La palabra y los derechos humanos

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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
LA PALABRA Y LOS
DERECHOS HUMANOS
León García Soler
(Coordinador)
MÉXICO, 2004
Primera edición: agosto, 2004
ISBN: 970-644-375-4
© Comisión Nacional
de los Derechos Humanos
Periférico Sur 3469,
esquina Luis Cabrera,
Col. San Jerónimo Lídice,
C. P. 10200, México, D. F.
Diseño de portada:
Flavio López Alcocer
Impreso en México
CONTENIDO
PRESENTACIÓN ..........................................................................................
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INTRODUCCIÓN. EL ESCRITOR Y LOS DERECHOS HUMANOS
León García Soler ................................................................................ 11
PALABRA Y SILENCIO
Aline Pettersson ................................................................................... 13
EL DERECHO DE ASILO OTORGADO POR EL GOBIERNO MEXICANO
A LOS EXILIADOS ESPAÑOLES
Anamari Gomís .................................................................................... 23
FEMINICIDIOS Y HOMOFOBIA, LOS CRÍMENES DE ODIO EN MÉXICO
Jenaro Villamil ..................................................................................... 31
LA TUTELA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO (DERECHOS
HUMANOS Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN LA EDUCACIÓN MEXICANA)
Carlos Pallán Figueroa y Laura Salinas Beristáin ............................. 47
EL DESAFÍO SILENCIOSO
Raymundo Riva Palacio ....................................................................... 73
LOS DERECHOS HUMANOS: UNA REVISIÓN OBLIGATORIA
Carlos Monsiváis ................................................................................. 81
EL 68, LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DEMOCRACIA
Adolfo Sánchez Rebolledo .................................................................... 93
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
UNA DE TANTAS HISTORIAS
Rafael López Jiménez ........................................................................... 105
DERECHOS HUMANOS Y PUEBLOS INDIOS
Jesús Ramírez Cuevas .......................................................................... 119
LOS DERECHOS HUMANOS, UN ASUNTO DE SUPERVIVENCIA
Francisco Rebolledo ............................................................................ 137
¡MI PAÍS, OH MI PAÍS!
Efraín Huerta ....................................................................................... 145
DERECHOS HUMANOS Y MINORÍAS RELIGIOSAS EN MÉXICO
Carlos Martínez García ....................................................................... 149
GUATEMALA, NEGACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
José Luis Balcárcel Ordóñez ................................................................ 163
GLOBALIZACIÓN, DESARROLLO Y DERECHOS HUMANOS
Rolando Cordera Campos .................................................................... 191
SOBRE EL PORVENIR DEL HOMO HUMANUS
Juliana González .................................................................................. 203
PRESENTACIÓN
El conjunto de ensayos y de relatos aquí reunidos muestra, casi de manera
plástica, la gran verdad relativa a que el Estado democrático de Derecho no
nace tal cual, sino que se va forjando y conquistando a través de disidencias,
de incidentes, de retrocesos, de movimientos sociales y avances históricos.
El libro La palabra y los derechos humanos que ahora se presenta tiene
como eje a “la palabra”, no como metáfora o referencia literaria, sino con el
sentido combativo que la opone al silencio, al conformismo o a la falta de valor
civil. “Palabra” como voz de los creadores, de los protagonistas de luchas y de
movimientos; “palabra” que retoma la frase ya histórica de Toronto: “Todo
aquel que ha participado en la lucha por los derechos humanos, sabe que el
verdadero enemigo es el silencio [...] nuestra primera responsabilidad es alzar
la voz...”
Esta obra condensa un conjunto de experiencias y de reflexiones que nos
ayudan a ubicar —en nuestra historia reciente y en la transición que nos modula— un tema que no es menor: ¿de qué hablamos cuando hablamos de derechos humanos? En los ensayos aquí reunidos encontramos, por ejemplo, el
testimonio del periodista que se atrevió a cuestionar a Gustavo Díaz Ordaz
cuando fue nombrado embajador en España, el mismo que cuatro años atrás fue
detenido ilegalmente en Oaxaca acusado falsamente de ser miembro de un
grupo clandestino, torturado con sevicia y, finalmente, liberado con el clásico
“usted disculpe”. El mismo autoasumido indígena oaxaqueño que nos cuenta
su historia desde la palabra.
Si en México, en 1968, hubieran tenido plena vigencia los derechos humanos, si hubiera existido una Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
seguramente no hubiéramos asistido al espectáculo denigrante que brindaron,
como lo refiere otro singular ensayo, los abusos de las fuerzas represivas y la
complicidad con ellos de personeros del poder público. Pero, al mismo tiempo, el ensayo muestra cómo esa movilización cívica fue clave para ir abriendo el camino, a costa de luchas, de esfuerzos y de sacrificios, al respeto a los
derechos humanos de los mexicanos. Hablamos de derechos humanos de primera generación, esto es, el derecho a la vida, a la libertad, a la libre manifestación de las ideas, de las palabras.
En varios ensayos de este libro queda claro que, sin olvidar ni por un momento su carácter fundamental, imprescindible e inalienable, estos derechos no
agotan la agenda de los que se requieren para una vida libre, plena y satisfactoria de los seres humanos. Lo que antes se llamaba el derecho a la felicidad.
Porque una cosa es dejar atrás y enterrar para siempre el dictum del caciquismo que ensombreció gran parte de nuestra vida nacional posrevolucionaria
(“puede escoger entre tres: encierro, entierro o destierro”), y otra es reconocer
y organizar en la democracia a las fuerzas sociales y a las instituciones de un
país, para garantizar el ejercicio del conjunto de los derechos fundamentales,
sin los cuales una sociedad está condenada a la desigualdad, a la pobreza y,
finalmente, a la ingobernabilidad y a la discordia.
Lo que nos conduce al tema de los derechos humanos en las sociedades
modernas y complejas, los derechos de segunda, tercera y cuarta generaciones,
los derechos económicos, sociales y culturales; los derechos de las minorías y
de los grupos en situación vulnerable; los derechos ecológicos; los cuales son
analizados en excelentes ensayos y relatos de este libro. Temas candentes como
las mujeres muertas de Ciudad Juárez, la discriminación de género, la migración (como fenómeno universal), etcétera, encuentran aquí cabida y un tratamiento serio y profundo.
Así, es muy claro que la lucha por los derechos es al mismo tiempo la lucha
contra diversas formas de opresión, de discriminación y de violencia, de ominosos silencios. En los distintos ensayos y relatos que nutren este libro, queda claro que los enemigos de los derechos humanos son los fanatismos, los
sectarismos, la intolerancia (los crímenes de odio), los prejuicios, la falta de
respeto, y el desprecio a los procedimientos legales y al Estado democrático
de Derecho.
Como aquí bien se dice, contra los derechos humanos conspiran la desigualdad social y la beligerancia de los poderes fácticos, “y sin embargo, saberse
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poseedor de esos derechos modifica el comportamiento de cientos de miles y
paulatinamente, de la población”. Ésa es la victoria cultural a la que aspiramos,
la conciencia de que la lucha por los derechos humanos es la lucha por la supervivencia de la especie y que en ésta la palabra juega un papel fundamental.
Por ello, la alternativa son los derechos humanos como política de Estado y
como conciencia social. En esa pelea estamos.
Dr. José Luis Soberanes Fernández,
Presidente de la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos
INTRODUCCIÓN
EL ESCRITOR Y LOS DERECHOS HUMANOS
León García Soler
La reforma del Estado configuró y dio carácter institucional a la defensa de los
derechos humanos, que se convirtió en realidad palpable para los mexicanos,
al tiempo en que adquiría un vasto y difuso alcance en el imaginario colectivo. El poder constituido creó el marco legal, instauró la institución que se haría
cargo de esa defensa. El término Ombudsman y sus funciones de defensor de
la comunidad frente al poder devino a lo cotidiano y su uso se generalizó hasta que el accionar formal y legal de la dependencia encargada de la defensa de
los derechos humanos lo desplazara, tanto en el lenguaje de los medios como
entre los quejosos y peticionarios.
El ciudadano convirtió los derechos humanos en tema vital y vigente cotidiano, pero ha llegado a incluir en ese tema los más diversos y dispersos conceptos, no siempre relacionados directamente con su violación a cargo del
poder constituido y a menudo ajenos a las formas de agresión asentadas en la
intolerancia y el odio irracional a la otredad.
Los abusos y confusiones por las expectativas crecientes, excesivas en ocasiones, imprecisas siempre, pueden llevar a desilusiones temporales, en tanto
se les delimitan los alcances precisos y las facultades expresas de las instituciones encargadas de la materia. Pero esa percepción a flor de piel ha contribuido a hacer de la defensa de los derechos humanos un valor reconocido y un
“derecho” a reclamar en cualquier circunstancia. No es poca cosa, aunque hay
el peligro de que prolifere la visón fantasiosa y se provoquen inevitables desviaciones y la percepción de que no se respetan “esos” derechos humanos. Sirva
la digresión como prolegómeno al tema central: la publicación y difusión de
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
los Derechos Humanos vistos por escritores y, en su caso, actores, testigos y
víctimas de violaciones de los mismos.
Ante la impunidad de los agresores y la generalización de las violaciones a
la derechos del hombre y del ciudadano, derechos individuales y derechos
sociales, Amnesty International organizó en el otoño de 1981 una reunión de
escritores y pensadores convocados de todo el orbe, que debatieron y leyeron
ponencias personalísimas del estado de cosas imperante en esos primeros años
de la década de los ochentas, que traería consigo el giro a la derecha y el
entronizamiento de la llamada “Me Generation”, la satisfacción egoísta y la
acumulación de capital como virtud del individualismo, ajena por cierto al
hedonismo antiguo y al de la modernidad que se hizo presente en los sesentas.
Década de intensificados combates en las guerras locales y “limitadas” que
suplían artificialmente los combates directos entre las grandes potencias; decenio de concentración brutal del poder financiero y dictaduras en perpetua
renovación a cargo del militarismo y los avatares de la Guerra Fría. En los
ochentas caería el Muro de Berlín y se desplomaría la Unión Soviética. En
Canadá, los escritores reunidos para hablar de los derechos humanos nos advertirían que el peor de los peligros, el mayor riesgo, es el silencio. La voces
de escritores mexicanos y de los trasterrados que vinieron a enriquecer nuestra vida en comunidad y nuestra percepción de humanidad compartida pueden
y deben romper el silencio y dar voz a los que padecen agresiones, violaciones y muerte. Y al mismo tiempo, la visión de los creadores se sumaría a la de
sociólogos y juristas para precisar los alcances y el límite de lo que es y debe
ser la defensa de los derechos humanos.
PALABRA Y SILENCIO
Aline Pettersson
Tal vez todo comience por las palabras y el silencio porque toda acción humana
se ve envuelta en ellos. Y desde ahí surge el abuso. A partir de éstas (las palabras) se establecen jerarquías, que se apoyan en la manera para dirigirse al otro.
Y ese “otro” suele ser recipiente muchas veces indefenso de tal uso. Entonces,
¿sería bueno ver desde ahí las cosas?
El tuteo condescendiente y despreciativo que se suele emplear con alguien
en una posición de inferioridad es el primer paso para marcar el terreno. En
nuestro país es más que frecuente dicho uso y abuso. Desde ahí no se respeta el derecho del otro al respeto que irá creciendo sin que el interlocutor tenga
otro remedio más que aceptar unas leyes de juego que no lo favorecen, pero
que le es imposible impugnar. Y es tan generalizado este modo, que acaso
hasta se haga sin una mala intención. Es decir, la mala intención es previa al
tuteo, pero éste es indicativo de lo que el otro, en desventaja, se ve obligado
a aceptar.
Si sólo se tratara de una cuestión de palabras, quizá no valdría la pena detenerse en ello. Sin embargo, establecida ya la línea divisoria, quien domina
buscará dominar en todos los aspectos. Va a sentirse con derechos sobre el otro.
Va a ejercer, por medio de un lenguaje autoritario, su fuerza que, desde luego,
irá por encima de las palabras. No en balde existe la retórica del tratamiento,
y quien es “Su Majestad” o “Su Señoría” o “Señor Secretario” será dueño del
poder. Ya la Revolución francesa quiso evitar estos excesos dando título de
“ciudadano”. Y así se instauraron los Derechos del Hombre. Después sería
“camarada” o “compañero”. Resultó ser, no obstante, sólo un buen deseo porque no se borraron así los atropellos.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Por otra parte, la lengua como idioma puede ser también una cuestión de
dominio, y será el vencedor quien imponga la suya. Hasta llegar, por ejemplo,
a querer borrar la tilde de la “ñ” en los programas de los ordenadores. Hubo
protestas, es cierto, y no se hizo porque España, desde su nombre mismo, iba
a perder una de sus letras en aras de la comodidad del idioma imperante. Así
pues, me parece que no es desdeñable detenerse un momento alrededor de las
maneras del habla oral y escrita. Porque desde ahí, ya lo dije, comienza la
prepotencia que dará por resultado la agresión a los derechos humanos.
Y bueno, ¿qué son los derechos humanos más allá de las reglamentaciones
que busquen disminuir los agravios? Me parece a mí que el asunto deviene
complicado. Es tal vez como la imagen de Agustín de Hipona hablando del
tiempo. Muy adentro se entiende bien, probablemente hasta se esté de acuerdo. Sin embargo, poner en práctica ese saber difuso es algo que la humanidad
no ha podido hacer nunca. Pero que tampoco se ha resuelto a hacer.
Y ahora, cuando el lenguaje parece reducir sus fronteras acorralado por la
pobreza que en general caracteriza al discurso de los medios, ello resulta ser
ominoso. Baste confrontar el dicho público con la realidad. En México y en el
mundo en amplio. Y esa ignorancia de nuevo agrede a la población que no
puede defenderse. En el empleo reductor de las palabras se instala la sordera,
pero, también, la ceguera, la obcecación y el abuso.
¿Cómo ordena las palabras en su mente un dictador (o hasta un mero gobernante), por ejemplo? ¿Qué se dice mientras acaricia las cabezas de sus nietos?
¿O mientras se toma una fotografía con su esposa? Porque, de nuevo aquí, las
palabras serán acomodadas a conveniencia, mientras los niños de su país se
mueren de hambre y el dictador viola a mujeres indefensas. Claro está que éste,
a su vez, puede estar inscrito en una jerarquía, y ser cacique de pueblo o líder
sindical, o simplemente una persona con poder suficiente para abusar de los
derechos de los otros.
Es descubrir mediterráneos hablar de que en México los grupos más vulnerables son los indígenas, las mujeres, los niños y la comunidad lésbico-gay. (Existen,
desde luego, otros grupos que el espacio de estas páginas no me permite tocar.)
¿Y qué hay con los niños, pongamos por caso? Niños que hace mucho tiempo no
podemos dejar de tener presentes cuando aparecen por racimos en cada esquina con su pobre, pobrísima, mercancía. Un movimiento de cabeza (ni siquiera una
palabra, que acaso el niño no iba a comprender porque no sabe la lengua) nos
quita de la vista su irrupción poco grata. Y se piensa, de inmediato, en otra cosa.
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Pero el niño o niña seguirán ahí en esa esquina con todos sus derechos cancelados, para caer después (es probable) en las redes de la prostitución infantil que terminarán por destruirlos. El automovilista ya irá lejos por su camino.
Y el niño seguirá caminando, desde su esquina, hacia un futuro en donde sus
derechos serán cada vez más pisoteados. ¿Sus derechos humanos? Es que éstos le han sido sustraídos desde el nacimiento hasta alejarlo de eso que se llama condición humana. Él es sólo mercancía de efímera presencia que será
desechada por inservible en cualquier rato.
Pero la prostitución infantil es una industria floreciente que probablemente cuente hasta con severos libros de contabilidad para llevar nota de los ingresos y egresos. Con lo que sí cuenta —y lo sabemos— es con una página en la
red para vender su producto. Porque en la deshumanización creciente de este
siglo XXI, todo parece estar permitido si se trata de un buen negocio.
De nuevo aquí surge el problema con las palabras. Las palabras que se han
desgastado hasta la náusea, para dar paso a la imagen. Y en el caso de los niños, para ofrecerlos en poses que invitan a su venta vergonzosa y triste. Muy
triste. Es sólo que pareciera que los derechos se hicieron sólo para los que
ejercen el poder sobre los otros. Y con frecuencia ello parte desde los propios
padres. Desde su sórdida pobreza. Ellos también han sufrido abusos a sus derechos humanos, a su derecho al trabajo, a una vida digna. Y así, si el padre o
la madre son lastimados desde la manera misma como se les habla, ellos ejercerán su escaso poder sobre quienes son aún más vulnerables. Paulo Freyre así
lo vio y lo dijo hace ya muchos años.
Hay otro asunto que me parece digno de ser tocado aquí, y es el hecho de
que los niños dados en adopción no tienen derecho sobre la herencia de sus
padres. Ignoro el porqué de las razones legales, pero considero que esta reglamentación atenta contra el buen vivir de ese niño, quien no sólo perderá a sus
padres, sino que quedará completamente desprotegido.
¿Será tal vez mero pensamiento utópico el hablar de los derechos humanos?
Hay gente que no quiere pensarlo así, de ahí que el concepto “derechos humanos” tenga cada vez una proyección más amplia. Es cierto, aparece en los diarios, o en los libros, o en los noticieros. Pero parece ser como el mercurio de
un termómetro roto que huye del dedo que pretende tomarlo. Se trabaja en ello,
se habla de ello, se escribe de ello, se lucha por ello, pero éstos —los derechos
humanos— siguen siendo elusivos y muy difíciles de ser instaurados como el
derecho para todos que son. La conciencia de los derechos humanos, más allá
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
de los tratados internacionales firmados por México desde tiempo atrás, surge a partir del terremoto del 85 que convulsionó a la sociedad, y que la hizo
—en su calidad de sociedad civil— participar de una manera muy activa.
Con las mujeres el problema también empieza desde el discurso que engloba
un punto de vista que poco las (nos) favorece. Y en esa dimensión que se despliega, las injusticias a causa del género acaban por llegar a extremos muy
graves. Y no será la mera descalificación en la palabra, sino la violencia física, la violación, la muerte.
¿Y cómo podría ser de otra manera? A partir del aprendizaje más temprano,
se instala la inequidad en el seno mismo de la familia. El discurso patriarcal no
ha sido desterrado, y las niñas suelen crecer como ciudadanas de segunda. Su
posicionamiento está subordinado con relación al de sus hermanos varones. El
tono verbal dirigido a ellas habla —porque en el mejor de los casos es sólo en
el habla— de la diferencia que las marca. Y eso, aun en situaciones de ninguna manera extremas. Es tal su fuerza, que muchos hombres externan opiniones, hasta cierto punto inocentes, en las que éstos son los primeros sorprendidos de sus propios juicios de valor dichos sin afán de agredir. La agresión brota
de la postura inscrita en los usos de la comunidad. Se dan por hecho, sin
cuestionamiento alguno, opiniones sancionadas por la costumbre. Y los hombres, pero asimismo las mujeres, aceptan y avalan condiciones que son lesivas
para estas últimas.
Me parece —he escuchado o leído demasiadas intervenciones públicas—
que la descalificación, o la concesión a regañadientes, permea los puntos de
vista, tanto en el nivel político como en el social. Es decir, en la vida gregaria
que conforma las acciones de la humanidad. ¿Se violan ahí los derechos humanos? ¿El derecho a la igualdad de oportunidades puede ser una causa que ahí
se inscriba? Porque en la parte más suave se acaba por volver la vista de lado.
Sin embargo, éste es el primer eslabón de un problema serio. Y, por ejemplo,
las sentencias que dictan los jueces, pongamos por caso en un uxoricidio, son
mucho más duras para con la infractora mujer. Se aducen aspectos de la moralidad que debe ceñir la conducta femenina, con un rigor que no se maneja
igual con su contraparte masculina.
El acoso sexual en el trabajo, la violencia intrafamiliar y la violencia a secas están desgraciadamente muy presentes. Y aquí las mujeres y los niños
comparten su indefensión. Es claro que existen leyes que en la letra los protegen. Pero de nuevo, serán las palabras en su expresión oral el primer obstácu-
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lo. La ley de la costumbre y el abuso del fuerte van a imperar, al grado de saber
que es inútil emitir una queja que surta efecto. Los débiles saben de antemano que las consecuencias de tal atrevimiento pueden ser mucho más dañinas.
Y en el caso de los niños, éstos incluso ignoran que existe una reglamentación
que los protege. Corrijo, hay muchas mujeres que también lo ignoran.
Después vendrá la violencia a secas. Resulta ser muy triste que “las muertas de Juárez” se hayan convertido en tópico. Los tópicos acaban por vaciarse
de contenido. Es decir, al volverse referencia obligada, el horror se convierte
en metáfora. Dice y no dice mientras las mujeres siguen siendo asesinadas. Y
pese a su número, pese a su horror, pese a los muchos años de este proceder
macabro, el asunto queda sin resolverse. Ha dejado de ser noticia (pero nunca
ha tenido la atención que se merece). Como han dejado de ser noticia los asaltos
violentos y los secuestros. Desde luego que aquí no es siempre cuestión de
género.
Quizá no en estas circunstancias, pero en lo que se refiere a la violencia intrafamiliar por ejemplo, en el mismo discurso cotidiano, y hasta en el de las novelas de la televisión, impera un cierto escepticismo que afirma que así son las
cosas. Que es una cuestión de suerte. Entonces muchas mujeres y sus hijos
aceptan condiciones que los dañan. Las estadísticas suelen hablar de la excepción, de quienes se atrevieron a dar un paso en busca de la protección a sus
derechos. A sus derechos humanos. Hay instancias, desde luego, pero también
hay burocracia. Los pasos a seguir suelen ser complicados. Entonces, a menudo
la sujeción prevalece, por un mero deseo de supervivencia. Para los niños está la
calle con toda su infamia. Para las mujeres está el sometimiento cargadas ya
con el fardo de los hijos. Claro, también está la calle con el fardo a cuestas.
Y vuelvo al poder de la palabra —bien sabido desde siempre—, y el Génesis es un buen ejemplo. Primero fue el Verbo, y de ahí se siguió la historia de
la especie humana. El mismo Dante habla de un error al serle adjudicada a la
mujer la primera palabra: “Pero aun cuando se descubra en las Escrituras que
la mujer habló primero, parece razonable creer que el hombre haya hablado por
primera vez. Creemos, pues, razonable pensar que se le haya concedido hablar
primeramente al mismo Adán por Aquel que acababa de plasmarlo”.1 Aunque
Dante vivió hace ya muchas centurias, debe aceptarse que esta visión no ha sido
descartada.
1
Dante Alighieri, Tratado de la lengua vulgar.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Así pues, desde la palabra sagrada, el discurso se condiciona a favor del más
fuerte. Dios así lo debe haber ordenado. Y lo que Dios ordena... El discurso oral
y escrito apoyado en una mirada religiosa se vuelve contundente. Desde luego que las palabras de los libros sagrados son reinterpretadas de época en época.
Y los criterios han ido transformándose, aunque sujetos siempre a la ley del poderoso.
Aquí se añade una complicación adicional, porque si ya es difícil (tantas
veces imposible) luchar en contra de los designios del hombre, ¿cómo hacerlo en contra del mismo Dios? El dominio ejercido por la palabra es definitivo.
Y tal es la precariedad del débil, que éste suele obedecerlo sin chistar siquiera. Las palabras deben ser acatadas por la grey, las excepciones serán las de la
jerarquía. Aquí, otra vez, las mujeres llevan la peor parte. Pero también la lleva la comunidad lésbico-gay.
Este grupo suele ser muy vulnerable tanto en la palabra de lo civil como en
la de lo religioso. Mucha violencia se ha ejercido en su contra. Violencia que,
desde luego, rebasa la palabra para llegar a graves agresiones físicas. El discurso desplegado alrededor de la sexualidad es una manera de fuerte control
de quienes detentan el poder. Las mujeres, los niños y las personas homosexuales lo saben bien en carne propia. Sus derechos suelen no ser tomados en cuenta. Y por lo que toca a los adultos, esta agresión a sus derechos llega hasta las
posibilidades de trabajo en condiciones equitativas.
En cuanto al trabajo, en muchas empresas suele ser un requisito dar constancia de no-embarazo o de soltería o de no ser portador del VIH/Sida. Las
leyes dicen que se trata de un arreglo entre particulares, y que no es competencia del Estado. Sin embargo, salta a la vista lo abusivo del trato, al que el trabajador debe someterse, con tal de tener empleo. Qué bien si se pasa la prueba, pero en caso contrario, ¿es correcto privar de su fuente de trabajo a una
persona enferma o una mujer embarazada o simplemente casada? La injusticia es más que obvia. Es decir, la injusticia de la empresa, pero, asimismo, la
del Estado que se desentiende del caso.
Pero vuelvo al dominio de lo sexual. En lo concerniente a las mujeres, les
es privada la capacidad de decisión sobre su cuerpo, en cuanto a la procreación o al aborto, que será siempre una última opción, no un medio de control
de la natalidad. Porque la violencia ejercida sobre ellas por un abuso masculino las condena a padecer el desarrollo celular, que, de proseguir el crecimiento, daría origen a un hijo no deseado que se originó por el atropello sobre
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ellas. Y ello va por un violador externo, pero también por el propio marido
que las fuerza.
¿Pero, y si este abuso proviene de los hermeneutas religiosos, de los vicarios de Dios? El silencio ha ocultado un cantidad grande de ofensas, encubiertas
por el miedo o la obediencia ciega hacia quienes son los intérpretes de las
palabras sagradas. Las mujeres lo experimentan desde el mismo discurso tendencioso. Pero, además, en el mundo hay muchas monjas y niños vejados en
su cuerpo, y suele ser muy difícil que se les haga justicia.
No puedo menos que mencionar aquí a Marcial Maciel —protegidos sus intereses por el Vaticano— cuya conducta delictiva ha sido causa de la desgracia
de muchas vidas. Aquí se impone la densidad de un silencio cómplice. Y la condena eclesiástica a la homosexualidad encuentra una disculpa (hasta por “razones
médicas”) si es practicada por el ministro del culto. ¿Derechos de quien abusa sobre los derechos humanos de sus víctimas? ¿El poder que da la palabra?
Si la homosexualidad es una “enfermedad” muchos de sus ministros están
enfermos. Pero unas son las palabras públicas y otra muy distinta la conducta privada. Descalificar lo que sotto voce se practica no sólo es abominable,
sino que habla de un discurso esquizofrénico que se prolonga en la conducta
sexual misma. El ejercicio de la castidad puede ser un ideal, ciertamente muy
peculiar. Pero sólo se trata de buenas intenciones que suelen ser pasadas por
alto en la práctica. Así, el mandato de quien es vicario de la palabra sagrada
lleva a ejercer un dominio, muchas veces abusivo, sobre los derechos naturales del individuo. Bien entiendo que hablo de adultos que consienten una actividad sexual diversa, pero que siempre ha estado presente en la humanidad.
Porque si se trata de un/a menor, aquí, de nuevo, se lesionan sus derechos
humanos. Se agrede a quien no tiene voz.
Por otra parte, un buen número de ciudadanos —de segunda o tercera o
cuarta— pueden inscribirse aquí. Los indígenas que pueblan lo ancho y largo
de nuestro territorio. El discurso público los ha empleado como riqueza añadida a nuestro patrimonio cultural. La artesanía étnica ha encontrado un mercado interesante que no favorece precisamente a quienes ofrecen la materia
prima. El discurso público ensalza la belleza de los productos. De nuevo se trata
de un comercio que exalta este tipo de mercancía, pero donde casi nunca sus
beneficios económicos llegan hasta quienes la fabrican. La intermediación se
queda con una parte grande de éstos. Y los artesanos no pueden defenderse. Su
voz no es escuchada.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Sin embargo, el problema es mucho más grande. Y aquí vuelvo a esa forma
del discurso que se apoya en un tuteo que, de entrada, pone a los indígenas en
desventaja. A partir de ello, la injusticia prevalece. No serán sólo sus hilados
o su alfarería. Será el despojo de sus tierras, por ejemplo, o será la descalificación de sus usos y costumbres. Bien entiendo que también se ejerce la injusticia dentro de la propia comunidad. Y de nuevo mujeres y niños suelen llevar
la peor parte. Pero la comunidad en su conjunto sufre el abuso de los que —vía la
palabra engañosa, mas también vía la fuerza—, pretenden imponer su dominio. Y no sólo lo pretenden, nuestra historia —como país— ilustra de manera
amplia tal aserto. El Estado abusa porque sus instancias casi siempre son sólo
letra muerta. Y sus representantes, los primeros transgresores. Debe haber
excepciones, claro. Pero en general, quien es dueño de la palabra, impone su
fuerza, y quien debe vigilar acaba por hacerse de la vista gorda ante las ventajas personales que su “discreción” le puede obtener.
Ya en el discurso mismo, la palabra “indio” es un insulto. Una forma para
descalificar al oponente. Si eres indio, te lo mereces. Y aquí el vocablo sirve
de metáfora para el tonto. Para quien se merece lo que le sucede. Pero, en el
caso de los indígenas, ¿se lo merecerán ellos, por no doblegarse? ¿Por querer
preservar sus tradiciones? El asunto es muy complejo, dada su miseria y su
indefensión. Y yo no puedo menos que preguntarme si la miseria se debe a
su ser indígenas o al ejercicio abusivo de la palabra de los otros. Por no hablar
de la irreductible fuerza de las armas. ¿Desde dónde se puede hablar de la transgresión a los derechos humanos de los indígenas, cuando todo —muchas veces sin necesidad siquiera de emitir una palabra— habla de ello? Y aquí este
lastre acompaña las acciones de una manera de ser que se ha extendido por
siglos. La ley del más fuerte protege, a veces, de manera solapada, y a veces,
sin guardar las formas. Protege a quien o no es indígena o a quien la “civilización” ha blanqueado. Se trata de la apropiación del discurso de la opresión.
El país puede suscribir muchos tratados, pero en la realidad este hecho de
cosas prosigue de manera lamentable. La corrupción en todas sus manifestaciones suele estar presente. “Al fin son sólo indios”. Y de nuevo, la mirada se vuelve al otro lado, porque —habremos de aceptarlo— hasta muchos de sus defensores, a la larga, se benefician con el ondear de una bandera. Quienes no reciben
dicho beneficio suelen ser los propios defendidos. O lo reciben muy escasamente.
La fuerza que se establece entre la palabra y el silencio es tan poderosa que
con frecuencia resulta ser suficiente para ejercer el dominio sobre el otro. Y
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
21
entre sus extremos, los seres humanos son sojuzgados. En el caso de México,
la escolaridad defectuosa o nula no permite a sus ciudadanos conocer aquel
discurso que dentro de las leyes los protege. (Y hay leyes que debieran ser, además, objeto de reconsideración.) Así, no pueden allegarse del conocimiento de
sus derechos humanos quienes no tienen acceso a la educación, a la salud, al
trabajo que les permita vivir con dignidad. Y para que el Estado intervenga en
la protección del individuo o de la comunidad, en caso de la infracción a los
derechos humanos, se precisa entablar una denuncia. Es decir, hacer uso de la
palabra. Pero, de nuevo aquí, a menudo se desconoce lo imprescindible de tal
acción. Y si se sabe, se sabe asimismo que resulta muy difícil enfrentar con la
palabra del débil los atropellos que le son infligidos a éste.
Entonces se deja caer el silencio. Y el silencio es el tiro de gracia que da fin
a cualquier posibilidad de ayuda. Es sólo que la ayuda aparece lejana, inaccesible. Las palabras se evaden envueltas en la dificultad casi insalvable para
decir. Y esto es así para cualquier grupo o individuo en desventaja.
Sin embargo, algo se ha avanzado desde el terremoto a la fecha, por lo menos
en cuanto a poner a la vista (al oído, también) el esfuerzo de mucha gente que
no se resigna a ver pasar el tiempo en medio tanta injusticia. Que lucha y pone
su “granito de arena”. Y recordando otra leyenda de Agustín de Hipona, ojalá
que la lucha tenga un resultado más efectivo que la de aquel niño que pretendía vaciar todo el mar en un hoyo en la arena. Que la palabra diga para que
entonces los derechos humanos prevalezcan.
1 de septiembre de 2003
EL DERECHO DE ASILO OTORGADO POR EL GOBIERNO
MEXICANO A LOS EXILIADOS ESPAÑOLES
Anamari Gomís
Cuando León García Soler me telefoneó para invitarme a escribir un texto sobre
el exilio español en México y los derechos humanos, yo me revolvía en el fragor de asuntos oficinescos, algunos gratos y otros menos. Le dije inmediatamente que sí porque mi novela Ya sabes mi paradero aborda la saga de una
familia de refugiados españoles, la de mis padres, mezclada con otras historias
y, desde luego, detallada por una trama novelesca, llena de invenciones. El
trasunto esencial, el doloroso y largo fenómeno de extrañamiento que produce el destierro, creo que por lo menos quedó enunciado en mi libro. Así que me
adjudiqué un poco el cargo de conocedora del transtierro español y, de paso,
de su lugar en el concierto de los derechos humanos, actitud por demás audaz de
mi parte. Al salir de mi oficina, inmersa en el océano vehicular del centro histórico, a donde, por cierto, muchos exiliados españoles establecieron su domicilio durante los primeros años de exilio, advertí que me tendría que poner a
leer sobre derechos humanos.
En un principio, me atemorizó el concepto de escribir un trabajo a la manera
de los investigadores de El Colegio de México, pleno de citas que avalaran todo
lo asentado. Muy diferente resulta ser hija de españoles exiliados y escribir una
novela integrada por la memoria de la familia y por lecturas nada ordenadas
sobre la Guerra civil española y su moroso exilio del lado republicano, y otra
cosa es producir un texto nacido de la especialidad sobre el tema. Así, pues,
opto por un tono desenfadado, casi hogareño, de evocación para cercar este
escrito.
Dice la historia familiar que en algún momento de finales de la década de
los cuarentas, mientras pasaba el exilio en México, mi padre, José Gomís Soler,
[23]
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
abogado de profesión, que había sido magistrado de la Suprema Corte de Justicia durante el gobierno de la II República, o sea, pertenecía a la carrera judicial a la que sólo se accedía por medio de difíciles exámenes de oposición, ansió
la posibilidad de mudarse a Nueva York para trabajar sobre las nuevas leyes
internacionales que se gestaban en la recién fundada Organización de Naciones Unidas.
Papá envió su extenso y jugoso currículum, mientras mi madre se pensaba
ya empacando y despidiéndose y, una vez más, habitada por el temor de deambular de nuevo por lo desconocido. A mí me faltaban algunos años por nacer, así
que no presencié esos preparativos, pero mi única hermana, mayor que yo,
mantiene la memoria de un cambio trascendental en su vida de niña, el de trasladarse a Estados Unidos, mudanza que nunca ocurrió.
Mi papá era honesto en lo extremo. En los primeros tiempos de la II República española había pertenecido al partido comunista, filiación que dejó asentada en los datos de su solicitud de ingreso a la ONU. Ignoro en qué momento
abandonó la militancia comunista, de eso no hablaba papá. Se trataba de un
tema que más bien evadía. A lo mejor, su rompimiento ideológico con el comunismo se precipitó después del XX Congreso del Partido Comunista de la
entonces Unión Soviética. A poco, Nikita Khrushchev revelaría la brutalidad
con la que Stalin gobernó. Desde que tengo memoria política, en casa éramos
de izquierda pero no comunistas. El asunto fue que, con todo lo demás a su
favor: el dominio de varios idiomas, sus amplios conocimientos jurídicos, su disposición y su juventud, a mi papá le negaron de manera rampante la entrada
como funcionario de la ONU por haber manifestado su pasado marxista-leninista. No tengo manera de comprobar esto, pero no sería raro que el hecho
hubiese sido cierto, exactamente como lo contaba mi mamá, que era quien
refería oralmente las historias de la familia, la que transmitía sus mitos, según
le acomodaba, eso sí, mientras mi padre se dedicaba silencioso y exiliado a su
labor periodística y a su escritura.
Y es que, justo en aquellos años en que el mundo despertaba de la oscura
noche del fascismo y de la cruenta Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos veía recorrer por lo estados de su Unión al brutal fantasma del macartismo.
Poco después, la Guerra Fría haría su debut en el escenario mundial. La influencia de la URSS, extendida con gran rapidez por Europa oriental e incluso hasta por Corea del Norte, amedrentó a la Unión Americana, por lo que
mantuvo una hostil observancia con respecto al esparcimiento de la doctri-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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na comunista, fuera y dentro de sus dominios, y, desde luego, se puso en
guardia con respecto al régimen soviético. Cualquier simpatizador del comunismo resultaba, en general, muy mal visto, incluso dentro de la Organización
de Naciones Unidas.
Mi padre murió en 1971, antes de que Franco, el canalla, como siempre se
le llamó en mi casa, abandonara el planeta. Desde entonces, apenas ahora la
madurez me hace entender que el deseo de papá de irse a Nueva York para
participar en la creación de nuevas leyes internacionales no fue un mero capricho, accionado por el ímpetu de la aventura. El que vislumbrara su posible
contribución en las cortes donde habrían de dirimir problemas mundiales, me
doy cuenta pues, envolvía su interés por el tema extraordinario de los derechos
humanos, asunto que, por excelencia, le debía importar a todo el mundo, en
especial a un español exiliado en México, un juez que había comprendido desde
el inicio de la Guerra civil la determinación de Franco y de sus militares por
exterminar, a como diera lugar, a todos los rojos, es decir, a todos los republicanos, cualquiera que fuese su registro político: comunistas, socialistas,
anarquistas o simplemente republicanos liberales. Todos ellos, para Francisco Franco, eran masones, envenenados por ideas izquierdistas, a los que había
que borrar del mapa. Por eso, se apuró a rescatar a España de los republicanos,
y en 1936 organizó una nueva Reconquista, como la de los españoles medievales que echaron a los árabes de la península y tiempo después consiguieron
la unidad católica. Franco se creía una suerte de nuevo Cid Campeador. Una
vez apostado en España, al comando de moros mercenarios, lo primero que
ordenó Francisco Franco fue el bombardeo en distritos proletarios. Su rabia
contra los que se ponían en huelga, protestaban y enarbolaran ideas revolucionarias resultaba inmensa. A cualquiera de sus oficiales que respingara o tuviera
dudas en cuanto a abrir fuego sobre la población civil lo sacaba del juego, como
hizo con su primo, el mayor Ricardo de la Puente Bahamonde, quien, según
sospechaba Franco, simpatizaba con un extenso grupo de mineros huelguistas
en Oviedo. Esto sólo era el principio de su cruzada contra la República. Cuando
los mineros finalmente se rindieron, sufrieron prisión y castigos severos. Como
se sabe, la represión y la tortura modelaron el régimen franquista, antes de que,
como el pensaba, extirpara de España el pensamiento republicano. La posguerra inauguró un clima de terror, en el que las delaciones estaban a la orden del
día. Los españoles de España disimulaban, vivían recelosos y espantados. La
España de charango y pandereta, que molestara tanto a Antonio Machado,
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
recobró fuerza. Amedrentados, en malas condiciones económicas (el famoso
milagro económico ocurrió hacia los años sesentas), la sociedad española se volvió hacia adentro, hacia la Iglesia y hacia la magnificación del abominable
caudillo, el general Francisco Franco. Mientras tanto, muchos de los presos de
guerra o de los rojos delatados morían como moscas en la construcción del
Valle de los Caídos o eran sometidos a martirios dentro de las cárceles. No
había Comisión de Derechos Humanos que los defendiera. Como una fuerza
callada, muchos siguieron fieles a sus idearios de izquierda, como lo hicieron
los criptojudíos en su momento, obligados a la conversión al catolicismo o la
expulsión o a la muerte.
La Guerra civil española había sido una guerra cruenta y, sin duda, la última guerra romántica del siglo XX, en la que miles de personas lucharon con
ahínco por sus ideales, incluidas todas aquellas que participaron en las brigadas internacionales que apoyaron al lado republicano. Ambas partes, sin embargo, falangistas y republicanos, cometieron crímenes atroces. En cada familia
existen corrosivas historias al respecto. Por ejemplo, el hermano más joven de
mi madre, quien en una Andalucía ya muy lejana se había acercado al ideario
de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, murió a manos de
los “nuestros”, como decía mamá, esto es, “de los rojos”. Al tío de 21 años, los
republicanos lo asesinaron y luego le sacaron los ojos. Con la mente nublada
por el Alzheimer, al final de sus días, mamá, que había atravesado el Atlántico por seguir a su marido, el jurista republicano que pensaba, durante la travesía en el barco, que el exilio sería transitorio, atizaba el poco fuego de su
memoria para recordar al pobre “tío Juanito”.
Sin duda el enfrentamiento entre hermanos surgió del impulso heredado del
Caín bíblico y criminal. Pero unos tuvieron más ventura que otros. Los partidarios de un gobierno constituido con legitimidad, arrojado al maelström de la
barbarie fascista, pelearon con denuedo, mientras Inglaterra y Francia imponían su Comisión de No Intervención y dejaron a la República a su suerte. La
frontera francesa se cerró para la ayuda republicana. Aviones, cañones, ametralladoras, fusiles y demás se almacenaron, entretanto Franco recibía un flujo enorme de material bélico por parte de Italia y de Alemania.
Desde los numerosos asesinatos cometidos en Madrid y en Cataluña durante
los primeros meses de la insurrección franquista de 1936, el primer ministro
de la Gran Bretaña, Winston Churchill, hablaba de España como de un pantano de sangre, un país en el que sólo se mataban los unos a los otros.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
27
Además, frente a la beligerancia y la fuerza que los países del eje demostraban, Inglaterra y Francia preferían una España unificada y neutral, aunque fuese
gobernada por Francisco Franco.
La suerte había sido echada, nadie veló por los derechos humanos, salvo los
cuáqueros, que acudieron a España a auxiliar al que los necesitara, y las brigadas internacionales, que se sumaron a los republicanos.
El único gobierno del mundo que se declaró públicamente en contra del
Acuerdo de No Intervención fue el de México, que se apresuró a enviar 20 mil
fusiles y 20 millones de cartuchos.1 Dicha ayuda, más la de la URSS y la de los
brigadistas extranjeros fue con lo que contó la República.
México, también, en cuanto comenzó la diáspora republicana aplicó, en
1939, uno de los puntos que más tarde aparecerían en la Declaración de Derechos Humanos: el derecho de asilo.
Como Alemania e Italia habían utilizado como lugar de práctica la España
de la Guerra civil, la Segunda Guerra estalló con la ayuda de potentes y probadas armas por parte de los países del Eje. Una vez concluida, los infinitos
horrores generados por los enfrentamientos bélicos, la bomba atómica y el
holocausto perpetrado por el nazismo contra le pueblo judío, contra los gitanos diseminados en Europa oriental y contra la ética más esencial provocaron
que varios gobiernos se unieran para revisar el tema de los derechos humanos,
para concretar no sólo una propuesta que abarcara los fundamentos que otorgan libertad y respeto a los hombres, a las mujeres y a los niños, sino también
la vigilancia de que éstos fuesen observados en todo el mundo.
En 1946, las Naciones Unidas instauraron la Comisión de Derechos Humanos. Primero que otra cosa, produjeron una declaración de principios generales a la que, desde entonces, han intentado darle vida. Mi padre hubiese estado realmente feliz de colaborar en la elaboración de una estructura jurídica que
protegiera la vida y la integridad de los seres humanos en cualquier lugar del
globo terráqueo.
“El hombre es el lobo del hombre”, dice el adagio latino. La Comisión de
Derechos Humanos debió haber existido desde el principio de los tiempos, porque las persecuciones religiosas, políticas y raciales, entre otras, han ocurrido
desde siempre. Caín ha llevado la delantera. La ferocidad con la que creció la
1
Ver Ramón Tamames, La República. La era de Franco. Madrid, Alianza Editorial, 1977.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Guerra civil española acaso hubiese podido evitarse de haberse impuesto una
protección internacional al genuino gobierno de la Segunda República. La lucha
fraticida se internacionalizó por las razones equivocadas, dada la intervención de
potencias extranjeras que sustentaron el golpe fascista. Ergo, Alemania e Italia,
como ya asenté, que se beneficiaron del grave conflicto español para probar
armas de guerra y bombardeos aéreos que atacaran a la población civil. La España de la Guerra civil, pues, fue el conejillo de indias de Hitler y Mussolini.
Los derechos humanos son una cuestión de política mundial. El gobierno
mexicano del general Lázaro Cárdenas (1934-1940) lo entendió así, por lo que,
a pesar de que se tenía una restrictiva política inmigratoria en el país, se dispuso, una vez perdida la República en España, el ingreso a México de numerosos republicanos españoles. Junto con las instituciones republicanas que
ayudaron a los refugiados, la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles
(JARE) fundada por Indalecio Prieto, líder socialista, con parte de los recursos económicos de la nación puestos a salvo durante la Guerra civil, con el
negrista2 Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE) y su
representación mexicana, el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos
Españoles (CTARE), el gobierno mexicano prestó ayuda material para que los
exiliados pudiesen acomodarse en su nuevo país y encontrar trabajo.
De todos es sabido el importante apoyo que recibieron los intelectuales
españoles, mayoría entre los exiliados, dentro de la fundación de la Casa de
España que luego se convertiría en El Colegio de México. Este centro de investigación se debió a la gestión de dos mexicanos eminentes: el gran hombre
de letras Alfonso Reyes y el economista e historiador Daniel Cosío Villegas.
Desde 1939, México apuntaló la incorporación de los exiliados a nuestra
país, en unión con los organismos creados por la República española durante
su debacle. Se fundaron colonias agrícolas, se perfilaron industrias financieras e industriales, amén de las culturales. Se continuó sufragando los costos de
los que aún salían despavoridos de Francia, a donde muchos había padecido los
campos de concentración, y del norte de África. A partir de 1942, la Segunda
Guerra Mundial impidió todo tipo de traslado.
2
Juan Negrín fue jefe de gobierno de 1937 a 1939. Los socialistas lo acusaban de apoyar
demasiado a los comunistas y de mantener una férrea posición frente a la necesidad de ganar la
guerra, cuando ésta ya estaba perdida para la República.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
29
El generoso sostén ofrecido por el gobierno del general Lázaro Cárdenas al
exilio español contribuyó a una beneficiosa relación entre mexicanos y españoles republicanos. No olvidemos que la II República abogó por la modernización de España y alimentó los conocimientos intelectuales y científicos.
España intentó mirar hacia Europa y no hacía sí misma, como luego haría bajo
la dictadura de Francisco Franco. Así pues, las universidades mexicanas, los
centros de cultura y los dedicados a las ciencias aprovecharon la incorporación
de los intelectuales españoles.
Uno de las medidas iniciales de ayuda humanitaria realizadas por México,
antes de la diáspora de 1939, fue la evacuación y embarque en 1937 de casi 500
niños españoles, hijos de republicanos y víctimas de la guerra civil. Los pequeños fueron llevados a la ciudad de Morelia, en Michoacán, donde se fundó la
Escuela España-México, sitio en el que se les hospedó y se les dio educación.
Esta iniciativa tuvo la mejor voluntad por parte del gobierno mexicano, pero
no resultó del todo efectiva. Como sea, todos esos niños se salvaron de las
arremetidas bélicas de los nacionalistas, como se autollamaban las hordas
comandas por Franco. Algunas familias españolas de antiguos residentes en
México, muchas de las cuales simpatizaban con el carlismo, mismo que luego terminó aliado al falangismo por obra y gracia del hábil generalísimo, quisieron adoptar a esos niños arrojados de su país por la guerra. La política del
general Lázaro Cárdenas prefirió que esos niños no se sumaran a la vida de esos
otros españoles, cuyo pensamiento se oponía al ideario republicano, por el cual
luchaban o habían muerto ya los padres de esos pequeños exiliados.
Mientras el gobierno mexicano se afanaba por poner en marcha una de las
disposiciones de lo que, pocos años más tarde, sería el formulario de los derechos humanos, esto es, el derecho de asilo, como ya especifiqué, grupos conservadores de la sociedad mexicana protestaron por la llegada de los rojos
españoles. La prensa derechista aró un camino de animadversión a los republicanos.3 Sin embargo, el tiempo permitió que los refugiados españoles se asentaran en México con tranquilidad. Las diferentes pugnas entre los propios republicanos, que por un rato incomodaron a don Alfonso Reyes,4 amainaron y
3 Ver José Antonio Matesanz, “La dinámica del exilio”, en El exilio español en México.
México, Salvat / FCE, 1982.
4 Guillermo Sheridan, “Refugachos. Escenas del exilio español en México”, en Letras Libres, año V, número 56. México, agosto, 2003, pp. 18-27.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
permitieron una convivencia pacífica. La existencia, durante años amenazada
por la revuelta franquista, se volvió cotidiana. México había sido el destino
definitivo de los exiliados y no sólo un refugio temporal. Todos esos exiliados,
aunque padecieran el dolor de la nostalgia por la España perdida, por los que
dejaron atrás, habían recibido del gobierno mexicano el derecho de asilo y el
soporte absoluto para iniciar una nueva vida.
Lamento que mi padre no haya trabajado en la Declaración de los Derechos
Humanos. Pero, como todo aquel que forma parte de una comunidad arrojada
a la calamidad, papá era un personaje trágico. La guerra la había perdido y su
flamante carrera judicial se convirtió en polvo. Sin embargo, a pesar de la diáspora y del transtierro, que es como el filósofo andaluz Adolfo Sánchez Vázquez5 concibe al exilio español, mi familia y yo ganamos México.
5
Ver Adolfo Sánchez Vázquez, Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones. México,
Grijalbo, 1991.
FEMINICIDIOS Y HOMOFOBIA,
LOS CRÍMENES DE ODIO EN MÉXICO
Jenaro Villamil
El odio es quizá eso que subsiste, que sobrevive a todo objeto definible... El
odio permanece como una suerte de energía, aun cuando sea negativa o reaccionaria. En la actualidad, ya no resta más que estas pasiones: odio, disgusto,
alergia, aversión, decepción, náusea, repugnancia o repulsión. No se sabe lo
que se quiere. Pero sí lo que no se quiere. El proceso de la actualidad es un proceso de rechazo, de alergia. El odio participa de ese paradigma de pasión reaccionaria: yo rechazo, yo no quiero, no entraré en el consenso... Tengo la impresión de que la fosa entre una cultura universal y lo que resta de singularidades
se endurece y se ahonda.
Esta larga y rotunda cita de Jean Baudrillard nos invita a reflexionar en el odio
como un proceso cultural, social, que apasiona y aprisiona a comunidades enteras. Distintos estudios psicológicos y psiquiátricos coinciden en afirmar que
odiamos todo aquello que amenaza nuestra propia identidad, nuestra estructura
como sujeto. En el odio no hay lugar para la compasión: es un proceso de relación que transforma al sujeto en objeto y que tiene como fin la destrucción
simbólica o real, directa o indirectamente, empírica o virtualmente del otro, de
los otros.
La compasión, el entendimiento o el diálogo anula el odio y eso es algo que
saben bien los torturadores, que han de tratar de prevenirse de la aparición del
mínimo sentimiento de piedad.
Cultural y socialmente, todo sentimiento de odio evidencia un sustrato de
miedo a lo distinto, al diferente, a sujeto-objeto que consideramos como débil.
En el odio la alteridad, la heterogeneidad, no se aceptan porque justamente
constituyen procesos que atentan la idea uniforme del mundo, de la vida, de
[31]
32
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
nosotros mismos. Carlos Castilla del Pino, destacado psiquiatra español, apunta
que
[...] el objeto odioso, sin embargo, pertenece a nuestro mundo, hemos de convivir con él, y la amenaza es constante, lo es incluso con su mera presencia...
Odiamos con la pretensión de que nuestra identidad esté a salvo de aquel objeto
que la amenaza... El odio parece no tener salida, se acumula más y más y, en
un momento dado, puede llegar a la destrucción, o al intento de destrucción,
material del objeto, como forma de acabar de una vez con esa amenaza constante (El odio, Ensayos Tusquets, pp. 28-30).
Por estas razones se afirma que en todo proceso de destrucción o de crímenes motivados por el odio existe una idea eugenésica. Se busca preservar la
pureza o reafirmar la superioridad que se siente perdida o amenazada, tal y
como sucedió con los crímenes de odio de índole racial contra los judíos, los
negros o los musulmanes, y como actualmente se registra con los crímenes
motivados por la misoginia o la homofobia.
El odio es un poderoso nexo entre los miembros de un grupo y, una vez que
se odia como todos los demás, se pasa a ser uno de los fieles. Existe una comunión motivada por el odio y, por estas razones, los prejuicios o las justificaciones de índole religiosa están presentes en la socialización del odio.
Por supuesto, como documentaremos más adelante en el caso de los crímenes de odio cometidos contra más de 350 mujeres en Ciudad Juárez, registrados desde 1993, y contra poco más de 400 homosexuales en todo el país, contabilizados, desde 1995, el odio que motiva a la agresión, la humillación, la
tortura y el asesinato contra la persona odiada tiene un ingrediente de deseo
sexual entremezclado con el interés de obtenerlo desde el dominio. Es una
neurosis obsesiva que provoca en el criminal que el objeto de su goce, al querer obtenerlo desde su dominio, y no lograrlo, se le torna como objeto de odio.
Así, el obsesivo, en último término, es siempre misógino u homófobo en mayor o menor grado, ya que detesta lo que del ser femenino o gay no consiente
en reducirse al objeto que satisface las expectativas de su fantasía.
En el caso de los misóginos, describe Carmen Gallano, el obsesivo no ama
a las mujeres sino
[...] a la figura, femenina o no, de otro imaginado como lo que él puede colmar,
como apoyo de su narcisismo. Y a las mujeres que desea, las desea sólo como
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
33
objeto de goce sexual y por eso, si le manifiestan otro deseo, y una falta que
él no satisface sólo con su oferta sexual ausente del programa de él, termina
odiándolas (El odio, Ensayo Tusquets, p. 49).
Un proceso similar ocurre con la homofobia. Con el agravante de que el
homófobo criminal identifica al gay o a la lesbiana como un traidor a la propia cultura, a la naturaleza, un disidente existencial que cuestiona la identidad
del sujeto, la pureza masculina, la fidelidad de la comunidad que odia.
Como anota Amnistía Internacional en su informe Crímenes de odio, conspiración de silencio, la homofobia, al igual que el racismo y el sexismo
[...] no es algo “natural” ni “inevitable”. La discriminación basada en la identidad se puede crear, avivar y encender desde el ámbito político. Gobiernos de
todos los continentes han fomentado el sentimiento antihomosexual y lo han
utilizado en forma calculada y consciente al atacar a sus oponentes, obtener
apoyo o desviar la atención de sus fechorías y deficiencias. Han intentado servirse de los homosexuales como fáciles chivos expiatorios, acusándolos de ser
el origen de males sociales como las desviaciones morales o de orden público
(AI, 22 de junio de 2001).
CRÍMENES DE ODIO, PARÁMETROS COMUNES
¿Cómo definir e identificar un crimen de odio? ¿En qué se pueden hermanar
los casos de feminicidios seriales de Ciudad Juárez, con los crímenes contra
homosexuales que, de vez en vez, trascienden a través de la nota roja de los
periódicos, ese espacio reservado al registro de los odios presentados con sensacionalismo por nuestra cultura de la información? ¿Constituyen simples
expresiones de una violencia homicida que no distingue género, opción sexual,
identidad étnica, creencia o posición económica?
El mejor método para identificar los parámetros comunes en uno y otro caso
es el propio tratamiento que la autoridad ministerial, los medios de información y los dirigentes políticos y religiosos le dan a estos crímenes.
1. En todos los casos, se registra un nivel de exhibicionismo violento y de
abuso sexual que tiene como objetivo humillar, martirizar, deshumanizar y
mutilar a la víctima. No se trata únicamente de su eliminación física sino de
ultrajar su propia dignidad humana.
34
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Sirva como ejemplo el caso de Lilia Alejandra García, una de las víctimas
del feminicidio en Ciudad Juárez. El 19 de febrero de 2001 su cuerpo fue encontrado en un terreno baldío, cercano a la maquila, en una de las zonas más
transitadas de la ciudad. Estaba envuelto en una cobija y presentaba señales de
violencia física y sexual. La causa de la muerte se determinó como asfixia por
medio de estrangulación. Los signos de violencia sexual contra Lilia Alejandra fueron muy similares a los del primer crimen, registrado el 13 de mayo de
1993. El cuerpo de la mujer no identificada fue localizado en las faldas del
Cerro Bola. La descripción del expediente indica que la mujer tenía “herida
punzo cortante en seno izquierdo, excoriaciones en brazo izquierdo, golpe
contuso con hematoma a nivel maximal y a nivel de pómulo derecho,
excoriaciones en mentón, hemorragia buca y nasal”. Como Lilia Alejandra, la
primera víctima era morena, de 24 años y la causa de la muerte fue determinada
como “asfixia por estrangulamiento”.
