A favor de la vida 09-02-2014 Artículo de Manuel Sánchez de Diego, profesor de derecho constitucional en la UCM, publicado en el digital El Imparcial. A veces cuando uno empieza a escribir piensa que está pisando un charco, sobre todo cuando se trata un tema debatido y por debatir. En un tema tan politizado como el del aborto nos encontramos con que el debate ha sido sustituido por la descalificación de quien sostenga una opinión contraria. Si no fuera porque es un tema delicado y con una gran implicación emocional, la guerra de las palabras nos haría sonreír y asombrarnos de la capacidad de influencia que tiene la manipulación lingüística: expresiones como “la salud reproductiva”, “la interrupción voluntaria del embarazo”, “la derecha extrema” se convierten en caballos de batalla de la opinión pública. La libertad de expresión incluye una faceta muchas veces olvidada: el respeto a las opiniones ajenas. Este respeto impediría las descalificaciones gratuitas, pero permitiría las argumentaciones en contra. Hay un colega al que admiro, el profesor Aguirre, que mantiene un blog con el nombre de “pisando charcos”. A veces coincidimos, otras no; pero en lo que sí estamos de acuerdo es en el derecho de cada uno a pensar, a argumentar, a intentar convencer a los demás, eso sí sin trampas ni manipulaciones. Y, esto es predicable en el tema del aborto. Es verdad que hablar en contra del aborto parece desafiar la cultura pro-aborto y la presión mediática que considera “la interrupción voluntaria del embarazo” como un avance social y algo progresista. Personalmente no lo considero así y es posible que esta opinión sea compartida por una mayoría silenciosa. Pero si nos asomamos a los medios de comunicación, podemos percibir una presión mediática pro aborto, a la que se suman determinados líderes políticos que emplean este tema como arma política. El anteproyecto de reforma presentada por el Ministro de Justicia y las divergencias dentro del Partido Popular permiten mantener este tema en la prensa un día sí y otro también. Puedo estar equivocado, como en otras muchas cosas, por eso trataré de ser honesto y decir lo que pienso, sin eslóganes, ni manipulación de los datos. También diré que no tengo ninguna implicación económica ni con las clínicas que se dedican a hacer abortos, ni con las empresas de leche para bebés… Entiendo el drama que puede representar en un momento dado un embarazo no deseado, pero eso no impide ser claro desde el principio. La problemática del bebe no querido o del embarazo no deseado no puede solucionarse con un aborto. Es algo más que matar moscas a cañonazos. Vaya por delante una confesión previa: soy un convencido defensor de la vida que se encuentra en el vientre materno. Y lo soy, no por consideraciones religiosas, de ideología política o de conveniencia política. A mí me han convencido una reflexión y muchas imágenes. La reflexión creo que es correcta, pues así nos lo indica la Ciencia: que el embrión tiene un ADN propio —un código genético único diferente del de su madre o padre. El embrión en esa primera fase conocida como cigoto ya interactúa con el cuerpo de la madre logrando la interrupción de la menstruación y, además hace que comiencen los efectos del embarazo —desde las náuseas hasta el asco que provoca el tabaco en algunas fumadoras. Existe ya una vida diferenciada con fuerza suficiente para relacionarse con quien le acoge en su seno. Una vida humana en tanto que tiene un código genético humano y diferente, por mucho que se empeñe alguna “ex-mienestra” en afirmar lo contrario. Aunque se trate de una primera etapa de la vida humana, la idea es muy simple: “allí hay vida humana, diferente de la madre”. Las imágenes que me han convencido son de dos tipos. Aquellas que se obtienen del embrión y feto en el vientre materno. En ellas se aprecia la evolución del ser humano, como crece, se puede ver cómo evoluciona, se mueve, se chupa el dedo, es el mismo feto que siente dolor o incluso percibe lo que ocurre en su proximidad —la música, los chillidos, los susurros, la voz de su madre… Las otras fotos son de destrucción. Son los despojos producidos por los abortos: cuerpos minúsculos troceados, succionados, pero en las que se aprecian piernas, brazos, cabezas, torsos…. A veces una imagen vale más que mil palabras y, nos hacen recordar que los hombres seguimos siendo unos bárbaros. Rompiendo mitos y eslóganes Precisamente esta certeza científica que ya desde el principio existe algo que tiene un código genético —un ADN humano propio y diferencial rompe el argumento muy difundido de que se trata de un puñadito de células que son propias de la madre y, por tanto, con su cuerpo, la mujer puede hacer lo que quiera. Esta idea de hacer lo que se quiera con lo mío sea dinero, bienes…- está muy extendida en nuestra sociedad. La propiedad parece legitimar cualquier tipo de actuación, hasta la violencia machista quiere disculparse cuando el asesino dice: “la maté, porque era mía”. Parece mentira