JOAN MIRÓ: DEL PAL DE BALLARÍ A LA ESCALERA DE LA EVASIÓN Martí Rom www.martirom.cat 14-07-2015 Me explicaba Lluís Permanyer, un gran mironiano, un día hablando de mi libro “Joan Miró i Mont-roig: Pal de ballarí (1911-1929)”, que una vez que fue a visitar Joan Miró a Palma de Mallorca, le comentó como era de bello aquel pal de ballarí de una espléndida pita (agave) que tenía en el jardín. Miró lo miró entre admirado y sonriendo porqué se había dado cuenta, seguramente pensando que Permanyer también conocía el interesante ciclo vital de aquella planta. Sebastià Gasch escribe en el libro “Joan Miró”, Biografies populars, volum 12 (Editorial Alcides, 1963), en la pág. 70: “Miró vive actualmente en Mallorca. Tiene la casa cerca de Palma, en Calamajor. En Calamajor, un lugar plantado de olivos y de pitas gigantes, los matorrales suben montañas arriba..”. Olivos y pitas gigantes. Del Pal de ballarí del cuadro “Terra Llaurada” (19231924) a “L’Escala de l’evasió” de “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)” (1938) hay una importante conexión / progresión mont-rogenca. Tanto el “Pal” como “la Escalera” tienen sus raíces, sus referentes en elementos del campo y aparejos de los payeses de Mont-roig. En abril de 2012 publiqué, en Arola editors, el libro “Joan Miró i Mont-roig: Pal de ballarí (1911-1929)”. Se hicieron presentaciones, entre otras, en la Casa de Cultura Agustí Sardà de Mont-roig (14 de abril), en el Museu d’Art Modern de Tarragona (4 de mayo) y en Arts Santa Mónica de Barcelona (24 de mayo). En medio, el sábado 19 de mayo, en el marco del “Día y noche de los museos”, hice una proyección (“El Pal de ballarí en l’obra de Joan Miró”), en el Centre Miró de Mont-roig, donde se analizaba y se detallaba la evolución del “Pal de ballarí” a “La Escalera de la evasión” mironianes. Entonces se acababa de hacer, en la Fundació Miró de Barcelona, la gran exposición “Joan Miró. L’escala de l’evasió” (de octubre 2011 al marzo 2012). Antes se había hecho en la Tate Modern de Londres (de abril a setiembre de 2011) y después se haría en la National Gallery of Art de Washington (de mayo a agosto de 2012). En Internet, a Viquipèdia, se puede leer: “La exposición hizo una revisión de un período de producción del 2 artista que abarca casi sesenta años, mostrando la sensibilidad y el posicionamiento de Joan Miró ante unos sucesos que marcaron la historia del siglo XX. Las primeras salas de la muestra analizaban los vínculos de Joan Miró con su Cataluña natal, poniendo especial atención en su relación con el Mas Miró y con Mont-roig del Camp, sin olvidar el cambio de paradigma que le supuso su estancia en París, el contacto con los poetas y la creatividad surrealista… Las siguientes salas exploraban la reacción de Miró ante el drama de la Guerra Civil española, y como este reaccionó creando sus pinturas salvajes…”. El cartel de la exposición y la cubierta del catálogo eran un fragmento del cuadro “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)” (1938), donde se ve aquella “Escalera de la evasión”. En el libro “Joan Miró i Mont-roig: Pal de ballarí (1911-1929)”, no acabé de detallar aquella progresión del “Pal” a “la Escalera”. Este importante cuadro comentado antes, “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)”, que era el tema central de les exposiciones citadas, es de 1938; iba más allá del 1929 que yo ponía como final de este primer libro sobre Miró y Mont-roig. Ahora me propongo exponer con detalle esta evolución del “Pal” a “la Escalera”. Tanto el “Pal” como “la Escalera” mironianas tienen un único origen: la pita. Esta es una planta arisca que tiene unas hojas carnosas, más o menos de un metro de altura que se expanden en círculo. Las hojas están llenas de espinas en los bordes, acabando en la punta con una fina aguja de unos tres a cinco centímetros de largo. Esta fina aguja a menudo servía, antiguamente, como aguja para coser sacos o los tendales. La pita tiene una única floración en su vida (normalmente en verano). Cuando empieza a morir, de en medio, nace un tallo leñoso que irá creciendo hasta llegar a tener de cinco a ocho metros de altura y de un considerable diámetro. La parte más baja puede llegar a unos veinte centímetros y la más cercana al extremo, unos diez. Este tallo en Mont-roig (también en otros lugares del Campo de Tarragona) le llaman pal de ballarí (palo de bailarín). Los payeses decían que los veranos que florecen pals de ballarí, atraen los insectos que irían a otros árboles haciendo, per ejemplo, que haya en otoño una buena cosecha de aceitunas. A este tallo leñoso le nacen unas pequeñas ramas horizontales que van haciéndose más pequeñas cuando se acercan a la parte superior; el conjunto de estas ramas crea una cierta estructura piramidal. Las ramas terminan, en su extremo, en grupos (como los racimos) de flores de un cautivador color amarillo verdoso. Aquella planta arisca (con 3 espinas y agujas) de un color áspero cuando muere ofrece lo mejor que tiene: un estallido de constelaciones amarillas, brillantes y cautivadoras. Ha vivido unos veinticinco años para conseguir aquel momento culminante (tan solo unos meses). Les que hay en Mont-roig son principalmente las que tienen hojas verdes brillantes y ribeteadas de amarillo, más ornamentales, o las que las tienen casi grises o verdes, de un gris azul triste anodino o de un verde oscuro monótono. Miró llega a Mont-roig a inicios de 1911, al “Mas d’en Ferratges”, que su padre había comprado al hijo del marqués de Mont-roig, el político Antoni Ferratges Mesa. Aquella masía, en adelante, será conocida como “Mas Miró”. Su padre, Miquel Miró Adzaries, era de Cornudella. Sabemos por los dibujos que se conservan de aquella época, que Miró del 1906 al 1909 había ido a pasar el verano, o parte, al pueblo de su padre. En el primer cuaderno de dibujo (del 1906) hay los dibujos de Cornudella, del pueblo, de la ermita de Sant Joan del Codolar, del camino, de conjuntos de árboles (cipreses, pinos...); también vistas de las poblaciones de alrededor: Albarca, Ulldemolins, Porrera y Prades. Entre los dibujos de estos veranos hay unas pitas (1908)1. Tenía quince años y ya se sentía atraído por aquella planta salvaje que será tan importante en la primera etapa de su obra pictórica. La primera pita de su producción pictórica la encontramos en el cuadro “Mont-roig. Sant Ramon” (1916)2. Joan Miró hace cinco años que pasa largas temporadas en la finca de Les Pobles, en el Mas Miró. Este cuadro también es la primera obra realmente destacada que hace en Mont-roig. Es la vista de aquella ermita que corona la montaña roja de la Mare de Déu de la Roca, desde el final de aquel camino viejo que, a pie, conduce desde la parte 1 Catàleg “Joan Miró. Catalogue raisonné. Drawings” de Jacques Dupin y Ariane Lelong-Mainaud (2008), Volumen I (1901-1937), n. 54 y 55. En adelante “Drawings”. 2 ”Joan Miró. Catalogue raisonné. Paintings” de Jacques Dupin y Ariane Lelong-Mainaud (1999), Volumen I (1908-1930), n. 23. En adelante: “Paintings”. 4 final del pueblo hasta allá arriba. Subiendo por este Camino Viejo, sorprende el contraste de aquel rojo casi violento de la montaña con el verde intenso de la inmensidad de chumberas y los otros verdes de margallones, matorrales y algún pino. En la parte final, cuando nos acercamos a la ermita de Sant Ramon, esta salvaje vegetación va menguando, predomina el rojo violento de la piedra (que da nombre al pueblo). En el cuadro de Miró quiero destacar aquella pita en medio del paisaje y sin ninguna aparente relevancia, al lado derecho de los cinco arboles sutilmente redondeados de la parte central. Al año siguiente, hará tres telas prácticamente del mismo lugar, del puente de la línea ferroviaria que cruza el Barranco de la Pixerota, a medio camino (más o menos) del Mas Miró al mar. Les tres son vistas desde el camino del lado del barranco, mirando a las montañas. Este barranco era el camino más directo que conducía a Miró a aquella playa. Son: “Mont-roig, el pont al capvespre”, “Montroig, el pont” y “Mont-roig, el barranc” (1917)3. En “Mont-roig, el pont” tenemos, a la derecha y casi en la parte inferior, unes pitas entre los matorrales. Miró hizo su primera exposición individual en les Galeries Dalmau (del 16 de febrero al 3 de marzo de 1918), en la calle Portaferrissa 18, de Barcelona. Fue un fracaso. Per rehacerse fue cinco meses a Mont-roig. Pintará cuatro telas importantes: “Hort amb ase”, “Les roderes”, “La casa de la palmera” y “Teuleria de Mont-roig”4. Las tres primeras corresponden a diferentes vistas del mas d’en Romeu; me gusta definirlas como la sinfonía de Les Pobles. Miró estaba buscando un camino propio. “Les roderes”, es la vista del Mas desde detrás, desde el barranco de la Pixerota. Si “Hort amb ase” es el campo ordenado, es la huerta, “Les roderes” es el campo natural, aquellos barrancos únicos espacios naturales de nadie. Miró lo pinta lleno de hierbas, de matorrales, yucas, adelfas... y, sobretodo, de les queridas chumberas y pitas. Son aquellas pitas, les menos apreciadas, grises y casi sin tonalidades. El barranco es aquella tierra arenosa, de difícil caminar, donde el paso de los 3 4 Paintings n. 43 a 45. Paintings n. 62 a 65. 5 carros de los payeses dejan claramente marcadas sus roderas. “La casa de la palmera” es el paradigma del mas de payés (acomodado), una casa espléndida, con una honorable palmera... un espacio perfectamente ordenado. “Les roderes” es aquel barranco, un camp natural donde predomina el desorden, la vegetación crece apoderándose del entorno, todo son hierbas y las plantas que hay son salvajes (pitas, chumberas...), muchas tienen pinchos y presentan un cierto riesgo para los forasteros, pera las personas que viven habitualmente en la ciudad. El sudor del verano aún las hace más peligrosas. Frotar ocasionalmente la piel con las hojas verdes de las adelfas, también con las de plácidas higueras o tener contacte con la savia de higueras o pitas, puede producir picores intensos, irritaciones en la piel. “La casa de la palmera” y “Les roderes”, son la parte de delante y detrás del mismo mas, la cara y la cruz del mismo campo. A finales de febrero de 1920 Miró hizo su primer viaje a París. Esta impresionante ciudad lo cautivó, lo trastornó. Después de tres meses volverá a Mont-roig para restablecerse choque emocional sobrecogedor con las vanguardias europeas. La pintura no la reencontrará hasta que llegue al mas de Les Pobles. Primero hace naturas muertas: “Natura morta del raïm”, “La taula” (Natura morta del conill), “El joc de cartes” y “Cavall, pipa i flor vermella”5. Es cuando escribe a su amigo Enric Cristòfor Ricart (18 de julio): “Trabajo mucho, y estoy muy contento... Definitivamente, nunca más Barcelona. París y el campo, y esto hasta la muerte...”. A inicios de febrero de 1921 vuelve a París. Prepara una exposición con la ayuda del galerista barcelonés Josep Dalmau, ya le había promovido aquella primera exposición del 1918. La inauguró el 29 de abril en la Galerie La Licorne. Exponea veintinueve pinturas hechas entre el 1915 y 1920. También es un fracaso. Hacia finales de junio vuelve a Mont-roig. Estará hasta Navidad. Empezará el cuadro “La masia”6 (1921-1922). Este cuadro es un resumen de su percepción y relación con Mont-roig, con la vida en el campo, en Les Pobles. Es la vista frontal de la parte derecha del conjunto del Mas Miró. Este se compone, de izquierda a derecha: el taller, la pequeña capilla, la casa de estilo de americano (la hizo construir el padre del Marqués de Mont-roig) con su característica torre, la casa de los masoveros (que crece perpendicularmente a la casa principal) y, a la derecha de todo, el gallinero. En el cuadro tenemos pues: casi la totalidad de la pared lateral de la casa de los masoveros, paralela a la fachada principal; 5 6 Paintings n. 73 a 76. Paintings n. 81. 