revista punto género - Facultad de Ciencias Sociales

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El Núcleo de Investigación en Género y Sociedad Julieta Kirkwood Bañados es una iniciativa
de académicos y estudiantes del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
Su objetivo es analizar los procesos de cambio de la sociedad chilena desde el enfoque de
género, incorporando al análisis sociológico este eje de desigualdad clave para comprender
esos procesos, visibilizando la diferenciación de género y su articulación con las otras
desigualdades sociales (clase, etnia, generación).
La producción investigativa se expresa en un corpus de tesis de pre y postgrado realizadas
desde el Núcleo. Se ha entregado docencia de pre y postgrado en la carrera de Sociología y
en el Magíster de Sociología de la Modernización. Dicta un Diplomado en Género y Políticas
Públicas, y organiza Debates abiertos periódicos sobre temas contingentes, además de
desarrollar lazos inter e intrainstitucionales, mediante Seminarios, Jornadas y Congresos.
REVISTA PUNTO GÉNERO
VOLUMEN 3 AÑO 3 - NOVIEMBRE DE 2013
5
PRESENTACIÓN
9
TEMA I. GÉNEROS EN LAS CULTURAS
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia
norteamericana 1920-1935. María José Cumplido
27
47
65
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA. Mercedes Moglia
83
TEMA II. IDENTIDADES Y CUERPOS
Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de
dictar educación sexual en las escuelas. Facundo Boccardi
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra
particular, la narrativa de Silvina Ocampo. Patricia Rotger
99
123
El cuerpo como campo de litigio religioso y político. Alberto Horacio Rodríguez
147
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una
fábrica química en Argentina. Cecilia Anigstein
167
TEMA III. POLÍTICAS PÚBLICAS
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid. Cory Marcela
Duarte Hidalgo
195
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y
Ecuador. Nélida Archenti y Laura Albaine
221
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género. María
Laura Martinetti
245
3
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo. Carolina Spataro
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto en
los discursos del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (período 2003-2010). Anahí Farji Neer
RESEÑAS
Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual. Nicolás Ried
ISSN 0719-0417
Agradecimientos
Agradecemos en este número a todos y todas las y los integrantes del Núcleo
que colaboraron activamente. Al Departamento de Sociología cuyo aporte es crucial
para esta publicación, particularmente a su Director, Profesor Raúl Atria.
Editora:
Silvia Lamadrid
Subeditora:
Bárbara Martínez
Claudia Acevedo
Juan Manuel Cabrera
Angelina Marín
Rosario Undurraga
Comité Editorial
Lorena Armijo
Claudio Duarte
Marcelo Robaldo
Patricia Zamora
Catalina Bustamante
Paulina Espinoza
Denisse Sepúlveda
Consejo Editorial
Catalina Arteaga, Universidad de Chile
Manuel Antonio Garretón, Universidad de Chile
Gabriel Guajardo, Flacso Chile
María Isabel Matamala, Fundación Henry Dunnant, Chile
Sonia Montecino, Universidad de Chile
Kemy Oyarzún, Universidad de Chile
Gabriel Salazar, Universidad de Chile
Dariela Sharim, Universidad Católica de Chile
María Emilia Tijoux, Universidad de Chile
Teresa Valdés, Observatorio Género y Equidad.
Ximena Valdés, CEDEM
Carla Braga, Eduardo Mondlane University, Mozambique
Jasmine Gideon, University of London, Inglaterra
Liuba Kogan, Universidad del Pacífico del Perú, Perú
María Candelaria Ochoa Ávalos, Universidad de Guadalajara, México
Verónica Oxman, Australian National Universit, Australia
María Luisa Tarrés, Colegio de México, México
Ainhoa Vásquez
Augusto Obando
Cristina Benavente
Gabriel Guajardo
Helia Henríquez
Isabel Pemjean
José Salomón
Kathya Araujo
Loreto Rebolledo
María Antonieta Mendoza
Mauricio Amar
Ona Flores
Patricia Díaz
Rodrigo Molina
Tatiana Gajardo
Verónica Aranda
Yuderkys Espinosa
Evaluadores/as Externos
Alicia Salomone
Claudia Dides
Fabio Salas
Gioconda Herrera
Hortensia Moreno
Jorge Pavez
Josefina Hurtado
Leandro de Oliveira
Mafalda Galdames
María de los Ángeles Fernández
Miguel Urrutia
Pamela Caro
Patricia Soto
Silke Staab
Tatiana Hernández C.
Virginia Guzmán
Diseño logo de la Revista
Camilo Soto Toro
Diagramación e Impresión
Andros Impresores
Impreso en Chile
Noviembre de 2013
Ana Gálvez
Claudia Lagos
Fátima Weiss
Gloria Maira
Iris “Toli” Hernández
José Olavarría
Juan Pablo Sutherland
Lilith Kraushaar
Marcela Sandoval
María Elena Acuña
Olga Grau
Pamela Villalobos
Robson Rogério Cruz
Tamara Vidaurrázaga
Ute Seibert
Viviana Cáceres
Índice
Presentación5
TEMA I. GÉNEROS EN LAS CULTURAS
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile
a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
María José Cumplido
9
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
Carolina Spataro27
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
Mercedes Moglia
47
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura
argentina y en una obra particular, la narrativa de Silvina Ocampo
Patricia Rotger 65
TEMA II. IDENTIDADES Y CUERPOS
Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que
hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual en las escuelas
Facundo Boccardi
83
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
Alberto Horacio Rodríguez99
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito
de un concepto en los discursos del Estado de la Ciudad
de Buenos Aires (período 2003-2010)
Anahí Farji Neer 123
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las
trabajadoras de una fábrica química en Argentina
Cecilia Anigstein
147
PUNTO GÉNERO / 3
“American way of life”. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
TEMA III. POLÍTICAS PÚBLICAS
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
Cory Marcela Duarte Hidalgo
167
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia
política en Bolivia y Ecuador
Nélida Archenti y Laura Albaine
195
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada
en clave de género
María Laura Martinetti
221
RESEÑAS
Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual
Nicolás Ried
4 / PUNTO GÉNERO
245
Presentación
En este tercer número de nuestra revista reafirmamos nuestra opción por el abordaje de los problemas vinculados a las construcciones de género en América Latina,
inmersos en los procesos de cuestionamiento del orden social.
El primer grupo de artículos explora la interrelación entre la cultura, en sus expresiones populares y de consumo, así como en las más elaboradas, y las continuas
transformaciones en las representaciones de los géneros. Desde un cuidadoso análisis
de la influencia tantas veces denunciada de los modelos norteamericanos en nuestra
cultura, ahora específicamente sobre el deber ser de los varones chilenos de clase
media, modernizando y urbanizando una masculinidad hasta entonces marcada por
lo rural, al desafío de proponer una reevaluación del papel de las músicas populares
en la expresión pública del deseo femenino, pasando por las muchas lecturas que
desata la crítica feroz de Violencia Rivas de esa misma cultura de masas, por medio
del humor, para cerrar con la develación de los secretos y confesiones sobre el deseo
lésbico que se ocultan en la obra literaria de Silvina Ocampo.
En el segundo grupo se abordan las construcciones de identidades. Por medio
de un análisis sociosemiótico se nos invita a indagar las operaciones discursivas que
configuran el debate sobre la educación sexual en Argentina, quedando en evidencia
la fuerza ideológica de la heteronormatividad, pero también la posibilidad de cuestionamiento que crea el diálogo sobre ella. Sobre ese mismo debate, tenemos otra mirada
sobre las propuestas societales que han situado al cuerpo, la sexualidad, la pareja y la
familia en el centro del pleito, enfatizando en uno de los actores el fundamentalismo
neoconservador. Luego presentamos un trabajo que sigue el método arqueológico
desarrollado por Michel Foucault, entendiendo los documentos como componentes
de entramados discursivos históricamente constituidos, para analizar cómo el Estado
argentino regula las corporalidades e identidades que desafían el binarismo genérico,
hipotetizando la ampliación de las fronteras de lo humano, emergiendo el derecho
humano a la identidad de género. El último trabajo explora los procesos sociales que
sustentan la subalternidad de las mujeres en el mundo del trabajo, examinando cómo
las habilidades productivas que las mujeres han adquirido como cuerpos socializados
son naturalizadas para ser puestas al servicio de la producción capitalista, en el disciplinamiento de la línea de montaje.
PUNTO GÉNERO / 5
Finalmente, la mirada crítica de género sobre las políticas públicas nos revela
nuevas aristas. Ante los fenómenos migratorios en Europa, se cuestiona el concepto
de la interseccionalidad en el marco de los planes de la Comunidad de Madrid para la
integración de personas migrantes, revelando el sesgo excluyente de la construcción
de las mujeres migrantes como vulnerables, subalternas y homogeneizadas. Luego
se cuestiona el discurso jurídico en tanto asume las valoraciones tradicionales de las
mujeres para castigarlas doblemente ante crímenes que desafían los límites de lo
permitido para la femineidad. Finalmente, presentamos un examen de las barreras
político-institucionales y ciertas prácticas patriarcales que han obstaculizado la concreción de la paridad política en las dos nuevas Constituciones de Bolivia y Ecuador,
que buscan instaurar un marco político basado en la participación activa de las organizaciones sociales y los pueblos indígenas originarios, ampliando los márgenes de
las democracias tradicionales.
Cerramos con una reseña sobre el Manifiesto contrasexual de Beatriz Preciado, que
no podría ser mejor compañía para este desafiante conjunto de estudios.
TEMA I
géneros en las
C U LT U R A S
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 9 - 25
American way of life. Cambios de las masculinidades en
Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
The American way of life. Changes of masculinities in Chile based
on north American influence 1920-1935
María José Cumplido1
Resumen
La influencia de la cultura norteamericana y la conformación de una cultura de masas en Santiago
de Chile de principios del siglo XX influyeron en un cambio de la noción y construcción de las
masculinidades. Esto se habría logrado mediante las numerosas importaciones de modas tanto
de belleza como de sociabilidades (como actividades deportivas y sociales), las que impactaron
en el “deber ser” del hombre chileno. Considerando que el ser hombre tanto como el ser mujer
son construcciones sociales, pensamos que a principios del siglo XX la construcción del modelo
de hombre chileno se basó en las tendencias americanas que fueron siendo re-apropiadas por
el público joven de clase media-alta chileno, evidenciando la marcada influencia de los Estados
Unidos en estos aspectos.
Palabras clave: masculinidad - Estados Unidos - sociedad de masas - moda - género.
Abstract
The influence of American culture and the formation of a mass culture in Santiago de Chile in the
early twentieth centuries influenced a change in the concept and construction of masculinities.
This would be achieved through large imports of both beauty and fashion of sociability (such
as sports and social activities), which hit the ‘must be’ of the Chilean man. Whereas being male
as well as being a woman are social constructs, we think that in the early twentieth century,
the construction of the Chilean model of man based on American trends that were being reappropriated by the young audience of upper-middle class Chile, showing the strong influence
of the United States in these respects.
Key words: masculinity - USA - mass society - fashion - gender.
Fecha de recepción: 14 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 18 de marzo de 2013
1
Licenciada en Historia por la Universidad Católica y estudiante de Magister en Estudios Latinoamericanos. Ha
investigado en las áreas de historia de género, historia de las ideas e historia digital. Es blogger oficial de la versión
digital de Hispanic American Historical Review, de la Universidad de Duke. [email protected]
PUNTO GÉNERO / 9
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
7 de octubre de 1935 llegó Clark Gable a Chile, uno de los actores norteamericanos
más famosos de la época y de la historia del cine hollywoodense. Su llegada causó un
especial revuelo en la sociedad santiaguina, tanto en hombres como mujeres, quienes
vieron a Gable como un ícono que representaba el nuevo paradigma de virilidad que
se estaba importando desde los Estados Unidos. El revuelo por la llegada de la estrella
fue medianamente transversal, ya que la prensa de la época estuvo pendiente del viaje
de Gable, y se desplegó gran cantidad de notas, artículos y comentarios al respecto.
El mismo día de su llegada, La Nación (1935) comenzó a hablar del fenómeno de
Clark-Gablitis, el cual consistía en la actitud desatada que adoptaban las mujeres al
ver su figura deambular por las calles de Santiago. El 10 de octubre de 1935 apareció
un artículo refiriéndose a este fenómeno que narra los sucesos que había vivido el
actor a causa de sus admiradoras: “Visto en el taxi, a la salida del Crillón, fue asaltado por
sus admiradoras, las que, en su afán de estar cerca del astro, no trepidaron en romper los
parabrisas y vidrios delanteros del coche. Conseguido esto, hasta la indumentaria del astro
sufrió algunos desperfectos” (La Nación, 1935: 8).
Las explicaciones de este fenómeno tienden a ser vagas, pero coinciden rotundamente en que el éxito de este actor se debe a su apariencia física. Así relatan los artículos
de la prensa, en donde se destacó su apariencia como el rasgo primordial del actor:
“Clark Gable, con su ancha risa americana, su apostura robusta de oficial de la guardia
de los buenos tiempos prusianos, y sus acentuados rasgos mogólicos, ha puesto una
nota doblemente revolucionaria en el tranquilo transcurrir de las horas santiaguinas.
El mundo femenino, de ordinario tan circunspecto frente al sexo feo, ha exteriorizado
al héroe una adhesión tan estridente y positiva, que ha provocado una justa alarma
entre nuestros inefables tenorios portaleros” (Ibíd.).
Incluso, sus detractores o quienes no miraban con buen ojo la llegada de la estrella,
se rinden ante la supremacía de su belleza física:
“Clark Gable, para ganar dólares en abundancia y conquistarse la simpatía de las
mujeres, no ha necesitado de nada serio ni pesado. Le ha bastado el tener la tez
morena y un par de hoyuelos en las mejillas, más esto último que lo primero, pues
por el mundo andamos muchos hombres de color que no podemos competir con el
célebre actor cinematográfico” (Áyax, 1935: 1).
La belleza de Gable era algo que se daba por establecido y que, incluso, era una
característica indiscutible por parte de los periodistas. Nadie ponía en duda que el
actor era el más bello de todos, y que ningún chileno estaba a la altura, sin embargo,
detrás de la figura del actor se ocultaba todo un aparataje cultural y social que llevaba
funcionando en Chile desde finales de los años 20, en donde las nociones de lo masculino/femenino y los roles correspondientes a ellos estaban empezando a cambiar. El
hecho de que Clark Gable haya sido visto como el hombre más atractivo y masculino
que habían visto, está enlazado a una maquinaria cultural que explica por qué el actor
fue el representante de lo que “debía” ser un hombre más allá de la apariencia física.
10 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
¿Qué pasaba en Santiago que el actor causó un revuelo nunca antes visto en esta
ciudad? ¿Qué procesos culturales estaban implicados para que este hecho sucediera?
El paso del siglo XIX al XX en Chile trajo cambios profundos en la sociedad, y uno de
los factores determinantes en esta transformación fue el consumo, que permitió que
las masculinidades/femineidades se replantearan desde este fenómeno. El cambio de
la ciudad, la llegada de grandes tiendas, y la utilización constante de la publicidad para
evocar el consumo, permitió que “la cultura urbana moderna se entremezcle e incluso se
confunda con la cultura de consumo, hasta inmiscuirse en los valores sociales y personales”
(Dusaillant, 2011: 169), lo que implicó que estos cambios en la ciudad y en la forma de
vida de sus habitantes tocara las construcciones que la sociedad tenía de sí misma.
En la medida de que la ciudad y las formas de vida se están repensando van a cambiar los paradigmas o modelos a seguir. Si antes la influencia en la sociedad burguesa
estaba dada por los países europeos, la llegada del consumo masivo acercó la sociedad
chilena a la manera de vida de los Estados Unidos. Es así que la existencia e importancia
de Gable en su llegada a Chile está anclado a un proceso de relación cultural entre
Estados Unidos y Chile, en donde nuestro país fue recibiendo modelos de vida, de
vestir, de sociabilidad, entre otros, y fue adaptando las influencias que llegaban. Estos
fenómenos e intercambios culturales están insertos dentro de una globalidad, o como
dice Bayly (2004), dentro de una uniformidad cultural que va acercando a las naciones.
Entendiendo que los fenómenos culturales están unidos más allá de las nacionalidades
podemos argumentar que lo que estaba construyendo Estados Unidos para su propia
cultura, como lo era Gable para la noción de una nueva masculinidad, estaba siendo
exportada a otros países, siendo uno de ellos Chile.
¿Qué significa masculinidad? Para comprenderlo tenemos que aclarar que por
masculinidad vamos a entender el conjunto de características construidas socialmente,
que le dan a un sujeto la categoría de “hombre”. Dejando de lado la parte biológica,
vamos a seguir las nociones de la teoría queer y de Judith Butler (1990), en donde las
sociedades entienden por masculino un conjunto de características que se asocian a
un ideal de virilidad u hombría. En este trabajo nos centraremos en las características
sociales y públicas, como serían las apariencias y las formas de sociabilidad para dar
cuenta del nuevo hombre que estaba apareciendo. ¿Qué implica ser un hombre? Desde
que Simone de Beauvoir (1949) entendió que ser mujer no es algo biológico, sino que
tiene un componente cultural, las teorías feministas y de género han profundizado en
torno a esta premisa, tanto para analizar la construcción de lo femenino como de lo
masculino. La idea de hombre, por tanto, no radica en la existencia genital, sino que
es algo que se va conformando en un entorno cultural, social y político determinado
que incide en su constitución. El hombre como tal no es un sujeto definible desde lo
sexual, sino que es un género, y que por ende se construye al igual que los discursos,
las costumbres, las ideas. Butler (2006) lo reafirma al decir que “si el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género
únicamente sea producto de su sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/
género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente
PUNTO GÉNERO / 11
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
construidos (54). El ser hombre y ser masculino está sujeto indisolublemente a su contexto social, cultural e histórico; por lo que para entender las categorías y los cambios
de los cuales estamos hablando hay que centrarse y comprender el momento histórico
donde habitan y cómo las sociedades van a darles ciertas características a los hombres,
dependiendo de la influencia y el momento histórico-social que están atravesando.
¿Fue la influencia de Estados Unidos algo esencial para constituir una masculinidad
distinta a las décadas anteriores? ¿Qué implicó el cambio de modelo en el país? ¿Por
qué fueron los modelos estadounidenses quienes tuvieron éxito y no otros?
Desde finales de siglo XIX se estaban gestando fuertes cambios en la sociedad y en
la manera en que se constituía la elite. La aparición de una clase media fuerte, enriquecida con bienestar económico y con acceso a la educación, había puesto en discusión
las formas tradicionales de segmentación de la sociedad chilena. La exportación de
tendencias europeas y norteamericanas, junto al acceso a viajes, había traído consigo
cambios que implicarían la instauración de nuevos modelos sociales. A comienzos del
siglo XX se percibía una mayor permeabilidad o disposición a adoptar las tendencias
extranjeras. Si bien en un comienzo la adopción de estas modas se limitó a la elite,
pronto comenzaron a expandirse a otros grupos sociales. El bienestar económico y
las facilidades para viajar fuera de Chile habían penetrado profundamente las clases
dominantes cambiando sus conductas, algunas de sus tradiciones y lo que es más
importante, la forma en cómo el resto de la sociedad las veía y cómo querían ser
vistas. La elite de esta época comienza a separarse de forma radical de su antecesora,
y comienza a adquirir otras características que, siguiendo a Subercaseaux (1977), se
centran en que lo que es nuevo a fin de siglo es su carácter plutocrático, su cosmopolitismo
y opulencia… (49). El acceso a los lujos había llevado a la aristocracia a nutrirse de lo
mundano, despreocupándose parcialmente de las discusiones políticas y del manejo
estoico del Estado. Si con anterioridad la aristocracia se había esforzado por mantener un
ideal de austeridad y religiosidad, ahora estaba haciendo notar las ventajas que habían
traído las riquezas del salitre. La clase alta chilena basada en los apellidos se estaba
diluyendo entre esta nueva plutocracia, donde el dinero y la elegancia parecían ser las
preocupaciones centrales de la vida. Un ejemplo muy claro de las preocupaciones de
la elite y de los hombres en esta época, lo vemos en palabras de Orrego Luco, quien
señala en 1930 que Beau Brummel era para mí la esencia del dandismo, el ejemplo dorado
de mi fuero interno. Vivía dispuesto a todo sacrificio, a trueque de ser elegante profesional…
Me deslumbraban las corbatas de Doucet y los trajes de Pinaud (Orrego Luco, 1984: 32).
Sin lugar a dudas, este nuevo estilo de vida, que estaba dado por las nociones
capitalistas, el consumo conspicuo y el mercado, ya para los años 30 se masificó aún
más. Ya no era solo la elite quien podía tener acceso a lujos importados, sino que la
clase media también podía ser parte de estos nuevos estilos de vida muy diferentes a
los que vivieron sus padres. La ciudad de Santiago había plagado el centro con tiendas y casas comerciales, y constantemente sus calles estaban repletas de hombres
y mujeres comprando toda clase de productos. La capital se estaba transformando
a la luz de estos nuevos paradigmas. Jacqueline Dusaillant (2011), quien investigó la
transformación de la ciudad de Santiago a raíz de las importaciones de modas y el
nuevo gusto por el consumo, va a retratar la ciudad de la siguiente manera:
12 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
En el Santiago de 1930, la monótona caminada de antaño por sus calles céntricas,
cercadas por casas uniformes de fachada continua, se ha trasmutado en un atractivo
paseo, acompañado de barullo de los bocinazos y de los taconeos femeninos, y amenizado por las vidrieras atiborradas de artículos. Entre ellas, destacan especialmente
las de las grandes tiendas, pues exhiben sus productos en un lujoso escenario, cuidadosamente decorado según la aspiración de las últimas técnicas del momento. Estos
establecimientos son tanto como producto como símbolo de la ciudad moderna,
en cuyo entorno se comienzan a engendrar nuevos patrones de vida urbana (65).
Es esta ciudad la que va a recibir toda la influencia norteamericana y que posteriormente verá llegar a Clark Gable. Una ciudad donde el consumo se ha ido convirtiendo
en un elemento fundamental en la cotidianeidad de sus individuos. No obstante, hay
que dejar claro que este consumo, y como lo escribe Orrego Luco en sus memorias, el
goce ante la compra y las modas, no es algo que se vaya a quedar en lo femenino, sino
que lentamente los hombres comenzarán a disfrutar de esta actividad al igual que las
mujeres. Incluso las revistas orientadas al público femenino darán un giro e incluirán en
sus páginas alusiones al consumo masculino y a las nuevas compras que deben efectuar
para estar a la moda. La figura del hombre como un consumidor será una representación
de lo masculino que adoptará un carácter más público y cotidiano en la década del 30.
En julio de 1935, la Revista Familia publica un concurso de ingenio cuya ilustración es
un hombre atiborrado con sus propias compras, lo que no se había visto en números
anteriores, indicando que la figura del consumidor es una nueva representación del sujeto
masculino que estaba siendo adoptada por la sociedad. Evidenciando así a un hombre
en particular, propio de la cultura de consumo y totalmente novedoso.
Figura 1
Fuente: Revista Familia (1935: 72).
PUNTO GÉNERO / 13
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
ESTADOS UNIDOS Y LA IMPORTACIÓN DE ESTILOS DE VIDA
La llegada de Clark Gable y la cultura de consumo se van a producir como un intento de Estados Unidos de exportar estilos de vida particulares. Al comprender que
no existen conformaciones identitarias y culturales aisladas en un relato nacionalista,
sino que los procesos culturales se insertan dentro de intercambios entre distintas
naciones, o zonas geográficas, o espacios que logran influenciar y ser influenciados al
mismo tiempo. En ese sentido, las historias nacionales pasan a conformar un relato de
lo global, donde se ven envueltas en procesos que permiten compartir las historias bajo
un mismo marco. Chile, por tanto, en la problemática de influencia estadounidense no
está aislado en su constitución, sino que tuvo una relación con Estados Unidos, país
que a su vez estaba en un proceso global de influencias hacia otras zonas del mundo,
principalmente Europa y Latinoamérica.
Es así que Chile se insertara dentro de un proceso mundial que compartiría con
otras zonas de Latinoamérica, y así también será parte de un proceso estadounidense que llegará pronunciadamente hacia la mayoría de los países de occidente. Con
anterioridad a la llegada de Clark Gable y la efervescencia del consumo, el mercado
estadounidense comenzó a expandirse alrededor del mundo, y en primera instancia
lo hizo hacia Europa en los períodos de guerra. Con esta expansión se incluyeron las
películas norteamericanas, las imágenes de Hollywood y las representaciones de estilos
de vida. Sin olvidar también la importación de productos y marcas específicas que
fueron ganando los mercados mundiales y que sigue sucediendo hasta hoy. Victoria
de Grazia llamará a este fenómeno “Imperio de mercado”, que se basará principalmente
en un mercado cuyo
“perímetro más lejano estará marcado por la ambición insaciable de sus empresas
líderes por los mercados globales, los cada vez más vastos territorios de ventas trazados por los organismos estatales y empresas privadas, la influencia lejana de sus
redes de negocios, la acuñación del reconocimiento de sus marcas en todas partes, y
la íntima familiaridad con el estilo de vida americano que todo esto ha engendrado
en las personas alrededor del mundo” (De Grazia, 2006: 3).
El “Imperio de mercado” buscará entrar en Europa y Latinoamérica como forma
de expandir el propio mercado hacia el mundo. Si vemos el caso de las figuras de
Hollywood, podemos presenciar cómo gracias a ellas se comenzó a privilegiar la
venta de productos norteamericanos, cuyos elementos aparecían en estas películas,
y al mismo tiempo eran demandados por los consumidores. Lo que Estados Unidos
estaba vendiendo era finalmente el american way of life, un estilo de vida determinado,
considerado como moderno, que atrajo intensamente al público chileno. Rinke afirma
esto al decir que “incluso en un lugar tan remoto como Chile, la gente quería tener los
autos más modernos o los mismos aparatos para el hogar que veía en las películas” (Rinke,
2002: 61). El imaginario norteamericano estaba provocando el deseo de comprar y
obtener un estilo de vida similar al de su país, y no solo en Chile, sino que en el mundo;
por lo que este fenómeno que se vio en el país se insertó dentro de una tendencia
generalizada en Occidente. Es así que Europa vio cómo la cultura norteamericana se
14 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
insertó dentro de su cotidianeidad y de sus mercados. Donald Sasson describirá el
fenómeno en Europa para los años 20, en los cuales “los europeos consumieron, asimilaron y adaptaron películas, música, tebeos y novelas policíacas americanas y, en general,
un estilo americano de cultura popular” (Sasson, 2006: 1164).
La expansión del american way of life puede insertarse también dentro de lo que
Ricardo D. Salvatore (2006) llama el imperio informal norteamericano, que básicamente describe como “el proyecto de dominación económica y cultural ejercida por una
potencia central sobre una región periférica sin la necesidad de anexión de territorios ni
intervención gubernamental directa” (Salvatore, 2006: 24). Estados Unidos estaba expandiendo su cultura en una dialéctica de dominación, buscando impactar e influir
transversalmente en las culturas de masas de los países en cuestión. Así entonces,
Chile se inserta dentro de un fenómeno mundial, en donde la influencia norteamericana y los cambios de las sociedades a la luz de la misma estaban penetrando
alrededor del mundo. Según David Harvey, lo que estaba buscando Estados Unidos
era conseguir la hegemonía cultural y la aceptación de un discurso mesiánico como
un modo de vida que debía ser imitado.
“El imperialismo cultural se convirtió en un arma importante en la lucha por asentar
la hegemonía en general. Hollywood, la música popular, las formas culturales y hasta
movimientos políticos como el de los derechos civiles sirvieron para promocionar el
deseo de imitar la vía estadounidense. Estados Unidos se presentaba como el baluarte
de la libertad con la capacidad de arrastrar al resto del mundo hacia una civilización
duradera caracterizada por la paz y la prosperidad” (Harvey, 2003: 58).
En este sentido, la llegada de Clark Gable a Chile y la importación constante de
imágenes, películas y modas, no fue algo casual; sino que estuvo inserta dentro de
una política norteamericana por expandir su mercado y su discurso oficial al resto
del mundo. Siguiendo este precepto, el imperialismo no solo ocurre cuando hay una
invasión militar o una ocupación, sino que también opera a niveles culturales, quizás
más indirectos, en donde el mercado de cierta nación y los deseos de una sociedad,
en este caso de Chile, es saturado por productos y un imaginario norteamericano que
busca expandir su sistema económico y así también insertar un discurso determinado
a las otras naciones en una lógica imperialista. Es por esto que Hollywood no es solo un
conjunto de empresas cinematográficas, sino que también tiene un carácter político,
para Victoria de Grazia, “Hollywood se perfila para ser: un poder económico basado en el
control de un amplio mercado interno, una organización integrada verticalmente apoyado
por el gran capital y por un gobierno cuyos líderes estaban convencidos de su utilidad y su
valor” (De Grazia, 2006: 303). Las películas de Hollywood son mecanismos educativos
y expansión de una visión de vida, de una moral y de un discurso norteamericano,
que busca penetrar dentro de las poblaciones de diferentes países en búsqueda de
una homogeneización de la población para aceptar los cánones que se les quería
imponer. Es por estas razones principalmente que podemos afirmar que “la presencia
de Estados Unidos en el siglo XX tuvo una influencia muy fuerte en Chile, al punto de que
no se puede entender la historia de este país sin considerar las interacciones con este coloso
del norte” (Rinke, 2009: 159).
PUNTO GÉNERO / 15
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
Es así entonces que la aparición del consumo como un estilo de vida no fue algo
aleatorio, sino que estuvo influenciado por la cultura estadounidense, y lo que esta
quería importar hacia Latinoamérica. Estos elementos se vieron reflejados en las
películas y en las revistas que llegaban del país del norte hacia Chile, y que fueron
consumidas en gran cantidad por el público chileno. El caso del cine hollywoodense,
es el ejemplo más claro en donde podemos ver cómo Estados Unidos logró penetrar en
la cultura de masas y en el mercado chileno. Como señala Fernando Purcell al analizar
el impacto del cine hollywoodense en Chile: “La sociedad chilena fue extremadamente
receptiva con el cine de Hollywood y tendió a imitar a las grandes estrellas del cine, que
no solo los acompañaban en las salas, la prensa y las revistas, sino incluso en cajetillas de
cigarro que ofrecían rostros de artistas de cine en tarjetas coleccionables” (Purcell, 2009:
60). Las estrellas formaban parte de un imaginario en la sociedad, ya que esta estaba
expuesta constantemente a este tipo de imágenes, sea en el cine, la publicidad o las
revistas, lo que permitió a la cultura estadounidense ir adentrándose cada vez más en
la conciencia de los chilenos y chilenas. Esta influencia se da en distintos niveles y por
diferentes soportes, complejizando el proceso de adaptación y adecuación ante los
nuevos elementos constitutivos para un nuevo modelo masculino.
En primer lugar hay una influencia a nivel de imagen, ya que en la década de los
20 las revistas de moda chilena habían tenido como público objetivo a las mujeres
de elite, presentándoles las nuevas modas que se importaban, consejos de belleza,
nuevos productos y otros elementos del mismo estilo. Con la llegada de los años
30, las páginas comenzaron a llenarse de referencias a Hollywood, viendo así cómo
las nuevas fotografías y modelos que aparecen en la prensa y las revistas no son
ilustraciones de nuevos vestidos importados de Europa, sino que aparecen actores y
actrices hollywoodenses con mucha regularidad. Fotografías a página completa de
Gary Cooper, Cary Grant, Paul Muni y, claro, el mismo Gable, comenzaron a llenar cada
número de las revistas, formando parte de un imaginario cotidiano que compartía
con el público chileno. Podríamos inferir que la constante publicación de fotografías
de actores norteamericanos buscaba implantar un ideal y un modelo a seguir para
los hombres que consumían revistas de moda. Así como en los años 20, las revistas
magazinescas quisieron que las mujeres imitaran el deseado modelo europeo, ahora
buscaban que los hombres imitaran el modelo masculino estadounidense, como señal
de buen gusto, de moda y de hombría.
Un segundo elemento que refleja la influencia norteamericana se ve en las prácticas
de sociabilidad entre los géneros, que comienzan a cambiar y, por ende, a causar conflictos en la sociedad. En todo proceso de cambios en las nociones de género existen
disputas por hegemonizar una visión particular de esta. Como señala Judith Butler, “el
género es el mecanismo a través del cual se producen y se naturalizan las nociones de lo
masculino y de lo femenino…” (Butler, 2006: 70), es decir, que lo que entendemos por
género es un proceso por el cual ciertas imágenes, acciones, performances comienzan
a construir lo que entendemos por masculino y femenino. Al ser estas construcciones
elecciones conscientes de ciertos grupos y, por lógica, excluyentes de otros modelos,
las disputas y tensiones que se efectúan entre las diferentes visiones sobre el género
16 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
es algo que se dará constantemente a lo largo de la historia. En este caso, la influencia
de Estados Unidos produjo una discusión y problemática respecto de este tema, ya
que en ciertas acciones contradecía la imagen hegemónica del siglo XIX sobre lo que
era la masculinidad. Para ejemplificar las tensiones que podían ocurrir en torno a los
mecanismos de sociabilidad, pondremos un caso que apareció en una sección de
la Revista Familia titulada “De mujer a mujer”, que se basaba en cartas de las lectoras
pidiendo consejos amorosos. El 3 de julio de 1935 aparece el siguiente conflicto:
“Tenía yo un amigo que decía que me quería mucho y que continuamente me
convidaba al cine, a pasear en su auto, etc. Últimamente me hizo una proposición
que me molestó de sobremanera. Me invitó a conocer su departamento de soltero y
tomar allí el té. Esto me pareció excesivo y se lo hice ver. A mi enojo él respondió que
yo era poco moderna y que hoy en día nada tiene de particular el que una niña vaya
al departamento de un soltero. Él ha viajado mucho también y vivido largo tiempo
en Estados Unidos” (Revista Familia, 1935: 20).
Aparentemente, el joven en cuestión había traído consigo prácticas comunes en
Estados Unidos, que estaban chocando con las costumbres y nociones morales que se
entendían en Chile. Así entonces, dicho país no solo había influenciado la manera de
ver a los hombres, sino que también en la forma de comportarse; lo que indicaba una
distinción del género masculino respecto de su forma de sociabilizar con otros géneros. Ser hombre bajo este ideal, comprendía otra forma de entender las nociones de lo
correcto e incorrecto, y traer otras costumbres tales como la invitación al departamento
de soltero. Un último elemento que quiero mencionar es la forma de representación de
esta masculinidad. ¿Cómo se representa visualmente? ¿Quiénes lo representan?
Existen muchas representaciones de lo masculino influido por la cultura norteamericana. He decidido ejemplificar con dos sujetos, que me parecen esclarecedores del
asunto. El primero es el llamado chiquillo jazz, el que Stefan Rinke describe de la
siguiente manera:
“Algunos jóvenes desarrollaron una actitud que llegó a ser conocida como el
‘chiquillo Jazz’, que describía al joven que había adoptado un estilo ostensiblemente
estadounidense, de comportamiento informal, que vestía ropas estadounidenses y
trabajaba en algunos de los puestos bien remunerados ofrecidos en la ciudad por
empresas estadounidenses. El ‘chiquillo Jazz’ era visto como alguien que menospreciaba
la provincialidad de su propia cultura y gente y que cultivaba una actitud de rebeldía
en contra de la autoridad. Por supuesto que tal actitud precipitó una reacción y la
causa aparente de la actitud del ‘chiquillo Jazz’, y la cultura moderna de masas, fue
fuertemente criticado” (Rinke, 2002: 52).
La siguiente descripción de representación de masculinidad es más etérea en cuanto
a su clasificación, pero nos ayuda mucho a visualizar ciertas similitudes y diferencias
entre ambas.
“Es verdad. El Cine tiene su influencia. No hay más que dedicarse a observar a los
jóvenes de hoy día: muchos hay que se dedican ahora a parodiar a Wallace Reid,
PUNTO GÉNERO / 17
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
peinándose para atrás con la lengua de un gato más o menos familiar; a vestir con
trajes llenos de cinturones y tableados, dignos de personas muy contrarias a nuestro
sexo; a fumar en cachimba para darle más energía a la cara, aunque eso les cueste
cincuenta y tres estornudos y sus correspondientes dolores de garganta; algunos a
adquirir un verdadero juego de cejas, de mover labios y cerrar de ojos que causan
asombro; otros han llegado al extremo de estudiar poses y movimientos cinematográficos y, por último, a amar peliculescamente [sic] y fabricar un drama de cualquier
tontería” (Revista La Película, 1919: 8).
Tanto la figura del chiquillo Jazz como la descripción de los jóvenes que vemos
en la segunda cita, podemos darnos cuenta de una consciencia por parte de los
espectadores de la influencia norteamericana en las masculinidades. Ambos sujetos
representan una performance que a su vez es la base –siguiendo los supuestos
de Butler (2007)– de la construcción de géneros. El cambio en la performance,
captada por los testigos, implica que existe un cambio de género evidentemente
influenciado por los Estados Unidos. ¿Pero dónde está el cambio? ¿Con qué lo
oponemos?
Sin lugar a dudas que estos personajes causaron impacto en la sociedad chilena,
y así son reflejados en la prensa y en las revistas. Los cambios son evidentes bajo esta
perspectiva, pero ¿con qué tipo de masculinidad o qué prácticas de hombría estaban
comenzando a cambiar? Sin lugar a dudas que para que exista un shock o una llamada
de atención hacia ciertas conductas que comenzaron a tener los hombres es porque
anteriormente no las habían visto con tal masividad. ¿Qué pasaba anteriormente?
Si bien es complejo y un trabajo titánico adentrarnos en cada detalle de los sujetos
masculinos de otras épocas, me centraré principalmente en la construcción de masculinidad que predominó a finales del siglo XIX, y que va a ir lentamente desapareciendo
con la cultura de masas y la influencia norteamericana.
El siglo XIX se caracterizó por ser un período de guerras, tanto externas como
internas. Los procesos independentistas, expansionistas, y conflictos internacionales
le dieron a la elite chilena una característica marcada por la milicia y por la espada.
Bajo esta tradición, será la Guerra del Pacífico la más cercana referencia de la conformación del héroe militar que encontraremos para finales del siglo. Aun así, la idea de
la hombría basada en las armas y en las guerras será una continuidad en el siglo XIX,
en donde según Salazar, “la violencia armada –expresión suprema de la masculinidad
hegemónica– muestra, a la luz de los hechos históricos, que lo hegemónico en todos
los casos es la violencia organizada para proteger grandes intereses” (Salazar 2002: 20).
La figura del militar, del héroe de guerra, del gran terrateniente, del poderoso, eran
símbolos de masculinidad, que estaba relacionada particularmente con el poder.
En este sentido, los discursos hegemónicos avalaban la interpretación de lo viril
o de la hombría con la violencia, y eso era lo que en la elite se entendía como tal,
intentando así hegemonizar dicho concepto. Si bien las masculinidades diversas
coexistían permanentemente, nos quedaremos con las visiones generales de un
período u “oficiales”, para dar cuenta de la magnitud del cambio y cómo afectó a la
sociedad chilena.
18 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
La ampliación de la educación en la segunda mitad del siglo XIX permitió que ya
para el siglo XX se formara una clase media activa e influyente en la sociedad. Fue así
también que la clase media permitió la llegada de una cultura de masas que se hizo
posible en Chile gracias al poder que esta clase había adquirido. Como vimos en un
inicio, el consumo fue uno de los motores principales para el nacimiento de la sociedad
de masas, y fue también lo que hizo posible un cambio en las nociones de masculino. Ante este escenario de cambios, Estados Unidos va a penetrar con una visión muy
distinta de lo masculino, que será apropiado muy rápidamente por la sociedad chilena
dejando mayoritariamente de lado la noción militar de lo masculino.
Ante la influencia norteamericana y el nacimiento de una nueva sociedad en Chile,
fueron los jóvenes quienes comenzaron a seguir y quisieron tener como modelo a los
actores hollywoodenses de la época. Había algo en estas representaciones masculinas
que llamaba poderosamente la atención. Estas razones las resume Rinke al decir que
“las películas de Hollywood transmitían nuevas y modernas imágenes de estilos de vida,
las que eran especialmente importantes para las personas jóvenes, mostrando cambios
en los roles correspondientes a cada sexo o presentando posibilidades de movilidad social”
(Rinke, 2002: 61). En este sentido, Estados Unidos logró generar una construcción de
lo masculino que parecía atractiva y que representaba un modelo a seguir para los
chilenos. El ser hombre estaba relacionado al consumo capitalista, a la compra de
productos, al american way of life y a la modernidad que se representaban en el cine.
La publicidad comenzó a generar este mismo discurso, asociando ciertos productos y
ciertos estilos de vida con la hombría y lo moderno. Un ejemplo de cómo Ford ingresó
publicitariamente a la sociedad chilena fue con la siguiente frase: “Un buen consejo. Hijo
mío, si quieres ser feliz cuando seas hombre, debes comprar un auto FORD que es el mejor
para nuestros caminos” (Revista Sucesos, 1919: 4).
De esta manera el ser hombre en Chile comenzó a relacionarse con una nueva sociedad que se caracterizó por las construcciones masculinas que venían influidas desde el
consumo, la sociabilidad, la apariencia estética y por un deseo de ser influenciados por
los estadounidenses, al ver en ese país un ejemplo a seguir de prosperidad, desarrollo y
modernidad. Esto permitió que se asociaran los modelos masculinos estadounidenses
con estos principios, dejando de lado visiones más europeas y en particular alemanas
sobre la figura militar como símbolo de masculinidad. Ya en los años siguientes a la
llegada a Clark Gable a Chile, Romilio Romo escribió una obra de teatro titulada “La
llegada de Clark Gable a Chile”, que se basa en la búsqueda de dos padres por su hijo,
el que se encontraba persiguiendo al actor por la ciudad. Lo curioso de esta obra es
que el joven al narrar la experiencia a sus padres dice sobre Clark Gable: “¡Qué fuerza y
qué olor a hombre!” (Romo, 1938: 13), dando cuenta que el actor era una idealización
de lo que debía ser un hombre. Al considerar a la estrella como el paradigma de lo
masculino, su olor, su fuerza, su sonrisa y su rostro estaban siendo interpretados como
el máximo exponente de lo que debía ser la hombría. Omitiendo cualquier noción a
la hombría de la espada y la guerra. Ni en las revistas, ni en la publicidad, ni en el arte
realizado en esa época aparece alguna noción de lo que hace unas décadas habría sido
el sujeto ejemplificador de lo masculino. Cabe preguntarse bajo este supuesto, ¿qué
PUNTO GÉNERO / 19
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
pasó en la sociedad chilena para que Estados Unidos logrará influenciar y cambiar lo
que se entendía por masculino?
CHILE: APROPIACIÓN DE LA CULTURA NORTEAMERICANA
Ya hemos señalado con anterioridad que los cambios y las influencias no son unilaterales. Si ya señalamos el contexto de Chile en la época que los hombres ya estaban
cambiando y la influencia que tuvo Estados Unidos en que esto ocurriera; hay que
profundizar en torno a los fenómenos y procesos que vivió Chile para que su sociedad
adaptara esta influencia y la volviera parte de su cultura.
Para responder esa interrogante, he llegado a la conclusión de que existen al
menos dos elementos centrales en la visión atractiva de los Estados Unidos por
parte de los chilenos. Por un lado tenemos la existencia de un nuevo rol de la
mujer, el que obliga al hombre a buscar un nuevo lugar en donde identificarse
ante el empoderamiento de las mujeres en espacios antes restringidos para ellas
y de exclusividad masculina. Y por otro lado, tenemos la proliferación de un discurso que buscaba la modernización, cuyo foco de atención y paradigma de lo
moderno era Estados Unidos.
El primer punto que tenemos es la ocupación de la mujer de espacios que históricamente habían sido masculinos. Si bien señalamos la importancia de los viajes
de la elite para importar nuevos modelos, tenemos que señalar que no solo fueron
los hombres quienes cambiaron sus perspectivas a raíz de esto, sino que también lo
hicieron las mujeres. Las que viajaron a Europa o a Estados Unidos, una minoría por
cierto, lograron gozar de mayores libertades y menos presiones que las vividas en
Chile. “La perspectiva comparativa le ayudaba (a la viajera) a valorar y evaluar qué tan
conflictiva podía llegar a ser la posición de la mujer chilena, como también sus fronteras
e imposiciones” (Sanhueza, 2006: 340). El viaje no era tan solo un desplazamiento
físico, sino que implicaba la aprehensión de conductas europeas o norteamericanas
de construcciones femeninas. Para Perrot la importancia de la configuración femenina que comienza en el siglo XIX es la consolidación del espacio público como
un espacio sexuado: “hay lugares que en la práctica están prohibidos a las mujeres
–políticos, militares, judiciales, intelectuales, incluso deportivos…– y otros que se les
reservan casi con exclusividad –lavanderías, grandes tiendas, salones de té…– En la
ciudad, espacio sexuado, se desplazan no obstante poco a poco las fronteras de los
sexos” (Perrot, 1997: 39).
Las grandes ciudades norteamericanas y europeas mostraban la leve inserción de
la mujer en el espacio público, y como afirma Perrot, la inserción estaba dada por la
existencia de espacios públicos diferenciados en donde sí existía un espacio limitado
para las mujeres. En cambio en Chile ese espacio limitado para ellas no era público,
sino privado y estaba sujeto a cuatro paredes. Maipina de la Barra, una de las primeras
viajeras, “hace patente la incomodidad de una realidad social que ataba al mundo femenino
a un restrictivo papel doméstico y privado” (Sanhueza, 2006: 340).
20 / PUNTO GÉNERO
María José Cumplido
La confrontación con una realidad distinta provocó en las mujeres, que pudieron
recorrer Europa o Estados Unidos, generaran una discusión y reflexión en torno al
problema de su situación. La posibilidad de este encuentro les otorgó la necesidad
de replicar esa libertad en su propio país. Si se estaban importando tendencias,
modas, planes urbanísticos, ¿por qué no importar el mundo femenino europeo o
norteamericano? Los cafés, los salones, las grandes tiendas fueron importadas y las
mujeres conocedoras de la vida en otros países intentaron generar esos espacios de
exclusividad femenina, con el fin de revertir la aburrida situación del hogar, que para
muchas se había vuelto insoportable.
Las estructuras de larga duración como la dependencia de la mujer al espectro
doméstico se estaba poniendo en duda ante las nuevas tendencias y cambios coyunturales que estaba viviendo la elite. Un ejemplo de estos cambios fue el nacimiento
del “Club de Señoras”, que fue un club en donde las mujeres de elite comenzaron a
reunirse para hablar de contingencia o para recibir clases. Una institución que nacerá
como consecuencia y voluntad de aquellas mujeres que fueron capaces de ver y criticar la vida que habían tenido. Su nacimiento surgirá de un grupo elitista de mujeres,
cada una consciente de que había una necesidad por generar espacios de convivencia
exclusiva de mujeres e importar la libertad que había sentido cada una de ellas en sus
viajes por el extranjero. De cierta manera, el Club de Señoras operó como la contraparte
femenina del Club de la Unión, quitándole a la palabra Club el estigma masculino. No
hay que olvidar que las mujeres comenzaron a entrar a la Universidad, sustrayéndole
a los hombres la hegemonía de este espacio, convirtiéndolo de forma gradual en un
lugar mixto en donde los géneros se relacionaban día a día.
Otro elemento importante a la hora de analizar el rol de las mujeres fue la existencia
de apropiaciones culturales que también disputaban lugares masculinos. Las flappers
eran las máximas representantes de esta disputa. Para Rinke las flappers eran:
“El símbolo de la femineidad de los tiempos modernos. La flapper, supuestamente
atentaba contra el orden tradicional de las relaciones entre los sexos. La flapper representaba a una mujer joven, de pelo corto, fumadora, indecente y libertina, y, además,
a un fenómeno causado por el auge de la cultura de masas, o al menos eso decían los
críticos. De acuerdo con algunos periodistas, jóvenes mujeres chilenas comenzaron a
admirar e imitar el flapperismo que veían en las pantallas del cines” (Rinke, 2002: 70).
Claramente, para la década de los 30 las imágenes tradicionales de la mujer como
dueña de casa y preocupada de la familia había cambiado. Ahora las mujeres habían
conquistado nuevos espacios, que anteriormente eran de exclusividad de los hombres,
y además, estaban adoptando modas que representaban la conquista de elementos
masculinos como el pelo corto, los jeans, el cigarrillo. Ante esta conquista de lugares,
los hombres se vieron en la obligación de constituir y buscar nuevos espacios de
exclusividad para separar y mantener una relación binaria entre los géneros. Salazar
lo refleja al afirmar que este fenómeno “se trataría, pues, de un cambio revolucionario,
por el cual emerge y se instala una nueva hegemonía (la femenina), al mismo lado y nivel
de la que desde siempre habría existido (la masculina), provocando en esta, sin embargo,
PUNTO GÉNERO / 21
American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
deterioros y debilitamientos difíciles de precisar y pronosticar” (Salazar, 2002: 9). Para
Salazar, este cambio en la situación de la mujer trae para el género masculino una
importante disputa y cuestionamiento sobre la conquista de un nuevo rol. La locura
que había traído consigo las nuevas estrellas masculinas de Hollywood parecía ser el
modelo perfecto para reconquistar la hegemonía masculina y conseguir un espacio
nuevo, que lograra la separación de géneros, en donde el hombre tendría el espacio
de galán moderno de manera exclusiva. Si ahora las mujeres fumaban y se dejaban
el pelo corto, como lo hacían los hombres en décadas anteriores, ahora los hombres
iban a la calle Estado de compras y trataban de imitar el look hollywoodense.
Si bien fueron las mujeres las que salieron a conquistar espacios masculinos, y estos,
quienes en seguida intentaron conseguir nuevos espacios, tenemos que considerar
que la búsqueda de estos ideales no es algo caprichoso ni meramente aleatorio, sino
que está estrechamente relacionado con el segundo punto que pretendía mencionar
para explicar las causas de la facilidad de apropiación de la cultura norteamericana,
y en este caso, el paradigma que guiaba estas actitudes era el de la búsqueda de la
modernidad.
Como señala Fernando Purcell,
“Al consumir el cine de los Estados Unidos y todo lo que había detrás de esta mercancía irresistible (estilos de vida, peinados, actitudes, formas de sociabilidad, música y
otros objetos de consumo), la sociedad chilena y especialmente quienes vivían en
centros urbanos se sintieron más cerca de un ideal de modernidad, que se consideraba alcanzable a través de ese mismo consumo y de la imitación. De ese modo
los chilenos participaron activamente de un proceso globalizador que a partir del
consumo los conectó con sistemas sociales, políticos y comerciales internacionales.
En ese proceso los chilenos fueron activos agentes en la construcción de formas de
relaciones internacionales que ayudaron al fortalecimiento del imperio comercial de
los Estados Unidos” (Purcell, 2009: 67).
La modernidad y la búsqueda de inserción en un relato compartido con las potencias mundiales hicieron que la sociedad chilena mirara a Estados Unidos e intentara
alcanzar esta modernidad. Imitar a ese “otro” podría ser la forma de convertirse en ese
“otro”. Ya vimos cómo las flappers, el chiquillo Jazz, y Estados Unidos en general representaba ese lugar de lo moderno por medio de avances tecnológicos, con nuevos
paradigmas de belleza y nuevas construcciones del género, que eran vistos como
el modelo a seguir. “A fin de cuentas era la búsqueda del “American way of life”, como
símbolo de la modernidad y de cambio social” (Rinke, 2009, p. 160). Incluso las ciudades
norteamericanas en su composición representaban lo moderno. En los años 30, Vera
Zouroff escribirá un libro narrando su viaje a Estados Unidos y cómo ella entiende el
mundo americano. Luego de visitar Hollywood, hablará de la ciudad de Los Ángeles,
la que describirá diciendo que “no solamente es la más bella ciudad, sino la más ideal
para vivir dentro de un presupuesto reducido, con todas las comodidades que ofrece la
vida moderna” (Zouroff, 1932: 10). Es así entonces como el deseo de aspirar a la modernidad –teniendo este término complejas y diversas teorías y explicaciones– y la
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María José Cumplido
relación de esta con la cultura estadounidense, propició así la asimilación de dicha
cultura con la finalidad de insertarse dentro del centro del mundo. La sensación de
periferia en Chile frente a las potencias mundiales ayudó también a apropiarse de
esta cultura con mayor ahínco.
Podemos creer que fue la ideología norteamericana la que se implantó en ciertas
representaciones, ya que –y siguiendo la lectura que Zizek hace de Marx– “la definición
más elemental de ideología es probablemente la tan conocida frase de El Capital de Marx:
‘ellos no lo saben, pero lo hacen’” (Zizek, 2009: 55). Nada nos dice que la sociedad sabía
el aparataje político que había detrás de la expansión del mercado norteamericano,
sin embargo copiaban los modelos por considerarlos atractivos. La llegada de Clark
Gable y de todos los productos ligados al cine y al mercado, es un ejemplo muy claro y
evidente de ambos procesos culturales-políticos que estaban viviendo Estados Unidos
y Chile. Por un lado, la llegada de Gable se inserta dentro del imperialismo informal, para
vender y promocionar las películas y productos que se querían poner en el mercado. Y
al mismo tiempo, representó el sueño de los chilenos, de ver a sus estrellas masculinas
representantes de la modernidad y de una nueva categoría de hombre que volvía a
darles la hegemonía en la sociedad. Esta vez, en la sociedad de masas.
CONCLUSIONES
El cambio de masculinidad que vivió Chile en la década de los 30 estuvo marcadamente influido por los modelos que Estados Unidos estaba importando tanto a Chile
como el resto del mundo. Estos cambios no solo se produjeron a nivel de vestimenta o
de estilo, sino que también se pueden ver en actitudes y en formas de sociabilidad. De
forma amplia, podemos constatar que fue un cambio que se efectuó a principios del
siglo XX, y que causó conmoción en la sociedad chilena. Este cambio en la masculinidad
se inserta dentro de una necesidad de Estados Unidos por buscar la hegemonía cultural
en el mundo, como mecanismo imperialista por extender el dominio de su mercado
en Occidente. El proceso que vivió Chile, la llegada de Clark Gable y el aumento de
producción de imágenes norteamericanas o ventas de productos que aparecían en las
películas, está dado por un afán capitalista de obtener la hegemonía de los mercados,
siendo algo que no ocurrió de forma aislada en Chile, sino que se sitúa dentro de un
proceso global de relación entre Estados Unidos y el mundo.
Sin embargo, creemos que los procesos de influencia no operan de manera unilateral, y que tampoco existe una influencia visceral y totalizante desde una cultura
hacia otra, sino como señala Bernardo Subercaseaux (1998), existe la apropiación de
una cultura determinada debido a la existencia de ciertas condiciones que permiten
el deseo de imitar o adaptar cierta cultura al país. En el caso de Chile vemos que la
tendencia de los hombres a adoptar conductas y modas americanas está dado por
una búsqueda de nuevos espacios de exclusividad para su género, o más bien, nuevos
espacios donde constituir su género performático, por el hecho de que las mujeres
se estaban adueñando y utilizando espacios que históricamente les pertenecía. Por
otro lado y estrechamente unido al primero, influyó también el deseo de ser moderno
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American way of life. Cambios de las masculinidades en Chile a partir de la influencia norteamericana 1920-1935
y de insertarse dentro del mundo. Esto ayudó a que la sociedad quisiera consumir
productos y modas venidas de estos países modernos, para así insertarse dentro de
la misma modernidad.
Fue así que en esta época “la cultura popular estadounidense pareció ser omnipresente
y no solo en el escenario nacional, sino también en el ámbito global. Estuvo dirigida a las
masas, mientras el monopolio de la cultura de las elites sociales se desvaneció gradualmente, lo que constituyó la transformación profunda que fue intensamente discutida en
Chile y que se reflejó en los principios que guiaron la reforma de la cultura y sociedad en
Chile” (Rinke, 2009: 159).
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PUNTO GÉNERO / 25
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 27 - 45
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del
feminismo1
The silly cultural: musical consume and paradoxes of feminism
Carolina Spataro
Resumen
“¿Sobre Arjona trabajás? Pobre, te compadezco, ¡Qué tortura!”, “¿Vos crees que esas mujeres tienen
la misma capacidad que vos para entender las letras de Arjona?”, fueron algunos de los comentarios que surgieron en diferentes ámbitos académicos en los que puse a consideración mi
investigación doctoral. En ella me propuse indagar sobre la configuración de feminidades en
el cruce con la música a partir de un trabajo de campo con el club de fans en la Argentina del
cantautor guatemalteco Ricardo Arjona.
Este artículo analizará los modos en los que algunos objetos de las industrias culturales resultan incómodos para ciertas posturas feministas y cómo, a partir de allí, se los subestima como
posibles disparadores de placeres, fantasías y juegos identitarios diversos para muchas mujeres.
Asimismo, pondremos en cuestión automatismos analíticos que surgen de esas posiciones y
que obturan la posibilidad de entenderlos como objetos sociológicamente relevantes para el
estudio de feminidades contemporáneas.
Palabras claves: mujeres - canciones - feminismos - sumisión - resistencia.
Abstract
“Working on Ricardo Arjona? Poor you, some ordeal!”, “Do you believe those women have your same
capacity to understand his lyrics?”. These are just a few of the comments made by academics
from different settings when they considered my doctoral thesis proposal.
It is the aim of my research to inquire into the configuration of femininities across music by
carrying out fieldwork in the Guatemalan singer and songwriter fan club in Argentina.
This article will analyze the ways in which some objects of the culture industries become uncomfortable for some feminist positions and, from there, how they are underrated as potential
Fecha de recepción: 6 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 2 de mayo de 2013
1
Doctora en Ciencias Sociales, Magíster en Comunicación y Cultura, Licenciada en Ciencias de la Comunicación
(Universidad de Buenos Aires). Becaria Posdoctoral del CONICET, docente del Seminario de Cultura Popular y
Cultura Masiva de la Carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA) y Co-coordinadora del Área de Comunicación,
Géneros y Sexualidades de la misma carrera.
[email protected]
PUNTO GÉNERO / 27
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
triggers of many women’s pleasures, fantasies and identitarian games. The analytical automatisms that arise from these positions and preclude the possibility of understanding them as
sociologically relevant objects to the study of contemporary femininities will also be questioned.
Key words: women - songs - feminisms - submission - resistance.
INTRODUCCIÓN
Gráfico 1
ALBERTO MONTT
Fuente: http://www.dosisdiarias.com
“¿Sobre Arjona trabajás? Pobre, te compadezco”, “¿En serio? Mirá que raro”, “¿Y tenés
que escuchar todos sus discos? ¡Qué tortura!” fueron comentarios que surgieron en
diferentes ámbitos académicos –como seminarios de doctorado, grupos de estudio,
conversaciones informales con colegas e incluso en congresos– en los que puse a
consideración mi investigación doctoral. En ella me propuse indagar sobre la configuración de feminidades en el cruce con la música, la edad y la generación. Para ello
realicé un trabajo de campo durante tres años con el club de fans oficial de Ricardo
Arjona en Argentina, un grupo integrado por alrededor de 40 personas de diferentes
edades, en su mayoría mujeres, que se reúnen hace más de 15 años los primeros sábados de cada mes en un bar céntrico de la Ciudad de Buenos Aires. Ricardo Arjona
es un cantante y compositor guatemalteco de gran éxito en la industria discográfica
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Carolina Spataro
hispanohablante hace más de una década. Su producción hibrida retóricas diversas
provenientes del bolero, la balada, la canción de protesta y el pop, por lo que no es
fácilmente catalogable como perteneciente al mundo de la música romántica, por
más que muchas de sus canciones narren historias sobre vínculos erótico-afectivos.
Las críticas estéticas y políticas que este producto cultural recibe, así como el impacto
que ha tenido este trabajo en los ámbitos académicos en los que circuló, implicó una
continua reflexión que fue acompañando el desarrollo de la investigación y habilitó
consideraciones que entendemos comportan relevancia para pensar desde qué lugar y
con qué objetivos analíticos y políticos se mira a determinados objetos. A continuación
proponemos una reflexión epistemológica al respecto deteniéndonos en el análisis
de los modos en el que las críticas estéticas a un producto musical se conjugan con
críticas feministas a quienes lo escuchan, y el modo en el que, desde allí, se producen
esquematismos que impiden entender el vínculo de las mujeres con las industrias
culturales más allá de lo que denominamos manipulación erótica (Spataro, 2012).
En primer lugar (1), indagaremos sobre lo modos en los que un suplemento periodístico feminista analiza el vínculo entre la música de Ricardo Arjona y su público.
En segundo lugar (2), estudiaremos algunas de las críticas que recibió la investigación
en la que este trabajo se sustenta desde diferentes posiciones feministas. En tercer
lugar (3), pondremos en diálogo dichos análisis con trabajos académicos que han
indagado el cruce de mujeres e industrias culturales para, finalmente (4), proponer
puntos de partida analíticos que permitan poner en cuestión automatismos vigentes
en el estudio de objetos que resultan incómodos para ciertas posiciones feministas.
1. PERIODISMO ASOMBRADO
En marzo de 2010 el músico argentino Fito Páez afirmó, en relación con las pocas
localidades vendidas para los shows de ese año de su colega Charly García, una frase
que sirvió de disparador para una serie de enunciados sobre los que trabajaremos en
este apartado:
“Si la ciudad le da 35 Luna Parks a Ricardo Arjona y a Charly García le da dos, tenés
que pensar qué significan la política, los diarios, en esa ciudad, en la que hay valores
que fueron aniquilados (…) soy un tipo que ama este lugar (Buenos Aires), que defiende sus cosas más auténticas y brutales, pero nunca la aniquilación cultural y el
vaciamiento de ideas” (Diario Clarín, 23/3/2010).
En esta declaración pueden identificarse algunos supuestos estéticos que sirven
para dar cuenta de los modos en los que se organizan los imaginarios alrededor de
la música: del lado de García queda la autenticidad y la identidad nacional o, por lo
menos, porteña. Del lado de Arjona lo comercial y lo foráneo. A su vez, el cantautor
guatemalteco implicaría “vaciamiento de ideas” y de política, en contraposición al
“llenado” intelectual que produciría García. Lo que allí se construye es un cuadro de
honor, en términos de Fischerman (2004), que pone a García en la cima y a Arjona
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Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
en el último peldaño. ¿Cuál es la razón de esta minusvalorización? Escuchar a Arjona
implica, según este supuesto, la aniquilación cultural de un sujeto, la incapacidad de
vincularse con otros productos culturales que enriquezcan su intelecto.
Gráfico 2
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5617-2010-04-06.html
Es a partir de este comentario que el Suplemento Las 12 de Pagina 12 2 decidió publicar en su tapa una serie de notas tituladas “Por qué nos gusta tanto Arjona”, utilizando
la crítica estética como puntapié para realizar una crítica respecto del machismo que
encontraban en sus letras. Tal como se observa, en su portada aparece el rostro de
una mujer con un tampón en un oído, indicando un primer sentido que luego será
enfatizado en las notas: allí se representa a una mujer que tiene su audición obstruida
o, por lo menos, dificultades para escuchar adecuadamente. Ahora bien, ¿qué sentido agrega el tampón? En un primer análisis, se podría decir que es justamente un
elemento que se vincula con su feminidad –con la parte más relacionada a la biología
2
Las 12 es un suplemento semanal que se publica con el diario argentino Página/12, que fue pensado como
un espacio para la discusión de cuestiones de género y en particular de mujeres. Allí aparecen notas que, en
términos generales, tienen como protagonistas a mujeres y en donde se retoman demandas diversas como
derechos reproductivos y sexuales, laborales, debates en torno al feminicidio, la prostitución, entre otras
temáticas. A su vez, el mismo periódico publica otro suplemento llamado Soy dedicado a temas de diversidad
sexual.
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Carolina Spataro
de su cuerpo– el que le impide escuchar. Todo un dato para un suplemento que periódicamente publica, desde una perspectiva feminista crítica, cuestionamientos a la
vinculación entre mujeres y naturaleza. En la bajada de la misma puede leerse:
“La polémica entre Fito Páez y Ricardo Arjona que ocupó horas de reflexiones mediáticas la semana pasada, puso en escena una cuestión que no por marketinera es
menos filosófica. ¿Qué es lo que hace que un artista merezca el fervor de las masas?
¿El concepto de calidad es totalmente independiente de los gustos del público? Si
admitimos que este último a veces se equivoca, ¿podemos precisar en qué?
En este contexto, Las 12, más que avivar el fuego o aclarar algo, propone agregar una
incógnita más: ¿Cómo es posible que alguien que le canta a la mujer sin sortear ni uno
de los prejuicios más remanidos, los clichés más machistas y retrógrados, cuente con
la admiración de un público mayoritariamente femenino? Los atentados al género
cobran rima en casi todas sus canciones. Parece que Arjona se ocupara de señalar
los presupuestos más denigrantes para luego lamer las heridas de lo que él mismo
acaba de poner en verso. ¿Cómo lo hace? En una canción se vanagloria de haberse
enamorado de la fea, la inteligente, a la que ni le hacen lugar en el colectivo (?),
en otra confiesa de que a pesar de que tuvo sexo mil veces, recién “hace el amor”
cuando consigue llevarse una virgen a la cama mientras que en otra arenga a no
abortar porque el mundo se pueda quedar sin un trovador como él. Arjona arrasa
presentándose como el candidato ideal para agregarle vida a los años de la señora
de las cuatro décadas, y como todo currículum ofrece, que es “un diez años menor”.
Conquistar la admiración de las mujeres rimando sobre las manchas de su menstruación, su condición de vientre gestante, insistiendo con aquello de que salieron
de una costilla, haciendo un panegírico de su histeria pidiendo que le digan que no
y que lo acompañen a estar solo, parece una tarea descabellada o anacrónica. Sin
embargo 30 estadios dicen que no lo es.
Para tratar de aclarar el panorama, elegimos nuestras canciones favoritas y tratamos
de explicar por qué” (Las 12, Página 12, 6/4/2010).
Las preguntas aquí formuladas van en dos sentidos: el primero tiene que ver con
el vínculo entre masividad y calidad del producto Arjona y el segundo con la relación
entre las mujeres y sus canciones. Tanto el comentario de Páez como la primera parte
de este texto esgrimen sus críticas a Arjona intentado mensurar el vínculo entre
calidad y gusto. Es por ello que allí aparece el interrogante que desvela a más de un
crítico cultural: ¿qué es lo que hace que un artista merezca el “fervor de las masas”?
Páez no ofrece una respuesta sino una hipótesis que cuestionaría ese fervor: Arjona
no es auténtico y su éxito implica una “aniquilación cultural”. ¿Pero qué significa esta
afirmación? Uno de los artículos publicado en Las 12 suma elementos para analizar el
modo en el que se construyen los supuestos de dicho juicio estético:
“[Arjona] es un terrorista métrico-sintáctico. Sus rimas y metáforas son un mamarracho
indescriptible, hasta el punto de parecer una estructura cómica, ridícula ex profeso,
que usaría para reírse de sí mismo o a fin de mofarse de las chongadas románticas
(…) Y el resto lo haría que el tipo está fuerte y esa cosa de algunos públicos masivos,
capaces de sentir que el cantante dedica los temas al oído y sentimientos particulares
de cada quien (…) No cabe en ninguna categoría de calidad mínima, en nada de
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Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
nada. Supongo, también, que su caso se relaciona con la devaluación que sufre el
buen gusto a nivel de este tipo de masividad. Y más específicamente, el crecimiento
del desprecio por el buen lenguaje3 (…) ¿Cuál es el raciocinio que puede aplicarse a
las barbaridades que escribe y compone Arjona? Ninguno, como no sea (…) que el
tipo encontró un código de lo raro o, mejor, de lo escatológico (…) Y que entre él y
su público lo retroalimentan, al código, porque hallaron una suerte de símbolo de
pertenencia, de identificación, a través de lo horrible (…)” (Aliverti, 2010)4.
Lo que allí se asegura es que la masividad de un producto implica una devaluación
del buen gusto. Mismo argumento de Páez: los 30 Luna Parks hablarían para él de la
devaluación cultural porteña. Asimismo, en ambos casos, al definir las características
del producto evalúan, por acción transitiva, las capacidades de su público: este no tiene
las competencias suficientes para advertir que dicho producto no pasa la barrera de lo
aceptable para ser escuchado según el criterio de calidad y buen gusto del suplemento.
Y allí se evidencian un primer problema epistemológico: la conjunción de un análisis
que se nutre de la irritación –estética en este caso, feminista más adelante–, y le da
rienda suelta a la misma, sumado a la falta de puesta en cuestión del fundamento de
la irritación, conduce a una forma de percepción que es ciega respecto de su propia
historicidad y, en ese acto, confunde su gusto con un supuesto parámetro universal.
La segunda parte de la bajada de Las 12 suma otra “incógnita”, tal como dice el texto,
que introduce el clivaje de género: ¿cuál es el vínculo entre Arjona y las mujeres de
su público? Si bien la crítica central a la producción de este cantautor es referida a
la calidad artística y/o poética de sus letras, este suplemento se va a detener en una
especificidad en la que Páez no reparó: la mayor parte del público de Arjona está
compuesto por mujeres. Y será, entonces, sobre esta cuestión que surge el interrogante
central de Las 12:¿cómo puede ser que un repertorio repleto de “clichés machistas”
conquiste a un número importante de mujeres? De esta manera, la crítica dominocéntrica –que estudia al otro a partir de los parámetros de la propia cultura (Grignon
y Passeron, 1991)– de Páez y de la bajada del suplemento se complejiza aquí y se
traspola al problema de las feminidades y sus gustos. En el fragmento citado aparece
una primera hipótesis: “el resto lo haría que el tipo está fuerte”, dando cuenta de un
argumento con el que suele explicarse la relación entre las mujeres y la cultura de
masas, en donde el epicentro estaría en la atracción de orden sexual que a ellas les
generaría el artista. Lo que supone dicho argumento es exactamente el reverso de lo
3
4
Sobre Sandro, un cantante argentino muy popular durante más de cuatro décadas, se han formulado críticas de
similar calibre. Respecto de su figura hoy aún pesan juicios de valor negativos que conviven con la exaltación de
su figura existente después de su muerte. Ejemplo de ello es lo escrito por un periodista argentino después de
su muerte:
“El señor Sandro la pegó con unas cuantas canciones hace cuarenta años y que, desde entonces, las repetía para
un público acotado de señoras cada vez mayores. Y había sido, también, el protagonista de algunas de las peores
películas del peor cine argentino (…)”. “Sandro no inventó nada” y “su aporte a la música consistió en un puñado
de temas muy primarios”, que “sus letras son cimas, picos, cúspides de la cursilería” (Martín Caparrós, diario Crítica,
7/1/10).
El vínculo entre las mujeres y la cultura de masas estaría dado, también en este caso, por la incapacidad de estas
de advertir que las canciones de Sandro son “primarias”, “cursis” y poco originales.
Eduardo Aliverti es un periodista argentino de política nacional que no trabaja temas vinculados al género que,
sin embargo, fue convocado por el suplemento, ya que es un conocido detractor de la producción musical de
Arjona.
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Carolina Spataro
que a primera vista pretende cuestionar, en la medida que subestima a las mujeres
que escuchan a Arjona al percibirlas manipulables y atrapadas en una espacie de
manipulación erótica (Spataro, 2012). El tono de los restantes cinco artículos del suplemento puede representarse con la frase “de solo pensar en mujeres cantando esta
letra en el Luna Park colmado dan ganas de tirarse abajo del 1515” (Enríquez, 2010).
Ahora bien, uno de ellos se detiene en una de las canciones más conocidas de
Arjona y, asimismo, una de las más reivindicadas por las mujeres de su público, “Señora
de las cuatro décadas” :
Señora de las cuatro décadas/ Y pisadas de fuego al andar
Su figura ya no es la de los quince/ Pero el tiempo no sabe marchitar
Ese toque sensual/ Y esa fuerza volcánica de su mirar.
Señora de las cuatro décadas/ Permítame descubrir
Qué hay detrás de esos hilos de plata/ Y esa grasa abdominal
Que los aeróbicos no saben quitar.
Señora, no le quite años a su vida/ Póngale vida a los años que es mejor (…)
Su figura detrás de un escote/ Su talento está en manejar
Con más cuidado el arte de amar.
Señora de las cuatro décadas/ No insista en regresar a los 30
Con sus 40 y tantos encima/ Deja huellas por donde camina
Que la hacen dueña de cualquier lugar (…).
Disco: Historias (año 1994).
En dicha nota se describe la incomodidad que siente una mujer cuando le cantan
esta canción en su cumpleaños número cuarenta: “Que no exista la más remota posibilidad de cumplir cuarenta años sin que te canten de memoria o en karaoke ‘Señora
de las cuatro décadas’, ya es razón suficiente para querer pasar a los 50 sin escala”; “le
regalan un eufemismo que es peor que la enfermedad. Sí, su edad ya puede desgranarse en decenios, que no son dos ni son tres”; “Que vaya sabiendo la dama que a
partir de hoy, si algo la va a definir en esta vida, son las cosas de su edad”; “trascartón,
lo evidente: ‘Su figura ya no es la de los quince’ (…) Pero Ricardo necesita recordárselo
ahora, si no cómo entra él en esta historia a valorarla y quererla a pesar de todo”; “‘esa
grasa abdominal que los aeróbicos no saben quitar’. ¡Carne sobrante y colgante! Se
sorprende ella gritándose a sí misma en su propio cumpleaños mientras imagina al
explorador manoteando tripas buscando quién sabe qué escatológico tesoro” (Viola,
2010)6. Estas son algunas de las frases del artículo que indican lo inadecuado de la
canción para hacer sentir bien a una mujer.
Sin embargo, esta es una de las líricas más significativas desde hace casi dos décadas
para muchas –no todas– de sus seguidoras, quienes encuentran allí la reivindicación
de la capacidad de seducción y goce de una mujer que ya no está ubicada en la franja
etaria más codiciada en términos eróticos –la juventud–, así como de un cuerpo que
5
6
El 151 es una línea de buses de la Ciudad de Buenos Aires.
Liliana Viola es una escritora argentina que se desempeña como periodista en temáticas vinculadas al género y
guionista de documentales para televisión.
