Centro de Documentación Judicial 1

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Id Cendoj:
Órgano:
Sede:
Sección:
Nº de Recurso:
Nº de Resolución:
Procedimiento:
Ponente:
Tipo de Resolución:
28079230032008100520
Audiencia Nacional. Sala de lo Contencioso
Madrid
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54/2007
CONTENCIOSO
FRANCISCO DIAZ FRAILE
Sentencia
Resumen:
Procuradores de los Tribunales: título de licenciado en Derecho.
SENTENCIA
Madrid, a trece de mayo de dos mil ocho.
Visto el recurso contencioso administrativo que ante esta Sala de lo Contencioso Administrativo de la
Audiencia Nacional, ha
promovido D. CONSEJO GENERAL DE LOS ILUSTRES COLEGIOS DE PROCURADORES DE LOS
TRIBUNALES DE
ESPAÑA representado por el Procurador
BALLESTEROS., contra la Administración
D.
ANTONIO
MARIA
ALVAREZ
BUYLLA
Y
General del Estado, representada por el Abogado del Estado, sobre TITULO DE PROCURADORES.
siendo ponente el Iltmo. Sr.
Magistrado de esta Sección, D. Francisco Díaz Fraile.
I.- ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El acto impugnado procede del Ministerio de Justicia. y es la Orden del Ministerio de
Justicia de 30-6-2006 .
SEGUNDO.- Interpuesto recurso contencioso administrativo ante esta Audiencia Nacional, después
de admitido a trámite y reclamado el expediente administrativo, se dio traslado a la parte recurrente para
que formalizara la demanda, solicitando en el suplico la estimación del recurso.
TERCERO.- Presentada la demanda se dio traslado de la misma al Abogado del Estado, con entrega
del expediente administrativo, para que la contestara y, formalizada dicha contestación, solicitó en el suplico
que se desestimaran las pretensiones de la parte recurrente y que se confirmaran los actos impugnados por
ser conformes a Derecho.
CUARTO.- Contestada la demanda, finalizado el periodo de prueba y una vez cumplimentado el
trámite de conclusiones, quedaron los autos conclusos para sentencia, señalándose para votación y fallo el
6 de Mayo de 2008 , en el que, efectivamente, se votó y falló.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- El presente recurso tiene por objeto la Orden del Ministerio de Justicia de 30-6-2006 por
la que se expide el título de Procurador de los tribunales en favor de Don Paulino con base a la solicitud
presentada ante el Ministerio de Justicia el 17-5-2006.
El recurso contencioso-administrativo aparece interpuesto el 3-1-2007.
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SEGUNDO.- El Consejo General de los Ilustres Colegios de Procuradores de los Tribunales de
España solicita que se anule la Orden aquí impugnada por la que se acordó la expedición del título.
En defensa de su pretensión alega que por sentencia de 17 de Junio de 2.005 la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo declaró la nulidad del art. 8.c) del Estatuto General de los
Procuradores de España , aprobado por Real Decreto 1281/2.002, de 5 de Diciembre , que exigía la
licenciatura en derecho como requisito para ejercer la Procura, por vulnerar el principio de reserva de ley; el
particular directamente afectado por la Orden cuestionada, pidió al Ministerio de Justicia la expedición del
título que finalmente se concedió en virtud la Orden impugnada, sin que en ese procedimiento tuviera
audiencia la demandante; en el BOE de 27 de Mayo de 2.006 se publicó la Ley 16/2006, de 26 de Mayo ,
del Estatuto de Miembro Nacional de Eurojust, cuya Disposición Final 1ª daba nueva redacción al art. 23.1.
de la Ley de Enjuiciamiento Civil y establecía que La comparecencia en juicio será por medio de Procurador,
que habrá de ser licenciado en derecho; por último, la Ley 34/2.006, de 30 de Octubre , sobre acceso a las
profesiones de Abogado y Procurador exige la titulación en derecho para el ejercicio de la función.
Considera que la citada sentencia del Tribunal Supremo tiene un alcance limitado y, aunque declara
la nulidad del precepto estatutario mencionado, no permite el ejercicio de la Procura a quienes no sean
licenciados en derecho y el vacío legal provocado por la sentencia no puede ser aprovechado
fraudulentamente; añade que la Orden impugnada es formalmente nula al haberse dictado prescindiendo
total y absolutamente del procedimiento establecido, ya que el recurrente no fue oído, como exige el art. 84
de la Ley 30/1992 al estar directamente afectados los intereses legítimos cuya protección viene
encomendada al Consejo demandante, interés que puso de manifiesto en escrito dirigido al Ministerio de
Justicia el 28 de Abril de 2.006 y como lo demuestra que, en un procedimiento posterior similar el Ministerio
le pidió informe sobre la solicitud de expedición; también estima que la Orden es nula por otorgar el título a
quien no es Licenciado en Derecho, exigencia reconocida por el propio Ministerio pues, al mismo tiempo
que tramitaba la expedición del título, promovía las reformas normativas dirigidas a exigir la Licenciatura en
Derecho a quien pretendiese ser Procurador, dado el carácter eminentemente jurídico de la profesión y que
ese título académico siempre se ha exigido, de modo que la derogación del art. 8 .c) debe suponer la
reviviscencia de la norma por la que anteriormente se regía la materia, es decir, el art. 5 del R.D. 2046/1982,
de 30 de Julio , que exigía ese requisito y que fue declarado correcto por el Tribunal Supremo en sentencia
de 27 de Diciembre de 1989 ; por último, cita la Ley 16/2006 de 26 de Mayo que cubre el vacío legal dejado
por la sentencia del Tribunal Supremo que, aunque entró en vigor el 28 de Mayo de ese año, es aplicable a
todos los títulos expedidos por el Ministerio antes de su entrada en vigor, como se desprende de los
trabajos parlamentarios que dieron lugar a la redacción definitiva de la Disposición Final 2ª , que ha de
entenderse referida sólo a quienes venían ejerciendo como Procuradores al amparo del Estatuto de 1947 ,
sin ser licenciados, pero no incluye los títulos expedidos a raíz de la sentencia; también la Ley 34/2.006, de
30 de Octubre exige claramente estar en posesión del título de Licenciado en Derecho (arts 1.3 . y 2) y,
finalmente, la Orden del Ministerio de la Presidencia de 30 de Abril de 1996, exige a los ciudadanos de la
Unión para acceder en España al ejercicio de la profesión de Procurador, la posesión de un título o diploma
universitario que suponga unos estudios postuniversitarios de una duración mínima de tres años en una
Universidad y después superar una prueba que acredite el conocimiento del español y, frente a estas
exigencias supondría una violación de los principios del Tratado habilitar a los ciudadanos españoles para
ejercer la profesión acreditando únicamente ser mayores de edad y no estar incapacitados.
