EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES EN LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO. LA EXPERIENCIA DE LOS TALLERES DE TRANSFORMACIÓN INTEGRAL DEL BARRIO (TTIB) EN CUBA La Colección Becas de Investigación es el resultado de una iniciativa dirigida a la difusión de los trabajos que los investigadores de América Latina y el Caribe realizan con el apoyo de CLACSO. Este libro presenta la investigación que el autor realizó en el marco del concurso “Violencias, seguridad y construcción de ciudadanía en América Latina” organizado por CLACSO con el apoyo de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional (Asdi). Los contenidos de este libro fueron evaluados por especialistas externos en un proceso de revisión por pares. Proveyer Cervantes, Clotilde El papel de la comunidad y de sus actores sociales en la atención a la violencia de género : la experiencia de los Talleres de Transformación Integral del Barrio TTIB en Cuba . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO, 2014. E-Book. ISBN 978-987-722-038-4 1. Violencia de Género. 2. Políticas Públicas . I. Título CDD 320.6 Otros descriptores asignados por CLACSO: Violencia / Género / Políticas públicas / Estado / Actores sociales / Comunidad / Participación ciudadana / Educación / Familia / Cuba Colección Becas de Investigación EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES EN LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO. LA EXPERIENCIA DE LOS TALLERES DE TRANSFORMACIÓN INTEGRAL DEL BARRIO (TTIB) EN CUBA Clotilde Proveyer Cervantes Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili Directora Académica Fernanda Saforcada Colección Becas de Investigación Coordinadora del Programa de Becas Natalia Gianatelli Asistentes Magdalena Rauch y Victoria Mutti Área de Acceso Abierto al Conocimiento y Difusión Coordinador Editorial Lucas Sablich Coordinador de Arte Marcelo Giardino Primera edición El papel de la comunidad y de sus actores sociales en la atención a la violencia de género. La experiencia de los Talleres de Transformación Integral del Barrio (TTIB) en Cuba (Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 2014) ISBN 978-987-722-038-4 © Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Queda hecho el depósito que establece la Ley 11723. CLACSO Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Ciências Sociais Estados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | Argentina Tel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | <[email protected]> | <www.clacso.org> Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor. Este libro está disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO <www.biblioteca.clacso.edu.ar> La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO. ÍNDICE CAPÍTULO I - ALGUNAS PAUTAS CONCEPTUALES IMPRESCINDIBLES | 9 1.1.- La violencia de género como problema social. Claves teóricas para su comprensión. | 9 1.1.1.- Género y poder, dos conceptos esenciales para estudiar la violencia de género | 9 1.1.2.- Salir del cautiverio, un reto necesario. Estrategias de intervención| 20 1.2.- La investigación y la intervención en violencia de género en Cuba| 40 1.2.1 Políticas para la prevención y atención de la violencia intrafamiliar. El papel del Grupo Nacional para la atención y la investigación de la violencia | 40 1.2.2 Investigando ¿En qué punto estamos? La experiencia cubana| 47 CAPÍTULO II - ESTUDIO DE CASO. LOS TTIB EN LA HABANA Y LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES | 63 2.1.- Los TTIB. Una iniciativa para fomentar la participación ciudadana. El papel de los TTIB frente a la violencia de género como experiencia innovadora.| 63 2.2.- Nuestra investigación. Estudio de caso en un grupo de TTIB | 70 2.2.1 Resultados del análisis de las entrevistas a las mujeres. | 71 2.2.2 Papel de los actores locales | 90 2.2.3 Recomendaciones al Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar | 102 2.3 - Propuesta de programa de acompañamiento a actores locales para su atención| 103 2.4 Conclusiones del estudio de caso | 117 CAP’ITULO III - CONCLUSIONES GENERALES | 123 BIBLIOGRAFÍA| 127 ANEXOS| 135 CAPÍTULO I ALGUNAS PAUTAS CONCEPTUALES IMPRESCINDIBLES 1.1.- LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO PROBLEMA SOCIAL. CLAVES TEÓRICAS PARA SU COMPRENSIÓN. 1.1.1.- GÉNERO Y PODER, DOS CONCEPTOS ESENCIALES PARA ESTUDIAR LA VIOLENCIA DE GÉNERO Realizar una reflexión que nos acerque al análisis de la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja desde una perspectiva de género, y hacerlo con la objetividad que la reflexión científica requiere, resulta un reto para cualquier investigador. Sin embargo, lograr hacerlo sin eludir el compromiso con el sufrimiento de las numerosas mujeres que la padecen convierte el reto en un riesgo. El análisis de la violencia doméstica en general y de la violencia contra la mujer por parte de su pareja o ex-pareja, en cualquiera de sus manifestaciones, es bastante recurrente en el mundo de hoy, no porque * Doctora en Sociología y profesora titular del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana. Especialista en estudios de género y violencia en la sociedad cubana. Es miembro “Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar”, del Tribunal Nacional de grados científicos de Sociología del Ministerio de Educación Superior de Cuba, y miembro de los Comités Académicos de la Maestría de Sociología y de la de Estudios de Género de la Universidad de La Habana, entre otros. Colabora en la asesoría a algunas instituciones y organizaciones en el trabajo de investigación y atención a la violencia contra la mujer. 9 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES su existencia sea reciente, sino porque ha comenzado a descorrerse el velo que impidió por mucho tiempo acceder a ese espacio “privado” que genera tan altos costos sociales. Se constata a nivel internacional una creciente comprensión sobre la violencia de género como una violación de los derechos humanos tanto en el ámbito académico como político. En distintas regiones del mundo, se contribuye a crear conciencia sobre la gravedad de este problema social y por ende, sobre la importancia de desarrollar acciones en sistema para atender y disminuir ese flagelo tan dañino para grupos enteros de seres humanos, mayoritariamente mujeres. Como parte de ese proceso las formas más extremas de violencia en las relaciones de pareja van dejando de ser consideradas como “asuntos privados”, de incumbencia exclusiva de los implicados, al amparo del sacrosanto ámbito familiar. Crece la conciencia crítica sobre lo ilegítimo de tales conductas. Empiezan a desmontarse en el imaginario colectivo los mitos que han pautado hasta hoy las creencias sobre este problema social. Ya la afirmación proveniente del feminismo: “lo personal es político”, adquiere certidumbre. Aumenta la indignación ante las afrentas que en nombre del “amor” se cometen contra las mujeres. Hoy día la violencia contra la mujer se ha reconocido como problema a escala mundial y como un grave obstáculo para el desarrollo y la paz. La puesta en marcha como tema de debate universal ha permitido, apenas, visualizar la punta del iceberg de la victimización femenina que en el hogar que permanece oculta, invisibilizada tras la cortina de la vida privada, de la intimidad familiar, bajo el supuesto de no admitir la intromisión de ajenos. Por supuesto, el acceso científico y político a esta problemática aunque es todavía incipiente, ha sido resultado de la batalla sistemática de los movimientos de mujeres en todo el mundo, como parte inalienable de la defensa de sus derechos humanos, pero sólo hasta el decenio de los años setenta no se lanzaron campañas en gran escala para luchar contra esa situación. Dichas campañas deben su fuerza al renacer del movimiento feminista en la década de los sesenta, fundamentalmente en Europa y en América del Norte, que se extendieron rápidamente a otras zonas del mundo. Una contribución decisiva en ese empeño lo constituye la teoría feminista pues apunta al análisis de las relaciones de género como un elemento esencial para comprender los mecanismos que articulan las relaciones de poder basadas en la “superioridad masculina” a escala social Los aportes del movimiento y consecuentemente de la teoría feminista son trascendentales y revolucionadores porque al fundamentar exhaustivamente las relaciones de dominación, vale decir políticas, 10 Clotilde Proveyer Cervantes que se materializan en el ámbito de poder, se genera la resignificación del campo de lo político que había sido visualizado hasta entonces como propio sólo de lo público. Las feministas han demostrado “no solo, que las mujeres están desigual e invisiblemente presente en las situaciones sociales, y que desempeñan papeles importantes pero diferentes de los visibles y privilegiados hombres, sino también que las características de invisibilidad, desigualdad y papel, están profundamente influidas por la posición social de la mujer, es decir, por su clase, su raza, su edad, su preferencia afectiva, su religión, su etnicidad y su localización mundial” (Reinoso 1992). Aunque la teoría feminista es obra de una comunidad interdisciplinaria, la crítica que realiza al orden social patriarcal se centra en variables sociológicas esenciales como: desigualdad social, cambio social, poder, instituciones sociales, que en nuestra disciplina se ha abordado tradicionalmente desde una perspectiva androcéntrica. Es por ello, que el resultado de sus elaboraciones ha producido también importantes contribuciones a la propia Sociología. A la teoría feminista debemos el análisis de dos conceptos claves para entender los mecanismos que operan en la discriminación de género. Ellos son: el concepto de sistema sexo-género y la noción de patriarcado. El concepto de patriarcado permite explicar las raíces de la subordinación, discriminación e infravaloración de las mujeres. Es también esencial para entender las causas de la violencia contra la mujer. “Cuando los movimientos feministas lograron diferenciarse de otros movimientos sociales y priorizan la confrontación, en el nivel teórico, esto se tradujo en focalizar las elaboraciones en la noción de patriarcado. Y si bien no todas las autoras feministas conciben el patriarcado de la misma manera, un rasgo diferencial de todas las nuevas teorías feministas es el lugar central que ocupa aquel concepto” (Reinoso, 1992). Un texto pionero fue “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, publicado en 1949, cuyo análisis reconoce al patriarcado como una consecuencia, un resultado de la opresión que el hombre ejerce sobre la mujer, y no un orden que regula las relaciones sociales, como ha sido explicado con posterioridad, pero da las claves de esa relación de dominación. “Cuando una persona rechaza la libertad de otra, hay opresión; la mujer es el Otro con relación al cual el hombre se define como sujeto, no en una relación de reciprocidad, que implicaría que él también sería un objeto para la mujer - la mujer sujeto - pero por un acto de opresión psíquica” (Beauvoir, 1998). 11 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Con posterioridad, estas perspectivas individualistas han sido superadas, pero manteniendo la noción de patriarcado y sus implicaciones en el centro del análisis de la situación social de las mujeres, en especial, su situación de subordinación. La categoría patriarcado demuestra la permanencia de la dominación masculina en la sociedad a través del control de la sexualidad, de la reproducción y de la acción femenina toda. Las relaciones de género- y por extensión la trama de poderes con que se articula- no pueden ser comprendidas sino como resultado de un ordenamiento más abarcador: el patriarcado; sistema histórico y universal de relaciones de poder a través de los cuales los hombres dominan a las mujeres Según Marcela Lagarde “el patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo femenino” (Lagarde, 1996). De acuerdo a ese dominio masculino las mujeres se convierten en objetos ya que, en distintos grados, los hombres se sienten y actúan como dueños que pueden someterlas, expropiar sus creaciones, sus bienes materiales y simbólicos. El patriarcado, en esencia, cosifica a las mujeres. En ese mundo, el sujeto no solo es el hombre, sino el patriarca, los sujetos son los hombres patriarcales. La comprensión del patriarcado como sistema de dominación es esencial para entender no solo el origen sino la pervivencia de la violencia contra la mujer a nivel mundial con independencia de zonas, edades, razas o nivel cultural y económico. En general, todas las variantes del feminismo ubican el análisis del patriarcado en el centro de la problemática de la opresión femenina. Pero, en especial las teorías de la opresión de género y dentro de ellas el feminismo radical, señala que de todos los sistemas de dominación y subordinación (de clases, castas, etnias, religión, etc.) la estructura fundamental de opresión del género, es el sistema del patriarcado. Para las feministas radicales el patriarcado constituye la estructura más importante de desigualdad social y la que menos se percibe como tal, afectando no solo a las mujeres, sino también a las generaciones más jóvenes. Las relaciones patriarcales garantizan el poder de los hombres de la generación mayor no solo en el plano doméstico, sino también, en todos los procesos que suponen un control de los recursos y la toma de decisiones en cualquier ámbito. El orden patriarcal supone una jerarquía que sigue las líneas de género y generación donde las mujeres y las generaciones jóvenes están subordinadas a los hombres mayores. 12 Clotilde Proveyer Cervantes Este orden que apuntala a los hombres como dueños y jefes, es posible en virtud de la desvalorización y de la subordinación que objetiviza a las mujeres y las mantiene dependientes de quienes las dominan. La subordinación, que se refiere a “una relación asimétrica, jerárquica que implica el ejercicio del dominio de uno de los actores de la relación sobre el otro” se vincula con el proceso de transformación de las diferencias biológicas en factores de desigualdad social y de discriminación contra la mujer (Lagarde, 1996). De esta forma, el concepto de género se remite a una interpretación simbólica de lo biológico y lo concibe como una construcción socio- cultural de los papeles masculinos y femeninos, que nos remite a “una división de los sexos socialmente impuesta, que no tolera las diferencias sin jerarquías.” (Oliveira, 1989) Esta posición social de relativa inferioridad, reservada a las mujeres obedece a estereotipos genéricos construidos socialmente, que justifican en el nivel ideológico las desigualdades y discriminaciones e incluso exclusiones de las mujeres en lo sociocultural, económico y político, lo cual legitima su status de subordinación. La subordinación hace vulnerables a las mujeres al mistificar el uso de la violencia como recurso “incuestionable” de la condición masculina para preservar su poder, su mundo patriarcal Sin embargo, valdría enfatizar, que la subordinación, entendida como parte de una relación de poder, supone, no solo el sometimiento y el control, sino también incluye las posibilidades de ofrecer resistencia al mismo, e incluso, de romperlo. La interrelación de lo concebido como femenino, que se produce en la estructuración de la identidad es un proceso que no puede analizarse con nociones esencialistas, pues se encuentra atravesado por otras relaciones no menos discriminatorias de raza, clase, etnia o edad. En el análisis de la subordinación genérica existen un conjunto de aspectos que contribuyen a su explicación y contextualización, tales como: “la división sexual del trabajo intra y extrafamiliar, el control de la sexualidad femenina, las relaciones de autoridad y dominio en la familia, así como los condicionamientos materiales y simbólicos presentes en las diversas modalidades que asumen las relaciones entre hombres y mujeres” (Oliveira, 1989). La división sexual del trabajo como factor de subordinación evidencia la consideración de espacios considerados como femeninos – dígase lo doméstico, lo privado, lo familiar, para lo cual, mediante normas, valores y tradiciones se asigna a las mujeres papeles sociales desvalorizados y trabajos reproductivos relacionados con la procreación, cuidado y socialización de los hijos y las tareas domésticas de manutención cotidiana. 13 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Es necesario tener en cuenta, además, que la división sexual del trabajo en su conceptualización tiene dos acepciones íntimamente relacionadas: de una parte alude a la manera en que se distribuyen las tareas entre hombres y mujeres, y de otra, a la concepción ideológica, materializada en los estereotipos, de lo que se consideran ocupaciones apropiadas para cada sexo. Resulta importante enfatizar las diferencias en las concepciones de la división sexual del trabajo, en tanto el estereotipo perdura, es resistente al cambio, mientras que la división de tareas se modifica históricamente en la práctica social, adaptándose a las necesidades y transformaciones económicas que se operan en la sociedad. Esto explica que a inicios del siglo XXI exista un contrato social explícito que aún adjudica papeles sociales diferentes a mujeres y hombres, aún cuando se han producido cambios importantes en el desempeño de roles. Por eso el espacio privado resulta privilegiado para el estudio de la subordinación femenina y de los mecanismos que garantizan su permanencia y cambio y el matrimonio como la relación social que asegura dicha subordinación. En la actualidad, es cada vez mayor el número de mujeres que contribuye a la producción de bienes y servicios, que demuestran su paridad intelectual con los hombres, pero la familia y casi todo el trabajo siguen estando organizados en la mayor parte de las sociedades como si la tradicional división de funciones entre los sexos no se hubiera modificado. Si lugar a dudas, como hemos apuntado, los estereotipos genéricos juegan un papel de primer orden en el mantenimiento de la concepción ideológica que divide sexualmente las ocupaciones, legitimando, como “naturales” diferencias que la cultura se ha encargado de construir. Estos caracteres de género o estereotipos que pretenden definir la “masculinidad” o la “femineidad” como comportamientos típicos propios de cada sexo se integran a la personalidad como “un conjunto de rasgos adquiridos por aprendizaje desde la época más temprana de la vida.” (Ferreira, 1992) Los estereotipos genéricos se incorporan automáticamente, funcionan como códigos de actitudes y ademanes que rigen la conducta, el pensamiento, los sentimientos y la autoimagen forzando la oposición entre los hombres y las mujeres. Los rasgos que definen los estereotipos femeninos y masculinos en tanto pares de opuestos conciben lo masculino como superior y lo femenino como la desviación. Así, los hombres deben ser activos, fuertes, dominantes, independientes, recios, inteligentes, objetivos, competitivos, autoritarios, valientes, etc.; mientras las mujeres deben ser pasivas, sumisas, dependientes, emotivas, obedientes, subjetivas, cálida, intuitivas, complacientes, débiles. 14 Clotilde Proveyer Cervantes La incorporación de esos modelos a los que los miembros de uno y otro género deben adscribirse para ser aceptados como tales se produce a través de la socialización de la vida cotidiana, “proceso mediante el cual se interiorizan las normas del grupo en que uno vive, de modo que emerge una personalidad única”. Así la socialización supone el aprendizaje de actitudes y valores, gustos y aversiones, metas y propósitos, pautas culturales que conformarán la personalidad (Horton et al, 1992). La cultura como creación humana, dígase la cultura patriarcal (construcción social del patriarcado) para el caso que nos ocupa, juega un papel determinante en ese proceso, determina los valores que hemos de tomar de nuestro entorno para conducirnos de forma socialmente aceptada. La socialización es esencial en la conformación de la identidad en general y en la conformación de la identidad genérica, en particular. La cultura patriarcal marca de manera desigual e inequitativa las relaciones entre los géneros, determinando, en esencia, la dominación masculina sobre la mujer. Estas relaciones, dígase, relaciones patriarcales, son relaciones de poder autoritarias impregnadas de contenidos sexistas y como construcción socio-cultural legitima la asimetría intergenérica en detrimento de las mujeres. Al decir de Bourdieu en su obra La dominación masculina: “El sexismo es un esencialismo: al igual que el racismo, étnico o clasista, busca atribuir diferencias sociales históricamente construidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia de donde se deducen de modo implacable todos los actos de la existencia. De todas las formas de esencialismo es la más difícil de desarraigar. El trabajo que busca transformar en naturaleza un producto arbitrario de la historia encuentra fundamento aparente tanto en las apariencias del cuerpo como en los efectos enteramente reales que ha producido en el cuerpo y en la mente, es decir, en la realidad y en las representaciones de la realidad. El trabajo milenario de socialización de lo biológico y de biologización de lo social, al revertir la relación entre causa y efecto hace aparecer una construcción social naturalizada (los hábitus diferentes, fruto de las diversas condiciones producidas socialmente) como la justificación natural de la representación arbitraria de la naturaleza que le dio origen y de la realidad y la representación de ésta” (Bourdieu, 2000). La socialización, como proceso dinámico y cambiante no puede analizarse de manera descontextualizada porque ella depende de un proceso histórico, una cultura, un lugar y un tiempo determinados, donde las variables de género y clase no pueden ser desestimadas. Aunque la sociedad en general actúa como agente de socialización, esta se materializa mediante un conjunto de instituciones sociales en tanto “sistemas organizados de relaciones sociales que incluyen algu- 15 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES nos valores y procedimientos comunes y satisfacen algunas necesidades básicas de la sociedad” a las que la persona accede o la tiene como referencia. Estas son: la familia, la escuela, el grupo de los iguales, la comunidad, el lugar de trabajo, las asociaciones formales (partidos políticos, clubes), asociaciones informales (culturales, recreativas, deportivas, otras) (Bourdieu, 2000). Volviendo entonces a la violencia contra la mujer en el hogar, podemos afirmar que aunque no parece existir una explicación simple de su pervivencia histórica esta debe transcender las características individuales del hombre, de la mujer y de la familia y tomar en consideración la estructura de las relaciones y el papel de la sociedad en el sostén de dicha estructura. Sin lugar a dudas, el carácter sexista de la sociedad y de la inferiorización de las mujeres que ello implica - fomentada en todas las culturas - se encuentra en la base de la explicación causal de este problema. La concepción patriarcal y androcéntrica - vigente todavía en nuestro mundo- que convierte al hombre en el centro del poder, vinculados a otros factores de carácter más limitado (culturales, individuales, de aprendizaje, etc.) permiten entender la existencia a escala internacional de la violencia contra las mujeres. La relevancia de la cultura patriarcal en la comprensión de las razones que históricamente han invisibilizado la gravedad y el horror de la violencia contra las mujeres en el hogar impone develar, sintéticamente, los mecanismos que aún en nuestros días mantiene vigentes la mayoría de los cánones del patriarcado. “La organización social patriarcal orienta el desarrollo a partir de la violencia - doméstica, privada y pública, personal e institucional - sobre las mujeres y recrea la violencia al convertirla en mecanismo de reproducción de su dominio. Como orden de desarrollo el patriarcado estimula mentalidades opresivas, depredadoras y violentas e inhibe la solidaridad y la empatía entre mujeres y hombres” (Lagarde, 1996). Aún hoy, cuando pocos se atreven a desconocer la legitimidad del derecho de las mujeres a la igualdad, en la práctica de las relaciones sociales ínter genéricas los hombres se erigen en representantes universales de ambos géneros, se abogan el derecho de dirigir, normar, juzgar y controlar a las mujeres. El poder, en prácticamente todas las esferas de la vida social, en el ámbito público y privado, a pesar de los no pocos cotos tomados ya por ellas, sigue siendo androcéntrico. El orden patriarcal instituye el aprendizaje de la superioridad masculina, valorizando su autoestima e incrementando los rasgos in- 16 Clotilde Proveyer Cervantes dentitarios que “naturalizan” su condición de patriarcas y ofrecen el salvoconducto para la dominación de las mujeres. Resulta inobjetable reconocer que la disparidad de poder entre hombres y mujeres y la utilización de la fuerza - no sólo física - como recurso para mantener el dominio masculino constituyen la causa de última instancia de la violencia contra las mujeres en la relación de pareja. Pero la cultura patriarcal no se reproduce por generación espontánea. Se educa y transmite de una generación a otra a través de la socialización diferente, que, prepara a hombres y mujeres en subculturas diferentes. Unos para el ejercicio del poder y otras para la subordinación y la dependencia. “La fuerte jerarquización que caracteriza el sistema patriarcal conlleva un ejercicio constante de poder (y poderes ) que me atrevería a adjetivar de monopolista y oligárquico, a pesar de hallarse instaurado bajo ropajes políticos diversos y ello sobre todo, aunque no de manera exclusiva, en cuanto al sistema sexo - género se refiere, estableciendo incluso para los individuos pertenecientes al sexo - género hegemónico pautas que dificultan o imposibilitan (según la pertenencia simultánea a otros status no privilegiados ) el acceso a esa hegemonía” (Sáenz et al, 1991) El logro de hegemonía o la exclusión de ella mediante el proceso de socialización se realiza a través del entrenamiento de proceso cognitivos de aprendizaje, de motivaciones y valores concretos y simbólicos mediante las cuales se adquieren conocimientos, habilidades y creencias propios de la cultura de referencia y a los que se accede mediante la violentación sistemática de necesidades, impulsos y tendencias para normativizar la conducta como seres humanos mujeres y hombres a partir de estereotipos que esquematizan y simplifican supuestos atributos genéricos. Mediante esos “atributos genéricos” niñas y niños son violentados mediante censuras, prohibiciones y reiteraciones que tienen por objetivo conformar modelos ideales de hombres y mujeres cuyas características dicotómicas facilitaran el ejercicio del poder - dominación de unos y el de la sumisión - subordinación de las otras. Indudablemente la socialización genérica no solo crea las condiciones para el ejercicio masculino del poder, sino, incluso, amputa en las mujeres gran parte de las aptitudes que facilitarían las relaciones de complementariedad y solidaridad entre los sexos y evitarían las concepciones que consideran a las mujeres como inferiores. 17 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Esa relación de poder asimétrica es la que permite explicar la agresión a la mujer en una perspectiva de desigualdad porque la interacción entre hombres y mujeres es una interacción entre personas de desigual poder que permite al hombre (patriarca, poderoso) agredir a su mujer cuando ella intenta moverse, cuando siente que se mueve de su posición de desigualdad o para mantenerla en la posición de desigualdad. Ello explica la necesidad de entender la agresión contra la mujer en las relaciones de pareja no como un acto aislado, “sino dentro de un proceso de interacción que está potenciado por unas reglas de dominación y sumisión” (Fernández, 1991). Ciertamente, el comportamiento violento de los hombres que maltratan a sus mujeres es propio de hombres concretos, pero esto es posible porque históricamente las pautas de la organización de la sociedad han forzado a las féminas al lugar de las víctimas. El patriarcado, es entonces, una estructura de violencia, que mantiene vigente la sociedad patriarcal, afectando de manera diferente a las mujeres en relación con la clase, la raza, la edad en comparación con los varones de esa misma situación. “Naturalmente, todo ello tiene que ver con el poder, la autoridad y el control. La situación de las mujeres no responde a un único mecanismo de opresión. El concepto de patriarcado incluye una totalidad de estructuras, procesos, relaciones e ideologías. La cuestión no es el comportamiento individual de los hombres, como no lo es el capitalista singular para el capitalismo. La cuestión es todo un sistema que pasa por la división del trabajo, la doble jornada (una no retribuida) la diferencia salarial y la carencia de poder de las mujeres en la política tradicional” (Gallego, 1991) De tal forma la dominación masculina se aprehende socialmente mediante la socialización de género y se internaliza a lo largo de la vida de los sujetos, mujeres y hombres, la mayoría de las veces de forma espontánea, acrítica y/o mimética, a través de estereotipos que funcionan como hegemónicos, a los cuales nos adscribimos y los incorporamos a nuestra identidad si queremos ser parte de la sociedad. Por eso, la socialización de género es en esencia sexista y los sujetos socializados aceptan el mundo social y sus divisiones arbitrarias como “naturales”, entre ellas, la división socialmente construida entre los sexos en función de la cual el dominio masculino está aún suficientemente asegurado y la posición femenina inevitablemente subordinada. “La mezcla de mitificaciones con aseveraciones dogmáticas 18 Clotilde Proveyer Cervantes fundadas en atributos o carencias consustanciales a la naturaleza de la mujer, han configurado un mundo aparte para ella. Lo que condiciona el pensamiento y moldea la estructura de la personalidad en los seres humanos, es el adoctrinamiento sociológico impartido desde la cuna. La puesta en práctica de lo aprendido se convierte en costumbre, y la costumbre, con el tiempo, queda erigida en cultura de los pueblos. La cultura contribuye a dar apariencia de realidad a las creencias imbuidas, desde el momento de su aceptación por el cuerpo social a que a tales efectos aquellas van destinadas” (Pérez del Campo, 2007). Por ello la violencia contra la mujer, y en especial, la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja visto como problema social requiere de la comprensión de su relación directa con la estructura social patriarcal. Aún más, su solución pasa, no solo por considerarla ilegítima y atacarla aisladamente, sino por comprender que es consecuencia de la ideología patriarcal y es necesario producir multitud de cambios sociales que contribuyan a romper radicalmente el sistema integrado del patriarcado. Indudablemente la violencia doméstica no es neutra frente al género. Las mujeres son en abrumadora mayoría las víctimas más numerosas de la violencia perpetrada en el hogar. No se trata de una violencia aislada o de hechos fortuitos, se trata de un mecanismo de control patriarcal que trasciende las clases, razas y zonas geográficas porque se basa en la supuesta superioridad masculina. Los estudios efectuados en distintas regiones del mundo y que han sido sistematizados por la ONU evidencian, que el hogar es el escenario bélico donde las mujeres padecen numerosas formas de violencia. Según estos estudios en determinadas comunidades en uno de cada tres matrimonios la mujer es maltratada por su marido (Borkowski et al., 1989). En efecto, la violencia contra las mujeres en la relación de pareja es una violencia de género con todas las implicaciones que de ello se deriva. Violencia de género sistemática que abrumadoramente es iniciada por el hombre e inflingida sobre la mujer. No se trata de una violencia aleatoria, aislada o explicada por características anormales del abusador o la víctima o por la disfunción en la familia y aunque se han planteado muchas teorías para explicarlas, la desigualdad genérica está en la clave de cualquiera de las formas que asume el maltrato contra la mujer. La familia a la que los poetas y literatos describen usualmente como refugio de paz y amor es el ámbito privilegiado donde se produce y se reproduce la subordinación femenina puesto que está atravesado por relaciones de poder. Ello implica que en este entretejido social confluyen el afecto y la solidaridad con relaciones de autoridad y conflicto. Estas realidades obligan a entender la violencia como un tipo de relación social signada por el uso de la fuerza física o psicológica del 19 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES gobernante, del que detenta el poder sobre los desposeídos del mismo, que suelen ser generalmente las mujeres. La violencia contra la mujer se convierte, entonces, en un mecanismo de poder para garantizar la pervivencia de la subordinación femenina; es un reflejo de la manera en que el androcentrismo permea todo el tejido social, legitimando la autoridad suprema del género masculino 1.1.2.- SALIR DEL CAUTIVERIO, UN RETO NECESARIO. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN En la Introducción del Informe de la CEPAL “! Ni una más! El derecho a vivir una vida libre de violencia en América Latina y el Caribe” se explica que: “Entre 1990 y 2007, más de 900 mujeres chilenas fallecieron por causa de homicidio, una gran mayoría víctimas de sus parejas o ex parejas. En Bahamas el feminicidio representó el 42% del total de los asesinatos en el año 2000, el 44% en 2001 y el 53% en 2002; en Costa Rica, llegó al 61% del total de homicidios de mujeres; en El Salvador, la mitad de los casos de violencia reportados por la prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica en el año 2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como resultado de la violencia doméstica. En todos los casos, mueren más mujeres a manos de sus parejas que a causa de la intervención de desconocidos. Estas cifras suscitan el rechazo generalizado de la población como lo demuestra la encuesta del Latinobarómetro 2006, en que el 90% de las personas encuestadas considera la violencia intrafamiliar como un grave problema” (CEPAL, 2007a) Cuando vemos estas estadísticas escalofriantes sobre los daños causados a las mujeres por la violencia de género, nos sobrecogemos con ellas, porque son, sin dudas, las formas más extremas las que causan directamente discapacidad y muerte. Sin embargo, pocas veces analizamos que todas esas situaciones límites estuvieron precedidas y/o acompañadas por esas otras formas de violencia silenciosa y sutil que van menoscabando la identidad y, con ello, la integridad vital de quienes la padecen. La violencia psicológica tiene el mismo efecto que la gota de agua, cuando forma las estalactitas y estalagmitas en las cuevas. Es tal su poder que convierte en columnas inamovibles el cristalino líquido que parece inofensivo al caer. Así de peligrosa es esa violencia larvada que hemos naturalizado como atributo masculino de poder en las relaciones de pareja. Así de dañina es la cultura patriarcal que reproducimos a diario mediante la socialización de género. Las investigaciones y las estadísticas de las instituciones especializadas confirman que, cuando las mujeres mueren a manos de sus 20 Clotilde Proveyer Cervantes parejas o ex parejas, tienen como antecedente la recepción sistemática de violencia por parte de sus “medias naranjas”. Lo mismo sucede cuando ellas se convierten en asesinas u homicidas contra ellos, aunque la proporción de víctimas femeninas siempre es abrumadoramente mayor. Una vida preñada de maltratos invisibles, imperceptibles y naturalizados llevan inexcusablemente a las formas cruentas que tanto dolor y luto producen en el mundo (Azaila, 1996). Ello explica la necesidad de entender la agresión contra la mujer en las relaciones de pareja no como un acto aislado, “sino dentro de un proceso de interacción que está potenciado por unas reglas de dominación y sumisión” (Fernández, 1991). Ciertamente, el comportamiento violento de los hombres que maltratan a sus mujeres es propio de hombres concretos, pero esto es posible porque históricamente las pautas de la organización de la sociedad han forzado a las féminas al lugar de las víctimas. El patriarcado, es entonces, una estructura de violencia, que mantiene vigente la sociedad patriarcal, afectando de manera diferente a las mujeres en relación con la clase, la raza, la edad en comparación con los varones de esa misma situación. Esa relación de poder asimétrica es la que permite explicar la agresión a la mujer en una perspectiva de desigualdad porque la interacción entre hombres y mujeres es una interacción entre personas de desigual poder que permite al hombre (patriarca, poderoso) agredir a su mujer cuando ella intenta moverse, cuando siente que se mueve de su posición de desigualdad o para mantenerla en la posición de desigualdad. Pero, qué razones explican ese proceso gradual e indetenible que lleva a personas que suelen ser quienes prodigan amor, a convertirse en depredadores de sus seres queridos? El ciclo de la violencia no se instala en la relación de pareja de manera fortuita. Es resultado de un proceso de empoderamiento masculino galopante y de enajenación femenina, que es mayor mientras mayor es su subordinación. ¿Cómo se puede no distinguir entre gestos de amor y posesividad?, ¿cómo se puede justificar el control que paraliza y anula?, ¿cómo puede la amenaza, la burla y la humillación reconocerse parte de los vínculos amorosos? Lo más peligroso de este proceso es su invisibilidad. Es tal la aceptación cultural de la superioridad masculina a nivel social, que no se logra a nivel social identificar las señales que muestran al maltratador desde etapas iniciales de una relación. Son tan efectivos los mitos y creencias en torno a la violencia que permiten que sus manifestaciones se consideren parte consustancial de la relación de pareja. Por eso es necesario, entonces, desmontar los mitos que obstaculizan la toma de conciencia sobre lo ilegítimo de cualquier forma de violencia, 21 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES porque todas ellas forman una cadena sin fin que se reproduce infinitamente si no cortamos la espiral. Cuando los gradientes de esa espiral aumentan, va disminuyendo la capacidad femenina para comportarse como sujeto autónomo y para encontrar salidas efectivas a la situación que las anula. La autovaloración se pierde y el miedo, la vergüenza, la desprotección y la dependencia, entre otras, inmovilizan a las mujeres cuando el ciclo de la violencia se instala en la cotidianidad de la pareja. En ese momento ellas son vulnerables y ya la violencia emocional y la psicológica sistemática, que casi siempre van acompañadas de la física, sexual y/o la económica, han completado el trabajo de parálisis y aislamiento femenino. En nuestra experiencia de investigación sobre esta problemática es recurrente el desconocimiento que muestran