Dinámicas familiares y disputas por la tierra

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Dinámicas familiares y disputas por la tierra entre los totonacas de
Veracruz, México
Family dynamics and land disputes among the Totonacas of Veracruz,
Mexico
Dynamiques familiales et conflits pour la terre chez les Totonaques de
Veracruz (Mexique)
Victoria Chenaut∗
Abstract
Among the Totonacas of the Coyutla municipality (Veracruz), local inheritance norms privilege
male over female offspring. This creates numerous land conflicts between siblings and brothers- and
sisters-in-law, parents-in-law and sons-and daughters-in-law, parents and offspring. The fact that
kinship relations are relevant in litigations over land leads us to consider that access to land, and
inheritance in particular, is related to certain circumstances derived from family and community
dynamics.
Using ethnographic fieldwork and judicial archive materials, in this paper I intend to demonstrate
the ways in which domestic groups confront the tensions that stem from land scarcity, land rights, and
the transmission of inheritance in situations of interlegality. I will highlight some of the strategies
employed by social actors, the use of legal concepts derived from state and indigenous law, as well as
the gender relations that traverse these land disputes.
Résumé
Pour les Totonaques de la municipalité de Coyutla, Veracruz, les normes locales d'héritage de la
terre donnent préférence aux fils sur les filles. Ceci provoque des nombreux conflits pour la terre entre
frères et beaux-frères, beaux-pères et gendres, pères et fils. L’importance et la récurrence des relations
de parenté dans les litiges fonciers nous amène à considérer la place des dynamiques familiales et
∗
Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México
Colloque international “Les frontières de la question foncière – At the frontier of land issues”, Montpellier, 2006
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communales dans la définition et l’évolution des conditions d'accès à la terre, en particulier dans le
cadre des procédures d'héritage.
En utilisant de l'information provenant d’un travail ethnographique et de l’analyse des archives
judiciaires, je me propose de montrer dans cette communication comment les groupes domestiques
font face aux tensions générées par la pénurie de terres, la définition des droits fonciers et la gestion de
l'héritage en situation d'interlégalité. Je soulignerai certaines des stratégies utilisées par les acteurs
sociaux, telles que la mobilisation des concepts légaux extraits du droit foncier officiel ou du droit
indigène, ainsi que les relations de gendre qui traversent les conflits fonciers.
I.- Introducción
Los estudiosos de la sociología y la antropología jurídica han abordado la problemática del pluralismo
jurídico que ha sido definido como la coexistencia de dos o más sistemas jurídicos en un mismo
campo social (Merry, 1988: 870; Carbonnier, 1982). En los primeros trabajos escritos acerca de este
tema se partía de considerar que los órdenes jurídicos diferenciados se mantenían sin entrar
mayormente en contacto el uno con el otro. Sin embargo, a partir de la década del ’80 cada vez más
los investigadores han señalado con insistencia el hecho de que las sociedades se encuentran insertas
en dinámicas históricas, y que la relación derecho/sociedad debe comprenderse en el contexto de
procesos históricos de cambio legal, atravesados por relaciones de poder y dominación. De esta
manera, se ha enfatizado en la relación dialéctica y de mutua constitución entre las pluralidades
normativas, en que el derecho del estado moldea a los otros órdenes jurídicos y éstos a su vez moldean
a aquel (Merry, ibid; Moore, 1986; Starr y Collier, 1989).
Este abordaje de las prácticas jurídicas a partir de la perspectiva de la historia y el poder ha ejercido
influencia en investigaciones que se han realizado en la última década en México, las que han
mostrado que el derecho indígena no constituye un todo cerrado y autocontenido, sino que existen
múltiples formas de imbricación, articulación así como conflictos normativos entre el derecho
indígena y el estatal, y que dependiendo de los contextos y variaciones regionales pueden establecerse
modalidades diferentes de articulación entre ambos. De esta manera, el derecho indígena no es
considerado como una supervivencia del pasado, sino como producto de procesos históricos en los que
el derecho estatal resulta hegemónico (Sierra, ed, 2004).
En este abordaje de lo jurídico ha resultado útil el uso del concepto de interlegalidad propuesto por
Santos (1987), que cuestiona la concepción tradicional del pluralismo jurídico como coexistencia de
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órdenes jurídicos diferenciados, y postula que en la pluralidad normativa los órdenes jurídicos están
“superimpuestos, interpenetrados y mezclados en nuestras mentes como en nuestras acciones” (Ibid,
p.297). De esta manera, Santos elabora un concepto que permite comprender que las pluralidades
normativas se despliegan en mapas mentales, por los que los actores sociales pueden acudir a diversos
referentes normativos, que se usan y se manipulan, invocando tanto al derecho estatal como a las
normas locales, lo que se realiza dependiendo de los contextos e intereses en juego, con lo cual se
generan estrategias que crean y recrean las relaciones sociales y de género que les son correlativas.
Esta dimensión de las prácticas jurídicas resulta útil para mostrar la imbricación que existe entre los
ordenamientos jurídicos, y que las estrategias y prácticas de los actores implican el recurso a los
variados referentes normativos. Las formas y modos que asume la interlegalidad parecen depender de
los contextos y especificidades históricas y sociales, constituyendo espacios de semi-autonomía
(Moore, 2000: 54-82).
En los pueblos indígenas de México un ejemplo de conflicto entre normas que provienen de matrices
jurídicas diferentes se refiere a las de transmisión de la herencia de la tierra de padres a hijos, ya que
en el derecho indígena se otorga preferencia a los hijos varones sobre las hijas mujeres, mientras que
en el derecho civil del estado moderno se sostiene que todos los hijos deben recibir la herencia en
forma equitativa. Aunque el derecho estatal es el hegemónico, esta no correspondencia entre ambos
tipos de normas provoca una serie de conflictos en las dinámicas familiares, que se encuentran
atravesadas por una cuestión de género: el hecho de que en las disputas que surgen como consecuencia
de la herencia, las mujeres son activas participantes, que reclaman tierra para sí y sus maridos, lo que
en la actualidad debe insertarse en el contexto de escasez de tierra y fin de la reforma agraria en
México.
La problemática de la herencia de la tierra en el medio rural, por consiguiente, afecta las dinámicas
familiares provocando conflictos entre miembros de distintas generaciones de una familia, así como
entre los de una misma generación. En el primer caso, se pueden encontrar implicadas no sólo las
relaciones padres-hijos, sino también las de abuelos-nietos, tíos y sobrinos, suegros con yernos y
nueras. En el segundo caso, si bien el conflicto entre generaciones diferentes está presente, los
involucrados más activos en la disputa son los miembros de una misma generación, hermanos que se
pelean entre sí, con cuñados y cuñadas o con medios hermanos. El hecho de que las relaciones de
parentesco sean relevantes en los litigios por la tierra, remite a la consideración de que el acceso a la
tierra y en forma particular a la herencia, está relacionado con ciertas condiciones que se derivan de las
dinámicas familiares y comunales, que se encuentran insertas en procesos de cambio social e
interlegalidad.