6 a su derecha, la pequeña construcción anexa per cobijar la tartana, a su lado la balsa, el pozo y, finalmente, el gallinero en primer plano a la derecha. “La masia” es un inventario de todo aquello que Miró ha descubierto, primero, y conocido, después, que hay en el Mas Miró, en el campo de Mont-roig: utensilios, vegetación, animales y animalitos. Sorprende aquel perro ladrando al lado del camino de las pisadas. Son les roderas del caminar de los hombres. Este perro, veremos más adelante, será también una constante en algunos cuadros de Miró. Años más tarde, en 1923, Miró escribe en una hoja como preparación del cuadro “Terra llaurada”7 (1923-1924): “... pita... / Mas d’en Poca / perro del Poca...”8. Miró explica: “Antes de empezar el cuadro había hecho muchos dibujos preparatorios de animales y de flores. Pero el que me interesaba sobre todo era el árbol de en medio, un eucaliptus. Tenía la sensación que era vivo, que tenía una vida secreta...”9. Es su primer árbol vivo de Miró. Los eucaliptus y las palmeras son arboles ornamentales, apreciados per Miró. También lo son los algarrobos y los olivos, pero como arboles cultivados por payeses. De las plantas cabe destacar las pitas y las chumberas. De las flores, el hibiscus. No es casual que en este camino, en medio de “La masia” y al lado del tronco majestuoso del eucaliptus, sitúe una pita, aunque no parece corresponderse con la realidad, pues son plantas de barranco. Al camino viejo de la Ermita (Foto: Ernst Scheidegger11) “Flors i papallona”10 (1922-1923) Las (siete) pisadas del camino conducen hacia la pita, que casi tapa todo el camino. Mientras, el perro parece ladrar a la invasora y agresiva pita. La conjunción de viajes a París y las largas estancias en Mont-roig, llevan a Miró por un camino que desde el realismo detallista de sus paisajes lo conducirá hacia la abstracción. Una abstracción, un imaginario mironiano que se alimentará de aquellos paisajes. En 1923-1924, durante sus estancias en el mas, hará un cuadro que representará el punto de inflexión entre los cuadros de paisajes de Mont-roig y el inicio de la abstracción. Es 7 Paintings n. 88. “Centenari”, pág. 170. “FJM” n. 52i. 9 “Avec Miró” de Dora Vallier (“Cahiers d’Art”, 1960), pág. 164. 10 Paintings n. 82. 11 Del libro “Miró: Huellas de un encuentro” d’Ernst Scheidegger, Maeght Éditeur (1993) , pág. 115. 8 7 “Terra llaurada”. El 26 de setiembre de 1923, Miró explica en una carta a su amigo Josep Francesc Ràfols: “Trabajo muchísimo... He conseguido ya deshacerme totalmente del natural y más mont-rogins12 que hechos d’après nature. Trabajo siempre en casa y solo tengo el natural como consulta...”. Será la conclusión de sus principales paisajes mont-rogencs. Aquel camino que había comenzado con “Paisatge de Mont-roig” (1914)13; había continuado con “Mont-roig. Sant Ramon”, “Mont-roig, el poble”14 y “Platja de Mont-roig”15 (1916); la trilogía sobre el mas d’en Romeu: “Hort amb ase”, “La casa de la palmera” y “Les roderes” (1918); “Teuleria de Mont-roig” (1918); “Mont-roig: poble i església”16 y “Vinyes i oliveres”17 (1919); y aquel inventario del campo y el campesinado que es “La masia” (1921-1922). Once telas que describen, de una manera realista, el universo Miró / Mont-roig. “Paisatge de Mont-roig” (1914) “Mont-roig, el poble” (1916) “Mont-roig. Sant Ramon” (1916) “Platja de Mont-roig” (1916) 12 En aquel 1923 Miró utiliza mont-rogins, a la manera del catalán antiguo o como aún ahora se llaman los habitantes de Mont-roig del Matarranya, en la Franja. Los mont-rogencs y els mont-rogins hicimos el 2003 una especie de hermanamiento cultural. 13 Paintings n. 4. 14 Paintings n. 24. 15 Paintings n. 25. 16 Paintings n. 66. 17 Paintings n. 69. 8 “Hort amb ase” (1918) “Les roderes” (1918) “Mont-roig: poble i església” (1919) “La casa de la palmera” (1918) “Teuleria de Mont-roig” (1918) “Vinyes i oliveres” (1919) 9 “La masia” (1921-1922) Podríamos resumirlo diciendo que este universo (realista) Miró / Mont-roig presenta dos geografías. Una es el Mont-roig físico, externo a Miró, el que estaría definido por “Platja de Mont-roig”, “Mont-roig: poble i església” y “Mont-roig. Sant Ramon”; son la playa, el pueblo y la montaña mágica. Otra es el Mont-roig emocional, íntimo de Miró, el que representa “La masia”. La conjunción de estas geografías será la que plasmará en aquella síntesis detallada que es “Terra llaurada”; será un realismo mágico. Este será el punto de partida de muchas telas (mont-rogenques) que hará en los años veinte. En “Terra llaurada” encontramos elementos que vienen de aquellos cuadros citados antes, de los paisajes mont-rogencs. El majestuoso Pi del Baltasar, a la derecha, aquel que había en “Platja de Mont-roig”, atrapará la atención, nos cautivará. La serie de 10 animales que hay a su alrededor (conejos, gallina, caracol, perro i mulo) nos llevan a “La masia”. Y, en medio, un mas. Por los dibujos previos18 es fácil constatar que es aquel Mas d’en Poca que está al lado del Mas Miró. Lo pintó en 1914: “Mas d’en Poca”19. Además, Miró escribe en una hoja como preparación del cuadro: “pozo / cabra / pita / higuera / Mas d’en Poca / perro del Poca / Pi / eucaliptus pequeño / jarra / golondrinas”20. En “Terra llaurada”, Miró vuelve a aquella playa de la Pixerota donde iba a bañarse, paseaba y recogía raíces de cañaverales, donde las pisadas de las ovejas li parecían constelaciones; aquella playa que pintó en el cuadro “Platja de Mont-roig” (1916), y que representó en un dibujo del 191821. En este dibujo encontramos, como en el cuadro, el Pi del Baltasar y una barca de pescador de Cambrils (entonces iban con vela latina, no fue hasta 1928 que comenzaron a ir con motor). Ahora, en el dibujo, añade la tartana con la que el masovero bajaba la familia a la playa, una mujer (que nos mira) y una cesta como la de los pescadores. En “Terra llaurada”, encima de aquellos surcos ondulantes, hay un arado que hacia la derecha se transforma en las posibles ramas de un árbol. Por su forma podría representar un olivo, pero la hoja es la de una higuera. Hemos visto como Miró citaba también este árbol en aquellas notes previas: “... pita / higuera / Mas d’en Poca / perro del Poca / Pino...”. También hay una higuera en otro de los dibujos preparatorios22. Esta lectura del cuadro desde el magnífico Pi del Baltasar, a la derecha, hasta izquierda, nos lleva (lo 18 Por ejemplo, ver el libro catálogo publicado por el Centenario Miró (1993), les páginas 171 i 172; en adelante “Centenari”. También en “Obra de Joan Miró” (catálogo editado per la Fundació Miró, 1988); en adelante “Obra”) n. 193 a 195. Y en el Catálogo de la Fundació Joan Miró (en adelante “FJM”) n. 594a, 596a i 597a. 19 Paintings n. 5. 20 “Centenari”, pág. 170. “FJM” n. 52i. 21 “Drawings” n. 173. 22 “Centenari”, pág. 172, arriba y a la derecha. “FJM” n. 600a. 11 determina el arado) hacia a aquella notable pita. Y en medio de la espléndida pita encontramos un majestuoso pal de ballarí. Atrae la mirada. Sorprende que en el extremo izquierdo del cuadro solo haya esta pita, en la parte superior; debajo no hay nada, solo un campo sin definir. Todo el cuadro está lleno de elementos y allá, a la izquierda solo encontramos la pita con su pal de ballarí alzándose hacia el cielo y cruzando un majestuoso sol que amarillenta fuertemente todo el cielo (y el mar). Decíamos anteriormente que el pal de ballarí sale (nace) cuando la pita se prepara para morir. Le crecerán aquellas pequeñas ramas horizontales, que adquirirán una cierta estructura piramidal y culminarán en conjuntos de flores (en forma de racimo) de un cautivador color amarillo verdoso. La pita es una planta áspera que nos ofrece lo mejor en el momento de morir: aquel estallido de constelaciones amarillentas. Cuando sus flores caigan a tierra, en el límite de la playa, en los bordes de los caminos o barrancos, serán las semillas que permitirán que nazcan otras, multiplicándose abundantemente. Es el cicle de la vida. Además de los significativos dibujos preparatorios del mas y de la higuera, para este cuadro “Terra llaurada”, hay que citar otro donde Miró hace un detalle de la pita con el inicio del tronco, el propi pal de ballarí y un detalle de sus racimos23. La pita muere para nacer, para dar vida a otras pitas. Quien lo hace posible es el pal de ballarí. “Terra llaurada” es también un Pal de ballarí. Con esta tela concluye el ciclo de los paisajes realistas mont-rogencs. Miró ha tardado casi diez años desde aquel “Paisatge de Mont-roig” del 1914. También aquella huida de Barcelona, de les fiebres que tenía, del oficio de escribiente, de su padre y de una cierta depresión, el viaje a Mont-roig por primera vez en 1911, la estancia de varios meses en el mas de Les Pobles, será un cierto Pal de ballarí. El final de una vida que lo angustia y el inicio de unas vivencias en contacte con la naturaleza y el campo productivo de los payeses. Miró dirá años más tarde: “Mont-roig me ha dado la fuerza de un árbol”. Aquel eucaliptus de “La masia” (1921-1922), un árbol vivo (decía Miró), ara lo tenemos representado por el Pi del Baltasar de “Terra llaurada”. Miró le añade un ojo en la copa y una oreja en el tronco. Explicaba a Yvon Taillandier en “Miró: Ahora trabajo en la tierra…”: “El ojo siempre me ha fascinado... (En “Terra llaurada”) se levanta un árbol que tiene una oreja y un ojo: el ojo que lo ve todo; la oreja que todo lo escucha. La oreja es un elemento que he utilizado muy pocas veces... Un árbol no es un vegetal. Es una cosa humana, un bello árbol que respira y que te escucha, que se enamora de sus brotes cuando sus brotes se convierten en flores, de sus flores cuando se convierten en frutos, que lucha (Foto: Joaquim Gomis) 23 “Centenari”, pág. 173, arriba y a la derecha. 12 contra el viento y te quiere. Esta especie de presencia humana en las cosas, esto es, para mí, la mitología...”24. En este Pi del Baltasar hallamos los primeros signos de antropomorfismo en la pintura de Miró, decía “Un árbol... es una cosa humana...”. Esta amalgama también la tenemos en aquel arado / árbol. La descripción que hace del árbol humano (“que se enamora de sus brotes cuando sus brotes se convierten en flores, de sus flores cuando se convierten en frutos...”), nos lleva a recordar el ciclo vital de la pita, al pal de ballarí. Volviendo al cuadro, aquel arado que adopta la forma de unes ramas de olivo y de donde nace una hoja de higuera, también tiene un tallo, un palo en medio, donde hay las banderas: catalana (grande) y la española y francesa (pequeñas). Los surcos del campo labrado, a la manera de olas, el propio arado, parecen representar la vida en el campo de Mont-roig, su Arcadia en Les Pobles, la esencia de sus paisajes (la bandera catalana). Sus referentes artísticos, culturales, pueden estar representados por las (pequeñas) banderas española y francesa. En cambio, en el pal de ballarí de la pita solo hay la bandera francesa. Decíamos que el pal de ballarí era el inicio de la nueva vida, del camino hacia la abstracción, que surge de sus estancias en París, de la confrontación con las vanguardias (la bandera francesa). Fragmento de “Terra llaurada” En este 1923, además de “Terra Llaurada”, empezó a pintar “Pastoral” y “Paisatge català (El caçador)”25. En “Terra Llaurada” Miró inicia el período de la ruptura con la reproducción detallista de la realidad. En 1924 inicia unos años (cuatro), hasta 1927, extraordinariamente fructíferos. En 1924 hará veintitrés telas (tres de ellas iniciadas en 1923) y comenzará cuatro que acabará en 1925, treinta y un dibujos26 y cincuenta dibujos previos27. De 1925 son setenta tres telas y setenta y un dibujos previos. De 1926: treinta seis telas, doce dibujos y veinte y un dibujos previos. Y de 1927: setenta nueve telas, dos dibujos y cuarenta siete dibujos previos. Miró dirá: "En París vivía en una desorientación absoluta. En Mont-roig me volvió la pintura". Sobre la cantidad de dibujos y dibujos previos (esbozos) son cifras de los que se conservan y están registrados en los respectivos libros catálogos. Es conocido que Miró, cuando lo creía conveniente, rompía o quemaba los dibujos que ya no le interesaban. Sabemos por Angelina Rovira, hija de los masoveros del Mas Miró del 1955 al 1975 que, a menudo, Miró hacía un manojo con un conjunto de papeles (donde había dibujos) y les decía que lo quemasen. 