SALA 2 / MESA B / Sostenibilidad, arte, sociedad y medio ambiente La Arquitectura Contemporánea en la encrucijada de la Paradoja Visual Autores/ Giovanni Castellanos Garzón Universidad de La Salle. Facultad Ciencias del Hábitat. [email protected] Resumen: La presente ponencia quiere transitar y reconocer (comprender) el nacimiento de una nueva lógica, hoy emergente, implicada con una nueva concepción y un nuevo abordaje del espacio, de la ciudad y en último término del propio orden arquitectónico y de la imagen a él asociada. En ese sentido, esta presentación busca establecer desde la descripción y el análisis de ese particular momento de génesis y transición entre prácticas, disciplinas, búsquedas, tiempos y escenarios que habría acabado caracterizando las dos últimas décadas en un escenario histórico, pero a la vez sin perspectiva histórica pretende iniciar este planteamiento o tendencia aglutinando intuiciones y reflexiones diversas, en una relación dialéctica con su imagen inestable y débil desde contextos locales y escenarios globales para plantear entonces esa idea de paradoja visual de la complejidad. Finalmente se concluye que, si bien la imagen referenciada crea siempre correspondencias, su posibilidad de mutación de los fenómenos que la definen permiten concebir nuevos dispositivos capaces de abordar esa dimensión compleja de nuestra propia manera y forma en que se ha desarrollado y representado la arquitectura contemporánea en Colombia y particularmente en Bogotá. Palabras clave: Arquitectura, posmodernidad, paradoja, imagen, complejidad. En cada tiempo histórico el hecho arquitectónico ha estado vinculado al pensamiento matemático y científico. Al finalizar el siglo XX, las distintas ciencias de la complejidad plantean de modo explícito la quiebra de los modelos universales de conocimiento. Se valora lo complejo, lo irónico y lo ambiguo como hechos positivos, en esta especie de huida hacia el futuro, se defiende la quiebra de los modelos universales de conocimiento y se plantea su destrucción: su deconstrucción como oposición dialéctica y polémica frente a cualquier idea de composición arquitectónica. Posiciones posestructuralistas entre filósofos y arquitectos como: Derrida y Eisenman, Foucault y Hejduk, Deleuze y Libeskind entre otros plantean la experimentación como método de lectura y de fabricación de la forma y de deconstrucción del lenguaje y de la arquitectura, a base de un triple proceso consistente en fragmentar, combinar y superponer. A su vez, los nuevos principios de diseño conllevan el olvido de simetrías y proporciones, así como de predominios y totalidades controladas, de modo que en una especie de nueva actividad combinatoria, surge como reagrupación de los fragmentos. Y en su experimentación abre nuevas posibilidades metodológicas a la arquitectura contemporánea. Por ello la revisión de las posiciones actuales ha de ser más crítica que histórica. Donde los ideales éticos de la modernidad se han sustituido por unos ideales estéticos identificados con un juego gramatical de contenido ausente, ya que la cantidad de conocimientos, la diversidad de formas en las que se propaga y la avanzada tecnología actual permiten obtener conocimientos de Arquitectura en otros lugares. Edgar Morín propone el siguiente argumento: “Estamos hoy en día en el más amplio juego de posibles, no ya porque nuestro mundo es indeterminado, sino porque este mundo está, al contrario, sometido por todas partes a derivas, transformaciones, progresiones, regresiones, invenciones […]” (2011, pág. 61 y 62). En estos tiempos de individualismo colectivo entre los siglos XX y XXI, la arquitectura que vemos nacer en el presente, se extiende hoy desde Europa hasta América, se extiende hoy a toda la Tierra en un proceso de globalización que avanza sin críticas, enfrentando su tendencia homogeneizadora planetaria a las resistencias locales que se aferran a sus señas de identidad, como declara Buck-Morss (1995, pág. 164) “Las imágenes de la arquitectura […] constituían una maraña de trabas y de elementos anticipatorios. […] producía sólo imágenes oníricas reificadas de esa promesa, una fantasmagoría de la nueva naturaleza”. Múltiples líneas transversales cruzan de un lado a otro la Arquitectura