La reconfiguración del régimen financiero global

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Revista Mad - Universidad de Chile, N° 32 (2015), pp. 49-74
La reconfiguración del régimen financiero
global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
The Reconfiguration of the Global Financial Regime: Between the
Public Determination and the Private Self-determination
Benjamín Sánchez
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Andrés Bello, Chile
RESUMEN
La crisis financiera del 2008 modificó las relaciones sostenidas entre el sistema político, la esfera jurídica
y el dominio financiero a escala global. Ante la incapacidad de las estructuras regulatorias de los países
afectados por salvaguardar la estabilidad de sus mercados, la solución política ha estribado en un
incremento de la participación estatal sobre los órganos jurídicos encargados de supervigilar los
procesos financieros, provocando un nuevo giro en la disputa por el control de la regulación financiera
sostenida entre el sistema político y el sistema financiero. Este artículo indaga los orígenes y los
potenciales efectos de esta dinámica emergente, identificando los principales acoplamientos
estructurales dispuestos por el Estado para subsanar los vicios funcionales del régimen financiero global,
así como las raíces de la desdiferenciación derivada de la captura regulatoria en la que ha incurrido
históricamente el sistema financiero. Para describir este fenómeno desde la perspectiva sociológica, se
conjugó la óptica analítica que proporciona la teoría de sistemas con el arsenal teórico propio de la
regulación financiera, incluyendo una investigación empírica en dicho campo. Finalmente, este artículo
propone resaltar las ventajas funcionales de esta pugna intersistémica, introduciendo una reflexión que
rescata sus beneficios para la sociedad en el largo plazo.
PALABRAS CLAVE: Regímenes regulatorios; Sociología jurídica; Sistema financiero;
Desdiferenciación; Teoría de sistemas
ABSTRACT
The financial crisis of 2008 amended the sustained relationships between the political system, the legal
system and the financial system globally. Given the inability of the regulatory structures of the
concerned countries to safeguard the stability of its markets, the political solution has focused in
increased state involvement on legal bodies to supervise financial processes, causing a new turn in the
dispute over sustained control of financial regulation between the political system and the financial
system. This article explores the origins and the potential effects of this emerging dynamics, identifying
the main structural links arranged by the State to correct the functional defects of the global financial
system, as well as the roots of dedifferentiation derived regulatory capture in which incurred historically
the financial system. To describe this emerging dynamics from a sociological perspective, was
conjugated the optic that provides analytical systems theory with own theoretical arsenal of financial
regulation, including recent empirical research in this field. Finally, this article highlight the functional
advantages of this intersystemic struggle, introducing a reflection that rescues its benefits to the social
system in the long term.
KEYWORDS: Regulatory regimes; Legal sociology; Financial system; Dedifferentiation; Systems
theory
REVISTA MAD – UNIVERSIDAD DE CHILE
Revista del Magíster en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad
Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología.
Universidad de Chile
www.revistamad.uchile.cl
Benjamín Sánchez
INTRODUCCIÓN
La severa crisis que sacudió los mercados financieros el 2007-2008 sirve
como caso paradigmático para ilustrar cómo la progresiva complejización
del sistema social puede redundar en un caso de disfunción multifactorial.
Por dicha razón, resultan sesgado identificar en un sólo proceso sistémico
los diversos y enmarañados orígenes de la desestabilización. En este sentido, la debacle se engendró por una mezcla de disfunciones tanto en el
plano intra-sistémico, como en el contexto inter-sistémico.
Sobre las causas endógenas, se conjugaron una serie de factores patológicos que socavaron la estabilidad de una relevante parte del mercado
financiero mundial. Entre ellas destaca la compulsión de dicho sistema
por crecer desmesuradamente en su producción de dinero (Teubner 2011),
lo cual condujo a una inevitable sobre-extensión de sus procesos inherentes y a la consiguiente ruptura de la burbuja inmobiliaria en EEUU (Kjaer
2011). A ello se sumó la incapacidad de sus mecanismos cognitivos para
evaluar y anticipar sus riesgos intrínsecos (Ladeur 2011), como consecuencia de una sobre-cognitivización de sus estructuras. Estas desestabilizaciones se potenciaron con la profusa interconexión entre los mercados
domésticos, regionales e intercontinentales, cuyos enlaces permitieron
propagar las perturbaciones a lo largo del sistema (Stäheli 2011).
De forma exógena, el progresivo eclipse del Estado ha devenido en
una subsecuente inestabilidad de las estructuras que articulan a las esferas
jurídicas, financieras y políticas (Febbrajo 2011), provocando un fallo en
las funciones regulatorias del sistema jurídico, encargado de fiscalizar el
correcto desenvolvimiento de los procesos financieros tanto en el plano
doméstico, como a escala regional y en el estrato de la misma funcionalidad financiera, aunque por motivos dispares y con efectos peculiares para
cada nivel.
Este raquitismo estatal, demostrado en algunas jurisdicciones nacionales, pavimentó el camino a una “desdiferenciación” entre ámbitos
autónomos como el derecho y la economía, expresada en entidades regulatorias domésticas sumamente permisivas, y en agendas internacionales
igualmente insuficientes. La reacción inmunológica por parte del sistema

Este texto buscó contribuir como aporte teórico al proyecto Fondecyt N°1110437, titulado “Colisión y
armonización de regímenes regulatorios en contextos sociales globales”, conducido por los académicos
Elina Mereminskaya y Aldo Mascareño. Agradezco a este último por brindarme la oportunidad de participar en dicha investigación, así como por las fructíferas discusiones y los valiosos consejos que me proporcionó durante la confección del presente artículo. Extiendo mis agradecimientos también a Alejandro
Espinosa, en razón de su permanente presencia y orientación en los momentos claves.
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autodeterminación privada
social, se ha expresado en la creación de nuevos acoplamientos estructurales entre la política y el derecho, con el motivo de aumentar la influencia
de los actores gubernamentales en los cuerpos regulatorios del sistema jurídico (Pagliari 2012a, Gadinis 2013a).
No obstante, existe una diferencia sustancial entre los procesos de
politización y de estatización. Para comprender la distancia semántica entre ambos conceptos se debe partir de ciertas premisas. Primero que todo,
la política constituye un sistema capaz de ofrecer sus operación relativa a
la toma de decisiones colectivamente vinculantes (Luhmann 2006), a los
diversos sistemas que lo requieran. Por lo mismo, a pesar de que tradicionalmente se ha reconocido a la figura del Estado Nación como el modelo
estructural por excelencia de lo político (Mereminskaya & Mascareño
2005), este no se reduce únicamente a lo estatal (Teubner 1997). Como
ejemplo de esto para el caso del sistema financiero, los mismos individuos
que activan sus procesos también pueden desarrollar dinámicas remitidas
a lo político, por medio de su interacción y correspondiente institucionalización como stakeholders (Kjaer 2011). Este término surge como equivalente semántico al concepto de “pueblo”, significando un avance evolutivo
al englobar a actores afectados por la actividad de determinado sistema
social, sin distinción por su adscripción a un territorio específico o por su
pertenencia a determinada cultura, posibilitando así la participación en la
toma de decisiones (es decir, su consideración por parte del sistema político) en el espacio transnacional.
