EPILOGO ALGUNOS ELEMENTOS TEORICOS PARA EL ANALISIS DE LA ACCION COLECTIVA EN LA AGRICULTURA En las páginas finales de este trabajo, se harán unas reflexiones de carácter general sóbre los procesos de acción colectiva que • se desarrollan en la agricultura occidental, y las formas de articulación entre los poderes públicos y las organizaciones resultantes. Desde un cierto nivel de abstracción con respecto a los casos empíricos que se han éstudiado anteriormente, estas reflexiones pretenden aportar algunas ideas que sean útiles para interpretar los procesos asociativos que protagonizan los agricultores, y las dinámicas que acontecen cuando sus asociaciones representativas intentan influir en la elaboración y aplicación de la política agraria. 1. ASOCIACIONES REIVINDICATIVAS Y ASOCIACIONES ECONOMICAS La acción colectiva de los agricultores en las sociedades modernas es una acción intensamente diversificada, debido tanto a la variedad de factores que inciden en la determinación de sus rentas, y que obligan a un mismo agricultor a involucrarse en procesos asociativos diversos, como a la diferenciación existente en el seno de la sociedad rural por razones de tenencia de la tierra, de tamaño de las explota^ ciones o'de orientación productiva, entre otras. 631 Esta diversidad de situaciones hace que la acción colectiva en la agricultura no responda a una lógica simple, sino que sea resultado de combinar muchas lógicas parciales en función de las áreas en que se desarrolla. A lo largo de la reciente historia europea, este proceso de articulación social ha cristalizado en una variada gama de formas asociativas, cada una con su propia lógica de acción. Entre ellas, pueden encontrarse desde el tipo más excepcional, por su rareza, representado por las formas asociativas de carácter político -como han sido los llamados «partidos agrarios»--, hasta los más comunes, representados por el asociacionismo económico en sus diversas formas -cooperativas, consorcios...y el reivindicativo -constituido por una amplia gama de organizaciones profesionales, sindicatos, asociaciones especializadas... Centrándonos en las formas asociativas que con más frecuencia se encuentran en la agricultura europea occidental, pueden aportarse algunos rasgos distintivos que ayuden a clarificar la naturaleza de las asociaciones económicas y reivindicativas, y a evitar equívocos a la hora de utilizar términos como sindicatos, cooperativas, organizaciones de productores, organizaciones profesionales, uniones, federaciones, etc., que suelen ser definidos con cierta imprecisión. 1.1. El asociacionismo de car•dcter reivindicativo En este tipo se incluyen todas las asociaciones agrarias que tienen como objetivo primordial defender, de modo integral, los intereses del colectivo social al que representan. EI término que se utiliza para denominarlas varía de unos países a otros, y su utilización depende de las características del colectivo que les sirve de base y de las funciones que cumplen como interlocutores sociales. Así, suele ser bastante habitual que las asociaciones que articulan los intereses de los agricultores familiares y desarrollan una actividad más de confrontación que de concertación con los poderes públicos, se autodenominen «sindicatos» -por semejanza con los métodos de lucha del movimiento obrero-, mientras que 632 aquellas que representan a los empresarios agrícolas y participan en una dinámica de negociación más o menos institucionalizada se califiquen como organizaciones «profesionales» o empresariales. Un caso ^particular de estas asociaciones de carácter reivindicativo lo constituyen las formas en que se articula el movimiento cooperativo; en este caso, las federaciones, confederaciones o uniones de cooperativas no son más que una especie de sindicatos cuyo objetivo es, al igual que los de agricultores, defender de modo integral los intereses del colectivo al que representan, colectivo formado por coopeativas de base. Los rasgos que pueden caracterizar al asociacionismo reivindicativo serían los siguientes: a) En primer lugar, la naturaleza universal e integral del fin que persigue. Con estos objetivos quiero dar a entender que la defensa de intereses que toda asociación reivindicativa persigue como objetivo fundamental, es decir, como fin que da sentido a su propia existencia, no está dirigida en exclusividad a sus afiliados, sino a todo el colectivo social al que destinan su mensaje, estando además centrada no en aspectos particulares de esos intereses, sino en la generalidad de los mismos. Por ejemplo; si un sindicato dirige su mensaje al colectivo formado por los agri ^ultores familiares, el fin que persigue no es sólo la defensa de intereses particulares de los miembros de ese colectivo que han decidido afiliarse a la asociación, sino que su acción reivindicativa se orienta hacia la defensa de todos los intereses de sus afiliados y de los que no los son aún. Hay, pues, en estas asociaciones una voluntad universalista y globalizadora. b) ^ En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, la actividad que desarrollan las asociaciones de carácter reivindicativo para el logro de sus fines y los resultados que obtienen de ella, no afectan sólo al grupo reducido de sus afiliados, sino a todo el colectivo social al que dirigen su mensaje ideológico. Así, por ejemplo, cuando un sindicato reivindica ante los poderes públicos incrementos del precio de un determinado producto agricola o la concesión de una determinada ayuda económica, el resultado que obtiene 633 de esa actividad beneficia, si és que ha tenido éxito en su acción, a todo el coTectivó Cuyos intereses ha pretendido defender mediante ese ^tipo de reivindicación, independiente= mente de que los miembros de dicho colectivo estén o no afiliados a ia asociación. Este rasgo de su actividad tiene una importante consecuencia, ^^ es que de ellá no surge un estímulo directo a la afiliación, ya que los agricultores a lo ^ que dirige su mensaje ideológicó saben que estén o.nó afiliados a la asociación se berief ciarán de los resultados de su