El derecho a una vivienda digna

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Análisis
El derecho a una vivienda digna
Cuando la tasa de pobreza crece, es el momento de que las autoridades adopten
medidas para evitarla exclusión social
XAVIER GONZÀLEZ DE RIVERA
Elperiódico - Martes, 4 de noviembre del 2014
Durante los primeros seis meses del 2014 ha habido en Catalunya más de 8.600
lanzamientos, es decir, una media diaria de 48 órdenes judiciales para abandonar la
vivienda (33 solo en Barcelona). A nivel de toda España las cifras se disparan hasta 206
desahucios diarios. Estos datos se han reducido respecto al año 2013, pero la
tendencia que podemos observar según los informes publicados por el Consejo
General del Poder Judicial es que el número de ejecuciones hipotecarias han
aumentado y por lo tanto la cifra de lanzamientos en los próximos meses puede
incrementarse respecto de la situación actual.
El derecho a la vivienda está reconocido en los tratados internacionales como uno de
los pilares de la dignidad humana. Así la Declaración Universal de los Derechos
Humanos (artículo 25.1) la equipara al derecho a la alimentación o a la asistencia
médica, o el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(artículo 11), a través de las denominadas Observaciones Generales, y concretamente
la número 7, proclama que este derecho incluye la protección contra los desahucios
forzosos y obliga a los poderes públicos que garanticen el realojo adecuado a las
personas sin recursos que se vean afectadas por esta situación. O la misma Carta
Social Europea que incorpora este derecho como un objetivo que los Estados deben
perseguir estableciendo las condiciones en que se pueda hacer efectivo. Precisamente
porque se reconoce como derecho humano fundamental, el artículo 47 de la
Constitución española lo recopila diciendo que se tiene derecho a disfrutar de una
vivienda digna y adecuada y que los poderes públicos deben establecer las normas
pertinentes para hacer efectivo este derecho, poniendo por delante el interés general
para impedir la especulación.
En la situación actual, en la que la tasa de riesgo de pobreza aumenta año tras año, es
el momento de que los poderes públicos deben adoptar medidas claras y eficientes
para evitar la exclusión social y vulnerabilidad que plantea la ausencia de una
vivienda, y establecer, entre otras medidas, la obligación de las entidades bancarias
tenedores de viviendas vacías que lo destinen a vivienda de alquiler social, o que se
faciliten los mecanismos necesarios que otorguen una segunda oportunidad a las
personas que se encuentren ante un desahucio, por la vía de la dación en pago, del
realojamiento o de acceder a un alquiler social, o que se cree un parque público de
viviendas en alquiler de gestión pública.
A pesar de que el mandato constitucional reconoce el derecho a una vivienda digna y
adecuada, en periodos de crisis como el actual, la realidad nos muestra que este
derecho se coloca en un plano secundario y subsidiario del derecho a la propiedad, sin
que los gobernantes tengan ninguna intención de cambiar las leyes, o simplemente no
lo han podido hacer porque ceden a la presión de determinados poderes económicos
y financieros que no consideran la vivienda como un derecho fundamental digno de la
máxima protección al igual que cualquier otro derecho social.
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