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no corresponde a los cánones de la belleza hegemónica. En los recitales Arjona elige
a una “señora” del público, la invita a subir al escenario y le canta esta canción frente
a un estadio repleto de gente. Muchas de las asistentes que añoran participar de ese
momento del show llevan carteles con diferentes consignas que le posibiliten ser
elegidas por él: desde la más literal “Yo tengo cuatro décadas”, pasando por “Lo único
bueno de cumplir cuarenta es que vos me cantes al oído” o “Con tal de que me mires un
segundo hoy me encantaría tener más de 40”. La mención a la capacidad de seducción
de una mujer que ya pasó su dorada juventud es un tema valorado por muchas y no
siempre, como indica la nota, una incomodidad que deja a “la señora con defensas
bajas”. Más bien todo lo contrario, muchas de sus fans leen allí una resignificación de
un momento vital que no es reconocido públicamente de esa manera, sino como
decadencia. A su vez, si bien no todas creen que “si algo la va a definir en esta vida,
son las cosas de su edad”, sí consideran que la tematización de las consecuencias del
paso del tiempo, ya sea en los cuerpos como en las relaciones erótico-afectivas, es
una característica que celebran de las canciones de Arjona. La perspectiva de dicho
artículo, entonces, impide ver el vínculo placentero de esas mujeres con dicha canción
y, a su vez, produce un cuestionamiento de las feminidades que no encajan con un
mandato que se erige señalando lo que debe y no debe gustar a las mujeres.
Ahora bien, el análisis de este suplemento periodístico es traído aquí en la medida
que permite escenificar dos cuestiones: por un lado, las maneras en las que un producto cultural es criticado en tanto sus propiedades no responderían a un canon de
música de calidad, comprometida políticamente, de “buen gusto” 7 y “respeto por el
buen lenguaje” y cómo, a partir de allí, se produce una subvaloración de las capacidades intelectuales de su público. Por el otro, para poner en escena el modo en el
que se monta sobre dicho juicio estético una crítica feminista que se sorprende por
el éxito de Arjona en un público mayoritariamente compuesto por mujeres. De esta
manera, tanto las canciones de Arjona como el gusto de su público estarían por fuera
de lo aceptable para los cánones estéticos, morales y políticos enunciados en estos
textos. Y esta expulsión es posible a partir de dos operaciones: por un lado, porque
sus consumidores/as serán entendidos, en términos de Hall, como “tontos culturales”
(1984:99) en tanto su actitud pasiva que no les permitiría advertir la mala calidad de
lo que eligen8. Por el otro, porque este consumo habilitaría un “escapismo absurdo o
patético” (Giddens, 2008) que les impediría –sobre todo a las mujeres– ver los “clichés
machistas” de estas canciones. Ambas posiciones se tocan en un punto en común:
el dominocentrismo de sus afirmaciones, esto es, ambas ven solo lo que su posición
les permite sin interrogar otros modos posibles de interpretar los mismos objetos.
7
8
Si bien el problema del gusto excede los propósitos de este artículo, para una discusión al respecto hemos
trabajado –en la investigación en la que este artículo se inserta– sobre el concepto de gusto de Bourdieu (1998)
y sobre la dimensión estética de la cultura popular con Grignon y Passeron (1991).
Martín Barbero (2003) señala, por ejemplo, que es necesario estudiar a la cultura de masas desde el modelo popular
para poder indagar desde otra perspectiva los usos populares de lo masivo. Así, propone investigar qué hacen los
sujetos con lo que compran, con lo que leen, con lo que escuchan; en definitiva, con lo que consumen. Esta línea
de indagación permite estudiar los mecanismos por los cuales la cultura de masas opera como mediación en los
procesos de configuración de identidades diversas, complejizando así el análisis del vínculo entre las industrias
culturales y los públicos.
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Lo que allí aparece es la construcción de un único paradigma legítimo tanto para la
música como para el vínculo entre mujeres y cultura de masas: de un lado, Arjona se
construye como lo opuesto a consumo musical de buen gusto y comprometido políticamente; y, del otro, su público es configurado en los textos de Las 12 en oposición a
una feminidad que denuncia a cada paso los embates del discurso patriarcal. Este tipo
de análisis observa solo lo que a la producción de Arjona le falta para ser, en un caso,
buena música y, en otro, una fuente de denuncia de “atentados al género”.
La investigación en la que este trabajo se inscribe discutió con los presupuestos
de estas críticas: consideramos que los textos de las industrias culturales no son homogéneos, que los sujetos que los eligen traman sentidos diversos en sus consumos
y que los procesos de generización no son unívocos sino complejos. Esto es que, por
ejemplo, que la configuración de feminidades no ocurre solo como emancipación
o subordinación: la música habilita otros procesos más allá de la reproducción de la
cultura sexista o su denuncia.
Asimismo, entendemos que otro problema que aparece en los textos periodísticos
analizados es que transforman una irritación estética y/o feminista en una descripción
sociológica de un fenómeno que desconocen. La música de Ricardo Arjona es masiva,
elegida por personas de diferentes países latinoamericanos desde hace más de dos
décadas y promueve diversos tipos de emoción en las personas que lo escucha que
son, principalmente, mujeres. La pregunta, entonces, podría formularse al revés:
¿Por qué no les debería gustar Arjona? Por un lado, el público de este cantautor no
encuentra en su consumo un sinónimo de decadencia cultural ni un “mamarracho
métrico-sintáctico”. Por el otro, las mujeres que mayoritariamente lo componen no
hallan en sus líricas “chongadas románticas” ni un machismo retrógrado. A partir de allí
sospechamos, entonces, que el vínculo entre dicha pauta estética y las personas que
la consumen podía tener que ver con otras significaciones9, y que interrogar sobre las
mismas nos permitiría estudiar procesos de generización heterogéneos.
2. RESONANCIAS EN LA ACADEMIA
En el transcurso de la investigación emergieron comentarios críticos que pueden
funcionar, en continuidad con lo analizado en el apartado anterior, como arena para
indagar desde qué punto de partida se interpreta el vínculo entre mujeres e industrias
cultuales. A continuación proponemos una reflexión al respecto deteniéndonos en
el análisis de tres comentarios recibidos respecto del trabajo con el club de fans de
Arjona desde diferentes posiciones que podríamos llamar feministas.
9
Una de las perspectivas que alimentó lo formulado en este artículo es la trabajada por Frtih (2003), quien señala
–entre otras cuestiones- que la música construye una experiencia estética que permite configurar identidades
tanto subjetivas como colectivas. El autor afirma, por ejemplo, que no es que los grupos sociales coinciden en
valores que luego se expresan en sus actividades culturales, sino que “solo consiguen reconocerse a sí mismo
como grupos (…) por medio de la actividad cultural, por medio del juicio estético. Hacer música no es una forma
de expresar ideas; es una forma de vivirlas” (ídem: 187).
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Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
Avanzado el trabajo de campo presenté una ponencia en un Congreso sobre Historia
de las Mujeres y Género. Allí ponía en cuestión el modo en el que el Suplemento Las
12 analizado hablaba del machismo incuestionado presente en las letras de Arjona
haciendo un contrapunto con algunos datos de la etnografía con sus fans. Allí afirmaba que esta escucha musical podía ser pensada no solo como reproducción del
sexismo, sino también como un espacio de agencia para las mujeres en la medida
que les permitía, entre otras cosas, tomar distancia de las demandas de su entorno
familiar y construir un espacio de socialización propio. Ello provocó que varias de las
investigadoras presentes –muchas de ellas conjugaban su actividad académica con
la militancia feminista– se incomodaran con la perspectiva del trabajo. Uno de los ejes
que cuestionaron fue el concepto de heterogeneidad que utilicé para describir a las
mujeres que integraban el club de fans, ya que el trabajo indicaba que el grupo era
heterogéneo en cuanto a cuestiones etarias, de clase y de ocupación. Una de ellas
indicó que eso no significaba que el grupo fuera heterogéneo porque allí no había “una
mujer feminista como nosotras a las que Arjona nos causa repugnancia”. Asimismo, otra
de ellas subió el tono de su voz para preguntar, indignada: “¿vos crees que esas mujeres
tienen la misma capacidad que vos para entender las letras de Arjona?”.
Un segundo acontecimiento, que plantea ciertas continuidades, es lo que sucedió
cuando una agrupación feminista, de la que han participado y participan algunas académicas, me invitó a unas jornadas feministas a partir de un trabajo que circula en la web
sobre la representación sexista de las mujeres en las letras de cumbia villera realizado
en 200510. Cuando les aclaré que hacía unos años había sumado otros interrogantes a
las indagaciones con el objetivo de estudiar qué es lo que hacen las mujeres con los
objetos que consumen y que estaba realizando un trabajo de campo de mujeres que
pertenecen al club de fans de Ricardo Arjona, las organizadoras de las jornadas declinaron
su invitación a partir de los siguientes argumentos:
“Las mujeres, en eso coincido, nos reapropiamos de muchas cosas y podemos resignificar
sentidos pero los intentos de los mensajes mediáticos así como los musicales, a través
de las letras, son también un permanente intento de que incorporemos como parte de
nuestra vida toda la violencia hacia nosotras, aceptándola, a fin de construirnos como
la industria cultural propone. Analizar y desarticular estas propuestas, la incidencia de
ciertas letras en la construcción de la subjetividad y en la justificación de la violencia
son los temas que nos hemos propuesto para esta jornada. Si para vos ese análisis es
contradictorio con tu actual línea de trabajo y te impediría participar de la mesa no
vemos cómo compatibilizarlo con nuestra propuesta para los paneles de este año”.
10
En mi tesina de grado (Spataro, 2005) analicé el programa televisivo argentino llamado Pasión de sábado en el que
bandas de cumbia hacían breves shows. Desde un análisis textual concluí que la representación de las mujeres
que dicho programa y las letras de cumbia villera realizaba las anclaba, entre otras cuestiones, en una posición de
objeto sexual para ser mirado por varones heterosexuales, reproduciendo así la hegemonía patriarcal existente
en la cultural contemporánea. Estas afirmaciones fueron puestas en cuestión luego de entrevistar a mujeres
que consumían esa música y que encontraban otros sentidos en dichas canciones, así como al conocer trabajos
etnográficos en bailes de cumbia de Buenos Aires (para ampliar ver Silba, 2011). A partir de allí la investigación
de posgrado sumó otros interrogantes que permitieron reinterrogar dichos textos e indagar sobre los modos
en los que estos circulan entre las mujeres que los consumen.
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Carolina Spataro
En ambos sucesos aparecen cuestiones relevantes que dan cuenta de puntos
de partida problemáticos. Por un lado, la homogeneización con la que se lee a los
productos de las industrias culturales: parece ser que todo es sexista y violento, sin
advertir las contradicciones propias de este tipo de objetos, en donde las regulaciones
normativas en torno al género se rigidizan y flexibilizan a la vez, incluso en un mismo
producto cultural. Por otro lado, allí aparece evidenciada la poca capacidad de agencia que se les otorgan a las mujeres frente a unas industrias culturales que aparecen
como todopoderosas y, asimismo, la imposibilidad de que exista una interpretación
diferente a la informada por cierto feminismo. Un tercer tema es la inclusión del
concepto de violencia: en uno de esos eventos se afirma de manera contundente
que el objetivo de los mensajes mediáticos es introducir la violencia en la vida de las
mujeres y “construirnos” a su imagen y semejanza. La víctima es, claro está, la mujer
que termina “incorporando” y “justificando” el maltrato que recibe de sus objetos culturales elegidos. O sea, una doble victimización: es maltratada y no se da cuenta de
ello porque las industrias culturales le introducen una falsa conciencia (Hall, 1984) a
partir de sus propios gustos que, para colmo, les generan placer. Por último, y como
consecuencia de los anteriores supuestos, se construye una jerarquización entre dos
tipos de mujeres: las que no pueden ver cómo las industrias culturales introyectan en
ellas la justificación de la violencia de género, y las que sí lo advierten y trabajan sobre
ello iluminando al resto.
Esta toma de distancia e irritación provoca la descalificación del otro –o de la otra,
en este caso– es la consecuencia palpable de una forma de posicionarse en la que el/la
analista se siente superior en tanto, en este caso, la carrera académica y/o la militancia
feminista aparecen como las únicas herramientas legítimas para advertir al sexismo
incuestionado que allí leen. Por más que el planteo surgido desde el trabajo de campo
señalaba que a partir una pauta musical las mujeres de un club de fans conforman un
grupo de pertenencia, realizan diversas actividades en el espacio público, elaboran
ciclos vitales de manera colectiva, activan ciertas zonas de su sexualidad y erotismo
vedadas en otros escenarios, así como construyen un lugar de placer y libertad lejos
de las demandas domésticas y familiares –temas algunos que pueden leerse en continuidad con las reivindicaciones del feminismo por la autonomía de las mujeres–, los
comentarios quedaron anclados en una diferenciación de tipos de mujeres: las que
no tienen “nuestra” capacidad crítica frente al sexismo de la cultura masiva, y las que
sí la tienen.
Un tercer comentario que ponemos a consideración es lo que sucedió en unas
jornadas académicas sobre consumos culturales, en donde una investigadora de
mediana edad, después de escuchar el análisis sobre las dos personas que fundaron el
club de fans –ambas mujeres de más de 50 años– dijo, en tono irónico: “¡Ay, pero a estas
mujeres la revolución sexual de los 60 les pasó por el costado! ¿Dónde vivían, en Marte?”. Esta
pregunta estaba dirigida a cuestionar la continuidad de ciertos patrones de género
en la vida de estas mujeres: una educación diferente a la que recibían sus hermanos
varones, las limitaciones que les imponían sus padres para salir en su adolescencia, la
dificultad para hablar con ellos sobre cuestiones vinculadas a la sexualidad, haberse
PUNTO GÉNERO / 37
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
casado jóvenes –y, en algún caso, con su primer novio–, la preeminencia en la adultez
de las ocupaciones domésticas y familiares por sobre las profesionales, entre otras
cuestiones que aparecieron en el trabajo de campo.
Lo que estaba fuera de lugar para la investigadora era que estas mujeres habían
nacido en una década que ella entiende como una ruptura radical con viejos parámetros de enseñanza y crianza: los sesenta. Es probable que en este comentario hayan
funcionado algunas características de dicha década sobre las que hay cierto consenso:
por ejemplo, que el placer sexual comenzó a escindirse de la reproducción, a partir de
una idea de mayor libertad y autoconocimiento; el papel de la píldora anticonceptiva
en la reconfiguración de la moral sexual de las mujeres, entre otras cuestiones ya analizadas. Estos puntos significaron la redefinición de algunas costumbres, la construcción
de nuevas legitimidades y reconfiguración de las relaciones intergenéricas (Feijoo y
De Nari, 1994) aunque, claro está, las mismas fueron diversas de acuerdo con el origen
social, cultural y geográfico de sus agentes. Sin embargo, es necesario no sobreestimar
el alcance de dichas transformaciones, ya que no implicaron una ruptura radical con las
costumbres de épocas anteriores. Tal como señala Cosse con el concepto de “revolución
discreta” (2010:17), nos hallamos frente a rupturas que señalaban tanto la existencia
de ciertos cambios como de continuidades más profundas. Y es este el punto que
olvida el comentario crítico de la investigadora: no tener en cuenta las posibilidades
que habilitaron las transformaciones surgidas a partir de esta década en términos de
acceso a cierta autonomía, como las limitantes que aún estaban vigentes, implicaría
un análisis sesgado de sus relatos. Su pregunta alarmada “¿Dónde vivían, en Marte?”,
indica la supuesta inadecuación de estas mujeres a las nuevas pautas sexogenéricas.
Este modo de entender los recorridos vitales de algunas mujeres (en este caso las del
club de fans) pone en evidencia la construcción de un “nosotras que sí interpretamos
–y experimentamos realmente– la vanguardia sesentista” y las otras que se quedaron viviendo con viejas pautas culturales “en Marte”. Y, en relación con este planteo,
muestra el modo en el que algunas mujeres de clase media ilustradas interpretan la
continuidad de ciertos patrones de pareja, profesión y vida familiar (en la vida de las
otras, claro, nunca en la propia) como una imposibilidad personal de otras mujeres
de sumarse a un proceso revolucionario, y no como señales de que las rupturas con
viejos paradigmas no hayan sido tan radicales ni universales como ellas creían o deseaban. Aquí la irrupción de la crítica feminista en el discurso académico y, por qué
no, cotidiano, sumada a una construcción de la década del 60 como homogénea y
absolutamente rupturista respecto de épocas pasadas en cuanto a las normativas
de género, son las condiciones de producción de dicho enunciado. A partir de allí
se construye una valoración positiva de las mujeres modernas y una subvaloración
de aquellas que no lo son. Nuevamente aquí se repite la misma operación señalada
anteriormente: la construcción de dicotomías jerárquicas entre modelos de feminidad
que se construyen como diferentes y excluyentes.
En síntesis, las tres críticas realizadas desde ciertas posiciones feministas al vínculo
entre un grupo de mujeres y la música que escuchan son recuperadas aquí para
38 / PUNTO GÉNERO
Carolina Spataro
ejemplificar algunos supuestos que guían este tipo de análisis. Los mismos son problemáticos en la medida que se construyen a partir de un alto grado de prejuicio y
etnocentrismo presente en algunos espacios intelectuales y/o políticos. En ellos aparece
la/el analista ubicada/o en una posición superior funcionando como una especie de
lo que llamaremos policía del feminismo –que no está encarnada necesariamente en
sujetos que se definan feministas– que establece una diferenciación entre tipos de
mujeres: las que no tienen “nuestra” capacidad crítica frente al sexismo de la cultura
masiva, y las que sí la tienen, lo advierten, señalan y denuncian a cada paso; juzgando
en ese mismo movimiento los gustos y prácticas de otras mujeres. Estas formas de
reflexión académicas y políticas en torno al vínculo entre las mujeres y la cultura de
masas no solo ignoran y/o subestiman otros modos de configuración de feminidades posibles, sino que, a su vez, encuentran lo que supone el punto de partida de
sus análisis: que algunos textos de las industrias culturales efectivamente retoman
“clichés machistas”, obturando la posibilidad de que estos textos sean un disparador
de fantasías, placeres y juegos identitarios diversos para muchas mujeres y, a su vez,
un espacio de visibilización de cambios –y claro está, también continuidades– de las
feminidades contemporáneas.
3. ELVIS Y LAS CREDENCIALES FEMINISTAS
Diversos trabajos han indagado el vínculo entre mujeres e industrias culturales (Ang,
1989; Radway, 1991; McRobbie 1991, 1984, 1998, 1999; Hinerman, 1992; Abu-Lughod,
2005; Ehrenreic, Hess, Jacobs, 1992; entre otros) y se han propuesto, entre diferentes
objetivos, cuestionar el sentido común desde el que se mira dicha relación11. El artículo
de Wise (2006), en donde indaga en términos epistemológicos qué significó haber
sido fanática de Elvis en su adolescencia y haber devenido, años después, feminista,
permite observar el modo en el que funciona lo que hemos denominado policía del
feminismo sobre los consumos culturales de las mujeres.
“¿De quién son esos discos de Elvis? ¡Argh!” es una pregunta escuchada comúnmente
en mi casa, y más aún desde que es frecuentada con regularidad por feministas. Yo
usualmente respondía: “Bueno, actualmente, er um, son míos… pero nunca los volví a
escuchar!”. “¿Pero cómo pudiste ser alguna vez fan de Elvis?”, era la siguiente pregunta.
“Era muy joven”, me excusaba, y usualmente era suficiente para salir del tema. Ahora
sé que si la verdad fuera conocida –que yo tengo un profundo cariño por la memoria
de Elvis, que amo los discos, que conservo una carpeta con fotos– mi credibilidad
como feminista sería puesta en cuestión (…)” (Wise, 2006: 390).
¿A qué se debe la negación de que el vínculo entre ella y Elvis existe aún después
de definirse como feminista? La autora señala que cuando “se hizo feminista” (ídem:
394) se sintió nueva, recién nacida, ya que pudo configurar su identidad como mujer
lesbiana y rodearse de amigas feministas. Su vida pasó a estar integrada en un todo y
el rechazo de su antiguo gusto por Elvis se explicaba en tanto el mismo era parte de las
11
Para un estudio desde la crítica musical sobre el vínculo entre mujeres cantantes, público femenino y música ver
Reynolds (2010).
PUNTO GÉNERO / 39
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
reliquias de un pasado de “falsa conciencia” (ídem: 394). Esta nueva mujer dejaba atrás
aquel consumo que suponía una contradicción con el paradigma ideológico y político
al que comenzaba a adscribir dando lugar a una operación: el ocultamiento del analista
como sujeto. Esto es: es probable que muchas/os investigadoras/es –no todas/os, claro
está– tengan consumos culturales que, en algunas de sus dimensiones, se parezcan
a aquellos objetos que cuestionan ideológicamente. Sin embargo, en determinados
contextos estas/os se construyen como sujetos subdimensionados y sin contradicciones,
posición que genera la ceguera sobre aquello que irrita o causa vergüenza.
Asimismo, las dicotomías entre lo que debe hacer una feminista y lo que le gusta
a una feminista produce, en términos de McRobbie (1999), placeres culpables, evidente en el testimonio de Wise: el rechazo al vínculo entre el placer y el consumo de
productos culturales políticamente “incorrectos” para el feminismo produjo, siguiendo a McRobbie, una cultura del puritanismo que dio lugar solamente a los placeres
culpables mediante los cuales se pudo, en algunos casos, reinterrogar los sentidos de
estas prácticas más que meramente interpretarlas como un sitio de falsa conciencia.
McRobbie señala que, por ejemplo, el placer de leer revistas vulgarmente catalogadas
como “para mujeres” rompe con la barrera entre mujeres feministas y las que no lo son,
afirmando la importancia de trabajos que interroguen al respecto en la medida que el
hecho de que la razón y el análisis político nos digan que esto es malo “mientras que el
inconsciente sigue produciendo fascinaciones y placeres culpables, indica, como mínimo,
una complejidad en el proceso de consumo de dichas imágenes” (McRobbie, 1998:266).
Por su parte, los prejuicios que provocan este tipo de consumos culturales generaron,
dato evidente en las investigaciones contemporáneas en ciencias sociales, que rara
vez fueran puestos en el campo empírico de la investigación, subestimándolos en los
análisis (Radway, 1991; McRobbie, ídem).
El sujeto coherente construido desde ciertas perspectivas feministas como único
horizonte político fue puesto en cuestión por Wise cuando murió Elvis, en la medida
que dicho suceso no solo la conmovió, sino que generó una gran cantidad de artículos
académicos que fueron un estímulo para revisar su propio lugar como analista y el
de algunos posicionamientos epistemológicos. Allí advirtió que en los estudios sobre
Elvis está tan extendida y aceptada que su figura era parte central del patriarcado, “un
fenómeno social que degrada a la mujer y eleva al macho masculino como héroe”
(ídem: 394), que resultaba difícil cuestionarla e introducir otras variables que considera
relevantes: por un lado, que Elvis era importante para sus fans no solo por el atractivo
de orden sexual que podía generarle a algunas, sino en tanto compañía frente a soledades y angustias vitales; por otro, que su figura ha tenido impacto también en varones,
por ejemplo en aquellos que se han identificado con él (ídem: 392). Sin embargo, la
ausencia de problematizaciones que fueran más allá de la atracción de orden sexual
(hetero) y romántico la llevaron a concluir que lo que allí se pone en evidencia es que
las personas involucradas en la producción de conocimiento de este tipo de objetos
encuentran exactamente lo que van a buscar: indagan en lugares selectivos, hacen solo
algunas preguntas e ignoran, o fallan para ver, información que es incómoda o inadecuada para sus hipótesis. Dichas investigaciones, dice Wise, construyen conocimiento
40 / PUNTO GÉNERO
Carolina Spataro
dentro de sus propios intereses –que son, según ella, familiares al feminismo– y de su
propia imagen, y “después llaman a eso una explicación objetiva del mundo tal como
una verdad” (ídem: 396). De esta manera, el paradigma normativo presente en algunas
posiciones académicas y políticas contribuyen a simplificar y dicotomizar los proceso
de generización en general y, en particular, en su cruce con la cultura de masas.
4. REFLEXIONES FINALES
Tanto los planteos de las autoras revisados en el apartado anterior como las críticas
analizadas respecto del vínculo entre las mujeres y las canciones de Arjona nos permiten elaborar, en principio, algunos recaudos epistemológicos para estudiar la relación
entre las mujeres y las industrias culturales:
a. Para indagar “¿qué es lo que hace que un artista merezca el fervor de las masas?”,
tal como se pregunta el suplemento periodístico Las 12, es necesario construir
una herramienta de análisis compleja que tenga en cuenta que no solo es una
gran difusión mediática lo que lo permite, ya que de ser así toda mercancía
que contara con importante publicidad tendría el mismo éxito y produciría el
mismo efecto en todas las personas. Es pertinente interrogar ¿qué es lo que
interpela productos como estos? Y ello no quiere decir celebrar acríticamente
lo que “las masas” consumen, porque “si a ellas les gusta está bien”, sino saber
distinguir dos momentos analíticos distintos: por un lado estudiar al artista
en cuestión –Ricardo Arjona en este caso– en tanto producto de la industria
cultural, con sus letras, tradiciones musicales y configuraciones estéticas. Por
otro lado, reflexionar sobre qué significa dicho producto cultural en la vida de
las personas que los escuchan, qué habilitaciones genera así como con qué
tramas de la experiencia –generacional, etaria y de género, por nombrar solo
algunas– se conecta.
b. Asimismo, es necesario elaborar un análisis que no confunda la denuncia de las
desigualdades de género con la descripción e interpretación de los modos en
los que se configuran las identidades de género en un contexto determinado.
Las realidades generizadas existen y comportan asimetrías, pero ello no implica
suponer a las mujeres en una perpetua lucha colectiva ni, en contraposición, en
una situación de continuo avallasamiento de sus derechos. Entendemos que la
relación de fuerza es mucho más compleja y se da en términos específicos en
cada contexto y que, en el caso del estudio del consumo cultural, la dimensión
del placer es un eje ineludible para hacer más complejas las indagaciones.
c. Por otro lado, es preciso tener en cuenta que suponer un ideal de autonomía
total o un único ideal de autonomía posible para las mujeres –como si ese colectivo fuera homogéneo y coherente en sus fines12– es un punto de partida
12
Este punto ha sido ampliamente trabajado por el feminismo de la tercera ola o el feminismo tercermundista
–representado por mujeres negras, indias, no heterosexuales, etc.– que puso en cuestión el modo en el que el
PUNTO GÉNERO / 41
Las tontas culturales: consumo musical y paradojas del feminismo
problemático. Tal como hemos señalado, en las críticas analizadas se construyó
una dicotomía entre aquellas mujeres que tendrían la capacidad de advertir los
postulados patriarcales de la producción de Arjona, y las que estarían subsumidas
bajo las sentencias que las ubican “incorporando” y “justificando” la violencia de la
cultura de masas o “viviendo en Marte”. En contraste con este tipo de afirmaciones,
a lo largo de la investigación observamos que algunas mujeres que integran el
club de fans de Arjona erosionaban expectativas con las que fueron educadas
tanto respecto del género, en la medida que tomaban distancias de ciertos
mandatos y demandas del entorno familiar; y respecto de lo etario, ya que lo
hacían a una edad en la que pertenecer a un club de fans es entendido como
una ruptura respecto de la pretendida coherencia entre edad y conducta. Y esa
agencia fue posible no por ser feministas.
d. Por último, y en relación con el punto anterior, es necesario mantener cierta
vigilancia epistemológica para no catalogar espacios de agencia de las mujeres
como lugares de resistencia feminista. De hecho, afirmar que el club de fans de
Arjona es un espacio feminista sería inadecuado, porque, por un lado, significaría
otorgarle una nominación con la que ellas no se definen. Por el otro, porque
indicaría una propuesta de redireccionamiento de los sentidos de autonomía,
placer y libertad que se configuran en este grupo hacia un posicionamiento
político con el que nos identificamos como analistas. A su vez, porque implicaría caer en una postura populista, en términos de Grignon y Passeron (1991),
ya que supondría entender todas las experiencias que allí se producen como
“resistencia cultural” (ídem: 75), mutilando y censurando de esta manera el
análisis al subsumir toda práctica bajo una coherente etiqueta de liberación o
sumisión. Las piezas del complejo rompecabezas que representan las diversas
experiencias de mujeres en relación con las industrias culturales no pueden
reducirse a una definición taxonómica de sus feminidades, en la medida que
las mismas pueden ser por momentos impugnadoras del orden, en ocasiones
celebratorias del mismo y la mayoría de las veces ni una ni otra cosa.
Tal como señaló Hall, interpretar que lo sujetos que consumen y disfrutan de los
productos de las industrias culturales son “tontos culturales” es una posición “profundamente no socialista” (1984:99). En continuidad con dicho planteo, la construcción de
feminidades dicotómicas y excluyentes entre las mujeres que advierten el sexismo de
los mass media y quienes no tendrían la capacidad de hacerlo es una posición poco
feminista. Puede que la salida al espacio público de mujeres que conforman un club de
fans de un cantante masivo simpatice menos que el que realiza un grupo de mujeres
feministas que reclama por la ampliación de sus derechos civiles y la destrucción del
patriarcado. Pero ellas también construyen un espacio de reivindicaciones diversas;
su disputa por poder decidir en qué usar su tiempo es una demanda que se da en
feminismo blanco, burgués y heterocentrado propuso modos únicos de autonomía para las mujeres obturando
las diferentes experiencias vitales existentes en el movimiento de mujeres. Para ampliar ver Alzaldúa, 1987, 2007;
Bel Hooks, 1990, 1996; Curiel, 2005, Lourde, 2003; entre otras.
42 / PUNTO GÉNERO
Carolina Spataro
sus propios términos y que puede inscribirse en la ya clásica frase del feminismo que
entendió que también “lo personal es político”. El modo en el que estudiemos dichas
dimensiones de las experiencias de las mujeres dependerá de la posibilidad de cuestionar el sentido común que habita también en las Ciencias Sociales.
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PUNTO GÉNERO / 45
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 47 - 64
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico:
una mujer FURIOSA
Violencia Rivas. Analysis of a humoristic character: a woman
FURIOUS
Mercedes Moglia1
Resumen
El presente trabajo reflexiona sobre un personaje femenino humorístico televisivo contemporáneo: Violencia Rivas; desde una perspectiva que atiende implicaciones de género. El personaje
elegido, interpretado por el actor cómico Diego Capusotto, es el objeto y el eje sobre el que
me propongo reflexionar a partir de una serie de preguntas: cómo puede un personaje de la
década de los 60 inspirar una versión diametralmente opuesta en el 2010; qué plus de sentido
pone en consideración esta parodia de largo plazo; cómo se sitúa el personaje real y el personaje
ficcional respecto de los mandatos y de las demandas femeninas; qué pasa con el tono grotesco
que adquiere el personaje femenino al ser interpretado por un varón travestido. En el intento
de responder estas preguntas el análisis y la argumentación prestarán una especial atención a
operaciones propias del campo humorístico como son la parodia, la ironía y la sátira, porque
ese es el campo en el que vengo desarrollando mi actividad de investigación.
Palabras clave: mujeres - travestismo humorístico - parodia - sátira - grotesco.
Abstract
This present paper seeks to develop an initial analysis on the comic female character Violencia
Rivas, from a gender perspective. The character chosen, played by the comedian actor Diego
Capusotto in his contemporary TV show Peter Capusotto y sus videos is the core object of
analysis on which I will reflect upon some key questions that will guide the inquiry for this
paper: how can a character from the 60s inspire a diametrically opposed version in 2010; what
Fecha de recepción: 17 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 15 de febrero de 2013
1
Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Dra. en Cs. Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA),
Docente-Investigadora de la misma Universidad en la Carrera de Comunicación, en el Seminario de Cultura
Popular y Cultura Masiva, Cátedra Alabarces y miembro de la Dirección de Análisis, Investigación y Monitoreo
de la Defensoría del Público, Argentina.
[email protected]
PUNTO GÉNERO / 47
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
kind of added-value is given to this long term parody; how is the fictional and the real character placed with regard to the social and moral values as well as to the feminine demands;
what are the implications of the grotesque quality acquired by the character when played by
a maletransvestite performer? Bearing in mind these questions, the present paper will aim to
focus on the aesthetic mechanisms of the humour resources such as parody, satire and irony
because it is in this field of research I have been working in.
Key words: women - humorous transvestism - parody - satire - grotesque.
INTRODUCCIÓN2
¿Por qué no ponen en discusión las mujeres la soberanía masculina?
Simone de Beauvoir, 1949
(ed. 1999: 20)
El desarrollo y la difusión de la temática de género, en las Ciencias Sociales y en
el campo de la Comunicación y la Cultura, es un espacio que se ha ido consolidando
de modo progresivo; presentando en el caso argentino, un intenso desarrollo en los
últimos cinco años como campo de producción de conocimiento académico con
proyección política. El crecimiento de la reflexión y de la militancia en la reivindicación de los derechos de las mujeres ha venido creciendo y, sin ninguna duda, ha
puesto en ejercicio lo que en el planteo de Simone de Beauvoir era una pregunta
que instalaba, al mismo tiempo, un legado y una misión que se ha mantenido viva,
multiplicándose sobre distintos ejes de disputa simbólica, investigación y debate
político.
En el plano académico, y específicamente desde el campo de la Comunicación
y la Cultura, la reflexión desde perspectivas de género se ha multiplicado –al menos
en el ámbito argentino– en diversos y creativos trabajos que, tomando por objeto
de análisis productos mediáticos, han actualizado las preguntas sobre los modos de
representación femenina, roles de género, sobre las intersecciones entre consumo
cultural, identidades y placer; entre identidades y prácticas sexuales; en definitiva, entre
feminidades y masculinidades en un profundo proceso de redefinición.
En continuidad con ese orden de cosas, el presente artículo se propone trabajar
sobre un personaje humorístico de la televisión argentina llamado Violencia Rivas,
interpretado por el actor Diego Capusotto, en el programa dirigido por Pedro
Saborido, Peter Capusotto y sus videos (2006-2010 y 2012, canal 7). Lo interesante de
detenerse a reflexionar sobre este personaje radica en la condensación que ofrece
en un doble sentido. Por un lado, porque se inscribe en una tradición larga de
transformismo cómico que se repondrá brevemente y, por otro, porque actualiza en
2
El presente trabajo se inscribe en el marco de las tareas de investigación posibilitadas por una beca Posdoctoral
otorgada por Conicet y además forma parte de los proyectos que, con sede en el Instituto de Investigación Gino
Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y dirigidos por Pablo Alabarces, son financiados por UBACyT
y el FONCYT.
48 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
su discurso una crítica a los mecanismos de sujeción que pesan sobre las mujeres,
pero también sobre el resto de la sociedad, trascendiendo así hacia una aguda sátira
social contemporánea. Para el público argentino el nombre de Violencia Rivas instala
una semejanza paródica con el pseudónimo de Violeta Rivas que había adoptado
la joven aspirante Ana María Adinolfi para cantar en El club del clan, programa de la
televisión argentina emitido durante 1962 y 1963 por canal 13 y patrocinado por
RCA (Radio Corporation of America). Para favorecer la comprensión por parte del
público no local, que desconozca el entramado mediático argentino en el que el
personaje de Violencia Rivas surge y se desarrolla, la descripción será el eje desde
donde se derivará el análisis.
Además de reconstruir aspectos clave que permitan contextualizar al personaje elegido, cabe señalar que, al tratarse de un personaje humorístico femenino
interpretado por un actor varón, fue necesario dar lugar a nociones y discusiones
conceptuales que vienen del campo de los estudios sobre el humor y lo cómico.
Asimismo, aclarar que trabajo sobre el análisis de los sentidos que convoca un
personaje humorístico, sirve para anticipar que se verán alterados muchos de los
sentidos mediáticos cotidianos, entre los cuales el más alterado es el uso del lenguaje
correcto recurriendo, por el contrario, a un lenguaje descaradamente grosero que
me veo en la necesidad de reproducir para que las descripciones y transcripciones
guarden una continuidad representativa con el original tono humorístico del personaje. Definitivamente, lo que interesa y justifica la reproducción del lenguaje soez3
del que se sirve este personaje, aun cuando sea poco frecuente y apropiado para
el registro académico, es demostrar cómo en su desborde rabioso y blasfemador
Violencia Rivas da lugar en su ficción a cierta agitación simbólica feminista, al mismo
tiempo que los trasciende, para inscribirse con un mismo grito en una sátira plena
que denuncia la estafa a la que los públicos de hoy estarían sometidos por parte de
las industrias de infoentretenimiento.
En el mismo orden de aclaraciones, me gustaría destacar que el personaje de
Violencia Rivas se inscribe en una larga tradición de personajes femeninos, cómicos y
televisivos interpretados por varones travestidos. Al respecto, me gustaría detenerme
y mencionar a Doña Porota, encarnada por Jorge Luz4 y a La abuela, interpretada por
Antonio Gasalla, para mencionar el más emblemático de todos sus personajes femeninos.
3
4
Partimos de considerar que “hay una osadía en el humor que resulta del abandono lúdico de la creación y de
la laxitud de cualquier límite represivo, en busca del placer risueño” (Vázquez Prada, 1976: 129). En el uso de
términos groseros es posible distinguir una utilización discriminatoria y otra que lleva implícito la denuncia
(irónica) de ese uso, la direccionalidad de las expresiones soeces se define según el contexto y la tendencia
más amplia en la que se ubican. Creemos, sin embargo, que en el caso de este personaje la procacidad chistosa
y la picante desvergüenza de los gestos, la exagerada pronunciación de algunos términos guarangos, tienen
que ver más con la tarea del humor de remover las censuras represivas (ocultas bajo el traje de corrección
política y buenas costumbres), que con una posición chabacana (reproductora de mecanismos degradantes
y discriminatorios).
Quiero informar el fallecimiento del actor Jorge Luz, el 15 de julio de 2012 a sus 90 años de edad, en la ciudad
de Buenos Aires y que su mención en este trabajo sea un homenaje a su trayectoria y su legado.
PUNTO GÉNERO / 49
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
Figura 1
DOÑA POROTA, JORGE LUZ
Fuente: Youtube.
Figura 2
ABUELA, ANTONIO GASALLA
Fuente: Youtube.
Jorge Luz es parte de la tradición de actores cómicos que se iniciaron en la radio
y luego pasaron a la televisión5. Para la memoria de los televidentes argentinos, el
personaje de Doña Porota aparece con Los cinco grandes del Buen Humor en la radio
de la década del 40 y en la televisión aparece inevitablemente asociado al personaje
de La Tota, interpretado por el actor cómico Jorge Porcel, en La Pensión de la Porota
(1990, canal 11) y en La Piñata (1994, canal 11). Bajo el atuendo de Doña Porota, Jorge
Luz encarnaba a una estereotipada vecina de origen español. De modo pintoresco,
este personaje cometía errores de pronunciación, conjugación y alteraciones semánticas que iban dando ocasión para la risa. El sketch que protagonizaban Jorge Luz
5
En continuidad con las a tres corrientes del humor televisivo inauguralmente identificadas por Oscar Landi (1992)
en su trabajo sobre Alberto Olmedo –actor cómico argentino (1933-1988)– es posible identificar, al menos, cuatro
generaciones de humoristas en la historia televisiva del país: los que comienzan en la televisión entre 1960 y 1970,
ellos son amateurs y vienen de las ferias callejeras, los circos y la radio; la segunda generación entre mediados de
los 70 y 1986, instala un humor notable anclado en el equívoco sexual; la tercera generación se fortalece entre 1983
y 1996, se trata de actores del café-concert, con un humor ácido y grotesco, su mayor representante fue Antonio
Gasalla. La cuarta generación que comprendería al actor Diego Capusotto junto con Alfredo Casero, Fabio Alberti
y Mex Urtizberea, para nombrar los más reconocidos, tiene su origen en lo que se conoce como el nuevo teatro
argentino o under de los 80, e ingresaron a la televisión en 1992 con el programa De la cabeza (Canal 2).
50 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
y Jorge Porcel, ataviados como La Porota y La Tota, respectivamente, contaba con
una escenografía que imitaba el patio interno de las antiguas casonas de la ciudad
de Buenos Aires, devenidas en conventillos o pensiones. En la ficción que proponía
este sketch, los actores representaban a dos vecinas de barrio que conversaban sobre
cosas diversas mientras hacían alguna otra tarea: tejer, bordar, tomar mate, cocinar o
jugar a las cartas. Las conversaciones sobre diversos temas, por ejemplo, recordar las
salidas al cine de cuando eran muchachitas, iban entretejiéndose con chistes y otras
apreciaciones cómicas de carácter costumbrista. Sin necesidad de extenderme en
mayores detalles, me interesa destacar que, mientras en Porcel la caracterización se
volvía cómica por reconocer su monumental cuerpo debajo de floridos vestidones
con los que “hacía de Doña Tota”; Jorge Luz, daba a La Porota una personalidad verosímil en el que el atuendo femenino se complementaba con una actitud y una voz
de contundente realismo. La voz de La Porota, el estilo de su discurso, con errores de
construcción, conjugación y malas pronunciaciones; lleno de supersticiones, remedios
caseros y anécdotas familiares, era de una autenticidad equiparable al personaje de La
Abuela, interpretada por Gasalla. Ambos personajes –como se puede apreciar en las
Figura 1 y 2–, al combinar una actitud corporal amalgamada con un disfraz y una voz
igualmente convincente, logran una presencia rotunda, y me interesaba mencionarlos,
porque es posible decir lo mismo de la composición de Violencia Rivas. Este personaje
agrega la novedad de tener una doble representación, como mujer joven y como una
mujer ya madura. Esta estrategia responde al formato del sketch que imita el registro
documental en el que se entrevista a un personaje que recuerda, desde el presente,
su trayectoria artística, ilustrada por fotografías y tapes televisivos de archivo apócrifos.
Establecido este formato, una voz en off, imitando a los clásicos locutores televisivos,
anuncia: “Esta es Violencia Rivas. La cantante que a mediados de los sesenta y desde
la Argentina anticipó el punk” (sic, emisión 31-08-2009). A continuación de lo cual se
deja ver a Violencia Rivas en la actualidad; sentada en el living de su casa, bebiendo
un whisky y dispuesta a contar su historia, ilustrada mediante la proyección de tapes
en blanco y negro, que recuperan sus tiempos de juventud en la década de los 60 en
el programa televisivo (ficticio): La barra de la nueva ola juvenil.
De alguna manera, el personaje de Jorge Luz funciona como antecesor del surtido
catálogo de personajes femeninos creados, para la televisión argentina, por Antonio
Gasalla. Este actor comenzó su labor artística en el café-concert de la década del 606,
e ingresó a la televisión argentina a mediados de los 80, durante la transición democrática, instalando un estilo de humor innovador y poco convencional para la época,
especialmente, en el tono irónico, en el volumen –fue el primer cómico argentino que
gritó en cámara a la teleaudiencia– y en el uso de sonoras malas palabras. Recurriendo
a la antigua tradición teatral del transformismo, Antonio Gasalla hizo del disfraz sexual
el eje de su propuesta humorística. Como señaló Beatriz Sarlo (2001) en un brevísimo
ensayo, las mujeres interpretadas por Gasalla son “mujeres monstruosas: maestras ridículas,
6
La denominación de café concert en la década de los 60 surgió de la idea de algunos empresarios como Lino
Patalano que, aprovechando el poder de convocatoria de algunos actores, programó espectáculos en locales
pequeños, sótanos y cafés, cobrando una entrada bastante elevada que incluía una consumición.
PUNTO GÉNERO / 51
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
jubiladas avarientas, burócratas, aristócratas varicosas, nenitas malignas, viejas lelas,
viejas estiradas y plegadas por la cirugía, viejas malditas, stars bobas, vedettes” (78).
En un trabajo anterior (Moglia, 2006)7, me pregunté si los personajes cómicos
creados por este actor y difundidos por la televisión, subvertían o reforzaban ciertas
convenciones tradicionales y poco halagüeñas asociadas al género femenino. Al reparar
en el funcionamiento de la estética grotesca8 perceptible en el diseño y pretensión
cómica de varios de sus personajes, concluí que las monstruosas mujeres de Gasalla,
eran personajes que se inscribían fuertemente en la tradición del teatro grotesco y que,
de ese modo, la elección del disfraz femenino fue para el actor cómico una apuesta
creativa y no la actuación de un signo estigmatizado del género. Más tarde (en el
2010), en una entrevista con el actor, le pregunté por qué la producción personajes
femeninos había sido tan amplia, a lo que respondió:
“La cosa no empieza de una sola manera, cuando yo empiezo a hacer un personaje
aparece un poco de todo, para mí hay muchos personajes raros antes que las mujeres,
lo del bife, una vaca, una muñeca colgada, la estatua de la libertad… las mujeres
aparecen como personajes con temas potentes por detrás: la burocracia [Flora], la
vejez [la abuela], la hipocondría y la desesperación en Soledad, Yolanda y Filomena
que son los extremos [mala y buena], y que van saliendo porque como salió bien la
anterior ahora hago ésta, y además me parece a mí que en los últimos cincuenta
años los grandes problemas le pasaron a las mujeres: desde la libertad de la mujer, los
derechos de la mujer, tomando decisiones, que sale a trabajar, que es la que aglutina
el hogar, que vota, que deja al marido, que quiere adelgazar y estar divina, y hay miles
de conflictos que se cuentan mejor a través de una mujer. Entonces un poco porque
me parece a mí y un poco porque se va dando, aparecen personajes femeninos muy
potentes. Eso no implica el abandono de otros personajes como Cacho, Lautaro, el
ciego, etc. No hay otro motivo en particular. Después, en mí hay una costumbre de
entrar y salir de personajes femeninos que me es natural al venir del café-concert
donde cabe más el tema del travestismo y de hacer un poco de todo” (Entrevista
personal, 27/05/2010).
Los personajes mencionados, La Tota, La Porota, La Abuela, como antecedentes de
Violencia, dan cuenta de los distintos estilos que pueden adoptar las caracterizaciones
femeninas. Sin embargo, todas a su modo, cumplen y se ajustan a “las normas reconocibles de inteligibilidad de género” (Butler, [1990] 2007: 70): visten como mujeres y
repiten en sus parodias roles socialmente asignados a la mujer según la convencional
división sexual del trabajo que, en estas versiones de humor costumbrista, es aludida
con el objetivo de parodiarla.
7
8
Titulado “las mujeres monstruosas de Antonio Gasalla”, con el que participé en las III Jornadas de Reflexión Monstruos
y Monstruosidades convocado Instituto Interdisciplinario De Estudios de género de la facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires.
Etimológicamente el término grotesco deriva del italiano grotta que significa irregular, chocante, grosero, de mal
gusto. Esta noción surge en la historia del arte para designar pinturas ornamentales halladas en Italia a fines del
siglo XV (Ver: Kayser, 1964). En el teatro, el creador que utiliza el grotesco, representa una tercera posición frente
a la realidad, expresa un mundo desquiciado, donde las apariencias están en tensión con el entorno y las reglas.
De ahí, que la estética grotesca pone de manifiesto simultáneamente lo jocoso o absurdo y lo trágico.
52 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
Ahora bien, lo que me interesa pensar es el sentido que subyace en el desvío paródico, en la medida que entiendo que la inversión o exageración humorística puede
fortalecer los mecanismos de sujeción al sistema sexo-género imperante. Si bien el
juego paródico humorístico tiene un marcado anclaje en los estereotipos, estos deben
estar al servicio de una generalización que busca la síntesis y no fijar una regla de
comprensión unívoca (Hodgart, 1969: 8). Precisamente, creo que es el componente
grotesco lo que otorga a la base estereotipada un matiz específico que lo eleva por
sobre la reproducción risueña del sentido común dominante, sobre el signo-mujer.
Estoy retomando aquí un dato central, señalado por David Viñas (1997), en su reflexión
sobre el grotesco en la tradición del teatro argentino. Este autor resalta que la fortaleza
representativa de las figuras grotescas estriba en una particular anomia, son todos y
nadie a la vez. Es decir, son personajes que indistintamente a su condición genérica,
lo que representan es un estado posible de la vida humana según contextos sociales
determinados. Creo que la tradición que va de La Porota de Jorge Luz, hasta llegar a
Violencia Rivas, constituyen una categoría de personajes que corporizan características de
distintos fenómenos sociales, y que su estatuto de fantoche trasciende la identificación
estereotipada de atributos femeninos, al mismo tiempo que les otorga la autonomía
necesaria para decir cualquier disparate.
En los casos mencionados, entonces, el disfraz sexual sostiene a los personajes sin
que esto signifique reforzar los esquemas convencionales sobre el género femenino,
porque la comicidad que despliegan Doña Porota, La Abuela de Gasalla y Violencia Rivas
no está únicamente sustentada por el modo en que aparentan ser mujeres, sino por
el particular punto de vista desde el que enuncian sus ocurrencias cómicas. En este
sentido, podría decir que pesan más otros datos como la vejez y la decrepitud para
el caso de La Abuela interpretada por Gasalla; la condición barrial, de vecindario o de
conventillo que da argumentos a Doña Porota, y el argumento de ser la precursora del
punk en la Argentina de los 60, en el caso de Violencia. El disfraz, entonces, suma una
cuota de grotesco caricaturesco a estos personajes, pero de ningún modo condicionan
el repertorio de situaciones o chistes, sino que es apenas el anclaje estético de una
comicidad paródica sostenida por una versatilidad actoral que hace olvidar que se trata
de actores varones haciendo de mujeres añosas, inquietas, sagaces, inconformistas y
mal habladas.
Precisamente, para correrse de una consideración anclada en el funcionamiento del
disfraz sexual desde el que se ejecuta el personaje de Violencia es que parte importante
de la reflexión estará orientada sobre nociones centrales del universo de lo cómico9,
como son la parodia (Hutcheon, 1993; Jitrik, 2006) y la sátira (Hodgart, 1969; Lukács,
1930). En este sentido, cabe recordar que en la introducción a su trabajo de Beauvoir
(1949) menciona cómo desde la Antigüedad, “satíricos y moralistas se han complacido
en trazar el cuadro de las flaquezas femeninas” (24). Por el contrario, mi hipótesis es
9
En este artículo no se refieren las diferencias entre las diversas variedades de humor, lo cómico y el chiste, sino
que en el marco de la temática sobre la que interesa reflexionar me concentro en la diferencia y contacto entre
parodia y sátira, según los autores mencionados.
PUNTO GÉNERO / 53
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
que este personaje se sirve de cuestiones feministas explotándolas en un sentido que
roza lo misántropo, pero nunca lo misógino. En este sentido, el personaje instala una
ruptura con la tradición satírica que ha tenido a las mujeres como tema. Justamente,
Hodgart (1969) señala que “la sátira basada en las mujeres es un registro cómico de
todo lo que se aparta y constituye una desviación del ideal exigido por el encomio,
y está basada frecuentemente sobre los tres puntos tradicionales de la docilidad, la
castidad y la modestia” (81).
Estos tres puntos tradicionales señalados por Hodgart me permitirán organizar el
análisis del personaje estableciendo una continuidad entre los mismos y sus denominaciones sinonímicas actuales. La docilidad como un rasgo admirable del carácter
femenino ha sido ensalzado como parte de una conducta amorosa naturalizada, primero dirigida especialmente al amor romántico, luego proyectado en la continuidad
familiar por medio de la procreación y de la castidad como mandato inmediatamente
sucesivo. Aunque suene contradictorio, las mujeres reciben el mandato de ser “madres
castas”, lo que supone la separación de las dos posibles dimensiones del acto sexual,
el placer y la posibilidad de la concepción, otorgando a esta última una importancia
mayor en tanto función social y, también, de la subjetividad femenina en relación
con la idea de que la maternidad sería para la mujer una experiencia de completud
(De Beauvoir, 1999: 40). De ese modo, el ejercicio de la sexualidad femenina queda
atrapado en una lógica heterosexual reproductivista, y deslindado de la dimensión del
goce improductivo. Por su lado, la modestia, el decoro y la obediencia, que podrían
aquí considerarse como sinónimos, han devenido en mandatos estéticos y en cánones de belleza, pureza y limpieza; en definitiva, en una norma que se proyecta sobre
la apariencia socialmente aceptable e incluso, deseable10. Como intentará mostrar el
análisis a continuación, Violencia Rivas se encargará de desobedecer cada uno de estos
mandatos habilitada por el dato ficcional que sustenta su sketch, que es el de ser la
cantante argentina precursora del movimiento punk en el mundo.
La apropiación paródica del gesto impugnador del orden social que caracterizó
al movimiento punk11 justifica que Violencia rechace cada uno de estos mandatos
sociales de modo explícito en la lírica de sus canciones. Cabe destacar que pese a
trabajar sobre un personaje creado para la televisión donde la imagen es fundamental
para dar cuenta de la dimensión caricaturesca del personaje, se vuelve evidente cierto
énfasis en la consideración de lo discursivo, incluso en la particularidad que comporta
10
11
Al referirme a una “apariencia deseable” no quiero restringirme únicamente a la perspectiva que considera que
la mujer se ve sometida a los cánones de la moda, desatendiendo que también en ese terreno la mujer puede
poner en juego deseos legítimamente autónomos o, mejor, subjetivos, aun cuando respondan a pautas culturales,
entendiendo que vivimos en una cultura que nos contiene y atraviesa, pero en la que somos agentes de acción
nunca absolutamente determinada (esta aclaración se la agradezco a mi colega y amiga Carolina Justo von Lurzer).
El movimiento punk estalla en Gran Bretaña durante la primavera de 1976 entre los jóvenes de menos de veinte
años que participan de festivales que era la modalidad de difusión del punk hasta la aparición del primer disco
de los Sex Pistols, “Nevermind the bollocks”, en 1977. Así como ese disco es el hito que marca el nacimiento de
este movimiento que se prolongará en bandas como los Clash, Stranglers, Boomtown Rats, las Slits (mujeres),
Siouxie, Tom Verlain y los Ramones, también se considera que la disolución de los Sex Pistols en enero de 1978
marca el fin del verdadero punk (Yonnet, 1988: 131-137)
54 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
el lenguaje procaz. Esto supone retomar uno de los supuestos básicos señalados por
Lamas (1999) a partir del postulado saussureano según el cual “cada lengua ‘mapea’
conceptualmente, divide o clasifica el mundo de maneras diferentes a partir de las
relaciones específicas de los significados y significantes de sus signos” (10). Sin embargo,
lo discursivo cobra en esta parodia su sentido pleno en estrecho vínculo con la imagen,
no solo porque el personaje creado por el disfraz sexual (varón caracterizado como
mujer según los atributos culturales de prendas y accesorios) cobra una dimensión
grotesca que hay que comprender dentro de la tradición de los personajes cómicos
ya mencionados creados mediante tal artilugio, sino porque hay un tratamiento en la
imagen de los sketches que repone toda una atmósfera de los decorados del espacio
televisivo que se vuelven para la audiencia datos visuales reconocibles que remiten a
un género de programas y a una estética de época.
Antes de avanzar en el análisis focalizado según el desvío que el personaje de
Violencia instala con los mandatos sociales identificados como elogio de las virtudes
femeninas según los tópicos docilidad - castidad - modestia, me detendré en ciertas
consideraciones generales sobre la distancia paródica que el personaje de Violencia
instala con el de Violeta Rivas. En primer lugar, ofrezco dos imágenes cuya descripción
me permitirá organizar de modo anclado una serie de datos sobre el programa El club
del clan parodiado en el sketch de Violencia en el programa de Peter Capusotto y sus
videos, para luego avanzar en el análisis comparativo de las letras cantadas por Violeta
y las versiones paródicas de Violencia Rivas y su espíritu precursor del punk.
Considero que la descripción de ciertos procedimientos paródicos y satíricos que
dan cuerpo a un personaje humorístico femenino y ficcional, puede constituir un
aporte diferencial y una proyección productiva al campo de los estudios de género
especializados.
DE VIOLETA A VIOLENCIA
Figura 3
VIOLETA RIVAS
Fuente: Google imagen.
PUNTO GÉNERO / 55
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
Figura 4
VIOLENCIA RIVAS
Fuente: Google imagen.
Las imágenes elegidas me permitirán señalar algunos datos sobre el sentido en el
que se construye la relación paródica entre el personaje original de Violeta Rivas (196263) –Figura 3– y el personaje cómico ficcional de Violencia Rivas (2009-10) –Figura 4–.
La imagen elegida para presentar a Violeta Rivas, corresponde a la tapa de uno de sus
discos, de ahí que la fotografía sea a color, porque hay que recordar que, por entonces, la transmisión televisiva todavía era en blanco y negro, como imita la segunda
imagen capturada de unos de los clips apócrifos con los que el sketch de Violencia
Rivas parodia las tandas musicales constitutivas del programa El club del clan, título
que a su vez está reemplazado en el sketch por el de La Barra de la nueva ola juvenil,
así como se lee sobre el fondo de la misma Figura 4. Además, es posible apreciar el
predomino de las formas esféricas en la decoración y en la tipografía del nombre del
programa, característica que no es aleatoria, sino que repone de modo representativo
al tipo de decoración pop con sutiles rasgos psicodélicos que utilizaba la televisión
de las primeras décadas. Tal como reconstruye Mirta Varela (2005: 135-143) en su libro
La televisión criolla, los escenarios televisivos de la década de los 60 eran una mezcla
ecléctica entre precariedad y pretensión, imitación de brillos y formas pop con rasgos
locales, la misma mezcla se daba a nivel de los ritmos musicales, donde el tango se
intercalaba con canciones internacionales francesas o italianas. Esta escueta referencia
permite señalar, entonces, el cuidado con el que Capusotto y Saborido parodian el
referente televisivo posibilitando que la memoria televisiva de la audiencia ancle en
el reconocimiento de los rasgos estéticos de los inicios de la televisión comercial en
el país, presente no solo en la imitación de los decorados, en el blanco y negro de la
transmisión, sino también en el batido de los peinados y en el corte de los vestidos
que luce Violencia.
Por su lado, volviendo a la tapa del disco en el que se ve a Violeta, me interesa
destacar otras tres cuestiones. En primer lugar, el modo en que se acentúa que se
trata de un “nuevo” lanzamiento. El éxito en audiencia del programa televisivo se
traducía en seguras ventas de los tres discos promedio que por año lanzaba la RKO
56 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
Viktor, copando de ese modo la oferta musical en radios y fiestas juveniles del fin de
semana; nótese también que bajo el título del álbum Besos de Papel se mencionan
los hits que contenía el vinilo. Si bien estoy refiriéndome a un fenómeno musical
argentino, es posible considerar que se trataba de un fenómeno extendido en las
prácticas y consumos juveniles de la región. Programas televisivos, géneros musicales, modas y prácticas culturales comienzan por esas décadas a consolidar el
terreno de la “juvenilidad”, como signo unificador y despolitizador de la juventud,
como si se tratara de un estado universal de transición hacia la vida adulta ajeno a
los condicionamientos de clases; según lo propone Michele Mattelart en su trabajo
“El conformismo revoltoso de la canción popular” (1974). El último dato de la tapa
del disco que me queda por destacar es que debajo del nombre de Violeta Rivas
aparecen los nombres de los compositores de las letras y los arreglos musicales, ya
que los jóvenes protagonistas del programa eran en la mayoría de los casos solo los
intérpretes de las canciones con excepción, por ejemplo, de Palito Ortega y Chico
Novarro, por nombrar dos de los cantantes más destacados por lo perdurable de su
trayectoria. En general, las letras eran traducciones de canciones extranjeras o propuestas por los ideólogos del programa, Dino Ramos, Oscar Toscano y el ecuatoriano
Ricardo Mejía bajo el pseudónimo de Henry Beccerra, entre otros. Desglosar de este
modo la información contenida en la tapa del disco tiene la función de mostrar el
cuidado con que Capusotto y Saborido construyen su personaje, porque Violencia
va a mencionar en uno de sus episodios a “Dino Garmendia” como uno de los responsables de las letras de las canciones que se cantaban en el programa ficcional
La barra de la nueva ola juvenil, y lo va a hacer de la siguiente manera:
“Todas estas canciones juveniles eran compuestas por este tipo [se muestra una fotografía de un señor de prolijo bigote, traje y corbata], se llamaba “Dino Garmendia”
tenía cincuenta y cuatro años y tres matrimonios fracasados y escribía temas como
“Me gusta mi vecinita” y “Quiero verte a la salida del colegio”, o sea, un mentiroso o
un perverso por encargo. Por eso yo que tenía diecisiete años y recién salía del colegio
pedí que me dejaran cantar un tema mío. Mi estilo pre-punk ya se comenzaba a ver”
(sic, emisión 6-9-2010, Peter Capusotto y sus videos, canal 7).
En oposición a esta lógica de producción mercantil de temas destinados para la
juventud, Violencia, como ella misma anuncia en el ejemplo citado, va a explicar que
ella componía sus propias letras y también va a mencionar cómo algunas de sus canciones habían sido compuestas especialmente para el lanzamiento del disco para la
temporada primaveral o para los festejos de fin de año del programa.
Según la definición, la parodia es una obra que toma en broma otra, “sirviéndose de
las mismas expresiones y de las mismas ideas en un sentido ridículo o malicioso” (Jitrik,
2006:8). Efectivamente, Violeta Rivas fue una cantante juvenil que logró popularidad
en el programa El club del clan, cuya estructura, según reconstruyen las crónicas de la
época, presentaba a un grupo de jóvenes amigos que actuaban en breves sketches y
cantaban los ritmos musicales de la época, que iban del twist al bolero pasando por
el tango y ciertos ritmos caribeños bailables que, en conjunto, conformaban lo que
se conoció como la nueva ola musical, de carácter juvenil, pero más moderado que
PUNTO GÉNERO / 57
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
el rock and roll. De ahí que el personaje de Violencia hable de su participación en un
programa paródicamente titulado La barra de la nueva ola juvenil.
El club del clan fue un exitoso programa musical, se transmitía los sábados a las
20.30 horas y contaba, según los datos de la época, con cincuenta y cinco puntos de
rating. Cabe mencionar también, que de ese programa surgieron figuras como Palito
Ortega12. La impronta musical y estética allí delineada trascendía la oferta televisiva,
de hecho, se lanzaban tres discos al año con los temas cantados en el programa que
se constituía, entonces, en una plataforma de lanzamiento de ídolos juveniles. Este
grupo de jóvenes era reclutado por la industria y lanzados a una fama efímera. Según la
visión apocalíptica de Violencia Rivas “éramos un seleccionado de pelotudos” (sic, emisión
6-9-2010, Peter Capusotto y sus videos, canal 7).
Entre el original programa El club del clan, en el que participó Violeta Rivas cantando en castellano canciones de las italianas Mina y Rita Pavone y el ficticio programa
que el relato de Violencia Rivas refiere La barra de la nueva ola juvenil, hay una relación
de intertextualidad que es fundamental y constitutiva de la parodia, pero lo que me
interesa destacar en este artículo es la direccionalidad con la que Diego Capusotto
y Pedro Saborido construyen esta parodia. Con este fin, transcribo a continuación la
presentación que los autores hacen de su personaje.
Con apenas dieciséis años, Violencia Rivas debutó en La Barra de la nueva Ola Juvenil,
éxito de canal 9 de mediados de los años sesenta donde, en clara competencia con
el exitoso Club del Clan, se presentaba una troupe de cantantes jóvenes, una versión
familiar y lavada de un nuevo estilo musical, sin el salvajismo ni la transgresión que
el rock and roll en vías al hippismo llevaba en su simiente (Peter Capusotto y sus
videos. El libro, 2009: 21).
Como se ve, los autores del sketch evidencian el lazo paródico con el programa El
club del clan, en el sentido en que lo mencionan, retoman su formato y un personaje a
partir del cual desplegarán un procedimiento especular irónico y grotesco. Siguiendo a
Jitrik (2006), “la especularidad, a partir de una expectativa de imitación o de identidad,
crea una distorsión denominada paródica que en algunos casos es condición del grotesco” (13). Efectivamente, si como describe Mirta Varela (2005) Violeta Rivas “era rubia,
de rostro redondo, sonriente y encantadora” (137), Violencia Rivas desde la actualidad es
su reflejo deformado y grotesco: despeinada y algo alcoholizada, Violencia se coloca en
las antípodas de las stars televisivas hegemónicas de nuestra televisión (por ejemplo,
12
Palito Ortega es el pseudónimo artístico de Ramón Ortega, cantante y actor durante la década de los 60 y
70, gobernador de la provincia de Tucumán entre 1991 y 1995 durante la presidencia de Carlos Saúl Menem
y senador entre 1998 y el 2000. En el ámbito del entretenimiento televisivo y cinematográfico su producción
puede ser identificada como de estilo trivial, festivo y convencional en su propuesta estética, tanto actoral como
musicalmente. En tanto representante paradigmático de la cultura televisiva de la década de los 60-70 Ramón
“Palito” Ortega ha sido también parodiado en el programa de Peter Capusotto y sus videos por el personaje de
Bombita Rodríguez. Este personaje es de una inteligencia paródica inédita en el país, porque por medio de un
personaje cómico se proyecta una mirada retrospectiva sobre el peronismo.
58 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
Mirta Legrand y Susana Giménez) que intentan por medio de cirugías, tinturas y hasta
trucos de cámara prolongar una juventud que ya no tienen.
Contra la docilidad, la castidad y la modestia: ¡Violencia!
Continuando con la misma estrategia comparativa con la que opuse las imágenes, y en función de avanzar sobre los rasgos de estilo y el sentido de los versos
que estructuraron las canciones de Violeta Rivas y el modo en que Violencia Rivas
propone una inversión paródica de estos sentidos, daré lugar a la transcripción
de algunas de sus líricas. De acuerdo con los tópicos escogidos voy a transcribir
tres letras que cantaba originalmente Violeta Rivas, para luego transcribir las letras
paródicas escritas por Diego Capusotto y Pedro Saborido para el personaje de
Violencia Rivas.
Violeta Rivas, cantaba: “Qué suerte” (Palito Ortega - Chico Novarro): “Qué suerte que
tengo / una madre tan buena / que siempre vigila / mi ropa y mi cena / Qué suerte
la vida / que corre en mis venas/qué suerte que hay noches / de luna serena. Qué
suerte / Que esta noche voy a verte. Qué suerte mi padre / callado y sereno / qué suerte
saberlo / tan justo y tan bueno / Qué suerte la paz / qué suerte la escuela / qué suerte
escuchar / la voz de la abuela. Qué suerte / Que esta noche voy a verte” (disponible
en el cancionero del sitio oficial www.violetarivas.com.ar).
Violeta Rivas, cantaba: “Canción de una esposa triste” (Carlos Alegría-Juan Carlos Gil):
“Los niños ya se fueron a dormir /quiero que hablemos. No trates de evitar la situación/como otras veces…/Si crees que no sé qué pasa en ti/no me conoces/recuerda
que una vez/ me amaste igual/como hoy la amas. No intentes inventar explicación/
no es necesario, /ni es culpa tuya si tu corazón /ya no me quiere” (disponible en el
cancionero del sitio oficial www.violetarivas.com.ar).
Violeta Rivas, cantaba: “El baile del ladrillo” (Traducción del tema - Il ballo del mattone, de Rita Pavone): No seas tan celoso, si con otro bailo el twist, y no estés furioso, si
con otro bailo el rock / si a ti, a ti, a ti calmarte es muy sencillo, bailando el baile del
ladrillo/ Oh, no quiero tu enojo, si con otro bailo el twist / Yo te quiero tanto y tanto, ni
yo misma sé cuánto y por eso es castigo, cuando gritas si yo bailo con quien sea y no
es contigo (disponible en el cancionero del sitio oficial www.violetarivas.com.ar).
La posibilidad de apropiación irónica de las letras de estas canciones resulta
claramente perceptible en la medida en que reproducen un ideal femenino mítico
estrechamente identificado con una conducta amorosa, celebratoria de la vida, de
la familia, del celo masculino como expresión de amor, de la renuncia femenina en
función del cuidado de los hijos dormidos, como se lee en la Canción de una esposa
triste. Como se verá, mediante la parodia, las canciones de Violencia ponen en tela
de juicio todas estas cuestiones poniendo en evidencia y con sorna toda una política de representación (Hutcheon, 1993) que no pertenece únicamente a un pasado
con el que se establece un distanciamiento irónico, sino que con el argumento de
parodiar un viejo formato televisivo musical: el personaje de Violencia compone una
creativa sátira actual.
PUNTO GÉNERO / 59
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
“Profesores asesinos, que perforan tu cerebro, para convertirte en un muerto que trabaja, es la tarea del maestro, uhhh. Educarse es una mierda, educarse es una mierda,
educarse es una mierda, uhhh por qué perder tiempo estudiando, si todo se hunde y
ya no hay futuro” (Fuente: http://youtu.be/mPJCLf4W9H0).
“llegan las fiestas y la familia se reúne por la inercia de mantener la tradición, todos se
odian y hasta se envidian y por pura hipocresía vinieron a la reunión. En estas fiestas
lo que más deseo es hacer a mi familia brindar con meo, sería mi venganza por tanta
falsedad, mear la sidra y hacerlos brindar” (Fuente: http://youtu.be/rl_w3SRr97Y).
“Tengo que estar bella, si te quiero agradar, pero la belleza es un parámetro social…
¿Por qué tengo que estar linda, para tenerte de novio? Si vos y todo el mundo sólo
me generan odiooo… No me depilo las axilas, la belleza es una pauta de esta puta
sociedad, no me depilo, ni hago dieta, quiero estar fea, hecha una cerda, ser espejo
de tu mierda” (Fuente: http://youtu.be/aEyMAxH48bQ).
“Que gustas de mí, me dices como un niño, quieres darme amor y darme tu cariño,
pero eso es un verso, el que habla es tu palo, no creo en el amor de ningún ser
humano. Metete tu cariño en el culo, metete tu cariño en el culo, no quiero tu amor,
ni el de otras personas, el amor es un error de nuestras hormonas, el amor es un error
de nuestras hormonas” (Fuente: http://youtu.be/yFctaEJuH_0).
“Hoy conocí a un chico que con muchas chicas sale, lo tratan como a un campeón
por sus hazañas sexuales… Si una chica hace lo mismo y con muchos chicos goza,
socialmente se la señala reventada y viciosa, [se levanta el vestido y se ve un exagerado pubis peludo] hoy mi vagina pide igualdad con muchos hombres me quiero
acostar, hoy mi vagina pide libertad con muchos hombres quiero gozar” (Fuente:
http://youtu.be/yVA9u1yByn4).
La ironía con la que se recrea a la joven Violeta Rivas y se la reemplaza por Violencia
Rivas es resultado de una operación paródica diacrónica, que da lugar así a una “dialéctica de la memoria en el espíritu del lector” (Hutcheon, 2006: 39). Siguiendo a Linda
Hutcheon (ídem) –que retoma esta noción de Rifaterre–, este tipo de parodia diacrónica
o de largo plazo, consiste en una relación intertextual que estructura una similitud al
mismo tiempo que activa y promueve la diferencia entre ambos textos. Esta diferencia
está sustentada en una distancia temporal que, por un lado, activa inevitablemente
una “memoria genérica” (Genette, 1989) que permite captar la diferencia, sustentada
en la distancia temporal, de una memoria histórica satírica en lo que respecta a las
políticas de representación más amplias y propias de ese momento histórico, como es
el caso del estereotipo de la joven esposa. Según Varela (2005), “la joven esposa es uno
de los personajes más típicos de la pantalla de los sesenta” (137), de ahí que Violencia
invierta la candidez de la original Violeta sobre el amor en los límites del noviazgo y
el matrimonio.
En las dos últimas letras, la interpretación y simbolización de las diferencias sexuales
como elemento constructivo de las relaciones sociales se vuelven un eje evidente. Pero
sin embargo, la simbolización cultural de la diferencia sexual no es el único argumento
que organiza la parodia de Violencia, sino que hay un segundo orden por el que el sketch
60 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
deviene en parodia satírica. Como señalé al comienzo, el sketch reproduce el formato
de entrevista a una personalidad del mundo del espectáculo que repasa su pasado,
mediante tapes, clips y fotos. Cuando luego de la proyección de los videos musicales
Violencia retoma la palabra para explicar el motivo por el que escribió la canción, es que
aparece el segundo nivel que concluye en un desborde satírico. A continuación transcribimos tres de los comentarios de Violencia sobre las últimas canciones referidas, y me
gustaría destacar que mientras avanza en la expresión de su opinión su tono de voz se
va elevando hasta concluir a los gritos y acercando su rostro a la cámara.
– Ya en esa época yo empecé a darme cuenta que los códigos de la belleza son
un montón de reglas, con la que condenan y etiquetan a la gente según su aspecto y los hacen vivir pendientes de la mirada de los demás, y de esa manera
¡los tienen esclavos de las modas, las dietas, el gimnasio y todo eso para que
no nos demos cuenta que llevamos vidas de mierda! (Fuente: http://youtu.be/
aEyMAxH48bQ).
– Como ven, yo cantaba contra el matrimonio, esa forma de control social que
lleva a las personas a seguir reproduciéndose y ser funcional a este sistema ¡¡en
el que uno se condena por tener hijos, que no son más que una consecuencia
de una noche de desborde hormonal!! (Fuente: http://youtu.be/yFctaEJuH_0).
– Con esta canción yo quería expresar mi deseo de libertad sexual, porque al sexo
se lo reprime mucho, se lo esconde, se lo muestra de a poco, culo en la tapa de
revista, culo para que veas un programa, culo para venderte tapas de empanada,
¡¡y mostrándote todos esos culos inalcanzables te meten en la cabeza el deseo
de tener lo que no tenés, desear lo que no necesitas y así tenerte colgado de
las tetas de esa vaca de donde sale toda la mierda de esta sociedad!! (Fuente:
http://youtu.be/yVA9u1yByn4).
Retomando la idea de Hutcheon (1993), sobre la capacidad de la parodia posmoderna para hacer una lectura no nostálgica del pasado televisivo, en tanto reservorio
iconográfico ampliamente compartido por una sociedad, Violencia Rivas instala una
parodia que, como vengo señalando, tiene al menos dos niveles. Por un lado, como
resulta evidente luego de la lectura de las letras, estas instalan una inversión radical de
las letras originales, celebratorias del estado de cosas: la escuela, los padres, la abuela, la
infidelidad masculina. Por medio del distanciamiento y la inversión paródica, Violencia,
en las letras de sus canciones arremete contra la educación castradora, contra la familia
y su hipocresía, contra el amor romántico y contra el comportamiento casto que se le
exige a la mujer, lo mismo que la actitud protectora respecto de sus hijos (dormidos).