Entre agosto y noviembre de 1995 se encontraron otros ocho cadáveres. Se
identifica uno, el de Elizabeth Castro, obrera de la maquila, de 17 años. Su cuerpo es hallado con las manos atadas con las cintas de sus zapatos. Fue violada
y estrangulada. Una larga lista de 137 mujeres, hasta agosto de 2003, han sido
encontradas muertas, en estado de descomposición, prácticamente irreconocibles y con huellas de violencia sexual.
En el caso de los crímenes de odio por homofobia, la brutalidad y el abuso
sexual también han estado presentes. Uno de los casos más recientes, el de
Jorge Armenta Peñuelas, de 27 años de edad, dirigente del Colectivo Lésbico
Gay de Nogales, Sonora, y de su pareja Ramón Armando Gutiérrez Enríquez,
demostró un nivel de violencia inusitada. Ambos fueron asesinados, en mayo
de 2003, en su departamento. Los cuerpos fueron encontrados con signos de
tortura, con martillazos en el cuerpo y, según versiones extraministeriales, uno
de los cuerpos tenía clavada en la axila su credencial de elector. Armenta
Peñuelas era candidato a regidor de Nogales por el partido Convergencia.
Entre otros casos sonados se encuentran por lo menos cinco crímenes contra gays cometidos entre 2000 y 2001 en Colima, a los que se suma el asesinato
del profesor Manuel Salas Cepeda, a mediados de 2001, ocurrido en Mérida.
Se presentaron huellas de ultraje multitudinario. En Guadalajara fue asesinado por estrangulamiento Max Humberto Guerrero García, de 39 años.
En un estudio reciente sobre el perfil criminal de Jack El Destripador, uno
de los asesinos seriales más famosos en nuestra historia, Patricia Cornwell
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
35
anota que “las dos formas más personales de asesinato son el apuñalamiento
y las estrangulaciones. Ambas obligan al agresor a establecer contacto físico
con la víctima” (Retrato de un asesino, Latrama, p. 41). De una u otra forma,
este contacto físico le otorgan al criminal por razones de odio un dominio, una
demostración de poder a partir de la sujeción y el abuso de sus víctimas.
2. Invariablemente, las autoridades ministeriales y los propios medios informativos minimizan o relativizan el crimen de odio. Lo más común es llamarle
“crimen pasional” o, como en el caso reciente de Ciudad Juárez, un “crimen
situacional” para distinguirlo de los llamados “homicidios seriales” y, de esta
forma, considerarlos como parte de una violencia consuetudinaria, “normal”,
disminuyendo así el contexto social, cultural de homofobia o misoginia y, por
supuesto, corresponsabilizando a la propia víctima de su destino.
En el caso de Ciudad Juárez, en 1998, la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH) emitió su primera recomendación derivada de la investigación de 81 asesinatos a mujeres. En una de las partes medulares, la Recomendación 44/98 anotaba que “las autoridades estatales han incurrido en una
omisión culposa al observar el crecimiento de este fenómeno social y no atenderlo, controlarlo o erradicarlo, ya que no sólo no lo previeron ni previnieron
sino que tampoco extremaron sus cuidados”. Esta recomendación fue rechazada por las autoridades municipales y estatales, acusando a la CNDH de intentar dañar la imagen del entonces partido gobernante en el estado, el PAN,
en un año electoral.
Sin embargo, el mismo diagnóstico fue refrendado por la relatora Marta
Altolaguirre del Alto Comisionado de la OEA para los derechos humanos, en
diciembre de 2002, y por Amnistía Internacional, cinco años después, en agosto
de 2003.
Tanto la demora en el inicio de las investigaciones, cuando se denuncian las
desapariciones de mujeres, como la negativa a abrir una investigación penal
para determinar si se ha cometido un delito, ignorando el patrón de homicidios
con violencia sexual, forman parte de una constante en estos casos. Por lo
menos, en cinco de los más recientes crímenes, las autoridades ministeriales
de Chihuahua, sin evidencias suficientes o, peor aún, fabricando a los culpables, han responsabilizado de los homicidios a los novios o parientes para justificar que se tratan de asesinatos de índole “pasional” y no serial.
Por ejemplo, Diana Jazmín García Medrano, joven de 17 años, desapareció
en Chihuahua el 27 de mayo de 2003. Su cuerpo no ha sido hallado. Su madre,
36
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Hilda Medrano, denunció en entrevista que desde la desaparición de Diana
Jazmín lo único que han hecho las autoridades es amedrentar a la familia. Incluso, los agentes acusaron a su novio de ser el responsable de su desaparición,
pero “resulta que ella ni siquiera tiene novio”, afirmó Medrano (La Jornada,
11 de agosto de 2003, p. 43).
Otro caso más grave es el de Neyra Azucena Cervantes, de 19 años, desaparecida el 13 de mayo de 2003. Su cadáver fue encontrado en un sitio conocido como Los Cuernos de la Luna. Las autoridades ministeriales detuvieron al
día siguiente a su primo, David Meza Argueta, quien se encontraba en Chiapas
el día de la desaparición. Según la versión oficial, Meza Argueta contrató por
350 dólares a dos desconocidos para que secuestraran a su prima. Cuando los
secuestradores le avisaron que tenían a Neyra Azucena, el presunto homicida
retornó a Chihuahua, la violó y la mató. Públicamente se ha denunciado que
David Meza es un simple “chivo expiatorio”, pero las autoridades rechazan
investigar los patrones de homicidio serial similares a los casos de Ciudad
Juárez.
Un patrón similar de homicidios seriales contra mujeres se ha producido en
Sonora y en Tamaulipas. Invariablemente, las autoridades ministeriales minimizan los casos señalando que se tratan de “crímenes pasionales”, aunque las
características sean similares. Por ejemplo, en Nuevo Laredo, ciudad colindante con Texas, se encontró el 8 de enero de 2003 el cuerpo de Olga Lidia Osorio
López, asesinada por ahorcamiento, después de haber sido violada y golpeada. Su cuerpo fue encontrado tirado en la banqueta. Las autoridades se apresuraron a minimizar el caso como un “asesinato pasional”.
En Sonora, desde 2000 a la fecha se han registrado 22 homicidios similares
a la ola de crímenes de Ciudad Juárez. La mayoría de los casos se han registrado en Nogales, donde se encontró el cuerpo de una adolescente el 13 de
agosto de 2002 y un mes después, el 30 de septiembre, se halló el cuerpo de otra
mujer en un basurero y en octubre aparecieron los cuerpos de dos mujeres en
un paraje abandonado. El 18 de marzo de este año se halló otro cuerpo descuartizado en un paraje. Ahí ni siquiera existe una fiscalía especial o alguna línea
de investigación que los relacione con los casos de Ciudad Juárez y Chihuahua.
También en Nogales se registró el crimen de Jorge Armenta, joven gay de
27 años, candidato a regidor por Convergencia. El y su pareja fueron asesinados a martillazos, después de ser torturados. El martes 5 de junio de 2003, El
Diario de Sonora publicó que “trascendió extraoficialmente” que “se debió a
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
37
un crimen pasional, pues se conoce que el político era representante gay en la
ciudad y tenía problemas con varios de sus amantes, según relató un Ministerio Público que no quiso revelar más detalles a este medio de comunicación”.
Hasta la fecha, se desconoce quién fue el homicida.
3. Se estructura un discurso social en torno a los crímenes de odio, argumentando que las razones fundamentales que los alientan son el resultado o
bien de la “decadencia moral”, la “ausencia de valores familiares” o el “estilo de vida” de las víctimas, eufemismo para encubrir el prejuicio o la discriminación hacia las propias víctimas. Al sexismo se le agregan ingredientes de
clasismo, racismo y, en no pocas ocasiones, de regionalismo. Los criminales
siempre provendrán de otros sitios, de regiones estigmatizadas o con características que los identifican en el mismo patrón de menosprecio que a las
víctimas. A la “gente de bien” no les suceden estos casos.
En su informe Crímenes de odio, conspiración de silencio, Amnistía Internacional hace un recorrido por los principales casos en el mundo, sobre crímenes y torturas derivados de la identidad sexual. Su primera conclusión es que
las víctimas de estos crímenes “son disidentes de otro tipo, y han sido escogidos no por sus opiniones o su activismo, sino por su propia identidad”. No
acatar la “norma heterosexual” o vivir fuera de los “valores familiares” son
disidencias más peligrosas que las políticas porque alientan el odio. Y si no, que
lo diga la Iglesia católica que en nuestro país ha dado muestras recientes de su
activismo intolerante contra mujeres y contra gays.
Por si fuera poco, el clima de odio e intolerancia se ha acrecentado con el
VIH. Esta epidemia ha sido considerada desde su inicio como una “plaga gay”,
producto de la perversión, la promiscuidad y el “libertinaje sexual” que va en
contra de la norma de una sexualidad condicionada única y exclusivamente
para la procreación. En otras palabras, el VIH ha alentado el estigma y, por
ende, ha sido el caldo de cultivo para justificar la violencia y los crímenes de
odio contra la comunidad lésbico-gay.
Existe en este discurso, como en el caso de la justificación de la violencia
contra la mujer, una condena explícita a los “estilos de vida” y, por ende, una
deshumanización que precede a la justificación por el trato inhumano, cruel y
denigrante por el que pasan las víctimas.
Lo más impresionante es que todos estos abusos y crímenes suelen ocultarse
tras un velo de silencio e indiferencia social. Sólo hasta que la situación adquiere rango de escándalo y la visibilidad es cada vez mayor, como en el caso de
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Ciudad Juárez, hay una reacción social que siempre es tardía. La contraparte
del silencio social es la aquiescencia de las autoridades que propicia la violencia sexual contra los gays, los bisexuales, transexuales y mujeres.
4. El desaseo en las investigaciones se vuelve un patrón común. La impunidad se alienta desde las propias agencias ministeriales, las fiscalías y las
procuradurías encargadas de investigar tales casos. Lo importante para el
sistema de procuración de justicia consiste en la fabricación de “chivos
expiatorios”, culpables a modo (generalmente, provenientes del propio círculo
familiar o íntimo de la víctima), minimizando las irregularidades en la investigación (que incluyen la tortura de los detenidos, en la mayoría de los casos)
y maximizando los “logros” de una investigación exprés. Los crímenes de odio
se siguen cometiendo y los indicios de complicidad de los propios aparatos de
justicia crecen.
Amnistía Internacional, en su informe Muertes intolerables, México: 10
años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, y la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia, en su reporte de
2002, coinciden en un punto fundamental: la impunidad es el signo característico de estos delitos, ya que se minimiza su gravedad, hay desaseo en las
investigaciones, los expedientes son irregulares. AI reconoció explícitamente
la tortura en la creación de los chivos expiatorios, así como “la negligencia,
omisión, complicidad o tolerancia de los agentes de Estado” en la investigación de los crímenes.
Al mismo tiempo la organización internacional reportó que “ha detectado
una deficiente base informativa oficial con referencia a los casos de desapariciones y homicidios de mujeres en el estado de Chihuahua”.
Esto no es un diagnóstico nuevo. La CNDH en 1998 y la relatora especial
de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales sumarias o arbitrarias, Asma
Jahagir, en su informe de 1999, también reportó esta negligencia. “La conducta
arrogante de algunos funcionarios públicos y su manifiesta indiferencia ante
estos delitos permiten concluir que muchos de ellos fueron deliberadamente
pasados por alto por la mera razón de que las víctimas eran ‘sólo’ muchachas
corrientes y, por lo tanto, no eran consideradas una gran pérdida”, estableció
Jahangir en su reporte de noviembre de 1999.
A su vez, en su informe de diciembre de 2002, la relatora Marta Altolaguirre,
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), afirmó:
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
39
La denegación de una respuesta eficaz se origina y se propaga en virtud de la
percepción de que la violencia contra la mujer —el caso más elocuente es el
de la violencia doméstica— no es un delito grave. La falta de una respuesta
eficaz forma parte del contexto más amplio de la discriminación. Para encarar
los asesinatos se requiere necesariamente hacer frente a los problemas de mayor
escala de la violencia y la discriminación basadas en el género, primero, y principalmente, a través de un pronto y eficaz acceso a la justicia.
En los casos más recientes del feminicidio de Ciudad Juárez se confirma un
patrón común: la resolución exprés, en menos de 24 horas, de homicidios contra mujeres que cualquier perito o investigador requeriría de mayores elementos
para considerarlos como “solucionados”.
En por lo menos cinco casos existen serias dudas de una investigación eficaz y hay indicios de que se crean “chivos expiatorios” para acallar las críticas por negligencia. Por mencionar los casos más polémicos:
a) El 6 y 7 de noviembre de 2001 se encontraron ocho cuerpos en el lote
algodonero de Ciudad Juárez. Por lo menos cinco cuerpos presentaban huellas
de haber sido asesinados desde hace un año. El perito Óscar Máynez renunció
al momento de que le dieron órdenes de “maquillar” los casos. Sin órdenes de
aprehensión fueron detenidos los choferes de la Ruta 1 Gustavo González Meza, “la Foca”, y Víctor Javier García Uribe, “el Cerillo”, el 9 de noviembre,
apenas dos días después del hallazgo. En el oficio 4142/00 del expediente 426/
01 se ha documentado la tortura contra ambos para que se declararan culpables.
Lo más preocupante es que el 20 de septiembre de 2002 un examen de ADN
de la perito en materia forense Xóchitl Adriana Félix concluyó que cinco de las
osamentas encontradas “no presentan parentesco genético” con ninguno de los familiares. Es decir, su identidad no correspondió con los nombres que dio la
procuraduría. El caso se volvió explosivo porque el abogado de “la Foca”,
Mario Escobedo, murió asesinado en un enfrentamiento con judiciales el 5 de
febrero de 2002. Un año después, “la Foca” también falleció en circunstancias
extrañas. Sólo sobrevive “el Cerillo”, y su esposa, Miriam García, ha dado una
batalla frontal para liberar a su esposo, aun a costa de la intimidación de los
propios agentes judiciales y de personeros del gobernador del estado, según los
testimonios de la propia García.
b) Otro caso emblemático es el de Paloma Angélica Escobar Ledesma, de
16 años, trabajadora de maquila y estudiante de la escuela de computación
40
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Ecco. Angélica desapareció el 2 de marzo de 2002 cuando se trasladaba a la
escuela. Su cadáver fue encontrado el 27 de marzo y, según datos que arrojó
el certificado expedido por el médico legista, la joven ya se encontraba muerta cuando el procurador estatal informó a la familia que estaba con vida. En su
cuerpo se encontró sobrepuesta una pantaleta que no era la suya, tal y como ha
ocurrido en otros casos. A los tres días del hallazgo se detuvo al presunto responsable, Vicente Cárdenas Anchondo, su novio, quien recibió la sentencia de
40 años de prisión, bajo el cargo de homicidio con premeditación, alevosía y
ventaja. La única evidencia para incriminarlo era que el cuerpo de la víctima
tenía una foto del novio. La propia madre de Angélica indicó que esa misma
foto se la proporcionó a la comandante Gloria Cobos, por lo que se presume
que la evidencia fue “sembrada”. Según la organización Justicia para Nuestras
Hijas, de Chihuahua, la procuraduría “se ha negado a abrir una línea de investigación sobre el probable encubrimiento de los responsables del asesinato o
bien investigar quién ordenó la siembra de evidencias”. La misma organización
apunta que no se investigó a la escuela de computación Ecco, siglas de la misma
institución a la que asistieron por lo menos nueve jóvenes que han aparecido
posteriormente muertas. Cabe destacar que esta misma escuela tiene 34 planteles en todo el país y ahora ha cambiado su nombre a Incomex. A la comandante Gloria Cobos nadie la ha investigado por la presunta “siembra” de evidencias, aun cuando existe documentación.
c) También está el caso de Marcela Viviana Rayas, de 16 años, quien desapareció en Chihuahua el 16 de marzo de 2003 y su cuerpo fue encontrado dos
meses después, el 28 de mayo, en un terreno baldío, en avanzado estado de
descomposición y con huellas de tortura. Los familiares la buscaron antes infructuosamente y presentaron ante la procuraduría estatal una denuncia por
secuestro, la cual fue desestimada. A menos de 24 horas después de encontrarse
el cuerpo, se detuvo como presunto responsable a Ulises Ricardo Perzábal
Ibáñez, “la Changa”, y a su pareja estadounidense Luisa Kicker, “la Cheyenne”.
Se basaron en el testimonio de tres personas que declararon haber visto que en
un rito satánico la estadounidense golpeó con un bate a la niña, por “celos”.
Días después, dos de los testigos, Manuel López Domínguez y Érika Pérez
Arzate, se retractaron en una rueda de prensa y acusaron a la procuraduría de
haberlos torturado para que declarara contra los acusados. La detención de “la
Changa” y “la Cheyenne” desató una ola de persecución contra la organización
Mujeres de Negro y contra todos aquellos jóvenes identificados como “hip-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
41
pies” o “esotéricos” por las autoridades ministeriales, ya que esta pareja tenía
un establecimiento de artículos de terapia alternativa en Chihuahua.
d) La joya central de la corona de irregularidades es el caso de la profesora
Elodia Payán, cuyo cuerpo se encontró el 5 de agosto de 2002 en Ciudad Juárez.
Fue violada y brutalmente asesinada en su domicilio. El crimen conmocionó a
la ciudad fronteriza porque era una profesora muy reconocida. La procuraduría
estableció que el asesino confeso era Mario Chavarría Barraza. Sin embargo,
este sujeto estaba preso el día que, supuestamente, cometió el delito. A pesar
de las evidencias, la procuraduría sostuvo la culpabilidad de Chavarría.
La investigación en los crímenes de odio por homofobia registran patrones
muy similares: negligencia, creación de chivos expiatorios, intimidación y
hostigamiento a las organizaciones que denuncian.
Con un promedio de 35 crímenes por año, México ocupa el segundo lugar
en América Latina, en el registro de crímenes de este tipo. La mayoría de los
asesinatos se han registrado en el Distrito Federal. Según la subprocuradora de
Atención a Víctimas del Delito de la capital, Bárbara Illán, hasta marzo de 2003
tenían información de 40 casos de crímenes contra gays y lesbianas en la capital del país.
Entre los casos más sonados en otras entidades se encuentran por lo menos
cinco homicidios contra gays, cometidos entre 2000 y 2001, en Colima. En el
puerto de Veracruz distintas organizaciones han reclamado que se resuelvan
cinco homicidios ocurridos en 2003.
5. La respuesta civil, en un principio marginal y aislada, pasa de la indignación inicial, al activismo y a la posterior intimidación de aquellos organismos civiles que cuestionan los resultados de la “justicia exprés”. Del crimen
de odio se pasa así al clima de odio, en una especie de delincuencia
institucionalizada que genera una psicosis social, un paulatino desgaste e,
incluso, divisiones entre los familiares de las víctimas y las organizaciones que
defienden la causa de la justicia. Invariablemente, se acusa a las organizaciones, desde las instancias oficiales, de querer “lucrar” con el dolor de las víctimas o de “politizar” los crímenes.
Romper el velo del silencio siempre es una tarea titánica, llena de sinsabores y con un grado de riesgo mayor porque convierte a los denunciantes en parte
de ese clima de odio que propicia el autoritarismo y la intolerancia.
En Ciudad Juárez, la reacción social ante el feminicidio se dio sólo hasta que
prendió la mecha del activismo en pro de los derechos humanos de la mujer, a
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
raíz de una iniciativa de ley para penalizar el aborto. Cuenta Esther Chávez Cano, pionera en esta lucha agotadora de una década de denuncia y de
estigmatización, que cuando iniciaron las protestas contra los primeros homicidios contra mujeres, no eran más que un núcleo de una decena de activistas.
Paradójicamente, los familiares de las víctimas no fueron los primeros en organizarse, pero con el paso del tiempo han sido los más radicales y politizados
en su denuncia. Junto con Esther Chávez Cano, quien actualmente dirige el
Centro de Atención en Crisis Casa Amiga, surgieron otras organizaciones como
la Red de no Violencia, así como Nuestras Hijas de Regreso a Casa, un grupo
que surgió a raíz del caso de Lilia Alejandra Andrade y que adquirió fuerza
después de los hallazgos en el lote algodonero.
Los intentos de dividir y confrontar entre sí a las organizaciones son permanentes y persistentes por parte de las autoridades. Es común que se acuse a estas
agrupaciones de querer “lucrar” con la desgracia de los familiares, de buscar
“politizar” los crímenes y de responder a “intereses ajenos” que atentan contra “la soberanía” del Estado. Todas estas acusaciones han sido comunes en el
caso de Ciudad Juárez. Y ni qué decir en el caso de las pequeñas organizaciones de gays y lesbianas en los estados que denuncian los crímenes de
homofobia. En Nogales, Sonora, los integrantes del Círculo Cultural Gay que
dirigía Jorge Armenta fueron los primeros señalados como presuntos sospechosos de su asesinato.
De esta forma, de la estigmatización se pasa al hostigamiento contra las
organizaciones de derechos humanos y sus representantes. Amnistía Internacional, en su reciente informe sobre Ciudad Juárez, documentó los casos de
amenazas contra Marisela Ortiz Rivera, defensora de los derechos humanos
que trabaja en la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa. En entrevista, Ortiz Rivera reconoció apenas en agosto de 2003 haber recibido nuevas
amenazas vía telefónica y relató un intento de secuestro contra su propia hija.
Evangelina Arce, madre de Silvia Arce y miembro del Comité Independiente
de Derechos Humanos de Chihuahua fue intimidada y agredida en una calle de
Ciudad Juárez el 30 de abril de 2003. Fue atacada por tres hombres no identificados que le robaron y le propinaron numerosas patadas. La esposa de Víctor
Javier García, alias “el Cerillo”, Miriam García, ha documentado desde el 7 de
febrero de 2003 distintas amenazas. Todavía el 22 de julio de este año, durante la presentación del Plan Integral de Seguridad Pública del gobierno federal
para Ciudad Juárez, Miriam García fue amenazada por presuntos agentes ju-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
43
diciales que le advirtieron: “si te presentas al evento, te mueres, porque eres tú
o tu esposo, así que ya sabes”. Esther Chávez Cano ha denunciado amenazas
por investigar las desapariciones y los asesinatos de mujeres. En abril de 2002,
la CIDH otorgó medidas cautelares a favor de Chávez Cano, fundadora de Casa
Amiga.
Por supuesto, no es sólo contra los activistas de derechos humanos y los
familiares que se ejerce la intimidación y el hostigamiento. En Ciudad Juárez,
ocho reporteros pertenecientes al periódico Norte, junto con su director Óscar
Cantú, han sido objetos de denuncias por difamación y calumnias, así como
amenazas. Éste es uno de los pocos medios impresos en la entidad que ha
documentado puntualmente los casos de feminicidio y ha acusado directamente
a las autoridades estatales de encubrir a los asesinos o de fabricar culpables.
También el periodista Sergio González Rodríguez, autor del libro Huesos en
el desierto, quizá el trabajo informativo más completo y acucioso publicado
hasta el momento, ha sido objeto de amenazas y agresiones por sus trabajos de
investigación relacionados con el feminicidio, al igual que la periodista Diana Washington, de El Paso Times, otra reportera que ha indagado y seguido pistas que las autoridades han desdeñado.
6. Los crímenes de odio se transforman en esencia medular del crimen
organizado, pero nunca se les aborda como tal. El aislamiento de los casos o,
peor aún, su tratamiento como “narcocrímenes”, “narcoejecuciones” o “narcosatanismo” tienen como objetivo minimizar la corresponsabilidad social e
ignorar el modus operandi que, en muchos casos, nos hablan de una estructura criminal que desafía al Estado de Derecho.
En los casos más dramáticos de violencia sexual y crímenes de odio que se
han registrado en nuestro país existen varios patrones que nos llevan a pensar
que se trata de una estructura criminal, sobrepuesta al aparato estatal de
procuración de justicia que actúa con total impunidad. No se trata única y
exclusivamente de narcotráfico o narcoejecuciones porque, a diferencia de los
ajusticiamientos cometidos entre bandas y cárteles, en el caso de los crímenes
contra mujeres y gays no se busca eliminar a “soplones”, “traidores” o “rivales” sino de desafiar al Estado de Derecho, demostrar el poderío de las mafias
que actúan más allá de cualquier límite.
Entre esos patrones podemos mencionar los siguientes:
a) La ruta del feminicidio coincide con las ciudades más importantes del
cartel: Ciudad Juárez, Chihuahua, Nogales, Nuevo Laredo y Guadalajara.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
b) Reportes internos del FBI insisten en involucrar a agentes judiciales
corrompidos, tanto de Texas y Arizona como de Chihuahua, Sonora y Tamaulipas como los probables corresponsables o cómplices de los homicidios.
c) Se menciona insistentemente a personajes y familias identificadas en los
medios locales como parte de la estructura del lavado de dinero y del transporte
de droga como vinculados a las bandas de odio por homofobia. En particular,
ante el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, distintas representantes de organizaciones civiles mencionaron a miembros de la
familia Zaragoza Fuentes, dueños de las gaseras, de tiendas de autoservicio, de
gasolineras y de bienes raíces, como presuntos corresponsables. Hasta donde
se sabe, ninguna instancia judicial los ha investigado. Otra información proveniente del FBI, menciona a la familia Domínguez, así como a seis prominentes empresarios de El Paso, Texas, Ciudad Juárez y Tijuana como presuntos
implicados en el patrocinio de sicarios que se dedican a secuestrar, violar,
mutilar y asesinar a mujeres.
d) Los hallazgos más importantes y la “siembra” de cuerpos de mujeres han
coincidido en distintas fechas con golpes que las autoridades le han dado a la
estructura criminal del narcotráfico o las bandas organizadas. Incluso, la ola de
crímenes inicia en 1993, el mismo año en que es asesinado en Cancún, Rafael
Aguilar Guajardo, identificado como el fundador del Cartel de Ciudad Juárez,
que llegó a ser, bajo el mando de Amado Carrillo Fuentes, una de las estructuras más poderosas y diversificadas del país.
7. Los crímenes de odio son resultado, a su vez, de condiciones sociales
particularmente violentas. En las sociedades donde se registran asesinatos
seriales o persecución homófoba coinciden también con altos niveles de violencia intrafamiliar. El incesto, los maltratos, los abusos sexuales entre parientes o entre personas que viven en una misma casa se han incrementado en
aquellos sociedades homófobas, racistas o misóginas.
Ni el crimen organizado ni la impunidad explican por sí solos el grado de
violencia sexual y de odio registrados en los casos de feminicidio y de homofobia. El primer peldaño de esta historia se encuentra en la prevalencia de la
violencia intradoméstica e intrafamiliar. La propia CIDH, en su informe de
2002, subraya que “un examen de los datos oficiales, crónicas periodísticas e
informes no gubernamentales indica que un considerable número de asesinatos ocurridos a partir de 1993 se produjeron, evidentemente, en relación con
situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar”.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
45
Para Amnistía Internacional se trata de secuestros y asesinatos con violencia sexual, “por ser la manifestación más extrema de la violencia contra la
mujer y de la impunidad, aun reconociendo que los casos de homicidios con
características distintas merecen una respuesta integral del estado, en particular
una investigación pronta, exhaustiva e imparcial”.
En Ciudad Juárez se registra el índice más elevado de homicidios contra
mujeres, casi el triple en relación con Tijuana. Mientras en esta ciudad fronteriza, la tasa de 2.4 asesinatos por 100 mil habitantes, en Juárez es de 7.9 por
100 mil habitantes. La tasa nacional promedio es de 3.4.
En comparación con los crímenes contra hombres, los cometidos contra
mujeres han crecido al doble. Esto lo ratifican las propias cifras oficiales. Entre
1985 y 1992 se registraron 37 asesinatos contra mujeres, pero entre 1993 y
2003 la cifra ascendió a 370. Este coeficiente de homicidios contra mujeres se
duplicó en relación contra los varones. Otras cifras documentan el incremento de la violencia intrafamiliar. Por ejemplo, el Centro de Crisis Casa Amiga,
dirigido por Esther Chávez, en su informe de 2002 reportó que de 1,704 casos
atendidos por primera vez, 973 fueron por violencia doméstica, 55 por incesto —“el doble de lo registrado en 2001”—, 49 casos de violaciones de adultas y 22 violaciones de niñas.
LAS RECOMENDACIONES
Frente a este panorama, es claro que el tratamiento a los delitos de género y
con tintes de violencia sexual merecen un tratamiento conjunto, tanto por parte
de las Organizaciones No Gubernamentales como las oficiales defensoras de
los derechos humanos. El primer paso consiste en identificarlos justamente como
crímenes de odio y combatir el intento de minimizarlos o menospreciarlos.
La labor, además de saneamiento jurídico y de combate a la impunidad, tiene
características de batalla cultural. Es necesario anular no sólo las leyes que
penalizan la homosexualidad o que discriminan a las mujeres sino combatir
todas aquellas declaraciones y prácticas que tiendan a la estigmatización y al
menosprecio social.
La batalla contra la autoridad implica que las autoridades garanticen que
todas las denuncias e informes de malos tratos a causa de la identidad sexual,
ya sea real o supuesta, se atiendan de forma inmediata e imparcial. Es necesa-
46
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
rio establecer mecanismos independientes eficaces para vigilar a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, con el fin de detectar y eliminar todas las formas de discriminación en el sistema de procuración de justicia y de
atención.
El otro gran desafío es la prevención de la violencia sexual. No bastan los
buenos deseos o las medidas burocráticas ostentosas, como las que se han
impulsado en Ciudad Juárez, si la prevención no se convierte en una política
permanente a todos los niveles, incluyendo a los propios medios de comunicación. Para lograr una estrategia eficaz de prevención se requiere:
a) Una condena a la práctica de la tortura, dondequiera que se produzca.
b) Eliminar las detenciones secretas y la intimidación y el hostigamiento a
los propios organismos defensores de los derechos humanos.
c) El Estado debe hacer cumplir el derecho a recibir una reparación frente
a todas las víctimas de crímenes y delitos de odio.
d) Impulsar la creación de centros de atención de crisis para todas aquellas
víctimas de la violencia intrafamiliar. No bastan los buenos deseos o las condenas sino se aplican estrategias de respuesta rápida y emergente a todos estos tipos de casos.
e) Fortalecer las políticas laicas que eliminen todos aquellos prejuicios y
valoraciones que impliquen estigmatización o discriminación.
El odio es una enfermedad social que se alimenta con la falta de respeto al
Estado de Derecho. Es la otra cara de la impunidad y constituye uno de los desafíos más importantes para la defensa de los derechos humanos.
El odio también se alienta con el rencor social y la inducción del miedo
desde el aparato estatal. Por eso es importante impulsar una comunicación de
la tolerancia y del derecho a la diferencia que tienda a la aceptación de los otros
como integrantes de nuestro entorno, de nuestra propia identidad y no como
amenazas o simples objetos de nuestra ira.
LA TUTELA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO
(DERECHOS HUMANOS Y POLÍTICAS PÚBLICAS
EN LA EDUCACIÓN MEXICANA)
Carlos Pallán Figueroa
Laura Salinas Beristáin
INTRODUCCIÓN
El presente texto se refiere a la educación como un derecho fundamental de los
mexicanos, al conjunto de disposiciones jurídicas en que se fundamenta y a la
forma como cobra vida entre los individuos y grupos a quienes protege.
Se parte de la base de que la garantía de educación que ampara a niños y
jóvenes forma parte de los derechos humanos, está establecida en las normas
nacionales e internacionales, y es exigible al Estado. Las normas tutelan el
ejercicio de ese derecho y el Estado debe materializar, mediante políticas públicas y los planes y programas educativos que se desprendan de ellas, que los
individuos y grupos sociales lo ejerzan efectivamente. El Estado mexicano ha
puesto en marcha, en materia de educación y derechos humanos, políticas
públicas que desarrollan e instrumentan lo previsto en las normas, pero no
siempre lo ha hecho con la debida celeridad, y la aplicación de esas políticas
con frecuencia dista de lo previsto en la ley.
Algunas ideas de Amartya Sen están presentes en el planteamiento y el
desarrollo de éste trabajo.1 Como él lo expresa pragmáticamente, los derechos
no son valiosos en sí mismos, sino en sus consecuencias; de ese modo establece
una posición, llamada “libertaria”, mediante la cual propone que cada individuo tenga un conjunto de derechos garantizados, no solamente tutelados. Por
1 Racionality and freedom. Cambridge, Ma., Belknap Press / Harvard University Press, 2003.
[47]
48
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
lo tanto, no es suficiente que el Estado amplíe a la población el conjunto de
bienes que están basados en derechos; las políticas públicas, en este caso las
de desarrollo humano, deben preocuparse por convertir los bienes en capacidades efectivas. La idea central de Sen, de que el desarrollo no puede ser
medido sin tomar en cuenta el estilo de vida de las personas y sus libertades,
tiene su correlato en el tema que aquí se aborda: una educación que no tenga
las características esenciales, no facilitará la apertura de oportunidades económicas, políticas y sociales y, por consiguiente, no estará trayéndole bienestar
al individuo; por ende, tal tipo de educación estaría al margen de un derecho
humano efectivamente tutelado.
De acuerdo con lo dicho, el objetivo de este texto es doble: por un lado,
pretendemos ofrecer un panorama jurídico del derecho a la educación y otros
derechos humanos referidos a niños y jóvenes en México, y para ello analizamos cómo se ha construido el marco legal correspondiente; por otra parte tratamos
de identificar, tanto cuál o cuáles son los enfoques de derechos humanos que
orientan las políticas educativas y los instrumentos derivados de ellas, como
también, a la inversa, tratamos de identificar, mediante la observación de los
derechos humanos tutelados, cuáles son los enfoques que las normas y las
políticas educativas postulan como deseables.
Dado que el tema del derecho a la educación, si involucramos en él a las
nociones de derechos humanos y políticas públicas, es sumamente amplio,
nos hemos limitado a la educación básica oficial (primaria y secundaria), a los
grupos de edad en los que están los niños y jóvenes que la cursan, a los dispositivos legales y las políticas públicas que están relacionados con ellos. Por
tanto, nuestros análisis y nuestras reflexiones están orientados a esos mismos
objetivos. A lo largo del trabajo definimos e identificamos cuatro características básicas de la política educativa del Estado mexicano, que provienen de la
Constitución, se desarrollan en la Ley General de Educación y se instrumentan,
como política pública, en el Programa Nacional de Educación y en los programas estatales.
Este trabajo consta de tres partes: en la primera, referente a los derechos
humanos y las políticas públicas, ofrecemos una noción de cada uno de tales
derechos y del carácter que asumen en México, y describimos sus necesarias
interrelaciones. En la segunda utilizamos un enfoque histórico para identificar
lo previsto en la Constitución y en las leyes nacionales (en lo referente, tanto
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
49
a aspectos educativos como a cuestiones de derechos humanos) y describir los
avances alcanzados en las entidades federativas en materia de aquellos derechos humanos que están correlacionados con los asuntos aquí tratados. En la
tercera parte nos referimos a los compromisos internacionales; incluimos una
descripción y un breve análisis de los cuatro principales instrumentos que,
como han sido aprobados por el Senado de la República y ratificados por el
Ejecutivo Federal, forman parte ya del orden jurídico nacional, constituyen, un
referente obligado de cualquier instrumento de política pública relacionado con
niños y jóvenes, y dan contenido a las formas de protección de que éstos deben ser objeto, todo lo cual ha de reflejarse dentro del sistema educativo.
A. DERECHOS HUMANOS Y POLÍTICAS PÚBLICAS
EN EDUCACIÓN. SUS RELACIONES
1. Los derechos humanos
Es importante recordar que los derechos humanos constituyen un conjunto de
prerrogativas inherentes a las personas, y su ejercicio efectivo e igualitario resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo que vive en una
sociedad jurídicamente organizada. Estos derechos, reconocidos en la Constitución y en las leyes, deben ser garantizados por el Estado.2
De modo genérico, el Estado, para proteger los derechos humanos, debe
construir y mantener las condiciones necesarias para que, dentro de una situación de justicia, paz y libertad, las personas puedan gozar realmente de todos
sus derechos. El bienestar común supone que el poder público debe hacer todo
lo necesario para que, de manera paulatina, sean superadas la desigualdad, la
pobreza y la discriminación.3
Esa tarea esencial de protección implica que el Estado logre cuatro cuestiones básicas: a) contribuya al desarrollo integral de las personas; b) delimite para
2 Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Página electrónica: http://www.
cndh.org.mx/principal/document/derechos, sección: “¿Qué son los derechos humanos?”. Consultada en septiembre de 2003.
3 CNDH, op. cit.
50
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
todas ellas una esfera de autonomía dentro de la cual puedan actuar libremente, protegidas contra los abusos de autoridades y servidores públicos; c) establezca los límites de las actuaciones de todos los servidores públicos, sin importar su nivel jerárquico o la institución gubernamental (federal, estatal y
municipal) a la que pertenezcan, siempre con el fin de prevenir los abusos de
poder, la negligencia o el simple desconocimiento de su función, y d) cree
canales y mecanismos de participación que faciliten que todas las personas
tomen parte activa en el manejo de los asuntos públicos y en la adopción de
decisiones comunitarias.4
De las cuatro acciones, la primera de manera principal y la cuarta de modo
subordinado, se refieren a la educación en sus esferas de proceso social y de
política pública. Como proceso, la educación aporta valores a los educandos,
promueve conductas, desarrolla habilidades, trasmite conocimientos, forma
destrezas. Un principio presente en cualquier sistema educativo es el referente a formar seres humanos de acuerdo con ideales y formas de pensar de la
sociedad, así como dotar a sus miembros más jóvenes de capacidades para el
desempeño de profesiones u oficios determinados, o para adaptarse a las diferentes formas de producción y condiciones de trabajo.5 Como política pública, la educación constituye, tanto el reconocimiento jurídico que hace el Estado de demandas tácitas y manifiestas de una determinada sociedad, como la
atención que da a dichas demandas a través de la administración pública.6 Así
concebidas ambas, es posible identificar en cada caso concreto cuál es el, o
cuáles son los enfoques de derechos humanos a los que atiende una política
educativa determinada. Tal es uno de los propósitos de este trabajo referido a
México.
Puesto que el ejercicio del derecho a la educación involucra el de otros derechos que, a lo largo de la historia, se han ido reconociendo jurídicamente
como fundamentales para la vida digna del ser humano, no está de más recor4
Idem.
Vease: UNESCO: Crisis en la educación. Barcelona, Promoción Cultural, 1976; Carlos
Pallán, “Pasado, presente y futuro de la educación”, en Germán Dehesa et al., Los retos del
próximo milenio. México, SNTE, 1995.
6 Ludwig Guendel, Políticas públicas y derechos humanos. Instituto Internacional de
Gobernabilidad de Catalunya, Sección 11-G-Biblioteca de Ideas consultado en la página electrónica http://www.iigov.org/documentos/?P=4_0109, en septiembre de 2003.
5
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
51
dar aquí que la doctrina y la incorporación a la norma jurídica de los derechos
humanos han pasado, en poco más de 200 años, por cuatro etapas.7
En la primera de estas etapas, iniciada con la Revolución francesa, toman
cuerpo y se consolidan ciertos principios fundamentales (es decir, ciertos supraderechos), así como a las llamadas libertades básicas o los derechos civiles y políticos (principio de igualdad de derechos sin distinción de raza, color
o posición socioeconómica; derechos a la vida, a la libertad y a la seguridad
jurídica; libertades de pensamiento, de reunión y de asociación pacífica, entre
otros).
En la segunda se consolidan los derechos económicos, sociales y culturales,
en correspondencia con una concepción que deviene de una nueva y más avanzada estructura política: el Estado social de Derecho. De conformidad con tal
concepto de Estado, se requiere que las personan gocen no solamente de las
libertades políticas y civiles, sino también, de manera efectiva y tutelada por
las normas todas de un país, de los beneficios de un Estado que promueve el
bienestar. Entre esos beneficios están la seguridad social; los derechos al trabajo, a la salud y a un digno nivel de vida, así como el derecho a la educación.
Cabe decir que, como sucede con todos los derechos, la protección del derecho
a la educación adopta modalidades nacionales, como la de que la educación
primaria y la secundaria sean gratuitas y obligatorias.
A partir de la década de los setentas del siglo pasado, la teoría reivindicatoria
de los derechos humanos evolucionó a lo que se conoce como una tercera ge-
7 En la descripción de estas cuatro etapas se ha seguido lo expresado por la CNDH, op. cit.
Una clasificación pensada para México, y con fundamento en la Constitución Política, es la que
hace Carlos Tello. Para él, los derechos de los mexicanos se agrupan en tres clases: individuales, ciudadanos y sociales. De acuerdo con ello: “Con la introducción de las garantías constitucionales en el texto constitucional, el Estado añade a su responsabilidad la de procurar la igualdad
de oportunidades, la de procurar una igualdad de seguridades que proteja todos los ciudadanos de
los riesgos fundamentales de la vida: el hambre, la ignorancia, la insalubridad, la miseria. En
nuestra democracia social la responsabilidad central del Estado es propiciar la satisfacción de
las necesidades básicas de la población; liberar a cada habitante de los obstáculos que le impiden, en su calidad de hombre libre, su desarrollo como persona digna”. Carlos Tello, “Justicia
distributiva y responsabilidad el Estado”, en R. Cordera, L. Lomelí y R. E. Montes de Oca, La
cuestión social: superación de la pobreza y política social a 7 años de Copenhague. México,
UNAM / INDESOL / IETD, 2003, p. 196.
52
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
neración. Se busca entonces que los derechos humanos sen conducto para la
promoción del progreso social y para la elevación del nivel de vida de todos
los pueblos, en un marco de respeto y colaboración mutua entre las naciones
de la comunidad internacional. Los derechos humanos son, así, un derecho de
los pueblos que abarca tanto la autodeterminación, la independencia económica
y política, y la coexistencia pacífica, entre otros, como también el desarrollo
que permite una vida digna y, particularmente, la solución del los problemas
alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos.
En las últimas cinco décadas se da una reinterpretación y un enriquecimiento
de los derechos humanos, sobre todo desde el punto de vista del principio de
igualdad, como parte de la cuarta generación de derechos, que no es sino un
estadio superior del estudio doctrinario de los derechos humanos ya aceptados
como universales, a partir de la reivindicación que hacen de ellos grupos
poblacionales entre los que están tres que en el caso del derecho a la educación
son muy relevantes: los de los niños, los jóvenes y las mujeres. Una de las características distintivas de esta etapa es la de plantearse “perspectivas más
integrales y particulares que procuran articular de un nuevo modo los ámbitos
jurídicos, sociales y político institucionales”.8
Se puede decir que el orden jurídico mexicano tutela, en distintos grados,
los derechos humanos reconocidos, durante un largo proceso histórico-jurídico, por la mayoría de la comunidad internacional. También debe aceptarse que,
tal como son concebidos por el concierto de naciones, y como se expresan en
nuestra Constitución, estos derechos coexisten en igualdad de rango sin que
ninguno de ellos sea preferente o prioritario, de manera que no solamente deben crearse las condiciones para que todos los habitantes de México los ejerzan en condiciones de igualdad, sino que el cabal ejercicio de unos se da, con
frecuencia, asociado al cabal cumplimiento de otros. Atendiendo a ello, cabe
decir que el reconocimiento constitucional de los derechos humanos en nuestro país no siempre tiene como consecuencia que tales derechos, o al menos los
estrechamente relacionados con el ejercicio del derecho a la educación, tomen
cuerpo y sean desarrollados por las políticas educativas en sus diferentes niveles y esferas de competencia; de ahí que una de las acciones que el Estado
mexicano debe realizar cada vez de manera más completa, en el futuro inmediato, sea aquella tendiente a lograr que se vuelvan una realidad para todos los
8
L. Guendel, op. cit.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
53
habitantes del país. Posiblemente la gran tarea actual del sistema educativo
nacional sea la de incorporar a su operación los compromisos y las obligaciones que el Estado tiene ya inscritos, como derechos fundamentales, en todo su
orden jurídico. En otras palabras, se trataría de armonizar la obligación del
Estado en materia de derechos humanos relacionados con la educación, con las
expectativas concretas que tienen los individuos y grupos para recibir sus servicios, sus apoyos y su protección.
Así, se puede decir que las llamadas libertades clásicas del ser humano
pertenecientes a la primera generación (la igualdad y las libertades antes enunciadas), están incorporadas como propósitos, objetivos y finalidades de la
educación nacional en el texto del artículo 3o. constitucional, y las políticas
educativas actuales se diseñaron tomándolas en consideración (salvo las relativas a la igualdad de género que no ha sido atendida de manera acabada); sin
embargo, eso no sucede con los programas educativos que, siendo el sustento
de la socialización de nuevas generaciones, deben contener y desarrollar todos
esos principios. Los procesos de enseñanza-aprendizaje, el trabajo en el aula
y la interacción entre profesor y educandos tienen o deben tener como guía, en
ese orden, la filosofía y los principios del texto constitucional, las políticas
educativas y los programas de enseñanza.
Por lo que se refiere a los derechos sociales consolidados en la segunda etapa
(que acompañan al derecho a la educación y entre los que están los derechos
al trabajo y a la alimentación), y recogidos también en nuestra Carta Magna,
cabe decir que su ejercicio está estrechamente relacionado con el ejercicio del
derecho a la educación, ya que, por ejemplo, de una formación pertinente y
completa depende la posibilidad de un buen trabajo, y una buena alimentación
es indispensable para el aprovechamiento cabal del proceso de enseñanza
aprendizaje.
Por lo que toca a la tercera generación de derechos, conviene hacer ver que
se relacionan, actualizados, los viejos conceptos de la soberanía y libre determinación de los pueblos con el problema de la vigencia real igualitaria, dentro de los territorios estatales, de todos los derechos humanos ya reconocidos
como indispensables para una vida digna. Si bien éste es un asunto que no
puede abarcarse en un estudio como éste, es también ineludible dejarlo mencionado en un texto sobre educación y derechos humanos.
Finalmente cabe decir que la igualdad en el ejercicio de este conjunto de
derechos, a la que fundamentalmente se refieren la doctrina y las normas que
54
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
conforman la cuarta generación, si bien está protegida constitucionalmente, por
diversas razones todavía constituye un ideal a alcanzar en algunos aspectos
entre los que está, como veremos más adelante, la cuestión de género.
2. Las políticas públicas
Las políticas públicas son definiciones básicas y principios expresos que establece la administración pública sobre el rumbo que adoptará la acción gubernamental dentro de un campo específico de sus atribuciones. Las nuevas tendencias de las políticas públicas diferencian a éstas de las tradicionales políticas
gubernamentales. En las primeras el componente de la sociedad civil —y de
las organizaciones a través de las cuales se manifiestan—, que induce o participa parcialmente en su elaboración y, eventualmente, ejecución, hace la diferencia respecto a las segundas. Supone, por tanto, un consenso entre sectores
de la población a quien va dirigida dicha acción gubernamental específica. Las
políticas públicas deben basarse en las leyes fundamentales del país y de las entidades federativas correspondientes, así como en las normas internacionales
aceptadas por el orden jurídico nacional. Finalmente, las políticas públicas
presuponen una administración pública diferente —como estructura y proceso—, constituyendo lo que se da en llamar gerencia social.9
En el caso de México, el enfoque de políticas públicas está previsto desde
1983, cuando se reformó la Constitución y el nuevo artículo 26 estableció el
llamado sistema de planeación democrática. Según éste, el Ejecutivo debe
9 Concepto elaborado a partir de Giovanna Valenti y G. del Castillo, “Interés público y educación superior: un enfoque de política pública”, en A. Mungaray y G. Valenti, coords., Políticas públicas y educación superior. México, ANUIES, 1997; H. Cristopher y M. Hill, The policy
Process in the Modern Capitalist State. Gran Bretaña, Harvester Wheatsheaf, 1984; B. Kliskberg,
“El rediseño del Estado para el desarrollo socioeconómico del cambio: una agenda estratégica
para la discusión”, en Reforma y Democracia, núm. 2, Revista del CLAD, Caracas, 1994. Posiblemente el autor más conocido en América Latina sobre el tema de gerencia social sea
Kliksberg. Para él, tal gerencia (la dependencia, sus responsables y operadores) se distingue por
cuatro características frente a una administración pública tradicional, éstas son: un gerente se
encuentra con todos los actores, negocia permanentemente con otras entidades, focaliza cuales
son realmente los problemas estratégicos, facilita las condiciones para que los miembros de una
organización respondan creativamente; op. cit., p. 132.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
55
elaborar el plan “nacional” y los llamados programas de desarrollo, y “mediante la participación de los diversos sectores sociales [recoger] las aspiraciones
y demandas de la sociedad”. Además, la ley de planeación, derivada del texto
constitucional, indica que la planeación que haga el gobierno federal debe promover “la igualdad de derechos y el respeto de las garantías individuales y
sociales; entre otros de sus objetivos”.
Los instrumentos mexicanos básicos de políticas públicas en materia de
educación y de derechos humanos son el Plan Nacional de Desarrollo (PND)
y los Programas Sectoriales (Educación, sobre la Mujer, sobre la Infancia y la
Adolescencia); y entre los objetivos que contienen se encuentran dos relacionados con esas materias: a) una reforma educativa que asegure oportunidades
de educación integral y de calidad para todos los mexicanos, y b) abatir la
pobreza y lograr una mayor igualdad social.
En cuanto a derechos humanos, cabe decir que el PND los define conjuntamente con la democracia. Según ese documento:
[...] el gobierno de la mayoría sólo es legítimo y estable si respeta a las minorías y
a los individuos. Es por ello que México también debe fortalecer la promoción
y la protección de los derechos humanos de conformidad con las normas universalmente reconocidas en la materia, asegurando la plena aplicación de los instrumentos internacionales y la armonización de nuestra legislación interna con
las obligaciones internacionales.
Por lo que se refiere a la educación, el PND define los siguientes grandes
objetivos:
— Aunque no utiliza el término cobertura (como lo hace el programa sectorial),
sí expresa claramente los objetivos de “llevar la educación a todos los mexicanos mediante el sistema educativo formal y de [multiplicar las] oportunidades de educación no formal...”
— La calidad supone “atender el desarrollo de las capacidades y habilidades
individuales... al mismo tiempo que se fomentan los valores que aseguran una
convivencia solidaria y comprometida, se forma a los individuos para la ciudadanía y se les capacita para la competitividad y las exigencias para el mundo
del trabajo”.
— La pertinencia se refiere a la necesidad de “vincularse con la producción,
proporcionando a los futuros trabajadores y profesionistas una cultura labo-
56
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ral básica que les permita ver el trabajo como un medio de realización humana,
de convivencia solidaria y de servicios a la comunidad, a la vez de introducir visiones críticas, constructivas y responsables que transformen los empleos
en oportunidades de crecimiento personal”.10
— La equidad se funda en la aseveración de que “el hecho fundamental que ha
limitado la posibilidad de hacer de México un país justo, próspero y creativo
es la profunda desigualdad de la sociedad, una pauta que se manifiesta también en las dispares oportunidades de acceso a la educación...” De ahí que el
programa sectorial indique que “la equidad implica que las medidas que se
adopten para mejorar las instituciones educativas de tipo escolarizado se articulen y complementen con otras destinadas a consolidar y mejorar los servicios dirigidos a quienes, por diversas circunstancias, se ven imposibilitados
de aprovechar las modalidades escolares del sistema educativo”.
B. MARCO JURÍDICO: CONSTITUCIÓN, COMPROMISOS
INTERNACIONALES. LEYES NACIONALES Y LOCALES
En una revisión del modo como las normas jurídicas incorporan, reconocen y
desarrollan el derecho a la educación, resulta útil referirse, aunque sea muy de
paso, el desarrollo histórico de la forma como se ha concebido la responsabilidad del Estado mexicano en cuanto a la función educativa. Si bien de manera imprecisa, y apenas bosquejado, el tema ya aparece desde los antecedentes
de las normas constitutivas de México como país independiente. Esto tiene que
ver, de muy cerca, con las cuestiones que aquí analizamos, ya que es el Estado, como garante del bien social, al que toca asegurar que la educación sea
suficiente para todos los niños y jóvenes, así como que tenga características
(cobertura, calidad, pertinencia y equidad) que satisfagan no solamente las
necesidades de los educandos en términos de contenidos que les provean de un
saber y unas habilidades suficientes para su supervivencia, sino también los
requerimientos del progreso de México.
10 Un concepto más preciso es el consignado en el Programa Nacional de Educación que
considera esa característica con el siguiente objetivo: “responder a las necesidades de las personas y a los requerimientos del desarrollo nacional, atendiendo la pluralidad de circunstancias
de los educandos, con una oferta creativa de opciones y una gama rica y diversificada de programas e instituciones”. Programa Nacional de Educación. México, SEP, 2001, p. 72.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
57
Desde la Constitución de Cádiz de 181211 se faculta a las Cortes para diseñar el plan general de enseñanza pública uniforme... y arreglar “cuanto pertenezca al objeto de la instrucción pública”; y a las diputaciones provinciales para
“promover la educación de la juventud...”12 Se ordena el establecimiento, en
todos los pueblos, de escuelas de primeras letras,13 y la creación de universidades, así como la vigilancia del cumplimiento del plan. En 1814, tanto el
Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, como la
Constitución de Apatzingán, reconocen que “la instrucción, como necesaria a
todos los ciudadanos, debe ser favorecida por la sociedad con todo su poder”.14
En el Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana de 1823 se
atribuye al Congreso la formación del plan general y de los reglamentos de
educación, la vigilancia de la instrucción pública, y la creación de institutos
nacional y provinciales que tenían, el primero, la obligación de elaborar métodos de enseñanza y actualizar y modernizar la educación y la investigación de
conformidad con los intereses nacionales, y todos, en sus ámbitos de competencia, el deber de vigilar del cumplimiento del plan.15 En la Constitución de
1824 se dispone la tarea educativa como una función del Estado, y se faculta
al Congreso General y a las legislaturas estatales para promover la ilustración,
establecer colegios y erigir establecimientos de enseñanza.16 Las Leyes Constitucionales de la República Mexicana de 183617 se refieren al establecimiento y la dotación suficiente de las escuelas públicas.
El concepto jurídico de educación, como libertad o garantía, aparece por
primera vez en el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana, que
rigió de 1856 a 1857, y la Constitución de 1857; en ambas normas se libera la
enseñanza privada y se prohíbe monopolizarla.18 Como se ha dicho, “fiel a su
tradición liberal”, la Constitución del 57 protege en su artículo 3o. la libertad
11 Los datos sobre el marco constitucional fueron tomados de Los derechos del pueblo mexi-
cano. México a través de sus constituciones. México, Manuel Porrúa, 1978, t. I: pp. 325, 337,
414, 415 y 475; t. II: pp. 188 y 602.
12 Artículos 131 y 335.
13 Artículos 336 a 370.
14 El primero en sus artículos 39 y 40, la segunda en el 39.
15 De 16 de mayo de ese año, bases 3a. y 6a.
16 Artículo 50.
17 Artículos 14 y 25 de la Sexta Ley.
18 Artículos 38, 39 y 117 del Estatuto y 3o. de la Constitución.
58
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
de enseñanza. Además, de ahí derivado, el presidente Juárez promovió la aprobación de la Ley Orgánica de Instrucción Pública, que establece la enseñanza
primaria gratuita, laica y obligatoria.19
En un primer momento, esta concepción liberal de educación como garantía se va a ver enfrentada a la antes vigente de educación como función pública, y, por ende, la intervención del poder público se va a ver reducida a las tareas
de vigilante de la moral y garante de la calidad de los estudios y exámenes de
quienes prestarán, una vez terminados sus estudios, los servicios profesionales. A la par, se va a dejar a los gobernadores la atribución de crear fondos para
la instrucción y fomentar la enseñanza pública. Sin embargo, muy pronto se
perfecciona la educación como derecho individual que, en razón del interés
común que implica, debe ser protegido por el Estado.
1. La Constitución
El constituyente de Querétaro tomó partido por una educación concebida como
función pública. El artículo 3o. otorgó al Estado la facultad de impartirla, pero
también de regularla en conformidad con los principios y propósitos marcados
por la propia Constitución. De ese modo, se ordenó que la enseñanza privada
debe sujetarse a las disposiciones constitucionales y a la dirección y vigilancia de la autoridad respectiva.
Para los fines de este texto, conviene decir que entre los principios y propósitos de ese artículo se cuentan que la educación debe ser:20 a) laica, esto es,
ajena a todo credo religioso; b) democrática, para que el progreso se realice en
todos los órdenes, económico, social y cultural, y en beneficio del pueblo, y c)
nacional, con lo que se indica que además del respeto a la persona como individuo, debe enseñarse el aprecio a la familia y el sentido de solidaridad con los
demás; además, debe atender a los principios de igualdad y fraternidad para con
todos los hombres.
