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EL DOPAJE GENÉTICO1
(O qué diría el Barón Pierre de Coubertain)
Ignacio Avalos Gutiérrez
Enero 2015
“¿Qué puede ser para mi más fantástico y más inesperado que la realidad, e, incluso, que
puede ser más inverosímil que la realidad?”
Fedor Dostoievsky
1
ESTE ENSAYO FORMA PARTE DE UN CONJUNTO DE PUBLICACIONES (TECNOCIENCIA, DPORTRA
Y SOCIEDAD : ¿TRIUNFAN LOS LABORATORIOS?) , QUE CONTO CON EL FINANCIAMIENTO DE
CORPORACION COLOMBIA DIGITAL
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calidad-de-vida/item/8489-tecnologia-en-los-deportes-donde-esta-el-limite.html
RESUMEN
El dopaje ha sido siempre un dato en el panorama deportivo, presente desde cuando se usaban
unas yerbitas, cuyo consumo surtía efectos casi ridículos, hasta el sofisticado menú de Lance
Armstrong, señal, entre otras muchas, de que la actividad deportiva no transcurre bajo la
inspiración de los valores predicados en el evangelio olímpico, sino, más bien, bajo la
despiadada obligación de conseguir la victoria, más o menos a como dé lugar. En este marco, el
dopaje genético significa un brinco notable dentro de una larga historia que registra la búsqueda
permanente de maneras, santas y no tanto, con el propósito de mejorar el rendimiento deportivo.
Su aparición ha replanteado la discusión entre quienes creen que el dopaje debe legitimarse, bajo
ciertas condiciones, y quienes se inclinan por la aplicación, con sus variantes, de políticas
prohibitivas ya conocidas.
El dopaje genético forma parte de una oleada de innovaciones radicales generadas en diversos
campos y con distintos propósitos, algunas de las cuales ya se han comenzado a utilizar en el
ámbito deportivo, mientras que otras forman parte de un pronóstico bastante probable. Son el
fruto del espectacular desarrollo de la tecnociencia a partir, sobre todo, del paradigma que
conforman la biotecnología, la nanotecnología, las tecnologías de la información y las ciencias
cognitivas. Tales innovaciones han comenzado a trazar el dibujo de un escenario, el del deporte
transhumano, que plantea la urgente necesidad de contar con esquemas de análisis que permitan
comprenderlo y calibrarlo, a fin de diseñar políticas idóneas y eficaces para encararlo. El caso de
Oscar Pistorius, con el uso de sus prótesis, revela que el futuro está llegando más rápido de lo
que se creía, mientras las claves para pensarlo parecieran encontrarse demoradas.
INTRODUCCIÓN
Por más que sea ya un lugar común señalarlo, e incluso suene a perogrullada, resulta imposible
no decir que la sociedad contemporánea vive tiempos de muchas transformaciones, muy
radícales y muy aceleradas. Suele afirmarse, por vía de una expresión muy manida pero acertada,
que no se vive una época de cambios, sino un cambio de época. La humanidad se ve obligada a
inventar nuevos mapas, tanto teóricos como políticos, que sustituyan a los viejos y le vayan
aportando las señas necesarias para comprender los tiempos que corren y así poder actuar en
ellos.
El conocimiento tecnocientífico tiene mucho que ver lo anterior. Es, visiblemente, un motor de
gran peso en la configuración y desempeño de las sociedades del presente y desde ya deja
perfilar un escenario futuro en el que, según algunos analistas, cabe pensar en una civilización
transhumana.
Al deporte de nuestros días hay que comprenderlo, en buena medida, en el marco anterior,
identificando y sopesando el impacto que tiene el desarrollo tecnocientífico en sus diversas
disciplinas a partir de innovaciones que emergen en el seno un nuevo paradigma, armado en
torno a la biotecnología, las tecnologías de la información y la comunicación, la nanotecnología
y las ciencias cognitivas. Se trata de innovaciones radicales que tocan sus bases mismas, al punto
de que se llega a hablar de los atletas transhumanos. El dopaje, que siempre ha sido un
ingrediente de la actividad deportiva de alta competencia, ha aparecido ahora en su versión
genética, convirtiéndose en una pieza clave dentro de las modificaciones que se vienen operando
y, aún más, en las que se presagia que podrán suceder.
Este ensayo se escribe a sabiendas de que este es un momento que se encuentra a caballo entre el
presente y el futuro, un momento en el que, si bien asoman algunos hechos que sugieren
tendencias, aún predominan hipótesis preliminares y no pocas conjeturas conjeturas. Se escribe,
también, bajo la presunción de que la tecnociencia evoluciona más de prisa que nuestras
intuiciones intelectuales y morales para poder entenderla y aquilatarla en sus secuelas. Se trata,
igualmente, de un texto que busca no ser valorativo (¿es posible tal cosa?) y que, si bien aterriza
en conclusiones, las mismas son válidas sólo por ahora, pues las dudas existentes no dan, como
digo, para muchas certezas.
De paso, escribiéndolo volví a saber que los novelistas, más que los expertos, son los que
conocen mejor en qué dirección y a qué velocidad soplan los vientos del conocimiento y sus
aplicaciones, dejando prueba de que desde la ficción se puede saber más acerca de cómo va a ser
la realidad. Lo digo por Aldous Huxley, claro, pero no sólo por él.
LA SOCIEDAD “DEPORTIVIZADA” (El deporte debería dar más que pensar)
El deporte es, sin lugar a dudas, un fenómeno social distintivo de los tiempos que corren. Su
importancia social, económica, política y cultural es difícil de exagerar y tiene, seguramente,
muy pocos equivalentes en otros ámbitos de la existencia humana.2 Forma parte de la vida de
cada día de casi cualquier terrícola, esté donde esté, al margen de su edad, sin importar su raza o
religión, sea hombre o mujer, adulto o niño, hable el idioma que hable e independientemente de
la naturaleza de sus inclinaciones políticas. Así las cosas, se ha dicho que la actual es una
sociedad “deportivizada”.
Sin embargo, paradójicamente - o tal vez alguien diría que no tanto, pues esto suele suceder con
las cosas que se nos vuelven paisaje -, el deporte no ha recibido desde las ciencias sociales toda
la atención que amerita. Incluso cierta intelectualidad se dio el lujo, hace unos cuantos años, de
relegarlo y hasta despreciarlo como, por ejemplo, Jorge Luis Borges con el fútbol.
3
Sin
embargo, en los últimos tiempos el deporte ha cobrado gran importancia para sociólogos,
economistas, psicólogos, politólogos y hasta filósofos, llegando, incluso, a considerarse una
metáfora de la sociedad actual y de sus transformaciones.
Pero, no obstante los más o menos recientes esfuerzos, todavía no son suficientes en
comparación con el tamaño del asunto y de su trascendencia. Parodiando al escritor Javier
Marías, el deporte debería dar más que pensar. No olvidemos, entre otras cosas, lo que está
ocurriendo en su ámbito, al abrigo del desarrollo tecno científico.
El deporte moderno
2
Así, en el plano económico, por decir algo que sirva para ilustrar lo que digo, sus dimensiones se tutean con la de
complejos industriales asociados al petróleo, a la producción de fármacos y a la fabricación de armamentos.
3
En una de sus frases peyorativas más famosas, le declaró a un periodista que el fútbol era un deporte de estúpidos.
El deporte es tan viejo como la historia de la humanidad. Algunos exagerados creen que tuvo
lugar cuando Adán se dio cuenta, antes de dar el infausto mordisco, de la redondez de la
manzana, y empezó a patearla, concibiendo al fútbol. Pero, fábulas aparte, y aunque los
historiadores han dejado sentado algunos antecedentes relevantes en ciertas culturas antiguas, lo
que hoy en día se conoce como deporte tuvo su origen en Inglaterra, a partir del siglo XVIII y se
fue difundiendo internacionalmente hacia el final del siglo XIX y principios del siglo XX,
mientras se iban conformando los mercados de la época, vía la expansión imperial (Duning y
Elías, 1986).
En una síntesis que seguramente deja de lado explicaciones y eventos de gran significación y que
resultarían imprescindibles en un texto de carácter histórico, podría decirse que originalmente el
deporte fue una práctica elitista de naturaleza “amateur”, basada en un compendio de valores
morales (temperamento, fuerza de voluntad, disciplina, respeto a las reglas...), asociado, dicho
sea de paso, a la masculinidad. 4 A principios del siglo XIX, tales valores fueron en buena
medida recogidos en la célebre frase del Barón Pierre de Coubertain, aquella de que lo
importante no es ganar, sino competir, una definición del deporte que con el paso de los años ha
ido quedando como una de las afirmaciones más infortunadas de todos los tiempos.