las mujeres y los hombres de las distintas manifestaciones de violencia que existen además de la física. Han funcionado de manera tan eficaz los valores sociales transmitidos por la cultura patriarcal, mediante los cuales se consideran superiores a los hombres, que aún la aprendemos y la enseñamos cuando educamos a niñas y niños sin cuestionarnos la injusta inequidad que supone el orden de géneros hegemónico. Ahora bien, qué razones explican que la mujer no salga de esa relación que afecta toda su vida?, existe algún perfil específico que haga a algunas mujeres ser propensas a la recepción de violencia? En su libro “Hombres violentos, mujeres maltratadas” Graciela Ferreira fundamenta la gravedad que significa para la mujer el auto abandono como característica predominante en las mujeres maltratadas, cuando luego de quedar atrapadas en el ciclo de la violencia se quedan sin recursos personales para elaborar estrategias de enfrentamiento al maltrato que le infiere su compañero. Al respecto la citada autora sentencia: “En el buen sentido, el amor propio significa querer, respetar y desarrollar la propia existencia; valorarla como nuestra más preciada posesión, la única que verdaderamente nos pertenece por el corto lapso que dura nuestra vida. Todos pueden abandonarnos y es doloroso, pero la auténtica catástrofe es auto abandonarnos” (Ferreira, 1992) Efectivamente, en una auténtica catástrofe se convierte la vida de una mujer maltratada. Resulta significativa la virulencia con que se condena a la mujer que no logra salir del círculo de la violencia, no sólo por personas aisladas, sino en la mayoría de los casos por personas que forman parte de las instancias que como la policía, los jueces, médicos o psicólogos deben por razón de sus funciones intervenir para paliar sus efectos nocivos, castigar a los que cometen semejantes delitos o elaboran estrategias que permitan enfrentar la problemática en forma de sistema. Todo lo contrario, estas personas, que muchas veces 22 Clotilde Proveyer Cervantes representan instituciones como las mencionadas invocan el respeto y la no intromisión en el “sacrosanto” espacio privado dando con ello el primer paso en la legitimación de la violencia en el hogar mediante su silenciamiento, contribuyendo así al inicio de la escalada de victimización femenina. Nos encontramos entonces con el primer argumento que permite entender por qué se queda la mujer en la relación violenta. A nuestro modo de ver la primera razón por la que una mujer se convierte en víctima de malos tratos por su pareja es la aceptación cultural de la violencia basada en el género, tal como fue analizado en el epígrafe anterior. La violencia basada en el género, adquiere en la relación de pareja la máxima expresión de naturalización a partir de la división antinómica entre mundo público y privado donde este último tiene el significado social de subalternidad para las mujeres, privado de las características de productividad y poder. Sin lugar a dudas en la relación de pareja (en especial cuando esta se convierte en matrimonio, formalizado o no) se visibiliza sólo el significado social de una alianza de amor, pero se invisibilizan los procesos de apropiación económica, simbólica, erótica y subjetiva que en el se producen por parte, mayoritariamente, del hombre. A pesar de las transformaciones que en la situación de las mujeres se han producido a nivel internacional y de los espacios conquistados que van poniendo en crisis la legitimidad de la opresión de género, esto no significa que se haya suprimido la subordinación ni que se haya consolidado ya un nuevo paradigma legitimador de la igualdad en la diferencia. Cabría entonces validar la tesis de Ana María Fernández sobre la relación entre violencia y conyugalidad que sostiene que “existe, pues, una relación necesaria y no contingente, interior y no exterior, constitutiva y no excepcional, entre violencia y conyugalidad. No es ya la violencia explícita del golpe físico que somete por terror, sino la violencia simbólica que inscribe a las mujeres en enlaces contractuales y subjetivos donde se violenta tanto la economía como el sentido de su trabajo productivo, se violenta su posibilidad de nominarse y se las exilia de su cuerpo erótico, apretándolas en un paradigma de goce místico, que – en verdad – nunca ha dejado de aburrirlas.” (Fernández, 1992) Sin embargo, la relación entre conyugalidad y violencia no se puede valorar simplemente como de relación causa – efecto, aunque la violencia simbólica a la que alude la autora está presente en un número importante de parejas en todo el mundo, hay muchas mujeres que después de la primera agresión logran romper con el maltratador, como lo evidencia un estudio británico que muestra que el 88% de las mujeres se van después de la primera agresión. Entonces la pregunta a formular 23 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES no es por qué no se van? Si no, cuáles son los obstáculos que les impiden irse? (Horley, 1996). La violencia en cualquiera de sus manifestaciones es una forma de ejercicio de poder, en el caso de la violencia simbólica este poder logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza. Según Pierre Bourdieu “[…] todo poder admite una dimensión simbólica: debe obtener de los dominados una forma de adhesión que no descansa en la decisión deliberada sino en la sumisión inmediata de los cuerpos socializados” (Bourdieu, 2000) Sin embargo estos cuerpos socializados de los que habla Bourdieu no se someten sino porque aprehenden al mundo social y a sus divisiones arbitrarias como naturales, evidentes, comenzando por la división socialmente construida entre los sexos en función de la cual el dominio masculino está suficientemente asegurado y la posición femenina inevitablemente subordinada. “La visión dominante de la división sexual se expresa en discursos como los refranes, proverbios, cantos […] Pero se expresa también en objetos técnicos o en prácticas: por ejemplo, en la estructuración del espacio, o bien en la organización del tiempo, así como en las técnicas del cuerpo, posturas, ademanes y porte.” (Bourdieu, 2000) En función de estos estereotipos algunas mujeres suelen abandonarse al destino al que socialmente están simbólicamente consagradas: a la sumisión, resignación, a la aceptación de borrarse, negarse. Para lograr esto es necesario un inmenso trabajo previo de inculcación y transformación, lo cual explica Bourdieu a través del concepto de trabajo pedagógico, el que define como “[…] trabajo de inculcación con una duración suficiente para producir una formación duradera o sea un hábitus” Este trabajo, ya sea que se lleve a cabo a través de la familiaridad con un mundo simbólicamente construido o a través de una labor de inculcación colectiva, conduce a una transformación durable de los cuerpos y de la manera usual de utilizarlos. De ahí que enfatice que “Toda acción pedagógica es objetivamente una violencia simbólica en tanto que imposición, por un poder arbitrario, de una arbitrariedad cultural” (Bourdieu, 2005). Si llevamos esto a las relaciones de género tenemos un poder arbitrario patriarcal, masculino, que impone una arbitrariedad cultural en función de su género o sea, impondrá esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y de acción del género dominante: el masculino. De ahí que plantee Bourdieu: “la violencia simbólica se instituye por medio de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador (por consiguiente, a la dominación), cuando no dispone, para imaginarla o para imaginarse a él mismo […] de otro instrumento 24 Clotilde Proveyer Cervantes de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que hace que esta relación parezca natural” (Bourdieu, 2000) Por ello los obstáculos que impiden a las mujeres salirse del vínculo de maltrato no pueden analizarse de manera puntual y descontextualizada. Ha quedado claro que la violencia contra la mujer es un mecanismo de control patriarcal a través del cual el hombre busca y confirma la devaluación y deshumanización de la mujer. En tanto recurso de poder, los obstáculos que le impiden irse a la mujer, serán justamente los que la hacen vulnerable al poder masculino: “las limitaciones de base social del patriarcado, la disminución psicológica de la autoestima, la alta intensidad de las interacciones violentas y las restricciones inducidas por el miedo sobre la capacidad de un individuo para pensar en términos complejos, contribuyen a la escasez de alternativas reales y percibidas a disposición de las víctimas crónicas del abuso conyugal.” (Blackmun, 1989) Las mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia están inmersas en una realidad que las incapacita para encontrar por sí solas la salida. Lo que resulta más alarmante es que las mujeres con traumas de este tipo tienden a auto culparse por estos malestares, obviando las responsabilidades masculinas, lo que inhibe la denuncia y puesta en práctica de estrategias contra dichas acciones. Entre los elementos que describen esa realidad de cautiverio encontramos las siguientes: Cuando se inicia el ciclo la mujer se debate entre el amor que siente por su pareja y el deseo de salvaguardar su propia seguridad e integridad física y la de sus hijos. El vínculo oscilante entre el amor y la agresión atrapa porque ella espera y confía que su compañero pare el maltrato y se mantenga por siempre en la fase de reconciliación, por eso se esfuerza hasta alienarse en complacerlo y agradarlo para evitar en vano la próxima descarga violenta1. El miedo a la soledad y al fracaso que supone en la cultura patriarcal perder el matrimonio y destruir la familia y separar a los hijos de su padre, la hacen sobreponerse al dolor y al sufrimiento y soportar el maltrato de su compañero. La dependencia afectiva anula la capacidad para romper el vínculo. (Pérez del Campo, 2007) Sin embargo, una de las razones principales que le impiden marcharse es el miedo, el miedo que paraliza y gobierna todos lo movimientos. Se siente prisionera. Las amenazas de muerte para ella y para los hijos si se atreve a dejarlo la anulan. 1 En Psiquiatría se afirma que lo que caracteriza a la alienación es la doble circunstancia de hacer del que está alienado un ser distinto, alguien que no es porque no realiza lo que le es propio, y también porque ese su hacer es forzoso, como impuesto desde fuera de sí mismo. La alienación pues, lleva a la pérdida de la identificación de la persona: 25 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES La mujer maltratada se queda por vergüenza y autoinculpación, resulta muy doloroso admitir que el hombre que ama y seguramente es el padre de sus hijos, la maltrata, pero además, le ha reiterado tanto su responsabilidad por los golpes de todo tipo que recibe, que llega a creerse que algo malo ha hecho para merecerlo. La dependencia económica es, sin dudas, uno de los factores que muchas veces retienen a las mujeres con el hombre que las maltrata. La necesidad del aporte económico del marido para el sustento familiar, ya sea porque ella no tiene trabajo o él no se lo permite, o porque su salario no es suficiente para cubrir las necesidades familiares. Otras veces la dependencia incluye la propiedad de la vivienda y la mujer no tiene a dónde marcharse. Razones todas que la hacen considerar entre quedarse y soportar el maltrato para garantizar el bienestar de los hijos o romper y exponerlos a carencias y privaciones materiales. El chantaje emocional es una de las estrategias utilizada por el maltratador para retener a la mujer en el vínculo, la cual resulta efectiva debido a la falta de autoafirmación de la mujer. Entre las conductas propia de esta estrategia encontramos la amenaza de suicidarse si ella lo deja, otros comportamientos auto lesivos, aumento de adicciones, su invalidez para el auto cuidado. Razones todas que la inducen a pensar que sin ella él podría terminar muy mal. Todas estas razones expuestas que van obligando a la mujer a posponer la ruptura o que le impiden hacerlo, de momento, hasta encontrar otras soluciones a su situación, van cerrando sobre ellas las opciones para poder salir de la situación de maltrato generando la mayoría de las veces consecuencias que serán nefastas para su seguridad, su salud, su independencia y hasta para su propia vida. El “síndrome de Estocolmo” y la “indefensión aprendida” permiten ilustrar esta aseveración. Basados en los estudios de Martin Seligman, un investigador de la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, en 1975, realizados con perros, que al ser sometidos a descargas eléctricas a repetición, permanecían pasivas y no salían ni aun cuando les abrían las jaulas, conductas estas a las que denominó “indefensión aprendida”, lo que aplicó Leonore Walker al describir el “Síndrome de la mujer maltratada” para explicar los efectos del maltrato a la mujer. Según expone Walker en su libro “The Battered Women” la exposición repetida a episodios de violencia producen en la mujer una serie de síntomas (poca búsqueda de ayuda, baja autoestima, depresión, apatía, dificultades para resolver problemas, ansiedad, stress físico y mecanismos autodestructivos) que la incapacitan para generar respuestas al maltrato. Se genera entonces en la mujer una actitud de pasividad que la lleva a abstenerse de reaccionar o controlar lo que 26 Clotilde Proveyer Cervantes sucede, se produce un deterioro de su personalidad que anula su autoestima (Walker, 1979). En virtud del aislamiento a que se somete la mujer maltratada, aumenta la dependencia del agresor, asumiendo muchas veces una conducta que sociólogos y otros investigadores han denominado “Síndrome de Estocolmo” debido al hecho comprobado que le dio nombre: “Las personas amenazadas y en peligro desarrollan una actitud de simpatía e identificación con aquel que puede matarlos. Este fenómeno defensivo, que se da en circunstancias de terror, impide que se pueda ayudar a rescatar al que se encuentra en ese estado de adhesión al agresor” (Ferreira, 1992). En el ámbito doméstico el Síndrome de Estocolmo se expresa en el aislamiento gradual al que el hombre somete a la mujer limitando las posibilidades de búsqueda de ayuda que se conjuga con las amenazas y la vergüenza que ella siente, lo que la obliga a silenciar la situación de sojuzgamiento que padece. Por esa razón el aislamiento la lleva a la sumisión a la voluntad del hombre y a una identificación inconsciente con su agresor que le impide resistirse o cuestionar. Lo expuesto hasta aquí explica por qué muchas mujeres caen en el ciclo de la violencia y enfrentan tantas barreras para poder salir de él. Queda claro que ninguna mujer soporta el abuso porque le gusta. Incluso cuando se adecua al dolor y mantiene esa desesperada lealtad lo hace como una forma de protegerse porque su contacto con la realidad y su percepción de la misma están alteradas. El concepto de indefensión aprendida utilizado por L. Walker para explicar el Síndrome de la mujer maltratada ha sido muy criticado porque sacraliza a la mujer en la posición de víctima indefensa, sin dejar margen para la postura de sujeto que le permita enfrentar el maltrato y ponerle fin. Han sido tan contundentes y numerosas las críticas que la propia autora más tarde reconoció que la mujer golpeada no es necesariamente totalmente pasiva, sino que puede estar arreglándoselas o adoptando acciones defensivas dentro de un marco muy limitado y que las misma no está presente necesariamente antes de recibir maltrato en forma de predisposición, por lo que su postura no está en contra de los postulados feministas en relación con las causas de la violencia de género (Walker, 1993) Entre quienes critican la concepción victimista de L. Walker se encuentra Jacqueline Campbell y colaboradores, quienes sostienen que “Las mujeres golpeadas que están en refugios y centros de salud, a menudo son fuertes, creativas, asertivas, contrariamente a la impresión de pasividad y psicopatología que suele encontrarse tanto en la literatura popular como académica sobre el maltrato (Campbell et al, 1994:99). 27 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Aunque suscribimos la crítica a la conceptualización de la “indefensión aprendida” y más adelante nos detendremos en este punto, consideramos necesario hacer una digresión oportuna sobre la identidad femenina que no puede ser desestimada para comprender la actuación de las mujeres maltratadas. Aunque al hablar de identidad femenina no nos referimos a la mujer, sino a una multiplicidad de mujeres condicionadas por otras muy diversas condiciones de identidad como la edad, la raza, la clase, la nación o nacionalidad, la comunidad, la ideología, el nivel cultural y otros muchas, es necesario tener en cuenta que esas múltiples condicionantes se encuentran atravesadas por atributos comunes propios de la condición genérica y que marcan en mayor o menor medida (según sea la fortaleza de las otras condicionantes) su condición de sujeto femenino. Desde la cultura patriarcal en la dimensión de propiedad la mujer no se pertenece; en la auto identidad femenina el sentido y el fin de la existencia no se encuentra contenido en cada mujer, sino en los otros, y sólo en el vínculo con los otros su vida adquiere sentido. En el centro de su realización no se encuentra sí misma, sino el satisfacer las necesidades y los deseos de los otros. Por eso la subordinación constituye un rasgo distintivo de su identidad genérica; la subordinación al hombre marca entonces desde su construcción identitaria la inferiorización y la dependencia femenina. Como hemos apuntado antes “el concepto de subordinación, implícito o explícito, en cada uno de los diversos enfoques también varía en sus matices que abarcan no sólo el dominio sino también las posibilidades de romperlo.” (Oliveira, 1989) El concepto de subordinación desde su doble acepción, resulta básico, por tanto, para entender no sólo por qué las mujeres internalizan el auto abandono y la devaluación personal en pro de los intereses y de las necesidades de los otros e incluso la aceptación del dominio masculino mediante la violencia física y/o psicológica, sino también, por qué buscan y encuentran alternativas a la situación de subordinación mediante la utilización de diversas formas de resistencia que contribuyen a romper el dominio masculino. Cabe entonces retomar las críticas a la concepción unilateral que describe la indefensión aprendida utilizada por Leonore Walker para explicar la situación de las mujeres maltratadas. Aunque indudablemente una mujer maltratada, sometida a ciclos repetidos de violencia presenta todos esos síntomas y conductas indiferentes que describe el Síndrome, reducirla a la concepción de pobre víctima indefensa, pasiva y sumisa, niega la posibilidad de buscar alternativas de respuesta, elaborar estrategias de resistencia y refuerza aún más el estereotipo de víctima que obstaculiza incluso reconocer como agredida a una mujer que no se ha asumido como auto anulada. 28 Clotilde Proveyer Cervantes Entre los estudiosos que critican la concepción de indefensión también se esgrimen como argumentos que aunque pretende ser una descripción, comunica incapacidad y anormalidad, así como la pérdida de iniciativa, desconociendo incluso el deseo y la fuerza heroica de las mujeres maltratadas para sobrevivir, evitar y escapar de la violencia (Gondolf y Fisher 1988). Al respecto Edward Gondolf y Ellen Fisher afirman que a medida que la violencia aumenta y disminuye la tendencia a culparse a sí mismas, las mujeres maltratadas incrementan sus esfuerzos para buscar ayuda, a pesar del temor, del peligro, la depresión, la baja autoestima, el sentimiento de culpa, las restricciones económicas y atribuyen la no obtención de ayuda de estas mujeres en gran medida a la insuficiencia de la respuesta y los recursos comunitarios (Gondolf y Fisher 1988). Resulta evidente que no existe una fórmula única o una vía expedita para poner fin al maltrato, más bien debemos hablar de una diversidad de respuestas que pasan por los esfuerzos de las mujeres por resistir a la violencia y por la responsabilidad de la sociedad de asumirlo como problema social que debe contribuir a eliminar entre las muchas políticas y estrategias necesarias, así como enfrentar a los hombres a su responsabilidad como causantes del “crimen encubierto más numeroso del mundo.” Cuando criticamos la reducción victimista de la indefensión aprendida no estamos, sin embargo, negando que de hecho en una situación de maltrato sostenido el hombre agresor convierte a la mujer en su víctima; lo que nos cuestionamos es que se la limite a la posición irremisible de víctima, que no da margen para la búsqueda de estrategias para salir de esa situación o incluso para poder soportarlo, lo que criticamos es que la indefensión condena a la mujer al cautiverio. Es importante destacar que el hecho de que una mujer maltratada no sepa cómo ponerle fin al maltrato y todavía no pueda hacerlo; eso no significa que no quiera ponerle fin. Lo que corrobora la práctica de la intervención y la atención a mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia es que para ellas resulta muy difícil encontrar por sí solas la vía eficaz y definitiva para salir del ciclo. Pero, ¿Cómo ayudar a la mujer que es víctima de la violencia por parte de su compañero? Al respecto suscribimos la tesis de trabajo desarrollada por el grupo CALA2 como resultado de un trabajo sistemático con mujeres maltratadas: 2 El grupo CALA integrado por Esther Jovaní, Luisa Busto y Teresa Segarra es un equipo de trabajo que se ocupa de Estudios, Formación e Intervención con mujeres y que gestionó durante 10 años la Casa de Acogidas para mujeres maltratadas de Castellón, España. Como resultado de sus experiencias de trabajo han elaborado su propio “modelo de intervención con mujeres maltratadas desde una perspectiva de género” cuya tesis central aquí expuesta sirve de punto de partida al mismo 29 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES “El contacto diario con el maltrato certifica la existencia de un agresor y una víctima, pero restringir la cuestión a esta dualidad no solo reduce a lo privado el problema de los malos tratos a la mujer, desvinculándolo del orden de valores que rigen nuestro sistema social, sino que además entraña otro peligro: cristaliza los estereotipos de género tradicionales que pretendíamos derribar al identificar al hombre maltratador como activo y a la mujer maltratada como pasiva. El lugar de la víctima la condena a perpetuarse en una identidad tradicionalmente femenina, privándola de la oportunidad de poder actuar para modificarla, esterilizando con ello cualquier intervención. En el momento en que esta misma mujer pueda considerarse como sujeto activo de una historia que le concierne, obtendrá la posibilidad de intervenir en ella.” (Jovaní et al, 1994) Para que la mujer maltratada pueda intervenir en su historia ella debe primero creer en su historia y asumir que está en condiciones no solo de verbalizarla y compartirla con la certeza de que los demás la creerán, sino, además, que ella cuenta con recursos personales para hacerse cargo de ella y modificarla. Para que las mujeres tomen sus propias decisiones hay que darles opciones, oportunidades, dotarlas de las herramientas para que incremente sus fortalezas y su autoestima. Ayudarla a reconocer que existen otros sentidos que pueden contribuir a cambiar su posición de víctima indefensa y pueda colaborar en el desarrollo de sus propias estrategias frente al problema. La actitud que asume una mujer maltratada que está atrapada en el ciclo de la violencia muchas veces se presta a confusión o a estigmatización por los profesionales que intentan ayudarla o que se han visto vinculados al problema en alguna de las fases del ciclo. El proceso mediante el cual ellas ponen en marcha sus estrategias de enfrentamiento, es la mayoría de las veces lento, lleva tiempo. Entender por qué una mujer no denuncia el maltrato, por qué retira la denuncia, por qué rompe y vuelve nuevamente con quien la maltrata requiere, además de las explicaciones ofrecidas en las reflexiones previas relacionadas con el síndrome de la mujer maltratada, buscar las respuestas a esas conductas a la luz de los contextos en que la mujer actúa y del significado que tienen para cada mujer. Para explicarnos las respuestas de las mujeres frente al maltrato y que deben ser tenidas en cuenta por especialistas para elaborar modelos de intervención más eficaces que contribuyan realmente a poner fin a la situación de maltrato que padecen, M. A. Dutton ha elaborado un modelo que toma en cuenta cinco sistemas superpuestos a partir de su contexto y del significado que para ella tiene: sus historias personales, sus vínculos familiares, los lazos con las redes sociales más cercanas, las grandes redes comu- 30 Clotilde Proveyer Cervantes nitarias, y el contexto social y cultural peculiar en que se desarrollan. También el modelo propones tener en cuenta las limitaciones y fortalezas de las mujeres, ya sean emocionales, físicas, comportamentales, así como disponibilidad o no de recursos económicos y tangibles, y la existencia o no de redes de apoyo familiar o comunitario para la víctima (Dutton, 1997) Para Dutton, en su propuesta, es imprescindible tener en cuenta también la dimensión temporal, la historia de cada mujer, para poder comprender la variedad de las estrategias que ella emplea a lo largo de su vida y el momento específico en que las despliega. Sin dudas, según Dutton, hay que tratar de comprender también el significado que tienen cada una de estas variables contextuales dentro de su sistema de creencias. Este modelo que toma en cuenta los contextos, las historias y los significados de esas variables contextuales resulta una propuesta válida para poder ayudar más eficazmente a las mujeres maltratadas a poner fin a la violencia mediante modelos de intervención más adecuados. La complejidad de la realidad en la que está inmersa la mujer maltratada y los estereotipos y mitos sociales que funcionan a escala social sobre el problema en cuestión requieren de la preparación adecuada de los profesionales que atienden en cualquiera de los momentos de crisis a estas mujeres, máxime si se tiene en cuenta que según diferentes fuentes solamente se denuncia un porcentaje mínimo de malos tratos, aproximadamente un 10%, apenas la punta del Iceberg que tantas víctimas cobra en el mundo entero. Existe acuerdo entre los especialistas en que ese 10% que se denuncia pueden haber incluso subregistros debido a que las propias afectadas pueden considerar la situación de maltrato como “normal”. Las dimensiones y las consecuencias del problema de la violencia son mucho más dramáticas que las cifras mencionadas como botón de muestra “aun cuando la violencia contra las mujeres por sus hombres produce desde hace una década más muertes que el terrorismo como hemos podido comprobar si la aritmética no engaña, por debajo, sumergidos en una falsa, cómoda y cobarde concepción de lo privado, se dan miles y miles de situaciones estables de torturas domésticas, bastantes de las cuales pueden acabar en muerte ; pero aunque no sea así, el sufrimiento y el dolor mantenidos, cotidianos, incesantes, superan con mucho el horror de las muertes violentas, por su increíble volumen. Al igual que un voluminoso iceberg, cuyo rumbo errático pudo causar el hundimiento del Titanic, la violencia habitual y sistemática enquistada en la familia, sigue causando muertes y sufrimientos si fin.”(Caño, 1995) La responsabilidad de la sociedad no cambia una vez adquirida la certeza sobre la imposibilidad de hablar de la Mujer Maltratada, sino 31 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES de mujeres maltratadas con multitud de historias personales, únicas e irrepetibles, donde la singularidad de cada situación obliga a estas mujeres a transformar su situación de víctimas indefensas en sujetos de cambio. No cambia la responsabilidad social porque aunque cada mujer debe transitar su propio camino para apropiarse de su historia y modificarla, no puede hacer sola ese recorrido. En este caso también es válida la propuesta de Fina Sanz que sostiene que “el amor es como un viaje, cada cual hace su camino, pero es grato acompañarnos”. Para las mujeres maltratadas la compañía no solo es grata, sino también necesaria. Necesaria para ayudar a restañar las huellas dolorosas de una vida de maltratos, acompañarlas para que no se pierdan en los recodos del camino; acompañarlas para que, en los momentos de flaqueza o desesperanza indicarles la ruta y mostrarle que falta mucho menos para llegar a la meta, y en todo caso ofrecerles el hombro para sostenerlas en la catarsis y ayudarlas a crecer (Sanz, 1998). Resulta indispensable, entonces, deslegitimizar los malos tratos silenciados, que al amparo de la privacidad de la familia mantienen impune la victimización y la tortura. Cuando las instituciones sociales y en su nombre médicos, policías, jueces, psicólogos y otras se mantienen indiferentes ante una mujer maltratada o trivializan el alcance del hecho, se convierten de hecho en legitimadores de la dominación del marido y despoja a la mujer sometida a violencia de la protección que merece y necesita y le niega la posibilidad de romper el ciclo, así como de obligar al hombre a asumir la responsabilidad por tan deleznables actos. El silencio o la indiferencia contribuyen no solo a legitimar la conducta agresiva de los hombres en el hogar, sino, también, el silencio puede convertirlos en cómplices. Se hace necesario, entonces, la implicación de la sociedad toda a través de sus instituciones para poner fin a este sistema alternativo de control social, que es la violencia que en la sombra del hogar ejercen impunemente los hombres para poder mantener su poder. Pero esa implicación no puede ser arbitraria y dispersa. La problemática de la violencia contra la mujer requiere tener en cuenta todos los factores que puedan contribuir a aportar luz en el análisis de las estrategias para atenderla; factores estos que analizados como sistema contribuyen más eficazmente a la búsqueda de soluciones efectivas al maltrato contra la mujer. Otra propuesta que ofrece alternativas de atención lo constituye el Modelo Ecológico aplicado al Campo de la Violencia Familiar elaborado por Jorge Corsi a partir de un modelo propuesto por Urie Bronfenbrenner que postula que la realidad familiar, la realidad social 32 Clotilde Proveyer Cervantes y cultural pueden entenderse organizadas como un todo articulado, como un sistema compuesto por diferentes subsistemas que se articulan entre sí de manera dinámica. (Ferreira, 1992) El Modelo Ecológico aplicado al Campo de la Violencia Familiar elaborado por Jorge Corsi evalúa el problema de la Violencia Familiar desde una perspectiva ecológica y multidimensional, buscando en el abanico de determinantes entrelazadas que están en la base y en la raíz profunda del problema la relación directa con las estrategias de solución dirigidas a los diferentes subsistemas implicados. En esencia del Modelo abarca las tres perspectivas de análisis que se sitúan a diferentes niveles sociales (macrosistema, exosistema y microsistema) al tiempo que concede un lugar importante al estudio de las interacciones entre esos mismos factores con el factor individual como soporte de esas interacciones recíprocas. A continuación se describe cómo está compuesto cada subsistema y la relevancia que adquiere en la comprensión de la problemática de la violencia. El macrosistema: El sistema de creencias culturales que define la Sociedad Patriarcal confiere un poder a los hombres sobre las mujeres y a los padres sobre los hijos. Sobre este eje se sostienen históricamente los valores de la sociedad occidental y se estructura un modelo de familia vertical donde el padre es el jefe del hogar. Dentro de esta estratificación, el subsistema filial reconoce cierto grado de diferenciación basada en el género. En síntesis, las definiciones culturales acerca de lo que significa ser mujer, varón o niño, junto con la concepción acerca de la familia y el poder y la obediencia, tienen una relación directa, en el nivel macrosistémico de análisis con el problema de la violencia familiar, ya que proporciona el marco más general en el cual transcurre el drama. El exosistema : Los valores culturales no se encarnan directamente en las personas, sino que se hallan mediatizadas por una serie de espacios que constituyen el entorno social más visible : las instituciones educativas, recreativas, laborales, judiciales, religiosas, etc. La estructura y funcionamiento de tales entornos juegan un papel decisivo para favorece la realimentación permanente del problema de la violencia en la familia. El contexto laboral y económico no puede dejar de ser tenido en cuenta a la hora de analizar la influencia de los factores exosistémicos. Desde el punto de vista de los recursos con una comunidad determinada cuenta en relación con el problema de la violencia doméstica, también encontramos factores que se asocian para contribuir a la perpetuación del fenómeno. Por ejemplo, la carencia de una legislación adecuada que defina el maltrato y la violencia dentro de la familia como conduc- 33 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES tas socialmente punibles. O la escasez de apoyo institucional para las víctimas de abuso intrafamiliar. O la impunidad de quienes ejercen la violencia hacia los miembros de la familia. Importancia reviste también la victimización secundaria que reciben las mujeres maltratadas cuando van buscando ayuda a instituciones o profesionales e impregnadas por mitos o estereotipos culturales en torno al tema dan respuestas inadecuadas, culpan a la víctima o restan importancia al problema. El Microsistema : Cuando enfocamos nuestra mirada en este sector del Modelo Ecológico consideramos los elementos estructurales de la familia y los patrones de interacción familiar, tanto como las historias personales de quienes constituyen la familia. Estos tres subsistemas interactúan con el individuo, ya sea el Hombre Violento o la Mujer Maltratada y ejercen determinadas influencias que pueden actuar o no como condicionantes. Por ello al examinar la violencia doméstica no pueden obviarse las dimensiones (conductual, cognitiva, interaccional y psicológicamente) que operan en el ámbito individual tanto para explicarla como para elaborar estrategias de solución. En consecuencia, reconocemos la utilidad del Modelo Ecológico elaborado por Jorge Corsi para comprender los factores culturales, individuales y de cualquier naturaleza que determinan la violencia ejercida por los hombres sobre sus parejas y tomarlos en consideración para elaborar propuestas sociales que den respuesta a la violencia conyugal. Imprescindible resulta reconocer el lugar que ocupa en la ayuda a las mujeres maltratadas el espacio comunitario. En los contextos de intervención social la comunidad ocupa un lugar central, sin dejar a un lado el trabajo con individuos o grupos. En todo caso se trata de rescatar las potencialidades del trabajo mediante la interconexión de las diferentes redes sociales que operan en ese contexto, en las que los sujetos individuales y los grupos no pueden ser desestimados. En ese accionar los actores sociales comunitarios deben ser parte activa y comprometida sin sustituir el protagonismo de los sujetos, en este caso las mujeres maltratadas, implicados en la transformación de sus circunstancias. Superar la actividad de simple gestión de las instituciones ante las demandas de los necesitados y promover respuestas de mayor alcance y significado que involucren al entorno comunitario y sus habitantes como una fuerza dinámica resultan premisas básicas en este empeño. Resignificar y rescatar el valor de las redes sociales es imprescindible para la dinámica participativa de los actores sociales que participan en la ayuda a las mujeres maltratadas; actores que para serlo requieren romper el aislamiento que impone la relación conflictiva con su entorno, la desintegración de los lazos sociales y la ruptura de las redes naturales de apoyo (familia, amigos, etc.) en la que viven general- 34 Clotilde Proveyer Cervantes mente las mujeres que están inmersas en el ciclo de la violencia. Cuando la mujer maltratada se siente acompañada y apoyada, su condición de víctima deja de ser irreversible. El grupo potencia sus fortalezas y la ayuda a superar sus limitaciones Solo en el vínculo con los otros es posible cualquier forma de vida que merezca llamarse humana y permita construir y transformar la realidad social. “Puesto que no somos individuos solitarios, mi subjetividad no es solo mía, ni puedo abdicar de mi contexto si quiero sentirme, conocerme, sobrevivir. [...]”, por ello es menester entender que esta relación dialéctica da margen para el cambio y la renovación y posibilita superar el estigma de que los grupos vulnerables y/o marginados no pueden trascender su condición de riesgo y tener la posibilidad de la transformación (Camps, 1996). El entorno social puede ser potenciador de efectos multiplicadores que acepte, incluya y ayude a desarrollar estrategias que incrementen la competencia personal de los sujetos para saltar los obstáculos y alcanzar nuevas metas. Por ello, la comunidad ocupa un lugar central en el contexto de intervención a las víctimas de violencia, favoreciendo, además, el trabajo con los grupos e individuos que la integran, en especial, aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad y marginalidad. Sin embargo, es imprescindible que esa acción grupal se realice desde el enfoque o perspectiva de género, porque el “no incluir esta perspectiva trae aparejado el riesgo de seguir enmarcando el problema como propio del ámbito privado o familiar, el cual deberá ser solucionado dentro de los límites de la intimidad, sin visualizar la dimensión social del mismo ni cuestionar el contexto de la ideología patriarcal. El otro riesgo es el de caer en la simplificación de considerar a la violencia masculina como un mero emergente del problema económico, de la desocupación, de la marginalidad, de la falta de educación formal” (Gutiérrez et al, 1999). La reproducción de los valores y normas sociales tradicionales condiciona la reacción pasiva o indiferente frente a la violencia de género en el entorno social. Cuando “el apoyo” se realiza siguiendo los cánones preestablecidos por la cultura patriarcal y los funcionarios en los ámbitos de salud, justicia, orden público u otros, responden siguiendo representaciones rígidas de género, lejos de constituir una fuente de ayuda se convierten en legitimadores de la violencia y muchas veces re victimizan a las víctimas bajo el supuesto de la privacidad del problema o cuando menos la estigmatización, contribuyendo con ello a la reproducción del problema. Es tan importante el papel de las redes sociales en el proceso de prevención y atención a la problemática de la violencia que varios 35 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES investigadores coinciden en su efectividad como principal mecanismo de apoyo a las mujeres maltratadas. En sus investigaciones constatan que las redes comunitarias más cercanas, dígase los familiares, amigos, vecinos, algunas organizaciones