Cultos relacionados con ciertas reliquias de cráneos existentes en

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A. ARMENDARIZ; FCO. ETXEBERRÍA; L. HERRASTI
Cultos relacionados con ciertas reliquias de cráneos
existentes en el País Vasco
En algunos manuales escolares de nuestra infancia
solía afirmarse que "España es un país de Santos". La
verdad es que, en cierto sentido, a tales textos no les
faltaba del todo razón, si nos detenemos a considerar
por un momento la increíble cantidad y variedad de
restos humanos y otros vestigios que se conservan a
lo largo de nuestra geografía, algunos de tradición
bíblica pero la mayoría recordando la existencia, en
épocas pretéritas, de una legión de hombres y mujeres
que fallecieron en olor de una santidad autentificada
primero por el pueblo testigo de sus obras y, en la
mayoría de los casos, confirmada luego por la Iglesia.
Muchos de estos vestigios yacen en el olvido,
encerrados en el interior de relicarios más o menos
valiosos depositados en lugares a menudo recónditos
de iglesias y conventos, o, con suerte, expuestos en
museos y tesoros catedralicios. Otros han alcanzado
cierta notoriedad debido a su carácter pintoresco e
inverosímil, como los consistentes en plumas del
Espíritu Santo, maná del desierto, barro del que fue
hecho Adán o Santos Prepucios del Niño Jesús (se
conocen nada menos que 19 de éstos).
Sin embargo quedan algunas otras reliquias que
protagonizan cultos aún vivos en la actualidad, si bien
desprovistos de su antiguo esplendor en sintonía con
la secularización de los tiempos. La religiosidad
popular, todavía hoy, encuentra su satisfacción en el
prodigio, en la maravilla: un cuerpo inexplicablemente incorrupto, unos viejos huesos con propiedades
terapéuticas o milagrosas son la demostración palpa-
ble de la validez de unas creencias. Ya dijo G. Duby
que "lo maravilloso no es más que la espuma de lo
eterno". Pero estas reliquias, su naturaleza y los ritos
asociados con ellas, al margen de su valor propiamente
religioso, suponen un interesante fenómeno digno de
estudio para antropólogos y etnógrafos.
Queremos referirnos aquí a tres de estos casos, que
coexisten en una misma zona geográfica y comparten
características comunes. Se trata de las reliquias de
tres santos varones que florecieron hace un milenio en
tierras navarras y alavesas: San Vitor, San Gregorio
Ostiense y San Guillen. De ellos se conservan los cráneos, hoy encerrados en magníficos relicarios
cefalomorfos de plata. Estos relicarios se emplean,
una vez al año y en sus respectivas localidades, para
bendecir líquidos -agua o vino- que son colados a su
través y consumidos por los fieles, seguros de sus
benéficas propiedades.
SAN VÍTOR (GAUNA, ÁLAVA)
La ermita de San Vitor se localiza sobre un abrupto
cerro en la falda septentrional de la sierra de Enzia, al
Sur de la localidad alavesa de Gauna. Es un templo
pequeño, que ha sufrido muchas modificaciones a lo
largo de los siglos. Su retablo principal está presidido
por la imagen de San Vitor trillando. Ya prácticamente
han desaparecido los numerosos exvotos que antaño
cubrían las paredes, entre los que destacaban cientos
de trenzas de pelo femeninas.
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Se desconoce con exactitud la época en que vivió
el santo titular. No obstante, la ermita aparece ya citada como de San Vitor (Sancti Victoris) en una escritura de donación del año 1049. Tampoco sabemos su
localidad natal. El privilegio se lo disputan dos pueblos de la Llanada alavesa, Mendoza y Elorriaga, aunque la tradición se inclina por este último.
San Vitor llevó una vida anónima como labrador
en la casa de sus padres, hasta que un día, mientras
estaba trillando, sintió la llamada de Dios y decidió
retirarse a la montaña de Gauna, con caballos y trillo
incluidos, para llevar en adelante una vida solitaria de
anacoreta hasta su muerte.
