Tom Kallene - Plaza de Toros de Las Ventas

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OTROS PUNTOS DE VISTA
Tom Kallene,
una puerta abierta
a la imaginación
Resultó fácil encontrar a Tom Kallene en el bar del Hotel Wellington. A la hora de la tarde de invierno a la que nos citamos había pocos suecos en el bar. Al menos no muchos hombres de casi dos metros de altura, rubios, de mirada
limpia y gesto inquieto, observando con interés la puerta de entrada.
Tom Kallene es inequívocamente sueco. Le delata su aspecto físico, claramente de talla mayor de lo que se acostumbra a ver por aquí, aunque sin llegar a ser exagerado. Su acento es propio de quien ha aprendido un idioma por
contacto con la vida. Su alegría es imaginativa y tranquila, sin sombra de cinismo. De ella hacen gala los escandinavos. Por lo demás podría ser firmemente castizo. Anda con una leve cojera, secuela de un encierro de Pamplona.
Conoce Madrid como sólo puede hacerlo alguien de fuera. Vive en el centro. Actualmente trabaja en RNE, en el espacio que dirige Toni Garrido. Anteriormente formó parte del equipo de la cadena SER. Le fascinan los toros.
Andrés de Miguel
Fotos: Juan Pelegrín
D
esde el primer momento estuve
muy a gusto aquí -dice Tompues entendí el funcionamiento
de la sociedad española y eso fue gratificante. Por eso, desde que llegué hace
veinte años, estuve encantado en España.
Me interesé por su historia y su cultura.
España es para mí como la tierra prometida. Anteriormente había viajado
mucho por el mundo y, cuando llegué
aquí, me encontré con un país en el que
es posible entender a la gente desde el
primer momento. El gesto, la manera de
responder, el sentido del humor, la no-
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bleza y, hasta lo feo, lo entiendo. Eso es
algo que provoca gran lealtad y yo soy
muy leal a este país.
Pregunta | Este proceso de comprensión de España incluye a la corrida de toros.
Respuesta | Vivo en España porque soy
aficionado a los toros. Me fascinan desde que fui de chaval a una corrida a Málaga. Fui con mis padres y mi hermano,
quienes no estaban, precisamente, encantados. Pero a mí me llamó mucho la
atención.
Fíjate que no me resulta fácil hablar
de mi afición a los toros, pues es una cosa
muy personal. Todavía tengo que pensar
la respuesta a la pregunta de por qué me
gustan los toros, y eso que me han hecho
muchas veces. De hecho, creo que sería
rico si me hubieran dado un euro por
cada vez que me han dicho: “Que raro,
un sueco aficionado a los toros y, ¿por
qué te gustan?”.
Quizá te deslumbraron la primera vez.
Asistir por primera vez a una corrida de
toros es una experiencia para la que no
hay nada que te prepare. Las impresiones
para un extranjero son nuevas y fascinantes. En España hay cultura de toros
y, aunque no vayas a la plaza, oyes hablar
de toros, acudes a la fiesta de un pueblo,
ves imágenes por T.V. En fin, hay cosas.
Pero para un extranjero es una explosión
de impresiones, de olores, de colores; de
cosas difíciles de entender la primera vez.
Algunos lo ven y no vuelven nunca y
otros se quedan enganchados como yo.
Es algo tan exótico y extraño, tan serio y tan dramático, tan violento, tan bello… todo a la vez. No hay nada que se
compare con los toros, ninguna referencia que te prepare para ello. Todas las
impresiones vienen a la vez y puedes tardar años en asimilarlo todo. Todavía me
acuerdo mucho de mi primera tarde de
toros en Málaga.
Pero tú asimilaste esa explosión y
descubriste el mundo de los toros.
Tardé en volver unos años. En 1987 regresé preparado para ver una corrida de
toros. No fue fácil, pues el espectáculo
taurino es realmente único, ya que los toreros no son actores, no están actuando
y eso es muy sorprendente. Están enfrentándose con algo muy real, con un
gran peligro, pero además rodeados de
una liturgia especial que es como de otro
mundo. Por eso ver un toro no me va a
dejar nunca indiferente, porque es un
símbolo. Además, gracias al toro tengo
un universo de amigos, de contactos, de
trabajo, de ocio, de viajes, de momentos
fantásticos vividos durante los últimos
veinte años en los que mi vida ha girado
alrededor de los toros. Ha sido uno de los
hilos conductores de mi vida.
También has sido corredor en los encierros de Pamplona.
