Territorialización de las desigualdades y desarrollo local. Reflexiones a partir de la reforma económica cubana. Mayra Paula Espina .Coordinadora del Comité Nacional de Enlace MOST/UNESCO Cuba .Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. (CIPS). Calle B 352 equina a 15. Vedado. La Habana. Cuba Teléfono: 30 14 51. E-mail [email protected] Ponencia preparada para el Seminario Internacionl “ONGs, Gobernancia y Desarrollo en América Latina y el Caribe” Montevideo, noviembre 28 al 30 del 2001. Introducción. El rescate o reforzamiento de la territorialidad y otros elementos afines (comunidad, municipalidad, localidad, espacialidad) en los estudios sociales y en el diseño de políticas, no es un hecho fortuito, sino que tiene su base en la real relevancia adquirida por los niveles mezo y micro de la reproducción de las relaciones sociales, como efecto de la acción combinada de fuertes procesos socioeconómicos que caracterizan la contemporaneidad y que, sin desconocer, las particularidades nacionales y regionales, tienen un alcance prácticamente universal. Entre ellos la selectividad y la exclusión territorial que acompañan a la globalización neoliberal, ya que esta utiliza, no a las economías nacionales en su conjunto, sino a sus segmentos más competitivos y dinámicos, generan espacios integrados y excluidos y acentúan las diferencias zonales intranacionales. De tal manera, ya sea por inclusión u omisión, los territorios, y las correspondientes sociedades locales, se convierten en un importante escenario de las transformaciones globales. Por tal razón, aunque la práctica de inclusión de unidades territoriales de diferentes tipos en la investigación, la planificación y la elaboración de políticas no es nueva, hoy día adquiere una relevancia renovada, al exigir una comprensión más profunda de las diferencias, particularidades, potencialidades y agentes de cambio locales y, en consecuencia, un fortalecimiento de las vías participativas y autoorganizativas en la búsqueda de opciones para la solución de los problemas a esta escala. En este contexto, la caracterización de la estructura socioclasista territorial y el grado de diferenciación y desigualdad que le es inherente, se convierten en una especie de prerrequisito metodológico para la identificación de los actores sociales locales y para la diferenciación de líneas del desarrollo territorial. En Cuba diferentes circunstancias determinan la importancia creciente de lo local-territorial en las transformaciones socioeconómicas. Primero, porque es evidente que en el país también se están poniendo de manifiesto tendencias de selectividad y diferenciación espacial, como consecuencia de que, por un lado, la crisis de los 90 imposibilitó continuar la política de igualamiento de las distintas regiones del país, en cuanto a oportunidades de acceso al bienestar material y espiritual; y por otro, la reforma puesta en práctica supone nexos con la economía globalizada que necesariamente incluye actividades y espacios competitivos y atractores de capital, mientras otros quedan fuera de esta posibilidad. Segundo, porque dicha reforma entraña grados superiores (en comparación con la experiencia anterior de la transición socialista cubana) de descentralización empresarial y territorial. Tercero, porque no existe una concepción elaborada del desarrollo territorial , centrada realmente en las potencialidades de sus actores y en la horizontalidad participativa. La rerforma está transitando inevitablemente por una selectividad sectorial y territorial, atendiendo a las ventajas comparativas y competitivas que puedan ofrecer y que genera diferencias locales en cuanto a posibilidades de articulación a los mercados internacionales, al acceso al bienestar material, a la formación de nuevos segmentos sociales y agentes de desarrollo, etc., de manera que se verifican reales enlaces entre lo local y lo global en Cuba hoy. Intentando enfocar el caso cubano desde esta lógica de “mundialización” y “localización” como los procesos más significativos de la contemporaneidad en la reproducción de las estructuras sociales nacionales, esta ponencia se propone mostrar los efectos de reconfiguración que la crisis y la reforma han tenido sobre las estructuras socioclasistas territoriales y reúne argumentos en torno a la nueva cualidad adquirida por lo territorial, en tanto emergencia de las sociedades locales y en relación con los. fuertes procesos de heterogenización territorial que están teniendo lugar en el país. El territorio como escenario básico de los cambios sociales en la contemporaneidad. Aunque el término territorio se usa en el lenguaje común para aludir a una demarcación geográfico-espacial cualquiera, en el pensamiento económico y social ha ido adquiriendo progresivamente estatus de concepto propio. En este ámbito, además de referirse a un espacio determinado, el territorio se define como el conjunto de relaciones y redes, económicas, sociales, culturales ambientales, políticas e históricas, que convierten a dicho espacio en una unidad o subsistema, conectado con un conjunto de mayor generalidad, pero con una estructuración y conectividad interna propias, que le confieren relativa autonomía y especificidades en su funcionamiento, debido, entre otras razones a las peculiaridades ambientales y de recursos naturales, las ventajas y limitaciones que de ello se derivan, el tamaño y capacitación de sus recursos humanos, sus tradiciones y costumbres, el grado de desarrollo de su estructura económica, etc. En síntesis, la idea central de este concepto de territorio es el funcionamiento integrado de relaciones socioeconómicas en un escenario geográfico delimitado, que da lugar a la configuración de sociedades locales, compuestas por actores sociales cuyo vínculos interinstitucionales, intergrupales (formales e informales) dependen, en medida significativa de su ubicación en ese entorno territorial. Así, la estructura socioclasista territorial se concibe como la red de posiciones, grupos y relaciones estratificadas a partir de la división social del trabajo, que se configura en un espacio geográfico delimitado, y que, además de su carácter de eslabón de la estructura socioclasista nacional (y de los rasgos que de esta condición dimana) posee rasgos y expresiones propias, asociadas a las especificidades locales (económicas, sociales, culturales, políticas, etc.) y condiciones de reproducción con relativa autonomía. Es imprescindible aclarar que nuestro análisis toma la provincia como equivalente de un tipo de territorio, entendiendo que en la división político administrativa vigente en Cuba ella sintetiza un conjunto de redes y nexos económicos, sociales y de administración, que la hacen funcionar como unidad diferenciable, pero, por supuesto, la escala provincial no agota (y muchas veces no es la fundamental) la territorialidad como la definimos aquí. Al interior de la provincia son también distinguibles unidades espaciales a las que podría aplicarse el concepto de territorio (municipios, por ejemplo) y de estructura socioclasista territorial. En nuestro esquema lógico, a estos conceptos típicos de la sociología de la estructura social y las desigualdades, hay que añadir la noción de complejidad, que ofrece una perspectiva para comprender de forma integrada los procesos de transformación de las estructuras y relaciones sociales que están teniendo lugar en la sociedad cubana desde los 90 hasta hoy. La noción de complejidad de la estructura social que asumimos es aquella que, cercana a la postura sistémica, la entiende como multiplicación de los actores sociales y de los nexos y redes que se forman entre ellos, ampliación y coexistencia simultanea de las posibilidades de elección y de los repertorios de acción (no necesariamente realizables en la realidad concreta, pero si potencialmente elegibles) que integran el horizonte de lo posible en que el mundo social puede ser interpretado por los actores sociales Todo ello supone la expansión de las posibilidades de autoorganización de los actores y de los elementos azarosos y en los cursos de acción que finalmente se verifiquen. Para Bobes (2000), autora que considera la crisis y la reforma cubana como momento de aumento de la complejidad, la sociedad compleja se caracteriza por la existencia de muchas posibilidades en ausencia de un patrón de selección de alternativas de acción; por ser acéntrica, al existir diversos grados y espacios de formación de la experiencia; por la ampliación de los factores de riesgo y contingencia; por la discontinuidad y diferenciación creciente en los códigos comunicativos de cada ámbito de interacción y, con ello, por la multiplicación de los sentidos. Coincidimos con esta apreciación, en su aplicación al terreno de los cambios en la estructura socioclasista , en al medida en que crisis y reforma (explícita o implícitamente, directa o indirectamente) han generado una diversificación y diferenciación de actores, ampliado los grados de desigualdad, multiplicado sus opciones, reales y virtuales, de acción autónoma en lo tocante a su reproducción material y simbólica como tales actores. La concepción de territorialidad tiene una larga tradición en las prácticas y el pensamiento económico y social universal que, reconociendo las dinámicas propias de estas unidades de reproducción de las relaciones sociales, las han incorporado como uno de los niveles claves de diseño de políticas económicas y de planificación. Asumiendo esa tradición en la teoría económica del socialismo llegó a constituirse una disciplina denominada “Economía Regional” y la sociología seguía una lógica de especialización semejante (Nekrasov, 1971), impulsadas, fundamentalmente, por la gran extensión de la URSS y su elevadísima heterogeneidad interior, factores que reclamaban prácticas de planificación sensibles a las diferencias regionales. Sin embargo, una de las críticas que se hace a la planificación socialista es precisamente que su enfoque territorial prestaba más atención a la subordinación de las economías y sociedades regionales y locales a los objetivos centralmente definidos para la nación en su conjunto, sin lograr imbricar en ellos adecuadamente los intereses y peculiaridades de estas unidades territoriales. En general, nos dice un especialista en políticas y proyectos sociales, hasta nuestros días en la ciencia económica convencional ha predominado un enfoque macroeconómico, que ha concentrado su atención en grandes agregados promedio (inflación, déficit público, ritmo de crecimiento del producto interno bruto, déficit de la balanza de pagos, etc.), obstaculizando con ello la consideración de los actores socioeconómicos reales y reduciendo el territorio a espacio geográfico, sin lograr incorporarlo como factor de desarrollo (Alburquerque, 1995b, 3). Con esta breve reflexión queremos llamar la atención sobre dos cuestiones. La primera: el “escalado espacial” no es una práctica reciente, es un principio incorporado a la planificación y las disciplinas sociales aplicadas, en tanto instrumento que permite descomponer el conjunto nacional en agregados de observación y manipulación de menor complejidad, y develar diferencias internas del conglomerado nacional, con fines de diseño de políticas y programas de desarrollo. La segunda: a pesar de la relativamente larga tradición de la perspectiva territorial en el pensamiento económico y social, ella ha adolecido de un enfoque reduccionista economicista, que coloca el énfasis en lo espacial, y en el territorio como eslabón de réplica de lo nacional, minimizando el papel de las sociedades y los actores locales y sus potencialidades de autotransformación. Francisco Alburquerque (Director del ILPES-CEPAL) plantea que las nuevas circunstancias de desenvolvimiento de las sociedades locales exigen a las ciencias sociales y a la política desplazarse definitivamente desde la extendida concepción del territorio como espacio, como soporte geográfico de las actividades socioeconómicas nacionales, donde deben replicarse las lógicas del funcionamiento económico y social nacional como objeto de la planificación física, hacia el concepto de territorio como factor de desarrollo (Alburquerque, 1995b), como “actores territoriales socialmente organizados”. Resumiendo muy apretadamente este enfoque, vemos que sus énfasis recaen en: la heterogeneidad del territorio; los actores sociales que emergen y se reproducen en el territorio y su capacidad de movilización en torno a diversos proyectos de autotransformación; la existencia y posibilidad de acceso a recursos estratégicos para el desarrollo local; la configuración de territorios socialmente organizados para generar “sinergias positivas” entre sus