Mientras la sociedad inglesa fue integrando en su cultura conceptos y prácticas tales como la
racionalización, la estandarización, la precisión de las mediciones..., surgidas a lo largo del
proceso de industrialización, estos rasgos fueron impregnando, a su vez, la práctica deportiva,
orientándola hacia el logro de una eficacia susceptible de probarse estadísticamente, como
sucedía con la manufactura y, también, aunque en otro grado y de otra manera, con el comercio.
En ese marco afloró el deporte profesional, se masifico en cierto grado y disminuyo su talante
lúdico (Duning y Elías 1986). Finalmente, vale la pena advertir que el deporte se fortaleció
alrededor de la figura del Estado, siendo un elemento muy útil para estimular la integración
simbólica, indispensable en la conformación de la identidad nacional y, desde esa plataforma, se
universalizó bajo un formato que, con sus lógicas transformaciones, ha permanecido hasta el
presente.
Sus rasgos definitorios son los siguientes (Gutman, 1980, en García Ferrando, 1990):
4
Cabe destacar, aunque sea de pasada, el mantenimiento hasta nuestros días de la idea hipócrita del amateurismo
como fundamento básico de la práctica del deporte olímpico.
El secularismo, como opuesto a la relación de los juegos antiguos con los rituales religiosos. En
efecto, hay pruebas de sobra que ponen de manifiesto que en lo que pudiera llamarse la larga
prehistoria del deporte se incorporaban a las ceremonias y rituales religiosos eventos de carreras,
saltos, lanzamientos e inclusive juegos de pelota. Por ello los primeros Juegos Olímpicos estaban
culturalmente más cercanos a esa concepción que las olimpíadas modernas. Una característica
del deporte actual es, así pues, su desvinculación de la religión. Es un fenómeno colectivo
netamente secular.
La democratización, en el sentido de acceso a la práctica deportiva, durante mucho tiempo
reservada a determinados grupos sociales. Si bien es cierto que hay todavía diversas expresiones
de exclusión, no lo es menos que en el deporte moderno las mismas han sido reducidas de
manera drástica.
La igualdad de oportunidades, concepto de acuerdo al cual se establece que las condiciones para
la competencia deben ser similares para todos los contendientes, esto es, no puede haber ventajas
que inclinen la balanza en el resultado de la misma. Expresa la idea de que sólo el mérito
garantiza el éxito, y el deporte se vuelve, entonces, espacio democrático en donde no queda
descartado de antemano que débil pueda vencer al poderoso.
El “·fair play”, vale decir, que la competencia se desarrolle de forma honesta, sin trampas,
sometida a unas normas que deben cumplirse y cuya inobservancia ocasiona sanciones.
La especialización, que muestra que, como correlato de la progresiva especialización que se
produce en el mundo del trabajo, el deporte se hace, así mismo, una práctica que corre a cargo de
especialistas, condición que no solo alude a los atletas, sino también a los diversos actores
relacionados con ella: entrenadores, dirigentes, periodistas, médicos …. La especialización se ha
acentuado en la actualidad hasta niveles inimaginables.
La racionalización, como expresión de una evolución que va desde el deporte entendido como
una actividad más o menos improvisada, cuyo suerte es casi dejada al azar, hasta irse
convirtiendo cada vez más en una práctica planificada de manera minuciosa y estricta en función
de conseguir la victoria mediante métodos de entrenamiento y el empleo de estrategias y tácticas
diseñados para orientar la actuación del atleta a lo largo de la competencia.
La burocratización, vale decir, el desarrollo de una organización crecientemente compleja, cada
vez más extendida, encargada de darle gobernabilidad al deporte mediante su organización y
administración, poniendo especial cuido en el cumplimiento de las reglas que lo rigen.
La cuantificación como característica fundamental que transforma cada acción deportiva en algo
susceptible de ser medido de alguna manera, mediante criterios cada vez más precisos y métodos
de calibración crecientemente sofisticados.
La búsqueda del record como símbolo del valor intrínseco de una ejecución que trasciende al
espacio y al tiempo en los que se realiza, consecuencia de la propensión a combinar la
cuantificación con el deseo de ganar. Por ello, desde cierto punto de vista, la historia del deporte
se narra a través de los records.
Todo lo anterior puede abreviarse de la siguiente manera : el record necesita cuantificación,
especialización y racionalización, características que, para ser logradas, tienen que producirse en
el contexto de una organización burocrática, lo cual tiene sentido en un ambiente democrático,
marcado por la igualdad y el “fair play”, compatible con un sistema secular (Garcia Ferrando,
1990).
Como ya indiqué, los criterios señalados mantienen su vigencia en la actualidad, acoplados,
desde luego, a las condiciones que imponen los signos de los tiempos, tiempos que, valga
reiterarlo, evolucionan hoy en día muy de la mano de la tecnociencia.
LA SOCIEDAD DE LA TECNOCIENCIA (Asoma la era de la nanotecnología)5
Se sabe que las actividades científicas, tecnológicas y de innovación (CTI) constituyen un factor
determinante, aunque no único, desde luego, en el trazado del perfil que asoma el mundo
contemporáneo. La producción constante y masiva de conocimientos y tecnologías infiltra cada
rincón del quehacer humano. Así, en la literatura especializada se hace referencia a la Sociedad
Global del Conocimiento”, o quién sabe si sea más exacto hablar de la Sociedad Global de la
Tecno ciencia, queriendo indicar con esto último que las actividades científicas y tecnológicas se
hacen cada vez más difíciles de separar, según lo pone de manifiesto la manera drástica como se
ha acortado el ciclo innovativo. Tales actividades se encuentran a cargo de actores sociales muy
variados (locales y transnacionales), tienen lugar dentro de esquemas inter y multidisciplinarios y
5
Esta sección se encuentra parcialmente basada en Avalos (2014)
han quedado en buena medida gobernadas por la necesidad de generar, con cada vez más
apremio, aplicaciones de diversa índole. La actividad económica lo muestra claramente : la
misma está supeditada al conocimiento (en sus disímiles formatos), convertido en un elemento
de gran peso dentro del aparato productivo.
Por eso Jeremy Rifkin (2000), habla de la”
economía ingrávida”, subrayando el papel decisivo que actualmente juegan, en su
funcionamiento, los “bienes intangibles”.
Tras la caída del Muro de Berlín – y sin que ello signifique el fin de la historia, como lo predicó
con tenacidad Francis Fukuyama -, terminó la etapa del llamado “socialismo real” y, a distintas
velocidades y de acuerdo a ciertas variantes, el mundo entero pasó a regirse bajo los cánones de
la economía de mercado. China es la demostración más elocuente de lo que digo : con la
anuencia del Partido Comunista es, desde hace ya un buen rato, un país capitalista, conforme a
un híbrido político-económico que seguramente habría sorprendido (quizá de manera no muy
grata) a Carlos Marx. La Sociedad Global del Conocimiento o de la Tecnociencia, es, así pues,
capitalista.
En el contexto precedente la empresa figura, entonces, como el eje articulador del desarrollo
tecno científico. Para bien y para mal, dependiendo de las circunstancias, éste se encuentra, por
tanto, regido por la lógica privada. 6 No es de extrañar entonces que a nivel mundial la inversión
en esta actividad sea, en números gruesos, 70% privada y 30% pública o que las empresas
multinacionales representen aproximadamente el 70% del gasto total en Investigación y
Desarrollo en el mundo. Se observa una creciente privatización del conocimiento en sus diversas
formas, resguardado por normas de amplia cobertura y alcance mundial, circunstancia que marca
el patrón según el cual funciona la generación y el intercambio de tecnologías e innovaciones, no
obstante iniciativas importantes que buscan limitar esta situación.7
6
Como se sabe, el mercado es un mecanismo torpe e injusto en ciertos ámbitos y con respecto a determinados fines,
así como ocurre, también., con el Estado.
7
No debe pasarse por alto, por otro lado, que el actual modelo civilizatorio ha sido sentado en el banquillo de los
acusados, bajo múltiples cargos. De lo anterior da buena cuenta una amplia y diversa literatura, una parte importante
de ella encargada de recordarnos que la Sociedad Global del Conocimiento (o de la Tecnociencia) es,
simultáneamente, la “Sociedad Global del Riesgo”, según la expresión acuñada y conceptualizada por el sociólogo
alemán Ulrich Beck (1986), quien sostiene que se han creado formas inéditas de peligro, cualitativamente distintas a
las del pasado, imputables básicamente a la acción humana.