actividad xeivindicativa. Aunque es cierto que la mayor eficiencia en el ejercicio de estas acciones y los éxitos alçanzádo^ puede ser elementos favorables para que uria asocia•ión sindical adquierá prestigio entre los agricultores y, por ellb, aumente las posibilidades de ampliar su número dé afiliados, también es cierto que no son elementos sufieierites para romper la resistencia de aquéllos ál asócionismo. Por ello, este problema, común a todas las asociaciones reivindicativas, las hace muy dependientes del entorno social y político en que actúan. Así, por ejemplo, el protagonismo que• , los poderes públicos reconozcan a lós siñdicatos . agr^rios como interlocutores del sector y el grado de . participa •ión que les concedan en la elaboración y.aplicación de la poliKca agraria„ pueden constituir, en sí mismos, factores de•isivos para solventar el problema de la afiliación. De igual modo, la delegación de competencias , y funciones que los sindicatos reciban de esos poderes públicos pára hácer más factible la aplicación práctica de la. a••ión . estatal en la a^ri^ cultura, puede también significar estímulbs importántes para ampliar su base social. Los casos francés e. italiano analizados en este trabajo, en los que se ha puesto de manifiesto el importante protagonismo de los sindicatos agrariós, son buenos ejemplos de lo que se está afirmando. c) En tercer lugar, por último, el asocia •ionismo reivindicativo se caracteriza porque el mensaje que dirige es de naturaleza ideológica. Esto significa que, - en su contenido, hay siempre ^ina determinada forma de concebir y de explicar los problemas que afectan a la agricultura y al colectivo al que se dirigen. Este rasgo está estrechamente relacionado 634 con los dos anteriores, porque si, como se ha señalado, las asociaciones reivindicativas tienen un fin de carácter universal y su actividad está orientada a la defensa integral de los intereses de todo un colectivo social, el discurso que ellas elaboran para intentar explicar la problemática en la que se insertan los^ miembros de este colectivo y para proponer soluciones, entra de lleno en el terreno de las ideas, pudiendo aparecer posiciones divergentes e incluso contrapuestás. No existe, por ejemplo, una forma única de concebir los problemas que afectan a la agricultura familiar, sino que en la de= finición de estos. problemas y en la proposición de soluciones afloran modos diferentes de pensamiento y, en consecúencia, ideológías diversas. Los análisis realizados ^4'ibre el sindicalismo-agrario en varios países europeos nos indican cómo éste suele estructurarse en diversas opciones organizativas, tanto más variadas cuanto más diferenciada sea la agri•ultura desde el punto de vista económico y social. La existencia en Italia de tres sindicatos de agricultores con discursos ideológicos claramente diferenciados -Coldiretti, Confagricoltura y Confcoltivatori-, el reconocimiento de la pluralidad sindical en el seno de un sindicalismo unitario artificiosamente construido sobr.e el tándem formado por la F.N.S.E.A. y el C.N J.A. franceses, la nítida separación ideológica entre los dos grandes sindicatos portugueses ---C.A.P. y C.N.A. ; la dispersión -por otro lado, excesiva- del actual panorama sindical en la agricultura española, no son sino el reflejo de estructuras agrarias diferenciadas. La unidad que se puede encontrar en el sindicalismo agrario británico -con la N.F.U.- se explica por la homogeneidad social y económica de su agricultura. Estas características peculiares del asociacionismo reivindicativo en la agricultura lo colocan en una situación contradictoria. Por un lado, el ejercicio eficaz de su acción le exige contar con bases de apoyo numerosas y cohesionadas que sean fuentes de recursos, tanto económicos como de otro tipo (capacidad de movilización, fuerte expresión de la protesta, etc.}, mientras que, por otro lado, la naturaleza de los óbjetivos que persigue y su voluntad. de generalidad no 635 son medios eficaces para estimular la afiliación de los agricultores. Solu^ionar esta contradicción no es tarea fácil y suele generar nuevos problemas. Así, por ejemplo, estimular la afiliación a través del ofrecimiento de incentivos directos y específicos (servicios de asesoramiento técnico y jurídico, compra de abonos más baratos, comercialización de algunos productos agrarios, etc.) a los agricultores es, sin duda, un método eficaz en muchos sentidos. Sin embargo, puede provocar interferencias con las actividades desarrolladas por otras formas de asociacionismo, y configurar, incluso, unas bases sociales débilmente identificadas con la filosofia reivindicativa del sindicato en que se afilian. 1.2. ' El asociacionismo aie carácter ecoraómico En lo que respecta a las formas asociativas representadas por las cooperativas o por la variada gama de lo que viene en denominarse agricultura de grupo, los rasgos que, en mi opinión, pueden caracterizarlas son los siguientes: a) En primer lugar, destaca el carácter exclusivista y particularista del fin que persigueñ estas asociaciones. A diferencia de las reivindicativas, las asociaciones económicas tienen por fmalidad principal la defensá de intereses exclusivos y particulares de sus asociados. Su objetivo no es defender intereses generales que puedan afectar tanto a sus asociados como a los que no lo son, sino interese • específicos que afecten al grupo concreto de sus socios. Así, por ejemplo, una cooperativa de agricultores, aparte de por otros objetivos secundarios, puede constituirse con la fmalidad de comercializar uri determinado producto agrícola o de adquirir inputs agrarios a bajo precio. Sea cual fuere su objetivo fundamental, la cooperativa siempre tendrá por finalidad la defensa de intereses exclusivos y específicos de sus socios, y no lo será la defensa de los intereses generales que afecten a todo el colectivo social en el que sus asociaciones se sitúan. Se observa aquí, pues, un rasgo diferenciador entre el asociacionismo económico y el reivindicativo. 