diferentes sujetos productivos; la intervención, estratégica y participativa, de las administraciones públicas territoriales en la planificación del desarrollo económico y social y su rol en la creación de espacios de concertación entre los diferentes actores sociales; la identificación de líneas de desarrollo territorialmente equilibrado y sostenible; la facilitación de esquemas de cooperación empresarial e institucional en aspectos estratégicos, especialmente en la innovación, la difusión y adaptación de tecnologías, y los logros de la actividad de I+D; la identificación de iniciativas locales de desarrollo (tecnológico, de formación de recursos humanos específicos y de financiación del desarrollo) (Alburquerque, 1995b). De ninguna manera esta concepción supone tratar al territorio como segmento autónomo, desgajado del todo nacional, sino movilizar proactivamente las sociedades locales con la finalidad de identificar sus posibilidades endógenas de desarrollo y de atracción de recursos exógenos, para convertirlas en su plataforma de enlace con la nación y con otros territorios, en una red dinámica de sinergias positivas. Como ha podido apreciarse, entre los procesos más importantes que definen la relación globalización-territorio se sitúan los de heterogenización socioestructural intra e interterritorial, aumento de las desigualdades sociales, emergencia de nuevos actores locales, exclusión e inclusión de grupos sociales, etc. Así la identificación de los actores económicos y sociales del territorio, el grado de heterogeneidad socioestructural intraterritorial y la magnitud de las distancias sociales, se convierte en un punto central, una especie de pre-requisito para la comprensión de la dinámica de las sociedades locales en la contemporaneidad y para su aprehensión como factor de desarrollo. Del mismo modo, el diseño de políticas económicas y sociales a nivel de la nación en su conjunto, exige la consideración de las diferencias socioestructurales interterritoriales, como eslabón fundamental de expresión de la diversidad nacional, de identificación de las ventajas y limitaciones de cada región. Desde la óptica de la sociología de la estructura social y las desigualdades, la mundialización de la economía y de la política, tiene entre sus efectos, por un lado, la creación de actores sociales con proyección multinacional y, por otro, el fenómeno contrario, la “localización” o acentuación de los factores locales en las relaciones sociales (Miguelez, 1997, 16 y 17). Ello exige a esta disciplina sociológica, y a sus derivaciones aplicadas al campo del diseño de políticas, romper su tradicional concentración en las estructuras sociales nacionales, como unidad de análisis por excelencia, para incluir el examen de dichas estructuras en su interrelación con los procesos socioestructurales globales, las conexiones de los actores nacionales con los extranacionales y la heterogeneidad interior (regional, territorial, comunitaria) de la nación. (Ver p.e. Lacalle, 1995). Puede afirmarse que en la fase actual del desarrollo social el examen y la interpretación de las tendencias socioestructurales territoriales y la identificación de actores sociales locales se han convertido en requisitos metodológicos del diseño de las políticas socioeconómicas y del análisis sociológico como tal. Reforma económica y heterogenización territorial en Cuba. Cuba no ha estado ajena a las circunstancias globales que han producido una resignificación de la territorialidad. La reinserción de la economía cubana en los mercados internacionales, donde prevalecen las reglas de la globalización neoliberal, que ha sido uno de los propósitos de la reforma económica emprendida en la actual década, ha significado una reestructuración económica que privilegia actividades y espacios productivos con mayores posibilidades de responder eficazmente a las exigencias de esos mercados. Aún cuando los efectos de selectividad y exclusión territorial que de ello dimanan se ven amortiguados por la acción redistributiva estatal, innegablemente las ventajas competitivas dinámicas locales están desempeñando un papel decisivo en las posibilidades de inclusión de los territorios en las estrategias de enfrentamiento a la crisis y de desarrollo del país. Ello provoca que las medidas que integran el reajuste tengan una expresión territorialmente diferenciada en cuanto a sus efectos concretos, de tal forma que al igual que se utilizan las expresiones “sector emergente” y “sector tradicional” para caracterizar la situación diferenciada y polar de la actividad económica, podría extenderse esta idea a la de “territorios tradicionales” y “territorios emergentes”, con igual significado. Si observamos el mapa económico cubano, perfilado como consecuencia de la reforma, notaremos provincias donde se ha producido una rápida conexión con formas económicas revitalizadas (el turismo, las empresas mixtas, las actividades de capital extranjero) y otras donde esto apenas ha tenido lugar. Entrevistas a especialistas y trabajos antecedentes (Iñiguez y Ravenet 1999) permiten construir el siguiente cuadro sintético: Grupo 1. Provincias con alto nivel de inserción en sectores económicos revitalizados: Ciudad de La Habana. Matanzas. Holguín. Ciego de Avila. Grupo 2. Provincias con nivel medio de inserción: Pinar del Río. Camagüey. Santiago de Cuba. Sancti Spíritus. Isla de la Juventud. Cienfuegos. Villa Clara. La Habana. Grupo 3. Provincias con bajo nivel de inserción: Las Tunas. Gramma. Guantánamo. Unido a ello, la reforma económica ha tenido entre sus componentes básicos el tránsito gradual hacia fórmulas de dirección con mayor peso de la descentralización, exigiendo de los sujetos la toma de decisiones prácticas y participativas y que, en estrecha articulación con el proyecto nacional, logren mayor autonomía en la identificación de las necesidades locales y la movilización de los recursos materiales y humanos endógenos y exógenos, como instrumentos de dirección que permiten flexibilizar la gestión económica en adecuación a un sistema social que se hace cada vez más heterogéneo. Aunque una parte significativa de las estadísticas y otras fuentes de información secundaria, relacionadas con la estructura socioclasista, tiene solo salidas provinciales y no así para agregados territoriales de escala más reducida (municipios, asentamientos