CONSIDERACIONES SOBRE LA APLICACIÓN DE LA LEGISLACIÓN PREVENCIONISTA A LOS TRABAJADORES AUTÓNOMOS Jaime LLUIS Y NAVAS Dr. en Derecho y en F. y Letras Graduado Social Académico correspondiente de la Academia Nacional Argentina de Derecho y C.Sociales I.- SISTEMA JURÍDICO GENERAL 1.- Construcción legislativa La extensión de la legislación de prevención de accidentes de trabajo es fruto de un proceso expansivo de esta rama legislativa. El proceso expansivo ha tenido dos manifestaciones: en cuanto al contenido (cada vez más extenso y concreto) y en cuanto a los sujetos en él incluidos. Por lo que se refiere a éste último aspecto, podemos destacar 1as siguientes fases fundamentales: a) La legislación prevencionista se inicia mediante algunas medidas específicas dirigidas a los obreros, como la antigua legislación minera. b) Bajo el franquismo se inicia su construcción sistemática (Reglamento de Seguridad de 1940) limitada a los trabajadores dependientes. c) La Ordenanza de Seguridad de 1971 apunta su extensión a algún supuesto que no era, estrictamente laboral. La normativa al respecto era vaga y planteaba problemas superados por la legislación posterior. d) La Ley de Riesgos 31/95 (art .3) amplió el Derecho prevencionista al ámbito administrativo, y planteaba ya el problema de su aplicación a los autónomos (art. 24 de dicha Ley). e) La legislación posterior (Estatuto del trabajo autónomo de 2007 y Ley de subcontratación en la construcción 32/06) ha extendido en todo caso la normativa de seguridad e higiene laborales a los trabajadores autónomos. Tendremos ocasión de estudiarlo a continuación. 2.- Concepto de trabajador autónomo A) Concepciones legales.- Curiosamente nuestra legislación ofrece dos definiciones, cercanas en el tiempo y que no son plenamente coincidentes. a) Según la Ley 32/06 de subcontratación en la construcción (art. 3) se entiende por trabajador autónomo la persona física distinta del contratista y del subcontratista que realiza de forma personal y directa una actividad profesional, sin sujeción a un contrato de trabajo y que asume contractualmente ante el promotor, el contratista o el subcontratista el compromiso de realizar determinadas partes o instalaciones de la obra. Añade el texto legal que si el autónomo utiliza trabajadores por cuenta ajena tendrá la consideración de contratista o subcontratista. Nada dice de su situación legal en caso de asociarse con otro autónomo formalmente independiente. b) A su vez la Ley 20/07 que establece el estatuto del trabajo autónomo (art. 1) considera trabajadores autónomos a las personas físicas que realicen de forma habitual, personal, directa, por cuenta propia y fuera del ámbito de dirección y organización de otra persona, una actividad económica o profesional a título lucrativo, den o no ocupación a trabajadores por cuenta ajena. Seguidamente el texto legal establece unas inclusiones específicas: los familiares del autónomo que no tengan la consideración de trabajadores por cuenta ajena, los socios industriales de regulares colectivas y comunitarias, los gerentes (con ciertas condiciones), así como los autónomos dependientes. En cambio excluye los meros consejeros y los sometidos a contratos especiales por el art. 2 del E.T. c) Comparando ambas definiciones, advertimos que tienen en común los siguientes elementos: 1º la indicación de que se trata de personas físicas; 2º la realización de una actividad profesional; 3° la ejecución de su actividad de forma personal y directa. Estos elementos concuerdan con la doble idea expresada mediante su denominación: las condiciones de trabajador y de autónomo. En cambio, estas definiciones implican las siguientes variantes: 1ª en un caso se indica específicamente que se trata de un sujeto que obra por cuenta propia; en el otro se indica de modo específico que es empresario distinto del contratista y del subcontratista; 2ª en un supuesto se señala que el autónomo no está sujeto a contrato de trabajo; mientras el Estatuto advierte que el autónomo trabaja fuera del ámbito de dirección y organización de otra persona; 3ª la Ley de la construcción requiere el compromiso de realizar partes de una obra; en cambio, la ley de autónomos con carácter más general hace referencia al desarrollo de una actividad económica o profesional a título lucrativo; 4ª finalmente el Estatuto de autónomos recoge la independencia de que emplee o no trabajadores y la Ley de la construcción excluye ese supuesto. B) Concepción académica.- Con carácter general, el Diccionario de la R. Academia entiende por autonomía (personal) la condición del individuo que de nadie depende en ciertos conceptos. En nuestro caso sería el que de nadie depende en su trabajo. C) Concepción propuesta.- A la vista de lo indicado, podemos entender por trabajador autónomo a efectos legales, la persona física que desarrolla una actividad profesional de forma personal y directa, independientemente de todo otro sujeto. Hemos de señalar al respecto: a) Ante todo y con carácter general la idea de trabajador autónomo encierra la de trabajador, o sea, la del sujeto que realiza un trabajo. Por trabajo en sentido general hemos de entender una actividad aplicada a un fin determinado; y más en concreto una actividad aplicada a una finalidad productiva. La referencia a una actividad profesional encierra la de actividad productiva en sentido lato. b) La definición se circunscribe a las personas físicas. Por lo tanto, excluye las jurídicas. Históricamente nuestra legislación, apartándose de la mayoría de las legislaciones extranjeras, ha admitido la figura del trabajador constituido en persona jurídica. Así resultaba tanto en la Ley de Contrato de Trabajo de la República como en la franquista. En la norma republicana la figura del trabajador colectivo obedecía al propósito de facilitar contratos en que la parte trabajadora la constituyeran cooperativas de trabajo asociado. En el franquismo fue probablemente una herencia del texto republicano que no se rectificó por error. En todo caso, resultó letra muerta y la legislación del actual sistema político no recoge la figura del trabajador colectivo ni tan siquiera para los autónomos. c) Recogemos la referencia a la actividad profesional que encierra la de actividad económica, puesto que la finalidad económica es uno de los fines a que puede aplicarse la actuación profesional; por la misma razón abarca la idea de actividad productiva. Por ello incluye también la eventual dedicación a participar en actividades de construcción. d) La realización del trabajo de forma personal y directa la pide la idea de trabajo (actividad) por cuenta propia, que no es idéntica a la de autonomía, pero subyace en el ánimo del