Por ende, la reestructuración de la arquitectura financiera doméstica
tal y como se describe en este artículo, corresponde a una dinámica en la
cual se enfrentan dos movimientos contrapuestos de politización. De un
lado se encuentran los esfuerzos gubernamentales por estatizar la regulación financiera, mientras que en la otra orilla residen los intentos de las
mismas instituciones y actores destinatarios de la regulación por moldearla conforme a sus propios intereses (Polanyi 2001). Por lo mismo, así como es posible hablar de actores políticos de carácter privado, también resulta consistente identificar actores financieros de índole pública, como
sucede en el caso del fisco.
Ahora bien, el origen de toda crisis puede ser rastreado en un vacío
de conocimiento. Si bien cada sistema social es capaz de producir información en base a su propio aparato cognitivo, las descripciones científicas
manifiestan una consistencia epistemológica superiores a las de las demás
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esferas sociales1 (Luhmann 2005). Por lo mismo, indagar e identificar los
puntos débiles del dique que mantiene a raya el torrente de disrupciones
financieras no posee valor sólo para las ciencias sociales –y para la disciplina sociológica en este caso-, sino que también contribuye al resguardo
de la integridad social, y más aún, cuando la función del sistema financiero ha demostrado tener una relevancia radical para los demás sistemas
que dependen de sus operaciones.
Para describir esta dinámica emergente desde una perspectiva sociológica, se conjugó el arsenal teórico que proporciona la teoría general
de sistemas sociales, con bibliografía académica propia de la regulación
financiera, privilegiando las obras surgidas con posterioridad a la crisis.
Como complemento a dichas fuentes secundarias, se utilizaron los resultados estadísticos proporcionados por Stavros Gadinis (2013a), para analizar las recientes reformas emprendidas en el campo de la regulación financiera doméstica.
En lo que respecta a la estructura temática del presente artículo, en
la primera sección se define el concepto de régimen regulatorio financiero,
junto con una descripción de sus componentes básicos (1). Acto seguido,
quedan plasmadas las vicisitudes que asechan a la regulación financiera
doméstica, producto de los procesos de desdiferenciación que ejecuta el
sistema financiero para capturar su infraestructura jurídica (2). Posteriormente, se detallan las reformas regulatorias tanto a nivel doméstico como
a escala transnacional, junto con un análisis de los potenciales efectos de
desdiferenciación política implicados en esta dinámica (3). Para concluir,
se sintetizan las modificaciones del paisaje regulatorio a escala global, finalizando con una evaluación funcional de la dialéctica sostenida entre la
regulación pública y la autodeterminación privada.
1. PROPIEDADES GENERALES DEL RÉGIMEN FINANCIERO GLOBAL
La función del sistema jurídico es la de asegurar expectativas normativas
(Luhmann 2005), lo cual equivale a promover la certeza de que si determinado comportamiento codificado normativamente es transgredido, se
tomarán medidas para restituir, compensar el daño, o sancionar el crimen
1
En la medida que su medio simbólicamente generalizado, la verdad, ejecuta un proceso de doble reflexividad por medio del cual la verdad se vuelca sobre sí misma: la verdad define qué hay de verdadero en
ella. Esta peculiaridad se traduce en la creación y el refinamiento de métodos para definir qué es cierto y
qué no lo es, lo que en ningún caso significa que el conocimiento generado por el resto de las esferas
sociales sea inválido. Sin embargo, la ciencia asegura filtros procedimentales más rigurosos al momento
de generar heterodescripciones.
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autodeterminación privada
cometido. Es por esto que el centro institucional de la comunicación jurídica emana desde los tribunales, dado que allí se genera la instancia para
que el derecho aplique su código elemental basado en la distinción de los
valores derecho/no-derecho. No obstante, en la periferia del derecho es
posible identificar la elaboración de estructuras normativas como protocolos, reglamentos y marcos regulatorios (Teubner 2012).
Como señala Mascareño (2007: 3), el derecho se despliega de manera especial en cada uno de los niveles de la sociedad mundial, a la cual entiende como la “articulación emergente de los niveles territorial, regional y
global”, lo cual permite hablar de cuatro tipos de derecho: el nacional (a),
el internacional (b), el supranacional (d) y el transnacional (e); formas jurídicas que al entrar en contacto con los requerimientos funcionales del
sistema financiero dan vida al régimen financiero y lo segmentan en estratos estrechamente imbricados. Antes de proseguir, es menester detallar
algunos aspectos esenciales en torno a la composición estructural de cada
nivel, teniendo como referencia el régimen financiero.
a) El derecho nacional engloba a todas aquellas formas de producción
legislativa dentro de las fronteras delimitadas estatalmente, que para efectos del régimen financiero, se expresan en las agencias regulatorias nacionales2, tales como la Securities and Exchange Commission (SEC) para el caso de EEUU, o en el caso de Alemania, la Autoridad Federal de Supervisión Financiera (BaFin por sus siglas en
alemán). En algunos países, los bancos centrales albergan a las respectivas agencias regulatorias dentro de sus dependencias, mientras
que en otras jurisdicciones nacionales, los mismos bancos centrales
cargan con dicha función regulatoria (Seeling & Novoa 2009).
b) El derecho internacional, por su parte, remite a formas de cooperación multilateral entre países (Mascareño 2013), reconocibles en los
organismos financieros resultantes del acuerdo de Bretton Woods
en 1944, llámese el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco
Mundial (BM). En esta forma de derecho también se incluyen arreglos e instituciones financieras de índole regional, evidenciadas en
la pluralidad de entidades regulatorias europeas, como el Sistema
Europeo de Supervisores Financieros (SESF) o el Consejo Europeo
de Riesgo Sistémico (CERS) (Lo Schiavo 2013).
2
Descritas en profundidad en la sección 1.
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Benjamín Sánchez
c) El derecho supranacional se refiere a aquellas instancias jurídicas en
las cuales los estados delegan su autonomía soberana a un tribunal
calificado, cuyo fallo determina consecuencias vinculantes para ambas partes (Mascareño 2013). Probablemente, la institución supranacional más destacable del régimen financiero corresponde al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones
(CIADI), cuya misión estriba en arbitrar litigios y dictaminar laudos
para la resolución de controversias.
d) Finalmente, en el nivel global de la sociedad, aparece el derecho
transnacional como consecuencia del progresivo aumento en la
complejidad de cada sistema social, lo que ha conllevado a un incremento de las contingencias a las que éstos han debido responder
(Luhmann 2006). Para evitar que las expectativas emergentes devengan en masivas desilusiones individuales, y que éstas engendren
consiguientes disrupciones sociales, los sistemas laterales mundiales
-llámese el conjunto de actores, organizaciones e instituciones
transnacionales que activan la comunicación de cada esfera social
(Willke 2007)- han recurrido al sistema del derecho para generar
soportes normativos que corrijan posibles conflictos externos e internos, al encauzar sus procesos inherentes dentro de parámetros
seguros (Teubner 1997).
El derecho financiero transnacional, estuvo compuesto hasta fines de los
90 por dos tipos de instituciones, categorizadas dependiendo de su carácter semipúblico (d.1) o netamente privado (d.2). Sin embargo, existe una
base infraestructural que escapa a aquella tipología propuesta (d.3), cuyas
peculiaridades que serán explicitadas en lo sucesivo.
d.1) Ante la descrita ausencia de directrices que orienten las contingencias de los actores financieros, dichos vacíos regulatorios han intentado ser cubiertos por el mismo sistema financiero con la asistencia
del sistema jurídico, dando lugar a organizaciones regulatorias sin
pertenencia o raíz estatal alguna. En esta clasificación se incluyen las
agencias de calificación de riesgo (conocidas por el oligopolio que
conforman Moody’s, Standars and Poors y Fitch), las organizaciones
de estandarización contable (como el Financial Accounting Standars
Board (FASB)) y otras organizaciones sectoriales como la Asociación
Internacional de Swaps y Derivados (ISDA).