Colombiana actual, una arquitectura aparentemente mestiza: alejada de los experimentos radicales, poco programáticos y singulares en cada ocasión. El análisis de ese particular momento de génesis y transición entre prácticas, disciplinas, búsquedas, tiempos y escenarios que habría acabado caracterizando las dos últimas décadas como un escenario histórico sin, apenas, perspectiva histórica pretende iniciar este planteamiento o tendencia aglutinando intuiciones y reflexiones diversas, expresadas a lo largo de estos años desde diversas fuentes contenidas en muchos casos a través de los concursos y bienales de arquitectura, los escritos y debates abiertos estableciendo una relación dialéctica con su imagen inestable y débil desde contextos locales y escenarios globales para plantear entonces esa idea de paradoja visual de la complejidad. Al mismo tiempo, esta arquitectura comienza a entenderse de modo preferente como comunicación y como diseño, en un proceso que lleva a un predominio desaforado de las formas y aun eclecticismo en los procesos. En este estado de pasividad la sociedad pide más imágenes, cosas fácilmente consumibles, ya que ha perdido la capacidad de concentrarse o de leer con atención. La arquitectura también es víctima de esta pasividad puesto que, cuanto más pasiva es la sociedad, mayor energía debe emanar de sus imágenes. Ello lleva a hablar de un pensamiento débil y consiguientemente, de la arquitectura débil como base de la contemporaneidad. En la actualidad, las obras de arquitectura y sus autores están inmersos en la cultura de lo espectacular en la idea de imagen, de marca, “la ciudad es un discurso y este discurso es, en realidad, un lenguaje” como anuncia (Barthes, 1980, pág. 92), la arquitectura se ha convertido en superficie comunicante. Se ha tomado el camino de la autosuficiencia, de la reflexión interna a partir de las dos últimas décadas convirtiendo a la arquitectura contemporánea en Colombia en un constante discurso mixtificador, los mensajes de funcionalidad, servicios, honestidad, racionalidad y lógica constructiva son un engaño; las imágenes de la arquitectura son fruto de una retórica falaz; prometen lo que no dan, proponen modelos de vida que son imposibles; su imagen débil es ahora cómplice de las fuerzas mitificadoras de la sociedad. Hablar del rol de la arquitectura Colombiana en la cultura y en la sociedad contemporánea supone la aparición de símbolos urbanos aparentemente como producto de un largo y complejo proceso social y cultural, pero he aquí que estos símbolos son creaciones instantáneas que nacen de formas prestadas de diferente origen conceptual configurando una arquitectura desprovista de ideología, carente de significado, reducida simplemente a la imagen; que pueda ser modificada su forma externa, su aspecto y su revestimiento, entregando así a la ciudad un nuevo icono acorde a nuestro tiempo. Respecto a esto el arquitecto Guillermo Bermúdez dice: “en Colombia se están haciendo muchos edificios espectáculo y cada vez tienen menos contenido. Es una arquitectura de la dictadura de la imagen y del instante. Obras que ‘parecen’ algo”, evidentemente más espectáculo y menos arquitectura. Estas nuevas estéticas se fusionan en una dinámica nueva, imagen y sistema convergen en el complejo de la organización. La arquitectura, como una de las muchas tecnologías de comunicación, proporciona los patrones de las imágenes de la integración orgánica destinadas a regular nuevas e inestables complejidades visuales. Desde La arquitectura Moderna en Colombia se tuvo siempre una preocupación porque la forma fuera una consecuencia de unos principios sobre la sociedad y la técnica, que se pueden identificar como teóricos o ideológicos. A esta consecuencia entre forma e ideología se la crítica por ilusoria, pero produjo formas siempre auto sustentadas en ideas culturales, antes que en otras formas. Entre las oposiciones a este tipo de aproximación proyectual, una de las más influyentes fue la llamada arquitectura de Tendencia, para la cual, la producción de la forma arquitectónica debía derivarse del análisis de arquitecturas anteriores, pero no de cualquier forma y en especial no de las imágenes sino a través del análisis, en particular los