Dossier de prensa europea El ciclista de Chernóbil Javier Sebastián

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Dossier de prensa europea
El ciclista de Chernóbil
Javier Sebastián
Italia
http://www.guanda.it/scheda.asp?editore=Guanda&idlibro=7385&titolo=IL+CI
CLISTA+DI+CERNOBYL
Alemania
http://www.wagenbach.de/buecher/titel/837-der-radfahrer-vontschernobyl.html
Francia
http://www.editions-metailie.com/fiche_livre.php?id_livre=1502
http://www.buecher.de/shop/buecher/der-radfahrer-von-tschernobyl/sebastanjavier/products_products/content/prod_id/34532337/#richcontent_8857477
BESPRECHUNG VON 30.10.2012 FLORIAN BORCHMEYER Bailemos en una Pompeya radioactiva
Javier Sebastián se adentra con la novela El ciclista de Chernóbil en la zona de exclusión
contaminada. El resultado es una angustiosa mezcla de realidad y ficción. Una singular
combinación de horror y fascinación se adueñó del fotógrafo canadiense Robert Polidori
cuando en 2001, embozado en pesada ropa protectora, penetró con su cámara en la zona de
exclusión de Chernóbil para retratar lo que quedó tras la catástrofe nuclear. Sus fotos de
Pripiat, la ciudad más cercana al reactor accidentado, revelan una especie de Pompeya
radiactiva: hospitales, escuelas y viviendas donde todo había quedado tal y como lo dejaron
sus antiguos moradores en su huida: Un periodo de quince años preservado en una
instantánea… no por la lava, sino por el miedo a la radiación.
En su novela El ciclista de Chernóbil Javier Sebastián añade una vuelta de tuerca de horror al
guión, pues puebla esa ciudad fantasma con personas. Describe a los que han regresado a
Pripiat, los que se han infiltrado más allá del puesto de policía para exponer voluntariamente
su corta vida a la radiación mortal. Náufragos, perseguidos, desengañados, que no podían
encontrar su lugar en el mundo supuestamente habitable. «Retirados para morir» y por ello
tolerados por la milicia, como se los denomina en los esporádicos artículos de prensa.
Samosjoly, «reasentados», es el nombre oficial de esas existencias marginales.
Entre tanto, la zona catastrófica ha sido durante mucho tiempo un parque temático de
aventura ampliamente documentado para el turismo de masas occidental. Así, los personajes
de la novela actúan a veces como entrevistados y figurantes. Sin embargo, Sebastián consigue
con éxito dar voz a esas personas de la zona de exclusión. La atención se centra en el
destino de Vasia, conocido como el ciclista de Chernóbil. En su vida anterior fue en tiempos
uno de los ingenieros nucleares más prestigiosos de la Unión Soviética. Por eso fue
convocado a Chernóbil en abril de 1986 por el Gobierno, para evitar el colapso del reactor
averiado. La traumática experiencia le hizo cambiar de bando: pasó a ser un detractor de la
energía nuclear y fundó Belrad, un instituto independiente para facilitar la supervivencia a las
víctimas de la radiación por medio de un aparato patentado por él que podía medir la
radiación en los cuerpos.
Pero tanta generosidad granjea enemigos: El régimen postsoviético lo vigila estrechamente,
lo persigue y finalmente lo amenaza, hasta que se da cuenta de que sólo le queda un destino:
la contaminada ciudad fantasma de Pripiat, donde sus acosadores lo abandonan a su suerte.
Lo que a priori podría parecer el exilio más inhumano, resulta ser un extraño islote idílico
más allá del tiempo y el espacio. El que se retira ahí sabe que el mundo exterior no tiene ya
nada que ofrecerle. Esto hace que surja entre los escasos habitantes de Pripiat un
sentimiento de autoafirmación: todos ellos, «héroes de la radiación ionizante», se enfrentan
a la muerte, para arrancar dulzuras insospechadas a un lugar hostil: tienen acceso ilimitado a
cines, hoteles, teatro, las mejores viviendas. Con contadores Geiger importados
secretamente se pueden encontrar terrenos no irradiados en los que cultivar verduras. Por
otro lado, la vida social de la ciudad se caracteriza por la lucha en común contra los
saqueadores y las adversidades de la vida cotidiana a través de una solidaridad que todos los
que allí viven han buscando en vano en el mundo exterior. Hasta ha regresado una
prostituta, que se ha acostumbrado al olor corporal de sus pretendientes, causado por las
enfermedades que la radiación genera.
Lo atractivo de la narración de Sebastián radica en este fino desarrollo de un mundo paralelo
realmente imposible, que fluctúa entre lo irreal y lo auténtico. Al mismo tiempo, se plantea
la pregunta de qué surge de la realidad y qué de la fantasía. El autor español propone a sus
lectores un juego ambivalente y calculado. La trama se inserta en el marco inconfundible de
una historia de ficción: la de un funcionario español de la Comisión de Pesas y Medidas, el
narrador en primera persona del libro. Éste acude a París a una conferencia y allí se ve
acusado por error de haber abandonado a su padre en un restaurante de comida rápida, y
bajo amenaza de persecución penal se le conmina a que asuma su cuidado. Pronto se
descubre que el anciano desorientado no es otro que Vasia, el físico nuclear bielorruso,
huido a Francia como exiliado.
Sebastián sigue el rastro de su protegido por vericuetos tortuosos entre Minsk, París, Madrid
y Pripiat. Sin embargo, se arroja algo de luz ―basada en una investigación con notas a pie de
página y enlaces web de referencia― sobre la para nada ficticia maquinaria encubridora del
régimen soviético y sus «gulags nucleares», que cobrará aún más impulso tras el colapso de
la Unión Soviética. Por otro lado, el «reasentado» Vasia se erige en auténtico símbolo de la
lucha contra la energía nuclear. Ya desde la primera página del libro se señala que la novela
se basa en parte en la vida del físico nuclear Vasili B. Nesterenko, fallecido en Minsk en
agosto de 2008. Detalles fidedignos y plenamente verificables, como el discurso de
aceptación del premio de la paz de Bremen 2006 pronunciado por Nesterenko ―que se cita
literalmente― sirven para revestir de autenticidad los hechos.
Esa ambigua oscilación entre lo documental y lo ficticio, sello distintivo del autor, que hace
tiempo que cosecha éxitos en España, resulta fascinante desde el punto de vista literario. Sin
embargo, existe una debilidad conceptual: la historia de ficción en torno al personaje del
funcionario es inconsistente en sus detalles. Resulta poco verosímil que en nuestro presente
europeo obsesionado por el control, un bielorruso sin identidad explicable ni pasaporte, que
ha entrado ilegalmente en el Espacio Schengen, pueda volar de Madrid a París, alojarse en
hoteles e incluso ser identificado como ciudadano español.
Pero por encima de todo, la estrategia narrativa se opone a las evidentes pretensiones
políticas en el camino de un texto narrativo tan poético como emocionante que trata de
desenmascarar los mecanismos reales del lobby de la energía atómica. Después de que su
portavoz despachase las críticas, tildándolas de teoría de la conspiración, todo son ficciones
erróneas: En última instancia, tampoco queda claro al lector hasta qué punto las revelaciones
sobre la propia destrucción de la planta nuclear no son un mero juego literario. Después de
todo, una de las estrategias clásicas de autenticación de la literatura fantástica consiste en
apelar a fuentes cinetíficas.
FLORIAN BORCHMEYER Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl. Roman. Alle Rechte vorbehalten. © F.A.Z. GmbH, Frankfurt am Main Lasst uns tanzen im radioaktiven Pompeji Javier Sebastián dringt in dem Roman "Der Radfahrer von Tschernobyl" in die
verseuchte Sperrzone ein. Das Ergebnis ist ein beklemmender Mix aus
Wahrheit und Fiktion. Für eine eigenartige Mischung aus Grauen und
Faszination sorgte der kanadische Fotograf Robert Polidori, als er sich 2001, in
schwere Schutzkleidung gehüllt, mit seiner Kamera in die Sperrzone von
Tschernobyl aufmachte, um zu porträtieren, was nach der Reaktorkatastrophe
übrig blieb. Seine Bilder aus Prypjat, der dem Havariereaktor nächstgelegenen
Stadt, ließen eine Art radioaktives Pompeji entdecken: Krankenhäuser, Schulen
und Wohnungen, in denen alles geblieben war, wie es von den fliehenden
Bewohnern zurückgelassen wurde: Fünfzehn Jahre lang in einer
Momentaufnahme konserviert - nicht durch Lavaschichten, sondern durch die
Angst vor der Strahlung. In seinem Roman "Der Radfahrer von Tschernobyl"
fügt Javier Sebastián dem Szenario einen weiteren Dreh des Schauderns
hinzu: indem er die Geisterstadt mit Menschen bevölkert. Er schildert
Rückkehrer nach Prypjat, die sich an den Milizposten vorbeigeschlichen haben,
um sich freiwillig einem kurzen Leben in der tödlichen Strahlung auszusetzen.
