B.5.Giovanni Castell.. - Festival de la Imagen

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SALA 2 / MESA B / Sostenibilidad, arte, sociedad y medio ambiente
La Arquitectura Contemporánea en la
encrucijada de la Paradoja Visual
Autores/
Giovanni Castellanos Garzón
Universidad de La Salle.
Facultad Ciencias del Hábitat.
[email protected]
Resumen:
La presente ponencia quiere transitar y reconocer (comprender) el nacimiento
de una nueva lógica, hoy emergente, implicada con una nueva concepción y un nuevo
abordaje del espacio, de la ciudad y en último término del propio orden
arquitectónico y de la imagen a él asociada. En ese sentido, esta presentación busca
establecer desde la descripción y el análisis de ese particular momento de génesis y
transición entre prácticas, disciplinas, búsquedas, tiempos y escenarios que habría
acabado caracterizando las dos últimas décadas en un escenario histórico, pero a la
vez sin perspectiva histórica pretende iniciar este planteamiento o tendencia
aglutinando intuiciones y reflexiones diversas, en una relación dialéctica con su
imagen inestable y débil desde contextos locales y escenarios globales para plantear
entonces esa idea de paradoja visual de la complejidad. Finalmente se concluye que,
si bien la imagen referenciada crea siempre correspondencias, su posibilidad de
mutación de los fenómenos que la definen permiten concebir nuevos dispositivos
capaces de abordar esa dimensión compleja de nuestra propia manera y forma en
que se ha desarrollado y representado la arquitectura contemporánea en Colombia y
particularmente en Bogotá.
Palabras clave: Arquitectura, posmodernidad, paradoja, imagen, complejidad.
En cada tiempo histórico el hecho arquitectónico ha estado vinculado al
pensamiento matemático y científico. Al finalizar el siglo XX, las distintas ciencias de
la complejidad plantean de modo explícito la quiebra de los modelos universales de
conocimiento. Se valora lo complejo, lo irónico y lo ambiguo como hechos positivos,
en esta especie de huida hacia el futuro, se defiende la quiebra de los modelos
universales de conocimiento y se plantea su destrucción: su deconstrucción como
oposición dialéctica y polémica frente a cualquier idea de composición
arquitectónica. Posiciones posestructuralistas entre filósofos y arquitectos como:
Derrida y Eisenman, Foucault y Hejduk, Deleuze y Libeskind entre otros plantean la
experimentación como método de lectura y de fabricación de la forma y de
deconstrucción del lenguaje y de la arquitectura, a base de un triple proceso
consistente en fragmentar, combinar y superponer. A su vez, los nuevos principios de
diseño conllevan el olvido de simetrías y proporciones, así como de predominios y
totalidades controladas, de modo que en una especie de nueva actividad
combinatoria, surge como reagrupación de los fragmentos. Y en su experimentación
abre nuevas posibilidades metodológicas a la arquitectura contemporánea.
Por ello la revisión de las posiciones actuales ha de ser más crítica que
histórica. Donde los ideales éticos de la modernidad se han sustituido por unos
ideales estéticos identificados con un juego gramatical de contenido ausente, ya que
la cantidad de conocimientos, la diversidad de formas en las que se propaga y la
avanzada tecnología actual permiten obtener conocimientos de Arquitectura en
otros lugares. Edgar Morín propone el siguiente argumento: “Estamos hoy en día en
el más amplio juego de posibles, no ya porque nuestro mundo es indeterminado, sino
porque este mundo está, al contrario, sometido por todas partes a derivas,
transformaciones, progresiones, regresiones, invenciones […]” (2011, pág. 61 y 62).
En estos tiempos de individualismo colectivo entre los siglos XX y XXI, la
arquitectura que vemos nacer en el presente, se extiende hoy desde Europa hasta
América, se extiende hoy a toda la Tierra en un proceso de globalización que avanza
sin críticas, enfrentando su tendencia homogeneizadora planetaria a las resistencias
locales que se aferran a sus señas de identidad, como declara Buck-Morss (1995, pág.