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autodeterminación privada
d.2) De forma paralela, las organizaciones de derecho transnacional privado coexisten con una pluralidad de organismos regulatorios
semipúblicos, los cuales se encuentran compuestos por la
agrupación voluntaria de las diversas entidades supervisoras
domésticas. En un afán de mejorar y armonizar tanto las prácticas
como los marcos regulatorios producidos por las agencias
regulatorias nacionales, se ha generado una forma de derecho
transnacional híbrida, categoría que engloba a instituciones como el
Comité de Basilea de Supervisión Bancaria (BCBS), la Organización
Internacional de Comisiones de Valores (OICV) o la Asociación
Internacional de Supervisores de Seguros (IAIS), entre otras.
d.3) En abril de 1999, los ministros de finanzas y los gobernadores de
los bancos centrales del G7 deciden crear un organismo que reúna y
coordine a las instituciones regulatorias más relevantes del régimen
financiero global. Como resultado, nace el Foro de Estabilidad Financiera (o Financial Stability Forum (FSF) por sus siglas en inglés),
cuya función es la de servir como punto de reunión y colaboración
entre las entidades supervisoras domésticas, los organismos financieros internacionales (como el foro del G10 originalmente), el Banco Central Europeo para el caso regional, y diversas instituciones regulatorias transnacionales privadas e híbridas (Gadinis 2013b). A
través del FSF, la pluralidad de instituciones regulatorias que componen el régimen financiero puede incrementar el flujo de información relevante entre ellas, atributo que se complementa con la
proporción de instancias para la observación mutua, lo que facilitan
la búsqueda de un consenso hacia metas comunes.
En relación con la transnacionalización del derecho financiero, se ha establecido un paralelo entre la creación de estatutos sectoriales globales y el
proceso de constitucionalización propio de los estados nación (Teubner
2012). De este modo, se plantea que el derecho se ha fragmentado en una
constelación de constituciones de carácter civil representativas de las distintas esferas sociales, lo cual se ha materializado en la aparición de una
genuina lex financiaria para el caso del subsistema financiero. No obstante, dado que la función principal de estas constituciones sui generis es la
de regular dominios sistémicos particulares, Mereminskaya y Mascareño
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(2011) proponen hablar de regímenes regulatorios, concepto que será incorporado y adaptado para efectos del presente artículo3.
Puesto que el objeto de este artículo no se restringe a la indagación
de las características estructurales del derecho supranacional o transnacional ligado a lo financiero, la perspectiva analítica que ofrece el concepto
de regímenes regulatorios resulta insatisfactoria si no se readecúa y expande su foco descriptivo. En adelante, se hablará de régimen financiero
para hacer referencia al sector específico del sistema jurídico encargado de
velar por la regulación del sistema financiero, como zona de contacto entre derecho y finanzas4.
De cierto modo, resulta equivalente al término “arquitectura financiera”, recurrente en la jerga jurídico-económica (Armijo 2001). Sin embargo, aquel concepto no diferencia con suficiente claridad las estructuras
financieras de las jurídicas, distinción crucial desde la lógica teórica de índole sistémico. En cambio, el concepto de régimen regulatorio presupone
que ambos planos se encuentran clausurados operativamente, pero enlazados y acoplados institucionalmente.
Así como la semántica “persona”, alude a una construcción simbólica que brota del acoplamiento estructural entre un sistema biológico particular (cuerpo humano) con un determinado sistema psíquico (conciencia)
(Luhmann 2006), sostengo que la morfología del régimen financiero global posee una identidad eminentemente dual. Desde dicha perspectiva, el
régimen se puede observar y describir tanto desde un punto de vista cartográfico (a) como de uno radiográfico (b).
a) En lo que respecta al nivel superficial su composición, el régimen
se encuentra conformado infraestructuralmente por una pluralidad de instituciones privadas, públicas y semipúblicas que permiten disminuir los costos de transacción implicados en la elaboración de outputs regulatorios (Willke 2007).
b) Trasladándonos al segundo nivel, la coordinación jerárquica de
los actores que integran la multiplicidad de entidades regulatorias sirve de catalizador para la emergencia de conjunto diversifi3
De todas maneras, las diferencias entre ambas semánticas son poco significativas, por lo que no resulta
inconsistente hablar de regímenes regulatorios y de constituciones sociales a la vez.
4
Para el caso particular del régimen financiero, éste carece de un organismo central desde el cual emane
normatividad con carácter vinculante, como sucede con la Organización Mundial del Comercio (OMC)
en lo que atañe a la lex mercatoria (Mereminskaya & Mascareño 2011). Más bien, el régimen está compuesto por una red de instituciones regulatorias especializadas en un sector estructural específico del
sistema financiero (Douglas & Taylor 2009).
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autodeterminación privada
cado de normas y procedimientos (medios) que se vinculan,
agrupan y condensan en una serie de dispositivos de corrección y
mecanismos preventivos (formas) con la finalidad de salvaguardar, no sólo la estabilidad del sistema financiero, sino también de
acelerar y extender su actividad intrínseca.
La configuración programática del régimen financiero ha oscilado a lo largo de su historia entre dos principios contrapuestos, basados en la dicotomía regulación pública/autorregulación privada. Karl Polanyi (2001)
describió en extenso el desenvolvimiento de tal dinámica hasta mediados
del siglo XX, sintetizándola en el célebre concepto de “doble movimiento”. La pasada crisis marcó un nuevo vuelco en el vaivén programático del
régimen financiero, lo cual se ha expresado en una intensificación de la
presencia estatal en las estructuras financieras, luego de años de ver cooptada su autonomía operativa por parte del sistema financiero.
2. DESDIFERENCIACIÓN DIRIGIDA POR EL SISTEMA FINANCIERO: LA VULNERABILIDAD DE LA REGULACIÓN FINANCIERA DOMÉSTICA
El primer ladrillo sobre el que se erige toda la arquitectura infraestructural
del régimen radica en las agencias regulatorias nacionales, definidas como
organizaciones públicas de carácter autónomo, lo que las sitúa a mitad de
camino entre el mundo público y la dimensión privada. Eric Pan (2011:
1909) identifica su principal función en “el diseño, la promulgación y en la
ejecución de la regulación”, para lo cual el sistema político les delega facultades ejecutivas de producción normativa (Amstutz 2011), responsabilizándolas además por la fiscalización de aquellos marcos regulatorios.
Según lo planteado por Pan (2011), las entidades regulatorias domésticas se ven condicionadas a optar entre dos tipos de estrategias
opuestas para efectuar sus labores regulatorias, las que se categorizan taxonómicamente en estrategias públicas y privadas; ambas pueden reconocerse, en términos sistémicos, como dos configuraciones programáticas
distintas.
La programación pública se traduce en inputs directos del organismo regulatorio en su entorno institucional, mediante los cuales se exige a
los participantes del mercado adscribirse a las reglas prudenciales dispuestas. Asimismo, efectúan labores exhaustivas de supervisión y ejecución que complementan con rigurosas evaluaciones y certificaciones.
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Los reguladores nacionales también pueden elegir realizar una descarga operativa hacia las mismas instituciones financieras, abogando por
la autorregulación del sistema financiero en detrimento de una forma de
monitoreo externo. Para transferir dicha responsabilidad, se fijan principios abocados a la divulgación de la información interna de cada organización hacia el mercado, a modo de aumentar la transparencia operativa5.