Gestrandete, Verfolgte, Enttäuschte, die in der vermeintlich bewohnbaren Welt
ihren Platz nicht finden konnten. "Zum Sterben zurückgezogen" und deshalb
von der Miliz geduldet, wie es in den vereinzelten journalistischen Artikeln dazu
heißt. Samosjoly, "Selbstumsiedler", heißen die Marginalexistenzen
offiziell. Inzwischen ist das Katastrophengebiet längst ein vielfach
dokumentiertes Abenteuergelände für den westlichen Massentourismus. So
fungieren die Figuren im Roman zuweilen als Interviewgeber und Statisten. Und
doch gelingt es Sebastián, diesen Menschen in der Sperrzone eine Stimme zu
geben. Im Zentrum steht das Schicksal von Wasja, genannt der "Radfahrer von
Tschernobyl". In seinem früheren Leben war er einmal einer der bedeutendsten
Nuklearingenieure der Sowjetunion. Deshalb wurde er im April 1986 von der
Regierung nach Tschernobyl zitiert, um die Kernschmelze im havarierten
Reaktor zu verhindern. Das traumatische Erlebnis ließ ihn die Seiten wechseln:
Er wurde zum Atomkraftgegner und gründete das unabhängige Institut Belrad,
um den Strahlenopfern durch ein selbstentwickeltes Gerät zur Strahlenmessung
im Körper das Überleben zu ermöglichen. So viel Selbstlosigkeit schafft
Feinde: Das postsowjetische Regime lässt ihn beschatten, verfolgen,
schließlich wird er bedroht, bis er nur noch ein Fluchtziel weiß: die
kontaminierte Geisterstadt Prypjat, wo die Häscher von ihm ablassen. Was als
unmenschlichster aller Exilorte erscheinen mag, entpuppt sich als eine
befremdlich idyllische Insel jenseits von Raum und Zeit. Wer sich hierhin
zurückzieht, weiß, dass ihm die Welt draußen nichts mehr zu bieten hat. Das
lässt unter den wenigen Bewohnern von Prypjat ein Gefühl der
Selbstbehauptung entstehen: Sie alle, "Helden der ionisierenden Strahlung",
stellen sich dem Tod entgegen, um einem lebensfeindlichen Raum eine
ungeahnte Süße abzuringen: Kinos, Hotels, Theater, die besten Wohnungen
stehen ihnen uneingeschränkt zur Verfügung. Mit heimlich importierten
Geigerzählern lässt sich unverstrahlter Boden finden, wo man Gemüse
anbauen kann. Auch das soziale Leben der Stadt ist durch den gemeinsamen
Kampf gegen Plünderer und die Widrigkeiten des Alltags durch eine Solidarität
geprägt, die jeder hier in der Außenwelt vergeblich gesucht hat. Auch eine
Prostituierte ist zurückgekehrt, die sich an den durch die Strahlenkrankheit
verursachten Körpergeruch ihrer Freier gewöhnt hat. Dies feine Entwickeln
einer eigentlich unmöglichen, zwischen Irrealität und Authentizität schwebenden
Gegenwelt macht den Reiz von Sebastiáns Erzählen aus. Gleichzeitig wirft es
die Frage auf, was davon der Wirklichkeit entspringt und was der Phantasie.
Hier treibt der spanische Autor ein kalkuliertes, ambivalentes Spiel mit seinen
Lesern. Eingebettet wird die Handlung in eine unverkennbar fiktive
Rahmenhandlung um einen spanischen Funktionär der Kommission für Maße
und Gewichte: dem Ich-Erzähler des Buchs. Irrtümlich wird ihm bei einer
Konferenz in Paris unterstellt, seinen pflegebedürftigen Vater in einem FastFood-Restaurant ausgesetzt zu haben, und unter Androhung von
Strafverfolgung wird er aufgefordert, sich seiner anzunehmen. Bald entpuppt
sich der desorientierte Greis als der ins französische Exil geflohene
weißrussische Kernphysiker Wasja. Auf allzu verschlungenen Wegen verfolgt
Sebastián die Spur seines Schützlings zwischen Minsk, Paris, Madrid und
Prypjat. Ans Licht tritt dabei aber - gestützt auf Recherchen mit
Referenzfußnoten und verweisenden Links - die keineswegs fiktive
Vertuschungsmaschinerie des sowjetischen Regimes und ihres "nuklearen
GuLag", die auch nach dem Zerfall der Sowjetunion weitergetrieben wird.
Zudem ist der Umsiedler Wasja eine reale Symbolfigur des Kampfes gegen die
Kernkraft. Schon auf der ersten Seite des Buchs ist vermerkt, dass der Roman
in Teilen auf dem Leben des Kernphysikers Wassili B. Nesterenko basiert, der
im August 2008 in Minsk verstorben ist. Belegbare Detailtreue wie die wörtlich
zitierte Laudatio zur Verleihung des Bremer Friedenspreises 2006 an
Nesterenko soll die Authentizität des Geschehens evozieren. Dies
doppelbödige Changieren zwischen Dokumentarischem und Fiktionalem, einem
Markenzeichen des in Spanien bereits seit längerem erfolgreichen Autors, ist
literarisch faszinierend. Dennoch gibt es eine konzeptionelle Schwachstelle.
Denn die erfundene Handlung um die Figur des Funktionärskarrieristen ist im
Detail unstimmig. Dass in unserer kontrollwütigen europäischen Gegenwart ein
illegal ins Schengen-Gebiet eingereister Weißrusse ungeklärter Identität und
ohne Ausweise von Madrid nach Paris fliegen, sich in Hotels einquartieren und
gar als spanischer Staatsbürger identifiziert werden kann, ist
unwahrscheinlich. Vor allem aber steht die Erzählstrategie dem offenkundigen
politischen Anspruch entgegen, auf dem Weg eines poetischen wie
spannenden Erzähltextes die realen Mechanismen der Atomlobby zu entlarven.
Nachdem deren Wortführer Kritiken gern als Verschwörungstheorie abtun,
arbeiten ihnen fehlerhafte Fiktionen zu: In letzter Instanz bleibt für den Leser
nicht greifbar, in welchem Maße auch die Enthüllungen über das
Vernichtungswerk der Atomkraft selbst bloß ein literarisch Spiel sein könnten.
Immerhin gehört die Berufung auf wissenschaftliche Quellen zu den klassischen
Beglaubigungsstrategien der phantastischen Literatur.
FLORIAN BORCHMEYER
Javier Sebastián: "Der Radfahrer von Tschernobyl". Roman. Aus dem Spanischen von Anja Lutter. Verlag Klaus Wagenbach,
Berlin 2012. 224 S., geb., 19,90 [Euro]. Alle Rechte vorbehalten. © F.A.Z.
GmbH, Frankfurt am Main Personas indestructibles
Reseña de Gregor Ziolkowski
http://www.dradio.de/dkultur/sendungen/kritik/1728144/
El escritor español describe la vida en la «zona muerta» alrededor de la
central nuclear de Chernóbil. Su novela es una obra maestra, una visión
sin sentimentalismos de una catástrofe que causó muchas víctimas.
Difícilmente podría ser más contrastante la asociación de ideas: «Chernóbil», paradigma de
desastre nuclear del siglo XX, símbolo del hundimiento de un sistema enfermo y acabado,
rasero del manejo manipulador por parte de un poder decadente de una situación
apocalíptica que costó la salud o la vida a muchas personas. Y al lado de eso, una actividad
como «montar en bicicleta», que en ese contexto aparece como algo bastante incongruente,
cuando no completamente obsceno. ¿Resulta concebible que alguien pueda pedalear
despreocupadamente por la zona cuando ha sucedido ―o está sucediendo― allí mismo una
de las catástrofes más memorables? Pues sí, así es, aunque no hay lugar para la alegría
en este texto.