El desarrollo que la actual Constitución mexicana hace del derecho a la educación, si bien ha sufrido variaciones en algunos sexenios, se mantiene acor19 Véase
Emilio O. Rabasa y G. Caballero, Mexicano: ésta es tu Constitución. México, LV
Legislatura / Miguel Ángel Porrúa, 1993.
20 E. O. Rabasa y G. Caballero, op. cit.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
59
de con lo que en 1917 era una muy avanzada doctrina de los derechos humanos inmersa en el surgimiento de las reivindicaciones socialistas.21 Durante su
génesis, y en la discusión de algunas de las modificaciones que ha sufrido, se
ha mantenido una cierta oposición entre las concepciones de libertad y función
social; sin embargo, el actual texto constitucional, incluido entre las garantías
individuales, logra el objeto esencial de proteger a la educación como un instrumento del bien social, sin detrimento de su carácter de garantía o libertad,
y crea el marco necesario para la recepción de aquellos tratados internacionales que ahora rigen en todo el país y desarrollan el derecho a la educación en
su acepción más moderna.22
Respetando los límites que planteamos en la introducción, conforme a los
cuales la educación básica es nuestro como campo de análisis, podemos ver que
el artículo 3o. constitucional reconoce que todas las personas tienen el derecho de recibir educación e, inclusive, están obligadas a cursar aquella que se
denomina básica (conformada por la preescolar, la primaria y la secundaria).
Esto conlleva el deber estatal no solamente de ofrecer suficientemente este tipo
de educación, sino también de procurar los medios para que todas las personas cumplan su obligación de recibirla hasta terminar el grado secundario (lo
que nos refiere a la cobertura). Además, la gratuidad de la educación, protegida por el artículo 3o., abona la posibilidad para todos de ejercer este derecho;
en el caso de quienes no tienen recursos para asistir a la escuela, y aprovechar
lo que en ella se enseña, la protección de su derecho a la educación debe verse apoyado por programas de apoyo para el ejercicio de otros derechos como
los relativos a la alimentación y la salud (los que nos refiere a la equidad).
Como garante de la función pública el Estado determina los planes y programas de estudio para la educación básica; esto es realizado por la SEP, previa consulta con los gobiernos de las entidades federativas y los diversos sectores sociales involucrados en la educación. Esta fórmula, consignada en el
texto del artículo 3o., permite integrar una de las condiciones básicas de los
programas educativos (calidad).
21 A decir de algunos constitucionalistas, en Occidente es la primera carta fundamental que
reconoce derechos sociales.
22 Recuérdese que, de conformidad con el artículo 133 constitucional, los tratados aprobados por el Senado y ratificados por el Ejecutivo que atiendan a la Constitución son ley superior
mexicana. Esta interpretación recientemente ha sido adoptada por la Suprema Corte de Justicia.
60
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
El fin primordial de esta educación impartida por el Estado es el desarrollo
armónico de las facultades del ser humano, y, junto con el carácter democrático y nacional (este último, por cierto, atiende a una concepción moderna de
nuestra soberanía que abarca la cuestión económica), así como con la vocación
de contribuir a la convivencia pacífica y respetuosa (en todos los ámbitos de
la vida), son los medios para lograr ese desarrollo, el cual, entonces, se concibe como la acumulación de conocimiento, pero también como la incorporación
de habilidades para el trabajo y lo que se conoce como la educación para la
vida. Esto nos lleva a la cuestión de la pertinencia, la cual debe verse, a la luz
del precepto constitucional, como un concepto que exige contenidos educativos idóneos, no sólo para que los educandos se formen a fin de que puedan
enfrentar la vida laboral, sino también para que lleguen a ser capaces de convivir, en la sociedad y la familia, sin violencia y en libertad. Más adelante
veremos cómo el derecho internacional exige una idea de pertinencia todavía
más amplia.
Junto con el artículo 3o. constitucional, el 25 constituye la otra fuente fundamental para la protección de los derechos humanos de la manera como son
recreados, enriquecidos y reivindicados en la tercera y la cuarta generaciones.
Ambos tienen, como indica Tello,23 la naturaleza de derechos sociales. Según
este enfoque, tales derechos son una garantía de la ciudadanía para que el
Estado haga: “los mexicanos, por el solo hecho de serlo, tenemos el derecho
a que el Estado nos proporcione las condiciones mínimas necesarias para ejercer los derechos individuales y ciudadanos”, pero también todos quienes habiten en este país, aunque no sean nacionales, están protegidos por este derecho.
De acuerdo con esa concepción, no basta que la Constitución proclame la
igualdad de oportunidades en los diversos órdenes de la vida de quienes aquí
vivimos; las desigualdades que privan en la realidad social son abismales. Se
requiere, por tanto, que la acción del Estado, por la vía de las políticas públicas, compense a individuos y grupos sociales desfavorecidos. Así, por ejemplo, agrega Tello: “si partimos de una evidente desigualdad social, el primer
imperativo de justicia es capacitar a los desiguales para que pueden acceder a
las oportunidades y, paralelamente, garantizar que toda capacidad encuentre
niveles mínimos de satisfacción de sus necesidades”.
23
Este punto está elaborado a partir de ideas expuestas por este autor, op. cit.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
61
El contenido del artículo 25 es por demás claro en esa idea de garantía social:
Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo social para garantizar que este
sea integral, que fortalezca la soberanía de la Nación y su régimen democrático
y que, mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más
justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad de los individuos, grupos y clases sociales cuya seguridad protege esta Constitución.
Con base en esa disposición se generan políticas públicas y programas que
obligan al Estado a hacer frente a la pobreza en sus diferentes facetas, la educación y el desarrollo social incluidos. Una justicia distributiva tendría su pleno
fundamento en los artículos 3 y 25.
2. Los compromisos internacionales
En concordancia con la Constitución, se han incorporado al orden jurídico mexicano tratados internacionales que desarrollan el derecho que aquí se aborda.
En un sucinto bosquejo del contenido de esos instrumentos, podemos referirnos a los que en este caso son particularmente importantes: la Declaración
Universal de Derechos Humanos, el Pacto de Derechos Sociales y Culturales,
la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer y la Convención sobre los Derechos del Niño. También debemos revisar algunas resoluciones tomadas en conferencias internacionales y en
el seno de los comités encargados de dar seguimiento a los pactos, mediante
las cuales los Estados realizan una tarea jurisprudencial, ya que interpretan y
enriquecen el contenido de los derechos tutelados por las Convenciones.
a) La Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce el derecho a
la educación, indicando que debe ser gratuita y obligatoria en el nivel elemental, y generalizada en el técnico. Establece también, como su objeto fundamental, el pleno desarrollo de las personas.24 Este precepto afina una cuestión que
es trascendente en materia de pertinencia: la relativa a que los mexicanos tie-
24 Adoptada
en 1948. Artículo 26.
62
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
nen derecho a poder acceder a una educación técnica que los prepare para el
trabajo antes de que lleguen a la educación superior e independientemente de
que se incorporen a ella.
b) El Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales relaciona el
desarrollo de las personas y su dignidad con su capacitación para participar
efectivamente en la sociedad como fin de la educación. Reitera la obligatoriedad y la gratuidad de la primaria, la generalización de la secundaria para hacerla accesible a todos y, por lo tanto, la preferencia de que sea gratuita. Obliga a establecer sistemas de becas y reconoce la rectoría del Estado en la
materia.25 El Comité de Naciones Unidas para la Vigilancia del Cumplimiento del Pacto ha establecido la interpretación de que el ejercicio del derecho a la
educación es de tan vital importancia para la vigencia de todos los derechos
humanos que constituye “el epítome de la indivisibilidad y la interdependencia
de todos los derechos humanos”, el principal medio para que los marginados
salgan de la pobreza y participen plenamente en sus comunidades.26 Por tal razón, afirma el Comité, los Estados deben elaborar un plan detallado tendiente a
permitir que todos los niños y todas las niñas tengan acceso a la escolaridad básica
completa. Una vez más se está ante una norma que hace exigibles las políticas
de optimización de la cobertura y retención de los educandos dentro del sistema.
Por otra parte, a decir del mismo Comité, los Estados acordaron en el Pacto
que “toda la enseñanza —pública o privada, escolar o extraescolar— debe
estar orientada a desarrollar el sentido de la dignidad y capacitar para la
participación efectiva en una sociedad libre”, debe, en suma: “orientarse
hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana”. Tal interpretación se
refiere, inequívocamente, a la orientación sobre el sentido y el contenido de
la pertinencia.
c) La Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer27 pone el acento en el tema de la equidad en sus vertien-
25
México se adhirió el 23 de marzo de 1981. Publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de mayo de 1981. Artículos 13 y 14.
26 Observaciones Generales Números 11 (aprobada el 11 de mayo de 1999 durante el 20o.
Periodo de Sesiones del Comité) y 13 (aprobada 8 de diciembre de 1999 durante el 21o. Periodo de Sesiones).
27 México la ratificó el 23 de marzo de 1981. Fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 12 de mayo de 1981. Artículo 10.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
63
tes de género y entre los sectores urbano y rural. Así, obliga a los Estados a
adoptar las medidas apropiadas necesarias para asegurar la igualdad de derechos del hombre y de la mujer en la esfera de la educación, y las mismas condiciones de orientación en materia de capacitación profesional, acceso a los
estudios y obtención de diplomas en todas las instituciones y todos los niveles, en zonas tanto rurales como urbanas; las mismas oportunidades para la
obtención de becas y otras subvenciones; la reducción de la tasa de abandono
femenino de los estudios y la organización de programas para aquellas mujeres que los hayan dejado prematuramente.
En ese mismo tenor, durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer28 los Estados se comprometieron a tomar medidas para asegurar la igualdad de acceso a la educación, eliminar el analfabetismo entre las mujeres y
establecer sistemas de educación y capacitación no discriminatorios. En la
Reunión de seguimiento de los acuerdos tomados en Pekín29 se establecieron
los compromisos de formular políticas para garantizar el acceso equitativo a
la educación y la eliminación de las disparidades basadas en el género, incluidas las que atañen a la formación profesional y la finalización de la enseñanza
primaria, en especial de las niñas que viven en zonas rurales y desfavorecidas;
así como de apoyar la ejecución de planes y programas que garanticen una
enseñanza de calidad y menores tasas de deserción escolar. Una vez más se
prevé que la educación sea idónea y equitativa; que se cubra toda la demanda
y se evite la deserción.
d) Finalmente, la Convención sobre los Derechos del Niño30 obliga a que,
con el fin de que los niños puedan ejercer progresivamente y en igualdad de
oportunidades el derecho a la educación, los Estados: establezcan la enseñanza primaria obligatoria y gratuita para todos; fomenten el desarrollo, en sus
distintas formas, de la “enseñanza secundaria, incluidas la general y la profesional”;31 hagan que todos los niños tengan acceso a ella mediante la gratuidad
28
Celebrada en Pekín.
Celebrada en Nueva York en 2000, y conocida como Pekín +5.
30 México la ratificó el 21 de septiembre de 1990. Fue publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 25 de enero de 1991.
31 Aparentemente así se refiere la Convención a dos tipos de enseñanza secundaria: la que
prepara para otros grados escolares, y la que da salida para el ejercicio de alguna profesión técnica.
29
64
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
y la concesión de asistencia financiera en caso de necesidad; pongan a disposición de todos información y orientación en cuestiones educacionales, y adopten medidas para fomentar la asistencia regular a las escuelas y reducir las tasas
de deserción escolar.
Esta Convención aporta elementos importantes no solo para la cuestión de
la cobertura, sino también para las de la calidad y la pertinencia, ya que exige
que la educación del niño esté encaminada a desarrollar su personalidad, sus
aptitudes y su capacidad mental y física hasta el máximo de sus posibilidades,
así como a prepararlo para asumir una vida responsable en una sociedad libre.
Para atender a este precepto, se deben diseñar contenidos que provean lo que
ahora se conoce como una educación para la vida.
Por otra parte, esta norma internacional protege la libertad de enseñanza, a
condición de que se ajuste a las normas mínimas que prescriba el Estado.32 No
está por demás hacer ver que esas normas no podrán contradecir los derechos
humanos protegidos por la misma Convención, con lo que queda preservada
la vocación social de la función educativa.
Por otra parte, el Comité para la Vigilancia de la Aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño33 ha considerado que una educación que
proteja la dignidad y los derechos fundamentales de niños y niñas contribuye
al desarrollo de sus aptitudes, su aprendizaje, sus capacidades, su autoestima
y su confianza en sí mismos, y que debe verse a la función educativa como un
proceso que conjunta, tanto experiencias vitales, como procesos de aprendizaje
que permiten al niño desarrollar dotes y aptitudes para vivir plena y satisfactoriamente. Con ello se orienta también la elaboración de políticas públicas
pertinentes en materia educativa.
En la Sesión Especial de Naciones Unidas en Favor de la Infancia,34 los
Estados decidieron ampliar y mejorar la educación integral en la primera infancia, especialmente respecto de los más vulnerables y desfavorecidos; reducir
en un 50 % el número de niños en edad escolar no matriculados y aumentar la
tasa neta de la matrícula en la primaria —o de la participación en programas
de primaria no tradicionales de buena calidad— al menos a un 90 % para 2010;
32 Artículos
28 y 29.
Observación General Número 1, adoptada durante el 26o. Periodo de Sesiones. Ver Documentos de Naciones Unidas CRC/C/103 y HRI/GEN/1/Rev.5.
34 Celebrada en Nueva York del 6 al 10 de mayo de 2002.
33
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
65
eliminar las disparidades entre los sexos en la primaria y la secundaria para
2005, y conseguir la igualdad de género educativa en 2015, poniendo especial
cuidado en que las niñas tengan tanto acceso como los niños a una educación
básica de buena calidad y puedan aprovecharla plenamente; mejorar la calidad
de la enseñanza básica en todos sus aspectos, a fin de que los educandos logren
resultados comprobados y cuantificables, especialmente en matemáticas, lectura y escritura, y adquieran conocimientos que los preparen para la vida; velar porque se atiendan las necesidades educativas de todos los jóvenes mediante
programas apropiados.
3. Las leyes nacionales
La Ley General de Educación dispone las reglas del cumplimiento de la función educativa de manera acorde con las normas antes analizadas, y tutela el
derecho a una educación de calidad, pertinente y equitativa para todos. Reitera que recibir educación es un derecho de todos; define a la educación como
un proceso que contribuye al desarrollo; y se refiere a la adquisición, no solamente de conocimientos, sino también de habilidades para la convivencia y la
participación solidaria en la sociedad.35 Confirma que es función del Estado
asegurar a todos la educación básica gratuita,36 y desarrolla los fines de la función educativa de tal manera que tutela el derecho a una educación de calidad
y con pertinencia, tanto para la vida profesional, como para el cuidado personal y las relaciones sociales y familiares. Esto se logra en la ley mediante la
exigencia de que la educación: contribuya al desarrollo de las facultades de
adquirir conocimientos, observar, analizar y reflexionar; infunda la convicción
democrática y de respeto de los derechos humanos; fomente la investigación,
la creación artística y la práctica deportiva; esté acorde con las necesidades del
país soberano; y desarrolle la conciencia de la preservación de la salud, la
planeación familiar, el rechazo de los vicios y la protección del medio ambiente.37 La ley también protege la calidad cuando obliga a las autoridades educativas de todo el país a crear el sistema de formación, actualización, capacita35 Artículo
2o.
3o. y 6o.
37 Artículos 7o. y 8o.
36 Artículos
66
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ción y superación profesional para los maestros, y a instaurar reglas tendientes a asegurar un magisterio idóneo.38
Por otra parte, la ley distribuye la función educativa entre los tres niveles de
gobierno, lo cual es particularmente importante respecto de la pertinencia, toda
vez que permite que la educación, como proceso formativo, atienda las necesidades y formas de ser regionales y locales.
Finalmente, en la ley se determinan las reglas de la equidad educativa y
se establecen las formas en que se procurará la igualdad de oportunidades de
acceso a, y permanencia en, los servicios de educación, de manera que se apoye
a los grupos y las regiones más rezagados mediante una serie de medidas entre las que, infortunadamente, faltan las tendientes a eliminar las formas de
desigualdad de género aun subsistentes.39
La Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes40
—mediante la cual el Congreso de la Unión establece el marco de aplicación
e interpretación de la Convención sobre los Derechos del Niño— dispone,
atendiendo a la más avanzada doctrina de los derechos humanos, que
[...] de conformidad con el principio del interés superior de la infancia, las normas aplicables a niños, niñas y adolescentes se entenderán dirigidas a procurarles, primordialmente, los cuidados y la asistencia que requieren para lograr un
crecimiento y un desarrollo plenos dentro de un ambiente de bienestar familiar
y social.41
Reconoce además el derecho de niños, niñas y jóvenes a recibir una educación que respete su dignidad y los prepare para la vida; que les inculque una
cultura de los derechos humanos y la no violencia; que responda a los requerimientos de su edad, madurez, circunstancias y capacidades intelectuales, y
que atienda a mecanismos de participación democrática. Ordena que se evite
la discriminación de las niñas y las adolescentes en materia de oportunidades
educativas y que se establezcan mecanismos suficientes para contrarrestar las
razones culturales, económicas o de otra índole que propicien la discriminación
38 Artículo
20.
Capítulo III.
40 Publicada en el Diario Oficial el 29 de mayo de 2000.
41 Artículo 4o.
39
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
67
de género.42 Como puede verse, esta Ley afina lo que debe entenderse por calidad, pertinencia y equidad educativas en lo que se refiere a menores de 18 años.
4. Las normas locales43
Las leyes de educación de todas las entidades federativas del país reiteran, de
diversas maneras, los elementos declarativos protectores de una educación con
calidad, pertinencia y equidad, que las normas superiores establecen y deben
caracterizar a las políticas educativas. Sin embargo, muy pocas contienen, como correspondería, los instrumentos, criterios y mandatos precisos para asegurar la pertinencia en lo que se refiere a la preservación de la salud, la
planeación familiar, la sexualidad y la paternidad responsables, el rechazo de
vicios y la convivencia pacífica en familia, y menos aun protegen la equidad
de género y la de los integrantes de los pueblos indígenas.
En todo el país falta la debida precisión de las formas como se ha de garantizar la igualdad de oportunidades para niños y niñas en el acceso a la educación, y de los contenidos y las acciones positivas mediante las cuales se promoverá la permanencia de las niñas. Apenas, de manera incompleta (no se
cubren todas las formas de la equidad de género o no se describen las medidas
que han de tomarse para respaldarla), en Chihuahua se prevén acciones y programas para lograr la equidad de género en el acceso a, y la permanencia en,
el sistema educativo. En Michoacán se obliga a impulsar las políticas necesarias para ampliar las oportunidades de educación de la mujer. En Nuevo León
se ordena que el servicio educativo se ofrezca en igualdad de condiciones y
circunstancias a los hombres y a las mujeres. En Puebla se exige trato igual a
unos y otras en materia de acceso a la educación, así como la equidad en la
permanencia en los sistemas educativos. En Querétaro se obliga a los progenitores a dar a hijos e hijas las mismas oportunidades educativas. En Tabasco
se incluye la responsabilidad del Estado de asegurar la igualdad de hombres y
42 Artículo
32.
Los datos relativos a las leyes de las entidades federativas constituyen un resumen del
trabajo realizado por Alicia Elena Pérez Duarte bajo la coordinación de Laura Salinas y Karla
Gallo: Evaluación legislativa en materia de derechos humanos de las mujeres y la niñez. En
prensa.
43
68
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
mujeres mediante la promoción del acceso, de la permanencia y de la promoción educativas. En Tamaulipas se ordena a las autoridades educativas tomar
medidas tendientes a establecer condiciones que permitan el ejercicio pleno del
derecho a la educación con una mayor equidad de género. En Tlaxcala se reconoce la igualdad de hombres y mujeres respecto del acceso a los conocimientos y los valores para el desarrollo de lenguaje y competencias básicas.44
Por lo que toca al apoyo que debe darse a los grupos indígenas para que
gocen con equidad de los programas educativos, en conformidad con sus propios requerimientos, sólo está expresamente ordenado en 12 entidades: Baja
California Sur, Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Puebla,
Querétaro, Sinaloa, Tabasco, Tlaxcala y Veracruz.45
Las previsiones relativas a la pertinencia educativa, en el sentido de la educación para la vida, están consignadas solamente en los siguientes casos: la
relativa a la paternidad responsable, en Baja California, Chihuahua y Nuevo
León —en donde se incluye también la maternidad responsable—, el Distrito
Federal, Jalisco, Morelos, Puebla, Querétaro, Sinaloa, Tabasco y Tamaulipas;
las conducentes a la sexualidad responsable y/o la planeación familiar en el
Distrito Federal, Nuevo León, Puebla, Querétaro, Tabasco y Tlaxcala; las con44
Las referencias exactas ocupan un espacio que no es propio de un artículo como éste;
pueden consultarse en el texto antes mencionado del que se tomaron los datos. Se trató de leyes actualizadas hasta mediados de 2002 y los artículos son: en Chihuahua el 153; en Michoacán
el 50; en Nuevo León el 15; en Puebla el 2o. y el 4o.; en Querétaro el 5o.; en Tamaulipas el 77,
y en Tlaxcala el 2o.
45 Respectivamente artículos: 12, fracción 1; 15, fracción 1, y 31; 9, fracción IV; 13, fracción
III, y del 42 al 54; 7, fracción IV; 14; 32, fracción I; 40; 45 a 49, y 80; 4; 17, fracción XVI; 21,
fracción XI; 36; 79; 80, y 102; 12, fracción V; 23, fracción III; 28, y 40 a 43; 7, fracción IV;
8, fracciones VI y VII; 47; 48; 67, y 68, en donde se concibe una educación indígena con
características propias; 6; 10, fracción IV; 12; 36, y 40; 9, fracción VIII; 58, fracción III, y 86
a 88; 60, que dispone que la educación indígena deberá ser impartida obligatoriamente tanto en
su lengua materna y en español y estar encaminada a preservar formas de organización social,
conocimiento de la naturaleza, medicina tradicional, arte, artesanía y sus sistemas normativos;
formar individuos conocedores de su realidad sociocultural que les capacite para valorarla y
enriquecerla para transformar su comunidad; promover el interés en el educando para acceder
a otros niveles educativos; fomentar la práctica de juegos, deportes tradicionales y expresiones
artísticas; y apoyarse con servicios asistenciales y de extensión educativa que faciliten en forma continua y permanente el aprendizaje y aprovechamiento de los alumnos; y 8, fracción V;
13, fracción III; 23, fracción I; 42, y 44 a 46.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
69
cernientes a la preservación de la vida y la cultura de la salud, la higiene y/o
la alimentación sana en Baja California, Nuevo León, Querétaro y Tabasco; las
que atañen a la solidaridad y/o la no violencia dentro de la familia en Baja
California, Michoacán y Nuevo León. Cabe hacer referencia a la ley de
Tlaxcala, que se refiere a la educación comunitaria, ecológica, de género, para
el trabajo y la alfabetización, de seguridad y protección civil, y contra las
adicciones, y a la de Veracruz, que prevé la existencia de contenidos educativos que atiendan a las necesidades de los pueblos.46 Más completas y generalizadas son las disposiciones que prevén la lucha educativa contra las
adicciones o, como se les llama en la norma de Querétaro, los vicios.
Existen leyes locales para la protección de los niños solamente en Aguascalientes,47 Baja California,48 Chihuahua,49 el Distrito Federal,50 Durango,51
Guerrero,52 Michoacán,53 Morelos,54 Nayarit,55 Oaxaca,56 Sinaloa,57 Tamaulipas,58 Veracruz59 y Yucatán.60 Sin embargo, ninguna de ellas, al tutelar el
derecho a la educación, lo desarrolla con precisión como debiera hacerse en una
norma local, ni atiende cabalmente a lo dispuesto en las normas superiores,
particularmente en la Convención sobre los Derechos del Niño.
46 Artículos: en Baja California: 14, fracción X; en Chihuahua: 9, fracción IX, y 40, fracción
VI; en el Distrito Federal: 10, fracción XVI; en Jalisco: 7o., fracción XII; en Michoacán: 17,
fracción XV; en Morelos: 12, fracción XIV; en Nuevo León: 7, fracciones XII y XIII; en Puebla:
8, fracción XIII; en Querétaro: 10, fracción X; en Tabasco: 9, fracción XIV; en Tamaulipas: 8,
fracción XII; en Tlaxcala: 38, 55 y 79, y en Veracruz: 8, fracción V; 13, fracción III; 23, fracción
I; 42, y 44 a 46.
47 Promulgada el 31 de enero de 2001. Artículo 40.
48 Publicada el 15 de octubre de 1999. Artículos 21 y 22.
49 Publicado en el Periódico Oficial el 2 de febrero de 1994, las últimas reformas registradas datan del 22 de septiembre de 2001.
50 Publicada el 31 de enero de 2000.
51 Publicada el 17 de junio de 1993.
52 Publicada el 14 de enero de 2002. Artículos 102 y 110.
53 Publicada el 5 de febrero de 2002.
54 Publicada el 12 de marzo de 1997; actualizada hasta mayo de 2001.
55 Publicada el 12 de marzo de 1997; actualizada hasta mayo de 2001.
56 Ley del 31 de enero de 2001.
57 Publicado el 15 de octubre de 2001.
58 Emitida el 21 de mayo de 2001.
59 Promulgada el 8 de septiembre de 1998.
60 Ley del 7 de mayo de 1997.
70
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
CONCLUSIONES
De todo lo expuesto, y de acuerdo con los temas específicos ya abordados,
podrían esbozarse algunas conclusiones.
1. Los derechos humanos corren paralelos al avance democrático de un país.
En una comparación internacional podría decirse que el país llegó tarde a la
tutela formal y efectiva de tales derechos. Las normas e instrumentos efectivos de tutela no alcanzan un poco más de 10 años de vigencia. Sin embargo,
en todo el país pareciera haber un proceso de ponerse al día en esa materia.
Leyes, políticas públicas, organismos creados y organizaciones de la sociedad
civil que actúan en esos ámbitos así lo testimonian.
2. El derecho a la educación es una garantía individual. Los niños y jóvenes tienen frente al Estado derechos y éste obligaciones respecto de ellos.
Aunque se ha avanzado notablemente, desde la fundación de la Secretaría de
Educación Pública, en construir un sistema educativo nacional que materialice los beneficios educativos, las limitaciones del propio Estado, y las condiciones socioeconómicas de los educandos y sus familias, han limitado o hecho
nugatoria la tutela propia de ese derecho.
3. Las políticas públicas en materia educativa han ido incorporando disposiciones nacionales e internacionales en materia de derechos humanos que
orientan el proceso educativo y su conducción operativa en el aula y vida cotidiana de la escuela. De acuerdo con ello, el proceso formativo no debe limitarse sólo a los contenidos educativos propiamente dichos, sino que la
impartición de los mismos, y todo el proceso de enseñanza aprendizaje, debe
darse en un ambiente o una relación plenamente respetuosa de los derechos
humanos básicos de niños y jóvenes.
4. El sistema educativo debe incorporar, con mayor celeridad, las normas de leyes secundarias y tratados que protegen el derecho a la educación en su más amplio
sentido. Es necesario cerrar las brechas actualmente existentes en esa materia.
5. La cobertura, calidad, pertinencia y equidad son características que, con
origen en el marco jurídico nacional de la educación y los derechos humanos,
toman cuerpo en las políticas públicas respectivas, condicionando el ejercicio
del derecho a la educación, tratando de que alcance plena efectividad.
6. El marco jurídico secundario en materia de derechos humanos se ha ido
modernizando para adecuarse a lo dispuesto por la Constitución y a los compromisos internacionales.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
71
7. La tutela del derecho a la educación en todo el país, no es armónica. El
régimen federal ha avanzado rápido y consistentemente. Los órdenes estatales,
como se ha observado, difieren notablemente de una a otra entidad federativa.
Algo similar sucede con la tutela efectiva de esos derechos, a través de las
políticas públicas. Parece necesario generalizar el ejemplo de aquellas entidades donde se ha avanzado en esa materia, particularmente por lo que se refiere a asuntos como los de equidad educativa para los pueblos indígenas.
8. Uno de los rezagos más evidentes en esta materia es el relativo a la equidad de género. Resulta indispensable diseñar, en todas las entidades federativas,
un marco para la tutela de ese derecho, con el reconocimiento para que las
mujeres gocen de la educación de manera igual que los hombres, así como la
disposición precisa de los programas y acciones que habrán de llevarse a cabo
para impulsar la superación de obstáculos en ese ámbito.
9. Es muy importante que, en las adecuaciones legales que deban hacerse en
esta materia, se parta de la concepción de la igualdad ante la ley. Ello supone
que deberá darse un tratamiento diferenciado a quienes viven en condiciones
de desigualdad real a fin de proveerlos de las herramientas legales necesarias
para que accedan a la justicia (al goce efectivo de derechos en materia educativa).
EL DESAFÍO SILENCIOSO
Raymundo Riva Palacio
La idea de que los años de lucha por la libertad de expresión en México no han
pasado en balde, es parte ya del imaginario colectivo. Son poco más de 40 años
en los cuales, en diferentes facetas y modos, se fue avanzando contra un régimen cerrado que gradualmente fue abriéndose, de un autoritarismo bonapartista
como sucedió en los sesentas y culminó con el gobierno de Gustavo Díaz
Ordaz, a un liberal en la última parte del gobierno de Carlos Salinas y la primera parte del de Ernesto Zedillo. El desarrollo de la prensa crítica en México fue aparejado al desarrollo político del sistema. El periodismo de la agonía
del régimen autoritario fue aquél donde se desafiaba la censura y se resistía la
autocensura. En aquellos años se utilizaba la publicidad oficial para reprimir
y coartar; se seducía a través de los privilegios y las prebendas. Aunque con
finalidad política, era una relación mercantil en la que se enmarcaba la relación
prensa-gobierno, pero se fue agotando en la medida en que, por un lado, había
menos dinero para repartir, y por el otro, nuevas generaciones de profesionales fijaron sus relaciones con el poder a través de la dinámica de la confrontación y no de la subordinación, lo que vino marcando el cambio estructural en
esas relaciones durante el último cuarto del siglo pasado. Viejos medios trataron de reciclarse y lograr su incorporación en una nueva realidad; vinieron otros
para refrescar el entorno.
El periodismo crítico era el de enfrentar al gobierno, primero sibilinamente,
escribiendo las partes nodales de una información en los párrafos de en medio
en lugar de los primeros, y luego con la crítica editorial con la que algunos se
comprometieron y construyeron bloques para enfrentar las murallas gubernamentales. El periodismo crítico hoy está muy lejano de aquellos tiempos, no
[73]
74
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
porque haya desaparecido, sino porque ya no se encuentra en el imaginario de
quienes lo practican que al hacerlo serán reprimidos. La crítica al poder, por
el contrario, está totalmente socializada y todas las instituciones, inclusive las
otrora intocables de la Presidencia, el Ejército y, aunque parezca broma, la
Virgen de Guadalupe, se volvieron mundanas y, por tanto, sujetas a su observación escrupulosa y censura. Aunque deficiente y en ocasiones abusivas, los
medios crearon durante los noventas un mecanismo de rendición de cuentas del
poder y difundieron sus excesos sin medir los propios. Poco ha cambiado en
los últimos cinco años, salvo que los medios, aunque lentamente, han ido evolucionando y generando información ligeramente más sofisticada. La cultura
dominante es la de un abordaje crítico a la realidad política, económica y social,
donde el poder y los poderosos son sujetos diarios de su análisis y revisión.
Los cimientos del periodismo crítico están ya instalados en los medios
mexicanos. La crítica no evoluciona, se perfecciona. Puede ensancharse, como
se ha venido dando, pero se vuelve menos rudimentaria al ir incorporando
distintos niveles de análisis para entender esa realidad en la que estamos a veces
tan involucrados que no la vemos. Podría plantearse, como una proposición,
que el periodismo crítico de hoy no difiere del de ayer en su fundación, sino
sólo en el método, su procesamiento y su presentación. Si Nietzsche decía que
la forma es fondo, en este caso la forma, y no el fondo, es lo que ha cambiado.
Sin embargo, esto no significa que se hayan disipado los problemas para un
periodismo crítico, sino que se han renovado los desafíos colocando peligros
más serios no sólo el periodismo crítico sino la quintaesencia de la libertad de
expresión tal y como, aunque incipiente, conocemos. Ese tipo de periodismo,
en efecto, se perfila hacia una confrontación con otra realidad que, hasta ahora, ha estado latente en México pero no se ha convertido en un riesgo: la concentración de medios a través de la llegada de lo que Edward Herman y Robert
McChesney llaman “los nuevos misionarios del capitalismo corporativo”.1 El
fenómeno traslada la relación de la prensa con el poder, del ámbito político, al
ámbito económico.
Este nuevo paradigma es resultado de la revolución de información que explotó en las tres últimas décadas del siglo XX, y que provocaron cambios dra-
1
Edward Herman y Robert McChesney, The Global Media, The new Misionaries of Corporate Capitalism. Londres, Continuum, 1997.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
75
máticos en la forma como vivimos. Esta revolución abrió el camino para que
con nuevas herramientas en la computación aumentaran su poder de almacenaje, lo que posibilitó la digitalización de textos e imágenes que permitió en
forma más compacta y más abundante su manipulación y transmisión. Al desarrollarse esta capacidad se abrió la posibilidad de que tres sectores previamente
desconectados, las telecomunicaciones, la computación y el eléctrico, pudieran converger en lo que se ha denominado “la supercarretera de la información”. El vehículo que la recorre son los medios de comunicación.2
Como una fuente primordial de información colectiva y de imágenes, los
medios ejecutan muchas funciones y sirven numerosas necesidades. En el
ámbito individual, proveen un vínculo a una sociedad más grande y conectan,
al menos indirectamente, con otros seres humanos. En el campo político, los
medios juegan un papel central en el funcionamiento de las democracias.3
Históricamente, una característica de las transiciones hacia la democracia ha
sido la creación de la esfera pública, donde los medios son la arena en la cual
se discuten los temas relevantes para una comunidad política, y donde la información presentada es importante para la participación ciudadana en la vida
comunitaria y para que pueda tomar mejores decisiones. Como han escrito
varios autores, principalmente Jürgen Habermas, la esfera pública trabaja de
manera más eficiente para una democracia cuando es institucionalmente independiente del estado y de las fuerzas económicas dominantes en una sociedad. 4
En México, cuando hablamos de la prensa crítica, nuestro referente es el
gobierno. Pero hoy el gobierno, en sus diferentes niveles y colores, pese a sus
tentaciones autoritarias, no es ya una muralla contra la libertad de expresión.
El problema enfrente no está en ese contexto, sino en el del sector privado en
tanto controlen el mercado de medios, debido a que su comportamiento es la
antítesis del cultivo y la alimentación para que crezca la esfera pública. Al transformarse la economía de los medios de comunicación se generan dos tipos de
lucha. La primera es por el contenido, y el fenómeno se presenta de manera más
aguda en los medios electrónicos. Los canales de información y los nuevos
2 Mark Balnaves, James Donald y Stephanie Hemelryk Donald, The Penguin Atlas of Media and Information. Londres, Penguin Books, 2001, p. 12.
3 E. Herman y R. Chensey, op. cit., p. 1.
4 Ibid., p. 3.
76
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
medios, como internet, demandan más material informativo y mucho de lo que
existe hoy es barato y reciclado, por lo cual se da una fuerte competencia por
los derechos de otros géneros que atraen grandes audiencias, como películas
y eventos deportivos. La otra batalla es por el acceso al contenido. En este
campo la tecnología es fundamental, pues ya sea para producir un periódico,
desarrollar un catálogo de libros, encontrar películas exitosas que remplacen
la basura, o disponer de una buena programación de radio y televisión, requiere
una fuerza de trabajo diferente, que emplean tecnologías distintas y tratan de
persuadir a los consumidores.5 El dilema para el abordaje crítico a la información es sobre quién controla la infraestructura y controla el acceso de los consumidores a ella.
Un estudio de caso relevante para mostrar los alcances de esta nueva configuración de medios lo da la empresa multimedia más importante del mundo,
Time Warner. Su desarrollo no comenzó multimedia, sino que fue evolucionando
a partir de las alianzas estratégicas que se fueron formando en los 20 últimos
años, a partir del semanario Time y los estudios cinematográficos Warner
Brothers, que posteriormente fueron adquiridos por Ted Turner, quien soñó un
canal de televisión global e ininterrumpido y en los ochentas lo materializó en
CNN. Time absorbió CNN y Warner, y luego todos fueron comprados por la
empresa de internet más grande del mundo, America On Line. La fusión devino
27 divisiones de libros, 14 canales de televisión por cable —además de CNN
está la multimpremiada HBO—, 18 compañías de producción y distribución
de televisión y cine, ocho cadenas de entretenimiento —incluidas cuatro para
niños en tres continentes—, 76 revistas en los cinco continentes y para todos
los segmentos de la población, 52 sellos discográficos, 27 servicios en línea,
dos equipos de béisbol, parques de diversiones y siete coinversiones en la industria de la música.6 Time Warner tiene ventas por 27,300 millones de dólares, seguida de Disney Corporation con 23,400 millones de dólares, Viacom
con 20,200 millones, News Corporation con 13,600 millones y Bertelsman con
13,300 millones.7 Para tener una idea de esos montos, las ventas de Time Warner significan el 90 % de las ventas de Pemex en el 2002. La suma de ingre5
M. Balnaves, J. Donald y S. H. Donald, op. cit., p. 60.
6 “Who owns what?”, Columbia Journalism Review, en su página de internet (www.cjr.org/
tools/owners/), del 22 de septiembre de 2003.
7 M. Balnaves, J. Donald y S. H. Donald, op. cit., p. 60.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
77
sos de esos cinco gigantes son el 99 % del gasto público programable para el
2003, o el 122 % de la deuda externa bruta a junio de ese año.
Con tal dominio sobre la industria de la información y el entretenimiento,
la manipulación de los consumidores tiene alcances inimaginables. El bombardeo sistemático de una línea de pensamiento a través de las diferentes salidas
y vehículos de Time Warner modificaría en el largo plazo no sólo patrones de
consumo, sino de comportamiento. Cuando Fidel Castro dijo, en crítica al gobierno de Ernesto Zedillo, que los niños mexicanos conocían más al Pato
Donald y a Mickey Mouse que a Benito Juárez, no exageraba. Cuando Disney
entró al mercado chino, el gobierno de Beijing tuvo que inventar tiras cómicas con sus héroes nacionales para frenar el avasallamiento cultural que
subliminalmente imponía Disney. En el campo de la libertad de prensa, las
consecuencias son inmediatas. Procter & Gamble, la corporación que más se
anuncia en el mundo, tiene como política no anunciarse en ningún lugar donde se plantee de alguna manera a su negocio como frío, enérgico y falto de
motivación espiritual.8 En México, donde el Grupo Carso maneja sobre el 12 %
del total de la publicidad en los medios de comunicación, y algunos de éstos
dependen totalmente de sus anuncios, la figura de Carlos Slim es profundamente respetada. Telmex, el buque insignia de Carso, llega a amenazar y hasta a
retirar la publicidad cuando las informaciones le son críticas.9 La creciente
participación del sector privado como controlador en medios es la verdadera
amenaza que tiene la libertad de expresión, y sus soldados de trinchera, que son
los periodistas críticos.
La incorporación formal de grupos empresariales en México es consecuencia del establecimiento de un mercado global integrado de medios que comenzó
en los ochentas y que alcanzó su máxima potencia en los noventas. Los sistemas de medios de comunicación tienden a reflejar los patrones generales de la
economía política. De esta forma, la prensa fue en un principio explícitamente política, regulada o censurada por el gobierno, y subsidiada por el Estado o
los partidos políticos. Al desarrollarse el capitalismo y las empresas de comu8
E. Herman y R. McChensey, op. cit., p. 7.
9 Aunque no hay un dato oficial que corrobore ese porcentaje, es el que manejan informal-
mente las agencias de publicidad. En algunos medios Telmex ha tomado represalias por informaciones críticas a Slim, y cuando menos en un caso redujeron a la mitad su pauta publicitaria.
78
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
nicación se convirtieron en buen negocio, los periódicos comenzaron a estar
bajo el control de empresas y operados bajo principios comerciales.10 El patrón
que se siguió en ese periodo fue de la evolución de los medios comerciales hacia pequeñas empresas operando en mercados competitivos, y caminando hacia
la construcción de grandes empresas operando en mercados monopólicos u
oligopólicos. La eficiencia con la tecnología de información controla y comunica contribuyó al crecimiento de las corporaciones multinacionales, que hoy
en día manejan el 20 % de la producción en el mundo, y 70 % del comercio
mundial.11
El fenómeno en México ha sido un poco más atropellado. Es de muy reciente
cuño la prensa liberada de los controles publicitarios del Estado y los partidos
políticos. Si bien algunos medios, como El Financiero o Proceso, caminaron
hacia la independencia financiera del gobierno en los ochentas, no fue sino
hasta la segunda mitad de los noventas y lo que va del siglo en que se empezó
a generalizar la tendencia y los medios a incursionar en el sector privado para
su subsistencia. De cualquier forma, todavía hoy existen medios, incluso importantes, que dependen de la publicidad política como en la primera fase del
desarrollo en los países industriales. La segunda fase de esa evolución es la que
encierra mi preocupación. Aunque los medios están comenzando a ser operados bajo principios comerciales, ese proceso de maduración es incipiente y,
alarmantemente, se ha unido al concepto de mercado global integrado. Hacia
fines de este año empezaremos a ver sistemas de medios verticalmente integrados en cadenas productivas con empresas de distintos ramos.
El fenómeno será novedoso en México y no se apreciará en un principio. Sin
embargo, podemos tomar un ejemplo extranjero para comprender la ruta que
vamos a observar. En 1996 Disney Corporation, que es uno de la decena de
conglomerados que controlan la información y el entretenimiento en el mundo, firmó un contrato a 10 años con McDonald’s donde le daba a la cadena de
comida rápida los derechos exclusivos mundiales para promover los productos Disney en sus restaurantes. De esa forma, Disney podía usar los casi 19 mil
establecimientos de McDonald’s en el mundo para promover sus ventas
globales, mientras que McDonald’s podía utilizar a Disney para sumarse a su
10
11
E. Herman y R. McChensey, op. cit., p. 11.
M. Balnaves, J. Donald y S. H. Donald, op. cit., p. 14.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
79
campaña para dominar cada mercado en el mundo.12 La talla y el poder de mercado de los gigantes en medios hizo posible la ingeniería de alianzas estratégicas para la promoción cruzada con otras corporaciones de venta al mayoreo
y mercadotecnia. De ninguna manera es casual que durante los noventas el
proceso más intenso de concentración se dio en la industria global de la publicidad. En 1990, las siete principales agencias de publicidad facturaban 73 mil
millones de dólares; cinco de ellas eran estadounidenses o vinculadas con inglesas, una francesa y una japonesa.13
La globalización de los medios tiende a la reducción de la densidad intelectual de la información, a su transferencia de noticias de razones a noticias de
sensaciones, donde las audiencias y circulaciones masivas sean más importantes en términos de clientes potenciales para los productos que anuncian que
para que se vayan formando una opinión, a través del conocimiento, que les
permita debatir los temas que les son relevantes y tomar las decisiones que
les sean significativas. Aunque con unos pocos años en el paraíso de la transición, el mercado mexicano se asemeja, en su evolución, a lo que sucedió con
la prensa en Europa del este tras el colapso del socialismo. En esa región se vivió una muy dolorosa transición de medios que vivían en una economía de
Estado, hacia una con creciente propiedad privada. Al ser eliminados los subsidios estatales, las tasas de crecimiento de la publicidad y de las suscripciones
no fueron suficientes para hacer comercialmente viables esos medios. Muchos
murieron en el camino, y los que sobrevivieron cayeron en manos de empresarios y banqueros que los empezaron a utilizar como vehículos de propaganda.14 En otros casos, como en Rusia, fueron las mafias las que se apoderaron
de canales de televisión. Abordajes críticos a la información, por supuesto, fueron impensables. Los críticos, en algunos países de la región, o fueron marginados o fueron asesinados.
Por supuesto que las condiciones sociopolíticas en los países de Europa del
este no son análogas a las mexicanas. Las tendencias globalizadoras de los
medios que se empiezan a perfilar en México no se sustentan en las mafias ni
son criminales. Son empresarios, en efecto, con una visión de integración ver12
E. Herman y R. McChensey, op. cit., p. 55.
Ibid., p. 39.
14 Stephen Erlanger, “Russian is Free, Free to Go Broke”, en The New York Times, 6 de julio de 1995, p. 5.
13
80
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
tical de sus empresas en torno a medios de comunicación. Son alianzas tácticas convertidas en cadenas productivas donde, como se mencionó el caso de
Procter & Gamble, aquello que atente contra la naturaleza del negocio, será
censurado. La perspectiva pesimista es que del control que existió por parte del
gobierno durante tanto tiempo, se pasará ahora al control del sector privado.
De hecho, éste es más dañino porque será más duradero. En los gobiernos, el
avance político de la sociedad fue logrando desmantelar sus pilares e ir modificando los términos de la relación, a partir de que, pese al autoritarismo, se pudieron ir construyendo mecanismos de rendición de cuentas. En el caso del
sector privado, al no tener que rendirle cuentas a nadie, y sus niveles de comportamiento se miden por el consumo, la crítica y la libertad de expresión, si
se decide cercenarla, tendrá menos espacio y posibilidades de ser defendida.
LOS DERECHOS HUMANOS:
UNA REVISIÓN OBLIGATORIA
Carlos Monsiváis
Derechos humanos. En unos cuantos años, se agrega a México un concepto
básico (una interminable movilización) (un patrimonio moral y político) (un
instrumento de uso político y burocrático). Nada distinto a lo de casi todos los
países, en muchos de los cuales resultan el primer gran dique social contra la
impunidad. En las décadas últimas ningún otro asunto expresa con tal claridad
el desarrollo de la conciencia social y de la ética colectiva y personal e, incluso, el desarrollo y las limitaciones de las fuerzas políticas.
EN NOMBRE DE LA CIVILIZACIÓN, LA BARBARIE
En 1945, el fin de la Segunda Guerra Mundial libera un caudal informativo
sobre el nazifascismo que se va ampliando. Las informaciones sobre los campos de concentración (Auschwitz y Treblinka) se vuelven certezas trágicas. En
momentos especiales el ser humano no tiene límites, tanto en su desempeño
como verdugo como en su papel de víctima que resiste pese a todo. Al horror
de la matanza de millones de personas por motivos de raza, filiación política,
conducta “ilegítima” o fuerza de trabajo, se añaden las catástrofes de Hiroshima
y Nagasaki y las revelaciones sobre la contaminación radioactiva. Ya resultan
incontrovertibles los alegatos de los pacifistas luego de la Primera Guerra
Mundial; las guerras son inútiles y monstruosas y en lo básico se prestan a su
aprovechamiento por una minoría gananciosa que detesta el pacifismo por ser
poco rentable. Sí, la Segunda Guerra Mundial se explica y se legitima por la
urgencia de contener al nazismo y el fascismo, pero la tecnología de guerra,
[81]
82
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
la bomba atómica y el altísimo costo en vidas le ponen cerco al patriotismo que
es la voluntad de dar la vida por una patria reducida a las decisiones de los
gobernantes. La guerra contra el nazifascismo es justa, pero no es suficiente
para eliminar las dudas sobre la legitimidad perenne del honor, el sacrificio por
las libertades de Occidente, la camaradería en las trincheras.
¿Qué guerras son necesarias? Se requería detener a Hitler y el Holocausto,
se exigía justicia para los millones de seres liquidados por los nazis, ¿pero qué
justicia hay para el holocausto atómico en Japón y la guerra en Corea? ¿Y por
qué durante largo tiempo nada se dice de los cientos de miles que a causa de
su “anormalidad” son también exterminados en los campos de concentración,
de los comunistas, los gitanos, los homosexuales? Y dos vertientes de interpretaciones y conflictos éticos y morales se establecen. La primera surge de lo
inconcebible de la tragedia de la Segunda Guerra, que obliga a numerosos
intelectuales y literatos, en especial de origen judío, a reflexionar sobre la
deshumanización: ¿dónde se origina la pérdida de las sensibilidad moral?, ¿se
vive en las sociedades la muerte de Dios o la muerte del espíritu ético?, ¿cómo
es posible que, por ejemplo, Mengele y Eichmann, buenos católicos, amorosos padres de familia, sean tan eficaces instrumentos de la barbarie?, ¿por qué
motivos, en el centro de “la civilización occidental” se aniquila a millones de
personas?
La segunda versión es la pacifista, a la que intenta manipular el aparato de
propaganda soviética, y cuyo vigor genuino se funda en las grandes interrogantes: ¿cómo es posible que mueran millones de personas a causa de guerras
provocadas por la lucha por el poder y el control de los recursos naturales?,
¿cómo justificar el hecho mismo de la guerra y su irracionalidad?
La Segunda Guerra obliga en 1948 a la ONU a crear la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
DONDE APARECE EL TÉRMINO “GENOCIDIO”
En 1948 no se conoce la palabra genocidio, y, por motivos de “buena conciencia”, se oculta o se califica de “calumnias imperialistas” la ya muy copiosa
información del stalinismo y derivados, y las devastaciones del socialismo real,
los millones y millones de asesinados o muertos literalmente de hambre en la
URSS y China, y las represiones cruentas en Polonia, Albania, Rumania, Bul-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
83
garia, Checoslovaquia y Hungría. Y el concepto de derechos humanos tarda en
asimilarse precisamente porque la dimensión extrema de la matanza minimiza el destino específico de las personas. Y en la década de los cincuentas los
niveles de la destrucción clarifican el sentido del término. Y a los ya citados
se suman otros fenómenos, el colonialismo en Indochina y la guerra de Vietnam, las batallas de Argel, el interminable drama de los países africanos (integración y desintegración de las naciones nuevas), las matanzas en Indonesia
y Camboya, las prácticas de exterminio en Guatemala y El Salvador, la guerra
sucia en Argentina. Son apocalípticas las cifras: los millones exterminados en
los campos de concentración stalinistas, los millones asesinados por las tropas
de Sukarno en Indonesia, los millones masacrados por las tropas de Pol Pot en
Camboya, el totalitarismo de Kim-Il Song y de su heredero en Corea del Norte, el asesinato institucionalizado en Perú, Colombia, Bolivia y México, la barbarie con la que se combate y en la que desembocan numerosos proyectos
guerrilleros, la destrucción del Líbano, Bosnia y la “limpieza étnica”, la negación cruenta de los derechos del pueblo palestino. Esto, hasta llegar al 11 de
septiembre y las invasiones de Afganistán e Irak. El terrorismo del imperio
continúa al terrorismo de la desesperación árabe.
Con tardanza y no sin hipocresía se implanta la conciencia internacional de
los derechos humanos, en medio de gravísimos impedimentos, por ejemplo el
veto del gobierno norteamericano al enjuiciamiento por la Corte Penal Internacional del comportamiento de sus soldados; por ejemplo, las grandes potencias
que se mantienen a la expectativa mientras se consuma el “experimento”
filonazi de los serbios contra los musulmanes. Y también con demora se implanta internacionalmente la conciencia de los derechos humanos ante las violaciones de los cuerpos policiacos y los ejércitos en cada país.
“PRIMERO FUSÍLENLO Y DESPUÉS AVERIGUAN”
¿Quién da las órdenes, y por qué siempre hay quien las acate con ferocidad y
rigor? En la globalización se acumulan a tal grado el odio y la vileza que, paradójicamente o no, al asombro lo sucede la inacción. Idi Amin en Uganda
filma sus matanzas, y guarda las cabezas de sus enemigos en un refrigerador;
Gustavo Díaz Ordaz, con tal de recibir sin problemas a los visitantes de los
Juegos Olímpicos, ordena la represión el 2 de octubre en Tlatelolco; Augusto
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Pinochet concentra a los prisioneros en el estadio de Santiago; los militares
argentinos se deleitan con la tortura. En la “guerra sucia” de México de la
década de los setentas, los encargados de ejecutar a guerrilleros y terroristas
arrojan los cuerpos torturados al mar. En Guatemala se extermina por sistema
a las comunidades indígenas. En Irán, el Sha le ordena a la SAVAK la eliminación de sospechosos y amigos de sospechosos y vecinos de sospechosos. Y
el sucesor, el Ayatollah Jomeini manda fusilar a “prooccidentales” y “delincuentes morales” (adúlteros, homosexuales y vendedores de mariguana).
La indiferencia ante la tortura, el asesinato y el encarcelamiento injusto no
la engendra el mal en estado puro, ni un puñado de individuos carismáticos deseosos de infligir dolor y muerte. Más bien, la operación responde a la disminución del valor de la vida humana en un mundo regido por el individualismo
extremo. Y ante esto, lo declarativo —documentos de la ONU y la UNESCO,
leyes de las naciones y llamados de los clérigos— suele disponer de escasa
importancia, en tanto que las acciones de exterminio se sustentan en la ignorancia deliberada de la sociedad, que es miedo, es desinformación involuntaria
y voluntaria y es táctica de sobrevivencia. ¿Quién protesta en la Alemania nazi
cuando las detenciones masivas y las deportaciones de judíos, gitanos y homosexuales? ¿Cuántos clérigos, como el pastor Martín Niemoller, se opusieron
públicamente al Holocausto? ¿Cuántos le hicieron caso en la izquierda mundial a las denuncias sobre los procesos de Moscú, de Praga, de Budapest, de
Berlín Oriental? ¿Cuál fue la indignación moral de la derecha ante las atrocidades de Franco en España, de Oliveira Salazar en Portugal, de Trujillo en
Santo Domingo, de Somoza en Nicaragua y de Stroessner en Paraguay? ¿Qué
gobiernos boicotearon en verdad al régimen de Sudáfrica mientras duró el
apartheid?
Un ejemplo muy significativo en la época inmediatamente anterior al registro de los derechos humanos: la intervención norteamericana en Vietnam, que
da por resultado cientos de miles de víctimas; el uso de armas químicas; el arrasamiento del territorio, y los asesinatos a mansalva. El juicio del teniente William
Calley, convicto y confeso de la matanza en el poblado de My Lai, pone al día
el proceso de Eichmann y anticipa el de Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon.
Al respecto, fluyen las preguntas: ¿de dónde surge la compulsión homicida?
¿Hay elementos de violencia innata o la violencia es un proceso inducido o un
don de la oportunidad? ¿Quién es el culpable: el sargento Calley, el Secretario de la Defensa Robert MacNamara o el Establishment financiero-militar?
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
85
¿Quién es el culpable: McNamara o los presidentes Kennedy, Lyndon B.
Johnson y Nixon? ¿Quién es el culpable: los presidentes de Norteamérica o los
beneficiarios de la muy rentable industria bélica?
“¿DE DÓNDE SACA EL DETENIDO QUE NO LE VA A PASAR NADA?”
El agravio contra los derechos humanos no se confina a la política, y el símbolo universal de la represión son los cuerpos policiacos que, en cualquier lugar,
reducen a las personas a la condición de objetos desechables. (De acuerdo a
esta lógica, por el hecho de serlo, un detenido ya no es persona.) Para un vasto sector policiaco en México el detenido es el bulto golpeable y torturable que
al dejarse atrapar renunció a sus derechos. Y sólo en fechas recientes se discute
la tortura, porque nada se puede hacer, es un mal endémico, y, además, los
detenidos no eran unos ángeles. Pero, si se quiere fechar el inicio de un proceso, recién comenzado el gobierno de Miguel de la Madrid, en 1983, se conoce de un caso macabro: los asesinatos de un grupo de 13 delincuentes colombianos y uno mexicano, cuyos cadáveres aparecen deshechos en el río Tula. La
historia es sórdida: los delincuentes han robado un banco y varias casas, y un
grupo de judiciales, al parecer encabezado por el subjefe policiaco Francisco
Sahagún Baca, los atrapan, los torturan, les quitan el dinero y los matan. El caso
del río Tula llama la atención e indigna. Y el expediente de Arturo Durazo Moreno en la policía metropolitana causa azoro y repudio: si las fuerzas de seguridad atropellan con tal ímpetu los derechos humanos y civiles, la ley desaparece. Hoy, tal conclusión es obvia; entonces, es una victoria social.
En 1985, los terremotos del 19 de septiembre provocan el derrumbe del
edificio de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal y entre las ruinas se
hallan cuatro cadáveres con señas de tortura. Al proceso contra los responsables lo frena, entre otras cosas, la cínica defensa a cargo de diputados priístas
de los métodos de la Procuraduría. Una diputada afirma: “Eran violadores.