24 Entrevista de Yvon Taillandier, “Miró: Maintenant je travaille par terre...”, publicada en “XXe siècle” núm. 43 (París, diciembre 1974). En adelante “Taillandier”. 25 Paintings n. 89 i 90. 26 Cuando se citan “dibujos”, son los que están catalogados en el libro “Joan Miró. Catalogue raisonné. Drawings” de Jacques Dupin y Ariane Lelong-Mainaud (2008), Volumen I (1901-1937). 27 Dibujos previos referenciados en “Obra de Joan Miró” (catálogo editado por la Fundació Miró, 1988). 13 Para seguir esta ruptura con la realidad que se produce a partir de 1924, será necesario seguir los pasos, uno a uno, tela a tela, en sus progresivas reducciones. Por ejemplo, aquel pal de ballarí reaparecerá en “Paisatge català (El caçador)” en medio de la tela, adoptando una forma cónica muy alargada. En un dibujo preparatorio de “Pastoral”28 ya hace alguno de estos Pals de ballarí, solo que ligeramente curvados, una visión desde bajo de todo hacia arriba (contrapicado). Este pal de ballarí cónico y muy alargado también lo tenemos exactamente igual, en otros dibujos previos29, con una presencia destacada en la arena de la playa y delante del mar. También en unas anotaciones y estudios para “Paisatge català (El caçador)”30 dibuja aquellos amarillos (amarillo verdoso) de la punta de las ramas del pal de ballarí. En “Paisatge català (El caçador)”, Miró pintará (también) un paisaje que le es conocido. Por un lado todas estas telas donde hay la playa y el mar representen la playa de la 28 “Obra” n. 198. “FJM” n. 617a. “Centenari”, pàg. 178, a baix i a la dreta. 30 “Centenari”, pàg. 177, a dalt i a l’esquerra. “Obra” n. 201. “FJM” n. 592b. 29 14 Pixerota, donde iba a pasear o bañarse. En algunas es muy evidente por las referencias que hay (aquel Pi del Baltasar, la forma puntiaguda del pequeño cabo, las montañas del Coll de Balaguer hacia el sur...). Miró escribe, a Ràfols (7-10-1923), que estaba pintando “arboles con orejas y ojos. Y payeses con barretina y escopeta y fumando una pipa...”. La primera parte de la frase debe corresponder a “Terra llaurada” y la segunda a “Paisatge català (El caçador)”. Las debería pintar (o pensar) casi a la vez. El cazador, el payés, lo encontramos identificado mediante una cabeza triangular, una fina línea que representa el cuerpo y una especie de cuadrado abierto que son les piernas. Dos elementos sorprenden: se le ve el corazón y está orinando en la playa. “El payés,... a su alrededor, encontramos los signos del paisaje: el algarrobo, representado por la esfera de donde sale la rama con la hoja...”31. Es lo mismo que hacía en “Terra llaurada” con aquel arado / árbol, cuando le colgaba una única hoja de higuera. Miró continua explicando: “El mar al fondo, allá, un ojo, el sol en forma de huevo con los rayos... El payés catalán se ha convertido en un triángulo con oreja, el ojo, la pipa, los pelos de la barba, la mano... A la izquierda, el avión Tolosa – Rabat, que volaba por encima nuestro una vez a la semana, representado en el cuadro por la rueda de la hélice, la escalera y dos banderas, la francesa y la catalana... Lejos vemos el mar con una barca (el cono al revés, de la izquierda de las olas). Más cerca, una sardina con su cola y sus bigotes, una sardina que se come una mosca. En el cuadro, con letras grandes, escribí sard, y algunos han querido leer sardana (es más poético). Pero en realidad es la sardina... En la derecha, vemos las parrillas, que esperan el conejo, las brasas y un pimiento...”. Miró dice que el algarrobo está “representado por la esfera de donde sale la rama con la hoja”, pero esta forma redonda (en el plano) donde inicia una línea recta con aquella hoja (de algarrobo) en el extremo, proviene del dibujo de una pitra (redonda desde abajo) con su pal de ballarí, identificado por su 31 “Carnets catalans” de Gaëtan Picon (Edicions Polígrafa, 1976), pág. 65. En adelante: “Carnets”. 15 racimo de semillas en el extremo superior. Uno de los dibujos preparatorios presenta una composición (con el alargado pal de ballarí, màs la barca, la sardina, las parillas...), aunque vertical; es muy parecida. Son los mismos elementos con idéntica disposición espacial32. En el lugar donde después Miró sitúa (en su relato) el algarrobo, en el dibujo hay aquella simplificación de la pita / pal de ballarí (ambos casos con un ojo enganchado a la base y a su derecha); y configurada de igual manera que las que tenemos en otros dibujos previos33. Con este tenemos que la representación de los árboles, excepto aquel Pi del Baltasar tan característico (en la propia realidad y en los cuadros de Miró), tienen una misma simbolización. Es curioso que lo haga con el algarrobo, el árbol principal en Mont-roig, y la pita, una planta herbácea que adquiere casi la presencia de un árbol. Son el árbol productivo y la vegetación más salvaje. En cierta manera “Terra llaurada” y “Paisatge català (El caçador)” son dos representaciones parecidas (frontales) de la playa de la Pixerota, en la que en la primera predomina el espacio del payés, el campo labrado, el mas, animales de la granja... pero con algunos elementos fronterizos: el Pi del Baltasar, la playa insinuada al fondo, la pita de los barrancos... Y en la segunda, predomina el espacio de la playa y el mar pero con (también) elementos como el algarrobo que no están nunca cerca de la playa. El ojo del pino de “Terra llaurada” ahora se independiza, o casi, está adosado o detrás de la esfera (algarrobo / pal de ballarí). Y la oreja del mismo pino, ahora le pertenece a la cabeza (triangular) del payés / cazador. Vemos como los sentidos coexisten tanto en el árbol como en el payés. En “Paisatge català (El caçador)” encontramos per primera vez una escalera, formada por dos palos paralelos unidos por tres trozos más cortos que hacen de peldaños. Había una en “La masia”, dentro del gallinero, pero ahora tenemos una escalera simple, casi tan solo esquematizada, (casi?) simbólica. En “Paisatge català (El caçador)” la escalera sale del horizonte y va hasta el avión / hélice. Parece que sea la comunicación con el exterior, con aquel avión. En uno de aquellos dibujos preparatorios que hace en 19231924, para “Terra llaurada”, vemos ya como Miró hace dos de estas escaleras34, una más simple que la otra, pero ambas con tres peldaños. Es interesante constatar que las hace separadas, no formando parte de un dibujo más general y, además, bajo el título de “Echelle” (Escala). Fragment de “Paisatge català (El caçador)” 32 “Centenari”, pág. 178, abajo a la derecha. “Obra” n. 206. “FJM” n. 654a. “Centenari”, pág. 177, abajo a la derecha (en la parte superior y central del dibujo). “Obra” n. 203. “FJM” n. 615a. También en: “Centenari”, pág. 178, abajo a la izquierda. “Obra” n. 204. “FJM” n. 525. 34 “Centenari”, pág. 174, abajo a la derecha (en la parte inferior y a la izquierda del dibujo). “Obra” n. 198. “FJM” n. 617a. 33 16 Así pues, al inicio de la campaña de 1924 en Mont-roig, Miró acaba las tres telas que había dejado comenzadas el año anterior, la última de las cuales es este “Paisatge català (El caçador)”. A continuación, sorprendentemente, pinta “La trampa”35. Formalmente “La trampa” representa un retorno hacia un cierto realismo que había cultivado antes de “Terra llaurada”, aunque no de una manera exacta. Por un lado, reencuentra aquella escena típica del mar de “Platja de Mont-roig” (1916), y tambiém el conejo y el gallo de “Terra llaurada” (1923-1924). El contexto presenta elementos de un paisaje figurativo: una clara línea del horizonte, el mar con dos barcas con vela latina, unos animales domésticos... Pero hay una forma que sorprende (a la izquierda): su parte inferior es la de un hombre yi la superior un árbol. Además, esta copa del árbol es aquella misma de “Terra llaurada”, con las mismas formas esparcidas por todo su perímetro y un ojo en medio. Ahora añade unos grandes bigotes, a la manera de los del cazador del cuadro anterior. Parece como si Miró, cuando acaba de comenzar esta nueva etapa en su producción artística, se da cuenta que ha quedado alguna cosa en el tintero (la paleta). En las dos telas que inician su camino hacia la abstracción, “Terra llaurada” y “Paisatge català (El caçador)”, hay aquella playa querida por Miró (en la primera parcialmente, también hay los campos y un mas, y en la segunda totalmente). Miró debía tener la necesidad de explicar aquella playa, de definir exactamente su relación con la playa; en resumen, era necesario definirla como uno de los símbolos de su mitología. Así pues vemos que recupera aquel Pi del Baltasar que le era tan grato, pero convirtiéndolo en una figura antropomórfica: medio árbol y medio hombre. Esta parte de hombre está orinando mientras el conejo y el gallo lo miran con sorpresa y un cierto aire irónico; mientras algún animal que no conseguimos descifrar se pone dentro de medio limón. Este hombre nos lleva al cazador de la tela anterior. “En “Paisatge català (El caçador)”... se ve el corazón del cazador. Está meando...”36. Aquel cazador, que podía 35 Paintings n. 97. 17 ser el propio Miró (sabemos que de joven alguna vez cazaba), también es un hombre situado en aquella playa. Esta figura antropomórfica bien podría ser también el símbolo, para Miró, de aquel lugar. Es la playa de la Pixerota, aquella donde iba siempre Miró. Me gusta pensar que el título de este cuadro, “La trampa”, es exactamente lo que dice, una trampa que ponea Miró a los posibles estudiosos de la su obra. Aunque, según Jacques Dupin37, este título fue decidido por alguno de los amigos del pintor con su aprobación. “Los títulos fueron atribuidos en la época de la ejecución por los poetas amigos de Miró y con su aprobación; tal es el caso de… La trampa…”. Esta información no altera el sentido de la trampa que, creo que tiene esta tela. En cualquier caso, debía ser un amigo muy cercano que conocía aquel lugar o que Miró le había comentado con detalle el sentido del cuadro. Este cuadro es sin duda una trampa. En 1941 Miró, después de volver a España desde Varengeville-sur-mer (Normandia), de la Francia a punto de la ocupación alemana y escapando de los primeros bombardeos, escribirá en un cuaderno sus reflexiones sobre el oscuro futuro que prevé: “Es necesario estar dispuesto a trabajar en la más total indiferencia y obscuridad. Si llega a faltar material de trabajo, ir a la playa y hacer grafismos con una caña en la arena, dibujar el rayo de una meada sobre la tierra seca, dibujar en el vacio del espacio el gráfico del canto de los pájaros, el ruido del agua y del viento y de una rueda de carro y el canto de los insectos...”