La equidad de género y los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo* -LILIANA NOEMI PICON La tutela de la equidad como derecho humano. Las mujeres en la visión de la O.I.T. La globalización ha reducido las desigualdades por razón del género, en particular, en aquéllos países donde se ha llegado a un empleo sin precedentes de la mano de obra femenina. El progreso hacia el logro de la igualdad entre géneros está lejos de haber sido un esfuerzo sostenido, ya que en períodos de crisis, reestructuración o transición económica, el gasto social es lo primero que se recorta, lo cual hace más difícil para las mujeres compaginar el trabajo productivo, con el asistencial que prestan. Desde principios de la década de 1980, la participación de las mujeres en el trabajo retribuido ha aumentado significativamente y ha disminuido la diferencia entre las tasas de participación del hombre y de la mujer en el total de la población activa. En general, cada vez son más numerosas las mujeres mejor educadas que están alcanzando puestos de responsabilidad y las que crean sus propias empresas. Estos cambios positivos en relación con la participación de la mujer en el empleo retribuido hacen más visible su contribución económica. Sin embargo, a nivel mundial las mujeres siguen encontrándose predominantemente en ciertos tipos de ocupaciones en el sector de los servicios, la economía no regulada y en la agricultura. Como grupo, en general, se concentran en tareas mal pagadas y de baja capacitación y la probabilidad de tener que asumir empleos, a tiempo parcial o eventuales, las hace más susceptibles que los varones, a la pobreza y la exclusión social. Las mujeres mejor educadas rara vez consiguen romper el llamado “techo de cristal”, que les impide alcanzar puestos de máximo nivel directivo y profesional. La toma de decisiones sigue siendo una de las áreas más reacias a la igualdad entre los géneros1. Existen categorías de mujeres particularmente vulnerables: las del medio rural, las que trabajan en sectores no estructurados, las migrantes, las jóvenes, las de edad avanzada y las discapacitadas. Las jóvenes tienen mayor probabilidad de convertirse en lo que la O.I.T. conoce como las “trabajadoras invisibles” y ser víctimas de las peores formas de trabajo infantil. Tienden a presentar tasas de desempleo más altas que las de los hombres jóvenes. En el otro extremo, las de edad avanzada, se encuentran con una discriminación continuada en el mercado laboral y frecuentemente tienen que asumir responsabilidades familiares. Es un hecho que mujeres jóvenes emigran como trabajadoras con contratos, pero al arribar a su lugar de trabajo se encuentran con una grave explotación que incluye acoso sexual y otras formas de violencia. Podemos afirmar que, en conjunto, el crecimiento cuantitativo del empleo de la mujer no se corresponde con el aumento en la calidad de su empleo. Igualdad y no discriminación constituyeron, desde hace años, el núcleo del enfoque basado en los derechos respaldados por la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social de Copenhague y reforzado en la Cuarta Conferencia de la Mujer celebrada en Pekín en 1995 (una de cuyas áreas críticas fue el dictado de normas internacionales de trabajo y acción normativa sobre las mujeres trabajadoras), y la Cumbre de las Américas en Miami en el año 1994. Desde las Constituciones de Querétaro en 1917 y de Weimar en 1919, que constitucionalizaron los derechos sociales y crearon la Organización Internacional del Trabajo, el derecho laboral evolucionó y se esforzó por afrontar el desafío de garantizar a los hombres y a las mujeres el mismo status legal. Es el 1 Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional de la Organización Internacional del Trabajo primer paso necesario, pero no suficiente, ya que requiere también un medio idóneo para capacitar a todos en el disfrute de los derechos humanos. El desarrollo económico abre nuevas posibilidades, pero no proporciona automáticamente los medios para hacerse de ellas, ya que las legislaciones del trabajo deben propender a establecer un sistema congruente con el principio de igualdad, sin perder de objetivo el equilibrio de las fuerzas propias de un mundo dinámico y democrático. La igualdad entre géneros es abordada como un tema de derechos humanos, de justicia social, de eficiencia económica y de desarrollo sostenible. El principal objetivo es, justamente, promover las oportunidades para que hombres y mujeres consigan un trabajo decente, digno y productivo, en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. Así, considera que la igualdad entre los sexos es un elemento clave para que los cambios sociales e institucionales generen igualdad y crecimiento. El enfoque principal en cuanto a la igualdad de géneros, coincide con los cuatro objetivos estratégicos de la Organización: promover los principios y derechos fundamentales en el trabajo; crear más empleo y oportunidades de ingresos para los hombres y las mujeres; mejorar la cobertura y la eficacia de la protección social y fortalecer el diálogo social y el tripartismo. Ellos se expresan en los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, que consideramos de profunda proyección en la temática analizada, ya que, para un importante sector de la doctrina constitucionalista y, en particular a partir de la reforma constitucional del año 1994, deben considerase tratados internacionales (en sentido lato) a los efectos de nuestro derecho interno. Como bien señalara Gerardo Von Potobsky2, pertenecen a la categoría de los tratados, pero tienen características propias que los distinguen. La Constitución de la O.I.T. regula las condiciones de elaboración y adopción de un convenio por parte de la Conferencia 2 Von Potobsky, Geraldo, “La legislación argentina frente a las normas de la O.I.T.”, DT 1995-A Internacional del Trabajo. Lo relevante es que la ratificación de un convenio por un Estado Miembro importa la asunción del compromiso de efectivizar sus disposiciones en el