PALABRAS DEL SEÑOR MINISTRO JUAN N. SILVA MEZA, PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DEL CONSEJO DE LA JUDICATURA FEDERAL, CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DEL SIMPOSIO SOBRE EL CÓDIGO PENAL ÚNICO, EN LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO (UNAM) México, D.F., a 13 de mayo de 2013. Antes que nada, muy buenos días a todos ustedes. Es para mí, como siempre que he tenido la oportunidad de regresar a nuestra Facultad de Derecho, particularmente grato, tanto más, como el día de hoy que he recibido esta inmerecida distinción de hablar en este tan importante ciclo de conferencias de una gran trascendencia. Hacerlo bajo la batuta de la directora de nuestra facultad, la doctora Leoba Castañeda Rivas, y con la representación de nuestro Rector y nuestro Abogado General, Luis Raúl González Pérez. También gracias al coordinador de este evento, el doctor Eduardo López Betancourt. Decíamos, es un tema que con toda oportunidad es tratado en esta Facultad con la distinguida presencia y participación de experimentados presidentes de Tribunales Superiores de Justicia de nuestra nación, y procuradores generales de justicia, todos que tienen que expresar una opinión. Hoy, que es tan importante y tan necesaria, hoy que estamos en el tránsito de una reforma constitucional en materia penal que, así lo hemos expresado, es una reforma de tal envergadura, de tal magnitud que nos hace volver a estudiar nuestros textos en materia penal en tanto que implica, no solamente una reforma constitucional y legal más, sino todo un cambio cultural en relación con esta disciplina, y en el comportamiento de nosotros como mexicanos y todas las autoridades y toda la sociedad en general. Por eso, es pertinente hacer referencia a ello y que sea la nuestra, una participación, un punto de vista que se sume a los que aquí en esta mañana se den, para que se conduzcan al mejor puerto estas inquietudes que están ahora presentes. Ya no como una mera inquietud, sino como realidades en la implementación de la reforma penal. 1 La reforma penal inicia en su implementación prácticamente desde el 2008, pero siempre ha necesitado ayuda de tener la guía. ¿Dónde van a estar esos faros?, precisamente en la legislación secundaria que venga a desarrollar, precisamente en los contenidos constitucionales de la misma, y por eso es donde surge ya la incertidumbre. ¿A dónde vamos? ¿Un Código Penal único o un Código de Procedimientos único o un Código de Procedimientos federal y leyes generales en materia penal? En fin, en esta situación se encuentran ya con un avance en materia de procedimientos penales, pero de todas maneras está presente allí la necesidad de escuchar estas voces. Se ha dicho ya por el doctor López Betancourt, efectivamente, la unificación de las codificaciones en materia penal, tanto sustantiva como adjetiva, es un tema en modo alguno novedoso. Esta inquietud ha sido ya expresada y sostenida por renombrados juristas, se ha recordado a don Luis Garrido y a muchos otros juristas que también han dedicado sus empeños a trabajar sobre la unificación penal. Un antecedente relevante, desde luego, es el que se dio en el mes de septiembre de 1951, época en la que sesionó el llamado Congreso Científico Mexicano, en cuya sección de Derecho Comparado, se aprobó lo siguiente: “La Sección, considerando la unidad fundamental y básica del Derecho mexicano, sólo formalmente diversificado por la existencia de códigos locales promulgados por los distintos estados de la Federación, y estimando que existe una conciencia nacional que reclama la unificación de las leyes civiles, penales y procesales de la República, con objeto de eliminar las incertidumbres, inseguridades, conflictos y dificultades que la multiplicidad legislativa origina en el país, –hablamos de 1951– propone al Congreso Científico Mexicano, que adopte la siguiente resolución: I. Debe procederse a la inmediata reforma del artículo 73 constitucional, en su fracción X, para atribuir al Congreso de la Unión la facultad de dictar leyes en toda la República, en materia civil, penal y procesal, en los mismos términos en que están concebidas sus facultades legislativas en las demás materias incluidas en la mencionada fracción X, del artículo constitucional de referencia…”.1 Al respecto, el distinguido maestro de esta Facultad, don Jorge Carpizo, sostuvo en sus estudios constitucionales la conveniencia de unificar los códigos civil, penal y de procedimientos, aún cuando la tradición constitucional mexicana ha otorgado a las entidades federativas la facultad de emitir sus propias codificaciones, lo que significa que cualquier intención de unificar los códigos implicaría una tendencia 1 Carpizo, Jorge, Estudios Constitucionales, 7a. ed., ed., México, Porrúa-UNAM, 1999, pp. 143 y 144. 