¿Vamos a proteger violadores?”
En México y en América Latina hablar de derechos humanos es, también y
en primera instancia, referirse a los vínculos todavía precarios entre información y democracia. Recuérdese: los regímenes autoritarios se niegan a incluir
el derecho a la información en su lista de “concesiones”.
86
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
DE LA DESINFORMACIÓN COMO DISMINUCIÓN CIVIL
Hasta hace pocos años, a propósito de demasiados temas, lo usual en México
es —en el mejor de los casos— la información ligera y sin contextos, revisada por el gobierno, el empresariado y los círculos del poder eclesiástico y “los
Pilares de la Sociedad”. Estos dueños de las “superficies informativas” elaboran un conjunto de prejuicios, choteos, juicios a medias, informaciones
distorsionadas y ocultamiento de datos y situaciones. Y todo con tal de divulgar las fantasías opresivas del machismo y del pánico moral. Así, ¿qué estadísticas confiables existen incluso hoy de violencia intrafamiliar, violaciones y
aborto? En demasiados lugares, entre los grupos indígenas o las zonas sometidas al fundamentalismo o las clases populares, se coartan o suprimen los
derechos femeninos. Si bien la honra ya no es desde hace tiempo valor absoluto, es muy difícil y a veces imposible un debate racional sobre la despenalización del aborto. Está en vías de liquidación la moral feudal, se ha relativizado el prestigio del machismo, pero en un amplio sector la sujeción
femenina es todavía fortaleza del patriarcado, con el agravio consiguiente a los
derechos humanos.
En el mejor de los casos, el control gubernamental de los medios divulga
una sola versión de los hechos, y quiere fortalecer lo ya insostenible, la idea
pueril de la “tranquilidad”, entre otras cosas sinónimo de la indiferencia ante
los derechos humanos y civiles. A la luz del escándalo se nulifica el reclamo
de los derechos, y halla “folclóricos” o “naturales” a los delitos, calificados de
recurrencias de la naturaleza humana o atribuidos a la falta de educación religiosa en las escuelas públicas, y sólo recientemente descritos como productos
habituales de las redes de impunidad o de las imposiciones del tradicionalismo
y sus “usos y costumbres”. (En noviembre de 1997 el gobernador de Chihuahua Francisco Barrio califica de “normales” los asesinatos de cuatro mujeres
en un solo fin de semana en Ciudad Juárez.) Por todo esto, el interés gubernamental de los derechos humanos sólo aparece, al menos declarativamente, al
volverse inocultables las situaciones catastróficas: los crímenes ejecutados o
protegidos por representantes de la ley, los presos por razones a fin de cuentas políticas, la persecución de minorías religiosas, étnicas y sexuales, las violaciones, las torturas policiacas, etcétera. Bajo presión, Carlos Salinas de
Gortari crea la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuya sola existencia descalifica con severidad los aparatos de justicia del país. Pero la multipli-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
87
cación de las Comisiones de Derechos Humanos sólo disminuye paulatinamente los agravios y el peso de los obstáculos. Entre ellos:
—La desaparición de los valores humanistas en la sociedad (nunca demasiado presentes), algo identificado por algunos con el proceso de descristianización. Más bien, y desde una perspectiva laica, lo que sucede es la
presencia de una mayor información que ilumina el arrinconamiento de
las posiciones éticas, en medios sometidos ahora al endiosamiento del
mercado y el más nefasto darwinismo social, como antes estuvieron sujetos a las variantes del caciquismo.
—Un buen porcentaje de los cuerpos policiacos emprenden una guerra
violentísima contra la sociedad, participa en acciones delictivas (de robos de banco a secuestros), asesora o coordina el narcotráfico, tortura y
mata. Por supuesto, no se trata ni podría tratarse de toda la policía y basta señalar el número elevado de policías asesinados en el cumplimiento
de su deber, pero la desconfianza social es un criterio generalizador apoyado en los hechos.
—Falta información sobre las zonas más incomunicadas del país, o sobre
aquellas que, así estén comunicadas, viven bajo el poder de los caciques
(casos paradigmáticos: Chiapas, Guerrero y Oaxaca).
—Se desarrolla un “gobierno paralelo”, caracterizado por la corrupción y
la impunidad. Con poder político y dinero (instancias por lo demás
indesligables) es posible defraudar, sobornar, someter a tarifa la impunidad delincuencial, asesinar opositores, talar bosques, contaminar industrialmente, construir fraccionamientos en reservas ecológicas, imponer
—con el consentimiento de las aves— aeropuertos en zonas ejidales y ser
a un tiempo contratista y funcionario. Y se permite algo también básico:
ordenar el encarcelamiento de “gente modesta” e inocente. ¿A cuántos de
los culpables señalados por la destrucción de la selva o el arrasamiento
de zonas comunales se les ha sometido a juicio penal? Es muy arduo
documentar las acusaciones en una sociedad hecha para el florecimiento de la impunidad, y carente de un componente básico del Estado democrático, ese respeto por el patrimonio colectivo que es responsabilidad
ante las generaciones venideras.
—Hasta la fecha, la tradición gubernamental le resta importancia a la violación de los derechos humanos, ya no se diga a los delitos de sangre. Ver-
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
bigracia: en el sexenio de Salinas de Gortari se documentan cerca de 400
asesinatos de opositores políticos, sobre todo en Guerrero, Oaxaca y
Michoacán, y sólo en el 20 % de los casos se detiene a los asesinos, la
mayoría liberados casi de inmediato. Y ante los linchamientos, hay “expertos” capaces de alegar la normalidad de las turbas asesinas “porque el
pueblo es violento de suyo”. En 1992, el PRI responde a un organismo
internacional que investiga los asesinatos de perredistas, negándolo todo
primero y luego sosteniendo que los perredistas muertos “tenían lo suyo”.
—A las minorías sexuales, sujetas históricamente a la discriminación y los
diversos linchamientos, de la burla al asesinato (los crímenes del odio),
se les agrede sin límite en función del sida. Además de la previsible acusación a “los grupos de alto riesgo” y de convertir a las víctimas en culpables, se auspicia el maltrato en las familias, los hospitales, los centros de
trabajo y le prepara el camino a las autoridades para su indolencia fatídica
en el abasto de medicamentos, en la ausencia de campañas de prevención
y en cuidar que los prejuicios no se interpongan en el trato a los enfermos.
A esto se añaden las presiones de la derecha que frenan o eliminan la
tímida propaganda gubernamental del condón, por ser éste —lo dice el
nuncio papal Girolamo Prigione— el lodo, el fango en que se hunde la
juventud. (Antes ha calificado el sida de “castigo de Dios”.) Si la derecha
clerical pierde la batalla por hacer del condón una palabra maldita y por
querer en vano retirarlo de la circulación, sí logra suprimir en la televisión las imágenes del “adminículo”, al que sólo se alude ocasionalmente
en los noticieros. De hecho, en 2003 la única campaña pública de promoción del condón es de una empresa privada. El tema se evita en la radio, y
durante casi dos décadas se eliminan los carteles con anuncios de condones, lo que afecta los derechos humanos de millones de personas. A las autoridades de salud lo que les importa es minimizar el tema. En los medios
hay reportajes ocasionales, cifras tremendas, una publicación especializada
(“Letra S” en La Jornada), pero aún es mínimo lo conseguido y ni el gobierno ni gran parte de la sociedad —sobredeterminados por el miedo, la
homofobia, la desinformación y la novedad aciaga del mal— admiten lo
evidente: no hay grupos sino conductas de riesgo, y el espacio del sida es
una de las zonas críticas de los derechos humanos.
—La desinformación y la manipulación informativa (casi lo mismo) alcanzan resultados devastadores, al propiciar la invisibilidad social de las mi-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
89
norías tan sujetas a persecución histórica, que suelen abstenerse de las
denuncias judiciales y mediáticas, por estar convencidas de que, les pase
lo que les pase, a la población en general no le interesa su situación. En
el caso de la persecución religiosa, un hecho límite de la intolerancia a
lo largo de dos siglos, es difícil o imposible documentarla hasta hace muy
poco, incluso en el caso monstruoso de San Juan Chamula. Los miles de
asesinados, los golpeados y torturados, las expulsiones de las comunidades, la quema de templos y casas no convocan la solidaridad. La fuerza
del tradicionalismo católico genera una indiferencia histórica hacia la
suerte de los no católicos, todavía presente en los medios, el gobierno y
la sociedad.
—Desde hace décadas, los linchamientos en nombre de la justicia popular
equivalen a un poder judicial paralelo en las comunidades asoladas por
el delito (casi todas). Cada semana en un lugar del país, lo que ya incluye a la capital, una turba asesina cruelmente o deja mal heridos a violadores, ladrones, asaltantes y personas acusadas de “brujería”: es muy
grave al respecto la falta de críticas de parte de los gobiernos, de la Iglesia católica, de los partidos políticos y de las Comisiones de derechos humanos. Es tal el impulso del fenómeno que, por lo visto, inhibe los pronunciamientos condenatorios y, lo peor, evita las detenciones. De acuerdo
con esta lógica, nadie envía a la cárcel a Fuenteovejuna.
—La extrema derecha, encabezada en algunos casos por dignatarios eclesiásticos, responsabiliza a las Comisiones de derechos humanos por “proteger a los delincuentes” olvidándose de las víctimas, y exige de paso la
implantación de la pena de muerte. Esto, además de mala fe, revela desvarío. En todo caso, la protección a los delincuentes se da en los juzgados y en los cuerpos policiacos. A las Comisiones les toca vigilar los derechos de los detenidos, para evitar la tortura, inadmisible en cualquier
caso. Un cruzado contra las Comisiones de Derechos Humanos es el
cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez.
—Las matanzas de Aguas Blancas en Guerrero (1993) y de Acteal en Chiapas
(1998) cambian radicalmente las dimensiones del fenómeno. En el video
de Aguas Blancas, transmitido en Televisa en el programa de Ricardo
Rocha, llama la atención la indiferencia de los asesinos ante el hecho de
estar siendo registrados por una cámara y en la masacre de Acteal perturban la monstruosidad del hecho y la actuación estólida de los asesinos.
90
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
“LAS CALENTADITAS QUE LOS ENFRÍAN
Y NO ES JUEGO DE PALABRAS”
La represión de 1968 y la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres
Culturas no tienen al principio ni siquiera la debida resonancia nacional, por
el control de los medios informativos y por el peso intimidatorio del cargo de
“subversivo”. Y en las zonas rurales el fenómeno se agrava. Decenas de miles
de ejidatarios, líderes campesinos y organizadores políticos son víctimas de la
inquina de caciques y autoridades regionales y/o federales. A lo largo del siglo XX, las matanzas y los crímenes de Estado estremecen un día, y luego
parecen diluirse en la memoria colectiva o en verdad se diluyen. Si acaso, “renuncia” un gobernador o un presidente municipal, y de allí hasta el siguiente
episodio sangriento. El centro de la impunidad es el olvido público.
Un ejemplo: en los escándalos interminables sobre los Centros de Rehabilitación (Ceresos), se evidencia lo muy notorio: la conversión de las cárceles
en infiernos del abuso, la compra de autoridades penales por el narcotráfico,
la incapacidad —expresión piadosa— de los gobiernos estatales ante el
desmantelamiento de su aparato judicial y el frenesí de los atropellos. Con la
frecuencia posible, la barbarie es el lenguaje interno de las prisiones. Los presos, al rebelarse, torturan y asesinan guiados por la lógica de la amoralidad: los
que nunca se han sentido portadores de derechos humanos, se los niegan con
saña a los demás.
A la noción de derechos humanos le pone sitio lo extenso de la desigualdad
social, y el poder de compra de políticos y empresarios, que, especialmente en
la segunda mitad del siglo XX, devastan los recursos naturales y la economía
pública, rodean al autoritarismo de las fórmulas “prestigiosas” de la Revolución mexicana (primero) y de la modernidad (ahora) y se oponen al ejercicio
de las libertades. La “modernidad selectiva” se impone, y persisten las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos. Y sin embargo, saberse poseedor de esos derechos modifica el comportamiento de cientos de miles y, paulatinamente, de la población. La noción de los derechos humanos es, como
tanto se ha dicho, “una revolución jurídica” desde 1945 y la Declaración de los
Derechos del Hombre: “Nadie deberá ser víctima de castigos o tratos crueles,
inhumanos o degradantes”. Así falte muchísimo para el respeto internacional
debido a los derechos humanos, la difusión del término es ya, pese a todo, un
adelanto civilizatorio.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
91
“SOY TITULAR DE MIS DERECHOS”
En Human Rights as Politics and Idolatry (Princeton University Press, 2001),
Michael Ignatieff cita un fragmento de Si esto es un hombre, de Primo Levi.
Al novelista lo interroga el doctor Pannwitz, jefe del departamento químico en
Auschwitz. La entrevista es decisiva para Levi. Si puede convencer a Pannwitz
de su capacidad como químico, se salvará de la cámara de gases. Mientras Levi,
con el uniforme de los campos de concentración, está de pie, el doctor lo observa. Y Levi recapitula:
Ese intercambio de miradas no se daba entre dos hombres; y si hubiese sabido
explicar por entero la naturaleza de esa mirada, que venía como desde las paredes de cristal de un acuario entre dos seres que vivían en mundos diferentes,
hubiese explicado también la esencia de la gran locura del Tercer Reich.
Ese intercambio de miradas desde dos mundos explicaría la demencia de
torturas y “desapariciones” en América Latina. Y la tardanza —inexplicable
desde los criterios actuales— para darle carácter institucional a una rectificación ética desde el Estado. En 1968 la represión al Movimiento Estudiantil y
la matanza de Tlatelolco no provocan la mención de los derechos humanos. Son
atropellos inmensos, pero la expresión, y lo que contiene, no circulan y por eso
el lenguaje radical se adueña de la escena. Luego, entre 1971 y 1975, se desarrolla “la guerra sucia” librada por las fuerzas de seguridad contra los grupos
guerrilleros (que también se responsabilizan de numerosos asesinatos, entre
ellos de algunos de sus integrantes). En nombre de la ley, se asesina, se tortura y se desaparece a centenares de personas. Surge entonces el movimiento encabezado por Rosario Ibarra, que demanda la presentación de los desaparecidos y decreta la imposibilidad del olvido. Este grupo es un antecedente directo
del movimiento de derechos humanos.
En la década de los noventas se transforma enormemente el ámbito de la
defensa de los derechos humanos. En las distintas Comisiones se multiplican
las denuncias diarias, de las cuales un número importante son procedentes;
aumentan los grupos dedicados a estos asuntos (las Iglesias protestantes han
creado sus Comisiones, por ejemplo, y se acrecienta la educación específica y
la promoción y la formación de comités y de activistas. También se potencia la
resistencia a los abusos; así, en muchos casos, no se comprenda bien el sig-
92
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
nificado de los derechos humanos, expresión en la que se quiere hacer caber
todo.
Son numerosos los motivos detrás del cambio. Enuncio algunos:
—La renuencia de muchísimos gobernadores y presidentes municipales a
incluir seriamente en su agenda los derechos humanos.
—La comprobación reiterada de la barbarie en nombre de la ley; ejecuciones sumarias, desaparecidos y torturas.
—La transformación de la actitud pública que de manera creciente deja de
culpabilizar a las víctimas y cree mucho más en su testimonio, en perjuicio de las técnicas de ocultamiento de los organismos gubernamentales.
—Las jóvenes muertas y desaparecidas de Ciudad Juárez.
—La presencia de la red mundial de Organizaciones No Gubernamentales
de defensa de los derechos humanos.
—Los organismos internacionales.
—El cambio en la percepción de quienes observan el trabajo de los activistas
de derechos humanos. Ya no suele decirse a propósito de la víctima: “¿En
qué andaba metido?”
—La profesionalización creciente en los activistas y en los organismos
del Estado, aunque, en este último caso, no han sido pocas las veces en
que visitadores o funcionarios de las Comisiones de Derechos Humanos
se ponen de un modo u otro de parte de los victimarios, o, también, aunque no escasea la burocratización de las ONG.
El avance es notable y las contribuciones son definitivas al consolidar el
cambio de mentalidad. Una causa global exige mentalidades de internacionalización genuina.
EL 68, LOS DERECHOS HUMANOS
Y LA DEMOCRACIA
Adolfo Sánchez Rebolledo
I
Cualquiera que aspire a comprender la historia de los derechos humanos y los
orígenes de la transición democrática en nuestro país debería consultar un libro clave y, sin embargo, casi desconocido que lleva un título evocador: Los
procesos de México 68, acusaciones y defensa, un grueso volumen de cerca de
600 páginas, compilado y editado casi clandestinamente en 1970 por la editorial Estudiantes, poco antes de que la mayoría de los presos políticos del movimiento estudiantil saliera de la cárcel al cambiar el sexenio del Presidente
Díaz Ordaz. Se trata de un texto capital para estudiar a fondo ese capítulo de
la historia contemporánea, pues en él se recogen íntegros los documentos pertenecientes al expediente judicial abierto por el Ministerio Público entre el
periodo que va del 26 de julio y el 2 de octubre de 1968, cuando a sangre y
fuego son capturados en la plaza de Tlatelolco los líderes del movimiento,
gracias a una operación militar diseñada con ese objetivo que dejó decenas de
muertos y heridos, cuyo pormenores ya han sido plenamente investigados y hoy
se hallan a la espera de que la justicia dicte un resolución definitiva sobre la
culpabilidad de los responsables civiles y militares que estuvieron a la cabeza
de la represión.
Es interesante destacar que, a diferencia de otras fuentes, en este libro se
ofrecen a la consulta del lector los expedientes del 68 según se fueron integrando a partir de los elementos aportados por la acusación y la defensa, sin más
añadido que algunas referencias explícitas a las disposiciones legales citadas
en los documentos; se trata, pues, de ofrecer (muy en el estilo político y mo[93]
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ral del movimiento estudiantil) un versión cruda, sin retoques, de los juicios,
pues los autores se limitan a presentar las argumentaciones de un lado y el otro
para que éstas digan la última palabra sobre la inocencia o culpabilidad de los
indiciados, arrojando una nueva luz en torno a la naturaleza jurídica de los hechos imputados por el Estado y, en última instancia, una prolija descripción de
las violaciones a los derechos humanos a cargo de las distintas autoridades.
Los editores —Raúl Álvarez Garín, Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla, Félix Lucio Hernández Gamundi y Miguel Eduardo Valle Espinosa, a la sazón presos políticos— exponen sus propias razones y motivos en
la Introducción, pero saben que nada resulta más convincente —y en cierta
forma aterrador— como la denuncia que emerge por sí misma de la misma
exhibición de los métodos puestos en práctica por la autoridad judicial, es decir, de la constatación objetiva y por ende demostrable de que el Estado de
Derecho o bien es una ficción o bien funciona para consagrar el principio de autoridad y la más completa arbitrariedad del poder, en nombre de la legalidad,
claro está.
En ese tenor se incluyen en las acusaciones, los autos de formal prisión, la
descripción de los delitos de los que se acusa a los detenidos y la responsabilidad penal atribuida a 65 de los indiciados, entre los cuales se encuentran
personajes como Heberto Castillo, José Revueltas, Manuel Marcué o Elí de
Gortari; los presos pertenecientes al Partido Comunista Mexicano, entre ellos
Gerardo Unzueta y Gilberto Rincón Gallardo, sin conexión directa con los
hechos que se les imputan, y, desde luego, los principales los líderes del movimiento. En la segunda parte se recogen las Conclusiones de los defensores
Carlos Fernández del Real, Guillermo Andrade Gressner y Juan Manuel Gómez
Gutiérrez, así como otros documentos relacionados con la defensa, cuya revisión es indispensable para establecer hasta qué punto el fiscal procede saltando sobre los principios constitucionales, en particular los artículos 6o., 14, 16,
19, 20, 21, 23, 107 y 111, si bien, como advierte el abogado defensor Fernández
del Real en esas mismas páginas, estas violaciones son “solamente las más
evidentes y de mayor trascendencia, pero en el curso de la instrucción se cometieron otras muchas violando tanto la Constitución como el Código Federal de Procedimientos”, entre ellas, la negativa a que la defensa estuviera presente en las audiencias o incluso a concederle la palabra.
En apretado resumen se pueden reseñar, entre otras, la siguientes garantías:
la que prohíbe expresamente “la inquisición judicial o administrativa” de las
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
95
ideas; el principio de legalidad o de reserva que establece que nadie puede ser
privado de su libertad sino mediante juicio; la garantía de que nadie puede
ser detenido sin orden de aprensión, pues los detenidos están acusados “de ningún delito determinado previsto y sancionado por la ley, sin que hubiera flagrante delito” (CFR, defensa p. 280): se dictó auto de formal prisión sin comprobar el cuerpo del delito y sin que los acusados hubieran rendido su
declaración preparatoria; los indiciados fueron incomunicados “ y se les obligó a declarar en ese estado”, sin conocer “el nombre del acusador ni los hechos
punibles que se les atribuían”; no se realizaron careos con todos los testigos ni
se permitió a la defensa interrogarlos; a los detenidos, además, se les juzga “simultáneamente dos veces por los mismos hechos, una en el fuero común y otra
en el federal” (ibid., p. 281).
Las palabras de los acusados en el juicio 272/68 son contundentes:
Las arbitrariedades y violaciones a los derechos consagrados en las leyes son
innumerables y son juicios viciados desde su origen. Detenciones masivas sin
orden judicial, secuestros durante semanas enteras, torturados para arrancar
confesiones prefabricadas y durante más de un año detenidos sin conocer las
acusaciones concretas (p. vi).
No en balde los presos escriben:
Estamos acusados, en promedio, de 10 delitos federales, que van desde robo,
homicidio, lesiones, hasta sedición y asociación delictuosa e incitación a la rebelión... Todos estamos acusados de todo. Desde organizar los mítines y manifestaciones, hasta el incendio de autobuses y los crímenes cometidos por el
ejército en Tlatelolco. No existe ninguna relación directa entre los supuestos
actos delictivos y las personas acusadas. Por ejemplo, todas las personas
detenidas el 2 de octubre están acusadas de homicidio por el simple hecho de
que fueron detenidas ese día en la Plaza de Tlatelolco (p. vii).
El cargo principal deriva de la tesis del Ministerio Público acerca de la existencia de un Plan de Proyección Internacional de Subversión a las instituciones nacionales, elaborado en La Habana y Praga para ser ejecutado por militantes políticos pertenecientes a algunas organizaciones de izquierda, como el
Partido Comunista, el Movimiento de Liberación Nacional y diversos grupos
radicales más pequeños. Para acreditar esta afirmación, el fiscal esgrime como
96
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
“pruebas” y echa mano de varios documentos, entre ellos, el IV Informe del
Presidente Díaz Ordaz donde denuncia justamente la articulación de una conjura con el “fin de desprestigiar a México”, así como textos difundidos legalmente por distintas organizaciones locales e internacionales sin relación alguna
con los hechos. “El intento de probar la existencia del ‘plan’ es pueril y absurdo,
pues ese ‘plan’ nunca existió”, sin embargo, la idea de la conjura nutre al
Ministerio Público pues le sirve como hilo conductor para tejer una maraña de
falsas acusaciones provenientes de falsos testigos dispuestos a declarar cualquier cosa. Además, la presunta identificación del movimiento con organizaciones estudiantiles como la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) y otras formaciones de izquierda es motivo suficiente para que
la parte acusadora deduzca la “culpabilidad” de algún procesado por el simple
hecho de mostrar su ideología. “De esta manera se persiguen las ideas políticas y muchos procesados se encuentran ‘confesos’ pues declararon abiertamente su pertenencia a esas organizaciones” (p. viii).
Para demostrar la comisión de dichos delitos, el Ministerio Público echa
mano de un amplio repertorio de falsedades, a cual más notoria y aberrante. “La
tónica general es de imprecisión, de ambigüedades y de tergiversaciones tendenciosas”. “En ninguno de esos documentos se alude a personas concretas,
responsables de delitos concretos“. Ser o “parecer estudiante puede implicar
un delito”. La cadena de absurdos no tiene límite. Por ejemplo:
Para probar el cuerpo del delito de incitación a la rebelión, el M. P. aporta el
folleto intitulado La revolución de mayo en Francia. Mañosamente no se cita
al autor que es el conocido escritor Carlos Fuentes. El folleto fue publicado por
la editorial ERA y es un ensayo más literario que político de los acontecimientos de Francia.
En la tercera parte del volumen se da cuenta de una serie de documentos de
extraordinaria importancia para estudiar la naturaleza ilegal del juicio, tales
como los increíbles partes policiacos, presentados sin pudor por el Ministerio
Público como pruebas de cargo junto con las declaraciones de testigos falsos
(capítulo 10). Están, asimismo, la declaraciones de los testigos presenciales
de los sucesos del 26 de julio de 1968 y las de los lesionados el 2 de octubre de
1968, incluyendo la de algunos soldados que aportan pruebas irrebatibles sobre la presencia del Batallón Olimpia en el edificio Chihuahua de la Unidad
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
97
Tlatelolco. También se transcriben los “careos típicos” entre policías y acusados y, finalmente, se pueden consultar las sentencias condenatorias dictadas
por el juez Eduardo Ferrer Mc Gregor, Juez Primero de Distrito en Materia
Penal el 12 de noviembre de 1970, en el interior de la cárcel preventiva del
Distrito Federal.
A los autores de la Introducción les interesa sobremanera subrayar la argumentación del Ministerio Público para probar el delito de homicidio y lesiones contra agentes de seguridad, pues al hacerlo curiosamente presenta tan sólo
las actas de defunción de dos soldados, no obstante que la noche del 2 de octubre “el gobierno oficialmente reconoció 35 muertos en los primeros momentos”. “En los documentos oficiales sólo se nos acusa de la muerte de dos soldados, pero es un valor entendido que ese día hubo muchos muertos. Más de
veinte personas están acusadas de este delito y la responsabilidad personal se
insinúa constantemente sin ninguna base material”, la razón de esta omisión
se explica como un intento de ocultar: 1) “que los dispararon no se dirigían contra
los soldados sino contra la multitud y ésta es una prueba de que no existieron
francotiradores”; 2) que el M. P “no se atreve a responsabilizar a los procesados por la muerte de civiles por el hecho de que todos los cadáveres (civiles y
militares) presentan heridas de bayoneta y de balas de calibres oficiales y las
armas que se recogieron, después de catear todos los edificios de Tlatelolco en
donde viven 80 mil personas, consistieron en poco más de 20 rifles de calibre
22 y otras pocas armas de cacería”, y 3) “Con estos subterfugios el Ministerio
Público trata deliberadamente de ocultar la verdad de los hechos. Lo cierto es
que en Tlatelolco, los miembros del Batallón Olimpia tomaron por asalto el
edificio Chihuahua, detuvieron de inmediato a todos los que se encontraban en
el tercer piso, que era la tribuna del mitin, y comenzaron a disparar desde ahí
sobre la multitud. El ejército completó la tarea iniciada por el Batallón Olimpia”. Sin embargo, tales hechos de enorme gravedad, comprobados por numerosos testigos nacionales y extranjeros, no se asentaron en actas por indisposición del ministerio Público.
La descripción de cada una de las partes desmenuza y pone al descubierto
el carácter político, irremisiblemente ilegal de las actuaciones del Ministerio
Público y el Juez. por eso no extraña la siguiente conclusión:
En todo el mundo se encuentran jueces corruptos que se pliegan a los intereses de los poderosos, pero también existen numerosos jueces honestos que
98
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
hacen honor a su profesión de impartir justicia. En México no existen excepciones. Todos están corrompidos, aterrorizados y sometidos incondicionalmente al Poder Ejecutivo (p. xiii).
Y más adelante se esboza la línea de argumentación que aún hoy día arguyen los defensores de los derechos humanos para requerir la acción de la justicia contra los responsables directos e intelectuales de la represión:
En los juicios de Nürenberg quedó asentado y fue aceptado internacionalmente
que la obediencia a órdenes arbitrarias que impliquen violación de los derechos
humanos no eximen responsabilidad a quien los ejecuta. La sujeción y falta de
independencia del poder judicial es uno de los fenómenos más graves de la vida
política nacional porque deja desamparados a los ciudadanos frente a los abusos del poder, niega en su esencia más íntima el sistema democrático y el gobierno adquiere, por su arbitrariedad, características despóticas.
II
Dichas conclusiones son, desde luego, el corolario lógico de la experiencia
fundamental del movimiento estudiantil de 1968, pero a la vez anticipan el
derrotero que habría de seguir la transición a la democracia al fundir en un
mismo cauce la defensa de los derechos humanos con las búsqueda de nuevos
espacios políticos. En otros términos, el largo camino de la transición mexicana
a la democracia se comprende mejor cuando se considera, como diría Bobbio, a
partir de la afirmación del “primero de los derechos humanos”: la libertad, lo
cual en términos concretos significaba ayer y hoy poner en pie, proseguir la
tradición constitucionalista, es decir, acogerse al espíritu de la Ilustración subyacente en la memoria histórica y en los textos capitales que orientaron la
acción de la república desde la independencia.
Defender la constitución (bandera adoptada por las izquierdas tras la
institucionalización de la revolución en plena guerra fría) significa en sentido
estricto democratizar la vida pública que está férreamente controlada por la
burocracia gobernante, titular y usufructuaria única del partido dominante que
ocupa todos los espacios de poder. Aquí no se trata de oponer, como quiere la
reacción desde la derecha, los contenidos liberales de la Constitución a los
derechos sociales que hacen de la Carta Magna un documento de vanguardia
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
99
para la época, sino de llevarlos al terreno de la práctica sin desnaturalizar al
Estado social. Dicho de otro modo, la primera tarea que la sociedad se plantea como prioridad para transformar el régimen político y convertirlo en una
democracia moderna es el cumplimiento de los derechos civiles fundamentales, en esencia los mismos que en 1948 se consignan en la Declaración Universal de 1948, heredera en fondo y forma de los principios enarbolados por la
Ilustración y la revolución francesa en el siglo XVIII.
Es cierto que la ley protege la libertad de expresión, la libertad de reunión
y asamblea, la libertad de conciencia y religión, la libertad de asociación y,
además, consagra a los ciudadanos el derecho a votar y ser votado. Pero en los
hechos, tales libertades están condicionadas, pues sólo las ejercen a plenitud
los integrantes de la coalición dominante, formada por un archipiélago de fuerzas pluriclasistas agrupadas en sectores dentro del partido oficial, base de
sustentación del presidencialismo. En ese universo apenas si quedan espacios
para las disidencias masivas y organizadas; la diversidad tropieza continuamente con la vocación de uniformidad ideológica del gobierno y su partido. Las
publicaciones independientes son obligadas para subsistir a someterse a toda
suerte de presiones y condicionamientos. El derecho de huelga, una de las
grandes conquistas obreras, se halla restringido y en la práctica es una ficción.
Los mismos sindicatos han sido expropiados a los trabajadores por los aparatos de control corporativo, negando la democracia interna y enajenando su
independencia a favor de sus “aliados históricos”. Cuantas veces los obreros
han reivindicado el derecho a organizarse con autonomía al margen del control corporativista y han recibido como respuesta del poder la represión, el
“charrismo” o la manipulación “legal” de sus reivindicaciones. En un país
surgido de una Revolución social, las manifestaciones se disuelven con la fuerza del ejército y sus líderes son enviados a la cárcel mediante juicios amañados y recursos legales creados en otro tiempo para proteger al Estado de la amenaza nazifascista. El mundo está de cabeza.
En tales circunstancias, los famosos seis puntos del “pliego petitorio” enarbolado por los estudiantes, no obstante sus alcances limitados, resultaban demasiado radicales frente al “principio de autoridad”, esgrimido por el gobierno como línea infranqueable para avanzar en las negociaciones políticas de
cualquier orden. No estaba en la visión de la autoridad la idea de ceder ante las
presiones del movimiento, así las demandas fueran justas y se redujeran a pedir
lo mínimo: la cabeza de algunos jefes policiales, es decir, se concretaban a
100
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
objetivos alcanzables que en teoría (y por lo visto sólo en teoría) no cuestionaban ni ponían en peligro la seguridad y la gobernabilidad del Estado. Al
respecto, Raúl Álvarez Garín ha dicho años después: “Nominalmente [el pliego] contenía seis puntos, pero en realidad era solamente uno. Lo que el pliego
petitorio exigió fue el cese a la represión y el desmantelamiento del aparato
represivo. Pero está desglosado”, y dice: “Que desaparezca el cuerpo de granaderos, que renuncien los jefes de la policía, que indemnicen a las víctimas
de la represión, que liberen a los presos políticos y que deroguen los artículos
145 y 145 bis del Código Penal que permitían una represión indiscriminada y
alevosa”. La parte programática de mayor visión política fue señalada por la
Coalición de Maestros, que afirmó: “Es un Movimiento prolibertades democráticas”. Argumentación que aludía a la lucha por la libertad de pensamiento, libertad de asociación, libertad de manifestación, etcétera. Pero esto no
forma parte del pliego. “Fue el contexto político, ideológico y programático
lo que dio consistencia al Movimiento” (subrayado mío).
El movimiento estudiantil, obviamente, toca fibras sensibles al incluir entre sus peticiones dos reclamaciones (libertad a los presos políticos y derogación del 145 y 145 bis) que en principio pertenecían sólo a la izquierda pero
una vez colocadas en el contexto del 68 permitieron enlazar entre sí dos épocas, dos experiencias sociales que parecían temporal, sociológica e ideológicamente muy distantes de la preocupaciones de los estudiantes salidos de las
clases medias urbanas. Cuando éstos protestan contra el encarcelamiento y los
arbitrarios procesos a que fueron sometidos los líderes de la huelga en los ferrocarriles una década atrás, hacen suya la crítica a una forma de gobierno
sustentada en la violencia, es decir, dan continuidad a la protesta contra el
autoritarismo que hace inoperante la legalidad constitucional. Ése es, en última instancia, el secreto de la fuerza moral de los estudiantes, la misma que les
permite ir más allá de la letra del pliego petitorio hasta plantear un saneamiento
completo de la vida pública nacional. No sorprende, por tanto, que los líderes
presos en Lecumberri hagan la siguiente evaluación:
En nuestro país, casi no hay matices políticos, sólo existen dos personajes en
la escena: el pueblo y el gobierno. La oposición es comprada y en consecuencia ficticia y raquítica en extremo. Política es sinónimo de suciedad, bandidaje y corrupción. Los métodos de la política son creación de la “familia revolucionaria” que los ha puesto en práctica para desarrollarse y mantenerse en el
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
101
poder. El “presidencialismo”, el “compadrazgo”, el “influyentismo”, las “mordidas”, el “dedazo”, el “tapadismo” y otras tantas prácticas similares manifiestan el gobierno de las camarillas que se reparten el país cada seis años. Las leyes
sólo rigen formalmente, pues de hecho no se respetan, sirven de instrumento
para someter al pueblo y los políticos no se consideran en la obligación de
respetarlas. El poder legislativo es un simple apéndice del Ejecutivo y la corrupción del poder judicial es indignante.
Es cierto que no hay una crisis social en puerta, pero el principio de autoridad suplanta cada vez más el derecho de audiencia; no hay dialogo entre gobernantes y ciudadanos y el autoritarismo se transforma en la verdadera cara
del Estado, minando las fuentes del consenso político. A todo eso se une la
monotonía de un mundo nacionalista que no reconoce ninguna significación
a la diversidad política, cultural, sexual o religiosa, ya que, por definición,
su existencia misma contradice la esencia unitaria del ser nacional. Es el México de la unidad nacional que ve con recelo los alientos de modernidad que
ya, a fines de los años sesentas, quebranta los cimientos de la retórica nacionalista revolucionaria que se ha despojado definitivamente de sus contenidos
originales.
Es verdad que hay elecciones sujetas a procedimientos y formalidades establecidas legalmente, pero en los hechos el ejercicio de ese derecho o bien está
adulterado por el fraude o bien resulta completamente funcional a un sistema
monopartidista que no deja nada al azar, ni siquiera la existencia de unas oposiciones cuyas posibilidades de modificar levemente el predominio del partido oficial son nulas, entre otras cosas porque las fuerzas que las apoyan (las entonces llamadas “fuerzas vivas”, los empresarios y la Iglesia en el caso del
PAN) mantienen en un grado u otro en pie sus compromisos con el estatus quo
que da sustento al presidencialismo, de modo que la presencia electoral de la
oposición cuando se da tiene un carácter puramente testimonial, a pesar del
brillo personal de algunos de sus representantes. En rigor, las elecciones desempeñan un importante papel como un mecanismo de recambio de los cuadros políticos dentro de la propia clase política gobernante, pero no son, ni
mucho menos, la vía universal para decidir la cuestión de quién debe gobernar
a las sociedad.
Al concederles voz y voto a ciertas minorías (al partido de Vicente Lombardo Toledano, por ejemplo) y no a otras (como el Partido Comunista Mexicano,
102
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
digamos) el Estado pretende abrir una válvula de escape, muy controlada desde
arriba, de la que se sirve para reforzar urbi et orbi las apariencias democráticas durante la Guerra Fría sin poner en tela de juicio la hegemonía pluriclasista
del Partido Revolucionario Institucional, heredero político de los principios y
el programa histórico de la Revolución mexicana, a la que debe, en última
instancia, su propia legitimidad, concebida como una razón primaria (revolucionaria) a la que ha de sujetarse incluso la democracia representativa. Por ello
no sorprende que la crítica a la izquierda y a la derecha surja en primer término como necesidad de reescribir la historia cuya interpretación está dominada por la elite gobernante:
Los méritos y alcances de la Revolución mexicana de 1910-1917 empezaron
a ser severamente cuestionados a la luz de las experiencias inmediatas: la represión antiobrera, las persecuciones a luchadores agrarios, la apertura del país
a la inversión extranjera, la antidemocracia y el autoritarismo prevalecientes.
No es casualidad que sea en 1977, casi a los 10 años del 2 de octubre, que
se promulga la reforma política que vendría a abrir las compuertas de la participación electoral de las minorías, haciendo así viable la creación de un incipiente régimen de partidos cuya evolución permitió que la lucha electoral se
convirtiera en el eje de la transición, desatando una dialéctica de cambios en
otras esferas de la vida política nacional, incluyendo la defensa de los derechos
humanos pisoteados durante la “guerra sucia” de los años setentas.
En el fondo y en las formas se trata de pasar de un régimen que es, en efecto, “formalmente” democrático a otro que sea “realmente” democrático, de
manera que las energías democratizadoras de la sociedad se concentrarán
significativamente a partir del 68 en presionar al Estado para que éste cumpla
con su obligación de “aplicar” el “Estado de Derecho” eliminando cualquier
vestigio de discrecionalidad. Dicho de otro modo: la transición busca transformar al régimen político autoritario que se encuentra doblemente protegido por
la parafernalia de una democracia de corte liberal inexistente y por la razón de
Estado revolucionario que halla otras fuentes de legitimidad distintas a las que
provienen del ejercicio democrático.
Si el movimiento estudiantil de 1968 ocupa un lugar privilegiado en esa
historia (sin desconocer, desde luego, otros antecedentes), ello se debe a su
manifiesta capacidad de sacudir todas las ramas del naciente árbol de la demo-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
103
cracia, sometiendo a la crítica de la acción y la palabra los fundamentos mismos en que se supone descansa la legitimidad y la legalidad del poder. La
naturaleza masiva, espontánea y lúdica de las movilizaciones; la inteligencia
y la honestidad de sus líderes; la pasión y la responsabilidad de una generación
comprometida con su tiempo; el apoyo puntual y éticamente indispensable del
Rector; la Universidad como institución, y la intelectualidad, contribuyeron
sobremanera a convertir a la democracia en una opción superior al régimen
imperante de cuya actualidad ya nadie podía dudar: pese a la tragedia y la
cárcel, los días del poder autoritario estaban contados.
UNA DE TANTAS HISTORIAS
Rafael López Jiménez
Éste soy yo: chaparro, prieto, cabezón; profesional con empleo, casa y coche;
visto ropa de calidad buena o regular; como bien. Ah, también soy sucesor con
derechos agrarios sobre una parcela de temporal en la Costa Chica oaxaqueña
y llevo por segundo nombre Francisco.
Motivos para tener canas no me faltan.
Sé de la violación a los derechos humanos. Y puedo hablar de violación a
los derechos humanos asociada a la discriminación.
Ahora se habla mucho de los delitos por violación a los derechos humanos
y por discriminación. Eso me ha merecido atención especial.
Primero me abrió los ojos la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura (1986); después, iniciada la década de los noventas del siglo pasado, la Ley
de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos me hizo parar oreja. Aunque con ello no desapareció el espectro invisible que me perseguía cuando
entraba en algún baño y me paraba frente al lavabo y el espejo.
El texto del artículo 22 constitucional no le había merecido respeto al gobierno, era un precepto violado: “Quedan prohibidas las penas de mutilación
y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie,
la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales”.
La Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de
Oaxaca, expedida el 17 de junio de 1998, me gustó, pues en el artículo 25 establece que el Estado adoptará medidas eficaces para eliminar, dentro del sistema educativo y en la legislación, los prejuicios, la discriminación y los adjetivos que denigren a los indígenas...
[105]
106
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
La repulsión puede aparecer en las miradas, en el fruncido de los labios y
la nariz, o en los mensajes indirectos. La información comercial, la información subliminal, advierten hasta dónde pueden llegar los individuos; así se
marginan muchos. Los anuncios para desempleados son precisos: buena presentación, estatura mínima. Los elevados precios de admisión para asistir a
ciertos espectáculos resultan un filtro efectivo.
Ahora se cuenta con la protección de leyes para prevenir y combatir toda
forma de discriminación, que se ejerza contra cualquier persona motivada por
el origen étnico o nacional, el género, la edad, la discapacidad, la condición
social o económica, las condiciones de salud, el embarazo, la lengua, la religión, las opiniones, la apariencia física, la preferencia sexual, la identidad o
expresión de género, el estado civil, el color de la piel o cualquier otra que
atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los
derechos y libertades.
Por leyes no paramos.
“CRÍMENES SON DEL TIEMPO...” O, ¿”TERRORISMO DE ESTADO”?
En el año 2001, preguntando aquí y allá para terminar la novela Una refrescada
de memoria (Daga Editores, 2001), un abogado que conoce a quien promovió
mi secuestro y tortura por parte de la Policía Judicial Federal en 1973 para
convertirme en terrorista o guerrillero convicto y confeso, me dijo:
—Ése es de los que no aceptan que un pobre destaque. Los quieren siempre sumisos y sometidos a los ricos. No entienden que con beca o trabajando
y estudiando se puede llegar lejos.
—¿Quién? —me contestó otra persona, en ocasión diferente—, ¿Pedro Díaz
Laredo? Pero si ése ha sido huelepedos de los Iglesias.
Alguien me había dicho que como es güero de ojos azules y lo capacitaron
los gringos boinas verdes, se cree gringo y es un discriminador de primera.
Pues él quiso meter su cuchara cuando El Fandango Costeño, correspondiente al año 1995 —festejo anual organizado por el Club Fraternal Costeño en la
ciudad de Oaxaca—, sería el marco para la lectura de cuentos del libro Naguales en el Instituto Oaxaqueño de las Culturas. Circulaba la invitación para escuchar a los comentaristas Margarita Dalton, Arcelia Yáñiz y Néstor Sánchez,
lo que molestó al policía Pedro, quien había sido Director de Seguridad Pública
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
107
del gobierno de Oaxaca, durante la administración de Pedro Vázquez Colmenares. En una reunión de costeños —es originario de Pinotepa Nacional— le
dijo a un senador de la República, oaxaqueño:
—Eso hay que impedirlo, Manuel. Es como hacerle un homenaje a Chico
Pancho, una persona con antecedentes de guerrillero. Me consta. Yo lo aprehendí.
Debo referir algunos antecedentes.
El 13 de abril de 1977, La Secretaría de Relaciones Exteriores convocó a la
rueda de prensa que con motivo de su nombramiento como embajador de
México en España ofrecía el licenciado Gustavo Díaz Ordaz, ex presidente
de la República (1964-1970). La sede: el edificio ubicado junto a la Plaza de las
Tres Culturas. Asistí como colaborador del Centro de Corresponsales. El canciller Santiago Roel lo presentó como “nuestro dilecto embajador en España”.
El ex presidente había puesto punto final al tema recurrente del 68. Advirtió
que no hablaría más del asunto, pero me hice el desentendido y retomé el tema:
—Señor embajador: ha dicho que muchas cosas de lo que actualmente se lee
le favorecen bastante, pero desgraciadamente hay muchas cosas que no llegan
a las páginas de los periódicos, que no llegan a la letra impresa, para que así
puedan llegar a las personas que se dedican a nutrirse con esa información nada
más. Entonces, si la única fuente de información es la letra impresa, yo siento
que muchas cosas que uno logra palpar en el pueblo no van a llegar a usted.
Hemos oído muchos comentarios en el sentido de que tal vez no como embajador, sino como hombre que se reincorpora a la vida pública, deja mucho que
desear, debido a que si usted asumió una responsabilidad histórica en un momento dado por un hecho que ensombreció la historia del país, como que todavía en esta designación se está tocando una llaga que no ha podido cicatrizar totalmente.
—Disiento totalmente del criterio muy personal de usted de que hay un
hecho que ensombreció la historia de México. Hay un hecho que ensombreció
la historia de unos cuantos hogares mexicanos...
“Yo le puedo decir a usted que estoy muy contento de haber servido a mi país
en tantos cargos como lo he hecho; estoy muy orgulloso de haber podido ser
presidente de la República y haber podido, así, servir a México. Pero de lo que
estoy más orgulloso de esos seis años es del año de 1968, porque me permitió
servir y salvar al país —les guste o no les guste— con algo más que horas de
trabajo burocrático, poniéndolo todo: vida, integridad física, horas, peligros,
108
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
la vida de mi familia, mi honor y el paso de mi nombre a la historia. Todo se
puso en la balanza. Afortunadamente, salimos adelante. Y si no ha sido por eso,
usted no tendría la oportunidad, muchachito, de estar aquí preguntando”.
Una noche del año 1973, en su oficina de Procurador General de la República, Pedro Ojeda Paullada habló para mí:
—Como usted comprenderá, lo he mandado llamar para decirle el consabido
usted disculpe; pero quise hacerlo personalmente por estar convencido del error
que se cometió. Usted es inocente, lo creí desde el principio, porque me han
hablado intercediendo por usted personas muy dignas de crédito. Desde el día
en que lo trajeron me habló el licenciado Eliseo Mendoza; y su maestro, el
maestro Silva Herzog, me hizo saber por medio de su hijo Jesús que está padeciendo una gran angustia por usted.
Parecía preocupado. Me dijo que la propia Procuraduría podría informar de
mi inocencia allá donde me secuestraron, “de donde lo trajeron” dijo él; las
mismas personas que fueron por mí podrían dar las explicaciones necesarias
para restituir mi crédito, según ofreció.
Sus palabras fluían con lentitud, como si tuviera la boca reseca.
Levantó un aparato telefónico para ordenarle al director de Averiguaciones
Previas:
—General, el licenciado Rafael López Jiménez está libre, incondicionalmente.
También le habló a Eliseo Mendoza, para decirle lo mismo.
—Por desgracia —me dijo—, estas cosas desagradables suceden inevitablemente porque en todo el país debemos estar atentos a lo que sucede diariamente, necesitamos estar informados sobre las personas extrañas que llegan a cada
lugar.
—Pero, señor, ¿por qué nos convocan a ir al campo para poner en práctica
lo que aprendemos en las escuelas, si al mismo tiempo limitan nuestro trabajo donde se requiere?, ¿qué pasa con tantos jóvenes que ilusionados con un
futuro mejor para nuestro país salen a organizar el trabajo, o a enseñar técnicas nuevas que sirvan a los hombres del campo?
—Lamentablemente es cierto. No quiero ni pensar lo que les pasa a jóvenes que no tienen, como usted, la protección de un puesto público, ni tienen esos
amigos que han hablado a su favor. Es necesaria la vigilancia que mantenemos
en el país. En cada comunidad tenemos un informante. Pero, dígame, ¿cómo
lo trataron? ¿Lo presionaron de algún modo? ¿Le causaron alguna molestia?
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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—Me torturaron señor, desde que me traían de La Huasteca, y durante los
interrogatorios.
Yo era gerente de Tabacos Mexicanos, S. A. de C. V., en la zona de Platón
Sánchez, Veracruz. De Tabamex llegó Guillermo Vega por mí, lo envió el Director General, Manuel Aguilera Gómez.
No le narré al procurador esta experiencia. En un cuarto de baño, de los
separos que existían en la esquina de Clavijero y Avenida Hidalgo, había que
atender la instrucción expresa de guardar “la posición de Cristo”:
—¡Los pies juntos de talón a dedos, la espalda contra la pared, los brazos
abiertos en cruz y abiertas las manos, pisando el trapo mojado!
Una venda en los ojos me impedía ver. Oí un sonido igual al de una rasuradora
eléctrica cuando se conecta. Recibí la primera descarga en la punta del chile.
—¡No te muevas, jijo de la chingada, cobarde! —rugió una voz.
Pronto se deleitaron viéndome reparar con los toques en el ombligo y en las
tetillas. Pasaron por el estómago, los costados, los codos, los dedos de manos
y pies, los muslos, el cuello, los talones, los hombros, volviendo con frecuencia a los genitales. Pero lo que quedaba de mí se aterró cuando me ordenaron
abrir la boca y sacar la lengua...
No sé si por cada pregunta o por cada palabra me asestaban una descarga
eléctrica.
—¡No te muevas, jijo de la chingada!
¿Resistirían ellos un trato igual, sin moverse ante la chicharra conectada?
Yo he visto cómo toros sementales de una tonelada reparan al tiempo que
mugen cuando les asientan una descarga con bastones eléctricos. Donde toque,
pega como un millón de piquetes empujados por una fuerza espantosa que hiere
en su recorrido por todos los nervios para convertir en goma al más insensible,
como un muñeco al cual con moverle algo se le repercute por todos lados, sin
que haya hueso o voluntad capaz de poner orden en el todo estimulado; el individuo se sacude miembro por miembro, todos en un instante y como que cada
uno quisiera gritar su dolor. Los ayes no alcanzan a expresarlo.
Las descargas eléctricas se sucedieron por una eternidad; ni siquiera dejaban que el cuerpo se acomodara de acuerdo a los choques recibidos.
Perdí el control. Hacían volver el brazo, la pierna o el abdomen al lugar que
querían con toques en el lado contrario...
Mi historia, mi información, mis amigos, nada tenía que ver con su asunto,
eso los irritaba y se manifestaban con más saña contra mí.
110
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
El comandante me acercó a la cara el índice derecho y no lo movió mientras hablaba:
—¿No vas a cantar? A mejores hemos ablandado. Te crees muy macho, ¿eh?
Eres un miserable descorazonado. Andas muy metido en eso y sabes cuántas
formas hay para hacerlos hablar, así que a lo mejor hasta esperas lo demás; pues
vamos a traer a tus padres para hacerles lo mismo que a ti. ¿Te gustaría ver a
tu madre así, nomás por hacerle al mártir? ¿Quién crees que te agradecerá si
te callas en vez de hablar? Todos han ido cantando. Ya tenemos sus declaraciones y no tardan en venir a identificarte.
Hablé lo que pude. Ni lo recuerdo bien. Pero sí recuerdo que con las descargas eléctricas sentí mis partes dispersas rebotando entre las paredes del baño,
repitiendo mi grito de dolor, volando despavoridas y volviendo instantáneamente a mí en busca de protección, para recibir otra descarga igual o peor. ¡Los
testículos! Mi madre, qué horrible susto. Me los estrellaron, me los cocieron.
Me los rompieron. Me los cortaron. Me inhabilitaron. ¿Dónde irían a parar,
dejándome desvalido? Me mataron por donde más duele. Otro toque y la misma sensación irresistible, duplicándose. Tres o siete instantes después mis
cuates bien amados pasaban a segundo término, el bastón eléctrico seguía
martirizando en lo que alcanzara del cuerpo convertido en materia temblorosa.
La sesión posterior fue con golpes y asfixia. Ese día fue cuando el comandante me puso de frente a la pared, me dijo que para matarme; pero después de
ponerme el cañón de la pistola contra el cerebelo y cortar cartucho sólo le oí
más maldiciones.
Ramiro Melo, otro paisano policía, me había recomendado “colaborar” con
sus colegas. Veníamos en la carretera que atraviesa la Sierra de Hidalgo.
—Te conviene. Yo nomás te digo que aquí la amistad es aparte. Yo no soy
del grupo, nomás vine para identificarte. Lo que sí te aseguro es que no hay
manera de ayudarte por lo que traes entre manos. Si fueras un asesino, ladrón,
violador, defraudador, o un delincuente cualquiera, aquí mismo podríamos
arreglarnos; pero no, tú eres terrorista, un traidor a la patria.
Cuando llegamos a la sala de agentes, el teniente Díaz Laredo, comandante de un grupo, me saludó sonriente.
—¡Quihubo, Chicopancho! ¿Qué haces por acá?
Pero le eché en cara que haya promovido mi detención —usted está detenido, me había dicho el comandante del grupo que me secuestró—; porque tenía razones para hacerlo. Una vez me dijo que andaba persiguiendo Chico-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
111
panchos, lo hizo delante de su hermano José Luis; además, a varios paisanos
les había dicho que andaba buscándome. Se hizo el que nada sabía. Sin embargo, me comentó que había oído de mis problemas por lo que le había dicho al
señor presidente cuando era candidato, “y por lo del 68”.
Siete días incomunicado. Cuatro días de torturas, con bastón eléctrico, asfixia por el trapo mojado puesto en la nariz y golpes, con interrogatorios diversos y firma de un papel en blanco que me pusieron en frente, para que no me
desdijera. Después, el comandante afirmó:
—Ya tenemos firmada su declaración, la reina de las pruebas.
Pero al final del cuarto día el comandante de los verdugos, Francisco Perales, oaxaqueño, paisano del comandante de los separos, después de preguntarme por segunda o tercera ocasión sobre la familia Iglesias Meza, me dijo:
—Cuídate del comandante Laredo, él armó todo esto.
En el libro de Gustavo Hirales, Memoria de la Guerra de los Justos se puede
leer un párrafo atribuido al ex guerrillero “el Rami”:
Ésa fue la guerra contra los Iglesias Meza, a mediados del 72, de que había que
apoyar a Simón y a Benito, los compas de Oaxaca que prendieron la mecha en
la zona de Jamiltepec. Allí el pueblo, encabezado por nuestros compas, y
rudimentariamente armado, sitió y trató de prender fuego a “la casa grande” de
los odiados caciques...
¿Qué sucedió durante la campaña del candidato presidencial Luis Echeverría? Pasó por mi pueblo y pronuncié un discurso descriptivo de nuestras carencias, pero no le gustó.
Algunas interpretaciones de los adictos al gobierno en turno y del próximo
eran de llamar la atención al interpretar el doble lenguaje utilizado por los
políticos, ése que los ciudadanos comunes desconocemos. En la revista Impacto (1 de abril de 1970), Roberto Blanco Moheno escribió un largo comentario
alternando párrafos suyos con los del candidato; esta muestra es ilustrativa:
Con un poco de imaginación o de mayor esfuerzo para la información personal,
sería también justo y no demagógico afirmar que la tierra, aunque subsisten algunos latifundios, se ha repartido gracias a la Revolución, en casi todo el país;
que en muchas regiones donde hay agua, ésta se ha venido aprovechando a fin
de elevar los niveles de explotación agrícola; que EN MÉXICO HAY LIBERTAD, EN CONTRASTE CON LAS DICTADURAS DE OTROS PAÍSES,
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
FRECUENTEMENTE TAN ADMIRADOS, PARA QUE HABLEMOS SIEMPRE SIN CORTAPISAS... ESTA LIBERTAD YA LA QUISIERAN BUENA
PARTE DE LAS COMUNIDADES, FRECUENTEMENTE TAN EXPRESA O
TÁCITAMENTE ADMIRADAS POR ALGUNOS MEXICANOS.
La lección al pseudo estudiante, pseudo maistrito, fue completa. Y la bofetada, con guante impecable, rotunda para todos los farsantes que andan encandilando a los muchachos con viajecitos a Cuba, donde una “miliciana” que
SIEMPRE es agente G2 le proporciona placer de mesa y de cama, mientras los
esclavos, A LOS QUE NO PUEDEN VER LOS FELICES TURISTAS, cortan
caña de Sol a Sol para no alcanzar siquiera una dieta mínima y, sobre todo, para
no tener el menor derecho a expresar una opinión, ya no digo una queja, porque la cárcel está ahí, repleta, pero capaz todavía de albergar a nuevos hombres para convertirlos en fantasmas.
Pues me torturaron.