El Abogado del Estado se ha opuesto a la pretensión actora en los términos que son de ver en su
escrito de contestación a la demanda, que aquí damos por reproducido en aras a la brevedad.
TERCERO.- Con carácter previo a toda otra consideración es preciso abordar la extemporaneidad del
recurso planteada por la parte demandada.
La situación de los recursos interpuestos, como el presente, a raíz del requerimiento formulado a la
parte en el recurso 410/06 para que, una vez conocidas las Ordenes, las impugnara individualmente,
presenta ciertas características peculiares que afectan a la decisión sobre su admisibilidad pues, si bien es
cierto que inicialmente se planteó el contencioso contra la desestimación presunta de la reposición
administrativa contra la emisión de una pluralidad genérica de Ordenes (las emitidas con anterioridad al
recurso de reposición planteado por la parte en el Ministerio de Justicia el 24 de Mayo de 2.006),
posteriormente se amplió a la resolución expresa desestimatoria de 6 de Septiembre, notificada el 22 del
mismo mes, sin que en ese recurso 410/06 se adoptara una decisión expresa al respecto, sino que se
requirió al Consejo demandante para que interpusiera recursos dirigidos contra cada Orden, para lo que se
le dio un plazo de 30 días y manifestara si desistía de dicho recurso 410/06, cumplimentando ambos
requerimientos y, en concreto, la interposición en ese plazo de los recursos individuales contra las Ordenes,
entre ellas la impugnada en este recurso, por lo que el contencioso ha de entenderse interpuesto dentro del
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plazo previsto en el art. 46 de la Ley de esta Jurisdicción en una interpretación más favorable al derecho a
la tutela judicial efectiva y restrictiva respecto de las causas de inadmisibilidad y no es de aplicación la
doctrina jurisprudencial en que se fundamenta esta alegación de la contestación a la demanda, dadas las
circunstancias que concurren en este caso, que impiden considerar como 'dies a quo' la fecha de expedición
de la Orden impugnada.
CUARTO.- Entrando a conocer el fondo del recurso, la parte cuestiona la nulidad de la Orden
Ministerial impugnada por dictarse prescindiendo total y absolutamente del procedimiento establecido al no
haberse concedido el trámite de audiencia, previsto en el art. 84 de la LRJPAC , al Consejo General de
Procuradores en cuanto titular de un interés legítimo para la defensa de los intereses corporativos y para
impedir el intrusismo y la clandestinidad en el ejercicio de esta profesión.
Los Colegios Profesionales y por lo tanto el Consejo General de Procuradores ahora recurrente, en
cuanto representantes de intereses corporativos, ostentan un interés legítimo para la defensa de la
profesión y para la lucha contra el intrusismo profesional y, consecuentemente, en los procedimientos de
homologación de títulos y en los que, como ahora nos ocupa, tienen como finalidad conceder a una persona
el título profesional correspondiente que habilita para el ejercicio de una profesión colegiada, lo que nos
lleva a afirmar su legitimación para personarse en este tipo de procedimientos, tanto en sede administrativa
como jurisdiccional.
Ahora bien, nuestro Tribunal Supremo ha tenido ocasión de analizar en una reciente jurisprudencia el
interés que ostentan los Colegios Profesionales en estos procedimientos y sus consecuencias en relación
con su personación, la necesidad de concederles un trámite de audiencia y la obligación de notificarles las
resoluciones que se dicten. Así, en sentencias de la Sala Tercera, Sección Séptima, 20-7-2006 (Rec.
2760/2001) 27 de septiembre de 2006 (Rec. 1943/2000-) y la más reciente de 6-6-2007 (rec. 4747/2001 )
han afirmado que aun ostentando un interés legítimo este es indirecto por lo que cuando dichas
Corporaciones no han promovido tales procedimientos ni se han personado en los mismos no existe
obligación de notificarles el acto que pone fin al procedimiento ni tampoco la Administración está obligada a
llamarles para que participen mediante el trámite de audiencia previsto en el art. 84 de la LRJPAC 30/1002 .
Dicha conclusión es palmaria a la vista de la doctrina sentada en las sentencias del Tribunal Supremo
a la que acabamos de aludir. En ellas se afirma, en lo que resulta de interés al caso que nos ocupa, que:
<<"... Esta Sala ha mantenido en sentencias de 20 de julio y 27 de septiembre de 2006 , que el
Consejo recurrente, como los Colegios respectivos, sólo tienen en este procedimiento de homologación de
títulos un interés indirecto, y no directo, como el solicitante de la homologación, que se verá beneficiado o
perjudicado por el resultado.
Y es indirecto, entre otras cosas porque la homologación sirve o puede habilitar el ejercicio
profesional, pero también puede tener otras finalidades, desde la participación en procesos selectivos hasta
la mera satisfacción personal por su consecución. Este mismo interés en consecuencia podría ser alegado
por quien, Administración o terceros, tuviera luego que reconocer en un acto posterior dicho título, en el
caso hipotético de que esto ocurriera, lo que la Administración demandada, cuando ejercita la potestad de
fiscalizar la equivalencia de los títulos a través de la homologación desconoce, por lo que supeditar la
firmeza del acto de homologación a la perfecta constitución de una especie de litis consorcio pasivo
necesario en el procedimiento administrativo de todos los hipotéticos interesados, impediría de hecho la
actividad administrativa, vulnerando el principio de eficacia, consagrado en el artículo 103.1 de nuestra
norma constitucional , y desde luego vulneraría el principio de seguridad jurídica, pues el ciudadano no sólo
tiene el derecho a la actividad administrativa, previa a la judicial en su caso, sino a que ésta, dentro de unos
plazos razonables, sea ya firme e irrevocable. Y por eso en muchos procedimientos se determina
expresamente a quien hay que notificar los actos administrativos, porque ya de entrada se puede adivinar
que pudiera afectar a personas concretas; en otros, se excluye, en virtud del principio de eficacia, la
notificación personal a los interesados sustituyéndola por la publicación, como en materia de planificación
urbanística. Sin embargo, en el procedimiento de homologación que ahora no afecta, no se prevé llamar al
mismo a los Colegios Profesionales que hipotéticamente pudieran ser afectados.
....Desde esta perspectiva conviene tener presente la regulación que el artículo 31 de la Ley 30/1992
antes citada hace de la condición de interesado.
