La TraiciÓn Y La Furia - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"La TraiciÓn Y La Furia"
(*) Escuela Freudiana De Buenos Aires. 2001
Carolina Polak
"Los sufrimientos de la neurosis y de las psicosis son para nosotros la escuela de las pasiones
del alma, del mismo modo que el fiel de la balanza psicoanalítica" J. Lacan (1)
El ajedrez en lugar del análisis es una metáfora varias veces utilizada por Freud y retomada
incansablemente por otros analistas, entre otros Lacan, para referirse a la lógica significante
que rige el juego.
La noticia de Kasparov indignado ante el triunfo de la computadora Big Blue y su anhelo por el
regreso de Karpov, su eterno y desparejo rival, recorrió el mundo, recordándonos que el
ajedrez además de ciencia, es juego. Karpov, de tres dimensiones, le servía al astro de
soporte a sus pasiones, sin las cuales la vertiente del juego queda arrasada por la pasión, en
este caso, la ira. En tanto juego, el ajedrez necesita de las piezas, de un semejante y de un
tablero. El ajedrez necesita de una escena - trágica, épica, cómica, bufa, de folletín- y es
recién entonces cuando creo que la comparación con un análisis es sostenible.
El "Análisis fragmentario de un caso de histeria", suele ser una de las puertas de entrada
habituales para los inicios de la formación analítica. Allí se nos suele enseñar cómo se
analizan los sueños, cómo son la vía regia hacia el inconciente, pero también cómo a Freud
los pacientes lo dejaban. Nos enteramos desde el inicio que Freud -que el análisis por lo
tanto- puede fallar. Que el paciente se va, que la transfernecia es motor y obstáculo, que no
basta solo con señalarla, y que más vale analizar el lugar y la función de los padres en el
tratamiento de una jóven.
Sin embargo, el análisis de "Dora", a contrapelo de los obstáculos que pone de manifiesto,
adquiere el estatuto de clásico de la literatura analítica, de "caso" ejemplar para pensar la
histeria, y en ese sentido se cierra, se convierte en intocable, en texto sagrado.
¿Cómo es posible que se sacralice lo fragmentario, lo inacabado, lo fallido? Tal vez elevando
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a dogma el costado "ajedrez" de la transferencia, la cara pacíficamente significante del
análisis.
Desde la "Nota Introductoria" Freud nos advierte del horror que puede provocarnos la lectura
del historial , en la carta 143 profetiza que el texto "...enfrentará la mirada atónita del público"
(2). Podemos pensar, en principio, que en el testimonio hay un hueso duro de roer, algo que
hace trauma en el sentido del trou, del agujero no solo a las buenas costumbres victorianas de
la época - Freud no publicaba en un diario, sino en revistas epecializadas- algo que no encaja
y que eclosiona a nivel de la transferencia imaginaria.
Freud nos advierte: "Lo que se escribe no es para el presente fugaz". Me pregunto ¿Cuál es la
temporalidad de ese horror del que se nos advierte de entrada y del que se nos aclara que no
es debido a la gravedad del caso, porque en definitiva Dora padecería solo de una petite
hystérie?
Creo que avanzar más allá del ajedrez en su versión de dos dimensiones, del jugador
científico frente a la pantalla de su computadora, es una indicación que podría leerse en
Freud. Cuando explicita los objetivos del escrito apunta: "...demostrar el determinismo de los
síntomas y el edificio interno de las neurosis" (3), de lo cual se deduce que el edificio interno
de las neurosis no está hecho solo de los síntomas, regidos por la combinatoria significante,
indicándonos el plus más horroroso.
Desde sus síntomas Dora podría pensarse como una petite hysterique. ¿Pero, y desde los
fenómenos que en su cuerpo, en su carácter, en su posterior evolución no se cifran como
metáforas?
Al síntoma lo excede la pasión, a la que Descartes -apasionado maestro de su joven alumna
Isabel de Bohemia, por quien escribe nada menos que el tratado de Las pasiones del Almadescribe como el lugar de unión del cuerpo y el alma. En su obra póstuma y a pedido de una
mujer, según él de una agudeza superior, Descartes establece un puente entre la sustancia
pensante y la extensa, al cual denomina pasión, y aclara: "...el alma no tendría motivo para
permanecer unida al cuerpo un solo instante si no pudiera experimentarla" (4). A diferencia de
sus predecesores y de sus contemporáneos, ni elogia ni abomina de las pasiones, no califica,
sino que las ubica topológicamente: la sustancia pensante alberga en su seno a la res extensa
bajo el nombre de pasión.
