El problema de la dolomía

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El problema de la dolomía
Impulsada en gran medida por el interés que ha despertado en
la industria la dolomía como componente de las secuencias sedimentarias petrolíferas, y su asociación con ciertos depósitos de
plomo-zinc, en la década de 1950 se produjo una gran expansión
del estudio de las rocas dolomíticas. No obstante, como lo indica
un artículo de 1957 titulado “La cuestión de la dolomía,” pronto
surgieron controversias en torno a sus orígenes.1
Para ese entonces, la polémica respecto de las dolomías no
era en modo alguno nueva; las dolomías habían sido fuente de
confusión desde su descubrimiento por parte del geólogo francés
Déodat de Dolomieu (1750–1801). El de Dolomieu era un mundo
en el que los orígenes de todas las rocas constituían temas de
debate, polarizados entre la visión plutonista de James Hutton
que sustentaba su formación a través de la acción de procesos
volcánicos, y la teoría neptunista de la cristalización producida
a partir de las aguas de una gran inundación, formulada por
Abraham Werner. De nada sirvió el hecho de que la dolomía con
frecuencia violara uno de los primeros axiomas de la geología: aun
al esclarecerse el fenómeno de que la depositación de las rocas
sedimentarias se producía en secuencias, se hizo igualmente evidente que la dolomía no respetaba las leyes de la superposición y
comúnmente atravesaba los límites depositacionales.
Para el año 1916, se habían formulado al menos doce teorías
populares para explicar el origen de las dolomías. Parte del problema radicaba en el hecho de que los primeros experimentos
relacionados con la estabilidad de los minerales indicaron que la
dolomía debería formarse a temperaturas y presiones más elevadas que las temperaturas y presiones comunes en las secuencias
sedimentarias. Las investigaciones posteriores refutaron esa
afirmación, demostrando que, de hecho, el agua de mar se
encuentra excesivamente sobresaturada respecto de la dolomía
y que, en teoría, su formación debería ser posible con las temperaturas más bajas que son comunes en la superficie de la Tierra.
Lamentablemente, los experimentos destinados a demostrar
el principio de la cristalización sencillamente no funcionaron.
En el año 1998, Land dio a conocer una serie de experimentos
efectuados a temperaturas de alrededor de 25ºC [77ºF] con
sobresaturaciones de hasta 1,000 veces—cuya duración en ciertos casos superó los 32 años—pero que no lograron producir
volumen alguno de dolomía.2 El descubrimiento de que los precipitados de minerales similares a la dolomía (protodolomías)
aparentemente se forman de manera penecontemporánea en
sedimentos recientes como los de Coorong, en el sudeste de Australia, confundió aún más a los investigadores. Como lo señalara
Land, es probable que se trate de un tema de cinética y un componente clave necesario para sintetizar la dolomía es un período
de tiempo medido en escala geológica. Sin embargo, continuaron
surgiendo modelos alternativos; el más reciente de ellos invoca
la actividad microbiana en la interposición de las reacciones.
1. Fairbridge RW: “The Dolomite Question,” en LeBlanc RJ y Breeding JG (eds):
Regional Aspects of Carbonate Deposition: A Symposium. Tulsa, Oklahoma,
USA: Society of Economic Paleontologists and Mineralogists, SEPM Special
Publication No. 5 (1957): 125–178.
2. Land LS: “Failure to Precipitate Dolomite at 25 Degrees C from Dilute Solution
Despite 1000-Fold Oversaturation After 32 Years,” Aquatic Geochemistry 4,
nos. 3–4 (Septiembre de 1998): 361–368.
3. Land, referencia 2.
En parte como resultado de estas incertidumbres químicas,
el ambiente en el que se forma la dolomía sigue siendo tema de
discusión. Las dolomías han sido asociadas en mayor o menor
grado con las evaporitas, las estromatolitas e incluso con estructuras cársicas, y los modelos varían de bombeo evaporítico a
reflujo por filtración, zona de mezcla de aguas y circulación
de plataforma en gran escala.
Gran parte de la importancia económica de las rocas dolomíticas constituye una reflexión de sus características petrográficas.
Dado que la dolomía es más densa que la aragonita o la calcita
a la que reemplaza con más frecuencia, muchos investigadores
asumieron que el proceso produciría una reducción del volumen
que se reflejaría en un incremento de la porosidad y de la permeabilidad. No obstante, muchas dolomías están compuestas
por cristales que no acarrean ningún rastro de sus precursores
y que pueden contener incluso cementos dolomíticos que obstruyen la porosidad (véase “La dolomía: Aspectos de un mineral
desconcertante,” página 32).
A través de los años, “El problema de la dolomía” fue abordado
en diversas reuniones que se tradujeron en publicaciones efectuadas por la Asociación Internacional de Sedimentólogos, la
Sociedad de Paleontólogos y Mineralogistas Económicos y la
Sociedad Geológica de Londres. Estas reuniones y sus publicaciones reflejan las corrientes de pensamiento más modernas y
no las tendencias más populares; algunas de las cuales, como
destaca Land, “son desconcertantes.”3
Quizás en lo que erramos es en la hipótesis de que existe una
sola solución. Los diversos mecanismos y ambientes de formación
propuestos se han basado en la evidencia pero el hecho de que
tal vez no sean tan aplicables como se anticipó no puede hacer
que se los descarte en los afloramientos individuales o en los grupos pequeños. El artículo presentado en esta edición sobre la
dolomía también debería analizarse desde esta perspectiva. ¿Los
especialistas de nuestros días adhieren a las tendencias incorrectas o han elegido la tendencia adecuada para andar el camino
que aún queda por recorrer?
Colin Braithwaite
Investigador Asociado Senior
Universidad de Glasgow
Glasgow, Escocia
Colin Braithwaite obtuvo su licenciatura en geología con Mención Honorífica
de Primera Clase de King’s College, Universidad de Londres, y allí mismo completó su doctorado en sedimentología de los carbonatos. Subsiguientemente,
ingresó en Queen’s College, en la Universidad de St. Andrews, en Escocia
(transformada ahora en la Universidad de Dundee), antes de trasladarse a la
Universidad de Glasgow, donde se desempeña como Investigador Asociado
Honorario. Sus actividades de investigación se centraron en las rocas carbonatadas, incluidas las dolomías y las fosforitas. En el año 2004, Colin se desempeñó como editor principal de una Publicación Especial de la Sociedad Geológica de Londres titulada La Geometría y la Petrogénesis de los Yacimientos de
Hidrocarburos de Dolomía. Es geólogo colegiado y ha redactado más de 70
artículos revisados por pares, que figuran en publicaciones internacionales; es
autor de un libro sobre las rocas y los sedimentos carbonatados y coautor de
un texto recién publicado sobre los carbonatos de edad Cuaternario.
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