Cónyuge demandada no actua en representación del otro cónyuge

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Corte Suprema, 30/05/2011, 8747-09
Tipo: Recurso de casación en el fondo
Resultado: Acoge
Doctrina:
1.- Corresponde acoger el recurso de casación en el fondo interpuesto en contra de la
sentencia de alzada que confirmó la resolución de primera instancia que rechazó la
demanda de nulidad de la dación en pago deducida por la actora, toda vez que los
sentenciadores del fondo al no haber otorgado a los mandatos legales erróneamente o
falsamente aplicados o interpretados, el alcance que legalmente correspondía, incurrieron
en un notorio error de derecho, pues producto de ello no consideraron que el bien objeto
de la enajenación en que intervino la parte demandada, perteneciente a la sociedad
conyugal habida con su cónyuge, no había salido legalmente del patrimonio social y que,
por consiguiente, no pudo pasar al dominio del adquirente y actor de autos, en tanto no
mediare el consentimiento del marido, respecto del cual esa operación no produjo efecto
alguno.
2.- El punto de derecho relevante a resolver es si la demandada compareció el 18 de
diciembre de 2.001 a la modificación de la escritura de la sociedad Inmobiliaria e
Inversiones Amabra Limitada, constituida por ella y un demandado el 18 de enero de
2.000, a título personal o en representación de su cónyuge y administrador de la sociedad
conyugal, en ejercicio del mandato general amplio concedido por éste el 24 de marzo de
1.988 y que a la fecha de celebración de la mentada escritura se encontraba vigente.
3.- En la comparecencia de la cónyuge demandada no se registra constancia alguna en el
sentido de "si ella comparece a título personal o en representación de su marido como
administrador de la sociedad conyugal, ni que se haya exhibido al contratante y al notario
poder alguno", lo que se dejó sentado en esos términos en la sentencia de primer grado,
reproducida en alzada. Esta circunstancia, empero, no fue obstáculo para que los jueces
del fondo tuvieran por establecido que dicha compareciente concurrió a la escritura en
representación de su cónyuge y en uso del mandato general amplio que se le había
conferido por éste en 1.998. Para arribar a tal deducción, tuvieron a la vista lo dispuesto
en el artículo 410 del Código Orgánico de Tribunales, acorde con el cual la sola exhibición
del poder de marras al notario sería suficiente para inferir que actuó en calidad de
mandataria de su marido y como administradora de la sociedad conyugal.
4.- El valor de prueba completa que el numeral 2° del artículo 384 del Código de
Procedimiento Civil otorga a la prueba de dos o más testigos contestes en el hecho y en
sus circunstancias esenciales, sin tacha, legalmente examinados y que den razón de sus
dichos, está condicionado en el acápite final del propio precepto a que "no haya sido
desvirtuado por otra prueba en contrario". Pero, precisamente, sucede que en el caso de
la especie tal prueba en contrario está representada por el instrumento público, que, en su
parte enunciativa, no da fe de la comparecencia de la demandada como mandataria de su
marido, lo que significa que obró a su propio nombre, no obligando por tanto los bienes
sociales respecto de demandados, por aplicación del artículo 2.151 del Código Civil.
5.- La disposición establecida en el artículo 410 del Código Orgánico de Tribunal no hace
obligatorio insertar en las escrituras públicas "documentos de ninguna especie, a menos
que alguno de los otorgantes lo requiera" (inc. 1°), sin perjuicio de que, si una ley hiciere
exigible la inserción de un determinado documento, "se entenderá cumplida esta
obligación con su exhibición al notario, quien dejará constancia de este hecho antes o
después de la firma de los otorgantes indicando la fecha y número del documento, si los
tuviere, y la autoridad que lo expidió; y el documento será agregado al final del protocolo"
(inc. 2°). El error del intérprete ha consistido, entonces, en asumir que la circunstancia de
no ser obligatoria la inserción del instrumento en que constaba el poder de la cónyuge
demandada ni su agregación al final de los protocolos del notario, bastarían para suplir la
voluntad expresa de la respectiva compareciente, no contenida en la escritura de la
dación en pago, en el sentido de haber intervenido en el acto en representación de su
cónyuge mandante. Esa inferencia es definitivamente incompatible con la teoría del
mandato.
6.- Entiende la recurrente que si el sentenciador hubiere aplicado correctamente los
artículos 399 y 402 del Código de Procedimiento Civil y 1.713 del Código Civil, no podría
haber desconocido el reconocimiento formulado por la demandada en la audiencia de
conciliación, donde junto con requerir la aprobación de la transacción extrajudicial
alcanzada entre ella y la demandante, adjuntó una expresa confesión prestada por la
misma demandada, en la que se lee que en el acto de enajenación del inmueble de calle
Miguel Claro N° 954, de la comuna de Providencia, por dación en pago un demandado,
actuó "por cuenta propia y a título personal, sin contar con autorización alguna de (su)
marido y sin actuar en ejercicio de mandato alguno del mismo". Igual declaración había
formulado en el acápite cuarto, sobre "concesiones recíprocas", de la citada escritura de
transacción. Por su parte, el tribunal tuvo por aprobada la "conciliación parcial" entre las
partes, sobre la base de ambos instrumentos. Pues bien, amén de constituir un
equivalente jurisdiccional, que marginó del juicio a la citada demandada, la confesión
contenida en el acto de conciliación parcial en comentario no ha podido ser desvirtuada
con el mérito de su sola aseveración, en la contestación de la demanda de autos, en el
sentido de no haber actuado a título personal en la dación en pago, como lo sostiene la
sentencia, con fundamento en que la confesante "ninguna explicación entrega para
justificar su cambio de opinión".
7.- En efecto, la apreciación efectuada por los jueces del fondo importa reconocer valor de
confesión en juicio a la declaración efectuada en la etapa de discusión por la propia
demandada, con total desconocimiento de sus fundamentos teóricos. Es así que los
cultores del Derecho Procesal sólo asignan eficacia probatoria a la confesión dotada de
"animus confitendi", es decir, del propósito o intención de reconocer un hecho adverso
para el confesante, principio que por lo demás encuentra expresa recepción en el artículo
1.713 del Código Civil, que sólo otorga plena fe a la respectiva prueba "contra" el
absolvente, cuyo no es el caso, en la medida que la señora Alvarado, en su contestación,
afirma un hecho que queda sujeto, en cuanto a su acreditación, a las reglas comunes del
"onus probandi". En razón de lo mismo, yerran los jueces del fondo cuando niegan valor a
la confesión prestada en el acto de conciliación parcial, a pretexto de haber sido prestada
en una causa penal distinta, lucubración que contradice el mérito de los autos, donde
consta que tal declaración se prestó en este juicio, y que a mayor abundamiento no
precisaba de justificación ninguna, en cuanto el simple aserto contenido en el libelo en
orden a haber intervenido en el correspondiente acto de enajenación en ejercicio de un
mandato, no fue constitutiva de una confesión, para cuya revocación fuera necesario
comprobar que se incurrió en un error de hecho que ameritara ser comprobado, como es
exigible tratándose de la retractación de una confesión que produjere efectos contra el
confesante.
8.- Es un hecho no discutido que la señora Alvarado disponía, a la fecha de la dación en
pago de un inmueble de la sociedad conyugal - 18 de diciembre de 2.001 - de mandato
amplio de administración otorgado por su cónyuge, el que se encontraba vigente.
También lo es que en la cláusula de comparecencia a dicha escritura "la mujer contratante
se limitó a expresar que su estado civil era el de casada". El dilema jurídico a dilucidar se
centra, entonces, en la calidad en la que concurrió la mandataria al acto de enajenación,
habida consideración que los preceptos relacionados con la administración ordinaria de la
sociedad conyugal concernidos, no derogan ni modifican los principios generales en que
descansa la teoría de la representación y, en particular, atendida la expresa remisión que
el inciso 2° del artículo 1.751 hace al artículo 2.151, en el evento de que la mujer
mandataria contrate a su propio nombre. La ausencia del marido al acto de disposición del
inmueble que interesa, ha podido ser suplida por la mujer mandataria compareciendo al
acto en su representación, pero para la eficacia de la dación en pago convenida es
necesaria, además, la comparecencia de ella por sí, toda vez que su autorización es
preceptiva y se satisface con su comparecencia expresa y directa, como lo señala el
inciso 7° del artículo 1.749, ya aludido. Dicho en otros términos, la enajenación
materializada a través de la escritura de 18 de diciembre de 2.001 precisaba, para
producir plenos efectos, de la concurrencia inequívoca de la mujer por sí y en
representación de su marido, siendo descartable de plano que la simple comparecencia
de aquélla al instrumento solemne constitutivo del título de disposición, pueda ser
entendida como realizada en ejecución de un mandato, por el solo hecho de existir uno
vigente, del cual nada se dijo en la escritura.