ordenamiento jurídico interno y la aceptación de los mecanismos de control. Uno de sus objetivos básicos es “mantener el vínculo entre progreso social y crecimiento económico” en la búsqueda por asegurar a los propios interesados la posibilidad de reivindicar libremente y en igualdad de oportunidades una participación justa en las riquezas a cuyo creación han contribuido, así como la de desarrollar plenamente su potencial humano. Aun cuando un Estado no hubiera ratificado los convenios, existe un compromiso internacional que se deriva de su mera pertenencia a la Organización, de respetar, promover y hacer realidad, de buena fe y de conformidad con la Constitución, los principios relativos a los derechos fundamentales, que son objeto de estos convenios: libertad de asociación y sindical y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva, eliminación de todas las formas de trabajo forzoso y obligatorio, abolición efectiva del trabajo infantil y eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación3. Tan altos objetivos se reflejan en los actuales instrumentos que afectan directamente a la igualdad entre los géneros y que, en definitiva, reconocen la equidad como un derecho humano fundamental: Convenio sobre igualdad de remuneración (Nº 100), adoptado en 1951, relativo a la igualdad remuneratoria entre la mano de obra femenina y masculina por trabajo de igual valor. Convenio sobre la discriminación (empleo y ocupación) (Nº 111), adoptado en 1958. Considera acto discriminatorio cualquier distinción, exclusión o preferencia, basada en motivos de raza, color, sexo, religión, opinión política, ascendencia nacional u origen social, que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación. Excluye de este concepto las 3 OIT Declaración relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo distinciones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas para un empleo determinado, extremo que a nuestro criterio, debería demostrarse en forma fehaciente frente al conflicto jurisdiccional. Impone a los Estados la obligación de formular y llevar a cabo una política nacional que promueva la igualdad de oportunidades y trato en el empleo y la ocupación. La historia de la definición del concepto de “discriminación” comienza, justamente, con el Convenio 111 y luego es receptado en la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza del año 1960. Finalmente, el concepto surgió en la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer del año 1979. Existe una secuencia histórica que se inicia con el referido Convenio y que desarrolla paulatinamente la definición de “discriminación”. Eduardo Rabossi4 señala que el Convenio 111 permite advertir una estrategia definicional, con cuatro bandas relevantes. La primera apunta a identificar el tipo de actos que característicamente pueden generar actitudes o políticas discriminatorias y se emplean verbos en infinitivo: distinguir, excluir y preferir. La segunda banda, es decir, la que se refiere a los criterios críticos (aspectos, propiedades o cualidades que juegan un papel fundamental en las actitudes, decisiones, normas, acciones discriminatorias) contempla raza, color, sexo, religión, opiniones políticas, ascendencia nacional y origen social. La tercera banda se refiere a las finalidades u objetivos discriminatorios que se persiguen: si, por ejemplo, se efectúa una distinción motivada por el género, se está discriminando cuando se lo toma en cuenta de modo tal que produzca una alteración o que anule lo que se da en llamar la igualdad de oportunidades o la igualdad en el trato. La última banda, apunta a precisar la/s esfera/s que se reconocen como aquellas en las que la discriminación tiene lugar. En esta Convención, es sin duda, el empleo y la ocupación. Está claro que no toda exclusión por ejemplo, 4 Rabossi, Eduardo, filósofo argentino 1930-2005 por motivaciones de género, constituye un acto discriminatorio ya que lo es, según la definición, si por resultado o como efecto, afecta los derechos o libertades fundamentales de la mujer, apartándola de la pauta general en la que se encuentran los restantes individuos. Podríamos preguntarnos con justa razón, cómo es posible elaborar un criterio que permitiera distinguir cuándo un acto es discriminatorio por razón del género y cuándo constituye una razonable preferencia. Entendemos que la respuesta puede encontrarse en la Convención Nº 111 y también en la CEDAW donde se mencionan situaciones que, “prima facie”, podrían considerarse discriminatorias pero que no lo son. El art. 1º segunda parte del Convenio señala “… las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas para un empleo determinado no serán consideradas como discriminación”, lo cual permite aseverar que se deja librado a cada grupo social o profesional la determinación de aquellas calificaciones normalmente exigidas. Claro está que diferirán según la idiosincrasia de cada grupo o cultura y el sello histórico de cada sociedad. Cada organización fijará los parámetros de lo razonable y de lo discriminatorio, conforme su evolución histórica y cultural. Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares (Nº 156) adoptado en 1981, que apunta a lograr la igualdad de oportunidades y trato entre trabajadores y trabajadoras. La importancia de sus cláusulas se apoya en el hecho de que culturalmente las mujeres asumieron responsabilidades familiares que las relegaron de la educación y del trabajo. Las regulaciones de estos sensibles aspectos que han marcado la inequidad histórica de la mujer en todos los ámbitos, permiten articular en la legislación interna de los Estados, sistemas jurídicos que ejerzan una función de facilitación en razón del género: horarios, guarderías, vacaciones. El Convenio 156 analiza no sólo las responsabilidades de trabajadores hombres y mujeres hacia los hijos a su cargo, sino también respecto de otros miembros de su familia directa que de manera evidente requieran su cuidado y sostén, aspectos que no deben desatenderse. La dinámica