tica de actividades físico-deportivo

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V O L V E R
MENÚ
P R I N C I PA L
HACIA UNA MEJORA DE LA CALIDAD DE VIDA A TRAVÉS DE LA PRÁCTICA DE ACTIVIDADES FÍSICO-DEPORTIVO-RECREATIVAS. NUEVOS
RETOS PARA LA ESCUELA DEL SIGLO XXI
Francisco Ruiz Juan
1.- Evolución social de las actividades físicas y deportivas.
El ser humano por su propia condición existencial se encuentra insertado y
formando parte de una sociedad y, como tal, necesita ser integrado en ella de manera progresiva utilizándose para ello diferentes aspectos y elementos, lo que podemos denominar proceso de socialización. La actividad físico-deportiva se ha convertido en uno de los rudimentos socializadores para los sujetos de la sociedad
actual y, a su vez, en un factor de vital importancia en ella. No cabe duda que, si
queremos llegar a entender como se lleva a cabo este proceso globalmente, sea
necesario recurrir a campos concretos de la ciencia que abordan específica e intensamente esta problemática. En el caso que nos ocupa será la Sociología, en primer lugar, la ciencia a la que obligadamente tengamos que recurrir para poder estudiar y comprender todo este proceso analizando los diversos factores que intervienen en él, siendo la Sociología Deportiva aquella que más información específica
nos reportará al respecto.
La segunda fuente de la que debemos beber, casi necesariamente, es la Antropológica. Como indican Blanchard y Cheska (1986), la palabra Antropología hace
referencia, en sentido genérico, al estudio del hombre, siendo la más amplia de las
ciencias sociales ya que trata cualquier faceta posible e imaginable del comportamiento humano tanto del pasado, como del presente y del futuro. Dentro de las
diversas áreas o partes en que se encuentra dividida la Antropología (Física, Arqueología, Lingüística y Cultural) tendríamos que apelar a la Antropología Cultural
que centra su estudio en el comportamiento social o cultural humano.
Es evidente que Antropología Cultural y Sociología son dos ciencias, que,
aunque abarquen campos de estudios diferentes, mantienen a la vez una cierta intersección y, para el caso que nos ocupa, son el sustento de este trabajo. Nuestra
tesis versa sobre que la práctica de actividad física y deportiva es un producto de
la sociedad en la que se desarrolla y que esta práctica va evolucionando con la propia sociedad, según los cambios que en ella se produce siendo, a su vez, un medio de
culturización de sus miembros. Por ello, para argumentarla nos veremos forzados a
recurrir al estudio antropológico de la actividad físico-deportiva por encontrarse
interesado en ampliar conocimientos sobre ésta, orientándolos a una mejor utilización y seguimiento del proceso físico-deportivo en sus aspectos recreativos, educacionales y de ocupación del tiempo de ocio.
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En este sentido, Ruiz Juan (2000) efectúa una breve síntesis de diferentes
estudios sobre el origen del deporte en el que plasma dónde, cuándo y cómo aparecen los primeros signos de actividad física y/o deportiva utilizada por el hombre
para ocupar su tiempo libre. Igualmente, analiza cómo se ha ido evolucionando en
las distintas sociedades hasta llegar a nuestros días, cómo se perfila ésta en una
sociedad de futuro, según la demanda que los ciudadanos realizan y, a la vez, cómo
los cambios que se producen en las apetencias y prácticas van permutando a velocidades de auténtico vértigo.
Evidentemente esta no es una labor nada fácil ya que, entre otros muchos
aspectos, una de las grandes dificultades estriba, como bien indica Olivera (1993),
en la enorme polisemia del término debido al carácter espontáneo y universal de las
practicas deportivas y a la enorme popularidad del vocablo entre la población que
genera un uso y un abuso del mismo de tal forma que cualquier práctica corporal es
de inmediato identificada como deporte. Por otro lado, nos encontramos con otro
fuerte contratiempo como es la inexistencia de una teoría única y universalmente
aceptada por quienes investigan sobre el origen del deporte.
En todo este maremagno es muy importante no perder de vista el norte y
saber en todo momento en el lugar donde nos encontramos. En primer lugar, hay
que tener claro que en las comparaciones que se realicen entre las diversas manifestaciones deportivas que se han ido produciendo a lo largo de la historia (juegos
Helénicos, competiciones bizantinas, trofeos medievales y justas, juegos de pelota
precolombinos, actividades de ocio y recreación de la sociedad actual) no se debe
tratar de encontrar más similitudes que las que realmente existen en este tipo de
prácticas debido, entre otros muchos factores, a cuestiones de separación de
tiempo entre ellas y al contexto sociocultural en el que se encontraban inmersas.
Weule (1925), citado por Blanchard y Cheska (1986), trató el origen y desarrollo
del deporte por etapas comparables a las que caracterizan a la cultura en general
llegando a la conclusión de que existen grandes diferencias entre los deportes del
hombre primitivo (resolver problemas de adaptación, supervivencia y defensa) y los
del hombre moderno (perfeccionamiento de su cuerpo, competir y por puro gusto).
En segundo lugar, hemos de considerar que la naturaleza del deporte en cualquier
nivel del proceso evolutivo cultural es un producto de tres variables principales: el
tipo de subsistema, la estructura sociopolítica, variables geográficas y ecológicas.
De esta forma, cada momento histórico presenta un sistema de relaciones
coherente donde cada práctica deportiva se encuentra acoplada dentro del tejido
social a que pertenece y del cual emana un conjunto de valores, símbolos y tradiciones que armonizan con la visión que tiene ese grupo del mundo que viven. “Forman
parte activa de la cultura de cada una de dichas civilizaciones y, por tanto, resultan
un componente decisivo en la configuración y mantenimiento de la unidad de cada
grupo” (Olivera, 1993: 15). A la hora de abordar el origen del deporte nos encontramos con dos corrientes o líneas bien definidas, y a la vez contrapuestas entre
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ellas, que difieren tanto en cuestiones de tipo temporal como en connotaciones de
carga social:
!"
!"
Aquella que lo sitúa en los inicios de la civilización humana, siendo considerado casi como un hecho natural que aparece con el propio hombre. El
deporte se convierte en un fenómeno cargado de sociedad y de cultura
que partiendo de lo más ancestral del hombre llega hasta nuestros días.
Aquella otra que toma como nacimiento y evolución del deporte la era del
progreso industrial capitalista que surge a finales del siglo XVIII en Inglaterra. Esta corriente defiende que el deporte es un fenómeno social y
un símbolo cultural de primera magnitud que es característico de las sociedades contemporáneas urbanas e industriales.
Con estos dos postulados queda perfectamente evidenciado que no existe
acuerdo sobre cuándo se inició el deporte, por lo menos bajo el prisma que es considerado el deporte en cada uno de los dos planteamientos anteriores. Pero sobre
lo que no parece existir la menor duda, siendo reconocido en cierto modo por ambas partes, es que la actividad física, por medio de diversos tipos de juegos, es
inherente a la propia existencia humana.
Nuestra intención no es generar polémica ó efectuar una disertación que
nos lleve a adoptar una posición al respecto ya que, entre otras cosas, no es el objeto de este trabajo conocer el origen concreto de deporte. Lo que realmente nos
interesa es percibir y comprender mejor algunos aspectos que se originan en el
transcurso del tiempo, que incurren directamente en la práctica de actividad físico-deportiva, que marcan la concepción actual de determinados estilos de vida, que
generan unas estructuras sociales que, a su vez, determinan claramente una forma
de ser y de vivir en la sociedad actual y que inciden directamente en el propio concepto de calidad de vida. Todo ello sin perder de vista el referente directo bajo el
que se producen que no es otro que los condicionantes sociales, culturales, políticos
y económicos del momento.
Por ello, a continuación, nos limitaremos a realizar una breve exposición de
lo acontecido desde el siglo XVIII hasta la actualidad tratando de acentuar y destacar aquellos cambios y aspectos más relevantes, desde el punto de vista social,
que han incidido en ámbito físico-deportivo, de tal forma que nos permita analizar
mejor la situación actual de la actividad física y del deporte, su valor, la importancia que tiene en nuestra sociedad actual y hacia dónde camina ésta, en cuestiones
de ocupación del tiempo de ocio y del tiempo libre. En definitiva, cómo se configura
el concepto de calidad de vida en la sociedad del siglo XXI y bajo qué parámetros
se encuentra enmarcada ésta.
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1.1.- Renacimiento e Ilustración: el nacimiento del deporte moderno.
Una nueva actitud ante el cuerpo surge con la llegada del Renacimiento donde los valores físicos adquieren una dimensión nueva y diferente. Paralelamente se
produce en Italia un movimiento de renovación pedagógica en el que la educación
física tiene una enorme importancia y donde destacan Vergerio, Vittorino y Mercurialis. La aportación de éste último consistió en la recuperación de los elementos
del pensamiento relativos al cuidado del cuerpo en lo referente al campo de la salud física (Pérez, 1993). Estos ideales en la educación (evidentemente de la clase
dirigente) se prolongan hasta el Barroco y continuarán en épocas posteriores hasta
llegar a nuestros días de una manera creciente y haciéndose extensiva a todas las
clases sociales. Aquí podemos ya encontrar uno de los referentes que irán configurando el perfil del concepto de calidad de vida en la sociedad capitalista del tercer
milenio.
Durante el siglo XVIII se van a generar una serie de cambios que van a incidir de forma determinante en el transcurrir de la práctica de la actividad físicodeportiva. Se produjeron una sucesión de acontecimientos producto de un clima
social, político, económico y cultural que había madurado a lo largo de tres siglos.
La separación entre ciencia y religión (razón y religión habían estado ligadas en
épocas anteriores) fue clave para culminar el proyecto emancipatorio y liberador
de la especie humana, originándose un cambio en la mentalidad de la sociedad,
triunfando el liberalismo, produciéndose la recuperación de valores terrenales y el
auge del nuevo concepto del valor del trabajo, del capital. Todo hace que se genere
una época, la llamada modernidad (Olivera y Olivera, 1995).