9.- La sanción aplicable al supuesto de actuación de la mujer mandataria a su propio
nombre, que es el de autos, conforme a lo previamente relacionado, no es otra que la
inoponibilidad de lo obrado por ésta respecto de la sociedad conyugal, por expresa
remisión del inciso 2° del artículo 1.751 al 2.151, ambos del Código Civil. De este modo,
establecido como se encuentra que la señora Alvarado no intervino en la enajenación del
bien social constituido por la finca de Miguel Claro N° 954 en calidad de mandataria de la
sociedad conyugal vigente a la sazón con su cónyuge, sino que lo hizo a su propio
nombre, es irredargüible concluir que la ve nta de que da cuenta la escritura pública de 18
de diciembre de 2.001 no ha podido producir efecto alguno respecto de la comunidad de
bienes habida entre marido y mujer, por falta de concurrencia al acto de este último.
10.- La inoponibilidad, conforme a la clásica definición de BASTIAN, es la ineficacia
respecto de demandados de un derecho nacido como consecuencia de la celebración o
de la nulidad de un acto jurídico. En consecuencia, el acto o convención por el cual la
cónyuge hizo dación en pago del inmueble referido en la reflexión anterior al demandado,
aunque válido por serlo la venta de cosa ajena, no produce ningún efecto respecto del
marido de la vendedora, quien no concurrió al acto ni existe constancia en autos de que lo
haya ratificado a posteriori. Lo mismo sucede en relación con la actora, quien comprobó
ser cesionaria de los derechos del señor Chida, como jefe de la sociedad conyugal y
dueño frente a demandados de los bienes raíces sociales, cuyo consentimiento no se
expresó en el acto de disposición del dominio, como debió hacerse con arreglo a las
reglas de la representación. Los sentenciadores, en consecuencia, no dieron correcta
aplicación al artículo 2.151, inciso 2°, en su relación con el artículo 1.448 , ambos del
Código Civil, desde que reconocieron a la interviniente en el contrato de dación en pago
tantas veces aludido una representación que ésta ostensiblemente no condujo y se
abstuvieron de aplicar la sanción de inoponibilidad que la primera de estas normas
consulta expresamente para tal evento.
11.- La defensa de la demandada discurre sobre la base de haber adquirido el dominio de
la propiedad objeto del litigio por medios lícitos, en el entendido que la cónyuge demanda
intervino en el contrato de dación en pago de la misma con mandato suficiente de su
marido y representante de la sociedad conyugal, hipótesis que quedó en definitiva
desvirtuada mediante la prueba producida en autos. En definitiva, entonces, no puede
ponerse en duda que la poseedora vencida estaba convencida de haber recibido la cosa
de quien tenía la facultad de enajenarla, incluso en el supuesto de colegirse que la venta
fue practicada por quien no era el dueño, en la medida que el artículo 1.815 de la
recopilación civil valida la venta de cosa ajena, título que no pierde la condición de válido
ni aun respecto del verdadero dueño, a quien la operación no le empece, pero sin que tal
circunstancia incida en la esencia del acto o contrato respectivo, que no pierde validez.
(Sentencia de reemplazo)
12.- No es por ende aplicable al caso el inciso final del artículo 707 citado, según el cual
en error en materia de derecho constituye presunción de mala fe que no admite prueba en
contrario, en razón de que esta regla no tiene alcance general, sino que sólo es aplicable
en el ámbito de la posesión, toda vez que el error sobre un punto de derecho no vicia por
principio el consentimiento, como lo enfatiza el artículo 1.452 del Código Civil. De allí que
sea más armónico con su contexto concluir que, siendo el título de compraventa que
antecede a la tradición válido y además justo, por no encontrarse incurso en ninguna de
las situaciones que explicita el artículo 704 del referido cuerpo sustantivo, a lo que se
agrega la convicción manifestada por las partes en orden a la aptitud de la vendedora
para transferir el dominio del bien materia de la enajenación, es de rigor deducir que el
poseedor vencido se encontraba de buena fe al momento de la percepción de los frutos.
(Sentencia de reemplazo)
13.- Parece más ajustado a las reglas de la sana crítica considerar que el valor del
inmueble se ha debido situar en una cifra que excede en algo más del duplo al monto del
avalúo fiscal, apreciándolo en ciento veinte millones de pesos, con lo cual la renta líquida
de arrendamiento, determinada prudencialmente en un porcentaje del 7% del valor
comercial así establecido, por parecer el 9% imputado por el perito un tanto excesivo,
debería fijarse en la suma de $700.000 mensuales, próxima a la propuesta de uno de los
testigos y que se valora como la prestación mutua que, a título de frutos civiles, deberá
ser solucionada por la demandada, desde la data indicada en la ponderación precedente.
(Sentencia de reemplazo)
14.- El artículo 410 del Código Orgánico de Tribunales es claro al estatuir que no es
necesario insertar en las escrituras públicas documentos de ninguna especie, de manera
tal que la simple exhibición del mandato al notario autorizante y a las partes del contrato
debe entenderse suficiente para acreditar el requisito de la contemplatio domine que
extraña la recurrente, por reflejar una intencionalidad de los contratantes que es idónea
para interpretarla como expresiva de la concurrencia al acto de la demandada a nombre
de su cónyuge, en desempeño de su mandato, indiscutiblemente vigente a la sazón. (Del
voto en disidencia de las Ministras Señoras Herreros y Egmen)
15.- Parece claro que la mujer casada de que se trata conducía poder suficiente para
disponer del dominio del bien raíz objeto de la enajenación, por haber actuado dentro de
los límites de su mandato y cumplirse adicionalmente los requisitos que para la venta de
bienes de esa clase, pertenecientes al haber común de la sociedad conyugal, exigen los
artículos 1.749, inciso 3º y 1.751 del Código Civil, toda vez que la mujer concurrió al acto
en representación de su marido, además de expresar su intención personal de enajenar, a
través de su comparecencia personal. (Del voto en disidencia de las Ministras Señoras
Herreros y Egmen)
16.- La demandada adujo en su contestación que había asistido a la escritura de dación
en pago en representación de su cónyuge, declaración espontánea que no pudo
posteriormente revocar pura y simplemente, en su propio beneficio, mediante el acto de
conciliación parcial a que hace mención, pero sin haber demostrado que fue víctima de un
error de hecho debidamente comprobado, como lo exigen los artículos 1713 del Código
Civil y 399 y 402 del código procesal civil. Esta postura va contra sus propios actos, lo que
impide desde luego que la retractación de la confesante sea tenida en cuenta, pues le
procura una ventaja procesal, valorizada por ella misma como tal, al permitirle su
exclusión del juicio, como objetivo deseable y de mayor entidad para ella que su
permanencia en el proceso como parte. Si esta evaluación de intereses condujo a la
suscripción de la conciliación que excluyó a la demandada del procedimiento, es porque
su apreciación como ventajosa implicaba para ella que su confesión inicial la perjudicaba,
situación en la que no procedía su retractación sino con los requisitos exigibles en las
disposiciones procesales aludidas, de todo lo cual se infiere que ninguno de estos
preceptos ha sido incorrectamente aplicados en el caso de la especie. (Del voto en
disidencia de las Ministras Señoras Herreros y Egmen)
Santiago, 30 de mayo de 2011.
VISTOS:
En estos autos Rol N° 381-2003, seguidos ante el Vigésimo Octavo Juzgado Civil de
Santiago sobre juicio ordinario de nulidad, caratulados "Aomori Prefecture Public Housing
Supply Corporation con J.M. Alvarado Muñoz, Anita", por sentencia escrita a fojas 505, de
treinta de septiembre de dos mil cuatro, se rechazó la demanda de fojas 1, en todas sus
partes.