164) “Las imágenes de la arquitectura […] constituían una maraña de trabas y de
elementos anticipatorios. […] producía sólo imágenes oníricas reificadas de esa
promesa, una fantasmagoría de la nueva naturaleza”. Múltiples líneas transversales
cruzan de un lado a otro la Arquitectura Colombiana actual, una arquitectura
aparentemente mestiza: alejada de los experimentos radicales, poco programáticos y
singulares en cada ocasión. El análisis de ese particular momento de génesis y
transición entre prácticas, disciplinas, búsquedas, tiempos y escenarios que habría
acabado caracterizando las dos últimas décadas como un escenario histórico sin,
apenas, perspectiva histórica pretende iniciar este planteamiento o tendencia
aglutinando intuiciones y reflexiones diversas, expresadas a lo largo de estos años
desde diversas fuentes contenidas en muchos casos a través de los concursos y
bienales de arquitectura, los escritos y debates abiertos estableciendo una relación
dialéctica con su imagen inestable y débil desde contextos locales y escenarios
globales para plantear entonces esa idea de paradoja visual de la complejidad.
Al mismo tiempo, esta
arquitectura comienza a entenderse de modo
preferente como comunicación y como diseño, en un proceso que lleva a un
predominio desaforado de las formas y aun eclecticismo en los procesos. En este
estado de pasividad la sociedad pide más imágenes, cosas fácilmente consumibles, ya
que ha perdido la capacidad de concentrarse o de leer con atención. La arquitectura
también es víctima de esta pasividad puesto que, cuanto más pasiva es la sociedad,
mayor energía debe emanar de sus imágenes. Ello lleva a hablar de un pensamiento
débil y consiguientemente, de la arquitectura débil como base de la
contemporaneidad. En la actualidad, las obras de arquitectura y sus autores están
inmersos en la cultura de lo espectacular en la idea de imagen, de marca, “la ciudad es
un discurso y este discurso es, en realidad, un lenguaje” como anuncia (Barthes, 1980,
pág. 92), la arquitectura se ha convertido en superficie comunicante. Se ha tomado el
camino de la autosuficiencia, de la reflexión interna a partir de las dos últimas
décadas convirtiendo a la arquitectura contemporánea en Colombia en un constante
discurso mixtificador, los mensajes de funcionalidad, servicios, honestidad,
racionalidad y lógica constructiva son un engaño; las imágenes de la arquitectura son
fruto de una retórica falaz; prometen lo que no dan, proponen modelos de vida que
son imposibles; su imagen débil es ahora cómplice de las fuerzas mitificadoras de la
sociedad.
Hablar del rol de la arquitectura Colombiana en la cultura y en la sociedad
contemporánea supone la aparición de símbolos urbanos aparentemente como
producto de un largo y complejo proceso social y cultural, pero he aquí que estos
símbolos son creaciones instantáneas que nacen de formas prestadas de diferente
origen conceptual configurando una arquitectura desprovista de ideología, carente
de significado, reducida simplemente a la imagen; que pueda ser modificada su forma
externa, su aspecto y su revestimiento, entregando así a la ciudad un nuevo icono
acorde a nuestro tiempo. Respecto a esto el arquitecto Guillermo Bermúdez dice: “en
Colombia se están haciendo muchos edificios espectáculo y cada vez tienen menos
contenido. Es una arquitectura de la dictadura de la imagen y del instante. Obras que
‘parecen’ algo”, evidentemente más espectáculo y menos arquitectura. Estas nuevas
estéticas se fusionan en una dinámica nueva, imagen y sistema convergen en el
complejo de la organización. La arquitectura, como una de las muchas tecnologías de
comunicación, proporciona los patrones de las imágenes de la integración orgánica
destinadas a regular nuevas e inestables complejidades visuales.