Se intenta, durante este siglo de la ilustración, crear un nuevo mundo racionalizado donde la igualdad, libertad y solidaridad serán las señas con las que se
identifique la nueva sociedad que está regida por ciudadanos elegidos libremente
por sufragio universal. Dentro de estos cambios se pueden incluir también las actividades físico-deportivas. En esta época “los deportes modernos no se justificaban
ya como entrenamientos para la guerra y se consideraban como objetivos en sí
mismo, sanos, divertidos y socialmente constructivos” (Olivera, 1993: 20), siendo
esto un factor muy decisivo para la consolidación del deporte en Inglaterra. Otro
aspecto decisivo fue que los gobernantes de este siglo realizaron una transformación de manera simultánea de aspectos políticos y de tiempo libre en una misma
dirección.
Efectivamente, el siglo XVIII es considerado como el siglo donde se originó
un fenómeno que ha marcado y seguirá marcando la vida de la sociedad contemporánea: el deporte. Sin querer entrar ahora en la dualidad anteriormente planteada,
sobre el origen del deporte, bien es cierto que hay que reconocer que la concepción
del deporte moderno, tal cual es considerado en la actualidad, se forjó y tomó
cuerpo definitivamente en este siglo. Éste es considerado como un fenómeno social
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y un símbolo cultural de primera magnitud característico de las sociedades urbanas
e industriales. Se ha convertido en una actividad humana tan significativa como las
revoluciones, proletariado, sindicatos, utopías ideológicas igualitarias, ... Como manifiestan Olivera y Olivera (1995), la modernidad y el deporte están íntimamente
unidos.
Por otro lado, Inglaterra es el lugar donde se considera que nace el deporte
moderno, siendo la clase burguesa la impulsora del mismo, al utilizar ésta el deporte como un aparato ideológico del estado burgués. Como es sabido, los diferentes
cambios sociales que se producen durante el siglo XVIII origina que se produzca la
nueva clase social del proletariado (que se encargará de la lucha social-sindical que
desencadenará la obtención de una digna consideración laboral y social, al igual que
tiempo libre), quedando para la burguesía el poder político del nuevo estado de derecho y el fomento del deporte.
Los inicios del deporte contemporáneo en el siglo XIX se encuentran en las
primeras asociaciones surgidas en la Inglaterra del siglo XVIII con una intencionalidad de ocupar el tiempo libre mediante entretenimiento competitivo de forma
estimulante y divertida, pero con un control sobre la violencia. La práctica deportiva formaba parte de un estilo de vida, dentro de ese contexto social, es decir, de
un modo de sentir, pensar y vivir que ya hemos denominado como modernidad. La
burguesía anglosajona, como consecuencia de la hegemonía económica, social y política (aspectos que no debemos perder de vista a lo largo de esta exposición por ser
determinantes y estar presentes en todos los cambios que se producen), impone su
concepción del mundo y de la vida. La práctica deportiva se asocia, en sus comienzos, a los jóvenes burgueses, identificando el espíritu burgués a la moral del fair
play, el juego limpio, como un ideal y no una norma escrita, propia de los gentlemen.
Este ideal de fair play se mantuvo en la práctica deportiva y se unió al espíritu
amateur que significaba prepararse para competir duramente por amor al deporte,
como afán de superación, sin ningún tipo de compensación económica (García Ferrando, Lagardera y Puig, 1998).
Uno de los aspectos que contribuyó al desarrollo de la práctica deportiva
fue la posibilidad de asociarse en clubes creados por personas interesadas (espectadores o practicantes) y con un amplio ámbito jurisdiccional. El movimiento de la
ilustración, como ya hemos indicado, sirvió para que todo lo anteriormente expuesto se pudiera llevar a la práctica. Este movimiento, que tuvo su principal núcleo en
Francia, sirvió para que se produjese la ruptura ideológica con los valores tradicionales de la vieja Europa aristocrática heredera del feudalismo medieval al poner en
tela de juicio todo orden ideológico y social de la época. Como indica Pérez (1993),
un aspecto muy importante, sobre el que ejerció una importante influencia, fue el
terreno educativo, hasta el punto de considerarse la ilustración como una especie
de albacea testamentario tardío de aquellos aspectos que el pensamiento renacentista no pudo llevar a la práctica.
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Se produce, de esta forma, una ruptura con los esquemas educativos presentes en los colegios religiosos, reivindicándose una educación integral del niño
planteándose la necesidad de que esté en contacto con la naturaleza y de que se
cultiven sus cualidades físicas. El reflejo más claro de lo que estamos tratando de
exponer lo encontramos en la obra que publica Rouseau (1762), el Emilio, donde la
cultura del cuerpo es de una importancia capital para la formación del niño, de tal
forma que educar el cuerpo de forma adecuada resulta imprescindible para conseguir un equilibrio que permita al individuo su realización personal. Estos mismos
planteamientos fueron defendidos y expuestos en sus trabajos por Locke, Kant,
Basedov, Pestalozzi, Blanco White, entre otros. En definitiva, diversas concepciones filosófico-históricas que tratan de recuperar la actividad deportiva a la vez
que reivindican su inclusión en el marco escolar.
Será en el siglo XIX donde encontremos que se presta, como nos indica Domínguez (1995: 37), “una atención prioritaria a la cuestión física (...) y donde se
desarrollen las primera teorías científicas del ejercicio físico con sus correspondientes métodos de trabajo. A partir de estos momentos, el deporte y la cultura
física inician su despegue como ciencias del saber. La competición, las actividades
atléticas o la gimnasia serán objeto de rigurosos estudios que, recogiendo gran
parte de la tradición anterior, se implantarán en el tejido social de las diferentes
comunidades.”
En definitiva, éste ha sido un periodo muy importante para la sociedad actual en la que nos encontramos y para el futuro de la sociedad venidera por la incidencia de los hechos acaecidos en él. Por un lado, marca el inicio de la modernidad y
de la sociedad industrializada y, por otro, el nacimiento del deporte y el inicio de la
consolidación de la educación física en los centros educativos. Estos aspectos determinaran, como trataremos de ver a continuación, un estilo de vida y de sociedad
muy concreto, la sociedad del ocio del siglo XXI, donde la mejora de la calidad de
vida será uno de sus referentes prioritarios.
1.2.- La sociedad industrializada del siglo XIX: comienzo del movimiento olímpico.
El siglo XIX va a estar marcado, en el terreno de lo corporal, por la educación física, como consecuencia de la incorporación del nuevo mundo de valores,
ideologías y formas de vida emanadas de la ilustración. Igualmente, se va a producir la estabilización e institucionalización del deporte, como consecuencia de la expansión económica de la sociedad industrializada, siendo las actividades físicodeportivas de la época un elemento más de la cadena del mercado ajustado a la ley
de la oferta y la demanda. Y, por último, por la celebración de los primeros Juegos
Olímpicos de la época moderna, que serán el acontecimiento socio-histórico por
excelencia de nuestra era, y que marcarán todo un hito en la historia del deporte
contemporáneo. Veamos a continuación alguno de estos aspectos.
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Uno de los componentes, como indica Pérez (1993), que nos dejó a su paso el
siglo ilustrado fue el sentido de nacionalismo y la dimensión especial que llegan a
tener los individuos dentro de la nación, de ahí la importancia que adquieren las
escuelas, y también las de educación física. Surgen las llamadas escuelas nacionales
gimnásticas, que son uno de los principales legados del siglo XIX, configurándose
los movimientos gimnásticos procedentes de la tradición médica, pedagógica y militar, como las tres grandes ramas troncales de toda la evolución posterior. En Europa surgen dos tendencias que se encuentran perfectamente diferenciadas. Por un
lado, la gimnasia como actividad higiénica por su incidencia positiva en la salud individual y colectiva, teniendo como máximo exponente a Alemania, al margen de
otras. Por otro, la anglosajona donde prima la competición y el deporte que están
fuertemente arraigados en su cultura como hemos descrito anteriormente.
El deporte, nacido en la sociedad anglosajona, supera las limitaciones que le
impone este tipo de sociedad de una manera rápida y fugaz logrando la emancipación de sus orígenes socioculturales (burguesía/aristocracia y popular) conquistando otros espacios sociales. Llega incluso a escapar de las ideologías dominadoras
vigentes ofreciendo una fuerte resistencia a ser doblegado, a pesar de haberse
encontrado expuesto, en multitud de ocasiones, al servicio de los intereses políticos de unos y otros. El deporte llega a vencer a todos cuantos se han cruzado en su
camino y a cuantas teorías que se oponían a él hasta llegar, con el paso del tiempo,
a ocupar un papel preponderante en el marco social actual.
El barón de Coubertin entendía, al igual que otros ideólogos de la época, que
para que el deporte alcanzara su verdadera dimensión debía estar insertado en la
cultura popular de las naciones para que posteriormente pudiera irradiar al exterior. Su batalla a favor del deporte no fue nada fácil encontrándose con innumerables obstáculos e incomprensiones producto del inmovilismo tradicional existente
en esos momentos.
A finales del siglo XIX se produce un enorme auge de la práctica deportiva
coincidiendo con el desarrollo industrial. El carácter internacional que adquiere se
origina como consecuencia de las posibilidades que ofrece como espectáculo y como
medio de relación social, entre otras cuestiones. “El interés suscitado por las diferentes manifestaciones deportivas hace que el deporte se convierta en un fenómeno social de masas. Las facilidades para viajar, tanto personas como noticias, posibilitan la difusión continental e intercontinental de las diferentes modalidades deportivas” (Domínguez, 1995: 40).
Fue madurando la idea de unificar el deporte de todo el mundo por medio de
un certamen que pudiera incluir la participación de todas las naciones del mundo,
unos Juegos Olímpicos de ámbito universal, bajo unos principios filosófico-morales,
con carácter educativo y no profesional. Para ello, en 1894, se creó el primer Comité Olímpico Internacional que estaba encargado de la gestión y organización de los
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primeros Juegos Olímpicos de la época moderna que se celebraron en Atenas, en
1896. Este evento fue un auténtico éxito sin precedentes lo que originó una continuación y un ascenso imparable hasta la fecha, siendo el acontecimiento sociohistórico por excelencia de nuestra era.
En las primeras décadas del siglo XX, según García Ferrando, Lagardera y
Puig (1998), la práctica deportiva se había consolidado institucionalmente en Europa y en América (competiciones y federaciones). Consiguió adentrarse en el tejido
social formando actitudes, hábitos y una determinada moralidad que han acercado
a grandes masas de población a los ideales que antes fueron de la burguesía, pero
que hoy podemos afirmar son populares. El deporte es una práctica social, una actividad cada vez más generalizada entre amplios segmentos de población y en casi
todas las sociedades de finales del siglo XX. Podemos afirmar, con total rotundidad, que los acontecimientos que se produjeron durante la segunda mitad del siglo
XIX y principios del siglo XX han marcado las pautas del hecho deportivo contemporáneo, que engloba un amplio repertorio de símbolos, valores, normas y comportamientos que lo identifican y lo hacen peculiar, como veremos más adelante. Por
otro lado, se ha configurado como un elemento que incurre directamente en un determinado estilo de vida y que, a su vez, incide de manera determinante en el concepto de calidad de vida de la sociedades avanzadas del siglo XXI.