familiar muchas veces impone a las trabajadoras tener que asumir la protección y manutención de sobrinos, padres, hermanos y esta función, debería compatibilizarse con las responsabilidades laborales que no deberían ser relegadas, ante el riesgo de involucionar en un trabajo en equidad. Si bien el Derecho del Trabajo, en general, se ha concentrado en tutelar el trabajo de las mujeres en relación con la maternidad, actualmente la edad avanzada o los problemas de salud o discapacidad de ciertos miembros del grupo familiar, constituye un impedimento a la hora de cumplir con los débitos laborales o al momento de las entrevistas previas a una contratación. Es frecuente comprobar que en estas etapas precontractuales las mujeres son interrogadas acerca de su situación familiar y, en muchas ocasiones, estos aspectos resultan decisivos al momento de decidir el conchavo. Se impone a las autoridades y organismos competentes la adopción de medidas apropiadas para la promoción de una mujer comprensión por parte del público del principio de igualdad de oportunidades y de trato y de la problemática de las/os trabajadoras/es con responsabilidades familiares. Con este objetivo, los Estados deben legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la real igualdad y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por las Constituciones y los Tratados Internacionales. Convenio sobre el trabajo a tiempo parcial (Nº 175), adoptado en 1994. Con posterioridad a la Conferencia de Pekín, la Conferencia Internacional del trabajo adoptó tres instrumentos más importantes para las mujeres y jóvenes: Convenio sobre el trabajo a domicilio (Nº 177) y la Recomendación (Nº 184) en 1996 Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, adoptado en 1999, que reclama especial atención a la situación especial de las niñas. Convenio sobre la protección de la maternidad (Nº 183) Los Convenios nº 100 y 111 sobre igualdad salarial de hombres y mujeres y sobre igualdad en empleo y ocupación (este último de más amplio espectro que la discriminación por género) son básicos en el desarrollo del marco jurídico de la igualdad El Convenio nº 100 sobre Igualdad de Remuneración5, adopta diversas proposiciones relativas al principio de igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y la femenina por trabajo de igual valor. La expresión “igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina por un trabajo de igual valor, designa las tasas de remuneración fijadas sin discriminación en cuanto al sexo”6. Las diferencias entre las tasas de remuneración que corresponden independientemente del sexo, a diferencias que resulten de dicha evaluación objetiva de los trabajos que han de efectuarse, no deberán considerarse contrarias al principio de igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y la femenina por un trabajo de igual valor7. De responsabilidades estatales y de medidas operativas Todo Estado ratificante deberá promover y, en la medida en que sea acorde con los métodos vigentes de fijación de tasas de remuneración, garantizar la aplicación a todos los trabajadores del principio de igualdad de remuneración entre trabajadoras y trabajadores por un trabajo de igual remuneración. Este Convenio se aplica al salario o sueldo básicos y a cualquier otro emolumento pagado en 5 6 Celebrado en Ginebra y ratificado por la República Argentina por decreto ley 11595/56 Convenio OIT N° 100 art. 1° pto. b) 7 Art. 3 pto. 3 dinero o en especie por el empleador para remunerar directa o indirectamente al trabajador como consecuencia de su empleo. El principio de igualdad de remuneración se aplicará por medio de la legislación nacional, a cualquier sistema de fijación de salarios, convenios colectivos o combinación de varios de ellos. De hecho, en nuestro país, el art. 14 “bis”, receptando en el texto de la Carta Magna el principio protectorio a partir del año 1957, garantiza “igual remuneración por igual tarea”. En el caso de Japón8, el gobierno alentó a las organizaciones de empleadores y de trabajadores a aclarar la actual situación de disparidad salarial entre trabajadoras y trabajadores en cada empresa, a discutir medidas para hacer frente a esas situaciones y a elaborar sistemas justos y transparentes, lo cierto es que en el sistema salarial japonés, un salario se determina tanto por factores personales como relativos al puesto de trabajo y, por ende, los salarios no están directamente relacionados con la clasificación del empleo. El art. 4 de la Ley relativa a las Normas del Trabajo, que prohíbe la discriminación salarial por razón del género, no establece expresamente el principio de “igualdad de remuneración por trabajo de igual valor”, aún cuando dicho principio constituye la base legal de la ratificación del convenio. La discriminación indirecta en este país, es un ejemplo que se continúa permitiendo a los empleadores imponer ciertos requisitos para contratar trabajadores, aun cuando es evidente que las mujeres encontrarán mayores dificultades que los hombres para cumplirlos. Esta forma de discriminación, sea explícita o implícita, no puede ser tolerada y debe ser prohibida expresamente por la legislación. Si bien la legislación japonesa ha sido enmendada, lo cierto es que el problema persiste. Aunque a primera el sistema de gestión del desarrollo de la carrera se trata de un simple instrumento de gestión con el fin de lograr una mejor selección de trabajadores más eficientes, 8 Japón ratificó el Tratado en el año 1967 puede convertirse en una herramienta de eliminación de las mujeres, ya que las mismas tienen pocas posibilidades de acceder a dicho sistema9. Es un fenómeno mundial actual, el hecho de que los empleadores en todos los países se estén esforzando por exigir más trabajo por menor salario para todos los trabajadores en general, y para las mujeres y niños en particular. Japón, a pesar de ser un país altamente desarrollado e industrializado, no constituye una excepción. Las mujeres son doblemente explotadas en el hogar y en el lugar de