. Es la playa de la Pixerota, el campo de Les Pobles, de Mont-roig. Aquel gran pene con el dibujo del líquido (tres líneas) cayendo a tierra, no es más que la ejemplificación de la Pixerota. Miró hizo un dibujo previo38 donde esto es más explícito, pues hace que del pene brote un riachuelo (riera) donde navega una pequeña barca al lado de un pez. También coloca otro ojo a la alturaa del vientre del hombre. En este dibujo, para que no haya confusión, Miró ya escribe “La Piège” (La Trampa). En un dibujo que hace el 14 de agosto del mismo año 192439, encontramos un hombre fumando con pipa, como el cazador del cuadro, y con un falo desmesurado. Del año siguiente (1925) es un dibujo preparatorio40 donde un hombre totalmente esquematizado (una cabeza y un pene) está orinando a tierra; este podría ejemplificar aquella frase de Miró del 1941. 36 “Taillandier”. Edicions Polígrafa (1993), pág. 128. 38 “Obra” n. 223. “FJM” n. 641a. 39 Drawings n. 205. 40 “Obra” n. 327. “FJM” n. 739. 37 18 Esta figura antropomórfica (Pi del Baltasar / la playa de la Pixerota / el propio Miró?) es la conclusión de un largo proceso que Miró inicia con “Paisatge de Mont-roig” (1914) y que ha ido avanzando en los cuadros de los paisajes de Mont-roig hasta llegar a “La masia” (1921-1922), y acabando con “Terra llaurada” y “Paisatge català (El caçador)” (1923-1924). Mont-roig es Cataluña y, además, Miró espiritualmente forma parte. En este corto período 1923-1924 Miró comienza a engendrar unos cuantos signos que después se prolongaran por toda su obra. Ya habíamos citado la escalera (que la incorpora per primer vez en “Paisatge català (El caçador)”), y ahora con la presencia de los ojos mironianos. Estos van a menudo ligados a los árboles. Ya veíamos anteriormente como cuando Miró escribía a Ràfols (7-10-1923), empezando “Terra llaurada”, le decía que estaba pintando “arboles con orejas y ojos...”. También hará lo mismo en “Paisatge català (El caçador)”, poniendo un ojo adosado a la forma redonda / algarrobo. Y en aquella figura antropomórfica (medio árbol y medio hombre) de “La trampa” (1924), el ojo estará situado en la parte del árbol. Siguiendo el hilo de esta tela, “La trampa”, con el árbol / hombre con pene, es interesante tener en cuenta un dibujo preparatorio41 donde, también en la playa (de la Pixerota), hay una higuera en primer plano con un hombre encima de una rama (parte superior derecha) que solo vemos de cintura hacia abajo y con un pene bien visible. En una primera visión casi se confunden en un solo cuerpo la higuera y el hombre. Alguna cosa también hace pensar que la higuera presenta una configuración antropomórfica, las ramas recuerdan los cabellos. Nos sorprende como a la altura donde podría haber un ojo (la figura aparece de perfil), hay una forma que lo recuerda. Pero no es más que una de aquellas protuberancias que tienen los troncos de higuera. El dibujo nos muestra una higuera cerca de la playa (de la Pixerota); este contexto nos recuerda tanto el cuadro “Platja de Mont-roig” (1916) como aquel dibujo, citado antes, del 191842. Miró parece que acaba haciendo confluir aquellos árboles que, en la playa de la Pixerota, vivían cerca de la arena: tanto el majestuoso Pi del Baltasar del cuadro y del dibujo, como esta higuera. Y todos estos árboles devienen antropomórficos, tienen una cierta presencia humana. Recordaremos el pino meando del cuadro “La trampa”. 41 42 “FJM” n. 633b. “Drawings” n. 173. 19 Este nodo / ojo de este dibujo de la higuera también lo encontramos en otro dibujo previo, el del tronco (también) de una higuera43, o varios en el del tronco de un eucaliptus44. En este, hay cinco nodos más o menos redondos y con un punto en medio, pero el cuarto (contando desde arriba) es aquel típico ojo mironiano. Finalmente quiero citar un dibujo45, también del 1924, donde un caracol está situado delante de una forma ondulada con cuatro ojos, uno en cada una de les partes superiores de la ondulación. “Puedo decirte de donde vienen mis personajes que tienen ojos por todos los sitios: un ojo en la cara, un ojo en la pierna, un ojo en la espalda... Surgieron de una capilla románica donde hay un ángel que tiene las plumas substituidas por ojos. Otro ángel románico tiene ojos en la mano. Lo vi cuando aún era un niño, en Barcelona...”46. Hasta la “La masia” (1921-1922), los paisajes mont-rogencs querían reflejar aquella realidad, no tan solo el que uno puede mirar detenidamente, de una manera precisa y detallada, sino que (como hemos visto) incorporaban elementos vivenciales. Con “La masia” hace aquel resumen final de la vida en el camp, de los animales que hay. Son cuadros donde miramos y todo parece encajar, se explican visualmente por ellos mismos. Además, todos estos son paisajes que están prácticamente deshabitados. Cuando llegamos a “Terra llaurada”, “Paisatge català (El caçador)” o “La trampa”, no solamente por la ruptura de los códigos realistas anteriores, los intentos de lectura de estas telas nos conducen a analizar separadamente sus componentes y, a continuación, intentar establecer relaciones entre ellos, a buscar pequeñas narraciones a partir de les cuales es posible definir una (la?) posible historia. Miró: “Yo he hecho narración. Por ejemplo... en “Paisatge català (El caçador)”... se ve el corazón del cazador. Está meando... Un avión atraviesa el cielo mientras se ve la barca de un pescador pescando... en un lado hay un fusil... Esto es una historia... Un personaje me lleva a otro... son las asociaciones de formas y de ideas: una forma me da una idea, esta idea me da otra forma y el conjunto conduce a unos personajes, animales...”47. En algunas declaraciones de Miró sobre los cuadros de esta época, cuando explica aquellas historias de que hablaba anteriormente, en algún caso parece como si las confundiera, mezcla las que aparentemente son de un cuadro con otro. Seguramente es que, estas, son la misma historia, la vida del campesinado en Les Pobles, en Mont-roig. En 1925 acaba en París dos telas: “Paisatge” y “Diàleg d’insectes”48. Ambas son evocaciones (explicites) de Mont-roig. Miró vuelve a pintar pals de ballarí, ya sea en la forma más característica a la manera de un cono extremadamente alargado y alzándose hacia el cielo, o bien ligeramente curvados. Por otra parte, reencuentra aquellos animalitos que ya había inventariado en “La masia”. Recordaremos que nos decía: “Los animalitos y los pájaros me hipnotizan. Sobre todo, estos animalitos casi invisibles, los insectos, las mariposas”49. Veremos que esto continua en la siguiente tela, “Carnaval d’Arlequí”50 (1924-1925), donde también está lleno de animales y animalitos. 43 “Obra” n. 196. “FJM” n. 600. “Centenari”, pàg. 172, abajo a la derecha. “FJM” n. 594b. 45 Drawings n. 226 46 “Taillandier“. 47 “Taillandier“. 48 Paintings n. 113 i 114. 49 Documental “D’un roig encès: Miró i Mont-roig”. 50 Paintings n. 115. 44 20 “Paisatge” “Diàleg d’insectes De “Diàleg d’insectes” hemos de destacar como a menudo hay un animal mirando frontalmente al espectador; en este caso es el insecto de más a la derecha. Sorprende aquel enorme pal de ballarí que surge en primer plano (y en contrapicado) de la tierra alzándose hacia al cielo, a la manera de una escalera, estallando en siete ramificaciones. Unos insectos sobrevuelan cerca de este pal de ballarí. Citábamos anteriormente aquella creencia payesa que, los veranos, con muchos pals de ballarí, atraen los insectos y predicen una buena cosecha de aceitunas. Miró conoce los dichos de los payeses, sus trabajos, las costumbres enraizadas en la vida en el campo de Mont-roig. En la obra de Joan Miró (casi) nada es casual, esos insectos alrededor del pal de ballarí nos llevan a aquella nube alargada que corona la Mola de Colldejou del cuadro “Vinyes i oliveres” (1919). Cuando los payeses de Mont-roig, en tiempos antiguos, veían aquella nube aseguraban que llegaba mal tiempo. Decían: “Cuando la Mola tiene sombrero no te fíes”. Miró escuchaba los payeses de su mas y de Les Pobles, preguntaba sobre las coses del campo. Cuando pinta incluye algunas de estas referencias. También en “Hort amb ase” (1918) pinta unos surcos con cresta, bien definidos. Sabemos que los payeses de Mont-roig, de entonces, “eran admirados especialistas en hacer crestas labrando; eran maestros del arado, dejaban unas crestas tan perfectas que eran la envidia de los payeses de otros pueblos, que los hacían con la azada...”51. En “Hort amb ase” y “La teuleria” (1918) llena el cielo de nubes labradas, de aquellas nubes que anuncian la llegada del violento viento del mistral. Este viento es una característica importante del campo de Mont-roig. En “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925) hay dos personajes centrales, el de la izquierda presenta aquellas características que hemos visto antes del hombre: bigotes, la pipa humeando, el pene...; es el arlequín del título. El otro tiene una guitarra y canta, parece que los dos puntos negros sobre unas formas redondas rojas sean sus pechos y, en la parte baja, una rueda puede representar el sexo. Y alrededor, un total desorden: una forma serpenteante que cruza de derecha a izquierda y acaba con una mano que no sabemos si quiere atrapar uno de aquellos insectos o juega con una pelota; un insecto sale de una caja jugando con una pelotita y mira sorprendido el pene del personaje; otro 51 Francesc Mundi Pedret a “Records de Mont-roig”, “Ressò mont-rogenc” núm. 55 (1995), pàg. 21. 21 animalito que recuerda la forma de la sardina de “Paisatge català (el caçador)” sobrevuela en los pies de la escalera... Si “La masia” era un inventario sobre la realidad payesa de Mont-roig, de su mas de Les Pobles, ahora el “Carnaval d’Arlequí” lo es de la irrealidad de sus sueños, despierto y echado en la cama de su taller de París, de la rue Blomet. Enmarcando el desorden: una escalera a la izquierda, una ventana y una mesa a la derecha. La escalera es omnipresente en la parte izquierda. “Otra forma recurrente en mi obra es la escalera. En mis primeros años era una forma plástica que aparecía frecuentemente porqué se encontraba cerca de mí...”52. Habíamos visto como la incorpora (esquematizada) en “Paisatge català (El caçador)”. Ahora es una escalera por donde asciende una cierta historia mental de Miró, pero el exterior está en el otro lado, a la derecha, representado por la ventana. Es una escalera sensorial, tiene dos ojos (uno en los pies y otro en la cúspide) y una oreja. Miró comentará: “El ojo que lo ve todo y la oreja que lo oye todo. Es un ojo general. Ahora la oreja ha desaparecido totalmente de mi obra. Pero el ojo, no, el ojo se ha quedado. La oreja es enteramente simbólica; en cambio, el ojo no lo es, es una cosa muy objetiva, que ve. La tela mira al espectador...”53. Este trayecto mironiano que de “Terra llaurada” (1923-1924) avanza hacia “Paisatge català (el caçador)” (1923-1924), deriva hacia la “La trampa” (1924), y llega a “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925). Siempre nos hemos encontrado que los ojos y las 52 Entrevista de J. J. Sweeney, publicada en “Partisan Review” núm. 2, con el título “Joan Miró: Comment and Interview” Nova York (1948). 53 “Raillard”, pág. 135. 