que la expresión “yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana” tenga en su sustrato una misma idea, la de la propiedad mal entendida. Sí, ya sé que estoy pisando un charco y hasta es posible que alguien vestido de farisea se las rasgue las vestiduras. Esa frase se trasmuta en el pareado “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Ahora lo que justifica el aborto es la implicación directa de la mujer en el embarazo. Claro que de igual forma podríamos defender que el dueño del coche hace con él lo que quiere, por ejemplo circular a 200 km/h por las calles y carreteras. Además quien “conduce es quien decide si pasa en el cruce”. Con este mismo argumento se dejaría la regulación de la enseñanza solo en manos de los docentes, la justicia para jueces y abogados, las normas de circulación para conductores, las normas financieras las harían los banqueros… Tampoco es admisible el argumento de la dependencia: como esa vida depende de mí, hago con ella lo que quiero. Lo cierto es que la dependencia no finaliza con el nacimiento. Los niños deben ser alimentados y cuidados durante los primeros meses de su vida. Es más, lo de alimentarse por sí solos es posible en un plazo relativamente breve, otra cuestión es la obtención del alimento. En muchos casos, los hijos hasta más allá de la madurez viven colgados de la nevera de sus padres. Otro argumento que se emplea para negar la existencia de la vida humana es que en el embrión no se encuentran las funciones que definen a un ser humano: percepción sensorial, pensamiento, conciencia…. Lo cierto es que esas funciones no se desarrollan plenamente hasta que el niño no logra la finalización de todas sus conexiones nerviosas. Al parecer “nerve connections and visual processing are still incomplete until the child approaches 8 years old” (las conexiones nerviosas y los procesos visuales están todavía incompletos hasta que el niño cumple los 8 años). En otros aspectos, las conexiones no se establecen definitivamente hasta llegar a la adolescencia. Además, ¿quiere eso decir que los niños de 3 años no son seres humanos porque no tienen sus funciones plenas en cuanto a la percepción sensorial, el pensamiento, la conciencia…? ¿Qué ocurre cuando nos encontramos con personas con alguna minusvalía intelectual? ¿Su limitada o nula percepción sensorial, su falta de un pensamiento ordenado o la carencia de conciencia propia hacen que ellos seres no humanos? Me gustaría que quien defiende esa teoría que niega la condición de ser humano a los minusválidos —teoría que por otro lado fue la que sirvió para justificar el exterminio de los minusválidos en los campos nazis- lo hiciera delante de los padres o hermanos de una persona con esas deficiencias. Con este mismo argumento de las funciones humanas, la abuela que después de haber sido una brillante científica, una cirujana de renombre universal, una buena madre o una política honesta ha dejado de ser humana porque ha perdido la cabeza en su senectud. Cuando un argumento nos lleva a una situación absurda, el argumento debe desecharse. El siguiente argumento que se emplea para legitimar intelectualmente al aborto se refiere a la viabilidad. Según este criterio, los embriones no son viables por sí mismos, por lo que desde este enfoque abortista podemos hacer con ellos lo que queramos. En este sentido es viable aquel feto que es capaz de sobrevivir desprendido del seno materno. El Código Civil en su artículo 30 viene a otorgar la personalidad jurídica a los efectos civiles al feto que “tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno”. El significado de viabilidad del Diccionario de la Lengua Española: “dícese principalmente de las criaturas que, nacidas o no a tiempo, salen a luz con robustez o fuerza bastante para seguir viviendo”. Lo cierto es que la viabilidad nos indica la posibilidad de seguir viviendo después de parto. Hoy con la tecnología que tenemos y, en el futuro con la que tendremos, la viabilidad de un feto, incluso de un embrión no es ningún problema. De alguna forma el desarrollo de la medicina hace posible incluso las operaciones del feto dentro del seno materno, por lo que las malformaciones o enfermedades que harían inviable a un feto se han superado. Por eso, el criterio de la viabilidad ha ido perdiendo fuerza y, a medida que la Medicina avanza, dejará de tener sentido. Con todo esto, sólo podemos llegar a una conclusión: la vida dentro de la mujer debe de ser protegida por la sociedad. Pueden exponerse razones económicas, religiosas, sociales o políticas, pero son meramente accesorias. Lo importante es que se trata de un ser humano en sus primeros estadios de la vida, indefenso y con un imaginable potencial de futuro. El progreso siempre lo marcará la defensa del ser humano. La abolición de la esclavitud fue progreso, evitar los abortos también lo será. Para ello este asunto debe de afrontarse con seriedad, evitando lo más cómodo y aparcando las ideologías y las rencillas políticas.