Desde La arquitectura Moderna en Colombia se tuvo siempre una
preocupación porque la forma fuera una consecuencia de unos principios sobre la
sociedad y la técnica, que se pueden identificar como teóricos o ideológicos. A esta
consecuencia entre forma e ideología se la crítica por ilusoria, pero produjo formas
siempre auto sustentadas en ideas culturales, antes que en otras formas. Entre las
oposiciones a este tipo de aproximación proyectual, una de las más influyentes fue la
llamada arquitectura de Tendencia, para la cual, la producción de la forma
arquitectónica debía derivarse del análisis de arquitecturas anteriores, pero no de
cualquier forma y en especial no de las imágenes sino a través del análisis, en
particular los métodos de análisis morfológico y tipológico. En este sentido, “ser
modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones” como lo dice: (Berman,
1999); en cualquiera de los dos casos, la forma pretendía ser una creación, bien a
partir de ideas sobre la cultura y tecnología del momento, o bien del conocimiento
sistemático del pasado. Pero así como el postmodernismo simplificó el análisis del
pasado en una reedición del eclecticismo, las arquitecturas referenciadas y
autorreferenciadas, reeditan su imagen en las arquitecturas del presente.
En este momento de contradicción e incertidumbre en el quehacer
arquitectónico en el país y especialmente en Bogotá, el recurso a la estética
cualquiera que sea su forma se vuelve más pronunciado triunfando sobre la ética,
modificando la experiencia del espacio y el tiempo en el plano social, las imágenes
dominan en las narrativas, la transitoriedad y la fragmentación tienen prioridad
sobre los juicios científicos y los morales. Sergio Trujillo Jaramillo en el Escrito
Introductorio de la XIII Bienal de Arquitectura de 1992 nos plantea que “La
validación de las autonomías culturales, por ejemplo, nos sitúan ante la necesidad de
una permanente redefinición de las coordenadas posibles a una arquitectura que
recree y transforme una realidad tan inédita e inasible como la nuestra”. Negar la
complejidad del mundo y la tendencia a la representación de este mediante
proposiciones retóricas simplificadoras, redundan en imágenes superficiales que
pretenden captar significados complejos, que con mucha frecuencia, se limita a
confirmar prejuicios.
¿Por qué en lugar de señalar que el “adentro” es tan importante como el
“afuera” en la obra arquitectónica, se opta por la actitud moralista de despreciar toda
forma exterior?, se elige el camino de la descalificación fácil en lugar de estudiarlo y
comprenderlo ya que a estas imágenes de la vanguardia les falta la conciencia de
estar desarrollando una complejidad visual arquitectónica acorde con el mundo real,
para convertirse en fenómeno visual y cultural, la imagen en cuestión será aún más
compleja. Pero es aquí donde se revela la paradoja constitutiva de la arquitectura,
afirmando la libertad de la existencia humana, no puede más que hacerlo
positivamente, es decir mediante la conquista de la forma estética que da apariencia
de realidad a lo que no existe. Conscientes o no de esta paradoja inherente a la
arquitectura y en la tentativa de superarla, los arquitectos de hoy tienden a
diferenciar sus obras planteando propuestas que se refieren a modelos del pasado o
que anticipan soluciones futuras; que introducen, en cualquier caso, un factor de
extrañamiento en el contexto redundante de la actual imagen urbana que representa
una actitud permanente de rechazo crítico de la situación. Por otra parte, es cómodo
lo de ligar a “lo social” conveniente a arquitectos, con lo social de por medio, todo vale
y todo está bien. La sociedad, no tiene más reparo que aceptar la arquitectura que le
impongan y es libre de ir a ver – o no – el espectáculo que le venden mediáticamente.
En consecuencia parece pertinente investigar en forma más específica la
producción de imágenes alrededor de la arquitectura como una faceta importante de
la actividad que tiene que ser analizada como parte de la reproducción y
transformación de cualquier orden simbólico. La estética y las prácticas culturales
importan, y del mismo modo las condiciones de su producción merecen mayor
atención. Es justamente esta diversidad la que determina una actitud cognoscitiva,
una imagen débil referenciada que se superpone y coincide perfectamente con la
realidad, se identifica con ella. Se comprueba que en la actualidad, la arquitectura que
es compleja en su forma depende de un doble juego interior y exterior. El contorno o
el revestimiento del edificio son exteriores tanto con respecto al entramado técnico
como en relación a los espacios interiores. Esta asume la estructura intima de su
tiempo con todas sus consecuencias y trabaja sus contradicciones en la superficie, la
complejidad llevada a cabo en la arquitectura, argumenta a favor de una arquitectura
genérica definida por la iconografía, una arquitectura cuyas cualidades elementales
se convierten en refugio y símbolo.