Junto a ello, se potencia la creación de instituciones autorreguladoras
(self-regulatory institutions (SROs)), entendidas como asociaciones financieras gremiales encargadas de producir protocolos y estándares para su
sector específico (crediticio, de inversión, previsional, etc…), entre otras
medidas como la asistencia de gatekeepers u oficiales internos de cumplimiento.
A pesar de lo que se pudiese concluir a primera vista, la programación pública no representa necesariamente los intereses del sistema político. Puesto que el gobierno de turno puede tener dentro de sus planes una
política fiscal expansiva, una fórmula conveniente podría ser permitir mayor concesión de créditos y, por ende, promover una regulación que permita a los bancos tomar más riesgos. Por esta razón, la autocorrección del
sistema financiero puede ser el programa regulatorio más adecuado para
acelerar su rendimiento en el corto plazo, lo que trae consigo un desmedro en la estabilidad de sus procesos.
Según Pan (2011), la elección de uno u otro enfoque depende principalmente de los recursos con los que cuente cada entidad supervisora.
No obstante, como se ha anticipado al respecto, la apropiación de la infraestructura regulatoria por parte del aparato estatal y de los actores financieros privados, torna aún más enmarañada la difusa naturaleza sociofuncional de las organizaciones regulatorias.
A pesar de que el código operativo que orienta las comunicaciones
regulatorias confirma el rol de las entidades supervisoras como un engranaje más en la maquinaria del derecho (Febbrajo 2011), éste subsistema
parcial debe echar mano a conocimientos propiamente financieros para
comprender las semánticas y los procesos de aquel dominio. Con la finalidad de interpretar lo que acontece en dicha esfera, el sistema jurídico ha
recurrido al reclutamiento de expertos 6especializados en el campo de las
finanzas, por lo cual se ve sometido a la constante presión de la llamada
5
Estrategia que también se conoce tradicionalmente como “disciplina de mercado”.
En un contexto social marcado por altos niveles de diferenciación funcional, se torna imperioso para
los diversos subsistemas parciales el reclutamiento de individuos especializados en su complejidad interna, profesionales a los cuales Willke (2007) denomina expertos simbólicos.
6
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autodeterminación privada
“trampa epistémica” (Teubner 2005), obstáculo en el cual el sistema jurídico se ve compelido a traducir las realidades externas dentro de sus propios parámetros cognitivos.
Dada la mixtura social que caracteriza a las estructuras regulatorias
nacionales, la trampa epistémica se exacerba en comparación a lo que
ocurre en los tribunales tradicionales, donde la interferencia es minimizada mediante la asistencia a soluciones procedimentales. En la jerga jurídico-financiera, circula el término de “captura regulatoria” para hacer referencia a la desdiferenciación que se genera cuando el sistema financiero
consigue absorber a las agencias supervisoras dentro de su propia estructuralidad (Stigler 1971). Pagliari (2012c), sintetiza las causas de dicho proceso en la confluencia de cuatro factores primordiales: la supremacía intelectual de los profesionales en finanzas, el contexto institucional, la intervención intersistémica del aparato gubernamental, y una participación
asimétrica de los stakeholders en el proceso regulatorio7.
De modo complementario, la vulnerabilidad de las superintendencias ante la desdiferenciación programática se explica a partir del concepto
de “puertas giratorias” (Green 2012). La intermitente alternancia ocupacional de los reguladores entre la industria financiera y las entidades regulatorias conlleva que éstos carguen consigo la racionalidad utilitarista del
subsistema financiero, lo que no se condice con la misión pública de su
mandato.
Como es de esperar, la tendencia a la fusión estructural parcial
(Kjaer (2011) es proclive a suceder en culturas nacionales, donde la política fiscal se encuentra orientada a extraer el máximo rendimiento del sistema financiero, para lo cual puede recurrir a su desregulación. Si se compara el grado de autonomía que poseían las entidades regulatorias en las
jurisdicciones nacionales regidas por modos centralizados de coordinación
sistémica (como China), en contraposición con aquellas basadas en el autogobierno (como sucede con las configuraciones regulatorias anglosajonas), éstas últimas fueron mucho más propensas a sufrir episodios de
desdiferenciación dirigidos desde el sistema financiero hacia las estructu7
La clausura operativa de los subsistemas sociales, y su ascendente complejización operativa y estructural, tornan cada vez más opacos sus procesos internos (Luhmann 2006). Esta falta de transparencia se
traduce en dificultades para observar y comprender lo que acontece en los dominios funcionales vecinos, por lo que la incorporación de inversionistas en los cuerpos regulatorios, no supone un problema
en sí mismo. La irrupción patológica de la racionalidad financiera en el mundo jurídico, se ejerce cuando
existe un desbalance entre los stakeholders que efectivamente participan de la regulación, lo cual repercute en una inexorable captura cognitiva (2012c).
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Benjamín Sánchez
ras reguladoras (Helleiner & Pagliari 2011), como consecuencia de un estímulo proveniente desde el sistema político.
La ambivalente desdiferenciación funcional de las estructuras regulatorias a nivel nacional, coincide con el diagnóstico de Mereminskaya y
Mascareño (2011) en torno a los posibles focos de colisión entre las expectativas del régimen financiero, y los intereses de las estructuras políticojurídicas nacionales.
En primer lugar, el estado puede intentar extender su control sobre
las operaciones de las entidades regulatorias domésticas, corriendo el
riesgo de normativizar las estructuras cognitivas del sistema financiero
(Mascareño 2011), lo cual entorpece la capacidad adaptativa de dicho sistema. En segundo lugar, los mecanismos cognitivos del sistema financiero
pueden estar lo insuficientemente desarrollados como para permitirle
mantener su estabilidad autopoiética, lo cual se puede contener mientras
la regulación fustigue la toma excesiva de riesgos. Pero cuando la programación que guía las operaciones regulatorias de las superintendencias nacionales tiende a la delegación de sus funciones al sector privado, el “riesgo moral” encuentra un terreno fértil para germinar (Dowd 2009)8, y el
sistema financiero puede exteriorizar sus distorsiones a otros sistemas en
su entorno.
Sin embargo, todos los elementos operativos y estructurales señalados anteriormente son susceptibles de verse modificados al ser comprendidos desde la dimensión temporal de sentido, puesto que al igual que
como sucede con los ciclos autopoiéticos en el sistema económico9, la esfera jurídica orientada a la regulación también manifiesta claros patrones
comunicativos en su ritmo operativo (Cross 2012), como será explicado a
continuación.
Son múltiples los factores que se conjugan para detonar un incremento repentino en la actividad de las agencias regulatorias. Además de
los efectos producidos por la captura regulatoria, se agrega la ocurrencia
de desestabilizaciones generalizadas en los mercados financieros, las cuales gatillan un aumento súbito en el caudal de comunicaciones recursivas
(Green 2012). En este sentido, existe un subyacente acoplamiento operativo entre el pulso del circuito autorreferencial financiero y la autopoiesis
8
No obstante, en la crisis subprime confluyeron ambas dinámicas simultáneamente. Por una parte, el
gobierno de Estados Unidos abusó de su máquina financiera, produciendo su inevitable sobrecalentamiento y respectivo cortocircuito en su hiperciclo autorreferencial (Mascareño 2011). Por otra parte, el
sistema financiero fue incapaz de advertir los peligros de los instrumentos derivados de inversión (Ladeur 2011).