legislador cuando se refiere a los autónomos; y contribuye a diferenciar el trabajador autónomo del comerciante que no se ha constituido en sociedad. En todo caso, especifica que se entiende por trabajador autónomo el que desempeña personalmente una actividad directamente y por cuenta propia. e) Finalmente la independencia de todo otro sujeto constituye el elemento diferencial respecto del trabajador clásico o dependiente en virtud de un contrato de trabajo. La referencia a la independencia hace innecesarias las especificaciones relativas a la actuación al margen de la organización de tercero. En una fijación del concepto creemos preferible no incluir la referencia a la exclusión de subcontratas, a la parcialidad de la participación en la obra, o a la independencia de dar trabajo a tercero, pues no son propiamente elementos determinantes del concepto, sino requisitos de aplicabilidad de leyes determinadas. f) Tratándose de la figura de la autonomía, hay que señalar que la independencia tiene valor y carácter relativo. Propiamente la independencia es la eliminación de toda dependencia, y en ese sentido equivale a la soberanía objetiva. En este caso autonomía, de acuerdo con su etimología, tiene el significado de facultad (relativa) de fijar las propias normas de conducta, pero dentro de un entorno social al que se esta subordinado, trátese del Estado (autonomía política) o de las facultades de otro empresario (autonomía laboral). 3.- Características y fundamento En los trabajadores llamados autónomos concurre una doble característica: 1º trabajan jurídicamente por cuenta propia, como cualquier empresario individual, es decir, con autonomía jurídica de su voluntad; 2º Desarrollan actividades predominántemente manuales, como un importante sector de trabajadores dependientes. En otras palabras, funcionalmente son obreros, pero jurídicamente empresarios. Ello da lugar a problemas sociales muy particulares, y estos problemas se agudizan en algunas profesiones, particularmente en la construcción, debido a una característica de las actividades de edificación: en la mayoría de las empresas industriales, las diversas especialidades operan simultáneamente en las correspondientes secciones de la respectiva fábrica. En cambio, en la construcción operan sucesívamente: mientras se están construyendo los cimientos de un edificio nada tienen que hacer los pintores y electricistas; en cambio, en fase de ultimación de la obra son los especialistas en excavacione y cimientos los que nada han de hacer. Por eso las empresas pequeñas que no se dedican a más de una obra simultáneamente, no pueden atender directamente a más de una especialidad (ordinariamente la de albañilería) subcontratando las restantes actividades. Si la obra es pequeña, muchas subcontratas se formulan con empresas asimismo pequeñas, es decir, se encomiendan a trabajadores autónomos. A la situación descrita, en que de suyo las operaciones de subcontrata no encierran malicia, se adiciona frecuentemente prácticas no tan justificadas moralmente, con el propósito de someter al derecho mercantil (más liberal que el social), actividades que bordean la dependencia laboral. De ahí que se planteen al legislador dos cuestiones: 1º evitar desvíos de la normativa social; para ello se dictan normas especiales para los trabajadores autónomos, normas inspiradas en el Derecho de Trabajo; 2º en cuanto que el autónomo es un trabajador directo, está sometido a los mismos riesgos que el dependiente; ello lleva a extender al ámbito autónomo la legislación prevencionista. Históricamente, el desarrollo de estos propósitos se inicia bajo el franquismo y continua bajo lo que pudiéramos llamar Segunda Restauración. Bajo el franquismo se crea el sistema especial de Seguridad Social, para autónomos y la jurisprudencia y la doctrina se abren a la aplicación a los autónomos de la normativa sobre prevención. Ya bajo la Segunda Restauración la Ley de Riesgos 31/95 (art. 24) establece la obligación de coordinar y extender las medidas de seguridad; finalmente se promulga el Estatuto del Trabajo autónomo que considera la relación de trabajo autónomo, o sea, de servicios jurídicamente independientes, y promulga la normativa específica sobre construcción (ley 32/06 y normas de desarrollo). 4.- La aplicación de la normativa prevencionista La aplicación a los trabajadores autónomos de la legislación sobre prevención de accidentes recoge un doble fenómeno: la tendencia expansiva de la normativa prevencionista y las razones de política social que llevan a regular ciertas relaciones como de servicios cuasi dependientes. A) La autonomía progresiva del Derecho prevencionista.- Hemos señalado que el Derecho prevencionista nace como rama del Laboral y posteriormente se produce una tendencia a la adquisición de autonomía, es decir, a constituir un ordenamiento sistemático con ámbito de aplicación subjetivo y objetivo propio. En efecto, tras un largo período de disposiciones dispersas (como la Orden de Carlos III sobre andamios) o de ámbito específico (como el Reglamento de Felipe II sobre trabajo en las minas del Nuevo Mundo), bajo el Franquismo inicial se promulga en 1940 el primer Reglamento español de Seguridad en el Trabajo. El Reglamento de 1940 era estrictamente laboral. La Ordenanza de 1971 planteó el problema, por causa de sus disposiciones finales, de su aplicación a relaciones extralaborales. La Ley de Riesgos 31/95 ha consagrado el nuevo campo de aplicación del Derecho prevencionista, al comprender por igual el campo laboral y el administrativo, así como a las situaciones penitenciarias y a las cooperativas. B) Las razones de política social.- Los trabajadores autónomos corresponden a muy diversas formas económicas y sociales, y sus situaciones son en extremo variadas. En muchas ocasiones estamos ante verdaderos empresarios por cuenta propia (médicos, graduados sociales u otros profesionales liberales con despacho propio, propietarios de tiendas y pequeños comercios, etc.). En otros casos su situación y sus problemas se acercan a los del trabajador ordinario (pintores y yeseros sin empleados, etc.). Finalmente, en unos casos carecen de empleados, y su actuación como autónomos corresponde a la de trabajadores encubiertos, mientras en otros tienen empleados propios y el contratista principal opera en una situación propia de patrono de patronos. De ahí la necesidad política de establecer diversos distingos legales. C) Condicionamiento comunitario.