Se refiere en la letra a) del apartado 1, a los interesados que promuevan el procedimiento como
titulares de derechos o intereses legítimos, individuales o colectivos. Es evidente que el Consejo General
puede promover aquellos procedimientos en los que tenga derechos o intereses legítimos; aunque no es el
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caso que contemplamos, en que un ciudadano solicita la homologación de un título.
En la letra b) del artículo 31.1 de dicha ley se considera interesados a los que, sin haber iniciado el
procedimiento, tengan derechos que puedan resultar afectados por la decisión que en el mismo se adopte.
Aquí ya no se habla de "intereses legítimos", sino de "derechos" Finalmente en la letra c) de dicho precepto
y apartado se considera interesados a aquellos cuyos intereses legítimos, individuales o colectivos, puedan
resultar afectados por la resolución "y se personen" en el procedimiento en tanto no haya recaído resolución
definitiva. En virtud de este artículo el Consejo podría personarse, alegando interés legítimo, en un
procedimiento iniciado por un tercero , pero que pudiera afectarle.
Como vemos, el artículo distingue entre quienes tienen intereses legítimos, que pueden promover el
procedimiento o personarse en él si lo han promovido terceros, y los titulares de derechos que puedan ser
afectados; estos son interesados en el procedimiento "ex lege", y la Administración tiene la obligación de
notificarles su tramitación, emplazándoles al mismo.
Pues bien, el apartado 2 de este artículo 31 citado dispone que las asociaciones y organizaciones
representativas de intereses económicos y sociales (entre las que cabe incardinar el Consejo Superior de
Arquitectos de España), serán titulares de intereses colectivos en los términos que la Ley establezca.
De ello podemos concluir que mientras la presencia de los interesados en un procedimiento, bien
porque lo promuevan, bien porque se personen en el promovido por un tercero o en el iniciado de oficio por
la Administración, es contingente, la de los titulares de derechos que puedan resultar afectados es
necesaria, de tal suerte, que al menos deberán ser notificados para evitar su indefensión.
El artículo 58 de la Ley 30/1992 ya citada, dispone que se notificarán a los interesados, las
resoluciones y actos administrativos que afecten a sus derechos e intereses. Hay que determinar si ello se
refiere a todos los posibles interesados, o sólo a los que reúnen los requisitos del artículo 31 antes citado,
que los define, y hay que concluir que no son interesados a los efectos de esta ley todos los que tengan un
interés legítimo, aunque puedan resultar afectados, sino, sólo aquellos que promuevan el expediente
(artículo 31.1 .a) de dicha Ley), o se personen en el mismo (artículo 31.1 .c) de la misma norma).
Naturalmente también, los que por ley tienen esta condición, en cuanto titulares de derechos que puedan
resultar afectados (letra b) del artículo 31.1 ).
En el presente caso, el Consejo General recurrente tiene un interés legítimo, pero, ni promovió el
procedimiento, ni se personó en el mismo, ni, desde luego, ostenta un derecho que pueda resultar afectado
por la resolución. En consecuencia no es interesado a efectos del artículo 31 de la Ley 30/1992 , y no
existía respecto a él la obligación de notificarle el acto finalizador del procedimiento, y por lo mismo, no
puede acogerse al supuesto previsto en el artículo 58.3 de la tan reiterada Ley 30/1992 , que dispone que
cuando "las notificaciones que conteniendo el texto íntegro del acto omitiesen alguno de los demás
requisitos previstos en el apartado anterior surtirán efecto a partir de la fecha en que el interesado realice
actuaciones que supongan el conocimiento del contenido y alcance de la resolución o acto objeto de la
notificación o resolución, o interponga cualquier otro recurso que proceda", pues esta norma parte del
presupuesto de que la notificación al interesado era preceptiva, esto es, no se refiere al interesado
hipotético, sino al interesado "personado" en el procedimiento, o a quien debiendo haber sido llamado al
mismo, por ostentar un derecho que pudiera ser afectado, no fue llamado o lo fue de forma incorrecta.
De la misma forma, sólo para los interesados personados prevé la Ley 30/1992, la posibilidad de
hacer alegaciones (artículo 79 ), participar en las pruebas (artículo 81 .c), ejercitar el derecho al trámite de
audiencia (artículo 84 ), desistir o renunciar (artículos 90 y 91 ), ser receptores de la comunicación del
archivo por caducidad del procedimiento (articulo 92.1 )......"
La aplicación de esta jurisprudencia, aunque referida a otros Colegios Profesionales y al
procedimiento de homologación de un título académico, resulta evidente para el supuesto que nos ocupa en
cuanto se aprecia la identidad de razón jurídica con los asuntos en ella analizados, lo cual nos lleva a
rechazar este primer motivo de impugnación.
Tan solo cabe añadir que el Consejo General de Procuradores era consciente de la problemática que
planteaba la sentencia del Tribunal Supremo de 17 de junio de 2005 y su incidencia a los efectos de expedir
el título de Procurador a personas carentes de la Licenciatura en Derecho, no solo porque fue parte en el
recurso de casación 27/2003 que concluyó con la citada sentencia del Tribunal Supremo e interpuso recurso
de casación para unificación de doctrina (rec. 415/2005 ) que fue desestimado por sentencia de 22 de
diciembre de 2005 , sino también porque así lo demuestra el Acuerdo adoptado por la Comisión Ejecutiva
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de 3 de abril de 2006 y el escrito que dirigió el 28 de Abril al Ministerio de Justicia el Presidente del Consejo,
trasladando el citado acuerdo de su Comisión Ejecutiva. El contenido del citado escrito no tiene el alcance
que pretende darle la demandante; ello es así porque se trata de una petición doble: por un lado, para que
no se expidan títulos a quienes no sean licenciados en derecho y, por otro, subsidiariamente, para que se
publique una Orden Ministerial que exija a los solicitantes de tal pretensión la obligatoriedad de someterse a
una prueba de aptitud profesional para que las condiciones exigidas a los ciudadanos de la Unión Europea
o del Espacio Económico Europeo sean las mismas que para los españoles, de lo que se deduce que el
Consejo demandante venía a contemplar la posibilidad de la expedición de títulos en esas condiciones, que
debía al menos estar condicionada a la superación de una prueba de aptitud, pero el escrito no contiene
una solicitud de información sobre la expedición de títulos ni menos aún una expresa petición de ser tenido
como parte interesada en tales procedimientos, por lo que no queda desvirtuada la interpretación del art.
31.1.c) de la Ley 30/1992 , contenida en las sentencias del Tribunal Supremo antes mencionadas.
