Fürgen Habermas La modernidad inconclusa Traducción de Luis F. Aguilar Villanueva d espués de los pintores y los cineastas, la Bienal de Venecia ha abierto también sus puertas a los arquitectos. El resultado de esta primera bienal de arquitectura fue decepcionante. Los expositores de Venecia formaron una avantgarde a la inversa. Bajo el lema “El presente del pasado” sacrificaron la tradición de lo moderno para dar cabida a un nuevo historicismo. A raíz de este evento un crítico propuso una tesis que tiene, mas allá de la ocasión, importancia para el diagnóstico de la época: “lo postmoderno se presenta decididamente como lo antimoderno”. Esta frase puede aplicarse a las distintas manifestaciones de una tendencia de la sensibilidad contemporánea, que se ha infiltrado por los poros de los ambientes intelectuales y ha dado origen a todas esas teorías de lapost-ilustración, de los post modernos y aun de la posthistoria. Adorno y su obra contrastan con esta situación. Adorno se comprometió tan sin reservas con el espíritu de la modernidad, que en su intento de distinguir lo auténticamente moderno del nuevo modernismo percibió ciertos sentimientos de rechazo a la modernidad. Edad Media idealizada, mediante la oposición de lo romántico a lo clásico. Fue el romanticismo, en el curso del siglo XIX, el que liberó una conciencia radicalizada de modernidad, que se desligó de toda relación histórica y sólo conservó una pura oposición abstracta a toda la tradición. Moderno es, entonces, lo que otorga expresión objetiva a la actualidad del espíritu de una época. La característica de las obras modernas es lo nuevo, lo que será superado y desvalorizado por las innovaciones de los estilo futuros. Pero, a diferencia de la nueva moda que es relegada al pasado y pasa de moda, lo moderno mantiene siempre una misteriosa relación con lo clásico. Clásico es, entonces, todo lo que sobrevive a su tiempo. Y la obra moderna, en sentido enfático, certifica su modernidad sólo si se apropia de esta fuerza. Pero es evidente que la obra moderna no deriva su fuerza de la nueva autoridad de una época del pasado, sino sólo de la autenticidad de la actualidad. Lo moderno crea su propio clasicismo: ¡con qué naturalidad hablamos ya de lo moderno clásico! El credo de la modernidad estética Lo antiguo y lo nuevo Ante todo, para aclarar el concepto de lo moderno, vale la pena exponer brevemente su larga prehistoria, estudiada por Hans Robert Jauss. La palabra moderno empezó a usarse a fines del siglo V para deslindar el presente cristiano, que acababa de convertirse en hecho oficial, del pasado pagano. La “modernidad”, con cambiantes contenidos, ha expresado siempre la conciencia de una época que, frente al pasado de la antigüedad, se comprende así misma como resultado de la transición de lo antiguo a lo nuevo. Esto no sólo es válido para el Renacimiento, con el que comienza para nosotros la época moderna. Es un fenómeno que aparece permanentemente en Europa, cada vez que se forma la conciencia de una nueva época mediante la redefinición de su relación con la antigüedad: en el periodo de Carlomagno, en el siglo XII, en la Ilustración. En estes entido, siempre se ha entendido a la antiquitas como un modelo digno de imitación. Sólo con los ideales de la Ilustración francesa y con la idea, inspirada por la ciencia moderna, del progreso infinito del conocimiento y del progreso hacia algo mejor social y moralmente, se disolvió el hechizo que las obras clásicas del mundo antiguo habían ejercido sobre el espíritu de los primeros modernos. Por último, lo moderno busca su propio pasado, por ejemplo, en una Con Baudelaire adquieren contornos nítidos los principios de la modernidad estética. Estos principios se expanden por las corrientes vanguardistas y finalmente alcanzan su exaltación en el Café Voltaire de los dadaístas y, poco después, en el surrealismo. Se les puede caracterizar por las actitudes que se fueron formando en torno a la transformación de la conciencia de la época. Esta conciencia se expresa en las metáforas espaciales de la vanguardia, de la avantgarde, tropa de choque que avanza en un terreno desconocido, expuesta a los riesgos de