trabajo. Consideramos que estas prácticas persistirán hasta que la sociedad reconozca que las mujeres merecen respeto a su dignidad y honor. En el Reino Unido, las diferencias de salario reflejan el valor que la sociedad le otorga al trabajo de la mujer y a su rol y posición en la sociedad. Si bien este convenio se encuentra entre los de mayor ratificación de la O.I.T., debiéramos preguntarnos, desde la experiencia recogida, cuántos países realmente otorgan a sus mujeres trabajadoras, igual remuneración por un trabajo de igual valor. El sucinto relevamiento efectuado, permite afirmar que el Convenio Nº 100, adoptado en el año 1951 por la O.I.T., como una acción internacional contra la discriminación, se inserta en las legislaciones nacionales con la finalidad de equiparar a las mujeres y a los hombres en materia remuneratoria por trabajo de igual valor. El Convenio Nº 111 sobre la Discriminación (empleo y ocupación)10, considera que la discriminación constituye una violación de los derechos enunciados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las prácticas discriminatorias que comprenden: cualquier distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza, color, sexo, religión, opinión política, ascendencia nacional u origen social que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato 9 Opinión de la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la O.I.T. 10 Celebrado en Ginebra y ratificado por la República Argentina mediante ley 11677; entrada en vigor el 15.06.1960 en el empleo y la ocupación; cualquier otra distinción, exclusión o preferencia que tenga por objeto anula o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo u ocupación que podrá ser especificada por el Miembro interesado previa consulta con las organizaciones representativas de empleadores y trabajadores11. Excluye del concepto, a las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones exigidas para un empleo determinado12. Adicionalmente, se reconoce la posibilidad de que los Estados establezcan políticas que otorguen beneficios especiales a determinadas personas basándose en razones “discriminatorias” siempre y cuando se trate de grupos tradicionalmente relegados que requieran de una protección especial. Este Convenio se refiere al empleo y a la ocupación y abarca no sólo a los empleados, sino también a otros sujetos de la fuerza de trabajo, como los trabajadores por cuenta propia, los propietarios de empresas y los trabajadores no remunerados que, sin duda, también se enfrentan a situaciones discriminatorias, como en el caso de las trabajadoras autónomas. En República Dominicana, la situación en cuanto a la discriminación por motivo de color, raza y sexo, ha cambiado desde la promulgación del Código de Trabajo de 199213. En cuanto a la protección de la maternidad, en coordinación con la Dirección de Inspección de Trabajo, se organizaron campañas de orientación para trabajadores y empleadores relativas a una mala práctica que consiste en exigir a la mujer exámenes de embarazo como condición para acceder al empleo. Los miembros trabajadores han indicado que los esfuerzos realizados por el Gobierno no han sido suficientes ya que no se ha brindado una información clara y detallada a la Comisión de Expertos sobre la política nacional de promoción de la igualdad, tal como requiere el Convenio nº 111. Si bien este país enfrenta graves 11 12 13 Art. 1° pto. 1 Art. 1° pto. 2 Actas de la Conferencia Internacional del Trabajo de la O.I.T. del año 2004 problemas de discriminación por razón de raza, lo cierto es que nuestro análisis se circunscribe a la de género y, en este punto, el Comité de Expertos ha requerido a este país, en numerosas oportunidades, que indicase los mecanismos de prevención e investigación destinados a combatir las prácticas discriminatorias con las mujeres, como las pruebas de embarazo durante los procesos de selección en el empleo. En este país, las mujeres afectadas de HIV sufren mayores discriminaciones que se concretan a través de la realización obligatoria de pruebas de SIDA, cuyos resultados son revelados a los futuros empleadores. Si bien este estudio afecta también a los hombres, produce efecto negativo en particular respecto de las mujeres, que prefieren no postularse a puestos de trabajo cuando sospechan estar infectadas. La O.I.T. ha expresado su preocupación por las medidas tendientes a eliminar las prácticas discriminatorias en razón del género e instó al gobierno dominicano a adoptar políticas administrativas y educacionales para prevenir toda clase de discriminación y promover la igualdad de oportunidades y de trato tanto en la ley como en la práctica. El Salvador ejecuta planes de acción que incluye la capacitación para la mujer en áreas tradicionalmente reservadas para los hombres. Beneficiado por un programa de trabajo decente de la O.I.T., brinda trato prioritario a las trabajadoras de las maquilas, lo que lo lleva a ser considerado como uno de los países con mayor avance en esta materia. Se modificó el Código de Trabajo, prohibiendo el examen previo de embarazo como condición para acceder al empleo14. En Perú, las trabajadoras reciben por el mismo trabajo o por trabajo de igual valor (para utilizar la redacción del Convenio) un monto menor que los trabajadores varones. La legislación peruana es insuficiente cuando busca aplicar el principio de igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y femenina por un trabajo de igual valor, en particular, cuando se trata de trabajos de 14 Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer distinta naturaleza y a recomendado al gobierno establecer normativas que consagren expresamente el principio del Convenio Nº 10015. El Convenio Nº 156 sobre la Igualdad de Oportunidades y de Trato entre Trabajadores y Trabajadoras, tutela a los trabajadores con responsabilidades familiares, en tanto vean limitadas sus posibilidades de prepararse para la actividad económica y de ingresar, participar y progresar en ella. Se aplica también respecto de aquellos