1 COLABORADORES EN LA MISIÓN DE CRISTO. MISIÓN COMPARTIDA. EL COMÚN EMPEÑO DE LAICOS Y RELIGIOSOS EN OBRAS PERTENECIENTES A INSTITUTOS RELIGIOSOS. PERSPECTIVA CANÓNICA Y CIVIL. “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? (Is. 43, 19). SUMARIO: 0. Algunas preguntas; 1. Colaboradores en la misión de Cristo; 2. Una premisa y su proyección; 3. Fidelidad institucional y fidelidad a la institución; 3-1.- Las empresas ideológicas o de tendencia; 4.- La responsabilidad última de los Superiores de los Institutos religiosos; 5.- La administración de los bienes temporales; 6.- Algunas conclusiones 0.- Algunas preguntas Para la preparación de esta intervención, necesariamente limitada a una hora de duración, el tema primero que se me propuso fue “El Derecho canónico en las Instituciones religiosas”. Como podrán entender, no me siento capacitado para hacer un análisis, siquiera superficial, en una hora, sobre algo tan general. Solicité ayuda y recibí una buen número de preguntas, a las que yo añadí algunas, y que les voy a leer a continuación. Sobre ellas he tratado de construir esta intervención. Necesariamente, por razón del tiempo, me he tenido que limitar a una exposición de carácter general, sin poder descender a un análisis pormenorizado de cada una de las cuestiones, análisis que requeriría, de por sí, mucho más de una hora para cada buena parte de ellas. A algunas cuestiones, por su carácter extraordinariamente concreto, no me he podido referir. Sin embargo, sí he tratado de iluminar, desde mi limitada y quizás equivocada perspectiva, el marco de relación entre religiosos y laicos en el seno de las obras apostólicas propias de un Instituto religioso. Creo que desde ahí, desde ese marco, se podrán encontrar sugerencias de actuación: los principios tienen la desventaja de no ofrecer directamente la solución concreta a un determinado problema, pero tienen la ventaja de poder iluminar un proceso para la toma de decisiones correctas. 2 Respeto a la doctrina canónica Administración de los bienes temporales Explicar la responsabilidad que compete al Instituto en orden a conservar su identidad: qué aspectos se pueden delegar y cuáles son inherentes a la titularidad Función del Superior/Superiora en la gestión de los centros. La función de representación del Instituto en la obra ¿qué competencias, deberes y derechos conlleva? Integración de las religiosos/as en unas obras altamente tecnificadas y profesionalizadas Obras sin comunidad, ¿es suficiente la supervisión del equipo provincial? Las obras sin comunidad, sin participación directa de ninguna religioso/a ¿se pueden considerar misión del Instituto? ¿No son obra laical o llevada por personas de buena voluntad con unas directrices inspiradas en el carisma del Instituto? Participación de los colaboradores (trabajadores). Dificultad para aunar criterios (principios) empresariales y carismáticos. Distinta proporción entre trabajadores y religiosos/as: Aspectos como la selección de trabajadores y evaluación del desempeño. Profesionalización y rol de las religiosos/as. Las comisiones se forman por cargos de “nivel empresarial” con poca participación de las religiosos/as. Figuras canónicas que permitirían una mejor salvaguarda de la identidad carismática y la misión. Personalidad jurídica del Instituto: o Sus diferentes niveles (Instituto, provincia, comunidad), o Sus repercusiones en la gestión En las decisiones sobre aspectos como el patrimonio e incluso en relación con la Iglesia católica en general, ¿hay decisiones que trascienden al propio Instituto? El Derecho canónico ¿Qué es? ¿Cómo surge? ¿Qué tipo de reconocimiento tiene por el Derecho civil? El sentido del Derecho canónico en un entorno multiconfesional. Libertad religiosa, relevancia civil de los Ordenamientos confesionales. ¿Por qué el Estado lo reconoce? Consecuencias para la Institución, especialmente para los directivos. Marco jurídico canónico que es de aplicación: por ejemplo, “el concordato” con la Santa Sede y otras normas. Relación entre la normativa canónica que nos es de aplicación y la normativa civil. Por ejemplo: ¿un acto con eficacia canónica conlleva necesariamente su eficacia civil?. Los posibles puntos de desencuentro entre ambas normativas. 3 El hecho diferencial que supone para un equipo de dirección el hecho de estar sujetos a ambas normativas por el hecho de trabajar en una Institución religiosa (en lo que supone de institucional y en el ejercicio de la praxis directiva, no de vida consagrada obviamente, lo cual conlleva obligaciones adicionales). Representatividad de la Congregación en los Consejos de Dirección ¿Qué competencias, derechos y obligaciones se dan? 1.