- A las razones acabadas de señalar, se adiciona la postura de la Unión Europea que ha sentido como común el problema de los trabajadores autónomos y particularmente de su seguridad en el ámbito de la construcción y en la Recomendación 2003/134 insta: 1º que se fomente la prevención de los trabajadores autónomos; 2º que se atienda especialmente a los sectores en que el prevencionismo de los autónomos plantea problemas específicos; 3º que entre las medidas que se adopten figuren las legislativas y las informativas; 4º que el suministro de información y formación a los autónomos no origine para los mismos una carga económica excesivamente costosa; 5º que en cada Estado miembro se utilice la experiencia adquirida por otros Estados comunitarios; 6º que tras un período de cuatro años se revisen las medidas adoptadas y se informe a la Comisión. D) Situación ambivalente.- El trabajador autónomo subcontratado se halla en un situación ambivalente, de cuasi empleado, en relación con el empresario principal y de patrono respecto de sus empleados. De ahí que tenga deberes prevencionistas propios de patronos y de trabajadores. Excepcionalmente en la construcción, disponer de empleados le equipara a empresario por cuenta propia 5.- Clasificación Nuestro sistema legislativo contempla las siguientes situaciones: A) En razón a los vínculos entre empresas.- El art. 24 de la Ley de Riesgos 31/95 fija la siguiente distinción: 1º empresas meramente concurrentes en un local determinado, y 2º empresas con vínculos de contratación (contratas y subcontratas). En el primer supuesto el legislador enfoca la normativa en función de la idea de coordinación entre iguales y en el segundo atribuye una función de dirección al contratista principal. B) Por causa de la dependencia económica.- La distinción entre lo que pudiéramos llamar trabajadores plenamente autónomos y económicamente dependientes la recoge el art. 11 del Estatuto del Trabajo Autónomo (Ley 20/07). Se entiende por trabajador autónomo el que trabaja por cuenta propia y “fuera del ámbito de dirección y organización de otra persona” (art. 1 del Estatuto del Trabajo Autónomo), y por económicamente dependiente aquel autónomo cuyos ingresos por actividades profesionales procedan al menos en un 75% de un mismo cliente (art. 11 del indicado Estatuto). Por lo tanto, podemos concluir que del conjunto legislativo resulta: 1º es trabajador dependiente el sometido a la organización de un empresario (art. 1 del Estatuto de los Trabajadores); 2° el trabajador autónomo (art. 1 de la Ley 20/07) es el que opera por cuenta propia, en principio con plena autonomía; 3° el trabajador autónomo económicamente dependiente (art. 11 de la Ley 20/07) tiene en principio independencia organizativa, pero dependencia económica. Inútil decir que éste último es el que plantea más problemas de fijación de su condición, por hallarse en una situación intermedia de difícil definición. El criterio legal (75% del origen de sus rentas de trabajo) es de suyo discutible, pero además impreciso, ya que queda por determinar a qué período se refieren estas rentas, que sucede en las situaciones variables en el tiempo (si en ocasiones trabaja para un solo cliente y en otras para varios) e incluso ofrece problemas la relación de sus rentas de trabajo con el conjunto de sus ingresos. En todo caso, el legislador lo está conciviendo como autónomo con cliente casi único. C) Según la condición patronal.- Hemos de diferenciar entre autónomos con trabajadores a sus órdenenes, sin trabajadores a sus órdenes y con colaboradores excluidos de la condición de trabajadores (hijos y otros familiares; eventuales colaboradores amistosos). D) Por su encuadramiento en relación con los trabajados realizados.- Puede tratarse de autónomos directos (si se relacionan directamente con el cliente que encomienda el servicio o indirectos (subcontratistas, en sentido lato). Se puede advertir que estas clasificaciones son consecuencia de la situación sociológicamente intermedia, entre el trabajador ordinario o independiente y el pequeño empresario en que se hallan los autónomos. Estas diferencias plantean problemas sociales muy particulares y consiguientemente llevan a matizar las soluciones jurídicas. E) En atención a la actividad profesional.- Hemos de diferenciar entre autónomos de régimen común y autónomos de la construcción, como consecuencia de la normativa especial relativa a esta profesión que en la materia que nos ocupa plantea problemas muy particulares tanto de naturaleza prevencionista como laboral general. II.- SISTEMA OBLIGACIONAL 1.- Reglas generales de aplicación El Estatuto del Trabajo Autónomo (art. 8) establece unas reglas, evidentemente condicionadas por una Recomendación comunitaria, que en esencia son las siguientes: A) Actuación del Estado.- La Ley de Autónomos anuncia las siguientes actuaciones públicas: a) Asunción de un "papel activo" en relación con la prevención de los trabajadores autónomos. b) Como medios de la asunción de dicha función, el texto legal señala: indeterminadas actividades de promoción, asesoramiento, vigilancia y control del cumplimiento. Es decir, señala las funciones de velar por el prevencionismo atribuidas a la Inspección de Trabajo. c) Asimismo dispone que las Administraciones Públicas “promoverán una formación en prevención específica y adaptada a las peculiaridades que los trabajadores autónomos”. Puesto que estas funciones se atribuyen a las Administraciones Públices en general, comprenden las de ámbito y competencias nacionales y las regionales y incluso en principio las municipales. Prácticamente se tratará por tanto de las funciones que el poder público ejerce a través de la Inspección de Trabajo y de Instituto de Seguridad e Higiene, así como de los Centros sobre esta materia transferidos a las regiones autónomas. B) Extensión de la legislación prevencionista.- De la Ley de Riesgos 31/95 (art. 24) resultan aplicables sus normas a los autónomos bajo la autoridad coordinadora del empresario principal. Lo viene a confirmar el Estatuto del trabajo autónomo (arts. 8,3 a 8,7) y los propios autónomos están obligados a velar por la aplicación de la legislación prevencionista a sus empleados, si los tienen (art.8,8). Con todo, el legislador podía haber sido más claro al formular esta regla, plenamente justificada en la práctica ya que, al ser los mismos los riesgos para autónonos y dependientes, las Imismas han de ser asimismo las prevenciones. C) Obligaciones de las empresas concurrentes.- El art. 8,3 del Estatuto de autónomos declara de aplicación las reglas de cooperación entre empresas concurrentes fijadas en la Ley de Riesgos 31/95 tanto en el supuesto de que “en un mismo centro de trabajo desarrollen actividades trabajadores autónomos y trabajadores de otra u otras empresas”, como en el caso de que “los trabajadores autónomos ejecuten su actividad profesional en los locales o centros de trabajo de las empresas para las que presten servicios”. En realidad esta regla extensiva resultaba ya del texto del art. 24 de la Ley de Riesgos y también la pide una interpretación racional de la normativa sobre concurrencia de empresas. Por lo tanto, la disposición del Estatuto de los autónomos tiene el efecto de disipar dudas, si las había. D) Obligación de la empresa contratista.