La novela de Javier Sebastián combina una serie de elementos que a bote pronto nadie
podría imaginar susceptibles de ser reunidos. Lo más evidente de la novela es la historia del
físico nuclear Vasili Nesterenko, una eminencia en su terreno a quien se encomienda
resolver o contener las consecuencias del accidente. El autor expone con gran pericia desde
los acontecimientos y la evolución del antes y el después del accidente del reactor hasta la
descabellada teoría según la cual un servicio de inteligencia de occidente podría haber
provocado el desastre. Bastante insólito para una novela es el hecho de que el autor cite sus
fuentes a pie de página, entre las que hay tanto publicaciones impresas como páginas web.
Los personajes y cifras que se manejan corresponden en su mayoría a personas auténticas, la
novela muestra claros tintes de libro de no ficción.
Arriesgado en su planteamiento, prácticamente en el estilo de un thriller político, se lleva a
cabo el relato de las circunstancias que llevaron a este científico a permanecer ―aun
después de que la radiación atómica la devastara― en la «zona muerta», la ciudad bielorrusa
de Pripiat, fantasmal y en gran parte despoblada, para prestar ayuda como ciclista a los pocos
que allí se quedaron. No explica este giro de los acontecimientos su vocación de samaritano,
sino más bien su labor como científico que se esfuerza por esclarecer, documentar e
investigar los sucesos en torno a la catástrofe de Chernóbil. Pero los gobernantes de la era
postsoviética no están muy interesados en ello. Lo someten a una presión creciente. Cuando
ve amenazada su vida por un dudoso perseguidor, se esconde en la «zona muerta», donde se
topa con un mundo lleno de sufrimiento, pero también lleno de una energía vital y actividad
indestructibles. Al final se las arregla para escapar a París.
Allí irrumpe por pura casualidad en el entorno del narrador, quien reconstruye con oficio
detectivesco la historia de este anciano misterioso y algo aturdido, que luego prosigue
cuando este ciclista regresa huyendo a aquella «zona muerta» de Pripiat, que continúa siendo
el lugar de su fatal destino.
La novela de Javier Sebastián es una obra maestra de la representación: de una catástrofe, un
destino, una tragedia vital que concita múltiples actores y afectados. Narrada de modo
bastante poco sentimental y con el adecuado distanciamiento, esta novela llama
poderosamente nuestra atención sobre el hecho de que los partes aparecidos en los medios
de comunicación contenían historias de carne y hueso, que distan mucho de haber
terminado sólo porque ya no se hable de ellas
Gregor Ziolkowski Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl Aus dem Spanischen von Anja Lutter Verlag Klaus Wagenbach, Berlin 2012 220 Seiten 12.04.2012
Ein Schild warnt in der Nähe von
Tschernobyl vor dem Verzehr von gesammelten Beeren und
Pilzen (Bild: AP)
Unverwüstliche Menschen
Javier Sebastián: "Der Radfahrer
von Tschernobyl", Verlag Klaus Wagenbach, 220 Seiten
Der spanische Autor
beschreibt das Leben in der "Todeszone" rund um das
Atomkraftwerk Tschernobyl. Sein Roman ist ein
Meisterwerk der unsentimentalen Vergegenwärtigung
einer Katastrophe, die viele Betroffene einschließt.
Gegensätzlicher könnte die
Paarung kaum sein: "Tschernobyl", der Inbegriff einer
Reaktorkatastrophe aus dem 20. Jahrhundert, Sinnbild des
Untergangs eines zerrütteten, maroden Systems, Chiffre
nicht zuletzt für den manipulativen Umgang einer
dekadenten Macht mit einer apokalyptischen Situation, die
dann viele Menschen das Leben oder die Gesundheit kosten
sollte. Und dazu eine Beschäftigung wie "Radfahren", die in
diesem Zusammenhang ganz unpassend, ja geradezu
obszön anmutet. Ist es vorstellbar, dass jemand heiter
strampelnd durch die Gegend radelt, während sich genau
dort eine der denkwürdigsten Katastrophen abspielt oder
abgespielt hat? Ja, das ist es, auch wenn von Heiterkeit
keine Rede sein kann in diesem Text. Javier Sebastiáns
Roman vereint etliche Elemente, die man auf Anhieb nicht
nebeneinander vermuten würde. Am einleuchtendsten für
einen Roman ist die Geschichte des Atomphysikers Wassili
Nesterenko. Als Koryphäe auf seinem Gebiet wird er zur
Bewältigung oder Eindämmung der Folgen des Unglücks
herangezogen. Mit großer Sachkenntnis breitet der Autor
die Geschehnisse und Entwicklungen vor und nach dem
Reaktorunfall aus, bis hin zu abenteuerlichen Theorien,
wonach ein westlicher Geheimdienst die Katastrophe
ausgelöst haben könnte. Eher ungewöhnlich für einen
Roman ist der Umstand, dass der Autor in Fußnoten seine
Quellen zitiert, unter denen sowohl gedruckte Publikationen
als auch Weblinks sind. Die handelnden Figuren sind in der
Mehrzahl authentische Personen, der Roman hat hier
deutliche Züge eines Sachbuches. Abenteuerlicher,
geradezu in der Manier eines politischen Thrillers gehalten
ist die Schilderung der Umstände, die diesen
Wissenschaftler dazu brachten, auch nach der Verheerung
durch die atomare Strahlung in der "Todeszone", der
gespenstischen und weitgehend entvölkerten
weißrussischen Stadt Pripjat, zu bleiben, um als jener
Radfahrer den wenigen Verbliebenen Hilfe zu leisten. Nicht
die Berufung zum Samariterdasein erklärt diese Wendung,
vielmehr sein Wirken als Wissenschaftler, der an
Aufklärung, Dokumentation und Untersuchung des
Geschehens um die Tschernobyl-Katatstrophe bemüht ist.
Auch den postsowjetischen Machthabern ist daran wenig
gelegen. Sie setzen ihn zunehmend unter Druck. Als er
durch dubiose Verfolger sein Leben bedroht sieht, versteckt
er sich in der "Todeszone", wo er auf eine Welt voller Leid,
aber auch voller unverwüstlicher Lebensenergie und
Aktivität trifft. Schließlich gelingt es ihm, nach Paris zu
fliehen. Hier gerät er durch einen reinen Zufall ins Umfeld
des Ich-Erzählers, der die Geschichte dieses rätselhaften
und etwas verwirrten älteren Mannes in detektivischer
Arbeit rekonstruiert und sie auch dann weiter verfolgt, als
dieser Radfahrer fluchtartig zurückkehrt in jene "Todeszone"
von Pripjat, die sein Schicksalsort bleiben soll. Javier
Sebastiáns Roman ist ein Meisterwerk der
Vergegenwärtigung - einer Katastrophe, eines Schicksals,
einer Lebenstragödie, die viele Beteiligte und Betroffene
einschließt. Ganz unsentimental und mit gebührender
Distanz erzählt, macht dieser Roman mit großer Intensität
darauf aufmerksam, dass die Unglücksmeldungen aus den
Medien Geschichten aus Fleisch und Blut enthalten und
längst nicht vorbei sind, wenn kaum mehr über sie
gesprochen wird. Besprochen von Gregor
Ziolkowski Javier Sebastián: Der Radfahrer von
Tschernobyl Aus dem Spanischen von Anja Lutter Verlag
Klaus Wagenbach, Berlin 2012 220 Seiten, 19,90 Euro
la
oir vers le doux visage de Manon '
12-­‐09-­‐2013 Eric Chevillard: "Un livre terrible et très étonnant (...) auquel je ne connais pas d'équivalent qui allie la plus grande rigueur historique, documentaire à la plus folle liberté d’invention". "Ce livre lucide et douloureux -­‐ mais qui attrape aussi quelque chose de la démesure russe -­‐ ne manquera pas de développer chez le lecteur, a défaut des anticorps qui le prémuniraient contre la contamination prochaine, cette conscience du pire qui est le premier stade de la révolte".
t un livre qui m
Der Radfahrer von Tschernobyl (Novela)
Pedalear contra el olvido
25/07/2012
Por Jutta Person
http://www.sueddeutsche.de/kultur/roman-der-radfahrer-von-tschernobyl-in-die-pedale-tretengegen-das-vergessen-1.1421411
En la zona hay vida: El escritor Javier Sebastián imagina a un físico
nuclear pedaleando por Chernóbil. Su novela acerca de la ciudad
fantasma y sus habitantes ocultos describe un escenario de crímenes
encubiertos, pero también la fascinación que emana de la fugacidad
humana.
Las ciudades fantasmas son máquinas de deseo.