Adicionalmente hay que registrar el surgimiento de un nuevo paradigma, identificado como
NBIC (por sus siglas en inglés) e integrado por la Nanotecnología, la Biotecnología, las
Tecnologías de la Información y la Comunicación y las Ciencias Cognitivas. Desde allí se está
generando un conjunto de tecnologías convergentes que se refuerza recíprocamente - sobre todo
gracias a la nanotecnología - abriendo inmensas posibilidades a la creación de conocimientos de
gran impacto y pronta utilización.
La influencia de estos desarrollos conjuntos ha sido asomada como una revolución del
conocimiento que está impactando nuestras vidas en modos que, probablemente, contribuyan en
alto grado a determinar la manera misma en que nos percibimos como humanos. (National
Science Foundation (2002).
Huelga decir, en fin, que tales desarrollos influencian (e influenciarán) de manera determinante
la actividad deportiva.
LA SOCIEDAD POST-HUMANA (Al parecer Huxley no andaba tan despistado)
Al ser humano siempre lo ha acompañado la pretensión de mejorar sus cualidades físicas y, con
el correr de los tiempos, también las intelectuales. Lo hizo siempre a través de mil maneras,
antes sencillas y de alcance muy limitado y en la actualidad mucho más complejas y de efectos
de más trascendencia. Forma parte de eso que, en medio de no pocas críticas, se denomina el
progreso. Si para ilustrar lo anterior se recurre a la vida cotidiana, es fácil constatar el grado en
que, para esta fecha, el terrícola ha logrado la forma de mejorar su apariencia física,8 sacarse de
encima una depresión crónica que lo agobia, mejorar su memoria o recuperar la capacidad
sexual, venida a menos con la edad, una ayuda, por cierto sólo disponible, por ahora, para los del
género masculino.
Yendo a aguas que lucen más profundas, en virtud del desarrollo tecno científico articulado
alrededor del citado nuevo paradigma – orientado hacia el estudio de las interacciones entre
sistemas vivos y sistemas artificiales -, se ha vuelto probable el diseño de dispositivos que
permiten expandir las capacidades físicas e intelectuales de las personas hasta niveles que causan
8
En el caso de la mujer, contra quien las presiones por ser bella tienen una desmesura realmente cruel, se encuentra
disponible un conjunto de posibilidades médicas para lograrlo: grapa estomacal, rinoplastia, vaginoplastia,
modificación de senos, nalgas, pantorrillas, pómulos, nariz, párpados …
asombro. Por ejemplo, ya no es absurdo plantearse el vaciado del contenido de la memoria
contenida en un trozo de materia blanda, nuestro cerebro, en una matriz de un material nano-bioestructurado con contenga interfaces bio-inorgánicas. Por supuesto que esto no es equivalente a
la vida eterna pero tiene indudables implicaciones para nuestra existencia. (Mujica, 2104)
Se abre, por tanto, el camino hacia una vida radicalmente distinta, menos limitada por la madre
natura, sentando, así, las bases de una discusión de gran trascendencia y de múltiples aristas que,
hasta no hace mucho, era un tema casi reducido a películas y libros dados a fantasear con el
porvenir de la civilización. De paso, resulta interesante saber que hace pocos años la NASA se
dedicó a analizar al menos 40.000 obras de ciencia ficción, con el propósito de encontrar ideas
que sirvieran para alimentar sus programas de investigación. Ante todo esto no debe extrañar que
muchos crean, por tanto, que el octavo día de la Creación es responsabilidad del ser humano,
encargado de corregir las imperfecciones de Dios en su trabajo de siete días, sobre todo la de
condenarlo a vivir constreñido por la naturaleza.
Bioconservadores y transhumanos
Por supuesto no es un tema que pueda abordarse en estas breves líneas, pero resulta
imprescindible hacer ciertas consideraciones muy generales, a fin de comprender lo que está
ocurriendo en el deporte. Valga decir, entonces, que se ha traído al debate el rediseño de la
naturaleza humana, asunto de que topa con la médula de la civilización, suscitando dudas,
incertidumbres, así como miedos y esperanzas, y dando lugar a una polémica en la que se han
identificado dos puntos de vista contrapuestos, el de los Bioconservadores y el de
Transhumanos.9
Resumiendo hasta el extremo, cabe afirmar que, desde la perspectiva de estos últimos, se
sostiene que gracias a la tecnología, los seres humanos se encontrarán en condiciones de “liberar
a la raza humana de sus limitaciones biológicas”. Se ha sugerido la idea de que en años quizá no
tan remotos, comenzará a correr una nueva etapa histórica sobre la base de una metamorfosis
profunda de la condición humana. En pocas palabras, se habla de la intervención interna y
directa sobre nuestra propia naturaleza a través de, por ejemplo, la modificación de nuestro ADN
9
Algunas referencias bibliográficas importantes, así como una buena síntesis de ambas posiciones pueden
encontrarse en Raul Sebastian Solanes (2013).
o de la reconfiguración del cerebro. El ser humano tomaría, entonces, control de su propio
organismo, interviniendo en su propia evolución, de una manera acelerada y al gusto,
reemplazando la lenta y azarosa (poco efectiva, por tanto) evolución biológica. Sería, pues, como
diseñar el futuro a conveniencia.
Por otra parte, desde el punto de vista de los Bio conservadores existe el temor de que Huxley
haya tenido razón al escribir, hace ochenta años, su “Mundo Feliz”, una quimera literaria que
hoy parece verosímil.10 Dentro de esta perspectiva se sostiene que el coste moral de modificar la
esencia del ser humano, tratando de obviarla, puede ser muy alto, sacrificando aquello que nos
define: la libertad, la igualdad, la dignidad.11 Así mismo, se ha subrayado el peligro de que haya
un acceso inequitativo a los recursos tecnológicos, creando desigualdades sociales muy graves,
y, encima de ello, el riesgo de que se creen diferencias inmanejables entre los seres post
humanos y los “normales”. Desde el lado más extremo se sostiene que nos encontramos ante una
aberración moral ya que supone ir contra los designios de la Naturaleza, con los humanos
atreviéndose a hacer las veces de Dios.
En fin, sea cual sea el talante intelectual con el que se prefiera encarar los cambios que vienen
en camino, el hecho es que asoman temas esenciales en los más diversos planos (político,
económico, social, jurídico religioso y ético), conformando un catálogo de cuestiones
relacionadas con hechos que han comenzado a pasar sin que aún tengamos la forma de pensarlos
cabalmente y, no digamos, de actuar sobre ellos con mediana eficacia. De vivir en este siglo,
10
Por ejemplo, con relación a la civilización eugenésica -- temas crucial de Huxley --, la ciencia de nuestros días
vuelve su mirada hacia el pasado eugenésico, emprende la búsqueda de la “sangre mejor”, de los niños a la medida y
los códigos a prueba de error. Como en “el mundo feliz” también se nos impone hoy una política genéticamente
correcta, una potencia de discriminación genética y un debate utilitario sobre los principales factores que se supone
que condicionan al hombre: su naturaleza o su ambiente. (Antillano 2011)
11
Francis Fukuyama (2002) sostiene que “… Huxley tenía razón, que la amenaza más significativa planteada por la
biotecnología contemporánea estriba en la posibilidad de que altere la naturaleza humana y, por consiguiente, nos
conduzca a un estado “posthumano” de la historia. Esto es importante, alegaré, porque la naturaleza humana existe,
es un concepto válido y ha aportado una continuidad estable a nuestra experiencia como especie. Es, junto con la
religión, lo que define nuestros valores más básicos. La naturaleza humana determina y limita los posibles modelos
de regímenes políticos, de manera que una tecnología lo bastante poderosa para modificar aquello que somos tendrá,
posiblemente, consecuencias nocivas para la democracia liberal y para la naturaleza de la propia política”.
Paul Valery, intelectual francés, repetiría, con aun más gravedad, lo que dijo en la pasada
centuria: lo malo del futuro es que ya no es como era antes.
Como señalé, la consideración a fondo de este tema desborda el propósito del ensayo. Concluyo,
pues, sugiriendo que en la lidia con estos asuntos hay que tener presente una frase simple pero
profunda del poeta Octavio Paz, expresada a propósito de las situaciones que derivan en
divergencias radicales: no es esto o lo otro, sino esto con lo otro.