- Colaboradores en la misión de Cristo Partamos de una premisa de orden teológico que nos puede y debe ayudar a situar, al menos para los creyentes, el desempeño de nuestra actividad en el marco adecuado, es decir, en un marco teologal. Para todos aquellos no creyentes que desempeñan su actividad profesional en el ámbito organizativo de un Instituto religioso, nos referiremos más adelante, aun cuando sumariamente, a la peculiar relación que se establece entre empleador y empleado en el marco de una empresa ideológica o de tendencia. La Misión, la única misión que existe, y de la cual beben todas las explicitaciones o concreciones de la misma, es la misión de Cristo. Una misión consistente en la edificación del Reino de Dios. En su tarea de construcción del Reino Cristo llama a amigos y discípulos para asociarlos al proyecto del Padre. Este encuadre teológico nos ayuda mejor a encajar, hoy, desde la Eclesiología que surgió del concilio Vaticano II, el concepto de colaboración. Ya no hablamos de una misión propia de los religiosos, misión para la cual cuentan con personas laicas que les ayuden, sino que hablamos de común participación de todos los christifideles1, los fieles cristianos, en la Misión del Señor de instauración del Reino de Dios2. Quiero insistir en este punto, pues han quedado ya superadas concepciones de una mayor perfección de unos cristianos sobre todos, siendo el punto de partida la fundamental igualdad, en cuanto a la dignidad y acción3, de todos los fieles, así como la igual llamada de todos a colaborar en la misión que Cristo encomendó a su Iglesia. 1 Canon 204 § 1 CIC 1983. Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo. 2 Canon 211 CIC 1983. Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero. 3 Canon 208 CIC 1983. Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo. 4 La labor de los fundadores de dar cuerpo a un carisma determinado no alcanza ni es propiedad exclusiva de los miembros del Instituto religioso por él o ella fundado, sino que, pertenece a la vida y santidad de la Iglesia, en tanto que don del Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo4. Así lo ha venido recogiendo la tradición de la Iglesia. En el concreto ámbito de los Institutos Religiosos (IR) la mayoría de los fundadores, especialmente, en los Institutos de vida activa5, contaron siempre –además de los religiosos o religiosas- con la valiosa colaboración de personas laicas que supieron dar cuerpo a la llamada del Señor en ese carisma. Así, por ejemplo, en el caso de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón, en su página web, al hablar de su proyecto para España, se recoge lo siguiente: A lo largo sus más de 130 años de historia, la Institución ha avanzado interactuando en tres ámbitos: Sociedad, Iglesia y Congregación. Durante los últimos años se ha hecho una reflexión desde la perspectiva de la persona que sufre y desde la misión que avanza con la unión de hermanas y colaboradores, lo que se conoce como “Misión Compartida”6. La visión se articula alrededor del logro de una mayor integración, pensar juntos para actuar juntos, y así hacer realidad la misión hospitalaria gestionando las obras, desde la identidad institucional que nos envía a evangelizar con lo que somos y hacemos. Como consecuencia lógica de todo lo anterior y para aprovechar al máximo los recursos existentes, en mayo de 2011 la Superiora General tomó la decisión de llevar adelante el Proyecto Hospitalarias de España cuyo objetivo es: “Lograr para el 24.4.2016 que las tres provincias de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias en España sean una única Provincia Canónica, creando paralelamente una nueva estructura jurídica canónica para la gestión de la obra hospitalaria en España” 7 . 4 Canon 575 CIC 1983. Los consejos evangélicos, fundados en la doctrina y ejemplo de Cristo Maestro, son un don divino que la Iglesia ha recibido del Señor y conserva siempre con Su gracia. 5 Canon 577 CIC 1983. En la Iglesia hay muchos institutos de vida consagrada, que han recibido dones diversos, según la gracia propia de cada uno: pues siguen más de cerca a Cristo ya cuando ora, ya cuando anuncia el Reino de Dios, ya cuando hace el bien a los hombres, ya cuando convive con ellos en el mundo, aunque cumpliendo siempre la voluntad del Padre. 6 El subrayado y las negritas son míos. 7 Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Proyecto Hospitalarias de España. http://www.hospitalarias.org/reestructuracionespana/index.php/proyecto-hospitalarias-espana/. Consultado el 23 de septiembre de 2014. 5 Y, como, señales en el horizonte hacia el que caminar, se busca8: • Continuar la Revitalización permanente de la Vida Religiosa en el seguimiento de Jesús, la consagración, la fraternidad, la espiritualidad hospitalaria, la animación y el gobierno, la respuesta apostólica y la comunión con la Iglesia. • Desarrollar el carisma en toda su capacidad creativa, e integrar las riquezas de cada Provincia y cada persona. • Impulsar la Misión Compartida centrándose en ser corresponsables en el proyecto hospitalario; posibilitar vivir la dimensión creyente desde la hospitalidad; incluir a todas las personas que colaboran en el servicio hospitalario y favorecer la continuidad de la obra apostólica. • Potenciar la dimensión evangelizadora de nuestras Obras apostólicas. Garantizar el servicio en el mundo del sufrimiento psíquico. Responder a nuevas necesidades y desafíos. Priorizar presencias y potenciar el trabajo en red. 2.- Una premisa y su proyección Los Institutos religiosos son, en el ámbito canónico, personas jurídicas públicas9, con todas las implicaciones institucionales que esto conlleva, y a las que nos vamos a referir a continuación. Las personas jurídicas canónicas, públicas o privadas, pueden adquirir personalidad en el Ordenamiento jurídico español mediante su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas, dependiente de la Subdirección para las Relaciones con las Confesiones Religiosas del Ministerio de Justicia. El Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre el Estado español y la Santa Sede, de 3 de enero de 197910, establece en su artículo 2 que la Iglesia puede organizarse libremente, y a tal efecto, puede “erigir, aprobar y suprimir Órdenes, Congregaciones religiosas11 , otros Institutos de vida consagrada y Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Proyecto Hospitalarias de España. http://www.hospitalarias.org/reestructuracionespana/index.php/proyecto-hospitalarias-espana/. Consultado el 23 de septiembre de 2014. 