informales son las primeras instancias de solicitud de ayuda a la que acceden las víctimas antes de acudir a las instituciones en pos de ayuda formal y pueden ser el recurso más eficaz a mediano y largo plazo. Son también las fuentes más confiables para quienes viven situaciones de aislamiento, vergüenza, autoinculpación o cualquiera de las razones que les impiden la solicitud espontánea de ayuda (Dutton, 1997; Heise, 1998; Kelly, 1997; Schechter, 1997). Es una práctica comprobada que las mujeres maltratadas no piden ayuda o no acuden a realizar denuncias hasta que la situación de maltrato pone en peligro su vida o la de sus hijos. Las razones de esta postura han sido analizadas anteriormente, pero no resulta ocioso enfatizar el rol que juega la naturalización de la violencia como mecanismo de control patriarcal en la falsa concepción de la misma como problema privado. De ahí que los más cercanos a las víctimas pueden brindar un apoyo más plausible, rápido y confiable en situaciones de emergencia del ciclo violento y contribuir a evitar las consecuencias extremas. Se reconoce por los estudiosos tres tipos de apoyo social: el emocional, referido a aspectos como intimidad, apego, confort, cuidado y preocupación; el instrumental, relacionado con la prestación de ayuda o asistencia material y el informacional, que implica consejo, guía o información relevante para ayudar a enfrentar la situación. Aunque algunos autores consideran el apoyo emocional como el principal componente, también se ha encontrado que los otros tipos se asocian a bienestar, pues la forma más efectiva de apoyo va a depender de la situación en que sea necesario (Cohen y Wills, 1985). Esa razón explica por qué la intervención de los servicios especializados no implica en sí mismo la solución de un problema tan complejo, pero el apoyo y el valor simbólico que para la víctima tiene su intervención es determinante. La certeza de no estar sola en la andadura para salir del maltrato otorga un sentido adicional de protección. Algunos autores han encontrado en sus estudios evidencia del papel del apoyo social que brindan las redes sociales para atenuar los efectos de los malos tratos y en la protección de abusos posteriores, en tanto el mismo proporciona acceso a oportunidades, apoyo emocional e información (Matud et al, 2002). Autores como Herrera y sus colaboradores identificaron en un estudio cualitativo que las mujeres que inician una búsqueda de ayuda cuando tratan de salir de la situación violenta generalmente acuden a personas cercanas que forman parte de su red social, tales como: ami- 36 Clotilde Proveyer Cervantes gas, hermanas, madre, vecinas e hijos. Estas indagaciones confirman la importancia de contar con redes sociales cercanas, tanto las formales como las informales, aunque éstas últimas se convierten muchas veces, como ha sido señalado antes, en las más usadas, sobre todo cuando están en situaciones límites (Herrera, et al, 2004). Las mujeres que están atrapadas en el círculo de la violencia, debido a la vulnerabilidad emocional y la baja autoestima que las caracteriza requieren de redes de apoyo confiables y accesibles que le faciliten la ayuda para salir del “pozo profundo” en que muchas veces están inmersas, y que supone casi siempre aislamiento, vergüenza, temor y autoinculpación. Por otra parte, la labor de los actores sociales que integran las redes sociales que actúan en la comunidad resulta esencial para promover la sensibilización y concientización sobre la violencia de género como problema social que afecta muchas mujeres y al que hay que atender de manera permanente. Las acciones de las redes sociales de apoyo en el ámbito comunitario pueden trascender la espontaneidad y convertirse en programas coherentes de trabajo que incluyan un amplio abanico de acciones que abarquen la atención y la prevención de este mal social. En ese empeño, es aconsejable la aplicación de metodologías participativas mediante procesos de reflexión colectiva que contribuyan a multiplicar los saberes específicos sobre este problema social y sirvan para la realización de acciones conjuntas que contengan la capacitación, la promoción de campañas de divulgación y sensibilización para víctimas y actores comunitarios sobre la violencia de género y contribuyan a desarrollar convicciones de rechazo a la violencia. A través de estas metodologías se puede ofrecer información sobre los mecanismos formales de atención a las víctimas, así como la realización de campañas de prevención de la violencia a través de medios de comunicación y otros recursos locales. La información es muy importante porque significa adquisición de conocimientos, y estos una vez asimilados se constituyen en juicios y convicciones que dirigen nuestras acciones. En la medida que mayores conocimientos tengamos más dueños seremos de nuestras acciones. Como parte de dichos programas es esencial la contribución de las instituciones a través de actores locales profesionales de la comunidad que hayan sido capacitados y puedan cooperar en la elaboración e implementación de protocolos de asesoría jurídica y/o laboral y de atención psicológica para las víctimas. Para que la gama de acciones que se desarrollan en la comunidad sea completa debe involucrar activamente a los hombres, por una parte a los hombres tanto jóvenes como adultos en procesos de conciencia- 37 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES ción para que se impliquen en la lucha contra la violencia de género y en la construcción de nuevos modelos de masculinidad basados en la equidad y el respeto, y por otra trabajar con los maltratadores en procesos de rehabilitación. Es necesario crear un clima de rechazo a la discriminación y deslegitimar la violencia naturalizada e invisibilizada. Una alternativa de apoyo a las mujeres que sufren malos tratos lo son los grupos de autoayuda porque contribuyen a la adquisición de herramientas para hacer frente a la situación de victimización y poder elaborar estrategias para detener el maltrato o romper el vínculo con el maltratador. La experiencia ha mostrado cuán efectivos pueden resultar estos grupos formados por mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia con gran necesidad de ayuda para romperlo, pero para lograrlo deben hacerlo por sí solas, trascendiendo el lugar de víctimas a partir de su conversión en actoras sociales y es ahí donde este tipo de grupo juega un papel significativo. El grupo de autoayuda como estrategia de apoyo social es una alternativa adecuada que provee ayuda y apoyo formal a personas que enfrentan situaciones crónicas. “El poder no solo compartir problemas, sino también compartir cómo se pueden enfrentar desde la experiencia supone una fuente de recursos inagotables para los miembros del grupo ofrecidos desde el grupo” (Domenech, 1998). En la realización de un estudio- acompañamiento a un grupo de autoayuda realizado por esta autora se constató la validez del mismo como apoyo efectivo ofrecido por esa red social que se va tejiendo en la medida que el grupo comienza a ser parte activa de la vida de sus miembros. Por supuesto, conseguir estos objetivos supuso el enorme reto de romper mitos y estereotipos que funcionan en el imaginario colectivo en torno a la violencia doméstica, desmontar prejuicios y temores de mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia y hacerlo, sobre todo en medio de una experiencia grupal (Proveyer, 2004). Esa experiencia de investigación-acción puede ilustrar nuestro énfasis en la utilidad de esta alternativa como red social de apoyo informal que sin sustituir otras formas de atención contribuye significativamente a la conversión de las víctimas en sujetos de cambio de su situación. De ahí que comparta los resultados más importantes de la misma: Las fases iniciales de ese proceso que acompañamos demandaron una actividad intensa en la que el apoyo se ofrecía fundamentalmente a través de la información y el entrenamiento para que ellas desarrollaran las capacidades latentes para pensar su propia realidad y transformarla en iniciativas de acción, en formas alternativas de en- 38 Clotilde Proveyer Cervantes frentarla, dando margen al éxito y al error, pero definitivamente forjando una nueva mirada y una nueva actitud transformadora. Las mujeres que se integraron al grupo expresaban un bajo nivel de autoestima y percepción de incapacidad para enfrentar los conflictos, así como sentimientos agudizados de soledad y frustración. Casi todas mostraban cierto temor a ser objeto de críticas estigmatizantes de sus compañeras o del entorno inmediato por “sacar a la luz” los signos del maltrato, los conflictos, desesperanzas y angustias que tan celosamente habían guardado tras las “cuatro paredes de sus hogares”. Sin embargo, lo que predominó en ellas fue la avidez por encontrar las vías más efectivas para hacer frente a su situación. La premisa de nuestra intervención con el grupo la constituyó el conocimiento mutuo, la concreción de su demanda de apoyo y la reflexión colectiva sobre la problemática de referencia, así como la potenciación de sus fortalezas para asumir el reto que tenían ante sí. Desde esta perspectiva, la creación de relaciones de confianza entre ellas y en ellas mismas fue esencial para facilitar la participación y concretar su integración grupal. Ello propició el inicio del proceso de transformación de sus maneras de pensar lo femenino y su relación con el maltrato de que eran objeto, así como la asunción de nuevos valores y actitudes frente al problema. Paulatinamente comenzaron a vencer las inseguridades y el sentimiento de incapacidad a partir de la interrelación entre ellas, con el auxilio de talleres y dinámicas grupales y de la reflexión colectiva a través de una comunicación cada vez más abierta que facilitaba el compartir sus vivencias. El inicio de este proceso relacional marcó la pauta para la movilización y la acción grupal, para el paso del yo al nosotras. Un nosotras que evidencia la transformación gradual que se producía en las integrantes sobre su pertenencia al grupo, la superación de sus sentimientos de aislamiento y sobre todo la adquisición de la certeza de la posibilidad de reconstruir en y desde el grupo una nueva posición. La adquisición, en fin, de herramientas para trabajar por lograr la condición de sujetos activos que ponen en marcha la red social informal que propicia el apoyo y la creación de alternativas basadas en sus propios recursos. Aprender de las otras y con las otras. Aprender de esa diversidad de historias personales de violencia, únicas e irrepetibles, pero comunes en sufrimiento y enajenación, donde la singularidad de cada situación obliga a estas mujeres a transformar su situación de víctimas indefensas en sujetos de cambio. En su condición de sujetos aprendieron a mirar el problema de la violencia de género desde una nueva perspectiva y comprendieron que la cultura patriarcal ha construido unas relaciones de dominación masculina que se convirtieron en “naturales” y ahora la pueden comenzar a desmontar con nuevas prácticas sociales. 39 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Todo ello nos lleva a reafirmar la relevancia de los grupos de autoayuda como una conveniente red de apoyo para enfrentar la problemática de la violencia de género. Estas y otras acciones donde las redes sociales se activan y funcionan coherente y coordinadamente pueden ejercer mayor influencia en el entorno próximo a quienes padecen la violencia, a quienes la ejercen y a quienes la presencian y permanecen indiferentes, creando nuevos saberes y convicciones que destierren estereotipos y mitos en torno a este problema social. El papel de las redes sociales es imprescindible para dotarse y dotar a sus integrantes de la información que tributa al conocimiento, pues este una vez asimilado se convierte en juicios y convicciones que guían las acciones de las personas. Sin lugar a dudas, en este empeño la labor de los actores sociales de los TTIB enfrentan un reto importante: servir de catalizadores y facilitadores de procesos de cambio social, en este caso, contribuir en el proceso de transformación de las mujeres víctimas de violencia, de marionetas haladas por hilos invisibles en sujetos protagonistas que conducen las riendas de sus experiencias vitales, para poder poner fin a sus historias de maltrato. Por ello, resulta muy importante aprovechar distintas experiencias de intervención comunitaria que existen en La Habana a través de los TTIB, para promover propuestas de acompañamiento (capacitación, asesorías, sensibilización) encaminadas a potenciar el papel de los diversos actores sociales cuando estos se erigen en agentes transformadores de sus circunstancias y dotarlos de las herramientas para ejecutar mejor esta labor. 1.2.- LA INVESTIGACIÓN Y LA INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA DE GÉNERO EN CUBA. 1.2.1.- POLÍTICAS PARA LA PREVENCIÓN Y ATENCIÓN DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR. EL PAPEL DEL GRUPO NACIONAL PARA LA ATENCIÓN Y LA INVESTIGACIÓN DE LA VIOLENCIA. La transformación de la situación social de las mujeres cubanas es uno de los más importantes sucesos que la Revolución ha producido. La conversión de las féminas en sujetos protagónicos del quehacer social en el país las ubica en lugares destacados a nivel internacional, y algunos de sus indicadores de desarrollo sean comparables con los países del primer mundo. Mucho tienen que ver en estos resultados las Políticas Sociales desarrolladas por el Estado cubano a favor de la equidad entre los géneros y al denodado esfuerzo de sus mujeres para ocupar el lugar que históricamente les había sido vedado en la sociedad. 40 Clotilde Proveyer Cervantes Pero no ha resultado un proceso exento de contradicciones, pues son innumerables las barreras culturales y de todo tipo que ha habido que saltar. Una de ellas se refiere a la relación de subordinación que la cultura patriarcal impuso a lo largo de nuestra historia al género femenino. De ahí que el verdadero alcance de los cambios está en el proceso en marcha de empoderamiento del sujeto político femenino cubano. Las políticas sociales dirigidas a la mujer son parte de un proyecto global de desarrollo humano que se encuentra en la base de su proyección para atender las necesidades humanas. En ese quehacer las necesidades específicas de las mujeres han sido tenidas en cuenta para su formulación y aplicación por el Estado como garante de la protección de sus derechos. Por supuesto, ellos se han ido imponiendo en medio de la lucha contra el patriarcado, cuyos lastres impactan aun todo el sistema de relaciones y prácticas sociales. La aplicación consecuente de las Políticas Sociales ha favorecido que en el contexto latinoamericano Cuba ocupe un destacado lugar en materia de conquistas sociales femeninas, lo que se expresa en un incremento de la participación social de las mujeres en todas las esferas de la vida social y económica del país. Significativos son los avances no solo referidos al incremento del número de empleos, sino también a la calidad de este. Las cifras muestran cómo el empleo femenino pasó de los puestos de menor calificación, reconocimiento y remuneración, a un incremento de la participación femenina dentro de la fuerza técnica y profesional del país. (65,6% en 2007). Muestra de este salto de calidad es el hecho que hoy las mujeres constituyen el 51,6 % de los investigadores y el 48,9 % de los trabajadores en unidades de ciencia y técnica, todo ello refleja como la mujer se ha convertido en un sujeto transformador en la ciencia, la economía y la sociedad (Proveyer et al, 2010). Por otra parte el marco legislativo generado luego de la implementación de un grupo de leyes como el Código del Trabajo, el Código de la Familia, la Constitución de la República, entre otros, también favoreció la incorporación de las mujeres al mercado laboral e hizo viable su participación en los espacios públicos, aún cuando para que se pueda lograr una plena integración de las mujeres al desarrollo en igualdad de condiciones y oportunidades que los hombres sea preciso fortalecer este marco jurídico en correspondencia con el desigual acceso entre hombres y mujeres a las esferas del trabajo y del poder. (Proveyer et al, 2010). El gobierno cubano ha dado prioridad estratégica al cumplimiento de los Objetivos de la Cumbre del Milenio (ver anexo 1), a través del impulso de nuevas tareas que sigan garantizando y potenciando los derechos políticos, el poder y la participación política de las mujeres, y que se refleja en el 43,32% de participación que han alcanzado las 41 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES cubanas en el parlamento, uno de los por cientos más elevados a nivel mundial sobrepasando la meta del 30% establecida por las Naciones Unidas en 1995. Tras las últimas elecciones del Poder Popular, resultaron casi el 40 % de las delegadas de circunscripción y el 29,5 % de las presidentas de asambleas municipales, indicadores que sobrepasan con creces los de Centroamérica (ver anexo2). Según datos de junio de 2010, de la Unión Interparlamentaria, Cuba ocupaba el cuarto lugar mundial por el número de mujeres en su Parlamento, por encima de países con fama en este sentido como Noruega o Finlandia. (Proveyer et al, 2010). En ese proceso de empoderamiento de las mujeres cubanas, que ha sido considerado una revolución dentro de la revolución, debido a su extraordinario alcance en la reivindicación de su papel social, le corresponde un protagonismo incuestionable a la Organización femenina Federación de Mujeres Cubanas (en lo adelante FMC), al influir decisivamente en el justo valor dado a la mujer. Su trabajo a favor de la igualdad de derechos y de oportunidades para ellas en su accionar a lo largo de más de 50 años – fue la primera organización de masas creada después del triunfo revolucionario para organizar a las cubanas- ha sido clave en la interlocución crítica con el Estado para el diseño de las políticas referidas al adelanto de las cubanas y para propiciar el desarrollo de las mujeres como sujetos sociales. Sistemática ha sido su labor a favor de los derechos a la educación, la salud, el empleo, la seguridad y asistencia social, así como a la participación plena en todas las esferas de la vida social, los cuales, en ocasiones han sido asegurados con medidas de “discriminación positiva”. De todas formas, cualquier análisis del avance en la equidad entre cubanos y cubanas, hay que verlo en ese contexto general de lucha contra todo tipo de discriminación cultural como condición para el desarrollo, del que el Estado es garante permanente. Ello ha posibilitado el sostenido avance en el comportamiento del Índice de Desarrollo Humano (IDH), al pasar de una posición de país con desarrollo medio al grupo de naciones con alto desarrollo en la posición 51. Lo mismo sucede con el Índice de Desarrollo de Género (IDG) que llegó al 49, el cual muestra el impacto en la mejoría de oportunidades para las mujeres cubanas. (PNUD, 2007). Un elemento destacable para evaluar el papel de las Políticas Sociales en la situación de las mujeres en la sociedad cubana, lo constituye la conformación de la Plataforma Nacional que elaboró el Estado cubano para dar cumplimiento a los acuerdos de la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer realizada en Beijing en 1995), la cual ha servido para darle seguimiento al proyecto de equidad de género que con data muy anterior a dicha Cumbre se lleva a cabo en el país y se ha materializado en leyes, programas y 42 Clotilde Proveyer Cervantes oportunidades de acceso para las mujeres en condiciones de equidad. La trascendencia de dicha Plataforma radica en su carácter gubernamental, mediante el cual los organismos centrales del Estado y todas sus instituciones están en la obligación de implementar las medidas pertinentes para su cumplimiento. En ese mismo orden la rúbrica de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) se considera uno de los instrumentos jurídicos más importantes para luchar contra la discriminación en las diferentes esferas de la vida de las mujeres cubanas. Las Políticas Sociales sectoriales han impactado de manera general las posibilidades de participación de las cubanas, pero en especial la educacional ha tenido un peso determinante en la política social y en toda la estrategia para el desarrollo. No sólo puede verse asociada a los programas del sistema de educación general y de la educación superior, sino también han sido relevantes los programas dirigidos a la formación de capacidades técnicas en las empresas del país que impulsan el desarrollo económico, a la educación, la salud de la población y la educación sexual de la familia. La educación es una función de múltiples instituciones y la política en esta área, aunque dirigida esencialmente a las instituciones públicas no ha dejado de considerar su accionar sobre la familia y sobre las relaciones sociales en general. Ello se refleja en el papel que desempeñan las cubanas en el desarrollo cultural, científico y económico del país, lo cual favorece su autonomía y su condición de sujetos como condición indispensable para el desmontaje de prácticas sexistas que han invisibilizado y subvalorado históricamente sus aportes en la sociedad. Al cierre de 2008 casi el 66 por ciento de los ocupados en cargos técnicos son mujeres. De los profesionales, científicos e intelectuales y técnicos medios con relación al total de ocupados las mujeres, que en el Censo del año 1953 sólo alcanzaban el 2,1 por ciento, arribaron en 2008 al 16,9 por ciento. Por otra parte En los Grados Científicos alcanzados, las mujeres participan con más del 50 por ciento de las Maestrías, en el período 1992-2006 y con más del 30 por ciento de los Doctorados, en el período 1997-2007 (ONE, 2010). El logro de la paridad educativa en todos los niveles de enseñanza del sistema educacional cubano dan cuenta de la realidad antes descrita (ver anexo 3). Las reflexiones anteriores apuntan a un hecho significativo que no puede desestimarse cuando se analiza la problemática de la violencia de género en el país, pues ellas indican una incidencia directa en las formas que van asumiendo las relaciones ínter genéricas. Ello se evidencia en el desarrollo del sujeto político femenino en Cuba con 43 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES un coprotagonismo incuestionable en todas las esferas del quehacer social y una cada vez mayor conciencia de género en los distintos grupos sociales. Por supuesto, todos estos cambios no son suficientes aun para desmontar la política sexual del patriarcado con su carga de dominación masculina, que se resiste a los cambios sociales y puja por mantenerse, generando nuevas contradicciones en ese ámbito. Sin que podamos afirmar que es una batalla ganada, y la presente investigación lo muestra con creces, sí es posible afirmar que todos esos cambios sociales experimentados en estas cinco décadas por las cubanas ejercen una impronta en la forma mediante la cual se expresa la violencia de género en el país. La protección legal que gozan las cubanas, aún cuando no exista una ley especial para la violencia, la igualdad de oportunidades en todas las esferas de la sociedad y como consecuencia de ellos el sostenido incremento de su participación social, actúan como factores de prevención y aunque el cambio cultural no es radical, suponen sistemas de protección frente a la violencia de género. Las mujeres saben que no están desvalidas a merced de la suerte o del azar, pues todas, incluso las que no lo asumen a nivel consciente, se saben respaldadas por un sistema de garantías que no las excluye por su condición social o de género. Además al aumentar su autonomía y su autovaloración como parte de un sistema de justicia social, disponen de más herramientas para conducirse en las relaciones ínter genéricas. La atención a la problemática de la violencia de género está imbricada en ese accionar. Como se sabe esta problemática se expresa con diferentes matices en todas las sociedades, pues su base está en la desigual relación de poder entre los géneros como consecuencia de la dominación masculina patriarcal. Sin embargo, en la medida en que los movimientos de mujeres han ido alcanzando fuerza para hacer valer sus demandas en la lucha por la equidad, se va haciendo cada vez mayor la grieta en el muro de la dominación masculina a escala social. Por ello, en la medida en que las mujeres adquieren la condición de sujetos con voz propia y consciente de sus derechos, están en mejores condiciones para oponerse a dicha dominación. En el caso de Cuba, como hemos fundamentado antes, la violencia contra las mujeres se manifiesta en todas sus gamas porque la estructura social patriarcal, aunque menos monolítica debido a los cambios operados a nivel social, sigue sirviendo de sostén a la dominación masculina. Sin embargo, a pesar de ser relativamente reciente el abordaje de la misma en el debate público como problema social, y por consiguiente su puesta en la agenda de trabajo de las instituciones sociales, se perciben peculiaridades que no podemos aun reconocer de manera tajante como tendencias nacionales (ver en el capítulo sobre la 44 Clotilde Proveyer Cervantes investigación y la intervención sobre violencia de género en Cuba), pero que no son fortuitas y muestran el impacto en las mujeres cubanas de las significativas transformaciones sociales a su favor. Una muestra del avance en esta materia que marca algunas peculiaridades que distinguen a Cuba, se evidencia en la vía utilizada por el Estado cubano para hacer cumplir los acuerdos de Beijing antes mencionado, dígase, el “Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing”, cuya implementación - explícita en su contenido - es responsabilidad estatal con la participación de todos los Organismos y el aporte de las ONG vinculadas a este trabajo, en especial y muy particularmente la Federación de Mujeres Cubanas. En el mismo se incluyen un grupo importante de acciones relacionadas con los retos y los obstáculos no vencidos en la lucha contra los rezagos de una cultura discriminatoria que aún perviven en el país y a favor de la equidad entre los géneros. Una evidencia del protagonismo del Estado cubano en esta materia radica en que para la colocación de la atención a esta problemática en la agenda pública, decidió la creación de un Grupo Nacional y colocó ese encargo en la organización que ha guiado a lo largo del proceso revolucionario la conquista de los derechos de las cubanas A resultas del mismo fue creado en 1997 el Grupo Nacional para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar coordinado por la Dirección Nacional de la FMC e integrado de forma permanente por representantes de los Ministerios de Educación, de Salud Pública, del Interior, del Instituto de Medicina Legal, de la Fiscalía General de la República, del Centro Nacional de Educación Sexual, de la Universidad de La Habana, el Instituto Cubano de Radio y Televisión y del Tribunal Supremo Popular, así como por representantes del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, el cual lidera la labor de las ONG en materia de atención a la violencia de género en el país. Su objetivo ha sido diseñar y cumplimentar un plan de acción conjunto y fundamentar propuestas a otros factores de la sociedad, cuando corresponde, con el encargo de atender de manera integral este problema social. La composición del Grupo posibilita canalizar los objetivos y tareas desde las estructuras y funciones de cada Organismo y Organización que lo integra hasta las personas que los representan en la comunidad: maestros, médicos, policías, jueces, fiscales, entre otros. A lo largo de estos años el Grupo ha realizado un trabajo sistemático de coordinación interinstitucional para promover una atención y prevención más eficaz de la violencia y lograr que la misma se asuma como problema social de competencia de la mayoría de las instituciones del Estado. El accionar del mismo ha estado encaminado a la capacitación, al trabajo preventivo- educativo, la atención social a las víctimas, 45 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES al análisis de la legislación y su aplicación en esta materia, a la divulgación y al fomento de las investigaciones. Numerosas e importantes han sido sus aportaciones al trabajo para desmontar las prácticas violentas contra las mujeres en el país. En entrevista efectuada por la autora para esta investigación a la Coordinadora del Grupo Nacional, Sonia Beretervide, quien también es miembro del secretariado nacional de la FMC, apuntó la importancia de la creación del Grupo para coordinar y dar coherencia a las acciones que se venían realizando por las distintas instituciones: “El Grupo se creó con el objetivo de articular y coordinar las acciones que de manera espontánea y dispersa se venían realizando en distintas instituciones del país, para darle coherencia y contribuir a la complementación de acciones y evitar la duplicidad en los esfuerzos que aisladamente se venían realizando”. La coordinadora reconoce la importancia de lograr que las personas reconozcan la violencia como un problema social y que las mujeres maltratadas puedan buscar ayuda (entrevista a Sonia Beretervide). Al señalar los tópicos más abordados en el trabajo del Grupo, estos se refieren a las acciones encaminadas a perfeccionar la atención a las víctimas y conseguir que el tema entrara en la dinámica cotidiana del Sistema de Prevención Social del país y que dejara de ser solo de interés de los especialistas. Un objetivo muy importante señalado por Beretervide es el referido al acercamiento entre la ciencia y la práctica social, así como vencer el reto de introducir el enfoque de género en los análisis y en el sistema nacional de estadísticas para visibilizar a las mujeres en todos los procesos que tienen lugar en el país. Sin dudas, el trabajo del Grupo Nacional vino a llenar un vacío que predominaba en la sociedad cubana respecto al problema de la violencia de género. Con certeza puede hablarse de un antes y un después, pues ha marcado un hito, sobre todo en la labor con las instituciones nacionales reticentes en muchas ocasiones a incluir en sus objetivos la atención y la prevención de la violencia contra las mujeres. Ese espacio de concertación interinstitucional fraguó la diáspora que ya se percibe en las muchas iniciativas de acción de organismos, organizaciones, especialistas y activistas a lo largo del país, aunque aun poseen mayor fuerza en la capital del país. No obstante, al evaluar su papel es imprescindible también identificar los aspectos que constituyen “los puntos débiles” del trabajo del Grupo Nacional. El más importante de ellos lo constituye el no haberse logrado aun la adecuada coordinación e integración de acciones en la comunidad para lograr una prevención y atención más adecuada. El propósito de canalizar los objetivos y tareas desde las estructuras y funciones de cada Organismo y Organización que lo 46 Clotilde Proveyer Cervantes integran hasta las personas que los representan en la comunidad no ha podido materializarse plenamente pues el Grupo carece de mecanismos para ello, como podrían ser estructuras similares a nivel provincial y municipal, y por otra parte, el Grupo no tiene el estatus para ejercer mandato que obligue a cumplir sus disposiciones a los Organismos del Estado, de manera que las mismas funcionan solo como recomendaciones para la acción. Todas esas razones han llevado “a repensar las funciones del grupo en las condiciones actuales, y está por decidir cuál será su contenido en lo adelante para que no pierda el sentido y la importancia que ha tenido en el país, al colocar el problema en la agenda pública de la sociedad como un asunto de preocupación y atención, no de un grupo de especialistas o de interesados sino como un problema de las instituciones del Estado cubano” (entrevista a Sonia Beretervide). Cualquiera que sea la decisión sobre la forma en que se organizará el trabajo del Grupo Nacional, a partir del análisis que se efectúa sobre la forma en que se organizará en el futuro, seguramente será para fortalecer su papel en los empeños por perfeccionar cada vez más la atención y la prevención de la violencia de género en el país. 1.2.2 INVESTIGANDO ¿EN QUÉ PUNTO ESTAMOS? LA EXPERIENCIA CUBANA. El problema de la violencia contra la mujer que afecta a tantos millones de niñas y mujeres en todo el mundo causando incalculables daños y sufrimientos ha permanecido invisibilizado históricamente al tener en su base de determinación el patriarcado como sistema de dominación que “naturaliza” prácticas violentas como parte de la dominación social masculina. Por esa razón, a pesar de las transformaciones sociales operadas en la sociedad cubana, donde tanto se hace por la dignificación humana, en particular por la dignificación de las mujeres, se constatan los efectos de dicha violencia, con todas las implicaciones que para mujeres y hombres posee y funcionan todavía muchos mitos respecto al problema de la violencia contra la mujer. Aunque ya se reconoce en diferentes ámbitos de la nación como un problema social, que trasciende el espacio privado, se mantienen aún resistencias culturales a su reconocimiento social. Todas estas razones han determinado que esta problemática se haya incluido solo en las últimas décadas en las agendas de las instituciones gubernamentales, académicas y sociales cubanas. La comprensión de este fenómeno como problema social que trasciende el “sacrosanto espacio privado” resulta compleja cuando ha pervivido in visibilizado por su “naturalización” como parte de la cultura patriarcal a lo largo de siglos, cuyas manifestaciones van desde las más abiertas hasta las más solapadas y no menos dañinas. En Cuba, también se 47 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES cumple esa tendencia internacional, tal como lo muestran las investigaciones que analizaremos en este apartado. El Estado cubano, cuya voluntad política propende a la equidad y la justicia social, promueve a través de sus Políticas Sociales y de su accionar la eliminación de todas las formas de discriminación de género. En el caso de Cuba muchas de las formas que adquiere la violencia contra la mujer no se practican, por ejemplo: el femicidio, la mutilación genital femenina, el tráfico de mujeres, el infanticidio femenino, el acceso diferencial a los alimentos, así como el control coercitivo sobre la reproducción ejercido tanto por individuos como por el Estado, etc, ya que algunas son propias de otras culturas, y otras han sido eliminadas en virtud de las importantes transformaciones ocurridas en la situación social de las mujeres luego del triunfo revolucionario de 1959. Las principales formas en que se expresa la violencia en el país, de acuerdo a la información que ofrecen las estadísticas y los estudios disponibles son: la violencia intrafamiliar contra la mujer y las niñas, en todas sus gamas, con predominio de la violencia psicológica y de la emocional y en menor medida, las violaciones no conyugales. También se constata un aumento significativo de la violencia contra la mujer como resultado de la severa crisis que ha enfrentado la economía cubana desde inicios de la década del noventa del pasado siglo. Otras formas de violencia como el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones académicas o en cualquier otro lugar, y la prostitución forzada, parecen tener menos relevancia que la violencia doméstica, pero se requiere de más estudios y visibilización científica para poder conocer mejor sus peculiaridades e intervenir más eficientemente en su modificación. Existen pocos resultados de investigación publicados a los que se haya podido acceder sobre estas modalidades de maltrato. Uno de los estudios publicados más recientemente muestra la presencia de acoso sexual en la vida cotidiana, en la mayoría de las mujeres entrevistadas para dicho estudio, en particular del acoso sexual laboral y con varios niveles de intensidad. Además, resulta significativo en esta indagación, la impunidad con la que los hombres se sienten con derecho a invadir la intimidad de las mujeres. Pero inquietante resulta el desconocimiento de muchas de las víctimas de estas repudiables conductas sobre el acoso como forma de violencia de género y la “naturalización” del mismo en virtud de las creencias que la cultura patriarcal legitima sobre el poder masculino (López, 2008). En el caso de la prostitución, es un problema social que fue eliminado a inicios del triunfo revolucionario con un conjunto de medidas que favorecieron la integración social plena de las prostitutas y que en los años de la crisis económica, como resultado de sus efectos directos y de algunas medidas tomadas para paliarla (como el incremento del 48 Clotilde Proveyer Cervantes turismo hacia Cuba) ha emergido como un fenómeno en expansión, peculiar por sus formas de manifestación (son jóvenes con instrucción promedio por encima del nivel secundario, una parte importante tiene vínculo laboral o estudiantil, la mayoría no procede de familias en situación de pobreza crítica, la mayoría realiza esta práctica por cuenta propia aunque se percibe una tendencia a la aparición de los proxenetas, para quienes las penas previstas en el Código Penal son severas y a diferencia de otros países no está organizado, entre otras) del cual todavía no hay estudios integrales y estadísticas, sino un conjunto de aproximaciones investigativas no articuladas. Sin embargo, la disminución y/o eliminación de varias de las formas de violencia contra la mujer en Cuba antes mencionadas, se deben sobre todo a los cambios operados en la situación social de las mujeres, al incremento de la conciencia de género y a la aplicación de las Políticas Sociales por el Estado cubano convertido en garante de derechos y proveedor social de la incorporación de la mujer como fuerza decisiva para el logro de la integración y la equidad social. Esas razones permiten afirmar, aunque de manera presumible, que aún cuando aquí se mantienen presentes muchas de las formas de violencia contra la mujer, la magnitud de este problema proporcionalmente es menor que en otras regiones y países y sus características se distancian del comportamiento que asume en otras realidades. Algunos elementos que explican la afirmación anterior están relacionados con el protagonismo alcanzado por las cubanas en el escenario social del país. Para la concreción movilizativa de las mujeres como sujetos colectivos ha sido cardinal el acceso masivo en condiciones de paridad con los hombres a la educación porque ella facilita el proceso de superación de los obstáculos de todo tipo que impone la ignorancia. El acceso ininterrumpido a la educación amplió y legitimó incuestionablemente el acceso a la vida laboral y otros espacios de realización en el ámbito de la vida social y política del país, transformando, también aquí la posición de subalternidad que la caracterizaba. Los datos estadísticos apuntados en el epígrafe anterior y la práctica social cubana muestran los muchos cambios operados en la situación social de las cubanas que han contribuido a modificar las relaciones ínter genéricas en pos de la equidad y del respeto de los derechos femeninos. Sin