Entre distanciamiento y participación: el estereotipo de la diferencia entre América Latina y Europa en la obra de Alfredo Bryce Echenique. Erwin Snauwaert HUB RESEARCH PAPER 2009/10 NOVEMBER 2009 Entre distanciamiento y participación: el estereotipo de la diferencia entre América Latina y Europa en la obra de Alfredo Bryce Echenique. Erwin Snauwaert (HUBrussel/ KULeuven) Tanto las obras de ficción como las crónicas de Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) demuestran una tendencia muy pronunciada a actualizar textos ya existentes. Aunque estas referencias intertextuales internas (Bryce remite muchas veces a su propia obra) o externas (a autores como Vallejo y Hemingway, pero también a elementos de cultura popular en canciones o películas) implican a un autor específico, se repiten tan frecuentemente que parecen corresponder a la definición de los estereotipos como “codes très généraux, très stables, fréquemment réiterés et massivement répandus” (Dufays, 1994:30). Un mismo valor se desprende de los juegos de palabras, que según Bryce son típicos del “tonito” (1993: 44) que se le adjudica y de la construcción de sus personajes. Por “el desarrollo de su conciencia focal” y por sus idiolectos, éstos se hacen muy reconocibles, lo que, según Amossy y Rosen, los predispondría a la estereotipia (1982:90). Debido a la trayectoria vital de Bryce, que, para hacerse escritor, cambió el Perú por el extranjero, los estereotipos muchas veces tocan un tema muy evidente, el de las nacionalidades de las personas que cruzan su camino o que figuran en sus libros. Así recalca unos prejuicios ya gastados como la superficialidad de los americanos (2005: 20), su nula predisposición para las lenguas extranjeras al deformarle el apellido a Ekenaiki (2005: 145) o la puntualidad de los suizos que son calificados de “pedazos de imbéciles que detienen sus automóviles en un semáforo en rojo a las cuatro de la madrugada” (1993: 22). Sin embargo, al lado de estas imágenes bastante gratuitas, surgen otras que entrañan una comparación intercultural entre Perú, o, por extensión, América Latina, y Europa. Entre ellas, la frase “no es lo mismo un desnudo griego que un calato peruano” (1993: 15) se vuelve ejemplar. Bryce utiliza este dicho, que parece remontarse al poeta peruano Rodolfo Hinostroza, cuyo nombre por lo demás nunca se cita, para referirse a una desigualdad entre el continente latinoamericano y Europa, que es vista como superior. El que este refrán aparezca repetidas veces y tanto en las crónicas como en las novelas (2007: 149) lo presenta como una imagen colectiva que tienen los latinoamericanos de sí mismos y que parece estar “fijada” en esta sociedad (Dufays 1994: 56). Para dar cuenta del funcionamiento de este estereotipo y de sus implicaciones interculturales, rastrearemos en él tres usos distinguidos por Dufays (1994: 235): la participación, que enfatiza el reconocimiento del estereotipo que le permite al lector identificarse con el texto y el género literario, el distanciamiento, que denuncia su carácter banal y estimula en el lector la reflexión crítica, y la ambivalencia, que oscila entre los dos polos anteriores y lleva a la indeterminación del texto (Dufays, 1994:271) Dado que en Bryce resalta sobre todo el segundo aspecto, describiremos cómo evoluciona del distanciamiento a la participación para desembocar en la ambivalencia. 1. Distanciamiento El deseo de desmontar el estereotipo en cuestión queda patente en la posición de Martín Romaña, el protagonista de La vida exagerada de Martín Romaña y de El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz. Este personaje, que procura asimilarse a la vida parisiense para realizar sus ambiciones literarias, puede considerarse como un alter ego del autor y tiene, por lo tanto, una importancia peculiar para nuestro análisis. Tanto para Bryce como para su héroe, la fascinación por Francia se nutre de la adoración que sienten sus madres por Proust (1993: 316) o de la admiración de los peruanos por “París de Francia” (1985: 134) en general y los incita a abandonar el Perú, como lo sintetiza en la pregunta “¿Por qué no vendemos este país tan grande y nos compramos un país chiquito cerca