera cooperativa de transformación, la
bodega cooperativa de General Roca, Río
Negro. En el año 1915 se funda la primera
cooperativa fruti hortícola en la localidad
de Concordia, Entre Ríos, y en 1918 la primera dedicada a la transformación de productos lecheros, la “Sociedad Cooperativa
de Lechería” de Zavalla, Santa Fe. Esta entidad se compone con un escaso número
de socios que reúnen el capital necesario
para instalar su propia cremería, a efectos
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de valorizar, más allá de lo que pagaban los
industriales del ramo, la producción de sus
asociados.
En los años ´20 se institucionaliza el cooperativismo agrario al fundarse en Rosario la primera entidad de segundo grado
que prospera en el país, la “Asociación de
Cooperativas Rurales Zona Central” o
“Asociación de Cooperativas Argentinas”
(ACA) como se denomina desde 1927.
En este contexto propicio, en 1929, los fervientes propulsores del cooperativismo
entrerriano, el agrónomo Miguel Sajaroff
y el abogado Isaac Kaplan, fundan la “Fraternidad Agraria”, institución que agrupa a
todas las cooperativas establecidas en las
colonias judías.
Uno de los más calificados especialistas
argentinos sobre los principios y la práctica del cooperativismo, el doctor Emilio Bottini, considera que la cooperación
agraria presenta objetivos claramente definidos: 1) beneficiar a los agricultores que
explotan pequeñas fracciones de tierra,
para alcanzar mejores precios, mayor uniformidad y calidad en su producción; 2)
proveer de crédito al pequeño o mediano
productor; 3) prestar asesoramiento legal
e impositivo a sus asociados; 4) aprovisio-
nar al asociado de artículos de uso y consumo; 5) transformar las materias primas
de sus socios; 6) tomar a su cargo el transporte de productos de los cooperadores; y
7) estrechar la colaboración entre la producción y el consumo, limitando drásticamente la acción de los intermediarios.
Por su parte, Domingo Borea señala que
el desconocimiento del sistema cooperativo, los intereses de los grandes exportadores, consignatarios y comerciantes locales,
la falta de fomento oficial, la presencia
arraigada del latifundio y el aislamiento
del productor rural han constituido algunos de los principales obstáculos que retardaron la constitución de cooperativas
agrarias.
En términos jurídicos, el primer antecedente legal sobre cooperativas en la Argentina data de 1889 cuando se incluye
en el Código de Comercio un breve capítulo sobre cooperativas, procurando dar
respuesta a las primeras iniciativas asociadas al proceso de colonización. En 1926
se sanciona primero la Ley Nacional N º
11.380 de Fomento Cooperativo que autoriza al Banco de la Nación Argentina y
al Banco Hipotecario Nacional a conceder
préstamos especiales a sociedades coope9
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Cooperativa Arroceros
Villa Elisa
rativas y declara a las mismas exentas de
determinados impuestos nacionales para
facilitar la construcción de graneros y elevadores por parte de las cooperativas agrarias. A fines del mismo año se aprueba y
convierte en la Ley General de Cooperativas, Nº 11.388, el proyecto reformado
que dos años antes presentara el presidente Marcelo T. de Alvear, tomando como
base el del senador Juan B. Justo y que diera lugar a un meduloso informe del Senado con la intervención de Mario Bravo,
Leopoldo Melo y Pedro Llanos. Esta primera ley de Cooperativas -inspirada en los
principios rochdaleanos- que fija las normas fundamentales de organización, administración y control, aplicables a todo
tipo de cooperativas, constituye uno de
los más importantes factores para el desarrollo de un movimiento integrado por
auténticas cooperativas, que juegan un papel destacado en la comercialización de
productos primarios, bajan los costos de
intermediación, agrupan y dan auxilio a
los productores rurales. Esta ley está vigente hasta 1973 en que el gobierno del
General Agustín Lanusse, sobre la base
del entonces Instituto Nacional de Acción Cooperativa, dicta la Ley Nº 20.337
que rige actualmente las sociedades cooperativas. Desde sus 13 capítulos y 121
artículos se establece la naturaleza espe10
cífica de la cooperativa y su relación con
el resto de los cuerpos legales, abundando en precisiones de carácter reglamentario respecto a todas las etapas de la vida
institucional.
Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, el territorio de La Pampa, dan
margen en menos de veinte años al crecimiento de un extraordinario movimiento cooperativo que se extiende en los años
’30 a Corrientes y al territorio del Chaco
y Misiones. El resultado obtenido por estas organizaciones queda reflejado en el
hecho de que en 1945 el 44% de la yerba
mate llegada al mercado de consumo local
y el 75% del algodón cosechado es de procedencia cooperativa.