Según otra versión, a su muerte se suscitó una violenta disputa entre Elorriaga y el pueblo vecino de
Arkaute sobre cuál de ellos había de' ser el depositario
de sus reliquias. Finalmente, el santo cuerpo montó (o
lo montaron) en su trillo tirado por dos caballos, y no
se detuvo hasta llegar al lugar donde ahora se encuentra. En este lugar resbaló uno de los caballos, dejando
marcada en la roca la huella de su herradura; de allí
brotó una fuente milagrosa a la que se atribuyen propiedades curativas.
El santuario fue muy conocido en épocas pasadas y
hasta él llegaban en peregrinación gentes de todos los
pueblos próximos y aun de lugares lejanos. Hoy todavía quedan devotos que acuden a la ermita durante las
tres festividades más importantes: el 15 de Mayo (San
Isidro Labrador), el primer lunes de Septiembre y,
sobre todo, el día de la festividad del santo, que es el
12 de Junio.
La principal reliquia que se guarda en el templo es
el cuerpo de San Vitor, inhumado bajo el retablo del
altar mayor. El cráneo, sin embargo, está separado del
resto del cuerpo. Este se halla revestido de una cabeza
de plata que representa a un hombre maduro e imberbe, con el pelo repujado en gruesas guedejas y de
expresión hierática. La imagen fue fabricada en 1617
y costó 19.074 maravedíes.
Esta cabeza es el eje central de las ceremonias que
se llevan a cabo en el santuario. Tras la misa, el sacerdote la da a besar a los fieles y a continuación se realiza el rito del pase del agua a través de la misma: se
coloca un pequeño embudo de plata en el orificio
existente a la altura de la coronilla (debido, según la
tradición, a los intensísimos dolores de cabeza que
padeció el santo), y de una jarra se escancia agua
recogida de la fuente milagrosa antes mencionada,
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que va saliendo por el pitorro de la boca de la imagen
y llenando un puchero colocado debajo. Los asistentes recogen en sus vasos esta agua y la beben en el
momento o la llevan a sus casas para bebería en caso
de necesidad.
Se considera que el agua bendecida de este modo
alivia los dolores de cabeza y las enfermedades nerviosas. Por la misma razón, algunos peregrinos tocan la
cabeza del santo con boinas, pañuelos, rosarios u otros
objetos, para aplicárselos cuando sea preciso, o se
ungen la cabeza con el aceite de la lámpara del santuario. También es costumbre dar varias vueltas alrededor
del templo, mientras se recita una serie de oraciones.
Como labrador, San Vitor es también patrono de
los campesinos. Consta que antiguamente se sacaba
su cabeza en procesión por los campos para evitar
plagas de los campos y epidemias del ganado.
SAN GREGORIO OSTIENSE (SORLADA,
NAVARRA)
Dominando la localidad navarra de Seriada, sobre
una alta colina, se yergue el santuario de San Gregorio
Ostiense, una basílica de amplias proporciones con
una hermosa portada barroca y una hospedería aneja.
Cuenta la tradición que Gregorio fue obispo de Ostia y bibliotecario de Roma y que, a comienzos del
milenio, fue enviado a la Rioja por el papa Benedicto
IX para contener una plaga de langosta que asolaba
esas tierras, a petición de los campesinos. El santo llegó y cesó la terrible plaga. Gregorio murió en Logroño el 9 de Mayo de 1044. A pesar de estos datos,
muchos autores piensan que la historicidad del personaje es imposible.
Según el proceder que hemos visto en el caso de
San Vitor y que se detecta en la hagiografía de otros
muchos santos, la leyenda dice que Gregorio había
ordenado que se transportase su cadáver en una caballería y se le sepultase allá donde ésta se detuviera,
concretamente donde la cabalgadura cayese por tercera
vez y muriese. Así se hizo, y la caída y muerte de la
bestia se produjeron en una colina cercana a
Sorlada, donde actualmente se alza el templo que
contiene sus reliquias.
