Contenido Editorial ¿Por qué se mató Silva? R a món I l l á n Bacc a Derechos humanos y organizaciones J av i e r R o b e r t o S u á r e z G o n z á l e z María Cano: escritura y revolución E dua r d E s t e ba n Mor e no Tru j i l lo Trincheras de papel: Resistencia cultural del Brasil dictatorial en Doña flor y sus dos maridos de Jorge Amado 4 14 20 30 Fa b r i c i o S i lva Deseo existencial 39 A rt u ro C a r d o z o B e lt r á n I m p r o n ta Uninorte: un hecho extraordinario José Amar Amar Crónica Assa revisitado Memoria personal de un gran maestro Miguel Iriarte Evocación El pan de los elegidos Ta l l u l a h F l o r e s P r i e t o Poesía El revés de la caída y otros poemas Ta l l u l a h F l o r e s P r i e t o La espalda del río y otros poemas Sa n t i ag o Roda s 45 47 53 56 58 Huellas Revista de la Universidad del Norte Vol. 99, enero-junio de 2016 Barranquilla (Colombia) N a r r at i va El Diablo de Guanabara Las guadañas Da n i e l J i m é n e z P r e s tá n Un lugar seguro G l o r i a C a s ta ñ o Novedad Shir (Cantos en el umbral) Mercedes Ortega González-Rubio Sara Martínez Vega Cine El páramo Alberto Romo Garrido Kill Your Friends J av i e r B a r ó n 63 64 67 El mito de la filosofía72 60 O r l a n d o A r aú j o F o n ta lv o 73 74 Reseña Té para Elisa75 L u i s R a fa e l G u t i é r r e z C o l a b o r a d o r e s 76 Huellas Editorial Cada número de la revista Huellas constituye un universo de pensamientos y letras que se lanza al mar de la historia, como la botella de un náufrago que busca la orilla de la memoria. Reflexiones que dan cuenta del quehacer cultural, el pensamiento filosófico y el desarrollo humanístico y académico desde una región como el Caribe colombiano, que aunque es epicentro del mundo macondiano, está totalmente conectada a la realidad de una nación inserta en las dinámicas del mundo globalizado, y que vislumbra en el horizonte la posibilidad histórica de un momento de posconflicto. Esta, la edición 99 de la revista cultural universitaria más antigua del Caribe colombiano, no es ajena a las tensiones contemporáneas. La violencia retratada en la narrativa corta; los derechos humanos vistos a la luz del pensamiento filosófico; el análisis de la resistencia política representada alegóricamente en una obra de la literatura latinoamericana como Doña Flor y sus dos maridos; la escritura y el pensamiento libertario de María Cano en la segunda década del siglo xx en Colombia; la crítica del séptimo arte en Colombia, que ha estado permeado por el eterno retorno de las imágenes del conflicto armado, son algunos de los temas que encontrará el lector en este número. Fenómenos políticos y sociales, analizados a través del lente de la cultura y que, a su vez, son acompañados por la lucidez y la belleza de la poesía y la narrativa que siempre nos han caracterizado. Durante el periodo de edición de esta revista se llevó a cabo en Barranquilla una agenda cultural para honrar y aproximarse a la vida y obra del maestro Alberto Assa, pues se cumplen veinte años del fallecimiento de este hombre que tenía la convicción de que “No habrá desarrollo sin educación ni progreso sin cultura”. En este número quisimos sumarnos a los homenajes con una crónica muy sentida sobre este educador y gestor cultural. Huellas ¿Por qué se mató Silva? Por Ramón Illán Bacca José Asunción Silva (Bogotá, 1865-1896), poeta colombiano. No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Como en un laberinto borgiano, el narrador-detective de este texto va tras las pistas de la muerte del escritor José Asunción Silva. Las posibles razones para explicar su suicidio son variadas y contradictorias: problemas económicos, impotencia sexual, enfermedad venérea, incesto con su hermana y hasta un posible asesinato entra en escena. Mientras explora todas las posibilidades, va creando un gran cuadro de la Bogotá de su época y del paso de este poeta por la Costa Caribe colombiana. La ironía y el buen humor saltan a la vista en cada párrafo. Juzgar que la vida vale o no la pena de que se viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. El mito de Sísifo, Albert Camus Su muerte “Mire cómo nos dejó ese zoquete”, frase atribuida a Vicenta Gómez (su madre), dirigida a los primeros dolientes que fueron a darle las condolencias. Ella se desayunaba y el cadáver de Silva estaba en el cuarto de enfrente. El dato lo da Fernando Vallejo en su libro Almas en pena. Chapolas negras; sin embargo, Enrique Santos Molano en El corazón del poeta nos dice que la frase es de una tía que se encontraba en la calle. El entierro se efectuó el 12 de mayo de 1896, un día luminoso, con poca gente y muchos curiosos en las aceras. Lo metieron en el ataúd con la ropa que tenía puesta: pantalón negro de rayas blancas, medias punzó de seda y zapatos charolados. La marcha fúnebre se detuvo en el Palacio de la gobernación para llenar un formulario, y lo enterraron en 4 el muro de los suicidas del cementerio común. El enterrador levantó la tapa del ataúd para extender una capa de cal sobre el rostro. Esa misma cara reproducida en los billetes de cinco mil y que a todos nos es familiar. Es el mismo Fernando Vallejo quien en Almas en pena, Chapolas negras (p. 21) nos dice: “Silva se pegó un tiro por su libre albedrío. Por el fuero soberano de su lúcida, libre, irredenta, atea e hijueputa voluntad. Y dejó a muchos preguntándose que por qué se había matado”. Respuestas El hecho es que estamos hablando de un escritor de producción escasa, alrededor de 150 versos en tres libros, todos póstumos: La angustia metafísica es un tema recurrente en varias de las respuestas dadas. Así, el poeta Julio Flórez escribió un poema que se popularizó: ¿Por qué se mató Silva? En lo más abrupto y alto de gran peñón de basalto detuvo un águila el vuelo miró hacia arriba, hacia arriba y se quedó pensativa al ver que el azul del cielo siempre alejándose iba. Escrutó la enorme altura y, con intensa amargura sintió cansancio en las alas en la glacial lejanía el sol moría, moría. Francisco Villaespesa (poeta español ahora olvidado) dijo: “Se mató porque después de haber escrito una poesía tan intensa, ni la naturaleza ni la vida podían ofrecerle nada, porque ya esa [la poesía] le había dado la inmortalidad”. Miguel de Unamuno, en su prefacio al primer libro de Silva, publicado en 1907 bajo el título Poesías, dice: “En rigor la tortura metafísica fue la que mató a Silva. Silva canta como un pájaro, pero un pájaro triste, que siente el advenimiento de la muerte a la hora a que se acuesta el sol”. Juan Ramón Jiménez dijo: “Me gustaría representarme a Silva desnudo con su Nocturno segundo y único en la mano. Quemaría el resto de su decadente vida y su escritura confusa. Todo ese dandismo provinciano y ridículo para asustar a los colombianos corrientes de una indiferente Bogotá”. Laureano García Ortiz en “Quid est veritas”, escrito en junio de 1896, sostiene que fue l’ennui. Fue el primero en afirmar que en la mesa de noche estaba el libro El triunfo de la muerte de D’Annunzio. Para Vallejo esto es ridículo, lo mismo que el dato referente a que se vistió de frac para suicidarse. 5 El primer libro sería Poesías, prologado por Miguel de Unamuno en 1908. Editado en forma tosca, sin índice, con erratas y en el que en el “Nocturno 1” se sustituyó “Desnuda tú en mis brazos” por “Rendida tú a mis súplicas”. El segundo, Gotas amargas, fueron versos escritos por el poeta para no ser publicados. Por último, Intimidades, poesías descubiertas en los setentas y publicadas en 1977. Fueron escritas en su adolescencia, entre 1880 y 1884. El libro se compone de 59 poemas, de los cuales 33 eran inéditos. Su producción también incluye una novela, De sobremesa, y escritos en prosa, cartas y textos en general. Ahora hay un rescate de casi todos los artículos de prensa, hecho por Enrique Santos Molano. Este mismo escritor compiló el libro Cuentos negros (1996) tomando los cuentos aparecidos en los periódicos bogotanos de la época de Silva y que casualmente tienen su estilo. No se puede probar que sean de él, pero de ser así, como dice en su prólogo R. H. Moreno Durán, se trataría de un excelente cuentista con el mismo estilo de Silva y que viviría en la Bogotá de la misma época y que nadie nunca supo quién era. Ahora bien, ¿estaríamos tan interesados en Silva y su obra si el suicidio no le hubiera dado esa aura trágica? El entorno ¿Fue Silva un desadaptado? Contrario al abc del psicoanálisis, Silva tuvo una infancia feliz. Se olvida con frecuencia que la Bogotá de Silva era una ciudad con mucha pobreza, la clase alta era pobre, dividida entre hacendados de la sabana, comerciantes, unos pocos banqueros y uno que otro abogado. Los Silva Fourtoul eran ricos en forma absoluta al morir el tío abuelo de Silva, quien dejó el equivalente a cuatro millones de dólares actuales, pero Ricardo Silva, el padre de José Asunción Silva, por una rabulería jurídica había sido excluido de la herencia. Bogotá era una ciudad de 80 mil habitantes, maloliente y cara, costosos los bienes importados y sin mucho sentido de la comodidad. Casas con tienda en los pisos bajos, mucho mendigo, poca distancia física entre las damas distinguidas, las lavanderas y las vendedoras. Estos datos los da Martín García Merou (1884), diplomático argentino, en su libro Impresiones. Tema ilustrado con los datos sobre un baile realizado en el palacio presidencial el 8 de agosto de 1891, siendo presidente Carlos Holguín. Había 1500 invitados con ocasión, tal como lo decían las tarjetas, de “una exhibición de la cultura y del buen gusto bogotano”, pero como dice el anónimo cronista: Las señoras y caballeros invitados al baile, ya fueran a pie o en coche, eran recibidos por aquella plebe soez con insultos y rechiflas que daban bien a conocer qué clase de sentimientos bullen y se agitan en el fondo de aquella masa. ¿Qué había pasado? Que en la ciudad circulaba la idea de que los bailes eran danzas infernales y que ocasionaban toda clase de pecados. La Defensa Católica no había dejado de incitar a la feligresía ni un solo día contra el baile. Para la ocasión se publicaron las partituras de cuatro valses del compositor Jorge Pombo Eyerbe, compuestos expresamente para la fiesta. Constaban de ocho páginas financiadas con dos avisos: uno de la Cerveza Kopp’s Bavaria y el otro de los importadores de pianos R. Silva e hijo (José Asunción). San Miguel, que me sea fiel. San Román, que sea galán. San Justo, que sea a mi gusto. San Enrico, que sea muy rico. San Severino, que no le guste el vino. San Abdón, que tenga buen corazón. San Bonifacio, que tenga un palacio. San Alejo, que no sea viejo. Qué contraste con un Silva y sus sombreros duros grises, vestidos ingleses, zapatos de charol, petacas plateadas con cigarrillos turcos, grandes botones de tagua en el saco, anchas corbatas, gran perla, medias de seda y clavel rojo o azucenas en las solapas; todo lo que entra en la definición de dandy según The concise Oxford dictionary (Oxford, 1990): “Un hombre indebidamente dedicado al estilo, la agudeza y la moda en la ropa y la apariencia”. Por analogía se relacionaba el contoneo de un barco o una carroza con el contoneo de los elegantes de la época. Es una aristocracia espiritual, decía Baudelaire, ya que poseía las más variadas facultades para el estudio y para el arte. Solo un talento le faltaba a Silva, y era saber ocultar su mérito bajo una capa de vulgaridad, dijo Delio Seraville, y acota Enrique Santos Molano: “Cómo es eso de difícil en un medio donde encubrimos nuestra vulgaridad con una capa de mérito”. Max Grillo nos relata una reunión en casa del poeta: Estábamos el uno frente al otro en su escritorio. Leía con acento original de notas más agudas que graves. Fumaba de cuando en cuando un cigarrillo de boquilla de los mismos que tanto escándalo provocó en Londres al verlo en los labios atormentados del autor de Dorian Grey. La luz de las lámparas era tenue tamizada al través de las pantallas de un leve color lila. En el centro del escritorio un ramo de rosas, “genio del combate” que parecían corazones sangrientos. De pronto por la puerta del centro sala-escritorio apareció Elvira vestida de azul pálido. Mientras viva recordaré aquella visión divina. Elvira Silva ejercía sobre quien la contemplaba una fascinación de diosa. Tenía algo de Helena un campo de hermosura como sideral. Había una presencia clerical omnipotente; así, el número telefónico del arzobispo era el uno, el del presidente el 106 y el del almacén Silva el 375. E. Rothlisberjer en su libro de viajes retrata a un petimetre de bogotano y lo clasifica como “criollo” al lado de los huitotos, chibchas y arhuacos; es decir que la mirada europea no hacía mayor diferencia entre un dandy nuestro y un indígena. Y digo esto para referirme al refinamiento de Silva en el vestir. “Hacer una carrera de dandy criollo implicaba correr con gastos y riesgos excepcionales, todo cuesta más y el precipicio está más cerca” (Malcolm Deas, citado por Bacca, 2013). Bogotá era esa ciudad donde las damas seguían los consejos de El secretario de los amantes, libro que les sugería que antes de dormir recitaran: El ambiente de Bogotá en que vive Silva está descrito en “Día de difuntos”: La luz vaga. Opaco el día La lluvia cae y moja 6 Con sus hilos penetrantes La ciudad desierta y fría. No era un hombre que se hacía querer por el grueso público. En la antología Ofrendas del ingenio al bazar de los pobres, hecha por José Manuel Marroquín y Ricardo Carrasquilla, incluyeron a Silva con un poema, “La crisálida”. Al volver de París, Silva se refirió a Marroquín como un mal poeta. Esto se lo cobraron en Pax, novela escrita por J. Rivas Groot y Lorenzo Marroquín, hijo del expresidente. La novela fue un éxito porque estaba escrita en clave y aludía a motivos políticos de la época. En ella hay un poeta llamado S. C. Mata que pretende, sin lograrlo, caricaturizar a Silva. Llega hasta ridiculizar el “Nocturno”: “¿Estaríamos tan interesados en Silva y su obra si el suicidio no le hubiera dado esa aura trágica?”. Una noche Una noche A la una, A las dos de la mañana A la una A las dos A las tres de la mañana. Silva en la Costa Caribe Es interesante observar que en su paso por Cartagena y Barranquilla Silva se sintió más tranquilo. Ya se sabe que antes de ir a Caracas como diplomático llegó a Cartagena para saludar al presidente Núñez. Fue homenajeado, y en carta a su madre relata cómo llegaban a él unas personas y le declamaban sus versos. Doña Soledad, la esposa del presidente Núñez, y su hermano Enrique Román le parecían personas sencillísimas; él, a pesar de ser gobernador, atendía su botica por la noche, y ella conducía su cochecito para hacer sus diligencias. En sus visitas a Núñez hablaban (y él lo comenta divertido a su madre) de política, y vio cantar a Conchita Nicolao, que como decía un crítico de la época: “Su pecho subía y bajaba como las ondas del mar”. Todo eso explica que el “Nocturno” se publicara por primera vez en la revista de Cartagena Lectura para todos, dirigida por Carlos Gastelbondo. No interesó el poema en general, pero sí a Rafael Núñez, quien se lo comentó a su secretario O’Byrne. Se sabe que el mismo Núñez le comentó a su secretario la legendaria belleza de Elvira Silva, muerta recientemente, y la apostura de José Asunción. Elvira Silva (1870-1892), hermana del poeta, murió de neumonía. Silva se amañó en Caracas, pero por desacuerdo con su jefe inmediato, un militar de apellido Villa, costeño, que recordamos porque se tropezó con Silva, pretendió regresar a Bogotá, tal vez con la ilusión de desplazar a su superior, pero al llegar a Sabanilla su barco, el “Amérique”, naufragó el 2 de febrero de 1895. El periodista Aurelio de Castro, alias “Tableau”, hermano del general Diego de Castro, el primer gobernador del departamento del Atlántico, y Julio H. Palacios, un exsecretario de Núñez, hablaron con los primeros marinos sobrevivientes del naufragio que llegaron a Barranquilla, y estos dijeron que había uno embarcado en La Guaira, “très poli et très élégant”. A lo que los periodistas exclamaron: “¡Ese es Silva!”. En sus memorias, Julio H. Palacios dice: 7 La impresión que nos produjo su personalidad fue extraordinaria, pues no encontré en ella nada siquiera vagamente parecido a lo que se había pintado. Un hombre sencillo, tranquilo, discreto, de maneras y porte aristocráticos pero sin asomos de esnobismos, con nervios muy bien templados porque después de los tres trágicos días que había vivido exhibía sin afectarla una calma imperturbable. como él mismo los califica en una carta a su madre, para que se asociaran a la empresa de baldosas que estaba proyectando. Fracasó porque estos personajes le dieron largas al asunto y falsas esperanzas. Cuando Mainero Trucco murió, el poeta cartagenero Luis Carlos “El Tuerto” López compuso una “fabulilla” que decía: Como había perdido todos sus baúles, con todos sus valores, entre ellos los poemarios, novelas y cuentos escritos en Caracas, Castro y Palacios llevaron a Silva al mejor almacén de ropa para hombre en Barranquilla, de propiedad del señor Emilio Bell; allí Silva pagó con una letra de cambio de un banco de Caracas, pero posteriormente le fue devuelto el dinero por decidir la jefatura militar aviar a los náufragos. Y aquel gran tigre cebado que con saña se comía de noche y a pleno día los burros de mi cercado se murió… todo el ganado solídepo que temía cual teme la burguesía la zarpa del potentado. Hubo otro personaje, el escritor sefardita radicado en Barranquilla Abraham Zacarías López Penha, que se aproximó y le dio alojamiento a Enrique Gómez Carrillo, el celebérrimo periodista guatemalteco radicado en París. Tigre viejo, sabio y fuerte que a muchos asnos dio muerte y se murió como en broma para que un jumento clamase con sentimiento ¡murió como una paloma! Gómez Carrillo y Silva no congeniaron. Cuando se estaba hundiendo el “Amérique”, Gómez se acercó a Silva y le dijo: “Mire qué crepúsculo opalino”. Silva comentó después que nunca antes había sentido el deseo de matar a alguien. A. Z. López Penha estaba resentido con Silva porque, en alguna forma, le había llegado la noticia de que el poeta bogotano había escrito en un periódico de Caracas tildándolo de mal poeta. Se conoce una carta de Silva a Baldomero Sanín Cano de octubre de 1894 en la que se queja de la importancia que le dan en Venezuela a A. Z. López Penha, Julio N. Galofre y a Ernesto O. Palacio, secretario de Núñez e inquisidor literario, importancia que en su concepto no merecen. Gómez Carrillo no menciona en su autobiografía a López Penha ni su hospitalidad, pero este último mantuvo su rencor a Silva y en una entrevista que le hizo décadas después Julio Enrique Blanco se refirió a Silva como un “petimetre de nalguitas entecas” y exaltó la virilidad costeña. Después del naufragio, Silva estuvo en Cartagena y Barranquilla, en la que intentó convencer a J. B. Mainero Trucco y a Martínez Bossio, un par de “pejes gordos”, Silva finalmente hizo un contrato con seis socios de Bogotá y se dijo que la empresa había fracasado. En mayo de 1896, la contabilidad de la fábrica arrojaba un déficit que anunciaba una segunda quiebra. Muerto Silva y al hacer la liquidación se mostró que no era así. A la madre de Silva le correspondieron “dos mil pesos de la época” (cuatro millones de ahora). En ese mayo de 1896 Silva había perdido toda su obra literaria en el naufragio del “Amerique”. Era mirado como un fracaso económico. Pasada la euforia primera en el negocio de las baldosas, en mayo del 96 su último cheque, por cuatro pesos, fue para enviarle flores a su hermana Julia. No quedaba ni un centavo más en su cuenta bancaria. ¿Era el final? Su pariente Hernando Villa escribió: Mis presagios sobre su suicidio obedecían no a que viera en él signo de locura, sino en la inmensa desproporción entre su vida extremadamente elegante, sus aspiraciones a vivir a todo lujo y la carencia de medios para realizarlas. Si José Asunción hubiera sabido ser pobre, no se habría matado. Más explícito su biógrafo Cano Gaviria nos dice: 8 Silva no se había matado porque su obra lo anunciare de acuerdo a una mitología literaria de origen romántico, ni porque su biografía estuviera llena de fechas infaustas y su casa pudiera ilustrar cualquier novela escrita desde una óptica naturalista inspirada en las leyes de la herencia, aspectos que no eran desconocidos para él, sino porque al fin había encontrado un buen motivo, estaba arruinado. Fernando Vallejo duda y dice: “Coño, una garçonnière en una ciudad de noventa mil habitantes con la lengua suelta”. Más adelante agrega: El mismo poeta parece confirmarlo cuando decía: “Prefiero la muerte a estar pálido de nuevo” (frente a sus acreedores). Más lapidario fue Umaña Bernal al decir: “Silva se sacrificó a los dioses ciudadanos”. ¿Explica todo eso el suicidio? Silva y su sexualidad De Silva se ha dicho que era “El casto José”. Daniel Arias Argáez da testimonio de cómo por un incendio se encontró una “garçonnière” llena de divanes, almohadones, retratos femeninos y unas mariposas clavadas en la pared con flechas que indicaban las citas satisfechas. Al parecer el arrendatario era Silva. Apartamento, Garçonnière, esos son anacronismos en el siglo xix. En la Bogotá de Silva lo que había eran “tiendas”. Hernando Villa está repitiendo lo que dijo Arias Argáez, y Arias Argáez está inventando. La intimidad de Silva es un secreto que él tuvo más guardado que sus deudas de las que nadie habló. Su confidente Hernando Villa dijo: Lo que puedo asegurar es que Silva jamás entró a casas de mujeres alegres, pero sí tuvo amores muy íntimos con distinguidas damas de la sociedad, con quienes se veía en un apartamento que tenía en la calle 19 y con una de ellas –respecto a la cual me hizo íntimas confidencias– tuvo una hija en la que se notaban los bellos rasgos de José. Como “La casta Susana” se le bautizó en Caracas. Al parecer Silva desechó cualquier amorío con las damas de la sociedad caraqueña que estuvieron en un principio entusiasmadas por él. Cano Gaviria conjetura que la pasión de Silva por Julia Holguín, hija del presidente Carlos Holguín, pasión no Calle Real (Carrera Séptima) en Bogotá, 1869. 9 correspondida, hizo que el poeta y diplomático no fijara su atención en otra dama; de ahí el apodo. que le fueron suministradas en París por el profesor Legendre. Fernando Vallejo dice: El profesor José Francisco Socarrás va más lejos y dice que se le prescribían afrodisíacos para la impotencia. Las letras aphd de las fórmulas médicas son indicativas de la voz francesa aphrodisiaque. “No era Silva el ejemplar para gustar a las mujeres de su tiempo. El sitio estaba dominado por el hombre más macho. Bogotá era más una ciudad de provincia que la capital tirando a cosmopolita que vemos hoy”. A todo esto se puede afirmar que Silva es el primero en introducir el erotismo en la poesía de Colombia: Luis Alberto Sánchez, escritor y político peruano, insinúa que tenía una enfermedad venérea inconfesable. Los datos que aporta son muy débiles. Saca a relucir un poema de Gustavo Adolfo Bécquer: Temblabas y eras mía, temblabas y eras mía bajo el follaje espeso. (…) Desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos. Tu cuerpo de veinte años entre la roja seda Tus cabellos dorados y tu melancolía Tus frescuras de virgen y tu olor de reseda. Una mujer me ha envenenado el alma Otra mujer me ha envenenado el cuerpo Ninguna de las dos vino a buscarme Yo de ninguna de las dos me quejo. Para Sánchez, esa es una confesión clara de Bécquer sobre su sífilis, y una confesión oculta sería la de Silva cuando escribió en sus “Gotas amargas”: De los filósofos etéreos huye la enseñanza teatral y aplícate buenos cauterios al chancro sentimental (“Psicoterapéutica”) Si se compara este poema (“Poeta di paso…”) con el poema “Elvira Tracy” de Rafael Pombo, en el que el poeta coloca al ángel de la guarda enamorado de la quinceañera muerta, un tema inefable, nos damos cuenta de la turbulencia sensual que aportaba Silva. No hay pues tal castidad. Y tras de mil angustias y gestas y pasiones se hubiera suicidado con una smith y wetson ese espermatozoide. (“Zoospermos”) Afectado, afeminado eran algunos de los epítetos que se le adjudicaban. Carrasquilla dijo: “Es un prójimo tan supuesto y afectado, que causa risa e incomodidad al mismo tiempo”. Fernando Vallejo habla sin mucho fundamento de una posible homosexualidad: “¿Pero lo era?” –se pregunta el mismo Vallejo–, y concluye: “No sé, Dios sabrá. La intimidad de Silva es un misterio”. Blas Matamoros, autor de una biografía sobre Rubén Darío, recoge la conseja y lo tilda de “loca de armario”. Hay algo de grotesco en todo esto, pienso que Silva era un heterosexual no machista. Un malqueriente, como era Ismael Enrique Arciniegas, hace una lista de los calificativos que le endilgaban: Casto José, Casta Susana, Don Azuceno, Silva Pendolfi, etc. Lo que parece más pertinente es una probable impotencia. Aníbal Noguera afirmaba conocer unas recetas Estas invocaciones a la muerte prosaica y amarga le dan pie al peruano para insinuar una enfermedad incurable y vergonzosa en Silva. Lo de la impotencia está desmentido por la presencia de una presunta hija de Silva. Así, se ha dicho que el poeta tuvo relaciones con la hija de los dueños de una tipografía, llamada Herminia Cortés. De esa relación nació una hija bautizada con el nombre de Elvira. La única prueba de todo esto es el testimonio de la propia Herminia; sin embargo, en el centenario de la muerte de Silva no se presentó ningún descendiente a los eventos conmemorativos. El amor incestuoso por su hermana Elvira El primero en insinuar un amor incestuoso entre Silva y su hermana Elvira fue el escritor venezolano Rufino Blanco Fombona. Así retrata al poeta: 10 Poseyó la hermosura corporal a la par de la hermosura del espíritu, regalo que los dioses combinan rara vez en un mismo presente a los mortales. De dandy se le ha calificado, no sin razón, pero este Brummel tenía el alma de Leopardi. De Elvira dijo lo siguiente el poeta y “clubman” Alfredo de Bengoechea, samario residenciado en París y lejano pariente de Silva: Elvira n’était pas belle C’était la beauté même. Que Silva tenía conciencia de ello estaría en el hecho de que cuando iba al teatro el poeta alquilaba un balcón distinto al de su madre y hermanas para dedicarse a mirar a sus anchas la hermosura de Elvira. Elvira murió el 6 de enero de 1892. Había cogido un frío al mirar una cometa en el diciembre anterior. Sometida a un tratamiento contraindicado, murió a los 22 años. A su muerte Silva se encerró con el cadáver y le derramó los más caros perfumes y saturó el salón de lirios y rosas. ¿El “Nocturno” fue escrito en Cartagena? López Michelsen en su ensayo sobre el poeta nos dice: ¿Quién ha visto luciérnaga en la sabana? ¿Quién ha oído chillar las ranitas verdes de las zanjas sabaneras en las noches de luna? No, solo los sapos de tierra caliente emiten chillidos como los del nocturno. El dandy y su culto a la elegancia. En suma, concluye Blanco Fombona: “Se enamoraron el uno del otro”. Silva pertenecía a la familia de los neurópatas, delirantes, ansiosos, erotómanos y, por último, suicidas. Cada día “necesito sensaciones más refinadas”, escribió Silva a un amigo (Blanco Fombona no nos dice cuál). Alfredo de Bengoechea echó más leña al fuego cuando en carta a Blanco Fombona le manifestaba: “En ser tan superior y al margen del común de los mortales ni me chocaría, ni me escandalizaría, pero si fue así a nadie le consta”. Se aclara que este Alfredo de Bengoechea era hijo del comerciante samario Onofre de Bengoechea, el mismo con quien el poeta alternó en su estadía en París en 1885. No se entendieron. Tanto Alfredo como su hermano Hernando fueron poetas y alternaron con el alto mundo social de París. Darío Achury Valenzuela escribió la biografía de 11 “La mirada europea no hacía mayor diferencia entre un dandy nuestro y un indígena”. Hernando, publicada con el título Cita en la trinchera con la muerte, y de Alfredo se sabe que se casó con una condesa o una marquesa emparentada con el Barón de Montesquieu, el mismo que le sirvió de modelo a Proust para crear su Barón de Charlus. Baldomero Sanín Cano salió al quite sobre esta teoría y en una carta a Blanco Fombona escribió: Silva y su hermana paseaban a menudo a la luz de la luna, en su casa de campo por una vereda alta donde la sombra de los dos cuerpos se extendía hasta desvanecerse en la planicie que quedaba muy abajo en el camino. Elvira hizo la observación de cómo se extendían y se perdían sus sombras en el llano. “Silva es el primero en introducir el erotismo en la poesía de Colombia”. Cito unas estrofas de un poema del propio Silva: Dime quedo, en secreto, al oído muy de paso con esa voz que tiene suavidades de raso si entrevieras en sueños a aquel con quien tú sueñas Tras las horas del baile, rápidas y risueñas y sintieras sus labios anidarse en tu boca y recorrer tu cuerpo y en su lasciva boca besar todos los pliegues de tibios aromas llenos Y las rígidas puntas rosadas de tus senos si en los locos, ardientes y profundos abrazos agonizas, soñaras de placer en sus brazos por aquel de quien eres todas las alegrías ¡oh!, dulce niña pálida, ¿di, te resistirías? A estas alturas podemos decir que al poeta lo inclinaba a la muerte: Como en esas películas en las que después de una secuencia se retrocede y se repite pero con una variante, así una y otra vez Santos Molano habla de las palabras que cruzaron esa noche en la cena ofrecida por Silva este y su pariente Hernando Villa. Algo se dijeron y se demoraron un tanto. Villa, según Santos Molano, estaba implicado en la falsificación de billetes nacionales. Silva lo amenazó con denunciarlo. El fracaso económico La exquisitez sibarítica La disonancia con el medio Después de la cena, alrededor de la medianoche, Silva galopó por San Victorino rumbo a Fontibón. Al llegar a la fábrica unos sujetos lo emboscaron y le dieron un tiro certero en el corazón (Santos afirma que Villa era un excelente tirador). Trasladaron el cuerpo, y como el solar de la casa de Silva colindaba con la casa de Villa, lo entraron sigilosamente a la casa del poeta y nadie lo advirtió. La neurastenia provocada Santos Molano concluye: La quiebra en los negocios Su amor y desconsuelo por la muerte de Elvira. No localicé ninguna prueba concreta que permita señalar a determinadas personas como autores intelectuales o materiales de la muerte de Silva, pero las pruebas circunstanciales recogidas en esta investigación me han dejado con la convicción absoluta de que Silva no se disparó sino que le dispararon. Según Rivas Groot, su falta de fe cristiana (este es un juicio muy sectario. Silva no era creyente). En su monumental libro El corazón del poeta, biografía de Silva escrita por Enrique Santos Molano, este afirma: Fernando Vallejo afirma: No hay tal depresión del poeta, ni un suicidio anunciado. No hay tal pérdida en la fábrica de baldosas, cuando Silva se suicida el negocio tenía buenas perspectivas. Nunca hubo crisis de nervios en Silva, era un hombre muy aplomado, la locura súbita es descartada. No hay tales amores incestuosos. Enrique Santos Molano, que es quien más sabía de Silva antes de que llegara yo, sale al quite y dice que en realidad en la conversación que sostuvieron Hernando Villa le dijo a Silva lo siguiente: “Déjate de esa vida, vive como vivimos todos sin tantos refinamientos, pues si sigues así acabas por darte un balazo”. A lo que contestó Silva: “¿Suicida yo? ¡Qué bonito!”