La demandante interpuso recurso de apelación en contra de dicho fallo y una Sala de la
Corte de Apelaciones de esta ciudad, por resolución de tres de julio de dos mil nueve, que
se lee a fojas 1780, lo confirmó.
En contra de esta última sentencia, el actor interpone recurso de casación en el fondo.
Se trajeron los autos en relación.
Y TENIENDO EN CONSIDERACIÓN:
PRIMERO: Que el recurrente sostiene en el primer capítulo de su libelo de nulidad
sustancial que se han infringido los artículos 1448 , 1751 , 2151 , 1749 y 1757 del Código
Civil. Explica que se transgrede el artículo el artículo 1700 del citado cuerpo legal al
ignorar la sentencia impugnada el texto literal del contrato que permite dar por establecido
que la Sra. Alvarado compareció por sí, personalmente, en el acto que consta en dicha
escritura y no a nombre ni en representación de su marido o de la sociedad conyugal en
uso del mandato que se le había conferido. Agrega que cuando el artículo referido señala
que el instrumento público hace plena fe en cuanto al hecho de haberse otorgado, se ha
dicho que esto comprende "todo aquello que ha podido comprobar el funcionario que
autorice de lo cual da fe por haberlo percibido".
Expone que basta una lectura del contrato para notar que en ninguna parte dice que la
Sra.Alvarado compareció por su marido, lo que significa que el notario jamás se enteró de
eso, es más en todas partes el contrato dice que ella compareció por sí, lo que demuestra
que eso es lo que percibió el notario y lo que realmente ocurrió, ese es el hecho del cual
da fe el instrumento público de acuerdo al articulo 1700 del Código Civil.
Indica que la única forma posible que la Sra. Alvarado pudo haber actuado en
representación de su marido, es que en la escritura del contrato constan el mandato
mediante una cláusula de personería, lo que no ocurrió.
Seguidamente afirma que se vulnera el artículo 1709 inciso 2° del código citado, norma
que prohíbe que mediante la prueba de testigos altere o adicione de modo alguno lo
expresado en un acto o contrato. Hace presente que aceptar la declaración de testigos
respecto de que al otorgarse la escritura fue exhibido un poder, equivale a adicionar o
alterar lo expresado en el acto o contrato, puesto que de éste en ninguna parte consta
que la Sra. Alvarado haya actuado en representación de su marido. Así, se infringe la
norma citada. Agrega que las consecuencias de confirmar el fallo impugnado son
extensas.
Si basta el testimonio de un Notario y testigos para modificar escrituras públicas, también
se modificarían las correspondientes inscripciones de los diversos registros
conservatorios de bienes
raíces, destruyendo el sistema de posesión inscrita de los inmuebles y el del registro de
comercio, lo que atenta contra la seguridad del tráfico jurídico.
Luego, asevera que se han conculcado los artículos 1713 del Código Civil, 399 y 402 del
Código de Procedimiento Civil, toda vez que la Sra.Alvarado en la audiencia de
conciliación reconoció el haber suscrito el contrato que transfirió el inmueble actuando a
su propio nombre y no en representación de su marido, según consta a fojas 252; sin
embargo, el fallo recurrido desestima estas declaraciones y únicamente considera como
confesión judicial la declaración hecha previamente por la Sra. Alvarado al contestar la
demanda , que no fue sino una alegación en su favor.
Indica que lo anterior, no obstante que es un principio reconocido por nuestro sistema
probatorio que la confesión judicial sólo produce efecto contra el absolvente, no en su
favor, como erradamente da a entender la sentencia recurrida.
Explica que en este caso no fue confesión judicial la prestada por la Sra. Alvarado al
contestar la demanda, pues lo fue en su defensa y beneficio, mientras que sí fue
confesión válida la de fojas 250 puesto que ha producido efecto contra ella, al reconocer
la posición de la parte demandante en orden a que ella actuó por sí y sin uso de mandato.
Finalmente sostiene que se han infringido los artículos 1448, 1751, 2151, 1749 y 1757 del
Código Civil desde que según dichas normas cuando la mujer casada en régimen de
sociedad conyugal, celebra un acto como el contrato de su propio nombre, y no en
representación de su marido, dicho acto es nulo absolutamente o relativamente o
inoponible al marido. Añade que la infracción consiste en que esos preceptos fueron
dejados sin aplicación bajo el pretexto de que la Sra. Alvarado había actuado en el
contrato como mandatario de su marido, pese a estar demostrado en autos que actúa
exclusivamente a título personal y no a nombre de su cónyuge, esto es, sin operar la
representación.
Asevera que de haber aplicado el artículo 1448 del código aludido, se debió haber
concluido que no había representación. A su vez, si se hubiesen aplicado los artículos
1751 y 2151 del mismo cuerpo legal, se debió haber concluido que la Sra.Alvarado no
obligaba los bienes sociales, entre los que se incluye el inmueble que dio en pago en el
contrato.
Termina señalando que al haber aplicado los artículos 1749 y 1757 del citado conjunto
normativo, el fallo debió haber declarado nulo absolutamente, relativamente o inoponible a
la sociedad conyugal la dación en pago del inmueble.
SEGUNDO: Que previo al examen de los motivos de nulidad propuestos, es del caso
reseñar los presupuestos fácticos que los jueces del fondo han tenido por establecidos:
1. El 31 de julio de 1997 doña Anita Alvarado Muñoz contrajo matrimonio con don Yuji
Chida en China; 2. El régimen patrimonial que rige dicho matrimonio es la sociedad
conyugal el que, hasta la fecha, se encuentra vigente; 3. Con fecha 24 de marzo de 1.998
el señor Chida otorgó a doña Anita Alvarado poder general amplio con facultades de
administración y disposición de bienes, el que fue revocado con fecha 19 de agosto de
2.002; 4. El 18 de enero de 2.000 doña Anita Alvarado y don J.M. constituyeron la
sociedad "Inmobiliaria e Inversiones Amabra Limitada", con un capital inicial de $
1.000.000.- teniendo la primera un 65% de participación de los derechos sociales y el
segundo, un 35%; 5. El 15 de mayo de 2.001 doña Anita Alvarado compró el inmueble de
calle Miguel Claro N° 954, comuna de Providencia, en la suma de $ 105.000.000.- (ciento
cinco millones de pesos), el que ingresó al haber social; 6. El 18 de diciembre de 2001 se
modificó la sociedad antes referida, mediante la venta de don J.M. a doña Anita Alvarado
del 31,5% de su participación de los derechos sociales, en la suma de $ 105.000.000.- , la
que fue pagada en el mismo acto, mediante la dación en pago del inmueble de calle
Miguel Claro N° 954, Providencia. Dicha escritura señala que la compareciente doña Anita
Alvarado es casada, pero nada indica acerca de si ella compareció a título personal o en
representación de su marido como administrador de la sociedad conyugal, ni que se haya
exhibido al contratante y el Notario poder alguno; 7. El 28 de junio de 2.002 se suscribió
un contrato de transacción extrajudicial entre Yuji Chida y la demandante, en que el señor
Chida vende y transfiere a la segunda las acciones y derechos como dueño de los bienes
raíces y como administrador de la sociedad conyugal entre éste y la señora Alvarado,
para ejercer las acciones de nulidad absoluta, nulidad relativa, inoponibilidad y
reivindicatoria; 8. El 30 de diciembre de 2.002 el inmueble de calle Miguel Claro N° 954 es
aportado por don J.M. a la Constructora J.M. Limitada; 9. El 26 de marzo de 2.003 se
modificó la sociedad Amabra, mediante la venta de don J.M. a don Juan Carlos Bastías
Mella de 3,5% de su participación de los derechos sociales, en la suma de un millón de
pesos, retirándose el primero de la sociedad; 10. El 16 de octubre de 2.003 se suscribió
un contrato de transacción extrajudicial entre la demandada Anita Alvarado y la
demandante, y 11. Doña Anita Alvarado Muñoz, al momento de suscribir la escritura
pública de modificación de sociedad referida (el 18 de diciembre de 2001), exhibió al
Notario y al contratante J.M. el poder con que actuaba; copia de éste fue guardado en la
Notaría y la certificación de vigencia del poder fue exhibida y presentada antes de la
entrega de las copias autorizadas de la escritura.