9 Cfr. S. BUENO SALINAS, Persona jurídica pública, en J. OTADUY, A. VIANA, J. SEDANO, Diccionario General de Derecho Canónico, VI, Pamplona 2012, 189-191. 10 Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre Asuntos Jurídicos, de 3 de enero de 1979. BOE 300, de 15 de diciembre de 1979, p. 28781. RCL 1979/2963. En lo que toca al tema del Registro de Entidades Religiosas las prescripciones del Acuerdo deberán ser completadas con lo establecido en el art. 5.1 de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa (BOE 177, de 24 de julio, p. 16804; RCL 1980/1680) y el Real Decreto 142/1981, de 9 de enero, que regula la organización y funcionamiento del Registro de Entidades Religiosas (BOE 27, de 31 de enero de 1981, p. 2247; rectificación BOE 40, de 16 de febrero de 1981, p. 3495; RCL 1981/239). 11 Téngase en cuenta que los Acuerdos de 1979 son anteriores al Código de Derecho Canónico (CIC), de 1983 y utilizan, dentro de una cierta imprecisión, la terminología del Código de 1917. 8 6 otras instituciones y entidades eclesiásticas”. Los Institutos religiosos, conforme al art. 4, podrán gozar de personalidad jurídica civil: Art. 4. El Estado reconoce la personalidad jurídica civil y la plena capacidad de obrar de las Órdenes, Congregaciones religiosas y otros Institutos de vida consagrada y sus provincias y sus casas […]. A los efectos de determinar la extensión y límites de su capacidad de obrar, y por tanto de disponer de sus bienes, se estará a lo que disponga la legislación canónica, que actuará en este caso como derecho estatutario. Una vez obtenida la personalidad jurídico-civil, y con ella la plena operatividad en el tráfico jurídico-civil, los Institutos podrán operar con toda normalidad como personas jurídicas en el ámbito civil español. Con ello podemos formular ya la premisa anunciada, los Institutos religiosos operan en dos ámbitos distintos y se encuentran sometidos a dos Ordenamientos jurídicos, el civil y el canónico, no siempre coincidentes. De un lado, el Instituto se encuentra sometido, en su vida y actividad, a la normativa canónica. De otro lado, en tanto que dotado de personalidad reconocida en el ámbito jurídico civil, y poseedor de obras y bienes sometidos a la legislación civil, le son plenamente aplicables las leyes comunes del Estado, salvaguardada su autonomía interna12, dentro del marco de la legislación relativa a la libertad religiosa (art. 16 de la Constitución española). Una vez afirmada la premisa, podemos realizar una afirmación, a modo de proyección, en cuanto a la responsabilidad última de la vida entera del Instituto, de sus obras y actividades. Y no es otra que el responsable último de todo el hacer y obrar, de la actividad desplegada en las obras e instituciones, tanto a nivel canónico como a nivel civil, es el Instituto religioso. Por un lado, en tanto que persona jurídica canónica, persona pública en la Iglesia, es al Instituto religioso, en la figura de sus superiores legítimos, a quien corresponde responder de todo el ser y hacer del Instituto, de sus partes (las provincias), de sus casas religiosas y de sus obras apostólicas. Conforme al canon 596 §1, los Superiores y capítulos de los institutos tienen sobre los miembros la potestad determinada por el Derecho universal y las constituciones, y en el caso de los IR clericales de Derecho Pontificio y las SVA clericales de Derecho Pontificio tendrán además potestad eclesiástica de 12 Art. 6.1 de la L.O. Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa: Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas tendrán plena autonomía y podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno y régimen de su personal. En dichas normas, así como en las que regulen las instituciones creadas por aquéllas para la realización de sus fines, podrán incluir cláusulas de salvaguarda de su identidad religiosa y carácter propio, así como del debido respeto a sus creencias, sin perjuicio del respeto de los derechos y libertades reconocidos por la Constitución (RCL 1978, 2836) , y en especial de los de libertad, igualdad y no discriminación. 7 régimen. El Superior general de un Instituto (c. 622) tiene potestad, que habrá de ejercer según el Derecho propio, sobre todas las provincias, casas y miembros del Instituto; los demás superiores dentro de los límites de su cargo. Estos otros Superiores, serán Superiores mayores (c.620) cuando gobiernen una provincia o parte equiparada, o una casa independiente, así como sus vicarios. El resto de superiores serán los locales, es decir, aquellos a los que ha sido encomendado el gobierno de una casa religiosa legítimamente erigida y las obras apostólicas dependientes de la misma. En el ámbito civil, las entidades religiosas operan, como ya se ha señalado, en tanto que entidades religiosas, una vez obtenido el reconocimiento civil de su personalidad canónica mediante su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia. Una vez operantes en el ámbito civil, a los Institutos religiosos les será de aplicación la legislación civil del Estado, con respeto a su especificidad religiosa, tanto en los casos en los que así se haya previsto expresamente como en aquellos directamente derivados del principio y derecho fundamental de libertad religiosa (art. 16 CE). 