636 b) En segundo lugar, y en consecuencia con su finalidad exclusivista, las asociaciones de cará^ter económico desarrollan una actividad de cuyos resultados se benefician o perjudican directamente sus asociados, no viéndose afectados de forma directa aquellos individuos que no están integrados en ellas. En el caso de una cooperativa agrícola, los agricultores de una determinada área territorial saben que sólo asociándose a ella podrán -obtener de forma directa los beneficios por los que dicha asociación desarrolla su actividad. Bien es cierto, que la actividad del movimiento cooperativo puede tener como , resultado beneficios indirectos para todo el colectivo social de una determinada zona, independientemente de que sus miembros estén o no asociados a las cooperativas existentes, como pudiera ocurrir cuando se elevan los precios de un determinado producto en el mercado por el simple hecho de que exista un movimiento cooperativo organizado. Sin embargo, hay que señalar que los principales afectados por la actividad desarrollada por estas asociaciones económicas son las personas asociadas a ellas. De esta situación se deduce que la propia actividad de estas asociaciones es un estímulo directo para la captación de socios, ya que en el caso de una cooperativa agrícola, por ejemplo, los agricultores se verán incentivados a asociarse a ella porque sólo así se beneficiarán directamente de su actividad. A diferencia de las asociaciones sindicales, las económicas tendrán.suficientes recursos con el desarrollo de las actividades que les son propias para ampliar sus bases sociales, si así lo estiman necesario. c) En tercer lugar, finalmente, puede afirmarse que el mensaje que dirige una asociación económica para la captación de socios no tiene por qué ser ideológico. Dejando aparte el mito del cooperativismo como instrumento de transformación social y como modelo alternativo al sistema capitalista, y considerando como excepciones los casos de cooperativas agrarias que representan algo más que una simple asociación de carácter económico, puede señalarse que en el contenido del mensaje emitido por estas asociacio637 nes no hay una forma de concebir y explicar los problemas que afectan al colectivo social al que se dirigen -es decir, ideología-, sino simplemente un instrumento para defender intereses particulares de los que deseen asociarse a ellas. Las asociaciones económicas son, pues, plurales desde el punto de vista ideológico, y en ellas es compatible la coexistencia de socios de diferentes ideologías políticas o religiosas sin que se desnaturalice la finalidad para la que fueron creadas. Este hecho explica que, cuando el movimiento cooperativo se articula para la defensa integral de sus intereses en federaciones o uniones de carácter reivindicativo, el discurso de éstas, aún siendo de naturaleza ideológica, lo es mucho menos que en el caso de los sindicatos de agricultores, ya que su basé social es más heterogénea y los lazos de afinidad entre sus miembros tienen raíces más económicas, propiciando la constitución de estructuras unitarias. El análisis que se ha realizado sobre el cooperativismo agrario francés y su estructuración actual en la C.F.C.A. es bastante ilustrativo de lo que se acaba de decir. Asimismo, el cuestionamiento que actualmente se viene haciendo de los medios del cooperativismo italiano sobre la ineficacia de su actual estructuración, fuertemente ideologizada, es otro buen ejemplo. De igual modo, responden a este esquema los esfuerzos por unificar en una sola estructura las dos asociaciones cooperativas existentes en nuestro país -U.C.A.E. y A.E.C.A. 2. UNA APROXIMACION HISTORICA AL ASOCIACIONISMO AGRARIO Una vez expuestos los rasgos que, en mi opinión, caracterizan a las dos formas más representativas del asociacionismo agrario, en este apartado se hará un breve análisis histórico del proceso de génesis y desarrollo experimentado por este fenómeno de articulación de intereses. 2.1. Su génesis Aunque la génesis y desarrollo del asociacionismo agra- 638 rio ha tenido sus par^cularidades en cada país de nuestro entorno geopolitico y cultural, su origen puede situarse en el momento en que se produce la penetración de la agricultura por el sistema económico capitalista. Reconociendo que este ténómeno no se da de forma simultánea en todos los países, y que incluso existan entre ellos grandes diferencias temporales en su aparición, pueden, sin embargo, destacarse algunos rasgos básicos de su contexto. Estos rasgos han sido analizados en ^muchos otros •lugares y no ha lugar a extenderse aquí sobre ellos. Baste señalar como más característicos los siguientes: la ruptura del carácter autárquico de las explotaciones agrarias; la integración de la agricultura en el mercado, perdiendo su carácter de economía natural y cerrada; la interdependencia del sector agrario con los sectores industrial y financiero; la pérdida de hegemonía de la agricultura como actividad produc^va, y la creciente intervención reguladora de los poderes públicos en el sector agrario. Todos estos elementos se van a ir manifestando de forma progresiva a lo largo de todo un proceso cuyo punto fmal será la agricultura desarrollada que ahora conocemos. Desde el comienzo de este proceso, la agricultura y la sociedad rural se vieron atravesadas por múltiples factores, que rompían el carácter supuestamente armónico y equilibrado de su organización social y generaban nuevas necesidades y nuevos conflictos. En ese contexto, los agricultores, hasta entonces integrados en la red institucional de carácter tradicional existente en su comunidad rural, van a tener que buscar nuevas formas de ar ^culación de intereses para hacer frente a las nueva necesidades. Van a asociarse entre sí en coopera^vas para comprar en común fertilizantes, productos fitosanitarios, semillas, maquinaria y todos los in• puts necesarios para la puesta en marcha del proceso productivo agrícola, de acuerdo con las nuevas exigencias del mercado, así como para defender la calidad de los mismos. Van a asociarse también para la venta colec ^va de los pro• ductos agrarios y para defender sus precios frente a los incermediarios. De igual manera, van a utilizar la vía asocia ^639 va -cooperativas de crédito- para adquirir recursos financieros a bajo coste o para hacer frente a los riesgos que afectaban a las cosechas -seguros agrarios-y a las propias condiciones de vida del agricultor -seguridad social-. Asimismo, debido al creciente protagonismo del Estado en la regulación de la actividad agraria, los agricultores van a crear sus propias asociaciones. reivindicativas -sindicatospara influir en los centros de decisión y para relacionarse con los poderes públicos. 