TERCERO: Que el primer capítulo de casación se relaciona con el sentido y alcance del
instituto de la representación, en su conexión con el mandato; las reglas sobre
administración de la sociedad conyugal y la prueba de las obligaciones, temas todo
concernidos en las normas del Código Civil que la recurrente tiene por infringidas.
De la representación y el mandato.
CUARTO: Que don Andrés Bello, separándose en esta parte del Código Civil francés y
adelantándose a todas las legislaciones de su tiempo, reguló la representación en forma
independiente del mandato. Es así como el artículo 2.151 dispone que "El mandatario
puede, en el ejercicio de su cargo, contratar a su propio nombre o al del mandante; si
contrata a su propio nombre, no obliga respecto a demandados al mandante".
Ello significa que el mandatario que contrata a su propio nombre no actúa en
representación del mandante. Por ser éste una persona extraña a los actos y contratos
celebrados por el mandatario, "no puede dirigirse contra los demandados que han
contratado con el mandatario, para hacer efectiva la responsabilidad de éstos en razón de
los contratos celebrados, ni para exigir su cumplimiento ni para pedir su resolución, ni
menos para obtener la indemnización de los perjuicios que el incumplimiento total o
parcial o el retardo en el cumplimiento, pueda haberle irrogado, pues el mandante no es
parte en esos contratos" (Stitchkin B., David: "El Mandato Civil", EJCH., 1.950, p. 500).
A la inversa, si el mandatario contrata a nombre del mandante, lo representa y no se
obliga personalmente a favor de los demandados: sólo obliga al mandante, de
conformidad con los artículos 2.151 y 1.448, ambos del Código Civil.
QUINTO:Que el punto de derecho relevante a resolver es si doña Anita Alvarado Muñoz
compareció el 18 de diciembre de 2.001 a la modificación de la escritura de la sociedad
Inmobiliaria e Inversiones Amabra Limitada, constituida por ella y don J.M. el 18 de enero
de 2.000, a título personal o en representación de su cónyuge y administrador de la
sociedad conyugal don Yuji Chida, en ejercicio del mandato general amplio concedido por
éste el 24 de marzo de 1.988 y que a la fecha de celebración de la mentada escritura se
encontraba vigente.
SEXTO: Que, según se indica en la motivación segunda, en la comparecencia de doña
Anita Alvarado no se registra constancia alguna en el sentido de "si ella comparece a
título personal o en representación de su marido como administrador de la sociedad
conyugal, ni que se haya exhibido al contratante y al notario poder alguno", lo que se dejó
sentado en esos términos en el considerando 27° de la sentencia de primer grado,
reproducida en alzada.
Esta circunstancia, empero, no fue obstáculo para que los jueces del fondo tuvieran por
establecido que dicha compareciente concurrió a la escritura en representación de su
cónyuge y en uso del mandato general amplio que se le había conferido por éste en
1.998.Para arribar a tal deducción, tuvieron a la vista lo dispuesto en el artículo 410 del
Código Orgánico de Tribunales, acorde con el cual la sola exhibición del poder de marras
al notario sería suficiente para inferir que actuó en calidad de mandataria de su marido y
como administradora de la sociedad conyugal (considerando 28° reproducido en alzada).
Adicionalmente, se otorgó valor de plena prueba a la testifical rendida en autos en orden a
que copia del poder con que actuó la señora Alvarado fue guardada en la notaría, con
certificación de vigencia que fue exigida y presentada antes de la entrega de copias
autorizadas de la escritura (considerando 29° reproducido en alzada) y asignó igualmente
eficacia probatoria a la confesión judicial de esta misma demandada tanto en la
contestación de la demanda como ante la justicia del crimen, así como al allanamiento
contenido en escritura pública suscrita por ella misma en octubre de 2.003, a los que
reconoce como confesiones irrevocables.
De la prueba de las obligaciones.
SÉPTIMO:Que el artículo 1700 del código sustantivo prescribe que los instrumentos
públicos hacen plena fe "en cuanto al hecho de haberse otorgado y su fecha, pero no en
cuanto a la verdad de las declaraciones que en él hayan hecho los interesados", punto en
el que no hacen fe "sino contra los declarantes ".
En la especie, es lo cierto que la escritura pública de 18 de diciembre de 2.001 no
contiene ninguna declaración de la señora Alvarado respecto de su concurrencia al acto
en representación de su cónyuge, de manera que la prueba de testigos rendida por su
contraparte a fin de comprobar la exhibición al notario autorizante y al otro contratante del
poder con que presuntamente actuaba o del hecho de haber sido éste "guardado en la
Notaría" (considerandos 29°, reproducido en alzada y 12° de la resolución confirmatoria),
debe entenderse dirigida a adicionar el contenido del contrato o lo que se habría dicho
antes, después o al tiempo de su otorgamiento, extremos todos respecto de los cuales "no
será admisible la prueba de testigos". Así lo especifica el acápite inicial del inciso 2° del
artículo 1.709 del Código Civil, que el recurso estima inaplicado, en la medida que el
sentenciador, amparado -entre otros antecedentes - en la declaración de los testigos de la
demandada, otorgó valor de plena prueba a la escritura pública objeto de impugnación.
OCTAVO:Que el valor de prueba completa que el numeral 2° del artículo 384 del Código
de Procedimiento Civil otorga a la prueba de dos o más testigos contestes en el hecho y
en sus circunstancias esenciales, sin tacha, legalmente examinados y que den razón de
sus dichos, está condicionado en el acápite final del propio precepto a que "no haya sido
desvirtuado por otra prueba en contrario".
Pero sucede que en el caso de la especie tal prueba en contrario está representada por el
instrumento público, que, en su parte enunciativa, no da fe de la comparecencia de la
señora Alvarado como mandataria de su marido, lo que significa que obró a su propio
nombre, no obligando por tanto los bienes sociales respecto de demandados, por
aplicación del artículo 2.151 del Código Civil.
NOVENO: Que con todo, debe recordarse que la reflexión 12ª de la resolución objetada
sustenta su conclusión en haber sido exhibida al notario autorizante de la escritura
cuestionada, los documentos que autorizaban a la señora Alvarado para comparecer en
representación de su marido, versión que avala el notario autorizante, al comparecer
como testigo de la demandada, a fojas 324, y los demás testigos de esa misma parte,
según referencia que hace el sentenciador en la reflexión 29ª del fallo original, confirmado
íntegramente en alzada, a la que se atribuye valor de prueba completa, citándose en
apoyo de esta conclusión el artículo 410 del Código Orgánico de Tribunales ( cavilación
28ª de la decisión de primer grado, confirmada).
Empero, la simple lectura del mencionado precepto, basta para privarlo de toda incidencia
determinante en la conclusión adoptada en este punto. En efecto, la disposición de que se
trata no hace obligatorio insertar en las escrituras públicas "documentos de ninguna
especie, a menos que alguno de los otorgantes lo requiera" (inc.1°), sin perjuicio de que,
si una ley hiciere exigible la inserción de un determinado documento, "se entenderá
cumplida esta obligación con su exhibición al notario, quien dejará constancia de este
hecho antes o después de la firma de los otorgantes indicando la fecha y número del
documento, si los tuviere, y la autoridad que lo expidió; y el documento será agregado al
final del protocolo" (inc. 2°). El error del intérprete ha consistido en asumir que la
circunstancia de no ser obligatoria la inserción del instrumento en que constaba el poder
de la señora Alvarado ni su agregación al final de los protocolos del notario, bastarían
para suplir la voluntad expresa de la respectiva compareciente, no contenida en la
escritura de la dación en pago, en el sentido de haber intervenido en el acto en
representación de su cónyuge mandante.
Esa inferencia es definitivamente incompatible con la teoría del mandato, descrita en sus
líneas fundamentales en las motivaciones anteriores.
Del valor de la prueba confesional en juicio.
DECIMO: Que los artículos 1.713 del Código Civil y 399 y 402 del Código de
Procedimiento Civil, regulan el valor de la prueba confesional en juicio.