- El Estatuto de autónomos impone al contratista la obligación de “vigilar el cumplimiento de la normativa de prevención de riesgos laborales” por parte de los trabajadores autónomos, cuando concurran estas condiciones: a) que las actividades laborales se desarrollen “en sus propios centros de trabajo”, es decir, en los centros de la empresa principal, supuesto ordinario en materia de construcción, pero no exclusivo de esta actividad. b) que se trate de “obras y servicios correspondientes a la propia actividad de aquellas”, es decir, de la empresa principal. No trata este texto de aclarar el concepto de propia actividad que es polémico. La doctrina y la jurisprudencia concuerdan en admitir que la propia actividad no supone necesariamente la coincidencia total en la identidad del grupo sectorial de la actividad de ambas empresas. El antiguo Tribunal Central entendió que debían coincidir las funciones que constituyen la sustancia industrial de ambas empresas y que este requisito no se daba entre una Industria Química y otra de vigilancia (sent. de 30 de noviembre de 1977). En cambio, la Sala de lo Social del llamado T.S.J. de Madrid (sent. de 30 de enero le 1992) ha entendido que la empresa subcontratada ha de ejecutar obras y servicios necesarios para cumplir los objetivos de la principal y que esta coincidencia se da entre una empresa de construcción y otra de fontanería. No obstante, tratándose de vigilancia prevencionista, el amplio alcance del art. 24 de la Ley de Riesgos 31/95 hará que difícilmente la empresa principal esté liberada de la obligación de atender al cumplimiento de las normas de seguridad por toda empresa meramente concurrente, incluyendo a los trabajadores autónomos. c) El empresario principal asume las obligaciones del suministrador de materiales de trabajo cuando concurren las siguientes circunstancias: 1º utilización por parte del trabajador autónomo de materiales (maquinaria, equipos, productos, materias o útiles) suministrados por el empresario principal; 2º realización de los trabajos, por parte del autónomo fuera del ámbito del empresario principal. Las obligaciones asumidas por el empresario principal en las indicadas circunstancias son en síntesis las siguientes: 1ª asegurar que los elementos suministrados no constituyen una fuente de peligro para el usuario “siempre que sean instalados y utilizados en las condiciones, forma y para los fines recomendalos"; 2ª los productos químicos deberán envasarse y etiquetarse de forma que permita proceder, sin riesgos, a su conservación, manipulación, almacenamiento y utilización; 3ª los suministradores deberán informar sobre la forma correcta de utilización, las medidas de prevención adicionales que deban tomarse y los riesgos de utilización y la utilización adecuada; 4ª respecto del suministro de elementos de seguridad han de asegurar la efectividad de los mismos (en caso de correcta instalación y utilización), indicando el riesgo que tratan de evitar, el grado de protección y la forma correcta de uso y mantenimiento; 5ª finalmente establece una obligación de mutua información (de fabricante a empresario, de este a los trabajadores) sobre la manipulación sin riesgos de dichos elementos. Estas obligaciones resultan del art. 8,5 de la Ley 20/07 en relación con el art. 41,1 de la Ley 31/95 (o sea respectivamente del Estatuto del Trabajo Autónomo y de la Ley de Riesgos). Por lo tanto, la Ley le Riesgos parte del lógico principio según el cual el suministrador (fabricante, importador, vendedor) debe asegurar la corrección prevencionista de los elementos que suministra.Y a su vez, extiende al empresario principal estas obligaciones cuando dicho empresario actúa como suministrador directo de los elementos de trabajo. La misma razón de ser de las normas de prevención pide esta solución. E) Responsabilidades.- El art.8,6 del Estatuto de Autónomos dispone que el empresario que incumpla las obligaciones acabadas de recoger “asumirá las obligaciones indemnizatorias por los daños y perjuicios ocasionados, siempre y cuando haya relación causal directa” entre los incumplimientos y los daños y perjuicios generados. En realidad esta regla resulta igualmente del Código Civil (responsabilidades contractual y extracontractual). Añade el Estatuto de autónomos las siguientes reglas complementarias: 1ª las responsabilidades acabadas de enumerar recaerán directamente “sobre el empresario infractor”; y 2ª esta responsabilidad operará con independencia de que el autónomo se haya acogido o no a las prestaciones (hay que entender que de la Seguridad Social) por contingencias profesionales. El legislador no ha resultado todo lo claro que sería de desear en la fijación del sistema de responsabilidades. No obstante, de la normativa acabada de exponer podemos deducir lo siguiente: 1º Son aplicables en materia de seguridad de los autónomos las reglas del Código Civil sobre responsabilidad contractual y extracontractual; 2º Esta responsabilidad recae sobre el empresario infractor, cualquiera sea su posición en la cadena de subcontratas; 3º En caso de concurrir más de un empresario en la cadena de responsabilidades, en todos ellos se dará la condición de responsables infractores. Este supuesto se producirá fácilmente habida cuenta de las obligaciones de todos ellos a la vista del art. 24 de la Ley de Riesgos y de lo dispuesto en la Ley 32/06, específica para la construcción. En tal caso, los diversos empresarios responsables lo serán con carácter solidario; 4º En materia penal, entendemos que no son de aplicación las normas de delito social, pues técnicamente los autónomos no son obreros dependientes y la normativa penal es objeto de interpretación restrictiva; en cambio, sí sería en su caso de aplicación la figura de la creación de riesgos; 5° Las sanciones administrativas (R.D. Legislativo 5/2000), a la vista de las modificaciones introducidas por la ley de subcontratación en la Construcción, serán aplicables en la medida que alcanza a las relaciones entre contratistas y subcontratistas autónomos. Fuera de estos casos operará una vez más el principio de restricción de la aplicación de las normas positivas y de resolución de las dudas a favor del reo. Conste que la operatividad de estos principios desde el punto de vista positivo no ofrece dudas. No obstante, como hemos señalado en otras ocasiones, desde el ángulo del Derecho deseable creemos sería preferible sustituir las reglas “in dubio pro reo” así como “in dubio pro operario” por el principio “in dubio pro iustitia” favorezca a quien favorezca la solución más justa del respectivo caso concreto. F) Suspensión de actividades.