de París” (1993: 301). Sin embargo, en vez de sacar adelante sus carreras, el exilio voluntario les confronta con la otra cara de la capital francesa. Como ya queda claro en el título de la colección de cuentos de inspiración autobiográfica Guía triste de París, Bryce no tarda en darse cuenta de la tristeza de la vida parisina y en denunciar la mala educación y la xenofobia de los franceses. (1988:141) Pero si hay algo que inmoviliza al parisiense es la inmovilidad a todo nivel y de todo tipo del pequeñoburgués, que reina en París en cantidad y calidad. Es un personaje con muy pocas luces para tratarse de una “ciudadluz”, muy poco generoso (…) y francamente avaro cuando se trata de hacer un mínimo esfuerzo por entender aquello que se llama la alteridad, lo otro, lo diferente. En contra de lo que esperaban los latinoamericanos, los franceses parecen incapaces de tratar con culturas ajenas y se empeñan en agrandar las diferencias hacia proporciones caricaturescas. Por su falta de entendimiento intercultural excluyen mentalmente a los latinoamericanos y hacen que en París “la fiesta no sea para feos” (1993: 160). Enganchando con esta imagen, Bryce termina desmintiendo el conocido lema de Hemingway “París es una fiesta movible” (1993: 324), que antes precisamente le servía de aliciente. Además, pasa al contraataque, poniendo en marcha un proceso de distanciamiento frente al estereotipo de la diferencia intercultural exagerada. Esta estrategia tiene como objetivo cuestionar su autenticidad (Amossy/ Herschberg Pierrot 2007: 39) y pasa técnicamente por las etapas de “recuperación”, de “transformación” y de “descontextualización” distinguidas por Dufays (1994: 244). 1.1 La recuperación: el exotismo, la simplificación de la historia y el buen salvaje Al lado de la mera cita del estereotipo, tal como aparece en la mención de la oposición entre el desnudo griego y el calato peruano, que Dufays considera como la manera más elemental de aislarlo (1994: 248), el distanciamiento se hace en Bryce muy frecuentemente mediante la recuperación. Este proceso consiste en poner el estereotipo en boca de un personaje del que el narrador o el autor desconfían (1994: 252) para que resalte su banalidad o su falsedad. Así, Martín Romaña, que como narrador homodiegético controla el relato entero, convierte a unos franceses en portavoces del estereotipo concernido. Relata cómo el dueño de su departamento parisino achaca las frecuentes duchas que se gasta a una probable “grave enfermedad tropical” que ha contraído en el Perú que califica de “país caliente” (1981: 37) Visto que ese personaje se perfila en la novela como no fiable, pone de relieve hasta qué punto su perspectiva exótica es errónea y contribuye por lo tanto a desacreditar el estereotipo. Este exotismo aberrante también se critica en las crónicas. TB 56 Pero en Europa yo era limeño, o sea de Lima, y Lima era la capital del Perú y el Perú el territorio del Imperio del Sol. Por consiguiente, Lima era la ciudad más calurosa del mundo. Y (…) nadie me creía que en Lima el sol, este año, salió un lunes en todo el año, y fue primera plana en todos los diarios (…) Otra faceta que pasa por la recuperación es la incomprensión de la realidad latinoamericana. Los figurantes franceses suelen reducir su historia a unos momentos emblemáticos, que aplican sin más criterio a la situación política contemporánea. De esta manera, muchos europeos consideran a Martín como un “Inca” (1985: 150) y comparan su terapia antidepresiva a una expedición de los conquistadores en los Andes (1981: 563). Esta simplificación también afecta a la crisis cubana. Bryce alude a la ola izquierdista correspondiente en El cóndor sigue pasando (2005: 135), reminiscencia de una canción que estaba de moda en aquellos años, y en Un piropo para Amália que describe cómo lo veían sus estudiantes en la Universidad de Nanterre, donde trabajaba de profesor de literatura latinoamericana. (2005: 165-166) Yo venía de (…) [u]n país lejano (…), mítico e incaico, riquísimo, El Dorado, y al mismo tiempo sede de la fuente de la Eterna Juventud y Tierra Prometida y Territorio de las Amazonas (…) [T]enía entre las chicas de mi curso (…) un éxito que, por no