encuentros repentinos y estremecedores, pero capaz de conquistar un futuro aún no ocupado y de encontrar su dirección dentro de un territorio aún no recorrido y mensurado. Esta orientación hacia delante, esta anticipación de un futuro indeterminado, en fin, este culto de lo nuevo, significan en realidad la glorificación de la actualidad. La nueva conciencia de la época que con Bergson penetra hasta en la filosofía, expresa la experiencia de una sociedad en movimiento, de una aceleración de la historia y de una vida cotidiana rota por discontinuidades. La sobrevaloración de lo transitorio, de lo pasajero, de lo efímero manifiesta justamenteel anhelo de un presente inmaculado, inmóvil. Así se explica la oposición abstracta a la historia. Las épocas particulares pierden su rostro peculiar en favor de una afinidad heroica del presente con el pasado máslejano y eI futuro más próximo. Lo decadente se reconoce inmediatamente en lo bárbaro, lo salvaje y lo primitivo. Esta intención de romper el continuo histórico explica la fuerza subversiva de una conciencia estética que se opone a las acciones estandarizadoras de la tradición, que vive de la experiencia de su rebelión contra toda normatividad, que neutraliza tanto el bien moral como la utilidad practica, que escenifica continuamente la dialéctica del misterio y el escándalo. y que corre desenfrenadamente tras la fascinación del terror que implica todo acto de profanación, huyendo a la vez de sus resultados triviales. Cierto, la conciencia de la época que permea el arte vanguardista no es del todo antihistórico. Se opone sólo a la falsa normatividad de una concepción de la historia que se basa en la imitación de modelos. Se sirve del pasado históricamente disponible, pero ala vez se rebela contra esa neutralización de los cánones, que el historicismo promueve al recluir la historia dentro de un museo. Desde este espíritu Walter Benjamin reconstruye posthistóricamente la relación de lo moderno con la historia. Recuerda la comprensión que de sí misma tuvo la Revolución Francesa: “La revolución citaba a la antigua Roma como cita la moda un atavío del pasado. La moda tiene el olfato de lo actual, en cuanto lo actual se muevedentro de la espesura ‘de lo que ha sucedido sólo una vez’. Se trata de la concepción del presente como ‘el tiempo del ahora’, concepto que lleva dentro de sí fragmentos de mesianismo.” El credo de la modernidad estética ya caducó, aunque se le haya recitado de nuevo en los años sesenta. Pero, ahora que los años sesenta se han quedado atrás, hay que reconocer que el modernismo ya casi no encuentra ningún eco. Justamente por esos años, Octavio Paz, un partidario de lo moderno, hacía notar que: “La vanguardia de 1967 repite las gestas y los gestos de la de 1917. Vivimosel fin de la idea de arte moderno.” De acuerdo a las investigaciones de Peter Burger ahora hablamos del arte postvanguardista, el cual es la mejor manifestación del fracaso de la rebelión surrealista. Pero ¿que significa este fracaso?, ¿es ya la señal de adiós a lo moderno?, ¿es ya el postvanguardismo el paso a lo postmoderno? Así, de hecho, lo entiende mi colega Daniel Bell, el más brillante de los neoconservadores americanos. En su libro The Cultural Contradictions of Capitalism, Bel1 defiende la tesis de que los fenómenos de crisis en las sociedades occidentales desarrolladas se originan por un rompimiento entre la cultura y la sociedad. El arte vanguardista ha logrado penetrar en las orientaciones valorativas de la vida cotidiana y ha contagiado el mundo de vida con los principios del modernismo. El modernismo es el gran seductor, pues por él el principio de la autorrealización sin restricciones, la demanda por la autenticidad de las propias experiencias y el subjetivismo de una sensibilidad sobreexcitada han llegado a dominar la vida, liberando motivos hedonistas que son incompatibles con la disciplina de la vida profesional y, en general, con los principios morales que están a la base de una conducción racional de la vida. Para Bell la causa de la disolución de la ética protestante, hecho que ya había inquietado a Max Weber, es la adversary culture, es decir, una cultura