Espiritualidad, liberación y Bolivarianismo

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Espiritualidad, Liberación y Bolivarianismo
Marcelo Barros
Monje benedictino y escritor
Tuvo lugar el fin de semana del 17 al 19 de agosto un importante encuentro de
líderes y cristianos de diversas iglesias en Caracas, capital de Venezuela. Esta
reunión no fue para hablar de sus iglesias y sí para reflexionar sobre el nuevo
camino social y político que se fortalece en varios países de América Latina.
El objetivo fue profundizar el compromiso espiritual de los cristianos que
participan y colaboran con este proceso. El encuentro sobre "la espiritualidad
liberadora a la luz de la Teología de la Liberación y el bolivarianismo", reunió a
casi 200 personas.
La mayoría procedían de diversos rincones de Venezuela, de las comunidades
y movimientos relacionados con la Iglesia Católica, cuya cúpula en conjunto es
contraria el proceso bolivariano. Además de las comunidades mencionadas,
participaron unos 25 hombres y mujeres de la Confederación Pentecostal
Venezolana, encabezados por su pastor presidente, quien fue uno de los
coordinadores del encuentro. Estuvieron presentes también un grupo menor de
presbiterianos, bautistas y anglicanos. Padres católicos solamente estábamos
yo, dos venezolanos y un salvadoreño. Sobre el significado de esta ausencia,
dejo a ustedes sacar las conclusiones.
Incluso dos babalaorixás de religión afro-descendiente estuvieron presentes y
muy activos. Llegaron delegaciones de Argentina, Ecuador, El Salvador, un
representante de Brasil (yo), otro del Canadá y una asesora proveniente de
Cataluña (España). Recibimos además un mensaje del presidente Fernando
Lugo, expresando su comunión con el encuentro y su apreciación considerando
muy importante este tipo de iniciativa latinoamericana y bolivariana.
Fiel al método de la teología de América Latina, el encuentro comenzó a
escuchando atentamente a todos los participantes que se distribuyeron en
grupos y conversaron acerca de cómo está avanzando el proceso bolivariano,
cómo ven los vínculos entre fe y política, cómo ven la relación entre la
espiritualidad y los derechos humanos, además de otros temas semejantes. De
acuerdo a lo que vimos, la realidad de América Latina sigue siendo en su
conjunto, lo que, en 1968, la 2ª Conferencia del Episcopado Católico
Latinoamericano en Medellín (Colombia) calificó como una situación de
injusticia estructural. Sin embargo, como afirmó Dietrich Bonhoeffer, mártir
víctima del nazismo: "No basta huir del mal. La ética cristiana nos manda
combatirlo”.
Tanto los participantes de Venezuela, como pastores y teólogos/as de otros
países, pusieron en común un lúcido análisis de la realidad social y política del
continente. Analizaron profundamente el llamado "proceso bolivariano". Tiene
este nombre porque se inspira en el pensamiento y acción de Simón Bolívar,
reconocido como ‘el libertador’ de varios países de América Latina a inicios del
siglo XIX. Constataron que se trata de un camino de cambios sociales y
políticos que parte de la promoción humana de los empobrecidos, asume como
prioridades la educación y la salud para todos y valora las culturas indígenas y
negras todavía marginadas en nuestro continente. La Unesco reconoció que
Venezuela, Ecuador y Bolivia son países que superaron totalmente el
analfabetismo, triplicaron el número de jóvenes estudiando en universidades
gratuitas del Estado y extendieron a todo el país la atención médica de la
familia y un plan de construcción de viviendas que incluye a millones de
personas.
Después que los relatores de los grupos comunicaron las síntesis y
conclusiones de sus respectivos grupos, los asesores tuvieron media hora cada
uno para complementar y profundizar en algunos aspectos que consideraron
necesarios. El domingo por la mañana, los representantes de cada país
participante testimoniaron sobre cómo está el proceso de transformación de la
sociedad en sus respectivos países y finalmente el encuentro avanzó en la
formulación de sus conclusiones.
Una decisión importante fue constituirse como una red de articulación y apoyo
para que los/as participantes continúen en contacto y comprometidos en
profundizar en el tema. Se puede decir también que la principal conclusión fue,
que hoy, ser cristiano en América Latina, implica participar en todo proceso
social que rompa con la desigualdad social y supere el estado crónico de
injusticia en que viven muchos de nuestros países.
Sin duda, la revolución que en Bolivia es llamada "insurgencia indígena", en
Ecuador, es denominada como "revolución ciudadana" y en Venezuela,
"proceso bolivariano de nuevo camino al socialismo del siglo XXI”, esta
revolución [que se construye en estos países] no puede considerarse como
etapa o realización incluso parcial del reinado divino en el mundo. Nosotros no
debemos sacralizar los procesos sociales ni absolutizar lo que es relativo. Sin
embargo, este proceso social y político ciertamente es una señal que apunta al
reinado divino, como objetivo y meta de toda la historia. No solamente los/as
participantes en este encuentro expresaron apoyan los organismos culturales y
comerciales que unen a nuestros países, también reconocieron que este
camino de integración entre los países y de diálogo entre las culturas, desafía
también a las iglesias a intensificar sus esfuerzos por la unidad al servicio de la
paz y de la justicia en el mundo.
Muchas veces en el pasado, las iglesias tomaron posiciones en contra de los
procesos sociales y políticos de naturaleza transformadora. Parecía que toda
religión fuese por esencia contraria a los cambios sociales transformadores. Sin
embargo, desde la década del 60, muchos cristianos y ministros de iglesias,
con hambre y sed de justicia, se insertaron en los movimientos y grupos que
luchaban por cambios sociales. De esta práctica surgió la Teología de la
Liberación que cumple ya 40 años de servicio a las mejores causas de la
humanidad. Sin duda, el nuevo camino bolivariano es una expresión de
muchas luchas y conquistas concretas de los movimientos sociales, pero en
este camino, fue también importante la participación activa y profunda de
cristianos, así como el apoyo de ministros, tanto de obispos y sacerdotes
católicos, como de pastores y pastoras evangélicos. Esta apertura de los
cristianos al proceso revolucionario emergente en el continente ha sido también
un camino espiritual que ha hecho bien a su propia vivencia de fe.
Según a la mayoría de las tradiciones espirituales, la espiritualidad es un
proceso que debe ayudar a cada persona a evolucionar de la etapa de amor
egocéntrico, a la etnocéntrica, hasta alcanzar una capacidad de amorizacion
abierta a todo ser humano y al universo mismo. El proceso revolucionario se da
entonces, no solo a nivel social y político, sino también en ámbito personal. Y
quien tiene fe reconoce a Dios en el origen y la conducción de este proceso. El
Salmo nos hace orar: "En Ti, está el manantial de la vida. A través de la luz que
proviene de ti, (luces humanas), vemos tu propia luz” (Sal 36, 9).
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