calificar de “cheguevaresco” o “guerrilleresco” (…) tan de moda por aquellos años pero que yo (…) calificaré de “éxito amazona”, tan sólo para darles una idea de lo exótico que me veían mis lindas alumnas parisinas (…) ni faltaban tampoco aquellas muchachas que además me encontraban tan Eldorado y tan qué sé yo (…) aunque usara corbata y nunca una prenda color verde oliva de Cuba y Fidel (…) A la generalización del izquierdismo a toda América Latina se añade el mito del buen salvaje. Endosándoles estas referencias a las amazonas o a El Dorado a unos individuos poco informados, Bryce ilustra cómo Latinoamérica pasa indebidamente por un imaginario europeo que la reinventa a su guisa, exagerando lo pintoresco y agudizando por lo mismo las diferencias culturales. 1.2 La transformación: juegos de palabras y neologismos La ironía con respecto a los discursos o a las perspectivas de ciertos personajes que es generada mediante la recuperación también se destaca en la transformación. Concretamente, los estereotipos son explotados mediante juegos formales que reactivan o innovan los clichés (Dufays, 1994: 259-260). La obra de Bryce precisamente está plagada de palabras nuevas y de comparaciones sorprendentes. Así, el autor se forja expresiones inéditas como “morirse en inglés” (1990:25) para referirse a los peruanos adinerados que se mudan definitivamente a Estados Unidos, un país que en otras ocasiones asocia a un parque de atracciones apodándolo “Yanquilandia” (2005: 251), o neologismos como “calcutización” (1996: 75) y “beirutización” de Lima (2005: 48) para resumir la depravación de la capital peruana. En el fragmento arriba citado, los adjetivos “cheguevaresco” y “guerrilleresco” refuerzan el tono paródico inducido por la recuperación. Es como si el artificio del neologismo reflejara el carácter sospechoso, mistificador de la realidad arquetípica que cubre. Un mismo procedimiento se rastrea cuando Martín, al matricularse en la Sorbonne, se declara “sorbonable” (1981: 37). Por la infracción a las reglas léxicas y por el parentesco con “sobornable” se crea la impresión de poner en entredicho la lealtad de esa universidad prestigiosa. En esta capacidad, el carácter agramatical de estos vocablos amañados establece un efecto metafórico, (Amossy Herschberg Pierrot, citando a Riffaterre, 2007: 58-60) que contribuye al desarme del estereotipo concernido. 1.3 La descontextualización: la ruptura con la madre patria El distanciamiento todavía se intensifica en el proceso de descontextualización, donde los estereotipos que en las fases anteriores sólo estaban integrados en la enunciación se convierten en el objeto mismo del discurso. Se presentan como curiosidades acerca de las cuales las instancias narrativas reflexionan y explicitan sus posiciones. No debe extrañar que este procedimiento se observe sobre todo en las crónicas, ya que por su naturaleza estos metatextos fomentan la argumentación y la elaboración de comentarios específicos. En sus últimos escritos, la desilusión que vivió Bryce en París también se va contagiando a otros países europeos. En Mykonos, otoño de 1965 cuenta cómo las autoridades griegas le obligaron a abandonar la isla porque, según ellas, la presencia de un solo peruano podía desestabilizar el clima político precario (2005: 74-75). Por lo demás, salta a la vista que semejantes desencuentros se refieren cada vez más a España. Mientras el autor presenta en ¿Por qué siempre regreso a España? a la madre patria como un “Perú corregido” (1988: 247), un tipo de reserva cultural y espiritual que lo salva de la modorra de París, últimamente España parece compartir los mismos males. La ternura de los españoles saca a colación el cambio que se ha experimentado desde el final de los años ochenta. Por querer integrarse lo más rápidamente posible en la Unión Europea, España se volvió megalómana y acabó desatendiendo a América Latina. Esta soberbia se comprueba en la manera de conversar de los españoles que se hace cada vez más ruda y machista. Según los criterios interculturales de Hofstede, esto cuadra con un aumento de la masculinidad, que consiste en separar los roles de los sexos y en comunicar de manera abrupta y demasiado