El primero de ellos asigna valor de plena prueba, contra el confesante, a la confesión que
alguno hiciere en juicio por sí o por medio de apoderado especial o representante legal,
relativa a un hecho personal de la misma parte, aunque no haya un principio de prueba
por escrito, salvo en los casos comprendidos en el artículo 1.701, inciso 1° del mismo
cuerpo legal y en los demás que las leyes exceptúen. Agrega el inciso 2° del mismo
precepto que el confesante no podrá revocarla "a no probarse que ha sido el resultado de
un error de hecho".
A su vez, el artículo 399 del ordenamiento procesal civil ordena a los tribunales apreciar la
fuerza probatoria de la confesión judicial en conformidad a la disposición
precedentemente relacionada (inciso 1°), en tanto que el artículo 402 de la misma
recopilación añade que "no se recibirá prueba alguna contra los hechos personales
claramente confesados por los litigantes en el juicio" (inciso 1°), salvo si el tribunal lo
estima necesario y ha expirado el probatorio de la causa, "cuando el confesante alegue,
para revocar su confesión, que ha padecido error de hecho y ofrezca justificar esta
circunstancia" (inciso 2°).
Entiende la recurrente que si el sentenciador hubiere aplicado correctamente estas
disposiciones, no podría haber desconocido el reconocimiento formulado por la
demandada señora Alvarado en la audiencia de conciliación de fojas 258, donde junto con
requerir la aprobación de la transacción extrajudicial alcanzada entre ella y la
demandante, a fojas 253, adjuntó una expresa confesión prestada por la misma
demandada, a fojas 258, en la que se lee que en el acto de enajenación del inmueble de
calle Miguel Claro N° 954, de la comuna de Providencia, por dación en pago a don J.M.,
actuó "por cuenta propia y a título personal, sin contar con autorización alguna de (su)
marido don Yuji Chida y sin actuar en ejercicio de mandato alguno del señor Chida". Igual
declaración había formulado en el acápite cuarto, sobre "concesiones recíprocas", de la
citada escritura de transacción.Por su parte, el tribunal tuvo por aprobada la "conciliación
parcial" entre las partes, sobre la base de ambos instrumentos.
Pues bien, amén de constituir un equivalente jurisdiccional, que marginó del juicio a la
citada demandada, la confesión contenida en el acto de conciliación parcial en comentario
no ha podido ser desvirtuada con el mérito de su sola aseveración, en la contestación de
la demanda de fojas 188, en el sentido de no haber actuado a título personal en la dación
en pago, como lo sostiene la sentencia en su considerando 11°, con fundamento en qu e
la confesante "ninguna explicación entrega para justificar su cambio de opinión".
En efecto, esta apreciación importa reconocer valor de confesión en juicio a la declaración
efectuada en la etapa de discusión por la propia demandada, con total desconocimiento
de sus fundamentos teóricos.
Es así que los cultores del Derecho Procesal sólo asignan eficacia probatoria a la
confesión dotada de "animus confitendi", es decir, del propósito o intención de reconocer
un hecho adverso para el confesante, principio que por lo demás encuentra expresa
recepción en el artículo 1.713 del Código Civil, que sólo otorga plena fe a la respectiva
prueba "contra" el absolvente, cuyo no es el caso, en la medida que la señora Alvarado,
en su contestación, afirma un hecho que queda sujeto, en cuanto a su acreditación, a las
reglas comunes del "onus probandi".
En razón de lo mismo, yerran los jueces del fondo cuando niegan valor a la confesión
prestada en el acto de conciliación parcial, a pretexto de haber sido prestada en una
causa penal distinta, lucubración que contradice el mérito de los autos, donde consta que
tal declaración se prestó en este juicio, y que a mayor abundamiento no precisaba de
justificación ninguna, en cuanto el simple aserto contenido en el libelo en orden a haber
intervenido en el correspondiente acto de enajenación en ejercicio de un mandato, no fue
constitutiva deuna confesión, para cuya revocación fuera necesario comprobar que se
incurrió en un error de hecho que ameritara ser comprobado, como es exigible tratándose
de la retractación de una confesión que produjere efectos contra el confesante.
Todo lo anterior es demostrativo de que la conclusión alcanzada por el sentenciador dio
una falsa aplicación de los preceptos procesales indicados en este apartado "artículos 399
y 402 del ordenamiento procesal civil" así como de la norma sustantiva del artículo 1.713
de la recopilación civil, porque todos esos preceptos giran en torno de la plenitud de la
prueba de confesión prestada en juicio, siempre que ésta obre en perjuicio del confesante,
limitando además la eficacia de su retractación al supuesto de error de hecho
debidamente comprobado, pero sólo en el caso de revocarse el reconocimiento que le
fuere lesivo, cuyo no es el caso, como ha quedado debidamente demostrado. Incurrió con
ello en infracción de ley, cuyo alcance se analizará más adelante.
De la administración ordinaria de la sociedad conyugal.
UNDÉCIMO: Que los artículos 1.749, 1.751 y 1.757 del Código Civil, que regulan la
administración ordinaria de la sociedad conyugal, habrían sido dejados sin aplicación por
la sentencia "nos dice el recurso" por encontrarse acreditado que la señora Alvarado
actuó en la enajenación de un bien social exclusivamente a título personal y no a nombre
de su cónyuge, por lo que no pudo obligar los bienes sociales, entre los cuales el que es
objeto de esta controversia.
Recordemos sobre el particular que el marido es el jefe de la sociedad conyugal y como
tal administra los bienes sociales y los de su mujer, sin perjuicio de las obligaciones y
limitaciones que le impone el Titulo XXII del código respectivo y las capitulaciones
matrimoniales (art.1.749). Lo anterior no es óbice para que la mujer pueda intervenir en la
administración de los bienes sociales con mandato general o especial de su marido e
incluso, en el desempeño de este encargo, obrar a su propio nombre.
A ello apunta el artículo 1.751 del código mencionado, que en lo pertinente, manifiesta:
Artículo 1.751: "Toda deuda contraída por la mujer con mandato general o especial del
marido, es, respecto de demandados, deuda del marido y por consiguiente de la
sociedad; y el acreedor no podrá perseguir el pago de esta deuda sobre los bienes
propios de la mujer, sino sólo sobre los bienes de la sociedad y sobre los bienes propios
del marido; sin perjuicio de lo prevenido en el inciso 2° del artículo precedente.
"Si la mujer mandataria contrata a su propio nombre, regirá lo dispuesto en el artículo
2151". Por su parte, el artículo 1.757 dispone que "los actos ejecutados sin cumplir con
los requisitos prescritos en los artículos 1740 , 1754 y 1.755 adolecerán de nulidad
relativa" (inc. 1°), que podrán hacer valer "la mujer, sus herederos o cesionarios" (inc. 2°).
Es un hecho no discutido que la señora Alvarado disponía, a la fecha de la dación en
pago de un inmueble de la sociedad conyugal - 18 de diciembre de 2.001 - de mandato
amplio de administración otorgado por su cónyuge, el que se encontraba vigente.También
lo es que en la cláusula de comparecencia a dicha escritura "la mujer contratante se limitó
a expresar que su estado civil era el de casada" (considerando 10° del fallo en casación).
El dilema jurídico a dilucidar se centra, entonces, en la calidad en la que concurrió la
mandataria al acto de enajenación, habida consideración que los preceptos relacionados
con la administración ordinaria de la sociedad conyugal concernidos, no derogan ni
modifican los principios generales en que descansa la teoría de la representación y, en
particular, atendida la expresa remisión que el inciso 2° del artículo 1.751 hace al artículo
2.151, en el evento de que la mujer mandataria contrate a su propio nombre.
De lo expuesto cabe pues deducir que si la mujer ha actuado en ejercicio de su mandato,
obligará los bienes sociales como si el acto hubiere sido ejecutado por el marido y no
obligará sus bienes propios. A la inversa, contratando a su propio nombre, no obligará
respecto de demandados al mandante, por aplicación de la regla sobre administración del
mandato, contenida en el referido artículo 2.151.
DUODÉCIMO: Que para enajenar o gravar voluntariamente los bienes raíces sociales, el
marido requiere, como administrador ordinario de la sociedad conyugal, de la autorización
de su mujer (inc. 3° del artículo 1.749), la que "deberá ser específica y otorgada por
escrito, o por escritura pública si el acto exigiere esta solemnidad, o interviniendo expresa
y directamente de cualquier modo en el mismo", según complementa el inciso 7° de la
norma citada.