- E1 Estatuto de autónomos les autoriza a la suspensión unilateral de su trabajo por las mismas causas prevencionistas que permiten esta decisión unilateral a los trabajadores dependientes. La razón es la misma: imperativo de evitar los riesgos inminentes. No obstante, surge el problema de los efectos, ya que el trabajador ordinario, si el riesgo es real, conserva el derecho a un salario reglamentado legalmente; y si el riesgo es fantasioso puede ser sancionado e incluso despedido por desobediencia. Pero tratándose del autónomo, la fijación de los efectos de la suspensión unilateral es más difícil ya que su remuneración no está fijada ordinariamente en convenios y que no goza de la misma estabilidad de empleo. El Estatuto no resnelve estos problemas que deberán ser resueltos por la jurisprudencia suponemos que en base a la analogía, ante la carencia de norma directa. G) Funciones patronales de los autónomos.- El art. 8,8 del Estatuto de autónomos advierte que la normativa acabada de recoger opera “sin perjuicio de las obligaciones legales establecidas para los trabajadores autónomos con asalariados a su cargo en su condición de empresarios”. Esta disposición es consecuencia de la particular situación, jurídica y social, de los autónomos, es decir de su condición intermedia entre la de los empresarios clásicos y los obreros asimismo ordinarios. Entendemos que al combinar sus obligaciones y derechos empresariales con los de subcontratado, deberán ejercer sus facultades (por ejemplo la suspensión de actividades por causa de riesgo) no sólo en interés personal sino también en el de sus empleados, lo que a su vez incrementa sus eventuales responsabilidades. 2.- Regulación específica en materia de construcción El art. 12 del R.D. 1627/97 sobre medidas de seguridad en la Construcción establece las siguientes obligaciones del trabajador autónomo: a) Aplicar los principios prevencionistas recogidos en el art. 15 de la Ley de Riesgos y su desarrollo establecido en el art. 10 del R.D. de Seguridad en la Construcción. Los principios recogidos en el art. 15 de la Ley de Riesgos son de carácter muy general y precisan de normas de desarrollo que concreten su modo de aplicación. El propio art. 15 dispone que las medidas concretas que se adopten deberán fijarse “con arreglo" a dichos principios. En todo caso, el art. 15 contempla su aplicación como una obligación patronal, lo que corresponde a la especial situación de los autónomos a veces tratados por el legislador como trabajadores y otras como empresarios. El art. 10 del R.D. 1627/97 fija unos principios, ligeramente más concretos que los sancionados en la Ley de Riesgos. Por lo tanto, también pide normas de desarrollo y aplicación, aún cuando alguna de sus reglas es directamente aplicable. Están en este último caso la obligación de mantener la obra en buen estado de orden y limpieza, y la recogida de materiales peligrosos. Pero la mayoría de ellos corresponde aplicarlos al director de la obra (elección de emplazamiento de operaciones de control, delimitación de zonas, regulación de la cooperación, etc.) por lo que no se entiende bien su exigencia legal a los autónomos que habrán de estar a lo que disponga la dirección de obra. b) Cumplir durante la ejecución de obra las disposiciones contenidas en el R.D. de Seguridad en la Construcción sobre prevención en las obras. En último témino consagra la regla, que ya resulta de la Ley de Riesgos, a tenor de la cual los autónomos han de estar sometidos a las mismas medidas de seguridad que los trabajadores dependientes. Por otra parte así lo pide la lógica del sistema, pues los riesgos a que se somete un trabajador tienen causas objetivas con independencia de la naturaleza del contrato que le vincule a la obra. c) Cumplir las obligaciones que la legislación impone a los trabajadores; esencialmente las del art. 29 de la Ley de Riesgos; con todo, entendemos que incluso le alcanzan las restantes obligaciones, por aplicación subsidiaria de los principios generales del Derecho y de la analogía. d) Aplicar las reglas de coordinación (y en concreto cumplir las instrucciones del coordinador) es decir, las establecidas en el art. 24 de la Ley de Riesgos, así como las desarrolladas en el art. 9 del propio R.D. 1627/97 y en lo menester en el Estatuto del trabajo autónomo y en la Ley de subcontratación en la construcción. De lo dispuesto en las normas posteriores (el Estatuto del año 2007 y la Ley de subcontratación en la construcción) resulta que estas disposiciones piden asimismo su vinculación al sistema de coordinación. e) Utilizar los equipos de trabajo con arreglo a las normas prevencionistas y de protección individual, y en concreto a lo dispuesto en los RR.DD. 1215/97 y 773/97. f) Cumplir lo establecido en el Plan de Seguridad, lo que implica que la dirección de obra ha de suministrarlo y el autónomo estudiarlo. Este conjunto de normas se sintetiza en la obligación de cumplir la legislación prevencionista general. En todo caso, la legislación prevencionista laboral nació, como hemos señalado en atención a los riesgos a que estaban expuestos los trabajadores. Ha sufrido un proceso extensivo no sólo en su contenido, sino también en su ámbito subjetivo, que alcanza a la Administración (art. 3 de la Ley de Riesgos) y, como vemos, a los trabajadores autónomos. Lo acabado de sintetizar es consecuencia, o si se prefiere, manifestación de ese fenómeno. III.- LA COORDINACIÓN 1.- Indicaciones previas La coordinación de actividades prevencionistas es a la vez una medida de seguridad en sí misma, y una decisión organizativa. Constituye una medida de seguridad por cuanto la descoordinación origina desorden y, consiguientemente, riesgos de accidentes, por defecto de prevención frente a los mismos. Es de suyo una medida organizativa, pues afecta a la estructuración y relación orgánica entre las empresas coordinadas. Pero tiene la característica de ser una organización externa a la empresa, aún cuando interna a la obra en que las empresas concurren. En todo caso, la obligación de coordinar alcanza a muy diversos escalafones del sistema constructor. 2.