CONDICIONES PARA EL EJERCICIO DE LA POTESTAD

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CAPÍTULO CUARTO
CONDICIONES PARA EL EJERCICIO DE LA POTESTAD
DISCIPLINARIA
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
1.- Legalidad, tipicidad, publicidad y previsibilidad de la norma
deontológica. 2.- El ámbito subjetivo. La responsabilidad de los
Abogados, de los colegiados no ejercientes, de los Abogados inscritos, de los “aforados”, de las sociedades profesionales. 3.- Competencia de los Colegios de Abogados. Competencia territorial.
Competencia en relación con los Abogados inscritos. Actuación
“vertical”. Colegiación única. Colegios “de partido”. Colegios provinciales. Mapa de los Colegios en España. 4.- Reparto de la competencia territorial del Consejo General de la Abogacía Española y
de los Consejos Autonómicos de Colegios de Abogados.
1.- Legalidad, tipicidad, publicidad y previsibilidad de la norma
deontológica
La norma deontológica -jurídica según ya se ha insistido- es de obligado cumplimiento y su vulneración trae aparejada una sanción. Hay,
sin embargo, algunas peculiaridades que la caracterizan y que han
sido objeto de debate judicial y análisis por parte de los Tribunales.
El artículo 25.1 de la Constitución Española dice:
“Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u
omisiones que en el momento de producirse no constituyan
delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento.”
El artículo 9.3 consagra -denominándolo así- el principio de legalidad:
“3. La Constitución garantiza el principio de legalidad, la
jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad
jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos.”
La Ley de Colegios Profesionales no contiene ni un cuadro de conductas ni una relación de sanciones pero atribuye a los Colegios Profesionales -artículo 5 letra i)- en su ámbito territorial la función de:
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
“... ejercer la facultad disciplinaria en el orden profesional
y colegial”
Agregando el artículo 6.3 que:
“3. Los Estatutos generales regularán las siguientes materias:
g) (el) Régimen... disciplinario.”
Respecto a los Consejos Generales, dispone el artículo 9.1 que:
“1. Los Consejos Generales de los Colegios tienen a todos
los efectos la condición de Corporaciones de Derecho Público, con personalidad jurídica propia y plena capacidad.
Tendrán las siguientes funciones:
a) Las atribuciones del artículo 5º a los Colegios Profesionales, en cuanto tengan ámbito o repercusión nacional
...
e) Resolver los recursos que se interpongan contra los actos
de los Colegios.
...
g) Ejercer las funciones disciplinarias con respecto a los
miembros de las Juntas de Gobierno de los Colegios y del
propio Consejo.”
En cambio, el Estatuto General de la Abogacía Española contiene una
relación de conductas con vocación de tipificación y las sanciones que
a cada una correspondería.
La sección segunda del Capítulo II -Responsabilidad disciplinaria- del
Título VIII -Del régimen de responsabilidad de los colegiados- consagra los artículos 83 a 87 a las infracciones y sanciones. El artículo 83
clasifica las infracciones en muy graves -artículo 84- graves -artículo
85- y leves, artículo 86. El artículo 87 traslada esa clasificación a las
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sanciones165.
165. “Artículo 83 Clases de infracciones.
Las infracciones que puedan llevar aparejada sanción disciplinaria se clasifican en muy
graves, graves y leves.
Artículo 84 Infracciones muy graves.
Son infracciones muy graves:
La infracción de las prohibiciones establecidas en el artículo 21 o de las incompatibilidades contenidas en los artículos 22 y 24 del presente Estatuto General.
La publicidad de servicios profesionales con incumplimiento de los requisitos especificados en el artículo 25, y cualquier otra infracción que en este Estatuto General tuviere la
calificación de infracción muy grave.
La comisión de delitos dolosos, en cualquier grado de participación, como consecuencia
del ejercicio de la profesión, así como los actos y omisiones que constituyan ofensa grave
a la dignidad de la profesión, a las reglas éticas que la gobiernan a los deberes establecidos en el presente Estatuto General.
El atentado contra la dignidad u honor de las personas que constituyen la Junta de
Gobierno cuando actúen en el ejercicio de sus funciones, y contra los compañeros con
ocasión del ejercicio profesional.
La embriaguez o consumo de drogas cuando afecten gravemente al ejercicio de la profesión.
La realización de actividades, constitución de asociaciones o pertenencia a éstas, cuando
tengan como fines o realicen funciones que sean propias y exclusivas de los Colegios.
La comisión de una infracción grave, habiendo sido sancionado por la comisión de otras
dos del mismo carácter y cuya responsabilidad no se haya extinguido conforme al Artículo 90.
El intrusismo profesional y su encubrimiento.
La cooperación necesaria del Abogado con la empresa o persona a la que preste sus servicios para que se apropien de honorarios profesionales abonados por terceros y que no
le hubieren sido previamente satisfechos, cuando conforme a lo dispuesto en el artículo
44.2 tales honorarios correspondan al Abogado.
La condena de un colegiado en sentencia firme a penas graves conforme al artículo 33.2
del Código Penal.
El deliberado y persistente incumplimiento de las normas deontológicas esenciales en el
ejercicio de la Abogacía.
Artículo 85 Infracciones graves.
Son infracciones graves:
El incumplimiento grave de las normas estatutarias o de los acuerdos adoptados por
los órganos colegiales en el ámbito de su competencia, así como por el reiterado incumplimiento de la obligación de atender a las cargas colegiales previstas en el artículo 34,
letra a), salvo que constituya infracción de mayor gravedad.
El ejercicio profesional en el ámbito de otro Colegio sin la oportuna comunicación de la
actuación profesional, lo que habrá de sancionar el Colegio en cuyo ámbito territorial
actúe.
La falta de respeto, por acción u omisión, a los componentes de la Junta de Gobierno
cuando actúen en el ejercicio de sus funciones.
Los actos de desconsideración manifiesta hacia los compañeros en el ejercicio de la actividad profesional y la infracción de lo dispuesto en el artículo 26 sobre venia.
La competencia desleal, cuando así haya sido declarada por el órgano competente, y
la infracción de lo dispuesto en el artículo 25 sobre publicidad, cuando no constituya
infracción muy grave.
La habitual y temeraria impugnación de las minutas de los compañeros, así como la
reiterada formulación de minutas de honorarios que sean declarados excesivos o indebidos.
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Se ha discutido la naturaleza de verdadera norma jurídica de las normas deontológicas contenidas en los Códigos, porque no definirían por
sí mismas conductas típicas. Y también, porque no cumplen los requisito de la publicación en un diario oficial que establece el artículo 52
de la Ley 30/1992 de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.
Esta falta de publicación en un diario oficial las privaría de fuerza obligatoria y las despojaría de auténtico carácter jurídico. Esta objeción se refiere
a las normas concretas contenidas en los Códigos Deontológicos -que no
han sido en efecto objeto de publicación- y no a las normas deontológicas
en sí. En otras palabras, sin negar el carácter de norma jurídica a la norma
deontológica, se puede argüir que las que están contenidas en determinados cuerpos no son jurídicas por no cumplir determinados requisitos.
El Tribunal Constitucional166 ha tenido la oportunidad de pronunciarse respecto de esta problemática.
“El quicio sobre el que esta Ley intenta hacer compatible
el principio de legalidad con la autorregulación corporativa
consiste, precisamente, en disociar los Estatutos particula-
Los actos y omisiones descritos en las letras a), b), c) y d) del artículo anterior, cuando
no tuvieren entidad suficiente para ser considerados como muy graves.
El ejercicio profesional en situación de embriaguez, o bajo el influjo de drogas tóxicas.
Artículo 86 Infracciones leves.
Son infracciones leves:
La falta de respeto a los miembros de la Junta de Gobierno en el ejercicio de sus funciones, cuando no constituya infracción muy grave o grave.
La negligencia en el cumplimiento de las normas estatutarias.
El incumplimiento leve de los deberes que la profesión impone.
Los actos enumerados en el artículo anterior cuando no tuviesen entidad suficiente para
ser considerados como graves.
Artículo 87 Sanciones aplicables según la clase de infracción.
1.- Las sanciones que pueden imponerse por infracciones muy graves serán las siguientes:
Para las de los apartados b), c), d), e), f), h) e i) del artículo 84, suspensión del ejercicio
de la Abogacía por un plazo superior a tres meses sin exceder de dos años.
Para las de los apartados a), j) y k) del mismo artículo, expulsión del Colegio.
2.- Por infracciones graves podrán imponerse la sanción de suspensión del ejercicio de
la Abogacía por un plazo no superior a tres meses.
3.- Por infracciones leves podrán imponerse las sanciones de amonestación privada o la
de apercibimiento por escrito.”
166. En Sentencias del Tribunal Constitucional 93/1992 de 11 de junio, Ponente señor Tomás
y Valiente, y 219/1989, Ponente señor García-Mon y González-Regueral, ya citadas.
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res de cada Colegio y los Estatutos generales de la profesión
entera (artículo 6 LCP). Aquéllos son elaborados por el correspondiente Colegio, y aprobados autónomamente por el
Consejo General que culmina la organización corporativa de
la profesión respectiva; en cambio los Estatutos generales,
una vez elaborados por dicho Consejo General, son aprobados por el Gobierno. Estos “estatutos generales de la profesión”, cuyo establecimiento es confiado por la Ley de Colegios de 1978 a Reales Decretos del Gobierno, obviamente
llamados a ser publicados en el “Boletín Oficial del Estado”,
son los que deben regular -entre otros temas- el régimen
disciplinario de la profesión. Por el contrario, los estatutos
particulares se ven reducidos a regular el funcionamiento
del Colegio correspondiente (LCP, artículo 6, aps. 3 g y 4)
Como dice también el mismo Tribunal:
“El principio de legalidad no somete el ordenamiento sancionador administrativo solamente a una reserva de ley.