A mediados del Siglo XX nuevos y decisivos avances simultáneos iban a
producirse en diversos ámbitos del conocimiento y especialmente en la arquitectura.
Por un lado la imagen proyectada y la transmisión de imágenes múltiples, en un
espacio de superposiciones y cohabitaciones entre escenarios y mensajes reales y
virtuales; lo que empieza a evidenciar hoy, un tipo de lógica operativa relacionada
con la definición y construcción del espacio físico y por tanto arquitectónico.
Una lógica que certificaría, así, la superación de la hasta entonces
predominante lógica objetual (moderna) y su orientación hacia un nuevo tipo de
lógica más abierta, es decir, más dinámica, compleja, más interactiva y reactiva o
simplemente más avanzada surgida del encuentro dinámico entre espacio, tiempo e
información. Hoy la arquitectura Colombiana en el contexto latinoamericano está
supeditada por el predominio de “lenguajes mixtos”, que entrecruzan materiales
teóricos y visuales, culturas locales y globales, persuasión e información, valores e
intereses provenientes de todo el mundo. Cada intento por reducir esta
comunicación que es al mismo tiempo un trayecto de saber y dominio a discursos
simples, unívocos, deterministas, está destinado hoy al fracaso.
Para los arquitectos, para la sociedad, para los sujetos colectivos, aprender a
analizar estos lenguajes visuales es un trabajo decisivo si se pretende mantener una
autonomía cultural arquitectónica. El punto de vista del pensamiento complejo, que
trata los hechos sociales como fenómenos de comunicación y significación, o
finalmente, como producción arquitectónica de sentido, es tal vez, el más adecuado
para considerar todas las complejidades de esta situación. De ahí la pertinencia de la
pregunta central de la presente investigación: ¿En qué medida la arquitectura
contemporánea Colombiana y su incidencia en el mundo puede estar desarrollando
una complejidad visual para ser realmente prototípica del nuevo paradigma de la
imagen?
Hoy la arquitectura en colombiana vive una especie de carrera publicitaria, a
fin de figurar en la órbita nacional y mundial para no desaparecer del mapa. Ahora los
edificios tienen marca, orientados “[…] hacia el mercado porque ese es el lenguaje
primordial de comunicación en nuestra sociedad” (Harvey, 1990, pág. 96), una
especie de impronta que los identifica, muchos de estos nuevos edificios se
proyectan a partir de la imagen; son concebidos para ser fotografiados, y no tanto
para ser habitados.
Algunos arquitectos de finales del siglo XIX y principios del XX, han
establecido analogías entre la imagen y la arquitectura. El revestimiento de los
edificios se convirtió en uno de los elementos más expresivos de la arquitectura.
Hasta finales del siglo XX, la envolvente estaba estrechamente relacionada con el
vacío que generaba. La materia y el espacio se iban entrelazando, modelándose
mutuamente. Lo lleno y lo vacío constituían el ente, en el cual estaba involucrado el
hombre. Actualmente, el hombre ha dejado de ser el protagonista de este diálogo
para convertirse en un simple observador. De estar inmerso en el espacio, ha sido
desplazado fuera de él. Ha dejado de ser un habitante y ha pasado a ser un
espectador. La nueva arquitectura en Colombia vive un período contemplativo en el
que hemos perdido nuestra capacidad de participación. “Lo único que se comparte es
el espectáculo, ese juego en el que nadie juega y todos miran”- escribiría John Berger
(1997, pág. 37).
