Democracia Participativa y Socialismo Liberal

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Revista Memoria Política No. 12/2008: 54-70
ISSN: 1316-712X
Democracia Participativa y Socialismo Liberal:
En el umbral de la Posdemocracia
María Isabel Puerta R.
RESUMEN
Este trabajo constituye una propuesta doctoral con la que se pretende elaborar el
concepto de Posdemocracia, partiendo de la caracterización de la Democracia
Participativa y del Socialismo Liberal, identificando sus premisas fundamentales,
estableciendo los aspectos en común que presentan ambos modelos políticos, lo que
involucra profundizar en la Democracia y el Socialismo como modelos. Para ello se
aspira revisar aquellos autores considerados clásicos en la teoría tanto de la
Democracia como del Socialismo, así como los contemporáneos que han estado
orientando su trabajo hacia la reflexión sobre la Democracia en nuestros tiempos.
Este es un acercamiento dentro del contexto de la Teoría Política, lo que representa
un estudio exploratorio de naturaleza descriptiva, basado en un diseño no
experimental, que contempla la revisión teórica para la formulación de la categoría
conceptual propuesta.
PALABRAS CLAVES:
Posdemocracia
Democracia
Participativa.
Socialismo
Liberal.
ABSTRACT
This research constitutes a doctoral proposal which intends to elaborate the concept
of Posdemocracy, starting off of the characterization of the Participative Democracy
and the Liberal Socialism, identifying its fundamental premises, establishing the
aspects in common that they display both political models, which involves to deepen
in Democracy and Socialism as models. In this sense it pretends to review those
authors considered classic in the theory of Democracy as of Socialism, as well as the
contemporaries who have been orienting their efforts towards the reflection about
Democracy in our times. This is an approach within the context of the Political
Theory, which represents an exploratory study of descriptive nature, based on a nonexperimental design that contemplates the theoretical revision for the formulation of
the proposed conceptual category.
KEY WORDS: Participative democracy, Liberal Socialism, Posdemocracy
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En tiempos recientes, se ha discutido con mayor intensidad el agotamiento que vive la
Ciencia Política, en lo que para Giovanni Sartori, no es sino el reflejo de una
profunda crisis que la aqueja.
Es por ello que, partiendo de la idea que la Ciencia Política es una disciplina
relativamente nueva, si la comparamos con otras mucho más consolidadas, podríamos
argumentar su inmadurez para justificar la crisis que vive, sin embargo esa sería a
todas luces una explicación simplista, pero que no necesariamente deberíamos
descartar.
Por otra parte, la Ciencia Política comprende un vasto campo donde confluyen
numerosas disciplinas pertenecientes a las Ciencias Sociales, por lo que su crisis
debemos verla sin aislarla del contexto en el cual se inserta, como la ciencia
encrucijada que es.
En este sentido, no podemos perder de vista la naturaleza de la relación de la Ciencia
Política con la Filosofía, la Sociología, la Antropología, la Historia y la Sicología,
pues ellas alimentan a la Ciencia Política a través de sus disciplinas auxiliares como
lo son la Filosofía Política, la Sociología Política, la Antropología Política y la
Sicología Política.
Esa confluencia de conocimientos, en la que se mezclan objetos de estudio y
métodos, necesariamente ejerce una enorme influencia en la conformación de la
Ciencia Política y de sus definiciones necesarias.
La Ciencia Política, al separarse de la Filosofía, procuró hacer del estudio del poder,
la autoridad y las instituciones políticas, su objeto de estudio, utilizando para ello los
métodos que aportan las Ciencias Sociales.
La necesidad de consolidarse como una auténtica disciplina científica, la llevó a
distanciarse de la influencia del idealismo filosófico para acercarse a una postura más
pragmática, fundamentada en la búsqueda de una explicación a los fenómenos
políticos a través de modelos cuantitativos.
En ese tránsito de la Ciencia Política, de una ciencia rica en principios filosóficos, a
una disciplina caracterizada por esquemas rígidos de interpretación de los procesos
sociopolíticos, se fueron quedando las expectativas de un conocimiento que pudiera
no sólo explicar los fenómenos, sino anticiparlos y resolverlos.