Siempre han torturado, entre otras razones, para demostrar poder.
La Iglesia católica instituyó la tortura, supuestamente para combatir la herejía, y fue práctica común de la Santa Inquisición fundada en 1233 por el Papa
Gregorio IX.
En el libro La tortura en México (1989), de Luis de la Barrera Solórzano,
encontramos estos párrafos:
No se tortura motu proprio ni por generación espontánea. Se hace porque así lo
manda algún superior jerárquico o porque, aun sin el mandamiento expreso, es
la práctica común a la que suele acudirse ante la complacencia o la tolerancia de
un jefe. En esta última hipótesis también se obedece: se acata la regla no escrita.
¿Por qué la gente obedece o desobedece a la autoridad?
Milgram ofrece una interesante explicación. Las motivaciones, contradictorias, entran dentro de tres categorías: a) el pasado familiar o personal —la historia personal— que alienta la obediencia o el desafío; b) la atadura, constituida por experiencias en curso que hacen que se sienta comodidad si se obedece
a las autoridades; c) la tirantez, determinada por experiencias desagradables conectadas con la obediencia.
—Ya cayó Chicopancho —anunció Pedro Díaz a los cuatro vientos entre
nuestros paisanos, desde la noche cuando me recluyeron en los sótanos de
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
113
Clavijero e Hidalgo, frente a la Alameda Central, donde ahora existe un edificio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Confesé que “Chicopancho” no es un seudónimo, que no sabía nada de casas
de seguridad y depósitos de armas, que el marxismo formaba parte del plan de
estudios en la Escuela Superior de Economía... aquí se detuvo uno de los torturadores a despotricar contra eso puesto que a su entender sólo sucedía en
círculos de estudio clandestinos, hasta que el otro, su comandante, le informó que
no era mentira, lo sabía porque un hijo suyo estudiaba economía en la UNAM.
Los años sesentas fueron generosos en la expresión de inconformidades,
sobre todo juveniles. Se habló de revolución en todo el mundo. En México,
algunos hablaban de rectificar el rumbo de la iniciada en 1910, alumbramiento
de reivindicaciones y esperanzas; para otros lo mejor era emprender una nueva, lo mismo aquí que en otras latitudes. Se criticaba públicamente la explotación del hombre por el hombre. Se lanzaban mueras al imperialismo. Los
campesinos y los obreros, hasta en sus organizaciones oficiales, externaban
aspiraciones reivindicatorias. El cambio por la vía de las armas empezó a sumar simpatizantes con acciones guerrilleras que cimbraron al tercer mundo
(entonces se hablaba del segundo mundo, integrado por los países que habían
optado por el sistema socialista; el primero era el de los países capitalistas ricos). La inconformidad y la rebeldía contra la desigualdad social eran recurso cotidiano en este país cuya población total apenas igualaba el número de
pobres que hoy contiene. La movilización mundial contra el imperialismo y a
favor de la paz era constante. Pero la represión fue incontenible, sobre todo en
los setentas.
Ramiro Melo Peña ha comentado:
—A Chico López lo iban a matar, por mí no lo hicieron.
—Un halcón nunca se raja, gritaba envalentonado un paisano, borracho, en
las calles de Pinotepa Nacional, aludiendo a su hazaña criminal contra la marcha de estudiantes del 10 de junio de 1971.
—Nomás le tronaban los huesitos a los estudiantes, platicó un paisano soldado cuando dio su versión sobre el 2 de octubre de 1968.
En la mañana del 3 de octubre de 1968, el Secretario de Gobernación, Luis
Echeverría Álvarez, en compañía de algunos colaboradores y del cineasta
Servando González, vio en la sala de proyecciones de la Secretaría de Gobernación la proyección de las cintas con que se filmó la matanza desde varios
puntos alrededor de la Plaza de las Tres Culturas.
114
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
En estos tiempos, cuando se revisa el pasado que avergüenza, un militar me
dijo:
—Cuántos excesos se han cometido por causa de la lealtad militar.
A un priísta sin poder le oí decir:
—La disciplina partidista nos hundió.
“COMO TE VEN TE TRATAN”
Ahora pienso que debe haber en el subconsciente colectivo un prototipo de
persona aceptado más que otros.
Un compañero del diplomado en Antropología Jurídica, impartido en la
Escuela Nacional de Antropología (1998-1999), me puso a pensar con una
pregunta intempestiva:
—Tú, ¿a qué etnia perteneces?
Cuando contesté que a la mixteca, lo hice sin convicción. Tenía que contestar.
Me lo preguntó un defeño egresado de la Universidad Iberoamericana, güero,
abogado, interesado en el derecho consuetudinario, en los usos y costumbres
indígenas, en las leyes diversas promulgadas por los gobiernos estatales como
correspondencia a las reformas constitucionales de 1992.
Los pueblos no colonizados tienen derechos que poco a poco se han reconocido en la letra. El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (1989) se refiere al derecho de los pueblos indígenas a mantener valores
e instituciones y realizar prácticas culturales y religiosas propias; señala el
derecho de los pueblos indígenas a decidir sus prioridades de desarrollo; y
precisa que los gobiernos deberán respetar la importancia especial que reviste para las culturas indígenas su relación colectiva con las tierras o territorios
que ocupan o utilizan; y define al territorio como “lo que cubre la totalidad del
hábitat de las regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna u otra manera”. Este Convenio es el único instrumento jurídico internacional que se ocupa de los derechos indígenas ratificado por México.
Según el Convenio 169 de la OIT, sobre pueblos indígenas, artículo primero, son considerados
[...] pueblos indígenas por el hecho de descender de poblaciones que habitaban
en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en la época de la
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
115
conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales, y que, cualquiera que sea su situación jurídica, conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.
En 1990 el Senado de la República ratificó el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que se refiere a los derechos de los pueblos
indígenas y tribales en países independientes. En 1992, el Congreso de la Unión
reformó el artículo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, reconociendo la composición pluricultural de la nación mexicana
sustentada originalmente en sus pueblos indígenas.
De las definiciones sobre lo indígena, elaboradas por los propios indígenas,
citamos lo siguiente:
Se asumen como descendientes de pueblos y naciones precoloniales; poseen
una conciencia social propia acerca de su condición humana; se identifican por
su sistema de trabajo (comunal), su lenguaje y tradiciones, aunque hayan sufrido modificaciones con el transcurso del tiempo; reconocen tener una historia común entre ellos; se conciben con una personalidad propia y distinta al
resto de la sociedad; mantienen una concepción propia acerca del mundo y de
la vida; practican un fuerte sentido de pertenencia a su grupo, que es independiente de su condición de ciudadanos de determinado Estado, y sufren el colonialismo interno de quienes no se consideran indígenas.
Los pueblos indios distribuidos en el territorio nacional son: amuzgos, chochimí-quilihuas, coras, cucapás, cuicatecos, chatinos, chichimecas-jonás,
chinantecos, chochos o chuchones, choles, chontales de Oaxaca, chontales de
Tabasco, huaves, huastecos, huicholes, kikapoos, lacandones, mames, matlazincas (pirindas), mayas, mayos, mazahuas, mazatecos, mixes, mixtecos,
náhuatl (mexicanos), ojitecos, otomís, pames, pápagos, pimas, popolocas de
Puebla, popolocas de Veracruz, seris, tarahumaras, tarascos, tepehuanos,
tepehuas, tlapanecos, tojolabales (chañabales), totonacos, triquis, tzeltales,
tzoltziles, yaquis, zapotecos, zoques, kumiai de Baja California, paipai (akwaiala) de Baja California, ocuilteco del Estado de México, ixcateco de
Oaxaca, pima bajo de Chihuahua-Sonora, guarijío y ópatas de Sonora, chuj
de Chiapas, jacalteco de Chiapas, motozintleco de Chiapas y negros.
La Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de
Oaxaca, en su artículo 2o. establece:
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
El estado de Oaxaca tiene una composición étnica-plural sustentada en la presencia mayoritaria de sus pueblos y comunidades indígenas cuyas raíces culturales
e históricas se entrelazan con las que constituyen la civilización mesoamericana;
hablan una lengua propia; han ocupado sus territorios en forma continua y permanente; en ellos han construido sus culturas específicas, que es lo que los identifica internamente y los diferencia del resto de la población del Estado. Dichos
pueblos y comunidades tienen existencia previa a la formación del estado de
Oaxaca y fueron la base para la conformación política y territorial del mismo, por
lo tanto tienen los derechos sociales que la presente Ley les reconoce.
Esta Ley reconoce a los siguientes pueblos indígenas: amuzgos, cuicatecos,
chatinos, chinantecos, chocholtecos, chontales, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, náhuatls, triquis, zapotecos y zoques, así como a las comunidades indígenas que conforman aquellos pueblos y sus reagrupamientos
étnicos, lingüísticos y culturales como el caso de los tacuates y afromexicanos.
Las comunidades afromexicanas y los indígenas pertenecientes a cualquier
otro pueblo procedentes de otro estado de la República y que residan temporal o
permanentemente dentro del territorio del estado de Oaxaca, podrán acogerse a
esta Ley.
[...]
Artículo 25. El Estado a través de sus instancias educativas, en consulta con
los pueblos y comunidades indígenas, adoptará medidas eficaces para eliminar,
dentro del sistema educativo y en la legislación, los prejuicios, la discriminación
y los adjetivos que denigren a los indígenas. Las autoridades educativas promoverán la tolerancia, la comprensión y la construcción de una nueva relación de
equidad entre los pueblos y comunidades indígenas y todos los sectores de la
sociedad oaxaqueña.
[...]
Artículo 58. El Estado procurará activamente eliminar la desigualdad y toda
forma de discriminación económica, social y cultural, promoviendo relaciones
entre los pueblos y comunidades indígenas y entre ellos y el resto de la sociedad,
que descarten todo supuesto de superioridad de un grupo sobre los demás e
impulsará la construcción de una sociedad armónica, basada en el respeto a la
diversidad política, cultural y lingüística.
Esta Ley acoge a los afromexicanos, a los negros. Como en Ixcapa —mi
pueblo— hay indios y afromexicanos y sus descendientes, la Ley me interesó
mucho, más cuando en el país entero han despertado interés los planteamientos de los indios que le declararon la guerra al Ejército Mexicano en el vecino
estado de Chiapas.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
117
Los mixtecos, desde antes que los aztecas llegaran a la costa oaxaqueña, le
llaman a mi pueblo Yuta Tucati; yuta significa agua, y tucati algodón: Río, o
Arroyo sobre Algodón, dicen algunos. En náhuatl o mexica lo llamaron con el
nombre formado por tres partículas: ixcatl que significa algodón; atl, agua; y
pan, que significa en. Otros dirán: Algodón sobre el Agua. Ahora se llama San
Sebastián Ixcapa; no es sólo Ixcapa, como se le ha identificado desde la época prehispánica.
Una bula pontificia autorizó cristianizar los nombres de poblados y ciudades en territorios de la Nueva España por parte de los colonizadores. Desde
mediados del siglo XVI casi todos los pueblos indígenas fueron bautizados con
el nombre de un santo cristiano.
Y los negros, ¿qué?
Los pueblos africanos se autodenominan indios y como tales llevan muchos
años reclamando derechos como pueblos originarios.
¿Qué con los descendientes de los negros y las indias, “mulatos resultantes
de la mezcla del negro con la india, cuyo vientre ingenuo da a luz productos de
condición libre” —según afirmó Gonzalo Aguirre Beltrán—?... ¿y qué con los
descendientes de sus descendientes?
Reivindicar a los indios es reivindicar a los pobres, es transformar la realidad de tales mexicanos y, consecuentemente, la realidad nacional. Por algo los
indios dicen: no queremos dejar de ser indios, queremos dejar de ser pobres.
Yo no me creía indio, a pesar de que una vez un negrito con quien me presentó la profesora Nidia López —una sobrina de color firme—, por saludo
exclamó, viéndome atentamente:
—Es indio.
Un ingeniero egresado del TEC de Monterrey me revolvió el cabello un día
y exclamó:
—¡No eres indio, no tienes canas! Hay quienes a tu edad ya parecen puros
apagados.
En mi familia no hemos hablado la lengua mixteca. Mi abuelo, quien vestía
camisa blanca y calzón de manta, usaba muchas palabras del español antiguo.
Pero, ahora recuerdo que he visto muchas malas caras. ¿Será que por no
creerme indio me dolía padecer lo que han padecido ellos? He visto a personas discriminar delante de mí, como pudieron haberme discriminado antes de
conocerme. En más de una ocasión se han disculpado conmigo por sus expresiones discriminatorias o porque me confundieron con otros color de tierra.
118
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
¿Serán polvos de aquellos lodos? Resabios de un supuesto derecho dado a
los españoles medio año después de haber pisado por primera vez la tierra
de nuestro continente, cuando se consumó el reparto entre Portugal y España de todos los territorios descubiertos y por descubrir gracias a que el Papa
Alejandro VI mediante bula se los donó a los Reyes Católicos Fernando e Isabel, reina de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia y Granada.
Hasta 1537, con la bula papal de Pablo III, los indios fueron declarados
verdaderos hombres dueños de su alma. Pero no hace muchos años que me
platicó una anécdota un amigo de Pinotepa de Don Luis, Oaxaca:
Una señora le ordenó a un niño ir a ver si la fiesta del pueblo prometía gran
concurrencia. A volver el chamaco, le preguntó:
—¿Hay mucha gente en la plaza?
—¿Dirá que hay gente tía?, puro indio hay.
Un día, en Pinotepa Nacional, compramos un ataúd con mi papá. Un negro
nos atendió y por una cuota accesible ofreció llevarlo en su camioneta de redilas
a mi pueblo; era para un pariente, un negro cantor que no tenía casa ni familia. En uno de los movimientos hechos por el moreno, mi papá aprovechó para
comentar:
—Nunca me imaginé que este negro fuera el dueño. Siempre he visto a los
negros y a los indios como empleados.
Recuerdo a una tendera costeña, güera ojiclaro, gorda para más señas. Se
felicitaba por recibir de Dios, cada día, la paciencia suficiente para tratar “a esa
gentuza”. Expresaba desprecio por gran parte de su clientela: “la indiada” y “la
negrada”, y el diverso producto de su mezcla. Ella, quien hablaba alzando la voz
para imponerse tal vez (“habla con imperio”, diría un viejo), con frecuencia lo
hacía no sólo para quienes estuvieran dentro de la tienda, repitiendo una expresión muy común:
—¡Gente, huélanse su tufo!
DERECHOS HUMANOS Y PUEBLOS INDIOS
Jesús Ramírez Cuevas
En el México del siglo XXI, ser indígena sigue siendo sinónimo de marginación
extrema, pobreza y exclusión social, económica, política y cultural. Esta realidad ha sido resultado de un proceso de siglos en el que los pueblos indios han
visto negados sus derechos más elementales y han sido despojados de sus bienes y riquezas. En las últimas décadas, esta situación se agudizó con las políticas económicas neoliberales que han significado un verdadero genocidio
social y cultural para los indígenas.
La discriminación ha sido el sello distintivo de la relación de los indios con
el Estado y el resto de la sociedad.
El desprecio por los derechos de los indígenas se revela en la dinámica que
incluye los atropellos en su contra y los mecanismos institucionales que perpetúan la impunidad de quienes los cometen. En esa felonía intervienen, pasiva
o activamente, gobernantes, funcionarios, grupos de poder, jueces, policías,
dirigentes de partidos políticos y amplios sectores de la sociedad.
La rebelión indígena de Chiapas en 1994, encabezada por el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fue un rechazo a ese fatal destino,
una medida extrema para cambiar su situación. El levantamiento mostró el
oprobio de las condiciones inhumanas que viven los indígenas y logró de
manera irreversible el reconocimiento público de esa realidad y, sobre todo, del
racismo aún dominante en la sociedad mexicana. Su impacto colocó la problemática indígena en el centro del debate nacional y detonó sus demandas.
A partir de ese momento, se cuestiona, pero no se elimina, la humillación
histórica hacia los indios, basada en la “convicción natural” de que son “un
obstáculo para el progreso nacional” y de que “son atrasados y pobres porque
[119]
120
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
quieren”; en fin, “incivilizados”. Estos prejuicios se reafirman con la opresión
cultural, política y económica que ha mantenido a los indígenas en condiciones de desventaja frente al resto de la población.
La crítica no elimina las arbitrariedades pero sí modifica las actitudes ante
ellas. Mientras la mayoría de las denuncias de violaciones a los derechos humanos en nuestro país provienen de las regiones indígenas, en la última década han crecido los organismos civiles e institucionales y las acciones ciudadanas que vigilan y demandan justicia.
Los indígenas de Chiapas, y con ellos el movimiento indígena nacional, no
buscan separarse del país, al contrario, proponen la ampliación de la idea de
México a partir de la inclusión de las minorías y de los pueblos indios. La
demanda “Nunca más un México sin nosotros” sintetiza este propósito.
A su vez, al enarbolar los rebeldes la bandera de la dignidad indígena revaloran la cultura y la identidad y la cultura de los pueblos, y de manera definitiva amplían la esfera de los derechos de todos. Si las leyes reconocen el derecho a la libertad, a la igualdad y a la seguridad, falta reconocer el derecho a
la dignidad.
La certidumbre de ser sujetos con derechos (algo que el racismo social y el
interiorizado por siglos de opresión negaban como algo “natural”), de ser seres humanos y ciudadanos los ha llevado a rechazar abusos e injusticias y a defender su ser indígena. La emergencia actual del movimiento indígena no se
entiende sin este cambio psicológico.
A esta modificación de la mentalidad de los indígenas y la aceptación de la
deuda social e histórica que el Estado y la sociedad mexicana tienen con ellos,
contribuyó el movimiento zapatista.
El ejemplo de los mayas chiapanecos se ha extendido a otros pueblos indios
del país que hoy se oponen a las fatalidades oprobiosas, a las ilegalidades
cometidas en nombre de la ley y a las injusticias y despojos por parte de empresarios y políticos. Sin embargo, la inercia histórica es tal que el no dejarse
provoca nuevas violaciones a sus derechos.
En todo este proceso, la incorporación de la noción de los derechos humanos produjo entre los indígenas cambios culturales, políticos, sociales y psicológicos innegables.
A ello contribuyeron también las transformaciones de las últimas décadas
en el derecho internacional, que amplió su concepto de los derechos humanos
al integrar los de las minorías y los de los pueblos indios. Entonces, comienza
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
121
a hablarse de derechos colectivos específicos, distintos a los individuales y a
los del Estado. Se reconoce que los valores de cada cultura inciden en la forma de acceder a los derechos reconocidos y que como entidades colectivas los
pueblos son sujetos de derecho.
Esta doble dimensión de los derechos indígenas, individuales y colectivos
modifica la idea de sus relaciones con el Estado y con la sociedad, así como al
interior de las mismas comunidades.
En México, tras el enfrentamiento armado de los primeros días en Chiapas,
el diálogo de los insurrectos con el gobierno federal y con la sociedad civil
(especialmente con otros pueblos indios) condujo, después de un largo proceso,
a la firma de los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena
(1996), con el compromiso de incorporarlos a la Constitución.
Pero el reconocimiento legal y el respeto de esos derechos colectivos, centralmente la autonomía y el ejercicio de la libre determinación, ha sido obstaculizado por el racismo y el clasismo de las elites políticas y económicas que
siguen negándose a reconocer a los indígenas su mayoría de edad ciudadana
y continúan empeñados, junto con el actual gobierno, en mantener la tutela
legal y la actitud paternal del indigenismo oficial de los últimos 50 años.
Esa política, mezcla de abandono y asistencialismo racista, se evidencia con
el reconocimiento tardío de los indígenas en la Constitución Política ocurrido
en 1992, donde se establece que México es una nación pluriétnica y pluricultural. Casi 200 años después de constituido México como nación independiente reconoce a los pueblos originarios como parte suya.
Y fue hasta 2001 cuando el Congreso de la Unión —tras una de las movilizaciones ciudadanas más importantes de la historia, convocada por el EZLN—
acepta incorporar a la Carta Magna algunos derechos colectivos de los pueblos
indios. Aunque en la letra se reconoce su derecho a la autodeterminación (artículo 2), se establecieron candados que sólo hacen posible su ejercicio en un
marco limitado, y cuyas características y alcances dependen de los congresos
estatales.
Esta reforma legal fue rechazada por la mayor parte de las organizaciones
y de los pueblos indígenas. Dentro y fuera del país es cada vez más extendida
la convicción de que es necesaria una nueva reforma constitucional que reconozca plenamente sus derechos, pero el desdén y la falta de sensibilidad de los
tres poderes de la Federación lo han impedido. Por su parte, frente a este rechazo, los pueblos indios han optado por impulsar sus autonomías de facto y
122
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ejercer los derechos colectivos que legalmente les han sido negados. Esto representa un desafío político para el Estado mexicano.
Aunque en 2003 se crearon la Ley General de Derechos Lingüísticos de los
Pueblos Indios y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (con lo que se les
reconoce como idiomas cuando antes se les consideraba con menosprecio como
dialectos) y desapareció el Instituto Nacional Indigenista (sustituido por la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas), se mantiene
la misma política hacia los indígenas.
EL RECONOCIMIENTO DE UNA MINORÍA HISTÓRICA
En México hay al menos 13 millones de indígenas (aunque hay estudios que
aseguran que son más de 18 millones). Existen 62 pueblos indios distribuidos
en forma desigual en todo el territorio nacional, aunque la mayoría vive en
los municipios y estados más pobres de la República. Son mayoría en muchas
regiones de Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
Buena parte de ellos son campesinos de regiones rurales que con frecuencia sobreviven con una agricultura de subsistencia y autoconsumo. Faltan tierras y las que hay no dan lo suficiente siquiera para alimentar a la familia. La
gente se ve obligada a migrar en oleadas masivas para buscarse la vida en las
ciudades y en Estados Unidos. En muchas zonas urbanas su presencia es notoria y significativa, y aunque las autoridades lo reconocen, institucional y
socialmente se les ignora.
Durante siglos, los indígenas han sobrevivido a un proceso de devastación
demográfica y cultural. A pesar de la exaltación oficial del pasado indígena, se
ha reducido a los indios vivos al folclor, al pintoresquismo y se les ha
invisibilizado en la vida nacional y borrado del proyecto de país. Considerados inferiores al resto de la población, se les sujetó al asistencialismo ocasional del gobierno, que buscó su integración a cambio de que abandonaran su
identidad indígena y su cultura.
Es el peso del Estado mexicano decimonónico establecido sobre la base de
un país homogéneo, que negó de origen la diversidad cultural y étnica.
No obstante, muchos pueblos indios no sucumbieron a ese proceso de destrucción y, favorecida la persistencia de sus tradiciones y modos de vida por
la marginación y el abandono, aún mantienen sus identidades culturales y su
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
123
vida comunitaria. Aunque también, en muchos casos, han padecido los cacicazgos y la manipulación autoritaria del viejo régimen priísta. Actualmente, se
dan fuertes luchas, no sin respuestas represivas, por sacudirse esa herencia
paternalista y autoritaria.
En muchas comunidades, además de conservar sus tradiciones, hay una
revaloración de su cultura, y los nuevos intelectuales indígenas y los viejos
sabios de los pueblos promueven su lengua, su identidad y difunden su cosmovisión. Se comienza a escribir en lenguas indígenas y se refuerza la enseñanza bilingüe.
Pero las comunidades indígenas no son estáticas y también han incorporado a su vida los avances culturales y tecnológicos a su alcance (limitados por la
carencia de recursos). También han hecho suya, todavía de manera desigual,
la noción de los derechos humanos, de la tolerancia y del respeto a los derechos
de los individuos dentro de la colectividad, sobre todo de las mujeres. En
muchos lugares este proceso está pendiente pero en otros los avances son notorios. Aunque también persisten en algunas regiones conflictos de intolerancia religiosa o étnica, que muchas veces disfrazan disputas políticas y económicas al interior de las comunidades y en los municipios.
Con la migración surgen otros fenómenos: indígenas que mantienen su identidad cultural y lengua fuera de sus lugares de origen o indígenas transculturizados que regresan a sus pueblos creando nuevos procesos y conflictos
culturales y sociales.
DERECHOS HUMANOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
En este proceso contradictorio y alentador a la vez, se ejercen, se niegan y se
violentan, a la vez, los derechos humanos de los pueblos indígenas. Como lo afirmó el Relator para los Derechos Humanos de la ONU, Rodolfo Stavenhagen,
durante su visita a México en 2003, las violaciones a los derechos humanos de
los pueblos indígenas son múltiples y variadas. Van desde las relacionadas con
problemas de tierras como son despojos a las comunidades, expropiaciones
injustificadas, dotaciones de tierra empalmadas que enfrentan a pueblos entre
sí o con otros campesinos o propietarios y la devastación de sus recursos naturales, hasta problemas relacionados con los cacicazgos locales e intereses
económicos de empresarios y políticos. También hay abusos derivados de la
124
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
represión y criminalización de la lucha indígena, la militarización de las regiones indígenas, la presencia de grupos paramilitares y guardias blancas o la
presencia del narcotráfico, que violentan la vida de las comunidades, provocando, a veces, desplazamientos forzosos. A ello se suma la falta de acceso a
la justicia y de un trato digno por parte de las autoridades.
Rodolfo Stavenhagen destacó también como fuente de violaciones a los
derechos de los indígenas, los grandes rezagos sociales, económicos, políticos
y culturales en que viven, sobre todo las carencias en materia de educación,
salud y alimentación, donde los principales afectados son niños y mujeres.
Estos problemas siguen sin ser atendidos con suficiencia por falta de voluntad
política de los gobernantes.
La mayor parte de las zonas indígenas viven bajo un clima de conflictos
provocados por disputas agrarias, intolerancia religiosa y pugnas por el poder
político y económico. En los últimos años se ha documentado cómo en las
comunidades que viven estos problemas, en las que coinciden la violencia y
la intervención de las autoridades, es donde con más frecuencia se violan los
derechos humanos. Según los informes de la CNDH y de organismos civiles
e instancias internacionales, la mayoría de estas violaciones permanecen impunes y provocan el agravamiento de los conflictos y el recrudecimiento de la
violencia.
Al negarse a los indígenas el acceso a la justicia y al no castigarse a los
responsables de abusos, se favorece la continuación y la multiplicación de las
injusticias. Al desprecio de las autoridades encargadas de impartir justicia, al
favoritismo a los intereses más poderosos (la mayoría de las veces por corrupción), las comunidades indígenas responden primero apelando a la ley y a la
justicia, pero ante la ausencia de ésta en algunos casos se incurre en violaciones colectivas a los derechos humanos de delincuentes o de inocentes, aplicando la justicia por propia mano. Sin justificarlas, estas acciones se explican por
la desconfianza en el sistema de justicia y porque la ley y la justicia esgrimidas por las autoridades, para muchos pueblos indígenas, significa una cadena
de abusos interminable.
Estos atropellos también se agravan al desconocerse el sistema normativo de las comunidades indígenas y los derechos colectivos que les son inherentes.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
125
CONFLICTOS AGRARIOS EN REGIONES INDÍGENAS
La tierra sigue siendo la principal causa de problemas en las zonas indígenas. La
reforma agraria benefició a unos tres millones de campesinos pero dejó muchos
problemas no resueltos que se han agravado con el tiempo. La Secretaría de la
Reforma Agraria afirma que existen 422 conflictos agrarios que involucran a
comunidades indígenas, 14 de ellos son considerados “focos rojos” (concepto que encubre su origen) por los riesgos de violencia permanente.
En el campo, la desigualdad social y económica se ha profundizado por la
corrupción, los privilegios de los grandes propietarios y la presión demográfica sobre los recursos agrícolas. Son cada vez más los campesinos pobres que
no pueden vivir del campo y se ven obligados a trabajar como jornaleros o
trabajadores migrantes en otros estados o en Estados Unidos. Estos fenómenos se acrecientan por la falta de una política efectiva de apoyo a la economía
campesina.
Las luchas campesinas por la tierra y por los recursos naturales se agudizan
por las confusiones y ambigüedades legales sobre derechos agrarios, por conflictos de límites entre comunidades, ejidos y pequeña y gran propiedad; las
disputas por el uso de recursos como bosques y aguas provocan ocupaciones
ilegales de predios y terrenos comunales por parte de madereros, ganaderos,
agricultores privados, ejidatarios o comuneros de otros pueblos. Otras provienen de la concentración y acaparamiento de tierras y productos por parte de
caciques locales y regionales.
La intervención de fuerzas policiacas y militares muchas veces agrava estos conflictos y violenta los derechos humanos de los indígenas.
En los conflictos agrarios y políticos en las zonas rurales no son ajenos los
poderes públicos locales, regionales, estatales y hasta federales, que muchas
veces tienen una responsabilidad directa por omisión o comisión en ellos.
La matanza de Agua Fría, Oaxaca, en mayo de 2002, es un ejemplo de cómo
un conflicto no atendido por las autoridades puede desembocar en una violencia brutal. En éste como en muchos otros casos, las autoridades entregan los
mismos terrenos a comunidades vecinas, lo que crea conflictos interminables
y sangrientos.
Al mismo tiempo, tratándose de indios, la autoridad procede con total impunidad para fabricar culpables, negarles derecho a un juicio justo y a violar
los derechos de pueblos enteros para “castigarlos”. Muchas veces la autoridad
126
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
no juzga hechos sino conductas, formas de ser, de vestir y de hablar. Un indio
en un proceso judicial terminará seguramente siendo carne de presidio, según
los usos y costumbres del sistema de justicia.
En muchas comunidades indias no hay seguridad jurídica sobre la tenencia
de la tierra, lo que es fuente constante de conflictos. La burocracia agraria trata
los asuntos como si no urgieran o poco importaran (los juicios se prolongan por
décadas). Con frecuencia, las cosas se complican cuando funcionarios agrarios
aceptan sobornos a cambio de favorecer a una de las partes o se allanan a los
intereses de grupos de poder económico o político.
Al respecto, los casos más notorios son los de los yaquis en Sonora, los
huicholes en Jalisco y Durango, los tarahumaras en Chihuahua y los huaves en
Oaxaca, todos ellos despojados de tierras por decisiones de la autoridad agraria a favor de intereses particulares, a pesar de que los indígenas tienen derechos legales reconocidos sobre las mismas.
Algunos conflictos agrarios recientes han recibido mucha difusión, como los
de El Bernalejo, Zacatecas y Durango, entre tepehuanes y ejidatarios; los yaquis contra ganaderos de Sonora; y los zoques de los Chimalapas de Oaxaca
y Chiapas contra ganaderos y colonos.
Es una paradoja que en todos estos casos las instituciones agrarias y de
justicia encargadas de resolver los problemas generalmente los provocan o
los agravan.
La otra cara de la problemática agraria son los conflictos agrarios intracomunitarios por la posesión de parcelas, derechos sucesorios y desacuerdos con la
representación ejidal o comunal, entre otros. A veces, los indígenas ven afectados sus derechos por decisiones de la misma comunidad.
PROTECCIÓN A RECURSOS NATURALES
Y DERECHOS INDÍGENAS
“La tierra no es nuestra, somos de la tierra; por eso no la podemos vender ni
comprar”, afirma Moisés, un dirigente indígena rebelde de Chiapas. Esta visión es compartida por todos los pueblos indígenas del país. La legislación
internacional les reconoce derechos territoriales no sólo como hábitat y fuente de sustento, sino como parte integrante de su reproducción cultural como
pueblos. Por eso se oponen a la comercialización de sus tierras.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
127
Curiosamente, el proceso de despojo a que han sido sometidos los pueblos
indios por siglos, los obligó a vivir en regiones montañosas y selváticas, ricas
en recursos naturales. Hoy esas regiones son muy codiciadas, particularmente por el agua y por la biodiversidad que en ellas se encuentran, así como por
otros recursos del subsuelo.
Algunos conflictos agrarios provienen de decretos expropiatorios oficiales
que se realizan sin consultar a las comunidades y pueblos. En muchos casos,
las decisiones del gobierno se amparan en el término legal “causa de utilidad
pública”, pero con frecuencia terminan siendo negocios privados de funcionarios y empresarios. Cuando se trata de obras de infraestructura (presas, carreteras, etcétera) es común que no se indemnice a los afectados o se incumplan
los compromisos gubernamentales.
La defensa ecológica y del medio ambiente es otro argumento utilizado por
las autoridades para expropiar las tierras de los pueblos indios. En estos casos,
destaca la creación de áreas naturales protegidas. Es común que tras estas
decisiones se escondan intereses de empresas privadas que buscan explotar la
riqueza biológica y los recursos naturales de las tierras indígenas.
Uno de los casos más graves y explosivos es el de la Reserva de la Biosfera
de Montes Azules, en Chiapas. Ahí la política oficial de conservación natural
aparece confrontada con los derechos agrarios y territoriales de los pueblos
indígenas de la región.
A fines de los noventas inicia una ofensiva gubernamental para desalojar 34
comunidades consideradas ilegales y acusadas por delitos ambientales (aunque 20 de ellas tienen derechos agrarios reconocidos). Los más recientes
asentamientos (12) provienen de indígenas desplazados por la violencia de
grupos paramilitares contra los pueblos zapatistas, iniciada en 1995 en otras
regiones. Llama la atención que en esa zona las empresas Savia y Conservation
International (que presionan al gobierno mexicano para que efectúe el desalojo)
tienen proyectos de bioprospección y ecoturismo.
Una parte de las comunidades afectadas son simpatizantes zapatistas y rechazan cualquier reubicación y junto con las que pertenecen a otras organizaciones
se han comprometido a proteger la selva. Cambiaron sus formas de cultivo para
no dañar la selva y los municipios zapatistas decretaron una veda forestal. Los
gobiernos federal y estatal se han visto obligados a buscar el diálogo para evitar
desalojos violentos. Pero todo se complica porque a quienes aceptaron la
reubicación, el gobierno no les cumplió sus promesas de apoyo y tierras.
128
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Sin embargo, la amenaza de desalojo continúa. Las constantes incursiones
militares y la amenaza de violencia por grupos paramilitares mantienen en
tensión la región.
El caso de Montes Azules es paradigmático y un nudo de difícil solución.
Es cierto que año con año se producen nuevos asentamientos en esa reserva
natural; también es cierto que continúan las causas que obligan a la gente a
colonizar ese territorio agreste.
Ineludiblemente, el centro del debate es la protección de una de las reservas
naturales más importantes del país. Su preservación es un compromiso con las
próximas generaciones. Parte del problema es que en los planes oficiales ecológicos no toman en cuenta los derechos de las comunidades indígenas ni se
les considera como parte de la solución para proteger la selva donde viven.
En otras regiones del país hay conflictos similares. México tiene graves
problemas ambientales, producto de la desertificación progresiva, la deforestación, la erosión de suelos, la contaminación del aire, tierra y aguas y la destrucción de los ambientes costeros por la desenfrenada especulación inmobiliaria de centros turísticos (como la Rivera Maya en la costa del caribe).
Casi todas las zonas afectadas por estos procesos de devastación natural y
cultural son tierras indígenas. Los recursos forestales de tepehuanes en Durango, de tarahumaras en Chihuahua, de huicholes en Jalisco y de otomíes y
nahuas en el Estado de México, entre otros, son frecuentemente explotados por
intereses económicos privados, con la connivencia de autoridades agrarias y
políticas en varios niveles de gobierno.
La defensa del medio ambiente y los recursos naturales han movilizado, en
los últimos años, a organizaciones ambientalistas y a comunidades indígenas
que enfrentan a caciques y grupos que detentan el poder económico y político
y se benefician de la destrucción. La persecución y encarcelamiento de campesinos ecologistas de Guerrero es un ejemplo de las dificultades que enfrentan los pueblos y comunidades cuando asumen la defensa ecológica de sus
territorios.
Organismos internacionales y organizaciones indígenas coinciden en que,
en la preservación y protección de las tierras, territorios y recursos, los pueblos
indígenas deben tener prioridad por encima de cualquier otro interés. También
recomiendan asociar a las comunidades en el manejo, administración y control
de las áreas naturales protegidas tomando en cuenta los ordenamientos ecológicos comunitarios.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
129
La creación de reservas ecológicas en regiones indígenas debe hacerse previa consulta con las comunidades afectadas y respetarse el patrimonio cultural y natural de los pueblos indios.
LOS INDIOS FRENTE A LA PROCURACIÓN
Y LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Lo que revela con mayor claridad la indefensión de los indígenas ante las instituciones y la violación a sus derechos más elementales es su relación con el
sistema de procuración y de administración de justicia, marcada por las prácticas discriminatorias, las vejaciones y los abusos de agentes del ministerio público, jueces y policías. Es el racismo y el desprecio social institucionalizados
ante los cuales los indígenas están completamente desamparados.
Algunos ejemplos. La mayoría de los indígenas que enfrentan procesos
penales o de investigación se encuentran prácticamente sin defensa por no
saber hablar o entender el castellano. En la mayoría de los casos no cuentan
con un intérprete que conozca su lengua y las normas comunitarias, como lo
exige la ley.
En las regiones indígenas, policías municipales, preventivas, judiciales estatales y federales y hasta elementos del Ejército practican detenciones sin
orden de arresto, de forma arbitraria y preventiva excediendo el tiempo que
marca la ley; también son frecuentes los allanamientos de morada, el robo de
pertenencias de las víctimas y otros abusos, así como la negación del debido
proceso.
Son numerosas las denuncias de abusos, daños físicos y tortura a presos
indígenas. Hay muchos casos documentados por organismos civiles sobre indígenas muertos en manos de alguna autoridad (como siempre, ante las denuncias prevalece la impunidad).
También es común que los indígenas enfrenten juicios plagados de irregularidades, sin intérpretes ni defensores de oficio capacitados, con ministerios
públicos y jueces que ignoran las costumbres y normas jurídicas indias.
Las denuncias sobre estas irregularidades han obligado al ex INI, a la CNDH
y algunos gobiernos estatales a establecer programas de excarcelación que han
beneficiado a cientos de indígenas en distintas partes del país. A las ilegalidades
jurídicas, los indígenas suman que las cárceles están sobrepobladas, no tienen
130
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
suficientes servicios de salud, médicos, psicólogos, teléfonos y alimentación
adecuada.
En muchas regiones se criminaliza y reprime a las luchas sociales indígenas, las protestas, las denuncias, los actos de resistencia y la movilización civil. Los detenidos son sometidos a abusos físicos y psicológicos y durante sus
dilatados procesos judiciales sufren discriminación. Las denuncias abarcan las
detenciones arbitrarias, allanamientos, acoso policial, amenazas, secuestros,
asesinatos y enjuiciamientos contra autoridades indígenas tradicionales, líderes comunitarios, dirigentes sociales y defensores de derechos humanos. Con
ello se busca desarticular cualquier acción civil y social legítima e intimidar o
acabar con los disidentes (un ejemplo dramático fue el crimen de la defensora de los derechos indígenas Griselda Tirado Evangelio en agosto de 2003, en
la Sierra Norte de Puebla).
Al respecto, la historia siempre parece la misma. Si se cometen abusos o
injusticias, los indígenas acuden ante instancias políticas o judiciales en busca de una solución; éstas ignoran las denuncias, los conflictos se agravan y se
producen enfrentamientos, un ciclo que incluye violencia y abuso de poder.
Este panorama multiplica los abusos.
La corrupción y la impunidad son las dos características de la procuración
y administración de justicia, por lo que muchos indígenas desisten de acudir
a denunciar por desconfiar de ellas.
Por eso una de las principales demandas de los pueblos y de las organizaciones indígenas es que se reconozcan sus propias costumbres comunitarias y
normas jurídicas para sancionar faltas y delitos.
En las regiones más conflictivas, particularmente en Guerrero y Chiapas,
hay denuncias de violaciones de derechos humanos a indígenas contra autoridades municipales, policías, grupos paramilitares y elementos del Ejército
federal.
Algunos problemas y arbitrariedades provienen de la expansión del
narcotráfico en el campo mexicano. Debido a la pobreza y al aislamiento, hay
campesinos indígenas que se involucran en la siembra de estupefacientes y en
la violencia que se deriva del narco. En estos casos, el Ejército federal y las
policías estatal y federal muchas veces vulneran los derechos de los indígenas
durante sus operativos de represión contra estos ilícitos en las comunidades,
como ha ocurrido en la sierra Tarahumara y en Nayarit con los huicholes, o en
Durango con los tepehuanes.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
131
CHIAPAS
Una de las causas de la rebelión indígena fueron las sistemáticas violaciones
a sus derechos y las insoportables condiciones que han vivido. Los indígenas
intentaron diversas vías pacíficas, legales, políticas, económicas y cívicas, pero
el gobierno estatal y la elite chiapaneca respondían con brutales represiones;
se llegó al extremo de ilegalizar cualquier protesta. Así que muchas comunidades se convencieron del uso de la violencia para hacerse oír.
A pesar de los 10 años que han transcurrido del levantamiento indígena,
continúan las violaciones a los derechos humanos, ahora en un contexto de un
“conflicto de baja intensidad”. La diferencia está en que ahora la atención
nacional e internacional las vuelve más visibles.
Pero la militarización y la estrategia de guerra de desgaste (que incluye a
grupos paramilitares) en contra de las comunidades insumisas produjo nuevos
atropellos.
El caso más dramático que revela la situación de guerra silenciosa es la
existencia de desplazados por el conflicto armado, la acción de grupos paramilitares, conflictos agrarios, etcétera.
Actualmente en Chiapas, según varios informes de organismos civiles, hay
entre 12 mil y 16 mil personas desplazadas de sus comunidades de origen en
20 municipios, la mayoría por el conflicto armado (sin considerar los más de
35 mil indígenas expulsados por motivos religiosos en Chamula en los últimos
30 años). Algunos reciben ayuda del gobierno pero la mayoría la rechazan y
sobreviven gracias a organizaciones civiles y humanitarias nacionales e internacionales. Sus condiciones de vida son muy difíciles. Con el nuevo gobierno en el estado se inició el retorno de algunos cientos de familias pero miles
más continúan refugiados fuera de sus pueblos.
La situación de violencia y el deterioro de los derechos en las comunidades
indígenas en Chiapas se debe en gran medida a la militarización y sobre todo
a la actuación de grupos paramilitares (que nunca se han investigado a fondo
ni han sido desmantelados) que surgieron vinculados a las estructuras de poder local y estatal y con el apoyo de algunos mandos militares destacados en
la región como ha sido documentado en muchos casos.
Esa llamada “guerra de baja intensidad”, estrategia iniciada en 1994 y recrudecida a partir de 1995, ha incluido amenazas, robos, saqueos, intimidaciones,
represiones, humillaciones, encarcelamientos, desplazamientos, asesinatos y
132
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
desapariciones contra hombres y mujeres cuyo “único delito” fue organizarse
para defender sus derechos. El caso más dramático fue la matanza de 45 indígenas, en su mayoría mujeres y niños, en Acteal en 1997. Hay más de 100 encarcelados por estos hechos, la inmensa mayoría indígenas (muchos se declaran inocentes) y algunos oficiales de la policía y militares que ocupaban cargos
como jefes policiacos en el estado. Varios funcionarios continúan prófugos.
Pero la presencia paramilitar y la llamada militarización no se da sólo en
Chiapas. En Oaxaca, Guerrero y otras regiones indígenas del país (en estados
como Veracruz y Puebla) se ha denunciado a grupos paramilitares que hostigan y amenazan a las comunidades indígenas en un contexto de conflictos
políticos, agrarios, ambientales y sociales algunas veces relacionados con otros
grupos guerrilleros o de narcotraficantes.
En algunas regiones la presencia militar, como en Chihuahua, reduce la violencia asociada a intereses ganaderos, madereros y de narcotraficantes.
Organismos de derechos humanos de todo el país han cuestionado que los
militares realicen labores de seguridad pública o investigación judicial porque
involucra a soldados en violaciones a los derechos humanos al efectuar detenciones arbitrarias, incursiones en comunidades, intimidaciones, amenazas de
muerte, ejecuciones extrajudiciales o sumarias, acoso y abuso sexual a mujeres indígenas.
Aunque han pasado 10 años y se han invertido miles de millones de dólares
(muchos no llegan por el desvío de funcionarios), las comunidades indígenas
siguen careciendo de servicios públicos elementales, educación, salud, trabajo y de carácter económico. También continúan excluidas económica, social,
política y culturalmente. El dinero se diluye en la cadena burocrática del gobierno.
NIÑOS Y MUJERES
Los sectores más vulnerables de las comunidades indígenas son sin duda las
mujeres y los niños.
El 25 % de la población indígena es analfabeta (aunque en algunas zonas
supera el 70 %, mayoritariamente mujeres). El 40 % de los niños indígenas no
asiste a la escuela y, según cifras oficiales, el 56 % de ellos sufre altos grados
de desnutrición.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
133
Apoyados por las políticas de control demográfico, las autoridades estatales y federales de salud aplicaron programas de esterilización que en las zonas
indígenas se realizaron de manera forzada para muchas mujeres. En Oaxaca,
Guerrero y Veracruz destacan las denuncias (209) por violaciones a los derechos sexuales y reproductivos. A ello se suma que el riesgo de morir para una
madre indígena es el doble que para el resto de mujeres.
También sobresalen las denuncias por hostigamiento sexual y violaciones
a mujeres indígenas por parte del Ejército federal y de las fuerzas de seguridad
pública, sobre todo en Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
Si en las comunidades indígenas sufren atropellos flagrantes a sus derechos,
en el caso de los que migran la situación es más dramática —abandonan temporal o permanentemente el pueblo por razones económicas—, y en el caso de
las mujeres y los niños es todavía peor.
En algunas zonas, la agroindustria (como en Baja California y Sinaloa)
provoca que los jornaleros indígenas sobrevivan muchas veces bajo regímenes
de semiesclavitud, en condiciones lamentables, a pesar de que el gobierno ha
desplegado proyectos de apoyo asistenciales. Llama la atención que en más del
90 % de los municipios, particularmente en los de población indígena, hay
gente que migra a Estados Unidos (300 mil al año), aunque muchos mueren en
el intento.
DERECHOS DE LOS PUEBLOS Y SU RECONOCIMIENTO LEGAL
El rezago histórico, la discriminación, la exclusión social y económica y las
violaciones de derechos humanos alimentan la desesperación de las comunidades indígenas. Por eso el reconocimiento de sus derechos se ve como una vía
para encontrar un camino pacífico hacia la solución de sus problemas más
apremiantes.
Ante la reforma inútil aprobada por el Congreso, una de las demandas centrales de los pueblos indios es que se vuelva a discutir y se apruebe una reforma que incluya los acuerdos de San Andrés. Sólo así, se argumenta, podrá
lograrse la paz en el país y garantizarse los derechos de los pueblos indios.
En el “Diagnóstico sobre derechos humanos en México”, realizado por la
oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, se recomienda reabrir el debate sobre la reforma constitucional en materia indígena para
134
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
reconocer claramente los derechos indígenas de acuerdo con la legislación
internacional (como el Convenio 169 de la OIT) y con apego a los Acuerdos
de San Andrés. Se trata de tener una legislación para el reconocimiento, protección y promoción de los derechos humanos de los pueblos indios del país.
LOS DERECHOS HUMANOS AL INTERIOR DE LAS COMUNIDADES
La idea de los derechos humanos ha significado un cuestionamiento (no del
todo asumido por indígenas, defensores de derechos humanos y partidarios de
la causa indígena) a las prácticas, tradiciones, usos y costumbres que violan los
derechos humanos de integrantes de las mismas comunidades.
Esto es más claro en los casos de intolerancia religiosa en regiones indígenas, donde muchas veces la religión se asume como parte de la identidad indígena. Pero si bien la intolerancia religiosa se expresa con mucha fuerza en
algunos lugares de Chiapas y Oaxaca (aunque no sólo), muchas veces se trata
de disputas políticas, agrarias o económicas que aprovechan la religión como
pretexto para ocultar los verdaderos intereses que las promueven. En este terreno se avanza en forma desigual, en algunos casos, como las comunidades
zapatistas en Chiapas y otras de otras latitudes del país, es un hecho que la
convivencia de indígenas con distintas religiones no impide la vida comunitaria
ni la construcción de la autonomía indígena.
Uno de los aspectos más graves de las tradiciones en las comunidades es el
papel tradicional asignado a la mujer indígena. Hasta hace poco se les reconocieron legalmente sus derechos agrarios (por sexismo, la ley sólo hablaba de
jefes de familia, sin considerar a las viudas o a las madres solteras). En muchos
lugares, a las niñas se les niega el derecho a la educación y a las mujeres sus
derechos políticos. Esto cada vez se cuestiona más y las mujeres van ganando
terreno en la vida comunitaria (muchas veces por la ausencia del hombre que
migra). Eso se ve con la existencia de organizaciones de mujeres indígenas o
de mujeres en puestos de responsabilidad antes reservados para los hombres.
Otro asunto que revela las contradicciones en las comunidades alrededor de
los derechos humanos son los casos de justicia por propia mano.
En los últimos 10 años han ocurrido más de 100 casos de justicia popular o
colectiva. Mediante un recuento periodístico, se aprecia que los casos se concentran en seis estados del centro y sur del país (Estado de México, Morelos,
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
135
Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Distrito Federal). En estas situaciones, la colectividad, el pueblo, asume el papel de juez y ejerce el derecho a juzgar, condenar y ejecutar la sentencia. En casi todos los casos, se trata de delincuentes y
policías que han agraviado y agredido con frecuencia a las comunidades. Ante
la inacción, ineficacia o corrupción de la autoridad, la colectividad asume el
papel de la autoridad. Para los pueblos involucrados se trata de un acto justiciero y no de un acto criminal, pero al usurpar el lugar de la autoridad judicial,
los pobladores violan los derechos de los acusados.
Estos casos van en ascenso porque se combinan varios factores, por un lado
ante el aumento de la violencia y de la criminalidad que padecen las comunidades indígenas, la autoridad no actúa o es cómplice de los delincuentes (cuando son los delincuentes mismos). La multiplicación de los linchamientos y
actos de justicia por propia mano crece al ritmo de la impunidad. “Ya que la
autoridad no aplica la justicia, el pueblo lo hará”, ésa es, en esencia, la convicción general.
En estos casos de justicia popular se conjugan varios factores: la incapacidad de las autoridades para aplicar el Estado de Derecho; también hay ingredientes de inconformidad social que frente al reclamo de justicia y la falta de
respuesta, la comunidad actúa.
Es común que se señale que los linchamientos son una forma de justicia
común en áreas indígenas y rurales, ligados a los usos y costumbres de las comunidades. Así ocurría antes, pero ahora es en pueblos de zonas urbanas donde
ocurren más casos. Hay sitios donde la fuerza de la vida comunitaria mantiene una cohesión capaz de producir respuestas colectivas para defenderse, a
veces contra la delincuencia, otras contra abusos de policías y autoridades o
contra otro tipo de injusticias como los despojos de tierras, detenciones arbitrarias, etcétera.
En la defensa de los usos y costumbres de las comunidades indígenas se tiene
que incluir una reflexión sobre cómo hacerlas compatibles a los derechos humanos colectivos e individuales.
Pero un asunto esencial es el cambio del actuar de las autoridades. El fantasma del ojo por ojo se alimenta cuando el Estado de Derecho es la patente de
corso de autoridades para abusar de la población.
Se debe apoyar el reconocimiento de los usos y costumbres de las comunidades que no violen los derechos humanos de los integrantes de las mismas ni
de los demás. En este proceso les toca a los pueblos indios asumir la respon-
136
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
sabilidad de cambiar las tradiciones que justifiquen y alienten la intolerancia,
las injusticias y los actos de justicia por propia mano.
Para ello tiene que haber una reforma judicial de fondo que garantice la
vigencia de un Estado de Derecho y, al mismo tiempo, una reforma legal que
incorpore el derecho consuetudinario de las comunidades como parte de la
legislación mexicana.
La deuda histórica que la nación tiene con los pueblos indios sólo se saldará si sus derechos colectivos son reconocidos plenamente en la Constitución,
y a partir de ello iniciar el camino de un diálogo que transforme la relación de
los poderes de la Unión, la sociedad mexicana y los pueblos indios. El Estado
democrático y multicultural enunciado en nuestra máxima ley, sólo puede ser
construido con la participación de todos los mexicanos. Se trata de ampliar la
idea que se tiene de México, por una que incluya a todos.
LOS DERECHOS HUMANOS,
UN ASUNTO DE SUPERVIVENCIA
Francisco Rebolledo
Hace poco tuve la oportunidad de traducir un espléndido libro del biólogo
norteamericano Paul R. Ehrlich que lleva por título Human Natures (Las naturalezas humanas). Se trata de un fascinante recorrido a lo largo de la evolución, tanto biológica como cultural, del ser humano. Verdadero tour de force
que inicia con la respuesta genética de las moscas de la fruta al para ellas muy
nocivo DDT, y culmina planteando prudentes estrategias para hacer frente al
predicamento en el que, a causa de un progreso tecnológico desaforado, nos
hallamos sumidos, pasando por el análisis de la misteriosa disposición de
nuestros genes; por una fascinante descripción del desarrollo físico y biológico
del cuerpo humano y, en especial, de su cerebro; por una aleccionadora comparación de la conducta humana con aquélla de nuestros parientes más cercanos, los grandes simios, y por un agudo examen de las principales empresas
culturales del hombre: la guerra y las organizaciones sociales, la religión, el arte
y la ciencia.
La tesis central del autor es que no existe, como a menudo se piensa, una
“naturaleza humana” única que compartimos todos los miembros de nuestra
especie: “Aunque nuestros cuerpos y nuestras conductas comparten muchos
atributos comunes, es mucho más provechoso considerar la existencia no de una
sola naturaleza humana sino de muchas”.1 Es difícil aceptar, por ejemplo, que
Hitler y Gandhi compartieron la misma naturaleza humana. Para Ehrlich, en
realidad existen muchas naturalezas humanas que son producto de un proceso
1
Paul R. Erhlich, Human Natures. Washington, D. C., Island Press, 2000, p. ix.
[137]
138
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
evolutivo, tanto biológico como cultural, que inició hace alrededor de medio
millón de años y que, como ya se ha dicho, analiza sin premuras en su libro.
Sólo si se considera esta multiplicidad de naturalezas humanas es posible
encarar cuestiones tan espinosas y terribles como éstas: ¿por qué hay individuos que un buen día, sin haber realizado una acción similar precedente, toman
un arma y masacran sin compasión a 15 o 20 párvulos y a sus maestros en una
escuela?, ¿por qué hay otros que disfrutan hasta el paroxismo torturando a sus
prójimos?, ¿qué pasa por la mente de un genocida, que sin dudarlo siquiera
planea y ordena la ejecución de millones de seres humanos?, ¿qué pasa asimismo por las mentes de quienes ejecutan las órdenes del genocida? En mi novela Rasero, el sueño de la razón, puse en labios de Voltaire una reflexión que
nunca dijo, pero que muy bien pudo haberla dicho, y que se avine con las cuestiones planteadas arriba:
¿Sabe usted por qué matamos a nuestros prójimos? Porque somos el único animal que tiene conciencia de la muerte. Sabemos, por tanto, que la vida es lo más
preciado que tenemos. Entonces, ¿qué mejor castigo podemos infligirle a nuestros enemigos que arrebatársela? Somos lo suficientemente humanos como para
tener conciencia de la muerte, y lo suficientemente animales como para procurársela sin miramientos a nuestros hermanos...2
Por otra parte, la pluralidad de las naturalezas humanas también nos ayuda
a encarar cuestiones exactamente opuestas a las anteriores: ¿por qué hay individuos que son capaces de ayudar a otras personas que tal vez ni inquiera conocen?, ¿qué pasaba por la mente de aquellos ciudadanos europeos que arriesgaron
su vida para poner a salvo a algunas potenciales víctimas del Holocausto?, ¿por
qué Gandhi estuvo dispuesto a inmolarse antes de permitir que sus seguidores
emplearan la violencia para defenderse?, ¿qué movió al Ché Guevara para
ponerse al frente de un puñado de hombres e irse a luchar a una selva contra un
ejército profesional?, ¿por qué muchos manifiestan aversión a la violencia
mientras que otros disfrutan con ella?, ¿por qué hay personas que luchan por
los derechos humanos y hay otras que gozan pisoteándolos?, ¿por qué, en fin,
algunos tienen un espíritu filantrópico y otros más un espíritu genocida?, ¿dónde radica ese espíritu?, ¿en los genes, acaso?
2
Francisco Rebolledo, Rasero. México, Joaquín Mortiz, 1993, p. 563.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
139
Es muy tentador achacar a los genes la responsabilidad última de nuestra
naturaleza y de nuestra conducta. Las cosas quedarían claras si se demostrara
que existe un gen responsable de la conducta genocida y otro más del comportamiento filantrópico. Las diferencias entre Hitler y Gandhi, por ejemplo, quedarían razonablemente explicadas si se asume que, en el caso del primero su
gen genocida era dominante, mientras que lo era el filantrópico en el segundo.
