Versión completa - Universidad Nacional de San Martín

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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos
y Democratización para América Latina
Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización
para América Latina
Centro Internacional de Estudios Políticos – Universidad Nacional de San Martin
Av. Santa Fe 1385 piso 6, (C1059ABH) Buenos Aires, Argentina
www.ciep.unsam.edu.ar / [email protected]
Autoridades
Lic. Carlos Ruta, Rector de la UNSAM
Dr. Héctor Mazzei, Secretario Legal y Técnico
Lic. Jorge E. Taiana, Director General del CIEP - UNSAM
Verónica Gómez, Directora de Investigación, Enseñanza y Comunicación del CIEP-UNSAM
Lic. Marina Pecar, Directora de Gestión y Planeamiento del CIEP - UNSAM
Consejo Consultivo Académico
FLACSO (México)
Universidad de Brasilia (Brasil)
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Universidad de la República (Uruguay)
Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia)
Universidad Mayor San Francisco Xavier de Chuquisaca (Bolivia)
Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)
Universidad Nacional de Lanús (Argentina)
Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina)
Universidad Nacional de Quilmes (Argentina)
Universidad Nacional de San Martín (Argentina)
Universidad Nacional de Villa María (Argentina)
Universidad para la Paz (Costa Rica)
Voces contra el Silencio (México)
Comité Editorial
Comité de Redacción
Geraldina Brid
Claudia Couso
Víctor Abramovich
Verónica Gómez
Susana Méndez
Diego López
María Sondereguer
Nadia Schiavinato
Luis Daniel Vásquez
Sebastián Scioscioli
Año 2 - Nº 3
Abril 2013
Editorial
Artículos
María Sonderéguer
“El Derecho a tener derechos” en la Nación Argentina.
Silvia Dutrénit Bielous
“Los equipos de antropología forense en América Latina: coadyuvantes en el
camino de la verdad y la justicia”.
Ana Buriano Castro
“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de lesa humanidad ¿un aporte
a la democracia?”.
Avances de investigación
Lucía C. Bertoia
Verdad y Justicia en la construcción de una democracia sustentable
María Luisa Rosal
La construcción de la memoria histórica a partir de la Comisión para el
esclarecimiento Histórico y el Proyecto Interdiocesano para la Recuperación de la
Memoria Histórica.
Oscar Javier Carbonell Valderrama
Memoria y guerra: olvidar y recordar cuando el horror no ha terminado.
En la práctica
Valeria Barbuto
Los sitios de memoria en la agenda de la democracia.
Laura Toker
Política sobre sitios de memoria en el MERCOSUR.
Sandra Raggio
Los jóvenes y la memoria.
Reseña
Abramovich Víctor y Rodríguez Patrinós Paula, Hecho en América Latina.
Experiencias de activismo en derechos humanos. Buenos Aires, P. Editores, Ford
Foundation y Universidad de San Andrés, 2012.
-Chiara BoschieroReátegui Félix, Desaparición forzada y derechos de las víctimas. La respuesta
humanitaria a las demandas de verdad, justicia y reparación en el Perú. Lima,
Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2012
-Claudia Couso-
1
Año 2 - Nº 3
Abril 2013
Presentación del número
La revista Democracia y Derechos se estructura en cinco sesiones que proponen
acercamientos diferentes a la temática propuesta.
Este número está especialmente dedicado al tema de Memoria, Verdad y Justicia. Las
diferentes contribuciones abordan estos tópicos desde una perspectiva regional que
permiten conocer las diferentes experiencias
Así, siguiendo con la estructura de cada una de las entregas, la revista comienza con una
editorial que ofrece un espacio de reflexión sobre los conceptos que se abordan, y la
importancia que estos tienen en algunos contextos de la actualidad.
En el primer artículo de este número, María Sonderéguer recorre el camino de la historia
argentina, y como desde sus inicios se ha reformulado el concepto de ciudadanía. La autora
contempla el imaginario sobre el Estado Nación y sus jerarquías simbólicas, buscando en
ellas la correlación con respecto a la concepción de derechos. Se resalta la ampliación de
los derechos ciudadanos, a partir de los cambios económicos, sociales y políticos de la
primera mitad del siglo XX que dan lugar a los derechos políticos y sociales; y como estos
se ven finalmente restringidos por las intervenciones dictatoriales que se dan en el país.
Silvia Dutrénit Bielous describe en su artículo cual ha sido la contribución de los equipos de
antropología forense en el esclarecimiento de la verdad. Teniendo en cuenta que la
desaparición forzada de personas ha sido uno de los hechos más impactantes y
sistemáticos que han caracterizado a los regímenes autoritarios en América Latina, la labor
de los equipos forenses resulta sustancial. El mencionado trabajo hace un repaso por el rol
de los equipos forenses que han desarrollado sus labores en algunos de los países de la
región y las implicaciones de dichas tareas.
El artículo escrito por Ana María Buriano toma el caso de Uruguay para contarnos acerca
de la ofensiva antipunitivista en América Latina. El trabajo comienza destacando el rol de la
memoria y su importancia en la construcción de la justicia. Sobre los procesos inherentes a
esta última, el artículo destaca su rol en las transiciones, las medidas reparatorias, los
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
inconvenientes a los que se enfrentaron, las sentencias de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. La autora toma el caso Gelman, pero tampoco deja de poner su
atención en los diferentes lineamientos que en materia de derechos humanos han tenido los
diferentes gobiernos uruguayos. También, se analizan algunos aspectos de las consultas
populares que han sido llevadas adelante en ese país. A partir de los diferentes aspectos la
autora concluye sobre los déficits del debate democrático uruguayo en torno a este tema.
Siguen los aportes realizados por los egresados de la Maestría sobre Derechos Humanos y
Democratización para América Latina y que constituyen los “avances de investigación” que
se presentan a continuación.
El trabajo de Luciana Bertoia postula la importancia de los procesos judiciales como bases
para la construcción de una democracia sustentable. En este sentido, polemiza acerca del
rol de las Comisiones de Verdad, considerando que no pueden ser presentadas ni como la
única, ni como la vía más efectiva para tramitar el pasado. Hace un repaso por las diferentes
comisiones que se crearon en el Cono Sur, poniendo mayor énfasis en el caso argentino.
Finalmente, los conceptos de democracia y Memoria, Verdad y Justicia, le permiten
reflexionar sobre la importancia de que estos aspectos sean contemplados de manera
conjunta.
María Luisa Rosal nos pone en antecedentes de cuál es el proceso histórico que antecede y
acompaña a la creación tanto de la Comisión para el Esclarecimiento histórico, como al
Proyecto Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica en Guatemala. Dicha
reconstrucción ha contemplado las referencias bibliográficas pero también ha contado con la
apoyatura de entrevistas a muchos de los principales actores involucrados en tal proceso.
El artículo tiene la virtud de lograr una exposición de las circunstancias históricas que va
acompañada de un relato que reflejan los climas sociales que han acompañado tales
procesos.
Oscar Carbonell Valderrama, presenta un relato que, con pinceladas literarias, contacta
aspectos de la realidad del conflicto armado en Colombia con el pasado de la dictadura en
Argentina.
En la sección “En la práctica” Valeria Barbuto nos habla de la importancia de los sitios de
memoria en la agenda de la democracia. Con especial énfasis en el caso de Argentina, se
refiere a la resignificación que se le ha dado a aquellos lugares en los que el pasado de
horror se hizo particularmente presente. Como se ha dado un nuevo sentido a estos lugares
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
y los contextos y debates políticos que se dieron en torno a ellos son cuestiones que se
explicitan en este trabajo.
En el mismo sentido que el trabajo anterior, Laura Toker se refiere a las políticas que se
dieron en el Mercosur referidas a estos sitios y como las mismas se inscriben en un marco
de iniciativas conjuntas.
Sandra Raggio, cuenta la experiencia que se lleva adelante en las escuelas secundarias de
la provincia de Buenos Aires a través de un programa que propone conectar a los jóvenes
con la historia reciente de la zona en que se hallan ubicados los establecimientos educativos
a los que asisten. Se hace hincapié tanto en las temáticas que aparecen como relevantes,
en el carácter convocante de esta experiencia y en los entusiasmos que genera.
Chiara Boschiero reseña un libro recientemente editado por Víctor Abramovich y Paula
Rodríguez Patrinós en el que se da cuenta de diferentes experiencias que se han dado en
América Latina en post de los derechos humanos.
Finalmente, Claudia Couso realiza la reseña de una publicación que analiza las
desapariciones forzadas en el marco del conflicto peruano.
Revista
de
aparición
bimestral
disponible
en
http://www.unsam.edu.ar/ciep/
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
EDITORIAL
Memoria, Verdad y Justicia es una tríada conceptual que sirve para comprender los desafíos
que se han propuesto los países de Latinoamérica para enfrentar su pasado de dictaduras,
desapariciones y horror.
Es importante, que tanto las víctimas de las violaciones a los derechos humanos y sus
familiares, como la sociedad en general puedan acceder a la verdad. Para lograr el
esclarecimiento de los hechos que dieron lugar a las violaciones a los derechos humanos, y
la identidad de los autores de tales hechos, es necesario contar con la garantía a que todos
los involucrados puedan ser escuchados, lo cual implica la “visibilización” de las víctimas.
Deben existir además, las garantías necesarias para buscar y recibir información. Las
Comisiones investigadoras y las investigaciones judiciales correspondientes han jugado un
papel relevante en este sentido. La verdad no solo se debe limitar al conocimiento de los
hechos ocurridos; saber acerca de los responsables de las violaciones de los derechos
humanos y sus conductas, y aquellos elementos de carácter subjetivo y objetivo que han
facilitado las condiciones y circunstancias que dieron lugar a las situaciones que se quieren
dilucidar, ayudará a la no repetición de situaciones que se han presentado en forma masiva
y sistemática en los países de la región
Es fundamental que los Estados, proporcionen los mecanismos necesarios, para garantizar
la protección de los testigos en los procedimientos penales que buscan el esclarecimiento
de los hechos y la condena de los responsables materiales y/o intelectuales
de los
crímenes cometidos. Además de los mecanismos judiciales específicos, muchos países han
implementado también lo que se han dado en llamar las Comisiones de la Verdad o
Comisiones Investigadoras, las cuales han permitido que se escuchen también las voces de
los testigos o las víctimas de la violencia. Es fundamental, además, la preservación de las
evidencias: archivos y pruebas de las violaciones cometidas contra los derechos humanos
que faciliten el conocimiento de las mismas, y lo preserven en la memoria.
La incorporación de la perspectiva de género a la indagación sobre violaciones masivas y
sistemáticas a los derechos humanos incide tanto en la conceptualización legal de las
conductas como en las políticas de justicia, memoria y reparación. Desde los años noventa,
el enfoque de género en la investigación de violaciones masivas a los derechos humanos
en situaciones de conflicto armado o en procesos represivos internos permitió identificar
una práctica específica de violencia hacia las mujeres, tanto en el caso de las Comisiones
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EDITORIAL
de Verdad y Justicia en América Latina como en los tribunales internacionales ad hoc de
Ruanda y la ex Yugoslavia. El debate jurídico a nivel internacional pudo entonces
caracterizar la violencia sexual en el contexto de prácticas sistemáticas de violencia como
una violación específica de los derechos humanos y en 1998, el Estatuto de la Corte Penal
Internacional la tipificó como crimen de lesa humanidad.
El derecho que tienen todas y cada una de las víctimas a saber la verdad, lleva implícito el
deber del Estado en impartir justicia, lo que implica el esclarecimiento, castigo y reparación
a las violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Una
justicia que resulte ser un mecanismo tanto en contra de la impunidad fáctica como de la
normativa. Es decir, que no solo se debe garantizar el cumplimiento de las leyes, sino que
estas deben estar en consonancia con el pleno goce de los derechos humanos tanto en
tiempos de paz como en el contexto de conflictos armados. Las amnistías e indultos y otro
tipo de medidas legislativas que limiten el accionar de la justicia
no son aplicables a
crímenes contra los derechos humanos o el derecho internacional humanitario. Las
necesidades políticas, la premura por lograr la pacificación social, y la reconciliación de
diferentes sectores, no deben pasar esto por alto la necesidad de justicia. Esta, nace con la
investigación de los hechos
atentatorios contra los derechos humanos, en miras de la
inculpación, detención, procesamiento y en caso de ser reconocidos culpables la condena,
según penas apropiadas. En el inicio de este proceso, los Estados deben de adoptar
aquellas medidas que consideren necesarias para facilitar el acceso de las víctimas a
recursos adecuados y efectivos, tanto para realizar sus denuncias como así también para
lograr la reparación del daño sufrido.
Reconstruir la historia reciente, significó en cada uno de los contextos nacionales empezar
a dar cuenta de relatos no antes escuchados, y dar nombres a realidades sin precedentes.
La memoria colectiva es un terreno controversial y fruto de los tiempos históricos. Así,
durante las transiciones democráticas muchos países latinoamericanos empezaron a
transitar el camino hacia la verdad atravesados aún por el miedo, pero también dando
respuesta a los tiempos políticos que corrían. El rol de las Comisiones de la Verdad fue un
hito fundamental en este proceso y hasta el día de hoy siguen siendo una de los más
importantes registros que existen sobre las violaciones a los derechos humanos. Nos
distancian del olvido y dan cuenta de voces que se enfrentaron a las versiones oficiales de
la historia. Son “memorias”, porque nos hablan de historias y vivencias diferentes sobre
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
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fenómenos sociales que atravesaron la región. Sin embargo, el carácter dialéctico de la
memoria no nos permite pensarla como estática, y las mismas son susceptibles de
redeficiones de acuerdo a los diferentes momentos históricos por los cuáles se atraviesa.
Hay un sentido que esta ha de tener y que supera la mera repetición para convertirse en
una memoria que ayude a pensar situaciones actuales y construir realidades futuras. Estas
construcciones son sociales, y se diferencian de las épocas oscuras del continente en
cuanto dan lugar a una pluralidad de voces que en el pasado no podían ser escuchadas.
Los países de la región se encuentran cada uno en diferentes momentos con respecto a
este tema y aún hoy, tantos años después, siguen apareciendo noticias que hacen
referencia a estos procesos.
Recientemente, en el Uruguay se declaró inconstitucional la ley que anuló la ley de
caducidad. Esto implica, el posible cierre de decenas de causas que habían sido reabiertas
hace poco más de un año cuando el Estado Uruguayo declaró imprescriptibles los delitos de
lesa humanidad. La ley de Caducidad de Pretensión Punitiva del Estado, fue promulgada en
1986 –justo a tiempo para que los militares a los que le llovían las citaciones a tribunales no
se presentaran a declarar- y establecía la caducidad de los delitos cometidos
por
funcionarios militares y policiales anteriores al 1° de marzo de 1985. Su constitucionalidad
fue debatida en diversas ocasiones. Tampoco faltó la consulta popular: por primera vez en la
historia del Uruguay, el 16 de abril de 1989, fue llevada a referéndum una ley nacional; sin
embargo, la mayoría, optó porque la ley siguiera vigente. El aspecto positivo fue el debate
que se originó en torno a ésta. Y a pesar de que el año pasado el Estado asumió su
responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar
cumpliendo con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso
Gelman, la esperanza de lograr mayor justicia se ha visto nuevamente truncada.
Por su parte, en Guatemala, dio comienzo este año el juicio del Estado contra Ríos Montt y
Rodríguez Sánchez. El primero gobernó al país entre marzo de 1982 y agosto de 1983
luego de un golpe militar. La acusación contempla el haber ordenado unas 100 masacres en
las que murieron cerca de dos mil personas y que provocaron el desplazamiento de casi
treinta mil. Tras perder la inmunidad parlamentaria, es nuevamente llevado a juicio, tras dos
intentos infructuosos. José Mauricio Rodríguez Sánchez es quién lo había acompañado en
su gestión como Director de Inteligencia del Estado Mayor presidencial. No es fácil volver a
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EDITORIAL
treinta años atrás y poder encontrar evidencias de las atrocidades que fueron dirigidas –tal
como se ha señalado en el juicio- en su exclusividad contra miembros de la etnia ixil. Sin
embargo, el Tribunal que lleva adelante el caso señala haber encontrado fundamentos
suficientes para dictaminar la realización de este juicio en los que se los acusa de genocidio
y crímenes contra la humanidad.
Un millón de documentos de la dictadura han sido desclasificados muy recientemente en el
Brasil por orden de la presidenta Dilma Rousseff. Aunque en dichos documentos no
aparecen los nombres de los responsables a las violaciones de derechos humanos, sí
figuran las actividades realizadas, los nombres de detenidos desaparecidos, las misiones
cumplidas y acciones emprendidas. Y aunque el camino de la justicia aparece con más
obstáculos desde que hace un año el gobierno federal descartó cualquier discusión sobre la
Ley de Amnistía, también hubo declaraciones por parte del presidente del Supremo Tribunal
de Justicia de Brasil que señalan que dicha iniciativa podría ser cambiada si existiera una
denuncia para ello. Se abre así esperanzas sobre el rol del poder judicial.
En este contexto, existe gran interés en las lecciones aprendidas y los desafíos derivados
del caso argentino cuya evolución se ha dado, por casi tres décadas ya, en forma paralela al
desarrollo de los estándares internacionales en materia de verdad, justicia, reparación y
memoria. En los últimos años además, la Argentina se ha convertido en un actor clave en la
adopción de instrumentos tales como la Convención Internacional para la Protección de
todas las Personas contra la Desaparición Forzada, las Resoluciones del Consejo de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre Genética y Derechos Humanos y
Derecho a la Verdad, y la creación del mandato del Relator Especial para la Promoción de
la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición. Estos objetivos de
política exterior y las políticas de Estado que hoy los acompañan, tienen su origen en la
historia reciente de la Argentina.
Lo que estas situaciones anteriormente descriptas nos demuestran es que los debates no
están saldados en la región. No solo se han de seguir los procesos judiciales, sino que
además estos deben servir para afianzar la institucionalidad vigente.
Consideramos que el reconocimiento de la democracia, la justicia y la libertad como valores
fundamentales constituye la base sobre la cual debe asentarse el futuro de los países, y
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
EDITORIAL
éste debe
estar acompañado
de la profunda comprensión de las reglas de la vida
democrática, de la vigencia de los derechos humanos fundamentales y de los mecanismos
que toca idear e implementar a fin de asegurar su respeto. La historia reciente y los
procesos judiciales para la determinación de la responsabilidad por la perpetración de los
crímenes, nos ofrecen elementos para reconstruir una perspectiva sobre las instituciones y
sobre los desafíos
que nos quedan
por enfrentar para fortalecer la democracia y los
derechos colectivos e individuales de las personas de nuestra región.
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
ARTÍCULOS
“EL DERECHO A TENER DERECHOS” EN LA NACIÓN ARGENTINA1
María Sonderéguer2,
Resumen
El ensayo analiza el camino de institucionalización de derechos y de configuración de una
noción de ciudadanía en Argentina desde la declaración de la independencia hasta nuestros
días, a partir de distintas narrativas que dan cuenta de los itinerarios imaginarios con que los
argentinos construyeron sus representaciones de la nación. Para ello, recorre tanto las
“ficciones fundacionales” de la comunidad imaginada y las luchas políticas y sociales de
demanda de derechos como la formulación de las leyes y las instituciones que los contienen
hasta llegar a nuestra historia reciente. La reflexión sobre el terrorismo de estado, sus
significados políticos y jurídicos, las políticas de memoria y las políticas de justicia en la
actualidad, se articula con una indagación sobre la reinscripción de la idea de sujeto de
derechos -formulada en los textos constitucionales- en la trama de un pacto democrático
fundado en la universalidad de los derechos humanos.
1
(Una versión de este artículo fue publicada en el libro Intérpretes e interpretaciones de la Argentina en el bicentenario, de
Gustavo E. Lugones y Jorge Flores (compiladores), Edición especial Editorial UNQ, ISBN: 978-987-558-199-9, Bernal, 2010).
El ensayo analiza el camino de institucionalización de derechos y de configuración de una noción de ciudadanía en Argentina
desde la declaración de la independencia hasta nuestros días, a partir de distintas narrativas que dan cuenta de los itinerarios
imaginarios con que los argentinos construyeron sus representaciones de la nación. Para ello, recorre tanto las “ficciones
fundacionales” de la comunidad imaginada y las luchas políticas y sociales de demanda de derechos como la formulación de
las leyes y las instituciones que los contienen hasta llegar a nuestra historia reciente. La reflexión sobre el terrorismo de estado,
sus significados políticos y jurídicos, las políticas de memoria y las políticas de justicia en la actualidad, se articula con una
indagación sobre la reinscripción de la idea de sujeto de derechos -formulada en los textos constitucionales- en la trama de un
pacto democrático fundado en la universalidad de los derechos humanos.
2
Es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de posgrado en Estudios de Sociedades
Latinoamericanas en la Universidad de la Sorbona, Paris. Es Profesora Titular e investigadora del Centro de Estudios en
Historia, Cultura y Memoria de la Universidad Nacional de Quilmes y codirectora de la Colección de Derechos Humanos de la
misma Universidad. También es Profesora de la Cátedra Cultura para la Paz y Derechos Humanos que preside Adolfo Pérez
Esquivel en la Universidad de Buenos Aires.
Dirigió el Centro de Derechos Humanos “Emilio Mignone” de la UNQ y hoy es Directora del Observatorio de Memoria, Género y
Derechos Humanos de la Universidad.
Fue co-redactora del Plan Nacional contra la Discriminación de la Argentina y Directora Nacional de Formación en Derechos
Humanos de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. Actualmente es asesora en temas de derechos humanos del
Ministerio de Educación.
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
““El derecho a tener derechos” en la Nación Argentina”
María Sonderéguer
Abstract
The essay analyzes the way of institutionalizing rights and setting up a notion of citizenship
in Argentina since the declaration of independence to the present day, from various
narratives that account for imaginary routes with the Argentines built their representations of
the nation. To do this, runs both "foundational fictions" imagined community and political
struggles and social rights lawsuit as the formulation of laws and institutions that contain up
to our recent history. Reflection on state terrorism, his political and legal meanings, the
politics of memory and justice policies currently articulates with an investigation of the reregistration of the idea-made subject of rights in constitutional texts-in the plot of a
democratic pact based on the universality of human rights.
“Ser argentino”: ficciones fundacionales
¿Quiénes son ciudadanos de la nación argentina? La pregunta recorre la comunidad
debatida e imaginada ya en los inicios de la independencia, en 1810, y configura las
dimensiones de los legítimos “sujetos de derecho” del incipiente Estado nacional. En los
doscientos años transcurridos desde entonces, y en el despliegue normativo e institucional
consolidado en la Constitución Nacional de 1853 hasta nuestros días, la racionalidad política
del Estado Nación con sus diversas estrategias textuales, desplazamientos metafóricos,
subtextos y estrategias retóricas1 dio su forma a una narrativa legal y simbólica estructurada
sobre la base de algunas “ficciones orientadoras”2. Esas ficciones, es decir, esos relatos
fundadores de un imaginario acerca de la nacionalidad, fueron escandiendo las diferentes
circunstancias sociales y políticas, articularon diversos procesos históricos y se postularon, o
se revelaron, como las más productivas para la construcción del “ciudadano argentino”.
Ellas indican proyectos de nación, articulan una percepción de identidad colectiva y destino
común que inciden en la configuración de la democracia, en el concepto de representación
y en el paradigma de ciudadanía, en el “sujeto de derecho”, que fue construyendo su
hegemonía en nuestro país y que continúa debatiéndose hasta nuestros días.
Las naciones modernas se articulan como ficción legal, delimitan fronteras políticoterritoriales, diseñan un modelo de ciudadanía y proponen formas de soberanía e
independencia estatal3. Esas ficciones narrativas son relatos que otorgan a ciertas
comunidades la continuidad de un sujeto y el carácter persuasivo de esos relatos produce
como efecto simbólico que la formación de la nación sea percibida también como la
1
2
Homi Bhabba, comp.Nación y narración, Londres, Routledge, 1990
Véase Shumway, Nicolás, La invención de la Argentina, Buenos Aires, EMECE, 2002
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
““El derecho a tener derechos” en la Nación Argentina”
María Sonderéguer
realización necesaria de un proyecto. Consecuencia de diversas tradiciones y de múltiples
pugnas, “ser argentino” es resultado de una construcción social que se funda en un conjunto
de condiciones materiales e institucionales y en una cierta imagen del bien común y del
modo de alcanzarlo.4 En esa trama, una noción de sujeto de derecho, de derechos, y de
derechos humanos ha ido articulándose en los plexos normativos, la Constitución Nacional –
esa “narrativa maestra de la Nación” 5-, y las prácticas políticas e institucionales.
La primera generación argentina después de 1810, la llamada generación del 37, nombra a
quienes pueden reconocerse como una generación significativa en tanto generación, como
un conjunto de escritores y políticos que en la primera mitad del siglo XIX, intervinieron
activamente en los conflictos sociales y políticos del período y debatieron sobre el programa
necesario para la construcción de la nueva nación. Algunos textos, hoy canónicos, como el
Dogma Socialista de la Asociación de Mayo -publicado por Esteban Echeverría en 1937- y el
relato El Matadero -conocido después de su muerte-; el Fragmento preliminar al Estudio del
derecho - también de 1937- y las Bases y punto de Partida para la Organización Política de
la República Argentina -de 1852- de Juan Bautista Alberdi, y Civilización y Barbarie: vida de
Juan Facundo Quiroga, de Domingo Faustino Sarmiento, de 18456, son, en sus relecturas y
apropiaciones posteriores, algunas de las principales narrativas fundadoras de la tradición
cultural y política argentina.
Esos relatos trazan las figuras de la ciudadanía, los límites imaginarios del Estado Nación y
sus jerarquías simbólicas: inscriben, de ese modo, en el “contrato social” los sujetos
legítimos de la comunidad. Asociación, Progreso, Fraternidad, Igualdad, Libertad, son
algunas de las “palabras simbólicas” de la Asociación de la Joven Generación Argentina (o
Asociación de Mayo) que nucleó a la generación del 37. Si en ellas encontramos el ideario
conceptual heredero de las revoluciones francesa, inglesa y norteamericana que postuló al
sujeto de derechos de la modernidad, también será en las Bases….en donde se formule una
estereotipa racial que establece ya, desde los inicios de nuestra constitución como Nación,
matrices de discriminación para el ejercicio pleno de los derechos de ciudadanía: “Haced
pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas
las transformaciones del mejor sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un
3
Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas, FCE, México, 2007
Nun, José, Democracia. Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos, Buenos Aires, FCE, 2000
5
Segato, Rita, Antropologia y Derechos Humanos. Alteridad y ética en el movimiento de derechos universales, serie
Antropológica nro. 356, Brasilia, 2004
4
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
““El derecho a tener derechos” en la Nación Argentina”
María Sonderéguer
obrero inglés, que trabaja, consume, vive digna y confortablemente”7. Una cartografía
discursiva configura al territorio y a la población como núcleos semánticos que condensan
los “mapas de poder”8 con los que la Argentina fue configurando la forma de su Estado, una
imagen de nación, y las categorías de ciudadano desde mediados del siglo XIX y en buena
parte del siglo XX9. La dicotomía Civilización y Barbarie formulada por Sarmiento en el
Facundo es el enunciado que permitió instrumentar los límites para nombrar a los sujetos
legítimos de nueva república que nacía y, en el combate de la civilización contra la barbarie,
indios, gauchos y mestizos quedarán excluidos de las fronteras de la democracia a construir.
Como resolución a las disputas políticas que confrontaron a unitarios y federales a lo largo
del siglo XIX, el programa formulado por la generación del 37 resume los conflictos en
términos de territorio, de raza y tradición. Se aspiraba a recrear a Europa y Norteamérica en
el Cono Sur y la Constitución Nacional de 1853, cuyo artículo 25 indica “El Gobierno Federal
fomentará la inmigración europea”10 condensa buena parte de esas ficciones fundacionales.
Estado Nación y sujeto de derechos
Con la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, en 1880, se concreta la unificación
política y jurídica y el establecimiento definitivo del Estado nacional. Se abre entonces un
período de consolidación del proceso modernizador político, económico y social, con la
estructuración del Estado, la ocupación total del territorio, el crecimiento a partir de la
inserción en el mercado mundial como país productor de bienes agropecuarios, y la sanción
de las leyes laicas de educación y de registro civil, con la separación de la Iglesia Católica.
1880 indica un corte. Entre 1883 y 1884 se debaten y sancionan las leyes de educación y
de registro civil y el gobierno de Julio Argentino Roca se enfrenta con la Santa Sede y
expulsa al Nuncio papal. La ley de matrimonio civil se sanciona en 1888. Con estas leyes,
el Estado establece su jurisdicción sobre el nacimiento, la educación, el matrimonio y la
6
Otros miembros significativos de la Generación del 37 fueron Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, José Mármol,
Miguel Cané.
7
Juan Bautista Alberdi, Bases y punto de Partida para la Organización Política de la República Argentina, Plus Ultra, Buenos
Aires, 1981
8
Andermann, Jens, Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino, Beatriz Viterbo, Rosario, 2000
9
Véase el excelente trabajo sobre los “cuentos” de educación, de matrimonio, de delito, de la nación, etc. de Josefina Ludmer,
El cuerpo del delito. Un manual, Buenos Aires, Perfil libros, 1999, en donde revisa la tradición narrativa argentina. Y también
David Viñas, Literatura argentina y política, Buenos Aires, Sudamericana, 1999.
10
“Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros
habitantes, que muchos libros de filosofía. Se comprende mal la perfección que no se ve, toca ni palpa. Un hombre laborioso
es el catecismo más edificante.
Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y los
estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres y radiquémoslas aquí”, Juan Bautista Alberdi, op. cit.
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
““El derecho a tener derechos” en la Nación Argentina”
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muerte de todos ciudadanos11. La generación del 80: escritores, políticos, funcionarios del
Estado, se configura como una coalición político cultural del Estado liberal. El proyecto
inmigratorio sostenido por elites progresistas desde la revolución de la independencia se
concreta ampliamente en la segunda mitad del siglo XIX y la población inmigrante se asienta
preferentemente en los grandes centros urbanos del Litoral y, en especial, en Rosario y en
Buenos Aires. La población crece exponencialmente y en relación con la población nativa el
impacto es muy significativo; ese incremento llega a ser percibido como una amenaza a la
unidad nacional.
Entre 1869 y 1895 la población se duplica (pasa de 1.830, 214 habitantes a 3.956,060
habitantes y de ese total más de un millón son extranjeros) y el censo de 1914 acusa una
población de 7.885, 237 personas y la proporción de extranjeros sube al 30%12. La
concentración urbana acentúa este fenómeno en las ciudades. Como resultado del impacto
producido por la inmigración, nacionalizar a la masa de inmigrantes pasa a ser
una
preocupación básica de las clases gobernantes desde fines del siglo XIX hasta las primeras
décadas del XX. Para el nacionalismo liberal “nacionalidad” significa “ciudadanía” 13, es decir,
la nacionalidad –más allá de la “raza”, la cultura o la lengua- debe expresar la voluntad de
participar y formar parte de la nueva entidad política: la nación argentina. Esta concepción
de la nacionalidad sufre los efectos contradictorios del proceso de modernización con la
aparición de otro tipo de nacionalismo, para el cual la identidad nacional se articula con la
“etnia” o “raza”. El nacionalismo étnico propone entonces una narrativa de la nación
organizada por relatos de parentesco y la lógica de los lazos de sangre y elabora una
estrategia discursiva sostenida en diversos mecanismos de asimilación y de expulsión del
“ciudadano argentino”. Algunas leyes de comienzos del siglo XX: la ley de residencia (Ley
4144) sancionada en 1902, que permite expulsar a “todo extranjero cuya conducta pueda
comprometer la seguridad nacional, turbar el orden público o la tranquilidad social”, y la ley
de servicio militar obligatorio de 1901, destinada a alfabetizar a la población masculina,
indican la estrategia asumida por los sectores dirigentes de la Argentina para trazar los
límites del acceso a la ciudadanía nacional.
Al mismo tiempo, el discurso literario se configura como uno de los más influyentes en la
producción de hegemonía, y proyecta modelos de comportamiento, normas para la
11
12
13
Ludmer, Josefina, El cuerpo del delito. Un manual, Buenos Aires, Perfil libros, 1999
Romero, José Luis, Las ideas políticas en Argentina, FCE, México, 1946
Veáse Nouzeilles, Gabriela, Ficciones somáticas, Beatriz Viterbo, Rosario, 2000
14
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invención de la ciudadanía y fronteras simbólicas. Entre leyes y relatos –en los que se
destacan Miguel Cané, Eduardo Wilde, Lucio V, López, Lucio V. Mansilla, Eugenio
Cambaceres, Paul Groussac- se conforma una trama discursiva que establece los sujetos
de derecho legítimos de la nación argentina-. La “educación” y el disciplinamiento de
gauchos, mujeres, obreros y/o inmigrantes se articuló en un sistema interdiscursivo que
configuró el repertorio normativo y cultural con que el que se organizó el Estado nacional en
esos años. Cuando se proponen los primeros pasos de una enseñanza de la literatura en
Argentina, se establece una suerte de acuerdo entre los escritores de la generación del 80 y
los didactas respecto de los textos que ingresarán a las aulas. En cierto sentido, los debates
sobre la identidad nacional en relación con la literatura que alcanzan su punto culminante en
el Centenario, con Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, y se prolongan hasta las vanguardias
del veinte, fueron actos políticos que se hicieron cargo del sentido de la organización
nacional y de las fronteras de construcción de la ciudadanía14.
Pero si la ley de residencia de 1902 indica un quiebre respecto de la Constitución de 1853,
al establecer un límite respecto de los derechos de ciudadanía “para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino”15, la leyes 1420 que dispone la educación
pública, obligatoria y gratuita, la ley de servicio militar obligatorio, que aspira a resolver el
analfabetismo de los jóvenes adultos, y la ley Láinez, de 1905, que crea escuelas nacionales
en todas las provincias con recursos fiscales suficientes, contribuirán a crear las condiciones
para el ejercicio efectivo de los derechos de “libertad, igualdad y fraternidad” previstos en las
Declaraciones de Derechos. Desde fines del siglo XIX, se gesta un movimiento político -en
sus inicios liderado Leandro N. Alem y luego por Hipólito Irigoyen- que reclamará la
universalización del derecho de todos los ciudadanos a elegir a sus gobernantes. Como
resultado de la lucha por el sufragio universal se sanciona la ley electoral de 1912, durante
la presidencia de Roque Sáenz Peña, que establece el sufragio universal masculino y el
voto secreto y obligatorio con representación de mayorías y minorías. La sanción de esta
ley implica, en sus consecuencias, una ampliación efectiva del ejercicio de los derechos y
una profunda transformación y democratización de los procesos políticos.
14
Véase, entre otros, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia, México, CEAL,
1985
15
Véase Viñas, David, Literatura argentina y política, Sudamericana, Buenos Aires, 1996
15
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De los derechos políticos a los derechos sociales
Son numerosos los cambios económicos, sociales y políticos que atraviesa la Argentina en
la primera mitad del siglo XX. Luego de la primera y segunda presidencia de Irigoyen,
interrumpida por el Golpe de Estado de 1930, el país asiste a un proceso de industrialización
creciente y los cambios en la estructura económica modifican la estructura social. Con los
gobiernos conservadores la legislación laboral y social es escasa y la existente, aunque de
cumplimiento obligatorio, en la práctica no llega realmente a imponerse. Entre los años 1943
a 1946 –después del golpe militar de 1943 y con Juan Domingo Perón al frente de la
Secretaría de Trabajo- se registran mejoras en las condiciones laborales y la legislación
social. Pero será a partir de la llegada a la presidencia de Perón en febrero de 1946 y hasta
su derrocamiento en 1955, cuando se producirá un cambio decisivo respecto de la
incidencia de los derechos de los sectores trabajadores en la sociedad argentina16.
El proceso político y social encarnado en el peronismo implicó una redefinición de la noción
de ciudadanía, una ampliación de los derechos políticos a los derechos sociales. Si la
igualdad respecto de los derechos políticos formaba parte de la tradición política respecto de
la ciudadanía y sus derechos y obligaciones desde el primer gobierno de Irigoyen –igualdad
ante la ley, sufragio universal, derechos de asociación- la elaboración discursiva del
peronismo en la década 1946-1955 reinscribe la cuestión de la ciudadanía en una matriz
nueva de carácter social, al reconocer a los trabajadores como fuerza social autónoma.
Esta incidencia puede constatarse al analizar las transformaciones en la relación del
gobierno con el sindicalismo, la afiliación masiva y la ampliación del gremialismo, y el
incremento del número de parlamentarios de procedencia gremial. En la retórica peronista,
ser ciudadano no radica tan sólo en el ejercicio de los derechos individuales: ser ciudadano
argentino consiste en participar y decidir respecto de la vida económica y social de la
nación.
Por cierto, en el marco de este proceso político, social, e institucional, la inclusión en 1949
de los derechos sociales en la Constitución Argentina17 recupera también la influencia del
constitucionalismo social que se inicia con la Constitución de México de 1917 y con la
Constitución de la República de Weimar en Alemania, en 1919. Es entonces el resultado de
la organización de la clase obrera y, en una perspectiva global, está ligada a la emergencia
16
James, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2006
16
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del “Estado de Bienestar” en el siglo XX. El nuevo contrato social que sustenta esta inclusión
es la noción de justicia social, que se postula como una superación de las declaraciones
formales de derechos humanos, al otorgar al Estado un papel activo en la garantía de los
derechos económicos, sociales y culturales. Luego del Golpe de Estado de 1955, que
deroga la reforma constitucional de 1949, los derechos sociales quedarán subsumidos en el
artículo 14bis de la Constitución de 1957.
Pero en la idea contemporánea de ciudadanía, a partir de mediados del siglo XX, impacta
directamente Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. La Declaración,
consecuencia del trauma producido por los consecuencias de la segunda guerra mundial y
los acontecimientos del horror del Holocausto-Shoá18, produce una ruptura en el paradigma
de los derechos humanos, al proponer un sujeto universal de derechos, es decir, un principio
de igualdad y dignidad universal que implica un quiebre respecto del paradigma racista que
aún entonces mantenía su hegemonía. Y también establece una novedad al enunciar las
diferentes categorías de derechos que le corresponden a toda persona por igual, por el solo
hecho de ser persona, sin discriminaciones de ninguna índole –sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición- y sin que estado, grupo o persona alguna pueda
vulnerarlos o suprimirlos. Si bien las categorías de derechos civiles y políticos retoman los
derechos enunciados en las Declaraciones de las revoluciones francesa, inglesa y
norteamericana del siglo XVIII: los derechos a la libertad de palabra, expresión,
pensamiento, asociación, reunión; el derecho a participar en el gobierno de la cosa pública,
de elegir a sus gobernantes y de poder ser elegidos, en tanto derechos que se afirman
frente a cualquier pretensión del Estado de impedirlos, las categorías de los derechos
económicos, sociales y culturales implican una redefinición respecto del papel del Estado.
Estos derechos humanos –a trabajar, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo, a
la protección contra el desempleo, a una remuneración que asegure una existencia
conforme a la dignidad humana, a gozar de protección frente a la enfermedad, la vejez, la
muerte, la invalidez, al descanso y el tiempo libre; al acceso a la educación y a la vida
cultural de la comunidad- ya no sólo protegen a las personas de las intromisiones estatales,
ni las habilitan para intervenir en la política, sino que impone al Estado la responsabilidad y
la obligación de garantizarlos, de dictar las leyes necesarias y proveer los recursos.
17
Véase la Constitución Nacional de 1949, en Sampay, Arturo Enrique, comp., Las Constituciones de la Argentina (1810-1972)
Eudeba, Buenos Aires, 1975
18
Veáse Nun, José, Democracia: gobierno del pueblo o gobiernos de los políticos, FCE, Buenos Aires, 2000
17
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De los años cincuenta a los setenta se rearman tradiciones, se postulan instancias
fundacionales, se instalan sentidos nuevos respecto de qué significa “ser ciudadano
argentino” y cuáles son sus derechos19. Si es posible pensar en una historia social de la
“sensibilidad” respecto del sufrimiento de los otros, y en la incidencia de esa historia en la
formulación de derechos, en esos veinte años se producen las transformaciones que en la
década del setenta delinearán la ruptura que atraviesa el sentido de la vida cotidiana: la
evolución de las ideas del nacionalismo, la constitución de una nueva izquierda
radicalizada, los cambios en la Iglesia Católica luego del Concilio Vaticano II, las pugnas en
el movimiento obrero, la emergencia de una “universidad contestataria”. Los setenta se
inician con una intensa movilización social y política que ya, desde fines de la década
anterior, con las primeras manifestaciones de lucha armada, muestran un cambio de
estrategia, de método y de lenguaje. Pero la dictadura que se inaugura con el golpe de
Estado del 24 de marzo de 1976 produce un corte profundo en la vida política y social,
constituye la experiencia de terrorismo estatal planificado y sistemático más radical de la
historia del país y deja marcas en el cuerpo social que se dejan sentir hasta nuestros días.
Aparición con vida
Ante la prohibición de la actividad política y gremial, buena parte de la resistencia al
terrorismo de Estado se articuló en torno a nuevos actores: los familiares de víctimas, los
abogados, algunos representantes de las iglesias, las incipientes organizaciones de
derechos humanos. Las primeras acciones fueron netamente defensivas: la conformación
de listas de detenidos y desaparecidos, la asistencia jurídica, la denuncia ante instituciones
nacionales y extranjeras. Se reclama por los derechos humanos individuales, se intenta
restituir lazos elementales de solidaridad y superar el silencio, se reivindican valores
universales. A fines de 1976, llega a la Argentina una misión de Amnesty Internacional, que
produce un informe con la primera lista pública de víctimas de desapariciones, publicado en
marzo de 1977. Patricia Derian, Secretaria Adjunta de Asuntos Humanitarios y de Derechos
Humanos de la Secretaría de Estado de los EEUU visita tres veces el país en 1977. En
1979, llega una misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuyo informe,
difundido en abril de 1980, legitima internacionalmente las denuncias de los organismos de
derechos humanos. A fines de 1980, Adolfo Pérez Esquivel recibe el Premio Nobel de la
19
Véase Sonderéguer, María, comp. Crisis: 1973-1976. Del Intelectual comprometido al intelectual revolucionario. Antología,
Editorial UNQ, Buenos Aires, 2008
18
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Paz, que tiene como uno de sus efectos legitimar internamente los reclamos del movimiento
de derechos humanos y darles nuevo impulso.