Sobre esta última cuestión referente a la maternidad, el personaje de Violencia presenta una singularidad que cabe atender, aunque sea brevemente. Según la estructura
del sketch, como ya dije luego de pasar los clips, Violencia sufre un progresivo ataque
de ira frente a la cámara, es en ese momento mientras ella grita, que desde el afuera
de cámara se oye una voz en off que dice: −“¡Pero, mamá!”; acto seguido, Violencia
responde a esa intervención, con respuesta del siguiente tipo:
PUNTO GÉNERO / 61
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
[Voz en off de la hija: –¡Pero Mamá!] –Qué te pasa, estúpida, encuestadora, vení a
preguntarle a esta a ver si te responde no sabe / no contesta. ¡¡¡Veniiii!!!. [Vuelve ya
recuperada] –Es mi hija, la socióloga, que empezó a estudiar para cambiar la sociedad y ahora trabaja haciendo encuestas de mercado, generando información para
que nos sigan sometiendo con las telenovelas, los programas de entretenimiento,
[va subiendo el tono, se viene el exabrupto final] y las series llenas de romances y
aventuras y ¡todas esas emociones, artificiales que todos consumimos a través de los
medios porque no podemos encontrarlas en nuestra vida, en nuestra propia vida triste,
gris y oscura amparada por la mediocridad de esta civilización idiota! [y estalla, se
acerca a la cámara y grita:] –¡SUICÍDENSE! (Fuente: http://youtu.be/n8Tdnvhlbgk).
Puedo aquí dar por completa la presentación del personaje de Violencia Rivas. Como
se desprende de los ejemplos, lejos de ser una parodia condicionada únicamente a
la inversión grotesca de una personalidad de la tradición televisiva y musical argentina, se puede entrever por qué es posible considerar que este personaje femenino
constituye una parodia múltiple al entramado mediático de la televisión y la música, y
cómo desde ahí arremete contra la política, los principios morales convencionales y las
profesiones liberales. De este modo, y a partir de la excusa ficcional de ser la precursora
del movimiento punk desde la Argentina, dato que de alguna manera da sustento a
su discurso “antitodo”, el personaje de Violencia Rivas redunda en una parodia satírica
que atiende tanto al contexto de las representaciones pasadas como al contexto
cultural actual. Al entender con Lukács (1930) que la sátira es resultado del contraste
de la realidad con el ideal, de “lo dado” con lo que “debería ser”, el protagonista de
la sátira al encarnar la experiencia de esa incompatibilidad entre el orden ideal y el
estado comprobable de cosas, es posible entender, como ocurre con Violencia, que “el
protagonista de la sátira degenere fácilmente en un despotricador antisocial” (Hogardt,
1969: 126). Y ese espíritu misántropo es acentuado en Violencia, porque en él incluye
a su propia descendencia. Me resta decir, entonces, que para Violencia sus hijas son
agentes funcionales al sistema: la psicóloga, porque ayuda a sobrellevar los problemas
a quienes son explotados y a explotar sin culpa a los que son explotadores; la maestra
jardinera, porque adoctrina a los niños para que se adapten mansamente al sistema; a
la socióloga, porque sus encuestas contribuyen con datos a renovar el control13 y, así,
va presentando y atacando a cada una de sus hijas con argumentos que desde una
furia ficcional y satírica, está señalando la sumisión conformista a lo socialmente dado:
el entretenimiento frívolo, la educación funcional al orden vigente, el ocio regulado y la
productividad económica sostenida a base de terapias y analgésicos compensatorios.
Finalmente, el personaje de Violencia Rivas es uno de los personajes más potentes
en su componente satírico de la producción de Capusotto y Saborido, cuya lógica
creativa tiene que ver solo en una primera instancia con ser-mujer, porque lo que en
realidad subleva al personaje es el orden social en su conjunto, de ahí que la parodia
al punk como movimiento de protesta es funcional a la sátira cuya materia es siempre
13
Las citas sobre el modo en que Violencia se refiere a las profesiones de sus ficcionales hijas están recuperados según
el compilado disponible en el sitio web dedicado al personaje http://www.violencia-rivas.com.ar/ (consultado
10-05-2012).
62 / PUNTO GÉNERO
Mercedes Moglia
la vida social y sus convencionalismos injustos (Hodgardt, 1969). El sketch de Violencia
Rivas arremete contra esos convencionalismos, sus sentidos restrictivos y, como buen
fantoche grotesco y satírico, instala la sospecha de que el orden dado no es el mejor
de todos los posibles14.
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Judith ([1990] 2007): Cap. 1 El género en disputa. El feminismo y la subversión de
la identidad, Barcelona: Paidós.
Capusotto, D. y Saborido, P. (2009): Peter Capusotto y sus videos. El libro, Sudamericana,
Buenos Aires, Argentina, pp. 21-25.
De Beauvoir, S (1999): El segundo sexo, Ed. Sudamericana, Argentina.
Hodgart, Matthew (1969): La Sátira, Editorial Guadarrama, Madrid.
Hutcheon, Linda (1993): “La política de la parodia postmoderna”, en Revista Criterios
edición especial de homenaje a Bajtín, julio, La Habana (pp. 187-203).
Hutcheon, Linda (2006): “Ironía, Sátira y Parodia. Una aproximación pragmática a la
ironía”, en Poétique. Revue de théorie et d’ analyse littéraires. Nº 46, París, abril, 1981.
Traducción de Elsa Noya y Alba Paz Soldán, para la Cátedra de Literatura Latinoamerica
II, FFyL, UBA.
Jitrik, Noé (2006): “Rehabilitación de la Parodia”, en Para leer a la Parodia, Cuadernos de
la Cátedra de Literatura Latinoamericana II, FFyL, UBA, Buenos Aires.
Kayser, Wolfgang (1964): Lo grotesco: su configuración en pintura y literatura, Ed. Nova.
Lamas, M (1999): Usos, Dificultades y Posibilidades de la categoría género, Papeles de
Población, julio-septiembre, n 1, Universidad Autónoma del Estado de México,
Toluca, México, pp. 147-178.
Landi, Oscar (1992): Devórame otra vez: qué hizo la televisión con la gente: qué hace la
gente con la televisión, Planeta, Buenos Aires.
Mattelart, Michel (1974): ” El conformismo revoltoso de la canción popular”, en Ideología
y Medios de Comunicación, Amorrortu, Buenos Aires.
Moglia, M (2006): “Las mujeres monstruosas en el humor de Antonio Gasalla”, comunicación presentada en III Jornadas de Reflexión Monstruos y Monstruosidades,
14
Agradezco las sugerencias recibidas de los evaluadores.
PUNTO GÉNERO / 63
Violencia Rivas. Análisis de un personaje humorístico: una mujer FURIOSA
Museo Roca, Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía
y Letras, UBA, Argentina, Buenos Aires, 3 y 4 de noviembre, 2006.
Sarlo, B (2001): “Lo cómico y lo inquietante del disfraz sexual”, en Tiempo Presente. Notas
sobre el cambio de una cultura, Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina, pp. 76-78.
Varela, Mirta (2005): “El volumen, lo efímero, lo geométrico”, cap. 5 “Modernización estética y de las costumbres”, en La televisión criolla, Edhasa, Buenos Aires, pp. 135-143.
Vázquez de Prada, Andrés (1976): El sentido del humor. Madrid. Alianza.
Viñas, David (1997): Grotesco, Inmigración y Fracaso, Armando Discépolo, Corregidor,
Buenos Aires.
Yonnet, Poul (1988): “Rock, pop, punk”, en Juegos, modas y masas, Madrid, Gedisa,
Colección El mamífero parlante, Serie Mayor.
Imágenes y sitios web consultados
Figura 1: Doña Porota, interpretado por Jorge Luz (recuperado 12-05-2012) fuente
foto video http://youtu.be/QTapD9XIUd4
Figura 2: Abuela, interpretado por Antonio Gasalla (recuperado 12-05-2012)http://
www.google.com.ar/imghp?hl=abuela+gasallaFuentefotovideohttp://youtu.be/
rAKfXYphAew
Figura 3: Violeta Rivas, http://www.google.com.ar/imgres?q=Violeta+Rivas&hl
(recuperado 12-05-12).
Figura 4: Violencia Rivas, interpretado por Diego Capusotto, imagen http://www.
google.com.ar/imgres?q=Violencia+Rivas (recuperado 18-4).
Letras de las canciones cantadas por Violeta Rivas, disponibles en “cancionero”
http://www.violetarivas.com.ar/
64 / PUNTO GÉNERO
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 65 - 80
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la
literatura argentina y en una obra particular, la narrativa
de Silvina Ocampo
Secrets and confessions: reading of lesbian passions in Argentine
literature and in a particular work, Silvina Ocampo’s narrative
Patricia Rotger 1
Resumen
En el marco de una investigación que busca trazar los itinerarios de aparición de la identidad
lesbiana en la literatura argentina, el trabajo traza un panorama general de los modos de representación del lesbianismo y se detiene en las estrategias que se evidencian en cuentos de
Silvina Ocampo a la hora de narrar la emergencia del deseo lésbico.
Algunos cuentos de esta autora enmarcan las historias en los registros confesionales de la
carta o el diario íntimo. Estos géneros menores son propicios para el juego de revelaciones de
pasiones secretas que tienen como protagonistas a mujeres. Me propongo observar cómo la
combinación de silencios y retaceos informativos conforman los secretos del clóset creando
un efecto de invisibilidad de esta identidad.
Palabras claves: sexualidad - secreto - clóset - lesbianismo - invisibilidad.
Abstract
In the framework of a research that seeks to trace the routes of the appearance of the lesbian
identity in Argentine literature this piece of work gives a general overview of the modes of
representation of lesbianism and stops at the strategies that can be seen in Silvina Ocampo’s
stories at the time of narrating the emergence of the lesbian desire.
Some of the tales of this author frame the stories on the records of the confessional letter or diary.
These minor genres are favourable for the game of revelations of secret passions that have
women as protagonists.
My intention is to observe how the combination of silences and lack of information make up
the secrets of the closet creating an effect of invisibility of this identity.
Key words: sexuality - secret - closet - lesbianism - invisibility.
Fecha de recepción: 17 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 15 de febrero de 2013
1
Profesora y Licenciada en Letras, Magister en Sociosemiótica y Dra. en Letras. Docente en la Escuela de Letras,
Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Integrante del Programa
de Género del Centro de Estudios Avanzados (UNC) y directora del proyecto de investigación “Multitudes sexuales:
retóricas y ficciones de género y sexualidad en la literatura”. [email protected]
PUNTO GÉNERO / 65
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
El presente trabajo forma parte de un proyecto que busca trazar un itinerario de
representaciones del deseo lésbico en la literatura argentina. Esta tarea nos conduce
a ejercitar una lectura detenida en los juegos de sentidos implícitos que muestran
los textos. Podemos conjeturar que el trabajo de lectura se redefine de una manera
específica a la hora de querer señalar cómo aparecen estos “raros” afectos en el campo
de las representaciones literarias porque, justamente, el deseo lésbico ha sido siempre
silenciado en nuestra cultura y la literatura pone en evidencia ese silencio.
En efecto, muchas veces el deseo lésbico ha sido construido como secreto y ha
sido confinado al silencio. Gabriel Giorgi afirma que el secreto construye:
“…escenarios, relatos, percepciones que van a otorgar a la homosexualidad su forma
y sus condiciones de acceso a la representación. Hay allí una economía, un conjunto
de reglas que hacen del secreto una estética –condiciones de percepción, reglas de
representación– y una política - construcción de escenarios, de identidades, de marcos
colectivos de significación, etc.” (Giorgi, 2000: 243).
De esta forma, continúa Giorgi,
“…alrededor de las representaciones de la homosexualidad hay un saber del secreto
que se especifica en juegos retóricos singulares, de dificultosa fijación interpretativa, y
cuyo régimen de lectura reclama siempre miradas dobles y movimientos constantes”
(Giorgi, 2000: 243).
Por eso la lectura trabaja en ese espacio borrado por el texto que crea una zona de
sentidos ambiguos e inciertos que no dan nombre a estas identidades pero sí crean
espacios densos de significados implícitos que las rodean, como veremos en algunos
cuentos de Silvina Ocampo.
Un deseo confinado al silencio por lo que tiene de revulsivo en tanto cuestiona los
órdenes establecidos y es indiferente a la autoridad machista2. El lesbianismo no se
reduce a una elección sexual sino a un estilo de vida que socava los cimientos de la
heterosexualidad obligatoria3 y disloca los roles y estereotipos genéricos arraigados
por la cultura falocéntrica. Este impulso subversivo4, que cuestiona los mecanismos de
poder y las coerciones sociales extendidas hacia los modos de vida, ha sido siempre
silenciado e invisibilizado por nuestra cultura. De manera que la literatura ha mostrado
2
3
4
Monique Wittig, referente del feminismo lesbiano de los años sesenta, en su citado trabajo La mente heterosexual
y otros ensayos, plantea la conocida afirmación “las lesbianas no son mujeres”, justamente porque las lesbianas se
sitúan fuera del sistema de intercambio (hetero)sexual y, según Wittwig, “el signo mujer tiene significado solo en los
sistemas de pensamiento heterosexuales y en los sistemas económicos heterosexuales. Las lesbianas no son mujeres”.
Así, las lesbianas están fuera del dominio de los hombres: “Lo que crea a una mujer es una relación social específica
con un hombre, una relación que hemos llamado en otro lugar esclavitud, una relación que implica obligaciones
personales y físicas además de obligaciones económicas… una relación a la que las lesbianas escapan rehusando ser
o seguir siendo heterosexuales” (Wittig, 2006: 112-13).
Adrienne Rich, en Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, denomina heterosexualidad obligatoria “al
complejo de fuerzas a través de las cuales las mujeres han sido convencidas de que el matrimonio y la orientación sexual
hacia los hombres son inevitables, a pesar de ser componentes insatisfactorios u opresivos de sus vidas” (Rich, 1985: 15).
Retratado e historizado en los libros La herejía lesbiana de Sheila Jeffreys y La amante celeste de Rosanna Fiocchetto.
66 / PUNTO GÉNERO
Patricia Rotger
permanentemente estas tensiones sociales traducidas en formas más o menos indirectas, oblicuas y sutiles de contar los itinerarios, fábulas y circuitos deseantes de una
identidad que siempre fue llamada a silencio. ¿Cómo representar entonces aquello
que se oculta? ¿De qué manera se habla y se imagina la figura de la lesbiana en un
mundo que constantemente la niega? ¿Cómo se piensa lo diferente? ¿Qué atributos
se le conceden? En suma, lo que nos interesa indagar es la manera en que la literatura
como máquina de percepción imagina a la lesbiana y cómo construye los sentidos
que se aglutinan en su entorno5.
Inicialmente cuando se trata de observar las distintas representaciones de la lesbiana
en la literatura argentina se puede pensar que es una tarea infructuosa y, a priori, aparece
el vacío de una ausencia anunciada por el silencio continuo al que fue confinada6. Pero
cuando la investigación avanza, advertimos cómo esta figura de improbable aparición
en nuestra literatura va emergiendo en distintos momentos y autores, conformando
toda una serie que de a poco va construyendo los distintos matices de sentido que
toma esta identidad. Muchas veces no se la puede identificar con la claridad de un
carácter identitario, sino más bien como un flujo deseante que señala afectos y pasiones
entre mujeres o con las formas de lo que Adrienne Rich llamó “continuum lesbiano”, es
decir, un conjunto de experiencias, afectos y solidaridades compartidas por mujeres:
“una gama de experiencias ginocéntricas” (Rich, 1985: 23).
De esta manera, y de cara a nuestra literatura contemporánea, podemos rastrear
distintos momentos en los que la narrativa configura y modeliza la figura de la lesbiana:
muestra sus pasiones, sus voces, su erotismo, sus secretos y también sus fábulas, es
decir, las historias que protagonizan, marcando así los itinerarios narrativos imaginados
para esta figura identitaria descentrada y marginal.
5
6
No hablamos de una literatura lesbiana, ni trabajamos sobre escritoras lesbianas, más bien, observamos, en un
campo disperso de textos, su emergencia y recurrencia.
Respecto de las posibilidades de pensar en una literatura lesbiana se puede ver el artículo de Beatriz Suárez
Briones (2008): “A Chloe le gustaba Olivia. Acerca de la identidad y la escritura lesbiana”, en García Rayego y
Sánchez Gómez, Que sus faldas son ciclones. Representación literaria contemporánea del lesbianismo en lengua
inglesa. Barcelona: Egales. En este artículo la autora analiza tres criterios no excluyentes para definir la literatura
lesbiana: la autoría (una escritura lesbiana es la que produce una escritora lesbiana), el tema y la recepción (un
texto lesbiano es el que la lectora lesbiana decide leer como tal).
De hecho, la continua invisibilidad habilita la pregunta:¿existen las lesbianas? Es tal la invisibilidad que se
cuestiona la propia existencia. Esta imposibilidad de ver a la lesbiana es paradigmática en el caso policial
Dolores Vázquez-Wanninkhof que analiza Beatriz Gimeno en Gimeno, Beatriz (2008): La construcción de
la lesbiana perversa. Barcelona: Gedisa. En este libro la autora demuestra de qué manera los medios de
comunicación españoles silenciaron la relación lésbica de Vázquez (acusada del crimen de la niña Wanninkhof )
y la madre de la víctima. Pero luego visibilizan la identidad lesbiana de Vázquez para construirla como única
sospechosa y lo hacen mostrando un alto índice de lesbofobia: le atribuyen perversidad, frialdad y ausencia
de emociones. El caso fue resonante en España y concluyó con la condena (basada en pruebas que después
resultaron falsas) a quince años de prisión para Dolores Vázquez. La acusada cumplió diecisiete meses de
prisión, se descubrió y condenó al verdadero asesino y el ministerio de justicia indemnizó a Vázquez por
lo que consideró un “error”. Mediante el análisis del caso, Beatriz Gimeno demuestra cómo la sociedad, la
prensa y la justicia actuaron con enormes prejuicios lesbofóbicos al juzgar y culpabilizar a Dolores Vázquez
que siempre declaró su inocencia.
PUNTO GÉNERO / 67
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
Sin dudas, a la hora de trazar un recorrido de aparición de la figura de la lesbiana
hay que detenerse en el texto En breve cárcel de Silvia Molloy, novela emblemática de
las relaciones lésbicas que fue publicada en 1982 y que marcó un claro momento de
visibilidad lésbica en el campo de representaciones literarias. Hay un antes y un después
a partir de su publicación en lo que respecta a la composición de mundos narrativos
habitados por lesbianas. La novela de Molloy se presentaba, para ese entonces, como
el primer espacio de irrupción de la sexualidad lesbiana en su plena exposición de
modos afectivos femeninos y agudas sensibilidades puestas al descubierto: la lesbiana
aparecía para mostrar su caudal afectivo y su complejo mundo de pasiones suspendidas.
Lo que se representaba era su mundo íntimo, no tanto los recovecos de un secreto,
nada de ese fatalismo tortuoso, sino más bien los pliegues de su percepción sensible, los tonos conmovidos y fatigados de un amor tan infructuoso como encendido.
Como si fuera necesario humanizar a la lesbiana, como si esa fuera la posibilidad de
su aparición, desnudarla hasta los huesos, mostrar su desgarro de amor y, finalmente,
hacerla escribir: esa es su productividad, parir palabras para investirse de sentidos,
escribir no para buscar sino para encontrarse, escribir no para liberar la imaginación ni
para fantasear sino para ajustarse, para ceñirse a una verdad que despliega en todos
sus matices y se expande a su percepción del mundo.
No volvemos a encontrar este retrato intimista de la lesbiana en ningún otro texto.
Por eso esta novela es paradigmática, porque describió un tono irrepetible, que no
aparece ni en El círculo imperfecto de Alicia Plante ni en Esto no es amor de Patricia
Kolesnicov que son, quizás, las novelas posteriores con las que podría emparentarse.
En ambas novelas se recrean los itinerarios pasionales de protagonistas lesbianas pero
desde otro ángulo, donde las relaciones amorosas responden más a los códigos de
las aventuras pasionales, recortadas sobre un dramatismo más itinerante y fútil, lejos
de aquella subjetividad replegada en los cabildeos demorados de una espera de lo
trascendente.
Es que han pasado más de veinte años entre la novela de Molloy y estas más contemporáneas y el sujeto amoroso ya no es el mismo: si la protagonista de En breve
cárcel se construye desde un legado más humanista y romántico, los personajes de
El círculo imperfecto y Esto no es amor encarnan un escepticismo ya no transformado
en escritura de la espera, que como la protagonista de la novela de Molloy escribe
para mitigar la distancia a la que la somete su amada, sino un escepticismo vital que
se traduce en el trazado más de itinerarios que de intensidades, de pieles más que de
carnes, de búsquedas incesantes más que de angustiosos encuentros.
Hay que pasar a los textos de Dalia Rosetti, Me encantaría que gustes de mí o Durazno
Reverdeciente, para que la lesbiana se divierta un poco, para que pierda esa carga de
intensidades y, finalmente, se encuentre con su estereotipo. Resulta paradójico que
el encasillamiento la libere pero justamente, desde los bordes de una estética kitsch
y popular emparentada con los códigos de la telenovela, la lesbiana se regocija en su
propia intrascendencia, se libera de todos los mandatos y con una inocencia superflua
se entrega a la aventura.
68 / PUNTO GÉNERO
Patricia Rotger
Algo parecido ocurre en La prueba de César Aira, publicada en 1992, donde los
anteriores condimentos también están presentes. Mao y Lenin, las protagonistas, son
también dos aventureras adolescentes muy estereotipadas, pero, en este caso, las
lesbianas encarnan una revolución, un acto de amor, creen en algo y luchan por ello,
distintas de la despreocupada vitalidad de los personajes de Rosetti.
Para pensar a la lesbiana en coordenadas políticas hay que volver atrás en este
breve panorama histórico que no se propone la exhaustividad como tarea sino, más
bien, la construcción de una serie de lectura que dé cuenta de ciertos momentos de
emergencia de la lesbiana en la literatura argentina, y recuperar una novela anterior a
En breve cárcel. Se trata de Monte de venus, de Reina Roffé, publicado en 1976 que fue,
ciertamente, la novela que abrió el juego de representaciones futuras de la lesbiana.
En este caso el derrotero amoroso de la protagonista está signado por la marginalidad
social y los sucesos políticos previos al golpe militar del 76. Esta novela, que mostró con
sencilla naturalidad la sexualidad lesbiana asumida como modo de vida, fue censurada
por la dictadura militar y retirada de las librerías. Seguramente por esta desaparición
forzada, que la convirtió en una pieza difícil de hallar en las bibliotecas, su impacto
cultural fue reducido solo al reconocimiento de pocos especialistas que la reconocen
como pionera en el acto de representar esta identidad marginal.
Tal vez para observar con mayor claridad a la lesbiana, ya no aislada en su fuero íntimo
y desentendida de lo social sino inmersa en su tiempo político, hay que detenerse en
el conocido cuento de Rodolfo Fogwill, “La larga risa de todos estos años”, publicado
en 1983, donde no solo se pueden leer los juegos de violencia como mecanismos
constitutivos de la relación amorosa, sino también como metáforas de la violencia
política ejercida por los militares en la dictadura. Al mismo tiempo, los procedimientos
de escritura dan cuenta de un trabajo de ocultamiento y revelación que busca generar
cierta sorpresa en el lector al hacer evidente recién al final la verdadera identidad de
la protagonista.
Estos ocultamientos y juegos de silencios también se pueden observar en un cuento
de Silvina Ocampo, “Carta perdida en un cajón” publicado en 1959. De manera que
entre ambos cuentos se puede trazar una línea de continuidad en lo que se refiere
a la construcción de la sexualidad como secreto. Si el cuento de Fogwill se vale del
secreto como un efecto narrativo que busca desestabilizar los recorridos de lectura
previstos, el de Silvina Ocampo jamás revela el secreto, más bien lo trabaja desde su
continua opacidad mostrando la densidad de las relaciones pasionales entre mujeres
lejos de ninguna constatación identitaria.
Si retomamos la línea política de esta serie hay que mencionar dos novelas de
Guillermo Saccomanno, La lengua del malón y 77 donde la lesbiana aparece claramente
politizada. En el contexto del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955 y la dictadura del
último gobierno militar, respectivamente, aparecen las lesbianas en tensión con el
peronismo o como guerrilleras de izquierda y, también, nuevamente la práctica de la
escritura. Los personajes de ambas novelas escriben: una lo hará para dislocar la tradición
PUNTO GÉNERO / 69
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
literaria gauchesca y, la otra, para retratar el dilema que suscita la combinación de la
homosexualidad con la militancia guerrillera.
A la presentación de esta serie se le podrían agregar otros textos. Pienso en, por
ejemplo, La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik que aporta toda la pintura de un
imaginario gótico para la figura de la lesbiana: la vida de Erzebeth Bathory, la condesa
que busca rejuvenecer bañándose en la sangre de las doncellas que sacrifica para su
provecho. El vampirismo y la perversidad de Erzebeth escenifican la mácula social
que acompañó la figura de la lesbiana especialmente en el siglo XlX y parte del XX.
Según Beatriz Gimeno los distintos modelos de vampiras aparecen siempre como
depredadoras sexuales. Afirma: “Esta imagen de la lesbiana como depredadora sexual será
una de las más duraderas, omnipresentes y destructivas imágenes del estereotipo lesbiano
en general hasta nuestros días” (Gimeno, 2008: 148).
En efecto, hay una idea de insaciabilidad sexual y de búsqueda de posesión y control que ejercería la invertida sobre otras mujeres que las hacía abandonar su posición
natural en el orden heterosexual. Esta influencia, afirma Gimeno (2008), era vista como
negativa respecto de las mujeres más jóvenes a las que se seducía con malas artes y
se las conducía a la perdición.
Así como en el texto de Pizarnik se configura la imagen mítica de Bathory como
lesbiana, asesina y vampírica, El affair Skeffington (1992) de María Moreno muestra la
imagen liberal y desprejuiciada que conforma el universo del lesbian chic en la ParísLesbos de los años 20. El affair Skeffington es una mezcla de novela y biografía apócrifa
donde María Moreno ficcionaliza la vida de Dolly Skeffington, una poetisa estadounidense llamada Olivia Streethorse que vive en París en los años 20 y participa de la
vida de los salones intelectuales de la época. María Moreno retrata la París-Lesbos de
los años 20 que reunió a mujeres de letras: escritoras, editoras, saloneras que tenían
un estilo de vida desprejuiciado y libre7. Se trataba de mujeres artistas e intelectuales
que conformaban un grupo alegre y despreocupado de la propia imagen. Como
señala Gimeno:
“El círculo de lesbianas de la Rive gauche parisina funciona como un importante grupo
de apoyo empeñado en crear una autoimagen positiva muy alejada de la imagen
desgraciada y oscura, de enfermedad y dolor con la que la literatura presentaba a la
lesbiana” (Gimeno, 2005: 162-163).
Ambos textos dan cuenta de las distintas modalidades de percepción que produjeron
y construyeron la identidad lesbiana, oscilante entre estos polos de significaciones que
7
“París-Lesbos no se relevaba –dice Moreno–, existía por enriquecimiento, las nuevas generaciones podían toparse
con las viejas: Anais Nin, Gertrude Stein, Alice Toklas, Natalie Barney, Djuna Barnes. Fue durante tres décadas que las
habitantes de París-Lesbos continuaron abriendo salones, fundando editoras o librerías para ofrecerse como bacantes
a las artes y a las letras”. Moreno, María (2000). “El affair Skeffington” en Brizuela, Leopoldo (Comp.), Historia de un
deseo, el erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos. Buenos Aires: Planeta.
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Patricia Rotger
la muestran perversa y asesina, un extremo patologizado que contribuyó a excluirla y
estigmatizarla. Y, el otro polo, más afín a forjar un estereotipo abierto a la aceptación
social por su cuota de ambigüedad y su pose libertina8.
Como señala Baczko, “Los imaginarios sociales son referencias específicas en el vasto
sistema simbólico que produce toda colectividad y a través de la cual ella se percibe, se
divide y elabora sus finalidades“ (1991: 28). De este modo los estereotipos que expresan
la identidad lesbiana dan cuenta del imaginario social que distribuye roles y posiciones
sociales, expresa e impone ciertas creencias comunes y designa identidades marcando
los territorios y fronteras de esta.
De alguna manera los estereotipos que se construyen en torno a la identidad lesbiana
también dan cuenta de los dispositivos de control que regulan y legitiman algunas
representaciones sobre otras y han forjado históricamente los sentidos y las significaciones sociales, controvertidas, polémicas y revulsivas, que esta identidad condensa.
Ambos textos permiten observar los distintos estereotipos que representan la
figura de la lesbiana y que aglutinan sentidos codificados culturalmente en direcciones
opuestas: la imagen perversa de la asesina vampira o la imagen liberal y desprejuiciada
de la bohemia parisina, dando forma así al universo imaginario que habita la lesbiana
en la cultura.
A continuación me detendré en algunos textos de Silvina Ocampo para observar
cómo aparecen construidos los roles de género y de qué maneras sutiles se representa el deseo lesbiano que nunca es enunciado como tal sino trabajado desde los
contornos del secreto. A propósito, el libro Epistemología del armario de Eve Kosofsky
Sedgwick plantea de qué manera ”las relaciones del armario –las relaciones de lo
conocido y lo desconocido, lo explícito y lo implícito en torno a la definición de homo/
heterosexualidad– pueden ser especialmente reveladoras acerca de los actos discursivos
de modo más general” (Sedwick, 1996: 13). Para Sedgwick, el armario ha dado forma a
la subjetividad homosexual y a la dinámica de sus relaciones en los siglos XlX y XX. A
partir del empleo de la palabra homosexualidad situado en los últimos decenios del
siglo XlX, cuando los discursos taxonómicos de la medicina, el derecho y la psiquiatría
la nombran, la observan y la analizan, se resignifican también los usos del silencio y
la modalidad del secreto aparece como forma de resguardo y protección a la mirada
acusadora de la ciencia y la sociedad. De esta manera, la discreción, el silencio, los
eufemismos y rodeos del lenguaje fueron instrumentos necesarios para esconder un
deseo que no podía decir su nombre.
8
Dice Moreno: “El safismo era una voluptuosidad social que aún no promovía lazos de afiliadas…las anandrines bebían
curaco con hielo, comían lonjas de pescado crudo arrollados en varitas de marfil y se escribían entre ellas libros horribles
y encantadores, salpicados de baudelarismo sombrío, chinerías a lo Pierre loti y apotegmas de boulevard. Renée Vivien,
la soberana, era una poetisa inglesa que con sus ojeras profundas, su cuerpo sin densidad y sus abismos de opereta
parecía una precursora de los darks” (Moreno, 2000: 145)
PUNTO GÉNERO / 71
Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
Por supuesto, la literatura pone en escena estos retaceos informativos y juegos de
implícitos de manera ejemplar. Sedgwick (1996) los analiza en Proust para mostrar no
solo el espectáculo del armario, sino también cómo se lo habita y cómo desde allí se
construye un punto de vista.
PASIONES AFECTIVAS EN LA NARRATIVA DE SILVINA OCAMPO
Andrea Ostrov en El género al biés (2004) trabaja la ambigüedad en algunos cuentos
de Silvina Ocampo resaltando especialmente el uso de la indeterminación genérica
en un texto como “La Continuación” del libro La Furia (1959) en donde no hay marcas
gramaticales que “permitan inferir el género del sujeto de la enunciación de este relato”
(Ostrov, 2004: 40). Sin embargo, en esta carta el yo que escribe se ha leído como femenino y el tú al que se dirige como masculino, lo que señala que la crítica ha leído
como heterosexual el vínculo entre los personajes. En efecto, aunque el texto no
presenta marcas gramaticales que indiquen el género de los protagonistas, trabaja
con ciertos estereotipos de género: el tono de reclamo y reproche de la carta, la
inestabilidad emocional de la narradora, el uso del género epistolar, permiten hablar
de un enunciador femenino mientras la posesión del dinero, el éxito profesional y la
iniciativa tomada para dar un beso se aceptan como rasgos masculinos. De esta forma,
señala Ostrov, el acto de lectura repone las marcas genérico-sexuales que no están
en el texto y así muestra:
“…la imposibilidad de sostener la lectura en el terreno de la ambigüedad y de la indefinición genérica de los personajes… lo cual confirma la hipótesis de Judith Butler
según la cual un cuerpo no generizado en función de la oposición hombre/mujer no
resulta culturalmente inteligible” (Ostrov, 2004: 41).
De manera que allí donde el texto crea ambigüedad, la lectura apela a las convenciones genéricas para dotar de sentido a un relato que intenta sustraerse a los moldes
prefijados y provocar cierto extrañamiento.
Hay otro cuento de Ocampo que también es una carta y que igualmente se inicia
con el escamoteo de las marcas genéricas pero que hacia el centro del relato caracteriza como femeninas a ambas protagonistas. Es en este texto en el que intentamos
leer las huellas de una pasión más explícita entre mujeres. Se trata de “Carta perdida
en un cajón”, otro relato de La Furia en el que en el marco de la escritura epistolar una
enunciadora desbordada expresa sus sentimientos hacia su destinataria. A propósito
del registro de esta carta Matilde Sánchez expresa “Quien lea ‘Carta perdida en un cajón’
se preguntará qué cosa es el sentimiento amoroso, cuando su contrario, el odio, requiere
el mismo estilo” (Sánchez, 1991: 17) Justamente aquí el desprecio se manifiesta con un
énfasis desmedido que se muestra como la otra cara de la pasión amorosa. Es el relato
de un interrogatorio obsesivo que, si bien a veces adopta un estilo directo, no pierde
su carácter retórico: aquella pregunta sin destino, como es siempre la pregunta del
reclamo, sin respuesta, que no necesita una voz ajena a sí misma: “¿Cuánto tiempo hace
que no pienso en otra cosa que en ti, imbécil, que te intercalas entre las líneas del libro que
leo, dentro de la música que oigo, en el interior de los objetos que miro?” (Ocampo, 1991: 35).
72 / PUNTO GÉNERO
Patricia Rotger
La carta evoca al otro, recuerda con una mezcla de placer y odio a su destinataria
en todas sus formas, mostrando en ese detallismo un deleite sinuoso que se viste de
desprecio:
“Pensar de la mañana a la noche y de la noche a la mañana en tus ojos, en tu pelo, en
tu boca, en tu voz, en esa manera de caminar que tienen, me incapacita para cualquier trabajo. A veces al oir pronunciar tu nombre mi corazón deja de latir. Imagino
las frases que dices, los lugares que frecuentas, los libros que te gustan. En medio de
la noche, me despierto con sobresaltos preguntándome ‘¿dónde estará esta bestia?’
o ‘¿con quién estará?’” (Ocampo, 1991: 35).
Más adelante se devela que la destinataria de esta carta es Alba Cristian, una compañera del colegio y el relato se detiene en narrar los sentimientos de celos que sufría
la narradora ante la intromisión de otro personaje:
“… Maxima Parisi te enseñó unas tarjetas postales que no quiso enseñarme a mí y que
al final de la tarde, comiendo un helado de frambuesa, se recostó sobre tu hombro en
el ómnibus que nos llevó de vuelta al colegio. En aquella intimidad que me excluía,
sentí la amenaza de otras desventuras” (Ocampo, 1991: 36).
El relato narra desde la voz de la protagonista ese mundo de afectos exacerbados
entre las amigas creando desde el tono obsesivo y confesional, que juega con los
bordes desdibujados de los límites entre el desprecio y el amor, un relato íntimamente
pasional y una voz cautivada por el objeto amado en todas sus formas:
“Ningún amante habrá pensado tanto en su amada como yo en ti. Recuerdo siempre
tus manos levemente rojas, y la piel de tus brazos oscura en los pliegues del codo o
en el cuello como arena húmeda ¿Será suciedad?, pienso, esperando con un defecto
nuevo lograr la destrucción de tu ser tan despreciable” (Ocampo, 1991: 35).
Este escenario íntimo que la ficción construye en el marco subjetivo y privado de la
correspondencia habilita el espacio de la confesión. En “Carta perdida en un cajón” se
presenta la figura de un sujeto que habla sin pudor porque es en el enunciado íntimo
donde el sujeto encuentra la posibilidad decible de su goce: la verdad. En efecto, la
voz se torna confesión, requiere un ámbito íntimo y es, al decir de Foucault, “…una
de las técnicas más altamente valoradas para producir lo verdadero” (Foucault, 1992: 74).
Lo indecible públicamente (el odio, el plan desechado del crimen) encuentra en
el ámbito secreto de la confesión, y en el registro íntimo de la carta, su espacio de
decibilidad. En la medida en que lo que se violenta en la confesión son las reglas de
interacción social, su espacio no puede ser sino íntimo y por esta razón no hay culpa
en el confeso ocampiano, porque con una carta no dirigida, con un otro que no es
sino el yo, la figura del confesor es solo provocativa, pero no evaluadora.
Si bien la palabra se dirige a otro, la escritura epistolar es también una “escritura
de sí” (Foucault, 1989) en tanto ese ejercicio de introspección es una vuelta sobre sí
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Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
mismo. En este caso no aparece una interioridad dominada en su posesión (no hay
un orden ni disciplina “burguesa” que intente asir “el adentro” y devorarlo), sino como
espacio de visibilidad que ocupa y dirige la mirada de este confeso. Un régimen de
percepción que en la imposibilidad de la alteridad construye una intimidad que se
redobla como “alterada”, como desconfiada en la apropiación y distanciada en el interior
de ese desgobierno de mundo.
Al mismo tiempo, como señala Nora Bouvet en La escritura epistolar, “lo epistolar
articula dos dimensiones: la ilusión de un acercamiento (una presencia) y la realidad de
una separación (una ausencia)…” (Bouvet, 2006: 66). Así, en el texto de Ocampo se
tematiza la presencia en el sentido de que el otro es convocado por medio de un
relato repetitivo pero esta presencia narrativa no deja de exhibir una ausencia. En
tanto es esta ausencia, como indica Bouvet, “el principio activo de la relación epistolar
que impulsa sus estrategias enunciativas y condiciona las determinaciones estilísticas”
(Bouvet, 2006: 68).
La carta crea un tiempo indeterminado hecho de presentes, el presente de quien
escribe y el de quien lee, una temporalidad continua que en este caso está quebrada,
ya que se trata de una carta que no llega a destino, una carta guardada. Sin embargo
la lectura repone ese presente, actualiza esa voz escondida porque el pacto de ficción
le cede al lector el lugar que tendría que haber ocupado la verdadera destinataria.
Este cuento propone al lector un espacio de intrusión en este diálogo pasional, casi
como si se le concediese ser parte de un secreto, ese secreto que ni la propia involucrada y destinataria sabe. De manera que la lectura actualiza ese secreto escondido en
un cajón que muestra la posición ambigua del enunciador respecto de lo que revela.
Por un lado, el secreto es inherente a la enunciación epistolar en tanto determina
específicamente su destinatario; por el otro, al ser fijado por escrito, el secreto se abre
a la lectura, se objetiva, se muestra. Pero aquí la carta no llega a destino por lo que
el secreto se mantiene para el destinatario pero no para los lectores del cuento que
ocupan el lugar de la indiscreción. En efecto, el lector de este cuento ocupa el espacio
de quien se entromete en la correspondencia ajena porque la comunicación se ha
desviado, no ha llegado a destino.
Una carta que no se envía contradice su espíritu de comunicación y si esa carta
está perdida en un cajón alude a un desinterés en su envío, una despreocupación.
Sin embargo, ha sido guardada, no se ha destruido: refiere a un valor, pero a un valor
postergado, relegado, dejado en segundo plano. Así se representa en Ocampo este
itinerario de afectos desmedidos, intensos, significativos, decisivos a la hora de dejar
huellas casi indelebles pero relegados, olvidados y silenciados.
Verdades reversibles: la paradoja en los enunciados íntimos ocampianos
“Para engañarme me decías siempre la verdad; para decirte la verdad yo siempre te
mentía” (Ocampo, 1991: 189).
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Patricia Rotger
En “Carta perdida en un cajón”, la construcción del otro por el recuerdo incesante,
mediante el juego de las figuras obsesivas que invaden la lengua del enunciado íntimo,
lejos de darle a este un estatuto definido (enunciado de odio, de amor, de verdad, etc.)
lo convalida en tanto se declara, con su exabrupto, la contrapartida. El enunciadoconfesión bordea la desmesura, la verdad que se enuncia resulta pretensión de verdad
y la palabra de la narradora no resulta confiable: ¿es amor u odio lo que expresa?
Este enunciado íntimo parece decir dos verdades y estas son contradictorias.
Desprovista de cordura, la narración genera una ambigüedad que socava la esencia
misma de la confesión: su estatuto verídico. Finalmente, no queda claro si esta confesión muestra o enmascara.
El discurso de la confesión está llevado al paroxismo porque se confiesa todo,
no hay reparos, porque no existe exterioridad legal o religiosa alguna que la incite
o evalúe, porque la única autoridad y límite es el “sí mismo”, le resta al enunciado su
estatuto verídico y lo inviste de una nueva propiedad: su condición de reversible9.
Dicha propiedad está sustentada en tanto se alteran, hacia el final del cuento, los roles
pretendidos por el enunciador: el destinador de odio deviene destinador de felicidad;
el destinador de muerte deviene suicida:
“Quiero que sepas que debes tu felicidad al ser que más te desdeña y aborrece en el
mundo. Una vez que ese ser que te adorna con su envidia y te embellece con su odio
desaparezca, tu dicha concluirá con mi vida y la terminación de esta carta. Entonces
te internarás en un jardín semejante al del colegio que era nuestra prisión, un jardín
engañoso, cuidado por dos estatuas, que tienen dos globos de luz en las manos, para
alumbrar tu soledad inextinguible” (Ocampo, 1991: 38).
En el enunciado íntimo, entonces, el estatuto de verdad lo da la pertenencia, es
decir, la relación de propiedad del confeso con su palabra. Es una confesión en la
que no importa tanto lo que se dice (porque no admite una exterioridad con la cual
confrontar), sino lo que se tiene para decir: esta verdad me pertenece, parece decir el
confeso ocampiano y lejos de buscar su prueba, busca su sentido.
Ahora, ¿qué clase de dominio ejerce este desvariado –en tanto reversible– sobre
su palabra? Un dominio alterado o lo que es mejor, un falso dominio: el confeso juega
en una tensión de fuerzas con su objeto “ el sí mismo” y simula un gobierno de sí que
se revela ausente.
Hablamos de reversibilidad en tanto se trata de un sentido que tiene la propiedad
de girar sobre sí mismo para mostrar su contrario. Su figura es la paradoja ya que el
sentido no es determinable, único, direccional: el sentido es doble10.
9
10
“…la ambivalencia de los sentimientos permite una especie de reversibilidad entre la agresión y la culpabilidad…”
Fuentes, Pablo (1988): “El relato paranoico”, en Revista Crisis Nº 59, abril, p. 39.
“El buen sentido es la afirmación de que, en todas las cosas, hay un sentido determinable; pero la paradoja es la afirmación
de los dos sentidos a la vez”. Deleuze, Gilles (1989): Lógica del sentido. Buenos Aires: Paidós, p. 25.
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Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
La carta-confesión es un lugar de enunciación, una modalidad específica de
articulación del saber y del decir, que supone una palabra de verdad en tanto su circulación es restringida y secreta. La verdad es interior en tanto el poder designativo de
la palabra recae sobre sí y está regida por la autoridad del sí mismo: su efectividad no
depende sino de un orden narrativo que establece prioridades y distribuye sentidos
a su subjetividad. Es una verdad ambigua, muchas veces contradictoria y que, por lo
que tiene de reversible, se torna falsa11. Puesto en evidencia, el confeso ocampiano,
nunca renuncia a su máscara: “Quiero mi soledad, la quiero con mil caras impersonales”
(Ocampo, 1991: 38).
Si el registro singular que una voz puede tomar para sí: aquel tono sobre el que
gusta asentarse, definirse, diferenciarse y sobre el que esa voz despliega sus derechos
de pertenencia y sus dominios de posesión. Si, en definitiva, esa voz es la del confeso
y si ese “tono” que la distingue no es sino aquel que se regodea al hacer del “sí mismo”
su objeto de discurso. Entonces, podemos hablar de una lengua íntima en la narrativa
ocampiana en tanto hemos descrito un gesto de apropiación de una escritura íntima,
de una voz que marca sus límites y centro: el yo12.
Pero ¿cuál es esa modalidad diferencial, específica y estratégica de la voz que instaura el enunciado íntimo? Es la palabra vulnerada, decimos. Esa palabra que secuestra
para sí el valor de una voz que se quiere transparente en tanto no puede establecer
un orden de reservas.
La palabra vulnerada es la palabra sin protección, el yo puesto en evidencia. El
exceso, la verborragia del confeso (todo lo puede decir: el odio, el amor, el plan de un
crimen, el engaño, el miedo, etc.) es propia de una voz que, desplegada en un espacio
íntimo de decibilidad, no atenta contra una normativa social. El confeso ocampiano
no tiene nada que ocultar, más que asegurar una verdad, atenta contra su univocidad.
Su único valor para intercambiar es su voz íntima: su secreto. Por eso, para el confeso
ocampiano, pierde importancia su verdad revelada frente al placer que le provoca el
saber que es el único capaz de pronunciarla. Más que una verdad, el confeso tiene
un secreto guardado en un cajón y el lector es quien lo conoce; el confeso descubre,
se (des)cubre para los otros (en la medida en que pretende una adhesión pasional
cómplice), pero especialmente para sí.
Pero la palabra vulnerada es también una máscara, una estrategia, porque también
esta palabra es vulnerante: se debate entre un reconocimiento y la agresión, pretende
intimidar. Es íntima e intimidatoria.
11
12
Recordemos que es bajo el sentido de verdad reversible que debe entenderse el término “propietario”. El confeso
no es aquí un “dueño de sí”, sino un distanciado (en tanto establece un régimen de percepción) de una intimidad
que resulta desgobernada.
Dice Pezzoni: “…en esta compleja trama de los entre sí, lo buscado es el conocimiento de sí. Los relatos, los poemas de
Silvina Ocampo avanzan impulsados por el empeño de situar, sitiar, poseer el propio Yo” (Pezzoni, 1984: 13).
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Patricia Rotger
Esa carta guardada, esa palabra que no llega a destino, parecen crear una suerte
de clóset que torna invisible esta identidad narrativa. La intensidad amorosa es revelada solo al lector bajo la forma de un deseo frustrado y una política de las relaciones
afectivas extrema y desbordada que, finalmente, solo muestran una palabra vulnerada.
Otro texto, muy posterior al mencionado, “Teodora”, escrito presumiblemente a finales
de los años ochenta y que integra el volumen Las Repeticiones y otros relatos inéditos
(Ocampo, 2006) aborda también la relación entre mujeres, pero desde un registro muy
diferente donde nada parece lo que es y las identidades sexuales son muy ambiguas:
“En aquel tiempo ninguna mujer se vestía de hombre. Era triste sentir esa congoja,
pagar de ese modo por su vida licenciosa y desbordante, que tanto había llamado la
atención del mundo que la rodeaba. Vestirse de hombre era un acto heroico en esos
tiempos. ¿De dónde sacaría fuerzas para seguir vestida como lo estaba, sin revelar a
nadie su sexo?” (Ocampo, 2006: 120).
La protagonista, que siempre se vestía de varón, conoce a Tióbula que está embarazada y ambas son objetos de la malicia del pueblo: “En el pueblo, cuando Tióbula tuvo
el hijo, se habló maliciosamente, en secreto, culpando a Teodora, quien se sintió agredida
cuando supo que la acusaban de haber violado a Tióbula” (Ocampo, 2006: 122).
El juego de ambigüedades crece cuando se narran las dudas de Teodora: “¿Quién
sería el padre? Se lo preguntó varias veces a Tióbula, que contestaba sin precisión. Teodora
pensó que el padre estaría disfrazado de mujer y con mil artimañas la habría seducido”
(Ocampo, 2006: 122).
De alguna manera lo que el relato pone en escena no es tanto la ambigüedad
como la cualidad intercambiable de la identidad sexual: la mujer se viste de varón y
es acusada de violar y embarazar a otra; el padre supuesto se ha vestido de mujer para
seducir con artimañas. Así, la vestimenta construye el género en sus estereotipos más
radicales: el hombre agresivo y la mujer histérica.
Algo similar ocurre en otros textos de Ocampo. Andrea Ostrov lo señala en “Las
vestiduras peligrosas” en donde las vestiduras determinan la categorización de la protagonista como hombre o mujer y en “El sombrero metamórfico” en donde también
“un sombrero tiene la virtud de transformar a los hombres y mujeres que lo llevan en su
cabeza en mujeres y hombres, respectivamente. Por consiguiente, el género sexual aparece
aquí como efecto del género textil” (Ostrov, 2004: 34).
Si bien Ocampo parece utilizar las vestiduras como una encarnación de ciertos
moldes prefijados para el género, una obediencia a las normas convencionales, pero
una obediencia desarticulada en tanto el personaje de Teodora se construye desde
ciertas torsiones a estos estereotipos: si bien “cuidó al niño, como si fuera el padre” también
“Adoptó al niño, le tejió la ropa, los pañales…y un precioso muñeco vestido de azul, con olas
dibujadas, que lo hacían dormir de noche con rapidez vertiginosa” (Ocampo, 2006: 122).
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Secretos y confesiones: lectura de pasiones lésbicas en la literatura argentina y en una obra particular…
A menudo la crítica ha leído esta articulación entre obediencia y desvío de la norma
en la narrativa de Ocampo, justamente es este desvío el que habilita nuestra lectura
porque las convenciones de género son llevadas al extremo para mostrar su carácter
de construcción cultural y así desnaturalizarlas.
Finalmente, en “Teodora”, la pareja llama al niño con el nombre de Asombro marcando la indeterminación genérica de quien llaman “niño” en masculino pero que en
verano usa “un vestidito de tul”.
Otra vez Ocampo trabaja con el desajuste genérico y crea esa zona de indeterminación que evita una lectura reguladora que trate de dar inteligibilidad genérica
estable a los cuerpos. Y lo hace por medio de un humor que parece burlarse de una
lectura encasilladora porque, justamente, asombro, perplejidad y desconcierto es lo
que puede provocar este mundo “raro” cuando el horizonte de lectura busca sentidos
fijos y estables, muy lejos de la extrañeza, siempre inquietante y provocadora en sus
falsas certezas, que habitan los personajes ocampianos.
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80 / PUNTO GÉNERO
TEMA II
identidades y
CUERPOS
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 83 - 97
Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice
que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual
en las escuelas
Education of sexual difference. About what was said to be taught
at the time of dictate sex education in schools.
Facundo Boccardi1
Resumen
El siguiente artículo analiza dos experiencias de gran impacto en la formación docente en educación sexual en la provincia de Córdoba, Argentina. Tales experiencias se sitúan en los albores
del proceso de implementación habilitado por la sanción de la ley nacional de educación sexual
integral (26.150) y contribuyen en la delimitación de aquello que aparece configurado como
un terreno pedagógico emergente.
El análisis propuesto se posiciona en una perspectiva sociosemiótica para indagar las operaciones discursivas que configuran estos dispositivos en un campo temático trazado con los
aportes de los estudios de género y sexualidades. En consecuencia, el artículo avanza en un
análisis sociosemiótico que contribuye a la comprensión y crítica de los primeros procesos de
formación docente en educación sexual.
Palabras clave: Educación sexual - sociosemiótica - formación docente - sexualidad
- heteronormatividad.
Abstract
The following article discusses two high-impact experiences in teacher training in sex education
in the province of Cordoba, Argentina. Such experiences are at the dawn of the implementation
process enabled by the passage of the national law of comprehensive sex education (26, 150)
and contribute to the definition of that which is configured as an emerging educational field.
The proposed analysis is positioned in a socio-semiotic perspective to investigate the discursive
operations that configure these devices in a subject field path with the contributions of gender
and sexuality studies. Accordingly, the article advances in a socio-semiotic analysis that contributes to the understanding and criticism of the first processes of teacher training in sex education.
Key words: Sex education - socio-semiotic - teacher training - sexuality - heteronormativity.
Fecha de recepción: 1 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 25 de abril de 2013
1
Licenciado en Letras modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, cursa el Doctorado en Semiótica en el
Centro de Estudios Avanzados de la misma universidad. En el marco del “Programa de Estudios de Género” radicado en el CEA-UNC y como becario de posgrado de CONICET, investiga los dispositivos de formación docente
en educación sexual integral. [email protected]
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Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
INTRODUCCIÓN
El presente artículo analiza dos experiencias de gran alcance vinculadas al campo
de la formación docente que tuvieron lugar en la provincia de Córdoba (Argentina)
en el marco inaugurado por la sanción de la ley nacional de educación sexual. Se trata
de dos dispositivos de carácter heterogéneo que comparten, sin embargo, su finalidad explícita. Esto es, ofrecer una respuesta ante la insistencia de una demanda que
se acababa de instalar en el campo educativo por la sanción de la ley de educación
sexual integral 26.150.
En este sentido, ambos dispositivos emergen en el mercado del discurso social
presentándose con la forma de una respuesta a una pregunta que se repite: “y ahora
¿qué vamos a hacer?”. Uno de los dispositivos es un curso de formación docente
desarrollado bajo la modalidad a distancia cuyos fascículos fueron distribuidos por
el periódico de mayor tirada de la provincia, La Voz del Interior. El otro dispositivo es
un libro escrito por una psicopedagoga conocida en el ámbito educativo provincial
que gozaba, en ese momento, de un grado de presencia relevante en los masivos
de comunicación.
Nuestro trabajo, si bien se detiene brevemente en las condiciones contextuales de
la emergencia de estos dispositivos, pretende principalmente analizar su configuración
discursiva. De acuerdo con esta perspectiva, dejamos de lado el abordaje del proceso
de recepción y nos centramos en el análisis de la disposición de los componentes de
la respuesta que cada dispositivo formula a la mencionada demanda.
El objetivo de este artículo es describir las operaciones que se llevan a cabo en
dichas configuraciones discursivas, apuntando a explicitar presupuestos inherentes
al campo temático de la sexualidad. En este sentido, nos posicionamos desde una
perspectiva inscrita en el campo de la teoría de la discursividad social que articula
aportes provenientes del feminismo, la teoría queer y los estudios de género. Así,
entendemos que los discursos sociales conforman un conjunto heterogéneo que
se encuentra sobredeterminado por una hegemonía discursiva que opera mediante
mecanismos de regulación y homogeneización que consisten en imponer grados
y formas de aceptabilidad, legibilidad y legitimidad (Angenot, 1998). Consideramos
que este funcionamiento de los discursos puede ser analizado en coherencia con los
postulados de Michel Foucault y Judith Butler respecto de la sexualidad entendida
como un dispositivo histórico y normativo.
1. LA SEXUALIDAD: FOUCAULT Y BUTLER
Es famosa la tesis de Foucault acerca de la sexualidad. En 1976 publica el primer
volumen de La historia de la sexualidad, donde sostiene que la sexualidad es un dispositivo normativo que ha emergido en la modernidad occidental como efecto de la
articulación de una serie de tecnologías y estrategias de constitución de los sujetos.
Desde sus albores, la educación sexual emerge al interior de este dispositivo como
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Facundo Boccardi
una estrategia específica de producción de sujetos mediante la regulación de prácticas
consideradas sexuales.
El punto de partida de la argumentación de Foucault consiste en establecer una
oposición radical ante la “hipótesis represiva” que circulaba en el discurso de la época.
Esta hipótesis constituía el núcleo de una tradición teórica vinculada a la izquierda
denominada freudomarxismo2. En una articulación del psicoanálisis con el marxismo, se planteaba que la sociedad burguesa reprimía la sexualidad con el objetivo de
orientar la energía hacia el trabajo y la familia: las dos instituciones fundamentales
para mantener y reproducir el modelo de acumulación capitalista3. En este sentido, la
liberación sexual era entendida como el gesto de transgredir las prohibiciones, multiplicar los discursos sobre el sexo y trasponer la represión que pesa sobre el sexo. En
consecuencia, el sexo era concebido como una fuerza primitiva y sustancial reprimida
en una segunda instancia. Esta hipótesis articula la concepción del poder en su forma
negativa de prohibición con una noción de sexualidad natural y previa a las relaciones
de poder. De esta manera, el poder ejerce su represión y contención sobre la sexualidad.
Contra esta hipótesis, Foucault explora las formas y los mecanismos que producen
a los sujetos sexuales y que definen el campo de la sexualidad delimitándolo frente
a otras instancias. En este sentido, Foucault analiza la hipótesis represiva como un
componente de la economía de los discursos sobre el sexo que se estructura en la
Modernidad.
De ahí el hecho de que el punto esencial (al menos en primera instancia) no sea saber
si al sexo se le dice sí o no, si se formulan prohibiciones o autorizaciones, si se afirma su
importancia o si se niegan sus efectos, si se castigan o no las palabras que lo designan;
el punto esencial es tomar en consideración el hecho de que se habla de él, quiénes
lo hacen, los lugares y puntos de vista desde donde se habla, las instituciones que a
tal cosa incitan y que almacenan y difunden lo que se dice, en una palabra, el “hecho
discursivo” global, la “puesta en discurso” del sexo (2003: 18-19).
Allí donde la hipótesis represiva denunciaba unos mecanismos de control y represión de una realidad preexistente, Foucault se detiene a analizar el funcionamiento
de estos mecanismos entendidos como productores de realidad. La sexualidad no es
captada, aprehendida, controlada o reprimida por esos mecanismos, sino que es el
efecto de su funcionamiento.
(…) se trata más bien de la producción misma de la sexualidad, a la que no hay que
concebir como una especie dada de naturaleza que el poder intentaría reducir, o
2
3
Wilhelm Reich (La revolución sexual publicado en 1936 y La irrupción de la moral sexual publicado en 1932) y Herbert
Marcuse (Eros y civilización publicado en 1955) son los autores fundamentales de la corriente freudo-marxista
que ocupó un lugar destacado respecto del campo de investigaciones sobre la sexualidad a partir de la década
del cincuenta del siglo pasado hasta los años setenta.
Según esta hipótesis, en las sociedades occidentales precapitalistas habría habido una cierta libertad sexual que
termina con el inicio del proceso de industrialización. De este modo, sería el advenimiento del capitalismo y
ascenso de la burguesía lo que habría establecido un sistema de regulación represiva de la sexualidad.
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como un dominio oscuro que el saber intentaría, poco a poco, descubrir. Es el nombre
que se puede dar a un dispositivo histórico: no una realidad por debajo en la que se
ejercerían difíciles apresamientos, sino una gran red superficial donde la estimulación
de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación
de conocimientos, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan unos
con otros según grandes estrategias de saber y de poder (2003: 129).
Foucault marca en el siglo XVIII el nacimiento de una incitación política, económica
y técnica a hablar del sexo, a analizarlo, a contabilizarlo, a clasificarlo y principalmente a
administrarlo. La proliferación de discursos acerca del sexo tiene como objeto su encausamiento e inserción racional en sistemas de utilidad. De acuerdo con esta perspectiva,
la educación sexual aparece como un dispositivo histórico específico que produce la
sexualidad de los niños y las niñas de acuerdo con parámetros codificados por una
racionalidad económica. La educación sexual funcionaría, siguiendo el vocabulario
foucaultiano, como una policía del sexo: “no el rigor de una prohibición, sino la necesidad de reglamentar el sexo mediante discursos útiles y públicos” (Foucault, 2003: 34).
1.1. Diferencia (hetero)sexual y matriz de inteligibilidad
Judith Butler realiza una lectura de estos planteos de Foucault deteniéndose y
profundizando la explicación del funcionamiento del dispositivo. De acuerdo con
tales fines, Butler pone de relieve las últimas páginas del nombrado primer volumen
de la Historia de la Sexualidad, justo donde Foucault aborda la diferencia entre “sexo”
y “sexualidad”. Aquí, el autor asegura que no debe realizarse una escisión entre estos
términos ubicando al sexo del lado de lo real y a la sexualidad del lado de lo simbólico,
ya que ambos han sido formados por estrategias de poder. La diferencia entre sexualidad y sexo consiste en que este último es erigido por el dispositivo de sexualidad:
No hay que poner el sexo del lado de lo real, y la sexualidad del lado de las ideas
confusas y las ilusiones; la sexualidad es una figura histórica muy real, y ella misma
suscitó, como elemento especulativo requerido por su funcionamiento, la noción de
sexo (Foucault, 2003: 191).
Estas afirmaciones conducen a Butler a sostener que “la categoría de ‘sexo’ es, desde
el comienzo, normativa” (2002: 18), ya que, como hemos visto, constituye para Foucault
un elemento del dispositivo de poder que produce y regula sujetos sexuados. De esta
manera, Butler se apropia de la reflexión de Foucault que sostiene que el sexo “no es
sino un punto ideal vuelto necesario por el dispositivo de sexualidad y su funcionamiento” (2003: 188) y le otorga al sexo el estatuto normativo de “ideal regulatorio”. Esto
significa que el sexo es, para Butler, una unidad fabricada por las matrices de nuestra
cultura que hacen inteligibles a los individuos.
En consecuencia, se concibe claramente en Butler –y en Foucault por medio de
Butler– el sexo como una “construcción ideal que se materializa a través del tiempo”
(Butler, 2002: 18). El término “materialización” es acuñado por Butler para dar cuenta
del proceso temporal y material en el que los cuerpos sexuados son producidos
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Facundo Boccardi
(materializados) mediante la reiteración de las normas. Con esto se continúa y profundiza el programa teórico postulado por Foucault que apuntaba a mostrar “cómo
los dispositivos de poder se articulan directamente en el cuerpo” (Foucault, 2003: 184).
Por esta razón, nos parece estar escuchando a Butler cuando leemos:
En efecto, es por el sexo, punto imaginario fijado por el dispositivo de sexualidad, por
lo que cada cual debe pasar para acceder a su propia inteligibilidad (puesto que es
a la vez el elemento encubierto y el principio productor de sentido), a la totalidad
de su cuerpo (puesto que es una parte real y amenazada de ese cuerpo y constituye
simbólicamente el todo), a su identidad (puesto que une a la fuerza de una pulsión
la singularidad de una historia) (Foucault, 2003: 189).
Tanto en Foucault como en Butler el sexo es la norma, “el ideal regulatorio”, que
inteligibiliza a los sujetos. El sexo es primera marca4 de inteligibilidad, el primer límite
discursivo que condiciona la inteligibilidad del cuerpo en el establecimiento de la
identidad. De este modo, con mayor precisión, Butler concibe al cuerpo como un
continuum que se vuelve discreto en la inteligibilidad cultural en virtud del sexo.
En el planteo de Judith Butler, el dispositivo de la sexualidad se vale de una matriz
de inteligibilidad cultural para fabricar sujetos sexuados, generizados y deseantes. Las
unidades que hace posible esta matriz gozan de una relación causal y coherente entre
sexo, género, práctica sexual y deseo. En este punto, la heterosexualidad aparece como
la grilla inexorable que fija el sentido de cada uno de estos términos y establece los
límites de las posibilidades de cada identidad en un sistema binario de opuestos. Así,
leyes culturales e históricas instituyen y regulan la forma y el significado de la sexualidad
haciendo inteligibles aquellas identidades coherentes, continuas y estables, y condenando a la ininteligibilidad a las que no cumplan con esas normas (ver Butler, 2001: 38-67).
La matriz de inteligibilidad cultural codifica el funcionamiento de la sexualidad como
dispositivo y, en consecuencia, codifica las operaciones mediante las cuales la educación
sexual produce sujetos. Tal como veremos más adelante, los discursos de la educación
sexual se encuentran sobredeterminados por una hegemonía discursiva que establece
un repertorio de temas articulados por la presunción normativa de la heterosexualidad.
Los sujetos que recorren estos discursos de la educación sexual son producidos mediante
un mecanismo que recorta aquello que se considera como “formas de vida deseables”
o “dignas” sobre la configuración de un territorio de abyección que funciona como el
exterior constitutivo que limita lo humano y lo amenaza con su disolución.
2. LA LEY DE EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL
Los dispositivos que analizamos forman parte de un complejo entramado de
relaciones que ha producido una serie de transformaciones cuyo punto de mayor
4
El sexo no es la única marca de inteligibilidad, existen otros requerimientos normativos sobre los cuerpos (ver
Butler, 2002).
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Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
visibilidad ha sido la sanción de la Ley Nº 26.150 y la consecuente creación del Programa
Nacional de Educación Sexual. Esta ley ha sido impulsada, fundamentalmente, desde
sectores del feminismo y ha encontrado el mayor foco de oposición y resistencia en
las operaciones políticas de la Iglesia Católica.
A lo largo de las últimas décadas, nuestro país ha sido el escenario de un proceso dinámico de cambios en el terreno de la sexualidad. Desde los años 80 se viene
constituyendo un marco jurídico, al calor de las luchas del movimiento feminista y
de las minorías sexuales, que marca una paulatina transformación en las políticas de
regulación de la sexualidad. Uno de los hitos de este marco jurídico lo constituye la
creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable en el año
2003 (Ley Nacional Nº 25.673). Los debates acerca del dictado de educación sexual en
las escuelas emergen en este contexto a comienzos del año 2004. En ese momento
reingresa a la agenda política de la ciudad de Buenos Aires el tema de la educación
sexual en las escuelas produciendo como efecto, después de un largo proceso de
debate legislativo, hacia finales del 2006, dos acontecimientos jurídicos: la sanción
de la Ley Nº 2.110/06 de Educación Sexual Integral, por parte de la Legislatura de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires; y la mencionada sanción de la Ley Nacional de
Educación Sexual Integral Nº 26.150, por parte del Senado.
Desde los inicios del debate en el año 2004, uno de los tópicos recurrentes que
circuló en los medios masivos de comunicación ha sido la falta de capacitación de los
docentes para dictar clases de educación sexual. Este enunciado aparecía de manera
recurrente como uno de los argumentos en contra de la sanción de la ley, esgrimido,
en la mayoría de los casos, por los mismos docentes. En esta línea de sentido, a fines de
noviembre del año 2006 la ONG “Jóvenes ciudadanos” publicó en La Voz del Interior los
resultados de un sondeo donde se sostiene que el 60% de los docentes de la ciudad
de Córdoba no se sienten preparados para dictar materias de educación sexual.
Uno de los efectos inmediatos de la sanción de esta ley que obliga a dictar educación sexual en las escuelas fue la exposición de una carencia de conocimiento. El
enunciado instalado podría sintetizarse del siguiente modo: “los docentes no sabemos,
ni siquiera sabemos qué es lo que tenemos que saber para dictar educación sexual”. En
este contexto, surgen a mediados del 2007 y a principios del 2008 los dos dispositivos
de formación docente que analizamos.
3. UN CURSO Y UN LIBRO: DOS RESPUESTAS PARA LA EDUCACIÓN SEXUAL
El curso que analizamos es un postítulo a distancia denominado “Cómo enseñar
educación sexual” coorganizado por los Ministerios de Salud y de Educación de la provincia de Córdoba y la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Córdoba.
El material está organizado en fascículos que fueron entregados gratuitamente con el
ejemplar de La Voz del Interior de los sábados en un lapso que se extendió desde junio
hasta octubre del 2007. La única instancia presencial del postítulo fue la evaluación
que se realizó el 20 de octubre de ese año en distintas instalaciones de la provincia y
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Facundo Boccardi
a la que asistieron más de 14 mil personas. Cabe aclarar que el curso acreditaba 240
horas de acuerdo con el puntaje otorgado por la Red Provincial de Formación Docente
Continua del Ministerio de Educación de la provincia de Córdoba.
El libro se llama Amor, Sexualidad y Educación y fue publicado en abril de 2008 por
la psicopedagoga Liliana González. La publicación constituyó un verdadero éxito editorial. Factor que fue promovido por una serie de presentaciones de gran concurrencia
tanto en la ciudad de Córdoba como en el interior de la provincia. La autora presenta
una trayectoria como columnista especializada en educación en medios regionales
de comunicación masiva y ha publicado varios libros de divulgación en el área de la
psicopedagogía.
Consideramos que tanto los fascículos que componen el material del postítulo
como el libro constituyen un espacio privilegiado para el análisis de las líneas de
sentido fundamentales que atraviesan la configuración de la sexualidad en el campo
educativo, ya que en su circulación masiva se evidencia la repetición de los elementos
de la hegemonía discursiva que regula la sexualidad contemporánea. Estas propuestas
diagramadas con la premura de lo novedoso y la urgencia del mercado condensan
ciertos núcleos de sentido que necesariamente deben ser analizados en un abordaje
crítico que procure desmontar y problematizar los discursos de la educación sexual
que circulan en el campo de la formación docente.
3.1. El tiempo de la educación sexual
El primer artículo del primer fascículo del curso de educación sexual se titula
“Educación sexual, el desafío de la hora” (CEES, 1: 2)5. Aquí, la sanción de la ley de educación sexual es configurada con los relieves de un acontecimiento que instaura un
nuevo tiempo: el tiempo de la educación sexual. La operación de nominación reúne
a las prácticas de transmisión de valores, actitudes y mensajes vinculados a lo sexual
bajo el nombre de socialización sexual. Se trata de prácticas ubicadas en un tiempo
anterior a la sanción de la ley y en un espacio que excede la institución escolar. La
marca fundamental que la distingue de la educación sexual es la ausencia de “método”
y “aspiración de cambios” (CEES, 1: 2). De esta manera, la educación sexual nace en el
ahora de la ley y presenta como marcas diacríticas “la intencionalidad educativa” y la
“estrategia didáctica (…) previamente establecida” (CEES, 1: 2).
Esta operación produce un doble efecto de sentido, por un lado, circunscribe la
educación sexual exclusivamente al ámbito escolar y, por el otro, traza su fecha de
inauguración excluyendo las prácticas educativas realizadas en un tiempo anterior
a la ley6. En consecuencia, estaríamos asistiendo a una transformación inédita de la
5
6
CEES refiere al nombre del curso Cómo Enseñar Educación Sexual, el primer número indica el número de fascículo
y el número siguiente indica el número de página.
La educación sexual como práctica sistemática e intencional no tiene su punto de origen en la sanción de la
ley, sino que existen numerosas experiencias tanto en escuelas públicas como privadas de la Argentina que se
vienen realizando desde hace años (Cfr. Wainerman, Di Virgilio y Chami, 2008).
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Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
escuela caracterizada por el desarrollo de una nueva práctica: el adiestramiento de
la sexualidad.
La misión que se proyecta a partir de este primer capítulo del curso “Cómo enseñar
educación sexual” es compleja, pero no impracticable. El desafío es pilotear las
dificultades que sobrevengan y abogar para que la escuela mude su traje de testigo
y asuma una actitud de activo protagonismo, sostenida en el tiempo, en el adiestramiento de la sexualidad, enmarcada en la educación para la salud y en una adecuada
calidad de vida (CEES, 1: 2).
El entusiasmo por empezar con la nueva tarea de adiestrar la sexualidad expresado
en estas líneas supone, en primer lugar, que la sexualidad es una y adiestrable. Solo
son necesarios sistematicidad, intencionalidad y un método correcto. Asimismo, la
escuela aparece como el lugar donde todo ello puede entrar en conjunción para que
el adiestramiento sea posible.
El significante posible recorre el debate acerca de la ley de educación sexual desde
sus inicios. En el libro que analizamos, su presencia ocupa espacios jerarquizados.
Los ejemplos más claros se evidencian en el subtítulo: “Reflexiones acerca de mitos,
prejuicios y realidades de una ¿posible? Educación sexual”; y en la contratapa: “¿Es
posible educar los sentimientos y la sexualidad? (…) ¿Es posible pensar la educación
no dando lugar al despliegue del amor y de una sexualidad placentera y responsable?”.
En todos estos casos, el término posible aparece puesto entre signos de pregunta. Esta
puesta en duda de la posibilidad de la educación sexual se establece mediante la cita
al psicoanálisis y funciona, en este contexto, operando una relativización del cambio
que inauguraría la ley. En este sentido, la respuesta a los interrogantes exhibidos en
tapa y contratapa no se hace esperar: “la sexualidad como los sueños o la memoria
no pueden ser educados” (González, 2008: 96).
La mentada imposibilidad no es una imposibilidad absoluta sino una imposibilidad de las escuelas. La sexualidad puede y debe ser educada pero en el ámbito
de la familia.
La educación sexual es un trabajo familiar (González, 2008: 142).
Lo que constituye un error es confundir educación con escuela. El escenario ideal,
fundamental de la educación es la familia (González, 2008: 143).
Esta territorialización de la educación sexual en el seno familiar tiene su correlato
temporal. En esta línea de sentido, la ley no establece el nuevo tiempo de la educación
sexual porque la verdadera educación sexual se ubica siempre en un tiempo anterior
a la escuela: fuera de los alcances de la ley.
Cuando el niño llega a la escuela, lo fundante ya está escrito y las clases de educación sexual no podrán, o podrán poco, contra el lugar que desde la escena familiar
se le haya dado al amor, al sexo y a la condición de ser hombre o mujer (González,
2008: 111).
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Aquí se evidencia claramente la concepción del proceso de subjetivación que
sustenta el argumento acerca de la imposibilidad de la educación sexual en las
escuelas. Este proceso no es una repetición incesante a lo largo de la vida de los
sujetos, sino que tiene límites temporales precisos. Según este planteo, las identidades sexuales se “fundarían” para siempre en los primeros años de vida –fuera
de la escuela–.
