los sofismas de la corte suprema (o la entrega de la soberanía

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LOS SOFISMAS DE LA CORTE SUPREMA (O LA ENTREGA DE LA SOBERANÍA
JURÍDICA DE LA NACIÓN)
viernes, 15 de agosto de 2008
Por LUIS F. FERRERYA VIRAMONTE La reapertura de los juicios a los militares por su actuación en la década del
’70, violentando principios liminares del Derecho, no es más que un acto de resignación de la soberanía política y
jurídica de la Nación. La mayoría ‘automática’ del máximo tribunal de la República, mediante la utilización
de falsas premisas, decidió la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, basándose arbitrariamente en que las
‘normas del ius cogens o derecho consuetudinario internacional’ son de ‘aplicación
imperativa’ y retroactiva en la Argentina. Esta tesis demuestra lo contrario.
TERCERA PARTENúmeros y grosero error judicialEn primer lugar, se aduce que dicha imperatividad del ius cogens
surge por cuanto “las cláusulas de los tratados modernos gozan de la presunción de su operatividad, ‘por
ser, en su mayoría, claras y completas para su directa aplicación por los Estados partes e individuos sin necesidad de una
implementación directa’; y además, ‘la modalidad de aceptación expresa mediante adhesión o ratificación
convencional no es exclusiva a los efectos de determinar la existencia del ius cogens. En la mayoría de los casos, se
configura a partir de la aceptación en forma tácita de una práctica determinada’…”[1]Conforme lo
estudiado hasta acá, no es posible admitir que una norma jurídica sea aplicable por el simple hecho que sean ‘en
su mayoría (ni siquiera todas), claras y completas para su aplicación por los Estados parte’.De todas maneras, la
base de esta argumentación siguen siendo las cláusulas de los ‘tratados’, es decir, leyes escritas que
requieren del consentimiento expreso del Estado contratante, para que se torne obligatorio. Para que una norma del ius
cogens cobre fuerza obligatoria para un Estado, no basta el sólo ‘reconocimiento de su existencia’, sino
que requiere el consentimiento mediante una manifestación de voluntad expresa que obligue al Estado ante la comunidad
internacional; y que comenzarán a tener dicho carácter a partir que se cumplimenten los requisitos.Este requisito, que
se resume en el aforismo ‘pacta sunt servanda’[2] es necesariamente aceptado como ius cogens por la
comunidad internacional.De todas maneras, se aduce que estas normas del derecho internacional general, para adquirir
el carácter de imperativo (remarcando nuestra tesis de que esa obligatoriedad rige para el plano internacional) requiere
de un consenso universal como fuente de tal carácter impositivo. Como lo consignáramos supra, la norma del ius
cogens debe ser aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no
admite acuerdo en contrario.Conviene detenerse en una cuestión previa: Es claro que la definición o reconocimiento de las
normas que integran el ius cogens (en realidad los valores jurídicos objetivos que éste protege y ampara), depende de la
aceptación de la comunidad internacional; por lo que no puede ser definido por alguno de los Estados particulares.En el
caso de la República Argentina, la Corte Suprema procede (en los fallos mencionados) a definir de motu propio, solo
basada en argumentaciones políticas no jurídicas, cuáles son las normas que integran el ius cogens. En el considerando
28 de la resolución en el caso ‘Arancibia Clavel’ ya citado (ver nota 27), el Tribunal dice:“Que esta
convención sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que importa el reconocimiento de una norma ya vigente (ius cogens) en
función del derecho internacional público de origen consuetudinario. De esta manera, no se fuerza la prohibición de
irretroactividad de la ley penal, sino que se reafirma un principio instalado por la costumbre internacional, que ya tenía
vigencia al tiempo de comisión de los hechos…”Es decir, la Corte Suprema de los argentinos, le dice a la
comunidad internacional que debe aceptar como norma del ius cogens la imprescriptibilidad de los delitos de lesa
humanidad, sin base cierta y comprobable para así hacerlo. Ya no sólo legisla e impone un criterio que se contrapone con
la propia Constitución Nacional en el orden interno (al decir que la imprescriptibilidad es posible aplicarla en forma
retroactiva[3]), sino que además marca a las demás naciones del mundo, aún las que integran sistemas jurídicos
totalmente diferentes al nuestro (por caso, aquellos que rigen para los eslavos, árabes, israelitas, rusos, chinos, etc.),
un criterio absolutamente local. La realidad nos dice otra cosa:Según las últimas estimaciones, la población mundial
asciende aproximadamente a 6.700 millones de personas.Los estudios realizados por la renombrada ONG
“POPULATION REFERENCE BUREAU”[4], con sede en París, Francia; los diez países más poblados en
el mundo, resultan ser (expresado en millones de personas) los siguientes: China 1.318; India 1.132; Estados Unidos
302; Indonesia 232; Brasil 189; Pakistán 169; Bangladesh 149; Nigeria 144; Rusia 142 y Japón 128, lo que significa el
58% de la población mundial.Debemos ver ahora si es cierto que la “Convención sobre imprescriptibilidad de los
crímenes de lesa humanidad” realmente tiene aceptación universal; no sin antes recordar que el consenso en el
plano en el plano internacional, para ser tomado como tal, debe ser expresado por escrito[5], por lo cual es imposible
‘suponer’ un acuerdo tácito.(Continúa en la Parte Cuarta) Luis F. Ferreyra Viramonte
[1] CSJN en causa n° 259 “Arancibia Clavel, Enrique Lautaro s/ homicidio calificado y asociación ilícita y
otros”; citando voto del Juez Bossert en Fallos: 318:2148[2] Confrontar el preámbulo de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados[3] Ver considerando 29 de dicha resolución.[4] Ver sitio web en http://www.prb.org/[5]
“Convención de Viena sobre el derecho de los tratados; Art. 2… b) se entiende por ‘ratificación’,
‘aceptación’, ‘aprobación’ y ‘adhesión’, según el caso, el acto internacional así
denominado por el cual un Estado hace constar en el ámbito internacional su consentimiento en obligarse por un
tratado…”
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