La consigna “Aparición con vida” resume la demanda cuya respuesta, de haberla, apunta a
evidenciar la lógica represiva: o bien los desaparecidos aparecen, o bien debe saberse
cómo, cuando y por quién fueron asesinados. Finalmente, la denuncia: “Aparición con vida”
y la propuesta: “Juicio y castigo a los culpables”, se instala como ruptura frente al accionar
del Terrorismo de Estado y logra cuestionar la legitimidad del régimen militar al interpelar los
límites de la legalidad que pretendía imponer y la validez del accionar represivo desatado
con el argumento de “la lucha contra la subversión”. Desde el reclamo por el derecho a la
vida se va configurando una idea de sujeto de derecho, un horizonte de ciudadanía. Los
derechos humanos proyectan un significado para la acción política que se asienta en la
noción misma derechos; en ese recorrido, prescriben un sujeto de derechos y son
constitutivos de la política20. En 1982, la invasión militar a las islas Malvinas, el conflicto
bélico con Gran Bretaña y la derrota posterior produce una desarticulación del régimen
militar que intenta entonces negociar algún pacto de salida. Pero la misma estrategia
diseñada por las Fuerzas Armadas21 para ello ratifica la cuestión de los derechos humanos
como un tema central de la agenda de la transición22.
Derechos humanos y democracia
En los inicios de la postdictadura, la demanda por la vida que operó como punto de clivaje
en relación con la denuncia de la represión estatal fue recuperada por el nuevo gobierno
constitucional. Como consecuencia de los años de terror, se produjo una revalorización del
sistema democrático parlamentario sostenida por la necesidad de operar con reglas
compartidas y soluciones conforme a la ley. Dos recursos utilizados durante la campaña
electoral del candidato triunfante en las elecciones de 1983 -Raúl Alfonsín, de la Unión
Cívica Radical- son significativos en este sentido: la adopción de la consigna “Nosotros
20
Inés González Bombal y María Sonderéguer, “Derechos Humanos y Democracia”, en Jelín, Elizabeth, comp. Movimientos
Sociales y Democracia emergente, CEAL, Buenos Aires, 1987
21
En abril de 1983, las Fuerzas Armadas dan a conocer el “Documento Final”, que fija su posición ante las violaciones de
derechos humanos y el “Acta Institucional”, que establece que las operaciones represivas llevadas a cabo por integrantes de
las tres Fuerzas debían considerarse como actos de servicio. Un par de semanas antes de las elecciones, en septiembre, se
sanciona la “Ley de pacificación nacional” (de autoamnistía) que otorga inmunidad a los sospechosos de actos terroristas y a
todos los miembros de las Fuerza por crímenes cometidos entre el 25 de mayo de 1973 y el 17 de junio de 1982. Por último, el
decreto 2726 de 1983, dispone, en los últimos días del gobierno militar la destrucción de los documentos referidos a la
represión.
22
Véase el artículo de Carlos Acuña y Catalina Smulovitz (1995), “Militares en la transición
argentina: del gobierno a la subordinación constitucional”, en AAVV, Juicio, Castigos y memorias,
Nueva Visión, Buenos Aires, 1995.
19
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somos la vida” y la lectura, antes de comenzar todos sus discursos, del preámbulo de la
Constitución Argentina.
Iniciado su gobierno, en diciembre de 1983, Alfonsín propone por una parte, el proyecto de
aprobación del Pacto de San José de Costa Rica o Convención Americana de Derechos
Humanos y por otro, una serie de medidas destinadas a resolver la cuestión de la sanción
jurídica al Terrorismo de Estado: crea por decreto presidencial nro. 187/83 la Comisión
Nacional sobre Desaparición de Personas, conformada por “notables”, en
respuesta al
reclamo de los organismos de derechos humanos, centrado en la creación de una Comisión
Parlamentaria Bicameral que permitiera el debate público y abriera la posibilidad de un juicio
político. La CONADEP, en los hechos, implicó un sustituto a la propuesta de una Comisión
Parlamentaria, pero desarrolló ampliamente sus atribuciones de investigación y elaboró un
informe, llamado “Nunca Más”, que resultó un significativo documento oficial respecto del
sistema represivo. Finalizado su cometido, el presidente Alfonsín creó la Subsecretaría de
Derechos Humanos, dependiente del Ministerio del Interior, adonde fue remitida toda la
documentación recabada por la Comisión investigadora.
Al mismo tiempo, por decretos del PEN 158/83 y 157/83 se decide el sometimiento a juicio
sumario de las tres primeras Juntas Militares que habían gobernado entre 1976 y 1983 –por
crímenes tales como tortura y privación ilegítima de la libertad- y la persecución penal -por
asociación ilícita, atentados contra el orden público y la paz interior- de las cúpulas de las
organizaciones guerrilleras. El 29 de diciembre de 1983, el Congreso aprueba la sanción de
la ley 23.040, que deroga la Ley de Pacificación Nacional (o de autoamnistía). Finalmente,
en febrero de 1984, se sanciona la ley 23.049 de Reforma al Código de Justicia Militar, que
confiere al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas la jurisdicción inicial para el
procesamiento del personal militar aunque establece una instancia de apelación automática
a la Justicia Civil. Cuando el Consejo Supremo se niega a juzgar a sus camaradas y emite
en septiembre de 1984 un documento que legitima su accionar, la Cámara Federal de
Buenos Aires se hace cargo del juzgamiento de las Juntas. El Juicio se inicia en abril de
1985 y finaliza en diciembre. En la sentencia a los comandantes de las tres primeras Juntas
militares queda probado el carácter sistemático de la represión militar23.
23
El Gral. Jorge Rafael Videla y el Almirante Emilio Massera son condenados a prisión perpetua; el Gral. Roberto Viola a 17
años de prisión; el Almte. Armando Labruschini a 8 años, el Brigadier Agosti a 3 años y 9 meses. El Gral. Lepoldo Galtieri, el
20
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El Juicio a las Juntas y el informe de la CONADEP legitimaron los relatos de las víctimas
del terrorismo de Estado: sus testimonios, pautados por el interrogatorio de los jueces eran
prueba de los crímenes cometidos. En ese recorrido, las víctimas se constituían en sujeto de
derechos, se transformaban en “ciudadanos”, y se quebraba un pasado de a-juricidad. La
demanda de justicia ante los crímenes del terrorismo de Estado se resolvía así en términos
de juricidad del orden político general, más que de comprensión del sentido de las acciones
de las víctimas o de las Fuerzas Armadas”24. El paradigma republicano, construido en el
discurso del gobierno de Alfonsín como ficción fundacional, establecía el terreno respecto
del cual se diseñaba una política de la memoria ligada a la construcción del Estado de
Derecho como horizonte contractual, al mismo tiempo que las apelaciones a la “República
perdida” proponían unas “memorias de la política”25 organizadas sobre ese relato fundador.
De ese modo, el derecho restituía a las víctimas su condición de sujetos a costa de su
abstracción como sujetos concretos, situados histórica y existencialmente. Pero las
denominadas leyes de “impunidad”, la ley de Punto Final –ley nro. 23.492, promulgada a
fines de diciembre de 1986, que fijó una fecha tope de sesenta días para el llamado a
prestar declaración indagatoria de los presuntos implicados en violaciones a los derechos
humanos-, la ley Obediencia Debida –ley nro. 23.521, de junio de 1987, que discriminaba
grados de responsabilidad y establecía que no podían ser inculpados quienes habían
cumplido órdenes- y luego los Indultos -en 1989, el presidente Menem indultó a los militares
comprometidos con la represión que habían sido condenados y a los civiles sancionados por
actividades guerrilleras- significaron una ruptura del pacto de credibilidad respecto de los
alcances del nuevo orden republicano.
Políticas de memoria
En los primeros años de la llamada “la transición a la democracia”, el sistema político en
Argentina se sustentó en una revalorización de la idea de un sujeto de derecho que operó
como fundamento de legitimidad y sobre ese horizonte se construyó una suerte de pacto
político cultural entre la dirigencia política y la población que signó las opciones políticas de
los años posteriores26. Pero desde mediados de los noventa, diversos episodios -las
declaraciones de Adolfo Scilingo, un militar “arrepentido”; el nacimiento de HIJOS, una
Almte. Anaya y los Brigadieres Lami Dozo y Graffigna son sobreseídos porque al evidencia en su contra fue considerada
insuficiente e inconclusa.
24
María Sonderéguer, “De eso sí se habla….” revista Puentes nro. 3, de marzo de 2001
25
Véase Nora Rabotnikof, Memoria y política a treinta años del golpe, en Argentina 1976. Estudios en torno al Golpe de
Estado, comps. Clara Lida, Horacio Crespo y Pablo Yankelevich, FCE, Buenos Aires, 2008
26
Oscar Landi e Inés González Bombal (1995), postulan la existencia de un “pacto cultural entre la dirigencia política y la
población en su trabajo “Los derechos en la cultura política”, en AAVV, op.cit..
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organización conformada por hijos de desaparecidos; la autocrítica respecto del papel de las
Fuerzas Armadas durante la dictadura, enunciada por el General Balza, Jefe del Estado
Mayor del Ejército argentino; la proliferación de nuevos testimonios sobre las luchas políticas
de los años setenta; la multitudinaria movilización por el repudio a los 20 años del Golpe en
Plaza de Mayo, en 1996- parecieron indicar una nueva flexión con respecto a los
significados del pasado.
Estas nuevas memorias abrían el debate respecto de los “bienes políticos” en juego en las
disputas de los años setenta y aspiraban a restaurar identidades y tradiciones políticas 27.
Las escenas evocadas postulaban lugares fundacionales, construían mitos de origen,
recreaban diversas narrativas canónicas de la tradición cultural y política argentina.
Configuraban "memorias emblemáticas”28, es decir, operaban como agentes de distribución
de sentidos a fin de permitir la inscripción de las experiencias individuales en un relato
integrador. Por ende, si en toda narrativa la articulación de los acontecimientos tiene que ver
con temas como la ley, la legalidad, la autoridad,29 esos relatos, esos testimonios, intentaban
un legado centrado en los derechos económicos, sociales y culturales, aunque no siempre
fueran nombrados de ese modo. Cifrados en algunas representaciones de la argentinidad,
recuperaban figuras e imágenes históricas y restituían una topografía discursiva: en esos
“lugares de memoria”30 procuraban inscribir deberes y derechos, mandatos y prohibiciones.
Puesto ya en crisis el paradigma neoliberal de los años noventa, las vicisitudes económicas
y políticas y el reclamo por “Que se vayan todos…” de los acontecimientos de últimos días
de diciembre de 2001, cerraba un ciclo al tiempo que ponía en cuestión la matriz
interpretativa respecto de la interpretación del pasado reciente que había sustentado
algunos rasgos de las políticas estatales en relación con la política de derechos humanos
entre 1989 y 2001.
Con todo, en los noventa, la reforma constitucional de 1994 fue una oportunidad para abrir
del debate en relación a la universalidad de los derechos humanos y a partir de su
incorporación en el artículo 75, inciso 22, diez tratados de derechos humanos adquirieron
rango constitucional –“en las condiciones de su vigencia”-: Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; Declaración Universal de Derechos Humanos; Convención
27
María Sonderéguer, Memoria y narrativización de la identidad. Historias de vida del movimiento obrero en los años 70,
CEDHEM-UNQ, 2005
28
Stern, Steve. “De la memoria suelta a la memoria emblemática: hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico (Chile
1973- 1998)” en Memoria para un nuevo siglo. Santiago. LOM. 2000
29
Hayden White, El contenido de la forma. Discurso y representación histórica, Paidós, Madrid, 1992
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Americana sobre Derechos Humanos; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
su Protocolo Facultativo; Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales; Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio;
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
Racial; Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW según su sigla en inglés); Convención contra las Torturas y otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; Convención sobre los Derechos del Niño.
En el año 2000 comienzan a sustanciarse los llamados
Juicios por la Verdad en las
Cámaras Federales de La Plata, Córdoba, Mar del Plata, Bahía Blanca y Rosario. Aunque
estos juicios no pueden establecer responsabilidades penales ni reconocer imputados ni
acusados -quienes declaran sólo lo hacen en calidad de testigos-, implican un avance
significativo al contribuir a establecer lo ocurrido durante el terrorismo de Estado y
proporcionar información a los familiares de las víctimas y al conjunto de la ciudadanía.
Pero la llegada al gobierno de Néstor Kirchner da lugar a una serie de decisiones de política
estatal centradas en distintas medidas de justicia retroactiva e instauración de
conmemoraciones, fechas y lugares.
En ese año 2003, en el mes de agosto, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores
de la Nación anularon las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y el 14 de junio de
2005, la Corte Suprema de Justicia ratificó la inconstitucionalidad de las leyes,
declarándolas "constitucionalmente intolerables", lo que agilizó la reapertura de los juicios a
los responsables del Terrorismo de Estado. El 24 de marzo de 2004 se recuperó el predio
de la ESMA -Escuela Superior de Mecánica de la Armada- como Espacio para la Memoria y
la Defensa de los Derechos Humanos. En su discurso, el presidente Kirchner pidió perdón
en nombre del Estado Nacional, rememorando el gesto de expiación del canciller alemán
Willy Brandt al arrodillarse ante las víctimas en el memorial del Gheto de Varsovia, en 1970.
Ese mismo día, en el acto en el Colegio Militar, hizo descolgar los retratos de Videla y de
Bignone que durante años se habían exhibido en el primer piso del Patio de Honor del
Colegio Militar de la Nación. Un año después, el 24 de marzo fue declarado “Día de la
Memoria la Verdad y la Justicia” y en el año 2006 quedó instituido como feriado nacional.
30
Nora, Pierre, Les lieux de mémoire, Paris, Gallimard, 1992.
23
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Las actuales políticas de memoria estatales se proponen como un lugar de encuentro: entre
el pasado y el presente, aspiran a construir un pacto refundacional respecto del pasado, un
pacto alrededor del “Nunca más” que permita establecer una mínima base de sustentación
de lo colectivo31 . En ese recorrido, en los últimos años también se sancionaron algunas
leyes significativas en relación a los derechos humanos –la ley de migraciones, la ley de
educación nacional, la ley protección integral de niños, niñas y adolescentes, la ley de
protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, la ley
de matrimonio igualitario, entre otras- y se llevaron adelantes iniciativas de política social en
las que el Estado reforzó su responsabilidad de garante de derechos –la universalización de
la jubilación, la asignación universal por hijo-. Con sus límites, es cierto, esas decisiones
escriben un nuevo texto instrumental y simbólico respecto de la necesaria indivisibilidad de
los derechos humanos en la Argentina de nuestros días. Esas políticas, y la trama discursiva
que las sostiene, intentan un lazo entre el lenguaje emancipatorio de los años setenta, las
demandas pendientes luego de los primeros años de la democracia y los reclamos por la
verdad, la memoria y la justicia. Como señala Segato, inscriptos en el contrato ético político
de la edad contemporánea, los derechos humanos “recorren el mundo y se apropian de una
época”32 tanto por el trabajo de su positivización en leyes, en la actuación de las cortes
judiciales y en la renovación de la jurisprudencia, como por los caminos de la memoria y de
la transformación de las sensibilidades.
Palabras Clave:
Key words
Concepto de Ciudadanía
Citizenship concept
Derechos
Right
Argentina
Argentina
31
Kaufman, Alejandro, "Nacidos en la ESMA". Oficios terrestres. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. UNLP,
septiembre de 2004
32
Segato, Rita, Antropologia y Derechos Humanos. Alteridad y ética en el movimiento de derechos universales, serie
Antropológica nro. 356, Brasilia, 2004
24
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
ARTÍCULOS
LOS EQUIPOS DE ANTROPOLOGÍA FORENSE EN AMÉRICA LATINA:
COADYUVANTES EN EL CAMINO DE LA
VERDAD Y LA JUSTICIA1
Silvia Dutrénit Bielous2
Resumen
En América Latina el esclarecimiento acerca del destino de los detenidos desaparecidos
relacionados con la represión y la violencia política de las últimas décadas del siglo XX, ha
sido escasamente dilucidado.
Sin embargo, los equipos de antropología forense son los que mediante un procedimiento
técnico y científico han posibilitado localizar restos, dar pistas sobre estrategias represivas y
sobre todo, han influido para cambiar la narración de lo ocurrido. Las siguientes páginas
llaman la atención sobre ese papel revelador y significativo
Abstract
Forensic Anthropology Teams in Latina America: Assist in the way of truth and justice
In Latin America clarifying the fate of the missing prisoners related to repression and
political violence in the last decades of the twentieth century, has been poorly elucidated.
The main actors in this process are the forensic anthropology teams through a scientific and
technical process that have enabled the localization of remains, give clues about repressive
strategies, and above all have had an influence on changing the narrative of what happened.
The following pages draw attention to this revealing and significant role.
1
El texto se inscribe en un proyecto regional sobre el trabajo de los Equipos de Antropología Forense en América Latina como
otra ruta de acceso al conocimiento de la represión y violencia políticas, aprobado por el CONACYT y que dará inicio en 2013.
Este proyecto dirigido por la autora cuenta con la participación de los doctores Ana Buriano (Instituto Mora, México) Álvaro Rico
(UdelaR, Montevideo), Ricardo Sáenz (USAC, Guatemala), César Tcach (UNC, Córdoba) e Isabel Torres (UdeC, Santiago).
2
Historiadora y doctora en Estudios Latinoamericanos, es uruguaya y reside en México. Profesora-investigadora titular del
Instituto Mora. Pertenece a los Sistemas Nacionales de Investigadores de México y Uruguay y a la Academia Mexicana de
Ciencias. Se especializa en la historia reciente de América Latina (en particular, en las decisiones gubernamentales sobre
violaciones de los derechos humanos en el pasado y migraciones políticas -asilo y exilio), campo sobre el que publica
habitualmente artículos en revistas y libros. En 2010 FLACSO/CLACSO editaron el libro que realizó en coautoría con Gonzalo
Varela: Tramitando el pasado. Violaciones de los derechos humanos y agendas gubernamentales y en 2011 Fin de Siglo y el
Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República (Montevideo) publicaron el libro de autoría: LA EMBAJADA
INDOBLEGABLE. Asilo mexicano en Montevideo durante la dictadura. Mail: [email protected]
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“Los equipos de antropología forense en América Latina”
Silvia Dutrénit Bielous
Introducción:
Las violaciones de derechos humanos con su consecuente saldo de víctimas son
exponentes distintivos de la historia latinoamericana, especialmente, a partir de los años
sesenta del siglo XX. Ello responde a sucesos que tuvieron lugar en contextos nacionales y
regionales en donde se procesaron los conflictos mediante extralimitaciones del poder
estatal.
El ejercicio de la violencia dejó un saldo de muy diferentes delitos entre los que se encuentra
la desaparición sistemática de personas. La demanda por el esclarecimiento de lo
acontecido y por conocer el destino de los desaparecidos se fue desplazando con el tiempo
del ámbito de los familiares de las propias víctimas hasta instalarse en las agendas políticas
nacionales y regionales. No obstante, su intensidad fue variando en los años transcurridos
entre el fin de aquellos regímenes en los que se ejerció la práctica delictiva y el presente.
Sin duda, lo zigzagueante tanto de la fuerza del reclamo como de las políticas
gubernamentales que lo atendían se debe a una correlación compleja de distintos
problemas sociales y políticos.
En todo caso la memoria de aquellos hechos ha marcado el debate cultural y político
reciente en América Latina. La historia de los últimos 30 años tuvo la impronta de esa
demanda de esclarecimiento y de las formas de responder en el terreno del develamiento de
las circunstancias y ubicación precisa de las víctimas.
Los desaparecidos son el legado emblemático que dejó la represión y la violencia políticas
centradas en la eliminación del “enemigo interno” tanto en el contexto de la denominada
“guerra sucia”1, como en el de la lucha contrainsurgente con prácticas de “tierra arrasada”.
La búsqueda de sus cuerpos, mediante un trabajo especializado de antropólogos y
arqueólogos, y los hallazgos alcanzados han producido un antes y un después en el relato
público sobre el pasado delictivo al tiempo que atiende el derecho a la verdad que tienen los
familiares. Esta valoración del trabajo de los antropólogos forenses impone compartir puntos
relevantes de cómo estos actores han surgido, ejemplarizándolos en algunos países, y qué
repercusión tienen en las sociedades afectadas.
El camino zigzagueannte de revisión del pasado
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“Los equipos de antropología forense en América Latina”
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Los distintos gobiernos han ido modificando su discurso respecto al pasado, procesando
con serpenteos la imperiosa obligación de esclarecer los hechos como de fincar
responsabilidades en el ámbito de la justicia. Las formas de encaminar las transiciones,
desde realidades políticas adversas a la protección de los derechos humanos, se han
entretejido sistemáticamente con los equilibrios políticos entre los que “ayer” delinquieron y
los que “hoy” gobiernan y no en menos casos, entre los que “ayer” delinquieron y “hoy”
mantienen cotos de poder en la esfera pública. Estos distintos presentes mediados por la
fuerza de los movimientos sociales, el papel de los partidos y los poderes constituidos, así
como el ímpetu de los pronunciamientos realizados por los organismos regionales y
multinacionales contra los Estados que no han resuelto el esclarecimiento del pasado2,
desembocaron en un desigual proceso, aunque intermitente, de ejecución de acciones
gubernamentales -que incluyen al poder judicial, tendientes a revertir la situación.3
Con intensidad y alcance diverso en la región se han constituido comisiones genéricamente
denominadas de la verdad. Su momento inaugural se dio en Argentina con la Comisión
Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP, 1984) y sucesivamente se han
formado en otros países como Guatemala con la Comisión para el Esclarecimiento Histórico
(CEH,1999).4 Sus resultados simbolizan un reconocimiento oficial y público de la
responsabilidad que le cupo al respectivo Estado en los hechos atentatorios contra los
derechos humanos. Representan a la vez, primeros relatos en que se ordena cierta
información no sólo sobre los delitos en sí, sino sobre la suerte corrida por las víctimas. Lo
mismo aún cuando ha sido muy discutido, lo constituye el informe final de la Fiscalía
Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado en México (FEMOSPP, 2006).5
La información reunida ha servido según los casos para continuar rastreando o abrir
encausamientos judiciales.
Otras tantas decisiones tomadas con posterioridad respondieron a zigzagueos para frenar la
revisión o avanzar en el esclarecimiento. Una observación muy rápida indica que ante los
primeros avances en la búsqueda de la verdad siguieron leyes que impidieron avanzar como
1
El entrecomillado refiere a una caracterización en debate por la connotación que tiene el sentido de guerra.
La referencia es en particular a las decisiones de inconstitucionalidad de las leyes que impiden investigar los delitos así como
a las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) en contra de los Estados que no han cumplido con
el esclarecimiento de los hechos y menos aún con fincar justicia en el caso de los responsables. Algunos ejemplos de las
sentencias son: Rosendo Radilla, México (2009), Gomes Lund (Guerrilha de Araguaia), Brasil (2010) y Gelman, Uruguay
(2011).
3
Un estudio desde diversas miradas sobre estos procesos se puede encontrar en los trabajos de Barahona de Brito y Aguilar
Fernández, eds. (2002); Dutrénit Bielous y Varela Petito (2010), Pérotin-Dumon , Roniger y Sznajder (1999), Sikkink (2008),
Stabili, coord. (2007) y Zalaquett (1998).
4
Desde la creación de la CEH al presente se han formado otras comisiones como la de Perú, Paraguay, Honduras y Brasil.
5
Véanse por ejemplo los informes: CEH (1999), Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (CNVR, 1991), CONADEP
(1984), Comisión para la Paz (2003) y FEMOSPP (2006).
2
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por ejemplo, en Uruguay, la de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, promovida
por el Poder Ejecutivo y reforzada por un acuerdo interpartidario, mediante la que el Estado
renunció expresamente a su capacidad legal de aclarar y eventualmente castigar
responsabilidades delictivas del personal militar y policial.6 Y casi en forma simultánea las
leyes argentinas de Punto Final y Obediencia Debida que luego remataron con los indultos
otorgados a los condenados por el presidente Carlos Saúl Menem (1989-1999). Con el
tiempo distintas rutas nacionales e internacionales contribuyeron a revertir las condiciones
de impunidad vigentes.7 Por ejemplo, declaraciones de inconstitucionalidad de leyes y
consecuentes recursos judiciales posibilitaron llevar a tribunales y condenar en su caso a los
responsables de los delitos; impulso a instancias de entendimiento como la Mesa de Diálogo
en Chile (1999), juicios orales como en Argentina, ley de Pretensión Punitiva del Estado en
Uruguay (2011) y distintas leyes reparatorias simbólicas y económicas abonan en el mismo
sentido.
No obstante la tramitación que se ha ido dando, el debate persiste porque todavía es
insuficiente lo logrado en cuanto a verdad y justicia y porque quienes fueron afectados por
las decisiones tomadas buscan frenar y hasta revertir los hechos judiciales. La insistencia en
el reclamo se mantiene viva tanto en América Latina como en otras regiones del mundo.
Pero también y esto es fundamental en cuanto al derecho a la verdad, permanencen sin
determinar las circunstancias de la inmensa mayoría de los desaparecidos y el destino de
sus restos aún constituyen un debe para sus familiares, al mismo tiempo que, para
completar el relato social de lo sucedido.
En este sentido, las organizaciones de familiares cuya repercusión sin duda se aprecia
diferente según cada experiencia nacional han logrado determinar pistas de algunos
itinerarios de desaparecidos pero también han alcanzado el develamiento de otros tantos
casos. Sus reclamos a la vez que sus exitosos resultados en las investigaciones permitieron
remover y vulnerar las estructuras de la impunidad preservadas durante años. No ha sido un
camino sencillo. Estas organizaciones se toparon con muchos frenos pero, andando el
tiempo, su demanda adquirió no solo repercusión nacional sino también internacional. En un
contexto de creciente defensa del derecho a la verdad en el marco normativo de derechos
humanos y de cuestionamiento de los delitos de lesa humanidad hay un más intenso
6
Un análisis de esta ley y de las dos instancias de democracia directa mediante las que fue ratifica se puede consultar en
Buriano Castro (2011).
7
Las sentencias de la CoIDH han contribuido en ese sentido aunque su cumplimiento tiene considerables limitantes. Véase
para el caso Gelman vs Uruguay y Radilla vs México el texto de Dutrénit Bielous (2012).
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rechazo al sostenimiento de las estructuras que impiden conocer lo sucedido y hallar sus
restos.
Ahora bien, para esclarecer la situación de los desaparecidos así como algunas formas de la
práctica represiva, se ha requerido de varias estrategias. Una de ellas fue ubicar la
documentación escrita y oral, sin embargo, esto no sirvió para encontrar datos concretos
que permitan llegar a la ubicación de los desaparecidos como a las condiciones que
produjeron su desaparición. Otra estrategia fue la de recurrir a los archivos tanto de
inteligencia militar y policial como diplomáticos cuya apertura fue tardía. También se ha
intentado, con suerte diversa y por distintos motivos, romper el silenciamiento de posibles
responsables o cómplices de los delitos. Incluso, se han buscado formas de cuestionar y
contener la contrainformación que sigue siendo una herramienta importante para impedir el
conocimiento de lo sucedido. Es así que:
La necesidad de conocer la verdad, de lograr justicia y reparación para las víctimas
(entendidas no solo como aquellos que han sido asesinados o desaparecidos sino también
sus familiares y allegados a quienes la violencia también ha afectado directamente) y la
sociedad en general, lleva a la búsqueda de herramientas científicas que contribuyen con
sus métodos a la consecución de esos elementos de reparación. Una de esas herramientas
la constituye la Antropología Forense, que por medio de la aplicación de la antropología
social, la arqueología y la antropología física, aporta elementos para entender, esclarecer y
reparar hechos de violencia en donde la principal fuente de información son en ocasiones
los restos óseos de las víctimas de acciones violentas.8
Es así que la indagación implica incorporar nuevas herramientas, otros métodos científicos y
un “abanico“ disciplinario y profesional más amplio.
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El camino del pico, la pala y el microscopio.
En este proceso mutifacético de pesquisa se conforman los Equipos de Antropología
Forense (EAF) vinculados con los procesos políticos de esclarecimiento de violaciones de
derechos humanos y acción de la justicia, y en especial, a la ubicación de los restos de
desaparecidos. Vale decir que no siempre fueron creados en estos contextos; en Chile, por
ejemplo, su existencia es anterior y su trabajo tuvo otros fines a partir del golpe de Estado
de 1973, como se verá más adelante. Sin embargo, sus expertos asumen en el presente
una labor específica relacionada con el develamiento de aquellos sucesos de la historia
reciente.9
La aparición de los EAF tiene que ver pues, con la exigencia de incorporar conocimiento,
destrezas y herramientas adecuadas y evitar exhumaciones con un carácter poco
profesional o dicho de otra forma, no científico. Uso de palas mecánicas por ejemplo que
pueden dañar o destruir evidencias, intervención de peritos que pertenecen a la policía o al
sistema judicial, en definitiva, un conjunto de elementos que interfieren tanto con la
posibilidad del logro de hallazgos o evidencias, o que incluso promueve la existencia de
conflictos de interés del personal involucrado.10 Esta situación se ha repetido en varios
países. Por ello se afirma entre otros asuntos que: “Existen demasiados ejemplos de mala
aplicación, recolección de información y mal entendimiento al momento de presentar
resultados a la opinión pública”.11
La creación de los equipos tiene un momento fundacional y emblemático que es cuando se
constituye el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Dicho momento está
estrechamente relacionado con la solicitud de apoyo, por parte de CONADEP y las Abuelas
de Plaza de Mayo, a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS,
8
Casallas y Padilla Piedrahita (2004), p. 296.
En la actualidad realizan otro tipo de acciones: “El cuerpo de Tohá [José Tohá fue ministro de Defensa del gobierno de
Salvador Allende] fue exhumado el 10 de diciembre de 2010 por requerimiento del ministro de la Corte de Apelaciones de
Santiago, Jorge Zepeda, con el fin de practicar pericias forenses para determinar la causa de muerte, comprobar la existencia
de señales o rastros de lesiones, si eran resultado de algún acto producido por terceros, y si se habría podido impedir su
fallecimiento mediante socorros oportunos y eficaces… En febrero de 2011 se entregaron a los tribunales de justicia los
informes periciales que daban cuenta, entre otros aspectos de que ‘a forma de la muerte puede ser calificada como una muerte
violenta compatible con el tipo homicida..’. José Tohá fue detenido el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda y
trasladado a la Escuela Militar donde estuvo algunos días hasta ser enviado a isla Dawson, donde fue sometido a malos tratos
y apremios ilegítimos. Debido a su delicado estado de salud, estuvo internado en diferentes centros hospitalarios castrenses,
falleciendo el 15 de marzo de 1974 en el Hospital Militar de Santiago”. Servicio Médico Forense (2012)
10
México es uno de los países en que se advierte esa preocupación lo mismo que en la debilidad de EAF independientes. “La
Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) iniciará en breve exhumaciones en Guerrero en
busca de restos desaparecidos de la guerra sucia. En esta ocasión participará un grupo independiente de expertos…
‘La Fiscalía aceptó el convenio porque sabe que la participación de peritos independientes le dará credibilidad a las
investigaciones y porque nosotros no vamos a aceptar que la Procuraduría General de la República haga las identificaciones
de restos humanos sin conocimiento de los familiares’, manifestó”. González (2004)
11
Reyes-López, Federico (2004)
9
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“Los equipos de antropología forense en América Latina”
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Washington, DC). El nombre del Dr. Clyde Snow, uno de los expertos más destacados en
antropología forense, está íntimamente ligado a la experiencia fundacional y por la
trascendencia que tuvo, a la de América Latina:
Entre 1984 y 1989 Clyde Snow pasó más de veinte meses en la Argentina, y en cada uno de
sus viajes los estudiantes [argentinos que logró atraer] lo acompañaron a hacer
exhumaciones, internándose de a poco en las aguas de esa profesión que no tenía -en el
país- antecedentes ni prestigio.
-Nadie entendía lo que hacíamos. ¿Sepultureros especializados, médicos forenses?diría Mercedes Doretti desde Nueva York-. La academia nos miraba de reojo porque
decían que no era un trabajo científico.
Con poco más de veinte años, empleados mal pagos de empleos absurdos, estudiantes de
una carrera que no los preparaba para un destino que de todos modos no podían
sospechar, pasaban los fines de semana en cementerios de suburbio, cavando en la boca
todavía fresca de las tumbas jóvenes bajo la mirada de los familiares.
-La relación con los familiares de los desaparecidos la tuvimos desde el principio –diría Luis
Fondebrider-. Teníamos la edad que tenían sus hijos en el momento de desaparecer y nos
tenían un cariño muy especial. Y estaba el hecho de que nosotros tocábamos a sus
muertos. Tocar los muertos crea una relación especial con la gente.12
La creación como EAAF es de 1987 en la que se establece como organización no
gubernamental de carácter científico cuyo objetivo es aplicar la antropología forense a los
casos de violencia de Estado y delitos de lesa humanidad. Su fin es entonces la
recuperación de los cuerpos o sus restos, restituir su identidad y entregarlos a los familiares.
Pero sin duda su objetivo abona a lo dicho por Snow, en cuanto a que sus resultados
“impedirán a futuros revisionistas negar lo que realmente pasó. Cada vez que recuperamos
un esqueleto de una persona joven con un orificio de bala en la nuca, se hace más difícil
venir con argumentos.”13
12
13
Guerriero (2010), p. 3.
Ibid., p. 4.
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Esta creación constituye sin duda el momento disparador de lo que en adelante se irá
convirtiendo en la creación de otros equipos nacionales, con el apoyo en algunos contextos
de la AAAS y con la reiterada asistencia del EAAF. En Argentina comenzaron a trabajar en
un cementerio en el norte de la provincia de Buenos Aires, desplazando a sepultureros que
con palas mecánicas y sin oficio destruían evidencias. “Hasta el momento, llevan realizadas
más de mil exhumaciones, determinaron 446 identidades y restituyeron a sus padres los
cuerpos de 247 personas que, así, dejaron de ser desaparecidas”.14
La evolución del EAAF contribuyó a una nueva posición de la antropología forense como
práctica científica indispensable para la documentación de las violaciones de los derechos
humanos producidas por la represión y la violencia políticas. Muy rápido fue su desarrollo y
repercusión regional e internacional. Desde los ochenta han sido convocados a distintos
países de América Latina y en la década siguiente comienzan a colaborar en Asia y Europa.
Desde entonces y a un cuarto de siglo de su fundación se advierte que sus logros muestran
una incidencia no solo real sino también simbólica para documentar los delitos. Ello tanto
porque ha suministrado evidencias útiles en procesos penales, Comisiones Especiales de
Investigación y Tribunales Internacionales correspondientes, como en la promoción de redes
internacionales que multiplican su trabajo en el esclarecimiento de esas violaciones, aunque
no de manera exclusiva en casos de represión y violencia políticas. Esto último ha sucedido
en México porque no sólo integrantes del EAAF han sido requeridos en cierto momento para
la búsqueda de los restos de Rosendo Radilla, desaparecido en los años setenta, sino que
también han llegado para dilucidar desapariciones recientes de personas en Ciudad Juárez
y Chihuahua.15
Con el tiempo se van formando en diferentes países otros grupos establecidos como ONG
similar al EAAF, tal como la Fundación de antropología Forense de Guatemala (FAFG) o el
Grupo de Investigaciones de Arqueología Forense de Uruguay (GIAF)16 e, inclusive, desde
2003 se identifican redes o asociaciones de los equipos latinoamericanos como la
Asociación Latinoamericana de Antropología Forense (ALAF).17
14
La Nación (2011).
Las solicitudes han provenido de instancias gubernamentales y no gubernamentales.
16
Dependiente de la universidad
17
“En el 2002 creamos la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense (ALAF), y esta entidad la creamos entre los
argentinos, peruanos, colombianos y nosotros, también un venezolano. Este año nos toca volver a tener el congreso aquí en
Guatemala, la última semana de octubre. Tenemos un Congreso anual, donde es un intercambio de experiencias, pero también
de investigaciones. Una parte muy académica de sistemas de investigación y de intercambio”. Suasnavar (2012). Véase
http://alafforense.org/
15
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Sin embargo, no todos han sido equipos creados en estas coyunturas. En Chile lo que se
conoce genéricamente como equipo de antropología forense es parte del Servicio Médico
Legal (SML), y su dependencia del Estado data de mucho tiempo. Se recuerda su actuación
durante la coyuntura del golpe de 1973 cuando recibía los decenas y cientos de cuerpos de
ejecutados. En ese entonces, los servicios estatales vieron modificados en forma radical los
procedimientos de la investigación por muertes violentas. En la investigación de algunos
episodios se ha dado a conocer que el SML junto al Servicio de Registro Civil e
Identificación, el Cementerio General de Santiago y las fiscalías militares, habían constituido
un “verdadero circuito burocrático de la muerte”. Tal como afirman Dinges y Bonnefoy, en
ese clima de represión, fuerte control autoritario y miedo generalizado, algunos de los
funcionarios adulteraron la realidad de los crímenes además de falsear muchas veces la
identidad de las víctimas.18 En tal sentido, se recuerda el caso emblemático de Lonquén en
1978 en el que estuvieron involucradas algunas de estas dependencias. El caso refiere a los
restos de 15 hombres que fueron encontrados en el horno de Lonquén (isla de Maipo) y que
habían desaparecido en 1973. Dos años más tarde, mientras sesionaba la Tercera Comisión
de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el delegado de Chile declaró que "muchos
de los presuntos desaparecidos no tienen existencia legal". El descubrimiento de los restos
en 1978, en lo que se describe como “Trozos de cráneos amarillentos, con huellas de cuero
cabelludo; pelos sueltos, negros; ropas desgarradas en las que se reconoce un blue jeans,
un chaleco de hombre…”, impugnó esa declaración y conmovió a los familiares y a sectores
de la sociedad. Por esa razón el régimen procuró borrar las huellas.19 Esta postura se
reforzó, se hizo todavía más drástica con la operación “Retiro de televisores”. Dada la
experiencia visible de Lonquén, había que redoblar esfuerzos para desaparecer
definitivamente a los ya desaparecidos. De ahí el mensaje encriptado de Pinochet dando la
orden de exhumar y remover restos ubicados en diferentes sitios para hacerlos desaparecer
definitivamente con su lanzamiento al mar.20
18
Apoyado en Dinges y Bonnefoy (2012), p. 2.
“Una vez terminada la investigación, los familiares de los quince pidieron que se les entregaran los
cuerpos para sepultarlos. Sin embargo, aunque el Fiscal Militar Gonzalo Salazar ordenó entregar los
restos de las víctimas a sus familias, los restos fueron sacados esa noche del Instituto Médico Legal
en forma subrepticia y fueron enterrados en una fosa común con el fin de evitar cualquier tipo de
demostración contra un régimen que en repetidas ocasiones había declarado que los detenidos desaparecidos eran un invento de la izquierda… Lonquén, sin embargo, comprobó que al contrario de
lo que decían las altas cúpulas del régimen, los detenidos desaparecidos no solamente tenían
nombre y apellido, pero en este caso habían muerto bajo circunstancias extrañas y sus cuerpos
habían sido ocultados”. El caso de Lonquén” en Memoria Viva tomado de
http://www.derechoschile.com
19
20
Oliva García (2004).
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Al llegar Patricio Aylwin en 1990 a la presidencia se comienzan a gestionar políticas para el
esclarecimiento y la reparación. Así toma fuerza la localización de los detenidos
desaparecidos, tarea que continúa hasta el presente así como la identificación de los restos
humanos. Para esta labor se mantiene el SML en una situación visiblemente distinta. Vale
aclarar, que los resultados de su trabajo han tenido diversas repercusiones como cuando se
evidenciaron sus limitaciones técnicas y científicas: en el 2006, se confirmaron las graves
fallas en la identificación de unos cuerpos exhumados por el mismo SML en 1991. Esto
implicó que restos que restos que erróneamente habían sido identificados por algunas
familias, fueran
finalmente recibidos por sus familiares legítimos.21 No obstante este
episodio, se han ido afinando científicamente los procedimientos cuyos resultados permiten
tanto la localización como la identificación de los restos y proporcionar elementos que
ilustren sobre las prácticas represivas. El año 2012 exhibió estos avances; asimismo se
advierte cierto cambio en la relación de confianza entre los familiares y el SML.22
Esto último se da en contextos muy complejos, tensos y de emociones encontradas al
contener episodios de identificación de restos, entrega de los mismos a sus familiares o
exhumación para determinar cómo fueron las posibles circunstancias de la muerte. Así lo
expresan integrantes del EAAF:
‘Para los familiares es, por un lado, un momento muy terrible, porque tienen la certeza de
que esa persona fue asesinada. Pero, por el otro, sienten cierta paz después de tantos años
de incertidumbre. Ahora saben qué pasó, dónde estuvieron, tienen los restos, pueden
enterrarlos, tener una sepultura y visitarlos, además de reinsertar en la sociedad a ese ser
querido que había perdido su identidad’, expresa [Luis] Fondebrider.