trabajadores, sin distinción de sexo, que tengan responsabilidades respecto de otros miembros de su familia directa que, de manera evidente, necesiten de su cuidado o sostén y siempre que esas responsabilidades limiten las posibilidades de prepararse ingresar, participar y progresar en la actividad económica16. Cada Estado Miembro debe incluir entre los objetivos de su política nacional, permitir que las personas con responsabilidades familiares que desempeñen o deseen desempeñar un empleo, ejerzan su derecho a hacerlo sin ser objeto de discriminación y en la medida de lo posible, sin conflicto entre sus responsabilidades familiares y profesionales17. Impone la adopción de todas las medidas compatibles tendientes a permitir a los trabajadores con responsabilidades familiares, el ejercicio de su derecho a elegir libremente su empleo y tener en cuenta sus necesidades en lo que concierne a las condiciones de empleo y a la seguridad social18. Consideramos loable la finalidad apuntada ya que es una verdad revelada que muchas mujeres sufren discriminación en el trabajo con motivo de sus compromisos familiares. Existe en el mundo laboral un preconcepto de raigambre cultural, en el sentido de que los compromisos familiares de las trabajadoras les impiden la concentración, el cumplimiento del horario o la asistencia y es por ello que en la puja por puestos superiores de trabajo, de mayor responsabilidad, pierden frente a los hombres. Los empleadores 15 16 17 18 Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la O.I.T. Art. 1° Art. 3 Art. 4 prefieren escoger trabajadores que no tengan esa “mochila” que cargan diariamente las mujeres y que abarca enfermedades de hijos, problemas domésticos, compromisos escolares y el cuidado de familiares ancianos. Es frecuente escuchar, en entrevistas para cubrir cargos gerenciales, la frase “prefiero un hombre”, sin aludir precisamente a las aptitudes personales y capacitación, sino apuntando precisamente, al género. A pesar de su importancia, el Convenio 156 ha sido ratificado hasta ahora por sólo 29 países, entre los cuales hay 8 latinoamericanos19. Sin embargo, una serie de medidas concretas vienen siendo aplicadas por legislaciones nacionales en el espíritu del Convenio 156 de la OIT. Entre ellas, la reducción progresiva de la jornada de trabajo y de las horas extraordinarias para trabajadores de ambos sexos; introducción de mayor flexibilidad en la organización de los horarios de trabajo, de los periodos de descanso y las vacaciones para trabajadores de ambos sexos; establecimiento de condiciones equivalentes de empleo a trabajadores a tiempo parcial, temporeros y a domicilio; creación de servicios adecuados de asistencia y cuidado infantil; ampliación a los padres de derechos como sala cuna y licencia para el cuidado de hijos enfermos (que contemplaban anteriormente sólo a las mujeres); permisos parentales de varios tipos, entre ellos los permisos post natales compartidos para hombres y mujeres. La mayoría de los países latinoamericanos ha hecho el recorrido de las dos primeras fases y ha iniciado el proceso de adecuación y modificación de su normativa y legislación laboral, a fin de garantizar la plena igualdad a la mujer trabajadora. El Convenio Nº 175 sobre el Trabajo a Tiempo Parcial y la Recomendación Nº 182 regula un trato igualitario entre los trabajadores “a tiempo completo” y aquellos que se desempeñan, a tiempo parcial. Consideramos esencial su aplicación en la temática de 19 Argentina, Belice, Bolivia, Chile, Guatemala, Perú, Uruguay y Venezuela equidad de género ya que, el grupo de trabajadores a tiempo parcial está integrado mayoritariamente por mujeres. El Convenio Nº 177 sobre el Trabajo a Domicilio impone la promoción regulaciones que promuevan la igualdad de trato entre los trabajadores bajo esta modalidad y los otros trabajadores asalariados, apuntando a la protección contra la discriminación en el empleo y ocupación, la edad mínima de admisión al empleo o al trabajo y la protección de la maternidad. Contribuye a mejorar la situación de millones de trabajadores a domicilio que, en su mayoría, son mujeres. Uno de los principales flagelos que atormenta al mundo actual es el del trabajo infantil y que se expresa en las peores formas de explotación de niños y niñas. Sabemos que el trabajo infantil se debe en gran parte a la pobreza. Muchos padres, desesperados por la indigencia en la que se encuentran sumidos, entregan a sus hijos/as a otras familias o a grupos que les ofrecen casa y alimento para los/as niños/as, pensando que con esta actitud les brindan una válvula de escape a la miseria. Sin embargo, la realidad que hemos relevado, demuestra que en muchas ocasiones, los niños y, en particular, las niñas y jóvenes son sometidos, a las peores prácticas de trabajo infantil, pornografía, abuso sexual y trata de blancas. La solución a largo plazo, propuesta por el Organismo internacional, radica en un crecimiento económico sostenido conducente al progreso social, en particular, a la mitigación de la pobreza y a la educación universal. El Convenio Nº 182 sobre la prohibición de las peores formas del trabajo infantil y de la acción inmediata para su eliminación considera que el término “niño” designa a toda persona menor de dieciocho años e impone tener en cuenta la situación especial de las niñas, ocupadas en las peores formas de trabajo infantil. Abarca todas las formas de esclavitud, como la venta y tráfico de niños, la servidumbre por deudas y el trabajo forzoso y obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para conflictos armados; la utilización, el reclutamiento y la oferta de niños y niñas para la prostitución, producción de pornografía o actuaciones pornográficas o para la realización de actividades ilícitas como tráfico de estupefacientes20. El Convenio Nº 183 sobre la Protección de la Maternidad y la Recomendación Nº 95. Desde 1952, fecha de la primera revisión del Convenio, muchos cambios se produjeron en la vida de las mujeres y en su inserción en el mercado