De hecho, en los últimos tiempos ha habido una manifiesta tendencia en la
cultura popular a buscar en los genes la explicación de los hechos más disímbolos: se habla de que en los genes puede encontrarse la causa de las enfermedades que va a padecer cualquier persona y hasta la fecha exacta de su futuro
fallecimiento; se habla del gen de la violencia, de la homosexualidad, de la
inteligencia, aun algunos hablan del gen de la intuición y hasta del gen del
talento artístico.
Si esto fuera cierto, sin duda la eugenesia, esto es, la aplicación de las leyes
biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana, se convertiría en la ciencia predominante del siglo XXI. El Mundo Feliz que concibió
la febril imaginación de Aldous Huxley se convertiría en una realidad: bastaría con manipular nuestros genes para convertirnos en seres impecables.
Por fortuna (al menos para mí, porque para muchos es una desgracia), la
propia ciencia ha demostrado que las perspectivas que plantearon los genetistas
de la segunda mitad de siglo pasado están muy lejos de apegarse a la realidad.
Ehrlich nos explica que la dotación genética de un individuo (alrededor de
100,000 genes) es muy limitada si se compara con la magnitud de los procesos que ocurren en el cuerpo humano y, en especial, en su cerebro: la cantidad
de neuronas que hay en él rebasa el billón, mientras que las conexiones entre
ellas (sinapsis) se cuentan por miles de billones.3 Es imposible que los genes
actúen en cada uno de estos procesos.
Así pues, los genes pueden dar cuenta del color de nuestros ojos, pero no del
proceso mental que hizo a Cervantes, por ejemplo, concebir a su Quijote; los
genes nos permiten explicarnos por qué caminamos sobre dos extremidades,
pero no nos dicen nada acerca de nuestra inclinación a la violencia; en nuestro genoma, en fin, está contenido el diseño de la estructura y el funcionamiento
de nuestro organismo, un organismo que nos ha permitido, entre muchas otras
3
Ibid., pp. 124-125.
140
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
cosas, desarrollar la inteligencia, pero los genes no contienen nada parecido a
lo que solemos llamar el espíritu.
Este último más bien habría que buscarlo en nuestra evolución cultural y su
interacción con el medio ambiente. Por ejemplo, está documentada una comunidad primitiva del Amazonas cuyos miembros desconocen la violencia hacia
su prójimo. No muy lejos de donde viven existe otra comunidad que se caracteriza por la agresividad de sus pobladores, quienes viven en guerra permanente
unos con otros. Muy probablemente la explicación de esta notable diferencia
radique en la forma en que cada uno de estos dos pueblos se relaciona con su
medio ambiente: mientras que los pacíficos son cazadores-recolectores y han
desarrollado ciertas técnicas de control de la natalidad, los agresivos, además
de la caza, se dedican a la agricultura de roza y quema y tienen unos índices de
natalidad mucho más elevados que los primeros. La posesión de las tierras
de cultivo es el factor principal de sus peleas y, en segundo lugar, la disputa por
las hembras. En comunidades de chimpancés del África central se han encontrado comportamientos muy similares: el establecimiento de territorialidades
y la disputa por las hembras lleva a estos simios a mostrar conductas muy
agresivas, que se manifiestan en cruentas luchas en las que no es muy difícil
que perezcan algunos.
No parece haber duda de que el sentido de la propiedad, como ya lo apuntaba Proudhon, es un factor determinante en el desarrollo de la conducta agresiva. De una forma mucho más bella lo dice don Quijote en uno de sus inefables monólogos:
Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nueva edad de hierro
tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque
entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran
en aquella santa edad todas las cosas comunes... Todo era paz entonces, todo
amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo
arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre... Las
doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas
y señeras, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad... 4
4
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en Obras completas, t. II. México, Aguilar, 1991, pp. 342-343.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
141
Aquí Cervantes se refiere a esa mítica Edad de Oro que aparece en la tradición de casi todas las grandes civilizaciones. Es muy probable que se trate del
recuerdo, emanado de un subconsciente colectivo, de nuestro pasado más remoto, de eso que llamamos prehistoria, cuando nuestros ancestros se ganaban
la vida recolectando los frutos de la tierra y cazando o pescando, cuando la
propiedad individual apenas existía en forma de pequeñas posesiones y la conducta agresiva estaba destinada a las presas de caza.
Es prudente señalar que para algunos estudiosos la prehistoria distó mucho
de ser ese remanso de paz que añoraba el manchego. Existen evidencias (como
fósiles de cráneos fracturados a causa del golpe de un arma contundente) de que
la violencia entre los seres humanos ya existía en aquellas épocas. De cualquier
forma, no es difícil sospechar que lo que provocaba tal violencia estaría relacionado con las posesiones individuales, por misérrimas que fueran, pero sobre todo, con las disputas por las hembras y las pugnas territoriales, las cuales
implican una forma de propiedad.
Junto con esta última, y muy relacionado con ella, otro factor vino a contribuir en el desarrollo de la conducta agresiva: el reconocimiento de uno mismo,
y de los miembros de la comunidad donde se vive, como ser humano y el desconocimiento de tal cualidad en el que no pertenece a mi grupo.
Es muy probable que los neandertales (la única especie de homínido que
convivió con los Homo sapiens) se hayan extinguido víctimas de la ausencia
de aceptación por parte de los humanos como sus iguales. No es casual que
muchos pueblos contemporáneos, como los esquimales, por ejemplo, se llamen
a sí mismos “los hombres”, mientras que los miembros de otras comunidades
apenas merecen el epíteto de “los otros”. Tampoco es casual que los genocidas
llamen “bichos” o “ratas” a sus víctimas. Inconscientemente los deshumanizan
para poder así exterminarlos sin remordimiento. Hace poco leí en el periódico un artículo escalofriante intitulado “Aférrate a tu humanidad”. Se trata de
una carta abierta a los soldados estadounidenses que se encuentran acantonados en Irak escrita por Stan Goff, un sargento mayor retirado del ejército de
Estados Unidos. Hablando de su experiencia en la Guerra de Vietnam dice:
Para mí fue pura actuación, una forma de tapar miedos profundos que no podía nombrar, y la razón que ahora entiendo es que teníamos que deshumanizar
a nuestras víctimas para poder hacer lo que hacíamos. Muy dentro de nosotros
sabíamos que estaba mal lo que hacíamos. Así pues, se volvieron dinks o gooks,
142
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
como ahora los iraquíes se vuelven cabezas de trapo o hajjis. Había que reducir a las personas a niggers para poder lincharlas. No hay diferencia.5
Todavía hace relativamente poco (si se considera el tiempo que el Homo
sapiens lleva viviendo en el planeta) fray Bartolomé de las Casas tuvo que
librar una dura batalla para que la Corona española reconociera como seres
humanos a los aborígenes del Nuevo Mundo.
Con la gente de raza negra la cosa ha sido mucho peor. Los europeos tardaron mucho tiempo en reconocer como seres humanos a los oriundos del África. Y, cuando lo hicieron (a regañadientes sin duda), establecieron una nueva
diferencia: la de raza; siendo, por supuesto, la raza del hombre blanco intrínsicamente superior. Esta noción absurda, que la propia ciencia de la genética ha
demostrado que no tiene ningún sustento (no existe ninguna diferencia apreciable entre el genoma de un negro, un amarillo o un blanco), persistió durante muchos siglos en la mentalidad de Occidente y ha sido responsable de un
sinnúmero de atrocidades. En rigor, aún persiste: Ehrlich nos informa, por
ejemplo, que en la década de los setentas del siglo pasado un científico norteamericano, premio Nobel, por cierto, encabezó una cruzada en su país en la que
glorificaba la supremacía de la raza blanca y exigía que no se les permitiera, a
los miembros de esa raza, se entiende, cruzarse con la gente de color para evitar
así su degradación.6
Junto con la propiedad y el desconocimiento del otro, el poder complementa
la trinidad que origina la conducta agresiva. Es evidente que el ansia por el
poder está íntimamente vinculada con los dos factores antes descritos: un móvil
importante para luchar por el poder son las riquezas y posesiones que éste
ofrece cuando se le conquista; y de alguna forma el poderoso, aunque por lo
general se esfuerza por ocultar ese sentimiento, se sabe un ser superior y diferente a quienes domina. Cuando Napoleón, por ejemplo, mandó degollar a más
de 600 prisioneros en su campaña del Medio Oriente porque no tenía recursos
para alimentarlos ni para llevarlos junto con su ejército de regreso a Europa,
actuó como si esos desgraciados tuviesen una calidad humana notablemente
inferior a la suya: la carencia de bastimentos fue motivo más que suficiente para
ordenar su ejecución. En cambio, cuando él mismo fue hecho prisionero por
5
6
La Jornada, 29 de noviembre de 2003, p. 44.
P. R. Ehrlich, op. cit., pp. 290ff.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
143
segunda vez, se quejó amargamente del trato que le dieron (pese a que estuvo
muy lejos de ser ejecutado), por considerar que un hombre que había llegado
a acumular tanto poder y “grandeza” no lo merecía.
O piénsese en el patético sainete que hizo el genocida Augusto Pinochet
cuando la justicia internacional amagó con alcanzarlo: para librarse de ella,
arguyó que era un anciano enfermo, algo que no tomó en cuenta con un sinnúmero de sus víctimas. George W. Bush considera prescindible no sólo la vida
de miles de afganos o iraquíes sino aun la de sus propios soldados, a los que
alegremente envía a morir. En cambio, a su propia existencia la protege con una
obsesión paranoica, lo que implica, desde luego, que la considera mucho más
valiosa que la de los demás, o mejor aún, que el “común de los mortales”. El
poderoso, como el aristócrata de antaño, se considera un ser por encima de los
demás y exige una justicia a su medida.
Los darwinistas decimonónicos (y muchos también del siglo XX) argüían
que la violencia y la conducta agresiva son intrínsecas a la naturaleza humana. Es más, gracias a ellas, afirmaban, es que el hombre pudo evolucionar, pues
está entre las leyes de la propia naturaleza la supervivencia del más fuerte.
Considero que esta visión, que tanto daño le ha hecho al ser humano y que ha
justificado innumerables atrocidades, parte de un falso supuesto: el propio
Darwin jamás afirmó que sobrevive el más fuerte. Si se lee con cuidado su obra
fundamental, se verá que él hablaba de la supervivencia del más apto. Y muchas veces la aptitud no está relacionada con la fortaleza. Un hombre delgado
y enclenque, por ejemplo, puede ser más apto para reproducirse (y en la reproducción está la clave de la supervivencia de una especie) que un hombre atlético que tenga problemas con su aparato reproductor.
La aptitud del hombre que le ha permitido evolucionar y sobrevivir como
especie no es la fuerza, sino la inteligencia. Hoy se sabe que, entre los hombres
primitivos, por lo general no eran los más fuertes los que conquistaban los
favores de las hembras, sino los más astutos. Se sabe también que un factor
fundamental en el desarrollo de las primeras comunidades humanas fue el
espíritu de grupo y la cooperación solidaria. Muy pronto comprendió el hombre (aunque por desagracia, a veces parece haberlo olvidado) que no era un
animal sectario, que, por el contrario, requería de los otros de su especie, a
quienes por supuesto identificaba como pares, para sobrevivir.
Así como la lucha por la propiedad, la negación del otro y el poder han
conducido a los seres humanos a interminables espirales de violencia, la inte-
144
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ligencia, el reconocimiento del otro y la tolerancia de sus acciones nos han
sacado una y otra vez del atolladero en que nos meten los primeros.
No tengo la menor duda de que, si aún existimos hoy en día, se debe a que,
a lo largo de nuestra historia, han existido muchísimas más naturalezas humanas
que han preferido compartir sus posesiones que arrebatárselas a los demás; que
han reconocido en el otro a su igual, y que se han negado a ejercer el poder
sobre su prójimo. Así, pues, la lucha por los derechos humanos de los demás
es una lucha por la supervivencia de nuestra especie.
Paradójicamente son las guerras y las anécdotas del poder las que pueblan
los libros de historia. No obstante, son las biografías de millones de seres incógnitos que trabajaron en paz, que compartieron sus riquezas y que lucharon
por los derechos de los demás, quienes en realidad hicieron posible la historia.
Los otros, los egoístas, los agresivos, los poderosos, no han intentado (hasta
ahora sin éxito pero peligrosamente cerca de lograrlo) otra cosa que no sea
ponerle fin.
¡MI PAÍS, OH MI PAÍS!
Efraín Huerta
Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y
echados seréis de él como troncos abominables,
vestidos de muertos pasados a cuchillo, que
descendieron al fondo de la sepultura. Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque
destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro
pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos.
Libro del Profeta Isaías
Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las
tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
[145]
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte
cuartelaria.
Porque al granadero lo visten
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al hombre—
y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fabrica.
Éste es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases...
¡Viva la libertad!
Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz...
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares el préstamo?
¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de
dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
la jauría de turbios, torpes y mariguanos
inquisidores de huarache;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los
cazadores de brujas.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo,
muchos menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones...
4 de abril de 1959
DERECHOS HUMANOS
Y MINORÍAS RELIGIOSAS EN MÉXICO
Carlos Martínez García
Lo que vino a ser la nación mexicana tuvo su origen sociorreligioso a contra
corriente de la modernidad que se estaba instalando en buena parte de Europa, a raíz de las distintas reformas religiosas y transformaciones científicotecnológicas. Alrededor de la Nueva España, y en su mismo seno, el poder
colonizador —un poder en el que política y religión fueron inseparables—
estableció fuertes controles para evitar que en estas tierras cundiera el mal que
estaba haciendo estragos en el Viejo Mundo: la herejía luterana.
A pesar del cerco ideológico, en la Nueva España hubo incursiones de cristianos que no eran católico-romanos. Llegaron por razones comerciales, como
integrantes de las flotas marítimas e incluso contra su voluntad debido a naufragios que los llevaron a costas novohispanas. Cuando su presencia fue detectada por las autoridades políticas y religiosas, de inmediato fueron aislados y
expulsados de las tierras que se querían mantener incontaminadas de la heterodoxia. Algunos pasaron desapercibidos y posiblemente decidieron mantener
en secreto su verdadera identidad. Fueron seguidores ocultos de una manera
distinta de vivir la fe; de haber manifestado sus creencias se habrían encontrado
en grave peligro de ser detectados por la Inquisición. Por esto decimos que si
bien hubo presencia de protestantes en Nueva España, lo cierto es que no existió, en la época colonial, protestantismo, es decir presencia organizada que
representara una alternativa al catolicismo impuesto.
Posteriormente al movimiento de Independencia, en las capas ilustradas fue
creciendo el debate en torno al camino que debería seguir la nueva nación. Una
línea de pensamiento muy clara sobre la necesidad de sacudirse el monopolio
religioso de la Iglesia católica la encontramos en los escritos de José Joaquín
[149]
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Fernández de Lizardi. Si bien este personaje no propone abiertamente la pluralidad religiosa, sí critica acerbamente el clericalismo y aboga por un cristianismo más apegado a la enseñanza de los Evangelios. Su posición le valió
tenérselas que ver con el Santo Oficio, no obstante prosiguió en su defensa de
cierta libertad hermenéutica que guardaba su distancia con las enseñanzas
eclesiásticas oficiales. El mismo año de la muerte de Fernández de Lizardi,
1827, llegó a México James Thomson, enviado de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, con el fin de distribuir la Biblia y establecer un núcleo que
guardara relaciones con la organización inglesa. Uno de los connotados aliados de Thomson fue el sacerdote liberal José María Luis Mora, quien con
entusiasmo apoyó la obra del misionero, pero no se convirtió al protestantismo sino que, más bien, denotaba la esperanza de una reforma al interior de la
Iglesia católica que significara mayor libertad para el pueblo de acceder a
la lectura de las Escrituras.
Al plantear las posibles vías de desarrollo que se le presentaban a México, un
sector pequeño pero muy combativo en el intercambio de las ideas abogó por la
necesidad de dar tolerancia de culto a los ciudadanos de países de mayoría protestante, que harían inversiones aquí si se les garantizaba libre ejercicio para
realizar ceremonias litúrgicas de su credo. Algunos, como Vicente Rocafuerte,
propusieron la tolerancia religiosa (restringida a las representaciones diplomáticas, en las que se podría levantar una capilla) por meras razones de crecimiento económico. En su obra La tolerancia religiosa en México (1831), argumenta
a favor de la apertura y dice que sin ella el país estará imposibilitado de atraer
inversiones necesarias para su desarrollo. Otros pensadores arguyen por la tolerancia teniendo en mente otras razones, entre ellas, que la fe es voluntaria y
no se puede coaccionar a nadie para practicar alguna o adoptar una nueva.
Alrededor de los debates sobre la Constitución de 1857, y en los años posteriores a la misma, se aglutina un grupo de sacerdotes católicos liberales que
defienden la posibilidad de construir en el país una Iglesia católica mexicana.
Los llamados Padres constitucionalistas estaban en el camino de irse alejando
de Roma e ir fortaleciendo lo que podríamos denominar protoprotestantismo.
No es casual que cuando al amparo de la Ley de libertad de cultos del 4 de
diciembre de 1860, promulgada por Benito Juárez, algunas de las misiones
protestantes que se fueron instalando en el país hayan tenido entre sus contactos
a integrantes del grupo de padres que estaban en vías de romper definitivamente
con el catolicismo.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
151
En un lapso de 10 años, entre 1862 y 1872, individuos y organizaciones
misioneras fueron poniendo los cimientos de una presencia que se haría definitiva en el último año de la década mencionada, cuando las misiones del protestantismo histórico (metodistas, presbiterianos y bautistas, principalmente)
se establecieron en México. Lo que en buena medida hicieron estas misiones
fue darle forma a un cierto protestantismo endógeno, que se encontraba disperso en centros urbanos como la ciudad de México, lugar en el que había núcleos
que se reunían en casas y pequeñas sociedades de ideas o clubes. Fueron estos sedimentos los que aprovecharon los misioneros, y, al mismo tiempo, les
facilitaron su labor y les abrieron posibilidades de trabajo que potenciaron sus
esfuerzos. Esto lo podemos comprobar en que para 1873, con un culto navideño
el 25 de diciembre, abrió sus puertas como centro de culto metodista una sección de lo que había sido el Convento de San Francisco, en la actual calle de
Gante en el Centro Histórico.
Este muy breve recuento intenta dar cuenta de que en la historia mexicana
existe una corriente a la que se ha prestado poca atención, se trata de la disidencia religiosa que lentamente se fue enraizando en el país. Lo que primero
justificaba su existencia en estas tierras con una apelación a la tolerancia, como
resultado de las leyes liberales decimonónicas se convirtió en derecho de los
ciudadanos a elegir su identidad religiosa. Este derecho quedó reforzado en la
Constitución de 1917. Pero una cuestión ha sido el terreno de la legalidad y otro
el trato cotidiano que reciben las minorías religiosas por parte de autoridades,
medios de comunicación, organizaciones civiles e intelectuales.
Todavía hoy, desde distintas corrientes de pensamiento y diversas posiciones políticas, se sigue poniendo bajo tela de juicio la legitimidad de las opciones religiosas distintas al catolicismo. Se tiende alrededor de ellas la sospecha
de que encubren siniestras intenciones, de que están aquí para complotar contra
esa realidad inaprensible llamada identidad mexicana. A las minorías religiosas, desde la izquierda y la derecha, se les tilda de grupos advenedizos, siempre recién llegados a pesar de que, en algunos casos, tienen presencia organizada en el país por casi siglo y medio. Desde la hermenéutica conspirativa, que
ve al imperialismo norteamericano detrás incluso de células evangélicas en los
barios más humildes, se magnifica el supuesto apoyo económico que el protestantismo mexicano recibe de las iglesias norteamericanas. No hay, por supuesto, la misma actitud crítica ante los fondos que fluyen de ONG estadounidenses hacia sus similares mexicanas dedicadas a muy diversas causas. Tal vez
152
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
porque quienes utilizan el doble rasero piensan que hay dinero políticamente
correcto y otro que no lo es.
Después del catolicismo nominal del 85 % de la población mexicana, está el
amplio abanico compuesto por las denominaciones e iglesias protestantes de
corte evangélico. Esto último es necesario subrayarlo. Por su origen y composición actual el protestantismo mexicano es evangélico, es decir, sus rasgos distintivos están definidos por la corriente protestante que enarbola los principios de
iglesias de creyentes —y no el concepto y práctica de una iglesia oficial— y que
hace de la evangelización uno de los componentes centrales de su razón de ser.
En esta tarea de expandir su credo, los evangélicos mexicanos han sido constantes
y con ello han confrontado inercias culturales que les son adversas y limitan sus
derechos de una manera imperceptible para la mayoría de los ciudadano(a)s.
Aunque después de la Ley de Libertad de Cultos de 1860 y la Constitución
de 1917 legalmente las minorías religiosas tienen los mismos derechos que los
clérigos y feligreses de la Iglesia católica, en la práctica siguen padeciendo
discriminación y tratos desiguales por parte de autoridades de distintos niveles de gobierno y por los medios de comunicación. Cuando por conveniencia
política, simple pragmatismo o ánimo de justicia histórica (escoja usted la
razón que más le plazca) Carlos Salinas de Gortari anunció, en su toma de posesión como presidente de México, que iba a modernizar las relaciones del
Estado con la Iglesia (así en singular), se desató un activismo inusual en las filas
del protestantismo mexicano. El fragmentado liderazgo evangélico nacional
intuyó que era momento de enfrentar juntos el inicial intento de excluir a sus
comunidades de la discusión de una nueva ley en materia religiosa.
Una de las cuestiones que develó el fluir de distintas iniciativas de ley fue
que en las instancias de participación y decisiones políticas del país se tenía un
conocimiento muy difuso de la composición religiosa de la nación. La batalla
para las minorías religiosas comenzó por enfrentar la conceptualización que de
ellas se hacía en diversos espacios políticos y de opinión. Por ejemplo, aquí y
allá se les adjudicó el despectivo término de secta a todo aquel grupo que no
fuera la Iglesia católica. Y el uso de la palabra no era en su acepción sociológica, que hace referencia al carácter voluntario y consciente de pertenencia una
minoría en busca de adeptos, sino en su vertiente ideológica que descalifica de
antemano a los extraños que complotan contra la unidad de la nación.
Desde el Episcopado mexicano y la Nunciatura apostólica se dejaron sentir presiones para que en el Congreso se aprobara una ley que al privilegiar
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
153
conceptualmente a la Iglesia católica dejaría a todas las demás creencias organizadas en un segundo plano y lejos de la igualdad normativa. La aspiración
clerical era que en la ley se reconociera el peso histórico y cuantitativo de cada
grupo, dejando el término Iglesia para la institución católica y el de secta o
agrupaciones para todas las demás. El intento no se pudo concretar debido a
alianzas coyunturales entre distintas fuerzas, y también por la historia liberal
del país que bien o mal había sedimentado en la conciencia de la ciudadanía y
en la mayoría de integrantes el Congreso mexicano. A la misma causa contribuyó que distintas encuestas de opinión demostraron una amplia tendencia a
favor de la tolerancia de otros credos y una contundente mayoría contraria
a las desatadas demandas del Episcopado.
Finalmente del proceso resultó, en 1992, una Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público que reflejó adecuadamente, aunque con ciertas limitaciones entendibles por ser un primer instrumento legal promulgado después de
siete décadas y media de la Constitución de 1917, la pluralidad religiosa instalada definitivamente en el país. Debido al proceso de registro de Asociaciones
religiosas que inició hace 11 años, hoy sabemos que aunque la Iglesia católica es mayoritaria en número de feligreses, son las iglesias protestantes/evangélicas las que tienen más templos y más ministros de culto. También sabemos
que existen en el país credos de corte oriental, el resurgimiento de religiosidades indígenas, células islámicas y una amplia gama de cultos producto de la
posmodernidad. La Ley hizo visibles ante las instancias gubernamentales a
grupos que la sociedad ya había aceptado desde mucho tiempo atrás, y que son
evidencia de una creciente pluralización en las preferencias religiosas de los
mexicano(a)s.
El libre ejercicio del derecho a elegir y practicar una opción religiosa distinta de la mayoritaria es desigual y paradójico. Es desigual porque las condiciones para vivir la diferencia religiosa son distintas en el país. Existen estados donde casi no se presentan casos de hostigamiento o francos ataques a los
grupos minoritarios, como en las entidades del norte de la nación mexicana. Si
acontecen no es con el número y la intensidad que se presentan en el centro y
sur, donde constantemente hay casos de expulsiones y violencia física contra
protestantes y testigos de Jehová, principalmente. También es paradójico el
crecimiento de la disidencia religiosa porque ésta tiene como su mejor escenario las regiones del país donde al mismo tiempo hay más ataques y obstáculos
para la heterodoxia. Sin embargo, tanto en las zonas donde se vive en calma
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
como en aquellas en las que se dan más agresiones, las minorías religiosas
siguen viéndoselas con una discriminación sutil que las presenta como anormales y sospechosas en sus intenciones.
Las minorías religiosas enfrentan el síndrome del estigma del extraño. Ya
que no son como la mayoría se les siguen adjudicando, sobre todo por parte de
medios, clérigos católicos y antropólogos en su papel de censores de lo que
deben ser las buenas costumbres, intenciones aviesas y ánimos desestabilizadores contra la identidad mexicana. Con esto se les niega un derecho básico,
el de cambiar de adscripción religiosa y organizarse religiosa y culturalmente
alrededor de ese cambio. En esta negación confluyen tanto el desconocimiento como prejuicios elaborados y hasta el abierto desprecio a lo que no pasa la
prueba de mexicanidad, según los que la definen como irremediablemente
uncida al catolicismo y, sobre todo, al culto a la virgen de Guadalupe. En esta
actitud intolerante sobresale el obispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez,
quien cuando no está ocupado en elaborar intrincadas explicaciones sobre el
asesinato de su antecesor Posadas Ocampo o gastando sus energías para distanciarse públicamente de sus amigos acusados de lavado de dinero, se da tiempo para recordarles a los protestantes que no tienen madre porque no veneran
a la Guadalupana como lo hace la mayoría de mexicanos. La picardía puede
mover a risa, pero recuerda aquel corrido aderezado contra la Reforma juarista:
“Madre mía de Guadalupe, protege a esta nación; que protestantes tenemos y
corrompen la nación”.
En una entrevista que le hice a Carlos Monsiváis, para una revista española, le pregunté sobre la prácticamente nula solidaridad que existe en los círculos
progresistas hacia los protestantes acosados. Su respuesta sintetiza
certeramente la apatía y el desinterés reinante en esos espacios, por otra parte
tan activos en la defensa de los derechos de otras minorías:
Pienso que la razón es porque no han considerado a los protestantes verdaderos ciudadanos, o verdaderos conacionales. Ésta ha sido siempre la idea de la
ajenidad, tanto en lo que se refiere a sus derechos humanos, como en su pertenencia a la nación, lo que lleva a la indiferencia. Como se piensa que los protestantes son desnacionalizados de antemano, o que la profesión de sus convicciones los aleja de lo que es la verdadera experiencia nacional, se desentienden
muy fácilmente de lo que les suceda porque no les sucede a mexicanos. No te
lo dirían jamás con estas palabras, nunca lo aceptarían de este modo, pero
sí lo practican, y entonces me parece que aquí la conducta es el testimonio que
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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deberemos tomar en cuenta. No han considerado a los protestantes mexicanos,
y por tanto lo que les pasa sucede en otro país.
La imagen generalizada que existe de los grupos religiosos distintos al catolicismo romano entre clérigos de la Iglesia mayoritaria, un amplio sector de
científicos sociales y medios de comunicación, es la de que son ajenos a la matriz histórica cultural de la nación mexicana. De la observación se pasa a la
calificación despectiva, y repetidamente se pide su acotamiento por el daño que
esos grupos extraños causan a la ciudadanía. Mientras tanto en los sectores
marginales, empobrecidos y desesperanzados por un sistema que los oprime en
todos sentidos, las estigmatizadas sectas se reproducen vertiginosamente.
De las interpretaciones descalificadoras da bien cuenta, y las compara con
evidencias que son dejadas de lado por una epistemología prejuiciada, el
misionólogo evangélico, de origen peruano, Samuel Escobar Aguirre. En uno
de sus libros más recientes, Changing Tides, Latin America and World Mission
Today, que publicó Orbis Books, la prestigiada casa editorial de la orden católica Maryknoll, Escobar muestra cómo la ajenidad a la cultura latinoamericana es una de las acusaciones peyorativas que han tenido que enfrentar las
minorías religiosas. El paso de esa ajenidad constantemente recordada a la
negación de derechos sucede lo mismo en Ecuador que en Guatemala y México, y por todo el continente.
En gran medida la obra del doctor en pedagogía y teología está dedicada a
condensar su experiencia y estudio de lo que él llama protestantismo popular,
es decir el pentecostalismo que comenzó a instalarse en América Latina a principios del siglo XX. Aunque para ese entonces las llamadas iglesias protestantes históricas (bautistas, metodistas y presbiterianas, sobre todo) ya tenían
presencia de casi medio siglo en distintos países latinoamericanos, su expansión fue lenta y más bien circunscrita a las clases medias bajas y medias a secas.
Fue a partir de los años cuarentas del siglo pasado cuando el pentecostalismo
comenzó su ascenso, para sorpresa de la jerarquía católica y atención de los
estudiosos de los cambios culturales.
El verdadero reto, por su inusitado crecimiento, para el catolicismo no proviene del protestantismo histórico, sino del protestantismo popular que se arraiga en los sectores desposeídos de América Latina. En contradicción a la hermenéutica clásica, sostenida igualmente por cúpulas clericales católicas que
por antropólogos que consideran el cambio religioso como un peligro que debe
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
evitarse, Escobar Aguirre documenta y extrae conclusiones que evidencian la
debilidad de esos ejercicios ideologizados que todo lo quieren explicar mediante los recursos financieros que supuestamente fluyen desde Estados Unidos
hacia las iglesias evangélicas de nuestro subcontinente.
En América Latina se encuentra el 50 % de la población católica del mundo, pero solamente contribuye con 2 % de las fuerzas misioneras que su Iglesia envía a otros lugares del orbe. El catolicismo latinoamericano recibe miles
de sacerdotes de Estados Unidos y Europa, que llegan para suplir la escasez de
vocaciones sacerdotales entre los católicos de nuestras tierras. En contraste las
iglesias evangélicas, sobre todo las de corte pentecostal, tienen pastores no sólo
para atender con mayor cercanía a sus comunidades, sino que en las últimas dos
décadas están enviando misioneros a prácticamente todo el mundo. Es un mito
que los protestantes latinoamericanos son financiados por el oro de Washington, más bien están contribuyendo a la expansión de su credo incluso en países del llamado Primer Mundo.
La obra del doctor Escobar contiene un capítulo que recoge las reflexiones
de un sector del catolicismo que está lejos de construir estereotipos sobre el
pentecostalismo, y más bien se pregunta acerca de las lecciones que este movimiento aporta a una Iglesia esclerotizada por el acendrado clericalismo. La
primera conclusión es que no se puede explicar el enraizamiento del protestantismo popular mediante teorías políticas, no hay una conexión estratégica entre la política expansionista norteamericana y la difusión de las iglesias evangélicas. En segundo lugar está la capacidad de movilizar a sus integrantes en
las tareas de evangelización. Como tercer elemento tenemos el hecho de que las
iglesias protestantes proveen a mucha gente de su primera experiencia con la
fe cristiana, ya que existe un vacío por parte de la Iglesia católica que nunca
ha tenido una presencia real en la vida de sus pretendidos feligreses. Una cuarta
característica es que el pentecostalismo es eminentemente un movimiento de
base, en el que las personas encuentran canales de participación que la sociedad les niega en otras esferas. Finalmente, las comunidades pentecostales crean
una nueva atmósfera de comunidad, de pertenencia y dignificación en un contexto social que margina y pulveriza las expectativas de los pobres. Todas estas características tienen como punto de arranque la conversión, el involucrarse
en una opción elegida y que se internaliza cotidianamente.
Las sectas imaginadas desplazan en el análisis a los movimientos religiosos
existentes en la realidad. Por desconocimiento o interés eclesial y/o político
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
157
siguen reproduciéndose teorías que ponen el peso explicativo en fuerzas
exógenas, cuando la tarea interpretativa debe ser, sobre todo, un esfuerzo por
comprender las condiciones endógenas que hacen germinar al pentecostalismo.
La sociedad mexicana necesita avanzar en su entendimiento y ejercicio de
la tolerancia. Respecto a las minorías religiosas las autoridades tienen que
proteger sus derechos y hacer valer las leyes cuando éstos son vulnerados. La
palabra tolerancia remite a concesión de quien tiene el poder, o es mayoría,
hacia el grupo minoritario. Refiere permisividad para con ideas y conductas que
se consideran nocivas. Implica, también, aceptación a regañadientes de concepciones y prácticas que por distintas razones se preferirían ausentes en la vida
de la sociedad. Éste es el sentido preponderante que levanta el término. Sin
embargo, como todo concepto con larga trayectoria el de tolerancia tiene una
historia y una evolución. Hoy, en los medios en los que se propugna y defiende la diversidad y su coexistencia civilizada, tolerancia no es ya un término con
implicaciones negativas, sino que evoca una virtud ciudadana propia de las
sociedades democráticas. Por otra parte, lo que primero fue tolerancia hacia los
heterodoxos, paulatinamente fue convirtiéndose en garantías consagradas por
la normatividad de los derechos humanos.
En el sentido inicialmente señalado, la tolerancia tiene que ver con soportar por conveniencia o necesidad a ideas y personas que son desagradables y
molestas, pero a las que por incapacidad coercitiva no se puede reprimir. O que
teniendo el poder para someterles se permite su existencia porque el mal que
causan, desde la perspectiva del poder simbólico y/o político, es menor a las
consecuencias de suprimir su presencia. La génesis del concepto muestra eso
que se quisiera extirpado pero con lo cual es necesario contemporizar casi
estoicamente.
El concepto tolerancia tiene un origen prostibular. La Iglesia tiene que soportar la prostitución —según indica san Agustín— como un mal necesario para
la sociedad; si se elimina a las prostitutas de la sociedad, todo quedará perturbado por la lujuria. Se introducía así el germen activo del concepto de tolerancia, es decir, de la ilicitud (de momento) no perseguible (Italo Mereu, Historia de la intolerancia en Europa. Barcelona, Paidós, 2003).
Fue en el terreno religioso donde la discusión sobre la tolerancia o la intolerancia para con los considerados desviados doctrinalmente por las jerarquías
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
clericales tuvo momentos cruciales. Los pensadores cristianos del siglo II,
como Tertuliano, abogaron por tolerancia para con el nuevo culto y se esforzaron en defender su derecho a creer diferente en el seno de una sociedad que
mantenía un credo dominante y contrario al cristianismo. Menos de dos siglos
después la Iglesia que pedía tolerancia se convirtió en la fe imperial, y de esa
simbiosis con el poder político surgió una institución intolerante y perseguidora de los considerados como herejes. El mismo san Agustín (354-430), cuya
frase “En lo esencial unidad, en lo no esencial libertad, en todo caridad” es
recurrentemente citada en los ámbitos ecuménicos, hizo una interpretación de
textos del Nuevo Testamento que avaló el edicto antidonatista que en el año 413
promulgó Teodosio II, el cual castigaba con duras penas a los seguidores del
obispo africano Donato. El movimiento donatista surgió a principios del siglo
IV, y durante toda esta centuria y parte de la posterior, antes de ser reprimido
sangrientamente, mantuvo una crítica a la unión de la Iglesia católica con el
poder imperial.
Es larga y apasionante la discusión histórica sobre la tolerancia, sus propugnadores y enemigos nos han legado un caudal inmenso, que es necesario tener
presente cuando en nuestros días se discute sobre el tema. Aunque antes del
siglo XVI algunos pensadores y movimientos se inclinaron por la tolerancia,
mientras que la Iglesia católica iba en sentido contrario, fue en el siglo XVI
cuando el debate teológico/político se agudizó a raíz del movimiento luterano.
Más adelante (en 1689) John Locke publicó su Carta sobre la tolerancia, y
Voltaire (en 1763) dio a luz Tratado de la tolerancia. Ambos escritos son referencia obligada para quien se ocupa del tema. Un autor a finales del siglo XX,
Michael Walzer en 1997, actualiza el debate y su significado en las sociedades
multiculturales. En la obra On toleration (hay traducción española), Walzer se
ocupa de las distintas vertientes y motivaciones de la tolerancia. Hoy, en las
sociedades crecientemente plurales, se hace necesario cultivar la tolerancia,
entendida como una virtud democrática que puede estar en desacuerdo con
ciertas ideas y conductas pero que no lincha simbólicamente al adversario y
menos busca su eliminación física. Al contrario, favorece la convivencia pacífica y el intercambio cognoscitivo entre la diversidad identitaria propia de las
sociedades del siglo XXI.
Con todo y lo encomiable que es impulsar la tolerancia por distintos medios,
cuando ésta es insuficiente para frenar los ímpetus persecutorios de individuos
y grupos, el Estado cuenta con recursos legales que penalizan a quienes vul-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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neran libertades y derechos de los ciudadano(a)s. Aquí no me refiero a la tolerancia cero y sus implicaciones policiales, sino a principios que amparándose
en la tolerancia en realidad la usan para pretender uniformizar, con una ideología conservadora, a la pluralidad que tanto les molesta. Si como dice Walzer
“la tolerancia hace posible la diferencia; la diferencia hace necesaria la tolerancia”; entonces las leyes tienen que proteger los derechos de todos y, particularmente, los de los diferentes cuando los intolerantes buscan su erradicación.
El pluralismo religioso está consolidado en todo el país, aunque su desarrollo
es desigual en las distintas regiones de la nación. Mientras este hecho irrefutable sigue extendiéndose, por otra parte subsisten actitudes intolerantes hacia
quienes han decidido creer de manera distinta a la religiosidad mayoritaria. No
cabe duda que el nuestro es un país que ha tenido importantes avances en el
respeto a las minorías de todo tipo. Sin embargo, en el caso de las minorías religiosas éstas siguen padeciendo intolerancia y discriminación cotidianamente.
En los últimos años he tenido la oportunidad de participar como expositor
en un buen número de talleres sobre diversidad religiosa y tolerancia. Las invitaciones han llegado de distintas instancias: gobiernos estatales, universidades,
organismos defensores de los derechos humanos y asociaciones religiosas. La
mayoría de los asistentes han sido integrantes de iglesias evangélicas, siguiéndoles en número los testigos de Jehová y mormones. No han faltado feligreses
de expresiones religiosas distintas al cristianismo. La asistencia de pastores y
líderes protestantes, sobre todo de corte pentecostal, ha rebasado con mucho
la participación de dirigentes eclesiales católicos. Uno que otro sacerdote se
ha presentado en las sesiones. La composición de los distintos auditorios
muestra claramente que son las minorías las que tienen más interés en el avance
de la tolerancia, por la sencilla razón de que son ellas las que están en desventaja frente a ciertas inercias culturales que privilegian a la Iglesia mayoritaria.
Determinadas acciones que desde una perspectiva del establishment religioso
aparecen como naturales, miradas del lado minoritario descubren su lógica
discriminatoria. Luego entonces, para esas minorías sigue vigente la lid por
demostrar su legitimidad y hacer entender a distintas instancias públicas que
no están pidiendo un trato especial, sino nada más que les respeten derechos
que las leyes les reconocen, como a todos los ciudadano(a)s.
Como en todo hay grados e intensidades, en el terreno de la intolerancia
religiosa también hemos comprobado que las modalidades del acoso a los heterodoxos son variadas. No es necesario que haya golpes, expulsiones de in-
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
dígenas protestantes, destrucción de templos por parte de supuestas o reales
mayorías y asesinatos de pastores (como recientemente documentó un grupo
integrado por abogados evangélicos), para que sólo entonces se reconozca que
existe intolerancia. Los participantes en los talleres han ejemplificado con sus
experiencias la existencia de una intolerancia sorda, en la cual no se dan hechos sangrientos pero que opera como mecanismo de arrinconamiento de quienes son minoría. Sus testimonios incluyen negación de derechos educativos a
sus hijo(a)s; pagos forzosos de cooperaciones para festividades cívico-religiosas (siempre vinculadas al catolicismo popular) so pena de recibir distinto tipo
de castigos; negación de servicios como agua e imposibilidad de obtener permisos para construir centros de reunión de sus credos; trato desigual por parte de distintas autoridades gubernamentales; permanente asimetría en las pláticas conciliatorias con sus agresores y en algunas comunidades pequeñas un
permanente estado de indefensión frente a la mayoría que les impone a su arbitrio sanciones incuestionables.
En gran medida las quejas de los agraviados están dirigidas a funcionarios
menores que mediatizan los conflictos, que se empeñan en reducir la cuestión
a un asunto de qué parte tiene la mayoría. Actuando así, estos personajes se
encargan de presionar y tratar de convencer al grupo disidente para que acepte condiciones de negociación que le son desventajosas. En no pocas ocasiones estos funcionarios que son los encargados en primera instancia de tratar los
casos, tienen una cierta animadversión hacia —por citar un testimonio recurrente en los talleres— grupos que componen la amplia gama evangélica. No
lo dicen abiertamente, pero con su actuar denotan que marginan la raíz del
conflicto y le dan otro cariz. Por ejemplo, en el asunto de las cooperaciones
forzosas evaden reconocer que el centro de la negativa se relaciona con creencias religiosas que se expresan social y culturalmente. No es meramente una
cuestión de contribuciones monetarias o en especie, sino, para los objetores, se
trata de decisiones económicas que descansan en convicciones religiosas. Por lo
tanto cuando los funcionarios en cuestión le dicen a los disidentes que pueden
profesar la confesión que deseen, pero que el de las cooperaciones es un asunto
de solidaridad con su pueblo porque así se conservan las tradiciones y la identidad, simplemente están negando el derecho a construir otras tradiciones, identidades personales y colectivas tan legítimas como las que llaman ancestrales.
A la pluralización del campo religioso mexicano, intensa y a veces sinuosa,
la debería acompañar un mayor ejercicio de comprensión por parte de quienes,
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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en razón de su cargo, tienen la responsabilidad de proteger derechos y contribuir a ensanchar la tolerancia. No cabe duda de que en el futuro cercano, debido a una creciente conciencia de sus derechos, las minorías religiosas acudirán con mayor frecuencia que antes a instancias defensoras de los derechos
humanos, la CNDH entre ellas. Existe sensibilidad en esta institución hacia la
problemática específica que representan dichos grupos. Una muestra contundente es la Recomendación General que hizo la CNDH en el 2003, sobre las
violaciones en que incurren las autoridades cuando niegan o condicionan el
derecho a la educación, que es una garantía consagrada en la Constitución, y
anteponen una normatividad secundaria como lo es la referente al himno y la
bandera nacionales.
GUATEMALA, NEGACIÓN
DE LOS DERECHOS HUMANOS
José Luis Balcárcel Ordóñez
Si algún país existe en donde nunca o sólo excepcionalmente se hayan reconocido y aun respetado los derechos humanos en Latinoamérica ése es Guatemala. Hecho evidente sin duda, no obstante que el tema de preocupación por
centrar el asunto como fenómeno objeto de sujetos dañados, contrario a la
necesaria obligatoriedad de preservarlos y respetar su cumplimiento, con apego
a la vigencia del Estado de Derecho, viniera a ser apenas reciente en la historia, a nivel mundial.
Pese a que con marcada anterioridad se proclamara la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano, originaria con la Revolución francesa,
en realidad el tratamiento, motivo de preocupación, cuidado, estudio y denuncia de la violación de los derechos humanos, y por contraparte la necesidad
obligada de respetarlos por mandato expreso, de manera que pudiera considerarse más o menos sistematizada, se remonta propiamente apenas a tiempos que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Con posterioridad aun a la penalización, sin bien relacionado con las consideraciones formuladas a ese respeto, que
se hiciera de los calificados de crímenes de guerra, cometidos por los cabecillas del nazismo.
Sin desconocer la existencia de tratados relacionados con aquéllos, de dudosa observación sin embargo, establecidos en el marco de la Primera Guerra
Mundial, destinados a tratar de preservar algunos de los mismos al menos.1
1 En torno a la precedencia y evolución del sentido y significado de los derechos humanos,
por ejemplo Glenda da Fonseca y Waldo Villalpando, Defensa de los derechos humanos. Buenos Aires, Tierra Nueva, 1976.
[163]
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Entre la sociedad, la historia y el conocimiento humano, prácticamente siempre se sucede un orden determinado de relación que va del acontecer espaciotemporal de los sucesos, el enterarse y saber que ocurrieron, y la correspondiente apreciación de los mismos, que implica el cómo y por qué de éstos, en
relación con normatividades y comportamientos dados, observancia de los mismos, fallas y alteraciones respecto de ellos, por excepción o incumplimientos
particulares o generales respectivos. De manera que no de inmediato, por lo
mismo, se da un transcurrir que va del suceder de las cosas, de los procesos,
acontecimientos, a su conocerlos de modo crítico, a través de distintas mediaciones que, muchas veces, en lo social, implican la modificación de concepciones y significados de valores dados y, por lo tanto, de adecuaciones culturales
distintas, pertinentes, y de respectivas valoraciones, de difícil admisión, y más
de asimilación, sobre todo al principio.
Sirva la anotación precedente para tener en cuenta que, respecto a Guatemala, hasta antes del proceso democrático revolucionario que vivió el país (19441954), y después del mismo, lo cual equivaldría apenas al transcurso de una
década de por medio, aquella se mantendría como un islote, en tanto confinada, al margen de toda cultura y práctica vinculadas con los derechos humanos.
Por rudimentarias que las mismas pudieran considerarse en cuanto a repercusiones de alguna significatividad en ese sentido.
Con anterioridad en tiempo y circunstancias, por ignorancia o desconocimiento del asunto, según prefiera entendérselo en razón de la historia y vigencia
de aquéllos como tema y costumbre, y después en situación y condiciones, por
la incesante violación suya desencadenada, vuelta práctica consuetudinaria
devaluadora impuesta del concepto de vida humana mismo, a lo largo de al
rededor de medio siglo, hasta el presente.
Con la única variante posible de registrar sin más, entre mayores y menores campañas de propaganda alusivas a su pretendido respeto, en contradicción
irónica, abundante en cinismo, de cualquier cosa que pudiera tenerse por asomo siquiera de existencia de tales derechos, de no tratarse de su propia negación. A ese respecto, nunca sobra repetir el aserto de Luis Cardoza y Aragón
en referencia a que de o sobre Guatemala, cualquier caracterización que efectivamente se intentara hacer con realismo sobre sus prácticas y comportamientos hegemónicos impuestos, parecería más bien surrealismo.
Por lo cual, en lo general y lo particular, en Guatemala terminó por imponerse una práctica acumulada violatoria concerniente a los derechos humanos,
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
165
generadora de conceptos culturales destinados a ser considerados nada más que
por su negatividad, conforme a las situaciones concretas prevalecientes, adversas a cualesquiera posibilidades de su vigencia.
Como quien dice, se impone como necesidad ver hacia atrás y toparse, de
golpe, con el accidentado desenvolvimiento histórico pertinaz, contrario a lo
que por derechos humanos se ha tenido y entendido, o no, por tales en el país,
en distintas épocas y momentos. Lo cual, a su vez, y de modo recíproco implica
poder verlo de atrás hacia acá, hacia nosotros, con afanes destinados a rastrear
en torno a la práctica negativa de formas de comportamientos relacionados con
los que ahora, en efecto, son considerados, y denominados precisamente, derechos humanos. Sin perder de vista, a través de esa mirada retrospectiva, los
modos y formas culturales históricamente imperantes y, por lo tanto, las concepciones sociopolíticas, y jurídicas en su caso, establecidas y adquiridas
durante los procesos formativos de lo que llegaría a ser el país a través de su
existencia, y de la presencia, incidencia y participación a ese respecto y ámbito,
de los integrantes que, igual, históricamente lo han constituido.
Cuestión extraordinaria de atender, sin dejar de tenerse en cuenta, es la resultante de que Guatemala es un país de mayoría social indígena, conformada
ésta por las tenidas como minorías étnicas, cuya relación precisamente la constituye. Separadas éstas —quiérase, dígase, se acepte o no, tratándose de un
hecho de marginación y racismo—, de los ladinos o mestizos, producto éstos
de aquellas en sus orígenes reales, en combinatoria con españoles, criollos y
miembros de otras procedencias, y luego de todos con todos, mixturados entre sí, viniendo a constituir, igualmente quiérase y dígase o no, con aceptación
suya o no, otra etnia más.
En ese sentido cabe una importante consideración, tendiente a refutar la
interesada aseveración sesgada que propalara, como arma ideológica, la política represiva desatada en tiempos lamentables recientes, que duraron 36 años,
provocada con supuestas pretensiones justificatorias, si no es que exculpatorias, forzadas por falsas, o de algún modo lanzadas como intento reductivo de
responsabilidades, como si ello fuera posible dada su inverosimilitud, junto al
exceso violatorio consumado de derechos humanos. Convertido en práctica
habitual impuesta por quienes la propiciaron y ejercieron: ladinos y extranjeros, entre éstos principalmente estadounidenses, israelíes y argentinos, en su
concepción y conducción, e indígenas, componentes forzados, mediante levas,
del ejército represor y de las paramilitares Patrullas de Autodefensa Civil.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Ambas, instituciones contrainsurgentes, generalizadoras de las masacres, sobre todo de poblaciones precisamente indígenas. Sin descontar el inmenso
número de ladinos también alcanzados. Aseveración tergiversada, en el sentido infundado de que la violencia y tal género de conculcaciones atentatorias
de la humanidad misma hincaban sus raíces entre formas de manifestación
reminiscentes de antiguos usos y costumbres indígenas, a manera de rezagos
sobrexistentes, secularizados.
Afirmaciones aberrantes, carentes por completo de sustento, deleznables por
infundadas y sospechosa alteración conceptual histórica y real. Proferidas
desde ese ángulo como supuestas referencias a preestablecidos estatus característicos de prácticas y costumbres determinadas entre los indígenas, como
antecedente, en tanto vulneraciones suyas posibles por abusos, intimidaciones,
maltratos diversos, daños, despojos, irrespeto a la vida y la existencia cometidos, minusvalidez causada por tormentos, en fin.
Sin que esté por demás insistir en que una especulación como tal no puede
más que corresponder a perversas pretensiones de justificación encubridora,
apuntada desde encuadres vistos a través sólo de prismas, falso reflejo de pretendidos pasados deformados, a la luz de torcidos modos antojadizos actuales
de un querer, o pretender captar premeditado. Correspondientes no a lo de
entonces, por supuesto, sino a lo falso y arbitrario armado como pasado, a la
vez que antecedente.
En y a través de opiniones apócrifas e interpretaciones alteradas, enajenantes, supuestamente actualizadoras, de manera artificial, de pretendidos antecedentes históricos consumados. Engañosamente referidos, valiéndose de criterios
establecidos con el recurso de conceptos y juicios falsos por invertidos, contrapuestos a la realidad histórica. Enfrentados, tratándose de distorsiones en el
caso de Guatemala, a culturas y civilizaciones como la Maya y sucedáneas,
tenidas por los estudiosos, al más alto nivel en distintos órdenes, aún en relación con nuestra época misma, en saberes atingentes a la astronomía, en materia calendárica, por ejemplo.
En términos distintos, si decir de Guatemala es hacerlo a partir de considerar y reconocer la Conquista y dominación españolas, que es la época colonial,
y luego consumada la independencia y desenvuelta la República, con sus infinitos avatares, hasta lo que ahora efectivamente sea, al tratar de abarcar y
cubrir su historia en extenso, estaríamos dejando fuera parte fundamental de
su entraña en la fase germinal, originaria.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
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La Goatemalán, del estadio considerado y denominado prehispánico hasta
hace poco, y todavía actualmente en la propia Guatemala también llamado
precolombino. Y de éste precisamente, no cabe duda, algo habría siquiera que
aludir relacionado con la problemática que nos ocupa.
Guerreros, como lo fueron los pueblos antiguos en general, en el mundo
entero, mal del que no se curan todavía por completo sobre todo los más fuertes en nuestros días, sin que de lo mismo escapen tampoco varios de entre los
débiles y de los que medianamente también lo son, los mayas y distintas de sus
etnias mismas practicaron formas de sojuzgamiento entre sí, en razón de triunfos y derrotas resultantes.
Haciendo extensivos modos de dominio y dependencia políticos, que derivaban en manifestaciones de servidumbre y esclavitud sociales y de predominio y sometimiento económicos y culturales. Generalidad histórica poco o nada
extraordinaria si se tiene en cuenta lo que en mucho se asemeja a las prácticas
llevadas a cabo en ese aspecto por países y culturas que se tienen siempre como
parámetros ejemplificadores de supremacía en la antigüedad. Grecia y Roma
mismas, son ejemplo.
Por lo que toca a prácticas que se conocen como sacrificios humanos, las
decisiones y escogencia sobre quienes y cómo deberían morir, obedecían a
determinaciones de necesidad de objetivar en la práctica, concretándolas como
expresión de ofrenda, con entrega de la propia vida de los elegidos a las deidades. Modos de concebir ideológicamente destinos de trascendencia del inmolado, de parte de los sacerdotes que lo disponían conforme a códigos
ancestrales establecidos, y de las colectividades sociales que, con apego a la
comunicación que creían recibir de aquellos, en trasferencia conveniente de lo
esotérico a lo exotérico que de ello pudiera producirse, sustentadas por las
sociedades comunitarias mismas como manifestaciones adquiridas de pensamiento y fe correspondientes a las formas y contenidos religiosos que animaban
su espíritu de vida. Afirmación subjetiva objetivada de sus convicciones, fundamento de modos de comportamientos prácticos, ideológicos y materiales,
espirituales, realizados en concreto.
Complejas modalidades de entrega y recepción de considerada, creída y
lograda afirmación conseguida y concedida, como las observadas y practicadas de maneras semejantes, con sus variables correspondientes, por distintas
religiones, conforme a diversas normatividades ideológicas, semejantes a las
de otras sociedades existentes entonces, y ahora aún, en distintas latitudes.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Lo que de modo crítico, analítico e interpretativo interesa sobre todo destacar aquí al respecto, es lo que de mi parte va en confrontación explicativa en
contra de las afirmaciones ideológicas interesadas, a veces claras otras sugeridas, provenientes más que nada de tendencias racistas, en cuanto a que desde antes de la colonización española, durante la misma y aun después, hasta la
actualidad, principalmente de parte de los mixturados, ladinos o mestizos
guatemaltecos, creídos de sí, por sí mismos, de tener poco o ningún ancestro
maya, en coincidencia con los represores extranjeros: israelíes, estadounidenses y argentinos arriba señalados, abundan en querer achacarle a una pretendida barbarie indígena de largo acumulada, y hasta cuasi tradicional podrían
decir, los orígenes del supuesto carácter de brutalidad adversa a los derechos
humanos, padecida en el país.
Aparte de la existencia, entre los mayas prehispánicos, de la pena de muerte.
Práctica por cierto actualmente mantenida todavía en sociedades consideradas
avanzadas, por desarrolladas, fuertes, modernas, de países a los que se los tiene
por exponentes desarrollados de la civilización. Pena considerada entonces por
concepto de represalia, a modo ejemplarizante, en casos de guerras con relación a capturados de las fuerzas enemigas. O como vindicta pública, también
para castigar la comisión de delitos graves, y a veces aún por faltas serias.2
Las violaciones a la integridad humana como tal, vendrían a propiciarse, a
ejecutarse y en general a mantenerse propiamente en contra de los indígenas,
por parte de los españoles, durante los procesos de conquista y colonización.
Sin desconocer la existencia y alcances, en realidad limitados sobre todo por
impracticables, de las Leyes de Indias, tampoco puede desconocerse que con
anterioridad a la vigencia de éstas, y durante su propia vigencia, tratándose de
hacerlos entrar en razón respecto a la necesidad de cumplir con la mayor eficacia el desempeño de los servicios que les imponían, los conquistadores y
colonizadores no escatimaron brutalidad, en el marco de la relación de dominadores y subalternos, contra los indios, para forzar su obediencia.3
2
En relación con las leyes y su aplicación entre los mayas prehispánicos, Antonio Díaz
Vasconcelos, Norma e institución jurídica maya. Guatemala, Universidad de San Carlos, 1953.
En cuanto relaciones de fundamento en ese sentido, en general, José Miranda, Las ideas y las
instituciones políticas mexicanas. Primera parte 1521-1820. México, UNAM, Instituto de
Derecho Comparado, 1952.