. Unas horas después se mató. Todo esto es, según Santos Molano, una confabulación para tapar lo que pasó en la realidad: a Silva lo asesinaron. ¿Quiénes? y ¿por qué? J. J. Tablada decía que Silva no era una Vida sino una leyenda, y Stefano Gondi afirmó que “Quiso morir por no haber podido poner su vida de conformidad con su 12 Bibliografía Achury Valenzuela, D. (1993). Cita en la trinchera con la muerte. Bogotá: Colcultura. De Bengoechea, H. & De Bengoechea, A. (1994). Poesías. Bogotá: Fundación Simón y Lola Gubereck. Bacca, R. I. (2013). Escribir en Barranquilla (3a. ed.). Barranquilla, Colombia: Editorial Universidad del Norte. Cano Gaviria, R. (1992). José Asunción Silva: una vida en clave de sombra. Caracas: Monte Ávila Editores. Gran Enciclopedia de Colombia (2007). Literatura, tomo 1. Bogotá: Intermedio Editores, pp. 195-208. Palacio, J. H. (1990) Historia de mi vida. Barranquilla, Colombia. Ediciones Uninorte. “¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...”. Revista Casa Silva (1997). Silva: su obra y época. Memoria del Congreso No. 10, tomo 1. sueño” (Per non aver potuto rendere la sua vita conforme al suo sogno). Revista Credencial (1996). Silva, cien años. Edición 76, abril. Santos Molano, E. (1992). El corazón del poeta. Bogotá: Nuevo Rumbo Editores. Midnight dreams Anoche, estando solo y ya medio dormido, mis sueños de otras épocas se me han aparecido. Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías y de felicidades que nunca han sido mías, se fueron acercando en lentas procesiones y de la alcoba oscura poblaron los rincones hubo un silencio grave en todo el aposento y en el reloj la péndola detúvose al momento. Vallejo, F. (1995). Almas en pena. Chapolas negras. Bogotá: Alfaguara. Webgrafía José Asunción Silva (Bogotá, 1865-1896), poeta colombiano. Tomado de: https://linacontemporanea.wordpress. com/2015/02/09/jose-asuncion-silva-breve-biografia/ La fragancia indecisa de un olor olvidado, llegó como un fantasma y me habló del pasado. Elvira Silva (1870-1892), hermana del poeta, murió de neumonía. Tomado de: http://casadepoesiasilva.com/ jose-asuncion-silva/ Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde, y oí voces oídas ya no recuerdo dónde. Calle Real (Carrera Séptima) en Bogotá, 1869. Tomado de: http://s3.amazonaws.com/periodismosinfronteras/wpcontent/uploads/2013/10/Alumbrado-en-actual-cra7-en-1869.jpg Los sueños se acercaron y me vieron dormido, se fueron alejando, sin hacerme ruido y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra y fueron deshaciéndose y hundiéndose en la sombra. El dandy y su culto a la elegancia. Tomado de: http://www. vanitatis.elconfidencial.com/estilo/2008-05-02/ dandismo-doscientos-anos-de-elegancia-extrema_547988/ Portada de Nocturno y otros poemas. Tomado de: http://www. poemas-del-alma.com/jose-asuncion-silva-una-noche.htm#ixzz47jIQoAS3 13 Huellas Derechos humanos y organizaciones Por Javier Roberto Suárez González “La danza”, Henri Matisse, óleo sobre lienzo. Este ensayo invita a realizar un recorrido desde la concepción tradicional de los derechos humanos hasta una idea más contemporánea de estos. La propuesta es reflexionar acerca de los derechos humanos desde la filosofía moral, es decir, pensando categorías como la compasión, la solidaridad política, la sensibilidad moral y el reconocimiento mutuo. Por último, se presenta cómo esta nueva filosofía moral de los derechos humanos podría relacionarse con las dinámicas dentro y fuera de las organizaciones. Fundamentación de los derechos humanos La carta sobre La dignidad del hombre, redactada por Giovanni Pico della Mirandola en 1486, se constituyó en una expresión humanista que buscaba destacar la singularidad del ser humano en relación con otros seres vivientes. En esta se destaca el poder y la capacidad de la naturaleza humana para definir lo que ella quiere llegar a ser y lo que debe ser. Papachinni (1999), interpretando a Pico, afirma lo siguiente: El hombre es el vocero de todas las criaturas, el intérprete de la naturaleza, el punto de intersección “entre la eternidad y el fluir del tiempo”. A diferencia de los animales, atados a las leyes del instinto, se caracteriza por la libertad de forjar su naturaleza y determinar su destino. (p. 138) Así, el centro del debate sobre los derechos humanos, en una perspectiva tradicional, no es otro que la manera de garantizar la dignidad humana, con base en el planteamiento de los mecanismos a través de los cuales la naturaleza indefinida, con la cual se ha provisto a los seres humanos, va adquiriendo la forma que cada sujeto, en su particularidad, le quiera ir dando; no solo a partir de la capacidad de discernir los mejores medios para conseguir dicho fin, sino asumiendo una actitud de no indiferencia en el ejercicio de la autonomía y la libertad, los cuales son elementos definitorios de la dignidad. Sin duda, la constitución de los derechos humanos es determinada a partir de una matriz histórica. Por ejemplo, en la Ilustración se señala el principio definitorio de esos derechos: “Obra de tal manera que trate a la humanidad, tanto en su persona como en la de cual- 14 quier otro, nunca meramente como un medio, sino en todo momento se le trate como un fin” (cfr. Kant, 1996 [1785]). Se trata de un llamado a respetar de manera incondicionada a todos los seres humanos. Por encima de intereses específicos, sean estos teóricos, militares, sociales, políticos o económicos, prevalece, en sentido fenomenológico, la cosa misma de los derechos humanos, es decir, la vida humana, su afirmación, su posibilidad, su desarrollo; y en caso de que no se esté logrando tal propósito, generar las narrativas pertinentes para cuestionar y criticar cuando se le niegue, imposibilite y limite. Indagar sobre la fundamentación de los derechos humanos no es otro asunto que el estudio sobre las condiciones que hacen efectivamente posible la vida humana de individuos y grupos cada vez más amplios, hasta llegar a aquellas condiciones que hacen posible la vida del género humano como un todo unificado. Estas condiciones, en cuanto tales, se relacionan directamente con el grado de afirmación de la misma vida humana. Cabe una pregunta a propósito de este ejercicio: ¿qué tienen que ver los derechos humanos conmigo? A nivel personal, cada uno de nosotros espera que se nos garantice la dignidad como persona; esto es, condiciones de respeto a la vida, a la autonomía moral y a la libertad de pensamiento, así como la viabilidad de dispositivos a través de los cuales podamos acceder a los medios básicos de subsistencia. Sin embargo, no sería justo que esto lo esperáramos única e irrestrictamente para cada individuo en particular. Debemos procurar que estos “bienes primarios”, tal como los denominó Rawls, sean realizables en cada época histórica, indistintamente de la posición de diversas culturas, pues se espera un reconocimiento universal, no instrumentalizado, de la persona humana. No obstante, ¿ese deseo de universalidad no puede ser una contradicción cuando se trabaja con comunidades y grupos humanos que en lugar de querer afirmarse en la universalidad buscan la reivindicación de su particularidad? Moralidad y derechos humanos Los derechos humanos están en estrecha relación con las cuestiones morales contemporáneas. Ello se justifica en que estas surgen en el contexto de las relaciones sociales y la forma que adoptan cambia de acuerdo al contexto. 15 “¿Qué tienen que ver los derechos humanos conmigo?”. En Putnam y Habermas (2004), Hillary Putnam compara la ética con una mesa de cuatro patas que aunque tambalee cuando el suelo no es firme, es difícil hacerla volcar. Según este autor, toda discusión ética debe tener en cuenta cuatro criterios –o cuatro patas según su analogía–, a saber: 1) entender que se tiene una responsabilidad en las acciones prácticas con el otro (Levinas); 2) que estas se sostienen en un principio de universalidad e igualdad (Kant); 3) que dichas acciones siempre se dirigen hacia la consecución de un fin (τέλος) (Aristóteles); y 4) que toda acción práctica tiene un sentido político enmarcado en la comunicación y la concertación en el espacio público (Dewey). A pesar de la diversidad de estos puntos de vista, tienen en común la pluralidad de los intereses humanos, cuya expresión más específica se encuentra en el horizonte normativo de los derechos humanos y la idea de conveniencia que estos entrañan con base en unos mínimos éticos que se caracterizan por su fuerza normativa. De hecho, el profesor Guillermo Hoyos, siendo director del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana, cuando aceptó hacer el prólogo del libro Concepciones del maestro sobre la ética1 planteó que la consolidación del contrato social en torno a unos mínimos políticos puede constituirse en un modelo de orden y paz. Por eso, siguiendo al profesor Hoyos, las necesidades materiales, las desigualdades sociales, la pobreza absoluta, la exclusión política y cultural de poblaciones enteras y de grupos sociales deben ser un asunto de primer orden; no solo porque en un sentido histórico los derechos humanos son la reivindicación histórica de unos bienes primarios, tal como lo afirmamos anteriormente, sino porque ellos despiertan entre las personas un sentido fuerte de sensibilidad moral (cfr. Nussbaum, 2005; 2014). Ello cambia la lógica de lo que se comprende como la universalidad de los principios morales: si en la ética kantiana moderna la universalidad está en el carácter racional del sujeto, por cuanto es aquello que lo define y lo constituye, ahora, en la contemporaneidad, esa universalidad depende de la evidencia discursiva de esa pretensión. Lo universal de los derechos humanos ahora se resignifica cuando se “Las necesidades materiales, las desigualdades sociales, la pobreza absoluta, la exclusión política y cultural de poblaciones enteras y de grupos sociales deben ser un asunto de primer orden”. define a partir de sujetos históricos, situados, en construcción de su particularidad. Se trata de que todos, de común acuerdo, puedan reconocer algo como norma universal (cfr. Habermas, 2008)2. El proyecto busca la negociación de intereses particulares e individuales, en pos de lograr acuerdos en favor de los que son más vulnerables y con menos posibilidad de reconocimiento. Negar lo anterior es apostarle a un determinado tipo de represión y violencia. Sin duda, la universalidad, como expresión de un êthos colectivo, de aceptación general, ha perdido autoridad, pues un êthos con estas características puede hacer uso de la violencia para mantener vigente su carácter colectivo. Precisamente, Adorno (2001) emplea el término violencia cuando la ética, en sus pretensiones de universalidad, desconoce que ella se define a partir de un sentido contextual, en el cual existen diversos tipos de indagación moral, pues en el presente existe “el problema social de la divergencia entre el interés universal y el interés particular … los intereses de los individuos particulares” (Adorno, 2001, p. 19) son el criterio que define el problema moral. A juicio de Adorno, “lo universal” no incluye al individuo, niega sus derechos. Judith Butler (2012), interpretando a Adorno, sugiere que una norma ética debe someterse a revisión crítica si no propone un modo de vida posible, según su apropiación, en el marco de unas condiciones sociales existentes (cfr. p. 16). El problema de la universalidad radica en que no es sensible a la particularidad cultural y no se reformula, a sí misma, en respuesta a las condiciones sociales y culturales. La universalidad no es violenta por definición, pero hay condiciones en que puede ejercer violencia al ser indiferente en relación con las condiciones sociales en las cuales podría ser posible una apropiación vital, al divorciarse de las circunstancias históricas que permiten la emergencia de los sujetos. Todo sujeto “está implicado en una temporalidad social que excede sus propias capacidades narrativas”, afirma Butler (2012, p. 19)3. En este sentido, la deliberación ética está asociada a la operación de la crítica. Siempre existe una divergencia entre lo universal y lo particular, y se constituye en la condición del cuestionamiento moral, pues está la experiencia inaugural de la moral. Este asunto es importante por cuanto en la fuerza de la moral está la producción del sujeto. Precisamente, en la reflexión e inteligibilidad de las normas y reglas, el sujeto aprende a reconocerse en el marco de una negociación vital. A partir de la construcción de una memoria, de la cual hacemos parte, se va configurando una particular conciencia de responsabilidad. Mis acciones, mis decisiones, mis actos afectan de una determinada manera al otro, a mi otro particular. Es ahí donde comenzamos a dar cuenta de nosotros mismos. Algo en mí me lleva a cuestionar si mis prácticas son coherentes con los ideales que me he planteado y, de alguna manera, el temor o el miedo a pensar que no he obrado adecuadamente me lleva a reflexionar de manera responsable. Según Nietzsche (1996 [1887]), en La genealogía de la moral, el hecho anterior se convierte en narración, en discurso, cuando un “tú” me pide que lo haga, dándole relevancia al hecho de que no me silencie, de que no calle, pues dar cuenta de sí mismo implica que existe una relación causal entre mis acciones y la manera como estas afectan al otro4. Desde este punto de vista, el momento originario de los derechos humanos, su justificación y su fundamentación, no se halla, unívocamente, como pretendía la modernidad y su proceso de Ilustración, en el formalismo de la razón, sino en la atención puesta en la sensibilidad que desacomoda cuando se percibe que en el mundo existe miseria, vulnerabilidad. Por esta razón, un sujeto que padece y sufre injusticia no puede ser visto, simplemente, como un “objeto” digno de conmiseración, pues se trata inequívocamente de un “sujeto” que ha sido expoliado (despojado) de su dignidad; una característica que, por su condición de humanidad, le pertenece y, por esa misma razón, es un asunto no negociable. Sin duda, esta afirmación permite comprender que el motivo del cuestionamiento para comprender y reflexionar sobre los derechos hu- 16 “El carnaval del Arlequín” (1924-1925), Joan Miró, óleo sobre tela. manos es, fundamentalmente, el sentimiento de compasión. Se trata de una compasión solidaria, definida como ética política, que no se satisface con el imperativo categórico kantiano, pues hay condiciones que desconocen la dignidad del otro. No es una novedad afirmar que en la realidad contemporánea las relaciones humanas no son simétricas. La relación con el otro es en solidaridad y su sentido es, en esencia, buscar una manera para actualizar las exigencias de dignidad. Es esta actitud la que despierta la solidaridad política. Consiste en una aproximación en la solidaridad que es más incluyente, y se aproxima a la idea de “sociedad civil”, de vínculo entre los unos y los otros y, por lo tanto, menos dependiente de “macrocondiciones”. Por lo anterior, los derechos humanos se fundamentan en una filosofía moral, en una concepción de la ética, basada en la compasión, cuyo principio rector es el “reconocimiento mutuo”. Su origen es específico: la evidencia de una historia humana cargada de miseria e injusticia. Esto hace que el cauce de este sentimiento, 17 la compasión, sea una cultura convertida en voz frente a esa situación de injusticia. Ahora, lo moral de la solidaridad política, en la perspectiva de los derechos humanos, depende del grado de interiorización que cada persona haga de la intersubjetividad asimétrica develada por la compasión. Si se denomina solidaridad al movimiento compasivo que va de un “yo” al “otro”, hay que nombrar al movimiento contrario, es decir, al que viene del “otro” al “yo”, como la condición que hace posible la constitución del sujeto moral, es decir, el sujeto de los derechos humanos. Si bien solo se habla de sujetos de derecho cuando la relación es simétrica, la “asimetría” no anula este presupuesto, pues en la medida en que el reconocimiento es bidireccional, si un sujeto se reconoce “como es”, con base en sus condiciones contextuales, históricas y sociales propias, se puede reconocer como vulnerable y dependiente en una relación asimétrica respecto de un otro, y es precisamente en ese acontecimiento donde surge la compasión. En consecuencia, existe la sensibilidad moral: no para homogeneizar, sino para aceptar y reconocer a otro en prácticas que se originan en la valoración de la humanidad y su condición de singularidad y vulnerabilidad. Los derechos humanos y las organizaciones Aquí la pregunta es: ¿qué relación existe entre los derechos humanos y las organizaciones? Hace unos años la filósofa española Adela Cortina afirmaba que las empresas que se conducen éticamente son las que terminan siendo más competitivas. En un primer enfoque, denominado inadecuadamente “utilitarista”, los empresarios aseguraban que el único interés y responsabilidad de las organizaciones es la eficacia y la productividad, sin importar si en esas prácticas se niegan los intereses de los trabajadores y de la comunidad en general. En este modelo, las ganancias son ganancias sin importar su origen. Un segundo enfoque, denominado “cívico”, abre a las organizaciones a pensar, explícitamente, en los derechos humanos. En este enfoque hay una integración, en el marco de una cultura ética cívica, entre una ética ciudadana y una ética dialógica5. Se trata de un proceso de humanización de las organizaciones, donde la excelencia se mide en términos de ganancia en lo humano y lo social. Estos son indicadores que se deben tener en cuenta, pues se trata del reconocimiento de una ética que acoge los valores y principios de la justicia, la responsabilidad, la tolerancia, la solidaridad, entre otros. Es, en el lenguaje de los derechos humanos, la expresión de unos mínimos morales compartidos que definen, de acuerdo con la moralidad de los derechos humanos, la condición humana. En este enfoque, el factor de reconocimiento mutuo lo define la “palabra” y las posibilidades de encuentro que se derivan de ella. Es el fundamento de una cultura dialógica a partir del cual se define moralmente una empresa, pues las relaciones humanas se construyen de manera altruista, por cuanto la confianza, el encuentro con los otros, no son solo ideales, sino prácticas definitorias de las organizaciones. En la reivindicación de lo humano se encuentra el fin de las organizaciones. Esta es la invitación: la comprensión de relación entre los derechos humanos y las organizaciones implica considerar la humanización de las relaciones sociales, tanto dentro como fuera de las organizaciones. “Un sujeto que padece y sufre injusticia no puede ser visto, simplemente, como un ‘objeto’ digno de conmiseración”. cuten, se narran, se cuentan, asuntos que los afectan (cfr. Habermas, 1987). Las organizaciones son un espacio adecuado para garantizar unos mínimos de justicia, en el marco de una ciudadanía social cosmopolita, en la cual existe un reconocimiento de los derechos humanos. El reconocimiento del otro como ciudadano social es una tarea que tienen las organizaciones en el orden local, nacional, transnacional y global. Notas 1 En 2009, la Universidad del Norte y la Fundación Promigas, a través de sus grupos de investigación STUDIA y DE NOVO, respectivamente, firmaron un convenio marco para la realización de proyectos de investigación sobre problemas de educación, ética y desarrollo del pensamiento. En ese contexto se realizó una primera investigación sobre Las concepciones del maestro sobre la ética y su incidencia en la práctica docente. En el marco de esa investigación se publicó el libro Concepciones del maestro sobre la ética (Suárez, Martín & Pájaro, 2012) con el sello editorial de la Universidad del Norte. Esta publicación es de libre acceso a través del link http://www.uninorte.edu.co/ documents/72553/427200/Concepciones_del_Maestro_Sobre_ la_Etica.pdf. 2 Axel Honneth, discípulo cercano de Habermas, consideró hacia 1983 que si bien hubo un esfuerzo en Foucault y Habermas para encontrar una salida al estancamiento en el que había caído la Teoría Crítica, dado su déficit sociológico, aun así la teoría de la acción comunicativa no era la salida definitiva de esa crisis. Partiendo de una comprensión del concepto ‘lucha’ propuesto por Habermas, Honneth encuentra que existe una condición dialéctica en la idea de lucha social, pues para Foucault esta es condición básica para las relaciones sociales, mientras que para Habermas es una deformación del entendimiento intersubjetivo. En su crítica Honneth observa que en Habermas el poder ya no es un asunto derivado de una teoría de la acción social sino de poder sistemático. Este dualismo provoca dos esferas separadas: una esfera de acción libre de normas y una esfera de comunicación libre de poder (cfr. Honneth, 1993). En la segunda, los mecanismos sistemáticos de poder amenazan las condiciones de posibilidad de la integración social, y se En efecto, una ética cívica, un diálogo en la reivindicación de lo humano, según los derechos humanos, no puede ser un decálogo. Por el contrario, se trata de una nueva cultura en la que se defiende la vida, en la que los valores prácticos de la empresa emergen del reconocimiento y de los sujetos asociados a ella. Las personas son reconocidas como interlocutores válidos, y son tenidas en cuenta, dialógicamente, cuando se dis- 18 convierten en elementos para la “colonización del mundo de la vida”. El proyecto debe reorientarse hacia una teoría comunicativa que no perciba la sociedad como un sistema totalitario de poder, sino como una construcción frágil, cuya posibilidad depende del consenso moral de los implicados. Aquí está el esbozo para el proyecto posterior del pensador alemán de una teoría del reconocimiento (cfr. Honneth, 1997), de las patologías de la razón (cfr. Honneth, 2009) y del derecho a la libertad (cfr. Honneth, 2014). 3 4 5 Lo “excesivo” en relación con las capacidades narrativas del ‘sujeto’ no se refiere tanto a cómo la particularidad y, por ende, la deliberación moral de un singular es excedida por sus condiciones sociales “universales”, sino cómo el lenguaje y los contextos que el ‘sujeto’ utiliza para dar cuenta de sus acciones (“Yo hice esto porque…”) no son dependientes únicamente de él, como sujeto individual, ya que han sido “transmitidas” y “legadas”, y por eso están ligadas a una inevitable condición social. En ese sentido, no es un problema de deliberación como de atribución y aceptación de la propia responsabilidad, y cómo ello es un fracaso cuando apela solo a lo que el sujeto puede dar total cuenta narrativamente (“los motivos verdaderos de su acción” nunca son totalmente transparentes para él). La operación de la crítica es el reconocimiento de que nunca podemos dar total cuenta de las condiciones que determinan nuestros actos o decisiones –eso es, efectivamente, el cuestionamiento moral (la pregunta es: si no puedo decir plenamente por qué hice o dejé de hacer esto, ¿cómo me hago responsable de ello?–, es decir, ¿cómo es posible la agencia?). Al respecto, mirar en el libro Concepciones del maestro sobre la ética el capítulo 3, apartado 3.1.6. En este se hace una presentación de la ética discursiva y los principios para comprender la vinculación entre ética ciudadana y ética dialógica. Honneth, A. (1997). La lucha por el reconocimiento: Por una gramática moral de los conflictos sociales. M. Ballesteros (trad.). Barcelona: Crítica. Honneth, A. (2009). Patologías de la razón: Historia y actualidad de la teoría crítica. G. Mársico (trad.). Buenos Aires: Katz Editores. Honneth, A. (2014). El derecho de la libertad: Esbozo de una eticidad democrática. G. Calderón (trad.). Buenos Aires: Katz Editores. Kant, I. (1996 [1785]). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. J. Mardomingo (trad.). Barcelona: Ariel. Nietzsche, F. (1996 [1887]). La genealogía de la moral. A. Sánchez (trad.). Madrid: Alianza editorial. Nussbaum, M. (2005). El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal. J. Pailaya (trad.). Barcelona: Paidós. Nussbaum, M. (2014). Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la democracia? A. Santos (trad.). Barcelona: Paidós. Papachinni, A. (1999). Los Derechos Humanos a través de la historia. Revista colombiana de Psicología, 7, 138-200. Putnam, H. & Habermas, J. (2004). Valores y normas. J. Vega & F. K. Gil (trads.). Madrid: Trotta. Suárez, J., Martín, J. & Pájaro, C. (2012). Concepciones del maestro sobre la ética. Barranquilla: Ediciones Uninorte. Bibliografía Adorno, Th. (2001). Problems of Moral Philosophy. R. Livingstone (trad.). Stanford, California: Stanford University Press. Butler, J. (2012). Dar cuenta de sí mismo: Violencia ética y responsabilidad. H. Pons (trad.). Buenos Aires: Amorrortu. Habermas, J. (1987 [1981]). Teoría de la acción comunicativa II: Crítica de la razón funcionalista. M. Jiménez (trad.). Madrid: Taurus. Habermas, J. (2008 [1983]). Conciencia moral y acción comunicativa. R. Cotarelo (trad.). Madrid: Trotta. Honneth, A. (1993). The critique of Power: Reflective Stages in a Critical Social Theory. K. Baynes (trad.). Cambridge, Massachusetts: The MIT Press. 