EL DEPORTE Y LA TECNOCIENCIA (El consumo de innovaciones)
Al contrario de lo que predicaba hace un siglo, el célebre y ya mencionado noble francés, Pierre
de Coubertain, hoy en día en el deporte se compite para ganar. El triunfo es asumido como
apremiante obligación, sobre todo, aunque no únicamente, por las motivaciones económicas que
arropan a todos sus protagonistas, no sólo a los atletas. Y, como resulta sencillo de imaginar, en
la Sociedad del Conocimiento o de la Tecno ciencia, el deporte se ha convertido, por tanto, en
una intensa lucha que se libra cada vez más en el terreno de las innovaciones. No hay aspecto
suyo que no sea tocado por la varita tecnológica.
La búsqueda e incorporación de mejoras con el objetivo de lograr elevar el desempeño del
jugador, es ciertamente muy antiguo, pero hoy en día la situación tiene una intensidad mayor. El
deporte tejido en torno a la competencia, el negocio y el espectáculo, ha vuelto indispensable el
apoyo tecnocientífico. De acuerdo a algunos estudios, cuyas conclusiones, sin embargo, aún se
encuentran lejos de ser unánimemente aceptadas, se estima que a estas alturas resulta difícil
mejorar de “manera natural” las marcas, de allí la necesidad echar mano de los remedios
contempla el menú tecnológico del momento.12 En otras palabras, hoy en día no hay records que
no tengan parte de su explicación en la presencia de alguna innovación.
12
Parece que el ser humano está alcanzando los límites físicos de su especie, y que quedan ya pocos récords de
altura, velocidad... que batir. Ésa es la conclusión principal de un grupo de expertos del Instituto de Investigación
Biomédica y Epidemiológica del Deporte en Francia. Los investigadores afirman, en el estudio publicado en la
revista de la Biblioteca Pública de Ciencias, PLoS One, que dentro de 20 años no habrá más marcas deportivas
porque "se habrá alcanzado el límite de las capacidades fisiológicas de la raza humana", e incluso aseguran que en
algunos deportes esos límites podrán llegar antes. En 2060, si las condiciones no varían sensiblemente, se alcanzaría
un valor techo Los científicos analizaron 3.263 récords mundiales en pista y campo, natación, ciclismo, patinaje de
velocidad y levantamiento de pesas, desde 1896, cuando comenzó el cronometraje en las primeras Olimpiadas de la
era moderna, hasta 2007. Si prevalecen las condiciones actuales, la mitad de ellos no mejorarán mucho más de un
0,05% en 2027”, escribe Toussaint en otra de sus publicaciones.
El dopaje tecnológico
El deporte marcha al calor de una estrecha vinculación con el progreso tecno científico,
principalmente en los niveles de la alta competencia, aunque desde luego su impacto tiene un
“efecto derrame” nada desdeñable sobre la práctica amateur, llegando en algunos casos, a
respetables niveles de masificación. Cierto, el deportista aficionado tiene hoy en día apreciebles
recursos a la mano para tratar de potenciar su actuación, sin llegar, obviamente, hasta las alturas
del refinamiento tecnológico propio de quienes se desenvuelven en el plano profesional.
De otro lado, no hay disciplina que escape a su poderosa influencia, amoldándose a sus
particularidades, es decir, tomando en cuenta si se practica de manera individual o en equipo, si
priva la resistencia y la fuerza (ciclismo, natación y atletismo) sobre la habilidad (esgrima y tenis
de mesa), si es una mezcla de ambas cosas (fútbol, béisbol y gimnasia) o si concierne a
actividades en donde es preponderante la expresión estética, y en consecuencia los criterios de
evaluación guardan un significado diferente (nado sincronizado). Sin embargo, la situación
podría ser distinta en el futuro, en la medida en que, como anuncian algunos expertos, resulte
factible la introducción de implantes cognitivo-motores que incrementarían las habilidades, las
cuales no parecen poder encontrarse en nuestro código genético, sino en la experiencia.
Por otro lado, las aplicaciones de la tecnociencia se abren a todos los aspectos involucrados en el
deporte, vale decir, la vestimenta, la elaboración de equipos y materiales, el entrenamiento, la
nutrición y la salud del atleta, las estrategias para competir, el arbitraje de los eventos, el
mejoramiento de estadios y canchas, la evaluación del desempeño de los jugadores y en la
intervención sobre el propio cuerpo humano a fin maximizar sus potencialidades. En síntesis, no
hay nada que no tenga (o vaya a tener) su huella cada vez más decisiva.
Emerge, incluso, lo que tal vez pudiera calificarse de “atención tecnológica personalizada”, con
lo que no me refiero solo, por ejemplo, a ciertos diseños que mejoran la apariencia de los zapatos
de algunos futbolistas, sino a la posibilidad de medir la potencia, geometría y biomecánica del
pie y permitir la creación de suelas intermedias a la medida del jugador, útiles para corregir
anomalías en el modo de andar o ineficiencias en los tejidos blandos. Se trata, seguramente, del
anuncio de una tendencia que se extenderá hacia muchos otros aspectos, prueba de ello es que ya
se habla, igualmente, de que se conocerá tanto del ser humano que se le podrá estimular de
manera personalizada y eficaz, para lograr los mejores resultados. Sobra anotar que todo lo
anterior viene envuelto en la preocupación derivada del acceso disparejo a la gaveta de las
innovaciones.
El dopaje es comprendido, en su significado habitual, como el consumo de sustancias que
aumentan el rendimiento del deportista, violando los límites fijados en los reglamentos. Pero
actualmente se ha extendido el uso del término, considerando que dopaje es, igualmente, el
hecho de valerse de algún otro medio a fin de obtener una ventaja en la competencia. Se habla,
entonces, por extensión, de “dopaje tecnológico”, aludiendo de esta manera a las mejoras
nombradas arriba, alrededor de aspectos tales como la vestimenta, materiales utilizados, métodos
de entrenamiento, etcétera, parte de una lista larga de elementos con respecto a los cuales las
prohibiciones no se encuentran tan claras como en el caso del dopaje en su acepción común, no
obstante de que pueden generar disparidades en la competencia.
En resumen, lo que constituye dopaje tecnológico en un deporte específico es un asunto que en
definitiva le toca resolver a los organismos reguladores internacionales, pero que es objeto de
intenso debate tanto en los medios deportivos y tecnológicos como la sociedad en su conjunto.
En este sentido, la WADA, busca mantener un escrutinio cercano sobre todos los desarrollos
científicos y tecnológicos que puedan tener un impacto en la práctica del deporte, tarea que, por
supuesto, no es nada sencilla.
No se olvide, por último, que el rol decisivo que cumple la tecnociencia en las actividades
deportivas es posible gracias a un formidable entramado institucional, muy bien lubricado desde
el punto de vista financiero e integrado por numerosas y diversas organizaciones (públicas,
privadas y académicas), cuyos hilos son manejados fundamentalmente por las más importantes
empresas mundiales, para las cuales el deporte constituye un espacio clave desde el punto de
vista de sus fines industriales y comerciales. Este hecho le da, obviamente, un sesgo al trabajo
innovador que llevan a cabo.
La cámara hiperbárica de Cristiano Ronaldo (¿Lícita o no?)
Podría considerarse que el dopaje tecnológico, tal como fue referido en los párrafos precedentes,
supone, pues, una superioridad que atenta contra los reglamentos y en consecuencia es entendida
como trampa. Pero, según se sabe, la realidad es siempre gris, está hecha de ambigüedades y lo
que parece tan claro en el papel no lo es tanto en los hechos. Por tanto, en no pocas ocasiones
resulta difícil saber donde se violenta la igualdad de oportunidades y donde no. Si mal no
recuerdo, cuando apareció la figura del entrenador, un invento tardío en el fútbol, hubo quienes
lo reclamaron como una ventaja indebida frente a quienes no lo tenían.
Para abundar en el punto en cuestión resulta ilustrativo el caso de Cristiano Ronaldo, quien,
como es sabido, es un devoto (casi un neurótico) del entrenamiento y de la preparación física.
Llevado de la mano por esa devoción (o neurosis) compró – y no estamos hablando de un
artículo precisamente barato, por cierto - una cámara hiperbárica, la cual utiliza en su casa a fin
de potenciar la resistencia en la cancha. De acuerdo al Código Mundial Antidopaje, se trata de
un equipo que no se contempla dentro de la lista de prohibiciones y por tanto puede ser utilizado
por quien lo desee. Sin embargo, si miramos la situación desde los cánones que mandan en el
deporte, no hay duda de que, por esta vía, Cristiano Ronaldo cuenta con una ventaja con respecto
a la mayoría de sus colegas, quienes seguramente no pueden tener algo equivalente. Da la
impresión, entonces, de ser un caso de dopaje tecnológico.