3 En oposición a esas prácticas coercitivas y de maltratos de dominación, parte de la hegemonía colonialista española, se generarían diversos motines y levantamientos indígenas, susci-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
169
Modelo del que se deriva el acendrado racismo característico, hasta la actualidad en la sociedad guatemalteca, de parte de los mixturados con español sobre todo, y escasamente de otros orígenes europeos, hacia los indígenas.
Ideológicamente fantaseado como justificante de la extendida pretensión
de aquellos en querer ignorar sus ancestros, indeleblemente configurados, de
éstos.
Como efecto, por supuesto ignorado por ellos junto a tantas otras cosas, del
peso ideológico reminiscente que cargan sobre sus espaldas, en la proyección
que cobran del orden de ideas las de Juan Ginés de Sepúlveda4 respecto a las
indignantes invocatorias jurídicas suyas entabladas, nugatorias de justicia y
derechos, para los a través de ellas y de otras vueltos desvalidos de posibilidades de alcances de apego a las de sus contrapartes, favorables, como las de Las
Casas,5 que con su denodada defensa pasó a traer a los negros, desfavoreciéndolos por completo.
El capitán general, don Pedro de Alvarado, nombre familiar más frecuente
con el que se le ha conocido en Guatemala, desde el principio, a su llegada
como conquistador, dio muestras de su capacidad reiterada de poder extremar
al máximo las variantes lesivas de homologar el carácter de conquistar haciéndolo equivalente con llevarlo a cabo a sangre y fuego. No obstante, un retrato
tados de manera orgánica. A ese respecto resultan ilustrativos los estudios de: Carlos Navarrete,
“Documentos guatemaltecos. I: Un fichero sobre revoluciones, asonadas y motines en Guatemala, en el Archivo General de Centroamérica, Guatemala”, en Tlalocan, 9. México, Escuela
de Antropología e Historia, 1982, pp. 313-338; Severo Martínez Peláez, Motines de indios (la
violencia en Centroamérica y Chiapas). Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1985. (Cuadernos de la Casa Presno, 3)
4 Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios. Trad. al español y anotaciones de Marcelino Menéndez Pelayo. 2a. ed. México, FCE, 1941. Sobre las concepciones de
Ginés de Sepúlveda, Charles Gibson, España en América. Barcelona, Grijalbo, 1976, pp. 76 y
otras. Muy importante, lo referente a López y Palacios Rubios y El Requerimiento, en pp. 70
y siguientes. Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 17501900. México, FCE, 1955, pp. 83 y siguientes.
5 Fray Bartolomé de las Casas. Tratados I, II y III. México, FCE, 1965. Sobre las concepciones de Las Casas, igualmente Gibson y Gerbi en obras y páginas citadas. Marcel Batallón y
André Saint-Lu, El padre Las Casas y la defensa de los indios. Barcelona, Ariel, 1976; Mauricio
Beuchot, “Justicia y derechos humanos en Bartolomé de las Casas”, en Justicia y Paz. Revista
de Derechos Humanos, año 1, núm. 2. México, 1985; Joaquín Sánchez Macgrégor, Colón y Las
Casas. México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1991.
170
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
suyo mostrándolo cuan rubio se sabe que fuera, por lo cual los indios dieron
en llamarlo Tonathiú, que en su idioma significaría ser hijo del sol, en contraste
con los terrícolas del suelo que comenzaba a ser azolado, vendría a presidir de
modo majestuoso ornamental, en efigie reveladora de la soberbia racista enajenada y enajenante de los mixturados ladinos, mestizos, arriba aludidos, el
salón de cabildos de la municipalidad de la capital guatemalteca.
Su sello de atroz represor de los que resultaban ser sus oponentes, se puso
de manifiesto desde el principio. Tomó la plaza de la capital del reino de Quiché-Utatlán-Gumarcaaj, en realidad sin que se le presentara batalla, sobre la
base de un supuesto convencimiento mediante lo que ahora se denominaría
diálogo. Del cual hubieran parecido confiarse los reyes maya quichés OxibQueh y Beleheb-Tzy, de tanta oferta de bondades ofrecidas, pretendidamente
civilizatorias, que entrañaba la expedición conquistadora. Terminado lo cual,
el capitán general dispuso su captura al tiempo de ordenar que se les prendiera fuego.6 De ese modo, Alvarado repetía, de manera semejante, la decisión y
práctica adoptadas por él con la matanza que consumara en Tenochtitlan, capital del imperio mexica, mexicano.
Independientemente de discutir si aquel pudiera ser el momento histórico
reinicial de Guatemala, como concepto propio válido admisible, por lo que hace
al ingrediente español que la conformaría como tal pretendiendo, sin poderlo
por supuesto, tener a menos por antecedente el primigenio vital indígena Maya
generador —sólo muy posteriormente, contemporáneo por excelencia, denominado prehispánico—, puede decirse, sin lugar a dudas, que fue realmente con
motivo de la colonización española, y junto a ella, cuando y con lo que dio
inicio, sin extremar consideraciones, la violación de los derechos humanos,
precisamente en Guatemala.
Tomando en consideración los trasfondos subyacentes al discurso justificador de la Conquista y colonización. Invertido en cuanto a objetivos y prédica, que aparentaba atribuirle a los sujetos participantes y su actividad en dichas
empresas. En abstracto y en general, como benefactores en tanto sus objetivos
a cumplir, convirtiéndolos con ello por lo mismo y lo demás, en agentes traslativos de inmoralidad, simuladora de bondad aparente. Consentida lo mismo
en lo terrenal como en lo espiritual por los poderes máximos existentes, teni6
J. Daniel Contreras R., Breve historia de Guatemala. 2a. ed. Guatemala, Centro Editorial
José de Pineda Ibarra / Ministerio de Educación Pública, 1961, pp. 34-35.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
171
dos por superiores, con crédito de irrefutables. Los comportamientos del invasor y ocupante forzado impuestos, en concepción y acción, vueltos concretos
en la práctica, se resolvieron y consumaron en dominio y predominio violentos desenfrenados, al amparo de la hegemonía adquirida, atentatorios de la
integridad humana antes tenida como respetablemente posible.
El Repartimiento y la Encomienda7 fueron instituciones de lo más significativo en cuanto violaciones a modos y formas de vida y libre disponibilidad
de escogencia y decisión respecto a relaciones familiares, de trabajo y movilidad. Convertidas, por lo mismo, en procesos, tiempos y ritmos de obligatoriedad forzosa. Sistemas impuestos, conducentes a la vez de manera igualmente
forzada, a la ruptura, alteración y sesgos de las prácticas y costumbres antes
históricamente autoestablecidas en lo económico, social y político.
Junto, y en relación con ello, se impuso y generalizó la esclavitud de indios,
de tal manera brutal que Guatemala alcanzaría a ser, en el continente, en donde
mayor precio adquirieron los hierros de marca de los esclavos.
Paralela a las instituciones del Repartimiento de tierras e indios, de la Encomienda y la Esclavitud, funcionó la no menos lesiva a la integridad humana, tratándose de la Inquisición. Instrumento, por igual, propiciado y sostenido con fines represivos políticos y de supuesto convencimiento de fe, a base
de terror y tormento, por el Estado, la Corona, y sus representaciones civil y
militar, y la Iglesia. Y quien sostuviera, que con ánimo de justificación y tolerancia, que a dicha institución debiera tenérsela como uno de los males de la
época, y que además operó por igual en muchas otras latitudes, por lo que hay
que saberla justificar dado que sus propósitos estaban fundados en razones de
orden espiritual, tenidos por tales entonces, mi respuesta se encaminaría por
el lado de que, en todo caso, sus postulados resultaban ya en ese entonces
contrarios a la ética, inmorales por lo tanto, conforme a criterios opuestos circulantes en otras partes del mundo en la época, y en círculos evolucionados en
términos civilizatorios de la misma España.
7
Silvio Zavala, Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala.
México, El Colegio de México, Centro de Estudios Sociales, 1945. (Jornadas, 36) Existe una
edición guatemalteca del libro, por la Editorial del Ministerio de Educación Pública. Silvio
Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva España, tt. I y II. México, El Colegio de
México / El Colegio Nacional. México, 1984 y 1985, respectivamente. T. I: 1521-1550, pp. 28,
99, 137, 145, 166 y otras. T. II: 1550-1575, pp. 28, 31, 73, 116, 137, 143 y otras.
172
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Por lo demás, con respecto a Guatemala existen casos y situaciones particulares específicas, documentadas, referentes de persecuciones, procesos,
penalizaciones, torturas y sacrificios de vidas, en el marco de la Inquisición.
Como los emprendidos en contra de algunas consideradas brujas, encarnación
de prácticas de maleficios. Entre otras, una de Escuintla, al sur del país.8
Si se ve con suficiente detenimiento el concepto de respeto por la persona
humana que en el fondo se tenía del lado de los colonizadores españoles, de sus
descendientes, los criollos, y aún de los mixturados ladinos, no estaría de más
tener en cuenta una de las ceremonias que eran práctica en el medio universitario, entre los festejos de culminación de los estudios, después de sustentar el
examen profesional correspondiente. Tratándose de un honroso lanzamiento
de improperios que en la vía pública se le proferían a quien recibía su título.
Ceremonial que en su nombre llevaba la fama: el Vejamen.
Infamante práctica vuelta costumbre de elite, que pasó a serlo también, como
continuidad lamentable, durante los inicios de la vida republicana. Cancelada
después, curiosamente, con la instauración y continuidad de las dictaduras.
Aunque no menos curioso, por lo paradójico del momento y sentido de producirse la que con el correr de los años y las circunstancias, sería una práctica
parecida, sólo que más cruel por violenta e irrespetuosa. La cual se daría ya no
a la terminación de la carrera, con la obtención del título, sino en contra de los
estudiantes de nuevo ingreso universitario. Absurda modalidad de supuesta
bienvenida, a la que se le asignó el nombre de bautizo. Algo como a lo que en
otros países se le llamara novatadas.
Práctica degradante, que tendría por escenario la Universidad de San Carlos, la universidad pública, continuidad diversas veces interrumpida, heredera de la de la Colonia, todavía única existente durante el proceso democrático
8
De relatos reunidos de expedientes de la Inquisición por don J. Joaquín Pardo, en el Boletín del entonces todavía Archivo Nacional de Guatemala. Sobre las acciones represivas de la
Inquisición y las constantes violaciones a la integridad física, humana, cometidas: Ernesto
Chinchilla Aguilar, La Inquisición en Guatemala. Publicaciones del Instituto de Antropología
e Historia de Guatemala / Editorial del Ministerio de Educación Pública, año MCMLIII. (“La
obra tiene un origen y finalidad eminentemente académicos”. Presentada para alcanzar el título de Historiador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, y el grado de
Maestro en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Investigación llevada a
cabo con documentación del Archivo General de la Nación [México], bajo la conducción y asesoría de Silvio Zavala y José Miranda.)
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
173
revolucionario del país, coincidente con ser éste el de fomentar y hacer cumplir el respeto a los derechos humanos, como principio fundamental. Mientras
en el ámbito universitario estudiantil se impulsaba una forma de irrespeto a esos
derechos, con la aplicación de tales procedimientos bautismales. Funesta práctica sólo cancelada cuando se produjo una modificación de la conciencia social universitaria, al generalizarse la represión contrarrevolucionaria en el país.
Cuando ésta estableciera, precisamente en ese medio universitario, uno de sus
puntos fijos de ataque.
Aquellos inicios bautismales habían tenido origen como parte del jolgorio
que de distintos modos se manifestaba por el derrocamiento de las dictaduras
de los generales Ubico (1931-1944) y Ponce Váidez (1944), reproducciones de
la de Cabrera (1898-1920); los tres, hostigadores y aún más, agresores de la
universidad. No obstante, de nuevo tiempo, circunstancias y sentido hicieron
variar el significado de los contenidos expresados a través de los bautizos iniciales. Después pasaron a convertirse en arma de grupos de los que formaban
parte activa diversos afiliados a la contrarrevolución, desde sus preparativos.
Incorporados luego al gobierno del invasor Castillo Armas (1954-1957), y
demás que le siguieron. En los que actuaron como importantes funcionarios de
alto nivel, aferrados a la práctica violatoria contumaz de los derechos humanos, ya entonces a nivel nacional. Algunos de ellos, inclusive, desde el ministerio de Gobernación y de distintos cuerpos represivos. Con innumerables
torturas y asesinatos bajo su responsabilidad.9
9
Un registro documentado de parte de las evidencias reunidas de violaciones cometidas a
los derechos humanos y la integridad de las personas, consumados con la muerte de las víctimas de las torturas infligidas: La violencia en Guatemala. México, Fondo de Cultura Popular,
1969. Material reunido por el psicólogo Leonel Roldán, más tarde torturado y asesinado, para
el Comité de Defensa de los Derechos Humanos (Guatemala). Publicación que recoge lo anteriormente dado a conocer en El terror en Guatemala, que abarcaba lo correspondiente al año
1967, y en Sigue el terror en Guatemala, relativo a los 10 primeros meses de 1968. Con posterioridad, el Comité Pro Justicia y Paz, en su publicación Justicia y Paz. Situación de los Derechos Humanos en Guatemala (años y/o meses correspondientes, respectivamente) daría a conocer el “Informe sobre la situación de los derechos humanos en Guatemala presentado ante (en
sucesivos periodos de sesiones de la) Asamblea de la Comisión de Derechos Humanos de la
Organización de Naciones Unidas... Ginebra, Suiza”. Además de publicar, en distintas fechas, los
acumulados que constituirían, cada vez, dicho informe. Aparte de alguno (diciembre de 1982),
realmente un libro de investigación y denuncia sobre la organización y modos de operatividad
de las fuerzas represivas militares, policiales y paramilitares y parapoliciales.
174
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Los inicios republicanos, posteriores a 1821, con tintes liberales e ideas de
la Ilustración, la que en realidad podría considerarse primera etapa del liberalismo en el país, conseguida la Independencia, por formal que la misma pudiera
ser en cuanto actuaciones y sentido significativo, fue introductora de un quiebre no sólo de la forma de manifestación sino del contenido del Estado en su
constitución.10 Sobre la base de la separación del gobierno, laico por sus características, que abarcaron la educación, y la Iglesia, cuya inmensidad de bienes
le fueron expropiados, entre la pérdida considerable, sin bien transitoria, de su
hasta antes determinante influencia, cuando no hegemonía sustentada. Lo cual,
vendría a contrapelo con la introducción de una serie de medidas y leyes
modernizadoras, naturalmente de por sí muy combatidas por los conservadores, entre las que no podían dejar de tenerse en cuenta las reivindicadoras del
tratamiento protector debido a los individuos.
Interesante al respecto, la controversia dada en torno a la concepción sostenida de un lado por quienes se manifestaban por un libre comercio absoluto, y quienes de otro lado lo consideraban necesario con algún control regulador, como debía aplicarse, por ejemplo, con el sentido de protección que
merecía otorgársele a los trabajadores guatemaltecos de fabricas de tejidos, con
limitar la libre comercialización de telas importadas de Inglaterra, llegadas a
través de Belice.
Sin dejar de advertir que, con anterioridad, como contrapartida impugnadora de las medidas libertarias positivas personales que acarrearan consigo
los procesos independentistas efectuados, entre las cuales como muy importante entre las más, podía tenerse la efectuada abolición de la esclavitud, resultado sobre todo de importantes luchas y levantamientos indígenas llevados
a cabo a lo largo de la Colonia, que los intentos de Independencia anteriores
habían dado motivo como ingrediente del sistema colonial, de parte de los
españoles, y alguna vez de criollos mismos, a persecuciones y procesos no
exentos de padecimientos carcelarios, y en ocasiones aún de sentencias de
muerte, que no siempre llegaron a cumplirse, contra los patriotas que se la
proponían.
10
Sobre el gobierno del doctor Mariano Gálvez (1831-1938): Jorge Luján Muñoz, Breve
historia contemporánea. México, FCE, 1998, pp. 130-136. (Colección Popular, 552)
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
175
El triunfo militar y político de los conservadores, a través de Carrera,11 el
dictador de los 30 años (1844-1848—1851-1865), a quien terminaron de alinear definitivamente de su lado, haciéndolo desenmascarar de la supuesta
neutralidad que al inicio de sus actuaciones ha pretendido atribuírsele ahora,
en retrospectiva histórica. No obstante que desde el principio sus actuaciones
guerreras estuvieron encaminadas, encarnando intereses campesinos, a oponerse y contrarrestar los avances modernizadores liberales de su primera época.
Lo cual, en efecto, significaría un severo sojuzgamiento contundente del pueblo guatemalteco, parejo con la negación de derechos y libertades que había
podido alcanzar.
Aunque por leyes dedicadas a la protección del ciudadano, no iba a quedar.
Así se tratara de hacerlas ficticias, inaugurando el doble sentido contrario,
característico de la legislación y legalidad guatemaltecas, que va del discurso
normativo que las contiene, y la práctica de su administración. Una Asamblea
Constituyente emitió en 1839 una Declaración de los Derechos del Estado y
sus Habitantes, que revisaba la Declaración de los Derechos y Garantías de los
Ciudadanos y Habitantes del Estado, de 1837, la cual le daría marco jurídico
e institucional ideológico a la imposición conservadora, resuelta en la dictadura
de los 30 años.
De nuevo volvieron a su poder los bienes antes expropiados a la iglesia. El
matrimonio dejó de ser una institución civil, a la que lo habían convertido las
leyes liberales, tornándolo de vuelta, reducido, al rito exclusivamente religioso. Los jueces y los tribunales volverían a pertenecer al fuero eclesiástico. La
religión católica se declaraba la oficial del Estado y el gobierno, garantizándole
su protección, aunque en lo individual podían profesarse otras religiones, siempre que se lo hiciera en privado. Claramente rezaba: “Aunque todos los hombres tienen por la naturaleza iguales derechos, su condición en la sociedad no
es la misma, lo que depende de circunstancias que no es dado nivelar a ningún
poder humano”.
11
En torno al gobierno de Rafael Carrera: J. Luján Muñoz, op. cit., pp. 149-174; Ralph Lee
Woodward, Jr., Rafael Carrera and the Emergence of the Republic of Guatemala, 1821-1871.
Atenas, Georgia, The University of Georgia Press, 630 pp.; en español, Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. Trad. de Jorge Skinner-Klée. La Antigua
Guatemala, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica / Plumsock Mesoamerican
Studies, 2002, 717 pp.
176
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Por lo cual,
[...] para fundamentar y mantener el equilibrio social, las leyes amparan al débil contra el fuerte, y por esta necesidad en todas las naciones, aún las menos
cultas, son particularmente protegidas aquellas personas que por su sexo, edad
o falta de capacidad actual, carecen de ilustración suficiente para conocer y
defender sus propios derechos,
de manera que
[...] hallándose la generalidad de los indígenas en este último caso, las leyes deben
protegerlos a fin de que se mejore su educación, de evitar que sean defraudados
de lo que les pertenece en común o en particular, y que no sean molestados en
aquellos usos y habitudes aprendidos de sus mayores, y que no sean contrarios
a las buenas costumbres.
El documento, por lo demás, ratificaba la abolición de la esclavitud, conforme a lo establecido con la Independencia, por el gobierno federal de Centro
América. Declaraba la libertad de prensa, siempre que las publicaciones se
adecuaran a las leyes determinantes de la represión correspondiente a los abusos de esa libertad. Tanto como la libertad de pensamiento, por lo que nadie
podía ser perseguido por sus opiniones, cualesquiera que fueran, mientras no
violaran ninguna ley vigente. Quedaba prohibida la tortura, y en las causas
criminales el acusado debería de ser oído en lo personal o a través de su abogado, teniendo derecho a estar bien informado de los pormenores de la acusación y del curso del proceso, contando con las garantías de testigos y pruebas
idóneas a su defensa.
Con todo, se entiende que la distinta situación creada por el régimen conservador, obligara al jurisconsulto doctor Mariano Gálvez, Presidente del Estado de Guatemala, quien introdujera el laicismo gubernamental y educativo,
y demás práctica de las disposiciones, medidas y leyes liberales ilustradas, a
tener que salir exiliado a México. En donde también lo estuvo fugazmente el
propio Carrera, mientras complotaba contra el liberalismo. El abandono del
país por parte de Gálvez había sido una de las exigencias iniciales del movimiento de Carrera. Y en cuanto al peso de la carga ideológica del conservadurismo y su actitud segregacionista, racista, implícita, no debe desconocerse que
el sobrenombre de “el indio Carrera” con el que el dictador pasó a la historia
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
177
provino de la cúpula dirigente conservadora, no de los liberales como suele
creerse, de cuando los integrantes de aquélla no conseguían aún de él su completo alineamiento.
Del final del dictador Carrera y las sucesiones gubernamentales inmediatas
que se produjeron de conservadores, medio conservadores y liberales a medias
a liberales, no tendría mayor sentido escribir aquí, de no ser por lo que ilustra
sobre barbarie guatemalteca, cima o sima de luchas políticas, en tanto cuestión
relacionada con el respeto posible a la vida humana, o respeto a los muertos
siquiera por una parte, y a una confrontación esgrimida en contra de la supuesta
legalidad protectora de derechos humanos o ciudadanos, devenida de aquella
dictadura por otra parte.
De un ataque del general Serapio Cruz, liberal no plenamente definido en
cuanto al anticlericalismo, muy caro a esa posición, sin duda por razones políticas tácticas y aun estratégicas, contra las fuerzas del mariscal Vicente Cerna,
gobernante continuador del conservadurismo de Carrera, aquel resultó derrotado y muerto en combate por otro general, Antonio Solares. Con el resultado
de que el cadáver de don Serapio fue disgregado de cuerpo y cabeza, siendo
remitida ésta a la capital, hervida en aceite, para su exhibición pública.
Miguel García Granados,12 quien sería dirigente máximo de la Revolución
Liberal, junto a Justo Rufino Barrios, y presidente de Guatemala al triunfo de
la misma (1871-1873), acusaba a la que calificaba de tiranía de Cerna, que como
tal no podía ser menor que la de Carrera que la había engendrado y la continuaba. Pidiendo apoyo popular que contribuyera a “reivindicar mis derechos, y
combatir una administración que oprime a los pueblos y viola diariamente las
garantías más sagradas del hombre”. Con lo cual, al menos denunciaba “los
abusos, demasías y crueldades del sistema dictatorial que nos rige”.
La Revolución de Reforma Liberal (1871) corresponde, en realidad propiamente, a la segunda etapa liberal en el gobierno de Guatemala, y primera en el
poder, llegando a ser, por consiguiente, una implantación de liberalismo, naturalmente de mayor profundidad que la primera. Lo cual condujo a llevar a
cabo un desarrollo transformador de suma importancia, consistente en intro-
12
Que reconocía en sus memorias haber leído a Voltaire, Rousseau y Holbach, identificándose con un grupo de jóvenes guatemaltecos que bien podían considerarse en parte volterianos.
Memorias del general Miguel García Granados. 2a. ed. Guatemala, 1952, p. 17.
178
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ducir el capitalismo al país.13 Revolución que sólo un manido, mal interpretado supuesto marxismo ha pretendido, de modo abierto a veces, encubierto
otras, que debió haber sido próxima al socialismo. Favorecedora de la tenencia de la tierra en lo rural, a los campesinos, y en lo urbano a los obreros, aún
inexistentes como clase en el país.
La misma, legalmente restableció, de modo efectivo, la libertad de expresión y prensa, sin previa censura eclesiástica que anteriormente se había impuesto. Igual, la libertad religiosa y de cultos o de conciencia, en procura de
abolir el sistema religioso oficial católico. La vuelta a la educación estatal laica
y la reforma educativa. Con vistas a minar el poder de la iglesia, se ordenó la
expulsión de los jesuitas, primero de Quezaltenango, la entidad poblacional y
administrativa más importante después de la capital, y luego del resto del país.
También, del mismo Departamento se expulsó a las monjas Belemitas.
Después, del país al arzobispo y a un obispo. Teniendo en cuenta lo improductivo de los bienes propiedad de la Iglesia, considerados manos muertas, se
ordenó su nacionalización, con carácter de desamortización. Pasando, tanto los
propios, como los que mantenía en usufructo, a servicio de la Instrucción Pública. Los conventos fueron convertidos en escuelas de educación pública, y
sus bibliotecas pasaron a la Universidad. Se suprimió el diezmo, que el liberalismo de la primera etapa había tenido que restablecer, ante la crisis económica existente. Se le prohibió a la iglesia constituirse en propietaria de bienes.
Se restableció el matrimonio civil obligatorio, institucionalizándose también
el divorcio. Se creó el Banco Agrícola Hipotecario. Se favoreció la llegada al
país, primero a la capital y luego a Quezaltenango, de misioneros protestantes
13 Al
respecto: Jorge Mario García Laguardia, La reforma liberal en Guatemala. Vida política y orden constitucional. 2a. ed. México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1980.
La primera fue coedición con la Editorial Universitaria de Guatemala y la Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, 1972. Alfredo Guerra Borges, “Realizaciones económicas del gobierno de Justo Rufino Barrios”, en Alero, suplemento 5.1. Guatemala, Universidad de San
Carlos, pp. 29-41; J. Luján Muñoz, op. cit., pp. 175-202; Paul Burguess, Justo Rufino Barrios.
Una biografía. Trad., documentación y nota liminar de Francis Gall. Sociedad de Geografía e
Historia de Guatemala, 1971. Con título que omite: Una biografía existe otra edición, de 1972,
con versión al español de Ricardo Letona-Estrada. Costa Rica, Editorial de Guatemala / Editorial Universitaria Centroamericana. El original, debido al autor: Paul Burguess, Justo Rufino
Barrios – A Biography. Philadelphia, Dorrance and Company, 1926.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
179
presbiterianos. Como resultado del laicismo restaurado, se restituyó la separación entre la Iglesia y el Estado, de modo más tajante y definido.
Consecuencia de las medidas adoptadas para extender e intensificar la producción cafetalera, el gobierno revolucionario liberal, ya con el sello de radicalización que venía imprimiéndole el abogado y general Justo Rufino Barrios,
decidió ordenarle a los gobiernos departamentales que los pueblos indígenas
le proporcionaran a los dueños de fincas o haciendas el número de mozos o
peones que fuera necesario, el que podría variar conforme a la importancia de la
empresa entre 50 o 100. Lo cual, por lo visto, constituía la implantación de
innovadas formas de trabajo forzado, con modalidad salarial complementaria.
Organizado, inclusive, con relevos bisemanales de ese tipo de trabajadores.
Regulado por ordenamientos sólo aparentemente favorables para éstos, pues
si bien se exigía que el pago les fuera extendido por anticipado, no obstante a
la autoridad se le encomendaba organizar los repartos de aquellos, quedando la
misma a cargo de mantener el cuidado de que eso se cumpliera, además de
imponer los castigos debidos a quienes evadieran dicho modo de trabajo, o no
lo llevaran a cabo a satisfacción del empleador. Todo, encubierto con el discurso oficial de tratarse de mejorar las condiciones de los indios, instalados en “la
miseria y la abyección”, a través de crearles supuestas necesidades que sólo
podrían superar relacionándose con los ladinos, mismos que yo llamo mixturados.
Sencillo o complejo procedimiento, según se lo vea, de favorecer la explotación y dependencia organizadas de unos, subalternos, los trabajadores, y la
reproducción de capital y de dominio y predominio económico, social y político de los propietarios y empresarios. Lo cual se facilitó, más todavía, con el
sistema de supresión de las tierras comunales y el reparto de tierras, muchas
de las expropiadas a la Iglesia, simplemente trasladadas, otras vendidas a precios bajos, de las pertenecientes al Estado, o baldías, otorgadas en propiedad
individual, base de la formación de grandes terratenientes.
Sobre todo entre la cúpula liberal y allegados suyos, en recompensa, y quienes habían contribuido económicamente a la campaña revolucionaria de Reforma, en retribución compensatoria. Bajo la relación reguladora de leyes siempre favorables a los propietarios y empresarios, sin que sus títulos puedan
llamar a engaño, como el del decreto: Reglamento de Jornaleros. Y el de disposiciones que, por lo demás, casi nunca se cumplían. Tal, la que ordenaba
como supuesta obligación, que los propietarios y empresarios deberían de
180
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
establecer una escuela de enseñanza primaria en donde hubiera más de 10 familias, a la cual asistirían diariamente los niños, y los trabajadores en turnos
nocturnos o dominicales.
A la vez, la repartición abarcó bienes, de la misma procedencia, en áreas
urbanas del país, para beneficiarios también del orden arriba señalado, y por
igual concepto, favoreciendo la creación, o consolidación en su caso por incremento, de casatenientes rentistas.
El detalle ordenador del gobierno liberal reformista serviría de base, a manera de modelo conformador, de lo que en el camino vendrían a ser las dictaduras y las que parecieran no haberlo sido, de igual corte liberal, cuya continuidad demostraría tratarse de un sucesivo empobrecimiento tergiversador en
cuanto a derechos y libertades, más que nada formales por lo que se vería
conforme a su preceptiva y consiguiente aplicación práctica, del mismo sistema y concepción liberales. En relación con lo cual, la introducción y mantenimiento de dichas relaciones de producción y de trabajo en la situación de
dependencia a la que se convertirían, las conduciría a endurecer el contenido
y forma de manifestación económica, social y política adversos en lo atingente
a la preservación de los derechos humanos. Sobresalientes por su brutalidad,
sobre todo con las dictaduras de Estrada Cabrera, Ubico y la que lo continuó
de Ponce Váidez, en realidad un ubiquismo sin Ubico, no obstante mellada por
las concesiones a cuyas demandas tuvo que rendirse frente a las luchas populares, que terminarían por derrotarla.
Siempre, durante la continuidad anotada, manteniéndose con alarde el discurso liberal como simulación ideológica recurrente, negado en la práctica a
través del pragmatismo, por lo mismo inmediatista no menos recurrente, tendiente a prolongar, efectivamente sin límite previsible, la conservación y mantenimiento del poder autoritario unipersonal, pasando sobre cualquier cosa,
costare lo que costare, así fuera la dignidad y vida mismas de los demás, los
gobernados, tal su hábito y costumbre vueltos cotidianidad.
La de Estrada Cabrera fue la dictadura de los 22 años (1898-1920, vale
repetir). Estado policiaco represivo establecido, por excelencia. La delación
como sistema, su apoyo decisivo. La degradación social, su característica. El
incremento de la desigualdad en la población, a extremos calamitosos para los
desfavorecidos, entre sus resultados. Hablar de derechos humanos, una ironía.
Trivialización de la vida humana, resuelta con total irrespeto, hasta su desprecio. Inseguridad absoluta, persecuciones, sufrimientos, torturas, muerte, gene-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
181
ralizadas. Atentados y levantamientos en su contra, intentaron ser respuesta a
sus procedimientos y estilo de gobernar. Sus autores, víctimas de infames
maltratos previos a ser sacrificados con el fusilamiento, si es que no sucumbían
durante los procesos de tortura.
Hasta su derrocamiento, producto de la impronta de un levantamiento armado
que encabezaran miembros de la burguesía aristocratizante conservadora, desplazada de toda posibilidad de control del gobierno y el Estado. Vuelto popular
porque, además de obtener el apoyo de propietarios de talleres artesanales, de
empresarios de las que pudieran considerarse entonces industrias propiamente,
de la mayoría de la clase media, destacando de ella estudiantes universitarios,
contó con la participación directa en las barricadas de artesanos, de quienes
pudieran tenerse ya por obreros, diferenciados de aquellos, por el común de gente
de la clase media misma, y aún de sectores lumpen, muy extendidos.
Movimiento, expresión resultante de la contrapartida política coyuntural
organizada contra el régimen en ámbitos del Partido Unionista, el cual haría
gobierno sustitutivo del de Estrada Cabrera, si bien con orientaciones democratizantes, en torno a un liberal. Carlos Herrera (1920-1921), prominente miembro de la burguesía agrícola desarrollada.
Estrada Cabrera había sido el regulador legal de las concesiones que se le
otorgaron a las empresas estadounidenses, como la United Fruit Company, con
duración de 99 años, prorrogables. Sobre la barbarie y brutalidad de su dictadura se escribieron libros excelentes, muy estimables para la cultura guatemalteca, y en un caso, universal. ¡Ecce Pericles!,14 de Rafael Arévalo Martínez, que
recoge buena parte de las memorias del dirigente obrero de la época, Silverio
Ortiz. El autócrata,15 de Carlos Wyld Ospina. El señor presidente,16 del Premio Nobel Miguel Ángel Asturias.
El gobierno que, en posición contraria, siguió al de Cabrera, fue el Unionista
aludido. Democratizante, al influjo de los resultados de la Primera Guerra
Mundial. Perceptible cambio respecto al de aquella dictadura. Sin embargo, no
todo fue color de rosa, ya que se establecieron restricciones a la libertad de
14
Rafael Arévalo Martínez, ¡Ecce Pericles! Guatemala, Tipografía Nacional, 1945.
15 Carlos Wyld Ospina, El autócrata: ensayo político-social. Guatemala, Tipografía Sánchez
y de Guise, 1929.
16 Miguel Ángel Asturias, El señor presidente. México, Bartolomé Costa-Amic, 1945.
Múltiples ediciones de Editorial Losada, Buenos Aires. Traducida a diversos idiomas.
182
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
pensamiento, opinión y prensa, y se cometieron vejámenes contra periodistas.
Las relaciones de producción mantuvieron su continuidad y las del trabajo
conservaron su situación coactiva. Derrocado Herrera, al oponerse a conceder
una línea extensiva de la International Railways Company, subsidiaria de la
United Fruit Company, a El Salvador, volvieron los liberales al gobierno. Y, con
ello, volvería a intensificarse la vulneración del respeto a los derechos humanos.
No tanto, sin embargo, como a partir de la llegada de Jorge Ubico al gobierno. El de la dictadura de los 14 años (1931-1944, cabe repetir). Éste había sido
de los defensores estrechos, fatigados por la lucha, junto a Estrada Cabrera, en
su residencia. Impuesto, a través de elecciones, por el embajador estadounidense, irónicamente de apellidos White House. El tratamiento a los indios peor, si
cabía, conforme a la norma del liberalismo constantemente más sesgado. Las
persecuciones a los tenidos por opositores, permanentes. Los vejámenes y
tormentos por tortura, a la orden del día. Fusilamientos, continuación de las
torturas. Así acabó inclusive con estrechos amigos y compañeros suyos que
habían apoyado su candidatura, cuando se opusieron a su primera reelección.
Así fusiló a los comunistas, activistas sociales y dirigentes obreros. Y a quienes no, los mantuvo en prisión durante los 14 años de su dictadura. Con la Ley
contra la Vagancia y la de Ornato, a quienes no tenían trabajo y los que por falta
de fondos estaban impedidos de la compra del boleto correspondiente, respectivamente, se los obligaba al resarcimiento de las penas a las que por ello se
hacían acreedores, desquitándolas con trabajo forzado, en tareas agrícolas para
los terratenientes o en la construcción y mantenimiento de carreteras, en distintas zonas y regiones del país. Libertad de expresión del pensamiento y de
prensa, inexistentes. Prohibición absoluta a la llegada de artistas y espectáculos, por considerar que se llevaban el dinero del país.
Sobre esa dictadura, también se escribieron libros: Ombres contra hombres,17 de Efraín de los Ríos. El dictador y yo,18 de Carlos Samayoa Chinchilla. Y otros importantes.19
17 Efraín de los Ríos, Ombres contra hombres. 3a. ed. Guatemala, Tipografía Nacional, 1969.
2 tt.
18 Carlos Samayoa Aguilar, El dictador y yo. Relato verídico sobre la vida del general Ubico.
Guatemala, Imprenta Iberia, 1960.
19 Rafael Arévalo Martínez, Ubico. Guatemala, Tipografía Nacional, 1984; Óscar de León
Aragón, Caída de un régimen. Jorge Ubico-Federico Ponce. 20 de octubre de 1944. Guatemala,
Flacso, 1995; Paul Jaime Dosal y Óscar Peláez Almengor, Jorge Ubico. Dictadura, economía
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
183
Derrocado por un movimiento popular, a cuyo centro y dirección estuvieron los estudiantes universitarios y los maestros de educación primaria y media, mismo que lo llevó a renunciar, Ubico se hizo suceder por una junta de
generales, de la que resultó presidente, nuevo dictador, Ponce Váidez. No sin
que antes se produjeran a manos del ejército, de una manifestación de protesta contra aquél, además de alrededor de 200 entre heridos y lesionados, varios
muertos. Entre estos, la maestra María Chinchilla, que pasó históricamente a
ser una mártir de la lucha antidictatorial ubiquista.20
Éste fue de corta duración. Solamente 18 meses, ante el embate popular.
Aferrado a querer mantener las cosas como lo hiciera Ubico, el desarrollo
organizativo popular en las ciudades y el campo lo obligó a ceder en concesiones de aceptación y registro de aquel. Contra la corriente, no obstante, impuso restricciones y censura a la libre difusión de las ideas y el pensamiento y a
su difusión a través de los medios, algunos de los cuales se generaron precisamente al calor del cambio presidencial. Resurgió y creció el movimiento obrero
y sindical, cancelados desde los inicios de Ubico, quien en decreto extremo
prohibiera el uso del término obrero. Se cometieron atentados y asesinatos
oficiales contra opositores, o considerados tales. Como el de un diputado, director del principal diario escrito, por criticar la irrupción armada del ejército
al Congreso de la República para proteger al nuevo dictador en su toma de
posesión. Con todo, sin embargo, fueron organizándose partidos políticos21
de oposición, incluido uno de orientación democrática transformadora: el Frente Popular Libertador, con su periódico El Libertador.22
y “La tacita de Plata”. Guatemala, Centro de Estudios Urbanos y Regionales, Universidad de
San Carlos, 1996. Existe, también, una edición de 2002.
20 Guadalupe Rodríguez de Ita, La participación política en la primavera guatemalteca. Una
aproximación a la historia de los partidos durante el periodo 1944-1954. Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de México / Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, p. 50. Datos recogidos conforme a decodificación de telegrama de Embamex Guat. a SRE, Guatemala, 26
de junio de 1944: en AHDREM (Archivo Histórico Diplomático de Relaciones Exteriores de
México), Exp. III-708-1 (I).
21 Al respecto, la más completa información y análisis, en G. Rodríguez de Ita, op. cit.
22 Ver: Alfonso Baauer Paiz, Memorias. Historia no oficial de Guatemala. Guatemala,
Rusticagtio Ediciones, 1996, p. 73; Manuel Galich, Del pánico al ataque. Guatemala, Editorial
Universitaria, 1977; el libro está constituido por artículos sobre la lucha contra las dictaduras
de Ubico y Ponce, que en principio se publicaron en el naciente periódico El Libertador.
184
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Hasta que un amplio movimiento popular armado dio por tierra con dicha
dictadura (1944), no por breve menos ruda. Con la instalación de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, se puso especial cuidado en abrirle paso a las
posibilidades de un desarrollo democrático del país.
Lo primero fue derogar cuantas leyes permitieran formas, cualesquiera fueran, de trabajo forzado. Comenzaron a concederse autonomías, como las de las
municipalidades y de la universidad. Se convocó a elecciones libres para la
integración de un congreso legislativo y una asamblea constituyente. Se desmilitarizaron los institutos y escuelas de enseñanza media superior para bachilleres y maestros.
Se legalizó el libre funcionamiento de partidos políticos, de asociaciones de
oficios y profesiones, y de sindicatos. Se reguló la libre emisión del pensamiento, haciéndola un hecho real, efectivo. Se comenzó la apertura de caminos a las
posibilidades de desarrollo de la educación y la cultura, suprimiendo las trabas y obstáculos con los que se las había entorpecido.
La nueva Constitución, aparte de regular las garantías individuales, estableció un capítulo de garantías sociales. Consideraba el trabajo como derecho del
individuo y obligación social. El capital y el trabajo fueron reconocidos como
factores de la producción, y el Estado como protector de ambos. El Estado se
comprometía a usar de todos sus recursos para proveerle al trabajador una ocupación que le permitiera una existencia digna, a la vez de regular las relaciones entre los trabajadores y los patronos, de acuerdo con las circunstancias
sociales del país. Abarcando a los trabajadores del campo, hasta antes desconocidos por la ley. Se preveían medidas de asistencia y previsión social para
los trabajadores.
Con el gobierno de Juan José Arévalo, filósofo y pedagogo, se promulgó el
Código del Trabajo y la Ley de Seguridad Social. Se modificaron los planes de
estudio de los distintos niveles educativos, regulándolos en el marco de la
escuela con funcionamiento democrático. La cultura tuvo amplio desarrollo.
Igual la universidad, en su nuevo ambiente autónomo y democrático, elevando sus niveles de enseñanza. Se fundó y puso en funcionamiento la facultad
de humanidades. Con el gobierno del coronel Jacobo Arbenz se emitió la Ley de
Reforma Agraria, para dotar de parcelas a los trabajadores campesinos pobres.
Para lo cual hubo de expropiarse las tierras que permanecían no cultivadas. Por
lo mismo, se expropió al mayor terrateniente del país, que retenía en su poder
grandes extensiones en esa situación: la United Fruit Company.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
185
Contra todo lo cual, se produjo la invasión del país por un ejército mercenario, al mando de un coronel Castillo Armas, financiado por el gobierno de
Estados Unidos, durante la administración Eisenhower, a través de la United
Fruit Company misma.23 Documentada en libro por el propio gerente de la
empresa en el momento,24 ratificada ahora por los documentos desclasificados
del Departamento de Estado y la CIA. La primera medida del gobierno invasor fue la devolución de tierras a la varias veces citada compañía, y a los demás terratenientes afectados. Sucedió, hace exactamente 50 años atrás: 1954.25
Para lo que aquí concentra mi atención debo enfatizar que con la tergiversación del sentido de protección de los derechos humanos que comportaba la
diversidad de medidas arriba aludidas, puestas en práctica por la revolución
democrática guatemalteca, se da paso en nombre del anticomunismo, que fue
la enseña de la contrarrevolución, a que se conculcaran en serie encadenada,
hasta nuestros días, ese orden de derechos.
La entrada del ejército mercenario de Castillo Armas (1954) implicó fusilamientos igualmente en serie “a los hombres del pueblo”, fronterizo con
Honduras, por donde pasaban. En Izabal, costa norte del país, también colindante con Honduras, igual que hicieran los conservadores con la cabeza del
general Serapio Cruz, la del diputado revolucionario por ese Departamento,
Alarik Benet, le fue enviada a su madre por los de la “Liberación”, también
irónico nombre conferido al movimiento y ejército invasores. Después de que
como parte de las torturas a las que fuera sometido: le desollaran las plantas
de los pies, parándolo sobre sal. Ya en la capital y otras latitudes del país, se
persiguió, capturó, encarceló, torturó y liquidó a muchos, considerados comunistas, sobre todo los que habían sido beneficiados con la reforma agraria.
Junto con derogarse la ley de reforma agraria, se hizo lo mismo con el código del trabajo, haciendo elaborar uno distinto, ya no protector de los derechos e intereses de los trabajadores, sino de los patronos. Se modificaron las
leyes de seguridad social, restringiéndolas. En cuanto nulificación de derechos
23 Ver: Gregorio Selser,
El guatemalazo. La primera guerra sucia. Buenos Aires, Ediciones
Iguazú, 1961.
24 Tomas McCann, Una empresa norteamericana. La tragedia de la United Fruit. Barcelona, Grijalbo, 1978.
25 José Luis Balcárcel, “Guatemala: democracia y dictadura. (Reflexiones críticas.) Primera parte”, en Cuadernos Americanos, 1. México, enero-febrero, 1983, pp. 23-58.
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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
humanos, si entre los mismos cupiera sustentar el de respeto a la dignidad, ya
no individual, sino social, colectiva, que pudiera alcanzar la nacional en cuanto
soberanía, no puede dejar de anotarse que el nuevo congreso legislativo, nombrado, aprobó leyes elaboradas en los propios Estados Unidos, redactadas en
inglés, sin siquiera traducirlas antes al español. Como el código del petróleo,
sustitutivo de la Ley de Hidrocarburos, aprobada durante el gobierno de
Arévalo, que le otorgaba prioridad a los intereses nacionales. Volvió a declararse a la religión católica, oficial del Estado. Y al Cristo de Esquipulas se le
declaró y nombró “Comandante en jefe de la Liberación”.
De la contrarrevolución siguió habiendo gobiernos militares y civiles. Importa destacar el del general Idígoras Fuentes (1958-1963), el que mandó
ametrallar a los pescadores mexicanos, que lo hacían en aguas internacionales,
para tender una cortina de humo distractora de serios problemas nacionales que
ocurrían. Y ante la condena y ruptura de relaciones de México, ordenó quemar,
en el Campo de Marte, todos los discos de música mexicana, propiedad de las
distintas radioemisoras del país.
Gobierno corrupto, tanto como el de Castillo Armas (1954-1957), con el que
quería igualarse en lo que pudiera, después de que ambos (éste y aquél, nefastos
personajes) habían establecido y firmado un convenio para encabezar, juntos,
la invasión, y éste mismo, en madruguete clásico entre bandoleros, marginara
al del crimen de los camaroneros. Gobierno represor, igual. Adicto violador de
los derechos humanos, reprimió, encarceló, torturó y desapareció a muchos.
Canceló las posibilidades de hacer política, al impedir el funcionamiento de
partidos políticos, habiendo hecho asesinar, con anterioridad, a cuanto dirigente
democrático pudo cazar. Obligó a la necesidad de recurrir a la lucha armada,
que se hizo orgánica, después de un levantamiento militar fracasado, en protesta por la concesión de territorio nacional para el establecimiento de bases
militares, bajo tutela estadounidense, en donde se preparó y adiestró a los efectivos de la invasión a Playa Girón, en Cuba.
Civil fue el gobierno del abogado Julio Cesar Méndez Montenegro (19581963), tiempo después embajador en México, que pactó con los militares, en
documento dado a la publicidad por su vicepresidente, el periodista Clemente
Marroquín Rojas,26 para que fueran ellos los que ejercieran el control del país.
26 Ver:
J. L. Balcárcel, “Crítica de la situación crítica de Guatemala”, en Cuadernos Americanos, 1. México, enero- febrero, 1971, pp. 7-44.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
187
Sobre la base de reprimir a todos los que se les considerara comunistas, apoyo
de la lucha armada. Se capturó, encarceló, torturó y asesinó masivamente. 27
Ése y los gobiernos que le siguieron, se establecieron como contrainsurgentes, al amparo de la Doctrina de Seguridad Nacional. Su función y objetivo,
erradicar la lucha armada. Para lo cual había que cortar de tajo sus apoyos
supuestos de sustentación. Se incrementó y generalizó la represión. Se entiende
que eso implicaba el desconocimiento total de los derechos humanos. La tortura y el asesinato continuaron en aumento, de manera indiscriminada, contra
quien fuera considerado comunista o se sospechara que pudiera serlo, puesto
que, por lógica militar, constituían apoyo de la guerrilla.
Los generales, gobernantes o altos mandos del ejército, horrorizaron a
Guatemala y al mundo entero que se enteraba de sus hazañas criminales represivas. Arana Osorio (1970-1974), adquirió el sobrenombre de Chacal de Oriente, porque en esa región del país llevaba a cabo sus operativos de exterminio.
Lucas García (1978-1982), barrió con cuanta gente se le hizo posible, treinta y
tantos profesores de la Universidad pública de San Carlos fueron asesinados
y otros desaparecidos, de sus alumnos muchos más corrieron igual suerte. Ríos
Montt (1982-1983) la emprendió con el exterminio de pueblos indígenas, con
la táctica estratégica de tierra arrasada. Familias enteras asesinadas, sus viviendas incendiadas, sus animales de corral, muertos. De los 200 mil muertos a lo
largo de 36 años de guerra sucia, 100 mil son responsabilidad de Ríos Montt,
durante año y medio como jefe de Estado.28
Los gobiernos civiles, democráticos se les denomina, que siguieron a las
dictaduras militares, también tienen responsabilidad en la violación o desconocimiento de los derechos humanos. Precisamente, defensores de estos siguieron
siendo reprimidos, perseguidos muchas veces, asesinados otras. Durante el
primero de ellos, democristiano, fue asesinada la antropóloga, igualmente
defensora de los mismo, Mirna Mack. Durante el reciente de Álvaro Arzú,29 que
27 Ver
nota 9. Lo que reúne La violencia en Guatemala abarca, en parte, lo que en violaciones a los derechos humanos se produjo durante el periodo de Méndez Montenegro.
28 Basta con ver: Ricardo Falla, Masacres de la selva. Ixcá, Guatemala (1975-1983). Guatemala, Editorial Universitaria, 1982.
29 Sobre violaciones a los derechos humanos en la época suya, ver por ejemplo: Procurador
de los Derechos Humanos (doctor Jorge Mario García Laguardia). Informe anual circunstanciado del año 1995. Guatemala, Al Congreso de la República, 1956.
188
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
ahora ha ganado las elecciones para repetir como alcalde de la capital, fue asesinado el obispo Juan Gerardi Conedera, Coordinador General de la Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado. 48 horas después de haber presentado su
Informe Guatemala, nunca más (24 de abril de 1998),30 en la Catedral Metropolitana, en el que responsabilizara al ejército por el mayor número de violaciones de los derechos humanos y a la guerrilla de un número menor.
Durante el gobierno de Alfonso Portillo, que terminara sus funciones en
enero anterior, sólo en el año 2003 aparecieron asesinadas más de 300 mujeres.31 Forma de criminalidad que continúa manifestándose en el país con el
actual gobierno, empresarial, de Óscar Berger, parte de la oligarquía tradicional transitoriamente desplazada del gobierno por la nueva oligarquía formada
sobre la base de los negociados producto de la lucha armada contrainsurgente,
que para esa actividad había contado con el apoyo de aquella, sumado al de
la política estadounidense, su financiera principal, igualmente sin mayores
averiguaciones. Los asesinatos de mujeres van en aumento. En un Estado de
inseguridad absoluta, desde tiempo atrás los asesinatos por ajustes de cuentas se llevan a cabo con balaceras en los autobuses del servicio urbano de
transportes, en la capital y otros lugares de la República. Y en los finales del
gobierno de Alfonso Portillo, tratando de imponer la candidatura presidencial de Ríos Montt, contra la normatividad constitucional establecida, como
muestra de intimidación se llevó a la capital (24 y 25 de julio de 2003) a las
que fueran Patrullas de Auto Defensa Civil, fuerzas paramilitares contrainsurgentes organizadas durante el régimen del propio Ríos Montt. Sitiando las
zonas residenciales y comerciales de los sectores sociales económicamente
poderosos de la capital, así como las instalaciones de los organismos judiciales encargados de decidir dicha inscripción. A la vez de llevar a cabo persecuciones contra los grupos populares reunidos, con el resultado de un periodista muerto y la aceptación, aunque inconstitucional, del registro de Ríos
30 Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado. Guatemala, nunca más. Informe del
proyecto interdiocesano: recuperación de la memoria histórica. Versión resumida (del original
en cuatro tomos). Huehuetenango, Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala / Imprenta Diocesana, 1998.
31 Agencias Noticiosas: AFP y DPA. La Jornada. México, 11 de febrero de 2004.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
189
Montt como candidato.32 En la actualidad, la bancada de diputados del partido de Berger ha establecido alianza con la del partido de Ríos Montt, para
poner en marcha las reformas “estructurales” necesarias, fundamentalmente la que se refiere a cuestiones económicas, financieras, fiscales y hacendarias.
32
Mayores informaciones confirmatorias, Agencias Noticiosas: Reuters, DPA Y AFP, La
Jornada, México, 13 de enero de 2004.
GLOBALIZACIÓN, DESARROLLO
Y DERECHOS HUMANOS
Rolando Cordera Campos
PRESENTACIÓN
Los últimos años del siglo XX atestiguaron la irrupción de la globalización
como un proceso central del mundo posterior a la Guerra Fría. Tanto como
proceso pero sobre todo como relato de la historia presente y del futuro a construir, la globalización empezó a ser vista como la plataforma de hechos e ideas
a partir de la cual podría procederse a una reorganización de la vida pública y
privada en escala planetaria, que sería congruente con el fin del régimen bipolar
que organizó también por la vía de los hechos y de las ideas sobre el mundo de
entonces, el orden internacional de la segunda mitad del siglo.
La acelerada expansión de las finanzas a todo lo ancho del globo se apoderó de la imaginación de millones de gentes, que creyeron ver en el extenso y
portentoso boom americano el principio de una nueva era y en las bolsas de
valores una nueva fuente de bienestar compartido y hasta democrático. Por su
parte, las empresas transnacionales aceleraron su marcha global y no sólo
propiciaron la apertura definitiva del fabuloso mercado chino sino acentuaron
el perfil productivo de alcance mundial que desde décadas antes había llevado a muchos pensadores a plantear el fin de la soberanía como eje de articulación de la política y la economía internacional.
Tal vez haya sido en la cultura y la difusión y apropiación de valores e ideas,
donde más profundidad alcanzó el mencionado proceso de globalización, como
tendencia real dominante y como narrativa capaz de estimular la imaginación
colectiva y a la vez concitar las más variadas y encontradas reacciones: nacionalistas y defensivas unas, cosmopolitas y agresivas otras, o bien resignadas
[191]
192
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
o entusiastas ante el nuevo mundo que surgía. En todos los casos, sin embargo, estas reacciones han registrado siempre una impronta global, en su origen
o en sus implicaciones, independientemente de sus significados contradictorios o antinómicos.
Dentro de esta ola expansiva de la cultura y los valores, la democracia y los
derechos humanos, así como la creciente visibilidad de las diferencias, el género y los discursos étnicos, adquirieron una presencia protagónica. La uniformación del mundo que suele asociarse con el mencionado vuelco hacia lo global, tiene que marchar al paso de la afirmación más variada y disparada de la
diversidad, los derechos de gentes y pueblos, el reclamo de democracia pero
también de equidad, bienestar y desarrollo.
Estas dimensiones estructurales y valorativas son la sustancia no siempre
explícita de la reflexión que sigue. Su objeto más expreso es el de “poner en
situación” el tema de los derechos económicos sociales y culturales (los DESC)
como parte del paquete renovado y universal de los derechos humanos que nos
ha legado el fin del siglo, que también lo fue de régimen económico y político internacional.
CAMBIO DEL MUNDO Y DERECHOS HUMANOS
Liberados los derechos humanos de su “militancia” dentro de la Guerra Fría,
pronto se instalaron como referencia de valor universal y llevaron la “era de
los derechos” de que hablara Norberto Bobio a un nivel de extrema complejidad, donde se cruzan los reclamos y los diseños de un orden constitucional
sustentado en los derechos fundamentales, con las restricciones acuciantes de
los estados nacionales para dar efectividad a dichos derechos dentro de los
límites de la nación. Se entra así a un momento de gran incertidumbre que lleva
a las sociedades a exigir seguridades colectivas mínimas a sus Estados cuando las otras vertientes del proceso restan, cuando no eliminan, campo de acción
autónoma a los mismos Estados. Así, la ampliación de los derechos y el triunfo de la libertad que la hace posible, no parecen tener más salida que desembocar en una era de constitución de un orden propiamente global donde esos
derechos puedan realizarse y expandirse. Como es claro, estas circunstancias
rodean y atribulan a la política cuyo locus clásico era (y es) el Estado nacional, cuyo vector más moderno se desplegó después de la Segunda Guerra
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
193
Mundial y al calor del enfrentamiento Este-Oeste, en la erección de diversas
formas de Estados benefactores de los que emergieron nuevas figuras y generaciones de derechos exigibles, hasta derivar en la construcción de nuevas
formas de estados, a las que de manera genérica y laxa aquí llamaremos “Estados constitucionales, democráticos, sociales, de derecho”.
Con la ola neoliberal estas tendencias fueron sujetas a grandes presiones y
revisiones, que el fin de la Guerra Fría acentuó. Sin embargo, las primeras grandes crisis de la globalización que marcaron el fin del siglo XX, junto con las
movilizaciones por “otra globalización” o de plano “globalifóbicas”, han puesto en entre dicho la linealidad del proceso y desde el punto de vista político han
impuesto, hasta ahora, una suerte de empate en materia de derechos sociales
e instituciones de protección colectiva.
La afirmación de la democracia como forma política primordial para la
organización de los estados, no hizo sino someter a mayores tensiones esas
estructuras de valores y articulación de la política, pero al mismo tiempo, en
forma contradictoria, reforzó su validez como factores centrales para la legitimidad política en tiempos de “alta globalización”. La disociación entre lo
político, lo social y lo económico, predicada con entusiasmo por el pensamiento
neoliberal que se veía a sí mismo como pensamiento único, no pudo ser realizada conforme a sus visiones más puras y polares, entre otras cosas porque
habría supuesto la eliminación de todo el entramado de principios y promesas
heredados de la Ilustración que era a la vez presentado como la razón de ser del
discurso globalizador neoliberal.