¿No sostiene Freud la misma interrogación cuando se pregunta por la trabazón de lo psíquico
con lo somático? ¿No es recién introduciendo lo imaginario como consistencia que podemos
–recién entonces- salir del atolladero dual? Introducir lo imaginario como consistencia implica
descompletarlo, es decir que puede pensarse que la llave para salir de lo que entre dos hace
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masa, radicaría en la maniobra tendiente a agujerear lo imaginario.
En definitiva, para calmar a sus contemporáneos horrorizados - la pasión más peligrosa por
ser la más petrificadora, según Descartes- Freud recomienda "...adquirir por su propio trabajo
el derecho a tener una convicción" (5), es decir que los manda a analizarse y a trabajar, a
darle cuerpo, consistencia, escena, a lo que hasta allí sería la trabazón lógica y sin salida del
dualismo psique- soma. Sin soporte en la escena lo pasional puede desatarse furiosamente
en el cuerpo, tal como nos lo describe Deutsch, horrorizándonos con la descripción de una
repulsiva hipocondríaca, víctima del suplicio del síndrome de Menière, en su encuentro con
una mujer de cuarenta y dos años que se presenta como "el caso Dora", desechando su
nombre propio para convertirse en foto, en signo eterno.
Cuando ennumera las pasiones del ser, Lacan se refiere específicamente al amor, al odio y a
la ignorancia. Las dos primeras se cristalizarían como pasión cuando lo imaginario comanda.
El amor pasión pretende la captura del otro como objeto y el odio, su destrucción. Desde esta
perspectiva, ambos son interminables. Las pasiones se eternizan en la imaginario especular.
El amor de tranferencia, obviamente no es pacíficamente símbólico, incluso hasta podría
pensarse que el amante realiza su metáfora sólo si ese análisis avanza.
En principio, el sujeto apasionado es por lo tanto objeto, ya que lo que es pasión respecto a un
sujeto es siempre acción en algún otro respecto, consigna Descartes en el artículo I, y luego "
no advertimos que haya ningún sujeto que obre más inmediatamente sobre nuestra alma que
el cuerpo" (6). Pero ¿cual es ese cuerpo? ¿El doblemente perdido en la estructuración del yo
(moi) como realidad del cuerpo, o más bien el cuerpo que se constituye unificado, gestáltico,
en el espejo en el que ese moi se constituye como otro? (7) Porque allí Dora tiene problemas
y las pasiones le empañan aún más una superficie que estaba poco pulida. Su madre podía
pulir pisos o alhajas, pero no se inmutaba ni por el incendio, ni por la inundación de fluor albus
que ahogaba a su hija, y que la irritó hasta el final de su vida. Sin duda, no podía donarle
amorosamente la ligazón preedípica tierna, que Freud subrayará años después, en "La
feminidad" como esencial para el devenir mujer y como clave para provocar el enamoramiento
de un hombre. Por Deutsch, sabemos que Dora no contó con esa llave.
Respecto de la Sra. K, Freud desarrolla una serie de conceptualizaciones, para explicar el
pensamiento hipervalente que la joven experimentaba respecto de sus quejas por la relación
que ésta mantenía con su padre, y dice: "El hecho de que casi de continuo la dominase un
sentimiento de ira celosa parece susceptible todavía de una ulterior determinación" (8).
Subrayo la ira celosa que atrapaba a Dora casi permanentemente. Freud lee que allí Dora
reaccionaba como si ocupara el lugar de la madre. Ocupar el lugar de alguien, no es
identificarse con ese alguien, es decir que podríamos ubicar en esta primera determinación
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alguna falla en la constitución de este moi.
La segunda determinación que propone Freud es que el pensamiento hipervalente le
permitiría a su paciente sofocar el amor que sentiría por el Sr. K, reavivando su ligazón al
padre. En este punto, tal vez el apasionado sea Freud, en el sentido de que su teoría , cuadre.
Y como tercera determinación Freud propone: "Medea se avino enteramente a que Creusa se
congraciase con los dos niños y tampoco hizo nada para estorbar la relación del padre de los
niños con la muchacha" (9), y lee la ira de Dora como reacción a la traición perpetrada por
esta blanca y sabia mujer, con quien leía en la cama el manual de Mantegazza mientras
escuchaba sus confidencias sexuales. "La Sra. K. la había sacrificado sin reparos a fin de no
verse perturbada en su relación con el padre de Dora"(10).