Conlleva igualmente una garantía de orden material y de
alcance absoluto, que se traduce en la imperiosa exigencia
de predeterminación normativa de las conductas ilícitas de
las sanciones correspondientes”167.
Ya señalamos que esta relación de sujeción especial de los colegiados
respecto de su Colegio es justamente lo que permite relajar la exigencia de reserva de ley. Relajarla solamente, no prescindir de ella. Es
necesario que el régimen sancionador tenga una base legal aunque las
infracciones y sanciones no estén definidas perfectamente en la ley.
Es pues, posible, de acuerdo con el Tribunal Constitucional que, en
razón de esta especial relación de dependencia, asumida por el colegiado cuando solicita su admisión a la profesión, que las actuaciones
sancionables y las sanciones no estén definidas por la ley siempre que
la ley las remita a una norma de inferior rango.
167. Sentencia del Tribunal Constitucional 42/1989 de 16 de febrero, Ponente señor GarcíaMon y González-Regueral.
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La Sentencia del Tribunal Supremo de 9 de julio de 2001168 es muy
explícita:
“La conclusión que se deriva de ello es desde luego que
no puede entenderse aplicable a esta relación el artículo
25.1 del texto constitucional, en el sentido de exigir que la
última tipificación de la infracción se haga por Ley, ya que
aquel precepto se refiere a las infracciones y sanciones que
existen como consecuencia de una relación de supremacía general y no de supremacía especial, con la correlativa
situación especial de sujeción. Así hay que entenderlo en
este caso, como se ha entendido en otros análogos al aprobar normas sin rango de Ley que tipificaban infracciones y
sanciones en el ámbito de un Colegio profesional, como sucede en el caso del Estatuto de la Abogacía. Por otra parte
ésta es la interpretación común en nuestro Derecho a propósito de relaciones especiales de sujeción como la propia
de los funcionarios públicos en la que no se exige Ley para
la última tipificación de la conducta considerada como infracción disciplinaria.”
También ha dicho el Tribunal Supremo169 lo siguiente:
“El primer motivo que se alega para impugnar la Sentencia
de 19 diciembre 1990 es que la sanción impuesta a doña...
infringe el principio de legalidad establecido por el artículo 25.1 de la Constitución. El motivo debe ser rechazado
porque en las relaciones de sujeción especial, como son las
que unen a los colegiados con los órganos de gobierno de
sus respectivos Colegios Profesionales, el principio de legalidad permite la tipificación reglamentaria de las infrac-
168. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 9 de julio de 2001,
Ponente señor González Navarro, Aranzadi 2001/8005.
169. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 8 de marzo de 1994,
Ponente señor Goded Miranda, Aranzadi 1994/1676.
Sobre esta Sentencia puede consultarse a MARTÍNEZ DE AZAGRA RIPA, Natalia, “La
potestad sancionatoria de los Colegios Profesionales, Cambiar algo para que todo siga
igual” en Revista Jurídica “La Ley” Año XVI, número 3827, 20 de julio de 1995.
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ciones. En razón de ello, el artículo 101.1 del Estatuto del
Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid, de 16 septiembre 1983, califica como infracciones o faltas leves «las acciones u omisiones en orden al incumplimiento general de
los deberes estatutarios, no consideradas específicamente
como graves o muy graves». Este precepto, en relación con
el artículo 7, número 8 (citado) del Estatuto, ha fundado la
sanción impuesta, no vulnerándose el principio de legalidad por la remisión que la disposición que tipifica las infracciones realice a otras normas que impongan deberes u
obligaciones concretas de ineludible cumplimiento dentro
de la organización del Colegio Profesional. No se aprecia,
pues, infracción del principio de legalidad establecido en
el artículo 25.1 de la Constitución, sin que ello signifique
que la calificación de los hechos que realiza la resolución
sancionadora sea acertada...”
En su Sentencia de 29 de enero de 2003170 en que se resolvía un recurso interpuesto contra la Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que había confirmado una
sanción disciplinaria impuesta a un Arquitecto por el Colegio de Arquitectos de Cataluña. El sancionado alegaba que las disposiciones contenidas en los Estatutos del Colegio infringían el principio de tipicidad,
por no estar predeterminada la conducta supuestamente infractora.
La Sentencia hace un resumen de la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la potestad disciplinaria de los Colegios Profesionales, reconociendo que la Constitución, en su artículo 25 consagra el principio
universalmente aceptado hoy de nullum crimen nulla poena sine lege
que también comprende el orden administrativo sancionador y dice:
“y comprende una doble garantía: La primera, de orden material y alcance absoluto, supone la imperiosa necesidad de
predeterminación normativa de las conductas ilícitas y de las
170. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Tercera de 29 de enero de 2003,
Ponente señor González González, Aranzadi 2003/695.
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sanciones correspondientes, mediante preceptos jurídicos que
permitan predecir, con suficiente grado de certeza, las conductas que constituyen una infracción y las penas o sanciones aplicables. La segunda, de carácter formal, hace referencia al rango de las normas tipificadoras de las infracciones
y reguladoras de las sanciones. Esta segunda garantía, que
alude a una reserva de Ley en materia punitiva, sólo tiene, sin
embargo, una eficacia relativa o limitada en el ámbito de las
sanciones administrativas, por razones que atañen al modelo
constitucional de distribución de las potestades públicas, al
carácter en cierto modo insuprimible de la potestad reglamentaria en dicho ámbito y a otras consideraciones de prudencia
o de oportunidad. Más aún, el alcance de dicha reserva de Ley
pierde parte de su fundamentación en el seno de las relaciones de sujeción especial, aunque incluso en dicho ámbito una
sanción carente de toda base legal devendría lesiva del derecho fundamental que reconoce el artículo 25.1 de la Constitución. Por otra parte, también tiene declarado este Tribunal,
en las Sentencias referidas, que no es posible exigir la reserva
de Ley de manera retroactiva para considerar nulas e inaplicables disposiciones reglamentarias respecto de las cuales esa
exigencia formal no existía antes de la Constitución.”
A juicio del Tribunal Supremo, el artículo 5 i) de la Ley 2/1974 de 13 de
febrero -ya trascrito- es suficiente, a pesar de que carece de contenido sancionador propio, para que los Colegios, en cumplimiento del mandato legal de “ordenar en el ámbito de su competencia la actividad profesional de
los colegiados, velando por la ética y dignidad profesional y por el respeto
debido a los derechos de los particulares y ejercer la potestad disciplinaria
en el orden profesional y colegial” tipifiquen infracciones y sancionen a los
que las cometen. Esta situación sería contraria al artículo 25 de la Constitución si se tratase de una relación de sujeción general171 pero no lo es si
se trata de una relación de sujeción especial172.
171. Así lo ha dicho el Tribunal Constitucional en sus Sentencias 42/1987 de 5 de marzo,
Ponente señor Latorre Segura y 29/1989 de 6 de febrero, Ponente señor Leguina Villa.
172. Según el Tribunal Constitucional en sus Sentencias 2/1987 de 21 de enero, Ponente
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Dice la Sentencia:
“Es más, en el presente caso nos hallamos ante una muy característica relación constituida sobre la base de la delegación
de potestades públicas en entes corporativos dotados de amplia autonomía para la ordenación y control del ejercicio de
actividades profesionales, que tiene fundamento expreso en
el artículo 36 de la Constitución. De ahí que, precisamente en
este ámbito, la relatividad del alcance de la reserva de ley en
materia disciplinaria aparezca especialmente justificada.”
La Sentencia se satisface con la que llama “previsibilidad” de la norma
frente a la exigencia de lex certa ya que no vulneran esta exigencia los
hechos, omisiones o conductas sancionables
“... mediante conceptos jurídicos indeterminados, siempre
que su concreción sea razonablemente factible en virtud
de criterios lógicos, técnicos o de experiencia y permitan
prever con suficiente seguridad, la naturaleza y las características esenciales de las conductas constitutivas de la
infracción tipificada.”
Ni tampoco vulnera esa exigencia
“... la remisión que el precepto que tipifica las infracciones
realice a otras normas que impongan deberes u obligaciones concretas de ineludible cumplimiento, de forma que
su conculcación se asuma como elemento definidor de la
infracción sancionable misma, siempre que sea asimismo
previsible, con suficiente grado de certeza, la consecuencia
punitiva derivada de aquel incumplimiento o trasgresión.”
Así, la tipificación de una conducta que “se aparta de los deberes sociales, profesionales o legales relacionados con la profesión, y especialmente de los determinados en estos Estatutos, en los Reglamentos y
señor Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, y 69/1989 de 29 de abril, Ponente señor GarcíaMon y González-Regueral.
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en los acuerdos de las Juntas”, si bien es indeterminada y abstracta es
suficiente para predeterminar su contenido:
“... en el ámbito específico de las relaciones especiales de
sujeción de orden profesional y colegial, que la remisión
a los Acuerdos de las Juntas definidores de los «deberes
sociales, profesionales o legales relacionados con la profesión» debe entenderse referida, muy especialmente, a las
Normas Deontológicas que dichas Juntas pueden aprobar
y se hallen vigentes en cada momento.”