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Entonces, para terminar de hacer más crítico el panorama, pasamos a una etapa en la
historia del pensamiento en la que comenzamos a tropezarnos con ideas tales como:
el fin de las certidumbres; la pertinencia de las dimensiones general y particular
simultáneamente; la diversidad de macroestructuras y realidades sociales; la
transdisciplinariedad… y nos preguntamos, la Ciencia Política ¿cómo queda en ese
contexto?
Resulta difícil acertar en la respuesta, pues representa un cambio de paradigma que
trasciende el simple hecho de adoptar una nueva corriente interpretativa, se trata de
transformar la manera de aproximarse al objeto de estudio y de aplicar el método. Es
comenzar a ver el fenómeno político con otros lentes y eso resulta de una enorme
complejidad cuando ni siquiera se ha dominado la formulación del conocimiento
político, con las herramientas tradicionales.
Sin ánimo de justificar, debemos ver la crisis de la Ciencia Política insertada dentro
de una crisis de mayor dimensión, la de la Modernidad, por lo que debemos verla
como parte de la caducidad de un modelo de vida que se agota por las nuevas
valoraciones de una sociedad en la que sus premisas fundamentales ahora giran en
torno al conocimiento, la información y la cultura posmoderna.
La escuela tradicional condujo a la Ciencia Política a observar y clasificar los
fenómenos políticos de manera fragmentada y parcializada, en la que de manera
consistente se planteaba la ocurrencia de los fenómenos políticos en términos de
antagonismos y luchas.
Además, las interpretaciones invariablemente oscilaban, a manera de péndulo, entre
las salidas conservadoras o revolucionarias, según quiénes fueran las fuerzas políticas
dominantes en el momento.
Esa condición cíclica y repetitiva de la historia política ha estado presente en buena
parte de las sociedades modernas, sin embargo, como quiera que se trata del fin de
una época, las reacciones que tradicionalmente caracterizaron dicho ciclo se han visto
sustituidas por otros comportamientos, es decir, que el péndulo ya no oscila en los
mismos tiempos.
¿Qué pasó con la irreverente afirmación que señalaba que el punto final de la
evolución ideológica de la humanidad, es la universalización de la Democracia
Liberal occidental como la forma última de gobierno humano?
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No deja de ser paradójico que un significativo número de países latinoamericanos y
europeos tienen gobiernos abiertamente identificados con el discurso socialista, que
sin embargo, no renuncian a su naturaleza democrática.
Lo que esto significa es que las realidades políticas ya no obedecen a rígidos patrones
formulados bien sea a partir de concepciones estrictamente filosóficas, ni se trata de
la lectura rígida desde valoraciones cuantitativas. En la Ciencia Política, el debate de
los últimos tiempos ha girado alrededor de los modelos políticos y en países como
Venezuela, Rusia, algunos de Asia y África, la discusión es sobre la Democracia,
como muestra del agotamiento al que hemos venido haciendo referencia.
La Democracia es el modelo político que caracteriza a las sociedades capitalistas
modernas y sin embargo encontramos que algunos regímenes democráticos atraviesan
momentos de serios desequilibrios, mientras que otros países aún luchan por alcanzar
la libertad y la consolidación del modelo democrático.
Como teoría política, la Democracia ha generado intensas y numerosas discusiones
acerca de la naturaleza de su modelo. A lo largo de la historia de la humanidad,
encontramos a destacados autores que han dedicado sus esfuerzos a profundizar sobre
la democracia como modelo político.
Desde la antigüedad hasta nuestros días, la Democracia ha sufrido cambios y
transformaciones tanto en su interpretación como en su ejercicio, estimulando
amplias discusiones en torno al tipo de democracia más idóneo.
Las crisis contemporáneas de la Democracia han conducido a justificar la adopción
de posiciones radicales bajo el argumento de la pureza del modelo. En este sentido, se
ha generado en algunos espacios de discusión de la Ciencia Política, un debate en
relación a los modelos que mejor expresan la esencia democrática.
Como modelo político, la Democracia, ha estado sometida a profundos
cuestionamientos, exacerbados en tiempos recientes debido a los problemas de
gobernabilidad que experimentan algunos países, especialmente en América Latina,
donde se ha cuestionado a la democracia representativa.