‘Son momentos muy difíciles, de una carga emocional muy fuerte. Pero sabemos que es
algo importante para las familias, que influye en su proceso de duelo. En general los
familiares se muestran muy agradecidos con nosotros y eso nos da aliento para seguir. Más
allá de que somos peritos ante la Justicia, son momentos en los que uno entiende por qué
está haciendo esto’, agrega [Silvana]Turner.23
Estos momentos de emoción no han sido ajenos al Uruguay aunque la localización de los
restos es todavía muy pequeña en proporción al número de desaparecidos. El grupo de
21
22
23
Centro de Estudios Miguel Enríquez-ArchivoChile (2006).
Confróntese La Nación (2012) y véase nota 11.
La Nación (2011).
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expertos que lleva adelante, el GIAF, está integrado por universitarios que trabajan en el
Departamento de Arqueología de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la
República (UdelaR). Su creación en 2005 está directamente relacionada con el cambio de la
política de Estado sobre la revisión del pasado. Es decir, desde el momento en que se
decide oficialmente comenzar la búsqueda de los detenidos desaparecidos y se establece
mediante un acuerdo con la Presidencia de la República.
Sin duda se trata de una conformación tardía respecto a la recuperación democrática de
1985; ello se debió al impedimento legal instaurado en diciembre de 1986 mediante la ley de
Caducidad. Una serie de episodios se suceden entre aquel año y 2005 por los cuales se dio
por cumplido el mandato del art. 4to.24 sin resultado alguno. Se plantea un nuevo intento de
hacerlo que comienza con un procedimiento más comprometido en tanto busca desentrañar
cómo fueron los hechos y ubicar a las víctimas además de investigar sobre el periodo
denominado oficialmente como “terrorismo de Estado”. El propósito fue también el de armar
un relato documentado sobre ese periodo.25
El GIAF inició entonces su labor aun cuando el zigzagueo oficial no ha estado ausente y no
ha favorecido el trabajo continuo. Además a esta situación se suma la dificultad que supone
buscar a los desaparecidos cuando se encuentran indicios de lo que más de un militar ha
dicho: la existencia de la “Operación zanahoria”. Esta operación al igual que la de “Retiro de
televisores” habría significado la exhumación de los cuerpos de los detenidos desaparecidos
casi sobre el final de la dictadura, su cremación y, posteriormente, la desaparición de las
cenizas al ser tiradas al Río de la Plata.
Sin embargo y pese a los datos, contenidos en un informe militar entregado al presidente
Tabaré Vázquez, que son novedosos al tiempo que engañosos, el trabajo del GIAF avanzó
esclareciendo algunos casos. Las excavaciones llevadas a cabo posibilitaron, a finales de
2005, ubicar los primeros restos y meses después se encontraron otros.26 En esta
24
“Sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos precedentes, el Juez de la causa remitirá al Poder Ejecutivo testimonio de las
denuncias presentadas […] relativas a personas presuntamente detenidas en operaciones militares o policiales y
desaparecidas, así como de menores presuntamente secuestrados en similares condiciones”. “El Poder Ejecutivo dispondrá de
inmediato las investigaciones destinadas al esclarecimiento de estos hechos.” República Oriental del Uruguay/Poder
Legislativo (1986).
25
Ese relato quedó plasmado en Presidencia de la República (2007).
26
“Chávez Sosa, sindicalista y militante comunista, había sido secuestrado y torturado durante la dictadura uruguaya (19731985). La Fuerza Aérea Uruguaya entregó un informe al presidente Tabaré Vázquez, en él reconocía la muerte por torturas del
desaparecido e informó que había sido enterrado en una chacra de Pando”. Clarín.com (2006). “Fernando Miranda era militante
del Partido Comunista y profesor titular de Derecho Civil de la Universidad de la República… El hallazgo y confirmación de la
identidad implantó un signo de interrogación acerca de la veracidad de los informes entregados por militares a la Comisión para
la Paz y por el comandante en jefe del Ejército al presidente Tabaré Vázquez. En el primer caso, los datos aportados por
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búsqueda, que pone en evidencia los claroscuros de la política oficial mediada por distintas
presiones militares y civiles, se encontraron restos de otro desaparecido en diciembre de
201127 y uno más en marzo de 2012.28 En el último bimestre de 2012 se obtuvo nueva
información sobre la posibilidad de hallar más restos, lo que determinó la reactivación de las
excavaciones.29
Una parte del delito es el ocultamiento y el ejercicio de la arqueología es enunciarlo como
una hipótesis. La Llamada ‘operación Zanahoria’ fue parte del ocultamiento… La Comisión
para la Paz… en su Informe Final del año 2003, comunicó que los restos de los detenidos
desaparecidos, muertos a partir de 1973, fueron exhumados a fines de 1984 , incinerados y
arrojados a Río de la Plata. Las investigaciones realizadas por el GIAF a partir de 2005,
demostraron que no en todos los casos este procedimiento tuvo efecto.30
Sin duda es posible afirmar que el trabajo del GIAF también constituye un antes y un
después en la historia reciente uruguaya, no tanto por el número de hallazgos sino por la
comprobación material, a partir de los cuatro restos humanos encontrados, de que hubo
desaparecidos producto de la represión, que ésta se potencia con las huellas de tortura
determinadas y con la ejecución de las víctimas identificadas por los expertos.
En Guatemala la historia reciente registra desapariciones forzadas masivas, sucedidas
durante el prolongado conflicto y como consecuencia de una práctica represiva cuya
responsabilidad recae en el ámbito estatal, ya sea en forma diecta por parte de su personal
o por grupos que operaron bajo su complicidad. El conflicto en este país se inició en los
años sesenta y se extendió por más de 3 décadas; cubriendo toda su geografía. En especial
entre 1981 y 1983 el ejército guatemalteco desata una estrategia contrainsurgente que deja
como resultado más de 600 masacres. Esta práctica delictiva constituye parte esencial de lo
que ha sido caracterizado como el genocidio contra los pueblos indígenas.
militares señalaron que los restos de Fernando Miranda fueron inhumados en el Batallón Nº 14, exhumados, incinerados y
arrojados al Río de la Plata en 1984. En el segundo caso, el informe del Ejército señaló que los restos fueron inhumados en el
Batallón Nº 14, exhumados, cremados y esparcidos en la zona”. La República en la Red (2006).
27
En su informe determinó que el maestro Julio Castro, detenido en 1976, había muerto en la tortura. El hallazgo de sus restos
dan prueba de ello pero también de que fue ejecutado. La Comisión también concluyó que su cuerpo, como el de otros
detenidos, había sido exhumado, incinerado y arrojado al Río de la Plata como parte de la “Operación Zanahoria”. Lo dicho
sobre Castro fue ratificado en un informe de las Fuerzas Armadas en 2005. Confróntese El Observador.com (2011).
28
Detenido el 15 de enero de 1978 “… Según la Comisión para la Paz murió el 3 de febrero, como consecuencia de las
torturas”. El Observador. com (2012).
29
LaRed21 (2012).
36
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En el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) se asienta que “… el
Ejército identificó a grupos del pueblo maya como el enemigo interno, porque consideraba
que constituían o podían constituir la base de apoyo de la guerrilla, en cuanto sustento
material, cantera de reclutamiento y lugar para esconder sus filas”.31 Esta situación hace que
no resulte extraño por ejemplo que “De 29 instalaciones militares investigadas por la FAFG,
se han encontrado restos humanos en 25”.32
La magnitud de lo acontecido despertó numerosas demandas por ubicar a los
desaparecidos, lo que impuso una búsqueda en los años del conflicto a cargo de personal
no especializado. Fue en los años noventa cuando comenzó el trabajo de antropólogos, aún
antes de que se concretaran los Acuerdos de Paz. Este trabajo pionero fue realizado
conjuntamente por el antropólogo Clyde Snow, los expertos del EAAF y de Guatemala.
“Tres objetivos movían a estos investigadores: recabar elementos de prueba que permitieran
la persecución penal de los responsables del genocidio y las desapariciones forzadas.
Intentar descubrir el destino final de los desaparecidos, devolviendo así su identidad a miles
de osamentas. Y finalmente, contribuir a la construcción de la memoria histórica de un país
tentado por la amnesia y la negación”.33
El grupo de expertos guatemaltecos se constituyó como Equipo de Antropología Forense de
Guatemala en 1992 (EAFG) y posteriormente, en 1997, se transformó en la Fundación de
Antropología Forense de Guatemala. Los obstáculos no son pocos dado el alcance de la
tragedia humana, la diversidad de formas en que se ejecutaron los delitos, la variedad de las
formas de desaparición e inhumación (militar, paramilitar y civil) y la extensión de los hechos
en un territorio afectado totalmente.
“Cuando iniciamos a hacer exhumaciones en Guatemala, estaba aún vigente el Código
Procesal Penal anterior, y la única figura que existía dentro de esto era la del médico
forense. Entonces, los antropólogos participaban en ese proceso como auxiliares de la
investigación del médico forense. Era el médico forense a quien se le entregaba el informe,
y era él quien tenía que presentarlo. En 1994 cambió el Código Procesal Penal, y con eso se
creó la figura de los peritos y expertos, lo cual vino a otorgar independencia a los
30
31
32
Nadal (2011), p. 117.
CEH (1999) p. 41.
Escalón (2012).
37
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antropólogos para poder realizar su propio trabajo y entregar directamente a la fiscalía o al
juzgado, según quien lo pidiera, sus dictámenes”.34
Hasta el momento la FAFG han podido examinar más de 1,400 sitios que registran las
huellas de la violencia desatada. Entre ellas la que relata una integrante del EAAF:
“A mí lo que sí me marcó un antes y un después fue El Petén, en Guatemala. Ahí en 1982
un pelotón del ejército ejecutó a cientos de pobladores. Nosotros sacamos ciento sesenta y
dos cuerpos. En su mayoría chicos menores de doce años. Y no tenían heridas de bala
porque para ahorrar proyectiles les daban la cabeza contra el borde del pozo y los
arrojaban. Llega un momento que te acostumbras a los huesitos chiquitos, porque son muy
lindos, hermosos, perfectos.”35
Sin embargo en México, las desapariciones por la represión política de aquellas décadas se
concentra en algunas zonas del vasto territorio, aun cuando existen casos dispersos. Como
se le ha tipificado en instancias internacionales, Atoyac de Álvarez en el estado de Guerrero
representa la población más afectada por los delitos de lesa humanidad; cerca de 450 son
las desapariciones y en todo el estado la cifra llegaría a 800 según la Asociación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos
en México (AFADEM). Por tanto no es casual que el caso que determinó un fallo
condenatorio al Estado mexicano por parte de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CoIDH), corresponda al de una desaparición en esa localidad. La sentencia
emitida en 2009 (caso 12.511 Rosendo Radilla) obliga al Estado a conducir la investigación
y los procesos penales en relación con la detención y su desaparición y a continuar con la
búsqueda de sus restos.
Para el 2009, México había dado un viraje en su versión sobre su pasado represivo en el
que la represión política provocó crímenes que aún se mantienen sin esclarecer. Esa
inflexión se dio entre 2001 (informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH)
y 2002 (creación FEMOSPP) pero no generó una política de ejecución consecuente con la
aceptación de esa nueva versión. La Fiscalía tendió líneas de trabajo para develar los
crímenes, ubicar los restos de los desaparecidos y conducir a la justicia a quienes resultaran
responsables. Sus resultados fueron poco considerables. Apenas se fincaron evidencias
33
34
Ibid.
Suasnavar (2012).
38
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sobre dos casos en un volumen de muchos cientos de víctimas.36 Los mismos no requirieron
del trabajo de excavación de predios. La información de los lugareños de El Ototal hizo
posible la ubicación de sus restos y posterior identificación. En este proceso gestionado
desde el Ministerio Público de la FEMOSPP en 2005, intervinieron en el peritaje para su
identificación tanto el Instituto de Investigaciones Antropológicas (Universidad Nacional
Autónoma de México, UNAM) como la Unidad de Medicina Genómica del Hospital General
de México.37
Fue a partir de la creciente incidencia internacional del caso Radilla cuando la Procuraduría
General de la República (PGR) procedió a la exploración del posible lugar de enterramiento.
Los procedimientos utilizados se realizaron en distintos momentos y con diferentes
instrumentos técnicos, y fueron apreciados como poco cuidadosos por expertos de otros
países.
Durante las primeras excavaciones realizadas en 2008 en lo que fue el cuartel militar de
Atoyac de Álvarez, se oyeron distintas opiniones de integrantes de organizaciones de la
sociedad civil, en particular de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los
Derechos Humanos (CMDPDH), en las que se argumentó sobre la necesidad previa de una
investigación exhaustiva, con criterios antropológicos, documentos de inteligencia y partes
militares para determinar con mayor probabilidad la zona de la inhumación. Incluso se indicó
que para hacer efectiva la búsqueda se requerían mapas de la estructura que tenía el
cuartel de Atoyac en los setenta. En un sentido similar se pronunció la integrante del EAAF
quien consideró que se trabajaba en condiciones difíciles, no se permitía tomar fotos,
efectuar mediciones o utilizar simplemente una excavadora. Además explicó que lo más
correcto era cavar trincheras de manera sistemática por todas las hectáreas que ocupaba el
cuartel militar.38
México no cuenta con un equipo independiente de la PGR que desarrolle en forma
sistemática el trabajo como se efectúa en otros países, para contribuir a esclarecer la
35
Guerriero (2010), pp. 12-13.
Exp. PGR/FEMOSPP/054/2002.
37
“Se concluyó que los restos pertenecen a Rosas Pérez y Mesino Martínez, quienes al momento de su desaparición tenían 21
y 24 años de edad, respectivamente.
De acuerdo con el funcionario, sus restos ‘presentaban huellas de haber sido muertos por causas violentas’, ya que se
encontraron evidencias de que recibieron disparos en el cráneo, lo que es una prueba de que los activistas fueron ejecutados
extralegalmente”. El Siglo de Torreón (2006).
38
Confróntese Menéndez (2008) y Ocampo Arista y Castillo García (2008).
36
39
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situación de las víctimas de la represión y la violencia políticas del siglo pasado.39 Tampoco
lo que realiza la PGR como responsable de la búsqueda evidencia una tarea sistemática. Es
posible que esta ausencia se deba a la falta de voluntad política gubernamental en el
sentido de crear las condiciones adecuadas para avanzar con efectividad en la indagación
de los restos de los desaparecidos. Lo realizado siempre ha estado en manos de la PGR, la
que eventualmente ha convocado a expertos universitarios mexicanos y al EAAF. No
obstante, tal como señalo una experta argentina que participó en calidad de perito,
existieron omisiones y errores en la estrategia de la búsqueda, como así también en las
excavaciones.
En el año 2010, se presentó otra coyuntura de reactivación, y durante unos pocos días, se
procedió a excavar. Nuevamente lo realizado estuvo a cargo de la PGR y los familiares de
Rosendo Radilla fueron acompañados por un integrante de la FAFG, quien fungió como
perito por parte de la coadyuvancia. Ello posibilitó que presentara observaciones y
recomendaciones. Vale señalar algunas de las observaciones formuladas:
“…destaca el hecho de que en esta diligencia la PGR se limitara a trabajar únicamente en
zonas que habían sido ya excavadas previamente, aunque con ampliaciones; además de
que se trata de zonas que pertenecían a áreas sociales o visibles de lo que fuera el cuartel
militar de Atoyac de Álvarez, lo cual, conforme a la experiencia, reduce las probabilidades de
realizar algún hallazgo de restos óseos. Cabe recordar que dicha observación ya había sido
formulada años antes por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense, durante su
intervención en la primera etapa de excavaciones en el año de 2008”. 40
Las investigaciones mediante excavaciones siguen sin ofrecer resultados. En 2011 se
reactivó dicho proceso en condiciones diferentes debido a la aplicación de un escaneo del
subsuelo con un geo-radar y la intervención de personal especializado del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH), quienes fueron habilitados como peritos de la
Representación Social de la Federación. El propósito como mencionó la PGR era dar
cumplimiento a la sentencia de la CoIDH de 2009 y en ese sentido se afirmó que la
excavación había sido realizada en “todos los puntos críticos que resultaron de la inspección
39
En 2008 los familiares estuvieron acompañados por el Equipo Mexicano de Identificación Humana, (EMIH). Cabe señalar
que hasta el momento no se ha encontrado información sobre la EMIH que exhiba una presencia activa para el caso de las
víctimas de la “guerra sucia”.
40
La Jornada de Guerrero (2010).
40
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ministerial, donde se atendieron las zonas marcadas con alta, mediana y baja probabilidad
del resultado del escaneo…”
41
Los hallazgos han sido nulos tanto para el caso sentenciado por la CoIDH en contra del
Estado mexicano como para los cientos de desaparecidos de esa pequeña población. En
México no se aprecian avances en el esclarecimiento de los hechos y en particular, en la
ubicación de las víctimas como se ha ido dando en otros países. Lo dicho no debe
entenderse como un resultado satisfactorio en los otros países respecto al volumen de
víctimas que la represión y violencia políticas de aquellas décadas dejaron.
Por eso Atoyac sigue siendo “la tierra de las ausencias” en donde desde hace más de 30
años sus pobladores buscan a los suyos.42
Conclusiones
Han transcurrido 25 años desde la constitución del EAAF. Esta trama de la historia reciente
latinoamericana está crecientemente marcada por la actuación de los equipos de
antropología forense relacionados con el esclarecimiento de las violaciones de los derechos
humanos del pasado y en especial con la herencia de los delitos de lesa humanidad.
El momento fundacional fue novedoso tanto para Argentina como para los otros países
donde se replicó la experiencia. Tal como lo evidencian los itinerarios nacionales de estos
casos narrados a manera de ejemplo, una más intensa actividad de los EAF, incluso de su
conformación o readecuación para cumplir con el objetivo disparador del EAAF, depende de
distintos y complejos condicionantes. La constitución y actividad de los equipos está
íntimamente relacionada con una mayor voluntad política gubernamental por dilucidar los
hechos del pasado, como en Argentina, no obstante parece vincularse también con el grado
de convencimiento y las posibilidades de decisión de los expertos, en condiciones
contextuales que no siempre le son favorables.
Sin duda, en aquellos países en los que estos equipos intervienen, se han dado cambios
significativos, no sólo por los hallazgos de cuerpos y restos humanos, sino también por lo
41
42
Apoyado en La Razón (2011).
Gómez Durán (2011).
41
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que sus posteriores investigaciones permiten conocer e intepretar de las prácticas
represivas. Sus logros dilucidan información acumulada por otras instancias, avanzan en
cuanto evidencias reales del pasado delictivo, aportan en el cumplimiento del derecho a la
verdad que toda persona tiene y reconfortan afectivamente a los familiares.
El aporte trasciende la documentación de evidencias al suministrar pruebas útiles en
procesos penales, Comisiones Especiales de Investigación y Tribunales Internacionales
para procesos de esclarecimiento.
Aún más, sus resultados imponen un cambio en la
narrativa que se tenía sobre aquellos hechos delictivos.
A pesar de todos estos aportes las ausencias y la opacidad de los hechos que condujeron a
ellas persisten. El esclarecimiento de lo que ocurrió a miles de víctimas en la región sigue
siendo una deuda de los Estados involucrados y afectados. Ello también significa una
situación traumática y permanentemente dolorosa para los familiares de aquellos
desaparecidos. Para las personas que fueron afectadas las ausencias son irreparables pero
se sanan en parte, cuando los integrantes de los equipos entregan los restos a las familias.
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Silvia Dutrénit Bielous
Palabras clave
Key words
Equipos de Antropología Forense
Forensic Anthropology Teams
Represión y violencia poíticas
Repression and political violence
Detenidos desaparecidos
Missing prisoners
Esclarecimiento
Clarifying
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
ARTÍCULOS
OFENSIVA CONTRA LA JUDICIALIZACIÓN DE LOS CRÍMENES DE LESA
HUMANIDAD. ¿UN APORTE A LA DEMOCRACIA?
Ana Buriano Castro1
Resumen
Desde una mirada histórica el artículo nos muestra el paralelismo y simultaneidad de la
ofensiva teórica antipunitivista con el oscilante desempeño de algunos Estados y sus
órganos de justicia aun después de removidos los obstáculos jurídicos que sostenían la
imposibilidad de juzgar a los perpetradores. La mirada se concentrará en Uruguay país que
realizó avances significativos al calor del juicio internacional que en su contra _sería más
adecuado decir en su favor_ realizaron Juan Gelman y su nieta Macarena. Luego de esos
avances el país parece sumido en una parálisis judicial que tiende a configurar una especie
de impunidad de facto.
Abstract
Offensive against the prosecution of crimes against humanity: a contribution to democracy?
From a historical perspective, this paper notes the parallelism and simultaneity of the
offensive anti-criminalization rhetoric with the oscillating performance of some states and
their justice organisms even after the legal barriers that sustained the impossibility of
prosecuting the perpetrators had been removed. The paper focuses on Uruguay, a country
that has made significant advances in the heat of the international opinions against it –of
perhaps it would be more appropriate to say in its favor- that were made by Juan Gelman
and his granddaughter Macarena. After these developments, the country seems mired in
legal paralysis that tends to enable a kind of de facto impunity.
1
Profesora Investigadora Titular, Instituto Mora. Doctora en Estudios Latinoamericanos, docente a nivel superior. Investigadora
Nacional. Sus líneas de investigación se centran en el análisis del pensamiento político latinoamericano del siglo XIX y en
América Latina: perspectivas comparadas, siglo XX. Es autora de libros, capítulos, artículos y ponencias, así como textos
relativos a la historia conosureña contemporánea. Entre sus últimas publicaciones:; “Derechos, trauma social y restitución.
Sincronía y unicidad: el caso de Uruguay”, Andamios. No. 18, México 2012, pp. 89-116; “Ley de caducidad en Uruguay y
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
Ana Buriano Castro
Introducción
Existe pesimismo en cuanto a su futuro (De Greiff, 2012, pp. 21-22), la memoria y los
derechos humanos ocupan un lugar central en la agenda pública de la región. El “nunca
más” convertido en consigna de valor taumatúrgico y profiláctico, repetido en distintos
tiempos y circunstancias, parece demostrar que la memoria ha resultado insuficiente para
conjurar la trasgresión a los derechos inherentes a los humanos.
Muchos confían del rol de la justicia en su tarea de condenar las violaciones de los
regímenes burocrático autoritarios de los años 60- 80. Consideran que en la actualidad hay
una falta de respeto hacia los derechos humanos y una escasa cultura de la tolerancia que
impide la construcción de “memorias colectivas aceptadas por amplias mayorías” capaces
de convertirse en el germen para la construcción de las nuevas identidades democráticas
del futuro: “un legado de violaciones a los derechos humanos sigue reverberando en la
escena pública” (Sznadjer y Roníger, 2007: 194-195).
Podemos encontrar coincidencia en la crítica si esta se reduce a la capacidad univoca de la
justicia para resolver el problema de resocializar a aquellos grupos humanos que han estado
sometidos a experiencias traumáticas, en tanto se la conciba como una “solución
unidimensional” que judicialice el problema en lugar de politizarlo. (Sznadjer y Roniger,
2007) Pero resulta que esa no ha sido la tendencia dominante en la región. Por el contrario,
los regímenes transicionales y pos transicionales han manifestado una marcada preferencia
por la contraposición de los derechos, cuyo restablecimiento no ha sido temporalmente
sincrónico y unívoco. Y en esta selección de derechos restablecidos la aplicación del
derecho penal no ha sido precisamente la solución preferida.
Por el contrario, existe un reconocimiento de que los estados han priorizado otras medidas
reparatorias de los miles de víctimas emanadas del conflicto regional: comisiones de la
verdad con límites y acotamientos estrictos en cuanto a su capacidad investigativa y de
judicialización, así como reparaciones morales y materiales. En un examen objetivo la
justicia no sale beneficiada en el marco reparatorio de las políticas estatales, con la
particular excepción del caso argentino. Otros casos tan diversos como los de Brasil y
países de América Central, también nos permiten albergar algunas esperanzas. (Abrao,
2012: 18-39; Solís, Ma. Eugenia, 2012: 118-125).
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“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
Ana Buriano Castro
Desde el inicio de los tránsitos, y en el seno de los países involucrados en este pasado de
horror, se inició una dura lucha en torno a los mecanismos idóneos para resocializar a los
inculpados sobre nuevas bases. Mayoritariamente -sin desconocer que la generalización
oculta distintas realidades-, predominó la idea de que el silencio y la mirada perdida hacia el
vacío era la forma de lograr la superación de realidades políticas inestables, generando
democracias tuteladas, en las que los perpetradores de los crímenes mantenían el poder,
las armas y mucha información sobre las complicidades civiles que habían alimentado su
pasaje por los oscuros episodios nacionales y transcontinentales. Todos los derechos
siguieron conculcados en épocas en las que las leyes de amnistía se sucedieron en la
región: a las autoamnistías brasilera y chilena del 78, le siguieron en los 80 las casi
cronológicamente paralelas leyes de Obediencia Debida y Punto Final argentinas, la de
Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado en Uruguay, la autoamnistía peruana del 95,
y nuevos intentos frustrados en Guatemala y Perú.
El largo proceso de desmonte de estos marcos amnistiantes exigió largas batallas en cada
uno de los países que, en mayor o menos medida, renacieron a la vida democrática con
amplias zonas de oscuridad y con la elaboración de complejos relatos hoy desacreditados.
Relatos que pretendieron ocultar el carácter terrorista de los Estados de la época, y reducirlo
a la mera contingencia del accionar de grupos al margen de la sociedad. La parálisis en la
judicialización posibilitada por las amnistías estuvo acompañada en algunos casos por la
formación de Comisiones de la Verdad oficiales y en otros por la conculcación total de este
derecho bajo la premisa de que la verdad puede “resultar tan conflictiva como el ejercicio de
la justicia” según afirmó el ex presidente uruguayo Julio Ma. Sanguinetti (Sanguinetti, 1991:
78). Con ello, aludía a la supuesta capacidad de ambos términos para afectar la
reunificación nacional concebida como una reconciliación posible a partir de hacer tabla rasa
del pasado, cual se intentó en Uruguay, Brasil y otros países. Por demás está explicar que
en esos casos donde no sólo la justicia sino también la verdad fueron concebidos como
potencialmente peligrosos se impuso el silencio y la transmisión intergeneracional de las
experiencias históricas acumuladas en esos periodos fue virtualmente inexistente o quedó
encapsulada en el ámbito grupal sin trascendencia pública.
En muchos lugares se dio curso a los procesos de reparación económica y material a través
de la restitución de destituidos, leyes jubilatorias, compensaciones por periodos de prisión,
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“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
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atención médica, etc., medidas obligatorias que les parecieron menos gravosas a Estados
olvidadizos que la asunción plena de su responsabilidad en la restitución integral y
sincrónica del paquete humanitario.
Fueron las transformaciones de la sensibilidad, los cambios en la orientación política de los
gobiernos, las acciones detonantes de la justicia internacional y la brega incansable de los
familiares y emprendedores en cada país los encargados de remover los obstáculos que
prometían sumir el pasado en el silencio y recomponer las sociedades bajo el esquema
renaniano de “comunidades del olvido”.
No es el objetivo de este artículo reseñar los avances que en materia de memoria, verdad,
justicia y reparación caracterizaron el inicio del nuevo siglo. Cierto es que al golpe de las
condenas del sistema interamericano las leyes de amnistía fueron removidas en escenarios
extraordinariamente variados. Ello permitió ampliar el espectro de la judicialización a
distintos ritmos: muy altos en Argentina, considerables en Chile y Perú, lentos en Uruguay,
aún inexistentes en Brasil y ni qué decir en Centroamérica. Se abrieron también espacios de
verdad y aun países que no daban curso a la creación de comisiones las fueron
estableciendo, como ocurrió en Uruguay en 2000 y en Brasil recientemente. Algunos
archivos, pocos aún, ayudaron a la búsqueda de respuestas judiciales, humanitarias y
fundamentalmente a establecer el sentido histórico de la verdad sobre aquellos regímenes.
Los equipos de antropología forense realizaron hallazgos esclarecedores de los esquemas
represivos utilizados y echaron por tierra falsos relatos y testimonios. Se erigieron lugares de
la memoria: museos, placas recordatorias, memoriales y algunos Estados se vieron
obligados a reconocerse responsables de ese pasado por las sentencias interamericanas
que sus incumplimientos les acarrearon. Sin querer presentar un panorama idílico, quizá
podría decirse que transcurridos los primeros años del nuevo siglo la etapa parecía cerrarse
con un panorama alentador que permitiría esperar avances en algunos países o inicios de
recuperación de otros que, como Brasil, apenas inician el trámite.
En los últimos años y a medida que los casos que no encontraron resolución en el ámbito
nacional y comenzaron a alcanzarla en el sistema interamericano han proliferado voces,
desde la política y diversos campos disciplinares, que acusan al sistema de impulsar una
absolutización del punitivismo al que caracterizan incluso como “deriva neopunitivista” en el
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“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
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sentido de “una explosión de nuevas figuras penales” y “una lluvia de interpretaciones
judiciales que extienden el ámbito de la responsabilidad penal más allá de lo razonable” y a
todos los espacios territoriales (Pastor, 2005: 73).
Estas críticas que atacan tanto las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos como las de las jurisdicciones nacionales y les asignan responsabilidad en el
“desprestigio” de los derechos humanos se expanden hacia el ámbito de la democracia. Así
varios trabajos relativamente reciente de Roberto Gargarella (2011, a, b) han tomado el caso
Gelman vs. Uruguay como el ejemplo de la vocación invasiva del sistema interamericano ya
no sólo sobre las soberanías nacionales sino sobre las expresiones deliberativas de las
democracias latinoamericanas, a partir de la propuesta que la sentencia implica que “la
democracia debe arrodillarse frente al Derecho internacional, que a su vez es interpretado
por una elite de personas a las que ni conocemos” (Gargarella, 2011, a).
Estas posiciones han suscitado lógicamente un gran debate que se sustancia en el ámbito
de la Filosofía del Derecho. Desde este campo, con distintos enfoques, énfasis y agudeza
han polemizado Javier de Luca (2009), Leonardo Filippini (2005 y 2011), Marcelo Ferreira
(2011) y otros. El presente artículo escapa a estos enfoques aunque se asienta en esta
polémica. Su intención es, desde una mirada histórica, establecer el paralelismo y
simultaneidad de esta ofensiva teórica antipunitivista con el oscilante desempeño de algunos
Estados y sus órganos de justicia aún después de removidos los obstáculos jurídicos que
sostenían la imposibilidad de juzgar a los perpetradores. La mirada se concentrará
precisamente en Uruguay país que realizó avances significativos al calor del juicio
internacional que en su contra _sería más preciso decir en su favor_ realizaron Juan
Gelman y su nieta Macarena.
No deja de ser sorprendente que la crítica teórica contra las sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos escoja para desarrollar su argumentación casos tan
emblemáticos por su criminalidad como el de Gelman,1 y que su argumentación se finque en
la voluntad ciudadana de no juzgar a aquellos agentes del Estado dictatorial que, en el
marco de la Operación Cóndor, trasladaron ilegalmente a una jovencita de 19 años desde
1
No lo es menos el caso Barrios Altos que elige Pastor con el mismo objetivo, aunque podría disculparse la selección en
función del objetivo de contraponerlo con otros crímenes de menor grado, por ejemplo Bulacio. (Pastor, 2005)
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Argentina a Uruguay con el sólo objeto de esperar su parto, asesinarla y robarle su hija
recién nacida, para regalarla luego (venderla quizá) a un funcionario policial. Las disciplinas
científicas y académicas “no se confunden con la política o la
moral sin embargo, las
propias ciencias humanas tienen finalidades ligadas con los valores” (Todorov, 2002). Sin
que esta reflexión constituya un reproche no puede negarse que existe algo en la
argumentación que lastima esencias últimas y profundas de lo humano. En su disculpa,
puede pensarse que finalmente el filósofo del Derecho atisbó en el caso la violación a un
sistema de valores cívicos superior, cual es la democracia deliberativa, que le permitió
abstraerse de la magnitud de la ofensa social que contiene ese crimen. Así queremos
entenderlo y a ello se aplicarán las siguientes páginas.
Uruguay ¿un paraíso antipunitivista?
Uruguay ha sido uno de los países que se aferró con más fuerza a los marcos amnistiantes
para beneficiar a los criminales de lesa humanidad. Quizá podría pensarse que el país es
una especie de paraíso para aquellos teóricos del Derecho que promueven formas más
civilizadas de convivencia y rechazan el punitivismo como forma de reproche estatal a
quienes transgreden las normas, rechazo compartido desde muchos ámbitos y
especialidades, pero que no ha logrado permear aún el derecho occidental que no ha
encontrado otra forma de sustanciar el reproche.
Cierto es que en dos instancias el soberano se manifestó contrario a desactivar, ya fuera por
la vía de la derogación, en el referendum de 1989 o de la anulación, en el plebiscito de
2009, la ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado responsable de haber
evitado durante un cuarto de siglo no sólo la penalización sino la investigación y el
establecimiento de la verdad sobre los crímenes cometidos entre 1973 y 1985.
Existen sin embargo fuertes evidencias que contradicen la visión paradisiaca del pequeño
país del sur. Aunque Latinobarómetro ubica a Uruguay como uno de los países más
pacíficos del continente con índices de criminalidad de 6 cada 100 000 la percepción social
sobre la seguridad ciudadana está radicalmente trastocada a partir de la politización del
tema y su tratamiento mediático. (Lagos, Dammert, 2011) Todos los estudios estadísticos
constatan una estabilidad en la edad en que se cometen los delitos que no ha variado en
mucho tiempo. Sin embargo, la derecha uruguaya, encabezada por el sector Vamos
Uruguay que lidera Pedro Bordaberry, ha promovido la idea de que el incremento de los
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“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
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índices de criminalidad proviene de la minoridad infractora, en una clara política de
criminalización de la juventud. De esta manera obtuvo apoyo ciudadano para plebiscitar una
ley que baja en la edad de imputabilidad a 16 años en un plebiscito que se sustanciará en
octubre de 2014 junto con a las elecciones nacionales. Elecciones que en este contexto
tienen ya establecido el centro del desiderátum: la seguridad.
Recientes encuestas de noviembre de 2012 recabadas por el Grupo Cifra (Encuesta Cifra,
2012), -una de las principales encuestadoras nacionales-, constataron que el apoyo
ciudadano a esta modificación constitucional escaló 10 puntos en pocos meses para
situarse en un 64%. Este incremento del número de partidarios de penalizar a los menores
parece provenir de los votantes frenteamplistas donde la propuesta alcanzó el 50% de
apoyo. Por otra parte esa opinión se ha mantenido constante pese a las advertencias de
UNICEF en el sentido de que un triunfo de esta consulta sería considerado violatorio de los
compromisos del Estado uruguayo con la comunidad internacional, ratificados en 1990 con
el reconocimiento de la Convención de los Derechos del Niño.
¿Cómo compaginar entonces estos resultados con la voluntad ciudadana de mantener a los
criminales de lesa humanidad a salvo de la punitividad estatal? ¿Tendrá acaso algo que ver
con la democracia deliberativa? Realmente no y el problema se finca efectivamente en el
ámbito de la capacidad de los Estados para lograr el pleno restablecimiento del Estado de
derecho en el curso de las transiciones. Diríamos más, entre la larga permanencia de la ley
de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado y el incremento de la voluntad ciudadana
para penalizar a los menores infractores existe una recta conexión. Parece entonces cierta
la apreciación de que la impunidad se vuelve una cultura que impregna a la sociedad toda y
contribuye a los altos índices de violencia en la región. (Jo-Marie Burt, 2012: 61)
Los legados del autoritarismo y el largo correlato de impunidad imprimieron marcas sociales
cuya superación exige un consenso en torno a la restitución de la temporalidad de los
derechos. Quizá este sea un indicio del efecto que ejerce la exclusión de los derechos
fundamentales del pasado sobre la prometida unicidad futura de los mismos, política que, en
muy distinta medida, fue sostenida por los elencos gobernantes uruguayos.
Queremos enfatizar la diferencia, el “en muy en distinta medida” pues sería absolutamente
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
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injusto comparar las políticas estatales en materia de derechos humanos impulsadas por
Sanguinetti o la administración del Partido Nacional con la frenteamplista establecida a partir
de 2005. Hay que valorar como más dañina para la reconstitución del tejido social
traumatizado el largo periodo de impunidad
que inició en diciembre de 1986 con la
aprobación de la ley de amnistía y que recién culminó en octubre del año pasado con la
aprobación parlamentaria de la ley 18 831 que restablece la pretensión punitiva estatal, que
los éxitos en los intentos refundacionales de la dictadura.
Este largo periodo durante el cual el Estado negó a las víctimas y sus familiares el derecho a
la justicia y a la verdad, y aun a conocer el destino de los menores secuestrados, imprimió
un mensaje en el tejido social. La derrota del emprendimiento por derogar en referendum la
Ley de Caducidad en 1989 tuvo un significado trágico para los destinos nacionales.
Sanguinetti se erigió en el adalid de la victoria, le puso candado al pasado, vaticinó que el
tema se extinguiría con la muerte las partes y que la historia -concebida como la gran
recolectora de la basura de los tiempos- se encargaría del hecho. (Buriano, 2011: 179)
Entonces el silencio ganó las calles, los tribunales y las sobremesas familiares uruguayas
tan importantes, hasta entonces, para garantizar la transmisión intergeneracional de las
experiencias, particularmente de las políticas (Dutrenit, 1991: 123).
Diferente fue el panorama del gobierno frenteamplista. En su IV Congreso Extraordinario
“Héctor Rodríguez” celebrado en diciembre de 2003 el Frente Amplio (FA) -que había
modificado su esencia constitutiva y realizado ajustes programáticos que lo acercaban al
centro del espectro político-, no logró conjuntar una posición favorable a la anulación de la
Ley de Caducidad (Cores, 2004; Jaffé, 2008: 84-87). Sin embargo, la administración de
Vázquez aprovechó algunos resquicios existentes en el artículo 4to. de la ley que
permitieron aplicar la justicia penal a algunos pocos mandos militares y civiles responsables
de gravísimos crímenes; así como establecer ciertas medidas para iniciar el camino al
restablecimiento del derecho a la verdad. Una investigación histórica confiada a la
Universidad de la República y a un equipo de antropología forense de esta misma casa
logró dar a conocer algunos archivos que permitieron asentar una primera semblanza de la
magnitud que había alcanzado el terror sistemático del Estado aplicado contra grupos
políticos y sociales absolutamente desarmados. En tanto las excavaciones, con el hallazgo
de dos cuerpos en instalaciones militares, permitieron desmentir la información que fuentes
militares anónimas filtraron a la Comisión para la Paz en 2000 y que aseguraba la
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inhumación y cremación clandestina de todos los asesinados. Con desprecio de las
evidencias las fuerzas armadas siguieron manteniendo un espíritu de cuerpo que no sólo les
impidió aceptar su responsabilidad, revelar el paradero de los desaparecidos, sino también
apelar a un perdón social, difícil pero no imposible. Tampoco la administración logró definir
una política clara en el sentido de depurarlas de elementos comprometidos con violaciones
a los derechos humanos.
Así veinte años después de finalizada la dictadura se descorría el primer velo de verdad y
justicia, negado hasta entonces por la ley de impunidad. Sin embargo los avances eran
magros y ella seguía rigiendo e impidiendo el trámite de una cantidad de denuncias, pues
las que habían prosperado lo hicieron en el marco de algunas excepciones dejadas por el
artículo 4to. de la ley 15 848, es decir: los delitos cometidos por civiles, por los mandos, los
delitos económicos, aquellos crímenes fuera del territorio nacional y el secuestro de
menores. Todos los demás casos, como desapariciones forzadas, muertes en tortura o la
tortura misma seguían amparados en la impunidad. El tema pretendió ser laudado con la
detención de las principales figuras y algunos resquicios de verdad histórica.
El plebiscito de octubre de 2009
Cuando, en 2007, se decidió convocar al plebiscito anulatorio, avanzaba en la CIDH una
demanda contra el Estado uruguayo fincada por Juan y Macarena Gelman en el 2006,
presentada luego de haberse agotado las instancias judiciales nacionales que archivaron el
caso de la desaparición forzada de María Claudia García de Gelman y el secuestro de su
hija recién nacida en Uruguay. Pese a que el Estado uruguayo pudo haber detenido esta
demanda en el ámbito de la Comisión Interamericana y dar curso a la desactivación
legislativa de la ley no lo hizo. Hay que resaltar que la coalición progresista reunía mayorías
parlamentarias suficientes para derogarla sin el concurso de los votos de otras fracciones.
Los promotores del plebiscito, nucleados en torno a la Coordinadora Nacional por la Nulidad
de la Ley2, esgrimían a favor de su realización los cambios en el contexto mundial,
2
La Coordinadora, presidida por Eduardo Galeano, fue conformada por una serie de organizaciones sociales, políticas, el PITSNT, SERPAJ, la FEUU, el FUCVAN, Amnistía Internacional, personalidades de la cultura y las artes, legisladores
frenteamplista, personalidades provenientes de los partidos Nacional y Colorado e integrantes de Familiares a nivel individual
pues no esta organización no logró consenso para un pronunciamiento pleno.
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continental y nacional en materia de derechos humanos, la aparición de nuevas fuentes
documentales sobre el terror de Estado inexistentes en 1989, la presencia de una
generación ciudadana que no había logrado expresarse antes y a la que se le legaba un
futuro no saneado.
Este emprendimiento enfrentó una férrea oposición de algunos sectores frenteamplistas. Los
argumentos manejados nada tuvieron que ver con una oposición ilustrada a la restauración
de un marco punitivo para los criminales de lesa humanidad. Quizá el más doctrinario de los
fundamentos tuvo que ver con el acatamiento a la voluntad ciudadana expresada en el
referendum de 1989. Los demás fueron mucho más vulgares y coyunturales. El de más
peso quizá haya sido el electoral, pues como se había expresado en el IV Congreso la
coalición progresista, “podía renunciar a todo menos a la victoria” (Fernández Huidobro,
2005) en la convicción de que la evocación de los crímenes del pasado restaba votos al FA.