22 orejas, cuando no están directamente asociadas a formes humanas, Miró las asigna a arboles (decía que pintaba “arboles con orejas y ojos...”). También hemos visto como en algún caso confiere al conjunto pita / pal de ballarí la presencia de un árbol. ¿Qué hacen los dos ojos y la oreja en la escalera? Una posible respuesta la tenemos en la verosimilitud que nos lleva a pensar que esta escalera de dos palos alargados es consecuencia de dos Pals de ballarí. Aquel tallo leñoso que surge de en medio de la pita, cuando esta se prepara para morir, está llena de fibras enroscadas. Una vez cortada y secada, alguna vez me han contado que permitía hacer largas cuerdas o, mejor, eran vigas perfectas para aguantar los techos de los pequeños mansos. Tienen una gran capacidad de flexión, pueden soportar una importante curvatura sin romperse. También alguna vez me han comentad que servían per hacer escaleras rudimentarias para subir a los arboles (per ejemplo, a los algarrobos). Una planta tan arisca, y tan aprovechable. En estos últimos años, una vez que hacía una visita guiada en el Centre Miró, cuando al final del recorrido explico mi lectura de “Terra llaurada”, aquel Pal de ballarí en la pintura de Miró, una persona de una cierta edad me sorprendió diciendo que, de joven, aún había visto hacer escaleras con dos pals de ballarí. La relación entre la escalera mironiana y el pal de ballarí (la pita) resulta maravillosamente coincidente en una de les fotografíes (de los años cuarenta) del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pág. 34, del taller que tenía en el pasaje del Crèdit de Barcelona. En la pág. 42 vemos, en una vista en detalle, que de un cesto de esparto sobresalen las ramas de los racimos del pal de ballarí, mientras a su lado hay una calabaza. Pero en la fotografía de la pág. 34, la vista general de aquella sala, alguien (Miró?) ha substituido la calabaza para poner al lado de los racimos del pal de ballarí una pequeña escalera (en miniatura). Además, aunque la composición de esta vista está llena de elementos y objetos, este conjunto del ballarí y la escalera están visualmente remarcados a la izquierda y arriba de todo de un armario negro (como si hiciese la función de una gran peana). Resumiendo, parece como si la escalera mironiana también fuese, a veces, un Pal de ballarí, una evolución suya. Si este último era el camino (alzándose muriéndose) para llegar a una nueva vida, en otro estadio, la escalera para Miró también es el símbolo de elevación poética hacia otras realidades, otros caminos artísticos. 23 En cualquiera de los casos, esta escalera mironiana del “Carnaval d’Arlequí” (19241925) también es un elemento antropomórfico (tiene ojos y oreja). Veíamos que en los dibujos previos de la época de “Terra llaurada” (1923-1924) ya hace dos de estas escaleras54 y que escribe para remarcarlo: “Echelle” (Escalera). También en un dibujo55, del 2 de setiembre de 1924, tenemos una escalera como un elemento central, una rueda y un cubo en el que cae un líquido. Aquí también debe haber una de aquellas pequeñas historias mironianas de estos años. Repasando los dibujos preparatorios de 1924 encontramos tres en los que Miró hace escaleras. En el primero56, también la escalera tiene una presencia importante, está apoyada en la pared al lado de un estante donde hay un cántaro. En el segundo57, que titula “Viticultura”, la escalera permite que un hombre esté encima de todo, quizás vertiendo la cesta o portadora que tiene a su lado en el encerado del carro, durante la vendimia. y el tercero58, donde escribe “Danseurs espagnols au son du phonograph” (Bailarines españoles al son del fonógrafo), la escalera conduce del suelo, donde están los bailarines, a la trompa del fonógrafo de donde sale la música. Mercè Calaf Domingo, hija de los masoveros del Mas Miró del 1927 al 1955, me comentaba que, cuando Maria Dolors Miró tenía unos dieciocho años (hacia 1948) 54 “Centenari”, pág. 174, abajo a la derecha (en la parte inferior y a la izquierda del dibujo). “Obra” n. 198. “FJM” n. 617a. 55 Drawings n. 208. 56 “Obra” n. 207. “FJM” n. 613. 57 “Obra” n. 208. “FJM” n. 616. 58 “Obra” n. 224. “FJM” n. 637. 24 organizaba fiestas en el mas, con los amigos de Les Pobles, con una gramola (marca “La Voz de su amo”) que tenía su padre; esto era veinticuatro años después de aquel dibujo. Era la misma que la del dibujo? Es en esta época (1923-1924) en la qué Miró crea este signo de la escalera, que a menudo tendrá una presencia poética (de evasión) y alguna vez (alrededor de la Guerra Civil) adoptará la representación de huida. “La migdiada”59 (1925) es una de aquellas “Pinturas oníricas” (o “Pinturas del sueño”) que Miró hace en el período 1925-1927. Es una de aquellas historias que Miró pinta en este período. Antes pero, hará dos dibujos previos60 donde en ambos escribe: “La sieste”. Comenta: “Es toda una escena, con todos los accesorios. Hay el mar, una vela, una bañista, una cordillera. El sol... un pájaro en una nube... Cortando la primera horizontal, la de la playa, hay un corro de danzantes. Esta vez es una sardana! El asno atado al árbol juega a pelota con el conejo. Hay una escalera con un pájaro en uno de los peldaños, mariposas, un cántaro. En primer término hay un acordeón, un porrón, hierbas, flores, una patata, uva (es para los postres!). A la izquierda hay la casa, con la pared agrietada donde podemos ver un reloj de sol señalando el mediodía. Delante la casa, la mujer, estirada, duerme, sueña: unas siluetas se insinúan en una nube...”61. Comentemos esta narración. Como ya debe quedar claro, a estas alturas, la playa de Miró es aquella de la Pixerota. El ejemplo más claro lo tenemos en aquella vista general 59 Paintings n. 119. “Obra” n. 269 i 270. “FJM” n. 609 i 636b 61 “Carnets” pág. 75. 60 25 del cuadro “La platja” (1916), que es desde el barranco de Rifà (desde el sur y mirando hacia Cambrils); pero ahora lo que hace Miró en el primer dibujo (también en la tela final) será situarse en el barranco de la Pixerota y obtener la vista mirando hacia el sur, hacia a Hospitalet de l’Infant. Por lo cual la cordillera que cita es el Coll de Balaguer, la frontera natural entre el Camp de Tarragona y les Terres de l’Ebre. De todas maneras Miró ordena los elementos de la playa en la composición que le conviene; por ejemplo, vemos que la casa tiene la fachada de espaldas a la playa. En el dibujo de aquella playa hace tres elementos remarcables: la casa, “el árbol” y, en medio, la escalera. Hasta ahora, siempre que ha pintado esta playa sitúa un árbol, puede ser el Pi del Baltasar o el pal de ballarí de una pita; de hecho, su forma es parecida. Sobre la casa, Miró remarca que tiene “la pared agrietada”, de la misma manera como pintaba la casa de los masoveros que del cuadro “La masia” (1921-1922). Hay la escalera, que conduce del suelo (de la zona del picnic festivo) al cielo, pasando por la núbe del sueño de la mujer dormida. La escalera será uno de los elementos que se perderán en el camino hacia la tela final. Pienso que queda incorporada en la parte inferior de aquella forma blanca culminada per un cuadrado, a la manera de una cara esquematizada. Es remarcable como en otro dibujo previo62 a un cuadro del mismo momento (“L’àpat dels masovers”63) también pone una escalera. En este caso, la escalera parece que no sea más que un utensilio de los masoveros. En cambio en el dibujo previo de “La migdiada”, por su disposición y tamaño porqué nos lleva a la nube, es alguna cosa diferente. En cualquier caso, en este dibujo de “La migdiada”, tenemos uno al lado del otro, a la escalera y el pal de ballarí. Esta casa de la playa de la Pixerota es la llamada Casilla dels carrabiners, un edificio de dos plantas que servía de cuartel para vigilar la playa, desde principios del siglo XX. Los cimkientos de esta construcción, desde hace años, se encuentran a unos cincuenta metros mar adentro. El mar se ha tragado gran parte de la playa de años atrás. Tota aquella costa, prácticamente deshabitada, hasta los años sesenta, desde la riera de Riudecanyes (al final del termino de Cambrils) hasta Hospitalet de l’Infant, (unos catorce quilómetros), era un lugar habitual de llegada de contrabando (principalmente), tanto en les playas de Les Pobles, como las de los Prats y hasta llegar al coto del marqués de Marianao (actual Miami). Miró continua explicando, ahora sobre el segundo dibujo previo de “La migdiada”: “De todos los detalles... en el segundo dibujo, solo quedan la bañista, una ola, la línea de montañas, el sol; todo mucho más esquemático...”. Este dibujo ya es cercano al cuadro final. Añade: “La mujer es objeto de una extraordinaria metamorfosis: se une con la 62 63 “Obra” n. 265. “FJM” n. 620a. En la parte inferior derecha. Paintings n. 117. 26 casa para convertirse en una sola forma, se unen el cuadrado de la casa con su cuerpo de sirena. Y de esta forma es de donde sale la flecha del reloj de sol...”. De la Casilla dels carrabiners64 tenemos varias relevantes fotografíes de Joaquim Gomis. La importancia de este edificio en Miró se hace evidente en estas fotografíes. Además de la vista general de la playa con la Casilla dels carrabiners, hay la vista frontal relativamente cercana, y la del propio Miró delante mismo de aquel edificio65. Cabe destacar esta última de Miró solo y, además, formando casi una sola apariencia o conformación con la casa. Miró y la casa presenten la misma angulación, miran hacia el mismo lugar. Gomis debía conocer el sentido que tenía aquella Casilla dels carrabiners. Hemos visto como Miró habla “de una extraordinaria metamorfosis” de la casa con la mujer. En la fotografía de Gomis parece que se quiera reflejar esta conjunción de Miró con aquella casa, con aquella playa de la Pixerota. Gomis era primordialmente un amigo de Miró que, además, hacía valiosas fotografías. Como ya he citado antes (y también en otros casos), parece como si Gomis hiciera el encuadre y la composición precisa en referencia a les imágenes mironianas (de cuadros o mentales / ideas); debía saber concretamente la intención de Miró. En algún caso, me ha llegado por la familia Gomis, que Miró le había sugerido concretamente alguna fotografía. Miró pasa las fiestas de Navidad de 1925 en casa de sus padres en Barcelona; a continuación, irá a Mont-roig. El 9 de julio de 1926, el padre del pintor, Miquel Miró Adzaries, moría en el mas de Mont-roig. Miró no volverá a París hasta enero de 1927. Vivirá en el 22, rue Tourlaque, en la cité des Fusains; cerca del cementerio de Montmartre. Trabaja intensamente, vive cerrado en su taller y prácticamente no ve a nadie. Aquí se estará, en sus estancias en París, hasta mayo de 1929. El verano de 1926, en Mont-roig, deja las “Pinturas oníricas” que hacía en París. Retornará a los paisajes, los hará muy sencillos, con una gran libertad. Serán los “Paisajes imaginarios”. Uno de estos es “La llagosta”66 (1926). “Mi idea inicial era realmente la langosta...”, en el primer dibujo previo tan solo hay este animalito y un pequeño árbol al fondo. En el cuadro hay también: “...las montañas, el mar, el vuelo del insecto después del salto y su metamorfosis... el sol, donde se dibujan las formas 64 También llamada Casa de carrabiners. La primera fotografía, la vista hecha desde lejos sale publicada en la pág. 88 del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”. La segunda, la visión frontal de la casa está en la pág. 73 del libro “Atmosfera Miró”, Fotoscop de Joaquim Gomis y Joan Prats. Finalmente la de Miró delante de aquel edificio está en la pág. 89 del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”. 