Para Norberto Bobbio (2003) una definición mínima de la Democracia comprende la
potestad de unos cuantos individuos, reconocida por los miembros de su comunidad,
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para tomar decisiones que afectan a todo el colectivo, sobre la base de unas reglas que
deben contener los procedimientos mediante los cuales se deben realizar las acciones.
La discusión en la actualidad se centra en cómo lograr que la Democracia trascienda
esa representatividad y se consolide la participación, que no democracia directa.
Algunas sociedades, como la nuestra, han logrado modernizar sus sistemas políticos
a tal punto que han incorporado la figura de los referendos revocatorios y consultivos,
al desempeño de aquellos ocupando cargos de elección popular, en los casos de
Ejecutivo y Legislativo, lo que significa que la democracia se acerca cada vez más a
niveles de participación política significativos, sin descartar la función representativa
de los intereses de los ciudadanos en distintas instancias.
Ahora bien, Giovanni Sartori, (citado por García, 1998: 123) señala que “el sistema
representativo es una procuración dada a un cierto número de hombres por la masa
del pueblo que quiere que sus intereses sean defendidos, y que sin embargo no tiene
siempre el tiempo ni la posibilidad de defenderlos por sí mismo.”
Es aquí donde llegamos al fenómeno que ocupa buena parte de la reflexión política de
nuestro tiempo: la crisis de gobernabilidad, que como la ve el mismo Bobbio, no es
más que la sobrecarga del sistema político incapaz de dar respuestas.
Entonces ¿Tiene sentido hablar de democracia participativa para rescatar la
gobernabilidad y corregir las deficiencias del modelo representativo? Bobbio afirma
que el problema está en que hemos desarrollado la democracia política, olvidándonos
de la democracia social y que hasta tanto no democraticemos a la sociedad, el
problema no estará en la mayor o menor participación; lo que se requiere es una
mayor comprensión y ejercicio social de la democracia.
En este sentido, el camino a un modelo más satisfactorio, requiere de una sociedad
abierta al disenso, pluralista, con una amplia base de distribución del poder, que
inevitablemente nos conduzca a una sociedad civil democrática capaz de ampliar la
democracia política, que para Bobbio hace innecesario el apelar a la democracia
directa. Ese parece el norte de la democracia participativa.
Lo crucial en todo caso, está en dejar de ver la Democracia como un mero
instrumento, en el que se encuentre ausente un compromiso valorativo determinado
(Guevara, 1997: 52), pues si no la entendemos como una forma de vida, más que
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como modelo político, no será suficiente su imposición, y siempre habrá algún
resquicio por donde se colarán no solamente las tendencias elitistas, sino mucho más
grave aún, las vocaciones autoritarias para mantener el sistema de privilegios.
Ante este panorama, ¿qué ha aportado la Ciencia Política a este debate? En el caso de
América Latina, si observamos la discusión, las corrientes de interpretación siguen
manejando el esquema del desarrollismo versus la ruptura.
En este orden de ideas, el debate refleja la realidad de unos países que oscilan entre
períodos donde prevalecen las recetas de los organismos multilaterales para que
luego, se manifiesten las opciones de ruptura con dicho modelo. Lo que no se ha
podido explicar es por qué se dan cambios que no necesariamente representan una
transformación o ruptura sino la vuelta a esquemas que habían sido superados.
Y es entonces, cuando tenemos que reconocer que, la Ciencia Política ha sido
eficiente en describir la realidad, explicarla a la luz de variadas interpretaciones
teóricas, pero… no hemos llegado a convencernos que con la sola descripción y
explicación es suficiente para resolver la cuestión política ni para definir la
democracia que necesitamos, no es de semántica precisamente el problema, es de
perspectiva.
Debemos mirar el problema de lo político con menos restricciones teóricas, menos
limitaciones técnicas y con una mayor amplitud interpretativa, que pueda trascender
este modelo paradigmático que está agotado y que no ofrece grandes retos al hombre.
Por otra parte, en la esfera contraria al pensamiento democrático, tenemos el
Socialismo, definido como el conjunto de teorías y acciones políticas, que
caracterizan a un aparato político-económico fundamentado en la socialización de los
sistemas de producción, bajo el control del Estado.