laboral y, en la actualidad, la mujer ya no sólo desempeña funciones relacionadas con la crianza de los hijos y el cuidado del hogar, sino que constituye una fuerza activa y ascendente en todos los campos de la actividad económica. El Convenio refuerza la protección de las mujeres con compromisos familiares y cubre a todas las empleadas “incluidas las que se desempeñan en formas atípicas de trabajo dependiente”, inclusive en el sector informal. Formulamos esta aclaración ya que el Convenio anterior Nº 103 abarcaba una categoría más reducida de trabajadoras. También autoriza a excluir total o parcialmente a categorías limitadas de trabajadoras o empresas, previa consulta con las organizaciones de empleadores y trabajadores y cuando la aplicación del Convenio a esas categorías o empresas “plantee problemas especiales de singular importancia”. Impone a los Estados Miembros la adopción de medidas destinadas a garantizar que la maternidad no constituya una causa de discriminación en el empleo, incluyendo el acceso a éste (entre ellas la prohibición de exigencia de test de embarazo para admisión, excepto cuando se trate de trabajos que, en virtud de la legislación nacional, estén total o parcialmente vedados a las mujeres embarazadas o lactantes o que presenten un riesgo reconocido o significativo para la salud de la mujer y del hijo). Las prestaciones relativas a la licencia deberán “financiarse mediante un seguro social obligatorio o con cargo a fondos públicos, o según lo determinen la legislación y la práctica nacionales”. Este nuevo instrumento contiene también una disposición 20 Art. 3 para proteger la salud de la madre y del hijo, mientras que en el anterior Convenio no había ninguna disposición similar. La referencia de los principales Convenios en materia de equidad de género, permiten aseverar que los derechos de las mujeres trabajadoras constituyen una parte esencial de los valores, principios y objetivos que están en el seno del mandato de la O.I.T. para promover la justicia social. Las ideas acerca de una tradicional división del mundo del trabajo entre trabajo remunerado y trabajo familiar o de cuidados familiares no remunerados, ha experimentado y, en la actualidad, está experimentando aún, profundos cambios. Desde su creación en 1919, la Organización Internacional del Trabajo está investida de la doble función de adoptar y promover normas internacionales de trabajo y controlar su aplicación en los Estados Miembros. El sistema de control de este organismo tiene dos facetas. En primer lugar, impone a los Estados Miembros, desde la adopción de una norma internacional del trabajo ciertas obligaciones, especialmente las de someter los instrumentos adoptados a las autoridades nacionales competentes y hacer una memoria periódica sobre las medidas tomadas para dar efecto a las disposiciones de los convenios no ratificados y de las recomendaciones21. En segundo lugar, existen ciertos mecanismos de control a través de los cuales la Organización examina la aplicación de los convenios por los Estados Miembros una vez que han sido ratificados y, uno de ellos, es el trabajo de la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones22, compuesta por juristas independientes que son nombrados por el Consejo de Administración. Justamente, en la Conferencia Internacional del Trabajo se analizan los casos de ciertos países como los desarrollados, que presentan ciertas patologías en la aplicación de los convenios ratificados, reforzados por otros instrumentos jurídicos internacionales que vedan la discriminación 21 22 Art. 19 de la Constitución de la O.I.T. Creado en el año 1926 antijurídica por género23. Igual compromiso asumieron ciertos países participantes en la IV Conferencia Mundial sobre la mujer (Beijing, 1995), acerca de la necesidad de crear mecanismos nacionales para la integración de la perspectiva de género en las políticas, programas, proyectos de Estado, en la legislación y en las estrategias de intervención, con la participación de la sociedad civil y la cooperación internacional. Se ha planteado la necesidad de crear y fortalecer mecanismos de cumplimiento de las convenciones internacionales a fin de que los gobiernos asuman la responsabilidad de desarrollar acciones que garanticen el adelanto de las mujeres e inste a los gobiernos a institucionalizar y transversalizar la perspectiva de género en los más altos niveles de planificación24. La comunidad internacional debe promover el trabajo decente como un instrumento para lograr la igualdad de género y la justicia para las mujeres de todo el mundo. No hay duda que éstas han transformado ámbitos laborales públicos y privados, ya que en el curso de los últimos diez años, 200 millones de mujeres se incorporaron a la fuerza de trabajo global y hoy representan más del 40 % del número total de trabajadores en el mundo. La incorporación de la mujer al mercado laboral mundial se ha visto favorecida porque se elevaron sus niveles de educación, lo que ha permitido la participación en la actividad empresarial. Hoy, cursan estudios superiores (de hecho nuestra práctica académica desarrollada en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, lo corrobora) y llegan a ocupar puestos de alta dirección. Estas mismas mujeres cuentan, desde el año 2001, con un instrumental 23 Consenso de México, aprobado por la 9° Conferencia Regional sobre la mujer de América Latina y el Caribe, donde los gobiernos reafirmaron su decisión de incorporar la perspectiva de género, tomando en cuenta la diversidad étnico-racial y generacional, en la elaboración, ejecución y evaluación de las políticas públicas 24 Programa de Acción Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe (CEPAL 1994) legal25, que les permite denunciar en forma individual o colectiva violaciones a sus derechos contenidos en la CEDAW. Pero no todo es optimismo, ya que, no obstante los avances, subsisten notorias desigualdades en los lugares de trabajo y una evidente disparidad salarial. Por ello, las “brechas” de