1.3. La actividad físico-deportiva en los albores del siglo XXI.
Recientemente acabamos de comenzar un nuevo milenio. Dos mil años hemos
dejado atrás desde que el nacimiento de Cristo marcara el inicio de una época, la
cristiana, y todos los cambios sociales, económicos, políticos y religiosos que en ella
y con ella han ido acaeciendo. Más atrás queda, por ejemplo, la aparición de la escritura y del hombre como tal sobre la faz de la tierra. A lo largo de todo este
tiempo hemos podido evidenciar como se han producido cambios significativos de
toda índole, relativamente rápidos, que han ido afectando a la propia sociedad en la
que se han originado y la incidencia en las etapas o periodos posteriores.
La propia naturaleza humana hace que el hombre sea un ser que vive (y necesita vivir en una colectividad) en compañía de sus iguales, configurando un sistema de relaciones, ciertamente complejo, que podemos denominar sociedad. Es el
ser humano, como miembro de esa sociedad, el que, en esa relación, genera unas
normas, reglas,... en función de sus apetencias, gustos y necesidades, elaborando su
propio organigrama y entramado social que termina posibilitando y facilitando su
existencia y que, a su vez, sirve para que la sociedad y el propio ser humano evolucione. En definitiva, es quien marca los referentes sociales en cada momento, así
como los propios estilos de vida, según las distintas cosmovisiones y realidades sociales existentes. Munné (1979: 211) concibe la sociedad como “un agrupamiento
complejo y organizado, que posee un fin general, de carácter constante, consistente en posibilitar la vida social compartida por un conjunto de personas”.
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Es evidente que esta sociedad está siendo creada, a su gusto, por el hombre
(aunque muchas veces nos encontramos con aspectos y situaciones no buscados)
intentando, como ya hemos comentado con anterioridad, una mejora de su calidad
de vida. La irrupción de los Juegos Olímpicos ha provocado, durante el último siglo
del segundo milenio, un enorme cambio en cuanto a la concepción del desarrollo del
fenómeno deportivo. Paralelamente, se ha producido, sobre todo en los últimos
veinticinco años, un gran desarrollo económico a nivel mundial que ha tenido, como
no, una importante incidencia en el mundo deportivo y de la actividad física. Pues
bien, nos encontramos al inicio del siglo XXI, inmersos en una sociedad capitalista,
donde impera la economía de mercado, donde los avances tecnológicos se producen
a velocidades vertiginosas y donde las actividades físico-deportivas están ocupando un espacio social que tan sólo está siendo superado, de momento, por la música.
De igual manera, la transformación de la estructura tradicional del sistema
deportivo así como la adquisición de dimensiones culturales, sociales y de mercado
cada vez más complejas y diferenciadas (Cagigal, 1971; Puig y Martínez del Castillo,
1985; Martínez del Castillo, 1985 y 1986; Barbero, 1989; Puig, 1989 y 1996; Lagardera, 1992; Puig y Heinemann, 1992; Blanco, 1996; García Blanco, 1997; entre
otros), están dando lugar a cambios continuos en dicho sistema, con la aparición
constante de nuevos agentes sociales, nuevas modalidades físicas, deportivas y
recreativas, así como formas de práctica totalmente novedosas y en continua evolución. Ante esta situación, el esfuerzo y las inversiones realizadas en las últimas
décadas por las administraciones democráticas (Andrés y Delgado, 1995) ha cubierto cuantitativamente una parte importante de las necesidades generales de la
población en materia deportiva (dotación de infraestructura y de recursos humanos, difusión y promoción de ciertas actividades físico-deportivas, etc).
No obstante hay que reconocer, por un lado, que han prevalecido criterios,
en muchos casos, arbitrarios e indiscriminados, guiados por intereses políticos y
económicos sectoriales, así como la falta de coordinación y planificación de las diferentes administraciones. Por otro lado, la existencia de grupos de población que
han quedado marginados bien por su ubicación geográfica, bien por el diferente
tratamiento o difusión de las modalidades físico-recreativas y deportivas, o bien
por la falta de ofertas específicas que se adapten a las características, necesidades e intereses particulares de cada sector de población.
El profundo dinamismo que caracteriza a las prácticas físico-deportivas y la
creciente importancia de éstas en la mejora de la calidad de vida de las personas
que conforman la sociedad actual son el origen de la concienciación, cada vez mayor, de las administraciones públicas por conocer la realidad y adaptar sus ofertas
a las demandas de los ciudadanos.
Las tendencias de ocupación del tiempo libre con respecto a las actividades
físico-deportivas, muestran, por un lado, un incremento de práctica activa y, por
otro, un elevado consumo pasivo a través de los medios de comunicación. Estos,
utilizando el engranaje social que se genera entorno al deporte, provocan, cada vez
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más, la realización de eventos deportivos que implican a grandes sectores de población sin, muchas veces, analizar las complejas incidencias sociales que se originan en ellos. Precisamente, si estamos defendiendo un estado de bienestar social,
debemos tratar de controlar todas aquellas variables reales que inciden en él. Para
que un gran evento deportivo se pueda llevar a cabo, es necesario contar con un
complejo entramado organizativo (y sobre todo económico) donde cuestiones de
tipo político, entre otras, tienen un papel relevante y vital.
Todo esto hace que la celebración de determinados eventos deportivos, que
para la mayoría de los ciudadanos territorialmente implicados no tiene mucho sentido, generen importantes y conflictivos procesos en que los distintos agentes sociales que representan a esta sociedad se ven inmersos en controversias de poder
político, económico, cultural, social, deportivo,... Los grandes eventos deportivos
(Juegos Olímpicos, campeonatos mundiales, continentales, vueltas ciclistas, torneos
gran sland,...) generan en la sociedad, en la que se desarrollan, innumerables cambios (en todos los ámbitos) que inciden, directa o indirectamente, en el estilo de
vida propio de esa sociedad. Este nuevo bienestar social, el de la actividad físicodeportiva, de un entramado social sumamente complejo, hay que analizarlo con mayor detenimiento, algo más profundamente, tratando de ver la incidencia y relación
que guarda con algunos aspectos constitutivos de nuestra sociedad actual sobre
todo desde el punto de vista que nos ocupa en estos momentos, la calidad de vida.
Antes de entrar en ello, creemos conveniente abordar un último aspecto
bastante relevante y significativo. En las últimas décadas estamos asistiendo a una
nueva etapa en la historia del hombre, lo que se le conoce con el nombre de crisis
de la modernidad, y que está siendo denominada como la posmodernidad. Esta crisis
de la sociedad industrial conlleva el advenimiento de la sociedad postindustrial
donde los valores más genuinos de la modernidad, como el deporte, necesitan de
una transformación y adaptación a los nuevos tiempos que corren. Estamos ante
una sociedad de servicios donde las nuevas tecnologías han transformado el mundo
laboral quedando el de la producción desplazado por el del consumo. Las actuales
sociedades desarrolladas se mueven en torno al culto al consumo, al tiempo libre y
al placer. El ocio es la gran realidad social de esta era y, a la vez, el gran problema
pues en él convergen dos tendencias irreversibles que se retroalimentan: el desempleo y el incremento incesante de las clases pasivas (Olivera y Olivera, 1995).
Según Lipovetsky (1986, citado por Acuña, 1994), nuestra sociedad, en la
actualidad, no posee un carácter uniforme ya que se encuentra dividida en tres
órdenes bien diferentes:
1. El tecno-económico o estructura social, el cual se encuentra regido por
la racionalidad funcional, es decir, la eficacia, los méritos, la utilidad y la
productividad. Proporciona a la sociedad unas condiciones materiales para hacer del entorno un medio habitable.
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2. El orden político y la justicia social, que se encuentra regido por la igualdad ante la ley, igualdad de medios, de resultados, sufragio universal,...
Consigue que las relaciones entre los miembros de una comunidad sean
pacíficas y aceptadas por la mayoría de ellos.
3. El orden cultural que se encuentra regido por el comportamiento placentero: el hedonismo. Debe crear una unidad de conocimientos y valores,
válidos y comprensibles para el hombre, que le suponen una unidad vital,
un apoyo moral y un arraigo personal en su andadura por la vida.
De esta forma, la vivencia de lo corporal forma parte del proceso de ajuste
cultural encardinado entre el mundo material y el sistema social. Cada sociedad
tiene su propia cultura corporal basándose en parámetros ideológicos, tecnoeconómicos, sociales y culturales. Según manifiestan Olivera y Olivera (1995), la
idea de cuerpo, su tratamiento, usos, hábitos, costumbres, movimientos que suscita, prácticas corporales y actividades físicas recreativas que aparecen en los distintos periodos, están circunscritos en la mentalidad de cada época.
2.- Incidencia de las actividades físicas y deportivas en la calidad de
vida de un grupo social.
A lo largo de la breve reseña histórica realizada anteriormente hemos podido comprobar como, en cada uno los periodos analizados, la actividad física y deportiva ha jugado su papel y ha tenido su propio protagonismo en la sociedad en la
que se circunscribía. Igualmente sucede en la actualidad, cuando nos encontramos
comenzando un nuevo milenio. La vinculación existente entre actividad físicodeportiva y calidad de vida, en determinadas sociedades como las más desarrolladas, va tomando cada vez más fuerza y cuerpo. Se está convirtiendo en el centro
de un discurso (aunque sin estar libre de intencionalidades que van más allá de la
pura promoción y divulgación de la práctica de actividad física y deportiva entre la
mayor parte posible de ciudadanos) que está generando un sin fin de estados de
opinión y de cambios sociales, sobre todo desde el punto de vista de la concepción,
consideración e importancia de ésta. Pero, antes de entrar en materia con una mayor profundidad, es necesario hacer un breve alto en el camino que nos sirva para
aclarar un concepto, como el de calidad de vida, que se encuentra rebosante de
eufemismos.