En conclusión, la posibilidad de que la Administración pudiera conceder título de Procurador a
quienes no tuviesen el título de Licenciado en Derecho deriva de la propia sentencia del Tribunal Supremo
de 17 de Junio de 2.005 , en cuyo proceso el recurrente fue parte; este hecho era conocido por el
demandante, como lo demuestran las gestiones realizadas ante el Ministerio de Justicia pidiendo urgentes
reformas normativas para remediar la situación creada por la sentencia, lo que excluye la alegación de que
el Ministerio, a sus espaldas estaba concediendo dichos títulos al tiempo que promovía reformas
normativas, actuación que reputa contraria a la buena fe e incluso en algunos de tales procedimientos los
propios Procuradores emitieron certificaciones en favor del solicitante sobre su actividad profesional como
oficiales habilitados; además, no es cierto que, posteriormente, el Ministerio haya reconocido al Consejo en
procedimiento similar la condición de interesado, pues de los documentos presentados con la demanda sólo
consta que el Ministerio de Justicia se limitó a pedir informe sobre la solicitud presentada por otro interesado
ajeno a este procedimiento, respondiendo negativamente el Consejo pero sin mostrar tampoco su interés de
que se le tuviera como parte en él o en cualesquiera otros procedimientos de estas características que se
estuvieran tramitando, incluido el que ahora nos ocupa. De ahí que pese a tener conocimiento del problema
jurídico planteado y de la existencia de peticiones al Ministerio de Justicia destinadas a obtener el título de
Procurador, aun no disponiendo del título de Licenciado en Derecho, no se personó en el procedimiento
administrativo tramitado a tal fin por lo que las consecuencias de su inactividad de cara a su falta de
audiencia y a la notificación del acto administrativo que puso fin al mismo solo a dicha parte resultan
imputables.
QUINTO.- En un segundo bloque argumental aduce que el Ministerio de Justicia no ha interpretado
correctamente el contenido dispositivo y alcance de la sentencia de 17-6-2005 que declaró la nulidad del
apartado c) del articulo 8 del Estatuto General de Procuradores de España por vulnerar el principio de
reserva de ley ya que, según su criterio, el fallo tiene un alcance limitado que no permitía conceder el título
de Procurador a quienes no fuesen Licenciados en Derecho, pues la sentencia no implica el reconocimiento
de derecho alguno a persona o a grupo de personas en el sentido de permitir el ejercicio de la Procura sin
ser Licenciado en Derecho ni elimina el requisito de la Licenciatura en Derecho para el ejercicio de la
profesión de Procurador dado que dicho precepto estatutario fue anulado por vulnerar el principio de reserva
de ley lo que determina una nulidad de carácter formal que no material, en el sentido de que deba
entenderse innecesaria la Licenciatura en Derecho para el ejercicio de la Procura; a criterio del recurrente la
citada sentencia solamente provoca un vacío legal que no puede ser aprovechado fraudulentamente para
acceder al título de Procurador; también aduce que la exigencia de dicha titulación forma parte inexcusable
de la profesión de Procurador. La regulación de los requisitos de titulación para acceder a un profesión
determinada son de configuración legal, por lo que corresponde al legislador y solo a él determinar en cada
momento aquellos que considere más adecuados. El Tribunal Constitucional en su sentencia 42/1986 de 10
de abril y refiriéndose a la reserva de ley contenida en el art. 36 de la CE respecto al ejercicio de las
profesiones tituladas afirma que "La garantía de las libertades y derechos de los ciudadanos consiste en
que esta materia sea regulada por el legislador, que no encuentra, como es obvio, otros límites que los
derivados del resto de los preceptos de la Constitución y, principalmente, de los derechos fundamentales.
Compete, pues, al legislador, atendiendo a las exigencias del interés público y a los datos producidos por la
vida social, considerar cuándo existe una profesión, cuándo esta profesión debe dejar de ser enteramente
libre para pasar a ser profesión titulada, esto es, profesión para cuyo ejercicio se requieren títulos,
entendiendo por tales la posesión de estudios superiores y la ratificación de dichos estudios mediante la
consecución del oportuno certificado o licencia".Sentada esta premisa es preciso señalar que la sentencia
del Tribunal Supremo de 17 de junio de 2005 (rec. 27/2003 ), -que resolvió el recurso directo contra el RD
1281/2002 por el que se aprobaba el Estatuto General de los Procuradores de los Tribunales de Españaanuló el art. 8 .c) de dicha norma en la que se exigía "estar en posesión del título de Licenciado en derecho"
para ser Procurador y lo hizo al considerar que dicho precepto vulneraba el principio de reserva de ley,
"pues no puede imponer este (el Estatuto) un requisito que no imponía la Ley Orgánica del Poder Judicial
vigente al publicarse el mismo, aspecto que se reafirma por el hecho de que la Ley Orgánica 19/2003 al
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reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial, con posterioridad al Real Decreto 1281/2002, de 5 de
Diciembre hoy impugnado, tampoco ha incluido en su art. 543 al regular a "los procuradores" la necesidad
de título de licenciado en derecho, a diferencia de lo que hace en su art. 542 para los abogados".
La garantía de reserva legal no es tan solo de índole formal, como sostiene el recurrente, sino
también de índole material, pues tal y como señala la citada sentencia "el principio general de libertad que
consagra la Constitución en sus artículos 1.1 y 10.1 autoriza a los ciudadanos a llevar a cabo todas aquellas
actividades que la ley no prohiba, o cuyo ejercicio no subordine a requisitos o condiciones determinadas, y
porque el significado último del principio de reserva de ley, garantía esencial de nuestro Estado de Derecho,
es el de asegurar que la regulación de los ámbitos de libertad que corresponden a los ciudadanos dependa
exclusivamente de la voluntad de sus representantes, por lo que tales ámbitos han de quedar exentos de la
acción del ejecutivo y, en consecuencia, de sus productos normativos propios que son los reglamentos (en
este mismo sentido Sentencia de esta Sala 9 de diciembre de 1998 )". Ello implica, como garantía material
de carácter negativo, que no sean exigibles otros requisitos para ejercer una profesión que aquellos que
previamente estén establecidos por una norma de rango legal. Y dado que el Tribunal Supremo en la citada
sentencia alcanzó la conclusión de que no existía en nuestro ordenamiento jurídico ninguna ley formal
emanada del poder legislativo que exigiese estar en posesión del título de Licenciado en Derecho para ser y
ejercer la profesión de Procurador, dicha titulación no era exigible para todos aquellos que solicitasen el
título hasta tanto entrase en vigor una norma con rango de ley que así lo exigiese.Por otra parte, tampoco la
exigencia de una determinada titulación es "una condición inexcusable para la efectividad del derecho a la
tutela judicial efectiva" que garantice los derechos procesales de los representados y la igualdad de armas
en el proceso. No hay en la Constitución ningún precepto que establezca una concreta reserva material
indisponible para el legislador por lo que respecta a la profesión de Procurador. Tal y como ha señalado el
Tribunal Constitucional en su STC 83/1984 de 24 de julio de 1984 la reserva legal para regular el ejercicio
de las profesiones tituladas contenida en el art. 36 CE no permite oponer "al legislador la necesidad de
preservar ningún contenido esencial de derechos y libertades que en ese precepto no se proclaman, y que
la regulación del ejercicio profesional, en cuanto no choque con otros preceptos constitucionales, puede ser
hecha por el legislador en los términos que tenga por conveniente", lo que permite que el legislador,
haciendo uso de su libertad, no exija una titulación específica para ejercer una determinada profesión.