La ausencia del marido al acto de disposición del inmueble que interesa, ha podido ser
suplida por la mujer mandataria compareciendo al acto en su representación, pero para la
eficacia de la dación en pago convenida es necesaria, además, la comparecencia de ella
por sí, toda vez que su autorización es preceptiva y se satisface con su comparecencia
expresa y directa, como lo señala el inciso 7° del artículo 1.749, ya aludido.Dicho en otros
términos, la enajenación materializada a través de la escritura de 18 de diciembre de
2.001 precisaba, para producir plenos efectos, de la concurrencia inequívoca de la mujer
por sí y en representación de su marido, siendo descartable de plano que la simple
comparecencia de aquélla al instrumento solemne constitutivo del título de disposición,
pueda ser entendida como realizada en ejecución de un mandato, por el solo hecho de
existir uno vigente, del cual nada se dijo en la escritura.
DÉCIMOTERCERO: Que la sanción aplicable al supuesto de actuación de la mujer
mandataria a su propio nombre, que es el de autos, conforme a lo previamente
relacionado, no es otra que la inoponibilidad de lo obrado por ésta respecto de la sociedad
conyugal, por expresa remisión del inciso 2° del artículo 1.751 al 2.151, ambos del Código
Civil. De este modo, establecido como se encuentra que la señora Alvarado no intervino
en la enajenación del bien social constituido por la finca de Miguel Claro N° 954 en calidad
de mandataria de la sociedad conyugal vigente a la sazón con su cónyuge, sino que lo
hizo a su propio nombre, es irredargüible concluir que la venta de que da cuenta la
escritura pública de 18 de diciembre de 2.001 no ha podido producir efecto alguno
respecto de la comunidad de bienes habida entre marido y mujer, por falta de
concurrencia al acto de este último.
DÉCIMOCUARTO: Que la inoponibilidad, conforme a la clásica definición de BASTIAN, es
la ineficacia respecto de demandados de un derecho nacido como consecuencia de la
celebración o de la nulidad de un acto jurídico.En consecuencia, el acto o convención por
el cual la señora Alvarado hizo dación en pago del inmueble referido en la reflexión
anterior al demandado señor J.M., aunque válido por serlo la venta de cosa ajena, no
produce ningún efecto respecto del marido de la vendedora, quien no concurrió al acto ni
existe constancia en autos de que lo haya ratificado a posteriori. Lo mismo sucede en
relación con la actora, quien comprobó ser cesionaria de los derechos del señor Chida,
como jefe de la sociedad conyugal y dueño frente a demandados de los bienes raíces
sociales, cuyo consentimiento no se expresó en el acto de disposición del dominio, como
debió hacerse con arreglo a las reglas de la representación.
Los sentenciadores, en consecuencia, no dieron correcta aplicación al artículo 2.151,
inciso 2°, en su relación con el artículo 1.448, ambos del Código Civil, desde que
reconocieron a la interviniente en el contrato de dación en pago tantas veces aludido una
representación que ésta ostensiblemente no condujo y se abstuvieron de aplicar la
sanción de inoponibilidad que la primera de estas normas consulta expresamente para tal
evento.
DÉCIMOQUINTO: Que, siendo ineficaz el acto de enajenación de que se trata contra el
marido de quien dispuso del inmueble social a título personal y sin ejercer la
representación de su mandante, el acto de dación en pago no ha podido tener la
virtualidad de sacar de ese patrimonio la heredad que fue objeto de la respectiva
convención, la que, por consiguiente, ha permanecido en todo momento en el haber
común de los cónyuges. Esta circunstancia habilita a la entidad demandante para actuar
en juicio, como sucesor a título singular del señor Chida, en mérito del contrato de
transacción entre éste y la aludida persona jurídica, suscrito e l 28 de junio de 2.002 ante
el cónsul de Chile en Tokio, obrante en autos.
DÉCIMOSEXTO:Que lo razonado es suficiente para tener por acreditado que los jueces
del fondo incurrieron en violación de las leyes decisorio litis mencionadas en el desarrollo
precedente, la que tuvo influencia sustancial en lo definitivamente resuelto, en la medida
que, de haber otorgado a los mandatos legales erróneamente o falsamente aplicados o
interpretados, el alcance que legalmente correspondía, habrían debido considerar que el
bien objeto de la enajenación en que intervino doña Anita Alvarado, perteneciente a la
sociedad conyugal habida con su cónyuge, no había salido legalmente del patrimonio
social y que, por consiguiente, no pudo pasar al dominio del adquirente y actor de autos,
en tanto no mediare el consentimiento del marido, respecto del cual esa operación no
produjo efecto alguno. Tal situación produce la nulidad de la sentencia en que inciden los
vicios denunciados, como se declarará a continuación.
Por estas consideraciones y atendido, además, lo dispuesto en los artículos 764 , 765 ,
767 y 785 del Código de Procedimiento Civil, se acoge el recurso de casación en el fondo
deducido en lo principal de fojas 1.785 por el abogado señor Francisco González Hoch en
representación de la demandante, en contra de la sentencia definitiva de tres de julio de
2.009, escrita a fojas 1.780 y siguientes, la que se anula y se reemplaza por la que se
dicta separadamente a continuación y sin nueva vista.
Pronunciada contra el voto de las Ministras señoras Herreros y Egnem, quienes no
comparten la decisión de la mayoría y estuvieron en cambio por rechazar el recurso de
casación en el fondo interpuesto, en atención a las siguientes consideraciones:
1°.- Que contrariamente a lo que ha resuelto la mayoría, nada obsta a que la mandataria
haya intervenido en el acto de enajenación del bien raíz de Miguel Claro N° 954 a nombre
de su mandante, para lo cual contaba con poder suficiente y plenamente vigente, el que
hizo valer ante el notario autorizante -aunque no haya dejado especial constancia de ello
en la parte enunciativa de la escritura de enajenación - según éste ratifica expresamente
al comparecer como testigo de la presente causa;
2°.- Que el artículo 410 del Código Orgánico de Tribunales es claro al estatuir que no es
necesario insertar en las escrituras públicas documentos de ninguna especie, de manera
tal que la simple exhibición del mandato al notario autorizante y a las partes del contrato
debe entenderse suficiente para acreditar el requisito de la contemplatio domine que
extraña la recurrente, por reflejar una intencionalidad de los contratantes que es idónea
para interpretarla como expresiva de la concurrencia al acto de la señora Alvarado a
nombre de su cónyuge, en desempeño de su mandato, indiscutiblemente vigente a la
sazón;
3º.- Que, en este contexto, parece claro que la mujer casada de que se trata conducía
poder suficiente para disponer del dominio del bien raíz objeto de la enajenación, por
haber actuado dentro de los límites de su mandato y cumplirse adicionalmente los
requisitos que para la venta de bienes de esa clase, pertenecientes al haber común de la
sociedad conyugal, exigen los artículos 1.749, inciso 3º y 1.751 del Código Civil, toda vez
que la mujer concurrió al acto en representación de su marido, además de expresar su
intención personal de enajenar, a través de su comparecencia personal.
En razón de ello, aparece patente que el sentenciador atribuyó a estos preceptos la
inteligencia que correspondía.