Agregando la Sentencia que:
“Es evidente, por ello, que el incumplimiento de dichas Normas debía y podría entenderse, con certeza más que suficiente, incorporado o subsumido en la abstracta definición que el
artículo 39 de los Estatutos realiza de las conductas sancionables, como aquellas que se apartan de los deberes «profesionales o legales relacionados con la profesión, y especialmente
de los determinados en... los acuerdos de las Juntas». Frente
a esta manifiesta previsibilidad de las conductas sancionables para un colegiado que ha asumido los deberes propios
de su relación especial por el hecho de la colegiación, carece
de relieve la circunstancia de que las Normas Deontológicas
no definan expresamente como infracciones disciplinarias el
incumplimiento de sus preceptos, o que éstos y la regulación
de la escala de sanciones aplicables se contengan en distintos textos normativos e, incluso, en última instancia, que las
Normas Deontológicas no hayan sido objeto de publicación
en el «Boletín Oficial del Estado» o en el diario oficial de algún
otro ente territorial, pues esta omisión, que en el ámbito de las
relaciones de sujeción general impediría la aplicación de cualquier norma sancionadora, no puede valorarse, en el orden
específico del Colegio profesional, ni siquiera como indicio de
inseguridad jurídica con relación a los propios colegiados.”
La dicha Sentencia establece también que en el ámbito específico de
las relaciones especiales de sujeción de orden profesional y colegial
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la remisión a los acuerdos de las Juntas definidoras de los deberes
relacionados con la profesión ha de considerarse plenamente admisible. Por último se añade que ante la manifiesta previsibilidad de las
conductas sancionables para un colegiado que ha asumido los deberes
propios de su relación especial por el hecho de la colegiación, carece
de relieve que las normas no definan expresamente como infracciones
disciplinarias el incumplimiento de sus preceptos.
En la sentencia que se viene citando se concluye que sin perjuicio de
la conveniencia de que los órganos competentes refuercen el nivel de
previsibilidad del ordenamiento disciplinario corporativo, la aplicación
de normas aprobadas por acuerdos de las Juntas para calificar como
infracción las conductas no vulnera el principio de reserva de ley en la
materia que se establece en el artículo 25.1 de la Constitución.
En su Sentencia de 22 de octubre de 1997, el Tribunal Supremo173 había
declarado con relación a la reserva de ley: en sentido formal y al principio de legalidad en su significado de garantía: material de tipificación de
conductas ilícitas y sanciones con requisito formal de rango de ley:
“El principio de legalidad no somete al ordenamiento sancionador administrativo sólo a la reserva de ley, sino que
conlleva, igualmente, una garantía de orden material y de
alcance absoluto que se traduce en la imperiosa exigencia
de predeterminación normativa de las conductas ilícitas y
de las sanciones correspondientes, de manera que la norma
punitiva aplicable permita predecir, con suficiente grado de
certeza, las conductas que constituyen infracción, el tipo
y el grado de sanción. La garantía de determinación tiene
como precipitado y complemento la tipicidad, que impide
que el órgano sancionador actúe frente a comportamientos
que estén fuera de las fronteras que marca la norma sancionadora. En casos como el que resolvemos, ha de valorar
el hecho ilícito y su encaje en la norma, bajo el prisma de
173. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Tercera de 22 de octubre de
1997, Ponente señor Cid Fontán, Aranzadi 1997/7542.
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los principios de seguridad jurídica y de la legitimidad del
ejercicio de la potestad sancionadora, por exigencias de un
relevante principio; el principio de legalidad.”
Ya el Tribunal Constitucional174 había declarado que el artículo 25.1
de la Constitución Española sólo resulta vulnerado cuando las infracciones administrativas y sus sanciones, carezcan de norma legal habilitante lo que en el caso de las normas deontológicas no sucede aun
cuando ni el Estatuto General de la Abogacía ni los Códigos Deontológicos tienen rango de ley.
En otra oportunidad, insiste el Tribunal Supremo175:
“... el alcance de la reserva de Ley consagrada en el artículo
25 de la Constitución pierde parte de su fundamentación en
el seno de las relaciones de sujeción especial, si bien declara
que incluso en dicho ámbito una sanción carente de toda
base legal devendría lesiva de los derechos fundamentales
que consagra la Constitución. Dicha Sentencia establece
también que en el ámbito específico de las relaciones especiales de sujeción de orden profesional y colegial la remisión
a los acuerdos de las Juntas definidoras de los deberes relacionados con la profesión ha de considerarse plenamente
admisible. Por último se añade que ante la manifiesta previsibilidad de las conductas sancionables para un colegiado
que ha asumido los deberes propios de su relación especial
por el hecho de la colegiación, carece de relieve que las normas no definan expresamente como infracciones disciplinarias el incumplimiento de sus preceptos.”
Respecto de la exigencia de publicación de las normas también se ha
pronunciado el Tribunal Supremo176.
174. Sentencias del Tribunal Constitucional 42/1987 de 7 abril, Ponente señor Latorre Segura, y 101/1988 de 8 junio, Ponente señor de la Vega Benayas.
175. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 8 de marzo de 1996,
Ponente señor Sieira Míguez, Aranzadi 1996/2267.
176. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 9 de julio de 2001,
Ponente señor González Navarro, Aranzadi 2001/8005, ya citada.
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“La realidad nos enseña que el mandato de publicación de
las normas, legales o reglamentarias, en un diario oficial
que establece el artículo 2.1, Código Civil, el viejo artículo
132 LPA de 1958, o los artículos 52.1 LRJ-PAC, 24,4 de la
Ley del Gobierno, y 70.2 LBRL es expresión de una tendencia hacia una meta no del todo alcanzada. Porque hay
casos, lo mismo de normas estatales que de normas locales
-también, presumiblemente, de normas regionales- en que
la publicación, o bien no existe realmente -porque lo publicado es sólo un mero anuncio de la aprobación de la norma
o lo que ha tenido lugar es sólo una mera comunicación a
los interesados-, o bien sigue un cauce distinto de la publicación en un diario oficial.”
La Sentencia razona que si bien es innegable que debe facilitarse a todos
sus destinatarios el conocimiento fácil, preciso y exacto de la norma nada
obliga a que se publique en un diario oficial. En efecto, la Constitución
sólo consagra “la publicidad de las normas” (artículo 9.3) pero no señala
el medio por el que debe darse cumplimiento a ese requisito y los términos “publicidad y publicación” no son sinónimos. Mientras publicidad es
“cualidad o estado de público” y el “conjunto de medios que se emplean
para divulgar o extender la noticia de las cosas o de los hechos” y también la “divulgación de noticias o anuncios de carácter comercial para
atraer a posibles compradores, espectadores, usuarios, etc.”, la publicación es “acción y efecto de publicar” y “escrito impreso, como un libro,
una revista, un periódico, etc., que ha sido publicado”. La publicación es
uno de los medios -no el único- de cumplir con el mandato constitucional
de conseguir la publicidad, esto es, que sea o pueda ser conocida por sus
destinatarios sin que desarrollen un especial y particular esfuerzo de investigación. La norma debe estar al alcance del que resulta obligado tanto en su contenido, en su alcance, en su significado y en su vigencia.
Ya el Tribunal Supremo había declarado en relación con la exigencia
contenida en el artículo 6.1 Código Civil177 en el sentido que:
177. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 11 de mayo de 1999,
Ponente señor González Navarro, Aranzadi 1999/6146.
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“La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento no
está imponiendo la obligación de conocer las leyes, ni condenando a los que ignoran el derecho positivo. Lo que hace
es afirmar la voluntad de que el derecho se cumpla, y para
ello, lo verdaderamente esencial es que ese derecho pueda
ser conocido por quienes están obligados a aplicarlo”178.
El Tribunal llama la atención de que la exigencia de publicar todas las
normas en boletines o diarios oficiales es muy reciente y no data más
allá de la Ley de Bases del Régimen Local cuyo artículo 70.2 establece
que:
“Las ordenanzas, incluidas las normas de los planes urbanísticos, se publican en el Boletín oficial de la provincia y
no entran en vigor hasta que se haya publicado completamente su texto y haya transcurrido el plazo previsto en el
artículo 65.2”.
Y que muchas normas de carácter local -de general aplicación- viven
una “situación de práctica clandestinidad”; que sólo en 1981 se dispuso que las ordenanzas tributarias las cuales tenían que publicarse
-aunque sólo en extracto- en el Boletín Oficial de la provincia.
El mismo Tribunal Supremo había ya declarado179:
“No cabe la alegación de ignorancia [...], por cuanto, si el párrafo primero del artículo 6 del Código Civil establece con carácter general para todos los ciudadanos la prescripción de
178. GARCÍA DE ENTERRIA, Eduardo Justicia y seguridad jurídica en un mundo de leyes
desbocadas, Civitas, 1999 que recoge el discurso pronunciado con ocasión de su investidura como Doctor honoris causa por la Universidad de Málaga el 15 de abril de 1999,
página 49 dice:
“El principio que hoy formula el artículo 6.1 del Código Civil “la ignorancia
de las leyes no excusa de su cumplimiento” se nos presenta casi como un
sarcasmo porque no hay persona alguna, incluyendo los juristas más cualificado, que pueda pretender hoy conocer una minúscula fracción apenas de esa
marea inundatoria e incesante de Leyes y Reglamentos entre cuyas complejas
mallas hemos, no obstante, de vivir”.
179. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Primera de 29 de septiembre de
1989, Ponente señor Jiménez Hernández, Aranzadi 1989/6723.
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que la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento,
ello si que es predicable sin excusa alguna de un profesional
del derecho y más todavía respecto de las normas que son
específicas de su profesión, como es el Estatuto General de la
Abogacía, en cuyos artículos 31 y 56 se hallan las prohibiciones específicas que se le imputan como infringidas...”.
