Maria José Rodriguez Becedas. Presidenta de Principios. Coincido en la descripción de los problemas que favorecen la corrupción e impiden la actuación de los mecanismos previstos para evitarla (aforamiento que dificulta y ralentiza los procesos; inclusión en los tribunales que van a conocer de las causas de magistrados elegidos desde los propios partidos políticos, régimen de prescripción e indulto). El principal problema del poder judicial es, en mi opinión, la politización y creciente falta de independencia del poder judicial (del CGPJ y, como consecuencia, del TC). Las sucesivas modificaciones del sistema de elección de los vocales del CGPJ, han ido en detrimento progresivo de la independencia del poder judicial. El anteproyecto de la LOPJ de 4 de abril de 2014 viene a retomar el mismo sistema aprobado por la LO 4/2013, recayendo la elección de la totalidad de los vocales (en mi opinión) en las Cortes, y sin designación previa de candidatos por los propios jueces (para los vocales de carrera judicial): con este sistema todos los jueces que cumplan determinados requisitos (que no garantizan mérito y experiencia) pueden presentarse a la elección, que después harán Parlamento y Senado. Si ya los sistemas anteriores eran contrarios al espíritu de la Constitución, este me resulta todavía peor. No sé en qué situación parlamentaria se encuentra (entiendo que completamente paralizada) pero haría otras críticas a esta nueva LOPJ (Anteproyecto de 2014), ya que “restringe” el aforamiento autonómico a aquellos expresamente previstos en los estatutos de autonomía e incluye a la Reina y los Príncipes de Asturias, así que entiendo que incluso amplía los supuestos…, y que muchas de las modificaciones que incluye me parecen completamente inútiles. En mi opinión, es esencial modificar la LOPJ para atribuir a los jueces, de manera efectiva, la elección de los doce vocales judiciales del CGPJ. Y, respecto a los ocho vocales no judiciales, proponer mecanismos para que la elección de las Cortes se haga entre profesionales de probada experiencia y prestigio. Creo que algunas medidas que favorecerían la lucha contra la corrupción (además de todo lo citado por el ponente, D. Javier Tajadura, con quien coincido), son: - Promover la independencia de los organismos de control de las administraciones públicas y sectores regulados (TCu., Defensor del Pueblo, DP autonómicos, Banco de España, CNMV, etc.); - Procurar la profesionalización de la administraciones públicas, fomento de mecanismos que estimulen su implicación y consecución de objetivos, implementando fórmulas de retribución variable, etc. y la garantía de la independencia de los funcionarios (nombramiento de funcionarios de carrera en altos cargos, estableciéndose la obligatoriedad de funcionarios de carrera en niveles inferiores a los que existen ahora mismo, y limitando a los imprescindibles los puestos para personas de confianza que no sean funcionarios de carrera). - Garantizar la transparencia y la democracia interna de los partidos políticos. - O también medidas más transversales, pero que de manera indirecta afectan a toda la sociedad y a la corrupción, como la modificación del sistema educativo, a fin de que promueva una verdadera cultura del esfuerzo y de la responsabilidad personal. - Etc. En cuanto al aforamiento, aunque coincido en las consideraciones sobre las disfunciones que ocasiona la figura en los órganos judiciales superiores a los que se atribuye la competencia, los retrasos en la impartición de la justicia, etc., y creo que con las prerrogativas de inviolabilidad e inmunidad, se protege suficientemente su independencia, creo que existe una cierta confusión en muchos ámbitos (y no sé si se aclara en el documento suficientemente), en cuanto a que el número altísimo de aforados en nuestro ordenamiento afecta no solo a parlamentarios sino a muchos altos cargos, y, precisamente en el caso de los parlamentarios (de las Cortes Generales o de los parlamentos autonómicos) podría estar en parte justificado el “privilegio”, precisamente por ser cargos de representación popular. En este sentido, por ejemplo, al compararse con el aforamiento en Francia, que solo está previsto para los miembros del Gobierno, aclararía que si los miembros del Gobierno deben estar aforados, también los parlamentarios podrían estarlo en base al mismo fundamento (o con mayor motivo). Es solamente una reflexión: en realidad soy partidaria de reducir drásticamente el número de personas aforadas en España, y asimismo de reducir el número de parlamentarios (especialmente en el caso del Senado y de los parlamentos autonómicos). Finalmente, respecto a la aclaración de que la reforma que se propugna por el ponente no consiste en una reestructuración completa o refundación del Estado, o no la apertura de un nuevo proceso constituyente, estoy de acuerdo pero no denominaría a las reformas propugnadas “propuestas reformistas” simplemente. Es decir, conforme en que cada uno de los caracteres del Estado español (Estado de Derecho, Social, Democrático y Pluralista) y de su configuración como Monarquía Parlamentaria deben ser mantenidos –y reforzados–, y sin ser necesaria la elaboración y aprobación de una nueva Constitución, creo que el debate que se debería plantear sobre las principales instituciones de nuestro sistema constitucional es tan profundo –no solo de las instituciones, también de la propia Constitución–, que podría considerarse una “reconstitución”.