los riesgos de la interacción entre cauces y zonas urbanas. algunos

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LOS RIESGOS DE LA INTERACCION ENTRE CAUCES Y ZONAS URBANAS
ALGUNOS EJEMPLOS MENORES EN LA CUENCA DEL GUADIANA
CARLOS DELGADO VELASCO
Confederación Hidrográfica del Guadiana
Ministerio de Medio Ambiente
RESUMEN
Los tramos fluviales que atraviesan terrenos urbanos son espacios susceptibles de generar riesgos importantes en
épocas de avenidas, por cuanto es frecuente que se superpongan zonas inundables con terrenos en los que se ubican
infraestructuras y bienes de diverso tipo. Contribuye a propiciar estas situaciones no sólo la presión antrópica que se
ejerce espontáneamente sobre los cauces, sino también la misma legislación sobre usos del suelo, que puede resultar
contradictoria con la referente a la ordenación del dominio público hidráulico y el territorio colindante.
Como muestra de las consecuencias que pueden derivarse de un tratamiento inadecuado de los cauces dentro de los
espacios urbanos se presentan varios casos registrados en localidades pertenecientes a la cuenca hidrográfica del
Guadiana en las provincias de Ciudad Real y Badajoz, los cuales no revistieron caracteres trágicos por su alcance,
pero sí sirven como ejemplo de situaciones que aparecen con relativa frecuencia en épocas de precipitaciones
abundantes, y que deberían servir de aviso para evitar otros sucesos de mayor gravedad.
1. DOMINIO PÚBLICO HIDRAÚLICO Y ZONAS INUNDABLES
Resultan sobradamente conocidas las consecuencias que las avenidas pueden acarrear a las áreas
urbanas. Tanto en España, como en el resto del mundo, son innumerables los episodios
dramáticos que han tenido como escenario los tramos fluviales a su paso por ciudades y pueblos.
Las razones de esta relación que, en ocasiones, puede resultar tan peligrosa, son igualmente
sabidas, y se repiten a lo largo de la historia de las civilizaciones: desde la necesidad de contar
con suministro de agua potable, hasta el uso de los ríos como vías de transporte o de evacuación
de residuos, y más modernamente, también el valor estético o urbanístico de los terrenos
colindantes con los cauces, entre otros.
Todo ello ha generado una dinámica de presión, alteración y apropiamiento de espacios que
potencialmente pueden ser ocupados por las aguas sin que se haya tenido presente el carácter
variable que tienen a lo largo del tiempo las corrientes y los flujos que circulan por las mismas.
Estas situaciones se ven particularmente favorecidas en países como España, con climatología
predominantemente de tipo mediterráneo, en los que la presencia de fuertes estiajes y sequías
prolongadas hacen que las vías fluviales permanezcan durante largos períodos de tiempo con
caudales muy bajos, o incluso sin ellos, generando una falsa imagen del verdadero alcance del
régimen de las aguas; todo ello se ve magnificado en los casos en que la existencia de obras de
regulación limita aún más los flujos aguas abajo de las mismas.
Para hablar de la influencia mutua entre los cauces fluviales y los núcleos de población es
conveniente formularse una pregunta previa: ¿Qué es un río...?.
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Figura 1. Esquema transversal de un cauce de dominio público
Ni la pregunta ni sus eventuales respuestas están hechas desde el sentido puramente semántico
del término, sino desde la óptica técnica y científica, de funcionamiento del cauce como
elemento de la geografía física de un territorio. Por ello, la contestación no puede limitarse a la
mera apariencia de lo que se nos presenta en un momento dado -generalmente, una vía de
desagüe, en estado natural, o artificializado en mayor o menor medida, en la que pueden o no
estar presentes caudales de agua visibles-, sino que es necesario contemplar el río como una
entidad que presenta unas condiciones y características variables en función del tiempo, y que las
mismas incidirán, lógicamente, en el espacio y el territorio que lo rodea. En consecuencia, la
premisa fundamental para hacer un examen de la interacción entre los cauces fluviales y su
entorno, incluidos los espacios urbanos, es admitir que los primeros no tienen unas
características de anchura y calado que sean permanentes1.
Tomando como referencia ineludible la normativa vigente, en particular el Texto Refundido de
la Ley de Aguas (TRLA)2 y el Reglamento del Dominio Público Hidráulico (RDPH)3, cabría
decir que el río está conformado por una parte fundamental, que se conoce como alveo o cauce,
el cual se incluye en el dominio público hidráulico4, y una serie de espacios colaterales al
anterior que serían las denominadas zona de servidumbre, zona de policía y zonas inundables
(figura 1).