de la franja de base, etc.).es empíricamente observable que se está produciendo una reconfiguración económica y socioestructural al interior de las provincias, es decir, que también dentro de una misma provincia pueden verse franjas y actores emergentes y otros deprimidos, unos integrados y transformados positivamente en las actividades económicas revitalizadas y otros relativamente excluidos de los beneficios de estas. Algunos estudios ofrecen interesantes evidencias de estos procesos, al menos para Ciudad de La Habana (Lápidus, 1998 y 1999, Instituto de Investigaciones Estadísticas, 1995, Iñiguez y Ravenet, 1999). En este contexto de reinserción de la economía nacional en las relaciones internacionales globalizadas, reforma económica, descentralización y selectividad territorial, evidentemente también en Cuba tienen lugar fuertes procesos de heterogenización de los actores y las sociedades locales, diferenciación interterritorial, multiplicación de los contactos entre lo local y lo global, alterando los rasgos de las estructuras sociales territoriales y sus roles en la reproducción de las relaciones sociales, lo que, a nuestro juicio , forma parte de un proceso más general y definitorio: la complejización creciente de la sociedad cubana . Aunque no es objeto de nuestro análisis - ni estamos en posibilidad de hacerlo - realizar un balance crítico de la experiencia cubana en materia de investigación y planificación territorial, es imprescindible aclarar que en la transición socialista cubana se aprecia una clara vocación por la inclusión del enfoque territorial en el diseño de las políticas económicas y sociales. El principio central de dicho enfoque fue el de la nivelación socioeconómica de las distintas regiones del país, con el propósito de superar las profundas diferencias heredadas del capitalismo dependiente, que había tenido como consecuencia una heterogenización interterritorial excluyente, donde la zona oriental del país y las franjas rurales y semiurbanas habían llevado la peor parte, y proveer posibilidades de acceso al bienestar material y espiritual a todas las regiones por igual. Dan fe de ello entre otros muchos elementos las referencias a lo territorial en los documentos programáticos del PCC y la creación de órganos concretos de investigación y planificación que tenían como objetivo central el territorio, especialmente el Instituto de Planificación Física y las Direcciones Provinciales de Planificación Física. Desde nuestra óptica, estas experiencias tuvieron la limitante de transcurrir en condiciones de alta centralización del modelo económico, donde el nivel territorial de la planificación difícilmente puede trascender el rol de réplica reducida de las políticas nacionales y queda muy poco espacio para opciones de autotransformación local. Lo que nos interesa apuntar es que el territorio, como objeto de investigación y planificación, cuenta en el país con amplísimos antecedentes que los nuevos empeños deben revisar para extraer lecciones de cara al presente y a las nuevas cualidades adquiridas por la territorialidad como efecto del entrelazamiento de procesos globales y nacionales. Sin embargo, en lo concerniente a la dimensión socioestructural del funcionamiento de las sociedades locales, donde recae nuestro interés específico, ella ha sido una gran ausente de los enfoques de planificación territorial en Cuba. Primero, porque uno de sus ejes articuladores implícitos fue el proceso de homogeneidad social, concepción teórica que dificulta la comprensión del significado de las diferencias como posibles fuerzas motrices del socialismo, que minimiza la importancia de la heterogeneidad social e impulsa políticas de igualamiento. En segundo lugar, porque siempre ha aparecido subsumida en otras dimensiones - como empleo, recursos laborales, categorías ocupacionales, grupos salariales, etc. - no menos importantes, pero que así desagregadas se orientan más hacia los aspectos económicos de la planificación y ocultan una cara esencial de la reproducción social a escala territorial: el grado de heterogeneidad de los actores socioeconómicos locales y las posibilidades de complementación y/o conflictividad entre ellos, como base para la construcción de estrategias integradas. Aún cuando estos actores están conectados con la estructura social nacional y forman parte de ella, tienen una dinámica propia y peculiar, dimanada de sus roles y la fortaleza de sus vínculos socioeconómicos con el territorio. En 1988, en un interesantísimo diagnóstico elaborado por la Comisión Nacional del Sistema de Dirección de la Economía se señala, entre las deficiencias y necesidades principales de la planificación en el país la insuficiente planificación integral del territorio, la no conjugación adecuada entre los aspectos ramales y territoriales, ausencia de un carácter activo de la planificación territorial, la necesidad de establecer la diferenciación y los nexos entre los sectores de propiedad a todos los niveles de la planificación (Comisión Nacional del Sistema de Dirección de la Economía, 1988). Cercano a estas preocupaciones y en un intento por encontrar fórmulas viables de introducir el enfoque socioestructural, como elemento consustancial al diseño de políticas socioeconómicas territoriales, el Equipo de Estructura Social del CIPS elaboró en 1989 el “Procedimiento para la planificación de la estructura socioclasista territorial” (Espina y otros, 1989). Esta metodología partía del supuesto de las especificidades de los tipos socioestructurales locales, de la necesidad de enfatizar las acciones proactivas territoriales en la selección y puesta en práctica de estrategias de desarrollo basada en recursos endógenos y en la posibilidad de someter a cierta acción correctora, o de ingeniería social, las estructuras sociales territoriales. En la segunda mitad de los 90 se han realizado importantísimos estudios que, aunque no se centren en el análisis socioestructural, permiten inferir direcciones generales de la heterogenización territorial que se ha producido en el país. Reseñando brevemente cada uno de ellos tenemos lo siguiente: Con el auspicio del PNUD, el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas realizó, entre 1996 y 1997, un estudio encaminado a valorar el efecto de políticas macroeconómicas y sociales sobre los niveles de pobreza. Esta