Medea, prototipo de la hechicera, le mandó a Creusa para sus bodas con Jasón - su marido,
quien debía dejarla para desposar a la joven, por orden del rey, el padre de la misma- un
regalo muy particular. Impregnó de veneno un vestido y varias joyas y lo envió con sus hijos a
su rival, quien, poniéndoselo fue abrasada por el fuego, y lo mismo le ocurrió al padre, que
había ido en su auxilio. También se quemó el palacio. Mientras tanto, Medea daba muerte a
sus propios hijos y huía a Atenas.
Medea manda un regalito tramposo, un vestido envenenado: los hijos, el marido, la confianza,
el saber sexual, y esta Creusa es abrasada por las llamas de la ira, un calor seco, según
Galeno.
Es la ira la pasión que funda el género épico. La Ilíada se trata de Aquiles, furioso con
Agamenón que pretende quedarse con una de sus mujeres.
Parece que Homero, en el poema, usa cuatro términos distintos para referirse a esa cólera,
que podrían funcionar como diferentes estadíos de la pasión:
- menis: que sería la indignación, el resentimiento violento
- cholos: la cólera áspera y amarga, que toca el carácter
- menos: el furor guerrero
- thymòs: el impulso emotivo que desencadena la acción.
Al abandonar su análisis, pareciera que Dora realiza un rápido pasaje de la menis, la
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indignación, el resentimiento, al thymòs, la acción desencadenada en la salida violenta,
inconsulta, estrepitosa y fatal de la escena analítica. ¿Dónde ubicar los estados intermedios
de la cólera y del furor?
En un agregado a pie de página, Freud marca que no pudo comunicarle a su paciente la
corriente ginecofílica. Pablo Kovalovsky nos señalaba que allí Freud estaba enredado
pasionalmente con Fliess.
En el Seminario 1, Lacan comenta que "...si Freud hubiera revelado a Dora que ella estaba
enamorada de la Sra. K., ella se hubiera enamorado de la Sra. K" (11), y con ello hubiera
pasado la primer etapa del análisis. Y aclara que si no se pasa por allí el paciente puede
abandonar el tratamiento o hacer cualquier cosa, menos un análisis. Esa primer fase permitiría
el pasaje de lo que le es desconocido al yo, a esa imagen en la cual él reconoce las cargas
imaginarias. Allí puede producirse una exaltación sin freno, que Lacan dice que Balint marca
como una característica del final del análisis.
Al no nombrar este deseo no lo constituye como tal, Freud no puede separarla de la Madonna
a quien queda ligada eternamente. Dora siempre se referirá a la Sra. K. con devoción, sin
resentimiento, la furia le será dirigida a Freud, con ropa de mucama, quien tomado
pasionalmente por Fliess, no pudo vaciar su deseo para ofrecerlo como deseo del analista.
Freud se ofrece como el Professor.
"Nombrar" la corriente ginecofílica le hubiese permitido a Dora deponer esa mirada fascinada,
admirada (origen de toda pasión para Descartes), y marcar una falta sobre la Madonna.
Dora perdona a la Sra K. pero no a Freud, quien se pregunta: "¿Qué mejor venganza para
estos enfermos con mociones de crueldad que mostrar en su propia persona la impotencia e
incapacidad del médico?" (12)
NOTAS:
(1)Lacan, Jacques. "El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos
revela en la experiencia psicoanalítica". Pag. 92. Escritos 1. Siglo XXI. BS. As. 1985.
(2) Carta 143 a W. Fliess. En Sigmund Freud,"Cartas a Wilhelm Fliess" (1887-1904).
Amorrortu Editores. Buenos Aires 1994.
(3) Freud, Sigmund. "Fragmento de análisis de un caso de Histeria". 1905- Pág. 12. Obras
Completas. Tomo VII. Amorrortu. Bs. As 1983
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(4) Descartes, René. Las pasiones del alma. Carta a Chanut, 1º de noviembre de 1646, en
Estudio Preliminar pag. XXIV. De. Tecnos. Madrid, 1997
(5) Freud, Sigmund. Ibidem. Pág. 12
(6) Descartes, R. Ibidem. Pag. 57
(7) Hago referencia a lo que Lacan en el Esquema de los dos espejos llama respectivamente
i(a) e i’(a)
(8) Freud, S. Ibidem Pág. 52
(9) Freud, S. Ibidem. Pág 55
(10) Freud. Ibidem. Pág
(11) Lacan,J . El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud.
(12) Freud, S. Ibidem. Pág 105.
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