El alveo o cauce, según la definición del RDPH en su art. 4, está constituido por el terreno
cubierto por las aguas en las máximas crecidas ordinarias5. Como se deduce de lo anterior, se
trata de un elemento que para ser establecido precisa criterios de tipo estadístico6, los cuales
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En sentido estricto, tampoco hay permanencia en la ubicación espacial, ni aun en los supuestos de ausencia de actuaciones
antrópicas, pues resulta perfectamente conocido que los ríos sufren procesos de alteración morfológica a lo largo de los años.
No obstante, por sus peculiares características y períodos de tiempo generalmente muy dilatados, este tema no será objeto de
la presente comunicación.
Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio.
Real Decreto 849/1986, de 11 de abril.
La normativa de aguas admite también la existencia de cauces de dominio privado, a los que no serían aplicables los
conceptos de dominio público hidráulico, zona de servidumbre o zona de policía, pero que también están sujetos a crecidas e
inundaciones. Véanse los arts. 5 del TRLA, y 5 del RDPH.
El mismo artículo, en su apartado 2, define el caudal de la máxima crecida ordinaria como ...la media de los máximos
caudales anuales, en su régimen natural, producidos durante diez años consecutivos, que sean representativos
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del comportamiento hidráulico de la corriente.
En sentido estricto, y como se refleja en las disposiciones del RDPH sobre el procedimiento para efectuar el apeo y deslinde
de los cauces de dominio público (Título III, Capítulo I, Sección 2ª), no son sólo los estudios de tipo hidrológico e hidráulico
2
deben referirse al estado natural de la vía de desagüe -previo a aquellas acciones antrópicas que
hubiesen desvirtuado tal situación-, y que no tendrá una condiciones estables en cuanto a flujos y
niveles, sino que sería la envolvente teórica de los anteriores hasta un límite que habría de
determinarse en cada punto o tramo.
Definido en planta el alcance de los terrenos que forman el cauce, es relativamente sencillo
establecer las zonas de servidumbre y de policía, sin más que remitirnos a las anchuras que de
forma discrecional se indican en el art. 6 del RDPH -en circunstancias normales, cien metros
para la zona de policía en cada margen, de los cuales los cinco primeros forman la zona de
servidumbre-. Los terrenos incluidos en dichas zonas, si bien no forman parte del dominio
público hidráulico, y conservan por ello la titularidad que les corresponda en cada caso, están
sujetos a determinadas limitaciones en sus usos, que tienen por finalidad proteger a aquél y al
régimen de las corrientes que circulen por el mismo (arts. 7 y 9 del RDPH).
Finalmente, los conceptos que presentan el TRLA y el RDPH sobre los cauces fluviales se
completan con la definición de las zonas inundables, que se presentan como ...los terrenos que
puedan resultar inundados durante las crecidas no ordinarias de los lagos, lagunas, embalses,
ríos o arroyos..., y para los cuales el art. 14 del RDPH señala como delimitación práctica ...los
niveles teóricos que alcanzarían las aguas en las avenidas cuyo período estadístico de retorno
sea de quinientos años, a menos que el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (actualmente,
el de Medio Ambiente), a propuesta del Organismo de cuenca fije, en expediente concreto, la
delimitación que en cada caso resulte más adecuada al comportamiento de la corriente...
También aquí hay una componente importante de carácter estadístico que precisa estudios
específicos, y que no se limita a las corrientes públicas, sino que también sería extensible a los
cauces de dominio privado7.
Los condicionantes de uso que corresponda aplicar a las zonas inundables para garantizar la
seguridad de personas y bienes no aparecen expresamente definidos en la legislación de aguas,
sino que se deja al Gobierno del Estado y a las Comunidades Autónomas la facultad de
establecer los que consideren oportunas8.
El concepto de las zonas inundables es desarrollado con mayor amplitud por otra disposición,
esta vez perteneciente al ámbito de la seguridad pública, la Directriz Básica de Planificación de
Protección Civil ante el riesgo de inundaciones (DBPPCRI), la cual establece unas definiciones
mucho más detalladas respecto a la delimitación de estas zonas, tanto en lo que se refiere a la
probabilidad de los eventos, como a la gravedad del riesgo9, la cual se valora por las afecciones
posibles sobre núcleos urbanos y viviendas aisladas, entre otros criterios.
Todas estas disposiciones que se han mencionado, aunque llevan implícitas las ideas de la
existencia y de la prevención de riesgos, los cuales se pueden materializar en su mayor nivel al
paso de las corrientes fluviales por terrenos urbanos, no dedican un tratamiento especial a los
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los que han de tomarse en consideración para fijar los límites del dominio público hidráulico, sino también otras referencias,
particularmente (art. 240.2) ...la observación del terreno y de las condiciones topográficas y geomorfológicas del tramo
correspondiente de cauce fluvial, las alegaciones y manifestaciones de los propietarios de los terrenos ribereños, de los
prácticos y de los técnicos del ayuntamiento y comunidad autónoma y, en general, ciuantos datos y referencias resulten
oportunos... En determinados casos, son dichos elementos los que señalarán con mayor certeza el alcance de los terrenos
cubiertos por las máximas crecidas ordinarias.