interesante investigación logró captar la magnitud de la población en riesgo (aquella en peligro de no poder cubrir alguna necesidad básica) de zona urbana, comprobando que esta había pasado entre 1988 y 1996 de 6,3 a 14,7 %. Es decir, que a nivel nacional alrededor del 15 % de la población urbana tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza (Ferriol, 1998). Demostró también que el efecto de contracción de la economía cubana se manifestó con mayor intensidad en la región oriental del país, donde la población urbana en situación de riesgo alcanzaba un 22 % (Ferriol, 1998). Por su parte la investigación sobre el desarrollo humano en Cuba, realizada en 1996, también aplicando al caso cubano metodologías internacionalmente validadas (Martínez, 1997), incluyó la construcción de un índice trazador del desarrollo humano relativo para cada provincia, integrando cinco dimensiones: longevidad, educación, ingreso, salud y servicios básicos. El cálculo de este índice provincial de desarrollo humano nos permitió inferir al menos tres grandes grupos: Provincias con IDH Alto Provincias con IDH Medio Provincias con IDH Bajo Ciudad Habana Cienfuegos Villa Clara Sancti Spíritus Ciego de Ávila Pinar del Río Holguín Guantánamo Camagüey Matanzas La Habana Santiago de Cuba Las Tunas Gramma Entre los resultados del diagnóstico de los asentamientos de la franja de base en los municipios críticos, realizado por el IPF (IPF, 1998) se destacan: la existencia en el país de 36 municipios que pueden ser considerados como los más deprimidos o “críticos”, todos ellos se localizan en provincias orientales (5 en Las Tunas, 9 en Holguín, 8 en Gramma, 5 en Santiago y 9 en Guantánamo); estos municipios concentran el 19 % de la población cubana; el 63 % de los municipios del país con saldos migratorios negativos en la parte rural se encuentran en las provincias orientales, las únicas capitales provinciales con tasas migratorias negativas se ubican en la zona oriental del país (Santiago y Bayamo). Para realizar este diagnóstico de los asentamientos de la franja de base en municipios críticos se utilizaron como elementos de clasificación el comportamiento de las tasas migratorias entre 1989 y 1995, el indicador sintético de nivel de vida elaborado por JUCEPLAN en 1986, y estudios realizados por las Direcciones Provinciales de Planificación Física. Igualmente, el estudio de las desigualdades espaciales del bienestar en Cuba (Iñiguez y Ravenet, 1999) demostró que los “nuevos procesos” (léase creación o incentivo de formas de propiedad no tradicionales y mecanismos de mercado; jerarquización de sectores y actividades económicas; fortalecimiento de formas de producción cooperativa e individual y de la gestión familiar) tienen una expresión territorial desigual. Ellos muestran sus manifestaciones más potentes y ventajosas en territorios como Ciudad de La Habana, Varadero, nordeste de Holguín, norte de Ciego de Ávila, sur de Matanzas, Pinar del Río y la Habana. De estos cuatro estudios puede inferirse la presencia de efectos territorialmente diferenciados de la crisis y la reforma sobre el estado de las desigualdades, que están tendiendo a concentrar los impactos negativos sobre la zona oriental del país y a profundizar las desventajas históricamente acumuladas en esa región del país. Cambios socioestructurales territoriales. Resulta obvio entonces que si las oportunidades de inserción en la reforma económica y los efectos sociales de la misma tienen un marcado carácter de selectividad y diferenciación territorial, ello debe corresponderse con un proceso de configuración diferencial de nuevos tipos de estructuras sociales territoriales. Con el propósito de identificar cambios en las estructuras socioclasistas territoriales, recientemente se realizó un estudio cuantitativo para la elaboración de tipos antes y después de la reforma, entre territorios y entre estos y el comportamiento nacional (Martín y otros 1999) que a continuación reseñaremos sucintamente Dicho estudio, como forma de asegurar una imprescindible base de datos estadísticos homogénea, que permita la comparabilidad entre unidades de análisis, se vio constreñido por una parte al uso de las categorías oficiales cercanas a la estructura social y por otra, a identificar operativamente a la provincia con el territorio, porque es a este nivel al que pueden encontrarse estadísticas con mayor nivel de estructuración. Resulta obvio que tales limitaciones dejan fuera la valoración de los cambios que están teniendo lugar a escalas territoriales más particulares y a otros elementos socioestructurales como las modificaciones socioprofesionales, de calificación, en la formación y magnitud de los ingresos, entre otras. Las categorías trabajadas fueron: Distribución de los ocupados por forma de propiedad: Estatal. Mixta. Cooperativa. Privada. Distribución de la fuerza de trabajo por categorías ocupacionales: Obreros. Técnicos. Administrativos. Trabajadores de los servicios. Dirigentes Componentes socioclasistas: Clase obrera. Intelectualidad. Empleados. Dirigentes. Campesinos cooperativistas. Campesinos privados. Miembros de UBPC. Trabajadores del sector informal. Trabajadores en firmas y asociaciones. Como años de referencia se tomaron 1998 (el más actual) y un año anterior a la crisis: 1981 para formas de propiedad y 1987 para categorías ocupacionales. La insuficiente disponibilidad de la base estadística territorial imposibilitó un tratamiento homogéneo de la información. Es por eso que aunque para el año base preferimos trabajar con un punto a finales de los 80, en el caso de las formas de propiedad tuvimos que apelar a 1981 (Censo de Población y Viviendas), teniendo en cuenta que es este año de la misma serie de los 80, al faltar información posterior sobre formas de propiedad por provincias. Igualmente no se alcanzó a construir la tabla de componentes socioclasistas por provincias para un año anterior a los 90 por no existir la información desagregada con el nivel de desglose necesario de los trabajadores vinculados al sector estatal. Esta limitación impidió evaluar el cambio de las estructuras socioclasistas (dimensión que sintetiza las estructuras por forma de propiedad y por categorías ocupacionales) y lastra las posibilidades de la investigación. A partir de la base de datos elaborada para cada una de las tres dimensiones