El concepto de calidad de vida no deja de ser una noción envuelta de un
enorme subjetivismo ya que no es algo que dependa de referentes claros y concisos, que nos permita numerar y cuantificar su grado de cumplimiento o de ausencia,
para determinar, en mayor o menor medida, si un grupo social posee un tanto por
ciento de calidad de vida o si ésta es alta o baja. Esta situación, que ya de por sí
llega a ser muy peliaguda cuando es analizada en el propio seno de una sociedad
concreta y bien delimitada, se puede llegar a complicar mucho más si se pretende
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establecer, conceptualizar, universalizar y hacer extensible, a toda la humanidad,
un término como éste.
En la mayoría de casos donde son investigados, analizados o estudiados aspectos con una carga social importante, como el caso que nos ocupa, es básico partir del contexto social donde se desarrollan éstos. De ahí que, si buscásemos establecer un concepto universal de calidad vida, estaríamos cometiendo un grave error
ya que encontraríamos un sin fin de problemas que nos harían desistir de nuestro
empeño por la complejidad que esto conlleva. Es prácticamente imposible encontrar, tener presentes, barajar y aglutinar todos los referentes que puedan ser
extrapolables a los diversos contextos sociales del planeta. Solamente, haciendo un
esfuerzo bastante grande, se podría llegar a establecer un marco general de este
concepto que, a buen seguro, no diferiría de tener satisfechas determinadas necesidades básicas como alimentación, vivienda, trabajo, paz, sanidad, ...
Si preguntásemos por su concepto de calidad de vida a uno de esos millones
de niños negros africanos que vemos a diario, en los distintos medios de información, completamente desnutridos y casi moribundos, seguramente su respuesta iría
encaminada a pedir un poco de alimento con el que poder paliar su hambre y algunos
medicamentos para poder curar sus enfermedades. Si esta misma pregunta la realizáramos a niños de países árabes y/o musulmanes sus respuestas versarán sobre
la religión, la ausencia de paz,...
La erradicación de la explotación infantil para conseguir mano de obra barata sería una de las preocupaciones en países asiáticos. La inestabilidad que se vive
en los órdenes políticos, económicos, ideológicos y sociales, que se materializan en
falta de trabajo, de paz y, en algunos de ellos, de libertad hacen de éstos los problemas acuciantes de los países centro y sudamericanos. Tras la disgregación geográfica sufrida en los países de la Europa del este, la paz y la estabilidad política y
económica, son las principales preocupaciones, mientras que el paro y el terrorismo
lo son para los ciudadanos españoles.
Pues bien, toda esta situación planteada anteriormente nos puede servir,
aunque somera y rápidamente, para llegar a entender el alto grado de pluralidad
que posee el término calidad de vida y la dependencia tan grande que tiene del entorno social. Incluso en un mismo sistema social concreto, cerrado, establecido,
como es el caso de nuestra propia sociedad, este concepto no es el mismo, ni tiene
el mismo significado para todas las personas que la componen. Aunque el referente
general sea el mismo para todos, existen un sin fin de variables que lo convierte en
algo que depende de la propia microsociedad del individuo. Veamos un ejemplo de
esto partiendo de una macrosociedad como es la Comunidad Económica Europea.
En el contexto de la sociedad generada en torno a la CEE, encontramos algunas diferencias entre los distintos países que la componen, que llegan a ser rele-
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vantes y significativas, bien sea por razones históricas o incluso climáticas, como
sucede, por ejemplo, entre las sociedades nórdicas y las mediterráneas. Estrechando un poco más el círculo, hasta dejarlo reducido a un solo país, podemos comprobar como incluso esa misma sociedad no es del todo homogénea.
Si le plateamos esta cuestión a una mujer nos dará una respuesta que, a
buen seguro, diferirá, en algunos aspectos, de la de un hombre por razones meramente de género (no discriminación, igualdad de oportunidades, violencia doméstica,...). Si se lo preguntamos a un niño minusválido seguramente para él los indicadores de calidad de vida no son los mismos que para un niño que salta a diario y juega
con sus compañeros de clase en el patio del colegio. Si se lo planteamos a un niño de
raza gitana que habita en las chabolas de una gran ciudad como Madrid o Barcelona
sus ideales de calidad de vida no serán los mismos que para el hijo de un alto ejecutivo que posee un edificio de oficinas en el centro de la ciudad y que vive también a
las afueras, pero en una lujosa urbanización en un chalet de varios miles de metros
cuadrados con vigilantes privados. Mientras el primero ocupa su tiempo en deambular y jugar por lugares sucios y mugrientos, el segundo asiste a clases de equitación, natación, tenis, inglés, conservatorio, ...
En definitiva, a medida que incrementamos el núcleo poblacional al que hacer
extensivo un concepto de calidad de vida concreto, los problemas encontrados serán mayores. Ha quedado patente que el concepto de calidad de vida es algo totalmente subjetivo, que cada uno de nosotros tiene su propia concepción de calidad de
vida según sus propios referentes sociales. A lo largo de la historia, como hemos
podido apreciar en la breve exposición realizada al comienzo de este capítulo, el
concepto de calidad de vida ha ido evolucionando y sufriendo diferentes transformaciones. Por otro lado, nunca ha sido algo genérico y extensible para toda la sociedad, precisamente las diferentes clases sociales existentes, en determinados
momentos históricos, han provocado distintos niveles de calidad de vida, es decir,
un concepto válido y específico del grupo y de la clase social de pertenencia y/o
referencia. Por lo tanto, estaríamos ante un concepto abierto y en continua evolución, cargado de una gran relatividad y subjetividad.
Pues bien, en base a todo ello, creemos conveniente dejar claro que a partir
de estos momentos, a no ser que se indique lo contrario, vamos a utilizar como contexto de nuestra exposición el de una sociedad desarrollada y avanzada como lo es
la sociedad europea de la CEE donde se encuentra insertado nuestro país. Aquí trataremos de contextualizar el término y el significado de calidad de vida, o por lo
menos como es entendido en estos momentos, tratando de no perder de vista las
cuestiones esgrimidas anteriormente.
2.1.- Desarrollo económico y calidad de vida.
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Martínez del Castillo, citando a Koml (1998), manifiesta que el término calidad de vida se acuñó, en el contexto social y político del llamado Estado del Bienestar, en la sociedades industriales occidentales de principios de los años sesenta
hasta la crisis del petróleo de 1973. Desde entonces ha registrado una gran variedad de significados e interpretaciones que van desde los conceptos planteados para comparar parámetros de salud o bienestar humano y social, hasta el más amplio
uso del término como eslogan político. Esta polisemia que se ha ido generando llega
a plasmarse a través de otros términos a los que se ha ido asociando: salud, bienestar, estilos de vida, condiciones de vida, nivel de vida, grado de satisfacción de
necesidades, grado de desarrollo socioeconómico,...
Precisamente fue en esta década cuando comenzó a irrumpir con más fuerza
este concepto incidiendo en ello, según Generelo (1998), la ruptura que se produce
en la creencia de que la relación entre desarrollo, crecimiento económico y bienestar es una relación en cadena. Es decir, como pudimos comprobar a partir de esta
fecha, no siempre un paulatino crecimiento económico lleva consigo una mejora y un
incremento del bienestar social. Tal es el caso que la situación llega, por momentos,
a invertirse hasta el extremo que a mayor nivel de vida hallamos una peor calidad
de vida. En definitiva, un mayor nivel de vida no significa tener una mejor calidad
de vida.
El concepto de nivel de vida esgrimido por González (1998: 485-486), viene
a corroborar este planteamiento ya que lo entiende como “el resultado de un cúmulo de bienes materiales que potencialmente nos pueden otorgar un cierto confort,
aunque en la práctica, muchas veces, no disfrutemos de los bienes adquiridos con
tanto esfuerzo, por que no tenemos tiempo, ya que lo seguimos hipotecando en aumentar ese cúmulo de bienes. Si realmente reservásemos un tiempo libre para poder disfrutar de ese Nivel de Vida y dedicarnos a nuestra realización personal,
estaríamos ya adentrándonos en el ámbito de la Calidad de Vida”.
Uno de los grandes costos, e inconvenientes del desarrollo económico, puede
estar en la pérdida de determinados parámetros que fundamentan precisamente la
calidad de vida en una sociedad como la nuestra. La búsqueda de cantidad lleva implícito, en la mayoría de los casos, una pérdida de la calidad. Un sistema social capitalista como el nuestro es muy dado a empujar hacia la cantidad impidiéndonos, en
muchos casos, disfrutar de la calidad. La lucha diaria en la que nos vemos inmersos,
por conseguir tener cada vez más cosas tangibles e inmediatas (objetos, dinero,...),
hace que obviemos otros aspectos ligados más a la calidad como, por ejemplo, disponer de un tiempo libre para poder disfrutar de él de forma que repercuta en
nuestro propio bienestar personal elevando nuestra calidad de vida realizando actividad físico-deportiva.
Aunque todo esto es ciertamente relativo. Para unas personas lo más importante es tener mucho dinero, por entender que el dinero genera a su vez una serie
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de situaciones placenteras y no escatima nada de su tiempo para conseguirlo. Mientras que otras personas entienden que el dinero es algo importante en esta sociedad capitalista pero no lo son menos otros aspectos que están totalmente relacionados con el propio individuo como es su salud, tanto física como mental, de ahí que
reserven un espacio de su tiempo para ellos mismos, para su ocio y su diversión, y lo
utilicen, por ejemplo, realizando práctica de actividad físico-deportiva.
Bien es cierto que este concepto está cambiando poco a poco con el paso del
tiempo hasta el punto de haber superado esa visión reduccionista de que el bienestar social se produce como una consecuencia del incremento del consumo humano y
de la felicidad que esto proporciona a las personas. Estamos ante un nuevo concepto de calidad de vida hacia el que está tratando de evolucionar la sociedad actual y
en el que las referencias no son ya cuestiones puramente económicas. Con él se
ponen en tela de juicio que los indicadores de tipo cuantitativo sean los únicos válidos para determinar el grado de bienestar de un grupo social determinado siendo
necesario acudir a otros indicadores de tipo cualitativo para ello.
2.2.- ¿Qué entendemos por calidad de vida?.