19 Webgrafía “La danza” (1910), Henri Matisse. Tomado de: http://www. garuyo.com/web/media/images/images/matissedance-1910.jpg “El carnaval del Arlequín” (1924-1925), Joan Miró. Tomado de: http://2.bp.blogspot.com/-XkJsJHjXLnE/VdielXv6ZHI/AAAAAAAAIFI/XNvnSddx7j0/s1600/El%2Bc arnaval%2Bdel%2Barlequin%2B4.jpg Huellas “Porque no se es marxista por el hecho de leer el marxismo, como no se está exento de errores por el hecho de ser marxista”, María Cano. María Cano: escritura y revolución Por Eduard Esteban Moreno Trujillo Retrato histórico de los años de mayor actividad política de la emblemática María Cano. Más que una reflexión meramente biografista, el autor analiza el actuar político y revolucionario de Cano y describe las condiciones sociales e intelectuales de la Colombia de las primeras décadas del siglo xx, conmovida por la masacre de las bananeras y las huelgas obreras, y el ambiente efervescente del incipiente nacimiento de un movimiento de izquierda en nuestro país. Lte oscontaron, diversos movimientos de izquierda del continendurante los primeros años del siglo xx, con mecanismos de reflexión y acción política que cruzaban los distintos postulados teóricos del momento; en Colombia, por el contrario, la falta de una estructura económica robusta y el predominio ideológico de la Iglesia fueron un obstáculo para que el discurso político de la izquierda se desarrollara bajo los mismos parámetros. Esta particularidad promovió la creación de “atajos intelectuales” que le permitieran a una naciente “elite oscura de izquierda” poner en circulación las ideas que vendrían a estructurar su horizonte de sentido. Si bien la circulación de las ideas no pasaba por la lectura de los grandes teóricos europeos –lo que se presentaría con un ligero atraso en comparación con otros países de la región–, los intelectuales encontraron en la literatura, especialmente la poesía, los mecanismos para llevar las ideas de transformación social y libertad a las gentes populares del país. El objetivo de este texto es abordar, desde un estudio de caso, la forma como dicha intelectualidad se acercó 20 al discurso de izquierda y lo constituyó desde la escritura. Todo movimiento político crea sus propios mitos como una organización concreta de sus valores1. Este mecanismo tiene como propósito servir a la cohesión del grupo social que les dio vida, y crear una unión “cuasifamiliar” entre aquellos que creen en el mito. En Colombia, la constitución del discurso de izquierda se presentó bajo los mismos parámetros. El mito se asentó en las lógicas de la tradición popular que resaltó el misticismo del héroe y el escolasticismo político. En esta perspectiva, y para dar respuesta al objetivo planteado, se analizará la figura de María Cano y su papel político en la circulación del discurso de izquierda durante sus giras políticas de la década del veinte. El discurso en torno al cual se constituyó el campo de la izquierda, durante las primeras décadas del siglo xx, se hilvanó entre la represión, el miedo y la lucha. En un país ideológicamente dominado por las fuerzas de la reacción y el clericalismo más recalcitrante, levantar la mirada para pensar futuros diferentes era un ejercicio de rebeldía innata. Por esa época, la hegemonía conservadora corroía los precarios aparatos institucionales, la Iglesia guiaba al pueblo a un oscurantismo medieval y la precariedad de los medios de comunicación mantenían al país en un ingenuo aislamiento tanto interno como externo. En medio de estas dificultades estructurales –o hegemónicas, si se quiere– se fueron levantando algunas voces de protesta. Desde la joven intelectualidad del liberalismo radical hasta los últimos rezagos de un poderoso movimiento artesanal y popular, los llamados a la organización y a la resistencia no se hicieron esperar. En 1919 aparecieron los primeros intentos por fundar un Partido Socialista, que deseó respirar los aires renovadores que venían desde las frías estepas rusas. Por la misma época, algunos grupos de intelectuales empezaron estudiar las ideas marxistas, además de presentarse un primer ciclo huelguístico entre los incipientes núcleos de trabajadores asalariados del país. Sin embargo, aún faltaba un impulso estructural que permitiera constituir una clase obrera más orgánica2. Dicho impulso llegó con los primeros vientos de la década del veinte. Los buenos precios del café, el alto flujo de créditos externos, la reestructuración del aparato financiero impulsado por la Mision Kemmerer y los 25 millones de dólares que llegaron al arca nacional como indemnización por la pérdida de Panamá transformaron la fisionomía del país, que en un abrir 21 y cerrar de ojos pasó de “la mula al avión”3. Las “ciudades”4 crecieron rápidamente, el número de trabajadores asalariados aumentó, y en el presente inmediato surgió, como en otras latitudes, el problema de la cuestión social. Fue en este contexto, en la voraginosa década del veinte, que se construyeron los marcos discursivos que delimitaron el campo de la izquierda. Límites que tuvieron su primera gran inflexión al despuntar la década del treinta, con la llegada del discurso modelador de la Unión Soviética. Fue también en este contexto en el que una mujer madura, hija de la pequeña burguesía culta liberal de Antioquia, bifurcó sus primeros pasos entre la ensoñación de la poesía y la realidad vivida por las clases populares. Entre los pasillos de la Biblioteca Departamental de Antioquia, María Cano leía en voz alta, para algunos obreros y estudiantes de clase media, el Ariel de Rodó, Sotana Mágica del ensayista Vasconcelos o Nubes Blancas de Gabriela Mistral5. En las huellas de esta mujer de cuerpo esbelto y pelo negro, de cara angulosa que dejaba ver algunas pecas y dueña de una vibrante voz que reflejaba la seguridad de sí misma6, se definió el paso seguido por la izquierda nacional. Aquí no profundizaré en los detalles biográficos de María Cano, solo destacaré los aspectos relevantes, especialmente su periodo de acción política de la década del veinte. Desde esta perspectiva, la presentación se ubica en lo que Ignacio Torres Giraldo en su semblanza de María Cano llamó una “biografía política situada en el marco histórico de una etapa de brava lucha de masas”7. María de los Ángeles Cano Márquez nació el 12 de agosto de 1887 en Medellín, en el seno de una familia de clase media católica y liberal. Siendo la menor de “En un país ideológicamente dominado por las fuerzas de la reacción y el clericalismo más recalcitrante, levantar la mirada para pensar futuros diferentes era un ejercicio de rebeldía innata”. siete hijos, recibió una educación severa y saturada de ideas liberales radicales, debido a la inclinación culta de su padre, don Rodolfo Cano, quien era un apasionado lector de Víctor Hugo y famosos pensadores ingleses, como Tomás Carlyle y Samuel Smiles8. A sus treinta años María es influenciada, como la mayoría de los jóvenes intelectuales de la época, por los acontecimientos revolucionarios que alumbraron el mundo en 1917. No obstante, solo fue hasta 1920 cuando empezó a relacionarse con algunos intelectuales de Medellín que fundaron el centro prosoviético Claridad9. En esta etapa María Cano empezó a publicar sus primeros textos literarios e inició un proceso de constitución revolucionaria que terminaría con su participación activa en el Partido Socialista Revolucionario (psr) y con la efervescencia de las famosas giras políticas como Flor del Trabajo. Si bien el socialismo ya había realizado sus primeras incursiones en territorio colombiano, y por esta época su discurso ya hacía referencia a las “construcciones teóricas” de otros parajes, seguir la trayectoria de líderes populares como María Cano permite dilucidar un ritmo particular de constitución discursiva, que respondía a las tradiciones populares del país. Los hábitos religiosos habían instaurado la fuerza de la lectio y la instrucción escolástica, pero la poesía llegada de otros rincones de América y leída por una “elite oscura” de izquierda soltó los bríos fulgurantes de una rebeldía primitiva que parecía yacer en el fondo de las masas. Fue el surgimiento de esa rebeldía el que guió la trayectoria de María Cano. Generalmente, empezando por el pionero trabajo de Ignacio Torres Giraldo, las biografías y trabajos acerca de María Cano presentan su trayectoria como figura nacional fragmentada en dos momentos. En el primero, de 1920 a 1925, María es vista como la escritora idílica e intelectual que “no entendía todavía los problemas sociales como cuestión de clases (…)”10. En el segundo momento, de 1925 a 1930, María es la Flor Roja del Trabajo, la tremenda “mariposa de amor libertario”, que “no teme la voluptuosa crueldad del cazador furtivo”11 con el fin de alcanzar la libertad de las clases explotadas. No obstante, esta división no responde a la complejidad de un proceso que por sí mismo desconoce etapas. La María escritora no dejó de ser revolucionaria en su espíritu; y la María revolucionaria nunca dejó de lado el cuidado por las letras, la cultura y la educación. María Cano fue declarada como Flor del Trabajo hace más de noventa años, pero perdura su influencia como líder cultural y social. María Cano: impulso de una voluntad En la prosa de María Cano trascendía un espíritu de redención que la proyectaba como la protectora de los sectores menos favorecidos, ya fuera por su posición privilegiada debido a su educación o por la claridad de su palabra. Constantemente se revelaba como la persona que debía ser el “impulso de una voluntad” presta a convertirse en el manantial desbordante para las bocas sedientas. Así, en 1922, en su texto “Luz Viva”, publicado en la revista Cyrano, Cano advertía a sus lectores la necesidad de impulsar a las almas sedientas de belleza y transformación; y en tono de consejo amoroso decía: Hay almas, cauces secos, bocas sedientas que esperan del divino manantial el agua fresca y pura. Verted en ellas oh! almas que sois fuertes sólo una gota y ella crecerá, colmará el cauce, subirá luego levantando la Belleza incognoscible la flecha de su anhelo12. 22 Era, entonces, un llamado al deber, una misión de dar luz a aquellas “almas” que siguen en “majestuosa pesadumbre”, sobre la “pavorosa senda (…) tortuosa”13. Pero ¿qué pasaba cuando la belleza penetraba el alma del sediento? Una belleza trasmutada en conciencia y revolución guiaba a los pobres “degenerados” hacia el “supremo instante en que nos sentimos nacer a una vida nueva”, para transfigurar el alma con el velo mágico que “cubre toda fealdad”14. Con una prosa llena de metáfora, e influenciada por la poesía que para la época subía por los Andes, la incipiente escritora dejaba un mensaje que iba más allá de la simple contemplación idílica de la belleza. María, queriéndolo o no, hablaba de las masas dormidas por los artilugios de las elites, quienes negaban la posibilidad de ser de los desposeídos. Las elites no podían más que ser esa “mano monstruosa, que se posa ruda sobre el orificio divino”15, coartando la fe del individuo sobre sí mismo. Además, el mensaje apuntaba a los líderes de los sectores populares, en este caso, al grupo de intelectuales cercano a las letras como fuente de cambio. “No dejemos que se torne en arroyo manso que sigue un cause indicado”16, decía María. Era este un llamado a ese grupo de personas que habían formado el grupo Claridad, y que bajo la influencia del grupo Clarté de Henri Barbusse y Anatole France veían en el intelectual un soldado de la revolución. Indudablemente, la temprana prosa de María traía arraigada un compromiso. Era un compromiso que implicaba la entrega y la solidaridad de los ilustrados, además de estar sumergido en las costumbres mesiánicas de la elite frente a la masa –tan arraigadas en los hábitos nacionales. María Cano pretendió encarnar a aquella mujer que, en 1923, describía como bendita porque “antes de tomar la túnica de [su] hermano, [se ofrecía] castamente desnuda. Bendita porque la voz de [su] hermano será siempre caricia de [sí]”17. Es durante este periodo en el que Cano visita constantemente la Biblioteca Municipal y en medio de las lecturas en voz alta del Germinal de Zolá y de las obras de Tolstoi su contacto con los círculos obreros que iban a escucharla la aproximó a su realidad. En 1924 el ambiente político cambiaba vertiginosamente, las clases populares empezaron a tener un lugar importante en la historia, los obreros se organizaban y la efervescencia antiimperialista, característica del movimiento obrero nacional, aumentaba tras cada huelga. De esta manera, en octubre de ese año estalló la huelga de los 23 “‘Yo os amo’, decía Cano a los obreros. Su compromiso se hacía más íntimo y su mirada empezaba a fijarse en un mundo más complejo”. trabajadores petroleros de Barrancabermeja contra la compañía norteamericana Tropical Oil Company (troco), que pronto asumiría tintes antiimperialistas18. Unos meses antes, en mayo, en la capital del país se llevó a cabo el Primer Congreso Obrero y la Conferencia Socialista, los primeros grupos comunistas hacían su aparición y la organicidad de las luchas populares se complejizaba. Las difíciles condiciones de vida de las clases populares tomaron el protagonismo de las discusiones. En este año, la prosa de María Cano modifica su sentido. De lo lírico y poético, la realidad emerge más cruda y cercana19. En un llamado contra el servicio militar, su mirada se posa en la disciplina que forzaba a los hombres a ser corderos, “corazones nostálgicos del hogar”. Hombres con “ojos donde la mirada está ausente. Porque esa mirada vuela sobre la montañas, en ansia de libertad”20. Durante estos años María Cano, influenciada por la obra de Gabriela Mistral, inició su trabajo benefactor en los barrios obreros de Medellín. Entre los grupos de obreros que la oían expectantes recitar poesía e historias fantásticas, que los predisponían para la lucha de clases21, y su instinto amoroso de maternidad, Cano empezó a ser reconocida en los círculos obreros por su espíritu de ayuda y trabajo con los niños. El trabajo benefactor de María Cano y la constitución de su discurso como benefactora y guía de los desposeídos se encontraba determinado, como ya lo dije, por un sentimiento de protección maternal que aunque era propio de su estado emocional22, no desconocía las costumbres caudillistas que durante largos años habitaron el corazón de las masas. El sentimiento maternal se afirmaba como la necesidad de protección mutua entre la madre prestadora de vida y el hijo lleno de alegría. Aun podemos imaginar la voz fuerte de María leyendo las líneas que alimentaban este sentimiento: Madre, madre, tú me besas; / pero, yo te beso más. / Como el agua en los cristales/ son mis besos en tu faz. / Te he besado tánto, tánto/ que de mí cubierta estás / y el enjambre de mis besos no te deja ya mirar (…)23. Y en el límite de su sentimiento, en 1924, escribe sobre la lectura como el alimento espiritual que toda alma debe tener. El compromiso intelectual de María Cano era sembrar con palabras la semilla de la revolución. El 29 de marzo en el Correo Liberal escribió “Pan espiritual”; y en esa prosa proponía que Toda palabra de belleza es semilla de bien. A veces nos parece el campo estéril pero la semilla que ha caído allí, sigue silenciosa su labor y un día ábrase su corola de luz, luego el fruto dulce será pan regenerador24. La trayectoria vivida por María Cano podría ser un ejemplo notable para aquello que, unas décadas más adelante, Jean-Paul Sartre describiría como la función del intelectual comprometido. Para el filósofo francés, el compromiso intelectual radicaba en la capacidad y obligación que tenía el intelectual de “meterse en lo que no le incumbía”25. El intelectual revolucionario era un monstruo, debía salir de su espacio de confort para unirse con la lucha de los desposeídos. Fue en el lapso de un año que Cano marcó su camino hacia este compromiso. El 5 de mayo de 1924 en las páginas de El Correo Liberal apareció su texto “Por los Obreros”; en él María expuso varios mensajes. Por un lado, como ya lo dije, hizo un llamado constante a la lectura como alimento del alma, e invitaba a los obreros a asistir a sus lecturas en la biblioteca. “Yo os invito a que vayáis todos […] Leeré a los que no puedan hacerlo […] Os espero a todos. Quisiera que probárais (sic) a muchos desconfiados que sois capaces de comprender lo bello y lo bueno […]”. No obstante, en medio de este mensaje se puede leer un sentimiento más profundo. “Yo os amo”, decía Cano a los obreros. Su compromiso se hacía más íntimo y su mirada empezaba a fijarse en un mundo más complejo. Un año después, con los preparativos de la celebración del 1������������������������������������������ °����������������������������������������� de mayo de 1925, María Cano fue postulada como candidata para ser “Flor del Trabajo”26. Así, por aclamación popular, Cano surgió como la Flor del Trabajo de Medellín y en los diferentes actos públicos celebrados en la capital de Antioquia fue proclamada como tal27. Progresivamente, debido a sus actuaciones en el movimiento obrero, en el “Comité pro-presos” y en el “Comité Departamental de lucha contra el proyecto de pena de muerte”28, María Cano se convirtió en una figura nacional. En este año la Flor del Trabajo fue invitada, por un grupo de obreros de las minas del nordeste de Antioquia, a conocer la realidad obrera. Este viaje se convirtió en su primera gira política; allí María se encontró de frente con el lenguaje y las necesidades de la naciente clase obrera. Esta experiencia, que la forjaría y la convertiría en un símbolo de esperanza en la lucha, reforzó la construcción mitológica de un discurso en torno al cual se configuraron los valores del movimiento obrero. De esta manera, en una alocución pronunciada en un barrio obrero de Medellín la Flor del Trabajo dijo: Sóis el surco ávido donde vierto la semilla de libertad, que es fraternidad. Nunca me cansaré de repetiros la palabra generadora de bien: Unión. Ella encierra tesoros de fuerza incalculados; ella es vértice donde convergen los anhelos de la humanidad, pues la unión es el amor hecho fuerza motriz, palanca poderosa29. Así, la amalgama entre la escritora y la revolucionaria se hizo carne en la delgada mujer que gustaba vestir de oscuro y que contaba con una voz capaz de adueñarse de los lugares que visitaba. En ese momento la vida de un país sumido en el letargo impuesto por la fuerza de la Iglesia y la elite conservadora se estremeció. En 1925 se llevó a cabo el Segundo Congreso Obrero, en el que, además, se creó la Confederación Obrera Nacional (con). La segunda gran oleada huelguística de la época se encontraba en auge y la con ya preparaba la compaña de preparación para el Tercer Congreso de 1926. La Flor del Trabajo fue encargada de dicho proceso, y a mediados de 1926 salió para su segunda gira, esta vez en algunos puertos del río Magdalena y pueblos del Tolima. De esta gira, en la que fue exaltada con ovaciones y aplausos después de sus encendidos discursos, María Cano fue a Bogotá, donde se instaló, el 21 de noviembre, el Tercer Congreso Obrero, del cual ella sería parte de la mesa directiva. En este congreso se creó el Partido Socialista Revolucionario y María Cano fue proclamada como la Flor del Trabajo Nacional. En adelante el trabajo de María Cano fue en camino ascendente hacia el liderazgo. La tercera gira política fue programada para diciembre de ese mismo año, y Tunja fue el lugar escogido para la agitación. El objetivo de la gira, de acuerdo con Torres Giraldo, era “llevar el homenaje de las nuevas ideas al departamento 24 Cano empezó a ser reconocida en los círculos obreros por su espíritu de ayuda y trabajo con los niños. más enfeudado de Colombia”30. Un “llevar” que tenía todas las condiciones de mesianismo evangelizador en el que, a partir de la apropiación de las condiciones populares de cada contexto, el discurso y el campo de la izquierda se iban constituyendo en un entramado multifacético y aglutinador. Las giras permitieron llevar los símbolos “míticos” a rincones populares, hasta ese momento solo explorados por el liberalismo radical; y detrás de los símbolos llegaban como un torrente las ideas transformadoras. En las giras se hablaba “del problema de las tierras, de los salarios, del derecho a una vida realmente humana, de la existencia del gran movimiento de masa de Colombia, de la liberación del pueblo ruso [y] de la revolución social”31. Esta tercera gira terminó con la persecución y arresto de los principales líderes de izquierda, entre ellos María Cano. Entre 1927 y 1928 se llevaron a cabo cuatro giras más y el movimiento de izquierda continuó extendiéndose. El psr se convirtió en un espacio en el cual el discurso de las clases subalternas tomó cuerpo en demandas concretas hacia el Estado y las elites locales. En ese contexto María Cano fue la portavoz y el símbolo de la lucha política partidaria y en su lenguaje reflejaba tanto la ira de los combatientes como la sutileza de la poética, que nunca desapareció. En 1927, después de la huelga de Barrancabermeja, que termin�������������� ó en ������������ la perse- 25 “La vida de un país sumido en el letargo impuesto por la fuerza de la Iglesia y la elite conservadora se estremeció”. cución y encarcelamiento de los líderes y obreros de la zona, la Flor del Trabajo escribió desde Medellín sobre el papel del psr: El primer triunfo está hecho. Pocos son los días transcurridos desde la proclamación del partido socialista revolucionario de Colombia, y en tan poco tiempo ha desenmascarado a los enemigos del proletariado […] El primer triunfo está hecho. Ha sido sellado con sangre de mártires, y tendrá por himno el rumor de las cadenas de quienes no tiemblan hoy ante la prisión ni mañana temblarán ante el cadalso, buscando la libertad para sus hermanos […]. La huelga de Barrancabermeja, con sus solidarizaciones (sic), ha hecho temblar al gobierno, haciéndolo movilizar sus fuerzas, saliéndose de la legalidad y de la justicia, mostrándose ante las demás naciones como un gobierno débil y carcomido, cuyos cimientos vacilan ante una huelga pacífica y ajustada a la ley32. A finales de 1928 llegó el primer punto de inflexión del campo de la izquierda nacional. En octubre el Gobierno aprobó la llamada “ley heroica”, que admitía el ataque a cualquier organización social y política ajena a los intereses de la elite y del “Estado”. En diciembre, unos meses después de la visita de María Cano a la zona, estalló la huelga de los trabajadores de las bananeras, que terminó con una masacre de obreros sin precedentes. En medio de las huelgas y las reacciones abusivas por parte del Gobierno, la izquierda inició su camino conspirativo que preludiaba su pronto final. María Cano escribió desde Medellín el profundo dolor que sintió tras la masacre y con el dolor de madre narró “la terrible carnicería humana […]”. Describió cómo las balas destrozaron las piernas, los brazos, parte de los corazones y los sesos “de los obreros colombianos”. Contó cómo “más de ciento cincuenta muertos y trescientos heridos” quedaron tirados en el suelo, ese suelo que “en vida regaran con el copioso sudor de sus frentes, para llenarle las arcas insaciables al pulpo de la United Fruit Company”33. Para 1929 casi todos los líderes reconocidos de la izquierda radical estaban presos, aislados o fuera del país. La estrategia conspirativa fue descubierta y el Estado destruyó por la fuerza los últimos vestigios de resistencia popular. En cuanto la izquierda recibía, desde afuera, los embates de la elite, en su interior “nuevas fuerzas” quisieron borrar el pasado cercano e imponer un discurso modelador. María Cano, junto con otros líderes, fue acusada de “putchista”, imputación a la cual respondió diciendo: “El hecho de que quienes constituyen hoy el Partido tengan los conocimientos necesarios, no implica la necesidad de denigrar de compañeros que sí han errado por ignorancia […] Porque no se es marxista por el hecho de leer el marxismo, como no se está exento de errores por el hecho de ser marxista”34. La Flor del Trabajo se apagó progresivamente, mientras el campo de la izquierda modificaba las reglas en su interior. “Para 1929 casi todos los líderes reconocidos de la izquierda radical estaban presos, aislados o fuera del país”. Una izquierda plural y orgánica El campo de la izquierda colombiana, durante las primeras décadas del siglo xx, se constituyó desde la pluralidad y organicidad que ofreció el encuentro de las tradiciones populares con las nuevas ideas de “liberación por el camino de la revolución”. Conscientes de las características y creencias de la masa, los líderes del psr –espacio en el que convergió este proceso– apropiaron en su accionar procedimientos de circulación de las ideas que les permitieron acercarse a la realidad de las gentes pobres del país, alejándose de las prácticas políticas de los partidos tradicionales. De esta manera, el psr no fue un partido de cuadros políticos; por el contrario, fue un partido de masas que se movió bajo el ritmo de un modelo escolástico, en el que se veía como el redentor de los desposeídos y la voz de los sin voz. Esta forma de actuar no podría ser juzgada en el presente como caudillista, ya que, de una forma u otra, el campo de la izquierda respondió a las lógicas de su época. De ahí que sea tan importante la trayectoria de figuras como las de María Cano para el análisis de una izquierda que no siguió los parámetros comunes35. Al igual que sus líderes, la izquierda no nació de una idea artificial y fija; por el contrario, la izquierda siguió un camino lento de constitución en el que convergieron las tradiciones de una literatura libertaria con las construcciones teóricas y experienciales que llegaban de otros lugares. De esta manera, Raúl Eduardo Mahecha –otro importante líder político–, por ejemplo, sostenía que para ganarse la confianza de los obreros les contaba cuentos de hadas y “a través de esos cuentos, les explicaba la situación en que vivían y los incitaba a la huelga […]. Hacía este trabajo porque el pueblo es muy supersticioso y cree más en los cuentos de hadas que en otra cosa”36. Entre la persecución y el desconocimiento, los años de lucha presenciaron el silencioso surgimiento de un campo político innovador por su discurso, y por la forma en la que configuró su identidad. El psr fue una 26 amalgama. Un organismo cohesionador de los diferentes que se consumían en una misma desesperanza social. Sin embargo, los pocos años de existencia del psr fueron absorbidos por la cárcel, la apropiación insana37 y la negación de una corte lejana. Si se observa con atención la historia del psr, entre sus líneas se puede prever una particularidad que hizo de él un momento-intersticio de resistencia38, enclavado en el ya vagabundo errar de la historia de nuestro país. El psr fue el resultado de una larga tradición de resistencia popular, de la que sobresalieron: el radicalismo liberal, el ideario de la Revolución francesa, algunas formas del socialismo utópico y el culto a la palabra escrita. Esta amalgama de herencia popular demandó la consolidación de las luchas y rebeldías en la imagen orgánica de un partido político que huyera de los cánones preestablecidos por la elite. De la misma manera, la historia de configuración del discurso de la izquierda tiene que ser buscada en los primeros centros de cultura socialista que empezaban a florecer en la época, y en los que se reunieron los futuros líderes e intelectuales del psr, que al igual que María Cano empezaron a comprometerse con un proceso emancipador lejano a su realidad más inmediata. Lugares como la tintorería Frankfurt del emigrado Silvestre Savinski, donde Luis Tejada y “José Mar” escucharon las hazañas de los bolcheviques y de Lenin, y donde se fraguó uno de los primeros grupos comunistas del país; o las casas del pueblo, del barrio Las Cruces, donde la solidaridad de los trabajadores y la cultura popular se confundían con la música, las lecturas y las utopías sobre un futuro mejor, allí se fraguaron los primeros intentos de compromiso intelectual. Finalmente se puede decir que en el auge de la segunda oleada huelguística en Colombia (1924-1928) María Cano encarnó, en su discurso, la figura del héroe y el idealismo místico, con el fin de incentivar la lucha obrera y popular. De esta forma, bajo la influencia de la literatura militante y del mensaje místico, la Flor del Trabajo llevó las ideas de izquierda hasta los conglomerados proletarios por medio de giras políticas. Así, el catecismo y la Lectio configuraron una tradición en las formas en las que se difundieron y se apropiaron las ideas de izquierda en Colombia durante las primeras décadas del siglo xx. 27 Busto de María Cano en la Esquina de las Mujeres, Medellín. Notas 1 Kolakowski, Leszek. El hombre sin alternativa: Sobre la posibilidad o la imposibilidad de ser marxista. Madrid: Alianza, 1970. 2 Con “orgánica” no quiero decir “consciente”, como lo propone la historiografía tradicional sobre el movimiento obrero; por el contrario, la organicidad hace referencia a la cantidad y organización de los primeros centros de trabajadores asalariados. 3 Ver: Vargas, Hernando. “De la mula al avión: Notas para una historia social de la infraestructura de transporte en Colombia”. Revista de Estudios Sociales, 2002, pp. 13-21. 4 Denominar como “ciudades” algunas urbes en América Latina al comenzar el siglo xx puede parecer improcedente, ya que “Es difícil definir los grandes conglomerados poblacionales de principios de siglo como modernas ciudades en términos de funciones y servicios. Muchas de ellas eran, hasta bien entrado el siglo xx, más bien grandes aldeas. De otra parte, por ser principalmente epicentros de migración interna de los campos, nuestras ciudades [especialmente el caso colombiano] hasta el presente siguen siendo culturalmente muy campesinas”. No obstante, para el mejor tratamiento de este artículo continuaré utilizando la categoría ciudad para denominar los primeros epicentros industriales de finales del siglo xix y comienzos del xx. Ver: Archila, N. Mauricio. Cultura e identidad Obrera en Colombia. Bogotá: Cinep, 1991, p. 56. 5 Torres, Ignacio. María Cano, mujer rebelde. Bogotá: La Rosca, 1972, pp. 19-20. 24 Cano, María. “Pan espiritual”. El Correo Liberal, Medellín 29 de marzo de 1924. En: Escobar, Miguel (comp.), ob. cit., p. 83. 6 Uribe, María Tila. Los Años Escondidos: Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá: cerec, 1994. 25. Ver: Sartre, Jean-Paul. Crítica de la razón dialéctica. Buenos Aires: Lozada, 1995; Sartre, Jean-Paul. Em defesa dos intelectuais. Trad. Sergio Goes de Paula. São Paulo: Ática, 1994. 7 Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 2. 8 Ibíd., p. 6. 9 Marín, Iván. María Cano En el amanecer de la Clase Obrera. Bogotá: ismac, 1985. 10 Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 20. 11Panclasta, Biofilo. “Comprimidos Psicológicos de los Revolucionarios Criollos”. Claridad, Bogotá nos 52-56, mayojunio, 1928. Citado en: Villanueva, Orlando et. al. Biofilo Panclasta. El eterno Prisionero. Bogotá: Ediciones Proyecto Cultural “Alas de Xue”, 1992, p. 183. 12 Cano, María. “Luz viva La fuente está en sí mismo”. Cyrano, nº 26. Medellín 18/11/1922. En: Escobar, Miguel (comp.). María Cano: Escritos. Medellín: Secretaría de Extensión y Cultura de Antioquia, 1985, p. 29. 26 Fue un símbolo obrero popular que significaba la fraternidad y la unión de la clase obrera. Al respecto, los periódicos de la época decían: “Los obreros no eligen reina. Eligen su flor, que es, naturalmente, la flor sobria, delicada, severa del trabajo. Ella ha de presidir su fiesta ritual, simbólica y armoniosa”. El Tiempo, 1° de mayo de 1926. Citado en Vega, Renán. Gente muy Rebelde 4. Socialismo, cultura y protesta popular. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002, p. 68. 27 Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 21. 28 En la época se abrió un amplio debate sobre la pena de muerte. Muchos sectores de la izquierda emergente y del liberalismo vieron este discurso como una excusa del Gobierno para deshacerse de la oposición. 29 Citado en Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 25. 13 Ibíd., p. 29. 30 Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 76. 14Ídem. 31Ídem. 15Ídem. 32 Citado en Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 94. 16Ídem. 33 “Diluvios de Lágrimas y mares de sangre corren en la zona bananera”. Claridad, 20/12/1928. 17 Cano, María. “Sonrisa”. Cyrano, nº 26. Medellín, 18 de enero de 1923. En: Escobar, Miguel (comp.), ob. cit., p. 43. 18 Vega, Renán. Gente muy Rebelde. 1. Enclaves, transportes y protestas obreras. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002, pp. 224 y ss. 19 Escobar, Miguel (comp.). María Cano: Escritos, p. iv. 20 Cano, María. “Los Forzados”. En: Escobar, Miguel (comp.). María Cano: Escritos, p. 76. 21 Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 20. 22Al respecto Torres Girando sostiene que María Cano “se obsesionó en el tema de los niños que venía en ella como un escape al entrañable anhelo de maternidad (…)”. Ver: Torres, Ignacio. María Cano…, ob. cit., p. 20. 23Mistral, Gabriela. “Caricias”. Tomado del libro Poemas de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, publicado en 1925 en Bogotá por la editorial Minerva. Este libro hace parte de Ediciones Colombia: Miscelánea 581. Para su consulta ver la publicación digital en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/poemasde-gabriela-mistral-juana-de-ibarbourou-delmira-agustinialfonsina-storni. 34 Carta a Guillermo Hernández Rodríguez. Medellín 02/10/1930. 35 Aquí me refiero a los diferentes ritmos que tomó la constitución de la izquierda en el país, comparándolos con las historias que vivieron otros países del continente, como Argentina, Brasil o Chile. En estos países, variables como la inmigración extranjera, el nivel de industrialización y la circulación “relativamente común” de ideas de izquierda, determinaron unos ritmos acelerados de constitución del campo, además de cierto grado de autonomía. 