9
O dicho de manera simplificada, como sucede con el ciclo económico (Keynes 2009)
60
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autodeterminación privada
del derecho10. De esta manera, la cadencia autopoiética de la regulación
financiera reacciona necesariamente ante las fluctuaciones en el flujo iterativo del sistema financiero.
En términos empíricos, esto sucede por la acción agregada de un alza en los fondos disponibles para que las agencias desplieguen sus operaciones regulatorias, tal como señala Pan (2011), sumado a la presión que
el sistema político ejerce para que las superintendencias enmienden la negligencia demostrada (Giadinis 2013a). Años después de disipado el desajuste generalizado de la autopoiesis financiera, el pulso regulatorio vuelve a desacelerarse hasta la aparición de una nueva debacle sistémica
(Cross 2012).
En referencia a la crisis del 2008, una vez que el ciclo autopoiético
financiero entró en fase de declive y la iliquidez comenzó a acechar los
mercados, el ciclo regulatorio retomó su curso ascendente (Pagliari
2012a). En lo que respecta a las crisis precedentes, la respuesta gubernamental tradicional se había caracterizado por fortalecer aún más la autorregulación del sistema financiero (Gadinis 2013a). Pero esta vez fue diferente. Una pluralidad de relaciones intersistémicas nocivas fueron advertidas por las estructuras cognitivas del sistema político, cuya capacidad de
aprendizaje permitió modificar sus expectativas originales y buscar nuevos
métodos para asegurar la estabilidad social, lo que marcó un giro en el paradigma autorregulatorio vigente. Las razones de este vuelco intersistémico se precisan a continuación.
3. DESDIFERENCIACIÓN
DIRIGIDA ESTATALMENTE:
REFORMAS
REGULATORIAS
DOMÉSTICAS
Para entender algunas de las causas concretas que detonaron este quiebre,
resulta relevante el análisis crítico hecho por Brasset y Clarke (2012) sobre
la crisis subprime. Estos autores dejan al descubierto cómo el sistema financiero trasplantó y utilizó semánticas alusivas a catástrofes naturales
tomadas desde la psicopatología, como recurso simbólico para generar
una subsecuente respuesta auxiliar por parte del sistema político. Más
precisamente, se difundió una verdadera “narrativa traumática” (Brasset
10
Para efectos del orden social, los acoplamientos permiten la coordinación de las múltiples contingencias que dan vida a las operaciones comunicativas (Luhmann 2006), de forma tal que se vinculen en
patrones definidos. Esto significa que ante determinada variación en un sistema, se puede activar una
consiguiente respuesta en otro sistema, razón por la cual no se debiese confundirse coordinación con
sincronización (Willke 2007).
61
Benjamín Sánchez
& Clarke 2012: 14) para activar una respuesta tan veloz como onerosa de
parte del Estado, el que por su parte reaccionó con abundantes inyecciones de capital a las instituciones financieras en bancarrota. De esta manera, el sistema financiero construyó astutamente la figura de una víctima
desvalida (los ahorrantes) y de un codicioso perpetrador (los banqueros y
los especuladores).
Gracias a dicho movimiento performativo, el sistema financiero
cumplió uno de los dos objetivos perseguidos. En primer lugar, los masivos balotajes permitieron salvar a tiempo las entidades catalogadas como
too big to fail, cuya insolvencia ponía en peligro a todo el sistema. A esta
ayuda se agregó la participación directa de actores políticos anteriormente
desligados de la regulación financiera, cuyos amplios poderes parlamentarios y ministeriales permitían agilizar el rescate sistémico (Gadinis 2013a).
En segundo lugar, se perseguía desviar el foco de disrupción percibido para así no gatillar cambios estructurales significativos, sindicando como
culpables a los irresponsables actores financieros y no al sistema en su
conjunto. No obstante, aquella meta no pudo ser alcanzada conforme a lo
esperado.
El malestar generalizado de la población en los países afectados,
desataron oleadas de comunicaciones que fueron asimiladas por las estructuras democráticas de los estados. Como resultado, los actores estatales se vieron compelidos a traducir dicha insatisfacción en un mayor involucramiento de los gobiernos en las actividades regulatorias (Gadinis
2013a). Dicho de otro modo, el ingreso de los intereses de la sociedad civil
al régimen financiero en medio de la vorágine gatilló un proceso de democratización relativa del régimen. En definitiva, el sistema financiero superó el umbral de tolerancia hasta el cual los gobiernos podían soportar su
autodestructiva tendencia.
Con ciertas reminiscencias a lo que sucedió posteriormente a la crisis de 1929, las estructuras estatales que demostraron una excesiva permisividad financiera (y otras de modo preventivo11) alteraron la organización
de su infraestructura regulatoria interna. El resultado se tradujo en el tránsito de una forma eminentemente cognitiva de coordinación social, basada en la mano invisible de la regulación, a un modo de coordinación regulatoria que otorga un mayor margen de discreción formal a los actores gubernamentales (Pagliari 2012a), lo que sirve de contrapeso de cara a la
captura financiera de la infraestructura jurídico-regulatoria.
11
De forma mimética, algunas estructuras nacionales asimilaron las medidas adoptadas por la UE con
respecto a las agencias de calificación de riesgo, y a los instrumentos derivados (Pagliari 2012b).
62
La reconfiguración del régimen financiero global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
Para analizar las modificaciones centrales de la reforma regulatoria
se tomarán como referencia los resultados empíricos y las valiosas conclusiones presentadas por Stavros Gadinis (2013a). En base a una muestra de
quince jurisdicciones nacionales claves para el sistema financiero, dos encuestas levantadas el 2007 y el 2010 revelaron que nueve estados han amplificado la participación gubernamental en el régimen financiero, incluyendo a cuatro de los núcleos financieros más relevantes (Estados Unidos,
Alemania, Francia y el Reino Unido). Sobre los países que no realizaron
cambios, cuatro de ellos (Japón, Canadá, México e Italia) ya presentaban
una considerable influencia estatal en su aparato regulatorio. Sólo Corea
del Sur y Suiza fueron la excepción, cuyas culturas regulatorias son sumamente peculiares12.
Gadinis (2013a) se muestra enfático en mencionar que en la mayoría de las estructuras nacionales reformadas, las entidades regulatorias
han conservado las funciones cognitivas de observación y descripción del
entorno financiero, pero la subsecuente información generada es susceptible de ser interpretada y utilizada por agentes estatales para una posterior toma de decisiones resolutivas en torno a circunstancias cruciales. La
fórmula empleada por cada gobierno para recuperar las estructuras regulatorias capturadas por el sistema financiero, ha radicado en una reestructuración del armazón institucional desde el cual emanaba dicha regulación. Más específicamente, la plataforma para su estatización indirecta se
basó en dos mecanismos mutuamente imbricados.
En primer lugar, la gran mayoría de las estructuras nacionales optó
por fragmentar sus entidades regulatorias en múltiples organizaciones especializadas en una de las diversas áreas del sistema financiero, lo que se
tradujo en la célebre Ley Dodd-Frank para el caso de Estados Unidos, en
los cuatro paquetes de reformas bancarias en Dinamarca, o en las tres actas prescritas desde el 2009 en Irlanda, por mencionar algunos de los casos estudiados por Gadinis (2013a). En concreto, los ejemplos más claros
se encuentran en la abolición de la Financial Services Authority (FSA) en
Gran Bretaña, cuyo aparato regulatorio se distribuyó en tres organismos
con funciones más específicas, y en la respectiva creación del Financial
12
En contra de la tendencia imperante, Corea del Sur contempló inicialmente la idea de introducir legislaciones desreguladoras que finalmente descartó, aunque en 2009 aprobó una reforma para incrementar
la integración de las estructuras financieras sin aumentar la influencia política (Gadinis 2013a). Para el
caso de Suiza, “la falta de poder ejecutivo centralizado, tales como un presidente o primer ministro”
(Gadinis 2013a: 357) explicarían su desinterés por aumentar el control político sobre la industria financiera.