Con el poder de la cotidianeidad otrora floreciente atraen hacia ellas a supervivientes
y curiosos, investigadores y saqueadores. La zona, en un tiempo habitada y
posteriormente abandonada, desasosiega y fascina por igual, quizá porque las almas de
sus antiguos moradores aún permanecen allí.
Cuando chirrían las norias oxidadas, cuando los árboles revientan las aceras y los
perros asilvestrados merodean por las calles desiertas, cuando los pisos se convierten
en guaridas y se pudren los muebles volcados en la huida precipitada, entonces las
cosas, las plantas y los animales dicen: Así podría sucederle también a vuestra
arrogancia. Porque esas catástrofes capaces de convertir una ciudad en una zona
desierta se deben casi siempre a la mano del hombre. Esto resulta aplicable bastante
bien a Pripiat, la ciudad fantasma situada a cuatro kilómetros de la central nuclear de
Chernóbil.
El escritor español Javier Sebastián ha situado dicho enclave en el centro de una
novela en la que realidad y ficción se unen de manera maravillosa. Porque, por
supuesto, Pripiat no sólo es una zona mítica de memento mori, sino sobre todo un
lugar muy real, escenario de crímenes encubiertos: desde el desastre nuclear del 26 de
abril de 1986 hasta las mentiras con las que se minimizó la magnitud del hecho y con
las que se justificaron innumerables muertes por radiación, así como daños a millones
de seres humanos en un perímetro más extenso. Aquellos científicos que
contradijeron las declaraciones de las autoridades fueron silenciados.
Tal es el caso de Vasili Nesterenko, físico nuclear bielorruso que consagró su vida a las
víctimas, fundó el Instituto no gubernamental Belrad para la seguridad radiológica y fue
amenazado de muerte por las autoridades bielorrusas.
Nesterenko, que en 2005 fue galardonado con el Premio de la Paz de Bremen, es el
«ciclista de Chernóbil» que da nombre a la novela de Sebastián. El escritor convierte
su meticulosa investigación en una descripción conmovedora y densamente literaria de
la zona y sus habitantes ocultos. A ello suma otro exitoso artificio narrativo: Sebastián
urde una trama narrativa hispano-francesa, que reúne a un narrador anónimo en
primera persona con Nesterenko. El apocalipsis del este alcanza a la plácida Europa
central.
Desafiando la depresión, la enfermedad, el frío y los saqueadores
París, un restaurante de comida rápida, finales de 2009: El anónimo narrador español
en primera persona se fija en un anciano desaliñado que a todas luces ha sido
abandonado. Se lo lleva consigo, lo que complica sumamente su actividad laboral: El
español es delegado de una conferencia europea de pesas y medidas, responsable del
kilo. Todos le llaman «Dos Kilos». Este hombre de la industria de la precisión se ve
entonces inmerso en la mayor desgracia de la desmesura humana. Wasja, que va
revelando su historia poco a poco, lleva un misterioso tatuaje: «Samosjol», que es
como llaman a los hombres que han ido volviendo a Pripiat a escondidas.
Allí malviven, venden insectos mutados a los turistas, plantan verduras, se alimentan de
lombrices, sufren y mueren. Y pese a todo, conforman un grupo que, desafiante, lucha
a la desesperada contra la depresión, la enfermedad, el frío y los saqueadores.
Allí canta Laurenti Bajtiarov en el Cine-Teatro Prometheus, que se cae a pedazos. No
quiere dejar sola la tumba de su mujer Ekaterina, que el día del accidente se
encontraba en el bosque y murió al poco. O la anciana Nastja Elzowa, que cría pollos
cuyas crestas se volvieron negras a raíz de la radiación, según dicen.
También Wasja recala en Pripiat huyendo de los esbirros del régimen. Encuentra una
bicicleta y, pedaleando en aquel entorno vacío, reaviva sus energías: Se propone
ayudar a ese puñado disperso de desposeídos. Sebastián se las arregla para ir
perfilando poco a poco esos estrafalarios personajes sin caer en un sentimentalismos.
Al mismo tiempo, esta historia de la zona es un libro que acusa: «De pronto, se habló
sólo de doscientos en lugar de los tres mil pueblos contaminados en 1992, y los dos
millones de personas que tuvieron que ser tratados de enfermedades causadas por la
radiación se redujeron a cincuenta mil», según cuenta Nesterenko.
Minimización y olvido
Un estudio citado en la novela estima las consecuencias de la energía nuclear en «376
millones de casos de cáncer, 235 millones de defectos genéticos y 587 millones de
efectos teratogénicos en todo el mundo». Se han minimizado los accidentes por la
fuerza y con violencia, y serán olvidados tan pronto como los primeros titulares se
hayan esfumado, nos recuerda Sebastián.
De hecho, es increíble lo poco que sobre aquella zona puede leerse un año después
de lo de Fukushima. El ciclista de Chernóbil pedalea contra el olvido, aunque suene
demasiado dramático para un libro que habla con sensibilidad y profundo ingenio de
los fantasmas de Pripiat. Unos fantasmas que ansían regresar a la memoria de los vivos.
Die Zone lebt: Der spanische Schriftsteller Javier Sebastián lässt einen
Kernphysiker durch Tschernobyl radeln. Sein Roman über eine Geisterstadt
und ihre heimlichen Bewohner bringt Fakten und Fiktion auf wundersame
Weise zusammen
VON JUTTA PERSON Geisterstädte sind Wunschmaschinen. Mit der Macht
des ehemals blühenden Alltags saugen sie die Überlebenden und
Neugierigen, die Forscher und Plünderer in sich zurück. Die einst bewohnte,
dann menschenleere Zone beunruhigt und fasziniert gleichermaßen; vielleicht,
weil die Seelen der alten Bewohner ja doch noch da sind. Wenn rostige
Riesenräder quietschen, wenn sich Bäume durchs Trottoir sprengen und wilde
Hunde durch verlassene Straßen jagen, wenn aus Wohnungen Höhlen werden
und die in letzter Hast umgeworfenen Möbel verrotten – dann sagen Dinge,
Pflanzen und Tiere: So schnell kann es gehen mit eurer Hybris. Denn die
Katastrophen, die eine Stadt in eine menschenleere Zone verwandeln, sind
fast immer menschengemacht. Das trifft ganz besonders für Prypjat zu, die
Geisterstadt vier Kilometer neben dem Atomkraftwerk Tschernobyl. Der
spanische Schriftsteller Javier Sebastián hat Prypjat ins Zentrum eines
Romans gestellt, der Fakten und Fiktion in wundersamer Weise vereint. Denn
Prypjat ist natürlich nicht nur eine mythische Memento-mori-Zone – sie ist vor
allem der sehr konkrete Ort verbrecherischer Verschleierungstaktiken:
angefangen mit der Reaktorkatastrophe vom 26. April 1986 bis zu den Lügen,
mit denen das Ausmaß heruntergespielt und damit unzählige Strahlentote
sowie, im größeren Umkreis, Folgeschäden bei Millionen von Menschen in
Kauf genommen wurden. Wissenschaftler, die den Verlautbarungen der
Behörden widersprachen, wurden zum Schweigen gebracht. Wie im Fall des
weißrussischen Kernphysikers Wassili Nesterenko, der sein Leben in den
Dienst der Opfer stellte, das nichtstaatliche Belrad-Institut für
Strahlensicherheit gründete und von weißrussischen Behörden tödlich bedroht