cuyo modernismo aviva la hostilidad hacia las convenciones y virtudes de una vida cotidiana racionalizada por la economía y la ad- ministración. Por otra parte. pretende que el impulso de lo moderno esté ya agotado, que el vanguardismo haya ya llegado a su fin y que, a pesar de su expansión social, ya no sea una fuerza creadora. Pero esta situación plantea al neoconservadurismo el problema de cómo dar de nuevo validez a normas capaces de poner límites al libertinaje, de reconstituir la disciplina y la ética del trabajo y de oponer las virtudes de la competencia individual contra la nivelación de los estados socialistas. Para Bell la única solución es una renovación religiosa o, en todo caso, la adhesión a las tradiciones genuinas inmunes a toda crítica, que posibilitan identidades claramente diferenciadas y que proporcionan seguridad existencial al individuo. La modernidad cultural y la modernización social Es imposible ciertamente erradicar las fuerzas religiosas tan eficaces en dar siempre autoridad. Por esto, la única indicación que de este análisis se deriva para la acción es un postulado que ya ha hecho escuela entre nosotros, a saber, el de la confrontación política y cultural con los portadores intelectuales de la cultura moderna. Citaré el texto de un autor muy equilibradoen sus observaciones acerca del nuevo estilo que los neoconservadores han lanzado y acuñado en la escena intelectual de los años sesenta: “La confrontación toma la forma de una operación que presenta todas las manifestaciones de la mentalidad contestataria a la luz de sus consecuencias y que vincula sus consecuencias con un cierto tipo deextremismo. Así, por ejemplo, se establece una unión entre modernidad y nihilismo, entre las intervenciones estatales y el totalitarismo, entre la crítica al armamentismo y la complicidad con el comunismo y se identifica el feminismo y la lucha de los homosexuales por sus derechos con la destrucción de la familia, así como los movimientos dela izquierda con el terrorismo, el antisemitismo y hasta el fascismo. ” Esta cita del libro The Neoconservatives de Peter Steinfel se refiere a los Estados Unidos, pero son evidentes los paralelismos. En este sentido, no se puede explicar sólo psicológicamente la personalización y la amargura con las que los intelectuales de nuestra nación han desencadenado sus invectivas. Las razones se encuentran, mas bien, en la debilidad del análisis de las doctrinas propuestas por los neoconservadores. El neoconservadurismo imputa explícitamente a la modernidad cultural todas las consecuencias inquietantes que originó el mayor o menor éxito logrado por la modernización capitalista de la economía y de la sociedad. L OS neoconservadores no llegan a ver que existe una conexión entre los procesos de modernización, que tan calurosamente acogen, y la crisis de motivación, de la que tan catónicamente se lamentan. Tampoco han llegado a descubrir las causas sociales estructurales que están a la raíz de los cambios en las actitudes respecto del trabajo, en los hábitos de consumo, en las exigencias de nivel social, en las prácticas del tiempo libre. A causa de este desconocimiento, todo lo que ellos consideran como hedonismo, falta de identificación y de congruencia, como narcisismo y retroceso en la competencia por el status social de acuerdo a los desempeños personales, lo atribuyen sin más, inmediatamente, a la cultura, sin tomar en cuenta que la cultura interviene en estos procesos sólo de manera mediata. Por esto, los intelectuales que todavía se sienten comprometidos con el proyecto de lo moderno deben retornar y represen- tar estas causas estructurales no analizadas por los neoconservadores. El estado de ánimo, en el que hoy los neoconservadores pueden basar sus afirmaciones, nada tiene que ver con un malestar social cuya causa son las consecuencias antinómicas de una cultura que ha desbordado los museos y ha hecho irrupción en la vida. Los modernistas no han provocado este malestar, pues éste tiene sus raíces en las reacciones profundas de las gentes ante una modernización social que, sujeta a la presión de los imperativos del crecimiento económico y de la organización