La gestión de Juan Domingo Perón constituye la época de mayor expansión numérica del cooperativismo agrario argentino,
quintuplicándose el número de entidades
y de productores asociados, evidenciándose la vinculación que existe entre Estado, política pública y cooperación. Si bien
en la etapa industrialista, las cooperativas
nunca están exentas del crédito oficial, es a
partir de 1952, cuando las entidades cooperativas se verán aun más beneficiadas,
dada la trascendencia que Juan Perón le
asigna al cooperativismo, con el cambio
de rumbo y la vuelta al campo. El Segundo Plan Quinquenal, que al decir del pro-
Fundada en 1974 en la
localidad entrerriana
homónima, desarrolla
estrategias innovadoras
destinadas a co-construir
horizontalidades y redes que
garanticen la participación y
su vinculación con distintos
actores locales. Fortalece su
presencia en el tradicional
mercado brasileño, al tiempo
que entabla relaciones
institucionales para lograr
una comercialización conjunta con otras empresas
del sector. Su participación
en misiones comerciales
a Brasil, Perú, Cuba, Chile,
Costa Rica, Puerto Rico,
Honduras, le aporta nuevas
visiones de las exigencias de
la industria agroalimentaria,
a las que responde con las
certificaciones de calidad,
como herramienta de
diferenciación.
La Cooperativa Arroceros
trabaja en pos del éxito empresario basado en valores
cooperativos, demostrando
que es posible ser eficientes
y competitivos sin resignar
aspectos como el crecimiento de su personal y el desarrollo y fortalecimiento de la
identidad de la comunidad a
la que pertenece.
pio Perón es esencialmente cooperativo,
se convertirá en un aliado incondicional
para que las cooperativas agrarias consoliden su protagonismo entre los variados
y heterogéneos actores del agro. Al auxilio financiero, se suma el equipamiento, la
asistencia técnica y la capacitación, ya que
el cooperativismo, de acuerdo con la propia doctrina, no se afirma solamente cuando se forman muchas cooperativas, sino
que más importante es la formación de
cooperativistas. Es fundamental entonces
la educación en general y particularmente la educación cooperativa. El peronismo
es conciente de la necesidad de formar recursos humanos que estén debidamente
capacitados para la conducción, la gestión
y la administración cooperativas. De ahí
que desde el II Plan Quinquenal se insista en que la cultura y la educación cooperativas deben enseñarse en las escuelas
primarias y secundarias y difundirse cursos de cooperación en las universidades.
Así es que en 1953 se crea en la flamante Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad Nacional de La Plata, el Instituto de Estudios Cooperativos, primera
institución sudamericana de nivel universitario especializada en estudios de esta
problemática.
Poco a poco, las sociedades cooperativas
se van extendiendo hacia diferentes acti11
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
vidades y cubriendo la vasta geografía del
país. Se constituye así un tejido de fuerte
anclaje local, que posibilita la articulación
flexible entre la descentralización de cada
unidad productiva y de servicios y la fortaleza de la escala federativa. En efecto, en
el transcurso de sesenta años, el cooperativismo agropecuario argentino pasa de la
fundación de su primera sociedad a fines
del siglo XIX, a la instancia confederada,
CONINAGRO, que a partir de 1956 reúne
a miles de asociados en organizaciones de
primero, segundo y tercer grado.
El incremento del cooperativismo agrario
en cuanto al número de empresas y socios
si bien es continuo no mantiene un ritmo
regular. Mario Lattuada sostiene que desde mediados de la década del ´50 el número de cooperativas agropecuarias tiende a
estacionarse en una meseta hasta fines de
los años ´70, en que se inicia una prolongada fase de declinación. Sus causas son,
entre otras: el proceso de agriculturización
(incorporación de un nuevo paquete tecnológico y la expansión de cultivos oleaginosos, como la soja y el girasol, y el trigo
de ciclo corto); la reforma financiera que
pone fin a los créditos subsidiados para el
agro, y la política cambiaria e impositiva.
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Sucesivos censos agropecuarios y relevamientos cooperativos confirman que
como desde sus orígenes, el movimiento
cooperativo agropecuario argentino sigue
integrado principalmente por pequeños y
medianos productores de explotaciones
caracterizadas por el trabajo familiar. Difundido en todas las regiones productivas
del país, puede decirse de él, sin embargo,
que es un fenómeno económico, social y
cultural predominantemente de la pampa
húmeda. Por otro lado, se evidencian islotes de organización cooperativa vinculada
a la especialización productiva de ciertas
regiones: en Cuyo y el Alto Valle del Río
Negro, se organizan cooperativas frutihortícolas; en Mendoza, con expresiones parciales en otras provincias cuyanas y en el
Noroeste, cooperativas vitivinícolas; yerbateras en Misiones y marginalmente en
Corrientes; algodoneras en Chaco y norte
de Santa Fe; tabacaleras en varias provincias del NOA y del NEA.