En cualquier corriente es posible que aparezcan avenidas cuyo período de retorno supere los quinientos años, las cuales
afectarían a espacios más amplios que las primeras. Los límites fijados por el RDPH y la normativa sobre inundaciones son
potestativos, y fijan un marco de trabajo en la prevención de desastres.
Véase el art. 14.2 del RDPH. Las normas que establezcan, en su caso, las Comunidades Autónomas, serán complementarias
de las que fije el Gobierno del Estado.
Véanse los puntos 2.2.1 y 2.2.2 de la mencionada Directriz Básica (Resolución de 31 de enero de 1995, de la Secretaría de
Estado de Interior). Las zonas inundables se clasifican como de inundación frecuente (período de retorno de 50
años), de inundación ocasional (período de retorno entre 50 y 100 años), y de inundación excepcional (período
de retorno entre 100 y 500 años).
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problemas ni a las situaciones reales que pueden aparecer en dichos espacios, ni tampoco
establecen relaciones con las normas legales sobre el suelo y la ordenación del territorio.
2. LA NORMATIVA DEL SUELO FRENTE A LA DE AGUAS E INUNDACIONES
Vistos los aspectos principales que la legislación de aguas y la de protección civil encierran
sobre los ríos y sus espacios anejos, es preciso hacer otro tanto sobre la que se refiere a los usos
del suelo y a la ordenación del territorio.
Las competencias sobre estas materias se encuentran distribuidas entre la Administración del
Estado, la autonómica y la local, lo que añade mayores dificultades a su análisis; por ello
conviene hacer alusión especialmente a la Ley 6/1998, de 13 de abril, sobre régimen del suelo y
valoraciones (LRSV), la cual pertenece al ámbito estatal10. De ella merecen señalarse los arts. 8
y 9, en los cuales se definen, respectivamente, el suelo urbano y el suelo no urbanizable.
El primero de ellos está conceptuado como ...el suelo ya transformado por contar, como mínimo,
con acceso rodado, abastecimiento de agua, evacuación de aguas y suministro de energía
eléctrica o por estar consolidados por la edificación en la forma y con las características que
establezca la legislación urbanística..., o bien, ...los terrenos que en ejecución del planeamiento
hayan sido urbanizados de acuerdo con el mismo... No hay ninguna referencia a la consideración
de otras normativas especiales que puedan incidir sobre el hecho urbanístico y la calificación que
convenga al suelo, posiblemente por sobreentender una coordinación entre administraciones
públicas que en muchos casos no se produce realmente, o que tropieza con el obstáculo de las
situaciones de facto, que pueden remontarse incluso a siglos de antigüedad, y que son
difícilmente subsanables. Pero la posible contradicción puede hallarse incluso dentro del propio
texto de la LRSV, que en su art. 9 habla sobre el suelo no urbanizable, quizás señalando una
definición a posteriori del mismo que puede chocar con lo dicho en el artículo previo, aunque
encaja mucho mejor con la normativa de aguas y de protección civil11.
Otra dificultad añadida para la armonización entre las legislaciones estriba en el hecho de que el
deslinde de los cauces de dominio público, si bien contemplado y normalizado en el TRLA y en
el RDPH, se ha llevado a la práctica sólo de forma limitada dentro de las redes fluviales de las
distintas cuencas hidrográficas, en buena medida por los costes y dificultades prácticas que
supone una ejecución sistemática del mismo12, tanto desde el punto de vista técnico como
administrativo, de manera que falta muy a menudo el elemento básico para organizar el espacio
alrededor del río. Y lo mismo puede decirse sobre la delimitación de las zonas inundables, que se
va desarrollando gracias a los trabajos que se realizan en diversos frentes, principalmente los de
clasificación y normas de explotación de presas, así como los planes especiales frente a
inundaciones de los organismos competentes en protección civil.
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Aparte de la Ley 6/1998, cabe indicar que son numerosas las disposiciones sobre ordenación del territorio y urbanismo
promulgadas por las Comunidades Autónomas. A modo de ejemplo, y directamente relacionada con el contenido de esta
comunicación, puede señalarse la Ley de Ordenación del Territorio y de la Actividad Urbanística de Castilla-La Mancha
(Decreto Legislativo 1/2004, de 28 de diciembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la misma); en ella pueden
hallarse preceptos similares a los que se describen para la primera.