3.- Fidelidad institucional y fidelidad a la institución Los Institutos religiosos, en tanto que personas jurídicas públicas dentro de la Iglesia13 se encuentran vinculados de una forma especialmente estrecha, por razón de su naturaleza, a la jerarquía 14 eclesiástica. Es propio de las personas jurídicas públicas el orientar su actividad al servicio del bien público de la Iglesia, y además llevarlo a cabo “nomine Ecclesiae”, es decir, en nombre de la Iglesia. Dicha vinculación se ve especialmente confirmada y cualificada en el caso de los Institutos Religiosos, pues ellos “por dedicarse de un modo especial al servicio de Dios y de toda la Iglesia, se hallan sometidos por una razón peculiar a la autoridad suprema de esta” (c. 590 § 1), de modo que “cada uno de sus miembros está obligado a obedecer al Sumo Pontífice, como a su Superior supremo, también en virtud del vínculo sagrado de obediencia” (c. 590 §2). Este peculiar carácter y vinculación al núcleo de la misión institucional de la Iglesia y al Romano Pontífice explica también su inmediata sujeción, en el caso de los Institutos de Derecho pontificio, a la Sede Apostólica: “Sin perjuicio de lo que prescribe el c. 586 (justa autonomía de vida y de gobierno), los institutos 13 634 § 1. Los institutos, las provincias y las casas, como personas jurídicas que son de propio derecho, tienen capacidad de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes temporales, a no ser que esta capacidad quede excluida o limitada por las constituciones. 14 116 § 1. Son personas jurídicas públicas las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica competente para que, dentro de los límites que se les señalan, cumplan en nombre de la Iglesia, a tenor de las prescripciones del derecho, la misión que se les confía mirando al bien público; las demás personas jurídicas son privadas. 8 de derecho pontificio dependen inmediata y exclusivamente de la potestad de la Sede Apostólica en lo que se refiere al régimen interno y a la disciplina” (c. 593). El carisma fundacional, don del Espíritu Santo a su Iglesia, cristaliza en un Instituto Religioso, aprobado por la autoridad competente en la Iglesia. La autoridad debe, además, interpretar los consejos evangélicos15, regular mediante leyes su práctica y velar para que los Institutos crezcan y florezcan según el espíritu de sus fundadores y las sanas tradiciones. Todos los miembros del Instituto, en cuanto que depositarios (que no propietarios) del carisma fundacional han de trabajar para hacer fructificar el don recibido: “todos han de observar con fidelidad la mente y propósitos de los fundadores, corroboradas por la autoridad eclesiásticas competente, acerca de la naturaleza, espíritu y carácter de cada instituto, así como también sus sanas tradiciones, todo lo cual constituye el patrimonio del Instituto” (c. 578 CIC 1983). Esta estrecha y especial vinculación de los Institutos que, repito, actúan en nombre de la Iglesia, justifica la obligación de que todo su actuar se ejerza “en comunión con ella” (c. 675 §3)16. Esta comunión deberá verse reflejada en todo el actuar del Instituto, tanto en cada uno de los miembros religiosos, como también en todas y cada una de las obras de apostolado a través de las cuales aquel desempeña su misión. “Todos los fieles están obligados a observar las constituciones y decretos promulgados por la legítima autoridad de la Iglesia para proponer la doctrina y rechazar las opiniones erróneas, y de manera especial los que promulga el Romano Pontífice o el Colegio de los Obispos” (c. 754). Este deber de comunión debe manifestarse, entre otras cosas, en lo que puede constituir un área especialmente sensible en cualquier obra apostólica, en un respeto y promoción leal de la doctrinas moral y social de la Iglesia. 3-1.- Las empresas ideológicas o de tendencia Me he venido refiriendo hasta ahora, de una forma explícita, a todos aquellos, religiosos o laicos, que participan de la vida y misión de un Instituto, y lo hacen desde un posicionamiento claramente creyente. No obstante, este deber de fidelidad, fidelidad institucional y a la institución, tiene también su correlación civil, en el deber de lealtad exigible a todos aquellos trabajadores que desempeñan su actividad en el ámbito organizativo de un Instituto religioso. Canon 576 CIC 1983. Canon 675 §3: La actividad apostólica, que se realice en nombre de la Iglesia y por su mandato, debe ejercerse en comunión con ella. 15 16 9 En efecto, se da en nuestro Ordenamiento jurídico civil un reconocimiento de las denominadas empresas ideológicas o de tendencia. No podemos, en este foro, detenernos a un análisis detallado de esta figura y de las específicas obligaciones que, en su seno, se generan en la relación laboral. Baste afirmar cómo, aún en ausencia de una regulación específica, la doctrina y la jurisprudencia mayoritarias vienen reconociendo cómo en base a diversos preceptos constitucionales, es la clara la existencia y reconocimiento, en nuestro Derecho, de las