métodos de análisis morfológico y tipológico. En este sentido, “ser modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones” como lo dice: (Berman, 1999); en cualquiera de los dos casos, la forma pretendía ser una creación, bien a partir de ideas sobre la cultura y tecnología del momento, o bien del conocimiento sistemático del pasado. Pero así como el postmodernismo simplificó el análisis del pasado en una reedición del eclecticismo, las arquitecturas referenciadas y autorreferenciadas, reeditan su imagen en las arquitecturas del presente. En este momento de contradicción e incertidumbre en el quehacer arquitectónico en el país y especialmente en Bogotá, el recurso a la estética cualquiera que sea su forma se vuelve más pronunciado triunfando sobre la ética, modificando la experiencia del espacio y el tiempo en el plano social, las imágenes dominan en las narrativas, la transitoriedad y la fragmentación tienen prioridad sobre los juicios científicos y los morales. Sergio Trujillo Jaramillo en el Escrito Introductorio de la XIII Bienal de Arquitectura de 1992 nos plantea que “La validación de las autonomías culturales, por ejemplo, nos sitúan ante la necesidad de una permanente redefinición de las coordenadas posibles a una arquitectura que recree y transforme una realidad tan inédita e inasible como la nuestra”. Negar la complejidad del mundo y la tendencia a la representación de este mediante proposiciones retóricas simplificadoras, redundan en imágenes superficiales que pretenden captar significados complejos, que con mucha frecuencia, se limita a confirmar prejuicios. ¿Por qué en lugar de señalar que el “adentro” es tan importante como el “afuera” en la obra arquitectónica, se opta por la actitud moralista de despreciar toda forma exterior?, se elige el camino de la descalificación fácil en lugar de estudiarlo y comprenderlo ya que a estas imágenes de la vanguardia les falta la conciencia de estar desarrollando una complejidad visual arquitectónica acorde con el mundo real, para convertirse en fenómeno visual y cultural, la imagen en cuestión será aún más compleja. Pero es aquí donde se revela la paradoja constitutiva de la arquitectura, afirmando la libertad de la existencia humana, no puede más que hacerlo positivamente, es decir mediante la conquista de la forma estética que da apariencia de realidad a lo que no existe. Conscientes o no de esta paradoja inherente a la arquitectura y en la tentativa de superarla, los arquitectos de hoy tienden a diferenciar sus obras planteando propuestas que se refieren a modelos del pasado o que anticipan soluciones futuras; que introducen, en cualquier caso, un factor de extrañamiento en el contexto redundante de la actual imagen urbana que representa una actitud permanente de rechazo crítico de la situación. Por otra parte, es cómodo lo de ligar a “lo social” conveniente a arquitectos, con lo social de por medio, todo vale y todo está bien. La sociedad, no tiene más reparo que aceptar la arquitectura que le impongan y es libre de ir a ver – o no – el espectáculo que le venden mediáticamente. En consecuencia parece pertinente investigar en forma más específica la producción de imágenes alrededor de la arquitectura como una faceta importante de la actividad que tiene que ser analizada como parte de la reproducción y transformación de cualquier orden simbólico. La estética y las prácticas culturales importan, y del mismo modo las condiciones de su producción merecen mayor atención. Es justamente esta diversidad la que determina una actitud cognoscitiva, una imagen débil referenciada que se superpone y coincide perfectamente con la realidad, se identifica con ella. Se comprueba que en la actualidad, la arquitectura que es compleja en su forma depende de un doble juego interior y exterior. El contorno o el revestimiento del edificio son exteriores tanto con respecto al entramado técnico como en relación a los espacios interiores. Esta asume la estructura intima de su tiempo con todas sus consecuencias y trabaja sus contradicciones en la superficie, la complejidad llevada a cabo en la arquitectura, argumenta a favor de una arquitectura genérica definida por la iconografía, una arquitectura cuyas cualidades elementales se convierten en