Esta conclusión aparece corroborada en el supuesto que nos ocupa por lo afirmado por el propio
Consejo General ahora recurrente al reconocer que existen Procuradores que han venido ejerciendo y
ejercen la profesión sin ostentar el título de Licenciado en Derecho, al amparo de las situaciones
determinadas por el Estatuto de Procuradores de 19 de diciembre de 1947 cuyos derechos adquiridos
fueron sucesivamente respetados en los Estatutos de 1982 y 2002. Ello no hace sino confirmar el hecho de
que las condiciones de titulación para acceder al ejercicio de esta profesión no son una condición
inexcusable inherente a la misma, prescindiendo de las previsiones normativas existentes en cada momento
y de los criterios de oportunidad que el legislador decida introducir en cada caso y momento concreto.
Tampoco conviene olvidar que la postulación requerida para actuar en cada proceso es también una
materia de configuración legal. De modo que corresponde al legislador establecer los supuestos en los que
la asistencia Letrada y la representación en el proceso son necesarias, sin que la mera existencia, como
ocurre en nuestro ordenamiento jurídico, de procedimientos en los que no se requiere que el interesado esté
representado por Procurador ni asistido por Letrado, o que la representación y defensa recaigan en la
persona del Letrado sin intervención de Procurador, lesionen los derechos de los litigantes o sean contrarios
al derecho a la tutela judicial efectiva. Y ello es así incluso respecto a procedimientos en el orden
contencioso-administrativo en los que se permite que el funcionario comparezca por sí mismo en defensa de
sus derechos (art. 23.3 de la LRJCA ) y en los que las Administraciones demandadas son representadas y
defendidas por profesionales (Abogados del Estado, Letrados de las Comunidades Autónomas o de las
Corporaciones Locales art. 24 de la LRJCA ) altamente especializados y competentes, sin que por ello se
considere que existe una desigualdad de armas en el proceso o se vulneren otros derecho o garantías
rectores del procedimiento.
Es por ello que no puede compartirse la afirmación de que se pone en peligro el derecho a obtener
una tutela judicial por el hecho de que la profesión de Procurador sea ejercida por personas que no sean
Licenciadas en Derecho, pues al margen de que dicha titulación académica pueda parecer más adecuada
para ello, no puede vincularse su exigencia con la vulneración de este derecho fundamental. Ello implicaría
tanto como afirmar que todo cambio referido a la titulación requerida o a la formación y capacitación técnica
de estos profesionales incidiría automáticamente en el derecho a obtener tutela judicial efectiva y produciría
un grave quebranto a la misma de carácter irreparable, opinión que planteada en esos términos no puede
ser admitida por este Tribunal.
SEXTO.- Por otra parte el recurrente entiende que, en todo caso, esta exigencia de titulación seguía
vigente en nuestro ordenamiento jurídico puesto que el vacío legal generado por la sentencia del Tribunal
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Supremo antes citada determinó la "reviviscencia" del art. 5 del Estatuto de Procuradores de 1982 aprobado
por el Real Decreto 2046/1982 (que exige para el ejercicio de la Procura el tener el título de Licenciado en
Derecho), hasta el momento en el que entró en vigor la Ley 16/2006, de 26 de mayo , por la que se regula el
Estatuto del Miembro Nacional de Eurojust.
Tal afirmación tampoco puede prosperar. Conviene poner de manifiesto que el Estatuto de 1982 fue
derogado en su totalidad y de forma expresa por una norma de igual rango y posterior (así lo dispuso en su
disposición derogatoria única el Estatuto General aprobado por RD 1281/2002 ) por lo que las previsiones
contenidas en el Estatuto de 1982 fueron expulsadas de nuestro ordenamiento jurídico y sustituidas por una
norma posterior válida.
El nuevo Estatuto fue objeto de varios recursos directos ante la Sala Tercera del Tribunal Supremo
(rec. 27/2003 y 13/2003 ) que anularon algunas de sus disposiciones pero dejaron subsistente el resto del
articulado del RD 1281/2002 , entre ellas su disposición derogatoria, por lo que no puede entenderse que el
Estatuto derogado o alguna de sus disposiciones recobró vigencia en nuestro ordenamiento jurídico para
regular situaciones jurídicas de ninguna clase. La anulación parcial, por sentencia firme del Tribunal
Supremo, de un precepto no permite entender que recobra vigencia el artículo ya derogado. La posibilidad
de que un reglamento recupere su vigencia cuando se anula otro reglamento posterior que contiene en su
articulado o disposiciones una cláusula de derogación del primero solo es posible si la anulación es total y
no cuando afecta a concretos artículos de su texto.
Así lo ha señalado el Tribunal Supremo en STS 18-2-1992 (rec. 1825/1989 ) y la posterior sentencia
de 17-2-1993 (rec. 4757/1990 ) afirmando que "En virtud de esta declaración de nulidad, el Reglamento es
ineficaz desde su nacimiento, y lo sigue siendo durante toda su aparente vigencia. Y lo es, además en su
totalidad, salvo que la nulidad afecte a uno o varios artículos concretos de su texto. No puede, por lo tanto,
incluirse en el Ordenamiento jurídico ninguno de sus preceptos, cuando la nulidad es total. Admitir lo
contrario equivaldría a incluir en el Ordenamiento jurídico, una parte de una norma nula, lo que convertiría al
Ordenamiento en un complejo contenido de partes válidas y partes nulas de un Reglamento ineficaz desde
que nació. Por lo tanto, si un Reglamento contiene en su articulado o disposiciones finales o derogatorias,
una cláusula de derogación de otros Reglamentos, al declararse su nulidad afecta también a las cláusulas
de derogación. Otra cosa equivaldría a admitir que un Reglamento válido, como era el anterior, ha sido
derogado por un Reglamento nulo, dando así prevalencia a lo nulo sobre lo válido, a lo irregular, sobre lo
regular. Si el Reglamento posterior no tiene fuerza alguna, no la tiene ni para reglamentar ni para derogar, y
por lo tanto la derogación debe tenerse por no puesta, o más prácticamente por inexistente, puesto que la
declaración de nulidad del Reglamento equivale a decir que nunca existió y que no existió para nada, por
ello, para la derogación del anterior.