Además, y como secuela de haber operado la representación, no era pertinente la
remisión al artículo 2.151, contenida en el inciso 2º del artículo 1.751, atendido que la
apoderada, al actuar a nombre de su poderdante y con habilitación bastante, lo vinculó al
acto como sí hubiera intervenido él mismo.De lo que no cabe más que inferir que no
resultaba pertinente aplicar al caso la norma del inciso 2º del artículo 2.151 y que, en
cambio, si fue correctamente aplicado el artículo atinente a la representación, esto es, el
1.448 del código sustantivo;
4º.- Que tampoco es efectivo que se haya transgredido las reglas reguladoras de la
prueba que se reseñan en la sentencia, puesto que la escritura pública en que consta la
dación en pago no ha sido objeto de alteración o modificación a través de la testifical de la
demandada, sino que los testigos respectivos sólo vinieron a ilustrar el alcance de dicho
instrumento, pero sin adicionarlo, lo que no está prohibido. Luego, tampoco es legítimo
asumir que se ha violentado la norma del artículo 1.709, inciso 2º del estatuto civil, que no
era aplicable al caso;
5º.- Que la demandada adujo en su contestación que había asistido a la escritura de
dación en pago en representación de su cónyuge, declaración espontánea que no pudo
posteriormente revocar pura y simplemente, en su propio beneficio, mediante el acto de
conciliación parcial a que hace mención, pero sin haber demostrado que fue víctima de un
error de hecho debidamente comprobado, como lo exigen los artículos 1713 del Código
Civil y 399 y 402 del código procesal civil. Esta postura va contra sus propios actos, lo que
impide desde luego que la retractación de la confesante sea tenida en cuenta, pues le
procura una ventaja procesal, valorizada por ella misma como tal, al permitirle su
exclusión del juicio, como objetivo deseable y de mayor entidad para ella que su
permanencia en el proceso como parte.Si esta evaluación de intereses condujo a la
suscripción de la conciliación que excluyó a la demandada Anita Alvarado del
procedimiento, es porque su apreciación como ventajosa implicaba para ella que su
confesión inicial la perjudicaba, situación en la que no procedía su retractación sino con
los requisitos exigibles en las disposiciones procesales aludidas, de todo lo cual se infiere
que ninguno de estos preceptos ha sido incorrectamente aplicados en el caso de la
especie.
Lo precedentemente razonado llevó a las disidentes a concluir que el recurso extra
ordinario intentado debió ser desestimado, por no haberse producido error de derecho en
la decisión jurisdiccional opugnada.
Regístrese.
Redacción del Abogado Integrante Sr. Hernández.
Rol N° 8747-2009.
Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema, por los Ministros Sr. Sergio Muñoz
Sra. Margarita Herreros M., Sr. Haroldo Brito C., Sra. Rosa Egnem S. y Abogado
Integrante Sr. Domingo Hernández E. No firman la Ministra Sra. Herreros y el Abogado
Integrante Sr. Hernández, no obstante haber concurrido a la vista del recurso y acuerdo
del fallo, por estar con licencia médica la primera y ausente el segundo.
Autorizado por la Ministra de fe de la Corte Suprema.
En Santiago, a treinta de mayo de dos mil once, notifiqué en Secretaría por el Estado
Diario la resolución precedente.
Santiago, 30 de mayo de 2011.
En cumplimiento de lo resuelto y atendido lo dispuesto en el artículo 785 del Código de
Procedimiento civil, se procede a dictar la siguiente sentencia de reemplazo:
VISTOS:
Se reproduce la sentencia en alzada, con las siguientes modificaciones: a) En el
fundamento 28°, se suprime el período que se inicia, antecedido de una coma, con la
frase "bastando para ello" y termina con la expresión "Código Orgánico de Tribunales",
sustituyendo la coma por un punto; b) Se eliminan los considerandos 29° a 33°, ambos
inclusive, y se transcribe también las ponderaciones 4ª y siguientes de la sentencia
anulatoria que antecede.
Y TENIENDO PRESENTE EN SU LUGAR Y ADEMÁS:
PRIMERO:Que, en lo medular, el fallo apelado niega lugar a las acciones principal y
subsidiarias deducidas por el actor, por entender que doña Anita Alvarado concurrió a la
escritura de venta y cesión de derechos datada el 18 de febrero de 2.001, por el cual el
también demandado don J.M. enajenó derechos sociales en la sociedad Inmobiliaria e
Inversiones Amabra Limitada - en lo sucesivo "Amabra" - en calidad de mandataria de su
cónyuge, don Yuji Chida, por un precio de ciento cinco millones de pesos, solucionado
mediante la dación en pago del inmueble que allí se individualiza;
SEGUNDO: Que en su apelación la demandante, cesionaria de los derechos del señor
Chida y, en tal virtud, legitimada activamente para impugnar esa convención, centra su
agravio en la circunstancia de no haber obrado la señora Alvarado al contratar en ejercicio
de su mandato, sino a nombre propio, con lo cual no ha podido obligar al mandante, como
demandado ajeno a esa relación. Cita, en apoyo de su argumentación, planteamientos de
los reputados profesores Stitchkin y Vial, quienes coinciden en que siendo la
representación una modalidad del acto jurídico, no se presume, debiendo quien la invoca
probar su existencia en el acto mismo que se celebra, concluyendo que, en caso de duda,
el contrato se reputa puro y simple y obliga sólo a las partes que lo ejecutan o acuerdan;
TERCERO: Que, como se ha explicado latamente en las reflexiones reproducidas del fallo
de Casación, acierta el apelante cuando apunta que en la dación en pago tantas veces
aludida intervino la señora Alvarado a nombre propio, de modo que sus efectos no han
podido radicarse en el patrimonio de la sociedad conyugal, en la medida que el marido es
respecto de demandados dueño de los bienes sociales - artículo 1.750 del Código Civilsin que la mujer tenga, por sí sola, derechos sobre esta clase de bienes, como precisa el
artículo 1.752 de esa recopilación.
CUARTO:Que, en consecuencia, el bien raíz objeto de la negociación descrita, no ha
podido salir del haber de la sociedad conyugal, al que ingresó al tenor de lo dispuesto en
el artículo 1.725, N° 5° del ordenamiento sustantivo.
Estando además acreditado que el señor Chida cedió sus derechos en el inmueble de
marras a la corporación demandante, que como su sucesora a título singular puede
ejercer los derechos que a aquél correspondían en la finca enajenada sin representación
por su cónyuge, asiste a ésta la opción de accionar de reivindicación, en cuanto dueña de
una cosa singular de que no está en posesión, para que el poseedor demandado sea
condenado a restituírsela. Así lo autoriza el artículo 889 del Código Civil.
QUINTO: Que, por concurrir los presupuestos que, con arreglo a la norma citada y demás
disposiciones del mentado cuerpo legal permiten reivindicar, procede hacer lugar a la
acción de dominio interpuesta conjuntamente con la de inoponibilidad por la actora contra
la actual poseedora, que deberá restituirla en el plazo que se determinará, sin perjuicio de
las prestaciones mutuas que sean procedentes, en la forma que se razonará.
SEXTO: Que, a título de prestaciones mutuas adeudadas por el poseedor vencido al
reivindicante, solicita éste se restituya la especie disputada a la sociedad conyugal o en
subsidio sólo al señor Chida, como administrador de los bienes sociales, dentro de
demandado día desde que quede ejecutoriada la sentencia definitiva, además de los
frutos naturales y civiles de la cosa y todos los que el verdadero dueño hubiera podido
obtener con mediana inteligencia y actividad teniendo el bien raíz en su poder, desde que
entró en posesión de la propiedad, debiéndosele considerar de mala fe para todos los
efectos legales o, en subsidio, en la suma que se determine judicialmente, con más
intereses y reajustes.
SÉPTIMO:Que corresponde dirimir en primer lugar si la demandada se encontraba de
buena o mala fe a la época de percepción de los frutos, pues de esa calificación
dependerá la entidad y monto de aquéllos que sea obligada a restituir al dueño de la cosa,
conforme a lo preceptuado en los artículos 907 y 913 del Código Civil.
Al respecto, cabe recordar que la buena o mala fe del poseedor se refiere, relativamente a
los frutos, al tiempo de su percepción, según lo prescribe el artículo 913 del citado
ordenamiento civil y ha sido definida por el legislador como "la conciencia de haberse
adquirido la cosa por medios legítimos, exentos de fraude y de todo otro vicio" (artículo
706 del citado código). En los títulos traslaticios de dominio la buena fe supone "la
persuasión de haberse recibido la cosa de quien tenía la facultad de enajenarla y de no
haber habido fraude ni ningún otro vicio en el acto o contrato" (inciso 2° del mismo artículo
706), amén de que ésta "se presume, excepto en los casos en que la ley establece la
presunción contraria" (inciso 1° del artículo 707), debiendo probarse en todos los otros
casos.
OCTAVO:Que toda la defensa de la demandada discurre sobre la base de haber
adquirido el dominio de la propiedad objeto del litigio por medios lícitos, en el entendido
que la señora Alvarado intervino en el contrato de dación en pago de la misma con
mandato suficiente de su marido y representante de la sociedad conyugal, hipótesis que
quedó en definitiva desvirtuada mediante la prueba producida en autos.