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En estas situaciones las dinámicas familiares aparecen atravesadas por recurrentes tensiones que se
entrecruzan en la estructura familiar afectando a todos sus miembros. Cuando la tierra en disputa es
ejidal, todos los involucrados reconocen que la primera instancia de conciliación son las autoridades
agrarias, quienes deben promover acuerdos y reconocer quién de los implicados ostenta los derechos
agrarios sobre la parcela en disputa. Pero la distancia que existe entre las normas y las prácticas, la
violencia que subyace en la cultura jurídica de muchas regiones de México, y el uso estratégico del
derecho por parte de los actores sociales, motiva muchas veces que los conflictos por derechos
agrarios impregnen otras áreas de la vida social, provocando agresiones físicas y amenazas mutuas que
implican el recurso al derecho penal como una forma de dirimir las controversias, como es el caso que
en esta ponencia se analiza. En estas disputas, aparece evidente que las estrategias de los actores
sociales se definen por la utilización de referentes normativos que provienen de normas locales y del
derecho indígena, así como del derecho del estado, en forma particular el derecho penal, el civil y el
agrario.
Utilizando información proveniente de trabajo de campo etnográfico y de archivos judiciales, en esta
ponencia me propongo mostrar la manera en que los grupos domésticos enfrentan la tensión referente
a la escasez de tierras, los derechos de acceso a la misma y la transmisión de la herencia en situación
de interlegalidad. Se destacarán algunas de las estrategias utilizadas por los actores sociales, los usos
de los referentes normativos que provienen del derecho estatal y del derecho indígena, así como las
relaciones de género que atraviesan las disputas por la tierra. Con tal motivo, la ponencia se divide en
tres partes: la introducción pretende situar la discusión en relación con cuestiones referentes al
pluralismo jurídico y la interlegalidad, con el objeto de proporcionar un marco que permita analizar las
dinámicas familiares que tienen lugar en el medio indígena; la segunda parte intenta elaborar una
caracterización del ejido Coyutla en el cual tienen lugar los conflictos por la tierra que en esta
ponencia se estudian, mientras que la tercera remite a las disputas, estrategias y derechos que se
reivindican, a través de la lectura realizada a documentos judiciales en la cabecera municipal del
municipio de Coyutla, Ver (México). La mayor parte de la información proviene de conflictos en el
interior del ejido “Coyutla”, pero también se analiza un caso que tiene lugar en un predio de propiedad
privada, lo que muestra que los litigios sobre la tierra y la problemática de la herencia en particular se
relacionan con ciertos aspectos derivados de las dinámicas familiares y comunitarias, y que la forma
de tenencia de la tierra no es la determinante. Con estos elementos se busca contribuir a una discusión
sobre el pluralismo jurídico y la multiculturalidad en países como México, con amplios sectores de
población rural e indígena.
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II.- El contexto: dinámicas familiares y agrarias.
La región donde se asienta el municipio de Coyutla se encuentra fuertemente marcada por la presencia
étnica de la población totonaca, que se encuentra asentada en la planicie costera y especialmente en la
Sierra de Papantla. Las dinámicas históricas de la región ocasionaron que a fines del siglo XIX se
produjeran una serie de transformaciones, como el proceso de desamortización de las tierras
comunales, que acentuó la diferenciación social y la aculturación de la población totonaca ubicada en
los municipios costeros, agudizando los patrones diferenciales que habían caracterizado a los de la
costa y la sierra. Como consecuencia de estos procesos, en la Sierra de Papantla (donde se ubica el
municipio de Coyutla), se asienta un mayor porcentaje de población totonaca, existiendo además una
tasa más alta de monolingüismo (especialmente en las mujeres), marginalidad y analfabetismo. Aquí
también sucede que las relaciones entre indígenas y mestizos se encuentran más racializadas, con la
consiguiente tensión interétnica, y se utiliza todavía el término colonial “gente de razón” para referirse
a los mestizos, que alude a la contraposición entre civilización y barbarie.
Localizado en las primeras estribaciones de la Sierra de Papantla, en el municipio de Coyutla se
manifiesta la tensión interétnica, ya que grupos de familias mestizas mantienen el control político y
económico del territorio municipal. La mayoría de la población indígena se asienta en la porción
centro y sur del municipio, cercana a la cabecera, y se localiza en los ejidos de Coyutla (76.85 % de
población totonaca), Tulapilla (72.22 %) e Independencia (54.26 %).1 Los otros 5 ejidos se ubican en
la porción norte del territorio municipal y tienen un porcentaje de entre 3 % y 18 % de población
indígena (Chenaut, 1999: 260). En esta ponencia se analiza el caso del ejido Coyutla que, junto con el
de Tulapilla son los más cercanos a la cabecera municipal, manteniendo continuas interacciones con
ésta, ya que buen número de los ejidatarios reside aquí.
En líneas generales cabe comentar que las familias indígenas totonacas se caracterizan por el patrón de
residencia postmarital patrivirilocal, por el cual la joven pareja reside al menos un par de años con los
padres del novio, debiendo convivir con la familia de éste, lo que suscita numerosos conflictos con la
recién llegada por el control que se establece sobre su tiempo, sus actividades y hasta sus recursos
económicos. Por lo tanto, existe una fuerte jerarquía de género con predominio masculino, en que las
mujeres pasan a pertenecer al núcleo familiar de sus maridos, donde se imponen principios patriarcales
de convivencia. En lo que pude apreciar en mi investigación de campo allí, en estas familias se
presentan dos grandes núcleos de tensión y conflicto; una revisión de actas de conciliación en la
Agencia del Ministerio Público y Juzgado Municipal, muestra que esta tensión se relaciona con el
modelo de familia indígena tradicional, ya que las mujeres cuestionan el patrón de residencia post1
Los datos hacen referencia al porcentaje de población indígena de 5 años y más que residen en las localidades
asentadas en los ejidos. Fuente: Veracruz. Datos por ejido y comunidad agraria, 1997.
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marital patrivirilocal, y por otro lado los cónyuges se acusan mutuamente de incumplimiento de los
roles de género. Por su parte, las mujeres utilizan el derecho del estado para realizar denuncias,
buscando un espacio que les permita negociar los roles de género (Chenaut, 1999, 2004). Los casos de
disputas por la tierra que en esta ponencia se tratan, se insertan en este contexto de dinámicas de las
familias indígenas, en las que la transmisión de la herencia de la tierra forma parte medular.