embargo, no podría afirmarse que ellos han sido suficientes para suprimir todas las manifestaciones de violencia contra las cubanas, aunque contribuyen a desmontar las bases que sostienen el maltrato a la mujer, dígase el poder masculino en todas las esferas de la vida social. En el caso de Cuba, la investigación sobre el maltrato de que son víctimas las mujeres comienza a adquirir relevancia a partir de la 49 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES década del 90. Los pocos estudios realizados en ese período abordaban aspectos puntuales y se realizaron de forma aislada. El hecho de que las instituciones hayan comenzado a analizar esta temática evidencia el creciente interés y preocupación de la comunidad científica por profundizar en las causas y características que en nuestro medio tiene la violencia contra la mujer y poder contribuir con ello a la elaboración de estrategias para enfrentar el problema. Entre los resultados más significativos de las investigaciones efectuadas en estas áreas se encontraban: (Navarrete et al, sf; Proveyer, 2001; Proveyer, 2003) Vinculación de los delitos de lesiones, homicidio y asesinato a la problemática de género. Victimización femenina producida en esencia en la relación de pareja y en el ámbito doméstico. Antecedentes de violencia intrafamiliar en las familias de origen de los maltratadores. Socialización en ambientes violentos. No existencia de perfil especial que identifique a las mujeres maltratadas ni a los maltratadores. Presencia de violencia independientemente del origen, de clase, de raza, o del nivel de escolaridad o profesión. Dependencia material como factor de perpetuación del maltrato, entre otros. Causas desencadenantes de la agresión: celos, discriminación, alcoholismo, problemas económicos, frustraciones. Consecuencias del maltrato: afectaciones físicas, emocionales e intelectuales. Poca búsqueda de ayuda por parte de las víctimas debido al desconocimiento, el temor, la vergüenza y a la pervivencia de mitos y estereotipos sociales sobre la violencia de la que son objeto como la autoinculpación. Según uno de estos estudios que analizó todos los casos ingresados al Instituto de Medicina Legal con muerte de etiología homicida del sexo femenino en el período comprendido entre 1990 y 1995, del total de muertes por esta causa en Ciudad de La Habana el 45 % murió a manos de su pareja, ocurriendo el 52% de esos homicidios en el hogar de la víctima. Esto evidencia la relación entre homicidio femenino y maltrato (Ramos, 1996). Otra de estas investigaciones realiza una comparación entre un grupo de mujeres españolas y un grupo de cubanas víctimas de violencia en sus relaciones de pareja. Este estudio de caso arrojó resultados que muestran por una parte la protección legal y social superior que reciben las cubanas en mayor proporción que las españolas y de otras la evidencia de la necesidad de una atención especializada y diferenciada 50 Clotilde Proveyer Cervantes con las víctimas de violencia cubana, ya que en este caso las españolas que habían pasado por procesos de intervención encontraron vías más eficaces para poner fin a la situación de maltrato. También mostró que las mujeres cubanas investigadas sufren abusos menos severos, y toleran menos tiempo la violencia marital, que las españolas, lo que se le atribuye en dicha investigación, entre otros motivos, a la positiva posición social y económica de la mujer en Cuba, así como a su accesibilidad al divorcio (Proveyer, 1999). La característica predominante de las primeras indagaciones es su carácter descriptivo, su alcance limitado y la dispersión en cuanto a objetivos y universo de estudio. Una conclusión importante que brindan estos estudios es la significativa presencia de esta problemática en el país y lo imprescindible de un análisis más profundo de la misma porque no todas las manifestaciones presentan igual comportamiento. Sin embargo, más allá de la connotación positiva que estas indagaciones poseen, reflejaban la necesidad de coordinar esfuerzos en su realización para evitar duplicidades e ir al análisis de aspectos medulares imprescindibles para cualquier plan de intervención en esta materia; y poder alcanzar niveles más altos de generalización que posibiliten la introducción a escala más amplia de sus resultados. Uno de los aciertos indiscutibles en el abordaje del problema fue la creación en 1997 del Grupo Nacional para la Prevención y Atención de la Violencia Familiar, particularmente la perpetrada contra la mujer, coordinado por la FMC que marcó una nueva etapa en el tratamiento del tema, porque permite coordinar acciones encaminadas a abordarlo en forma sistémica, desde una perspectiva multidisciplinaria y multisectorial. Ha organizado un esquema de trabajo que atiende la investigación, capacitación, atención, prevención y divulgación; de forma tal que los esfuerzos de especialistas, instituciones y organismos del Estado a diferentes instancias converjan en objetivos comunes. El grupo está integrado por representantes de organismos e instituciones centrales del Estado relacionados con la atención a esta problemática así como por expertos de diferentes instituciones científicas de la capital. El trabajo del grupo permite lograr mayor integralidad y efectividad en las acciones multisectoriales y multidisciplinarias que requieren la prevención y atención de esta problemática y fundamentar propuestas a otros actores de la sociedad cuando corresponda. La composición, además posibilita canalizar sus objetivos y tareas a través de las estructuras y funciones de cada organismo y organización miembro, hasta las personas que los representan en la comunidad, tales como, maestros, médicos, policías, jueces, fiscales. Una muestra del nivel de profundización que se ha ido alcanzando desde entonces en el acercamiento al tema y que significan 51 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES herramientas importantes para la elaboración de políticas y para la comprensión de la necesidad de una atención más institucionalizada a esta problemática lo constituyen los resultados de investigaciones y tesis de maestría y doctorado realizadas en los últimos años, cuyos resultados ofrecen valiosa información sobre el grado en que están presentes en la comisión de estos delitos la violencia de género en la pareja, porque tanto en los casos en que la mujer es víctima como en los casos en que ella se convierte en agresora ambos comportamientos son consecuencia de una recepción sistemática de maltrato por parte de su compañero (Oña, 2002; Pérez, 2002). Algunos de los resultados de estos estudios se expresan de manera sintética en: El 39,3 % de todas las víctimas de delito del país son mujeres, en el caso de homicidio existía una relación previa entre víctima y victimario de 44,4 % y en el asesinato el 70,5 % de los casos. Diferencias notables en ambos roles: las mujeres son la cuarta parte de las víctimas y sólo la novena parte de los agresores En otras investigaciones se demostró que en el delito de homicidio las mujeres que mueren a manos de hombres en el 50% mueren a manos de sus maridos y el 60% muere de algún tipo de vínculo con la relación de pareja. Estos estudios muestran que en los delitos de violencia criminal las mujeres son el 94.4 % de las víctimas de violación y los hombres el 96% de los violadores (Guzmán, 2004; Hernández, 2004). Para el caso cubano los datos muestran que en el seno de la pareja se producen proporcionalmente menos cantidad de mujeres muertas violentamente a manos de sus compañeros de pareja. Por ejemplo, en España es de cinco a uno: por cada hombre muerto violentamente por su pareja hay cinco que sufren la misma muerte, mientras que en Cuba la proporción es de tres mujeres por cada hombre (Caño, 1995). Estos datos reflejan un comportamiento similar a los que sobre la violencia contra la mujer arrojan estudios realizados en otros países referidos al espacio donde es victimizada la mujer, la relación con el agresor y la historia de violencia contra ella por parte de sus compañeros sentimentales ya sea cuando ellas se convierten en víctimas de homicidio o asesinato o cuando se convierten en homicidas. Según la CEPAL las cifras de la violencia contra las mujeres, perpetrada por la pareja, constituyen una constante en todos los países de la región y muestran características similares en América Latina y el Caribe: las mujeres son violentadas principalmente por sus parejas o compañeros íntimos, ex parejas u otros hombres de la familia o conocidos (CEPAL, 2007 b). Aunque las cifras que se presentan a continuación corresponden a estudios diferentes, y no son comparables desde el punto de vista 52 Clotilde Proveyer Cervantes metodológico, exhiben tendencias similares en cada uno de los países donde se han realizado. En Perú, la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del 2000 reveló que el 41% de las mujeres había sufrido abusos físicos por sus esposos y un 28% por otros hombres (INEI, 2001). En Nicaragua se registra un porcentaje similar, según los datos presentados por la Organización Mundial de la Salud, el 40% de las mujeres en edad reproductiva había sufrido violencia física de su pareja, en el 70% de los casos, esa violencia fue severa y el 31% de las mujeres fueron golpeadas al menos durante uno de sus embarazos (Asling-Monemi et al, 2003). En Brasil, de acuerdo a un estudio de la Fundación Perseu Abramo del año 2001, una de cada cinco mujeres declaró haber sufrido algún tipo de violencia por parte de un hombre. Al preguntárseles por el tipo de agresión, el 43% de las entrevistadas confirmó haber sido víctima de formas de violencia consideradas violencia de género. El 33% admitió haber sufrido alguna forma de violencia física con armas de fuego, agresiones y violación conyugal. (CEPAL, 2007 b) En Bolivia, el Ministerio de Salud y Deportes y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) realizaron dos estudios de prevalencia de la violencia doméstica e intrafamiliar: el primero se aplicó de 1997 a 1998 en tres municipios –Viacha, Mizque y Riberalta–; el segundo se realizó en 2003 en seis municipios e incluyó un análisis comparativo entre los tres municipios anteriores y los municipios de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Las conclusiones indicaron que, en el período 1997-1998, la prevalencia era del 68,2%, es decir, 7 de cada 10 personas eran víctimas de violencia en su propia familia y que en 2003 la prevalencia era del 55,4% (Arauco, et al, 2006). Con respecto a las diferencias en el comportamiento del problema entre zonas geográficas cubanas los resultados comparativos que ofrecen las investigaciones más recientes y las previamente analizadas sobre otras provincias además de la información obtenida en la capital muestran que: la violencia intrafamiliar está presente en todas las regiones del país aunque parece ser mayor en la región oriental, exteriorizándose con más frecuencia en el hogar en su forma psicológica, en la mayoría de los casos y en menor medida de la física. Sus principales víctimas son las mujeres y las niñas y niños, marcándose como principal agresor al cónyuge (Sánchez, y Hernández, 2003; Martiatu, y Perojo, 2005; Valle, y Carbonell, 2001). Una de las instituciones que ha realizado el más amplio estudio sobre violencia intrafamiliar en Cuba es el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), ya que aborda el problema en el ámbito macrosocial y se aproxima a la caracterización y análisis de las diferentes manifestaciones mediante las que se expresa la 53 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES violencia en la sociedad cubana. Un valor añadido de estas investigaciones lo constituye el grupo de recomendaciones que ofrece a la Política Social para la prevención y atención de este flagelo (CIPS, 2005) (CIPS, 2006) (CIPS, 2008). Entre los resultados de una exploración efectuada con 564 adultos mayores de 18 años, se constató que: El 19.6% reconoce que en alguna relación de pareja anterior se produjeron golpes. El 9% reconoce que en su relación de pareja actual se discute con expresiones de violencia psicológica: gritos y evasión (uno de los dos abandona la discusión). El 73% de los encuestados reporta que alguna vez fue golpeado por su madre y 41% por su padre. De la 81 personas que poseen hijos menores de 15 años, 19.3% admite que les grita y 7.7% que les pega (CIPS, 2006). En estos y otros estudios recientes se muestra por un lado, el nivel de profundización que está alcanzando la investigación y con ella la visibilización en nuestro entorno social de las manifestaciones que adquiere la violencia de género y por otra parte muestran la toma de conciencia de las diferentes instituciones y actores sociales, encargados de la atención y prevención de este flagelo. (Hernández, 2004; Rodríguez, 2006; Acosta, 2008; Ordaz, 2008). Ellos constatan los hallazgos de investigaciones previas y profundizan la extensión del problema a lo largo de todo el archipiélago cubano, tanto de la violencia en la pareja como la que se inflige a los niños, ancianos y otros grupos vulnerables en la familia. También estos estudios ponen de manifiesto cuán extendida y poco reconocida está en la sociedad cubana la violencia sutil, constitutiva de una de las formas larvadas de violencia que más daño produce en sus víctimas. En virtud de los aprendizajes sexistas se “naturaliza” la violencia porque está aceptada culturalmente como parte del poder masculino. Esa razón explica la “invisibilidad” de las formas más sutiles de violencia, de esas que no dejan huellas en el cuerpo, sino en el “alma”. La violencia sutil es muy efectiva porque pasa inadvertida y se ejerce a través de construcciones simbólicas muy diversas. Estas investigaciones, que se acercan al problema de las manifestaciones sutiles de violencia ratifican el poco conocimiento que existe entre las mujeres sobre los temas relacionados con la violencia y muestran la prevalencia en ellas de estereotipos patriarcales que perpetúan la subordinación e inferiorización femenina. Asimismo, evidencian que no existe un conocimiento elaborado y concientizado sobre la violencia simbólica ni sobre sus múltiples mecanismos. Algo que llama la atención es la contradicción que existe entre lo que las mujeres plantean a nivel 54 Clotilde Proveyer Cervantes de discurso, pues continúan reproduciendo estereotipos patriarcales. En este sentido se destaca en las indagaciones de referencia, que las mujeres jóvenes tienden a perpetuar los patrones de subordinación femenina. La “naturalidad” con que son asumidas estas manifestaciones demuestran cuán nocivas pueden resultar sus consecuencias al no ser identificadas por las mujeres como algo de lo que deben protegerse, asimismo demuestra la invisibilidad que tales acciones pueden llegar a tener. Esto les impide a su vez crear las estrategias adecuadas para romper la relación, pues nadie puede tomar medidas contra algo que no considera nocivo. Estos resultados son todavía solo un acercamiento puntual e impreciso sobre la forma en que se manifiesta este problema social en las diferentes regiones. Un estudio sobre prevalencia nacional podría ofrecer información más confiable sobre las posibles diferencias en cuanto a magnitud y las formas de su manifestación por regiones, zonas urbanas y rurales, etc. Sin embargo, cuando analizamos la situación de nuestra área geográfica encontramos cuán dramática es aún la situación de nuestras congéneres latinoamericanas: Entre 1990 y 2007, más de 900 mujeres chilenas fallecieron por causa de homicidio, una gran mayoría víctimas de sus parejas o ex parejas. En Bahamas el feminicidio representó el 42% del total de los asesinatos en el año 2000, el 44% en 2001 y el 53% en 2002; en Costa Rica, llegó al 61% del total de homicidios de mujeres; en El Salvador, la mitad de los casos de violencia reportados por la prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica en el año 2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como resultado de la violencia doméstica. En todos los casos, mueren más mujeres a manos de sus parejas que a causa de la intervención de desconocidos (CEPAL, 2007a). Más escasas resultan las investigaciones que hacen el análisis tomando como centro la conducta de los hombres que agreden a su pareja. Las primeras aproximaciones cubanas indican la necesidad de incorporar esta arista para lograr enfoques más integrales. En un grupo de estudios sobre la violencia masculina en Cuba, se evidenció, tal como muestran las tendencias internacionales que: Socio demográficamente los hombres incluidos en los estudios no presentan ninguna peculiaridad que los distingan de cualquier otro grupo de hombres de nuestra sociedad, aunque en todos se constatan características comunes sobre las estrategias que asumen los maltratadores para el ejercicio de la violencia contra la mujer. La mayoría fueron socializados en un medio familiar violento y ellos fueron agredidos o testigos de la violencia ejercidas sobre sus madres. 55 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Todos los hombres incluidos en los estudios fueron socializados según pautas sexistas en cuanto a roles, valores y exigencias tanto en la familia como en la escuela y el grupo de los iguales. En sus concepciones sobre masculinidad están presentes todos los atributos estereotípicos tradicionales concebidos como masculino. Las investigaciones de referencia muestran como el proceso de construcción de la identidad masculina de estos hombres está marcada por la aprehensión de significados culturales que exaltan la violencia como medio eficaz para dirimir los conflictos. También ratifican que la conducta violenta de los hombres contra su pareja no está asociada a ninguna patología ni perfil especial que los haga proclives al ejercicio del maltrato. Los hombres no identifican su conducta como violenta, aunque tienen conciencia de que su forma de actuar no es la mejor para resolver sus conflictos de pareja. Los familiares o personas allegadas a las mujeres víctimas de la violencia doméstica, no identifican los maltratos que ellas reciben como una práctica de violencia contra las mismas. Los hombres estudiados solo mantienen una conducta agresiva sistemática con su compañera de pareja, y no con el resto de las relaciones de su entorno social. (García, 1998; Espina, 1999; García, 2000; Proveyer, 2001). Las causas que provocan el maltrato del hombre hacia la mujer en la pareja en Cuba están relacionadas directamente con las relaciones asimétricas de dominio masculino presentes en nuestra sociedad. Estos estudios revelan el impacto de la socialización de género para hombres y mujeres que refuerza y transmite en los hombres pautas de comportamiento y valores estereotipados sobre la masculinidad que contribuyen al aprendizaje y reproducción de la violencia La emergencia de las conductas masculinas agresivas es resultado directo de una socialización que somete a través de la violencia simbólica y/o de la fáctica. Algunos estudios sobre maltrato infantil en Cuba muestran: Predomino de niñas víctimas, con edad promedio alrededor de los 10 años de edad. Ocurrencia en los lugares habituales en que desarrollan sus actividades cotidianas, con frecuencia su propio hogar; en abusos perpetrados por conocidos o familiares, más cercanos en sus vínculos de afinidad. Ocurrencia de coito en menos del 20%, de modo que se producía sobre todo en forma de tocamientos y otras conductas sexuales o eróticas, ninguna del tipo del uso pornográfico de las víctima infantiles, a las que salvo en los raros casos en que el perpetrador fuera un 56 Clotilde Proveyer Cervantes desconocido, se accedía unipersonal y directamente por medio de la conquista, seducción, convencimiento y acercamiento “afectuoso”, todo lo cual da un perfil totalmente distinto al de la prostitución infantil, dada la ausencia de mediación o tolerancia de terceros, pago material y similares aspectos. En los perpetradores de los abusos, abrumadoramente masculinos, no se detectaron indicios que sugirieran trastornos francos de la inclinación sexual, en cambio eran hombres insertados en el medio familiar de la víctima infantil, con poder histórico directo en el mismo o que lo ejercían ocasionalmente –como en el caso de parejas de la madre- o estaban vinculados por afinidad o familiaridad a la figura masculina de poder. Asociación estadística entre victimización sexual infantil y presencia de violencia y disfuncionalidad en el medio familiar de origen de la víctima y contexto de la relación víctima-abusador. Predominio femenino de la población victimal y el masculino de los perpetradores. Fue característico de estos grupos familiares estudiados, la ausencia de las figuras paternas; físicas, emocionales o ambas padres (el 76.8% de víctimas infantiles provenían de hogares desestructurados por divorcio). (Artiles, 1996; Pérez et al, 1996; Pérez et al, 1997; Artiles, 1998; Martínez, 2004; Pérez, 2004; Rondón, 2004; Rondón y Santiago, 2004; Brito, 2004; Miranda, 2004). Sin lugar a dudas estas investigaciones están contribuyendo a visibilizar las manifestaciones de la violencia de género en la sociedad cubana y, aunque todavía no ofrecen resultados que se acerquen a la explicación de la magnitud del problema a escala macro social, resultan de gran utilidad porque brindan amplia información sobre las distintas aristas de su manifestación en las condiciones de Cuba. Estos resultados indudablemente ofrecen valiosa información para la elaboración de diagnósticos, al contar con referentes de investigación que auxilien el trabajo de las instituciones y profesionales encargados de la atención y prevención de este problema social. El Estado Cubano es uno de los signatarios de la Convención CEDAW y concreta el cumplimiento de sus compromisos en la política y programas sociales para garantizar el pleno derecho la igualdad de mujeres, los cuales reflejan también la voluntad política del Estado. La situación de Cuba muestra cuán importante es para el proyecto social cubano basado en la justicia social, el logro de la equidad entre los géneros desde el mismo triunfo de la Revolución en 1959, porque en el momento de su celebración, muchos de los acuerdos de la IV Conferencia Cumbre de Beijing ya se habían cumplido o estaban siendo implementados por el Estado Cubano como parte de las acciones del 57 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES gobierno con la interlocución de la FMC, cuyo papel ha sido decisivo en la transformación de la situación social de las mujeres cubanas. Entre las herramientas básicas para la protección de las mujeres se encuentra la emisión de leyes, porque de esa forma la Política Social contribuye desde el ordenamiento jurídico de la sociedad a intervenir en la atención y prevención a la VIF, y sobre todo a la visibilización del problema social más encubierto del mundo a la sombra de la intimidad familiar, en el “sacrosanto espacio privado”. En ello radica la trascendencia de estas conquistas que han obligado a los Estados a tomar parte en las acciones que reconocen la violencia de género como una violación de los derechos humanos de las mujeres y por tanto una amenaza para la paz y el desarrollo humano El sistema social cubano ha garantizado las condiciones que propician la realización de los principios que recogen las diferentes leyes que protegen los derechos de la mujer. Sin embargo, a criterio de los investigadores tal como señalaremos a continuación, existen en la legislación específica, (jurisdicción de lo penal), omisiones y extremos respecto a la violencia de género, ya que, aunque la legislación cubana recoge en sus diferentes instrumentos una serie de medidas que protegen y favorecen la plena incorporación de las mujeres en la sociedad, en condiciones de equidad con los hombres; en materia legal el tratamiento a la VIF resulta aún insuficiente. Diversos autores han coincidido en que no existen normas legales específicas que reconozcan un tratamiento adecuado del “Síndrome de la Mujer Maltratada”, así como la ausencia de mecanismos de protección jurídica a las mujeres en esta situación y la no asistencia a los hombres violentos, favoreciendo así la comisión de estos hechos delictivos (Oña, 2002; Navarrete et al, s.f). Como se conoce la denuncia de los hechos de violencia todavía es un subregistro a nivel internacional pues solo se efectúa en aproximadamente en el 10 % de los casos, por ello es necesario perfeccionar también los mecanismos de información y de sensibilización sobre lo ilegitimo de la violencia y la tendencia a convertirse en un “delito oculto” cuando se instaura en la cotidianidad de la familia, agravándose cada vez más. Entre las acciones que desde la Federación de Mujeres Cubanas y el Grupo Nacional para la Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar se vienen promoviendo, modificaciones al Código Penal y un grupo de recomendaciones que están siendo evaluadas por las instituciones correspondientes y que se expresan sintéticamente: -- Estudiar la posibilidad de crear una norma jurídica, Ley o Decreto Ley que integre la conceptualización y el tratamiento a la violencia intrafamiliar con un enfoque preventivo y educativo. 58 Clotilde Proveyer Cervantes -- Estudiar el Código Penal con el objetivo de sugerir modificaciones y/o adiciones de figuras delictivas que tipifiquen la violencia intrafamiliar. -- de la efectividad de la legislación vigente relacionada con el tema, a estos efectos pudiera crearse una Comisión interinstitucional de seguimiento. -- personal especializado para el enfrentamiento en general a todas las manifestaciones de violencia doméstica. -- seguimiento e insistir respecto al punto 63 del Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing en cuanto a la “conveniencia y posibilidad de establecer procedimientos diferenciados para la solución judicial de los asuntos de familia, considerando la creación de salas o tribunales de familia” aprobado por el Consejo de Estado el 7 de abril de 1997 (González, 2007). Para fundamentar la necesidad de implementar las salas especializadas de familia en los Tribunales municipales se han realizado en los años 2003, 2004 y 2006, Talleres de procedimiento especial de Familia convocados por la Federación de Mujeres Cubanas y Unión Nacional de Juristas de Cuba, los que de una manera progresiva han consolidado sus objetivos y propuestas. Las propuestas formarían parte, de ser aprobadas, de las bases para un nuevo Código Penal que en estos momentos están en estudio por parte del Ministerio de Justicia (en lo adelante MINJUS). Es imprescindible visibilizar estos delitos en la Ley y hacer que se cumpla, pero sobre todo que su cumplimiento no esté sesgado por la concepción sexista que pervive en la cultura de muchos de los operadores de justicia, en virtud de la cual la violencia está naturalizada en el imaginario colectivo lo que ha implicado que muchas de las leyes aprobadas en diferentes países de nuestra región y de otras áreas geográficas sean letra muerta que no se aplica en la práctica judicial. Desde el año 1989 hasta el presente 12 países de Latinoamérica han implementado leyes especiales contra la violencia hacia las mujeres, ellos son: Puerto Rico (1989), Perú (1993), Chile (1994), Argentina (1994),Panamá (1995), Ecuador (1995), Bolivia (1995), Costa Rica (1996), Colombia (1996), Nicaragua (1996), Guatemala (1996), El Salvador (1996), República Dominicana (1997) y Venezuela (1998). Pero la muestra de que la ley por sí sola no es suficiente se evidencia, por ejemplo, en Panamá, en el año 2005, la Defensoría del Pueblo realizó un monitoreo de la aplicación de la ley 38 sobre violencia domés- 59 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES tica en las procuradurías distribuidas en seis de las nueve provincias del país. Este monitoreo proporcionó información sobre la falta de conocimiento de la ley por las autoridades; conflictos entre el Ministerio Público y las autoridades administrativas; conciliación entre agresores y víctimas, que no se contempla en la legislación; desistimiento; no remisión a las autoridades competentes; no aplicación de las medidas de protección e inexistencia de protocolos de atención (CEPAL, 2007 b). En general se puede concluir, tal cual recomendó el Grupo Nacional de Atención, Prevención de la Violencia Intrafamiliar, la necesidad de modificar el Código Penal para incluir los delitos específicos de la violencia contra la mujer a la vez que se amplían y perfeccionan los mecanismos de prevención y educación que son claves para atenuar este problema social. Evidentemente la ley específica es una necesidad que completa el abanico de acciones institucionales contra la violencia de género, pero las medidas legislativas por si solas, no serán suficientes, al objeto de enfrentar y prevenir las conductas violentas. Es necesario seguir perfeccionando el trabajo que se viene realizando en el país para desmontar las bases sexistas de la cultura patriarcal que sirven de sostén a esta lacra y lograr el actuar mancomunado de todas las estructuras y posibilidades que ha desarrollado y tiene la actual sociedad cubana. En la actualidad no existen en Cuba centros especiales para la atención a las víctimas de violencia debido a las limitaciones económicas del país, tales como Casas de Acogida u otras. La atención se brinda fundamentalmente en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, instituciones adscritas a la FMC en la instancia municipal en todo el país, en los servicios de orientación y terapia sexual del Ministerio de Salud Pública (en lo adelante MINSAP) que existen a nivel municipal y desde lo legal se efectúa esta atención en las oficinas municipales de atención a los derechos ciudadanos de la fiscalía. Otras instituciones que en la sociedad cubana por su función social tienen ese encargo son la Policía Nacional Revolucionaria (en lo adelante PNR), el médico de la familia o los servicios especializados de salud a nivel municipal o provincial, la Comisión de Prevención Social que existe en los Consejos Populares del Poder Popular y los servicios de asistencia social. También existen otras organizaciones sociales que por su contenido y su funcionamiento en el espacio barrial cumplen o deben cumplir con la labor de apoyo social a las víctimas de la violencia, como es el caso de los Comités de Defensa de la Revolución (en lo adelante CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a nivel de base. Como parte del accionar del Grupo Nacional ha sido relevante el trabajo de investigación, divulgación, capacitación y sensibilización a los especialistas y actores sociales (Policías, personal de justicia, Con- 60 Clotilde Proveyer Cervantes sejos de dirección de Ministerios responsabilizados con la atención a esta problemática, etc.) que desde estas y otras instituciones tienen la responsabilidad de atender y prevenir la violencia contra las mujeres y los otros miembros vulnerables de la familia. Sin dudas, la creación de servicios especializados de atención a las víctimas de violencia de género contribuiría a darle mayor coherencia y efectividad a la atención social a esta problemática, que se lleva a cabo aun de manera dispersa y no sistemática. Sin embargo, significativos resultan además, los esfuerzos realizados por organismos, instituciones y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales cubanas, en acciones de sensibilización y divulgación, así como la realización de talleres de capacitación y otras muchas iniciativas que favorecen la prevención y la atención de este problema social. Entre ellos se encuentran: las más importantes universidades del país, los Talleres de Transformación Integral de los Barrios (TTIB) en Ciudad de La Habana, el Instituto de Medicina Legal, el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, el Centro Memorial Martin Luther King, el Centro Félix Varela, la agencia de Cuba del Servicio de Noticias para las Mujeres de América Latina y el Caribe (en lo adelante SEMLAC), etc. Apoyando estas acciones con un relevante papel se encuentran diversas instituciones de cooperación como OXFAM, Agencia Suiza para la Cooperación (COSUDE), y Ayuda Popular Noruega (APN), entre otras. La existencia del espacio institucional que brinda el Estado cubano como plataforma para la realización de este trabajo resulta clave. La concreción de estos esfuerzos en el país se evidencia en el auge y la mayor sistematicidad de la labor de divulgación, sensibilización e información que se realiza a través de diferentes medios de comunicación nacionales y en numerosos medios de menor alcance (se ha dedicado una temporada de la telenovela cubana a la violencia de género en un espacio estelar de la televisión nacional, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba ha creado un espacio de debate y divulgación mensual para especialistas e interesados: “Mirar desde la sospecha”, la oficina de Cuba de la agencia SEMLAC publica mensualmente el Boletín “No a la violencia” con artículos especializados, noticias y resultados de investigaciones, se multiplican los espacios de socialización con la comunidad en las Cátedras de la mujer de distintas universidades, se ha creado por especialistas cubanos la Red Iberoamericana de Masculinidades que desarrolla una importante labor en el desmontaje de la violencia masculina a nivel social, entre otras). Todas estas iniciativas tienen una enorme trascendencia porque contribuyen a informar y sensibilizar a la población sobre la violencia de género como un problema que compete a todos. Cada una de estas actividades se convierten en elementos imprescindibles para la internalización de 61 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES nuevos valores y desmontar los valores sexistas que contribuyen a naturalizar y con ello a perpetuar la violencia de género en la sociedad. En general las acciones han estado encaminadas a coordinar esfuerzos que propicien la atención más integral de la violencia de género. Aun queda mucho por hacer, pero ya se evidencian los logros en la concienciación y acción de las instituciones y los actores sociales cubanos. En los últimos 15 años, se ha avanzado en la prevención, detección, investigación, atención y denuncia de la violencia intrafamiliar, pero no es posible conformarse porque solo hemos descubierto la punta del iceberg. No es posible eliminar la violencia contra las mujeres si antes no desmontamos en la cotidianidad de las relaciones de género los valores patriarcales que forman parte de la cultura y que incorporadas al imaginario colectivo mantienen y reproducen la violencia sexista. Es necesario desmontar los viejos mitos para fundar una nueva cultura, la cultura de la equidad. 62 CAPÍTULO II ESTUDIO DE CASO. LOS TTIB EN LA HABANA Y LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 2.1.- LOS TTIB. UNA INICIATIVA PARA FOMENTAR LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA. EL PAPEL DE LOS TTIB FRENTE A LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO EXPERIENCIA INNOVADORA. Para realizar un análisis que nos acerque a la comprensión de los Talleres de Transformación Integral de los Barrios (en lo adelante TTIB) como iniciativas que fomentan la participación ciudadana es necesario reconocer en el entorno barrial las cualidades que facilitan ese proceso participativo entre los miembros de una comunidad, al compartir elementos en común, tales como costumbres, valores, tareas, visión del mundo, y ubicación geográfica, entre otros, los cuales otorgan a la misma una identidad común y un sentido de pertenencia que es compartida y elaborada entre sus integrantes y socializada. Esas características identitarias que posee una comunidad, cuando son sólidas, se convierten en estímulo a la participación y cooperación de sus miembros en la promoción consciente de proyectos de transformación dirigidos a la solución gradual y progresiva de las dificultades y contradicciones que confrontan y son potenciadoras de su autodesarrollo. En las condiciones de crisis económica profunda que vivió el país desde la década del 90 hay un conjunto de elementos asociados a la misma que han impactado de manera particular espacios y grupos sociales, generando condiciones de mayor vulnerabilidad. A ello se 63 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES suma la afectación de la capacidad del Estado para proveer asistencia y garantizar a la población recursos universales necesarios, en la misma medida que en los años anteriores a la crisis, cuando eran parte sistemática de su quehacer. En ese contexto lo local comunitario adquirió un lugar preponderante en la vida nacional. Esas condiciones hicieron necesario un nuevo posicionamiento en relación con la comunidad, porque los imperativos de crisis demandaron mayor protagonismo y capacidad para desplegar iniciativas que contribuyan a potenciar las condiciones del ámbito local para resolver los problemas que afectan a sus miembros, mediante el desarrollo de proyectos comunitarios y programas que estimulan las prácticas participativas y actúan como agentes activos en la transformación de sus circunstancias. Todo ello se convierte en un requisito muy importante porque ayuda a comprender el empeño puesto en la creación de estas iniciativas urbanas que se han desarrollado en la capital cubana y en algunas otras grandes ciudades del país. Otra de las premisas a tener en cuenta es el hecho cierto de entender la comunidad como espacio privilegiado de cambios, es decir, no solo como lugar donde se producen problemas y dificultades sino como espacio importante de oportunidades, posibilidades y fortalezas por los recursos que dispone. De tal manera, han sido promovidas en la sociedad cubana muchas de esas experiencias comunitarias para impulsar estrategias de desarrollo con modelos de participación popular que contribuyan al mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos. Varios de esos objetivos se materializaron en los nacientes Talleres de Transformación Integral de los Barrios, surgidos a finales de la década del ochenta e inicios del noventa en el contexto urbano de la Ciudad de la Habana. Ellos son experiencias comunitarias que han contribuido a ampliar y enriquecer las prácticas transformadoras a escala local, con mayor énfasis por las condiciones de crisis y reestructuración en las que ha estado inmersa la sociedad cubana. Los TTIB surgen a instancias del Grupo Desarrollo de la Capital, inicialmente en tres barrios de la ciudad: Atarés, Cayo Hueso y la Güinera, luego fueron incorporándose otros hasta llegar a la cifra actual de 20 Talleres ubicados en nueve municipios de la capital, con diferentes grados de vulnerabilidad, donde viven aproximadamente 500 000 habitantes (Dávalos, 2004). Como su nombre lo indica, fueron creados con el objetivo de impulsar acciones de transformación integral en barrios con gran concentración de problemas físicos y sociales, que contribuyeran al mejoramiento de sus condiciones de vida, con la participación activa de sus integrantes como clave del éxito de esos procesos participativos, y usando también sus acciones como vía para modificar conductas, va- 64 Clotilde Proveyer Cervantes lores y estilos de vida de las personas a través de la utilización de labor educativa. Para su funcionamiento se seleccionaron equipos de trabajo encargados de la coordinación de sus actividades de entre los miembros de la comunidad. Los TTIB están coordinados por equipos técnicos multidisciplinarios, cuyos miembros residen mayoritariamente en la misma comunidad (arquitectos, sicólogos, sociólogos, pedagogos, trabajadores sociales, ingenieros, etc) que resultan de gran ayuda para los gobiernos municipales y en especial para los Consejos Populares, instancias de base del gobierno local. Los barrios seleccionados para la creación de los TTIB son en todos los casos comunidades con precarias condiciones materiales y sociales. Se trata además, de localidades con una larga tradición e identidad barrial, llenas de tradiciones y costumbres culturales propias. Estas características del entorno comunitario convierten los Talleres en experiencias novedosas en el afán de revitalizar el tejido social y constructivo que tiene cada barrio, tratando de integrar de la manera más armónica el ambiente natural, social y el construido físicamente. Sus líneas de acción comunes radican en el mejoramiento del hábitat, el saneamiento ambiental, el rescate de tradiciones locales, el reforzamiento del sentimiento de pertenencia, atención de los problemas sociales de la comunidad y el desarrollo de la economía local. Por tanto, los TTIB se convirtieron en instituciones relevantes para el desarrollo del trabajo comunitario en zonas urbanas donde los grados de complejidad de las relaciones, los problemas y la vida social adquieren otras dimensiones en las grandes ciudades. Los Talleres de Transformación contribuyen de manera importante a la revitalización de lo local como estrategia de desarrollo en las nuevas condiciones (Dávalos, 2004). Entre las tareas que desempeñan los TTIB destaca el trabajo para identificar y atender los problemas sociales de la comunidad y lograr la reintegración social de los grupos vulnerables (ex reclusos, desvinculados del trabajo o el estudio, madres solteras, etc.) promoviendo la participación social en la transformación de las condiciones de vida de la gente y por tanto tienen reconocimiento entre los ciudadanos y poder de convocatoria para involucrarlos en su quehacer, así como para articular acciones con las instituciones y organizaciones de los territorios. Relevante resultan, además, las iniciativas que llevan a cabo los TTIB en lo referido a la promoción y realización de iniciativas socioculturales y educativas, las cuales son en su mayoría promovidas por líderes naturales, y contribuyen a que la gente se sienta como parte de una comunidad, con características propias. 