Según este artículo, se consideran no urbanizables los terrenos ...que deban incluirse en esta clase por estar sometidos a
algún régimen especial de protección incompatible con su transformación de acuerdo con los planes de ordenación
territorial o la legislación sectorial, en razón de sus valores paisajísticos, históricos, arqueológicos, científicos, ambientales
o culturales, de riesgos naturales acreditados en el planeamiento sectorial, o en función de su sujeción a limitaciones o
servidumbres para la protección del dominio público..., y también aquéllos ...que el planeamiento general considere
necesario preservar por los valores a que se ha hecho referencia en el punto anterior, por su valor agrícola, forestal,
ganadero o por sus riquezas naturales, así como aquéllos otros que se considere inadecuados para un desarrollo urbano...
En el año 1993 la Dirección General de Calidad de las Aguas del antiguo Ministerio de Obras Públicas y
Transportes puso en marcha el Programa LINDE, cuyo objetivo era impulsar la delimitación de los cauces de dominio
público en aquellos tramos sometidos a situaciones de especial presión -no necesariamente en espacios urbanos-; esta
iniciativa, si bien reconocía la existencia de la problemática acarreada por la falta de deslindes efectivos, se vio limitada por
la escasez de medios en relación a las necesidades existentes.
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3. ALGUNOS EVENTOS EN LA CUENCA DEL RÍO GUADIANA
La cuenca hidrográfica que conforman el río Guadiana y sus afluentes no es ninguna excepción
respecto a la ocurrencia de episodios catastróficos originados por el desbordamiento de los
cauces que la componen. Atendiendo al título de esta comunicación, no se pretende realizar un
inventario de los hechos más graves que se han dado a lo largo de los tiempos, lo cual excedería
los límites de este texto, sino exponer algunas situaciones vividas en diversos puntos de la
cuenca durante los últimos años, caracterizadas no por su gran alcance en cuanto a daños
materiales o humanos, pero que son reflejo de las dificultades y problemas que surgen en el
trabajo cotidiano de las unidades administrativas con competencias en la gestión hidráulica y en
la del medio urbano, aunque sea sin la publicidad y trascendencia de las grandes catástrofes.
Figura 2. El río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava. Puente de la carretera N-420.
Figura 2. Río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava. Puente de la carretera N-420
3.1 El río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real). Enero de 1.997
El primero de los casos que se describen tuvo lugar en Argamasilla de Calatrava, localidad
situada cerca de Puertollano, y atravesada por el río Tirteafuera (figura 2), uno de los afluentes
más importantes del Guadiana por su margen izquierda en la provincia de Ciudad Real. La
incidencia, registrada a principios del año 1997, tras una etapa de abundantes precipitaciones13,
se creyó en los primeros momentos debida al fallo de una presa de materiales sueltos situada en
la finca Quintos de Valeria, sobre un arroyo de escasa cuenca de aportación -apenas 4 km2 hasta
el dique de la obra-, que forma parte de los afluentes indirectos al Tirteafuera, aguas arriba de la
población. La alarma por la supuesta rotura de la presa, completamente injustificada14, no obvió
el desbordamiento sufrido en Argamasilla, lo cual llevó a realizar un examen de la situación en la
que se encontraba el cauce del Tirteafuera y su cuenca vertiente, así como algunos cálculos
aproximados de su funcionamiento hidrológico e hidráulico, tomando como límite el cruce con
la vía ferroviaria AVE-RENFE que une Madrid con Sevilla, en las afueras del casco urbano. Los
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La cuenca del Guadiana sufrió en la primera mitad de los noventa un período de fuerte sequía que llegó a poner en
dificultades el abastecimiento de numerosos pueblos y ciudades de la zona, incluyendo la propia capital de la provincia de
Ciudad Real. En el otoño de 1995 se inició una serie de años hidrológicos con precipitaciones abundantes, dentro de los
cuales se encuadra el suceso descrito, y que se prolongó hasta el año 1999.
La presa no sufrió ruina ni colapso, sino que en los momentos previos a la avenida se encontraba aliviando caudales por su
desagüe de fondo, lo cual, al constituir un hecho poco frecuente, originó que se diese la alarma por parte de alguna persona
ajena a los empleados de la finca.
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aspectos observados pueden sintetizarse de la siguiente forma:
Figura 3. El río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava. Pasarela y badén.
Figura 3. Río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava. Pasarela y badén
•
El embalse de los Quintos de Valeria tiene una capacidad limitada, sobre 0,86 Hm3; está
separado de la localidad por una distancia de unos 11 km siguiendo la línea de los cauces,
que discurren antes de llegar a la misma por terrenos bastante abiertos, y los caudales
aportados por su cuenca, incluido el tramo aguas abajo de la presa -menos de 8 km2 en
total- representarían una parte escasa de los estimados en el Tirteafuera, para una cuenca
de casi 138 km2. Por lo tanto, la avenida registrada no era achacable a la acción de esta
obra.
•
El estado de los terrenos vertientes al río Tirtefuera y a sus afluentes podía considerarse
de saturación tras una época de lluvias abundantes.