Con una población totonaca mayoritariamente campesina, que realiza cultivos de maíz, frijol, café,
pipián, chile, y con vastas extensiones de tierras municipales dedicadas a la ganadería, estos
campesinos plantean la existencia de escasez de tierra y agotamiento de la misma por la
sobreexplotación, lo que trajo como consecuencia el aumento del uso de plaguicidas y fertilizantes. A
esto hay que sumar el hecho de que las tierras del ejido Coyutla (de 4,446 has.) se ubican mayormente
en lomeríos, siendo que las tierras del municipio ubicadas en las vegas de los ríos, de mejor calidad, se
concentran por lo general en manos de los propietarios mestizos dedicados a la ganadería.
Si bien la ley agraria establece que la sucesión de los derechos ejidales tiene que hacerse a un solo
heredero, y que por lo tanto las parcelas no son divisibles, en los hechos los campesinos del país la
reparten entre sus hijos, aunque legalmente la parcela no aparezca como dividida (Baitenmann, 2005).
De esta manera, aunque en términos legales la cuestión de la sucesión de la tierra se presenta en forma
diferente para la tierra ejidal (regida por la ley agraria) y para la propiedad privada (ámbito en el que
se aplica el código civil), en las prácticas de los pobladores rurales puede haber mucha semejanza en la
forma de transmisión de la herencia a pesar de los diferentes regímenes de tenencia de la tierra. Al
igual que en otras regiones del país, las parcelas de 8 has de los campesinos del ejido Coyutla y de las
pequeñas propiedades se han visto afectadas también por el proceso de fragmentación, en la
transmisión de la herencia de padres a hijos. En Coyutla, en caso que un padre tenga suficiente
cantidad de tierra, puede dejar en herencia algo de tierras a las hijas mujeres, aunque en menor
cantidad, porque se supone que sus maridos tendrán tierras propias. Pero ante las limitaciones de
tierras motivadas a su vez por fraccionamientos previos, la norma es que se herede sólo a los hijos
varones, aunque esto no impide que una hija y su marido que no tienen tierra se les preste para trabajar
una porción de la parcela del padre o del hermano. Esta situación es propicia para que las mujeres
reclamen luego esta tierra como suya, como se mostrará en el apartado siguiente. Se puede ilustrar este
proceso de fraccionamiento, con un reparto que hizo un anciano padre a sus once hijos, de un predio
de 15 has ubicado en las pequeñas propiedades privadas que se asientan en las tierras de la ex hacienda
de Santa Ana Chichilintla.2 Los padres decidieron que las cuatro hijas mujeres y dos hijos varones,
recibirían una hectárea cada uno, y los restantes cinco hijos varones se repartirían por partes iguales
las otras 9 has de terreno (a razón de 1.8 has. para cada uno). Dado que el predio era propiedad
2
Fuente: Juzgado de Paz de Coyutla, Acta del 23 de Junio 1994.
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privada, se estableció que cuando los hijos contasen con recursos económicos, serían deslindadas y
legalizadas las propiedades de cada quien; cuando esto ocurra, el predio quedará dividido en once
fracciones que tendrán no más de 2 has cada una. El problema a futuro reside en la limitada cantidad
de tierra que estos hijos heredarán a sus descendientes, especialmente si alguno de ellos resulta tan
prolífico como sus padres.
Utilizando información que proviene de los archivos agrarios referentes a los últimos 45 años se hará
referencia a algunas cuestiones que remiten al contexto en que se insertan las disputas por la tierra.
Para los fines de este trabajo, hay dos cuestiones relevantes que emergen con cierta claridad en la
documentación consultada: la ganaderización de las tierras y la problemática de la ocupación ilegal de
las mismas a través de diferentes mecanismos. Se tratarán ambas brevemente a continuación.
No tengo conocimiento con certeza de cuando comenzó la explotación ganadera en Coyutla, pero en
1960 ya se habla en los documentos de la existencia en tierras ejidales de ganado de uno de los
caciques mestizos del lugar. Teniendo en cuenta que el fraccionamiento del ejido Coyutla en parcelas
individuales se realizó hacia el año 1962, es de suponer que el cercamiento de las parcelas con alambre
propició el desarrollo de la ganadería al aumentar el número de potreros disponibles. Por otro lado,
hay que tener en cuenta que la calidad cerril de buena parte de las tierras no las convierte en aptas para
la agricultura, sino para la cría y engorda de ganado, lo que ha motivado que numerosos campesinos
renten o vendan sus parcelas para pastos, ocupándose como jornaleros agrícolas de otros ejidatarios o
de pequeños propietarios.3 El incremento de la ganadería fue tan grande en el ejido, que un documento
del año 1968 indica que había 2000 has dedicadas a pasto, o sea la mitad de la tierra ejidal productiva.
Este proceso de ganaderización motivó (entre otras razones) una fuerte agitación política en la Sierra
de Papantla entre los años 1979-80, en la que participaron incluso campesinos totonacas provenientes
de las poblaciones limítrofes del vecino estado de Puebla, quienes –incitados por el Partido Socialista
de los Trabajadores- desalojaron el ganado de los acaudalados ganaderos, cobrándoles una cuota por
cada cabeza de ganado que querían recuperar.
Estos elementos sirven para mostrar el clima de tensión política y social que entre otros motivos tenía
a la ganadería como una de las cuestiones centrales. La problemática de la ganadería se encuentra
ligada con la que se refiere a la naturaleza jurídica de la tierra ejidal. De acuerdo a la Ley de Reforma
Agraria (1971), en México las tierras ejidales son imprescriptibles, inembargables e inalienables. Esto
significó (hasta el año 1992 que se decretó el fin de la reforma agraria) que la transmisión de derechos
agrarios sobre la tierra ejidal no podía hacerse a través de compra-venta o cesión a terceros, porque la
3
En 1883 los vecinos del pueblo de Coyutla compraron al dueño de la hacienda Santa Ana Chichilintla el predio
Carlos y Valencia de 3,070 has, con el objeto de luego fraccionarlo y repartirse la propiedad. La división se
realizó en 1894 en 344 fracciones de propiedad privada. En el proceso de transmisión y compra-venta de la
tierra estos predios por su reducido tamaño no fueron afectados por las dotaciones ejidales (Chenaut, 1999).
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tierra era considerada patrimonio familiar.4 Sin embargo, como se ha documentado ampliamente en
diversos ejidos mexicanos, la distancia entre la normatividad y las prácticas agrarias ha motivado un
intenso movimiento de tierras ejidales en calidad de compra-venta, contratos de arrendamiento e
incluso ocupaciones a través de la estrategia de la invasión de parcelas ajenas (Nuijten, 1998). Por un
lado se encuentra la ilegalidad revestida de legalidad, como es el caso de los contratos escritos o
verbales que se establecen para la venta o renta de las parcelas con fines de explotación agrícola o
ganadera; este tipo de ilegalidad es diferente a la que ocasiona la ocupación o invasión de las tierras
sin que medie el acuerdo de los afectados.