Con relación a una profesión -la de Abogado- aunque también había
efectuado una declaración equivalente respecto de un oficio: un conductor de vehículos motorizados al declarar180:
“… el principio en virtud del cual la ignorancia de las leyes
no excusa de su cumplimiento, queda reforzado en este
caso por las circunstancias del contribuyente, cuya condición de conductor profesional le hace especialmente conocedor de los requisitos y obligaciones de toda índole inherentes a la compraventa de vehículos. No cabe presumir
desconocimiento en quien tiene su modo de vida precisamente en este sector.”
La Sentencia de 9 de julio de 2001 -ya citada- resume
“La doctrina jurisprudencial, por tanto, es la de que hay
que presumir que quien ejerce una profesión -intelectual o
manual- conoce los deberes y obligaciones inherentes a la
misma.”
El Tribunal Constitucional ya lo había declarado en una famosa sentencia181.
“Ahora bien, resulta claro también, en el ámbito específico de las relaciones especiales de sujeción de orden profesional y colegial, que la remisión a los Acuerdos de las
180. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo Contencioso-Administrativo de 8 de mayo
1987, Ponente señor de Mendizábal Allende, Aranzadi 1987/3570.
181. La número 219/1989 de 21 de diciembre varias veces citada que contiene la consagración de las normas deontológicas como normas jurídicas.
211
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
Juntas definidores de los “deberes sociales, profesionales
o legales relacionados con la profesión” debe entenderse
referida, muy especialmente, a las Normas Deontológicas
que dichas Juntas pueden aprobar y se hallen vigentes en
cada momento.”
Agregando:
“... existen unas Normas Deontológicas que definen con precisión, por lo que aquí interesa, los deberes profesionales de
los colegiados, aprobadas por los órganos colegiales competentes y plenamente en vigor. Es evidente, por ello, que el incumplimiento de dichas Normas debía y podría entenderse,
con certeza más que suficiente, incorporado o subsumido
en la abstracta definición que el artículo 39 de los Estatutos
realiza de las conductas sancionables, como aquellas que se
apartan de los deberes “profesionales o legales relacionados
con la profesión, y especialmente de los determinados en...
los acuerdos de las Juntas”. Frente a esta manifiesta previsibilidad de las conductas sancionables para un colegiado que
ha asumido los deberes propios de su relación especial por
el hecho de la colegiación, carece de relieve la circunstancia
de que las Normas Deontológicas no definan expresamente
como infracciones disciplinarias el incumplimiento de sus
preceptos, o que éstos y la regulación de la escala de sanciones aplicables se contengan en distintos textos normativos
e, incluso, en última instancia, que las Normas Deontológicas no hayan sido objeto de publicación en el “Boletín Oficial
del Estado” o en el diario oficial de algún otro ente territorial,
pues esta omisión, que en el ámbito de las relaciones de
sujeción general impediría la aplicación de cualquier norma sancionadora, no puede valorarse, en el orden específico del Colegio profesional, ni siquiera como indicio de inseguridad jurídica con relación a los propios colegiados. En
consecuencia, y sin perjuicio de la conveniencia de que los
órganos competentes refuercen el nivel de previsibilidad del
ordenamiento disciplinario corporativo, mediante las refun212
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
diciones o modificaciones normativas a que haya lugar, es
preciso concluir que la aplicación de las Normas Deontológicas en cuestión a efectos de calificar como infracción las
conductas imputadas al hoy recurrente, en conexión con el
artículo 39 de los Estatutos para el régimen y gobierno de
los Colegios de Arquitectos, no ha vulnerado el artículo 25.1
de la Constitución”.
En la Sentencia de 8 de marzo de 1996 -ya citada- el Tribunal Supremo
declara con relación a la publicidad del Código Deontológico.
“El texto ya ha sido publicado, y en todo caso no puede
alegarse desconocimiento de una norma o en este caso un
Código Deontológico de alcance general. No puede devenir
nula una norma por el hecho de que se diga desconocer por
un Colegiado, que recurre el Código publicado en la revista
o boletín informativo del Colegio, el mismo medio por el
cual se había publicado el Código europeo.”
Y en cuanto al respeto al principio de legalidad:
“Tampoco puede prosperar el alegato de infracción del principio de legalidad por cuanto las conductas sancionadas son
subsumibles en los supuestos previstos en los arts. 113, c)
y 115, c) del Estatuto General de la Abogacía ya que tanto la
indefensión del cliente, como el no rendir adecuadamente las
cuentas, constituyen una ofensa grave a las reglas éticas de la
profesión y una infracción cuando menos leve de los deberes
profesionales respectivamente, ya que el deber de defensa es el
esencial de un letrado para con su cliente conforme a los arts.
53, 39 y 54 del Estatuto General de la Abogacía y su deber de
rendir cuentas adecuadamente es una obligación derivada de
la relación contractual abogado-cliente a las que se refiere con
carácter genérico el artículo 53 citado.”
Como resumen de esta doctrina puede afirmarse que las normas deontológicas que no están consagradas con rango formal de ley son igualmente válidas respecto de sus destinatarios ya que por su especial
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
relación con los órganos que las aplican tienen la obligación de conocerlas y la oportunidad también porque tales normas no se mantienen
ocultas, son dadas a conocer -aun cuando no todas en una publicación
oficial- y quienes las aplican y exigen su cumplimiento tienen una habilitación legal que es suficiente en este caso. Que además, aun cuando no está definida en su integridad la conducta reprochable, su descripción, aún en términos generales y abstractos es suficientemente
clara para ser entendida por los profesionales a quienes se les aplica.
En palabras técnicas, la tipificación por incumplimiento de las normas
deontológicas que gobiernan la actuación de loa Abogados constituye
una predeterminación normativa con certeza suficiente para predefinir
las conductas sancionables debido a la naturaleza de tales normas y
a la potestad pública delegada por la Ley a favor de los Colegios profesionales182.
La legislación autonómica que en lo referente a este punto se examinará para delimitar la competencia del Consejo General y de los Consejos
Autonómicos viene a abonar cuanto hasta aquí se ha dicho.
La Ley de Colegios Profesionales de Andalucía proclama en su Exposición de Motivos:
182. Esta doctrina puede colegirse de las Sentencias del Tribunal Supremo de 27 de enero
de 1988 (Ponente señor Oro Pulido y López, Aranzadi 1988/3240), 3 de marzo de 1989
(Ponente señor Martín Martín, Aranzadi 1989/1716), 19 de junio de 1990 (Ponente señor García Estartús, Aranzadi 1990/5639), 16 de diciembre de 1993 (Ponente señor
Sanz Bayón, Aranzadi 1993/10053), 27 de diciembre de 1994 (Ponente señor Sanz Bayón, Aranzadi 1994/10657), 2 de febrero de 1995 (Ponente señor Baena del Alcázar,
1995/1529), 8 de marzo de 1996 (Ponente señor Sieira Míguez, 1996/2267), 20 de
noviembre de 1997 (Ponente señor González Rivas, 1997/8575), 4 de marzo (Ponente
señor González Rivas, Aranzadi 1998/2489), 10 de noviembre (Ponente señor Menéndez
Pérez, Aranzadi 1998/7966), 11 de noviembre (Ponente señor Cid Fontán, Aranzadi
1998/10246), 17 de noviembre (Ponente señor Xiol Ríos, Aranzadi 1998/9150) y 21 de
diciembre de 1998 (Ponente señor González Rivas, Aranzadi 1998/10226), 3 de mayo
(Ponente señor Lecumberri Martí, Aranzadi 1999/7649) y 24 de mayo de 1999 (Ponente
señor Peces Morate, Aranzadi 1999/7257), 20 de noviembre (Ponente señor Goded Miranda, Aranzadi 2000/9234) y 30 de diciembre de 2000 (Ponente señor Peces Morate,
Aranzadi 2001/597), 27 de febrero de 2001 (Ponente señor González Navarro), 15 de
julio (Ponente señor Aparicio Calvo, Aranzadi 2002/8427) y 9 de diciembre de 2002
(Ponente señor Peces Morate, Aranzadi 2002/10901), 16 de diciembre (Ponente señor
Puente Prieto, Aranzadi 2005/3604) y 17 de diciembre de 2003 (Ponente señor Lecumberri Martí, Aranzadi 2003/9584) además de las ya citadas.
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______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
“El régimen sancionador es regulado en el título V de la
Ley, diseñándose las líneas básicas del mismo que deberán
tener su específico desarrollo en los estatutos aprobados
por los colegios profesionales. De esta manera, de acuerdo
con la jurisprudencia constitucional, se pretende dar cumplimiento al principio de reserva de ley en la materia.”
Y su artículo 21 que dispone que en los estatutos colegiales se regulará, “necesariamente”:
“i) El régimen disciplinario, que contendrá, en todo caso, la
tipificación de infracciones, las sanciones y el procedimiento, conforme a lo establecido en la presente Ley183.”
183. Cuyo Título V – Régimen disciplinario es del siguiente tenor.
“Artículo 36. Potestad disciplinaria.
1. Los colegios profesionales tienen competencia para sancionar a los colegiados que incurran en infracción en el orden profesional y colegial.
2. El ejercicio de la potestad disciplinaria se ajustará, en todo caso, a los principios que rigen la potestad sancionadora y el procedimiento sancionador de
las Administraciones Públicas.
3. Nadie podrá ser sancionado sin que se haya tramitado, conforme a lo dispuesto en los estatutos, el procedimiento correspondiente, de naturaleza contradictoria, en el que se garanticen, al menos, los principios de presunción
de inocencia y audiencia del afectado. Las resoluciones que pongan fin a los
procedimientos deberán ser motivadas y resolverán todas las cuestiones planteadas en el expediente.