2 centralizadora con la consecuente disminución competencial que equivaldría a una intervención y ataque a la “soberanía” de los Estados.2 Por su parte, también distinguidos maestros de esta Facultad, doña Victoria Adato, don Sergio García Ramírez y doña Olga Islas de González Mariscal desde el año 2004, proponen un código penal y procesal modelo para la República Mexicana, confirmando su estructura y contenido en un texto publicado en el 2004.3 Luis Jiménez de Asúa recomendaba para el sistema mexicano de justicia la conveniencia de unificar la legislación penal, ya que una legislación unitaria no está reñida con las particularidades ofrecidas por las diversas regiones de la República, sino que puede recogerlas todas mediante fórmulas generales de amplio valor normativo, 4 escribió. Don Eugenio Zaffaroni,5 se ha manifestado igualmente partidario de la unificación de la codificación penal, como una necesidad lógica y práctica, a lo que se han sumado juristas contemporáneos, quienes han sostenido lo imperioso de la unificación, basados en una concepción funcionalista y de unidad sistemática de la seguridad jurídica, que garantice el debido proceso como derecho humano de las personas al acceso a la justicia.6 Don Raúl Carrancá y Trujillo proponía la misma unificación también desde hace ya varias décadas.7 La idea de unificación se ha apoyado también en la existencia y éxito codificaciones únicas, de las que da cuenta el Derecho Comparado, incluso Estados federados, que han logrado conformar un solo código punitivo, sustantivo o adjetivo, o ambos, con favorecedores beneficios para el sistema impartición de justicia.8 de en ya de Así, en Canadá, la federación se ha reservado la facultad de legislar en materia penal, tanto sustantiva como adjetiva, y delegó a las provincias el hacerlo respecto a la organización de los tribunales y la competencia de éstos. 2 Ibídem, pp. 141 a la 152. Adato Green, Victoria, et al.,, Código Penal y de Procedimientos Penales Modelo, 1a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004. 4 Jiménez de Asúa, Luis, citado por Ferrer Mac Gregor, Eduardo y Sánchez Gil, Rubén, Codificación Procesal Única en la República Mexicana a la Luz del Sistema Acusatorio, México, editado por Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la Implementación de la Reforma Penal, 2012, p. 124. 5 Zafaroni, E. Raúl, citado por Luna Castro, José Nieves, La Aplicación de las Penas en México, 1a. ed., México Edit. Porrúa, 2010, pp. 103 y 104. 6 Luna Castro, José Nieves, La Concepción Funcionalista y de Unidad Sistemática de la Seguridad Jurídica, como Justificación para Unificar la Legislación Penal Mexicana, <http://.www.juridicas.unam.mx/publica/rev/refjud/cont/12/cle/cle12.htm> (consultado el 23/04/13). 7 Ibídem. 8 Cfr. Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Sánchez Gil, Rubén, op. cit., nota 4, pp. 122, 153-160. 3 3 Argentina cuenta con un código sustantivo penal único, el que aplican sus provincias al igual que sus respectivos ordenamientos procesales locales. Brasil también cuenta con un solo código penal. En Alemania, no obstante prever una competencia concurrente entre la federación y sus entidades para legislar en materia penal, en la práctica, estas últimas no la ejercen al punto de hacer casi inexistente su facultad, al aplicar la legislación emitida por el legislativo central. En el caso de Suiza, sus cantones otorgaron al poder confederado en el que se congregaron, la facultad de legislar un Código Procesal Penal, no obstante existir una diversidad social derivada de la coexistencia de cuatro diferentes grupos étnicos con sus respectivas lenguas. En el panorama internacional, un Código Penal Universal y los intentos de un código único para la Unión Europea, también han sido estandarte para pugnar por una legislación penal única. Ahora bien, en fecha recientes, con la adopción del Sistema Procesal Penal Acusatorio, mediante la reforma constitucional de junio de 2008, y también, hay que decirlo, con la celebración del llamado Pacto por México, entre el Poder Ejecutivo y los partidos políticos, con mayor fuerza resurgió la idea de lograr una codificación penal única, al punto de que fue asumido como un compromiso por los signantes del referido pacto, al que se han sumado en los hechos el Poder Legislativo de la Federación y diversas organizaciones de la sociedad civil. El logro de una codificación única no es ociosa, por el contrario, ha ido congregando con el paso del tiempo razones de gran peso que logran justificar su necesidad, sobre todo, en el caso particular de México, en el que, junto con los Estados Unidos, constituyen las excepciones de Estados federados que no cuentan con una legislación penal aplicable en todo su territorio. La divergencia de codificaciones penales, tanto sustantivas como adjetivas en nuestro país, y los problemas que ello genera, los