Cosa distinta ocurre con la derogación, puesto que derogado un Reglamento por otro posterior válido,
esa derogación produjo efecto, y la derogación puede suponer o bien la entrada en vigor del anterior, si así
se dice, o bien su desaparición definitiva, pero esta vez acordada por una disposición eficaz, no por una
declarada nula".
El alcance del pronunciamiento anulatorio de una sentencia viene claramente marcado por el art. 72.2
de la LRJCA y del mismo no es posible extraer la conclusión de que la anulación de un precepto singular
permite entender que recobra vigencia una norma anterior previa y válidamente derogada, ni puede
entenderse que el pronunciamiento del Tribunal ha dotado de un nuevo contenido material al precepto
anulado, pues el control judicial del ejercicio de la potestad reglamentaria opera en negativo, expulsando la
disposición o norma que contraviene el ordenamiento jurídico, pero no permite sustituir al titular de la
potestad reglamentaria ni determinar la forma en que han de quedar redactados sus preceptos, por
impedirlo el art. 71.2 de la LRJCA . De modo que la anulación judicial de un precepto concreto, dejando
subsistente el resto del articulado de la norma, incluidas sus disposiciones derogatorias, no determina la
"reviviscencia" de la norma previa y válidamente derogada o de alguno de sus preceptos como una forma
de sustitución material de los que han sido anulados. La nulidad de un concreto artículo en virtud de
sentencia firme tan solo implica, pura y simplemente, que dicha disposición queda expulsada del
ordenamiento jurídico como si esta norma no se hubiese dictado pero subsiste la validez y eficacia del resto
de las disposiciones no anuladas. Lo que en definitiva implica, en el supuesto que nos ocupa, que el RD
2046/1982 fue derogado en su totalidad, incluido su art. 5, y que el nuevo RD 281/2002 sigue vigente en
todas aquellas disposiciones que no han sido anuladas, pero sin contener previsión alguna respecto a la
exigencia de titulación en Derecho para obtener el título de Procurador de los Tribunales. Exigencia que
tampoco se establecía en la LOPJ en el momento en el que se dictó la sentencia referida del Tribunal
Supremo, por lo que tras la misma no existió vacío legal alguno, dada la vertiente negativa del principio de
reserva material de ley.
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Así como la derogación supone la eliminación de una norma del Ordenamiento jurídico por otra norma
de igual o superior rango, en cambio la nulidad de una disposición concreta supone su expulsión del
ordenamiento jurídico como si esta norma no se hubiese dictado, lo que en puridad llevaría a concluir que
los efectos no se producen a partir de tal declaración de nulidad de una disposición general sino que se
retrotraen al momento mismo en que se dictó la disposición declarada nula, si bien, por razones de
seguridad jurídica y en garantía de las relaciones establecidas, no afecta, como regla general, a los actos
firmes dictados en aplicación del mismo (art. 73 de la LJCA y 102-2 LRJ-PAC) equiparándose en estos
casos la anulación a la derogación, ya que los efectos son "ex nunc" y no "ex tunc" (entre otras muchas,
STS 22-12-2003, Rec. 4615/1999 ).
Para que se produzca la intangibilidad de los actos administrativos esto es, su no afectación por la
anulación en sentencia de la disposición general, es necesario que hayan adquirido firmeza, por no ser "ab
initio" susceptibles de recursos o de impugnación, o por haber transcurrido los plazos establecidos al efecto.
En otro caso, la anulación de la disposición general trasciende y puede hacerse valer en el recurso que se
interponga frente a la sentencia que declare la validez de los actos administrativos que hayan aplicado o
que tengan la cobertura de aquella disposición, o en la impugnación de los mismos actos de aplicación (STS
4-7-2007, rec. 296/2004 ).
SÉPTIMO.- En un tercer bloque argumental se alega la aplicación retroactiva de la Ley 16/2006 para
la concesión de los títulos de Procurador solicitados con anterioridad a su entrada en vigor; la errónea
interpretación de la Disposición Transitoria Segunda de dicha norma para aquellos que solicitaron su título al
amparo de la sentencia del Tribunal Supremo sin ser licenciados en Derecho; y su posible aplicación
tomando en consideración la normativa aplicable vigente en el momento en que ha de resolverse la petición
de colegiación.
A su juicio, la previsión contenida en la Disposición Final Primera de la Ley 16/2006 de 26 de mayo en
la que se dispuso una nueva redacción del art. 23.1 de la LEC (en cuya virtud "La comparecencia en juicio
será por medio de Procurador, que habrá de ser licenciado en Derecho, legalmente habilitado para actuar
en el Tribunal que conozca del juicio") resulta aplicable a los títulos de Procurador solicitados con
anterioridad a su entrada en vigor (fijada para el 28-5-2006). Y ello pese a que la Disposición Transitoria
Segunda de dicha Ley dispone que "Lo dispuesto en la redacción que la disposición final primera da al art.
23.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no afectará a las situaciones anteriores a la entrada en vigor de la
presente Ley", pues dicha previsión, a juicio de la parte recurrente, ha de entenderse referida única y
exclusivamente a los Procuradores que al amparo del Estatuto de 1947 se encontraban ejerciendo la
Procura sin ser Licenciados en Derecho y cuyos derechos adquiridos fueron respetados por los Estatutos de
1982 y de 2002, pero en ningún caso a los títulos otorgados a raíz de la STS de 17-6-2005 . Finalmente
argumenta que, en todo caso, el hecho de estar en posesión del título de Procurador no consolida situación
jurídica alguna que deba ser respetada por la nueva Ley ya que solo se adquiere la condición de Procurador
en virtud de la previa solicitud ante el Colegio de Procuradores correspondiente que ha de atender, para
conceder o denegar la colegiación, al cumplimiento de los requisitos exigibles conforme a la normativa
vigente al tiempo de instarse la colegiación.
La parte con esta alegación pretende, en definitiva, sostener la aplicación retroactiva de la Ley
16/2006 en el extremo referido a la exigencia del título de Licenciado en derecho para ser Procurador y
ejercer esta profesión.