•
Las precipitaciones tomadas como referencia para analizar la capacidad de desagüe del
cauce, y que corresponden al mes de diciembre de 1996, muestran que la máxima diaria,
estimada en 35 mm/día, tiene un período de retorno de poco más de dos años, lo que
indica que, en principio, no se precisaban lluvias de una gran intensidad para inducir
escorrentías importantes.
•
El cauce del Tirteafuera desde aguas arriba a la entrada de la población, y lo largo de
todo su recorrido por la misma, se encuentra canalizado, con una sección de forma
trapecial excavada en el propio terreno, que presenta dimensiones variables a lo largo de
su recorrido, las cuales van en aumento hacia aguas abajo, y que presentan capacidades
de evacuación bastante dispares. Además de esto, el cauce se encontraba deficientemente
acondicionado en cuanto a su limpieza y desbroce, así como por la existencia de algún
punto bajo en los malecones laterales, a modo de badenes, por los que resultaba fácil la
salida de las aguas al incrementarse su calado (figura 3).
•
Existen diversas obras de paso sobre el río, cuyas secciones útiles ofrecen dificultades
para la circulación de las aguas. La más llamativa es la que corresponde al puente de la
carretera N-420 (Ciudad Real-Puertollano), muy próxima y casi paralela a la vía
ferroviaria que marca el límite del estudio, y que se caracteriza por tener completamente
obturados cinco de los nueve ojos de que dispone, además de existir un brusco
6
estrechamiento del cauce a la salida de la misma.
•
Las capacidades límites calculadas en diversas secciones transversales del Tirteafuera
serían, como mucho, del orden de 25 m3/s aguas arriba, y de 170 m3/s poco antes de
alcanzar la carretera N-420; para las avenidas estimadas se observó claramente que,
además del efecto de las obras de cruce sobre el río, el problema de la capacidad de
evacuación estaba a la entrada de la población, así como -presumiblemente- en el
estrechamiento posterior a la carretera N-420.
Figura 4. Arroyo de la Reguerita en Argamasilla de Calatrava. Entrada en el casco urbano
3.2 El arroyo de la Reguerita en Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real). Junio de 1.997
Este nuevo episodio, que tuvo como escenario la misma localidad que el anterior, se produjo en
un pequeño cauce de flujo ocasional, el cual desciende hacia el río Tirteafuera por su margen
izquierda desde la Sierra de Calatrava, que forma la divisoria de aguas con la cuenca del
Guadalquivir. El arroyo atraviesa la barriada conocida como Cantarranas, y desemboca junto al
puente de la carretera N-420, del cual se hizo mención en el apartado anterior.
El suceso se originó a consecuencia de una precipitación de elevada intensidad y corta duración,
el cual dio lugar a una onda que, aunque no resultó de gran calado, inundó varias calles y
viviendas del pueblo, así como instalaciones del polígono industrial El Cabezuelo, que está
situado en la salida de Argamasilla hacia Puertollano, a lo largo de la carretera N-420.
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Figura 5. Arroyo de la Reguerita en Argamasilla de Calatrava
Una de las calles afectadas por la inundación
Cuando se reconoció el terreno, se pudo comprobar que el cauce, al llegar al límite de los
terrenos urbanizados, había sido transformado en una alcantarilla de escasa sección (figura 4),
que discurre enterrada bajo las calles de la localidad, así como que tenía su entrada dificultada
por la existencia de un enrejado de tela metálica, además de un trazado de segmentos rectilíneos
en forma de quebrada, unidos entre sí sin ningún tipo de transición o acuerdo entre los mismos.
Consecuentemente con esta disposición, al producirse una avenida de cierta importancia como la
acaecida en la época señalada, el exceso de caudal que no pudo ser evacuado a través del
conducto discurrió por el camino superficial más parecido al de cauce primitivo, es decir, las
calles próximas a la carretera N-420 (figura 5), o bien resultó desviado hacia las naves del
polígono industrial. Tanto en un caso como en otro, la alarma fue mayor entre los habitantes del
lugar por el hecho de ser afectadas edificaciones de poca altura, en las que los espacios
habitables o de trabajo se encuentran prácticamente al mismo nivel que las vías públicas.
De acuerdo con la información facilitada por los propios vecinos de la zona, la Reguerita era en
su estado original un arroyo de poca anchura anchura y profundidad que seguía su curso hasta
desembocar en el Tirteafuera, el cual los propios habitantes se encargaban de mantener libre de
obstáculos y de realizar tareas básicas de limpieza del lecho, de manera que en las épocas en que
se producía circulación de caudales no había problemas graves para la evacuación de los
mismos15. La urbanización de este espacio, y la artificialización del cauce, que ha pasado a ser
una mera conducción subterránea (figura 6), de capacidad mucho más limitada, hace que los
riesgos de desbordamiento sean ahora mayores que en el pasado, y de solución compleja, dadas
las dificultades de restaurar o abrir una vía de desagüe alternativa en un entorno edificado.