En el caso del ejido Coyutla, que no es la excepción en este proceso, la documentación muestra que es
posible distinguir dos grandes tipos de ocupación ilegal de la tierra ejidal, por un lado, aquella
realizada por los ricos ganaderos indígenas o mestizos (varios de ellos denominados caciques en la
jerga local), quien ocuparon varias parcelas a través de la compra-venta de la tierra, a veces
controlando varios grupos de parcelas y diversos prestanombres. En el año 1978 la Alianza de Obreros
y Campesinos del estado de Veracruz solicitó al delegado de la Secretaría de la Reforma Agraria en el
estado que se haga una depuración general de los miembros del ejido, para que aquellos sin tierras y
que habían sido despojados de sus parcelas pudieran ser reconocidos en sus derechos ejidales. Se
menciona a tres ganaderos que, pagando el consumo de los pastos a un precio reducido, tenían más de
2,700 cabezas de ganado en el ejido; uno de ellos controlaba más de 50 parcelas (de 8 has cada una).5
Un documento posterior nombra a 41 acaparadores de parcelas, que en total ocupaban 2,649 has del
ejido que equivale a más de la mitad de la extensión total del ejido, de 4,446 has. Varios de ellos eran
medianos acaparadores o prestanombres, que tenían en su poder parcelas que sumaban un total de
entre 20 a 100 has para cada uno.6
Tomando en consideración los elementos arriba esbozados, cabe suponer la existencia de una fuerte
presión sobre la tierra para poder realizar cultivos comerciales y de autosubsistencia. Es así que en el
expediente del ejido Coyutla consultado en el archivo del Registro Agrario Nacional7 aparecen
(especialmente en los años 1970-80) referencias a quejas realizadas por hombres y mujeres en
conflictos con parientes y vecinos de parcelas por los derechos agrarios. En este segundo tipo de
ocupación ilegal de la tierra, que ocurre entre campesinos, sean ejidatarios o no, se perciben algunas
de las dinámicas familiares, especialmente en relación con los reclamos de las mujeres en lo que
4
Véase Baitenmann (1998 y 2005), quien ha estudiado el concepto de patrimonio familiar en la historia de la
legislación agraria en México. Cabe anotar que la reforma al artículo 27 constitucional realizada en 1992 permite
la enajenación de las parcelas ejidales, y pone fin al concepto de patrimonio familiar, porque las parcelas pueden
ser vendidas y arrendadas a terceros, aunque el cónyuge e hijos del ejidatario son los primeros en tener derecho a
compra (Baitenmann, Ibid, 343-344; Ley Agraria, art. 80).
5
Fuente: ARAN, Expediente No. 120, dotación de ejidos a Coyutla, Carta del 22 de junio 1978.
6
Fuente: ARAN, Ibid, Carta del Comisariado ejidal de Coyutla al gobernador del estado R. Hernández Ochoa,
22 de octubre 1978.
7
Agradezco a Rocío Ochoa por la realización de este trabajo.
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concierne a sus derechos sobre la tierra; en forma particular se destaca el conflicto madre-hijo, como
el caso de una viuda que reclamó porque su hijo no le proporcionaba ayuda económica, siendo que la
parcela ejidal que trabajaba había sido del marido de ella; en este caso las autoridades agrarias instaron
al campesino a que se apegue a la Ley agraria y proporcione ayuda al grupo familiar.8 Pero también
aparecen hijos que se quejan de que la madre dispuso de la parcela y la cedió a otro pariente, cuando a
él le correspondía trabajarla. Por lo general en estos casos se cuestiona la calidad de los derechos
agrarios de las mujeres viudas, lo que es una consecuencia de su condición genérica. Mientras la Ley
Agraria reconoce a éstas derechos en ciertas condiciones,9 las prácticas culturales que predominan en
este medio indígena y rural es la transmisión de la herencia de la tierra por vía masculina. Esta no
correspondencia entre las normas del derecho agrario del estado y las del derecho indígena llevan a
cuestionar con diversas estrategias los derechos de las mujeres sobre la tierra y motiva que a veces los
hijos invadan la parcela materna. Ilustraré esta aseveración con el fragmento de una carta escrita por
una mujer viuda en 1971, quien se dirigió al delegado del Departamento de Asuntos Agrarios y
Colonización, pidiendo que investigue las actuaciones de su hijo, quien pretendía quedarse con la
parcela del padre, sosteniendo que el hijo se presentó ante las autoridades agrarias,
“diciéndoles que he fallecido y llevándoles el certificado de derechos agrarios, el cual también
sorprendió al Comisariado Ejidal diciéndole que yo estaba enferma y que no podría ir a traer mi
certificado arriba mencionado y es así como tiene en su poder dicho certificado. Donde puedo
comprobar que soy la única heredera de la parcela que me dejó mi finado esposo”.10
En estos fragmentados expedientes agrarios se aprecia además la falta de consenso que ostentan
algunas autoridades del comisariado ejidal, que en varios casos son acusados de propiciar la ocupación
ilegal de la tierra. De esta manera, ante el cuestionamiento a estas autoridades que no tienen capacidad
para conciliar, y ante los trámites y dificultades burocráticas de los procedimientos por la vía del
derecho agrario, los actores sociales tienen un amplio margen para resolver sus asuntos de manera
privada, lo que muchas veces desemboca en agresiones y violencia. Por otro lado, es interesante
también constatar la fraseología de las autoridades de la Secretaría de la Reforma Agraria , usando
muchas veces coerciones verbales tales como “se ordena a usted que de inmediato saque el ganado”,
“se le está (a usted) ordenando levantar la cosecha”, “que de inmediato desocupe la parcela”, entre
8
El artículo 83 de la Ley Federal de Reforma Agraria de 1971 (vigente hasta 1992) establece que cuando un
campesino reciba una parcela por sucesión, estará obligado a sostener económicamente a los hijos del ejidatario
fallecido hasta los 16 años, así como a su mujer hasta el fallecimiento o cambio de estado civil (Chávez Padrón,
1980).
9
De acuerdo a la Ley Federal de Reforma Agraria (1971) la mujer tiene derecho a heredar la tierra, debido a que
el ejidatario puede designar sucesor entre su cónyuge (o aquella persona con la que vive en unión libre) y sus
hijos (art. 81). Si no hay designación de sucesor, la transmisión de los derechos agrarios preferirá en primer lugar
al esposo o esposa que sobreviva, y en segundo lugar a aquella persona con la que se hubiere hecho vida en
común y procreado hijos (art. 82) (Chávez Padrón, 1980).
10
Fuente: ARAN, Expediente No. 120, dotación de ejidos a Coyutla, Carta fechada 11 de octubre 1971.
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otros. En este caso se manifiesta la vocación hegemónica del derecho estatal por imponer sus códigos
culturales y procedimientos en una situación de interlegalidad, donde los actores sociales pueden
apelar a otros referentes culturales y normativos, sin establecer un estricto apego al derecho estatal.
III.- Estrategias de actores y disputas por la tierra.