Su sepultura, no obstante, cayó en el olvido hasta
que doscientos años más tarde dos obispos de Pamplona se enteraron de la historia, hicieron rogativas
para encontrarla y, en la más pura tradición de la in-
CULTOS RELACIONADOS CON CIERTAS RELIQUIAS DE CRÁNEOS EXISTENTES EN EL PAÍS VASCO
vención de reliquias medieval, fueron guiados por
unas misteriosas luces que indicaron con precisión el
lugar donde, entre numerosísimo público, se descubrió el sepulcro. Allí se levantó primero una humilde
ermita y, en el siglo XVIII, la actual basílica barroca.
En ella se guardan, en una arqueta de plata mandada hacer en 1601 por el obispo Mateo de Burgos, las
reliquias de San Gregorio. Algunos de sus restos, sin
embargo, como en el caso anterior, se conservan aparte, en el interior de una cabeza barbada de plata, obra
de José Ventura, maestro platero de Estella, que la realizó en 1728. Al parecer, no contiene el cráneo completo, sino sólo un maxilar, el frontal y una costilla.
El día de la festividad de San Gregorio, el 9 de
Mayo, se celebra una procesión en torno a la basílica
con la arqueta de sus restos bajo palio y la cabeza
tocada con la tiara episcopal en manos del sacerdote
oficiante. A su término, la cabeza se da a besar a los
fieles. Anteriormente se ha celebrado la ceremonia
consistente en pasar el agua a través de la cabeza,
agua que se introduce mediante un embudo de plata
por la parte superior y sale por unos orificios situados
en el cuello.
El agua, de este modo bendecida, es de extraordinaria eficacia para combatir las plagas del campo, tales como langostas y pulgones, así como para todas
las enfermedades de animales. Con este fin solía
sacarse frecuentemente la santa cabeza en peregrinación por los pueblos de la comarca e incluso por
lugares mucho más alejados (Rioja, Navarra, Aragón,
Levante, Andalucía Extremadura, La Mancha), hasta
el punto de dar lugar al dicho según el cual los buenos
andarines "andan más que la cabeza de San
Gregorio".
Pero esta agua milagrosa es magnífica también,
como parece obligado, para las dolencias de la cabeza
y en especial para los dolores de oído. Además, el
santo tiene fama de casamentero y ayuda en las vicisitudes del parto.
SAN GUILLEN (OBANOS, NAVARRA)
La ermita de Ntra. Sra. de Arnotegui, en un cerro
próximo al pueblecito navarro de Obanos, es conocida
popularmente como de San Guillermo. Tiene una casa
para los ermitaños y se encuentra rodeada de un muro
defensivo de aspecto medieval. Allí se conservan las
reliquias del santo.
La historia de San Guillermo (o San Guillen) va indisolublemente unida a la de su hermana Santa Felicia
y se traduce en un hermoso cuento medieval que
todos los años las gentes de Obanos dramatizan en
una representación teatral al aire libre en la que participa todo el pueblo y que se ha hecho famosa como
"El Misterio de Obanos".
Cuenta la tradición que Guillermo y Felicia eran
hijos de los reyes de Aquitania y que un buen día
marcharon en peregrinación a Santiago de
Compostela. Felicia ve entonces transformado su
espíritu y, al regreso, decide abandonar la vida
cortesana y quedarse en la casa de unos señores
navarros sirviendo en condición de humilde criada.
Pero los padres, incapaces de aceptar semejante
deshonra, mandan al hermano para traerla de nuevo a
casa.
Guillermo sin embargo no logra convencerla y,
finalmente, tras muchas discusiones y cegado por la
ira, clava su daga en el cuerpo de su hermana y la
mata. Horrorizado de su crimen y a modo de penitencia, decide volver en peregrinación a Santiago y a la
vuelta se queda a vivir como ermitaño en la ermita de
Ntra. Sra. de Arnotegui, hasta su muerte.