directa (1991:79). (1996: 290) (…) el blasfemar continuo de los españoles (…)aterroriza a los latinoamericanos. Al hablar, estos hombres nos parecen rudos, primitivos, y sobre todo machísimos. Mucho más machos que los mexicanos, que llevan cinematográficamente pistola al cinto, pero ya entrada la noche edulcoran la voz y suavemente le entregan el alma a una mujer bajo el balcón de una serenata. (…) El español prescinde de todo protocolo y parece que (…) la salud de sus hijos le importará un pepino. La salud de sus hijos es cosa de mujeres. Esta masculinidad, que también se vislumbra la “incapacidad de gozar de la vida” y la “ausencia de inversión de energías afectivas” (1988: 172) de los europeos, se relaciona con una oposición entre individualismo y colectivismo. Estos conceptos averiguan respectivamente hasta qué punto en ciertas culturas los lazos interpersonales resultan flojos o intensos. Dentro del marco lingüístico, este antagonismo trata de determinar si la comunicación valora estas relaciones, suavizando la expresión y evitando la pérdida de prestigio en el interlocutor, o, por los procedimientos inversos, no se preocupa por ellas (Hofstede, 1991: 61). En este punto, la comunicación de los españoles tiende claramente al individualismo y contrasta con el habla más atenuada de los latinoamericanos y sobre todo de los peruanos. Estos abusan de los diminutivos (1996: 291 “jamás alzaban la voz cuando a lo que era chico le llamaban chiquito y a lo chiquito chiquitito”) y cultivan los eufemismos. Este creciente individualismo lleva a un alejamiento espiritual entre ambas culturas que lleva a Bryce a la conclusión de que “la movida madrileña” suena a cosa parisiense (1988: 249). Llama la atención que, para dar cuenta de esta evolución, remite nuevamente a Hemingway, según quien “en Madrid todo el mundo se llamaba Paco y todo el mundo era bueno, muy pobre, muy generoso, muy torero, muy señor” (1996: 58). En Historia peruana de la capital del mundo, se explicita “malhumor” de los españoles debe tener “al pobre idealista que el Hemingway retorciéndose en la tumba del Spain is different and Spain is the last good country (1996: 68)”, lo que deja constar una imagen de España totalmente diferente. (1996: 63) (…) no creo que vuelva a repetir aquella frase tan triste y tan bonita que solía usar hasta hace poco; “España es un Perú que no me duele, porque España es un Perú corregido.” Retiro lo dicho, compatriotas, por favorcito, denme su perdoncito El hecho de que por segunda vez un lema del escritor norteamericano le fallae a Bryce, proceso enfatizado mediante el contraste con los muy peruanos diminutivos (“favorcito”, “perdoncito”), termina cuestionando la eficacia del distanciamiento. Si el autor lograba atacar el estereotipo de manera inequívoca mediante la recuperación y la transformación, la descontextualización parece mucho más ambigua. Mientras la condena reiterada de París obviamente hace mella en el estereotipo, la evolución de España más bien lo confirma. Dado que Madrid, la ciudad que antes se presentaba como escapatoria, acaba superponiéndose a la misma París, termina imponiéndose la participación. 2. Participación A pesar de las varias tentativas de distanciamiento y por el fracaso implicado en la descontextualización de España, el estereotipo de la diferencia indeleble entre América Latina y Europa sigue en pie. La perseverancia de este desentendimiento cultural arraiga tanto en la hostilidad de los europeos como en la fantasía de los propios latinoamericanos que se construyen una Europa ilusoria. Esta responsabilidad compartida apunta en la crónica El Mercado del Lugar Común que contrapone al ya comentado culto del buen salvaje por los europeos, la ingenuidad de los latinoamericanos que se crean “un buen salvaje al revés” y, por eso, se alimentan de esperanzas falsas con respecto a Europa. (1988: 184) Este profesor, que en Francia se llama Legrand o Durand, (…) alcanza en América latina una aureola mágica, un irresistible poder de seducción, capaz de conservar en alcohol los más antiguos sueños de aquellas damotas que, sin la Alianza Francesa, morirían de aburrimiento y soledad. Mi amigo, el profesor francés (…) me explicó