- Coordinación entre empresas La coordinación entre empresas, y por tanto entre empresarios, viene requerida por la Ley de Riesgos 31/95 que establece un deber de cooperación entre empresas por mera concurrencia local (art. 24,1) y de vigilancia en caso de contratación y subcontratación (art. 24,3). La empresa principal desde el momento en que tiene la obligación de “vigilar el cumplimiento” de la normativa prevencionista por parte de contratistas y subcontratistas, tiene evidentemente una autoridad prevencionista sobre los indicados subcontratistas; pues el principio de racionalidad en la interpretación de las leyes (art. 3 del Código Civil) así lo pide, ya que no se concibe en esta materia una vigilancia que no esté dirigida a asegurar la debida aplicación de la legislación de seguridad. Esta interpretación viene confirmada por el art. 1.258 del Código Civil, según el cual los contratos obligan a lo establecido en sus cláusulas y a sus consecuencias naturales y legales. De ahí resultan, a los efectos que aquí interesan, dos especies de empresarios en cuanto a su situación prevencionista: 1° el empresario principal obligado a vigilar y por tanto a atender a la aplicación de la prevención. 2° los empresarios subcontratistas, obligados, por cláusula contractual implícita a seguir las indicaciones del principal y a hacerlas seguir a sus propios empleados. En materia de construcción, esta obligación resulta especificada por la Ley 32/06 sobre subcontratación en la construcción y por el art. 11 del R.D. 1627/97 de seguridad en la construcción. De estas normas resulta que tanto contratistas como subcontratistas están obligados e informar a los autónomos de las medidas de seguridad que hayan de adoptar y a seguir las instrucciones del coordinador. 3.- El autónomo asociado Un trabajador autónomo se caracteriza por cuanto trabaja por cuenta propia. Puede utilizar empleados que le auxilien (salvo en construcción en que la utilización de empleados le convierte en subcontratista) y también puede asociarse con otro autónomo para efectuar trabajos determinados. Esta figura no la contempla el legislador. Pero de suyo es lícita por cuanto no está prohibida (salvo cláusula contractual) ni siquiera en la construcción. Y en algunas actividades, por ejemplo en los llamados “remiendos” (reparación en edificaciones ya habitadas) el recurso a asociados es una práctica frecuente. Un asociado no es un dependiente (de serlo la relación cambiaría de naturaleza, y pasaría a ser laboral). Por lo tanto un autónomo, salvo pacto, no tiene autoridad prevencionista directa sobre el asociado. No obstante, si opera el deber de coordinación y por tanto los de mutua advertencia a información. Entendemos que incluso se puede condicionar la vigencia del contrato de asociacióon al respecto de las normativas de seguridad por el asociado, lo que ocasiona un derecho de vigilancia mutua. 4.- Secuelas de la obligación de coordinación La obligación de coordinar implica las de vigilar e informar (e incluso la de estudiar la situación), pues mal se puede coordinar actuaciones y situaciones de seguridad de varias organizaciones sin desarrollar el estudio de la situación, informar a los interesados y supervisar el correcto cumplimiento de los comportamientos. Aún cuando estas secuelas no se han construido en nuestra legislación, con toda la precisión deseable, resultan del art. 3 del Código Civil (imperativo de interpretación racional de las leyes) y del art. 11 del R.D. 1627/97 (obligación de cumplir las indicaciones e instrucciones del coordinador). Este R.D. se refiere tan sólo a la construcción, pero por su fundamento racional encierra un principio que alcanza a toda relación entre empresas y a los autónomos. 5.- Deber de vigilancia A) Caracteres generales.- El art. 7 de la Ley de subcontratación en la construcción sanciona el deber de vigilancia. Este deber alcanza a todas las obligaciones recogidas en dicha ley. Pero “en particular” abarca a las obligaciones impuestas en el art. 4,2 y por tanto a las prevencionistas. Aparentemente estamos ante una novedad de dicha Ley. Pero creemos que estamos ante una obligación antigua, por cuanto: 1° el Código Civil (art. 1258) dispone que los contratos obligan a lo directamente pactado y a sus consecuencias naturales, conforme a las reglas de la buena fe y entre éstas figura evidentemente asegurar la prevención de accidentes; 2º la Ley de Riesgos 31/95 (art. 22) ya recogía el deber de vigilancia, completado (art. 24) con el de coordinación prevencionista entre las empresas concurrentes en un mismo centro de trabajo. B) Sujetos obligados.- El legislador ha adoptado un criterio extensivo al fijar la relación de obligados a vigilar. A la vista del art. 7,1 de la Ley 32/06 dispone que las empresas contratistas y subcontratistas (sin limitar el grado en que se hallan en situación de subcontratación) deberán vigilar el cumplimiento de dicha ley “por las empresas subcontratistas y trabajadores autónomos con que contraten”. Por su parte, los subcontratistas y los autónomos tienen una obligación de cooperar (art. 7,1) por cuanto están obligados a comunicar a “sus respectivas empresas comitentes” (es decir, a la del grado anterior en la cadena de subcontratación) toda la “información o documentación” que afecte a las obligaciones establecidas “en este capitulo”, de hecho a las obligaciones derivadas de la Ley de subcontratación en la Construcción. Ya hemos señalado que esta obligación también opera entre autónomos asociados. C) Vinculación a la coordinación.- También por las razones arriba expuestas, el deber de vigilancia resulta directamente vinculado al de coordinación. Pero operaría incluso al margen de esta obligación en razón del deber de aplicar las medidas de seguridad. Por otra parte, y también por las razones expuestas al referirnos a los autónomos asociados, aún cuando la aplicación de1 deber de vigilancia ha sido desarrollado en la normativa específica sobre construcción, las reglas de interpretación racional de las leyes y los principios jurídicos hacen que el deber de vigilancia opere en todo tipo de trabajo. IV.- SISTEMA PUNITIVO A fin de asegurar coactivamente la eficacia de la nueva normativa, ésta se ha visto reforzada con la ampliación de las figuras punitivas recogidas en el R.D. Legislativo 5/2000 de infracciones laborales. A tal efecto, el art. 11 de la Ley 32/06 sobre subcontratación en la construcción dispuso con carácter general que las infracciones de dicha ley serían sancionables con arreglo a lo dispuesto en el R.D. Legislativo 5/2000. Pero además adicionó las figuras específicas que seguidamente señalamos, las cuales interesan al prevencionismo de los autónomos, em ocasiones de modo directo y em otras indirectamente. 1.