36 Mahecha, Raúl Eduardo. “La masacre de las bananeras”, Revista Teoría y Práctica, nº 14, 1978. Citado en Vega, Renán. Gente muy Rebelde 4. Socialismo, cultura y protesta popular, ob. cit., p. 95. 37 La apropiación insana hace referencia a los constantes intentos del Partido Liberal por apropiarse del discurso del PSR. Intentos que en muchas ocasiones fue fructífero para el liberalismo, y que al finalizar la década del veinte fue un determinante sustancial para el desmoronamiento del PSR. 38 Al hablar del partido político como un movimiento-intersticio de resistencia quiero hacer énfasis en la forma como se han asumido los partidos de izquierda en general. Apropiándome de la propuesta del historiador francés David Caute (1965), asumo que este tipo de partidos surgieron como resultado de un movimiento dialéctico histórico; y que desde su posición y 28 organicidad defendieron la soberanía popular como principio. De esta forma, la hipótesis es que el choque de diversas fuerzas sociales llevó a la constitución de intersticios de resistencia que se encarnaron en nuevos partidos políticos aglutinadores, como fue el caso del PSR. Referencias Archila, N. Mauricio. Cultura e identidad obrera en Colombia. Bogotá: Cinep, 1991. Cano, María. “Diluvios de lágrimas y mares de sangre corren en la zona bananera”. Claridad, 20/12/1928. Cano, María. “Los Forzados”. Cano, María. “Luz viva La fuente está en sí mismo”. Cyrano, nº 26. Medellín, 18/11/1922. Sartre, Jean-Paul. Em defesa dos intelectuais. Sergio Goes de Paula (trad.). São Paulo: Ática, 1994. Torres, Ignacio. María Cano, mujer rebelde. Bogotá: La Rosca, 1972, pp. 19-20. Uribe, María Tila. Los años escondidos: Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá: cerec, 1994. Vargas, Hernando. “De la mula al avión: Notas para una historia social de la infraestructura de transporte en Colombia”. Revista de Estudios Sociales, 2002, pp. 13-21. Vega, Renán. Gente muy rebelde 4. Socialismo, cultura y protesta popular. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002. Cano, María. “Luz viva La fuente está en sí mismo”. Cyrano, nº 26, p. 29. Medellín, 18/11/ 1922. Villanueva, Orlando et al. Biofilo Panclasta. El eterno prisionero. Bogotá: Ediciones Proyecto Cultural “Alas de Xue”, 1992. Cano, María. “Pan espiritual”. El Correo liberal. Medellín, 29 de marzo de 1924. Webgrafía Cano, María. “Sonrisa”. Cyrano, nº 26. Medellín, 18 de enero de 1923. María Cano. Tomado de: http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/bpp-f-011-0664.jpg Escobar, Miguel (Comp.). María Cano: Escritos. Medellín: Secretaría de Extensión y Cultura de Antioquia, 1985. María Cano, Flor del Trabajo. Tomado de: http://bibliotecasmedellin.gov.co/content/uploads/sites/5/2015/10/ IMG_4413.jpg Kolakowski, Leszek. El hombre sin alternativa: Sobre la posibilidad o la imposibilidad de ser marxista. Madrid: Alianza, 1970. María Cano y los niños. Tomado de: https://i.ytimg.com/vi/ ugO57TMHSoQ/maxresdefault.jpg Mahecha, Raúl Eduardo. “La masacre de las bananeras”. Revista Teoría y Práctica, nº 14, 1978. Busto de María Cano. Tomado de: https://upload.wikimedia. org/wikipedia/commons/7/78/Esquina_de_las_Mujeres,_Mar%C3%ADa_Cano.JPG Marín, Iván. María Cano En el amanecer de la Clase Obrera. Bogotá: ismac, 1985. Mistral, Gabriela. “Caricias”. Tomado del libro Poemas de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni. Bogotá: Minerva. Panclasta, Biofilo. “Comprimidos psicológicos de los revolucionarios criollos”. Claridad, nos 52-56, Bogotá, mayojunio, 1928. Sartre, Jean-Paul. Crítica de la razón dialéctica. Buenos Aires: Lozada, 1995. 29 Huellas Trincheras de papel Resistencia cultural del Brasil dictatorial en Doña flor y sus dos maridos de Jorge Amado Por Fabricio Silva La adaptación al cine de Doña Flor y sus dos maridos fue dirigida por Bruno Barreto y estrenada en 1976. En condiciones políticas opresoras, el arte ha funcionado como una puerta de escape, no para evadir los conflictos sociales sino para hacerles frente y criticarlos de una manera sutil pero eficaz. Este texto es un análisis del papel crítico-alegórico que tuvo y sigue teniendo la novela Doña Flor y sus dos maridos del brasilero Jorge Amado. El universo narrativo de esta obra se arriesga, por medio del triángulo amoroso de sus personajes, a reflexionar sobre el sometimiento que sufrió la democracia brasilera durante una de las dictaduras más prolongada que se ha tenido en el Cono Sur. D oña flor y sus dos maridos (1966), de Jorge Amado, fue publicada en plena dictadura militar, y posee un contenido alegórico que oculta su mensaje crítico contra los militares. La novela posee una fuerte carga política de resistencia y refleja la realidad del Brasil durante la dictadura militar de 19601. Jorge Amado utiliza un juego carnavalesco2 en el que, a través de su personaje Vadinho, transgrede el orden establecido, y a su vez satiriza el poder opresor de los militares. Me propongo analizar los tres principales personajes que reflejan la resistencia y crítica a la dictadura brasileña: Vadinho, Teodoro y doña Flor. El objetivo de este artículo es comprender cómo ese triángulo amoroso se erige como instrumento de la articulación de la crí- tica de Amado, y también por qué son ellos quienes representan alegóricamente las esferas sociales de la nación brasileña. Amado, además, se vale de lo místico y lo sobrenatural, como la muerte y el fantasma, para articular su resistencia al Gobierno dictatorial brasileño de los años sesentas. El crítico Juan García, al discutir las características de la narrativa de resistencia y cómo esa inteligencia radicalizada3 responde a los cambios políticos en sus respectivos países, considera que han (…) responded to those crises on the bases of their cultural and organizational traditions (their myths, and religious beliefs, their patterns of organization, resistance, and accommodation) and of course on the basis of their 30 countries’ specific regional and international contexts (p. 230). Así pues, asumo que el planteamiento de Gracia resulta aplicable en el caso de Doña flor, Amado se vale de la religión y las tradiciones brasileñas para criticar a la dictadura. Mi análisis girará, por tanto, en torno a cómo esos tres personajes: Vadinho, doña Flor y Teodoro, son utilizados por Amado como elementos de resistencia. La novela de Amado se publicó en Brasil durante un conturbado periodo político. Brasil sufre un golpe militar y el presidente de la república se ve obligado a huir a Uruguay para sobrevivir a la violencia en que se produce la toma del poder; evento organizado por los militares y fomentado por Estados Unidos y su guerra abierta contra el comunismo. te” o sujeto activo de un proceso, cuya “misión no es dar cuenta sino combatir; no hacerse espectador, sino intervenir activamente. Los datos que [el escritor] nos da de su actividad precisan el sentido de esta misión” (p. 4). Benjamin reflexionó en profundidad sobre la integración de la literatura política-de-resistencia en el contexto social. Para él, la idea de que la producción artística posee un poder que transforma a sus lectores en cooperantes resulta de vital importancia; algo así como si el escritor “operante” convirtiera igualmente al lector en un agente operante. La literatura de resis- “Ese triángulo amoroso se erige como instrumento de la articulación de la crítica de Amado”. Según Dávila, on March 31, 1961, General Olympio Mourão Filho, an army commander in Minas Gerais, unleashed the operation to depose [president] Goulart by sending a column of tanks to neighboring Rio de Janeiro to seize the old presidential place (p. 29). tencia, entonces, no sería más que un instrumento directo de intervención contra los regímenes dictatoriales con el fin de provocar al lector, o hacer que reaccione y, así, no tenga otro camino más que convertirse en agente de transformación. Para los militares brasileños, Goulart era un extremista de izquierda y su golpe de Estado estaba justificado. Afirma Needler: The Generals became convinced that the continuation of Goulart regime would lead Brazil to chaos and possible a sharp shift to the left (p. 69). Después del golpe Brasil experimenta un régimen represivo que prohíbe todas las formas de expresiones contra el Gobierno. Tan pronto como el Ejército consolida el golpe se establece una junta administrativa y se nombra un candidato para la presidencia. Pero las elecciones presidenciales, después de la toma del poder, no se extendían a la población. Solo se permite votar a los miembros de la Junta militar y del Parlamento, que se tornan aliados de los militares. Y esa maniobra política les da una fuerte ventaja en las elecciones, que para Dávila: The Junta’s candidate, General Humberto Castelo Branco one of the architects of the coup, was elected with 361 votes and 72 abstentions”(p. 32). En efecto, es dentro de ese proceso histórico que se publica Doña flor y sus dos maridos. Vemos esta articulación en Doña flor y sus dos maridos. El triángulo alegórico constituido por doña Flor, Vadinho y Teodoro se erige en una representación de la realidad nacional del Brasil de los años cuarenta. Doña Flor, como elemento central de este triángulo, vendría a constituir una alegoría feminizada de un Brasil mestizo y popular, que se reacomoda a los cambios políticos que le son impuestos por la dictadura de Getulio Vargas4. En el ángulo extremo de ese triángulo se ubica Teodoro como representante del orden patriarcal y represivo de las dictaduras. Vadinho se constituye en el tercer vértice para representar la actitud libertaria que viola los códigos morales de una sociedad represiva, que se interpone entre el carácter tradicional y supuestamente pasivo de doña Flor y el orden represivo de Teodoro. Doña Flor, como protagonista de la novela y sujeto que recibe los cambios mencionados, se constituye en el eje central de la historia. Sin embargo, Vadinho supone un elemento central que desestabiliza el eje anterior por su doble condición de vividor y de fantasma, quien regresa a recomponer el orden social. Walter Benjamin en su ensayo “El autor como productor” (1934) ya había articulado ideas sobre el papel que el escritor ejerce a través de su producción, especialmente cuando discute el rol del escritor como “operan- El crítico cultural brasileño Idelber Avelar, en su libro Alegorías de la derrota (2000), analiza la alegoría nacional en las literaturas latinoamericanas en relación con las novelas de posdictadura en las décadas del ochenta 31 y principios del noventa, para afirmar que son en realidad “alegorías de la derrota”, concretamente, de una derrota ideológica, debido a que el capitalismo triunfa sobre la ideología comunista. Avelar cita a Coleridge cuando refiere que An Allegory is but a translation of abstract notions into a picture-language, which is itself nothing but an abstraction from objects of the senses; the principal being more worthless even than its phantom proxy, both alike unsubstantial, and the former shapeless to boot. (p. 6, n. 10) La precisión de Coleridge nos ubica ante la similar insustancialidad de la alegoría y de las representaciones “fantásmicas” o fantasmáticas, como las denominamos hoy. Estos planteamientos resultan especialmente pertinentes para mi análisis, en la medida en que conectan la alegoría con una representación abstracta: la noción de fantasma. Esto indicaría que muchas de las representaciones que han constituido las identidades de las naciones en América Latina están contaminadas de un carácter fantasmático, surreal, que las sustrae del análisis histórico, permitiendo su lectura desde una perspectiva espectral. Al contrario, el pakistaní Aijaz Ahmad critica la idea de que en la periferia no se puede separar lo íntimo de lo político y que tal separación sí es posible en el tercer mundo. Ahmad realiza este planteamiento en su ensayo Jameson’s Rhetoric of the Otherness and the National Alegory, que rechaza la idea de existencia del tercer mundo y la incapacidad en el mismo de separar lo nacional de lo personal: I shall argue, therefore, that there is no such thing as a ‘third-world literature’ which can be constructed as an internally coherent object of theoretical knowledge (p. 4). Según Ahmad, no existe tal literatura del tercer mundo que pueda ser coherente internamente como un objeto teórico de conocimiento, es decir, no hay tal separación. Para él, la relación entre privado y público también está presente en la metrópolis y tal relación es evidente a través de las novelas The invisible man de Elisson y Your native land de Adrienne Richard (qdt. Santí, p. 118). En su libro Ciphers of History (2005), Santí reflexiona sobre esa separación político-libidinal en la literatura del tercer mundo para afirmar que Jameson’s ideas was, clearly, both old and new. That certain texts within national literatures can and often become privileged representations of national values and is an unstated cliché of literary history, as shown most often in realist narratives whose mimetic language easily represents collective values. (p. 117) Discutiendo el concepto de alegoría nacional en relación con la producción literaria en América Latina, Fredric Jameson ha afirmado que: All third-world texts are necessarily, I want to argue, allegorical, and in a very specific way: they are to be read as what I will call national allegories, even when, or perhaps I should say, particularly when their forms develop out of predominantly western machineries of representation, such as the novel. (p. 69) Para Jameson, la literatura poscolonial en América Latina constituye una producción alegórica que refleja la realidad de la nación, sea ella política o social, en la que no hay separación entre lo poético-libidinal, en el sentido personal de la escritura, esto es, como un reflejo del individuo que escribe y lo político-económico: The history of the private and individual destiny is always an allegory of the embattled situation of the public third-world culture and society (p. 142). En esta teorización Jameson considera que en la metrópolis existe una separación entre política y libido y que tal separación es imposible en el tercer mundo. En ese sentido, Doña Flor y sus dos maridos cumple un papel alegórico: sus personajes representan la realidad colectiva y opresora de Brasil durante el periodo de la dictadura militar. De una forma u otra, no hay una separación evidente de lo personal en la escritura en lo que él denomina el tercer mundo. Y la novela producida fuera de la metrópolis sufre influencia directa del Estado en que se encuentra la nación, que en el caso de Doña Flor y sus dos maridos es el Estado político brasileño. Es decir, que consciente o inconscientemente el escritor refleja en sus escritos la realidad en que vive, la cual por sí sola somete su producción literaria al ámbito de la alegoría nacional. Cuando se habla de alegoría nacional confrontamos el dilema de la construcción del sujeto en la literatura poscolonial. O sea, la construcción de su propia identidad no solo a través de las novelas fundacionales del siglo xix, sino también en las novelas de posguerra. No se trata de una representación alegórica homogénea 32 “Doña Flor y sus dos maridos cumple un papel alegórico: sus personajes representan la realidad colectiva y opresora de Brasil durante el periodo de la dictadura militar”. Doña flor y sus dos maridos se divide en cinco partes; cada una de ellas comienza con una clase de cocina en la que doña Flor enseña la preparación de famosos platos de la culinaria nordestina. En esta intención reiterativa de enseñar la tradición culinaria interpreto una resistencia cultural que permite a doña Flor sobrevivir a los embates económicos y a la exclusión generada por los mecanismos del poder. “Semejante hombre con semejante sabiduría y no sabía cómo tomarla y poseerla”, Doña Flor y sus dos maridos. Chamberlain en su libro Jorge Amado (1990) discute el tema de la comida y su identificación social con la clase pobre bahiana: sino heterogénea, en el sentido que cambia según el desarrollar del texto. Ultimately, they [dishes] also seek to invalidate middleclass inhibitions and to enhance the reader’s gusto for the free, hedonistic lifestyle that the author associates with the Bahian por (p. 66). Amado articula su novela a través de una narrativa que abarca tanto la realidad histórica contemporánea al momento de su escritura y publicación en 1966, como la realidad de la dictadura de Getulio Vargas (1937-1945). Es por sobre todas las cosas una novela de contenido político-social. A través de Doña Flor y sus dos maridos se exponen elementos de la cultura brasileña como la cocina, la música y sus costumbres populares. También se hace una crítica de la sociedad brasileña, sumida por entonces en estereotipos morales que la enmarcaban en el ámbito de las “buenas costumbres”. Todo ello para producir, más que una obra literaria, un retrato del estado neurótico de los brasileros en aquel momento de la historia nacional. De esta manera, el personaje de doña Flor nos remite a una identificación alegórica de Brasil en medio de la sombra política de la dictadura. Florípedes Paiva Guimaráes (doña Flor en adelante) es una mujer mestiza, imposibilitada de tener descendencia, que se gana la vida dando clases de cocina tradicional bahiana. 33 La novela empieza con la muerte de Vadinho en la noche de carnaval y los recuerdos de doña Flor, su memoria de la felicidad, infortunios, traiciones y mentiras vividos con su esposo. Más adelante, doña Flor se muestra más feliz, pero aún comportándose como viuda y guardando el luto de su amado. Su sueño es perturbador y se torna cada vez más agitado, incluyendo reiteradas pesadillas. También sus deseos insatisfechos crecen debido a su actitud de mantenerse en luto continuo. Flor se niega a dejar que su objeto de deseo, Vadinho, la abandone totalmente y sea reemplazado por otro hombre. Una vez casada en segundas nupcias, doña Flor no consigue adaptarse a la vida conyugal debido a que había una pared libidinal entre ella y Teodoro, en el sentido de la satisfacción de los deseos sexuales por parte de ella: Adaptación para teatro de Doña Flor y sus dos maridos, dirigida por Jorge Alí Triana y protagonizada por el cubano Francisco Gattorno, estrenada en Manhattan. Doña Flor comprobó de nuevo que también a él [Teodoro] le faltaba intrepidez para ser violento y loco, para derribar el muro que los separaba. Semejante hombre con semejante sabiduría y no sabía cómo tomarla y poseerla. En cuanto a ella, ¡ah Teodoro!, por más que lo deseara, no le correspondía tomar la menor iniciativa. Ya casi había sobrepasado los límites de lo correcto, pues la esposa no tiene el deber de ofrecerse a la excitación de su esposo sin parecer una desvergonzada que compite con las mujeres de la vida, una descocada. Eso compete al marido, Teodoro mío. (p. 179) La novela contiene un componente de sátira de la realidad brasileña que se utiliza como elemento desestabilizador del orden social, que representa alegóricamente el personaje de Teodoro. Dicho personaje sugiere una representación del Gobierno dictatorial, del orden establecido, de los códigos morales con que la dictadura controlaba a los sujetos nacionales. Amado abre las cortinas del mundo doméstico bahiano para permitir un aireamiento del estado opresor en el que se vive durante el periodo de la dictadura de Vargas y, por extensión, bajo la dictadura militar. El carácter opresor del orden social se evidencia en la disciplina de Teodoro: “El doctor Teodoro llegó a la hora exacta, con la precisión de su cronómetro suizo, con una elegancia 5 castillista que había que verlo: de flor en el ojal, un espléndido personajón que estremeció a todas las comadres” (Amado, p. 173). La aparición de Teodoro en la vida de Flor conduce también a una interrupción en el ritmo de las clases de culinaria que ella ofrece. Esto ocurre justo en la cuarta parte de la novela, en el capítulo que comienza con un concierto de música clásica en el que participa Teodoro. Hay un cambio de la culinaria popular a la música de elite. Teodoro encabeza esa transformación que saca a Flor del ámbito de lo doméstico y lo barrial para sumergirla en el mundo desconocido de las elites económicas y culturales bahianas. El reemplazo de la cocina por la música implica no solo una transformación de las costumbres, sino también del orden económico, y con eso, una transformación en la jerarquía de los valores culturales. Este reemplazo abrupto de la clase de culinaria por el concierto representa un intento por borrar el elemento cultural de resistencia que representa la cocina bahiana y sustituirlo por la música de elite de corte europeo. La representación alegórica del poder dictatorial también se evidencia en Teodoro cuando despide a la empleada durante la ausencia de Flor, alegando que la misma no lo respetaba y era ineficiente. Doña Flor acepta la medida y los cambios disciplinarios en el orden doméstico que Teodoro establece sin consultarla: 34 El doctor Teodoro le explicó, con su voz firme pero amable, que se había visto obligado a despedir a Sofía: además de ser una pésima empleada no le había obedecido, respondiendo con gestos de no importarle y con insolentes rezongos a sus órdenes categóricas para que hiciese una limpieza seria de la casa, que siempre estaba mal barrida. No había consultado a doña Flor para no importunarla con esa tontería, cuando ella se consumía de pena al pie de la tía enferma; se vio en la necesidad de expulsar en el acto a la desagradecida por no poder soportar más las torpezas y las groserías de la doméstica. Cuando le dio la orden de barrer la casa, la muy puerca salió por el pasillo murmurando y llamándole Doctor Purgante. (p. 185) bilizador del orden. El propio Jorge Amado en A morte e a morte de Quincas Berro d’Água (1959) también usa el fantasma en su personaje principal, Quincas, quien después de muerto sigue viviendo una vida de fiestas y aventuras que rompe el orden social. Asimismo, en Incidente em Antares (1971) son los fantasmas los agentes desestabilizadores del supuesto orden sociopolítico; lo hacen a través de la denuncia de los crímenes de la dictadura. Las medidas que toma Teodoro sin consultar a Flor dan cuenta de un orden antidemocrático que impone a su esposa decisiones de la que esta no participa. De igual modo, en palabras de Teodoro, estas medidas se han tomado por el bien del orden del hogar. It is worth noting here that even within the Brazilian intelligentsia of Machado´s time, the dead were routinely summoned, and their messages seems to possess considerably credibility (p. 5). Robert H. Moser en su libro The Carnavalesque Defunto (2008), discutiendo el tema del fantasma en la sociedad brasileña y la credibilidad de sus mensajes en el siglo xix, ha afirmado: Si traspolamos el orden de lo doméstico al orden social, podemos asumir que los cambios del hogar se erigen en alegoría de una transformación antidemocrática de la sociedad, que se produce por fuera del sufragio y la opinión popular. Teodoro deviene, entonces, en representación de la dictadura. A pesar de que se somete al poder de Teodoro, Flor continúa añorando el regreso de la libertad, que es significada por Vadinho. Tal credibilidad aún sigue fuerte en el Brasil de los años sesentas hasta la actualidad. Los muertos y sus mensajes aún son muy valorizados en la cultura brasileña, principalmente por el desarrollo del cardecismo6. Hay un anacronismo cultural de valores del pasado que insisten en continuar en la práctica cultural del pueblo brasileño. La vida disipada en la que Vadinho se desenvuelve representa también, de alguna manera, su insatisfacción con el gobierno de Getulio Vargas. Jorge Amado critica ambas dictaduras, y el fantasma de Vadinho se articula como elemento central de esa crítica. Vadinho retorna para hacer lo que no había hecho en vida: promover la felicidad de su esposa y de su comunidad. Es decir, el fantasma regresa para terminar algo que no había concluido, algo que falta, que fue perdido. Vadinho regresa para proporcionar felicidad verdadera a su mujer (Brasil)������������������������������� ; y lo hace a través de la confrontación del orden establecido, no respetando las costumbres y la moralidad: “Un fantasma le palpó los pechos y le hizo cosquillas. Y no contento con eso ¡qué horror –Dios mío!– se metió bajo sus faldas y le pellizcó las nalgas” (p. 261). El regreso del fantasma no solo es necesario como elemento articulador de la crítica, sino como actuante principal en la restauración de lo perdido y desesta- 35 “Abajo la represión”, manifestación contra el Brasil dictatorial. Moser denomina como device for social-political commentary, y aun más rhetorical strategy utilizada por los escritores brasileños (p. 6): Jorge Amado critica el apego a los códigos morales establecidos por el gobierno que todavía seguían hechizando al pueblo. La crítica al concepto de moralismo en Brasil en los años 50 es evidente por medio del personaje de Vadinho, que representa la transgresión de los valores sociales de aquel momento histórico en que vivían los brasileños: “Parecía Vadinho de no haber estado jamás enfermo y de ser capaz de pasar ocho días y ocho noches sin dormir, jugando y bebiendo, o de farra con mujeres. ¿Y acaso en ocasiones no pasaba realmente ocho días sin aparecer por casa, dejando a doña Flor sumida en la desesperación, como enloquecida? (p. 13) Jorge Amado en A morte e a morte de Quincas Berro d’Água (1959) también usa el fantasma en su personaje principal. “Amado abre las cortinas del mundo doméstico bahiano para permitir un aireamiento del estado opresor”. Hablando de esta insistencia anacrónica de valores culturales, que en el caso de mi análisis es el fantasma, Moser afirma: By cultural anachronism I mean any cultural expression, value, custom, institution, object, and so forth that continues to reinsert itself in contemporary society long after its form and function are determined to be at least from a modern perspective, not only regressive but historically erroneous. (p. 4) Tanto los escritores brasileños del siglo xix como los del xx utilizan el difunto-fantasma como pilastra principal de su crítica política-social. El fantasma es lo que A pesar de la vida desorganizada que vive Vadinho, este se precia, contradictoriamente, de una buena salud física, que puede asumirse metafóricamente como la ostentación de una buena salud moral. Elemento que constituye una alegoría de la vida de la nación antes de Getulio Vargas. El gobierno de Washington Luís se caracterizó, en la historia de Brasil, por su carácter oligárquico y protector de los hacendados productores de café. Su administración privilegió a los estados de São Paulo y Minas Gerais, que fueron beneficiados por el propio Gobierno para practicar dicho fraude electoral y favorecer al candidato gobiernista a la presidencia. Otro evento, que también catalizó la rebelión y el golpe, fue el asesinato del former vice presidential candidate, Joao Pessoa of the northeastern state of Paraiba (p. 5). Esa desestabilización del orden y el carácter fraudulento del Gobierno también son criticados a través de Vadinho. El Vadinho vivo representa el libertinaje, una libertad antisocial e individualista, una rebeldía sin causa. Tras su muerte, y con el establecimiento en la casa del orden represivo de Teodoro, se produce un regreso de Vadinho, en que su antiguo libertinaje adquiere un cauce social, que se manifiesta en forma de solidaridad económica para con sus antiguos compañeros de juego, subvirtiendo el orden económico injusto. En el orden doméstico, convirtiéndose en una alternativa al poder teocrático de Teodoro, en una fuente alternativa de placer sexual, que impide que doña Flor/Brasil sea subsumida al orden despótico del nuevo esposo. 36 Ese cambio de Vadinho, de elemento desestabilizador a agente principal del restablecimiento de la libertad perdida, solamente es viable por el carácter no estático de la representación alegórica, contemplado por el concepto de la alegoría moderna discutida en las páginas iniciales de este artículo. En conclusión, es importante mencionar que este texto, en medio de las diferentes lecturas que se han hecho de la novela Doña Flor y sus dos maridos, tanto de críticos brasileños como hispanoamericanos, se centr��������������������������������������������������� ó ������������������������������������������������� en una lectura de la novela desde dos puntos teóricos que fueron necesarios para cimentar el análisis, es decir: el concepto de la alegoría nacional planteada por Amhad, Santí, Avelar y Jameson, respectivamente, y la teoría espectral desde las propuesta de Moser. Importa resaltar que una relectura de la obra completa de Jorge Amado, no solo de la novela discutida aquí, desde la premisa espectral, sin duda es un campo nuevo de interpretación que seguramente añadirá a la crítica ya trabajada respecto a su obra. De ahí la idea de que el fantasma supone la piedra angular que co- necta con el triángulo alegórico amoroso de un Brasil dictatorial para reflexionar sobre todo ello. También es importante decir que otras interpretaciones de Doña flor y sus dos maridos han sido articuladas en relación con la condición sociopolítica que vivió Brasil entre 1930-1985. Es decir, el regreso del fantasma de la dictadura de Vargas en la dictadura militar de 1964. Espectro que fue posible detectar principalmente bajo el análisis del personaje fantasma-Vadinho. Por lo tanto, de una forma u otra, la alegoría moderna y lo espectral se tornan elementos esenciales para comprender la novela analizada en este artículo, debido a la importancia que el tema del fantasma tiene en la literatura y su representación en la cultura brasileña. Notas 1 Segunda dictadura de Brasil. Golpe de Estado que el 1º de abril de 1964 instauró la más larga dictadura en el continente sudamericano, terminó en 1981. Jorge Amado reinventó la visión de Bahía a través de su literatura. 37 2 Me refiero al concepto de carnaval planteado por Mijaíl Bajtín y la conceptualización del carnaval como transgresión del orden establecido. 3 Grupo de escritores que se propusieron producir una literatura de resistencia y crítica al Gobierno dictador de sus respectivos países. 4 La dictadura de Getulio Vargas fue el primer gobierno dictatorial experimentado por Brasil después de su independencia en 1889. Su gobierno se caracterizó por practicar atrocidades en contra de sus oponentes. 