antes apuntadas y para un momento anterior y otro posterior a la reforma se aplicó, un análisis estadísticomatemático que permitió estructurar grupos de provincias por semejanzas en sus respectivas estructuras sociales atendiendo a los factores que definen cada asociación particular y de ahí inferir tipos socioestructurales. Para la identificación de grupos de provincias se empleó el análisis factorial de correspondencia simple para formas de propiedad y categoría ocupacional así como el de componentes principales para el caso de los grupos socioclasistas. A partir de estos procedimientos fue posible encontrar, en cada dimensión estudiada, grupos de provincias e inferir 4 tipologías socioestructurales territoriales: • Tipos atendiendo a la presencia del sector estatal. • Tipos según la composición interna del sector no estatal. • Tipos por la estructura de categorías ocupacionales. • Tipos por componentes socioclasistas territoriales. Examinemos ahora los cambios en los grupos y tipos socioestructurales territoriales que han tenido lugar bajo la influencia del reajuste: Presencia del sector de propiedad estatal. Tanto para 1981 como para 1998 se estructuran cuatro grupos fundamentales a partir de los niveles de presencia del sector de propiedad estatal. Máximo predominio de los vinculados a la propiedad estatal. 1981: Ciudad de La Habana, Isla de la Juventud. 1998: Isla de la Juventud Presencia media alta de los vinculados a la propiedad estatal. 1981: Camagüey, Cienfuegos, Las Tunas, Matanzas, Habana, Ciego de Ávila, Santiago de Cuba, Villa Clara. 1998: Ciudad de La Habana, Santiago de Cuba. Presencia media baja de los vinculados a la propiedad estatal. 1981: Gramma, Sancti Spíritus, Holguín. 1998: Guantánamo, Habana, Villa Clara, Matanzas, Cienfuegos, Camagüey, Ciego de Ávila, Holguín, Pinar del Río, Gramma. Presencia mínima de los vinculados a la propiedad estatal. 1981: Guantánamo, Pinar del Río. 1998: Las Tunas, Sancti Spíritus. Una primera lectura del cuadro conformado de acuerdo a este criterio para antes de la reforma y con posterioridad a la misma, evidencia un desplazamiento de los territorios hacia los niveles de menos presencia de la propiedad estatal en correspondencia con el decrecimiento que ha experimentado el grupo de trabajadores no estatales a nivel nacional. Si para 1981 este grupo representaba el 93.4 % de la fuerza de trabajo, ya para 1998 tan solo alcanzaba el 76.6%, mostrando una tasa de crecimiento de – 0.91. Las únicas provincias que exhiben tasas de crecimiento positivas son Ciego de Ávila e Isla de la Juventud, pero, aún así, el peso relativo del grupo de trabajadores vinculados a la propiedad estatal al interior de cada territorio decrece en todos los casos, por lo que se evidencia el tránsito unánime de una mayoritaria y casi absoluta presencia del sector estatal a una reducción del peso de este ante la emergencia del sector mixto y el fortalecimiento de los sectores privado y cooperativo. En resumen, la reorganización del sistema de propiedad tuvo un impacto considerable que se expresa en: • Desplazamiento desde los tipos sociales medio alto y alto que concentraba a la mayoría de los territorios (10) hacia los grupos medio bajo y bajo (12). • De 15 territorios, 11 cambiaron de grupo, 9 de ellos hacia grupos con menos presencia de trabajadores estatales. • Todos los territorios, excepto Ciego de Avila y la Isla de la Juventud expresan la tendencia nacional de la disminución del grupo de trabajadores estatales. • Es unánime la reducción del peso relativo de los trabajadores no estatales, aunque el impacto en las estructuras sociales territoriales es mayor en Las Tunas, Camagüey, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Matanzas. Composición interna del sector no estatal. Una de las transformaciones más perceptibles del proceso de reajuste económico cubano en los 90 ha sido las modificaciones en las formas de propiedad y en particular al interior del sector no estatal. En el acápite anterior comprobamos que los cambios entre sector estatal y no estatal habían impactado sensiblemente las provincias por la ampliación del sector no estatal, ahora queremos llamar la atención sobre otro nivel de análisis a su interior: La simple inspección de los cambios en el peso relativo de los ocupados en el sector no estatal entre 1981 y 1998 y sus tasas de crecimiento a nivel nacional son suficientes para decidir adentrarnos en el nivel territorial y apreciar sus efectos diferenciados por provincias. CUBA 1981 % del total de ocupados 1998 % del total de ocupados Sector No Estatal Mixto Cooperativo Privado 6.6 -0.9 5.7 23.4 4.1 8.9 10.4 Tasas de Crecimiento (por mil) 1981-1998 Total Sector No Estatal Mixto Cooperativo Privado Urbano Rural 6.3 -9.2 3.3 2.7 3.5 Lo más significativo a destacar es la emergencia del sector mixto, presente en todas las provincias pero sólo se destacan por encima de la proporción nacional (4.1) Ciudad de La Habana, Matanzas e Isla de la juventud y el alto dinamismo del sector cooperativo en todos los territorios. Siguiendo el principio de la construcción de los grupos provinciales, según el poder de configuración en cada sector, fue posible llegar a la siguiente agrupación antes de 1990: Tipo privado rural. Grupo A.- Habana, Gramma, Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Isla de la Juventud y Cienfuegos. Tipo cooperativo rural. Grupo B.- Ciego de Ávila, Camagüey, Villa Clara, Las Tunas, Pinar del Río, Matanzas y Sancti Spíritus. Tipo privado urbano. Grupo C.- Ciudad de La Habana. Para este momento es fácil identificar los dos primeros grupos muy equilibrados de acuerdo al número de provincias que lo integran (7) y un tercero constituido únicamente por Ciudad de La Habana. Evidentemente, el componente urbano del sector no estatal sólo tenía capacidad de diferenciación de la estructura socioclasista territorial en Ciudad de La Habana, por su reducido peso en el resto del país. El impacto más importante para este período tuvo lugar en el sector rural, a cargo del desarrollo del movimiento cooperativo en la agricultura que se inició en 1977. El resto conservó sus formas tradicionales de desarrollo socioeconómico. Después de los 90, las reformas económicas dan como resultado, sin embargo, los siguientes grupos: Tipo privado rural. Grupo A.