En definitiva, entonces, no puede ponerse en duda que la poseedora vencida estaba
convencida de haber recibido la cosa de quien tenía la facultad de enajenarla, incluso en
el supuesto de colegirse que la venta fue practicada por quien no era el dueño, en la
medida que el artículo 1.815 de la recopilación civil valida la venta de cosa ajena, título
que no pierde la condición de válido ni aun respecto del verdadero dueño, a quien la
operación no le empece, pero sin que tal circunstancia incida en la esencia del acto o
contrato respectivo, que no pierde validez.
No es por ende aplicable al caso el inciso final del artículo 707 citado, según el cual en
error en materia de derecho constituye presunción de mala fe que no admite prueba en
contrario, en razón de que esta regla no tiene alcance general, sino que sólo es aplicable
en el ámbito de la posesión, toda vez que el error sobre un punto de derecho no vicia por
principio el consentimiento, como lo enfatiza el artículo 1.452 del Código Civil.De allí que
sea más armónico con su contexto concluir que, siendo el título de compraventa que
antecede a la tradición válido y además justo, por no encontrarse incurso en ninguna de
las situaciones que explicita el artículo 704 del referido cuerpo sustantivo, a lo que se
agrega la convicción manifestada por las partes en orden a la aptitud de la vendedora
para transferir el dominio del bien materia de la enajenación, es de rigor deducir que el
poseedor vencido se encontraba de buena fe al momento de la percepción de los frutos.
NOVENO: Que, en este escenario, el poseedor no ha quedado obligado a la restitución de
los frutos percibidos hasta la contestación de la demanda, acaecida el 23 de septiembre
de 2.003, según consta a fojas 192, instante a partir del cual la demandada no ha podido
pretextar desconocimiento de la inoponibilidad y consecuente ineficacia del acto de
enajenación de que se trata en relación con la sociedad conyugal habida entre doña Anita
Alvarado y su marido, quien no concurrió al acto de enajenación, debiendo responder en
cambio por los percibidos después, en la forma que dispone el inciso primero del artículo
907, en su relación con el inciso demandado de esa misma norma.
DÉCIMO: Que, con el objeto de acreditar el monto al que ascienden los frutos civiles que
debió haber generado el inmueble que interesa, la demandante rindió prueba testifical y
pericial.
Deponiendo sobre el punto 4° de la interlocutoria de prueba de fojas 266, los testigos
señores Ricardo Lafferte Giraldo (fojas 301), Ricardo Alfonso Urtubia Rodríguez (fojas
303) y Gonzalo David Andrade Hume (fojas 305), todos corredores de propiedades,
coinciden en que por su ubicación, destino y uso actual, la renta de arrendamiento
mensual de la propiedad debería ser del orden de 51,1 Unidades de Fomento, esto es,
$864.612 en su conversión a la época de la declaración (Sr. Lafferte); de $740.000
(Sr.Urtubia) o de $750.000 (Sr. Andrade), si bien contrainterrogados, todos reconocen que
sólo conocieron la parte exterior de la propiedad y no ingresaron a ella para hacer su
tasación, también acompañada. Si bien los testigos fueron tachados y el informe objetado,
no se accedió a las tachas ni a la objeción en la sentencia definitiva.
El dictamen pericial suscrito por el arquitecto Jorge Tuteleers B., perito judicial, evacuado
a fojas 486, con fecha 26 de mayo de 2.004 y que se tuvo por acompañado con citación
como medida para mejor resolver, a fojas 496, tasa la propiedad en la cantidad de
$174.264.000 y aprecia la renta de arrendamiento mensual aplicable en $1.306.980,
equivalente al 9% del avalúo comercial, distribuido en doce meses.
La confrontación de estas probanzas permite constatar una significativa diferencia en el
cálculo de los frutos civiles -de casi un 57% - entre la aproximación menor del testigo
Urtubia y la del perito Tuteleers, pero también de los testigos entre sí, aunque en menor
proporción.
Justipreciando las evidencias en su conjunto, estima esta jurisdicción que el valor
comercial asignado al inmueble de Miguel Claro N° 954 en el informe pericial, que excede
en más de un 300% de su avalúo fiscal, de $52.801.935, al primer semestre de 2.004
(certificado no objetado de fojas 497), resulta exagerado, como igualmente la estimación
de su rentabilidad, valorada en un 9% líquido.
Parece en cambio más ajustado a las reglas de la sana crítica considerar que el valor del
inmueble se ha debido situar en una cifra que excede en algo más del duplo al monto del
avalúo fiscal, apreciándolo en ciento veinte millones de pesos, con lo cual la renta líquida
de arrendamiento, determinada prudencialmente en un porcentaje del 7% del valor
comercial así establecido, por parecer el 9% imputado por el perito un tanto excesivo,
debería fijarse en la suma de $700.000 mensuales, próxima a la propuesta por el testigo
Sr.Urtubia y que se valora como la prestación mutua que, a título de frutos civiles, deberá
ser solucionada por la demandada, desde la data indicada en la ponderación precedente.
UNDÉCIMO: Que la demandada no ha producido prueba alguna dirigida a justificar los
gastos ordinarios en que ha debido incurrir para producir los frutos, por lo que no se
concederá deducciones por este concepto.
Por estas consideraciones y atendido, además, lo dispuesto en los artículos mencionados
y en los artículos 186 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, se declara que:
I.- Se revoca la sentencia apelada de diecinueve de noviembre de dos mil tres, escrita a
fojas 266 del expediente original y 1545 de compulsas, sólo en cuanto por ella se
desestimaron las peticiones subsidiarias de inoponibilidad y de reivindicación, y en su
lugar se decide que se acoge, en dicha parte, la demanda y, por siguiente se dispone:a)
Que se declara inoponible a la demandante, en su calidad de cesionaria de don Yuji
Chida, la dación en pago del inmueble de calle Miguel Claro N° 954, efectuada a título
personal por su cónyuge doña Anita Ester Alvarado Muñoz, sin mediar el consentimiento
de su cónyuge; b) Que, en consecuencia, se acoge la acción reivindicatoria incoada por la
actora contra don J.M., ordenándose la cancelación de la inscripción a su nombre a fojas
4.497, N° 5.106 del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de
Santiago, del año 2.002; c) Que se condena al citado demandado a restituir el
mencionado inmueble a la demandante, como cesionaria de los derechos de don Yuji
Chida, dentro de demandado día desde que la sentencia quede ejecutoriada, bajo
apercibimiento de lanzamiento, con auxilio de la fuerza pública; d) Que se condena al
referido demandado a pagar a la actora, por concepto de restitución de frutos civiles, la
suma de $700.000 (setecientos mil) peso s mensuales, percibidos desde la fecha de
contestación de la demanda, momento en que debe reputársele poseedor de mala fe, con
más reajuste según variación del Índice de Precios al Consumidor entre esa fecha y el
pago efectivo e intereses, computados desde que esta decisión quede firme, y e) Que no
se dará lugar a la indemnización de los deterioros experimentados por el inmueble
durante el tiempo en que permaneció en poder del poseedor vencido, por no haberse
acreditado.
II.- Se confirma, en lo demás apelado, el referido fallo.
No se condena en costas a la demandada, por haber litigado con fundamento plausible.
Pronunciada contra el voto de las Ministras señoras Herreros y Egnem, quienes no
comparten la decisión de la mayoría y estuvieron, en cambio, por confirmar la sentencia
en alzada, en todas sus partes, en virtud de sus propios fundamentos y los argumentos
contenidos en la disidencia del fallo de casación.
Redacción del Abogado Integrante Sr. Hernández.
Regístrese y devuélvase, con sus agregados.
Rol N° 8.747-09
Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema, por los Ministros Sr. Sergio Muñoz
Sra. Margarita Herreros M., Sr. Haroldo Brito C., Sra. Rosa Egnem S. y Abogado
Integrante Sr. Domingo Hernández E. No firman la Ministra Sra. Herreros y el Abogado
Integrante Sr. Hernández, no obstante haber concurrido a la vista del recurso y acuerdo
del fallo, por estar con licencia médica la primera y ausente el segundo.
Autorizado por la Ministra de fe de la Corte Suprema.
En Santiago, a treinta de mayo de dos mil once, notifiqué en Secretaría por el Estado
Diario la resolución precedente.
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