refugio y símbolo. A mediados del Siglo XX nuevos y decisivos avances simultáneos iban a producirse en diversos ámbitos del conocimiento y especialmente en la arquitectura. Por un lado la imagen proyectada y la transmisión de imágenes múltiples, en un espacio de superposiciones y cohabitaciones entre escenarios y mensajes reales y virtuales; lo que empieza a evidenciar hoy, un tipo de lógica operativa relacionada con la definición y construcción del espacio físico y por tanto arquitectónico. Una lógica que certificaría, así, la superación de la hasta entonces predominante lógica objetual (moderna) y su orientación hacia un nuevo tipo de lógica más abierta, es decir, más dinámica, compleja, más interactiva y reactiva o simplemente más avanzada surgida del encuentro dinámico entre espacio, tiempo e información. Hoy la arquitectura Colombiana en el contexto latinoamericano está supeditada por el predominio de “lenguajes mixtos”, que entrecruzan materiales teóricos y visuales, culturas locales y globales, persuasión e información, valores e intereses provenientes de todo el mundo. Cada intento por reducir esta comunicación que es al mismo tiempo un trayecto de saber y dominio a discursos simples, unívocos, deterministas, está destinado hoy al fracaso. Para los arquitectos, para la sociedad, para los sujetos colectivos, aprender a analizar estos lenguajes visuales es un trabajo decisivo si se pretende mantener una autonomía cultural arquitectónica. El punto de vista del pensamiento complejo, que trata los hechos sociales como fenómenos de comunicación y significación, o finalmente, como producción arquitectónica de sentido, es tal vez, el más adecuado para considerar todas las complejidades de esta situación. De ahí la pertinencia de la pregunta central de la presente investigación: ¿En qué medida la arquitectura contemporánea Colombiana y su incidencia en el mundo puede estar desarrollando una complejidad visual para ser realmente prototípica del nuevo paradigma de la imagen? Hoy la arquitectura en colombiana vive una especie de carrera publicitaria, a fin de figurar en la órbita nacional y mundial para no desaparecer del mapa. Ahora los edificios tienen marca, orientados “[…] hacia el mercado porque ese es el lenguaje primordial de comunicación en nuestra sociedad” (Harvey, 1990, pág. 96), una especie de impronta que los identifica, muchos de estos nuevos edificios se proyectan a partir de la imagen; son concebidos para ser fotografiados, y no tanto para ser habitados. Algunos arquitectos de finales del siglo XIX y principios del XX, han establecido analogías entre la imagen y la arquitectura. El revestimiento de los edificios se convirtió en uno de los elementos más expresivos de la arquitectura. Hasta finales del siglo XX, la envolvente estaba estrechamente relacionada con el vacío que generaba. La materia y el espacio se iban entrelazando, modelándose mutuamente. Lo lleno y lo vacío constituían el ente, en el cual estaba involucrado el hombre. Actualmente, el hombre ha dejado de ser el protagonista de este diálogo para convertirse en un simple observador. De estar inmerso en el espacio, ha sido desplazado fuera de él. Ha dejado de ser un habitante y ha pasado a ser un espectador. La nueva arquitectura en Colombia vive un período contemplativo en el que hemos perdido nuestra capacidad de participación. “Lo único que se comparte es el espectáculo, ese juego en el que nadie juega y todos miran”- escribiría John Berger (1997, pág. 37). La emergencia de dicho cambio ha marcado las dos últimas décadas: su exploración, sus anticipos, sus titubeos y transiciones, sus definiciones y concreciones han configurado un marco de acción compartido entre diversas trayectorias especialmente involucradas con una interpretación de lo arquitectónico y lo visual. Se busca comprender el tradicional divorcio entre arquitectura y ciencia, al tiempo que nos permitirá enriquecer nuestra comprensión de lo real. Dichas expresiones merecen ser estudiadas e investigadas como evidencia de un especial momento fundacional y de una cierta batalla ideológica y ética a través de su imagen compleja. El antiguo paradigma newtoniano y buena parte del einsteiniano se enfrentan sin embargo, hoy, al reto de un