- Pinar del Río, Guantánamo, Villa Clara, Habana, Gramma y Holguín. Tipo cooperativo rural. Grupo B.- Ciego de Ávila, Santiago de Cuba, Las Tunas, Camagüey, Sancti Spíritus y Cienfuegos. Tipo mixto. Grupo C. Subtipo: mixto.- Isla de la Juventud. Subtipo: mixto cooperativo.- Matanzas. Subtipo: mixto privado urbano.- Ciudad de La Habana. Obviamente en la recomposición del sector no estatal un elemento importante de la reforma es la expansión del trabajo por cuenta propia como pequeña producción mercantil urbana. En Cuba entre 1981 y 1998 la proporción de trabajadores por cuenta propia en el total de ocupados pasó del 1% al 7%. Los datos disponibles impidieron separar de manera exacta a nivel provincial para 1981, por lo que optamos por comparar el sector privado en su conjunto y no por separado en urbano y rural. No obstante, esta decisión no resta la eficacia del procedimiento estadístico de identificación de grupos y tipos puesto que a pesar del crecimiento general del sector privado urbano en todos los territorios, donde único este grupo tuvo una fuerza diferenciadora significativa fue en Ciudad de La Habana. En síntesis el impacto más considerable lo recibió Isla de la juventud que transitó del tipo privado rural a mixto y también Matanzas y Ciudad de La Habana, que aunque conservan rasgos de su tipo anterior se ubican en un tipo nuevo por su contenido cualitativo y las menos impactadas resultan Guantánamo, Habana, Gramma y Holguín. Composición por categorías ocupacionales de la fuerza de trabajo. Aunque las modificaciones socioestructurales más sustantivas y profundas a escala territorial, inducidos por la reforma, aparecen concentrados en la redistribución y variación de las proporciones entre los diferentes sectores de propiedad y en la emergencia de nuevos estratos sociales vinculados a la propiedad no estatal, ella ha significado también alteraciones en otras dimensiones de la ocupación y la división socioprofesional del trabajo, a lo que nos permite aproximarnos el análisis de las estructuras por categorías ocupacionales. Al interpretar los resultados del análisis factorial aplicado a la distribución por categorías ocupacionales en los 15 territorios estudiados, podemos distinguir la presencia de los siguientes grupos y tipos en los momentos anterior y posterior al reajuste, respectivamente: 1987 Grupo A.- Tipo obrero Subtipo obrero Pinar del Río La Habana Subtipo obrero/dirigente Ciego de Ávila Cienfuegos Las Tunas Gramma Sancti Spíritus Villa Clara Holguín Camagüey 1998 Grupo A.- Tipo obrero Subtipo obrero Sancti Spíritus Ciego de Ávila Las Tunas Subtipo obrero/dirigente La Habana Holguín Cienfuegos Camagüey Matanzas Subtipo obrero/técnico Villa Clara Guantánamo Granma GrupoB.-Tipo técnicos/servicios/administrativos Ciudad de La Habana Isla de la Juventud Guantánamo Santiago de Cuba Matanzas Pinar del Río GrupoB.-Tipo servicio/administrativo/dirigentes Isla de la Juventud Grupo C.- Tipo técnicos Ciudad de La Habana Santiago de Cuba Nacionalmente el nuevo esquema de estructuración emergente con la reforma tiene entre sus elementos cuantitativamente más notorios el acelerado decrecimiento del grupo de los trabajadores administrativos y el incremento de los ocupados en labores de servicios. Este último grupo fue el único que aumentó significativamente su peso en la estructura por categorías ocupacionales. El resto de las categorías (dirigentes, obreros y técnicos) no experimentan variaciones notorias: tienen ganancias en términos absolutos y tienden a conservar (con ligeros cambios) su presencia relativa en la composición interior del sector de propiedad estatal. Estas tendencias socioestructurales nos indican el desplazamiento hacia un esquema de estratificación que conserva a los segmentos obreros directamente vinculados a la producción como su núcleo preponderante, se terciariza progresivamente, emplea altas cuotas de trabajo calificado (directivo y ejecutivo) y minimiza los aparatos administrativos. Todas las provincias, de manera general, recorren esta ruta de cambio que, a nuestro modo de ver, tiene entre sus ejes centrales la terciarización expresada por el incremento en la categoría de servicios. Tal tendencia parece ser más drástica en Ciudad de La Habana e Isla de la Juventud, seguidos por Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara, y de menor fuerza en Pinar del Río, Las Tunas, Guantánamo y Gramma. En las primeras, el aumento del peso relativo de esta categoría es superior al que se observa a nivel nacional, mientras que en las segundos, el crecimiento de los trabajadores de los servicios no logró, sin embargo, modificar su proporción en el conjunto de las categorías ocupacionales. Aunque el procedimiento estadístico utilizado no permite establecer una conexión directa entre los agrupamientos de provincias según las cercanías de sus estructuras por categorías ocupacionales, y las tendencias en el tiempo de las mismas, nuestra intención es solo apuntar qué elementos de dichas estructuras han sido los más dinámicos y cambiantes (en este caso servicios y administrativos prácticamente para todas las provincias) y cómo a la mayor o menor intensidad de este dinamismo deben estar asociadas las modificaciones en los grupos y en la reconfiguración de los tipos. La expansión progresiva de los servicios no logra impactar directamente los grupos y tipos: ninguno está centrado en esta categoría puesto que, a pesar de su ostensible crecimiento y aumento del peso relativo, obreros y técnicos continúan aventajándole por amplio margen y siguen siendo los estratos que marcan el perfil socioestructural de los vinculados a la propiedad estatal. En resumen, obtenemos que: Provincias más impactadas: Matanzas, Guantánamo, Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba. Provincias de impacto medio: Pinar del Río, Habana, Las Tunas, Gramma, Sancti Spíritus, Villa Clara e Isla de la Juventud. Provincias de menos impacto: Holguín, Camagüey y Cienfuegos. Uniendo la información proveniente de las tres estructuraciones anteriores es posible distinguir al menos tres niveles en la fuerza del impacto de la reforma: territorios más impactados, territorios con impacto medio y territorios menos impactados. Provincias más impactadas (mayor cambio de grupo) Cambios en la presencia del sector estatal Provincias de impacto medio Pinar del Río La Habana Ciudad de La Habana Matanzas Villa Clara