Rousseau: 1712 - 1778 “Si se investiga en qué consiste el bien más grande de todos, el que debe ser la meta de todo sistema legislativo, veremos que consiste en dos cosas principales: la libertad y la igualdad. La libertad, porque si permitimos que alguien no sea libre estamos quitando fuerza al Estado; la igualdad, porque la libertad no puede subsistir sin ella. Ya he dicho lo que es la libertad civil. En cuanto a la igualdad, no hay que entender por ella que todos tengan el mismo grado de poder y de riqueza; antes bien, en cuanto al poder, que nunca se ejerza con violencia, sino en virtud del rango y las leyes, y, en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro, ni ninguno sea tan pobre como para ser obligado a venderse” J. J. ROUSSEAU, El contrato social, libro II, cap. 11 1. Con respecto al texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema o el problema del texto, indica las ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5) En cuanto al momento histórico del autor, J.J. Rousseau (1712-1778) se enmarca de lleno en la Ilustración francesa, de la cual se considera uno de sus representantes, aunque sea un autor que no sigue del todo los cánones de dicho movimiento, pues en medio de la fe ilustrada en el progreso desconfía de la cultura y la sociedad, a las que atribuye la degeneración de un individuo que nace bueno. Su rechazo a la propiedad privada y su teoría del contrato social le sitúan como precursor de las ideas socialistas y democráticas del XIX, y su valorización de las emociones frente a la razón (por ejemplo en pedagogía) le señalan como un precedente del Romanticismo desde dentro de la Ilustración. Sus ideas ejercieron gran influencia en los revolucionarios franceses. El tema del texto son los valores de la libertad y la igualdad como bases de un Estado justo, dos valores que para él no sólo son plenamente compatibles, sino que además se necesitan uno a otro. En cuanto a las ideas principales, en El Contrato social Rousseau expone su idea de un Estado justo, y estas líneas recogen la base de ese proyecto, que consiste en definir qué es para él la libertad civil y qué es la igualdad en ese “sistema legislativo” al que se refiere en la segunda línea. Por una parte, la libertad consistiría para Rousseau en la obediencia de cada ciudadano a unas leyes que estuvieran basadas en la voluntad general, el interés público cuya salvaguardia debería ser el objetivo de toda la maquinaria estatal, en lugar de los intereses privados. En las discusiones entre Rousseau y los seguidores de Locke se forjó la actual disputa entre liberalismo y socialdemocracia, y eso puede verse aquí, pues la “libertad civil” que menciona este fragmento se deriva del contrato social en el que debería estar basada una sociedad justa. Rousseau parte de la hipótesis de un estado de naturaleza inicial, en el que todos los hombres vivirían sin estructuras políticas, en una convivencia pacífica y natural basada en los instintos naturales de supervivencia, de amor a uno mismo y de empatía hacia los demás. Todos los seres humanos vivirían en igualdad de condiciones, y al tener todos sus necesidades básicas satisfechas nadie desearía ningún mal al otro. Este es el mito del buen salvaje, básico en el pensamiento de nuestro autor, el cual reclama o bien una vuelta a ese estado natural (en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres) o bien un Estado que respete las tendencias naturales (en El contrato social). En oposición a otros autores de la época (Hobbes, por ejemplo), que afirmaban que la vida sin leyes ni Estado sería “mísera, brutal y corta”, una situación en la que cada hombre sería un lobo para otro hombre, Rousseau da por supuesta la Rousseau: 1712 - 1778 bondad natural del ser humano, y afirma que es la sociedad quien corrompe esa buena disposición. La desigualdad apareció, afirma Rousseau, cuando a alguien se le ocurrió vallar un terreno y afirmar que era suyo, y encontró a otro lo suficientemente ingenuo como para creerle. Entonces comenzaron todos los males del género humano: la ambición, la desigualdad, la corrupción, el engaño, la envidia... Esa caja de Pandora que es la propiedad privada debería cerrarse o limitarse de alguna manera, y eso es lo que el Estado debería promulgar en unas leyes que serían expresión del interés general, o “voluntad general”, en cuya obediencia radica la libertad civil que es una de las condiciones de la sociedad justa que quiere Rousseau. El Estado ante el cual el individuo debe renunciar a parte de sus derechos en ese contrato social original no debería estar subordinado a los intereses particulares de individuos poderosos, sino a esa voluntad general, que garantizaría la continuidad de la bondad del estado de naturaleza en la sociedad civil. Por eso afirma en el texto que la fuerza del poder nunca debe ser ejercida “con violencia”, sino “en virtud de las leyes”, es decir, que el poder debería defender la voluntad general, no ser algo arbitrario que necesite la violencia porque no tenga razones para imponerse. Por otra parte, la igualdad, el segundo valor analizado en el texto como base de su “sistema legislativo”, es la justa correspondencia de esa libertad civil. Contrariamente al pensamiento liberal actual (Isaiah Berlin), Rousseau piensa que libertad e igualdad son dos valores compatibles. El Estado garantizará la igualdad limitando la propiedad privada, de manera que “ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro, ni ninguno sea tan pobre como para ser obligado a venderse”. No mantiene Rousseau las opiniones extremas que serán comunes en el socialismo y marxismo posteriores, no rechaza la propiedad privada basada en el mérito propio y que respete el interés común, pero sí vemos que opina que las desigualdades obscenas que él mismo veía en su época deberían desaparecer. El Estado debería garantizar la distribución equitativa de los bienes, de tal manera que en su seno no se reproduzcan las diferencias artificiales que han hecho de las sociedades actuales lamentables degeneraciones del estado de naturaleza. Locke afirmaba que el Estado debería salvaguardar la propiedad privada legítima de manera ilimitada, mientras que Rousseau pone un límite a esa salvaguardia, que es la igualdad de todos los ciudadanos. Partidario de impuestos de redistribución de rentas, contra la acaparación de tierras, o por la abolición de privilegios sociales, Rousseau será por estas ideas admirado por los revolucionarios franceses, y señalado hoy como precedente por la socialdemocracia. En suma, esa libertad civil como obediencia a la voluntad general y esa igualdad garantizada por el Estado como garantía de que la sociedad sea una continuidad del estado de naturaleza, y no su degeneración, son las condiciones para que en el orden político la soberanía siempre resida en el pueblo, y esta defensa de la soberanía popular es otra razón para considerar a Rousseau uno de los autores que formaron el vocabulario político con el cual se articula el debate público en el que vivimos hoy.