Puig (1998) indica que, desde el punto de vista sociológico, el bienestar es
un término que varía de unas sociedades a otras. De esta forma, según el grado de
desarrollo que posea la sociedad en cuestión, el bienestar social puede consistir, en
algunos casos, en tener vivienda y alimentación asegurada, mientras que, en otros,
se considera que para hablar de bienestar, al margen de que las personas tengan
satisfechas las necesidades básicas, es necesario que puedan dar curso a sus ambiciones individuales, a cultivar el espíritu, a desarrollar aficiones, etc
Una concepción de calidad de vida, basada en cuestiones de satisfacción de
necesidades, la podemos encontrar en Setién (1993: 26), citada por Generelo
(1998), quién la define como “el grado en que se satisfacen las necesidades humanas. En los ámbitos geográficos y en las áreas concretas donde las necesidades
queden más satisfechas, la Calidad de Vida será mejor; tal sociedad o tales áreas
estarán más desarrolladas. En el caso contrario, la sociedad o el aspecto concreto
estará menos desarrollado y la Calidad de Vida será peor”.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término
calidad como la “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a una cosa, que
permiten apreciarla como igual, mejor o peor que las restantes de su especie”. Si
entendemos este término como algo tangible lo podemos apreciar como algo totalmente objetivo ya que se puede comparar con las cualidades de otro para determinar su cierto grado de excelencia. Pero bajo la acepción que aquí estamos planteando no lo podemos tomar así puesto que la calidad de vida es algo intangible.
Nosotros entendemos la calidad de vida como el conjunto de propiedades o cualidades inherentes en sí a la vida social de un grupo de individuos que la distingue
- 15 -
como mejor que otras formas de vida existentes en ésta o en otras sociedades. Es
decir, un término cargado de una gran subjetividad y dependiendo en gran medida
del contexto social al que lo estemos refiriendo, como ya hemos tratado de argumentar con anterioridad.
En base a estas dos definiciones es necesario conocer cuales son estas características, propiedades o cualidades así como las necesidades humanas a las que
nos estamos refiriendo. Setién (1993: 129-130), siguiendo la teoría de Maslow, las
diferencia en dos grandes bloques: las necesidades básicas y las necesidades de
autorrealización o metanecesidades.
!"
Necesidades básicas:
#"Fisiológicas: hambre, sed, sueño,...
#"De seguridad: deseos de estabilidad, orden, de un mundo organizado y
pronosticable, con ausencia de amenazas y peligros.
#"De pertenencia y amor: necesidad de sentirse aceptados e integrados.
La falta de atención de esta necesidad provoca inadaptación social.
#"De estima: aceptación de uno mismo, la autoestima, y la aceptación o estima de los demás contribuyen a dar estabilidad a la propia personalidad.
!"
Necesidades de autorrealización o metanecesidades (para poder hablar de este
tipo de necesidades es necesario que la básicas estén relativamente cubiertas
al menos). Estas se ponen de manifiesto en las aspiraciones trascendentes, vida
espiritual, el deseo de verdad, belleza, justicia, bondad, simplicidad, mejoramiento, serenidad, perfección, paz, autosuficiencia, autenticidad, en deseos de
conocer, comprender, analizar y explicar.
Con respecto a esta teoría de Maslow, Generelo (1998) hace un inciso para
manifestar que es necesario destacar algunas características referentes a estas
necesidades humanas:
!"
!"
Las necesidades y su satisfacción se ven influidas por las condiciones exteriores: cultura y socialización. Igualmente, por condicionantes internos: idiosincrasia del individuo.
Las necesidades humanas nunca se agotan, jamás se satisfacen completamente
ya que los seres humanos siempre permanecen en un estado de carencia relativa. Es decir, siempre hay necesidades que cubrir, de ahí la búsqueda continua
de la mejora.
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!"
!"
Las necesidades son universales, aunque con manifestaciones culturales específicas. Es decir, las necesidades son las mismas mientras que la satisfacción es
específica y podrá ser diferente dependiendo del modelo cultural.
“... se debe entender como algo próximo, cercano, que situaremos en el terreno
de lo cotidiano. La Calidad de Vida no es algo etéreo, que hace solamente referencia a logros alcanzables a largo plazo. La Calidad de Vida hemos dicho que es
un concepto dinámico cambiante que exige de la persona capacidad de adaptación. La identificamos, en buena medida, con la capacidad de encontrar disfrute
y equilibrio en las diferentes situaciones de vida en las que nos desenvolvemos.”
(Generelo, 1998: 314)
2.3.- Actividad físico-deportiva como indicador de calidad de vida.
En las sociedades desarrolladas, con un elevado grado de complejidad y con
un alto nivel de bienestar, satisfechas gran parte de las necesidades primarias
básicas planteadas anteriormente, se genera la necesidad de satisfacer otro tipo
de necesidades. Por otro lado, en las sociedades llamadas postindustriales se está
produciendo un cambio social y cultural importante donde, según Buñuel (1995:
337), “se observa un auge de nuevos valores, tales como: una libertad sin restricciones, reforzamiento del yo individual y rechazo de la disciplina; en general, una
mayor preocupación por la calidad de vida frente a preocupaciones, fundamentalmente económicas, de las sociedades industrializadas”
En este sentido, Lagardera (1995) manifiesta que las sociedades complejas
avanzadas dirigen sus progresos hacia la satisfacción de necesidades de otro orden, denominadas necesidades terciarias, fundamentalmente plasmadas en los servicios sociales como comunicación, sanidad o educación. Ahora bien, a medida que
estos servicios sociales tienden a generalizarse a toda la sociedad va surgiendo, en
los individuos que la componen, el deseo de satisfacer necesidades que no sean estrictamente materiales. De esta forma, en este tipo de sociedades, la calidad de
vida supone, además de los aspectos puramente materiales, disponer de tiempo
para poder cultivar intereses personales, tener la posibilidad de gozar de vacaciones, de realizar viajes, de disfrutar del medio natural y de tener un acceso seguro
a la práctica de actividad físico-deportiva.
Así pues, el acceso al deporte, tanto en la práctica como a su consumo en
forma de espectáculo, se interpreta como un indicador que atestigua la calidad de
vida de un determinado grupo humano. Puig (1998: 20) manifiesta que “no hay duda
de que al hablar de calidad de vida, deporte y sociedad estamos en el caso de sociedades avanzadas -como la nuestra- en las cuales nadie pone en duda que el deporte sea un componente más de los que contribuyen al bienestar colectivo, a la
calidad de vida en definitiva”.
- 17 -
El concepto de calidad de vida que defiende González (1998) está basado en
un modelo factorial compuesto por tres elementos: trabajo, ocio y salud. Pero estos factores no actúan de forma aislada sino que interactúan entre ellos de tal
forma que según la cantidad y calidad de cada uno de ellos así ejercerá influencia
sobre los demás. Por lo que respecta al ocio, indica que el ocio físico-deportivo
puede llegar a contribuir a la prevención de desajustes y a restablecer el equilibrio
perdido. Igualmente, el ocio mediante la actividad física, además de contribuir a
mejorar la salud, se configura como un elemento importantísimo a la hora de promover la calidad de vida de la personas en las sociedades desarrolladas.
En este sentido, podríamos manifestar, sin temor a equivocarnos, que la
práctica deportiva tal y como está siendo entendida en la actualidad es una necesidad que ha sido creada por la propia sociedad desarrollada como una forma de ocupar el tiempo libre disponible que genera, a su vez, un sin fin de beneficios para los
ciudadanos que lo practican.
Las distintas investigaciones que se han realizado en los últimos veinticinco
años ponen de manifiesto que la población cada vez consume más deporte durante
su tiempo libre ya sea en la faceta de práctica como en la de espectáculo que se
genera. Veamos algunos ejemplos de ello.
ñola.
2.3.1.- Disponibilidad y ocupación del tiempo libre de la juventud espa-
Los datos arrojados por la investigación realizada por Ruiz Juan (2000), sobre el alumnado almeriense de Enseñanza Secundaria Postobligatoria y del alumnado de la Universidad de Almería, indican que, en los días, laborables disponen de
poco tiempo libre (dos o menos horas diarias), los fines de semana tienen suficiente tiempo libre (de tres a seis horas diarias) y en las épocas vacacionales poseen
mucho tiempo libre (más de siete horas diarias). Estos resultados parecen confirmar la tendencia generalizada de incremento de tiempo libre y sobre todo la mentalidad de aprovechamiento y disfrute de éste.
Esta misma situación se puede observar en estudios similares, como en el
caso del realizado por Ispizua (1993), en el que se observa como llega a duplicarse
el tiempo libre disponible por los jóvenes los días de asueto con respecto a los laborables. Algo similar aporta al respecto la investigación llevada a cabo por López,
Casado, Montoya y Martínez (1991) con jóvenes andaluces cuando manifiestan que
estos disponen de tiempo suficiente, por lo menos tres días en semana, para realizar actividades de ocio durante su tiempo libre.
La distribución temporal, cuantitativamente hablando, para los diferentes
periodos temporales planteados (días laborables, fines de semana y periodos vacacionales) en el citado estudio de Ruiz Juan (2000), presenta características tan
definidas (delimitación de obligaciones, necesidades y relaciones sociales conve-
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nientes, ineludibles o deseables) que existe una clara tendencia a realizar un tipo
de actividades determinado para cada uno de ellos. Según la cantidad de tiempo
libre disponible, se observa que la ocupación mayoritaria que hacen de éste los días
laborables –cuando es menor la disponibilidad de tiempo libre expresada- es mediante actividades de ocio pasivo, durante los fines de semana lo que más realizan
son actividades de relación social y diversión, y en periodos vacacionales –cuando
mayoritariamente afirman disponer de bastante o mucho tiempo libre- suelen practicar, preferentemente, actividades de ocio activo y deportes.
Todos los resultados encontrados en las diversas investigaciones (García
Ferrando, 1990, 1993a, 1993b, 1997; Andreu, 1993; Ispizua, 1993; Navarro y Mateo, 1993; Junta de Castilla y León, 1994; Romero, Martínez, Pacheco, Sanchís,
Antequera y Rey, 1994, García Montes, 1997), no analizan las actividades realizadas por periodos temporales, sino como totalidad de tiempo libre disponible. Sitúan, entre el conjunto de actividades preferidas para ocupar el tiempo libre, las de
relación social y diversión, así como las de ocio pasivo. Es conveniente reseñar que
casi todas las actividades que engloban los dos bloques de actividades expuestos
anteriormente pueden ser realizadas paralelamente a la ejecución de otras tareas,
tanto de carácter obligatorio como voluntario, constituyendo en la mayoría de casos pseudo-ocios, que no requieren expresamente de largos periodos de tiempo
para ser llevados a cabo.