Cienfuegos Sancti Spíritus Ciego de Ávila Camagüey Guantánamo Cambios en la Isla de la Juventud Pinar del Río composición interna Ciudad de La Habana Villa Clara del sector no estatal. Matanzas Santiago de Cuba Cienfuegos Cambios en la composición por categorías ocupacionales Las Tunas Matanzas Guantánamo Ciudad de La Habana Santiago de Cuba Pinar del Río La Habana Ciego de Ávila Las Tunas Gramma Sancti Spíritus Villa Clara Isla de la Juventud Provincias menos impactadas (no cambiaron de grupo) Santiago de Cuba Gramma Holguín Isla de la Juventud Guantánamo La Habana Gramma Holguín Ciego de Ávila Camagüey Las Tunas Sancti Spíritus Holguín Camagüey Cienfuegos Ello también nos indica qué territorios expresan una conexión clara con las tendencias nacionales, los que se ubican en un nivel medio, como en fase de tránsito, y los que se están quedando desgajados de esa lógica estructuradora de la reforma (y no porque no se produzcan cambios, sino porque no logra alterar su perfil anterior) y que en muchos casos guardan correspondencia con los que a través de otras investigaciones están apareciendo como territorios con mayor vulnerabilidad. En este sentido nuestro estudio complementa desde la perspectiva de la estructura social otras valoraciones y aporta nuevos elementos sobre aquellas zonas que requerirían un esfuerzo más particularizado para encontrar vías de potenciación de sus recursos endógenos, especialmente de aquellos que tienen que ver con la identificación de posibles articulaciones entre sus diferentes estratos sociales. Llama la atención que Ciudad de La Habana, Pinar del Río y Gramma aparecen coincidentemente, en todos los estudios que por diferentes vías han abordado las desigualdades territoriales, ubicados en los niveles más avanzado, medio y rezagado respectivamente, lo que los ha ido perfilando como ejemplos paradigmáticos de la diferenciación territorial. Una visión sintética de la estructura social territorial basada en el análisis factorial aplicado a los componentes socioclasistas (como elementos más generales de la diferenciación social), evidencia que la reforma ha supuesto la formación de cuatro grandes grupos socioestructurales territoriales: Tipo mixto-estatal (con fuerte presencia de obreros y dirigentes). Matanzas Santiago de Cuba Isla de la Juventud Tipo cooperativo (CPA y UBPC). La Habana Ciego de Ávila Cienfuegos Tipo privado (especialmente rural). Pinar del Río Sancti Spíritus Gramma Villa Clara Las Tunas Camagüey Guantánamo Holguín Tipo estatal-privado extranjero con fuerte presencia de intelectuales y empleados). Ciudad de La Habana Esta tipología, aún primaria y de carácter general, nos indica aquellos ejes estructuradores que están teniendo la mayor potencia diferenciadora a escala territorial, señalando las formas peculiares que en este espacio adopta el reajuste económico y ofreciendo pistas sobre los actores socioeconómicos que en las distintas provincias tienen el rol fundamental. Conclusiones La relación de la reforma económica cubana con la economía globalizada tiene entre sus múltiples consecuencias los cambios en las estructuras territoriales y procesos de integración-exclusión que se expresan en la presencia de territorios más y menos integrados. Es decir, territorios que en sus estructuras reflejan con mayor nitidez el modelo impulsado por la reforma y otros donde las transformaciones son más lentas y tienen lugar con menor fuerza. Los efectos de la reforma en las estructuras territoriales se manifiestan en las modificaciones que se operan en las mismas y que responden a elementos como la emergencia de nuevos actores socioeconómicos, como los trabajadores vinculados al sector mixto, a firmas y asociaciones y los vinculados a las UBPC, la reducción del peso del grupo de trabajadores vinculados a la propiedad estatal, el dinamismo del sector cooperativo, el decrecimiento del grupo de trabajadores administrativos, y el incremento del grupo de trabajadores vinculados a los servicios. Puede asegurarse que este creciente proceso de heterogenización y complejización socioclasista de las llamadas sociedades locales ha supuesto la convivencia de actores socioeconómicos tradicionales y de nueva generación, aun sin integrar a una lógica sinérgica del desarrollo local y la acentuación de las diferencias socioespaciales internas y del carácter del territorio como marcador de desigualdades . A nuestro juicio, las prácticas de trazado de estrategias económicas, sociales y culturales y de gobierno local en el país, aún no están tomando en cuenta suficientemente esta diferenciación de los actores territoriales, sus derivaciones en cuanto a heterogenización de necesidades e intereses y potencialidades materiales y subjetivas para la solución de problemas locales, y no han abandonado todavía los estilos de dirección y toma de decisiones centrados en modelos generales homogéneos. Consideramos que es imprescindible asumir la concepción del territorio como factor de desarrollo y el papel esencial que en esta concepción juega la identificación de los actores socioeconómicos locales, como requisito metodológico indispensable en el diseño de programas de desarrollo o acciones de cambio a escala local, lo que implica: . • La potenciación al máximo del desarrollo local endógeno y la construcción de fórmulas de enlace y transferencia a través de la identificación y creación de redes de relaciones sinérgicas inter territoriales que permitan corregir los desbalances que no pueden ser solucionados localmente. • El carácter participativo y autotransformativo de las acciones de desarrollo local, partiendo de un enfoque de agentes sociales, es decir, de identificar aquellos grupos y sectores sociales que se configuran dentro de un territorio concreto y que tienen una capacidad para actuar proactivamente para modificar las condiciones de su existencia y relacionamiento. • El trazado de estrategias centradas en la sustentabilidad de los procesos de cambio,entendiendo esta cualidad como el uso intensivo de la riqueza natural, cultural , calificacional e historica que garantice su regeneración sistematica, el respeto a las tradiciones junto a la potenciacion de la innovación y la instalación de una capacidad perdurable de autogestion y autoorganización participativa de las sociedades locales. 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