En este apartado se hará referencia al material que se desprende de expedientes judiciales que
constituyen la principal fuente de información.11 El material recabado conforma 6 casos judiciales que
se dirimieron en el terreno del derecho penal, por lo que están tipificados abarcando los delitos de
amenazas, lesiones, despojo y robo de frutos. En una palabra, si bien los delitos fueron de índole
penal, el motivo de las disputas se relaciona con diferencias en el interior de las familias indígenas
acerca de los derechos sobre la tierra. Cinco de estas historias tuvieron lugar en el ejido Coyutla (entre
los años 1989-1992), y una en tierras de propiedad privada (entre los años 1994-1998).12 Cabe aclarar
que cada una de ellas se encuentra integrada por dos o más expedientes judiciales, iniciados por
diferentes miembros de la familia, en una estrategia de agresiones y acusaciones mutuas que puede
durar varios años; en este sentido, una historia se conforma por varios expedientes que se refieren a
una misma disputa familiar. Para concebir las disputas me fundamento en los postulados del
procesualismo en antropología jurídica, que las concibe como “procesos sociales incrustados en
relaciones sociales” (Nader y Todd, 1978: 16).
El predominio de acusaciones mutuas entre los implicados en una historia motiva que a veces al lector
externo le resulte difícil determinar quien tiene la razón, y la verdad de los hechos resulta relativa. En
ciertas situaciones, esto se presenta como una consecuencia del pluralismo jurídico y la interlegalidad,
dado que pueden aparecer diferentes verdades, tanto como sistemas normativos. De esta manera, en
términos generales se puede postular que la verdad legal de una historia de acuerdo a los postulados
del derecho agrario, no necesariamente coincide con la verdad si se apela a los referentes normativos
del derecho indígena. Creo que esta tensión, con mayor o menor intensidad, se encuentra presente en
todas las historias recabadas.
El recurso al derecho penal como alternativa utilizada en el proceso de disputar, aparece como una de
las estrategias que utilizan los actores sociales para ganar posiciones en una contienda que parece no
11
Se consultaron principalmente los archivos de la Agencia del Ministerio Público ( AMP) y del Juzgado de Paz
(JP) en la cabecera municipal de Coyutla. Conviene aclarar que en México la Agencia del Ministerio Público es
la institución a la cual se acude para realizar una denuncia de un hecho que puede constituir delito. Si el caso
procede y el delito no es muy grave, se turna al Juzgado del Paz municipal, para que el juez emita sentencia. En
delitos mayores (como el homicidio) el expediente es enviado al Juzgado Primero de Primera Instancia del
distrito judicial que corresponda.
12
He analizado esta historia en Chenaut (1999: 382-392). La disputa familiar recorrió todas las instancias
jurídicas, desde la AMP de Coyutla (nivel municipal) hasta el Juzgado de Distrito de Tuxpan (nivel federal).
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10
tener fin. En páginas anteriores hice referencia a la violencia, amenazas y agresiones personales que
permean las relaciones sociales en conflicto, que se convierten en un aspecto central alrededor del cual
giran las disputas por la tierra, sin solucionar el problema de fondo. ¿Por qué acudir al derecho penal,
entonces? Es posible que una respuesta resida en que el derecho del estado se convierte en una arena
de negociación de roles y derechos entre los implicados en la disputa, aún cuando no brinde una
solución adecuada al problema. Desde el punto de vista legal, el arreglo sólo puede obtenerse apelando
al derecho agrario o al derecho civil en casos de pequeña propiedad. La mujer indígena analfabeta
implicada en el caso de pequeña propiedad que aquí se analiza, litigó durante varios años contra su
suegro en el ámbito del derecho penal, luego de los cuales ella y su abogado decidieron hacerlo a
través del derecho civil, iniciando un “Juicio de acción reivindicatoria” para promover que el suegro
desaloje el predio.13 Fue entonces que el juez municipal me comentó que ahora el suegro tendría que
demostrar ante la justicia con papeles su derecho a ocupar el predio, por lo que la mujer tenía
posibilidades de ganar. Sin embargo, si esto llegaba a ocurrir, en el contexto regional no significaba el
fin del conflicto, ya que entre familiares y conocidos de ella se estimaba que en caso de perder el
juicio, el suegro podría cometer un acto de venganza contra su persona. Uno se pregunta entonces,
¿cuál es el límite en este juego de fuerzas?, ¿Cuál es la eficacia de la legalidad del Estado?
En las historias analizadas que corresponden a tierras ejidales, aparece evidente que las autoridades del
ejido se encuentran limitadas en su accionar. Aún cuando la ley agraria les permite conciliar en
conflictos agrarios,14 lo que resalta es la falta de consenso y legitimidad que tienen algunas de ellas
ante los miembros de las comunidades. Se sospecha de sobornos para que procedan a favor de
determinadas personas, que favorecen al oponente, que acaparan parcelas, que falsean documentos,
que solicitan dinero para realizar actuaciones y procedimientos agrarios. Estos elementos, que
aparecen en las pláticas personales y en las actuaciones judiciales, más el intenso faccionalismo
político en el medio rural, debilitan las prácticas de las autoridades ejidales como vía para la
conciliación. Sin embargo, esto no implica que no existan ciertos patrones organizativos (Nuijten,
1998) y que no se reconozca la estrecha ligazón que existe entre los derechos agrarios y el derecho
agrario. De esta manera, las disputas por los derechos se convierte también en una lucha por obtener
los documentos (actas de asamblea ejidal, actas de posesión, certificados de derechos agrarios) que
acrediten la posesión legal de un predio. No importa que el documento se encuentre a nombre de otra
persona, el sólo ostentarlo se convierte en un símbolo de que la legalidad agraria apoya a quien lo
posee en contra del oponente.
13
Destaco la importancia que tienen en estos litigios los abogados indígenas hablantes de totonaco y español,
que funcionan como intermediarios entre códigos culturales que relacionan a los indígenas con el ámbito del
derecho estatal y el medio mestizo.
14
La Ley Federal de Reforma Agraria (1971) establece que los comisariados ejidales pueden conciliar los
conflictos agrarios (art. 434-437). Como consecuencia de la nueva Ley agraria de 1992 se crearon los tribunales
agrarios para dirimir los conflictos ejidales.