Entre las actividades de relación social y diversión los diferentes estudios
destacan el charlar con los amigos como actividad más significativa, también se
resaltan, aunque menos frecuentemente, el estar con la familia y el ir de discotecas/pubs/bares.
Como actividades más frecuentes, de entre las que se han denominado de
ocio pasivo, aparecen las de uso y disfrute de los medios audiovisuales (ver la televisión/vídeo, escuchar la radio y/o el equipo de música, jugar con el ordenador,
etc.), encuadrándose en ocios caseros, los cuales predominan cada vez más que los
que se realizarían desplazándose al cine, al teatro y/o a un espectáculo musical,
entre otras posibilidades. Es destacable que esta situación es más característica
de los jóvenes de aquellas comunidades autónomas con condiciones climáticas más
extremas y municipios más urbanizados.
No obstante, en general, se observa una tendencia hacia una mejora en la
calidad del ocio de la juventud, incrementándose las cifras de los que dicen ocupar
su tiempo libre con actividades que suponen una actitud activa o con una clara implicación en la práctica, como puede ser la lectura, los ocios creativos y productivos
y las actividades físico-deportivas.
En lo referente al tema que nos ocupa, la práctica de actividades físicas y/o
deportivas como forma de ocupación del tiempo libre, en primer lugar hacer men-
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ción sobre los requerimientos de unidades temporales suficientemente largas que
éstas necesitan para ser llevadas a cabo y, en segundo lugar, destacar que las variables de análisis, habitualmente utilizadas, nos aportan cómputos totales de
tiempo libre y la catalogación general de actividades, independientemente de los
requisitos para ser practicadas de unas y otras.
A lo largo del tiempo se ha producido una clara evolución con respecto al
número total de practicantes de actividad física, habiendo crecido de manera considerable las cifras, independientemente de los grupos de edad y sexo. Creemos
conveniente recordar que estamos haciendo referencia al uso de unos u otros tipos
de actividades como forma preferente de ocupar su tiempo libre.
Conviene destacar un dato aportado por García Ferrando (1997) en el estudio sociológico sobre comportamientos actitudes y valores de los españoles y el
deporte, 1980-1995. Los jóvenes entre 16 y 24 años son, de toda la población española, los que más deporte practican, con un 53%, siendo igualmente los que más
deporte ven, con un 36%. Por su parte, los varones españoles manifiestan hacer y
ver deporte (41% y 46% respectivamente) en mayor cuantía que las mujeres (23%
y 19%), aunque las cifras obtenidas en nuestra investigación (Ruiz Juan, 2000) presentan menos diferencias entre chicos y chicas en las poblaciones analizadas. Anteriormente, en su estudio (García Ferrando, 1993a) sobre los jóvenes universitarios, destaca que el hacer deporte alcanza menor importancia en éste colectivo,
que entre la juventud en general, aunque sigue siendo una de las actividades más
relevantes de su ocio, siendo elegida por ellos siempre que tienen oportunidad.
Otros datos de relevancia que creemos conveniente reseñar son los aportados por un estudio en la Comunidad Autónoma de Castilla y León (1994), en una población de 15 a 29 años, la práctica deportiva se observa como una actividad que es
realizada por los jóvenes castellano-leoneses con frecuencia típicamente semanal
(30%), frente al 19% de práctica diaria. Por su parte, Romero, Martínez, Pacheco,
Sanchís, Antequera y Rey (1994), en el estudio realizado sobre el municipio de Sevilla, manifiestan que los jóvenes sevillanos de 15 a 24 años, ponen en primer lugar
la diversión (40%) y, en segundo lugar, hacer deporte (24%).
Según todo lo expuesto, las conclusiones a las que podemos llegar, referentes a la disponibilidad de tiempo libre y ocupación de este por parte de la juventud
española, extraídos de los diferentes estudios reseñados anteriormente, son las
siguientes:
1. Los días laborables dicen disponer de poco tiempo libre (dos o menos horas diarias), los fines de semana suficiente tiempo libre (de tres a seis horas diarias)
y en las épocas vacacionales mucho tiempo libre (más de siete horas diarias).
2. Para cada uno de los periodos temporales planteados existe una clara tendencia
a realizar un tipo de actividades determinado. Así pues, la ocupación del tiempo
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libre durante los días laborables es empleado mayoritariamente en hacer actividades de ocio pasivo, durante los fines de semana lo que más realizan son actividades de relación social y diversión, y en periodos vacacionales suelen practicar preferentemente actividades de ocio activo y deportes.
3. Se ha producido un claro incremento de la actividad físico-deportiva durante el
tiempo libre, independientemente de los grupos de edad y sexo, aunque siguen
siendo los varones y los más jóvenes los que más realizan.
En definitiva, en nuestra sociedad la actividad físico-deportiva se ha convertido con el paso del tiempo, sobre todo entre la juventud, en una actividad de
ocio como otra cualquiera, produciéndose cada vez un mayor incremento en la ocupación del tiempo libre con este tipo de actividad. Para Digel (1995: 665), “el deporte es un fenómeno de la modernidad. Por consiguiente, promover el deporte significa promover la modernización de la sociedad”.
2.3.2.- Motivos aludidos, por la juventud española, para practicar actividades físico-deportivas.
Haciendo nuevamente alusión al estudio realizado por Ruiz Juan (2000), sobre el alumnado almeriense de Enseñanza Secundaria Postobligatoria y del alumnado de la Universidad de Almería, encontramos los siguientes resultados:
#"El alumnado almeriense de ESPO manifiestan, como la razón más señalada, porque le divierte (81%), seguida de la de estar en forma (79,9%), el gusto por
hacer ejercicio físico (75,2%), mantener o mejorar la salud (67,2%), para relajarse (54,4%) y el gusto en sí por el deporte (50,5%). Con menos del cincuenta
por ciento, por orden de porcentajes, aparece la evasión o escapar de la rutina
o de los problemas, porque permite estar con los amigos o éstos la realizan, por
permitir conocer a nueva gente y/o hacer relaciones sociales, mantener la línea
o motivos de estética, por el gusto de competir, para mejorar la autoestima,...
#"Entre las diferentes razones aludidas, por el alumnado de segundo ciclo de la
Universidad de Almería, para haber realizado actividad físico-deportiva de
tiempo libre, la más señalada es la de estar en forma (80,6%), seguida de mantener o mejorar la salud (73,3%), el gusto por hacer ejercicio físico (70,5%),
porque le divierte (68,8%), para relajarse (65%). Con menos del cincuenta por
ciento, por orden de porcentajes, aparece la evasión o escapar de la rutina o de
los problemas, el gusto en sí por el deporte, mantener la línea o motivos de estética, porque permite estar con los amigos o éstos la realizan, para mejorar la
autoestima, por permitir conocer a nueva gente y/o hacer relaciones sociales,
por el gusto de competir...
Igualmente, se les pidió a ambos colectivos que, de entre los motivos mentados anteriormente, enumerasen, por orden de importancia, los tres principales
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motivos que les llevaron a ocupar su tiempo libre con algún tipo de práctica físico
deportiva.
Se puede observar que los mayores porcentajes, tanto en el primer motivo,
como en el segundo y el tercero, son para alguno de los motivos que en el ítem anterior son reconocidos por más del cincuenta por ciento de la población objeto de
estudio. Encontramos como primer motivo para realizar actividades físicodeportivas en el tiempo libre, el gusto por el ejercicio físico, como segundo el estar en forma, ocupando el tercer lugar las ganas de divertirse y para relajarse.
Los motivos anteriormente expuestos aparecen también entre los primeros
en los resultados de diferentes investigaciones (García Ferrando, 1990, 1993a,
1993b, 1997; Corcuera y Villate, 1992a, 1992b; Ispizua, 1993; Romero, Martínez,
Pacheco, Sanchís, Antequera y Rey, 1994, García Montes, 1997). Las diferencias de
orden suelen referirse a la edad y al sexo, siendo los más jóvenes y los varones los
que suelen situar en los primeros lugares el ambiente de diversión y relación social,
así como el gusto por la práctica, mientras que los más mayores y las mujeres señalan más la salud y la forma física y estética.
En definitiva, podemos comprobar como existe cada vez una mayor concienciación sobre los beneficios que produce la práctica de actividad físico-deportiva
en el tiempo libre en los sujetos. Los motivos anteriormente expuestos vienen a
corroborar que uno de los indicadores de calidad de vida, en una sociedad avanzada
como la nuestra, es la actividad física y deportiva. Por un lado, como elemento generador de bienestar personal ocasionado por el propio placer de la práctica, la
diversión que ésta produce y las posibilidades de ampliar relaciones con otras personas. Por otro, desde el plano de la salud, una vez que se ha superado el antiguo
concepto de salud y actividad física, ya que se está instaurando el nuevo concepto
basado en la prevención: es más económico y rentable prevenir que curar.
Al margen de los propios beneficios intrínsecos de la práctica de actividad
físico-deportiva, existen otros motivos o intereses creados, por la propia sociedad
capitalista, para ocupar ese tiempo de ocio que se produce en ella de tal forma que
genere satisfacción a sus integrantes. Igualmente, como consecuencia del propio
sistema económico, también existen una serie de intereses relacionados directamente con la economía y la política, en definitiva con el poder. Estos elementos no
pueden ser obviados ya que influyen directamente en la propia práctica, tanto en la
forma como en los agentes que utilizará para ello.
3.- Características del deporte moderno.
Según hemos podido comprobar, la evolución de la actividad físico-deportiva
corre pareja a la humanidad, siendo un fiel reflejo del entorno social en que se desenvuelve. Aunque existan muchos elementos comunes a las prácticas físicodeportivas, a lo largo de las distintas épocas que hemos podido ir analizando, en la
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actualidad podemos encontrar algunos aspectos que diferencian a la actividad físico-deportiva actual de la que se realizaba en tiempos anteriores y que la convierten en singular. Para Domínguez (1995) las tres que más resaltan son:
#"Carácter incruento. La integridad física de los practicantes está asegurada en la actualidad, la crueldad ha sido desterrada del deporte actual,
al menos en sus formas más alevosas.
#"Apertura social. Abierto a todos y sin limitaciones de sexo, raza, razón
social, ni grupos sociales, no como sucedía antaño, que era privilegio de
las clases dominantes. No quedan prácticamente actividades exclusivas,
y el deporte ha dejado de ser un símbolo de clase.