4. Contra las resoluciones sancionadoras adoptadas por los colegios profesionales podrá interponerse el correspondiente recurso de acuerdo con lo establecido en el artículo 35 de esta Ley.
5. Los colegios profesionales procederán, por sí mismos, a la ejecución de sus
propias resoluciones sancionadoras cuando éstas pongan fin a la vía administrativa.
Artículo 37. Regulación estatutaria.
1. Los colegios profesionales establecerán en sus estatutos, al menos, las siguientes previsiones:
a) La tipificación de las infracciones, clasificándolas en muy graves, graves y
leves.
b) Las sanciones correspondientes.
c) Las normas reguladoras del procedimiento disciplinario, separando, en todo
caso, la fase instructora y la sancionadora, encomendándolas a órganos distintos.
d) Los plazos de caducidad del procedimiento.
e) Los órganos competentes para iniciar, instruir y resolver el procedimiento. El
nombramiento de instructor no podrá recaer sobre personas que formen parte
del órgano de gobierno que haya iniciado el procedimiento.
2. Los estatutos de los colegios profesionales indicarán los hechos concretos
que pertenezcan a cada uno de los tipos de infracción establecidos en los ar-
215
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
tículos 38, 39 y 40 de esta Ley, de acuerdo con las características de cada
profesión y en relación con sus colegiados.
3. La suspensión en el ejercicio de la profesión sólo se podrá establecer por la
comisión de infracción grave o muy grave, y la expulsión del colegio profesional
por la comisión de infracción muy grave.
Artículo 38. Infracciones muy graves. En todo caso, se considerarán infracciones muy graves las siguientes:
a) El incumplimiento de los deberes profesionales cuando resulte perjuicio
grave para las personas que hayan solicitado o concertado la actuación profesional.
b) La vulneración del secreto profesional.
c) El ejercicio de una profesión en situación de inhabilitación profesional o
estando incurso en causa de incompatibilidad o prohibición.
d) La comisión de delitos dolosos, en cualquier grado de participación, como
consecuencia del ejercicio profesional.
e) La comisión de, al menos, dos infracciones graves en el plazo de dos años.
Artículo 39. Infracciones graves. Constituyen infracciones graves las siguientes:
a) El incumplimiento de las obligaciones que, respecto a los colegiados, se establecen en la presente Ley y, en su caso, en los estatutos del colegio.
b) El incumplimiento de los acuerdos adoptados por los órganos del colegio
sobre las materias que se especifiquen estatutariamente.
c) El encubrimiento de actos de intrusismo profesional o de actuaciones profesionales que vulneren las normas deontológicas de la profesión, que causen
perjuicio a las personas que hayan solicitado o concertado los servicios profesionales o que incurran en competencia desleal.
d) El incumplimiento de los deberes profesionales cuando causen perjuicio a
quienes hayan solicitado o concertado la actuación profesional.
e) La ofensa grave a la dignidad de otros profesionales, de las personas que formen parte de los órganos de gobierno del colegio, así como de las instituciones
con quienes se relacione como consecuencia de su ejercicio profesional.
f) Los actos ilícitos que impidan o alteren el normal funcionamiento de los consejos o colegios profesionales o de sus órganos.
g) La comisión de, al menos, cinco infracciones leves en el plazo de dos años.
Artículo 40. Infracciones leves. Constituye infracción leve la vulneración de
cualquier otro precepto que regule la actividad profesional, siempre que no
constituya infracción grave o muy grave y así se disponga en los estatutos de
los colegios profesionales.
Artículo 41. Prescripción de infracciones y sanciones.
1. De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 132 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, las infracciones muy graves prescribirán a los
tres años, las graves a los dos años y las leves a los seis meses, contados desde
el día en que la infracción se hubiera cometido.
Interrumpirá la prescripción la iniciación, con conocimiento del interesado, del
procedimiento sancionador, reanudándose el plazo de prescripción si el expediente estuviere paralizado durante más de seis meses por causa no imputable
al presunto infractor.
2. Las sanciones impuestas por faltas muy graves prescribirán a los tres años,
las impuestas por faltas graves, a los dos años, y las impuestas por faltas leves, al año, contados desde el día siguiente a aquél en que adquiera firmeza la
resolución por la que se impone la sanción.
216
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
Sería prolijo el examinar todas las leyes dictadas en las diferentes comunidades autonómicas en esta materia. Basta con señalar que en la mayoría
de ellas se contienen disposiciones similares a la de la Ley andaluza. Ya la
tipificación de las normas no se realiza necesariamente en ámbito nacional
ya que los Colegios tienen autonomía para hacerlo. La publicidad de tales
normas puede ser efectiva para los colegiados pero está por ver si extenderá sus efectos a los Abogados incorporados en otros Colegios que actúen
esporádicamente en el ámbito de otro Colegio184.
Interrumpirá la prescripción la iniciación, con conocimiento del interesado, del procedimiento de ejecución, volviendo a transcurrir el plazo si aquél está paralizado durante más de un mes por causa no imputable al infractor, todo ello de conformidad con
lo establecido en el artículo 132 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre.”
184. En los Estatutos del Colegio de Málaga se contienen algunas normas de carácter deontológico que sólo son de aplicación en su ámbito. Así, los artículos 11, 15 y 16 que son
del siguiente tenor:
“Artículo 11.- De los deberes de los Abogados en el ámbito de este Colegio.
Además de los deberes que impone el Estatuto General de la Abogacía y las normas que regulan la profesión, los Abogados incorporados y los que actúen dentro
del ámbito del Ilustre Colegio de Abogados de Málaga, tienen los siguientes:
a) rendir cuentas a sus clientes de los fondos recibidos de ellos o para ellos por
cualquier concepto. Este deber es exigible cuando el asunto encomendado esté terminado, cuando haya cesado la relación abogado – cliente, cuando se haya pactado
expresamente o cuando se solicite de forma expresa por el que hizo el encargo.
b) esperar un tiempo prudencial sobre la hora señalada por los órganos judiciales para las actuaciones en que vayan a intervenir, transcurrido el cual
podrán hacer uso de los derechos que les confiere la normativa vigente.
c) comunicar al Colegio, en su caso, el domicilio de su despacho para notificaciones a todos los efectos colegiales. Para que el cambio de domicilio produzca
efectos deberá ser comunicado expresamente entendiéndose válidamente realizadas todas las notificaciones efectuadas en el anterior hasta entonces.
Artículo 15.- De la venia.
Los Abogados que hayan de encargarse de la dirección profesional de un asunto encomendado a otro compañero deberán solicitar su venia, salvo que exista
renuncia escrita e incondicionada a proseguir su intervención por parte del
anterior Letrado, y en todo caso recabar del mismo la información necesaria
para continuar el asunto.
La venia, excepto caso de urgencia a justificar, deberá ser solicitada con carácter previo y por escrito, sin que el Letrado requerido pueda denegarla y con la
obligación por su parte de devolver la documentación en su poder y facilitar al
nuevo Letrado la información necesaria para continuar la defensa.
El Letrado sustituido tendrá derecho a reclamar los honorarios que correspondan a su intervención profesional y el sustituto tendrá el deber de colaborar
diligentemente en la gestión de su pago.
La colaboración del abogado sustituto en el cobro de los honorarios culmina
al dar cuenta al letrado sustituido del éxito o fracaso de su gestión dentro de
un plazo razonable.
Estas obligaciones son exigibles en el ámbito del Ilustre Colegio de Abogados
de Málaga y de necesario cumplimiento tanto en asuntos judiciales como ex-
217
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
2.- El ámbito subjetivo. La responsabilidad de los Abogados, de los
colegiados no ejercientes, de los Abogados inscritos, de los “aforados”, de las sociedades profesionales
Si bien el artículo 1.2 del Estatuto General de la Abogacía Española
dispone que
“En el ejercicio profesional, el abogado queda sometido a
la normativa legal y estatutaria, al fiel cumplimiento de las
normas y usos de la deontología profesional de la abogacía
y al consiguiente régimen disciplinario colegial...”
y que en su artículo 3 establece que entre los fines esenciales de los
Colegios de Abogados está la ordenación del ejercicio de la profesión y
su representación, la formación profesional permanente de los Abogados, el control deontológico y la aplicación del régimen disciplinario en
garantía de la sociedad, no sólo los Abogados son sujetos pasivos de
las normas deontológicas y de ordenación profesional.
Ya se ha tenido la oportunidad de referirse a que tampoco todas las
actividades del Abogado están sujetas a la Deontología. Sólo se aplican
las normas -con la excepción de las que rigen las relaciones con su Co-
trajudiciales, defensa, asesoramiento y gestión y mientras conste que haya un
asunto encargado antes a otro compañero, incluso cuando se haya comunicado al anterior Letrado por el cliente su cese.
Artículo 16.- Honorarios profesionales y su impugnación.
La cuantía de los honorarios será libremente convenida entre el cliente y el
Abogado. Es recomendable el acuerdo previo mediante la utilización de la hoja
de encargo y la estimación de su importe total. A falta de pacto expreso para
la fijación de los honorarios se tendrá en cuenta, como referencia, el Baremo
Orientador aprobado por este Colegio.
Con el fin de evitar en lo posible las impugnaciones judiciales en los casos de
condena en costas, el Letrado de la parte que la hubiera obtenido deberá presentar su minuta al compañero que dirija a la parte condenada para obtener de
él su aprobación. El Letrado consultado deberá evacuar su contestación dentro
del plazo de diez días.