La emergencia de dicho cambio ha marcado las dos últimas décadas: su
exploración, sus anticipos, sus titubeos y transiciones, sus definiciones y
concreciones han configurado un marco de acción compartido entre diversas
trayectorias especialmente involucradas con una interpretación de lo arquitectónico
y lo visual. Se busca comprender el tradicional divorcio entre arquitectura y ciencia,
al tiempo que nos permitirá enriquecer nuestra comprensión de lo real. Dichas
expresiones merecen ser estudiadas e investigadas como evidencia de un especial
momento fundacional y de una cierta batalla ideológica y ética a través de su imagen
compleja.
El antiguo paradigma newtoniano y buena parte del einsteiniano se enfrentan
sin embargo, hoy, al reto de un universo más dinámico y escurridizo, en el que la
mayor parte de los procesos, incluso los de apariencia más estable, resultarían
extraordinariamente insubordinados y acabarían remitiendo a comportamientos nolineales fruto de su propio carácter dinámico e interactivo. Al espacio clásico
(absoluto) y al espacio-tiempo (relativo) en relación con la arquitectura parece
haberles sucedido hoy un espacio-tiempo-información más complejo y combinatorio,
abierto a una influencia imbricada, de lo local en lo global y viceversa destinada a
provocar una mayor indeterminación e inestabilidad en nuestra comprensión del
universo pero, al mismo tiempo, a introducir definitivamente la influencia de la
imagen (de sus efectos dinámicos y de su posible capacidad de combinación
intencionada) en la manifestación espacial de los procesos.
La composición de este panorama nos enfrenta así en esta investigación a un
escenario que no operaria ya desde la retórica o desde la estricta autonomía sino
desde una nueva interacción visual llamada a despegar en una hipotética interconexión holística- toda una gama de situaciones internas y externas en las que,
paradójicamente, el reflejo aparente de un cierto caso local sería el resultado de un
todo engranado y heterogéneo a la vez de acontecimientos globales. Se trata de un
cambio de postura intelectual que permita comprender cómo los fenómenos visuales
desde lo local y global en un espacio, en un contexto hacen parte de un sistema
complejo, “cuanto más complejo es un sistema, más amplia es su apertura, más fuerte
es su cierre” (Morín, 1981, pág. 162). De ahí que la complejidad, el comportamiento
de las sociedades contemporáneas y los múltiples elementos que las componen sean
muchas veces paradójicos, pues entre lo local y lo global nuestra imagen del mundo
actual, nuestra imagen de la realidad, depende de las relaciones entre estas dos
polaridades y sus respectivas representaciones.
Desde que en la última mitad de este siglo los principios y paradigmas de la
modernización transformaron nuestro contexto y esta “[…] arquitectura resultante
produjo solo impecables imágenes del poder y el prestigio de corporaciones y
gobiernos conscientes de los aspectos publicitarios” (Harvey, 1990, pág. 52), a la vez
que se mostraron incapaces de resolver las inquietudes y necesidades de un mundo
en constante evolución, ahora se ha recurrido a un complejo proceso de búsqueda de
analogías y referencias capaces de reactivar el pensamiento arquitectónico. Capaces
de infiltrarse en él para producir, de nuevo pero con distintas palabras, un mismo
objetivo: arquitectura. La arquitectura ha hecho, así, uso de planteamientos
filosóficos (estructuralismo, deconstrucción…) modelos políticos (democracia,
liberalismo, capitalismo global…) formulaciones científicas, tecnológicas y analogías
formales (anti gravedad, fractales, high-tech…) con el objeto de activar su
pensamiento. Estos modelos son en su mayoría periféricos o externos a la
arquitectura. Por tanto el éxito o fracaso de su traslación –su injerto- depende tanto
de su especificidad del modelo elegido como del modo en que su traslación se lleve a
cabo. Por eso no nos interesa hablar de temas sino de acuerdos y desacuerdos entre
las cosas en este estudio.