Los orígenes del socialismo los podemos encontrar en la época de la Revolución
Francesa, en los discursos de François Babeuf, siendo en el siglo XIX cuando se
comienza a utilizar con más regularidad. Sus principales teóricos, entre otros, SaintSimon, Fourier y Owen, han dejado algunos elementos para construir los
antecedentes del modelo socialista.
El rescate de la idea del socialismo surge en medio de las devastadoras consecuencias
generadas por los efectos de la industrialización. El capitalismo, como sistema
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económico, conduce a la explotación del hombre por el hombre, beneficiando
exclusivamente a los grandes capitalistas, sin que se genere ningún estímulo de
desarrollo para las fuerzas productivas en el seno de la sociedad.
La concepción socialista, se produce desde la reacción a las debilidades de la
concepción individualista-liberal, bajo la forma de Socialismo Científico, que le
proporciona al socialismo una base teórico-práctica, que le facilitaría la construcción
de un proyecto político con viabilidad.
La experiencia marxista, como se le conoce al Socialismo Científico -en
reconocimiento a uno de sus autores, Karl Marx- ha tenido diversos escenarios tanto
en Europa como en América Latina.
El Marxismo, al igual que la democracia, ha sufrido cambios y transformaciones, que
han tenido que ver fundamentalmente con las experiencias vividas en algunos países
y bajo determinados liderazgos: Alemania Oriental y Unión Soviética, como casos
emblemáticos.
Las variantes socialistas, como la Socialdemocracia, por ejemplo, modificaron
sustancialmente su discurso y mucho más importante, sus metas. Se alejaron del
marxismo como modelo de pensamiento y se abrieron a ciertas prácticas de la
economía de mercado, abandonando tesis tan fundamentales como las de la
articulación con la clase trabajadora, en lo que se conoce como el proceso
Revisionista.
Si habríamos de encontrar algún paralelismo, tendríamos que comenzar por la
naturaleza dinámica de la Democracia como sistema político y del Socialismo como
teoría política. En la actualidad, tenemos la posibilidad de desarrollar un modelo de
democracia participativa, con el agregado del socialismo, que nos atrevemos a
explorar bajo la posibilidad de liberal.
A partir de los conceptos de Democracia Participativa y Socialismo Liberal, nos
planteamos una aproximación a la idea de Posdemocracia, como expresión de la
superación de las debilidades del ideal democrático moderno.
La discusión sobre las debilidades de la Democracia nos lleva necesariamente a la
reflexión, no solo sobre su definición y naturaleza, sino además, nos obliga a buscar
nuevas articulaciones y vencer los antagonismos creados por modelos de pensamiento
que a su vez han entrado en crisis.
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El planteamiento de esta tesis se inscribe en esa dirección, al pretender trazar otros
horizontes para la Democracia, al incorporar el Socialismo, en lo que aspiramos sea el
inicio de una amplia discusión acerca de las posibilidades de ver a la Democracia a
través de otros lentes, que no sean los del reduccionismo o la simplicidad de una
discusión sobre si se trata de libertad versus igualdad.
Elementos Teóricos
La Democracia es sin duda para la Ciencia Política, uno de sus más importantes
objetos de estudio. Desde la antigüedad hasta nuestros días, los grandes pensadores
de la humanidad, filósofos e historiadores, han intentado explicar lo que debemos
entender por democracia y cual es el modelo ideal, por lo que no se trata de una
discusión cerrada, en virtud de las controversias que genera la búsqueda de ese ideal,
manteniendo el debate vivo. Encontramos en algunos autores, elementos de análisis
importantes para la definición de la Democracia Participativa. En la obra de Alexis de
Tocqueville, quien se dedica a estudiar el modelo político norteamericano en La
democracia en América, destaca que la participación ciudadana se traduce en un
impedimento para el despotismo que ha generado el crecimiento de la burocracia
(García, 1998: 125), además de que genera un comportamiento cívico dirigido al
bien común. De igual forma, en las obras de John Stuart Mill, Sobre la libertad y
Del gobierno representativo, se refleja una postura que sostiene que sólo el gobierno
democrático garantiza que las decisiones políticas reflejen los intereses ciudadanos.