Si el Letrado diera su aprobación a la minuta, no deberá intervenir para impugnar los honorarios minutados en el procedimiento judicial de que se trate.
El incumplimiento de este deber constituirá falta deontológica grave. Si por
el contrario, rechazara u observara la minuta en el expresado plazo, podrán
ambos Letrados –con el conocimiento de sus respectivos clientes- someter a
la Junta de Gobierno la fijación de su cuantía, a través de la correspondiente
mediación o arbitraje que vinculará a las partes.”
218
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
legio Profesional- cuando actúa como tal Abogado, cuando es “Abogado
de”, esto es, cuando ejerce la profesión. La Deontología sin embargo,
no es perfectamente congruente con ese ejercicio. Son círculos excéntricos de vasto campo común pero no idénticos.
En efecto, hay dos zonas de la profesión en los que la Deontología no
tiene influencia destacada como luego veremos más adelante. Por una
parte, las relaciones económicas están tradicionalmente excluidas de su
ámbito. No todas, claro pero sí la cuantía de la retribución del trabajo
profesional, causa innumerable de quejas y denuncias que terminan en
archivo al detectarse que lo que subyace es la resistencia a veces y la negativa, en otras, a abonar unos honorarios que no se entienden justificados o merecidos o la simple disconformidad con su cuantía. Todo ello,
sin perjuicio de que la Deontología debe reprimir el manifiesto abuso en
el cobro de honorarios, lo que constituye la contra excepción.
El otro aspecto excluido de la norma deontológica es la relacionada con
la estricta aplicación de la lex artis en su relación con la independencia o libertad de defensa. Salvo que se produzca una negligencia, una
torpeza o mala fe en la elección del medio de defensa, la Deontología
nada tiene que decir respecto de la elección de uno u otro medio de
defensa que el Abogado elija aunque no sea el más adecuado para conseguir el fin deseado. Bastará siempre, para estar dentro de la norma
deontológica que se hayan empleado todos los medios al alcance del
profesional, que éste los haya elegido de acuerdo con su leal saber y
entender y que no haya culpa grave. La inidoneidad del medio utilizado no es sancionable deontológicamente. De momento sólo se quiere
dejar esto establecido y sobre ello se abundará al tratar las relaciones
del Abogado con su cliente, sin perjuicio de dejar señalado aquí que es
sancionable deontológicamente la manifiesta incompetencia o la elección de medios a todas luces inconducentes.
Dentro de esta depuración del campo de la Deontología que nos ha permitido
excluir de sus normas las actividades no profesionales, privadas, comerciales
o colegiales del Abogado y dentro de las profesionales, las de fijación de sus
honorarios con el cliente y los medios seleccionados para su defensa y asesoramiento, hay que referirse también a otras situaciones en que el Abogado
puede verse excluido de ser sujeto pasivo de la Deontología.
219
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
Por ejemplo, un Consejo de Colegios de Abogados ha tenido oportunidad
de pronunciarse sobre una situación que afectaba a un Abogado que había
sido designado por un Juzgado como perito contador-partidor en unos autos
sobre liquidación de una sociedad civil. Las partes lo habían designado de
común acuerdo y una de ellas -sin impugnar el dictamen que había presentado- le denuncia por supuestas irregularidades en su desempeño.
El Consejo resuelve que:
“la queja del señor... no puede más que archivarse pues muestra su disconformidad con la actuación profesional que llevó
a cabo don... en su calidad de perito contador partidor y no
de Abogado en el ejercicio de la Abogacía, único supuesto que
podría revisar este Consejo, y a los solos efectos deontológicos
y de exigencia, si lo hubiere, de la responsabilidad disciplinaria, pero que nunca incluiría el análisis del contenido técnicojurídico de la actuación profesional de los Abogados que, en
el ejercicio de su profesión están amparados por los principios
de libertad e independencia, sino sólo si en el desarrollo de
esa actuación han respetado o no los mandatos de las normas
deontológicas, resultando además que el señor... centra su denuncia en el contenido concreto de la actuación profesional
del señor..., aunque como perito.”
A pesar de que los Colegios de Abogados son Colegios Profesionales -en
la terminología constitucional- y entre sus funciones fundamentales
está la de ordenar “la actividad profesional de los colegiados”, no todos
los colegiados son profesionales, por lo menos de la Abogacía.
En las diversas normas del Estatuto se emplea a veces indistintamente
las expresiones “colegiado” y “Abogado” que deberían ser sinónimas
pero no lo son.
Así, por ejemplo el artículo del Estatuto en su letra h) establece que
son funciones de los Colegios de Abogados,
“Ejercer las facultades disciplinarias respecto a los colegiados.”
220
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
Pero el artículo 80.1 manifiesta que
“1. Los abogados están sujetos a responsabilidad disciplinaria en el caso de infracción de sus deberes profesionales
o deontológicos.”
Añadiendo el número 2 que:
“Las facultades disciplinarias de la autoridad judicial sobre los abogados se ajustarán a lo dispuesto en las Leyes
procesales. Las sanciones o correcciones disciplinarias que
impongan los Tribunales al abogado se harán constar en el
expediente personal de éste siempre que se refieran directamente a normas deontológicas o de conducta que deban
observar en su actuación ante la Administración de Justicia.”
Utilizando la expresión “colegiado” el número 3 del mismo artículo:
“3. Las sanciones disciplinarias corporativas se harán constar en todo caso en el expediente personal del colegiado”.
Y el artículo 90 en sus dos párrafos:
“1. La responsabilidad disciplinaria de los colegiados se extingue por el cumplimiento de la sanción, el fallecimiento
del colegiado, la prescripción de la falta y la prescripción
de la sanción.
2. La baja en el Colegio no extingue la responsabilidad disciplinaria contraída durante el período de alta, sino que se
concluirá el procedimiento disciplinario y la sanción quedará en suspenso para ser cumplida si el colegiado causase
nuevamente alta en el Colegio”.
Como en tantas otras materias es la historia la ciencia que explica
esta aparente contradicción. En algún momento se permitió la incorporación en los Colegios de Abogados con el extraño apelativo de “no
ejercientes” de Licenciados en Derecho que no pretendían o no podían
221
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
por incurrir en causa de incompatibilidad ejercer la Abogacía y que,
por lo tanto no eran Abogados aunque estaban colegiados por estar
incorporados al Colegio. Ya desde el antiguo Estatuto se aceptaba expresamente su existencia -paradojal por lo demás- por tratarse de una
Corporación profesional y en el actual texto se les regula de la siguiente
manera:
“Artículo 9
4.- También podrán pertenecer a los Colegios de Abogados,
con la denominación de colegiados no ejercientes, quienes
reúnan los requisitos establecidos en el artículo 13.1 de
este Estatuto General.”
El artículo 13.1 dispone:
“La incorporación a un Colegio de Abogados exigirá los siguientes requisitos:
a) Tener nacionalidad española o de algún Estado miembro
de la Unión Europea o del acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo de 2 de mayo de 1992 salvo lo dispuesto en
tratados o convenios internacionales o dispensa legal.
b) Ser mayor de edad y no estar incurso en causa de incapacidad.
c) Poseer el título de Licenciado en Derecho o los títulos
extranjeros que, conforme a las normas vigentes, sean homologados a aquéllos.
d) Satisfacer la cuota de ingreso y demás que tenga establecidas el Colegio.”
Los colegiados no ejercientes no son Abogados a pesar de la obstinación de muchos, incluso de los órganos de la Abogacía -que deberían
saber de lo que hablan- de denominarlos “Abogados no ejercientes”.
Ello por dos razones, al menos, porque, la Abogacía es una profesión
y los Abogados, profesionales y la profesión es cuando se ejerce y si
222
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
no, no es y, por otra porque el artículo 9.1 del propio Estatuto define al
Abogado de la siguiente manera:
“Son Abogados quienes, incorporados a un Colegio español
de Abogados en calidad de ejercientes y cumplidos los requisitos necesarios para ello, se dedican de forma profesional al asesoramiento, concordia y defensa de los intereses
jurídicos ajenos, públicos o privados.”
Por lo que para ser Abogado es preciso estar incorporado a un Colegio
en calidad de ejerciente.185
Añadiendo el número 2 del mismo artículo,
“Corresponde en exclusiva la denominación y función de
Abogado a quienes lo sean de acuerdo con la precedente
definición, y en los términos previstos por el artículo 436
de la Ley Orgánica del Poder Judicial.”
Referencia que debe entenderse hecha al artículo 542 de esa Ley Orgánica después de la modificación introducida en 2004.
Para complicar aún más el panorama y consciente del agravio que sufrían aquellos que habían ejercido largo tiempo y por el inexorable paso
del tiempo ya no podían o no estaban en condiciones de hacerlo y
quedaban privados de la utilización de un título que habían ostentado
185. El antiguo artículo del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona disponía que los colegiados no ejercientes no eran Abogados pero
“malgrat aixo, podrán utilitzar la denominació dävocats sempre que no exerceixin
cap activitat o professió incompatible amb ládvocacia, aquells que cessin en el
exercici de la professió per jubilació, invalidesa, incapacitat o altra raó justificable a criteri de la Junta de Govern, i que es trobin en la situació prevista en la
disposició transitoria primera”.