Colloque international “Les frontières de la question foncière – At the frontier of land issues”, Montpellier, 2006
11
En mi trabajo de campo (realizado entre 1996-1998) recabé varios ejemplos de este tipo de
situaciones; aquí sólo citaré como ejemplo una de las historias que en esta ponencia se analiza15, que
se debió a una falta de acuerdo entre hermanos acerca de a quien de ellos correspondían los derechos
de una parcela de 3 has que el padre dejó al hijo menor, porque el mayor trabajaba la parcela de su
suegro. Pero como las parcelas eran colindantes, el hijo mayor quería apropiársela para ampliar el
terreno de la familia de su mujer. Las autoridades ejidales emitieron un acta de posesión de la parcela16
a favor del hijo menor, pero el hermano mayor se apoderó de ella, al mismo tiempo que hacía
abandono de la casa familiar junto con su esposa e hijos. Sobre la base del robo del acta de posesión se
construyó este conflicto familiar, que se encuentra permeado por las dinámicas de interacción
derivadas de los patrones de residencia patrivirilocal. A partir del robo del documento el hermano
mayor construyó una verdad de los hechos, consiguiendo testigos que declaren a su favor, intentando
sobornar a las autoridades judiciales, implicando en su relato a su esposa y suegro, quienes reiteraron
que la parcela era de ellos17. La expresión que el hermano menor utilizó en su declaración cuando
sostuvo: “Ahora dice (el hermano mayor) que el terreno es suyo pues tiene dicho documento” resume
gráficamente la importancia que los actores sociales otorgan al hecho de tener en su poder los papeles
legales. Este ejemplo muestra que legalidad e ilegalidad forman parte del entramado de estrategias de
los actores sociales.
Otro conflicto derivado de la preferencia paterna de quitar la parcela a un hijo para dársela a otro es
una historia de esta muestra,18 en la cual hubo un violento enfrentamiento en la parcela entre los
padres y el hijo. En este caso, existe una confusión acerca de a quien corresponden los derechos
agrarios, ya que el comisariado ejidal y la promotoría agraria por su parte, sostuvieron que
correspondía a uno y a otro, mientras que cada uno de ellos alegaba haberla heredado del abuelo. En
las reiteradas agresiones verbales de los padres al hijo se profirieron expresiones tales como “Aquí ya
no vas a trabajar, quien te dio permiso, aquí vamos a hacer justicia; aquí no sirve la autoridad ni el
Ministerio Público, aquí la única autoridad es la nuestra y es la que vale”. Estas expresiones remiten a
que el concepto de “hacer justicia” es flexible, pudiendo aplicarse también a las prácticas que operan
al margen de la legalidad estatal.
15
Fuente: JP de Coyutla, Causa penal No. 13/990 por delito de lesiones; AMP de Coyutla, Averiguación previa
No. 40/990 por delito de despojo y robo de frutos.
16
El acta de posesión se obtuvo en una asamblea ejidal, donde se aprobó que el hijo menor trabajara la tierra sin
ser ejidatario. Esta parcela era un sobrante que el padre venía trabajando hacía años con los miembros del núcleo
familiar, incluido el hermano mayor.
17
El hermano menor hizo también una denuncia en la AMP contra su hermano mayor por el robo del
documento. He analizado este caso en Chenaut, 1999: 378-381.
18
Fuente: AMP de Coyutla, Averiguación Previa No. 44/990 por delito de lesiones; JP de Coyutla, Causa penal
No. 02/991 por delito de lesiones.
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12
Dado que el tema central que atraviesa estas disputas por la tierra es la herencia, en estas historias
aparece que se encuentran implicados miembros de una familia, tanto de la misma generación, como
entre generaciones diferentes. A veces la generación de mayor edad no interviene activamente en la
disputa, pero prestan declaración y suelen estar presentes como una referencia, como un personaje
central que promueve y apoya ciertos reclamos, aunque en el expediente se los mencione
someramente. Por ejemplo, en el caso del hijo que robó el acta de posesión, cuando el padre declaró
como testigo apoyó los derechos agrarios del hermano menor. De igual manera, en otra disputa
familiar el conflicto se originó porque una anciana reclamaba la parcela ejidal al hijo de su cónyuge
que había fallecido. Esta historia es interesante por la perspectiva de género aquí implicada, que se
comentará más adelante. Por el momento, quiero expresar que si bien el conflicto surgió por derechos
reclamados por la anciana, el expediente judicial muestra que la disputa principalmente se dio entre el
hijo del marido (que alegaba ser ejidatario como sucesor preferencial a la muerte de su padre), y las
hijas mujeres de la mujer, que durante años reclamó la parcela para sí. Aún cuando la madre no
declaró en el expediente, ni intervino en los enfrentamientos personales que tuvieron lugar en la
parcela, sus reclamos fueron de capital importancia para comprender el caso.19
Cabe anotar que en las seis historias de disputas aparecen implicadas mujeres, aunque sólo en cuatro
de ellos el conflicto familiar se encuentra relacionado con una problemática derivada de las relaciones
de género. Me centraré en estos últimos por su relevancia para los fines de esta ponencia, y realizaré
un breve comentario acerca de cada uno de ellos.
En el párrafo anterior hice referencia a un conflicto por derechos de una parcela entre un ejidatario, la
anciana que fue cónyuge de su padre y las dos hijas de ella. El ejidatario prestó a sus medias hermanas
una porción de parcela para que la trabajen. La anciana fue ejidataria en una época, pero traspasó su
parcela a un hijo, quien luego la vendió.20 En este caso la anciana y sus hijas aparecen realizando un
uso estratégico del derecho agrario, a la vez que cuestionaron las normas preferenciales de transmisión
de la tierra a los hijos varones. En su reclamo, ella ignoró una norma del derecho agrario (un ejidatario
no puede serlo dos veces), y es probable que invocó otra norma del derecho agrario, que se refiere al
concepto de patrimonio familiar, y la posible herencia de la tierra a las y los cónyuges, ya citado en
párrafos anteriores. Su oponente, a su vez, invocó una norma del derecho agrario (haber sido elegido
como sucesor preferente de su padre), que se corresponde con la norma del derecho indígena de
19
Es necesario tener presente la violencia simbólica del Estado que se ejerce en el acto jurídico, y el sesgo que
imprimen los conceptos y categorías jurídicas del derecho estatal en el procedimiento judicial, lo que tiene
consecuencias en las maneras de armar el expediente judicial. Me parece que en estos casos se encuentran
implicados grupos familiares como tales, aún cuando en el expediente por procedimiento se tiende a simplificar
el conflicto, iniciándose la causa penal de forma que una sola persona denuncia a otra persona. Se reduce los
oponentes en el conflicto a persona contra persona.
20
Fuente: JP de Coyutla, causas penales No. 10/990 por amenazas, No. 12/990 por lesiones y amenazas y No.
01/992 por amenazas.
Colloque international “Les frontières de la question foncière – At the frontier of land issues”, Montpellier, 2006
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sucesión preferencial a los hijos varones, en detrimento de sus medias hermanas, también hijas del
padre.
Una historia similar tuvo lugar cuando una mujer y su hija disputaron con el nieto de la primera
derechos sobre la parcela ejidal, que se suponía era de su hijo. La mujer reconoció que nunca tuvo
posesión de la parcela, y se mencionó en el expediente la existencia de un acta ejidal que asentaba que
su hijo estaba ocupándola desde hacía más de 20 años.21 Es probable que ella haya sustentado sus
derechos en la idea de patrimonio familiar que postula la Ley Federal de Reforma Agraria de 1971,
(que constituye un derecho agrario de las mujeres), pero que también opusiera resistencia a las normas
de herencia de preferencia masculina, en las que se corresponden el derecho agrario y el indígena.