estatal, afecta cada vez más la ecología de las formas de vida y la estructura de enjambre de la comunicación social, propia de cada uno de los mundos históricos de vida. Así, las protestas neopopulistas expresan agudamente las angustias cada vez más difundidas en la sociedad ante la destrucción del medio urbano y del entorno natural y ante la destrucción de las formas deconvivencia humana. Los muchos motivos de malestar y descontento social surgen cada vez que los ámbitos de vida se ven afectados por una modernización unilateral que obedece sólo a criterios de racionalidad económica y administrativa, pues los ámbitos de vida tienen su centro en las tareas de la transmisión cultural, la integración social y la educación y, por consiguiente, se basan en otros criterios, en los criterios de la racionalidad comunicativa. Estos procesos sociales son justamente los que quedan fuera del foco de atención de las teorías de los neoconservadores, quienes proyectan las causas, que nunca descubren y explicitan, al plano de una cultura en sí subversiva. Desde luego la modernidad cultural produce sus propias aporías. Y a éstas se reclaman las posturas de los que invocan el adviento de lo postmoderno, recomiendan la vuelta a lo premoderno o bien rechazan radicalmente lo moderno. Independientemente de los problemas que plantean las consecuencias de la modernización social, el examen desde adentro del desarrollo cultural da motivos para dudar y desesperar del proyecto de la modernidad. 6 El proyecto de la Ilustración La idea de la modernidad está emparentada intimamente con el desarrollo del arte europeo. Y se puede saber en qué consiste lo que he llamado el proyecto de modernidad, si se trae a la luz toda la serie de limitaciones que ha padecido el arte hasta la fecha. Para Max Weber locaracterístico de la cultura moderna es la desarticulación en tres momentos de esa razón sustancial que se había expresado en las representaciones religiosas y metafísicas del mundo. Lo que hace que en la época moderna exista una separación tajante entre las esferas valorativas de la ciencia, la moral y el arte, es la decadencia de las concepciones globalizadoras del mundo y la descomposición de los problemas de la tradición en diversos puntos de vista específicos, en los puntos de vista de la verdad, de la rectitud normativa y dela autenticidad o la belleza. Esta situación condujo a que las concepciones tradicionales comenzaran a ser tratadas como y en cuanto problemas particulares del conocimiento o dela justicia o del gusto. A partir de este momento cada uno de estos sistemas culturales de acción procedieron a institucionalizar como asunto de especialistas los discursos de la ciencia, las investigaciones teóricas acerca de la moral y el derecho, la producción artística y la crítica de arte. El tratamiento de la tradición cultural como asunto particular de profesionistas especializados llevó a que el saber cognoscitivo-instrumental, el moral-práctico y el estéticoexpresivo elaboraran sus propios cánones de comportamiento. Pero, por otra parte, este hecho hizo también que aumentara la distancia entre la cultura de los expertos y la gran masa de la sociedad, pues la expansión de la cultura, precisamente en razón de su reflexión y producción especializada, no logra sin más estar a disposición de la práctica de la vida cotidiana. Al contrario, la racionalización cultural amenaza con empobrecer el mundo de la vida, al desvalorizar su sustancia cargada de tradicionalismo. El proyecto de modernidad, formulado por los filósofos de la Ilustración del siglo XVIII, fue el esfuerzo por desarrollar las ciencias objetivas y los principios universales de la moral y del derecho, de acuerdo a su propio sentido intrínseco. Pero fue también, simultáneamente, un esfuerzo por liberar de toda forma esotérica los potenciales cognoscitivos alcanzados por la ciencia y por la reflexión jusnaturalista, con la finalidad de utilizarlos para la praxis, es decir, para ordenar racionalmente las condiciones sociales de vida. Fue así que ilustrados de la talla de un Condorcet abrigaban todavía la exagerada esperanza de que las ciencias y las artes llegaran a ejercer