EL DOPAJE GENÉTICO (De las ramitas al ADN)
Según ya fue indicado, una parte importante de los nuevos conocimientos orientados a elevar el
rendimiento deportivo tiene que ver con el propio cuerpo humano, diluyendo de manera
creciente la separación entre lo orgánico y lo cibernético y dibujando, por ahora en plan de
boceto preliminar, la fase transhumana del deporte. Aquí es donde encaja el tema del dopaje
genético. Veamos.
El dopaje viene desde muy atrás
Podría decirse que el dopaje, entendido en su versión original, esto es, como el uso de sustancias
para elevar el rendimiento en una determinada actividad humana, es cosa de siempre. En lo que
se refiere al deporte, tampoco es, desde luego, ninguna novedad.
El primer caso oficialmente reconocido se remonta a los Juego Olímpicos celebrados en Los
Ángeles, año 1904, cuando Thomas Hicks, vencedor de la marathón, se desmayó luego de
alcanzar la meta, tras ingerir, de acuerdo al dictamen de las autoridades, una mezcla de alcohol y
estricnina a fin de reforzar su resistencia. Sin embargo, aunque no aparece en los registros, se
sabe, por ejemplo, que los atletas de la Antigua Grecia empleaban plantas alucinógenas para
aliviar dolores y mantenerse en buen nivel durante la competencia. No hay duda, así pues, de que
el dopaje ha sido siempre un dato infaltable en el entorno deportivo. Creer otra cosa es tener
nostalgia por un deporte que, en verdad, casi no ha existido en la forma prescrita en la prédica
del movimiento olímpico.
El dopaje ha sido asunto constantemente debatido entre las autoridades deportivas, con
frecuencia influenciado por ciertos intereses económicos que han logrado sesgar opiniones y
decisiones. Así mismo, no se descartan determinados intereses políticos - el uso del dopaje “con
fines de Estado”, que tuvo lugar durante la Guerra Fría -, cultivado para demostrar, vía el
deporte, la supremacía de un determinado sistema ideológico, pretensión que aún no se ha
abandonado del todo.
El inicio del uso de esteroides replanteó la relevancia del tema. Con su aparición y proliferación,
el Comité Olímpico Internacional (COI) se dio a la tarea de construir una organización antidoping que enlazaba y coordinaba a Estados, Federaciones Nacionales, y Ligas, generando la
Agencia Mundial Anti-Dopaje (AMA) en 1999.13 El dopaje pasó a ser, pues, un tema central en
la agenda olímpica.
Watson y Crick como punto de partida
Desde 1865, cuando el científico Ernest Mendel dio a conocer sus primeros hallazgos en el
terreno de las leyes de la genética, son muchas las cosas que han pasado bajo los puentes de la
investigación científica. Sobresale, sin duda, el trabajo de los norteamericanos Watson y Crick, a
mediados del siglo XX. A raíz de su “Mapa del Genoma Humano” - el Libro de la Vida, como se
le conoce -, los progresos en la comprensión biológica de nuestro organismo han sido
gigantescos en diversos campos de la ciencia, al punto de que hoy en día se puede hablar de la
naturaleza como de "un objeto manufacturado" (Hess 1992), "extraída del laboratorio y después
transformada en realidad exterior" (Latour, 2003). No es irreal, pues, imaginar que dentro de
algunas décadas los implantes cibernéticos aunados a lo anterior, permitirán alargar la vida de los
seres humanos, mejorar sus estados mentales y emocionales, aumentar su fuerza, su capacidad de
13
Importa llamar la atención sobre el hecho de que se necesitaba de una gran coordinación internacional, entre otras
cosas porque ya no se trataba de controlar a los deportistas en el momento en que se reunían a propósito de un
determinado evento, puesto que los esteroides se usaban mucho antes de que se celebraran las competencias
oficiales y había que extender la vigilancia de los atletas durante un buen tiempo previo.
visión o su inteligencia. Es decir, habrá la capacidad de manipular y diseñar seres humanos con
unos rasgos y condiciones particulares que darían lugar a los ya referidos seres “trans humanos”.
Como cabe esperar, la genética lleva ya un buen rato tocando las puertas del deporte. En su
utilización se habla de dos situaciones. De terapia genética cuando se emplea dicha técnica con
propósitos curativos14 y de mejora genética cuando se busca el incremento de las capacidades
fisiológicas. Con respecto a esta última ya se tienen identificados los genes adecuados que
permiten hacerlo con propósitos específicos, bien sea la mayor transferencia de oxígeno a los
músculos, el incremento de la masa muscular o el aumento de altura. Por esta vía, los músculos
crecen más, se recuperan más rápido y adquieren más fuerza y las proteínas generadas serán
iguales a las generadas de manera normal por el organismo (Pérez Triviño, 2013).15
Adicionalmente, el mejoramiento genético puede tener dos niveles. De un lado, el aumento del
potencial natural, realizado dentro del ámbito típico de lo que es un ser humano. Y, de otro, el
aumento de las capacidades de una persona por encima del nivel característico de la especie
humana. Los mutantes sería ejemplos perfectos de este tipo de mejoras extraordinarias, con la
salvedad de que sus mutaciones van más allá de lo que la tecnología genética puede realizar en la
actualidad (Pérez Triviño, 2012).16
El anti doping como política17
El Comité Olímpico Internacional (COI) se opone al dopaje en función de la protección de la
salud de los deportistas y de la garantía del juego limpio, entendido éste como equitativo y sin
trampas. Su preocupación se ha extremado de cara al dopaje genético, aunque para muchos, vista
14
Quizá el caso más conocido en la actualidad es el uso de tecnologías genéticas sobre la hormona del crecimiento.
Una de las personas sobre las que se practicó dicha mejora fue al futbolista, Lionel Messi, quien a los 14 años medía
10-15 centímetros por debajo de la media.
15
La WADA entiende por dopaje genético la introducción no terapéutica y consiguiente expresión de un transgén o
la modulación de la actividad de un gen existente para lograr una ventaja fisiológica adicional en el deporte.
16
En medios científicos se habla igualmente de organismos transgénicos. Se trata de seres modificados al
introducírsele elementos biológicos pertenecientes a otra especie. A pesar de no encontrarnos todavía con seres de
estas características, los debates éticos que plantean estas nuevas posibilidades de creación de seres con elementos
propios de los humanos y de otros animales son de una gran complejidad (Perez Treviño, 2012).
17
Estas líneas resumen, de manera libre, por así decirlo, lo que he encontrado en la literatura que trata el tema, la
cual se encuentra citada en la bibliografía.
la experiencia, no queda del todo claro que el control antidoping sea la medida más inteligente y
eficaz de alcanzar esos dos propósitos. Veamos:
Un buen número de expertos sostiene, con respecto al cuidado de la salud del atleta, que aún
faltan evidencias concluyentes acerca de sus efectos negativos, máxime si hablamos del dopaje
genético.18 Pero, en todo caso, continúa el argumento, si se comprobaran tales efectos, es claro
que bajo condiciones de prohibición, los riesgos son aún mayores puesto que el dopaje se lleva a
cabo en medio de una vigilancia médica inadecuada, lo contrario de lo que ocurriría si estuviese
establecida como obligatoria, formando parte de una política de legalización.19 20
En lo que atañe a la igualdad de oportunidades para los competidores - un principio esencial de
la actividad deportiva- , el planteamiento del COI es que el dopaje, y seguramente en mayor
grado si es genético, viola esa premisa, pues genera ventajas con respecto a los atletas que no se
dopan y, por tanto, debe prohibirse.
En contra de lo anterior se advierte, sin embargo, que la historia enseña que ningún conocimiento
que tenga la posibilidad de usarse, deja de usarse. Este pudiera ser casi un axioma de la historia
en la ciencia y la tecnología, cuya moraleja en este ámbito es que la eficacia de la prohibición es
muy limitada, por decir lo menos. Además, valga la reiteración, el contexto dentro del que se
realiza la actividad deportiva moderna implica condiciones que soplan fuertemente a favor del
dopaje y, en general, de la utilización de las innovaciones como recurso para poder alzarse con la
18
Visto que la terapia génica es una nueva forma de medicina, y hasta hace poco se puso a prueba sólo en los
pacientes con enfermedades terminales, sus consecuencias a largo plazo son desconocidas. Por lo tanto, de acuerdo a
los científicos, las preguntas importantes siguen sin respuesta en el contexto del deporte. Muchos consideran que tal
vez el riesgo clave pudiera ser que los transgénicos utilizados en el dopaje afectaran a las células germinales, y
produjeran alteraciones permanentes, transmisibles a las generaciones futuras Sin embargo, hoy en día no existen
respuestas definitivas a esta pregunta.