La construcción de la temporalidad funciona de manera diferente en cada material. Por un lado, el curso Cómo enseñar educación sexual insiste en la novedad trazada
por la planificación racional de la sexualidad emplazada en la institución escolar. De
acuerdo con ello, se asume que lo sexual siempre ha estado presente en nuestras
prácticas de socialización, pero que a partir de la sanción de la ley se lo someterá al
método y la estrategia propios de la escolarización. Foucault (2003) había llamado
“pedagogización del sexo del niño” al procedimiento mediante el cual se controlaba
la actividad sexual infantil por los mecanismos de saber y poder de la escuela occidental moderna. En este caso contemporáneo, el sustantivo elegido es “adiestramiento”,
término que refiere a la instrucción de una práctica, pero cuyo uso más extendido se
relaciona puntualmente con la modificación de conductas de los animales, de manera
que el término “domesticación” es considerado equivalente. Aquí el término compone
el sintagma “adiestramiento de la sexualidad”, con lo que la sexualidad aparece como
un elemento conductual susceptible de ser modificado mediante mecanismos de
instrucción intencionales. La sexualidad, entonces, sería una conducta o un conjunto
de conductas enteramente transparentes y accesibles para la lógica de regulación
racional que configuraría lo escolar.
Por otro lado, en el libro Amor, Sexualidad y Educación, la temporalidad es abordada
en una dimensión diferente. La ley de educación sexual integral no es construida como
un acontecimiento novedoso que establece un desplazamiento en la regulación de
la sexualidad, sino que aparece como un elemento más del campo de interlocución
donde se inscribe el libro. El discurso público, estatal y normativo de la ley se presenta
excedido por una sexualidad que lo precede y soslaya la captura de la lógica escolar.
En este sentido, no habría novedad instaurada por la ley, ya que la sexualidad esquiva
su alcance para permanecer en el espacio privado que la cobija desde siempre: la
familia. La operación que sostiene este emplazamiento es precisamente una operación temporal, ya que la sexualidad no es alcanzada por la ley debido a que su tiempo
fundamental antecede al tiempo de la escolarización. La sexualidad entendida como
el proceso de producción de identidades sexuales es ubicada antes de la ley en un
tiempo de fundación que transcurre en la escena familiar pura.
3.2. La diferencia sexual: dos sexos, ¿para qué más?
Ambas propuestas de educación sexual funcionan de acuerdo con una economía
discursiva que legitima determinadas identidades sexuales y deslegitima o silencia
otras. A continuación, precisaremos estas operaciones en un recorrido descriptivo
por estos discursos.
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Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
La imagen que ilustra la tapa del primer fascículo del curso (CEES, 1: 1) presenta una
suerte de estado de situación. Bajo el título “Un desafío necesario y urgente”, el dibujo
representa una escena áulica: un alumno le entrega a su compañera un sobre rojo, y
el movimiento es atentamente observado por la maestra y otro alumno. La tonalidad
del dibujo coloca el énfasis en el sobre rojo que ocupa el centro de la escena. El rojo
aparece en este contexto como el color del amor, la pasión, pero también como el color
del peligro. Este último sentido es reforzado por el título y la mirada alerta de la docente.
Nos interesa marcar que los personajes de la escena presentan rasgos corporales (largo
del cabello, rasgos faciales, etc.) que operan como indicadores de identidad sexual en el
marco del binomio masculino/femenino sin dejar lugar a la ambigüedad o indecisión.
En la página siguiente (CEES, 1: 2), un reloj vuelve a señalar la urgencia de la educación
sexual. Su trazado combina los símbolos de masculino y femenino de modo tal que
queda configurado como una flecha que atraviesa el círculo del reloj. En este caso, es la
flecha, construida por la conjunción de las marcas diacríticas (masculina y femenina) de
los símbolos, la que indica la urgencia: “Educación sexual, el desafío de la hora” (CEES, 1:
2). La imagen que sigue, en la hoja central del fascículo (CEES, 1: 3-4), se compone por
dos manzanas ubicadas en los extremos. La primera solo presenta un pequeño mordisco
y la segunda ha sido devorada casi completamente. El título dice “La sexualidad, de ayer
a hoy” y la imagen cita la tentación de Adán por Eva de la tradición bíblica.
El peligro de la sexualidad de los niños y las niñas es un lugar recurrente del discurso
social. A primera vista, la escena del traspaso del sobre podría representar una situación lúdica de afectividad infantil, pero la disposición de las miradas, la composición
cromática de la escena y el título que la enmarca colocan el acento en el peligro. El
sobre rojo reúne los sentidos de la sexualidad codificada por la matriz heterosexual,
trazando una relación intrageneracional de sujetos sexualmente diferenciados que
ocurre en un plano heterogéneo respecto de la relación pedagógica docente-alumnos/
as. Por su parte, la urgencia indica un mandato: es necesario intervenir sobre el flujo de
sexualidad que circula entre los niños y las niñas antes de que suceda algo malo. Este
imperativo es intensificado por el reloj de la diferencia sexual que señala un tiempo
actual de creciente voracidad sexual en contraste con la mesura del pasado.
El segundo fascículo se titula “Intimidad de los órganos sexuales”. La imagen que ilustra
la primera página está compuesta por dos cuerpos semidesnudos, uno femenino y otro
masculino, que cruzan las miradas observando las diferencias genitales. “El encanto de lo
distinto” es el título que enmarca la imagen e inmediatamente dice: “Hombres y mujeres
compartimos órganos y sistemas en los que priman las similitudes, pero las diferencias
son la sal del encuentro entre los sexos” (CEES, 2: 2). El siguiente artículo, ilustrado con
chupetes rosas y azules, se titula “De dónde provienen las diferencias” y continúa:
Todo comienza en el momento de la concepción: el futuro masculino o femenino
depende de qué gen fecunde el óvulo.
En el momento de la concepción, se sella la primera diferencia: si un gen Y fecunda
el óvulo, decreta que el nuevo ser será un varón (…) (CEES, 2: 3).
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Facundo Boccardi
La actividad masculina y fecundante del gen Y opera sobre el óvulo receptivo
aplicando la fuerza del decreto y determina el género del sujeto.
En las páginas siguientes se presenta el listado de “Los órganos genitales” anunciado
en la tapa. Con un fondo rosa para los femeninos y un fondo azul para los masculinos
son detallados de manera minuciosa. La hoja central se divide exactamente en dos
partes: la primera parte la ocupan los genitales de la mujer; y la segunda, los del varón.
En este fascículo, el funcionamiento de la grilla cultural de la heterosexualidad
que menciona Butler (2001) adquiere una claridad meridiana. Cada parte del cuerpo
humano es colocada necesariamente en uno u otro lado de la división bipartita de
los sexos y mediante esa disposición cada elemento corporal es comprendido en
nuestro horizonte cultural. De este modo, la clasificación fisiológica de las partes
del cuerpo se produce según el leguaje generizado sostenido por las tradiciones de
nuestra cultura que han determinado los significados de lo masculino y lo femenino.
Así, la grilla de la heterosexualidad codifica los cuerpos como masculinos o femeninos leyendo los rasgos que la cultura le atribuye a cada género en la materialidad
de los cuerpos.
El tercer fascículo se llama “Cómo funciona el encuentro sexual” y está ilustrado con
un dibujo de dos personajes, uno femenino y otro masculino, que se besan en la boca
con los ojos cerrados fundiendo sus rostros. Al interior del fascículo, otra ilustración
presenta dos piezas de un rompecabezas dispuestas para ser encastradas: una es color
rosa y la otra es celeste (CEES, 3: 2). Debajo de la imagen, el título dice: “Conocernos,
el mejor camino”, y continúa: “Si cada uno supiera un poco sobre la respuesta sexual
de otro, es posible que muchos sinsabores se hubieran ahorrado en la historia de las
parejas” (CEES, 3: 3). Cabe aclarar que “uno” y “otro” significa “hombre” y “mujer”, ya que
lo que sigue inmediatamente (CEES, 3: 4-5) es una exposición de la fisiología del acto
(hétero)sexual desarrollado por Master y Johnson.
La composición de este fascículo amalgama elementos propios de la retórica
del amor romántico con uno de los más célebres exponentes del dispositivo de
control biomédico identificado por Foucault (2003) como scientia sexualis. Con
esta operación discursiva, la relación de complementariedad establecida entre los
diferentes elementos que remiten a la diferencia sexual es correlacionada con un
registro experimental anatomofisiológico. La respuesta sexual humana de Master y
Johnson aparece como la descripción precisa y rigurosa de los procesos anatomofisiológicos que tienen lugar en la relación coital vaginal. Tales conocimientos
sexuales son presentados como elementos objetivos que podrían beneficiar las
relaciones de pareja. De este modo, la descripción científica adquiere fuerza prescriptiva restringiendo lo sexual a un único modelo de penetración peneana-vaginal
milimétricamente medida en su dimensión fisiológica. La matriz de inteligibilidad
cultural entreteje los códigos de la tradición romántica con los de la ciencia sexual
para limitar los posibles sentidos del “encuentro sexual” a un determinado modelo
de encuentro heterosexual.
PUNTO GÉNERO / 93
Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
El curso prosigue fascículo tras fascículo con una galería de configuraciones significantes que refuerzan y naturalizan la heteronormatividad de la cultura escolar
hegemónica7. Los límites del artículo no nos permiten continuar, en este punto, con
el recorrido.
En el libro Amor, Sexualidad y Educación no hay imágenes, pero las palabras alcanzan para delimitar qué identidades sexuales son consideradas legítimas, dignas de ser
encarnadas y de constituir modelos de vida.
El escenario ideal, fundamental de la educación es la familia. Es ahí donde el niño
debe aprender a cuidar su cuerpo. Es allí donde lo que nació nena o varón tendrá
que hacerse hombre o mujer mirando, escuchando a sus padres, modelos de su vida,
sexualidad incluida (González, 2008: 143).
Con tono prescriptivo, se opera una delimitación que ya hemos mencionado: la
familia es el lugar fundamental y fundante de la educación sexual. Familia significa,
aquí, familia heterosexual y monogámica. Compuesta por una madre, un padre y unos
hijos que deben obedecer el mandato heterosexual escrito en su anatomía e impuesto
por los padres que son los modelos de vida.
Sin embargo, cada hijo es único e irrepetible y, por lo tanto, es posible que sus
comportamientos tiendan a escapar de los modelos de masculinidad y feminidad de
la cultura heterosexual hegemónica. En estos casos, la enunciadora aconseja:
Lo más sano es abandonar estereotipos y prejuicios, para poder conectarse con cada
hijo en particular, más allá de su sexo, aceptando sus particularidades (González,
2008: 113).
Y continúa con un ejemplo clarificador:
Que Florencia trepe árboles o patee pelotas no la hará menos mujer si tiene padres
que la deseen nena, la miren como nena y estimulen la feminidad aceptando su
modo particular de ser (González, 2008: 113).
En este discurso “ir más allá del sexo” y “aceptar las particularidades de cada niño” no
parece entrar en contradicción con “la estimulación de la femineidad”. Esto se explica
porque si bien hay diferencias, no hay diferencia que caiga afuera de la diferencia sexual.
El cambio más evidente en la adolescencia pasa por el encuentro y los interrogantes
que despierta el otro sexo y por la determinación inconsciente de tener que elegir una
posición sexuada: hombre o mujer (González, 2008: 117).
En este libro, la heterosexualidad no es simplemente una orientación sexual sino
que es modo de concebir las relaciones humanas. Los diferentes matices, rasgos, roles
7
La presencia de otras identidades sexuales tiene lugar en un solo fascículo, ya nos detendremos en este punto.
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Facundo Boccardi
y conductas que presentan los sujetos son codificados por una grilla que divide lo
masculino de lo femenino, cada uno anclado a una anatomía unívocamente sexuada, y
gobernado por un sentido de atracción recíproca. En este esquema, ninguna diferencia
excede o cuestiona la diferencia heterosexual, ya que el estatuto de su existencia no
justifica detenerse en ella. De acuerdo con esta lógica, ante la pregunta: “¿qué es un
travesti?”, la enunciadora recomienda que la respuesta sea clara y concisa: “podemos
contestar que es alguien que le gusta disfrazarse de mujer sin hacer referencia a desviaciones o perversiones” (González, 2008: 109).
3.2.1. Fascículo 12:“La condición homosexual”
El curso destina un fascículo completo para incluir las identidades sexuales que
son excluidas del resto de los fascículos. Se titula “la condición homosexual”, pero en
su interior bajo el subtítulo “Diferentes tipos” se despliega un glosario que enumera:
“homosexual varón”, “homosexual mujer”, “bisexual”, “locas”, “chongo”, “travestis” y “transexual” (CEES, 12: 3).
La tapa del fascículo (CEES, 12: 1) está ilustrada con un dibujo que representa la
escena de una ducha perteneciente a un vestuario masculino colectivo. La imagen
muestra los torsos desnudos, uno de medio perfil y el otro de espaldas, de dos personajes masculinos rodeados de una masa de vapor que los cubre de la cintura para abajo.
Uno de los personajes se frota la cabeza con champú y el otro se enjabona la espalda.
Esta imagen presenta algunos rasgos que la diferencia del resto de las tapa de
los fascículos: es la única tapa que muestra cuerpos desnudos, la forma y volumen
anatómico corresponde a cuerpos más desarrollados que en el resto de las imágenes, y el escenario no podría incluirse, como en los otros casos, en una situación de
la vida cotidiana de las escuelas argentinas. En este sentido, en todo el fascículo no
hay ninguna imagen que refiera a espacios escolares. El desplazamiento en el plano
de las imágenes de “la condición homosexual” hacia afuera de la escuela tiene como
correlato la delimitación desde una perspectiva evolutiva de la edad de la “adquisición
de la identidad homosexual”:
A los 17 años en los hombres y a los 18 en las mujeres, se produce un proceso de
identidad-confusión, con la aparición de una excitación homosexual. (…)
Entre los 19 y 21 años los hombres y entre los 20 y 21 años las mujeres, asumen el
compromiso y su identidad y la comparten con familiares y amigos (CEES, 12: 5).
La heterosexualidad funciona estructuralmente en el curso “Cómo enseñar educación
sexual”. No aparecen marcas explícitas de especificación ni de la identidad heterosexual,
ni de las prácticas sexuales heterosexuales, ni de la cultura heterosexual. Todo ello
ocupa el lugar inconfesado y, a la vez, omnipresente de lo presupuesto. Por esta razón,
fue necesario un demarcar un territorio específico para nombrar aquello que aparece
como diferente. Siguiendo las líneas trazadas por la matriz de la heterosexualidad, el
fascículo 12 aglutina diferencias que son invisibles en la normalidad homogénea que
PUNTO GÉNERO / 95
Educación de la diferencia sexual. Acerca de lo que se dice que hay que enseñar a la hora de dictar educación sexual…
caracteriza al resto del curso. De esta manera, “la condición homosexual” es configurada
como una zona liminar y exótica en el conjunto textual y, paralelamente, es emplazada,
mediante un extraño argumento evolutivo, en la frontera de lo escolar.
4. CONCLUSIÓN
A lo largo de ambas propuestas, hemos visto, por un lado, las diferentes aristas
de la construcción de un problema, y, por el otro, la formulación de una respuesta
tranquilizadora que reproduce, en ambos casos, la perspectiva heterocentrada de
la cultura escolar hegemónica. Consideramos que estos dispositivos pedagógicos
constituyen puntos de condensación de las líneas hegemónicas de la sexualidad.
Tal como hemos visto, estas prácticas discursivas funcionan en el marco de la matriz
de inteligibilidad cultural que produce sujetos sexuados, generizados y deseantes
prescribiendo una relación causal y coherente entre sexo, género, práctica sexual
y deseo. Una matriz codificada por la heterosexualidad que fija el sentido de cada
uno de estos términos y establece los límites de las posibilidades de cada identidad en un sistema binario de opuestos (Cfr. Butler, 2001: 38-67). De este modo, el
funcionamiento de las propuestas pedagógicas analizadas debe ser pensado en el
marco de la reproducción de leyes culturales que instituyen y regulan la sexualidad
permitiendo y produciendo la inteligibilidad de aquellas identidades coherentes,
continuas y estables, y expulsando al oscuro terreno de la ininteligibilidad a todo
aquello que no cumpla con esas normas.
Sin embargo, a fin de cuentas, creemos que la configuración de los dispositivos
descrita no determina sus efectos. No necesariamente estos dispositivos pedagógicos
repetirán eficazmente las normas de la matriz de inteligibilidad. Su funcionamiento en
contextos particulares puede producir tanto prácticas reproductivas como prácticas
que los pongan en cuestión y los deconstruyan.
5. MATERIALES
AA. VV. (2007): “Cómo enseñar educación sexual”, en La voz del interior, junio-septiembre.
González, L. (2008): Amor, sexualidad y educación, Córdoba, Ediciones del Boulevard.
6. BIBLIOGRAFÍA
Angenot, M. (1998): Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias. Córdoba: Universidad
Nacional de Córdoba.
Butler, J. (2001): El género en disputa. 1ª edición. México, Paidós.
---------- (2002): Cuerpos que importan. 1ª edición. Buenos Aires: Paidós.
Darré, S. (2005): Políticas de género y discurso pedagógico. Uruguay, Ediciones Trilce.
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Facundo Boccardi
Foucault, M. (2003): Historia de la sexualidad 1: la voluntad de saber. 2ª edición. Buenos
Aires: Siglo XXI.
Morgade, G. y Alonso, G. (comps.) (2008): Cuerpos y sexualidades en la escuela: de la
normalidad a la disidencia. Buenos Aires, Paidós.
Wainerman, C.; Di Virgilio M.; Chami, N. (2008): La escuela y la educación sexual. Buenos
Aires, Manantial.
PUNTO GÉNERO / 97
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 99 - 121
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
The body as a field of religious and political dispute
Alberto Horacio Rodríguez1
Resumen
Este artículo propone analizar la disputa cultural actual, consistente en dar sentido a la realidad social sobre el uso del cuerpo. Dos propuestas societales se han expresado al respecto
en Argentina y han situado al cuerpo, la sexualidad, la pareja y la familia en el centro del
pleito. Para su descripción se propone en una primera aproximación identificar el contexto
histórico que define el semblante de uno de los actores de esta disputa: el fundamentalismo
neoconservador. En una etapa ulterior, describir los procesos de afianzamiento de dicho actor
y la madurez de sus planteos, para luego concluir con un examen de la lógica articuladora y
el avance político de sus propuestas en la Argentina. Para ejemplificar estas construcciones
se tomará el proceso de desarrollo de la Ley de Educación Sexual Integral y la aprobación de
los Lineamientos Curriculares de Educación Sexual Integral y los prolegómenos alrededor de
la Ley de Matrimonio Igualitario, donde se definieron nítidamente las fronteras imaginarias
de feministas, laicas/os, liberales y progresistas, por un lado, y las/os neoconservadoras/es y
fundamentalistas religiosas/os, por el otro.
Palabras clave: dispositivos simbólicos - tecnologías de género - afinidad electiva - neoconservadurismo - excepcionalismo.
Abstract
This article aims to analyze the current cultural dispute, consisting of making sense of social
reality on the use of the body. Societal Two proposals have been expressed about it in Argentina
and have located the body, sexuality, the couple and the family at the center of the lawsuit.
For description is proposed as a first approximation to identify the historical context that defines the face of one of the actors in this dispute: neoconservative fundamentalism. At a later
Fecha de recepción: 24 de abril de 2012
Fecha de aprobación: 21 de abril de 2013
1
Licenciado en Sociología, en la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Artes Visuales egresado del Profesorado
de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón de Buenos Aires. Rector del Centro de Capacitación Técnico Profesional de
la Asociación Civil Eirene Armonía Plena de Argentina. [email protected]
PUNTO GÉNERO / 99
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
stage, describing the processes of consolidation of the actor and the maturity of its proposals,
and conclude with a discussion of the logical articulation and political advancement of their
proposals in Argentina. To illustrate these constructions will take the process of development
of Comprehensive Sex Education Act and the approval of the Curriculum Guidelines for
Comprehensive Sexuality Education and the run around the Equal Marriage Act, which defined
distinctly feminist imaginary borders, lay, liberals and progressives, on the one hand, and the
neoconservative and religious fundamentalists, on the other.
Key words: symbolic devices - technologies of gender - elective affinity - neoconservatism
- exceptionalism.
I. INTRODUCCIÓN
Los guerreros tlaxcaltecas recibían un severo entrenamiento militar. Se los sometía
a tareas muy agobiantes para fortalecerlos y así alimentar el fuego eterno que se mantenía en ellos. El rito de iniciación como guerreros era la participación en la captura de
un prisionero. El cautivo era llevado entonces a los hombres a cargo del sacrificio, que
lo mataban extrayéndole el corazón palpitante. Entonces el cuerpo era arrojado por
las escalinatas del templo y el corazón latente a los fuegos inmodestos. El cuerpo era
dividido entre los muchachos participantes para su consumo ritual: El muslo derecho
y el torso correspondían al joven que se había comportado más heroicamente; el
muslo izquierdo iba al segundo joven más valiente; el brazo derecho al tercero, y así
sucesivamente hasta que no quedaba ninguna porción.
En la Ilíada se narra los acontecimientos ocurridos durante cincuenta y un días en
el décimo y último año de la guerra de Troya. Aquiles, enfurecido por la muerte de
su amigo Patroclo, obtuvo de su madre una nueva armadura forjada en la fragua de
Vulcano. Salió al campo de combate, matando a Héctor. Tomó como botín su cuerpo,
arrastrándolo con su carro en torno a los muros de Troya, sin permitir que tuviera los
ritos funerales. Solo cuando Príamo, el padre de Héctor y rey de Troya, vino en secreto
a entrevistarse con Aquiles, este le devolvió el cuerpo del héroe, en uno de los pasajes
más emotivos de este poema épico.
Como en la antigüedad, hoy el cuerpo vuelve a ser el escenario de disputas entre
los dioses.
Este ensayo se propone analizar la disputa cultural actual, consistente en dar
sentido a la realidad social sobre el uso del cuerpo. Dos propuestas societales se han
expresado al respecto en Argentina y han situado al cuerpo, la sexualidad, la pareja
y la familia en el centro del pleito. Para su descripción se propone en una primera
aproximación identificar el contexto histórico que define el semblante de uno de los
actores de esta disputa: el fundamentalismo neoconservador. En una etapa ulterior,
describir los procesos de afianzamiento de dicho actor y la madurez de sus planteos,
para luego concluir con un examen de la lógica articuladora y el avance político de sus
propuestas en Argentina. Para ejemplificar estas construcciones se tomará el proceso de
100 / PUNTO GÉNERO
Alberto Horacio Rodríguez
desarrollo de la Ley de Educación Sexual Integral y la aprobación de los Lineamientos
Curriculares de Educación Sexual Integral y los prolegómenos alrededor de la Ley de
Matrimonio Igualitario, donde se definieron nítidamente las fronteras imaginarias de
feministas, laicas/os, liberales y progresistas, por un lado, y las/os neoconservadoras/
es y fundamentalistas religiosas/os, por el otro.
Para tal fin, se explora la actuación en los debates de estas dos leyes de una actora
social muy mediática representando al fundamentalismo neoconservador argentino:
la diputada Cynthia Hotton. En este rastreo genealógico se demostrará su inserción
en política y las alianzas con partidos denominados de derecha representativos de la
reacción neoconservadora. La elección de esta diputada es sostenida además por su
pública pertenencia a la religión evangélica con estrechos lazos con el fundamentalismo
protestante estadounidense y en alianza con la ortodoxia católica romana, principal
soporte ideológico del neoconservadurismo argentino.
II. POLÍTICA Y RELIGIÓN
Durante gran parte del siglo XX, la religión y la política caminaron más separadas
que nunca en la Historia. Sin embargo, en un definido momento de sus décadas
finales se produjo una llamativa subversión. La política y la religión volvieron a unirse
con una pujanza recordando momentos históricos pretéritos. Alianzas estratégicas
entre religión y política pueden manifestarse de diversas maneras, como sucede actualmente en las sociedades iberoamericanas y en otras regiones, en especial en las
sociedades monoteístas.
“Hacia 1975… un nuevo discurso religioso toma forma, no para adaptarse a los valores
seculares sino para devolver el fundamento sacro a la organización de la sociedad,
cambiándola si es necesario. Este discurso, a través de sus múltiples expresiones,
propone la superación de una modernidad fallida a la que atribuye los fracasos y las
frustraciones provenientes del alejamiento de Dios… En quince años este fenómeno
ha adquirido dimensión universal” (Kepel, 1991: 14).
¿Cómo comprender un proceso de profanidad y una modernidad religiosa articulándose por sus demarcaciones y peculiaridades? ¿Cómo definir, en la actualidad
religiosa, de patrones seculares que traspasan diversos campos en nuestras sociedades, registrando la nueva disposición de lo religioso, las singularidades culturales y las
particularidades existentes en las diversas formas de acción política?
Habida cuenta que una multiplicidad de investigaciones ha caracterizado con claridad los componentes y alcances de los procesos de yuxtaposición político-religioso
(Wynarczyk, 2010; Di Stéfano y Zanatta, 2000; Caimari, 1994; Mallimaci, 1988), el artículo
pretende ahondar en un terreno donde se condensan y materializan las instancias de
imbricación entre ambas esferas.
En la complejidad relacional de nudos político-religiosos pueden concebirse desde
movimientos religiosos que ingresan al espacio público para presionar o realizar demandas
PUNTO GÉNERO / 101
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
al Estado, muchas de ellas sin llegar a la defensa de alguna afinidad político-ideológica,
hasta actores políticos que desean legitimarse religiosamente, y buscan presentarse
ante la opinión pública rodeados del aura prestigiosa que supone esa legitimidad. El
corpus ético y moral de las religiones otorgan un sentido a la acción política. Si nos
proponemos como tarea descubrir el grado de politización o despolitización religiosa,
habría que prestar atención a las representaciones sociales que se manifiestan en el
campo religioso y cómo desde ellas se niega, se refuerza o se establece una relación
de inferencia con la cuestión política.
Percibimos cómo movimientos políticos van adquiriendo un lenguaje que acumula
elementos religiosos. Esta provisión puede encontrarse en dos modalidades: primero en
la transferencia y apropiación de nociones procedentes del lenguaje religioso y en su
atribución de continuador en el mundo, en el hoy y ahora de determinada sacralidad.
Segundo, en el reemplazo y desplazamiento de la sacralidad anteriormente confinada
al ámbito de las religiones y condensada, a partir de determinado momento, en la
sacralidad política. Para ciertas miradas ancladas en mundos institucionales religiosos estas dos modalidades pueden parecer intromisiones o pretensiones regalistas
(Mallimaci y Cucchetti, 2009: 129).
Cuando uno analiza en dónde se discute de sexualidad, no hay morales laicas ni
partidos políticos que se exhiban, ¿y quién aparece entonces?, los grupos religiosos
en el espacio público.
III. ¿SEXO O GÉNERO?
Foucault designa el pasaje de una sociedad soberana a una sociedad disciplinaria
como el desalojo de una forma de poder que decide y ritualiza la muerte, a una nueva
forma de poder que calcula la vida en términos técnicos de población, salud e interés
nacional. Foucault llamará “biopoder” a esa forma de poder productor, impreciso y
tentacular (Foucault, 1992: 165). El biopoder produce y reproduce la normalidad y con
ello también la diferencia, ambas son reguladas y utilizadas para su propio beneficio,
para legitimarse a sí mismo y legitimar sus mecanismos.
La subjetividad se construye por medio de dispositivos, es decir, redes particulares
de elementos discursivos y extradiscursivos inscritos en un juego de poder. En Historia
de la sexualidad. La voluntad de saber, Foucault (1992) entiende a la sexualidad como
un dispositivo, el conjunto de efectos producidos en los cuerpos, comportamientos y
relaciones sociales, en el despliegue de una tecnología política compleja. La sexualidad
deja de ser una propiedad de los cuerpos o algo existente originariamente en los seres
humanos y se convierte en un espacio privilegiado de producción de subjetividades,
punto de pasaje de relaciones de poder particularmente denso, en virtud de su
ubicación privilegiada en la articulación entre las técnicas de poder disciplinarias que
construyen al cuerpo como objeto de las relaciones de poder, la anatomopolítica; y
las técnicas de biopoder que transforman a la población en un problema económico
y político, centrado en el cuerpo-especie.
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Alberto Horacio Rodríguez
Sin embargo, hay dos cuestiones que destacan la dificultad de utilizar ese modelo
en el contexto sexualidad-política posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Además, Foucault interrumpe su genealogía de la sexualidad en el siglo XIX y, si bien
se trata de confeccionar un análisis político sobre las prácticas y las identidades sexuales
contemporáneas, a pesar de que no podía ignorar la existencia de los movimientos
feministas, escogió construir una visión retrospectiva a partir de la sexualidad griega,
que usa como hipótesis programática para la definición de las nuevas estéticas de vida.
La invención de la categoría “género” constituye el barrunto de la emergencia de ese
tercer régimen de la sexualidad (Preciado, 2007: 20). Lejos de ser una elaboración de la
agenda feminista de la década de 1960, la categoría de género pertenece al discurso
médico de fines de los años 40. Durante el período de la guerra fría, en los Estados
Unidos hubo cuantiosas inversiones destinadas a la investigación sobre el sexo y la
sexualidad. Ese tercer modelo se caracteriza no solo por la transformación del sexo en
objeto de gestión política de la vida, sino sobre todo por el hecho de que esa gestión
se opera con las nuevas dinámicas del tecnocapitalismo avanzado.
El contexto del nacimiento del concepto de género es el macartismo2, donde suma
a la persecución patriótica contra todo vestigio o sospecha de comunismo, políticas de
segregación contra la homosexualidad en tanto forma de antinacionalismo, así como
la exaltación de los valores familiares de la masculinidad laboriosa y la maternidad
doméstica (D’Emilio, 1993).
En todo el país se extienden decenas de centros de investigación en la estructuración de un objetivo nacional de salud pública. Al mismo tiempo, se inician estudios
cuantitativos sobre la “desviación sexual” que se conoce como ” Sex Variant” y que se
prolongará casi veinte años (Terry, 1999: 178-218). Es también el momento en que se
instaura el uso clínico de las moléculas hormonales, la primera comercialización de
estrógenos y progesterona obtenidos a partir de yeguas (Premarin) y luego de forma
sintética (Norethindrone), y es, sin duda, el momento en que el Dr. John Money, que
tiene a su cargo el área de psiquiatría infantojuvenil del hospital John Hopkins de
Nueva York, inventa el concepto de género.
La categoría género de Money es la herramienta de una racionalización de la
vida donde el cuerpo no es más que un parámetro. El género es ante todo un concepto necesario para el advenimiento y desarrollo de una colección de técnicas de
normalización/transformación de la vida: la fotografía de los “desviados sexuales”, la
2
Entre 1953 y 1954 el senador republicano estadounidense Joseph McCarthy encabezó una cruzada anticomunista
en Washington, con audiencias a puertas cerradas en el Senado que quedaron grabadas a fuego por el terror
inquisitorial. En una verdadera caza de brujas en la que muchos intelectuales de izquierda vieron desmoronarse
sus carreras y en muchos casos sus vidas, McCarthy juzgó a alrededor de 500 sospechosos de ser activistas del
comunismo en plena Guerra Fría. Los interrogatorios incluyeron a funcionarios públicos, artistas, escritores,
intelectuales, empleados de banco y secretarios.
PUNTO GÉNERO / 103
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
identificación celular, el análisis y el tratamiento hormonal, la lectura cromosómica, la
cirugía transexual e intersexual…
Si el concepto de género inserta una ruptura, es pues porque constituye el primer
momento reflexivo de esa economía de construcción del sexo. A partir de entonces, no
hay retroceso. La medicina permite que se manifiesten sus fundamentos arbitrarios, su
carácter constructivista, y por lo mismo permite nuevas formas de resistencia y de acción
políticas. El régimen postmoneyista (Preciado, 2007: 23) de la sexualidad no puede activarse sin el tráfico de un enorme flujo de tecnología médica (hormonas, silicona, textos
y representaciones, de técnicas quirúrgicas…); es decir, sin una circulación constante de
biocódigos de los géneros. En esa economía política del sexo, la regulación, normalización
y la diferencia dependen del control, de la reapropiación y el uso de esos movimientos de
género. Al hablar de la ruptura que introduce esa categoría de género, no se refiere al pasaje
de un canon al otro en expresiones que provoque una forma de discontinuidad drástica.
Se trata sobre todo de una superposición de capas en los cuales las diferentes técnicas de
escritura de la vida se encabalgan y se reescriben. El cuerpo no es aquí una materia pasiva
sino una interface tecnoorgánica, un sistema tecnovivo segmentado y territorializado
según diferentes modelos textuales, informáticos, bioquímicos… (Haraway, 2000: 162).
IV. TECNOLOGÍAS DE GÉNERO
La conformación de la identidad personal es una configuración muy compleja en
la que intervienen una multiplicidad de factores, desde propensiones individuales
hasta la asimilación de diversas facultades originadas en el proceso de socialización
y educación, pero evidentemente un elemento importante en la constitución de la
subjetividad es la determinación de género, cimiento fundamental sobre el que se
organiza la identidad del sujeto.
Usualmente el sentido común considera que el sexo es el factor determinante de
las diferencias observadas entre varones y mujeres y que es el promotor de las diferencias sociales existentes entre las personas sexuadas en masculino o femenino. Pese
a esto, desde hace unas décadas se distingue que en la configuración de la identidad
masculina o femenina median no solo factores genéticos, sino estrategias de poder,
dispositivos simbólicos, psicológicos, sociales, culturales, etc., es decir, mecanismos que
nada tienen que ver con la genética, pero que son condicionantes esenciales para la
contextura de la identidad personal. Por ende, se considera que en el sexo permanecen
gran parte de las diferencias anatómicas y fisiológicas entre varones y mujeres, pero que
el resto pertenecen a la hegemonía de lo simbólico, de lo sociológico, de lo genérico y
que, consecuentemente, los sujetos no nacen resueltamente como varones o mujeres
sino que la construcción de género –masculinidad o feminidad– es la consecución
de un largo proceso, de una arquitectura que se va trenzando en interacción con el
medio familiar y social.
El desarrollo del concepto tecnología del género de la autora feminista Teresa de
Lauretis (2000), desempeña una función privilegiada en esta construcción. Tecnología
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Alberto Horacio Rodríguez
del género es una noción elaborada a partir de la tesis foucaultiana de tecnologías
del sexo. Foucault en el primer volumen de La Historia de la Sexualidad, La Voluntad
de Saber, define que la sexualidad no es un impulso natural de los cuerpos, sino que
“el sexo, por el contrario es el elemento más especulativo, más ideal y también más
interior en un dispositivo de sexualidad que el poder organiza en su apoderamiento
de los cuerpos, su materialidad, sus fuerzas y sus placeres” (Foucault, 1992: 188).
Según Foucault (1992), no se debe concebir la sexualidad como una cuestión privada,
íntima y natural, sino que es totalmente construida por la cultura hegemónica, es el
corolario de una tecnología del sexo, definida como un conjunto “de nuevas técnicas
para maximizar la vida” (Foucault, 1992: 188), extendida y propagada por la burguesía a
partir del siglo XVIII con el objetivo de garantizar la durabilidad de clase y el amparo de
su poder. Entre esas tecnologías del sexo engloba Foucault los discursos religiosos, las
prácticas legales, el discurso científico o médico, etc., en definitiva, una serie de prácticas
discursivas, narrativas, prescriptivas o prohibitivas. Para la exploración foucaultiana las
prohibiciones y las prescripciones o definiciones referentes a la conducta sexual no
solo vedan o reprimen la sexualidad, sino que la engendran.
Pues bien, Teresa de Lauretis (2000) habla de tecnología del género, razonando que
el género, al igual que la sexualidad, no es una expresión natural del sexo o la formulación de características específicas de los cuerpos sexuados en masculino o femenino,
sino que los cuerpos se asemejan a una superficie a esculpir, según los modelos y
representaciones de masculinidad y feminidad divulgadas por las formas culturales
hegemónicas de cada sociedad según las épocas. Entre las prácticas discursivas preponderantes que actúan como tecnología del género, la autora incluye el sistema
educativo, los discursos institucionales, prácticas de la vida cotidiana, la producción
cinematográfica, los medios de comunicación, los discursos literarios, históricos, etc.
Todas las instrucciones o prácticas que se utilizan en la praxis y la cultura dominante
para rotular, especificar, tallar o representar lo femenino o masculino, organizan así que
“la construcción del género es el producto y el proceso tanto de la representación
como de la autorrepresentación” (Lauretis, 2000: 123).
Por su parte, De Lauretis realiza una deconstrucción del lazo entre género y diferencia
sexual del sistema sexo-género, dando un paso más hacia la deconstrucción del sujeto
moderno, para poder pensar un sujeto no unificado y contradictorio, constituido en el
género y en la experiencia de relaciones raciales y de clase (Lauretis, 1989: 8).
Lo hará en cuatro proposiciones. La primera de ellas es que el género debe ser
entendido como una relación entre entidades preconstruidas como clase, mediante
la cual se asigna a una entidad una posición dentro de una clase, y paralelamente,
una posición relativa a las otras clases preconstituidas. En segundo lugar, en la representación del género está su construcción, tanto social como subjetiva. El género es
producto y proceso de su misma representación y autorrepresentación. Tercero, su
PUNTO GÉNERO / 105
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
construcción se origina en los aparatos ideológicos del Estado, la Academia, el arte e,
incluso, el feminismo. Es decir, la construcción de género prosigue por varias tecnologías de género y discursos institucionales, pero también “…subsisten en los márgenes
de los discursos hegemónicos” (Lauretis, 1989: 25). Las teorías de Foucault y Althusser
que ignoran el género o las que se ocupan de él, tal como el psicoanálisis, siempre “…
inspiran, contienen y promueven alguna representación de género” (Lauretis, 1989: 26).
Así como no hay nada fuera de la ideología, no hay nada fuera del género. En cuarto
lugar, la construcción de género es afectada por su propia deconstrucción. Es una
advertencia casi metodológica que invita a pensar sobre los términos e intereses que
gobiernan cualquier deconstrucción, sobre todo a aquellas que contienen a la mujer
en la feminidad (mujer) y reposicionan la subjetividad femenina en el sujeto masculino,
ignorando al sujeto emergente, constituido en una multiplicidad de diferencias, en la
heterogeneidad material y discursiva.
V. LA REACCIÓN NEOCONSERVADORA
El neoconservadurismo se presenta en nuestra sociedad con fachadas variopintas.
Es parte vital del denominado posmodernismo, pero como contramodernización
reaccionaria. Nos ayudaremos con las conclusiones de Enrique Gil Calvo (2003), quien
nos ofrece tres modos para comprender la postmodernidad. El primer acercamiento
a esta etapa político-cultural-económico se la describe como hipermodernización, o
continuación presente de una modernidad pautada en la actualidad por los avances
tecnológicos y científicos. Una segunda descripción se la presenta como antimodernización, que pone en duda las nociones del sujeto, representación o progreso. En
tercer lugar aparece como contramodernización, en tanto dos instituciones premodernas vuelven a ocupar el primer plano político-social: la religión y la guerra. En los
ejes de esta última mirada, donde Gil Calvo enfatiza la impronta de época, encajaría
la revolución neoconservadora.
Ahondando en esta tercera concepción de la posmodernidad, el neoconservadurismo supone una reformulación del pensamiento conservador, al que no sin razones
se ha hecho coincidir con los postulados de la denominada Nueva Derecha: liberal en
lo económico y tradicional en lo moral. François Cusset (2005) detecta sus orígenes
en la izquierda norteamericana de filiación socialdemócrata, por un lado, y en la obra
de Leo Strauss, por otro. De su amalgama resulta un programa filosófico-político estructurado según tres fundamentos: la creencia en la existencia de un Bien superior;
la necesidad de reestablecer un orden social jerárquico; y la exigencia de activar un
programa civilizatorio y democratizante en los planos nacional e internacional.
Cusset enumera los casos biográficos de sus ideólogos así como Norman Podhoretz
(2004) o Irving Kristol (1983), experimentando una conversión operada en el contexto
de la Guerra Fría, lo que confiere a este movimiento de cierta dosis sediciosa. Pero como
núcleo duro, más que como reacción ante los devaneos libertarios, el neoconservadurismo se gesta como tendencia anticomunista. Daniel Bell (1976), con aires premonitorios,
declara en la década de los cincuenta lo que será el eslogan del posmodernismo: “el
106 / PUNTO GÉNERO
Alberto Horacio Rodríguez
fin de las ideologías”, según Fukuyama (2002), siendo una versión degradada de tal
diagnóstico, pues Bell (1992) con cierta lucidez describe el agotamiento del ímpetu
utópico y la obsolescencia de la emoción como factores de la acción política, así como
la convergencia político-funcional que la industrialización supone. No obstante, los
sesenta y su impronta agitadora al incorporar una vertiente contracultural, será la que
explique el rasgo moralizante que caracteriza al neoconservadurismo, así como su
vuelta a la religión.
Pero el concepto medular sobre el que se levanta el movimiento es el de gobernabilidad. El diseño primario comparte en principio el clásico diagnóstico económico
del socialdemócrata James O’Connor (1972), según el cual el Estado se enfrenta a la
contradictoria tarea de posibilitar la acumulación de capital para obtener a su vez el
poder impositivo capaz de asumir las reclamaciones sociales, legitimando así su ejercicio. El problema, según los neoconservadores, es que el aumento de las atenciones
sociales que concibe el Estado de bienestar ha ido creciendo hasta un límite que este
ya no puede hacerse cargo de las solicitudes de la sociedad. A la baja rentabilidad
del sistema proteccionista, se suma la detracción del sobredimensionamiento de los
servicios públicos, cuyas responsabilidades por su ineficacia quedan en la nebulosa
del entramado burocrático, deslegitimada la noción de autoridad política.
La solución a estos problemas en el ideario neoconservador (neocon) estaría, en
primer lugar, por recuperar parte de las directrices neoliberales (anulación de prestaciones sociales universales por focalizadas, privatización de servicios públicos) y, en
segundo lugar, restringir los controles de legitimidad democrática del sistema político.
Autores como Kristol o Bell intentaban cuidar el componente intervencionista del Estado,
llamando a una delimitación de las necesidades sociales para producir un equilibro
entre eficacia y equidad. No se presenta un cuestionamiento de la institucionalización
de instancias de conocimiento independientes, ajenas al control democrático. Esta
solución se ensambla con la preocupación moral, fundamento teórico del neoconservadurismo. Hoy es fácil detectar a la reactivación del fundamentalismo protestante
norteamericano con la razón de ser del neoconservadurismo. Alineada con la tesis
de la afinidad electiva3 entre ética y actividad económica capitalista, el movimiento
neoconservador intima en recuperar los principios morales fundacionales en aras de
asegurar la continuidad del sistema económico capitalista.
VI. LA TEOLOGÍA NEOCONSERVADORA
La afinidad electiva de la ideología neocon hay que buscarla en una colaboración
con normas legitimadoras provenientes del ámbito moral-religioso compatibles con
la lógica del sistema económico capitalista. Esta combinación entre economía, moral
3
“La afinidad electiva es el proceso por el cual dos formas culturales, religiosas, intelectuales, políticas, económicas,
entran, a partir de ciertas analogías significativas, en un parentesco íntimo o afinidad de sentido, en una relación
de atracción e influencia recíproca, elección mutua, convergencia activa y reforzamiento mutuo” (Lowy, 1999: 33).
PUNTO GÉNERO / 107
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
y religión es lo que permite desarrollar una ideología moral y religiosa del capitalismo
que coadyuva a investirlo de legitimidad social y cultural.
El credo de la teología neoconservadora (teocon) está formado, en líneas generales,
por tres ideas principales (Aguiló Bonet, 2010: 18).
En primer lugar, la certeza que Dios y la fe cristiana deben ser actores esenciales de
la vida pública, cuyo objetivo principal es la de recristianizar a la sociedad. La táctica es
penetrando en todas las esferas y ámbitos posibles los valores tradicionales burgueses, así como la ratificación de la familia nuclear como auténtico modelo de familia;
la rehabilitación de la función tradicional de la mujer como esposa, madre y ama de
casa; la imposición de la enseñanza del creacionismo bíblico; la defensa absoluta y
encarnizada de la vida humana, mediante la prohibición y condena de prácticas sociales
como el aborto y la eutanasia; la impugnación del divorcio, de las relaciones sexuales
y afectivas entre personas del mismo sexo, de la prostitución y del uso de métodos
anticonceptivos, entre otros.
El excepcionalismo (Lipset, 2000) sería la segunda idea fuerza del movimiento teocon.
Por ley natural y voluntad divina una elite social con estrechos lazos eclesiásticos son
los elegidos por Dios para la misión mesiánica de extender por el mundo los valores
cristianos tradicionales por medio de una conversión individual. Veladamente lo que
se imponen son la lógica del mercado capitalista y de una democracia elitista.
Dentro del movimiento teocon de Estados Unidos el excepcionalismo toma ribetes
nacionalistas: la creencia según la cual Estados Unidos es una nación bendecida y elegida por Dios. En virtud de ello, la nación estadounidense es la que tiene esta misión
de imponer la paz, la democracia liberal y la libertad, aun con el uso de la fuerza militar.
Por último, los teocons se oponen frontalmente a los programas económicos y
políticos alternativos al capitalismo, tanto a los de inspiración socialista como socialdemócrata (Petrella, 1997: 74-82). Desconfían de la intervención gubernamental en
los asuntos económicos (modelo neokeynesiano del Estado), excepto en períodos
de crisis. En cambio apañan y fomentan la intervención de la religión en el Estado y
la economía, legitimando teológicamente el capitalismo neoliberal y el modelo de
globalización hegemónica del sistema económico.
La moral económica de los teocon puede verse, en este sentido, como la versión
religiosa de la ética de libre mercado emprendida por el neoliberalismo4: la ética fundada
4
A principios de 1990, tras la caída del muro de Berlín, hacía ya años que el socialismo real como sistema
económico iba siendo progresivamente cuestionado o abandonado. Pero es en aquel momento en que, en
ciertos círculos económicos, se intentó formular un listado de medidas de política económica que constituya
un modelo único para la triunfadora economía capitalista. Este listado serviría especialmente para orientar
a los gobiernos de países en desarrollo y a los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional
y Banco Mundial) a la hora de valorar los avances en materia de ortodoxia económica de los primeros, que
pedían ayuda a los segundos.
108 / PUNTO GÉNERO
Alberto Horacio Rodríguez
en la acumulación individual e ilimitada de lucro, la apreciación del individuo a partir
de su capacidad de producción y consumo y la ética de la competencia permanente,
donde hay una lucha a muerte contra los demás por la defensa de sus propios intereses.
VII. EL NEOCONSERVADURISMO EN ARGENTINA
Si bien el neoconservadurismo tiene varias décadas de presencia en nuestro país, la
emergencia mediática de una alianza político-religiosa es mucho más reciente. Como
organización estructural fundante de este posicionamiento ideológico, podemos comenzar analizando la formación de la Fundación Promesa. En 2003 se crea la Fundación
Promesa para alentar la participación de cristianos en política (De Angelis, 2010). Arturo
Hotton abandona su función de embajador en Bulgaria para recorrer la provincia
de Buenos Aires como candidato a vicegobernador bonaerense del Partido Recrear,
acompañando a Hernán Lombardi (Capriata, 2003). Por su parte, el abogado Arturo
Hotton (hijo de Arturo) es el representante en Argentina de la Asociación Evangelística
Billy Graham (AEBG). Cynthia Hotton (hija de Arturo) presentará candidatura por una
banca como legisladora en 2007, también representando a Recrear y estando hoy al
frente de su propia agrupación política, Valores Para Mi País.
Como diputada, Cynthia Hotton presentó un proyecto para declarar de interés
legislativo al “Festival Buenos Aires 2008 con Luis Palau” 5 a realizarse durante el mes
de marzo de 2008 en la Ciudad de Buenos Aires, apoyado por la Alianza Cristiana de
Iglesias Evangélicas de la República Argentina (A.C.I.E.R.A.)6, entre otras organizaciones religiosas, y acompañada por legisladores de Propuesta Republicana (PRO) como
Federico Pinedo y Julian Obiglio, más Marcelo Amenta (Recrear para el Crecimiento).
En 2005, Palau había estado en la provincia de Mendoza para realizar un festival
evangélico siendo recibido en su despacho por el gobernador Julio Cobos. Este había
invitado al predicador para que participara en la Fiesta de la Vendimia de 2005, el más
importante suceso turístico y cultural de la provincia de Mendoza. En esa oportunidad,
Luis Palau habló de su gran amigo Franklin Graham, hijo del pastor Billy Graham, quien
había estado en Mendoza en el 2002 por una campaña similar. En el sitio web de su
5
6
“Mediante un conjunto de reglas, el consenso de Washington establece, también, un ambiente de transparencia
económica. No solo porque las normas la contengan de manera ineludible, sino también porque la misma existencia
de un recetario es un espejo al que podemos mirar a la hora de juzgar la actividad económica de los países” (Guitián y
Muns, 1999:18-19).
Luis Palau nació en Argentina en 1934, en el seno de una familia católica. Predicador internacional de gran
popularidad en América Latina, afirma haber nacido de nuevo a los 12 años. Emigró a los Estados Unidos de
América en 1960. Es autor de 44 libros y folletos, y ha escrito más de cien artículos, publicados en revistas como
Charisma, Christian Herald, Christian Parenting Today, Christian Reader, Christianity Today, Decision, Discipleship Journal,
Focus on the Family, Moody, The Plain Truth, Persuit, World, World Vision, Worlwide Challange (Mirenda, 2007).
A.C.I.E.R.A. es una alianza de denominaciones, congregaciones locales y entidades libremente asociadas con
fines específicos, que reconoce como jerarquías únicas y absolutas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y acepta
las Sagradas Escrituras como regla de fe y conducta.
“Como ACIERA queremos lograr una presencia relevante en la sociedad, siendo reconocida con igualdad religiosa y que
en unidad tenga una voz que declare y se manifieste, conforme al mensaje bíblico, sobre los grandes temas nacionales
y valores que hacen a la construcción de una Nación sana y próspera” (Aciera, 2010)
PUNTO GÉNERO / 109
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
organización, Franklin Graham se presenta como “el hijo mayor de Billy, y Ruth Bell
Graham se desempeña como Presidenta y CEO de Samaritan’s Purse y de la Asociación
Evangelística Billy Graham” (Graham, 2010). Siguiendo la línea familiar, de enérgicos
lazos con la derecha política y empresarial norteamericana, Franklin Graham se hizo
mundialmente conocido como asesor espiritual y confidente religioso del presidente
George W. Bush (Graham, 2001).
Julio Cobos volverá a recibir a Luis Palau en su despacho, pero esta vez como
vicepresidente, junto a los diputados nacionales Hugo Acuña (Movimiento Popular
Neuquino), Cynthia Hotton, Christian Gribaudo y Federico Pinedo. Al día siguiente, el
11 de marzo de 2008, se lanzaba el lock out patronal dirigido por la Mesa de Enlace7 y
apadrinado por el Grupo Clarín8.
Durante el debate parlamentario por la Resolución 1259, la diputada Hotton argumentó en contra de la misma con un texto leído directamente de la Biblia.
“Cuando el pueblo de Israel fue expulsado de Egipto, estuvo en el desierto durante
cuarenta años. Luego de ese lapso llegó a la Tierra Prometida como un pueblo totalmente desordenado. Dios puso al mando a un joven; no llegó Moisés, sino Josué.
Imagínense la carga de ese joven, cuyo pueblo desordenado dependía de él. Dios le
dio un simple consejo que voy a leer: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente para
cuidar de hacer conforme a toda la ley que te mandé. No te apartes de ella ni a diestra
ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas, y todo
te saldrá bien (…) Mi interpretación, en base a ese mandato, me lleva a votar por la
suspensión de la resolución 125”. (Hotton, 2008).
Cobos también ha realizado otras actividades junto a Hotton. Además de correr
varias maratones10, también ha participado como disertante en la Conferencia de
Formación de Dirigentes Políticos, en la Universidad de El Salvador, participando el
pastor Osvaldo Carnival, titular de la Iglesia Catedral de la Fe, una iglesia con un explícito
perfil religioso-empresarial (Hotton, 2008).
7
8
9
10
La Mesa de Enlace Agropecuaria es la unión de hecho de las cuatro principales asociaciones nacionales de
empresarios agropecuarios de Argentina: la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria Argentina (FAA),
las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y CONINAGRO. Nace el 12 de marzo de 2008 mediante una primera
reunión de emergencia de las entidades que la constituyen con motivo de enfrentarse al establecimiento de las
retenciones móviles a los cultivos de soja, trigo y girasol establecido debido a los millonarios ingresos por renta
diferencial.
Grupo de multimedios más grande de Argentina. Conformado oficialmente en el año 1999, engloba entre otros
medios a los diarios Clarín y La Razón, la empresa Artear (que produce y comercializa El Trece de Buenos Aires), la
operadora de televisión por cable Cablevisión y las señales de cable Todo Noticias, TyC Sports, Volver, Magazine,
Canal Rural, Metro, y Quiero música en mi idioma, entre otras, junto con decenas de empresas como editoriales,
emisoras de radio, televisión, productoras de televisión, proveedores de Internet, telecomunicaciones, imprentas
gráficas, correo tradicional y servicios de tercerización.
Proyecto del Poder Ejecutivo argentino que establece el régimen de retenciones y crea el Fondo de Redistribución
Social (Ministerio de Economía y Producción, 2008).
La Maratón Adidas o la Prueba Aeróbica Edición “Argentina Futura”.
110 / PUNTO GÉNERO
Alberto Horacio Rodríguez
En abril del 2009, Cynthia Hotton lanza su propio espacio político: Valores para mi
país. El lanzamiento contó con el favor de Gabriela Michetti, hasta entonces vicejefa
de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y los diputados de PRO Federico
Pinedo y Paula Bertol (Abrevaya, 2009). El eslogan de su monobloque será “Identidad,
comunidad, solidaridad, honestidad, compromiso, todo eso le vamos a aportar a la política
argentina”. Al finalizar el encuentro, Hotton aseguró que
“el Señor te ayuda a tener un escudo que te defiende, con lo cual el estar en la política
no me ha traído ninguno de todos esos problemas y esas contradicciones que yo
quizás pensaba” (De Angelis, 2010).
En su discurso político Cynthia Hotton se presenta desideologizada, pero defendiendo valores bíblicos y eternos. Se sumó a la mayoría automática que defiende intereses
del Grupo Clarín en el Congreso, a saber: Sobre el informe “Papel Prensa, la verdad” y la
presentación de un proyecto de ley para dejar sin efecto la Resolución 100/2010 de la
Secretaría de Comunicaciones de la Nación, que dispone la caducidad de la licencia
de la empresa Fibertel, empresa proveedora de servicio de Internet, perteneciente
al Grupo Cablevisión del Grupo Clarín (Cámara de diputados, 2010). El proyecto fue
acompañado por Federico Pinedo, Oscar Aguad, Patricia Bullrich, Gustavo Ferrari, Elisa
Carrió, Ricardo Gil Lavedra y Silvana Giudici. La ACIERA también rechazó la decisión de
la Secretaría de Comunicaciones. Gastón Bruno, vicepresidente de la entidad lamentó
que los usuarios de Fibertel estuvieran “en una situación de desamparo e incertidumbre”,
advirtiendo que muchas de las 12.000 organizaciones federadas en la ACIERA se verán
afectadas por esta medida (Pulso Cristiano, 2010).
VIII. LA PRIMERA BATALLA
En Argentina, la sanción de la Ley Nº 26.15011, más conocida como “Programa
Nacional de Educación Sexual Integral”, inauguró la intervención directa de las tecnologías de género por instituciones representativas de la ideología neocon. Esta ley tuvo
como objetivo reglamentar la enseñanza sexual obligatoria desde el nivel inicial hasta
el superior. El mascarón de proa de la alarma moral fueron las instituciones religiosas
fundamentalistas católicas y protestantes.
Las líneas fundamentalistas de las Iglesias católica y evangélica trataron de imponer
sus condiciones y aprovecharon como estrategia avanzar en su armado político y cultural.
La primera táctica que desarrollaron fue el bloqueo del tratamiento del tema. Cuando
su salida se mostró inevitable, lograron que varios gobiernos provinciales tardaran en
adherir al proyecto (Abeijón Sarquis, 2010).
11
“Establécese que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos
educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y municipal”. Sancionada el 4 de octubre de 2006 y promulgada el 23 de octubre de 2006 (Senado
y Cámara de Diputados, 2006).
PUNTO GÉNERO / 111
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
Como táctica postrera se aseguraron una ley a su medida, en especial desde la
Iglesia católica. Cual arma de cruzada, el catolicismo utiliza su propio libro de educación
sexual (Conferencia Episcopal de Costa Rica, 2009). Editada en 2009, llamado “Amor
y sexualidad”, en seis tomos para uso áulico en colegios. Los tomos se dividieron en
temas y edades de los menores, es decir, el primero se denomina “Cuidados, afectos y
amor”, para uso en educación de niños de cero a seis años; el segundo, “La edad de la
inocencia”, de siete a nueve años de edad, y el tercero, “Descubriendo compañeros y
amigos” de diez a doce años. Además está “Compañeros y amigos”, para niños adolescentes de trece a quince años, “Compañeros, amigos y novios” de dieciséis a diecisiete
años y por último “Colaboradores con la vida” para jóvenes de dieciocho y más edad.
El escrito legal propone el derecho de los estudiantes a recibir educación sexual
integral en los establecimientos educativos. La categorización de “integral” implica que
se entiende a la sexualidad como parte del ser humano y por lo tanto su tratamiento
debe darse en todas las etapas y fases de la vida. La ley solo formula un marco de
contenidos básicos o principios, donde indica la necesidad de transmitir saberes pertinentes, precisos y confiables sobre los distintos aspectos de la sexualidad. Además
se anima la promoción de conductas “responsables” para la prevención de problemas
de salud sexual y/o reproductiva. Para su implementación se dispuso un período de
aplicación muy extenso. El Ministerio de Educación de la Nación había dispuesto de
un plazo mínimo de 180 días para la elaboración de los contenidos curriculares que
las provincias debían tomar como base para luego elaborar sus propios contenidos. A
tales efectos, conformó una Comisión Interdisciplinaria, que estuvo más de seis meses
paralizada. Al mismo tiempo se autorizó una implementación gradual y progresiva, con
un plazo de hasta cuatro años. Pero, estos lineamientos y plazos resultan minúsculos
frente al polémico artículo 5º. El mismo dispone que los contenidos de enseñanza
deban estar en consonancia con los idearios de cada comunidad educativa. Esta será
la oportunidad para que las escuelas confesionales elaboren sus propios proyectos.
Para obtener este logro, sacerdotes y pastores pertenecientes a la ACIERA operaron
ideológicamente mediante legisladores de PRO. La ACIERA, con documentos, mostrará
la alianza ideológica con el partido de Mauricio Macri. Por ejemplo el “Manifiesto de
la juventud cristiana”, presentado en un acto el 15 de septiembre de 2005 en el Salón
Mercosur del Senado de la Nación, en Buenos Aires, organizado por la ACIERA y el
movimiento juvenil “Pasando la antorcha” (PLA). Este Manifiesto recibió la firma de
adhesión de Mauricio Macri, Jorge Enríquez, Eugenio Burzaco, y Patricia Bullrich. De los
14 puntos de la declaración, el más extenso es el dedicado a rechazar las “conductas
sexuales no naturales”, como la “homosexualidad, lesbianismo” (Pulso Cristiano, 2005).
Esta organización religiosa expresará que Mauricio representaba el proyecto de la
“educación sexual basada en los valores del reino de Dios” con la familia como principal
actor (ACIERA, 2004).
Para PRO como para la ACIERA, la enseñanza sexual debería ser una tarea exclusiva
de la familia. Este actor social es el agente educador por excelencia. En oposición a la
idea que desde el nivel inicial debe haber educación sexual, su propuesta declara que
debería impartirse a partir del séptimo grado. Así, el proyecto de PRO se focalizaba a
proponer talleres de formación y orientación para padres y docentes (De Luca, 2007).
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La Iglesia católica tomará la delantera editando su propio manual de educación
sexual: Educación para el amor (Conferencia Episcopal Argentina, 2006) Este manual
de la tecnología de género ata a la sexualidad a los principios morales de la familia
patriarcal jerárquica cristiana burguesa y destinada a la procreación. Para la juventud
se pregona el pudor, la virginidad y la castidad. El libro adolece de un fundamento
científico defendiendo una concepción naturalista del tema. Lo femenino se manifiesta
por medio de la maternidad, proponiendo a María como ejemplo de mujer-madre.
La mujer tiene como función primordial la procreación y cuidado de los hijos y la
asignación patriarcal dentro de la división del trabajo por género intrafamilia. Es muy
interesante que el tema del portador/a de VIH aparezca en el mismo lugar en el que
se desarrolla la homosexualidad. Sobre los métodos anticonceptivos se exaltan sus
peligros y sus ineficacias.
IX. LA SEGUNDA BATALLA
Pasadas las 4 de la madrugada del 15 de julio de 2010 se aprobaba en el Senado
de la República Argentina la Ley de matrimonio igualitario, sin modificaciones. Tras un
debate de más de 14 horas, en los que las certidumbres personales y morales estuvieron atravesadas por los argumentos políticos y el agiotaje, el proyecto fue votado
con 33 votos a favor, 27 en contra y 3 abstenciones al dictamen de minoría (a favor de
la media sanción de diputados), tras rechazarse el de mayoría. El debate previo por la
aprobación de esta ley presentó en sociedad una alianza político-religiosa de oposición
a la misma, con modelos copiados del neoconservadurismo norteamericano. Si bien,
como se reseñó, las seducciones entre políticos y religiosos fundamentalistas no era
una novedad en Argentina, la cobertura mediática de este frente fue más que llamativa.
La militancia de Cynthia Hotton y sus aliados en contra de la igualación de derechos para las parejas del mismo sexo le dio la mayor proyección en la opinión pública.
Junto con la senadora miembro del Opus Dei12, Liliana Negre de Alonso, encabezó el
lobby católico-evangelista en contra de la Ley de Matrimonio Igualitario (La Nación,
2011). Además, pretendió impulsar la aberración de plebiscitar un derecho, mediante
la convocatoria a una consulta popular vinculante.
La presión ejercida por los neocon argentinos en contra de la ley hizo que Benigno
Blanco, presidente del Foro de la Familia de España13, una ONG líder que convoca a
12“El Opus Dei es una institución de la Iglesia católica fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer.Su misión consiste
13
en difundir el mensaje de que el trabajo y las circunstancias ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio
a los demás y de mejora de la sociedad. El Opus Dei colabora con las iglesias locales, ofreciendo medios de formación
cristiana (clases, retiros, atención sacerdotal), dirigidos a personas que desean renovar su vida espiritual y su apostolado”
(Opusdei.org.ar).
“El Foro Español de la Familia está constituido jurídicamente desde sus inicios como una asociación de asociaciones
nacida como fruto del acuerdo entre las principales organizaciones españolas relacionadas con la familia para crear
una plataforma civil y no confesional que fuese altavoz e instrumento de presencia social del movimiento asociativo
familiar en España y con proyección internacional. (…) El Foro de la Familia tiene como objetivo fundacional y estatutario defender y hacer presentes en la sociedad española los intereses y valores de la institución familiar y por eso
trabaja para proponer y difundir entre las fuerzas políticas medidas de política familiar; defender el matrimonio como
PUNTO GÉNERO / 113
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
marchas moralistas multitudinarias en la península ibérica, viaje hasta Argentina para
apoyar la presión contra la ley. Después de reunirse con el Departamento de Laicos
de la Conferencia Episcopal Argentina más dirigentes fundamentalistas evangélicos,
se ultimaron detalles para una convocatoria el 13 de julio. Benigno Blanco fue exfuncionario del gobierno de José María Aznar y es supernumerario del Opus Dei. En este
contexto siguiendo el discurso del cardenal Jorge Bergoglio, se describirá la confrontación como “guerra cultural”. Gastón Bruno, vicepresidente de la ACIERA, al concluir
la reunión mantenida con el español declarará:
“La Argentina debe marchar firme hacia la plenitud de los derechos de todos los
ciudadanos, en el marco de la libertad y la democracia” (Vallejos, 2010).
El apoyo a la movilización de instituciones confesionales será total: La Universidad
Austral sostendrá un blog sobre matrimonio homosexual y patrocinará un documento con “investigaciones que se han desarrollado en otros países, principalmente Europa
y Estados Unidos” (Hospital Universitario Austral, 2010) distribuyéndose en el Senado.
La Universidad Católica Argentina de La Plata aportará presencia con estudiantes de
derecho justificando la ausencia a clases (Vallejos, Op. Cit).
La media sanción de la ley en diputados obtuvo 125 votos a favor, 109 en contra y 3
abstenciones (Cámara de Diputados de la Nación, 2010). Todos los bloques políticos se
vieron atravesados por la ley dejando libertad de acción, habiendo votos positivos aun
dentro de PRO. Entre los votos en contra se encuentran Christian Gribaudo, Gabriela
Michetti, Federico Pinedo y Esteban Bullrich de PRO; Cynthia Hotton del monobloque
Valores para mi país.
La Ley Nº 26.618 que modificó el Código Civil y permite a personas del mismo sexo
a contraer matrimonio fue aprobada en la Cámara de Senadores el 14 de julio de 2010
con 33 votos a favor, 28 en contra y 3 abstenciones (Parlamentario, 2010).
X. CONCLUSIÓN
El neoconservadurismo, con sus teóricos más representativos en Bell o Kristol
entre otros, acusa a la cultura denominada posmoderna la ruptura o dislocación de
la sociedad burguesa. Hay una necesidad de restaurar el orden ante la supuesta descomposición del sistema de valores burgueses tradicionales. Intentan lograr sustituir
las ideologías que hasta la década del setenta dominaban los debates en las ciencias
sociales y políticas, insistiendo en la necesidad de enarbolar instituciones respetadas
por todos. Pero en esto también van más allá y afirman que se requiere un consenso
moral compartido por todos los miembros de la sociedad. Bastará un enérgico resurgimiento de valores religioso-sacramentales para evitar la contradicción entre las
estructuras socioeconómicas y los valores culturales de hoy.
institución específica de alta eficacia social y merecedora de todo respeto y todo apoyo; defender el derecho de los
padres a educar en libertad a sus hijos; defender la protección de la vida humana como valor inseparable de la
familia” (forofamilia.org).
114 / PUNTO GÉNERO
Alberto Horacio Rodríguez
Para el neoconservadurismo, el posmodernismo es una resistencia contra el sistema. Penetradas sus propuestas, lo destruirán, pero aunque no lo logren, emponzoñan
unos ideales esteticistas que persiguen en el experimentalismo, la autorrealización y
el narcisismo hedonistas sus ideales. Su propagación es peligrosa para la permanencia y estabilidad del sistema. Atacan el núcleo valorativo y de sentido de la sociedad
moderna. A esta conclusión llega la reacción neoconservadora. Aceptan el sistema
social capitalista democrático tal como ha progresado. Reconocen el funcionalismo
y pragmatismo de esta sociedad, su relativismo ético y valorativo. No piensan en
esencias o valores absolutos dados de una vez por todas. Lo que no quiere decir que
acepten cualquier factor o valor, sino que son conscientes de que tales valores, más
que descubrirlos o venir dados por la naturaleza o la razón, se eligen.
Los neoconservadores se presentan como modernos. Consienten la lógica de los
sistemas predominantes de esta sociedad: la producción tecnoeconómica y la administrativa pública. Pero la anhelan combinar con el sustento controlado del sistema
cultural dominado por instituciones tradicionales. El neoconservadurismo acaricia
cohonestar la ilustración del capitalismo económico-administrativo con la tradición
de una ética religiosa tradicional. No cuestionar la modernidad de la lógica capitalista
y sostener la ética y los valores que ayudan a mantenerla. La racionalidad económica,
científica y administradora que seculariza la realidad y la despoja del misterio, mixturarla
con la tradición religiosa judeo-cristiana que sostiene la ética bíblica fundamentalista.
Los neoconservadores son progresistas mirando a la economía, cautos en las cuestiones
político-democráticas y conservadores en los valores y la cultura.
Los neoconservadores son decididos defensores de la sociedad moderna en su
versión del capitalismo democrático según el modelo estadounidense. Una vez alcanzado su triunfo político-económico, quieren redondearlo con un triunfo cultural.
Por esta razón, su ofensiva en pro de una sustitución de valores y de una vuelta a la
ética religiosa. Para esta tarea solicitan los servicios y colaboración de la tradición
judeo-cristiana. Postulan una afinidad cristiano-capitalista que quiere atraer hacia sí
la legitimidad del cristianismo.
La estrategia del neoconservadurismo es privilegiar un discurso de las diferencias
naturales en sexualidad y una defensa férrea de la familia patriarcal como educadora
por excelencia sobre estas temáticas. Esta maniobra puede entenderse como una
práctica enmascaradora de práctica ideológica, constituyendo un alegato en favor de
la perpetuación del sistema neoliberal capitalista.
En el contexto argentino, el discurso neoconservador ha reemplazado la ideología
por la conducta en valores. La sociedad argentina se ha desviado maliciosamente en
los últimos tiempos y los daños de la vida cultural se han diluido en todas las esferas,
incluida la política. Los pecados se han vuelto públicos. La Ley de Educación Sexual
Integral y la Ley del Matrimonio Igualitario es la muestra visible de esta decadencia. El
cuerpo es en donde se dirime el pleito.
PUNTO GÉNERO / 115
El cuerpo como campo de litigio religioso y político
Cuando se pronuncian en contra de las ideologías, en realidad lo que se quiere
expresar es que no se está de acuerdo con cierta ideología. Los posicionamientos
políticos-culturales siempre responden a ideologías, a un sistema de ideas. En su excepcionalismo, entre los neoconservadores argentinos tiene un profundo significado
la religión civil para integrar y dirigir la emotividad identitaria y la instrumentalización
de su modelo sociocultural. Ello se potencia aún más con la revitalización de la misma,
quienes, en su crisol doctrinal, ven en la religión civil el elemento ideológico más eficaz
para la coyuntura decadente actual.
La solución está en la reinterpretación de la memoria histórica cultural, potenciando
las tecnologías de género disfrazándolas de valores naturales y eternos. No se trata de
una mera respuesta cristiana fundamentalista, sino de una solución coincidente dentro
del recipiente doctrinal del neoconservadurismo con una alianza político-religiosa,
realizando un ejercicio deconstructivo de la identidad y del modelo sociocultural. Se
observa como la mejor alternativa actual de dar batalla en aspectos de la vida privada
relacionada con el uso del cuerpo, no así con el uso de los bienes materiales y/o financieros. La religión, como herramienta discursiva, explica en mucho las diferencias de
valor frente a las cuestiones de género y sexualidad, elaborando actitudes intolerantes
y de rechazo, particularmente cuando se trata de libertades relacionadas con los usos
y decisiones sobre el cuerpo.
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PUNTO GÉNERO / 121
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 123 - 145
La identidad de género como derecho humano. Análisis
del tránsito de un concepto en los discursos del Estado de
la ciudad de Buenos Aires (período 2003-2010)1
Gender identity as a human right. Analysis of the transit of a concept
in the speeches of the State of the City of Buenos Aires (period
2003-2010)
Anahí Farji Neer
Resumen
El trabajo se propone analizar las formas mediante las cuales el Estado argentino regula las
corporalidades que desafían el binarismo genérico. A partir del año 2003 surgieron una serie
de regulaciones orientadas bajo el ideario del respeto a la identidad de género de travestis,
transexuales y transgénero como un derecho humano. Interesa analizar los factores que hicieron
posible dicho cambio regulativo, así como los modos en los que en dichos posicionamientos
estatales son definidos el travestismo, la transexualidad y la transgeneridad y el concepto de
identidad de género. Guía el presente trabajo la hipótesis de que nuevas fronteras de lo humano
son instituidas bajo la noción de derecho humano a la identidad de género. Atento a dichos
planteos, se analizan tres documentos oficiales a fin de abordar críticamente los sentidos
presentes en los mismos.
El enfoque epistemológico del trabajo se basa en el método arqueológico desarrollado por
Michel Foucault, particularmente en lo que respecta a su modo de entender los documentos
como componentes de entramados discursivos históricamente constituidos. La estrategia
metodológica central es el análisis de fuentes secundarias de datos: documentos textuales
oficiales abordados bajo la técnica del análisis de contenido cualitativo.
Palabras clave: travestismo - transexualidad - transgeneridad - tecnologías de género - derechos humanos.
Abstract
This paper analyzes how the State regulates bodies that challenge binary gender rules. Since
2003, several regulations regarding the respect for trans gender identities emerged as part of
a broader ‘Human Rights’ ideology in Argentina.
The factors that made this possible, and the ways in which the concepts of transvestism, transsexualism, transgenderism and gender identity are defined in those regulations are at the core
of this article. This study is guided by the hypothesis that new human frontiers are instituted
Fecha de recepción: 29 de abril de 2012
Fecha de aprobación: 21 de abril de 2013
1
Licenciada en Sociología (Universidad de Buenos Aires/ Conicet). [email protected]
PUNTO GÉNERO / 123
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
under the notion of human rights related to gender identity. Thus, three official documents are
analyzed to address the senses present therein.
The epistemological approach is based on Michel Foucault’s archeology, particularly in regard to
his understanding of the document’s value. The central methodological strategy is the analysis
of secondary data sources: official documents addressed using the content analysis’s technique.
Key words: travestism - transexualism - transgender - technologies of gender - human rights.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es parte de una investigación en curso sobre las formas en las que
el Estado argentino lee y regula las corporalidades que desafían el binarismo genérico
desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. La misma se encuentra guiada por
una estrategia de análisis documental, mediante el método de análisis de contenido
cualitativo. A partir del relevamiento documental realizado se identificó una serie de
regulaciones en torno a aquellas personas identificadas como travestis, transexuales y
transgénero, cuyos contenidos han ido variando con el correr del tiempo. Teniendo en
cuenta que las condiciones materiales de vida de travestis, transexuales y transgéneros
no pueden ser escindidas de cierto tipo de predicados positivos o negativos atribuidos a las personas en función de su género o sexualidad, cabe realizar un abordaje
que dé cuenta del contenido de dichas representaciones. En el presente trabajo se
considerarán las prácticas y discursos del Estado como componentes fundamentales
de las tecnologías que construyen los géneros, sus demarcaciones y patrones de inteligibilidad. Asimismo, se problematizarán los mecanismos con los cuales en dicho
ámbito se (re)definen las fronteras de lo humano.