no sólo el control sobre las fuerzas de la naturaleza, sino que también, incidieran en las interpretaciones del mundo y del yo, en el progreso moral, en la justicia de las instituciones y hasta en la felicidad de los hombres. El siglo XX se ha encargado de no dejar casi nada de este optimismo. Pero el problema sigue en pie. Hoy como ayer los espíritus se dividen en la cuestión de si hay todavía que tener firme la intención de la Ilustración, por más destrozada que esté, o si hay quedar por perdido el proyecto de la modernidad. En suma, la diferenciación tajante entre ciencia moral y arte significa a la vez tanto la autonomización de los campos producidos por los especialistas, como su rompimiento con la corriente de la tradición. Tradición que, sin embargo, sigue viva y se desarrolla espontáneamente en la hermenéutica de la vida social cotidiana. Esta separación entre el mundo de los especialistas y el mundo de la vida cotidiana constituye justamente el problema que ha provocado el nacimiento de todos esos intentos que buscan “superar” la cultura de los expertos. que no eran sino experimentos sin sentido, experimentos nonsense, cuyo resultado, paradójicamente y contra su voluntad, fue el de iluminar deslumbrantemente la estructura del arte que querían y debían destruir. A saber, la mediación de la apariencia, la trascendencia de la obra, el carácter concentrado y planificado de la producción artística y LOS falsos programas de una superación de la cultura el estatuto cognoscitivo deljuicio estético, Este intento raSimplificando burdamente, es posible indicar y destacara dical de superación del arte terminó irónicamente por realo largo del desarrollo moderno del arte una línea de auto- firmar la justeza de las categorías con las que la estética clánomización progresiva. Fue la época del Renacimiento, sica construyó y delimitó su ámbito de objetos. en primer lugar, la que logró constituir un campo de objePor lo tanto la rebelión surrealista cae en doserrores. El tos, que cayó exclusivamente dentro del dominio de las ca- primer error fue haber roto los recipientes de esa esfera cultegorías de la belleza. Mas tarde, en el siglo XVIII, sucedió tural que se había desarrollado congruentemente y, por la institucionalización de la literatura, las artes plásticas y consiguiente, haber desparramado su contenido, Con el la música, lo cual dio origen a un ámbito de acciones sepa- resultado de que tras la desublimación del sentido y la derado de la vida religiosa y cortesana. Finalmente, a media- sestructuración de la forma no queda absolutamente nada dos del siglo XIX, surgió una concepción esteticista del ni se produce ningún efecto liberador. El otro error es más arte que impulsó al artista a producir sus obras con la sola grave. En la practica de la comunicación social cotidiana conciencia del’ art pourl’ art. Con este hecho el sentido pro- seentrelazan necesariamente interpretaciones cognoscitipio de la estética se convirtió en propósito, en programa. vas, expectativas de carácter moral, expresiones de sentiAhora, el artista dotado puede dar una expresión auténti- mientos y valoraciones. Los procesos por los que se logra ca a todas las experiencias que vive dentro de la compacta dentro de nuestro mundo social de vida un mutuo entendirigidez de su entorno social, pero vivida con una subjetivi- miento implican necesariamente una larga tradición culdad descentrada, libre de las coacciones del conocimiento tural. Por esto, para que nuestra vida cotidiana racionaliy de la acción. Ahora puede iniciarse en la literatura y en la zada pueda liberarse de la cárcel del empobrecimiento culpintura un movimiento que Octavio Paz ve ya presente en tural, no es suficiente el simple hecho deconquistar violenlas críticas de arte de Baudelaire: “los colores, las líneas, tamente un nuevo espacio cultural, en nuestro caso el arte, los sonidos y los movimientos cesan de servir a la represen- ni tampoco el hecho de vincular la vida a un conjunto de tación de esto o aquello; los medios de la representación y conocimientos especializados. Por este camino se llega sólas técnicas de la realización se convierten ellos mismos en loa la