empleo entre hombres y mujeres –especialmente en términos de calidad- siguen siendo considerables. Las mujeres en cargos con poder de decisión siguen siendo una pequeña minoría y las responsabilidades familiares, siguen recayendo fundamentalmente en las mujeres. Una gran proporción de mujeres sigue confinada a empleos mal remunerados, a menudo de la economía informal, en condiciones de insuficiente protección jurídica, protección social escasa o inexistente y un alto grado de inseguridad. La “feminización” de la pobreza y la discriminación por motivos de género son realidades cotidianas en el mundo y se estima que las mujeres representan el 60 % de los trabajadores pobres del mundo. Frente a esta problemática global, se promueve el trabajo decente como un instrumento fundamental para la búsqueda mundial de la igualdad de género y la justicia social. La Oficina para la Igualdad de Género26, aboga por la igualdad de género en toda la Organización y actúa como catalizador y asesor para los mandantes y su personal, con el fin de lograr un trabajo eficaz por una mayor igualdad entre los sexos en el mundo del trabajo y coordina y gestiona el plan de acción en lo que respecta a esta temática. En particular, coordina la Red sobre Género, integrada por un equipo de alcance mundial compuesto por especialistas en cuestiones de género y selecciona proyectos de cooperación técnica para incorporar la perspectiva de género en los procesos gubernamentales para abordar la temática de la equidad en esta materia. La realidad nos muestra que los individuos de todo el mundo se ven enfrentados a carencias y 25 Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer Corresponde a la Secretaría de la O.I.T., con sede en Ginebra 26 exclusiones que se manifiestan en desempleo y subempleo, trabajos de baja calidad e improductivos, inseguros y con ingresos inestables, denegación de derechos, desigualdad de género, explotación de los trabajadores migrantes, falta de representación y participación e insuficiente protección de contingencias como la enfermedad, maternidad, discapacidad y vejez. Los avances en pos del trabajo decente, encarados a nivel global, permiten mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras, su acceso a puestos de trabajo competitivos, y bien remunerados, en igualdad trato y condiciones que los hombres, que históricamente las precedieron. Estos objetivos sólo se podrán lograr, a través de los programas de trabajo decente que, conjuntamente con los gobiernos, las organizaciones de empleadores y trabajadores, estructuren una plataforma para lograr consenso respecto de políticas sociales y económicas a tal fin. Consideramos que resta recorrer un largo camino que se inició en la Conferencia Mundial, realizada en Viena en 1993, donde se hizo explícito, por primera vez, que los derechos de las mujeres constituyen derechos humanos. La interpretación judicial de los Convenios de la OIT requiere, en primer lugar, el conocimiento de la norma internacional y de su estado de vigencia en el país, según las condiciones de ratificación. Este exhaustivo análisis, impone además, el conocimiento de las opiniones, doctrinas, recomendaciones y criterios de los órganos de control de este Organismo27. Esta normativa internacional integra, a partir del año 1994, el bloque de constitucionalidad federal de la República Argentina, con condición jerárquica supralegal (conf. art. 75 inc. 22, Constitución Nacional). En este contexto jurídico y con arreglo a la doctrina emanada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en orden a la interpretación y aplicación de los Convenios de la O.I.T., se impone el control de convencionalidad sobre estos instrumentos, como proceso tendiente a 27 Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la O.I.T., Comité de Libertad Sindical desentrañar y fijar el sentido, espíritu y contenido de lo pactado en los ámbitos de la Organización. Este control reclama atender a los antecedentes y elementos tenidos en cuenta al momento de la aprobación del Convenio O.I.T., la aplicación de otros Convenios Internacionales concordantes, en especial, de derechos humanos, la interpretación y recomendaciones de los organismos internacionales específicamente competentes28, la aplicación de conclusiones de la Conferencia Internacional del Trabajo, el seguimiento de declaraciones de la OMS del Trabajo, la aplicación de las sentencias de los Tribunales internacionales (Corte IDH), la interpretación y recomendaciones de organismos internacionales de consulta (Convención IDH). Este procedimiento, proveniente de la jurisdicción supranacional de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es el que ha utilizado la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, en numerosos pronunciamientos, en los cuales valoró la relevancia y operatividad de los Convenios O.I.T. en los fallos “Asociación de Trabajadores del Estado c/ Ministerio de Trabajo de la Nación29, “Milone c/ Asociart”30, “Aquino, Isacio c/ Intercargo SISA”31, “Outon, Carlos J. y otros s/ amparo”32, entre otros. En estos precedentes, se realizó el control de constitucionalidad de distintas normas internas respecto a los contenidos garantizados fundamentalmente por los arts. 14, 14 “bis”, 17 y concs., de la Constitución Nacional, para lo cual fue esencial valorar las disposiciones de distintos convenios de la O.I.T. El análisis de la jurisprudencia del Alto Tribunal de la Nación evidencia que para realizar el control de constitucionalidad de la normativa interna, se consideraron los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, ratificados en su interrelación con los contenidos constitucionales, como parámetro validado con jerarquía supralegal. Estos precedentes proyectan el 28 CEACR, Comité de Expertos para la Aplicación de Convenios y Recomendaciones, Comité de Aplicación de Normas de la OIT, Comité de Libertad Sindical), 29 CSJN 11.11.08, Fallos 331:2499 30 CSJN 2004, Fallos 327:4607 31 CSJN 21.09.2004, Fallos 327:3753 32 CSJN 29.03.67, Fallos 