que se han incrementado a partir de la adopción del Sistema Procesal Penal Acusatorio, han sido el detonante de más argumentos a favor de un Código Penal y un Código Procesal únicos para todo el Estado mexicano. A la fecha, existen 33 códigos penales y procesales que corresponden, uno a la Federación, 31 de las entidades federativas y uno del Distrito Federal, que regulan tanto el derecho sustantivo como procesal penal; y con el inicio de vigencia del Sistema Procesal Penal Acusatorio en los estados de Baja California, Chiapas, 4 Chihuahua, Durango, Estado de México, Guanajuato, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Tabasco, Yucatán y Zacatecas, se suman 12 legislaciones procesales.9 La existencia de 78 legislaciones en materia penal en el sistema jurídico mexicano ha permitido advertir las inconsistencias e incluso la dispersión en el establecimiento de los tipos penales, de su punición, de su integración normativa, objetiva y subjetiva, la delimitación de los principios, sujetos y figuras procesales, de las modalidades y gravedad de los delitos, y como consecuencia, la generación de criterios jurisprudenciales contradictorios, entre otras advertencias que denotan la falta de homogeneidad legislativa. En la práctica, esta dispersión trae como consecuencia la aplicación de normas opuestas, por ejemplo, que en una entidad federativa un hecho delictivo sea considerado grave, mientras que en otra, con los mismos elementos configurativos no sea considerado como tal, lo que de suyo conlleva a la procedencia o no de beneficios, como el otorgamiento de la libertad caucional o bien, la imposición de la prisión preventiva. A lo anterior habría que agregar la disparidad de marcos punitivos o penas aplicables, lo que indefectiblemente genera un ambiente de desigualdad e inseguridad jurídica para las personas sujetas a proceso, a quienes por hechos tipificados de similar forma por leyes diversas, les corresponderán penalidades también distintas, en mayor o menor medida. Esto también ha incidido en una inapropiada percepción del sistema de impartición de justicia en México, al apreciarlo la sociedad, las personas afectadas, como relativo y deficiente. El maestro Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, en su obra Códigos Procesales Mexicanos tanto Civiles como Penales,10 afirmaba que la existencia de múltiples códigos generaba situaciones de desigualdad en el país y que en las naciones en las que se había efectuado esta unificación, habían producido notables adelantos en la doctrina científica y en los sistemas de impartición justicia en general. Contra la diversidad, como generadora de conflictos jurídicos es que surge la propuesta de unidad, sostenida por múltiples razones que tienden a lograr identidad normativa en materia penal, propuesta que guarde invariablemente congruencia, y de esta forma, se pueda constituir en un verdadero sistema jurídico, por el que se garantice la prevalencia del Estado de derecho, sobre todo, porque precisamente esa materia es una de las que mayor afectación tienen en relación con los derechos humanos de las personas. 9 Según información publicada por la Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la Implementación de la Reformas Penal, las señaladas entidades cuentan con un código de procedimientos penales vigente, conforme al Sistema Procesal Penal Acusatorio. <http://www.setec.gob.mx/es/SETEC/CPPMap> (consultado el 25/04/13). 10 ALCALÁ ZAMORA Y CASTILLO, Niceto, Unificación de Códigos Procesales Únicos, citado por Luna Castro José Nieves, Óp. Cit. p. 103. 5 Las comparaciones también han servido de sustento para apoyar la unificación legislativa en materia penal, al ocurrir ya en otras materias, como la mercantil y la laboral, únicas para todo el Estado mexicano, y por las que se ha logrado una reglamentación tanto sustantiva como adjetiva uniforme, conservando la división de fueros entre Federación y Estados. Ahora bien, aunque en la implementación habrá, desde luego problemas, con la codificación única en materia penal para toda la República, indudablemente existirían beneficios, principalmente para el debido proceso y con ello, se garantizaría el acceso a la justicia de las personas, bajo una base sólida de seguridad jurídica, ya que, desde nuestra perspectiva: Se lograría la previsión y descripción uniforme de hechos considerados como delitos en toda la República, así como de sus modalidades, grados de participación, gravedad, sanciones y medidas de seguridad; La derogación de tipos penales que conforme a contextos sociales, culturales, económicos, políticos y de derechos humanos reconocidos en el contexto nacional como internacional, ya no deben ser considerados como delito; Exclusión de vicios originados por intereses políticos ilegítimos de carácter regionalista, que al plasmarse en