El cuerpo de Santa Felicia descansa hoy en una
ermita de Labiano, cerca de Pamplona, a donde llegó
a lomos de una muía, trasladado providencialmente
según la misma tradición que hemos visto en los casos anteriores. Se halla incorrupto y la momia puede
verse en una urna de cristal bajo el altar mayor. Numerosos exvotos dispuestos por las paredes testimonian las curaciones obtenidas por mediación de la
santa, especialmente abogada contra los dolores de
cabeza.
Su hermano San Guillen fue sepultado en la ermita
de Obanos donde acabó sus días. Allí se venera hoy el
cráneo del santo, recubierto de un relicario de plata
que reproduce la cabeza de un hombre maduro fuertemente barbado. La imagen tiene unas asas laterales
para sujetarla y, en la zona occipital, deja ver un fragmento de cráneo renegrido que suele ser besado por
los fieles.
La reliquia de San Guillen es objeto una vez al año
(el jueves de Pascua) de un ritual semejante al realizado con las cabezas de San Vitor y San Gregorio. Pero
en Obanos hay una curiosa peculiaridad: además del
agua, que queda para los niños y los ganados, el cráneo del santo sirve para bendecir una considerable
cantidad de vino. El clarete, almacenado en garrafo365
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nes, se vierte mediante un embudo de plata por un
agujero de la coronilla y mana por el cuello, a borbotones, hasta llenar un gran caldero. Luego, todos los
asistentes toman su vaso y lo beben, o lo reservan en
sus casas para aliviar dolores de cabeza y de garganta.
El relicario, realizado por un orfebre de Zaragoza,
es muy reciente, de los años 60. Antes de esa fecha el
cráneo estaba descubierto y el pase del vino se llevaba
a cabo directamente: el líquido entraba por el agujero
practicado en la bóveda craneal y salía entre los dientes, lo que provocaba cierta aprensión entre los foráneos pero no entre los lugareños.
OTROS CASOS COMPARABLES EN LA
PENÍNSULA
Que sepamos, los rituales asombrosamente semejantes de Gauna, Seriada y Obanos no tienen paralelos exactos en otros lugares. Hay, sin embargo, en la
Península, constancia de cultos en torno a reliquias de
cráneos de santos que guardan cierta similitud con los
anteriores.
En la localidad segoviana de Caballar se conservaban tres relicarios, hoy desafortunadamente perdidos,
con los cráneos de San Frutos, San Valentín y Santa
Engracia, objeto de ceremonias que todavía se conservan en la memoria local. El día de la fiesta de San
Frutos, su cabeza era llevada hasta la Fuente de la Salud, en Sepúlveda, junto al río Duratón, y allí era sumergida en el manantial de aguas sulfurosas para conservar las virtudes salutíferas de dichas aguas. En caso de sequía, la cabeza quedaba allí sumergida hasta
que comenzaba a llover, tal como se hace hoy con
ciertas imágenes en otros puntos de España. En Caballar, las cabezas de San Valentín y Santa Engracia recibían un trato similar, que pervive hoy en la fiesta
denominada "Las Mojadas".
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El cráneo de San Saturio, en Soria, encerrado en un
relicario de plata que semeja una calavera, fue antaño
objeto también de rituales de carácter más mágico que
religioso y, tal vez por eso, hoy se encuentra retirada
del culto. La cabeza solía lavarse con agua de lluvia
conservada desde la última tormenta y solían pasarse
por ella una serie de cordoncillos que luego llevaban
los fieles al cuello como remedio para las dolencias
de garganta.
Por último, tenemos también constancia de la existencia de un cráneo atribuido a Santiago el Menor,
conocido como San Alfeo, que se veneraba en la iglesia de Santiago del Temple, en la localidad palentina
de Camón de los Condes. Al parecer, como los anteriores, era objeto de ritos lústrales muy populares. En
el siglo XVI fue retirado del culto y trasladado a la
catedral de Santiago de Compostela, donde hoy se
conserva.
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