wurde. Nesterenko, der 2005 den Bremer Friedenspreis erhielt, ist der
titelgebende „Radfahrer von Tschernobyl“ in Sebastiáns Roman. Der 1962
geborene Schriftsteller, der an der Universität Saragossa lehrt, hat seine
akribische Recherche in eine mitreißende, literarisch dichte Beschreibung der
Zone und ihrer heimlichen Bewohner verwandelt. Dazu kommt ein weiterer
gelungener Kunstgriff: Sebastián hat einen spanisch-französischen
Erzählstrang eingeflochten, der einen namenlosen Ich-Erzähler mit Nesterenko
zusammenbringt. Osteuropäische Apokalypse trifft behäbiges
Kerneuropa. Paris, in einem Schnellrestaurant Ende der Nullerjahre: Der
namenlose spanische Ich-Erzähler bemerkt einen verwahrlosten alten Mann,
der offensichtlich ausgesetzt wurde. Er nimmt ihn mit, was sein Arbeitsleben
extrem verkompliziert: Der Spanier ist Delegierter einer europäischen
Konferenz für Maße und Gewichte, zuständig fürs Kilo. Alle nennen ihn nur
„Dos Kilos“, und dieser Mann des Präzisionsgewerbes wird nun in den größten
anzunehmenden Unfall menschlicher Maßlosigkeit hineinkatapultiert. Wasja,
der seine Geschichte erst allmählich preisgibt, trägt eine rätselhafte
Tätowierung: „Samosjol“, so nennen sich die Menschen, die heimlich nach
Prypjat zurückgekehrt sind. Sie leben dort mehr schlecht als recht, verkaufen
mutierte Insekten an Touristen, pflanzen Gemüse an, essen Regenwürmer,
leiden und sterben. Und doch bilden sie ein Desperado-Grüppchen, das trotzig
gegen Depression, Krankheit, Kälte und Plünderer kämpft. Da ist Laurenti
Bachtjarow, der im bröckelnden Kino-Theater Prometheus singt. Er will das
Grab seiner Frau Ekaterina nicht allein lassen, die am Tag des Unfalls im Wald
war und kurz darauf starb. Oder die alte Nastja Elzowa, die Hühner hält, deren
Kämme, so sagt man, schwarz werden von der Strahlung. Auch Wasja landet
auf der Flucht vor den Schergen des Regimes in Prypjat. Er findet ein Fahrrad
und das Radeln über die leeren Prospekte weckt seine Tatkraft: Er will dem
Häuflein versprengter Vogelscheuchen helfen. Sebastián schafft es, diese
schrulligen Gestalten nach und nach zusammenkommen zu lassen, ohne je in
kitschiges Gemeinschaftspathos zu verfallen. Gleichzeitig ist diese
Zonengeschichte ein Buch der Anklage: „Auf einmal war nur noch von
zweihundert verstrahlten Ortschaften die Rede statt von dreitausend, die es
1992 gewesen waren, und die zwei Millionen Menschen, die wegen
Strahlenkrankheit behandelt werden mussten, hatte man auf fünfzigtausend
heruntergerechnet“, berichtet Nesterenko. Die Folgen der Kernenergie
veranschlagt eine im Roman zitierte Studie mit „weltweit 376 Millionen
Krebsfällen, 235 Millionen genetischen Defekten und 587 Millionen
teratogenen Effekten“. Unfälle werden mit Macht und Gewalt kleingeredet, und
sie werden vergessen, sobald die ersten Schlagzeilen verpufft sind; daran
erinnert Sebastián. Tatsächlich ist es schon erstaunlich, wie wenig man ein
Jahr nach Fukushima über die dortige Zone liest. „Der Radfahrer von
Tschernobyl“ radelt gegen das Vergessen, auch wenn das zu pathetisch klingt
für ein Buch, das feinfühlig und mit hintergründigem Witz von den Geistern aus
Prypjat erzählt. Geister, die sich in die Erinnerung der Lebenden
zurückwünschen.
Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl. Aus dem Spanischen von
Anja Lutter. Wagenbach Verlag, Berlin 2012. 220 Seiten, 19,90 Euro. Eine
Anklage und doch ein Buch von hintergründigem Witz Wie ein TschechowBühnenbild mutet mancher Raum in den aufgelassenen Gebäuden von Prypjat
an: Hier eine verlassene Geburtsklinik. FOTO: DONALD
WEBER/POLARIS/LAIF DIZdigital: Alle Rechte vorbehalten – Süddeutsche
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11 RUE BERANGER
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Tchernobyl
entête
Par MATHIEU LINDON
L
e Cycliste de Tchernobyl com
menée aux Champs-Elysées,
avenue qui n'est pas spontanément associée à la centrale
explosée. Le narrateur est
dans un self service, il lit un article sur
le naufrage du Lusitonia et repère un
homme à une table à côté, d'abord accompagné d'une femme puis abandonné avec ses sacs de vêtements, qui
lui semble aussi perdu qu'un «Rescapé
duLusitania». Pendant ce temps, pourrait on croire faussement puisque c'est
à la suite dans le roman, «l'homme de
Pripiat se réfugiait dans la cabine des
autos tamponneuses». «Oui, tout avait
commencé avec les autos tamponneuses. »
Mais le lecteur ignore en quoi consiste
ce «tout». Il ne l'apprendra pas tout de
suite car on en revient au narrateur. Il
est à Paris pour participer à la «Conférence internationale des poids et mesures», institution à l'intitulé un peu bur
lesque mais dont le travail consiste à
procéder «à fa vérification du poids exact
de chaque cylindre pour ensuite certifier
dans les territoires de notre juridiction
qu 'un kilogramme était exactement im kilogramme». A ce moment, le lecteur
imagine que le roman est peut-être un
texte borgésien, que la vérification de
ces poids et mesures va entraîner le
narrateur dans une sorte d'abstraction
litteraire et paradoxale, qu'une sorte de
labyrinthe textuel est en train de se
constituer. Or trois pages ne sont pas
passées que la police vient chercher le
narrateur dont le crime principal est
alors de s'être intéressé à nouveau un
instant au «Rescapé du Lusitania». Il y
a des choses a ne pas faire dans un
monde qui contient concrètement
beaucoup plus que deux poids et deux
mesures.
Javier Sébastian est né à Saragosse
en 1962. Le Cycliste de Tchernobyl est son
premier livre traduit en français. Sur la
page suivant la dédicace («Pour mes parents, car mon premier mot fut le leur»),
il y a juste cette information ; « Ce roman
s'inspire de certains épisodes de la vie du
physicien Vassili B. Nesterenko, mort à
Minsk en août 2008. » ll s'agit d'un spé
cialiste du nucleaire qui va avoir contre
lui toute l'Union soviétique parce que,
envoyé sur place, il comprend le drame
de Tchernobyl, la désinformation mise
en place et qu'il se met en tête de combattre. Il s'occupe des enfants, au début,
les interroge, par exemple Semion Pojar.
«fl avait les dents de guingois, mais sa lai
deur était effacée par son regard, et une
voix qui semblait ne pouvoir sortir d'aucun
endroit précis de son corps tellement fl était
«Comme ce roman est composéde 61260 mots, il faudrait
écrire19 588 romans pour que chaque mot représente
une victime du nucléaire. »
maigre.» «L'homme de Pripiat» (c'estla première ville atteinte en fuyant Tchernobyl) ne pèse rien non plus par rapport au KGB acharné à sa perte, mais il
faudra
'autorise
: le terrifiant état d'abandon, d'incurie, des
SEPT 13
, ANTHONY DUFRAISSE, ERIC DUSSERT, DIDIER GARCIA,
http://www.giudiziouniversale.it/articolo/libri/il-nucleare-pedali
Il nucleare a pedali
A ventisei anni dalla tragedia della centrale, Il ciclista di Cernobyl
dello spagnolo Javier Sebastiàn torna sul luogo del delitto, a Pripjat’.