codificaciones locales sólo atienden a palear problemas sociales de manera relativa, que difícilmente se resolverán con su particular sanción y procesamiento penal; Definición única de políticas públicas de prevención y reinserción social; Determinación uniforme de los derechos y obligaciones de las partes en un proceso penal, tales como imputado o acusado, víctima u ofendido, su correspondiente congruencia con los derechos humanos y sus garantías reconocidos por la Constitución Federal y tratados internacionales signados por México, como igualdad y su correlativa no discriminación, legalidad, y sobre todo, seguridad jurídica; Previsión homogénea de los principios y figuras procesales, que garanticen el debido proceso como derecho humano de acceso a la justicia, tendiente cada vez más a su simplificación; Intervención eficaz de los órganos de procuración e impartición de justicia, basada en un procedimiento homogéneo; Disminución de criterios jurisprudenciales contradictorios, debido a la identidad normativa en materia penal; 6 Emisión de doctrina jurídica coincidente, derivada también de la unificación normativa en materia penal; Fortalecimiento del Estado de derecho, como consecuencia de la previsión y aplicación única en materia penal, y de la impartición de justicia respetuosa del debido proceso. La unificación de la legislación en materia penal compromete tanto a su parte sustantiva como adjetiva; la primera, sí, es la que representa mayor dificultad, ocasionada, entre otros factores, por la atención regionalizada a las condiciones socioculturales del ámbito de aplicación de la norma. Es así, que entre las entidades federativas, el Distrito Federal y la Federación, no existe siquiera uniformidad en la denominación de delitos cuya constitución y configuración es la misma, en la previsión de hechos como delitos, en la proporcionalidad de las sanciones y medidas de seguridad, en las modalidades, grados de participación, gravedad, entre otros. La implementación de la reforma constitucional en materia penal ofrece una coyuntura para el logro de la unificación de la legislación en esta materia, y su aplicación en todo el Estado mexicano, ya que se trata precisamente de la adopción de un Sistema Penal Acusatorio. La situación actual no significa, desde luego, que se haga de lado la unificación sustantiva, sino más bien, se atiende a la urgencia de implementar en la Federación como en los Estados ese nuevo sistema procesal, que con la emisión de un código único de procedimientos penales, se lograría de manera homogénea, congruente y sistemática, facilitando las labores de instrumentación para los órganos públicos de procuración e impartición de justicia. Con la emisión de ese código procesal único, que pareciera que es lo más ingente, lo más urgente que atender, se lograría, aparte de los beneficios ya señalados para la unificación completa, los siguientes: Reglamentación ad hoc de los principios del Sistema Procesal Penal Acusatorio, previstos en la Constitución, como son publicidad, concentración, contradicción, continuidad e inmediación. Conceptualización y previsión adecuada de los sujetos y figuras procesales congruentes con este sistema, sobre todo, de aquellas que resultan innovadores, como el juez de Control, el juez de Juicio Oral y el juez de Ejecución de Penas; sus atribuciones; el desahogo de las audiencias y la emisión de resoluciones; de las reglas probatorias y su valoración; de los mecanismos alternativos de solución de controversias y de las formas anticipadas de terminación del proceso; de la segunda instancia y los 7 procedimientos especiales; de la reparación del daño a las víctimas u ofendidos, entre otros; La sujeción de las entidades federativas que han implementado el Sistema Procesal Penal Acusatorio al código único que sobre la materia se emitiera, lo que resolvería las diferencias ya advertidas entre sus nuevas legislaciones, no obstante haber pretendido reglamentar los principios del nuevo sistema, sin lograrlo de una manera homogénea; La planeación y evaluación de las labores de implementación podrían ser convergentes, si se adoptara un plan modelo que vinculara a la Federación, a las entidades federativas y al Distrito Federal; La emisión de instrumentos normativos de carácter orgánico y operativo para los encargados de procurar y administrar justicia conforme al nuevo sistema procesal, como son el Ministerio Público, policía, juzgadores, autoridades penitenciarias, entre otros, sería también más homogénea, si se logran modelos legales que les sirvan de base; Los cambios reorganizacionales en las instituciones de procuración e impartición de justicia serían también semejantes, pues las plantillas de personal y sus roles, serían prácticamente coincidentes, sin importar el fuero; La previsión de infraestructura física y de tecnologías de