En defensa de la condición Humana Hacia la «otra economía» Paulo Suess Procuramos construir sociedades y modos de vida que nuestra propia cultura está destruyendo diariamente. El capitalismo forma parte de nuestra cultura. Como se trata de procesos históricos, no podemos, simplemente, volver al tiempo perdido y reconstruir lo que fue destruido. Con el material de las ruinas culturales de ahora y con la memoria de antes, necesitamos construir la cultura del «buen vivir», como algo nuevo y heredado, sobre la base de «otra economía». Pensar esa «otra economía» significa «producir bien», para que todos puedan hacer aquello que los medios de producción y la naturaleza permiten, sin explotar a los otros por el trabajo ni alienarlos por el consumo. I. La «otra economía» nos mueve al ritmo cuaternario de una danza, y sus cuatro pasos son: la naturaleza, los medios de producción y la tecnología, las necesidades del consumo para el bienestar de todos (creatividad, ocio y placer sin privilegios). Por consiguiente, la «otra economía» ha de ser pensada armoniosamente dentro de un determinado ambiente natural, cultural, psicológico-vital y social. La economía del capitalismo tardío generó un desequilibrio acentuado de esas cuatro dimensiones al privilegiar medios de producción/tecnología y consumo, en detrimento de lo natural y de lo social. La naturaleza, desatendida, continuamente advierte a la humanidad que sus dones son finitos. No todo lo que los medios de producción permiten producir, la naturaleza y la sociedad lo pueden soportar sin daños graves. El capitalismo ha establecido un círculo vicioso entre trabajo, mercancía, consumo y lucro. En el proyecto de “otra economía” se imponen estas tareas radicales: 1. Necesitamos desvincular trabajo de empleo. Eso significa devolver al trabajo su dimensión vocacional y creativa, que caracteriza a la dignidad humana. Empleo es una relación contractual y, en la configuración del capitalismo, está vinculado a la producción de mercancías rentables, a salarios indignos y a lucros que dividen la sociedad en clases sociales, hegemónicas y subordinadas. Los mecanismos de producción y distribución de bienes de consumo y servicios son mecanismos sistémicos de explotación y alienación. Alienan al trabajador del producto que él mismo produce, y explotan su mano de obra y los recursos de la naturaleza. Al comprar y gastar esos productos sin necesidad, alienan también al consumidor. 2. No podemos permitir que, en nombre del lucro, los límites antropológicos del ser humano queden suprimidos. La condición humana está marcada por el paso evolutivo del reino animal al reino humano a través de las culturas. Con un largo proceso civilizatorio, la humanidad se liberó, a través de las culturas, de la programación de los instintos, y se impuso límites –prohibiciones, reglas, leyes, valores– necesarios para la vida en sociedad. El sistema capitalista introdujo, bajo pretexto de libertad y placer, mercancías que burlan leyes y éticas culturales heredadas. El deseo de lucro comercializa toda la condición humana: sexualidad y afectividad, estética y ética, salud y educación, nacimiento y muerte, ritos y fiestas, religión y arte. No teniendo más instintos, y puestas muchas reglas culturales a la venta, los seres humanos son capaces de regresar a una nueva especie que no es ya humana ni animal. La violencia individual y colectiva que se observa por todas partes, desde los estadios de fútbol a las guerras entre grupos religiosos y naciones, es un fenómeno inherente al capitalismo y sus instituciones, y da testimonio de esa condición humana híbrida. Problemas socioeconómicos no solucionables por la persuasión, muchas veces, son transferidos para el plano militar. 3. ¿Cómo podemos aprender a superar el consumo de algo que nos envuelve en una red de lucro, explotación y alienación? Quienes se lucran con la venta de esos productos saben estimular la sensación de libertad con promesas de satisfacer deseos y transcender fronteras. Lo que hasta hoy estuvo prohibido y fue imposible, debe ahora ser experimentado como liberación de tradiciones culturales caducadas y de la esclavitud del hambre y la penuria. La satisfacción de deseos alienados, como si fueran una liberación, profundiza el abismo de la desigualdad entre las clases sociales. II. La construcción de la «otra economía» será un largo camino de luchas y aprendizajes, que pasa por la disconformidad de partes significativas de la sociedad civil y la deconstrucción de prácticas alienantes. Podemos imaginar tres formas de organizar la res publica: el Estado (neo)liberal, el Estado de bienestar social, con una opción intrasistémica por los desfavorecidos, y el Estado de la “otra economía”, que conseguiría, democráticamente, eliminar la pobreza y la desigualdad, rompiendo con el sistema capitalista globalizado. Las dos primeras formas de organización política, con sus limitaciones estructurales en el gerenciamiento del bien vivir, ya las conocemos. La tercera, cuya plena realización sería el paraíso terrestre, representa un horizonte utópico. 