5 “Castillismo” era el nombre dado a la corriente política del oligarca gaucho Júlio Prates de Castilhos en el inicio de la República Vieja o primera república. Constituía una corriente política muy conservadora que se regía por el principio de la elección de gobernantes. Se basaba en la pureza moral y no en su representatividad popular (Freitas). 6 Religión espiritualista en que contactan a los muertos y transmiten sus mensajes a las personas. Referencias Ahmad, Aijaz. “Jameson’s Rhetoric of Otherness and the National Allegory”. Social Text 17, pp. 3-25, 1987. Amado, Jorge. Doña Flor y sus dos Maridos. Madrid: Alianza, 1985. Benjamin, Walter. El Autor como Productor. Mexico, D.F: Itaca, 2004. Byron, Glennis & David Punter. Spectral Readings: Towards a Gothic Geography. New York: St. Martin’s Press, 1999. Avelar, Idelber. The Untimely Present: Postdictatorial Latin American Fiction and the Task of Mourning. Durham, NC: Duke UP, 1999. Chamberlain, J. Bobby. Jorge Amado. Massachusetts: Twayne Publishers, 1990. “Costa e Silva”. Brasil.gov.br. 05-24-13 (en línea). Dávila, Jerry. Dictatorship in South America, 2013. Freitas, Delcio. O homen que inventou a ditadura no Brasil. Porto Alegre: Sulina, 1999. García, Juan C. 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Tomado de: http://designblog.uniandes.edu.co/blogs/food-design/files/2015/07/DonaFlor-y-sus-dos-maridos.jpg Manifestación contra el Brasil dictatorial. Tomado de: http:// dioseslocos.org/wp-content/uploads/2016/04/ abaixodictadura.jpg Portada de La muerte de Quincas Berro Dágua. Tomado de: https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/736x/18/5e/5 3/185e5338c101eb839a276aeda99714f0.jpg Jorge Amado. Tomado de: http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8 341bfb1653ef01a511cc1e5c970c-pi 38 Huellas Deseo existencial Por Arturo Cardozo Beltrán Jean Paul Sartre (París, 1905-1980). Etancia l deseo como concepto filosófico es de suma impora la hora de estudiar la relación del yo con el La primera parte de este artículo presenta la concepción de Jean Paul Sartre sobre la conciencia intencional y su importancia en el surgimiento del deseo, todo a la luz de la lectura analítica que hace la filósofa Judith Butler. En la segunda parte, de la mano de la obra de teatro de Jean-Paul Sartre A puerta cerrada, se estudia el carácter de la relación entre el deseo y el otro. Nociones sobre la libertad, la responsabilidad, la elección, la mirada objetivante, entre otras, nos sumergen en la propuesta filosófica sartreana. otro. Esta afirmación se ve sustentada en el texto de Judith Butler Sujetos del deseo, en el que hace un recorrido analítico de las propuestas de varios autores sobre el deseo, tales como: Hegel, Hippolyte, Kojéve, Sartre, entre otros. En el siguiente texto nos enfocaremos solo en el análisis que Butler hace de la propuesta sartriana con respecto al deseo y su relación con el otro. En el capítulo 3 del libro Sujetos del deseo, dedicado a Sartre, Butler inicia su recorrido hablándonos de los textos sartrianos La imaginación y Lo imaginario. Nos dice que aunque los dos textos difieran en tanto estilo y propósito, podemos encontrar en común una teoría intencional de la conciencia imaginativa, que habrá de tener consecuencias para la teoría de las emociones y el deseo de estos dos escritos. En la primera obra publicada, que corresponde a 1936, Sartre hace una crítica a las teorías de la imaginación. No distingue entre percepción e imaginación y afirma que la imagen es una realidad autónoma que se encuentra entre la conciencia y su objeto. En el segundo libro, publicado en 1940, Sartre reitera lo que había dicho en el anterior texto: las imágenes deben entenderse como formas de la conciencia intencional. Además, realiza una investigación sobre los fundamentos existenciales del imaginar. También en este segundo libro da su propuesta 39 con respecto al deseo, pues dirá Butler que el filósofo francés comienza a especular sobre la relación entre el deseo y lo imaginario. Dicha especulación se refiere “a que la intencionalidad pasa a ser una estructura esencial no solo de la percepción y la imaginación, sino también del sentimiento” (Butler, 1987, p. 155). Con otras palabras, la percepción, la imaginación y el sentimiento son formas intencionales de la conciencia, que se refieren a cosas del mundo y no a meras imágenes empobrecidas de una conciencia solipsista. Pero antes de seguir con el desarrollo de Butler considero importante aclarar a qué se refiriere Sartre cuando habla de conciencia intencional. Veamos un pasaje de El ser y la nada; allí encontraremos una definición: Toda conciencia es conciencia de algo. Esta definición de la conciencia puede tomarse en dos sentidos distintos: o bien entendemos por ella que la conciencia es constitutiva del ser de su objeto, o bien que la conciencia, en su naturaleza más profunda, es relación a su ser trascendente. Pero la primera acepción de la fórmula se destruye a sí misma: ser consiente de algo es estar frente a una presencia plena y concreta que no es la conciencia. Sin duda, se puede tener conciencia de una ausencia pero esta ausencia aparece necesariamente sobre un fondo de presencia […] la conciencia es conciencia de algo: esto significa que la trascendencia es estructura constitutiva de la conciencia; es decir, que la conciencia nace apuntando a un ser que no es ella misma1. (Sartre, 1943, p. 29) El hecho de que presentemos a qué se refiere Sartre cuando habla de conciencia intencional se debe a que si la conciencia no es intencional, no hay posibilidad de que el deseo surja, pues, al igual que la conciencia, el deseo apunta hacia afuera en relación con el mundo y el otro; acerca de esto Butler dice: La direccionalidad de la conciencia, su tendencia hacia las cosas exteriores a ella, viene a expresar la situación ontológica de los seres humanos como una “espontaneidad” y un “desdoblamiento”. En cuanto seres intencionales, no sólo nuestro conocimiento es del mundo, sino también nuestra pasión esencial; nuestro deseo es quedar cautivados con el mundo, ser “del” mundo. La intencionalidad viene a representar el acceso humano al mundo, el fin de las teorías que aíslan de este último a la conciencia y la subjetividad y las obligan a residir detrás de la densa cortina de la representación. (1987, p. 156) “La percepción, la imaginación y el sentimiento son formas intencionales de la conciencia”. en relación con el otro. En la nota aclaratoria se dijo que el concepto de conciencia intencional está basado en Husserl, sin embargo, Sartre tomará distancia de algunos planteamientos expuestos por él, ya que en el pensamiento husserliano aún existen nociones que demuestran a la conciencia como no intencional. Esto lo vemos reflejado en la crítica que hace Sartre en La trascendencia del Ego, pues le interesa obstinadamente mostrar la trascendencia de la conciencia como la superación de lo que para él fueron los errores de su maestro. Ya lo dice Sartre (1940) al inicio de dicho texto: “Queríamos mostrar aquí que el ego no está ni formal ni materialmente en la conciencia; está fuera, en el mundo; es un ser del mundo, como también lo es el ego del prójimo” (p. 29). Además, Butler dirá que en La trascendencia del Ego “la conciencia es una revelación traslucida del mundo, una presentación activa que se mueve hacia el mundo como una nada impulsada a revelar” ( p. 158). Es decir, la conciencia no hace parte como objeto entre las cosas, pero es ella la que da la posibilidad para que se presenten los objetos. Sobre la intencionalidad, Butler se remitirá al ensayo de Sartre “Bosquejo de una Teoría de las Emociones” y al artículo “Intencionalidad”, para decir que Sartre se refiere al deseo como una relación intencional posible, una entre muchas presentaciones afectivas del mundo. Para Butler, en Lo Imaginario el deseo empieza a asumir una condición de privilegio, en cuanto la forma de intencionalidad que caracteriza a todas las otras formas emocionales de presentación (p. 159). Finalmente, Butler nos presentará su interpretación respecto de la propuesta sartriana sobre el deseo: El deseo es la estructura fundamental de la intencionalidad y que las relaciones intencionales —relaciones de deseo— no son solo cognitivas en el sentido de que petrifican actos de la conciencia, sino expresan los estatutos ontológicos de los seres humanos como el deseo del ser. ( p. 159) Como se dijo anteriormente, es menester mostrar a la conciencia como intencional para que surja el deseo 40 primer contexto, el deseo sexual no es sino una permutación del deseo del ser, un proyecto existencial que estructura la espontaneidad del para sí”. El segundo, deseo existencial, lo veremos a continuación. Después de explicar someramente la concepción de Sartre sobre la conciencia intencional y su importancia para que surja el deseo, pasemos al siguiente tema de este artículo, que consiste en la relación del deseo con el otro. En El ser y la nada se observa que Sartre combate el pensamiento solipsista, reconociendo al otro como un ente importante. ¿Pero cómo puede haber espacio para la otredad donde el “yo” se fundamenta y se recrea a sí mismo? Sartre nos responde que el sentimiento de la vergüenza es el reconocimiento frente al otro, dado que el otro nos descubre y nos convierte en objeto. El capítulo 3 de Sujetos del deseo, de Judith Butler, está dedicado a Jean-Paul Sartre. Es decir, el deseo es co-extensivo con la conciencia intencional. Al entender que el deseo es co-extensivo con la conciencia espontánea, con la intencionalidad prereflexiva, se llega a la conclusión de Butler: “La consecuencia de la no-coincidencia entre las conciencias prereflexivas y reflexivas es que el deseo siempre supera a la reflexión deliberada, al tiempo que es su propio modo de conciencia prerreflexiva” (p. 165). Al llegar a este punto es necesario recurrir a los textos de Sartre La imaginación y Lo imaginario, pues Butler nos dice: Sartre retoma la labor llevada a cabo por Husserl con el propósito de distinguir entre lo real y lo existente y revindicar, además la imaginación como una forma de conciencia genuina dotada de estructuras complejas que se orientan hacia los objetos. (p. 165) Además, en Lo imaginario Sartre (1940) nos dice que “el fin de esta obra es describir la gran función ‘irrealizante’ de la conciencia o ‘imaginación’ y su correlativo noemático, lo imaginario” (p. 11). Luego de manifestar algunas ideas de los textos anteriores al El ser y la nada y su relación con el deseo, entremos en materia con el texto en el que para Butler “Sartre se ocupa por primera vez del tema del deseo en el contexto de las relaciones intersubjetivas, y más tarde lo retoma en la sección dedicada al psicoanálisis existencial” (p. 180). Es decir, El ser y la nada; de este libro Butler rescata dos momentos: el primero es entendido como deseo sexual y el segundo como deseo existencial. Acerca del deseo sexual Butler dice: “En el 41 Qué mejor ejemplo para sustentar lo dicho que la situación en que se encuentra un voyerista. Este personaje está escondido detrás de una puerta; en ella hay un pequeño agujero; por este orificio observa lo que sería el objeto, analiza y estudia todas sus partes, hasta que de pronto siente un ruido; en este instante se siente observado; enseguida pasa a ser objeto de otro observador. Si este ruido que sintió es, en efecto, otra persona y lo descubre, su sentimiento será la vergüenza, pues ya no depende de él el concepto que se tiene de sí mismo, sino, por el contrario, el otro es ese inquisidor que crea un juicio propio e independiente. El otro, además de relativizarme, hace que tome conciencia de mí mismo, y su mayor arma es la mirada. La mirada es el juez supremo que nos desgarra y nos desnuda frente al otro. Recordemos el mito bíblico cuando Adán y Eva comen de la manzana, se sienten desnudos frente a la mirada de Dios; o en Las palabras, cuando el pequeño Sartre quema la alfombra de su baño, enseguida se siente mirado por Dios y nace en el pequeño el repudio a su creador. En la tierra, el otro hace el papel de Dios. La quimérica relación con el otro es expresada con ingeniosidad en la obra de teatro A puerta cerrada de Jean Paul Sartre (1981), pues en esta obra, a diferencia de la visión que tenía Dante del infierno2, Sartre nos presenta el infierno de una manera muy particular. Su idea sobre el averno no está relacionada con el fuego ni con las máquinas de tortura; lo que nos presenta son tres individuos encerrados en una habitación por el resto de la eternidad. Pero ¿cuál es el castigo en estar encerrado en una habitación con otros dos individuos? Esta impresión inicial también la tiene el primer personaje de la obra, Garcín, cuando el mozo lo lleva a su recámara: “Garcín: ¿Eh? Bueno, bueno, bueno [mira a su alrededor], de todos modos, no me esperaba yo… seguramente no ignoran ustedes lo que se cuenta allá” (p. 100). En este instante Garcín se queda solo. Podemos decir que él es el sujeto y todas las cosas son objetos: los muebles, el corta papeles, la lámpara, etc. Todo esto cambia cuando aparece el segundo personaje de la obra: Inés. La primera impresión que tiene Inés sobre su nuevo compañero es que él va a ser su verdugo (su intuición no estaba muy lejos de la realidad) y de inmediato lanza un juicio: “Garcín: Muy bien. Perfecto. Bueno, ya está roto el hielo. ¿Así que me encuentra usted cara de verdugo? ¿Y en qué se reconoce a los verdugos, si se puede saber? Inés: Tienen cara de miedo” (p. 100). Con la aparición de Inés, la subjetividad de Garcín se relativiza, su Yo se pierde y se convierte en objeto. Para agrandar la problemática aparece un tercer personaje: Estelle. Entre las primeras conversaciones que sostienen los personajes se encuentra el preguntarse cuál fue la causa o el pecado que los condenó a una eternidad en el infierno. Estelle finge no saber cuál ha sido el motivo de su estadía, incluso propone la idea de que ha sido un error. ¿Qué le inspira a Estelle ocultar su crimen frente a dos criminales más? Su mentira es un esfuerzo para escapar del juicio del otro. Lo mismo ocurre con Garcín cuando cuenta su historia de héroe, sin embargo, Inés derrumba todas estas máscaras con ironía: “Condenada, la santica. Condenado el héroe sin reproche. Tuvimos hora de placer, ¿no es cierto? Hubo gentes que sufrieron por nosotros hasta la muerte y eso nos divertía mucho. Ahora hay que pagar” (p. 132). Los tres personajes deciden escaparse del juego infernal. El primer intento de fuga lo hacen cuando cierran los ojos y se abstienen de tener algún tipo de conversación, entran, por decirlo así, en una actitud de solipsismo. Este intento termina fracasando, pues a Estelle, mujer bella y vanidosa, le surge la necesidad de verse en un espejo, pero en el cuarto no hay ninguna clase de reflejo, así que Inés aprovecha la angustia de su compañera y se ofrece como espejo. Este signo en la obra de teatro es importante, pues como hemos dicho, la mirada nos descubre frente al otro; y no solo eso, también la mirada del otro abarca nuestro ser; ya lo dice Sartre (1984) en El ser y la nada: Y este yo que soy, lo soy en un mundo que otro me ha alienado, pues la mirada del otro abarca mi ser y, correlativamente, las paredes, la puerta, la cerradura, todas esas cosas utensilios en medio de las cuales soy, vuelven hacia el otro un rostro que me escapa por principio. (p. 289) ¿Qué sería de la belleza de Estelle sin hombre que la reconozca, la adule, la admire? No sería nada. Estelle entiende rápidamente su problema, y como Garcín es el único hombre, va hacia él. Podemos comparar esta situación con el amor, pues para Sartre el amor es un intento de apoderarme de la libertad del otro, exigimos al ser amado que nos ame, que seamos solo para él, al tiempo que le exigimos que nos ame libremente; por último, que nos entregue su libertad. Estelle se vio obligada a casarse con un hombre mayor en su vida en la tierra, pero en su matrimonio tuvo una aventura con un joven que la amó, la admiró, la deseó, sin embargo, dicho romance termina, así como fracasa el intento de apoderarme de la libertad del otro por medio del amor; ya lo sustentó Camilo García (2005) en la revista Al margen, Sartre cien años: Sin embargo, este propósito original de recuperar la conciencia del otro por medio del amor fracasa, porque el acto de amar al otro es en realidad y en el fondo la expresión del deseo de ser amado. Y al ser amado el hombre no logra ser el fin que desea originalmente sino que se convierte, por el contrario, en un simple medio para la realización del amor del otro. (p. 224) Inés es la primera en darse cuenta de que el verdugo no va a venir, siempre ha estado presente con ellos, y no es otra cosa que cada uno para con los otros. El otro es mi verdugo porque, además de relativizarme, me convierte en objeto, me juzga, viene a robarme mi libertad, por el simple hecho de que el otro es tan libre como yo. Así aparece una lucha entre mi libertad y la libertad del otro. Cuando caemos en este fracaso podríamos optar por la actitud masoquista: la entrega total al otro, convirtiéndose en objeto, dispuesto a ser una herramienta 42 Adaptación para teatro de la obra A puerta cerrada de Sartre. Casa 135 Comediantes y dirigida por Juan Carlos Jiménez R. “El otro, además de relativizarme, hace que tome conciencia de mí mismo, y su mayor arma es la mirada”. más; el masoquista busca gozar de su objetividad, pero termina en frustración por el hecho de que no puede ser objeto para sí mismo sino para el otro. Ya Sartre (1984) lo dice en El ser y la nada: En vano el masoquista se arrastra de rodillas, se muestra en posturas ridículas, se hace utilizar como simple instrumento inanimado, sólo para el otro será obsceno o simplemente pasivo, para el otro parecerá esas posturas, para sí, está por siempre condenado a dárselas él mismo. (p. 403) Por consiguiente, si ni el amor ni el masoquismo sirven para apoderarse de la libertad del otro, entonces recurrimos a la actitud del acto sexual, la cual consiste en apoderarme del otro por medio del cuerpo; esto queda claro en El ser y la nada cuando Sartre afirma: “Mi tentativa original para apoderarme de la libre subjetividad del otro a través de su objetividad —para 43 “Cuando el pequeño Sartre quema la alfombra de su baño, enseguida se siente mirado por Dios y nace en él un repudio frente a su creador”. Retrato del joven Jean-Paul Sartre. mí— es el deseo sexual”. La actitud sexual es expresada por el deseo sexual y su manifestación son las caricias; en las caricias, el ser humano trata de descubrir la conciencia del otro, para así apoderarse de dicha conciencia, empero, esta empresa, como las anteriores, termina en fracaso. Camilo García (2005) nos da explicación: Sin embargo este intento también resulta fallido porque, para Sartre, cuando alguien toca o acaricia la carne del cuerpo del otro lo que hace es acariciarse a sí mismo en la medida que la hace suya. Y al hacerla suya, se disuelve inevitablemente en la carne misma, se “empasta” en su facticidad física. Al ocurrir esto encuentra en el cuerpo del otro lo que buscaba, su conciencia humana encarna, sino lo contrario un puro instrumento u objeto más que está ahí en el mundo. (p. 225) Si no podemos escapar de la mirada del otro, ni mucho menos apoderarnos de su libertad, ¿esto quiere decir que estamos condenados a vivir el infierno en la tierra? Para Sartre sí es posible salir del juicio del otro; y la respuesta se halla en el acto mismo de la elección, pues en ella me elijo cómo quiero ser y fundamento mi propia esencia. No me escondo ni me avergüenzo porque he elegido cómo quiero ser, ya sea un cobarde o un héroe. Mientras sigamos mintiendo y no reconociendo que nuestra elección ha hecho de nosotros lo que somos, viviremos en una actitud de mala fe. Finalmente, cuando la conciencia es intencional y el deseo surge como realidad ontológica de los estados del ser, el deseo se proyecta hacia el otro. Esta proyección o intencionalidad original vendrá a ser el intento de apoderarme de la libertad del otro; intento, como vimos, que fracasa. El deseo nunca será colmado; por ello Sartre en El ser y la nada concluye: “Toda pasión es inútil”. Notas 1 Podemos ver que Sartre toma el concepto de conciencia intencional de Husserl, sin embargo, existe una diferencia entre ambas propuestas de intencionalidad. Sartre nos dice que a pesar de que Husserl define la conciencia como trascendental, él es infiel a este principio en el momento que hace del noema algo irreal: lo muestra como correlato de la noesis y cuyo esse es un percipi (Sartre, año p. 943). 2 Recordemos que en La divina comedia Dante Alighieri nos presenta el infierno como un lugar lleno de dolor, fuego y eterno castigo. Referencias Butler, J. (1987). Sujetos del deseo. Buenos Aires: Amorrortu editores. Moran, E. (2008). Introducción a la fenomenología. Buenos Aires: Serrano Editores. García, C. (2005). La temporalidad, el Otro, la elección. Al margen, Sartre cien años, /221-231/ Bogotá: Siglo del Hombre Editores. Sartre, J-P. (1984) [1943]. El ser y la nada. Madrid: Alianza. Sartre, J-P. (1981) [1944]. A puerta cerrada. Barcelona: Orbis. Sartre, J-P. (1960) [1940]. Lo imaginario. Buenos Aires: Gallimard. Sartre, J-P. (1960) [1940]. La trascendencia del Ego. Buenos Aires: Gallimard. Webgrafía Jean Paul Sartre. Tomado de: http://www.laloquera.com/wpcontent/uploads/2016/04/jean-sartre.jpg “Si no podemos escapar de la mirada del otro ni apoderarnos de su libertad, ¿esto quiere decir que estamos condenados a vivir el infierno en la tierra?”. Portada de Sujetos del deseo. Tomado de: http://www.fcechile. cl/cached%5Cwww.fcechile.cl%5CImages/Sujetosdel-deseo-Reflexiones-hegelianas-en-la-Francia-delsiglo-XX-000000119109.jpg Escena de la obra “A puerta cerrada”. Tomado de: https://i. ytimg.com/vi/DF2QeaOm-Hs/maxresdefault.jpg Retrato del joven Sartre. Tomado de: http://4.bp.blogspot. com/-CkPYBLAxq98/TXWNdjiipAI/AAAAAAAAAYo/OTvs-ID1Zl0/s1600/young%2Bsartre.jpg 44 Huellas Impronta Uninorte: un hecho extraordinario Por José Amar Amar A propósito de la conmemoración de los cincuenta años de la Universidad del Norte, estas palabras recuerdan la apuesta educativa de esta alma máter y su relevancia en la formación de las nuevas generaciones. ETaleb, l libro El cisne negro, del economista Nassim Nicolás nos relata que durante cientos de años se pen- só (se creyó, se sabía) que los cisnes eran solo blancos, hasta que de pronto se encontró un cisne negro en Australia. Un solo cisne negro, nos dice Taleb, es capaz de derrumbar, entonces, nuestro modelo de realidad hasta ese momento. En este ejemplo Taleb nos muestra la intensa búsqueda del ser humano por entender, comprender y desarrollar ideas sobre el hombre mismo y lo que nos rodea. Vivimos en un mundo que solo entendemos parcialmente, y a veces solo basta un cisne negro, es decir, un evento extraordinariamente raro, para que cambien radicalmente nuestras percepciones de la realidad. Los seres humanos necesitamos creer, porque son las ideas las que impulsan las sociedades y la historia; y 45 lo hacen precisamente a través de la materialización de sus ideas. La vida –definida de manera simple– es un conjunto de ideas, tradiciones, prácticas y costumbres. Sobre la base de las ideas que nos legó Juan Jacobo Rousseau y siguiendo su tradición, la Universidad del Norte realiza cada año un Reconocimiento al M���������������� érito de�������� un grupo de profesores. Este año, cuando se conmemora el aniversario número cincuenta de la fundación de esta alma máter, es propicio señalar que esta distinción nos honra, y conociendo la calidad humana y académica del cuerpo de profesores de esta institución, sabemos que muchos más merecen este reconocimiento, porque con su quehacer cotidiano, con ese trabajo casi invisible que realizan, se esfuerzan cada día por formar de la mejor manera a los jóvenes de nuestro país. Por ello, continuando la metáfora con la que iniciamos este escrito, consideramos que la Universidad del Norte es –según el lenguaje de Taleb– un cisne negro. Es decir, un hecho extraordinario que ha contribuido de manera esencial a mejorar la vida de miles y miles de personas, y que por su trayectoria también ha cambiado las ideas y percepciones del país hacia la región Caribe. Todas las instituciones educativas de la región Caribe tienen a la Universidad del Norte como el faro que las alumbra en el camino de la búsqueda de la excelencia. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pero han sido las grandes ideas, especialmente las de Jesús Ferro Bayona, filósofo y rector de esta alma máter, quien con el compromiso de toda la comunidad universitaria las ha ido materializando. Son tantos los logros que es difícil enumerarlos todos, pero queremos destacar brevemente uno de ellos, y es la propuesta educativa de la Universidad del Norte, que se ha centrado en el individuo como miembro o ciudadano de una sociedad. Por ello, coherente con esa propuesta, esta institución no cayó en la tentación generalizada de ver a los estudiantes solo como futuros trabajadores. La educación pierde importancia cuando se subordina a la actividad productiva, en la que el acto educativo queda reducido a la preparación de la denominada vida activa; y, por lo tanto, a manejarla a partir de las demandas y capacidades del mercado de trabajo sin tener en cuenta, en absoluto, las demandas del educando en el desarrollo de su personalidad, de su vida, de sus proyectos personales y de su relación con sus padres y compañeros. La propuesta educativa de la Universidad del Norte ha tenido claro que es peligroso querer adaptar a los jóvenes a una situación de determinismo laboral. Hoy tenemos evidencia de que ese enfoque implica grandes posibilidades de desocupación y de pasar años en la precariedad. La propuesta educativa de la Universidad del Norte también trascendió los límites de las disciplinas formadoras de la razón y el conocimiento, y el dominio de los medios de razonamiento y la expresión. Tuvo como principio de su formación y educación la afirmación del valor universal de la cultura, incluyendo la de la sociedad caribe, buscando que los jóvenes encuentren un sentido a la búsqueda de la verdad, el bien, lo bello, la ciencia, la sabiduría. Las humanidades han dado claridad a nuestros alumnos acerca de que la educación no se reduce al mercado de trabajo ni a la socialización. Ellos –con la “La educación pierde importancia cuando se subordina a la actividad productiva”. propuesta educativa de la Universidad del Norte– se forman como ciudadanos libres, portadores de la civilización y los valores modernos. Formar parte de esta propuesta educativa ha sido un privilegio; en general, los académicos somos unos privilegiados, porque nuestras vidas están llenas de afecto. Siempre que camino en un espacio público hay personas que me saludan con un gran cariño, y me preguntan: “¿Se acuerda de mí?”. Por supuesto que no me acuerdo. Pero no es el alzhéimer. Son tantos los alumnos que han pasado por las aulas donde he tratado de enseñar en mi vida de profesor, que es imposible recordar sus rostros y reconocerlos con el paso del tiempo. Cuando esos pequeños hechos ocurren, uno siente que ha valido la pena vivir y dedicarse –en el breve tiempo de existencia– a crear y transmitir ideas que hagan cada día mejor la vida de muchas personas y de nuestra sociedad. Ha valido la pena fortalecer y darle vida a este cisne negro, este evento extraordinario que significa la Universidad del Norte. 46 Huellas Crónica Assa revisitado Memoria personal de un gran maestro Por Miguel Iriarte En marzo de este año se realizaron variadas actividades culturales que hacían parte de la agenda conmemorativa del aniversario número veinte del fallecimiento del humanista Alberto Assa Anavi. La revista Huellas quiso sumarse al homenaje invitando a Miguel Iriarte a escribir sobre su experiencia personal con este educador y gestor cultural. El resultado es este texto que retrata muy bien quién fue Alberto Assa para la ciudad, a través del Instituto Experimental del Atlántico, El rincón de Casandra y, sobre todo, la titánica labor del Concierto del Mes. Ccierto uando conocí al profesor Alberto Assa en un Condel mes de octubre de 1976, jamás imaginé que alguna vez llegaría a tener alguna relación cercana con él, con su legado cultural; con su importancia puesta en el contexto de lo mejorcito que le ha pasado a Barranquilla en toda su historia. Había llegado a esta ciudad en 1952, huyendo de las guerras de Europa en las que había luchado, y que le habían significado inclusive prisión y casi la muerte. Iba para Bogotá pero se quedó en Barranquilla con nada más que una simple carta de recomendación para fray Alberto de Totana, �������������������������������� un padre capuchino radicado aquí; personalidad de altos quilates espirituales a la que quedaría unido para siempre en reverencia y amistad. 