Aunque el primero brinda la posibilidad de que la tierra se transmita a las mujeres, también permite
que predominen las prácticas culturales de preferencia a los hijos varones. De esta manera, sus
reclamos por la tierra constituyen un cuestionamiento a las normas patriarcales de herencia implícitas
en ambos derechos.
En otra historia la disputa ocurrió entre mujeres, ya que al morir joven el único hijo, que era ejidatario,
le dejó la parcela a su madre en lugar de dejarla a su mujer, con la que tenía cinco hijos. La abuela se
convirtió en ejidataria reconocida por la asamblea ejidal, y comenzó a trabajar la tierra junto con sus
nietos. La nuera vivía en casa de la suegra, y para apoderarse de una porción de la parcela utilizó el
ardid de hacerla firmar un documento de cesión o venta de la parcela, que no era legal porque no había
sido aprobado por la asamblea ejidal.22 La tensión por los bienes que existe entre las mujeres de
distinta generación de esta familia me parece que es una consecuencia de las normas de residencia
patrivirilocales y de la predominancia de lo suegros en las dinámicas familiares de los totonacas. Las
estrategias de la nuera para apoderarse de los bienes, pueden comprenderse dentro de los
cuestionamientos de las mujeres a la familia indígena tradicional, aunque esta historia derivó en
situaciones extremas que provocaron pesar y distanciamiento de la nuera con sus propios hijos.
Por último, haré referencia una historia donde se aprecia que la mujer implicada es una campesina que
trabajaba la tierra personalmente, y tomaba decisiones concernientes a contratar trabajadores y al
manejo de su unidad doméstica en un predio de pequeña propiedad, siendo ella viuda con una hija
pequeña. Al morir el marido, ella adquirió los documentos legales de la pequeña propiedad que él
había comprado a su padre; desde este momento se intensificaron las hostilidades que ejercían contra
ella miembros de la familia del marido (suegro, hermano del suegro, hija y nieto del suegro), quienes
21
Fuente: JP de Coyutla, causas penales No. 06/990 por lesiones y No. 07/990 por lesiones y amenazas.
Fuente: AMP de Coyutla, Averiguación Previa No. 10/992 por despojo y amenazas. Este es el único
expediente que se relaciona con cuestiones agrarias en esta historia, pero el conflicto entre suegra y nuera fue
muy extenso, ya que ésta pretendió apoderarse de la casa de la primera en la cabecera municipal. He analizado
este caso en Chenaut, 1999: 392-400.
22
Colloque international “Les frontières de la question foncière – At the frontier of land issues”, Montpellier, 2006
14
pretendían heredar la tierra al nieto, reintegrándola al patrimonio familiar.23 El suegro convocó las
normas tradicionales del derecho indígena, de herencia con preferencia masculina; en cambio, en la
defensa de sus derechos, la mujer apeló a ambos tipos de normas. Por un lado, las que se derivan por
derechos legales adquiridos en el matrimonio, los que se derivan de la compra de un bien, y las normas
locales de la costumbre y del derecho civil, que reconocen la propiedad de un bien por haberlo
ocupado en forma ininterrumpida durante varios años. En esta historia también aparecen involucradas
las concepciones patriarcales acerca de los roles y jerarquías de género, que cuestionan a una mujer
sola que no tiene a su lado un hombre que ejerza el poder y la toma de decisiones en la familia.
Es necesario tener en cuenta que en la sociedad coyuteca, la transmisión de la herencia de padres a
hijos, se encuentra mediada por la cuestión referente al cuidado de los ancianos, y la herencia se
convierte no tanto en la obligación paterna de trasmitir, sino en un don que realizan los padres a aquel
o aquellos de los hijos que cuidaron y velaron por ellos en su vejez.24 En el caso de la familia que
heredó la tierra a los once hijos, donde al parecer no había discordias, todos los hijos recibieron tierra,
porque todos ellos asumieron este compromiso, establecido en el acta de la siguiente manera:
…y que como ya lo habían platicado se comprometen desde este momento y ante esta autoridad
con sus señores padres, todos y cada uno de ellos a cuidarlos y ayudarles en su sostenimiento ya
que como tienen una edad avanzada, ya no pueden trabajar muy bien, por lo que desde este
momento son responsabilidad de todos y cada uno de ellos el velar por los dos…25
Pero no siempre las cosas ocurren así. Cuando alguno de los hijos ha violado las normas, descuidando
especialmente la atención debida a los padres, es privado de los derechos sobre la tierra, para favorecer
al hijo que cumplió con sus deberes. Tal es la situación de un campesino de 95 años, residente en la
comunidad de La Chaca, quien acudió al Juzgado de Paz para levantar un acta en este sentido. Uno de
sus hijos se apoderó de la parcela y la arrendó, sin compartir el ingreso con el padre. Por ello, éste
decidió dar autorización para que aquel de sus hijos que se hacía cargo de él y su esposa, recuperara la
parcela y se quedara con ella,
…ya que ellos son los (que) nos han acogido, dándonos techo y comida, sin pedir nada a cambio,
por el solo hecho de ser su padre, y estando presentes mi hijo y nuera manifiestan que ellos se
harán cargo de todas las necesidades de sus padres, tanto de atenderlos, como de brindarles sus
alimentos .26
23
Fuente: esta historia está conformada por 13 expedientes judiciales que consulté en los archivos de AMP de
Coyutla, AMP Especializada en Asuntos de los Indígenas de Papantla, Juzgado Primero de Primera Instancia de
Papantla, y Juzgado Segundo de Primera Instancia de Papantla. He analizado este caso en Chenaut, 1999: 382392.
24
Esta consideración es usual en los pueblos indígenas de México. En el caso de los totonacas de San Miguel
Aguazuelos, Ver., se estila que el hijo menor (xocoyote) herede la casa paterna, quedando él y su esposa al
cuidado de los padres ancianos.
25
Fuente: Juzgado de Paz de Coyutla, Acta del 23 de junio 1994.
26
Ibid.
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15
De la misma manera, el padre del primer caso que en esta sección se relata, acudió al Juzgado
Municipal, sosteniendo que el hijo mayor se fue del pueblo y desde entonces no tuvo ninguna noticia
de él, siendo que sus otros hermanos le prestaban cuidado y atención, y que
… lo manifiesto para que el día de mañana no quiera venir a reclamar nada ni a mí ni a sus
hermanos, pues para mí no es hijo el que abandona a sus padres como él lo ha hecho,
desconociéndole desde este momento todo o cualquier derecho que quiera reclamar, ya que no lo
le reconozco ningún derecho.27
Esta estrategia de dejar la tierra a los hijos que más cuidaron a los padres, era usual en la década de
1960, por lo que la consideración de quien cuidó, visitó y se preocupó por ellos, era central en las
decisiones que concernían a la herencia, siendo que por lo regular, no se dejaban bienes a las
mujeres.28 Es de suponerse que en esa época, en que no había tanta presión demográfica sobre la tierra,
las mujeres no resultaban demasiado afectadas por las decisiones paternas de no heredarles, ya que es
posible que sus maridos recibieran tierras de sus propios padres. Pero en la actualidad, muchos
hombres carecen de tierra, y el que sus mujeres heredasen cierta cantidad, representaría una solución a
este problema. Puede ser que esta sea la causa por la cual en el presente las mujeres se ven
activamente involucradas en las disputas por la tierra.