2.2. Su desarroll® A raíz de ese contexto original, el asociacionismo agrario va a ir desarrollándose a lo largo de un proceso en el que pueden distinguirse varias etapas. a) En una primera etapa, que, a grosso modo, puede situarse entre los orígenes del procéso y la II guerra mundial, el asociacionismo agrario se va a caracterizar por los siguientes rasgos. Por un lado, por existir una escasa especialización funcional entre las asociaciones que se van creando. Este rasgo significa que, en esta etapa, todas las asóciaciones hacen de todo, son plurifuncionales y no están separados sus campos de actividad económica y reivindicativa, sino que ambos se funden en uno solo. Así, pueden encontrarse sindicatos que venden y compran productos, que conceden créditos a sus afiliados, que tienen fondos de ayuda mutua para la protección de las cosechas o para garantizar la seguridad de las personas frente a los diversos riesgos, y que, al mismo tiempo, desarrollan una áctividad de tipo reivindicativo y movilizan a sus afiliados para presionar ante los poderes públicos o fortalecer el poder negociador de los agricultores frente a los intermediarios. Por otro lado, esta primera etapa se caracteriza también por existir una escasa diferenciación social en el seno del asociacionismo agrario, creándose asociacione ^ cuyas bases son de una gran heterogeneidad. En este sentido, puede ob- servarse, como, un fenómeno bastante común, la existencia de sindicatos o cooperativas en los que se integran asalariados junto con pequeños agricultores, o en donde coexisten grandes, medianos y pequeños propietarios para la defensa de intereses supuestamente comunes a todos ellos. Puede decirse que, en este orden de cosas, esta primera etapa está impregnada de una ideología corporativista, en la que la agricultura y la sociedad rural son concebidas como un «cuerpo» orgánico cuyos grupos de intereses se articulan e interrelacionan en una especie de armonía social. De acuerdo con la ideología corporativista dominante entonces, este cuerpo social debía en su conjunto unirse como «un todo» para defender los intereses de la agricultura y del mundo rural frente a agentes externos: la industria, la ciudad, los intermediarios. En esta situación, la ideología corporativista impregna todo tipo de asociacionismo, y las asociaciones que se van creando se diferencian entre .sí más por las conexiones de sus dirigentes con el mundo exterior que por una diferente concepción de los problemas que afectan a la agricultura y del lugar que debía ocupar en el sistema económico. Asi, por ejemplo, en Francia, el asociacionismo representado por la U.S.S.A. y el representado por la F.N.M.C.A., .van a com• partir un mismo discurso ideoló^ico para la agriculrura, el discurso corporativista, y sólo se van a diferenciar entre sí por los lazos políticos de sus respectivos dirigentes: los primeros con los grupos monárquicos, y los seg• ndos con las republicanos. En el caso italiano ocurre algo parecido eñtre las asociaciones «blancas» y«rojas» que se extienden por tóda la agricultura de Italia. b) En una segunda etapa, que puede situarse en el período que va desde el final de la segunda guerra mundial hasta la crisis económica de los años setenta, el asociacionismo experimenta cambios notables. De una parte, el avance del desarrollo capitalista en la agricultura provoca un creciente proceso _de diferenciación social y económica en el seno del- mundo rural, cuyos efectos se dejan sentir en la dinámica y en la estructura del aso641 ciacionismo. En efecto, surgen conflictos internos en el seno de las antiguas asociaciones plurifuncionales e interclasistas, como consecuencia de la diversidad de posiciones que frente al sistema económico van a ir adoptando sus bases sociales. Los intereses de los asalariados agrícolas van a distan• ciarse de los de los pequeños agricultores y, de igual manera, los problemas que afectan a las explotaciones familiares van a exigir un tratamiento diferente al de las explotaciones capitalistas de carácter patronal. El supuesto «cuerpo homogéneo» de antaño va a quebrarse en múltiples pedazos, y la ideología corporativista va a ser cuestionada por una ideología de la pluralidad y diversidad de la agricultura y del mundo rural. Esta aparición de intereses divergentes, dificilmente conciliables en un mensaje ideológico y en un progratna reivindicativo comunes, va a afectar especialmente a la activida.d reivindicativa de las asociaciones, ya que los conflictos entre intereses diversos surgidos en su seno van a debilitar su capacidad de movilización y a reducir su aptitud para jugar un pápel de interlocutor en sus relaciones con los poderes pú• blicos y con otras fuerzas sociales. De otra parte, el mismo proceso de desarrollo capitalista en la agricultura va a intensificar extraordinariamente la actividad económica y reivindicativa de las asociaciones, de manera que ambos campos de actividad van a generar sus propias dinámicas, siendo cada vez más dificil_ para un eficaz ejercicio de los mismos mantener su fusión en el seno de una misma asociación. Los poderes públicos van a intervenir en algunos casos -como ocurrió en Francia, por ejemplo, al principio de los años cincuenta- para delimitar con claridad los campos de actividad de las asociaciones agrarias. Estas dos tendencias, la una hacia la heterogeneidad social y la otra hacia la diferenciación económica, van a tener como consecuencia la separación del asociacionismo reivindicativo y del económico, desarrollando