47 Había logrado, contra toda adversidad, fundar un proyecto educativo y cultural en la ciudad, expresado en creación de escuelas de lenguas, universidades, colegios; en especial dos que le sobreviven: el Instituto Experimental del Atlántico, una experiencia modélica a nivel nacional, con logros de verdad extraordinarios; y el “Concierto del Mes”, la experiencia musical de mayor trayectoria histórica en el Caribe colombiano, y de mayor ambición y rigor programáticos. Pero tengo que decir que para mí, —para quien la música había significado el vínculo fundamental con mi padre, con quien había aprendido a escuchar de manera disciplinada y consuetudinaria los conciertos de la Radiodifusora Nacional de Colombia, o los conciertos del programa “Música para todos” de la Or- questa Filarmónica de Bogotá, que transmitía nuestra televisión pública de entonces; y para quien no había asistido nunca a un concierto de música clásica en su vida— representó un gran impacto encontrarme que en Barranquilla, donde ahora vivía y estudiaba, cada mes podía tener la oportunidad de ver a grandes concertistas internacionales en conciertos y programas celosamente conceptuados y escogidos. Fue por tanto una de las experiencias más edificantes que haya podido vivir. Era realmente una especie de incógnita, casi un misterio, aquel hombre delgado y de blanco vestido que repartiendo regaños, saludos cordiales y programas de mano dirigía enérgicamente todo lo que ocurría en la sala, antes, durante y después de los conciertos. Era el profesor Assa, y a él debía yo la maravilla de disfrutar la música de los grandes de la historia por solo unas monedas que era lo que valía la boleta de entrada en el Almacén Musical del centro de Barranquilla, cuando no las conseguía gratuitamente en la puerta del teatro a través de alguien que siempre tenía una de más. Pronto supe quién era, a través de sus ejecutorias educativas y culturales; a través de su temperamento festejado y temido por igual; por sus columnas indeclinablemente comprometidas con la educación y la cultura como factores definitivos del progreso y el desarrollo; por un humor que pocos entendían y que muchos malinterpretaban; y por una traducción extraordinaria, entre otras muchas, que hizo de las Cartas a un joven poeta, de Rilke, y que yo leí con gran deleite e interés en aquellos primeros años de iniciación en la poesía. Aprendí que Assa era todo un personaje, y por más de veinte años no fui más que un admirador distante de su persona y un cercano beneficiario de su genial manera de hacer gestión cultural cuando de eso nadie sabía ni hablaba en este país. Muchas veces fui regañado por sentarme en una butaca del concierto reservada a unos de sus patrocinadores. Alguna vez coincidimos, y fue la primera vez que estuve sentado frente a él en una mesa de contertulios en la vieja Librería Nacional del centro de Barranquilla, y me preguntó que quién era yo y a qué me dedicaba. Le dije que escribía poesía, y miró hacia otro lado y cambió de tema. Cuando volvió a mirarme me dijo: “Así pues, el cadete Renato Rilke nos ha salido poeta”. Y no supe qué decir. Los demás rieron. Algunos meses después descubrí que aquella era una frase que le dijo un profesor de la academia militar a Rilke cuando lo descubrió leyendo unos poemas. En esa tertulia, llamada la Tertulia del Gallo Capón, en la que Joaco Mattos y yo éramos los benjamines, y de la que Assa no era asiduo y nosotros sí, volví a tratarlo dos o tres veces más. Sin consecuencias graves. Hasta cuando, sin perder la continuidad de los conciertos del mes, empecé a tratarlo con mayor cercanía cuando fui secretario privado de un alcalde de la ciudad y me correspondía atenderle cuando llegaba a la alcaldía para indagar por los aportes que el Estado debía dar a sus proyectos educativos, y que siempre, como también ahora, era una lucha para concretarlos. Yo solo intentaba hacerle menos penosa aquella afrenta, y algunas veces lo lograba. Fue en ese entonces cuando pude conocer todos y cada uno de los libros que él tradujo del alemán o del francés a un impecable español, porque amablemente me los regalaba; lo que constituye, sin duda, otro de sus grandes aportes al edificio intelectual y espiritual de los hombres del Caribe colombiano, sin que muchos estén siquiera enterados. Assa: el hombre que caminaba incansablemente la ciudad persiguiendo siempre el sueño de educar a los que no tenían para educarse. El Concierto del Mes I Dije ya que conocí a Assa en el marco de un Concierto del Mes a finales de 1976, un par de meses después de haber llegado a estudiar a Barranquilla Filología e Idiomas en la Universidad del Atlántico. Fue en Bellas Artes, y era un concierto del maestro curazaleño Harold Martina, que a la fecha, según el programa de mano, había participado en trece ocasiones en el Concierto del Mes; es decir, casi desde los comienzos históricos del mismo. Martina, pianista ciertamente extraordinario, fue quizá el músico que más veces repitió honores en el marco de la que puede asegurarse, sin temor a equivocaciones, una de las instituciones musicales más importantes del país. La razón de su apreciada reincidencia está de seguro en su impecable técnica y en el dominio de un repertorio clásico sin fisuras, como se sabía que era el exigente gusto musical del profesor Assa. 48 acompañada al piano por Teresita Gómez, a quienes ya conocía juntas e independientemente a instancias de mi padre en los conciertos que escuchábamos juntos en la Radiodifusora Nacional de Colombia, pero que aquí vería en persona. Aprendí a querer a Teresita por la bella historia de sus inicios desde niña, y porque era una de las más excelsas intérpretes de Adolfo Mejía. “Me preguntó quién era yo y a qué me dedicaba. Le dije que escribía poesía, y miró hacia otro lado y cambió de tema”. Ha habido otros intérpretes que también han repetido muchas veces sus presentaciones, pero que tal vez no alcanzan el número de participaciones de Martina. Pienso, por ejemplo, en la rusa Tatiana Pavlova, y más recientemente en el tenor colombiano Valeriano Lanchas y en Sergei Sichtkov; este último joven pianista ruso también radicado en Colombia, que gozaba de alta estimación y preferencia de doña Nuria Munt de Assa, la viuda del maestro. Ambos siguen actuando a menudo en el cdm. Muchos de ellos eran y siguen siendo músicos de primer nivel que valoraban el esfuerzo denodado del profesor Assa en la realización de esta actividad musical, reconocían la importancia cultural del Concierto del Mes, y se ofrecían a venir a la ciudad aceptando modestos honorarios, seguros también de que un público conocedor les garantizaba respeto y valoración de sus conciertos. Y así era. Y sigue siendo. Mozart, Beethoven, Weber y Schumann, de la mano de Harold Martina fueron los que me dieron entonces la gran bienvenida musical a esta ciudad de Barranquilla. Por eso estoy unido aún, entrañablemente, a estos conciertos, a los que en años recientes he fallado un poco por vivir en las afueras de la ciudad. La experiencia fue tan grata, que pasados los ruidos de aquel fin de año, ya a finales de enero de 1977 estaba listo para ver por primera vez al pianista alemán, radicado en Barranquilla, Gunter Renz, acompañando a alguien que después conocería como un gran referente de la música clásica y popular en Barranquilla, el cellista Guido Perla; pero recuerdo que esa tarde un bus salpicó de agua sucia mi ropa y tocó devolverme a casa. En febrero de ese mismo año, y a contratiempo de la brisa y los tambores de carnaval, el Concierto del Mes invitaba a la soprano colombiana Carmiña Gallo 49 El programa estaba hecho de músicas de Schubert, Wolf, Puccini y Verdi, y del colombiano Jaime León; pero me quedó en el alma la versión que hicieron del Summertime de Gershwin (que venía en un paquete de compositores norteamericanos), porque sencillamente me devolvía la experiencia de haberla escuchado por primera vez en las voces de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Es decir, una música, el jazz, que, como después aprendería, no hacía mucha gracia al profesor Assa, aunque algunas veces permitió que llegara también al escenario del Concierto del Mes. Pero aquello fue subiendo de nivel. El concierto de marzo de 1977 traería para mí la enorme alegría de escuchar en vivo una guitarra clásica; y el regalo venía de las manos de un guitarrista argentino de nombre Miguel Ángel Girollet, quien traía piezas maravillosas de Alonso Mudarra, Robert Earle, Sir John Smith, Dowland, danzas españolas del siglo xviii, Bach, Abel Carlevaro, Antonio Laura, Martin, Turina y Leo Brouwer. Conociendo la debilidad de mi padre por la guitarra, aquella noche en el teatro de Bellas Artes recordé que había sido él quien un día me habló de la existencia del Concierto del Mes. Él, que había estudiado cello en Bellas Artes y había conocido a Biava y a Neuman, y había vivido también en Barranquilla a finales de los años sesentas, de seguro conocía los conciertos de esos años y los había disfrutado. Mi colección de programas de mano la cedí hace algunos años al Centro de Documentación e Investigación “Hans Federico Neuman” de la Biblioteca Piloto del Caribe; y ahora que la reviso me sirve para reactualizar una experiencia que sigue viva y vigente en la ciudad como uno de los grandes legados culturales de Assa. El Concierto del Mes II Es posible que alguien se pregunte por qué un hombre que viene desterrado desde Europa, al que se le ha conmutado la pena de muerte por el exilio, cuyo destino no es Barranquilla sino Bogotá, y que, como tantos El Instituto Experimental del Atlántico, es una experiencia modélica a nivel nacional, con logros de verdad extraordinarios. otros desplazados europeos y del lejano y del cercano Oriente, llegaron a esta ciudad colombiana a empezar de nuevo sus vidas y sus familias, este no llega aquí a hacer empresa, a como dé lugar, sino a emprender un gran proyecto de vida a través de la educación y la cultura; creando colegios, universidades, centros de enseñanzas de lenguas, y depositando en la música una inmensa convicción y esperanza de fuerza edificante y construcción de futuro. Assa funda en 1957 la organización de El Concierto del Mes, que estuvo casi siempre en peligro de extinción, como puede corroborarse en muchas de sus columnas de Casandra. Al final, luego de voces alarmantes en algún sector de la ciudad, siempre surgían también las manos amigas y las voces de aliento que permitían seguir en el empeño, y realizar así más de 500 conciertos en 44 años consecutivos hasta su muerte en 1996, y sobrevivirle todos los años posteriores hasta la actualidad. La nómina de concertistas es realmente asombrosa. Intérpretes de muchas partes del mundo, en especial de Europa, Norteamérica, América Latina y Colombia podrían llenar páginas enteras. Grandes artistas como Jerome Rose, Gyorgy Sandor, Adolf Odnoposof, Luis Bacalov, Danielle Arpajou, Arts Antigua de Paris, Cuarteto de Cuerdas Medici, Jeffrey Cohan, Solistas de Sofía, Pablo Arévalo, Gentil Montaña, Enric Madriguera, First House Quartet, Walter Hauzig, Blanca Uribe, “Assa: el hombre que caminaba incansablemente la ciudad persiguiendo siempre el sueño de educar a los que no tenían para educarse”. Luis Biava, Karol Bermúdez, Andrés Linero, Christoph Ullrich, Daniel Pollack, Alain Motard, Ross Pople y muchos otros, con su genialidad musical ayudaron al profesor Assa a dejar una huella profunda en el sensoriumn de esta ciudad, más allá de lo que todavía hoy no podemos dimensionar. No tendré nunca cómo pagar experiencias como las que viví en algunos de los conciertos de finales de los setentas y ochentas, especialmente; tal vez porque fueron los años en los que descubrí la plenitud del goce en vivo de la música culta, y porque aprendí también la disciplina de saber estar y escuchar, concentrado y respetuoso, el discurso maravilloso de un buen intérprete. Y porque allí empecé a entender la importancia de dos de las máximas tutelares de Alberto Assa sobre la música: “La necesidad de la enseñanza de la música 50 “Dos de las máximas tutelares de Alberto Assa sobre la música: ‘La necesidad de la enseñanza de la música como materia básica en todos los niveles escolares’ y ‘Sin música no hay ni puede haber cultura verdadera’”. como materia básica en todos los niveles escolares” y “Sin música no hay ni puede haber cultura verdadera”. Con el telón de fondo histórico de una familia de grandes intérpretes del piano y del violín en cuatro generaciones, sus padres, su hermano, su hijo y sus nietos, él sabía la honda verdad de estos asertos. No de otra manera se entiende la importancia de la música en el desempeño estudiantil de alto nivel de un colegio como el Instituto Experimental del Atlántico, y de cómo un proyecto cultural como el Concierto del Mes está adscrito institucionalmente a la filosofía educativa de Assa en el espíritu del iea. Es decir, una experiencia en la que se armoniza lo que en este país ha estado y está abismalmente divorciado: educación y cultura. Me quedaré siempre atesorando conciertos como los de María Pardo, Gunter Renz y Julita Consuegra, en 1978, con un repertorio todo Schubert; el de Kees Kooper y Marie-Louise Boehm, violín y piano, en 1978, con el maravilloso regalo de La vida breve, de Falla; el de Gyorgy Sandor, en 1978, gran pianista que me regaló una danza preciosa de Bartok, y la misteriosa Tras la lectura del Dante, de Liszt. Inolvidable el Cuarteto de Cuerdas Medici, en 1979, con un magistral Dvorak en el Cuarteto Americano; el gran pianista argentino Luis Bacalov con hermosos tangos y aires nacionales luego de Haydn, Mozart, Brahms, en 1979; el mágico concierto, balsámico y puro, del guitarrista norteamericano Stephen Bearman, en 1979; los colombianos Luis Biava, Blanca Uribe y Luis Biava Jr., 1980, brillante ejemplo de comunicación musical en El Concierto del Mes, la experiencia musical de mayor trayectoria histórica en el Caribe colombiano, y de mayor ambición y rigor programáticos. Concierto del 5 de abril de 2008. 51 “Aquel hombre delgado y de blanco vestido que repartiendo regaños, saludos cordiales y programas de mano, dirigía enérgicamente todo lo que ocurría en la sala, antes, durante y después de los conciertos”. familia, tocando lo sublime con la interpretación de las Emociones caucanas, de Antonio María Valencia. Me conmueve aún recordar a dos grandes pianistas colombianos de Santa Marta haciendo un programa a dos pianos ciertamente memorable, en 1982: Andrés Linero y Karol Bermúdez con el Preludio y Fuga, de César Franck; La consagración de la Primavera, de Stravinski, maravillosa y extenuante; y los Point on Jazz, de Dave Brubek, grabados para siempre en mi memoria. Y me toca cerrar con dos conciertos también de honda marca personal: el concierto para cello y piano de Adolfo Odnoposof y Berta Hubermann, en 1983, geniales en el Aria para la cuerda de sol, de Bach, y en una suite de Arcangelo Corelli; y un concierto especial del pianista alemán Christoph Ullrich, en 1988, otro de los que se prodigó en repetir en el cdm, y sabemos que era altamente favorito de Assa. Webgrafía Alberto Assa. Tomado de: http://www.elheraldo.co/sites/default/files/styles/detalle_articulo/public/2016/03/11/ articulo/alberto_assa_2.jpeg?itok=l2N5FZU5 Instituto Experimental del Atlántico. Tomado de: https:// upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a6/ Barranquilla-Instituto_Experimental_del_Atlantico. jpg Concierto del Mes. Tomado de: https://upload.wikimedia. org/wikipedia/commons/e/e1/Barranquilla-Concierto_del_Mes.jpg Programa de mano del Concierto del Mes. Tomado de: http:// www.las2orillas.co/wp-content/uploads/2016/04/ miguel-1-y-redes.jpg Y otros más que también disfruté y muchos otros que con pesar me perdí. Perdón, profesor Assa. 52 Huellas Evocación El pan de los elegidos Por Tallulah Flores Prieto A propósito de la celebración de la novena edición del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío, este breve texto nos recuerda la importancia de la poesía, y revela las motivaciones que dieron inicio a este evento cultural en Barranquilla: Custodiar el derecho a pensar, a sentir y a proyectar un mundo en el que la palabra poética sea concebida como portadora de pensamiento crítico y como acto libertario. Eindividual n épocas y en circunstancias de exaltación y dolor o colectivo, desde el espacio privado o públi- co, desde la clandestinidad, la prisión o las trincheras, los poetas, inmersos en la zozobra o la serenidad, en soledad o aunando voces, no han cesado en su intento por señalarnos nuestra impotencia o inmensurable capacidad para enfrentar y confrontar el mundo. Y aunque en ese transitar muchos otros hayan optado por ignorar la fragilidad humana frente al misterio y el horror, la poesía nos ha salvado intelectual y espiritualmente. Porque en medio de la desesperanza, el pan de los elegidos, como la nombrara Octavio Paz, nos convoca a un viaje interior que, según el nobel mexicano, nos aísla y nos une, permitiéndonos comprender el mundo más allá del mundo. ¿Qué rol desempeña la poesía en la vida cotidiana?, ¿cómo se está asumiendo en los ámbitos educativos, en el espacio público, en el privado?, ¿qué tanto pue- 53 de un poema transformar las actitudes y los comportamientos sociales?, ¿para qué la poesía?, ¿para qué un festival? Irán llegando las respuestas. Pero si hay algo certero es que nuestro deseo de difundir la poesía corresponde casi estrictamente a la semántica del término. Capaces como somos de percibir en nuestro interior la fuerza interna y subversiva del poema, esparciremos su luz, sus aromas y sus propios fluidos a tantos lugares como nos sea posible. Por ello, como testigos de referencia o directos de los actos de barbarie, de opresión, de esclavitud y desesperanza que nos agobian cada día, no podemos detenernos. Continuaremos asomándonos a las plazas, las calles y los cerros; a las laderas de las montañas, y a las orillas de los ríos y del mar con muchos poemas para decir y para escuchar porque tenemos la extraña convicción de que la poesía nos salva. Más de cuatrocientos años han transcurrido desde que Philip Sidney — uno de los fundadores de la crítica literaria moderna— defendiera la poesía con argumentos de autoridad (también con humor), aduciendo su poder educativo en la enseñanza de la ética, la historia y la filosofía. El autor inglés se refirió a la experiencia de un grupo de lectores que tras leer El Amadís de Gaula, “hallaron sus corazones movidos por el ejercicio de la cortesía, la liberalidad y especialmente el coraje”. Entonces, surge otra pregunta: ¿Qué mueve nuestros corazones hoy? Alguna vez defendimos un festival. Hoy defendemos todos los espacios que nos recuerdan con Whitman que debemos “aprovechar el día”: Be sure to believe that words and poetry it can change the world./ ����� Whatever happens, our essence is intact./ We are beings full of passion. Life is desert and oasis./ We breakdowns, hurts us, teaches us, makes us protagonists of our own history, dicen sus versos. Y nosotros lo creemos, porque nadie podrá borrar ya de la memoria de muchos la imagen de cientos de jóvenes en el Parque de los Deseos en Medellín, congregados en silencio para escuchar poesía; ni la calidez de los patios cereteanos, ni a las señoras de los patios recibiendo cada año a sus poetas invitados; ni mucho menos la voz y el rostro imaginados de Magdalena en el río en la Plaza de la Aduana en Barranquilla transformando el espíritu de todos. PoeMaRío nació hace nueve años, un domingo de Salgar, cuando los poetas Miguel Iriarte, Aníbal Tobón, la periodista Yadira Ferrer y yo lo soñamos con la convicción de que debía existir un espacio en Barranquilla que custodiara el derecho a pensar, a sentir y a proyectar un mundo en el que la palabra poética debía ser concebida como portadora de pensamiento crítico y como acto libertario. Hoy, la Biblioteca Piloto del Caribe prepara la novena edición de PoeMaRío y celebramos la presencia en el festival, en agosto próximo, de 15 voces internacionales, entre las que mencionamos a los poetas e investigadores de Costa Rica y Guatemala, Guillermo Acuña y Daniel Matul, Alhaji Papa Susso de la República de Gambia; Paura Rodríguez Leyton de Bolivia; Ruxandra Novac y Corina Bernic de Rumanía; Gabriela Kizer de Venezuela; Carlo Bordini de Italia; Myra Jara de Perú; René Rodríguez Soriano de República Dominicana; Marta Cweilong de Argentina; Lasana Sekuo de San “La poesía nos ha salvado intelectual y espiritualmente”. El pan de los elegidos, como lo nombrara Octavio Paz, nos convoca a un viaje interior que nos aísla y nos une, permitiéndonos comprender el mundo más allá del mundo. 54 “PoeMaRío nació hace nueve años, un domingo de Salgar”. Martín, Carlos Ernesto García de El Salvador y Surelys López de Cuba. El pan de los elegidos seguirá ocupando la tierra. Y no podemos sino llenarnos de dolor y de optimismo cuando conocemos Las tonalidades de la ira, de Rafeef Ziadah, escritas en medio de los bombardeos a Palestina; y cuando un poeta tan judío como árabe dice: En esos días se me trastocó la lengua, y cuando llegó el mes de Tamuz, la pronunciación árabe se me clavó en la boca, en la profundidad de la garganta, y comenzó a salir de la profundidad de la garganta. Así, mientras caminaba por la mitad de la calle, regresó a mí el acento del abuelo Anwar –Bendito sea– y, a pesar de que traté de sacármelo de encima y arrojarlo al cesto de basura, no lo logré. Procuré una y otra vez suavizar la áin, como lo había hecho mi madre en su infancia, ante los maestros y el resto de los alumnos, pero las miradas de transeúntes extraños solo provocaron que me quedase clavado en mi lugar. Intenté suavizar la jet gutural, y convertirla en kaf, traté de alejar latzadi de la samej, me esforcé por alejarme de esa kof iraquí, pero el empeño no prosperó. PoeMaRío en La Aduana. PoeMaRío en La Cueva. Fotos de Fabiana Flores P. De esto se trata, Almog Behar. Todos somos los elegidos. Webgrafía Octavio Paz. Tomado de: http://poetasdelfindelmundo.com/ wp-content/uploads/2014/05/Octavio-Paz-piedrade-sol.jpg PoeMaRío se acerca cada año a la audiencia estudiantil. 55 Huellas Poesía El revés de la caída y otros poemas Por Tallulah Flores Prieto Héctor Rojas Herazo Que no se diga nada de tu ausencia, porque ahora tu mirada se posa sobre el mar y tu perpetuo irte por tanto asombro y miedo te acomodó justo en la bóveda de Dios quizás antes de tiempo un tanto sabio un tanto presumido para poder pelear con él ahora que estás muerto y no sabes dónde estás. Que no se diga que no lo tienes todo, porque nombraste el terreno pantanoso que heredamos de ti en este Caribe pobre y concluido que de tanta memoria desafiaste afirmando tu propia eternidad en una idea de patio, en un proyecto de luz a eso de las cinco cuando la certidumbre de lo simple mereció tu aprecio y tu dolor por saberte tan triste y sabernos tan tristes en este lado del mundo. “El burdel de Schiele y yo”, técnica mixta, de Alba Cadena Roldán. Pero que no se diga que tampoco fue el mar cuando el mar dirigió tu embarcación a remo y el silencio fue más que ruido de tambores y de noche, la voz de tus parientes y sus dulces caballos reconstruyendo tu historia en la oscuridad del tiempo. Tus parientes, que pusieron tus ojos en los ojos de ellos recogieron con cuidado los bordes de tu cuerpo, y sin la frase acabada de las tumbas te regalaron el sueño de tu azul salado para que por fin vivieras una vida por fuera de la muerte. _______________ De Nombrar las voces 56 El revés de la caída Que nunca está de más el simulacro que supera el miedo en la mañana. Que un solo acto puede rescatar toda la obra cada día. Que no importa la memoria si se pierde si se sabe conjurar todo el horror que habita en ella y se rescatan los rasgos memorables por sucios que éstos sean. Que la vida es sólo eso: lo infausto de la máscara, fragmentos aprendidos a destiempo, la caída que no enseña entre palabras que se agotan entre recuerdos diluidos y entre sueños este río eternamente desviado y desertando o una nube que entra lentamente y nos recorre y se deja transitar cuando traspasa la ventana que nos llama y nos prepara para el día. _______________ De Voces del tiempo Inadvertencia Cada vez más honda la ciudad se precipita a esa hora cuando no lo que se ve sino aquello que cae y se disgrega ocultando el rostro invoca a riesgo de ser llamado el silencio Y de pronto no es nada La noche se desliza en la noche _______________ De Poesía para armar 57 Huellas Poesía La espalda del río y otros poemas Por Santiago Rodas Los que miran aterrizar aviones Los que miran aterrizar aviones se sientan con sus fiambres a esperar. Una sombra los cubre cada tanto, sostienen la mirada en semicírculo hasta que el avión aterriza en la pista, satisfechos toman sorbos de su bebida. Saben qué avión aterrizará por su ruido. —Allá viene el vuelo 9892, o el 1235— murmuran. Los aviones previstos planean por encima de sus cabezas. Su oficio es sencillo y discreto, pasan las tardes oteando, se aseguran que todo esté en orden. Terminada su labor vuelven a sus oficios de albañiles, cajeros o ciclistas. Y el mundo continúa sin problema. Quién sabe qué pueda pasar si tan solo una vez los que miran aterrizar aviones dejaran de hacerlo. La espalda del río Los cuerpos bajan por el río, un hombre con un palo espera, es su trabajo. Abajo el río se parte en dos, el hombre desvía cada cuerpo siempre por la derecha, para eso le pagan. El pueblo ya tiene suficientes muertos como para que el río traiga más, como si nada, en su espalda. 58 La poesía Hay que tener cuidado con la poesía: Wittgenstein atizó con un palo a B. Russel por impedirle leer poemas de Hölderlin en una conferencia de lógica. Luis Vidales se trenzaba a golpes cuando a los lectores que no les gustaba su obra se lo decían. Huidobro expresó que la poesía de Neruda estaba al alcance de cualquier plumífero, Roberto Bolaño estuvo de acuerdo. León de Greiff le escribió varios poemas a Ciro Mendía para elogiar su enorme nariz. Quevedo compró la casa de Madrid en la que vivía Góngora para dejarlo en la calle. Borges podría haber puesto la cuota inicial. Rodolfo Enrique Fogwill escribió “Los pichiciegos” según él, en lo que tardan en consumirse doce gramos de cocaína. Joyce buscaba pelea y para no quebrar sus gafas, ni despeinar su bigote llamaba a Hemingway que siempre estaba en el bar de al lado y resolvía todo. Marlowe murió por una puñalada en el ojo por un malentendido con la cuenta de un bar. Alguien le dijo alguna vez a Muhammad Alí, medio en broma, “¡Hey, danos un poema!”, y éste dijo: «We, Me». Escena del documental “Elena” de Petra Costa, 2012. Tomado de: http://proyectoidis.org/wp-content/ uploads/2015/05/09.png 59 Huellas Narrativa El Diablo de Guanabara Por Orlando Araújo Fontalvo Sin título, óleo sobre lienzo de Ilin Maxim Alexeevich. S u nombre completo era Aparecido de Silveira Gama, pero a bordo de El Cornamusa lo conocían simplemente como el “Diablo de Guanabara”. Nadie supo con certeza cómo fueron a parar sus huesos a Portobelo. Algunos corsarios, en todo caso, decían que había nacido al otro lado del mar, en una barriada de gitanos a orillas del Guadalquivir. Otros, que era uno de los hijos bastardos del calafate de Magallanes. En este punto debo reconocer que el apego a la verdad nunca ha sido una prioridad de filibusteros. De cualquier forma, parece que luego de sobrevivir a las galeras de Su Majestad, pasó a convertirse, de algún modo secreto, en el discípulo más aventajado de un exiliado maestro del chamanismo tibetano. Al atracar en La Habana hubiera podido dedicarse a cualquier oficio en unas tierras donde casi todo estaba por hacerse. Pero fue el llamado de la piratería el que terminó por imponerse. Así, luego de forajidos años de pillaje, bandolerismo y bellaquería, que ya otros han tenido ocasión de referir, el Diablo de Guanabara puso de manera clandestina su temible bota en Cartagena de Indias. Una vez allí, no tardó en iniciar tratos carnales con la hechicera de Caracolí, reputada vidente que apenas unos meses antes había predicho el hundimiento del galeón San José. Talentos que de nada valieron, porque del propio lecho de la adivina lo sacó a rastras el Santo Oficio poco antes de los pitos de la Nochevieja de 1708. Un buen día, el aprendiz de diablo pareció dejar atrás su madeja de creencias y, con la antigua flauta ritual de su maestro, una de las más curiosas chirimías que se escucharían en el Nuevo Mundo, se embarcó en un navío mercante en Sanlúcar de Barrameda. Al principio pensó que el vértigo y las náuseas no le permitirían ir más allá de las Azores. Sin embargo, descifrando el instrumento bajo las estrellas, se fue acostumbrando a la sonoridad traversa del bambú, al gorjeo enigmático de las Pléyades, al aullido del viento en el velamen, al crujido de la arboladura, a los lamentos del maderaje, a la tufarada mortecina de los sargazos en la aurora. Todo, hasta comprender, sobrecogido, muerto de miedo, que navegaba presuroso al encuentro de sí mismo. Aparecido de Silveira Gama fue acusado de amasar una inmensa fortuna en sus infames incursiones. Se le sindicó de capitanear una fragata de tres mástiles conocida en todo el Caribe como “El Cornamusa” y de causar más estragos que los bucaneros de La Tortuga. Si bien la prole de Torquemada estaba, en realidad, tras los lingotes del pirata, fue oficialmente procesado por sus antiguos devaneos con la herejía. Nadie duda, en todo caso, que padeció horribles suplicios, y ciertas versiones aseguran que murió por acción del aplastacabezas sin que consiguieran, eso nunca, arrancarle el más mínimo indicio del destino de sus cofres. Otras versiones de su historia, que lindan con la leyenda, afirman que sobornó al inquisidor Pedro Mateo de 60 Salcedo, refugiándose en el Palenque de San Basilio, donde se amancebó con una de las nietas del rey del Arcabuco. Sea como fuere, lo cierto es que nadie lo volvió a ver en Cartagena. La versión más razonable asegura, sin embargo, que en los estertores del martirio el Diablo de Guanabara dijo estar dispuesto a revelar la ubicación del tesoro a cambio de una muerte rápida y una última visita. El inquisidor se frotó las manos y aceptó el trato. De esta suerte, luego de escupir con sangre las señas de la guaca, el diablo agonizante exigió ser asistido espiritualmente por su amante. En un folio polvoriento consta que esa noche una pelirroja ingresó en la celda con un extraño volumen bajo el brazo, de caracteres incomprensibles, cuyo único título, manuscrito en castellano, erizó la piel del centinela: «Libro tibetano de los muertos». Sobra decir que dos días después, la hechicera de Caracolí fue reducida a garrote y quemada en una estaca en los extramuros de la ciudad, con lo cual el Santo Oficio dio por clausurado el auto de fe. Durante el velatorio, una de las compinches más cercanas de la hechicera de Caracolí aseguró que el Diablo de Guanabara había dividido en tres partes su tesoro de fábula y lo había enterrado en igual número de islas en el archipiélago de Nuestra Señora del Rosario. Según ella, la guaca entregada a la Inquisición, aunque cuantiosa, constituía, en realidad, una chichigua. Se trataba, tal vez, de una versión sin fundamento, un refinado cuento de velorio. Sin mucho interés, la mujer se despidió hacia la medianoche, no sin que alguien le advirtiera que tuviera mucho cuidado con su lengua. En los meses siguientes, sin embargo, tropillas de guaqueros excavaron a brazo de esclavo el archipiélago, con la disculpa pintoresca de intentar cultivar malanga y ñame espino a gran escala. A mediados de marzo, cuando ya en las calles de Cartagena