universo más dinámico y escurridizo, en el que la mayor parte de los procesos, incluso los de apariencia más estable, resultarían extraordinariamente insubordinados y acabarían remitiendo a comportamientos nolineales fruto de su propio carácter dinámico e interactivo. Al espacio clásico (absoluto) y al espacio-tiempo (relativo) en relación con la arquitectura parece haberles sucedido hoy un espacio-tiempo-información más complejo y combinatorio, abierto a una influencia imbricada, de lo local en lo global y viceversa destinada a provocar una mayor indeterminación e inestabilidad en nuestra comprensión del universo pero, al mismo tiempo, a introducir definitivamente la influencia de la imagen (de sus efectos dinámicos y de su posible capacidad de combinación intencionada) en la manifestación espacial de los procesos. La composición de este panorama nos enfrenta así en esta investigación a un escenario que no operaria ya desde la retórica o desde la estricta autonomía sino desde una nueva interacción visual llamada a despegar en una hipotética interconexión holística- toda una gama de situaciones internas y externas en las que, paradójicamente, el reflejo aparente de un cierto caso local sería el resultado de un todo engranado y heterogéneo a la vez de acontecimientos globales. Se trata de un cambio de postura intelectual que permita comprender cómo los fenómenos visuales desde lo local y global en un espacio, en un contexto hacen parte de un sistema complejo, “cuanto más complejo es un sistema, más amplia es su apertura, más fuerte es su cierre” (Morín, 1981, pág. 162). De ahí que la complejidad, el comportamiento de las sociedades contemporáneas y los múltiples elementos que las componen sean muchas veces paradójicos, pues entre lo local y lo global nuestra imagen del mundo actual, nuestra imagen de la realidad, depende de las relaciones entre estas dos polaridades y sus respectivas representaciones. Desde que en la última mitad de este siglo los principios y paradigmas de la modernización transformaron nuestro contexto y esta “[…] arquitectura resultante produjo solo impecables imágenes del poder y el prestigio de corporaciones y gobiernos conscientes de los aspectos publicitarios” (Harvey, 1990, pág. 52), a la vez que se mostraron incapaces de resolver las inquietudes y necesidades de un mundo en constante evolución, ahora se ha recurrido a un complejo proceso de búsqueda de analogías y referencias capaces de reactivar el pensamiento arquitectónico. Capaces de infiltrarse en él para producir, de nuevo pero con distintas palabras, un mismo objetivo: arquitectura. La arquitectura ha hecho, así, uso de planteamientos filosóficos (estructuralismo, deconstrucción…) modelos políticos (democracia, liberalismo, capitalismo global…) formulaciones científicas, tecnológicas y analogías formales (anti gravedad, fractales, high-tech…) con el objeto de activar su pensamiento. Estos modelos son en su mayoría periféricos o externos a la arquitectura. Por tanto el éxito o fracaso de su traslación –su injerto- depende tanto de su especificidad del modelo elegido como del modo en que su traslación se lleve a cabo. Por eso no nos interesa hablar de temas sino de acuerdos y desacuerdos entre las cosas en este estudio. Glosas que habrían prestado una atención primordial a la descripción de toda una serie de categorías endógenas como tópicos establecidos (la trayectoria del autor, el diseño del objeto, el tipo como invariante) más que a una voluntad real de interrelación con otros fenómenos externos al propio marco disciplinar de la arquitectura. “La imagen, la aparición, el espectáculo pueden experimentarse con una intensidad (jubilo o terror) que solo es posible porque se los concibe como presentes puros y desvinculados en el tiempo” (Harvey, 1990, pág. 72), aspectos, pues, diseccionados, asilados, nunca solapados, entendidos a través de clasificaciones fijas, confiadas todavía en una definición lineal de los acontecimientos. Parafraseando al filósofo Francisco Jarauta (Jarauta, y otros, 1994), esa habría sido precisamente la mayor limitación de una determinada teoría de lo postmoderno: su inclinación hacia el suceso, el diseño, el aspecto o el lenguaje como fundamentos; y su implícito desinterés