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Merece la pena llamar la atención sobre el interés que tiene para los técnicos encargados de gestionar y actuar sobre las
corrientes de agua y las zonas inundables disponer de información procedente de la toponimia y los habitantes de los
territorios afectados, por cuanto ambas pueden señalar la existencia de riesgos que suelen pasar desapercibidos en los trabajos
realizados por personas ajenas a estos lugares. Lo ideal es que dicha información sea buscada previamente a la ejecución de
actuaciones que alteren la red fluvial, y no a posteriori, como se indica en este ejemplo. Recuérdese lo indicado sobre los
elementos a valorar para la realización del apeo y deslinde de los terrenos de dominio público hidráulico.
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Figura 6. Arroyo de la Reguerita en Argamasilla de Calatrava. Desembocadura en el río Tirteafuera
3.3 El río Bullaque en El Robledo (Ciudad Real). Febrero de 1.998
En esta ocasión, contrariamente a lo descrito en las anteriores, no se produjeron afecciones reales
sobre el casco urbano de la localidad, ya que el río Bullaque discurre teniendo la casi totalidad
del anterior en su margen derecha, salvo algunas instalaciones y edificios aislados (figura 7). No
obstante, el desarrollo de la avenida aguas abajo de este pueblo da una idea clara de los efectos
que pueden derivarse cuando se disponen encauzamientos que reducen considerablemente lo que
antes eran llanuras de inundación muy amplias16, las cuales casi siempre acaban por ser ocupadas
para la creación de nuevos cultivos, o instalaciones de todo tipo.
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En esta zona el Bullaque se encuentra canalizado mediante malecones ejecutados con materiales sueltos. Conviene indicar
que este río, que pasa por ser el que se encuentra en mejor situación dentro de la cuenca alta del Guadiana en lo que se refiere
a la disponibilidad de caudales circulantes, presenta un trazado hasta su desembocadura que cuenta con diversos puntos con
varios brazos y llanuras de inundación muy amplias.
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Figura 7. Río Bullaque en El Robledo. Azud y pasarela peatonal
Figura 8. Río Bullaque en El Robledo. Filtraciones a través
del malecón izquierdo del encauzamiento
Durante el suceso, los daños que se produjeron al paso por El Robledo se limitaron a erosiones
en los muros laterales del encauzamiento, particularmente en los gaviones situados en los
estribos de un pequeño azud de hormigón que forma una piscina dentro del propio cauce para
disfrute del vecindario en verano, y que hicieron temer por la estabilidad del mismo, así como
por la de una pasarela metálica en forma de viga armada situada sobre el anterior que da acceso
peatonal a un establecimiento de restauración situado en la margen izquierda (figura 9). Aguas
abajo, y ya en las afueras del pueblo, aparecieron filtraciones de importancia a través de los
malecones del canal, que ocasionaron encharcamientos en los terrenos colindantes, los cuales
forman parte de la llanura de inundación del cauce primitivo, y que además se veían
imposibilitados para evacuar las aguas recibidas directamente de las precipitaciones (figura 8).
Igualmente fue preciso recomponer en algún punto el muro por el riesgo de desbordamiento, el
10
cual podría haber supuesto la ruina de aquél, al tratarse de un dique de materiales sueltos17.
Los problemas registrados en el entorno del encauzamiento se repitieron también en otros
enclaves situados más abajo a lo largo del curso del Bullaque, como son los núcleos de Las Islas
y Casas del Río18, así como en la Tabla de la Yedra, (t.m. de Piedrabuena), y en Luciana, donde
se produce la desembocadura en el Guadiana. En estos dos últimos puntos, y si bien la crecida se
aproximó a algunas viviendas, al estar ocupadas las tierras más cercanas al río sólo por
instalaciones de ocio tales como jardines o pistas deportivas, los efectos se limitaron a éstas.
Figura 9. Río Bullaque en El Robledo. Erosión en uno de los estribos
de la pasarela peatonal
3.4 El arroyo Tenerías en Jerez de los Caballeros (Badajoz). Junio de 2.004
Este incidente presenta bastantes similitudes con el descrito en el arroyo de la Reguerita; su
origen estuvo en un aguacero de duración limitada -aproximadamente, una hora- que dejó una
precipitación estimada en unos 50 mm, y dio lugar a problemas en diversos puntos de la ciudad.
El de mayor importancia consistió en un socavón aparecido en una de las calles, que no sólo
hundió parte de la calzada, sino que afectó a la cimentación de un edificio de viviendas y
comprometió su estabilidad, hasta el punto de que se ordenó desalojar el mismo en prevención
de un eventual derrumbamiento.
