Incapacitación y tutela de personas mayores

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Incapacitación y tutela de personas mayores
La incapacitación es la privación de la capacidad de obrar de una persona
física, pero el hecho de padecer una enfermedad o deficiencia no es razón
suficiente. Lo que lleva a una persona a ser incapacitada judicialmente, de
forma total o parcial, es la limitación de su autogobierno y el no poder
decidir
por
sí
misma
sobre
su
persona
y/o
bienes.
“Los motivos más frecuentes por los que se pide una incapacidad están
relacionados con una patología mental, una discapacidad intelectual o un
deterioro cognitivo que impide a la persona gobernarse a sí misma, aunque
en ocasiones concurren varias circunstancias en la misma persona
(pluripatología)”, explica el responsable del Área Social de la Agencia
Madrileña para la Tutela de Adultos (AMTA), Alberto Gutiérrez. AMTA
ofrece protección jurídica y social a las personas adultas residentes en la
Comunidad de Madrid, que estén incapacitadas legalmente o que se
encuentren en una presunta situación de incapacidad por haberse iniciado
el
proceso.
Las personas que pueden promover la incapacitación son el cónyuge o
quien se encuentre en una situación de hecho asimilable, los
descendientes, los ascendientes o los hermanos del presunto incapaz.
“Cualquier persona está capacitada para poner en conocimiento del
Ministerio Fiscal los hechos que puedan determinar una incapacitación. Así,
las autoridades y funcionarios públicos que por razón de sus cargos
tuvieran conocimiento de las posibles causas de incapacitación de una
persona, deberá ponerlo en conocimiento del Ministerio Fiscal”, añade
Gutiérrez.
Seguridad
y
bienestar de
la
persona
incapacitada
“Una persona declarada incapaz judicialmente no está limitada ni anulada
como persona. La limitación sólo está en el ámbito jurídico, con el fin de
proteger sus intereses, y consistirá en perder, parcial o totalmente, su
capacidad de obrar; pero no su capacidad jurídica, que se adquiere con el
nacimiento y sólo se extingue con la muerte. Por lo tanto, la persona
incapacitada seguirá siendo titular de derechos y obligaciones, aunque
para hacerlos valer necesite la intervención total o parcial de otra
persona”,
asegura
este
experto.
Sin embargo, hay una serie de actos que en derecho se consideran
personalísimos para los que no es suficiente la mera voluntad o
consentimiento del tutor, ya que son inherentes a la persona; de los que
nadie puede disponer, siempre que la sentencia no se pronuncie en sentido
contrario como, por ejemplo, testar, derecho de sufragio pasivo, contraer
matrimonio, etc. “De esta manera, la sentencia de incapacitación debe
determinar de manera detallada los actos para los que la persona
incapacitada necesita representación o asistencia”, añade el responsable
del
Área
Social
de
AMTA.
En cualquier caso, una sentencia de incapacidad nunca debe afectar
negativamente al bienestar y a la calidad de vida de la persona
incapacitada. “Hablamos de una medida de protección que ahondará en la
mejora de la situación personal del sujeto. Es obligación del tutor trabajar
en la rehabilitación (si procede) y en la inclusión plena de la persona. Las
personas incapacitadas deben ser tratadas como iguales en términos de
libertad y dignidad, deben ser reconocidas como ciudadanos plenos y no
pueden ser excluidas socialmente”, subraya Gutiérrez.
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