- Infracciones leves La Ley reguladora de la subcontratación en la construcción (Disposición Adicional Primera) adicionó al art. 8 del R.D. Leg. 5/2000 dos nuevas figuras de infracciones leves: a) Consideró infracción leve “no disponer el contratista en la obra de construcción del Libro de Subcontratación exigido por el art. 8 de la Ley Reguladora de la Subcontratación en el Sector de la Construcción y en su Reglamento de aplicación”. A la vista de este precepto podemos concluir: 1º El sujeto eventualmente infractor (y por tanto el sujeto obligado a disponer del Libro) es específicamente el contratista tal como está definido en el art. 3 de la Ley 32/06 de subcontratación; 2º el objeto de la infracción es el Libro de Subcontratación; es decir, esta figura sancionadora se dirige a lograr la efectividad de la obligación referida a dicho Libro; 3º por lo tanto es una infracción que sólo puede cometerse en el Sector de la Construcción, ya que este Libro sólo se exige en esta profesión tal como está definida en el art. 2 de la Ley 32/06; 4º el texto sancionador contempla una doble omisión: carencia del Libro de Subcontratación y omisión de su ubicación en la obra. b) Declara asimismo que constituye infracción “no disponer el contratista o subcontratista de la documentación o título que acredite la posesión de la maquinaria que utiliza, y de cuanta documentación sea exigida por las disposiciones legales vigentes”. Esta norma nos permite advertir: 1º En esta figura los sujetos eventualmente infractores pueden serlo tanto el contratista como los subcontratistas. Evidentemente los titulares del uso de 1as máquinas son responsables directos de la corrección de la documentación correspondiente a las mismas. Subsiste el problema de si el contratista responde concurrentemente con el subcontratista por las faltas de este último: entedemos que la respuesta en este caso es afirmativa por causa del deber de vigilancia prevencionista del primero; la misma conclusión lleva la definición de contratista contenida en el art. 3 de la Ley 32/06 ya que bajo esta definición incluye los subcontratistas; 2º El ámbito objetivo de esta figura es impreciso. Al referirse a la maquinaria “que utiliza” parece contemplar la utilizada en la obra, aún cuando interpretada literalmente abarcaría toda máquina que disponga, sea en la obra, sea fuera de ella; 3º Lo que sí es evidente es que esta figura punitiva está referida a dos tipos de documentos: en primer lugar la acreditativa del derecho de disposición sobre la maquinaria utilizada (título de compra, de alquiler, etc.). En segundo lugar, incluye toda la documentación exigida por la legislación vigente, principalmente se tratará del certificado de homologación objeto del art. 4 del Reglamento de Seguridad en las máquinas de 1986. Este documento tiene un carácter directamente prevencionista. La calificación como leves de estas dos infracciones concuerda con la tendencia general del R.D. Legislativo de Infracciones Laborales que conceptúa como leve la mera carencia de documentación (califica de grave llevarla incorrectamente). 2.- Infracciones graves La Ley 32/06 ha introducido tres nuevas figuras en la relación de faltas graves prevencionistas. Estas figuras a su vez comprenden varios supuestos. A) Infracciones del subcontratista.- Se han construido en la Ley 32/06 los siguientes supuestos: a) Con carácter general sanciona la omisión del deber de acreditar, pero a su vez es una figura con varios supuestos dada la relación de acreditaciones susceptibles de ser incumplidas que contempla el texto legal: 1º que el subcontratistta dispone de recursos humanos “tanto en su nivel directivo como productivo”; 2º que sus elementos humanos cuentan con “la formación necesaria” en prevención de riesgos laborales; 3º que dispone de organización preventiva adecuada”; 4º que ha procedido a su inscripción “en el registro correspondiente” es decir, en el Registro de empresas acreditadas objeto del art. 6 de la Ley de Subcontratación; 5º el cumplimiento del deber de verificar la acreditación y registro por parte de los subcontratistas con los que contrate. Esta relación de figuras punibles pide las siguientes precisiones: 1º en caso de concurrir circunstancias por las que la infracción sea calificable como muy grave, se aplicará la calificación más elevada; 2º el legislador ha incurrido en manifiestas vaguedades como cuando se refiere a la formación “necesaria” o a la organización “adecuada” sin especificar que entiende por necesario o adecuado, lo que lleva a una operación interpretativa no sólo de todo el texto legal, sino incluso de las exigencias del buen arte profesional; 3º aún cuando el texto legal se circunscribe al deber de “acreditar” entendemos que opera asimismo la obligación de buena fe en los comportamientos jurídicos (art. 7,1 del Código Civil) y consiguientemente que lo acreditado debe ser veraz, y por tanto, que se incurriría en esta infracción en caso de comprobar la Inspección que una pretendida acreditación no correponde a la realidad; 4º El texto legal se refiere a los otros subcontratistas “con los que contrate”. No especifica si contempla al sub-sub contratador o al sub-sub contratado. Lógicamente hay que entender que el legislador se refiere a ambos. b) No comunicar al subcontratista los datos que permitan llevar el Libro de Subcontratación en orden y al día. Esta figura ha de ser relacionada con la señalada más abajo sobre la responsabilidad del contratista, lo que implica una doble responsabilidad y por tanto una doble obligación: de exigir datos y de suministrarlos. c) Esta figura encierra dos subfiguras que tienen en común la concurrencia ilícita de subcontratas, pues comprende: 1º subcontratar (a otros subcontratistas o a trabajadores autónomos) superando los límites permitidos de subsubcontratas, salvo expresa aprobación facultativa; 2º permitir que otros subsubcontratistas en el ámbito de ejecución de su subcontrato, superen los límites de subcontratación permitidos, con las salvedades de que le comuniquen datos falsos (circunstancia prevista en el art. 13,15,c) o que proceda la calificación de la infracción como muy grave. Como veremos seguidamente, en materia de sub-subcontratación ilícita, el legislador establece una cadena de responsabilidades, dentro de la cual está la figura acabada de sintetizar. B) Infracciones del contratista.