Como representante de la visión de la democracia como desarrollo, en la que se ve a
la democracia como un medio necesario para lograr una sociedad más libre e
igualitaria (García, 1998: 125), Mill incorpora el elemento de participación en la
concepción de la democracia representativa, argumentando que es la mejor forma de
gobierno.
Por su parte, Norberto Bobbio en El futuro de la Democracia (2003), considera que la
democracia es la forma de gobierno en la que rigen normas generales, las llamadas
leyes fundamentales, que permiten a los miembros de una sociedad, por numerosos
que sean, resolver los conflictos que inevitablemente nacen entre los grupos que
enarbolan valores e intereses contrastantes sin necesidad de recurrir a la violencia
recíproca.
Otro autor que ha desarrollado el tema es Giovanni Sartori, en sus obras ¿Qué es la
Democracia? y Elementos de Teoría Política y Teoría de la Democracia, a quien ya
hemos citado. Igualmente importante es la contribución de Robert Dahl con sus obras
Un Prefacio a la Teoría Democrática, La democracia y sus críticos y La
democracia: una guía para los ciudadanos, quien con su planteamiento de la
poliarquía, ofrece una interpretación novedosa de la democracia.
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En la obra de C. Macpherson La democracia liberal y su época, encontramos un
minucioso estudio sobre la esencia de la democracia liberal contemporánea,
considerando que presenta rasgos de participación.
Por su parte, el Marxismo, con todas sus variantes, sigue siendo un tema de
discusión, sobre todo hoy día, cuando lo encontramos en numerosas ofertas políticas
de nuestro continente. Ahora bien, lo interesante está en encontrar algunos
elementos que nos permitan elaborar un concepto de Socialismo Liberal.
En este sentido, tenemos a Norberto Bobbio, a quien se le reconoce como uno de los
primeros pensadores en concebir la posible de articulación teórica entre la
democracia y el socialismo, más allá de los postulados socialdemócratas.
De igual forma, podemos ubicar algunos antecedentes en pensadores como John
Stuart Mill, para quien la visión de los socialistas era colectivamente… “uno de los
más útiles elementos para el mejoramiento humano que actualmente existen”
(Anderson, Bobbio, Cerroni, 1993: 12)
Asimismo, Bertrand Russel suscribió con vehemencia la posibilidad del Socialismo
Gremialista (Guildist). Otros autores mencionados por Anderson (1993) son Hobson
y su obra Del Capitalismo al Socialismo, Dewey y su obra Liberalismo y acción
social, se menciona también a MacPherson y su obra sobre la democracia liberal.
De igual forma, se señala a John Rawls y su Teoría de la Justicia y a Robert Dahl
quien propone un modelo basado en el pluralismo político y la democracia
económica.
No es coincidencia que tengamos autores clásicos de la Teoría de la Democracia,
identificados con principios socialistas, ello solo alimenta la posibilidad de
construcción de un concepto de posdemocracia, basado en las ideas de Democracia
Participativa y Socialismo Liberal.
La Teoría de la Democracia
En la Teoría de la Democracia, encontramos que se pueden identificar tres corrientes
o tradiciones, como las denomina Bobbio, (2002, p. 441) que ubican las raíces de la
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evolución de la Democracia, en razón de los autores más relevantes y las tesis
expuestas por ellos.
La primera de las tradiciones es la Clásica Aristotélica, cuya tesis plantea la idea de
un gobierno popular, en el que la igualdad ante la Ley (isonomia) es su base
fundamental. Esta forma de gobierno, en la Grecia antigua, era considerada la menos
buena de las formas buenas y la menos mala de las formas malas de gobierno, como
cita Bobbio a Platón (2002, p. 442). En la perspectiva platónica, también se considera
que tanto la monarquía como la democracia son malas por el exceso de autoridad y de
poder que ellas representan.
En la clasificación aristotélica de las formas puras e impuras de gobierno, se hace una
clara distinción del criterio por el cual se gobierne, según sea de interés general o
interés propio (Idem).