66 Paintings n. 220 65 27 invertidas de las montañas y la escalera de la evasión, en este caso del salto... Entonces yo era en el campo, en Mont-roig, y veía los grillos y toda clase de insectos...”67. Los elementos escalera / rueda que ya aparecían en aquel dibujo68, del 2 de setiembre de 1924, ahora lo tenemos en el cuadro “Paisatge”69 (1926). En estos casos, la escalera mironiana pierde su presencia realista, donde los palos de la escalera tienen un cierto volumen, para sintetizarse en dos simples líneas verticales con cuatro o cinco líneas de peldaños. La última tela de aquel 1926 será “Gos bordant a la lluna”70. “yo había hecho una historieta ilustrada. Me importa un rábano, sabes. Esto es lo que respondía la luna al perro que ladraba: Bub, Bub...”71. Para Miró, un perro ladrando debía ser una situación normal en aquellas fincas de Les Pobles, también les tenía un cierto respeto. Ya había pintado uno (ladrando) en “La masia” (1921-1922), al lado de aquel camino de las pisadas. También en “Terra llaurada” tenemos aquel perros desafiante; en una de las anotaciones que hace en una hoja como a preparación del cuadro, escribe: “...perro del Poca...”72. Y le decía a Georges Raillard, hablando del mismo perro: “Era un perrito muy malo, por esto le puse unos pinchos que hacen daño cuando te acercas. Era el perro que guardaba la casa...”73. No deja de ser curioso que aquel perro del Mas d’en Poca del cuadro “La masia” (1921-1922) que estaba 67 “Carnets” pág. 77 i 78. Drawings n. 208. 69 Paintings n. 217. 70 Paintings n. 222. 71 “Carnets” pág. 74. 72 “Centenari”, pág. 170. “FJM” n. 52i. 73 “El color dels meus somnis. Converses amb Georges Raillard”, pág. 50. En adelante: “Raillard”. 68 28 ladrando muy cerca, como dirigiéndose a la pita del camino, Miró comente que, en “Terra llaurada” (1923-1924) “...le puse unos pinchos...”. Probablemente los mismos pinchos de las pitas. Más conjunciones. Ahora, en este cuadro solo es un perro ladrando a la luna. A la luna, ejemplificación de la noche, del mundo de los sueños, al que se debería acceder por aquella escalera de la izquierda del cuadro. Y que ya ha subido el propio Miró. El perro real del Mas d’en Poca siempre ladraba al pintor. Esta grandiosa escalera de la parte izquierda recuerda la del “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925). La del cuadro “Gos bordant a la lluna” tiene una anécdota curiosa que explicaba Lluís Permanyer en “La Vanguardia” (25-5-1978). Permanyer trabajaba en los años sesenta en la editorial Aymá-Proa. Comenta: “…de la producción realizada por Aymá-Proa quiero destacar particularmente una, a la que sentimentalmente me siento ligado. Sabía que cuando (Henry) Miller escribió la fabulosa narración corta “El somriure al peu de l'escala”, escribió en una de sus páginas que evidentemente al mencionar la escalera él sólo podía referirse a la que aparecía en aquella tela excepcional de Joan Miró conocida por “Gos lladrant la lluna”. De ahí que propusiera al director literario, Joan Oliver, pedir al artista la realización de la portada de la traducción catalana. No sólo le gustó la idea, sino que inmediatamente decidió ser él mismo quien tradujera la obra. Así pues me trasladé, también con las bendiciones del editor J.B. Cendrós, a Palma de Mallorca para hacer personalmente la gestión. No olvidaré el afecto con que me recibió Miró, a quien yo no conocía, y sobre todo la manera entusiástica y desinteresada con que aceptó pintar la cubierta…”. Es va publicar el 1970. En uno de estos “Paisajes imaginarios”, “Paisatge amb gall”74 (1927), volvemos a encontrar aquella escalera mironiana y (otra vez) una rueda aislada, como perdida en el paisaje. En esta época vemos como acostumbra a utilizar el símbolo de la rueda. Esta ya estaba en el cuadro “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925), donde uno de los dos personajes centrales, el de la derecha en la parte baja, tiene una rueda que parece representar el sexo. También estaba en aquel dibujo75, del 2 de setiembre de 1924, donde la escalera es el elemento central. 74 75 Paintings n. 225 Drawings n. 208 29 Teníamos la conjunción escalera / rueda en: Drawings n. 208 “Paisatge” Fragmento de “Carnaval d’Arlequí” De la rueda del cuadro “Paisatge català (El caçador)” (1923-1924), en la parte superior izquierda, nos comenta Miró: “...A la izquierda, el avión Tolosa – Rabat, que volaba por encima nuestro una vez a la semana, representado en el cuadro por la rueda de la hélice, la escalera y dos banderas, la francesa y la catalana...”76. Este “avión Tolosa – Rabat” hacía la línea postal entre aquellas dos ciudades; se inauguró en marzo de 1919. Fue una gran gesta aeronáutica de la que hablaron a menudo los diarios. Miró debía saber que estos aviones seguían la costa hacia el estrecho de Gibraltar, por lo cual pasaban por Mont-roig. Por ejemplo una noticia de “La Vanguardia” del 13 de marzo de 1919 dice: “Pasaron por La Enveija, a bastante altura, dos aeroplanos en dirección a Levante. Se cree que se trata de esos gigantes del aire que hacen el trayecto París Rabat”. Vemos que aunque a considerable altura (para la época) eran visibles. Por cierto, el pueblo citado es Sant Jaume d’Enveja, de la comarca del Montsià, a unos sesenta quilómetros al sur de Mont-roig. A partir de 1926 este vuelo lo haría Antoine de Saint-Exupéry, el famoso autor de “El pequeño Príncipe”. Hay una escultura de Miró, “Personnage et oiseau”77 (1966), coronada por un avión (“l’ oiseau”), que bien podría hacer referencia a aquel avión y a Saint-Exupéry. 76 “Carnets” pág. 65. Catalogada como E085 en el libro “MIRÓ (Sculptures. Catalogue raisonné, 1928-1982)” de Emili Fernández Miró y Pilar Ortega Chapel (Daniel Lelong – Successió Miró, 2006). 77 30 Vemos que les ruedas de “Paisatge català (El caçador)” (1923-1924) y “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925), son la hélice de un avión y el sexo de la mujer. En cambio las ruedas de aquel dibujo (Drawings n. 208) del 2 de setiembre de 1924 y de los cuadros “Paisatge” (1926) y “Paisatge amb gall”78 (1927), relacionadas con escaleras de una manera más relevante deben representar otro sentido. Pienso que más relacionado con la tierra, a la vida cotidiana en el camp. Quizás sea el elemento terrestre que nos lleva a la escalera que nos conduce al cielo, al imaginario. En aquel texto que Miró escribe en 1941, después de volver a España desde Varengeville-sur-mer (Normandía), aquellas reflexiones sobre su futuro, comenta: “... Es necesario estar dispuesto a trabajar en la más total indiferencia y obscuridad. Si llega a faltar material de trabajo, ir a la playa y hacer grafismos con una caña en la arena, dibujar el rayo de una meada sobre la tierra seca, dibujar en el vacío del espacio el gráfico del canto de los pájaros, el ruido del agua y del viento y de una rueda de carro y el canto de los insectos...”. Está describiendo el mundo rural, el contexto sonoro del entorno de los payeses (en Les Pobles). Sabemos que Miró tenía unas ruedas de carro, situadas en lugares relevantes en sus talleres de Mont-roig y de Palma de Mallorca (en este, estaba en la pared que separaba / unía? la vivienda de Miró y su familia con el taller de Son Abrines). Taller de Mont-roig (Fotografies d’Ernst Scheidegger79) Palma de Mallorca (Fot. Joaquim Gomis80) Siempre hay esta relación tierra / cielo. A menudo intercambia los papeles: el cielo como en la tierra o al revés. Lo veíamos cuando en “Hort amb ase” y “La teuleria” (1918) llenaba el cielo de lo que yo definía como nubes labradas. También lo tenemos en las estrellas mironianas, cuatro fragmentos de líneas rectas entrecruzadas. La llave parar entender el origen de las estrellas mironianas está en el cuadro “Mont-roig: poble i església” (1919). Podemos observar como en la parte inferior derecha, y en primer plano, hay un grupo de tres conjuntos de tres cañas de bajoqueres (judías verdes) o 78 Paintings n. 225. Del libro “Miró: Huellas de un encuentro” d’Ernst Scheidegger, Maeght Éditeur (1993) , pág. 66 i 67. 80 Del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pág. 126. 79 31 tomateras que se entrecruzan en la parte superior. Si concretamos la mirada en este espacio, podemos apreciar que definen unas simples estrellas. Miró pinta, en este mismo cuadro, otro grupo de tres conjuntos de tres cañas un poco más arriba. Estas casi ya son estrellas, han perdido (casi) la parte inferior de les cañas. Fragment de “Mont-roig: poble i església”. Hay una fotografía de Joaquim Gomis, hecha en el mas Miró, donde encuadra exactamente un grupo de cañas como indicando esta simbolización. Además, vemos que el conjunto de la izquierda está en primer plano y que las de la derecha están más al fondo. Ya hemos visto en otros casos coma a veces Gomis parece que haga fotografías “inspiradas” en Miró o sugeridas por él. Las estrellas de Miró tienen su origen en la tierra, en el campo de los payeses. Miró empieza a utilizar frecuentemente este símbolo en la serie las “Constel·lacions”81 (21-1-1940 a 12-9-1941). En el segundo cuadro de la serie, “L’escala de l’evasió”82 y en el treceavo “Nocturn”83, en ambos casos, en la parte superior izquierda. En el primer caso pinta las líneas unidas en la parte central por un gran punto negro. A partir del segundo caso, ya se limita a hacer tan solo aquellas líneas que se entrecruzan. Ya son aquellas simples estrellas mironianas. Fragmento de “L’escala de l’evasió” Fragmento de “Nocturn” 81 Paintings n. 628 a 650. Paintings n. 629. 83 Paintings n. 640. 82 32 En el primer caso, las líneas con el punto central negro recuerdan el interior de les ruedas. En cualquier caso, creo que les estrellas mironianas proceden de la tierra, ya sea de les cañas de les bajoqueres o de las ruedas de carro, siempre tienen su origen en el campo de los payeses. Al final de esta década de los años veinte en los que Miró rompe con el realismo detallista de los paisajes mont-rogencs e inicia el camino hacia la abstracción, su vida personal hará un cambio importante, se casará con Pilar Juncosa Iglesias el 12 de octubre de 1929. Pronto se instalan en París, en el 3 rue François Mouthon. En mayo y junio de 1930 van a Palma de Mallorca, en julio a Barcelona y, de agosto a finales de noviembre, al mas de Mont-roig. Habremos de saltar unos años para volver a encontrar esta conjunción escalera / rueda, será en el dibujo “El circ”84 (1934). Aquí la rueda será de la bicicleta de uno de los personajes. Dos años antes, el 12 de setiembre de 1932 Alexander Calder y la su esposa llegan al Mas Miró, venían de Nueva York pasando por Málaga y Barcelona. Miró envía una carta a Sebastià Gasch (12-9-1932): “Los Calder han llegado hoy, están contentos de los días que han pasado en Barcelona contigo y Prats... Estarán aquí unos ocho o diez días...”. Calder y Miró se habían conocido en París en 1928. Aprovechando la estancia en el Mas Miró, Calder hizo una representación del llamado “Circo Calder”. El mismo lo comenta en su “Autobiografia”: “hice una representación delante de los Miró, muchos chicos y vecinos...” (19-9-1932). Este espectáculo lo había creado en el período 19261930; es un conjunto de pequeñas figuras de alambre, madera, papel, cuerda... que se sitúa bajo una especie de carpa. Todo hace tan solo unos 140 x 240 cm. Es un circo en miniatura que se movía mediante las manos de Calder y que acompaña con algunas frases y ruidos. Miró ya había visto una representación del “Circo” en el taller de Calder en París. En setiembre de 1972, en el catálogo de la exposición de Calder en la Sala Peraires de Palma de Mallorca, Miró escribe: “¿Sandy... Te acuerdas de aquella representación en el mas de Mont-roig con todos los payeses?...”