Corresponde establecer que V Congreso Ordinario del FA “Líber Seregni”, en diciembre
2007 revisó su posición y apoyó el plebiscito. Aunque la decisión significaba un giro radical,
en pocos casos las fuerzas políticas frenteamplistas se incorporaron a la campaña de
recolección de firmas para plebiscitar la anulación y menos aún se pronunciaron en sus
actos en torno al tema de derechos humanos, que fueron grandes ausentes en la campaña
electoral, considerados como un competidor inválido y espurio a los propósitos del FA por
mantenerse en el poder.
Como es sabido este plebiscito tampoco consiguió anular la ley, aunque logró casi un 48%
del electorado. Hubieran hecho falta 46.000 voluntades más para lograr el objetivo. Excede
el espacio de este artículo el análisis de las características de ambos emprendimientos, el
del 89 y el del 09 y de sus resultados. Se pudo comprobar que el voto por la nulidad fue
mayoritario aunque no exclusivamente frenteamplista. El escrutinio reveló un importante
cruce de votos, lamentablemente no cuantificados con exactitud, entre los votantes de los
partidos tradicionales y la papeleta rosa por la anulación de la ley. En sentido contrario
mostró también una alta cantidad de votantes frenteamplistas que sustrajeron la papeleta
rosada (correspondiente a la anulación de la ley) del sobre de votación.
Este hecho podría dar lugar a una apreciación equivocada de la independencia del votante
frente a su partido, más bien parecería demostrar una sumisión del votante a los
lineamientos sectoriales de la coalición donde muchas fuerzas políticas instruyeron a sus
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votantes en torno a la peligrosidad de votar este emprendimiento. Una aproximación
cuantitativa y cualitativa a estos resultados pueden consultarse en un reciente trabajo
(Buriano, 2011: 185-192). No puede desestimarse tampoco el papel que jugó en este nuevo
fracaso el carácter confuso de las normas que la Corte Electoral uruguaya estableció para
este plebiscito. El votante no pudo expresarse en torno a su voluntad de NO anular la ley.
Simplemente se estableció que la omisión de la papeleta rosa en el sobre de votación
equivalía a la expresión de esta voluntad negativa. Existió así un número indeterminado de
votantes que frente a esta forma insólita pueden haber pensado que simplemente se
abstenía cuando realmente expresaban un voto negativo a anular la ley.
Muchas miradas de los emprendedores se centraron entonces hacia dentro de las propias
filas partidarias y no exclusivamente en la campaña mediática, la derecha o el temor
ciudadano, como había ocurrido veinte años antes. Ello introdujo los gérmenes de un lento
alejamiento de las organizaciones sociales y la coalición; cuestionó el ámbito de gestión de
las demandas relativas a los derechos humanos y la esencia ético-doctrinal de la izquierda
partidaria que mostró algunas aristas en “voto enojado” de las elecciones municipales de
2010 y cuyo alcance podrá en todo caso ser valorado en su real dimensión en la próximas
elecciones nacionales de 2014 (Buriano, 11:195).
La extensión alcanzada por la votación en torno a la anulación donde casi la mitad de los
ciudadanos habían expresado su voluntad afirmativa sentaba un ánimo social diferente al de
1989. Pocos días antes la Suprema Corte de Justicia (SCJ) había declarado la
inconstitucionalidad de la ley para un caso concreto y ello habría un panorama estimulante
para poder fincar en ese antecedente los reclamos de justicia. Al mismo tiempo el fallo de la
Corte uruguaya admitía los pactos sobre la dignidad humana aprobados por la comunidad
internacional como comprendidos dentro del artículo 72 de la Carta Magna. Esta misma
Corte nacional, por cierto antes que la Interamericana, se expresó también en torno al valor
nulo
reafirmante
que
tenían
las
consultas
ciudadanas
para
dar
cobertura
de
constitucionalidad a una ley viciada de origen “por transgredir normas o principios sagrados
o reconocidos por la Carta" (Proyecto, 2010).
Uruguay y la sentencia del caso Gelman
Es en este clima y ante los resultados negativos del plebiscito que la CIDH dio curso a la
demanda de Juan y Macarena Gelman y la situó a la Corte Interamericana de Derechos
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Humanos. Realmente Uruguay pudo nuevamente haber evitado la condena si hubiera
tomado las medidas parlamentarias necesarias para hacerlo. Pero una vez más obturó esta
salida airosa. En el seno de la coalición frenteamplista se manejó un proyecto de ley
Interpretativa de la Caducidad que dejaba sin efecto los artículos inconstitucionales de la ley
15 848. Esta ley tuvo un trámite desafortunado en las Cámaras y cayó en parálisis legislativa
a partir del momento en que algunos senadores de la coalición FA, pertenecientes a las
mismas fracciones que se encargaron de sustraer la papeleta rosada en el plebiscito de
2009, se negaron a aprobar sus cláusulas.
En medio de estas vacilaciones el país recibió la sentencia de la Corte Interamericano de
Derechos Humanos, el 24 de febrero de 2011, que está en la base de la crítica de los
teóricos del antipunitivismo (OEA. Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2011).
Escapa al objetivo de este artículo analizar la sentencia, labor que cumplen ampliamente los
especialistas referidos en el artículo. El objeto del mismo es mostrar su efecto sobre la
realidad uruguaya.
En meses anteriores, y de forma paralela a la sentencia condenatoria del sistema
interamericano, la SCJ apresuró algunos juicios y declaró la inconstitucionalidad de la ley
para 25 casos de desaparición forzada y muerte en tortura. Los juzgados penales
decretaron el procesamiento de ocho militares, entre ellos un general en actividad al mando
de una región militar del país. El apresuramiento en los juicios tenía que ver con el peligro
de prescripción de los crímenes cuyo plazo extremo se cumplía el 30 de noviembre de 2011
ya que finalmente el marco político humanitario interamericano no está plenamente
integrado a la legislación nacional.
Al mismo tiempo el FA -motivado por la tan criticada sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos que lo instaba a garantizar que le ley de Caducidad “no vuelva a
representar un obstáculo para la investigación de los hechos materia de autos y para la
identificación y, si procede, sanción de los responsables de los mismos” (OEA, Corte
Interamericano de Derechos Humanos, 2011)_ reactivó los intentos parlamentarios para
hacer las modificaciones que permitieran algún grado de cumplimiento. Nuevamente ellas se
vieron truncadas en este caso por la intervención directa del Presidente de la República y el
Vicepresidente que se presentaron ante la bancada en el propio recinto de las Cámaras
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para presionar a los parlamentarios en el sentido de no votar la ley con el consiguiente
incremento de la crisis política dentro de la coalición. Ello coincidió también con una
marcada actividad corporativa de las Fuerzas Armadas, a través de amenazas a jueces,
fiscales y abogados y fundamentalmente por medio de chantajes a través de la publicación
de documentos comprometedores para las más altas figuras del gobierno. Corresponde
señalar también que el presidente Mujica anuló todos los actos administrativos con que sus
predecesores ampararon las denuncias en la ley de Caducidad y que ello abrió curso a una
verdadera lluvia de acciones judiciales que no han prosperado hasta el momento.
Finalmente, al filo de la prescripción de los delitos, el 27 de octubre de 2011 se arbitró una
solución a través de la ley 18 831 que restablece la pretensión punitiva del Estado, extiende
los plazos procesales restando de su cómputo el periodo en que la justicia estuvo impedida
de actuar entre diciembre de 1986 y la fecha de la entrada en vigor de la nueva ley y califica
los delitos cometidos durante el periodo dictatorial como crímenes de lesa humanidad de
acuerdo a los tratados internacionales reconocidos por la República (Uruguay. Ley 18 831,
2011). Durante el presente año de 2012, el Estado uruguayo cumplió gran parte de los
requisitos de la sentencia, a través de un reconocimiento público de responsabilidad del
Ejecutivo y estableciendo otros medios de reparación moral y material, hechos que valora
Filippini (2011) como altamente positivos (Filippini, 2011).
Lejos de una visión optimista se aprecian verdaderos obstáculos que devienen tanto de un
gobierno no proclive a la aplicación de la justicia, de un Poder Judicial que actúa con
distintas trabas y voluntad fluctuante y que no ha incorporado plenamente el marco jurídico
del sistema internacional a su legislación interna. Con pocas y muy honrosas excepciones,
las sedes penales siguen aplicando el derecho interno, condenan delitos de lesa humanidad
bajo la figura de “homicidio especialmente agravado” susceptible de prescripción, pese a
que Uruguay adhirió, en 1995, a la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada
de Personas cuyo artículo III establece el carácter continuado o permanente del delito
mientras no se establezca el destino o paradero de la víctima. El Estado también reconoció
lo establecido en el Estatuto de Roma en lo relativo a crímenes de lesa humanidad.
Así, a pesar de la ley 18 831 la mayoría de los Tribunales de Apelaciones han revertido
fallos y si bien algunas sedes han aplicado la imprescriptibilidad ella se encuentra sometida
a casación ante la SCJ sin que este órgano se expida al respecto. Esas apelaciones
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congelan los juicios y no es exagerado afirmar que se vive un periodo de impunidad de
facto. Una verdadera contraofensiva judicial se libra en el país en estos momentos destinada
a resistir la imprescriptibilidad de los delitos y a oponerse a tipificarlos como desaparición
forzada. Otros signos preocupantes oscurecen más aún el panorama nacional. Desde altos
cargos del Poder Ejecutivo aparecen signos claros de obstrucción a la justicia. Entre ellos
negativas a habilitar pruebas u obtener fotos de los lugares de tortura, lentitud en la puesta a
disposición de los archivos e insólitas exculpaciones de militares procesados. No se arbitra
tampoco una ley de archivos que permita su consulta expedita. En tanto continuaron las
investigaciones históricas y las excavaciones de los antropólogos forenses hallaron una
víctima más, con visibles signos de haber sido ajusticiada.
Los déficits del debate democrático uruguayo
La sentencia de la Corte IDH en Gelman vs. Uruguay hizo una contribución importante a la
salud del sistema democrático uruguayo, más allá de las reparaciones concretas para el
caso: obligó al Estado a reconocer su responsabilidad internacional, impulsó al Ejecutivo a
desarchivar las denuncias, promovió la continuidad de la búsqueda de los cuerpos y en su
marco, el 4 de junio del presente año, el Estado reconoció su actuación ilegítima durante el
periodo de excepción a través de la entrega de un certificado de reconocimiento a cada una
de las víctimas o sus familiares. Estas y otras acciones de reparación están claramente al
margen de la justicia penal y ninguna de ellas estaba impedida por ley alguna. Fue sin
embargo necesario que se emitiera la sentencia para poner fin a la inacción de más de un
cuarto de siglo.
En el plano de la punitividad la aprobación de la ley 18 831 parece culminar un largo y
pesadillesco proceso para dar curso al pleno restablecimiento del Estado de Derecho
condicionado, claro está, a que la SCJ no declare su inconstitucionalidad.
Como lo
muestran algunos estudios estadísticos, como los de Sikkink, los juicios contra las
violaciones a los derechos humanos están asociados a la consolidación de la democracia, al
fortalecimiento del Estado de Derecho, la disminución de los conflictos y mejoran el
tratamiento de los derechos en un ámbito regional e internacional mediante mecanismos
complejos en los que se mezclan, en dosis variadas, tanto la disuasión y sanción como la
socialización y las huellas inscritas en la memoria colectiva. (Sikkink, 2011, a y Sikkink,
2011, b: 61)
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Existen sin embargo marcadas evidencias de una voluntad de revertir el proceso de
avances. Ellas no devienen solamente de la demora de algunos órganos del Judicial para
expedirse en torno a las apelaciones de los abogados defensores sino en la ausencia
sostenida de un clima deliberativo. Con distinta intencionalidad, a través de las décadas
transcurridas desde el restablecimiento de la democracia, el discurso del poder presentó el
pasado de horror como una carga de la que había que deshacerse rápido para dar curso a
un presente de reconciliación. Sanguinetti fue el principal promotor de estas propuestas con
sus reiterados llamados a “no tener los ojos en la nuca” y a “dar vuelta la página” sin verdad
ni justicia. En 2000, cuando Jorge Batlle instauró la Comisión para la Paz y ella emitió su
Informe Final estableció que contenía “las conclusiones definitivas”, expresión de una
voluntad gubernamental por cerrar el pasado doloroso con esas páginas y esas verdades.
“Verdades” que en muchos casos fueron desmentidas y desacreditadas por nuevos
hallazgos.
Aunque la primera administración frenteamplista cambió radicalmente la política en materia
de derechos humanos, también participó de la obsesión de la clase política uruguaya de
cerrar el pasado con la poca verdad y justicia alcanzada en medio de las trabas de la
Caducidad. Nos referimos a un desafortunado intento del presidente Vázquez de establecer,
con sentido de reconciliación nacional, el Día del Nunca más en la acepción de “nunca más
intolerancia y violencia entre uruguayos”. La iniciativa no prosperó, generó incomodidad en
múltiples sectores y aclaraciones de la organización de Familiares que debieron recordarle
que Nunca más hacía referencia al terror de Estado.
Esta obsesión se reiteró en la actual presidencia de José Mujica quien proyectó un discurso
que alude a su escasa vocación de cargar las pesadas “mochilas del pasado”, en la
intención de otorgar prisión domiciliaria a los procesados mayores de 70 años (la absoluta
mayoría de ellos), que manifiesta preferencias temporales por los derechos del futuro frente
a los del pasado, que subordina los derechos a la suerte electoral de la coalición
frenteamplista y otras expresiones indicativas de que Uruguay no ha logrado hacer la
ecuación hacia el futuro que propone Arendt (1996). El país no ha podido “resemantizar la
temporalidad y percibir el pasado como fuerza y no como carga, a fin de sumar el tiempo y
sus valores a la tarea de la reconstitución democrática del tejido social”. (Buriano, 2012:
106)
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Uruguay sigue sin saber qué hacer con su pasado traumático y se debe como sociedad un
debate abierto que, pese a las dos instancias de democracia directa, no pudo tener una
sociedad atenazada ya por las amenazas de la restauración militar en el referéndum de
1989 o por el temor inducido a hipotecar la victoria del FA en el plebiscito de 2009. Las
expresiones de democracia directa por sí mismas no son garantía de deliberación
ciudadana. Ni tampoco capaces de salvaguardar el respeto de unas minorías (el 48% del
electorado) que, aun hoy, siguen reclamando verdad y justicia.
Seguramente ese debate no le permitirá alcanzar un consenso ni la sociedad uruguaya
podrá articular un único relato nacional. Logrará en cambio alguna decantación de ese
pasado y extraerá premisas que serán socialmente más útiles que las reconciliaciones
impuestas o el silencio de la abstinencia acusatoria que promueven los teóricos del
antipunitivismo y que por otra parte, ha sido la mala solución que ha primado en el país. La
sociedad uruguaya podrá debatir entre las bondades de la justicia reparadora o de la
retributiva. Ojalá pueda lograr este objetivo hacia el plebiscito de octubre de 2014 y ojalá
también las voces antipunitivistas hacia los delitos de lesa humanidad se escuchen entonces
en beneficio de la minoridad infractora.
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
“Ofensiva contra la judicialización de los crímenes de Lesa Humanidad”.
Ana Buriano Castro
Palabras clave
Key words
Delitos de lesa humanidad
Crimes against humanity
Antipunitivismo
Anti-criminalization
Democracia
Democracy
Uruguay
Uruguay
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
AVANCES DE INVESTIGACIÓN
VERDAD Y JUSTICIA EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA DEMOCRACIA
SUSTENTABLE
Luciana Bertoia1
Resumen
Gran parte de los países de la región han sufrido en décadas pasadas terrorismo de
Estado. El presente trabajo se refiere a las diferentes maneras en que los mismos Estados
Nacionales –una vez advenida la democracia- han dado respuesta a esta situación. Tanto
las denominadas “Comisiones de la Verdad” como así también los procesos judiciales, han
mostrado ser instrumentos útiles a la hora de encarar las transiciones democráticas. La
autora, nos explica la importancia de ambos procesos para construir una mirada sobre la
realidad pero también un Estado de Derecho.
Summary
Many of the countries in the region have suffered decades of state terrorism. This paper
deals with the different ways in which the United National advented-once-democracy have
responded to this situation. Both the so-called "Truth Commission" as well as judicial
proceedings, have shown to be useful tools in addressing democratic transitions. The author
explains the importance of both processes to build a look on reality but also the rule of law.
Agarrar todas las palabras, pisarlas
Y que salgan a otra luz, a otra boca.
Qué vuelen en la desposesión.
Qué empiecen otra vez.
Juan Gelman
Los países de la región que salieron de una dictadura en los años ’80 vieron la necesidad de
tramitar el pasado plagado de crímenes. Frente a ese pasado, los Estados podían tener
diferentes objetivos para dar respuesta a la situación planteada: Podían tener intenciones de
1
Periodista. Egresada de la Maestría en Derechos Humanos y Democratización- UNSAM. Mail: [email protected]
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“Justicia y verdad en la construcción de una democracia sustentable”
Luciana Bertoia
castigar a los perpetradores, reparar por los daños padecidos, rendir homenaje a las
víctimas, evitar la reiteración de esos abusos y/ o buscar establecer la verdad sobre lo
sucedido. Ante esas posibilidades, las comisiones de verdad deben ser pensadas como una
vía para tramitar ese pasado pero no como la única ni la más efectiva. Muchas veces detrás
de la fachada de estas comisiones se parapetó la idea de una “Verdad sin Justicia”, en la
que la impunidad se mostró como un grave escollo para la reconstrucción de un Estado de
derecho. Este debate ha tomado actualidad en los últimos meses pues Brasil se plantea la
puesta en práctica de una Comisión de Verdad, a 27 años del fin de la dictadura. Este
trabajo postulará la idea de que una verdad sin justicia no sienta las bases para la
consecución de una democracia sustentable1. Por el contrario. Se examinará la experiencia
transicional argentina- que puede catalogarse como “exitosa”- ya que supo combinar los tres
elementos de la tríada Memoria, Verdad y Justicia.
Verdad
La creación de comisiones de verdad no es una práctica que se da únicamente en el Cono
Sur. Por el contrario, el Centro Internacional para la Justicia Transicional estima que unos 30
países las han creado en los últimos años. Las comisiones de verdad son paneles de
investigación, no judiciales e independientes. Sus miembros son designados para conducir
una investigación sobre cuestiones de la historia reciente de un país, para proponer
recomendaciones a las autoridades, que tiendan a evitar que se repitan esos crímenes.
Generalmente, se elige a sus integrantes por ser referentes respetados por vastos sectores
de la sociedad y porque son aceptados como neutrales, lo que asegurará que sus
investigaciones y recomendaciones sean acogidas sin suspicacias.2
Priscilla Hayner entiende que existen cuatro características compartidas por las comisiones
de verdad, que como veremos se comprueban en la experiencia argentina:
1- Sus investigaciones se centran en el pasado.
2- Investigan un patrón de abusos a lo largo de un determinado período. No indagan en
un hecho concreto.
1
En este trabajo se tomarán como elementos de una democracia sustentable las ideas vertidas por el secretario general de la
Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, en el mensaje dado el 15 de septiembre de 2011, al conmemorarse el Día
Internacional de la Democracia: Cada país debe darse su propio modelo democrático, la sociedad civil debe tener un rol firme y
activo; debe haber un Estado de derecho sólido; transparencia y rendición de cuentas. Esto nos lleva en realidad a pensar una
teoría de la democratización que tienda hacia la consecución de esos objetivos, a no ver la democracia como un punto de
llegada, sino como un proceso.
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
Luciana Bertoia
3- Son organismos temporarios. Sus actividades pueden durar entre seis meses y dos
años.
4- Tienen, en la mayoría de los casos, el aval oficial que les concede el Estado. Ese
aval involucra un mejor acceso a las fuentes y mayor seguridad a la hora de conducir
las pesquisas, así como implica un compromiso estatal de tomar seriamente las
recomendaciones que incluirán los comisionados en su informe final (Hayner,
2008:41).
A estas cuatro características, debe sumársele el hecho de que son creadas en períodos de
transición desde regímenes autoritarios. La forma en la que se dé esa transición será
fundamental para ver las potencialidades que entrañará la tramitación del pasado: ¿Con qué
poder llegan quienes detentaban el gobierno y fueron responsables de los crímenes
cometidos? ¿Pudieron negociar una amnistía que los ponga a resguardo de cualquier
proceso penal? Es probable que en las transiciones pactadas, se acuerde la
impunidad/inmunidad de los perpetradores.
Como marca Marcelo Cavarozzi (1991, 87-88), la experiencia argentina fue diferente a la
ensayada por Brasil, Chile y Uruguay. En esos tres países, los militares pudieron negociar
algunos aspectos de las transiciones, en especial asegurar la amnistía 3 de aquellos
involucrados en violaciones a los derechos humanos. Los militares argentinos, tras su
aventura del Atlántico Sur y por conflictos internos en el régimen, vieron socavada esa
posibilidad, lo que decisivamente influyó en la forma de tramitar el pasado. En Argentina, se
eligió una vía penal y una “vía de verdad”.
En el Cono Sur, existieron diferentes tipos de comisiones de verdad. En un ejercicio casi
mecánico, podemos agruparlas entre las que fueron auspiciadas desde el Estado y las que
2
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sugiere que una comisión de verdad no
es una estrategia válida para cualquier país o cualquier transición. Las decisiones sobre qué camino tomar deben ser producto
del debate y del análisis de las circunstancias que se dan en cada país (OHCHR, 2006).
3
La dictadura brasileña (1964-1985) sancionó una Ley de Amnistía en 1979, que sigue vigente aún hoy. La dictadura chilena
sancionó la suya en 1978. A diferencia de esos dos países, en Uruguay la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del
Estado fue aprobada en 1986, al año siguiente del fin de la dictadura (1973-1985), pero ya había sido negociada en el Pacto
del Club Naval (1984). Argentina sigue un camino inverso: Se decide que la justicia Federal juzgue a los represores, tras un
intento fallido de que lo hicieran los tribunales militares. Se los condena y en el fallo, en el punto 30, se abre la posibilidad de
avanzar en el proceso de juzgamiento hacia las cadenas de mando. La presión militar se incrementa y, en
respuesta, se sancionan la Ley de Punto Final (1986) y la de Obediencia Debida (1987), que ponen
coto a los procesos penales.
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“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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surgieron de iniciativas puras de la sociedad civil. Entre las primeras, podemos situar la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), creada en 1983 en la
Argentina. En Chile, se formó en abril de 1990 la Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación (Rettig) para investigar los crímenes más graves cometidos por el régimen de
Augusto Pinochet, especialmente las ejecuciones y desapariciones. En 2003, se designó la
Comisión Valech para incluir dentro de los delitos investigados los casos de prisión política y
aplicación de tormentos. En 2011, la llamada “Comisión Valech II” confeccionó nuevas listas
e hizo una nueva clasificación de los delitos registrados. Entre las dos comisiones, hay
diferencias que muestran cómo va tejiéndose la construcción de la memoria/verdad. En
Rettig, se excluye tanto a sobrevivientes como represores, dejándose en claro que sólo se
examinará lo que está inscripto en “el pasado”. La primera de todas las comisiones en ser
creadas fue la de Bolivia. En octubre de 1982, el presidente Hernán Siles Zuazo creó la
Comisión Nacional de Investigación de Desaparecidos, pero ésta terminó disolviéndose a
los dos años y no concluyó en un informe.
Entre las comisiones no oficiales, se pueden mencionar Brasil: Nunca Mais, que fue una
iniciativa de organismos de Derechos Humanos y de las iglesias, como lo fue Uruguay:
Nunca Más, llevada a cabo por el Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) de ese país. En
Uruguay, se había creado una comisión parlamentaria para investigar sólo las
desapariciones forzadas de personas ocurridas durante la dictadura (1973-1985) pero
habían quedado por fuera del objeto de la pesquisa los casos de torturas y de
encarcelamiento, que fueron la forma más extendida que adquirió la represión en la
República Oriental4. En 2000, el presidente Jorge Battle decidió la creación de la Comisión
de Paz para investigar también casos de desapariciones.
Es interesante ver las similitudes entre Brasil y Uruguay en lo que respecta a la tramitación
del pasado. La Ley de Caducidad (1986) impidió el avance de las investigaciones de los
crímenes cometidos durante la dictadura, a excepción de aquellos casos que el Poder
Ejecutivo dejara por fuera de los alcances de esa norma. La Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte- IDH) sancionó en febrero de 2011 al país por la vigencia de esa
Ley en lo que se conoce como el caso Gelman y llamó a que el Estado la elimine de su
4
En Uruguay, se registró un universo de 5.925 presos políticos entre 1973 y 1984. Uruguay fue el país con mayor proporción
de presos políticos en el mundo si se tiene en cuenta que su población rondaba los tres millones de personas (Rico, 2009: 150151).
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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ordenamiento jurídico. Después de tensas discusiones aún en la progresista alianza
gobernante, el Frente Amplio, se llegó el año pasado a una fórmula que la deja sin efecto.
Brasil mantiene hasta hoy su ley de Amnistía (1979), a pesar de que la Corte- IDH sancionó
en noviembre de 2010 al país por la vigencia de esa ley en el llamado caso Gómes Lund vs
Brasil (guerrilla de Araguaia). Mientras la vía de la justicia sigue cerrada, Brasil se decidió a
avanzar por la vía de la Verdad, que ya había sido transitada por la sociedad civil pero no
desde el Estado. En noviembre del año pasado, la mandataria Dilma Rousseff promulgó la
ley que crea la Comisión Nacional de Verdad, una iniciativa que provenía desde el gobierno
de su antecesor Luiz Inácio da Silva pero se retomó con fuerza a la hora de la asunción de
la Presidenta, una ex presa política de la dictadura. “Para que los hechos que mancharon
nuestra historia nunca más vuelvan a ocurrir, es necesario que se conozca la verdad”, dijo
Rousseff al momento de poner en vigor la ley.
Sin embargo, como se mantiene en este trabajo, la Verdad es una condición necesaria pero
no suficiente para crear los valores imprescindibles para la existencia de una democracia
sólida y a largo plazo. Además, si bien pone en manifiesto una novedosa intención por parte
del Estado, las comisiones de verdad se presentan como un mecanismo útil en tiempos de
la transición y su utilidad, 27 años después del fin de la dictadura, se ve difusa. A excepción
de que se piense en un concepto amplio de transición. Como en las transiciones la
obligación fue dar respuestas5 a los crímenes del pasado, los Estados y las sociedades que
no lo hicieron, pueden ser vistos como aún desandándola.
En los casos de Brasil y Uruguay, se ve cómo se necesita tramitar el pasado, aunque sea a
partir de la “averiguación de la verdad” cuando está cerrada la puerta de la justicia.
Analizaremos a continuación la experiencia transicional argentina, que no estuvo ajena a
tensiones y retrocesos.
El caso argentino
La Argentina salió en 1983 de la peor dictadura que reconocería su historia plagada de
golpes militares. Los organismos de derechos humanos denunciaban la desaparición de
miles de personas, el robo de cientos de niños y niñas, la tortura y el exilio de miles. Los
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“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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medios de comunicación empezaron a difundir las imágenes de fosas clandestinas y centros
clandestinos de detención, sumado a testimonios desgarradores de sobrevivientes, que
terminaron de alguna manera creando un consenso hacia el esclarecimiento o la
“publicidad” de lo sucedido en los siete años que duró el denominado Proceso de
Reorganización Nacional (1976-1983). Cinco días después de asumir, Raúl Alfonsín firmó el
15 de diciembre de 1983 el decreto 187, que promovía la creación de la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas (Conadep)6.
Los organismos de derechos humanos, que aparecían en la transición investidos por un
aura de autoridad moral7 por su labor durante la dictadura, reclamaban la creación de una
comisión bicameral en el marco del Congreso Nacional, iniciativa rechazada por el Ejecutivo
que planteaba que eso llevaría a una politización creciente que pondría en riesgo la aún muy
inestable democracia (Crenzel, 2008: 60-61). La estrategia oficial no sólo buscaba una
revisión del pasado despolitizada sino que también estuviera acotada en el tiempo. Sólo seis
meses para dar curso a las denuncias y, después de eso, todos los esfuerzos deberían estar
puestos en consolidar la convivencia democrática. Según el politólogo Marcos Novaro, la
justificación estatal para crear la Conadep y no la Bicameral se basó en que ésta era una
vía para evitar que se multiplicaran los actores estatales involucrados. De esta forma, la
Conadep parecía corporizar la voz de la sociedad y dejar al Estado sumido en una aparente
neutralidad o ajenidad para no poner en jaque el recientemente reconquistado régimen
democrático (Novaro, 2011: 54).
Como es sabido, la Conadep no logró concluir su trabajo en ese plazo, debió pedir una
prórroga dada la afluencia de denuncias, y mucho menos se logró dar por clausurado el
5
Entre esas respuestas, se puede enumerar: la de investigar y proporcionar verdad; la de lograr el
juicio y castigo a los responsables; la de reconocer la dignidad de las víctimas y la de avanzar sobre
algún tipo de reparación.
6
La CONADEP fue una comisión de notables, atributo de las comisiones de verdad para Hayner.
Estuvo compuesta por el escritor Ernesto Sábato, la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, el médico
René Favaloro (no concluyó), Monseñor Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, el obispo
Carlos Gattinoni y Graciela Fernández Meijide, referente de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos (APDH), entre otros.
7
Los organismos de Derechos Humanos, los familiares de las víctimas y algunos sectores de las
iglesias fueron los primeros en alzar las voces para denunciar al régimen autoritario y lo hicieron en
medio de la más feroz represión, cuando la mayor parte de los restantes actores se avenían al
régimen u optaban por hacer caso omiso de sus arbitrariedades (O’Donnell, 2010: 98-99). O Donnell
y y Philippe Schmitter insisten en que el prestigio adquirido por los activistas de Derechos Humanos
debía entenderse dentro del fenómeno de “la recuperación de la dignidad personal” que se dio
durante la transición.
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“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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tema. La Conadep remitió sus denuncias a la Justicia Federal. La Fiscalía que intervino en la
conocida “causa 13” eligió 711 casos entre los 1081 incluidos en las causas elevadas por la
Comisión, alrededor de un 8 por ciento del total de las denuncias que la Conadep había
podido recoger. Como afirma Emilio Crenzel (2008, 102-103), la Conadep produjo efectos
políticos y jurídicos de primer orden:
1- Elaboró un conocimiento novedoso sobre la dimensión de las desapariciones en la
Argentina;
2- Conformó un corpus probatorio inédito para juzgar a los responsables (el testimonio
recogido por la Conadep se convirtió en prueba jurídica para juzgar a los jefes
militares en 1985);
3- Anuló la estrategia oficial de que los militares fueran juzgados por sus pares en
tribunales militares.
Además, una de las estrategias más interesantes que sacó a relucir la Conadep fue la
utilización de los medios masivos de comunicación para que los testigos se acercaran y su
tarea se viera legitimada. Aparece una idea allí de la publicidad que debe ser rescatada:
hacer público para implicar. Los integrantes de la Conadep eligieron distintas vías de
difusión de lo que constituía su trabajo, sus hallazgos. Hubo spots radiales llamando a
declarar, conferencias de prensa con los sobrevivientes de los centros clandestinos de
detención, tortura y exterminio (CCDTyE), pero lo que mayor publicidad logró fue la emisión
del 4 de julio de 1984 del Programa “Nunca Más” por Canal 13. El programa que ofrecía
testimonios de familiares y ex detenidos-desaparecidos alcanzó una audiencia de 1.640.000
personas. Ante ellos, la Conadep presentó a los desaparecidos resaltando sus datos
identitarios básicos y su indefensión frente a un poder total.
Al momento de la entrega del informe, el 20 de septiembre de 1984, la Comisión también
decidió hacer un acto público que fue transmitido por televisión y por el que miles vieron
cómo el escritor Ernesto Sábato depositaba en manos del presidente Alfonsín el trabajo de
nueve meses. Pero qué quede claro. La estrategia de la Conadep no sólo pasó por implicar
a la sociedad a través de los medios masivos. La entrega del informe fue acompañada por
una movilización de unas 70 mil personas a Plaza de Mayo, donde la multitud- antes de que
se cumpliera un año del fin de la dictadura que había sembrado el terror y el disciplinamiento
social- exigió: “Después de la verdad, ahora la justicia”. Con esa consigna se explicitaba la
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vía argentina hacia la justicia transicional: La verdad sirve para enterar a la sociedad, para
sacarla de la parálisis en la que el miedo la había sumergido y romper las vendas que
muchos se habían atado para no ver, pero no es suficiente. Hay que devolver las cosas a su
lugar y la justicia debe servir para ello.
Hay un cierto consenso en que la justicia penal puede constituir una de las herramientas
más problemáticas para la transición; sin embargo, como se sostendrá en este trabajo,
también aparece como una de las más efectivas a la hora de poner en práctica los
mecanismos que permitan construir una democracia a largo plazo. Según Leonardo Filipinni
(2011:19), la salida penal puede resultar compleja porque replica problemas del castigo y
plantea la posibilidad de desestabilizar una democracia en formación, fantasma que
acosaba al gobierno radical, como se ha mencionado.
Más allá del interregno que significaron las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final así
como los indultos menemistas a los responsables, la sociedad argentina entendió que la
persecución penal de los crímenes de lesa humanidad era la forma más apropiada de
tramitar el pasado. La verdad no alcanzaba. Tal es el empeño que a 29 años del fin de la
dictadura se están juzgando a los genocidas, tras la anulación de las Leyes de Impunidad en
2003 por parte del Congreso Nacional y el pronunciamiento en ese sentido de la Corte
Suprema de Justicia en 2005. Como afirma Filippini, los actuales procesos penales contra
los perpetradores no deben pensarse únicamente como una respuesta a los crímenes del
pasado sino también como una respuesta a los años en que la impunidad se convirtió en
patrón de conducta, atentando contra cualquier idea de un Estado de derecho democrático.
Democracia
Guillermo O’Donnell llama a pensar la democracia no en términos de régimen, que
terminaría siendo un concepto estático, sino como un horizonte móvil, detrás del que hay
que caminar día a día para alcanzarlo. Si esta idea fuera correcta, el politólogo afirma que
deberíamos ir también detrás de una teoría de la democratización permanente, buscando
cada día prácticas más democráticas, pero teniendo en cuenta que todos los avances dados
no son irreversibles8 (O’Donnell, 2007: 174). Entonces, deberíamos volver la mirada hacia
qué entendemos por democracia y por qué debemos perseguirla.
8
Como ejemplo de la reversibilidad de los avances en los procesos democratizantes, se puede incluir el hecho de que la
Argentina logró en 1985 juzgar y condenar a las tres primeras Juntas Militares del Proceso de Reorganización Nacional, pero
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Luciana Bertoia
El autor establece que el Estado de derecho es el puntal de toda democracia9 de buena
calidad. Pero para alcanzar ese atributo, la democracia requiere de un Estado de derecho
democrático que asegure los derechos políticos, las libertades civiles y los mecanismos de
accountability que preservan la igualdad política de los ciudadanos y las ciudadanas y fijan
límites a los abusos de poder estatales y privados. Sin ese Estado de derecho, apoyado en
un sistema judicial responsable e independiente, la libertad, la igualdad y la dignidad de la
ciudadanía estarán siempre bajo amenaza (O’Donnell, 2007: 179). Entonces, para el
politólogo argentino, la democracia excede la caracterización como régimen (asociado a la
forma en que se accede a los más altos cargos estatales) y es planteada en términos de
relación entre el Estado y la ciudadanía, y entre los propios ciudadanos.
Desde una definición mínima del Estado de derecho que postula que éste es un Estado que
se rige por la ley y se somete a ella, habría que pensar cuál es el efecto en la propia
ciudadanía al percibir que quienes cometieron las peores aberraciones desde el aparato
estatal no son juzgados, como sucedió en la Argentina desde 1986 hasta 2003. Si bien las
reglas del juego “democrático” siguen en pie (es decir, se elige a quiénes ocuparán las más
altas esferas estatales), no es posible pensar que con la impunidad se pueda construir una
democracia en el sentido planteado por O’Donnell. No hay Estado de derecho cuando la
dignidad de las personas está avasallada y mucho menos cuando no rige la igualdad ante la
ley.
O’ Donnell se refiere a las democracias existentes en América Latina como democracias
políticas o poliarquías. Según el autor, las democracias políticas tienen cuatro
características:
1)
Se dan elecciones limpias e institucionalizadas;
2)
Hay una apuesta incluyente y universalista;
3)
Existe un sistema legal que, al menos, asegura los derechos y libertades propios de
un régimen democrático;
4)
Existe un sistema legal que impide de legibus solutus. Esto quiere decir que no hay
ningún poder estatal, gubernamental o social que quede exento de la revisión legal
(O’Donnell,2007:73) Este principio se vería claramente violado si se deja sin revisión las
tras la sanción de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final así como con los indultos otorgados por el presidente Carlos
Menem, se volvió a una situación de impunidad.
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responsabilidades de quienes desde el mismo Estado ordenaron y perpetraron crímenes
que lesionan a toda la humanidad.
Pero si se avanza hacia una idea de democracia sostenida en el tiempo y que, día a día,
vaya siendo más abarcativa también deben pensarse otros efectos que podría tener la
ausencia de castigo a quienes cometieron aberraciones en el pasado. Durante la última
dictadura militar, la responsabilidad por los secuestros, las torturas, las desapariciones
forzadas y la sustracción de niños y niñas fue institucional: todas las fuerzas represivas
estuvieron implicadas. Dejar sin castigo esos delitos sería una forma de garantizar el
sentimiento de inmunidad que caracteriza a esas fuerzas y mantener intacto su espíritu
mesiánico, que a lo largo del siglo XX permitió que irrumpieran en la vida institucional del
país mediante seis golpes de Estado. Por otro lado, dejar en la impunidad estos crímenes
atroces impediría que la sociedad que se está reconstruyendo sobre los escombros que
dejaron las dictaduras recupere cierto funcionamiento normal y pueda prestarle un apoyo
social e ideológico a la vida política. “Si la sociedad se niega a purgarse de sus peores
temores y resentimientos, no sólo enterrará su pasado sino los propios valores éticos que
necesita para su vida futura” (O’ Donnell, 2010:64).
Tras la caída de la dictadura argentina, el gobierno electo se vio confrontado con dos
núcleos problemáticos. Por un lado, la responsabilidad de la verdad, la memoria y la justicia.
Por otro, la reedificación del Estado y la creación de un nuevo pacto con la sociedad. Como
dice O’Donnell, si hay que acordar normas básicas de convivencia, éstas no pueden
basarse en prerrogativas de ciertos sectores. Si bien la creación de un Estado de derecho
que funcione es fundamental, no lo es menos la creación de nuevos valores y hábitos
democráticos. Para ello, el valor fundamental de la justicia. Como las instituciones judiciales
fueron degradadas y reemplazas por el designio criminal de los poderosos, no se podía
dejar de reclamar una nueva respuesta de la justicia. Una acción que operara más allá de
los culpables y a partir de la demanda de las víctimas y como una medida para restablecer
la ley como fundamento y garantía para el conjunto de la sociedad (Vezzetti, 2009:23)
Memoria, Verdad y Justicia
La memoria es un elemento fundante de cualquier Estado.
En los Estados que están
saliendo de dictaduras o conflictos prolongados, hay una disputa por el sentido de ese
pasado: cómo contarlo, cómo definirlo. Según establece Elizabeth Jelín, la memoria ejerce
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un papel altamente significativo en cuanto mecanismo cultural para fortalecer el sentido de
pertenencia a una determinada comunidad, por eso no es extraño que la memoria se
presente como una arena de luchas políticas (Jelín, 2000).
La autora plantea un
interrogante que interesa para este ensayo: ¿Cómo el Estado y sus instituciones incorporan
interpretaciones del pasado en los procesos de democratización? Y responde que uno de
los espacios donde se da esa disputa es la esfera judicial. Ahí volvemos a la idea del
derecho como creador de verdad.
En el caso argentino, hemos visto que la comisión encargada de aportar verdad encarnaba
la sociedad civil, dejando al Estado en una posición de aparente neutralidad. Entonces,
analizar cómo uno de los poderes estatales nomina lo sucedido será fundamental para la
reconstrucción de las relaciones sociales que se vieron trastocadas.
La jurista italiana Chiara Forneris explica que la acción penal, a pesar de ser insuficiente en
sí sola, constituye un instrumento fundamental junto a otros mecanismos del recordar, ya
que los crímenes de lesa humanidad implican un deber de memoria desde el mismo
momento en que no son prescriptibles (Forneris, 2011:98). El proceso penal contribuye, para
esta autora, a la reanudación del diálogo y obliga a la sociedad toda a enfrentarse a la
historicidad. El juez, en tanto quien interpreta y aplica ese derecho que construirá un relato
de verdad, reconoce la existencia de víctimas y culpables y debe establecer medidas de
reparación (Forneris, 2011: 92). El magistrado o el tribunal es un pilar fundamental del
Estado de derecho, ya que debe ser quien garantice el respeto de los derechos de todos/as
los/as ciudadanos/as. Lo que involucra pensar a la justicia dando un doble mensaje. Por un
lado, a las víctimas y a los perpetradores, el juez les reconoce su carácter como tales y
ofrece reparación a las víctimas. Por otro, con su acción previene al cuerpo social frente a
otros crímenes.