(“A pesar de eso podrán utilizar la denominación de abogados siempre que no ejerzan
ninguna actividad o profesión incompatible con la abogacía, aquellos que cesen en el
ejercicio de la profesión por jubilación, invalidez, incapacidad o cualquier otra razón
justificada a criterio de la Junta de Gobierno, y que se encuentren en la situación prevista en la disposición transitoria primera”). Esta disposición permitía que siguiesen
utilizando la denominación de Abogados aquellos colegiados incorporados al Colegio con
anterioridad al 2 de septiembre de 1982, fecha de la publicación en el Boletín Oficial del
Estado del Estatuto General de la Abogacía de ese año.
223
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
gran parte de su vida, el Estatuto crea lo que aparentemente es otra
categoría al disponer en su artículo 9.4:
“No obstante, podrán seguir utilizando la denominación de
Abogado, añadiendo siempre la expresión “sin ejercicio”,
quienes cesen en el ejercicio de dicha profesión después de
haber ejercido al menos veinte años.”
No se trata de una nueva categoría de Abogados ni de colegiados a pesar de lo que han entendido algunos Colegios de Abogados al redactar
sus Estatutos. No se prevé ni se exige que los Abogados “sin ejercicio”
estén colegiados. Podrían estarlo como no ejercientes o no estarlo. Es
simplemente un privilegio que se concede a quienes cesen en el ejercicio después de un tiempo.
Así pues, hay Abogados -que siempre deberán estar incorporados en
un Colegio como ejercientes- colegiados no ejercientes que no son Abogados y carecen del derecho de denominarse Abogados y Abogados
“sin ejercicio” que han cesado en la profesión por lo que no son profesionales y pueden o no estar incorporados a un Colegio. Si lo están
serán colegiados no ejercientes con derecho a denominarse Abogados
sin ejercicio.
Hay otra categoría: la de Abogado “inscrito”.
El Parlamento Europeo y el Consejo aprobaron la directiva 98/5 CE el
16 de febrero de 1998 que se publicó en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas L76/36 de 14 de marzo de 1998.
La Directiva está destinada a facilitar el ejercicio permanente de la profesión de Abogado en un Estado miembro distinto de aquel en el que se
haya obtenido el título. Su artículo 16 contiene un mandato a los Estados
miembros en el sentido de adoptar “las disposiciones legales reglamentarias y administrativas necesarias para dar cumplimiento a lo establecido
en la presente directiva, a más tardar el 14 de marzo de 2000”.
Con cierto retraso, España promulgó el Real Decreto 936/2001 de 3 de
agosto que regula el ejercicio permanente en España de la profesión de
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Abogado con título profesional obtenido en otro Estado miembro de la
Unión Europea al que me referí al hablar de la competencia territorial
de los Colegios. Este Real Decreto, transposición de la Directiva crea
esta nueva categoría de Abogados.
El Real Decreto dota a esta categoría de Abogados de un “Estatuto”
a cuya regulación consagra una sección que denomina precisamente
“Estatuto del abogado inscrito” que aun cuando establece el principio
general de asimilación con el Abogado que denomina “local” en cuanto a la aplicación de “las mismas reglas profesionales y deontológicas
que rijan para los abogados ejercientes con título español” y sujetándolos a “los mismos derechos, deberes, obligaciones, prohibiciones e
incompatibilidades establecidos en el Estatuto General de la Abogacía
Española”, sin otras excepciones y diferencias que las establecidas en
esas normas.
Se impone a los Abogados que ejerzan en España con su título profesional de origen la obligación de hacerlo con mención expresa de tal
título “quedando prohibida la utilización de la denominación abogado
expresada en cualquiera de las lenguas oficiales de España” algo paradójico y contrario con la misma denominación de “abogado inscrito”.
El artículo 14 del Real Decreto establece:
“Responsabilidad disciplinaria:
1. De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 9, cuando un
abogado inscrito incumpla las obligaciones profesionales o
normas deontológicas vigentes en España, le serán de aplicación las normas de procedimiento, las sanciones y los
recursos establecidos con carácter general para cualquier
colegiado, sin más especificaciones que las siguientes:
a) Previamente a la incoación de un procedimiento disciplinario, el Colegio de Abogados correspondiente habrá de
informar, por el medio más rápido posible, a la autoridad
competente del Estado de origen del abogado inscrito, proporcionándole toda la información pertinente.
225
Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
b) Sin perjuicio del poder de decisión que corresponde al
Colegio, éste cooperará a lo largo de la tramitación del procedimiento con la autoridad competente del Estado miembro de origen, asegurando como mínimo que dicha autoridad pueda formular alegaciones en las distintas fases e
instancias de la tramitación, así como en los posibles recursos.
c) En el supuesto de que, durante la tramitación del procedimiento disciplinario, la autoridad competente del Estado
miembro de origen comunique al Colegio de Abogados que
ha decidido retirar al abogado, temporal o definitivamente,
la autorización para el ejercicio profesional, dicho Colegio
procederá a prohibirle igualmente, con carácter temporal o
definitivo, el ejercicio en España bajo el título profesional
de origen, sin perjuicio de la resolución que finalmente se
dicte en el procedimiento disciplinario.
d) La resolución final del procedimiento disciplinario, que
habrá de estar debidamente motivada, será notificada inmediatamente por el Colegio a la autoridad competente del
Estado de origen del abogado afectado, y la misma será
susceptible de los recursos colegiales y jurisdiccionales establecidos con carácter general en la normativa aplicable a
los abogados ejercientes con título español.
2. Al objeto de centralizar la información, y para garantizar
en todo caso que la imposición de una sanción disciplinaria
sea conocida por el resto de Colegios, la cooperación entre el
Colegio afectado y la autoridad competente del Estado de origen, así como los distintos envíos recíprocos de información
mencionados en el apartado anterior, se efectuarán con la intermediación del Consejo General de la Abogacía Española.”
No hay duda pues, que los Abogados “inscritos” están sujetos a la
potestad disciplinaria de los Colegios de Abogados donde se hallen registrados por las infracciones que puedan cometer en sus actuaciones
profesionales.
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Queda por ver si los colegiados no ejercientes están sujetos a esa potestad.
Ya se ha citado el artículo 81 que habla de “los Abogados” como sujetos
pasivos de la responsabilidad disciplinaria aunque el epígrafe del título es
“El régimen de responsabilidad de los Colegiados”. Cierto es que el título
abarca también la “responsabilidad penal y civil” a los que consagra dos
artículos, 78 y 79, pero no es menos cierto que en ellos sólo se alude a “los
Abogados” y a “el Abogado”. En el artículo 80, se repite la expresión tres
veces y sólo se utiliza la de “colegiado” para señalar la titularidad del expediente personal donde se anota la sanción.
Si se examina el catálogo de infracciones puede buenamente deducirse
que si bien la mayor parte de ellas sólo puede cometerlas un Abogado
en el ejercicio de la profesión, hay algunas en las que podría incurrir
el colegiado como no ejerciente. Ya tuve la oportunidad de manifestar
que la excepción de la norma sobre el alcance deontológico que exigía
que el Abogado actuase como tal, representando, defendiendo o asesorando intereses ajenos era en sus relaciones con su Colegio. En esas
relaciones, no hay diferencia entre el Colegiado ejerciente -Abogado- y
el colegiado no ejerciente.
Así, entre las infracciones muy graves del artículo 84 del Estatuto,
La infracción prevista en la letra d):
“El atentado contra la dignidad u honor de las personas
que constituyen la Junta de Gobierno cuando actúen en
el ejercicio de sus funciones, y contra los compañeros con
ocasión del ejercicio profesional”.
En la letra f):
“La realización de actividades, constitución de asociaciones
o pertenencia a éstas, cuando tengan como fines o realicen
funciones que sean propias y exclusivas de los Colegios.”
g):
“La comisión de una infracción grave, habiendo sido sancionado por la comisión de otras dos del mismo carácter y
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
cuya responsabilidad no se haya extinguido conforme al
artículo 90.”
f):
“El intrusismo profesional y su encubrimiento.”
y j):
“La condena de un colegiado en sentencia firme a penas
graves conforme al artículo 33.2 del Código Penal.”
Entre las infracciones graves del artículo 85, las infracciones tipificadas en las letras:
a) El incumplimiento grave de las normas estatutarias o de
los acuerdos adoptados por los órganos colegiales en el ámbito de su competencia, así como por el reiterado incumplimiento de la obligación de atender a las cargas colegiales
previstas en el artículo 34, letra a), salvo que constituya
infracción de mayor gravedad.
c) La falta de respeto, por acción u omisión, a los componentes de la Junta de Gobierno cuando actúen en el ejercicio de sus funciones y,
g) Los actos y omisiones descritos en las letras a), b),... y d)
del artículo anterior, cuando no tuvieren entidad suficiente
para ser considerados como muy graves.”
Al menos,
y entre las infracciones leves del artículo 86, las previstas en las letras,
a) La falta de respeto a los miembros de la Junta de Gobierno en el ejercicio de sus funciones, cuando no constituya
infracción muy grave o grave.
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b) La negligencia en el cumplimiento de las normas estatutarias.
d) Los actos enumerados en el artículo anterior cuando no
tuviesen entidad suficiente para ser considerados como
graves.
No tendría sentido que estas conductas quedasen impunes por el hecho de que el colegiado tuviese la categoría de no ejerciente.
La Jurisprudencia ha venido ha corroborar este aserto.
Así, la Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, de 6 de julio de 1998186.