. En 1975 en la conversación con Georges Raillard, Miró añade: “el Circo se presentó en galerías, pero allá, en Mont-roig, fue una auténtica representación popular...”85. En “Terra llaurada” (1923-1924), en la parte izquierda, había aquella majestuosa pita con su pal de ballarí que, como propongo, evoluciona a las grandiosas escaleras, que también Miró sitúa en la parte izquierda de los cuadros “Carnaval d’Arlequí” (19241925) y “Gos bordant a la lluna” (1926). 84 85 Drawings n. 477. “Raillard”, pág. 85. 33 También tiene la misma disposición la escalera de “El circ” (1934). En 1935 con la tela “L’àpat dels masovers”86 hará lo mismo. También tenemos algunos de aquellos animales que venían de “La Masia” (1921-1922) y continuaban en “Terra llaurada” (1923-1924), “La trampa” (1924) o “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925). Estos masoveros son los de su mas en Mont-roig. En el reloj de la pared Miró remarca las doce. En el cuadro “La migdiada” (1925) también marca la misma hora. El “Glorioso Alzamiento Nacional”, 18 de julio de 1936, sorprende a Miró en el mas. Habrá de marchar rápidamente, primero a Barcelona y, a finales de octubre, a París. Algunos milicianos del pueblo pensaban que Miró era una persona muy significada de derechas y corría la voz que estaba en peligro. A mediados de diciembre llegan a París su esposa e hija. En el mas de Mont-roig quedan su madre, su hermana y los masoveros. Durante la Guerra Civil en el Mas Miró hubo el Estado Mayor de la 11a división del V Cuerpo de Ejército del general Enrique Líster. Miró vive angustiado por la situación de sus familiares, del mas, de Cataluña y de España. En París va a dibujar a la famosa academia La Grande Chaumière, donde ya había ido en 1920, en su primera estancia en la capital francesa. Va prácticamente cada día, dibuja mucho. Son cuerpos femeninos desnudos de las modelos87. Hará noventainueve “Comprendí que el realismo, un cierto realismo, es una manera formidable para salir de la desesperación... Volví a dibujar”88. En 1937 hace el dibujo “Dona nua pujant l’escala”89. La escalera es tanto la de los peldaños donde sube la mujer como aquella esquematizada de la parte izquierda. Curiosamente, en la parte inferior izquierda, dibuja una circunferencia con tres líneas interiores que recuerda aquella rueda de algunos cuadros anteriores. Aquel mismo año (1937) del dibujo anterior y de los noventainueve dibujos de la academia La Grande Chaumière, Miró continuará dibujando casi frenéticamente. Hará ochenta seis otros dibujos. En uno de estos Miró volverá a aquel tema del circo. En “Els acròbates”90 también habrá una escalera, como aquella de los cuadros citados anteriormente, también casi llenando la parte izquierda. En este caso, es aquella escalera sintetizada. 86 Paintings n. 489. Drawings n. 624 a 722. 88 “Miró”, entrevista de Denys Chevalier, en “Aujourd’hui: Art et architecture”, vol. 7, n. 39 (1962). 89 Drawings n. 623. 90 Drawings n. 779. 87 34 Hay una fotografía de Joaquim Gomis del pasaje del Crèdit de Barcelona donde encima de un mueble con diversos objetos amados por Miró, de artesanía y cultura popular, vemos un juguete con un equilibrista encima de una especie de escalera91. En medio de este proceso de esquematización, Miró continuaba haciendo algunas escaleras (casi) realistas, como en “Gos bordant a la lluna” (1926), “El circ” (1934) y “L’àpat dels masovers” (1935). Uno de los temas que encontramos a menudo en la obra mironiana es el del autorretrato. Tenemos aquel de 1919 también conocido como “El jove de la garibaldina vermella”92. Miró lo pinta después de la serie de paisajes mont-rogencs, que acaba con “Vinyes i oliveres” (1919). Con este cuadro inicia un conjunto de naturas muertas que lo llevará a “La masia” (1921-1922), el compendio de sus paisjes de Mont-roig. En el período que va de 1937 a 1942, Miró tiene en proyecto varios autorretratos. Tan solo hará dos: “Autoretrat I”93 (1937-1938) y “Autoretrat II”94 (1938). Escribe a Pierre Matisse (3-11-1937): “Empecé mi retrato hace unas cuantas semanas, y si me sale bien, cosa que espero será el más sensacional que habré hecho. En el sentido profundo de la palabra, naturalmente...”. En otra, unos meses más tarde (5-2-1938): “El trabajo va bién. He destruido varias veces mi retrato, y ahora me parece que voy por buen camino, de aquí a unos dias lo habré dibujado y lo haré fotografiar y os enviaré una copia... Será una obra que resumirá toda mi vida...”. De este proceso se conservan una serie de dibujos previos95. En estos siete encontramos que, en cinco, Miró dibuja una escalera. En el último dibujo previo96, escribe: “El autorretrato que se metamorfosee en paisajes ciclópeos y paisajes y rocas de Montserrat / que recuerde el chien aboyant à la lune (31/12/38)”. Como vemos, cita aquel cuadro “Gos bordant a la lluna” (1926). Reencuentra aquel cuadre pintado doce años antes, aquel camino iniciado en “Terra llaurada” (1923-1924), aquel Pal de ballarí, 91 Del llibre “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pàg. 40. Paintings n. 72. 93 Paintings n. 578. 94 Paintings n. 579 95 “Centenari”, pàg. 354 i 355 96 “Centenari”, pàg. 355, a dalt a la dreta. “Obra” n. 789. 92 35 que moría para empezar un nuevo ciclo. Para encontrar los referentes inequívocos del “Autoretrat I” (1937-1938), podemos citar algunas precisiones que Miró escribió en 1941 y 1942, ya viviendo en Barcelona y en Mont-roig, cuando se proponía hacer otro autorretrato. Después de la Guerra Civil (1936-1939), Miró vuelve a la España de Franco en junio de 1940. Primero va a Mallorca, a casa de los suegros. Entonces esta isla ya hacía cuatro años que estaba en manos del nuevo régimen; había vivido la represión fundamentalmente durante 1936 y 1937. Ya era un territorio pacificado. En Mallorca era tan solo “el marido de Pilar”. Después de Pascua de 1941 retorna a Barcelona y en junio va a Mont-roig. Hacía cinco (difíciles) años que había marchado huyendo de la posible represión anarquista. Nunca, desde 1911, había estado tanto tiempo alejado del mas. Hasta 1976 iría regularmente tres o cuatro meses al año. En aquel verano de 1941, Miró inicia en Mont-roig un proceso de reflexión sobre su obra que se concretará en un “Quadern de notes” que encabeza (y precisa) con la frase “Empezada en Mont-roig en julio de 1941”. Parece, como tantas otras veces, que los momentos importantes los quiere vivir en Mont-roig. “Al venir nuevo a Mont-roig y hacer una revisión de mi obra me ha parecido esto una cosa muy fuerte, y muy hija de aquí. Al ver el paisaje del mas, con estas llanuras tan grandiosamente simples, me inspira muchas obras mías, simples, grandiosas y brutales; incluso los grafismos de los cantos de los pájaros, el ruido del viento, el rodar de una rueda de carro, un grito humano y el ladrar de un perro aparecen como muy esquemático. Contrariamente, al subir a la ermita de la Roca y ver las inmensidades del terreno con olivos, arboles, balsas redondas y cuadradas, la tierra labrada, toda esta riqueza de detalle me pone “Autoretrat I” (1937-1938) 36 de lleno en mis realizaciones actuales, lo que hace veinte años yo amaba y preveía sin conseguirlo plasmar lo hago ahora. Es conveniente, de vez en cuando, hojear las carpetas que tengo en Mont-roig, ver dibujos de hace veinte años con elementos que ahora me preocupan...”. Miró busca los referentes de los cuadros que pintaba en Mont-roig los años veinte. Los cuadros que surgen de aquella “Terra llaurada” (1923-1924). “Había también proyectado hacer un paisaje de Mont-roig. Ahora no siento la necesidad, lo que sí puedo hacer, es en el siguiente autorretrato hacer una cabezapaisaje con elementos humanos que recuerde el paisaje de aquí; metamorfoseándome con él...”. Más adelante concreta: “Dado el caso que no me interese pintar un paisaje de Mont-roig, como vagamente había proyectado en París, podría en este autorretrato intercalar elementos poéticos de este paisaje... por ejemplo la oreja que se termine con un algarrobo, los pelos de la barba que formen una viña, los pliegues de la americana las montañas puntiagudas de Escornalbou, olivos en los cabellos. Y así haré un retrato-paisaje, como tenía en proyecto y preveía. Ciertos elementos de paisaje, como la hoja de la viña, que sea realista... Las venas como si fuesen ríos, la barba de las mejillas como si los pelos fuesen un campo de hierba, los volúmenes de la cara como accidentes del terreno...”. “Autoretrat II” (abril 1938) En estas frases de Miró encontramos muchos de aquellos conceptos que afloraban en aquellos cuadros de los años veinte: aquellos antropomorfismos de árboles (pino / algarrobo / pal de ballarí) con ojos y orejas, en general esta conjunción del paisaje con cualidades humanas, la metamorfosis de Miró con el paisaje mont-rogenc.... “(El Autoretrat) lo empecé el año 1937. Quería que fuese extremadamente exacto. Cogí uno de aquellos espejos de aumento que hay gente que hace servir para afeitarse, lo puse… alrededor de mi rostro, y dibujé todo lo que veía, de manera muy minuciosa. Hice un dibujo muy grande, más gran que el natural. Se vendió, fue a América. Pero me sabía mal no tenerlo... Entonces llevé una fotografía del cuadro a un amigo arquitecto... cogió un papel cuadriculado y hizo una ampliación de la fotografía, exactamente de las dimensiones del cuadro... El año pasado (1960), un día, decidí continuar el autorretrato. Pinté encima el dibujo una nueva versión muy precisa, una síntesis...”97. Miró describe el proceso que lo llevó a hacer el nuevo “Autoretrat”98 (1937/1938 – 1960). 97 98 A “Propos de Joan Miró” de Rosamond Bernier, “L’Oeil” (juliol-agost 1961) n. 79-80, pág. 14. Paintings n. 1080. 37 Volviendo a aquellos proyectes del autorretrato de 1941-1942, hay un dibujo previo99 (1942) hecho en un sobre de carta que había recibido Miró, donde hay una escalera sintetizada. Miró escribe arriba del todo: “Los surcos de debajo de la escalera simbolizan la tierra labrada de un paisaje”. Aquí encontramos la conjunción surcos / escalera. Un elemento encima de otro. Habremos de reencontrar el cuadro “Terra llaurada” (1923-1924). Veíamos que la escalera podría proceder del pal de ballarí de la pita. En “Terra llaurada” los surcos están (consiguientemente) bajo el arado y a su lado izquierdo hay la pita. Ahora, casi veinte años después, Miró asocia directamente (remarcándolo) los surcos y la escalera. En otro dibujo previo100 hecho (también) en un sobre de carta que había recibido Miró, encontramos la misma escalera en un paisaje que recuerda los de la playa de la Pixerota. Miró se pasó la vida pintando aquella playa amada. A la derecha hay uno de aquellos pals de ballarí cónico y muy alargado que teníamos en el cuadro “Paisatge català (El caçador)” (1924) y en alguno de sus dibujos previos101. Recordemos alguna frase de las que escribía a Pierre Matisse (5-2-1938): “... He destruido varias veces mi retrato, y ahora me parece que voy por el buen camino... Será una obra que resumirá toda mi vida...”