substitución de una abstracción unilateral por otra. Este programa de la falsa superación del arte y su fracaobjeto estético”. Por esto, Adorno puede también comenzar su Teoría estética con la frase: “Se volvió evidente que so en la práctica encuentra un paralelismo, aunque con nada de lo que atañe al arte es ya evidente, ni él, ni su rela- menor claridad, en el campo del conocimiento teórico y de ción con la totalidad, ni siquiera su derecho deexistencia.” la moral. Desde los tiempos de los jóvenes hegelianos cirEl surrealismo nunca hubiera cuestionado el derecho del cula la consigna de la superación de la filosofía y desde arte a existir, si el arte moderno hubiera prescindido de Marx se plantea el problema de la vinculación de la teoría lanzar sus promesas de felicidad, que en cuanto tales impli- con la praxis. En este caso es evidente que los intelectuales caban la cuestión de su “relación con la totalidad”. En Schiller la promesa ofrecida pero no realizada por la intuición estética cobraba explícitamente la forma de una utopía que apuntaba mas allá del arte. Ya en Baudelaire, que retorna la promesse de bonheur, la utopía de la reconciliación se transforma en la constatación crítica del carácter irreconciliable del mundo social. Y la toma de conciencia de esta irreconciliabilidad sigue siendo tanto más dolorosa, cuanto más el arte continúa a alejarse de la vida y a encerrarse en la intangibilidad de su mas total autonomía. A través de estos sentimientos se van concentrando energías explosivas que terminan por descargarse en la rebelión y en el intento violento de dinamitar y hacer saltar en pedazos ese espacio aparentemente autárquico del arte, para forzar con este sacrificio a la conciliación. Adorno vio con gran precisión por qué el programa surrealista “reniega del arte sin poder sacudírselo de encima”. Ha habido intentos de nivelar los altibajos entre el arte y la vida, entre la ficción y la praxis, entre la apariencia y la realidad. Intentos de borrar toda diferencia entre el artefacto y el objeto de uso, entre el proceso de dar forma y el puro impulso espontáneo. Igualmente intentos de proclamar que todo es arte y que todos son artistas, así como intentos de introducir toda suerte de criterios y de reducir los juicios estéticos ameras expresiones de vivencias subjetivas. Pero todas estas empresas, a la luz de un buen análisis, han mostrado 7 8 estaban comprometidos con movimientos sociales y que atención a la manera como las experiencias estéticas, que sólo en SUS franjas marginales había cabida para intentos no se traducen en un juicio estético, cambian su valor. sectarios de realizar el programa de superación de la filo- Apenas se intenta llevar la experiencia estética a los prosofía, análogos a los de los surrealistas en su programa de blemas del la vida, usándola como un factor para aclarar superación del arte. El error de ambos se revela patente- las situaciones de la propia historia de vida, se entra en el mente en las consecuencias de su dogmatismo y rigorismo campo de la interacción lingüística, diverso al del lenguamoral. En efecto, si seexcluye quedentro de la practica so- je de la crítica estética. Entonces, la experiencia estética cial cotidiana cosificada sea posible instaurar sin coerción no sólo reproduce y renueva las interpretaciones de las un interjuego y una articulación entre la esfera cognosciti- necesidades, bajo cuya luz percibimos el mundo, sino va, la esfera práctico-moral y la esfera expresivo-estética, que a la vez incide en las interpretaciones cognoscitivas y resultará muy difícil que se logre curar la cosificación so- en las expectativas normativas, alterando la manera de cial sólo mediante un nexo unilateral de la vida social a una su interrelación. La forma de recepción a la que aludo es de esas esferas culturales que, por ser de altísima especiali- ese proceso de apropiación que Peter Weiss presenta en zación, incluyen de alguna manera coerción social. Cierta- el primer tomo de su Aesthetik des Widerstandes (Estétimente, en algunas situaciones, podrán las actividades te- ca de la Resistencia), dirigido a un grupo de trabajadores rroristas articularsecon uno