procesos autónomos desde entonces, procesos no divergentes sino complementarios. Esta segunda etapa que estamos analizando es también la etapa en que se abordan grandes reformas estructurales ó42 en la agricultura de los países de nuestro entorno. Son los años, por ejemplo, de la reforma agraria italiana o de la llamada modernización agrícola francesa, en donde se debatió profundamente la situación de la agricultura y se diseñaron modelos alternativos para proceder a un avance en el proceso de desarrollo agrario de estos países. En esa coyuntura, en la que se abordan de forma global los problemas de las agriculturas nacionales, las asociaciones sindicales se convierten en los interlocutores idóneos para colaborar con los poderes públicos en la realización de las reformas programadas. EI carácter ideológico del discurso sindical hace que sean las asociaciones de este tipo y no las económicas las que asuman un papel hegemónico en el conjunto del asociacionismo, precisamente en un contexto en donde se debaten"modelos de agriculturas, es decir, ideologías agrarias. Es significativa a este respecto, la hegemonía del sindicalismo representado por la F.N.S.E.A. y el C.N J.A. en el conjunto de la «profesión agrícola» francesa, o la hegemonía de los sindicatos agrarios italianos -Coldiretti y Confcoltivatorisobre el movimiento cooperativo a la hora de canalizar las relaciones del sector con los poderes públicos. c) La tercera etapa coincide con la época actual. En ella, la crisis económica y la crisis de la agricultura en los países occidentales se van a manifestar, entre otras cosas, por una saturación de determinados mercados agrarios y por la necesidad de asumir, por parte de los ^ poderes públicos, una politica de ajuste y de restricciones presupuestarias. Se acaba, pues, la época de abundancia y de politica económica generosa hacia la agricultura, y se entra en una etapa de recursos escasos en la que el sector agrario va a tener que competir con otros sectores a la hora de acceder a los centros e instituciones en donde se decide el reparto de los mismos. Se acaba, en definitiva, el período de «vacas gordas», en el que la agricultura y los agricultores habían gozado de los beneficios de un proteccionismo estatal generoso, y en el que los sindicatos agrarios habían hecho uso de un protagonismo desproporcionado al peso real, cada vez más pequeño, que el sector iba adquiriendo en el conjunto del 643 sistema económico. Un protagonismo que los poderes públi• cos le habían concedido como única vía para lograr de forma ordenada la modernización de las estructuras y la consiguiente disminución de la población ocupada en la agriculrura, tan necesarias para el avance del crecimiento económico. En la nueva situación, los poderes públicos vuelven a tomar las riendas de la regulación del sector agrario, procurando reducir el protagonismo sindical y mostrando a los dirigentes de las asociaciones profesionales la auténtica posición subordinada de la agricultura. El paternalismo generoso de ^ntaño va a ir siendo ^ustituido por una politica de exigencia de corresponsabilidad al propio sector agrario y, a sus dirigentes para afrontar los desequilibrios de los mercados. Sin embargo, esta politica se caracteriza porque pretende abordar la crisis agraria de forma sectorializada y mediante la aplicación de medidas coyunturales tendentes a evitar que se agraven los problemas en cada sector. Los ejemplos de las medidas comunitarias para hacer frente a la crisis de la P.A.C. -como la tasa de corresponsabilidad para los cereales o la «cuota» para la leche-, en vez de una reforma profunda de sus principios inspiradores, no son más que ilustraciones de esta manera de abordar la siruación. De igual manera, la creación de ícofpices» por productos en sustirución de un organismo general para la regulación de los mercados agrarios en Fráncia, es otro ejemplo de esta tendencia. En este contexto de creciente sectorialización de la politica agraria, se produce una reducción del protagonismo de las asociaciones sindicales y un ascenso de las asociaciones económicas. En efecto, en una situación en que los poderes públicos procuran disciplinar los mercados, los sindicatos tienen poco que decir como interlocutores, ya que su discurso ideológico sobre los problemas generales de la agricultura sirve de poco cuando lo que se buscan son interlocutores con capacidad real para intervenir en los mecanismos de cada mercado de productos agrarios. No es la hora de los debates ideológicos como cuando antaño se abordaron las 644 grandes reformas estructurales, sino la hora de acciones concretas y coyunturales para resolver problemas específicos que amenazan con descomponer el equilibrio económico. Los poderes públicos buscan, pues, los interlocutores idóneos, y éstos son ahora las coopera ^vas, las organizaciones de productores, las asociaciones sectoriales y, en general, todas las que ejercen actividad en el campo económico, porque son las que ^enen un poder real sobre los mercados. Además, en esta situación de recursos escasos, de ausencia de debate ideológico, los sindicatos se muestran incapaces. de conciliar en un programa reivindicativo común los intereses cada vez más contrapuestos de sus afiliados. Estos afiliados saben que, en época de escasez, los recursos que se obtengañ para la reestructuración de un mercado serán en detrimento de los que puedan obtenerse para el de otro 0 para financiar otro ^po de actuación. La competencia intrasindical aflora y el discurso ideológico es insuficiente para mantener la cohesión. En este sen ^do, son significa^vos los conflictos que se están produciendo en el seno de los sin• dicatos mayoritarios franceses a la hora de aplicar las medidas dis•iplinarias dictadas por la C.E.E. para hacer frente a la crisis dél sector lácteo o la del sector de carne de bovino. Asimismo, la apuesta realizada por las autoridades cómunitarias a favor del asociacionismo económico, encarnado por las organizaciones de productores, es otra prueba del áscenso de este ^po de asociaciones, observado con un justificado