267:215 ejercicio de un control de convencionalidad que aun sin ser explícitamente mencionado, debió ser observado para completar y dotar de razonabilidad a los preceptos constitucionales y, a partir de ahí, efectuar el control de constitucionalidad del derecho nacional cuestionado. La utilización de ambos controles permite fijar una exégesis de la norma constitucional, armónica y sistemática, para determinar la existencia o no de tensión entre las normas internacionales y las internas y concluir la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la norma nacional impugnada. En particular, en el ámbito del Derecho del Trabajo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sido prolífera en pronunciamientos que revelan la observancia y seguimiento de los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, en lo que atañe a la protección del salario y el trabajo digno33, la sanción por infracción al decreto 392/03 de incremento salarial34, a la libertad sindical35, al trabajo digno y sano y el principio de progresividad36, a la protección a la maternidad y la lactancia37, a los beneficios de la seguridad social38 y al procedimiento para la vigencia de un Convenio de la O.I.T.39. En “Torrillo”, “Milone” y “Aquino”, relativos a los derechos de los/as trabajadores/as, a la aplicación del principio de progresividad, a las condiciones de trabajo digno y de desarrollo integral de la persona, el Máximo Tribunal muestra el ejercicio del control de convencionalidad como operación previa y complementaria del control de constitucionalidad, para garantizar los derechos humanos que le asisten, conforme a los Pactos Internacionales con jerarquía constitucional, cuyo contenido tuitivo coincide con el de los Convenios de la O.I.T. En el precedente “Torrillo”, precisó que el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y 33 CSJN “Asociación de Trabajadores del Estado c/ PEN”, 2000 (Convenio 95) CSJN “Aerolíneas Argentinas c/ Ministerio de Trabajo”, 24.02.09 (Convenios 81y 129) 35 CSJN “ATE c/ Ministerio de Trabajo”, 11.11.08 (Convenio87); “ATE c/ Provincia de Entre Ríos”, 21.10.2003; “Cocchia c/ PEN”, 2.12.2003; “Outon”, 29.03.67 (Convenio 87) 36 CSJN “Torrillo c/ Gula Oil A.S.A.”, 31.03.09; “Milone c/ Asociart”, 2004; “Aquino c/ Cargo SISA”, 21.09.04, entre otros 37 CSJN “Basigaluz Sáez, Laura c/ PEN”, 30.09.86 38 CSJN “Manauta c/ Embajada de la Federación Rusa”, 2.12.99 (Convenio 102) 39 CSJN “Frites, Eulogio y otra c/ PEN”, 4.12.95 (Convenio 169). 34 Culturales (PIDESC), impone a los Estados partes el reconocimiento del derecho de toda persona “al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial, en condiciones de seguridad e higiene a fin del disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”. Para ello, los Estados deberán adoptar las medidas necesarias para mejorar en todos sus aspectos la higiene en el trabajo y la prevención y el tratamiento de las enfermedades profesionales. Se valoró la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos del niño y el art. 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el art. 75 inc. 23 de la Constitución Nacional, que enfatiza en análoga protección respecto de la mujer y el niño. Estos instrumentos internacionales gravitan, a criterio de la Corte Suprema del país, en torno al principio protectorio enunciado en el art. 14 “bis” de la Carta Magna que impone asegurar al trabajador condiciones dignas y equitativas de labor. Este principio se ve fortalecido, a partir del año 1994, con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos “para el que uno de los más antigüos aspectos de sus estándares en el campo laboral fue el de asegurar que las condiciones de trabajo resultasen, a la vez, seguras y saludables”40. La revisión de la jurisprudencia contemporánea de la Corte Suprema de la República Argentina, en lo que atañe a la aplicación de los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, llevan a concluir que la hermenéutica de las normas constitucionales corrobora el ejercicio de un control de convencionalidad tendiente a completar la pauta de razonabilidad del dispositivo constitucional. Si bien tanto el Máximo Tribunal como algunos Tribunales inferiores aluden al control de convencionalidad en relación con la aplicación de los Tratados de Derechos Humanos 40 CSJN “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/ Gulf Oil Argentina y otro”,cit. vigentes 41 esta noción se extiende a la comprensión de todos los tratados para los cuales el país ha asumido obligación internacional. Consideramos que el control de convencionalidad es un parámetro interpretativo idóneo para la hermenéutica internacional, en la búsqueda del sentido y alcance del contenido de los Pactos, Tratados y Convenios Internacionales que obligan al Estado Argentino. Permitirá que los operadores de justicia, resuelvan en la defensa y observancia de los derechos humanos, a la luz de los compromisos internacionales asumidos por los Estados y que les impone “velar por el efecto útil de los instrumentos internacionales, de manera que no quede mermado o anulado por la aplicación de normas o prácticas internas contrarias al objeto o fin del instrumento internacional o del estándar internacional de protección de los derechos humanos”42. * Corresponde al extracto del Capítulo III de la Tesis doctoral titulada “El derecho de las “humanas”. La perspectiva de género en el ámbito laboral” para la obtención del título de Doctora en Derecho del Trabajo, Seguridad Social y Derechos Humanos otorgado por la Universidad de San Carlos de Guatemala. 41 CSJN “Mazzeo, Julio L. y otros” 13.07.2007, Fallos 330:3248 y “García Méndez, Emilio”, 2.12.2008, Fallos 331:2691 (voto del Dr. Enrique Petracchi). En igual forma Tribunal Superior de Justicia de Córdoba Sala Contencioso Administrativa, en “Iglesias, Martín A. y otros c/ Caja de Jubilaciones Pensiones y Retiros de Córdoba, plena jurisdicción – recurso directo” (Sent. 18, 2009) 42 Corte IDH, “Caso Heliodoro Portugal vs. Panamá”, sentencia del 12.08.2008