nadie se acordaba del asunto, Casimiro, un niño esclavo de diez años, se desplomó mientras cruzaba corriendo a pie descalzo la Plaza de la Trinidad. Lo llevaron inconsciente, echando espumarajos, hacia los establos de Getsemaní, donde fue desahuciado por las viejas curanderas. Cuando expiró, lo único que no hicieron sus deudos fue llorarlo. En cambio, lo bañaron con agua de la Ciénaga de La Virgen, lo perfumaron con sahumerios de Angola, lo engalanaron con la ropa de uno de los ancianos del cabildo, lo ataviaron con 61 un collar de hueso tallado y conchas marinas de Tierra Bomba, lo arrullaron con pregones cadenciosos, le danzaron con vientre sudoroso las mujeres, le ofrecieron a manos llenas lumbalú. De pronto, cuando cesó el repique de los pechiches y se disponían a sepultarlo, Casimiro abrió los ojos y pegó un salto. Al principio, el pequeño no podía hablar, pero al cabo de un rato comenzó a soltar una retahíla de disparates que todos atribuyeron a la fiebre. Es cierto que no pudo recordar por qué corría en la plaza, ni adónde se dirigía, ni cuál era su nombre. Pero, con un rítmico dejo lusitano, aseguró que tenía cincuenta y nueve años, que no había nacido en Galera de Zamba, como todos decían, sino al otro lado del mar, en un arrabal de Lisboa, en el estuario mismo del Tajo. Al oír semejante desatino, una negra comadrona, con una calilla invertida en la boca, soltó una risotada estruendosa que hizo encabritar a las bestias. Nadie en el lugar dio crédito a los desvaríos del pequeño. Por último, el asunto se zanjó con una surimba de rejo y la promesa de uno de los caporales de hacerle cortar los testículos si volvía a evadirse del trabajo. Así las cosas, los años fueron y vinieron. Una tarde fresca de 1717 anclaron en la bahía de Cartagena los convoyes de La Flota de Indias a su paso hacia Veracruz. Dicen que de uno de los galeones descendió Apolonio de Arroyo Bañón y Montalvo, tercer marqués de Cienfuegos, distinguido aristócrata proveniente de El Callao, puerto de la Ciudad de los Reyes de Lima, que fue llevado en coche de alazanes a la Casa de la Aduana, donde adquirió sin demora una nutrida recua de esclavos a buen precio. Uno de ellos era Casimiro. En un folio polvoriento consta que esa noche una pelirroja ingresó en la celda con un extraño volumen bajo el brazo, de caracteres incomprensibles, cuyo único título, manuscrito en castellano, erizó la piel del centinela: «Libro tibetano de los muertos». “Negros encerrados en un navío”, dibujo de Mauricio Rugendas, 1900. Mientras el marqués de Cienfuegos despachaba una botija de Pisco con el obispo, los esclavos, engrilletados y hacinados, pasaron la noche en las celdas del Fuerte de San Luis de Bocachica. Al rayar el alba, los arrearon en botes y los embarcaron a látigo vivo en las bodegas nauseabundas de una goleta fondeada en la entrada de la bahía. Cuando la carga estuvo completa, el marqués fue llevado a bordo junto con sus edecanes y la embarcación se perdió en el horizonte. En el mar, es bien sabido, las historias pierden su contorno, se desdibujan, fantasmales, casi como el rastro serpenteante de una víbora en la arena del desierto. Pese a ello, una semana después, el vigía de la goleta de Cienfuegos fue rescatado del mar con un tiro de arcabuz. A partir de su relato entrecortado se pudo establecer que la embarcación fue despedazada a fuego de cañón frente a la isla de San Martín de Pajarales por una fragata negra de tres mástiles, que desde el retablo de la cofa parecía ser una réplica espectral y terrible de “El Cornamusa”. Por último, ya entre el agua y la candela, el vigía creyó ver a uno de los esclavos tocando una flauta traversa en la cubierta de la fragata, mientras los hombres de la tripulación, regocijados, lanzaban vítores y templaban velas con rumbo desconocido. El vigía fue arrasado por la fiebre a los dos días. Unos dicen, así, que el Diablo de Guanabara mudó de piel y se reunió en algún lugar secreto con la tercera encarnación de su maestro; otros, que desenterró al fin su tesoro e hizo resurgir a su amante de un puñado de ceniza. No falta quien sostiene aun que, sediento de venganza, volvió a Cartagena encarnado en Edward Vernon. Los más crédulos afirman que en 1811, mientras huían a Santa Marta, el corsario capturó a uno de los inquisidores rezagados y, por las mercedes recibidas, lo hizo empalar vivo en uno de los manglares de Tasajera. No está de más recordar que ciertos precursores del son palenquero, al escrutar en el cuero los enigmas del yamaró, sostienen que los preciados cofres del Diablo de Guanabara estaban, en realidad, repletos de caliche, pues el verdadero tesoro era la flauta, el arrullo de Buziraco, el único punto cierto de partida y de llegada. Webgrafía Óleo de Ilin Maxim Alexeevich. Tomado de: http://2.bp.blogspot. com/-mqPv1XGhz9E/VM6rtHMSeVI/AAAAAAAARvA/ AvrIcO9ppFc/s1600/pinturas-paisajes-con-barcospiratas%2B(5).jpg Dibujo de Mauricio Rugendas. Tomado de: http://www. memoriachilena.cl/602/w3-article-98854.html 62 Huellas Narrativa Las guadañas Por Daniel Jiménez Prestán Retrato de anciana, obra de R. Puche. Imañana sabel Redondo removía las piedritas del camino. Esa tomó la decisión de salir a la vía del tren y recoger lo que caía del limonar; costumbre que había adquirido cuando era joven y se sentía rara por ser la única del pueblo con un nombre que no fuera Rafaela, Santiaga o Francisca. Tambaleándose y vestida con una blusita desfigurada por el tiempo, Isabel miraba desdeñosa los limones enmarronecidos. Daba miedo verla agacharse; parecía que de un tirón, el caucho que le aguanta los huesos terminaría reventándose; sin embargo, tal era el hábito de Isabel que el pueblo no había hecho si no habituarse a ella. “Allá va doñita Isabel” se oía decir en la tienda; “Todavía sale a las vías, con todo y lo del señor Cristorno”, decían las muchachas y cocinaban el chisme entre las verduras. A lo lejos Isabel pudo ver el tren. Era una máquina con cuatrocientos metros en vagones color sepia, como una foto antigua en movimiento y acercándose. “Brake Shoe Composition” decía en cada uno de los vagones repletos de carbón y sal, e Isabel lo leía siempre, en un inglés inventado por ella y que no le salía dos veces. En medio del estruendo, un muchacho se le acercó en una motocicleta. “Isabel”, llamó. Isabel observaba un limón por todos los lados; cuando escuchó el llamado lo metió en su mochila, que aún no estaba llena. Al levantar la mirada, un ojo se le cerró y con el otro pudo ver a contraluz la silueta del joven. –Yo a ti te conozco –abrió el ojo y suspiró. –¿Cuánto tiempo va ya? –preguntó él. –Setenta y siete, mijo. –Ya usted va tarde, Isabel– dijo el muchacho con una dureza terminante. –¿Y Cristorno?– preguntó ella. –El tiempo le ha dado tregua. El muchacho llevó su mano hacia la espalda y del pantalón sacó un revólver. –Lo que es pa’ uno es pa’ uno –respondió con firmeza Isabel y apretó con fuerza la mochila. El tren ahogó cualquier ruido. No fue sino hasta que pasó que en la tienda se dieron cuenta de Isabel, tendida al lado de los rieles. Cosa rara fue verla ahí, postrada en las piedras, como mirando al cielo, sin vida y sin limones. Webgrafía Óleo de R. Puche. Tomado de: http://4.bp.blogspot.com/_ zb3dFbVSZr0/TTx3HUtGV6I/AAAAAAAAATE/aDJnwp2GI94/ s1600/Anciana.jpg 63 Huellas Narrativa Un lugar seguro Por Gloria Castaño Cocina casa de verano, Alejandro Mendez, óleo sobre lienzo. Para las tres Lhaatenido nueva casa es amplia, clara y algo silenciosa, pero sus batallas, y por eso quiero hablar de ella. Mi papá no quiso compartir sus ideas sobre su diseño, ni aceptó las sugerencias que le hicieron algunos expertos. De todos modos, ya nos había oído imaginarla durante años, entonces quiso sorprendernos y, por supuesto, nos creó la expectativa. Cuando la estrenamos nos emocionó que fuera tan sencilla y ventilada, pero él estuvo algo tenso hasta que tuvimos el último desfile de amigos que vino a conocerla. Tan pronto se marchaban, nos preguntaba a cada uno, como quien no quiere la cosa, qué nos había parecido la casa. Sin embargo, los piropos se fueron acabando y ha terminado por aceptar algunas correcciones. Los hechos lo traicionaron y pusieron en evidencia las contradicciones de la nostalgia y de las ganas de renovarnos. Lo vimos con los ojos encendidos, como un condenado, resoplando cada vez que reconoc��������������� ía������������� alguna remodelación inevitable. Lo primero fue la cocina. Era moderna porque mi mamá insistía en que también se podía hacer comida en un lugar blanco, resplandeciente y elegante como en las casas de las ciudades, aunque se viviera en el monte. Sin embargo, la tacita de porcelana pronto volvió a ser un pocillo de peltre. Ella me había confesado que le estaba costando adaptarse porque le gusta andar descalza y con la baldosa nueva los pies le dolían, además le hacía mucha falta alguito de barro, «y más con este calor»… Entonces se tumbó la pared que separaba la cocina del lado izquierdo de la casa, donde hay un baño, el lavadero, unos escombros y el senderito al rancho que hace de granero. Era urgente volver a unir esos dos mundos. La cocina había sido construida con ventanas por todos lados, pero con una sola puerta que daba al interior de la casa. Pronto tuvimos que volver a la idea del patio trasero y al orden aparatoso. Ya se había cambiado la ubicación de la estufa de gas porque los ventarrones apagaban la llama, y no tardamos en reconocer que eso no era suficiente. Así que se hizo un rancho para la cocina rú����������������������������������������������������� stica, con el añorado suelo de tierra, unas pocas paredes de tabla y el techo de paja. Nada qué hacer, la tecnología doméstica no pudo reemplazar la versatilidad y el sabor que da un fogón de barro��������������� y leña�������� . De todos modos, mi mamá ya había acariciado y desafiado el fuego de todas las formas posibles; y aunque sufrió por su irreverencia, al fin lo ha dominado, después de que incendió un pedazo de la vieja casa y de haber visitado un par de veces el hospital. También cambiamos la sala del televisor porque dejó de hacer parte del círculo materno. La vida útil de la casa nueva se mudó al piso de tierra y por poco perdimos el hábito de ver la tele. Eso alarmó a mi papá, que se lo llevó al rancho para poder hacer los oficios mientras se veían las telenovelas, los noticieros y los programas de concursos. 64 Recién nos mudamos, lo primero que extrañamos fue el viejo jardín. Nos tuvimos que conformar con visitarlo de vez en cuando, pero mi mamá iba todos los días, regaba las matas, y me consta que les susurraba a escondidas. Tuvo que esperar a que llegara el invierno para trasplantarlas sin que murieran. Todos estábamos ansiosos por verlas otra vez; y hasta mi papá, que había crecido tumbando montaña, sembró unos borracheros dos días después del trasteo. De todas formas, sigue faltando tiempo para poder volver a esconderse detrás de los helechos y los crotus. Las culebras, en cambio, esas sí que nos acompañaron en el trasteo, aunque al comienzo no las notamos. Antes llegaban al viejo rancho en temporada de lluvias, buscando tierra firme y seca, mientras que en verano llegaban tras algo de humedad y aire fresco. Pero además las atraía el jardín lleno de rositas, veraneras, cayenos, anturios, jazmines, verdolagas, cariaquitos, margaritas, pompones, besitos, lirios, orquídeas, dalias, chocolatas, heliconias, maraquitas y conservadores. Al principio mi mamá solo les tenía un miedo corriente a las serpientes, quizás porque no las había visto mucho. Recién llegada a la vieja casa halló cinco en una semana. Entonces empezó a reconocer la permanencia de un dolorcito de cabeza cada vez que oía cualquier cosa sobre ellas. Abandonó los programas sobre la vida animal, dejó de recibir los almanaques de fauna silvestre que le regalaban en la ferretería del pueblo y encerró la casa en un círculo de creolina. Cada vez que veía alguna, la alegría y ternura de mi madre daban paso a un ceño fruncido y una serie de rituales consagrados a sus huéspedes indeseadas. Había llegado a intuirlas, y entonces una fuerza superior la poseía y la obligaba a hurgar el jardín y a voltear los colchones, las tablas y los cajones de los dormitorios hasta encontrarlas. Las inocentes pagaban entonces la suerte de haber llegado al paraíso equivocado. No había manera de que escaparan. A veces se oía un silbido dulce y muy delgado que delataba familias enteras, y descubrió que a algunas les gustaba andar en parejas, hasta que la muerte las separaba. Mi papá procuraba espantarlas y siempre callaba cuando las veía, sobre todo si se trataba de las pequeñas cazadoras, unas serpientes ágil������������������� ����������������������� es, verdes o amarillas, que sobresalían del pasto cuando levantaban la cabeza para perseguir a quien las desafiara, y sacudían la cola como un látigo que dejaba una llaguita ardiendo unos cuantos días. Mi papá las protegía porque ahuyentaban a las mapanares, que eran pardas, lentas, con una mirada profunda y realmente temibles. Hace unas décadas, la mayoría de sus víctimas morían 65 “Al principio mi mamá solo les tenía un miedo corriente a las serpientes, quizás porque no las había visto mucho. Recién llegada a la vieja casa halló cinco en una semana”. o perdían una pierna, hoy en día se conforman con una cicatriz espantosa. Hubo una temporada en la que aparecían muy seguido. Se podían encontrar en cualquier parte del rancho y en cualquier momento. Por eso nos acostumbramos a ver el suelo antes de poner los pies en él. Sobre todo al despertar. “El sapo y la culebra” de Carlos Bazán. “Mi mamá se negó siempre a dar crédito a quienes afirmaban que las culebras estaban en vía de extinción y trataba de demostrar lo contrario sacando la cuenta de las que mataba cada mes”. Mi mamá se negó siempre a dar crédito a quienes afirmaban que las culebras estaban en vía de extinción y trataba de demostrar lo contrario sacando la cuenta de las que mataba cada mes. Por poco entró en trance cuando se encontró con un güio en la carretera. Lo cogió a machete y le prendió candela, pero el animal se enroscó, escondió su cabeza y se esfumó en otro descuido. Dejó un rastro que llegó hasta el estero, donde debió curarse las heridas comiendo bichos del pantano durante algunas semanas y recuperando la fuerza suficiente para sacar su cuerpo del lodo. La casa nueva, en cambio, con paredes que se unen al piso de baldosa, nos daba la confianza de poner los pies en el suelo con los ojos cerrados. Sin embargo, pasó poco tiempo para que escucháramos aquel viejo grito de mi mamá inaugurando el nuevo templo. Se trataba de una culebra que se disfraza de coral, delgada y vistosa. Tiene colores más brillantes que los de la auténtica, tratando de ocultar el hecho de que es realmente inofensiva. La coral verdadera no aparece mucho, prefiere esconderse en los matorrales, tratando de opacar los intensos colores que la convierten en blanco fácil de sus enemigos y que ahuyentan a sus presas. Hemos buscado cualquier señal de su paradero. Tal vez gallinas o alguna vaca desaparecidas, pero nada. Llegamos a pensar que se había comido un venado al que se le enredaron los cuernos en una cerca, pero luego lo vimos con su grupo, esperando a que le crecieran para aparearse de nuevo. Otro día, mis sobrinitas se divirtieron impresionadas al ver la boa que un tío de mi papá tuvo de mascota. Cuando el viejo murió, la serpiente se perdió, y parece que se fue a vivir al nuevo granero, donde ganó la batalla que el viejo gato de la casa había perdido contra las ratas. La pobre escupía de la ira y se retorcía tratando de soltarse la soga con que la amarraron a un árbol. Cuando nos aburrimos del espectáculo y nos distrajimos con cualquier otra cosa, desapareció sin dejar rastro. ¡Corre, pequeña!, ¡mueve tus piernitas! Webgrafía Hay que estar atentos. Las niñas ya saben que si ven un sendero de flores aplastadas, o si perciben un olor extraño, deben alejarse, no sea que el animal las duerma, las abrace y las devore antes de recordar el camino a casa. Óleo de Alejandro Mendez. Tomado de: http://images.artelista. com/artelista/obras/big/2/3/9/7662932159416203.jpg Dibujo de Carlos Bazán. Tomado de: http://image.posta.com.mx/ sites/default/files/el_sapo_y_la_culebra._autor_carlos_bazan. jpgTomado de: http://images.artelista.com/artelista/obras/ big/2/3/9/7662932159416203.jpg 66 Shir (Canto en el umbral) Huellas Publicaciones de la autora ternera 79) o de deseo 991) Novedad món ic a g on tov n ik Shir La cicatriz en el ojo (1980) Y tirada temblando miraré el relámpago (1981) Foto: Andrea Pinto Siabato, 2015. (Canto en el umbral) Poesía agua que se agota si no agito su fuente / cada día como una plegaria usada para reconocer la palabra Mónica Gontovnik Mónica Gontovnik / Poesía letra a letra / 2016 Barranquilla, 1953. De padres inmigrantes, procedentes de Ale- mania y Lituania. Es artista y académica. Fundó y actuó con el Grupo Kore Danza- Teatro, pionero de las artes escénicas en Mónica Gontovnik Colombia. Desde el año 2005 ejerce como Shir (Cantos de la otredad) docente del Departamento de Humanidades de la Universidad del Norte. Flor de agua (1992) Tiene un pregrado en Danza, una maestría Pandora parrandera en Arte y Psicología y un doctorado en Artes (2002) Interdisciplinarias. Su trabajo investigativo Por Mercedes Ortega González-Rubio ronda el tema del género y las artes, particularmente en Colombia. Es columnista de opinión en El Heraldo. Ha publicado seis libros de poemas, varios ensa- isbn 978-958-59446-1-2 Transfigurar el tiempo (2008) yos académicos y tiene una novela inédita. 7 9 789585 944612 Poesía letra a letra Lconstituye a obra de Mónica Gontovnik (Barranquilla, 1953) una de las más destacadas y originales de la poesía del Caribe colombiano contemporáneo. Desde hace más de treinta años, su voz poética, siempre en construcción, expresa una necesidad de comunicación, de comunión con el otro. La hablante lírica directa y franca, al cuestionarse a sí misma e interpelar a su entorno, hace que volvamos sobre nosotros mismos, incomodándonos a veces, haciéndonos sentir a gusto a ratos, pero sin dejarnos permanecer indiferentes frente a lo que propone. En el poema “Razones” de su primer libro Ojos de ternera (Bogotá: Ediciones Alcaraván, 1979) lo enunciaba así: (...) porque qué sería yo sin una palabra comprometida atrapada por otro por otro por otro ojo: algo más allá de mí que se vuelve mi canto en tus aguas mi continuación mi evolución la cascada esa de vidas que nada y cae y desemboca y se calma y nace y nada y cae y fío que lanza la hablante, obligándonos a emular su actitud beligerante y hacer que nuestros pensamientos y emociones broten en un torrente vivificante. Como mujer barranquillera, encontrarme con esta obra fue para mí, en los años noventa, en mi adolescencia, una sorpresa que se convirtió en alegr�������� ía������ : descubrir la ciudad habitada por una escritora que se sabía diferente, que hablaba desde la otredad, que no aceptaba las normas heteropatriarcales de este Caribe poscolonial (aunque en ese momento no pudiera nombrarlo de esa forma). Su libro Objeto de deseo (Barranquilla: Ediciones Koré, 1991), ahora lo sé, desde un simbolismo revelador, me ayudó a ir edificando una subjetividad que se aceptaba múltiple, contradictoria, enérgica, deseante, pensante. Esa identidad alterna continúa negándoseles a tantas mujeres aún hoy, en estos años de pequeños avances y grandes retrocesos en cuanto a la igualdad de género. La poesía de Mónica Gontovnik tiene el coraje de nombrar a los culpables y denunciar los atropellos que han sufrido los seres humanos por cualquier tipo de régimen opresor (masculinismo, racismo, elitismo u otro) y, al mismo tiempo, nunca asume la posición de víctima inerme; al contrario, es combativa, propone una acción, un movimiento positivo y vital. En este diálogo que entabla el texto con sus lectoras y lectores debemos posicionarnos frente a lo que vamos descubriendo, en un proceso fluido y dialéctico que no cesa. Surge la “palabra comprometida” como un desa- 67 Ello se evidencia, por ejemplo, en “El buzo”, poema que expone una situación que sigue siendo la regla y no la excepción: Se refleja el mar en tus ojos. (...) Cuerpo jungla, de Raisa Galofre Bajas al agua fría y profunda mientras sueñas que tus pulmones se convierten en agallas. (...) Los pájaros dentro del agua te hablan del silencio. Por eso, cuando yo abro mi boca, no ves sino burbujas. El musgo ha logrado suavizar mi piel de roca. Los guantes que usas para protegerte de los corales también te alejan de mi dulce sabor sumergido. (...) El resplandor y una brisa cálida, ciega, te devuelve a una superficie áspera. Allí todos ahogamos los gritos que los peces no logran emitir. La hablante lírica desenmascara al oyente lírico y denuncia que este la obliga a callar. Se revela la imposibilidad de diálogo con ese que no escucha, que no quiere probar nada nuevo, pues está a gusto en esa zona de comodidad –el mar frío profundo–. En estas condiciones de desigualdad no hay encuentro viable con el otro, el subalterno (Gayatri Spivak, “¿Puede ha- blar el subalterno?”, 1985), que no puede transmitir su sabor. El poema finaliza con la revelación de la verdad: en esta situación de incomunicación finalmente todos perdemos y solo nos queda la rabia y la frustración. Luego de años, de estudios, de viajes, experiencias y feminismos, he vuelto a encontrar la obra de Gontovnik. La relación que entablo ahora con estos textos es diferente pero de igual manera provechosa y gozosa. Su poesía suscita cuestionamientos que siguen teniendo que ver con el lugar del otro. Esta alteridad representa al lector, pero, al mismo tiempo, a ella misma. Así que surge la pregunta: ¿qué tienen sus escritos que decirles a las mujeres y hombres del siglo xxi colombiano y latinoamericano? La experiencia de vida de la autora la ha llevado a una particular forma de concebir al ser humano como corporeizado o incardinado (Rosi Braidotti, Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, 2004). Bailarina y coreógrafa, fundadora en 1982 del grupo Koré Danza-Teatro, doctora en Estudios Interdisciplinarios en Arte de la Universidad de Ohio, su poesía habla siempre desde un saber que parte del cuerpo y que, por lo tanto, es cambiante. En su visión de mundo no hay 68 jerarquías ni privilegios entre la mente y la carne; de hecho, no hay escisión alguna entre ellas sino una afirmación rotunda de que pensamos a través de nuestros sentidos y sentimos a través de nuestra mente, que no es otra cosa que nuestro espíritu. Mónica Gontovnik reaparece después de quince años en la escena editorial con su séptima publicación, Shir (Canto en el umbral). El libro recopila las últimas producciones de la autora, algunas de ellas divulgadas con anterioridad de manera independiente en revistas. Su título propone un juego intertextual con la escritora mexicana Rosario Castellanos (1925-1974) y su poema “Meditación en el umbral”: No, no es la solución tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi ni apurar el arsénico de Madame Bovary ni aguardar en los páramos de Ávila la visita del ángel con el venablo antes de liarse el manto a la cabeza y comenzar a actuar. (...) Debe haber otro modo que no se llame Safo ni Mesalina ni María Egipciaca ni Magdalena ni Clemencia Isaura. Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser. Como vemos, su preocupación por la otredad continúa siendo una obsesión. Gontovnik, como artista de fuste, está desde siempre reescribiendo una y otra vez el mismo poema, dándole vueltas al mismo tema, acomodando palabras, imágenes e ideas que nunca logran transmitir la complejidad del pensamiento que no se detiene, que está en eterno movimiento dancístico: esta es la frustración y la dicha de todo poeta. Ahora bien, los creadores nos hablan desde un umbral: podríamos decir que el texto lírico es una llave que nos brindan para abrir una puerta, la que requiramos, para ahondar en nuestra identidad. El umbral es un lugar intermedio o, si se quiere, un no lugar: se trata de un espacio de posibilidades, de experimentación y cambio. Al igual que Castellanos, Gontovnik nos invita a entrar, a averiguar qué hay detrás de la puerta, nos convida a intentar ser otras/otros más libres, aquí en este mundo, no en el más allá. El título del libro juega también con las relaciones que teje con otro tipo de textos o discursos: shir significa en hebreo “oración” o “bendición”; remite a la idea de rezo o plegaria, que se asocia con las de invocación o 69 canto. Recordemos que la recopilación de cantos más conocida en nuestra cultura, herencia de la tradición judaica, es el Shir Hashirim o “Cantar de los cantares”. Así, el conjunto de poemas, al ser editados con este nombre, adquiere una nueva significación: la poesía surge como un ejercicio espiritual en el que la hablante��������������������������������������������������� líric��������������������������������������������� a se comunica con lo sagrado, que paradójicamente a veces puede ser muy terrenal y cotidiano. Cada poema del libro ha sido bautizado con una palabra que remite a la tradición judía y que la autora explica a pie de página en cada poema. Los lectores decidirán si lo consultan o prefieren una interpretación más libre. Como en toda la poesía de Gontovnik, nos hallamos frente a textos que permiten una amplia exégesis. Cada frase insinúa analogías y contradicciones que se suceden dejando el gusto de un entendimiento profundo pero fugaz. Estas epifanías pueden llevar a quien lee a la anagnórisis, al reconocimiento de su propia identidad. El libro comienza con un poema que traza un vínculo con el principio u origen, pues lleva por título “Adamá”, que significa “tierra” en hebreo, palabra de la que deriva “Adán”, el primer hombre, hecho de arcilla, de polvo. La expresión hace referencia a la oración con la que se bendice la comida, los frutos de la tierra, antes de ser consumidos. El texto juega con las palabras profeta/poeta y nos recuerda que en el vate –mediador entre lo humano y lo divino– se combina la idea de la adivinación y el canto. Así que desde la apertura los versos se presentan como ambiguos, y podría decirse que irónicos. Al comienzo parece que se elogiara a Moisés al decir que no es un profeta sino un poeta, alguien que “decide mantenerse en el exilio / morir en el desierto / quemarse con las palabras (...) / saberse elegido”. Pero enseguida hay un cambio: se lo acusa de ser “confesor tirano maestro interlocutor / directo / de aquello que no puede ser dicho”. Parece que la hablante lírica le reprochara a Moisés su silencio, su secreteo con la divinidad. Aparece entonces la figura de Míriam, la “hermana discreta”, la verdadera profeta-poeta porque ella sí habla a través de su baile alegre: no puede ser tirana aquella que danza con los pies desnudos tocando el fuego “en la zarza” que nace del barro de Adán. Finalmente comprendemos que el poema da gracias por ella, pues constituye el verdadero regalo de la tierra. Esta obertura deja sentado el tono binario del poemario, entre el comentario mordaz y el sensible homenaje, entre la rabiosa denuncia y la paz de la me- ditación: nuevamente el umbral, la frontera. En “Asurim”, por ejemplo, la hablante lírica se mueve en una soledad que desea y odia: está en su casa, ordenada y pulcra, que poco a poco se convierte en prisión. Entonces es necesario llegar hasta esa entrada que es salida y atravesarla: “Una camina suavemente / por pisos limpios / que exigen orden / y suplica / a los pies descalzos / que den un paso / más allá de la puerta”. La decepción llega cuando se da cuenta de que esa ansiada libertad no es más que un engaño, porque del otro lado encontrará otro encierro: una vida repetitiva, un trabajo quizás sin horizontes. La idea del afuera como locus terribilis vuelve en el poema “Bejemlá”. La ciudad es descrita como violenta, en ella los carros aplastan a las palomas, que simbolizan las preguntas ansiosas hechas por la enunciante. Esa ciudad de “balas perdidas / entre las gargantas de los pequeños / que jugaban / en los antejardines / de su propia infancia” es un ejemplo del país poblado de “seres sin vuelo” y de “burlones halcones rapaces”. Afortunadamente, la hablante tiene su casa, un refugio que ha armado “a dentelladas”. Ese “espacio libre” podría entenderse también como un umbral, un pasaje que le permite comunicarse con los otros, sin perder una identidad construida difícilmente con cada batalla. Pero también hay textos esperanzadores, como “Lehadlik” o “Makom”. El primero hace referencia al ritual del Sabbat –séptimo día de la semana, sagrado para la comunidad judía– de encender dos velas 18 minutos antes de la puesta del sol. Además de este significado, los versos hablan de la posibilidad de unión entre los seres humanos, de la solidaridad que se expresa a través del acto común de prender una luz y “tocar todas las otras manos”, cantar “al unísono” y perpetuar “el mandato de la conciencia”. Así, Gontovnik extiende el sentido restringido de una ceremonia que pertenece a una colectividad específica, volviéndolo comprensible para todos y, más que eso, necesario. Cuando el poema menciona, por ejemplo, a “las tierras que nunca nos pertenecen”, comprendemos que se trata de la diáspora judía, pero también lo relacionamos con Colombia, que ostenta uno de los más altos índices de desplazamiento forzado a causa del conflicto armado y de la injusta po- sesión de bienes. Finalmente, conectamos asimismo esta imagen con la de cualquier ser humano marginado en busca de la “tierra prometida”, de un lugar donde poder ser libre y desarrollarse en paz. El poema “Makom” presenta imágenes de la naturaleza y las estaciones que dan lugar a la emoción y a la reflexión, a la manera de un haikú. Pequeñas acciones como ver el atardecer, contar las ardillas o “ayudar a los pájaros a rearmar sus nidos” hacen de la hablante lírica, más que una observadora, una suerte de diosa Del poemario Shir Por Mónica Gontovknik Adamá* Se equivocaron al nombrar a Moisés Profeta poeta es quien decide mantenerse en el exilio morir en el desierto quemarse con las palabras sellar el número cuarenta maldecir la inconsciencia saberse elegido confesor tirano maestro interlocutor directo de aquello que no puede ser dicho. Miriam hermana discreta baila conoce por sus pies la alegría el cercano contacto con la tierra el fuego la zarza. * 70 Se bendicen los frutos de la tierra antes de comerlos: Boré perí ha adamá. o ninfa que anima el lugar que la circunda. Esta deidad presagia, sabe, tiene la certeza de que habrá un futuro para los seres humanos, que seguirán dejando “huellas / sobre la nieve”. Pero de la misma manera, sabe que ella, como individuo, ya no estará allí mañana, que el paso por el mundo de cada uno de nosotros es efímero y frágil, como esa “rama [que] se quebrará” en el invierno. Este pensamiento no deja, sin embargo, miedo ni amargura, sino la serenidad de ser consciente del ciclo de la vida y la muerte. Shir deja pues a sus lectoras y lectores con la tranquilidad de saber que el camino ha sido bien recorrido: el de Mónica Gontovnik como poeta y el nuestro como cómplices de esta aventura literaria. Pero la quietud, lejos de relacionarse con la inercia, viene acompañada de una fuerte motivación a la acción continua. Aguardaremos expectantes el próximo movimiento que daremos juntos, acompañados por sus palabras. Lehadlik* Makom* Espero prendo dos velas una sola luz luz para mis ojos luz para la noche luz que recuerde el rito que toque todas las otras manos todas las otras velas que cantan al unísono invocando el nombre la fuerza reconociendo el horizonte siempre vago las tierras que nunca nos pertenecen la oscuridad tranquila luz que repetimos cada siete días perpetuando el mandato a la conciencia. Esperar al sol para atestiguar que pasa otro día. Mirar cómo la luz brilla sobre un abrigo negro. Contar las ardillas tomando agua. Ayudar a los pájaros a rearmar sus nidos. Presagiar el silencio que viene para la noche. * * Saber que hay un mañana con quizás otra temperatura y la certeza de que otros pasos dejarán huellas sobre la nieve. Acto seguido presentiré que una rama se quebrará posándose frágil sobre esta banca cuando ya yo no esté. El misticismo judío explica que el Shabat es el día que ilumina el mundo. Las velas que se prenden son una metáfora del alma humana: Baruj atá Hashem Eloheinu melej haolam asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu lehadlik ner shel shabat. 