Glosas que habrían prestado una atención primordial a la descripción de toda
una serie de categorías endógenas como tópicos establecidos (la trayectoria del
autor, el diseño del objeto, el tipo como invariante) más que a una voluntad real de
interrelación con otros fenómenos externos al propio marco disciplinar de la
arquitectura. “La imagen, la aparición, el espectáculo pueden experimentarse con una
intensidad (jubilo o terror) que solo es posible porque se los concibe como presentes
puros y desvinculados en el tiempo” (Harvey, 1990, pág. 72), aspectos, pues,
diseccionados, asilados, nunca solapados, entendidos a través de clasificaciones fijas,
confiadas todavía en una definición lineal de los acontecimientos. Parafraseando al
filósofo Francisco Jarauta (Jarauta, y otros, 1994), esa habría sido precisamente la
mayor limitación de una determinada teoría de lo postmoderno: su inclinación hacia
el suceso, el diseño, el aspecto o el lenguaje como fundamentos; y su implícito
desinterés por postular un tipo de crítica global o estructural más allá de la pura
descripción o de la reseña.
Esa aparente posición pseudo-objetiva, cuando no neutral, siempre
autorreferencial habría acabado generando no solo una prolífica y demostrada
incompetencia para dar cuenta de una nueva situación sino todo un glosario de
iconografías e imágenes no muy alejadas del mero consumo y de la instauración
iconográfica que también significaría Ignasi de Solá Morales en su texto Diferencias:
topografías de la arquitectura contemporánea: “La descripción –y la difusión- de
imágenes en el que casi todo cabe mientras esté sometido al imparable consumo de
una iconografía de uso mayoritariamente interno” (Sola-Morales, 1995). A dichas
consideraciones relacionadas con la imagen como sistema formal, dinámico e
interactivo, remitirían las definiciones de paradoja de Nicolas Falleta: “Una verdad
que se resiste (o, si se prefiere, que se revuelve), es decir, una verdad que se revuelve
patas arriba para llamar la atención” (Falletta, 2000). Esa oscilación entre lo posible y
lo imposible, lo previsible y lo impulsivo, remitiría, entonces, a esa posible
negociación con el mundo realidad que es lo que toda paradoja, en definitiva
propondría. La capacidad sincrónica y diacrónica de nuestro tiempo permitirá
resolver esa extraña unión hibrida, ello permitiría superar la propia idea de
contradicción al combinar lo verdadero y lo falso, en un auténtico proceso de viaje
dinámico, lejos de la estabilidad sustantiva tradicional. Esa sincronía entre lo posible
y lo imposible se traduciría, así, en la mayoría de construcciones paradójicas, en un
acuerdo posible entre realidad y meta-realidad.
De hecho la mayoría de situaciones de paradoja partirían, a menudo, de una
acción afirmada formulada o expresada que, al mismo tiempo, pondría en crisis o en
duda, negándola o trastocando la acción enunciada. En cualquier caso, afirmación o
argumento, dicha condición de paradoja conduciría a una reestructuración puntual
local del sistema como consecuencia de una formulación inesperada o incierta fruto
de esa extraña conmoción singular de la propia inercia procesal global. En ese
escenario de encuentros, choque y paradojas, relacionada con la propia capacidad
propositiva de la cultura, del arte y de la arquitectura de un tiempo de cambios y
transiciones con la propia realidad envolvente y, al mismo tiempo, de desarrollar una
visión crítica, en ese doble impulso de aceptar y rechazar, en esa necesidad de liberar
por un lado al marco creativo de aquellas estructuras representativas demasiado
codificadas y, al mismo tiempo, de conectarlo por otro a una realidad particularmente
proclive paradójicamente a lo aceptado, a lo trivial, a lo universal, residiría la mayor
encrucijada del proyecto contemporáneo.