. Miró en París, huyendo de la Guerra Civil, quiere pintar un autorretrato que sea el compendio de su vida, yo diría que de su vida en relación con Mont-roig, con la vida en el campo, entre los payeses. Quería “que recuerde el paisaje de aquí; metamorfoseándome con él”, cita elementos poéticos “la oreja que termine con un algarrobo, los pelos de la barba que formen una viña, los pliegos de la americana las montañas puntiagudas de Escornalbou, olivos en los cabellos”. Y termina: “así haré un retrato-paisaje, como tenía en proyecto y preveía”. Miró hará en su autorretrato el mismo proceso que había hecho en “La masia” (19211922), si allí era un resumen, un inventario de la vida en el campo, en el Mas Miró, en Les Pobles, ahora esto lo integrará en su rostro. A Miró le agradan las conjunciones: el Pi del Baltasar de “La trampa” (1924) con la propia playa de la Pixerota, el rostro con la Casa dels Carrabiners... 99 “Centenari”, pág. 357, arriba a la derecha. FJM 1879a. FJM 1737a. 101 “Centenari”, pág. 178, abajo a la derecha. 100 38 Retornemos al momento en qué Miró ha hecho los dos autorretratos, “Autoretrat I” (1937-1938) y “Autoretrat II” (abril de 1938). A continuación de este último hará el famoso cuadro “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)”102 (abril de 1938) donde, en la parte derecha, tenemos la escalera que serviría de motivo al catálogo de aquella importante exposición “Joan Miró. La escalera de la evasión” que se hizo en Londres, Barcelona i Washington (2011 y 2012). Esta ya es la escalera de la evasión. Aquella escalera que venía de uno de aquellos dibujos previos103 de “Terra llaurada” (1923-1924), que aparecía per primera vez en “Paisatge català (El caçador)” (19231924), que ya tenía una presencia destacada en “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925), “Paisatge” (1926), “Gos bordant a la lluna” (1926), “Paisatge amb gall” (1927), “El circ” (1934), y “L’àpat dels masovers” (1935), ahora adquiere otra magnitud. Las escaleras anteriores, excepto las de “Paisatge”, “Gos bordant a la lluna” y la de “Paisatge amb gall”, son de un contexto cotidiano, cercano al pintor. Estas excepciones ya predicen una cierta ascensión de la tierra al cielo, al imaginario. Hemos visto cómo iba tomando una cierta esquematización, eran tan solo unas finas líneas, a veces culminadas con pequeñas circunferencias en los extremos. Ahora, en “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)”, Miró define la que será en adelante esta escalera de la evasión que le servirá para huir de realidad (de la Guerra Civil y después de la II Guerra Mundial), para adentrase en el mundo de su imaginario, en su realidad inexistente. De “Terra llaurada ”Fragmento de “Paisatge català (El caçador)” Curiosamente, algunas de estas escaleras más relevantes plásticamente están situadas siempre a la izquierda del cuadro o dibujo, adquiriendo una presencia importante, como en “Carnaval d’Arlequí” (1924-1925), “Gos bordant a la lluna” (1926), “El circ” (1934) y “L’àpat dels masovers” (1935). De hecho, aquel pal de ballarí de “Terra llaurada” (1923-1924) también estaba a la izquierda. Ahora esta escalera símbolo, de “Pinturapoema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)” (1938), se sitúa a la derecha del cuadro. Aquellas escaleras ya esquematizadas de “Paisatge” y “Paisatge amb gall” estaban en medio del cuadro. Parece como si en un proceso fuesen desplazándose de la izquierda a la derecha. De la escalera real a la simbólica. Miró comenta de “Carnaval d’Arlequí”: 102 Paintings n. 580. “Centenari”, pág. 174, abajo a la derecha (en la parte inferior y a la izquierda del dibujo). “Obra” n. 198. “FJM” n. 617a. 103 39 “En la tela aparecen ya elementos que se repetirán después en otras obras: La escalera que es la de la huida y evasión, pero también la de la elevación…”104. Este cuadro “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)”, que visualiza de una manera relevante aquella exposición “Joan Miró. La escalera de la evasión” de Londres, Barcelona i Washington (2011 y 2012), lo pinta en abril de 1938. Unos meses más tarde, el 24 de octubre del mismo año, pinta la tela “L’Escala”. Esta escalera, aunque es de una dimensión reducida, no tiene ninguna relación con los cuadros anteriores y toma una presencia importante, tanto por el título del cuadro como porqué está situada aislada del resto del cuadro. Tres personajes están a su alrededor. Una mancha de color azul encima de la escalera parece representar el cielo. Estos tres personajes son un hombre, una mujer y una niña. Pienso que, posiblemente, puedan representar el propio Joan Miró, su esposa Pilar Juncosa y su hija Maria Dolors; esta había nacido en 1930, tendría ocho años. Miró en agosto de 1939 alquila una casa en Varangéville-sur-Mer, cerca de Dieppe, en la Alta Normandia. Alestallar la II Guerra Mundial, el 1 de setiembre, decide quedarse. Aquí, en diciembre (1939), pintará la tela “L’escala de l’evasió”105. Es la primera vez que utiliza esta definición en un título de un cuadro o dibujo. “L’escala de l’evasió” “L’escala de l’evasió” (“Constel·lacions”) Poco después, en enero de 1940, empieza la serie las “Constel·lacions” (del 21-1-1940 al 12-9-1941). Esta serie (veintitrés cuadros) la comenzó en Varangéville-sur-Mer106 (de 104 “Revelaciones de Joan Miró sobre su obra”, entrevista de Lluís Permanyer en la revista “Gaceta Ilustrada” (23-4-1978). 105 Paintings n. 626. 106 Paintings n. 628 a 637. 40 enero a mayo de 1940), la continuó en Palma de Mallorca107 (de setiembre de 1940 a junio de 1941), y la terminó en el mas de Mont-roig (de julio a setiembre de 1941)108; era su retorno desde 1936. El segundo cuadro de la serie lo titulará también “L’escala de l’evasió”109 (31-1-1940). Parecea como si remarcara que acaba de crear un nuevo símbolo en su cosmogonía. “Estaba muy pesimista. Lo veía todo perdido. Al producirse la invasión nazi de Francia y con la victoria de los franquistas tenía la certeza de que no me dejarían pintar ya más, de que solo podría ir a la playa a dibujar en la arena… Al pintar “Constel·lacions” tenía la sensación autentica de estar trabajando en la clandestinidad, pero supuso para mí una liberación al no pensar en la tragedia que me rodeaba…”110. Constelaciones también li parecen a Miró las pisadas de las ovejas en la arena de la playa de la Pixerota. También lo recuerdan aquella estructura piramidal de pequeñas ramas horizontales que nacen de la parte más superior del pal de ballarí de las pitas, con un estallido de racimos con flores de un cautivador color amarillo verdoso. En muchas telas de esta serie (“Constel·lacions”) Miró reproducirá a menudo esta escalera sintetizada. Muchas veces de una manera repetitiva. Per ejemplo: “L’ocell migratori”111 (26-5-1941) “El pas de l'ocell diví” 112 (12-9-1941) 107 Paintings n. 638 a 647. Paintings n. 648 a 650. 109 Paintings n. 629. 110 “Revelaciones de Joan Miró sobre su obra”, entrevista de Lluís Permanyer en la revista “Gaceta Ilustrada” (23-4-1978). 111 Paintings n. 646. 112 Paintings n. 650. 108 41 El primer caso lo pinta ya en Palma de Mallorca y el segundo es el último cuadro de la serie, uno de los tres que pinta en Mont-roig. Parece como si Miró quisiese acabar la serie en Mont-roig. Sabía que estaba haciendo una obra importante. Pienso que es una situación análoga a la de la segunda estancia de Picasso en Horta de Sant Joan (1909), cuando sabe que está a punto de iniciar el cubismo geométrico. Lo razonaba Josep Palau i Fabre en mi documental “Horta: recapte picassiana” (2004): “Es una cosa voluntaria que hace... en el momento que siente que su arte está llegando a una cima, a un lenguaje nuevo, y quiere que esto quede unido a una tierra, a Horta...”. Decíamos que Miró va a Mont-roig en junio de 1941 y que en los tres meses siguientes pinta estas tres últimas “Constel·lacions”. Como también comentábamos anteriormente, aquel julio de 1941 Miró inicia aquel “Quadern de notes” (“Empezada en Mont-roig en julio 1941”) donde hará una reflexión profunda sobre su obra, sobre el nuevo camino que quiere iniciar. Era cuando escribía sobre aquel autorretrato que tenía previsto pintar y cuando reencuentra los dibujos y cuadros que había hecho veinte años antes. Durante 1944 y 1945 Miró, toma como punto de partida aquella simbólica escalera mironiana del cuadro “Pintura-poema (“Un estel acarona el pit d'una negra”)”, continua trabajando con este nuevo signo. Pinta los cuadros: “Dona, estrelles, escala de l’evasió”113 (1944) y “Dones i nena saltant a la corda, a la nit”114 (1944). (Reproduccions en blanc i negre) También: “Dona i ocell davant la lluna”115 (1944) y “Dona somiant l’evasió”116 (1945). 113 Paintings n. 670. Paintings n. 742. 115 Paintings n. 678. 116 Paintings n. 747. 114 42 Como vemos, Miró acostumbrará a asociar la escalera de la evasión a los conceptos de estrella o estrellas / luna / noche. El 1956 Joan Miró se traslada a vivir a Palma de Mallorca y se inicia la construcción de un taller que diseñará su amigo, el arquitecto Josep Lluís Sert. El 9 de noviembre escribe a Joan Prats: “Ya vivimos en la nueva casa... cuesta llegar a organizarse y poner orden...”. El mismo día, en otra carta a Sert, comenta: “El taller está completamente terminado y es extraordinariamente magnífico, estoy deseando comenzar a trabajar, pero me contengo porqué de hacerlo me pondría demasiado a fondo y no acabaría de poner nunca en orden la casa y sobretodo la biblioteca... Yo no puedo trabajar seriamente sin haber previamente creado un ambiente propicio...”. El 30 de marzo escribe a Sert: “Entre una cosa y la otra aún no he podido normalizar mi ritmo de trabajo y de vida. Un intervalo así, de larga y callada reflexión... me convenía. Tendré un nuevo impulso de renovación y potencialidad. Voy poniendo cosas de alfarería popular y de pescador en el taller y en el patio, todo queda grandioso...”. Miró necesita un ambiente propicio, con sus objetos de artesanía, de cultura popular o objetos encontrados que le sean gratos. Joaquim Gomis, como acostumbraba a hacer, fotografía el taller de Mallorca, sus paredes con estos objetos mironianos. En una fotografía117 encontramos colgada en la pared una especie de escalera (parece) hecha de alambre. Es la escalera de la evasión. Vayamos atrás. Miró inicia sus obras escultóricas en 1928 con un conjunto de “Construccions”, la gran mayoría son ensamblajes de maderas y diversos objetos. En 117 Del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pág. 144. 43 los años treinta hará una serie de objetos-pintura hasta 1937118. No retomará esta vertiente hasta 1946, en adelante hará propiamente esculturas. En 1971 hará una que tiene de título “L’escala de l’evasió”119. “En mis primeros años yo era un realista superlativo. Trabajé constantemente en pintura realista hasta La masia... El cuadro representa todo lo que era más cercano a mí en el mas, incluso las pisadas del camino de al lado de la casa... Otra forma recurrente en la mi obra es la escalera. En mis primeros años fue una forma plástica que aparecía a menudo porqué se encontraba cerca de mí... Años más tarde, particularmente durante la guerra, mientras estaba en Mallorca, llegó a simbolizar la evasión: una forma esencialmente plástica primero, se transformó en poética después. O plástica primero; después nostálgica... finalmente simbólica... En Varangéville-sur-Mer, en 1939... cuando estalló la Guerra Mundial... sentí un profundo deseo de escapar. Me cerré en mí mismo. La noche, la música y les estrellas empezaron a tener un papel importante para sugerir mis cuadros...”120. 118 ”Joan Miró. Sculptures. Catalogue raisonné (1928-1982)” de Emilio Fernández Miró y Pilar Ortega Chapel (2006), n. 1 a 27. En adelante “Sculptures”. 119 ”Sculptures” n. 233. 120 “Joan Miró: Comment and Interview”, entrevista de James Johnson Sweeney en “Partisan Review” n. 2 (1948), pág. 206 a 21. 44