A fin de aclarar conceptualmente los términos utilizados, a lo largo de este trabajo
se entenderá el travestismo, la transexualidad y la transgeneridad como posiciones
de sujeto2 que se configuran a partir de una desviación de las normas binarias del
género dominantes por medio de la adopción de una serie diacríticos asociados a
un género distinto al socialmente asignado. Son posiciones de sujeto ininteligibles
según el esquema binario de género, ya que siguiendo a Judith Butler, los géneros
inteligibles son “aquellos que en algún sentido instituyen y mantienen relaciones de
coherencia, continuidad entre sexo, género, práctica sexual y deseo” (Butler, 2001a: 50).
Al mismo tiempo, se encuentran estrechamente vinculadas a dispositivos médicos de
disciplinamiento y control, siendo estos los que durante mucho tiempo otorgaron a
los propios sujetos las únicas categorías de nominación disponibles. El término travestismo surgió en Europa Occidental a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en
el momento del pasaje del control de las sexualidades consideradas como desviadas
2
En el sentido que lo entienden Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (2004): “Siempre que en este texto utilicemos la
categoría de sujeto, lo haremos en el sentido de ‘posiciones de sujeto’ en el interior de una estructura discursiva.
Por lo tanto, los sujetos no pueden ser el origen de las relaciones sociales, ni siquiera en el sentido limitado de
estar dotados de facultades que posibiliten una experiencia, ya que toda ‘experiencia’ depende de condiciones
discursivas de posibilidad precisas” (2004: 156).
124 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
del ámbito punitivo al ámbito médico descrito por Foucault en Historia de la sexualidad
(1990). Fue desarrollada por psiquiatras y médicos europeos cuyos exponentes más
reconocidos fueron Richard von Krafft Ebing, Henry Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld.
En el desarrollo del concepto elaborado por los distintos autores se fue pasando de un
modo de entender al travestismo como un grado particular de desviación sexual (o la
tendencia a la búsqueda de estímulos eróticos inadecuados) a utilizarlo para referirse
a personas que al utilizar vestimenta considerada del sexo opuesto configuran una
forma particular de subjetividad (King, 1998; Leite, 2008). Por su parte, la categoría
transexual comenzó a circular en el ámbito clínico-médico a mitad de la década de
1950 con posterioridad a la realización de las primeras intervenciones quirúrgicas de
reasignación genital y al desarrollo de la endocrinología. En 1953, Harry Benjamin,
endocrinólogo alemán, acuñó el término transexual y la categoría diagnóstica de
transexualismo para referirse a individuos que pertenecen físicamente a un sexo, se
sienten psicológicamente del sexo contrario y desean alterar sus rasgos físicos quirúrgicamente. Benjamin concebía la cirugía de cambio de sexo como única alternativa
terapéutica posible, descartando la efectividad de cualquier tratamiento psicoterapéutico (Billings y Urban, 1998; Bento, 2006). Luego, la primera utilización del término
transgenderist vino de la mano de Virginia Prince en la década de 1970. Esta activista
estadounidense formuló el término para referirse a aquellas personas que, al igual que
ella, viven de forma íntegra en un género distinto al asignado al nacer sin tener el deseo
de modificar su genitalidad quirúrgicamente. De acuerdo con dicha categoría, Prince
se proponía visibilizar experiencias distintas a la transexualidad quirúrgica y discutir
con las categorías médicas del transexualismo y el travestismo. El término transgénero
fue ganando popularidad en el ámbito activista a partir de la década de 1990 de la
mano del activismo y la teoría queer (Valentine, 2007).
Del análisis de la producción regulativa local, hasta el año 2003 fueron identificados dos patrones regulativos (Farji Neer, 2012). Por un lado, la sanción del travestismo
mediante los edictos policiales vigentes en la ciudad de Buenos Aires a partir del año
1944. Estos penalizaban el hecho de “vestir con ropas del sexo opuesto”, equiparando
el travestismo a la criminalidad y entendiéndolo como un peligro social que debía
controlarse. Por otro, se ha cifrado la existencia de personas cuyos deseos y expresiones de género desafían el binarismo genérico en tanto sujetos enfermos. De acuerdo
con este guión, al Estado le había asignado el deber de protegerlos, arrogándose la
potestad de evaluar la conveniencia de sus deseos, tanto para sí como para el resto de
la sociedad. Sobre los jueces recayó entonces el poder de arbitrar en torno a la posibilidad de intervenir sus cuerpos quirúrgicamente y a ser reconocidas legalmente en un
género distinto al que les fuera asignado al nacer. En dicho marco, el discurso médico
psiquiátrico por medio del diagnóstico de transexualismo y trastorno de la identidad de
género, había sido invocado como único discurso de verdad y prisma por el cual leer
y comprender dichas formas de vida3.
3
Hasta la reciente sanción de la Ley de Identidad de Género, en lo que refiere a la posibilidad de alterar el nombre
propio se encontraba vigente la Ley N° 18.248/68 (Ley del Nombre). Esta establecía que a fin de modificar el
nombre asentado en la partida de nacimiento debía probarse frente a un juez la existencia de un “justo motivo”.
PUNTO GÉNERO / 125
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
A partir del año 2003 comenzaron a surgir regulaciones orientadas bajo el ideario
de la no discriminación y el respeto a las minorías. Dicho proceso fue profundizándose
y permitió que se instale el respeto a la identidad de género y los deseos de travestis,
transexuales y transgéneros como un derecho humano a ser garantizado por el Estado.
Estas son las nociones que se ubican como fundamento de la recientemente aprobada
Ley de Identidad de Género4.
Sobre la base del relevamiento realizado, se hallaron una serie de documentos
oficiales producidos entre los años 2003 y 2011 por distintas instancias del Estado
argentino, en cuyos contenidos se encuentran presentes dichas ideas. Cabe entonces preguntarse por la génesis de estas formas regulativas, así como por los sentidos
de dicho cambio discursivo iniciado en el año 2003 y vigente hasta el momento. En
este sentido, surgen los siguientes interrogantes: ¿Qué hizo posible dicho cambio
regulativo-discursivo? ¿De qué modos se define el travestismo, la transexualidad y la
transgeneridad en estos posicionamientos estatales? ¿Cómo es entendida allí la identidad de género? ¿Qué nuevas fronteras de lo humano se instituyen bajo la noción de
derecho humano a la identidad de género?
A la luz de estos interrogantes se han seleccionado tres documentos producidos
en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires. Dicho recorte no resulta arbitrario, ya que
esta jurisdicción es predominante en lo que atañe a la producción de este tipo de
regulaciones. A fin de arribar a un análisis representativo de las formas específicas de
regulación de los tres poderes del Estado, cada uno de los documentos seleccionados
ha sido producido por uno de ellos. A saber:
1. La Resolución producida por la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires en el año 2003 en la que se recomienda que las instituciones
educativas garanticen el respeto por la identidad de género de las personas
pertenecientes a minorías sexuales (Resolución 122/03 B. O. 1642/03).
2. La Ley sancionada por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires que en el año
2009 establece “asegurar que travestis y transexuales sean nombradas y nombrados
respetando su identidad de género” en toda dependencia pública de la Ciudad
de Buenos Aires (Ley N° 3.062/2009).
4
Por otro lado la Ley N° 17.132/67 de Ejercicio de la Medicina prohibía el “cambio de sexo”, salvo que se obtuviese
una orden judicial que lo autorizara. Por lo tanto, en los requerimientos de rectificación de sexo y/o nombre en
el DNI o bien para acceder a una cirugía de reasignación genital, la vía judicial resultaba ineludible.
La Ley de Identidad de Género (Ley Nº 26.743), aprobada el 9 de mayo de 2012, permite que los cambios registrales
de sexo y nombre sean realizados por un trámite administrativo sin intervención judicial. Asimismo, dictamina que
los tratamientos hormonales y quirúrgicos sean realizados por los efectores del sistema público de salud –público
o privado– sin requerir una autorización judicial. Esta ley afirma la despatologización de las identidades trans ya
que deja de considerarlas como personas enfermas. Hace efectiva también la desjudicialización de sus derechos
dado que el cambio de nombre y sexo registral es vehiculizado mediante un trámite administrativo expeditivo
ante el registro civil. Al mismo tiempo, tiene por objetivo promover su desestigmatización, incorporando la noción
de no discriminación conforme los Principios de Yogyakarta. Por último, y como resultante de las anteriores, la
ley avanza en la descriminalización las identidades trans.
126 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
3. Un fallo producido por un Juzgado en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad
de Buenos Aires en el año 2010 en el que se autoriza el cambio de nombre y
sexo registral de una persona que habiendo sido registrada al momento de
nacer como perteneciente al sexo masculino desea ser reconocida legalmente
como femenina.
Guía el presente trabajo la idea de que la disputa por la ampliación de los límites
de inteligibilidad de los cuerpos y las identidades se da en el plano de la representación, del discurso y de la nominación. Por ello, adquiere relevancia particular analizar
la transformación de los discursos estatales de los últimos años, debido a que allí se
cristalizan sentidos asociados a las sexualidades y corporalidades no normativas y es
posible disputar la frontera culturalmente establecida entre las sexualidades legítimas
y las ilegítimas (Rubin, 1989). En este sentido, el objetivo del presente trabajo es el de
dar cuenta de los sentidos emergentes en torno al travestismo, la transexualidad y la
transgeneridad cristalizados en documentos estatales, así como las nuevas formas
regulativas que dichos sentidos habilitan. El enfoque epistemológico del trabajo se
basa en el método arqueológico desarrollado por Michel Foucault, particularmente
en su forma de entender los discursos no “como conjuntos de signos (…) sino como
prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan” (Foucault, 1997:
81). De este autor se retoma también su concepción del documento como resultado
de complejos entramados discursivos históricamente configurados.
En las primeras secciones del artículo se aborda el carácter discursivo de las regulaciones estatales desde una triple perspectiva: sus reglas de formación interna y externa,
su carácter performativo y su forma de imbricación con el orden genérico y sexual.
Luego, teniendo en cuenta estos tres factores se analizan las reglas de formación de los
discursos de cada uno de los tres poderes del Estado. Posteriormente, se profundiza en
las condiciones sociales de emergencia del guión regulativo del derecho humano a la
identidad de género, dando cuenta del proceso de consolidación de las organizaciones
sexo-políticas locales en general y de las organizaciones de travestis, transexuales y
transgéneros en particular. Por último, se analizan los sentidos que cristalizan en los
documentos oficiales seleccionados en los que se concibe el respeto a la identidad de
género y los deseos de travestis, transexuales y transgéneros como un derecho humano.
LA OPERATIVIDAD SOCIAL DEL DISCURSO JURÍDICO: SU CARÁCTER
PERFORMATIVO
A lo largo del trabajo se entenderá al Estado como un campo no homogéneo,
por el contrario, atravesado por distintos vectores de poder en su interior. A su vez,
se considera que sus divisiones institucionales en poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, así como en sus instancias nacional y provincial, hacen plausible la resolución
particular y con cierta autonomía, de los asuntos de interés público planteados en
cada una de ellas. La Constitución de la República Argentina establece la división en
tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. El sistema de gobierno es representativo,
republicano y federal. De este modo, las veintitrés provincias pueden expedir sus
PUNTO GÉNERO / 127
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
propias normas dentro del marco establecido por la Constitución. Cada una de las
provincias y la ciudad de Buenos Aires posee su Constitución y están facultadas a
crear instituciones locales, así como a elegir sus gobernadores, legislaturas, códigos
procesales y a establecer su propia administración de justicia. El modo en que cada
instancia resuelve las problemáticas públicas se plasma en documentos oficiales
textuales bajo la forma de leyes, resoluciones, disposiciones, fallos. Allí se explicitan las
formas en la que dichas instancias entienden y resuelven los problemas concebidos
como públicos, sobre la base de las lógicas regulativas propias del campo estatal y
apelando a argumentos y esquemas conceptuales provenientes tanto de marcos
jurídico-legales como de otros campos discursivos. Cada una de sus instancias
jurídico-burocráticas representa un campo de disputas y negociaciones en torno a
dichos sentidos.
En principio, es posible afirmar que el discurso jurídico o estatal circula mediante normas, reglamentos, decretos, fallos, edictos y sentencias, con la función de
establecer lo permitido y lo prohibido formalmente en una sociedad. Es un tipo de
discurso que al tiempo que prescribe, describe, dice algo sobre cómo debería ser el
mundo y cómo es. Su pretensión de ser una descripción realista del mundo es una
de las características que asume este tipo particular de discurso (Entelman, 1982).
El sentido y la validez del mismo no están dados exclusivamente por la lógica que
encadena sus enunciados, sino también, y fundamentalmente, por la lógica de
las prácticas en las que se inscribe. Su operatividad está dada por su inscripción
estatal, siendo esta la fuente de su autoridad. Su poder performativo –en el sentido
de configurar sujetos y realidades jurídicas por medio del propio acto enunciativo
(Austin, 1988)– también proviene del rol que ocupa la institución estatal en nuestras
sociedades. De este modo, resulta pertinente concebir a la institución estatal como
una de las que “conforman el aparato en el que se condensa el poder y los recursos de
la dominación política” (Oszlak, 1978: 8), obteniendo su legitimidad y poder productivo de dicho orden de dominación institucional. Por ello se encuentra también
investido de los ropajes del discurso justo y de verdad. No obstante, no obtiene su
legitimidad exclusivamente del poder institucional, sino también del orden cultural
que lo sustenta (Entelman, 1982).
Discurso jurídico y orden social se retroalimentan, ya que aquel opera como dispositivo de legitimación y sostén del reparto desigual del poder en la sociedad, ofreciendo
los mecanismos de obediencia y control social necesarios para la reproducción de un
orden jerárquico y desigualmente organizado. Enrique Marí (1994) agrega que para que
sea operativo, el discurso del orden debe tener la capacidad de interpelar la emotividad
de los sujetos, la movilización de creencias y sentimientos. La emotividad que este
discurso invoca obedece al hecho de que al nombrar y especificar a los individuos, los
constituye como sujetos que se hacen inteligibles por las categorías que este ofrece.
En este mismo sentido, Judith Butler establece que “el sujeto se forma a través de la
búsqueda apasionada del reconocimiento amonestador del Estado” (2001b: 143). Por
todo ello, resulta de interés atender a la forma en la que este discurso se imbrica con
el orden normativo de los géneros.
128 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
TECNOLOGÍAS DE GÉNERO / TECNOLOGÍAS DE LO HUMANO
Siguiendo a Teresa de Lauretis, el género “es el producto de variadas tecnologías sexuales (…) y de discursos institucionalizados, de epistemologías y de prácticas críticas, tanto
como de la vida cotidiana” (De Lauretis, 1998: 8). En este sentido, es dable considerar
que las prácticas y discursos del Estado son una de las tecnologías que construyen los
géneros, sus demarcaciones y patrones de inteligibilidad. Una multiplicidad de autoras
ya se ha ocupado de señalar que el discurso jurídico opera sobre la base de una idea
pretendidamente abstracta de ciudadano, equiparándolo a un sujeto heterosexual
masculino (Maffía, 2001; Moreno, 2002; Pateman, 1995). Por ello es dable afirmar que
este promueve una idea universal de lo humano a imagen y semejanza de dicho
modelo y que naturaliza un concepto particular de sexualidad haciéndolo inteligible
exclusivamente en los términos de la linealidad sexo-género-deseo. Entendiendo
estos conceptos en términos binarios y dicotómicos, la noción de “sexo” referiría a
la existencia de cuerpos sexuados en tanto machos o hembras. Luego, el “género”
referiría al hecho de adscribir a la identidad femenina o masculina. Por último, la idea
de “deseo” u “orientación sexual” se establecería teniendo en cuenta las características
sexo-genéricas de las personas ubicadas como objeto de amor y/o placer, las que se
espera que sean del sexo-género opuesto. El discurso jurídico opera entonces como
un dispositivo que produce sujetos generizados a la luz de dicha idea. Resulta de interés indagar cómo se articula el discurso jurídico con las demandas de las personas
identificadas como travestis, transexuales y/o transgéneros, debido a que en dichas
experiencias la linealidad y binariedad queda subvertida por la adopción de una identidad genérica que desafía lo dictaminado por ese esquema.
Según Judith Butler (2006b), existe una noción normativa de lo que debe ser un
cuerpo humano impuesta por el mismo discurso jurídico. Fuera de dicha normatividad,
basada en aspectos tanto sexuales y genéricos como raciales, existen vidas que no se
encuentran protegidas por el derecho por no adecuarse a lo que cuenta como una
vida que valga la pena. Toda experiencia que queda por fuera de este esquema pasa a
ser un fenómeno particular y atípico, generando tensiones entre lo pretendidamente
universal y lo particular, lo público y lo privado, binomios que son impuestos por el
mismo discurso. No obstante, tomando a Rita Segato (2003) es posible afirmar que
“la ley también puede impulsar, informar, sensibilizar ese sentimiento ético y transformar
la moral que sustenta las costumbres y el esquema jerárquico en la sociedad” (2003: 15).
A partir de esta idea cabe considerar al discurso jurídico como un ámbito en el que
es posible negociar la definición de la frontera culturalmente establecida entre los
cuerpos legítimos y los ilegítimos (Rubin, 1989), así como los límites de aquello que
puede definirse culturalmente como humano.
LA DIVISIÓN DE PODERES Y SUS REGLAS DE PRODUCCIÓN DISCURSIVA
A fin de analizar los documentos que hemos seleccionado, resulta de importancia tener en cuenta las reglas de producción discursiva vigentes al interior de cada
uno de los tres poderes. Para ello describiremos brevemente no solo las funciones
PUNTO GÉNERO / 129
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
y potestades formales de cada uno de estos, sino también sus dinámicas de funcionamiento real.
En lo que refiere a aquellos documentos producidos por el poder ejecutivo, suele
referirse a los mismos en términos de actos administrativos. Según la normativa de la
ciudad de Buenos Aires, la función administrativa es realizada principalmente por el
Poder Ejecutivo así como por “los Ministros y demás funcionarios del Poder Ejecutivo y
los titulares de los órganos directivos de entes descentralizados (que) podrán dirigir o
impulsar la acción de sus inferiores jerárquico mediante órdenes, instrucciones, circulares
y reglamentos internos” (Dec. N° 1.510/97). En este sentido, los actos administrativos
se orientan a regular asuntos que pueden referir tanto a situaciones de ciudadanos/
as particulares, de interés general de la población, o bien a la organización interna del
propio ámbito estatal. A fin de que dichos actos sean reconocidos como válidos por
la propia administración, se establecen una serie de requisitos que deben cumplir5.
Cabe considerar que los actos administrativos gozan de una presunción de legitimidad
específica por la propia autoridad pública de la que emanan.
Respecto de las regulaciones producidas por el poder legislativo, acorde a la
Constitución Nacional, las veintitrés provincias del país conservan poder y autoridad
no delegada a la Nación, motivo por el cual tienen potestad para establecer sus propias
leyes. Estas son sancionadas por un cuerpo de legisladores elegidos por voto directo
y deben adecuarse a la Constitución Nacional, así como a los tratados de Derechos
Humanos de rango constitucional. Las leyes son fruto de un debate público basado
en mecanismos pronunciadamente pautados y ritualizados (Dollar, 2007; Hiller, 2011).
En dicho mecanismo se asienta cierta representación idealizada respecto de lo que
debe ser la dinámica democrática: un debate público y libre entre iguales en el que
están representados todos los sectores e intereses en pugna en la sociedad. No obstante, la noción de representación parlamentaria se presenta como un dilema. Según
Renata Hiller (2011), se trata de un sistema que “pretende abonar a la idea de soberanía
popular, a la vez que constituye un mecanismo de selección de las voces reconocidas institucionalmente para expresarse y decidir sobre las cuestiones comunes”. La misma autora
se pregunta entonces “¿Solo puede llamarse democrático un sistema en el que participen
todos? ¿Quiénes son esos todos? ¿Y cómo se representan? ¿Es inevitable algún modo de
participación?” (2011: 171). En los debates parlamentarios se discuten proyectos de ley
que poseen una estructura discursiva particular. El conjunto de artículos se encuentran
acompañados de un texto justificatorio de la normativa propuesta. Allí se explicita cómo
es entendido el asunto sobre el que versa y el modo en que afecta al interés público.
Se trata de un texto polifónico, debido a que en el mismo pueden ser invocados una
multiplicidad de discursos desde citas jurisprudenciales, doctrinas jurídicas, conceptos
académicos, estadísticas, artículos periodísticos. El sentido de la política pública surge
entonces del entretejido de una multiplicidad de discursos cuya circulación y reglas
de formación son divergentes.
5
Competencia (dada por ser dictado por la autoridad correspondiente), causa, objeto, procedimiento (acorde al
ordenamiento jurídico), motivación, finalidad, forma (Dec. N° 1.510/97).
130 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
A los jueces se les asigna el deber de interpretar las leyes sancionadas por el Poder
Legislativo. De no existir norma aplicable a un caso particular, los jueces tienen la
capacidad de crear derecho sentando jurisprudencia en sus fallos. El término jurisprudencia refiere a aquellas sentencias en las que resuelven casos iguales o similares
apelando a los mismos argumentos resolutivos. Siguiendo a Petracci y Pecheny “no
obstante sea reiterada y uniforme, los jueces pueden apartarse de la jurisprudencia”
(2007: 26), por lo tanto, tienen la potestad de fallar en forma diferente a la instituida
aun cuando se trate de casos idénticos. Ello abre las puertas a la iterabilidad en la
producción judicial. Con iterabilidad nos referimos al concepto elaborado por Derrida
(1971) en torno a la imposibilidad de saturación última de sentido en la escritura.
Para este autor, toda escritura refiere a “una marca que permanece, que no se agota
en el presente de su inscripción y que puede dar lugar a una repetición en la ausencia”
(1971: 11). De este modo, la repetición en contextos múltiples abre la posibilidad de
alteración y apertura a la significación-otra, ya que esta nunca se encuentra plenamente cerrada. Es plausible identificar este mecanismo en la lógica judicial ya que
al crear derecho a base de la interpretación de la ley, queda habilitada la apertura
significante de la norma jurídica.
Cabe retomar los desarrollos realizados por Silvia Chejter (1990) quien aborda una
serie de fallos judiciales para analizar el discurso jurídico sobre la violación6. La autora
estudia los mecanismos y lógicas del ritual jurídico propios de los fallos judiciales.
Según la autora, si bien estos encuentran su origen en hechos vividos por sujetos
particulares, el evento jurídico se distancia de los sucesos tal como son vividos por
los protagonistas. El hecho se (re)construye acorde a la liturgia procesal y los expedientes se conforman a partir de un relato polifónico en el que se alternan voces de
distintos actores con registros, funciones y tiempos diversos: testimonios, peritajes,
definiciones judiciales elaboradas por jueces, fiscales y abogados. La lógica de resolución de los casos es aquella que se ajusta al derecho. No obstante, dicha lógica
se encuentra intrínsecamente en diálogo con el exterior. Tras cuestiones técnicas
se encuentra un trasfondo social, ético, ideológico y político tanto en lo que refiere
al marco social en el que es producido así como en lo que refiere a los intereses del
magistrado que lo produce. Para la autora “no hay que olvidar que todo funcionario
judicial está cursando una carrera con ascensos y promociones y busca el consenso de
sus superiores” (1990: 114). La resolución final establecida por el juez para cada caso
posee una estructura interna particular. En principio, se expone una recapitulación
del suceso por parte del juez a partir de la totalidad de testimonios y peritajes. Luego
se presentan las conclusiones que surgen del análisis de los mismos, sus relaciones
internas leídas a la luz de los textos doctrinarios y normativos. Finalmente, según
establece la autora “sobre esa elaboración autoritaria se emite una verdad incontestable
e inapelable: el fallo” (1990: 15).
6
La autora analiza fallos correspondientes al fuero penal, no obstante, su análisis de la lógica discursiva del poder
judicial puede ser aplicado al estudio de otros fueros.
PUNTO GÉNERO / 131
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
Condiciones sociales de emergencia del derecho humano a la identidad de
género
Antes de adentrarnos en el análisis de contenido de los documentos seleccionados prestaremos atención a las condiciones históricas que habilitaron su emergencia.
Consideramos que los cambios en la regulación de los cuerpos y las sexualidades
es un fenómeno que debe ser entendido desde la óptica de la dinámica históricopolítica. En este sentido, es posible afirmar que el surgimiento de nuevos guiones
regulativos responde a un paulatino proceso de consolidación de las organizaciones
sexo-políticas7 a partir de la reapertura democrática (Pecheny, 2000; Meccia, 2006), así
como a la correlación de fuerzas que se ha establecido entre las organizaciones de
travestis, transexuales y transgéneros y ciertas áreas estatales en un momento determinado. Dichas agrupaciones iniciaron un proceso de organización y articulación de
sus reivindicaciones frente al Estado a partir de la década del 19908. Su consigna más
notable giró en torno a la descriminalización de sus identidades9. Al mismo tiempo,
apuntaron al cambio de los significantes por los cuales sus demandas eran otorgadas,
particularmente aquellos que las asociaran a formas de vida enfermas o patológicas.
Siguiendo a Josefina Fernández (2004), ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad
Travesti Transexual) fue la primera organización que planteó la cuestión de la identidad
travesti como un tema central, realizando acciones tendientes a legitimar y reivindicar
esta identidad. Debido a que el término “travesti” tiene su origen en el discurso médico
y ha sido la categoría utilizada para criminalizar sus expresiones de género, la reivindicación del travestismo como identidad política requirió dotarla de nuevos contenidos.
Un hecho de marcada importancia en la incorporación de las demandas a la
agenda estatal se dio en el año 2006 cuando la Corte Suprema de Justicia otorgó
a ALITT el reconocimiento de su personería jurídica, tras haber sido rechazada la
solicitud por parte de la Inspección General de Justicia (organismo oficial encargado de otorgarla). El reconocimiento público por parte del Estado a esta Asociación
cuyos fines son “luchar para que el Estado y la sociedad acepten al travestismo como
una identidad propia, lograr que las personas travestis y transexuales se conviertan
en sujetas/os de derecho, lograr una mejor calidad de vida para las personas travestis
7
8
9
Nos referimos a aquellas agrupaciones que se organizan con el fin de denunciar y revertir la invisibilización,
discriminación y estigmatización a la que distintos sujetos identificados como gays, lesbianas, bisexuales, travestis,
transexuales o transgéneros –cuyas prácticas y deseos se distancian de la norma heterosexual dominante– se
enfrentan cotidianamente.
Siguiendo a Josefina Fernández (2004), la primera organización del travestismo fue ATA (Asociación de Travestis
Argentinas) creada en el año 1991. De la división al interior de dicha agrupación surgieron OTTRA (Organización
de Travestis y Transexuales de Argentina) y ALITT (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Transexual). En la
actualidad existen una multiplicidad de organizaciones trans. Algunas de ellas se incluyen bajo las identidades de
travesti, transexual y/o transgéneros, femeninas y masculinas, mientras que otras nuclean en forma diferenciada
identidades trans femeninas y masculinas.
La derogación de los Edictos Policiales en la ciudad de Buenos Aires en el año 1998 representó un hito en
este sentido. Otras provincias cuyos Códigos de Convivencia criminalizaban el travestismo fueron lentamente
eliminando dichos artículos. No obstante, hoy la gran mayoría de las provincias argentinas y la ciudad de Buenos
Aires criminalizan la prostitución, hecho que redunda en la criminalización de las personas travestis, transexuales
y transgéneros cuyo principal medio de supervivencia se encuentra constituido por dicha actividad.
132 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
y transexuales” (AA.VV, 2008: 15), representó un momento bisagra en el modo de
regular el travestismo, la transexualidad y la transgeneridad. Este pronunciamiento
tuvo como antecedente el otorgamiento de personería jurídica a la CHA en 1991.
En este caso la solicitud presentada en 1989 había sido negada tras la presunción de
que los intereses de dicha organización no se correspondían con el “bien común”. No
obstante, luego de una serie de presiones ejercidas por la comunidad internacional,
la Corte Suprema de Justicia se pronunció a favor en 1991 (Meccia, 2006). Siguiendo
a Ernesto Meccia (2006), dicho fallo marcó un cambio respecto al modo sistemático
de negación o relegación por parte del Estado de las demandas de los colectivos
homosexuales en Argentina, en alineación a los intereses de la Iglesia Católica. Cabe
tener en cuenta que la emergencia del virus del SIDA en la década de 1980 habilitó
la apertura de la agenda pública internacional a la temática de la vulneración de
derechos de las personas no heterosexuales (Pecheny, 2000). En el contexto local,
el trabajo de las organizaciones sexo-políticas ante la enfermedad les permitió conformarse paulatinamente como interlocutores válidos frente al Estado10. Al mismo
tiempo, las organizaciones lograron vincular la discriminación por orientación sexual
con la problemática de los derechos humanos planteada enérgicamente después de
la última dictadura militar. Todo ello, sumado al proceso de articulación con distintos
actores sociales –como partidos políticos y organismos de derechos humanos– y la
consecuente acumulación de capital social, configuró un marco propicio para dar
el debate público respecto del estatus legal de las parejas del mismo sexo. Así fue
posible la sanción en el año 2002 de la Ley de Unión Civil en el ámbito de la Ciudad
de Buenos Aires y posteriormente la modificación de la Ley de Matrimonio Igualitario
en el año 2010. Este proceso, focalizado en las demandas de los grupos gay-lésbicos
redundó en una apertura estatal a las demandas de otros colectivos sexuales.
El contexto internacional también ha jugado un rol de peso en el proceso de incorporación de las demandas de los colectivos travestis, transexuales y transgénero a
la agenda pública. En particular, la redacción de los “Principios de Yogyakarta sobre la
Aplicación del Derecho Internacional de Derechos Humanos a las Cuestiones de Orientación
Sexual e Identidad de Género” en el año 2006. Se trata de una serie de principios de
derecho internacional en relación con la orientación sexual y la identidad de género
con el fin de que tanto las Naciones Unidas como los Estados garanticen el respeto a
los derechos humanos de las personas, independientemente de la orientación sexual
u identidad de género11. Estos principios se han ubicado como fundamento de peso
para la elaboración de políticas públicas en esa dirección. A partir de dicha redacción
se implementaron localmente una serie de acciones gubernamentales con el objeto
de garantizar el respeto por la identidad de género autopercibida en distintas áreas
del Estado12.
10
11
12
Para profundizar sobre este punto se recomienda ver Pecheny (2000) y Bellucci (2010).
Para más información ver http: //www.oas.org/dil/esp/orientacion_sexual_Principios_de_Yogyakarta_2006.pdf
Entre ellas cabe hacer mención a la Resolución N° 2.359/07 del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires,
la Resolución N° 2272/07 del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Ley N° 3062/09
de la ciudad de Buenos Aires.
PUNTO GÉNERO / 133
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
Todos estos hechos trazaron una dinámica histórica en la que estos colectivos, como
integrantes de un conjunto de organizaciones sexo-políticas, han logrado ubicarse como
interlocutores válidos frente al Estado. El colectivo de travestis, transexuales y transgéneros
comparte gran parte de las reivindicaciones de las organizaciones sexo-políticas locales,
no obstante posee sus propias demandas específicas. Ello puede comprobarse al observar
los datos expuestos en Cumbia, copeteo y lágrimas. Informe nacional sobre la situación de
las travestis, transexuales y transgéneros (ALITT, 2007). Del mismo se desprende que asumir
la identidad travesti es un proceso que en la gran mayoría de los casos se encuentra
acompañado por experiencias de desarraigo familiar. La expulsión del espacio familiar
y comunitario se extiende al ámbito educativo, generando la marginación escolar. Ello
repercute las experiencias laborales y ubica a la prostitución como actividad casi exclusiva
para la supervivencia material. A fin de revertir dicho estado de cosas, las organizaciones
lograron promover una serie de regulaciones orientadas al reconocimiento y respeto de
sus identidades por parte del Estado.
LA IDENTIDAD DE GÉNERO COMO DERECHO HUMANO: ANÁLISIS DE TRES
DOCUMENTOS
El primer documento a analizar es una Resolución producida por la entonces
Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2003.
Se trata de un acto administrativo que recomienda a las instituciones educativas que
“se garantice el respeto por la identidad de género, dignidad e integración de las personas
pertenecientes a minorías sexuales” (Resolución N° 122/03). Si bien la idea de recomendación no parece implicar obligación por parte de dichas instituciones, se trata de un
posicionamiento estatal que introduce una variación de importancia respecto de los
vigentes hasta el momento. En principio, porque una instancia del poder ejecutivo se
expide respecto de estas formas de vida que desafían el binarismo de género. Luego,
porque lo establece a fin de que las propias percepciones genéricas sean respetadas
por instituciones estatales.
El texto del acto administrativo da cuenta que el origen estuvo dado por un pedido
particular realizado ante la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, en
el que se habría solicitado intervención de dicho organismo a fin de reconocer la
identidad autopercibida de una persona en una institución educativa específica. De
dicho pedido se desprendió la confección de una política pública que, al tiempo que
comprenda dicha particular, establezca una política unificada para situaciones similares.
Cabe destacar algunos argumentos presentes en la fundamentación de dicha
Resolución. En principio, la misma se orienta a garantizar el respeto por las libertades
individuales. Luego, establece una tensión entre el deber del Estado de evitar cualquier
tipo de discriminación y la necesidad de asegurar una identificación uniforme de todas
las personas. Dicha tensión se resuelve afirmando que
“sin desconocer el principio de unidad, inmutabilidad y obligatoriedad del nombre,
frente a la pretensión de declaración de identidad de la persona, debe primar una
134 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
postura flexible que analice las dificultades concretas que ocasione la diferencia de
nombre o apellido en cada caso” (Resolución N° 122/03).
La idea de flexibilidad del ejercicio estatal es la que, según este posicionamiento,
permite garantizar el respeto a los derechos humanos: “La universalidad de los derechos
humanos debe expresarse en prácticas flexibles que aseguren su ejercicio por parte de
sujetos muy diversos, ya que anteponer la rutina administrativa expulsaría a segmentos
muy vulnerables del acceso a la ciudadanía plena” (Resolución N° 122/03). Del texto se
desprende que la violación a los derechos humanos se generaría al vedar el estatuto
de ciudadanía plena de aquellas personas que no pueden transitar por las instituciones siendo reconocidas bajo su identidad autopercibida. La ciudadanía quedaría
quebrantada por las consecuencias expulsivas que dicho irrespeto genera. Si bien
este posicionamiento estatal asume que existe un aspecto identitario fundamental
cristalizado en el nombre propio, también expone que se trata de un nombre propio
que no es el oficialmente reconocido por el Estado. La balanza se inclina entonces
hacia la flexibilidad en el ejercicio de lo público y la reinterpretación de las normas.
Resulta por lo menos paradojal el hecho que esta normativa de reconocimiento identitario, si bien sugiere que su origen estuvo dado por el reclamo de una persona travesti,
no remite explícitamente en ningún momento a las nociones de travesti, transexual y/o
transgénero. Por el contrario, refiere exclusivamente a la amplia e indiferenciada noción de
“minoría sexual”. Aun así, la apertura hacia una flexibilidad en las regulaciones representa
el inicio de un proceso que tiene por objetivo generar un cambio en las lógicas estatales
a fin de garantizar los derechos de aquellas presencias incómodas pero ineludibles.
El segundo documento seleccionado se trata de la Ley Nº 3.062, sancionada en el
año 2009. Esta se propone “asegurar que travestis y transexuales sean nombradas y nombrados respetando su identidad de género” en toda dependencia pública de la Ciudad
de Buenos Aires. La misma no solo incorpora la resolución recién comentada, sino que
extiende la regulación a todas las dependencias estatales de dicha jurisdicción. Si bien
comparte algunos sentidos expuestos en la anterior regulación, los profundiza y varía,
exponiendo nuevos significados que ameritan su discusión.
A diferencia de la regulación anterior, esta normativa alude expresamente a las
personas travestis, transexuales y transgéneros definiéndolas como “personas cuya
identidad de género no se corresponde con el sexo que fuera consignado en su documento
de identidad” (Ley N° 3.062/09). Entiende que en términos colectivos son objeto de
desventajas sistemáticas que impactan negativamente en sus condiciones de vida.
Expresa que esa condición amerita la confección de políticas públicas específicas que
reviertan dicha situación. De este modo, afirma que “para salvaguardar el derecho a la
identidad de travestis y transexuales se requiere que los Estados adopten medidas que aseguren
el respeto por la identidad de género que cada persona define para sí” (Ley N° 3.062/09).
En este pronunciamiento los derechos del colectivo se asegurarían no con flexibilidad, sino con medidas que garanticen el respeto por la identidad de género
PUNTO GÉNERO / 135
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
sostenida por ellas mismas. Retoma así la articulación entre identidad y participación
ciudadana. Desde esta perspectiva, el respeto al nombre propio resulta una “medida
imprescindible para asegurar su pleno desarrollo y su efectiva participación en la vida política, económica y social de la comunidad” (Ley N° 3.062/09). A partir de dicho respeto
sería posible ampliar la órbita de derechos garantizados por el Estado hacia personas
travestis y transexuales: “el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, el derecho a la
cultura, entre otros” (Ley N° 3.062/09). Cabe decir que dicha ligazón entre respeto por
el nombre propio y la garantía de acceso a otros derechos resulta hipotética, debido a
que no refiere a la confección de políticas públicas que los concreten efectivamente.
En este posicionamiento el género es entendido como:
“la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del
nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras expresiones de género;
incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales” (Ley N° 3.062/09).
Dicha definición es tomada enteramente de los Principios de Yogyakarta sobre la
Aplicación de la Legislación Internacional de Derechos Humanos en relación con la
Orientación Sexual y la Identidad de Género ya mencionada. Concibe al género como
un constructo sociocultural, por ende dinámico e histórico. Sobre la base de dicha idea,
comprende al cuerpo como superficie transformable acorde al sentir de cada persona.
Al mismo tiempo, entiende que siendo esta una dimensión profunda de la personalidad de las personas, debe librarse de cualquier tipo de imposición o juicio externo.
La normativa se ve fundamentada en tres pilares: el derecho a ser diferente, los
derechos personalísimos y los derechos humanos. En lo que refiere al derecho a ser
diferente, remite al artículo N° 11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires13,
interpretándolo en términos del “reconocimiento de la individualidad de cada ser humano,
que puede expresar su identidad de diversas formas” (Ley N° 3.062/09). Remite entonces
a una noción de sujeto entendido bajo los términos del individuo liberal: indiviso, autoconsciente, autocentrado y cuyas fronteras identitarias –si bien pueden expresarse
de diversas formas– resultan definidas de una vez y para siempre. Continúa fundamentándose apelando a la noción de derechos personalísimos, definidos como aquellas
“prerrogativas de contenido extrapatrimonial, inalienables, perpetuas y oponibles
erga omnes, que corresponden a toda persona, por su sola condición de tal (…) e
incluyen en esta categoría el derecho a la vida, a la integridad física, a la intimidad,
a la propia imagen, a la inviolabilidad del domicilio, al honor, a la identidad y a la
dignidad, entre otros (y que) lejos de construir un numerus clausus estos componentes
están en continua evolución” (Ley N° 3.062/09).
13
El mismo establece que “Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones
que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, edad,
religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier
circunstancia que implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo” (Constitución de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires).
136 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
Ahora bien, resulta oportuno preguntarse por los sentidos que encierra el estatus
de persona: ¿Acaso lo que puede ser definido como persona no ha variado históricamente? ¿Acaso detrás de la noción de persona no se encuentra una idea de límite o
frontera? Siguiendo a Roberto Espósito (2009), lo que se encuentra detrás de la noción
de persona es “el umbral más allá del cual algo genéricamente viviente adquiere una
significación que cambia en forma radical su estatus” (2009: 11). Dicho estatus es lo que
le otorga a la vida biológica una investidura particular que la torna digna de respeto y
valor. Es por ello que el autor afirma que “los derechos humanos no corresponden a los
sujetos en cuanto ciudadanos sino únicamente en cuanto personas” (2009: 13). Es a partir
del reconocimiento en tanto personas que pueden erigirse y hacerse efectivos los
derechos de ciudadanía14. En este sentido, los derechos personalísimos se encuentran
íntimamente ligados al último sustrato donde se fundamenta esta normativa: los tratados internacionales de derechos humanos. Allí se anuda la noción de identidad a la
de dignidad de humana. De este modo, y basándonos en dichos tratados, la identidad
debería ser resguardada más allá de las fronteras geográficas y de ciudadanía, siempre
que se acceda previamente al estatus de persona.
Cabe entonces sostener que estas legislaciones que comienzan a circular en el
2003 se proponen incluir a las personas travestis, transexuales y transgéneros bajo la
noción de persona, a fin de que las mismas dejan de estar incluidas en los cálculos
del poder exclusivamente bajo la lógica de la biopolítica (Foucault, 1990)15. Es a partir
de dicho sustrato que se las puede comenzar a pensar bajo el estatus de sujetos con
derecho a tener derechos. No obstante, cabe preguntarse también por los mecanismos
que instituyen nuevas fronteras al interior de la noción de persona. Esta normativa da
cuenta de la existencia de sujetos que necesitan de un pronunciamiento estatal para
acceder a personas con dicho estatus, a diferencia aquellas que prescinden de ello ya
que, por el contrario, son siempre-ya-personas.
El último documento a analizar es un fallo producido en el 2010 por parte de un
Juzgado en lo Contencioso, Administrativo y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires (en
adelante Fallo Scheibler). Se trata de un pedido de cambio de nombre y sexo registral
14
15
Siguiendo a Espósito (2009), el gran eje problemático que articula dicha tensión es el proceso que en las sociedades
modernas ha llevado a la cosificación del cuerpo. Dicha cosificación se encuentra presente tanto en los esquemas
biopolíticos como en el paradigma de los derechos humanos. No obstante la pretendida oposición entre regímenes
bioanatomopolítico como fue el nazismo y las democracias modernas basadas en la presunta defensa de los
derechos humanos, ambos esquemas de ciudadanía comparten la escisión cuerpo-razón, cuerpo-mente. En tanto
seres humanos con una doble valencia racional-animal, solo adquieren estatus de personas quienes dominan
plenamente la dimensión corporal bajo cierta definición normativa de lo humano, al tiempo que la posibilidad
de ser plenos sujetos de derechos está dada siempre que se encarne dicha categoría.
Nos referimos al concepto foucaultiano de biopolítica que remite a las formas y en las cuales a partir del siglo XVII
el ejercicio del poder comenzó a centrarse en el control de los procesos de la vida humana en tanto especie:
“hacia mediados del siglo XVIII fue centrado en el cuerpo-especie, en el cuerpo transido por la mecánica de lo
viviente y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel
de salud, la duración de la vida y la longevidad, con todas las condiciones que pueden hacerlos variar; todos esos
problemas los toma a su cargo una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la población”
(Foucault, 1990: 131).
PUNTO GÉNERO / 137
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
de “masculino” a “femenino” de una persona que no presenta ni solicita la realización
de una cirugía de reasignación genital.
Acorde a la mecánica judicial a la que hemos referido previamente, en este fallo el
juez expone el caso tal como el mismo le fue presentado. Allí se incluye un relato de
vida en el que la solicitante manifiesta que “desde muy temprana edad sintió un deseo
irrefrenable de vestirse y relacionarse conforme el sexo femenino” (Fallo Scheibler). El juez
afirma la importancia para el orden público de la inmutabilidad del nombre. No obstante, explicita que existe mecanismo legal de modificarlo acorde a la Ley del Nombre,
no siendo este el caso para el cambio de sexo registral. Destaca que en los casos en los
que este tipo de pedidos han sido autorizados judicialmente se contó siempre con el
requisito de la cirugía de reasignación genital. A fin de evaluar lo solicitado, establece
diferencias conceptuales entre la noción de sexo respecto de la de género, explicitando
que “se entiende por ‘género’ al conjunto de pautas culturales y sociales que se utilizan para
distinguir las actitudes o conductas que socialmente se consideran masculinas o femeninas”
(Fallo Scheibler). Luego establece que
“Tradicionalmente, el sexo de una persona es fijado en el momento de su nacimiento,
circunstancia que determina su registro dentro de las categorías convencionales
de ‘hombre’ y ‘mujer’. Sin embargo, ocurre que este hecho puede resultar altamente
conflictivo para un porcentaje de individuos. Este grupo está compuesto (…) por
personas cuya autopercepción innata difiere de la percepción que su entorno tiene de
ellas y en base a la cual se las registró al momento de su nacimiento” (Fallo Scheibler).
Cabe mencionar este pasaje en particular debido a que aquí el juez no recurre
a categorías médicas ni tampoco reduce el problema a un caso aislado, lo que lo
diferencia radicalmente respecto de los fallos emitidos hasta dicho momento. Por el
contrario, lo entiende como una experiencia común a un grupo de personas y que nada
determina necesariamente la identidad de género que los sujetos habrán de adoptar.
Reconoce que estas múltiples posibilidades identificatorias no tienen posibilidad de
ser formalmente reconocidas por los mecanismos estatales vigentes. En esa misma
línea argumental sostiene que las mismas “no constituyen ‘perversiones’, ‘desviaciones’,
‘sujetos sexualmente inclasificables’ o ‘errores de la naturaleza’”. Se establece entonces una
disrupción respecto de los guiones regulativos vigentes en el ámbito judicial en torno
al travestismo, transexualidad y transgeneridad. Afirma, por el contrario, una noción
pluralista y no patologizante respecto de las identidades genéricas que escapan del
binarismo genérico.
Si bien en este caso no se recurre a pericias médicas ni establece como requisito
la cirugía de reasignación genital, sí se establece como condición la estabilidad, persistencia y reconocimiento por parte de los otros del género que se pretende validar
legalmente. Una existencia acorde a los patrones sociales del género reclamado, en
condiciones estables y contando con la posibilidad de acreditar dicha estabilidad por
parte de otras personas, son las condiciones impuestas en este caso para obtener el
reconocimiento estatal. Poseen entonces valor de pruebas jurídicas las declaraciones
de los/as testigos presentados por la solicitante quienes afirmaron que
138 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
“desde que conocen a la actora siempre la han visto con aspecto y comportamiento
femenino (y) destacaron los múltiples inconvenientes y padecimientos que le produce
la circunstancia de no poder contar con documentación que refleje su identidad
de género y el nombre femenino por el que es conocida y con el cual interactúa en
sociedad” (Fallo Scheibler).
Es así que el juez puede afirmar que “la actora posee una identidad femenina, que
exterioriza en su aspecto y en el nombre por el que es conocida e interactúa socialmente
(…) y que tal circunstancia se presenta de modo estable y persistente” (Fallo Scheibler). Su
“identidad femenina”, entonces, es corroborada por el juez, aun sin establecer cuáles
son los contenidos o las condiciones que permiten establecer dicha afirmación, ya que
ello le haría incurrir en los mismos estereotipos de los cuales busca desprenderse. Su
resolución se basa en la protección del principio de autonomía personal y la valoración
de los propios planes de vida, absteniéndose de considerarla como una persona cuya
existencia deba ser tutelada.
La exposición argumental se encuentra atravesada por una tensión entre el interés
individual y el colectivo. No obstante, se considera que en este caso el interés individual se encuentra incluido en el interés colectivo, porque ello tendería a promover
la inclusión social de la totalidad de los integrantes del colectivo social más allá de la
diversidad de deseos y corporalidades que estos posean. Cabe retomar aquí a Leticia
Sabsay (2011), para quien la protección y celebración de la diversidad por la diversidad
misma, “se limita a clasificar una cantidad de identidades discretas (…) cooptadas por una
idea implícita de universalidad que clausura la ‘diferencia’ y la limita a lo que esa noción
universal de ‘diversidad’ prevé como aceptable” (2011: 75). De este modo, el reconocimiento otorgado bajo la bandera de la protección de la diversidad, corre el riesgo de
dejar fuera de discusión los mecanismos que hacen que algunas identidades tengan
que llegar a la instancia de solicitarle al Estado que las reconozca como humanas
mientras que otras son definidas como tales de por sí.
El fallo reconoce la identidad como parte del fuero íntimo, privado y personal. Esta
noción se basa no solo en la división liberal de lo público y lo privado, sino que también
se sustenta en una idea de sujeto que al decir de Sabsay, debe ser “capaz de realizar
demandas de derechos sobre la base del establecimiento de fronteras que estabilizan su
identidad” (2011: : 78). Es un sujeto que para devenir sujeto de derecho –y antes que
ello, persona– precisa ser autónomo, autoconsciente y autocentrado con una identidad
estable. Estas concepciones dejan de lado el hecho de que las nociones de autonomía
o autoproducción conllevan un dilema, ya que no es posible pensar un sujeto que tome
sus decisiones escindido de los marcos históricos de relaciones de poder-saber que
lo producen como tal. Cabe entonces preguntarse si el hecho de vivir en cierto modo
acorde al género masculino o femenino, en ninguno de ellos, o en una permanente
transición entre ambos, responde a una decisión independiente y voluntaria de cualquier persona, o si más bien demuestra la imposibilidad de encarnar plenamente los
géneros en términos binarios y lineales. De la lectura de este fallo cabe pensar que el
requisito jurídico para ser cifradas como identidades posibles sigue siendo la correcta
encarnación de los géneros hegemónicamente instituidos.
PUNTO GÉNERO / 139
La identidad de género como derecho humano. Análisis del tránsito de un concepto…
REFLEXIONES FINALES
En el presente trabajo nos propusimos abordar los sentidos que cristalizan en distintos documentos oficiales en los que se concibe el respeto a la identidad de género
y los deseos de travestis, transexuales y transgéneros como un derecho humano.
Se comenzó analizando la relación entre discurso jurídico y orden social, considerando que el discurso jurídico opera como dispositivo de legitimación y sostén del
reparto desigual del poder ofreciendo los mecanismos de obediencia y control social
necesarios para la reproducción de un orden social jerárquicamente organizado. Es un
discurso que posee la capacidad de interpelar la emotividad de los sujetos, movilizar
sus creencias y sentimientos, así como nombrarlos y especificarlos mediante las categorías que ofrece. El discurso jurídico es también un lenguaje en disputa por su doble
valencia de locus de discurso legitimado y de legitimación. Se consideró necesario
entonces reflexionar sobre la forma en la que este discurso configura y regula las corporalidades en términos genéricos, ya que el mismo funciona como un ámbito en el
que se disputa la definición de la frontera culturalmente establecida entre los cuerpos
legítimos y los ilegítimos y los límites de aquello que puede definirse como humano.
A partir del análisis de los tres documentos seleccionados surgieron una serie de
nociones que vale la pena destacar. El primer documento analizado se trató de una resolución producida por la entonces Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires en el 2003. Allí se recomienda que las instituciones educativas garanticen el
respeto por la identidad de género de las personas pertenecientes a minorías sexuales.
Dicha normativa expone como fundamento el respeto por las libertades individuales.
Sostiene que el ejercicio pleno de la ciudadanía queda quebrantado por las consecuencias
expulsivas del no reconocimiento a la identidad de género autopercibido en las instituciones educativas. En la misma se tensiona de un modo particular el deber del Estado
de evitar cualquier tipo de discriminación y la necesidad de garantizar una identificación
uniforme de todas las personas. La idea de flexibilidad en el ejercicio estatal es la que
en este posicionamiento permite garantizar el respeto a los derechos humanos de las
minorías sexuales. Cabe destacar que dicha norma no establece una referencia explícita
a las nociones de travestismo, transexualidad y/o transgeneridad.
El segundo documento analizado, la Ley N° 3.062, dispone “asegurar que travestis y
transexuales sean nombradas y nombrados respetando su identidad de género” en toda
dependencia pública de la Ciudad de Buenos Aires. De este modo hace explícita
referencia a travestis y transexuales y expone que los derechos de este colectivo se
aseguran, no con flexibilidad, sino con medidas que garanticen el respeto por la identidad de género sostenida por ellas mismas. Esto es, la confección de políticas públicas
específicas. En este pronunciamiento se presenta una noción de género entendido
como un constructo sociocultural, dinámico e histórico, en el que el cuerpo es superficie transformable acorde al sentir de cada persona. Al mismo tiempo, entiende que
siendo esta una dimensión profunda de la personalidad de las personas, debe librarse
de cualquier tipo de imposición o juicio externo. La normativa se ve fundamentada
140 / PUNTO GÉNERO
Anahí Farji Neer
en tres pilares: el derecho a ser diferente, los derechos personalísimos y los derechos
humanos. Del abordaje de la noción de los derechos personalísimos se desprende que
es a partir del reconocimiento primario como personas que pueden erigirse y hacerse
efectivos los derechos de ciudadanía y los derechos humanos.
El tercer documento refiere a un fallo producido por un Juzgado en lo Contencioso
Administrativo de la Ciudad de Buenos Aires el 2010. Allí se autoriza el cambio de nombre
y sexo registral de una persona que, habiendo sido registrada al momento de nacer como
perteneciente al sexo masculino, desea ser reconocida legalmente como femenina. El
juez no recurre a categorías médicas ni tampoco reduce el problema a un caso aislado.
Por el contrario, lo entiende como una experiencia común a un grupo de personas. En
esa misma línea argumental sostiene que no constituyen perversiones ni desviaciones.
No obstante sí establece como condición para la evaluación positiva del pedido la
persistencia y reconocimiento por parte de los otros del género que se pretende validar
legalmente. Su resolución se basa en la protección del principio de autonomía personal
y la valoración de los propios planes de vida, absteniéndose de considerarla como una
persona enferma cuya existencia deba ser tutelada. Allí la noción de sujeto es entendida
en los términos del individuo liberal, cuyas fronteras identitarias –si bien pueden expresarse
de diversas formas– resultan definidas de una vez y para siempre. Es un sujeto que para
devenir sujeto de derecho precisa ser autónomo, autoconsciente y autocentrado con
una identidad estable. Ello se ve reflejado en el requisito de la estabilidad y persistencia
en el género autoatribuido. Se resaltó entonces que dichas concepciones dejarían de
lado el hecho de que las nociones de autonomía o autoproducción conllevan un dilema,
ya que no es posible pensar un sujeto que tome sus decisiones escindido de los marcos
históricos de relaciones de poder-saber que lo producen como tal.
El contenido de estos documentos da cuenta que las demandas de los colectivos
travestis, transexuales y transgéneros son incorporadas por las agencias estatales bajo
sentidos no necesariamente homogéneos. Su ingreso se desarrolla en medio de tensiones caras al ámbito jurídico, esto es, entre la garantía de los derechos individuales y
la garantía de los derechos colectivos; entre la flexibilidad en el ejercicio de lo público
y la confección de políticas públicas específicas. Al mismo tiempo, si bien la noción de
género busca utilizarse en términos desbiologizados, mantiene un sentido binario y
posee un contenido marcadamente normativo. Por último, la existencia de estos documentos da cuenta que el acceso al estatus jurídico de persona se erige como condición
primera e ineludible para el posterior ingreso a la ciudadanía como sujeto pleno de
derecho. Resulta necesario entonces seguir abordando críticamente los sentidos que
los mismos encierran a fin de impedir la reificación de nociones como sexo y género,
pero por sobre todo, del intrincado concepto de lo humano.
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Anahí Farji Neer
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PUNTO GÉNERO / 145
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 147 - 164
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso
de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina1
Natural abilities? Work processes in the case of the employees at a
chemical factory in argentina
Cecilia Anigstein2
Resumen
Este trabajo explora, mediante una metodología cualitativa, los procesos sociales en los que
se funda la subalternidad de las mujeres en el mundo del trabajo, en el caso de las obreras
manuales no calificadas de un establecimiento productivo de la rama química, situado en el
Gran Buenos Aires, Argentina. El abordaje incorpora aportes de la perspectiva de la relación
social de sexos y examina el modo en que la construcción de la calificación técnica involucra
la naturalización de las habilidades productivas de las mujeres en las líneas de montaje.
Nuestro propósito es contribuir a un conjunto de debates que indagan las especificidades de la
experiencia social y del tipo de relación que las mujeres establecen con el trabajo en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, en el caso de las operarias no calificadas de la industria.
Palabras clave: trabajo femenino - industria - procesos de trabajo - calificación - relación social
de sexo.
Abstract
This research explores those social proceses in which women’s subalternity at work is founded.
By using a qualitative methodology. The case study were branche of chemical industrie placed
in the Gran Buenos Aires, Argentina. This research approaches different perspectives such as
the social relation between sexes, it considers the way by which the construction of technical
qualification involves the naturalization of women’s productive skills at the convey belt.
Our purpose is to contribute to a set of debates about the particularlities of the social experience
and the type of relation that women establish with their work, in the case of unskilled industry
workers of contemporary Latin-American societies.
key words: woman work - industry - work processes - skills - relantionship sex.
Fecha de recepción: 19 de abril de 2012
Fecha de aprobación: 10 de abril de 2013
1
2
Este trabajo retoma una parte de los resultados de mi tesis de maestría (Programa de Posgrado en Ciencias
Sociales UNGS-IDES), que versa sobre las intersecciones entre familia, trabajo y sindicalismo, para el caso de las
operarias de dos fábricas de las ramas cosmética y química en Argentina.
Socióloga. Becaria Doctoral UNGS-CONICET (Argentina). [email protected]
PUNTO GÉNERO / 147
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
INTRODUCCIÓN
La reestructuración capitalista que tuvo lugar a escala global a partir de la década
de 1970 trajo aparejada profundos cambios en los procesos productivos y en la morfología del trabajo colectivo asalariado. Supuso, entre otras cuestiones, un aumento de la
participación de las mujeres en la actividad productiva. Sin embargo, paradójicamente
la globalización creó “oportunidades de empleo para las mujeres”, pero acompañadas
por una flexibilización y precarización crecientes (Hirata, 2001).
En un contexto de generalización del uso flexible de la fuerza de trabajo, las trabajadoras de la industria se concentran en ramas de la producción cuya composición del
capital se caracteriza por ser trabajo-intensiva (Antúnez, 2005; Carneiro Araújo, 2005).
En estos sectores de la producción predominan la utilización de maquinaria obsoleta,
los puestos de trabajo que comprenden tareas manuales repetitivas, la precariedad
laboral y pésimas condiciones de trabajo en términos de impacto en la salud, acceso
a la estabilidad laboral y a prestaciones sociales fundamentales.
Carneiro Araújo y Oliveira (2006) sostienen que las transformaciones de las matrices
productivas durante el auge del neoliberalismo han tenido un indiscutible sesgo de
género. El empleo de mujeres representa para muchas empresas fundamentalmente
una alternativa para la reducción de costos. Asimismo, Helena Hirata (2010) advierte
que las tesis de alcance universal que postulan la emergencia de un nuevo paradigma productivo alternativo y la “muerte del fordismo” han sido muy cuestionadas
por distintas investigaciones empíricas que consideraron tanto la división sexual
como la división internacional del trabajo. Estas contribuciones delatan la vigencia
de modelos teóricos que parten de cierto arquetipo de trabajador: varón, calificado
y polivalente. En este sentido, ponen al descubierto que la “especialización flexible”
se aplica de manera diferencial según se trate de países industrializados o de países
“en vías de industrialización”, según se trate de mano de obra masculina o femenina.
En otras palabras, que las tendencias hacia una mayor taylorización y su contrario, la
tendencia hacia la no taylorización varía considerablemente cuando se consideran
estas variables.
Por su parte, Marta Roldán (1992) argumenta que cada modelo de proceso de
trabajo implica una distinta lógica o racionalidad empresarial, una determinada
modalidad y un determinado nivel de calificaciones técnicas requeridas al plantel
de producción. En efecto, la incorporación de mujeres a la industria manufacturera
se asocia, por lo habitual y a nivel mundial, con la implementación del modelo de
línea taylorista-fordista. Desde el punto de vista empresario, esto se debe a que existen diferencias entre los sexos preexistentes que tornan más redituable el empleo
de mujeres en determinadas tareas: bajo costo laboral, superioridad productiva (el
argumento de los dedos ágiles), presunta docilidad y paciencia. Por estos motivos,
enfatiza Roldán, es pertinente una intervención feminista que conlleve el rechazo
de una implantación directa de este debate en los términos exclusivos de la relación
capital-trabajo.
148 / PUNTO GÉNERO
Cecilia Anigstein
En efecto, siguiendo el hilo argumental de Roldán, en las representaciones y conceptualizaciones habituales sobre los sistemas tayloristas/fordistas y sus variedades
post, se presupone la participación indistinta de varones y mujeres. La tipicidad de las
formas organizativas analizadas se hace a base de un universo supuestamente neutral
desde el punto de vista del sexo. En este universo neutral opera de modo exclusivo una
lógica económica y/o política de clase, “no se investiga si esta lógica, al materializarse en
una sociedad previamente jerarquizada por clivajes de género, no gesta, a su vez, variedades
generizadas de un mismo sistema productivo” (Roldán, 1992: 109).
En este artículo nos propusimos indagar qué modalidades asume y cómo es experimentado el proceso de trabajo en el caso de las obreras no calificadas de la industria
química3. La mirada se orientó hacia el lugar de trabajo, la fábrica, y se concentró en la
labor cotidiana de las trabajadoras en las líneas de envasado desde la perspectiva de
la relación social de sexos. El análisis ponderó el tratamiento de la “calificación” entendida como apreciación social del valor diferencial del trabajo en relación con la división
sexual del trabajo. El presente trabajo sugiere que el carácter “no calificado” de las tareas
femeninas en las líneas de producción podría ser interpretado como un efecto de
naturalización de destrezas productivas no reconocidas, justamente por haber sido
adquiridas en el ámbito doméstico familiar, como experiencias privadas e individuales.
Nos preguntamos: ¿Qué características asumen los procesos de trabajo de las operarias no calificadas del establecimiento seleccionado? ¿Cómo definen las trabajadoras
sus destrezas productivas y su calificación profesional? ¿Qué saberes ponen en juego
las operarias en el proceso de trabajo? ¿Por qué no son reconocidas socialmente?
¿Qué relación existe entre la división técnica y la división sexual del trabajo en los
establecimientos fabriles?
En un primer apartado se presenta el enfoque de análisis, la perspectiva de la relación social de sexo y la división sexual del trabajo. A continuación se describen los
procesos de trabajo en el establecimiento seleccionado. Finalmente, poniendo en juego
las categorías de análisis presentadas, se analiza el carácter social de la construcción
de la calificación desde la perspectiva de las trabajadoras.
1. EL TRABAJO DESDE LA PERSPECTIVA DE LA RELACIÓN SOCIAL DE SEXOS
Para pensar qué modalidad asumen los procesos de trabajo4 de las operarias del
establecimiento seleccionado hemos decidido apelar a la categoría relación social de
3
4
Para llevar adelante este estudio se utilizó un abordaje de tipo cualitativo. Se seleccionó un establecimiento
de la rama química, que presenta una participación femenina de su fuerza laboral que supera ampliamente el
promedio en la industria y en la rama, para el caso de Argentina, en la que las mujeres ocupan prioritariamente
puestos considerados “sin calificación”, taylorizados. Se entrevistaron trabajadoras vinculadas directamente a la
empresa, en edad reproductiva y sindicalizadas. Asimismo, se entrevistaron dirigentes sindicales. El trabajo de
campo para este caso se realizó entre octubre de 2010 y junio de 2011.
Sostenemos que el proceso de trabajo en las empresas capitalistas es fundamentalmente un proceso de valorización
del capital. Ello es posible en tanto y en cuanto el trabajo se subordine a la lógica de acumulación en el proceso
mismo de trabajo (Marx, 2002). Entendemos que los lugares de trabajo constituyen un terreno en disputa, donde
PUNTO GÉNERO / 149
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
sexos. El concepto de relación social de sexos fue utilizado inicialmente en la década
de 1980 por las investigadoras francesas del GEDISST (Groupe de études sur la división sociales et sexuelle du travail), principalmente por D. Kergoat y se difundió luego
en diversos países de América del Sur, como por ejemplo Brasil, de la mano de un
conjunto nutrido de investigaciones sobre los procesos de reconversión tecnológica
y organizacional de la producción y su impacto en las condiciones de trabajo de las
mujeres en distintas ramas de la industria.
Esta categoría de análisis resulta fructífera por varias razones. Principalmente, habilita
el debate con una perspectiva crítica más amplia de los estudios del trabajo (Harvey,
1998; Antúnez, 2005; Garza Toledo, 2001; entre otros) con notable impacto en Argentina
en la última década, cuya contribución más destacada es haber restituido la envergadura de la noción de trabajo para el análisis social y, simultáneamente, haber puesto
en debate los límites de las conceptualizaciones predominantes sobre el trabajo hacia
fines del siglo XX5. No obstante estos aportes, poco se ha avanzado –en Argentina
en particular– en la articulación y el diálogo con el campo de los estudios de género,
que recientemente ha experimentado un importante desarrollo, tanto a nivel local,
como continental. Pero además, de acuerdo con García Castro (1992), la categoría
de relación social de sexo permite considerar, a un tiempo y de manera explícita, el
vínculo inexcusable entre dominación sexuada y dominación de clase, entre división
social, técnica y sexual del trabajo.
El concepto de relación social de sexo tiene la particularidad de poner de relieve
la dimensión material de la opresión de las mujeres: el trabajo. El trabajo, su organización y su división es uno de los principales objetivos y motivos de las contradictorias
oposiciones que se desarrollan tanto entre las clases como entre los sexos, en el plano
material y simbólico. Los conflictos que rodean al trabajo (mal pagado o sin retribución
alguna) explican por qué el antagonismo parece ser el eje de las relaciones sociales
de sexo, cuestión que no siempre queda clara cuando se utiliza el término género. Por
otro lado, el hecho de tener en cuenta en esas relaciones la dimensión sexuada, pone
5
trabajadores/as y empresarios se enfrentan, cooperan, despliegan ofensivas o articulan respuestas, en el marco
de relaciones verticales de dominación/subordinación entre el capital y el trabajo marcadamente asimétricas, por
una parte, y de relaciones horizontales de competencia, entre los capitales entre sí (Gilly, 1985) e inclusive, entre
los propios trabajadores/as. Históricamente, la generalización de la utilización de la maquinaria y el desarrollo
de la gran industria impactaron profundamente sobre el colectivo obrero, provocando la utilización masiva de
fuerza de trabajo femenino e infantil, la prolongación de la jornada laboral y la intensificación del trabajo. En
rigor, la maquinaria constituyó el medio más poderoso para acrecentar la productividad del trabajo, para reducir
el tiempo socialmente necesario para la producción de una mercancía. Paradójicamente, fue también el medio
más poderoso para prolongar de forma efectiva la jornada de trabajo (Marx, 2002). Con la introducción de la
línea de montaje, que surge como una de las novedades industriales en la primera posguerra, se abrieron nuevas
posibilidades para la racionalización de la producción. La primera de ellas consistió en asegurar la circulación
de piezas mientras los obreros permanecen quietos en sus puestos de trabajo. Con esto se obtuvo una ventaja
doble: se economizó en mano de obra auxiliar y se logró una regulación mecánica –autoritaria– de la cadencia
del trabajo. Una segunda posibilidad se relacionó con el acceso de las mujeres a puestos antes exclusivamente
masculinos (Coriat, 2008).
En Argentina, en esta perspectiva se inscriben las investigaciones de Abal Medina, Paula; Wyczykier, Gabriela;
Diana Menéndez, Nicolás; Battistini, Osvaldo, entre otros investigadores, como también así diversas publicaciones
del Taller de Estudios Laborales (TEL), todas ellas referenciadas en la bibliografía.
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Cecilia Anigstein
en cuestión el conjunto de las otras categorías sociológicas que se dan como evidentes, en primer lugar el concepto mismo de clase social y el de trabajo. Además, este
concepto permite examinar las estrechas interacciones entre las relaciones de sexo y
las relaciones de clase y no se limita a estudiarlas de forma paralela (Pfefferkorn, 2007).
Pfefferkorn (2007), señala que la resistencia a la hora de aceptar el concepto de
relación social de sexos está ligada a la desaparición de los análisis en términos de
clase social en países como Inglaterra o Francia desde fines de los años setenta. A lo
largo de los ochenta y noventa, el eclipse de los estudios en términos de clase junto
al predominio internacional de la lengua inglesa facilitó la difusión y éxito del término
género y mermó la suerte de su homónimo, que recuperamos en este escrito. No
obstante, debe recalcarse que las contribuciones empíricas y teóricas de autoras como
Joan Scott, Bárbara Weinstein, Heidi Hartman, Temma Kaplan, Elizabeth Hutchison,
entre otras, no se ajustan a los términos de esta argumentación. Por lo tanto, merecen
ser consideradas en profundidad las líneas de disonancia y coincidencia respecto de la
perspectiva propuesta. Dicho ejercicio excede los objetivos propuestos en este trabajo.
La noción de relación social de sexo guarda una estrecha relación con la de división
sexual del trabajo. A continuación nos detenemos en estas dos definiciones para luego
concentrarnos en el modo en que este enfoque impacta en la noción de calificación.
Para Kergoat (2003), toda relación social debe ser entendida como una tensión
que recorre la sociedad. Tensión que cristaliza en retos en torno a los cuales los seres
humanos se enfrentan para producir sociedad o para reproducirla. A su vez, las relaciones sociales son múltiples y ninguna de ellas determina la totalidad del campo que
estructuran: “juntas tejen una trama e impulsan su dinámica, son consustanciales” (Kergoat,
2003: 845). Son consustanciales en la medida en que resulta imposible desenmarañar
las relaciones sociales que componen la matriz societal. En todo caso, es el investigador quien debe “separar” las relaciones sociales. A partir de esta definición general
de relación social es posible explicar las especificidades de la relación social de sexo.
La relación social de sexo es de la misma índole que el resto de las relaciones sociales,
aunque posee características propias: está presente en la totalidad del espacio-tiempo
conocidos, pero asume formas singulares. Implica la construcción de grupos sexuados
(no productos de destinos biológicos sino constructos sociales) por tensión, oposición
o antagonismo en torno a un reto, el reto del trabajo. El trabajo es la base material de
la relación social de sexo y el naturalismo es la ideología de su legitimación, la “doxa
del sexo”. Se basa ante todo en una relación jerárquica, una relación de poder, y no un
mero principio de clasificación.
Cabe destacar que no se trata del trabajo entendido en un sentido acotado, como
trabajo asalariado, sino del trabajo como producción del vivir6, en una doble acepción:
6
Hirata, H. y Zariffian, P. (2007) redefinen el concepto de trabajo como producción del vivir. Esta categoría intenta
reponer en la definición de trabajo su carácter sexuado, por un lado, así como la distinción e historización de
PUNTO GÉNERO / 151
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
en el plano colectivo incluye el trabajo asalariado o no, mercantil o no, formal o informal,
trabajo doméstico, de cuidados corporales y afectivos; y en el plano individual, ya que
mediante el trabajo el individuo transforma su entorno y es transformado, produce y
se produce a sí mismo, lo que obliga a tomar en cuenta la subjetividad.
Ahora bien, el enfoque del sexo como relación social se nutre de los debates en
torno a la noción de división sexual del trabajo. Las reflexiones en torno a la división
sexual del trabajo se inician en la década de 1970 bajo el impulso del movimiento
feminista, momento en que proliferan un conjunto de trabajos desde las ciencias
sociales que asientan las bases teóricas del concepto. Una de las primeras tesis que
surgen de dichas conceptualizaciones es aquella que encuentra la base de la opresión
en la enorme masa de trabajo invisible realizado sin remuneración por las mujeres, que
tiene dos particularidades esenciales: no es un trabajo para ellas mismas, sino para
otros y se realiza en nombre de la naturaleza, el amor y el deber materno7.
Para Daniele Kergoat y Helena Hirata (2007), la división sexual del trabajo surge de
una forma específica de relación social: es la forma de división del trabajo que surge
de la relación social de sexo y, simultáneamente, es un factor determinante para la
sobrevivencia de dicha relación. Tiene como característica la designación prioritaria
de los varones en la esfera productiva y de las mujeres en la esfera reproductiva. Y,
simultáneamente, la apropiación de los varones de las funciones con mayor valor
social: políticas, religiosas, militares, entre otras.
De acuerdo con estas autoras, la especificidad del concepto de división sexual
del trabajo está fundada en dos principios organizadores: un principio de separación
–existen trabajos de hombres y trabajos de mujeres– y un principio jerárquico –los
trabajos de hombres valen más que los trabajos de mujeres–. Estos principios son
válidos para todas las sociedades conocidas en tiempo y espacio y son aplicados
mediante un proceso específico de legitimación: la ideología naturalista, que reduce
7
las dos vertientes de la definición de trabajo elaborada por la economía política clásica: la que se refiere a las
relaciones de los seres humanos con la naturaleza y la que se refiere a las relaciones que se establecen entre los
seres humanos.
En el marco de estos debates, las historiadoras Heidi Hartman (1980) y Joan Scott (1993) destacaron la presencia
femenina en la actividad económica remunerada en el período de transición al capitalismo, tanto en Europa
occidental como en Estados Unidos. Ambas autoras enfatizaron el impacto que tuvo la legislación protectora del
trabajo femenino e infantil en la profundización de la división sexual del trabajo durante el siglo XIX y principios
del XX. Hartman acudió a la noción de patriarcado para explicar de qué modo la organización jerárquica de la
familia, precedente al advenimiento del capitalismo, se articuló con la producción industrial. Los empresarios
aprovecharon muchas veces estas estructuras para reducir costos y/o obtener mayores beneficios. Eventualmente,
encontraron en los trabajadores hombres aliados para impulsar la segregación laboral por sexo, que les permitió
abonar remuneraciones muy inferiores a las mujeres. Scott, en cambio, afirmó que el proceso de industrialización
no modificó radicalmente el modo en que las mujeres de desenvolvían en el hogar, la domesticidad y el trabajo
remunerado fuera de la casa. De este modo, criticó las posiciones tributarias de la obra de Federico Engels para
las cuales la industrialización provocó la separación del hogar y el trabajo, y obligó a las mujeres a elegir entre
domesticidad o salario. Scott sitúa la génesis de la división sexual del trabajo, así como se cristalizó a inicios del
siglo XX, en un giro discursivo en torno a la figura de la mujer trabajadora que tuvo lugar en el siglo XIX y que
inspiró buena parte de la legislación protectora del trabajo femenino. Este modo de distribución sexual del
trabajo, que asumió un carácter normativo, se constituyó en la base sobre la cual se diseñó la legislación laboral
del capitalismo industrial.