sabiamente aquel problema (…) en pocas palabras: “Es el mito invertido. Es el mito del buen salvaje al revés. Los latinoamericanos resultan pues ser víctimas de sus sueños, de una interpretación equivocada de Francia o de París en la que sólo cabe lo que “[l]es interesó (…) a nuestras “inteligencias” (…) tan fácilmente de cautivar con lo más superficial de lo ajeno (1988: 146). Así se explica que a Martín Romaña la catedral de Notre Dame, que en Lima irradiaba en sus sueños, en realidad le impresiona cada día menos (1981: 31). Perdido este filtro optimista, los latinoamericanos están rendidos ante su propia insuficiencia. (1996: 53) (…) los latinoamericanos de carabela y madrepatria somos españoles sin España y europeos sin Europa, de la misma manera en que, por ejemplo, un argentino es un uruguayo que ha vivido en París, un uruguayo es un argentino con complejo de inferioridad y jamás será lo mismo un desnudo griego que un calato peruano, o sea, en pelotas física y económicamente. Este desajuste entre la percepción latinoamericana de París y su cara verdadera hacen que a los exilados voluntarios, que son los escritores peruanos, el tiro les salga por la culata. En vez de asimilarse a la vida europea y de sumirse en una condición cosmopolita, la realidad parisina les hace constar precisamente la diferencia. De esta manera, el fragmento ratifica, como si se tratara del prejuicio imborrable que afecta a los argentinos, el estereotipo del desnudo griego y del calato peruano. Por lo mismo, el énfasis se desplaza del distanciamiento a la participación. Este término cubre sobre todo el proceso de reconocimiento y la impresión de verosimilitud que pone en marcha el estereotipo y que le permite al lector orientarse en el texto (Dufays, 1994: 235). Al mismo tiempo implica la relevancia de su contenido, por banal que sea éste. Sobreviviendo las etapas de distanciamiento sucesivas, el estereotipo de la diferencia entre el desnudo griego y su desvalido homólogo peruano se entroniza a sí mismo. Degradando el movimiento subversivo a una solas fintas, no hace sino cumplir con las esperanzas que despierta. La pertinencia del estereotipo se comprueba cuando el propio Bryce atestigua que, “[m]e afrancesó mi madre en el Perú y me latinoamericanizó Francia” (1993: 20). Refuerza esta afirmación años más tarde citando a Julio Ramón Ribeyro, el colega y amigo que compartió su suerte en París: “[e]n mil años de Francia lo único que he aprendido es hasta qué punto soy peruano” (2005: 551). En sus obras de ficción, la evidencia del abismo intercultural se nota en los retornos a la patria que emprenden muchos héroes, como Martín Romaña o Felipe Carrillo. Si éste todavía descubría cierta afinidad en el “cordón umbilical” que unía el Perú con la madre patria (1988b: 14), Bienvenido Salvador Buenaventura, el protagonista de Las obras infames de Pancho Marambio, corta rotundamente con España. Por el sabotaje de la renovación de su segunda residencia en Barcelona, triste alegoría del desentendimiento intercultural, huye de España para identificarse con su Lima natal. 3. ambivalencia Sin embargo, esta vuelta al terruño no significa que el Perú funcione de principio redentor. De hecho, semejante ambición difícilmente podría cuadrar con “la “peruanización” (1996: 138), como llama Bryce al clima social y político deplorable, al caos total que reina en Lima. Más bien, se debe concebir como una sabia distancia desde la cual el autor trata de situar mejor sus propias aspiraciones frustradas y los contrastes interculturales que ha vivido, como si fuera un tipo de Ulises, de vuelta en su punto de partida, pero aleccionado por sus múltiples vivencias. Semejante posición crítica se conformaría también a la propia estrategia del escritor que siempre trata de ver las cosas de manera “bicerveza” (1993: 202). El mero trastoque de la palabra hace traslucir una óptica multifocal, que se revela en una entrevista titulada En España está surgiendo un racismo extraño: . (2002: 124) (…) en los partidos de fútbol jugaba un tiempo con cada uno de los dos equipos en liza, para saber qué sentían los dos. Eso lo hice hasta que un día, como portero de la selección juvenil del Perú, tuve