denominadas empresas ideológicas o de tendencia17. Así, junto a un concepto de empresa entendido como “actividad organizada de producción con un fin normal de lucro”18 nos podremos encontrar con aquellas entidades, concurrentes en el tráfico jurídico mercantil, cualquiera que sea su forma jurídica, en las que se da un elemento ideológico, de modo que “la empresa no es neutral desde tales perspectivas, sino que su propia actividad implica la defensa de determinados postulados”19. Es decir, serán empresas ideológicas o de tendencia aquellas en las que “existe un específico fin ideológico que estructura y condiciona su organización y funcionamiento”20. Dentro de las mismas será preciso distinguir, especialmente por lo que toca a las relaciones laborales, entre actividades de tendencia y actividades neutras (es decir, aquellas de carácter puramente técnico o administrativo), aunque no siempre será fácil llevar a cabo esta distinción de una forma nítida. Los supuestos más conflictivos serán aquellos en los que se produzca una colisión de derechos entre el trabajador y la institución en los puestos específicamente calificados como de tendencia, viéndose normalmente implicados derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos, mientras que en los demás casos –tareas neutras- los eventuales conflictos labores se deberán solventar atendiendo a la normativa laboral común. Un Instituto religioso, a los ojos del Ordenamiento jurídico español, en tanto que operante en el tráfico jurídico civil, y especialmente en tanto que empleador en el marco de las relaciones laborales, constituye una empresa que podríamos denominar como “organización institucionalmente expresiva de una ideología”21, en expresión de una buena parte de la doctrina española e italiana. En efecto, un Instituto religioso, aun cuando la fe trasciende lo puramente ideológico, puede y debe ser considerado, en cuanto sujeto que actúa en el tráfico civil, como una empresa ideológica o de tendencia. Ello posibilitará la introducción de esta cualidad tanto en el momento de establecimiento de la relación laboral con sus empleados como en el desempeño de las tareas por Cfr. A. L. DE VAL TENA, Las empresas de tendencia ante el Derecho del trabajo. Libertad ideológica y contrato de trabajo: Proyecto Social: Revista de Relaciones Laborales 2 (1994) 177-198. 18 A. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, Madrid 141993, 533. Citado por A. L. DEL VAL TENA, op. cit., 178. 19 A. V. SEMPERE, El contrato de trabajo en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: Temas Laborales 19-20 (1990) 146; citado por ANGEL LUIS DE VAL TENA, op. cit., 179. 20 A. L. DE VAL TENA, op. cit., 179. 21 Cfr. A. L. DE VAL TENA, Las empresas de tendencia ante el Derecho del trabajo. Libertad ideológica y contrato de trabajo: Proyecto Social: Revista de Relaciones Laborales 2 (1994) 177. 17 10 parte de los mismos. Es decir, el empleador, y por lo que toca al desempeño de actividades de tendencia, puede seleccionar a sus trabajadores en función de sus convicciones ideológicas, de modo que se podría considerar que el contenido ideológico de la prestación se incorpora objetivamente a la aptitud exigida al trabajador, o, cuando menos, le compromete a un respeto, dentro del marco de la buena fe que debe presidir las relaciones laborales, que excluya todo tipo de ataques injustificados, directos o solapados, al ideario del empleador, causando con ello un perjuicio a la finalidad propia de la entidad empleadora. 4.- La responsabilidad última de los Superiores de los Institutos En el caso de un Instituto religioso, y más precisamente, en lo que toca a las obras apostólicas dependientes del mismo, compete a las autoridades del Instituto garantizar la fidelidad institucional, es decir, la fidelidad del conjunto del Instituto a la Iglesia, y más específicamente al magisterio y la jerarquía de la Iglesia. Los responsables últimos de esta fidelidad son los Superiores legítimos del mismo. Corresponde a los Superiores, o las personas legítimamente designadas por ellos, garantizar que el desempeño de la misión propia del Instituto transcurre dentro de los límites del respeto a la comunión eclesiástica y en fidelidad al patrimonio (c. 578 CIC) del Instituto. Para ello disponen de la potestad gubernativa reconocida por el Derecho, tanto el canónico como el civil, que habrán de ejercer conforme a Derecho. El Derecho no determina, ni el canónico ni el civil, las concretas formas en que un Instituto llevará a cabo su apostolado, ni el modo en que sus Superiores deberán cumplir con su misión de gobierno, una misión que es, a la vez, de impulso e inspiración pero también de vigilancia. Ciertamente, desde los principios generales del Derecho podemos afirmar que el titular de un bien o derecho goza, en virtud de la potestad dominical que le asiste, del poder de decisión sobre el mismo, a la vez que recae sobre el mismo la responsabilidad por las decisiones adoptadas. En cuanto a la organización de los Institutos Religiosos el Derecho canónico no se extiende más allá de los niveles básicos de organización de los Institutos en tres niveles básicos, a saber, el conjunto del Instituto, las provincias y las casas. Desde un marco de generalidad como es el del Código de Derecho Canónico, no se puede llegar más allá, debiendo el Código posibilitar un marco de flexibilidad