La evolución de la composición interna de las cooperativas tampoco revela un
cambio significativo. Las más numerosas
continúan siendo las agrícolas ganaderas, también llamadas mixtas, asentadas
en la región pampeana, aunque atento al
proceso de agriculturación mencionado,
el 50 % del total se dedican a la producción agrícola exclusivamente. Continúan
en importancia las tamberas, vitivinícolas y frutícolas, algodoneras y yerbaterastabacaleras. Esta proporción se mantiene
estable durante cuarenta años. Más allá
de estas continuidades en la evolución
de las agrocooperativas, las estadísticas evidencian que desde los años ´80 el
cooperativismo agropecuario argentino
experimenta un retroceso en numerosos
aspectos, tanto en relación con el número
de entidades y asociados, como en el grado de participación relativa en el total de
los agronegocios (acopio, transformación,
comercialización y faena). Entre las causas
de este fenómeno figura la crisis de sus socios, pequeños y medianos productores; la
debilidad económico-financiera de muchas cooperativas de base, pero también,
en muchos casos su propia inercia institucional; la pérdida de liderazgo, cohesión,
dinamismo y la falta de de una reconversión empresaria ante la nueva realidad
competitiva. Se genera entonces una tensión entre la preservación de los principios
cooperativos y la mutación hacia una escala macrocooperativa con fórmulas de ges-
tión empresarial que priorizan los criterios
de rentabilidad económica sobre la solidaridad. Las modificaciones se expresan entonces en la constitución de determinadas
relaciones organizacionales al interior de
las cooperativas, que se ven interpeladas
y condicionadas por el entorno cambiante
donde desarrollan sus actividades.
En los inicios del siglo XXI y en particular
después de la crisis de 2001, el modelo de
economía social fundacional se renueva y
da paso a la economía social de segunda
generación también llamada social y solidaria. Ella incluye variadas organizaciones
como fábricas recuperadas, ferias francas, clubes del trueque, redes de comercio
justo, huertas comunitarias, microcréditos, microemprendimientos que al igual
que las cooperativas trascienden la función económica. Pretenden contribuir a
la recomposición del tejido social, convirtiéndose en un espacio de intercambio de
producciones, pero también de encuentro
de propuestas culturales y de fomento de
la solidaridad, quizás el valor más importante del movimiento cooperativo.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
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Doctrina. Intercoop Editora Cooperativa Ltda. Edición revisada y actualizada, Buenos
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Aires.
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Voutto, Mirta (2013). “Cooperativismo”. En: Coraggio, José et al (organizadores), Diccionario de la otra economía. Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires.
El CEAR es un centro de investigaciones científicas (creado por la Universidad
Nacional de Quilmes mediante Res. CS
557/10) que también desarrolla actividades de posgrado y extensión, su Directora
es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICETUNQ). Tiene carácter multidisciplinar y está
orientado al estudio de la Argentina rural,
con enfoque regional. Depende administrativamente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Quilmes. Está integrado especial -pero no
exclusivamente- por científicos, docentesinvestigadores y becarios pertenecientes a
las Ciencias Sociales y las Humanidades.
Pretende ser un ámbito de trabajo académico plural que tienda a la integración de
la comunidad científica de la Universidad
Nacional de Quilmes como así también
de investigadores procedentes de otras
universidades o centros de alto nivel que
están interesados en el estudio del “mundo
rural”. Está reconocido como lugar de trabajo para investigadores y becarios por el
CONICET (Res.1164/10).
El CEAR se propone recoger la experiencia de un equipo de trabajo constituido
por investigadores formados y en formación, becarios y doctorandos, que desde
hace más de dos décadas y media están
dedicados al estudio de la Argentina rural
de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003,
a partir de dos programas prioritarios de
investigación y desarrollo financiados por
la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortalecido, convirtiéndose en los últimos años en
un referente de los estudios rurales en la
Argentina, América Latina, España y Francia. Sus actividades evaluadas periódicamente, han recibido subsidios externos del
CONICET, del MINCyT a través del FONCyT
y de la propia Universidad Nacional de
Quilmes. Mantiene vínculos académicos a
través de programas específicos con Brasil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI,
con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC),
con España (universidades de Alicante, Almería, Murcia y Santiago de Compostela),
con Francia (Observatorio Argentino en
París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto
ITEM). Anualmente organiza Jornadas de
Investigación y Debate –de carácter nacional e internacional- sobre temas agrarios
argentinos, latinoamericanos y europeos.
Mateo, Graciela
Economía social y cooperativas agrarias en la Argentina / Graciela Mateo y Lisandro Rodríguez
1ª ed. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2015.
12 p. ; 21x15 cm. - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini)
ISBN 978-987-558-327-6
1. Economía social. 2. Cooperativas. I. Rodríguez, Lisandro II. Título
CDD 334
14
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
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