63
Benjamín Sánchez
Stability Oversight Council (FSOC) y de la Orderly Liquidation Authority
(OLA) en EEUU.
En segundo lugar, la creación de nuevos aparatos regulatorios y la
consolidación de los ya existentes supuso la formación de nuevos acoplamientos estructurales entre el sistema político, encarnado en la figura del
Estado nación, y el sistema jurídico, representado por las entidades regulatorias. Los nuevos vínculos intersistémicos se expresaron en la creación
de concilios entre los gobernadores de las diversas entidades reguladoras
nacionales –incluido el representante del banco central- con un actor político como líder del consejo, o por lo menos con una considerable cantidad
de miembros designados por parte del gobierno. En palabras del propio
Gadinis (2013a: 368): “la toma de decisiones en estos concilios a menudo
implica requisitos de supermayoría y derechos de veto que cimientan el
rol primario de los políticos”, lo que confiere a los actores estatales facultades para conducir las operaciones regulatorias tanto en ocasiones excepcionales, como durante el funcionamiento habitual de los mercados financieros.
Cada país que ajustó y readaptó su estructura regulatoria, lo hizo
conforme a sus propios requerimientos funcionales idiosincráticos. Algunas estructuras nacionales optaron por compartir los poderes de veto entre actores gubernamentales y las agencias supervisoras, mientras que en
otras el Estado posee un control total sobre los dispositivos de inyección
simbólica auxiliar, es decir, sobre los rescates bancarios (Gadinis 2013a).
Asimismo, a pesar de no ser la tendencia general, cuatro gobiernos optaron por “mantener más poderes indirectos que directos” (Gadinis, p.362),
referidos a la designación de actores regulatorios relevantes. A grandes
rasgos, el estado amplió su perímetro operativo en cuatro frentes: autoridad supervisora, aseguración de depósitos, autoridad prudencial y ejecución resolutiva.
Estos nuevos acoplamientos estructurales sirven de conducto institucional para que el estado pueda canalizar legítimamente sus irritaciones
hacia el sistema jurídico, de tal forma que sus resultados operativos puedan ser concordantes con los criterios de regulación pública esperados por
el gobierno. No obstante, dicha infraestructura regulatoria también puede
servir como puerta de entrada a la contaminación de la autopoiesis jurídica en base a intereses puramente gubernamentales. Es posible plantear
algunos escenarios en los cuales el estado podría anteponer ocasionalmente su código político elemental a la codificación binaria propia del sistema jurídico, instrumentalizando las instancias de deliberación regulato64
La reconfiguración del régimen financiero global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
ria en su propio y único beneficio funcional, lo que socavaría momentáneamente el carácter diferenciado del derecho como subsistema parcial de
la sociedad13.
En lo atingente a la reconfiguración doméstica del régimen financiero, Gadinis (2013a) considera tres contextos hipotéticos en los que se podría entrever una distorsión de las operaciones jurídico-regulatorias por
causas netamente políticas, recurriendo indiscriminadamente a los mecanismos de bailout.
El primero de ellos corresponde al grado de precisión temporal con
el que se aprueban los rescates financieros, el cual según el autor, se podría ver afectado por el comportamiento cíclico del sistema político, definido por la ocurrencia de periodos electorales14. Gadinis (2013a) supone
que, posteriormente a la ocurrencia de elecciones, los gobiernos pueden
dejar caer a ciertas instituciones financieras en problemas, como consecuencia de una menor consideración sobre las preferencias de la ciudadanía. Sin embargo, el descontento generado por la pérdida de empleo,
ahorros y el consecuente contagio disruptivo que conlleva el no autorizar
ciertos bailouts, puede ser incluso mucho mayor que el provocado por utilizar el dinero de los contribuyentes sin su consentimiento. Por lo anterior,
es poco probable que algún gobierno opte por poner en peligro la estabilidad de sus mercados financieros por una razón tan fútil como lo es la
captación de popularidad a corto plazo.
El segundo foco de colisión radica en la creciente polarización de la
opinión pública luego de la crisis, lo cual aumenta el riesgo de que “las
elecciones de los políticos pueden reflejar eventualmente tendencias más
radicales en la opinión pública” (Gadinis 2013a: 385). Nuevamente, resulta sumamente improbable que un gobierno elija encender una chispa que
incendie gran parte de las operaciones financieras, al anteponer su afán
por captar la simpatía del electorado. Si bien los bailouts contribuyen a
crear una atmosfera propicia para el riesgo moral, los costos derivados de
no facilitar el auxilio intersistémico a tiempo y en la justa proporción pue13
Cabe destacar que la llamada desdiferenciación intersistémica, acontece con una frecuencia excepcional, ya que a ningún sistema le resulta conveniente mantener un control absoluto y sostenido de los
procesos operativos de otro dominio sistémico (Mascareño 2010). En tal caso, la absorción total del sistema subordinado a manos del sistema dominante, implicaría un inevitable entorpecimiento y la consiguiente dilución de la utilidad funcional del primero, por lo cual se vuelve necesario conceder un relativo margen de autonomía, para que el segundo pueda parasitar y nutrirse de su rendimiento comunicativo (Amstutz 2011).
14
Para una revisión acabada sobre cómo los procesos políticos irritan al sistema financiero, véase Carey
y Lebo (2006).
65
Benjamín Sánchez
den ocasionar un desajuste generalizado en la operatividad de los demás
subsistemas parciales, dentro y fuera de la estructura nacional en aprietos15.
En lo que respecta a la tercera consideración que podría mermar
eventualmente la autonomía regulatoria del sistema jurídico, Gadinis
identifica en el lobby un riesgo patente. Con la finalidad de establecer una
relación de clientelismo político, el sistema financiero puede caer en prácticas que muchas veces escapan al escrutinio de la luz pública, como el
costear campañas políticas16 -actividad que por lo demás facilita la captura
regulatoria (Pagliari 2012c), pero esta vez con el sistema político como intermediario. En este caso, la concesión de ayuda monetaria se da por hecho, quedando relegada a la contingencia la indicación de qué firmas son
las que merecen ser apoyadas, y qué empresas financieras deben quebrar.
En este sentido, la verdadera cuestión es menos si rescatar o no a las
entidades financieras en peligro, que en la elección de a cuáles firmas entregar su apoyo. En base a los argumentos presentados, sostengo que sólo
el último caso presentado por Gadinis (2013a) constituye un ejemplo de
desdiferenciación factible de ser verificado empíricamente, lo que será
ilustrado tomando como ejemplo las preferencias del gobierno estadounidense durante la crisis subprime.