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Cecilia Anigstein
el género al sexo biológico, y las prácticas sociales a papeles sociales sexuales que
se remiten y fundan en un destino natural de la especie. Lejos de ser una relación
social inmutable, ostenta una enorme plasticidad y sus expresiones concretas varían
en el tiempo y el espacio, así como ha sido extensamente documentado por la
antropología y la historia.
Ahora bien, como ya se señaló, los procesos de trabajo interpelados desde esta
perspectiva habilitan la problematización de la noción de “calificación” utilizada en los
estudios del trabajo. Este escrito se propone ejercitar dicha problematización para el
caso de las operarias de una planta de producción de la industria química.
2. LAS OPERARIAS EN LAS LÍNEAS DE PRODUCCIÓN.
EL CASO DE ANAERÓBICOS SRL
Anaeróbicos SRL es una empresa dedicada a la producción de cianoacrilatos, trabas
anaeróbicas para piezas mecánicas, aceites lubricantes penetrantes para uso industrial
y adhesivos y selladores para uso doméstico. Además se dedica a la comercialización
de distintos productos adhesivos, marcadores y de mantenimiento automotriz e
industrial importados.
En Argentina cuenta con dos plantas. Una de ellas, ubicada en la provincia de San
Luis, cuenta con alrededor de 15 trabajadores varones8 y se dedica principalmente a la
elaboración y procesamiento de las materias primas. La segunda planta, situada en la
ciudad de San Martín, provincia de Buenos Aires, cuenta con casi 100 trabajadores (48
de estos son mujeres). Allí se producen tubos colapsables de aluminio, se fraccionan
y envasan las materias primas, se almacena y distribuye la producción. Esta empresa
comercializa gran parte de sus productos mediante marcas de terceros y/o a granel.
De acuerdo con lo indicado en su sitio web oficial, Anaeróbicos S.A., exporta el 50%
de su producción, principalmente en el ámbito del MERCOSUR, pero también al resto
de América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia.
Anaeróbicos inició sus actividades en 1972, siendo una pequeña empresa familiar
de capitales nacionales. En diciembre de 2007 fue adquirida por la transnacional de
origen norteamericano Illinois Tool Works Inc. (ITW) e integra el grupo ITW Performance
Polymers & Fluids, con presencia en cincuenta y dos países. Los testimonios coinciden
en que el cambio de dueños implicó modificaciones en la organización del trabajo
en la planta: la incorporación de nuevas máquinas que requieren menos puestos de
trabajo, la masculinización de algunos puestos, cambios en las medidas de seguridad
y el control de calidad y, especialmente, “mucha presión con el tema de la productividad”.
Asimismo, la nueva firma ha realizado actividades de capacitación para los maquinistas (técnicos mecánicos, exclusivamente varones), de las que han sido excluidas las
operarias por pertenecer a las categorías profesionales inferiores. Es de destacar que
los cambios introducidos no significaron la automatización del proceso productivo,
8
De acuerdo con el testimonio de una delegada de la planta de San Martín.
PUNTO GÉNERO / 153
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
sino fundamentalmente un aumento de la intensidad del trabajo y la introducción
de mecanismos de disciplinamiento laboral que redundaron, básicamente, en mayor
rentabilidad empresarial.
La planta se encuentra compuesta por tres sectores: Línea o Envasado (donde se
fraccionan y envasan los productos), TUBEX (donde se fabrican los tubos de aluminio)
y Depósito. En el depósito se desempeñan ocho trabajadores varones por turno, cuya
tarea consiste en armar los pedidos y despacharlos a los fletes. El sector de Envasado
se encuentra a su vez subdividido en distintas áreas: el sector de las bateas y envasado
(donde se fraccionan y envasan parte de los productos); el sector de blíster donde
con máquinas embaladoras se envasan los productos en pomos y frascos y luego se
estuchan (se colocan adentro de cajas). Por último, se encuentra la cabina de Siano
(compartimiento aislado del resto de las máquinas, completamente vidriado, donde
se desempeñan dos operarios) donde se envasan adhesivos instantáneos que requieren refrigeración permanente. En los dos primeros subsectores del envasado se
desempeña personal femenino. No ocurre lo mismo con la cabina de Siano. Salvo en
casos excepcionales, las operarias ocupan alternativamente los distintos puestos de
su sector, de acuerdo con la planificación diaria de la producción.
La masculinización de los puestos de la cabina de Siano es reciente. Una de las
delegadas sindicales gremiales entrevistadas se desempeñó junto a otra compañera
durante cuatro años en la cabina de Siano. Ambas fueron automáticamente removidas
de esos puestos cuando ella comenzó a ejercer la representación gremial del establecimiento, en 2007. Según relata, la incorporación de varones en esos puestos implicó una
categorización salarial superior de los mismos y la adición de nuevas tareas auxiliares.
En el sector TUBEX también se incorporaron varones en puestos tradicionalmente ocupados por mujeres, aunque sin relación alguna con la composición de la
comisión interna, lo que resulta un indicio acerca de la índole de la masculinización
de algunos puestos como una política empresarial que, según se desprende de los
testimonios, se originó con el cambio de dueños a fines de 2007. Este sector, en el
que se elaboran tubos colapsables de aluminio, cuenta con tres líneas de producción
donde se desempeñan alrededor de doce operarias por turno, acompañadas, en
cada una de las líneas, por un maquinista (técnico, varón, de categoría profesional
superior). En TUBEX las trabajadoras están expuestas a mayores riesgos químicos
debido a que no pueden realizar correctamente su trabajo si utilizan los elementos
de seguridad personal requeridos (principalmente guantes y protectores de ojos),
lo que ha ocasionado que muchas de ellas padezcan enfermedades en la piel, la
más frecuente es la dermatitis.
En general, imprudencias como no usar los elementos de seguridad reglamentarios
guardan una estrecha relación con la presión que ejercen sus superiores para alcanzar
los objetivos de productividad. Las características que asumen los procesos de trabajo
en la línea y la proliferación de “conductas imprudentes” –en rigor, responder frenéticamente a la presión de los superiores– multiplican los riesgos a los que se encuentran
154 / PUNTO GÉNERO
Cecilia Anigstein
expuestas las trabajadoras9. En suma, el carácter repetitivo de las tareas realizadas, las
posturas corporales requeridas y, especialmente, la exposición permanente a riesgos
químicos impactan negativamente en la salud de las operarias. En consecuencia, las
trabajadoras padecen enfermedades y malestares, sobresale por su frecuencia la dermatitis. Asimismo, la presión permanente para alcanzar los objetivos de productividad
multiplica los riesgos de accidentes; mientras que el sistema de turnos rotativos significa
un gran obstáculo para el desarrollo personal y la organización familiar y contribuye
al deterioro global de la salud de las trabajadoras. Luego de varios años de labor en
estas empresas, el desgaste físico, el deterioro de la salud y el sufrimiento psíquico
experimentado, afectan profundamente la vida cotidiana de estas mujeres y ello cobra
visibilidad de una manera dramática en el ámbito familiar.
3. LA CALIFICACIÓN DE LAS TAREAS EN LA LÍNEA
Cuando en situaciones de entrevista se les preguntó a las trabajadoras por los
saberes requeridos y por la calificación del trabajo en la línea, en todos los casos ellas
aseguraron que su tarea no es calificada. Simultáneamente, cuando se les preguntó por
qué creían que la mayoría de los trabajadores de su establecimiento que ocupaban
puestos en las líneas de envasado eran mujeres, invariablemente y sin rodeos respondieron que es un trabajo de mujeres. Ahora bien: ¿Cómo definen las trabajadoras sus
saberes productivos? ¿Qué relación existe entre la división técnica y la división sexual
del trabajo en el caso analizado?
A partir de la década de 1980 tuvo lugar un profundo debate en torno a la calificación y el saber-hacer en el trabajo frente al fenómeno de la flexibilización que daba
sus primeros pasos en aquellos años. En ese contexto, fue cada vez más frecuente en
la sociología laboral el reemplazo de las nociones de clase obrera y de calificación por
las de cohesión social y especialmente por la noción de competencias (Alaluf, 2003).
Sin embargo, estudios críticos pusieron en evidencia los problemas de los nuevos
enfoques y revalorizaron la vigencia de aportes conceptuales en apariencia envejecidos.
Para Marcelle Stroobants (1999), con el auge de las ideas sobre la flexibilidad laboral y
nuevas modalidades de organización del trabajo “el mito de la fábrica sin hombres fue
reemplazado por el mito de la fábrica sin fallas”. El hecho de que el taylorismo continúe
siendo el paso obligado de todas las reflexiones sobre las denominadas nuevas formas
de organización del trabajo, ya sea en clave de ruptura (postaylorismo) o de continuidad (neotaylorismo) pone de relieve que las afirmaciones acerca de los cambios en los
paradigmas tecnológicos y de los modelos de organización de las empresas merecen,
al menos, ser sometidas a algunas preguntas: ¿es un asunto de teoría o un discurso
social? ¿El cambio de paradigma procede de los investigadores o de la empresa?
9
Desde 2007 la empresa ha colocado en la entrada del establecimiento, donde fichan los trabajadores un panel
contador de accidentes que cada 160 días sin accidentes vuelve a cero. Esta política de prevención de accidentes
contrasta con el día a día narrado por las operarias. Un ejemplo de ello es la ausencia de una enfermería en la
planta química: “Son los supervisores los que diagnostican. Hay un botiquín. Tenés para el dolor de cabeza, dolor
de estómago, algún antiinflacionario, algo para los ojos” (delegada de 31 años. San Martín, marzo de 2011).
PUNTO GÉNERO / 155
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
Para responder estas preguntas Stroobants apela a la definición de calificación de
Naville de fines de los años cincuenta. Para este, la calificación debe ser entendida fundamentalmente como una apreciación social del valor diferencial del trabajo. Esto significa
que surge de un acto de clasificación social y en tanto cualquier acto de clasificación
comporta necesariamente una parte de arbitrariedad, buscar en los contenidos del
trabajo determinantes de la calificación es querer comparar incomparables.
Para explicarlo con mayor claridad, Stroobants realiza un recorrido por los estudios
sobre el conocimiento de los trabajadores y encuentra que en ese campo los términos
saber y hacer aparecen con mucha frecuencia juntos. La autora encuentra además
que la expresión saber-hacer sirve como recurso para reconstruir de manera solapada
las oposiciones características entre categorías de conocimiento: intelectual-manual,
abstracto-concreto, formal-informal. En última instancia, la expresión saber-hacer es
utilizada por los enfoques empiristas para saldar la ambigüedad propia que surge
de la espontaneidad en la descripción de los procesos de trabajo. Como resultado,
pareciera que el saber-hacer constituye el contenido de la calificación. Tal es así que
muchos estudios se dedican a identificar los desfasajes entre saberes adquiridos y
saberes requeridos; entre el trabajo prescrito en una calificación y el trabajo real que
la misma comporta; entre calificación oficial y calificación efectiva. Estas cuestiones,
enfatiza Stroobants, más que las conclusiones de un análisis deben considerarse un
punto de partida, ya que justamente ese desfasaje es constitutivo del proceso mismo
de calificación.
En otros términos, en ausencia de un contenido objetivo, la calificación ya no
aparece como una cosa sino como lo que está en juego en estrategias de los actores
sociales. En última instancia, expresa una determinada correlación de fuerzas entre los
actores de la producción. Por eso, más que comprender los mecanismos técnicos que
se corresponden con una determinada calificación, la sociología debe orientarse a la
investigación de los procesos de construcción social de dicha calificación.
Ahora bien, anteriormente afirmamos que las operarias químicas consideran que
su trabajo no es calificado. Luego afirmamos que las operarias están convencidas que
su trabajo es un trabajo para mujeres. Tomando en consideración la definición de calificación propuesta por Stroobants como apreciación social del valor diferencial del
trabajo y como producto de una acción clasificatoria, nos preguntamos ¿Qué relación
puede establecerse entre la “no calificación” de sus tareas y su condición femenina?
Marta Roldán (1992) alertó sobre la centralidad que adquiere la temática de las
calificaciones, debido a que las jerarquías de género en los procesos de trabajo se
construyen fundamentalmente, aunque no exclusivamente, basadas en las dimensiones socioeconómicas y simbólicas de la calificación. Para Mary García Castro (1992)
la preferencia por el uso de fuerza de trabajo femenina en sectores en los cuales
predominan los requerimientos relacionados con la minuciosidad, la agudeza visual
o la motricidad fina, pone de manifiesto la estrecha relación existente entre división
técnica, división social y división sexual del trabajo. Esta vinculación estaría explicando
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Cecilia Anigstein
la índole de la segmentación en determinadas ramas de la producción industrial y su
encasillamiento en puestos “sin calificación”.
En una entrevista con el secretario de organización del Sindicato del Personal de
Industrias Químicas y Petroquímicas (SPIQyP) se obtuvieron las siguientes apreciaciones
sobre las mujeres que trabajan en el sector químico:
“¿Qué tipo de tareas hacen las mujeres?
En la línea de producción. Trabajan al ritmo de, por ejemplo, el envasado, etiquetado, poner tapa de botella. Y son trabajos que no requieren gran calificación. Porque
generalmente, como el trabajo es artesanal, requiere más prolijidad; y la mujer en ese
sentido es más prolija que el hombre. Y tal vez que son menos combativas, reclaman
menos, todo ese tipo de cosas, eso va a depender de nosotros, en la medida que hagamos madurar el factor subjetivo en las mujeres como decíamos” (secretario de
organización del SPIQyP, Buenos Aires, en noviembre de 2010).
Los testimonios de las operarias parecen ir en el mismo sentido. Como ya se señaló,
las trabajadoras definieron su puesto de trabajo como femenino. Frente al pedido de
justificación sobre dicha afirmación, obtuve respuestas así como: “Porque el trabajo
nuestro es más específico”, “es como un trabajo fino”; “Somos más detallistas”; “Las mujeres
somos más rápidas en los trabajos manuales que los muchachos”.
A partir de los relatos recogidos se advirtió que las operarias asocian sus habilidades
con cualidades naturales, que son definidas como femeninas en tanto se diferencian de
otras cualidades “masculinas”. La velocidad de los movimientos manuales y el tamaño
corporal o la paciencia son puestas en el mismo plano. Esto puede observarse cuando
definen su labor y lo comparan con el trabajo de los operarios varones.
“El trabajo es más de mujer que de hombre
¿Por qué es más de mujer?
Y porque las mujeres somos más rápidas para sacar los pomos que los varones aparte
que los varones tienen los dedos más grandes y los picos son muy chiquititos, puede
ser por eso. A los varones por ahí se le pasan más pomos fallados que a las mujeres. Y
otra cosa es que tienen menos paciencia también, en las máquinas, donde yo estoy
por lo menos” (operaria de 28 años. San Martín, mayo de 2011).
Estas afirmaciones no se refieren solo a la experiencia cotidiana, surgen además
de la “puesta a prueba” de las habilidades de los operarios varones por parte de las
mujeres, tal como puede observarse en el siguiente extracto de entrevista:
“Pero los hombres no son tan capaces con las manos como las mujeres. Con la gricera, por ejemplo, con una máquina que se llama automática y otra máquina que se
llama F8 donde se colocan picos y eso lo hemos comprobado porque hemos puesto
compañeros a prueba a ver si podían tener la misma habilidad que las mujeres por el
tema de que van dos cartuchos y tenés que poner dentro de unos papelitos lo picos y
después a los costaditos, si no tiene la misma habilidad que tiene una mujer, mmm,
PUNTO GÉNERO / 157
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
en sí, eso de que no se vaya a pasar un pico” (operaria y delegada de 36 años. San
Martín, mayo de 2011).
En cambio, cuando las trabajadoras se refieren a las tareas “técnicas”, no dudan en
definirlas como masculinas:
“¿Y el trabajo técnico, mecánico?
Son los muchachos que están
¿Por qué sí los muchachos y no las mujeres?
Porque creo que de mecánica no somos muchas las que sabemos, mecánica: estar
con grasa, tornillos” (operaria y delegada de 36 años. San Martín, mayo de 2011).
Sin embargo, los relatos también delatan que las trabajadoras tienen saberes que
ponen en juego en el proceso de trabajo aunque los mismos sean decodificados por
ellas y su entorno como atributos naturales de las mujeres. Recordemos la definición
de calificación como apreciación social del valor diferencial del trabajo, que surge de un
acto de clasificación social, que por esa razón comporta una parte de arbitrariedad y,
en última instancia, expresa una correlación de fuerzas. Por lo tanto, las calificaciones
no están determinadas exclusivamente por los contenidos concretos que asumen
los trabajos.
A pesar de todo lo expuesto, hemos hallado elementos que horadan las representaciones naturalizadas de las operarias sobre sus saberes productivos: ellas tienen
conocimientos técnicos, los ponen en práctica en su trabajo cotidiano y consideran
que no son reconocidos por sus superiores. Dichos elementos nos permitieron problematizar el destino “natural” de las mujeres en líneas de producción, realizando tareas
manuales con objetos pequeños y a altas velocidades:
“En las máquinas con las que ustedes trabajan, si de repente alguna funciona mal o
tiene algún problema ¿lo pueden resolver ustedes o normalmente tienen que acudir
a alguien?
Y en el caso del sector de nosotras hay más de una chica que sí sabe cómo se desarma, cómo se puede limpiar y lo hacemos. Pasa que antiguamente se acostumbraba
eso y ahora no, porque tenemos mecánicos y hay cosas que las chicas no la hacen”
(operaria de 28 años. San Martín, mayo de 2011).
Pero los conocimientos técnicos de las operarias no son reconocidos por sus pares
varones, ni por sus superiores, independientemente que el convenio colectivo de trabajo de la rama química contenga una cláusula que prescribe la igualdad de géneros:
Igual trabajo, igual salario10. En el marco de una entrevista, una delegada sindical de
la planta hizo referencia al modo en el cual son aplicadas diferencialmente a varones
y mujeres las categorías salariales del convenio colectivo. Específicamente, se refirió
10
Artículo 39º “Igual trabajo, igual salario: Las condiciones a la que se refiere la presente convención Colectiva de trabajo,
serán gozadas por el personal (ambos sexos), de cada establecimiento, debiéndose pagar al personal femenino, igual
remuneración que al masculino, en caso de realizar igual trabajo” (CCT Nº 564/09 vigente para todo el personal
encuadrado en FESTIQyPRA).
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Cecilia Anigstein
a un plus salarial que reciben algunos operarios con mayor antigüedad por entrenar
a nuevos trabajadores:
“Lo que pasa es por el tema del convenio, hay cosas que no están bien especificadas.
Depende cómo se interprete. Porque de hecho tenemos gente, compañeras de años,
y los muchachos tienen un porcentaje por ser capacitadores, por enseñar a una compañera cuando es nueva, sin embargo las chicas más antiguas cuando enseñamos
a chicas más nuevas no hay esa diferencia” (operaria y delegada de 36 años. San
Martín, mayo de 2011).
Hasta aquí, el lugar de las mujeres en las líneas se explicó, desde la perspectiva de
las operarias, por las habilidades “naturalmente” femeninas o por las ambigüedades
del convenio colectivo. En algún momento, una operaria para explicarme cómo funcionaba la máquina con la que trabajaba, hizo lo que toda maestra de escuela sabe
que debe hacerse: la comparó con un objeto cotidiano que seguramente yo conocía
y utilizaba en mi casa:
“En la máquina de Siano el enroscado es… vos fraccionas y tenés un roscador como
si fuera así como… ¿viste el minipimer? Para que te des una idea” (operaria de 39
años. San Martín, marzo de 2011).
Una investigación sobre las ramas de la química, metalúrgica y del vestuario en la
Región Metropolitana de São Paulo, Brasil, durante la década de los noventa (García,
2005), concluye que tareas que exigen minucia, disciplina o rapidez requieren habilidades adquiridas en el ámbito doméstico que no son valoradas socialmente y, en
consecuencia, son vistas como predicados naturales del sexo femenino. Algo muy
similar se constató entre las operarias químicas del Gran Buenos Aires.
Como afirma Kergoat (2003), los dominantes de la relación social de sexo no luchan
contra las mujeres en una “guerra de sexos”, sino que dirigen, desplazan y modulan
sin cesar esa relación mediante la división sexual del trabajo. Esto puede observarse
con mucha nitidez en el caso de la calificación. La calificación, concepto fundamental
de la sociología del trabajo, cuando es interpelada desde la perspectiva de la relación
social de sexo muestra su opacidad al poner de manifiesto que tanto su construcción
individual como colectiva procede de manera completamente distinta en el caso de los
hombres o de las mujeres; y que no puede ser entendida sin que se vuelva subjetiva.
Para Kergoat el problema reside en que tradicionalmente el concepto de trabajo
ha sido pensado de manera coextensiva al de virilidad. De hecho, en el grupo de los
hombres, no existe una interrupción de la continuidad entre trabajo/calificación/virilidad, mientras que para las mujeres autodefinirse o hacerse ver como calificadas es
un proceso mucho más complejo, ya que las calificaciones ejercidas por las mujeres
rara vez son reconocidas como tales. Esto así debido a que la calificación se funda en
el valor socialmente atribuido a un trabajo. Pero además al hecho de que un trabajo
es considerado más calificado entre más resulte una adquisición y menos un efecto
de capacidades “naturales”.
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¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
Ahora bien, Kergoat encuentra que cualidades denominadas “naturales” son distintas
de acuerdo con el sexo: las consideradas masculinas (la agresividad, la fuerza física, la
voluntad de poder) son más valoradas socialmente que las consideradas femeninas
(capacidad para relacionarse, “instinto” materno, la abnegación, la minuciosidad). De este
modo, concluye, el proceso de construcción de la calificación varía de acuerdo con la
posición que asuma en la relación social de sexos. Mientras que la calificación masculina
individual o colectiva se construye socialmente, las cualidades femeninas se adquieren
mediante un aprendizaje que erróneamente es vivido como individual por el hecho de
que se efectúa en la esfera de lo privado y por esa razón no es valorado socialmente. De
ahí que se establezca con los empleadores una relación de fuerzas desfavorable para
las mujeres, y es sabido que de esa relación de fuerzas resulta la calificación.
Lo interesante de esta perspectiva es que permite la redefinición del concepto
de calificación que habitualmente se aplica de modo concluyente para referirse a los
puestos “femeninos” taylorizados como de baja o nula calificación. Se trataría, en cambio,
de una calificación omitida, conformada por un cúmulo de saberes adquiridos en una
socialización sexuada, fundamentalmente en el ámbito doméstico que, puestos en
juego en el proceso de trabajo, son vistos como habilidades naturales (Pfefferkorn, 2007).
Según Castilla Ramos y Torres Góngora (2009), en el caso de las líneas de producción, las representaciones que moldean los principios de adaptación y eficacia de las
obreras son inseparables de aquellas que gobiernan las tareas en el seno del hogar.
Tanto en la casa como en la fábrica las mujeres utilizan sobre todo sus brazos, antebrazos, manos, así como los gestos de débil amplitud, pues las tareas son simples y
repetitivas, por ello están en la cadena de montaje. Las actividades realizadas por las
trabajadoras están intrínsecamente enlazadas con aquellas que desempeñan en sus
hogares, esto se hace patente en las líneas de producción, en virtud de la naturaleza
de las tareas: pese a la presencia de máquinas, fundamentalmente se ocupan de la
inspección y el empaque.
¿En qué medida las destrezas productivas que despliegan las obreras químicas
analizadas implican aquellos saberes y formas de hacer adquiridos en el ámbito doméstico familiar, como el trabajo doméstico y cuidado? Con la información recabada
en esta investigación no ha sido posible responder a esta pregunta11. Su formulación,
en cambio, plantea un desafío metodológico relativo a instrumentos de recolección
de la información que permitan hacer comparables los procesos de trabajo en los
establecimientos fabriles con las tareas de reproducción doméstica y familiar que se
realizan cotidianamente con el propósito de sostener la vida. En este sentido, la utilización de entrevistas en profundidad posibilitó la reconstrucción parcial del proceso de
trabajo en las líneas de montaje, pero resultó ser una técnica inadecuada para indagar
11
En otro trabajo (Anigstein, 2012) se han indagado las trayectorias familiares y las estrategias individuales y colectivas
de organización del cuidado de las operarias fabriles. La elaboración de relatos etnográficos habilitó un conjunto de
reflexiones en torno a la relación existente entre el modelo de organización del cuidado prescripto en las regulaciones
laborales y las formas de participación y representación sindical de las mujeres. Sin embargo, este abordaje resultó
insuficiente para comparar los procesos de trabajo en ambas esferas de la experiencia vital de las trabajadoras.
160 / PUNTO GÉNERO
Cecilia Anigstein
el conjunto de actividades que involucra la producción del vivir, justamente por su
carácter opaco, naturalizado e invisible.
REFLEXIONES FINALES
A lo largo de este escrito reflexionamos sobre dos problemas conceptuales. Por un
lado, nos interesamos en el carácter ineludiblemente sexuado que asumen los procesos de trabajo en la producción capitalista. Por el otro, destacamos la centralidad del
trabajo para comprender la opresión de género y la posición subalterna de las mujeres
al interior del colectivo laboral asalariado.
La perspectiva de la relación social de sexos y la división sexual del trabajo provista
por las investigadoras francesas Danielle Kergoat y Helena Hirata permitió reflexionar
sobre la subalternidad de las mujeres ponderando al trabajo como categoría medular
del análisis social y preconizando el carácter profundamente asimétrico de las relaciones entre el capital y el trabajo en las economías capitalistas. Junto a un conjunto de
investigaciones realizadas en América Latina que comparten, en trazos gruesos, similar
perspectiva analítica, y en diálogo con aportes de la sociología laboral y el marxismo
clásico; el enfoque de la relación social de sexos habilitó, además, la comprensión de
la construcción de la no calificación femenina en la fábrica y su relación con la división
sexual del trabajo. De este modo, identificamos uno de los múltiples registros en los
que se inscribe la intersección entre dominación de clase y opresión de género.
Nos detuvimos en la cuestión de la calificación femenina y el trabajo en líneas de
montaje. Los procesos de trabajo en la fábrica seleccionada fueron descritos atendiendo
a los mecanismos de control y disciplinamiento laboral aplicados, la organización de
las tareas y las jornadas, entre otros.
A partir de esta descripción, afirmamos que las operarias son destinadas a las líneas de
montaje donde realizan tareas repetitivas, que requieren gran velocidad, minuciosidad,
motricidad fina y permanente concentración, siendo el embalaje y la inspección ocular
sus principales funciones. Se halló que dichas tareas y los puestos de trabajo asociados
a ellas son connotadas por las trabajadoras, sus pares varones y los empleadores como
no calificados, femeninos y livianos (con relación a las tareas masculinas, que requieren
mayor vigor físico o conocimientos técnicos reconocidos). Cuando estos puestos son
ocupados por varones, mediante la adición de tareas auxiliares que suponen la puesta
en juego de mayor esfuerzo físico, son recodificados como puestos masculinos. Esta
redefinición de los puestos se objetiva en una recategorización, cuya consecuencia
inmediata es un aumento en las remuneraciones percibidas.
Asimismo, se registró, en una proporción muy significativa, dolencias y enfermedades como consecuencia del tipo e intensidad del trabajo y la ocurrencia de accidentes
laborales evitables. Y, con gran frecuencia de acuerdo con los testimonios recabados,
conductas sumamente riesgosas –en su mayoría vinculadas a la presión de los empleadores, con el fin de aumentar la velocidad del trabajo–.
PUNTO GÉNERO / 161
¿Habilidades naturales? Los procesos de trabajo en el caso de las trabajadoras de una fábrica química en Argentina
Atendiendo a estas características del proceso de trabajo, analizamos cómo las destrezas productivas de las obreras guardan una estrecha relación con saberes adquiridos
en el ámbito doméstico, invisibilizados y decodificados como habilidades naturales. En
esta dirección, sugerimos que las operarias mantienen una relación ambivalente con
la calificación, no problematizan la división sexual del trabajo en la planta y naturalizan
sus destrezas. Sin embargo y conjuntamente, perciben inequidades entre sexos. Un
ejemplo de ello es el plus salarial que no perciben las operarias por entrenamiento de
nuevos trabajadores, otorgado a operarios varones exclusivamente.
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TEMA III
p o l í t i c a s
PÚBLICAS
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 167 - 194
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la
Comunidad de Madrid
Interseccionality in the migration policies of the Community of
Madrid
Cory Marcela Duarte Hidalgo1
Resumen
El artículo pretende revisar el concepto de interseccionalidad a partir del análisis de marcos
de política realizado a los planes de integración de personas migrantes de la Comunidad de
Madrid. El artículo da a conocer la existencia de marcos interpretativos de política en los que
las mujeres migrantes son representadas como vulnerables, subalternas y homogeneizadas.
Así, se promueve una ciudadanía excluyente, que margina a las mujeres migrantes subrayando
la subalternidad que se les atribuye.
Palabras clave: migración - feminismos - mujeres migrantes - interseccionalidades - marcos
interpretativos de política.
Abstract
This article aims review the concept of intersectionality, from de analysis of policy frameworks
made to plans for migrants’ integration in the Community of Madrid. The article discloses the
reality of policy framing where those migrant women are represented as vulnerable, subordinate and homogenized. Therefore, these policies promote an exclusionary citizenship, which
excludes migrant women, emphasizing the subordination assigned to them.
Key words: migration - feminism - migrant women - intersectionalities - policy framing.
Fecha de recepción: 26 de abril de 2012
Fecha de aprobación: 20 de mayo de 2013
1
Doctoranda en Trabajo Social, Universidad Complutense de Madrid. Máster en Estudios Feministas, Máster en
Trabajo Social comunitario por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Inmigración, refugio y relaciones
intercomunitarias, Universidad Autónoma de Madrid. Asistente Social (UTEM). Directora Departamento de Trabajo
Social, Universidad de Atacama. [email protected]
PUNTO GÉNERO / 167
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
LA INTERSECCIONALIDAD EN LAS POLÍTICAS MIGRATORIAS: EL CASO DE
LA COMUNIDAD DE MADRID2
1. Presentación
El artículo que en este apartado se introduce da a conocer una investigación
realizada durante el año 2011, la que tuvo por objetivo principal el identificar los
principales marcos de política presentes en los planes de integración de población
migrante efectuados por la Comunidad de Madrid (2006-2008 y 2009-2012) a la luz
del concepto de interseccionalidad.
La comunidad antes mencionada es la autonomía con la mayor recepción de
población migrante en España. Antes de la crisis actual, las cifras indicaban que una
quinta parte de las personas empadronadas estaban registradas en la Comunidad de
Madrid (CAM, 2006; 2009).
Ante la envergadura del fenómeno migratorio, se diseñaron planes de integración,
instaurando en ellos distintas estrategias para la población migrante establecida en dicha
comunidad. Esto resulta fundamental para el cometido que tiene la Administración local,
ya que esta institucionalidad ejerce un papel esencial en el objetivo final de facilitar la
integración social de las personas migrantes mediante el desarrollo de una política de
recepción, acogida y de acompañamiento que intente garantizar la cohesión social y
la convivencia intercultural dentro del territorio (Camós, 2006: 21).
El análisis de los planes a partir del análisis de marcos de política, permite dar a conocer la existencia de marcos interpretativos presentes en las acciones implementadas
por la Comunidad de Madrid respecto de la población migrante. Sin embargo, y para
efectos del estudio, solo se analizaron las interpretaciones, construcciones e imágenes
con las que son representadas las mujeres de origen extranjero. Esto dará cuenta de la
presencia de marcos interpretativos, pero también de la idea de ciudadanía presente
en las planificaciones de dicha comunidad autónoma.
Sin adelantar mucho más, exponemos la secuencia de este artículo: en un
primer apartado se revisan algunos puntos respecto de la migración de las mujeres.
Posteriormente, el documento se centra en las críticas que el movimiento feminista
ha recibido debido a la homogeneización del concepto “mujer”. Estas críticas dan pie
a la construcción de la idea de intersecciones entre las diferentes desigualdades. La
noción de interseccionalidad es revisada por autoras como Knudsen, Anthías, Verloo,
2
El artículo se basa en la investigación realizada como trabajo final del Máster en Estudios Feministas de
la Universidad Complutense de Madrid. Por tanto, corresponde aquí mencionar y agradecer el crucial
acompañamiento y dirección de la profesora Emanuela Lombardo, quien tutorizó el trabajo de investigación.
La profesora Lombardo fue parte del equipo de investigadoras del Departamento de Ciencia Política y de la
Administración de la UCM que participó en el proyecto europeo MAGEEQ, Mainstreaming Gender Equality
in Europe, V Programa Marco de la Unión Europea. La metodología utilizada en dicho proyecto fue adaptada
para la realización de esta investigación.
168 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
Lombardo y Lugones. Finaliza el apartado referencial la exposición de la idea de marcos
de política.
Posteriormente se expone el método utilizado para el análisis de textos políticos,
a base de lo realizado por el proyecto europeo Mainstreaming Gender Equality in
Europe, V Programa Marco de la Unión Europea (MAGEEQ).
El artículo finaliza con los resultados del análisis y la descripción de las principales
conclusiones de este estudio. Luego de esto se exponen algunas reflexiones sobre la
necesidad de incluir la noción de interseccionalidad en los estudios feministas y en
las políticas sociales.
2. Algunos apuntes a considerar respecto de la migración de mujeres
Para comenzar, debemos señalar que desde tiempos remotos las mujeres
han participado en los procesos migratorios, sin embargo, su movilización ha
sido desvalorizada, invisibilizada y por tanto no cuantificada. Lo anterior no tiene
relación con el poco estudio de la cuestión, sino más bien con el escaso impacto
que este tema tiene en los medios de comunicación de masas y en las agendas
legislativas (Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y
Desarrollo, 2008: 31).
Una de las explicaciones de la aparente invisibilización de las mujeres migrantes es
el que no se le ha entregado suficiente valor a los estudios sobre migraciones femeninas. Las razones estarían vinculadas a que este tipo de trabajos han sido realizados,
mayoritariamente, por mujeres investigadoras; pero también, por el hecho de que
las investigaciones sobre migraciones “han sido sesgadas a la visión masculina de la
movilidad” (2008: 32).
En respuesta a lo anterior, se ha producido un cambio en el discurso migratorio que
en los últimos años sí ha visibilizado la participación de las mujeres en las migraciones.
La preocupación desde los centros universitarios y científicos de sacar de la invisibilidad a las mujeres migrantes ha generado una reivindicación de su rol como “actrices
económicas y sociales”, lo que ha generado una percepción equívoca respecto de la
feminización de las migraciones, fenómeno que puede percibirse “más acentuado de
lo que realmente muestran los datos” (Oso, 2007: 650).
La migración de mujeres está asociada al desempeño en las sociedades de acogida de tareas relacionadas con labores reproductivas y de cuidados. Esta situación
refuerza la división sexual del trabajo y los roles tradicionales, desencadenando
correcciones en las desigualdades de género en las sociedades receptoras a costa
de reproducirlas a escala internacional (Alonso, 2011). La principal característica
de la migración laboral femenina es que se basa en “la reproducción y explotación
de las desigualdades de género por parte del capitalismo global” (Orozco, Paiewonsky
y García, 2008).
PUNTO GÉNERO / 169
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
Diversos estudios han puesto de manifiesto que con la incorporación de las mujeres
de los países del Norte al mercado laboral, el trabajo no remunerado que ellas realizaban, el llamado reproductivo, es transferido a otras mujeres, generalmente migrantes,
creándose un sector “poco reconocido, con reglas no siempre claras y por lo tanto
escasamente regulado, imponiendo límites en el acceso a derechos u otros sectores
económicos con mejores condiciones laborales” (Robert y López: 2008). La demanda
de servicios asociados a los cuidados en los países ricos requiere de personas que
cubran puestos de trabajo ubicados en posiciones tradicionalmente menos valoradas,
entre las que encontramos el servicio doméstico, el servicio de cuidado personal y los
servicios sexuales (Anthias y Lazaridis: 2000, citado por Oso, 2007: 652).
Asimismo, se ha puesto atención sobre la vinculación de las migraciones con la
necesidad de cubrir este tipo de puestos de trabajo precarios, feminizados, mal remunerados y desvalorizados socialmente (CEPAL, 2006; Carrizo, 2006; Parella, 2005). Los
estudios han señalado que las condiciones laborales de las mujeres migrantes están
entrelazadas con elementos como el sexismo, racismo y la servidumbre (Colectivo IOE,
2001; Parella, 2005; Solé, 2009). A esto se añaden las lógicas del Estado-Nación y del
diferencialismo cultural, de forma que “su posición depende, objetivamente, del lugar en
que se encuentren respecto del modelo dominante: varón, de elevada posición socioeconómica,
con plenos derechos de ciudadanía, blanco y adscrito a la cultura dominante”. (Colectivo
IOÉ, 1998). Es por esto que la migración femenina no puede ser abordada si no es bajo
la consideración de las dimensiones de género, etnia y raza (Parella, 2003).
Cabe destacar que no se puede reducir la migración a un punto de vista meramente
económico o laboral, desvinculando del proceso migratorio cualquier otra dimensión
(Pedone, 2004). Temas como las cadenas de cuidado, las comunidades trasnacionales, las remesas, el tráfico sexual y la violencia, son solo algunas de las dimensiones a
considerar en la revisión de la migración de las mujeres.
3. La mirada homogeneizada de la mujer v/s las diversidades de mujeres
Las investigaciones feministas, así como el propio movimiento, no han sido ajenas a
una serie de críticas y cuestionamientos en torno a la concepción homogenizada que
se tenía sobre la categoría “mujer”. Las críticas estaban orientadas a que el movimiento
feminista respondía a una imagen de mujer occidental, blanca, burguesa y heterosexual,
que no hacía eco de la diversidad de mujeres y de las situaciones distintas de opresión
y dominación que estas padecían en sus contextos particulares (Lorde, 2003; Hooks,
2004; Lugones, 2008; Spivak, 2010). Se postulaba así que el feminismo había nacido “con
una pretensión de universalismo semejante al que le ha excluido” (Suárez Navas, 2008: 44).
Con este tipo de cuestionamientos, se apuntaba a la existencia de una mirada homogeneizante de “las mujeres” discordante con las realidades de mujeres racializadas
y etnizadas. La definición de la categoría “mujer” se había realizado desde posiciones
de privilegio de raza, clase y sexualidad (Curiel, 2011). De esta manera, se intentó unificarlas a base de una configuración identitaria construida solo en torno a las diferencias
170 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
de género (Trujillo, 2011: 64) y en la que existía una “reducción del conglomerado de
estructuras de dominación haciendo la sexual la determinante” (Suárez Navas, 2008: 46).
Esta unificación de la identidad se basa en homogeneizar las mujeres (Lorde, 2003: 124)
omitiendo su ubicación “dentro de múltiples y frecuentemente poco armónicas agendas”
(Haraway, 1995: 190).
Los feminismos de color criticaron los binarismos y la lógica de las fronteras presentes en el “feminismo tradicional”. Planteaban que a partir de un deseo de control
y de pureza se había generado un rechazo a todo aquello que es múltiple y que no
puede ser clasificado (Lugones, 1994). Los feminismos a los cuales se hace referencia
recogieron las identidades mestizas, móviles y siempre en problemas (Anzaldúa, 1987)
rescatando la existencia de tierras medias. Los saberes provenientes de estos espacios
generan la idea de una gnosis fronteriza, configurándose un conocimiento desde una
perspectiva subalterna, concebido desde los límites, desde las fronteras del sistemamundo, moderno/colonial (Mignolo, 2003).
Desde estas visiones se denuncia que todas las categorías comprensivas y constitutivas de la historia y de la identidad de las mujeres se han construido solo desde
un punto de vista de Occidente (Spivak, 2010). Se acusa al “feminismo tradicional” de
entablar discusiones sobre teoría feminista “sin entrar a analizar nuestras numerosas
diferencias y sin considerar espacios a las significativas aportaciones de las mujeres pobres,
negras, del tercer mundo y lesbianas” (Lorde, 2003: 115). Esta perspectiva a todas luces
hegemónica pretendía “reducir el sujeto-objeto de conocimiento a una concepción estática y homogénea”, en contraste con una mirada diversa y no excluyente, ya que solo
a partir de un ejercicio que permita el “reconocimiento de las diferencias existente entre
los distintos perfiles y colectivos de mujeres podremos abordar adecuadamente el modo
en que se construyen y articulan esas experiencias” (Reigada, 2008: 103).
Los feminismos periféricos hacen hincapié en que las mujeres han estado sujetas a
procesos culturales y políticos desencadenados por el sistema capitalista y la modernidad occidental. Asimismo, estos feminismos entregan gran relevancia a la necesidad
de reconocer tanto las producciones teóricas como las prácticas subordinadas que se
han hecho desde los márgenes (Curiel 2011: 200). Los feminismos periféricos postcoloniales o del tercer mundo evidencian la(s) realidad(es) de la diversidad de mujeres,
de sus agencias, y sus capacidades de actuación. Se reclama el que se “consideren y
nombren las diferentes diferencias entre las propias mujeres, es decir, las existentes dentro
de la identidad colectiva articulada por el feminismo” (Trujillo, 2011: 165). Así también, se
plantea la necesidad de analizar “las causas que producen las diferencias de clase, raza,
etnia, opción sexual o migración, y tener en cuenta cómo las experiencias de esas diferencias
afectan la forma de ser mujeres” (2011: 166).
Se levantan críticas respecto de que las opresiones no se dan en un estado puro, sino
más bien se combinan y potencian, por tanto se hace necesario la articulación de las
múltiples opresiones como variables dependientes, “porque cada una inscribe en las otras y
es constitutiva de y por las otras” (Brah, 2004). La consideración de las distintas categorías en
PUNTO GÉNERO / 171
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
los análisis feministas permitió estudios que dieran cuenta de las intersecciones entre las
desigualdades en que se mueven y superviven las mujeres (Hancok, 2007; Anthías, 2011;
Crenshaw, 2003; Verloo, 2005). En este sentido, los estudios sobre las interseccionalidades
permitieron considerar las identidades múltiples de los y las sujetos, visibilizando que
no se es solamente mujer, si no que se es en un contexto y circunstancias específicas.
4. La noción de interseccionalidad
Para adentrarnos en esta idea, es preciso reconocer que los feminismos periféricos
lograron poner énfasis en que “la discriminación de género no es adicional sino relacional,
lo que significa que colorea y es coloreada por otras divisiones sociales, como la clase social
y la raza (o etnicidad)” (Rodríguez, 2011: 20).
Las desigualdades de género se solapan con otras jerarquías sociales, y las posiciones sociales de las mujeres han de ser comprendidas en la intersección de las distintas
categorías (Peterson, 2007), estas diferencias debiesen ser reconocidas sin llegar a
esencializar a las mujeres con la finalidad de construir alianzas contra todas las formas
de discriminación (2007: 41).
En este sentido, Mohanty plantea que la experiencia de ser mujer “puede crear una
unidad ilusoria, porque no es la experiencia de ser mujer, sino el significado atribuido al
género, la raza, la clase y la edad en diversos momentos históricos los que tiene significación estratégica” (2002: 101). Y esa misma significación estratégica permite plantear los
temas que se entrelazan en el ejercicio teórico y práctico de las diversas categorías,
ya que si no “¿Cómo se negocia entre mi historia y la tuya? ¿Cómo se entretejen nuestras
diferencias y cómo de hecho se organizan jerárquicamente?” (2002: 91).
Knudsen, en 2006, sitúa en la década de los noventa el surgimiento del concepto
de interseccionalidad. Sin embargo, los cruces entre categorías ya eran apreciados en la
segunda ola del movimiento feminista, pero también, en los feminismos poscoloniales
y en la teoría queer. En este sentido, las investigaciones feministas han cambiado el
enfoque de forma paulatina: “partiendo de acentuar la igualdad entre hombres y mujeres,
para más tarde enfatizar las diferencias de género y llegando a destacar la diversidad de
género y la «interseccionalidad»” (Squires, 1999, citada en Peterson, 2007: 41).
La importancia de las relaciones de interdependencia entre las distintas desigualdades han estado presentes en los análisis teóricos de algunas feministas, entre las que
destaca Crenshaw. Esta autora afirma que las estrategias dirigidas a una desigualdad no
son neutrales a las demás (Crenshaw, 1999), lo que provoca la reflexión acerca de las
“dinámicas de privilegios y exclusiones que emergen cuando no se considera la atención a
las personas que se encuentran en el punto de intersección de las distintas desigualdades”
(Lombardo y Verloo, 2010: 14).
María Lugones plantea que la “interseccionalidad revela lo que no se ve cuando categorías como género y raza se conceptualizan como separadas unas de otras” (79: 2008). Los
172 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
intentos de categorizar no hacen más que distorsionar los seres y fenómenos que se
ubican en las intersecciones. Lugones señala la necesidad de “reconceptualizar la lógica
de la intersección” superando con esto el pensamiento categorial, ya que “solo al percibir
género y raza como entramados o fusionados indisolublemente, podemos realmente ver
a las mujeres de color” (79: 2008).
5. Marcos de política
Los marcos de política son entendidos por Mieke Verloo como un “principio organizador que transforma la información fragmentaria o incidental en un problema de estructura
y sentido, en la que una solución está implícita o explícitamente incluido”. Verloo es tajante
al señalar que los marcos de política no son descripciones de la realidad, sino más bien
son construcciones que dan sentido a esta, permitiendo su comprensión (2005: 20).
La autora señala que un marco de política tiene un formato típico, conectado a la política
y a su formulación. Asimismo, señala que existe una representación implícita o explícita de
un diagnóstico, conectado a un pronóstico y a un llamado a la acción (Verloo, 2005: 21).
Siguiendo la misma línea, existen al menos dos dimensiones fundamentales de
un marco político: el “diagnóstico” y el “pronóstico” de un problema (Verloo, 2005),
pero también hallamos otras dimensiones no menos importantes de considerar en
el análisis, entre las que encontramos: “la voz, los roles en el diagnóstico y el pronóstico,
el género y la interseccionalidad, ubicación, mecanismos, y el equilibrio entre las diferentes
partes de un texto de política” (Verloo y Lombardo, 2007).
Las diferentes interpretaciones inciden en la construcción de los problemas políticos
(Bacchi, 1999). Esta situación afecta no solo al problema sino también a las soluciones
que se dan para abordarle. En este sentido, el análisis de marcos de política puede
contribuir a la identificación de la coherencia entre un problema y su solución, y cómo
ambos elementos están presentes en los textos políticos (Verloo y Lombardo, 2007).
Uno de los aspectos relevantes de este enfoque es la identificación de las ausencias
en el discurso político, además, permite identificar prejuicios “que pueden, sin proponérselo formar los discursos políticos y, en consecuencia, se puede revelar inconsistencias
latentes, o incluso los prejuicios de género, integrado en el diseño de políticas públicas”
(Verloo y Lombardo, 2007). Asimismo, este tipo de análisis permite identificar las exclusiones existentes en la formulación de las políticas, visibilizando la forma en que
“las estrategias discursivas pueden modificar el proceso en sí mismo por medio de la
exclusión de algunos actores del debate” (Triandafyllidou y Fotiou, 1998: 6 y 4; citado
en Verloo y Lombardo, 2007).
6. Supuestos orientadores del trabajo
La investigación desarrollada está asentada en dos supuestos centrales relacionados con el análisis de marcos interpretativos de política y con la interseccionalidad
PUNTO GÉNERO / 173
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
de género, etnia y raza. El planteamiento hipotético ha recibido la influencia de los
supuestos contemplados en la investigación desarrollada por el proyecto MAGEEQ, al
que se ha hecho referencia anteriormente. Así, para los efectos de esta investigación
se plantea como primer supuesto que la existencia de diferentes marcos interpretativos sobre las mujeres migrantes afecta a la formulación de las políticas migratorias
implementadas por la Comunidad de Madrid. En una segunda hipótesis se plantea
que los marcos de política presentes en los planes de integración analizados tienen un
escaso carácter interseccional, dejando de lado las consideraciones a las desigualdades
de género, raza y etnia.
De esta forma, los planes de integración diseñados por la Comunidad Autónoma
de Madrid (2006-2008 y 2009-2012) contendrían variadas interpretaciones y definiciones que atañen a las mujeres migrantes, construyéndose a partir de ellos una política
migratoria fundamentada en marcos que posicionan a las mujeres migrantes como
víctimas, vulnerables y subalternas. Lo anterior, tiene relación con la presencia de un
discurso que ha victimizado a los diferentes colectivos de migrantes (Pedone, 2004).
Discurso en el que se crean y reproducen ciertos estereotipos y representaciones de
las mujeres de origen extranjero, relacionándoles con un imaginario que tiende a
percibirlas como víctimas de pobreza o como las principales afectadas por redes de
tráfico para ejercer la prostitución, entre otras (Fernández, 2006).
7. Método
El estudio está centrado en el análisis de marcos políticos de interpretación, de esta
forma, los textos políticos constituyen el principal foco investigativo, concentrando
en ellos la observación y análisis. Metodológicamente este trabajo considera la estrategia de análisis de marcos interpretativos de políticas. El método policy frame o de
marcos interpretativos de las políticas trata de identificar los marcos dominantes y/o
en conflicto entre sí en el discurso de los y las actores/as sociopolíticas, marcos que se
construyen para dar sentido a diferentes situaciones y acontecimientos, atribuir culpas
o causalidad, y sugerir líneas de actuación. El análisis de marcos de política utiliza entre
sus estrategias elementos de la grounded theory que incluyen el estudio de “palabras
y frases repetidas regularmente a lo largo del texto, de las palabras en su contexto, de
las dimensiones de ideas implícitas en los textos, y de cómo las ideas se organizan en
diferentes posiciones dentro de estas dimensiones (Strauss y Corbin, 1990; citado en
Verloo y Lombardo, 2007).
Verloo (2005) señala que para los fines del proyecto MAGEEQ ha sido relevante
considerar la dimensión de la voz de los actores y la atribución de responsabilidad de
los mismos tanto en la causa como en la solución del problema. En este estudio dicho
análisis cobra un papel preponderante debido a que uno de los objetivos es precisamente estudiar la voz y la atribución de responsabilidad de las mujeres migrantes en
las políticas de extranjería que se adoptan, por lo que se considera como estrategia la
reformulación de algunos de los puntos centrales revisados por el proyecto MAGEEQ,
así como en las preguntas que al respecto se formulara dicho equipo de investigación.
174 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
La utilización de una serie de preguntas guías permite ajustar el análisis de los
discursos políticos, contribuyendo a la detección de las inconsistencias presentes en
los textos estudiados. De esta manera, “la conciencia de las inconsistencias y las exclusiones en los discursos políticos puede ser una herramienta poderosa tanto para afilar
la formulación de políticas de género y los procesos de minimización de la exclusión”
(Verloo y Lombardo, 2007). Respecto de las preguntas guías de la investigación aquí
desarrollada, se planteó utilizar como pauta general algunas de las interrogantes
establecidas en el proyecto MAGEEQ, señaladas por las profesoras María Bustelo y
Emanuela Lombardo en el libro Políticas de Igualdad en España y Europa (2007: 99) y
publicadas también el sitio web del proyecto.
Tabla 1
PREGUNTAS GUÍAS
Dimensión
Preguntas
Diagnóstico / Pronóstico
¿Qué se representa como problema?
¿Qué representaciones implícitas o explícitas ofrecen los/as actores políticos/as del problema o solución?
¿Quién o quiénes se supone que tiene/n el problema?
¿A qué grupo se dirigen las medidas que se toman?
Y si hay un grupo problemático, ¿cuál es el grupo normativo de referencia?
Dimensiones de género
¿Se hace referencia a categorías sociales relacionadas con alguno de los géneros?
¿Se hacen referencias a comportamientos asociados a las mujeres o a los hombres?
¿Se mencionan ciertas normas y símbolos sociales asociados a hombres y/o mujeres como parte del
diagnóstico y/o solución del problema?
Voz
¿Quién o quiénes redactan el texto?
¿Quién tiene voz en los discursos y quién está ausente?
¿A qué actores/as políticos/as hace referencia el texto?
¿Qué tipo de fuentes documentales son citadas en el texto?
Interseccionalidad
¿Existe un cruce entre género y otras dimensiones como clase, etnia, raza?
¿Son considerados cruces entre otras dimensiones?
¿Se hacen referencias particulares a ciertas etnias o razas?
¿Qué tipo de representaciones se realizan respecto de las personas extranjeras?
Fuente: Elaboración propia, basada en Bustelo y Lombardo, 2007: 99.
El enfoque utilizado en este estudio es de carácter constructivista, tomando
como premisa la idea de Bacchi (1999) respecto de la construcción de los problemas
sociales. Bajo esta perspectiva, el conocimiento no es más que una propuesta que
responde a una forma de situarse frente a la experiencia. El estudio presentado está
teñido por la subjetividad y la interpretación crítica que realiza la investigadora de los
textos analizados, a base de su recorrido profesional y a los elementos expuestos en
los anteriores apartados.
PUNTO GÉNERO / 175
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
Para un mejor estudio de los textos analizados se utilizaron una serie de preguntas
guías tendientes a analizar los discursos políticos, contribuyendo a la detección de las
inconsistencias presentes en los textos estudiados. De esta manera, la conciencia de las
inconsistencias y las exclusiones en los discursos políticos puede ser una herramienta
poderosa tanto para afinar la formulación de políticas de género y los procesos de
minimización de la exclusión (Verloo y Lombardo, 2007).
8. Principales resultados del estudio3
A continuación se exponen aquí algunos de los resultados del estudio realizado,
dividiendo la exposición en dos, acorde a cada uno de los textos analizados.
8.1. Análisis del plan de integración de la Comunidad de Madrid, período 2006-2008
Frente a la descripción y breve análisis de la decena de ámbitos contemplados
en el plan de Integración4 2006-2008 de la Comunidad de Madrid, se ha estudiado el
texto político a base de la metodología señalada anteriormente.
El plan tiene como principal objetivo el “promover la integración de las personas
inmigrantes que residen en la Comunidad de Madrid” (2006: 5). Fue diseñado por el
Instituto Universitario de Estudios sobre migraciones de la Universidad de Comillas, y
es el primero de este tipo en implementarse en la Comunidad Autónoma de Madrid
(CAM). La metodología utilizada contempló la explotación de fuentes secundarias y los
aportes de un grupo de expertos externos, un grupo de apoyo técnico, cuestionarios
y entrevistas a profesionales que tenían una relación laboral cotidiana con el colectivo
migrante, entre otras acciones. En el texto se menciona que en “múltiples ocasiones
se contó con la perspectiva de los propios inmigrantes acerca de su integración” (2006: 9)
sin mencionarse la forma en que se realizó esta recopilación de información. Las voz
de las personas migrantes no está presente en el documento, menos aún la voz de
las mujeres migrantes.
Se observa en sus primeras páginas una primera consideración sobre el tema que
aquí se analiza. Señalan que entre las áreas contempladas no se consideró la “cuestión
de género”, por ser “una realidad transversal considerada de modo explícito en todo y
cada uno de los estudios sectoriales” (2006: 7).
En el eje de empleo, se expresa que este se ha convertido en un fin para la población
migrante y que es el “primer factor de integración y el primer paso en el proyecto migratorio”
3
4
Respecto de los análisis de los textos, en este artículo se señalan solo aquellos elementos que competen a la temática
desarrollada.
Cabe destacar aquí el uso conceptual de la integración. El enfoque integracionista se encuentra en una posición
ambigua entre la idea progresista de la lucha por la igualdad de oportunidades y la teoría de la deficiencia, que
acaba explicando los déficits de las minorías desde los propios estereotipos de estas. Para muchos teóricos y
teóricas sigue constituyendo una forma sutil de racismo y una creencia en la superioridad de la cultura receptora
(Muñoz, 2001).
176 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
(2006: 39). El diagnóstico del área empleo evidencia la segmentación sectorial del
mercado de trabajo y las diferencias ocupacionales por razón de nacionalidad (2006:
48). En relación con la situación de las mujeres se señala la creciente demanda de
mano de obra no cualificada de mujeres extranjeras, la que se produce en un “contexto
determinado por la creciente incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el progresivo
envejecimiento de la población y el todavía insuficiente carácter de las prestaciones públicas”
(2006: 48). Así, el trabajo de las mujeres migrantes se concentra “o bien en tareas domésticas en su propio hogar o bien en servicios domésticos, aspecto que, unido a la concepción
que se tiene de este tipo de trabajos, acentúa la marginación de este colectivo” (2006: 48).
Ante tales datos, el equipo redactor del plan establece que las mujeres migrantes se
encuentran en una situación de “especial vulnerabilidad”, debido a que “ven delimitada
su actividad profesional mayoritariamente a sectores específicos como el servicio doméstico, junto con la existencia de una infravaloración de este tipo de trabajos que acentúan
la situación de marginalidad en la que se encuentran” (2006: 51). Frente a este escenario,
se propone como objetivo el “Promover el empleo de las mujeres migrantes”, cuya única
acción es la “implantación de un programa específico de empleo para favorecer la inserción sociolaboral de las mujeres inmigrantes víctimas de violencia de género” (2006: 176).
Esta primera observación evidencia la inconsistencia entre el diagnóstico de la
situación de empleabilidad de las mujeres migrantes y la prognosis realizada. El marco
político indica que las mujeres requieren de una acción que fomente su empleabilidad
siempre y cuando sean víctimas de violencia de género. La promoción del empleo
como solución dista del diagnóstico expuesto.
En las actuaciones no se hace mención a ninguna instancia que permita modificar
las situaciones de discriminación por género y etnia que viven las personas migrantes.
Tampoco se señalan instancias que les permitan solucionar las diferencias entre los
niveles formativos y la baja cualificación requerida para los trabajos desempeñados.
En relación con las dimensiones de género en el texto, se visualiza a las mujeres
migrantes como sujetos frágiles, proclives a la exclusión y marginación social, debido
a sus mayores dificultades para adaptarse al nuevo contexto. Son observadas como
“otras culturales” propensas a la vulneración en sus derechos debido a que esto sería
lo esperable en los contextos culturales y tradiciones en origen (mutilación genital,
violencia de género, asimetría en las relaciones de pareja, desconocimiento de derechos sexuales y reproductivos), lo que tácitamente está relacionado con la idea de
“subdesarrollo” y “retraso cultural”. Esto puede visibilizarse en la aseveración realizada
respecto de que los problemas en los embarazos de mujeres migrantes suelen darse
por “el escaso hábito de realizar controles en el embarazo en sus países de origen”, a lo
que se sumaría el desconocimiento de los programas perinatales de la CAM y de la
accesibilidad a ellos (CAM, 2006: 108).
Cabe mencionar también que el texto está redactado íntegramente en un lenguaje
masculinizado. Y que a pesar de que en un inicio se compromete a tomar en cuenta
PUNTO GÉNERO / 177
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
el género como una variable transversal, no está presente en todas las categorías, sin
considerarle ni en el diagnóstico ni en la solución del problema.
Respecto de la dimensión de interseccionalidad se destaca que existen en algunas
ocasiones cruces entre género y etnia, pero solo en los niveles de diagnóstico, lo que
no es extensible a las soluciones propuestas. No se hacen cruces con otras dimensiones
como diversidad sexual o discapacidades.
En relación con las mujeres migrantes víctimas de violencia de género, el informe
señala que casi un tercio de “las denuncias de malos tratos producidos por la pareja o
expareja han sido puestas por mujeres migrantes” (2006, 109) y que esto hace absolutamente necesario entregarles una cobertura sanitaria acorde a sus necesidades. El plan
contempla para ellas la “información y orientación (…) mediante recursos de acogimiento
temporal, orientación jurídica y atención psicosocial” y “acciones dirigidas a la atención de
mujeres inmigrantes con problemas de desestructuración familiar o personal” (2006, 187).
Sin embargo, no se hace mención a la situación particular de cada mujer en relación
con la residencia, la que en el contexto español del año 2006 era de vital importancia
para realizar cualquier acción, ya que las mujeres no contaban con el reconocimiento
de víctimas de violencia si su situación de residencia no estaba regularizada.
Respecto del tráfico de personas, no existen antecedentes diagnósticos en el texto.
No hay referencias a datos, cifras, estadísticas o caracterización. A pesar de esto, se
establecen acciones de acogimiento temporal “puesto a disposición de las necesidades
de las mujeres inmigrantes que se encuentren en condiciones de abandonar las redes de
tráfico de personas con fines de explotación sexual” (2006, 187). Esta medida no toma en
consideración la casi imposibilidad de que las mujeres inmersas en las redes de tráfico
puedan salir por sí solas de las mismas. Por tanto, se manifiesta una dificultad entre el
diagnóstico realizado y la solución otorgada a la problemática, la que no tiene sustento
al no considerar los aspectos involucrados en las situaciones de tráfico de personas. No
es la única actuación respecto del tema. La CAM compromete acciones en el ámbito
del codesarrollo, destinando recursos en los países de origen de mujeres víctimas
de tráfico de personas. Sin embargo, la dificultad es la misma, no existe diagnóstico
al respecto por lo que es difícil conocer el lugar al que se derivan tales recursos y la
posible efectividad de tal actuación.
En este sentido, existe una construcción de las mujeres migrantes como posibles
“víctimas” de tráfico de personas, lo que se ajusta a la relación prejuiciosa que se realiza
entre los movimientos migratorios de mujeres y el comercio/violencia sexual. Situación
similar sucede en el eje salud, en el que se asevera que las mujeres migrantes “que
trabajan en el ámbito de la prostitución” exponen al colectivo migrante “a riesgos de
infecciones por enfermedades de transmisión sexual” (2006: 107), lo que no es apoyado
por dato alguno o cita que evidencie lo afirmado.
También es señalado que “las pautas de comportamiento sexual (…) tienden a venir
condicionadas por la posición de la mujer en relación al varón en función de los distintos
178 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
patrones culturales” (2006: 107) y que las mujeres migrantes “muestran cierto desconocimiento en relación con temáticas de salud sexual y reproductiva”. Estos juicios son
realizados a pesar de que se reconoce que faltan datos en relación con lo señalado, aun
así, la CAM realizaría esfuerzos para “erradicar los estereotipos negativos de género y la
igualdad de derechos sobre el cuerpo y la sexualidad entre mujeres y hombres”. De tal
manera, se observa la existencia de un prejuicio respecto de los estereotipos sexuales
presentes en la población migrante. Cuando el texto hace referencia a la posición de la
mujer en relación con el hombre la está situando implícitamente en una posición de
desventaja y sumisión. En las actuaciones es posible encontrar un plan de educación
sexual y salud reproductiva orientada a mujeres jóvenes, no así en adultas.
En el ámbito de la “participación y gestión de la diversidad” el diagnóstico no apunta
a situaciones particulares asociadas a la participación de mujeres, sin embargo, en las
actuaciones se establecen objetivos parta “impulsar el asociacionismo de las mujeres migrantes a través de programas de asociaciones de inmigrantes, organizaciones de apoyo para
el fomento del asociacionismo entre mujeres y la celebración de encuentros anuales entre
las asociaciones de mujeres inmigrantes y organizaciones de apoyo para el intercambio
mutuo de conocimientos y experiencias, realizando exposiciones y actividades” (2006: 198).
Respecto del diagnóstico presentado por la CAM en el ámbito de los servicios
sociales se presenta a la población migrante como carente de recursos y vulnerable
(2009: 83). Las actuaciones diseñadas para este ámbito dan cuenta de que hay antecedentes que no son expuestos en el diagnóstico, pero sí son considerados en las
acciones contempladas (2006: 186, 178, 229).
Respecto de la participación, se plantean objetivos destinados al fomento de la
participación de las mujeres en asociaciones, sin contar con que según los estudios
son las mujeres quienes tienen mayor participación en las asociaciones de migrantes. Además no se consideran otros espacios de participación que sean externos a la
participación en estas asociaciones, lo que sí podría generar una mayor integración,
como la participación en agrupaciones vecinales, o en las AMPAS de los colegios u
otras agrupaciones en las que sí se pueda vivenciar la interculturalidad. Mediante este
actuar pareciera fomentarse la reunión entre migrantes nada más.
Respecto al eje “Familia”, el diagnóstico es rico en cuanto a las intersecciones entre
género y etnia-nacionalidad (2006: 86). Sin embargo, no se realizan actuaciones al
respecto. No hay acciones tendientes a la modificación de pautas culturales y sociales
de asimetría en las relaciones entre hombres y mujeres al interior de las familias, estas
son asumidas dentro de la diversidad sin proponer cambios a este tipo de situaciones.
Tampoco existen referencias en torno a la solución o mitigación de los problemas
asociados a la existencia de familias monoparentales en el cuidado de hijos e hijas
reagrupados.
Respecto de los marcos de política, en el texto se aprecia un marco relacionado con
la visión de la mujer migrante vulnerable. En el documento se relaciona la vulnerabilidad
PUNTO GÉNERO / 179
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
de las mujeres migrantes con su posición en el mercado de trabajo y con la presencia
de estas en las estadísticas de violencia de género.
En el ámbito de los recursos sociales, se observa la prevalencia de este marco. Esta
representación se nutre de una serie de estereotipos y prejuicios presentes en el texto
situando a las mujeres migrantes como víctimas de malos tratos, tráfico de personas
con fines de explotación sexual o susceptibles de mutilación genital, sin especificar
las determinantes ni las condicionantes de cada situación específica.
El marco presentado es reforzado cuando se habla de codesarrollo; deja de lado
el capital social y cultural existente en las relaciones trasnacionales que establece la
población migrante con su familia y vínculos en origen, sin presentar la importancia
que tienen las mujeres en las economías locales, ni su poder ni fuerza en la toma de
decisiones familiares y locales. Solo se hace referencia a ellas en cuanto a lo beneficioso
que es para la CAM el codesarrollo en área social en tanto se generarían “Mayores oportunidades para las mujeres extranjeras y también nativas (empleo de inmigrantes en sector
servicios doméstico y de proximidad), lo cual permite aumentar la conciliación laboral y
familiar” (CAM, 2006: 146). Conciliación que no se da en el caso de las mujeres migrantes.
Existe también otro marco de política denominado “lo familiar es privado”. En él las
relaciones asimétricas entre hombres y mujeres en la familia son asumidas como un
asunto cultural y social propio y privado, justificando y revitalizando la división sexual del
trabajo. En este sentido, en el texto se observa una imagen estereotipada de las mujeres
en relación con la responsable del cuidado familiar, lo que es reflejado al hablar de la
alimentación de las familias, responsabilizándoles del tema: “la mujer suele ser la persona
de referencia encargada de la alimentación familiar y, algunos estudios, apuntan el posible
factor de riesgo existente entre la población inmigrante en relación con la alimentación cuando
no se da la presencia de la figura de la mujer” (CAM, 2006: 108). De esta forma, se refuerza
la función reproductiva asociada tradicionalmente a las mujeres, acorde a la división del
trabajo, por encima de factores productivos o de inserción en la sociedad de acogida.
Así también, recalcan la necesidad de considerar en los análisis “la importancia de
las relaciones de género (…) algunas mujeres proceden de países donde las relaciones asimétricas de género son más acusadas, hecho que repercute de manera considerable en la
vida de estas mujeres” (2006, 159), esto hace que “los roles y responsabilidades del hombre
y la mujer dentro de las dinámicas de las familias inmigrantes varían según predominen
los modelos familiares patriarcales o matriarcales”, afirmación que realizan sin mayor
evidencia. Este tipo de aspectos junto a la diversidad de estructuras familiares “deben
ser tenidos en cuenta para favorecer el desarrollo de estos niños y niñas, evitándose
así las consecuencias de la desigualdad y la discriminación” (2006: 160). Sin embargo
no existen soluciones relacionadas con los puntos mencionados en el diagnóstico.
Resulta interesante lo que sucede en términos de la consistencia entre el diagnóstico y pronóstico, y el prejuicio de género asociado a las situaciones de mutilación
genital. En el documento no se hace referencia diagnóstica al respecto. En el apartado
180 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
correspondiente a salud, la situación no es tratada, tampoco se hace en lo correspondiente a servicios sociales. Sin embargo, en las partidas presupuestarias se dedican
tres apartados al tema en específico. Por un lado, se destinan dineros a una campaña
dirigida a la prevención de la mutilación genital femenina, orientada a profesionales
tratantes, así también se destinan recursos a cursos de formación para profesionales
sanitarios y, por otro, se contempla el ”diseño y puesta en marcha de un programa
específico dirigido a prevenir la mutilación genital femenina como un acto de violencia
contra las mujeres constitutivo de delito, difundiendo sus graves consecuencias físicas
y psíquicas sobre la salud” (CAM, 2006: 188, 229).
Para finalizar esta sucinta presentación del análisis realizado se debe mencionar la
inexistencia en el texto de acciones de promoción de la autonomía de las mujeres o
apoyos en la conciliación. De esta manera, los problemas son detectados pero no se
impulsan instancias de solución.
8.2. Análisis del plan de integración de la Comunidad de Madrid, período 2009-2012
En el caso del plan de integración 2009-2012, y a diferencia del anterior, el género
no es un asunto transversal. Las situaciones y condiciones relativas a las mujeres (y por
ende a los hombres) son englobadas en el eje “Familia” de este plan. Así, cada una de
las temáticas que les atañen está englobada en el contexto familiar, considerada por
el equipo que redacta el plan como la unidad básica de la sociedad.
Todo lo que tiene relación con la sexualidad es atribuida a las mujeres, no hay
referencias a los hombres en las medidas de prevención de enfermedades de transmisión sexual, o el comercio sexual, etc. Las mujeres en este plan están sexualizadas,
los hombres no. Se menciona también que las mujeres migrantes están insertas en
culturas que fomentan y validan los malos tratos, en una mirada extremadamente
generalizante del fenómeno en cuestión.
Las mujeres migrantes son representadas como víctimas: de los malos tratos y de violencia sexual. Se les considera además como vulnerables solo por el hecho de ser mujeres
y migrantes, lo que amerita un tratamiento diferenciado a sus particulares necesidades.
Se les considera responsables de las situaciones que las aquejan, ejemplo de esto
es la aseveración de que la presencia de dificultades en el embarazo tiene relación
con hábitos de atención sanitaria tardía, lo que habría sido adquirido en la experiencia
anterior con el modelo de salud de sus respectivos países de origen, remarcando “un
escaso hábito de realizar estos controles en los países de procedencia, pero también, la menor
adherencia a los criterios de seguimiento del embarazo refleja problemas de información
y adaptación cultural” (2009: 170).
En relación con la violencia contra la mujer, se plantea que la violencia de género
hacia mujeres migrantes se debe abordar desde el género y desde la cultura. De esta
PUNTO GÉNERO / 181
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
manera “se hace necesario realizar un tratamiento especial por las características particulares de cada nacionalidad por razones de edad, país de procedencia, cuestiones culturales,
entre otras consideraciones” (2009: 229).
Se establece también que las mujeres migrantes sufren una “doble vulnerabilidad por
ser mujer y por ser inmigrante, haciéndose hincapié en los últimos tiempos en la necesidad de
integrar la perspectiva de género en todas las políticas migratorias. En el caso de las mujeres
inmigrantes irregulares, estarían ante una situación de triple vulnerabilidad” (2009: 229).
En este sentido, el plan vuelve a señalar la “vulnerabilidad de las mujeres migrantes”
solo por el hecho de ser tales, debido a una serie de situaciones y circunstancias que
“aumentan su vulnerabilidad en relación con los malos tratos, existe un reconocimiento
a favor de que las mujeres inmigrantes afectadas de una doble vulnerabilidad tengan
un tratamiento diferenciado y la perspectiva de género se integre en todas las políticas
migratorias” (2009: 231).
Ante esto, el equipo redactor del plan señala que en “aquellos grupos en los que la
cultura es claramente patriarcal, se corre el peligro de volver a la reclusión de las mujeres en el espacio privado. De esta manera se traslada al país de acogida los modelos
de discriminación existentes en el lugar de origen” (2009: 231). Al respecto, señalan
que en el caso de la migración de mujeres procedentes de áfrica, su llegada al país
se produce luego de la reagrupación de sus parejas, siendo legal y económicamente
dependientes de quien les reagrupa. El equipo señala que en caso de violencia de
género las mujeres tendrían un “gran temor a denunciarlo por miedo a perder la red
social y padecer el desarraigo porque la violencia sufrida, normalmente, no desaparece
en el país de acogida”. (2009: 231).
Esta situación se daría menos en el caso de las mujeres de origen latinoamericana,
ya que “están presentes en el ámbito externo, dependen menos de sus parejas y vienen
de sociedades donde los divorcios tienen cauces legales. Además, por lo general, serían
ellas las que inician el proceso migratorio, obteniendo la regularización. Ello les haría
más proclives a denunciar situaciones de malos tratos” (2009: 231). Sin embargo, estos
juicios de valor respecto de las mujeres latinoamericanas no son fundados en estudios
ni estadísticas al respecto.
Respecto de las culturas de origen y su relación con la violencia, el equipo redactor del plan tiene una particular visión en la que se señala que, en origen, las culturas
“presentan diferentes valoraciones en cuanto a la relación entre los sexos, la que no
se desarrolla de forma igualitaria, en la práctica y desde el modo conceptual del papel
que socialmente se concede a uno y a otra”. A continuación se menciona la habitualidad de los “malos tratos físicos y psíquicos a los que son sometidas algunas mujeres,
las que les ocasionan graves perjuicios en su autoestima y dignidad personal”. En este
sentido, el plan atribuye al proceso migratorio de las mujeres el inicio de “procesos de
independencia económica, incrementándose su poder de decisión y negociación frente a
sus parejas” (2009: 231).
182 / PUNTO GÉNERO
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De esta forma, el plan, sin presentar antecedentes que fundamenten la idea, deja
entrever la existencia de dos tipologías de mujeres migrantes: por un lado, la mujer
latinoamericana, independiente, con mayores posibilidades de estar regularizada; y
por otro lado, la mujer de procedencia africana, más sometida y dependiente. Esta
situación puede darse debido a que la legislación española facilita la regularización
y nacionalización de personas extranjeras nacidas en alguna excolonia española, lo
que no se produce con las personas de origen africano, quienes son mayormente
discriminadas por sus dificultades administrativas en la regularización.