la información en los órganos de procuración y administración de justicia tendería a ser la misma, con sus proporciones guardadas, lo que facilitaría la operación de los órganos ministeriales, jurisdiccionales y de reinserción social en el nuevo sistema; Lo propio ocurriría con la formación y capacitación de los actuales y futuros operadores del Sistema Procesal Penal Acusatorio, al lograrse una homologación y sistematización adecuada de los programas educativos y académicos en la materia, conforme a estructuras programáticas concretas y de aplicación práctica a nivel nacional. Es evidente que la unificación de la legislación punitiva y procedimental significaría un gran avance en el camino a lograr mayor efectividad de las disposiciones constitucionales, con la consecuente seguridad jurídica y proporcionalidad en cuanto a procedencia y determinación del monto de las sanciones y de reparación del daño, así como la uniformidad de un debido proceso que garantice con igual certeza todos los derechos de la víctima.11 11 Luna Castro, José Nieves…, op. cit., nota 6. 8 No se es ajeno a los diversos posicionamientos de quienes no comparten la idea de la unión de los Códigos Procesal y Penal, esto es, a la idea de la unificación legislativa penal, y que se han opuesto a lo largo del debate. Dos, podemos identificar como los principales argumentos, los que refieren la defensa del federalismo y al reconocimiento de diferencias étnicas y culturas de cada entidad. En defensa del federalismo, se han dado argumentos que ponen en duda la idoneidad de un código común a todo el Estado mexicano, esencialmente dirigidos a defender la facultad “soberana” de las entidades federativas en todo lo concerniente a su régimen interior, con lo que, se afirma, se hace patente y fortalece el federalismo adoptado constitucionalmente.12 Sobre el particular, pensamos que ello podría ser una interpretación tal vez, desproporcionada por el alcance del término soberanía, ya que este tema podría ubicarse tal vez, en razón de la autonomía, más no en la lesión de la soberanía. Si bien no fue atribuida a la Federación la facultad exclusiva de legislar en materia penal, tanto sustantiva como adjetivamente, y se entendió reservado a los Estados hacerlo en el ámbito de su competencia común, en nada contraviene al federalismo el concedérsela, mediante la reforma constitucional respectiva, ya que con ello no se les desproveería de su autonomía, ya que al promulgarse, por ejemplo, un código procesal único, y en su momento, sustantivo, conservarían su fuero local respecto a la persecución y sanción de los delitos, mediante el establecimiento de reglas claras y precisas de competencia, entre la Federación y los Estados. Son muchos los aspectos que pueden abonarse a partir de la reforma constitucional en materia penal. Estamos seguros que el día de hoy se encontrarán aquí diversos criterios, diversas opiniones, pero eso es lo positivo de estos encuentros, es lo positivo precisamente de haber tenido esta oportunidad, que no es fácil tenerla, de congregar a tantos Presidentes de Tribunales Superiores de Justicia, a tantos Procuradores Generales de Justicia, que son realmente los operadores del sistema penal, los operadores jurídicos, los operadores jurisdiccionales, son los que también deben estar presentes con sus voces y más en sedes académicas. En sede académica escuchar, en sede académica debatir, todo siempre con un interés único, sea Procurador, sea juzgador, sea académico, es el bienestar de nuestra sociedad, que está enfrentando, precisamente, cambios estructurales en materia penal, cambios tan relevantes como ha sido la Plenaria de 2008, y las posteriores en materia de derechos humanos y de amparo. 12 Artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 9 Todas ellas vinculadas, todas ellas en un cambio que ya lo estamos viviendo, ya lo estamos viviendo las Escuelas y Facultades de Derecho del Estado mexicano, están modificando sus programas y planes de estudio, ¿para qué? Para estar a tono, precisamente, en la formación de los nuevos investigadores, los nuevos académicos, los nuevos postulantes, los nuevos jueces, los nuevos ministerios públicos, conforme a las nuevas reglas constitucionales y legales, que hoy son obligadas para todos. Señores, jóvenes, maestros, es una aportación nada más, una contribución con un punto de vista que abona, pensando que hay mayores beneficios para enfrentar y resolver, de la mejor manera, esto que implicará definitivamente, en materia penal a partir del 2016, algo que no exageramos al decir, un cambio cultural totalmente en la administración de justicia. Es por ello, que mientras mejor preparados estemos, mientras más estudiemos, mientras más haya debate, mientras más estemos en eso, mejor, mejor nos irá a todos simplemente como mexicanos. Muchísimas gracias. 10