#"Diferenciado. Con el discurrir de los años el deporte fue quedando vinculado con la Educación Física, que ha sido su compañera de viaje hasta no
hace mucho tiempo, recibiendo ambas disciplinas un tratamiento conjunto. A mediados de siglo se produce la generalización de la Educación Física en el proceso educativo, con un carácter puramente pedagógico, en
este momento se comienza a delimitar claramente la frontera entre
Educación Física y Deporte. Aunque la interrelación entre ambas disciplinas es importante, su individualización es una auténtica realidad.
La situación de la práctica físico-deportiva, en un momento concreto, obedece, en su mayor parte, a unas pautas marcadas por el contexto socio-histórico de
cada época. La realidad que nos encontramos actualmente es que el deporte, como
consecuencia de las características específicas que posee, es considerado un fenómeno social. Estas características, según Domínguez (1995), son:
1. Universalización. Gracias a los avances tecnológicos y a los medios de comunicación, se ha producido una gran difusión del deporte por todos los confines del
planeta. La consecuencia de la aparición continua del deporte en la cresta de la
información ha contribuido para que sea uno de los hechos sociales contemporáneos de mayor divulgación.
2. Jerarquización. La podemos apreciar en el trato recibido tanto por deportistas
como por deportes. Los primeros, según los logros que obtengan, adquieren un
estatus que condiciona su consideración a todos los niveles (sociales, económicos,...). Los segundos, están sometidos a una fuerte jerarquización en función
de su valor social. A pesar de los esfuerzos que se están haciendo por equilibrar el mundo del deporte, la realidad sigue marcando unas diferencias todavía
demasiado grandes.
3. Diversificación. La variedad es quizá la característica que más define al deporte moderno ya que, en la actualidad, el abanico de posibilidades de práctica de
actividades físico-deportivas es sumamente amplio, profuso, diverso y cambian-
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te lo que hace difícil que se realice una clasificación que abarque todas las
áreas. Además, podemos llegar a encontrar un sinfín de variantes de una misma
actividad con dinámicas internas que llegan a ser totalmente propias y diferentes (alta competición, deporte escolar, de ocio...).
4. Instrumentalización. Las funciones catártica, agonística y lúdica pronto dejaron
paso a una feroz especulación en torno a los componente socio-competitivos inherentes a la práctica deportiva. Es la época actual en la que más se utiliza el
deporte para los más diversos fines, es decir donde mayor instrumentalización
existe. Se utiliza, entre otras muchas situaciones, como vehículo publicitario,
como paradigma moral y como soporte político.
5. Estructuración. En el momento en que el deporte ha acrecentado su diversidad,
variedad y complejidad, ha provocado que surjan instituciones encargadas de
aglutinar actividades de características más o menos afines y que desarrollan la
tarea de organizar las diferentes áreas. De esta forma, llevan a cabo su labor
comités, consejos y asociaciones rectoras de deporte escolar, universitario,
ocio y tiempo libre, etc. Igualmente, es posible observar como el deporte profesional está caminando por unos derroteros que le están llevando a una total
independización, manteniéndose una postura oficial a favor de la autofinanciación de las grandes macroestructuras deportivas que han sobrevivido muchos
años gracias a la tutela pública. Gran parte del futuro va unido al fortalecimiento de las estructuras gestionadas por profesionales competentes que, partiendo de criterios rigurosos, establezcan un orden coherente en la compleja maraña del deporte actual.
Por su parte, Digel (1995: 666-667), haciendo alusión a que el deporte es un
fenómeno de la modernidad, manifiesta que existen unos rasgos que caracterizan la
cualidad específica del deporte moderno en su interacción recíproca con la sociedad moderna, de tal forma, que ponen de manifiesto el potencial socializador inherente al deporte y que son:
1. Racionalidad específica. Basada en el sistema CGS que provoca que el deporte
esté representando al mundo de las ciencias naturales.
2. Componenciabilidad y complejidad. De tal forma que tiende a la organización
burocrática, hacia la división del trabajo y a la diferenciación de funciones. En
muchas ocasiones posee una compleja estructura de funciones tanto en lo referente a la propia actividad deportiva como a los procesos sociales relacionados
con ella. Es necesaria una forma de pensar especial.
3. Viabilidad. Predomina una actitud de resolución de problemas respecto a la realidad. Esto hace que se estén continuamente inventando nuevas habilidades y
técnicas y que las reglas de los deportes estén cambiando y siendo adaptadas a
las necesidades que hay que cubrir.
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4. Progresividad. La participación en el deporte está dominada por los principios
de la maximización hasta el punto que no se producen estados estables durante
mucho espacio de tiempo, todo tiene que ser mejorado continuamente bajo la
máxima de “lo más alto, lo más rápido, lo más lejos,...”
5. Planificación. Imprescindible para conseguir alcanzar el éxito en las distintas
actividades realizadas. Esto conlleva posponer la satisfacción inmediata en aras
de una satisfacción (deseada) a largo plazo, cuyo logro requiere aceptar las
frustraciones.
6. Reglas y justicia. Se caracteriza por un conjunto de reglas, donde se hace necesario fomentar expectativas de justicia general asumiendo que todos son
iguales. Esto lleva implícito que el sistema deportivo esté ligado a un estándar
moral en el que exista una neutralidad oficial e impersonal y donde cada participante tenga motivos para esperar ser tratado con justicia.
7. Control de emociones. El refinamiento de éste aspecto es esencial en el deporte moderno hasta el punto que está permitido expresar las emociones pero sólo
dentro de unos límites.
8. Individualidad. La persona ocupa una posición central y los valores individuales
ocupan un puesto elevado en la jerarquía de valores. En deporte la libertad individual y los derechos individuales se dan por garantizados como imperativos
morales.
3.1.- Valores asociados al deporte en las sociedades avanzadas del siglo XXI.
Por medio de la práctica físico-deportiva de manera regular se pueden ir
adquiriendo determinadas actitudes que pueden llegar a generalizarse y a extenderse en todo el contexto social. De esta forma, las actividades físico-deportivas
generarán una serie de valores que serán absorbidos e incluidos en la convivencia
social. Cazorla (1979, citado por Acuña, 1994: 447), haciendo referencia a estos
valores esenciales que el deporte aporta a las sociedades contemporáneas, indica
que son los siguientes:
1. El deporte posee un elevado valor educativo; constituye un elemento importante
para el fortalecimiento del carácter y para la adquisición de fuerza de voluntad.
2. Representa un destacado factor protector de la salud, y esto implica que de su
promoción se derive la mejora de la calidad de vida y la disminución de enfermedades.
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3. Es un buen medio de cohesión, y de identificación social. Por medio del deporte
se produce una identificación del individuo con determinadas representaciones
colectivas, ya sea a escala local o nacional. Igualmente, es la conexión con el
ocio, cuya forma de aprovechamiento es uno de los rasgos más significativos de
nuestra sociedad actual, la sociedad del bienestar.
4. Constituye un importante medio de promoción social y comercial. Para aquellas
personas que no tienen otros procedimientos de proyección y promoción social
el deporte constituye una posibilidad de alcanzar puestos sociales de relevancia. En torno al encumbramiento social de los campeones se produce un fenómeno de emulación de gestos y actitudes que llega a constituir una guía o punto de
referencia por la que conducir su conducta social. O puede ser una fuente de
imitación consumista al convertirse en anunciadores de objetos comerciales para una empresa comercial que los contrata y utiliza sus servicios.
5. El valor humanístico del deporte, según la visión ofrecida por Cagigal (1981). Se
ha hablado de humanismo refiriéndose a todo movimiento con una preocupación
centrada en el ideal humano o en los valores humanos. De esta forma cualquier
realidad social que ayude al mejoramiento de la relación humana puede ser
aceptada como portadora de verdadero valor humanístico. El deporte cumple a
la perfección esta faceta, la prueba de ello la tenemos en que el mayor espectáculo del mundo, en la actualidad, sea un evento deportivo: los Juegos Olímpicos.
Por su parte, Lagardera (1995) y García Ferrando, Lagardera y Puig (1998:
78-81) comentan que, sociológicamente hablando, es importante tratar de detectar
algunos indicadores que nos revelen la asociación existente de ciertos valores al
acto deportivo. Estos valores, que se han ido instalado en la actualidad en las sociedades contemporáneas de forma cómoda y masiva, son los que a continuación
vamos a tratar de describir brevemente:
1. Competencia. El acto deportivo consiste en un enfrentamiento entre contendientes individuales o colectivos y toda la preparación de los deportistas va encaminada a ese momento. La competitividad impregna todo actuar deportivo, incluso cuando uno se ejercita individualmente ya que existen referencias de
tiempo, cantidad de esfuerzo o distancias para compararse y controlar los progresos o retrocesos. El acto deportivo por excelencia es el enfrentamiento
agonal, la competición perfectamente estructurada mediante un sistema de reglas que requiere de un desenlace en el que para que haya un triunfador es imprescindible la existencia de un perdedor.
2. Salud. Desde sus orígenes se consideró a la práctica deportiva como una ejercitación saludable, como un signo de salud. Estar en forma y mantener la salud es
un valor que está íntimamente asociado a la práctica deportiva.
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3. Progreso. Surge como espíritu de superación constante al que no se le vislumbra
límite, llegando a ser considerado como un ideal sumamente positivo para la
formación de personas, de ahí la importancia del deporte como agente socializador.
4. Trabajo sistemático. Un abnegado y constante sacrificio es la clave para la consecución de cualquier objetivo deportivo. El éxito deportivo está asociado al
entrenamiento ordenado y sistemático.
5. Igualdad. Toda competición deportiva está presidida por el valor de la igualdad.
Se procura, de acuerdo a las estructuraciones existentes, que exista igualdad
entre los contendientes, de tal forma que haya un elevado nivel de expectación
ante el evento deportivo, ya que la competición disputada con equilibrio aumenta el interés por el espectáculo entre la población y excita las emociones y pasiones de los espectadores.
6. Justicia. El deporte crea sus propios estatutos, sus propias leyes para regular
los límites tolerantes de violencia. Estas reglamentaciones poseen una lógica interna y son valedoras de un sólido y convincente espíritu de justicia.
7. Victoria. El deporte decanta la moral de triunfo, el afán de vencer, la consecución de victoria, cualquiera que sea el ámbito y nivel en donde se compita, siendo las reglas las que establecen detalladamente como vencer al contrario. Cualquier aproximación al triunfo pero que no lo logre, por meritoria que parezca,
carece al final de significación, los triunfos morales no son reconocidos ni registrados. En el espíritu de ningún deportista se encuentra la idea de competir
para perder o sentirse derrotado de antemano.