Pensando la experiencia argentina, se debe mencionar un nudo paradójico. Si bien la
confianza en el sistema judicial era poca, debido a la persistencia de jueces y fiscales afines
al régimen dictatorial y a las identidades militantes que portaban las víctimas y a una mirada
no liberal-republicana por parte de los organismos de derechos humanos, la decisión de
tramitar el pasado por vía judicial fue prácticamente unánime. Más allá de cualquier
desconfianza, se pensó al ámbito judicial como un componedor de los lazos sociales que
podría volver cada cosa a su lugar: las víctimas y los perpetradores.
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“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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Es cierto que instituir a la justicia como árbitro de la historia puede ser un peligro. Pero ese
peligro evidentemente viene de tomar esa estrategia como la única. Como también sucede
si se concibe que con una Comisión de verdad y su informe sobre lo sucedido se puede dar
vuelta la página de la historia.
Como afirma Hayner (2008: 43), las comisiones de verdad no deben ser consideradas como
sustitutas de los tribunales. Los comisionados no cuentan con una capacidad punitiva, no
pueden mandar a nadie a la cárcel. Tampoco tienen una capacidad ejecutiva que les
permita llevar a la práctica sus recomendaciones. Ni siquiera pueden obligar a alguien a que
declare, si no quiere hacerlo. Así han funcionado la mayoría de las comisiones de verdad, a
excepción de la Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica que contaba con la
potestad de amnistiar a quien reconociera sus crímenes y pidiera perdón.
Pero la capacidad legal limitada de las comisiones puede entrañar una potencialidad que no
tienen los procesos penales. Como sus investigaciones van más allá de hechos concretos y
analizan determinados períodos, las comisiones de verdad pueden determinar patrones de
violencia y dar una interpretación más amplia de lo sucedido.
Aunque las decisiones judiciales tienden a tener un mayor impacto social. No sólo eso, la
realización de un juicio obliga a una mayor implicación social. El rol de la opinión pública se
potencia a partir de los procesos penales orales y los medios de comunicación juegan un
importante rol. Con la cobertura de las audiencias públicas, los medios contribuyen a crear
nuevas sensibilidades que terminarán influyendo en la creación de un relato sobre lo
sucedido. La memoria es eso. Un relato que se construye socialmente a partir de otros
relatos: los de las víctimas, de sus familiares, de los poderes estales y también de los que
provienen de los propios medios de comunicación. Además, los medios no sólo aportan a la
publicidad de un proceso y a generar implicancias hacia los sectores de la sociedad que no
fueron afectados directos, sino que también operan como mecanismo de control para hacer
visible el cumplimiento o no del debido proceso.
Con las audiencias públicas, vuelve a inscribirse el juego de lo público, que fue destruido por
el terror. Si hay que reconstruir los vínculos colectivos quebrantados, las prácticas que
impliquen se muestran como la vía más oportuna para abordar el ejercicio. De todas formas,
a diferencia de lo que sucedió con las primeras comisiones de verdad- entre las que se
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cuenta la Conadep-, actualmente las comisiones llevan a cabo instancias en las que no son
a puertas cerradas. Un ejercicio similar se lleva a cabo en Argentina con los llamados
“Juicios por la Verdad”, que no tienen por finalidad punir sino averiguar: cumplir con el
derecho a la verdad de los afectados directos y de la sociedad toda.
Pensar en construir democracias sustentables obliga a pensar en una ciudadanía activa,
consciente de lo que sucede a su alrededor, que tiene derechos y obligaciones ante el
Estado y ante sus pares. Un Estado de derecho, con un poder judicial probo, es una forma
de recordar que existen esas responsabilidades. Además, no debe perderse de vista el
hecho de que a pesar de la existencia de una democracia política, es posible que muchas
de las condiciones que facilitaron los abusos en el pasado aún se mantengan. Para ello, la
utilidad de pensar en un concepto de justicia transicional ampliado que permita concebir
estrategias de juicios a los culpables, purga de funcionarios o integrantes de las fuerzas de
seguridad que fueron responsables de los crímenes cometidos en el pasado como una
forma de sanear la imagen de las instituciones y terminar con sus prácticas más nocivas, la
creación de comisiones de esclarecimiento, la apertura de los archivos estatales de la
represión, reparaciones a la totalidad de las víctimas y de acuerdo a sus necesidades, la
construcción de monumentos o recordatorios y avanzar hacia reformas profundas de las
fuerzas armadas, de seguridad y del propio aparato judicial.
Reflexiones finales
Después de años de masacres y aberraciones, las sociedades necesitan saber cómo fue
posible. Qué sucedió cuando el miedo les nublaba los ojos. Quiénes fueron capaces de tales
atrocidades. Necesitan reconstruir una verdad pero también necesitan certezas de que
nunca más volverá a pasar.
Las comisiones de verdad son instrumentos útiles a la hora de encarar las transiciones
desde regímenes autoritarios. Permiten que miembros distinguidos de la sociedad
investiguen y den su impresión de los hechos. Ese prestigio también les da la chance de que
sus recomendaciones sean escuchadas y atendidas. Las comisiones de verdad sirven
también para explicar a nivel macro cuáles fueron las particularidades que la represión
asumió e indicar quiénes fueron los responsables (siempre y cuando se haya acordado así).
Pero no resuelven otros temas.
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Las comisiones de verdad no sustituyen a los tribunales. No tienen el poder del juez ni su
potestad de ordenar nuevamente lo que estaba trastocado. No son a quienes la sociedad
legó su poder de castigar a los que cometieron crímenes que atentan contra la totalidad del
tejido social.
En el mejor de los casos, las comisiones de verdad pueden colaborar con la Justicia a la
hora de tejer un relato más amplio de lo sucedido que sirva para que, mientras se transita un
camino hacia la democracia, se pueda ir construyendo una memoria de lo sucedido.
Construir esa memoria es parte de una disputa política, que tiene que ver con construir
sentido de lo sucedido, con aglutinar experiencias e identidades. Es parte de la disputa que
se dieron las dirigencias estatales a la hora de reconstruir una sociedad y un Estado,
destruidos después de las experiencias represivas en la región. Contarse la historia sobre el
pasado reciente es una forma de concretar un mito fundacional que permita mirar hacia
adelante.
Poner a andar las instituciones implica poner en ejercicio al mismo Estado de derecho, que
tendrá que asegurar que todos en tanto ciudadanos obedezcamos y nos sometamos a la
ley. Si la ley es igual para todos/as significa que transitamos con paso más firme lo que
Guillermo O’Donnell denomina democratización permanente. Pensar a la democracia como
una utopía que nos permite caminar cada día implica ver que las fórmulas estancas no
sirven.
La verdad y la justicia contribuyen a la edificación de una memoria, que es imprescindible
para la creación de nuevos valores democráticos. Pensar en una verdad sin justicia es no
hacer una apuesta al futuro, como también lo es mantener las condiciones institucionales
que hicieron posibles violaciones a los derechos humanos en el pasado, como pueden ser
un Poder Judicial corrupto y unas Fuerzas Armadas y de Seguridad formadas bajo los
mismos planes de estudios y que mantengan a quienes cometieron crímenes aberrantes
todavía en su seno. La democratización permanente lleva a revisar el pasado, para
modificar el presente y diseñar el futuro. La experiencia argentina deja en evidencia cómo
una sociedad, a 29 años de fin del régimen dictatorial, sigue- basada en los pilares de
Memoria, Verdad y Justicia- desandando su transición hacia una sociedad más democrática.
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Palabras clave:
Key words
Justicia
Justice
Verdad
Thrue
Comisiones de la Verdad
Thrue Comissions
Cono Sur
South America
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AVANCES DE INVESTIGACIÓN
LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA EN GUATEMALA A PARTIR
DE LA COMISIÓN PARA EL ESCLARECIMIENTO HISTÓRICO Y EL PROYECTO
INTERDIOCESANO PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA
María Luisa Rosal Vargas1
Resumen
Tras la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, el 29 de diciembre de 1996, se puso fin
al conflicto armado interno, iniciando a su vez, un proceso de transición a la democracia.
Dentro de este marco, el 23 de junio de 1994 se firmó el Acuerdo sobre el Establecimiento
de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de las violaciones a los derechos humanos
y los hechos de violencia que han causado sufrimientos a la población guatemalteca, así
creando en 1997 la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), cuyo mandato fue
investigar las violaciones del pasado reciente. Paralelamente, la Iglesia católica, mediante la
Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), creo una comisión
ad hoc, el Proyecto Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI).
Tanto la CEH como el Proyecto REMHI tuvieron un papel protagónico en allanar el camino
para el proceso de construcción de la memoria histórica en Guatemala. Ambas comisiones,
a partir de testimonios, llevaron adelante investigaciones y publicaron informes que por
primera vez visibilizaron de manera sistemática las violaciones de derechos humanos
cometidos durante el conflicto armado interno, pese a que partieron de mandatos, objetivos
y abordajes distintos.
Abstract
Following the signing of the Peace Accords in Guatemala on December 29, 1996, the
internal armed conflict was put to an end, thus beginning the process of democratic
transition. In this context, the Accord for the Establishment of a Historical Clarification
Commission, signed on June 23, 1994. In 1997, the Historical Clarification Commission was
created and mandated to investigate the violations of the recent past. In parallel, the catholic
church, through the Office of Human Rights of the Archdiocese of Guatemala (ODHAG),
1
Egresada de Maestría en Derechos Humanos y Democratización. Mail: [email protected]
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“Verdad y justicia en la construcción de una democracia sustentable”
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created and ad hoc commission, the Interdiocesan Project for the Recuperation of Historical
Memory (REMHI).
Both the Historical Clarification Commission and the REMHI Project played leading roles in
paving the path towards the construction of historical memory in Guatemala. Both
commissions, based on testimonies, carried out investigations and published reports that
made visible for the first time the systematic violations of human rights committed during the
internal armed conflict, in spite of differing mandates, objectives and approaches.
Introducción
Históricamente Guatemala ha sido uno de los países más violentos y excluyentes de la
región. Entre el estallido del conflicto armado interno (de aquí en adelante, CAI) en 19621
hasta la firma de los Acuerdos de Paz el 29 de diciembre de 1996, 200.000 guatemaltecos y
guatemaltecas murieron, un millón quedaron desplazados dentro del territorio nacional y
45.000 fueron desaparecidos. Fue durante este periodo que, en las campañas de tierra
arrasada del Ejército a principios de los años ochenta, las y los niños, en su mayoría
indígenas, fueron sometidos a toda clase de violaciones a los derechos humanos, entre
ellas, los crímenes de lesa humanidad, que culminarían en un genocidio contra la población
maya a manos del Estado, de acuerdo al informe de la Comisión para el Esclarecimiento
Histórico (CEH) (cfr. CEH, 1999).
Los Acuerdos de Paz, firmados entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca
(URNG) y el gobierno de Álvaro Arzú, del cual participaron algunos miembros del ejército,
inspiraron, en ese momento, un sentimiento de optimismo en el país y también en la
comunidad internacional. Por fin había un documento que abordara muchas de las causas y
raíces de la violencia y la desigualdad en Guatemala. Con este fin, los Acuerdos de Paz
también ayudaron a proporcionar un marco, bajo el cual se proponía una serie de cambios a
ser implementados para construir un nuevo proyecto nacional para transformar el país en
una sociedad más equitativa y más justa, por lo tanto, más democrática.
1 Edelberto Torres-Rivas (cfr. Torres-Rivas, 1984) periodiza el inicio del CAI desde 1963, pero esta investigación apunta a
1962 como el año del estallido del mismo, según el análisis histórico que hace la Comisión para el Esclarecimiento Histórico
(cfr. CEH 1999).
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“La construcción de la memoria histórica en Guatemala”
María Luisa Rosal Vargas
Las dictaduras represivas y brutales desde la independencia hasta 1944, y especialmente
aquellas que se inician tras el golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de
Jacobo Arbenz en 1954, generalizaron la violencia en todo el país, impulsando a su vez una
política de seguridad nacional, bajo el pretexto del comunismo, desencadenando la creación
y ampliación de estructuras estatales y paraestatales que fueron responsables de
desapariciones sistemáticas, torturas, ejecuciones extrajudiciales, secuestros y genocidio.
La sociedad, claramente golpeada y reprimida, se ha convertido en una sociedad silenciada
por el miedo y ha quedado marcada por las secuelas del pasado traumático, que apenas se
están comenzando a enfrentar. Durante casi cuatro décadas, no se pudo hablar de lo que
ocurría – no había condiciones sociales y políticas para la construcción de una verdad
histórica y el olvido fue la política del Estado. Los procesos e informes de las comisiones de
verdad en Guatemala comenzaron a romper ese silencio sobre lo ocurrido, e instalaron un
desafío en el seno de la sociedad civil que, por distintos medios, sigue abonando la
construcción de una contramemoria que combate esa política estatal del olvido, para que
nunca más se vuelvan a repetir los hechos del pasado.2
Esta historia reciente y sangrienta, marcada por un silencio y un olvido impuesto por el terror
de Estado, ha ido cambiando durante el transcurso de los últimos veinticinco años,
comenzando con la apertura política en 1985. A partir de entonces, distintas demandas para
esclarecer el pasado y clamar por justicia acompañaron los procesos de paz. Dentro de los
Acuerdos, en 1994 se creó un acuerdo específico para indagar sobre el pasado. En paralelo,
la Iglesia Católica hizo su propio trabajo de investigación sobre el pasado, a partir de la
creación de una comisión ad hoc. El resultado de ambos emprendimientos fueron los
primeros dos informes sobre la verdad de lo ocurrido en Guatemala durante el CAI, y que
sirvieron para romper el muro de silencio. En este sentido. Ambas comisiones contribuyeron
a dar un importante paso para comenzar a rescatar la memoria histórica.
2 El concepto de contramemoria ha sido tomado de la elaboración de Stern (2000).
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La Iglesia católica y la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de
Guatemala
Durante los años 1980, incluso antes, el brazo progresista de la Iglesia Católica se convirtió
en objeto de la represión estatal, junto a otros sectores sociales que fueron acusados de una
“condición subversiva”. Fue durante el CAI que este sector tomó una posición “a favor de los
pueblos y los pobres”, y para finales de los años 1970, asumieron la denuncia de las
violaciones a los derechos humanos por parte del Estado. Es oportuno mencionar que para
finales de esta década, la “Iglesia se convirtió en blanco especial de la persecución” (Klaiber,
1997: 377). Un claro ejemplo de esto es que, para principios de los años ochenta, “la
mayoría de las casas parroquiales o centros de la Iglesia habían sido tomados por el
ejército; muchos de ellos transformados en destacamentos o bodegas de pertrechos de
guerra, como en Chajul, donde a las imágenes de los santos las vistieron con atuendos
militares” (Otero, 2008: 195). Varios sacerdotes, monjas, catequistas y religiosos, tanto
nacionales como extranjeros, fueron amenazados, detenidos, asesinados, torturados y
desaparecidos, y a pesar de que para mediados de la década el nivel de violencia había
disminuido, cuando se inició la transición a la democracia con el traspaso del gobierno militar
al gobierno democrático de Vinicio Cerezo, la represión no se detuvo del todo (cfr. Klaiber,
1997).
Hasta 1984, “la Iglesia guatemalteca dio la impresión de ser una 'Iglesia callada'” (Klaiber,
1997: 379) aunque bajo la superficie, la misma tenía un ejército de discípulos de la Teología
de la Liberación.3 Como estrategia para hacer frente a las violaciones de derechos humanos,
un grupo mayoritario de obispos publicó varias cartas denunciando situaciones de violencia,
de pobreza y de injusticia en el país; aún con la oposición del entonces Arzobispo de
Guatemala, Mario Casariego, abiertamente renuente a las posiciones de renovación
conciliar (cfr. Klaiber, 1997). La visita del Papa Juan Pablo II en 1983 elevó
considerablemente el ánimo dentro de la comunidad católica, pues su presencia alentó a
aquellos “que deseaban que la Iglesia tomara una postura más clara y decidida sobre la
violencia y los abusos cometidos por el gobierno y las fuerzas del orden” (Klaiber, 1997:
381). Esto se debió, fundamentalmente a que el Papa hizo eco de las denuncias que los
3
En los años setenta cobró forma una corriente intelectual original en la región, conocida como la teología de
liberación. Este conjunto de producciones intelectuales recuperó diversas experiencias previas y contemporáneas de militantes
cristianos de base que buscaban el cambio social. En Guatemala, los grupos de Acción Católica como algunas congregaciones
en particular se identificaron fuertemente con estas ideas. Entre ellas pude mencionar a la Compañía de Jesús, a la
congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón y a los misioneros de Maryknoll. Expresión de esta renovación, fue
también el surgimiento de la Conferencia de Religiosos y Religiosas (CONFREGUA) que asumiría un rol clave en la denuncia
de las violaciones perpetradas.
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“La construcción de la memoria histórica en Guatemala”
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obispos habían hecho anteriormente (cfr. Otero, 2008). Tras la muerte de Casariego en
1984, fue elegido en su lugar el Obispo Próspero Penados, un Obispo de San Marcos
comprometido en la lucha contra estas violaciones sistemáticas (cfr. Klaiber, 1997). Ante el
auge en el nivel de peticiones de ayuda por parte de las víctimas de la represión estatal y
frente a “un número grande de personas presentando distintas necesidades: unas
económicas, otras humanitarias, otras familiares, otras de salud” (Otero, 2008: 197), el
nuevo Arzobispo Penados vio la necesidad y urgencia de abrir una oficina que atendiera las
súplicas del pueblo.
El CAI adquirió un fuerte tinte político-religioso, muy especialmente durante la dictadura de
Ríos Montt, que era un ferviente evangélico que fundamentó las fuentes de legitimidad de su
gobierno en su condición de pastor de la Iglesia de la Palabra (Löwy, 1999: 153). Clifford
Kraus, un periodista del Wall Street Journal, llegó a describir a la iglesia evangélica en
Guatemala como “un elemento principal de la contrainsurgencia” (Löwy, 1999: 153). De
hecho, el período más sangriento y violento en Guatemala fue justamente bajo el control de
este pastor evangélico (cfr. CEH, 1999; Löwy, 1999; ODHAG, 1998). En efecto, se
desarrollaron lazos íntimos entre el ejército y estos sectores pentecostales, atraídos por su
común anticomunismo y anticatolicismo:4
La represión al catolicismo fue acompañada de un proceso de conversión de algunos de sus
miembros al pentecostalismo: “las iglesias evangélicas se [convirtieron] en un refugio de la
violencia gubernamental y, en este sentido, en una forma de supervivencia de la gente”
(Löwy, 1999: 148). Dicho de otra manera, la construcción de la “condición subversiva” en
Guatemala, inspirada en la Doctrina de Seguridad Nacional, que funcionó como cemento
ideológico común de las dictaduras militares de América Latina, llegó a incluir a las y los que
tenían vínculos con la Iglesia católica. En este contexto, la conversión al pentecostalismo se
convirtió en una opción para sobrevivir, funcionó como una especie de escudo, si se quiere,
a la vez que, se extendió como una forma de contrarrestar los avances y efectos de la
Teología de Liberación en el país, vista como una “amenaza subversiva”. Al mismo tiempo,
las ramas evangélicas más conservadoras inculcaron y optaron por una “cultura popular
tradicional de resignación, fatalismo y aceptación del orden de cosas dado” (Löwy, 1999:
149).
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“La construcción de la memoria histórica en Guatemala”
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Este diagnóstico que entrelazó anticomunismo con anticatolicismo tuvo también un claro
componente racista. La asociación entre guerrilla, catolicismo y comunidades indígenas fue
acusada de “subversiva”. Se puede observar este diagnóstico del Estado en todos los
niveles. El secretario de prensa de Ríos Montt, Fransisco Bianchi decía:
La guerrilla se ganó a muchos colaboradores entre los indios. Por lo tanto los
indios eran subversivos. ¿Y cómo se combate la subversión? Es claro que
había que matar a los indios porque estaban colaborando con la subversión. Y
luego se diría que usted estaba matando a gente inocente. Pero no eran
inocentes. Se habían vendido a la subversión (Stoll, 1990: 204, citado en Löwy,
1999: 154-155).
Las atrocidades cometidas en materia de violaciones a los derechos humanos, sumado al
carácter teocrático que adquirió el régimen de Ríos Montt fueron demasiado lejos. Para
contener el escándalo internacional, los militares mismos despojaron de su cargo al dictador
“vuelto a nacer” en agosto de 1983 (cfr. Löwy, 1999: p153).
Es en este clima es que, el 3 de julio de 1989, se abrió lo que en principio se llamó, la
Oficina de Servicio Social del Arzobispado de Guatemala (OSSAG) (cfr. Otero, 2008). Dentro
de los primero cuatro meses, la OSSAG vio la necesidad de ampliar sus actividades para
incluir servicios legales. Esta unidad, que inicialmente se llamó Programas y Proyectos, pasó
a ser la Oficina de Derechos Humanos (ODHAG) (cfr. Otero, 2008). Durante todo este
proceso de asistir a las víctimas de la violencia, sectores más conservadores intentaron
desprestigiar el trabajo que se hacía, bajo el argumento que temáticas como la defensa de
los derechos humanos y otros temas sociales quedaban fuera de la competencia de la
Iglesia (cfr. Otero, 2008).
Entre las elecciones de 1985 y el inicio del período democrático que en 1986 lleva a la
presidencia a Vinicio Cerezo tiene lugar la firma de los Acuerdos de Esquipulas, adoptados
el mismo año por todos cinco jefes de Estado de América Central y la consolidación de una
diócesis católica unida. La coyuntura externa, marcada por el inminente fin de la Guerra
Fría, facilitó estos procesos de cambio en la región. El Acuerdo de Esquipulas II instauró la
4 La legitimación religiosa a las dictaduras militares en América Latina ha sido un común denominador en variados casos (Cfr.
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base de todos los mecanismos de negociación que se pusieron en marcha en la región.5 En
este mismo marco, en el campo eclesiástico, los procesos internos encontraron cauce,
fundamentalmente, a partir del respaldo Vaticano y del recambio de la autoridad episcopal.
Estos cambios sentaron las condiciones de posibilidad para la emergencia de un reclamo
unificado (aunque no totalmente unánime) por los derechos humanos surgido en el seno de
la institución eclesiástica.6
El surgimiento de las comisiones de verdad
La recuperación del Estado de Derecho a mediados de los años ochenta significó tanto la
refundación del pacto político como la reconstrucción del tejido social. La corrosión del
vínculo social y la desnaturalización del ejercicio del poder heredados de las dictaduras,
guerras civiles y conflictos armados imponían reconstruir las bases mismas de la relación
entre el Estado y la sociedad en América Latina (cfr. Funes, 2001: 45-46). Junto a la apertura
democrática, atendiendo a los reclamos de Verdad y Justicia impulsados fundamentalmente
por las víctimas, sus familiares y organizaciones de derechos humanos, se inició también un
proceso de indagación sobre el pasado reciente.
En el caso guatemalteco, las demandas para una comisión de verdad nacieron en el seno
de la lucha del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM).7 Las peticiones para su creación se remontan
a mediados de los años 1980, antes de que llegaran a ser debatidas en las rondas de
negociación de los acuerdos, pues éstos ni siquiera existían en ese momento. Tal como
Mario Polanco, actual director de la organización, ha señalado, la comisión propuesta al
inicio no se llamaba la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, sino la Comisión
Investigadora para el Paradero de los Desaparecidos, y tal como su nombre indica, ésta
tenía por objeto investigar las desapariciones forzadas (Entrevista a Mario Polanco, 24 de
octubre de 2012).
De acuerdo a la reconstrucción elaborada por Suasnávar, Acevedo y Paiz (2002), en 1984
Catoggio, 2011).
5 El antecedente de este Acuerdo fue la iniciativa del Grupo Contadora, conformado en 1983 e integrado por los países de
México, Venezuela, Colombia y Panamá, que se propuso impedir la regionalización del conflicto, favorecer el diálogo y crear
condiciones para la paz en la región (Torres Rivas, 2006: 513).
6 El caso chileno ofrece un proceso análogo. Bajo la dictadura del general. Augusto Pinochet el incipiente campo de los
derechos humanos emerge en el seno del campo religioso, a partir de la conformación, primero, del Comité Pro Paz (de
carácter ecuménico) y, más tarde, de la Vicaría de la Solidaridad, un organismo católico, creado por el mismo presidente de la
Conferencia Episcopal Chilena, el cardenal Silva Henríquez (cfr, Klaiber, 1997).
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se establecieron dos comisiones para indagar sobre los desaparecidos. En marzo se
instituyó la Comisión Pro Paz, compuesta por representantes de la universidad, de la Iglesia
católica y protestante, periodistas, miembros del ejército y del gobierno, bajo la coordinación
del rector de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala, Eduardo
Meyer
Maldonado. Esta comisión fue disuelta a los dos meses debido al incremento de personas
desaparecidas, especialmente entre sus propias filas. Tal situación desencadenó la renuncia
de conjunta de Meyer Maldonado, del entonces arzobispo metropolitano Monseñor
Próspero Penados, del representante de las Iglesias Evangélicas Pastor Virgilio Zapata y
del representante de la Asociación de Periodistas de Guatemala, Gonzalo Marroquín (CIDH,
1983-1984). Suerte análoga corrió la llamada “comisión tripartita”, compuesta por el Ministro
de Defensa y de Gobernación y el Jefe del Ministerio Público “por no poder dar con el
paradero de ninguno de los desaparecidos” (Suasnávar, Acevedo y Paiz, 2002: 447).
Sin embargo, GAM continuó buscando maneras de hacer que sus demandas sean
escuchadas.8 En 1990, su nuevo campo de batalla para instalar sus demandas por el
esclarecimiento de los casos de desaparecidos fue en el seno de la Asamblea de la
Sociedad Civil (ASC). Hubo una serie de reuniones que antecedieron la firma del Acuerdo
para la creación de una futura comisión de verdad. En la reunión de Metepec, estuvieron
presentes representantes del GAM, junto a otros activistas sociales reunidos con la URNG
para plantearles sus posiciones. Fue en esa reunión en donde se planteó nuevamente la
petición para una comisión de verdad (cfr. Entrevista a Mario Polanco, 24 de octubre de
2012). Esta vez, gracias a la fuerza acumulada en el tiempo y la coyuntura propia, la petición
tuvo “eco”, y el 23 de junio de 1994 se firmó –en Oslo, Noruega- el Acuerdo sobre el
Establecimiento de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de las violaciones a los
derechos humanos y los hechos de violencia que han causado sufrimientos a la población
guatemalteca, en Oslo, Noruega (cfr. CEH, 1999; Gobierno de Guatemala, 1997: 41).
La ejecución del Acuerdo se consideró un elemento fundamental para la transición a la
democracia. Desde el punto de vista de la mayoría de los actores involucrados, conocer la
verdad sobre los crímenes del pasado era imprescindible para construir una democracia. En
otras palabras, este Acuerdo era una “condición indispensable para una Paz Firme y
7 Es importante señalar que los actores religiosos no abandonaron el acompañamiento de este proceso, al contrario, siguieron
presentes, pero a la par de otros grupos de la sociedad civil que cobraron notable protagonismo.
8 A causa de este rol protagónico, el GAM fue objeto de continuas confrontaciones con las fuerzas de seguridad. Para una
buena reconstrucción de la importancia del GAM en este período puede verse el Anuario Interamericano de Derechos
Humanos, 1987: 419-425. Disponible
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Duradera” (cfr. Gobierno de Guatemala, 1997: 41). De este modo, la concreción del Acuerdo
marcó el punto de inicio de un proceso colectivo de construcción de verdad sobre el pasado
traumático en Guatemala. Sin embargo, para ello fue necesario un intenso debate para
definir los términos del mismo. Las negociaciones pusieron en escena una batalla por
imponer de antemano los límites y los alcances que demarcarían el proceso de
“esclarecimiento histórico”. La literatura sobre este tema sugiere que las opiniones
polarizadas sobre el contenido y alcance del Acuerdo dieron lugar a un mandato más débil
de lo esperado por importantes sectores de la sociedad civil. Al mismo tiempo, para los
actores estatales y militares involucrados en las negociaciones el Acuerdo había llegado
demasiado lejos en su alcance, tomando un rumbo favorable a las posiciones de la URNG y
de los defensores de los derechos humanos. En realidad, la negociación entre sectores que
habían estado enfrentados hacía imposible un acuerdo 100% favorable a cualquier parte
involucrada. Tal como ha señalado Garretón (1997), las fundaciones democráticas exigen un
cambio global de la sociedad en su conjunto, que obliga a actores, antes enfrentados bajo la
lógica de la guerra en pleno conflicto armado, a sentarse a negociar las nuevas reglas del
juego democrático.
Hacia 1994, había cuatro actores implicados en las negociaciones: dos estaban
directamente involucrados en el CAI, como eran la URNG y el gobierno (con el ejército), uno
de ellos, la ASC, se había visto directamente afectado por el conflicto y el cuarto, las
Naciones Unidas, era un actor externo, que funcionaba de árbitro e interlocutor entre las
partes, deseoso en llegar a una resolución. Aunque estos grupos se mantuvieron
representados durante todo el proceso de negociaciones, los representantes de cada uno
fueron cambiando dependiendo del gobierno de turno y las circunstancias de las
negociaciones. Esto claramente dificultó y retrasó el proceso (cfr. Ponciano Castellanos,
1996).
Las condiciones que surgieron del Acuerdo fijaban limitaciones temporales y legales,
creando un marco y mandato específico dentro del cual la CEH tendría que funcionar. Se
estableció que la Comisión podría iniciar su trabajo en cuanto estuviera firmado el Acuerdo
de Paz Firme y Duradera. Al mismo tiempo, se fijó un plazo máximo de trabajo: “un período
de seis meses contados a partir de su instalación, prorrogables por seis meses más”
En:http://books.google.com.ar/books?id=Z66kKwNwBJ4C&pg=PA423&dq=Comisi%C3%B3n+Investigadora+para+el+Paradero
+de+los+Desaparecidos+Guatemala&hl=en&sa=X&ei=YkmdUJGWJILI0QHhjYGoAQ&ved=0CC4Q6AEwAA#v=onepage&q&f=f
alse. Acceso: 09/10/2012.
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(Gobierno de Guatemala, 1997: 43). Otro de los puntos discutidos fue el período a
investigar. Se acordó que la comisión abarcaría los años comprendidos por el CAI. Esto se
traducía en unos 34 años de historia sangrienta sucedidos entre 1962 y 1996 (cfr. Gobierno
de Guatemala, 1997). La definición, quizás más controversial, se sitúo en los términos de la
implementación del acuerdo mismo. Se impuso el criterio que establecía que “los trabajos,
recomendaciones e informe de la Comisión no [individualizarían] responsabilidades, ni
[tendrían] propósitos ni efectos judiciales” (Gobierno de Guatemala, 1997: 42). Esta decisión
limitaba de antemano los procesos de judicialización por los hechos de violencia que se
proponían esclarecer. La comisión tendría propósitos de conocimiento y construcción de una
“verdad” histórica, sin efectos jurídicos.
El contenido positivo del trabajo que llevaría adelante la comisión quedó establecido en una
serie de objetivos y medios. El objetivo principal sería la elaboración de un informe que
reflejara los hallazgos de la investigación, incluyendo “factores, internos y externos”
(Gobierno de Guatemala, 1997: 41). De ello, se desprendería una lista de recomendaciones
a seguir para inculcar una “cultura de paz, rendir homenaje a las víctimas y construir una
conciencia colectiva en torno al mandato ético-político del Nunca Más, propio de las
comisiones de verdad. Los medios para un resultado legítimo exigían la realización de un
trabajo llevado adelante “con toda objetividad, equidad e imparcialidad las violaciones a los
derechos humanos y los hechos de violencia que han causado sufrimientos a la población
guatemalteca, vinculados con el enfrentamiento armado” (Gobierno de Guatemala, 1997:
41). Estos términos daban contenido al mandato de creación de la CEH, a la vez que,
formaban parte de un esquema más amplio de transición a una democracia en Guatemala.
Desde que se presentó la idea en las primeras reuniones, la posibilidad de establecer una
comisión activó una esperanza de que por fin fuera posible, de alguna manera u otra,
comenzar a revertir el régimen de impunidad que hizo estragos en Guatemala durante tanto
tiempo. La cuestión ahora era de ver cómo se superarían estos obstáculos, ya que la futura
comisión contaba con grandes desventajas, antes de siquiera comenzar su trabajo.
A partir de un amplio trabajo comparativo, Priscilla Hayner (2008) establece que las
comisiones de verdad son “organismos oficiales instituidos para investigar e informar de la
pauta de las violaciones a los derechos humanos en el pasado” (2008: 13). Este aval es
concedido por el Estado y, en ocasiones también por la oposición armada, como sucede en
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los Acuerdos de Paz. Pero, además de tener carácter oficial, reúnen una serie de
características comunes. Son organismos temporales, es decir, su labor está delimitada de
antemano. Cuentan con este marco temporal para abordar largos períodos de tiempo, en
busca de un patrón de abusos, que dé cuenta de la generalidad de lo acontecido más allá de
los sucesos concretos y su mandato concluye con la presentación de un informe (cfr.
Hayner, 2008: 41).
Las comisiones de verdad no son creadas con el fin de reemplazar a los organismos
judiciales ni a los procesos de juicio a los responsables de violaciones de derechos
humanos. Las Comisiones tuvieron como objetivo la investigación, el registro, la
sistematización y la publicidad de las violaciones a los derechos humanos perpetradas.
Pretenden marcar una distancia entre los regímenes represivos del pasado, buscando
devolverle credibilidad y confianza a las instituciones estatales, que anteriormente
trabajaban en función de los regímenes represivos y la impunidad. Las comisiones ad hoc,
con autoridad y alcance limitados, fueron creadas a menudo para allanar el camino de las
comisiones oficiales, como en el caso de Guatemala.
En el seno de las comisiones, está el esfuerzo de responder hondos interrogantes:
¿Qué se debe hacer con una historia reciente repleta de víctimas, perpetradores,
cuerpos enterrados en secreto, miedo penetrante y negación oficial? (…) ¿acaso
puede una sociedad construir un futuro democrático sobre la base de una historia
cegada, negada u olvidada? (Hayner, 2008: 30).
Indudablemente, ante las debilidades del sistema de justicia y la desconfianza de las otras
instituciones del Estado, las comisiones de verdad han buscado hacerle frente al pasado
reciente,
ya
sea
remitiendo
los
informes
a
instancias
judiciales,
elaborando
recomendaciones y/o avanzando en la construcción de hipótesis que permitan poner un
“nombre” a los abusos cometidos. En efecto, en el marco de los procesos de justicia
transicional existe la necesidad de identificar y crear elementos indispensables para una
transición a la paz y al nuevo régimen democrático. Esto exige, además del restablecimiento
de derechos civiles, políticos y sociales, recordar y revindicar la dignidad de las víctimas,
diseñar programas de reparación; promover la justicia y garantizar la futura protección de los
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derechos humanos, así como de tender puentes para la “reconciliación” entre diversos
sectores históricamente antagónicos (cfr. Hayner, 2008: 13).
El Proyecto Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica
Nacido en el seno de la ODHAG, Monseñor Penados y Monseñor Gerardi comenzaron a
soñar y pensar en una comisión alternativa que podría intentar llenar los vacíos del Acuerdo
y, concretamente, los hallazgos de esta comisión podría ser un insumo para procurar suplir
la falta de tiempo que tendría la CEH (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
Por supuesto, este labor estaría inspirada en la Teología de la Liberación, que había ganado
fuerza en el catolicismo latinoamericano a partir de la II Conferencia Episcopal
Latinoamericana, celebrada en Medellín en 1968 (cfr. Fitzgerald, 2010). Esta corriente
teológica impuso un cambio en el modo de explicar la pobreza, interpretada ahora desde las
herramientas tomadas de las ciencias sociales, así como, transformó el lugar que ocupaban
los pobres en la Iglesia y en la sociedad. Dejaron entonces de ser objeto de caridad para
transformarse en sujetos del cambio social. Desde esta perspectiva, el trabajo eclesiástico
en el campo de los derechos humanos se convertía en una manera de empoderar a estos
sectores vulnerados (cfr. Levine, 1996).
Diversos integrantes de esta comisión estaban convencidos de que una organización como
la Iglesia católica, de amplia legitimidad entre la sociedad civil y con larga tradición de
trabajo entre las comunidades indígenas, sería capaz de preparar el terreno para la llegada
de la CEH:9
[Guatemala era un país] muy atado por el miedo y la gente no iba a hablar con una
Comisión si la Iglesia no había hecho un trabajo previo. Y la Iglesia tenía la capacidad
de poder generar esa confianza con las víctimas y había un compromiso de algunos
Obispos en empujar el trabajo del REMHI (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre
de 2012).
[La ODHAG tenía] más facilidad para acercar[se] a las comunidades, mientras la
9 En este punto, es sugerente la reflexión que realiza Marcia Esparza (2007), integrante de la CEH, responsable de relevar los
testimonios en Santo Tomás de Chichicastenango. Según su relato, al poco tiempo de comenzar las entrevistas detectó que
solo las comunidades ubicadas al lado este de Chichicastenango solicitaban a la Comisión. Estas comunidades habían estado
influídas por la presencia de los agentes comunitarios de la Iglesia católica, inspirados en la Teología de la Liberación. El lado
oeste, en cambio, de más difícil acceso para estos actores por la misma geografía, habían construido una historia de
colaboración con el Ejército para suplir este aislamiento geográfico. Aún después del cese oficial del conflicto armado, estas
comunidades seguían bajo el control militar.
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[CEH] podría ser más fructuosa en las instancias oficiales y de poder, sobre todo
porque la estructura de la Iglesia llegaba hasta donde la comunidad internacional no lo
haría (Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012).
Bajo la convicción de que el nivel de violencia en Guatemala había creado una situación de
tanto miedo que llegó a silenciar a su propia gente, la ODHAG, junto a la Conferencia
Episcopal de Guatemala (CEG), creó el Proyecto REMHI para recoger testimonios sobre las
violaciones de los derechos humanos ocurridas durante el CAI, proponiendo a las víctimas
como los promotores del cambio en el país (cfr. ODHAG, 2008). Ellas eran centrales en el
trabajo de reconstrucción del tejido social, deshecho por el conflicto armado. Es cierto que el
Proyecto fue una iniciativa de la Iglesia Católica, pero desde el comienzo se organizó el
trabajo a partir de lo local, desde las víctimas y orientado a las comunidades. “Gran parte del
trabajo del REMHI está allí, en esa capacidad de haber trabajado con las voces y la
memoria directa de las víctimas” (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
El procedimiento del trabajo se dividió en cuatro etapas. La primera incluyó la preparación,
que tenía que ver con la estructuración del Proyecto, tanto en el ámbito de la ODHAG como
de las diócesis, la identificación de coordinadores y entrevistadores, la elaboración de los
materiales, las capacitaciones, preparación y lanzamiento de campañas publicitarias de
sensibilización y la presentación pública del Proyecto por el Arzobispado Metropolitano de
Guatemala. Esta fase comenzó en marzo de 1995 y duró hasta octubre de 1995. La
segunda etapa, que era la recogida de testimonios, supuso la recopilación de los
testimonios, la identificación de informantes clave y la realización de las entrevistas con
ellos, los estudios especiales de casos, su codificación e ingreso en la base de datos. Esta
etapa se trabajó se prolongó entre febrero y diciembre de 1996. La tercera etapa fue
dedicada al procesamiento y análisis. Exigió la revisión de los testimonios, la revisión de los
resultados de las consultorías y de otras fuentes recopiladas, la elaboración de un informe
preliminar y, por último, su análisis e integración. Esta fase se inició en enero de 1997 y
terminó en noviembre del mismo año. La última etapa era la de devolución y seguimiento. La
idea aquí era poder entregar los resultados en el ámbito nacional, diocesano y comunitario y,
para ello, realizar actividades religiosas y culturales de reflexión, de conmemoración y de
celebración (Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012; ODHAG, 1998; ODHAG, s/f).
La conformación del equipo se armó de la siguiente manera: Monseñor Gerardi coordinó el
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Proyecto desde la ODHAG con Ronalth Ochaeta, Director de la ODHAG. Edgar Gutiérrez fue
Coordinador General del Proyecto, con Carlos Beristain como Coordinador del Informe y
Oliver Mazariegos, a cargo del sistema informático en general. Luego, Miguel Moerth entró
al equipo central para coordinar el análisis de testimonios y Fernando Suazo estuvo a cargo
de los aspectos propiamente teológicos del Proyecto, aunque, también, apoyó al trabajo de
Marcie Mersky, quien coordinaba las tareas de campo. El equipo central operaba y
coordinaba desde la oficina central de la ODHAG, situada en la Ciudad de Guatemala. En
cambio, los coordinadores diocesanos, que “conocían los casos, tenían la relación con las
comunidades y [tenían] la confianza de los Obispos”,10 fueron quienes asistían a reuniones
con el equipo central y coordinaban con él, para luego replicarlas en los talleres de
capacitación con los llamados Animadores de Reconciliación a nivel local. Ellos facilitaban
la comunicación entre los coordinadores y el equipo central: eran los enlaces (ODHAG: s/f).
En realidad el equipo del Proyecto REMHI fue conformado por muy poca gente, en
comparación con el equipo de la CEH. Dado que el REMHI fue un proyecto que nació desde
el ámbito eclesiástico, la mayoría del equipo estaba conformado por catequistas y laicos
(Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012).
Aprovechando que ya estaba instalada y coordinada la red de iglesias se abrieron trece
oficinas en total. También hubo un centro de apoyo a los refugiados guatemaltecos en
Campeche, México, dirigido por el Servicio Jesuita de Refugiados. El Proyecto no tuvo
presencia ni incidencia en el oriente del país (Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de
2012). Ya instaladas las oficinas y el equipo, el Proyecto comenzó su trabajo en octubre de
1995 (ODHAG: s/f). De entrada, el Proyecto REMHI decidió que sí identificaría a las víctimas
y a los victimarios. Lo que no fue previsto fue el tiempo que duraría su trabajo, como dice
Beristain:
En principio iba a ser un trabajo corto – iba a ser un trabajo de unos meses.