recelo por parte de los sindicatos. ^ El discurso ideológico queda relegado a un segundo plano en el seno de los sindicatos mayoritarios, cuyos dirigen• tes buscan en el pragma^smo un modo de adaptarse a las nuevas circtimstancias. La ideología es, no obstante, alimentada por grupos minoritarios que en ^enden la crisis vivida por la agricultura no como una crisis pasajera que pueda solucionarse con medidas parciales y de coyuntura, sino como una crisis profunda del modelo de desarrollo productivista dominante hasta ahora én las sociedades occidentales. En opinión de estos grupos, su solución pasáría, en consecuencia, por una modificación de los principios inspiradores de 645 las políticas agrarias nacionales y comunitaria, y por el reconocimiento de otras formas alterna ^vas de desarrollo agrícola que permitan mantener un tejido social estable en el medio rural e introducir precios diferenciados en función del volumen de producción y de la calidad de los productos. Grupos como los «paysans travailleurs» franceses, organizados al margen del sindicalismo mayoritario, el ala radical de la Confcol^vatori italiana, o la C.N.A. portuguesa, son buenos ejemplos de lo dicho. Asimismo, el interesante proceso que se siguió en Francia con mo ^vo de la organización de los llamados Estados Generales del Desarrollo Agrícola en 1982, en los que se abrió un amplio debate nacional sobre la viabilidad de los modelos de desarrollo imperantes durante veinte años en la agricultura francesa, es también un buen motivo para la reflexión. En mi opinión, estos debates de tipo ideológico, en los que se cuestiona el modelo general de agricultura y en los que el sindicalismo adquiere de nuevo un protagonismo indiscu^ble, están todavía recluidos en los márgenes del estado de opinión mayoritario, preocupado aún por salir como sea y lo más rápidamente posible de la crisis que afecta a los mercados. Sin embargo, creo que, en el futuro inmediato, estos debates se irán extendiendo en el seno de la opinión pública porque no creo que retorne el ^empo de la abundancia y el despilfarro en un mundo cada vez más interdependiente, y en el que un amplio sector de la población mundial no tiene cubiertas aún sus mínimas necesidades alimenticias. 3. ACCION COLECTIVA Y CONCERTACION SOCIAL En esta síntesis final se ha pretendido poner de manifiesto que la acción colectiva de los agricultores es un proceso complejo que no obedece a una sola lógica, debido a la diversidad de las áreas en que se desarrolla y a la variada gama de factores que inciden en ellas. El viejo ideal unitario del corporativismo tradicional se ve, en los ^empos actuales, atravesado por múl ^ples fracturas, que no son más que una 646 consecuencia directa de los procesos de diferenciación social y económica típicos de la agricultura moderna. La interacción que se produce entre las asociaciones resultantes y los poderes públicos, dan lugar a prácticas de concertación también^ diversificadas. En cada una de las áreas que componen la politica agraria, los poderes públicos buscan los interlocutores idóneos, de acuerdo con las características de la intervención y con la^ diferentes lógicas de acción colectiva por las que se rigen las asociaciones de agricultores, siéndo en unos casos las reivindicativas y en otros las económicas las que reciben el reconocimiento público como tales. Tanto en un caso como en otro, los poderes públicos necesitan relacionarse con una estructura idónea de representación, lo que no siempre el propio sector agrario es capaz de ofrecer por sí solo, debido a la complejidad del proceso asociativo que tiene lugar en sus distintas áreas de acción colectiva. De este modo, los poderes públicos suelen interferir dicho proceso para favorecer la consolidación de un determiñado panorama asociativo o para evitar que se consolide otro que ellos estimen inadecuado. La baza del reconoci• miento oficial, las reglas impuestas para el desarrollo de un determinado tipo de concertación o la promoción de unas asociaciones y la descalificación de otras desde la propia estructura de la Administración, son algunas de las formas que tienen los poderes públicos para interferir el proceso asociativo que se desarrolla en la agricultura. Por todo ello, el análisis de los fenómenos de concertación social que tienen lugar en la agricultura moderna hay que hacerlo contemplando la diversidad de sus manifestaciones, estudiando las_distintas áreas de intervención pública y las lógicas de acción que se desarrollan en ellas. Entonces se descubrirán áreas en las que no puede hablarse de concertación porque no habrá posibilidad alguna de que los poderes públicos y asociaciones de intereses se involucren conjuntamente en la elaboración y aplicación de la politica correspondiente, al venir precisamente impuesta. En otras, sin embargo, se descubrirán prácticas de concertación escasa647 mente institucionalizadas, que se desarrollan sólo en el nivel de la ejecución de la política y no en el de su elaboración. Finalmente podrán encontrarse áreas en las que la elaboración y aplicación de la política agraria sólo es posible con una estrecha colaboración entre los poderes públicos y las asociaciones representativas del sector. Eri estas tres situaciones, el análisis tendrá que explicar la forma en que se distribuye el status de interlocutor a las asociaciones de intereses, forma que depende del contenido de la intervención y de la lógica de acción colectiva a la que responden estas últimas. 648 OTROS TITULOS PUBLICADOS SF,RIE ESTUDIOS 1. La innovación tecnológica y su difusión en la agricultura. Manuel Garcfa Ferrando. 1976. 2. La explotación agraria familiar. Varios autores. 1977. 3. Propiedad, herencia y división de la explotación agraria. La Sucesión en el Derecho Agrario. José Luis de los Mozos. 1977. 4. El latz,fundio. Pro^iiedad y explotación, Siglos X YIII-XX. Miguel Artola y otros. 1978. 5. La formación de la agroindustria en España (1960-1970). Rafael Juan i Fenollar. 1978. 6. Antro^iología de la ferocidad cotidiana: Supervivencia y trabajo en una comunidad cántabra. Javier López Linage. 