65 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Puede afirmarse que el interés propio de los actores de la localidad para mejorar su situación, y su conocimiento profundo de las condiciones de su entorno, tiene quizás más fuerza para mover una iniciativa, que la “obligación” de quienes desde las instituciones del Estado tienen ese encargo. La movilización de los actores locales como instrumento complementario de las tareas estatales es un factor decisivo en el desarrollo de proyectos de transformación. Para ello en los TTIB se desarrollan acciones de capacitación y asesoría técnica para la realización de las iniciativas locales, con apoyo de especialistas de instituciones estatales y/o de ONGs de cooperación existentes en el país. Es indiscutible el gran aporte de los Talleres al progreso de las iniciativas barriales. Aunque los recursos materiales y financieros para el desarrollo de su labor son limitados, los TTIB desarrollan sus funciones en correspondencia con las oportunidades y amenazas del escenario en cada momento y ofreciendo el aporte que cada barrio puede brindar a la ciudad en el sentido de conseguir un más equitativo desarrollo a sus ciudadanos, fortaleciendo y preparando su capital humano. Estas funciones se han diseñado por caminos capaces de hacer frente a las demandas sentidas de la población, a la necesidad de transformar su actitud consumidora, de activar las relaciones horizontales a través del alcance de objetivos comunes, de procurar entenderse y comunicarse a través de un lenguaje común, y de organizar la transformación del barrio principalmente con sus propias fuerzas. Para ello: -- realizan estudios y proponen proyectos para la solución de los problemas sociales, el hábitat y el entorno físico de las diferentes áreas de su demarcación; -- detectan potencialidades para el mejoramiento humano y el desarrollo de una economía local; -- integran y cohesionan a las organizaciones e instituciones del barrio donde actúan; -- asesoran técnicamente a los Consejos Populares y a los delegados del Poder Popular y capacitan a los actores locales en los temas que necesitan para la transformación; -- facilitan la labor de los gobiernos locales aplicando métodos y técnicas que ayuden a hacer más efectivos en sus funciones y promueven la participación y la integración de la comunidad en lo que atañe al desarrollo barrial; 66 Clotilde Proveyer Cervantes -- elaboran perfiles de proyectos de colaboración para el mejoramiento de la calidad de vida, el hábitat y el entorno de su demarcación. -- Concurren, aportan e implementan acciones con las Comisiones de Prevención Social (Oliveras, 2010). Como parte imprescindible de los objetivos del trabajo de los TTIB está el mejoramiento humano en las comunidades, lo cual es más factible en virtud del conocimiento mutuo de sus integrantes y de la confianza que del mismo emana. En esta esfera, se encuentran los trabajos realizados con madres solteras, ancianos sin amparo filial, ex reclusos y familiares de reclusos, niños y jóvenes que no continúan la enseñanza, personas con conductas delictivas, entre otras. En ese contexto de actuación con los problemas sociales que aquejan a su gente, la violencia no puede ser desestimada, en particular la violencia de género, cuyas manifestaciones suelen estar naturalizadas en el imaginario colectivo, por lo que el trabajo para su desmontaje resulta sumamente complicado porque no se reconoce como problema social de incumbencia colectiva. Varios han sido los factores, además de los ya señalados, que contribuyen a incluir en el accionar de los TTIB, con mayor énfasis que en otros espacios de concertación ciudadana, el trabajo a favor de la No violencia contra las mujeres. Entre ellos se destaca el hecho de la creación del Grupo Nacional para la Atención y la investigación de la violencia intrafamiliar que colocó el problema en la agenda pública de las instituciones sociales y en el debate público a nivel nacional, sacando a la luz una de las lacras sociales más silenciadas al amparo de la privacidad del hogar y de las relaciones de pareja e instando a todos los organismos de la administración pública, sus instituciones y a todos los ciudadanos a trabajar por erradicar este mal social. Otro factor relacionado con el anterior, radica en el vínculo sistemático que tienen los profesores y estudiantes de varias Facultades de la Universidad de La Habana y de otras universidades del país, tales como los Institutos Pedagógicos, etc., con el quehacer de los TTIB, pues los mismos, al ser localidades con un grupo de vulnerabilidades sociales se auxilian del trabajo de extensión universitaria y de investigación de estos centros para utilizar esas herramientas en el trabajo comunitario. Tal es el caso de las carreras de Sociología, Psicología, Comunicación Social, Derecho y otras del área de las Ciencias Sociales. También interactúan con ellos otros colectivos universitarios de las ciencias técnicas como Arquitectura e Ingenie- 67 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES ría civil del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echevarría”, quienes les apoyan en empeños constructivos o de renovación y restauración. En esos esfuerzos los especialistas en la problemática de la violencia hemos trabajado junto a los integrantes de los equipos coordinadores de los TTIB para promover la prevención y la atención a la violencia de género. Al no ser reconocida aun, de manera general, por la población, el abordaje institucional de la violencia contra las mujeres se dificulta, sobre todo cuando quienes tienen ese encargo carecen de los conocimientos, de las herramientas teórico- metodológicas y de la imprescindible perspectiva de género para llevarlo a buen fin. De ahí que también han jugado un papel clave algunas instituciones no académicas y ONG cuya actividad se centra en la creación de capacidades y acciones basadas en la educación popular y técnicas participativas destinadas a amplios sectores populares, entre las que se destaca con un papel protagónico el Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero”, en lo adelante OAR. Dicho Centro ha desarrollado un Programa de Fortalecimiento a Actores Locales en Género y Violencia que cuenta con temas de sensibilización y capacitación al personal que atiende esta problemática directamente en las comunidades: profesionales de salud, de educación, de la cultura, organizaciones sociales, entre otros. Con esa labor el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR) ha contribuido de manera particular a incentivar procesos para la sensibilización y prevención, en las comunidades a favor de la equidad de género. Estas acciones aumentan su valor si reconocemos que en los ámbitos comunitarios hay poca presencia de instituciones y organizaciones que trabajan el tema de la violencia, específicamente la violencia intrafamiliar y la violencia de género, pues el quehacer institucional se desarrolla fundamentalmente en el espacio macro social a través de instituciones y organismos nacionales. En ese sentido los aportes de OAR han permitido que un número considerable de líderes comunitarios y diferentes miembros de esos espacios barriales reciban capacitación y orientación sobre la problemática de la violencia de género. Con ese despliegue de acciones de capacitación, sensibilización, divulgación y concertación interinstitucional llevadas a cabo por OAR, se favorece la “desnaturalización” y visibilización de la violencia de género en nuestro entorno, evidenciándose además mayores procesos de toma de conciencia sobre la responsabilidad social de los más diversos actores para trabajar a favor de la no violencia. Como parte de ese Programa han contribuido a preparar los equipos coordinadores de los (TTIB) de modo que pudieran estar en 68 Clotilde Proveyer Cervantes mejores condiciones para coordinar acciones de intervención en la prevención y atención a la violencia de género, con el propósito de orientar sus prácticas diarias y desempeños profesionales para la identificación, reconocimiento e implementación de acciones que modifique la vida de las mujeres, niñas/os, ancianas/os que son los grupos poblacionales más afectados en las comunidades barriales. Una de las ventajas de los TTIB para el abordaje de la violencia de género radica en la práctica sostenida de realización de diagnósticos de la comunidad y trabajar sobre la base de identificar necesidades sentidas, lo cual contribuye a la participación de las mujeres, hombres, jóvenes, niños/as, adolescentes, adultos mayores, los cuales favorecen el acercamiento a las realidades de los vecinos y sus problemas cotidianos. Todas estas razones, que convierten a los TTIB en verdaderos laboratorios de transformación social, llevados a cabo por sus integrantes, han sido tenidas en cuenta para seleccionar estas comunidades con modalidad de trabajo comunitario participativo e incluirlas en nuestro estudio, de manera que podamos contribuir al perfeccionamiento de un trabajo muy loable, aunque en ciernes: la atención y la prevención de la violencia contra las mujeres. Contribuir a incorporar la perspectiva de género en su quehacer cotidiano y a brindar las herramientas teórico-prácticas del saber específico sobre la problemática de la violencia puede ser de inestimable valor para los equipos y los actores locales de estos TTIB. Por supuesto, estas acciones no son ni con mucho acabadas y suficientes, pues en no todos los Talleres de Transformación hay actividades de sensibilización, capacitación, divulgación y espacios de socialización creados, y en la mayoría de los que las poseen no son sistemáticas ni resultado de estrategias coherentemente pautadas. Sin embargo, esa experiencia previa acumulada ha sido un elemento tomado en consideración para el presente trabajo, ya que se trata de comunidades cuya preocupación por un trabajo tan necesario como la atención y la prevención de la violencia de género está instalada, y por consiguiente resulta muy importante, de una parte, documentar ese quehacer innovador en el ámbito local cubano, y de otra contribuir a potenciar el trabajo que ellos realizan, en el afán de multiplicar los aprendizajes que experiencias de este tipo producen a los efectos de extenderlos en la medida de lo posible a lo largo del país. A continuación relacionamos a modo de ejemplo, algunos de los Proyectos que se realizan en los TTIB incluidos en el presente estudio, relacionados directamente con la atención o prevención de la violencia o proyectos conexos que tributan a estos objetivos de manera indirecta: 69 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- TTIB “El CANAL”: Proyecto “Encuentro con la esperanza” Sobre violencia con niños Síndrome de Down. -- Proyecto “Buro Informativo”, para realizar divulgación y capacitación sobre violencia de género. TTIB “ALAMAR PLAYA”: Proyecto “Conductas llamativas” cuyo fin esencial es prevenir la violencia antisocial. -- Proyecto “Aprendiendo a vivir sin violencia” que consiste en un proceso de desaprendizaje de la violencia. TTIB ALAMAR ESTE: “Proyecto intergeneracional” para promover la reflexión sobre la violencia y su impacto a través del diálogo intergeneracional. TTIB “LOS ANGELES”: -- Varios proyectos conexos que tributan al tema de la violencia, pues en todos sale la problemática y promueven la cultura de paz: -- Programa de intervención comunitaria para el mejoramiento de las relaciones de convivencia intrafamiliar y de género en 25 familias. -- Proyecto “Taller de masculinidades con hombres”. -- Consultorio para la atención de casos de violencia por parte de CINSA (Centro Interdisciplinario de Salud). TTIB “POGOLOTTI”: -- Proyecto “Ojo de Agua del Husillo” de construcción de viviendas y mediación de conflictos. -- -- Proyecto “Teatro espontáneo” que realiza acciones de sensibilización con niños y adolescentes, además se llevan a cabo estrategias informales que tributan al tema de la violencia. TTIB “ZAMORA - COCO SOLO”: “Taller de autoestima para mujeres maltratadas” que han sido identificadas por el TTIB, -- “Proyecto Renacer” Taller de sensibilización con hombres. 2.2.- NUESTRA INVESTIGACIÓN. ESTUDIO DE CASO EN UN GRUPO DE TTIB El estudio de caso se llevó a cabo mediante la aplicación de un conjunto de técnicas que interrelacionadas permitieran la realización de una evaluación integral del proceso de atención y prevención de la 70 Clotilde Proveyer Cervantes violencia de género en seis Talleres de Transformación Barrial en la provincia de La Habana. La intención del mismo ha sido en primer lugar constatar la existencia de manifestaciones de violencia vividas por las mujeres en la comunidad y conocer el tipo de ayuda que ellas reciben por parte de las redes sociales del entorno cercano a las víctimas. En ese sentido resultó clave identificar el papel que desempeñan los actores locales en la atención y la prevención de la violencia de género a partir de la realización del diagnóstico. Para ello se realizaron las siguientes acciones: -- Un diagnóstico sobre las características y manifestaciones de la violencia contra las mujeres en la pareja, a partir de su estudio en seis TTIB. -- Un estudio sobre los procesos de intervención que se llevan a cabo en los TTIB seleccionados, en el que se analiza el papel que en ellos desempeñan los actores locales implicados en la misma y se exploran las relaciones entre las organizaciones e instituciones que deben coordinar dichas acciones. -- Una propuesta de programa de acompañamiento a actores locales de los TTIB que contiene acciones de capacitación, sensibilización y asesoría, las cuales se proponen contribuir a hacer más efectivo el trabajo que ellos desarrollan. -- Un análisis de las políticas para la prevención y atención de la violencia intrafamiliar y de género y del papel que en su aplicación desempeña el Grupo Nacional para la atención y la investigación de la violencia. Esta reflexión facilitó explorar la forma en que se lleva a cabo la articulación entre las normativas de actuación a nivel macro social y el trabajo de implementación en lo local. -- Un grupo de recomendaciones al Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar que sirvan para perfeccionar este trabajo como resultado de los análisis previos. 2.2.1 RESULTADOS DEL ANÁLISIS DE LAS ENTREVISTAS A LAS MUJERES. Para la realización del diagnóstico sobre las principales formas en las que se expresa la violencia contra las mujeres en las comunidades seleccionadas para el estudio, se decidió realizar entrevistas en profundidad a un grupo de mujeres que fueran vecinas de las comunidades donde están enclavados los Talleres de Transformación Barrial seleccionados para el estudio de casos, con el objetivo de explorar sus percepciones en torno a este problema, los tipos de violencia que 71 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES reciben y conocer en la medida de lo posible qué estrategias desarrollan para lidiar con esta situación, el tipo de ayuda institucional y de otro tipo que resultan importantes para ellas, así como el papel que juegan las redes sociales formales e informales de la comunidad para ayudarlas a enfrentar la situación de maltrato. En tanto estudio de corte cualitativo las percepciones de las mujeres tienen un papel importante, no sólo como categoría de análisis sino como el eje epistemológico para el análisis, porque a través de la mirada femenina nos acercamos a la forma en que vivencian los procesos violentos y al significado que para ellas tienen las redes sociales que funcionan en su entorno social. Debido a los mitos que prevalecen alrededor de la violencia que se produce en la relación de pareja como un problema privado y a las múltiples estigmatizaciones que en el imaginario colectivo funcionan sobre la misma, no fue posible elaborar criterios de selección de las entrevistadas, salvo que por alguna vía se conociera o se presumiera que son o han sido maltratadas por su pareja y que estuvieran en disposición de ofrecer la entrevista. De acuerdo a los objetivos de esta investigación lo que resulta indispensable es mostrar que en el entorno barrial muchas mujeres viven las más disímiles formas de maltrato, más allá de la magnitud que el problema pueda tener y que en un diagnóstico como el presente resulta imposible de realizar. En total fueron entrevistadas 24 mujeres en los 6 Talleres de Transformación (TTIB) estudiados, con edades comprendidas entre los 30 y los 69 años, salvo la excepción de una joven de 18 años que también fue entrevistada. De las mujeres seleccionadas 7 son de raza negra, 10 mulatas y 7 blancas. En relación al nivel escolar se observó que una de ellas solo concluyó el nivel primario, 7 poseen nivel de secundaria básica, 11 concluyeron el preuniversitario y 5 son universitarias. Estas mujeres tienen 2 hijos como promedio y se comporta de la siguiente manera: 7 de ellas tienen 1 hijo, 10 tienen 2 hijos, 2 con 3 hijos, 2 con más de 3 hijos. Solo 3 no son madres. Casi el 50 % de las entrevistadas proviene de provincias del interior del país, fundamentalmente de la región oriental, algo bastante común en estas comunidades. De tal manera, la composición socio demográfica de las mujeres incluidas en el presente estudio es en general concordante con la propia composición del entorno barrial de los Talleres seleccionados. Uno de los aspectos evaluados en las entrevistas está relacionado con su percepción sobre el modelo a seguir para ser “buena” mujer, así como la distribución de tareas domésticas en la familia y el funcionamiento de las relaciones de poder en la pareja y en la familia 72 Clotilde Proveyer Cervantes cuando se trata de familias extendidas, las cuales son muy comunes en la sociedad cubana. Un primer elemento que aflora al interpelar a las entrevistadas es el arraigo en nuestra cultura de los valores tradicionales que definen lo femenino en una concepción de entrega y desprendimiento de sí mismas. En general conciben a una buena mujer como alguien que se entrega a los suyos con dedicación y garantiza la realización de los quehaceres cotidianos de la familia. Por supuesto, las manifestaciones de estos valores no son homogéneas pues los cambios que se han producido en la situación social de las cubanas inciden de alguna manera en sus concepciones, por lo que coexisten en varias de ellas posturas más relacionadas con la equidad junto a las que signan la subordinación, sobre todo a nivel discursivo. Algunas características que identifican el deber ser de una mujer están relacionadas con la pasividad, la fidelidad incondicional, la entrega: “Una buena mujer, bueno, para mí una buena mujer debe ser una mujer fiel, una mujer atenta, una mujer que se, que viva por su, no sé, por tener una idea, un principio, a lo que ella se defina como mujer ¿entiendes? Siendo fiel a su esposo por ejemplo, este sencilla, tener su yo propio, ante todo su yo propio como mujer. Yo soy mujer porque me caracterizo por ser sencilla por ser honesta, por ser todas esas cosas.” (Entrevista 15) “Ser correcta, dedicada al trabajo, estudiar, estar bien encaminada, ser buena madre, buena mujer, buena hermana, etc.” (Entrevista 11) “Bueno si nos guiamos por los cánones ser una buena mujer es aquella que tiene que trabajar, limpiar, tener la casa limpia, pero para mí también es más que eso, es la madre que puede sentase con sus hijos y conversar, entenderlos, ser tolerante con las nuevas propuestas que trae la vida y el ser una buena mujer debe de ir con los tiempos, debe estudiar, debe integrarse y en la medida que los tiempos evolucionen debe de adelantarse para ir acorde con los mismos”. (Entrevista 4) Estos criterios confirman que los modelos genéricos se estructuran sobre la base de la diferenciación y son elaborados a través de estereotipos, construidos en la práctica social e incorporados al imaginario colectivo, sobre lo masculino y lo femenino. Dichos modelos se han trasmitido de generación en generación contribuyendo a la desvalorización femenina y a la sobrevaloración casi sin límites de lo masculino. Esto precisamente es lo que estas mujeres han incorporado a su realidad 73 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES de forma tal que reconocen que estas actitudes no hacen más que perpetuar la opresión femenina. Junto a estos modelos, aunque en menor medida, nos encontramos también otras mujeres que en sus concepciones sobre el deber ser femenino van incorporando los paradigmas de la emancipación. Es ser una mujer libre, tener la libertad de hacer lo que realmente quiere mi corazón, lo que yo he querido hacer siempre, ver el mundo desde mi óptica sin que venga nadie a imponerme sus principios u otra forma de ser(….) Yo llevo el peso de la casa, soy la que hace todos los menesteres de la casa. Yo vivo sola con mi pareja y él viene de una familia donde habían muchos hijos, su madre tuvo muchos hijos y no les pudo dar la atención que requerían todos, pues eran muchos y es cierto, que no se pueden atender como es debido. (Entrevista 10) Pienso que eso sea una buena mujer, una buena persona independientemente de que sea buena madre, buena esposa y buena persona eh, ser querido por uno mismo, respetarse uno mismo, a la vez que te respetas como persona, así con el destino es mío, así, eso yo llamo es ser una buena mujer; porque me respeto, yo me quiero, yo no sé si estaré errada, no sé. (Entrevista 14) El diagnóstico mostró que esta práctica cultural que pervive en buena parte de las relaciones de parejas cubanas, y en el caso de las mujeres que integran el grupo en estudio, confirman cuán necesario resulta su desmontaje para poder minar las bases de la violencia: las desiguales relaciones de poder y las inequitativas divisiones del trabajo en el ámbito doméstico, razón por la cual sigue recayendo en ellas el peso de las tareas de la reproducción de la vida cotidiana de la familia. Como parte de esa cadena que va tejiendo la tela de araña que atrapa a las mujeres cuando entran en el ciclo de la violencia, se encuentran esas desigualdades en la distribución del trabajo doméstico, del dinero, del poder, de las opciones de realización personal. Todas ellas son formas larvadas de violencia y por eso resultan muy eficaces en la labor de socavar la autonomía femenina, con todas las implicaciones que de ello se derivan. Lo peor de esos violentamientos es la “naturalidad” con que se asumen por parte de la mujer. La educación sexista en la familia, los medios de comunicación y en general en la mayoría de las instituciones de socialización, contribuyen a la realización de ese trabajo de legitimación de esos valores. Ellos contribuyen a configurar esos modelos de masculinidad y femineidad que las lleva a considerar su valía en correspondencia con los estereotipos tradicionales y a reconocer 74 Clotilde Proveyer Cervantes en ellos los valores estereotipados que la masculinidad hegemónica define para el ser hombres. De ahí la urgencia de trabajar de manera sostenida en el desmontaje de tales construcciones culturales en el imaginario colectivo. Las relaciones de pareja que describen estas mujeres están atravesadas por dichas concepciones, las cuales se expresan en un conjunto de posturas de posesividad, control, limitación de su autonomía y celotipia, entre otras, ejecutadas por sus compañeros sentimentales y que son vistas como parte de la “normalidad” de la relación de pareja e incluso en algunos casos como muestras de amor. Llama la atención que las relaciones de pareja que establecen, de manera general, están cargadas de un sinfín de estrategias de control y dominación que ellos ejecutan y ellas no siempre identifican como manifestaciones de violencia, aunque al definir su concepción sobre la misma reconozcan que no solo el golpe se puede identificar como tal. Cuando se les preguntó a las mujeres entrevistadas sobre la conceptualización de la violencia en general ofrecieron un concepto bastante adecuado de la misma. La mayoría habló de la violencia física, incluyendo dentro de ella los golpes, empujones, bofetadas, heridas, etc.; asimismo muchas reconocieron que la violencia va más allá del maltrato físico, que este incluye siempre un componente psicológico que se traduce, según criterios de las mujeres entrevistadas, en humillaciones, gritos, burlas, malos gestos, insultos, etc., pero algunas de las formas más sutiles y dañinas no se perciben como violencia. “No es solo golpes. La violencia puede ser un trato despótico, un maltrato de palabras y no de hecho, eso es violencia, eso es maltrato, que no te den margen para expresar nada, que tengas que estar sometida a la voluntad de otras personas. También es violencia, que tengas que estar sometida, entonces tu ego como persona pierde y eso es maltrato.” (Entrevista 6) “Yo entiendo así violencia: maltrato físico y verbalmente. Y después de la violencia viene un asesinato” (Entrevista 23) La explicación puede estar en el hecho de que ellas conforman su identidad a partir de normativas sociales de género que las definen subordinadas y normalizan la dominación masculina, lo cual se corresponde con la influencia del contexto social y cultural en que se desarrolla el individuo a la hora de conformar la identidad. A pesar de las significativas transformaciones sociales ocurridas en Cuba a favor de la equidad entre los géneros no se han deconstruido suficientemente en la cultura los valores que colocan a la mujer en una posición subordinada ni se han resignificado en su totalidad esos cánones 75 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES identitarios. Consciente o inconscientemente, en el propio discurso refuerzan las prácticas violentas. Un elemento que llama la atención se refiere a que una parte de las entrevistadas son reincidentes en el número de parejas que han ejercido violencia sobre ellas, aunque no siempre son conscientes de ello, puesto que al no identificar con nitidez las formas larvadas de violencia, pasan de una relación donde la violencia física fue predominante a una donde otras formas no menos dañinas están presentes o viceversa. En general todas, excepto una, reconocen ser o haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de parejas aunque no logren identificar todas las que reciben. La gama de la violencia que han sufrido es bastante amplia y en algunas se inició desde la infancia: violaciones siendo niñas y otras en la adultez, maltrato infantil, golpes, traumas físicos severos, violencia sexual en la pareja, encierros, humillaciones, ultrajes, descalificaciones, violencia psicológica y emocional, entre otras. La naturalización de las formas más sutiles o simbólicas les impide identificar tempranamente al maltratador y en otros casos obstaculiza la concientización de su condición. En las entrevistas se constata que lo viven como “normal” en la relación de pareja y algunas lo identifican con muestras de amor. La celotipia se expresa de manera particular en el control sobre sus acciones cotidianas, especialmente en una serie de prohibiciones ligadas a la forma de vestir o de relacionarse con amistades, compañeros de trabajo o incluso con familiares. Ellas fueron el inicio de la espiral de violencia que muchas veces desembocaron en actos de violencia severa irreversible. “Si, con mis amistades, pero hasta con su familia. El es celoso siempre, tanto mujer como hombre.” (Entrevista 1) “No, porque mira es que él era muy celoso, demasiado celoso, podíamos salir al mejor lugar o al peor lugar, que si me miraban ya era que te miraron, que y entonces era que yo empezaba: ¨Pero si yo no soy Jennifer López, yo no soy Shakira, por qué ese motivo, quítale ese fantasma que tú tienes, y a veces, se relajaba, a veces se quedaba.” (Entrevista 16) “Uff, que era muy celoso. La violencia mía y de él siempre fue de celos. Pero era cariñoso, bueno, pero na má que yo salía, ya era, estás con fulano, fulano te miró, celos de esos absurdos, celos que no se ven, entonces eso era.” (Entrevista 17) Me ridiculizaba sí, él siempre le preocupaba mucho la casa, que todo estuviera en su lugar y no entendía muchas veces que las mujeres nos reuniéramos, que fuéramos de aquí para allá y a veces le molestaba que yo me reuniera con mis mujeres (se refiere 76 Clotilde Proveyer Cervantes a las de los talleres que ella imparte). Cuando él llegaba a él no le gustaba ver a nadie en la casa, es decir que hubieran visitas y entonces yo lo tenía que hacer todo corriendo antes de que él llegara para que no se molestara. (Entrevista 6) El control y la posesividad, la descalificación, la humillación y la desautorización de sus criterios, así como ignorar sus aportes o sus actos, son reconocidos por la mayoría de ellas con diferente grado de intensidad, pero presentes en la cotidianidad de sus relaciones. Otra forma de violencia que se ejerce en el ámbito de lo micro y que no siempre identifican pero a menudo valoran como gestos de altruismo y de entrega en la pareja es el relacionado con la atención y cuidado de los enfermos y los problemas no solo de la familia común que han creado con los maltratadores, sino también con los de la familia de ellos, con una ausencia total de reciprocidad por parte del primero, en una maniobra que delega en ellas esas responsabilidades como un “destino manifiesto”. Abundan también las que son ignoradas por su pareja en determinadas situaciones, sobre todo en aquellas que tienen que ver con reclamos o intentos por salir de una situación propiciada por el hombre. Yo le decía: “Mi papá es mi papá, mi familia es mi familia. Además tú no me conoces de ahora, sino de años y tú sabes que siempre fue así. Analiza además, ¿yo no corro por tu familia? ¿Entonces como no voy a correr por la mía viejo?” Pero realmente en esos momentos él sí se ponía majadero, celosón. (Entrevista 5). No menos importantes resultan las manifestaciones de violencia sexual que han recibido algunas de ellas, tanto en las relaciones de pareja como la ejecutada por familiares o desconocidos. Desgarradores resultan algunos de esos testimonios y las secuelas producidas en la vida de quienes la viven. No, incluso te digo porque esto es una entrevista, en el último viaje que él dio, adquirió el VIH. Al principio cuando él regreso nosotros tuvimos un contacto de riesgo, pero bueno yo estuve atendiéndome y no, eso fue en el 2000. Gracias a Dios no lo adquirí. Eso fue una irresponsabilidad de él, por no protegerse, por estar en la tomadera y esa fue la consecuencia. (Entrev 3) Estos ¨ciudadanos¨ me hicieron el coito por todos los lados, yo era señorita, acabaron conmigo, acabaron con mi vida. Pero aquí estoy, contando la historia esa. eh llegué a mi casa a las 6 y media de la mañana, donde llegué muy moreteada, llegué 77 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES embarrada de sangre, el uniforme porque yo salía de la escuela como le estaba diciendo, ya.(Entrevista 23) El aceptar las demandas de sexo por parte de su compañero, aunque no sea compartido el deseo, algunas no la identifican como tal y muchas veces la aceptan como obligación inherente a los deberes conyugales, más allá de su propia aspiración. Sin embargo, algunas logran el respeto a su decisión, no sin antes tener que ejecutar diferentes escaramuzas para frenar al hombre. Cuando no quería acostarme con él me obligaba, y no quería porque estaba cansada y venía cansada del trabajo, y de verdad que estaba cansada y no quería. Y me obligaba, pero no lo hacía. (Entrevista 13) Otra de las manifestaciones que está presente en la vida de estas mujeres es la dependencia económica, que las coloca en una posición de inferioridad. Al limitar el acceso de la mujer a los recursos económicos o privándole de los mismos el hombre logra aumentar o mantener la dependencia de su compañera y conserva así el control sobre ella. De tal manera la dependencia material se convierte en no pocas ocasiones en un factor de perpetuación del maltrato. Algunos testimonios de las entrevistadas dan cuenta de este hecho. Sí. Yo maniobraba mi dinero, pero él tenía sus ideas y las defendía, por ejemplo llegó un día y me dijo que él quería comprar una computadora y que a partir de ese momento todo lo que el ganara iba a ser para la computadora y me dijo a mí, “Mira a ver como lo haces tú porque todo lo que yo haga es para la computadora” y se compró la computadora y los gastos de la casa a cuenta mía. (Entrevista 10) Otra cosa es que cuando nosotros empezamos, yo trabajaba con un grupo de sordos y esas son personas que dependen mucho del intérprete; con ese grupo yo tenía una relación muy estrecha y cuando él me conoció el me conoció con ese trabajo. Después poco a poco me hizo ir eliminándolos, comenzó a ponerles mala cara, hasta que me dijo que ahí no podían venir más y tuve que dejar ese trabajo porque él no lo entendió. Los sordos se fueron alejando y yo me sentí muy frustrada en ese sentido. También yo tenía un trabajo que era de moverme para las provincias y lo dejé por estar cerca de la casa, por atenderlo. (Entrevista 4) 78 Clotilde Proveyer Cervantes El análisis de las entrevistas permitió constatar que no se sienten responsables de la violencia que reciben. Casi unánimemente, al referirse a este tópico afirman que no la viven como castigo merecido, aunque no siempre encuentren las vías para salir de la relación o para elaborar estrategias que sirvan de paliativos o para poner fin a las agresiones que padecen. La abrumadora mayoría de ellas saben que no merecen el daño que sus hombres le propician, pero algunas los justifican aludiendo que responden a causas externas, ajenas a la voluntad del maltratador, tales como el haber sido víctimas de violencia en la infancia, el consumo de alcohol, frustraciones personales, entre otras, y los desresponsabilizan de sus actos. No, porque nunca era mi culpa; sin embargo, él me hizo sentir varias veces culpable y me conllevó a que me cuestionara mi forma de ser. (Entrevista 8) No, Porque me considero una buena mujer, una buena esposa, que no merezco ser tratada de esa forma, una buena madre, una mujer que siempre ha estado integrada a la sociedad. (Entrevista 12) Otras no rompen por miedo a la soledad, a la estigmatización y al fracaso que supone en la cultura patriarcal perder el matrimonio y “destruir” la familia. Muchas veces las mujeres se quedan debido a la dependencia económica o la carencia de vivienda propia, como hemos apuntado antes. Me mantengo ahí porque no tengo para donde irme y las veces que me he ido ha sido para casa de mi mamá, y mi mamá a los tres días me está diciendo que como me voy a ir, que de mi casa (...) después de tantos años, y toda esa serie de cosas… (Entrevista 13) En ellas influye también el erróneo deseo de garantizar el bienestar de los hijos y otras muchas veces el desconocimiento de los derechos que las asisten y la falta de apoyo social las lleva a soportar el maltrato, pero en el caso de la mayoría de las que fueron entrevistadas rompieron la relación, aunque no todas lo han hecho al inicio de los actos violentos ejecutados por el hombre. Las conductas violentas de ellos no se iniciaron en los primeros momentos de la relación, sino transcurrido un tiempo de convivencia. En casi todos los casos hubo los altibajos característicos del ciclo de la violencia hasta que algún detonante extremo, como pueden ser las afectaciones severas a los hijos, las llevó a tomar la decisión de romper la relación, pero la mayoría lo hizo antes de los 5 años de convivencia. Aunque no se pudo comprobar para establecer 79 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES un promedio exacto del tiempo que convivieron con el maltratador, este dato llama la atención, lo que podría estar indicando una especificidad si se compara con la tendencia internacional. En general las mujeres siempre elaboran estrategias y utilizan las que están a su alcance, no solo por las herramientas personales que poseen, sino de acuerdo también a los aprendizajes que les ofrecen las instituciones de socialización con las que se relacionan a través de las diferentes redes sociales. No es posible esperar que una mujer que no tiene otro lugar donde ir elabore una estrategia de ruptura, ni que una mujer con una autovaloración deteriorada por la reiterada exposición a maniobras violentas, utilice como estrategia la exigencia de que se respeten sus derechos y trate de poner por sí sola fin a la violencia. Sin embargo, todas elaboraron distintas estrategias para intentar detener el maltrato, algunas muy inefectivas, las cuales pueden considerarse de sometimiento para evitar el aumento del maltrato sobre ellas, varias intentaron buscar ayuda aunque no siempre la encontraron y otras elaboraron estrategias de enfrentamiento hasta llegar a la violencia cruzada, que a veces conseguía lastimarlas más por el desequilibrio de poder, pero el hecho nos habla de mujeres que no quieren considerarse víctimas irremisibles. El me decía, “ ¿tú no me vas a perdonar?” y yo le respondía, “yo puedo perdonar pero no olvidar, a mí no se me amenaza, tú sabes que yo soy guapita”. Y así fue como yo fui desarrollando herramientas y eso, pero logré resultados con mucho tiempo de por medio (Entevista 9) ¿A mí? Tu no ves que nos dábamos tremendas enredadas. No te vayas a pensar que yo me quedaba dada, ¡no que va!, nos fajábamos los dos. S i él no hubiese sido así, hubiéramos durado toda la vida y con todo y eso duramos 8 años. (Entrevista 5) Cómo he podido poner freno a la violencia? rompí la relación (Entrevista 4) Cuánto tiempo pude ir aguantándola? Casi un año. Abandonando todo, la casa, todo, todo y me fui para la casa de mi mamá. (Entrevista 15) Nos separamos. Y a los dos meses me fue a buscar otra vez a mi casa y entonces qué le hice, una carta así, con condiciones, porque a mí me gustaba, yo lo quería. Me separé de él rápidamente, me llevé mis cosas, y me fui para casa de mi mamá, y después a los dos meses me fue a buscar y le di una pila de hojas con puntos acordes que si le gustaban bien y si no que siguiera su 80 Clotilde Proveyer Cervantes camino porque yo tenía, medio mi vida..si se va uno, viene otro. (Entrevista 17) Algunas reconocen las dramáticas consecuencias que para su salud, su autoestima o para su integridad vital han tenido tales desmedros, pero otras no han identificado las secuelas a un nivel consciente aunque proyectan conductas o ideas que pueden ser identificadas como resultado de vivir inmersas en el ciclo de la violencia. Las consecuencias de estos actos de violencia son devastadores para el equilibrio psicológico, físico y sexual de estas mujeres: Pero ya cuando pasan esas cosas que uno vuelve ya no es lo mismo, o sea que hice por detenerlo pero no lo suficiente. Yo me aguanté mucho por la niña, porque yo no quería ser una más y no oía los consejos que me daba mi madre, quien me decía que lo dejara, pero yo era más conservadora y no pensaba en cambiar de pareja. A lo mejor ella era la que tenía la razón. (Entrevista 3) Porque yo era una mujer que ni decía malas palabras, ahora las digo; yo era generalmente una persona pasiva y hoy no soy pasiva; hoy ante una violencia reacciono de forma violenta también. A mí la violencia me ha marcado en todos los pasos que doy. También a mi hija, que la personalidad que tiene hoy se debe a toda la violencia que ha visto a sus alrededor.