Conviene recordar al respecto que la regla general en nuestro ordenamiento jurídico, al amparo de lo
dispuesto en el art. 2.3 del Código Civil , es que las leyes no tienen efecto retroactivo si no dispusieren lo
contrario, y la Ley 16/2006, de 26 de mayo lejos de establecer esta aplicación retroactiva dispuso en este
punto todo lo contrario, dado el tenor literal de la Disposición Transitoria Segunda , descartando cualquier
posible irretroactividad, incluso la de grado mínimo (situaciones ya nacidas pero con efectos no
consolidados) por lo que dicha exigencia legal no resultaba aplicable a aquellos que hubieran solicitado el
título de Procurador antes de la entrada en vigor de la Ley. Y para ello debe partirse de que dicha norma
entró en vigor al día siguiente de su publicación en el BOE (y por tanto el 28 de mayo de 2006) y de que
estas solicitudes deben resolverse conforme a la normativa aplicable en el momento de su presentación y
atendiendo a los requisitos entonces existentes, prescindiendo de las modificaciones legales sobrevenidas
en la tramitación del procedimiento administrativo, pues lo contrario implicaría la aplicación retroactiva
tendente a exigir requisitos o condiciones más gravosas que las inicialmente existentes, lo cual esta vedado
por lo dispuesto en el art. 2.3 del CC .
Los cambios normativos operados en esta materia solo pueden proyectarse sobre las peticiones
presentadas tras la entrada en vigor de los mismos, esto es, sobre las situaciones futuras pero no sobre las
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solicitudes presentadas antes y que se encuentren en tramitación. Nuestro Tribunal Supremo ha señalado al
respecto en su sentencia de 18 de mayo de 2005 (rec. 1871/2003 ) que "Expresábamos en la sentencia de
2 de julio de 2004 que indudablemente nos desenvolvemos en el ámbito de las autorizaciones y no en el de
las sanciones por lo que no puede pretenderse la aplicación de una norma anterior .....o posterior ......que
fuere más favorable a los intereses de la accionante. Nuestro ordenamiento es contundente en tal sentido.
Así el art. 2.3 C Civil no solo establece la irretroactividad de las leyes, si éstas no dispusieran lo contrario
sino que el art. 9.3. CE plasma como principio constitucional dicha norma. Pero, además, es obvio que
cuando penden de resolución expedientes sobre apertura de farmacias y se han producido cambios
normativos ha de estarse a la normativa vigente en el momento de la solicitud sin que le afecten los
posteriores (Sentencia de este Tribunal de 24 de junio de 1999 )".
El principio de seguridad jurídica determina que tanto el ciudadano como la Administración deben
atender, para conceder o denegar una determinada autorización, a salvo de disposición legal expresa en
contrario, a la normativa vigente en el momento en el que se solicita, pues solo de esta manera resulta
posible conocer con cierto grado de seguridad jurídica las exigencias legales requeridas para atender a la
misma, prescindiendo de los cambios normativos sobrevenidos, ya que en caso contrario el derecho
aplicable dependería de la mayor o menor celeridad utilizada para resolver los procedimientos
administrativos y, consecuentemente de la propia voluntad de la Administración encargada de resolverlo. Lo
contrario, podría dar lugar a situaciones de desigualdad difícilmente sostenibles, pues ante dos peticiones
presentadas en la misma fecha ante la Administración, respecto a recurrentes en idéntica situación jurídica,
la estimación o desestimación de las mismas quedaría supeditada a la fecha en que la Administración
dictara la resolución que pusiese término a los respectivos procedimientos, pudiendo darse el supuesto de
que, debido al cambio sobrevenido de la normativa aplicable, a uno se le concediese la solicitud y al otro se
le denegase, y todo ello simplemente por la mayor o menor celeridad administrativa al tiempo de resolverlos.
Por otra parte, el demandante interpreta que la previsión contenida en la Disposición Transitoria
Segunda de la Ley 16/2006 tiene una alcance subjetivo limitado, al referirse exclusivamente a los
Procuradores que al amparo del Estatuto de 1947 se encontraban ejerciendo la Procura sin ser licenciados
en Derecho y cuyos derechos adquiridos han sido respetados por los Estatutos de 1982 y de 2002, pero en
ningún caso a los títulos otorgados a raíz de la STS de 17-6-2005 . Tal interpretación subjetiva carece de
todo apoyo legal, pues el tenor literal de la norma no establece tal restricción y hubiese sido preciso que así
lo hiciera para salvar el principio general de irretroactividad de las leyes establecido en el art. 2.3 del CC ; en
este sentido cobra especial relevancia la diferente redacción contenida en el Estatuto de 1982 y la Ley
16/2006 cuando aborda la no aplicación retroactiva de dichas normas, así mientras que en el Estatuto de
1982 se salvan tan solo los "derechos adquiridos", en la Disposición Transitoria Segunda de la 16/2006 se
refiere a las "situaciones anteriores a la entrada en vigor de la presente Ley" lo cual implica una notable
diferencia respecto del alcance que pueden tener esta exigencia.
Finalmente tampoco puede considerarse que el título de Procurador se adquiera en el momento de
accederse a su colegiación y, por lo tanto, haya de estarse a la normativa vigente en el momento en el que
se presentó la solicitud de colegiación y no a la existente en el momento en el que se presentó la solicitud
de concesión del título ante el Ministerio de Justicia. No deben confundirse la obtención del título de
Procurador con la colegiación, como requisito necesario para el ejercicio de dicha profesión. Los artículos 8,
9 y 10 del Real Decreto 1281/2002, de 5 de diciembre , por el que se aprueba el Estatuto General de los
Procuradores de los Tribunales de España, claramente distinguen los requisitos para obtener el título de
Procurador de aquellos que son necesarios para colegiarse y ejercer la profesión de Procurador. De modo
que el alcance del art. 23.1 de la LEC , tras la reforma operada por la Ley 16/2006 , aparece circunscrito a la
comparecencia en juicio en un proceso civil y en el supuesto analizado se trata de la obtención del título de
Procurador por lo que ninguna incidencia tendría la citada norma en el resultado final del presente litigio.
En el supuesto que nos ocupa la Orden Ministerial impugnada, a la que debemos circunscribir nuestro
enjuiciamiento, tan solo tiene por objeto la concesión del título de Procurador y para ello el interesado
únicamente debía cumplir los requisitos subsistentes contenidos en el art. 8 de dicha norma y entre ellos no
se encontraba, en el momento de presentar su solicitud y tras la sentencia del Tribunal Supremo de 8 de
junio de 2005 , estar en posesión del título de Licenciado en Derecho, debiendo quedar al margen de este
recurso cualquier consideración en torno a los requisitos y normativa aplicable para colegiarse y ejercer
dicha profesión por tratarse de cuestiones que desbordan este recurso y van mas allá del contenido y
alcance del acto impugnado y que deberán de ser analizadas cuando se dicte el acto referido a su
colegiación que deberá de ser controlado por el órgano judicial competente.