71 Se bendice el lugar donde ocurrió un milagro: Baruj atá Hashem Eloheinu melej ha olam shehasá li nes ba makom hazé. Huellas Novedad El mito de la filosofía Jesús Ferro Bayona Editorial Universidad del Norte / 2016 Por E l mito de la filosofía es una inspiradora invitación a emprender un recorrido a través del pensamiento filosófico, no solo en tanto que saber sino también como una práctica vital que implica al sujeto y al acontecer que constituye su entorno. Su diáfana articulación del pensar en una prosa clara seduce al lector hasta internarlo en los cuestionamientos desplegados, llevándolo igualmente a generar reflexiones e inquietudes propias desde su cotidianidad. ¿Acaso no es esa una de las tareas más genuinas del ejercicio filosófico, si pensamos en la figura de Sócrates socavando las tranquilas certezas de sus interpelados, que creían saber lo que en realidad desconocían? eminentemente filosóficas desde la sensibilidad que despiertan en relación con la ciudad; de ahí también que la figura del “flâneur”, el vagabundo o caminante sin rumbo, evoque el semblante actual del pensador, ya no solo constreñido y absorto en sus reflexiones como lo presenta la escultura de Rodin, sino con esa atención distante y próxima a la vez que se genera desde la capacidad de asombro ante lo cotidiano, fuente de ocupación y conceptualización filosófica. El ensayo que da título a la obra nos lleva a cuestionar la versión plana de la historia de la filosofía que propone en su nacimiento un paso radical del mito al logos. Jesús Ferro Bayona nos indica: Esta obra de Jesús Ferro Bayona está compuesta por nueve ensayos y una entrevista. Entre los ensayos hallamos tanto escritos inéditos como disertaciones que nos permiten acceder a su trasegar académico en el terreno de la filosofía y las humanidades, tanto en el contexto nacional como en el periodo de aquella formación europea que la fortuna hizo coincidir con el fervor intelectual propio de los años que sucedieron al Mayo francés. Especialmente dirigido a este periodo es el texto consagrado al maestro Michel de Certeau bajo el título “Peregrino del tiempo y la escritura”, que desde el presente evoca aquel contexto de discusiones interpretativas y reconceptualización del significado de la historia misma. Asumir la figura de Charles Baudelaire como punto de partida de una obra filosófica tal vez constituya una toma de posición de cara a las relaciones que se generan entre la filosofía misma y el amplio concepto de las letras. La tradición francesa contemporánea no establece escisiones radicales entre un pensamiento filosófico puro y otro teñido de referencias literarias. De ahí que los poemas de Baudelaire susciten reflexiones Sara Martínez Vega La historia de la filosofía (...) muestra el recorrido del pensamiento para alejarse del mito y alcanzar explicaciones racionales de la realidad. De igual manera lo ha hecho la ciencia que, además de explicaciones, busca aplicar el conocimiento de manera práctica, a través de la técnica, para solucionar los problemas del individuo y de la sociedad. Interpretemos el esfuerzo de la filosofía y de la ciencia como otras formas de “despegue” y de alejamiento de la base común del lenguaje compartido por la comunidad. Sin embargo, los individuos modernos y las sociedades no han abandonado los mitos. Los viven y los construyen de otra manera (...) La filosofía y la ciencia no escapan (...) tampoco de las mitologías, pese a que proclaman su absoluta racionalidad1. El mito de la filosofía nos interpela desde la experiencia de quien ha navegado por los mares inciertos del cuestionar filosófico y nos entrega en su trabajo parte de su vida misma, en un ejercicio de reafirmación del recorrido emprendido hace décadas. 1 72 Ferro Bayona, J. (2015, p. 24). Huellas Cine El Páramo director: Jaime Osorio Márquez/ Colombia/ 2011 Guerra interior Por Lbélico ejos de estar cerrando las heridas de un conflicto que década tras década desangra la sociedad colombiana, las negociaciones de paz entre el Gobierno y las farc parecen evidenciar las dificultades de reconciliación de un país profundamente escindido y polarizado. Las esperanzas depositadas en el proceso no bastan para mitigar el palpable clima social de suspicacia alimentado por los incumplimientos de acuerdos de alto al fuego, o las beligerantes declaraciones de expresidentes con afán ‒y nostalgia‒ de protagonismo. Como en cualquier conflicto armado fratricida, y posterior etapa de reconciliación civil, afloran todo tipo de dudas y recelos. ¿Quién es realmente el enemigo? ¿En quién podemos confiar? ¿Se hará justicia en el posconflicto? Alberto Romo Garrido cine gótico clásico –con esa espesa niebla que envuelve la aislada base militar, trasunto contemporáneo de los vetustos castillos en páramos desolados que albergan las almas atormentadas de vivos y muertos−, o incluso las películas de terror producidas por Val Lewton en la década del cuarenta, particularmente la magnífica La isla de la muerte de Mark Robson, acaso la mejor película de terror bélico de la historia. Al igual que en aquellas míticas y sugestivas películas, el mal no tiene un origen exógeno (como sucede en las añejas “películas de monstruos” o en los actuales slashers), sino que brota del interior del alma humana, y emana de esta como una excrecencia invisible pero implacable, capaz de actuar con el sigilo y la voracidad de un virus letal. En suma, El Páramo parte del más descarnado realismo para acabar erigiéndose en una evocadora alegoría –tan contundente como sutil– de los estragos físicos y morales causados por la guerra, y en una asfixiante inmersión a pulmón hacia las más recónditas y sombrías simas del alma humana. En El Páramo, película escrita y dirigida por Jaime Osorio Márquez, este clima de paranoia en el que vive inmersa la sociedad es (re)tratado por medio del estamento en el que adquiere una mayor magnitud: las fuerzas militares del Estado. La banda sonora —minimalista pero efectiva— la complementa a la perfección. De ritmo pausado pero sostenido, El Páramo evita los consabidos subrayados innecesarios y las truculencias gratuitas que (pre)dominan en el cine de terror actual y, en sus mejores momentos, responde a unos parámetros estéticos y conceptuales hoy en día lamentablemente en desuso, siendo tan importante lo que se omite como lo que se muestra. Algunos pasajes llegan a evocar el 73 Jaime Osorio Márquez, escritor y director de “El Páramo”. Tomado de: http://i.vimeocdn.com/video/212196991_1280x720.jpg Huellas Cine Kill Your Friends Director: Owen Harris/ Reino Unido/ 2015 Por Javier Barón —El verdadero guerrero entiende que la guerra no es una crisis eventual, sino una forma interminable de ser. —El poder viene de la persecución de lo incapturable. —¿Cuál es el significado de la vida? —Manejar cuidadosamente a tus enemigos para oír sus lamentos... de los que queden. Eofrecen n la actualidad existen diversas plataformas que nos un catálogo inmenso y variado de música de manera gratuita. La forma de acceder a nuestra música favorita ha cambiado en el nuevo milenio a un ritmo vertiginoso. Por ello, a los más jóvenes podría costarles trabajo entender que hace pocas décadas las disqueras eran todopoderosas; era imposible impulsar una carrera y consolidarla si no se estaba arropado y bajo la conducción de una empresa disquera. Londres, 1997. Steven Stelfox (Nicholas Hoult) es un joven ejecutivo de la disquera A&R (Artist & Repertoir), quien se encuentra muy cerca del pináculo en el negocio de la música, sin embargo, nada es suficiente para él. Es un hombre con una incapacidad manifiesta de disfrutar la vida, se maneja con un estilo irónico y mordaz, en ocasiones realizando un rompimiento brechtiano de la cuarta pared para contarles a los espectadores, con diálogos filosos e hilarantes, cuánto odia a sus compañeros de trabajo, a las bandas “indie” y, en general, a casi todo. Sí, es una especie de Patrick Bateman, un American Psycho del mundo musical. Su libro de cabecera y al que recurre constantemente se llama Unleash The Monster (Desatar al monstruo); un tipo de libro similar o equivalente al Arte de la Guerra de Sun Tzu, de donde obtiene ideas para literalmente aniquilar y devastar a sus competidores en su afán de llegar a la cúspide y obtener el puesto de director creativo. Hay subtemas que abordan aspectos muy interesantes: el lado mercantil y frívolo de la música en contraposición a la creatividad, al compromiso de componer canciones con calidad artística perdurables en el imaginario colectivo. Contratar y desarrollar a bandas con ambiciones artísticas para que tengan una carrera de larga duración o apostarles a artistas de plástico que tienen como único objetivo la fama de un solo “hit” que genere ganancias millonarias inmediatas. La película se mueve bien entre los mundos en los que incursiona, el tono predominante es el humor negro y el sarcasmo con ciertos toques de drama, “thriller” y breves flashazos de cine gore aderezados con un estupendo soundtrack que incluye canciones de Blur, The Chemical Brothers, Oasis, Echo & The Bunnymen, The Prodigy, entre otros. No hay concesiones. No existen personajes que busquen generar empatía; contemplamos a algunos idealistas novatos que, conforme adquieren experiencia, toman consciencia de que nadan en un océano repleto de tiburones y deben transformarse para sobrevivir y mantenerse en el juego. Un gran trabajo en el guion, que nos regala diálogos muy pulidos, bien trabajados, que nos llevan de la carcajada sonora a la reflexión. Un mundo muy competitivo en el que Steven entiende (parafraseando a su libro Unleash The Monster) que la grandeza de un hombre está en reconocer su punto débil, resistirlo todo y arremeter sin importar el costo. 74 Huellas RESEÑA Té para Elisa Guillermo Henríquez / Josmar Ediciones / 2015 Por Luis Rafael Gutiérrez porque me encanta el estilo con que está escrita esa parte del libro. Es elegante, sutil y minucioso. U na cálida noche de marzo del presente año, mientras conversábamos en la terraza llena de arcos de su casa en Ciénaga, el escritor Guillermo Henríquez puso en mis manos su más reciente obra, titulada Té para Elisa, con la que obtuvo el primer puesto de novela corta en el portafolio de estímulos para las artes y la cultura en el distrito de Barranquilla, llevado a cabo en 2015. Té para Elisa narra la historia de una familia distinguida en Ciénaga, cuyo último eslabón es un escritor valioso e ignorado que nos va dando pistas sobre su biografía. El autor recurre a dos narradores: un anciano y un niño, que en realidad son el mismo, lo cual hace que el testimonio contado esté pigmentado, por un lado, de ternura y, por el otro, de melancolía. Todo esto narrado dentro de una misma escenografía donde los personajes son los únicos que van cambiado. Las memorias mencionadas, aunque en el libro no llevan este nombre, abarcan desde la página 7 hasta la 77. Allí el autor nos presenta una Ciénaga esplendorosa y propicia para las buenas maneras. No obstante, el contraste de las clases sociales es evidente. Los apellidos y la homogeneidad son elementos que dignifican en la obra, en tanto que el anonimato y la diversidad se prestan para señalamientos, murmuraciones y burlas. A mi juicio, se describe una sociedad con prejuicios. Guillermo Henríquez, narrador, dramaturgo y ensayista, ha escrito una obra sobre un individuo que tiene una familia particular en la sociedad cienaguera de su infancia. Sin duda alguna, Té para Elisa es una obra a la que desprogramados y estudiosos deberían echarle un vistazo. Con el propósito de animarlos a leerla, les adelanto el comienzo: “Un hombre delgado, de tez blanca y pelo encanecido, se halla recostado ante los hierros oscuros de una ventana vertical de una casona amarilla que parece haber sufrido un incendio, pero cuando la cámara se acerca a la pared se descubre una revelación: el humo que la oscurece es pintado. No real…”. En la época en que trascurre la historia la mujer era tratada como una niña: no tenía derecho al voto ni a disponer de lo que había conseguido con el esposo. De ahí que Raquel, uno de los personajes principales de la obra, sufra a causa del machismo y de las leyes injustas con la mujer de antaño. Pero, olvidándose de sus propios conflictos, Raquel lucha por sus parientes más cercanos, entre ellos su nieto Guillermo, quien narra la historia con sencillez y mucha gracia. Con respecto a la estructura de la obra debo hacer una crítica constructiva. Hay un marco narrativo dentro del cual están unas memorias, algo similar a una pintura enmarcada. Pues bien, yo quitaría el marco y dejaría solo las memorias, verdadera y necesaria obra de arte. No lo digo porque Guillermo sea mi amigo, sino 75 Guillermo Henríquez obtuvo el primer puesto de novela corta dentro del portafolio de estímulos para las artes y la cultura en el distrito de Barranquilla (2015) con Té para Elisa. Tomado de: http://i.ytimg.com/vi/wpuzz09OZwo/maxresdefault.jpg Huellas Colaboradores Ramón Illán Bacca Proyecto Palenque. Ilustración digital Destacado escritor del Caribe colombiano. Se dedicó al periodismo y a la literatura y durante más de 25 años ha regentado la cátedra de Literatura en la Universidad del Norte (Colombia). Ha publicado los libros de cuentos Marihuana para Goering (1980), Tres para una mesa (1991), Señora Tentación (1994), El espía inglés (2001), Cómo llegar a ser japonés (2010), y las novelas Deborah Kruel (1990), Maracas en la ópera (1999), Disfrázate como quieras (2002), La mujer del desfenestrado (2008) y La mujer barbuda (2010); y la recopilación Crónicas casi históricas (2007). Dirigió el proyecto Voces 1917-1920, edición íntegra (2003), por cuyo prólogo obtuvo el Premio Simón Bolívar 2004 en la categoría de mejor artículo cultural. Como resultado de su actividad investigativa publicó Escribir en Barranquilla (3ª edición) y Había una vez en Barranquilla – Selección imprescindible: mirada a los años 80 (2013). Deborah Kruel fue mencionada en el Concurso de novela Plaza Janés 1987 y Maracas en la ópera fue ganadora en el Concurso Cámara de Comercio de Medellín, 1996. Ha sido traducido al francés, al árabe, al italiano, el alemán y el eslovaco. Javier Roberto Suárez González Candidato a doctor en Filosofía del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia (Colombia). Magíster en Educación con énfasis en cognición de la Universidad del Norte (Colombia). Profesor del Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad del Norte y miembro del grupo de investigación en literatura y filosofía (STUDIA) de la misma institución. Coautor de los libros Concepciones del maestro sobre la ética (2012), Erótica y destierro: Inspiración poética y filosofía en Platón (2015) y Ética y práctica docente (2016). Eduard Esteban Moreno Trujillo Guineo en flor. Ilustración digital Artista de portada Luis Alberto Muñoz Saavedra Aka Tutuk Muntu Diseñador gráfico e ilustrador del Caribe colombiano, quien a través de una experiencia multidisciplinaria de cuerpo-sonido-imagen ha tejido un lenguaje estético, influenciado por los códigos culturales de las comunidades originarias afrodescendientes e indígenas de Colombia. Docente de tiempo completo de la Facultad de Posgrados de la Universidad La Gran Colombia. Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional. Magíster en Historia de la Universidad de los Andes y candidato a doctor en Historia de la Pontificia Universidade Católica do Rio Grande do Sul (puc-rs) (Porto Alegre) con la Beca de doctorado capes (Brasil). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “A conversão de olhares: os intelectuais comunistas frente ao desafio”, “De sastres a ideólogos: Movilizadores de ideas a finales del siglo xix y comienzos del xx”, “Intelectuais e ideias de esquerda: Crise do presente, emergências do passado”, “Ideas de izquierda y movimiento obrero en Colombia y Brasil (1886-1930): Notas para una historia comparada de la apropiación de las ideas”. 76 Fabrício Silva Miguel Iriarte Candidato a Ph.D. en Estudios Hispánicos por la Universidad de Kentucky. Maestría en Literatura, Lenguas y Lingüística hispánica por la Universidad del Estado de Indiana (usa). Sus objetos de estudio son las manifestaciones culturales y literarias del siglo xx y xxi de la Región Nordeste de Brasil, tales como: Literatura de Cordel, Cangaço, música y cine. También las manifestaciones culturales cinematográficas y literarias de resistencia a la dictadura en Brasil, Argentina y Cuba. Actualmente es instructor de Español y Portugués en la University of Kentucky (usa), miembro del grupo literario Palabras indiscretas, también de la Kentucky World Language Association (kwla). Colaborador de la revista literaria Palabras indiscretas (rlpi-España) y coordinador de la sección Luso-Brasileira de la revista digital de humanidades Sarasuati (España). Revisor en revistas académicas: LL Journal y Sarasuati e-Journal y coeditor en la revista académica Nomenclatura: aproximaciones a los estudios hispánicos. Poeta, ensayista, gestor cultural, investigador cultural y catedrático de Semiología y Lingüística de la Universidad del Norte. Actualmente es director de la Biblioteca Piloto del Caribe; director y editor de la revista de investigación, arte y cultura Víacuarenta, director del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío, y columnista en Las 2 orillas. Ha publicado los siguientes libros: Doy mi palabra, Segundas intenciones, Cámara de jazz y Semana santa de mi boca. Prepara un volumen de conferencias, artículos sobre jazz y literatura, entrevistas con personajes de la vida académica y cultural, y la novela La ceja del tigre. Sus poemas aparecen antologados en revistas y volúmenes de poesía a nivel nacional. Ha participado en recitales individuales y colectivos en Colombia, Cuba, Estados Unidos e Italia, y sus poemas han sido traducidos al inglés, griego e italiano. Arturo Cardozo Beltrán Es docente con maestría en Estudios Multidisciplinarios de Buffalo, New York State University, traductora de poesía, miembro del consejo editorial de la revista Víacuarenta de la Biblioteca Piloto del Caribe y coordinadora pedagógica del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas, publicados y antologados en revistas y colecciones nacionales e internacionales. Es considerada una de las voces femeninas más importantes del país. Ganó el I Premio de Arte y Poesía del Festival Internacional de Poesía de Curtea de Arges, Rumanía. Ha publicado Poesía para armar, Voces del tiempo, Cinematográfica y Nombrar las voces. Actualmente prepara el libro Poemas ocultos. Filósofo de la Universidad del Atlántico, estudiante de la maestría en Filosofía de la Universidad del Norte. Docente de la Universidad del Atlántico y de la Universidad del Norte. Joven investigador de Colciencias con el proyecto titulado “Escuela de formación ciudadana: derechos humanos y convivencia escolar en el municipio de Puerto Colombia, Atlántico”. José Juan Amar Amar Doctor en Filosofía en Counseling Pshychology, Newport University, Ph.D. en Psicología Social; magíster en Psicología educativa, Columbia Pacific University. Psicólogo por la Universidad de Chile. Magíster en Metodología e Investigación Educativa a Nivel Universitario de la Universidad del Norte. Miembro del Grupo de Investigación en Desarrollo Humano (gidhum). Santiago Rodas Poeta colombiano. Escritor, muralista, ilustrador, editor independiente. Estudió publicidad y se arrepintió, por lo que estudió Filosofía y Letras; pasó lo mismo. Publicó su primer libro de poemas, Gestual, en 2014 (editorial upb). De su segundo libro, Trampas tropicales, 2015 (Atarraya editores), hacen parte los poemas publicados en esta edición. Coedita la revista literaria Gris. 77 Tallulah Flores Prieto Orlando Araújo Fontalvo Doctor en Literatura, Universidad de Antioquia. Magíster en Literatura Hispanoamericana, Seminario Andrés Bello, Instituto Caro y Cuervo. Profesor investigador de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte (Colombia). Miembro del Grupo de Investigación Studia (Colciencias). Ha publicado con la Editorial Universidad del Norte los libros Gabriel García Márquez: el Caribe y los espejismos de la modernidad (2010), Nostalgia y mito. Ensayos de crítica literaria (2012) y Eros a contraluz. El erotismo en la cuentística de Germán Espinosa (2014). Daniel Jiménez Prestán Mónica Gontovnik Estudiante de noveno semestre del Programa de Psicología de la Universidad del Norte. Estudiante distinguido del programa con interés en el trabajo educativo y en distintas manifestaciones culturales. Ha realizado cursos de fotografía, música básica, técnica vocal, apreciación del arte y escritura creativa. Ha asistido en proyectos de innovación en el aula, y actualmente se desempeña como tutor de redacción y comprensión lectora en diferentes estrategias pedagógicas de la Universidad del Norte. De padres inmigrantes, procedentes de Alemania y Lituania. Es artista y académica. Fundó y actuó con el Grupo Koré Danza-Teatro, pionero de las artes escénicas en Colombia. Desde 2005 ejerce como docente del Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad del Norte. Tiene un pregrado en Danza, una maestría en Arte y Psicología y un doctorado en Artes Interdisciplinarias. Su trabajo investigativo ronda el tema del género y las artes, particularmente en Colombia. Es columnista de opinión en El Heraldo. Ha publicado seis libros de poemas, varios ensayos académicos y tiene una novela inédita. Gloria Castaño Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, con énfasis en estudios sobre el territorio y los relatos de vida. Desde 2012 ha estado involucrada como tallerista y coordinadora de procesos colectivos de lectura y escritura creativa para jóvenes y adultos, con una perspectiva crítica e interdisciplinar. También ha trabajado en el diseño y producción de libros artesanales, y desde 2014 forma parte de Convulsiones dúo, explorando las tensiones narrativas entre el sonido, la palabra y algunas formas gráficas del universo sonoro. Mercedes Ortega González-Rubio Doctora en Estudios Iberoamericanos de la Universidad de Toulouse (Francia), magíster en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo (Colombia), licenciada en Español y Lenguas de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Sus áreas de interés son la literatura, cultura latinoamericana y del Caribe; estudios feministas y de género. Profesora de la Universidad del Norte y de la Universidad del Atlántico. Editora de la revista Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica de la Universidad del Atlántico. Entre sus publicaciones más recientes se encuentra el capítulo de libro “Imaginar a Ángela Vicario: Una relectura de Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez” (en El legado de Macondo, Universidad del Norte, 2015, en coautoría con Mar Estela Ortega), y el artículo “Marvel Moreno y sus voces: escritoras, narradoras, personajes” (Nuevo Mundo. Revista de Estudios Latinoamericanos, 16 (7), pp.147-161, 2015). Javier Barón Rodríguez Actor ocasional. Cinéfilo tenaz. Escritor de reseñas de cine como terapia lúdica. Melómano. Lector de cómics. Hincha de Cruz Azul aunque mal pague. Amante de la cultura pop en general. Sara Martínez Vega Docente del Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad del Norte. Es magíster en Filosofía y críticas contemporáneas de la cultura de la Universidad de París viii. Investigadora y gestora cultural. Su trabajo académico, de carácter genealógico, se aproxima a la vertiente francesa del pensamiento contemporáneo, y Michel Foucault es uno de sus principales referentes filosóficos. Sus indagaciones apuntan a generar lecturas heterodoxas de la cultura del Caribe colombiano. Alberto Romo Garrido Catalán nacido en Barcelona y residente en Barranquilla. Egresado de la Universidad de Barcelona, en la que completó estudios superiores de Geografía. Magíster en Diseño Multimedia de la Universidad Autónoma de Barcelona. Realizador audiovisual en el cedu de la Universidad del Norte. Cinéfilo empedernido, apasionado del género fantástico, ha escrito en publicaciones digitales como Judex fanzine o Almas oscuras y en su propio blog dedicado al cine de terror de culto. Luis Rafael Gutiérrez Escritor y promotor de lectura. Dictó talleres de literatura infantil en el programa “Huellas literarias”, que implementó en Santa Marta la Fundación Huellas Caribeñas. Participó en el Magdalena como promotor de lectura en el proyecto “Retomo la Palabra” del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (cerlalc). También laboró en el departamento del Atlántico como promotor de lectura en el proyecto “Comunidad es arte, biblioteca y cultura” del Ministerio de Cultura. Ha publicado los libros para niños Adivina enamorador, Armando Alegría y Ratas, ratones y amores. 78 Artistas invitadas Alba Cadena Roldán Licenciada en Artes de la Universidad Distrital F.J.C. Trabaja en el ámbito conceptual con acción corporal, performance art y la creación de imágenes en técnicas mixtas desde 2006. Entre sus trabajos se encuentran Dulce antropofagia (acción colectiva), presentada en la asab, la Universidad Javeriana y el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, entre otras acciones. El proyecto Las flores sucias, el cuerpo que resiste desde la expresión tuvo tesis meritoria en investigación-creación de la Universidad Distrital F.J.C. (2007-2009) y dio inicio a su trabajo de creación y dirección de acciones relacionadas con el cuerpo, la represión, la resistencia, la violencia y el síntoma social como enfermedad contemporánea (mac 2008, Museo de Arte Contemporáneo, fu 2008, Revista Cartel Urbano). Algo de su trabajo puede verse en: http://albacadenaesta.wix.com/online-photos-es Raisa Galofre En el 2009 finaliza con honores sus estudios de pregrado en Comunicación Social y Periodismo en la Universidad del Norte. En 2014 completa sus estudios de Maestría en Fotografía en la Burg Giebichenstein Kunsthochschule Halle en Alemania. Sus fotografías han sido publicadas en revistas internacionales y ha sido parte de exposiciones grupales con igual carácter internacional. En el 2015 fue una de los cinco ganadores del CANON Profifoto Förderpreis para jóvenes talentos. Actualmente reside en Berlín. Es artista y fotógrafa independiente. Fabiana Flores Estudió Técnicas fotográficas con Javier Sandoval y Nereo López. Realizó cursos y seminarios, entre ellos: “Creando la Atmósfera” con Pacho Gaviria. En 2005 realizó dos especializaciones en la Universidad Oberta de Cataluña: Imagen, fotografía y video digital e Imagen y tratamiento gráfico para la web. Sin embargo, fueron los largos años de relación con el maestro Nereo López, lo que le enseñó que cuando se hace una buena fotografía, el corazón late más fuerte. Le inspira el agua, río, lago, laguna, mar o lluvia, pues tienen todo lo que quisiera mirar en un solo instante y lugar: color, movimiento, luz, sombras, claros y oscuros. Ha tenido la satisfacción de participar en más de treinta exposiciones individuales y colectivas a nivel nacional e internacional. 79 ¿Quieres publicar en Huellas? Huellas promueve temas de interés para la región Caribe colombiana en las áreas de historia, filosofía, literatura, arte, ciencias políticas y sociales, entre las comunidades de los ámbitos nacional e internacional. Circula desde 1980 y actualmente aparece en julio y diciembre con colaboraciones de intelectuales colombianos y extranjeros. Puedes hacer los envíos de documentos al correo electrónico [email protected] Todos los textos serán previamente revisados por el Consejo Editorial de la revista. Por favor, envía tu contribución, con tu nombre fácilmente identificable y un breve perfil académico (estudios, experiencia, líneas de interés, publicaciones, etc.) de máximo diez líneas. Recomendamos que los autores sugieran imágenes o fotografías que puedan acompañar y complementar el contenido de su colaboración. En Huellas se publican artículos, crónicas, entrevistas, reseñas literarias, poemas y cuentos, todos de gran valor y calidad. 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