Quería ser un aficionado bien formado
y me sentí en la obligación de asistir para
saber de qué se trataba. Pero, realmente,
los ‘sanfermines’ son una religión distinta a la corrida de toros. El toreo sería
como el Cristianismo y los ‘sanfermines’
un culto más de Dionisos, que no hay que
desdeñar, ni mucho menos, porque tiene su punto. Ya no voy a los ‘sanfermines’
porque ya no puedo correr los encierros
y, además, en España hay muchas ferias
y fiestas por conocer. Pero siempre guardaré un enorme cariño por la gente de
Pamplona y por los ‘sanfermines’. Para
mí fueron una puerta de entrada desde
la que te tirabas en plancha a un mundo maravilloso.
¿Qué es lo más importante en la
corrida?
Lo fundamental es el toro, aunque no
hace falta decir que se necesita un torero. Pero la fiesta está basada en los valores del toro bravo y sólo con este toro
se puede justificar el espectáculo. Lo que
le hace al toreo grande es el toro. A partir de ahí es cuando se desarrolla la tauromaquia. Por eso si tocamos el toro buscando algo que teóricamente dé más espectáculo vamos mal, pues estamos separando la fiesta de sus orígenes. Pero realmente no soy muy analítico, sólo sé si
veo una cosa que me llega.
”Asistir por primera vez
a una corrida de toros
es una experiencia para
la que no hay nada que
te prepare”.
En estos veinte años de aficionado,
¿que toreros han jugado un papel relevante para ti?
Me encanta Luis Francisco Esplá, pues
le veo como un puente entre el mundo
antiguo y el moderno. Es el que mejor
representa esa continuidad. Tiene tintes sepias y le valoro por ello. La faena
que más me ha gustado de las que he
visto es la que Julio Aparicio hizo al toro
de Alcurrucén. No soy de Ponce, pero
no olvidaré su faena al toro de Valdefresno. También he visto cosas de
Curro, de Paula, de José Tomás. Me
gusta ver un toro bien lidiado y un
toreo artístico. Lo que quiero es ver un
torero que, de una manera u otra, lleve
dentro de sí la esencia del toreo, la tauromaquia. En los toros buscamos lo inesperado. En Las Ventas, con lleno en
San Isidro, ocurre este milagro cuando
de repente el toro embiste, el torero se
pone y se desarrolla una faena que, necesariamente, es minimalista. Es como
el humo del cigarrillo que al momento
siguiente ya ha pasado. Por eso es irrepetible, único y muy personal. Es impresionante estar allí cuando, de
repente, ocurre algo así. Es algo muy
bello y también inesperado. Y esa belleza la puedes encontrar en cualquier
momento de la corrida. Presencié un
enorme tercio de varas en una corrida
de Victorino en Valencia, con Efrén
Acosta, el mejor picador del mundo, en
un toro de Zotoluco. ¿Qué tiene que ver
la faena de Aparicio con esa tarde de
toros en Valencia? Muy poco. Sólo la
emoción que transmite cada una. Eso
viene de una sinceridad profunda. Es
algo muy grande, pero muy difícil de
definir. Conozco muchos toreros y prácticamente ninguno sabe explicar lo que
significa lo que está haciendo. Sólo son
capaces de hablar de la técnica. Pero no
pueden explicar la magia de la corrida
de toros.
¿Te parece un espectáculo exportable?
La corrida de toros es uno de los signos
de identidad de España, en un mundo
donde el problema es la falta de identidad. España no se puede entender sin la
corrida de toros. Alguien puede decir que
no le gusta, pero da igual, el toro bravo
es uno de los grandes signos, claves
para la identidad de España. Además, el
espectáculo, básicamente es el mismo
desde hace siglos. Se ha mantenido
prácticamente sin cambios. Esto es tremendamente importante porque no hay
nada en la cultura europea de lo que se
pueda decir lo mismo. Creo que esta es
la clave del éxito, que no ha cambiado.
Sabemos lo que es.
Aunque ha sido exportada con éxito
a Francia y a otros países, falta mucho
para que sea internacional. Tiene su
atractivo y si ponen una corrida en la
TVE Internacional tiene una audiencia
enorme en China, en otros países asiáticos, en Estados Unidos. Si se puede hacer más global no lo sé, pero no puede
perder su esencia, porque en ella se ve y
se expresa lo que es este país.
Aunque no descarto que la corrida de
toros pueda tener éxito internacional,
creo que no se puede acercar al extranjero. Será el extranjero el que se tenga
que acercarse a ella y verla en su contexto. Realmente, creo que para entender cabalmente una corrida de toros
hay que acercarse a ella con actitud de
peregrino.
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