que posibilite la mejor adaptación a las circunstancias de personas, tiempos y lugares. Existe un fondo de tradición que se debe tener como transfondo. En la tradición canónica, y en esta línea se inserta la actual regulación canónica, los 11 Institutos religiosos se estructuran en los tres niveles ya mencionados, Instituto como tal, las provincias y las casas. Estos tres niveles de organización, cada uno de ellos dotado de personalidad jurídica propia (aun cuando sus responsables respectivos se hallen insertos en una relación de dependencia jerárquica) llevan a cabo su actividad apostólica a través de obras propiedad de los mismos. Me explico, en la tradición de la Vida Religiosa las casas religiosas (más que los Institutos mismos o las provincias), dotadas de personalidad jurídica, canónica y civil, han sido y son las propietarias de las obras apostólicas22. Han sido los Superiores locales quienes han ejercido tradicionalmente la labor de dirección y liderazgo apostólico inmediato sobre las obras apostólicas, siempre bajo la dirección de los Superiores provinciales, a quienes se reservaba la adopción de las decisiones más graves o cuya licencia era requerida para la realización de ciertos actos. Aún hoy, las obras apostólicas de los religiosos, en la generalidad de los casos y haciendo excepción de los supuestos de fundaciones civiles o canónicas, son propiedad de las casas religiosas, más raramente de las provincias, y la titularidad, canónica y civil, sobre las mismas corresponde al Superior de dicha casa. Nótese que, en la generalidad de los casos, las obras no tienen personalidad jurídica propia, civil o canónica, distinta de la de la casa religiosa de la que dependen jurídicamente. Diversas circunstancias empujan hoy al cambio en el modelo de gestión, entre ellas cabe destacar el descenso en el número de religiosos, la creciente complejidad en la gestión de las obras apostólicas, y, en último lugar, pero no porque sea el menos importante, una nueva concepción de la misión donde los laicos han tomado un activo papel en la dirección y el diseño de las obras, en consonancia con su condición de copartícipes en la misión. En el nuevo contexto puede suceder, de hecho está sucediendo, y se producirá más visiblemente en el futuro, que la presencia de los religiosos en la gestión diaria, tanto en la animación como en la toma de decisiones, se vea reducida. De hecho, los cambios no son algo nuevo. En los últimos 30 años hemos venido asistiendo a un cambio, silencio pero importante, en el cual la figura del Superior/a local, y con él la comunidad religiosa local, ha visto notablemente disminuida su capacidad de decisión y su protagonismo como agente de animación apostólica, a favor del gobierno provincial. Surge entonces la pregunta, especialmente para los responsables del Instituto, en cualquiera de sus niveles, acerca de cómo conciliar esta participación, en un número creciente de ocasiones mayoritaria, de los laicos en la gestión y dirección de las obras apostólicas con el mantenimiento de la fidelidad al carisma fundacional, es decir, la cuestión de la identidad: que la obra apostólica lo siga siendo y no pase a ser una mera empresa cuya titularidad ostentan los religiosos/as. Canon 1256 CIC. El dominio de los bienes corresponde, bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica que los haya adquirido legítimamente. 22 12 En este contexto surge también la pregunta acerca de cómo conciliar la responsabilidad última, canónica y civil, que corresponde a las autoridades del Instituto, con una presencia minoritaria en los órganos de decisión, o con una efectiva ausencia en cada vez más ocasiones. No existe una receta para esto. Lo que sí podemos señalar es la necesidad imperiosa de, dentro de los marcos de la legalidad, canónica y civil, adoptar las mejores fórmulas para alcanzar los fines pretendidos. Sobre aquel que ostenta la potestad dominical , y con ella la representación de una institución, recae la responsabilidad sobre la misma. Podrá acudir al mecanismo de la delegación, y en aun en la mayoría de los casos deberá hacerlo si quiere obrar responsable y diligentemente, pero esto no elimina su responsabilidad última. Todo ello siempre que los actos de aquel a favor de quien se estableció la delegación se mantengan dentro de los límites de la misma. Se podrán adoptar los más diversos modelos de gestión, pero este principio permanecerá inalterado. Sería muy conveniente que se arbitrasen fórmulas jurídicas para reservar a los religiosos, en la persona de sus responsables legítimos, el poder último de decisión, al menos en los asuntos más trascendentales: desde la contratación del personal –al menos a partir de cierto nivel-, las decisiones económicas de mayor gravedad, los planes estratégicos de la institución, etc., dada la responsabilidad, última, que les compete sobre dichas decisiones. Dentro de este horizonte, la formación en el carisma propio del Instituto ocupa, sin lugar a dudas, un lugar fundamental. Una buena formación, continuada y acompañada, será uno de los instrumentos fundamentales que posibilitarán que el carisma del Instituto se prolongue en aquellos lugares donde la presencia de los religiosos ha quedado reducida o ha desaparecido. En este empeño, la labor de animación, apoyo y acompañamiento por parte de los religiosos ocupa un lugar especialmente destacado. Por parte de los receptores de la formación, todos aquellos, cualquiera que sea su condición (religiosos o laicos), será precisa una buena disposición, que podrá oscilar entre una sincera acogida -asentada en el compromiso personal- de la misión recibida, conforme al carisma fundacional y en comunión eclesial, a –como mínimo- los postulados de la buena fe y corrección exigibles en el marco de las relaciones laborales. 