En definitiva, estos valores han reforzado las tendencias mayoritarias de la
sociedad o de los grupos de personas más influyentes. En su dinámica y evolución
han sido puestos en circulación, auspiciados y protegidos, incluso por los propios
estados. Al irse extendiendo el sistema deportivo a lo largo del siglo XX la cultura
deportiva se ha difundido por toda la sociedad, con ello su código moral y sus valores, convirtiéndose en una expresión característica de la civilización occidental
contemporánea.
3.2.- Modificación de valores y tendencias de las prácticas físicodeportivas.
Pero la cultura deportiva, como indican García Ferrando, Lagardera y Puig
(1998: 85-88), se ha ido transformando a lo largo de su existencia disponiendo de
indicadores sociales que revelan modificaciones en el catálogo de valores que acabamos de describir.
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1. En la actualidad se está llegando a cuestionar el carácter civilizado de algunas
modalidades deportivas, sobre todo de manifestaciones de máximo nivel competitivo.
2. La práctica deportiva se ha extendido y popularizado, como ya hemos comentado antes, hasta tal punto que actualmente son muy pocas las personas que tienen cerrado su acceso a ella por su situación social, como sucedía en el siglo
XVIII, ya que estas barreras han sido prácticamente eliminadas.
3. Generosidad y solidaridad han sido valores asociados a la practica deportiva,
aunque el rasgo de voluntariado deportivo se encuentra en clara regresión como
consecuencia de las grandes cantidades económicas que se mueven en determinadas prácticas deportivas. La solidaridad ha quedado relegada a ciertos eventos y actos puntuales cuando se efectúan campañas de solidaridad dirigidas a
poblaciones afectadas por alguna catástrofe natural, droga, racismo,...
4. La competición también está siendo cuestionada en los últimos tiempos por amplios sectores de población. Nos encontramos en un momento en el que un elevado número de personas dicen practicar deporte sin competir, precisamente
cuando el deporte de máximo nivel está alcanzando unas cotas de competitividad, profesionalismo, espectáculo y expectación social desconocida hasta ahora
en la historia. Se está produciendo una clara diferenciación, en lo referente a
la práctica físico-deportiva, entre las personas que se ejercitan sistemáticamente como práctica saludable y aquellas otras que se preparan con el afán de
competir y de progresar en su carrera deportiva.
5. El protagonismo social de la mujer, el progresivo envejecimiento de la población
y la defensa y conservación de espacios naturales, son tres fenómenos que se
han dejado sentir sensiblemente en las transformaciones del sistema deportivo
y, por lo tanto, han estimulado su apertura hacia otros modos de hacer y concebir la práctica deportiva.
6. La aventura, la autocomplacencia y la estética corporal comienzan a conformarse como nuevos y actuales valores asociados a diversas formas de práctica deportiva.
En relación con las modificaciones o el cuestionamiento de valores que se
está produciendo, las prácticas de actividades físico-deportivas toman otros derroteros. Entre las tendencias más significativas Gómez Fuertes (2000: 26-27)
destaca las siguientes:
1. Prácticas deportivas competitivas de “bajo compromiso” y competiciones recreativas adaptadas a las demandas de los clientes, con organización ligera, duración limitada (pocas jornadas) u ocupación de los fines de semana o días de
fiesta y horarios a medida de los participantes.
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2. Mayor importancia del centro escolar como punto de iniciación deportiva en
detrimento de los clubes.
3. Aumento significativo de las prácticas deportivas autónomas y sin necesidad de
infraestructuras convencionales....
4. Aumento significativo de las prácticas deportivas denominadas de “riesgo” con
necesidad de infraestructura...
5. Extensión masiva de la práctica deportiva con objetivos de salud, estéticos,
sociales, etc. realizada de forma individual y necesitada de infraestructuras
convencionales.
6. Aparición de los planes personalizados de mantenimiento físico, bien en contacto directo (profesor/instalación/cliente), bien a distancia (correo,... Internet...)
7. Participación cada vez más en las prácticas deportivas de los sectores “especiales” de la sociedad.
8. Aparición de una nueva forma de práctica deportiva familiar derivada de la
progresiva implantación de las grandes superficies comerciales que ofrecen
servicios deportivos y recreativos para todos los segmentos de edad.
9. Aumento significativo de las prácticas deportiva del núcleo familiar en su conjunto, especialmente en los fines de semana, combinados con oferta de hostelería.
3.3.- Educación, actividad físico-deportiva y socialización. Nuevos retos para la escuela del siglo XXI.
Sobre el concepto de socialización podemos encontrar numerosas definiciones, de ellas hemos querido destacar la que realiza Rocher (1985: 133-134). Para él
la socialización es “el proceso por cuyo medio la persona humana aprende o interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socio-culturales de su medio ambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en
cuyo seno debe vivir”. De esta concepción, se pueden sustraer tres aspectos fundamentales:
1. Adquisición de la cultura. De la manera de pensar, sentir y actuar propias del grupo de referencia.
2. Integración de la cultura en la personalidad. De modo que se interiorice,
convirtiéndose en parte de las estructuras mentales, y consecuentemente en la pauta de comportamiento.
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3. Adaptación al entorno social. Al compartir una semejante visión de la
realidad, los miembros de un sistema social tienen la sensación de pertenencia mutua, identificándose en un nosotros.
Basándose en esto, para Acuña (1994: 71), “el proceso de socialización tiene
lugar a través de la vida de las personas, poseyendo como agentes operativos más
destacados a la familia, la escuela, los grupos de edad, las empresas, los sindicatos,
los movimientos sociales, y los medios de comunicación de masas entre otros”. Este
proceso se sitúa con mayor intensidad en la infancia y en la adolescencia, aunque en
la sociedad urbana este proceso se alarga más en el tiempo.
Veamos el papel que juega la educación en el proceso de socialización, y más
concretamente cómo a través del sistema educativo penetra la cultura deportiva
en el tejido social. La enseñanza tiene un marcado carácter social cumpliendo dos
funciones muy importantes. Por un lado, la socialización de los individuos dentro de
unos parámetros culturales concretos y, por otro, el reforzamiento de ciertas estructuras sociales y económicas con el objeto de mantener el status de determinados grupos que dominan la sociedad. El ejemplo más claro lo tenemos en los grandes
esfuerzos que realizan todos los gobiernos de todos los países y determinados grupos de poder por influenciar en el contenido del currículum, ya sea de forma evidente u oculta. La enseñanza no es algo neutral sino que está afectada por circunstancias e ideologías políticas y sociales y adoptará innumerables formas dependiendo de quién esté en el poder (Fernández-Balboa, 1993).
La Educación Física, como parte de la enseñanza, se encuentra afectada por
los mismos aspectos que ésta, siguiendo los dogmas educativos de las diferentes
épocas y sirviendo para reforzar diversas ideologías políticas y económicas. Igualmente, la mayor parte de las actividades físicas se ven influenciadas por un aspecto social de gran relevancia, como es el deporte, llegando a ser difícil de discernir
para muchos entre Educación Física y el Deporte. Así pues, la asignatura de Educación Física no es neutra ya que actúa como reforzante de las estructuras educativas y sociales que existen en la actualidad. Además, está relacionada con el Deporte que cumple y ha cumplido una misión legitimadora de las estructuras sociales
como lo demuestra, por ejemplo, el desarrollo del sentimiento de patriotismo existente en las sociedades actuales.
“El deporte puede favorecer el aprendizaje de los papeles del individuo y de
las reglas de la sociedad, reforzar la autoestima, el sentimiento de identidad y la
solidaridad. Además, parece que los valores culturales, las actitudes y los comportamientos individuales y colectivos aprendidos en el marco de las actividades deportivas vuelven a encontrarse en otros campos de la vida” (VV.AA. 1996: 101). Con
estas palabras queda bastante claro el elevado potencial socializador del deporte.
Aunque es un fenómeno muy complejo y heterogéneo, en el que influyen diversidad
de variables: edad, género, posición social, nacionalidad, creencias religiosas e in-
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cluso rasgos singulares de la personalidad. La escuela no fija y refuerza tan sólo
determinados patrones de conducta sino que consolida y hacer brotar actitudes
positivas frente a la práctica deportiva.
El reto que tiene ante sí la escuela del siglo XXI, por la importancia que
desempeña en el proceso de socialización, no es otro que fomentar entre la comunidad escolar todos aquellos factores que posibilitan una mejor calidad de vida y
luchar contra aquellos agentes o factores que la degradan, debiendo enfrentarse,
en ciertos momentos, contra la propia sociedad y lo que ésta genera.
Para ello es necesario el conocimiento exhaustivo y al día, por parte de los
profesionales responsables, de las características y estructuras existentes en
torno a las actividades físico-deportivas, así como los valores y contravalores que
de ellas se emanan.
En este sentido, como indica Generelo (1998), convendría tener en cuenta
aquellos factores que degradan la calidad de vida: sedentarismo, estrés, agresividad y violencia, falta de seguridad ciudadana, contaminación, deficiente distribución de la riqueza, obsesión por el consumo,... que no son tan fáciles de aislar, dependiendo en gran medida de la interpretación o utilización que se haga. Es precisamente este uso lo que determinará que un agente concreto sea favorecedor o
degradador de la calidad de vida.
Con el deporte sucede algo parecido, es decir, como ha quedado constatado
a lo largo de este capítulo, no cabe la menor duda que es un claro agente favorecedor de la calidad de vida. También es cierto, que hacer un uso incorrecto del mismo
o no controlar determinadas variables que se desarrollan en él, puede desembocar
en la creación de actitudes negativas tanto para los individuos como para la propia
sociedad, como por ejemplo, dopaje, violencia, rivalidad desmedida, consumismo, ...
y, como afirma Generelo (1998: 315), “la solución pasa por promover estilos de vida
que ofrezcan al individuo alternativas a las situaciones degradantes de la calidad
de vida y que en sí mismos constituyan situaciones atractivas”.
Aunque sea reiterativo, quisiera finalizar indicando que la lucha contra los
elementos que degradan la calidad de vida es uno de los retos más importantes que
debe asumir y que tiene ante sí la escuela del nuevo milenio, jugando un papel importantísimo en ello la Educación Física.
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