- La Ley de subcontratación en la Construcción introduce las siguientes figuras: a) No llevar “en orden y al día” el Libro de Subcontratación, o no llevarlo “en los términos establecidos reglamentariamente”. b) Permitir que intervengan en el ámbito de ejecución del contrato (del contratista, valga la redundancia) subcontratistas o trabajadores autónomos superando los niveles de subcontratación permitidos. Esta sanción es objeto de las siguientes circunstancias modificativas de la responsabilidad: 1º eximentes consistentes en que concurra “expresa aprobación de la dirección facultativa” de niveles especiales de subcontratación y ello sin falseamiento de datos: 2º agravante, calificando como infracción muy grave falsear datos que den lugar a la alteración de la proporción de subcontratados. c) Reitera el deber de acreditar en la misma forma que hemos visto al referirnos al subcontratista, por lo que nos remitimos a lo arriba indicado. d) Vulnerar los derechos de los representantes de los trabajadores en las siguientes materias: 1º información sobre las contrataciones y subcontrataciones que se realicen en las obras; 2º acceso al Libro de Subcontratación. Estos derechos deberán atenderse “en los términos establecidos en la Ley Reguladora de la subcontratación en el sector de la construcción”. Se trata, por tanto, del atentado a las facultades de información, sea directa (primera figura) sea indirecta (segunda figura). C) Infracciones del promotor.- La Ley 32/06 adiciona la siguiente figura: permitir, a través de la actuación de la dirección facultativa, la aprobación de la ampliación excepcional de la cadena de subcontratación cuando manifiestamente no concurran las causas motivadoras de la misma previstas en la Ley Reguladora de la Subcontratación en la Construcción (salvo si procede calificar de infracción como muy grave). La regulación de esta figura punitiva adolece de imprecisiones notorias: 1º no precisa que se entienda por falta de concurrencia “manifiesta”, lo que significa que caben al menos dos supuestos: inconcurrencia ordinaria y manifiesta; 2º que es una ampliación para considerarla excepcional y si no existe infracción en caso de que la ampliación sea ordinaria. Por otra parte, la referencia a la infracción a través de la actuación de la dirección facultativa parece implicar un deber de vigilancia pero no especifica claramente si estamos o no ante una responsabilidad solidaria de director y promotor. De no ser así subsistiría la obligación del director respecto del promotor, de indemnizar por aplicación de los arts. 1902 y siguientes del Código Civil. 3.- Infracciones muy graves La Ley de Subcontratación en la construcción adiciona como muy graves tres figuras directamente referidas al prevencionismo y que contemplan respectivamente a promotores, contratistas y subcontrstistas; y otra figura de carácter general que alcanza a la política de seguridad, en función del número de empleados. A) Infracción relativa al número de empleados.- Fijando esta figura, la Ley 32/06 ha dispuesto que constituye infracción laboral muy grave el incumplimiento de la normativa sobre limitación de la proporción mínima de trabajadores contratados con carácter indefinido (tal como exigen la Ley y el Reglamento de Subcontratación en la Construcción). Esta figura la incluye en el art. 8 del R.D. Legislativo de Infracciones sociales. Por lo tanto le atribuye naturaleza laboral. No obstante, indirectamente alcanza al prevencionismo por cuanto la proporción de fijos afecta a su experiencia e incluso a su formación y al hábito de trabajo con unos compañeros determinados. Esto aparte plantea el problema del trato que merecen los fijos de obra, figura precisamente desarrollada en la construcción por causa de las características del trabajo en esta rama profesional. B) Infracciones de los subcontrstistas.- La Ley de Subcontratación incluye como figuras administrativamente punibles los siguientes comportamientos: a) Considera muy grave el incumplimiento del deber de acreditar (al que nos hemos referido al tratar de las infracciones graves) “cuando se trate de trabajos con riesgos especiales conforme a la regulación reglamentaria de los mismos para las obras de construcción”. La definición de esta figura reproduce literalmente la del deber de acreditar a que nos hemos referido al tratar de las faltas graves, pero añade la coletilla ahora trascrita y que se refiere a los riesgos “especiales”. El problema básico en este caso lo consituye la fijación de cuando un riesgo es especial. La Ley de Riesgos (art. 4) contiene algunas normas en extremo vagas para definir la gravedad (no la especialidad) y por otra parte es muy difícil formular una definición objetiva de la gravedad de los peligros. b) La figura de subcontratación superando los niveles permitidos es asimismo reiterada al tratar de las infracciones graves, con la especificación “cuando se trate de trabajos con riesgos especiales”. Es decir, aplica la misma técnica legislativa que en el caso de la omisión del deber de acreditar. c) Asimismo califica de falta grave “el falseamiento en los datos comunicados (por el subcontratista) al contratista o su subcontratista comitente, que de lugar al ejercicio de actividades de construcción incumpliendo el régimen de la subcontratación o los requisitos legalmente establecidos”. Interpretada literalmente esta figura tiene los siguientes elementos: 1º un elemento objetivo (falseamiento de datos); 2º otro funcional (que los datos hayan sido comunicados); 3º un elemento subjetivo (que los destinatarios de la comunicación sean el contratista o el subcontratista comitente); 4º asimismo han de satisfacer un requisito finalista: dar lugar a actividades incumpliendo la normativa sobre subcontratación. Por lo tanto, interpretada literalmente es una infracción de resultados. C) Infracciones del contratista.- La Ley de Subcontratación en la Construcción adiciona al R.D. Legislativo de infracciones sociales las siguientes figuras: a) Reitera la figura (que hemos visto al tratar de las infracciones graves) consistente en permitir la intervención de subcontratistas y trabajadores autónomos que superen lo límites legales, con la especificación “cuando se trate de trabajos con riesgos especiales conforme a la regulación reglamentaria de Ilos mismos para las obras de construcción”. Por lo tanto, en la fijación de esta figura se sigue el mismo criterio ya expuesto al tratar de las infracciones muy graves de los subcontratistas. b) Asimismo reitera la figura de incumplimiento del deber de acreditar, con la especificación de que se considerará falta muy grave cuando se trabaje con riesgos especiales. En otras palabras utiliza una vez más la misma técnica legislativa. D) Infracción del promotor.- Respecto del promotor, la Ley 32/06 introduce la figura consistente en “permitir, a través de la actuación de la dirección facultativa, la aprobación de la ampliación excepcional de la cadena de subcontratación cuando manifiestamente no concurran las causas motivadoras de la misma previstas en dicha Ley, cuando se trate de trabajos con riesgos especiales conforme a la regulación reglamentaria de los mismos para las obras de construcción”.