1. Como punto de partida de esa trayectoria que nos lleva a la «otra economía», podemos imaginar la forma del capitalismo tardío de hoy con sus apuestas: crecimiento, acumulación, autorregulación del mercado, competición individual y corporativista, privatización, mercantilización y alienación. Todo lo que está privatizado es orientado por la bolsa de valores, no por la solidaridad social. El discurso que justifica esa economía es la «retórica de la responsabilidad». Basada en una ética individual, esa retórica defiende que cada uno sería capaz de alcanzar su «libertad merecida». Pero esa libertad produce, en detrimento de la justicia distributiva, una desigualdad creciente y un caos ecológico. 2. Un segundo modelo sería una economía con creciente intervención del Estado en favor de los pobres y marginados. El resultado de esta intervención sería una especie de economía de bienestar social, implantada por el llamado Estado de bienestar social, que no propone una ruptura sistémica y, por consiguiente, confunde la opción por los desfavorecidos con la opción de combate a la pobreza. Ese modelo es mejor que el primero, pero no resuelve los problemas de fondo heredados del capitalismo, o sea, la desigualdad y la violencia. 3. ¿Cómo construir una economía de justicia social y responsabilidad solidaria? Por un lado, no podemos volver a sociedades agrícolas o preindustriales. Ni siquiera los pueblos indígenas, cuando entran en contacto con la sociedad industrializada, quieren esa vuelta a los orígenes. Por otro lado, no encontramos solución en un sistema económico que tiene en su centro el lucro, la competición, la acumulación y la alienación. La sociedad de la informática, que gradualmente se consolida como sociedad posindustrial, no cambia esencialmente el cuadro sistémico del capitalismo. Hasta hoy, revoluciones, luchas de clases, movimientos sociales y movimientos educativos de concientización no han sido capaces de forjar transformaciones sistémicas duraderas. III. La «otra economía» será pos-capitalista. Las enfermedades de las economías neoliberal, pos-neoliberal y del llamado «Estado de bienestar social» exigen rupturas sistémicas. Ya que todos los sistemas sociales son dialécticos y contradictorios, es posible también en el capitalismo identificar contradicciones que posibilitan anticipar, simbólica o realmente, grietas en el sistema, precursoras de cambios estructurales. Como metas para el acercamiento al horizonte de la «otra economía» –que va a ser el nacimiento de una nueva sociedad pluricultural, cuya universalidad tendrá su base en la pluralidad regional–, podemos imaginar: - reducción, desconcentración o abolición de la propiedad privada de los medios de producción operados colectivamente; - reducción del trabajo empleador alienado; - estímulos a la participación en las relaciones de producción; - convivencia con la naturaleza en una relación de reciprocidad de sujetos, lo que exige repensar nuestra subjetividad y nuestra matriz energética; - reducción del consumo a un nivel sostenible; - revisión del sistema educacional que representa una «incubadora» de la ideología dominante. Todas estas metas exigen nuevas relaciones sociales, desde la propia casa, hasta los confines del mundo. El eje de esas nuevas relaciones es la solidaridad, con ramificaciones en la reciprocidad, subsidiariedad y gratuidad. Para avanzar en dirección a la «otra economía», es preciso transformar las masas populares que sufren silenciosamente, en actores conscientes de su individualismo competitivo, de su estatuto de compradores realizados por su poder de consumo, de su explotación y alienación, y convencerlas de que otra inserción en el mundo es posible. Prácticas y movimientos de rechazo de la naturalización del statu quo necesitan una inversión pedagógica extraordinaria, más allá del capital. El cáliz del sufrimiento, que se desborda, crea conciencia y facilita la actuación pedagógica. Existen síntomas de sufrimiento globalizado que se han hecho visibles en la revuelta de la «primavera árabe», en el «movimiento de los indignados» de España, en el levantamiento estudiantil de Chile, y en las protestas Ocupe Wall Street de EEUU. Ramificaciones de esos movimientos de protesta apuntan al mundo entero para la construcción de «otra sociedad». Cada gesto simbólico o real de gratuidad rompe con la lógica de costo-beneficio. Cada cambio en la matriz energética puede hacer más habitable el mundo. Cada transformación de relaciones de competición en relaciones de reciprocidad y solidaridad puede estar en la raíz de una nueva sociedad. Paulo Suess São Paulo, SP, Brasil