19
Siempre se ha dicho que los esteroides se empezaron a emplear apenas salieron del tubo de ensayo, sin que
hubiese ocasión de que se probaran con animales y, en general, sin que se cumplieran los protocoles exigidos para la
investigación científica.
20
En otro orden de ideas se invoca la circunstancia de que en lo que lleva de vida el control anti doping, la WADA
ha recibido denuncias en el Tribunal de Derechos Humanos por considerar que, por la forma como se lleva a cabo,
viola los derechos de los atletas, en lo fundamental su derecho a la privacidad. Los atletas de alta competencia, en
cada vez más disciplinas, son sometidos a vigilancia durante 24 horas, todos los días del año a fin de atender, por
sorpresa el requerimiento de las autoridades del deporte y someterse a un control anti doping (recuérdese en este
sentido, que los ciertas técnicas ilegales son aplicadas durante largas fases del entrenamiento, previo al día del
evento).
victoria. A fin de encarar el asunto no queda otra, continúa el razonamiento, que legalizarlo,
dado que la injusticia se genera, precisamente, en su prohibición. Por otra parte, y abonando el
mismo terreno, se postula que la ilegalización trae consigo el inconveniente de que se crea una
suerte de “mercado negro” que encarece el tratamiento y traba la posibilidad de que el acceso sea
sobre bases equitativas y en el que todo acontece en medio de una atmósfera de clandestinidad de
la que cabe esperar nada bueno.
Resumiendo, si bien el dopaje genético todavía se encuentra rodeado de muchas interrogantes, se
sabe de seguro que la situación futura será muy compleja, una vez que la terapia génica alcance
el nivel hacia el que apunta el pronóstico de los tecno científicos.
Habla Lance Armstrong
Representa, al menos por ahora, el caso más emblemático y conocido del deporte en lo que
concierne al dopaje. Basta, pues, con recordar que, después de haber ganado varios campeonatos,
las sospechas que acompañaron su vida como atleta se volvieron pruebas. Armstrong triunfó
mediante el fraude gracias a un prolijo menú de sustancias y, en consecuencia, fue borrado de la
historia, cuando todo indicaba que figuraría allí como uno de los grandes ciclistas de todas las
épocas.
Corrí dopado, confesó. Todos mis competidores lo hacen, explicó. Sin doparse es imposible
triunfar, remató justificándose. Con estas pocas frases, hizo la radiografía. Afirmó, en fin, lo que
casi cualquiera sabe: el dopaje es un aspecto del deporte, particularmente en nuestros días. Más
aún, puso de bulto que, si bien en la opinión pública cabría esperar una condena moral al dopaje
en todas sus manifestaciones, algunos estudios revelan que no es tal el caso entre los atletas. El
investigador Goldman (1988) encuestó durante una década larga a deportistas de élite
planteándoles si estaban dispuestos a tomar una sustancia que les garantizara el éxito deportivo,
aun sabiendo que dicha droga acabaría con sus vidas cinco años después. El resultado durante
esos años no varió: más del 50% de los participantes respondió afirmativamente. Sin embargo,
cuando este estudio se aplicó a personas sin relación con el deporte, apenas estaba a favor un 1%
de los consultados.
Por otro lado, y en la misma dirección, recientes estudios en atletas jóvenes de Canadá han
demostrado que hasta el 25,8% de los entrevistados admitió haber tratado de levantar su nivel de
rendimiento deportivo mediante ingredientes prohibidos o que tenían un uso restringido de
acuerdo a lo establecido por el COI. En la misma investigación se comprobó que el medio
ambiente psicosocial del atleta tiene un impacto significativo en la decisión de consumir
productos dopantes (Goulet, Valois, Buist y Côté, 2010) y algunos atletas están dispuestos a
arriesgar sus vidas si se pudiera garantizar medallas de oro (Citado en Blasco, 2013). Como se
aprecia, Lance Armstrong no es, pues, una ave rara en el pretendidamente diáfano cielo del
deporte.
El evangelio olímpico es (casi) letra muerta.
Los valores recogidos en la Carta Olímpica, promulgada el 12 de Diciembre de 1999
(actualizados, pero guardando su espíritu de siempre), hablan, palabras más, palabras menos, del
deporte como una filosofía existencial, que enaltece y combina armónicamente las cualidades del
cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la educación, el
Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor
educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales. Se
trata, así pues, de buscar la excelencia de la persona, a partir de objetivos que trascienden la
circunstancia de la mera victoria, combinando la consecución de una mejora física con la de una
mejora intelectual, de allí el “mens sana in corpore sano”. Con motivo de las Olimpiadas del año
1900, en Francia, el Barón de Coubertain condensó lo anterior expresando que el propósito del
deporte era “reunir el músculo y el espíritu, viejos divorciados”.
De la doctrina anterior deriva la pildorita verbal con la que el bueno de Pierre pasó a la eternidad
- aquello de que lo importante no es ganar, sino competir -. Sin embargo, como han ido dejando
sentado diversos trabajos (por si las palabras de Armstrong no fueran lo suficientemente
contundentes) y según puede percibir cualquier aficionado común y corriente, el deporte se
gobierna en buena medida de acuerdo a cánones que lo separan del evangelio olímpico. Siendo
un espectáculo montado sobre un colosal negocio, esa buena prédica no tiene (casi) destino
alguno en el deporte de alta competencia y en algunas disciplinas se ha despintado, incluso, en
los espacios del amateurismo. Así las cosas, para encarar el problema del dopaje genético (y en
general, por supuesto, el del uso de las innovaciones tecno científicas), lo primero que hay que
hacer es situarlo como una pieza que forma parte de este contexto. El dilema entre legalizar y
prohibir el consumo de los adelantos tecnológicos debe ubicarse allí.
OSCAR PISTORIUS (¿El ocaso del deporte paraolímpico?)
Después del invento de las muletas, más de dos mil años A.C., son muchos los cambios que han
aparecido en función del objetivo de reparar las deficiencias corporales de las personas, bien sea
para enmendarle la plana a madre natura, bien para restañar los daños provocados por
determinados accidentes. En lo que se refiere al deporte, la incorporación de las personas
discapacitadas ha sido notable a partir de los últimos tiempos, dándole entrada a personas que,
de otra manera, difícilmente hubiesen podido terciar razonablemente en alguna competencia
deportiva. El de Oscar Pistorius es un caso emblemático en este sentido.
Oscar Pistorius en pocas palabras
Comprimiendo al máximo una historia sobradamente sabida, bastaría contar que se trata de un
joven de 28 años, perteneciente a la clase media surafricana, nacido sin el peroné en cada una de
sus extremidades inferiores debido a una malformación degenerativa. Siendo su futuro más
probable una silla de ruedas de por vida, los médicos determinaron que lo más conveniente era
amputarle ambas extremidades un poquito más abajo de las rodillas, lo cual se hizo cuando aún
no había dejado de ser un bebe, de manera que nunca caminó con piernas de carne y hueso, sino
con unas prótesis convertidas en parte de su naturaleza.21
Su biografía revela que desde muy niño se las ingenió para poder participar en varios deportes
(rugby, críquet, tenis y lucha olímpica), hasta convertirse, un poco más tarde, en el corredor
paralímpico más rápido de la tierra. A partir de 2004, cuando sólo tenía 18 años, Pistorius se
hizo figura destacada durante los Juegos Paralímpicos celebrados en Atenas y, desde entonces,
continuó sumando medallas y records en distintos eventos mundiales en las pruebas de 100, 200
y 400 metros planos.
Las idas y venidas de las autoridades competentes (pero desconcertadas)
21
Hoy en día las prótesis de Pistorius, descritas como una especie de cuchillas en forma de J, son de fibra de
carbono, pesan 2 kilos y cuestan unos 35.000 dólares y son fabricadas por la industria islandesa Ossur. Es un invento
cuya primera versión se remonta al año 1984.
En el año 2008 se le negó su participación en los Juegos Olímpicos de Beijing, en los que
aspiraba a correr contra rivales “normales”. Fue, la de impedírselo, la respuesta que tuvieron más
a la mano las autoridades deportivas con relación a Pistorius, un ser considerado híbrido que
combinaba elementos de carne y hueso con máquinas y dispositivos electrónicos.