(Entrevista 10) A veces me sentía un poco, no con estrés, como una persona que no tenía un valor, no me daban el valor que yo pensaba que tenía, ¿entiendes? Sí, sin valor. (Entrevista 15) Yo fui adelgazando, porque me fui deteriorando físicamente porque eh, él, cuando tú quieres a una persona y tú ves que esa persona, te maltrata, te humilla, tú lo que haces es que te vas deteriorando físicamente hasta que tú te llamas a capítulo y tú dices, esto no puede ser, esto no puede ser... el rompimiento que tuvimos. (Entrevista 17) Me altero demasiado los nervios, ya no duermo por las madrugás, si duermo, si acaso es mucho el sueño, una hora o dos horas de dormir. Yo no duermo porque me siento amenazada en la casa. Me siento que me van a ¨ hacel¨ algo por la ¨madrugá¨. Yo duermo con mis dos hijos en una cama. Y entonces ya eso me ha ¨afectao¨ mucho y a los niños también. Yo me siento amenazada en la casa, no me siento con seguridad. Y ya eso me ...es ¨tó¨ el tiempo pensando y pensando, ¨pensando y pensando¨. A veces no como, hay ¨vece¨ como, a veces no como. Me siento mal, me da 81 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES mucha taquicardia, me ha ¨afectao¨ mucho la salud, demasiado. Me he recuperado un poco, desde que empecé con las muchachitas, me he recuperado un poco, pero emocionalmente me siento muy alterada. (Entrevista 18) Los estados de ánimo que quedan sin resolverse y que muchas veces se agravan, con el tiempo van somatizándose hasta convertirse en enfermedades que afectan la salud física y psicológica, los cuales muchas veces resultan difíciles de relacionar con los malos tratos. Asociado a ello aparece la noción de abandono y soledad, que se expresa tanto en las limitaciones autoimpuestas para buscar ayuda para salir de la situación que padecen o han padecido, así como para asumirse como víctimas. La soledad es vivida por ellas de diversas maneras: una de ellas, muy recurrente en nuestras entrevistadas, es la relacionada con la noción de merecer o buscar apoyo. Hay un sentimiento casi unánime en ellas en cuanto a enfrentar en solitario el vía crucis por el que atraviesan, como algo que viven solo ellas y que no pueden compartir, porque hacerlo puede generar rechazo o mayores problemas al implicar a terceros en algo que solo les concierne. Estas creencias no son fortuitas, provienen de prácticas y creencias sociales patriarcales que conciben la violencia en la pareja como problema privado y que algunas han experimentado en el intento por compartir sus preocupaciones con personas allegadas, dígase familiares cercanos o amigas. El sentimiento de soledad constituye sin dudas, una consecuencia de tales conflictos, derivado muchas veces del aislamiento social al que ellas están sometidas y que puede contribuir a perpetuar la condición de víctimas. La sensación de soledad y aislamiento no está asociada estrictamente a la falta de compañía, sino a la imposibilidad de compartir su sufrimiento, sus preocupaciones o sus inquietudes sin ser cuestionada por ello o sin que se le conmine a soportarlo en nombre del amor, de la familia o del deber ser femenino. En nadie, primero por vergüenza a que mis vecinos se enteraran, porque él no gritaba ni nada y aquellos era a puertas cerradas. No, no, no, la federación era yo, la psiquiatra era yo y todo era yo. (Entrevista 5) Siempre yo sola conmigo misma, y tratando de que eso se iba a superar, de que eso iba a pasar, de que eso eran momentos, impulsos del mismo amor, de aquel cariño, pero no sé, pero cada día se volvía más y más y más, hasta que yo misma decidí, yo entré y yo salgo sola. (Entrevista 15) 82 Clotilde Proveyer Cervantes A nadie, siempre fui yo sola. Tó eso lo sufrí yo sola, por dentro de mí. (Entrevista 16) No, yo misma. Porque yo soy una gente muy fuerte de carácter y no me dejé amilanar ante esa situación. No considero que debía llevarle problemas a mi mamá, ni a mis tías, ni a mis ¨ hermano¨, que eso termina siempre en problemas mayores, eso lo determiné yo. (Entrevista 17) El análisis de los resultados puso en evidencia que la violencia del hombre contra la mujer en una relación de pareja, lejos de ser un problema privado, involucra un conjunto complejo de relaciones con el entorno social. Cuando los agentes sociales del entorno relacional conciben el problema como privado facilitan la naturalización de la violencia y contribuyen a perpetuarla. Yo no pedía ayuda a nadie, había amigas mías que sabían de mi problema pero ninguna me ayudaba directamente. Con mi mamá no tenía ningún problema y ella era la que más al tanto estaba de todo. (Entrevista 3) En ese momento, yo lo planteé en la iglesia y allá me dijeron que eso no era así, que yo me había casado y que tenía que aguantar y que allá iban a orar por mí; pero la oración esa duró 8 años y ya no aguantaba más. Por eso les dije no oren más porque yo me voy a divorciar. (Entrevista 4) La violencia contra las mujeres en la pareja como resultante del dominio masculino culturalmente legitimado se guía por normas y valores patriarcales que afectan la condición de sujetos de las mujeres al colocarlas en posición de subordinación y desigual disfrute de derechos y posibilidades de realización. Estas concepciones cuando se manifiestan también en las posturas que asumen esos actores sociales, contribuyen a perpetuar la victimización femenina, pero cuando los mismos actúan a favor de la equidad y reconocen la violencia de género como un problema social que les incumbe y al que están llamados a contribuir en su erradicación, entonces se convierten en factores clave para apoyar a las mujeres afectadas y ayudarlas a encontrar la salida a este problema. En el problema de mi casa, la FMC me apoyó muchísimo, nos apoyaron 100%, especialmente Andrea (la directora del Taller de Transformación). (Entrevista 7) Que la aconsejen. Así me lo dieron a mí, a mí me dijeron, “muchacha termina con ese hombre, que en el momento menos pen- 83 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES sado te mata a ti a tu hijo” y esa era la verdad, había días que es se levantaba mal. (Entrevista 13) En este sentido es de gran relevancia reconocer la importancia que poseen las redes de apoyo que funcionan en el entorno social cercano para ayudar a las mujeres a enfrentar el problema de la violencia conyugal y contribuir a la desmitificación de los roles de género estereotipados que tan dañinos resultan en la conformación del imaginario colectivo sobre estos asuntos. En relación con ello resultó interesante observar el comportamiento ambiguo de las redes sociales del entorno al que pertenecen las mujeres del presente estudio, tanto las formales como las informales y cómo la inefectividad de las mismas contribuyó, por un lado a desentenderse de la situación que ellas atravesaban y por otro a revictimizarlas al sugerirle permanecer en la relación por ser este es un “problema privado que no les compete”. En ese sentido el papel de las redes sociales es de tal trascendencia que puede contribuir a ayudar a las mujeres a elaborar estrategias frente al maltrato o convertirse en un obstáculo y aumentar la noción de soledad y abandono que muchas expresan. Prácticamente todas, al preguntárseles acerca de la ayuda que han solicitado o de quiénes han recibido apoyo para buscar alternativas a la situación de maltrato que viven, responden cual un coro de muchas voces, que no la han solicitado y en las escasas ocasiones en que lo han hecho casi nunca logran una ayuda efectiva. Para ellas resulta claro que están en una situación de aislamiento real o auto asignado que les impide compartir siquiera con sus allegados el problema que enfrentan. Quienes nos dedicamos a estudiar este problema sabemos que las mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia no pueden salir sin recibir apoyo, de la misma manera que necesitan crecerse y auto validarse como sujetos para enfrentar por sí mismas ese reto. Mientras no se apropien de su historia difícilmente puedan trascenderla, pero para ello resulta necesario desaprender el modelo de víctima asumido y contar con las redes de apoyo que les brinden esas herramientas que con certeza reclaman. Esto último se constata en la respuesta que brindan prácticamente todas al cuestionamiento sobre lo que necesita una mujer que sufre violencia. Ayuda. Se podría ayudar dándole un consejo, conversando con ella, diciéndole que busque a una pareja que no sea violenta, etc. Animándola, diciéndole que busque una pareja que sea noble. (Entrevista 9) Apoyo y ayuda. Sí porque hay personas que dicen, la mayoría de las personas dicen: no, ella aguanta, ella aguanta todo eso porque 84 Clotilde Proveyer Cervantes quiere, no es porque uno quiere, si no la necesidad, la necesidad de vivienda de sus hijos porque los hijos no pasen trabajo en casa de nadie. (Entrevista 12) Una mujer que sufre violencia necesita encontrarse a sí misma, encontrarse ella misma, mantener su autoestima alto, no sentirse inferior, mirar hacia adelante que hay más caminos, más puertas y sobre todo ayuda. (Entrevista 14) ¿Qué necesita? Apoyo, buscar ayuda, que no dejen por nada del mundo, por nada del mundo que sea la primera vez ni un empujón, ni una mala cara, nada; y salir, salir, buscar ayuda, opiniones, que para eso ya estamos muy muy abiertos.(Entrevista 15) Apoyo, porque con el maltrato, lo que se pone es agresiva. Mucho apoyo y que la ayuden mucho a conversar a comunicarse, que con la violencia no se llega a nada. (Entrevista 18) De tal forma, ante la pregunta sobre lo que necesita una mujer que sufre violencia no vacilaron en hacer un reclamo casi unánime de apoyo y ayuda, referida no solo ni principalmente a la ayuda material, que sin dudas muchas veces se convierte en factor de perpetuación del maltrato, sino sobre todo a la ayuda de tipo psicológico, cognoscitivo, afectivo y emocional. Apoyo para adquirir el impulso y la validación, para adquirir la legitimación del acto que supone enfrentar y/o romper un vínculo de esta naturaleza. En sus reclamos, un lugar significativo lo tiene la solicitud de apoyo informacional, en tanto implica consejo, guía o información relevante para ayudar a enfrentar la situación. El desconocimiento de sus derechos, de las instituciones y/o personas naturales o jurídicas que pueden asistirlas, también se convierte en obstáculo para enfrentar la violencia. El tipo de apoyo que las mujeres reclaman sobre todo está relacionado con descargarse del estigma social que da la apariencia de merecer el castigo que reciben y con sentirse apoyadas y legitimadas, porque ese es un paso clave para intentar salir del ciclo y sentir seguridad. La seguridad que brinda el apoyo es esencial para animarse y tener valor de enfrentar la violencia, para sobreponerse a su situación. El apoyo es necesario para levantar la autoestima devaluada y con ello poder tomar sus propias decisiones. El apoyo también las provee de la información que necesitan para ratificar lo ilegítimo del daño que reciben y para constatar que su situación es común a la de otras muchas mujeres y puede enfrentarse. Los resultados de la investigación confirman que cuando las redes sociales cercanas a las mujeres actúan como capital social positivo 85 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES y les sirven de sostén a sus inseguridades y miedo, también les impulsan a actuar dándoles orientación para la búsqueda de ayuda y les brindan apoyo en el momento de tomar decisiones difíciles, sirviendo como refugio sólido de afectos o ayudándolas en el sustento económico, están también colaborando en el proceso de salida del ciclo de la violencia. Mucha ayuda. Principalmente una ayuda especializada de psicólogos, debe hablar mucho. También necesita ayuda de la familia principalmente, porque la familia es la base de todo, sin la familia no somos nada, sin la cooperación de la familia no se puede hacer nada. La familia es la base. (Entrevista 10) De mi mamá, y yo misma, que ya me di cuenta ya, porque eso el niño lo estaba viendo, y hasta más incluso un día el niño dijo: mamá si él te llega a dar yo iba a coger este cuchillito, y lo que tenía eran siete años, el niño lo que tenía eran siete años. Y yo dije ya, hasta aquí, porque con siete años piensa en un cuchillo plástico, con 13 años no va a pensar en un cuchillo plástico. Ella me decía, yo me ponía a analizar y es verdad, yo a mi hijo no lo podía afectar en eso. Ni yo misma, que estaba acabando con mi salud. Yo me siento muy bien como estoy a pesar de no tener una pareja firme. Me siento bien. (Entrevista 13) Empero, los datos empíricos obtenidos también confirman que cuando éstas redes cercanas y confiables para ellas, funcionan como capital social negativo reforzando los roles de género tradicionales y brindando consejos que la conminan a soportar la violencia como un destino femenino o poniendo sobre sus hombros la gran responsabilidad de hacer que su pareja “cambie”, se convierten en obstáculo para poner fin al ciclo. El no tener apoyo las hace más vulnerables al embate de la violencia. Mira hubo algunas amigas que no me ayudaron, porque ellas me decían cosas como: “mira yo en realidad llevo no sé cuantos años casadas y el matrimonio es una cosa que uno no debe romper, porque yo tengo que aguantarle a mi marido, esto, esto, y esto. Pero yo no entendía por qué tenían que aguantar eso. Sin embargo, otras me decían, “ yo estoy sola y vivo mi vida feliz.” (Entrevista 4) Yo miraba por debajo de la puerta, porque hasta encerrada y todo estuve, y mi mamá decía que no, que no podía ir para la casa, y yo rezaba mucho, porque yo rezo mucho (Entrevista 14) 86 Clotilde Proveyer Cervantes Un elemento interesante que aportan las entrevistas realizadas se refiere al papel que juegan las instituciones que existen en el entorno comunitario y que tienen la responsabilidad de prestar servicios de atención a las víctimas. En este caso se trata de las instituciones que en la sociedad cubana por su función social tienen ese encargo, dígase la policía Nacional Revolucionaria (PNR), el médico de la familia o los servicios especializados de salud a nivel municipal o provincial, el fiscal de atención a los derechos ciudadanos, la Comisión de prevención que existe en los Consejos Populares y los servicios de asistencia social. También existen otras organizaciones sociales que por su contenido y su funcionamiento en el espacio barrial cumplen o deben cumplir con la labor de apoyo social a las víctimas de la violencia, como es el caso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que en su instancia municipal tienen las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia y en el caso que de las comunidades donde se realizó la investigación la institución que conforman los Talleres de Transformación Integral del Barrio. Llama la atención el desconocimiento que muestra la mayoría de las mujeres entrevistadas sobre la existencia y funcionamiento de estas instituciones. Por supuesto, este desconocimiento obedece a varios factores, relacionados algunos con la poca labor de divulgación que se realiza sobre su quehacer y otros con la inexistencia de la atención o la poca efectividad de la misma. Al preguntárseles sobre las instituciones a las que han acudido en busca de ayuda, la mayoría responde que no la ha solicitado y la razón que aducen se refiere al desconocimiento, a la vergüenza o al temor. Un elemento que no puede desestimarse en sus respuestas está referido la desconfianza que muestran las mujeres incluidas en el estudio, víctimas todas de violencia por parte de sus parejas, de las instituciones que existen, las cuales pueden y están en el deber de apoyarlas o ayudarlas a hacer frente a tan deleznables actos. En sus respuestas algunas instituciones u organizaciones son más conocidas y aceptadas que otras. Respecto a la PNR hay cierta ambivalencia, en correspondencia con las experiencias vividas al solicitar la ayuda de la policía o cuando por la naturaleza del daño ésta ha intervenido. Alguna ha tenido una atención adecuada y rápida, otras afirman que la policía dice que “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Varias se refieren a las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia como un lugar donde encontrar información y las menos dicen que los CDR a veces “hacen algo”. No hay alusión en sus respuestas a la intervención efectiva de otros agentes sociales salvo el Taller de Transformación Barrial radicado en la comunidad que requiere de reflexión aparte. 87 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES La experiencia del Taller ha sido buenísima, maravillosa, incluso le he comentado a amistades mías, a amiguitas mías de lo bien que uno se siente, que es una horita, pero de lo bien que uno se siente, te abre el pensamiento, piensas y analizas. (Entrevista 13) De mucho, cómo decirte, me está ayudando a muchas ideas que yo tenía, que no eran factibles para mí ¿entiendes? Porque a veces nosotras mismas llegamos a un punto que nos sentimos por debajo y no, tenemos que sentirnos nosotras mismas, la autoestima de nosotros, que nosotras solas sí podemos. (Entrevista 15) Si, como no. Desde el Taller siempre hemos recibido mucho apoyo, en el taller siempre nos apoyamos, cuando tenemos problemas, cuando estamos enfermos, etc. Nos ayudamos, nos entendemos y no nos criticamos, y eso es bueno porque cuando alguna tiene problemas nos ayudamos. (Entrevista 4) Al referirse al papel del TTIB en la atención a la problemática de la violencia las percepciones de las mujeres varían en correspondencia con las especificidades de los TTIB estudiados. Las que pertenecen a los Talleres que han desarrollado algunas iniciativas específicas en la atención y la prevención de la violencia contra las mujeres (El Canal, Alamar Playa y Los Angeles) y logran acceder a ellas tienen nociones más positivas sobre la utilidad de las acciones que allí se llevan a cabo que las de sus congéneres del resto de los Talleres, aunque cabe la salvedad que en el caso del Taller de Pogolotti, donde funciona un grupo de autoestima femenina y sus coordinadoras están adecuadamente preparadas y realizan su labor con perspectiva de género, las mujeres que se han vinculado al mismo lo han asumido como una experiencia trascendente que les ha ayudado a valorarse a sí mismas y a adquirir herramientas para lidiar con la situación de maltrato. Una parte importante de las entrevistadas desconoce o tienen una noción bastante vaga sobre el papel del Taller en la atención a la violencia de género y las posibilidades efectivas de brindarles ayuda. Tampoco han recibido el acercamiento a ellas de los actores sociales que pueden ofrecerles información o asistencia. Llama la atención que las diversas acciones de capacitación, divulgación y concienciación que en los distintos espacios comunitarios se desarrollan en torno a la problemática de la violencia, no llegan a las víctimas, aunque puedan incidir indirectamente en la prevención de esta problemática social a nivel barrial y familiar. No se ha logrado derribar el muro tras el cual están quienes más necesitan esas acciones. 88 Clotilde Proveyer Cervantes No, incluso yo llegué a pensar que aquí en Cuba nadie estaba haciendo nada por la No Violencia. Entonces hice estas cosas para ayudar en algo, pues con tanta violencia que hay se hace muy poco. Después me enteré que desde aquí desde la Casa Comunitaria se estaba haciendo algo, pero allá abajo (se refiere a la zona del Canal) nadie sabe nada de eso, pues cuando les hablo nadie me dice que conoce de esas acciones, nadie sabe que se hace nada. (Entrevista 20) Sin embargo, aquellas que han logrado participar en dichas acciones del Taller lo identifican como un vínculo importante y cercano a su vida cotidiana, que les ofrece herramientas para lidiar con la violencia y para su crecimiento personal, (autonomía, autoestima, apoyo, autorreflexión, desculpabilización). He aprendido mucho del Taller y de la vida. Yo estoy insertada en el proyecto de la No Violencia de la Zona 26, a través de mi grupo de teatro. (Entrevista 22) Tengo tres personas de la tercera edad que al principio eran el aceite y el vinagre con los niños. Y hoy en día de lo mejor, se relacionan, intercambian criterios, las personas mayores han cambiado y los niños también, la actitud, recíprocamente han cambiado. Todos los días tengo una experiencia nueva. Mira el lunes hicimos los 15 de una niña, que es la mayor de los adolescentes del grupo, y fueron mis adultos mayores a los 15, y no hubo nadie que se riera de la viejita, ni de esto, ni de otro. Y se compartió de una forma tan bonita que parecíamos uno. (Entrevista 19) En algunas de las participantes en las diferentes actividades y en los grupos de autoestima, éstas se han convertido en una importante red de apoyo que las ayuda a no tener temor ni vergüenza para narrar sus historias. En esos casos la noción de víctimas cambió radicalmente, ayudándolas a ver el problema de la violencia desde una óptica cultural. Ello evidencia que el potencial de la red social no sólo radica en su entramado, sino incluso en la percepción que la persona conforma cuando siente que el entorno le es favorable. Cuando ellas sienten apoyo el proceso de concientización y búsqueda de los recursos sociales e institucionales para dar solución a su problema, es más efectivo. Las mujeres entrevistadas que han tenido la posibilidad de recurrir a la atención que de distintas maneras brindan los Talleres que han desarrollado iniciativas en el trabajo de atención al problema de la violencia, muestran signos claros de empoderamiento y más clari- 89 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES dad en la posibilidad de buscar una solución alternativa al maltrato que padecen. En las entrevistas a las maltratadas hay percepción de que el Taller llegó tarde a sus vidas, pues algunas de ellas han establecido el contacto con el mismo a luego de haber vivido enormes traumas y sufrimientos a causa de la violencia. Por ello es imprescindible lograr que el Taller llegue a tiempo a los miembros de la comunidad. Hay que invertir las reglas de su funcionamiento y salir en busca de los necesitados para garantizar que las víctimas se conviertan en protagonistas del quehacer de la actividad del taller. Ellas han desplegado un sinnúmero de demandas sobre las acciones que deben realizarse en los Talleres para ayudar a las víctimas de violencia. Las necesidades sentidas se expresan en la necesidad de mayor divulgación de las actividades que allí se realizan, así como sobre los derechos y la protección legal que brinda el Estado y muchas desconocen, sobre los servicios de atención y/o apoyo. Requieren conocimientos, información, realización de Talleres grupales, video- debates, espacios de asesoría y orientación legal, laboral, etc. Se podría decir entonces que existe una contradicción entre lo que se promueve a través de las leyes, de las oportunidades y derechos adquiridos en la práctica social revolucionaria, del trabajo de las instituciones y lo que aun muchas mujeres a nivel de conciencia tienen incorporado. Por esto es tan importante perfeccionar el trabajo para visibilizar e ilegitimar el problema, identificar a los maltratadores, trabajar directamente con las mujeres aunque no presenten síntomas visibles de maltrato. Las instituciones no solo deben hacer un trabajo de divulgación o prevención, sino que deben ir más allá, utilizando todos los factores posibles para deconstruir esta realidad en la que las prácticas violentas son aceptadas como parte de la relación de pareja. Es necesario trabajar en y por la comunidad, llevar las acciones a los espacios de intervención, implicando a los actores que tienen la obligación de atender a las víctimas desde su accionar institucional u organizacional, no como un paliativo que entretiene, sino con acciones concretas que favorezcan el empoderamiento de las mujeres. 2.2.2 PAPEL DE LOS ACTORES LOCALES Para cumplimentar el análisis sobre los procesos de intervención que se llevan a cabo con mujeres maltratadas en el grupo de TTIB seleccionados y para evaluar el papel que en ellos desempeñan los actores locales implicados, llevamos a cabo inicialmente un estudio exploratorio en los mismos, para lo cual se efectuaron visitas de trabajo de coordinación en los 6 TTIB incluidos en el estudio. En los mismos se sostuvieron entrevistas con los líderes barriales y los coordinadores de los TTIB para explicar los objetivos y las acciones previstas en el proyecto y coordinar 90 Clotilde Proveyer Cervantes el cronograma a seguir en cada uno. También se revisó en cada TTIB los documentos que dieran cuenta de las acciones llevadas a cabo en la atención de la violencia, las normativas que guían su trabajo, las memorias de acciones llevadas a cabo, entre otras. En esa exploración trabajamos para conformar una aproximación inicial sobre la situación en cada uno de ellos respecto a antecedentes de trabajo sobre el problema objeto de la investigación (proyectos realizados o en curso, diagnósticos realizados, capacitaciones, actividades en la Jornada de la No violencia, evaluaciones, expectativas, necesidades identificadas y la realización de una matriz DAFO) las cuales constituyeron el punto de partida para el desarrollo del proyecto de investigación y para elaborar la estrategia a seguir en cada uno de ellos. (En los anexos se adjuntan algunas desgrabaciones de las entrevistas a los líderes comunitarios y los materiales más importantes que fueron consultados). En esa primera fase de indagación constatamos un grupo de elementos que sirvieron de base para las fases ulteriores del estudio. De manera sintética los principales resultados fueron los siguientes: -- La constatación del papel de los TTIB como entidad idónea para el trabajo de atención a la problemática de la violencia de género en las condiciones de Cuba. Ellos con su trabajo a favor de la No Violencia constituyen una iniciativa que debe divulgarse y socializarse como modelo que puede replicarse en otros escenarios municipales y provinciales del país. -- La constatación de que cuando existe conciencia de la existencia de la violencia de género como problema social y voluntad para desmontarla como parte de responsabilidad de la comunidad, identificación de las potencialidades y fortalezas de la comunidad y de sus miembros para poner en funcionamientos las redes sociales de apoyo y la comprensión de la necesidad de capacitación específica para atender el problema, es posible realizar el proceso en la base. - - Un elemento que llama la atención se refiere a la inexistencia de diferencias notables en los resultados del trabajo a favor de la No Violencia contra las mujeres, entre los TTIB que afirman tener iniciativas específicas de trabajo y los que no las tienen. En general se realizan diversas actividades que tributan al mismo, pero falta un programa coherente de acción para atender este problema social en todos los TTIB estudiados. La mayor diferencia radica en la cantidad de acciones llevadas a cabo. 91 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- Otro aspecto significativo que afloró en esta etapa inicial del estudio radica en la convicción que poseen los líderes de los TTIB sobre la existencia de violencia de género en la comunidad en sus distintas manifestaciones y aunque en menor medida, existe comprensión de la violencia como problema social que requiere de intervención especializada. Este elemento posee enorme trascendencia si se tiene en cuenta que no puede dejarse la concientización social solamente a los equipos de intervención profesionales, ni puede recaer solo sobre las espaldas de los intervinientes directos. Es una tarea lenta y titánica como para resolver por sí solos, pues ella requiere de la de mediación social en la comunidad y de los actores que la integran. -- Se pudo constatar que en todos los Talleres de Transformación visitados hay acciones diversas de sensibilización, capacitación, divulgación y espacios de socialización creados, a favor de la No violencia contra las mujeres. Estas acciones en la mayoría de los casos no son sistemáticas ni resultado de estrategias coherentemente pautadas y no es posible definirlas de manera rotunda como acciones de intervención. Incluso en aquellos Talleres que fueron seleccionados por ser pioneros en dichas acciones no se constató un programa de intervención, sino un conjunto disperso de actividades que tributan a ese objetivo. -- En todas las entrevistas realizadas a los líderes de los Talleres se muestra el compromiso de trabajo para atender los problemas de violencia social en general y la violencia de género en particular. También se constata que casi todos han recibido diferentes capacitaciones sobre violencia de género a través de las acciones que en esta materia realiza el Centro de Reflexión y Diálogo “Oscar Arnulfo Romero” y otras instituciones y ONGs que abordan la problemática, ya sea mediante talleres, cursos o Diplomados. -- En materia de capacitación no hay una concepción elaborada, pues esta se realiza cada vez que existe la oportunidad. Un resultado de ese quehacer es que se capacitan a grupos que se pierden con el tiempo porque no hay continuidad ni objetivos diseñados para formar multiplicadores. De ahí que sea necesario crear un equipo de personas que se capaciten sistemáticamente y sean los responsables de multiplicar a sus iguales. -- Se evidencia que hay TTIB que tienen más clara la estrategia a seguir y han desarrollado iniciativas más pertinentes, sin embargo, esta concepción no predomina en el quehacer de la mayoría de los Talleres visitados. Tal es el caso de Alamar Este y Los 92 Clotilde Proveyer Cervantes Ángeles, los cuales han logrado mejores resultados. En todos los TTIB estudiados se confirma que las acciones realizadas no están suficientemente articuladas, pues son dispersas e inconexas. Siempre parece que se está empezando de cero. Las memorias de acciones previas son muy escasas y no se constata un adecuado uso de esos aprendizajes. -- En todos los Talleres (TTIB) en estudio se realizan diferentes Proyectos conexos al tema de la violencia de género o tributan al trabajo frente a este problema, pero en solo 2 TTIB (Proyecto “Buró Informativo” en el Canal y Proyecto “Renacer” en Zamora- Coco Solo) hay proyectos que tienen como centro la atención a esta problemática. -- Se constató la realización de diagnósticos sociales en los mismos, pero no realizados especialmente para conocer la situación de la violencia de género, sino las problemáticas sociales que más afectan las localidades. Sin embargo, en casi todos esos diagnósticos se detectan problemas de violencia intrafamiliar y de género. El hecho de que casi todos se realizan sin el adecuado enfoque de género sesga los resultados de tales levantamientos, lleva a subregistros y se pierden las especificidades de este problema, pues el mismo está naturalizado en la cotidianidad de las relaciones sociales de las personas. La detección de los problemas de violencia de género que se realiza es muy elemental, y no distingue entre las causas las desigualdades de género y el desequilibrio de poder en las parejas. -- Por otra parte, no obtuvimos evidencias de la utilización eficiente del resultado de dichos diagnósticos de manera que sirvan de guía para el diseño de estrategias de acción, las cuales son muy útiles cuando recogen las necesidades concretas del radio de acción del Taller de Transformación. -- Un dato interesante fue la constatación de la creación de Grupos Gestores para la coordinación de las acciones de atención y prevención de la violencia de género en la comunidad, en los TTIB con iniciativas de trabajo pautadas. Los grupos Gestores están integrados por actores claves de la comunidad, tales como: representantes de instituciones da salud y educación, de la PNR, de la FMC, trabajadores sociales, delegados de circunscripción, especialistas del Taller y/o de instituciones de investigación enclavadas en el municipio, líderes informales, etc. En esa exploración inicial no fue posible profundizar en el trabajo de dichos grupos, por carecer de memorias o documentos normativos de su quehacer. 