La tradición clásica del modelo tripartita de clasificación de gobierno, sin duda, ha
ejercido influencia en la filosofía política de occidente, pero ello no impediría las
transformaciones que con el tiempo habría de sufrir, ya fuese diferenciando entre
forma de Estado o forma de gobierno, como lo considerara Bodino; la desaparición
de la diferenciación entre formas puras y corruptas en Hobbes y la interpretación que
hace Rousseau de las tres formas de ejercicio del poder ejecutivo, en lugar de las
formas de gobierno. La segunda tradición es la Medieval Romana, cuya tesis plantea
el debate sobre la soberanía popular. El argumento radica en que el Príncipe detenta
la soberanía porque la recibe del pueblo, quien es siempre la fuente original. El
debate se centra en la definición de la soberanía como transferida al monarca en su
totalidad o solo como medida temporal, para su ejercicio.
La discusión sobre el ejercicio de la soberanía tuvo importantes reflexiones en
Marsilio de Padua, para quien la “causa primera” es el legislador del Estado, mientras
que el gobernante es la “causa segunda”, es decir, la instrumental y ejecutiva. El
poder soberano, radica entonces, en la potestad de legislar, pues el Legislador
comprende todo el cuerpo de ciudadanos.
En la teoría política se produce una vasta discusión entre la postura de dos autores
fundamentales de la teoría de la democracia: Locke y Rousseau, en relación al
ejercicio de la soberanía. Locke abogaba por la delegación de dicha soberanía en unos
representantes, mientras que Rousseau considera que debe ser ejercida directamente
por los ciudadanos. Es en esta discusión que la teoría contractualista cobra
importancia, en su relación con la concepción del pueblo dentro del esquema del
pacto social y por las condiciones en las que se reproduce, propio de un acuerdo, el
ejercicio del poder.
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Finalmente, la tercera tradición es la Republicana Moderna, que plantea una
interpretación distinta de la tesis sobre las formas de gobierno. Además de la tripartita
(Aristotélica), está la contraposición Monarquía-Democracia, que ya Platón asomaba
en las “Leyes”, mientras que en la historia romana se presentó como PrincipadoRepública.
En este debate, Nicolás de Maquiavelo aporta elementos importantes al señalar que
”todos los Estados, todos los dominios que han tenido y tienen imperio sobre los
hombres, son Estados y son o Repúblicas o Principados...” (Bobbio, p.444)
Si por Democracia se entiende la concepción aristotélica, esta no tiene similitud con
la República, pero si se le concibe como “gobierno libre”, contrario a la tiranía, desde
esa perspectiva, tiene más relación con lo que entendemos por Democracia, pues esta
se manifiesta siempre como la forma contraria al despotismo.
En la tradición Republicana hay dos autores cuya contribución a la construcción
filosófica de la democracia, es fundamental: Montesquieu y Rousseau. En
Montesquieu, encontramos la clasificación tripartita de las formas de gobierno, como
Monarquía, República y Despotismo, siendo que la República puede ser Democrática
o Aristocrática. Ahora bien, desde una perspectiva principista, la virtud se manifiesta
sólo en la Democrática, porque en la Aristocrática no es un requisito.
Por otra parte, en Rousseau coinciden el ideal Republicano y el Democrático,
articulándose con la doctrina clásica de la soberanía popular, mediante la voluntad
general, que detenta el poder de hacer leyes; (ideal igualitario), siguiendo a Bodino,
distingue entre la forma de Estado y forma de Gobierno: República, como Estado y
Democracia, como Gobierno.
Si bien en cada tradición, hay elementos de discusión suficientemente complejos, ello
no implica que hayan sido resueltos, pues precisamente el debate contemporáneo
tiene mucho más que ver con dilemas no resueltos de la Teoría de la Democracia, que
con nuevos elementos de discusión.
La Teoría Crítica
Esta propuesta comprende a partir de los conceptos de Democracia Participativa y
Socialismo Liberal, lograr una aproximación a la idea de Posdemocracia, que en
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palabras de Ralph Dahrendorf es la “… época sucesiva a la democracia clásica…”
(2002: 133)
Para ello se considera pertinente el apoyo en la Teoría Crítica, de la llamada Escuela
de Frankfurt, cuyas categorías conceptuales se pretenden utilizar para desarrollar la
propuesta en cuestión.