Tendríamos que recoger unos cientos de testimonios. Pero cuando empezamos a
preguntar a la gente, y comenzamos a contactar, y trabajar con los líderes – con los
responsables que estaban nombrados en algunas Diócesis, la gente empezaba a decir
que...el Proyecto tenía que ser un proyecto más profundo; que no querían hacer
solamente un libro; que no querían hacer algo que solamente sirviera para la futura
10 Cfr. Entrevista a Carlos Beristain, coordinador del informe REMHI, 2012.
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comisión de verdad; sino que querían algo que les ayudara a recontruirse, ¿no? Nos
llevó a replantear un poco la metodología, el tiempo del trabajo, y el proyecto duró tres
años (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
A raíz unos primeros tropiezos metodológicos, el Proyecto REMHI fue desarrollando su
propia metodología que ayudaba a ver la violencia desde la experiencia de las víctimas y
para también poder dar cuenta de las formas de violencia vividas en Guatemala. El enfoque
desde las víctimas, y no desde las violaciones a los derechos humanos, les permitió una
cierta flexibilidad para modificar plazos y repensar categorías de violencia a partir de la
elaboración de la propia experiencia de los sujetos.
Al inicio, el trabajo que fue desarrollando el Proyecto se basó principalmente en la
metodología de la comisión de la verdad de El Salvador, que resultó ser una
metodología muy rígida...en la que no entraban muchas cosas que [se vieron] en
Guatemala, [como] por ejemplo las masacres, que no entran en las fichas habituales
sobre ejecuciones extrajudiciales...[y que fue] algo mucho más grande, algo mucho
más brutal, más masivo, [y que tuvo] un impacto mayor (Entrevista a Carlos Beristain,
19 de octubre 2012).
Ruth del Valle explicó que otro desafío metodológico tenía que ver con poder nombrar los
actos atroces en sí. Esta crisis también hizo que el Proyecto construyera una narrativa de
las violaciones desde un enfoque centrado en los testimonios de las víctimas, y no tanto
desde una perspectiva jurídica de los derechos humanos. Estos nuevos enfoques también
demostraron ser útiles, pues evitaban revictimizar a las víctimas durante la recolección de
los testimonios, reconociendo el dolor, pero ayudando también a contribuir a reconstruir su
dignidad en el proceso (Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012). Y así, hasta el
formato utilizado para recoger testimonios se distanciaron drásticamente del formato
tradicionalmente utilizado en otras comisiones de verdad, que tenían una tendencia a ser
más cuantitativo y estandarizado.
Los
Animadores de Reconciliación, que en otras comisiones, se conocen como los
entrevistadores (cfr. Rostica, 2006), reunieron miles de testimonios, y eran personas que
provenían de las distintas comunidades en las que el proyecto operó. La gran mayoría no
tenía experiencia previa en la toma de entrevistas, pero tenían un profundo conocimiento de
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la cultura local, del terreno, hablaban el idioma y, más importante aún, tenían la confianza de
la gente, y habían vivido, como ellos, distintas experiencias de violencia (cfr. Entrevista a
Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012; ODHAG, 1998: XXII). Para destacar la importancia de
la necesidad que había de tener entrevistadores bilingües, “el 61% de los testimonios
identificados fueron recogidos en quince idiomas mayas, principalmente en K'eqchí, Ixil y
K'iché” (ODHAG, 1998: XXVI).
Los coordinadores de cada región planearon y llevaron a cabo una serie de reuniones y
talleres que recorrieron un abanico de temas, que iban desde el manejo de una grabadora
hasta la forma de manejar entrevistas que causaban dolor emocional y mucho sufrimiento
(cfr. Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012; ODHAG, 1998). Esta experiencia del
con los Animadores de Reconciliación fue un éxito, a pesar de que no operó dentro de la
lógica de la conformación de equipos de comisiones de verdad. Permitió no solo sensibilizar
a los testigos, sino a la nación. Además de dar respaldo institucional al equipo del REMHI:
A pesar de que todas las comisiones han trabajado con gente más formada,
inicialmente, que nosotros; en el REMHI nosotros trabajamos con agentes
comunitarios, curas, monjas, líderes. Muchos de ellos sabían leer, escribir, eran
bilingües (...) pero podían no tener una formación académica. Sin embargo, hicieron
un buen trabajo, porque creo que ese énfasis en la formación es muy importante, y no
se puede dar por hecho de que porque (...) son universitarios o son alguien ha
estudiado historia (...) van a saber cómo manejar este tipo de entrevistas. Eso creo
que ha sido un error de varias de las comisiones, que no han puesto más énfasis en
[la] capacitación y más trabajo con los entrevistadores, también en el sostén a medio
plazo de su trabajo, porque es un impacto muy importante. Hay un impacto que se
acumula, de hacer entrevistas en las que se maneja mucho sufrimiento y dolor
(Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
Previo a la experiencia del Proyecto REMHI, todas las demás comisiones de verdad estaban
compuestos de expertos, y previo al trabajo no habían otras comisiones que pudiesen servir
como una referencia que respondiera a la realidad guatemalteca. Plenamente consciente de
los obstáculos, pero también consciente de los riesgos en no hacer nada en absoluto, el
equipo se atrevió a crear y llevar a cabo una investigación exhaustiva, como si fuese una
comisión oficial, y el equipo central pasó a ser el arquitecto de todos los aspectos del
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proyecto (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
El Proyecto REMHI forjó su propio camino y desarrolló una metodología única, para construir
un relato colectivo de lo que, hasta ese entonces, circulaba de manera fragmentada o ni
siquiera había sido puesto en palabras. En ese sentido, se trató de un aporte original, que no
había tenido lugar en el marco de comisiones de verdad. No hay duda de que se guiaron por
documentos de derechos humanos y otras declaraciones de derechos humanos y
convenciones, incluso la misma Constitución de Guatemala, pero el espíritu de su labor
estuvo marcada del inicio al fin por la misma tradición católica y su visión de los derechos
humanos (cfr. Fitzgerald, 2010). Es decir, una concepción que, reñida con la formulación
liberal, buscó promover una concepción integral de derechos humanos (cfr. Catoggio, 2009).
Después de tres años de arduo trabajo y dedicación a una investigación exhaustiva, el
Proyecto REMHI presentó el informe Guatemala: Nunca Más, producto de su labor. El
informe, publicado en cuatro tomos, se dividen de la siguiente manera: Tomo I: Los Impactos
de la Violencia, Tomo II: Los Mecanismos del Terror, Tomo III: El Entorno Histórico y Tomo IV:
Víctimas del Conflicto (cfr. ODHAG, 2008). Tras 6.494 testimonios en total (cfr. ODHAG,
1998: XXVII) se pudo documentar, con nombre y apellido, a 55.000 víctimas del CAI; se
identificaron 300 cementerios clandestinos y se atribuyó el 90.53% de las responsabilidades
al ejército, policías, patrulleros de autodefensa civil, comisionados militares y escuadrones
de la muerte. El otro 9.3% fue atribuido a las organizaciones guerrilleras (cfr. Rostica, 2006).
Pero, como dijo Ruth del Valle en una entrevista, “lo demás es historia conocida”: Monseñor
Gerardi fue asesinado el 26 de abril de 1998, cuarenta y ocho horas después de la entrega
de un informe que contenía en sus páginas, años de represión y testimonios de miles de
víctimas de una historia, hasta ese momento, oculta. Sin lugar a dudas, su asesinato fue un
crudo recordatorio de que la impunidad seguía siendo la orden del día y de que había
muchas fuerzas que aún ejercían un poder que insistían en mantener el pasado en el
pasado. Fue también, sin duda, un costo de ser una comisión ad hoc.
La Comisión para el Esclarecimiento Histórico
Tras la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradero, el 29 de diciembre, se pudo formar e
instalar la CEH, tal como fue planteado en el Acuerdo de Oslo en 1994. Asimismo, la CEH
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tuvo que esclarecer tanto las violaciones de derechos humanos, es decir, del Estado; como
los hechos de violencia cometidos por la URNG, desde el estallido del conflicto hasta su fin.
Como era una comisión oficial, hay que recordar que, a diferencia del Proyecto REMHI, la
CEH tuvo acceso, aunque haya sido limitado, a los archivos del Estado (cfr. Hayner, 2008).
Las Naciones Unidas designaron al jurista alemán, Christian Tomuschat para presidir la CEH
junto con los guatemaltecos Otilia Lux de Cotí y Alfredo Balsells Tojo, seleccionados para
completar el “triunvirato”. Coordinada por una oficina de apoyo de la United Nations Office
for Project Services (UNOPS), se instaló un equipo central y, a su vez, estaban los
coordinadores de las oficinas de campo, que tenían un pequeño equipo trabajando con ellos
en las distintas instalaciones para llevar a cabo todas las tareas de la oficina en cuestión. El
equipo central coordinaba desde la Ciudad de Guatemala y desde el inicio sostuvieron
reuniones para definir la forma en que se iba a proceder con la gran tarea que tenían por
delante (cfr. Entrevista a Ana González, 21 de septiembre de 2012).
Para el 1 de septiembre, ya se habían instalado las oficinas, 14 en total; situadas en las
áreas más afectadas por el conflicto. Cada oficina permaneció abierta durante cuatro o cinco
meses, con algunas excepciones (cfr. CEH Tomo I: 1999; Entrevista a Ana González, 21 de
septiembre de 2012; Hayner: 2008). El trabajo fue respaldado con un presupuesto más de
$9.700.000 que fue donado por catorce países. Además, contó con vehículos donados por la
Fundación SOROS para facilitar su movilización durante el trabajo de campo (cfr. Entrevista
a Ana González, 21 de septiembre de 2012).
El equipo, integrado por abogados, militares, antropólogos, sociólogos e incluso miembros
del equipo REMHI, reflejó la complejidad y apeló a un enfoque colaborativo e
interdisciplinario del trabajo. Tal como sucedió con el Proyecto REMHI, en el camino, se
volvió necesario modificar la metodología y ampliar los temas a ser investigados. Por
ejemplo, para armar una base de datos y sistematizar las cifras, se buscó el apoyo de la
American Association for the Advancement of Sciences (AAAS); para apoyar la investigación
sobre el genocidio, contrataron a un equipo de la ex-Yugoslavia; para investigar las
violaciones contra la niñez, llegó una representante de UNICEF y para desarrollar bien un
contexto histórico del país, la CEH contó con el aporte de un equipo de académicos
guatemaltecos. Estos académicos, recibieron una gran cantidad de documentos
desclasificados, con el apoyo de la organización National Security Archive (NSA) de Estados
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Unidos. Lo rescatable sobre este último punto fue que el NSA pudo contribuir con
documentos pertinentes al período siendo investigado porque hicieron la solicitud de la
documentación en el mismo momento en que se firmó el Acuerdo, en 1994 – tres años antes
de que empezara a funcionar la CEH (cfr. Hayner, 2008). La importancia de estos
documentos se basa en que, en la ausencia de fuentes provenientes de los archivos de las
fuerzas armadas, entonces inaccesibles; se pudo establecer a partir de ellos la estructura
represiva de las fuerzas armadas y de seguridad (cfr. Hayner: 2008).11 Conformada por un
equipo dinámico, apoyado por expertos externos, tanto a nivel nacional como internacional,
la CEH inició así su trabajo 31 de julio de 1997 (cfr. Rostica, 2006).
Al igual que el Proyecto REMHI, la CEH asumió la tarea de desarrollar una metodología
dirigida a investigar los casos de violaciones de derechos humanos. Sin embargo, la CEH se
centró en investigar el pasado en relación a un marco jurídico basado en los convenios
internacionales de derechos humanos. Una de las primeras crisis metodológicas tuvo fue
que las violaciones a los derechos humanos eran concebidas como violaciones a derechos
individuales. La emergencia de modalidades represivas que atentaban contra los derechos
comunitarios, obligó al equipo a repensar el abordaje. En las zonas donde hubo masacres,
la CEH comenzó a tomar testimonios colectivos, ya que era un patrón muy fuerte de la
violencia, tal como lo había señalado el Informe REMHI (Entrevista a Ana González, 21 de
11 Además, la CEH recibió información y colaboración de entidades estatales y de organizaciones no gubernamentales
nacionales e internacionales. Las entidades estatales incluyeron: la Comisión Presidencial de Derechos Humanos, el Ejército
nacional, la Policía nacional, el Procurador de Derechos Humanos, el Procurador General de la Nación y el Organismo Judicial.
Las organizaciones no gubernamentales: Asociación de Familiares de Detenidos-Desparecidos de Guatemala (FAMDEGUA),
Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), Convergencia por la Verdad, Centro Internacional para
Investigaciones de Derechos Humanos (CIIDH), el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI),
Asociación de Periodistas de Guatemala (AGP), Asociación de Estudiantes Universitarios "Oliverio Castañeda de León" de la
Universidad de San Carlos, Asociación Nacional del Café (ANACAFE), Asociación de Veteranos Militares de Guatemala
(AVEMILGUA), Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas,
Comerciles, Industriales y Financieras (CACIF), Comité Campesino del Altiplano (CCDA), Fundación Myrna Mack, Fundación
Rigoberta Menchú, Centro de Investigación, Estudio y Promoción de los Derechos Humanos (CIEPRODH), Centro
Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos (CIIDH), Comisión de la Verdad de la Rectoría de la Universidad de
San Carlos, Coordinadora Nacional de Derechos Humanos de Guatemala (CONADEHGUA), Acción Cristiana Guatemalteca
(ACG), Academia de Lenguas Mayas, Asamblea Consultiva de la Población Desarraigada (ACPD), Asociación de Mujeres
Ixmucané, Centro para el Desarrollo de la Democracia de la Costa Sur (CEDECOS), Coordinadora de Desarrollo Campesino
(CODECA), Consejo de Comunidades Etnicas Runujel Junam (CERJ), Consejo Nacional de Desplazados de Guatemala
(CONDEG), Conferencia de Iglesias de Evangélicas de Guatemala (CIEDEG), Comité de Unidad Campesina (CUC), Comisión
de Derechos Humanos de Guatemala (CDHG), Coordinadora Nacional Indígena Campesina (CONIC), Defensoría Maya,
Desmovilizados de URNG, Extensión universitaria de la Universidad de San Carlos, Equipo de Antropología Forense de la
Oficina de derechos Humanos del Arzobispado, Equipo de Antropología Forense de CALDH, Federadión de Cooperativas
Agrícolas de Guatemala (FEDECOAG), Fundamaya, Fundación Rigoberta Menchú, Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), Iglesia
Católica, Majawuil Quij, Movimiento de Desarraigados, Radio Chortí, Radio La Voz de Atitlán, Radio de Nahualá, Sindicato de
Coca Cola y la Fundación de Antropología Forense de Guatemala. Las organizaciones internacionales incluyeron: La American
Association for the Advancement of Science (AAAS), National Security Archive-Proyecto Guatemala (NSA), Gobierno de Suiza,
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF), Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Tribunal Penal Internacional para la ex –Yugoslavia,
Amnistía Internacional, Casa Guatemala-Chicago, Comisión Interamericana de Derechos Humanos-OEA, Human Rights
Watch, International Women’s Human Rights Law Clinic, Robert F. Kennedy Memorial Center, Organización Internacional del
Trabajo (OIT) y la Washington Office on Latin America (WOLA) (cfr. CEH, 1999).
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septiembre de 2012).
A medida que el equipo avanzó en la formulación del diseño del trabajo a realizar, varios
miembros propusieron la idea de elaborar una hipótesis sobre el genocidio. Esto se convirtió
en un tema de debate, sobre todo porque la CEH tenía que mantener un nivel estricto de la
objetividad. A pesar de ello, algunos miembros de la Comisión creían que tener una
hipótesis como punto de partida orientaría la investigación y dicha hipótesis sería confirmada
o rechazada. A medida que la investigación avanzaba, y los testimonios siguieron llegando,
se hizo imposible evadir el tema del genocidio (cfr. Entrevista a Ana González, 21 de
septiembre de 2012).
La CEH estaba formada por nacionales y extranjeros por igual, sin embargo en ningún
momento estuvo un guatemalteco a cargo de una oficina regional. Esta decisión operativa se
hizo con el fin de conservar el nivel de objetividad y transparencia en el trabajo. Este criterio
contrastaba con el esfuerzo del REMHI orientado a la subjetividad de las víctimas. Esta
diferencia puede comprenderse a partir de los distintos auditorios a los cuales estaba
dirigidos ambos proyectos. El REMHI estaba volcado de lleno a la reconstrucción del tejido
social y, por ende, buscaba interpelar especialmente a la ciudadanía. La CEH debía
además, rendir cuentas frente al Estado democrático (en construcción) y a la comunidad
internacional, que habían avalado su labor (cfr. Entrevista a Ana González, 21 de septiembre
de 2012).
Otra de las decisiones de la Comisión se tomó con el fin de inspirar confianza en los
entrevistados. En un país como Guatemala, que se hizo famoso por el nivel de infiltración
como parte de la estrategia contrainsurgente, se partía del presupuesto de que la confianza
entre las personas era prácticamente inexistente. Así, la Comisión decidió adoptar una
estrategia contraria a la que el Proyecto REMHI había utilizado como su metodología: los
entrevistadores serían todos extranjeros. Lo hicieron, sin embargo, contado con la ayuda de
intérpretes, especialmente en regiones con niveles de alta concentración de las
comunidades indígenas donde el español no era la lengua dominante. (cfr. Entrevista a Ana
González, 21 de septiembre de 2012).
Para informar sobre su trabajo, como el REMHI, la CEH tuvo un programa de radio
destinado a llegar a las comunidades y animarlos a que se presentaran para dar su
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testimonio. A diferencia de REMHI, la CEH logró tener presencia en los medios de
comunicación de radio. Además se produjeron y se distribuyeron folletos informativos dentro
de las diferentes comunidades. Otra diferencia cualitativa fue que la CEH se acercó a varios
testigos claves para realizar entrevistas que podían dar cuenta de las acciones de actores
de la insurgencia y del Estado, tal como los miembros y ex-miembros del Ejército Nacional y
otras entidades del Estado, como los políticos. También realizó entrevistas entre los exPatrulleros de Autodefensa Civil (PAC) y los ex-combatientes de la URNG (cfr. CEH, 1999).
Hacia el final de su labor, la CEH organizó un encuentro nacional, en donde se reunieron
más de 400 personas, que representaban a 144 sectores del país, que incluían
organizaciones de derechos humanos, académicas y campesinas. En ese marco, los
distintos sectores fueron invitados a presentar una serie de recomendaciones para que
fueran tomadas en cuenta en el momento de su formulación (Entrevista a Ana González, 7
de octubre de 2012). El hecho de que la convocatoria para participar fue recibida con mucho
fervor demostró la determinación de la sociedad para seguir siendo un agente activo en los
cambios políticos que se estaban produciendo.
Después de haber hecho una investigación exhaustiva en 2.000 comunidades, que consistió
en la recopilación de 7.338 testimonios, de los cuales 500 fueron colectivos, la CEH pudo
identificar, con nombre y apellido, a 42.000 víctimas de violaciones de derechos humanos
(cfr. Entrevista a Ana González, 21 de septiembre de 2012; Rostica, 2006). La escritura del
informe se estaba llevando a cabo en el mismo momento en que el Proyecto REMHI estaba
presentando su informe final. Elaborado en 12 tomos y dividido en tres capítulos, más
conclusiones, casos, anexos y una explicación metodológica del trabajo (Oettler, 2000: 2-3),
el 25 de febrero de 1999, el informe Guatemala: Memoria del Silencio fue entregado
oficialmente al Estado guatemalteco (cfr Rostica, 2006).
Reflexiones finales
Ante el miedo y el clima de desconfianza el Proyecto REMHI logró forjar el camino para
establecer y construir una confianza con las víctimas y sobrevivientes del CAI. Fue un gran
logro, dada la situación en un país en donde el silencio se convirtió en una forma de
supervivencia. A través de su dedicada labor, fueron capaces de crear condiciones sociales
de escucha, un espacio seguro donde la gente pudiera acercarse y, por primera vez, “contar
su propia historia, que no había sido antes escuchada, y (…) decir: créame” (ODHAG, 1998,
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XXIX).
Se podría decir que la limitación más grande se impuso el 26 de abril de 1998, tras el
asesinato de Monseñor Gerardi, quien acompañó el Proyecto desde el comienzo.
Teóricamente la última etapa era la de devolución de la memoria...Personalmente
pienso que el asesinato de Monseñor Gerardi provocó un cisma tal que la ODHAG
perdió el norte en este tema y no logró desarrollarlo...Después de la muerte de
Monseñor, mucha de la energía de la ODHAG se concentró en el proceso de
investigar su muerte (cfr. Entrevista a Ruth del Valle, 8 de octubre de 2012).
El trabajo, ahora descentralizado, continuó en algunas diócesis, fundamentalmente mediante
los más de 600 animadores de reconciliación que, siendo ellas y ellos mismos miembros de
las distintas comunidades afectadas por el CAI, siguieron trabajando en sus comunidades en
la etapa de la devolución. Este trabajo sigue hasta hoy en día, tras los informes producidos
por la ODHAG (cfr. ODHAG, 2008).
Se publicó una versión resumida de Guatemala: Nunca Más, junto con una guía pedagógica
orientada a difundir la importancia de la reconstrucción de la memoria histórica (cfr. ODHAG,
2008). Además, se publicaron en versión resumida las recomendaciones para la
reconstrucción del tejido comunitario y social. Esta versión es gratuita (cfr. Oettler, 2000).
Con respecto a las recomendaciones, el Informe rescató las demandas de las víctimas e
hizo una exhortación dirigida al Estado, pero fundamentalmente a las comunidades
religiosas, apelando a la responsabilidad moral de éstas en apoyar y ser partícipes activas
en el proceso de reconstrucción social (cfr. Fitzgerald, 2010). De este modo, el Proyecto
buscaba instalar a la Iglesia católica como una de las instituciones indispensables para el
futuro democrático del país.
Retrospectivamente, se puede decir que la publicación de Guatemala: Memoria del Silencio
tuvo dos logros importantes. El primero es que, al investigar las causas del CAI, realizó un
informe que explica en gran detalle lo que había sucedido, y el segundo fue que, finalmente,
un informe oficial puso un nombre a lo que había ocurrido en Guatemala: el genocidio (cfr.
ODHAG, 2008). Durante años, varios académicos habían descrito las atrocidades como
campañas genocidas, pero sin datos empíricos para respaldar estas afirmaciones (cfr.
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Oettler, 2008).
Es justo decir que, dado los contextos en los que se crean comisiones de la verdad, las
limitaciones siempre estarán presentes desde el principio. En el caso de la CEH, el tiempo
era una restricción enorme, lo que limitó tanto la cantidad de trabajo que se pudo hacer, así
como la profundidad que se pudo dedicar a la indagación sobre cada categoría. Las
complicaciones surgieron también durante la formulación de la metodología, aunque muchos
de estos obstáculos se superaron a medida que se fueron presentando, como en el caso de
los testimonios colectivos.
Acordate una de las cosas muy limitantes de la Comisión era que tenía una fecha.
Tenía seis meses de mandato. Y llevó un año y medio…Si hubiéramos tenido más
tiempo,
hubiéramos
podido
investigar
más…Eso
lo
criticaron
muchas
organizaciones...yo creo que eso fue lo que se consiguió en la mesa de negociación.
O sea, en la mesa de negociación, nunca se consigue todo lo que se quiere…Pero
bueno, convengamos que después del genocidio, la sociedad estaba muy débil, a
pesar de que estaba, digamos, muy organizada. O sea, de hecho, el genocidio la
debilitó enormemente. Pero, sí, las organizaciones, con justa razón, criticaron esos
aspectos ¿no? (Entrevista a Ana González, 7 de octubre de 2012).
Tal vez el factor que exacerbó más el proceso de investigación y recopilación de testimonios,
que son fundamentales para el trabajo de la CEH, fue una fuerte presencia militar dentro de
las comunidades, a pesar del hecho de que el conflicto había terminado formalmente (cfr.
Esparza, 2007). Así que, como en el caso del Proyecto REMHI - aunque tal vez en menor
grado – todavía había miedo a romper el silencio sobre lo que había ocurrido en las
comunidades. Cabe decir, sin embargo, que a pesar del temor a las represalias, muchos
sobrevivientes pacientemente esperaron para contar sus historias.
Recuerdo haber tomado testimonios en una finca de retornados, y había una situación
de mucho miedo, de mucha precariedad...La gente esperaba afuera, y a veces
esperaba todo el día, sin comer...La gente esperaba lo mismo aunque no tuviera nada
que comer. Y tuvieron que esperar todo el día...esperaba 8, 10, 12 horas. Si tuvieron
que esperar todo el día, esperaban…Habían sufrido mucho...tremendo, pero era así.
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(Entrevista a Ana González, 7 de octubre de 2012).
Ciertamente, hay muchas lecciones que aprender de la experiencia de haber tenido dos
comisiones de verdad en Guatemala. La enseñanza más obvia es que estas comisiones,
aunque ambas tuvieron diferentes enfoques metodológicos y mandatos, se complementan
entre sí. El Proyecto REMHI tuvo un enfoque orientado “de abajo hacia arriba”; mientras la
CEH operó con un enfoque más vertical, si se quiere. A pesar de esto, contaron con un gran
apoyo de sectores de la sociedad civil, al igual que de organizaciones internacionales y,
ambas lograron cubrir, a grandes rasgos, el mismo espacio temporal y geográfico,
investigando el contexto histórico e, incluso trabajando, en un momento dado, paralelamente
(cfr. Fitzgerald, 2010). Ambos informes son ampliamente aceptados y utilizados: han logrado
crear espacios de diálogo que eran inexistentes previamente, tanto en espacios sociales,
como académicos y en los medios de comunicación (cfr. ODHAG, 2008). Un informe de la
ODHAG nota que “la relación entre ambos cuerpos es muy estrecha, el último informe y sus
alcances no pueden entenderse sin la existencia del otro” (ODHAG, 2008: 22).
Produjeron conclusiones determinantes, seguidas por una serie de recomendaciones, y
aunque el informe de la CEH está orientado más hacia el cumplimiento a cabalidad de los
Acuerdos de Paz, las recomendaciones de ambos informes están orientadas a “la mitigación
del daño...la construcción de la memoria colectiva...el rol de otros agentes sociales...la
prevención de las violaciones de derechos humanos (garantías de no repetición)...cambios
legislativos y judiciales...[y] cambios sociales” (ODHAG, 2008: 25-27).
El trabajo de las comisiones sirve para complementar los procesos judiciales. Los casos
judiciales que han avanzado a nivel nacional, regional e internacional han utilizado el
contenido de los dos informes para sustentarlos. Esta es una realidad que han señalado
tanto dirigentes de organizaciones de derechos humanos en Guatemala como los
integrantes de ambas comisiones de verdad:
Son cosas que no están pensadas en la judicialización de los casos, porque no es el
objetivo de los trabajos de las comisiones…El REMHI fue una prueba...cuando fui
perito...ante la Corte Interamericana para el caso Molina Theissen. Hice un peritaje
sobre el impacto de la niñez – el impacto de la impunidad en los casos de niñez
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desaparecida (Entrevista a Carlos Beristain, 19 de octubre de 2012).
Yo creo que de cualquier modo los nombres, los familiares de las víctimas los tienen.
Lo que los dieron para la Comisión los pueden dar en cualquier otro lado. Esa es la
realidad. Lo importante era que la Comisión, digamos, de alguna manera valida lo
que los testimonios – y después las querellas, pueden presentar (Entrevista a Ana
González, 7 de octubre de 2012).
Entonces la tarea de los que querramos llevar juicios es investigar a quiénes se
referían, porque si te dicen: “participó el comandante de la zona o el oficial que
estaba a cargo de este grupo” y la masacre se cometió...en tal lugar, solo habrá que
buscar la información para ver quién era el que estaba allí. Así es como ha sido
posible llevar a cabo algunos juicios (Entrevista a Mario Polanco, 8 de octubre de
2012).
De este modo, los informes instalan una verdad y un reclamo ético, pero también construyen
condiciones para la judicialización. Hasta los años noventa, aún no existían datos que
podían dar cuenta de manera sistemática, la magnitud de las violaciones, a pesar de que
salían informes de grupos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y
Amnistía Internacional. Esto significaba que las cifras sobre las violaciones y la cantidad de
víctimas siempre eran aproximaciones. Desde que se publicaron los informes, existen ahora
cifras que dibujan un panorama más completo de la violencia ocurrida en Guatemala durante
casi cuatro décadas.
Ambos informes claramente responsabilizan a las fuerzas armadas de haber cometido el
grueso de las violaciones. En este sentido, los informes fueron valiosos aportes para poder
presentar datos estadísticos para mostrar la verdadera magnitud del terror, convirtiéndolos
en referencia nacional e internacional. Aun así, está claro que existen muchos vacíos que se
han ido supliendo con el tiempo, a medida que se ha ido cambiando el contexto social y
político y, a medida, que el tejido social se ha ido recomponiendo.
Carlos Beristain, en una entrevista, hizo referencia al concepto de memorias politizadas:
Nosotros no podemos empezar a hablar de militantes políticos de la guerrilla que
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fueron asesinados cuando estábamos en el REMHI. La gente no te contaba esas
cosas, te contaban más la historia de que “vinieron y lo mataron”, punto. No te
contaba en qué estaban, qué hacían, porque tenían miedo y habían construido un
relato, en un espacio en que no se podía hablar, porque hablar de eso era
peligroso...después de un tiempo, en un clima social más favorable, se puede hablar
de otras cosas. La gente se ha atrevido cada vez más a decir, en un ambiente fuera
del control del miedo...Entonces...después de las comisiones, se ha abierto el
espacio para que esas memorias se puedan reconstruir (Entrevista a Carlos
Beristain, 19 de octubre de 2012).
Ana González hizo una observación parecida: “la memoria se va reconstruyendo en distintos
momentos, según las necesidades y posibilidades de la época, y eso hace que haya
memorias de distintas generaciones” (Entrevista a Ana González, 7 de octubre de 2012).
Recordando el trabajo que hizo la CEH, Ana González formula una pregunta: “¿Era posible
observar ese fenómeno en ese momento desde la Comisión, cuando en realidad se estaba
planteando...por primera vez?” (Entrevista Ana González, 2012). Con esta pregunta pone en
evidencia las limitaciones que el tiempo y las coyunturas ofrecen para que una sociedad
comience a construir su memoria histórica. De acuerdo al modelo elaborado por Henry
Rousso, en Le Síndrome de Vichy, la construcción de la memoria colectiva atraviesa
distintas etapas:
El recuerdo de Vichy había evolucionado en cuatro etapas distintas: 1944-1954,
1954-1971, 1971-1974, de 1974 hasta hoy. (...) fue al considerar que la primera fase,
la de la Liberación, Depuración y Reconstrucción, había sido la ocasión de un
“trabajo de duelo”, que tomó cuerpo la metáfora analítica. Ese trabajo de duelo se
percibía primero en el nivel de los individuos: el duelo en sentido propio, de los
muertos y desaparecidos; luego, el duelo en el plano nacional: una vez finalizadas la
guerra, la ocupación extranjera, la guerra civil, había que vivir con las heridas y los
odios que habían generado y recuperar el ritmo normal de las cosas. De este modo,
el encadenamiento de las fases cobraba sentido: el tiempo de la “represión” (de la
derrota, de Vichy, del antisemitismo), el “retorno de lo reprimido” y finalmente, la fase
“obsesiva”, período en el cual los temas reprimidos, en particular el del antisemitismo
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de Vichy, cobraban una dimensión notoria a pesar de la distancia de los cincuenta
años transcurridos y de la existencia de generaciones totalmente ajenas a esa guerra
(Rousso, 1987: 8).12
A modo de concluir, es verdad que las comisiones fueron producto de determinadas
condiciones históricas y políticas y, en ese momento, en Guatemala no era posible acceder
a la documentación necesaria para dar cuenta de la magnitud de todos los crímenes
cometidos contra todos los grupos. Al mismo tiempo, tampoco constituía una demanda
específica de las víctimas. Desde esta perspectiva, sería un error decir que, desde el inicio
de este nuevo siglo, no hubo avances en el camino hacia una construcción de verdad, más
bien, este es el trabajo que se pudo hacer a partir de los informes de las comisiones.
12 Traducción disponible en:
https://docs.google.com/viewer?a=v&q=cache:5_LZ7R_K180J:www.comisionporlamemoria.org/investigacionyense%25C3%25
B1anza/pdf_biblioteca/Rousso%2520Los%2520usos%2520politicos%2520del%2520pasado,%2520cap%25209.pdf+Rousso+%2B+Le+s%C3%ADndrome+d
e+Vichy&hl=es419&gl=ar&pid=bl&srcid=ADGEESjqhIbr7xlQvq_JW989Hkp8qUs_C0JB31RDLb9Z3FSHGrzDnUK2JKgt6p9RZR8BRuPwMMgg
XQ8b1iZt17lOZk_X_4qXvSA84W68oqTQf8d-Di1dqGcYD6sDHZUfNyiC207azXe&sig=AHIEtbQGGkpEvLeeeGUvwClGJD75PsUlpA. Acceso: 13/11/2012.
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María Luisa Rosal Vargas
Mario Polanco. Entrevista por Skype. 8 de octubre de 2012.
--- Entrevista por Skype. 24 de octubre de 2012.
Ruth del Valle. Entrevista por correo electrónico. 8 de octubre de 2012.
Palabras clave
Key words
Conflicto armado interno
Internal armed conflict
Comisiones de verdad
Truth commissions
Testimonios
Testimonies
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
AVANCES DE INVESTIGACIÓN
MEMORIA Y GUERRA: OLVIDAR Y RECORDAR CUANDO EL HORROR NO HA
TERMINADO
Óscar Javier Carbonell Valderrama1
Alguna vez escuché que en un caserío alejado de los llanos orientales de Colombia llegaron
unos hombres armados y a gritos dejaron en claro que ellos eran quienes tenían el control
militar de ese territorio. El jefe del grupo se acercó a un joven que estaba en una pequeña
tienda tomándose una cerveza y le pidió que se identificara. El joven le dijo cómo se
llamaba, pero no pudo probar que ése era su nombre, ya que no llevaba consigo su
documento de identidad. Ante esto, el hombre armado le disparó al joven, quien cayó
muerto. La mamá del joven escuchó el disparo cuando estaba zurciendo un pantalón. Luego
de unos minutos, llegaron los hombres armados a la casa de la mujer y le dejaron el cuerpo
de su hijo en la entrada. Le dijeron que no le diera sepultura, pues en el grupo había un
experto en descuartizar cuerpos, quien se ocuparía de ello. Así, la madre tuvo que
presenciar cómo el cuerpo de su hijo era desmembrado. A la mamá le prohibieron llorar.
Con el fusil apuntando a su humanidad se aseguraron de que no saliera ni una sola lágrima
de sus ojos. Su hijo fue enterrado por el descuartizador en un descampado al frente de la
casa. A la mamá le fue prohibido desenterrarlo. El grupo armado se fue y advirtieron que
volverían. Al día siguiente, las personas del poblado fueron testigos de cómo la costurera del
caserío remendaba una a una las partes del cuerpo de su hijo. Silenciosamente, sin llanto,
cada una de las partes del cuerpo del joven fue reconstruida con esmero por su madre. Ella
lo volvió a enterrar en donde estaba. En cuestión de horas volvió el grupo armado al caserío.
El jefe del grupo increpó a la costurera por haber desobedecido la orden que él le había
dado. La obligó a desenterrar a su hijo y a deshacer todas las costuras, y su hijo volvió a ser
pedazos que alguna vez fueron un todo. La mamá aún no llora.
Parece ser que el relato de la costurera y su hijo es verídico, quizá sí ocurrió, pero no como
me lo contaron. La idea de la persona que me contó esto era que yo le diera un consejo
como abogado, sobre todo porque la mamá del muchacho no se atrevía a denunciar ante
las autoridades judiciales el horror por el que había pasado. Sin embargo, en el caserío
1
se
Egresado de la Maestría en Derechos Humanos y Democratización- UNSAM
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rumoreaba que era inaceptable que la costurera no denunciara los hechos cuando todos
sabían que el grupo armado ya había entregado las armas, gracias a un acuerdo de paz
firmado por sus jefes y el gobierno colombiano. Además, la gente del pueblo sabía que el
grupo que asesinó al hijo de la costurera actuaba en connivencia con el ejército nacional. Mi
consejo fue que le dijeran a la mamá del joven que contara su historia cuando ella lo
considerara prudente y no cuando los demás quisieran.
Sin duda, lo que he escrito hasta ahora causa horror, incluso es posible que nadie crea mi
relato. Es más, ya no recuerdo quién ni cuándo me contó esa historia, solo tengo un
recuerdo vago, el recuerdo que queda después de escuchar algo terrorífico u horroroso del
conflicto armado interno colombiano. Justamente, el tema de la memoria y la guerra es
mencionado por Alejandro Kaufman, quien afirma que cuando existe conflicto interno en una
sociedad, la cual se organiza de forma antagónica, la cuestión de la memoria se resuelve tal
como se resuelven las guerras civiles o interiores, es decir, “mediante la lógica del triunfo y
la derrota, […] [las cuales] preceden al acuerdo, el olvido y el perdón. En cambio, los
acontecimientos del horror, la supresión de la memoria y de la identidad, el exterminio,
ocasionan una condición de disolución autodestructiva del colectivo social, que sólo puede
superarse mediante una situación refundacional de las representaciones simbólicas que
instituyen límites respecto de otros colectivos sociales, y sobre todo, respecto del pasado
traumático. Si no se levantan esos muros simbólicos como garantía común de que lo
acontecido no tendrá repetición, lo que sucede no es que se vaya a repetir exactamente lo
sucedido: ocurrirá una continuación, un estado de suspensión del pasado traumático.”1 Por
supuesto, Alejandro Kaufman habla desde un contexto diferente al colombiano y yo lo leo a
él desde el contexto de la guerra interna colombiana, la cual no termina. Kaufman habla del
horror del exterminio realizado a través del terrorismo de estado de la última dictadura
argentina, habla del pasado que se refleja en el presente cuando los hijos apropiados
recuperan su identidad y se adueñan del espacio físico de la Ex-Escuela de Mecánica de la
Armada (Ex-ESMA). Frente al horror del exterminio, la sociedad argentina tiene un punto
histórico-simbólico de llegada y otro de partida: los años 1976 y 1983. Llegó el horror en
1976 y partió o se fue en 1983. Casi no se habla de las otras dictaduras, de los otros
horrores anteriores a 1976. Las violaciones de derechos humanos cometidas en la dictadura
fueron horrorosas, imperdonables, injustificables e imposibles de olvidar; pero está mal
dicho cuando digo que fueron “cometidas”, pues no han terminado aún. La desaparición
1
Kaufman, Alejandro, Nacidos en la ESMA. En Oficios terrestres, AA VV. Facultad de Periodismo y Comunicación Social.
UNLP,
septiembre
de
2004,
página
30.
Disponible
en
internet:
http://www.perio.unlp.edu.ar/oficios/documentos/pdfs/Oficios_15_16.pdf
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forzada de personas no ha terminado y la apropiación de la identidad de los hijos de los
desaparecidos y las desaparecidas se sigue cometiendo. Precisamente, la recuperación de
la Ex-ESMA es el símbolo de la recuperación de la memoria distinta al paradigma punitivo
que en Argentina se había convertido en la única forma de estructurar el discurso estatal
frente a la memoria de los horrores de la última dictadura. Mientras la sociedad argentina
tiene un punto de llegada y otro de partida, la sociedad colombiana tiene varios puntos de
llegada y ningún punto de partida histórico-simbólico. La historia del horror de la guerra
colombiana la han escrito quienes hacen la historia desde 1964, año en que es creada la
guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al mismo tiempo
que la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). También desde 1981, año en que
un puñado de narcotraficantes y miembros de las fuerzas armadas crearon el grupo
paramilitar Muerte A Secuestradores (MAS). Incluso, hay algunas personas que afirman que
el punto de llegada es en 1997, año en que se crea las Autodefensas Unidas de Colombia
(AUC), ejército paramilitar que se creó con la asociación de varios grupos paramilitares. La
sociedad colombiana tiene, no solo uno, sino varios puntos de llegada del horror, pero no
tiene uno de partida. El horror de la guerra en Colombia no se ha ido. La diferencia del
horror argentino del colombiano es que el primero permite narrar y reconstruir la memoria
del exterminio, mientras que el segundo no permite narrar la memoria de la guerra, ya que
quien se atreva a reconstruirla será etiquetado o estigmatizado como simpatizante,
colaborador o afín a cualquiera de los actores del conflicto armado.