93 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- Un aspecto que incide negativamente en el trabajo de atención radica en que no existe un responsable de atender el trabajo de violencia, o no está bien delimitado, por ejemplo, Zamora, Alamar Este, Los Ángeles y Pogolotti. En los distintos TTIB visitados la coordinación de las actividades para la atención de la problemática de la violencia recaen en diferentes personas, de acuerdo a la importancia que posea la actividad para el colectivo del Taller, lo cual genera dispersión en el logro de los objetivos. -- Como resultado del trabajo de los TTIB en esta materia, se han incorporado a las acciones de los mismos, personas que son líderes naturales y que trabajaban a favor de la no violencia, aunque la mayoría lo hace de forma aislada o esporádica. -- Se evidenció en prácticamente todos los TTIB la concertación de acciones con los actores locales para la celebración de la Jornada Nacional por la No violencia contra las mujeres, de manera sistemática en los últimos años. Se puede afirmar que el grueso de las actividades que en los TTIB se realizan de manera más masiva están concentrados en el período anual de la Jornada por la No Violencia. Una vez concluida esta primera fase se procedió a diseñar las técnicas que se aplicaron ulteriormente, teniendo en cuenta la necesidad de profundizar en los distintos aspectos identificados y tratando de caracterizar el papel que realizan los diferentes actores que integran las redes sociales comunitarias en el proceso de ayuda a las víctimas de la violencia, así como los mecanismos de articulación entre las distintas instituciones y organizaciones. Se diseñó un conjunto de técnicas tanto individuales como colectivas. Ellas fueron: la encuesta a actores locales de dos TTIB (Alamar Playa y Zamora- Coco Solo) y la entrevista en profundidad a actores claves en Alamar Playa, así como algunas técnicas grupales: 2 videos debates de documentales cubanos que abordan el problema de la violencia contra las mujeres (“La deseada justicia” y “Palimpsesto”) con actores locales de las instituciones del barrio en los TTIB de Zamora coco-solo y Alamar Este, la técnica del Marciano en el Taller de Pogolotti para explorar la percepción de las personas participantes acerca de la violencia en esta comunidad y sus conocimientos en torno a las acciones que se establecen en ella, un “Encuentro intergeneracional de mujeres” en el Taller de Los Ángeles para conocer las manifestaciones de violencia presentes en el barrio, las necesidades identificadas y los tipos de apoyo que se brindan en la comunidad, un Taller grupal con representantes de instituciones de la localidad en el TTIB de “El Canal” 94 Clotilde Proveyer Cervantes titulado “Dibujando mi realidad”. La diversidad de técnicas obedeció al interés por lograr distintos acercamientos a nuestro objeto de estudio y ampliar la gama de respuestas a las interrogantes planteadas. También obedeció a las particularidades de cada realidad detectada en los encuentros preliminares con los grupos de trabajo, donde se exploró acerca de cuáles técnicas funcionan y cuáles no. El proceso participativo que tuvo lugar mediante la aplicación de las técnicas antes referidas reunió un grupo numeroso de actores representantes de las distintas instituciones enclavadas en los territorios estudiados, así como de líderes informales de los mismos. La experiencia grupal no solo permitió la recolección de abundante información sobre nuestro objeto de estudio, sino que cumplió además la función de ampliar la sensibilización sobre la importancia de la atención al problema social de la violencia de género y coadyuvó al compromiso más consciente sobre la responsabilidad de la comunidad de brindar apoyo a las víctimas de la violencia, todo lo cual constituye uno de los resultados más significativos de este esfuerzo, pues la visibilización del fenómeno y la toma de conciencia sobre la responsabilidad social de su atención constituyen el primer paso en el empeño de su desmontaje. Para adentrarnos en el análisis de los resultados de todos los instrumentos aplicados, lo hicimos basándonos en los hallazgos de las entrevistas a las mujeres maltratadas e intentando contrastar sus puntos de vista sobre el papel de las redes y los actores de su entorno inmediato. En ese sentido un primer apunte está relacionado con la sensación de falta de apoyo que refieren casi todas las entrevistadas y la demanda del mismo como un reclamo unánime para adquirir la validación y el impulso necesario que supone romper un vínculo que lacera su autonomía, pero ¿cómo lo conciben y lo ejecutan quienes en su entorno inmediato tienen esa responsabilidad? Esos cuestionamientos nos llevan a reconocer la importancia de mover el objeto de estudio más allá de la mujer violentada a las relaciones que se establecen entre las personas que afectan y están afectadas por la violencia, así como los que son espectadores de esas relaciones violentas y quienes intentan ofrecer algún tipo de apoyo, pues ellos están interrelacionados entre sí como parte de un sistema de relaciones más amplio. Las personas que sufren violencia no están desconectadas, ni del entorno, ni de otros sistemas, que se dan y se retroalimentan incidiendo en la situación, como la familia de los involucrados y también la propia comunidad. En el plano teórico de análisis sobre el problema de la violencia de género, al evaluar el contexto de las víctimas hay acuerdo en reconocer como imprescindible el acercamiento a las historias personales de las mujeres maltratadas y sus vínculos con las redes sociales más 95 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES cercanas y con las redes comunitarias en que se desarrollan, así como las limitaciones y fortalezas que poseen para hacer frente al problema una vez que están inmersas en el círculo de la violencia. Llama la atención el reconocimiento que hacen los actores sociales entrevistados de la existencia de manifestaciones de violencia en las relaciones de pareja y en las familias con frecuencia bastante cotidiana en el ámbito de la comunidad. También constatamos un reconocimiento explícito a la violencia como conducta que se reproduce mediante aprendizajes sociales y que se convierte en una cadena sin fin que afecta a hijos y otros familiares y a la propia víctima. Sin dudas, esta incipiente visibilización es resultado de los procesos que el accionar de los TTIB han llevado a cabo en los últimos años, aun cuando ellos no tengan implícita todavía una respuesta efectiva de atención. En los debates colectivos que propiciaron las técnicas aplicadas fue muy evidente, no solo el reconocimiento explícito de la existencia de violencia, sino también el reconocimiento y la exposición de situaciones de violencia vividas por los propios entrevistados o por personas cercanas en su radio de acción, así como el reconocimiento de la condición de victimarios que en ocasiones no habían sido concientizadas previamente. También se hizo explicita la necesidad de hacer algo y sus deseos de involucrarse en las actividades para poner freno a la violencia de género en la comunidad. Estas narraciones son una evidencia de la necesidad de hablar cuando se reconoce que la violencia no es un problema privado. En este sentido es interesante constatar el reconocimiento realizado por los participantes de estas dinámicas acerca de la existencia de violencia “tapada” como problema privado, y de otras formas de violencia contra niños, ancianos y violencia social en la comunidad, que es difícil extrapolar, pues es parte de un contexto social donde se da la violencia. Muy significativo resultó el reconocimiento que afloró en esas dinámicas sobre el papel de las redes sociales cercanas en el apoyo a las víctimas o su conversión en obstáculo cuando conminan a la mujer a soportar el maltrato en nombre del amor o del deber ser femenino o cuando se desentienden del asunto por considerarlo ajeno a su responsabilidad porque se concibe como problema privado. En el ámbito de investigación de la violencia contra las mujeres, se ha resaltado, al hablar del contexto, que este puede mostrarse indiferente, o haber normalizado la existencia del fenómeno como algo típico del lugar, lo cual se corresponde con las concepciones que prevalecen en el imaginario de las personas que integran estos TTIB. Sin embargo, al colocar un agente de cambio y de visibilización del acontecer diario (primero como problema y luego como un problema susceptible de ser transformado) como se propone el Taller de Transformación Integral, impacta en sus habitantes de varias formas, una de ellas es que los in- 96 Clotilde Proveyer Cervantes vita a realizar un proceso de autoreflexión para el cual no estaban preparados porque difícilmente lo habían realizado antes, (en los términos que se proponen). De manera tal que una de las primeras tareas que se han llevado a efecto es la de mostrarles de qué se trata cuando se habla de violencia de género, para propiciar que puedan reconocerse o no en ella. Aquí encontramos una de las indiscutibles fortalezas del trabajo de los TTIB en materia de atención a la problemática de la violencia de género. El proceso de concienciación en marcha es un hecho irreversible que dará sus frutos a mediano plazo. A pesar de los resultados con talleres de sensibilización, existe un grupo mayoritario, todavía, de mujeres afectadas que eligen no acceder a estos espacios. Por ello fue importante en términos metodológicos indagar no solo por qué ellas eligen no acceder, sino también cómo conciben los actores locales de las instituciones este proceso. Ellas no acceden por los motivos antes descritos relacionados con la vergüenza, el temor y el desconocimiento de sus derechos y de las instituciones y/o personas que pueden y están en el deber de apoyarlas o ayudarlas a hacer frente a tan deleznables actos, pero al evaluar este tópico con los actores locales representantes de las más importantes instituciones y organizaciones vinculadas al trabajo del Taller, en la temática de violencia se hace evidente que existe desconocimiento por su parte sobre los reclamos y necesidades de las mujeres afectadas. La atención brindada a las beneficiarias no se ha asumido en todos los casos con una perspectiva de género ni con los saberes específicos que este problema reclama y en ocasiones se refuerza el esquema hegemónico patriarcal, de dominio masculino. Por lo tanto es necesario permitir un giro, un nuevo paradigma de atención profesional que contemple la perspectiva de género y el compromiso consciente con esta labor. Asimismo, tanto en el análisis de las explicaciones que brindan las mujeres entrevistadas como entre los distintos representantes, hubo acuerdo en que hay poca búsqueda de ayuda porque, entre otras cosas, se desconoce aún entre muchos de los miembros de la comunidad las tareas que se desempeñan en los TTIB y de manera general cuando las personas llegan no lo hacen buscando apoyo a la violencia que enfrentan. Este dato apoya lo encontrado en el presente estudio, en el sentido de que falta información y divulgación de lo que hace el Taller de Transformación al respecto y otras instituciones. Cuando se revisan las razones de las personas que sí eligen participar encontramos diversos móviles que no tenían que ver con la convocatoria que se les hacía para que accedieran a presentar sus vivencias, sino porque los animaba la posibilidad de resolver problemas de vivienda o quejarse de otras instituciones, y también de alguna manera para desahogarse con alguna persona diferente de las ya conocidas en su 97 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES entorno. No puede obviarse que la imagen de los TTIB se asocia fundamentalmente con el objeto social de transformación de las condiciones de vida del barrio y la problemática de la violencia ha estado naturalizada en el imaginario colectivo históricamente. Ahora bien, cuando las mujeres logran vincularse a las acciones del Taller, este se convierte en un vínculo importante y cercano a su vida cotidiana pues al participar de alguna de las iniciativas que en materia de violencia de género allí se realizan, les ofrece herramientas para lidiar con ella y para su crecimiento personal, (autonomía, autoestima, apoyo, auto reflexión, desculpabilización) como se evidencia en las entrevistas a las mujeres que forman parte de este estudio. Por otra parte, resulta relevante que las diversas acciones de capacitación, divulgación y concienciación que en distintos espacios e instituciones se desarrollan en torno a la problemática de la violencia no llegan todavía de manera efectiva a las víctimas. No se ha logrado derribar el muro tras el cual están quienes más necesitan esas acciones, a pesar de constatarse un cierto número de personas en las comunidades que se acercan a líderes grupales, autoridades locales, personal de salud especializado, entre otros, a solicitar ayuda cuando han sido víctimas de violencia o a denunciar hechos violentos acontecidos en su radio de acción. Sería recomendable en este caso invertir la lógica del funcionamiento y desplazar las acciones de este tipo a allí donde pueden ser más efectivas. Otro aspecto a resaltar de nuestros hallazgos son las lagunas que persisten entre los líderes y representantes de organizaciones e instituciones, en cuanto al reconocimiento de la realidad que viven las personas afectadas por la violencia de género. Funcionan aun en ellos muchos de los mitos y estereotipos tradicionales sobre la existencia de determinado tipo de mujeres que soporta el maltrato y sobre las causas que la genera. En estas dinámicas grupales constatamos también que los hombres ofrecen resistencias al trabajo grupal y en ocasiones les resulta difícil socializar experiencias y emociones. Empero, cabe señalar que se constata un aumento de personas, grupos comunitarios, instituciones y organizaciones comprometidas e involucradas en el abordaje de problemas relacionados con el género, la violencia de género e intrafamiliar y las masculinidades. Sin embargo, en el TTIB que ha incluido la iniciativa del taller de masculinidades se evidencia un mayor proceso de concienciación sobre lo dañina que resulta la masculinidad violenta y los valores que lleva asociados, no solo para las víctimas femeninas, sino para los propios hombres. Al analizar el papel de las redes sociales que actúan en la comunidad y la interconexión entre los actores que la componen, es imprescindible destacar como una premisa básica, que se desprende de 98 Clotilde Proveyer Cervantes los análisis efectuados en este estudio, la importancia de la labor de los TTIB en materia de atención a la violencia de género, aunque la misma no alcance aún los niveles necesarios para un trabajo eficiente en la atención y prevención de este problema social. El intento de los TTIB por articular acciones entre el nivel local-barrial y las instituciones y organismos especializados tanto a nivel municipal como en otras instancias ha venido a llenar un vacío en el trabajo en este campo, ya que las instituciones municipales, provinciales y/o nacionales usualmente se quedan en las instancias macro sociales y no se vinculan de manera coherente y sistemática con los actores locales que en las comunidades desarrollan el trabajo con los grupos vulnerables y las víctimas de la violencia. Los espacios grupales para la labor comunitaria ameritan especial importancia. Desde los propios recursos de la comunidad, de sus propios códigos, valores y costumbres, se releen situaciones, intercambian puntos de vistas e identifican potencialidades para su enfrentamiento crítico. Es un espacio para demostrar que con unidad se pueden alcanzar quimeras y utopías. En este aspecto es válido apuntar un elemento que el análisis de los resultados puso en evidencia, se trata de la importancia decisiva que ha tenido el apoyo llevado a cabo por el Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero” (OAR) para el impulso y la concreción de actividades a favor de la No violencia que se realizan en los distintos TTIB. El Centro es reconocido como pionero en el vínculo con las comunidades a través de los TTIB para este trabajo en el país. En la presente indagación al interactuar con los integrantes de las distintas redes de la localidad, hay varios aspectos que han sido reveladores de los vacios que aun tenemos en la atención a quienes viven cotidianamente la tragedia de la violencia de género y el papel que en ello juegan las redes sociales del entorno comunitario. Uno de ellos está relacionado con el interés mostrado por los actores de las distintas instituciones, encargados de contribuir a su atención y prevención, pero sin nociones claras de cómo hacerlo. La mayoría de los actores de las instituciones responsabilizadas con esta gestión muestran desconocimiento y falta de preparación sobre la misma como problema social que requiere ser atendido no de manera espontánea y/o casual, sino con herramientas adecuadas y saberes específicos. Faltan estrategias de acción, incluso en un nivel a corto plazo que permitan planear, determinar y coordinar las actividades operativas. Al evaluar el aspecto relacionado con las formas y mecanismos a través de los cuales se pueden articular las instituciones y organizaciones para realizar un trabajo conjunto en la temática de la violencia de género, constatamos que existe desconocimiento sobre las vías mediante las cuales lograr dicha articulación. En sus respuestas 99 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES refieren una gran variedad de actividades, algunas no relacionadas directamente con el problema en cuestión, pero pocas acciones comunes coordinadas entre ellos para operar en un mismo territorio, dando idea de fragmentación, trabajo difuso y disgregado. En muchos casos podemos hablar de un desencuentro entre los principales componentes del trabajo comunitario en relación con la atención a la violencia de género o de encuentros condicionados principalmente por la Jornada Nacional contra la violencia hacia las mujeres. La afirmación anterior se apoya en la información ofrecida tanto en las encuestas y entrevistas como en las dinámicas grupales. Al intentar conocer los mecanismos de articulación que utilizan, el más citado por los representantes de las instituciones fue el de las reuniones, pero su contenido no siempre refleja la coordinación de acciones ni la formulación de objetivos para la acción en esta materia. Otra forma de vincularse que es más indirecta porque no tributa la coordinación, sino la preparación para el ejercicio del trabajo de atención, es la que se establece a través de los distintos espacios de capacitación o formación en donde participan estas instituciones. Otro aspecto a resaltar de lo identificado en el estudio, se refiere no solo a la carencia de una adecuada y posible coordinación intersectorial a nivel local, sino entre este nivel y las que se derivan de las recomendaciones del Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar. No hubo referencias, ni se muestran conocimientos sobre las normativas nacionales, por parte de la mayoría de los actores locales. Aquí es válido destacar lo que apuntó la coordinadora del grupo Nacional en la entrevista efectuada en el marco de esta investigación, en cuanto a que el Grupo no tiene normativas específicas de carácter vinculante que obliguen a los organismos del Estado a pautar acciones en todos los niveles, pues sus propuestas funcionan como recomendaciones para la acción. Sin embargo, si en el quehacer de los TTIB el problema de la violencia ha sido incluido en su agenda y se realizan acciones de capacitación, sensibilización y otras, se debe en primer lugar a que el Grupo Nacional colocó el mismo en la agenda pública del país y convocó, por indicación gubernamental, a todos los organismos e instituciones que les compete a incluir en sus respectivos objetivos de actuación la atención y la prevención de este mal social. Aquí encontramos uno de los puntos vulnerables del vínculo interinstitucional: la falta de una estrategia nacional que defina, coordine, dé seguimiento y evalúe un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente, para lograr un trabajo coherente e interconectado desde el nivel nacional hasta el local. Cuando evaluamos el reconocimiento que tienen las distintas instituciones y organizaciones, entre los miembros de la comunidad, 100 Clotilde Proveyer Cervantes por su gestión en relación con la violencia de género, se pueden realizar varias lecturas. Una de ellas se refiere a la expresada por algunos actores y vecinos al focalizar la atención a este problema como un problema de mujeres que debe ser atendido por la FMC a través de las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia o como un problema de salud que compete a ese sector y apuntando a la vez como insuficiente su quehacer para materializar su acometido. Otras lecturas están referidas al papel que está jugando el TTIB en el intento por nuclear las distintas instituciones y organizaciones de la localidad en las acciones a favor de la No violencia e implicar a la comunidad en ese empeño. Hay evidencias de que cuando el Taller tiene acciones más coordinadas y metódicas sobre violencia, hay más búsqueda de ayuda y mejor trabajo de las instituciones. Por ejemplo, se ha logrado en algunos Talleres de Transformación como el de Alamar Este una mejor coordinación con la PNR y participación de los jefes de sector en los grupos gestores para el trabajo de atención y prevención. En otros casos, cuando hay un vínculo estable con la Comisión de Prevención y Atención Social se logra atender más adecuadamente casos críticos de violencia que llegan a ese espacio de concertación. En algunas de las actividades grupales realizadas se constató la dispersión de objetivos y la poca claridad sobre los deberes y las posibilidades que tienen algunas instituciones con el encargo social expedito de la violencia de género. En ocasiones los representantes de unas instituciones descalificaron las acciones de otras o intentaron mostrar como válidos el quehacer de las suyas, pero dichos debates confirmaron las carencias que todas poseen en la comprensión y el tratamiento del problema. La postura antes descrita muestra cómo las respuestas sobre la articulación entre las distintas instituciones giran en torno al deber ser del funcionamiento de las redes sociales cercanas a las víctimas, pero en la apreciación de los representantes de las instituciones quedan omisas las implicaciones de la coordinación interinstitucional y algunas instituciones que no pueden ser desestimadas en el proceso de ayuda a las víctimas. Tal es el caso de los administradores de justicia que no fueron reconocidos parte de los responsables de esta atención, algo similar sucede con la institución escolar, pues aunque fue reconocida en algunas dinámicas no se tuvo en cuenta con todo el peso que le concierne en la labor de atención y prevención, lo mismo ocurre con los trabajadores sociales, lo que puede estar ocasionado por la falta de cultura sobre el papel clave de esta profesión en el país o su deformación por un uso inadecuado de sus profesionales en determinados momentos. Los organismos e instituciones que fueron reconocidos como responsables de esta gestión fueron en general: los TTIB, La FMC, el sector 101 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES salud, la PNR, la Comisión de Prevención Social y en menor medida los trabajadores sociales, los CDR, los órganos locales del Poder Popular. Estos resultados indican que se requiere un esfuerzo articulador organizado y un perfeccionamiento de la concepción con la que este trabajo se lleva a cabo, pues el mismo pierde relevancia al ser muy difícil constatar su alcance. No fue posible obtener información que permita acceder a fuentes de verificación sobre los impactos. Por ej: sobre la cantidad de mujeres informadas y sensibilizadas, cuántas de ellas han buscado ayuda? Qué control o constancia tienen los actores locales que coordinan la tarea en los TTIB sobre los cambios operados en su radio de acción? Cómo se constata en el trabajo efectuado con la PNR las acciones para hacer más efectiva la atención a las víctimas de violencia? Estas y otras interrogantes pueden servir para plantearse objetivos más concretos para el futuro. Pero ello no es óbice para consignar que la indagación ha permitido dar cuenta del trabajo precursor que sobre atención y prevención realizan los TTIB a nivel local, lo que ha posibilitado un vuelco significativo en las concepciones que la cultura patriarcal ha construido a lo largo de siglos, al iniciar un proceso de visibilización y desnaturalización de la violencia de género en el corazón mismo de la comunidad. Ello en sí mismo constituye un enorme logro aun cuando solo está en la fase de despegue. 2.2.3 RECOMENDACIONES AL GRUPO NACIONAL PARA LA ATENCIÓN Y LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Los resultados del estudio hacen pertinentes un conjunto de recomendaciones al Grupo Nacional con el objetivo de aumentar los indiscutibles aciertos y perfeccionar el trabajo de atención y prevención que de manera pionera ha liderado en el país. -- Teniendo en cuenta que la mayor debilidad del trabajo del Grupo Nacional en el proceso de atención y prevención de la violencia de género radica en que las acciones emanadas del mismo no se concretan aun en planes de acción en todos los Organismos Centrales del Estado que están representados en él, se sugiere evaluar el Programa de Acompañamiento formulado en el presente estudio, para incorporarlo a las propuestas del Grupo dirigidas a las distintas instituciones que están encargadas de ejecutar y monitorear la atención y la prevención en el ámbito comunitario. -- Ampliar a través del Programa propuesto y de otras iniciativas de control y monitoreo, los vínculos con los actores locales a nivel provincial y municipal para ampliar la actividad de los actores e instituciones encargados de la atención y la prevención de la violencia de género como una red formal de apoyo interconectada en sus distintos niveles. 102 Clotilde Proveyer Cervantes -- Sugerir a los representantes del Sistema Nacional de Prevención Social en el Grupo Nacional, la conveniencia de ampliar la articulación de su trabajo con el de prevención de la violencia de género en su ámbito de actuación local a través mecanismos específicos de actuación en la problemática de la violencia de género. -- Evaluar de manera particular la conveniencia de implementar y acompañar desde la capacitación y formación especializada del personal que trabajará en ellos, Servicios de Atención Especializados a las víctimas, en estrecha coordinación con los actores de las localidades e incluir en ellos la propuesta de crear servicios de consejería a través de una línea ayuda permanente. -- Evaluar la conveniencia de implementar un Sistema de Monitoreo de acciones de prevención y atención a nivel nacional, para medir la eficacia de las acciones realizadas y proponer nuevas cuando corresponda. 2.3 PROPUESTA DE PROGRAMA DE ACOMPAÑAMIENTO A ACTORES LOCALES PARA LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO. Al analizar el papel de los actores sociales que en los TTIB estudiados llevan a cabo las labores relacionadas con la atención a la violencia de género, constatamos que la misma no está guiada por acciones debidamente programadas y sustentadas en los saberes específicos necesarios para conducir acciones de esta naturaleza. Si bien es cierto que muchos de los líderes de los propios TTIB y otros muchos en la comunidad, ya sean ellos formales o informales, han recibido diferentes tipos de capacitaciones, pero no siempre con la profundidad ni la sistematicidad necesaria. Es bien conocido por los especialistas que abordan esta materia y por la experiencia práctica de quienes la ejecutan, que no es posible atender y prevenir la violencia de género de manera adecuada y efectiva, si las acciones no se guían por protocolos de acción coherentemente formulados. Tal es el caso del grupo de TTIB que en la presente investigación han sido estudiados. En el diagnóstico realizado sobre las manifestaciones de violencia y en la evaluación del papel de los actores sociales de los mismos, en la atención y prevención de la violencia contra las mujeres, se constata la realización de un número diverso de acciones encaminadas a ese fin, con mayor o menor éxito, pero sin un programa que conduzca su actuación. Por esa razón nos hemos propuesto contribuir en el loable y necesario empeño de quienes desde esos espacios comunitarios llevan a cabo esa tarea. Para ello y tomando como base los resultados de dicho diagnóstico hemos elaborado una propuesta de Programa de Acompañamiento a esos actores locales, de 103 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES manera que pueda ser adaptado a las características específicas de cada uno de ellos y facilitar el trabajo que allí se lleva a cabo. En epígrafes anteriores se han descrito las características del tipo de comunidades donde se crean los TTIB y el rol que los mismos han desempeñado en la modificación del paisaje social de esos entornos comunitarios, pero queda claro, que la violencia de género no es un problema exclusivo de los mismos. Un problema que la cultura patriarcal se ha encargado de naturalizar en el imaginario colectivo y en las prácticas sociales intergenéricas se expresa de manera general en el país con todas sus gamas y con las peculiaridades propias que adquiere en nuestra sociedad. De manera que el presente Programa puede resultar de utilidad para ser aplicado en cualquier espacio social cubano puesto que el mismo ha sido diseñado con suficiente flexibilidad, generalidad y teniendo en cuenta las normativas más importantes para este tipo de actividad, de manera que pueda funcionar como una guía para la acción. No obstante, al formular el presente Programa hemos debido identificar y tratar de salvar los vacios relacionados con la articulación entre las instituciones que intervienen o deberían intervenir en la problemática de la violencia de género. Así mismo han sido tenidos en cuenta los avances que sin duda se han producido en materia de atención a la misma, lo cual les otorga un enorme valor en términos de mayor conocimiento y sensibilidad de los decidores y de la opinión pública frente al problema. También han sido tenidos en cuenta la provisión existente de algunos servicios para las mujeres que viven situaciones de violencia, pero tienen la fragilidad propia de acciones de corto horizonte, que no se insertan dentro de una estrategia más global, dirigida a abordar un problema, que por su carácter multidimensional, requiere de la intervención de los distintos actores sociales y de las instituciones implicadas. Por una parte, los déficits de la estrategia nacional dirigida a abordar la violencia de género desde el accionar interinstitucional concertado, y de otra, la falta de preparación específica de quienes tienen la responsabilidad de llevar a vías de hecho la ejecución de las acciones para atender este problema social, no facilita la consolidación de planes, programas y acuerdos intersectoriales que comprometan un trabajo menos fragmentado y con la efectividad suficiente para llegar a las víctimas que la padecen. El Programa ha sido elaborado, con el objetivo fundamental de propiciar que la intervención con las mujeres que están siendo o han sido víctimas de violencia pueda ayudar al restablecimiento del control sobre sus vidas y su autonomía personal, a la apropiación de sus historias y convertirse en sujetos portadores de cambio. Por ello, una de las vertientes del mismo se propone trabajar para otorgarles el apoyo y las herramientas para que puedan efectuar esa transformación. Para ello 104 Clotilde Proveyer Cervantes se habrá de promover la comunicación y la mejor utilización de las redes de apoyo, familiares y sociales, que les brinden la orientación jurídica, la atención sanitaria, psicológica, social, afectiva o de cualquier otra índole, para su recuperación y la ruptura con la situación de violencia de género. De ahí la importancia del trabajo en red, la coordinación y la colaboración entre los miembros de los servicios especializados en la atención a mujeres víctimas de violencia de género. Es de suma importancia que las víctimas conozcan sus derechos, así como los procesos, los procedimientos a seguir y los recursos institucionales de apoyo de los que disponen. También es imprescindible que los profesionales de la atención social, sanitaria, de emergencia, policial o jurídica tengan la capacitación y formación plena y puedan guiarse por protocolos de atención adecuados en correspondencia con las especificidades que requiere el tratamiento de esta problemática, para que puedan ofrecer acompañamiento, derivación e intervención integral. Se ha documentado a nivel internacional que es posible interrumpir el ciclo de la violencia y limitar el impacto sobre la salud y la identidad de las mujeres, cuando reciben intervenciones adecuadas, que permitan a las receptoras de violencia recuperar su capacidad de autogestión para construir proyectos de vida sin violencia. En el caso de la violencia de pareja, mientras más temprana y oportuna es la intervención, menores serán los efectos en la salud y en la capacidad de ellas para conducirse como sujetos. Cuando las propias mujeres cuentan con una red social y familiar de apoyo que les permite enfrentar el maltrato, no necesitan recurrir a espacios institucionales; sin embargo, frecuentemente como resultado del propio proceso de violencia e incluso de las falsas representaciones que el círculo cercano de las víctimas tiene acerca del agresor y de la postura de la mujer, es imprescindible la red social de apoyo que brindan las instituciones del entorno comunitario, porque la red cercana se convierte en un obstáculo. Es necesario, aunque no sea sencillo, desarrollar estrategias para desactivar los mecanismos sociales que “enseñan” a los humanos a establecer relaciones asimétricas de poder basadas en el control de los más fuertes y la subordinación de los más vulnerables, dígase, la dominación masculina y a resolver las diferencias de opinión y los conflictos a través de la violencia y no a través de la negociación. La búsqueda y aplicación de estrategias para alcanzar estos fines es una responsabilidad compartida por todos los actores sociales y una diversidad de instituciones públicas, porque es un problema social en el que intervienen múltiples factores: educativos, sociales, laborales, psicológicos, y en consecuencia deben plantearse medidas integrales para su abordaje. En conclusión, la respuesta a la violencia contra las mujeres, en este caso 105 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES la que se ejerce en la relación de pareja en el contexto doméstico, debe provenir de la sociedad en su conjunto y debe ser abordada de forma integral. Para ello es necesario establecer mecanismos de coordinación y comunicación permanente entre todos los actores involucrados de alguna manera en la atención a este problema. Así la coordinación interinstitucional de acciones, además de fortalecer la rectoría y ratificar el ámbito de competencia de cada institución, permite establecer canales eficientes de comunicación, evitar la duplicidad de funciones, incidir en el abordaje de esta problemática desde sus distintos determinantes, y en consecuencia, la optimización de los recursos destinados a ello. La coordinación interinstitucional significa entre instituciones, es por lo tanto un espacio que se abre entre ellas. Un espacio nuevo de encuentro e intercambio, que no será patrimonio hegemónico de ninguna de las que lo conformen. El trabajo interinstitucional implica conocer los métodos, procedimientos y conceptos sustentados por las otras instituciones para facilitar el consenso que permita una respuesta integral, sin desdibujar para ello el rol que cada referente debe conservar. Esta modalidad implica un intenso intercambio y comunicación, condición imprescindible para el trabajo con fenómenos violentos. Pero difícilmente se logren estos objetivos en la medida que no se haya instalado el compromiso con la tarea en todos sus integrantes. La confianza mutua se logra en la medida que cada institución se muestre transparente y convincente para el resto de los interlocutores. Por lo tanto, es imprescindible que los actores que deben acercarse a la atención de este fenómeno social lo hagan a manera de una red formal que facilite la participación coordinada de la comunidad a través de sus protagonistas. Sin dudas la labor de los actores sociales que integran las redes sociales que actúan en la comunidad resulta esencial para promover la sensibilización y concientización sobre la violencia de género como problema social que afecta muchas mujeres y al que hay que atender de manera permanente. Teniendo en cuenta estas premisas y reconociendo que un programa lo constituye “toda actividad preventiva, evolutiva, educativa o remedial que, teoréticamente fundamentada, planificada de modo sistemático y aplicada por un conjunto de profesionales de modo colaborativo, pretende lograr determinados objetivos en respuesta a las necesidades detectadas en un grupo dentro de un contexto educativo, comunitario, familiar o empresarial” nos propusimos fundamentar un Programa de Acompañamiento a actores locales de los TTIB que contiene acciones de capacitación, sensibilización y asesoría para apoyar la labor que los mismos realizan en la comunidad (Repetto et al 1994; 713). 106 Clotilde Proveyer Cervantes Tuvimos en cuenta también que la aplicación de un programa supone una actuación común, de trabajo en equipo y abierta a diversos contextos, donde la finalidad es dar respuesta a unas necesidades previamente detectadas y por ello para su formulación hemos partido de las insuficiencias que el diagnóstico nos ofreció y de los reclamos de las mujeres maltratadas. Lo elaboramos a partir de la perspectiva de género como herramienta clave para el éxito de su implementación, por las razones ampliamente argumentadas en esta investigación. También partimos del reconocimiento de la necesidad de evaluación continua que requiere todo programa para ser exitoso, por lo que se incluyeron en el mismo un grupo de propuestas para lograr ese fin. Un elemento que debe aclararse está relacionado con el hecho de que un programa impuesto por un agente externo, que no responde a necesidades del colectivo a quien se destina ni ha contado con la participación de los implicados desde un principio, difícilmente sea acogido ni desarrollado. En este caso, en la ejecución del estudio, al utilizar una metodología participativa, que ha recogido los déficits sentidos por las mujeres maltratadas y ha identificado muchos de los vacios en materia de atención y prevención, reconocidos por los sujetos de la misma, dígase, los representantes de los TTIB y de las instituciones y organismos locales que participaron en el estudio, así como sus propuestas en esta materia, es en principio resultado y parte del quehacer de la comunidad. Una reflexión necesaria que ha sido tenida en cuenta para la elaboración de esta propuesta, tiene que ver con las concepciones que sostiene la autora del presente estudio en relación con las casas de acogida o refugios para mujeres maltratadas. Cuando analizamos el panorama de la atención a este problema social en las condiciones de nuestro país constatamos la imperiosa necesidad de perfeccionar y/o crear servicios especializados que brinden una atención integral a las víctimas de la violencia, más allá de los paliativos que imperiosamente han de brindarse en determinadas circunstancias. Al referirnos a la integralidad de los servicios nos referimos en primer lugar a un conjunto de acciones que en una perspectiva estratégica brinden a las mujeres el apoyo y las herramientas necesarias para lidiar con la violencia y recuperar su condición de sujetos de manera definitiva, como hemos afirmado en acápites anteriores; pero no es posible lograr la integralidad si esa estrategia no incluye como un objetivo principal trabajar a favor de la prevención, porque ella es la que contribuirá a desmontar en la cultura las concepciones que naturalizan e invisibilizan la violencia de género en la sociedad. Si no logramos implicar a la sociedad toda en un proceso creciente de concientización y movilización para rechazar la violencia, los esfuerzos no serán completos. 107 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Ahora bien, aún cuando reconocemos la utilidad de los refugios en condiciones de alto riesgo a las que se ven expuestas en numerosas ocasiones las víctimas de la violencia, consideramos que ellos en sí mismos no constituyen una alternativa imprescindible para lograr una atención eficaz y/o para romper definitivamente el círculo de la violencia. Cuando la atención se realiza en sistema, dígase con la implicación activa de todas las redes de apoyo, tanto las formales como las informales, factibles en la sociedad cubana que refrenda y actúa a favor de la equidad de género, cabe esperar que la mujer maltratada recupere las riendas de su vida y pueda poner fin a la situación de maltrato, se pueda poner control y contención sobre el maltratador y lo que resulta más importante, será posible cortar la espiral de la reproducción de la violencia. De manera que en nuestra propuesta, más allá de la imposibilidad que las condiciones económicas del país imponen en estos momentos respecto a la creación de refugios, no consideramos necesario incluirlos en nuestra propuesta, pues apostamos por un tipo de servicio que ofrezca la posibilidad de soluciones más eficaces. Finalmente, cuando nos referimos a Programa de Acompañamiento lo hacemos con la intención de subrayar que las acciones que se proponen no son indicadas por un factor externo y descomprometido, sino por especialistas implicados que somos parte de la labor de atención y prevención de la violencia de género que en la sociedad cubana se realiza. Utilizando la metodología del análisis estratégico a través del eje Fortalezas - Oportunidades y Debilidades –Amenazas (DAFO) se han identificado una serie de factores favorables y desfavorables que sirvieron para orientar la formulación del presente Programa de Acompañamiento. El Programa de Acompañamiento se propone el siguiente objetivo general: Proponer una estrategia integral de intervención social frente a la violencia contra las mujeres en la relación de pareja, mediante acciones de prevención, capacitación, sensibilización y orientación a ejecutar por los actores sociales que en el ámbito local la llevan a efecto. OBJETIVOS ESPECÍFICOS: 1- DISEÑAR Y SISTEMATIZAR ACCIONES DE CAPACITACIÓN DIRIGIDA A LOS ACTORES LOCALES, TANTO LOS INTEGRANTES DEL TTIB QUE HAN DE ACTUAR COMO MULTIPLICADORES, COMO LOS ESPECIALISTAS QUE EN LAS INSTITUCIONES ESTÁN ENCARGADOS DE LA ATENCIÓN A LA PROBLEMÁTICA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LOS LÍDERES FORMALES E INFORMALES DE LA COMUNIDAD. 