por postular un tipo de crítica global o estructural más allá de la pura descripción o de la reseña. Esa aparente posición pseudo-objetiva, cuando no neutral, siempre autorreferencial habría acabado generando no solo una prolífica y demostrada incompetencia para dar cuenta de una nueva situación sino todo un glosario de iconografías e imágenes no muy alejadas del mero consumo y de la instauración iconográfica que también significaría Ignasi de Solá Morales en su texto Diferencias: topografías de la arquitectura contemporánea: “La descripción –y la difusión- de imágenes en el que casi todo cabe mientras esté sometido al imparable consumo de una iconografía de uso mayoritariamente interno” (Sola-Morales, 1995). A dichas consideraciones relacionadas con la imagen como sistema formal, dinámico e interactivo, remitirían las definiciones de paradoja de Nicolas Falleta: “Una verdad que se resiste (o, si se prefiere, que se revuelve), es decir, una verdad que se revuelve patas arriba para llamar la atención” (Falletta, 2000). Esa oscilación entre lo posible y lo imposible, lo previsible y lo impulsivo, remitiría, entonces, a esa posible negociación con el mundo realidad que es lo que toda paradoja, en definitiva propondría. La capacidad sincrónica y diacrónica de nuestro tiempo permitirá resolver esa extraña unión hibrida, ello permitiría superar la propia idea de contradicción al combinar lo verdadero y lo falso, en un auténtico proceso de viaje dinámico, lejos de la estabilidad sustantiva tradicional. Esa sincronía entre lo posible y lo imposible se traduciría, así, en la mayoría de construcciones paradójicas, en un acuerdo posible entre realidad y meta-realidad. De hecho la mayoría de situaciones de paradoja partirían, a menudo, de una acción afirmada formulada o expresada que, al mismo tiempo, pondría en crisis o en duda, negándola o trastocando la acción enunciada. En cualquier caso, afirmación o argumento, dicha condición de paradoja conduciría a una reestructuración puntual local del sistema como consecuencia de una formulación inesperada o incierta fruto de esa extraña conmoción singular de la propia inercia procesal global. En ese escenario de encuentros, choque y paradojas, relacionada con la propia capacidad propositiva de la cultura, del arte y de la arquitectura de un tiempo de cambios y transiciones con la propia realidad envolvente y, al mismo tiempo, de desarrollar una visión crítica, en ese doble impulso de aceptar y rechazar, en esa necesidad de liberar por un lado al marco creativo de aquellas estructuras representativas demasiado codificadas y, al mismo tiempo, de conectarlo por otro a una realidad particularmente proclive paradójicamente a lo aceptado, a lo trivial, a lo universal, residiría la mayor encrucijada del proyecto contemporáneo. ¿Cómo infiltrarse, entonces, en la realidad y, al mismo tiempo, distanciarse cualitativamente de ella? Probablemente actuando, a través de una lógica emparentada con el consumo de las imágenes y el valor del cambio: la desaparición de las cosas y su transformación en “objetos-signo” (Weibel, 2007, pág. 147). Ante esa realidad deslizante, productora y consumidora de iconografías y arquetipos en la que el valor de la imagen cobraría tan solo sentido como reclamo o mensaje, pero también, forzosamente adaptada a la saturación de ese continuo y previsible desfile icónico. Frente a la inercia de los signos como valor de cambio (esa progresiva banalización y homogenización del objeto edificado) cabría proponer, entonces, la fuerza de aquellas posible “imágenes enunciado” provocadoras de intriga, de asombro, pero también, de deseo y, por tanto, de estímulo. Paradojas en definitiva, “operativas” contemplables como reacciones ambivalentes pero también como símbolos e iconos de otros posibles. Bajo esta disertación podemos establecer hoy, que la arquitectura contemporánea en Bogotá en las dos últimas décadas se ha establecido como cultura icónica y simbólica, para establecerse como arte de consumo, donde su imagen proyectada o construida se fundamenta en auto-referencias globales sin remitirse a la cultura local, planteando un sin número de estéticas banales ausentes elaboradas por sus autores (arquitectos) que tienden hacia el exhibicionismo (mercancía). Como dice Paul Virilio, “la imagen prevalece frente al individuo”, el ser tiende a desaparecer (Weibel, 2007, pág. 150). ¿Es posible que estas paradojas visuales en la arquitectura se establezcan como una imagen dialéctica sin sentido? Estas paradojas visuales se establecen como posibilidad de poder ampliar el campo del pensamiento desde como la arquitectura ha transformado la humanidad, la cultura, la ciudad, el territorio y como está a cimentado una imagen compleja, fragmentaria, débil y contradictoria en donde los arquitectos sin una fundamentación profunda epistemológica y ética han construido y elaborado una arquitectura de consumo sin una relación directa con el contexto. Al respecto el arquitecto Guillermo Fischer en el II foro: Arquitectura en Colombia critica a las vanguardias, establece que: “[…] su afán de originalidad las lleva a la búsqueda de formas sin profundidad. Afirma que les falta comprender que el arquitecto es un mediador en el plano de referencia “relación gente-mundo”, el cual está cambiando. Propone que el arquitecto debe comprometerse a producir arquitectura para “ser” más que para “parecer”” (Peinado, 2010, pág. 14). Este ha sido uno de los fenómenos que más ha afectado a la arquitectura en América Latina y en todo el mundo y más aún cuando hablamos de modelos globales (autoreferenciados y copiados hasta la saciedad) y en donde lo local se desvirtúa perdiendo identidad arraigada a nuestra cultura y a su contexto, para imponerse aún más una imagen de consumo y de slogan. En definitiva, en un mundo donde lo imaginario pasa a ser real, ya no hay lugar para lo real. El desprendimiento de estas imágenes de su compleja situación cultural inicial las descontextualiza, en consecuencia una sociedad inundada de imágenes experimentará una consiguiente reducción en la sensibilidad social y política, ya que esta seducción de la imagen conduce a una decadencia de la postura crítica. Desde dichas consideraciones se busca esa aproximación contemporánea a las nuevas lecturas y estéticas de la complejidad ya que estas proponen un campo más extenso para la arquitectura que ligan lo construido a nuestra realidad tratando de sacar partido, una vez más de todo lo que nos rodea proponiendo aquella antigua y necesaria relación cultural entre ciencia y arquitectura, relacionadas con la comprensión de los procesos dinámicos, de las estructuras complejas y de los fenómenos abiertos de interacción y co-participación que definirán la interpretación del propio entorno y su incidencia en el proyecto contemporáneo. Referencias Bibliográficas Barthes, R. (1980). El placer del texto. (N. Rosa, Trad.) México: Siglo Veintiuno Editores. Berger, J. (1997). Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible. (P. Vásquez , & N. Fernández, Trads.) Madrid: Ediciones Ardora. Berman, M. (1999). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad (Quinta ed.). (A. Morales vidal, Trad.) México: Siglo Veintiuno Editores. Buck-Morss, S. (1995). Dialéctica de la mirada: Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes. (N. Rabotnikof, Trad.) Madrid: Visor Dis., S.A. Falletta, N. (2000). Paradojas y juegos. Barcelona: Gedisa. Harvey, D. (1990). La condición de la posmodernidad: investigación sobre los orígenes del cambio cultural. (M. Eguía, Trad.) Buenos Aires: Amorrortu Editores. Jarauta, F., Brea, J. L., Castro, I., Morey, M., Pardo, J. L., & Trias, E. (1994). Tensiones del arte y de la cultura en las sociedades tardo capitalistas. En Otro marco para la creación. Madrid: Complutense. Morín, E. (1981). El Método I. La naturaleza de la naturaleza (Vol. I). (A. Sánchez, & D. Sánchez García, Trads.) Madrid: Cátedra. Morín, E. (2011). ¿Hacia dónde va el mundo? Barcelona : Paidós. Oquendo B., C. (28 de Marzo de 2013). ¿Hay arquitectura espectáculo en Colombia? El Tiempo. Real Academia Española. (4 de Junio de 2013). Obtenido de DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición: http://lema.rae.es/drae/?val=paradoja Sola-Morales, I. (1995). Diferencias, Topografías de la arquitectura contemporánea. Barcelona: Gustavo Gili. Weibel, P. (2007). La era de la ausencia. En J. La Ferla, El medio es el diseño audiovisual. Manizales, Colombia: Universidad de Caldas.