1978. , 7. La conflictividad cam^iesina en la provincia de Córdoba (1931-1935). Manuel Pérez Yruela. 1978. 8. El sector oleícola y el olivar: oligopolio y coste de recolección. Agustfn López Ontiveros. 1978. 9. Pro1iietarios muy ^iobres. Sobre la subordinación 1bolática del ¢equeño campesino (La Confederación Nacional Católico-Agraria, 1917-1942). Juan José Castillo. 1979. 10. La evolución del campesinado: la agricultura en el desarrollo capitali.sta. Miren Etxezarreta. 1979. ' 11. La agricultura española a mediados del siglo XIX (1850-1870). Resultados de una encuesta agra^ia ia de la é^ioca. Joaqufn del Moral Ruiz. 1979. 12. Crisis económica y empleo en Andalucía. Antonio Titos Moreno y José Javier Rodrfguez Alcaide. 1979. 13. A¢irovechamiento en común de pastos y leñas. Manuel Cuadrado Iglesias. 1980. 14. Prensa Agraria en la España de la Ilustración. El semanario de Agrxcultura y Artes dirigido a los párrocos (1797-1808). Fernando Dfez Rodrfguez. 1980. 15. Agricultura a tiempo parcial en el País I^alenciano. Naturaleza y efectos del fenómeno en el regadío litoral. F1adio Arnalte Alegre. 1980. 16. Las agriculturas andaluzas. Grupo ERA (Estudios Rurales Andaluces). 1980. 17. El problema agrario en Cataluña. La cuestión Rabassaire (1890-1936). Albert Balcells. 1980. 18. Expansión vinícola y atraso agrario (1870-1900). Teresa Carnero i Arbat. 1980. 19. Proriiedad y uso de la tierra en la Baja Andalucía. Carmona, siglos X VIII y XX. Josefina Cruz Villalón. 1980. 20. Tierra y parentesco en el campo sevidlano: la revolución agrícola del siglo XIX. François Heran. 1980. 21. Investigación agraria y organización social. Estudio sociológico del INIA. Manuel García Fenando y Pedro González Blasco. 1981. 22. Energía y¢rroducción de alimentos. Gerald Leach. 1981. 23. El régimen comunal agrario de los Concejos de Castilla. José M. Mangas Navas. 1981. 24. La p olítica de aceites comestibles en la España del siglo XX. Carlos Tió. 1982. 25. Campos y campesinos de la Andalucía mediterránea. Christian Mignon. 1982. 26. Agricultura y Capitalismo. Ancálisis de la pequeña producción campesina. Emilio Pérez Touriño. 1983. 27. La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la Corona de Castilla dumnte el siglo X i^l. David E. Vassberg. 1983. 28. Propfedad agraria y sociedad rural en la España mediterránea. Los casos valenciano y castellano en los siglos XIX y XX. Juan Romero González. 1983. 29. Estructura de la producción porcina en Aragón. Javier Gros. 1984. 30. El boicot de la derecha a las reformas de la Segunda República. Alejandro López López. 1984. 31. Corporatismo y agricultura. Asociaciones profesionales y articulación de intereses en la agricultura éspañola. Eduardo Moyano Estrada. 1984. 32. Riqueza ypropiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (la provincia de Toledo en el sa^ lo X VIII). Javier M. a Donézar. 1984. 33. La propiedad de la tierra en España: Los patrimonios públicos. José M. Mangas Navas. 1984. 34. Sobre agricultores y campesinos. Estudios de Sociología Rural de España. Eduardo Sevilla Guzmán (coordinador). 1984. . 35. La integración de la agricultura gallega en el capitalismo. El horizonte de la C.E.E.. José Colino Sueiras. 1984. 36. Economáa y energáa en la dehesa extremeña. Pablo Campos Palacfn. 1984. 37. La agricultura r^lenciana de exportación y su jormación ha:stórica. Juan Piqueras. 1985. 38. La inserción de España en el complejo soja-mundial. Lourdes Viladomiú Canela. 1985. 39. El consumo y la industria alimentaria en Es^iaña. Maria Luisa Peinado Gracia. 1985. 40. Lecturas sobre agricultura familiar. Manuel Rodrfguez Zúñiga y Rosa Soria Gutiérrez ( coordinadores). 1985 41. La agricultura insuficiente. Miren Etxezarreta Zubizarreta. 1985 42. La lucha por la tierra ^n la Corona de Castilla. Margarita Ortega. 1986. 43. El mercado del café. Enrique Palazuelos Manso y Germán Granda. 1986. 44. Contribución a la Jzistoria de la Trashumancia en España. Pedro García Martín y José María Sánchez Benito. 1986. 45. Crisis y modernización del olivar. Juan Francisco Zambrana Pineda. 1987. 46. Pequeña y gran pro^iiedad agraria en la depresión del Guadalquivir, (2 tomos). Rafael Mata Olmo. 1987. 47. Estructuras y regíménes de tenencia de la tierra en Es1iaña (II Coloquio de Geografía Agraria). 1987. 48. Eficacia y rentabilidad de la agricultura española. Carlos San Juan Mesonada. 1987. 49. Desarrollo agrícola y teoría de sistemás. José Maria Martfnez Sánchez. 1987. 50. Desarrollo rural integrado. Miren Etxezarreta Zubizarreta. 1988. 51. La ganadería Mesteña en la España Borbónica (17001836). Pedro García Martín. 1988. De próxima aparición: - Las políticas agrarias. C. Servolin. SERIE CLASICOS 1. Gabriel Alonso de Herrera: Agricultura General. Edición crftica de Eloy Terrón. 1981. 2. Joaqufn Costa: Colectirn:smo Agrario en España. Edición crftica de Carlos Serrano. 1983. 3. A. Vicenti, P. Rovira y N. Tenorio: Aldeas, aldeanos y labriegos en la Galicia tradicional. Edición crftica de José Antonio Durán Iglesias. 1984. 4. Valeriano Villanueva: Organización del cultivo y de la sociedad agraria en Galicia y en la España atlántica. Edición, estudios preliminares y notas de José Antonio Durán Iglesias. 1985. 5. Henry George: Progreso y Miseria. Estudio preliminar de Ana Marfa Martfn Uriz. 1985. 6. José Marfa Arguedas: Las Comunidades de España y del Perú. 1987 7. L.J.M. Columela: De los trabajos del campo. Edición de A. Holgado Redondo. SERIE RECURSOS NATURALES 1. Ecología de los hayedos meridionales ibéricos: el macizo de Ayllón. J. E. Hernández Bermejo y M. Sanz Ollero. 2a edición. 1984. De prógima aparición: - Ecología y cultura de montaña. Juan Pedro Ruiz SERIE TECNICA 1. La técnica y tecnología del riego por as^iersión. Pedro Gómez Pompa. 1981. 2. La energía solar, el hombre y la agricultura. José J. Garcfa Badell. 1982. 3. Frutic^ltura. Fz;siología, ecología del árbol frutal y tecnología aplicada. Jesús Vozmediano. 1982. 4. Bases técnicas y aplicativas de la mejora genética del ganado vacuno lechero. V. Calcedo Ordoñez. 1983. 