108 Clotilde Proveyer Cervantes ACCIONES: -- a) Formación de capacitadores de las entidades locales, sobre los saberes específicos y los procedimientos de detección sistemática en materia de violencia familiar y de género. -- b) Capacitar de manera organizada y sistemática al personal de las instituciones implicadas sobre la violencia familiar y de género. -- c) Establecer acuerdos con las instituciones de educación superior del radio de acción de las comunidades y con los especialistas de Grupo Nacional y de otras instituciones especializadas para impulsar la formación de recursos humanos con vista a la capacitación sistemática de los actores sociales implicados para la óptima prevención y atención a mujeres en situación de violencia. -- d) Promover y solicitar asesoría a las instituciones educativas, así como la incorporación en los currículos complementarios de las escuelas primarias y secundarias del barrio, de temas sobre violencia familiar, sexual y contra las mujeres. -- e) Elaborar y distribuir material educativo que facilite la formación de los prestadores de servicios de salud para la detección temprana de casos de violencia de género y su atención oportuna. -- f) Promover eventos educativos que contribuyan a la formación óptima de los recursos humanos que atienden a mujeres en situación de violencia. -- g) Organizar y ofrecer a profesores y educadores una propuesta de actividades de participación para abordar la problemática de la violencia, tanto en general como de género, con los jóvenes de primaria y secundaria. -- h) Promover la participación de los actores sociales de la comunidad encargados de la prevención y la atención, en Diplomados, Cursos y Maestrías que aborden la problemática de la violencia de género. 2. ESTABLECER UN PROGRAMA DE ACCIONES A PARTIR DE LA REALIZACIÓN DE UN DIAGNÓSTICO INTEGRAL CON PERSPECTIVA DE GÉNERO QUE IDENTIFIQUE LAS NECESIDADES Y LOS PROBLEMAS EN MATERIA DE VIOLENCIA DE GÉNERO QUE SON SUSCEPTIBLES DE ATENCIÓN. ACCIONES: -- a) Elaborar un diagnóstico participativo con enfoque de género para conocer las peculiaridades del fenómeno en la comunidad 109 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- b) A partir de los resultados del diagnóstico, elaborar un plan o una estrategia de atención a la violencia de género, que tenga en cuenta las necesidades de las víctimas, las características de la localidad, así como las potencialidades con que cuentan para un trabajo de esta naturaleza. -- c) Compilar, sistematizar y analizar la información existente para impulsar y definir los ejes de intervención, investigación y acción específica sobre la violencia contra las mujeres. 3.PROMOVER LA ATENCIÓN INTEGRAL, SOLIDARIA, CON PERSPECTIVA DE GÉNERO, RESPETUOSA, MULTIDISCIPLINARIA E INTERINSTITUCIONAL, QUE EVITE LA REVICTIMIZACIÓN DE LAS PERSONAS AFECTADAS POR LA VIOLENCIA FAMILIAR Y DE GÉNERO. ACCIONES: -- a) Coordinar y establecer en la medida de lo posible servicios de atención a las víctimas por parte de instituciones y especialistas del territorio, que tenga en cuenta: orientación legal, asesoría jurídica, apoyo psicológico, atención médica especializada y otras. -- b) Trabajar directamente con las mujeres y activar el trabajo de las redes de apoyo, así como favorecer otras propuestas alternativas como la creación de grupos de autoayuda, etc, los cuales contribuyan a superar las secuelas de las situaciones de violencia de género, aprender nuevas formas de afrontar los conflictos y favorecer su integración social. -- c) Contribuir a desarrollar la capacidad de recuperación de las víctimas de la violencia a través de talleres de apoyo u otras actividades especializadas, realizados por profesionales de las redes de Atención a la Mujer (Casas de Orientación de la Mujer y la Familia, Cátedras de la Mujer de universidades, CENESEX, OAR, ONG especializadas en el tema de género, etcetera). -- d) Garantizar a las mujeres el acceso oportuno a servicios de atención médica y psicológica especializada, y atención de las consecuencias de la violencia familiar o de género. -- e) Proponer y trabajar para que cada TTIB cuente con, por lo menos, un equipo básico (médico, psicóloga, enfermera y trabajador social) especializado en prevención y atención a la violencia familiar, sexual y contra las mujeres. 110 Clotilde Proveyer Cervantes -- f) Desarrollar actuaciones encaminadas a una atención que incluya información, orientación sobre sus derechos y las oportunidades y asesoramiento, al menos en las áreas social, psicológica, jurídica y sanitaria. -- g) Promover la detección temprana de la violencia familiar y de género en las instituciones del servicio de atención primaria del Sistema Nacional de Salud, como un problema de salud que genera gran carga de enfermedad entre las mujeres. -- h) Estimular la creación e incorporación de los hombres de la comunidad, maltratadores o no, a grupos de trabajo con las masculinidades a fin de promover estilos no violentos de relación y desmontar los estereotipos que predominan en la construcción de los modelos de masculinidad hegemónica. -- i) Trabajar con los especialistas de las instituciones especializadas para incorporar a las estrategias de atención el trabajo con los maltratadores. -- j) Proponer la creación de servicios de conserjería en la comunidad y línea-ayuda. 4. ESTABLECER MECANISMOS DE COORDINACIÓN INTERINSTITUCIONAL ENTRE LAS INSTITUCIONES DEL ENTORNO LOCAL PARA EL DESARROLLO DE LAS ACTIVIDADES DE PREVENCIÓN Y ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO. ACCIONES: -- a) Estimular la creación de un Grupo de Trabajo Interinstitucional de Prevención y Atención a la Violencia Familiar o un Grupo Gestor integrado por un representante de cada institución para coordinar acciones de interés común debidamente plasmadas en un plan de acción y para dar a conocer los avances y retos que sobre la prevención y la atención, en el campo de la violencia familiar sexual y contra las mujeres existen en el ámbito local. -- b) Establecer un inventario de organizaciones e instituciones que prestan servicios de atención u orientación y asesoría a mujeres que viven en situaciones de violencia. -- c) Establecer reuniones de coordinación para darle seguimiento al programa -- d) Trabajar para que cada institución participe activamente en los mecanismos de coordinación a través de la designación de 111 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES responsables con capacidad de toma de decisiones y compromisos institucionales. -- e) Establecer contacto con las distintas instituciones y organizaciones de instancias nacionales, instituciones de investigación, Organizaciones No Gubernamentales como OAR, el Centro Martin Luther Kim, el Centro Félix Varela y otros, con el fin de coordinar acciones de asesoría a los actores y líderes de las instituciones y de la comunidad sobre violencia familiar, sexual y contra las mujeres. -- f) Organizar y analizar sistemas, mecanismos y experiencias que permitan el intercambio eficiente de información oportuna y completa, entre niveles y sectores. -- g) Coordinar y dirigir esfuerzos para recopilar y analizar información a nivel nacional, que permita tener un panorama general y específico sobre la situación de la violencia familiar, sexual y contra las mujeres para la eficiente toma de decisiones que optimice la prevención y atención. -- h) Establecer acuerdos de colaboración con instituciones académicas y de servicio para la generación y difusión de los conocimientos en materia de violencia familiar, sexual y contra las mujeres. -- i) Promover consensos para el establecimiento de criterios básicos, relativos a la recolección y análisis de datos, en colaboración con el resto de instituciones con competencia en la materia. -- j) Coordinar acciones para la colaboración intersectorial e interinstitucional, entre la base comunitaria y los sectores de salud, educación, justicia y bienestar social a favor de las comunidades y grupos de mayor vulnerabilidad. -- k) Propiciar a través el acompañamiento de especialistas en género y violencia de las instituciones académicas y de investigación, así como de ONG especializadas en calidad de capacitadores, consultores o asesores y facilitar la sinergia entre ellos a fin de promover, divulgar y visualizar el trabajo de intervención en materia de violencia contra la mujer en la comunidad. -- m) Promover y canalizar los vínculos de trabajo entre los TTIB y el Grupo Nacional para la Atención e Investigación de la Violencia Intrafamiliar para la realización e implementación de acciones emanadas del mismo y retroalimentar su acción con propuestas surgidas de los TTIB. 112 Clotilde Proveyer Cervantes 5- ELABORAR Y DIFUNDIR LINEAMIENTOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE CAMPAÑAS DE SENSIBILIZACIÓN SOCIAL PARA LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, A NIVEL LOCAL. ACCIONES: -- a) Sensibilizar al personal directivo de las instituciones que radican en la comunidad mediante el desarrollo de actividades de promoción de la no violencia y de prevención de la violencia familiar y contra las mujeres. -- b) Promover la colaboración y el intercambio de información sobre modelos exitosos de prevención. -- c) Diseñar un plan de sensibilización dirigido a los miembros de la comunidad a través de talleres de divulgación, realización de cine debates, mediante plegables divulgativos, murales y todas las vías al alcance de los ciudadanos. -- d) Estimular, organizar y difundir información oportuna sobre investigaciones en el campo de violencia familiar, sexual y contra las mujeres. - - e) Proponer las iniciativas de campañas de divulgación a través de medios locales, relacionadas con la violencia contra las mujeres. -- f) Diseñar programas anuales de comunicación en medios masivos dirigidos a la población en general, y de difusión de una campaña permanente para el personal de las instituciones especializadas en la atención. -- g) Contar con información científica, actualizada, íntegra y comparable sobre la frecuencia, distribución y factores de riesgo asociados a la violencia familiar y de género en Cuba y sus consecuencias sobre la salud y la integridad de las víctimas. -- h) Informar a través de diferentes medios de divulgación, los recursos existentes para las víctimas de estas situaciones. -- i) Difundir información a través del diseño de programas de comunicación, sobre formas en que se manifiesta la violencia familiar, sexual y contra las mujeres, factores de riesgo y efectos en la salud individual, familiar, comunitaria y social dirigida a la población en general y a las víctimas de violencia en particular. -- j) Promover actividades de sensibilización y concienciación entre los miembros de la comunidad para contribuir a la desnaturali- 113 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES zación y el rechazo a la violencia de género, a través de planes de la calle infantiles, concursos literarios y de dibujos, confección de murales pictóricos con el concurso de la población. 6. EVALUAR LA EFECTIVIDAD DE LOS SERVICIOS DE ATENCIÓN A LA VIOLENCIA FAMILIAR Y DE GÉNERO QUE PRESTAN LAS INSTITUCIONES DEL SISTEMA NACIONAL DE SALUD. ACCIONES: -- a) Realizar el seguimiento normativo y ejecutivo de las acciones, en conjunto con las autoridades correspondientes en las entidades de la comunidad. -- b) Establecer mecanismos de evaluación y monitoreo que permitan medir el impacto de las acciones preventivas. -- c) Realizar actividades sistemáticas de control de impacto de las acciones realizadas. -- d) Realizar estudios analíticos a mediano y largo plazo sobre la efectividad del Programa con la colaboración de especialistas y medir mediante registros continuos algunos indicadores de impacto. Para una ejecución adecuada que facilite además el monitoreo y evaluación del Programa, resulta imprescindible, elaborar un SISTEMA DE INDICADORES a partir de concebir el indicador como un parámetro o valor derivado del parámetro que provee de información acerca del estado o situación de un fenómeno, cuyo significado va más allá del valor directamente asociado al parámetro. De ahí que para facilitar esta labor se propone el siguiente esquema de indicadores, los cuales son susceptibles de ampliar y/o modificar: SOBRE LAS VÍCTIMAS: -- Características sociodemográficas y socio económicas. -- Situación de violencia identificada. -- Solicitud de ayuda realizada. -- Formulación de denuncias por parte de la víctima o de tereceros. -- Tipo de relación con el agresor: pareja, expareja, cónyuge, ex cónyuge, novio, desconocido. -- Tipo(s) de violencia que manifiesta recibir o que identifican los especialistas de atención. 114 Clotilde Proveyer Cervantes SOBRE LAS ACCIONES DE ATENCIÓN EJECUTADAS POR LAS INSTITUCIONES: -- Registros de denuncias a la PNR. -- Comunicaciones realizadas por la PNR a otros servicios de atención (médico legal, atención primaria de salud, comisión de prevención, casa de orientación de la FMC, TTIB, etcetera). -- Denuncias cursadas al sistema de justicia. -- Reportes realizados por el médico de familia sobre víctimas atendidas, derivación a otros servicios de salud o sociales (PNR, Casa de Orientación, Comisión de prevención, TTIB). -- Existencia de protocolos de actuación en el sector de salud, de justicia y en los órganos policiales para la atención a las víctimas -- Registro de mujeres que viven en violencia familiar severa y de mujeres víctimas de violación, demandantes de servicios que solicitan atención médica y psicológica especializada, en las instituciones de atención primaria que existen en la comunidad. -- Acciones para la prevención de la violencia familiar incorporadas en las estrategias institucionales de servicios otorgados a la población de responsabilidad. -- Promedio de actividades de apoyo realizadas, grupos de autoayuda formados para el abordaje de la violencia familiar por las instituciones de la comunidad o por líderes informales. -- Registro de casos de violencia de género detectados y reportados para la realización de actividades de apoyo y atención. -- Actividades de coordinación interinstitucional efectuadas, acuerdos tomados, acciones ejecutadas y % de asistencia a las reuniones celebradas del grupo interinstitucional. ACCIONES DE CAPACITACIÓN Y SENSIBILIZACIÓN: -- Número de cursos, talleres, seminarios u otros realizados y cantidad de participantes clasificados por su papel en la comunidad. -- Número de profesionales con los conocimientos requeridos para realizar acciones de atención o de apoyo a mujeres en situación de violencia severa. -- Profesionales, activistas y líderes locales que han recibido cursos y tipo de ellos. 115 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- Mujeres y hombres de la comunidad que participan en actividades de capacitación y de sensibilización colectivas. -- Acciones de capacitación efectuadas con estudiantes de escuelas ubicadas en la localidad. -- % de personal operativo de la PNR y de otras instituciones de atención con las habilidades requeridas para la detección, registro y referencia de violencia familiar. -- Promedio mensual de charlas, talleres u otras actividades educativas sobre el tema de prevención y detección oportuna de la violencia familiar y de género, impartidas en instituciones educativas, de salud, de servicios, etc. -- Diagnósticos participativos con enfoque de género realizados en la comunidad. -- Estudios sobre violencia de género realizados en la comunidad. -- Participación en Congresos, seminarios, talleres de los miembros del TTIB, líderes comunitarios, especialistas o directivos de instituciones. SOBRE LA EVALUACIÓN: -- Reporte del cumplimiento de las acciones de seguimiento y de las metas prioritarias planteadas en el Programa. -- Organismos e instituciones que participan en la atención de mujeres en situación de violencia. -- Información registrada sobre el número de detecciones y atenciones por institución, entidad sanitaria y otras para medir el avance de las metas. -- Mecanismos creados para evaluar la efectividad de los servicios de atención a la violencia familiar y de género que prestan las instituciones. -- Control realizado de las acciones interinstitucionales para evaluar avances del programa. -- Resultados del desempeño de los servicios de atención primaria de salud. -- Mecanismos de monitoreo y retroalimentación de las acciones de sensibilización y atención realizados. 116 Clotilde Proveyer Cervantes -- Control sistemático de la ampliación de la cobertura de atención a las víctimas de violencia. -- Reportes periódicos del cumplimiento de las acciones por parte del Grupo Interinstitucional de Prevención y Atención a la Violencia Familiar y de Género. -- Memorias elaboradas sobre las acciones de capacitación, sensibilización y prevención ejecutadas. 2.4 CONCLUSIONES DEL ESTUDIO DE CASO Las conclusiones del estudio de caso han sido agrupadas en varios ítems de acuerdo a los objetivos planteados en la investigación: RESPECTO AL ANÁLISIS DE LAS MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA QUE VIVEN LAS MUJERES EN LA COMUNIDAD: -- Las entrevistas realizadas evidencian que las mujeres reconocen ser o haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de parejas aunque no logren identificar todas las que reciben. La gama de la violencia que han sufrido es bastante amplia, desde las más sutiles a las más severas y en algunas se inició desde la infancia. -- En las entrevistas se percibe la naturalización de las formas más sutiles o simbólicas de violencia, que impide a las mujeres identificar tempranamente al maltratador y en otros casos obstaculiza la concientización de su condición. En ello inciden no solo las herramientas personales que poseen, sino también los aprendizajes que la cultura patriarcal aun reproduce a través de las instituciones de socialización con las que ellas se relacionan a lo largo de su vida. -- El estudio constató que hay poca búsqueda de ayuda por parte de las víctimas para lidiar con la violencia y la existencia de escaso apoyo de las redes sociales. Sin embargo, los resultados de la investigación confirman que cuando las redes sociales cercanas a las mujeres actúan como capital social positivo y les sirven de sostén a sus inseguridades y miedo, también les impulsan a actuar dándoles orientación para la búsqueda de ayuda y les brindan apoyo en el momento de tomar decisiones difíciles, convirtiéndose en colaboradoras del proceso de salida del ciclo de la violencia. 117 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- La indagación dio cuenta del desconocimiento de las mujeres maltratadas acerca de las instituciones y actores sociales que deben brindarles ayuda y de escasa confianza en las mismas. Sin embargo, todas reclaman como indispensable para las víctimas el apoyo y la ayuda de las redes sociales tanto las formales como las informales. Por ello resulta imprescindible perfeccionar el funcionamiento de las mismas en el proceso de atención y prevención de la violencia de género en el ámbito local. -- El análisis de los resultados puso en evidencia que la violencia del hombre contra la mujer en una relación de pareja, lejos de ser un problema privado, involucra un conjunto complejo de relaciones con el entorno social. Cuando los agentes sociales del entorno relacional conciben el problema como privado facilitan la naturalización de la violencia y contribuyen a perpetuarla. -- En el caso del trabajo que vienen desarrollando los TTIB en la atención y prevención hay la percepción en las mujeres maltratadas de haberse relacionado con ellos tardíamente, debido en parte a la falta de difusión de sus actividades. Cuando logran vincularse a ellos lo reconocen como vías de apoyo muy útiles. Se constata así mismo que van incorporándose a las acciones de los TTIB más mujeres y hombres interesados en recibir ayuda frente al problema de la violencia, lo cual pone en evidencia la importancia de este mecanismo de atención que potencia el papel de lo local en la atención a este flagelo social. -- Las entrevistas a las mujeres confirman que todas necesitan y reclaman apoyo para lidiar y tratar de poner freno a la violencia que padecen, pero enfatizan sobre todo su necesidad de apoyo emocional e informacional, lo cual confirma que sabiéndose acompañadas y dotadas de confianza en sí mismas, pueden trascender su situación de victimización. Cuando ellas sienten apoyo el proceso de concientización y búsqueda de los recursos sociales e institucionales para dar solución a su problema, es más efectivo. -- Las mujeres elaboran diferentes estrategias frente al maltrato. Algunas son inefectivas y refuerzan el sometimiento, pero la mayoría ha logrado romper el vínculo de maltrato y asumen posturas que las distancian del papel de víctimas irremisibles. Un elemento significativo en la actitud de las mujeres maltratadas incluidas en el estudio, radica en su convicción de no responsabilidad frente al maltrato que padecen o han padecido y ello contribuye de manera efectiva a la ruptura del círculo de la violencia. Estos elementos apuntan algunas peculiaridades en el 118 Clotilde Proveyer Cervantes comportamiento de las mujeres frente a la violencia, que se distinguen del tradicional “síndrome de la indefensión aprendida” SOBRE EL PAPEL DE LOS ACTORES SOCIALES DE LOS TTIB: -- La investigación constató la trascendencia de la labor de los TTIB en materia de atención a la violencia de género, aunque la misma no alcance aún los niveles necesarios para un trabajo más eficiente en la atención y prevención de este problema social. Los TTIB se han convertido en las instituciones pioneras en el trabajo de atención y prevención a la problemática de la violencia de género a nivel local, con iniciativas de acción que han marcado pautas en este quehacer a nivel nacional y confirman la importancia del papel de sus actores sociales en la atención y prevención de la violencia de género en el país. -- El intento de los TTIB por articular acciones entre el nivel localbarrial y las instituciones y organismos especializados tanto a nivel municipal como en otras instancias ha venido a llenar un vacío en el trabajo en este campo, ya que las instituciones municipales, provinciales y/o nacionales usualmente se quedan en las instancias macro sociales y no se vinculan de manera coherente y sistemática con los actores locales que en las comunidades desarrollan el trabajo con los grupos vulnerables y las víctimas de la violencia. -- El proceso llevado a cabo durante la investigación trascendió la recolección de información sobre nuestro objeto de estudio, pues también contribuyó ampliar la sensibilización sobre la importancia de la atención al problema social de la violencia de género y coadyuvó al compromiso más consciente sobre la responsabilidad de la comunidad de brindar apoyo a las víctimas de la violencia. Todo lo cual constituye uno de los resultados más significativos de este esfuerzo, pues la visibilización del fenómeno y la toma de conciencia sobre la responsabilidad social de su atención constituyen el primer paso en el empeño de su desmontaje. -- Los más significativos resultados del quehacer de los TTIB en materia de atención y prevención consisten en: -- Mayor toma de conciencia, por parte de los líderes y miembros de las localidades, a partir de las sensibilizaciones y capacitaciones de las que han sido objeto, sobre la existencia de violencia de género en la comunidad en sus distintas manifestaciones 119 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES y mejor comprensión de la misma como problema social que requiere de intervención especializada. -- Incremento del reconocimiento que hacen los actores sociales entrevistados de la existencia de manifestaciones de violencia en las relaciones de pareja y en las familias en el ámbito de la comunidad. Sin dudas, esta incipiente visibilización es resultado de los procesos que el accionar de los TTIB han llevado a cabo en los últimos años, aun cuando ellos no tengan implícita todavía una respuesta efectiva de atención. -- Desarrollo de diferentes iniciativas y acciones concretas coordinadas por el TTIB para la sensibilización de actores claves implicados y de miembros de las localidades, que favorecen la “desnaturalización” y visibilización de la violencia de género en nuestro entorno, así como mayores procesos de toma de conciencia sobre la responsabilidad social de los más diversos actores para trabajar a favor de la no violencia. -- Elaboración de Proyectos para la atención a la problemática de la violencia en la mayoría de los TTIB estudiados, los cuales constituyen importantes iniciativas de acción. -- Concertación de acciones con los actores locales para la celebración de la Jornada Nacional por la No violencia contra las mujeres. -- Creación de Grupos Gestores en varios TTIB para la coordinación del trabajo por la No violencia. -- Se han incorporado a las acciones de los TTIB personas que son líderes naturales y que trabajaban de forma aislada o esporádica a favor de la no violencia. -- Se evidencia, sin embargo que las relaciones entre las distintas instituciones y organizaciones, que en el ámbito comunitario desarrollan acciones para prevenir y ayudar a las víctimas de la violencia son no sistemáticas. No están pautadas por objetivos ni tareas planificadas. Se guían más por las demandas o las necesidades puntuales que por una intención coherente de acción. -- El estudio constató que a pesar de materializarse un incremento de personas en las comunidades que se acercan a solicitar ayuda es recomendable invertir la lógica de atención que haga al trabajo más dirigido a las víctimas. Llegar a ellas a través de mecanismos más efectivos de apoyo porque aun las actividades se quedan en un nivel al que las víctimas no acceden. 120 Clotilde Proveyer Cervantes -- Los mecanismos de articulación son todavía escasos y se refieren fundamentalmente a la realización de algún tipo de reuniones y la participación en acciones de capacitación que casi siempre son llevadas a cabo por instituciones foráneas. Falta por desarrollar más ampliamente la concepción del trabajo como redes sociales encargadas del proceso en la localidad. -- Se percibe un papel insuficiente de las redes formales. En algunos TTIB se realizan acciones más efectivas que contribuyen a la atención y la prevención de la violencia de género pero en ningún caso satisface las necesidades sentidas de las mujeres maltratadas. En el caso de las redes informales el apoyo también es insuficiente aunque sigue siendo el más reconocido y recibido por las víctimas. -- Los especialistas del TTIB son los actores más reconocidos junto a la FMC en el trabajo de atención y prevención de la violencia de género. Otros actores que participan con menor protagonismo son: la Comisión de Prevención Social, los CDR, la PNR y los Consejos Populares. Las otras organizaciones e instituciones que funcionan en la comunidad tienen un accionar más indirecto y fortuito y son poco reconocidos. -- Se percibe en las concertaciones para el desarrollo de las iniciativas que se realizan en los TTIB, la necesidad de mayor coordinación y vínculos con las instituciones y organizaciones de gobierno a nivel municipal por la importancia que ellas poseen para el logro de acciones de mayor impacto. Los vínculos de trabajo a este nivel son muy escasos e ineficientes. RESPECTO AL QUEHACER DEL GRUPO NACIONAL Y LA ARTICULACIÓN INTERINSTITUCIONAL: -- La creación y el trabajo del Grupo Nacional para la atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar, coordinado por la FMC ha facilitado la atención institucional de la violencia en el país y es parte de la voluntad política del Estado cubano en el logro de la equidad de género, tal cual está explícito en los documentos normativos de la política del Estado cubano. -- Las acciones llevadas a cabo por el Grupo Nacional han marcado pautas en la atención a la problemática en el país, posibilitando el reconocimiento a escala social de la presencia de violencia de género como problema social de incumbencia de las instituciones sociales para su atención y prevención. 121 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES -- El trabajo realizado por el Grupo Nacional posee una enorme trascendencia en la sociedad cubana en lo relacionado a la atención y la prevención de la violencia de género pues ha colocado el problema de la violencia de género como tema de debate social y problema de incumbencia de las instituciones y organismos centrales del Estado cubano, contribuyendo con ello a la concienciación de amplios sectores de la población y de los decisores políticos. -- Desde su creación se percibe el incremento de las capacitaciones y la divulgación. Se constata también un incremento de la investigación con perspectiva de género en las instituciones y del desarrollo de diferentes estrategias institucionales de atención, aunque este último tópico requiere de una estrategia mejor pautada desde el encargo gubernamental. Todas estas contribuciones favorecen la visibilización del tema en la agenda pública y la desnaturalización de este mal social en el país. -- La estrategia cubana de atención y prevención ha sido pautada por el Grupo Nacional que tiene un encargo gubernamental, pero sus acciones no tienen carácter vinculante, o sea sus propuestas son recomendaciones para el accionar institucional y no de obligatorio cumplimiento. Esta característica se convierte en la principal debilidad del trabajo del Grupo Nacional. -- Se constata escaso vínculo entre la estrategia nacional para la atención y prevención de la violencia contra las mujeres y las acciones que se desarrollan en el espacio comunitario, pues las iniciativas emanadas del Grupo Nacional no se concretan aun en planes de acción de todos los Organismos Centrales del Estado que están representados en el mismo. De tal manera, el proceso es desigual y en ocasiones existe una barrera entre las normativas nacionales y su concreción en el entorno local. Por ello resulta pertinente el actual proceso de revisión de sus funciones y objetivos, ya que facilitará el perfeccionamiento de su rol. 122 CAPÍTULO III CONCLUSIONES GENERALES Comprender que la violencia que se ejerce contra las mujeres es un problema social del que no podemos desentendernos es una necesidad insoslayable y su denuncia y atención no puede quedarse en el espacio de los entendidos o en el marco de Jornadas específicas. Un problema tan viejo en la historia de la humanidad se encuentra sumamente enraizado en mitos y estereotipos que la dominación masculina patriarcal ha naturalizado. Desmontar esos valores y cambiar las prácticas sociales que los legitiman es un proceso que requiere sabiduría y voluntad de cambios. En ese empeño la perspectiva de género como herramienta que el feminismo nos ha legado tiene un papel esencial. La sociedad cubana en transformación es un laboratorio social donde pujan los nuevos valores a contrapelo de los viejos rezagos y poderes. La lucha por desnaturalizar la lacra de la violencia de género apenas comienza, pero muestra ya sus primeros resultados. En ese empeño la Política Social del Estado cubano ha sido clave en modificar la situación histórica de marginación y subordinación de las mujeres. El protagonismo alcanzado por ellas es resultado de ese accionar. El estudio que se presenta muestra algunos de los cambios que se van operando, y las contradicciones que aún persisten, y que constituyen obstáculos para el cambio cultural imprescindible, para lograr desmontar las prácticas sexistas del patriarcado como sistema de dominación. 123 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES Algunos de esos resultados se expresan en: 1– La pervivencia de la violencia de género naturalizada en el imaginario colectivo de las cubanas y los cubanos, como resultado de una cultura patriarcal anclada a lo largo de siglos en las identidades de género, que está comenzando a ser visibilizada y combatida mediante el quehacer social de las mujeres de avanzada, de instituciones, especialistas, líderes formales e informales, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales y un numeroso grupo de personas convencidas de su ilegitimidad. 2– El avance sostenido en la atención y la prevención de la violencia de género en la sociedad a partir de un quehacer investigativo con perspectiva de género tanto desde la academia cubana como desde el accionar de organizaciones y especialistas en las instituciones del país, del cual dio cuenta la sistematización sobre el estado de la investigación y la atención de este problema social en Cuba, realizado en el capítulo teórico. 3– La indagación ratificó que las mujeres que sufren violencia no están desconectadas, del entorno, ni de otros sistemas, que se dan y se retroalimentan incidiendo en la situación, de la familia de los involucrados y también en la propia comunidad. Por ello resulta conveniente mover el objeto de estudio más allá de la mujer violentada a las relaciones que se establecen entre las personas que afectan y están afectadas por la violencia, así como los que son espectadores de esas relaciones violentas y quienes intentan ofrecer algún tipo de apoyo, pues ellos están interrelacionados entre sí como parte de un sistema de relaciones más amplio. 4– La existencia de una Política Social que garantiza los derechos y brinda oportunidades a las mujeres para el logro de la equidad intergenérica como base para el desmontaje de la violencia de género. 5– La creación de condiciones desde el Estado para apoyar el trabajo de atención y prevención de la violencia de género a través de la creación del Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar, cuya trascendencia se constata en la creciente actividad a favor de la NoViolencia en el país, tanto en las organizaciones e instituciones como a nivel de la población. 6– El despliegue de numerosas iniciativas de acción para la lucha contra la violencia de género en diferentes organizaciones y organismos que están contribuyendo a la diáspora de ese quehacer. 124 Clotilde Proveyer Cervantes Los TTIB ocupan un lugar de privilegio en ese empeño con acciones pioneras en el ámbito local cubano. Por ello resulta conveniente destacar la importancia de los TTIB como un modelo a tener en cuenta para el perfeccionamiento de la estrategia de atención a la problemática de la violencia de género. 7– El resultado del estudio de caso ofreció un diagnóstico sobre las manifestaciones de violencia de género que viven las mujeres en la comunidad través de una indagación empírica en seis TTIB de La Habana. En él se evidenció la recepción de violencia de género en sus distintas manifestaciones por las mujeres de la comunidad y las insuficiencias que aún persisten por parte de los actores sociales encargados de brindarles apoyo. También reflejó que las mujeres logran elaborar estrategias para poner fin al maltrato y que poseen una protección social y una conciencia de su valor como sujetos, resultado de vivir en una sociedad donde gozan de plenos derechos y oportunidades. 8– Los resultados obtenidos en las entrevistas a las mujeres maltratadas ratifican que cuando ellas logran vincularse a los TTIB los reconocen como vías de apoyo muy útiles. Se constata así mismo que van incorporándose a las acciones de los TTIB más mujeres y hombres interesados en recibir ayuda frente al problema de la violencia, lo cual pone en evidencia la importancia de este mecanismo de atención que potencia el papel de lo local en la atención a este flagelo social. 9– El análisis también reflejó incongruencia entre las normativas macrosociales para la atención a la violencia contra las mujeres y su puesta en práctica en el contexto local al faltar mecanismos de monitoreo y control en las acciones de las instituciones con ese encargo social. 10–Se constata la presencia de vacíos en el accionar interinstitucional que dificultan el funcionamiento de las redes sociales formales e informales encargadas de la atención y el apoyo a las víctimas de la violencia. Como consecuencia, los vínculos no son sistemáticos ni pautados por objetivos concretos. Sin embargo, es destacable que en los TTIB donde existen grupos gestores para la atención a la problemática de la violencia, están integrados por representantes de las más importantes instituciones y organismos del Estado en el nivel local y allí se da una forma de coordinación interinstitucional que de ser adecuadamente utilizada contribuiría a perfeccionar dichos vínculos. 125 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES 11–Se aprecia escaso vínculo entre la estrategia nacional para la atención y prevención de la violencia contra las mujeres y su aplicación en las acciones que se desarrollan en el espacio comunitario, pues las acciones emanadas del Grupo Nacional no se concretan aun en planes de acción de los Organismos Centrales del Estado que están representados en el mismo. De tal manera, el proceso es desigual y en numerosas ocasiones existe una barrera entre las normativas nacionales y su concreción en el entorno local. Todo ello demuestra la pertinencia de la reevaluación que se efectúa en la actualidad sobre el contenido, funciones y objetivos del grupo nacional, que incluya, además, un mayor control gubernamental para hacer más efectivo su quehacer. 12–Se evidencia la necesidad impostergable de perfeccionar los mecanismos de atención pautados por el Estado, desde los organismos nacionales hasta los locales a través de la creación de servicios especializados de atención. 13–El estudió mostró la necesidad del perfeccionamiento de la iniciativa que llevan a cabo los TTIB en la atención de la violencia de género. Por ello se propone a partir de la identificación mediante diagnóstico de necesidades, deficiencias y obstáculos del proceso de atención y prevención a nivel comunitario, un Programa de Acompañamiento para la Atención y la Prevención de la Violencia de Género, que pretende mediante una estrategia general, contribuir al trabajo que desempeñan los actores locales. El Programa ofrece herramientas de acción basadas en los saberes específicos sobre este problema y guiadas por la perspectiva de género imprescindibles para un trabajo más eficaz. 126 Clotilde Proveyer Cervantes BIBLIOGRAFÍA Acosta, Liudmila 2008 “La violencia sutil contra la mujer en las relaciones de pareja. Un acercamiento a su estudio en la Comunidad ‘Villa Bolívar’ de Pinar del Río”. Tesis de Licenciatura de Sociología Universidad de la Habana. Álvarez González, Manuel (coord.) 2001 Diseño y evaluación de programa de educación emocional (Barcelona: CISS-praxis). Arauco, Eliana.; Mamani, Rosario y Rojas, Jimena 2006 Respuesta de los servicios de salud para atender la violencia contra la Mujer (Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL). Artiles, Ileana, (comp) 1998 Violencia y Sexualidad (La Habana: Editorial Científico-Técnica). Artiles, Ileana 1996 “¿Aprendemos la violencia?” en Sexología y Sociedad (La Habana) Año 2. Nº 4. 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A.: Sage). ANEXOS ANEXO 1. ESTADO DE CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO. EVALUACIÓN DE CUBA No. Objetivo 1 2 3 4 5 6 7 8 Enunciado Erradicación de la pobreza y el hambre Lograr la educación primaria universal Promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer Reducir la mortalidad infantil Mejorar la salud materna Combatir el VIH-SIDA, el paludismo y otras enfermedades Garantizar la sostenibilidad ambiental Desarrollar alianzas globales para el desarrollo Estado de cumplimiento Probable Cumplido Cumplido Cumplido Probable Probable Potencialmente probable Potencialmente probable Fuente: INIE, 2005 135 EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES ANEXO 2. PARTICIPACIÓN FEMENINA DE CENTRO-AMERICANAS EN EL PARLAMENTO Países Nicaragua Honduras Costa Rica Panamá Guatemala El Salvador Año de elección Escaños Total de mujeres % 1996 1997 1998 1999 1999 2000 93 128 57 71 113 84 9 12 11 7 10 8 9.7 9.4 19.3 9.9 8.8 9.5 Fuente PNUD, 2006 ANEXO 3. CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS DEL MILENIO EN CUBA, EN RELACIÓN AL LOGRO DE LA PARIDAD EDUCATIVA 136