Examinado el lugar, junto con la cartografía disponible, y las informaciones aportadas por los
técnicos de la Corporación Municipal y residentes en la zona, se determinó que la causa de los
desperfectos fue la erosión producida en las paredes de un colector subterráneo de aguas
residuales por el flujo de las mismas y las pluviales aportadas durante la tormenta que se ha
indicado. Dicho colector ocupa lo que era el trazado del arroyo Tenerías, hoy completamente
desaparecido bajo la red viaria y los edificios de la localidad. La cabecera del arroyo coincide
aproximadamente con el recorrido de algunas de las calles (figura 10), de modo que las aguas
que discurren por las mismas en época de lluvia van a dar a una plazoleta donde entran en el
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La mayor parte del Bullaque está regulada por el embalse de la Torre de Abraham, que da servicio a la zona regable del
mismo nombre, y que tiene una capacidad de 183,36 Hm3. La presencia del mismo sirvió para laminar la avenida, pero aun
así fue preciso evacuar al río caudales de hasta 61 m3/s, a los que habría que sumar las aportaciones de otros afluentes que no
cuentan con obras de regulación importantes.
Se recuerda lo apuntado en la nota nº 14.
11
colector a través de un sumidero situado junto a la puerta de un bar (figura 11).
Figura 10. Arroyo Tenerías en Jerez de los Caballeros. Espacio urbano en la cabecera del cauce
Figura 11. Arroyo Tenerías en Jerez de los Caballeros. Entrada del colector sobre el antiguo cauce
Tanto al colector como las vías urbanas de Jerez de los Caballeros presentan fuertes pendientes
(figura 12), lo cual favorece que las aguas que circulan por ellos alcancen velocidades elevadas,
lo que se traduce en una capacidad erosiva y de arrastre importante. En el punto en cuestión, los
daños no se debieron a que el caudal rebasase la capacidad del colector19, sino al desgaste en los
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A la salida de la población, está formado por un conducto en hormigón, con solera rectangular y techo abovedado, de
aproximadamente 2,50 m de ancho y 2,00 m de altura, aunque en el punto donde se produjeron los daños las paredes laterales
estaban ejecutadas en mampostería. Esta sección quizás sea más amplia aguas arriba, lo cual podría inducir problemas de
evacuación para caudales altos, pero durante este episodio no planteó problemas de capacidad hidráulica. Es interesante
señalar que la lluvia registrada -50 mm en una hora- tiene un valor que supera ligeramente el valor medio de las máximas
precipitaciones diarias anuales para esta zona que puede verse en los mapas de la monografía Máximas lluvias diarias en la
12
cajeros de la obra y las cimentaciones anejas por la velocidad del flujo, que pudo ser del orden de
5 ó 6 m/s.
Figura 12. Arroyo Tenerías en Jerez de los Caballeros.
Salida del colector en el límite del casco urbano
4. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
De los sucesos expuestos en esta comunicación creemos que es factible señalar algunas
circunstancias comunes a todos ellos:
•
El desconocimiento (o desprecio) de la morfología real de los cauces fluviales, no
limitados exclusivamente a épocas de aguas bajas.
•
Las afecciones sobre los mismos con obras o actuaciones que constriñen la capacidad de
desagüe, o incluso eliminan físicamente la existencia del curso, y lo transforman en una
simple conducción, que puede incluso estar concebida de forma poco eficiente desde el
punto de vista hidráulico.
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La propia ejecución de tales obras y actuaciones, cuyos efectos se incrementan a menudo
por construcción o mantenimiento inadecuados, o por otros elementos (obras de paso,
estrechamientos...) que limitan aún más sus posibilidades.
Buscar soluciones prácticas a episodios como los descritos no resulta sencillo; a las dificultades
que supone plantear acciones correctoras sobre ya espacios urbanizados, más aún si el uso
predominante es el residencial, se unen otros dos factores: de una parte, el escaso recuerdo y
atención que se les atribuye a sucesos como éstos dentro de los programas de actuaciones
públicas, cuando no llegan a generar víctimas ni daños de gran alcance20; y de otra, la falta de
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España peninsular, editada por la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento, lo cual da idea de la
importancia del suceso.