de esos momentosculturales, comprometidos políticamente y ávidos de aprender, en el por ejemplo, con la tendencia a estetizar la política, a susti- Berlín de 1937. Eran jóvenes alumnos que en una escuela tuir la por el rigorismo moral y a subyugar la bajo el dogma- nocturna aprenden a apropiarse de los medios necesarios tismo de una doctrina. Sin embargo, estas interconexiones para poder penetrar en la historia y en la historia social no deben conducirnos a difamar las intenciones de una de la pintura europea. Así logran golpear y romper la ilustración inquebrantable, considerandolas como engen- dura roca de este espíritu objetivo y hacer suyo sus fragdros de una “razón terrorista”. Quien identifica el proyec- mentos, integrándolos en el horizonte de experiencia de to de la modernidad con el estado deconciencia y las accio- su medio social, tan alejado de la tradición cultural como nes públicas espectaculares de terroristas individuales, es del régimen de aquel entonces, y después de examinarlos tan ilógico como el que, al observar que el Estado moderno y darles muchas vueltas comienzan a entenderlo y a capse sirve de aparatos represivos, infiere y pretende explicar tar su sentido para ellos. En estos ejemplos de un proceso de apropiación de la que la razón de ser del Estado moderno y de su correspondiente dominación legal positiva consiste en ese terror bu- cultura de los expertos desde la perspectiva del mundo de rocrático que se ejerce en la oscuridad de las celdas de la vida se recuperan y salvan tanto las miopes intenciones policía militar y secreta con un alcance y una dureza sin de la rebelión surrealista, como las reflexiones experimentales de Brecht y las de Benjamin en sus consideraprecedentes. ciones sobre la recepción de las obras de arte carentes de aura. Si un día será posible lograr la cultura moderna Alternativas con la práctica de la vida cotidiana, tan animada por la Mi opinión es que, en vez de dar por perdido lo moderno vitalidad de las tradiciones pero a la vez tan empobrecida y su proyecto, debemos más bien aprender de sus equivo- por un bruto tradicionalismo, esto dependerá de las posicaciones y de los errores de su exagerado programa de bilidades que la modernización social tenga para marsuperación. Quizás, a partir del ejemplo de la recepción char por otros caminos y de las posibilidades que el mundel arte, es posible señalar, cuando menos, una salida do de vida tenga para desarrollar desde sí mismo nuevas para las aporías de la modernidad cultural. El arte bur- instituciones capaces de limitar la dinámica intrínseca gués levantó dos expectativas entre sus seguidores. De del sistema económico y del sistema administrativo. una parte, la expectativa de que el lego que gustaba del arte tenía que transformarse en un experto y, de la otra, Tres conservadurismos la expectativa de que en cuanto conocedor tenía la capacidad de relacionar las experiencias estéticas con sus propios Si no estoy equivocado, debo decir que no veo buenas problemas vitales. Si esta segunda forma de recepción del perspectivas para el logro de esta rearticulación entre la arte, sólo a la apariencia más sencilla, ha perdido su radi- cultura moderna y la vida cotidiana. En casi todo el calismo, se debe quizás al hecho de su ambigua vincula- mundo occidental existe un clima que favorece y procion con la primera. La producción artística está llamada a mueve corrientes críticas contra el modernismo. La desiperecer semánticamente, si no sigue siendo una elabora- lusión que siguió al fracaso de los falsos programas de ción especializada de sus problemas propios y un asunto superación de la filosofía y del arte ha servido para justide expertos ajeno a necesidades exotéricas. En este punto ficar posiciones conservadoras. Séame entonces permitiestán de acuerdo tanto el crítico de arte como el destinata- do distinguir brevemente entre el antimodernismo de los r i o c o n o c e d o r y e s p e c i a l i s t a , l o s c u a l e s jóvenes conservadores, el premodernismo de los viejos admiten que los problemas sujetos a elaboración se selec- conservadores y el postmodernismo de los neoconservacionan desde un criterio de