“PRIMERO.- El objeto del presente recurso lo constituye la
impugnación del acuerdo del Consejo General de la Abogacía Española, de fecha 21 de abril de 1995, desestimatorio
del recurso ordinario interpuesto por el recurrente contra
el acuerdo de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Granada de fecha 29 de junio de 1994 por el que
se le imponía la sanción de seis meses de suspensión en
el ejercicio de la Abogacía, como autor de una falta muy
grave tipificada en el artículo 113.i del Estatuto General
de la Abogacía, por haber intervenido, durante el periodo
comprendido entre los días 8 de mayo de 1991 y el 10 de
febrero de 1993, en la tramitación de 22 asuntos ante los
Juzgados de 1ª Instancia e Instrucción de Guadix pese a
no ostentar la calidad de abogado ejerciente, figurando en
los archivos del Colegio como no ejerciente hasta la última
fecha indicada en que pasó a la condición de ejerciente.
La base argumental del recurso radica, en síntesis, en la
estimación de que los actos impugnados no son conformes
a Derecho,... porque la potestad sancionadora del Colegio
186. Sentencia Número 975/98. Recurso 3.426/1995.
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
Profesional sólo puede extenderse sobre los colegiados que
ejercen su profesión, y no, por tanto, sobre quien la ejerce
sin estar habilitado para ello;(...)”
SEGUNDO.- El primer motivo impugnatorio no puede ser
aceptado por la Sala, pues, teniendo el recurrente la condición de colegiado, aunque como abogado no ejerciente
(sic), conforme al artículo 10.3 del Estatuto General de la
Abogacía Española, aprobado por Real Decreto 2.090/82
de 24 de julio, no cabe duda alguna que en tal calidad
queda sometido al régimen disciplinario que se establece
en la sección tercera del capitulo único del título VI del
mencionado Estatuto (de las responsabilidades de los Colegiados), para cuya exigencia es competente la Junta de
Gobierno del Colegio, a tenor del punto 13 del artículo 62
del Estatuto”187.
En Sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número
tres de Córdoba de 4 de febrero de 2005 donde se resolvió un recurso
contra una resolución del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados de
5 de marzo del 2004 que confirmaba la del Colegio de esa ciudad de
18 de junio de 2003 por la que se imponía una sanción al recurrente
de tres meses de suspensión del ejercicio profesional por infracción
muy grave del artículo 87.1 letra a) en relación con el artículo 84 letra
h) del Estatuto General de la Abogacía Española relativa a intrusismo
profesional por haber actuado como Letrado asesorando a clientes representando la condición de Letrado no ejerciente (sic) a pesar de estar
colegiado como no ejerciente tras habérsele negado la compatibilidad
con su profesión de profesor de instituto por la autoridad educativa de
la Junta de Andalucía se dijo esto:
“Tales actuaciones, coincidiendo también con las resoluciones impugnadas, implican el ejercicio efectivo de la Abogacía lo que recurrente no podía hacer dada la declaración
187. El Tribunal Supremo inadmitió el recurso de casación interpuesto contra esta sentencia
mediante Auto de 5 de noviembre de 1999.
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incompatibilidad y su colegiación como no ejerciente. Y ello
aunque se refieran a una actuación extrajudicial que, por
cierto, supone en gran medida cuantitativa y cualitativamente el trabajo ordinario de un Abogado en ejercicio, pues
su contenido y alcance es de carácter eminentemente jurídico como de ver por el contenido de la carta remitida a
la Aseguradora, aunque algunas otras actuaciones que se
llevaron a cabo pudieran considerarse como de carácter
administrativo o de mensajería y desde luego excediendo la función de colaboración o pasantía de las que trata
el artículo 42 del Estatuto General de la Abogacía ante la
inexistencia de un Letrado en ejercicio que de manera real
y efectiva asumiera la dirección técnica del asunto... (por lo
que es) conforme a derecho la resolución impugnada”
En 2003, el Tribunal Supremo188 desestimó un recurso de casación
confirmando así una sanción disciplinaria aplicada por una actuación
desarrollada en calidad de pasante por quien tenía la calidad de colegiado no ejerciente en el momento de adoptarse la resolución colegial y
que reclamaba la vulneración del principio de igualdad. En su calidad
de pasante de un Abogado había tenido acceso a información confidencial protegida por el secreto profesional que luego revela.
“El tercero de los motivos de casación, con fundamento en
el artículo 95.1.4 según la Ley 10/92, se refiere al artículo
14 de la Constitución por cuanto que se dice que se trata al recurrente, además de pasante, como colegiado no
ejerciente, en relación con su actividad en las labores de
pasantía, sin que esta situación excluya la tramitación del
correspondiente expediente disciplinario que le hace acreedor de la conducta constitutiva de la infracción.
Reconoce, expresamente, el fundamento jurídico segundo
de la sentencia recurrida que no existe elemento fáctico
188. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Séptima de 19 de diciembre de
2003, Ponente señor González Rivas, Aranzadi 2004/2578.
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
que permita advertir la discriminación que denuncia el recurrente, pues debe precisarse que no aporta elementos de
juicio en orden a que pueda tenerse por acreditada la vulneración del derecho a la igualdad y por otra, no se aprecia
el menor atisbo de discriminación por el hecho de sostener
que la apertura del expediente obedezca a la circunstancia
de ser colegiado no ejerciente.
El examen de las actuaciones, advierte la Sala de instancia,
permite constatar que lo que determinó el inicio del expediente tiene su origen en una denuncia de Dª Mariana ante
el Colegio de Abogados de Vitoria, motivado por el escrito
que el recurrente remitió a su hija menor y cuyo contenido
no fue controvertido por el actor, sin que se constate la
existencia de vulneración del artículo 14 de la Constitución.
En efecto, una visión estricta, pero orientativa, del criterio
jurisprudencial sobre esta materia viene enmarcada por
las siguientes pautas jurisprudenciales:
a) La vulneración del principio y derecho fundamental de
igualdad ante la Ley requiere la presencia de presupuestos
esenciales, como son la aportación de un estricto término
de comparación que acredite la igualdad de supuestos y
que se trate de un cambio de criterio inmotivado o con motivación irrazonable o arbitraria o en otras palabras, que el
trato diverso carezca de una justificación objetiva y razonable, como ha reconocido la jurisprudencia constitucional
sentencias 62/87, 9/89 y 68/89, entre otras.
b) Toda queja de desigualdad requiere un término de comparación homogéneo y la acreditación de una diferencia de
trato carente de fundamento, así como una mínima argumentación de quien se queja sobre la falta de justificación
del trato que recibe, como reconoce la ulterior sentencia del
Tribunal Constitucional 32/2001 de 12 de febrero.
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c) Si el término de comparación no existe y se diluye en
una mera alegación de desigualdad abstracta no identificable, no puede ser aceptada la vulneración del principio de
igualdad al quedar reducida la cuestión planteada a una
disconformidad con las decisiones de los poderes públicos,
planteándose un tema de pura legalidad que carece de soporte legal, criterios reiterados por la jurisprudencia constitucional en autos, entre otros, 209/85 y 338/85.
Así pues, la competencia para depurar la responsabilidad disciplinaria
corresponde a los Colegios y Consejos y ello es predicable tanto para los
colegiados ejercientes como para los no ejercientes y para los Abogados
inscritos. El mero hecho de la colegiación supone el aceptar los requisitos, bases y normas que rigen la profesión y, en su consecuencia, las
responsabilidades, en este caso deontológicas, que conlleva, tal como
se ha dicho ya con citas de la jurisprudencia del Tribunal Supremo.
Por otro lado, es de considerar la ejecución o materialización de la
sanción impuesta al colegiado no ejerciente. En supuestos de sanción
de apercibimiento o de amonestación privada no existirá problema.
Se ejecuta la sanción y constará en su expediente personal. En casos
de suspensión puede resultar paradójico el hecho de suspender en el
ejercicio a quien no tiene la condición de ejerciente; no se puede suspender de ejercer a quien no ejerce. No por ello se hace imposible la
ejecución de la sanción, en su caso. El mecanismo puede operar con
doble funcionalidad. En primer lugar, si pretende el no ejerciente sancionado ser ejerciente o volver a la profesión, desde el momento de su
incorporación o reincorporación como tal, podrá ejecutarse la sanción;
asimismo podría no ser incorporado como ejerciente hasta el momento
del cumplimiento íntegro de la sanción, en cuyo caso igualmente se
cumpliría la ejecución sancionadora. En ambos supuestos, habría que
tener presentes las figuras de prescripción y caducidad. Situación similar puede producirse, como luego se verá con las bajas posteriores a
la comisión de la infracción por el responsable.
Con la aprobación de la Ley de Sociedades Profesionales se ha creado
otro grupo de responsables por infracciones deontológicas: las sociedades profesionales. Ya tuvimos oportunidad de referirnos a ello con
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Deontología, valores y Colegios de Abogados ________________________________________________
cita de los artículos que a tal novedad se referían y a la Exposición de
Motivos que de modo expreso la contempla. Y a las consecuencias de
carácter civil o mercantil que la vulneración de la norma deontológica
ahora trae aparejado.
El Tribunal Supremo, en Sentencia de 20 de mayo de 2003 conoció de
un recurso contencioso-administrativo contra un Acuerdo del Consejo
General de la Abogacía Española de 25 de diciembre de 1995 que había desestimado un recurso formulado contra otro Acuerdo del Colegio
de Madrid que impuso a un Abogado la sanción de suspensión de un
mes por comisión de una infracción grave que había sido estimado por
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
Me referiré con detalle a esta sentencia y especialmente al voto particular que en ella se contiene al tratar de la publicidad pero viene a cuento
citarla aquí ya que se entiende por el Alto Tribunal que la infracción
es inexistente porque la publicidad fue efectuada por una empresa con
personalidad jurídica propia y a pesar de que en ella figuraba como
socio un Abogado en ejercicio que no era administrador de la sociedad
por lo que no podía efectuársele reproche disciplinario alguno.
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