5.- La administración de los bienes temporales Un área en la que se manifiesta especialmente el peculiar régimen jurídico en el que se encuentran, en el contexto de España, las instituciones religiosas es la de la administración de los bienes temporales. La Iglesia católica no es, en cuanto a su organización jurídica, una persona jurídica única y centralizada, sino que, antes bien, se trata de un 13 entramado de miles de personas jurídicas independientes, dotadas cada una de ella de personalidad jurídica canónica propia, por más que ligadas por los lazos de la sujeción a una legislación común y la dependencia jerárquica a los legítimos Superiores. Respecto de la administración de bienes temporales la Iglesia católica ha establecido un sistema preciso y orgánico de cara a proteger el patrimonio de las instituciones eclesiásticas y asegurar así un correcto funcionamiento, que garantice tanto la supervivencia de la persona jurídica como el efectivo respeto a los fines institucionales a los que los bienes han sido aplicados. Este sistema, dotado de numerosos instrumentos de control, es de especial aplicación a los bienes de las personas jurídicas públicas, los denominados bienes eclesiásticos (c. 1257 §1). Partiendo del principio general conforme al cual el dominio de los bienes corresponde, bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica que legítimamente los haya adquirido23 (c. 1256), se arbitra un sistema24 que clasifica los actos de naturaleza patrimonial en actos de administración ordinaria, actos de administración extraordinaria, actos de mayor cuantía, y actos de enajenación y asimilados, que serán todos aquellos en los cuales se realicen actos sobre los bienes del patrimonio estable de la persona jurídica a resultas de los cuales pueda sufrir perjuicio la situación patrimonial de la misma. Esta clasificación de los actos de naturaleza patrimonial, con unas matizaciones precisas para determinados tipos de bienes (exvotos, bienes preciosos por razón de su pertenencia al patrimonio histórico, imágenes sagradas y objetos de gran veneración), y el juego de unas cantidades harán que, para determinadas operaciones –aquellas que superen determinados importes- se precise para la válida y lícita realización del acto la licencia del Superior competente (Provincial o General), o de la Santa Sede, amén de ser precisa la comunicación del acto al Obispo diocesano en determinados casos. Este entramado de personas jurídicas, públicas en el caso de los Institutos Religiosos, podrá gozar o no de personalidad jurídica civil en los distintos países, en función del marco legislativo, unilateral o pactado, vigente en cada nación. En España, en virtud de los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, de 3 de enero de 197925, y más específicamente, el Acuerdo sobre En consonancia con esta afirmación, el c. 1279 §1 establece que la administración de los bienes eclesiásticos corresponde a quien de manera inmediata rige la persona jurídica a quien pertenecen esos bienes, si no determina otra cosa el Derecho particular, los estatutos o una costumbre legítima, y quedando a salvo el derecho del Ordinario a intervenir en caso de negligencia del administrador. 24 Cfr. Libro V CIC, cánones 1254-1310. Específicamente para los Institutos religiosos, cfr. los cánones 634-640. 25 Son los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos, Asuntos Económicos, Enseñanza y Asuntos Culturales, y sobre Asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas y servicio militar de clérigos y religiosos, todos ellos de 3 de enero de 1979. BOE 300, de 15 de diciembre de 1979, pp. 28781 (Asuntos Jurídicos. RCL 1979/2963), 28782 (Asuntos Económicos. RCL 1979/2964) , 28784(Enseñanza y Asuntos Culturales. RCL 1979/2965), 28785 (Asistencia religiosa a las 23 14 Asuntos Jurídicos, las personas jurídicas canónicas gozan de la posibilidad de obtener personalidad jurídica civil mediante su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas26 del Ministerio de Justicia, y con ello la posibilidad de operar en el tráfico jurídico civil, estableciéndose un amplio reconocimiento de su capacidad de obrar, con expresa remisión al Ordenamiento canónico en lo que toca a la determinación de su extensión27. Es este uno de los supuestos más claros de interrelación entre la legislación canónica y la legislación civil. Las garantías establecidas por la Iglesia para la protección del patrimonio de las personas jurídicas públicas son vinculantes en el orden civil, de modo que la acreditación de los requisitos canónicos necesarios para la validez del acto constituyen también elementos que condicionan la eficacia civil de los mismos. No podemos detenernos aquí en una explicación detallada del funcionamiento del marco regulador canónico para la administración de los bienes temporales de los Institutos religiosos. Baste lo expuesto así como remitirnos a lo señalado respecto al deber de fidelidad institucional y a la institución, acomodado al campo de la administración de los bienes eclesiásticos, y, sobre todo, recordar lo dispuesto en el canon 1282 cuando establece que “todos aquellos, clérigos o laicos, que participan por un título legítimo en la administración de los bienes eclesiásticos, deben cumplir sus funciones en nombre de la Iglesia y conforme al Derecho”. 