Protagonista il fisico Vasilij Nesterenko, che ha realmente diretto
l'istituto per l'Energia atomica russa. Un romanzo che insegna il valore
della lentezza, nella vita come nella lettura
di Stefano Nicosia
(particolare dalla copertina di Guido Scarabottolo)
Se cercaste Cernobyl su un atlante, la trovereste quasi sul confine tra Ucraina e Bielorussia. Chi è nato prima degli anni Ottanta si ricorderà le carte dei telegiornali nei servizi sul disastro, la sagoma stilizzata della centrale, le fotografie grigie di nuvolaglia bassa, con le torri a fasce rosse sullo sfondo. Se oggi entraste nella vicina Pripjat’, negli edifici abbandonati, senza più le porte, le piante tra i mattoni, trovereste ancora gli oggetti cristallizzati in un’attesa che non verrà ricompensata. Quasi nessuno è più tornato in quelle stanze, soltanto i cani randagi, gli sciacalli, e pochi abitanti che ostinatamente vivono in una città che piano piano è stata erosa dal tempo. Vasilij Nesterenko, fisico nucleare sovietico, è lo sguardo mite ma caparbio che si aggira nella città silenziosa, coperta di neve, irrimediabilmente bianca e grigia. Per anni si è occupato di energia atomica per l’URSS, come direttore dell’Istituto per l’Energia Nucleare, fin quando Cernobyl segna la frattura, nella sua vita e nella sua carriera. Nesterenko capisce che, in quella primavera sovietica del 1986, in realtà molto è ancora gelato sotto il silenzio governativo. Sembra un romanzo, ma non lo è: Vasilij – Vasja – viene emarginato, minacciato, poi blandito, e infine fonda un istituto indipendente per monitorare le conseguenze del disastro. È questo scienziato il protagonista del romanzo di Javier Sebastián, basato su alcuni episodi della vera vita di Nesterenko. Il ciclista di Cernobyl è sì romanzo, ambientato però lì dove l’esatto confine tra la realtà e la sua rappresentazione viene abolito dalle circostanze storiche, tragiche, dell’esplosione della centrale. Pripjat’ esiste, Nesterenko è esistito, i rapporti che vengono citati nel romanzo sono veri documenti sull’incidente nucleare, le cifre, la radioattività sono tremendamente veri. Sotto la neve si deve tuttavia rinegoziare la realtà brano a brano. Ricostruire il legame con i luoghi, con gli altri. L’autoscontro abbandonato, il secondo spazio con cui si apre il libro, diventa il luogo dove Vasilij ricrea la vita e dal quale davvero riesce a ripartire la storia, che è fatta di uomini. Lungo le pagine, si vedono a poco a poco ricrearsi i rapporti, come se una nuova maglia si ricostruisse sopra quella sconvolta dal disastro della centrale. Sebastián è formidabile nel tenere insieme due livelli temporali di narrazione, non freddamente paralleli, ma al contrario sempre in gioco di specchi reciproci. L’alternanza di scene è a tratti surreale, ma all'autore basta mettere le realtà a contatto, e farle reagire tra loro. Il cortocircuito tra le due vite non esaurisce i suoi effetti nel breve giro di qualche pagina. Persiste, lentamente, fino alla fine, modulandosi secondo la partizione che l’autore ha voluto dare alla storia: in parte fiction, altrove invece quasi pamphlet (non solo negli argomenti, ma si nota un picco di ritmo, quasi uno sbalzo sul tracciato dell’elettrocardiogramma) o cronaca. Rimane, fin quando non si chiude, la perplessità che sia tutto vero, la speranza che sia tutto finto. Forse oggi è impossibile accreditare ai lettori voraci la lentezza come un valore, eppure questo libro procede con l’inesorabilità che solo un lungo racconto – che ha bisogno di tutte le tappe per essere davvero compreso – possiede. Rispecchia in maniera perfetta la dilatazione dei tempi e dei luoghi innevati dell’Ucraina atomica. Nel bianco di Pripjat’ si sente il silenzio dell’abbandono, il dialogo di una persona sola con un mondo che se n’è andato, morto o partito. L’inesorabile lentezza del gelo e del silenzio, progressivamente sospinti altrove dalla riappropriazione dello spazio, scrivono nelle parole dello scrittore spagnolo una storia di uno spazio confinato, confinante, dove alcuni uomini sono isolati, e vivono come nella ripetizione di pochi gesti che li mantengono ancora uomini. I vuoti di Pripjat’ non sono quelli delle attese, sono quelli delle ritirate, come di eserciti in fuga. Ma la scrittura di Sebastián fa emergere, con leggerezza poetica a volte, la sospensione, come fase di un ciclo in cui il movimento resiste all’attrito del tempo. È il movimento della bicicletta di Nesterenko, in volo sul bianco niveo dell’illustrazione di copertina di Guido Scarabottolo, matita meravigliosa come sempre. Sebastián possiede il dono della descrizione fotografica, del dettaglio folgorante, senza però l’aggressività dell’epifania visuale. Il ciclista è il suo primo romanzo tradotto in Italia (dal bravo Bruno Arpaia: anche se nitrogeno va tradotto ‘azoto’, ed è forse l’unica sbavatura) e – come si dice in queste occasioni – già premio Cálamo Libro del año 2011 in Spagna. Ma l’autore non ha bisogno di statuette d’oro di presentazione: la sua elegante semplicità conquista dalla prima pagina. di Stefano Nicosia
PANORAMA ITALIA
http://cultura.panorama.it/libri/Il-ciclista-di-Cernobyl-la-storia-di-VasilijNesterenko-e-di-una-citta-nientificata
Cultura - Libri - Il ciclista di Cernobyl: la storia di Vasilij Nesterenko e di una città
nientificata
Il ciclista di Cernobyl: la storia di
Vasilij Nesterenko e di una città
nientificata.
Guanda pubblica un romanzo di Javier Sebastiàn, incentrata sulla figura del fisico che per primo fece conoscere al mondo la vera storia del disastro nucleare. Si chiamava Vasilij Nesterenko e non era un uomo qualunque. Di professione faceva il fisico per l’esercito sovietico. Con quel ruolo, nel 1986 si trovò a fare i conti con la più grande tragedia nucleare, il disastro di Chernobyl . Fronteggiare un incubo non è semplice: l’incidenza del pericolo esula dal tentativo, già disperato, di estinguere l’incendio di un reattore (il numero 4), di contare le migliaia di vittime, di restare attoniti di fronte a un paesaggio scarnificato, ridotto a muto testimone di se stesso. Ci sono almeno altri due fardelli, nella vita di Nesterenko, che si inseguono reciprocamente in un reciproco scambio di ombre. Il primo è di ordine per così dire pratico: Nesterenko è un tecnico esperto, che ha visto troppo e che passo dopo passo ha seguito tutte le bugie e le mezze verità di un governo incapace di assumersi le proprie responsabilità di fronte a un disastro di proporzioni epocali. Il secondo è meno estrinseco, ma molto più penetrante e capillare: Nesterenko ha vissuto a Pripjat’, la città fantasma nientificata all’ombra della centrale, ne ha solcato le ferite, ne ha calcato le strade deserte, abitate solo da cani randagi, “magri, sporchi di fango”, con le zampe spelacchiate e sanguinanti. Per questi due motivi (ma più per il secondo che per il primo) non ha la forza di andare avanti e di glissare. La sua storia è ora al centro di un bel libro da poco pubblicato da Guanda con la traduzione di Bruno Arpaia. Si intitola Il ciclista di Cernobyl ed è firmato da Javier Sebastiàn, un narratore spagnolo non ancora conosciuto in Italia, che ha il grande merito di scrivere un romanzo raccontando una verità. Merito non dappoco, che rende la lettura davvero singolare. FMBATTAGLIA http://www.lacauselitteraire.fr/le-cycliste-de-tchernobyl-javier-sebastian
Le cycliste de Tchernobyl, traduit de l’espagnol par François
Gaudry, 5 septembre 2013, 208 p.
Ecrivain(s): Javier Sebastián Edition: Métailié
Il est des hommes qui ont traversé le siècle précédent à la trajectoire purement romanesque. C’est probablement ce qu’a dû penser Javier Sebastián lorsqu’il s’est penché sur la biographie du physicien Vassili Nesterenko dont il tire la présente fiction. Plus précisément, l’écrivain espagnol a tissé son récit autour de trois périodes correspondant en quelque sorte aux trois états mentaux d’un homme marqué au plus profond de sa psyché par la catastrophe nucléaire de 1986. En respectant la continuité historique, nous aurions l’expert en physique nucléaire qui doit faire face aux immédiates retombées de l’explosion, puis le cycliste qui sillonne une zone de Tchernobyl toujours irradiée mais repeuplée, et enfin le vieil homme traumatisé et perdu dans un Paris qui lui est irrémédiablement étranger. Du fait de son maillage singulier, Le cycliste de Tchernobyl est composé comme une fugue aux trois voix qui s’alternent, se répondent et reconstruisent progressivement le drame de cet homme jusqu’à la coda, sublime et bouleversante. S’il est bien question de fuites dans ce roman, le physicien devant s’échapper de Minsk, Pripiat ou même Paris (quoique pour des motifs différents), cette fugue n’en reste pas moins une ode au courage. Car Vassili Nesterenko fait partie de la trempe des héros, de ceux qui se battent continuellement, en dépit des risques et des menaces. Du courage il en fallait s’en injecter une jolie dose pour défier la nomenklatura soviétique qui aura tout fait pour taire, ignorer ou minimiser les conséquences humaines et écologiques de l’explosion nucléaire. Avec sobriété, dans un style qui frise à quelques reprises l’essai journalistique, Javier Sebastián nous replonge dans le monstre froid moscovite, notamment responsable à la fin des années 80 d’une étrange épidémie touchant une communauté scientifique un peu trop consciencieuse et curieuse. Il fallait tout autant faire peu de cas de son intégrité physique pour retourner à Pripiat, en plein cœur de la Zone. Jongler avec les Becquerels tout en prêchant les règles primordiales de la survie en milieu irradié, voilà quel aura été le sacerdoce de ce scientifique hors du commun. En titrant son roman Le cycliste de Tchernobyl, Javier Sebastián met bien évidemment en exergue cette étape charnière qui explique le basculement définitif qu’aura opéré son protagoniste. Vassia, le professeur Nesterenko, celui qui donne la vie, chantent les enfants dans le roman. Le cycliste c’est le thaumaturge qui arrive cahin-­‐caha sur les chemins de Pripiat, c’est le prophète improbable des âmes qui ne veulent pas partir, c’est le maire improvisé de cette communauté des oubliés. A contrario du non moins sublime La Nuit Tombée d’Antoine Choplin, il n’est pas question d’une Nature reprenant ses droits, mais au contraire d’hommes et de femmes qui s’accrochent désespérément aux leurs. L’écrivain change de mode pour rendre hommage à ces ultimes survivants soudés autour de cet idéal absurde, continuer à vivre dans un enfer à ciel ouvert. Sa plume se fait plus douce, s’attarde comme une photo en gros plan de ces samosiol, cherche délicatement à capter le moindre geste, la plus petite tendresse, reliquats d’une humanité littéralement à fleur de peau. Emouvant manifeste aux visées humanistes, Le cycliste de Tchernobyl éclate comme un hymne à la vie, croyance irréductible que les plus belles actions peuvent aussi surgir dans les contextes les plus sombres. Un message salutaire pour une des indéniables réussites littéraires de cette rentrée. Adrien Battini
Javier Sebastián. Der Radfahrer von Tschernobyl
Fantasía y realidad en torno a un accidente nuclear
Nürnberger Nachrichten - 25/07/2012
Katharina Erlenwein
http://www.nordbayern.de/nuernberger-nachrichten/kultur/javiersebastians-der-radfahrer-von-tschernobyl-1.2228186
«¿Realmente ha sucedido todo esto?» es lo que
inevitablemente se pregunta el lector al enfrentarse a la
novela de Javier Sebastián El ciclista de Chernóbil, en la que
ficción y realidad se entrelazan hábilmente.