A partir de entonces, su historia tiene varios hitos que, en algunos aspectos, semeja las
estaciones de un Vía Crucis. Iniciando el año 2007 se realizaron algunas pruebas a sus prótesis,
consistentes en el análisis de la filmación de sus carreras y la aplicación de test biomecánicos, las
cuales determinaron que Pistorius no podía competir en carreras sancionadas por la IAAF
(Federación Internacional de Atletismo), debido a que las mismas le daban cierta superioridad
con respecto a sus rivales no discapacitados. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que
anteriormente la misma IAAF lo había invitado a participar en 2005 en un evento internacional
en Helsinki (evento al que no pudo asistir) y le permitió iniciarse en competencias “normales” en
las pruebas de Roma y Sheffield que se llevaron a cabo dos años después.
Pero, en marzo del año 2007, la IAAF prohibió en sus normas - algunos malpensados creen que
esta regla fue redactada pensando en el corredor surafricano - el uso de "cualquier dispositivo
técnico que incorporara resortes, ruedas o cualquier otro elemento que proporcionara a quien lo
usa una ventaja sobre otros atletas que no usaran tal dispositivo". Meses más tarde, la misma
organización llegó a la conclusión, tras haber encargado un nuevo examen sobre Pistorius, que
éste mostraba, más bien, una notable inferioridad. Al poco tiempo, en noviembre del mismo año,
fue invitado a la Universidad de Deportes de Colonia para someterse, una vez más, a estudios
biomecánicos, supervisados por la propia IAAF. Tras el examen, el informe correspondiente
remata con una opinión distinta a la anterior, indicando que las prótesis usadas por el atleta
surafricano le permiten correr con un consumo de oxígeno un 25% menor respecto a los
corredores normales, que la capacidad de rebote de la prótesis es de un 90% frente al 60% de una
pierna humana y que, al realizar un menor esfuerzo y tener menos masa muscular, acumula
menos ácido láctico. Dicho en cristiano, Pistorius corre en una condición favorable. Valiéndose
de tal examen, en enero del año 2008 la IAAF le niega, por tanto, la participación en las
competencias realizadas bajo su auspicio, incluyendo, obviamente, la asistencia al evento
olímpico chino, que se celebraría en agosto de 2008.
Pero la historia da otra voltereta. En mayo de 2008 el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS)
revoca la decisión de la IAAF al considerar que las pruebas no arrojan evidencia suficiente para
demostrar la ventaja generada por las prótesis y, además, no hablan nada de las desventajas que
las mismas pudieran suponer. En consecuencia, la opinión da un nuevo viraje y se le autoriza,
entonces, a competir en las olimpíadas de Beijing, en las que a la postre no actúa puesto que no
alcanza la marca mínima. Finalmente, Pistorius concurrió a competencia promovidas por la
IAAF el año 2011, en Daegu, y asistió, en el año 2012 a la cita olímpica de Londres, clasificando
para semifinales en la prueba de 400 metros planos, convirtiéndose, así, en la primera persona
con doble amputación en correr en un evento de este tipo, dando lugar a un hecho insólito: un
discapacitado encarando a rivales sin discapacidad, gracias a una pieza metálica que lo rescata de
su inferioridad, lo empareja con ellos y, de acuerdo algunos estudios, hasta le otorga ventajas
(Sanchez García 2012). Es bueno advertir que lo anterior no fue obstáculo para que Pistorius
mantuviera el permiso oficial para actuar en eventos paraolímpicos.
En la idea de hacer ver cómo la rapidez con la que se hacen presentes las innovaciones tecno
científicas ha traído consigo situaciones que cambian de manera permanente, vale la pena añadir
a ésta crónica de idas y venidas en el caso de Pistorius, un reclamo formulado por él mismo, con
ocasión de los Juegos Paraolímpicos de Londres (2012), en los que perdió la medalla de oro en
los 200 metros planos frente al corredor brasileño Alan Fonteles Oliveira. A raíz de este hecho
Pistorius reclamó que su rival usó prótesis más grandes que las autorizadas, las cuales le
permitían correr más rápido. El Comité Paralímpico Internacional (CPI) desestimó su queja.22
Aunque se suele afirmar que Pistorius es un atleta ciborg 23 o transhumano y, si bien los
implantes en sus piernas pudieran autorizar a que se lo califique de esta manera, algunos autores
sostienen lo contrario, argumentando que no ha mostrado un rendimiento físico post-humano. Su
caso muestra que, en lo que atañe a su caso, la tecnología se encuentra todavía en fases que se
22
Con el propósito de ratificar cómo la realidad se encuentra siempre retándonos con nuevas situaciones, vale la
pena contar, igualmente, que en reciente ocasión los entrenadores de Pistorius observaron que la “suela” de las
prótesis podría lesionar las rodillas del atleta. Por lo tanto, Nike, que es su patrocinador , se dio a la tarea de
desarrollar la solución, vale decir, una “suela” con picos que llevan las prótesis en la parte inferior, una mejora que
podría darle una ventaja a Pistorius, pero éste accedió a que fuera disponible para todo atleta que lo necesitara.
23
La palabra “ciborg” fue acuñada por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en1960, aludiendo a la combinación entre
los términos: “cibernético” y “organismo” y referirse a aquellos individuos cuya naturaleza podría ser una
combinación entre lo orgánico heredado y elementos mecánicos, robóticos, y/o eléctricos.
estiman iniciales. No obstante, en el horizonte sigue estando pintado un escenario posthumano.
Si alguien tiene alguna duda al respecto, basta con recordarle la exhibición, durante el reciente
mundial de fútbol de Brasil, de un joven parapléjico chutando un balón, movido por un
exoesqueleto robot diseñado para controlar su mente, mediante implantes cerebrales.
Pistorius entra en la historia
El de Pistorius ha terminado siendo un caso sorprendente, no sólo dentro del mundo del deporte.
Su participación en eventos con corredores no discapacitados ha causado un verdadero motín en
los medios deportivos, colocando en la vitrina mundial las complicaciones que derivan del
brusco desarrollo de la tecnociencia. Las prótesis del corredor se han convertido en un dolor de
cabeza sobre todo, aunque no solo, para los que gobiernan el deporte.
En resumen, Pistorius se ganó merecidamente un puesto en la historia del atletismo, pero deja
colgado un montón de preguntas que aluden, de manera general, al rumbo y a las secuelas que
irán caracterizando al deporte durante el transcurso de los próximos años. Preguntas que, por
ahora, no tienen como ser contestadas de manera satisfactoria y sólo alimentan dudas y
polémicas. Preguntas que, más allá del caso del atleta surafricano, muestran un posible futuro
marcado por el tecno dopaje e incluso, aunque parezca un ejemplo inadecuado, por lo
aparentemente remoto, dejan ver amputaciones deliberadas con el objetivo de mejorar el
desenvolvimiento deportivo. Es posible que lo anterior suene a desmesura, pero ya despunta en
el menú de opciones disponibles para un deportista.24
Pistorius entra, como digo, en la historia. Entra por sus marcas y triunfos de gran atleta. Entra
porque fue el portador exitoso de innovaciones tecnológicas impensadas hasta no hace mucho.
Entra porque de alguna manera replanteó su condición de discapacidad y pudo competir con
brillo, frente a deportistas no especiales. En resumen, entra porque deja un hito en el deporte
24
Aunque no es, por supuesto, una situación igual a la que se alude, cabe mencionar, por lo sorprendente, unas
recientes declaraciones del gran futbolista argentino, Gabriel Batistuta. "Tras retirarme del fútbol pedí que me
amputaran las piernas, porque no podía más", explicó el máximo artillero de la historia del fútbol argentino en el
programa 'Líbero' de TyC Sports. "No tengo ni cartílagos ni tendones en las piernas" por las lesiones sufridas
durante su carrera deportiva, señaló. "Me he orinado en la cama porque teniendo el baño a tres metros no me quería
levantar. Estaba tan desesperado que tomé un avión y fui a visitar al doctor Avanzi", confesó Batistuta. "Le dije
'córtame las piernas, que no puedo más'. Vi a Pistorius y pensé que esa era mi solución", expresó.
moderno bordado por la tecnociencia y porque mostró un escenario promisorio para otros como
él.