Consultando los datos históricos sobre inundaciones en la cuenca del Guadiana y sus afluentes, de los cuales puede
encontrarse información en los trabajos de la Dirección General de Protección Civil (Ministerio de Interior), se observa que
han sido abundantes los episodios catastróficos registrados en diversas poblaciones de dicha cuenca, incluso con carácter
recurrente. Si esto es así, se supone que las incidencias de orden menor habrán sido aún más numerosas, aunque no haya
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percepción sobre la existencia y la peligrosidad potencial de los cauces fluviales en territorios
sometidos al efecto de sequías y estiajes prolongados durante los que aquéllos quedan reducidos
a su mínima expresión. Todo esto es especialmente notorio cuando se trata de cursos de agua
pequeños e intermitentes, cuyo funcionamiento es un reflejo de la pluvimetría de sus cuencas, al
igual que sucede en los torrentes. Y si, además, existe algún embalse de regulación aguas arriba,
se añade el agravante del exceso de confianza que induce la obra, al limitar los flujos cauce abajo
de la misma, cuando deberían tenerse muy en cuenta las exigencias para efectuar el aliviado de
excedentes21.
La prevención de estas situaciones, que se desarrolla en gran medida a instancia de los
organismos autonómicos responsables de la protección civil mediante la elaboración de los
planes especiales que se contemplan en el punto 6 de la Norma Básica de Protección Civil22, los
cuales deben incluir información sobre las zonas de riesgo que se contemplan en la DBPPCRI, se
encuentra frecuentemente con dificultades derivadas de la escasez de datos e información
hidrológica. Por otro lado, las actuaciones y la regulación de la actividad urbanística y de usos
del suelo van casi siempre por delante de la determinación de los riesgos potenciales, lo cual da
origen a la aparición de estados de facto ya comentados, y que pueden incluso, de forma
paradójica, quedar amparados formalmente por la normativa sobre usos del suelo, e imponer la
necesidad de soluciones de tipo estructural que suelen ser más costosas y menos eficaces que una
adecuada ordenación del espacio físico.
La actividad que les corresponde desarrollar a las diversas Administraciones públicas, aparte del
impulso que cada una deba imprimir en el ámbito de sus atribuciones respectivas, requerirá de
una especial coordinación entre ellas, que se debe reflejar en dos niveles: uno de ellos el
legislativo, de modo que se alcance una armonización mayor entre las normativas de aguas,
protección civil, y urbanismo y ordenación territorial; y el otro, el de la ejecución de actuaciones,
en el cual los organismos de ámbito autonómico y local están llamados a desempeñar el papel
principal23. Y todo ello apoyado en una planificación a medio y largo plazo que incluya la
disponibilidad de partidas económicas, y de medios humanos y técnicos adecuados, sin todo lo
cual los casos menores, como los que se han descrito a lo largo de estas páginas, no sólo seguirán
produciéndose, sino que probablemente darán lugar a otros mayores.
Ciudad Real, junio de 2.006.
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constancia de las mismas, o sea necesario investigar minuciosamente en los archivos locales o en la memoria colectiva de los
lugareños para tener indicios de éstas.
Pueden incluso darse casos en los que la ocupación de terrenos inundables en las proximidades de los pies de presa
incrementen el riesgo potencial de la infraestructura, y fuerzen la clasificación de la misma en una categoría superior, o bien
obliguen a adoptar normas de explotación que limiten las posibilidades de vertido de aquéllas. Esto, a su vez, también podría
aumentar el peligro para las propias obras en una situación de emergencia. Por todo ello, sería de sumo interés que
previamente a la construcción de un nuevo embalse, así como en los ya existentes en los que sea necesario, se deslindase
obligatoriamente el cauce aguas abajo en una longitud prudencial, y que se definiesen las zonas inundables con las necesarias
condiciones de uso de éstas.
Real Decreto 407/1992, de 24 de abril. A modo de ejemplo, y por lo que se refiere a las Comunidades Autónomas de
Castilla-La Mancha y Extremadura, se puede indicar que la primera de ellas inició en el año 2005 los trabajos para la
redacción de su Plan Especial ante el riesgo de inundaciones, mientras que en Extremadura se han realizado trabajos en esta
línea desde el año 2003. La actuación de las Comunidades Autónomas, junto a la de las Diputaciones Provinciales, puede ser
de gran importancia para dar apoyo a los municipios que no dispongan de capacidad para establecer planes de ámbito local.
Si bien las responsabilidades en materia hidráulica corresponden con carácter general a los Organismos de cuenca, tanto los
adscritos al Ministerio de Medio Ambiente (cuencas intercomunitarias), como a las Comunidades Autónomas (cuencas
intracomunitarias), la Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional, en su art. 28.4, reconoce a los
organismos competentes en materia de urbanismo y ordenación del territorio, que actualmente radican en las
Administraciones autonómica y local, la facultad para la realización de las actuaciones sobre cauces públicos en
zonas urbanas. Previamente al anterior, y en virtud de los Estatutos de Autonomía, ya se habían transferido competencias a
las Comunidades Autónomas, como ejemplifica el Real Decreto 930/1984, de 28 de marzo, por el que se traspasaron a la
Junta de Extremadura funciones y servicios del Estado en materia de aguas, saneamientos, encauzamientos y defensa de
márgenes de ríos, y regadíos.
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