El plan de integración hace referencia a la explotación sexual de mujeres inmigrantes. Señalan que esto tiene relación con una cantidad de variables que han de
ser consideradas en su tratamiento:
“Al abordarse este tema, se debe tener en cuenta que la pobreza, la dependencia, una
educación inadecuada, la adicción a drogas, la falta de vivienda, la discriminación
racial y sexual son temas que aparecen en las personas que están siendo o han sido
prostituidas y por tanto, en la mayoría de las ocasiones, los malos tratos, las carencias afectivas, el analfabetismo, las drogodependencias, las condiciones vigentes del
fenómeno migratorio y las graves necesidades económicas son circunstancias que
favorecen el ingreso en el mundo de la explotación sexual” (2009: 232).
Sin embargo, la declaración realizada aquí deja fuera a los factores de dominación
que inciden en la explotación sexual de mujeres. Pareciera que se quiere dejar en
manos del contexto y de factores de riesgo la explotación de mujeres, cuando en
muchos casos tiene relación con el tráfico de personas, la violencia sexual, más que
con situaciones contextuales.
En el plan se define el tráfico de personas como una violación a los derechos
humanos, afirmando que la trata “supone una transacción con la persona entendida
como un objeto, que exige, además de un movimiento, unos fines de explotación
de las personas víctimas de la trata que puede ser laboral, sexual u otro tipo”. Siendo
esta una de las manifestaciones “más brutales de la violencia de género” (2009: 232).
Las soluciones y prognosis propuestas en el plan son coherentes con las citas
anteriormente revisadas, existiendo todo un apartado que hace referencia a la lucha
contra la explotación sexual y apoyar a la mujer migrante en riesgo social (2009: 274).
Se destaca la existencia de medidas de conciliación laboral y familiar orientadas a la
población migrante, medida que no estaba presente en el plan anterior (2009: 272).
Sin embargo, hemos de señalar también que la prognosis responde a tres visiones de
mujeres: víctimas de violencia de género, víctimas de explotación sexual, y mujeres
que presenten necesidades de conciliación laboral-familiar (en una medida marginal
en comparación con las otras dos representaciones). La mujer en el plan responde a
esos tres estereotipos y siempre en el contexto de familia.
En el transcurso del texto se identifican algunos marcos de política relacionados
con las mujeres migrantes. Un primer marco es la mujer migrante como vulnerable
PUNTO GÉNERO / 183
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
por el hecho de ser tal, marco de interpretación en la que existe una representación
de las mujeres migrantes como susceptibles de abusos y, por tanto, necesitada de
protección y asistencia por parte de la administración. En este marco se hace evidente
la consideración de la población migrante en general como una minoría étnica, la
que complementada con el género constituye un mecanismo cultural que les niega
protagonismo y las etniciza en términos culturales.
Además, se denota la existencia de un marco de política que posiciona a las mujeres
migrantes como subalternas, sumidas en un modelo tradicional de mujer con pareja
transnacional o no, dependientes, pasivas y limitadas al espacio doméstico. Esta mujer
migrante está contextualizada en el marco de la reagrupación familiar, la que además la
hace dependiente de una pareja que determina el proyecto migratorio y las opciones
de integración que esta podría tener. Este marco ignora también los itinerarios diversos
de las mujeres, y la posibilidad de generar sus propios proyectos migratorios. Ignora
también la gran cantidad de mujeres que han sido pioneras en la migración. Además,
se dejan de lado las iniciativas de las mujeres como trabajadoras y emprendedoras,
invisibilizando y ocultando la importancia de las mujeres en el desarrollo económico
de sus naciones de origen y en el orden mundial.
Se aprecia la presencia de un marco de homogeneización, en el que las mujeres son
el símbolo de la otredad cultural. Pero esto también cabe para el resto de la población
migrante, la heterogeneidad de las mujeres migrantes es evidente, pero esto no se
recoge en el plan analizado.
Los planes de integración realizados en la Comunidad de Madrid poseen una visión
respecto de las mujeres migrantes, la que las representa como sujetos frágiles, proclives a
la exclusión y marginación social. Las mujeres de origen extranjero, por el solo hecho de
serlo son observadas como “otras culturales”, propensas a la vulneración de sus derechos.
“…parece cierto afirmar que a las mujeres inmigrantes, por el hecho de ser tales, les
acompañan una serie de circunstancias que aumentan su vulnerabilidad en relación con los malos tratos (…) Por ello, existe un reconocimiento a favor de que a las
mujeres inmigrantes afectadas de una doble vulnerabilidad tengan un tratamiento
diferenciado” (CAM 2009, 231).
Estas afirmaciones centran su mirada en una sola imagen de migrante, sin considerar
la multiplicidad de orígenes y contextos de las mujeres. Se construye a su vez una imagen
de la mujer migrante, estereotipada, heterosexual, y afectada por el proceso migratorio:
“muchas de las mujeres inmigrantes se encuentran aisladas sin el apoyo o la información
suficientes para intentar salir de la situación de maltrato en que viven”; señala a su vez
que las mujeres suelen estar más cercanas a “situaciones límite de mayor precariedad, soledad, desarraigo y una cultura patriarcal más consolidada hacen que la violencia doméstica
afecte a las mujeres inmigrantes en mayor medida que a las mujeres autóctonas” (2009: 232).
En el ámbito de “Mujer, Familia y Juventud”, se afirma que “la familia es la primera
institución a la que pertenecemos” (2009: 222) y que el contexto de la globalización ha
184 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
modificado las pautas y dinámicas familiares tradicionales. De esta forma, y en relación
con las familias de migrantes, “es obligado recordar que las realidades familiares de las
personas inmigrantes son muy diversas y no responden a un patrón único” (2009: 223).
A base de esto se plantea la importancia de considerar la transnacionalidad en el análisis
de estas familias, lo que resulta absolutamente necesario para la comprensión de las
dinámicas y las relaciones de género que en estas se producen.
Se menciona además que la existencia de personas migrantes en situación de irregularidad administrativa les expone a la “indefensión, vulnerabilidad e incertidumbre”
(2009: 225). Condicionamientos que les conducirían a vivir en condiciones de “precariedad, desestructuración familiar y en situaciones de exclusión familiar”.
El plan 2009-2012 supone un intento de superar las deficiencias del primer plan
de integración implementado. A pesar de lo anterior se observan ciertas situaciones
y juicios que presentan representaciones sobre la migración y particularmente sobre
las mujeres migrantes que deben ser tomadas en consideración.
En primer lugar, el texto está redactado en una voz masculina, excluyente, lo que
echa por tierra los intentos señalados de incluir la perspectiva de género en las políticas
implementadas. No se consideran cruces con otras dimensiones como discapacidad,
opción sexual, entre otras.
La gran mayoría de los datos son desagregados por “sexos”, concepto que es utilizado para hacer referencia cuando se desagregan los datos diferenciando a hombres
de mujeres. En muchos de los datos presentados no se señala el total de migración
que ha recibido tal o cual servicio o beneficio, sino que hay un desglose inmediato de
las nacionalidades con mayor cantidad de personas atendidas.
Existe un dato que no es reforzado estadísticamente y que es interesante de
destacar, que es la no escolarización de algunas niñas señalando que esto se agrava
según la nacionalidad de origen (2009: 149). Este en un tema a trabajar en futuras
investigaciones sobre el tema.
Existen juicios sobre la precariedad de la situación de las personas migrantes, en una
mirada que claramente es homogeneizante. Estas situaciones de precariedad les harían
vulnerables a problemas de salud. Asimismo, se señala que los y las migrantes tendrían
“condiciones de trabajo más penosas de lo habitual” (2009: 168), debido a los trabajos
a los cuales acceden. Estos juicios están presentes a lo largo del plan mencionado y
fomentan una representación de la población migrante como carenciada y necesitada.
Se presta bastante atención a la Mutilación Genital Femenina, aunque se reconoce
su baja incidencia y la necesidad de trabajo preventivo en origen a partir de acciones
de cooperación (2009: 170). Esta atención viene a reforzar las diferencias culturales con
colectivos a los que se quiere presentar en esa “otredad” señalada con anterioridad,
y reforzar a cierto tipo de mujeres migrantes como potenciales víctimas de abusos a
PUNTO GÉNERO / 185
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
pesar de que podrían no serlo. Se refuerza también la idea de que las migrantes provienen de países y culturas de menor “desarrollo”, por cuanto es posible que repliquen
este tipo de prácticas en las sociedades de acogida. No se explicita el perfil de mujeres
potenciales víctimas de MGF, ni sus orígenes.
Se menciona también que los problemas del embarazo tienen relación con el
tardío control del mismo debido al “escaso hábito de realizar estos controles en los
países de procedencia” (2009: 170), afirmación del todo generalista y que carece
de fundamentación. Además, se responsabiliza de esto a las mujeres migrantes
sin tomar en consideración la responsabilidad del sistema sanitario, y del sistema
de protección en general, de informar y garantizar los controles necesarios para la
población en etapa fértil.
Respecto del ámbito de participación y cultura no se hacen cruces con el género.
Esto deja de lado la importancia de las mujeres tanto en la creación de asociaciones
de migrantes como en la participación en otras agrupaciones como AMPAS, agrupaciones de vecinos y vecinas, etc. Se deja de lado el fomento de la participación de las
mujeres en agrupaciones de mujeres.
Se reconoce el esfuerzo por incluir la noción de transnacionalidad en los análisis
realizados. Sin duda esto amplía las dimensiones para comprender los fenómenos asociados a la migración. Además su consideración en cuanto a las relaciones de género
es un punto clave en la planificación y ejecución de políticas dirigidas a la población
migrante (2009: 223).
Respecto de la violencia de género, se menciona considerar en ella la perspectiva
de género, pero también las diferencias culturales. Esto no es lo suficientemente explicitado, como sí lo es en el tema de otros derechos humanos vulnerados. La condena
a este tipo de situaciones debiese ser muchísimo más enérgica debido a la magnitud
y transversalidad del fenómeno.
Se habla de interseccionalidad aditiva al mencionar la doble y triple vulneración
de las mujeres migrantes, sin embargo creemos que dicha consideración no puede
darse como una suma de desigualdades, sino como coexistentes la una con la otra, de
manera que la una afecta a la otra y viceversa. El plan señala la “vulnerabilidad de las
mujeres migrantes” solo por el hecho de ser tales, y que esta adición de desigualdades
argumenta la necesidad de contar con un tratamiento diferenciado a sus necesidades
y requerimientos.
En el plan se hace referencia a grupos de cultura claramente patriarcal (2009: 231),
como si este fuese una característica de algunos grupos migrantes, dejando de lado
que la sociedad entera está sumida en el patriarcado. Se señala claramente que las
mujeres africanas serían las más sumisas y por tanto vulnerables, sin embargo, esto no
se sustenta en más evidencia que en la dependencia legal debido a la reagrupación
familiar. Esto no es más que un juicio apriorístico, ya que no hay evidencia que señale
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Cory Marcela Duarte Hidalgo
este dato. Podríamos decir lo mismo de las mujeres católicas o protestante, o de las
mujeres de Huelva o Alicante, lo que produciría gran revuelo porque no habría bases
suficientes para decirlo, pero aquí el equipo redactor se da la licencia de señalarlo para
el caso de las mujeres africanas. Además no se señala qué mujeres africanas, de qué
situación socioeconómica o de qué países de procedencia.
Respecto de las remesas, se habla de ellas solo en el ámbito económico, sin hacer
análisis de género, ignorando la importancia de las mujeres migrantes en las economías
nacionales e internacionales.
El plan carece de consideraciones hacia la agencia de las mujeres migrantes, así
como del capital social y cultural que estas tienen. La mirada sigue siendo victimizante.
Los temas tratados en el ámbito que les compete son violencia de género y violencia
sexual. No hay perspectiva que potencie su autonomía y los emprendimientos como
estrategias de integración a la sociedad de acogida.
CONCLUSIONES
En los análisis realizados a los dos últimos planes de integración de la Comunidad
de Madrid, mediante la metodología de Marcos Interpretativos de Política, se ha identificado la existencia de marcos de interpretación respecto de las mujeres migrantes
asentadas en Madrid.
Los planes de integración realizados en la Comunidad de Madrid (2006-2008 y
2009-2012) poseen una visión respecto de las mujeres migrantes que las representa
como personas proclives a la exclusión y marginación social. Las mujeres de origen
extranjero son observadas como “otras culturales”, propensas al atropello de sus
derechos. Esto se fundamenta en el prejuicio de que en sus países de origen se habrían “normalizado” las situaciones de abuso y vulneración de derechos, por tanto,
y siguiendo este hilo, es esperable que este tipo de situaciones se reproduzcan en
las sociedades de acogida.
Las representaciones de las mujeres migrantes existentes en ambos planes las
muestran como mujeres subordinadas a sus culturas, a sus relaciones de pareja y pasivas frente al ejercicio de derechos. Estos elementos justifican una institucionalidad
que les proteja de potenciales abusos, convirtiéndolas en sujetos altamente vulnerables e indefensas, ubicándolas como beneficiarias de planes y programas acorde a la
necesidad de tutela y protección que requerirían.
De esta forma se identifica un primer marco de políticas, el que ha sido denominado
para efectos de esta investigación como “mujer migrante vulnerable”. En este marco se
concibe a la mujer como vulnerable producto de su proceso migratorio. La representación de vulnerabilidad está nutrida por una serie de estereotipos y prejuicios presentes
a lo largo de ambos textos. El marco responde a un enfoque de homogeneización y
marginación de las mujeres de origen extranjero.
PUNTO GÉNERO / 187
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
En este mismo contexto se subinscribe la consideración de las mujeres migrantes
como “víctimas”. La imagen a la que se recurre es a mujeres susceptibles de abusos y,
por tanto, necesitadas de protección y asistencia por parte de la administración.
Este marco responde a una sola concepción de migrante: la de la persona proveniente de países del mal llamado “tercer mundo” o de colonias anteriores, ignorando
con esto la migración proveniente de países angloparlantes o la propia migración
que ha alimentado la demografía madrileña, es decir, la migración campo-ciudad, y
de ciudades a la metrópoli.
Un segundo marco hallado en este estudio, es el de “Mujer subalterna”. La subalternidad de la mujer le restringe la voz, y en este marco es representada en el papel
de víctima en situaciones de dominación relacionadas con los contextos culturales de
origen. Desde esta mirada se afirma que las situaciones de abuso y dominación que
podrían darse en origen son reproducidas en las sociedades de acogida. Lo mismo
sucede con la repetición de pautas y relaciones de subordinación al interior de la
familia. La mujer en este marco no tiene agencia, ni autonomía.
Un tercer marco es el de “homogeneización de las mujeres migrantes”, en él las
mujeres son el símbolo de la otredad cultural. Se las concibe con características
comunes, sin importar su diversidad de orígenes y contextos. Esto es apreciable en
los juicios que se hacen respecto de que las culturas de origen son sociedades más
retrasadas en el desarrollo, permisivas en los malos tratos y abusos. Se hace evidente
la consideración de la población migrante en general como una minoría étnica, la
que complementada con el género, constituye un mecanismo cultural que les niega
protagonismo y las etniciza en términos culturales. Esto en palabras crea una falsa
representación cultural de estos colectivos como un núcleo homogéneo, unitario
(Nash, 2008). La heterogeneidad de las mujeres migrantes es evidente, pero esto no
se recoge en los planes analizados.
En el estudio ha sido posible observar la complementariedad entre los marcos de
políticas aquí expuestos, debido a que todos y cada uno de ellos potencian una concepción política que representa a las mujeres migrantes como personas no susceptibles
de la ciudadanía plena. Las representaciones dadas las configuran como dependientes,
inferiores, desprovistas de las condiciones necesarias para el pleno ejercicio ciudadano.
De esta forma, se promueve una ciudadanía excluyente, que margina a las mujeres
migrantes subrayando la subalternidad que se les atribuye.
Las intersecciones no han logrado ser visualizadas como espacios importantes de
considerar en el diseño de la política migratoria de la Comunidad de Madrid. Asimismo,
las interseccionalidades de género y raza o etnia son insuficientes, ya que los cruces
entre las variables no han significado el traer a la agenda la cultura de las “minorías”.
La noción de interseccionalidad es presentada solo en el primer plan, haciendo
incluso mención a las discriminaciones aditivas, sin embargo, la discriminación es
188 / PUNTO GÉNERO
Cory Marcela Duarte Hidalgo
relacional. Las múltiples variables han de ser consideradas en políticas como la estudiada, con tal de construir soluciones integrales a las problemáticas diagnosticadas.
Las discriminaciones de todo tipo mandatan a considerarlas como urgentes de tratar
en planeamientos autonómicos, pudiendo considerarse las interseccionalidades entre las
distintas categorías permitiendo ampliar la mirada. Esto, aunque difícil, tomando en cuenta
la posición ideológica del actual gobierno de Madrid, que es la misma del gobierno español, permitiría la construcción de alianzas de significación estratégica. Esta tarea ha sido
asumida por los colectivos feministas alternativos, los colectivos de LGTB y las comisiones
de algunos barrios emblemáticos de Madrid, quienes denuncian las discriminaciones y
que la aditividad solo potencia aún más la visión de marginalidad, creando y recreando un
sujeto pasivo hacia el que se dirigen políticas que fomentan la anomia y la dependencia.
La noción de interseccionalidad puede contribuir a un abordaje más real de los
problemas en las políticas, planes y programas diseñados, debido a que este enfoque
considera que los grupos sociales no son homogéneos, que las personas pueden estar
ubicadas en estructuras que capturan relaciones de poder implicadas en estas (patriarcado, racismo, clasismo, heterosexismo, etc.) y que hay efectos únicos no aditivos
en estas intersecciones e interacciones.
La no consideración de las desigualdades de género, raza y etnia contribuye a una
segregación y exclusión de la ciudadanía plena a las mujeres migrantes en particular,
y de la población migrante en general. Las políticas migratorias han construido y
fortalecido fronteras, estigmatizando y marcando. Han logrado configurar una forma
de ciudadanía incompleta y sesgada, establecida mediante generizaciones y etnoestratificaciones (Pedone, 2004).
Considerar la noción de interseccionalidad constituye un desafío no solo en las
investigaciones desarrolladas desde la academia, sino también en la implementación
de políticas que superen las nociones de igualdad y permitan las diversidades.
El generar políticas que den cuenta de las diversidades y diferencias, sin dar paso a
la exclusión, es una de las grandes tareas, no solo en Madrid, no solo en España, sino
en Chile y en todos los rincones.
Las democracias actuales requieren de consideraciones distintas de hacer y vivir
la política. Los movimientos sociales de los últimos tiempos nos han señalado que
las viejas concepciones e instituciones están en crisis, una crisis que no solo es en
lo económico, sino que es una crisis sistémica, una crisis que en palabras de Edgard
Morin requiere de humanizar la humanidad (2011: 45). En este sentido, la democracia
requiere revitalizarse y considerar la diversidad de sujetos y propuestas. Las sociedades
pluriculturales son un hecho constatable.
Las democracias tienen como reto el enfrentar la diversidad cultural, para lo que
es absolutamente necesario considerar la dimensión de género, pero no de manera
PUNTO GÉNERO / 189
La interseccionalidad en las políticas migratorias de la Comunidad de Madrid
sectorial, sino en interrelación con una multiplicidad de dimensiones que han de
ser contempladas en los nuevos modelos de democracia que los nuevos contextos
requieren.
Desde los feminismos tenemos la responsabilidad de incidir en estas transformaciones. Nunca antes en la historia las mujeres habíamos tenido tal visibilidad y poder
político. Pero también nunca antes habíamos tomado tanta conciencia de nuestras
diferencias y la importancia de su respeto en las sociedades democráticas, para desde
ahí, desde el reconocimiento mutuo, construir, juntarnos en esas tierras medias, donde
las identidades son múltiples.
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Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 195 - 219
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa
y violencia política en Bolivia y Ecuador
The challenges of gender parity. normative tension and political
violence in Bolivia and Ecuador
Nélida Archenti y Laura Albaine1
Resumen
Bolivia y Ecuador reformaron sus Constituciones con el propósito de establecer un Estado
plurinacional e intercultural, mediante la instauración de nuevas instituciones y territorios,
dentro de un marco político basado en la participación activa de las organizaciones sociales
y los pueblos indígenas originarios. Una de las medidas significativas adoptadas por ambos
países fue la paridad política, la que los convirtió –junto a Costa Rica y Nicaragua– en los países
que poseen la normativa política de género más avanzada de América Latina. No obstante,
diferentes barreras político-institucionales y ciertas prácticas patriarcales, así como la violencia
política en razón de género, condicionan la efectividad de esta medida.
Este trabajo explora la compleja dinámica política y social que se desarrolla en Bolivia y Ecuador,
donde la democracia representativa con la regla más avanzada de la región tendiente a promover la participación política femenina coexiste con la lógica de la democracia comunitaria
junto al predominio de una cultura patriarcal.
Palabras clave: paridad política de género - acoso y violencia política en razón de género Estado plurinacional - Bolivia - Ecuador.
Abstract
Bolivia and Ecuador reformed their Constitutions in order to establish new plurinational and
intercultural states through the creation of new institutions and territories, within a political
framework based on the active participation of social organizations and indigenous peoples.
Fecha de recepción: 15 de mayo de 2012
Fecha de aprobación: 18 de marzo de 2013
1
Nélida Archenti es Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Profesora Titular
en la Carrera de Ciencia Política e Investigadora en el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires.
Coordinadora del Grupo Género y Política de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP).
Laura Albaine es Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires. Becaria doctoral del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Docente de la Carrera de Ciencia Política de la
Universidad de Buenos Aires. [email protected]
PUNTO GÉNERO / 195
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
constitutional dispositions include the design of electoral lists based on a parity principle. This
transition, from quotas to parity, placed Bolivia and Ecuador among the countries with the most
advanced political gender rules. However, different barriers such as the electoral system and
some cultural practices like political gender violence, condition the effectiveness of political
parity. This paper seeks to explore the complex political and social processes that take place
in Bolivia and Ecuador, where the logic of representative democracy and the most advanced
rules for women political participation coexist with the logic of community democracy and
patriarchal cultural practices.
Key words: gender political parity - political harassment - plurinational states - Bolivia - Ecuador.
I. DE LAS CUOTAS A LA PARIDAD
Desde el inicio de la década de los 90 se sancionaron en 14 países de América
Latina normativas que establecen cuotas de género en las listas electorales, a fin de
promover el acceso de las mujeres a los cargos legislativos. La subrepresentación de las
mujeres en los Parlamentos evidenciaba la existencia de obstáculos para el ejercicio del
derecho constitucional a ser elegidas mediante el voto popular (Albaine 2009; Araujo
2006; Araujo, Archenti, Villanueva Flores y Marques-Pereira 2004; Archenti 2011, 2002
y 2000; Archenti y Johnson 2006; Archenti y Tula 2011, 2008 y 2007; Dahlerup 2002;
Htun y Jones 2002; Krook 2009; León 2005; Marx, Borner y Caminotti 2007; Ríos Tobar
2008; Ríos Tobar y Villar 2005; Schmidt 2004).
La sanción de las cuotas dio lugar a diversas posiciones. Por un lado, se sostenía
que estas medidas vulneraban el principio de igualdad ante la ley. Es decir, las modificaciones establecidas para la selección de candidatos, al incorporar diferenciación en
el derecho por el trato preferencial para un sector de la ciudadanía fueron entendidas
como una traición al ideal universalista.
Por otro lado, las cuotas se presentaban como normas correctivas de la falta de
igualdad de oportunidades, orientadas a garantizar un ejercicio más efectivo de la
ciudadanía de las mujeres y se les otorgaba carácter transitorio. De este modo, las
cuotas que, en tanto medidas preferenciales, violentaban el principio de igualdad, se
constituían en guardianas de aquello que violentaban.
Su aplicación demostró que si bien se trata de medidas efectivas en particular en
términos cuantitativos, diferentes obstáculos institucionales y culturales vulneran su
efectividad. Por un lado, debido a la arbitrariedad de la propia cuota y las dificultades
para integrar estas normas en los sistemas electorales y, por otro lado, por la resistencia
de los partidos políticos frente a estas iniciativas (Archenti y Tula 2008).
En la segunda mitad de los años 80 comienza a aplicarse en Europa el concepto de
paridad al ámbito de la política, como significante de una representación equitativa
entre los sexos en el proceso de toma de decisiones. En un primer momento, la idea
de paridad fue incluida en la agenda y los discursos institucionales de organismos
196 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
internacionales y supranacionales que comenzaron a analizar la exclusión de las mujeres
en los procesos decisorios como un obstáculo para los programas de paz y desarrollo
(Bataille y Gaspard, 1999). En diciembre de 1999 la Asamblea Nacional Francesa sancionó
la Ley Nº 2000-493, que establece igual número de mujeres y varones en las listas de
candidatos y que entró en vigencia en el 2001.
Así como las cuotas fueron consideradas una medida temporaria, las paritistes consideraron a la paridad como una medida definitiva para garantizar la igualdad entre
hombres y mujeres en el ámbito político (Bataille y Gaspard, 2000; Marques-Pereira,
2001). Desde esta perspectiva la paridad expresaría “la igualdad perfecta”, porque el
concepto “propone un nuevo universal con dos géneros, uno masculino y otro femenino” (Marysa Navarro, 2000). De este modo se construye un universal generizado.
No obstante, a los ojos multiculturalistas, “la perfecta igualdad de los géneros” excluiría
la posibilidad de representación de otras diferencias. Sin embargo, la representación
diferenciada no tiene cabida en el universalismo, no puede inscribirse en el principio
de la igualdad universal, aun cuando las diferencias y sus significados sociales den
testimonio de las exclusiones que la igualdad formal oculta (Archenti, 2002).
En América Latina 14 países2 sancionaron leyes de cuotas entre 1991 y 2000, pero
solo cuatro (Bolivia, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua) tienen normas paritarias. Una
garantía para la efectiva aplicación de estas medidas es que sean establecidas por
normas vinculantes (leyes o constituciones)3.
II. LAS ÚLTIMAS REFORMAS CONSTITUCIONALES EN BOLIVIA Y ECUADOR
Bolivia y Ecuador han fundado, mediante reformas constitucionales en los años 2009
y 2008, respectivamente, un nuevo tipo de Estado basado en la plurinacionalidad e
interculturalidad por medio del establecimiento de nuevas instituciones y territorios,
priorizando la inclusión de sectores sociales que tradicionalmente han sido marginados del escenario político electoral. A tal efecto ambos países instauraron una forma
de democracia capaz de combinar mecanismos complementarios de la democracia
representativa, la democracia directa participativa y la democracia comunitaria estableciendo nuevos modos de participación ciudadana y reglas político-electorales. Los
pueblos indígenas originarios y los movimientos de mujeres tanto en Bolivia como en
Ecuador se constituyeron en participantes activos de este proceso, logrando obtener
el reconocimiento de un conjunto de demandas capaces de constituir una nueva
concepción formal de ciudadanía orientada a promover la democratización del Estado.
2
3
Argentina (1991), México (1996), Paraguay (1996), Bolivia (1997), Brasil (1997), Costa Rica (1997), Ecuador (1997),
Panamá (1997), Perú (1997), República Dominicana (1997), Venezuela (1998), Colombia (2000), Honduras (2000)
y Uruguay (2009).
El análisis desde una perspectiva comparada del impacto de las mujeres en las reformas constitucionales se
encuentra en Dobrowolski y Hart (2003).
PUNTO GÉNERO / 197
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
Uno de los aspectos más significativos relativos a los pueblos indígenas originarios
ha sido el reconocimiento del régimen autonómico en Bolivia y el derecho al territorio
garantizado constitucionalmente en Ecuador por las denominadas “Circunscripciones
Territoriales Indígenas y Pluriculturales”. Por su parte, las organizaciones de mujeres
lograron incorporar en el nuevo texto constitucional la paridad política de género
como mecanismo rector de la organización política democrática convirtiéndose
ambos países –junto a Costa Rica y Nicaragua– en los Estados de América Latina que
poseen la normativa más avanzada de la región tendiente a promover la participación
política de este grupo social.
No obstante, la coexistencia del reconocimiento de derechos vinculados a los principios identitarios de los pueblos originarios junto a la paridad política de género ha
suscitado ciertos dilemas en la dinámica de una democracia capaz de garantizar desde
el plano formal la diversidad cultural por medio de la interculturalidad y la equidad
de género mediante la paridad. Las tensiones resultantes de la combinación de estas
medidas se han expresado en la confrontación entre los derechos de igualdad y los
reclamos de multiculturalidad.
Por otro lado, en este complejo escenario se desarrolla una política de violencia
orientada a las mujeres que compiten por acceder a los cargos de representación
ciudadana, dando lugar al fenómeno denominado acoso y violencia política en razón
de género.
Esta investigación tiene por objeto analizar los factores que operan sobre la efectividad de la normativa paritaria en ambos países, enmarcada en la coexistencia de la
democracia representativa, la democracia comunitaria y el predominio de una cultura
patriarcal que tiende a obstaculizar la inclusión de las mujeres en el escenario político
electoral.
III. PARIDAD POLÍTICA DE GÉNERO EN LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA
Las nuevas Constituciones Políticas de Bolivia (2009) y Ecuador (2008) sustituyeron
las cuotas de género que establecían un porcentaje mínimo de mujeres en las listas
de candidatos, vigentes en ambos países desde 1997, por la paridad política. Este
principio fue adoptado para regular diversos aspectos de la dinámica democrática, la
conformación de órganos de representación ciudadana y el diseño de listas generizadas
de candidatos al legislativo en el marco de la democracia representativa.
Ecuador fue el país pionero de América Latina en incorporar la paridad de género
en el texto constitucional4 al establecer que “el Estado promoverá la representación
4
No obstante el primer país de la región en aplicar la paridad política de género fue Venezuela, donde la medida
fue implementada en dos oportunidades por resolución del Consejo Nacional Electoral. En 2005, por la Resolución
Nº 050401-179 para la elección de los cuerpos deliberantes nacionales, municipales y parroquiales; y en 2008
por la Resolución Nº 080721-658 en las elecciones regionales.
198 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
paritaria de mujeres y hombres en los cargos de nominación o designación de la función
pública, en sus instancias de dirección y decisión, y en los partidos y movimientos políticos.
En las candidaturas a las elecciones pluripersonales se respetará su participación alternada
y secuencial” (Art. 65). Asimismo, esta norma incluyó un apartado denominado Régimen
de Transición, que habilitó a los órganos de función electoral a aplicar sanciones por
faltas, violaciones o delitos contra lo preceptuado (Art. 15).
Las prescripciones del Art. 65 de la Constitución ecuatoriana fueron incorporadas
a la nueva Ley Orgánica Electoral, “Código de la Democracia”, de Ecuador (2009).
Asimismo, esta ley dispuso que nadie podrá ser candidato si ha ejercido violencia
de género o incumplido con el pago de alimentos de hijos e hijas exigiendo que la
sociedad política también dé cuenta de una conducta ética (Art. 108); y que en caso
que una mujer empatara un escaño con un hombre en una elección será a ella a quien
se le adjudicará (Art. 165).
Por su parte en Bolivia, la Constitución Política del Estado Plurinacional adoptó el
principio de paridad de género para la elección de asambleístas y designación de
miembros del gabinete nacional. El Art. 172 Inc. 22 de este corpus normativo estableció que el Poder Ejecutivo debe “designar a las Ministras y a los Ministros de Estado,
respetando el carácter plurinacional y la equidad de género en la composición del gabinete
ministerial”. Esta prescripción que manifiesta la voluntad política de incorporar mujeres
en los altos niveles de gobierno, dio lugar a que el segundo mandato de Evo Morales
Ayma (2010-2015) fuera inaugurado designando un gabinete ministerial paritario
obteniendo reconocimiento internacional. Sin embargo, según datos del Observatorio
de Género de la Coordinadora de la Mujer de Bolivia, llegando a enero de 2012 las
mujeres solo ocupaban el 35% de los cargos5. Por su parte, en lo referido a los partidos
políticos y agrupaciones ciudadanas el Art. 210 Inc. II de este nuevo estatuto organizativo dispone que la elección interna de sus dirigentes y candidatos será regulada y
fiscalizada por el Órgano Electoral Plurinacional que garantizará la igual participación
de hombres y mujeres.
Respecto del ámbito legislativo, la Ley Nº 4021–Régimen Electoral Transitorio
(2009)– estableció en el Art. 9, “De la Igualdad de Oportunidades entre Varones y
Mujeres”, que las listas plurinominales y uninominales del nivel nacional y local de
gobierno debían ser confeccionadas alternando un candidato de cada sexo en toda
la nómina de titulares y suplentes; aunque no preveía la aplicación de sanciones a los
partidos políticos que incumplieran la medida. Por otro lado, exceptuaba la aplicación
de la paridad de género para la elección de representantes de las circunscripciones
especiales y para la conformación de las boletas electorales en el caso de las naciones
y pueblos indígenas originarios campesinos al establecer que debían ser nominados
de acuerdo con sus propias normas y procedimientos (Art. 9. Inc. II). Así, bajo la vigencia de este marco jurídico en las elecciones nacionales de diciembre de 2009, en las
5
http: //www.coordinadoradelamujer.org.bo/observatorio/index.php/general2niv/mostrar/boton/2/sub/17/id/8/
tem/2. Consultado el 18/4/2012.
PUNTO GÉNERO / 199
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
circunscripciones especiales indígenas originarias la relación entre titulares y suplentes
resultó completamente desfavorable a las mujeres, porque solo una de 18 candidatas
era representante titular y no fue elegida6.
Posteriormente, la Ley Nº 026 –Régimen Electoral (2010)– incorporó tres aspectos
clave para garantizar la paridad de género. Por un lado, el Art. 11, “Equivalencia de
condiciones”, perfecciona el mandato de posición al especificar que para la elección de
cargos uninominales la paridad de género debe ser expresada en titulares y suplentes
y que en el total de dichas circunscripciones por lo menos el cincuenta por ciento
(50%) de los puestos titulares deben pertenecer a mujeres, reduciendo la posibilidad
de que los partidos políticos nominen a las mujeres solo en candidaturas suplentes.
Por otro lado, resuelve la tensión entre la paridad de género y los usos y costumbres
de los pueblos indígenas originarios dando prioridad a la primera al establecer que
las listas de candidatos de este grupo social –elaboradas de acuerdo con sus normas
y procedimientos propios– deben ser confeccionadas respetando la paridad y alternancia entre ambos sexos (Art. 11, Inc. C). Por último, dispone que las listas que no
den cumplimiento a los criterios de paridad y alternancia no serán admitidas (Art. 107).
Como consecuencia, en ambos países la normativa sobre paridad de género
obliga a los pueblos indígenas originarios a competir por los cargos de representación
ciudadana respetando los derechos reconocidos a las mujeres por la democracia
representativa liberal subordinando sus propios usos y costumbres. Este hecho pone
de manifiesto algunas de las tensiones suscitadas para poder avanzar en la construcción de una democracia paritaria intercultural. Según Epsy Campbell (2007), la
paridad sin una perspectiva de interculturalidad no cumple su objetivo, ya que solo
logra disimular las asimetrías culturales y raciales de la sociedad, asumiendo un falso
universalismo que sostiene que todas las mujeres están en las mismas condiciones
y que todos los hombres gozan de los mismos privilegios. Sin embargo, en Bolivia, la
interculturalidad está garantizada por las circunscripciones especiales a pesar que la
participación de los pueblos originarios se rige por los principios de la democracia
liberal, incluyendo la incorporación de la paridad política de género. En Ecuador,
por su parte, no existe un diseño institucional específico para garantizar la inclusión
política de este sector social.
Como afirma Marques-Pereira (2001), la paridad no permite superar los dilemas
universalismo/particularismo, igualdad/diferencia y público/privado. Podemos afirmar
que en tanto en Bolivia como en Ecuador no ha resultado una tarea sencilla conciliar en
forma efectiva la interculturalidad con la paridad política de género en la construcción
de los nuevos Estados plurinacionales.
6
http: //www.diplomaciaindigena.org/instrumentos-y-mecanismos-de-ayuda/informacion-sobre-la-onu/
mecanismos-de-proteccion/mecanismo-de-expertos-sobre-los-derechos-de-los-pueblos-indigenas-3/participacion-de-mujeres-indigenas-en-procesos-electorales/. Consultado el 19/4/2012
200 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
Tabla 1
BOLIVIA Y ECUADOR. NORMATIVA SOBRE PARIDAD DE GÉNERO VIGENTE EN EL
MARCO DE LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA
Bolivia
Ecuador
Nivel de aplicabilidad
Gabinete ministerial, cargos plurinominales,
diputados uninominales, diputados por
circunscripciones especiales y listas de naciones
y pueblos originarios
Cargos de nominación y designación de la función pública, partidos y movimientos políticos; y
listas plurinominales
Mandato de posición
Sí (incluye cargos uninominales)
Sí (solo para listas plurinominales)
Sanciones por
incumplimiento
Sí
Sí (aunque débil)
Fuente: Elaboración propia basada en datos de la Constitución Política y Ley Nº 026 de Bolivia; y la
Constitución Política y el Código de la Democracia de Ecuador.
IV. DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ORIGINARIOS
Según datos de la División de Población de la CEPAL (CELADE) Bolivia es el país
con mayor porcentaje de población indígena sobre el total nacional (62%), seguido
por Guatemala (41%), Perú (25%), Panamá (10%), Honduras (7%), Ecuador (7%)7 y
México (6%). En Bolivia y Ecuador con el propósito de incluir a este sector social en el
nuevo diseño estatal las Constituciones Políticas basadas en el Convenio Nº 169 de la
Organización Internacional del Trabajo (1989)8, reconocieron a los pueblos indígenas
originarios como sujeto de derechos políticos, sociales y económicos, a la vez que
incorporaron su derecho a la libre determinación.
El corpus normativo boliviano define la autonomía indígena como “el autogobierno
de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, cuya población comparte
territorio, cultura, historia, lenguas, y organización o instituciones jurídicas, políticas, sociales y económicas propias” (Art. 289); a la vez que establece que estos pueblos serán
gobernados de acuerdo con sus normas, instituciones, autoridades y procedimientos,
los que serán plasmados en sus propios estatutos organizativos (Art. 290. Inc. II, Art. 292
y Art. 296)9. Por su parte, en Ecuador, la Constitución Política del Estado Plurinacional
7
8
9
Los datos de población indígena en Ecuador basadas en el censo 2001 (CELADE- Fondo Indígena) contrastan
con el valor que las organizaciones indígenas reconocen en el país (45% de la población tota)l. Del Popolo y
Oyarce (2005) afirman que esta última cifra no tendría, en principio, un sustento empírico concreto y, por otra parte,
otras fuentes, como las encuestas de hogares de nivel de vida, arrojan porcentajes similares al del censo. No obstante,
no se descarta una subestimación, entre otras cosas, derivada del sesgo en la pregunta, la cual incluyó en la misma,
categorías correspondientes al criterio de pertenencia étnica y de raza.
El Convenio de la OIT fue ratificado por el Estado Plurinacional de Bolivia en el año 1991; mientras que Ecuador
hizo lo propio en el año 1998.
Según datos del Ministerio de Autonomías de Bolivia existen 11 municipios que han optado por la autonomía
indígena originario campesina: Huacaya, Tarabuco, Mojocoya, Charazani, Jesús de Machaca, Pampa Aullagas,
PUNTO GÉNERO / 201
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
(CPEP) establece que “los pueblos ancestrales, indígenas, afroecuatorianos y montubios
podrán constituir ‘circunscripciones territoriales’ para la preservación de su cultura. La
ley regulará su conformación. Se reconoce a las comunas que tienen propiedad colectiva
de la tierra, como una forma ancestral de organización territorial” (Art. 60). Estas circunscripciones adoptan el carácter de regímenes especiales (Art. 242, CPEP) ejerciendo las
competencias del gobierno territorial autónomo bajo los principios de interculturalidad,
plurinacionalidad y los derechos colectivos (Art. 257, CPEP).
En ambos países con el propósito de regular el proceso de descentralización nacional y garantizar el funcionamiento de las autonomías indígenas se promulgaron leyes
específicas en la materia. En Bolivia, la Ley Marco de Autonomías y Descentralización
Nº 031 (promulgada el 19 de julio de 2010) dispuso en el Art. 60 Inc. II que “el estatuto y
la carta orgánica están subordinados a la Constitución Política del Estado y en relación con
la legislación autonómica tiene preeminencia”. Por su parte, en Ecuador se promulgó el
Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (COOTAD,
2010), que estableció que las circunscripciones territoriales indígenas deben regirse
por la Constitución, los instrumentos internacionales y por sus estatutos constitutivos,
para el pleno ejercicio de los derechos colectivos, aplicándose de manera particular
los principios de interculturalidad y plurinacionalidad así como los usos y costumbres
(Art. 93).
Según Colpari (2011), a partir de estos diseños institucionales es posible identificar
que en ambos países la plurinacionalidad es entendida en forma diversa. En Bolivia se
refiere al reconocimiento de la existencia de naciones y pueblos indígenas originarios
campesinos representando la consolidación de sus territorios por medio de la autonomía; mientras que en Ecuador se prioriza el respeto a las formas de la organización
indígena garantizando solo derechos y deberes al estilo del multiculturalismo neoliberal
reconocido en un nivel muy subordinado al Estado.
V. DEMOCRACIA COMUNITARIA Y PARIDAD DE GÉNERO
La construcción de la paridad de género en Bolivia y Ecuador dentro de un contexto plurinacional e intercultural ha puesto de manifiesto tensiones que remiten a
la complejidad del diseño de un régimen democrático sin exclusiones. En el debate
paritario la concepción cuantitativa de la igualdad, entendida como el equilibrio de
los sexos en las listas electorales, llevó a señalar que el trato preferencial a las mujeres
comportaba el desconocimiento de otros factores de exclusión10.
Así, el concepto liberal de ciudadanía fue criticado por su basamento en la igualdad,
normativa edificada sobre desigualdades económicas, sociales y culturales. Mientras que
10
San Pedro de Totora, Chipaya, Salinas de Garci Mendoza, Chayanta y Charagua http: //www.autonomia.gob.bo/
portal3/.
Cfr. Bird, Karen. Gender Parity and the Political Representation of Women in France. Paper presentado en el XVIII Worl
Congress of the International Political Science Association. Quebec, 2000.
202 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
en el escenario intercultural se presenta un nuevo concepto de ciudadanía, que abre
el espacio a diferentes voces históricamente excluidas en lo económico, lo social y lo
político; sin embargo genera incertidumbre la coexistencia de sistemas que suponen
diferentes conceptos de representación y representatividad.
De este modo el reconocimiento constitucional de la autonomía indígena originario
campesina en Bolivia y Ecuador puso de manifiesto tensiones entre diversas identidades que buscan reafirmarse en el interior del Estado y la homogeneidad plasmada por
los derechos otorgados por la democracia liberal para algunos estratos particulares
(Archenti y Albaine, 2011). En particular en el caso de las mujeres, entre los avances
normativos alcanzados tendientes a promover la participación política femenina
garantizada por la paridad política de género en el marco de la democracia liberal y
los derechos reconocidos tendientes a preservar la tradición cultural de los pueblos
originarios en el marco de la democracia comunitaria.
En Bolivia, la Ley 026, Régimen Electoral (promulgada el 30 de junio de 2010),
establece que “la democracia comunitaria se ejerce mediante el autogobierno, la deliberación, la representación cualitativa y el ejercicio de derechos colectivos, según normas
y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos”
(Art. 10). La ley no menciona la paridad de género para la elección de las autoridades
de los gobiernos autonómicos; siendo reservada la aplicación de esta medida en el
marco de la democracia representativa. No obstante, la Ley Marco de Autonomías y
Descentralización Nº 031 (2010) establece que “la forma de gobierno de las entidades
territoriales autónomas es democrática, participativa, representativa y comunitaria allá
donde se la practique, con equidad de género” (Art. 12). Asimismo, dispone en el Art. 62
que uno de los contenidos mínimos a incorporar en los estatutos y cartas orgánicas es
el establecimiento de un régimen de igualdad de género (Inc. 11). Estas normas entran
en tensión con los valores y costumbres de algunos pueblos indígenas originarios,
referidos a la relación entre los sexos. A modo de ejemplo, las prácticas de la cultura
aymara no se sustentan sobre el principio de la equidad de género, ya que solo los
varones pueden participar en la vida pública.
En Ecuador, la Ley de Participación Ciudadana (publicada en el Suplemento del R.O
175, 20/4/ 2010) establece que la participación de la ciudadanía en todos los asuntos
de interés público es un derecho que debe ser ejercido por los mecanismos de la
democracia representativa, directa y comunitaria; a la vez que dispone que el ejercicio
de los derechos de participación ciudadana y organización social deben regirse por
los principios de la Constitución y por los principios establecidos por esta norma en
el Art. 4, entre los que se incluyen la paridad de género. La misma es entendida como
“la participación proporcional de las mujeres y los hombres en las instancias, mecanismos
e instrumentos definidos en la presente Ley; así como, en el control social de las instituciones del Estado para lo cual se adoptarán medidas de acción afirmativa que promuevan
la participación real y efectiva de las mujeres en este ámbito”. No obstante, esta misma
ley establece en el Art. 30 que este principio no podrá ser aplicado en los casos “(…)
en los cuales se trate de organizaciones exclusivas de mujeres o de hombres; o en aquellas
PUNTO GÉNERO / 203
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
en cuya integración no existan miembros suficientes de un género para integrar de manera
paritaria su directiva. Para el caso de las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades
indígenas, pueblos afroecuatorianos y montubios, se respetarán y fortalecerán sus propias
formas organizativas, el ejercicio y representatividad de sus autoridades, con equidad de
género, desarrollados de conformidad con sus propios procedimientos y normas internas,
siempre que no sean contrarios a la Constitución y la ley. La excepción de las organizaciones
donde no existen suficientes miembros de algún sexo abre una puerta legal para que
los líderes políticos opten por no aplicar la paridad. Asimismo, el hecho de obligar a
incorporar la equidad de género para el caso de las comunas, comunidades, pueblos
y nacionalidades indígenas, pueblos afroecuatorianos y montubios, bajo sus propios
procedimientos y normas internas, siempre que no sean contrarias a la Constitución,
deja un escaso margen de acción para estos pueblos siendo inducidos a adoptar el
principio paritario de género.
VI. ACOSO Y VIOLENCIA POLÍTICA EN RAZÓN DE GÉNERO
Las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y varones han
suscitado un tipo de violencia ejercida contra las primeras denominada violencia de
género; avalada y naturalizada por ciertas prácticas sociales y culturales. La Convención
De Belem do Para (1994) define a este tipo de violencia como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico
a la mujer, ‘tanto en el ámbito público como en el privado’” (Art. 1) y establece que “se
entenderá que violencia contra la mujer incluye ‘la violencia física, sexual y psicológica’:
a. que tenga lugar dentro de la ‘familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación
interpersonal’, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la
mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual; b. ‘que tenga lugar
en la comunidad’ y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros,
violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso
sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de
salud o cualquier otro lugar, y c. ‘que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes’,
donde quiera que ocurra’” (Art. 2). Asimismo, dispone que toda mujer tiene derecho al
reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos los derechos humanos y a las
libertades consagradas por los instrumentos regionales e internacionales sobre derechos humanos, entre los que se especifica “el derecho a tener ‘igualdad de acceso a las
funciones públicas de su país y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de
decisiones’” (Art. 4) (lo destacado nuestro).
Resulta difícil conocer la realidad de la violencia de género en América Latina
debido principalmente a la ausencia de registros oficiales consolidados en la mayoría
de los países de la región11, a los diversos tamaños poblacionales de las unidades de
11
El Ministerio Público de Perú es el que posee el registro más avanzado de la región. Asimismo, en El Salvador,
Paraguay, República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago y Uruguay están siendo diseñados
registros de la muerte de mujeres desde distintas instancias del Estado (CEPAL, 2011).
204 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
análisis12 y a ciertas definiciones establecidas en los marcos legales en la materia que
obstaculizan su comparabilidad. Según un informe de la CEPAL el 40% de las mujeres de
la región es víctima de violencia física mientras que el 60% sufre de violencia psicológica
(CEPAL, 2009). Por su parte, un estudio de la ONU (2011) afirma que una de cada tres
mujeres sufre algún tipo de violencia física en Latinoamérica y el 16% ha sido víctima de
violencia sexual alguna vez en su vida. Esta problemática incide negativamente sobre
la salud física y mental de mujeres y su participación en los ámbitos social, político y
económico; representando uno de los desafíos más serios para el desarrollo humano
sostenible en América Latina (OAS, 2010).
En el plano político, la violencia de género se expresa por medio del ejercicio de
ciertas prácticas patriarcales orientadas a obstruir el ejercicio de los derechos políticos
de las mujeres; manifestándose una disociación entre las prácticas orientadas a la participación política femenina y los avances alcanzados en el plano formal tendientes a
promover este propósito. Así, se ha suscitado una forma de hacer política que tiende
a reproducir relaciones sociales desiguales de género preexistentes. Las mujeres que
se atreven a participar en la competencia político-electoral suelen ser percibidas por
los hombres como una amenaza a su hegemonía, quienes muchas veces apelan al
ejercicio de la violencia como estrategia para perpetuar su poder. Son principalmente
los dirigentes de los partidos quienes continúan rechazando la inclusión de las mujeres
en el escenario político electoral (Albaine, 2011; Archenti, 2011; Archenti y Tula, 2008;
Krook, 2009). En algunos países, la violencia política de género asociada al incremento
femenino en la competencia electoral se sumó a la violencia doméstica de género
que caracteriza a la región. La agudización de este fenómeno expresado en el ejercicio
de prácticas patriarcales contra las mujeres que se dedican a la política ha dado relevancia a un fenómeno conocido como acoso y violencia política en razón de género.
Esta preocupación ha sido expresada en el Consenso de Quito (2007), que insta a los
Estados a “adoptar medidas legislativas y reformas institucionales para prevenir, sancionar
y erradicar el acoso político y administrativo contra las mujeres que acceden a los puestos
de decisión por vía electoral o por designación, tanto en el nivel nacional como local, así
como en los partidos y movimientos políticos”.
En el análisis de la violencia política de género resultan interesantes los casos de
Bolivia y Ecuador por dos motivos. Por un lado, porque esta problemática coexiste con
la paridad de género, la normativa más avanzada de la región orientada a impulsar la
participación política femenina. Y por otro lado, porque la instauración de los nuevos
Estados plurinacionales e interculturales ha puesto de manifiesto diversas tensiones
en el seno de la sociedad civil ante los propósitos consignados en las nuevas cartas
magnas –aprobadas por referéndum–. Estas tensiones denotan los escasos cambios
significativos en la cultura sociopolítica vinculada a la participación política femenina.
12
Mientras en América Latina se puede calcular una tasa por cada 100.000 habitantes, en los países del Caribe
esto no es posible porque la población total no supera los 100.000 habitantes, por lo que conviene expresar el
feminicidio en valores absolutos (CEPAL, 2011).
PUNTO GÉNERO / 205
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
Las constituciones de ambos países garantizan una vida sin violencia. La Constitución
de Bolivia sostiene que el Estado sanciona toda forma de discriminación en razón de
sexo (Art. 14) y que todas las personas –en particular las mujeres– tienen derecho a
no sufrir la violencia física, sexual o psicológica tanto en la familia como en la sociedad
(Art. 15). Por su parte, el texto ecuatoriano establece que “se reconoce y garantizará a
las personas b) Una vida libre de violencia en el ámbito público y privado. El Estado
adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar toda forma de
violencia, en especial la ejercida contra las mujeres, niñas, niños y adolescentes, personas adultas mayores, personas con discapacidad y contra toda persona en situación
de desventaja o vulnerabilidad; idénticas medidas se tomarán contra la violencia, la
esclavitud y la explotación sexual” (Art. 66. Inc. 3).
Sin embargo, según un estudio realizado por la Asociación de Concejalas de Bolivia
(ACOBOL), desde el año 2000 al 2012 han sido registrados 4.000 casos de acoso y violencia política en razón de género, de los que solo han sido denunciados 1.000. Uno
de los testimonios recogidos por ACOBOL afirma: “me encerraron en una habitación, me
golpearon y luego fui amenazada con una pistola para que firmara mi renuncia” (ACOBOL,
2005). Según esta institución, estos testimonios son más frecuentes en las zonas rurales del país donde la hegemonía masculina relega a la mujer a cumplir con las tareas
domésticas o a liderar organizaciones de amas de casa. Por su parte en Ecuador, la
Asociación de Mujeres Municipalistas (AMUME) afirma que más del 15% de los casos
que se atienden en la central de llamadas corresponden a denuncias sobre acoso y
violencia política en razón de género.
Un aspecto clave para analizar la violencia política ejercida contra las mujeres tanto
en Bolivia como en Ecuador es la existencia de diversas identidades étnicas. En el
ámbito local de gobierno, las mujeres indígenas han alcanzado puestos de liderazgo
en sus pueblos o espacios de movimiento. Sin embargo, su éxito político suele estar
restringido por los usos y costumbres de cada pueblo originario en particular. Tal es
el caso de la cultura aymara, cuyas prácticas no se sustentan sobre el principio de la
equidad de género. Solo los varones pueden participar de la vida pública relegando
a las mujeres al ámbito privado (Albaine, 2010).
El acoso y la violencia política en razón de género comprende actos de violencia
como obligar a las mujeres elegidas a renunciar a su banca, la prohibición a expresarse,
la difamación, el acoso por los medios, insultos, calumnias, violencia sexual, agresión
física, dominación económica en el plano doméstico y político y la persecución de
parientes y seguidores. A modo de ejemplo, una concejala ecuatoriana afirmó: “cuando
yo hablaba el alcalde tenía un grupo de personas que me gritaba, me insultaba, me decían
cosas muy obscenas” (…) “el alcalde decía pero ustedes son mujeres, qué pueden hacer
con esta situación, eso es para hombres, ustedes recién están empezando, no tienen idea
donde están paradas” (…)13.
13
Entrevista realizada en 2012 a una concejala ecuatoriana en el marco de la tesis doctoral de la Lic. Laura Albaine
bajo la dirección de la Dra. Nélida Archenti.
206 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
Esta problemática ha impulsado a las organizaciones de la sociedad civil de Bolivia y
Ecuador a promover una serie de medidas tendientes a erradicar este fenómeno. ACOBOL
presentó en el año 2001 el Proyecto de Ley Contra el Acoso Político con el objeto de
garantizar el ejercicio de los derechos políticos de las mujeres como electoras y elegibles y sancionar las conductas individuales o colectivas establecidas como acoso y
violencia política en razón de género. Esta iniciativa, repuesta en el año 2006 (Proyecto
Ley Nº 422/07), fue aprobada en general aunque con ciertas observaciones. Se realizaron reuniones de representantes de varios comités de la Cámara de Diputados, la
Unión de Mujeres Parlamentarias de Bolivia, Asociación de Concejalas de Bolivia y el
Comité Impulsor para la Ley Contra la Violencia Política en Razón de Género y en el año
2008, a iniciativa del entonces Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales del
Ministerio de Justicia, se definieron aspectos clave como la aplicación de sanciones a
quien ejerza acoso político y se designó a la Corte Nacional Electoral como autoridad
competente en la materia. Una vez actualizada y consensuada fue presentada nuevamente en la nueva gestión del presidente Evo Morales Ayma (2010-2015).
En el año 2012 el asesinato de Juana Quispe Apaza, concejala del municipio de
Ancoraimes de La Paz, presumido por razones de género y política, agilizó el tratamiento del proyecto de ley impulsado por ACOBOL. Como resultado de ello, el 12 de abril
de ese mismo año el Proyecto de Ley Nº 026/2012-2013, Contra el Acoso y Violencia
Política hacia las Mujeres, fue aprobado por unanimidad en la Cámara de Diputados
y remitido a la Cámara de Senadores para su tratamiento. Esta iniciativa especifica 17
actos de acoso y/o violencia política contra las mujeres y establece diversas sanciones administrativas y penales. Entre las primeras, define amonestaciones escritas y
descuentos de hasta 15 días de haber; mientras que entre las segundas sanciona con
penas privativas de libertad de dos a cinco años en el caso de acoso político y de tres
a ocho años de cárcel en el caso de violencia política. Se define al acoso político como
“al acto o conjunto de actos de presión, persecución, hostigamiento o amenazas, cometidos por una persona o grupo de personas, directamente o a través de terceros, en contra
de mujeres candidatas, electas, designadas o en ejercicio de la función político-pública o
en contra de sus familias, con el propósito de acortar, suspender, impedir o restringir las
funciones inherentes a su cargo, para inducirla u obligarla a que realice, en contra de su
voluntad, una acción o incurra en una omisión, en el cumplimiento de sus funciones o en
el ejercicio de sus derechos” (Art. 7); mientras que la violencia política es definida como
“las acciones, conductas y/o agresiones físicas, psicológicas, sexuales cometidas por una
persona o grupo de personas, directamente o a través de terceros, en contra de las mujeres
candidatas, electas, designadas o en ejercicio de la función político-pública, o en contra
de su familia, para acortar, suspender, impedir o restringir el ejercicio de su cargo o para
inducirla u obligarla a que realice, en contra de su voluntad, una acción o incurra en una
omisión, en el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de sus derechos” (Art. 7).
La Asociación de Mujeres Municipalistas de Ecuador (AMUME) junto a ACOBOL
firmaron en 2008 un convenio para coordinar acciones de sensibilización a nivel latinoamericano en la lucha contra la erradicación del acoso y violencia política en razón
de género. Por este encuadre normativo, ambas organizaciones se comprometieron
PUNTO GÉNERO / 207
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
a promover la participación política efectiva de las mujeres en el ámbito local. Dentro
de este marco, AMUME elaboró un anteproyecto de ley –similar al presentado por
ACOBOL– que fue propuesto el 30 de noviembre de 2007 ante una audiencia de 100
concejalas municipales y representantes de la sociedad civil.
El 14 de diciembre de 2011 este proyecto fue presentado en la Asamblea Legislativa
Nacional por la legisladora Lourdes Tibán bajo el nombre de Ley Orgánica contra el
Discrimen, el Acoso y Violencia Política en razón del Género. Allí se tipifican diversos
tipos de violencia contra las mujeres políticas: 1) Violencia física entendida como todo
acto brusco, impetuoso o que utiliza la fuerza, que se dirija a vencer la resistencia de
las mujeres políticas para obligarlas a adoptar conductas contrarias o repudiables a
sus convicciones, o al ejercicio regular, razonable o justo de su accionar político; 2)
Violencia psicológico-política: toda acción u omisión que pretenda causar o cause daño,
dolor, perturbación emocional, alteración psicológica o disminución de la autoestima
de las mujeres políticas, dirigida a atacar sus posiciones políticas o acallar su voz.; 3)
Violencia verbal política: todo ataque a través de palabras ofensivas, gritos, desprecios,
insultos, calificativos, palabras que impliquen un doble sentido, comentarios sarcásticos, burlas o insinuaciones que expongan públicamente a las mujeres políticas, con
el fin de minimizar su accionar político. Este último tipo de violencia suele ser el más
naturalizado en la obstrucción de los derechos políticos de las mujeres. Argumentos
tales como “las mujeres no tienen cerebro” (…) “tranquilo señor alcalde lo que pasa que
ayer el marido no la atendió por eso esta así (…)” 14 suelen ser comunes para descalificar
la labor legislativa de las mujeres.
VII. IMPACTO DE LA PARIDAD EN EL MARCO DE LA DEMOCRACIA
REPRESENTATIVA
En Bolivia y Ecuador la implementación de la paridad de género amplió las oportunidades institucionalizadas para que las mujeres accedan al Poder Legislativo Nacional.
En el primero de estos países, esta función es ejercida por la Asamblea Legislativa
Plurinacional de carácter bicameral integrada por una Cámara de Diputados y una
Cámara de Senadores. La Cámara de Diputados se encuentra conformada por 130
representantes distribuidos en forma proporcional de acuerdo con un criterio poblacional entre 9 departamentos que constituyen el Estado Plurinacional de Bolivia (La
Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Potosí, Chuquisaca, Oruro, Tarija, Beni y Pando). En cada
uno de estos departamentos se elige en forma directa la mitad de los diputados en
circunscripciones uninominales y la otra mitad en circunscripciones plurinominales,
siendo la distribución de escaños determinada por el Órgano Electoral basadas en el
número de habitantes de cada uno. Como consecuencia de ello, 70 representantes
son elegidos en circunscripciones uninominales por simple mayoría de votos y 53
en circunscripciones plurinominales aplicándose para la asignación de los cargos un
sistema proporcional. Las siete bancas restantes son ocupadas por representantes de
14
Entrevista realizada en 2012 a una concejala ecuatoriana en el marco de la tesis doctoral de la Lic. Laura Albaine
bajo la dirección de la Dra. Nélida Archenti.
208 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
los pueblos indígenas originarios campesinos elegidos en circunscripciones especiales
por un sistema de mayoría simple. Estas divisiones político-territoriales son establecidas en el área rural, y en aquellos departamentos en los que estos grupos sociales
constituyen una minoría poblacional (artículo 146 de la Constitución del Estado). En
este sentido, a excepción de Potosí y Chuquisaca, todas las provincias poseen este tipo
de representación política. En lo que hace a la duración del mandato, la totalidad de
los miembros legislativos son elegidos por un período de cinco (5) años, pudiendo
ser reelegidos.
Por su parte, en Ecuador el Poder Legislativo es ejercido por una Asamblea Nacional
unicameral integrada por ciento veinticuatro (124) miembros: quince (15) de ellos son
elegidos en una única circunscripción nacional; ciento tres (103) en circunscripciones plurinominales distribuidos entre las veinticuatro (24) provincias a razón de dos
diputados por departamento más uno por cada doscientos mil habitantes o fracción
mayor de ciento cincuenta mil15. Por último, seis (6) representantes son elegidos en
tres circunscripciones especiales del exterior –Europa, Asia y Oceanía; Estados Unidos
y Canadá; y América Latina y el Caribe– a razón de dos diputados por cada una de
estas. La renovación del órgano se realiza en forma completa cada cuatro (4) años y sus
integrantes pueden ser reelegidos por una sola vez consecutiva o no. Para la elección
de todos los cargos se utiliza el tipo de lista abierta en las que el/ la elector/ a indica
su preferencia por los candidatos de una sola boleta o de varias hasta completar la
magnitud del distrito; mientras que para la adjudicación de bancas se aplica una fórmula electoral proporcional de acuerdo con la cantidad de votos que obtiene cada
candidato en estricto orden de mayor a menor.
Tanto en Bolivia como en Ecuador la paridad política de género se aplicó por
primera vez en las elecciones generales celebradas en el año 2009. Como resultado
de ello en Bolivia las mujeres ganaron el 23% (30 sobre 130)16 de las bancas que
conforman la Cámara de Diputados; mientras que en Ecuador este valor fue del 32%
(40 sobre 124). El impacto de la normativa paritaria está condicionado por ciertos
elementos del sistema electoral que tienden a promover o desalentar su efectividad.
Los estudios comparativos entre países que intentan dar cuenta de la relación entre
los sistemas electorales y la participación política de las mujeres indican que los
arreglos institucionales más favorables para el acceso de las mujeres a las cámaras
legislativas son aquellos basados en sistemas proporcionales con distritos de magnitud grande y listas cerradas y bloqueadas (Rule, 1987; Jones, 2000; Matland, 2002;
Htun y Jones, 2002; Jiménez Polanco, 2003; Archenti y Tula, 2008, 2007a, 2007b). El
análisis de los resultados electorales de 2009 en Bolivia y Ecuador permite corroborar
lo expuesto por la teoría.
15
16
La Ley Orgánica Electoral y de Organizaciones Políticas establece que “en las circunscripciones electorales que elijan
entre ocho y doce representantes se subdividirán a su vez en dos circunscripciones, aquellas que pasen de trece y hasta
diez y ocho se subdividirán en tres y las que pasen de diez y ocho lo harán en cuatro circunscripciones” (Art. 150)
Este valor asciende al 28% (46 sobre 166) si son incluidas las bancas ganadas por las mujeres en la Cámara de
Senadores.
PUNTO GÉNERO / 209
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
Tabla 2
PODER LEGISLATIVO NACIONAL. ASPECTOS INSTITUCIONALES
Composición del Poder
Legislativo
Bolivia
Diputados
uninominales
70
C. de Diputados
Diputados plurinominales
53
Circunscripción
especial
7
C. de
Senadores
Senadores
Asambleístas
provinciales
Ecuador
Nº
Tipo de
bancas renovación
Asambleístas
Asamblea nacionales
Nacional
Asambleístas
por
circunscripción
del exterior
36
Total
Total
Duración Posibilidad
del
de ser
mandato reelegido/a
Fórmula
electoral
Tipo de
lista
Tipo de
circunscripción
5
Sí
Mayoría
simple
Cerrada y 70 Circunscripciones
bloqueada uninominales
5
Sí
Proporcional
9 Circunscripciones
Cerrada y
departamentales
bloqueada
plurinominales
5
Sí
Mayoría
simple
Cerrada y 7 Circunscripciones
bloqueada uninominales
5
Sí
Proporcional
9 Circunscripciones
Cerrada y
departamentales
bloqueada
plurinominales
103
Proporcional
Abierta
24 Circunscripciones
plurinominales
15
Proporcional
Abierta
1 Circunscripción
plurinominal
Proporcional
Abierta
3 Circunscripciones
binominales
6
Total
4
Sí
Fuente: Elaboración propia basada en las Constituciones Nacionales y Leyes Electorales de cada país y
www. Electionguide.Org. Consultado el 26 de agosto de 2010.
En Bolivia, el mayor éxito femenino se manifestó en la elección de las diputaciones
plurinominales donde las mujeres ganaron el 45% de las bancas en juego. La elección
de este cargo combina un sistema proporcional con listas cerradas y bloqueadas junto
a una magnitud de distritos grandes que tienden a promover la eficacia de la paridad
de género. Por el contrario, los resultados electorales de las diputaciones uninominales
y las circunscripciones especiales permiten observar el bajo o nulo impacto de la paridad de género en contextos institucionales que tienden a desalentar su efectividad.
En el primero de los casos las mujeres solo ganaron el 9% (6 sobre 70) de las bancas
en juego; mientras que en las circunscripciones especiales este valor fue igual a cero.
Más aún, en ambos casos se ponen de manifiesto las estrategias de los partidos políticos orientadas a cumplir en forma mínima lo prescrito por la normativa tendiente a
promover la participación política femenina.
La asimetría de los cargos ganados entre mujeres y varones en estas categorías
para los cargos titulares y suplentes demuestra que los partidos políticos tienden a
ubicar a las mujeres en los puestos suplentes y a los varones en los titulares. De este
210 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
modo, mientras que en las diputaciones uninominales los varones ganaron el 91% de
los cargos titulares, las mujeres ganaron el 91% de los puestos suplentes. Esto mismo
ocurre en las circunscripciones especiales donde los varones ganaron el 100% de los
cargos titulares y las mujeres el 100% de los suplentes. Así, en el caso de las diputaciones
uninominales es posible distinguir la incidencia negativa de los sistemas de mayoría
simple y la baja magnitud de distrito en la efectividad de la paridad.
Tabla 3
BOLIVIA. ASAMBLEA LEGISLATIVA PLURINACIONAL
ELECCIONES 2009. BANCAS SEGÚN SEXO
Titulares
Diputados
Mujeres
Suplentes (*)
Hombres
Total
Mujeres
Hombres
Total
Nº
%
Nº
%
Nº
%
Nº
%
Nº
%
Nº
%
Plurinominales
24
45
29
55
53
100
28
55
23
45
51
100
Uninominales
6
9
64
91
70
100
62
91
6
9
68
100
Circunscripción especial
0
0
7
100
7
100
7
100
0
0
7
100
Fuente: Corte Nacional Electoral del Estado Plurinacional de Bolivia.
Nota: La diferencia entre los cargos titulares y suplentes se debe a que dos departamentos no presentaron
suplentes para las diputaciones plurinominales (Potosí y Santa Cruz) y para las diputaciones uninominales
(Chuquisaca y Tarija).
Tabla 4
BOLIVIA.
MUJERES EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS Y SENADORES (1982-2009)
Cámara de Diputados
Año
Total representantes titulares
1982
130
1985
Cámara de Senadores
Mujeres titulares
%
Total representantes titulares
Mujeres titulares
%
1
1
27
2
7
130
4
3
27
0
0
1989
130
11
8
27
1
4
1993
130
13
10
27
1
4
1997
130
15
12
27
1
4
2002
130
24
18
27
4
15
2005
130
22
17
27
1
4
2009
130
30
23
36
16
44
Fuente: Http: //www.coordinadoradelamujer.org.bo/observatorio/index.php/general2niv/mostrar/
boton/2/sub/17/id/11/tem/2
En Ecuador rige un sistema electoral con lista abierta en la que los electores
ordenan según su preferencia a los candidatos de una misma lista o varias listas. De
PUNTO GÉNERO / 211
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
este modo si bien el sistema de paridad con secuencia y alternancia entre los candidatos de ambos sexos rige al momento de confeccionar las boletas, la elección que
realizan los electores altera el orden establecido por los partidos políticos. Por ello,
el tipo de lista abierta desfavorece la efectividad de la implementación de la paridad
política de género. A modo de ejemplo, la Tabla 5 presenta el orden de preferencia
asignado por los electores para la elección de las quince (15) diputaciones nacionales
en 2009. De las dieciocho listas que se presentaron solo ganaron bancas seis (6): el
Movimiento Patria Altiva Soberana (MPAIS); Partido Sociedad Patriótica 21 de Enero
(PSP); Partido Social Cristiano (PSC); Partido Renovador Institucional Acción Nacional
(PRIAN); Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y el Movimiento Democrático Popular
(MDP). Al analizar el orden de preferencia obtenido por cada lista se detecta que en
ningún caso una mujer obtuvo la primera posición. Asimismo, se evidencia cómo
la elección de los votantes alteró el sistema de paridad, ya que a excepción de la
lista del PSC (V-M) en ningún caso la configuración resultante respetó la alternancia
entre ambos sexos. Por otro lado, la lista MPAIS presenta una configuración en la que
todas las mujeres ganadoras obtuvieron las últimas posiciones. Este hecho manifiesta
que los elementos desfavorables del sistema electoral para la implementación de
la paridad política de género, tales como el tipo de lista abierta junto a condiciones
culturales patriarcales desfavorables a la participación política femenina, tienden
a obstaculizar el acceso de las mujeres a los cargos de representación ciudadana.
Tabla 5
ECUADOR. ORDEN DE PREFERENCIA DE LOS ELECTORES
DIPUTADOS NACIONALES. AÑO 2009
Nº
MPAIS
PSP
PSC
PRIAN
PRE
MDP
1
V
V
V
V
V
V
2
V
V
M
3
V
M
4
M
5
M
6
M
7
M
Cargos ganados
7
3
2
1
1
1
Nº Mujeres
4
1
1
0
0
0
33, 3
50
0
0
0
2
1
1
1
1
50
100
100
100
% Mujeres
57, 14
Nº Varones
% Varones
3
42, 85
66, 66
Fuente: Albaine (2010).
Por otro lado, el análisis del nivel de acceso de las mujeres por tipo de cargo indica
que el éxito mayor fue obtenido en la elección de asambleístas nacionales con un valor
212 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
del 40% (6 de los 15 cargos en juego). Resulta significativo que las mujeres ganaron un
menor porcentaje de bancas (31%) en el caso de las diputaciones provinciales. Este
hecho se vincula al tamaño de las veinticuatro (24) circunscripciones plurinominales
en las que fueron elegidas las ciento tres (103) diputaciones provinciales. Existe un
consenso respecto de que por debajo de las cinco bancas se produce una elección
mayoritaria, entre seis y diez comienza la proporcionalidad y con más de diez los
efectos proporcionales se acentúan. Es decir, que cuanto menor sea la magnitud del
distrito, tendrá menor efecto proporcional del sistema electoral y se establecerán menores oportunidades para las fuerzas minoritarias de acceder a una banca. Asimismo,
cuanto mayor sea la magnitud del distrito mayores incentivos tendrán los partidos de
conformar listas plurales que incorporen mujeres17.
Tabla 6
ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL DE ECUADOR 2009
BANCAS GANADAS SEGÚN SEXO
Asamblea Nacional asambleístas elegidos por:
Total bancas
Circunscripción nacional
Provincia
Distritos metropolitanos y circunscripción exterior
Total
Mujeres
Hombres
Nº
%
Nº
%
15
6
40
9
60
103
32
31
71
69
6
2
33
4
67
124
40
32
84
68
Fuente: Consejo Nacional Electoral de Ecuador.
Tabla 7
ECUADOR. CLASIFICACIÓN DE LAS CIRCUNSCRIPCIONES PLURINOMINALES
Y OBTENCIÓN DE CARGOS POR SEXO. ASAMBLEA NACIONAL,
DIPUTACIONES PROVINCIALES (2009)
Provincia/ Circunscripción
Mujeres elegidas
Varones elegidos
Nº representantes
MD
Azuay
5
P
2
40
3
60
Bolívar
3
P
0
0
3
100
Cañar
3
P
1
33, 3
2
Carchi
3
P
0
0
3
100
Cotopaxi
4
P
1
25
3
75
Chimborazo
4
P
0
0
4
100
El Oro
4
P
1
25
3
75
Esmeraldas
4
P
0
0
4
100
17
Nº
%
Nº
%
66, 66
Según Nohlen (1994) los distritos plurinominales pueden ser clasificados en pequeños, aquellos que eligen entre
dos y cinco representantes; medianos, entre seis y diez; y grandes, más de diez.
PUNTO GÉNERO / 213
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
Provincia/ Circunscripción
Nº representantes
MD
17
Imbabura
Mujeres elegidas
Varones elegidos
Nº
%
Nº
%
G
9
52, 94
8
47, 05
3
P
1
33, 3
2
66, 66
Loja
4
P
1
25
3
75
Los Ríos
5
P
2
40
3
60
Manabí
8
M
3
37, 5
5
62, 5
Morona Santiago
2
P
1
50
1
50
Napo
2
P
1
50
1
50
Pastaza
2
P
0
0
2
100
12
G
4
33, 33
8
66, 66
Tungurahua
4
P
1
25
3
75
Zamora Chinchipe
2
P
1
50
1
50
Galápagos
2
P
0
0
2
100
Sucumbios
2
P
0
0
2
100
Orellana
2
P
1
50
1
50
Sto. Dgo. Tsachilas
3
P
1
33, 33
2
66, 66
Santa Elena
3
P
1
33, 33
2
66, 66
Guayas
Pichincha
Fuente: Elaboración propia basada en datos del Consejo Nacional Electoral de Ecuador.