La continuación del pasado traumático que menciona Alejandro Kaufman cuando no se
levantan los muros simbólicos como garantía común de que lo acontecido no tendrá
repetición, en Argentina se traduce en que los hijos de las personas desaparecidas, en
centenares de casos, no saben que sus padres (apropiadores) son los asesinos de sus
verdaderos padres, y que no aparecen los desaparecidos. Mientras tanto, la continuación
del trauma de las víctimas en Colombia es que lo acontecido puede volver a ocurrir, pues el
horror de la guerra aún no ha terminado; incluso, los colombianos y las colombianas no
conocemos cuáles son los horrores cometidos y que aún se cometen en la guerra. La lógica
del triunfo y la derrota que preceden al acuerdo, el olvido y el perdón en los conflictos
armados internos aparece cuando se ha terminado la guerra. No obstante, esa lógica del
triunfo y la derrota que gobernaría al modo como se aborde la memoria podría aplicarse a
una guerra de corta duración; dicho de otro modo, la lógica del triunfo y la derrota no se
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puede aplicar a una guerra perenne como la colombiana, que es un conflicto que ha
naturalizado, convertido en esencia y trasformado en un fundamentalismo a los dispositivos
de la violencia. La guerra colombiana ha sido interiorizada a través de la cotidianidad de la
violencia. Justamente, la pregunta que nos debemos hacer es si la reconstrucción de la
memoria necesariamente tiene que esperar a que exista en Colombia un punto de partida,
tal como ocurrió en Argentina en 1983. En 1985 el estado colombiano llegó a un acuerdo de
paz con la guerrilla de las FARC, en donde se acordó la creación del partido político Unión
Patriótica (UP). La sociedad colombiana pensó que había llegado el fin de la guerra, pero lo
que se obtuvo fue un genocidio contra las personas que hacían parte de la UP. El genocidio
de la UP es uno de los pocos cometidos en Latinoamérica en tiempos de democracia y su
negación hace parte de la lógica de la guerra, por lo que el horror del exterminio aún no se
ha narrado a través de la reconstrucción de la memoria. En 1991 fue elegida una asamblea
nacional constituyente en Colombia, en donde se promulgó una nueva constitución política,
y la sociedad colombiana se alcanzó a ilusionar con la llegada de un punto de partida. Sin
embargo, los grupos paramilitares y narcotraficantes se fortalecieron. La guerra y su horror
no se fueron. En 1998 el estado colombiano inició un diálogo de paz con las FARC, la
hipocresía de las partes trajo como consecuencia el fortalecimiento militar del estado a
través del Plan Colombia (financiado por Estados Unidos), de los grupos paramilitares y de
la misma guerrilla. Finalmente, en el año 2003 el estado colombiano firmó un acuerdo de
paz con las AUC que trajo como consecuencia la entrega de las armas de varios grupos
paramilitares, pero no desmanteló las estructuras paramilitares que hoy siguen sólidas con
un nombre nuevo (Bandas Criminales o BACRIM). En la actualidad, en Colombia hay
guerra, un conflicto armado interno que tiene como actores al estado, los paramilitares, las
guerrillas y el tráfico ilegal de narcóticos, minerales y personas que los permea a todos.
El contexto argentino desde el que habla Alejandro Kaufman, en el tema de la memoria,
puede servir de referente al contexto colombiano para reafirmar el papel que juega la
memoria frente al horror. La memoria, tal como Alejandro Kaufman lo advierte, es la garantía
del fracaso del horror. Las víctimas que sobreviven al horror de la guerra ayudarán a que el
punto de partida en Colombia sea plausible cuando recuerden y den su testimonio. Pero las
víctimas no deben estar solas, suficiente tienen con el trauma ocasionado por el conflicto
como para adjudicarles la responsabilidad del fin del horror. A lo que me refiero es que el
estado colombiano nunca ha realizado un proceso de diálogo con las víctimas. En Colombia
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se ha dialogado con la guerrilla, los paramilitares, incluso con los narcotraficantes; pero
jamás con las víctimas del conflicto armado interno.
La mamá costurera que protagoniza la historia narrada al inicio de este escrito aún no llora,
pero no lo hace porque se lo hayan prohibido los actores del conflicto armado, sino porque
desea hacerlo cuando pueda volver a zurcir su memoria, cuando llegue el día en que el
estado colombiano dialogue con ella y le permita volver a reconstruir la memoria de su hijo.
Quizá la mamá llore cuando pueda enterrar el cuerpo de su hijo unido como un todo, tal
como lo parió al mundo.
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EN LA PRÁCTICA
LOS SITIOS DE MEMORIA EN LA AGENDA DE LA DEMOCRACIA
Valeria Barbuto 1
Resumen:
La historia de Latinoamérica está signada tanto por graves violaciones a los derechos
humanos seguidas de procesos de impunidad como por los enormes y diversos esfuerzos
que se vienen realizando para afrontar esos crímenes, en pos de la verdad, la justicia, la
reparación y la memoria.
En la actualidad, la memoria -entendida como medio de transformación social- forma parte
de las políticas que integran la agenda democrática. Entre ellas se destacan los debates
sobre los modos de señalización y usos de lugares donde se cometieron los crímenes más
atroces, sobre la creación de espacios memoriales y sobre las responsabilidades implicadas
en la gestión de estos sitios.
Abstract:
Latinamerica´s history is marked both for serious human rights violations followed by
processes of impunity as well as the enormous and diverse efforts being realized to face
these crimes in the search for truth, justice, reparation and memory.
Nowadays, memory –as means of social transformation- is part of the policies that build the
agenda of democracy. The debates on the ways of marking and using these places where
awful crimes were committed, about the creation of memorials and about the responsibilities
implied in their managing are the most important among these policies.
Latinoamérica comparte una trágica historia social y política de crímenes atroces y de
procesos de impunidad posterior. Pero también comparte los enormes esfuerzos por
afrontar esos crímenes, que en muchas realidades son parte del presente. Se trate de
1
Valeria Barbuto es Directora de Memoria Abierta. Participó en diversos proyectos sobre archivos y derechos humanos,
construcción de memoria colectiva sobre el terrorismo de Estado, políticas de reparación a las víctimas, procesos de verdad y
de justicia sobre graves violaciones a los derechos humanos y en abordajes de estos temas desde la perspectiva de género.
Integró el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y participa en el Directorio del Espacio para la Memoria, Promoción y
Defensa de los Derechos Humanos [ex ESMA]. Es antropóloga egresada de la Universidad de Buenos Aires, con estudios de
postítulo en Gestión Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) - Universidad Nacional de General San Martín
(UNSAM) y en Democratización y Derechos Humanos del Centro de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile. Desde 2008 forma parte del Equipo de Antropología Política y Jurídica en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA. [email protected] www.memoriaabierta.org.ar www.sitiosdememoria.org
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dictaduras, conflictos armados internos, transiciones inconclusas o procesos de paz, en
nuestros países las víctimas, los familiares, la sociedad toda se empeña en avanzar hacia la
verdad, la justicia, la reparación y la memoria.
Los principios, las demandas y las acciones de memoria siempre son discutidos. Pero en
general incluyen la vocación de recordar a las víctimas y repudiar los crímenes, tanto como
la de promoción de los derechos humanos y las garantías de no repetición. Así, estas
iniciativas abarcan la lucha contra la impunidad desde la perspectiva de los afectados en
forma directa, pero también al sistema político, la democracia, las instituciones, garantizando
el respeto a los derechos más allá de ellos.
Por una parte, los procesos de construcción de memoria están vinculados con otras
medidas y/o políticas qué discuten cómo abordar lo sucedido. Así, en distintos países, la
memoria puede ser una parte de la resistencia a la opresión, una demanda y un eje de la
acción política de grupos sociales, una consigna de movilización, parte de la solución de un
conflicto o una política de Estado.
Además, la memoria se enlaza con otros temas de la agenda democrática. En este sentido,
los sitios o lugares de memoria en el mundo convocan a poner a la memoria en acto: del
genocidio a la eliminación de la discriminación, del apartheid a la igualdad, de la
segregación a inmigrantes hacia la integración, de la represión a los excluidos a la inclusión
social, de la guerra a la paz, de la impunidad a la justicia. El objetivo de hacer memoria no
es la simple evocación de los hechos, sino la transformación social.
En las últimas décadas del SXX tomó impulso a nivel mundial el trabajo en torno a los
lugares donde se cometieron graves crímenes contra la humanidad. Una preocupación ya
extendida desde el ejemplo de la memoria de la Shoah. En este marco, en 1999, se formó la
Coalición Internacional de Sitios de Conciencia1, una red de instituciones que compartían el
objetivo de lograr que los sitios de memoria sean espacios de intercambio y debate sobre
problemas contemporáneos desde una perspectiva histórica. Esta alianza impulsada por el
Museo del District Six (Sudáfrica), Museo Gulag (Rusia), Museo de la Guerra de Liberación
(Bangladesh), Lower East Side Tenement Museum (EE.UU.), La Casa de los Esclavos
(Senegal), National Park Service (EE.UU.), Memoria Abierta (Argentina), Memorial Terezín
1
http://www.sitesofconscience.org
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(República Checa) y The Workhouse (Reino Unido) tiene hoy más de 200 miembros en todo
el mundo.
En el marco de consolidar el trabajo de los sitios miembros de la Coalición y en virtud de las
similitudes de problemáticas, procesos históricos y otras características, se formaron redes
regionales o temáticas. A partir de 2005, comenzó a funcionar de forma muy activa la Red
Latinoamericana2.
Esta red trabaja para promover la memoria de las violaciones a los derechos humanos
ocurridas en América Latina durante los periodos de terrorismo de Estado y de conflicto
armado interno, en particular usando los sitios como vehículos privilegiados para la
construcción y el fortalecimiento de una cultura verdaderamente democrática y para evitar
toda forma de autoritarismo en las generaciones futuras. Hoy la Red Latinoamericana
cuenta con 32 sitios en 11 países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador,
Guatemala, México, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay3.
Los sitios pueden ser memoriales, archivos, museos, instituciones educativas, cada uno con
su enfoque específico. La diversidad también se encuentra en sus formatos institucionales:
desde simples organizaciones de base como la sociedad civil Las Abejas de Chiapas que
representa la voluntad de movilización social, hasta los museos oficiales como el MUME de
Montevideo o el Museo de la Memoria de Chile con la impronta del desarrollo de políticas
públicas sobre el tema. De cualquier forma, su fuerza no es intrínseca; y por ello cada uno
desarrolla programas destinados a la educación, la preservación del patrimonio, la difusión,
etc.
2
Memoria Abierta es la actual coordinadora de la Red.
Estos son: Archivo Provincial de la Memoria, Casa por la Memoria y la Cultura Popular, Centro Cultural por la Memoria de
Trelew, Comisión de homenaje a las Víctimas de los CCD Vesubio y Protobanco, Mansión Seré, Memoria Abierta y Museo de
la Memoria de Rosario (Argentina); Memorial Da Resistencia - Pinacoteca do Estado de San Pablo, Núcleo da Preservaçao da
Memoria Política y Memorial da Anistia Política (Brasil); Agrupación de Familiares de D. D. de Paine, Museo de la Memoria y
los Derechos Humanos, Estadio Nacional, Comité de Derechos Humanos Nido Veinte, Fundación 1367 - Casa memoria José
Domingo Cañas, Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi (Chile); Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (Colombia),
Museo de la Palabra y la Imagen (El Salvador), Archivo Histórico de la Policía Nacional, Centro de Investigaciones Regionales
de Mesoamérica, Instituto Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social, Memorial para la Concordia (Guatemala);
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, Sociedad Civil Las Abejas, Centro de Investigaciones Históricas
de los Movimientos Sociales (México); Museo de las Memorias: Dictaduras y Derechos Humanos, Dirección de Verdad, Justicia
y Reparación – Defensoría del Pueblo (Paraguay); Asociación Paz y Esperanza, Movimiento Ciudadano Para que no se
Repita, Asociación Caminos de la Memoria (Perú); Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (R. Dominicana); Centro
Cultural Museo de la Memoria – MUME (Uruguay)
3
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La memoria en acto
En muchos casos, como el argentino, a lo largo del proceso histórico, la memoria ha
discutido, incidido o provocado cambios en las políticas sobre qué hacer con lo sucedido.
Podría decirse que esta es una primera dimensión del ejercicio de memoria en el que
pasado y presente están vinculados: la vigencia de los derechos humanos incluye la
transmisión (el diálogo y el debate), la obtención de verdad y la realización de justicia por
graves violaciones a los derechos humanos. En el marco de las disputas políticas sobre
cómo tratar los crímenes, la memoria suele ser entendida como un tema del pasado. Sin
embargo es un tema de actualidad, tanto sea por la persistencia de la impunidad, por las
obligaciones internacionales adoptadas por los Estados, como por la existencia de actores
sociales que la reclamen.
Por otra parte, de manera coincidente en muy distintas situaciones, los actores sociales
remarcan que a partir del pasado se puede generar un mayor entendimiento de las
violaciones a los derechos humanos que suceden en la actualidad.
Las acciones de memoria sean estas planificadas o no, son una herramienta de disputa de
los distintos grupos sociales o actores institucionales. Durante el momento de ejecución de
los crímenes la documentación de lo que sucede y su denuncia pública suele discutir con el
intento de silenciarlos y eliminar los registros de la barbarie4. Durante las transiciones de los
regímenes políticos discuten el reconocimiento social de lo sucedido marcando las
características del pasado pero también las ideas centrales del nuevo proceso institucional5.
En las etapas de impunidad se despliegan como parte de la movilización social o ponen en
práctica formas alternativas para combatirla. Donde se realizan procesos de justicia, la
memoria otorga sostén o participa de los debates jurídicos dentro y fuera de los límites de
las salas de tribunales.
4
Tzvetan Todorov, en Frente al límite sostiene que la primera justificación de los crímenes intenta negar los hechos, aunque
estos intentos fracasan porque existen testigos, documentos y los propios "cuerpos" de las víctimas. El segundo argumento se
justifica en el desconocimiento ("no sabía nada de lo que sucedía"), el tercero apela a la obediencia a órdenes, y el último a
que otros también lo hicieron, sean estos individuos o naciones (Todorov, T., 1993: Frente al límite, México, Siglo XXI
Editores).Este tema ha sido abordado por otros autores entre los que cabe destacar a Paul Ricoeur que ha detallado los
argumentos esgrimidos en distintas experiencias nacionales (Ricouer, P., 2003: La memoria, la historia, el olvido, Madrid,
Editorial Trotta).
5
La memoria es uno de los campos de disputa sobre cómo se entenderán los crímenes. En los escenarios de comisiones de
verdad, juicios, organismos internacionales se despliegan los relatos sobre “excesos”, “bandos”, violencias, guerras, terror
planificado y sistemático. El significado político, ético, que logra articular el espacio público en este momento es determinante
en el desenvolvimiento de los conflictos posteriores. Por una parte la determinación de lo sucedido: ¿quiénes son las víctimas?,
¿quiénes son los responsables?, qué hechos se reconocerán?, ¿desde cuándo?. Por otra, se forjan ideas centrales del nuevo
proceso institucional: la relación entre democracia y derechos, el alejamiento de la barbarie, la igualdad ante la ley.
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Una parte de estas acciones de memoria son las iniciativas en sitios, que pueden ser
relevantes porque allí sucedieron hechos trágicos o de resistencia, pero también los lugares
de memoria erigidos para conmemorar, resguardar archivos o convertirse en museos (en
adelante sitios). En estos casos se construye un patrimonio de la memoria que contiene
significados políticos provenientes de complejos procesos dirigidos a transformar
sentimientos personales o grupales en significados públicos y colectivos. Desde el aspecto
performativo del patrimonio histórico su función simbólica es por un lado comunicar estos
significados y por otro producir ciertos "valores".
En Argentina, la intensa labor de señalamiento de los lugares de represión, tortura y muerte
fue central para lograr el reconocimiento público del sistema implementado. Los
sobrevivientes, familiares y organismos de derechos humanos marcaron esta existencia en
sus testimonios dados durante la misma represión, ante la CONADEP, en los juicios, en los
medios de comunicación. Estas acciones lograron el re-conocimiento de lo sucedido en un
sentido que trasciende el “descubrimiento de evidencia” hacia una apropiación social del
pasado. Este sentido perdura hasta el presente, más allá de discusiones puntuales, de
nuevos datos, de cuánto se amplían las listas de víctimas o cuántos represores se
identifican.
Sobre ese re-conocimiento se impuso el silenciamiento y la impunidad. Y la misma labor
tenaz fue la que discutió con esas políticas transformando la demanda de los lugares de
memoria en una pequeña grieta en las posturas estatales sobre el terrorismo de Estado y
vinculando estas iniciativas de memoria a otros temas de derechos humanos.
Por ejemplo, el desarrollo de las primeras controversias sobre el predio de la Escuela de
Mecánica de la Armada (ESMA) significó para muchos la lucha contra la impunidad pero
también la discusión sobre las políticas que debían regir las relaciones cívico-militares.
La ex ESMA tiene una primera referencia temporal que es haber sido centro clandestino de
detención, tortura y exterminio durante la dictadura. La segunda referencia insoslayable es
la pelea contra el decreto que ordenaba demolerla en el año 19986. El entonces presidente
Carlos Menem, dispuso trasladar las instalaciones de la ESMA a la Base Naval de Puerto
Belgrano, desafectar los inmuebles y construir “un espacio verde de uso público y el lugar de
6
Decreto 8/98. Escuela de mecánica de la Armada (ESMA). Dispone su traslado. Dictado el 06/01/98 y publicado en el B.O. el
09/01/98.
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emplazamiento de un símbolo de la unión nacional”. El Ministerio de Defensa era el
encargado de construir ese monumento.
Por una parte cabe recordar que el decreto antes mencionado fue firmado poco después de
que se presentara en el Congreso Nacional el proyecto que dos meses más tarde derogaría
las leyes de punto final y obediencia debida7. Además, y sin mediar interpretaciones, en los
propios fundamentos del proyecto se hizo explícito que el objetivo de estas medidas se
vinculaba con una política sobre las Fuerzas Armadas y una política de memoria. En el
primer caso, la reestructuración institucional y racionalización de los recursos y en el
segundo, la política de reconciliación reconociendo el fuerte simbolismo del espacio.
El año 1998 no es una fecha cualquiera. El debate público se agitaba en sus intentos por
quebrar la impunidad a partir de hechos trascendentes8 que habían puesto en marcha la
movilización social que lograría el juicio y castigo en tribunales.
El decreto de demolición produjo dos reacciones bien diferenciadas. Por una parte, algunos
familiares presentaron una medida cautelar por el resguardo probatorio y simbólico del
espacio9. El gobierno de la ciudad, por entonces en manos de Fernando De la Rúa demandó
a la Nación por la devolución de un predio que entonces, como hoy, era de enorme valor
económico10. Además del interés monetario, en sus declaraciones el jefe de gobierno
defendía la autonomía de las Fuerzas Armadas para decidir dónde funcionar. Una política
sobre las facultades castrenses que continuaría como presidente, cuando su Ministro de
Defensa Ricardo López Murphy declaró que no había posibilidad de que en ese predio se
instalara un museo de la memoria e impulsó la reinstalación de las actividades educativas
militares.
7
El proyecto fue impulsado por Alfredo Bravo y Juan Pablo Cafiero.
Entre los eventos más destacados cabe mencionar, las declaraciones del marino Adolfo Scilingo y su publicación en el libro El
Vuelo de Horacio Verbitsky y la discusión por los ascensos de dos represores de la ESMA; la llamada "autocrítica" de Martín
Balza jefe del Estado Mayor General del Ejército; la masiva participación en los actos de conmemoración por los 20 años del
golpe; el inicio de los escraches de los H.I.J.O.S; las declaraciones en las causas por el derecho a la verdad en varias
jurisdicciones del país; las causas judiciales en el extranjero que incluían las constantes demandas de Francia por Astiz, las
condenas en ausencia en Italia y el constante movimiento de testigos ante la audiencia Nacional en Madrid.
9
Laura Bonaparte y Graciela Lois, madre y esposa de víctimas respectivamente.
10
Los terrenos donde funcionó la ESMA fueron cedidos en 1924 por la entonces municipalidad al Ministerio de Marina por
medio de un convenio que ponía como condición que en dicho lugar se realizaran actividades educativas de la marina y que,
de no ser así, el predio con todas sus construcciones volverían a la ciudad. Por tanto, las autoridades de la ciudad plantearon
que el artículo primero del decreto 8/98 que trasladó las actividades educativas a la Base Naval de Puerto Belgrano hacía
efectiva esta cláusula de revocatoria del contrato.
8
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“Los sitios de la memoria en la agenda de la democracia”
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La justicia otorgó la cautelar a los familiares reconociendo el potencial valor probatorio del
lugar y por entender que constituía un patrimonio cultural de los pueblos que los gobiernos
no pueden manejar con discrecionalidad11. El litigio entre el Estado Nacional y la Ciudad de
Buenos Aires culminaría siete años después con el acuerdo para destinarlo a un Espacio
para la Memoria establecido en 2004 por Néstor Kirchner y Aníbal Ibarra12.
Este acuerdo es la culminación de un proceso social caracterizado por la negativa a
desplegar políticas de memoria por parte de los sucesivos gobiernos nacionales hasta el
año 2003, gestiones locales que avanzaron en torno a algunos sitios, y el intenso trabajo de
discusión, creación de alianzas y de solidaridades internacionales en torno a la idea de
museos por parte de los organismos de derechos humanos.
Durante estos años, estas organizaciones profundizaron las acciones de demanda de
creación de un “museo” por parte del Estado a la vez que multiplicaron los debates sobre los
sentidos asignados a una institución de estas características y sobre las implicancias de
crearlo en la ex ESMA.
Esta etapa está marcada por la profundización del vínculo entre la acción en pos de la
memoria colectiva y la reflexión en torno a la problemática de las memorias en disputa. Es
en torno a iniciativas que ligan la memoria con el patrimonio cultural donde surgió con más
fuerza el requerimiento de un trabajo profesional y sistemático, por ejemplo en lo relativo a la
organización de archivos (documentales, orales), formas de narrar y representar las
historias, etc. Así, las iniciativas de memoria de los organismos se profesionalizaron o
incorporaron un fuerte vínculo con los investigadores y junto a este movimiento social
tomaron impulso los estudios académicos que pusieron en primer plano los conceptos y
desarrollos teóricos sobre las memorias colectivas.
11
El Juez Federal reconoció que "el patrimonio cultural se encuentra tutelado por la constitución, ya se trate de hechos
heroicos o de hechos horrorosos que causan genuina vergüenza […] la condición distintiva de una expresión cultural no es una
cualidad que dependa del reconocimiento de las autoridades […] se origina en la actividad productora de los pueblos […] el
testimonio emblemático que los recuerda también forma parte de nuestro patrimonio cultural, por cuyo motivo no puede ser
destruido por los gobernantes de turno y reemplazado por un monumento cualquiera". La resolución judicial definitiva tuvo lugar
en febrero de 2001 cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación ratificó lo actuado.
12
ESMA. Convenio de creación del Espacio para la Memoria y Para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos,
firmado el 24/03/04 por el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Publicado en el B.O. el 25/03/04.
Ratificado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por medio de la Ley 1412 sancionada el 05/08/04.
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
“Los sitios de la memoria en la agenda de la democracia”
Valeria Barbuto
De los debates participaron investigadores, directores de museos, intelectuales, periodistas,
artistas, etc. Incluso tuvo aportes fundamentales del ámbito internacional a través del
intercambio con museos como los abocados a la Shoah o a otros temas, entre ellos la
Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, que ampliaron el horizonte de un futuro
museo de la memoria a la mirada mundial. Fue un debate con distintos tiempos, a veces
pausados, a veces álgidos. Para inicios del año 2000 existían estos incipientes debates pero
también se avanzaba en el desarrollo de algunos lugares a nivel local. Pues si el escenario
público de movilización gestado en el plano nacional desde 1995 fue el campo donde se
desplegaron las acciones colectivas, el escenario institucional continuaba siendo adverso.
En la Ciudad de Buenos Aires, contamos con algunos ejemplos. La primera Legislatura que
asumió en diciembre de 1997 abrió un espacio clausurado en los demás poderes, y así, se
llegaba en 1998 a la sanción de la ley que creaba el Parque de la Memoria13. A partir de una
demanda de los organismos de derechos humanos, en el año 2000 se aprobaba una ley que
revoca la cesión del predio de la ESMA14 y lo destinaba, una vez concluido el litigio legal
entre la Ciudad y la Nación, al emplazamiento de un museo de la memoria. Esta fue una
expresión importante de la voluntad política de la Legislatura de la Ciudad y el Poder
Ejecutivo, entonces bajo un nuevo gobierno, y mostró que existía un “espacio” simbólico y
político para pensar la ESMA como espacio de memoria y a los derechos humanos como
parte de las políticas de Estado. En 2001 se iniciaron las excavaciones para sacar a la luz
los restos del centro clandestino Club Atlético y se formó una comisión para consensuar su
destino, en 2003 se creó el Instituto Espacio para la Memoria15.
Los significados en torno a la demanda de construir un sitio de memoria variaron de acuerdo
al momento histórico y a la geografía. La discusiones son comparables pero no similares si
se piensa, por ejemplo, en el significado que puede tener la preservación del Pozo de
Vargas en una provincia como Tucumán con el legado autoritario del bussismo y la
construcción de la Casa de la memoria y la Vida sobre las ruinas de la ex Mansión Seré
dejadas por la corrupción de Juan Carlos Rousselot en Morón.
13
Ley Nª 46. Paseo Público y Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado – Creación. Sancionada el 21/07/98,
promulgada el 14/08/98 y publicada en el BOCBA N° 514 el 25/08/98.
14
Ley Nº 392. Sancionada el 01/06/2000, promulgada el 03/07/2000 y publicada en el BOCBA N° 984 el 14/07/2000.
15
Ley Nº 961. Sancionada el 05/12/2002, promulgada por decreto el 27/12/2002 y publicada en el BOCBA N° 1602 el
06/01/2003.
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En el predio donde funcionó el centro clandestino de detención Mansión Seré, fue construido
un centro de deportes en los 80’s y durante el menemismo el intendente hizo construir una
casa para sus reuniones y fiestas privadas. En el año 2000, la gestión de Martín Sabatella
destinó el espacio a la Casa de la Memoria haciendo explícito que el estado municipal
asumía su responsabilidad por la memoria, la verdad y la justicia oponiéndose al modelo de
los ‘90s en todo sentido: sin impunidad pero también con transparencia, instituciones
participativas, cambios en las políticas de las fuerzas de seguridad, etc. Actualmente, este
espacio reúne la tarea de excavar para mostrar los cimientos del ex centro clandestino de
detención abiertos a las visitas de la comunidad junto con proyectos de investigación,
archivos históricos, actividades culturales, artísticas, debates y jornadas de participación. El
predio de la ex Mansión Seré, entonces, significa una política de memoria pero también la
apuesta por la transformación de las prácticas políticas en el municipio.
Los sentidos en torno a la memoria y su vinculación con la agenda de la democracia
tomaron un nuevo rumbo a partir de 2003. La definición del gobierno nacional significó para
los sitios un contexto de oportunidad para la constitución de un patrimonio de la memoria
vinculado a los procesos políticos nacionales. Luego de casi 10 años, esta consolidación dio
paso a los problemas y dilemas de la gestión.
Si se toma nuevamente el ejemplo de la ex ESMA, Durante los años 2003 y 2004 tiene lugar
una primera etapa caracterizada por la decisión política de transformar ese lugar en un
espacio de memoria. La imagen de Néstor y Cristina Kirchner junto a Aníbal Ibarra
recorriendo el predio de la ex ESMA con sobrevivientes dialoga con aquella en la que el
entonces presidente retiró los retratos de los máximos genocidas del Colegio Militar 16
marcando simbólicamente el inicio de un gobierno decidido a acompañar las demandas de
los organismos de derechos humanos y transformarlas en políticas de memoria.
16
El 24 de marzo de 2004, el entonces presidente Néstor Kirchner realizó un acto en el colegio Militar en el que se retiraron los
retratos de Jorge Rafael Videla y Roberto Bignone, de entre las imágenes de antiguos directores de esa institución. Muchas de
las crónicas de ese día resaltaban que el Presidente se dirigió al jefe del Estado Mayor del Ejército con la orden “proceda” y
que el militar debió llevarlo a cabo, que la foto original había sido cambiada días antes, que dos generales habían solicitado el
pase a retiro y que el ministro de Defensa debió escuchar las repercusiones con posterioridad. Estos y otros datos mostraron la
tensa discusión provocada por las decisiones del gobierno nacional con respecto a la memoria. El objetivo del “retiro de los
cuadros” (como se lo conoce desde entonces), fue transmitir a las nuevas generaciones de militares que ningún genocida
puede ser un ejemplo en su formación. En esa ocasión, el presidente expresó: "Que el 24 de marzo se convierta en la
conciencia viva de lo que no debe hacerse en la Patria. Nunca más se tiene que volver a subvertir el orden institucional en la
Argentina" y agregó: "Vengo a rescatar el espíritu sanmartiniano del Ejército para que juntos podamos reconstruir el país con
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“Los sitios de la memoria en la agenda de la democracia”
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Se abre allí una segunda etapa de discusión de modelos. La idea mayoritaria fue que todo el
predio se convirtiera en un sitio de memoria. Las posiciones variaron en cuanto a cómo
intervenir y al destino de la totalidad de los edificios. ¿preservar las instalaciones vacías?,
¿preservar sólo los lugares donde estuvieron las victimas y hacer un museo en otro
edificio?; ¿ocupar edificios por instituciones diversas?. En diciembre de 2004, la primera
convocatoria de proyectos recibió ideas muy variadas. Las posiciones más extremas
promovían que la única actividad en ese lugar debía ser la visita a un predio sin ocupación
alguna. En la mayoría se contenían elementos que existen actualmente. Fue notorio el
escaso interés y la nula atención prestada por los medios de comunicación. Tampoco se
produjo una instancia de evaluación de esos proyectos puesto que no existía un formato
institucional capaz de hacerlo y porque la mayoría de las discusiones hasta el año 2007
estuvieron determinadas por la complejidad de la reubicación de las actividades de la marina
y la demanda de la mayoría de las organizaciones de derechos humanos de iniciar
actividades luego del desalojo total.
Con el tiempo se fue delineando un proyecto que promueve actividades directamente
vinculadas a la memoria del terrorismo de Estado junto con otras acciones de promoción de
los derechos humanos. En este marco, en las 17 hectáreas y 34 edificios conviven distintas
instituciones. El predio conserva edificios históricos destinados a la memoria del terrorismo
de Estado (ex Casino de Oficiales donde estuvieron los detenidos desaparecidos, otros
directamente vinculados al accionar represivo y el Pabellón Central o “cuatro columnas” que
es la imagen más representativa). Por otra parte, algunos edificios fueron destinados a
organismos públicos que desarrollan políticas de memoria (como el Archivo Nacional de la
Memoria y el Centro Cultural Haroldo Conti). Existen también edificios donde algunos
organismos de derechos humanos han implementado proyectos propios o con otras
instituciones. Por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora desarrollan junto
con la Fundación Música Esperanza una Tecnicatura de Música Popular, la Asociación
Madres de Plaza de Mayo instaló el Centro Cultural ECUnHI, las Abuelas de Plaza de Mayo
inaugurarán prontamente la Casa por la Identidad. Otra parte del predio lo ocupan
instituciones internacionales y nacionales de promoción de los Derechos Humanos y con
ello, este predio impulsa una identidad que trasciende la dedicación a la memoria colectiva
democracia, pluralidad y justicia social”. La propuesta de retirar los cuadros de los genocidas había sido reiterada por el Centro
de Estudios Legales y Sociales –CELS a tres ministros de Defensa hasta que Kirchner la realizó.
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“Los sitios de la memoria en la agenda de la democracia”
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(Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del MERCOSUR, Centro de
Investigaciones de la UNESCO).
Para darle un sentido global a la iniciativa y facilitar la gestión, se creó un ente público
bijurisdiccional y de participación Estado-sociedad civil. Las autoridades actuales de este
ente llamado Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos
Humanos son los organismos de derechos humanos reunidos en un Directorio, la Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación (delegada en el Archivo Nacional de la Memoria) y el
Instituto Espacio para la Memoria (organismo descentralizado de la Ciudad de Buenos
Aires). Esta integración muestra quiénes fueron los actores que impulsaron la gestión del
proyecto. La Ciudad de Buenos Aires, no está allí sólo por la localización geográfica o el
litigio legal, sino porque en algún momento fueron las políticas de la ciudad el lugar de
resistencia y de tracción hacia una política nacional que al llegar mejoró su realización y las
hizo trascender.
Este modelo de gestión del patrimonio basada en una densa relación entre organizaciones
de la sociedad civil y el Estado es complejo y presenta dilemas y potencialidades. Desde
fines de los 90s, cuando se inició en el Parque de la Memoria, la apuesta fue construir una
forma institucional que estuviera por encima de cualquier vaivén de las políticas
coyunturales. El eje de esta propuesta fue garantizar el compromiso estatal a través de sus
representantes y del presupuesto, a la vez que la perdurabilidad de sus objetivos con la
presencia de las organizaciones no gubernamentales.
En este sentido, en el documento Principios Fundamentales para las Políticas Públicas
sobre Sitios de Memoria, el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del
MERCOSUR ha definido “a las políticas públicas como una serie de normas, decisiones y
prácticas implementadas por diversos actores sociales (cuyos recursos, pertenencias
institucionales e intereses varían) tendientes a resolver problemáticas políticamente
definidas como de carácter social”. Más específicamente, sobre las políticas públicas sobre
sitios enfatiza que “pueden constituir herramientas para la construcción de una ciudadanía
fundada en el principio de los derechos humanos como patrimonio común y legitimador de la
comunidad política. Y, en consecuencia, resultan significativas las iniciativas de intercambio
de experiencias, de coordinación de políticas, e incluso la posibilidad de construir un mapa
sudamericano de sitios
de memoria que dé cuenta del
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“Los sitios de la memoria en la agenda de la democracia”
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pasado común. No obstante, este abordaje regional debe contemplar las diversas
experiencias, así como respetar y fomentar el desarrollo de políticas públicas diseñadas
específicamente para cada contexto”17.
La gestión de esta política pública presenta desafíos importantes: ¿cómo coordinar los
objetivos y la labor de múltiples sitios?, ¿cómo se desarrollan iniciativas abiertas que no
presenten un relato único?, ¿cómo puede el Estado llevar adelante una política pública con
participación de muchas voces, incluso voces contradictorias?
Aunque se trate de un tipo de gestión controversial y discutida, es difícil pensar la posibilidad
de tener políticas de memoria, verdad y justicia sin el fortalecimiento de los sujetos políticos
que las demandaron y llevaron adelante hasta ahora por más de cuatro décadas. De la
misma forma no habrá fin de la impunidad ni avances sustanciales sin un Estado
consustanciado. Esa fue la más lúcida perspectiva de los organismos y de los gobiernos
nacionales desde el 2003. Por nombrar sólo algunos ejemplos, en 1998 el Parque de la
Memoria tuvo el objetivo original de lograr que los poderes reconocieran a las víctimas del
terrorismo de Estado cuando nada querían saber al respecto, en 2004 el retiro de los
cuadros de genocidas del Colegio Militar permitió dar una señal sin retroceso sobre las
Fuerzas Armadas necesarias para la democracia, la ex ESMA convertida en Espacio para la
Memoria se transformó en un símbolo intransigible de la afirmación de la memoria sobre la
dictadura y los derechos humanos como pilares de las políticas públicas. Entre otras cosas,
es por ello que muchos ven este espacio como un buen lugar para potenciar el mensaje de
actividades muy diversas.
Ahora bien, una vez instalados, estos sitios de memoria requieren discutir y definir sus
condiciones de crecimiento. Son espacios activos, complejos, donde se producen y
aparecen cosas. Requieren por tanto una gestión que los proteja estableciendo formas de
participación e inclusión que puedan contener la perspectiva de los sobrevivientes y los
familiares, de las organizaciones que demandaron por ese espacio y de las políticas
públicas estatales, pero también de todos aquellos a los que está dirigido este espacio y no
forman parte de ningún actor organizado en torno al proyecto.
17
http://www.ippdh.mercosur.int/Documento/Details/59
136
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Los sitios recuerdan lo sucedido pero se proponen al hacerlo poner en acto una
transformación institucional y personal. La responsabilidad de la gestión es custodiar los
espacios, impulsar la memoria y dejar huellas en la subjetividad de quienes viven la
experiencia de transitarlos.
Palabras clave
Key words
Sitios de la memoria
Sites of memory
Patrimonio
Patrimony
Democracia
Democracy
Políticas de la memoria
Policies of memory
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EN LA PRÁCTICA
POLÍTICAS SOBRE SITIOS DE MEMORIA EN EL MERCOSUR
LAURA TOKER1
Resumen
En el marco del proceso de integración política y social regional, el MERCOSUR adoptó un
conjunto de Principios Fundamentales para las Políticas Públicas sobre Sitios de Memoria.
Este documento, elaborado por el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del
MERCOSUR (IPPDH) establece pautas para guiar las iniciativas que se desarrollen sobre el
tema en los distintos países que componen el bloque regional.
El presente artículo describe brevemente el contenido de dichos Principios Fundamentales,
a la vez que da cuenta de los principales debates que surgieron en el proceso de
elaboración de ese documento, y que reflejan la multiplicidad de experiencias que existen en
la región en materia de creación, preservación y gestión de sitios de memoria vinculados
con las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por las dictaduras de Cono
Sur.
Abstract
In the framework of the regional social and political integration, MERCOSUR adopted a set
of Guiding Principles for Public Policy on Places of Memory. This document, prepared by the
Institute of Human Rights Public Policy MERCOSUR (IPPDH) provides guidelines to guide
initiatives that build on the theme in different countries that make up the regional bloc.
1
Laura Toker es miembro del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del MERCOSUR. Es licenciada en ciencia
política (UBA), y realizó una Maestría en Derecho Internacional de los Derechos Humanos (UBA). Fue asesora técnica en la
Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina.
Fue jefa de trabajos prácticos de la materia Teoría del Estado de la Facultad de Derecho de la UBA y dio clases de derechos
humanos en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación.
1
El IPPDH fue creado en 2009 (Decisión N° 14/09 del Consejo de Mercado Común del MERCOSUR). Su sede permanente
está en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, y según el Acuerdo suscripto entre el MERCOSUR y la
República Argentina tendrá sus oficinas definitivas en el predio donde funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada, uno de
los centros clandestinos de detención paradigmáticos de la última dictadura militar (1976-1983), que ha sido recuperado como
Espacio para la Memoria y la promoción de los derechos humanos. Para obtener más información sobre el IPPDH, acceder a
la página web: http://www.ippdh.mercosur.int/
1
Ver Abramovich, Víctor, “Derechos Humanos en el marco del Proceso de integración”, en revista Democracia y Derechos, año
1/Nro1/ julio de 2012. Disponible en: http://www.ciep.unsam.edu.ar/pdf/revista_version_final_num1_julio2012.pdf
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
Laura Toker
This article briefly describes the content of these fundamental principles, while aware of the
major debates that arose in the preparation of this document, and reflect the multiplicity of
experiences that exist in the region in terms of creation, preservation and management of
sites of memory linked with serious human rights violations committed by the dictatorships of
the South American.
Introducción. Sobre el marco de las políticas de memoria en el MERCOSUR
En los últimos años el proceso de integración de los países del Cono Sur ha cobrado un
renovado impulso. La idea de patria grande se ha consolidado, y de la mera integración
económica, los Estados han ido tomando decisiones tendientes a reforzar la dimensión
política y social del MERCOSUR.
En este contexto se crearon organismos permanentes y se han llevado adelante un conjunto
de reuniones periódicas especializadas, como la Reunión de Altas Autoridades en Derechos
Humanos
y Cancillerías
del
MERCOSUR
(RAADDHH),
que
han
potenciado
la
institucionalidad de este bloque regional.
Con el objeto de reforzar este proceso y de consolidar a los derechos humanos como un eje
fundamental de la identidad y desarrollo del MERCOSUR, en 2009 los gobiernos acordaron
crear en el ámbito de la RAADDHH el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos
del MERCOSUR (IPPDH)1, como una instancia de cooperación técnica, investigación
aplicada y apoyo a la coordinación de políticas públicas en derechos humanos en la región.
Entre los ejes de trabajo prioritarios de la RAADDHH, sobre todo a través de la Comisión
Permanente de Memoria, Verdad y Justicia, y del IPPDH, está el abordaje de las políticas
regionales en materia de lucha contra la impunidad. La consolidación de este tema en la
agenda de derechos humanos del MERCOSUR constituye una decisión política relevante,
pues ratifica la existencia de un pasado en común a la vez que un compromiso presente con
el respeto y garantía de los derechos humanos2.
2
Ver Abramovich, Víctor, “Derechos Humanos en el marco del Proceso de integración”, en revista Democracia y Derechos, año
1/Nro1/ julio de 2012. Disponible en: http://www.ciep.unsam.edu.ar/pdf/revista_version_final_num1_julio2012.pdf
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“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
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En este escenario se desarrollan distintas políticas tendientes a lidiar con la trama de
ocultamientos producida por las dictaduras de la región, y orientadas a generar
conocimiento compartido e impulsar el desarrollo de memorias e identidades comunes3.
Una de estas iniciativas se ve plasmada en la creación en 2011 de un grupo técnico
intergubernamental tendiente a obtener información confiable sobre las coordinaciones
represivas del Cono Sur4, de manera tal de aportar a los procesos de verdad y justicia
abiertos para revisar, investigar y juzgar las graves violaciones a los derechos humanos
cometidas por los Estados en el pasado reciente. En particular, este grupo busca relevar,
sistematizar, censar y desclasificar de manera coordinada los principales archivos públicos y
sociales que existen sobre estos hechos.
Otra de las iniciativas relevantes es la decisión de los gobiernos de adoptar los Principios
fundamentales para las políticas públicas sobre sitios de memoria5, elaborados por el IPPDH
con el objetivo de establecer pautas comunes para guiar las políticas gubernamentales y
sociales que se desarrollen sobre sitios de memoria6. Estos principios establecen
parámetros comunes pero flexibles, aplicables en distintos contextos, pues buscan reflejar la
pluralidad de experiencias
y debates que existen en la región sobre los procesos de
construcción de memorias, en los que intervienen diferentes individuos y grupos con
objetivos, intereses y memorias distintas e incluso contradictorias. A continuación entonces
se describirán algunos de los principales debates que surgieron en el rico proceso de
3
Sobre este punto, Elizabeth Jelin ha sostenido que este tipo de iniciativas vinculadas a “acontecimientos traumáticos de
carácter político y situaciones de represión y aniquilamiento” tienen “un papel altamente significativo, como mecanismo cultural
para fortalecer el sentido de pertenencia a grupos o comunidades”. Jelin, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Ed. S. XXI,
Madrid, 2012, Págs. 9 y 10.