Las oleadas de incertidumbre personal y colectiva, así como las dislocaciones sociales y estructurales que trae consigo el cambio económico y cultural reseñado, en efecto, no pueden encauzarse productivamente con la mera
referencia a las promesas del cambio mismo, entre otras cosas porque las realidades que acompañan a dicha mutación en lo inmediato contradicen dichas
promesas. Si a ello se agrega la carga ideológica de revisión total e individualismo a ultranza que acompañó al neoliberalismo y su insistencia en la implantación de un mercado mundial libre y unificado, se comprenderá mejor la fortaleza renovada de aquella idea de derechos y protección social que sirvió para
lanzar los estados de bienestar durante la segunda posguerra. No hay ya el
enfrentamiento bipolar, y la necesidad de contemporizar con las fuerzas sociales del trabajo parece haberse atenuado en las cúpulas del poder occidental,
pero lo que campea ahora es temor e inseguridad, incredulidad en la política
194
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
democrática pero también exigencia masiva y creciente a los Estados en cuanto
a su responsabilidad en materia de orden y seguridad pública pero también
social y colectiva.
Por otro lado, el gran desplome del mundo previsible de la Guerra Fría, lleno
de temor y miedos pero con coordenadas inteligibles y en apariencia sólidas,
se profundizó apenas iniciado el siglo XXI con los atentados criminales del 11
de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. La seguridad internacional es impuesta por Estados Unidos como un componente no circunstancial de
la globalización, y se plantean nuevos problemas en materia de derechos y
garantías civiles y políticas. La expansión de las capacidades estatales de vigilancia, inteligencia, control de poblaciones y de sus movimientos, se presenta
como una necesidad imperiosa para la propia seguridad de las personas y, desde
luego, para la continuidad del proceso que pocos años antes se presentaba y
vendía como el fin del conflicto ideológico y la superación de las disyuntivas
de que eran portadoras las grandes potencias enfrentadas.1
En este sentido, la seguridad nacional e internacional planteada como requisito irrenunciable para la construcción del orden global, amenaza la seguridad
de las personas para ejercer su libertad y los derechos ganados y afirmados
como centrales para la democracia son puestos en entredicho. De aquí la necesidad de reemprender la reflexión sobre estos derechos y el rumbo de su
expansión e implantación.
Esta reflexión es válida en sí misma y frente a la coyuntura abierta por los
sucesos del 11 de septiembre y su secuela de guerra e invasión, tan sólo por
los problemas de congruencia jurídica y política que se han ya planteado. Pero
a la vez, debería constituirse en el núcleo de un futuro cosmopolita que no se
entienda como homogeneización e imposición sobre la abigarrada y diversa
sociedad internacional, sino como la base de un orden global congruente con
el código democrático, el otro gran valor triunfante del milenio que es presentado como el vehículo por excelencia de la globalización postulada como nueva
civilización por los triunfadores de la Guerra Fría.
1
Cf. Richard Higgott, “American Unilateralism, Foreign Economic Policy and the ‘Securitisation’ of Globalisation”, en Centre for the Study of Globalisation and Regionalism. Working
Paper, núm. 124/03. Conventry, University of Warwick, septiembre, 2003.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
195
Son conocidas las dificultades que la idea misma del Estado constitucional
enfrenta y enfrentará en estos años. La guerra contra el terror puso contra la pared las visiones que estaban en curso de un orden internacional diferente, pero
no ha encontrado un sustituto eficiente de la Organización de las Naciones
Unidas, en la que se condensan los afanes e ideales de dicho orden futuro. El
mundo vive a este respecto una suerte de situación provisional que amenaza con
ahondar las diferencias, ya no sólo entre el Norte y el Sur o el Este y el Oeste,
sino dentro del propio Occidente atribulado por la agresividad americana y su
discurso imperial así como por la constatación de que las contradicciones que
organizan el conflicto global no son externas sino que están plenamente instaladas en sus propios territorios.
La migración masiva y la conculcación de derechos universales que suele
acompañarla, junto con el crecimiento acelerado de poblaciones “no occidentales” dentro de los estados avanzados, son fenómenos que llegaron para quedarse y le imponen a la perspectiva de la seguridad y de los derechos enunciada, nuevas y más peliagudas exigencias. Los derechos humanos de primera
generación no están garantizados en la realidad para estos contingentes, mientras que el régimen de seguridad y vigilancia no puede aceptar las excepciones provenientes de la indocumentación o la nacionalidad sin ciudadanía que
caracteriza a estas poblaciones que entran impetuosas al banquete de la globalización.
En estas asignaturas, puede decirse que se vive apenas las primeras pulsiones
sin que pueda avizorarse en el pensamiento institucional dominante una evolución clara, mucho menos promisoria. Por lo pronto, domina el pragmatismo
restrictivo y se abren ominosos campos de enfrentamiento político y social
dentro de las naciones receptoras.
Somos más de seis mil millones de seres humanos y muchos demógrafos nos
advierten sobre la probabilidad de que el crecimiento poblacional se estabilice
en 10 mil millones después de la primera mitad de este siglo. Se sabe también
que las capacidades de alimentación han crecido exponencialmente y seguirán
así, aún sin considerar los desarrollos transgénicos, y que las tendencias a la
urbanización permiten imaginar modelos de poblamiento que no signifiquen
un daño directo y absoluto sobre el suelo disponible, como ocurrió en el pasado.
Pero igualmente se sabe que la desigualdad marca y constriñe estas posibilidades y que las nuevas oleadas migratorias del sur al norte y del este al oeste han abierto las puertas no al cosmopolitismo ilustrado, a la “federación del
196
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
hombre” con que soñaba Thomas Jefferson, sino a nuevas formas de apartheid,
ciudadanías restringidas, micro guerras civiles permanentes o casi. La expansión de la población amenaza la reproducción política e institucional de su
propio entorno a pesar de los portentosos incrementos en la riqueza mundial
logrados en la Era de los Extremos, como la bautizó Eirc Hobsbawn.
Vale la pena, en este punto, ofrecer la mirada sobre el futuro de este gran
historiador:
Si no se produce la estabilización prevista (por la ONU), llegará un momento
en que el incremento de la población mundial a las tasas actuales conducirá inevitablemente a una catástrofe, de un tipo o de otro. Hay un punto más allá del
cual ese incremento producirá efectos negativos masivos y globales.
Por otra parte —sigue el historiador—, no tenemos verdadera experiencia
de lo que significa la estabilización del crecimiento demográfico... No sólo no
sabemos cómo conseguirla, sino tan sólo cómo mantenerla durante largos periodos: ¿asegurándonos de que cada generación tenga más o menos las mismas
dimensiones que la anterior? ¿O se darán fluctuaciones con altibajos tremendos? Y todavía sabemos menos sobre lo que puede pasar cuando, como está sucediendo hoy en día, una parte del mundo deja de reproducirse y otra, en cambio, presenta un fuerte excedente de población y por tanto de emigrados
potenciales.
Un problema más urgente es la mala distribución de la población en el mundo. Se suele creer que en los países de altísimas tasas de natalidad se producirá un gran flujo de movimientos migratorios en dirección a los países ricos.
Pero [...] una de las características más definitorias del mundo de hoy es que
los países ricos tratan de prevenir, o de impedir directamente, la inmigración.
Y sin embargo, [...] parece inevitable que, de una forma o de otra, los países que no reproducen su población tengan que importar trabajo a bajo costo
o gente que haga los trabajos que los naturales del país ya no quieren hacer. Y
me parece totalmente inevitable que esa fuerza de trabajo proceda de los países pobres.2
En América Latina y desde luego en México se ha vivido con particular
intensidad este múltiple juego de contradicciones y desencuentros con el proceso y el discurso globalista. Se entró de lleno y hasta con entusiasmo a la glo2
Eric Hobsbawn, Entrevista sobre el siglo XXI (al cuidado de Antonio Polito). Barcelona,
Crítica, 2000, pp. 194-196.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
197
balización económica y financiera, apoyados los Estados en el consenso “negativo” propiciado por la tremenda crisis de la deuda externa que arrancó en
1982 en México; se aceleró el desmantelamiento de las dictaduras y los autoritarismos, hasta llegar a la “alternancia” mexicana de fin de siglo, lograda
pacíficamente y en un contexto de estabilidad financiera y avance económico
notable; se amplió la democracia y se dio a un ritmo inusitado un vasto proceso de apertura comercial que con el TLCAN pareció alcanzar una primera
cúspide, para luego intentar otro ascenso con el ALCA. Las poblaciones empezaron a conocer o reconocer sus derechos y a ejercerlos con amplitud, tanto en la vida local o comunitaria como a escala nacional, pero a la vuelta de una
década debe hablarse de la posibilidad ominosa de otro “decenio perdido” que
suma al conjunto de la región, con las excepciones del caso, en una mayor y
más grave problemática social que ponga en jaque una cohesión siempre frágil y reduzca las democracias recién ganadas a dimensiones epidérmicas; una
democracia sin densidad institucional suficiente y sin poder arraigar en partidos y organizaciones sociales capaces de sustentar los órdenes democráticos
tan penosamente construidos y sin poder ofrecer respuestas creíbles y
legitimadoras a los reclamos de derechos viejos y nuevos que la apertura externa y la democracia interna ponen sobre la mesa.
Como se dijo arriba, una de las vertientes centrales del nuevo mundo unipolar ha sido la progresiva asunción de ideas y valores globales, en especial de
los derechos humanos y de sus diversas expresiones en lo social, el género, la
diversidad étnica y cultural y la protección del medio ambiente. La visión de
un desarrollo sustentable, su traducción en estrategias y nuevos paradigmas,
podría tal vez dar lugar a una nueva síntesis cultural y política capaz de imponerle a la economía política del desarrollo otra impronta y una calidad gradualmente distinta a la actual.
Podría entonces hablarse de nuevo, con más seguridad que en el pasado, del
desarrollo como un proceso integral y de la democracia como un orden susceptible de ofrecer seguridad pública, personal y social a sus ciudadanos y un
futuro de equidad que diera solidez a la propia democracia. Mundo de utopías,
si se quiere, que sin embargo es insoslayable cuando se pone a los derechos
humanos en perspectiva histórica, evolutiva, y se pretende dejar de ver a la globalización como un proyecto único, aferrado a utopías destructivas, como la
del mundo unificado por el mercado libre, la finanza desbocada y la gran
empresa transnacional sin responsabilidades globales.
198
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Un componente crucial de esta problemática de los derechos en su relación
con el desarrollo y las transformaciones del mundo real es el de los derechos
económicos, sociales y culturales. A ellos queremos dedicar la parte final de
este discurso.
DERECHOS DEL DESARROLLO
El “derecho al desarrollo” antecede a la ola actual de universalización de los
derechos humanos. Esta última, como se dijo, se había visto fracturada por la
Guerra Fría cuyas confrontaciones provocaron una distorsión de las visiones
y sueños cosmopolitas heredados de la Ilustración y de las revoluciones del
siglo XIX. Con anterioridad, estas visiones habían sido arrinconadas por los
desastres económicos y políticos de entre guerras en los primeros decenios del
siglo XX, cuando se pretendió superarlas con soluciones de corte radical y
absoluto. El resultado fueron los fascismos y la afirmación del totalitarismo
estalinista, pero también la guerra y el renacimiento del discurso de los derechos humanos que se retomaría una vez saldada la contienda con las potencias
del eje. No todo ocurrió de la mejor manera, al menos no en la escala y la profundidad prometidas, pero el mundo capitalista vivió en los 40 años que siguieron al fin de la segunda guerra una “edad de oro”: las democracias se consolidaban, el bienestar se volvía social y la economía aceleraba su marcha y sus
alcances hasta volverse un conjunto transnacional.
En este lapso, Occidente descubrió otra dimensión de su propia historia,
encarnada en el mundo colonial que se convulsionaba en torno a la independencia, la libertad y el progreso y que en América Latina tenía una indudable
correspondencia en la falta de libertades cívicas asociada a las recurrentes
dictaduras y, desde luego, en la insuficiencia crónica de su evolución económica. El “extremo occidente”, como Alain Rouquier ha llamado a América
Latina, se presentaba a horcajadas entre el mundo del progreso económico y
el gradual bienestar que se erigía por los estados reconstruidos de la posguerra, y el atraso infinito y la pobreza de masas que configuraban el drama asiático del que hablara Gunnar Myrdal y el abismo africano, del que pocos querían por lo pronto tomar nota.
Las Naciones Unidas buscaron encauzar estas tendencias del mundo nuevo que emergía de la guerra, a través de programas de desarrollo y de la ins-
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
199
tauración de consecutivas “décadas del desarrollo” que involucrarían a las
naciones ricas en una cooperación internacional sostenida y de grandes proporciones. El desarrollo político podría a su vez impulsar la implantación de democracias efectivas que recogerían con prontitud el discurso de los derechos
y su progresiva evolución. Mucho de esto ocurrió en efecto, pero el mundo
aparece al principio del nuevo milenio desgarrado por la desigualdad y la pobreza de masas, así como por evidentes y crecientes dificultades para convertir el desarrollo de los países pobres en una fuente clara y potente de derechos
y bienestar.
La inserción en una globalización incompleta en sus alcances y contenidos,
no ha arrojado los resultados esperados.
Pese a los grandes esfuerzos realizados, nos dice la Comisión Económica para
América Latina de la Organización de las Naciones Unidas, los resultados de
los nuevos patrones de desarrollo son insatisfactorios… Esta situación va
acompañada, para una gran parte de la población, de una escasa titularidad de
sus derechos ciudadanos, que en terreno jurídico y político se manifiesta en una
desigualdad fundamental en el acceso a la justicia y una escasa participación
en las decisiones políticas, en tanto que en las esferas económica y social se
traduce en disparidad de oportunidades, inestabilidad laboral, bajos ingresos, impedimentos a la movilidad social, particularmente para las mujeres, desconocimiento de la diversidad étnica y cultural, e indefensión frente al infortunio.3
De esta descripción emana la legitimidad del reclamo de otro desarrollo,
pero sobre todo la necesidad de visualizarlo como un conjunto de derechos
económicos y sociales que tendrían que ser articulados por el objetivo de construir sociedades más equitativas. La equidad, su expansión a formas de vida y
cultura distintas a las conocidas, su vinculación con la democracia y la participación social más amplias, conformarían el gran horizonte del desarrollo
futuro. Sería también su criterio de evaluación más riguroso.
Podemos decir así, que el derecho al desarrollo se asienta en esos derechos
económicos y sociales, los que, no obstante las dificultades para concretarlos en
el tiempo y en el espacio, deben verse como derechos que responden a los
valores “globales” de la igualdad, la solidaridad, la no discriminación. Estos
3
Comisión Económica para América Latina, Equidad, desarrollo y ciudadanía. Bogotá,
CEPAL / Alfaomega, 2000, p. 37.
200
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
derechos, además, nos dice la CEPAL, deben entenderse como universales e
indivisibles, a más de interdependientes, con los derechos civiles y políticos.
Es claro que los derechos de orden económico y social aluden a objetivos
y metas y que su cumplimiento depende de las respectivas capacidades de las
economías y de los estados para darles no sólo realidad sino sustentabilidad.
El valor de los DESC, nos advierte el organismo regional de la ONU, estriba
entonces en que fijan un ordenamiento jurídico-institucional que contribuye a
arraigar orientaciones éticas cada vez más integradas a los propósitos colectivos y, por lo tanto, a las decisiones económicas y políticas que lleven a superar las carencias y disminuir las desigualdades.4
Reconocer a los DESC como parte indisoluble del paquete de la ciudadanía
jurídica y política lleva de la mano a plantearse el tema de la “tercera” ciudadanía, la ciudadanía social, estudiada por T. H. Marshall y concretada, aunque
de modo parcial, por los Estados de bienestar europeos y en menor medida por
Estados Unidos. Su realización depende obviamente de la generación de recursos materiales e institucionales suficientes, así como de su asignación congruente con dichos propósitos, pero también de que en la ciudadanía que ha
hecho surgir a las democracias de fin de siglo y milenio se implante como un
reflejo esencial esta indivisibilidad de los derechos. En esto estriba la densidad que las democracias puedan lograr y de ello depende su calidad y duración
como orden político fundamental.
De esta manera, la evolución de la ciudadanía podría deslizarse del reclamo elemental de los derechos a la participación en la construcción de economías políticas organizadas para la equidad, no sólo por su nivel y ritmo de
crecimiento sino por el marco político y ético de exigencias que podría erigirse en torno a la centralidad de los derechos.
En el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se establece el derecho de “toda persona a un nivel de vida
adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda adecuados y a una mejora continua de sus formas de existencia”. La asociación del
cumplimiento de este derecho con la acumulación material es inmediata, pero
4
Ibid., p. xiii.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
201
deja de serlo si la referimos al marco más complejo de la distribución y de las
instituciones que habrían de encargarse de su realización.
Por un lado, se tiene que contemplar el nivel de desarrollo, pero por otro es
indispensable introducir el tema distributivo y su vertiente institucional ahora, además, en la perspectiva de los regímenes democráticos en proceso de
consolidación. La necesidad de “pactos fiscales” de larga duración es evidente, como debería serlo el que dichos pactos tengan que contemplar desde el
principio la dimensión del gasto y una redefinición a fondo de los conceptos
y criterios que en la actualidad ordenan las finanzas públicas en prácticamente toda la región y desde luego en México.
Volver “programable” lo que hasta ahora ha sido una obligación indiscutida
como los pagos de las deudas públicas, y volver “irreductible” lo que hasta
ahora ha sido un vector sujeto a las veleidades del ciclo económico o de la
propia política democrática, como serían renglones de la educación, el apoyo
al empleo, la alimentación de los niños o la promoción de la mujer, tendría que
formar parte de la agenda futura destinada a hacer de los derechos el núcleo del
desarrollo y a su cumplimiento, gradual pero sostenido, el criterio central para
evaluarlo.
Frente a lo anterior, puede argüirse la dificultad intrínseca de un proceso de
transformación que no ha podido traducirse en crecimiento sostenido, pero
habría que imaginar otros escenarios para la reflexión. Uno de ellos es el de la
legitimidad política indispensable para emprender nuevas tareas vinculadas a
la reforma de la economía y de los mercados, a su globalización y afirmación
como las fuentes del crecimiento futuro.
En esta perspectiva, habría que advertir que la legitimidad de “ahora” no
depende de la herencia revolucionaria, como fue el caso de México por más de
tres décadas; pero que tampoco puede descansar permanentemente de la recuperación democrática y de la limpieza electoral. Por su parte, el cambio económico ha traído más dislocaciones que las previstas y no ha propiciado, más
bien ha impedido, el despliegue de políticas de compensación y protección que
lo modulen. Como ha señalado David Ibarra:
[...] la falta de correspondencia entre las políticas económicas y las sociales resta eficiencia a ambas y torna imposible que las segundas puedan compensar a
posteriori los estragos distributivos causados por las primeras. Hace falta entender que las redes de seguridad social no son, ni deben verse como renglo-
202
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
nes del ajuste presupuestal, sino como un complejo conjunto de derechos a los
que pueden recurrir legítimamente los ciudadanos en su desarrollo y sobre todo
en tiempos de infortunio. Los objetivos sociales, junto a los de estabilidad y
crecimiento han de formar parte indisoluble e integrada de las políticas públicas. De otra suerte, los gobiernos quedan sujetos al desmoronamiento inevitable de su legitimidad, como lo atestiguan las innumerables crisis latinoamericanas contemporáneas.5
La capacidad articuladora del discurso de los derechos tiene que ser probada
en la práctica social y económica, pero no parece haber otra vía que la de la
política democrática para llevarlo a cabo. Es mediante esta “importación” de los
derechos fundamentales como dimensión integral del desarrollo humano que la
propia democracia puede asegurar su reproducción ampliada, hoy de nuevo acosada por las fallas de la economía política de la globalización y la decepción que
tales fallas incitan en los grupos sociales más afectados por los cambios.
Sin derechos civiles, políticos y sociales reconocidos y protegidos por un Estado capaz de garantizarlos de manera efectiva, [los] procedimientos [democráticos] se ven fuertemente deformados y hasta vaciados de su sentido propio
[...] debiera ser evidente que sin el goce de ciertos derechos sociales universales —y por ende de cierta igualdad de oportunidades efectiva— el juego democrático se ve afectado por la proliferación de poderes fácticos, sustentados
precisamente en profundas desigualdades económicas, sociales y culturales.6
La oportunidad de una inscripción de la democracia en los objetivos del
desarrollo, tan integrales e integradores como vaya siendo posible, parece ser
la senda más segura, aunque tal vez la más ardua, para hacer factible la ambición, revigorizada por el cambio del mundo de las últimas décadas, de avance
económico con profundización democrática y equidad social. El derecho al
desarrollo habría encontrado aquí el marco ético más propicio para realizarse.
Manzanillo, Colima
28 de diciembre de 2003
5 David Ibarra, “Derechos sociales exigibles o ilegitimidad política”, en Configuraciones,
14. México, 2004. (Por publicarse.)
6 Luis Salazar Carrión, “Política y democracia en México”, en Configuraciones, 12-13.
México, abril-septiembre, 2003, p. 8.
SOBRE EL PORVENIR DEL HOMO HUMANUS
Juliana González
¿Podrá ser filósofo ese hombre nuevo del futuro, cuyos
rasgos asoman ya en el semblante del hombre actual?
Eduardo Nicol, El porvenir de la filosofía
Es común advertir que este cambio de siglo y de milenio no es un acontecimiento meramente cronológico, calendárico o convencional, sino que coincide con
transformaciones históricas de carácter intrínseco, con todos los visos de algo
radical; de un cambio de era, anuncio de transformaciones profundas, que
parecen comprometer el destino entero del hombre y de su historia.
Nunca quizá como ahora se intensifica la vivencia de historicidad y temporalidad: de fin y comienzo de algo nuevo, de algo que parece traer consigo una
singular “otredad” y, con ello, la experiencia del devenir acentuada en su constitutivo no-ser: de lo que ya no es, y lo que no es todavía. Se acrecienta, así, la
angustia ante la indeterminación e incertidumbre del futuro, ante su vacío y
cuanto lleva de inimaginable e imprevisible. Pero al mismo tiempo, crece también el temor ante aquello del porvenir que se va esbozando con múltiples
rasgos de amenaza y peligro; de algo que quebranta cimientos profundos, estructuras fundamentales de nuestro mundo conocido, el que históricamente
hemos habitado. Las dos cosas son ciertas: lo imprevisible y, a la vez, lo previsible de aquello que se avecina. Estamos ante el momento crucial en que se
abre un hiato temporal entre dos eras, en que se percibe tanto la oquedad del
cambio como las desafiantes prefiguraciones del porvenir. Éstas, como es
obvio, se están gestando en el presente, umbral único de acceso al futuro, y
[203]
204
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
donde hoy se percibe algo más que la habitual interpenetración de lo nuevo y
lo viejo en que se cifra el devenir. “El tema de meditación es el presente... sólo
se puede aludir al futuro porque su matriz es este presente”.
Pero es en este presente donde se atisba un futuro amenazante, o como lo
expresa Ivan Illich: “Lo que ha cambiado es que nuestro sentido común ha
empezado a buscar un lenguaje acerca de la sombra que arroja nuestro futuro”.
Y ciertamente esta “sombra del futuro” es tema de meditación filosófica.
Como lo es también la reflexión que la filosofía ha de llevar a cabo sobre su
propio porvenir, el cual es necesariamente inseparable del porvenir del hombre mismo, en lo que éste tiene de propiamente humano.
Sabemos que se avecina algo nuevo, diferente, otro; pero ¿en qué se cifra
ese posible cambio que anuncia el porvenir? “La novedad estriba en una conversión del hombre en un ser que es poderoso donde antes era impotente, e
impotente donde era poderoso: domina mejor los medios de vida y aparece
desprovisto de fines”.
Nunca quizá, como ahora, se ha hecho tan frecuente la referencia al mito de
Prometeo (y con él al de Pandora) por la obvia asociación que tiene el héroe y
semi-dios griego con la era de la técnica, o más precisamente de la “tecnociencia” contemporánea. El mito se ha recogido al menos en sus dos componentes
simbólicos principales: el fuego y Némesis, que resaltan el contraste trágico
entre el triunfo y el castigo, entre la libertad humana y la justicia cósmica.
La promesa prometeica del mundo moderno, la promesa tecnológica (originada en el ideal baconiano de “conocer para dominar” y “dominar para liberar”) ha sido cumplida con creces y coronada por un éxito insoslayable, por
todos lados manifiesto. Tan evidente, paradójicamente, como su contrario, el
daño tecnológico. Se revela una vez más la amarga sabiduría de los mitos. El
producto que se vuelve contra el productor: el “Golem” y “Frankenstein”. El daño
se vuelve proporcional al logro, y la supuesta emancipación prometeica de la
tecnología se torna nueva modalidad de esclavitud, de vasallaje, de una sumisión fatal al reino del “progreso”, del que ya no se puede escapar. Es el precio
de la “victoria”.
Las advertencias de estos giros contraproducentes no se hacen esperar y las
hacen expresas, de múltiples formas, todos aquellos que se comprometen en
la desmitificación de las ilusiones acerca del progreso tecnológico. La paradoja
se cifra —como bien percibe Hans Jonas— en La amenaza de catástrofe por
el exceso de éxito.
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
205
[Nos hemos hecho] incapaces de decretar el cese de la previsible y cada vez
mayor acción destructiva que el progreso ejerce sobre sí mismo y sobre sus
obras. La profunda paradoja —no sospechada por Bacon— del poder aportado por el saber radica en que, si bien ha conducido a algo similar a un “dominio” sobre la naturaleza (esto es) a su mayor aprovechamiento, ha llevado al
mismo tiempo a su completo sometimiento a sí mismo.
E Ivan Illich, por su parte, afirma:
A través de nuestro desmedido intento por transformar la condición humana con
la industrialización, nuestra cultura íntegra ha caído presa de la envidia de los
dioses. Ahora, cada hombre se ha convertido en Prometeo, Némesis se ha vuelto endémica; es el contragolpe del progreso. Somos rehenes de un estilo de vida
que nos predestina a la destrucción.
Desde luego, la gran amenaza, la de carácter absoluto, es la del colapso total
o destrucción del planeta, como resultado de los incontables, crecientes e irreversibles daños y estragos que a la ecología y a la biosfera ha ocasionado el
éxito tecnológico. No obstante, al riesgo de la catástrofe final se oponen, como
es lógico, poderosísimos impulsos, nuevos “contragolpes”, ahora en pos de la
sobrevivencia, lanzados tanto por la Naturaleza en riesgo, como por la propia
tecnología.
Dos desarrollos, de signo diverso y en apariencia paralelos, parecen ser
previsibles, así, en ese futuro que ya comienza a prefigurarse hoy, los cuales
por lo demás se hacen cada vez más evidentes. Ambos coinciden en anunciar
la superación del colapso total pero al precio de poner claramente en riesgo, no
quizá al hombre en su ser físico, sino a aquello que éste, justamente, tiene de
humano. Es decir, a costa de la desaparición del homo humanus.
Se trata, en un caso, de la sobrevivencia de la especie. Y en el otro, de la
sobrevivencia también, pero por la mutación de las especies; ambas, por supuesto, como resultado de un incremento sin límites del poder de la tecnología. Se buscaría así superar los actuales daños de ésta, no deteniendo su progreso, sino contando con ella misma y sus potenciales promesas. La “salvación”
se daría, en el primer caso, por el predominio del reino de la necesidad; y en
el segundo, por el de la artificialidad o “virtualidad”, ambos, por lo demás,
estrechamente vinculados: el triunfo de la ananke por un lado, y el de la hybris
por el otro.
206
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Ya hemos hecho referencia, en un trabajo más extenso, a lo visto por Nicol
sobre esa primera amenaza, cifrada en el hecho cada vez más patente de que
el reino de la necesidad avance progresiva e inexorablemente, suprimiendo lo
que él llama las “vocaciones libres” y, con ellas, con la condición propiamente histórica (libre y erótica) del hombre. La naturaleza, acosada predominantemente por el daño ecológico y la explosión demográfica, busca salvarse y exige
a la propia tecnología la solución. En el caso del hombre predominan las demandas de la especie en pos de su conservación. Y la “especie” no es la “comunidad” humana, no es la polis histórica producto de la libertad. La especie es
impersonal y perentoria. Y para lograr sus fines pone a su servicio precisamente
a la razón tecnológica, cibernética, a la “razón de fuerza mayor” regida exclusivamente por los imperativos de la utilidad y la eficacia irrestrictas; y esta
razón avasalla y promete un mundo mejor a costa de suprimir toda actividad
“superflua”, literalmente in-necesaria. Se salva así la especie biológica pero
muere el hombre histórico, el homo humanus.
Hans Jonas afirma estas apreciaciones cuando dice:
La explosión demográfica [...] quita el protagonismo al bienestar y obligará
a una humanidad empobrecida a hacer por la mera supervivencia lo que
podría hacer o dejar de hacer por la felicidad, es decir, la obligará a un saqueo cada vez más brutal del planeta, hasta que éste haga valer más su voz
y se niegue a dar más de sí.
Por otra parte, el proceso histórico parecería apuntar en otra dirección aunque no carente de nexos intrínsecos con lo anterior. Lo imperante sería, en este
sentido, la hybris tecnológica y sus ilimitados poderes de transformar, cada vez
más y más a fondo, e incluso mutar, el orden de la naturaleza. En esta otra
vertiente el reino de la libertad queda amenazado principalmente por el surgimiento del poder humano de mutar las especies, incluyendo la suya propia,
interviniendo en el proceso mismo de la evolución. “La salvación de la especie
la buscaría introduciendo en ella mutaciones selectivas, abreviando el tiempo
que requería la selección natural. Su plan acomete el problema por la raíz que
es el hombre mismo”.
Resurge por nuevas vías la promesa tecnológica de poder superar todo, incluso sus propios estragos y riesgos, venciendo a la ananke; cosa que podrá
lograr, ante todo, por sus nuevas conquistas, crecientemente exitosas, por la
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
207
expansión y profundización de sus poderes en ámbitos insospechados, especialmente en el de la biotecnología y en el de la progresiva ampliación de los
campos de la informática.
Se trata al parecer de una extraña mezcla de ananke e hybris: de la necesidad unida al poder “demoniaco” de la des-mesura y la soberbia. Prometeo
desencadenado; ruptura de límites y diques; recomposiciones, reestructuraciones y desbordamientos. Prometeo rebasa “medidas”, demarcaciones, reglas,
determinismos; expande su dominio más allá de toda moderación, prudencia,
mesura. Creación de un nuevo modelo de “mundo”, por obra de una especie de
“razón feliz” —parodiando a Huxley— que alcanza una expansión sin fin
de la tecnociencia, de su poder literalmente in-conmensurable, ilimitado e irrefrenable. Porque significativamente se trata de un proceso que marcha, como
todos lo constatan, a una velocidad tal, que semeja un cuerpo irónicamente en
“caída libre”, que no se puede ya detener. No sólo la des-mesura sino lo incontrolable y fatal del proceso son los indicios alarmantes de esta otra vertiente
suya.
La hybris se hace patente en concreto, primeramente, en la progresiva conquista de los procesos de la vida y de la muerte, sobre la cual es cada vez más
abundante la información y la literatura. Lo más relevante aquí son los inéditos y extraordinarios poderes de la tecnología reproductiva, que multiplica
asombrosamente las posibilidades del nacer, alterando las modalidades conocidas de reproducción humana, con cuanto ésta conlleva. Y no menos relevantes son, por supuesto, las posibilidades de romper las formas naturales y morales del morir. Más aún, las formas de prolongar los límites de la muerte en
grados y modos tales que al menos la experiencia humana de ésta tiende a
disolverse; como si en verdad los hombres lograran satisfacer al fin su más
profundo deseo de alcanzar la inmortalidad, y alcanzarla en esta vida. Se genera en verdad un mundo insospechado en el que difícilmente se podrán reconocer las que hasta ahora venían siendo las formas conocidas de vivir y morir.
Y resultan en especial decisivas y fundamentales las transformaciones
biotecnológicas plasmadas en la llamada ingeniería genética. La tecnociencia
ofrece, en efecto, una nueva solución salvadora y un campo infinito para su
propia hybris, para su irrefrenable ambición descubridora y manipuladora. La
ciencia biológica ofrece hoy —como lo destacábamos— nada menos que la
posibilidad prodigiosa de intervención en el corazón mismo de la vida, en su
estructura primigenia y en el código genético. Se abre así la gran opción para
208
COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
el nuevo siglo y milenio, absolutamente extraordinaria en la historia del hombre. Pues, lato sensu, “biotecnología” ha habido desde los inicios de la historia (desde la conversión del maíz salvaje en doméstico, por citar un obvio ejemplo). Pero la biotecnología e ingeniería genética de nuestro presente y nuestro
futuro implican un salto cualitativo, verdaderamente fundamental, en tanto que
ellas se fundan en el descubrimiento del secreto mismo de la vida, el ADN y
el código genético, con sus consecuentes manipulaciones y “recombinaciones”.
Salto cualitativo de índole análoga al que se produce en el campo de la física
atómica.
El poder es ahora el de producir verdaderas mutaciones en el orden de las
especies, tanto las no humanas como la humana; de poseer esa pasmosa facultad de crear entes “transgénicos”. Extraordinaria y promisoria posibilidad, no
sólo de mejorar la necesaria producción de bienes para la sobrevivencia, sino
de ampliar, en órdenes insospechados, las posibilidades de terapia. Y no sólo de
la terapia médica, relativa al cuerpo, sino de lo que Platón llamó la “terapia del
alma”, de curar al hombre en su ethos propio, no ya por la vía ético-política,
en la que él creyó y venía creyendo la historia de la humanidad, sino por la vía
de la intervención en la physis física o somática del hombre. No sólo interviniendo en los componentes genéticos del “carácter” o ethos del hombre mismo sino, con ello, en su physis metafísica: mutando su propia naturaleza. Renacen así los delirios de “eu-genesia”, que alarmantemente hoy se renuevan con
los poderes reales de una “ciencia rigurosa”, puesta al servicio de la mejora del
ser mismo del hombre y de sus posibilidades de “bien” y “felicidad”. El futuro prometido por las ciencias de la vida comienza a anunciarse así con una
nueva paradoja: la medida de sus prodigios, en el fondo inimaginables, lo es
de sus riesgos y su peligrosidad.
Y no se diga también, aunque en otro orden, si se trata del futuro prometido por la “era de la información” que se precipita hacia innovaciones tecnológicas no menos extraordinarias, capaces de mutar la realidad espacio-temporal en la que se desplazarán los hombres de ese futuro que, en realidad, día a
día va dejando de ser tal.
¿Se anuncia con todas estas “maravillas” de nuestra “tecnociencia” un
mundo de liberación humana, de mayores libertades y de mayor posibilidad de
alcanzar felicidad?
Todo parece indicar que estamos ante una profunda encrucijada histórica y
con ella ante el gran dilema de si lo que se vislumbra es una nueva aurora de
LA PALABRA Y LOS DERECHOS HUMANOS
209
la libertad humana o por el contrario su ocaso y muerte y, con ellos, el ocaso
y la muerte del homo humanus y en consecuencia de la filosofía.
¿Estamos en las vísperas de un nuevo estadio de la civilización humana que
dará lugar a profundas transformaciones sociales y morales, verdaderamente
novedosas, aunque de un modo u otro inscritas en el reino de la historia y de las
opciones de la vida humana? ¿Vamos hacia una jubilosa emancipación de
múltiples trabas naturales que anuncia la posibilidad de que los seres humanos
se hagan más dueños de su destino?
Todo depende, ciertamente, del grado de radicalidad que corresponde a
estos cambios, de su hondura e irreversibilidad en el orden de la physis metafísica, de si se trata de cambios que conllevan una verdadera mutación biológica y ontológica de la condición humana (en el doble sentido de su physis) y
que sean por tanto irreversibles. Esto depende de qué tan libres seamos para
asegurar la pervivencia de la libertad misma.
Y hay muchos signos de que se trata de esto último, y de que lo que está
en riesgo sea la condición libre del hombre, y con ésta, de los rasgos distintivos o definitorios de lo humano como tal. Entre ellos el de la contingencia
distintiva de su ser, de su posibilidad de ser o no ser, de ser así o ser de otro
modo; consecuentemente, de la necesaria ambigüedad que lo constituye, de
su ser posible que le hace existir en la permanente alternativa, siempre capaz de error, de mal, de fragilidad; en riesgo permanente incluso de su propia negación y siempre en busca del otro. Está en riesgo la condición de un
ser dual “maravilloso-terrible” al mismo tiempo (deinóteron), que conquista
por sí mismo, y en lucha perpetua, su propio ser; cuya humanidad está cifrada
en la lucha misma, en el esfuerzo existencial y moral, en el deseo, la duda,
la pregunta, la problematización, la búsqueda sin fin. Condición asimismo de
un ser proteico que lleva en la raíz principal de su existencia la individualización, el irrenunciable carácter de “persona”, al mismo tiempo que la necesidad
de comunicación y de amor; que se constituye, en fin, dentro de las estructuras de la mismidad y la alteridad, y de manera eminente, de la temporalidad y
la conciencia de la muerte. (Una de las más graves e inminentes amenazas del
mundo de la informática es la “apatía” y la “anestesia” en que ésta puede sumir a los hombres.)
Múltiples son los signos, por desgracia, de que estos nuevos ofrecimientos
tecnológicos ponen en riesgo extremo la existencia de lo humano del hombre,
en irónico trueque de su libertad por la supuesta “felicidad” de un ente sin
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ambigüedades, perplejidades, conflictividades, sin la necesidad intrínseca
primordial del otro, todos los rasgos que le viene atribuyendo una literatura
cada vez más cercana a la ciencia y menos a la ficción.
Y como es evidente, no sólo está en riesgo lo humano del hombre, sino lo
“natural” de la naturaleza, la “vida” de la vida, lo “real” de la realidad, valgan
estas aparentes redundancias. Hemos atravesado ya el umbral de un supuesto
“mundo” de carácter artificial, “trans” o “des”-naturalizado en el que expresamente rige un ideal “anti-Démeter”, donde domina cada vez más la “naturaleza-fábrica”, la naturaleza desnaturalizada; esa especie terrible de “vida muerta”, que se hace patente, por ejemplo, en las fábricas de gallinas o animales
domésticos, por sólo citar uno de tantos modelos (humanamente intolerables)
de lo que los avances tecnológicos pueden hacer con la “vida”. O como lo
expresa con toda claridad Illich: “El carácter artificial de la vida” es inseparable de “la muerte de la naturaleza”.
Estamos atravesando asimismo el umbral hacia una supuesta “realidad”
también por completo artificial, una realidad “virtual” donde espacio, tiempo,
sujeto, objeto, realidad, irrealidad, pierden sus significados conocidos dentro
de lo que se intenta conceptuar como “virtualidad omniabarcante”.
¿Podría pensarse en la pervivencia del homo humanus ocupando un “sitio”
—un ethos— en una realidad virtual? ¿Podría darse la pervivencia del homo
humanus si ya no pervive la naturaleza natural ni la vida misma dentro de esa
“dimensión”, en lo “artificial” o industrialmente “vivo”? Anti-Démeter es
equivalente a Anti-ánthropos. La desaparición de la Tierra lo es del hombre y
a la inversa. Y todo parece indicar más bien, que la hybris prometeica revela,
como consecuencia de su éxito, el incendio de Prometeo:1 “Desde el mito de
Prometeo estaba dado el aviso; desde el auge del industrialismo, esta paradoja se ha convertido en tema de literatura y de comentario periodístico. Ahora
es el fuego de Prometeo el que devora sus entrañas y no un agente de la Némesis
divina”.
Es evidente que frente a esta “sombra que arroja nuestro futuro” la filosofía tiene ante sí cuestiones fundamentales, primordialmente de índole ética y
ontológica, tales como qué es el hombre, qué su ser y su devenir, qué el ser
1
Se trataría aquí de la amenaza de autoconsumirse, en contraste con el Prometeo-fuego de
José Clemente Orozco, en el Hospicio Cabañas, que expresa el fuego creador.
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y el devenir en general. Cuestiones éstas que, por lo demás, han de ser objeto
de planteamientos y respuestas verdaderamente actuales, que correspondan a
las necesidades teóricas y prácticas del presente, expresadas en los términos y
categorías propios de éste.
Y recordemos que tal problemática tiene asimismo significativas evocaciones y coincidencias con las primordiales interrogantes de la ontología griega,
incluso en sus orígenes presocráticos, reencontrándose, en este punto, lo actual
y lo originario. La pregunta por la “esencia humana” cobra de nuevo sentido,
aunque no se plantee en términos del “esencialismo” de la metafísica tradicional, sino en un renacer de la pregunta primigenia por la physis del hombre; y
la physis reconocida en su doble significación: como la naturaleza “física”
(biológica) y como su naturaleza “metafísica” (ontológica: anthropyne physei).
Pues hoy tiene especial importancia el problema de la relación entre la physis
física y la physis ontológica, entre la naturaleza necesaria y la naturaleza libre
del hombre. Entre natura y cultura.
Y todas estas cuestiones, en sus alcances ético-ontológicos, son sin duda
cuestiones abiertas en la actualidad. Ellas reclaman urgente atención, sobre
todo cuando la filosofía en general y la filosofía moral en particular piensan de
cara al futuro y tienen delante el horizonte contrastado de sus promesas y sus
amenazas. Para la ética en particular se trata de los problemas de siempre y a
la vez los de ahora, los que son privativos del presente; que competen a estos
tiempos y a la novedad que se atisba en la gestación actual del futuro.
Estamos ante la necesidad de un nuevo saber de la condición humana y la
condición ética, como también de los problemas de la libertad, la temporalidad,
la razón moral, los criterios de valor. Pero también es menester preguntarse de
qué sirve el saber filosófico y el saber ético ante ese proceso tan indefectible
como acelerado del progreso científico y tecnológico, ante la “fuerza mayor”
de la razón cibernética, ante la supuesta “perfección” del mundo virtual.
Reiteramos las cuestiones que vienen guiando nuestra búsqueda: ¿Cuál es
el poder de la ética y la filosofía frente al riesgo del colapso total? ¿Cuál puede serlo frente a la posible disolución de lo humano del hombre? ¿Qué repercusiones reales tiene el discurso ético y filosófico? ¿Cuáles serían ellas si tal
discurso fuera ya ausente o por completo silenciado? ¿Hay opción para la libertad? ¿Hay porvenir para el homo humanus? ¿Qué tanto es nuestro poder
sobre el poder? ¿Cabe otra modalidad de salvación del hombre y de la naturaleza, que no sea la desnaturalización y la deshumanización?
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El peligro más grave está en que éste sea inadvertido, voluntaria o involuntariamente; se halla incluso en la tendencia, motivada por intereses de poderío y lucro, a minimizar o soslayar los riesgos. Los mayores peligros son,
ciertamente, la inconsciencia, el silencio moral, el olvido. De ahí la importancia
de la toma de conciencia, de la capacidad crítica de ésta y de su alcance desmitificador. La acción filosófica mantiene viva, en efecto, la vocación de asombro y problema, que impide dar nada por consabido y, menos aún, por inevitable.
Desde el temor mismo, desde la advertencia hobbesiana de que la conciencia del “sumo mal” es punto de partida, se llega a percibir y a temer lo que el
futuro puede deparar; desde ahí se llega a reconocer el bien que está en riesgo
y aquello que, por tanto, es digno de defensa y lucha —como lo señala Hans
Jonas. Este prever y temer el porvenir se manifiesta entonces como condición
de la praxis ética, de la capacidad humana de intervenir en el rumbo del proceso y fijarle aún metas de una vida humanizada.
Aunque tampoco puede perderse de vista que es también cuestión de valentía
el aceptar la otredad del futuro, la novedad que representa el cambio. Pues,
como antes se señalaba, es éticamente inaceptable una actitud meramente
conservadora de cierre ante las diferencias que pueda traer consigo el porvenir. Sin duda se ha de asumir la conciencia de que siempre son posibles en la
historia la muerte y la destrucción. De que hay civilizaciones colapsadas, culturas desaparecidas, vidas extinguidas, pasos perdidos. Y que, además, el carácter “global” de nuestra civilización es una amenaza al carácter igualmente
“global” y total de su posible extinción. Pero también es necesario extraer de
la conciencia histórica la inequívoca experiencia de que, en general, el cambio no es absoluta ruptura ni discontinuidad; que la historia se constituye como
un diálogo en el tiempo, como un cambio que genera dialécticamente su propia continuidad y persistencia.
En contraste tanto con la razón de fuerza mayor, como con la razón “feliz”
de la utopía tecnológica se halla ciertamente la razón de lo razonable que remite sin duda a la phrónesis griega (socrática y aristotélica) o la prudentia latina
(ciceroniana). Se trata, desde luego, de otra forma de razón que corresponde
a la modalidad propiamente ética del saber. La phrónesis —como lo precisa
Emilio Lledó— se ejerce en “el mundo ‘de lo que puede hacerse’ y de ‘lo que
puede ser de otra manera’. Esa posibilidad y esta ambigüedad definen un espacio en el que el hombre adquiere su predominio y su autarquía”. Desde su
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significados originarios, la phrónesis conlleva un saber integral, vivencial, de
“razón-corazón” simultáneos, que conjuga asimismo experiencia vital, imaginación y voluntad; que no permanece en la abstracción de la regla sino que
—como se ha dicho— conjuga la universalidad de la regla con la singularidad
de la vida, en su concreción.
Y muy señaladamente, la phrónesis —y de manera expresa la prudentia—
se revela como el saber de lo temporal, del tiempo concreto y cualitativo, íntimamente asociado al kairós al “tiempo oportuno”; a esa singular sabiduría que
permite captar el significado único del momento, penetrar en el contexto temporal y, desde él, prever sus riesgos y sus oportunidades, decidiendo el cauce
de la acción.
Como bien se sabe, la razón de prudencia es la que decide día a día, en cada
situación, y no conforme a reglas abstractas y formales. Su esencia —se ha
dicho— es la deliberación, sea ésta individual, para las decisiones personales,
sea colectiva, plural, para las cuestiones que involucran a la comunidad. Se trata
sin duda de un saber relativo, no absoluto, y menos aún de exactitud cuantitativa. Es un saber de probabilidades, asociado comúnmente al sprit de finesse,
opuesto al sprit de géométrie, hoy llevado a sus máximos extremos en la razón
cibernética. Pero como señala Jean Jaques Salomon: “cualesquiera que sean
los progresos del espíritu de geometría ninguna decisión sobre los asuntos
humanos prescindirá jamás del espíritu de sutileza”.
Es la situación actual, justamente, en tanto que trance temporal hacia un
futuro tan incierto como cargado de riesgos, la que reclama de manera especial la sabiduría de la prudencia, o sea, de esa otra forma de razón y de virtud
con las cuales hacer frente las pretensiones o amenazas de la razón tecnocrática.
Hoy se habla en efecto de un “principio de prudencia” que se concretiza
también como “principio de precaución”: “La precaución es la figura contemporánea de la prudencia, en tanto que se confronta con una situación científica de incertidumbre”.
En la prudencia se encuentra aquella forma de inteligencia que frente a la
soberbia (hybris) de la “tecnociencia” es capaz de reconocer y fijarse sus propios límites. Y “es necesario combatir la hybris más que un incendio” —afirmaba ya Heráclito. Y, en efecto, la phrónesis es la virtud contra la hybris.
Aquello que todavía hoy es posible (y es debido) hacer, es poner límites,
generar formas de racionalizar y controlar la marcha de ese progreso literalmente desenfrenado de la tecnociencia, de ese devenir compulsivo de la innovación
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y producción tecnológicas, con su doble amenaza: de colapso o de deshumanización total de la vida.
Se requiere oponer a tales peligros la voz y el poder de la prudencia. Los
cuales, bien comprendidos, no puede consistir, desde luego, en la coerción
oscurantista de la libertad de investigación, y tampoco ser signo de medrosidad
o mera impotencia. Por el contrario, la prudencia es signo de fuerza, de genuina
libertad; señal de que aún el hombre, todavía en uso de sus facultades humanas, se hace dueño del proceso histórico y de los fines que él le fije; de que justo
por su ethos y su eros puede intervenir en su destino y el destino del planeta,
deteniendo la “caída libre” del progreso. La prudencia, en efecto, no nos disminuye, ni nos hace menos poderosos y menos felices, sino al contrario. Coincide con el poder del eros.
Pues no se trata de apagar el fuego prometeico del homo creator, sino de que
éste se haga dueño suyo, para vencer a Némesis y para trascender su propio
incendio y consunción.2 Primordial tarea ética del presente es, en efecto, la
salvación del ethos mismo del hombre: su morada propia, la Tierra, y su ser
propio, la humanitas. Lo uno por lo otro. Pues, como hemos dicho, están recíprocamente implicadas la naturaleza y la humanidad, como lo están la necesidad y la libertad. Sólo el homo humanus, el hombre humanizado, está en relación con la naturaleza.
Frente a la razón instrumental y a la razón tecnológica, se impone así la
necesidad de un resurgimiento de los poderes humanos del respeto y la responsabilidad ante la naturaleza. Ésta además —como con toda profundidad lo ha
visto Jonas— se muestra en el presente con una vulnerabilidad desconocida,
consecuencia de ese malsano poder de que ha hecho gala el hombre moderno
de dominarla y devorarla.3 Vulnerabilidad que nos responsabiliza de manera
extrema precisamente en tanto que ahora depende de nosotros.
2 El poder efectivo que llegue a tener la razón de la prudencia en el mundo actual ha de
alcanzarse, a nuestro modo de ver, como fuerza de deliberación colectiva, plural, capaz de contrastar razones y de prever conjuntamente riesgos y opciones. Ha de irradiar asimismo de la filosofía, pero yendo más allá de ella, en genuina interacción con otras disciplinas y otras modalidades de la praxis.
3 O como lo expresa Rubén Bonifaz Nuño: el humanismo occidental en su hybris de suponer al hombre como dueño y señor del universo “mata así y consume y corrompe cosas y
creaturas, igual que si ejerciera un deber monstruoso sin más término que el total acabamiento
[...] sirviéndose de todo, se encuentra ahora próximo al límite final”.
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Reconocer la naturaleza como “naturaleza” y no como “depósito de recursos naturales” —a punto, además, de su extinción— es acto del homo humanus
y únicamente de él. Y sólo si la naturaleza sobrevive en su physis (como naturaleza “física” y “metafísica”), como eterno objeto de thauma, no como mero
artefacto y artificio, podrá pervivir lo humano del hombre. Ambos se corresponden.
Esto además de que, como es evidente —y tanto lo hemos reiterado— no
hay libertad sin necesidad, en el sentido de que ambas se implican recíprocamente, y de que no cabe pensar un reino de pura libertad, que ha roto con el de
la necesidad. La libertad no cancela la naturaleza: “el error fundamental [...]
es la separación del reino de la libertad del reino de la necesidad, esto es, la idea
de que el primero da comienzo donde acaba el segundo, la idea de que la libertad se encuentra más allá de la necesidad en vez de consistir en su encuentro
con ésta”.
E inseparablemente ligado a este imperativo ético de respeto y responsabilidad ante la naturaleza se halla el del respeto y la responsabilidad que el hombre del presente tiene ante el hombre del futuro, como lo ha advertido particularmente Hans Jonas en su conocido Principio de responsabilidad.
La conciencia de legado, de herencia a los hombres del porvenir, adquiere
en nuestro tiempo una significación por completo nueva y decisiva, en razón
justamente de la vulnerabilidad de la naturaleza, del riesgo en que se ha puesto al planeta y en consecuencia, al futuro humano. La ética del presente, así,
se ha de centrar en este compromiso moral del hombre actual ante el hombre
del porvenir: ante su humanidad y ante el planeta, y las condiciones de vida que
habremos de heredarle.4
Pero la responsabilidad ante los hombres del futuro es a nuestro juicio incomprensible si no se parte de la base del reconocimiento, en nivel ontológico,
de la comunicación interhumana, de la hermandad constitutiva entre los seres
humanos; de la condición erótica del hombre. Sólo cabe responsabilidad ante
el otro en tanto que no es ontológicamente “otro”. Si se reconoce, con Platón,
que “el hombre es el ‘símbolo’ del hombre”, la parte ontológicamente complementaria del propio ser.
4
Y no ha de olvidarse esa otra dimensión de la responsabilidad ante los otros del pasado:
la respuesta pendiente que éticamente reclaman “las víctimas, el ejército de perdedores, todos
aquellos que no pueden descansar tranquilos porque se les ha privado de su dignidad”.
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Y por otra parte, la responsabilidad para con los hombres venideros requiere
también de un acto de profunda memoria histórica, que permita recobrar el amor
por lo humano, por el sentido y grandeza de las creaciones de los hombres. Sólo
el amor por lo humano del hombre puede responsabilizarse de su destino futuro.
Y esto significa asumir lo humano precisamente en su ambigüedad constitutiva,
en su esencia jánica y proteica, al mismo tiempo que confiar en su areté, en su
capacidad de excelencia, de tender por eros a su propia perfectio, por obra de su libertad. Amor por el hombre lo es, en efecto, a su ser contradictorio y a su insuperable contingencia; aunque también amor a su lucha y a cuanto adquiere por ésta; a
su capacidad de trascender adversidades. Amor por eso que importa del hombre:
su libertad y su dignidad. No más allá de éstas, sino en el corazón de ellas.
Sólo en la conciencia y memoria de la physis libre del hombre del poder del
eros en suma, podremos responsabilizarnos de su pervivencia futura, reconociendo lo que no debe morir, aquello del hombre que constituye su mundo, su
universo de valores, su ethos, su ser propio configurado en ideas, pensamientos, anhelos, fracasos, sufrimientos, placeres, goces supremos y profundas
interrogaciones. El mundo del homo humanus, el que se conquista a sí mismo,
no el que deserta de su condición libre y su destino humanizado.
Más allá de la sospecha en la sublimidad de los hombres y más allá de las
interminables evidencias de la oscuridad de la historia, se hace necesario
reencontrar el lado luminoso del hombre, su salud y su grandeza; volver la vista
hacia lo más propiamente humano y digno de amor. Recobrar la memoria viva
de su areté, reconociendo que ésta es tan real o más real que su negación a lo
largo de la historia humana; y es, de hecho, lo que en verdad trasciende de ella.
Reconocimiento indispensable para vencer las fuerzas que tienden a la disolución del homo humanus. Ha de renacer así, en el presente, la confianza en que
prevalecerán las fuerzas de eros; su dýnamis propia en que habrá de imperar
el conato, el ímpetu de perseverar en el ser y de que el hombre llegue a ser lo
que es. Tiene que rehacerse hoy, en fin, el llamado nietzscheano al sí a la vida
y a responder al sentido de la Tierra.
Reiteremos así, para concluir:
¿Qué puede hacer la filosofía ante las amenazas del porvenir? ¿De qué sirve el discurso ético frente a ellas?
Lo que la filosofía puede hacer es lo que ha hecho hasta ahora: reafirmar su
conciencia crítica, su compromiso con la racionalidad, con la formación del
homo humanus, con la paideia y con el eros. Mantener su propia identidad en
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su intrínseca tarea de pensar y enseñar a pensar. Intensificar y ampliar su praxis
ética y su praxis pedagógica. Expander su presencia en el mundo y, con ésta,
la presencia activa de los valores que ella representa. El sentido del exhorto
filosófico está puesto en su capacidad de apelar a la sapiencia de los seres humanos. O como lo expresa Illich: “Para enfrentar el futuro libremente, es preciso renunciar tanto al optimismo como al pesimismo y centrar todas las esperanzas en los seres humanos, y no confiar en las herramientas”.
Lo que la filosofía ha hecho siempre ha sido, en efecto, mantener viva la
vocación de la pregunta, la vocación de thauma y philía, del asombro y el amor.
Pero poco podría hacer el discurso filosófico y ético si no hay escucha y
respuesta real para él; si él no corresponde al deseo profundo de la propia
naturaleza humana, a las originarias pulsiones de vida, al eros mismo como
esencia del hombre. Es del poder del eros, y sólo de él, de lo que depende el
porvenir del homo humanus.
El amor es lo primero y lo último en la filosofía —afirma Eduardo Nicol—; lo
último que ofrecerá todavía [...]. El amor no pierde la esperanza en sí mismo [...]
el amor es la única razón por la cual seguimos empleando la razón.
La palabra y los Derechos Humanos, editado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se terminó de
imprimir en agosto de 2004 en los talleres de OFFSET UNIVERSAL, S. A., Calle 2, núm. 113, Col. Granjas San Antonio, C. P. 09070, México, D. F. El cuidado de la edición
estuvo a cargo de la Dirección de Publicaciones de esta
Comisión Nacional. El tiraje consta de 2,000 ejemplares.
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