que enfrentarme a Argentina. Cuando pedí jugar el segundo tiempo con los argentinos se armó un follón del carajo. “Esto es política”, me dije, y tomé la decisión de dejar el fútbol y dedicarme a la literatura, dónde sí es posible la ironía y la política. El que Bryce, precisamente al tratar el alejamiento espiritual de los españoles que da hierro al estereotipo, insista en su capacidad de ver las cosas desde diferentes ángulos abre la posibilidad de seguir relativizando. Según aparece en el fragmento, el medio adecuado para hacerlo es la literatura, que abjura el fanatismo y siempre se reserva el derecho a invertir las cosas, o para seguir la metáfora del fútbol, de darle la vuelta al marcador. Por consiguiente, más que empantanarse en la sola participación, Bryce invita a dar cuenta de la ambivalencia del estereotipo. Por estas vías, sus textos lo aprovechan de manera doble, celebrando tanto lo anciano (la estereotipia) y lo nuevo (la subversión) (Dufays, 1994: 210) sin que ninguno de los dos tenga prioridad. Por esta ambivalencia, el estereotipo comentado está cogido en un vaivén entre su pertinencia y su cuestionamiento. El hecho de que éste pueda hacerse a cada instante mediante la creación literaria establece un movimiento dialéctico que entrega el estereotipo a un juego infinito. Bibliografía Amossy, Ruth/ Rosen, Elisheva (1982): Les discours du cliché, Paris : Sedes Amossy Ruth/ Herschberg Pierrot, Anne (2007) : Stéréotypes et clichés, Paris: Armand Colin Bryce Echenique, Alfredo (1981): La vida exagerada de Martín Romaña, Barcelona: Argos Vergara (1985): El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, Barcelona: Plaza y Janés (1988): Crónicas personales. Barcelona: Anagrama. (1988b): La última mudanza de Felipe Carillo, Barcelona: Plaza y Janés (1990): Dos señoras conversan, Barcelona: Plaza y Janés (1993): Permiso para vivir. Barcelona: Anagrama. (1996): A trancas y barrancas. Madrid: Espasa Calpe (2002): Crónicas perdidas. Barcelona: Anagrama (2005): Permiso para sentir. Barcelona: Anagrama (2007): Las obras infames de Pancho Marambio. Barcelona: Planeta Dufays, Jean-Louis (1994): Stéréotype et lecture, Liège : Pierre Mardaga Hofstede, Geert (1991): Cultures and Organizations. Software of the mind, London: Mc Graw-Hill. . Resumen Entre distanciamiento y participación: el estereotipo de la diferencia entre América Latina y Europa en la obra de Alfredo Bryce Echenique. Erwin Snauwaert (HUBrussel/ KULeuven) En sus novelas y cuentos, Alfredo Bryce Echenique (Perú, 1939) refiere muchas veces al estereotipo de la diferencia exagerada entre América Latina y Europa. La presente contribución trata de analizar su funcionamiento, valiéndonse de los criterios de participación, distanciamiento y ambivalencia como han sido definidos por Dufays (1994, Stéréotypes et lecture). Entre estos procesos se destaca el distanciamiento, que pasa por tres etapas. Endosando el estereotipo a unos personajes no fiables, la recuperación denuncia en los europeos, sobre todo en los franceses, el exotismo erróneo, la simplificación de la historia latinoamericana y el mito del buen salvaje. La transformación refuerza esta estrategia forjando juegos de palabras y neologismos, cuyo carácter artificial reproduce el aspecto mistificador del estereotipo. Finalmente, este pasa a ser objeto específico del discurso en la descontextualización. Este procedimiento se perfila sobre todo en las crónicas del autor que, más que sus novelas, se prestan a la reflexión y al comentario explícito. A esta altura se observa que España, que antes solía oponerse a la incomprensión europea y permitía cuestionar el estereotipo, evoluciona hacia una masculinidad y un individualismo (Hofstede, 1991, Software of the mind) que ponen en entredicho el distanciamiento y acaban enfatizando la participación. Aunque invita a reconocer el estereotipo y a aceptar el desentendimiento intercultural, esta evloución resulta matizada por Bryce, que insiste en la relación dialéctica que existe entre distanciamiento y participación. A este respecto, encuentra en la creación literaria un medio para dar cuerpo a una ambivalencia que predispone el estereotipo estudiado a un juego infinito.