CONCLUSIONES (Mientras tanto)
Reiterando, pareciera que estos tiempos de transformaciones nos toman por sorpresa y es fácil
entender, entonces, que la sociedad experimente una buena dosis de perplejidad y se perciba así
misma como desarmada y desorientada frente a lo que ocurre. Desde la religión se miran con
cuidado los poderes creadores desarrollados por el ser humano, en franca rivalidad con los de los
dioses. Desde la filosofía y la ética se buscan explicaciones para apreciar el significado de una
civilización en la que se toca la que se considera la esencia humana. Desde la economía se
intentan descifrar las maneras y dinámicas cada vez más vinculadas a la demanda y oferta de
intangibles, sobre la base de reglas que no terminan de sedimentarse. Desde la sociología, se
mira el impacto sobre las instituciones que le dan cauce a la vida colectiva. Desde la política se
analizan las consecuencias de las nuevas tecnologías sobre los sistemas de gobierno y los
patrones en la distribución del poder, sopesando las tensiones entre la libertad y el autoritarismo.
En fin, desde todos lados aparecen escenarios complicados, encima de inciertos, que suscitan a la
vez esperanzas y temores respecto a los caminos que va tomando el desarrollo tecnocientífico, a
sabiendas de su enorme gravitación en todo lo que está aconteciendo en el planeta.
Nada más práctico que una buena teoría
Obviamente, la actividad deportiva ha quedado arropada por parecidas preocupaciones y dudas.
En su ámbito también se perciben, desde ya, alteraciones de gran calado y se presumen para el
futuro otras aún mayores. El dopaje genético es apenas una muestra en medio de un conjunto de
innovaciones que la interpelan en sus propias raíces y no son pocos los que avizoran, por ello,
un nuevo concepto de deporte, el que correspondería a la sociedad transhumana. Hasta ahora las
autoridades se han visto sobrepasadas, de lo cual han dado prueba, me parece, el trato que se le
dio a Oscar Pistorius, así como la manera como parecen estar enfrentando el tema del dopaje
genético. Han quedo en “orsai”. O, si se prefiere, fuera de base, como se diría en el beisbol.
Nada sobresale con más claridad, entonces, que la urgente necesidad de ir creando nuevos
marcos de análisis para estudiar y comprender los lazos que amarran a la tecnociencia y al
deporte, a partir del trabajo sinérgico entre las ciencias sociales y humanas y las ciencias
naturales. El intelectual francés Bruno Latour (citado en Medina, 2008) ha caracterizado las
innovaciones tecnocientíficas como la proliferación de híbridos, es decir, de realizaciones que
embrollan las divisiones esencialistas en un complejo entramado de ciencia, tecnología, política,
economía, naturaleza, derecho, etcétera. Según él, en la larga lista de los híbridos actualmente
más representativos, habría que colocar, entre otros muchos, los implantes electrónicos en el
cerebro, los microprocesadores biónicos, la clonación de animales, los alimentos transgénicos, la
congelación de embriones humanos, las píldoras abortivas y poscoitales, el Viagra, así como una
larga lista de psicofármacos como Prozak. A pesar de todo ello, afirma este autor, nuestra cultura
intelectual no sabe cómo categorizar el entramado de los híbridos que la tecnociencia produce.
Esto no es de extrañar, añade, pues para ello es preciso cruzar repetidamente las líneas divisorias
que separan la ciencia y la sociedad, la naturaleza y la cultura, las cuales se siguen marcando en
la actualidad.
A partir de lo expresado, huelga señalar que también en el deporte hace falta un gran esfuerzo de
comprensión intelectual que proporcione los códigos requeridos para desentrañarlo a la luz de
los nuevos eventos.
La democracia como exigencia
Al paso en que la tecnociencia se ha convertido en un factor de gran incidencia en la
organización y desempeño de las sociedades actuales, desde hace varios años se ha propuesto la
participación de los ciudadanos en lo que se refiere marcar sus derroteros y evaluar sus
repercusiones. Se trata de que se asuman las reglas propias de la democracia, de manera que no
sea éste un tema retenido en la sala de reuniones de políticos y tecnócratas. En los días que
corren se trata, así pues, de una condición de ciudadanía, nada más y nada menos.
El debate público y la vigilancia social sobre las transformaciones tecno - científicas pasan a
entenderse, así pues, como un valor político propio de la época, a fin de que no se encuentren
únicamente supeditadas a la dirección y el ritmo impuestos por el mercado. Debate y vigilancia,
digo, que conduzcan al objetivo de que los aspectos éticos, políticos, ambientales, jueguen su
papel modulando la producción de conocimientos (infiltrando todo el proceso de creación de
innovaciones), lo cual, es bueno advertirlo, no es asunto de estatizar, como con cierta frecuencia
se piensa, sino de democratizar.
La democratización del deporte reviste, igualmente y por similares motivos, una gran
importancia. Así, desde diversos sectores se observa cómo van tomando fuerza algunas
presiones que ponen de manifiesto la necesidad de ampliar la mediación de la gente en una
actividad que se encuentra regida por estructuras cerradas, frágiles ante la corrupción y que
funcionan en clave autoritaria, dicho sea esto último sin exagerar, basta con mirar cómo se eligen
sus autoridades, como se perpetúan en los cargos o como se administran los recursos al margen
de la más elemental rendición de cuentas, características que se encuentran presentes, con sus
distintos grados y particularidades, en todas las disciplinas deportivas. A partir de este “estilo”,
el gobierno del deporte se ejerce mediante un gran conjunto de organizaciones con
prolongaciones de variado tipo a nivel mundial, continental y regional, puesta en manos de una
férrea jerarquía.
Por otra parte, las autoridades se encuentran permeadas de muchas maneras por diversos grupos
que pujan de acuerdo a sus intereses, principalmente de índole económica. Se trata, sobre todo,
aunque no sólo, de presiones de las grandes empresas del planeta, las que tercian en el negocio
universal del deporte, siendo responsables en altísimo grado, directa o indirectamente, de la
introducción de innovaciones. Así las cosas, la administración del progreso tecno científico se
torna una cuestión trascendental en la gobernabilidad del deporte, haciendo aún más
indispensable la creación de mecanismos institucionales que permitan que las decisiones se
tomen por la vía más informada y amplia posible, con el propósito de que éstas no sean
alimentadas exclusivamente a partir de la lógica que hoy en día manda en la concepción y
difusión de sus innovaciones. Además, no pueden ser tampoco resoluciones que se tomen de
espaldas al gran debate que tiene lugar a propósito de los escenarios que plantea la sociedad
transhumana.
¿Qué diría el Barón de Coubertain?
En lo que atañe al tema del dopaje genético, para los venideros juegos olímpicos, en Brasil, a
pesar de las dudas y las críticas las autoridades deportivas permanecerán aferradas a la usual
política de rechazo, según se ha puesto de manifiesto con la próxima entrada en vigencia de
nuevas reglas sancionadas por la Asociación Mundial Antidopaje, de las que, por cierto, se habla
informalmente como del Código Armstrong, debido a la influencia que tuvo en su redacción la
condena al ciclista norteamericano.
La idea con el nuevo cuerpo de normas es hacer más estrictas las medidas y más severos los
castigos. Se plantea, entre otras cosas, sancionar a las personas del entorno del atleta, así como a
los deportistas en pruebas no analíticas (como fruto de la investigación policial o de la delación
de otros compañeros) y se establece que se amplíe a diez años la prescripción del fraude, lo cual
permite que los laboratorios conserven congeladas las muestras por ese lapso a fin de que
vuelvan a ser analizadas si se descubren nuevos métodos de detección con referencia a
sustancias antes indetectables. En esa dirección, se han invertido importantes sumas de dinero
para desarrollar métodos que descubran el dopaje genético, cuyos primeros avances estarán
presentes, sin duda, en tierras brasileñas.25. Aún así, me da la impresión de que los responsables
de la conducción y organización del deporte semejan a esos militares que se encuentran muy
25
Como cabe esperar, los sistemas de vigilancia actuales se encuentran mucho más enfocados en advertir las
violaciones en los sistemas de dopaje más “tradicionales”, como los esteroides anabolizantes y las diferentes
opciones de dopaje sanguíneo, que en el dopaje genético.
bien preparados para la guerra anterior. En otras palabras, piensan “a la antigua” lo que está
ocurriendo en la actualidad.
En síntesis, pareciera que ya se percibe la posibilidad de unos juegos olímpicos transhumanos,
en los que competirían atletas ciborgizados. Ira, así, perfilándose la cara una nueva noción del
deporte y el evangelio del olimpismo irá desapareciendo hasta de la retórica de los discursos.
Tal vez casi nadie se acuerde más nunca del Barón Pierre de Coubertain.
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