4
En 2011 en el marco de la Comisión Permanente de Memoria, Verdad y Justicia de la RAADDHH se creó el Grupo Técnico
de obtención de datos, información y relevamiento de archivos de las coordinaciones represivas del cono sur y en particular de
la Operación Cóndor. De acuerdo a la resolución que lo crea, este Grupo Técnico tiene los siguientes objetivos: “1) Relevar los
datos e información de fuentes públicas y de la sociedad civil existentes en cada uno de los Estados miembros y asociados; 2)
Relevar la normativa, estado de accesibilidad de los archivos y sus niveles de reserva; 3) Favorecer el intercambio de datos e
información obrante en cada uno de los Estados Miembros y Asociados y elaborar un sistema regional de datos; 4) Coordinar
con las áreas nacionales pertinentes la realización de investigaciones”. MERCOSUR/RAADDHH/ACTANo2/11/Anexo VI.
5 Los Principios fueron adoptados en la XXII RAADDHH, que tuvo lugar en la ciudad de Porto Alegre, República Federativa de
Brasil, entre los días 3 y 6 de septiembre de 2012. Ver: Acta/MERCOSUR/XXIIRADDHH/ATAN2/12. Por su parte, esta
decisión fue ratificada por los Presidentes y Presidentas del bloque regional, quienes manifestaron que este documento
funcionará como una guía orientadora de las políticas públicas de los gobiernos del MERCOSUR en la materia¨ (Ref. Párr. 32
del Comunicado de la Cumbre de Jefes de Estado del MERCOSUR y Estados Asociados, que tuvo lugar en la ciudad de
Brasilia, República Federativa de Brasil, los días 6 y 7 de diciembre de 2012. ).
6 A los efectos de estos Principios, se consideran sitios de memoria “todos aquellos lugares donde se cometieron graves
violaciones a los derechos humanos, o donde se resistieron o enfrentaron esas violaciones, o que por algún motivo las
víctimas, sus familiares o las comunidades los asocian con esos acontecimientos, y que son utilizados para recuperar,
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“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
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elaboración de ese documento. Luego, en el siguiente apartado, se desarrollará brevemente
el contenido de estos Principios fundamentales.
Sobre las experiencias y debates en torno a las políticas sobre sitios de
memoria en la región.
Con la llegada de la democracia, en todos los países de la región se crearon
paulatinamente, y no sin conflictos, sitios de memoria que, con formatos y contenidos
diversos, han servido para reconstruir los hechos ocurridos, para reparar y homenajear a las
víctimas, y para favorecer la construcción de memorias colectivas sobre lo sucedido. La
multiplicidad de experiencias es contundente: se crearon sitios en predios donde se
cometieron graves violaciones a los derechos humanos y cuya materialidad es testimonio de
los crímenes ocurridos, y también en lugares paradigmáticos de la represión o de la
resistencia, e incluso en lugares que no tienen una relación física con lo sucedido pero que
resultan significativos para una comunidad y que por ello permiten evocar el recuerdo e
impulsar procesos de construcción de memorias vinculadas a un pasado doloroso.
Las experiencias, y los debates que surgieron en torno a ellas, reflejan la dificultad, y los
riesgos, de crear pautas generales que hagan abstracción de los procesos históricos y
sociales concretos a los que las memorias se refieren. Es por esto que para elaborar los
Principios del MERCOSUR, el IPPDH relevó en forma exhaustiva testimonios de diversos
actores y los principales antecedentes normativos y prácticos que existen en los países de la
región7.
Luego de este proceso, pudieron constatarse diversas posiciones sobre lo que hoy se
entiende por sitios de memoria, sus objetivos, formatos y contenidos, así como sobre los
posibles modelos de diseño institucional.
repensar, y transmitir procesos traumáticos, y/o para homenajear y reparar a las víctimas” (Principio Nro. 1,). Se trata de una
definición compleja, que surge a raíz de las experiencias y de los principales debates que se han dado en la región.
7
El plan de trabajo elaborado por el IPPDH para confeccionar los Principios incluyó el relevamiento y sistematización de los
estándares del derecho internacional de los derechos humanos aplicables al tema, y también las principales experiencias y
debates que se dan en la región. Se visitaron diversos sitios y se realizaron entrevistas y reuniones de trabajo con expertos,
funcionarios y organizaciones sociales que abordan el tema. A su vez, se preparó un formulario sobre las principales
cuestiones vinculados con las políticas de sitios, así como sobre el papel que pueden tener estas iniciativas en la construcción
y consolidación de identidades regionales. Este cuestionario se distribuyó a más de cien instituciones involucradas con tareas
de identificación, creación, preservación diseño de contenido y gestión de sitios de memoria, a la vez que a organizaciones
sociales, intelectuales y centros de investigación. Las respuestas a este cuestionario fueron procesadas y sistematizadas.
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“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
Laura Toker
Respecto al formato y contenido de los sitios de memoria creados en predios donde se
cometieron graves violaciones a los derechos humanos existen dos tendencias en disputa.
Están quienes resaltan la potencialidad de reconstruir el espacio tal cual fue, de representar
(en el sentido de hacer presente algo que ya no está) el horror y de ahí promover trabajos
de construcción y transmisión de la memoria. Esta postura sin embargo es minoritaria en la
actualidad, pues en general se reconoce la necesidad de preservar estos espacios, de
manera tal de resguardar su valor histórico y testimonial. Esta segunda perspectiva ha sido
acompañada a su vez por un conjunto de decisiones judiciales8 y administrativas9 tendientes
a garantizar el aseguramiento físico de estos predios, ya que aportan material probatorio
relevante en los procesos judiciales en curso o los que puedan abrirse en el futuro en
relación a los crímenes allí ocurridos.
Desde este enfoque, preservar estos predios no obstaculiza sin embargo la posibilidad de
desarrollar actividades e intervenciones en el espacio tendientes a reconstruir los hechos,
elaborar las consecuencias de los procesos históricos en los que dichos hechos estuvieron
inmersos, y promover una perspectiva crítica que apunte a la defensa de los derechos
humanos en la actualidad.
Por otra parte, uno de los temas que generó mayores discusiones está vinculado al papel
que se le asigna a los sitios de memoria en el marco de procesos de democratización y
reforma de las instituciones que estuvieron directamente involucradas con la comisión de
graves violaciones a los derechos humanos. Los debates giran en torno a la pertinencia de
crear estos sitios en predios que están bajo la órbita de las fuerzas armadas y/o de
seguridad, y sobre el potencial que pueden tener estas iniciativas para impulsar procesos de
reforma e incidir en la formación de nuevas generaciones de agentes. Al respecto, si bien
en muchos casos se reconoce este potencial, están quienes resisten este tipo de iniciativas
8
La Justicia reconoció en diferentes oportunidades la obligación del Estado de resguardar sitios, y archivos a ellos vinculados,
que pudieran contribuir con el esclarecimiento de los crímenes de lesa humanidad. Un ejemplo de Argentina fue la declaración
judicial de inconstitucionalidad de un decreto presidencial que ordenaba la demolición de la ex ESMA. Dicha decisión también
ordenó resguardar cualquier documentación o testimonio que pudiera aportar datos para la reconstrucción de la verdad, a la
vez que reconoció el carácter de patrimonio cultural de esos sitios. En Uruguay, por su parte, se adoptaron medidas de no
innovar en predios militares tendientes resguardar los lugares donde podría haber material probatorio. Para más información
sobre estos y otros ejemplos, se sugiere ver la nota al pie Nro. 20 del documento Principios Fundamentales para las Políticas
Públicas en Derechos Humanos del IPPDH, disponible en la página web: http://www.ippdh.mercosur.int/Novedad/Details/98
9
En algunos casos se aplicaron las normas de patrimonio histórico vigentes a predios que fueron utilizados por las dictaduras
como centros clandestinos de detención. En otros casos se dictaron normas específicas tendientes a preservar determinados
lugares. Para más información sobre estos antecedentes, se sugiere ver las notas al pie Nro. 21 y 22 del documento Principios
Fundamentales para las Políticas Públicas en Derechos Humanos del IPPDH.
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“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
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pues priorizan el valor reparatorio de los sitios de memoria. Desde esta perspectiva en
general se sostiene que para las víctimas y sus familiares puede ser traumático compartir su
espacio de duelo y memoria con agentes de instituciones que aún no fueron completamente
depuradas.
Lejos de ser un tema menor, esta discusión se inscribe en el marco de los debates más
amplios que surgen con las transiciones a la democracia en la región, y que aún continúan
vigentes pues existen muchos casos de predios que no fueron desafectados y en los cuales
se han creado, o se prevé crear, espacios de memoria. Una fórmula de consenso en este
punto es la propuesta de identificar y señalizar todos los predios paradigmáticos del accionar
represivo.
Otro tema que ha suscitado disputa está vinculado al diseño institucional de los sitios de
memoria. Aquí la principal discusión es sobre la posibilidad de crear sitios que funcionen en
el marco de la estructura estatal y, en su caso, sobre el margen de independencia que
deben tener para decidir cuestiones presupuestarias y sobre el contenido de sus
actividades. Muchos de los sitios que existen en la región surgieron tras la llegada de la
democracia a raíz del esfuerzo de agrupaciones de víctimas y familiares o de
organizaciones sociales en un contexto en el cual las políticas de memoria, y en particular
las de preservación de predios donde se cometieron graves violaciones, no eran entendidas
como responsabilidad de los Estados y, menos aún, como un objetivo de las políticas
gubernamentales.
El contexto político e institucional de la región hoy es bastante diferente, y los Estados del
Cono Sur se han involucrado en muchas de las iniciativas que existen en materia de
preservación y creación de sitos de memoria, e incluso varios de estos proyectos tienen un
lugar central en las políticas implementadas para lidiar con los crímenes cometidos en el
pasado10.
10
Algunos ejemplos de esto: en la Argentina, en el año 2004 se decidió afectar el predio donde funcionaba la ex ESMA para el
desarrollo de un espacio de memoria y promoción de derechos humanos, desalojando las unidades de la Armada que aún
estaban en el lugar. Como un paso más allá en la institucionalidad de estas iniciativas, en 2011 se sancionó la ley 26.691
denominada de “Preservación, Señalización y Difusión de Sitios de Memoria del Terrorismo de Estado”, que dispuso líneas
generales para las políticas del gobierno nacional en esta materia. En Brasil, funciona desde el año 2009 el Memorial de la
Resistencia de San Pablo, y en el año 2012 la Secretaria de Derechos Humanos propuso al MERCOSUR la construcción de un
memorial sobre el Plan Cóndor en Porto Alegre. En Paraguay, se creó una “Red de Sitios Históricos y de Conciencia”, con el fin
de preservar archivos y lugares con valor histórico, obligando en algunos casos a desalojar unidades policiales y militares para
afectarlas como museo. En Uruguay, por su parte, recientemente el gobierno nacional afectó el predio donde funcionó el
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
Laura Toker
Este cambio de escenario dio lugar a su vez a la emergencia de sitios de memoria con
modelos de gestión mixtos, en donde funcionarios de distintos niveles de gobierno,
organizaciones sociales e incluso representantes de universidades o centros académicos
participan en la administración de estos espacios. Se trata de modelos de gestión más
complejos, pues requieren procesos de negociación y toma de decisiones más lentos, pero
que resultan interesantes pues tienden a institucionalizar instancias de diálogo entre los
diversos actores involucrados, lo que contribuye a su vez legitimar las políticas que se
desarrollan en estos sitios.
Más allá de estas y de otras discusiones que se han dado, existen puntos de consenso
importantes: hoy no está en discusión la necesidad de diseñar e implementar políticas
públicas sobre sitios de memoria, a la vez que hay consenso sobre la importancia de crear
canales para la participación efectiva de las víctimas y de sus familiares, de las
comunidades locales y de la sociedad en general en las distintas etapas de las políticas
públicas que se desarrollen en la materia.
Sobre los principios fundamentales para las políticas públicas sobre sitios de
memoria
La preservación de los predios donde se cometieron graves violaciones a los derechos
humanos y la creación de sitos de memoria vinculados a esos sucesos, son herramientas de
política pública a disposición de los Estados para cumplir sus obligaciones en materia de
justicia, verdad, memoria y reparación. Ello porque además de brindar reparación simbólica
a las víctimas y vehiculizar los procesos de memoria, estos espacios permiten contribuir con
la justicia y reconstruir y transmitir la verdad de lo ocurrido. La ¨materialidad (de los sitios) es
un testimonio de las violaciones allí ocurridas a la vez que constituyen un patrimonio
histórico y cultural ineludible para las generaciones futuras¨11
En este sentido, más allá de la multiplicidad de experiencias y debates que existen en la
región en torno a los procesos de memoria, los Principios del MERCOSUR disponen una
serie de pautas para preservar el valor probatorio de estos espacios, a la vez que establecen
la obligación de los Estados de garantizar la disponibilidad y accesibilidad de mecanismos
Servicio de Información de Defensa (SID) que operó como un centro clandestino de detención, para el nuevo Instituto Nacional
de Derechos Humanos. Allí se colocó, a su vez, una placa en memoria de las personas ilegalmente detenidas en ese lugar.
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
Laura Toker
judiciales y administrativos para que cualquier interesado pueda solicitar la preservación de
estos predios.
Por otra parte, hay un conjunto de principios que establecen criterios más laxos tendientes a
orientar los procesos de identificación, señalización y determinación del contenido de los
sitios de memoria. En estos procesos el margen para el diseño de políticas públicas es más
amplio, pues existen múltiples alternativas. Es por ello que los principios en este punto
tienen un carácter más bien procedimiental, y destacan la necesidad de asegurar la más
amplia participación de víctimas, familiares, comunidades locales y diferentes sectores de la
sociedad, y la utilidad de crear equipos interdisciplinarios que estudien y difundan
ampliamente los temas que aborda cada sitio.
Por último, los Principios incluyen una serie de pautas específicas sobre el diseño
institucional de los sitios de memoria que establecen la necesidad de contar con marcos
jurídicos adecuados, mecanismos de transparencia y monitoreo. También se establece que
los sitios deben contar con canales efectivos para la participación social en la administración
de estos proyectos.
Comentarios finales
La decisión de los Estados de la región de adoptar los Principios fundamentales sobre sitios
de memoria se inscribe en el marco de un conjunto de iniciativas tendientes a apuntalar la
dimensión política, social y cultural del MERCOSUR.
El abordaje regional de las políticas en materia de lucha contra la impunidad, ratifica la
existencia de un pasado común, de una historia compartida de violencia estatal y
avallasamiento sistemático de las dignidad humana.
En este contexto, los trabajos de memoria adquieren un valor agregado, pues permiten
restituir las referencialidades de acuerdo a las vivencias de los sujetos y de sus
comunidades y reconocer los rastros como partes de una experiencia común.
11 IPPDH, Principios Fundamentales para las políticas públicas sobre sitios de memoria, Pág. 2
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“Políticas sobre sitios de memoria en MERCOSUR”
Laura Toker
Así es que las múltiples y heterogéneas experiencias que existen en la región en materia de
construcción de memorias han aportado, a veces de manera espontánea y en otros casos
de forma deliberada, a la profundización de identidades regionales y, con ello a la progresiva
consolidación de una comunidad política y social latinoamericana. En este marco, con la
adopción de los Principios del MERCOSUR se crea una plataforma compartida, un marco
común, para el desarrollo de políticas tendientes a promover la construcción de memorias
vinculadas a situaciones de profundo dolor colectivo.
Palabras clave
Key words
Sitios de la memoria
Memory sites
MERCOSUR
MERCOSUR
Resignificación
Reinterpretation
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
EN LA PRÁCTICA
LOS JÓVENES Y LAS MEMORIAS
Sandra Raggio1
Resumen
El presente trabajo describe aspectos de un programa de la provincia de Buenos Aires
destinado a jóvenes y cuyo principal objetivo es rescatar los memoria. Se hace hincapié en
cuáles aspectos son aquellos de los que los jóvenes suelen reflexionar y el entusiasmo que
esta experiencia conlleva.
Abstract
This paper describes aspects of a program in the province of Buenos Aires for young and
whose main objective is to rescue the memory. The emphasis is on what aspects are those
of young people often think and excitement that this experience brings.
“Sí me parece importante para saber un poco, o sea para tener
cultura de tu propio país, pero hay veces que hablan tanto que
no te queda nada, porque te cansan …” Celina, 17 años,
Bragado, provincia de Buenos Aires
“[una maestra de Construcción de Ciudadanía] me decía que
en la época militar hubo una época buena, pero mis amigos no
se quedan con eso porque yo desde el primer grado que vengo
jodiendo así, entonces ahora me buscan a mí para hablar … Y
me creen a mí”
Juan, 16 años, 25 de Mayo, provincia de
Buenos Aires.
1
Historiadora. Docente e investigadora de la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Directora General de
Promoción y Transmisión de la Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria Pcia. de Buenos Aires – Argentina
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“Los jóvenes y las memorias”
Sandra Raggio
Juan y Celina ponen en evidencia lo que muchas veces cuesta tener en cuenta cuando se
piensa en la transmisión de las experiencias pasadas a las nuevas generaciones: más que
receptores pasivos de una historia, para ellos lejana en el tiempo, pueden convertirse en
verdaderos emprendedores de memoria. Con esta premisa, hace nueve años, desde la
Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, se lanzaba el Programa Jóvenes
y memoria. Recordamos para el futuro. Desde aquel 2002 hasta hoy han transitado la
experiencia más de 15000 estudiantes secundarios.1 La propuesta consiste en investigar
durante el transcurso del ciclo lectivo, el pasado reciente de la comunidad donde está
inserta la escuela. No se fijan límites temporales precisos, sólo se insiste en la escala local y
que el tema se inscriba en un amplio eje: “autoritarismo y democracia”. En los primeros
tiempos la cuestión de la dictadura en sus distintas dimensiones dominaba el espectro de
los problemas de investigación elegidos, aunque nunca fue la única. Sin embargo, poco a
poco comenzó a darse una mayor diversidad, y los problemas actuales fueron ocupando un
espacio cada vez más relevante: desde la violencia de las fuerzas de seguridad sobre los
jóvenes hasta los problemas socio ambientales que padecen en sus comunidades.
La difusión es más boca a boca que por las vías institucionales a través del sistema
educativo o los medios de comunicación, así cada año se suman un 50% más de equipos
participantes. El último año fueron casi 400 escuelas. Un buen porcentaje de ellas
permanecen en el Programa durante años, algunas han tenido una asistencia perfecta
desde el inicio. Ni docentes ni estudiantes cuentan con todo el espacio y el tiempo
institucional en la escuela para desarrollar el proyecto, al contrario, trabajan horas a contra
turno e incluso fines de semana y feriados, aún así el interés no disminuye, todo lo contrario,
crece año a año. ¿A qué se debe tanto entusiasmo? No voy a intentar dar una respuesta
acabada, sólo señalar que lo distintivo del Programa en las políticas de memoria es la
centralidad del protagonismo juvenil. Podría conjeturarse con cierta certeza de que este es
el principal motivo de que una iniciativa permanezca tantos años sin perder capacidad de
convocatoria. Desde sus comienzos se propuso promover la incorporación de los jóvenes al
proceso de elaboración social de la experiencia histórica reciente, marcada a fuego por la
última dictadura militar. No fue sólo una propuesta novedosa para enseñar ciencias sociales,
sino sobre todo una intervención política para promover un trabajo sobre el pasado que
lograra ampliar los marcos de la memoria social, incorporando las preguntas (y las
1
El Programa se ha ido extendiendo también a otras provincias: Chaco, Santiago del Estero, Chubut y Entre Ríos.
148
Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
“Los jóvenes y las memorias”
Sandra Raggio
respuestas) de las nuevas generaciones. Como señalamos al principio partíamos del
supuesto de toda pedagogía crítica: los alumnos son sujetos activos del acto educativo, no
destinatarios pasivos. Y así fue: el Programa ha sido apropiado y resignificado por los
jóvenes. Hay marcas que lo revelan. Una de ellas es la innovación en las temáticas
propuestas. Los estudiantes enlazan el pasado y el presente de modos diversos,
encontrando puentes inesperados. Si su punto de partida es la discriminación que pesa
sobre ellos por habitar un barrio estigmatizado por la violencia y la pobreza, logran
reelaborar su identidad descubriendo su historia de organización y solidaridad silenciada por
mucho tiempo. Un arroyo de aguas servidas al que casi ya se acostumbraron, pues así fue
desde que nacieron, es redescubierto como un curso de agua casi cristalina hace 40 años.
Después vino la ausencia del estado, la acción depredadora del medio ambiente de las
empresas privadas, el empobrecimiento de los sectores populares. Las placas recordatorias
amuradas en las paredes de la escuela provocan ciertas preguntas que interpelan las
marcas de la memoria dejadas por las generaciones anteriores: quiénes son los recordados,
quién falta, quién no debería estar2. En los múltiples relatos, una y otra vez, van encontrando
los eslabones perdidos de una historia que nunca les fue contada.
Otra de las señas de esta participación juvenil es la proliferación de voces. A partir de las
palabras de las viejas generaciones ellos van tejiendo la urdimbre de la historia. Pero las
voces que cuentan no son sólo aquellas que han ocupado el lugar central en el relato del
pasado reciente: los familiares y afectados directos de la represión. Por el contrario, en la
escena van emergiendo otros protagonistas, pues las nuevas generaciones necesitan
tramitan esa experiencia dando cuenta de las múltiples perspectivas.
“ver las distintas opiniones, tratar de entender también a la otra persona que capaz
que lo ve desde otro punto de vista, entonces aceptar también otras…, otras
interpretaciones de lo que pasó […] porque me interesa saber por ahí por qué los
desaparecían, por qué mucha gente se tuvo que ir del país y ver, no se, analizar por
ahí qué postura también tenían los militares para llegar a todo eso que hicieron”
Paula, Junín, provincia de Buenos Aires
2
En el ex Colegio Nacional de Morón por iniciativa de un grupo de alumnos se quitó la placa que recordaba a un antiguo
director que hoy es indicado como colaborador de la dictadura. En la Media 20 de San Martín luego de varios años de
investigación acerca de quiénes eran los que figuraban en la placa en conmemoración de los desaparecidos de la escuela,
descubrieron que faltaban nombres, entre ellos el de Norma Arrostito, militante montonera, ex alumna de la escuela,
desaparecida de la ESMA. Con esta omisión descubrieron también los silencios que son parte constitutiva de las memorias de
la dictadura.
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“Los jóvenes y las memorias”
Sandra Raggio
En la mayoría de las investigaciones los “vecinos”, es decir, el de “al lado”, es convocado a
hablar. En ocasiones cuentan lo que vieron: un operativo de secuestro, un falso
enfrentamiento. En otras cuentan lo que vivieron: experiencias organizativas en la fábrica o
el barrio, la represión, la desocupación, el miedo. También sus relatos reponen en palabras
lo que pasa hoy: la pobreza, los problemas en el trabajo, en el barrio, en la escuela.
Finalmente, los jóvenes no sólo reciben lo dado, sino que exhuman, escarban, buscan lo
oculto, lo silenciado: descubren.
Y en este ir y venir del presente al pasado, se va quebrando la percepción del tiempo como
presente continuo y por tanto la naturalización de lo que sucede aquí y ahora. Porque en
definitiva lo que nos desafía, en este tipo de iniciativas, es de qué manera el pasado
significa en el presente:
“yo creo que para eso sigue tener memoria y conocer el pasado, para poder decidir
cosas en el presente, ¿no? Y poder tomar decisiones sabias. Laura, 17 años, San
Martín
Palabras clave
Key words
Memoria
Memory
Juventud
Youth
Buenos Aires
Buenos Aires
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
Hecho en América Latina. Experiencias de activismo de derechos humanos
Víctor Abramovich y Paula Rodríguez Patrinós editores.
Buenos Aires, Universidad de San Andrés, 2011, 172 páginas.
Por Chiara Boschiero1
La Fundación Ford desde hace 50 años estableció tres oficinas en América Latina: en el
Distrito Federal de México, en Río de Janeiro de Brasil, y en Santiago de Chile. Con el
objetivo de promover la justicia social, construir sociedades más inclusivas y crear mayores
oportunidades para todos, la Fundación Ford contribuye al activismo en derechos humanos
de la región sosteniendo numerosas organizaciones de derechos humanos y promoviendo
una mayor colaboración entre la sociedad civil y el Estado.
Esta publicación documenta y compara las distintas experiencias de trabajo de las
organizaciones donatarias de la Fundación Ford a lo largo de toda América Latina,
construyendo un interesante mapa regional de las principales tendencias en el activismo del
movimiento de derechos humanos, su agenda, contextos, relaciones nacionales e
internacionales, estrategias de acción, problemáticas, alcances y desafíos.
El libro está estructurado en dos partes y nueve capítulos, a los largo de los cuales la
investigación hace continua referencias a estudios de casos, evidenciando puntos en común
entre las distintas experiencias en la región. La primera parte se concentra en la análisis de
seis estudios de casos, que destacan los principales temas y estrategias de la agenda de
derechos humanos en la actualidad. Las diferentes experiencias de organizaciones de
derechos humanos de Perú, Brasil, Argentina y México dan cuenta de algunas necesidades
centrales para una democratización efectiva de la región: las políticas de verdad, justicia y
reparación; la reforma de los sistemas judiciales; el fortalecimiento del intercambio entre
organizaciones de derechos humanos del hemisferio sur; medidas sustanciales contra la
discriminación y la exclusión social y económica; el reconocimiento de la identidad cultural
de los grupos étnicos presentes en el territorio; el empoderamiento y coordinamiento de los
distintos actores sociales. Finalmente, en la segunda parte del libro los autores procuran
inscribir estas experiencias en un marco más amplio, destacando las tendencias principales
151
Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
del trabajo de las organizaciones de derechos humanos en América Latina: la incidencia
política, las estrategias legales y el activismo por la justicia social e inclusión social.
A través de un notable conjunto de experiencias concretas, esta publicación da cuenta del
papel central de los movimientos sociales en la construcción y defensa de los derechos
humanos, evidenciando en particular que el discurso y la práctica de los derechos humanos
están en continua evolución y negociación. En América Latina, sucesivamente a la fase de
resistencia durante las dictaduras y los conflictos armados internos de los años ’70 y ’80, las
distintas organizaciones de derechos humanos han tenido que ampliar su agenda y
diversificar sus estrategias de incidencia social y política, ganándose nuevos espacios de
acción sea externamente que internamente al Estado. En este nuevo contexto regional, los
diferentes colectivos sociales han empezado a reclamar a nivel nacional e internacional la
plena realización de todos los derechos: no solo civiles y políticos, sino también económicos,
sociales y culturales. La afectación de los derechos humanos responde a problemas
complejos y múltiples, frente a los cuales se hace necesaria sea una atención humana de
necesidades apremiantes sea un trabajo de defensa a largo plazo, que apunte a promover
cambios profundos en las estructuras sociales y políticas. De consecuencia la
profesionalización y las alianzas estratégicas se vuelven fundamentales para las
organizaciones de derechos humanos, con el fin de estar preparadas a accionar cuando se
produzca una oportunidad coyuntural de cambio.
A partir de estas consideraciones generales y de los resultados obtenidos en los últimos
veinte años, el libro evidencia unos desafíos claves para las organizaciones de derechos
humanos de América Latina: la construcción de relaciones con los gobiernos y las instancias
estatales para participar de la formulación de políticas públicas de protección de derechos;
la exigencia ante el estado y la justicia de los derechos colectivos a través de acciones
positivas públicas; la coordinación estratégica entre organizaciones de afectados directos y
organizaciones intermedias con perfil profesional o técnico, en el respecto de las demandas
de identidad y reconocimiento de cada grupo social; la modificación profunda de las
estructuras judiciales para que sean menos excluyentes y reflejen con mayor equilibrio la
diversidad propia de la sociedad que integran. A pesar de las dificultades y de los riesgos, la
mayoría de las organizaciones de derechos humanos han demostrado saber adaptarse a los
1
Productora del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires. Magister en Derechos Humanos y
Democratización en América Latina y Caribe. Especialista en temáticas de Comunicación, Derechos Humanos y Género.
152
Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
frecuentes cambios de escenario político, perfeccionando gradualmente su capacidad
técnica y política. Por lo tanto, los autores finalizan la publicación explicitando que su
intención no era compilar una memoria de resultados obtenidos, sino brindar una
anticipación de lo que está por venir.
contacto: [email protected]
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Publicación de la Red Universitaria sobre Derechos Humanos y Democratización para América Latina.
Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
Desaparición forzada y derechos de las víctimas. La respuesta humanitaria a
las demandas de verdad, justicia y reparación en el Perú.
Reátegui, Félix (coordinador); Barrantes, Rafael; Peña, Jesús Peña (investigadores).
Lima, Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 107 páginas.
2012.
Por Claudia Couso1
La violencia armada dejó en el Perú una secuela de 16.000 personas desaparecidas, siendo
esta una problemática que sigue vigente, ya que el sufrimiento de los familiares se prolonga
aún luego de que los contextos que dieron lugar a dichas desapariciones hayan quedado en
el pasado. De hecho, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, señala que se trata de
un delito continuado o permanente, y que por tanto “la acción penal y la pena que se impone
judicialmente al responsable no está sujeta a prescripción”.
El libro se divide en cuatro capítulos: en su parte inicial se exponen los principales preceptos
que encuadran la desaparición de personas en el contexto de la justicia transicional; en el
segundo se dimensiona esta problemática en el contexto peruano, reservando el tercer
capítulo para describir las respuestas dadas por el Estado; mientras que en el cuarto
capítulo se exponen las reflexiones finales, haciendo especial hincapié en la falsa
contradicción entre los objetivos humanitarios y los judiciales.
Una de las primeras afirmaciones fuertes que dan orientación al trabajo es la necesidad de
que la justicia transicional garantice la no repetición en materia de desaparición forzada. El
trabajo da cuenta de asociaciones ligadas a este objetivo, tanto en el Perú, como en otros
países de América Latina. En el Perú, la importancia de la organización se correlaciona con
mayores condiciones de igualdad e inclusión que garanticen el acceso a la justicia y la
mirada sobre el pasado. La justicia transicional, además,
debe lograr justicia para las
víctimas y propiciar un orden más justo y democrático.
El primer capítulo hace un repaso por la jurisprudencia sobre procesamientos a los
responsables y alivio al sufrimiento de las familias. El trabajo parte de la premisa de que no
deberían existir conflictos entre ambos fines, y destaca el acercamiento que se viene
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Año 2, Nº 3. Abril de 2013. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
logrando entre ambos enfoques dentro del marco normativo internacional, dando especial
relevancia al derecho a la verdad. También hay una consideración especial a la participación
que los familiares tienen en las búsquedas, considerando los aspectos relativos a sus
culturas, y considerando de este modo, que hay más garantías de igualdad en el acceso a
la justicia. El capítulo termina dando ejemplos de algunos casos nacionales, en donde estos
temas han tenido relevancia.
El segundo capítulo se adentra en el caso peruano, refiriéndose tanto a la magnitud de la
problemática como a los caminos seguidos para resolverla. Sin embargo, el trabajo tiene el
mérito de no remitirse solamente a las dimensiones cuantitativas de la catástrofe
humanitaria, sino que se la considera desde una mirada más comprensiva, que tiene en
cuenta los ámbitos legales, forenses, pero también los emocionales los de salud mental,
familiar, social, etc. Tiene además la virtud, de poder evaluar situaciones particulares y
adaptar la mirada a ellas “Algunas veces es más importante la recuperación de los restos y
otras, las reparaciones o la justicia. Las diferencias obedecen a las distintas características
de cada contexto, que están moldeadas, por la dinámica de la violencia, y el proceso de
justicia transicional, entre otras”. Sin embargo, según señala este mismo trabajo, eso no
sucede a nivel del Perú en donde se indica que no se han realizado estudios sobre las
necesidades de las personas desaparecidas. También, el trabajo aborda sobre las
dificultades económicas que hacen a la búsqueda, ya que según se señala ya que se ha
podido contrastar
varios casos de familiares que han dudado en iniciar la búsqueda
porque saben que los afectará económicamente: “La mayoría de los familiares son personas
en situación de pobreza que al asumir estos gastos ponen en riesgo la cobertura de
necesidades básicas”, dice el texto; para luego concluir que “Enterrar dignamente los restos
de un familiar o tener una nutrición adecuada no deberían ser acciones sobre la que se
tenga que optar”. Contar con esos restos sirve según el trabajo, para proporcionar
satisfacción a las víctimas y sanción a los responsables. Para finalizar el capítulo, el trabajo
hace referencia a los principios que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos establece en materia de justicia restaurativa y que incluye la restitución
para devolver hasta donde sea posible la situación anterior al daño recibido, compensación
material, satisfacción mediante el reconocimiento, disculpas y conmemoraciones y la
garantía de no repetición de los hechos. Esa es una deuda pendiente en el Perú, en donde
entre otras cosas, la situación de indocumentados de muchas de las víctimas hacen que no
existan registros de que las personas desaparecidas efectivamente hayan existido. Esto,
1
Lic. En Ciencia Política (UBA) y Magister en Metodología de la Investigación. CIEP- UBA (docencia e
investigación).
155
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Año 2, Nº 3. Abril de 2012. Buenos Aires, Argentina
RESEÑAS DE PUBLICACIONES
finalmente, resulta un indicador de la situación de desigualdad social que se ve reflejada en
el acceso a la justicia.
El tercer capítulo se refiere a las políticas públicas con respecto en materia de
desapariciones forzadas insistiendo en la necesidad de planificación, adecuaciones
técnicas, y contemplaciones sobre los casos particulares frente a esta problemática. Las
limitaciones institucionales (tanto en lo que se refiere a los aspectos financieros como
estructurales y de coordinación) son un problema que ha alcanzado a este tema, y la
superposición de áreas o falta de responsabilidades sobre cuestiones específicas ha
dificultado el avance sobre las soluciones. Sin embargo, se señala que el Estado ha
mejorado su comprensión del tema y viene asumiendo poco a poco mayores
responsabilidades. No obstante, se pide tener en cuenta de que manera estos problemas
funcionales al Estado afectan a los familiares de las víctimas. Optimizar la forma de recoger
y guardar la información es una buena punta para ir en post de esto. Dicha información
comprende tanto la testimonial, como la física y la genética.
También los inconvenientes relacionados con la formalización de la desaparición de
personas, es un aspecto que se aborda en el trabajo: “la cantidad de días previstos para la
verificación administrativa es insuficiente, el procedimiento es desconocido para muchos
jueces de paz y familiares, la burocratización y los cobros indebidos”.
Pero la información por sí misma no alcanza, y se debe procurar tanto el acompañamiento
psicosocial y atención en salud mental, lo cual todavía es un desafío pendiente. De igual
modo, el apoyo material o logístico a los familiares, siendo estos los que deben asumir un
conjunto de gastos para asistir a las citaciones fiscales y a los distintos eventos forenses y
para recibir los restos cuando se logra identificarlos.
Finalmente, el cuarto capítulo ahonda en lo que denomina la falsa contradicción entre los
objetivos humanitarios y los judiciales, considerando que los temores de justicia sin
identificación y de identificación sin justicia carecen de sentido. Concluye que los objetivos
humanitarios y judiciales pueden conciliarse, y que para ello es necesario pasar de un
enfoque retributivo de la justicia a un enfoque restaurativo, lo que implica “dejar de abordar
el problema solamente con el objetivo de la punición penal para comenzarlo a verlo también
desde el punto de vista de las necesidades de la víctima”.
156
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REVISTA
Convocatoria para publicaciones
Democracia y Derechos es una publicación del Centro Internacional de Estudios Políticos
(CIEP), de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). La revista, es una herramienta
de comprensión y divulgación de los desafíos y debates que hoy enfrenta nuestra región en
materia de derechos humanos y democratización. Su contenido es el producto de los
lineamientos surgidos de la labor en común de representantes de la Red Universitaria sobre
Derechos Humanos y Democratización; docentes, expertos y alumnos de la Maestría sobre
Derechos Humanos y Democratización; y el staff del CIEP.
Democracia y Derechos recibe asimismo propuestas de contribuciones inéditas destinadas
a las siguientes secciones:
-
Artículos - máximo 7000 palabras*
-
“Avances de Investigación” - piezas preparadas por los estudiantes de la Maestría sobre Derechos
Humanos y Democratización – máximo 7000 palabras*
-
Notas a decisiones jurisprudenciales nacionales e internacionales - máximo 5000 palabras*
-
“En la práctica” - narraciones de experiencias de profesionales y de actores sociales – máximo 5000
palabras*
-
Reseñas – comentarios de novedades editoriales sobre derechos humanos y democratización –
máximo 1.500 palabras
* Incluyendo notas, bibliografía, gráficos y cuadros
En sus próximos números, Democracia y Derechos abordará los siguientes temas:
-
“Derecho en los pueblos indígenas” (plazo máximo para la presentación de contribuciones: 18 de
octubre de 2013)
“Derechos Humanos y discapacidad ” (plazo máximo para la presentación de contribuciones: 13 de
diciembre de 2013)
Las propuestas de contribuciones, así como las consultas deben remitirse a
[email protected]
La pertinencia de las contribuciones recibidas será
evaluada por el Comité Editorial y el Comité de Redacción de Democracia y Derechos. La
publicación de la contribución puede estar sujeta a sugerencias de modificación, ampliación
157
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o reducción por parte del Comité de Redacción, a la luz de criterios de edición vinculados a
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Toda aclaración con respecto al trabajo (presentación previa, colaboradores,
agradecimientos, etcétera) se indicará con un asterisco en el título, remitido al pie de página.
Al comienzo del trabajo deberá aparecer un resumen en la lengua en la que ha sido
redactado el artículo con una extensión máxima de 100 palabras, incluyendo también
palabras clave del artículo, tanto en español como en inglés. Deberá incluirse a su vez un
abstract en inglés, con los mismos requisitos.
Las notas deben ir al pie de página. Las citas bibliográficas deberán integrarse en el cuerpo
del artículo a través del siguiente formato: (Autor/es, año: página). En caso de haber varias
referencias a los/las mismos autores/as, en el mismo año, la distinción se hará de la
siguiente forma: Primer texto: (Autor/es, año a: páginas); Tercer texto: (Autor/es, año c:
páginas). Las citas de internet deben mencionar autor (en caso de tenerlo), año: página; en
su defecto la página web y la fecha de consulta. Para referir información sin autor, contenida
en prensa, debe ir de la siguiente manera: periódico, fecha abreviada, página y sección.
Citas textuales: en el cuerpo del texto y de una extensión mayor a cinco líneas (extraídas de
libros, revistas, periódicos, documentos, testimonios de informantes, entrevistas, etc.) serán
en cuerpo 10, en párrafo con sangría 1 cm.
La bibliografía citada en el texto se incluirá al final del trabajo, ordenándola alfabéticamente
por autor y colocando primero el apellido y luego el nombre, seguidos del año de
publicación (entre paréntesis) de la siguiente forma:
Libros:
Apellido, nombre del autor (año de publicación): Título del libro. Lugar de edición (debe figurar en el
idioma original y en el caso que no se tuviera el dato del lugar colocar: s.l.), editorial (evitar el uso de la
palabra editorial o su abreviatura).
Ejemplo
Castro, Nils (2012): Las izquierdas latinoamericanas en tiempos de crear. Buenos Aires, UNSAM edita.
Capítulos en obras colectivas:
Autor/es (año de publicación), “Título”, en (compilador/es o editor/es): Título de la obra colectiva, lugar
de edición, editorial, páginas del capítulo.
Ejemplo
Grompone, Romeo (2005), “Modernidad, identidades políticas y representación: cuatro décadas y un
desenlace abierto”, en Vich Víctor: El Estado está de vuelta: desigualdad, diversidad y democracia,
Lima, IEP, p. 76- 98.
Artículos en revistas:
Autor/es (año de edición), “Título”, nombre de la revista, lugar de edición, volumen o tomo, número,
páginas del artículo. (Volumen se escribirá: Vol.; tomo: T; número: N°; página/as: p./pp.)
Ejemplo
Rius, Pía (2011), “Del Movimiento de Trabajadores Desocupados a la cooperativa social. Trabajo y
formas de militancia en la cooperativa social”, Revista Trabajo y Sociedad, Santiago del Estero, 18
páginas, Vol XV; N° 17, pp 265/283.
Documentos electrónicos:
Las fuentes de Internet deben mencionar autor (en caso de tenerlo), la página web y la fecha de
consulta.
Ejemplo
CEPAL (2004) “Caminos hacia la Equidad de Género en América Latina y El Caribe” 2004 Documento
de la Novena Conferencia Regional de la Mujer en el Desarrollo de América Latina y El Caribe, México
D.F.
del
10
al
12
de
junio
de
2004.
Disponible
en
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/6/14956/lcl2114e.pdf, consultado en octubre de 2012.
Notas en periódicos:
Sin firma: Nombre del periódico, fecha abreviada, Título del trabajo, Ciudad, País.
Ejemplo
Página 12, 16 Enero 2013, Cumbre Mapuche con la Araucanía de fondo, Buenos Aires, Argentina.
Autor, “Título del Trabajo”, Nombre del periódico, fecha abreviada, Ciudad, País.
Ejemplo
Couriel, Alberto, “Influencia de loa actores internacionales sobre la economía uruguaya”, La República,
Diciembre 26 de 2012, Montevideo, Uruguay.
No se admitirán agregados ni modificaciones una vez iniciado el proceso de edición.
La Revista no se hace responsable por originales no publicados ni por su devolución en
caso de no ser solicitados.
La Revista se reserva el derecho de publicación de las colaboraciones en el número que
considere más oportuno.
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de vista y afirmaciones de los autores de los trabajos publicados.
«La presente publicación ha sido elaborada con la asistencia
de la Unión Europea. El contenido de la misma es
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vista de la Unión Europea».
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