Consideraciones finales
Los conflictos por la tierra que se analizan en esta ponencia muestran la interrelación, imbricación y
conflicto entre sistemas normativos diferenciados, el derecho estatal y el indígena. A pesar de que es
posible sostener que ambos responden a lógicas culturales diferentes, en sus prácticas los actores
sociales no los consideran como compartimientos separados, sino que utilizan los referentes
normativos generando estrategias que se llevan a cabo en situación de interlegalidad, a partir de sus
posiciones en cuanto a relaciones de poder, género y generación.
De esta manera, la problemática de las mujeres tiende a reivindicar derechos de herencia a la tierra
apoyadas por la ley agraria de 1971, mientras que en esta sociedad patriarcal, los hombres tienden a
reivindicar la herencia de la tierra por línea masculina, lo que predomina en el derecho indígena y
puede ser incorporado al derecho agrario a través de la designación del sucesor preferente. Esta
cuestión de la tensión en las relaciones de género en lo que concierne a la herencia de la tierra, se
inscribe en la problemática de la construcción social de las relaciones de género y de las jerarquías de
poder que atraviesan el derecho indígena tanto como el derecho estatal. Por lo tanto, las relaciones de
género se encuentran inscritas y son parte constitutivas de los procesos que articulan las normas
jurídicas del derecho estatal y el derecho indígena y las intersecciones que se establecen entre ambos.
27
28
Juzgado de Paz de Coyutla, acta del 14 de Agosto 1992.
Plática con exJuez Municipal, Coyutla, 23 de Marzo 1998.
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Las manifestaciones de género en el derecho se expresan no sólo en la formulación de los textos
legales que definen identidades de género, sino también en las prácticas del derecho en las ideologías
de jueces, escribanos, abogados o autoridades que administran y resuelven conflictos, lo que tiene
implicaciones en la manera de valorar un caso y aplicar la normatividad vigente. Esto vale para las
autoridades del derecho estatal como para las de las comunidades ejidos, en la medida en que se
comparten jerarquías de género en ambos derechos.
Otra cuestión que es necesario resaltar se refiere a que este tipo de conflictos por la tierra deben
comprenderse en relación con las dinámicas familiares, insertas a su vez en determinados contextos
sociales y culturales. En este sentido, las disputas que aquí se analizan constituyen la punta de un
iceberg de tensiones que atraviesan a las familias indígenas, y que en este caso se manifiestan a través
de la cuestión de la herencia, y que involucran a géneros y generaciones de una misma familia, en
pleitos que pueden durar muchos años.
El material aquí expuesto muestra que existen diferentes estrategias para apoderarse de la tierra en
disputa. Entre las que se utilizan, se apela a la legalidad del Estado, y esto incluye hacer denuncias
penales por agresiones físicas de distinto tipo, o también utilizar los documentos de compra-venta o de
posesión de la parcela ejidal, con el cual ejercer presión para obtener el bien a su favor, aunque el
documento no se encuentre a nombre de quien lo ostente. En los usos y manipulación del derecho se
consideran como un símbolo de que la legalidad del Estado favorece a aquel que los ostenta (aunque
desde el punto de vista legal esto no es necesariamente así). Otra estrategia usual (que utilizó la nuera
que quiso apoderarse de la casa de la suegra) consiste en iniciar trámites de información testimonial en
el Juzgado civil, por medio del cual el interesado declara que tiene un cierto número de años como
posesionario del bien, y luego de presentar testigos colindantes que declaren a su favor, se convierte
legalmente en propietario. Esto ocurre con solares urbanos tanto como predios de propiedad privada, y
apoyándose en las costumbres de la herencia, que favorece a los hombres más que a las mujeres de la
familia, hay hombres que utilizan la información testimonial para apropiarse del bien, en detrimento
de la madre y hermanas.
Se puede considerar que las estrategias arriba relatadas son complementarias. En la primera, el robo de
los documentos se convierte en un medio ilegal (robar es un delito) para justificar derechos legales. En
cambio, la información testimonial reside en realizar una práctica que se inscribe en la legalidad, a
través de la ilegalidad de las mentiras y artimañas. Ello sugiere que, al menos en este tipo de asuntos
no se encuentra establecida una clara jerarquía que diferencie lo legal de lo ilegal, sino que ambos se
usan indistintamente.
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En el uso y manipulación del derecho por parte de los actores sociales, existe una continua negativa a
aceptar las acusaciones que se efectúan entre unos y otros, lo que a veces dificulta el discernir la
manera como ocurrieron los hechos. En este sentido, las mujeres tienen mayor ventaja ante el derecho
que los hombres, dado que es más factible que éstos hubieran agredido a aquellas que la situación
inversa. Aunque las mujeres están lejos de ser pasivas en estas disputas, en una sociedad donde la
violencia intra-familiar es ejercida por los hombres, las mujeres pueden utilizar el discurso de la
agresión física con mayor facilidad que aquellos.
En los pleitos y litigios que en esta ponencia se han analizado, se observa que los litigantes usan y
manipulan las normas que provienen de diferentes sistemas normativos, haciendo uso del derecho
agrario, penal, civil e indígena. Esto es propio de situaciones de interlegalidad, como es el caso de
Coyutla, en que se encuentran referentes normativos que remiten a las normas locales y ciertos
anclajes de la cosmovisión totonaca, y a las normas que se sustentan en el derecho estatal, que
aparecen en los pleitos y se están usando continuamente, y los actores optan por ellos a conveniencia.
En las dinámicas domésticas temas centrales de discusión son los que se relacionan con los patrones
de residencia y los roles de género en la vida familiar, así como con la cuestión de la herencia, el
reparto de los bienes entre los hijos, y el criterio según el cual éstos se adjudicarán. Desde esta
perspectiva, los argumentos se encuentran imbricados, tanto en las prácticas como en los discursos que
se esgrimen en las declaraciones. Como sostiene Santos (1987), en este tipo de situaciones los actores
sociales cambian continuamente de un sistema normativo a otro, tanto cuando toman decisiones con
respecto a sus propias prácticas, como cuando argumentan sobre ellas, como ser en las declaraciones
judiciales.
Colloque international “Les frontières de la question foncière – At the frontier of land issues”, Montpellier, 2006
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