valor abstracto. Esta separa- dores. Los jóvenes conservadores viven la experiencia fundación cortante, esta concentración en una única dimensión del problema, se resquebraja apenas la experiencia mental del arte moderno y descubren así el descentraestética, resultado de toda una historia individual, toma miento de una subjetividad libre de todos los imperativos cuerpo en una forma de vida. Entonces la recepción del del trabajo y de la utilidad. Pero, después, rompen con el arte por los legos o, mejor aún, por los expertos de la mundo moderno. Con una actitud modernista fundan un vida cotidiana, logra tener una orientación distinta a la antimodernismo irreconciliable. Desplazan las fuerzas del crítico profesional. Albrecht Welmer me hizo prestar espontáneas de la imaginación, la vivencia y la afectivi- dad hacía una época lejana y arcaica, y oponen maniqueamente a la racionalidad instrumental un principio que es accesible sólo a la evocación, a saber, la voluntad de poder, la autoridad soberana, el ser o la fuerza dionisíaca de lo poético. Esta linea es en Francia la que corre desde Bataille hasta Foucault y Derrida. LOS viejos conservadores no se dejan contagiar por la cultura moderna. Ven con tristeza el derrumbe de la razón sustancial, la separación entre la ciencia, la moral y el arte, la concepción moderna del mundo basada en una racionalidad sólo formal y protocolaria. Esta situación los lleva a recomendar una vuelta a posiciones premodernas. Dentro de esta corriente ha tenido un cierto éxito el neoaristotelismo, en la medida que los problemas ecológicos han provocado el renacimiento de una ética cosmológica. En esta línea, que nace en Leo Strauss, se encuentran por ejemplo los interesantes trabajos de Hans Jonas y Robert Spaeman. Por último, los neoconservadores. Estos aplauden el desarrollo de la ciencia moderna, pero sólo en la medida en que traspasa su frontera para impulsar el desarrollo técnico, el crecimiento capitalista y la administración racional. Respecto a todo lo demás aconsejan una política que desactive los contenidos explosivos de la cultura moderna. Una tesis, bien entendida, dice que la ciencia carece de cualquier significado para la orientación dentro del mundo de la vida. Otra tesis afirma que se debe en la medida de lo posible exigir a la política que se justifique en términos práctico-morales. Una tercera tesis sostiene la inmanencia pura del arte, le niega cualquier contenido utópico y reafirma su carácter de apariencia, encapsulando de esta manera la experiencia estética dentro de la es- fera de lo privado. Exponentes de esta postura serían el joven Wittgenstein, Carl Schmitt en sus obras intermedias y Gottfried Benn en su producción madura. Después del encerramiento definitivo de la ciencia, el arte y la moral en esferas autónomas, separadas del mundo de vida y administradas por especialistas, no queda a la cultura moderna sino renunciar a su proyecto de modernidad. Por lo que irán a ocupar su lugar vacío las tradiciones que permanecen exentas de toda exigencia de fundamentación intrínseca. Esta tipología, como cualquier otra, es una simplifïcación, pero puede ser útil para el análisis de las confrontaciones políticas y culturales contemporáneas. Mi temor radica en que las ideas del antimodernismo, con el añadido de un toque de premodernismo, han ido ganando terreno dentro de los grupos ecologistas y dentro de los grupos sociales alternativos. Por el otro lado, en el cambio de conciencia de los partidos políticos se puede apreciar ya en acción y con éxito una inversión de la tendencia, es decir, una alianza entre lo postmoderno y lo premoderno. De todos modos no veo todavía que algún partido politico haya logrado monopolizar el descontento de los intelectuales y el neoconservadurismo. Por esto tengo buenas razones para agradecer que la ciudad de Frankfurt me haga entrega de un premio que va unido al nombre de Theodor W. Adorno, uno de los hijos más preclaros de esta ciudad, quien como filósofo y escritor, sin parangón en la República Federal Alemana, acuñó una figura de intelectual que se ha vuelto ejemplar para todos los intelectuales. n Publicado con permiso del autor.