Cuando la crisis alcanzó su punto más álgido el año 2008, el gobierno
de EEUU optó por rescatar a Fannie Mae y a Freddie Mac, dos corporaciones claves en la política pública impulsada por el gobierno de aquel entonces, las que, sin embargo, demostraron ser responsables de tomar un
excesivo riesgo en la concesión de hipotecas (Mascareño 2011). La correspondencia de los servicios ofrecidos por ambas entidades con los intereses estatales, y su gran capacidad de influencia política, les valió un
amplio favoritismo que se tradujo en un cuantioso préstamo otorgado con
el dinero de los contribuyentes, como queda expresado por Richard Painter:
En el mercado hipotecario, las empresas patrocinadas por el gobierno (GSE),
más notablemente Freddie Mac y Fannie Mae, contribuyeron significativamente
15
Lo que se evidencia en el caso de Japón en la década de los 90. Los efectos negativos de no haber decidido intervenir a tiempo sus bancos afectados, se han manifestado en una severa y persistente deflación.
16
Como se demostró en la condonación de las deudas sostenidas por el Partido Socialista Obrero Español con el Banco Santander y con la caja de ahorros de Bilbao y Vizkaya en el 2012, por doce y veintiún
millones de euros respectivamente, durante el gobierno de aquel partido político (Hernanz 2011); (Elmundo.es 2006).
66
La reconfiguración del régimen financiero global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
al nivel de riesgo y usaron influencias políticas y hábil cabildeo para impedir los
esfuerzos para impedir sus actividades (Painter 2009: 134).
De igual forma, otras firmas recibieron un apoyo similar de parte del Estado. No obstante, el célebre banco de inversión Lehman Brothers no corrió
la misma suerte, desplomándose de forma espectacular en septiembre de
2008. Los criterios que guían a los actores políticos a rescatar a ciertas firmas y no a otras pueden levantar suspicacias cuando existe una ausencia
de estructuras protocolares adecuadas que transparenten aquella toma de
decisiones:
No hay reglas jurídicas preestablecidas o instituciones para implementar las
normas. Funcionarios políticos toman la mayoría de esas decisiones, y a veces
esas decisiones pueden parecer arbitrarias (por ejemplo, Bear Stearns y AIG son
rescatados, pero Lehman Brothers no). Cuando conflictos de interés y otros
problemas éticos contribuyen a la arbitrariedad en las decisiones gubernamentales con respecto a rescates extraordinarios, los funcionarios pueden malgastar
el dinero público, erosionando la confianza pública en el gobierno. (Painter
2009: 132).
Para evitar interpretaciones sesgadas de lo que se busca definir como
lobby en este texto, cabe precisar que la ciudadanía también puede irritar
a las estructuras estatales a través de acciones colectivas o movimientos
sociales. Actores pertenecientes al campo financiero y otros fuera de dicha
esfera, también pueden vincularse políticamente con la finalidad de intentar adaptar la regulación a sus aspiraciones. De hecho, algunas medidas
gubernamentales emprendidas para enfrentar los vicios regulatorios han
sido contrarrestadas por la acción de la industria financiera (Pagliari
2012a).
Como se mencionó supra, el sistema político posibilita el acceso a
sus operaciones comunicativas tanto a agentes estatales como a actores
privados, por lo que resulta habitual la formación de coaliciones entre las
instituciones financieras para ejercer presión contra cierta disposición regulatoria, ya sea a nivel doméstico, regional y transnacional. No obstante,
también existe una táctica de lobby subvalorada por la literatura académica especializada. Pagliari y Young (2013), presentan evidencias que confirman la participación de una heterogeneidad de instituciones extrafinancieras en los procesos de resistencia regulatoria. Para ejercer un
feedback negativo sobre las pretensiones del sistema jurídico, el sistema
financiero no sólo moviliza políticamente a sus diversos stakeholders sec67
Benjamín Sánchez
toriales, sino que además se agregan stakeholders pertenecientes al sistema de la economía real17. Empresas representativas de rubros como la
agricultura, las telecomunicaciones o la energía, pueden aceptar agruparse
en bloques junto a determinada industria financiera, dado que medidas
más restringentes a la oferta de crédito disponible, pueden perjudicar sus
planes de negocios.
De todos modos, la reflexividad del sistema jurídico le ha permitido
activar ciertos mecanismos de defensa que dificulten la desdiferenciación18. Gadinis (2013a)menciona que en EEUU la legislación contempla la
apelación a tribunales en caso de decisiones arbitrarias por parte del
FSOC, así como exige una justificación formal del Tesoro de su Majestad
para respaldar ciertas resoluciones claves para el caso de Gran Bretaña.
No obstante, en última instancia, la existencia de tales resguardos representa un resguardo más formal que práctico.
Sin embargo, las entidades regulatorias también han amplificado su
rango de intervención supervisora. Pagliari (2012b 2012c) ha evidenciado
una extensión del alcance regulatorio doméstico y regional, en los campos
financieros ajenos a la fiscalización jurídica previamente a la crisis19, los
cuales surgieron como motivo del llamado boom de la innovación financiera desde el último cuarto del siglo XX20. Sobre lo mismo, la pluralidad
de cambios acontecidos en los niveles inferiores y medios del régimen financiero global estimularon la adaptación de su escalafón superior al nuevo estado de complejidad emergente. Más específicamente, tanto la estatización de la regulación doméstica como los cambios en el statu quo en el
plano internacional21, han redundado en la formación de nuevos acoplamientos estructurales en la infraestructura institucional transnacional, y en
17
Pero los stakeholders extra-económicos también pueden agruparse políticamente, y presionar en contra de los intereses de las instituciones sujetas a la regulación (Pagliari & Young 2013).
18
De todas maneras, Schultz y Thompson (2011) ofrecen una perspectiva que pone en entredicho la
supuesta autonomía de los reguladores domésticos. Ya que en la práctica, las actividades regulatorias
deben rendir cuentas e ir de la mano con las políticas gubernamentales.
19
Las medidas apuntadas a cubrir las lagunas regulatorias que surgieron producto de la acelerada complejización estructural del sistema financiero, se han enfocado en el mercado en las sombras (OTC), las
agencias de calificación de riesgo y los fondos libres de inversión.
20
Sobre esta verdadera explosión de nuevos artilugios técnicos para el despliegue de las operaciones
financieras, véase Best (2010).
21
Uno de los efectos más sorpresivos de la crisis del 2008, se encuentra en el debilitamiento de la distinción centro/periferia presente en el contexto internacional (Kjaer 2011), referido específicamente a la
disminución de la brecha existente entre las estructuras nacionales desarrolladas, y aquellas en vías de
desarrollo. El principal vestigio que confirma esta dinámica radica en la conformación del G20 como
principal foro de cooperación económica internacional, lo que ha permitido incluir la perspectiva de
numerosas culturas nacionales –otrora excluidas- a la institucionalidad existente.
68
La reconfiguración del régimen financiero global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
una correspondiente reprogramación de los principios que guían la producción de sus estructuras normativas.
A pesar de la gran responsabilidad funcional que poseía el Financial
Stability Forum (FSF), sus ambiguas metas e incipientes resultados demostraron ser un obstáculo para afrontar los escollos regulatorios que reveló la crisis, lo que motivó su remodelación en abril del 2009. Como resultado, el FSF fue transformado en el Financial Stability Board (FSB), con
una matriz de planificación robusta y con una expansión de su membrecía
acorde a la creación del G20 (BIS 2013). De este modo, se constituyó como el auténtico cuartel general de la regulación financiera global, aunque
sólo para alcanzar ejes de compatibilidad normativa débil entre los sistemas funcionales que allí convergen (Teubner 2005), sin la capacidad para
tomar e imponer resoluciones punitivas.