5. Manual para la interpretación y aplicación de tarifas eléctricas en el sector agrario. Rafael Calvo Baguena y Pedro Molezún Rebellón. 1984. 6. Patología e Higiene Animal. Manuel Rodrfguez Rebollo. 1985. 7. Animales y Contaminación Biótica Ambiental. Laureano Sáiz Moreno y Carlos Compaire Fernández. 1985. 8. La agricultura y el ahorro energético. José Javier Garcfa Badell. 1985. 9. El es1iacio rural en la ordenación del territorio. Domingo Gómez Orea. 1985. 10. La informática, una herramienta al servicio del agricultor. Primitivo Gómez Torán. 1985. 11. La ecología del árbol frutal. Fernando Gil-Albert Velarde. 1986. 12. Bioclimatología animal. J. Fernández Carmona. 1987. 13. El chopo y su cultivo. Juan Orensanz Garcfa y Antonio Padró Simarro. 1987. 14. Técnica y a^ilicaciones agrícolas de la Biometanización. Muñoz Valero, Ortiz Cañavate y Vázquez Minguela. 1987 SERIE LECTURAS 1. La agricultura española ante la CEE. Varios autores. (Seminario Universidad Internacional Menéndez Pelayo). 1985. 2. Fiscalidad agraria. Varios autores. (Seminario Universidad Internacional Menéndez Pelayo). 1985. 3. El si.stema agroalimentario español. Varios autores. (Seminario Universidad Internacional Menéndez Pelayo). 1985. 4. Primer curso teórico-^iráctico sobre acuicultura (2 tomos). Varios autores. (Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid - Fundación Universidad Empresa). 1985. De prógima aparición: - El mercado de la tierra. Varios autores. SERIE TESIS DOCTORALES 1. Análisis y valoración en términos de bienestar de la política de precios agrarios en España, en el ^ieríodo 1963-1982. José Marfa Garcfa Alvarez-Coque. 1986. 2. Asignación de recursos y orientaciones ^iroductivas en el sector de cultivos herbáceos anuales: un enfoque econométrico. Isabel Bardajf Arcárate. 1987. SERIE LEGISLA TI I^A 1. Ley de Seguros Agrarios Combinados. M.A.P.A. 1981. 2. Reglamento de Pesca y Navegación, 27 de Agosto de 1763. M.A.P.A. 1982. 3. Ley de Cultivos Marinos. M.A.P.A. 1984. 4. Ley por la que se regula la ^iroducción y el comercio del trigo y sus derivados. M.A.P.A. 1984. 5. Leyes Agrarias. M.A.P.A. 1984. 6. Ley de Agricultura de Montaña. M.A.P.A. 1985. 7. Ley de Contratación de Productos Agrarios. M.A.P.A. 1985. 8. Política de Ordenación Pesquera. M.A.P.A. 1985. 9. Jurisrirudericia del Tribunal Constitucional en materia agraria, pesquera y alimentaria. M.A.P.A. 1985. SERIE RECOPILACIONES LEGISLATIVAS 1. Legislación bcísica sobre mercados en origen de productos agrarios. M.A.P.A. 1974. 2. Recoliilación de normas. Núm. 1. Ganadería. M.A.P.A. 1978. 3. Recopilación de normas. Pesca Marítima. M.A.P.A. 1981. 4. Recopilación Legislativa Alimentaria. 26 Tomos que compendian 37 capítulos y 2 volúmenes más de actualización. M.A.P.A. 1983. SERIE LEGISLACION/C.E.E. 1. Princiybales dis^iosiciones de la CEE. Sectores Agrícolas. (21 Tomos). M.A.P.A. 1986. 2. Princi^iales disposiciones de la CEE en el sector de las frutas y hortalizas transformadas. M.A.P.A. 1987. 3. Principales disposiciones de la CEE en el sector de las frutas y hortalizas jrescas. M.A.P.A. 1987. SERIE C. E. E. 1. Organización y control de calidad de los productos agroalimentarios en la Comunidad Económica Europea y sus países miembros. Carlos Pons. 1983. 2. Organización del mercado de carnes en la Comunidad Económica Europea. C. Sánchez Vellisco e I. Encinas González. 1984. _ 3. El sector de la carne porcina en España y la CEE. M.A.P.A. 1985. 4. Adhesión de España a la CEE-Agricultura. M.A.P.A. 1986. 5. El Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA). Estructura y funcionamiento. J.L. Sáenz Garcfa Baquero. 1986. 6. Política vitivinícola en España y en la Comunidad Económi^a Europea. L.M. Albisu y P. Arbona. 1986. 7. El sector lácteo en España y en la CEE. M.A.P.A. 1986. 8. Tratado de Adhesión España-CEE. Pesca. M.A.P.A. 1986. 9. Ayudas de la CEE al sector agrario. M.A.P.A. 1986. 10. Política socio-estructural en zonas de agricultura de mon- taña en España y en la CEE. C. Gómez Benito y otros. 1987. 11. El sector del tomate para conserz^a en España y en la CEE. M.A.P.A. 1987. 12. El sector de la carne de vacuno en España y en la CEE. M.A. P.A. 1987. COLOQUIOS HISPANO-FRANCESES 1. Supervivencia de la Montaña (Madrid, 1980). M.A.P.A. 1981. 2. Espacios Litorales (Madrid, noviembre 1981). M.A.P.A. 1982. 3. Es1iacios Rurales (Madrid, abril 1983). (2 tomos). M.A.P.A. 1984. De prósima aparicióa: - Agricultura ^ieriurbana. M.A.P.A. OTROS TITULOS 1. Glosario de términos agrarios comunitarios. (2 tomos). I. Encinas González y otros. 1984. 2. Madrid verde. J. Izco. M.A.P.A. 1984. 3. La problemática de la 1iesca en el nuevo derecho del mar. J. R. Cervera Pery. 1984. 4. Agricultura, Pesca y Alimentación. Constitución, Estatutos, Traspasos, Jurisprudencia Constitucional, Leg ^lación de las ComunidadesAutónomas. M.A.P.A. 1985. 5. Sociedad rural y juventud cam^iesina. J.J. González y otros. M.A.P.A. 1985. 6. H^toria del Merino. Eduardo Laguna. M.A.P.A. 1986. 7. La Euro^ia Azul. J.I. Cabrera y J. Macau. M.A.P.A. 1986. 8. Desamortización y Hacienda Pública. (Jornadas Universidad Internacional Menéndez Pelayo). M.A.P.A. 1986. 9. Pesqueros españoles. J.C. Arbex. M.A.P.A. 1987. 10. ^ Supervivencia en la Sierra Norte de Sevilla. Equirio pluridisciplinar franco-español. M.A.P.A. 1987. 11. Conservación y desarrollo de las dehesas portuguesa y española. P. Campos Palacfn y M. Martfn Bellido. M.A.P.A. 1987. 12. Catálogo denominación especies acuícolas españolas (2 tomos). 1985. 13. Catálogo denominación especies acuícolas foráneas (1 tomo). 1987. 14. La sardina, un tesoro de nuestros mares. M.A.P.A. 1985. 15. Los riescados azules de nuestras costas. M.A.P.A. 1985. 16. Las raíces del aceite de oliva. M.A.P.A. 1983. 17. Una imágen de calidad, los productos del Cerdo Ibérico. M.A.P.A. 1984. 18. Una fuente de proteinas, alubias, garbanzos y lentejas. M.A.P.A. 1984. 19. Atlas de las frutas y hortalizas. J. Dfaz Robledo. 1981. 20. Historia y Evolución de la Colonización Agraria en España. Políticas y Técnicas en la Ordenación del Espacio Rural. Volumen I. 1988.