En las tesis planteadas por la Escuela de Frankfurt, encontramos individualidades
como Theodor Adorno, Max Horkheimer, Herbert Marcuse y Jürgen Habermas, por
mencionar sólo algunos, quienes desarrollaron una corriente de reflexión generadora
de amplias discusiones desde posiciones adversas al capitalismo, en las que
abiertamente se identificaban con el marxismo.
Ese pensamiento crítico y reflexivo está centrado en la búsqueda de las
contradicciones en la realidad social, para a partir de ellas comprender no solamente
dónde nos encontramos, sino hacia dónde nos dirigimos, en una suerte de
demostración de inconformidad con la realidad que se vive.
La crítica es el proceso para iniciar la reflexión, una vez que comprendemos la
realidad que nos rodea, podemos pensar en lo que es posible construir: es lograr
superar la imposibilidad de llevar a la praxis la teoría, con ello lo que se pretende es
la superación de la razón instrumental, de la razón centrada en el sujeto.
La Escuela de Frankfurt se propuso darle una nueva interpretación a la teoría
marxista, para llegar a profundizar en aquello que consideraban que Marx no llegó a
desarrollar plenamente. Estuvieron influenciados por Max Weber, así como Sigmund
Freud (en el caso de Marcuse). Su orientación crítica estuvo influenciada por su afán
de trascender las limitaciones del Positivismo, el Materialismo y la Fenomenología,
abrazando la Filosofía Crítica de Kant y sus sucesores, fundamentalmente Hegel.
En una cita Touraine (2002) señala en relación a la Teoría de la Democracia de
Habermas lo siguiente:
Habermas descarta dos soluciones extremas: reducir el actor humano al
pensamiento científico y técnico, a la razón instrumental, y apelar, en
sentido inverso, a los particularismos del individuo o de la comunidad
contra las coacciones del racionalismo… Cree en la posibilidad de hacer
aparecer lo universal en la comunicación entre las experiencias
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particulares nutridas por la particularidad de un mundo vivido
(Lebenswelt), de una cultura. Uno no debe contentarse con los
compromisos que ofrece la política liberal, ni con una tolerancia que
yuxtapone los particularismos en lugar de integrarlos. Hay que admitir
que no hay democracia sin ciudadanía y que no hay ciudadanía sin
acuerdo, no sólo sobre procedimientos e instituciones, sino también
sobre contenidos. (p. 330)
En este sentido, Mouffe afirma que Habermas cree en verdad que el surgimiento de
formas universales de moral y de derecho es la expresión de un proceso colectivo
irreversible de aprendizaje, y que negar esto implica negar la modernidad, minar los
fundamentos de la existencia de la Democracia. (1999: 28)
Es poco probable que podamos abordar los problemas del desarrollo de la
Democracia sin reconocer que no se trata solo de una cuestión de posturas
ideológicas.
La Historia misma nos muestra que, esto de la Democracia, le ha sido incómodo a
castas y estamentos, y en tiempos más recientes, las clases sociales en razón de
acumulación y consumo, se han visto en la necesidad de aceptarla como forma de
gobierno, más no necesariamente como forma de vida y ello se refleja en su
utilización para satisfacer los intereses de clase.
…la democracia liberal puede ser impuesta como “condición política” de la
ayuda a los países del tercer mundo, al mismo tiempo que son destruidas las
condiciones económicas y sociales mínimas de una vivencia democrática creíble.
A pesar de las contradicciones, la Democracia sigue siendo lo que caracteriza a la
mayoría de las naciones del mundo, sin embargo es también el objeto de sus más
difíciles desafíos. El asunto está en que los procesos políticos no podemos verlos
aislados del entorno social donde se producen y de las condiciones económicas bajo
las que se desarrollan.
En el siguiente cuadro (Del Percio, 2006: 185) encontramos un esquema de
correspondencia, que nos permite plantear una aproximación al desarrollo de la
Democracia y su crisis de representatividad:
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HORIZONTE
SENTIDO
DE
Adecuación
Representació
n
Reproducción
Virtual
ESTRATIFICACIÓ
N
Castas/Estamentos
Clases en razón
de
la
acumulación
Clases en razón
del consumo
LEGITIMACIÓN
Teológica
Ideológica
¿Pensamiento
único?
EJERCICIO
DEL
PODER PÚBLICO
Monárquico/Feuda
l
Estado NaciónModerno
¿Imperio global?