Por la misma razón, no puede pretenderse la aplicación retroactiva de la Ley 34/2006, de 30 de
octubre , sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador (norma que tiene prevista su entrada
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en vigor el 31 de octubre de 2011), sin que pueda interpretarse de la intervención del Ministro de Justicia en
la sesión de Pleno del Senado, celebrada el día 18 de octubre de 2006 en el debate a la totalidad del texto
del Proyecto de Ley 34/2006 , que dicha autoridad considerase que esta exigencia ya existía en nuestro
ordenamiento jurídico como lo demuestra la Orden Ministerial objeto de este recurso dictada por esa misma
autoridad, con independencia de sus opiniones manifestadas en dicha sesión parlamentaria destinadas, por
otra parte, a justificar las nuevas pruebas de capacitación profesional y prácticas profesionales requeridas
por dicha Ley y no a cuestionar la exigencia del requisito de la Licenciatura en derecho antes de dictarse
dicha norma. La propia enmienda nº 10 del Grupo Parlamentario Socialista en el Senado en la tramitación
parlamentaria de la Ley 16/2006 , parcialmente transcrita por la parte recurrente, reconocía que dicho
requisito no estaba contemplado en nuestro ordenamiento jurídico y era necesario introducirlo por norma de
rango legal.
Es por ello que, atendiendo a la fecha en que tuvo entrada en el Ministerio de Justicia la solicitud de
obtención del título de Procurador, y dado que tras la expulsión del ordenamiento jurídico del art. 8.c) del RD
1281/2002 por la STS de reiterada cita, ningún precepto de rango legal, ni siquiera la LOPJ, tras la reforma
operada por la LO 19/2003 , preveía expresamente la exigencia del título de Licenciado en Derecho para
ser y ejercer como Procurador, requisito que no se ve introducido hasta la Ley 16/2006 en los términos que
en ella se contempla y confirmado en su exigencia por el art. 2 de la Ley 34/2006 , debe concluirse que
dicha titulación no le resultaba exigible al beneficiario de la Orden Ministerial ahora impugnada y,
consecuentemente, procede confirmar la resolución administrativa objeto de este recurso.
OCTAVO.- Finalmente se aduce la existencia de una Orden del Ministerio de la Presidencia de 30 de
abril de 1996 que exige a los ciudadanos de la Unión Europea, para acceder en España al ejercicio de la
profesión de Procurador, la posesión de un título o diploma universitario que supongan estudios
postsecundarios de una duración mínima de tres años en una Universidad y tras superar una prueba que
acredite el conocimiento del derecho español. Y ello al considerar que el establecimiento de estas
exigencias supone una violación por parte del Estado español de los principios del Tratado de la Unión.
Es de suponer que dicha argumentación pretende poner de manifiesto una trato desigual por parte de
las autoridades españolas a los ciudadanos comunitarios respecto de los nacionales con la consiguiente
vulneración del principio de no discriminación por razón de nacionalidad.
Lo cierto es que la Directiva comunitaria de la que trae causa la Orden del Ministerio de Presidencia
mencionada se refiere al reconocimiento de títulos expedidos por otro Estado miembro para el ejercicio de
una profesión. En ella, no se establecen unos requisitos de titulación determinados sino simplemente se
señala en su artículo 3 que "Cuando, en el Estado miembro de acogida, el acceso o el ejercicio de una
profesión regulada estén supeditados a la posesión de un título, la autoridad competente no podrá denegar
a un nacional de otro Estado miembro el acceso a dicha profesión o su ejercicio en las mismas condiciones
que a sus nacionales, alegando insuficiencia de cualificación", por lo que la norma comunitaria parte de la
premisa de que la titulación exigible para ejercer una determinada profesión en España a los ciudadanos de
otro Estado miembro de la Unión Europea es la que resulte exigible a los nacionales. La correcta aplicación
de dicha norma comunitaria exige, por lo tanto, tomar en consideración en cada momento qué requisitos
resultan exigibles a los nacionales españoles para ser y ejercer como Procurador y, a la vista de ellos,
aplicarles el mismo trato e idénticas exigencias a los nacionales procedentes de otros países de la Unión
Europea que pretendan ejercer esta profesión en España. Si en un momento determinado nuestro
ordenamiento jurídico, como es el caso que nos ocupa, el título de Licenciado en Derecho no resultaba
aplicable a los ciudadanos españoles para ser Procurador, la Administración deberá actuar en consecuencia
y darles el mismo trato a los restantes ciudadanos de la Unión Europea.
La parte aduce un trato desigual por razón de nacionalidad pero para ello sería preciso, en primer
lugar, que se hubiese demostrado, y no se ha hecho, que la Administración ha impedido el ejercicio
profesional como Procurador a ciudadanos de la Unión Europea por carecer del título de Licenciado en
Derecho en relación con solicitudes presentadas entre la sentencia del Tribunal Supremo antes referida y la
entrada en vigor de la norma de rango legal que exija el título de Licenciado en Derecho para obtener el
título de Procurador. Pero, en todo caso, la correcta aplicación de dicha Directiva y las normas nacionales
dictadas en desarrollo de la misma, desbordan el ámbito del presente recurso y la eventual lesión, alegada
genéricamente, de los principios del Tratado de la Unión Europea, en especial el de no discriminación por
razón de nacionalidad, sería imputable a los hipotéticos actos que exigieron a los nacionales de otros países
de la Unión Europea requisitos no exigibles, conforme a nuestro ordenamiento jurídico, a los nacionales
españoles para ejercer dicha profesión, pero en ningún caso a la Orden Ministerial ahora impugnada cuyo
alcance y contenido aparece referido exclusivamente a la obtención del título y no a su ejercicio y que se
adapta, por todo lo expuesto, a los requisitos exigibles en el momento en el que se solicitó.
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NOVENO.- No aparecen méritos para una especial imposición de costas (artículo 139.1 de la LJ ).
FALLAMOS
1) Desestimar el recurso, sin dar lugar a la inadmisibilidad opuesta por la parte demandada.
2) Confirmar el acto recurrido.
3) No hacer pronunciamiento expreso en materia de costas.
Así, por esta nuestra sentencia, testimonio de la cual se remitirá junto con el expediente
administrativo a su oficina de origen para su ejecución, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
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