6.- Consideración final Todos los empeñados en llevar adelante el carisma propio de un Instituto religioso, los religiosos en primer lugar, pero también los laicos colaboradores, están llamados a realizar un esfuerzo de integración y creatividad. Integración en tanto que, por las especiales características de la institución en la cual se desenvuelve su actividad, un Instituto religioso, existen Fuerzas Armadas y servicio militar de clérigos y religiosos. RCL 1979/2966). A ellos se debe añadir el Acuerdo básico de 28 de julio de 1976, sobre nombramiento de Arzobispos, Obispos y Vicario General Castrense, y relaciones con las autoridades civiles, BOE 230, de 24 de septiembre de 1976 (RCL 1976/1827), y el Acuerdo sobre asuntos de interés común en Tierra Santa y anejo, de 21 de diciembre de 1994, BOE 179, de 28 de julio de 1995 (RCL 1995/2211). 26 Cf. Nota 10. 27 Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos. Cf. Nota 10. 4. El Estado reconoce la personalidad jurídica civil y la plena capacidad de obrar de las Órdenes, Congregaciones religiosas y otros Institutos de vida consagrada y sus provincias y sus casas y de las asociaciones y otras entidades y fundaciones religiosas que gocen de ella en la fecha de entrada en vigor del presente Acuerdo. […] A los efectos de determinar la extensión y límites de su capacidad de obrar, y por tanto de disponer de sus bienes, se estará a lo que disponga la legislación canónica, que actuará en este caso como derecho estatutario. 15 diversos aspectos que le dotan de especificad dentro del área de actividad en la que se lleva a cabo la misión concreta. Ya se trate de un colegio, un hospital o una universidad, precisamente por su orientación confesional se darán elementos diferenciadores respecto a un colegio, un hospital o una universidad donde no se de esa especificidad. El marchamo confesional no es algo que impregne únicamente la actividad pastoral que se pueda desarrollar, sino que coloreará también los modelos de gestión y una parte de las relaciones jurídicas que se desarrollen en su seno. Un colegio católico, una hospital católico, una universidad católica, están llamados, en primer lugar, a ser lo que son: colegio, hospital, universidad, pero también algo más. El P. General de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás Pachón, suele contar una anécdota de dos profesores budistas en un colegio de la Compañía en Japón. Ante la extrañeza y molestia de uno de ellos por la realización de actos de culto en la capilla del Colegio, el otro –más mayor- le contesta en un momento dado que no ha entendido nada: “en este colegio, todo, desde la verja, es capilla”. Toda persona, y especialmente los miembros del equipo directivo, que realiza su actividad en una institución religiosa debe ser consciente de ello, de la existencia de un hecho diferencial frente a una institución neutra. El grado de compromiso con el ideario de la institución podrá variar desde una mera acogida y respeto, conforme a los principios de la buena fe, hasta una asunción e interiorización voluntaria de dicho proyecto, pero en ningún caso cabe un desconocimiento del mismo. En segundo lugar, creatividad. En el mundo civil, y en lo que toca a la aplicación del Derecho, el objetivo perseguido por el jurista es un correcto ajuste a la legalidad vigente. En la Iglesia, a la hora de llevar a cabo una aplicación del Derecho propio de la misma, el Derecho canónico, no basta con las soluciones jurídicamente correctas, una buena solución -para serlo- deberá ser no solo jurídicamente correcta sino también pastoralmente acertada. En el ámbito de la colaboración entre religiosos y laicos en los Institutos religiosos, la realidad presente nos está poniendo delante retos que nos van a demandar creatividad, dentro del cuádruple marco de la comunión, de la fidelidad, de la tradición propia de los Institutos, y del Derecho de la Iglesia. En el encuentro entre el Derecho civil y el Derecho canónico el principio base es que se deben realizar cuantas acomodaciones sean posibles, dentro de la legalidad, de modo que la solución adoptada en el plano civil se acomode lo mejor posible a la norma, los principios, fines y orientaciones ofrecidas por la Iglesia. No es cuestión de optar por un marco u otro, el civil o el canónico, sino por realizar la mejor adaptación, de modo que la solución civil sea la más cercana a lo que el Derecho de la Iglesia, sea el Derecho propio del Instituto, sea el Derecho común –el CIC- señalan. Por lo que toca al Derecho canónico, su necesaria generalidad para permitir una buena adaptación a las diversas naciones donde la Iglesia se halla presente, así como el principio de descentralización y subsidiariedad, nos 16 ofrecen la oportunidad para poder innovar, dentro los cauces mencionados, buscando las mejores soluciones para que el carisma fundacional no solo siga vivo sino que pueda desarrollarse y dar más y mejor fruto. Miguel Campo Ibáñez, S.J. Universidad Pontificia Comillas (Madrid) Septiembre 2014