El desastre es bien conocido: en 1986 hizo explosión la planta nuclear de
Chernóbil. A día de hoy las causas también lo son. ¿O no? ¿Estuvieron
detrás del suceso las agencias de inteligencia occidentales? ¿Qué se ocultó
a la población? ¿Cómo les va hoy a quienes nacieron entonces? El español
Javier Sebastián plantea todos estos interrogantes en su quinta novela.
Suena a ensayo bien documentado, pero no lo es. El ciclista de Chernóbil
cautiva al lector con una acertada historia que describe con aparente
objetividad unas peripecias que resultan fascinantes. En Pripiat, la población
cercana al reactor siniestrado, que fue totalmente evacuada, malviven un
puñado de supervivientes que que se niegan a obrar con prudencia: Qué
pintan en un país extranjero si sus familias proceden de allí. Viven en casas
saqueadas, buscan trastos y harapos, forman una especie de asamblea
municipal y cultivan cebollas: según dicen, si se las tiene en remojo un par
de días en agua, el valor del cesio supuestamente alcanza niveles tolerables.
Vasia es su benefactor. El adjetivo le cuadra realmente. Vasili Nesterenko
(fallecido en 2008) fue en su día un aclamado científico, director del
Instituto de la Energía Atómica, a quien los soviéticos ordenaron ir al área
crítica para sobrevolar directamente el reactor ardiente, evaluar la
situación y organizar la atención médica a los niños.
Pero él ya no quiso seguir propagando las mentiras con las que los
burócratas engañaban a la población y fundó el instituto radiológico
independiente Belrad. Ése es el hilo conductor de la novela: los niños están
en peligro, a pesar de que Vasia prescribe remedios contra las
enfermedades causadas por la radiación y lucha contra los informes
oficiales, identificando los falsos niveles de radiación. En la novela, Vasia
decide convertirse en uno de los habitantes fantasmales de Pripiat. Se da
cuenta de que no quiere irse de allí y explora el lugar montado en su vieja
bicicleta.
Sebastián ensambla todo ello en un marco de acción sumamente sutil, en el
que se palpa la impotencia con que los observadores occidentales afrontan
la situación. El narrador español en primera persona es miembro de la
comisión científica encargada de supervisar el kilo, el metro y otras
unidades y se reúne regularmente en París. Casualmente se encuentra con
Vasia, que a todas luces ha sido abandonado en un restaurante de comida
rápida. Éste había terminado por instalarse en París desde Pripiat, huyendo
de los servicios secretos, porque quería sacar a la luz la verdad sobre la
contaminación.
Merece absolutamente la pena leer cómo ese extraño debilitado y difícil
gradualmente se va convirtiendo en amigo, cómo el científico español llega
hasta el fondo de la confusa historia y cómo el autor entrelaza
simultáneamente las verdades incómodas con la narración novelesca. El
ciclista de Chernóbil nos permite una nueva mirada a Chernóbil: la de los de
dentro. El artificio radica en la personalización. Uno puede entender a la
perfección la angustiosa situación de los habitantes de Pripiat, así como
captar su humor macabro y el entramado interno del grupo.
En anteriores libros, Javier Sebastián ya utiliza como principio la fusión de
realidad y ficción. En esta novela, que se publica por primera vez en
alemán, entremezcla en la trama protocolos de ayuda en caso de desastre,
recetas para los afectados, páginas web y reportajes periodísticos, e incluso
hace referencias a las fuentes en notas a pie de página. Esto hace que la
narración episódica resulte considerablemente más explosiva de lo que ya
es de todos modos gracias a su lograda construcción.
Javier Sebastiáns „Der Radfahrer von Tschernobyl“
Fantasie trifft auf Fakten zum Reaktorunglück - 25.07.2012
Ist das alles wirklich passiert? Das fragt sich der Leser unweigerlich beim Lesen von Javier Sebastiáns
raffiniert aus Fiktion und Fakten zusammengewebten Roman „Der
Radfahrer von Tschernobyl“.
Fesselnde Schilderung realer Geschichte: Sebastiáns "Der Radfahrer von Tschernobyl".
Foto: Wagenbach Verlag
Die Katastrophe ist bekannt. 1986 explodierte das Atomkraftwerk in Tschernobyl. Die Ursachen sind es mittlerweile
auch. Oder doch nicht? Hatten westliche Geheimdienste ihre Hände im
Spiel? Was wurde vertuscht gegenüber der Bevölkerung? Wie geht es
denen, die damals geboren wurden, heute? All diese Fragen greift der
Spanier Javier Sebastián in seinem fünften Roman auf. Das klingt nach gut
recherchiertem Sachbuch. Ist es aber nicht. „Der Radfahrer von
Tschernobyl“ fesselt mit einer gelungenen Story, die mit vordergründig
sachlichem Ton Schicksale schildert, die unvorstellbar scheinen. In Prypjat,
dem Ort nahe dem Katastrophenreaktor, der weiträumig evakuiert wurde,
hausen nämlich eine Handvoll Überlebender, die nicht vernünftig reagieren
wollen: Was sollen sie in der Fremde, ihre Familien stammen von hier. Sie
hausen in ausgeplünderten Wohnungen, suchen sich Klamotten, bilden eine
Art Gemeinderat und bauen Zwiebeln an — wenn man sie ein paar Tage in
Wasser einweicht, erreicht der Cäsium-Wert angeblich ein verträgliches
Maß, heißt es. Wasja ist ihr Wohltäter. Es gab ihn wirklich. Wassili
Nesterenko (gestorben 2008) war einst hochgelobter Wissenschaftler und
Direktor des Instituts für Atomenergie, wurde von den Sowjets ins
Krisengebiet beordert, um direkt über den glühenden Reaktor zu fliegen, um
die Lage zu ergründen, um die medizinische Versorgung der Kinder zu
organisieren. Doch er wollte nicht mehr die Lügen verbreiten, mit denen die
Offiziellen die Bevölkerung täuschten, und gründete das unabhängige
Strahleninstitut Belrad. Das ist der rote Faden des Romans: Kinder sind in
Gefahr, obwohl Wasja ihnen Mittel gegen die Strahlenkrankheit verschreibt,
er kämpft gegen die offiziellen Berichte, die falsche Strahlenwerte
ausweisen. Im Roman setzt sich Wasja ab, wird einer der gespenstischen
Bewohner von Prypjat. Er versteht die, die hier nicht weg wollen und
erkundet den Ort auf seinem alten Fahrrad. Sebastián hat all dies höchst
raffiniert in eine Rahmenhandlung eingebaut, in der die Hilfslosigkeit greifbar
wird, mit der westliche Beobachter der Situation gegenüberstehen. Der
spanische Ich-Erzähler gehört der Wissenschaftler-Kommission an, die über
Kilo, Meter und andere Einheiten wacht und sich in Paris regelmäßig trifft.