La modificación del diseño organizacional del FSB suministró las
condiciones necesarias para generar un nuevo acoplamiento estructural
entre el sistema jurídico y el sistema político, representado por las estructuras estatales y sus actores gubernamentales, quienes integran el plenario
del organismo regulatorio. Por medio esta instancia, los ministros de finanzas de las estructuras nacionales más relevantes del G20 han canalizado sus inquietudes regulatorias y moldeado las estructuras normativoprocedimentales acordadas en el FSB, cuya punta de lanza radica en una
serie de marcos regulatorios dirigidos a enmendar el desperfecto que significan las entidades Too-Big-To-Fail (TBTF) (FSB 2013), de manera tal
que se pueda terminar –o por lo menos atenuar- el parasitismo intersistémico entre sistema financiero y sistema político, provocado por los bailouts.
CONCLUSIONES
Si bien han sido numerosos los avances evolutivos experimentados por el
régimen financiero en los últimos cinco años, no se han desmantelado los
rasgos centrales del esquema regulatorio previo a la crisis, persistiendo la
disciplina de mercado como el principal mecanismo de autorregulación.
Por lo mismo, las medidas adoptadas están lejos de tener un impacto
equiparable a las respuestas estatales tomadas con posterioridad a la gran
crisis de 1929. Aunque resulta también evidente que muchos efectos de la
69
Benjamín Sánchez
crisis del 2008 traen reminiscencias de aquel fatídico evento22. De todos
modos, las transformaciones de la arquitectura financiera global revisadas
en el presente artículo expresan la ocurrencia de un genuino momento
constitucional23, cuyo despliegue está impelido por el sistema político pero
codificado en base a construcciones normativas que demuestran compatibilidad con la racionalidad financiera, lo cual no sería posible sin la habilidad reflexiva del derecho.
Como es de esperar, la extensión temporal de este proceso queda
determinada por el advenimiento del cénit del ciclo regulatorio. Debido a
la iteración episódica de la autopoiesis jurídica acoplada a la operatividad
financiera, es difícil anticipar si los marcos regulatorios impulsados podrán
sostenerse considerablemente en el futuro, o si serán efectivamente rechazados por el sistema financiero a través de irritaciones negativas. Y por
lo visto, así seguirá siendo mientras el régimen cuente con una mala memoria, insuficiente capacidad de aprendizaje a largo plazo, y recurra al
empleo de medidas más reactivas que preventivas.
Conforme a lo presentado en el desarrollo de este artículo, queda en
evidencia la escaza efectividad de la doble reflexividad del sistema jurídico,
capacidad mediante la cual éste puede generar normas para limitar la
misma producción de normas para así producir anticuerpos que impidan
su captura definitiva por parte del sistema financiero. Cada cierto intervalo
temporal, esta condición redunda en la intensificación del control políticoestatal en la infraestructura regulatoria nacional y extra-doméstica, lo que
merma el rango de discrecionalidad operativa del sistema jurídico desde
dos direcciones funcionales, las que, contrario a lo que pudiese pensarse,
no son del todo irreconciliables.
Como lo demuestran las reformas efectuadas para corregir los vacíos regulatorios del régimen, pueden coexistir simultáneamente férreos
mecanismos de control político con la captura de las bases regulatorias de
la esfera jurídica, dado que las necesidades de apoyo cognitivo que manifiesta el régimen financiero a escala doméstica (y transnacional) no se solucionan con la simple creación de mayores dispositivos de fiscalización.
De hecho, si se buscase extirpar definitivamente la captura regulatoria,
22
Como se constata en la progresiva y generalizada adopción de barreras proteccionistas a nivel internacional, tanto para las inversiones como para el comercio de bienes y servicios (Borak 2013), por
mencionar un ejemplo.
23
Como aduce Teubner (2011), corresponde a un evento de auto-conservación que se activa cuando la
autodestrucción del subsistema parcial se torna inminente: “The functionally-differentiated society appears to ignore earlier opportunities for self-correction […] The endogenous self-energising processes
are so dominant that they allow self-correction only at the very last moment.” (p.11).
70
La reconfiguración del régimen financiero global: Entre la determinación pública y la
autodeterminación privada
habría que advertir que el problema no sólo reside en una desdiferenciación programática y estructural ejercida desde el dominio financiero porque, hasta cierto punto, aquellos rasgos sistémicos son los suficientemente
genéricos como para permitir su similitud y convergencia entre diversos
sistemas sociales24. El desafío real está en cómo procedimentalizar las actividades de los expertos simbólicos que se insertan desde el sistema financiero al sistema jurídico, de tal manera que su cosmovisión sea congruente
con las operaciones regulatorias exigidas.
Por lo mismo, el derecho financiero pareciera presentarse al sistema
jurídico como una entidad inerte, incapaz de defenderse de la lucha que
establecen los dos subsistemas sociales mencionados. Pero, de cierta manera, la permisividad demostrada por el sistema jurídico en esta dinámica
ha sido requisito para que las estructuras nacionales con su regulación financiera “capturada”, hayan podido explotar al máximo el rendimiento
operativo del sistema financiero, nutriendo al resto de los subsistemas sociales de sus beneficios funcionales. Claro está, los daños se dejan sentir
con la ocurrencia de cada crisis, recordando intermitentemente que todo
sistema posee límites ineludibles.
Pero es precisamente en aquellas instancias cuando interviene el
sistema político, como contrapeso a los excesivos y recurrentes tropiezos
financieros. En este sentido, independientemente de la momentánea pérdida de autonomía que experimenta el sistema jurídico como consecuencia de la desdiferenciación, su necesaria variabilidad estructural se activa y
dirige en función de la irritación que recibe alternadamente de ambos
subsistemas parciales, por lo que si bien este proceso dialéctico ha sido catalogado como eminentemente disfuncional, sus ventajas relucen cuando
se le observa dentro de márgenes temporales lo suficientemente amplios25. Dicho de otro modo, el doble movimiento descrito a lo largo de este artículo constituye un claro reflejo de los patrones que sigue la evolución social en ciertas circunscripciones territoriales, cuya idiosincrasia
apuesta por la adaptación mutua de los tres subsistemas parciales “partícipes” de la regulación financiera, más basada en la persecución de -a ve24
Es más fácil hacer coincidir estructuras y programas, que racionalidades o realidades epistémicas. Algunas estructuras sirven de bisagra entre diversos subsistemas sociales, las cuales justamente permiten
el acoplamiento estructural entre ellos. Asimismo, pueden encontrarse programaciones relativamente
comunes entre diversos sistemas parciales, respetando su código elemental claro está.
25
A pesar de que en esta reflexión se indagaron los efectos de una reforma institucional, la misma utilidad estabilizadora de la desdiferenciación podría ser identificada en eventos críticos como revoluciones
o golpes de estado, cuyo objetivo inmediato sea contrarrestar la sobre-extensión de algún subsistema
parcial, creciendo más allá de los límites que aseguran su integridad y la de su entorno.
71
Benjamín Sánchez
ces transgresoras- estrategias de interferencia y de ajuste mutuo, que en la
imposición centralizada de iniciativas autoritarias de coordinación.RM
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SOBRE EL AUTOR
Benjamín Sánchez Cobo es sociólogo por la Universidad Alberto Hurtado, Chile y
Bachiller en Humanidades por la misma universidad. Actualmente es consultor para la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, Chile, sobre políticas
públicas comunales y uso del tiempo urbano.
CONTACTO: [email protected]
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Recibido: Diciembre 2014
Aceptado: Abril 2015
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