¿Cómo infiltrarse, entonces, en la realidad y, al mismo tiempo, distanciarse
cualitativamente de ella? Probablemente actuando, a través de una lógica
emparentada con el consumo de las imágenes y el valor del cambio: la desaparición
de las cosas y su transformación en “objetos-signo” (Weibel, 2007, pág. 147). Ante
esa realidad deslizante, productora y consumidora de iconografías y arquetipos en la
que el valor de la imagen cobraría tan solo sentido como reclamo o mensaje, pero
también, forzosamente adaptada a la saturación de ese continuo y previsible desfile
icónico. Frente a la inercia de los signos como valor de cambio (esa progresiva
banalización y homogenización del objeto edificado) cabría proponer, entonces, la
fuerza de aquellas posible “imágenes enunciado” provocadoras de intriga, de
asombro, pero también, de deseo y, por tanto, de estímulo. Paradojas en definitiva,
“operativas” contemplables como reacciones ambivalentes pero también como
símbolos e iconos de otros posibles.
Bajo esta disertación podemos establecer hoy, que la arquitectura
contemporánea en Bogotá en las dos últimas décadas se ha establecido como cultura
icónica y simbólica, para establecerse como arte de consumo, donde su imagen
proyectada o construida se fundamenta en auto-referencias globales sin remitirse a
la cultura local, planteando un sin número de estéticas banales ausentes elaboradas
por sus autores (arquitectos) que tienden hacia el exhibicionismo (mercancía). Como
dice Paul Virilio, “la imagen prevalece frente al individuo”, el ser tiende a desaparecer
(Weibel, 2007, pág. 150). ¿Es posible que estas paradojas visuales en la arquitectura
se establezcan como una imagen dialéctica sin sentido?
Estas paradojas visuales se establecen como posibilidad de poder ampliar el
campo del pensamiento desde como la arquitectura ha transformado la humanidad,
la cultura, la ciudad, el territorio y como está a cimentado una imagen compleja,
fragmentaria,
débil y
contradictoria
en
donde los arquitectos
sin
una
fundamentación profunda epistemológica y ética han construido y elaborado una
arquitectura de consumo sin una relación directa con el contexto. Al respecto el
arquitecto Guillermo Fischer en el II foro: Arquitectura en Colombia critica a las
vanguardias, establece que:
“[…] su afán de originalidad las lleva a la búsqueda de formas sin profundidad.
Afirma que les falta comprender que el arquitecto es un mediador en el plano
de referencia “relación gente-mundo”, el cual está cambiando. Propone que el
arquitecto debe comprometerse a producir arquitectura para “ser” más que
para “parecer”” (Peinado, 2010, pág. 14).
Este ha sido uno de los fenómenos que más ha afectado a la arquitectura en América
Latina y en todo el mundo y más aún cuando hablamos de modelos globales
(autoreferenciados y copiados hasta la saciedad) y en donde lo local se desvirtúa
perdiendo identidad arraigada a nuestra cultura y a su contexto, para imponerse aún
más una imagen de consumo y de slogan.
En definitiva, en un mundo donde lo imaginario pasa a ser real, ya no hay lugar
para lo real. El desprendimiento de estas imágenes de su compleja situación cultural
inicial las descontextualiza, en consecuencia una sociedad inundada de imágenes
experimentará una consiguiente reducción en la sensibilidad social y política, ya que
esta seducción de la imagen conduce a una decadencia de la postura crítica. Desde
dichas consideraciones se busca esa aproximación contemporánea a las nuevas
lecturas y estéticas de la complejidad ya que estas proponen un campo más extenso
para la arquitectura que ligan lo construido a nuestra realidad tratando de sacar
partido, una vez más de todo lo que nos rodea proponiendo aquella antigua y
necesaria relación cultural entre ciencia y arquitectura, relacionadas con la
comprensión de los procesos dinámicos, de las estructuras complejas y de los
fenómenos abiertos de interacción y co-participación que definirán la interpretación
del propio entorno y su incidencia en el proyecto contemporáneo.
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-
Vigésima
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http://lema.rae.es/drae/?val=paradoja
Sola-Morales, I. (1995). Diferencias, Topografías de la arquitectura contemporánea.
Barcelona: Gustavo Gili.
Weibel, P. (2007). La era de la ausencia. En J. La Ferla, El medio es el diseño audiovisual.
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