ESCENARIO
Natural
Comunitario
Social
Ciudadano
Global Virtual
PRODUCCIÓN
Agraria/Rural
Industrial
Urbana
Cibernética/Globa
l
TRANSMISIÓN
DEL
CONOCIMIENTO
Oral
Escrita
Icónica
FUENTE: Del Percio (2006)
Si atendemos a las premisas anteriores, en un intento por describir la evolución de la
Democracia, podemos plantear que esta surge como Democracia Directa en el
Escenario Natural Comunitario, en el que el sistema de castas y estamentos la
concibe como una forma impura de gobierno (recordemos a Aristóteles) con una base
económica agrícola, bajo el modelo de Adecuación; dadas las características sociales
del momento, la Democracia Directa fue de breve duración y estuvo circunscrita a un
ámbito espacial reducido.
Luego con la aparición del Estado Moderno, aún cuando realmente se habló de
República, guarda correspondencia con la Democracia refiriéndonos al Escenario
Social Ciudadano, donde las clases se organizan en torno a su capacidad de
acumulación, dentro del esquema de una economía industrializada, que se organiza
bajo el modelo de Representación, cuya expresión política es la Democracia
Representativa Liberal.
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Finalmente, con una base social estratificada en razón del consumo, en la que el
ejercicio del poder trasciende las fronteras inmediatas, con el Imperio Global como
forma de ejercicio del poder público, que se encuentra circunscrito al Escenario
Global Virtual, donde la Cibernética constituye el eje de la actividad económica, nos
atrevemos a ubicar la crisis de la representatividad como causa fundamental en la
aparición de la Democracia Participativa bajo el modelo de Reproducción Virtual.
El Estado ya no controla ni interviene en la misma medida que antes, porque por una
parte hay más intereses que satisfacer y por la otra menos capacidad de respuesta, de
manera que es la misma sociedad la que asume ciertos espacios en procura de
alcanzar acuerdos, además que la representatividad es cuestionada por la pérdida de
contacto con la realidad y la ausencia de correspondencias discursivas, además de la
cercanía con la toma de decisiones que representa el avance de las tecnologías de la
información, no al extremo de lo plateado por Macpherson en su concepción de la
Democracia como participación, en donde la utopía estaría en la participación
permanente del individuo al lado de un ordenador 24 horas al día, pero si una
realidad en la que el ciudadano se sirve de la tecnología para decidir sobre ciertos
asuntos que le interesan y el Estado se vale de estas herramientas para mejorar su
desempeño, lo que permite acortar las distancias, acercar el entorno y hacer de este
escenario un espacio en común, pero que no necesariamente implica la comunidad de
condiciones de vida, veamos tan solo cual es la distancia socioeconómica entre los
países africanos y europeos, para convencernos que estamos compartiendo tan solo
el espacio, más no las condiciones.
Entonces, cabe hacerse la pregunta, ¿esto a dónde nos conduce? Si está agotado el
modelo de pensamiento que ha caracterizado a la modernidad y la concepción
postmoderna nos plantea la ruptura paradigmática, ¿dónde queda la Democracia en
este contexto?
La idea de la Democracia Participativa no debe verse solo como una reacción ante la
crisis de representatividad, es más la consecuencia del paso de un modelo de
sociedad a otro, en el que habiéndose agotado lo que caracterizó a la Democracia
Liberal, en lo político, también se manifestó en el debilitamiento de la economía y de
la base social, así como las estructuras de legitimación.
REFERENCIAS
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Liberalismo y Socialismo Liberal. (1ª ed.) Venezuela: Editorial Nueva Sociedad
69
Bobbio, Norberto. (2003) El futuro de la democracia. 1ª reimp. México: Fondo de
Cultura Económica.
Bobbio, Norberto., Matteucci, Nicolas. y Pasquino, Gianfranco. (2002) Diccionario
de Política. 13ª ed. México: Siglo XXI Editores S.A. de C.V.
Dahl, Robert. (1998) La democracia. Una guía para los ciudadanos. 1ª ed. España:
Taurus
Dahrendorf, Ralph. (2002) Después de la democracia: Entrevistado por Antonio
Polito. Barcelona: Editorial Crítica
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