Nota (según clasificación de Nohlen): P = pequeño, M = mediano, G = grande.
CONCLUSIONES
Bolivia, Ecuador, Costa Rica y Nicaragua son los países pioneros en América Latina
en reemplazar las cuotas de género en la política por normas de paridad de género.
Tanto las cuotas como la paridad política de género, establecidas mediante
cambios normativos, suponen siempre una ruptura cultural, ya que la obligatoriedad legal de diseñar las listas de candidatos incorporando mujeres ejerce violencia
sobre la cultura política, las costumbres y los intereses en juego. Estas tensiones
tienden a vulnerar la efectividad de estas medidas cuando se producen respuestas
de incumplimiento de la ley o se implementan estrategias tendientes a interponer
barreras para su cumplimiento.
Un obstáculo importante para la aplicación efectiva de las normas que establecen
cuotas o paridad de género es la colisión normativa que se produce en el interior de los
sistemas electorales, cuando el propio sistema electoral se convierte en un obstáculo
para la norma de género que contiene. En este sentido, la paridad no logra superar las
limitaciones que los sistemas electorales presentan para las cuotas. Los casos de Bolivia
y Ecuador son ejemplos claros: en el primero el acceso de las mujeres en los distritos
214 / PUNTO GÉNERO
Nélida Archenti y Laura Albaine
uninominales fue mucho menor que el de los hombres en 2009 y, en el segundo, la
lista abierta permitió que el elector/a altere el orden paritario.
Por otro lado, en estos países la construcción de la paridad de género en el contexto
de la plurinacionalidad y la interculturalidad presenta nuevos desafíos para su efectividad, tanto en términos del choque cultural como de las tensiones que surgen por la
coexistencia de una democracia representativa que establece normas equitativas en
términos de género y una democracia comunitaria caracterizada por la desigualdad
de los sexos en la participación. El resultado es un entramado de normas y costumbres
donde el reconocimiento de todas las identidades puede dificultar el sostenimiento
del valor de la igualdad entre los géneros. Con el objeto de resguardar este valor se
ha dado prioridad a las normas de la democracia representativa.
Esta estrategia adopta modalidades diferentes en cada país. En Bolivia las naciones
y pueblos indígenas originarios campesinos son reconocidos como autónomos. Esto
significa que son gobernados de acuerdo con sus normas, instituciones, autoridades
y procedimientos plasmados en sus propios estatutos organizativos. En Ecuador, en
cambio, los pueblos ancestrales, indígenas, afroecuatorianos y montubios pueden
constituir circunscripciones territoriales para la preservación de su cultura, donde
ejercen las competencias del gobierno autónomo bajo los principios de interculturalidad, plurinacionalidad y los derechos colectivos. Pero en ambos países la Constitución
política del Estado tiene preeminencia.
La subordinación, en última instancia, al Estado y a la Constitución permite
saldar las tensiones entre la diversidad de identidades que buscan su reconocimiento y afirmación de sus derechos, dando prioridad a la equidad de género
cuando entre en colisión con los valores y costumbres. Sin embargo, si bien la
prevalencia de la paridad política pone de manifiesto la relevancia de la defensa
de los derechos de las mujeres a la participación, pone también en cuestión el
principio de interculturalidad.
Sin duda, la adopción de la paridad política y su garantía constitucional formaliza un
avance innegable en la lucha por la equidad de género y permite superar dificultades
que presentan algunas leyes de cuotas, en particular la arbitrariedad del porcentaje
establecido y la ausencia de un mandato de posición preciso. Sin embargo, no logra
superar el dilema igualdad –diferencia en el marco de la interculturalidad.
Por otro lado en América Latina, un contexto cultural caracterizado por la violencia
doméstica de género se ha puesto de manifiesto en el ámbito público la violencia
política de género. Esta surge en la competencia por el ejercicio del poder político y
se ejerce, en particular, sobre las mujeres elegidas. En consecuencia, a las normas que
promueven el acceso de las mujeres a cargos de decisión, como cuotas o paridad,
deben sumársele cuerpos legales que garanticen, además de sus derechos políticos,
su seguridad y sus derechos humanos.
PUNTO GÉNERO / 215
Los desafíos de la paridad de género. Tensión normativa y violencia política en Bolivia y Ecuador
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PUNTO GÉNERO / 219
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 221 - 241
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una
mirada en clave de género
The legal discourse on the case Romina Tejerina: a look at key
gender
María Laura Martinetti1
Resumen
El objetivo de este artículo es reponer y problematizar un conjunto de discursos jurídicos
referidos al caso Romina Tejerina, atendiendo especialmente a la dimensión generizada de
los mismos. Proponemos indagar el modo en el que la figura jurídica de infanticidio opera
en tanto configuradora de identidades genéricas y cómo dichas identidades se entrecruzan
en el discurso del derecho con otras, histórica y discursivamente constituidas, como la clase
y la edad.
El análisis del discurso jurídico se servirá entonces del género en tanto clivaje desde donde
pensar las valoraciones que el derecho propone en relación con el cuerpo de las mujeres y,
puntualmente, sobre su capacidad reproductiva y las explicaciones propuestas cuando el
infanticidio irrumpe en escena.
Palabras clave: género - discurso jurídico - maternidad - infanticidio - identidades.
Abstract
It is the aim of this article to replace and problematize on some legal discourses about the
case of Romina Tejerina, providing special attention to the gendered dimension on them. We
propose inquire how the legal figure of infanticide operates setting generic identities and how
those identities cross at legal discourse with other ones: age and social class.
The analysis of legal discourse will use the gender to think on the judgments that the legal
discourse proposes about women’s bodies, their reproductive capacity and the explanations
for infanticide.
Key words: gender - legal discourse - motherhood - infanticide - identities.
Fecha de recepción: 4 de abril de 2012
Fecha de aprobación: 18 de marzo de 2013
1
Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
PUNTO GÉNERO / 221
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
“La fuerza social del Derecho (…) no se limita a la imposición de un comportamiento o a la creación instrumental de un cierto estado de cosas. La fuerza del Derecho
también se encuentra en su carácter de discurso legal y de discurso legítimo; en su
capacidad para crear representaciones de las cuales se derive un respaldo político; en
su aptitud para movilizar a los individuos en beneficio de una idea o de una imagen”
(García Villegas [1995: 87] en Segato, 2003: 126).
El presente artículo se propone como instancia de reflexión acerca de ciertos discursos pertenecientes al campo jurídico en relación con el caso Romina Tejerina, una
joven jujeña que, en febrero de 2003, mató a la beba que parió en el baño de su casa,
tras ocultar su embarazo, producto de una violación. En 2005, Tejerina fue condenada
por homicidio calificado por el vínculo a catorce años de prisión.
El corpus utilizado para el análisis incluye los fallos y los fundamentos de las respectivas sentencias correspondientes a las siguientes causas: “Romina Anahí Tejerina,
homicidio calificado, San Pedro” (Causa Nro. 29/05), ““Recurso de hecho deducido por
Romina Anahí Tejerina en la causa Vargas, Emilio Eduardo s/ p.s.a. de abuso sexual con
penetración” y “Recurso de hecho deducido por la defensa de Romina Anahí Tejerina
en la causa Tejerina, Romina Anahí s/ homicidio calificado –causa Nro. 29/05–“.
Nos interesa especialmente analizar las valoraciones socialmente hegemónicas
configuradas históricamente por el campo jurídico en torno a las mujeres, sus cuerpos,
sus modos de sentir y ejercer la maternidad, sus prácticas sexuales. Asimismo, indagaremos algunos aspectos de la tematización judicial del infanticidio que retoman
elementos de otros campos discursivos, igualmente hegemónicos, tales como el
médico y el religioso.
El trabajo de análisis se servirá entonces de los aportes del campo de los estudios
de género y sexualidades. Desde allí es que planteamos la necesidad de problematizar los decibles que el derecho propone frente al caso Tejerina, procurando ubicar lo
sucedido en el marco de un orden social, cultural y político. Las operaciones problemáticas identificadas al analizar los documentos jurídicos que integran el corpus nos
conducen a repensar la figura del infanticidio y los elementos que en ella funcionan a
modo de configuradores de identidades genéricas, tanto femeninas como masculinas.
Proponemos destacar la importancia de incorporar el género en tanto clivaje
desde donde abordar el discurso jurídico sobre el caso Tejerina, lo que proporcionará
las herramientas necesarias para entender, por un lado, el papel que el discurso hegemónico androcéntrico2 juega en la naturalización y/o reproducción de la violencia de
género y, por otro lado, el modo en que las mujeres son evaluadas en relación con su
2
Cuando hablamos de androcentrismo nos referimos al “supuesto que considera lo propio y característico de los
hombres como parámetro de descripción, evaluación y análisis de la realidad y la experiencia humana en su
totalidad. Confunde el concepto de ‘humanidad’ con el de ‘hombre-varón’, reduciéndolo a él” (Área Queer, 2007)
222 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
mayor o menor cercanía con los estereotipos de género3. Y, en este sentido, veremos
que la maternidad cumple un papel especialmente relevante en la producción de
clasificaciones.
Asimismo, teniendo en cuenta que el género opera entrecruzado con otras categorías identitarias discursivamente construidas, señalamos la importancia de indagar el
cruce entre género y clase social, que atraviesa el tratamiento jurídico del infanticidio
cometido por Tejerina. Se trata de una joven perteneciente a las clases populares y la
opresión, como producto de relaciones sociales específicas (Rubin, 1986), es el elemento
común a ambas condiciones subalternas: ser mujer y pertenecer a las clases populares.
Partir de considerar la subalternidad en el marco de un sistema social y cultural, contra
cualquier tipo de explicación biológica o simplemente “natural”, nos ubica frente a la
necesidad de desentrañar la “recíproca interdependencia de la sexualidad, la economía
y la política” (Rubin, ídem: 141) que históricamente configura tales sistemas. Así, una
de las preguntas desde las cuales abordamos el corpus se propone pensar de qué
modo su condición genérica en cruce con la pertinencia a las clases populares ubica
a Romina Tejerina en un lugar específico de valoración social en el seno del discurso
jurídico que la condena.
Otro de los ejes a problematizar será el que surge a partir de vincular la pertinencia
de género y de clase a la dimensión etaria. Romina pertenece a los sectores populares
y, además, es una joven (tenía 19 años cuando dio a luz). Siguiendo a Chaves (2005),
las miradas hegemónicas sobre la juventud y los estereotipos que estas construyen y
fijan van a variar en relación con la posición de clase. Elizalde (2011) también destaca
el modo en el que las jóvenes pobres se constituyen en objeto de ciertas formas de
representación que ponen en escena un modo de ser esencialmente problemático,
a la vez que dicha condición problemática se ve exacerbada en los casos de jóvenes
pobres que se embarazan (Elizalde, ídem). De ahí que nos interese abordar entonces
de qué modo esta condición etaria, que constituye un tercer eje de subordinación,
configura y propicia ciertas lecturas e interpretaciones al interior del cuerpo del derecho.
MUJERES-MADRES: UN BINOMIO DIFÍCIL DE QUEBRAR
El vínculo mujeres-derecho se ha construido históricamente a partir de una supuesta
necesidad de “normatizar y ordenar los comportamientos femeninos, presumiblemente
determinados por la compleja y débil fisiología de las mujeres” (Ini, 2000: 236). La relación
se va a fundar a base de una cierta condición desordenada inherente a las mujeres,
sus cerebros y sus cuerpos y, a partir de allí, se irá moldeando un tipo particular de
discurso jurídico que, en su definición de la feminidad, va a servir a su construcción y
limitación. El temor y la incertidumbre frente a los desórdenes femeninos, anclados en
3
Nos interesa el abordaje de la noción de estereotipo en tanto elementos de construcción de sentido, expresiones
de un imaginario social, que van a cobrar especial relevancia como mediadores en la relación que se establece
entre una determinada imagen colectiva en circulación, la constitución de la identidad social y la definición de
las interacciones (Amossy y Herschberg Pierrot, 2010).
PUNTO GÉNERO / 223
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
la supuesta endeble condición biológica de las mujeres, se constituyó en el fundamento
del sometimiento jurídico, acompañado también de la inferioridad jurídica respecto
de los varones, que padecieron las mujeres a lo largo del tiempo (Barrancos, 2000). En
este sentido, las mujeres no son simples sujetos de derechos para el discurso judicial,
sino que “su estatus está siempre imbuido de significados culturales específicos que surgen
de su género” (Daich, 2008: 63).
En este marco de sujeción e inferioridad, el ejercicio de la maternidad va a ocupar
un lugar especialmente relevante en el tratamiento de los casos judiciales protagonizados por mujeres en su calidad de autoras de delitos, especialmente en casos de
mujeres que matan a sus bebés recién nacidos. La capacidad reproductiva de las
mujeres instituye entonces un deber ser que no será fácilmente eludible ni revocable
para las mujeres. Así, el derecho, antes que sujetos de derechos, va a proceder a juzgar
madres o potenciales madres, evaluadas y clasificadas en función de una representación
ideal, encarnada por la “buena madre” : instintivamente maternal, amorosa, sacrificada
y gustosamente entregada a la maternidad (Daich, 2008). Este ideal se va a fundir armoniosamente con la delimitación social establecida en el derecho liberal, vinculada
a la exclusión de las mujeres del ámbito del espacio público y su confinamiento a la
esfera privada del hogar familiar en nombre de su “natural” disposición a la función
materna, a la vez que se corresponde con el modelo de mujer-madre propuesto por
el catolicismo a lo largo del siglo XIX, apoyado en tres rasgos principales: fortaleza,
virtud y sacrificio (Correa, 2000).
Las mujeres que cometen infanticidio van a ser juzgadas entonces por un dispositivo
legal y discursivo que las define en tanto madres. Y cabe destacar el carácter problemático de este hecho si tenemos en cuenta que es precisamente la experiencia de
maternidad lo que no fue posible para ellas: “el infanticidio es un acto extremo que (…)
reafirma una maternidad rechazada en un tiempo y lugar determinados en la biografía
de una mujer” (Kalinsky y Cañete, 2010: 40).
No obstante, como bien preguntan Caamaño Murúa y Rangel Núñez, “¿cómo
hablar de rechazo a la maternidad en una institución [la jurídica] que vive de su imagen
idealizada?” (2002: 74). Y, paradójicamente, la maternidad también será la vía propuesta
como criterio de “reivindicación” o “rehabilitación” dentro del ámbito penitenciario.
MUJERES ASESINAS: EL DELITO DE INFANTICIDIO
La figura jurídica de infanticidio aparece ya en el primer Código Penal de Argentina,
redactado por Carlos Tejedor en 1870, donde se la definía como la muerte de un
recién nacido (de hasta tres días de vida) en manos de su madre con el propósito de
ocultar su deshonra y bajo la influencia del estado puerperal, y se extendía también
a los abuelos maternos que cometieran el delito para ocultar la deshonra de su hija,
debiendo cumplir una pena de tres a seis años de prisión (Daich, 2008; Nari, 2004).
Idéntica definición del infanticidio aparece en el Código de 1887. En los años siguientes,
tras posteriores modificaciones, se extendió la figura y pasó a alcanzar, además de a
224 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
los padres de la mujer, a los hermanos, marido e hijos; al mismo tiempo, la limitación
de hasta tres días en relación con el estado puerperal se excluyó y pasó a considerarse
un lapso de tiempo indeterminado. Varias modificaciones se fueron sucediendo sobre
el infanticidio a lo largo del tiempo. En 1967, por ejemplo, se aumentó la pena para
la mujer y se excluyó a los parientes del privilegio de atenuación, lo que quedó sin
efecto en 1973, hasta que volvió a restablecerse en 1976. Esta última modificación fue
derogada en 1984 (decreto 3992/84) y la figura de infanticidio estuvo vigente hasta
enero de 1995, fecha en la que se sancionó la Ley Nº 24410, que modificaba el Código
Penal y el Código Procesal Penal de la Nación.
La muerte de un niño o niña en manos de su madre ha sido reemplazada,
desde entonces, por la figura de homicidio agravado por el vínculo, que contempla
la posibilidad de aplicar la pena máxima de reclusión perpetua, a menos que se
identifiquen circunstancias extraordinarias de atenuación. “Ni la honra ni el honor
se comprometen hoy en el parto” : tal fue el argumento utilizado en la Cámara de
Senadores durante 1994, al discutirse la derogación de la figura del infanticidio.
Los legisladores consideraron en ese momento que se trataba de una figura que, si
bien había resultado coherente a fines del siglo XIX, al sancionar el Código, se había
tornado anacrónica con el paso de los años en tanto que la maternidad fuera del
matrimonio ya no comprometía el honor de la mujer ni la “condenaba a una muerte
social” (Kalinsky y Cañete, 2010: 13). Asimismo, la derogación del infanticidio se enmarcaba en un contexto de reforma de la Constitución Nacional que reconoció jerarquía
constitucional a los tratados internacionales firmados por Argentina en materia de
derechos humanos; entre ellos, la Convención Internacional por los Derechos del
Niño. Esta incorporación fue clave a la hora de concluir en que la vida de los niños
constituía un bien jurídico superior a la protección legal de la honra pública de las
mujeres y sus familias. A este escenario deberá agregarse el finalmente fallido intento
del entonces presidente Carlos Menem de incorporar a la nueva Constitución un
artículo que garantice la protección de la vida desde la concepción. El exmandatorio
deberá conformarse con incorporar al calendario, por medio de un decreto, el Día
del Niño por Nacer (Pecheny, 2006).
Nos interesa especialmente problematizar cuáles son los elementos que el discurso jurídico propuso históricamente para la aplicación de la figura atenuada que
comporta el delito de infanticidio. Si bien la culpabilidad de las mujeres por la muerte
de su hija o hijo nunca fue puesta en duda, una ley que contempla el infanticidio no
deja de atender los motivos que las conducen a cometer este delito. Dichos motivos
se vinculan, por un lado, al resguardo del honor de la mujer infanticida y, no menos
importante, de los varones vinculados a ella y, por otro lado, a la influencia del estado
puerperal, elemento que propone una explicación del crimen por la locura, las alteraciones nerviosas y debilidades mismas del sexo femenino (Nari, 2004).
Al analizar los fundamentos de la pena atenuada que el infanticidio comporta, encontramos, por un lado, el vínculo histórica y discursivamente construido entre honor
y maternidad. La vergüenza que producía ser una madre ilegítima, con la consecuente
PUNTO GÉNERO / 225
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
deshonra que eso implicaba para los varones vinculados a ella –padre o marido, principalmente–, era considerada un sentimiento bueno, válido, aun cuando ocasionaba la
muerte del niño o niña (Daich, 2008). De ahí que la voluntad de proteger esa deshonra
(personal y familiar) resultara un atenuante ante la Justicia. Ahora bien, un modo tal
de concebir la cuestión no pretende proteger a las mujeres en su individualidad y su
derecho ciudadano, sino que busca poner a resguardo un sistema de estatus en el
que los varones ven afectada su integridad moral como consecuencia de las acciones
de las mujeres vinculadas a ellos (Segato, 2003).
Una conceptualización de la honra femenina vinculada a la regularidad o irregularidad de la maternidad encuentra sus condiciones de producción en una serie de
discursos, históricamente producidos, tanto por el ideario patriarcal como por la tradición
religiosa judeo-cristiana, en relación con la sobrevaloración de la maternidad, por un
lado, y la desvalorización de la sexualidad erótica femenina, por otro (Caamaño Murúa
y Rangel Núñez, 2002). Así, nos encontramos frente a una naturalizada e inquebrantable díada feminidad-maternidad, cuyo sustento biológico resulta incuestionado e
incuestionable. Al mismo tiempo, el ejercicio de la sexualidad se plantea como válido
dentro del matrimonio y con fines de procreación y toda mujer que transgrede tales
representaciones y valores considerablemente arraigados en el imaginario social deja
de ser una mujer “honesta” (esposa-madre-asexual) para convertirse en “deshonesta”
(mujer-prostituta-sexual) (Ídem). La honra se vincula entonces a un uso específico del
cuerpo, que se hará carne en el embarazo, y que finalmente, al atravesar el tamiz del
imaginario social dominante y de las representaciones subjetivas que su internalización a modo de “deber ser” plantea, genera culpa, vergüenza y las lleva a cometer un
crimen que, aunque objeto de castigo, encuentra su atenuación en el reconocimiento
subjetivo del desvío. En resumen, la pena es menor porque la mujer infanticida sintió
vergüenza de lo que hizo.
Esta conceptualización de la honra vinculada a la vergüenza y el arrepentimiento
por haber hecho un uso “indebido” del propio cuerpo, obtura cualquier intento de
hacer visibles los diversos tipos de violencias que padecen las mujeres que cometen
infanticidio. En este sentido, es posible identificar un patrón persistente históricamente
en torno a los casos de infanticidio que se vincula a embarazos no deseados, muchas
veces originados a partir de una violación (Haustafer y Ardy [1984], Lazarus [1994] en
Kalinsky y Cañete, 2010). Frente a un escenario tal, cabe preguntarnos: ¿son las mujeres
violadas menos “honestas” ? ¿Acaso es comprensible que quieran ocultar la deshonra
que la violación les ocasiona? Estos interrogantes adquieren sentido en el marco de
un imaginario social en el que prevalece el estereotipo de la mujer que provoca la
violación. Y lo hace precisamente mediante un uso específico del propio cuerpo: usa
pollera corta, sale sola de noche. O, como dice una sentencia condenatoria citada
por Kalinsky y Cañete, “aprovecha su contextura de labios carnosos que al decir policial
es agradable para los hombres” (2010: 66).
Así, la definición jurídica de infanticidio en relación con el requisito de ocultamiento
de la deshonra conlleva un componente estigmatizante, que se verá reforzado cuando
226 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
la condición de “ser mujer” se cruza con otra definición identitaria igualmente subalternizante: ser pobre. A modo de ejemplo:
Juez: —¿Dónde lo heriste?
Alicia: —En el cuello.
Juez: —¿Por qué eligió el cuello?
Alicia: —¿Por qué me pregunta eso?
Juez: —Porque en el cuello lo hacen cuando quieren matar animales. ¿Quiso imitar eso?
Alicia: —Sí, se me ocurrió.
(Fragmento de un interrogatorio a una mujer acusada de cometer infanticidio
citado por Kalinsky y Cañete (2010: 106).
Y, más adelante, los autores sostienen: “Ella quiere contar sobre su vida pero ellos se
preocupan por compararla con un animal, ya que es del campo y encima indígena” (Ídem:
107). Este tipo de tratamiento del caso da cuenta de que el derecho se posiciona no
solo desde un lugar patriarcal, sino también desde una superioridad de clase (Ini, 2000).
Al analizar los documentos jurídicos que integran el corpus, veremos de qué modo el
cruce entre ambas categorías identitarias (ser mujer y ser pobre) opera en el caso de
Romina Tejerina, configurando un tipo de discurso jurídico estigmatizante.
El segundo elemento que funciona como atenuante para el infanticidio es la
influencia del estado puerperal, que constituye otro argumento notablemente estigmatizante: la atenuación se funda en una “patológica esencia femenina” (Ini, 2000: 238),
en una inestabilidad que se ve agudizada sobre todo en el momento del parto y que
da cuenta de la influencia de las interpretaciones hegemónicas del saber médico en
relación con el cuerpo femenino (Ben, 2000). En este sentido, la delimitación de la
feminidad propuesta por el discurso médico ya desde fines del siglo XIX abarcaba no
solo aspectos referidos a procesos biológicos, sino también aspectos comportamentales: “desde la cuestión de la maternidad o el trabajo femenino hasta el tipo de vestidos
más convenientes según la Higiene” (Ídem: 254). Tomando como fundamento su raíz
anatómica, la maternidad fue considerada como
(…) tarea adecuada para la psiquis de la mujer, cuyo cerebro, supuestamente
menor que el de los varones, menos pesado y vascular, originaría ciertas características atribuidas exclusivamente a ellas: “sensibilidad extremada”, imaginación
muy viva, atención y reflexión más constante y menos profunda, juicio más
pronto y guiado por aquella exquisita sensibilidad y no por la razón. En la mujer,
el amor, las facultades afectivas y la abnegación estaban más desarrolladas
que en el varón; en cambio, las facultades morales eran menores, al igual que la
ambición (Ídem. 254).
Y, como sostiene Ben,
(…) el presupuesto en el que se basa este discurso es el de la “correlación entre la
locura y los desórdenes del aparato genital”; por esta razón, tanto la menstruación
como cualquier alteración del funcionamiento normal se consideraban potenciales
generadoras de efectos psíquicos negativos (2000: 258).
PUNTO GÉNERO / 227
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
Específicamente en relación con el embarazo, se sostenía que el estado puerperal
provocaba “disturbios del sistema nervioso: agotamiento físico, agotamiento mundano,
recuerdos de sus fastidios si la mujer es primípara, complicaciones, temores de hemorragia,
de infecciones sépticas, inaptitud para alimentar…” (Tomilson [1902] en Ben, 2000: 259).
Tal sintomatología, encuadrada por supuesto en el terreno de la patología, convertía
a todas aquellas mujeres que rechazaban la fatalidad objetiva que encarnaba la maternidad en víctimas de la llamada “psicosis puerperal”. Esta expresión ofrecía así una
cuota de tranquilidad, cargada de supuesto rigor científico, ante la realidad de hechos
que desafiaban el mandato de la maternidad. Nuevamente, al igual que en relación
con el ocultamiento de la deshonra, los argumentos se basan en interpretaciones de
un cuerpo femenino problemático y desordenado.
Resulta pertinente advertir de qué modo el discurso jurídico continúa sirviéndose
aquí del binomio feminidad-maternidad. Las mujeres siguen siendo naturalmente
madres, es por eso que cuando matan a sus hijos es porque, como resultado de la
peligrosa biología femenina, están locas (Daich, 2008). Este planteo continúa ejerciendo su influencia en el marco del debate actual por la restitución del infanticidio al
Código Penal4. Si bien hay acuerdo sobre la falta de vigencia de la idea de deshonra en
relación con la “maternidad irregular” que motivó su derogación en el 95, la presencia
de alteraciones propias del estado puerperal aún subsiste en el encuadre de figuras
como la “emoción violenta” o bajo la influencia de “circunstancias extraordinarias de
atenuación” (Ídem).
EL CASO TEJERINA: SOBRE LAS CIRCUNSTANCIAS EXTRAORDINARIAS DE
ATENUACIÓN
Romina Tejerina tenía 19 años cuando un vecino de San Pedro de Jujuy, el pueblo
donde vivía, la violó a la salida de un baile en agosto de 2002. En febrero de 2003,
Romina dio a luz una beba, a quien mató minutos después de haberla parido en el
baño de la casa donde vivía con sus hermanas. Había ocultado su embarazo con tan
solo una faja; nadie de su entorno se había dado cuenta de que estaba embarazada.
La joven intentó varias veces sin éxito provocarse un aborto mediante métodos
“caseros”. También intentó que le practicaran un aborto clandestino, del que finalmente
desistió por no poder pagar los trescientos pesos que el médico le pedía. Mientras
tanto, el embarazo avanzaba y su vecino, Eduardo Vargas, continuaba viviendo en la
casa contigua a la suya.
En este contexto, signado por la violencia, la negación, la humillación y la exclusión,
tiene lugar el nacimiento y la posterior muerte de la beba. Romina quedó inmediatamente detenida. En 2005, cuando llevaba ya dos años presa, tuvo lugar el juicio oral
y el dictado de sentencia: pese a que la fiscalía solicitó la pena de cadena perpetua,
4
Cabe señalar que en septiembre de 2010 obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados un proyecto de
ley que propone la restitución del infanticidio al Código Penal.
228 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
se condenó a la joven a catorce años de prisión que resultan de la consideración, por
parte del tribunal, de circunstancias extraordinarias de atenuación. La pena se relaciona
con la derogación de la figura de infanticidio en 1994. Como consecuencia de tal derogación, Romina debía ser juzgada por homicidio calificado, agravado por el vínculo
(art. 80 inc. 1 del Código Penal), delito para el que se prevé la pena máxima de prisión
perpetua, a menos que existan atenuantes. Días después del dictado de sentencia,
se dieron a conocer los fundamentos de la misma, donde se explicitaron los motivos
de la sentencia y las circunstancias consideradas como atenuantes5. Consideramos
que resulta productivo y necesario detenernos en el análisis del documento correspondiente a la exposición de tales fundamentos, en tanto, como veremos, retoma los
elementos constitutivos de la derogada figura de infanticidio, a la vez que agregan
otros atenuantes, distintos, pero igualmente estigmatizantes.
Así, el documento sentencia que “existen circunstancias previas y concomitantes
al momento del desenlace letal, que llevan a la encartada a cometer el homicidio de
su beba recién nacida” y continúa con su seguida enumeración:
– “Vivió una infancia plagada de violencia, tanto física como moral”. Se sostiene
que el eje de la violencia era su núcleo familiar y que, justamente por tales padecimientos, no vivía con sus padres. Se resalta, asimismo, que de los informes
periciales se desprende que “los padres de la procesada no tuvieron la capacidad
para contener a su hija” y que esa falta de apoyo “actuó como disparador de
la conducta” de Romina. Así, si bien se menciona que la historia de violencia
familiar vivida “tuvo relevancia en la posición que tomó por el embarazo”, el
foco se coloca, al explicar el punto, en la situación de desamparo en la que
queda Romina como consecuencia del abandono de la casa de sus padres. Ese
desamparo, que puede leerse en el marco de las interpretaciones hegemónicas
propuestas en el discurso del derecho como ausencia de vigilancia, es lo que
dispara su conducta.
– “Se encontraba sola, esperando un niño sin padre (al menos conocido), no tenía
apoyo familiar”. Nuevamente, se plantea el desamparo en el que se encontraba
la joven. Y a la ausencia de vigilancia paterna, se suma la falta de un marido. La
expresión “niño sin padre” da cuenta de la invisibilización de la violación, algo
que para la Justicia nunca existió; de ahí que se llegue a plantear que el niño
no tiene padre. Y la aclaración “al menos conocido” alude a cierta condición de
liberalidad sexual por parte de Romina, a la vez que actualiza esa maternidad
irregular a la que se refería la legislación sobre infanticidio de fines del siglo XIX.
Por otro lado, nos interesa especialmente poner de relieve de qué modo el atenuante presentado en este punto pone en escena cierto prejuicio que “recae
sobre las jóvenes pobres ‘que se embarazan’, ya que no solamente se ponen
tácitamente en duda sus habilidades como madres sino que se sospecha de su
5
Los fundamentos de la sentencia y el detalle de los atenuantes puede encontrarse en versión digital (Diario
Judicial, 2005)
PUNTO GÉNERO / 229
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
moralidad y se castiga socialmente ‘la imprudencia’ de traer niños al mundo sin
el respaldo de un padre proveedor” (McRobbie [2000], en Elizalde, 2011: 137). Si
bien en este caso las consideraciones se exponen en términos de circunstancia
de atenuación, no por ello debemos obviar su carácter violento y estigmatizante.
– “Al momento del alumbramiento Tejerina se encontraba en la soledad del baño
de la casa de su hermana (…) privada de los medios asistenciales y farmacológicos indispensables”. Encontramos aquí la referencia a uno de los elementos
que componen cierto patrón persistente que reviste el infanticidio a lo largo del
tiempo: “el parto suele ser en la casa, casi siempre de noche o al amanecer, sin
asistencia…” (Castex [2008] en Kalinsky y Cañete, 2010: 28). No obstante, si bien
el discurso jurídico se cierne sobre ciertas especificidades del infanticidio que
se relacionan con el entramado social que rodea las biografías de las mujeres
que lo cometen, al mismo tiempo se retoman elementos que provienen de
una concepción del cuerpo femenino como objeto de ejercicio de un poder
a la vez represivo y configurativo (Caamaño Murúa y Rangel Núñez, 2002). Nos
referimos, en este caso, a la naturalización de los procesos de institucionalización y medicalización del parto que, lejos de haber existido siempre y de forma
inmutable a lo largo del tiempo, son el resultado del empoderamiento del saber
médico a lo largo de los siglos XIX y XX sobre los cuerpos femeninos y, más
específicamente, sobre su capacidad reproductiva. Tal como sostiene Correa
Como consecuencia de este proceso, se modificó la relación habitual de las mujeres
con sus embarazos y sus partos, porque dejó de vérselos como hechos gobernados
por la propia fisiología femenina (…) y la relación que la mujer estableció con ellos
fue precisamente de incapacidad, extrañamiento y temor. A partir de entonces, embarazo y parto fueron para las mujeres una permanente fuente de hipocondría en
la que supo abrevar el poder médico (2000: 194).
Así, en los fundamentos de sentencia se plantea como atenuante la falta de hospitalización en el parto de Tejerina, nuevamente, porque lo que está en juego aquí es
la falta de vigilancia sobre su accionar y su cuerpo. Si no contaba con un padre ni con
un marido ni con un médico que la controle, el desenlace se plantea finalmente como
una fatalidad inevitable, como destino ineludible. Y esto se asienta en que
“en el imaginario social y judicial, una buena madre es, entre otras cosas, un sujeto
objeto de la ciencia médica (…) Así, pues, desde que los partos fueron apropiados
por el poder médico, se espera que las mujeres, en el buen cumplimiento de mandato
‘natural’, controlen médicamente sus embarazos y partos…” (Daich, 2008: 73-74).
–“Carecía de vivienda y recursos propios”. Este punto hace referencia a la condición
de clase de la joven. Consideramos que esta referencia a la carencia de vivienda y
recursos se funda más en un propósito de estigmatización, con raíces en imágenes
estereotipadas de amplia circulación social que asocian pobreza con delincuencia y peligrosidad social, que plantean un paralelismo entre la falta de recursos
materiales y simbólicos. La sola referencia a las carencias materiales invisibiliza
230 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
otro tipo de injusticias, igualmente importantes que una desigual distribución de
recursos: la “falta de patrones institucionalizados de valores culturales que expresen
igual respeto para todos los participantes y aseguren igualdad de oportunidades
para obtener estima social” (Fraser, 20026). Así, las instituciones sociales, como el
sistema jurídico, son las que, por medio de sus prácticas y discursos, transmiten
formas de reconocimiento erróneo mediante la aplicación de los patrones de
valor cultural que rigen su funcionamiento. En este caso, hablamos de valores
androcéntricos, y elitistas respecto de la clase.
–“Vivió su embarazo con angustia y temor”. En relación con el embarazo, se hace
referencia a su “ocultamiento parcial” (ya que solo su hermana Érica estaba al
tanto), otro elemento de los citados por Kalinsky y Cañete en relación con el
patrón que comporta el delito de infanticidio. El documento también refiere a
que “el estado de gestación no debía ser conocido, salir a la luz, ya que todos
los mensajes y respuestas que obtuvo tenían el sentido de la supresión de la
vida, en este caso antes del suceso se sitúan las maniobras abortivas”. Y el relato
prosigue: “El bebé es experimentado como un cuerpo extraño, siendo incapaz la
joven de establecer una relación materno filial. No lo puede reconocer como un
hijo. El acto delictivo fue el resultado psicogenético de una reacción secundaria
a un desarrollo conflictivo”.
Asimismo, se menciona que el estado emocional de Romina “antes y durante el
ilícito perpetrado, era de un elevado nivel de tensión”. Estas referencias a estados
de angustia, tensión, a resultados psicogenéticos, dan cuenta de la confluencia
entre el discurso psiquiátrico y criminológico, que construye una escena en la
que las mujeres ven reducidas sus penas a costa de convertirse en “enajenadas
mentales” (Caamaño Murúa y Rangel Núñez, 2008).
–“Desórdenes psíquicos lógicos motivados durante el curso del embarazo y el
alumbramiento”. Un planteo tal encuentra sus condiciones de posibilidad en la
configuración del cuerpo femenino propuesta por el saber médico, presentada
en el apartado anterior. El adjetivo “lógicos” refiere a un cierto rigor científico, que
supuestamente avala lo que se afirma. Nuevamente, nos encontramos frente a
un discurso psiquiatrizante y patologizante, para el cual la locura proporciona
una explicación válida frente a lo que de otro modo no puede explicarse.
–“Joven sin rumbo, sin horizontes, sin objetivos, sin la educación mínima indispensable”. Las características que aquí se adjudican a Romina poseen un
componente marcadamente estigmatizante, que se vincula a su pertenencia
de clase. ¿Cuáles son los elementos para sostener que se trataba de una joven
sin rumbo y sin educación? Romina estaba terminando la secundaria cuando
dio a luz, hablamos de una joven casi totalmente escolarizada. De ahí que nos
preguntemos si se diría lo mismo de ella si se tratase de una joven de clase media
6
Versión digital.
PUNTO GÉNERO / 231
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
que cursa el quinto año. Sostenemos que si bien se construye una escena en
donde la falta de educación y de objetivos se plantean como circunstancias que
atenúan la condena de la joven, no podemos dejar de advertir el hecho de que
tales argumentos reproducen procesos de construcción de subjetividades que
actualizan formas de dominación y subordinación, tanto de género como de
clase.
–“No posee antecedentes policiales y judiciales”. Por último, se plantea como
atenuante que en “el campo de la delincuencia resulta primaria”.
Concluimos que los atenuantes considerados no solo conllevan un notable
componente estigmatizante, sino que también confluyen en un último propósito,
exitosamente llevado a cabo a lo largo de los años: la invisibilización de la violencia
ejercida sobre las mujeres, que encuentra sus condiciones de posibilidad en un escenario de naturalización y aceptación social de la misma.
LA VIOLENCIA INVISIBLE Y LA CONSTITUCIÓN DE UN CUERPO-PROBLEMA
Otro de los documentos que conforma nuestro corpus de análisis es el recurso
de hecho presentado ante la Corte Suprema de la Nación contra la resolución de la
cámara de apelaciones del Tribunal Superior de Jujuy, que confirmó el sobreseimiento
de Emilio Eduardo Vargas en la causa por abuso sexual con penetración. Consideramos
que el análisis de este documento nos proporciona elementos para reflexionar acerca
del modo en el que la violación se suprime definitivamente de la escena correspondiente al caso Tejerina.
En el escrito donde consta el rechazo del recurso por parte de la Corte Suprema7
puede leerse, en primer lugar, el señalamiento de la condición de “detenida, imputada
de haber matado a su hijo recién nacido” de Romina “al momento de realizar la denuncia de violación” contra Vargas. Una referencia tal constituye un primer elemento en
pos del cuestionamiento de la figura de Romina (estaba ella misma detenida cuando
denunció que la habían violado) y, por tanto, de la veracidad de la denuncia efectuada
por la joven. Asimismo, se lee:
(…) el fallo evidencia un cotejo acertado de la prueba de testigos y un razonamiento
que justifica concluir en que el imputado no se encontraba en el lugar del hecho el
día que la denunciante dijo haber sido agredida sexualmente, que esta no fue su
única relación sexual y que la hija de la denunciante no fue concebida en la fecha
que dijo haber sido violada.
La referencia a “que esta no fue su única relación sexual” alude a una histórica
vigilancia sobre el ejercicio de la sexualidad por parte de las mujeres. ¿Por qué motivo
la vida sexual de Romina debe ser objeto de cuantificación? ¿Qué incidencia tendría
7
El documento puede encontrarse en versión digital (Diario Judicial, 2006)
232 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
sobre la violación si la joven protagonizó una o más relaciones sexuales? ¿Es que el
haber tenido más de una pareja sexual justificaría la violación? Si le gustaba tener
relaciones sexuales o si había estado con más de un hombre, ¿eso la convertía en
virtualmente disponible para todos los hombres? Estos interrogantes resuenan en
un escenario en el que la vigilancia sobre el desorden y la liberalidad sexual de las
mujeres aparecen como objeto preferencial de los jueces al momento de resolver
casos de abuso sexual. En este sentido, sostenemos que el esquema planteado por
Segato en relación con la existencia de una “estructura dialógica, en el sentido bajtiniano, entre el violador y otros genéricos, pobladores del imaginario, en la cual encuentra su
sentido la violación, entendida como acto expresivo revelador de significados” (2003: 35),
puede pensarse vinculado al sistema jurídico que condena tanto los casos de abuso
como a las mujeres infanticidas. El imaginario de esos jueces, su “horizonte mental”
en palabras de Segato (ídem), también se encuentra poblado por otros genéricos,
con sus mandatos y expectativas. De ahí que propongamos, desde esta perspectiva,
entender las condenas impuestas por ellos en tanto reveladoras de significados, en
un marco de relaciones entre los géneros que implica posiciones desigualmente
provistas de poder.
El caso de Romina Tejerina encarna, en este sentido, una particularidad: conjuga
una causa por violación con una causa por homicidio calificado (que, hasta 1995, se
hubiera tipificado como infanticidio). Una de las principales expectativas de esos otros
genéricos que acompañan el imaginario del derecho al abordar tanto casos de abuso
como casos de infanticidio se relaciona con la conceptualización del cuerpo de las
mujeres en tanto locus privilegiado de control social, sobre el que en ocasiones se pide
que los jueces asuman el rol que maridos o padres no han podido asumir (Ini, 2000).
Nos interesa plantear y problematizar el hecho de que esta constitución de un
cuerpo-problema que necesita vigilancia se realiza, en el ámbito jurídico, tanto desde
la parte que condena a Tejerina, como también desde su defensa. Resulta oportuno
detenernos entonces en esta particularidad con el objeto de analizar en qué medida
los propósitos exculpatorios que rodean los casos de infanticidio no logran escapar
a las explicaciones reduccionistas, que niegan o invisibilizan la violencia y erigen el
cuerpo de las mujeres en tanto objeto de control y dominación social. El rol del “padrecastigador” (postura correctiva) que encarnan los jueces es asumido por la defensa pero
en tanto “padre-protector” (postura paternalista), que bregará por piedad para con la
incapacidad de sus defendidas para hacerse cargo de sus actos (sexuales y criminales)
(Ini, ídem). Así, aun los pedidos de exculpación se sustentan en y recrean estereotipos
que, lejos de aportar un beneficio a las mujeres, obstruyen cualquier intento de lucha
política efectiva.
Una vez sobreseído Vargas, la violación queda suprimida definitivamente de la
escena que los jueces reconstruyen e, indirectamente, obliga a la defensa a –sin dejar
de afirmar que la violación efectivamente ocurrió– reformular su estrategia. De ahí
que el estado mental de Romina se torne una pieza clave que será objeto de variadas
especulaciones. Los argumentos de la defensa se centrarán entonces en el pedido
PUNTO GÉNERO / 233
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
de absolución basadas en la inimputabilidad de la joven. Tal condición se apoya en
el padecimiento de
(…) un stress post traumático producto de un ataque sexual (violación), que la llevó a
un estado de psicosis aguda en el momento del nacimiento de la criatura. Tal estado
importaba la pérdida de conciencia y la falta de comprensión de la criminalidad del
acto ejecutado, vale decir, como consecuencia de ello su voluntad estaba viciada, no
pudiendo dirigir sus acciones (Expte. Nro 29/05: “Romina Anahí Tejerina, homicidio
calificado, San Pedro”).
La defensa desarrolla entonces una explicación patologizante y psiquiatrizante,
que será retomada, como vimos, por los jueces en calidad de atenuantes. La locura,
el desorden mental o el vicio de la voluntad de las mujeres que comenten infanticidio se plantean, así, como elementos necesariamente presentes en la escena del
delito. Y todo un cuerpo de especialistas médicos y psiquiatras, que acreditan todos
ellos una notable “solvencia académica que emerge de sus antecedentes” (ídem),
se abocan a confirmar o refutar tal hipótesis. La autoridad médica y el saber que de
ella emana se entretejen con el discurso del derecho y conforman una red que se
pretende lo suficientemente firme para explicar, vigilar y encauzar el comportamiento
femenino, tan problemático como asentado en la naturaleza de un cuerpo que se
plantea siempre biologizado.
Tras la condena a catorce años de prisión, la defensa interpone una serie de recursos,
cuyo rechazo genera la presentación de nuevos recursos y posteriores quejas, llegando
hasta la Corte Suprema de la Nación. El cuestionamiento de la sentencia impuesta a
Tejerina se asentaba entonces en dos argumentos que, como dijimos, no podían ya
centrarse en una violación que para la Justicia jujeña nunca tuvo lugar, sino que se
sirven de la condición mental de la joven como eje. Por un lado, la defensa plantea que
existió una valoración arbitraria de los elementos de prueba, precisamente en relación
con los informes periciales sobre la imputabilidad de Romina, donde se sostiene que
los informes de los peritos oficiales fueron arbitrariamente más valorados que los
realizados por los peritos de parte. Por otro lado, se postula
(…) la existencia de un error de tipo invencible sobre la naturaleza del sujeto pasivo
sobre el que recayó la acción y que llevó a la imputada a creer que había logrado un
aborto en lugar de un homicidio (Rechazo de queja presentada a raíz de la denegación
del “Recurso de hecho deducido por la defensa de Romina Anahí Tejerina en la causa
Tejerina, Romina Anahí s/ homicidio calificado –causa Nro 29/05–“).
Ambos argumentos se sustentan en el endeble estado psíquico de la joven (Romina
es, para la defensa, inimputable) y en su incapacidad para comprender sus actos (pensó
que, en lugar de estar pariendo, estaba teniendo un aborto). No obstante, si bien la
queja presentada por la defensa fue desestimada por la Corte, hubo tres votos en disidencia. Resulta pertinente analizar los escritos de quienes votaron en disidencia con
el fin de desentrañar la naturaleza de las objeciones allí argumentadas. Los doctores
Carlos S. Fayt y E. Raúl Zaffaroni presentaron un escrito conjunto en el que cuestionan
234 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
pormenorizadamente la valoración realizada por el Tribunal sobre los informes periciales
referidos a la imputabilidad de Romina, “pues no hubo ningún intento de reconstruir
el estado de la psiquis de Tejerina al momento del hecho”8.
La psiquis de Tejerina aparece aquí como objeto que debe ser desentrañado, aun
en pos de su absolución. En línea con el planteo de los errores incurridos por parte de
los peritos oficiales, se transcribe en el documento la siguiente cita:
(…) los peritos oficiales (…) en algunas oportunidades confunden su misión con la
del acusador público […] Por más repugnancia moral y aversión personal que les
produzca el delito y su autor, en ningún caso el dictamen debe dejar traslucir esos
sentimientos (…) Muy a menudo, los médicos legistas convierten sus escritos en
libretos acusatorios (Cabello, Vicente, Psiquiatría Forense en el Derecho Penal, Ed.
Hammurabi, Buenos Aires, 2000: 639).
El destacado es nuestro y pretende poner de relieve que los argumentos continúan
partiendo del modelo de la mujer-madre-amorosa. De ahí que, pese a ser objeto de
crítica en el caso de los peritos legistas, se llegue a comprender la repugnancia y
aversión que las mujeres que se niegan a seguir adelante con su “natural” mandato
pueden llegar a provocar.
Más adelante, se hace referencia al “modo en el que fue valorada la falta de remordimientos e insensibilidad a la que se hace alusión constante en el expediente, así como
la “frialdad” con la que se manejó Tejerina con posterioridad al hecho” (el destacado es
nuestro). La insensibilidad a la que se hace mención en el expediente se relaciona
nuevamente con el modelo de mujer-madre que persiste en la trama discursiva que el
derecho construye. De ahí que cualquier signo que denote sensibilidad o sentimientos
de culpa (llanto, por ejemplo) en las mujeres juzgadas será positivamente valorado en
los procesos judiciales, en los que impera
(…) la idea de que todas las madres deben sentir pena y dolor, cuando no culpa,
frente a la muerte de su hijo. Ese imaginario entonces presenta un estereotipo cerrado, unívoco, que no permite dar cuenta de la variabilidad y la ambigüedad de los
sentimientos maternales (…) [que] no son determinados por una suerte de guión
psicobiológico de emociones innatas o universales, antes bien, ellas son socialmente
producidas (Daich, 2008: 78-79).
Quienes la juzgaron reprochan la falta de tales signos en Tejerina, mientras que
quienes disiden en rechazar su queja explican que la frialdad aludida, lejos de poder
considerarse como “signo de normalidad”, es el fiel “reflejo de una psiquis perturbada”.
De esta forma, “normalidad o anormalidad son nuevos elementos estigmatizantes y su
descubrimiento como parte de la personalidad de la imputada corresponde a psicólogos
8
9
El documento completo se encuentra disponible en versión digital (Poder Judicial de la Nación, 2007).
Cabe señalar que los fallos jurídicos analizados recurren con frecuencia a referencias bibliográficas con el objetivo
de validar los fundamentos expuestos mediante argumentos de profesionales especializados en la materia.
PUNTO GÉNERO / 235
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
y psiquiatras” (Caamaño Murúa y Rangel Núñez, 2002: 42). Se puede observar una
constante alusión a la “doctrina especializada” con el objetivo de hacer coincidir ciertas
características de Romina con las correspondientes a una “personalidad anormal”. No
obstante, esta operación no es (auto) reconocida como estigmatizadora, sino que,
por el contrario, se coloca el componente estigmatizador del lado de quien juzga a
Tejerina: se plantea que, lejos de ser consideradas como “características de una personalidad anormal” ciertas pautas presentes en la joven “fueron tenidas en cuenta con
un claro sesgo peligrosista”. Nos interesa remarcar que si bien esta última afirmación
puede considerarse como válida, las operaciones de patologización ejercidas sobre el
cuerpo y la personalidad de Romina resultan igualmente estigmatizadoras. Se plantea
entonces la falta de sensibilidad en Romina como síntoma de anormalidad desde un
lugar específico, que postula que
“…una mujer que es juzgada por haber querido o haber logrado matar a su hijo
recién nacido encarna lo que se encumbra como lo que no debe ni debería ser. Por
eso un signo de desesperación, culpa, arrepentimiento o una lágrima que se escurra,
aunque sea huidiza, puede cambiar el panorama” (Kalinsky y Cañete, 2010: 45).
Al mismo tiempo, el escrito proporciona ciertas claves que nos permiten identificar
una conceptualización de la juventud que responde a los modelos jurídico y represivo
del poder (Chaves, 2005). Sostenemos que es posible encontrar referencias que nos
remiten a un discurso psicologista sobre la juventud, aquel que la tematiza en términos de “momento de confusión, (…) como dolencia (…) (acompañado por muchas
referencias al discurso médico, al modelo de la medicalización)” (Ídem: 17). En este
sentido, el pronunciamiento de Fayt y Zaffaroni en el fallo plantea que
(…) Incluso se han detectado durante dicha etapa [el estado puerperal] reacciones
denominadas de “corto circuito”, es decir reacciones que “se transforman directamente
en actos sin la intervención de la personalidad total” (Vicente Cabello, Impulsividad
Criminal, p. 1259). Se trata siempre de ‘mecanismos reflejos susceptibles de encontrarse
en cualquier comportamiento de emergencia, favorecido por ciertas personalidades
deficitarias o desequilibradas’ (op. cit., loc. cit.) (…) No es, entonces, de extrañar que
entre los pocos ejemplos que cita quien más estudió estas cuestiones se ubica al
‘infanticidio cometido por jóvenes madres’ (Kretschmer, citado por Cabello en
Impulsividad Criminal, el destacado es nuestro).
El destacado es nuestro y pretende remarcar el vínculo que se establece entre
psiquiatrización y juventud. Más adelante, el documento prosigue:
(…) Por lo demás, se trata de una primeriza de 19 años. El dato no es menor si se tiene
en cuenta, por ejemplo, que uno de los fundamentos que utilizó la Suprema Corte de
los Estados Unidos para considerar inadmisible la pena de muerte en menores (…)
fue la conclusión a la que arribaron los jueces luego de examinar la información que
habían presentado la Asociación Médica Americana, la Asociación de Psiquiatras
Americanos y otras instituciones prestigiosas del país. Allí se señalaba que el cerebro
de los menores de edad –hasta los 19/20 años– no se encuentra completamente
236 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
desarrollado en regiones claves para la valoración y control de las conductas y la
toma de decisiones (el destacado es nuestro).
Nuevamente, asistimos a la referencia al discurso médico en tanto fuente de autoridad y prestigio. Asimismo, basado en datos fisiológicos, el argumento presenta
una representación de la juventud en términos de “ser incompleto, (…) [que] aparece
con una tendencia mayor que otros individuos a desviarse (…) porque sus objetivos no
son claros y eso también lo hace ser un sujeto peligroso” (Chaves, 2005: 15). El cerebro
está incompleto y, por tanto, esto lo incapacita para dar cuenta de sus actos. Es
necesario poner de relieve que este tipo de discursos y representaciones acerca de
la juventud construyen un sujeto joven privado de su capacidad de agencia que,
según sea la clase o sector de clase al que pertenezca, se constituirá en blanco de
diferentes estereotipos y miradas estigmatizadoras (en el caso de los sectores más
pobres: joven como ser desviado, peligroso, etc.). En este sentido, creemos que el
escrito de Fayt y Zaffaroni encarna una práctica de intervención paternalista que,
para aumentar su eficacia, se sirve de discursos estigmatizantes que producen una
serie de significaciones identitarias en las que se entrecruzan el género, la clase y el
componente etario.
Asimismo, nos interesa detenernos en el siguiente punto que detalla el documento:
(…) Los intentos de aborto frustrados –de los que se da cuenta en todo el expediente–,
bien pudieron desencadenar una perturbación grave de la psiquis al momento de
los hechos que impidió que comprendiera la criminalidad del acto (…) En efecto,
es llamativo el hecho de que, contrariamente, a lo que es el instinto natural –tanto
en animales como en personas– la parturienta no haya querido ni siquiera ver a la
recién nacida (el destacado es nuestro).
Por un lado, consideramos que, en relación con el aborto, el argumento expuesto
constituye una operación de psicologización de la problemática, en tanto postula
ciertos efectos psíquicos como consecuencias de los intentos de aborto. Por el
contrario, coincidimos con Fernández y Tajer en relacionar los efectos psíquicos más
que con la práctica del aborto en sí, con las condiciones referidas a su “penalización
y clandestinización, es decir, que tales efectos psíquicos en gran medida conciernen a las
estrategias biopolíticas de disciplinamiento y control sobre los cuerpos y subjetividades
de las mujeres” (2006: 35).
Es pertinente señalar que la referencia al aborto se presenta desprovista de la inherente forma de inequidad género/clase que la problemática conlleva, y que más bien
se refiere a un tipo de desigualdad de clase intragénero (Cháneton, 2009). Si bien la
penalización y la clandestinización de la práctica del aborto es padecida, en nuestro
país, por las mujeres pertenecientes a todas las clases sociales, en el caso de Romina,
su condición de mujer pobre la ubica precisamente en ese lugar de frustración que
el texto jurídico simplemente alude, sin explicitar que su origen parte de la carencia
económica para solventar el precio de la práctica clandestina en el mercado.
PUNTO GÉNERO / 237
El discurso jurídico sobre el caso Romina Tejerina: una mirada en clave de género
Por otro lado, luego de plantear una posible relación directa entre aborto y perturbación de la psiquis, se apela a la subversión del “instinto natural” que Romina encarna
para terminar de demostrar en qué medida su psiquis se encuentra dañada, perturbada.
Como mencionamos anteriormente, tres fueron los votos en disidencia frente al
rechazo de la queja interpuesta por la defensa de Romina. El tercero es el correspondiente al doctor Juan Carlos Maqueda. Nos interesa detenernos en ciertos aspectos de
sus argumentos, que refuerzan lo planteado por Fayt y Zaffaroni. En primer término,
encontramos la referencia a la patologización del cuerpo femenino llevada a cabo en
nombre del estado puerperal, calificado como “desorden mental post parto”, como
“enfermedad” y también como “realidad constatada por la ciencia”, que comporta una
reducción de la “autonomía de la voluntad de la parturienta”. Asimismo, es posible
observar cómo se lleva a cabo una conceptualización del cuerpo y la psiquis de las
mujeres en tanto objetos de control médico y social:
(…) El silencio de la mujer, que es frecuente, lleva a algunos a denominar esta situación como “síndrome del silencio”. Se ha señalado que este mutismo (…) se debe
al temor de la mujer a exponer sus sentimientos negativos hacia la criatura por ser
contrario al rol social aceptado de madre, impidiendo así un diagnóstico preventivo
para enderezar la enfermedad de la mujer (…)…por estas razones se remarca la
importancia del sostén social y médico sobre este tipo de desórdenes propios de la
embarazada (el destacado es nuestro).
Si bien se acepta la naturaleza social en relación con los modos de ejercer la maternidad, “los sentimientos negativos hacia la criatura” se plantean en términos de
enfermedad que debe ser curada, enderezada a manos del saber médico. Si, como
vimos, el cuerpo de las mujeres se ha constituido históricamente como objeto de
control social, el cuerpo de las mujeres embarazadas encarna la voluntad de control
llevada al extremo. Resulta interesante analizar de qué modo la tematización en términos de “síndrome del silencio” (donde la palabra “síndrome” alude, nuevamente, a
cierto componente patológico) invisibiliza la inexistencia de experiencia de maternidad
alguna que el silencio encarna en una biografía determinada y dentro de un contexto
donde el embarazo no es deseado ni posible.
Los argumentos que forman parte integrante del discurso jurídico expuestos a
lo largo de este trabajo dan cuenta de que la conceptualización de los atenuantes
que definen la figura de infanticidio nos ubica en un plano que refuerza el binomio
mujer-madre, basado en una idea de maternidad concebida en términos de instinto.
Ello conduce a fundamentar la reducción de la pena tanto en la patologización del
cuerpo de las mujeres (estado puerperal) como en el cuestionamiento sobre el ejercicio
de la actividad sexual (y la deshonra que esta provoca). El infanticidio así planteado,
si bien implica un beneficio práctico para las mujeres que lo cometen en cuanto a
la reducción de la pena que reciben, obtura un necesario corrimiento de la cuestión
en direcciones más fructíferas y necesarias: la desnaturalización de la violencia contra
las mujeres, la implementación de políticas públicas relacionadas con la educación
238 / PUNTO GÉNERO
María Laura Martinetti
sexual, la despenalización del aborto, entre otras. Es decir, el punto no debiera ser si
las mujeres que matan a sus hijos e hijas están necesariamente locas o si lo hacen
para ocultar la deshonra que provoca una vida sexual activa, sino que la discusión
para sostener una figura jurídica como el infanticidio debería avanzar en dirección a
otro tipo de circunstancias atenuantes. En este sentido, proponemos el tratamiento
penal de los casos de infanticidio en tanto experiencias socialmente situadas, signadas
por situaciones de violencia (física y simbólica), por contextos geográficos, sociales,
culturales que restringen el acceso a la educación sexual, por una justicia sexista que
insiste en obstaculizar los abortos no punibles, y por médicos objetores de conciencia
a quienes, sin embargo, la violencia de género no logra conmover.
Sostenemos entonces la importancia de continuar indagando acerca de la situación
paradojal a la que la figura de infanticidio conduce tal como fue históricamente definida y las no pocas consecuencias que la misma engendra al interior del movimiento
de mujeres. Asimismo, es en este marco donde ubicamos la necesidad de plantear
alternativas superadoras de aquellas que proponen la victimización como modo de
interpelar al Estado o a cualquiera de sus poderes. Si atendemos a que fue la noción
de víctima-oprimida (Cepeda, 2010) la que primó en los argumentos de la defensa de
Romina Tejerina, en el voto en disidencia del Dr. Zaffaroni surgen las preguntas acerca
de cómo construir una estrategia que contemple la atenuación de la pena desde otro
lugar. Insistimos en que la apelación a la deshonra y al estado puerperal invisibilizan
tanto la violencia de género como las desigualdades materiales como condiciones de
posibilidad del infanticidio. El beneficio concreto y a corto plazo que conlleva dicha
figura no debería obturar la posibilidad de incluir modificaciones sustantivas que
tengan en cuenta, por un lado, los modos complejos en los que se configura histórica
y contextualmente la relación entre las mujeres y su sexualidad y, por el otro, la maternidad en tanto experiencia que, lejos de ser natural, es social y, por tanto, posible
bajo ciertas condiciones y no otras.
Sostenemos con Laclau (2005) que los modos de nombrar encarnan la construcción
discursiva de los objetos, generando así la posibilidad de construir nuevas identidades
sociales a partir de la variación de una formación discursiva hegemónica. Partiendo de
considerar el campo del derecho en tanto clivaje de transformaciones y construcción
de nuevas legitimidades, proponemos revisar los modos de nombrar hegemónicos
que históricamente han moldeado los cuerpos de las mujeres en tanto objetos problemáticos, demandantes de vigilancia y capaces de convertirse en destino de todo tipo
de juicios morales. Tal es el camino que proponemos recorrer en pos de una posible
y más fructífera restitución del infanticidio al Código Penal.
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RESEÑAS
Revista Punto Género Nº 3. Noviembre de 2013
ISSN 0719-0417 / 245 - 249
Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual. Barcelona,
España: Anagrama, 2011 [2000]
Beatriz Preciado. “The contra-sexual manifesto”
Nicolás Ried1
Manifiesto contrasexual fue escrito en francés por Beatriz Preciado (Burgos, 1970),
publicado en Francia en 2000. Solo hacia 2002 fue publicado en castellano, impreso
en España. A Chile llegaba de contrabando desde Europa; la explosión del preciadismo se dio en 2004, cuando la pensadora visitara el país (aún no existían como libros
ni Testo yonqui de 2008, ni Pornotopía de 2010). Para recibirla, como sucede cuando
visita un intelectual famoso, los escaparates de las librerías se llenaron de manifiestos, y prontamente se agotaron: desde 2004 hasta 2011, la sequía fue manifiesta. Sin
embargo, la sequía es un símbolo interesante como objeto de análisis: la ausencia del
libro fue solamente fetichista, pues si bien como libro-objeto no podía encontrarse
ni apropiarse, el texto circulaba sin problemas por todo el mundo, ya sea en formato
fotocopia o digital. Las ideas de Preciado eran, sin duda, conocidas.
La editorial Anagrama, en 2011, reimprimió el mítico Manifiesto contrasexual,
terminando con la sequía para quienes padecen del fetichismo libresco. Así, cobra
corporalidad un texto mítico para comprender el desarrollo actual de feminismo, del
posfeminismo, y de las políticas de la resistencia, provenientes de los esquemas de
análisis postestructuralistas.
En el libro, tras presentar los principios de la sociedad contrasexual, Beatriz Preciado
inserta un “contrato contrasexual”, una forma jurídica que presenta a lo sexual como una
manifestación pública, entendiendo desde ya lo sexual como público, cuya fuente no
es el Estado sino el individuo. Pero ¿cómo entender este contrato? ¿Es la única manera
de formar parte de la sociedad contrasexual? ¿A qué responde este acto literario? ¿Cuál
es la fuerza política de este acto? Ese contrato debe comprenderse como un ejemplo
de acto político, nunca como una regla.
Fecha de recepción: 25 de marzo de 2012
Fecha de aprobación: 18 de febrero de 2013
1
Estudiante de Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. Ayudante ad honorem de
las cátedras de Filosofía moral y de Teoría social. Organizador de las Primeras Jornadas Estudiantiles de Teoría de
Género, de la Universidad de Chile. Diplomado en Conceptos de lo Político (CAIP). [email protected]
PUNTO GÉNERO / 245
Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual
“Lo sexual es político” fue un lema, un símbolo de la lucha feminista del siglo XX. La
carga que esta idea contiene es particularmente intensa cuando la analizamos desde la
forma en que las luchas feministas han trascendido hacia otras luchas sociales; el feminismo
como paradigma de la reflexión sobre la libertad: lo sexual es político, y siempre lo fue.
Michel Foucault, ante la pregunta insistente sobre cuáles son los mecanismos políticos de resistencia que se pueden manifestar desde el análisis posestructuralista, en
relación con el ejemplo que presentan las luchas feministas, dijo: “Debemos crear una
cultura. Debemos realizar creaciones culturales. Pero ahí topamos con el problema de la
identidad” (Foucault, 2010a: 1048). La lucha por lo sexual es política, es pública; queda
claro que la sexualidad es parte de la política y del derecho cuando vemos la antigua
legislación sobre sodomía, la presente normativa sobre matrimonio heterocentrado, y la
futura discusión sobre aborto. La creación de esa cultura es comunitaria, es pública; tal
como crear un lenguaje privado no es posible, crear una sexualidad privada tampoco lo
es. Así, la propuesta foucaultiana se presenta como un lazo entre el feminismo, la ética
y la política: la construcción de sí, a base de una ética del cuidado de sí, atendiendo
a una práctica relacional.
Ante una nueva insistencia, Foucault (2010b) responde al cómo crear esa cultura:
mediante prácticas de la libertad, entendiendo la libertad como la condición ontológica
de la ética, y a la ética como la forma reflexiva que adopta la libertad. El sadomasoquismo y el fist-fucking, dirá el filósofo. Burdo sería pensar que Foucault refiere actos
de libertad determinados: ciertamente, un puño en el ano no hace libre a alguien. Lo
relevante de llamar práctica a aquella propuesta, es que entiende la política como una
forma de vida, no como una contingencia; las prácticas del sadomasoquismo y del
fist-fucking se manifestaban en las comunidades leather, las subculturas de los años 70
y 80 que se presentaban como formas alternativas de vida ante el capitalismo tardío
que revisó el pensador francés. Sadomasoquismo y fist-fucking, como casos básicos
de la desexualización del placer, de la desgenitalización de las prácticas sexuales,
pero antes que eso, la subversión de la identidad sexual a base de la imaginación, a la
creación de vidas paralelas a las normalizadas, a las establecidas.
El problema que presenta la propuesta de Michel Foucault es que cristaliza las
formas en las cuales se puede pensar la subversión, la emancipación: si todos somos
sadomasoquistas, se establece una norma, y por tanto esa práctica no es ya subversiva de la identidad. Lo que muestra, por tanto, la propuesta mencionada consiste en
pensar a la ética como la forma reflexiva que adopta la libertad, esto es leer la propuesta
foucaultiana como un hacer antes que como un ser del sujeto: la libertad se practica.
Judith Butler, conocida como una de las fundadoras de la queer theory, comprende
la estructura foucaultiana y se convierte en su heredera: tener prácticas es fundamental,
mas estas no pueden ser únicas y estáticas. Dice la filósofa:
“Si soy alguien que no puede ser sin hacer, entonces las condiciones de mi hacer son,
en parte, las condiciones de mi existencia. Si mi hacer depende de qué se me hace o,
246 / PUNTO GÉNERO
Nicolás Ried
más bien, de los modos en que yo soy hecho por esas normas, entonces la posibilidad
de mi persistencia como ‘yo’ depende de la capacidad de mi ser de hacer algo con lo
que se hace conmigo” (Butler, 2006: 16).
Butler entiende el género como performance, lo que implica que el sexo y el género
son construcciones culturales, ninguna de ellas natural y prediscursiva: tanto la ciencia
como la cultura son creaciones humanas, son decisiones políticas. Así, una práctica
crítica que investiga Butler es la del drag: si “hombre” y “mujer” son formas “correctas”
de seguir una regla, el drag muestra lo paródico de las reglas del género, ya que si el
género no fuera performado, al ver a un o una drag no veríamos una parodia, sino
a un hombre o a una mujer; el dato, dirá Butler, por el que reconocemos la parodia
consiste en que el género no es natural. La performance de género, en este sentido,
es la conducta que un sujeto realiza en el marco de una identidad de género, en oposición a la noción de performatividad del género, que se refiere a la manera en que
modifica el mundo el género asignado a un determinado sujeto: la performance es la
interpretación de un rol (role playing) impuesto, mientras que la performatividad son
las consecuencias políticas y sociales de dicha interpretación: de usar falda se puede
seguir, en determinado contexto, la performance femenina, pero de esa performance
no debería seguirse un sueldo menor al de un sujeto que performe el género masculino, por ejemplo.
En esta discusión se inserta la autora española. Beatriz Preciado aparece en la línea
hereditaria de Foucault y Butler, extendiendo y superando las lecturas de sus antecesores:
al insertar el contrato contrasexual, después de los principios de la contrasexualidad, y
antes de las prácticas de inversión sexual, Preciado realiza parodia y política. Parodia, al
reapropiarse de los usos lingüísticos jurídicos, manifestación paradigmática del lenguaje
del poder estatal; política, al releer la ética como la forma reflexiva de la libertad en el
sentido foucaultiano: fue el sadomasoquismo, fue el drag, ahora una nueva forma de
pensar la subversión de la normatividad está dada por las prácticas de inversión sexual.
El problema del género para Judith Butler consistía en que:
“Si se refuta el carácter invariable del sexo, quizás esta construcción denominada
“sexo” esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, quizá siempre fue
género, con el resultado de que la distinción entre sexo y género no existe como tal
[…] El género es la estilización repetida del cuerpo, una sucesión de acciones repetidas
–dentro de un marco regulador muy estricto– que se inmoviliza con el tiempo para
crear la apariencia de sustancia, de una especie natural de ser” (Butler, 2007: 55 y 98).
Para Beatriz Preciado se presenta como una relación en que:
“Los hombres y las mujeres son construcciones metonímicas del sistema heterosexual
de producción y de reproducción que autoriza el sometimiento de las mujeres como
fuerza de trabajo sexual y como medio de reproducción […] La identidad sexual no
es la expresión instintiva de la verdad prediscursiva de la carne, sino un efecto de
reinscripción de las prácticas de género en el cuerpo” (Preciado, 2011: 18).
PUNTO GÉNERO / 247
Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual
No quedándose en el drag butleriano, Preciado considera la reasignación de
identidades subversivas desde la crítica biopolítica, en cuanto asignación policial de
identidades de género. Así, ya no solo no hay vidas que sean masculinas o femeninas,
sino que tampoco hay prácticas que sean masculinas o femeninas, no hay hormonas
que sean masculinas o femeninas. Las prácticas de inversión sexual, propuestas por
Preciado, detonan un sistema de asignación biopolítica del género en función de determinadas forma de hacer de lo sexual y de lo político: tal como podemos deconstruir
ciertas imposiciones sobre el know-how de la sexualidad, podemos hacerlo con el
conocimiento práctico sobre lo político: no hay solo un sistema fascista, también hay
prácticas que lo son, y que deben ser erradicadas de un sistema que se pretende político.
Diferencias y repeticiones, es lo que hay en el texto de Preciado, en diversos planos:
el texto, como tejido conceptual, presenta una continuidad con los elementos teóricos que sirven de fundamento para las tesis, estructurando relecturas de Foucault,
Derrida y Butler; por cierto, el texto, entendido esta vez como metatexto, se vuelve
particularmente interesante: el orden del discurso que propone Preciado no solo
nos dice una propuesta contrasexual, sino que también la muestra: no solo habla de
la parodia del género, sino que al contener un articulado de principios y un contrato
contrasexual se apropia y parodiza el lenguaje del poder, el lenguaje del derecho, el
lenguaje de la ley. Hacia el final, en el “ejercicio de lectura contrasexual”, la práctica
intelectual se confunde con la práctica política, cobrando particular importancia la
historia de la publicación misma de este manifiesto: un texto que difícilmente se
encontraba en librerías, que era de culto, que era necesario para iniciar cualquier
investigación sobre posfeminismo y teoría queer; un libro conocido y desconocido,
ubicado e inubicable.
Las secciones del libro se presentan a sí mismas como un elemento crítico, como
una especie de fractal de la misma teoría que expone: lo primero es exponer la pregunta
por la contrasexualidad, que Preciado sitúa y origina en la obra de Michel Foucault;
sin embargo, la presentación de este aparato teórico-conceptual como una versión
crítica de lo que conforma la sexualidad y la política, no puede quedarse en el mero
aparato conceptual. Así, la segunda sección consiste en los principios de la sociedad
contrasexual, en que se enumeran en forma de artículos los preceptos que servirán
como criterio para evidenciar lo contrasexual. Seguido de la normativa contrasexual,
se presenta un ejemplo de contrato contrasexual, que señala las formas de manifestación del consentimiento entre quienes participen de esta práctica. Terminada esta
sección prologar, lo que sigue es un artefacto en sí mismo: un conjunto de prácticas
de inversión contrasexual y teorías, es decir: praxis de la contrasexualidad. Lo interesante
en este sentido, consiste en que las teorías que presenta Preciado son relecturas de
Foucault, Butler y Derrida, que por sí mismas constituyen praxis de la contrasexualidad,
en el sentido que no es estrictamente “teoría”, pues esas relecturas son precisamente
las que permiten la comprensión crítica de todo el aparato contrasexual: las lecturas
tradicionales no permiten dar cuenta de lo contrasexual, por lo que el releer a los y
las pensadoras es un acto político. Finalmente, un ejercicio de lectura contrasexual,
permite dar cuenta del estatus mismo del libro: ¿cuál es la posición estructural del
248 / PUNTO GÉNERO
Nicolás Ried
mismo Manifiesto contrasexual? ¿Es coherente que el manifiesto sea un libro y no un
video, por ejemplo?
La posición de Preciado, en definitiva, es antimetafísica. El proyecto de Preciado
consiste en tomarse en serio la argumentación de Butler (tal como ella se toma en serio
la argumentación de Foucault), basado en que “biología no es destino”, cuya traducción aquí sería “biopolítica no es destino” : las identidades subversivas no responden
a determinadas nociones científicas que las determinen, tal como tampoco deben
responder a adscripciones políticas que las sacralicen. Preciado consigue establecer
una filiación intelectual con los autores de la filosofía política crítica, en cuya lectura
consigue presentar la sexualidad como un modo de producción más grande que
la producción de placer genital: si el principio de desexualización, presentado por
Foucault, significa algo, esto es que las formas del placer sexual son desconocidas y su
finalidad es el erotismo (ars erotica), no la determinación y clasificación de los sujetos
(scientia sexualis). Así, la lectura de Preciado de los dildos, como caso básico de la desexualización del placer es fundamental: la comprensión de que las manos y el pene
son dildos de carne, y no que el dildo es un pene de plástico, permite comprender
incluso al texto como un dildo del intelecto. La masturbación mental también tiene
sus dildos, y eso es político: la tesis que allí subyace dice que la teoría es praxis, que los
lugares académicos son tan políticos como cualquier otro, que la producción cultural
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PUNTO GÉNERO / 249
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