Zufällig trifft er auf Wasja, der offenbar ausgesetzt wurde in einem FastFood-Restaurant. Er hatte sich schließlich doch von Prypjat nach Paris
abgesetzt, auf der Flucht vor den Geheimdiensten, denn er wollte die
Wahrheit über die Verseuchungen ans Licht bringen. Wie der geschwächte,
schwer durchschaubare Fremde allmählich ein Freund wird, wie der
spanische Wissenschaftler der verworrenen Geschichte auf den Grund
kommt und der Autor gleichzeitig unbequeme Wahrheiten und die
fantastische Erzählung verquickt, ist absolut lesenswert. „Der Radfahrer von
Tschernobyl“ erlaubt einen neuen Blick auf Tschernobyl. Den von innen. Der
Kniff liegt in der Personalisierung. Man kann die erschütternde Lage der
Bewohner von Prypjat genauso nachvollziehen, wie man ihren makabren
Humor und die gruppen-internen Hakeleien mitbekommt. Javier Sebastián
hat auch in früheren Büchern die Verquickung von Fakten und Fiktion zum
Prinzip erhoben. In diesem ersten auf Deutsch erscheinenden Roman flicht
er Protokollmitschriften der Katastropheneinsätze, Kochrezepte für die
Betroffenen, Weblinks und Zeitungsberichte ein und verweist sogar mit
Fußnoten auf die Quellen. Das macht die episodenhaft erzählte Geschichte
noch wesentlich brisanter, als sie durch seine gelungene Konstruktion
sowieso schon wäre. Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl.
Roman, aus dem Spanischen von Anja Lutter. Verlag Klaus Wagenbach,
Berlin, 224 Seiten, 19,90 Euro.
KATHARINA ERLENWEIN
http://laccoudoir.com/livres/romans/
Le Cycliste de Tchernobyl, de
Javier Sebastián – éd. Métailié
Publié le 16/09/2013 par Mikaël Demets
Le Cycliste de Tchernobyl est un manifeste à la gloire de la fiction. Inspiré de
faits réels, mettant en scène des personnages réels, le roman de Javier
Sebastián montre à quel point l’imagination peut être un merveilleux outil pour
raconter la réalité. Pour embrasser un sujet aussi dense que l’accident nucléaire
de 1986 et ses conséquences sans tomber dans l’essai documentaire ni
s’embarquer dans un texte-fleuve de 600 pages, l’auteur espagnol signe un
numéro d’équilibriste, construisant une intrigue qui accole des morceaux de
passé et de présent, et où les anecdotes sur Tchernobyl s’entrelacent avec la
fiction.
Pour ce faire, il choisit de romancer la vie de Vassili Nesterenko, physicien
ukrainien (1934-2008), dissident persécuté par le régime soviétique simplement
parce qu’il s’acharna à dénoncer l’ampleur de la catastrophe de Tchernobyl et à
tenter d’en contrecarrer les effets sur les populations civiles délaissées. Dans les
années 2000, Vassili est devenu Vassia, un vieil homme abandonné dans un self
des Champs-Elysées, qui se met peu à peu à dévoiler son histoire à celui qui le
recueille. “J’ai peur, je ne me rappelle plus grand-chose. Sauf qu’ils veulent me
tuer.” Puis les souvenirs remontent. L’incendie, le risque d’explosion qui a failli
rayer l’Europe de la carte. Le sort de ces jeunes Soviétiques envoyés là où des
robots fondaient pour museler la centrale, exposés à des doses inhumaines de
radiations. La minimisation de l’étendue de la catastrophe par les Soviétiques,
mais aussi par les Occidentaux.
Et l’après. De nos jours. La poignée d’habitants restés malgré tout à Pripiat, qui
ingèrent des aliments radioactifs plutôt que de mourir de faim, et vendent des
animaux atrophiés sur eBay pour financer leur survie. Ceux qui reviennent, aussi
– “De plus en plus de gens rentraient chez eux. Ils n’avaient plus peur de
l’atome. Mais, en fait, ils revenaient parce qu’on n’avait pas voulu d’eux ailleurs.”
L’étrange faune de pilleurs, de touristes occidentaux, de chiens efflanqués et de
fantômes qui circulent dans la zone interdite. Sans oublier le travail de quelques
spécialistes qui œuvrent aux côtés des populations malgré les risques et le
harcèlement des autorités.
Tous ces sujets, Javier Sebastián arrive non seulement à les évoquer sans
mâcher ses mots, mais surtout à les incarner. Il les articule au gré d’un roman
ingénieux qui sait, en quelques lignes, esquisser un paysage inoubliable,
modeler un visage marquant. Et malgré la noirceur qu’il doit affronter, Le
Cycliste de Tchernobyl conserve jusqu’au bout une poésie du désenchantement
qui lui confère un éclat éthéré. Si bien qu’il donne l’impression de triompher de
la désolation et du cynisme par la seule force de la fiction.
Mikaël Demets
Prensa en España El Mundo. “Una novela magnífica que recomiendo con entusiasmo a quien busque en la literatura actualidad, exigencia y excelencia.” Santos Sanz Villanueva. 3 de junio de 2011 http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/29273/El_ciclista_de_C
hernobil El Periódico. “El ciclista de Chernóbil es una novela perturbadora y certera (…), en la que la lírica austeridad del estilo de Javier Sebastián y un pulso narrativo tan calculado como intenso logran triunfar sobre lo irrepresentable.” Domingo Ródenas. 18 de mayo de 2011 http://epreader.elperiodico.com/APPS_GetPlayerZ.aspx?pro_id=000000
00-­‐0000-­‐0000-­‐0000-­‐
000000000001&fecha=18/05/2011&idioma=0&doc_id=baa13849-­‐f5a2-­‐
4674-­‐8c34-­‐6e88c86ceaaa ABC Cultural “Leer una novela es un viaje que te lleva a donde no querías ir. A mí me ha pasado con esta de Javier Sebastián y al terminarla me daban ganas de repetir las palabras de Aldrin cuando pisó la luna: Beautiful, beautiful. Magnificent desolation”. Rafael Reig. ABC Cultural. 9 de abril de 2011 http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultur
al/2011/04/09/009.html http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=16064&sec=38 Qué Leer “Elegancia estilística (…), fuerza extraordinaria de las imágenes. Narrativa del silencio. Nos encontramos ante la historia que refleja con mayor eficacia el espíritu de aquellos hechos. El ciclista de Chernóbil es un gran libro.” Álvaro Colomer. Qué leer. Número 166. Junio de 2011 http://www.que-­‐leer.com/13559/“el-­‐ciclista-­‐de-­‐
chernobil”.html#.TuZDo5g72Fg La Vanguardia. "Novela documental y de denuncia que impacta por el talento de Javier Sebastián para entrar en lo más profundo y desolador de la naturaleza humana" J.A Masolliver Ródenas. La Vanguardia, 20 de julio de 2011 http://hemeroteca.lavanguardia.com/search.html?fromISO=true&q=el%
2520ciclista%2520de%2520chernobil&aux=el+ciclista+de+chernobil&bd
=20&bm=07&by=2011&ed=20&em=07&ey=2011&x=0&y=0 Revista Quimera. Artículo de Manuel Vilas sobre la nueva novela española. “Narrativa española última” Manuel Vilas. Quimera. Número 330. Mayo de 2011. http://1.bp.blogspot.com/-­‐j_bdzI0i2Ak/TcOTT9_Qh6I/AAAAAAAABJk/A-­‐
MojIdg6s8/s1600/GT%2Bquimera%2Bvilas.jpg Revista Turia, número 100. “Deslumbrante invención literaria (…) Javier Sebastián hace gala en El ciclista de Chernóbil de mucha ironía, mucho buen humor y ternura infinita al cifrar el umbral de la vida en el universalmente famoso umbral de Demis Roussos (…) y conecta con otras novelas recientes en las que se pone de manifiesto el desprecio ejercido por los poderosos contra la ciudadanía, la desconsideración que convierte la vida de los mejores en un confuso laberinto que termina en la abyección”. María Ángeles Naval. Revista Turia, número 100, diciembre de 2011. 
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